Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Voltaire
Segunda Estrategia
Los principios y valores permiten avanzar por la vida con la seguridad de no estar
cometiendo acciones en contra de los demás, al lado de estos, las virtudes permiten
consolidar el carácter. Para nuestra fortuna, contamos con un acervo inmensamente
grande de referencias desde la filosofía, la religión o la psicología que nos ayudan
a desarrollar el juicio suficiente para aplicar los principios y valores de acuerdo con
las circunstancias.
La ética del egocentrista en un principio es importante porque hace que cada uno
se cuide así mismo en su alimentación, vestido, vivienda y demás elementos que
componen el bienestar, pero empieza a verse mal cuando tratan de apropiarse de
los bienes públicos, de los espacios, los turnos y derechos de los demás de manera
fraudulenta y a la fuerza. De esta práctica proviene el atajo, cuando, por ejemplo,
una persona entra a un banco y en lugar de colocarse en la cola, busca dónde está
un amigo para colarse. También encontramos el egocentrismo en los gobernantes,
cuando se apropian de los bienes públicos para mejorar su patrimonio personal y
en general cuando se utiliza el poder para beneficio propio o la fuerza de las armas
para amedrantar a la gente y quitarle sus bienes. Esta ética egoísta es la que más
conflictos genera en la sociedad.
La ética orientada hacia el grupo o hacia el que más influencia ejerce en él, se ha
llamado la ética del “dócil”. Quien la ejerce, acomoda su comportamiento a la
conveniencia del grupo y termina haciendo caso a las solicitudes del mismo. En este
nivel se termina vistiendo a la moda, se vota por quien esté ganando en las
encuestas, se complace al jefe y lo más peligroso: se ejecutan las tareas
encomendadas por él, sin reflexionar si son legales y convenientes para la
sociedad, por eso la ética de la docilidad no es buena para la sociedad ya que se
depende de quien mande en el grupo: si es de alto nivel moral, el subalterno se
comporta éticamente bien, pero si quien manda es de bajo nivel ético, entonces
terminará comportándose similarmente.
El estadio más alto según Kohlberg es la Autonomía Plena. Quienes han llegado a
este nivel además de cumplir la ley del país y de construir acuerdos con sus vecinos,
guían sus actuaciones por principios y valores éticos universales tales como el
respeto a la vida, la libertad, la equidad, la justicia y todos aquellos valores que
garantizan la dignidad. También es un signo de este nivel, la lucha contra las
injusticias, utilizando la denuncia y la resistencia civil, sin usar la fuerza, ni hacerle
daño a nadie. Generalmente, quienes llegan a este nivel no están interesados en
gobernar, sino en orientar a otros mediante el uso de diversas formas de
comunicación. Su opinión es valedera y los convierte en la conciencia de la
comunidad. Ejemplos de nivel autónomo pleno son Gandhi, Nelson Mandela o
Martin Luther King.
Hay quienes se rigen por la llamada ética mínima la cual reza que “no hagas a otros
lo que no quieras que te hagan a ti”. Mediante esta máxima, se realiza un autocontrol
permanente del comportamiento y las actitudes hacia los demás y ayuda a corregir
aquellos desafueros que puedan perjudicarlos.
Hoy por hoy, la ética es un requisito para volver viable la sociedad. Existen
antivalores regados por todas partes, comunicados mediante diversos medios que
enrarecen la atmosfera de la convivencia. Entre estos antivalores encontramos la
ley del “atajo” que hace que se tome el camino más corto para lograr los propósitos
sin importar el perjuicio que causan a otros, de esta manera se cuelan en las filas,
quieren hacerse ricos de manera rápida por medios fraudulentos o buscan ascensos
utilizando estrategias oscuras. Otro antivalor es la “ley de la papaya” que reza que
“a papaya servida, papaya partida”, esta ley dice que la ocasión hace al ladrón y
que el vivo vive del bobo, es decir que se pueden aprovechar todas las
oportunidades para sustraer, quitar, enriquecerse, cambiar una cosa buena por una
mala o vender una cosa mala por buena y así sucesivamente. Luis Jorge Garay
afirma, que cuando la mayoría de los habitantes quieren ser vivos, es decir
aprovechados, terminan volviéndose bobos, por cuanto propician la pérdida de la
confianza en los demás y como consecuencia obligan a todos los demás a dedicar
todo el tiempo a cuidar sus bienes y su honra, esto significa pérdida de dinero y
esfuerzo, que podrían ser empleados de mejor forma. Tal vez por eso, las empresas
que más crecen en estos tiempos de desconfianza son las que prestan seguridad.
Los antivalores a largo y mediano plazo son un mal negocio. Es posible que la
primera vez yo engañe a un cliente y le quite la plata, pero en la segunda vez ya no
podré realizar el negocio con la misma persona y es muy posible que termine en la
cárcel.
La convivencia gratificante hace parte del buen vivir. Estudios muy serios como el
Harvard Study of Adult Development (1996) lo confirman. Desarrollado durante 68
años en los Estados Unidos, concluye que las personas pueden llegar a disfrutar de
sus años de adultez siempre y cuando desarrollen una gran autoestima y solucionen
los conflictos asertivamente. La cultura de la convivencia armónica ayuda a la
plenitud de la vida y la ética es su marco de acción en todo momento. La una sin la
otra se torna vacías, pero juntas constituyen elementos poderosos para vivir bien y
disfrutar cada momento.