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BATALLA DE CANCHAS BLANCAS.

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El coronel Lino Morales encabezó la batalla que evitó la invasión chilena a los departamentos de Potosí y Chuquisaca.
Ocurrió el 12 de noviembre de 1879 y causó 300 chilenos muertos.
El coronel tarijeño fue el comandante en una de las dos batallas que ganó el Ejército boliviano contra Chile durante la
Guerra del Pacífico: Canchas Blancas, ocurrida entre el 26 de octubre y el 12 de noviembre de 1879, y que evitó el
ingreso de las tropas chilenas a los departamentos de Potosí y Chuquisaca. Según el diario de campaña del coronel
Ezequiel Apodaca, comandante del Estado Mayor, el enfrentamiento dejó un saldo de 300 soldados chilenos muertos y
400 heridos.

Morales dirigía el batallón Ayacucho que formaba parte de la V División del Ejército, comandada por el polémico Narciso
Campero, encargado por el expresidente Hilarión Daza para la reconquista de Calama, que había caído en manos
chilenas durante la batalla del Topáter, el 23 de marzo.
Siete meses después, y tras recibir informaciones de los campesinos del lugar sobre una avanzada del Ejército chileno
con unos 1.500 hombres, Lino Morales organiza una emboscada en Canchas Blancas (sur de Potosí) con los batallones
Ayacucho, Méndez y Granaderos de Tarija.
En su Diario de Guerra, Apodaca registra con detalle una de las gestas militares más destacadas de la historia boliviana.
El 12 de noviembre, desde las cinco de la tarde, los chasquis y algunas patrullas adelantadas traían informaciones del
avance de una patrulla chilena.
“A las siete de la noche nuestros vigías vieron la enorme polvareda que levantaba el enemigo, viniéndose con toda
franqueza rumbo a la khocha (laguna) de agua, que era la única de la región y ubicada en la base de la garganta de
nuestras posiciones.
Calculando su llegada a caballo repartimos las bebidas a nuestros soldados, los que tomaron su merienda hacía una hora
y, cuando repartimos la última yambui (tinaja) en el extremo del ala derecha, las tropas chilenas -seguramente sus
caballos sintieron la humedad de la aguada que, sedientos se precipitaron en confusión- se lanzaron en desorden
polvoriento sobre el agua, y al borde de la khocha se pisaron los unos a los otros, para llegar primero a tomar agua”.
“En ese momento vino la orden, se deslizaron silenciosamente los bolivianos y atacaron frontalmente, mientras que los
indios ganan la retaguardia del enemigo para caerse sobre sus provisiones y destrozarles la cerca a pedradas
aprovechando la noche”.
“Los chilenos reciben la sorpresa desmontados, y ven caer en masa primero sobre su caballería, los caballos
inmediatamente son dispersados o tomados por los nuestros y llevados a buen recaudo, mientras que se sigue
acometiendo a lo largo de las columnas chilenas, ya totalmente sorprendidas y confusas, pues con el primer plan se
dividió a los enemigos con una maniobra del ala izquierda que se encajó entre ellos, mientras que los de la derecha
atacaban a su retaguardia y los indios y parte del Ayacucho”. “Los sanlorenceños del Méndez atacaron a cuchillo y
machete limpio al enemigo”, relata Apodaca.
“Desde el fondo de la batalla, se sentía dolorosos ayes cuando las tropas del San Lorenzo hundían sus filos en el vientre
enemigo o en la garganta y hasta se vio cuadros de luchas debajo del caballo, cuerpo a cuerpo y escucharse tremendas
interjecciones chapacas. Transcurrió más de tres cuartos de hora y los tiros se fueron alejando y conforme íbamos
avanzando sobre el enemigo. De rato en rato aún se sentía el silbar de piedras de hondas indias dando caza a algún
fugitivo.
En este afán llegó la media noche y los chilenos quedaron destrozados”. “Juan Bautista Ayoroa y sus tropas siguieron
persiguiendo al enemigo con la caballería”.
“A las tres de la mañana, están de regreso Ayoroa y Villarpando. Este deseó hablar a sus soldados a quienes solo atina a
decirles: ¿Soldaditos. queridos hijos míos y sigue: soldaditos, indiecitos queridos, ustedes han salvado a Potosí y la
Patria”.
De parte del coronel Lino Morales, adjunto a la memoria precedente, “se establece como resultado favorable para
Bolivia, entre otros, nada menos que 330 muertos y 400 heridos chilenos, 480 caballos, 550 entre mulas y burros,
bastante material bélico y especialmente documentación que comprueba que Chile buscaba ocupar Potosí y
Chuquisaca”.
El 20 de noviembre, continúa la memoria de Apodaca, “fue muy triste, despedimos a todos los que iban a reunirse con
Campero en la región de Tomave, o sea que ahora los vencedores de Canchas Blancas, por orden suprema, retrocedían
como vencidos”. Campero – vinculado a intereses mineros bolivianos y chilenos – evitó el posterior avance del Ejército
boliviano en la zona, lo que terminó favoreciendo a Chile.

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