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Consagración-Misión

Una Relectura de Lc 4,16-19 desde la Vida Consagrada

“Vino a Nazará, donde se había criado, y entró, según su costumbre, en la sinagoga el día
de sábado. Se levantó para hacer la lectura y le entregaron el volumen del profeta Isaías.
Desenrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor sobre
mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a
proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.” (Lc 4,16-19, Nueva Biblia de Jerusalén)

Introducción

Este artículo se pregunta por la relación dialogal que pueda existir entre la
consagración y la misión en el ámbito de la vida consagrada partiendo de una relectura de
Lc 4,16-19 y expone cómo las prioridades de Jesús siguen siendo las mismas de los
consagrados como un principio de acción concreta y urgente, capaz de instaurar la justicia.
Por razones de espacio, nuestro análisis se coloca en el campo de la sincronía, pues
estudiaremos nuestro texto en su estado de redacción final.

Aunque el evangelio de Lucas presenta el ministerio de Jesús a partir de la secuencia


narrativa de Marcos; aunque carece de una estructura literaria catequético-pedagógica
semejante a la del evangelio de Mateo; o del carácter simbólico sacramental del cuarto
evangelio, sigue llamando la atención de los exégetas1 por sus peculiares características
literarias, por sus referencias históricas y veterotestamentarias y por su propia impostación
teológica.

Partiendo del análisis literario de esa perícopa lucana, se podrán conocer sus
orientaciones teológicas para después poder llegar a una mejor interpretación de su obra2; la
cual posee una enorme riqueza doctrinal, pero con rasgos profundamente variados. Está

1
Cf. J. A. FITZMYER, El Evangelio según Lucas, Vols. I-IV, Cristiandad, Madrid 1987; F. BOVON, El Evangelio
según san Lucas. Lc. 1-9.Vol.I, Sígueme, Salamanca 1995; I. ACEBO, I., Lucas, Verbo Divino, Estella 2008;
F.D. RAMIS, Lucas, evangelista de la ternura de Dios, Verbo Divino, Estella 1997…
2
Cf. L. SABOURIN, El evangelio de Lucas: introducción y comentario, Col. Clásicos de la ciencia bíblica 5,
Edicep, Valencia 2000, 17.
paradójicamente enraizada en el Antiguo Testamento, como lo muestran sus frecuentes
alusiones a la Escritura, especialmente a los profetas3.

Una de esas alusiones más importantes, sea precisamente la del texto de Is 61,1-2 en
el episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret (Cf. Lc 4,16-19). Además Lucas sitúa esta
perícopa en la que desarrolla el programa de la misión del Mesías al comienzo del ministerio
público de Jesús. Estos procedimientos de inserciones y alusiones, permiten a Lucas
presentar al lector el episodio de Nazaret como una clave hermenéutica para entender desde
la vida consagrada, la misión salvífica de Jesús como profeta ungido por el Espíritu.

Hace más de 10 años, el pontífice Benedicto XVI en su exhortación apostólica


postsinodal “Verbum Domini” recordó a todos los consagrados a reavivar el encuentro
personal y comunitario con la palabra de Dios y a ser sus anunciadores para que el don de la
vida divina, la comunión, se extienda cada vez más por todo el mundo4. No hay prioridad
más grande que como religiosos estar abiertos a colaborar con Dios en su misión salvífica,
al Dios.

El mismo documento nos recuerda que la vida consagrada “nace de la escucha de la


Palabra de Dios y acoge el Evangelio como su norma de vida”. En este sentido, el
vivir siguiendo a Cristo casto, pobre y obediente, se convierte “en exegesis” viva de la
Palabra de Dios”. El Espíritu Santo, en virtud del cual se ha escrito la Biblia, es el mismo
que “ha iluminado con luz nueva la Palabra de Dios a los fundadores y fundadoras de las
congregaciones religiosas5. A largo de los siglos, esos fundadores sintieron que Dios les
hablaba en las Escrituras, se sintieron interpelados e impelidos por el “hablar de Dios
consignado en las páginas inspiradas” (Dei Verbum, 9). La vida religiosa, en sus ricas y
multiformes variantes, emana carismáticamente de la Biblia leída, meditada, orada y vivida.

Benedicto XVI en su exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini afirmó: «las


formas antiguas y nuevas de especial consagración están llamadas a ser verdaderas escuelas
de vida espiritual, en las que se leen las Escrituras según el Espíritu Santo en la Iglesia, de

3
J.S CROATTO, « Jesús muere como profeta en Jerusalén. La construcción lucana de Jesús profeta », RIBLA n.
44 (2003) 144; Cf. J. KOECH, « The Spirit motif in Luke 4:14-30; Acts 1:8 and the church today », Africa
Journal of Evangelical Theology (2008) 155.
4
Pontífice Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal: Verbum Domini, Roma 2010, n.83.
5
cf. Pontífice Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal, Vita Consecrata (V.C), Roma 1996, n. 82.
manera que todo el Pueblo de Dios pueda beneficiarse. El Sínodo, por tanto, recomienda que
nunca falte en las comunidades de vida consagrada una formación sólida para la lectura
creyente de la Biblia»6.

Por eso, en este artículo, se busca reubicar la Palabra de Dios como el corazón mismo
de la vida consagrada partiendo de una relectura de Lc 4,16-19; pues esa última se funda
sobre ella, nace y vive de ella. Desde su inicio, la V.C7 ha encontrado siempre en la P.D8 su
fuerza, y las comunidades religiosas crecen también hoy en la escucha, en la celebración y
en el estudio de la Palabra de Dios. Desde nuestro punto de vista, Lc 4,16-19 es uno de los
textos más significativos no sólo por riqueza literaria sino porque principalmente en él se
presentan un fuerte impulso a la valoración de la P.D en la vida consagrada, sobre todo en
la predicación, en la catequesis, en la teología y en la espiritualidad.

Cuando reflexionamos sobre la Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia,


debemos pensar en Jesús y en su vida consagrada a anunciar la salvación a los pobres, libertad
a los cautivos...como lo menciona nuestra perícopa lucana. (cf. Lc 4,16-19). Hace ya tiempo
que he venido reflexionando este texto evangélico leído por Jesús en la sinagoga de Nazaret
y he intentado encontrar en él, un sentido innovador y eficiente de su efectividad dentro de
la vida consagrada. Se han hecho esfuerzos generosos para explorar y compartir a fondo la
misión de la Iglesia desde el carisma funda Indicar algunas líneas fundamentales para
revalorizar la Palabra divina en la vida de la Iglesia, fuente de constante renovación, deseando
al mismo tiempo que ella sea cada vez más el corazón de toda actividad religiosa y misionera.

Se nos presenta a Jesús como a un judío consagrado por el espíritu que ha dado
buenos frutos en su educación: asiste regularmente a la sinagoga (κατὰ τὸ εἰωθὸς), «según
su costumbre», lo mismo que «el día del sábado», que aparece cinco veces en el evangelio
de Lucas y tres veces en los Hechos9. Para nuestro estudio, esta escena está preñada de
sentido Jesús comienza predicando en un día de sábado en una sinagoga (4,15 nos prepara a
este dato), como más tarde lo hará Pablo (Hch 13, 14-41 42-48. 17, 2-4, 18.4).

6
Pontífice Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal: Verbum Domini...,n. 83.
7
V.C = Vida consagrada
8
P.D = Palabra de Dios
9
Lc 4,16-30 ; Hch 13, 14-43;17, 2-4;18,4.
El estudio de los “fundamentos bíblicos” de la vida consagrada nos lleva a
comprender que el origen carismático y el desarrollo histórico de la misma no se explica sin
una relación profunda y permanente con la lectura orante de la P.D. En efecto, la vida
religiosa no se entiende sin una referencia íntima y constante con la figura de Jesús,
especialmente testimoniada y reflejada en los evangelios.

Así mismo, desde una relectura de Lc 4,16-19 desentrañemos las dos grandes
dimensiones de la vida consagrada enraizada en la P.D que son la consagración y la misión.

1. La Consagración a Dios: “El Espíritu del Señor está sobre mí…”

“Vino a Nazará, donde se había criado, y entró, según su costumbre, en la sinagoga


el día de sábado. Se levantó para hacer la lectura y le entregaron el volumen del
profeta Isaías. Desenrolló el volumen y halló el pasaje donde estaba escrito: El
Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido” (Lc 4,16-18a)

En la Biblia, la consagración tiene un doble movimiento que, en primer lugar, va


desde Dios que consagra a una persona o a una cosa y la hace propiedad suya, poseyéndola
totalmente y poniéndola a su servicio. En segundo lugar, vuelve a Dios desde la persona que
se entrega a Él y responde a su llamado con fidelidad y amor10.

Ungir es el acto ritual en que una persona derrama o unta aceite sobre otra persona, o
sobre un objeto, con propósitos sagrados. Los propósitos más esenciales de la unción pueden
dividirse en dos: Santificación y Consagración (Cf. Lev. 8,10-12). En Éxodo 28,41, los
sacerdotes debían ser consagrados y santificados para el servicio que realizarían en el templo.
Por lo mismo, la consagración es una dedicación especial para el servicio del Señor. Uno de
los requerimientos de la consagración es haber sido sellado por el Espíritu11. En Lucas, el
Espíritu viene presentado como conductor, fuente de consagración o de esperanza en medio
de las dificultades de la vida (cf. Lucas 1, 13-15 y 1,41. 67; 1, 35; 1,41; 3, 21; 4,14; 4,18).

El Concilio Vaticano II sobre la renovación de la vida religiosa subraya que fue la


«inspiración del Espíritu Santo» la que dio origen y a la fundación de las «familias religiosas,

10
Cfr. Is 42, 1.6-7; Mt 3, 16; 1Sam 16, 13.
11
Cf. Efesios 1,13
que la Iglesia reconoció y aprobó de buen grado con su autoridad»12. La relación de Jesús
con el Espíritu en el evangelio de Lucas se expresa mediante el anuncio del Ángel a María
(Lc 1,35), mediante el descenso del Espíritu en el momento del bautismo (3,22) y con las
siguientes declaraciones: “lleno de la fuerza del Espíritu” (4,1), “conducido por el Espíritu”
(4,1), “con la Fuerza del Espíritu” (4,14) y “el Espíritu del Señor esta sobre mi” (4,18). En
efecto, el seguimiento de Cristo en la vida consagrada por medio de la pobreza, castidad y
obediencia no sería posible sin el influjo del Espíritu Santo.

El episodio de la sinagoga de Nazaret, situado al comienzo del ministerio de Jesús,


tiene un valor particular en la vida consagrada porque Lucas presenta precisamente el
ministerio profético de Cristo a partir del influjo del Espíritu y lo hace así que no solo
representándolo como cumplidor de la profecía de Isaías sino como una persona consagrada.
Por eso el evangelista asigna al Espíritu un rol protagónico en la consagración y misión de
Jesús (presencia del Espíritu en él “sobre mi”: 4,18). A la luz de esa consagración, es posible
descubrir el principio originario de la vida consagrada. En efecto, Jesús mismo es aquel que
Dios « ungió con el Espíritu Santo y con poder » (Hch 10, 38), « aquel a quien el Padre ha
santificado y enviado al mundo » (Jn 10, 36).

Jesús vivió su consagración precisamente como Hijo de Dios: dependiendo del Padre,
amándole sobre todas las cosas y entregado por entero a su voluntad. Estos aspectos de su
vida como Hijo deben de ser compartidos por todos los consagrados. Llamados a la vida
consagrada, esos consagrados quedan configurados con Cristo, a quien hacen presente en el
mundo, en la iglesia y aún más en la vida consagrada.

El consagrado está llamado a asemejarse a Jesús, el obediente por excelencia, quien


hizo la voluntad de Aquel que lo ha enviado (cf. Jn 6, 38; Hb 10, 5.7); puso su ser y su actuar
en las manos del Padre (cf. Lc 2, 49). En obediencia filial, adoptó la forma del siervo: «Se
despojó de sí mismo tomando condición de siervo… obedeciendo hasta la muerte y muerte
de cruz» (Flp 2, 7-8).

Cuando Dios consagra una persona, le concede un don especial en orden a la


realización de su propio designio. El no sólo escoge sino que la compromete en su obra

12
Decreto Perfectae caritatis sobre la renovación de la vida religiosa, 1965, n. 1.
divina. La consagración inevitablemente implica misión. Se trata de dos facetas de una misma
realidad.

La segunda parte de nuestro texto (cf. Lc 4,18b-19) tiene referencia al marco profético
o misionero del ungido o del consagrado por el Espíritu, quien a su vez, está profundamente
comprometido en la misión de Cristo.

2. La Misión evangélica de la Vida Consagrada ( Lc 4,18b-19)

“…para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la


liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.”

Jesús lee Isaías 61,1-2, introduciendo un cambio de Is 58,6, textos que pertenecen al
Tercer Isaías y que tratan sobre la consolación a los exilados que han vuelto a Jerusalén. La
traducción que nos ofrece Lucas es la versión griega de los LXX, que tiene su origen en la
diáspora de Alejandría y que pretendía facilitar el conocimiento bíblico a un pueblo que
hablaba griego. En efecto, según Lucas 4,18-19, Jesús lee presumiblemente el texto hebreo
de Is 61,1-2, pero tal cita sigue más a la versión de los (LXX) con algunas modificaciones,
ya que es una acumulación de diversos versículos: Is 61 1-2a y 58,6d.

En la exégesis bíblica no se ha estudiado suficientemente de manera muy significativa


esa reelaboración lucana del episodio de Jesús en la sinagoga de Nazaret y la inserción del
pasaje del profeta Isaías (61,1-2). Pero podemos afirmar que esa trasposición no consiste en
una simple cita del profeta sino que adquiere un efecto significativo y muy peculiar en la
comprensión de la misión de Jesús que se materializa en una serie de prioridades: anunciar
a los pobres la buena nueva, proclamar la liberación a los cautivos, dar vista a los ciegos,
liberar a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.

Si ésta es la Misión de Jesús, ésta es también nuestra Misión y la de sus seguidores


llamados a ser testigos de Cristo dentro de la vida consagrada: una dedicación preferencial a
los más necesitados. Hablando en términos modernos, es un servicio a la fe y una promoción
de la justicia. Esas prioridades seguirán siendo las mismas de la vida consagrada que está
enraizada profundamente en los ejemplos y enseñanzas de Cristo.
a. El anuncio del evangelio a los pobres

En Lucas, Jesús aborda la pobreza y la riqueza de manera radical. Él mismo describirá


su misión como proclamación de la Buena Nueva a los pobres (Lc 4,18). La noción del
“pobre” (πτωχός) no sólo abarcaba la persona necesitada económicamente, sino todo
marginado social o religiosamente; y se extiende además a los presos, los ciegos, los
oprimidos (4,18), los hambrientos, los que lloran, los que son odiados, perseguidos y
rechazados (6,20-22); los cojos (14,13.21), los leprosos, los sordos (7,22), tullidos (14,21).
El anuncio de la Buena nueva a los destinatarios marginados y sufrientes fue la tarea
fundamental de Jesús (Lc 4,43; 8,1; 16,16…).

La constitución dogmática LG13 nos recuerda que los religiosos dedicados a obras de
apostolado deben de prolongar en nuestros tiempos la presencia de Cristo quien anunció el
Reino de Dios a las multitudes especialmente a los pobres. Cada instituto religioso está tiene
que redescubrir la vocación recibida a anunciar el evangelio y a mediar este anuncio a través
de la diversidad de la acción apostólica al servicio de los pobres.

De este modo, la V.C se convierte en un espacio de encuentro con los pobres, para
los pobres y desde los pobres. Las personas consagradas están llamadas a cooperar
eficazmente a la misión del Señor Jesús (cf. Jn 20, 21), contribuir de forma particularmente
profunda a la renovación del mundo. Así podrán llegar a ser un signo verdadero de Cristo en
el mundo. Su estilo de vida debe transparentar también el ideal que profesan, proponiéndose
como signo visible de Dios en medio de los pobres14 y dejarse evangelizar por ellos.

b. Proclamar la liberación a los cautivos

El término “cautivos” puede entenderse como una referencia a los prisioneros de sus
deudas. El vocablo que traducimos por “liberación” expresada por la palabra griega ἄφεσις
es muy significativo y está vinculado con los textos iniciales de Is 61,1-2 y 58,6 insertados
en nuestra perícopa. No hay nada más frustrante que ser cautivo. Jesús vino a anunciar y

13
Pontífice Pablo VI, Constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen Gentium (LG), Roma 1964, n. 48.
14
Pontífice Juan Pablo II, Exhortación Apostólica postsinodal, Vita Consecrata…, n. 25.
declarar que en él todos podemos ser libres de lo que nos tiene cautivo, ya sean vicios,
pecados, odios, rencores, adicciones…

Con la “liberación de los cautivos” se inaugura un tiempo nuevo, tiempo de


restauración de las relaciones armoniosas de las personas con Dios, con las demás personas
y con la naturaleza. Las relaciones de dependencia, de esclavitud, de sometimiento en
cualquier ámbito de la vida van en contra de los planes de Dios, pues nuestra vocación es la
libertad. Dios está siempre cerca de los que sufren para sostener su esperanza. Por tanto Jesús
al proclamar la liberación de los cautivos, reavive la esperanza invitando a todos a abrirse a
la acción de Dios para liberar a la humanidad de cualquier tipo de opresión.

La llamada a la vida consagrada es también una llamada a una opción tan


comprometida con aquellos que sufren. Como consagrados, por la efusión del Espíritu,
somos ungidos e incorporados a Cristo; compartiendo con Él su misión y su vocación
profética. Esta identidad y misión la tenemos que vivir donde quiera que nos encontremos,
comenzando por nuestra familia religiosa.

En la medida en que el consagrado vive una vida únicamente entregada y sostenida


por Cristo (cf. Jn 15, 16; Gl 1, 15-16), animada por el Espíritu (cf. Lc 24, 49; Hch 1, 8; 2, 4),
coopera eficazmente a la misión del Señor Jesús (cf. Jn 20, 21), poniéndose al servicio del
hermano cautivo y contribuyendo a la renovación de una sociedad más justo.
c. Vista a los ciegos

El hecho de que la Biblia menciona la ceguera con tanta frecuencia indica que prevalecía
mucho en esos tiempos. Había una gran variedad de enfermedades de los ojos, agravadas por
la falta de higiene. Las moscas eran portadoras comunes de estas enfermedades. Se menciona
en forma especial el cuidado por los que sufrían de ceguera (Lv 19,14); un ciego no podía
acceder al sacerdocio (Lv 21,18). Prevalecía entre los judíos la opinión de que Dios hería con
la pérdida de la vista a los hombres por causa de sus pecados (Jn 9,1-2), pero Jesús refutó esa
falsa creencia (v 3). Durante su breve ministerio sanó a muchos no videntes (Mt 9,27-30;
12,22; 20,30-34; 21,14). La ley de Moisés exigía tratar a los ciegos con humanidad (Lv.
19,14; Dt 27,18).
Al contemplar el estado de las cosas en el mundo actual, impresiona profundamente la
persistente enfermedad de la ceguera espiritual. Es la enfermedad esencial de nuestro tiempo
y algo natural en el ser humano, y que forma parte del mismo desde su nacimiento. Aunque
Jesús durante su ministerio tuvo compasión y sanaba a los enfermos de dolencias físicas, su
misión más importante fue la sanidad de los enfermos espirituales. En la Biblia existen
numerosas alusiones referentes a la ceguera espiritual y también a que únicamente Dios
puede iluminarnos para desprendernos de ella. Sin embargo esta solución divina solamente
podemos aplicarla en nuestra vida personal cuando seamos plenamente conscientes de
nuestra particular ceguera.

Hoy en día, la cercanía de Jesús a los que sufren no se ha interrumpido; al contrario


se prolonga en el tiempo por la acción del Espíritu Santo en la vida consagrada. Por ello,
los consagrados, siendo discípulos de Jesús, no podemos seguir una vida diferente a la suya.
Debemos tratar de seguir las huellas de Jesús y encarnar su misión en nuestra propia
existencia y apostolado.

d. Dar la libertad a los oprimidos

Otro rasgo característico de la misión de Jesús es dar libertad a los oprimidos.


Literalmente habría que traducir: “enviar a los oprimidos en libertad” (ἀποστεῖλαι
τεθραυσμένους ἐν ἀφέσει). Lucas hace uso de un texto proveniente del texto griego de Is
58,6d. En el Antiguo Testamento los profetas, después de Amós, no dejan de recordar, con
particular vigor, las exigencias de la justicia y de la solidaridad, y de hacer un juicio
extremamente severo sobre los ricos que oprimen al pobre. Toman la defensa de la viuda y
del huérfano.

Hay pobres y necesitados que son víctimas de la opresión de los poderosos, quienes se
valen de un discurso altanero y mentiroso para conculcarles sus derechos, probablemente
mediante la manipulación del sistema judicial. La persona consagrada debe de entender
que Dios es el defensor y el liberador del oprimido. (cf. Is 10,1-3; 40,1-2.9-11; Sof 2,3; Am
2,6-8; Sal 12,6; Pr 22,22-23; Za 7,10;Jr 7,5-7…). De este modo, así como Dios asume las
características de un defensor de los más débiles, así los consagrados deben de preservar a
las víctimas de la opresión y estar del lado de ellos.
e. Proclamar un año de gracia del Señor

El texto citado por Jesús está fuertemente influenciado por el concepto del año jubilar
que aparece en Lv 25,1-28. El jubileo es más que un aniversario, es una característica de la
misión de Jesús. En la persona de Jesús, llegan a su perfección todos los jubileos que
mencionan los textos veterotestamentarios. En Éxodo, se menciona que el esclavo hebreo
deberá ser liberado el séptimo año (Ex 21,2) y la usura prohibida (Ex 22,24-26). Más tarde
la legislación deuteronomista añadirá otras motivaciones como la remisión de las deudas
(Dt 15,1-15).

Jesús manifestó su identidad y su misión, resumidas en la proclamación del «año de


gracia del Señor» como ofrecimiento de la salvación. La Iglesia, por tanto, tiene
encomendada la misión de proclamar en cada tiempo el «Año de Gracia del Señor» como día
de la salvación. Es un desafío a la evangelización del mundo contemporáneo que, a su vez,
implica una llamada a vivir la unidad y acrecentar la comunión de la Iglesia.

Los consagrados son los primeros convidados a la conversión personal y comunitaria,


para hacer llegar a todos, la redención y la liberación integral, de modo singular a los pobres
y a quienes todavía no han abierto los ojos a la salvación o andan cautivos y oprimidos por
el pecado, origen de toda esclavitud.

Los consagrados son los primeros convidados a la conversión personal y comunitaria,


para hacer llegar a todos, la redención y la liberación integral, de modo singular a los pobres,
ciegos, cautivos y oprimidos. Anunciar el evangelio a los pobres, proclamar libertad a los
cautivos, y poner en libertad a los oprimidos, estas son las libertades que recobramos
mediante el jubileo; son las bendiciones del jubileo, las bendiciones del evangelio.

Conclusión

En Lucas, el mensaje de Jesús al inicio de su ministerio tiene como base la Justicia


Social (Lc 4,16-21). Este pasaje resume la obra que vino a hacer Jesús a la tierra y nos marca
un parámetro seguro de lo que debemos perseguir en nuestras vidas como consagrados.
Nosotros debemos ser embajadores de su Reino y como tales es necesario que donde lo
presentemos se manifieste en estas áreas.
Louis Gbandi NAKPANE, SVD

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