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LA PLENITUD DE LA VIDA

Autor: LUIS ALBERTO CENDALES ARIAS

“Los que creen que el dinero lo hace todo,


suelen hacer cualquier cosa por dinero”

Voltaire
Segunda Estrategia

PRACTIQUE LA ÉTICA Y LA CONVIVENCIA


Si la primera decisión es dedicarse a lo que más le gusta, la segunda es trabajar
bajo un marco ético que asegure la práctica de principios universales
fundamentales, especialmente aquellos que han llevado al ser humano a estadios
de dignidad elevados.

Los principios y valores permiten avanzar por la vida con la seguridad de no estar
cometiendo acciones en contra de los demás, al lado de estos, las virtudes permiten
consolidar el carácter. Para nuestra fortuna, contamos con un acervo inmensamente
grande de referencias desde la filosofía, la religión o la psicología que nos ayudan
a desarrollar el juicio suficiente para aplicar los principios y valores de acuerdo con
las circunstancias.

El objetivo de la ética es promover la autonomía en las personas de manera que


puedan tomar sus propias decisiones sin depender de la influencia de otros. Según
Lawrence Kohlberg (2.002), uno de los expertos sobre desarrollo moral, los seres
humanos avanzan desde la heteronomía (depender de otros) hasta la autonomía
(depender de sí mismos), desde su nacimiento hasta la edad madura. Al nacer los
individuos están dotados de la información genética para preocuparse por si
mismos, entonces los valores que practican son aquellos que aseguran su
supervivencia a través del egocentrismo, luego empiezan a interactuar con otros y
a cultivar las relaciones de mutuo cuidado a través de la reciprocidad: “tu me das y
yo te doy”. Al asistir a la escuela y hacer parte de grupos más grandes, los niños
desarrollan una ética orientada al cuidado del grupo y a la lealtad a quien lo dirige.
Posteriormente, la influencia del estado, las leyes y las normas lo llevan a desarrollar
una ética basada en la legalidad y el orden, pues se da cuenta que la ley preserva
el interés general sobre el particular y evita la violencia y la injusticia. La práctica de
la ley lleva a su cuestionamiento y a buscar la forma de mejorarla mediante la
concertación con los otros miembros de la sociedad, entonces el ser humano
desarrolla una ética basada en los acuerdos con los demás y su cumplimiento. La
autonomía plena se basa en la práctica de principios universales como el respeto a
la vida, la libertad, la solidaridad, la justicia y la equidad.

La ética del egocentrista en un principio es importante porque hace que cada uno
se cuide así mismo en su alimentación, vestido, vivienda y demás elementos que
componen el bienestar, pero empieza a verse mal cuando tratan de apropiarse de
los bienes públicos, de los espacios, los turnos y derechos de los demás de manera
fraudulenta y a la fuerza. De esta práctica proviene el atajo, cuando, por ejemplo,
una persona entra a un banco y en lugar de colocarse en la cola, busca dónde está
un amigo para colarse. También encontramos el egocentrismo en los gobernantes,
cuando se apropian de los bienes públicos para mejorar su patrimonio personal y
en general cuando se utiliza el poder para beneficio propio o la fuerza de las armas
para amedrantar a la gente y quitarle sus bienes. Esta ética egoísta es la que más
conflictos genera en la sociedad.

La ética instrumental denominada “reciprocidad” gira en torno a la lealtad entre dos


seres humanos. Si usted me ayuda, yo le ayudo, pero si usted me deja de ayudar,
yo no tengo porqué ayudarle. Aquí se dan algunas lógicas como la de que el
enemigo de mi amigo es mi enemigo, o el enemigo de mi enemigo es mi amigo.
Este es un nivel ético todavía preconvencional e inconveniente para la armonía de
la comunidad. Quienes practican la ética de la reciprocidad generalmente buscan
premios o compensaciones por los favores que hacen y si los reciben también los
pagan. Si alguien coloca votos en una campaña, obtiene un puesto, proporcional a
la cantidad de votos. Si una persona contribuye con dinero en una campaña política,
recibe contratos con valores proporcionales a su aporte, pero si antes no se
contribuyó con votos ni con dinero, entonces debe dejar una comisión de su
ganancia. Lamentablemente esta es una práctica común en las sociedades, la cual
perjudica el buen gobierno, ya que no siempre quien ayuda en las campañas es el
mejor para ocupar cargos públicos y por otra parte, el dar comisión por los contratos,
encarece su valor en contra del erario público.

La ética orientada hacia el grupo o hacia el que más influencia ejerce en él, se ha
llamado la ética del “dócil”. Quien la ejerce, acomoda su comportamiento a la
conveniencia del grupo y termina haciendo caso a las solicitudes del mismo. En este
nivel se termina vistiendo a la moda, se vota por quien esté ganando en las
encuestas, se complace al jefe y lo más peligroso: se ejecutan las tareas
encomendadas por él, sin reflexionar si son legales y convenientes para la
sociedad, por eso la ética de la docilidad no es buena para la sociedad ya que se
depende de quien mande en el grupo: si es de alto nivel moral, el subalterno se
comporta éticamente bien, pero si quien manda es de bajo nivel ético, entonces
terminará comportándose similarmente.

La ética orientada hacia la ley y el orden, aunque aún es convencional, en ella


prevalece el interés general sobre el particular y este nivel empieza a ser
conveniente para la sociedad, por cuanto construye a partir del respeto de las
normas. Cuando todos cumplen la ley, la sociedad vive en paz. Quienes practican
la ética de la legalidad, son responsables, llegan a tiempo, cumplen con sus
obligaciones financieras, cuidan los bienes públicos, no molestan a los demás y no
delinquen. Este nivel ético garantiza las instituciones y la estructura de la sociedad
y vale la pena promoverlo desde todos los ámbitos.

La ética orientada hacia los acuerdos comunitarios se caracteriza porque además


de cumplir con la ley, busca la manera de mejorar esa ley a partir de acuerdos con
los demás integrantes del grupo o de la sociedad. Se dice que cuando se participa
en la construcción de las normas de manera voluntaria, entonces existe un mayor
compromiso en cumplirlas. La participación, la concertación y la conciliación son
signos importantes de este nivel ético, así mismo la rendición de cuentas que hacen
los gobernantes a la sociedad o los dirigentes de una organización privada a sus
asociados. En este nivel los ciudadanos ayudan a formular el plan de desarrollo de
su comunidad, cooperan en su ejecución y monitorean permanentemente su
ejecución a través de la veeduría ciudadana. Los seres que practican esta ética
orientan todas sus acciones hacia el bienestar del grupo, son amables, utilizan un
tono de voz agradable y son cordiales. Los gobernantes que practican esta ética
fortalecen a sus comunidades a través del ejemplo, la participación, el uso
apropiado de los recursos públicos, la rendición de cuentas y el buen trato. Los
padres de familia que la practican no dan órdenes a los hijos, sino que buscan su
cooperación, comparten los oficios de la casa y se ayudan mutuamente teniendo
como marco la cohesión familiar.

El estadio más alto según Kohlberg es la Autonomía Plena. Quienes han llegado a
este nivel además de cumplir la ley del país y de construir acuerdos con sus vecinos,
guían sus actuaciones por principios y valores éticos universales tales como el
respeto a la vida, la libertad, la equidad, la justicia y todos aquellos valores que
garantizan la dignidad. También es un signo de este nivel, la lucha contra las
injusticias, utilizando la denuncia y la resistencia civil, sin usar la fuerza, ni hacerle
daño a nadie. Generalmente, quienes llegan a este nivel no están interesados en
gobernar, sino en orientar a otros mediante el uso de diversas formas de
comunicación. Su opinión es valedera y los convierte en la conciencia de la
comunidad. Ejemplos de nivel autónomo pleno son Gandhi, Nelson Mandela o
Martin Luther King.

El paso de la ética egocentrista hacia la autonomía plena se va dando en la medida


en que aclaremos el juicio moral y lo pongamos en práctica, para ello se utilizan la
discusión de dilemas, una técnica para aclarar el uso de los valores, a través de la
discusión con otros sobre las decisiones que se tomarían y la razón de su uso en
circunstancias difíciles. También se mejora cuando se tienen gobernantes de alto
nivel ético, que dan buen ejemplo con sus acciones. Otra forma de mejorar es
viviendo durante un tiempo en sociedades altamente éticas. También existen
programas para propiciar buenos climas de convivencia mediante la construcción
de normas de manera participativa, paneando actividades entre todos y
repartiéndose las cargas y los beneficios equitativamente.

El objetivo de todos los programas es propiciar la ética plena. Mediante la autonomía


las personas hacen lo correcto, es decir cumplen con las normas legales y van más
allá al contribuir con sus propuestas y opiniones en la construcción de una sociedad
armónica y justa.

Hay quienes se rigen por la llamada ética mínima la cual reza que “no hagas a otros
lo que no quieras que te hagan a ti”. Mediante esta máxima, se realiza un autocontrol
permanente del comportamiento y las actitudes hacia los demás y ayuda a corregir
aquellos desafueros que puedan perjudicarlos.

Es claro que la observancia de la ética preserva la convivencia y el respeto de los


demás hacia nosotros y viceversa de tal suerte que podremos andar tranquilos por
la vida sin convertirnos en molestia para los demás y por el contrario, siendo factores
de armonía y alegría.

Hoy por hoy, la ética es un requisito para volver viable la sociedad. Existen
antivalores regados por todas partes, comunicados mediante diversos medios que
enrarecen la atmosfera de la convivencia. Entre estos antivalores encontramos la
ley del “atajo” que hace que se tome el camino más corto para lograr los propósitos
sin importar el perjuicio que causan a otros, de esta manera se cuelan en las filas,
quieren hacerse ricos de manera rápida por medios fraudulentos o buscan ascensos
utilizando estrategias oscuras. Otro antivalor es la “ley de la papaya” que reza que
“a papaya servida, papaya partida”, esta ley dice que la ocasión hace al ladrón y
que el vivo vive del bobo, es decir que se pueden aprovechar todas las
oportunidades para sustraer, quitar, enriquecerse, cambiar una cosa buena por una
mala o vender una cosa mala por buena y así sucesivamente. Luis Jorge Garay
afirma, que cuando la mayoría de los habitantes quieren ser vivos, es decir
aprovechados, terminan volviéndose bobos, por cuanto propician la pérdida de la
confianza en los demás y como consecuencia obligan a todos los demás a dedicar
todo el tiempo a cuidar sus bienes y su honra, esto significa pérdida de dinero y
esfuerzo, que podrían ser empleados de mejor forma. Tal vez por eso, las empresas
que más crecen en estos tiempos de desconfianza son las que prestan seguridad.

Los antivalores a largo y mediano plazo son un mal negocio. Es posible que la
primera vez yo engañe a un cliente y le quite la plata, pero en la segunda vez ya no
podré realizar el negocio con la misma persona y es muy posible que termine en la
cárcel.

La ética es sinónimo de calidad, de cumplimiento y responsabilidad. Cada vez que


hacemos las cosas bien, cumplimos plazos y somos responsables con los
compromisos asumidos, aseguramos la confianza de los demás y atraemos nuevas
relaciones que favorecen la convivencia y el progreso en general.

Además de practicar la ética en todas nuestras actuaciones, también vale la pena


propiciar la sana convivencia, entendida como la relación armoniosa con los demás,
que no está exenta de conflictos, pero que se resuelven con el dialogo y la
concertación, sin acudir a los tribunales. Quienes viven en convivencia armónica
logran la felicidad en tiempo presente y es claro que también se la propician a otros.
Decía alguien, que los habitantes son libres de convertir su entorno en un cielo, un
purgatorio o un infierno, dependiendo de los ingredientes que utilicen y la forma
como los preparen. El cielo es la sensación que da el amar de manera
desinteresada a los demás sin esperar nada a cambio, el ayudar a otros, el haber
terminado una actividad y haberla realizado con gusto, pero sobre todo haber podido
contribuir a la armonía entre los demás. El purgatorio es la sensación que da el
haber hecho algo a medias, el no haberle puesto el corazón y la mejor actitud a un
trabajo o el haber podido ayudar a otros y no haberlo hecho. El entorno del infierno
es la sensación de desespero que se experimenta cuando alguien genera conflictos,
rumores, chismes y disputas que enrarecen el ambiente y la convivencia. También
se experimenta cuando se ordena a los gritos, se humilla a los demás, no se
reconoce el esfuerzo de otros o se atropellan sus derechos.

Efectivamente se puede construir un ambiente armónico familiar, social, académico


o laboral basado en el afecto, el buen trato, el reconocimiento del trabajo de los
demás, la comunicación abierta, las reuniones para aclarar y visionar nuevas
esperanzas, la disculpa y el perdón.

La convivencia gratificante hace parte del buen vivir. Estudios muy serios como el
Harvard Study of Adult Development (1996) lo confirman. Desarrollado durante 68
años en los Estados Unidos, concluye que las personas pueden llegar a disfrutar de
sus años de adultez siempre y cuando desarrollen una gran autoestima y solucionen
los conflictos asertivamente. La cultura de la convivencia armónica ayuda a la
plenitud de la vida y la ética es su marco de acción en todo momento. La una sin la
otra se torna vacías, pero juntas constituyen elementos poderosos para vivir bien y
disfrutar cada momento.

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