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Modelos pedagógicos y modelos epistemológicos

Texto adaptado de
FERNANDO BECKER

Un modelo pedagógico es una forma de entender la relación que existe entre cómo se
enseñanza y cómo las personas aprenden. Los modelos pedagógicos son muchas veces
inconscientes; es decir, un docente cuenta con una determinada idea acerca de cómo aprenden
las personas y cómo debe él enseñar, pero no se da cuenta de ello. En educación superior
podemos encontrar dos modelos pedagógicos: la pedagogía tradicional y la pedagogía activa,
las cuales discutiremos en este texto. Asimismo, mostraremos cómo a la base de estos modelos
se encuentra una determinada epistemología, es decir, una determinada creencia acerca de
cómo las personas desarrollan sus conocimientos y aprenden.

a) La pedagogía tradicional y su supuesto epistemológico

Veamos el primer modelo pedagógico: la pedagogía tradicional. Para comprender en qué


consiste esta basta entrar a un salón de clases: ¿qué encontramos allí? Un docente que mira a
sus estudiantes entrando al aula, espera que se sienten, que se queden quietos y en silencio. Las
carpetas están correctamente alineadas y lo suficientemente separadas unas de otras para
evitar que los estudiantes conversen entre sí. Si el silencio o la quietud no se respetan, el
maestro llamará la atención al estudiante infractor. Cuando esto suceda, él podrá retomar la
lección.

¿Cómo es esta clase? El maestro habla y los alumnos escuchan. El profesor dicta y los estudiantes
apuntan. El profesor decide qué hacer y los estudiantes lo ejecutan. El maestro enseña y el
alumno aprende. Si alguien observara una clase de hace 20 o incluso 40 años atrás, diría que la
forma de enseñar es bastante similar. ¿Por qué el docente sigue trabajando del mismo modo?
Muchos dirán que porque enseña como a él le enseñaron. Para mí, esta respuesta es correcta,
pero no es suficiente. ¿Por qué otra razón puede ser?

Creo que el profesor actúa de este modo porque tiene la creencia de que el conocimiento puede
ser transmitido al estudiante. Él cree en el mito de la transmisión de conocimiento. Este docente
cree, por lo tanto, en una cierta epistemología. Es decir, en una "explicación" - o más bien
creencia – acerca de cómo se genera y desarrollo el conocimiento, "explicación" de la que no se
da cuenta, pero que está allí en sus ideas. Yo tuve la oportunidad de realizar entrevistas a
docentes preguntándoles acerca de cómo los estudiantes aprenden (Becker, 1992). Entre las
respuestas que obtuve, hubo algunas como las siguientes: el conocimiento se da “según las
cosas son explicadas y son introducidas en los estudiantes”; “el conocimiento se transmite, sí; a
través del medio ambiente, familia, percepciones, todo".

Pero, ¿qué otras ideas hay detrás de esta epistemología? De acuerdo con la epistemología que
subyace en la práctica de este maestro, el individuo al nacer no tiene nada en términos de
conocimiento: es una hoja de papel en blanco, una tabula rasa. Así es visto este sujeto desde el
punto de vista epistemológico de este maestro: una hoja en blanco. Entonces, ¿de dónde viene
su conocimiento y su capacidad de conocer? Viene del entorno físico y / o social.

Pero además, el maestro cree que su alumno es una hoja en blanco no sólo cuando nació como
un ser humano, sino además delante de cada nuevo contenido que es tocado en su plan de
estudios o en su disciplina. Así como el maestro de básica que en la clase de aritmética considera
que sus estudiantes no saben nada acerca adiciones y sustracciones, el docente de Física de
educación superior trata a su estudiante como alguien que no sabe nada sobre las relaciones de
espacio, tiempo o causalidad.

Como resultado, la acción de este maestro no se da por nada: más bien, son actos que tienen
sentido si consideramos la concepción epistemológica de la que parten. De acuerdo con esta
concepción, el sujeto está totalmente determinado por su mundo, por el entorno físico y social.
¿Quién es este mundo? El aula, y por excelencia, el maestro. En su imaginación, sólo él puede
producir algún nuevo conocimiento para el estudiante. Los estudiantes aprenden si y solamente
si el profesor enseña.

Pero además, hay otro grave peligro: como el profesor cree en el mito de la transferencia de
conocimiento, asume que lo que él sabe, no importa qué nivel de abstracción o formalización
tenga este conocimiento, puede ser aprendido por el estudiante siempre que preste atención,
lea y memorice. Por esta razón, todo lo que el estudiante tiene que hacer es someterse a la
intervención del profesor: callar, prestar atención, estar tranquilo, escribir, leer y repetir.

Como se ve, esta pedagogía configura un marco de autoritarismo, de sumisión, de silencio, de


evitar la crítica, la creatividad, la curiosidad. En esta clase, nada nuevo acontece: viejas
preguntas son respondidas con viejas respuestas. La certeza es que el futuro es de reproducción
pura y simple del pasado. El estudiante, saliendo de la institución, será bien recibido en el
mercado de trabajo, ya que aprendió el silencio, a someterse a la autoridad y a no quejarse.

En este sentido, la enseñanza y el aprendizaje son polos opuestos: el maestro nunca aprenderá
y el estudiante nunca enseñará. En una de mis entrevistas, pregunté a un docente: “¿cuál es el
papel del maestro y cuál el del estudiante?". Este me respondió: "el profesor enseña y los
estudiantes aprenden; ¿cuál es tu duda?".

b) La pedagogía activa y su supuesto epistemológico

Preste atención: el docente y los estudiantes entran al salón o taller. El profesor trae o ha
dispuesto algún material – algo que, supone, tiene significado para los estudiantes. Propone que
los estudiantes exploren este material brindando una consigna (la naturaleza de este material
depende del área temática: puede ser un cuadro de Excel, un caso de estudio, un software, una
noticia, una maquinaria…). Terminada la exploración de este material, el maestro realiza cierto
número de preguntas, explorando, sistemáticamente, diferentes aspectos importantes del
material. A continuación, en función de las respuestas brindadas por los alumnos, puede
fomentar que estos apliquen lo que han respondido a casos o problemas prácticos, con el fin de
que i) contrasten sus creencias con la realidad y ii) surjan nuevas preguntas que permitan que la
discusión se siga complejizando y puedan abordarse aún más aspectos nuevos del material.

¿Por qué el maestro hace esto? Porque cree (o más bien, comprende) que el alumno sólo
aprenderá algo, es decir, construirá nuevos conocimientos, si actúa y luego reflexiona acerca de
su acción. Nótese que cuando usamos la palabra “actuar” lo hacemos en un sentido amplio:
cuando el estudiante lee un texto, está actuando sobre este; cuando un estudiante utiliza una
maquinaria, actúa sobre esta; cuando resuelve un problema, o reflexiona sobre una pregunta, o
brinda una opinión… está actuando en sentido pedagógico. Por esto, decimos que para que el
estudiante aprenda, necesita i) actuar sobre un material y ii) reflexionar sobre la propia acción
realizada.
En otras palabras, el docente que aplica este modelo pedagógico sabe que hay dos condiciones
necesarias para que cualquier nuevo conocimiento sea construido: i) que el alumno actúe sobre
un material que el profesor presume que es cognitivamente interesante y ii) que el alumno
responda para sí mismo las preguntas y perturbaciones cognitivas que son provocadas al
interactuar con este material. O dicho de un tercer modo: el estudiante necesita i) apropiarse
del material y ii) apropiarse de los mecanismos de su acción sobre este material.

Este proceso se realiza por reflexión constante (Piaget, 1977), a partir de las preguntas que se
hacen los mismos alumnos y las que son planteadas por el profesor, y de todas las respuestas y
desarrollos que allí ocurren. El profesor no cree en la enseñanza en un sentido convencional o
tradicional: él no cree que el conocimiento se pueda mover de la cabeza del maestro a la cabeza
del alumno. No cree que la mente del estudiante es una tabula rasa: es decir, que el estudiante,
frente a nuevos conocimientos, sea un ser plenamente ignorante que tiene que aprender todo
desde cero, no importa en qué etapa del desarrollo se encuentre. Más bien, él cree que todos
los conocimientos construidos por el alumno hasta el día de hoy sirven de base para continuar
construyendo nuevos conocimientos.

Este profesor, que actúa sobre el modelo pedagógico activo, profesa una epistemología
constructivista. Concibe a su estudiante como teniendo una historia de conocimiento ya
recorrida. Y esta es una historia que no comienza con el nacimiento, sino incluso antes: basta
que recordemos los 10 mil millones de neuronas en nuestra corteza cerebral, algunas de ellas
con un estimado de 10 000 sinapsis. Para Piaget, mentor por excelencia de una epistemología
constructivista, no se puede exagerar la importancia ni del bagaje hereditario ni del entorno
social.

Lo que él rechaza, sin embargo, es la creencia de que el bagaje hereditario basta en sí mismo
para generar conocimiento. Rechaza, además, la idea de que la simple presión del entorno social
sobre el sujeto determinaría mecánicamente el conocimiento. Veamos por qué.

Para Piaget, el proceso de conocer inicia cuando la persona asimila un conocimiento nuevo del
entorno físico o social. Para poder asimilar este conocimiento el sujeto necesita i) hacer uso de
sus capacidades lógicas y ii) conectar la información nueva con sus conocimientos previos, con
el fin de entenderla. En ese sentido, las capacidades lógicas y los conocimientos previos son una
especie de “estructura asimiladora”: es decir, una estructura que ayuda al sujeto a asimilar la
información.

Sin embargo, este contenido asimilado, al entrar en el mundo del sujeto, causa perturbaciones,
ya que trae consigo algo nuevo para lo cual la “estructura asimiladora” no estaba preparada. Se
necesita, entonces, que la mente del sujeto rehaga sus “instrumentos de asimilación” en función
del nuevo contenido. Este rehacerse de la mente del sujeto sobre sí misma se conoce como
acomodación (ya que la mente se va “acomodando” a la nueva información).

El proceso de acomodación restaura el equilibrio perdido tras la perturbación cognitiva; sin


embargo, es una restauración de un nivel superior, ya que ha creado algo nuevo para el sujeto.
Este “algo nuevo” hará que las próximas asimilaciones sean diferentes de las anteriores: sean
mejores. Por tanto, es un equilibrio que ha mejorado la “estructura asimiladora” del sujeto.
Como vemos, el sujeto construye su conocimiento en dos dimensiones: i) como contenido, es
decir, aquello que se aprende, y ii) como estructura, es decir, la “estructura asimiladora” que
permite aprender. En ese sentido, cada vez que alguien aprende algo, asimila más contenidos y
mejora su estructura asimiladora.
El profesor que aplica la pedagogía activa cree que su estudiante es capaz de aprender siempre.
Esta capacidad debe, sin embargo, ser vista en dos dimensiones: i) la estructura, o condición
previa de todo aprender (la “estructura asimiladora”), que tiene que ver con la capacidad lógica
del estudiante y con sus contenidos previos, y ii) el contenido (lo que es asimilado). Este proceso
de aprendizaje exige, por lo tanto, un doble acto de atención de parte del maestro. El profesor,
además de enseñar, precisa aprender lo que su alumno ha construido antes de ese momento:
las condiciones previas para el aprendizaje futuro.

Por todo lo anterior, en estas aulas de clase el profesor desarrollará su docencia dinamizando su
proceso de aprendizaje cada día. Los estudiantes desarrollarán, cada día, su aprendizaje diario
enseñando a sus compañeros de clase y al profesor cosas nuevas. La tendencia en esta clase es
el de superar, por un lado, la disciplina y la vigilancia de la figura de autoridad del maestro, y, en
segundo lugar, superar el dogmatismo del contenido. No se trata de instalar un régimen de
ausencia de normas o leyes de convivencia, ni de vaciar el contenido curricular de los programas:
estas cosas son características del segundo modelo epistemológico. Se trata, más bien, de
criticar la disciplina policial y construir una disciplina intelectual de reglas de convivencia, que
permita crear un ambiente fecundo de aprendizaje. Se trata, también, de recrear cada
conocimiento que la humanidad ha creado. Porque no hay otra manera de entender el
aprendizaje: solo se aprende lo que se ha (re)creado para uno mismo. Y, sobre todo, se trata de
crear nuevos conocimientos: nuevas respuestas para antiguas preguntas y nuevas preguntas
rehaciendo antiguas respuestas; y en último análisis, respuestas nuevas para preguntas nuevas.
Se trata, en una palabra, de construir el mundo que se quiere, y no de reproducir/repetir el
mundo que los antepasados construyeron para sí o que heredaron de sus antepasados.

El resultado de esta aula es la construcción y el descubrimiento de lo nuevo, y la creación de una


actitud de búsqueda y del valor que esta búsqueda exige. Esta clase no reproduce el pasado,
sino que busca en el pasado la semilla del futuro.

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