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LOS NATCHEZ.



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L >S NATCHEZ
Ó LOS HABITANTES DE

POEMA EN PROSA POR EL VIZCONDE DE

CHA TEAUBRIAND.
TRADUCIDO LIBREMENTE AL CASTELLANO.

POR

BARCELONA:

Por M» SACRI y Compañía.

1829
PROLOGO DEL AUTOR.

uando en 1800 dejé la Inglaterra para


volver á entrar en Francia bajo un nombre
supuesto , no me atreví á llevar conmigo un
abultado equipage , y dejé la mayor parle de
mis manuscritos en Londres. Entre ellos que­
daba el de los Natchez , del cual solo traje á
Esta obra está bajo la protección París el Rene la Atala , y algunas descrip­
de las leyes para los efectos del de­ ciones de la América.
recho de propiedad, y quedan de­ Catorce años transcurrieron antes que se ■
positados en el tribunal de imprentas volviese á abrir la comunicación con la Gran
los ejemplares prevenidos por ellas. Bretaña , y yo no pensé mucho en mis pa­
peles en el primer momento de la restauración,
por que me parecía por otra parte difícil el
recobrarlos. Quedaron cerrados en una maleta
en casa de la inglesa que me alquiló una redu­
cida habitación en Londres, y había olvidado
el nombre de aquella ,muger, el de la calle y
el número de la casa en que viví.
Mediante algunas señas vagas y aún con­
tradictorias que dirigí á Londres á los S/Ab.
Thuisy, tuvieron estos la bondad de empezar sus
indagaciones continuándolas con un celo , un
interes , y una perseverancia poco comunes,
por lo cual me complazco en darles aquí un
vil * ,
VI
«Colonia de los Natchez en la Luisiana en
testimonio público de mi reconocimiento.
Kl 2- Todas las tribus indianas, conspiran­
Descubrieron lo primero tí fuerza de pe­
do después de dos siglos de opresión para
nosas investigaciones , la casa que habité á la
«restituir la independencia al Nuevo-Mundo,
parte del Oeste de Londres ; pero hacia ya
«me parecían ofrecer un obgeto casi tan feliz
mucho tiempo que habla muerto mi huéspe­
«como la conquista de Mágico. Trace en eZ
da y se ignoraba el paradero de sus hijos.
Por un efecto de continuas é inexplicables «papel algunos fragmentos de esta obra , pe-
«ro advertí en breve que carecía de verda­
diligencias , encontraron en un lugar á mu­
chas millas de Londres , la familia de mi hués­ deros colores, y que si quería sacar una co-
peda , en cuyo poder hallaron por último la «pia bien parecida -, era preciso que, á egem-
«plo de Homero , visitase yo los pueblos que
maleta guardada con tanta fidelidad que ni
siquiera habla sido abierta, de lo cual depen­ «quería pintar.
«En i739 manifesté á Mr. de Malesherbes
día quizás su perdida; pues conteniendo úni­
«el designio que tenia de pasar á América.
camente papeles da borradores dficiles de en­
«Pero deseando al mismo tiempo dar un ob-
tender , nada hubiera tenido de estrario que
«geto útil á mi obra, formé el designio de
hubiesen sido echados al fuego como inútiles,
«descubrir por tierra el paso tan buscado , y
perdiendo yo de este modo el fruto de mis
«sobre el cual aun Cook mismo dejó dudas.
tareas durante una parte de mi vida.
«Emprendí el viage, vi las soledades amen-
En el prólogo de mi primara edición de
«canas y regresé con planes para un segundo
Atala; hablando de los Natchez me esplicaba
«viage que debía durar nueve años. Me pro-
en estos términos.
«puse atravesar todo el continente de la Amc-
«Aun. era yo muy joven , cuando concebí
«rica setentríonal , volver á subir en seguida
«la idea de hacer la epopeya del hombre de
«por lo largo de las costas , al norte de la
«la naturaleza , ó pintar las costumbres de los
«California, y regresar por la bahía de Hudson
«salvajes, ligándolos á algún acontecimiento
«dando vuelta bajo el polo (i). Mr‘ ‘le Ma~
«conocido. Después del descubrimiento de Ame-
«rica no vi objeto mas interesante, sobre todo
(i) Mr. Machenzie ha egecutado este plan.
«para los franceses , que el degüello de la
IX
▼III
«lesherbes se encargó de presentar mis planes «tores un episodio en estrado como la Atala
«al gobierno, y entonces oyó los primeros «que en si no era mas que un episodio de lo*
«fragmentos de la obra que ahora público. «antiguos Natchez , en el cual se vería la vida
«La revolución frustró todos mis proyectos. Cu- «de aquel joven Rene , á quien Chactas coa­
«bierto de la sangre de mi hermano único, itá su historia, etc.
«de mi cuñada y del anciano ilustre , su pa- En fin , en el prefacio general de esta úl-
«dre ; habiendo visto á mi madre y otra her— ma edición de mis obras , he dado ya algu­
«mana dotada de talentos, morir de resultas nas noticias relativas á los Natches. Un ma­
«del mal trato que habían esperimentado en los nuscrito , del cual he podido sacar la Atala,
«calabozos, anduve errante por tierras eslra- el Rene, y muchas descripciones que se en­
«ñas. . . . cuentran en el Genio del Cristianismo , no es
«De todos mis manuscritos' relativos á la enteramente inútil, pues se compone como he
«América , solo salvé algunos fragmentos , en dicho en otra parte de dos mil trescientas ochen­
«particular la Atala que en si no era mas que ta y tres páginas en folio. Este primer ma­
«un episodio de los fatchez , y fué escrita nuscrito está todo seguido, sin sección, y lodos
«en un desierto bajo las chozas de .los sal-, los obgetos están en él confundidos • viajes his­
«vajes. Ignoro si será del agrado del públi- toria natural , parte dramática etc. pero jun­
«co esta historia que se aparta de todas las to á este manuscrito de un solo capitulo,
«sendas conocidas , y que presenta una na~ existe otro dividido en libros , que por desgra­
«turaleza y unas costumbres enteramente es­ cia no está completo , y el cual empezó á po­
tiradas á la Europa (i). ner en orden. En este segundo trabajo, no
«En el genio del cristianismo , tomo a.° concluido , había no solamente proce dido á la
«tratando del estravio de las pasiones , se leían división de la materia , sino cambiado tam­
«estas palabras. bién el género de la composición, haciéndola
«Si me fuese permitido , daría á los lec- pasar del romance a la epopeya.
La revisión y aun la simple lectura de es­
te inmenso manuscrito , fue un trabajo tan
(i) Prologo de la primera edición de Atala, penoso , por la confusión que ofrecía , que ha
sido preciso poner con separación de lo que birla ya, particularmente la carta de Rene en
es historia natural, lo que es drama; vién­
el segundo tomo.
dome en la necesidad, hasta de desechar y En el inmenso cuadro de los Natchez , se
aun quemar muchas de estas composiciones han presentado al pintor diferentes dificultades
superabundantes. Un joven que amontona sin por todas partes ; no era muy fácil por ejem­
orden sus ideas , sus invenciones , sus estu­ plo , el mezclar combates con la enumeración
dios, y sus lecturas, debe producir un caos-, de tropas, al estilo de los antiguos-, mezclar,
pero también hay en este una cierta fecundi­ digo , descripciones de batallas, revistas ma­
dad propia del poder de la juventud, y niobras y armas modernas. En estos obje­
que disminuye á proporción que aumentan los tos mistos se marcha constantemente entre
añor. dos escollos , cuales son la afectación ó la tri­
Me ha sucedido, pues, lo que quizas no su­ vialidad. En cuanto á la impresión general que
cedió nunca á autor alguno , y es volver á leer resulta de la lectura de los Natchez , es sino
pasados treinta años un manuscrito que había me engaño la que se esperimenta en la da
olvidado enteramente , por lo cual le he juz­ Rene y Atala , es natural que el todo ten­
gado como hubiera podido juzgar la obra de ga afinidad con la parte.
un estrado. Léase en Charlevoix (Historia de la Nue­
Tenia yo no obstante un riesgo que temer, va Francia tomo \.° pag. 24) el hecho his­
r era el de que repasando mi pincel por el tórico que sirve de base á la composición de
cuadro , podía apagar los colores; una mano tos Natchez. Estcndiendo la acción particular,
mas segura, pero menos rápida , era fácil referida por el historiador , he formado de ella,
que hiciese desaparecer los rasgos menos cor­ el objeto de mi obra , y el lector verá lo que
rectos , pero también las pinceladas mas la ficción ha añadido a la verdad.
vivas de la juventud ; era predio conservar Ya he dicho que ecsistian dos manuscri­
en fm á la composición su independencia, y tos de los Natchez , el uno dividido en libros
digámoslo asi su fogosidad. Si hay en los y que no pasa de la mitad de la obra , y el
Natchez cosas que temblaría hoy al aventu. otro que contiene el todo sin división , y con
rarlas , también hay otras que no las escri­ todo el desorden de la materia, resultando
TIÍ XIII
de aquí una singularidad literaria en la obra, de la sociedad. En fin , el romance substituye
tal corno la doy al publico. El primer to­ al poema , sin que por esto descienda á ser in­
rno se eleva a la dignidad de la epopeya co­ ferior al estilo del Rene y de la Atala , an­
mo en los Mártires ; el segundo desciende á tes bien se remonta algunas veces por la na­
la narración ordinaria, corno en Atala y en turaleza del objeto , por la de los caracteres,
René. y por la descripción, de los lugares, al tono
Para llegar á la unidad del estilo, hubie­ de la epopeya.
se sido necesario, ó borrar del primer tomo El tomo primero encierra la continuación
el color épico, ó estenderle al segundo : por de la historia de Chactas y su viage á Pa­
consecuenciay en uno u otro caso no hubiera rís. La intención de esta narrativa es el po­
reproducido con fidelidad el trabajo de mi ju­ ner en oposición las costumbres de los pueblos
ventud. cazadores, pescadores y pastores , con las cos­
Asi pues, en el tomo primero de los Nat­ tumbres de uno de los pueblos mas civiliza­
chez se encontrará lo maravilloso , y lo mara­ dos del inundo , haciendo á un mismo tiem­
villoso de todas especies : lo maravilloso cris­ po la critica y el elogio del siglo de Luis XIF
tiano , lo maravilloso mitológico , lo maravi­ y la causa entre la civilización y el estada
lloso indiano; se encontrarán musas , Ange­ de la naturaleza-, en ello se verá por fin que
les , Demonios , Genios , combates , persona­ juez decide la cuestión.
ges alegóricos-, la Fama, el Tiempo , la No­ Para ofrecer á la vista de Chactas los
che , la Muerte, la Amistad. Este tomo ofre­ hombres ilustres del gran siglo, me he visto
ce invocaciones , sacrificios , prodigios y com­ unas vetes obligado á reunir los tiempos , y
paraciones multiplicadas , las unas cortas , las juntar los hombres que no han vivido precisa­
otras largas á la manera de Homero forman­ mente juntos , pero que se han ido sucediendo
do cuadros pequeños. en la serie de un largo reinado. He creído opor­
En el tomo segundo desaparece lo ma­ tuno notar aqui estos leves anacronismos , aun­
ravilloso , pero se complica la intriga , y los que creo que nadie me los repruebe.
personages se multiplican : algunos de ellos Lo mismo digo de los acontecimientos' que
son sacados hasta de las clases inferiores de he trasportado y encerrado en un estrecho pe-
XIV XV
riodo , y que se estienden históricamente mas de nuestros dias se ofenderá de que refiera
acá y mas allá del mismo. una sesión de la acadenia , ni de la inocente
Confio que no se me tratara con mas ri­ critica de la ciencia, bajo Luis X1F critica
gor por la critica de tas leyes. Los juicios que por otra parte encuentra su contrapeso,
criminales cesaion de ser públicos en Francia en la cena en casa de Ninon. Tampoco cieo
bajo del reinado de Francisco I y los acu­ que se ofendan los togados por mi relación
sados no tenían defensores. Asi es que cuan­ de una audiencia en el consejo.
do Chactas asiste á la vista de un juicio cri­ En un libro del tomo primero de los Nat-
minal, se nota anacronismo con respecto á chez, se describe un Cielo cristiano, dferen-
las leyes. Si tuviese yo necesidad de justi­ te del Cielo de los Mártires : al leerle he creí­
ficación acerca de este punto, la encontra­ do experimentar en mi un sentimiento de lo
ría en el mismo Racine cuando Dandiu dice infinito que me ha determinado á conservar es­
á Isabel en el dialogo siguiente. te capitulo. En él se ven confundidas las ideas
Habéis visto algún dia dar tormento ? de Platón con las ideas cristianas , y esta
Isabel. miscelánea no me ha parecido que presenta
Ni lo he visto, ni creo verlo nunca. nada de profano ó raro.
Dandiu. Si se quisieran hacer observaciones sobre
Si lo queréis creer venid á verlo. el estilo , los escritores jóvenes, comparando
Isabel. el primer tomo de los Natc.hez con el segun­
¡ Podrase ver sufrir un desgraciado 1 do , podrían aprender con que artificios se
Dandiu. puede cambiar una composición literaria y
Se reduce á pasar una ó dos horas. hacerla pasar de un genero á otro ; pero es­
Racine supone que en su tiempo se veia tamos en el siglo de los hechos , y estos es­
dar tormento , cuando esto no era asi, pues tudios de palabras parecerían sin duda inú­
los jueces, el escribano , el verdugo y sus ayu­ tiles. Resta saber si el estilo es no ostante al­
dantes eran los únicos que asistían á la tor­ go necesario para perpetuar los hechos. V....
ha cooperado no poco á la fama de Ncw-
tura .
Confio en fin que ningún verdadero sabio ton. La historia que castiga y recompensa
perdería su imperio sino supiese pintar: á no tos
ser por Tito Vivió quien se acordaría del vie­
jo Bruto ? Sin Tácito , quien pensaría en Ti­
berio ? Cesar trabajó el mismo por la causa
de su inmortalidad en sus comentarios y la ha
ganado. Aquiles ecsiste sino por Homero. Quí­
tese del mundo el arte de escribir y probable­
mente se quitará de él la gloria. Esta gloria LIBRO PRIMERO.
que aunque inútil, es tan bella su misma inu­
tilidad i que al menos por algún tiempo me­ C)diero cantar el hombre de los bosques ame­
rece conservarse.
ricanos con el tono de la soledad, como basta
La descripción de la América salvaje pa­
ahora jamas le oyeron oidos mortales : referir
rece que naturalmente pedia el cuadro de la
quiero vuestras desgracias ¡ ó Natcbez ! ó na­
América civilizada , pero creí que este cuadro
ción de la Luisiana de la que solo memoria
no hubiese estado bien colocado en el prefa­
es cuanto nos queda! Los infortunios de un
cio de una obra de imaginación. En el to­
obscuro habitante de los bosques ¿ tendrán
mo en que reuniré los recuerdos de mis via­
menos derecho á nuestras lágrimas que las
jes por América, después de haber pintado
desgracias de los otros hombres ? Acaso son
los desiertos, diré lo que ha llegado á ser
mas lastimeros los mausoleos de los reyes en
el Nuevo-Mundo , y lo que puede llegar á
nuestros templos, que el sepulcro de un In­
ser en lo venidero. De este modo la historia
dio bajo la encina de su patria ?
continuará la historia , y asi no se verán con­
¡ Y tu antorcha de las meditaciones , as­
fundidos objetos de distinta naturaleza.
tro de las noches ! ven á ser para mi el as­
tro del Pindó ! Camina guiando, mis pasos
por regiones desconocidas del Nuevo-Mundo,
para descubrirme con tu luz los secretos ma­
ravillosos de estos desiertos!
■rosto x. a

Á
18 heres hilando nervios de corzo: teman en me­
Acompañado Rene de sus guias había ido
subiendo por todo el curso del Mesehacebé, dio de un circulo plakmines secos , zandias y
y su barca flotaba al pie de tres colinas , las manzanas , puestas en hojas de dulzamara , y
cuales ocultaban á la vista el hermoso pais bebian agua de arce con un nudo de bambú.
de los hijos del sol. Salta en la orilla , tre­ Detuviéronse los viajeros en el umbral y
pa por la escarpada costa , y llega á lo mas dijeron: «Aqui hemos venido nosotros. ” Y el
alto de aquellas tres elevadas colinas. Mos­ cabeza de la familia contesto. «Bien venidos
trábase algo distante la aldea principal de los seáis.” Sentóse luego cada viajero en una es­
Natchez en un llano cubierto aqui y allá de tera, participando del festin sin hablar, y des­
bosques de salsafras; por una y otra parte pués uno de los interpretes alzó la voz y
so velan llegar las indianas tan ligeras como dijo-: ¿Donde está el sol?” (i). El gefe res­
los corzos con que triscaban , las cuales te­ pondió : ausente;” y todo volvio á quedar
niendo el brazo izquierdo cargado con una en silencio.
cesta, suspensa de una larga corteza de abe­ Presentóse á la puerta de la cabana una
dul , iban cogiendo fresas , cuyo encarnado joven que en su talle alto , fino , y delica­
tenia sus dedos y los céspedes que al rede­ do, reunía al mismo tiempo la elegancia de
dor crecían. Baja René de la colina y se ade­ la palma y la flexibilidad de la caña , mez­
lanta acia la aldea: las mugeres se detienen clándose con sus gracias casi divinas cierto
algo distantes para ver pasar los estrangeros, aire que manifestaba una alma triste y pen­
y después huyen acia el bosque semejantes á sativa. Los Indios para pintar la tristeza y
las palomas que miran al cazador desde lo la hermosura de Celuta, decían que tenia la
alto de una elevada roca , y al ver que se mirada de la Noche y la sonrisa de la Au­
acerca levantan rápidamente su vuelo. rora. Aunque no era todavía una muger des­
Llegan los viageros á las primeras caba­ graciada , estaba en verdad destinada á ser­
ñas de la aldea principal y presentanse á lg lo con el tiempo. Se hubiera visto uno ten-
entrada de una de ellas. Habla aili una fa­
milia reunida sentada sobre esteras de junco: (t) El Sol, geje supremo ó Emperador
los hombres fumando con su pipa y las mu- de los Natchcz.
OO
tado á estrechar con sus brazos criatura tan apoyaba .obre tapias hechas por dentio y
admirable , sino fuese por el temor de sentir fuera de esteras muy delgadas.
palpitar un corazón dedicado anticipadamen­ Llegaron los viajeros al estremo del lugar
te á los disgustos de la vida. y se hallaron en una plaza regular que for­
Entra Célula sonroseada en la cabaña , pa­ maban la cabaña del gefe principal , y la de
sa por delante de los estrangeros y acercán­ su parienta mas cercana, la matrona del
dose á la Matrona del lugar la dice algu­ pueblo, (i). T
nas palabras al oido y se retira. Su blanco Animaba aquellos sitios el concurso de In­
ropage de corteza de morera ondeaba con dios de todas edades : sobrevino la noche, pe­
soltura por su espalda , y sus dos rosados no las antorchas de cedro que ardían por to­
talones levantaban á cada paso el ribete. Por das partes esparcían por aquel cuadro movi­
donde imprimía sus huellas la indiana , el aire ble una vivísima claridad. Los ancianos fu­
quedaba todo embalsamado con el perfume de maban en sus pipas , conversando de las co­
las flores de magnolia que coronaban su fren­ sas pasadas, y las madres daban de mamar
te. Asi se presentó Hero en las fiestas de á sus hijos, ó acostábanlos en las cunas y sus­
Abydos , y no de otro modo se dió á co­ pendían estas de las ramas de los árboles ; mas
nocer Venus en los bosques de Cartago por lejos algunos mancebos asidos por los brazos
su talante y el olor de ambrosia que exala­ hacían pruebas de quien sufria por mas tiem­
ba su cabellera. po el ardor de un carbón encendido ,- los guer­
En tanto acaban los guias su comida se reros jugaban á la pelota con baquetas er­
levantan y dicen. «Nos 'vamos.” El gefe In­ radas de piel de serpiente, y los otros teman
diano responde •' «Id donde quieran los Ge­ reñidas contiendas en el juego de pajas y < e
nios. ” Y salen con Rene sin que les pregun­ la taba.• los mas de ellos ejecutaban la dan­
ten que encargo les ha confiado el cielo. za de la guerra ó del búfalo , en tanto que
Pasan al medio de la aldea principal cu­ algunos músicos tocaban con un palillo un
yas cabañas cuadradas sostenían un techo re­
dondo en forma de cúpula , el cual hecho de (i) El hijo de esta muger era el herede­
rastrojo de inaiz entrelazado de hojas , se ro del trono.
22 estilo de Europa , el salvaje advertido cor­
tamboril} sonaban un caracol marino , ó un
respondió inclinándose ante ellos, y tomando
hueso de gamo con cuatro agujeros, semejan­
la palabra les dijo en su lengua patria : «Es-
te al pífano querido del soldado.
«trangeros , ignoraba vuestra presencia entre
Era la hora en que la flor del hibisco
.nosotros, y siento en el alma que mis ojos
empieza á entreabirse en las praderas , y las
«no puedan veros. En otro tiempo me com-
tortugas de rio salen á deponer sus huevos
«placia en contemplar a mis huespe es y
en las arenas. Habían ya\ pasado los estran-
.leer en sus frentes si eran amados del «e-
jeros en la plaza de los juegos todo el tiem­
«lo. ” Y volviéndose luego acia la multi­
po que gasta un niño indiano en recorrer
tud que en torno de él oia: «Natcliez di-
una cabaña, cuando para enseñarle á andar
«jo, como habéis dejado solos á estos fran-
le presenta su madre la teta y se retira an­
«ceses tanto tiempo. Estáis acaso seguros de
te él sonriendo. Entonces vieron presentarse
.que nunca sereis viajeros lejos de vuestro sue-
un anciano, en quien al cielo plugo hacer
«lo natal ? Sabed que cuantas veces el estran-
grandes pruebas. Sus ojos no veian ya la luz
«gero llegue á vosotros , con un pie descalzo
del dia , y andaba ya muy agoviado apo­
«en el rio y una mano tendida sobre las aguas,
yándose de un lado en el brazo de una jo­
«debéis hacer un sacrificio al Mescliacebe por-
ven , y del otro sobre un báculo de encina.
«que el estrangero es amado del Grande Es-
Puseabase el patriarca del desierto entre
pna multitud absortadlos Sachems (i) mismos «piritu.”
Cerca del sitio donde esto hablaba el an­
parecían sobrecogidos de respeto, y formando
ciano , se veia un catalpa de nudoso tron­
como una comitiva de siglos iban siguiendo
co con las ramas estendidas y cargadas de flo­
al hombre venerable que tanto resplandecía
res ; manda el anciano á su hija que le con­
y que tanto amor inspiraba á favor de su
duzca alli , y siéntase al pie del árbol con
ancianidad misma.
René y los guias. Unos niños subidos á las ra­
Habiéndole saludado René y sus guias al
mas del catalpa alumbraban con antorchas la
escena por lo interior , y reflejando su luz ro-
giza se comunicaban mutuamente una belleza
(■) Ancianos consejeros.
•Alt a5
religiosa el viejo árbol y el hombre ancia­ gero» , y entonces el hermano de Amelia di­
no : uno y otro mostraban las señales de jo: «Anciano, el cielo te bendiga en tus hi-
los rigores del cielo , y no obstante flore- «jos. ¿ Eres el pastor de este pueblo que te
cian aun después de haber sido heridos por «rodea ? Permite que yo también me colo-
el rayo. «que entre tu grei. ”
El hermano de Amelia no se cansaba de «Estrangero, replicó el sabio de los bos-
admirar el Sachem. Chactas , ( que tal era su «ques , no soy mas que un simple Sachem
nombre ) parecía á los heroes representados «hijo de Outalissi. Me llaman Chactas por-
por aquellos bustos antiguos que manifiestan «que quieren suponer que mi voz tiene cier-
el reposo en el genio y que parecen natural­ «ta dulzura que quizas proviene del temor
mente ciegos. En su frente se mezclaba la paz «que tengo al Gran Espiritu. Si te recibí­
de las pasiones estínguidas , con aquella se­ amos como un hijo , no por esto merecemos
renidad noble propia de los hombres que «alabanza alguna. Hace mucho tiempo que
han perdido la vista; bien sea que estando «somos amigos de Ononthio (i) , cuyo Sol
privados de la luz terrena estemos en comu­ «habita á la otra parte del lago sin orilla (2).
nicación mas íntima con la de los cielos, ó «Los ancianos de tu pais han andado con los
bien que la sombra en que los ciegos viven, «del mió, y dirigido en su tiempo la danza
tengan una cierta calma que se estiende por «de los fuertes ; porque nuestros abuelos eran
el espíritu, asi como la noche es mas silen­ «de una raza poderosa. ¿ Que somos nosotros
ciosa que el dia. «en comparación de los abuelos nuestros ? Yo
Tomando el Sachem el calumet (i) lleno «mismo que te hablo , habité en otro tiempo
de hojas odoríferas de laurel silvestre , diri­ «con tus padres; mi cuerpo no estaba encor-
gió el primer vapor acia el cielo, el segundo «bado como ahora y mi nombre rasonaba en
acia la tierra y el tercero en torno del ho­ «los bosques. He contraido una obligación muy
rizonte. Presentóle en seguida á los estran- «grande con la Francia , porque si en mi

(1) El gobernador f-anees.


(i) Especie de pipa de fumar. (2) El Rey de Francia.
26 a7
«se advierte alguna sabiduría , la debo a ira «ro del pais de la Aurora , me parece que
«has venido para habitar las selvas donde el
«francés cuyas lecciones han germinado en
«mi corazón -• las palabras del hombre, según «sol se pone. Peligrosa es la empresa que aco-
«metes , y no es tan fácil como crees el
«los destinos del Gran Espíritu , son como
«atravesar por las sendas del corzo. Sin du
«sutiles semillas que las fecundas brisas re-
«parten en mil climas donde se desenvuelven «da los Manitus de la desgracia te dieron
«en puro maíz ó en frutos deliciosos. Mis «sueños muy funestos cuando hiciste seme­
«huesos ¡ ó hijo mió ! reposarían blandamen- jante resolución. Refiérenos pues tu histo-
«te en la cabaña de la muerte, si antes do «ria , ó joven estrangero : por la entereza de
«descender á la región de las almas pudiese «tu voz y el brío que advierto en tus brazos
«probar mi reconocimiento por medio de al- «al tocarlos juzgo, que debes estar en la edad
«gun servicio hecho á los compatriotas de mi «de las pasiones. Aqui hallarás corazones que
«antiguo huésped , el hombre del pais de los «podrán compadecerse de tus penas. Muchos
«de los Sachems que nos escuchan conocen
«blancos.”
Al acabar de pronunciar estas palabras el «la lengua y las costumbres de tu pais y tu
Néstor de los Natchez , se cubrió la cabeza «debes observar en esta multitud algunos blan-
con su capa y pareció que se perdía en al­ «cos compatriotas tuyos del fuerte Rosalía,
gún gran recuerdo de lo pasado. La belleza «que se complacerán de oir hablar de su pais
de aquel anciano , el elogio del hombre civili­ «nativo. ”
zado pronunciado en medio de un desierto y El hermano de Amelia respondió con voz
por un salvage , el titulo de hijo dado á turbada : «Indiano , mi vida no tiene aven­
un estrangcro , aquella costumbre sencilla de turas, y la historia del corazón de René no
los pueblos de la naturaleza de tratar de pa­ «se refiere. ”
A estas inesperadas palabras , siguió un
rientes á todos los hombres , todas estas co­
profundo silencio : las miradas del hermano
sas conmovían profundamente á Rene.
Después de algunos momentos de silencio de Amelia centellaban con un fuego sombrío;
volvió á tomar Chactas la palabra diciendo. las ideas se le agolpaban , y en su frente se
«Si bien te lie compreendido, ó estrange- entreabrían como las nubes, al mismo tiem—
*9
«dicha que no se destruye ni se realiza; en
po que sus cabellos mostraban una ligera agi­
«nuestros bosques hay una planta cuya ñor
tación en sus sienes. Reinaban en la multi­
«se forma y nunca acaba de abrirse. Esta
tud mil sentimientos confusos, teniendo los
«flor es la esperanza.”
unos al estrangero por un insensato y los
Asi hablaba el Sachem, y uniendo la fuer­
otros por un Genio bajo la forma humana.
za á la dulzura, parecíase á aquellas viejas en­
Tendiendo Chactas la mano por la som­
cinas en que las abejas depositan sus dulces
bra tomó la de Rene y le dijo : «Disimula
«estrangero mi indiscreta suplica : los viejos panales.
Levantase Chactas ayudado por el brazo
«son curiosos y les gusta escuchar historias,
de su hijo : el hermano de Amelia sigue al
«para tener el placer de aprender lecciones.’ ’
Sachem rodeado de la multitud que le vuel­
Saliendo Rene de la amargura de sus ideas
ve á conducir á su cabaña , y los guias re­
y vuelto al sentimiento de su nueva existencia,
gresan al fuerte de Rosalía inmediatamente.
suplicó á Chactas que le admitiese en el nú­
En tanto había entrado Rene en la mo­
mero de los guerreros Natchez y le adopta­
rada de su huésped cubierta con la sombra de
se el mismo por hijo.
cuatro frondosos tuliperos. Calentaron agua
«Encontrarás en mi cabaña una estera,
pura en un vaso de piedra negra , para la­
«respondió el Saehetn, y mis años cansados
var los pies del hermano de Amelia : Chac­
«se regocijarían de ello ; pero el sol esta au-
tas hace sacrificios á los Manitus protecto­
«sente y no es posible adoptarte hasta que
res de los estrangeros, y quema en su ho­
«vuelva. Reflexiona bien , huésped mió , so-
nor hojas de sauce , cuyo árbol es grato á
abre el partido que quieres tomar. ¿ Ha-
los Genios de los viageros, puesto que se ve
«liarás en nuestros prados el reposo que vie-
prosperar en las orillas de los rios, emblemas
«nes á buscar en ellos ? ¿ estas cierto de que
de una vida errante. Después de esto presen­
«nunca darás acojida en tu corozon á los sen-
tó Chactas á René la calabaza de la hospi­
«timientos de tu patria? En una tierra es-
talidad, con la cual seis generaciones liabian
«traña , á veces todo se reduce para el viage-
bebido agua de Arce. Estaba coronada de ja­
«ro á cambiar en recuerdos las ilusiones. El
cintos azules que esparcían un olor agrada-
«hombre mantiene en su seno un deseo de
3i
3o cadas del dulce suelo de la Francia , aban­
ble, y en ella dos indios célebres por su ta­
donando los campos fertilizados con el sudor
lento ingenioso habian grabado en sus dora­
de sus abuelos, vienen atropelladamente á
dos flancos la historia de un viagero estra-
poblar con su fructífero destierro el fuer­
viado en los bosques. Después de haber mo­
te que enfrena el Meschacebé y que hace re­
jado Rene sus lábios en la frágil copa , la
petir por sus orillas el nombre tierno de Ro­
pasó á las trémulas manos del patrón de la
saba. Perrier que gobierna en la Nueva Or-
soledad. Presentaron de nuevo al hermano de
Amelia la pipa de paz, cuyo braserillo estaT leans los vastos campos de la Luisiana , man­
da á Chepar , valiente capitán de los france­
ba formado de una piedra roja , y al mismo
ses en los Natchez , que forme la enumera­
tiempo le sirvieron dos pichones torcaces , que
ción de sus soldados , á fin de llevar en se­
cebados por su madre con simiente de ene­
guida en caso necesario la reja ó la azada has­
bro, eran manjar digno de la mesa de
ta las tumbas de los indios , y Chepar orde­
un rey. Acabada la comida se presentó ante
na inmediatamente que a la primera aurora
el estrangero una doncella con los brazos des­
se despleguen sus batallones sobre las orillas
nudos , y cantando el himno de la hospita­
lidad, decia de esta manera. del rio.
Apenas habian salido del seno de los ma­
«Salud, huésped del Grande-Espíritu ; salud
res atlánticos los primeros rayos de la ma­
«ó el mas sagrado de los hombres ! ” Tomó
ñana , cuando el estrépito de los tambores
la joven al estrangero de la mano , le con­
y el sonido de las trompetas dispiertan no
dujo á la piel de oso que debía sevirle de
sin sobresalto al guerrero que aun dormía en
iécho , y habiéndose retirado después al lado
su tienda. El desierto se llena de espanto , sa­
de sus padres, tendióse René en la cama del
cudiendo la cabellera de sus bosques , y el
cazador y durmió su primer sueño entre los
terror llega á penetrar en el fondo de aque­
Natchez.
llas estancias , que desde la creación del mun­
Mientras que la nación se ocupa toda­
do selo repetian los suspiros de los vientos,
vía en juegos y fiestas, un fatal destino pre­
el bramido de los ciervos , y el canto de
cipita por todas partes los acontecimientos.
Hombres jóvenes , plantas estrangeras arran­ las aves.

i
3a
A esta señal el demonio de los comba­ las cadenas, y el rodar de la pesada artillería.
tes , el sanguinario Areskoui (i) con todos Por todas partes brilla el acero; por todas
los demas espíritus de las sombras, lanzan un partes flotan las banderas de Francia , ban­
grito de júbilo y el ángel del Dios de los deras inmortales ¡lenas de cicatrices como los
ejércitos responde á sus amenazas golpeando guerreros encanecidos en los combates. En un
con su lanza de oro en el broquel de dia­ momento se ve desplegar el ejército á lo lar­
mante. Asi como brama el Océano cuando go del Mescbacebé : el coro de instrumentos
los ríos de América inflando sus concavida­ de Belona anima con su triunfante tono á to­
des caen todos juntos sobre su viejo padre, dos aquellos bravos , mientras se mueven á
■y este estrellando sus olas sobre las rocas, compás las gorras de los granaderos , que fian­
centellea , se levanta indignado, se precipita do en sus armas miden el paso con una ale­
sobre sus hijos , é hiriéndoles con su triden­ gría que inspira verdaderamente terror.
te los rechaza en el fangoso lecho: asi el ¡ Hija de Mnemosina la de larga memoria!
soldado francés oye aquel estrepito , y se dis- alma poética de los trípodes de Delfos y de
pierta como el belicoso caballo que a goza las las palomas de Dodona! Diosa que cantas
orejas al resonar del clarin , abre sus humean­ entorno del sarcófago de Homero sobre al­
tes narices , llena el aire del rocío de sus guna playa desconocida del mar Egeo ; tu,
relinchos, tasca los bordes del pesebre llenán­ que no lejos de ia antigua Parthenope haces
dole de espuma , y manifiesta con todos sus nacer el laurel de la tumba de Virgilio. ¡ O
movimientos , la impaciencia , el corage, la Musa ! Dígnate dejar por un momento todos
gracia y la ligereza. esos muertos armoniosos y sus vivas cenizas;
Manifiéstase en el campo y en el fuerte abandona las orillas del Ausonia , las ondas
un movimiento general. Los infantes corren del Espérquico y los campos donde fue Tro­
á ¡as armas ; los ginetes montan en sus ca­ ya : ven á animarme con tu divino soplo pa­
ballos , y oyese al mismo tiempo el ruido de ra que pueda yo nombrar los capitanes y los
batallones de este pueblo indomable cuyas
hazañas fatigarían ¡ ó Caliope 1 tu inmortal
(i) Genio ó Dios de la guerra entre los
sal-vages. pecho.
TOSIO i. 3
34
Veíase en el centro ilel ejército aquel ba­ viado á la América estos famosos soldados.
tallón vestido de azul que lanza los rayos de No son ya sus armas la espada ni el an­
Belona ; aquel que en casi todos los com­ gón (i); ya no se adornan con la ancha bra-
bates determina la fortuna a seguir a la Fran­ cha y los collares de oro : llevan un fusil
cia y que instruido en las ciencias mas su­ inflamable al cual supera el cuchillo de Ba­
blimes hace servir el genio para coronar la yona , y es su vestido el de la lis, símbolo
victoria. Ninguna nación puede vanagloriarse del honor de la Francia.
de tropa semejante. Folard la manda el im­ Mandan cincuenta capitanes escogidos , a
pávido Folard que en medio de los mayores esta infantería formidable , dividida en ciu-
riesgos es capas de medir la curva de la ba­ cuenta compañías. Alli se muestra el infatiga­
la del canon ó de la bomba, indicar la co­ ble Toustain que nació en los llanos de la
lina que debe tomarse , y trazar y resolver Beauce donde se mecen las mieses en man­
en la sangrienta arena , en medio del fuego teles de oro ; el pronto Armañac que al na­
y de la muerte, las figuras y los problemas cer fué bañado en aquel rio cuyas aguas ins­
de Pitagoras. piran valor y agudeza , y el paciente Tour-
La infantería, blanca como la nieve, se ville criado en los herbosos valles donde dan­
forma rápidamente delante de aquellas má­ zan las paisanas de alto peinado y del ju­
quinas lentas que vomitan el hierro y las lla­ bón de seda. ¿ Pero quien es capaz de nom­
mas. Marsella cuyas galeras suben hasta el brar tanto ilustre guerrero ? Beaumanoir salido
antiguo Egipto , Loricnt que hace vogar sus de las rocas de la Armónica, Causans á quien
navios hasta los mares de la Trapobana, ¡a dió á luz su tierna madre al margen de la fuente
Turaina, tan deliciosa por sus frutos,- la I-¡an­ de Laura, Aumale que probó el vino de Ai
des de ensangrentadas llanuras, León la ro­ antes que la leche de su nodriza : Saint Au-
mana, Strambourgo la GermánicaTolosa tan laire de Nimes criado bajo un pórtico roma-
célebre por sus trovadores , Reinas adonde ¡os mano , y Gautier de París , cuya juventud
reyes van á buscar su corona , París adon­
de la llevan ; todas las ciudades y las provin­ (i) Especie de venablo de que usaban los
cias , todos los ríos de las Galias han eirv Galos.
3S
«¡cantada transcurrió entre las ratas de Fon- apearse, y al momento volver á tomar la
tenay, la# encinas de Senar , los jardines de brida de sus veloces caballos.
Chautilly , de Versalles, y de Ermenonville. Obedecen á la voz del brillante Vilais,
Distínguese particularmente entre estos va­ estos guerreros que casi todos vieron la luz
lientes capitanes el joven Artaguete por sn her­ no lejos de aquel rio donde el sol sazona un
moso rostro y el aire de humanidad y de vino ligero y propio para apagar la sed del
dulzura que templa la vivacidad intrépida de soldado eu el ardor de la batalla.
sus ojos. Sigue al estandarte del honor y ar­ En el ala opuesta del cuerpo del ejérci­
de en deseos de verter su sangre por la Fran­ to parece inmóvil, la pesada caballería, cu­
cia , al paso que detesta las injusticias y que yo uniforme azul oscuro hermosean unas
en los consejos de guerra ha defendido mas brillantes vueltas tomadas del velo de la au­
de una vez à los desgraciados indios contra rora. Al trote medido de los caballos , brin­
la codicia de sus opresores. can centelleando sobre los hombros de los guer­
A la izquierda de la infanteria se estien- reros las bellotas de oro , hilado y torcido:
den listos los escuadrones vestidos de verde, cubre su frente el sombrero galo , cuyo trian­
cuyo casco corona un dragon , y sobre cuyas gulo elegante está adornado de una rosa blan­
cabezas se ven mover las garzotas de crin ca prendida regularmente por la mano de una
agitadas por el movimiento del caballo, que virgen tímida , y sobresale de su ligera cima
apenas pnede ser detenido en las filas de sus un gracioso hacecillo de plumas. Tu eres, in­
compañeros. Envuelven estos ginetes sus pier­ trépido Nemours, el que conduce á los com­
nas en un cuero ennegrecido , despojo del bú­ bates esta famosa caballería.
falo salvaje : rebota sobre su muslo un lar­ Pero podré yo olvidar aquella falange que
go sable , cuando barriendo la tierra con los situada ¿ retaguardia de todo el ejército de-
costados de su caballo cargan al enemigo con bia defenderle de las sorpresas del enemigo?
pistola en mano. Según los casos fortuitos ¡ Sagrado batallón de labradores ! vosotros ha­
de Belona, ya se les ve dejar sus caballos béis descendido de las rocas de Helvecia ves­
con la melena dorada , ya combatir á pie tidos con la púrpura de Marte: aun se vé
sobre el monte, ya montar otra vez, ya en vuestras rústicas manos la pica con que
39
38 á los ciervos. Rivales de los pueblos, han ad­
vuestros abuelos traspasaron á los tiranos, y
quirido los mismos gustos , las mismas costum­
en medio del desorden de los campos y de
bres , y la misma libertad ; saben descubrir
la corrupción de la nueva edad , aun conser­
las huellas de un enemigo , tenderle embos­
váis vuestras costumbres primitivas. Aun os
cadas ó forzarle á retirarse. En vano los Pan-
persigue la memoria de vuestras moradas cam­
duros (i) que Ies acompañaban montados en
pestres ; no sin sentimiento os veis desterra­
sus caballejos de raza tártara , en vano estos
dos sobre costas lejanas, y aun se teme ha­
ginetes del Danubio con sus largos pantalo­
ceros oir aquellas canciones de la patria que os
nes y sus forrados dolmanes flotantes por la
recuerden vuestros padres , vuestros hermanos,
espalda; su gorro oriental y sus mostachos
y el mugir de los rebaños en vuestros montes.
retorcidos, en vano quieren ganar la delan­
D’ Erlach mantiene bajo su disciplina es­
tera á los corredores del Ganada ■ no igua­
tos hijos de Guillermo Tell ; desciende de
la su rápida ligereza la golondrina desfloran­
uno de aquellos suizos que tiñeron con su
do las aguas, ni la pelusa del plumón de la
sangre cerca de ííenrique III las lises aban­
caña arrebatada por el torbellino.
donadas. Dichosos los hijos de aquellos es-
Las tropas reunidas ocupaban las orillas
trangeros si no renovasen sus sacrificios sobre
del rio cuando en medio de una comitiva de
las gradas del Louvre. El Canadino Iíenrique
guerreros se vió venir á Chepar montado en
dirije la vanguardia de esta tropa de france­
una yegua blanca que se liabia criado va­
ses semi-salvajes , hijos aventureros del nuevo-
tnundo. Estos cazadores reunidos en tropel gando en las dehesas mejicanas.
El viejo capitán nacido bajo la tienda de los
á Ja cabeza del ejército , no usan mas vesti­
Luxembourg , y de los Canitals , solo hallaba
do que una túnica de lino ceñida con un
la sociedad en las armas , y para él no ha­
cinto , y de un cordón pende sobre su pecho
bía mas mundo que un campamento militar.
un euerno de corzo que contiene el plomo y
Inútilmente había atravesado los mares , pues
el salitre : á su espalda llevan colgada una
su vista permanecía circunscripta al círculo
corta carabiutf, cual si fuese un carcax : ra­
ra vez yerran el blanco, y en los bosques
persiguen á los hombres como á los gamos y (i) Soldados de Ungria.
A® Ai , ,
que ella abrazó en otro tiempo , y la Anjé- bosques de cristal se visten de resplandor,
rica salvage solo reproducía á sus ojos la Eu­ mientras que los salvajes creen ver bogar los
ropa civilizada : de la misma manera el gusa­ espíritus del norte en sus aereas canoas con
no laborioso que urde la mas hermosa tra­ grandes remos de llamas sobre la aurora mo­
ma , solo conoce la bóveda de oro sin po­ vible del Bóreas.
der tender su vista sobre la naturaleza. En tanto se entreaben las filas del egér-
Adelantase el gefe y se detiene muy pron­ cito y presentan al comandante calles regulares:
to , distante pocos pasos del frente de los las recorre con lentitud observando los guer­
guerreros: oyense los redobles de los tambo­ reros que obedecen á sus órdenes , asi como
res , los capitanes corren á sus puestos y los entre las hileras de tiernos arbolillos se pasea
soldados se afirman en sus filas. A la segun­ el jardinero cuyas manos afirmaron sus raí­
da señal se fija la linea y queda inmóvil , se­ ces y fueron dirigiendo sus ramas.
mejante entonces al muro de una ciudad so­ No bien concluye la revista cuando quie­
bre la cual flotan las banderas de Marte. Ca­ re Chepar que los capitanes ejerciten las tro­
llan los tambores y suena una voz que de pas en los juegos de Marte. Dase la orden,
gefe en gefe se va repitiendo por la linea resuena el golpe del palillo y de repente
de los batallones; como de eco en eco. Mil se vé al soldado tender y llevar adelante el
fusiles levantados de tierra golpean á un tiem­ pie izquierdo con la seguridad y firmeza de
po en el hombro de los infantes; los gine- un Hercules. Muevese el egército entero y sus
tes sacan sus sables, cuyo acero reflejando los pasos miden la marcha que tocan los tambo­
rayos del sol mezcla sus relámpagos con las res. Las piernas ennegrecidas de los soldados
triples ondas de fuego, de las bayonetas; asi se abren y cierran por una larga distancia,
como durante una noche de invierno brilla la cruzándose como las tijeras de una joven que
soledad en que las tribus canadianas celebran traza labores ingeniosas. Gallan por interva­
las fiestas de sus Geniosreunidos sobre la los á la señal del gigante que las guia las
superficie solida de un rio , danzan á la luz cajas de latón forradas con la piel del Onagro,
de los pinos encendidos por todas partes y las y entonces mil instrumentos hijos de Eolo
cataratas encadenadas las montañas, de nieve, los animan las selvas mientras los címbalos del
4a 43
negro se chocan en el aire y giran coras dos el broquel de Aquiles formaba menos revuel­
soles. tas que los laberintos trazados en el llano por
Nada mas maravilloso ni mas terrible á estes discípulos de Marte. Sus capitanes ha­
un tiempo que el ver marchar estas legiones cen tomar á los batallones todas los figuras
al son de la música , como si se abriesen las del arte de Urania ; asi como los niños es-
danzas de alguna fiesta ; nadie puede mirar­ tienden las ligeras sedas entre sus ágiles de­
los sin sentirse poseído del furor de los com­ dos sin confundir ó romper el frágil laberin­
bates y sin arder en el deseo de ser par­ to , que ya desplegan formando una estrella y
tícipe de su gloria y de sus peligros. Apo- ya una cruz : ora le cierran en círculo, y ora
yanse los infantes y giran sobre las alas de la. le entreabren suavemente presentando la figura
caballería como sobre dos polos : ora hacen cóncava de una cuna. Admiraban los indianos
alto atronando la soledad con pesadas descar­ reunidos estos juegos que encubrían á su vis­
gas, ó con un fuego sucesivo que sube y vuel­ ta horrorosas tempestades.
ve á bajar á lo largo de la linea como los
anillos de una serpiente , y ora bajan todos
á un tiempo la punta de la bayoneta , tan fa­ LIBRO SEGUNDO.
tal en las manos francesas. Dejar las armas
en tierra , volverlas á tomar , presentarlas , car­
V olando por los aires Salan encima de la
garlas , ó descansar sobre ellas , todo es obra
de un instante para estos hijos de la victoria. America , tiende una mirada de desesperad on
A este egercicio de las armas suceden sa­ sobre esta parte de la tierra donde el Salva­
bias maniobras. El egército se alarga y es­ dor le persigue , á la manera que el sol avan­
trecha alternativamente , y alternativamente zando desde las puertas de Oriente arroja y
avanza y se retira : aqui se ufana como el hace huir delante de sí las tinieblas de la
canastillo de Flora , allá se dilata cual los noche. El Chile , el Perú , el Méjico , y la
contornos de una urna de Corintho : el Mean­ California reconocen ya las leyes del Evange­
dro dá menos rodeos con su tortuosa cor­ lio : otras colonias cristianas cubren las eos-
riente , y la danza de Ariadna grabada en tas del Atlántico donde algunos misioneros
45
«defender los altares vuestros. Esparcid las du-
han enseñado ya el verdadero Dios á los sal­
«siones y las tinieblas. Soplad por todas par-
vajes de los desiertos , y Satán proyectando
«tes la discordia , la envidia , el amor, el
venganza se precipita á los infiernos á reu­
«odio y la venganza. Mezclaos en los conse-
nir el consejo de los demonios.
Desenvuelve ante los compañeros de sus «jos y en los juegos de los Natchez : y lo
«que ahora son fiestas y combates entre los
dolores el cuadro de lo que ha hecho para
«hombres , sea todo un continuado prodigio.
perder la raza humana, y repartir con el
«Yo os daré mis ordenes ; estad atentos pa-
Criador el mundo creado , oponiendo en la
tierra el mal al bien, y fuera de la tierra «ra egecutarlas.
Dice , y el Tártaro lanzó un rugido de
el infierno al cielo. Propone el último com­
bate á las legiones malditas, y queriendo ar­ gozo que llegó á oirse en los bosques del
Nuevo-Mundo. Areskui demonio de la guer­
mar todas las naciones idólatras del nuevo
continente ; trata de reunirlas en una vasta ra , Athaensia que escita á la venganza, el
conjuración cuyo objeto sea el esterminio de Genio de los fatales amores , y otras mil po­
tencias infernales, se levantan á la vez para
los cristianos.
Como había él advertido en medio de los ayudar en sus designios al príncipe de las
Natchez las pasiones propias para secundar su tinieblas, el cual corre á buscar sobre la tier­
empresa. «Dioses de la América , esclama, án- ra al Demonio de la Fama, que aun no había
«geles caídos conmigo , vosotros que ós ha- acudido al infernal consejo.
«ceis adorar bajo la forma de una serpiente, Apenas había el sol aparecido en el ho­
«vosotros á quienes invocan como á los Ge- rizonte, cuando el hermano de Amelia abrió
«nios de los castores ó de los osos, que ba­ los ojos en la morada de un salvaje. La cor­
njo el nombre de Manitus no dejais en teza que servia de puerta en la choza había
«ocio los sueños , inspiráis los temores ó con- sido rollada y levantada acia el techo, y Re­
«servais las esperanzas de los pueblos bárba- ne hallábase acostado en su estera , de modo
«ros ; vosotros que murmuráis en los vientos, que reclinaba su cabeza sobre la entrada mis­
«que mugis en las cataratas , presidís al si­ ma de la cabaña. Los primeros objetos que
lencio ó al terror de los bosques, volad á se ofrecieron á su vista al salir de un pro-
4« 4? . ■ ,
rojo, lo cual produce una resplandeciente pur­
fundo sueño , fueron la vasta cúpula de un
pura. En otro parage retirado , la sobrina de
cielo azul , por donde volaban algunos pája­
Chactas ponia plumas de falcon en las fle­
ros , y la copa de los tuliperos que susurra­
chas ; y Celuta su amiga que Labia ido á vi­
ban al soplo del ambiente matutino. Retoza­
sitarla, parecía que la ayudaba en su taiea;
ban algunas ardillas en las ramas de aque­
mas su mano deteniéndose sobre la obra, in­
llos hermosos árboles y las cotorras silva-
dicaba que algunos otros sentimientos ocupa­
ban bajo sus tersas hojas. El joven estrange-
ro con el rostro vuelto acia aquella cúpula ban su corazón.
El hermano de Amelia había tomado el
azulada , fijaba en ella sus miradas parecien-
sueño , siendo hombre de la sociedad , y des­
dole de inmensa profundidad y transparente
pertaba hombre de la naturaleza, lenta sobre
como el vidrio. Derramábase en lo interior
su cabeza el cielo como el soberbio pavellon
del alma de Rene un sentimiento de dicha
de su lecho, del cual parecian colgadas unas
que le era enteramente desconocido , al mismo
cortinas de follage y flores ; soplaban los vien­
tiempo que el hermano de Amelia creia per­
tos la frescura y la salud , y rodeaban la ca­
cibir como templándose su sangre descendía
ma del joven , hombres libres y mugeres pu­
del corazón á las venas, y por un largo ro •
ras. Se hubiera tocado el mismo espontánea­
deo retroccdia luego á su origen ; asi como
mente para asegurarse de su existencia, y
nos pinta la antigüedad los arroyos de leche
convencerse de que todo era ilusión cuanto le
que corrían estraviados por el seno de la
rodeaba. Tal fue el despertar de Anuida , cuan­
tierra , cuando los hombres mantenían aun
do hallando la hechicera á su enemigo en­
su inocencia , y el sol de la edad de oro se
tregado al sueño, le arrebató en una nube,
levantaba al canto de un pueblo de pastores.
y le colocó en los bosques de las islas afor­
Al movimiento que se oyó entonces en la
cabaña , sale el viagero de esta ilusión y ve tunadas.
Levántase René ■ sale, se baña en la on­
al patriarca de los salvajes sentado en una
da cercana , respira el olor de las salsafras
estera de caña. Sásega , matrona laboriosa que
y de los liquidámbares , saluda á la luz de
estaba cerca del hogar , ponia en infusión
Oriente , á las olas del Meschacebé, a las
tulipanes de Logiieto con cortezas de pino
48
dehesas y los bosques , y vuelve á entrar en 49
esto vuelve Celuta á su tarea y Rene empie­
su cabaña. za su comida de la mañana.
Entanto las mngeres se sonreían de los Entonces Celuta encargada de divertir al
usos y acciones del estrangero , con aquella guerrero se pone á cantar diciendo: «Vé aqui
sonrisa mugeril, que en nada ofende. Encar­ «la Guayacana á cuya sombra hay un cesped;
góse Celuta de preparar la comida del hués­ «bajo este reposa una muger. Yo que lloro
ped de Chactas tomó harina de maíz , la ama­ «bajo esta Guayacana, me llamo Celuta y
só con agua de fuente, é hizo una torta «soy bija de la muger que reposa bajo el ces-
que puso al calor de la llama sosteniéndola «ped , la cual era mi madre. Al morir ma
con una piedra. «dijo ; trabaja y seas fiel á tu esposo cuan-
En seguida hirvió agua en un vaso de fi­ *do le hubieres bailado. Si él es feliz seas
gura de cesta; la vertió sobre el polvo de «tu humilde y tímida y no te acerques á él,
raiz de sinillas, y puesta al aire esta mezcla «sino cuando te diga : ven que mis labios
se convirtió en una jalea de color de rosa «quieren hablar a los tuyos.
y de gusto delicioso. Entonces Celuta retiró «Si él no es dichoso , seas tu pródiga de
el pan del hogar y lo ofreció al hermano de «caricias , rodée tu alma la suya y tu carne
Amelia presentándole al mismo tiempo con «sea insensible á los vientos y á los dolo-
la nueva jalea un panal de miel y agua de «res. Yo , que me llamo Celuta , lloro ac­
arce. tualmente bajo la Guayacana porque soy la
Hecho esto con el celo mas espresivo, per­ «hija de la muger que bajo este cesped re-
maneció en pie muy agitada delante del es­ «posa. ”
trangero. Este, instruido por Chaptas , se le­ Cantando la indiana estas palabras tembla­
vanta y pone ambas manos , en señal de due­ ba y corrían por sus mejillas lágrimas como
lo , sobre la cabeza de la indiana, porque perlas , sin saber porqué se acordaba de los
esta habia perdido sus padres y no le que­ consejos de su madre á la vista del hermano de
daba otro apoyo que su hermano Utugamiz Amelia. El mismo Rene sentía humedecidos sus
para mantenerse. Alza la familia los tres gri­ ojos: participaba la familia de la conmoción
tos de dolor llamados gritos de viudez , y coa de Celuta, y lloraba de sentimiento de amor
tomo x. 4
5o . • . 5t
y de virtud toda la cabaña. Tal fue la comi­ juco se seca al rededor de su tronco. El
da de la mañana de aquel día. mismo René que hacia estas cosas por con­
Apenas había terminado esta escena cuan­ sejo de Chactas , dió el collar á Mila , ape­
do apareció un guerrero que llevaba un ha­ nas de catorce años de edad , diciéndola ; «Di­
cha en presente al estrangero , para que este chosos tus p-dres , y mas dichoso aun el
se construyese una cabana. Conduela al mis­ «que sea tu esposo : ” y Alila echó el collar
mo tiempo una virgen mas hermosa y mas en tierra.
joven que Chryseis, á fin de que el nuevo Reinó la paz en la cabaña todo el resto
hijo de Chactas empezase á formar un lecho del dia ; Celuta volvióse á casa de su her­
en el desierto. mano Utugamiz, Mila á la de sus padres, y
Reclinó Celuta su cabeza acia el seno , y Chactas fue á conversar con los Sachems.
Chactas advertido de lo que pasaba en ella Reuniéronse por la tarde bajo los tulipe­
adivinó lo demas. Entonces con voz airada: ros , y la familia hizo una comida sobre la
«¿ Se quiere , dijo, hacer una afrenta á Chac- yerba salpicada de verbena purpurea , y de
«tas? El guerrero adoptado por mi no debe callejuelas de oro. El canto mono!ono del Wil-
ser tratado como un estrangero. poorwill , el zumbido del colibrí, el grito de
Consternado por esta reprehensión del an­ las pavas silvestres, los suspiros de sinigual,
ciano el enviado palmoteo repitiendo : «Re- el silvido del arrendajo y el mujído sordo
«né adoptado por Chactas no debe ser mira­ de los cocodrilos entre las espadañas, forma­
ndo como estrangero.” , ban la inesplicable sinfonía de este banquete.
Entanto Chactas encargó al hermano de Los sueños escapados del reino de las
Amelia que hiciese un regalo á Mila, temeroso sombras; descendiendo silenciosamente con la
de ofender á una familia poderosa que con­ claridad de las estrellas, venían á reposar so­
taba ya treinta tumbas. Obedeció René, y bre el techo de los salvajes. Era la hora en
abriendo una cajita de madera de papaya sa­ que el cíclope europeo vuelve á encender la
có de ella un collar de porcelana ensartado hornaza , cuya llama se dilata ó se concen­
con un hilo de roaiz de alamo blanco , lla­ tra á los movimientos del ancho fuelle, cuan­
mado el árbol de la repulsa; porque el be­ do resonó repentinamente un grito y las mu-
«se murmura sordamente contra el francés que
geres despertando sobresaltadas se incorporan «quieres adoptar. Testigo eres de los pro-
en sus lechos. Chactas presta atento oido; le­ «digios de la noche ; apresúrate a ir al con-
vanta una indiana la corteza de la puerta y «sejo.
salen aceleradas de su boca estas palabras: Dichas estas palabras, prosigue el men-
«Los Manitus malvados se han desencade- sagero su camino y va á despertar á Adario
«nado : salid , salid. ’’ Y al punto la familia Chactas vuelve á entrar en su cabaña ; sus­
corre presurosa á reunirse bajo los tuliperos. pende de su hombro izquierdo la capa de pie
Reinaba la noche y las nubes revueltas de marta, y pide su bastón de hicors corona­
parecían en su desorden a los borrones de do de una cabeza de buitre. Este báculo le
un pintor que sobre un lienzo azulado ensa­ cortó Miscué siendo ya viejo, y dejóle en
ya su pincel sin concierto alguno. Lamían la herencia á su hijo Utalisí , del cual paso
bóveda del cielo lenguas lívidas de fuego mo­ á su hijo Chactas ; quien apoyado en este ce­
viéndose sin cesar. Estinguense de repente es­ tro hereditario daba lecciones de prudencia a
tos fuegos , oyese pasar por la oscuridad al­ los jóvenes cazadores reunidos en las encru­
guna cosa terrible y sale del fondo de los cijadas de los bosques. Viene en busca de
bosques una voz que nada tiene de hu­ Chactas un indio completamente armado y le
mana: conduce al consejo.
En aquel momento se presenta un guerre­ Hablan ya tomado asiento todos los Sa-
ro á la puerta de la cabaña y dirigiendo á chems: los guerreros estaban colocados tras
Chactas estas palabras: «El consejo de la na. de ellos, y las matronas presididas por la Ma­
«cion , dice , acaba de reunirse ; los blancos trona , madre del heredero de la corona , ocu­
«á quienes ha llegado un refuerzo de nuevos paban los asientos que les estaban reservados,
«soldados se preparan á levantar el hacha y á los pies de ellas estaban situados los Sa-
«contra nosotros. Por otra parte, la nación es- rprrl otPS.
«ta turbada; la matrona madre del joven Sol Levantase Adario , gefe de la tribu de la
«es presa de los malos Genios; y Onduré pa- Tortuga , el cual inaccesible á los temores
«rece poseído de una pasión funesta. El gran é insensible á la esperanza se distinguía por
«saeerdote habla de oráculos y de sueños, y
54 55
«su miseria, y dieron á Lassalle cuanto podían
nn ardiente amor á la patria. Implacable ene­
migo de los europeos por haber estos degolla­ «ofrecerle.
do a su padre , y aborreciéndolos aun mas «La nación ligera arriba prontamente a
pop haber sojuzgado su país , hablaba ince­ «nuestras costas por todas partes : Ibervi-
santemente de ellos en los consejos. Aunque «lle , el domador de las olas fijó sus g'>crre'
«ros’ en el centro mismo de nuestro pais. Yo
reverenciaba a Chactas y se complacía en con­
fesar la superioridad del Sachem ciego, era «me opuse á este establecimiento, pero voso-
no obstante de opinión contraria á la de su an­ «tros amarrasteis la canoa principal del es-
tiguo amigo. «trangero á los chaparros, en seguida á los
Con los brazos caidos é .inmóviles y la vis­ «árboles , después á las rocas , y «ltimamen-
ta fija en tierra pronunció Adario este dis­ «te á la gran montaña , y sentándoos soore
curso. «la cadena que ligaba á nuestros rios la ca-
«Sachems , matronas , guerreros de las cila­ «noa de los blancos , no quisisteis formar mas
ntro tribus, escuchad.” «de un pueblo con el pueblo de la aurora.’
«El aloe habia florecido ya dos veces des- «¿Sabéis ¡ ó Sachems ! cual fue la recorn-
«de que el español Fernando Soto cayó bajo la «pensa de vuestra hospitalidad ? Tomasteis as
«maza de nuestros ascendientes,- habíamos ido «armas , pero muy prontos en dejarlas , vo -
«ya á combatir á los tiranos lejos de nues­ «visteis á encender la pipa de paz. ¡ Hombres
tras orillas cuando el Meschacebé contó á «imprudentes! El humo de la servidumbre y
«nuestros ancianos que una nación estrange- «el de la independencia , podían salir ataso
«de la misma pipa ? Preciso es otra cabeza
«ra venia siguiendo el curso de sus aguas
«desde su nacimiento. No era este pueblo «mas fuerte que la del esclavo para que no
«de la raza soberbia de los guerreros de fue- «se turbe con el perfume de la libertad.
«go (i). Su alegría , su bravura , su amor «Apenas habéis enterrado el hacha (i), ape­
gas reposando sobre la fé de los collares^
«á los bosques y á nuestros usos le hacían
«ser amado. Nuestras cabañas se apiadaron de
(i) Hacer la paz.
(i) Los españoles.
(■z) Cartas , contratos , tratados , etc..
56
«empezáis á pulir la cadena de la unión, «demos y degollarnos cual si fuésemos mu­
«cuando el gefe actual de les franceses os jeres. Mi sangre se inflama en las venas, y
«quiere combatir sobre vuestras esteras, va- «mi hacha arde en mi cintura. Natchez , sed
«liéndose de la mas negra perfidia. La cier- «dignos de vuestros padres y el viejo Ada-
«va no bar mudado de adornos tantas ve­ «rio os conducirá desde hoy a las sangrien­
nces como dedos tengo en esta mano mn- tas batallas. ¡ Ojala arrastren los ríos al
«filada en defensa de mi padre , desde que los «grande lago los cadáveres de los enemigos
«últimos atentados de los blancos han mancha­ «de mi patria ! ojala puedas , ó tierra gene-
ndo nuestras praderas; ¡y aun titubeamos!” «rosisima de las carnes rojas , sofocar en tu
«¿Os proponéis, hijos del Sol, os propo- «seno el trigo emponzoñado que echó en ti
«neis tal vez mudar de desiertos y aban- «la mano de la servidumbre! Quiera el cielo
«donar á vuestros opresores la tierra de la «que esas impias mieses esparcidas en el pol-
«patria ? Pero adonde dirijis vuestros pasos? «vo de nuestros abuelos , solo lleven en su
«Al poniente , al levante , acia la estrella in.- «caña las semillas de la tumba.
«movil (i); acia aquellas regiones donde el Asi habla Adario. Los guerreros; las matro­
«Genio del dia se sienta sobre la estera de nas hasta lós ancianos movidos por su elocuencia
«fuego (a"), por todas partes están los enemi- varonil se agitan, como el trigo dentro déla
«gos de vuestra raza. Ya no son estos tiempos ruidosa tolva al precipitarse en la rapida muela«
«aquellos en que podíais disponer de todas las El gran gefe de los Natchez aunque con­
«soledades , y en que todos los ríos corrian servaba todavia una fuerza admirable tocaba
«solamente para vosotros ; vuestros tiranos han ya en los últimos límites de la vejez : su mas
«pedido nuevos satélites , y meditan una nue- proximo pariente , la violenta Akansia, era
«va invasión en los hogares nuestros. Pero madre del joven que debía heredar la dig­
«nuestra juventud es floreciente y numerosa; nidad suprema , pues asi lo habia dispuesto la
«no esperemos pues á que vengan á sorprehen- ley del estado. Alimentaba Akansia en lo in­
terior de su corazón una pasión criminal acia
(1) El Norte. Ondure uno de los principes guerreros de la
(2) El medio dia. nación ; pero este en vez de corresponder
58 59
al amor de Akansia ardía por Celuta, cuyo «tivo y le sacrifique , si conviene, á la patria.”
corazón comenzaba á inclinarse acia el estran- Como en otro tiempo una bacante que
gero huésped del venerable Chactas. sobrecogida del espíritu del dios , corria des­
Onduré devorado por la ambición y por greñada por las montañas haciéndolas resonar
el amor , inficionado con todos los vicios de con sus alaridos, asi la celosa madre del jo­
los blancos , á quienes detestaba al paso que ven Sol se siente transportada de furor al
tenia la habilidad de hacerse tener por amigo oir estas palabras de Onduré, cuya pasión
suyo , había tomado la resolución de callar mal disimulada la descubria una rival en el
en el consejo , á fin de no malquistarse , se­ corazón del guerrero.; Sus megillas se ponen
gún su costumbre , con ninguno de los dos pálidas , sus miradas lanzan relámpagos con­
partidos; mas su amor á Celuta y sus na- tra el hombre que la desprecia , y todos sus
cicntos zclos de Roñé le forzaron a hablar de miembros se agitan como en una fiebre ardien­
este modo. « ¡ O padres de la patria ! que te. Quiere hablar y le faltan las palabras para
«esperamos? Acaso no nos ha trazado el gran- espresar sus ideas: titubea si será la guerra
«de Adario la senda que debemos seguir ? Uni- ó la paz lo que deba pedir al consejo : du­
«camente veo entre nosotros el sabio Chac- da si exigirá la muerte ó el destierro del es-
«tas que pueda oponerse al levantamiento del trangero que aumenta el amor de Onduré
«hacha (i). Pero en fin, el venerable hijo de acia la hija de Tabamica , ó si al contrario
«Outalissi muestra una desmedida inclinación pedirá bien la adopción del nuevo hijo de
«acia los estrangeros. ¿Necesitábamos que intro- Chactas, á fin de contristar con la presencia
«dujese aun entre nosotros á ese huésped cuyo de René al ingrato que la desdeña , y de ha­
«arribo ha sido marcado con tan funestos se- cerle esperimentar una parte de los tormentos
«ñales ? Chactas , esta luz de los pueblos , co- que ella sufre ; mas por ultimo se escapan de
«nocerá en breve que su generosidad le lleva sus labios descoloridos y trémulos estas pa­
«mas allá de los límites de la prudencia , y labras .
«será el primero que deseche á ese hijo adop- «Ancianos insensatos ! Gomo no habéis
«pensado en el peligro de la presencia de los
(i) La guerra. «europeos entre nosotros ? ¿ Teneis secretos
6'o ar
«para volver el seno de las mugeres tan frió ros y la voz de los ancianos ; bien así como
«como el vuestro ? Cuando la virgen enga- en una fabrica donde algunos artífices- pre­
«ñada sea como el pez que el hilo ha echa- paran las lanas de Albion ó de la Iberia , otros
ido palpitante en la arida arena ; cuando varean los vellones polvorosos , aquellos las
«la esposa haya hecho traición al consorte en transformarán en maravillosos tegidos , y otros
«su tálamo ; cuando la madre olvidando al muchos las sumergen en la púrpura, de Tiio
«hijo siga desatinada por las selvas al guer- ó en el azul del Indostan , pero si alguna ma­
«rero que la arrastra, entonces reconoceréis no inexperta llega á derramar sobre la llama
«vuestra imprudencia , aunque muy tarde. el líquido de las ardientes calderas , al pun­
«Despertad del letargo de vuestros años. Si, to se levanta silvando un vapor denso por
«necesitamos sangre hoy dia ! guerra ! sangre todas las salas , y en medio de aquella no­
«necesitamos: los Manitus lo ordenan ! Por che repentina no se oyen por dó quiera sino
«todos los corazones arde un fuego devora- continuos clamores.
«dor. No consultéis las entrañas del oso sa- Todas las esperanzas se fundaban en Chac­
«grado ; los votos , las suplicas , los altares tas , y él era en verdad el único que podía
«son inútiles á nuestros males. restablecer la calma. Anuncia con un ademan
Asi dijo, y la corona de plumas y flores que desea le oigan ; la asamblea queda in­
cae de su cabeza. Semejante á la adormide­ móvil y muda , y el orador que aun no
ra que herida de los rayos del sol , se in­ ha hablado , parece que ya impone á las pa­
clina acia la tierra y esprime de su tallo las siones la cadena de su elocuencia pacifica. Al­
gotas amargas del sueño , asi la muger zelo- zase y su cabeza ornada de argentinos cabe­
sa devorada por el fuego del amor, baja la llos , balanceando ya con el peso de la ve­
frente en la cual parece que la muerte es­ jez y de mil sensibles recuerdos, semeja á
parce sus frios y helados sudores. Reina la la estrella de la tarde cuando parece que ca­
confusión en la asamblea ; una espesa hume- mina trémula á sumergirse en las ondas del
rada difundida por los espíritus del mal, lle­ Occeano. Dirigiendo Chactas su discurso a su.
na la sala de tinieblas y oyense los gritos de amigo Adario, se esplica en estos términos.
las matronas, ios movimientos de los guerre­ «Aguila hermano mió , tus palabras tienen.
63
62 «koui, ejercitemos nuestra juventud , haga-
«la abundancia de las grandes aguas , y los
«mos alianzas con vecinos poderosos; pero to-
«cipreces de la dehesa están arraigados con
«memos ante todo los senderos de la paz;
«menos fuerza que tu en las tumbas de nues­
«renovemos la cadena de alianza con Chepai;
tros padres. No ignoro las injusticias de los
«que hable con la franqueza de su corazón,
«blancos , y mi corazón se aflige al recordarlas.
«y que diga con que designio reúne sus guer-
« ¿ Pero estamos ciertos de que nada tene­
«reros. Pongamos de nuestra parte los Ma-
smos que reprendernos á nosotros mismos?
«nitus propicios , y si somos en fin forza-
«fiemos hecho por ventura cuanto hemos po-
«dos á levantar el hacha, combatiremos con
«dido para permanecer libres? Están puras
*la seguridad de la victoria o con una muer-
«las manos con que pretendemos levantar el
«te santa, que es la libertad mas bella y la
«hacha de Areskoui ? Hijos míos (porque mi
«mas segura de las libertades. He dicho.
«edad y el amor que os tengo me permite
Echa Chactas en medio de la asamblea
«daros este nombre), deploro la perdida de
su collar azul símbolo de la paz , y vuelve
«la sencillez que en otro tiempo constituía la
á sentarse. Todos los guerreros estaban con­
«belleza de nuestras cabañas. Que hubiesen
movidos. « ¡ Oh que esperiencia ! añadian los
«hecho nuestros padres si hubiesen descubier-
«unos; que dulzura y autoridad ! decían los
«to en una matrona los ademanes que aca-
«otros ; jamas se encontrará un Sachem se-
«ban de turbar al consejo ? Muger, dirige á
«mejante : posee los idiomas de todos los bos-
«otra parte el estravio de tu razón ; no ven-
«ques ; conoce todas las tumbas que sirven
«gas en medio de los Sachems á escitar que-
«de- límites á los pueblos, y todos los ríos que
«jas del marchito follage de las viejas enci-
«separan las naciones. Nuestros padres han
«nas, con el soplo de tus pasiones. Y tu,
«sido mas dichosos que nosotros ; han pasa-
«joven caudillo , tu que has osado tomar la pa-
«do su vida disfrutando de su sabiduría ; mas
«labra ante los ancianos, ¿creiste, dime, que
«nosotros no le veremos sino morir. ”
«podias engañar á Chactas ? Teme que yo Asi hablaban los guerreros. Adoptóse el
«descubra tu alma tan vacia ya como la ro-
dictamen de Chactas y fueron enviados al fuer­
«ca donde se encierra el oso del Labrador.”
te de Rosalía cuatro diputados llevando la
«Preparémonos para los juegos de Ares-
65
64 chas veces un ligero rumor crece y forma un
pipa de paz ; pero Areskui con una risa fe­ ronco murmullo al entrar por el conducto
roz y acompañado de la Traición ; el Miedo, preparado á los relámpagos del trueno , mien­
la Tuga , los Dolores, y la Muerte, iba si­ tras que el estrépito del rayo espira pasan­
guiendo á cierta distancia á los pacificos men­ do por las rutas tortuosas destinadas á los
sa geros. ruidos débiles. Allí está sentado sobre un
En tanto el príncipe de los infiernos ha- trono retumbante un Demonio que es la Tama,
bia llegado á las estremidades del mundo ba­ aplicando el oido á la abertura de aquel eco in?
jo el polo cuya circunferencia midió el intré­ menso. Este Genio hijo de Salan y del Or­
pido Cook al través de los vientos y de las gullo , nació en otro tiempo para anunciar el
tempestades. Alli, en medio de las tierras mal, puesto que antes del dia en que Lu­
australes ocultas á la curiosidad de los hom­ cifer levantó el estandarte contra el Todo-po­
bres por una barrera de hielos, se eleva una deroso, la Fama era desconocida; pero después
montaña que escede en altura á las cumbres de la rebelión de los ángeles malos, la Fa­
mas elevadas de los Andes en el Tíuevo-mun- ma usurpó el lugar de aquella visión divi­
do , ó del Thibet en la antigua Asia. na. Precipitada muy pronto á los infiernos, pu­
Sobre esta montaña se ve un palacio, obra blicó en el abismo el nacimiento de nuestro
de los Genios inmortales, el cual tiene md globo, é indujo al enemigo de Dios á que
puertas de bronce, y está construido de mo­ proyectase la caida del hombre. Vino á la
do que el menor ruido que en él se mueve, tierra con la Muerte, y desde aquel mo­
al punto sube á herir las cúpulas del edifi­ mento fijó su morada en la montaña , don­
cio cuyos umbrales jamas traspasó el Silencio. de oye y repite confusamente lo que pasa
En el centro hay una bóveda que á la en la tierra, en los infiernos y en los Cielos.
manera de la concha de un caracol va dan­ Llega Salan al palacio , y penetra hasta
do vueltas en espiral„ y en ella entran ne­ al lugar donde velaba la Fama.
cesariamente cuantos sonidos penetran en el «Hija mia, le dice , es asi como me
edificio; mas por un efecto del Genio del ar­ «sirves ? Será posible que ignores los pro-
quitecto de las mentiras , la mayor parte de «yectos que medito ? Tu eres la única que
estos sonidos se reproducen con falsedad j mu­ tomo i. 5
66 67
«no lia asistido á la asamblea de los poderes «referirlas. Sin embargo estoy dispuesta a se-
«infernales. No obstante, hija ingrata, ¿por «guirte y todo lo abandono para favorecer
«quien be trabajado yo en este momento sino «tus designios. ”
«por ti ? ¿ Cual es el ángel , á quien he anis­ Dicho esto desciende la Fama de su tro­
ado con mas terneza que á ti te amo ? Cuando no : de todas las bóvedas , de todas las cú­
«te dio á luz el Orgullo, mi primer amor, pulas , de todos los subterráneos del palacio
«te puse en mis rodillas y te prodigué las ca- trastornado se escapan sones confusos y dis­
«ricias de un padre. Apresúrate pues á dar- cordantes , semejantes á los rugidos de una
«me pruebas de que no has roto los lazos manada de leones , que con la boca infla?
«que nos unen , ven , sigíleme ; el tiempo mada y la lengua pendiente alzan la voz cuan­
«urge, es preciso que hables, preciso es que do la sequia abrasa las aridas arenas del Africa.
«repitas lo que yo te enseñare , pues tu silen- Salen Salan y la Fama del sonoro edi­
«cio puede poner en riesgo mi imperio. ” ficio y se precipitan como dos águilas al pié
El Demonio de la Fama sonriendo al prin­ de la montaña donde la Noche les lleva un
cipe de las tinieblas le responde con voz fuer­ carro t montan en él y la Fama , Demonio
te y sonora. fantástico que en las tinieblas parece un gigan­
« ¡ Oh padre mió ! no he roto los lazos te y á la luz no es mas que un pigmeo se
«que nos unen. líe oido los rumores espar- apodera de las riendas que flotaban enredadas
«cidos por ti entre los Natchez , y he visto entre las alas de los dos caballos. El Asom­
«con cnagenamiento los grandes sucesos que bro la precede , la Envidia la sigue de cer­
«preparas; pero me llegaban en este momen- ca y la Admiracioa la acompaña de lejos. Eos
«to otros rumores de la tierra; estaba ocu- dos perversos Genios atraviesan aquellos ma­
«pada en divulgar por el mundo la gloria res aun no navegados , que se estienden en­
«de un monarca de la Europa (i). Esos fran- tre la cúpula de yelo y las tierras que aun
«ceses me abruman con sus maravillas , en no liabian nombrado los Cooks y los Lapey-
«términos que necesitaría siglos para oirlas y rouses. La Fama dirigiendo sus caballos por
la cruz del Sud vuelve la espalda acia aque­
(i) Luis XIV. llas constelaciones australes que nunca vio el
68 «9
ojo humano , y después por consejo de Satan, En el mismo instante atraviesa el carro
temiendo que la descubra el ángel que guarda la linea que el sol abrasa con sus fuegos, en­
el Asia, en lugar de subir por el Occeano tra en el otro emisferio y deja á la izquier­
pacifico desciende acia el Oriente para volar da la triste Cayena que los sucesos poste­
por la húmeda llanura que separa la Africa riores han marcado con el destierro y el dolor.
del nuevo continente. Sus ojos no ven á Othaiti, Los dos Genios infernales perdiendo de vista
con sus palmeras, sus cantos, sus coros, sus aquella tierra que les hace sonreír , vuelan
danzas, y aquellos pueblos que hacían rena­ por encima de las islas de los Caraibes y se
cer de nuevo la Grecia. Mas rápido que el encuentran cruzando el Archipiélago del gol­
pensamiento , el carro dobla el cabo en que fo mejicano. La montuosa Martinica , que
un Occeano tan largo tiempo ignorado comba­ aun no estaba sometida al valor francés , y
te eternamente los mares del mundo antiguo. la Dominica conquistada por los ingleses , de­
Satan y la Fama dejan lejos en pos de si saparecen bajo las ruedas del carro. Santo
las llamas que se elevan de las tierras nía ga­ Domingo que después se embriagó de rique­
lla nicas ; fanal lúgubre que ninguna mano en­ zas , de sangre y de libertad ; Santo Domingo,
ciende y que arde por si mismo á la orilla cuyos destinos debian ser tan estraordinarios,
de un mar sin navegantes. Ellos os saluda­ se mostraba entonces salvaje en parte , tal co­
ron ruinas humehantes de Rio-Janeiro, mo­ mo la dejaron en herencia á la Francia los
numento de tu valor , ó famoso compatrio­ intrépidos filibustieres. Y tu isla de S. Sal­
ta mió ! vador , célebre por siempre entre todas las
Toca Satan con su lanza los caballos que islas ! tu fuiste descubierta por la vista de la
iban ya jadeando, y pasa inmediatamente aquel Fama , por mas que haya sucedido á tu glo­
promontorio que recibió en otro tiempo una ria una oscuridad ingrata, la fuiste quien le­
Colonia de cartagineses. Descubre el Ama­ vantando la cabeza entre tus hermanos de Ba-
zona su inmensa embocadura ; aquellas olas harna sonreistes á Colon la primera ; tu la que
que La-Condamina conducido por la celeste viste desembarcar de sus naves al inmortal
Urania visitó en su larga carrera y que de­ Cenoves como hijo primogénito del, Occeano;
bía ilustrar Humbold. sobre tus cosLas se visitaron los pueblos del
7° Sachem Ondaga, uno de los hombres mas
Occidente y de la Aurora saludándose mu­ sabios de los Natchez. Trasformado asi el De­
tuamente con el titulo de hombres! Mientras monio indiscreto, va de cabaña en cabana
Colon se postraba de rodillas y besaba esa contando la dulce inclinación de Célula á Re-
tierra que era como la otra mitad de la he­ né, y añadiendo siempre alguna circunstan­
rencia de los hijos de Adan , tus rocas re­ cia que despierte la curiosidad, el rencor, el
sonaban con el ruido de una música guerre­ amor, Ó la envidia. La celosa madre del
ra anunciando esa grande alianza. joven Sol , Akansia , lanza un grito de gozo
Apenas habia dejado la Fama á S. Sal­
á los rumores esparcidos por la Fama , por­
vador, cuando arribó al itsmo de las Flori­ que esperaba que Ondure desechado asi por
das : detiene el carro, se apea y salta con Celuta, volverla quizas á la amante que ha­
el rebelde arcángel en los arenales de donde bia desdeñado : pero el falso viejo añade in­
el mar se retira; tiende Satan por un mo­ mediatamente que Ondure ha caído en la
mento la vista por los bosques como si des­ mas violenta desesperación y que amenaza a la
cubriese ya en sus soledades pueblos destina­
vida del estrangero.
dos á mudar la faz del mundo, y la Fama Estas últimas palabras hielan el corazón
echa una nube sobre su carro: estiende sus de Akansia, y la desdichada muger esclama:
alas , da una mano á su compañero , y am­ «Sal de mi cabaña ó viejo el mas ímpruden-
bos se elevan á una altura desmedida y vuel­
«te 1 Ve á continuar en otra parte tus in­
ven á caer en la orilla del Meschacebé. Allí sensatas relaciones: ¡Ojala que hagan de ti
deja Satan su engañosa hija para volar á otros
«los Natchez un escarnio memorable , y te ar­
designios , mientras ella se apresura á ejecutar
ranquen esa lengua que destila veneno!
las órdenes de su padre. Pronunciando Akansia estas palabras , cual
Toma ella las facciones y el continente de
nueva Mcdea se siente pronta á destrozar sus
un anciano á fin de dar mas aire de verdad hijos, y clavar un puñal en el corazón de
á sus palabras: despoja la cabeza de sus ca­
bellos , encorba su cuerpo sobre un arco flo­ su rival.
Deja la Fama á la Matrona de los Sachcms
jo que tiene en la mano á modo de báculo,
y vase en busca de Ondure: le encuentra
y todo su talante semeja perfectamente al del

detrás de tina cabaña en medio de un bos-’ «cabellera. Cuando en otro tiempo Id pérfida
qué j octipado en la construcción de una ca­ «Endae, mas hermosa que la estrella inmóvil
noa de corteza de abedul , frágil barquilla «(i), desechó mis presentes por recibir lo*
destinada á flotar sobre el seno de los lagos¿ «de Mengado , mi corazón ardió en el furor
como el cisne cuya forma y blancura imi­ «que hoy devora el tuyo. Desconocí a mi mis-
taba.- «mo padre , y en el estravio de mi razón
Adelántase la Faina acia el guerrero y «levanté mi tomabawk (2) contra la que me
examina primero su obra silenciosamente. «Des- «habia llevado en su seno y me habia dado
preciador de la vejez y de las leyes, ” dice «un nombré entre los hombres ; pero Atliaen-
Ondure al falso Ondaga , mirándole con ai­ «sic (3) clavó muy pronto mi flecha en el co-
re burlesco. «Mejor seria Sachem que fueses «razon de mi rival , y Eudae fue la recom-
«á conversar con los demas hombres cuya edad «pensa de mi victoria. IVo obstante el peso
«ha debilitado la razón , y vuelto las ideas «de las nieves (4) , mi memoria ha conserva­
«semejantes á las de las matronas. Bien sabes ndo fielmente el recuerdo de esta aventura,
«que me gustan poco las canas y las largas eón- «asi como guardan los collares (5) las accio­
«versaciones. Aléjate pues , de miedo que cons- nes de los abuelos. Perdono pues la impru-
«truyéndb está canoa te haga esperiméntar la «dencia de tus palabras.”
«pesadez de mi brazo , lo cual me fuera tan Apenas habia acabado la Fama este pér-
«fácil como tender én tierra un árbol ya sin do discurso , cuando cae de la mauo de On­
«corteza y que el viento traspasa en su carrera.” dure el hierro de que estado armada. Fi-
«Hijo mió , semejante al terrible Areskui janse los ojos del salvaje , aparece y desapa­
(i) , responde el astuto viejo , no me ad¿ rece de sus labios una espuma sangrienta, pier­
«miro de las odiosas espresiones que acabas de el color y por ambos lados se agitan sus
«de dirigir á un padre de la patria. Tú co-
«razon está sin duda poseído de la colera y (1) La estrella polar.
(2) La maza.
«quizás agita la venganza los penachos de tu (3) Genio de la venganza.
(4) Los años.
(i) Genio de la guerra. (5) Tratados , contratos etc¡
75
brazos tiesos. Recobra de repente sus sentidos, «al enemigo ? ¡ Qh vil carne blanca que no
y brinca como un torrente de lo alto de «tienes padres, ni te reclama cabaña alguna!
«Cobarde guerrero á quien yo haría llevar el
tma peña y desaparece. Entonces el De­
monio de la Fama se eleva triunfante en los «jubón de corteza , de la muger vieja , y ave-
aires y llena por tres veces con su soplo una «zaria ó hilar el nervio de corzo 1
trompeta cuyos agudos ecos desgarran los Asi hablaba este caudillo rodeado de una
oidos. Al mismo tiempo Satan envía a On­ legión de Espíritus que llenaban su alma de
duré la Injuria, y la Venganza; la pri­ mil funestas ideas. Cuando el Otoño ha sa­
mera le precede esparciendo calumnias que zonado los huertos se ven hombres agrestes
como un aceite emponzoñado manchan cuan­ subidos al árbol querido de la Neustria , aba­
to tocan , y la segunda le sigue embozada tir con largas varas la vermeja manzana , en
con un manto de sangre. Quiere el príncipe tanto que las doncellas y los jóvenes labrado­
de las tinieblas que separe para siempre a res amontonan en uu canasto los frutos cu­
Onduré y Rene una disensión ruidosa , y que yo jugo debe turbar la razón t asi ios án­
esto sea como el primer eslabón de una lar­ geles del mal echan revueltos en el seno de
ga cadena de desgracias. Ondure aun no sien­ Ondure sus dones embriagadores. ¡ Insensa­
te por Celuta todo aquel fuego de amor que tos celos! El amor no podía entrar en el cora­
en breve le ha de abrasar , escítandole á to­ zón del hermano de Amelia ; solamente amaba
dos los crimenes , pero su orgullo y su ambi­ Celuta , y estas pasiones , que no en todos
ción se ofenden á un mismo tiempo ; solo eran las mismas, solo prometían desdichas sin
respira venganza , y con palabras insultantes remedio y sin término.
va exalando asi su despecho.
«Quien es por ventura , decia , ese hijo
«de estrangero que pretende arrebatarme la LIBRO TERCERO.
«muger que yo he elegido 1 Le dan como á
«mi el primer lugar en los festines, y la por- T ¡\ marcha de Chactas al consejo habia de­
«cion mas honrosa de las víctimas , ¿mas don-
«de están las cabelleras que él ha arrebatado jado á Rcné en la soledad. Saña y entraba
dos de su seno como un velo. Las Gracias
ib la cabana , seguía un sendero en el desier­ eran menos hechiceras cuando ella sacaba por
to ó miraba recreándose la corriente del rio- debajo el largo hilo desplegando lentamente
Babia llamado su atención un bosque de ci* su desnudo brazo.
preses, y perdido por algún espacio en la No lejos de Celuta estaba Utugamiz sen­
espesura de las sombras, se encontró de re­ tado sobre olorosas yerbas , esculpiendo en
pente cerca de la cabaña de Celuta. Se eleva­ un grande remo. Se encontraba el hermano
ban delante de la choza algunos gordonias que en la hermana, con sola la diferencia de que
mostraban en sus hojas el oro y azul, el ver­ en los rasgos del primero había mas natura­
dor en sus tiernas ramas, y la blancura en lidad , y en las facciones de la segunda mas
sus flores de nieve. Mezclábanse á estos ar­ inocencia: igual candor, igual sencillez saña
bustos unas copalmas, y unos brezos formaban de sus corazones y sus labios , asi como en
un chaparro de coral en sus raíces. un mismo tronco se cruzan en un valle del
El hermano de Amelia guiado por el ca­ Nuevo-Mundo dos arces de diverso sexo, y
mino detrás de la floresta, fijó la vista en que no obstante el cazador que los vé des­
la cabaña donde descubrió á Celuta , asi co­ de lo alto de la colina los reconoce por her­
mo el hijo de Laerte después de su naufra­ mano y hermana en el aire de familia, y en
gio miraba al través del ramaje de la sel­ el lenguage que les hace hablar la brisa del
va á Nausica, semejante al tronco de la pal­ desierto.
mera de Délos. El hermano de Amelia era el cazador que
Estaba sentada en una estera la hija de contemplaba aquella solitaria pareja , y aun­
los Natchez trazando con hilo de púrpura en que no comprendía sus palabras los escucha­
una piel de danta la guerra de los Nat­ ba sin embargo, porque los dos huérfanos
chez contra los Siminoles, y veiase á Chactas se comunicaban reciprocamente sus deliciosos
libertado por Atala en el acto de ser que­ propósitos.
mado en el catre de fuego. Celuta profun­ ¡ Oh Genio de los bosques de la voz in­
damente ocupada solo atendia á su obra : sus genua ! Genio acostumbrado á aquellas con-
eabcllos semejantes á la flor del jacinto se versftctones ignoradas de la Europa, que híi-
dividian en su cuello y caían por ambos la­
se colorearon , asi como una azucena cuyo pie
cén llorar y sonreír á un mismo tiempo , ¿ te habiéndose bañado en la savia purpurina de
negaras á comunicar á mi oido con tu mur­ una planta americana, adquiere en una sola
mullo aquellas dulces conversaciones ? noche su color brillante , y admira por la
«No quiero ver dormir los jóvenes decía
maña al imperio de Flora con su belleza pro­
«la hija de los Natchez. Hermano mió cuan-
digiosa.
«do tu duermes en la estera , tu sueño es Rene medio oculto con el follage de la es­
«para mi un bálsamo refrigerante: ¿será po- pesura , contemplaba á Celuta que le sonreía
«sible que no tengan el mismo sueño los con el mismo aire que la divina lo al Sobera­
«blancos ? ” no de los Dioses cuando solo se veia en la
«Hermana mia , respondió TJtugamiz, pre- nube la cabeza del Inmortal. En fin , la hi­
«guntaselo á los ancianos. ” ja de Tabamica abre sus labios como los de
«Me lia parecido ver , replicó Celuta , el
la persuasión , y con una voz cuyas inflexio­
«Manitu de la belleza que abría y cerraba nes parecían á los acentos del colorin pinta­
«sucesivamente los labios del guerrero blan- do: «hermano mió, le dice, he aqui el hijo
«co, durante su sueño en casa de Chactas. ”
de Chactas. ”
«En mis sueños dijo TJtugamiz , se me
TJtugamiz , cazador el mas ligero , se
«ha aparecido también un espíritu cuyo ros-
levanta al punto, corre ai estrangero , le to­
«tro no he podido ver , porque estaba cu-
ma de la mano y le conduce á su choza de
abierto con un velo. Este espiritu me ha di-
madera de haya, cuyos muebles exalaban las
«cho : El hombre blanco lleva la mitad de
esencias con que estaban embalsamados. Le
«tu corazón. ” hace sentar sobre la piel de un oso que per
Asi hablaban las dos inocentes criaturas,
mucho tiempo habla sido el terror del pais
cuya terneza fraternal encantaba y entristecía
de los Esquimales , y sentándose él también
á un mismo tiempo al hermano de Amelia.
á su lado le dice: «hijo de la Aurora , los
Hizo este un movimiento , y Celuta levantan­
«estrangeros y los pobres descienden del Gian-
do la cabeza descubrió al estrangero al tra­
«de Espíritu. ”
vés de la enramada : el pudor subió a la fren­
Celuta en el lecho donde ningún guerre­
te de la hija de los Natchez, y sus mejillas
8o
ro habla dormido , procuró continuar su obra, 81
y un. collar de porcelana (1), y hace seña
pero sus ojos no velan ya mas que yerros á Celuta y á Rene para que le sigan.
sin enmienda en el laberinto de sus bordados. No lejos de la cabaña habitada se veia
Hay entre aquellos pueblos de la naturale­ otra desierta, en la que había nacido Utu-
za una costumbre que se encontraba también gainiz, y un arroyo bañaba el undido techo
en otro tiempo entre los helenos : todo guei- y los restos esparcidos. Entra en ella el jóven
rero se escoge un amigo, y formado una vez indio con su huésped, y Celuta cual si fuese
el lazo , es tan insoluble que resiste á la pros­ una muger llamada por testigo ante un juez,
peridad y á la desgracia. Cada hombre se permanece en pie á cierta distaneia del lugar
duplica , digámoslo asi , y vive como con dos señalado por su hermano Utugamiz, Habien­
almas , tanto que si uno de los amigos es­ do este llegado al medio de, las ruinas, toma
pira no tarda el otro en desaparecer. Asi aque­ un continente grave , alarga á Rene una flecha
llos bosques americanos crian serpientes con para que la tome por una punta, y tenien­
dos cabezas, cuya unión se hace por el medio, do la otra con su mano , levanta la voz y
es decir, por el corazón.- si algún viagero poniendo por testigos al cielo y la tiera dice:
aplasta uno de los dos principios que vivifi­ «Hijo dei estrangero; me entrego á ti en
can la misteriosa criatura, la parte mueita «mi cuna y moriré sobre el sepulcro tuyo. No
queda sujeta á la parte que sobrevive , pero «tendremos ya mas que una estera de día y
este , símbolo de la amistad perece en breve. «una piel de oso por la noche. En las bala-
El hermano de Celuta , muy joven toda­ alias estaré á tu lado; si te sobrevivo daré
vía cuando perdió su padre, no había aun «de comer á tu Espíritu, y después de algu-
hecho la elección de un amigo. Resolvió unir «nos soles pasados en festines ó en comba-
pues su destino al del hijo adoptivo de Chac­ ates , me prepararás á su tiempo una fiesta en
tas , y cogiendo la mano del estrangeio le «el pais de las almas. Los amigos de mi pais
dijo : «Quiero ser tu amigo. ” Rene no com­ «son castores que edifican de mancomún : inu-
prendió esta palabra , pero en el idioma de «clias veces descargan juntos sus tomahawhs
su huésped repitió la voz amigo. Levantase
Utugamiz lleno de gozo, toma una flecha (1) Especie de marisco.
tomo 1. 6
83
82 t r
,{lv y cuando la vida les causa tedio se ali­ hermano de Amelia estrecha entonces contra
vian con el puñal. Recibe este collar ; vein­ su corazón el de Celuta. Nunca corazón mas
te granos rojos señalan el número de mis tranquilo, nunca corazón mas turbado se acercó
«nieves (*) ; los diez y siete siguientes wdi- el uno al otro.
«can las nieves de Célula , testigo de nuestro Después de este pacto cambiaron ambos
«empeño; nueve granos violados demuestran amigos los Manitus de la amistad y Utugamiz
«que nos hemos jurado amistad en la nove dió á Rene madera de un alce que cayendo
«na luna , ó sea la luna de los cazadores , y todos los años cada año se levanta con una
«los tres granos negros que siguen á los vio- rama mas, cual la amistad que debe aumentarse
«lados designan el número de noches que ha evejeciendo. René regaló á Utugamiz una ca­
dena de oro ; el salvaje la tomó con mano
«brillado esta luna.
Cesó de hablar Utugamiz y cayeron la­ afanosa , habló en voz baja á la cadena , como
crimas de sus párpados. Asi como descienden si tratase de cumnnicarla sus sentimientos , y
los primeros rayos del sol sobre una tierra se la puso al cuello jurando que no la dejaría
recientemente labrada y humedecida con el hasta perder la vida ; juramento guardado fide-
rocio de la mañana , asi penetró la amistad del lisiinamente ! Semejante á un árbol consagrado
joven Natchez en el alma enternecida de Re­ en un bosque á alguna divinidad, cuyos ra­
ne. A la viveza del hermano de Célula , a mos están cargados de santas reliquias, pero
la palabra de amigo repetida muchas veces, que muy pronto va á caer al golpe del ha­
y en la elección estraordinaria del lugar com­ cha del leñador , asi pareció Utugamiz ponién­
prendió en íin Rene que se trataba de algu­ dose la ofrenda de la amistad al cuello. Ba­
na cosa grande y augusta y esclamò opor­ ñaron ambos amigos sus pies descalzos en el
tunamente. «Sea lo que quiera lo que me pro- arroyo de la cabaña , para manifestar que en
«pones, hombre salvaje, te juro cumplirlo y adelante eran dos peregrinos que debían con­
cluir el viage sin separarse uno de otro, y to­
«acepto los presentes que me haces; y e
mando Utugamiz agua pura en la fuente ma­
nantial del arroyo , Celuta mojó con ella sus
Mazas. labios , como dándose por pagada de haber
(a) Años.
85 . , , 1
tocar con sus rayos últimos en los cespedes de
sido testigo? de la amistad naciente en el al­ bosque; las cañas , los matorrales , y las en­
ma de los nuevos hermanos y de ser partí­ cinas se animaron ; cada fuente suspiraba lo
cipe de ella. que la amistad tiene de mas amable , cada
Anduvieron en seguida los tres por el bos­ árbol hablaba el lenguage de ella , y cada ave­
que asiéndose Utugamiz del brazo de René y cilla cantaba sus delicias,- pero René era el
siguiendo á entrambos Célula. Su hermano vol­ Genio de la desgracia estraviada en aquellos
vía frecuentemente la cabeza para mirarla y retiros encantados.
siempre encontraba con los ojos de la india­ Habiendo vuelto a la cabaña , sirvieron
na, á los cuales se veian asomar lágrimas ino­ el 'feslin de la amistad, con frutos rodeados
centes. Semejante á tres virtudes que poseen deolorosas flores. Aprendían ambos amigos á
una misma alma , asi pasaban los dias en aquel pronunciar en su lengua los nombres de pa­
lugar estos tres modelos de la amistad , del dre , madre , hermano y esposa : Utugamiz
amor y de la nobleza. Cantaron en breve quiere que Célula haga un vestido indiano para
los dos hermanos la canción de la amistad di­ el hombre blanco , y ella desarrolla al punto
ciendo : «Atacaremos con un mismo hierro al una cinta de lino ; pide á René que se levante,
«oso sobre el tronco de los pinos, apartaré- y apoyando su trémula mano en el hombro del
«mos con un mismo ramo el insecto de los hijo de Chactas, deja caer la cinta hasta el sue­
«prados , y nuestras secretas palabras se oirán lo ; mas cuando al pasarla por debajo del
en las copas de los arboles. brazo de René acercó su seno tanto al del
«Si estamos en un desierto, mi amigo es joven que al momento esperimentó el calor
«quien le hace amable ; si danzamos en las de su pecho; cuando alzando sobre el her­
reuniones , también mi amigo es el que alli mano de Amelia unos ojos que brillaban tí­
«derrama el placer. midamente entre sus larcas pestañas, y esfor­
«Mi amigo y yo hemos enlazado nuestros zándose en pronunciar algunas palabras vio
«corazones cual si fuesen unos bejucos, los que las palabras mismas venian á espirar en
«cuales florecerán y se secarán juntos. sus labios , entonces eneontró ella la prueba
Tales eran los cantos del hermano y la mas fuerte de su nuevo amor y, no acabó la
hermana. En aquel momento vino el sol á
86 antigua residencia, pues debía alcanzar en la
obra de la amistad que había empezado.
misión á los Tazones la palma de los confe­
¡ Dia dulce ! tu no te borraste de la me­
sores la cual pedia al Rey de la Gloria , y asi
moria de los Natchez hasta que cesaron de
es que esta era la última vez que defendía
palpitar los corazones que habías enternecido!
la causa de sus neófitos Natchez.
Para apreciar tus delicias es preciso haber ele­
El padre Suel , en traje siempre de ca­
vado como yo su pensamiento acia el cielo
mino , parecía un peregrinante que solo hace
desde lo interior de las soledades del Nuevo-
un descanso pasagero en la tierra y que en
Mundo!
breve va á regresar á su patria celeste
En tanto llegaron al fuerte de Rosaba los Cuando abrió la boca reinó un profundo
cuatro guerreros que llevaban la pipa de paz.
silencio en el consejo, y el santo orador su­
Reúne Ghepar el consejo y asisten á él con
biendo en su discurso hasta el descubrimien­
los principales habitantes de la Colonia los ca­
to de la América , trazó el cuadro de los
pitanes del ejército. Levántase un rico trafican­
crímenes cometidos por los europeos en el
te , toma la palabra, y después de haber tra­
Nllevo-Mundo. Pasando de alli á la historia
tado á los Indios de súbditos rebeldes , quiere de la Luisiana , hizo un magnifico elogio de
que se desechen las proposiciones de los Nat- Chactas, á quien pintó como un hombre de
cliez y se les despoje de las tierras mas fér­ una virtud digna de los antiguos sabios del
tiles. Levántase á su vez el padre Suel que
paganismo. Nombró con aprecio á Adario, in­
se hallaba presente. Distinguíase este minis­
vitó el consejo á que desconfiase de Ondu-
tro por su gran doctrina , una erudición vas­
ré, y esortando á los franceses á la modera­
ta y un entendimiento capaz de las mas al­
ción y á la justicia concluyó de este modo.
tas ciencias; caritativo á ejemplo de Jesu-cristo,
«Espero que nuestro comandante y esta
humilde como este divino Maestro , solo tra­
«asamblea tendrán á bien perdonar a un te
taba de convertir las almas al Señor cón ac­
«ligioso por haberse atrevido á manifestar su
tos de beneficencia y con el ejemplo de una
«opinión. No permita Dios que haya hab a-
buena vida : pacífico para con todos aspiraba
«do con espíritu de orgullo. Por amor a Jesu-
ardientamente al martirio, por lo cual ya no
«cristo, nuestro amado Maestro , tengamos al-
debía permanecer en el fuerte de Rosalía su
88 89 ....
gtina piedad de los pobres idólatras , y mos: fano , el corazón impío , la imaginación siem­
«trándonos verdaderos cristianos tratemos de pre llena de números , el mirar ansioso é in­
«llamarlos á la luz del Evangelio» Cuanto mas quieto , y con el aire solapado de la descon­
«miserables y desprovistos estén de los bienes fianza ; este espíritu sopla sus desordenadas
«terrenos , tanto mas debemos compadecer pasiones en el consejo, y estínguense inmedia­
«sus flaquezas. Misionero del Dios de paz en tamente todos los sentimientos generosos. Ro­
«estos desiertos , baga su divina Providencia ben , Salenas, Artagnan, estos guerreros re­
«que yo viva y muera sembrando la palabra plican al religioso , y Febriano obtiene la pa­
«del cordero. ¡ Ojalá que sirva mi sangre pa- labra.
«ra mantener la paz 1 Pero no á todos está Este aventurero que nació entre los fran-
«reservado una gracia tan singular ; no me aos en las costas de Berberia , cristiano en
«pertenece á mi el aspirar á la gloria de los su infancia , y en seguida perjuro al Evan­
«Breboeufs y de los Jogues , muertos por la gelio , fué en la orden de los Seyahs discí­
«fé en la América. ” pulo celoso del impío mahometismo. Arro­
Inclinóse el padre Suel ante el coman­ jado á Europa por un reves de la íortuna y
dante y volvió á sentarse. ¡ O verdadera re­ entrando en la carrera de las armas, dema­
ligión ! cuan puras son tus delicias entre los siado noble para él , se hab.a vuelto en lo
corazones ! cuan alta y profunda tu filosofía! esterior cristiano , pero detestando en su in­
En la de los hombres falta siempre alguna terior á los servidores del verdadero Dios , y
cosa, y en la tuya todo es superabundante. observando secretamente las leyes abominables
El consejo movido por las palabras del del falso profeta. Encuéntrale Chepar en los
misionero creia sentir las inspiraciones de la campos, y el traidor medio monje y medio
misericordia de Dios. soldado toma sobre el leal militar el ascendien­
El Demonio del oro, enviado por Satan, te­ te que ejerce la bajeza sobre los ca rácteres
mió el efecto del discurso del padre Suel, imperiosos, y el delicado disimulo sobre talen­
viendo enternecerse las almas á la voz del tos limitados. Febriano dispone casi siempre
justo. Este espíritu infernal con la cabeza cal­ de la voluntad de Chepar , y este cryeendo
va., los sutiles labios cerrados , el cuerpo dia­ seguir sus propias resoluciones no hace mas
9o 91
que ebédeeer' á las inspiraciones de Febriano. Los habitantes de la Colonia celebraron
Este vagamundo era por lo demas uno de este discurso con ruidosas carcajadas y largos
aquellos perversos que se ven comunmente, aplausos , ensalzando hasta las nubes la elo­
los cuales no pueden sobresalir en la clase de cuencia de Febriano. El padre Suel sin al­
los grandes malhechores, y mueren olvidados terarse sufrió el desprecio de los hombres , dd
entre los mas oscuros criminales. Juguete de mismo modo que hubiese recibido sus cari­
Onduré , cuyos presentes recibía , tenia los cias ; pero Argaute indignado del ultraje he­
vicios de este sin tener su genio. Encontrado cho al misionero , rompió el silencio que ha­
por el hermano de Amelia en la Nueva Oi- bía guardado hasta entonces por un efecto de
leans , y tratado por él con altanería en una su cordura. Siempre amado de la Francia,
disputa pasajera , abrigaba desde entonces con­ siempre amado de la América que le vió
tra Rene un sentimiento de encono y de ce­ caer con tanta gloria , este joven capitán
los. El renegado alza la voz contra el pastor ofrecía en si la lealtad de sus antiguos dias
del Evangelio y sé esplica en estos términos. y la amenidad de costumbres de ¡a edad
«Los frailes deben estarse en su conven- moderna. Luchando entre su inclinación y el
«to ó hablar cuando las mujeres, y dejar cumplimiento de su deber era infeliz con los
«á la espada el cargo de la espada. El bra- Natchez, porque dotado de bella índole , ca­
«vo comandante sabrá bien lo que debe ha- recía sin embargo de aquel carácter que pren­
«cer , y su sabiduría no necesita consejos. Los dado rigurosamente da lo bueno nos precipi­
«Natchez son unos rebeldes que reusan ceder ta en el partido en que creemos descubrirlo.
«sus tierras á los súbditos del rey. Que me D’ Artaguette hubiera sido enemigo de los
«encarguen de la espedicion y yo prometo estremos si hubiese podido serlo de alguna
«traer aqui encadenados á este insolente Ada- cosa; no vituperaba ni alababa cosa alguna
«rio , y a ese viejo Chactas que admite en absolutamente; trataba de conducir á todos los
«este momento un hombre de quien se ig- hombres á una tolerancia mutua de sus de­
«noran la familia y los designios; un hoin- bilidades, creyendo en fin que los sentimien­
«bre que pudiera ser quizás el enviado de al­ tos de nuestros corazones y las conveniencias
aguna potencia enemiga.” de nuestra edad debían ceder entre sí alter-
95 93 . , ,
ilativamente. Asi es que amando á los salva­ nuncio este corto discurso , admiro al conse­
jes , se encontró toda su vida comprometido jo sin conocerle , y asi es que esperaban con
contra ellos , semejante á un rio caudaloso y impaciencia la decisión del comandante. Inca­
cristalino que no teniendo bastante rapidez en paz de la menor bajeza, lleno de providad
su curso, da vueltas á cada paso por el llano, y de honor , cometía no obstante Chepar mu­
y rechazado por los menores obstáculos conti­ chas 'injusticias que no eran efecto de la rec­
nuamente se ve forzado á retroceder contra titud de su corazón, y si de la debilidad de
la inclinación de sus aguas. su cabeza. Reprehendió á Febriano por haber
«Adorno de nuestra antigua patria en es- faltado al Orden y á la disciplina hablando
«ta nueva Francia, dijo Artaguette dirigién- antes que su superior el capitán Artaguette,
«dose al padre Suel; no teneis necesidad de pero al mismo tiempo reprobó en este su mo-
«un defensor como yo en estas circunstan- dcracion y su tibieza.
«cias. Suplico al comandante que se tome el «No es asi, esclamó, como se servia en
«tiempo necesario para meditar las órdenes Maplaquet y en Denain , cuando arrebaté uua
«que ha recibido el gobernador general, y rue- bandera al enemigo y recibí un tiro en el
«gole también que acepte la pipa de paz de pecho. ¡ Oh cuanta sorpresa y admiración hu­
«los salvajes. El venerable misionero lleno de bieran causado á los Vilars estos bellas dis­
«de sabiduría y de esperiencia no puede ha- cursos de la juventud actual ! ; Buena cuen­
«ber hecho objeciones que sean enteramenta ta hubieran dado de un ejército de oradores,
«indignas de examen. No me pertenece el juz- los Malboroughs que educaron á los Turenas,
«gar á los dos primeros Sachems de los Nat- y no hubieran ciertamente comprado tan ca­
«chez,yaun menos á ese joven viagero que ras sus victorias !
«estará muy ageno de hallar su nombre mez- Encolerizóse Chepar contra los gefes de
«clado entre nuestras discusiones : temerario los Sachems , y sostuvo que Onduré eia el
«me parece el aventurar con ligereza una opi- Tínico indio adicto á los franceses, cualquie­
«nion sobre el honor de un hombre, parti- ra que fuese por otra parte el discurso pro­
«cularmente siendo francés.” nunciado por aquel Sachern ; discurso que Che-
La noble sencillez con que Artaguette pro­ par miraba como una astucia de Onduré.
94 95 . , . •
para arrojarse sobre el rival que acecha, asi
Amenazó el comandante con sn vigilancia y
Onduré arrebatado de celos por la relación
su cólera á aquellos europeos vagamundos que,
de la Fama , busca y encuentra el lugar so-
como él decía, venían á establecerse en el Nue-
vo-Mundo ; pero las órdenes del gobernador litario que debe poner en sus manos al eu­
de la Luisiana no eran bastante terminantes ropeo , cuyos encantos han turbado ya el co-
para establecer inmediatamente la Colonia en razón de Celuta.
las tierras de los Natchez, por lo cual con­ Entre la cabaña de Chactas y la de Uln-
sintió Chepar en recibir la pipa de paz y pro­ gamiz, se levan taba una enramada de zarza­
parrilla , que tendía por la tierra sn negra
longar las treguas.
sombra , aumentando la obscuridad las pom­
De esto modo la fatalidad que seguia los
posas y verdes encinas que la rodeaban. El
pasos de Rene , no dejó de perseguirle basta
hermano de Amelia habiendo vuelto de pres­
mas allá de los mares : apenas ha dormido
dos veces bajo el techo de un salvaje , cuan­ tar el juramen to de amistad , se sentó cerca
do ya la pasión y las preocupaciones empie­ de un manantial que corria entre aquel bos­
zan á sublevarse contra él , entre los france­ que, y semejante al atabe que fatigado por
ses y los indios. Los Espíritus de las tinie­ el calor del dia se detiene en el pozo don­
de abreva el camello, asi Rene descansó en
blas se aprovechan de la desgracia del her­
mano de Amelia para hacer estensiva esta mis­ el musgo que guarnecía la fuente. De repen­
ma desgracia á cuanto rodeaba la victima é te hace estremecer los aires un grito que era
impeliendo á Onduré á la tentativa de un pri­ el grito de guerra de los salvajes y de cuyo
horror es imposible hacer una pintura ,* grito
mer crimen , aumentaron de este modo el ger­
que la victima no oye casi nunca , porque al
men de las divisiones.
mismo tiempo cae sobre su cabeza el golpe de
Asi como un javali , terror de los bos­
ques , cuando descubre una hembra con su la hacha , con tanta veiocid ad como sigue á
la luz la bala. No de otro modo el grito del
amante salvaje, escitado por el amor lienza
el monstruo sus cerdas , escarba la tierra con hijo de Peleo resonó en las riberas del Sir
moís, cuando el héroe con la cabeza domi­
el doble cuerno de su pie, é hiriendo con
nada de llamas se avanzo para salvar el cuer-
el colmillo el tronco de las ayas se oculta
»7 . ,
q6 ven á travarse; hacen mil esfuerzos , el uno
po de Patroclo; los batallones se desordena­ para dominar á su adversario y el otro pa­
ron , los caballos emprendieron la fuga, y do­ ra conservar su ventaja. Sus manos se entre­
ce de los Troyanos cayeron en la noche eterna. lazan sobre el puñal que este quiere guardar,
Terminado hubieran entonces los dias del como aquel volver á asir. Ya se echan acia
hermano de Amelia , si los Espíritus inse­ afras y tratan luego de arrancarse el arma fatal
parables de sus pasos no le hubiesen salvado valiéndose de mutuas sacudidas , ya intentan
del fatal golpe, á fin de que prolongando su apoderarse de ella haciéndola dar vueltas co­
vida llegase á ser aun mas desgraciado y mas mo el rayo de la rueda de un carro, á fin
á propósito para servir á los designios del de que el dolor fuese á soltarla. Sus ma­
infierno. La noche dócil á las órdenes de Sa­ nos torcidas se abren y cambian diestramen­
tán siempre oculto en aquellos lugares , apar­ te de lugar sobre la longitud del puñal ho­
tó el hacha que silvando al oido de Rene micida. Su rodilla derecha se dobla ; la pier­
fué á internarse en el tronco de un árbol. na izquierda se hace atras , el cuerpo se in­
Levántase Rene á este ataque imprevisto, clina á un lado, y sus cabezas se juntan mez­
y Onduré furioso por haber errado el golpe, clándose en desorden sus cabelleras.
se arroja con puñal en mano sobre el herma­ Enderezándose de repente los dos adver­
no de Amelia, y le hiere por debajo del seno. sarios ponen pecho con pecho, pierna con
La sangre se agolpa cual si fuese un caño de pierna, y frente con frente ; sus brazos ten­
púrpura, asi como brota el licor de Baco al didos se levantan sobre las cabezas y sus mós-
golpe del hierro con que ha penetrado el culos sobresalen como los de Hércules y de
anchuroso tonel una cuadrilla de alegres vi­ Anteo. La lucha hace su anhélito ruidoso,
ñadores. cubrense ambos de polvo, de sudor y de san­
Ase Rene la mano del matador y quiere gre , y de sus cuerpos magullados se levan­
arrancar de ella el puñal: Onduré resiste y ta un humo como el vapor que la noche ha­
echa su brazo izquierdo en torno del herma­ ce salir de un campo abrasado por el sol en
no de Amelia procurando bambolearle, y medio del verano.
tenderle en tierra. Ambos enemigos se embis­ Suelen en las orillas del Nllo , ó en los
ten y se rechazan, se desembarazan y vuel­ tomo i. 7
98 , • 99
ríos de las Floridas , disputarse dos cocodri­ reros llega á su colmo. El hermano de Ame-
los en la primavera una hermosa hembra. lia combate en silencio con su rival que le re­
Émbistense los rivales desde las orillas opues­ siste lanzando gritos: Rene mas agil tiene
tas del rio , y se juntan en el medio. Asen­ la bravura del francés , y Onduré mas ro­
se de los brazos , abren sus espantosas bocas, busto la ferocidad del salvaje.
sus dientes se encuentran y resuenan horri­ Aun no había pesado el Eterno con su
blemente ; chócanse sus escamas como las ar­ balanza el destino de aquellos guerreros , y
maduras de dos guerreros, corre la sangre la victoria esta ba incierta. Pero en fin, el
de sus quijadas espumosas brotando á chor­ hermano de Amelia reuniendo todas sus fuer­
ros de sus ardientes narigales , y lanzan sor­ zas echa una mano á la garganta del Nat-
dos mujidos semejantes al rumor lejano del cliez , le levanta sus pies con los suyos , le
trueno. El rio que azotan con sus colas bra­ hace perder tierra y aire ala vez, le empu­
ma en torno de ellos, asi como la mar resue­ ja con pecho vigorosos, le abate como un pi­
na en torno de un navio combatido por las no y cae con él. En vano Onduré forceja;
tempestades: ya se abisman en simas inson­ Rene le tiene bajo sus rodillas y le amenaza
dables y continúan su lucha haciendo su­ de muerte con el puñal que arranco a la
bir sobre ¡as aguas un cieno impuro : ya se infiel mano. Generoso en medio de ía victo­
remontan á la superficie de las oías; y car­ ria el hermano de Amelia, siente ya espirar
gándose con furia redoblada se sumergen de su cólera. El alberchigo cubierto de flores en
nuevo en las ondas, aparecen otra vez , vuelven medio de los llanos de Armenia , oculta por
á sumergirse, y parece que quieren eternizar su un momento su hermosura á impulsos de un
espantoso combate; asi se ahogan ambos guerre­ torbellino de viento,- mas cuando este ba pa­
ros, y se estrechan en sus brazos cerrados por sado , vuelve á aparecer con todas sus gra­
los nudos de la cólera. No se une tan estrecha­ cias , y la frente del árbol embelesador son­
mente la yedra al olmo , ni la serpiente á la ríe inmóvil con la serenidad de los aires : del
serpiente, ni la joven hermana al cuello de tina mismo modo Rene recobra su amabilidad y
hermana querida , ni el niño agitado á la te­ su calina. Vuelve á levantarse y alargando al
ta de su madre. La rabia de los dos guer­ salvaje la mana ; «miserable, le dice, que es
loo IO!
lo que té he hecho yo. ” Alejase Rene y de­ «colocado por guarda de una de las mas her-
ja á Ondúré entregado á sus remordimien­ «mosas partes de la tierra , conozco el obge-
tos , pero lleno de desesperación por verse to que te guia : mientras remontabais hasta
vencido y desarmado. «mi , el ángel de la cruz del Sud descendia
sobre este sol para decirme que había visto
«como Satan y su compañera se arrojaban
«del polo del medio dia. Yo hubiera eomu-
LIBRO CUARTO.
«nicado esta noticia á los arcángeles de los so­
ales mas remotos si hubiese descubierto dos
ángel protector de la América que su­ «ilustres viageras que vienen cual vosotros
bía acia el Sol, había descubierto el viage de «de la tierra , las cuales en breve llegarán á
Satan y del Demonio de la Fama, y dando «nosotros , y sin detenerse continuarán su
iíb suspiro al verlos se precipita agitando sus «viage áeia los tabernáculos eternos. Descan-
alas. Ya deja en pos de si los planetas mas «sad pues , esperándolas aquí: no hay án-
lejanos de la vista del mundo, ya atraviesa «gel que no se espante al haber de atra-
aquellos dos globos que los hombres sumer­ « yesar lo infinito: las dos santas podrán en-
gidos en las tinieblas de la idolatría profana­ «cargarse de vuestro mensage , atestiguarán
ron con los nombres de Mercurio y Venus. «vuestra vigilancia, y descenderéis al puesto
Entra luego en aquellas regiones donde se «donde la audacia del príncipe de las tinie-
forman los colores de la Aurora y del Sol «blas os está llamando.
cuando camina al Ocaso; nada en mares de El ángel de la América responde: «Uriel,
oro y púrpura, y sin deslumbrarse , con la «con justo motivo te alaban en los atrios ce-
vista fija en el astro del dia, se eleva has­ «lestes: tus palabras están verdaderamente lie-
ta su órbita inmensa. anas de sabiduría y los ojos de que estás de­
Uríel le percibe y después de haberle sa­ ntado no permiten que ignores cosa alguna.
ludado con la salutación magesluosa de los «¿Te dignarás, pues, dar cuenta de mi ce-
angeles , le dice : «lo ? Mira que las flechas del Altísimo son
«Espíritu diligente á quien el Criador ha «terribles y devoran á los culpables. Ya que
í°3
102 tro báculo de baya sobre mi patria, conser­
olas dos patronas de los franceses se elevan vadla aquella sencillez y aquellas gracias na­
«á los sublimes santuarios con el mismo de-
turales que adquirió sin duda de sus pateo-
«signio que á mi me conduce al astro , cu-
oyo curso diriges , voy á volver a la tierra. ñas. . .
Nacida Catarina de una madre cristiana
oQuizas tendré que co mb afir porque Safan pa- y de un padre idólatra , bajo el techo rústi­
orece haber adquirido nuevas fuerzas. ” Y co de una familia indiana , educada en la
Uriel le responde. religión de su madre anunció desde sus pri­
«No temas á ese arcángel. El crimen siem- meros años que el esposo celestial la había
«pre es débil, y Dios te enviará su victo-
reservado para sus castos abrazos. Apenas
oria. Tu presteza es laudable , pero puedes había cumplido cuatro lustros cuando fue lla­
«detenerte un momento para que reposen tus mada á aquellos lugares incorruptibles, don­
«alas. '* de los ángeles celebran incesantemente las
Hablando asi el ángel del sol presentó al bodas de aquellas vírgenes que se han di­
de la América una copa de diamante llena
vorciado de la tierra por unirse al cielo. Des­
de un licor desconocido : mojaron con él sus pués de su muerte fue cuando resplandecie­
labios , y las últimas gotas del néctar cayen­
ron las virtudes de Catarina. Solo Dios
do al suelo convertidas en rocío, hicieron na­
es el que entonces cubrió su tumba de mi­
cer en la tierra multitud de flores. lagros tan ricos como estrenada babia sido
En tanto Catalina de los bosques , y Ge­ en la tierra la pobreza y obscuridad de la
noveva, tocaban en el disco del sol.
santa. Fué honrada publicamente como patro-
¡Pueblo guerrero y lleno de genio ! ó fran­
na del Canadá , y la rindieron culto al mar­
ceses ! sin duda un espíritu poderoso, un con­
gen de la fuente bajo el nombre de la Bue­
quistador célebre proteje desde lo alto de los
na Catarina de los bosques. Esta virgen que
cielos vuestro noble imperio ! Mas no ! Es
no cesa de velar por la salud de la Nueva-
una pastora en Europa , una hija salvaje en Francia y de interceder por los habitantes del
América ! Genoveva de la aldea de Nanterre, desierto , volvia entonces .de la morada de
y tu Catarina de los bosques del Cañada,
los hombres con Genoveva.
estended para siempre vuestro cayado y vues-
ioJJ i°5
Habían sobresaltado á las patronas de los cías llenas de amor , y los atractivos inespli-
hijos de S. Luis las desgracias con que Sa­ cables de una virgen francesa.
tán amenazaba al imperio francés en Amé­ La palrona de la Francia salvaje , va qui­
rica , y un movimiento de caridad las arre­ zás mas sencilla que la patrona de la Fran­
bataba á las moradas celestiales para implo­ cia eivilizada. Catarina resplandece con aquel
rar la misericordia de Maria. Llenas de do­ brillo que apareció ea ella cuando dejó de exis­
lor como lo pueden estar las substancias es­ tir Los fieles que acorrieron presurosos á su
pirituales , vertian aquellas lágrimas interiores tálamo de muerte, la vieron tomar un co­
que Dios regala á sus escogidos , y esperi- lor bermejo , una belleza desconocida qne ins­
mentaban en si aquel género de piedad que piraba el gusto de la virtud y el deseo de
los ángeles esperimer.tan por el hombre , y ser santo. Retiene Catarina con la transpa­
que lejos de turbar á la pacifica Jerusalen no rencia de su cuerpo glorioso la túnica india­
hace mas que aumentar la felicidad que en na y el báculo de la labor, y como hija de
ella se goza. la soledad ama al que se retiró al desierto
Aun lleva Genoveva en la mano el caya­ antes de inmolarse por la salud del hombre.
do guarnecido de guirnaldas de yedra, pero Asi viajan juntas las dos santas ; Geno­
mas brillante que el cetro de un monarca del veva la que salvó á Paris de Atila , la que
Oriente. Las rosas que coronan la frente'de precedió al primero de los tres reyes cris­
la hija de las Galias, no son ya las rosas fu­ tianos, el cual durante una larga serie de
gitivas con que se adornaba la pastora en siglos opuso la oscuridad y la virtud de sus
los campos de Luteza : son , si , aquellas que cenizas á todas las pompas y calamidades de
nunca se marchitan , y que crecen en las la monarquía , y Catarina la que no prece­
campiñas maravillosas por donde quiera que dió en la tierra sino pocos años al último
deja impresas sus huellas el cordero sin man­ de los reyes cristianos (i) , la que no sabe
cha. ¡ O Genoveva 1 una blanca nube forma mas que la historia de algunos apóstoles de
tu vestido 1 adornan divinamente tu cabeza
unos cabellos de oro fluido, y en medio de (i) Se dice ato por énfasis , aludiendo á
tus divinas glorias se descubren aun las gra- la muerte de Luis ATA7.

■:?. . <z'
106 ioy
para ejecutar las órdenes del Altísimo , o su­
la Nueva-Fran ci a , semejante á los que vio
la pastorcilla de Nanterre cuando penetro el bían al cielo encargados de suplicas ó vo­
Evangelio en las antiguas Galias. tos de los mortales.
Llegan prontamente las santas a aquella
Las esposas del Señor se encargaron del
región que se estiende bajo de las estrellas,
mensa ge del ángel de la América, el cual
se precipitó inmediatamente sobre la tierra y de donde se descubren el sol , la luna y
mientras que ellas continuaron su ruta acia los planetas, tales como son en realidad, sin
el tosco medio del aire que los disfraza á la
el firmamento.
En un campo del sol, en unas praderas vista de los hombres. Doce fajas ó zonas de
cuyo suelo parece ser de calcedonia de óni­ diferentes colores (i) dividen esta tierra pu­
ce y de zafiro , están arregla dos los carros rificada, de que es la nuestra el sedimento
material; una de estas fajas es de púrputa
sutiles del alma que se mueven por si mis­
centelleante, la otra de vivo azul , y la ter­
mos , y están construidos de la misma ma­
cera blanca corno la nieve, cuyos colores es-
nera que las estrellas (i). Colocanse juntas
las dos santas en uno de aquellos carros , y ceden en brillo á los de nuestra pintura , que
dejando el astro de la luz, se elevan con un no son mas que las som bras de ellos.
movimiento mas rápido que la imaginación, Atraviesan Catarina y Genoveva aquella
mirando muy pronto el sol suspenso bajo de zona sin detenerse, oyen muy pronto la ar­
ellas en los espacios , como una estrella im­ monía de las esferas que el oido no pudiera
retener , y que no llega al oido interior del
perceptible.
Siguen ambas el camino de luz, trazado alma , y entran en la región de las estrellas,
que ven como otros tantos soles con sus sis­
por el espíritu de los justos, que libres de
las cadenas del cuerpo vuelven á las mansio­ temas de planetas tributarios. ¡ O grandeza
nes del gozo eterno. Por este camino pasa­ de Dios 1 quien podrá comprehenderte ! Apro-
ban y repasaban almas libres, asi como una xiinanse ya las Santas á estos primeros mun­
multitud de ángeles que bajaban al mundo dos situados á distancia que tardaría millo-

(i) Platón. (i) Platon.


>o9
i°8 igual , á lo largo del eje mismo , están sen­
res «le anos en atravesar la bata impelida por tadas tres Espíritus divinos , de los cuales el
la pólvora, y sin embargo las dos vírgenes primero es el ángel de lo pasado, el segun­
se encuentran entonces en los límites mas do el ángel «le lo presente , y el tercero de lo
lejanos del reino de Jehova , y de soles des­ futuro, cuyas tres potestades dejan caer el
pués de soles que salen de la inmensidad y tiempo en tierra, porque el tiempo ni des­
de las creaciones, desconocidas a otras crea­ ciende del cielo ni entra en el jamás.
ciones mas ignoradas. A los pies de estos tres ángeles se ven
Un hombre que para conocer lo infinito sentados otros tres inferiores , semejantes á
se colocase en su imaginación en medio de las fabulosas sirenas por la delicadeza de su
los espacios , y tratase de representarse la es­ voz , los cuales cantan con todas sus fuerzas
tension seguida de la estension de aquellas re­ y acompaña sus himnos el son que hace el
giones , que no tienen principio ni fin en eje de oro del mundo girando sobre si mis­
parte alguna , este hombre sobrecojido y tur­ mo. Este concierto forma aquella triple voz del
bado desterraría de su mente tan vana em­ tiempo que refiere lo pasado , lo presente y
presa : tales serian mis inútiles esfuerzos si lo futuro, y que los sabios han oido mu­
yo intentase trazar la ruta que recorrian Ge­ chas veces en la tierra aplicando el oido á
noveva y Catalina , ora abriéndose camino una tumba durante el silencio de las noches.
por entre las arenas de estrellas, ora cor­ A la una estremidad del valle humea el
tando los ignorados circuios por donde los pozo del abismo , y el ángel del juicio acer­
cometas se pasean vagamente. Las santas creían cando poco á poco la trompeta á sus labios,
ya haber adelantado mucho, y aun no to­ parece que está pronto á llenarla con el so­
caban mas que en el eje común de todos los plo que debe decir á los muertos. Levan-
universos creados (l).
taos\
Este eje de oro viviente é inmortal, ve Al salir Genoveva y Catarina de, valle mís­
girar en torco de si todos los mundos en tico, entraron en fin en aquellas regiones
las revoluciones compasadas , y á distancia donde empiezan las delicias del cielo ; aque­
llas delicias que muy diversas de las núes-
(i) Platon.
11r
lio «tu rostro y la que manifiesta la frente de
tras, ni sacian ni fatigan el corazón, antes «Genoveva me hacen temer alguna desgracia.
por lo contrario alimentan en quien las gus­ «Nosotros .nos hemos ocupado en cantar la
ta una sed insaciable de gustarlas todavia. «creación del mundo, y no he podido des­
Auméntase la claridad y la dicha a me­
cender á las reglones sublumarias.”
dida que se aproximan á la mansión de la «Protector de las cabañas , responde Ca­
divinidad las patrónas de Francia. Inme­ tarina ; no es infundada lo conmoción de
diatamente que divisan la celeste .Terusalen,
«tu bondad en este momento. Satan ha de-
bajan del carro y sé prosternan como los «sencadenado el infierno contra la America,
peregrinos en los campos de Judea , cuando «y los franceses y sus hermanos salvajes están
en el esplendor del IVIedio-dia , se muestra «amenazados. El ángel custodio del Nuevo-
Sion de improviso á su ardorosa fé. Vuelven «Mundo se ha visto subir acia Uriel para
á levantarse de repente Genoveva y Catarina, «instruirle de los atentados de los espíritus
y deslizándose por un aire, que no es aire «perversos, y yo encargada de su mensaje
en verdad , pero que asi debe llamarse pa­ «con la virgen del Sena, vengo a suplicar á
ra hacerse entender, entran por la puerta «Maria que interceda con el Redentor, en
de Oriente, y en el mismo instante se apre­ «favor de aquellas regiones. Prelado , y vo-
suran á seguir los pasos de Catarina , el biena­ «sotros confesores de la fé, juntaos á noso-
venturado Las-Casas, y los mártires canadi­ «tras é imploremos todos la misericordia di-
nos , Breboeüf y logues ; los cuales ardiendo
«vina.”
siempre en caridad por los indios no cesan Mientras que hablaba de esta suerte la hi­
de velar jamas por su salvación. Cuanto mas
ja de los torrentes , los ángeles , árcangeles,
han sufrido de sus ingratos neófitos estos con­
querubines y serafines , reunidos en torno de
fesores , tanto mas los aman por un efecto ellas esperimentaban un dolor religioso. Las-
de la gloria de Dios. Las-Casas dirigiendo casas y los misioneros canadinos resplande­
la palabra á la patrona de la Nueva Francia.
cientes por sus llagas se unen á las dos ilus­
«Sierva del Señor , le dice , ¿ qué peli-
tres mujeres , cuando ve que viene el santo
«gro es el que amenaza á nuestros hermanos
rey Luis, con la palma cu la mano, y se
«de las tierras americanas ? La tristeza de
IIS n3
pone al frente de los hijos de la Francia di­ Jodia confusa y parecen distinguirse ó los
rigiendo sus plegarias acia los tabernáculos sones suavísimos de un clarín tocado por
de María , adelantándose todos ellos hasta el un ángel , ó el himno de un serafín que
centro de los coros celestes, por medio de canta las grandezas de Dios a las orillas del
aquellos campos que habitan para siempre los rio de la vida.
hombres que practicaron la virtud. Lejos de alumbrar aquellas regiones, como
Las aguas, los árboles, las flores dees- aqui bajo, un dia grosero , se difunde por las
tas regiones nada tienen de semejante a las tierras místicas una claridad apacible que pre­
nuestras , escepto los nombres. Allí hay un cipitándose , digámoslo asi, del mismo modo
verdor que encanta, y la soledad y la fres­ que la nieve , baña todos los objetos y los ha­
cura de nuestros bosques ; y sin embargo no ce brillar con una luz delicada, de modo que
es esto ; es , si, cierta cosa que solo tiene ofrecen á la vista un perfeclisimo deleite.
una existencia impalpable. El sutil éter fuera aun demasiado material
Jamás cesa en aquellos lugares una mú­ para estos lugares : el aire que alli se res­
sica que se oye por todas partes sin que exis­ pira es el mismo amor divino ; aire que es
ta en parte alguna : ya parecen murmullos co­ como una especie de visible melodia que lle­
mo los de una harpa eóüca que el débil alien­ na á la vez de esplendor y de suaves con­
to del zefiro hace sonar suavemente en una ciertos todas aquellas blancas campiñas.
noche de primavera , y ya el oido de un mor­ No entran en el Edén inmortal las pa­
tal creyera oír las querellas de una armónia siones hijas del tiempo. Todos los que apren­
divina , ó aquellas' vibraciones que nada tie­ den temprano á meditar y morir , se retiran
nen de terrestre, y que se forman en la re­ al sepulcro y purificados de las dolencias del
gión media del aire. Salen repentinamente de cuerpo se sustraen á la mansión de la vida.
lo interior de los celestes bosques unas voces Estas almas libres de sus temores su igno­
acompañadas de modulaciones brillantes , y rancia y sus tristezas , contemplan para siem­
después estendiéndose al soplo de los espíri­ pre en sus divinos arrebatos lo que es ver­
tus parece que han espirado aquel.os acentos, dadero , divino , ^inmutable y superior á la
Pero suscitase muy pronto á lo lejos una me- opinión ; mas esto no obstante , sino tienen
TOM.O i. ®
ii5
pasiones mundanas, conservan sus tiernos y incienso y flores , descubren á la libertadora
puros sentimientos. ¿ Acaso pudiera haber ver­ del mundo adornada de los siete dones del
dadera dicha sin el recuerdo de las personas Espíritu santo. Maria es la única de todos
que acá nos fueron mas estimadas , y sin los justos que ha conservado el cuerpo.
la esperanza de verlas reunirse á nosotros? Iluminan la frente de la madre del Sal­
Dios origen del verdadero amor , ha dejado vador una tierna compasión acia los hombres,
á los predestinados toda la sensibilidad de su de quienes fué hija , y una paciencia y dul­
corazón , quitándoles únicamente de ella lo zura que nada igualar puede.
que pudiera tener de débil. Los mas dichosos, Genoveva, Catarina, Luis rey en el cie­
pues, como los mayores santos , son aquellos lo como en la tierra , el bienaventurado Las
que tienen y ven lo que mas amaron. Casas , Los santos mártires de la Nueva Fran­
Asi transcurren rápidamente los siglos de cia , se adelantan por entre los espíritus ce­
los siglos. Los elegidos existen, piensan y to­ lestiales , que abriéndoles paso los dejan acer­
do lo ven en Dios , y la felicidad de que car al trono de Maria , delante del cual se
esta unión los llena es deliciosísima. Beben prosternan.
sin tasa en el manantial de la verdadera ciencia, o ¡ Madre de Emanuel! dice Catarina; se-
y asi penetran en los artificios de la sabi­ «gunda Eva , reyna de quien soy la mas hu-
duría. ¡ Oh espectáculo maravilloso ! ¡ Olí cuan «milde sierva ! apiadaos de un pueblo espnes-
corta debe ser la eternidad que pasa en ta­ «to á perecer. La serpiente cuya cabeza ho-
jes éxtasis! «Uasteis ha vuelto al mundo para perseguir
El santo rey y las santas patronas de la «á los hombres, y en particular al nuevo
Francia van á buscar el trono de Maria en «imperio de S. Luis. ¡O Maria! recibid los
las regiones de la gracia y del amor divino. «humildes votos de una nueva iglesia , de la
Un canto seráfico les anuncia el lugar don­ «primera virgen consagrada en la orilla del
de reside la virgen que tuvo en su seno al «torrente ! Escuchad la suplica de esta otra
oue no cabe en el universo. En un resplan­ «virgen , y de estos santos profundamente
deciente pesebre, en medio de los ángeles «postrados á los pies vuestros."
adoradores, y en el centro de una nube de ¡ Divina madre de Dios! abristeis los la-
i «6 117
bios y un perfume delicioso llenó la inmen­
sidad del ciclo. Tales fueron vuestras pala­
bras. LIBRO QUINTO.
«¡Virgen del desierto! caritativas patro-
«tronas délas dos Francia«, santo rey, mi- Reveló el Eterno á su hijo sus designios
«sericordioso prelado, y vosotros valerosos
«mártires, vuestras suplicas han hallado gra- sobre la América, por los cuales preparaba
«cia en mi oido: voy á acercarme al trono al género humano una nueva existencia en
«de mi hijo. ” esta parte del mundo. El hombre iluminado
Asi dice y parte como una paloma que con aquella luz que siempre crece y nunca
alza su vuelo. I.evanta sus ojos acia la man­ se estingue, debía volver á hallar aquella su­
sión del Cristo con los brazos desplegados blimidad primera de donde le hizo descender
en ademan de orar, y flotan sus cabellos lle­ el pecado original , sublimidad de que el es­
vados por querubines de incomparable belle­ píritu humano se había hecho capaz en vir­
za : los santos y las vírgenes postradas de tud de la redención de Cristo. En tanto el
rodillas miran su ascención deslumbrados , y Soberano del cielo permite a Satan un mo­
Gabriel precede á la consoladora de los afli­ mento de triunfo para la espiacion de algunas
gidos cantando !a salutación que repiten los faltas particulares , y el infierno aprovechán­
ecos sagrados : infinitivamente menos encan - dose de la libertad concedida á su rabia ha­
tadora era en la antigüedad aquella especie ce que nazcan todas las ocasiones del mal.
de música , espresion del encanto de un cie­ El rumor de la lucha de Ondulé y del
lo en que el Genio de la Grecia se unía a hermano de Amelia se esparció entre los Wat-
la belleza del Asia. chez, y Akansia que solo veia en esto una
Presentase María sobrecogida de un san­ prueba mas del amor de Onduré acia Celu-
to respeto delante del altar del cordero , ofre­ ta, esperimentaba entonces nuevas y mayo­
ce en él sus votos y las de la tierra , y Cristo res angustias. El partido de los salvajes ali­
los espone al Padre Todopoderoso. mentado con los sentimientos de Adario , pre­
guntaba la causa de haber recibido entre los
Ji8 119
indios unos estrangeros que eran los instrumen­ grave , y teniendo fija la vista en tierra mur­
tos de la turbación y de su servidumbre ; y los muraban un himno sagrado. Dijo Chactas
indios adictos á Chactas, alababan al contrario que el principal de aquellos cantores era un
el valor y la generosidad de un nuevo hués­ sacerdote tan codicioso y crédulo , que si al­
ped. En cuanto al hermano de Amelia, co­ guno de aquellos mas perversos que él le os-
mo quiera que no encontraba ni en los sen­ tigaba , podia llegar á ser peligroso.
timientos 'de su corazón ni en su conducta En pos de los levitas iba un viejo en el
los motivos de la enemistad de Onduré , no cual no se distinguía ninguna señal estenor,
y el hermano de Amelia «¿ quien es, preguntó á
podía adivinar el obgeto que habia impul­
sado á este salvaje para intentar un homi­ «su huésped , el Sachem que va detras de los
«sacerdotes, y cuyo continente parece tan afa-
cidio ; pues si Onduré amaba á Celuta René
no era su rival, antes bien toda idea de hi­ «ble y sereno ? ”
«Hijo , responde Chactas , el Sol es ama­
meneo fuera odiosa al hermano de Amelia,
ndo de los Natchez , por el sacrificio que ha
tan luego como hubiese advertido la pasión
«hecho á su patria de las prerrogativas de sus
naciente de la hermana de Utugamiz.
Anunciase en tanto la vuelta del gran cau­ «abuelos. Es hombre de inalterable amabili-
dillo de los Natchez , y oyéndose resonar el «dad, de una paciencia impertunable y de
«una fuerza casi sobrenatural para soportar
eco de un caracol; «guerrero de los blan-
«el dolor. Ha fatigado al tiempo porque cs-
«cos , dice Chactas á su huésped , he aquí
«el Sol .• dejame disfrutar el apoyo de tu brazo «lá ya cerca de cumplir cien años. He tenido
«la dicha de contribuir con él y Adario á la
«y vamos á salir al encuentro del Gefe.” É
inmediatamente se avanzan el Sachem, y René «revolución que nos ha vuelto la indepcn-
cuya herida era tan leve que no se lo impedia. «dencia, por lo cual los Natchez tienen a
A poco rato descubren al gran sacerdote «bien mirarnos como á sus tres gefes, o mas
y á los levitas , maestros de ceremonias del «bien como sus padres.”
templo del Sol, que iban con vestidos blancos Seguía al Sol una muger que llevaba de
la mano un joven, hijo suyo , y René quedó
llevando el primero en la cabeza en buho
disecado. Estos sacerdstes afectaban una marcha sorprendido al ver sus facciones en las cua-
120 121
les Labia esparcido la naturaleza una espre- «los males que producirán una unión seme-
sion que eseitaba la pasión irresistiblemente. «jante.
El hermano de Amelia la señaló al Sacliem «En pos de la matrona marchaban los
movido de una fuerte curiosidad por saber «capitanes guerreros, y habiendo tocado uno
quien era , y Chactas satisfaciendo á su de­ «de ellos en el hombro á Chactas al pasar,
seo. «Se llama Akansia , le responde , y no- «Rene preguntó á su padre adoptivo quien
«sotros la denominamos la Matrona. Es la «era aquel Sachem de enjuto rostro, cuyo
«parienta mas cercana del Sol, y su hijo, con «aspecto rápido hacia tan gran contraste con
«esclucion del mismo hijo del Sol, debe ocu- «el aire de bondad de los demas ancianos.
«par un dia el lugar del gran gefe de los «Este, respondió Chactas, es el grande
«Natchez , porque entre nosotros tiene cabi- «Adario, el amigo de mi infancia y de nsi
«mento la succesíon al poder en la línea fe- «vejez. Tanto es el amor a su patria , que
« menina.” «por ella sacrificaría á su mtiger , a sus lii-
« ¡ Ay hijo mió 1 añadió Chactas, nosotros «jos y aun á si mismo. Hemos peleado juntos
«habitantes de los los bosques; no por eso «en casi todos los combates, y hace ya cincuenta
«estamos mas al abrigo de las pasiones que «años que nos queremos , aunque estamos ca-
«los hombres de tu pais. Akansia esperimen- «si siempre en oposición de ¡deas y desig-
«ta en su corazón un amor criminal acia «nios. Yo soy la roca, y él la planta ma-
«Onduré, el cual la desdeña y vende: On- «ritima asida á mi cuerpo : las olas de la
«dure ama á Celuta , y esta indiana que pre- «tempestad han minado nuestras raíces , y
«preparó tu primera comida de la mañana, «pronto iremos rodando juntos al abismo, acia
«y que es la hermana de ese sencillo salva» «donde nos inclinamos ambos. Adario es tío
«je , que te juró su amistad sobre los res- «de Celuta , y la sirve de padre.”
«tos de una cabaña , siempre ha repulsado el Luego que hubieron pasado los gefes guer­
«corazón y la mano de Onduré. Ya has espe- reros , se vieron comparecer los dos oficiales
«rimentado tu hasta donde pueden llegar los á quienes estaba cometido el reglamento de
«arrebatos de los celos. Si algún dia se inclinase los tratados , y también el Edil encargado de
«Ondu-ré á Akansia, es imposible calcular cuidar de las obras publicas. Trataba este de
122 123
retirarse, y Onduré aspiraba ansiosamente á aceptó los dones que la muchacha reusaba
su empleo , que siendo el primero del esta­ aunque con disgusto.
do después del de Gefe supremo, concedía Ofreció René á Celuta un velo de muso­
el derecho de regencia en la minoría de los lina , y ella bajando los ojos prometió guar­
soles. Cerraba la comitiva una comparsa de darle toda su vida , dando àsi á entender
guerreros llamados Alluezes, que en otro que le conservaria para el dia de sus bodas;
tiempo componían la guardia del Sol , mas mas ni entonces salió de la boca del her­
ahora dispersos en las tribus no formaban ya mano de Amelia palabra alguna de amor.
un cuerpo distinto y aislado como antes. Preguntó Celuta tímidamente acerca del estado
Habiéndose detenido en la plaza pública de la herida de René, y Utugamiz encantado
el gefe supremo acompado de la multitud, hi­ del valor del compañero que había escogido,
zo Chactas que le llevasen acia él, y dando ostentaba con orgullo la cadena de oro que
tres gritos dijo al Sol , «que un francés pe­ le ligaba al destino del hombre blanco.
dia ser adoptado por una de las tribus de Llegó el dia de la adopción, que fué acor­
los Natchez.” Bien : respondió el gefe supre­ dada en virtud de la demanda de Chactas,
mo , y Chactas se retiró alzando otros tres á pesar de la oposición de Onduré , en cuyo
gritos algo diferentes de los primeros. corazón la vergüenza de ser vencido con­
Supo el hermano de Amelia que se tra­ virtió en odio implacable el sentimiento de
taría de su adopción dentro de tres dias , y los crueles celos. Tan insolente como pérfi­
durante aquellos se ocupó en llevar de caba­ do , no huia de presentarse en público des­
ña en cabaña los presentes de costumbre: unos pués de sn adopción, porque las leyes de los
los recibieron, y otros los reusaron según indios no proceden contra el homicida, de­
se pronunciaban en pro ú en contra de la jando la venganza de este crimen á cargo
adopción del estrangero. Cuando René se pre­ de la familia , y René no la tenia por desgracia.
sentó en casa de los padres de Mila , la tier­ La revolución de la tropas facilitó la adop­
na indiana le dijo: «tu no has querido que ción de René, pero el príncipe de .las tinie­
fuese tu tnuger y yo no quiero ser tu her­ blas hizo abortar de aquella solemnidad un
mana; vete pues de aqui;” pero la familia nuevo origen de discordia.
124 ' 125
Al momento que fue proclamada la adop­ su cautividad entre los siminoles, sus amores
ción á la puerta del templo , el sacerdote con Atala, su libertad y su fuga, la tempes­
vendido al poder de Akansia y ganando por tad , el encuentro con el padre Aubry, y la
los presentes de Onduré , anunció que había muerte de la bija de López (i).
desaparecido del altar la serpiente sagrada: Después de haber dejado al piadoso so­
retirase antonces la multitud consternada y de­ litario y las cenizas de Atala, continuo Chac­
clarase de agradable á los genios y de mal tas, atravesé regiones inmensas sin saber Adon­
agüero para la prosperidad de la nación la de iba, pues todos los caminos eran buenos
adopción del nuevo hijo de Chactas. á mi dolor y me importaba poco la vida.
Volvió en tanto la estación de la caza , y Un dia al salir el sol descubrí una par­
el Otoño suspendió por algún tiempo el efec­ tida de indios que al punto me rodearon.
to de aquellos temores supersticiosos, y de Juzga, ó Rene, de mi sorpresa al reconocer
aquellas infernales maquinaciones. Chactas, entre los guerreros de aquella nación ¡roque-
aunque ciego , es designado para dirigir la sa al viejo Adario, compañero de los juegos de
gran caza del castor , á causa de su espe- mi infancia , que habia ido á aprender el arle
riencia y del respeto que los pueblos le te- de Areskui (2) entre los belicosos Canadinos
nian. Parte con los jóvenes guerreros , y Re­ antiguos aliados de los Natchez.
ne admitido en la tribu del Aguila y acom­ Pedí con impaciencia noticia del estado ó
pañado de Ütugamiz es del número de los paradero de mi madre , y supe que no ha­
cazadores. Rompen las piraguas la corriente del bia podido resistir á las penas , y que sus
Meschaeebé y entran en álveo del Chio. Du­ amigos la habian hecho ;ya los dones del sue­
rante el tránsito de una navegación solitaria ño. Me determiné en fin á seguir el ejemplo
Rene interroga á Chactas, acerca de sus viajes de Adario y ponerme en la escuela de los
al país de los blancos , le pide que refiera sus combates entre las cinco naciones (3). Mi
aventuras , y el Sachem consiente en satisfacer
á sus deseos. El anciano sentado cerca del (íj Péase Atala.
hermano de Amelia en la popa de la barca in­ (2) Genio de la guerra.
diana , cuenta su mansión en casa de López, (3) Los iraqueses.

/
126 127
corazón estaba animado del deseo de mez­ lenguas cultas ó la lengua de los tratados;
clar la gloria á mis pesares é impaciente es decir, el idioma algolquino, de que se
por confundir ios recuerdos de la bija de valen los indios del Norte para comunicarse
López con una nación digna de su me­ una nación con otra , y al efecto me puse
en correspondencia con el amigo del padre
moria, porque contaba ya muchas nieves
y no había hecho , aun ningún bien. Si el Aubry , el padre Lamberbille , misionero en­
tre los iroqueses. Ayudado de él llegué á
Grande Espíritu me hubiese llamado entonces
entender y hablar fácilmente la lengua fran­
á su tribunal j ¿ como le hubiera presentado
cesa, y me instruí en el arte de los colla­
el collar de mi vida en que no tenia ensar­
res (1) de los blancos.
tada ni una sola perla?
El religioso me referia con frecuencia los
Cuando entramos en los bosques del Ca­
sufrimientos de aquel Dios que se sacrificó
nadá, el pájaro del arrozal estaba ya pronto
por la salvación del mundo. Complacíanme
para partir acia ponienre, y los cisnes llega­
estas lecciones porque me recordaban todos
ban de las regiones del norte. Me adoptó
los intereses de mi vida , el padre Aubry y
una de las naciones iroquesas, y Adario y
Atala : la razón de los hombres es tan débil
yo nos hicimos juramento de amistad : nues­
que no es muchas veces mas que la razón
tro grito de guerra era el nombre de Ata­
de sus pasiones : perseguido por mis recuer­
la , de aquella virgen que cayo en el lago
dos procuraba salvarme en el santuario de
de la Noche, asi corno las palomas del pais
la misericordia , asi como se refugia en la
de los Aguiers que al ponerse el sol se pre­
ca baña de paz el prisionero salvado de las
cipitan en una fuente donde desaparecen.
Sobre el báculo de nuestros padres jura­ llamas.
Empezaban á amarme entre los pueblos,
mos hacer los mayores esfuerzos para resti­
•y mi nombre reposaba tranquilamente en
tuir la libertad á nuestra patria después de
haber estudiado los gobiernos de las naciones. los labios de los Sachems, porque me ha­
En el intervalo de los combates me en­ bía distinguido en los combates. Es una des-
tregué al estudio de las lenguas iroquesas ó
^1) El arte (le escribir , leer, etc.
iendiatas al mismo tiempo que aprendía las
129
ii8 ruca, ó estrellas hay en la costelacion de
graciada necesidad la de habituarse a ver cor­
los cazadores , desde que yo habitaba entre
rer la sangre, siendo aun lo mas triste que
las naciones iroquesas que habían fumado en
el mérito de un guerero dependa de la san­
la pipa de paz con los franceses; pero esta
gre que por su mano derrama. Es difícil ser
paz fué en breve quebrantada. Akaensia (1)
considerado como hombre sin haber empu­
barrió las hojas que empezaban á cubrir los
ñado antes las armas.
caminos de la guerra , y dejó crecer la yer­
Vi no obstante con horror los suplicios
ba en los senderos del comercio.
destinados á las víctimas de la suerte de los
Después de varios sucesos propusieron un
combates. En memoria de Atala di la vida
armisticio ; se enviaron diputados por los ira­
y la libertad á unos guerreros que cayeron
queses al fuerte de Catarakui, y siendo yo
en mis manos, y yo también fui hecho pri­
del número de estos guerreros les servia de
sionero lejos de la dulce luz de mi patria.
interprete. Apenas habíamos entrado en el
Tuve la dicha de salvar asi de la muer­
fuerte cuando fuimos rodeados de soldados, y
te algunos franceses , y Ononthio (i) me hi­
aunque reclamamos la protección de la pipa
zo ofrecer en cambio los dones de la amis­
de paz, el gefe que nos hizo prisioneros con­
tad proponiéndome una hacha de capitán en­
testó que eramos traidores y tenia orden
tre sus soldados. Pero como sus palabras eran
de Ononthio para embarcarnos para Kana-
las del secreto , y á ellas se juntaban preten­
ta (2), de donde seriamos llevados como es­
siones poco juntas , rogué á los mensageros
clavos al país de los franceses. Nos quitaron
qiie volviesen á unir los presentes con las ri­
nuestras hachas y flechas , nos ataron de pies
quezas de Ononthio.
y manos con cadenas, y nos pusieron en
Se había renovado ya la primavera tantas
unas piraguas que nos condujeron al puerto
veces cuantos huevos pone en el nido la cur­
de Quebec por el rio de Hochelaga (2). De

(tj Nombre que daban los salvajes á to­ (1) Genio de la Cenganza.
dos los gobernadores d< l Canadá. Significa la (2) Quebec,
gran montaña, Ononthio’ DcnouviUe, (3) El rio de S. Lorenzo.
Ononthio Frontenac, etc. TOMO I. 9
i3o i3i
Kanata nos llevó nna ancha canoa á la otra lástima, y que el crimen se comete muchas
parte de las grandes aguas.- á la región de veces mas por ignorancia que por perver­
los rail lugares, en la tierra donde tu na­ sidad. En fin, aun me parece cierto una
ciste. cosa -• el Grande Espíritu que mezcla el bien
Las cabañas (i) adonde arribamos están y el mal en su justicia, algunas veces ha he­
construidas bajo un cielo delicioso en el cen­ cho amargo el recuerdo de los beneficios , y
tro de un lago interior (2), donde Micha- dulce siempre el de las persecuciones. El
bu dios de las aguas no alza dos veces al hombre ama con facilidad á sn enemigo, en
dia su frente coronada de verde como en las especial si le ha dado ocasión de virtud ó
costas indianas. de fama. Perdona, amigo mió , e'stas reflexio­
Fuimos recibidos con aclamaciones de la nes , considerando que los viejos son pro­
multitud. El conjunto de las grandes canoas, pensos á prolongar sus historias. ”
y de los hombres, todo este espectáculo tan «Chactas , respondió Rene, si los discur-
diverso del de nuestras soledades , confun­ «sos que vas á hacerme son tan hermosos
dió al principio nuestras ideas , y no empe­ «como los que ya me has hecho , el sol po-
cé á ver las cosas con distinción hasta que «drá empezar y concluir de nuevo su carrera,
fuimos conducidos a la choza de la escla­ «antes que yo me canse de escucharlos. Con-
vitud (3). «tinua pues derramando en tu relación esa
Quizas, amigo mió , te causará admiración «razón tierna , ese calor dulce de los recuer-
el que después de haber sido tratado de esta «dos que penenetran mi corazón. ¡ Oh que
suerte conserve todavia afecto á tu país. Ademas «idea debió formarse de la sociedad un salva-
de las razones que te daré en breve , la es­ aje en las galeras ! ”
peranza de la vida me ha enseñado que los Continuó Chactas la relación de sus aven­
tiranos y las víctimas son igualmente dignos de turas. Sus palabras eran sumamente sencillas,
mezclando en ellas una especie de amable re­
gocijo , de tal modo que se hubiese dicho,
(1) Marsella.
(2) El Mediterráneo. que por una delicadeza digna de las gracias
(3) Los baños. de Atenas , procuraba hacer este salvaje su
132 i33
voz ingenna, para suavizar al oido de Re­ «bellísima ? pero ten ánimo y nada te admi-
ne la historia de la injusticia de ios fran­ «re. ¿ Quien sabe si algún dia me velé sen-
ceses. otado en un trono? No te atemorice tampoco
Una firme resolución de morir , dijo , me «el estar apareado con un criminal en el car-
impidió al principio el sentir profundamen­ oro de la vida: el dia es corto y la muerte
te mi desgracia en la cabaña de la esclavi­ olio tardará en venir á desuncirnos. ’’
tud, , y por tres dias enteros cantamos nues­ Jamas me admiré tanto como al oir ha­
tro himno de muerte , yo y los demas ge- blar este hombre en cuya serenidad veia una
fes. Hasta entonces siempre me crei revesti­ especie de razón horrible que me confundía.
do de la prudencia de un Sachem , y no obs­ Cual es, decía yo entre mi, esta estraña na­
tante, lejos de enseñar á los otros , recibí cons­ ción donde los insensatos parece que han
tantemente lecciones de sabiduría. estudiado la sabiduría , donde los perversos
Un francés, mi hermano de cadenas, ha­ toleran el dolor cual si gozasen del placer?
bía cometido un crimen por el cual le con­ Obligóme Honfroy á que le descubriese mi
denó el tribunal de tus ancianos. Honfroy, corazón , y me hizo conocer que tenia algo
aunque joven todavia , estimaba en poco la de cobardia el dejarse dominar por la pena.
vida. Admirado de oirme hablar su idioma Este desgraciado me persuadió ; consentí en
me referia sus aventuras dicicndonie. « Chac­ vivir, y reduje los demas gefes á que siguie­
otas , tu eres un salvaje y yo un hombre sen mi ejemplo.
«civilizado ; pero verosímilmente tu .eres un Por la noche después del trabajo sentá­
«hombre de bien, y yo soy un malvado. banse en torno de mi mis compañeros, y
«¿No es estraño , pues , en verdad , que ven- me 'pedian que les contase historias de mi
«gas tu espresamente de América , para ser pais ; yo les referia como perseguíamos las
«mi compañero de cadena en Europa , y mos- dantas en nuestros bosques , y como nos com­
«trar la libertad y la servidumbre, el vicio placíamos en andar errantes por la soledad
«y la virtud, uncidos á un mismo yugo ? He con nuestras mujeres y nuestros hijos ; y al
«aqui. mi querido iroques, lo que es la so­ hacerles estas pinturas de la libertad, veia caer
ciedad! ¿No es verdaderamente una cosa sus lágrimas sobre todas las manos encade­
135
134 «dicen nuestros misioneros.” A este recueido
nadas. Los galeotes me referían á su vez
de mi familia y de las costumbres de mi país,
las diversas causas del castigo que esperimen-
mi corazón estaba ahogado en amargura y
taban , y sucedióme acerca de esto una cosa
placer. Este caritativo sacerdote se separaba
singular , pues me imaginé que aquellos mal­
de nosotros dejándonos siempre lágrimas para
hechores debian ser los verdaderos hombres
borrar los males de la víspera , y esperanzas
de bien, pareciéndome castigados por cosas
para saber conducirnos entre los males del
que nosotros hacíamos cada dia sin crimen en
nuestros bosques. dia siguiente.
El gefe de la choza de las cadenas con
Llamaban la atención de las gentes nues­
el fin de prolongar nuestra existencia , útil
tro trage y nuestro idioma , de modo que
á sus intereses, nos permitía algunas veces
venían á vernos los primeros guerreros y las
pasear con él a orillas del mar.
matronas distinguidas ;. cuando estábamos en
Vna tarde que yo andaba errante por las
el trabajo nos llevaban frutas y nos las da­
playas recorriendo con la vista la es tensión
ban retirando las manos. El capataz de los
de las olas, procuraba descubrir en el hori­
esclavos dejaba que nos viesen dándole algún
zonte las costas de mi patria, y me figuraba
dinero, y de este modo el hombre era ofre­
que aquellas oleadas habían bañado las ribe­
cido en espectáculo al hombre mismo.
ras americanas. En la ilusión de mi dolor me
No por esto carecíamos de consuelo , pues
parecía también que el mar murmuraba que­
el gefe principal de la oración del pueblo (i)
jas, como las de los árboles de mis bosques,
nos visitaba de cuando en cuando, y este
y entonces le conté mis desgracias.á fin de que
digno pastor que me recordaba el padre Au-
las refiriese después á la tumba de mis pa­
bry, traía algunas veces á sus padres con­
sigo. dres.
El capataz entretenido con otros guerre­
«Chactas , me decia , ve aqui á mi madre;
ros se olvidó de volverme á mis cadenas ; mi­
«figúrate que es la mujer que te ha criado,
llares de] estrellas penetraron la bóveda celes­
«y llevado en la piel de oso como nos lo
te y avanzándose la luna en el firmamento, a
su luz descubrí sentado en una roca unan-
(i) El Obispo ele Marsella.
136 l37 , . .
ciano á cuyos píes espiraban las olas tran­ Pasada ya la efusión de mis primeros ar­
quilas cual si fuesen á besar los pies de su rebatos , y después de haber reanimado a mi
señor. Le tuve por Miliabú genio de las antiguo huésped : «López , le dije, que seme-
aguas, y me iba á retirar cuando un suspi­ «jantes y funestos genios presiden nuestros
ro que hirió mis oidos me manifestó que el «destinos ? ¿ qué infortunio te conduce como
dios era un hombre. «á mi á estas orillas ? ¡ Oh cuan desgracia-
Descubrióme él también , y la vista de «do eres en tus hijos ! ¿ Querrás creer que he
mi trage Natchez le causó un movimiento de «cabado la sepultura de tu hija, de aquella
sorpresa y espanto. «Que es lo que veo! es- «hija que debía ser mi esposa.”
«clainó ¡ la sombra de un salvaje de las Flo- «Qué dices ? responde el anciano.
«ridas ¿ Quien eres tu ? Vienes en busca de «Amé á Atala, esclamé , la hija de aque­
«López? — López! repetí yo lanzando un lla floridana que tu amaste. ” Al decir
«grito.” IVIe acerco al padre de Atala y creo estas palabras se estinguió mi voz ahogada
reconocerle. Me mira él con la misma ad­ entre sollozos y lágrimas, y me anonadaron
miración y perplexidad , y tendiéndome ape­ mil recuerdos ; tales eran la patria , el amor,
nas sus brazos trémulos me habla de nuevo. la libertad, y los desiertos perdidos.
Su voz es ! Si , su voz misma ! Error ó ver­ López, que apénas me comprendía, suplicó
dad me arrojo á los brazos del viejo amigo, que que me esplicase; yo le hize una rela­
le estrecho contra mi corazón ; y haño su ros­ ción suscinta de mis aventuras y enternecido
tro con mis lágrimas. López fuera de si du­ al oirlas admiró y lloró aquella hija que no
daba aun la realidad. «Soy Chactas, le dije, Labia conocido. Estendióse en fin en largos
«Chactas aquel joven Natchez que colmasteis sentimientos sobre la dicha que hubiéramos
«de beneficios en S. Agustín y que os de- podido gozar estando reunidos en una caba­
«jó con tanta ingratitud.” Al decir estas úl­ ña en lo interior de la soledad.
timas palabras me vi precisado á sostener al «Pero hijo mió , añadió ; la voluntad de
anciano que se desmayaba, y sin embargo me «Dios se ha opuesto á nuestros designios, y
estrechaba todavía en sus manos, ya trémulas «á nosotros toca el conformarnos con ella.
por la edad y las penas. «Apenas me dejasteis en S. Agustin , cuando
139
i38 «en que Dios me hará partícipe de su trigo.”
«aquellos malvados me acusaron , y «nos co-
Cuando Lopez acababa de hablar , el guer­
«lonos poderosos, á quienes yo liabia qui­
rero encargado de mi prisión volvió y me
stado algunos esclavos indios rescatándoles á
mandó que le siguiese. El Sachem español
«un precio subido , se juntaron a mis ene-
amigos. El gobernador que era del número me quiso acompañar, pero su vestido no era
el de un poseedor de grandes cabañas, y el
«de estos últimos nos hizo arrestar á mi
«hermana y á mi, y nos transportaron a M«- guia despidió por esto al indigente estran­
«jico , donde comparecimos ante el tribunal ierò. «Roca insensible! esclamé; los espin­
etas vengadores de la hospitalidad violada
«de la inquisición. Fuimos por fin absueltos;
«os herirán por vuestra dureza. Este Sachem
«pero después de muchos años dé prisión,
«es un suplicante como yo en medio de vues­
«durante los cuales murió mi hermana , y
tro pueblo : aun hay mas ; es un viejo y
«entonces me permitieron volver á S. Agus-
«un desgraciado. No os tratarla yo de esta
«tin. Fueron vendidos mis bienes , y esperé
«algún tiempo conliando obtener justicia, pero «suerte si fueseis al pais de los corzos : os
«presentarla la pipa de paz , fumaria con vos,
«prevaleció la iniquidad y me decidí a aban-
«y os ofreceria una piel de oso y mahiz. De
«donar por último aquella tierra de perse-
«este modo quiere el Grande Espíritu que se
«cucion.”
«Ble embarqué para la Nueva España y al «trate á los estrangeros.”
A estas palabras el guerrero de las ciu­
«poner el pié en tierra supe que rifis ene-
amigos temiendo mis quejas, habian logrado dades se echó á reir, y yo me hubiera venga­
do repentinamente, de este perverso, si pen­
«contra mi una orden de destierro. Volví por
sando en que esponia á Lopez no modera­
«esta causa á embarcarme y me refugié en
ra la fogosidad de mi corazón. Lopez enton­
«la Provenza. Acogióme bondadoso el pre-
«lado de Marsella y mediante sus socorros ces temeroso de acarrearme algún mal trata­
«he sostenido mi vida. En otro tiempo ejer- miento, se alejó prometiendo que ina a ver­
me y volví otra vez á la estera de la des­
«cité la caridad , y actualmente me alimento
gracia, sobre la cual están sentados casi todos
«con el pan de los pobres. Pero me acerco
«al momento de la libertad eterna , y confio los hombres.
141 , • a
1/(0 el Señor, y colocó este mérito cerca de nues­
López y el gran gefe de la oración acu­
tras faltas: asi me lo ha contado el sacerdo­
dieron al dia siguiente , y con ellos y mis te instruido de las cosas maravillosas. Del
compañeros salvajes formé una pequeña so­ mismo modo que una viuda indiana llena de
ciedad, libre y virtuosa, en medio de la ser­
equidad, pone en su peso el resto de las rique­
vidumbre y del vicio , como aquellos cocote­
zas de su esposo y el objeto ofrecido en cam­
ros cargados de frutos y leche, que crecen
bio por el europeo , iguala ambas balanzas con
juntos sobre un árido escollo en medio de
toda la sinceridad de su corazón no querien­
las olas mejicanas. Los demas esclavos asistian do perjudicar ni al estrangero que en ella
á nuestros discursos; muchos empezaron á ar­
confia , ni á sus hijos ; lo mismo el Juez su­
reglar sus almas que liabian dejado hasta en­
premo pesa la ofensa y la reparación, pero
tonces en un horrible abandono, y en bre­ esta prepondera á los ojos de su infinita mi­
ve encantamos nuestros hierros con la pa­
sericordia. En aquel momento mismo vi ve­
ciencia, la confesión de nuestros errores y el nir á López teniendo un collar (1) que de
poder de las oraciones. De este modo , según
lejos demostraba gritando: « ya estás libre!
me decia el ministro de los cristianos , res­
yo me apresuré á desplegar el collar que
cataron un dia su libertad algunos antiguos contenia el sello de Ononthio-Frontenal, ge-
esclavos , relatando á sus amos las composicio­ fe del Canadá antes de Ononthio Denonville
nes de un hombre divino y algunos cantos y las primeras ramas se esplicaban en estos
gratos al cielo.
términos :
Del Lugar donde entonces nos hallába­ «El sol (2) de la gran nación de los fran-
mos, se nos trasladó á otro (i) donde fui­ «ceses ha desaprobado la conducta de Ouon-
mos destinados á los trabajos de un puerto, «thio-Denonville. El gefe de todos los gefes,
y en seguida nos volvieron á nuestra prime­ «lia sabido que su hijo Chactas que le habia
ra habitación. El mérito de nuestros sufri­ «puesto en libertad muchos de sus hijos en
mientos tolerados con humildad, suhió acia el
Grande Espíritu, aquel que vosotros llainais
(1) í/znz caria.
[2) El rey Luis XIV.
(i) Tolon.
t43
«López! ¿ es preciso que os deje otra vez,
«el Canadá , estaba detenido en la choza de
«y que de vos me separe cuando sois des­
«la esclavitud. Ononthio-Denonville ha sido 11a-
agraciado ? Seguid á vuestro hijo : venid en-
«mado. Yo, tu padre Ononthio-Frontenal,
«tre vuestros indios a plantar vuestra bené-
«vuelvo al Canadá y te restituiré alli con tus «fica vida en el suelo de mi cabaña. Alli no
«compañeros. Apresúrate a venir y encontiai
«seréis despreciado por ser pobre: yo ca-
«me en la buena aldea donde te aguardo para
«zaré para que comáis , y seréis honrado
«presentarte al sol. Enjuga el llanto de tus
«cual un genio. Si cerráis el corazón á mis
«ojos, la pipa de paz no será ya violada y
«ruegos, si teineis el esponcros á las fatigas
«la estera de la sangre será lavada con agua «de un largo viage , quedaré con vos , apren-
«del rio.” «deré las artes de los blancos y con mi tra-
Esplique en alta voz el contenido del co­ «bajo os libraré de la indigencia ; pues fal-
llar á los gefes salvajes , y al instante mismo «tando yo de vuestro lado ¿ quien os cerra-
nos quitó los hierros un guerrero. Al punto «rá los ojos ? ¿ quien recojerá el último día
que sentimos nuestros pies desembarazados
«de la vejez vuestra? Permitid que la mano
de los grillos , presentamos en sacrificio al
«de un hijo os presente á lo menos la co-
Grande Espíritu un pan de tabaco que echa­
«pa de la muerte , que otros removerían qui-
mos en el mar, después de haber cortado
«zas y os la harían beber revuelta.”
en doce partes la ofrenda. ¡ Sabio é indulgente López! tu me res­
El gefe de ,a oración nos dió hospitalidad,
pondisteis : «jamás fuisteis ingrato para mi,
y nosotros recibimos con el oro vestidos nue­ «pues cuando me dejasteis en S. Agustín se-
vos, hechos al estilo de nuestro país. «guisteis la inclinación natural en todos los
Luego que el espíritu del día unció el
«hombres, y lejos de afearos esta acción os
sol á su carroza de llama , nos condujeron á
«admiré. Seriáis culpable en este momento si
la choza rodante que debia llevarnos. López «permanecieseis en estas orillas. Dios ha en-
y el gefe de la oración nos acompañaban , y á
«riquecido vuestra alma con los mas precio-
puerta de la cabaña movible tuve estrecha­ «sos dones de la adversidad , y estas rique-
do largo rato contra mi corazón al padre de «zas las debeis á vuestra patria. Si reuso el
Atala y le decia.
i/¡5
«seguiros , no creáis que es por falta de ca- dos , dejamos las puestas que se estremecen a
«riño acia vos , y si porque soy muy vie- nuestro paso , y en breve el carretón toman­
«jo para viajar. Preciso es que cada uno cum- do una larga carrera se desliza como una pi­
«pla las órdenes de la Providencia. Vos dor- ragua por la tersa superficie de un rio.
«miréis junto á los huesos de vuestros pa-
«dres , y yo debo morir aqui. La caridad
«repartirá mi despojo y los hijos del estran- LIBRO SESTO.
«jero viniendo á jugar al rededor de mi se-
La fortaleza de mi alma permaneció mucho
«pulcro le borrarán con sus pisadas. Ninguna es-
«posa , ningún hijo ni hermano , ninguna ma- tiempo abatida por la tierna despedida de
«dre se detendrá en mi losa fúnebre índ­ López. El genio de la Fama nos habia pre­
icamente visitada por el desgraciado, y por cedido , y durante todo el viage recibimos
«ella pasará el sendero del peregrino!” hospitalidad en chozas que el Sol hizo] pre­
López me inundaba con sus lágrimas co­ parar para nosotros. Nuestra sencillez dedu­
mo el jardinero que riega el arbolillo que ha jo de esto que aquellos hombres que vela­
plantado, y el gefe de la oración queriendo mos eran los esclavos del Sol y que aque­
evitar una debilidad mas larga , nos gritó di­ llos campos cultivados que atravesábamos , eran
ciendo « En que pensáis ? donde está vuestro paises conquistados , labrados por los venci­
valor?” Me echa en la choza rodante, cier­ dos para los vencedores , quienes fumaban tran­
ra precipitadamente la puerta y hace un ade­ quilamente sobre su estera y a los cuales Íba­
man con la mano. A. esta señal el guia de mos á encontrar en el gran lugar. Esta idea
la choza impele los caballos que se agitaban nos escitó un desprecio profundo acia los pue­
al impulso de los tirantes , blanqueando el blos que nos rodeaban y estábamos impa­
freno de espuma , y golpeando con sus diez cientes por llegar á la residencia de los ver­
y seis pies de bronce el sonoro pavimiento, daderos franceses , o de los guerreros libres.
parten seguidos de las cuatro alas ruidosas Al entrar en| el gran lugar (i) quedamos
de la cabaña movible , que ruedan cente­
lleando. Huyen los edificios de ambos la­ (i) París.
TOMO I. ,O
i/¡6 *I\r]
sumamente sorprendidos: los caminoá (i) eran conducidos hasta el padre de los franceses,
sucios y estrechos, y observamos cabañas de y sorprendiéndome del aire de esclavitud que
comercio (a) y rebaños de ciervos como en observaba en torno de mi, decia con frecuen­
en el resto de la Francia. Nos condugeron a cia á Ononthio : « donde está la nación de
casa de nuestro padre , Ononthio Frontenac, lo s guerreros libres ? ” En fin , vimos al Sol
cuya cabaña estaba llena de guerreros que sentado como un genio, sobre no se que cosa
el mismo Frontenac nos dijo ser algunos de que se llamaba trono , y brillaba por todas
sus amigos. Nos advirtió que iríamos el dia partes. Tenia en las manos un bastoncito con
siguiente á otro lugar (3) , donde encendería­ eí cual juzgaba los pueblos, y Ononthio nos
mos el fuego del consejo con el gefe de los presentó á este gran gefe diciendo :
gefes , y después de la comida de la hospi­ «Señor, los subditos de vuestra Magos­
talidad nos retiramos á una de las estancias tad....” Volvítne yo acia los gefes de las cin­
de la cabaña , donde dormimos sobre pieles co naciones , y espliqueles las palabras de
de oso. Ononthio á lo cual respondieron : « es falso; ’’
Alumbraba ya el sol los trabajos del hom­ y sentáronse en tierra con las piernas cruza­
bre civilizado y los ocios del salvaje , cuan­ das. Entonces dirigiéndome al primer Sachem:
do salimos del gran-lngar y ’unos caballos « ¡ Oh poderoso sol , esclamé , Sol cuyos
cubiertos de humo , nos llevaron á la choza «brazos se estienden hasta el medio de la
del gefe de los gefes en menos tiempo que «tierra! Ononthio acaba de pronunciar una
el que invierte un Sachem lleno de esperien- palabra que sin duda se la habrá inspirado
cia , y el oráculo de su nación, en juzgar «algún genio enemigo; pero tu á quien no
una disputa que se suscita entre dos madres «ha privado de sentido , eres tan prudente
de familia. «que no podrás persuadirte de que somos es-
Entre una multitud de guardias fuimos «clavos.”
Al pronunciar estas palabras que salian
ingenuamente de mis labios, se notó un mo­
(1) Las calles.
vimiento en la cabaña y yo continué mi dis­
(2) Las tiendas.
(3) J'ersalles. curso diciendo.
*49
tante se le hubiese tenido por el anciano in­
«Gefe de los gefes, nos has retenido en mortal de los rayos, según la grandeza que le
«la choza de la servidumbre valiéndose de la acompañaba. Apenas se podía resistir el bri­
«mas indigna traición. Si hubieses venido á llo de sus miradas, pues el alma sobresalien­
«cantar la canción de paz entre nuestros an- te ingeniosa y guerrera de la 1*rancia, res­
«cianos hubiésemos respetado en ti los Mamitis piraba toda entera en aquel hombre : El
«vengadores de los tratados. La grandeza de segundo presentaba, bajo unas cejas espe­
«nuestra alma quiere no obstante que te es- sas y un rostro indeciso , una espresion es-
«cusemos, porque el soberano espíritu quita traordinaria de virtud y de valor , de mo­
«y da la razón como le place, y no hay do que uno se inclinaba a tenerle por el ri­
«nada mas insensato ni mas miserable que val del primer héroe y el freno de su for­
«un hombre abandonado á si mismo. Enterre- tuna.
amos pues el hacha cuyo mango estaba te- El tercer guerrero mucho mas joven que
añido en sangre. Aligeremos la cadena de la los otros dos, mostraba la moderación en
«amistad, y ojala que nuestra nación dure sus labios y la sabiduría en su frente. Su
«tanto como el sol y la tierra ' He dicho. fisonomía era fina, su vista perspicaz y su
Al concluir estas palabras quise presentar hablar tranquilo. El primero acababa sus dias
al sol la pipa de paz, pero sin duda hirió de gloria en una magnifica cabaña entre
á este gefe algún genio con sus dardos invi­ bosques y fuentes x en compañía de nueve
sibles , pues la palidez formó sobre su fren­ vírgenes , llamadas las Musas : el segundo so­
te unabenda blanca y se apresuraron á llevar­ lo dejaba el gran lugar para habitar los cam­
nos á otra parte de la cabaña. pos , y el tercero vivía retirado en una re­
Alli nos vimos rodeados de una mul- ducida habitación, no lejos de un templo don­
' titud curiosa movida del deseo de vernos: los de se paseaba muchas veces al rededor de los
jóvenes , particularmente , se nos sonreían
sepulcros.
con complacencia , y muchos de ellos me apre­ Invité á estos tres hijos de las batallas á
taron secretamente la mano. que viniesen á cantar entre la sangre nues­
Acercáronse á nosotros tres héroes : el pri­ tra canción de guerra ; el mayor de los hi-
mero parecía harto ya de dias y no obs
’5i
i 5o sentó un collar (i) de suplica. El hijo de las
jos de Areskui (i) se sonrió ; alejóse el se­
montañas lijó la vista en el collar , y le de­
gundo, y el tercero hizo un movimiento de
volvió ásperamente al héroe denegándole la
horror (a).
demanda. El joven héroe se llenó de rubor
Ononthio me hizo observar mas lejos unos
y salió echando a la cabaña una mirada que
guerreros que conversaban juntos acalorada­
me hizo estremecer , porque me pareció que
mente. « He aqui, dijo, tres hombres que la
había implorado al genio de las venganzas (a).
«Francia puede oponer á la Europa combi-
Me distrajo de estas ideas el ruido que
«nada. Mira con atención y advertirás el fue-
hicieron en una puerta y al punto entraron
«go que brilla en el mas joven de los tres,
riendo dos guerreros que iban cogidos del
«y que impetuosidad se nota en sus palabras!
brazo. Su talle hermoso y torneado anuncia­
«Se esfuerza en convencer á aquel Sachem in-
ba dos hijos dichosos de la alegria; sus pa­
«flexible que le escucha, que las galeras del
sos eran algo vacilantes, su aliento parecia
«mar interior deben destinarse á las aguas del
perfumado con los espíritus del mas escelente
«occeano. Este hijo ilustre de un padre aun mas
jugo de fuego (3); sus vestidos flotaban con
«famoso, hace sonreír al tercer guerrrero que
afectado descuido como si salieran de un
«no quiere decidir sobre los otros dos; se es-
largo festín, y su rostro estaba impregnado
«cnsa diciendo que ignora las artes de Mi-
de polvos apreciables en el consejo de los
«chabou (3) y que solo tiene de Areskui
Sachen» (4)- En su persona veia yo difundido
«el secreto de los cercos inexpugnables con
un no se que de bravura , y descubría un
«que rodea las ciudades (4)-”
espíritu popular, indolente y prodigo hasta
Se adelantó en aquel momento acia el guerre­
el estremo , al mismo tiempo que manifesta­
ro un joven héroe de mirar severo (5), y le pre-
ban no.mirar cosa alguna con'malos ojos, tra-

(i) Genio de la guerre,


(gi) Conàé , Turena , y Catinat.
(3) Arte de la guerra. (i) Un memorial.
(4) Seguelay hijo de Colbert, Louvois, y (■£) El príncipe Eugenio.
Eauban. (3) El vino.
(5) Louvois, (4) El tabaco.
i5i 153
tando solo de divertirse de los hombres , pensar la choza y regocijando los corazones sin des­
poco en los dioses y reirse de la muerte. Cual­ deñarse de hablar con un salvaje. Pregun­
quiera los tendría por dos gemelos que Areskui táronme los dos hermanos si ¡eran largos y
habia tenido de alguna mortal después de la suntuosos los banquetes en mis bosques, y
victoria, ó por hijos ilegítimos de algún rey si se dormía mucho en la piel de oso. Tra­
famoso; pues reunían á la nobleza de los al­ te de honrar mis sotos haciendo que pro­
tos destinos de un gran padre lo que el dujese mi respuesta la alegría que respiraban
amor y una condición humilde suelen tener los labios de aquellos hombres, y algún es­
de gracioso y afortunado (i). píritu me asistió pues se manifestaron con­
Apenas habian puesto el pie en la caba­ tentos y quisieron mostrarme por si mismos
ña estos hijos gordinflones de las vendimias, la suntuosidad de la cabaña del Sol.
cuando otros dos guerreros corrieron á reu- «Recorrimos inmensas galenas cuyas bóve­
nirseles. El uno de estos habia recibido al das estaban habitadas por los genios , y las
nacer un golpe fatal de la mano de un ge­ paredes cubiertas de oro, de agua helada (1),
nio , mas era sin embargo el hijo de los bue­ y de pinturas maravillosas. Manifestaron los
nos sucesos (a). El otro parecía perfectamen­ guerreros blahcos el deseo de saber lo que yo
te á un genio salvador (3), y yo le habia pensaba de aquellas rarezas, y satisfaciendo
visto detener del brazo al joven que salió su curiosidad respondí diciendo ;
de la cabaña, después de la negativa del «Yo os diré la verdad ¡ó huespedes
guerrero altivo (4)- míos ! tal como me la inspiran los Manitus,
Reunidos asi los cuatro, iban recorriendo y con toda la rectitud de mi corazón. Me
parecéis muy dignos de compasión , y no me­
nos miserables ; jamás he sentido tanto la pér­
(1) Los dos vandomas nietos de Henrique dida de la cabaña de mi padre Utalisi, aquel
IV por Gabriella.
(2) Lagemburgo. guerrero honrado de todas las naciones co­
Villars. mo un genio. Este palacio del cual tanto os
(4) Luis negó el mando de un regimien­
to al príncipe Euge/.f) , r esíe se pasó al ser­ (1) Cristales.
vicio del emperador.
i54 i55
envanecéis, ¿ ha sido acaso construido por tria , bajo el reinado del mayor de los re­
orden de los Espíritus ? ¿ Ha dejado de costar yes y entre las pompas de Versalles.
sudores y lágrimas ; ó han sido echados por «Dejamos las galerías, y en medio del es­
fortuna sus cimientos en la sabiduría, único ter­ truendo de las armas , bajamos á los jardi­
reno sólido ? Preciso es una virtud superior para nes , donde á pesar de las preocupaciones de
habitar en la magnificencia de estos lugares, mi estera, quede verdaderamente sorprendido
pues el vicio seria horrible bajo estas cúpulas. de admiración. La fachada entera del palacio,
A la espesura del aire que respiro , a un no se semejante á una inmensa ciudad; cien esca­
que de helado en este aire , á una cierta co­ lones de marmol blanco, por los cuales se
sa de mortal que yo diviso bajo el velo baja á los bosques de naranjos ; surtidores de
de las sonrisas, me parece que esta choza és agua en medio de las estatuas de las pla­
la choza de la esclavitud , de los cuidados, zuelas , y de las grutas de aquellos jardines,
y de la muerte. ¿ Qué, no ois una voz dolo- mansión délos espíritus celestes; bosques don­
rosa que sale de esas paredes, cual si fuese de los primeros heroes, las mas hermosas
el eco donde vienen á repetirse los suspiros mugeres , los espíritus divinos erraban me­
de los pueblos ! ; A.h 1 cuan grande seria aquí ditando las triples maravillas de la guerra del
el ruido de ios lloros , si algún dia empeza­ amor y del genio... todo este espectáculo se
se á hacerse oir 1 Este edificio cuando caye­ apoderó en fin de mi alma. Comencé a en­
re nunca seria reedificado, mientras que mi trever una gran nación donde yo no había
cabaña se puede levantar aun mas bella que visto mas que esclavos , y por la vez primera me
antes en menos de un día. ¡ Quien sabe si avergoncé de mi soberbia pasión al desierto.
las columnas de mis' encinas verdearan todavia «Nos internamos por entre los bronces,
á la puerta de mi choza, cuando los pilares los marmoles , las aguas , y las sombras de
de este palacio se vean confundidos en el los árboles : cada fuente precisada á brotar de
la tierra, arrojaba un genio a la superficie de
polvo !
«Asi es , ó Rene, como un ignorante sal­ los surtidores y estos genios variaban según
vaje de la nueva Francia se familiarizaba con su poder : los unos estaban armados de tri­
os mas grandes hombres de tu antigua pa­ dentes , los otros tocaban grandes y entortj-
i56 157
jados caracoles marinos, estos se veían en blancas , preferirán sin duda quedar sobre su
carros , aquellos brotaban agua a borbotones. estera fumar en su pipa y hablar del país suyo.’
Habiéndose apartado mis compañeros , me «Asi dice y rebosando yo en jubilo salgo
senté en el borde de un baño solitario , y con mi guia, semejante á un aguda que bus­
viniendo la ilusión á batir sus alas al rededor ca el cebo ; corro dominado del hambre de
de mi , sacudía sobre mi cabello los sueños la sabiduría , y en breve llegamos á una ca­
y los recuerdos, enviándome la mas dulce de baña , donde estaban reunidos unos hombres
las tristezas del corazón , cual es la que pro­ venerables.
duce la ausencia de la patria. «Entré con un profundo respeto en el
«Abandonamos por último la choza de los consejo, y quedé tanto mas satisfecho al notar
reyes , y la noche con su frescura echando que no se manifestaba hacer de mi caso alguno.
delante de nosotros, nos condujo otra vez l)i gracias por todo á los genios , y me di­
al gran-lugar de la Francia. je á mi mismo : «He aqni en fin la nación
Cuando los dones del sueño hubieron re­ «francesa. Esto es como los Saehems nuestros,
parado mis fuerzas , me dirigió Ononthio este Tomé una pipa consagrada á la paz , y me
discurso. «Chactas , hijo de Utalisí , le quejas preparé para responder á cuanto se me iba
de que aun no has visto los guerreros libres; á preguntar , sin duda relativo a los usos,
á cada instante me preguntas donde se ha­ las costumbres y las leyes de los hombres de
llan , y por tanto voy á hacer que los co­ las carnes rojas. Presté pues atento oído y pro­
nozcas. Ur. esclavo te conducirá á la cabaña metí el sacrificio de un oso á Michabú si quena
donde se reúnen diversas clases de Saehems: enviarme la prudencia para hacer honor á mi
ve, é instruyete allí, porque has de tener en­ patria.
tendido que se aprende mucho con el estu­ «Por la Gran liebre (1), ó hijo mió ! te
dio de las costumbres estrangeras. El hombre juro que me vi eu la mayor confusión cuan­
que no salido de su pais, no conoce mas do observé que no entendía una palabra de
que la mitad de la vida. En cuanto á los cuanto deeian los divinos Saehems. Lo atri-
otros gefes, compañeros tuyos, como no en­
tienden la lengua del pais Ale las carnes (1) Divinidad soberana de los cazadores.
i5q
i58 . . , «Amigo mió ! que es lo mejor que babels ba­
bu! al principio á algún Manitii enemigo i e
ilado en este pais ? ”
mi gloria y de mis bosques , é iba á retirar­
«Encantado de comprender en fin alguna
me lleno de vergüenza , cuando uno de los
cosa de todos estos discursos , respondí dicien­
ancianos volviéndose á mi me dijo gravemen­
do : «Sacbem, bien se advierte en tu edad
te. «Este hombre es rojo, aunque no por
«que ios genios te han concedido una gran
naturaleza , pues tiene la piel blanca como el
«sabiduría : las palabras que acaban de salir
europeo, Otro sostuvo que la naturaleza me
«de tu boca acreditan que no me he enga-
babia dado un color rojo , y el tercero fue
«ñado. A.un no be adquirido mucha esperien-
de dictamen que se me interrogase; pero el
«cia y quisiera ser uno de tus hijos , pues
cuarto se opuso á ello , diciendo que se «cuando dejé las orillas del Mescbacebc lia-
gun la conformación esterior de mi cabeza,
«bian florecido diez y siete veces las magno-
era imposible que comprendiese lo que de-
«lias, y ya hace diez y nueve que lloro la
bian preguntarme. «choza de mi madre; mas á pesar de ser
«Pensando con la sencillez de mi corazón
«del todo ignorante , os diré ingenuamente la
que los Sacbems se divertían , me eché á reír
«verdad. Hasta ahora no he visto vuestra na-
y el que babia enunciado la opinión ultima;
«cion, y por tanto no me es posible liabla-
«Vedlo, e,clamó; ya oslo dije!” Estoy muy
«ros de los guerreros libres, pero he aqni lo
inclinado á creer; según lo que debo juz­
«que he encontrado mejor entre vuestros es-
gar por esas largas orejas , que ese canadi
«clavos. Las chozas (i) de comercio donde
no es de la especie media entre el hombre
«se presenta al público la carne de las vic-
v el mono! «Entonces se movió una dispu­
«tiinas, me parecen bienhechas, y sumamen­
ta acalorada sobre mis largas orejas. Pero
te útiles.”
veamos, añadió uno de los ancianos que te­
nia apariencia de ser mas reflexivo que los
otros. «Conviene no dejarse arrastrar de las (ij Las salchicherías y carnicerías. I.os
salvajes traídos á París en tiempo de Luis
esterioridades. ” j XIV. solo se admiraron de ver los mostrado­
«Entonces el Sacbem se acercó á mi con res donde se vendían las carnes.
la precaución que creyó necesaria y me dijo:
iRo 161
Suscitó esta contestación una risa intermi­ «Francia, le dije, sin duda habla este ora-
nable que trastornó la junta, y mi conductor «dor en pro ó en contra de la guerra, de
me hizo salir suplicando á los Sachems que «este azote de los pueblos. Suplicóte me di-
perdonasen la estupidez de un salvaje-, Cuan­ «gas cual es la injusticia de que se queja con
do atravesaba la choza , oí que arguian so­ «tanta vehemencia.”
bre mis unas , y que mandaban estcnder en El estrangero mirándome risueño me res­
los collares (i) aquel consejo , como uno de pondió. «Querido salvaje! si que se trata
los mejores de la luna en que entonces se «de la guerra; de la guerra, si , á ese mi-
estaba. «serable que ves, y que será sin duda de-
«De aquella reunion pasamos á la de los «gollado por haber tenido la debilidad de con-
Sachems llamados jueces, y yo iba tristemen­ «fesar en los tormentos un crimen del cual no
te pensando en mi aventura, al mismo tiem­ «hay mas prueba que su confesión , arrancada
po que ruborizado de no tener mas espíritu. «á la fuerza no pudiendo resistir á los dolores 1 "
Habiendo llegado á una isla en medio del «A.1 oir esto rogué á mi conductor que me
Gran-lugar, atravesé unas chozas oscuras y volviese á la choza de Ononthio , pues se di­
desiertas y llegué al sitio (2) donde residia vertían por todas partes de mi simpleza.
el consejo. Estaba compuesto de venerables «Volvíamos en efecto á casa de mi hués­
Sachems vestidos de largos ropajes encanados ped , cuando al pasar por delante de la ca­
y negros, y escuchaban á un orador qne ha­ baña de las oraciones (1) vimos la multitud
blaba con voz clara y penetrante. « He aquí, reunida á las puertas , y mi guia me dijo
dije yo interiormente , los verdaderos Sachems; que se celebraba en aquella cabaña una fies­
ahora veo que los otros no son mas que he­ ta de la muerte. Esperimenté un violento de­
chiceros y farsantes. Me coloqué con mi guia seo de entrar en aquel lugar santo , y pene­
en el puesto de los espectadores, y dirigién­ tramos en él por una abertura secreta. Guar­
dome al mas próximo : «Valiente hijo de fa daban entonces silencio para escuchar á un
genio cuyo soplo animaba unas trompas de
(i) Las actas.
[pj La casa del tribunal. (1) Una iglesia.
TOMO I. H
rfia
metal (i) , y el cual cesó de murmurar en corazón los sentimientos que él espresaba, que
breve. Las columnas del edificio cubiertas de me parecia que hablaba la lengua de mi pais.
tela de seda negra difundirían á sus pies una «Hubiera querido arrojarme á los pies de
oscuridad impenetrable , sino la hubiesen di­ aquel sacrificador para suplicarle que un día
sipado el brillo de mil antorchas. En medio hablase de mi tumba á fin de regocijar su
del santuario que rodeaban los gefes de la espíritu en la región de las almas, pero al
oración (a), se elevaba el simulacro de un fé­ recordar mi poca virtud ya no me atreví a
retro y el altar y las estatuas de los hombres pedir semejante favor, y me dije a mi mis­
protectores de la patria, ocultos bajo fú­ mo : «el murmullo del viento y del torrente
nebres crespones. Lo mas poderoso y bello «es la única elocuencia que'conviene al mo-
que contenia el gran Lugar , estaba situado «numento de un salvaje.”
en los bancos de la nave. No salí de la cabaña de la oración sin
Llamaba la atención de todos un orador invocar al Dios de la hija de López , y ha­
vestido de blanco en medio del duelo, y en biendo vuelto- á casa de Ononthio, le manifes­
pie , en una alta galeria (3) ; con los ojos cer­ té los frutos de mi ocupación en aquel dia,
rados y los brazos cruzados, se disponía pa­ refiriéndole en particular las palabras del ora­
ra empezar un discurso y parecía perderse en dor de la muerte, que me escuchó gustoso
las profundidades del cielo. Abrense sus ojos aunque me dijo:
de repente, y su voz interprete de la muerte «Sin embargo, tu verás claramente algunas
llena las bóvedas del templo , cual si fuese la «contradicciones en algunos de nuestros ora-
voz del Gran espíritu (4). Olí! con cuanta ale­ «dores y entre otros muchos franceces ; mas
gría advertí yo que entendía perfectamente al «no serias tan sabio como tu padre, ó lujo
gefe de la oración ! Eran tan naturales á mi «de Utalisí , si llegases á juzgarnos por estas
«debilidades.
Asi me hablaba Ononthio que había vivi­
(i) AZ organo. do muchas nieves , y fue tal la impresión qne
Ça) Los Sacerdotes.
(3) El pulpito. hicieron en mi las cosas que acababa de de­
(4) Bossuet. cirme , que se apoderaron de mi imaginación
l65
t64
«Cae una barrera , los héroes avanzan y
en el silencio de la noche. Inmediatamente que
la madre del dia , la fresca aurora subió al síguelos un carro inmenso , todo de oro , á
horizonte con el joven Sol su hijo , suspenso cuyo lado marchan cuatro siglos , cuatro es­
de sus hombros en lenguas de púrpura , sa­ taciones, las horas del dia y de la noche, y
cudimos de nuestros párpados los vapores del danse luego unos cainbates que nos dejan ab­
sueño. Por orden de Ononthio nos ceñimos sortos.
nuestras mas hermosas capas, nos calzamos unos «La noche entolda el cielo , cesan las
borceguíes maravillosamente bordados , ador­ carreras , y se encienden en el bosque mil
némonos con plumas y nos compusimos el ca­ antorchas. Elevase repentinamente en el fondo
bello con arte , para ir acompañados de nues­ de una gruta oscura una montaña de claridad
tro huésped á la fiesta que el gran-gefe pre­ brillante, vense de pie en su cumbre un ge­
nio y su compañera , que bajan luego , y cu­
paraba en unos bosques , no lejos de las ori­
bren de las rarezas de la tierra y del agua
llas del Sena.
«Seria la hora en que la indiana espan­ una mesa de cristal, y luego unas mugeres des­
lumbrantes por su belleza van á sentarse al ban­
ta con un ramo las moscas que susurran en
torno de la cuna de su hijo, cuando echa­ quete y las sirven ninfas y amores.
«Se levanta del seno de la tierra un atn-
mos andar , y llegamos en breve á la mora­
da de los Manitus , y de los Genios (i) , don­ íiteatro , y presenta en sus escalones unos co­
de Ononthio nos colocó en un alto estrado. ros armoniosos, que hacen resonar mil ins­
«El gefe de los gefes que parecía cubier­ trumentos. A una señal desaparece la escena-,
to de pedrerías , estaba montado en un ca­ cuatro ricas cabañas cargadas de los dones
ballo mas blanco que el rayo de la luna , y del comercio y de las artes sustituyen á los
roas ligero que el viento. Pasa bajo unos pór­ primeros prodigios, y Ononthio me hace ob­
ticos semejantes á los de nuestros bosques,' y servar los personages que distribuyen los pre­
le acompañan cien héroes vestidos como los sentes de la munificencia real y me dice.
antiguos guerreros de la Francia. Ves aquella muger tan bella (1) auntpie de

(i) Fiestas de Luis XIF. (p) Madama de Martlespau.


í ' ~
167
166 «fumes á la Amistrd (1). He alli mas lejos,
«aspecto algo altivo , que preside en una de
«dos palmeras ilustres por su raza, pero que
«las cuatro cabañas con el hijo de un rey?
«no tienen la gracia de las tres flores, ni mas
«La nube que se advierte en su frente es un
«adornos que el de collares pólitieos (2). Chac-
«astro que se retira delante de esa otra be-
«tas, este talento en las mugeres reunido al
«lleza , de mirar mas sensible pero artificio-
«genio en los hombres , es lo que constitu-
«so, la cual ocupa la segunda cabaña con
«ye la superioridad de un pueblo. Favoreei-
«aquel joven principe (1). Si el gran gefe hu-
«das son tres veces del ciclo las naciones don-
«biese querido ser feliz entre las mugeres , no
«de la musa se propone allanar los senderos
«hubiera escuchado ni á una ni á otra de
«de la vida; reinando en ellas bastante ur-
«esas beldades , y hoy no se consumiria en
«banidad para suavizar las costumbres , nada
«una soledad cristiana el alma mas tierna (2).
«Mientras yo escuchaba estas palabras , ad­ «es capaz de corromperlas 1 ”
Durante este discurso oimos detrás de no­
vertí otras muchas mugeres que escitaron mi
sotros la voz de los hombres, y observamos
curiosidad, y habiéndolas señalado á Onon-
que el mas joven deciá al de mas edad. «No
thio me respondió diciendo.
«me admiro que estéis sorprendido de la ins-
«Las gracias mismas han arreglado los
«titucion de este tribunal activo. Estamos por
«collares (3) que esa Matrona envia á su que-
«todos estilos en el tiempo de las cosas es-
«rida hija: en cuanto á estas otras tres Ho­
«traordinarias. Si se pudiese hablar de la mas-
nres que mecen juntas sus tallos , la una prós-
acara de hierro....” Al llegar aqui se hizo
«pera en las orillas de los arroyos (4 ), la otra
sorda la voz del guerrero como el ruido de
«gusta de adornar el seno de las princesas
un agua que cae por bajo de las raices al
«desgraciadas (5) , y la tercera ofrece sus per-
hondo de un valle cubierto de musgo.

(1) Madama de Maintenon. (1) Madama La m bert.


(2) Madama de La-Valliere. (2) Memorias de Madama Monlpesier, y
(3) Cartas de Madama Sevigné. de Madama ■, segunda muger del hermano de
(4) Madama Deshoulieres.
Luis XIV.
(5) Madama La-Fayele.
i68 169
Volví la cabeza y advertí un hombre cu­ «Es una imprudencia cometida por un des.
yo trage me dió á conocer que era un guer­ «tacamento de guerreros que ha pasado muy
rero , pues llevaba un tocado de púrpura , y «cerca de este sitio escoltando á unos presi-
Ononthio que advirtió mi sorpresa se apresu­ «darios.
ró á decirme. « ¡ Oh hijo de la tierra de los «Según eso , repliqué yo , habrán cometi-
«cazadores! te encuentras en el país de los «do algunos crímenes. Atendidos sus lamen-
«encantamentos. El mismo guerrero que nos «tos hubiera yo creído qne eran algunos des-
«ha interrumpido con sus proposiciones, es «dichados mas , bien que unos hombres abor-
«aqui una maravilla; es un rey venido de la «recidos del Grande Espíritu , á causa de sus
«ciudad de mármol para poner su pueblo á «injusticias, pues hay en el dolor un acento
«los pies del sol de los franceses. «el cual no puede engañar. Por otra parte,
«Apenas se habia esplicado Ononthio de «siendo muchos los que al parecer iban alli,
esta suerte , cuando el terror se apoderó de «no era fácil creer que hubiese tantos cora-
todo el concurso , y el gefe de los gefes se «zones amigos del mal 1
turbó al oir las palabras secretas que le llevó «Se cuentan , dijo entonces Ononthio, mu-
un heraldo. En tanto que resonaban unos gri­ «chos millares de franceses condenados asi á
tos á lo lejos , el silencio y la inquietud se «destierro porque quieren adorar a Dios en
manifestaban en los labios y la frente de to­ «altares nuevamente erigidos (r). ”
dos , semejante á un castor que habiendo oi­ «Según veo , esclamé , es la voz de rnu-
do pasos en la orilla de su lago, suspende «chos millares de franceses la que acabo de
los golpes con que construía los cimientos de «oir en medio de esta pompa francesa. ¡ O na-
sus diques , y con sobresalto presta atento oi­ «cion incomprehensible 1 con una mano hacéis
do al rumor. Desvaneciéronse las quejas des­ «libaciones al Manitú de las alegrías, y con
pués de algunos momentos , restablecióse la «la otra arrancáis de su hogar á vuestros her-
calma en la fiesta, y habiendo preguntado «manos, forzándoles á abandonar con todas
á Ononthio la causa de este accidente , des­
pués de titubear para responderme se esplicó (1) Los protestantes. Revocación del epíteto
en estos términos. de Nantes , dragonadas.
I7O I7I
«suertes de miserias sus genios políticos. tenidas por los lados del edificio , y a la cla­
«Chactas ! Chactas ! esclamó vehementeinen- ridad de las arañas brillaban mugeres de es-
«te Ononthio; no se trata aquí de semejante traordinaria belleza y héroes de largas cabe­
«cosa.” lleras ,cargados de vestidos de oro. Debajo de
«Callé entonces , pero el resto de los jue­ nosotros , al fondo de un abismo , otros guer­
gos me pareció ya emponzoñado , y no sien- reros, en pie y apiñados ondulaban como las
dome posible fijar mis ideas sobre las cos­ olas del mar. Salía de la multitud un ruido
tumbres y ias leyes de los europeos , senil confuso; de cuando en cuando se oian voces
amargamente la pérdida de mi cabaña y da y risotadas distintas, y en algunas filas de ge­
mis desiertos. nios de armonía situadas bajo una ancha cor­
«Volvimos a encontrar delicias en casa de tina , tocaban sonatas tristes que nadie escu­
Ononthio. Dichoso , me decía yo á mi mis­ chaba.
mo , cediendo al sueño, dichosos los que tie­ «Mientras yo observaba estas cosas tan
nen un arco una piel de castor y un amigo! nuevas para mi , mientras Ononthio y sus
«El dia siguiente al acercarse la primera amigos estudiaban en mis ojos las sensaciones
vigilia , Ononthio nos hizo subir con él á un de un salvaje, salió de un lugar desconocido
carro, y llegamos á una espaciosa cabaña (i) uu silvido semejante al de las cotorras de
inundada de las olas de los pueblos. Por estre­ nuestros bosques, y plegóse entonces la cortina
chos pasadizos iluminados con la luz de fue­ en los aires , como el velo de la Noche des­
gos encerrados en vasos, penetramos hasta una corrido por la mano del dia.
cabañita (2) tapizada de púrpura, y cuya «Preséntase á mi vista una cabaña sosteni­
puerta nos abrió un esclavo. da por columnas. Calla la música, reyna un
«Descubro al instante una sala adornada, profundo silencio en el concurso , y adelan-
donde cuatro órdenes de cabañas semejantes tanse bajo los pórticos dos guerreros el uno
á aquellas en que yo entraba, estaban sos- joven y el otro que ya tocaba en la vejez.
René, no soy mas que un salvaje : mis ór­
(1) El Teatro. ganos groseros no pueden sentir toda la me­
(2) Un palco. lodía de uua lengua hablada por uno de los
t72
pueblos mas cultos del universo; pero á pesar 173
ven habitante de una choza inmediata á
de mi natal rudeza, no pudiera decirte cual
la nuestra me dijo: «querido Iluron, estoy
fué mi admiración cuando ambos héroes lle­
«enamorada de ti y quiero que esta noche
garon á abrir sus labios en medio de la muda
«me acompañes á cenar con el que llamas
cabaña. Crei oir la música del cielo notando
tu padre. ” «Onontbio me llamó aparte , y
cierta cosa que parecían sonatas divinas, al
«me contó que aquella muger graciosa era
mismo tiempo que no eran un verdadero can­
«una célebre Ikuesen (1) en cuya casa se ren-
to , sino que guardaban á mi parecer , un tér­
«nia la verdadera nación francesa , y yo ar-
mino medio entre el canto y el Ienguage co­
«rebatado de la proposición respondí á la Iku-
mún. Habia yo oido la voz de las vírgenes
«esen. ” «Amante del placer , son tan dulces
de la soledad durante la calina de las noches,
«tus labios que no permiten recibir un no.
y mas de una vez presté el oido á los soplos
«Disimularas únicamente mi sencillez conside-
de la luna, cuando despiertan en los bosques
«rando que vengo de los grandes bosques.”
los genios de la aimonia; pero estos so­
«En aquel momento se alzó otra vez la
nes me parecieron sin encanto comparados
cortina, y al ver aquel segundo espectáculo
coa los que yo entonces escuchaba.
quedé quizás mas admirado que del primero
«Mi sorpresa se aumentaba á proporción
pero le comprendí menos. Las pasiones que
que se disminuía la escena ¡Oh Atala ! que
vosotros llamáis trágicas son comunes á todos
cuadro de la pasión origen de todos los in­
los pueblos y puede entenderlas un Natchez
fortunios nuestros ! Vencido por mis recuerdos,
lo mismo que un francés ; los llantos son igua­
por la verdad de las pinturas (i) y la poe­
les en todas partes , pero las risas se d.feren-
sía de los acentos las lágrimas se agolparon
cian según los tiempos y los paises.
á mis ojos como un torrente, y mi trastorno
«Concluidos los juegos se cubrió la Ikue-
fué tan grande que turbó la cabaña entera.
sen con un velo y obligándome con la locu­
Cuando volvió á caer la cortina , hacien­
ra de los amores á darle la mano , bajamos
do desaparecer aquellas maravillas, la mas jó -
los escalones de la choza donde se agolpaba
(i) Fcdro.
(1) Cortesana.
t75
sentada junto á los hogares de la Ikuesen, rey-
un tropel de espectadores , y Onontlno nos
nando entre los guerreros un tono de igual­
seguía. El indiano no sabe ruborizarse; por
dad , y una franqueza semejante á la de los
tanto no esperimenté ningún embarazo, y ob­
servé que todos estaban tentados de aplaudir salvages.
«Dirigí mi suplica al Amor hospitalario, á
la sencilla altivez de mi continencia.
«Subimos á un carro en medio de las los Manitns de aquella cabaña , y mezclándome
armas protectoras, de las flamígeras antorchas entre la multitud me encontré por primera
y de los gritos de los esclavos que hacían vez tan á mi gusto como si estuviese en el
consejo de los Natchez.
resonar las bóvedas con el nombre pomposo
Estaban reunidos los guerreros en dife­
de sus amos. Ruedan las cabañas movibles
rentes grupos , como haces de maiz plantado
como el carro de la Noche : el hijo del co­
en el campo de los pueblos. Cada uno daba
mercio relirado á la paz de sus hogares,
á su vecino y recibia de él leccioues ; las
oye estremecerse los vidrios de su choza y
proposiciones eran graves sucesivamente como
siente temblar bajo de si el talamo nupcial-
las de los viejos, y fugitivas como las de las
Llegamos á la casa de la divinidad de los pla­
doncellas. Aquellos hombres capaces de gran­
ceres , y arrojándose uno3 esclavos del car­
des cosas no se desdeñaban de las agradables
ro rápido donde estaban suspensos , abren las
faramallas , manifestaban claramente la super­
puertas de él y nos apeamos bajo un vestí­
abundancia de sus ideas, formaban largos dis­
bulo de marmol adornado de naranjos y de
cursos, y seguían una conversación agradable
flores. Entramos en unas cabanas voluptuosas,
y amena, semejante á aquellos artífices de ro­
con artesonados de ébano , en que habia es­
bustos brazos que en un taller europeo hilan
culpidos paisages de oro , y vimos que ardían
el metal flexible que reúne los diversos ador­
por todas partes los tesoros hurtados a
nos de la belleza , aguzando el uno la pun­
las hijas de las rocas y de las viejas encinas.
ta , el otro puliendo su longitud y el otro
La verdadera nación francesa (porque yo la
uniendo el anillo con que la virgen fija la nu­
reconocí al primer golpe de vista) estaba ya
be trasparente en su seno ó la cinta en su
cabeza.
(i) Cera.
í «fi Al mismo tiempo metió su brazo por de­
«Abandonado á mi mismo bagaba yo de bajo del mió y ine condujo á otra parte de
grupo en grupo encantado de lo que oia , por­ la cabaña. ¿Dejamos, pues, enteramente so­
que comprendía : todas las palabras y nadie se lo este hijo de los bosques? le dije.— «Oh!
manifestaba sorprendido de mi aire estiangero. «no necesita á nadie , replicó mi conductor:
Mientras yo andaba asi por entre el con­ «ademas, no habla el lenguage de los hom-
curso , advertí en un rincón, un hombre que «bres , y solo entiende el de los dioses, el
con nadie hablaba y parecía estar profunda­ «de los leones, las golondrinas y las palo-
mente distraído : me dirigí pues á él y le di­
amas (1). ”
je. «Cazador, te deseo un cielo azul, mu- «Atravesamos por la multitud y uno de
«chos corzos y una piel de castor. ¿ De que los mas bellos franceses qne jamás he visto,
«desierto eres? Según veo me debo persua­ tomando el brazo de uno de dos amigos su­
dir que vienes, como yo , de una selva. yos , se puso á nuestro lado, y mi guia me
El héroe que fingió despertarse , me miró dijo : « ¡ Que drama nos habéis dado ! ya ha-
y respondióme. «Si, vengo de una selva. «beis visto los arrebatos que ha ocasionado á
No dormiré so el rico artesonado. «este salvaje. Confieso, añadió el guerrero,
Mas, ¿ será el sueño asi menos precioso ? «que es uno de los resuttados que mas me
¿ Será menos profundo y delicioso ? «lian lisongeado en mi vida. Sin embargo,
Vuelvo á entregarme á mi desierto amado. «dijo uno de sus amigos , con tono severo;
«hubiese sido mejor que no hubieseis cedida
«Bien lo habla yo adivinado , esclarné, Tu «tanto al gusto del siglo , cercenando vuestra
apariencia es simple, mas tu eres escelcnte. «Arida ton riesgo de echar á perder la esce-
«¿Hay cosa menos brillante que el castor, el «na que arrebató á este moques.
«ruiseñor y la abeja? El segundo amigo del guerrero no quiso
Al terminar yo estas palabras se acercó defenderle: «He aquí, esclamó el primero, vues-
3 nosotros un guerrero de ojos perspicaces y «tras debilidades ; por esto habéis descendido
poniéndose el dedo en la boca : « Apuesto , di-
«jo , á que nuestros dos salvajes están encan­ (1) La Fontaine.
utados uno de otro. •tona 1. 12
*78 179
«del Misántropo al saco en que envolvéis vues- «de un manantial que los hombres llaman Hi-
«Iro Scapin. ” Al oir esta proposición iba yo «pocrene y los dioses Castalia. A pesar de es-
á esclamar ¡ Son estos aquellos hombres ama­ «to, Chactas , te engañarlas si creyeses que
bles del cielo cuyos cantos he oído ! Pero «estos hombres son unos afeminados sin vi-
alejáronse entonces los tres amigos (i) y yo «gor. Quizás ningún guerrero tiene menos ape­
volví á encontrarme solo con mi guia ; el sgo que ellos á la vida , pues la quebrarían
cual me condujo al otro estremo de la caba­ «con la misma indiferencia que los frágiles va-
ña y me hizo sentar a su lado en unfiesteia «sos que algunas veces rompen por diver-
de seda. «sion en los festines. ”
Desde allí, repasando con la vista el con­ Maravillado de la fina pintura de mi cu­
curso ora en movimiento , ora , inmóvil: «Chac­ rioso demostrador, miré con interés aquellos
otas , me dijo ; quiero hacerte conocer el ca- hombres (1) que presentaban un carácter des­
«racter de los personages que tienes á la vis­ conocido entre los salvages: pero mi huésped
óla , y ellos te darán una idea de este siglo me distrajo de estas reflexiones haciéndome ob­
«y de mi patria. ” servar una especie de hermitaño que hablaba
«Observa primeramente esos guerreros que con la Ikuesen.
«están perezosamente tendidos sobre esa semi- «Este, me dijo, ha sido sacerdote y va á
«carna de plumas. Son los hijos de los jue- «ser rey , y antes que se fastidie de su se-
«gos y de las risas, los cuales gozan de la «gunda diadema vive aquí como simple far-
«inmortalidad por su nacimiento; pues aun- «sante (a). En cuanto á este otro guerrero
«que te parezcan ya viejos , son siempre jó- «tan viejo , cuyos pies descansan en un almoa-
«venes como las gracias sus madres. Retira- «don de terciopelo , es un estrangero recien
«dos lejos del ruido, en un arrabal pacifico, «llegado. Su padre condujo un rey al cadal-
«pasan sus dias sentados en banquetes con las «so y colocó en su cabeza la corona que ha-
«sienes ornadas de yedra y la frente de flo-
«res, mezclando con vinos perfumados el agua (1) La sociedad del pantano, Chauliere, La
Pare.
(i) Racine , Moliere y Boileau. (2) Casimiro rey de Polonia.
i8o 181
«bia derribado (i). Ricardo mas sabio que «nicnte; ellos para ser embajadores en nues-
«Yllivier , ha preferido el reposo á la agitación «tra corte (1), tu para servir en nuestras
«de una vida ruidosa , y volviendo á entrar «galeras; pero tu y ellos para pagar un tri-
«en el estado oscuro de sus abuelos , no es- «buto á nuestro genio , y hacer de este si­
«tima la gloria de sus padres sino en cuan- nglo un siglo perpetuamente milagroso.
«to la mira como uno de sus placeres. «En cuanto á lo demas, estos salvagcs de
«Por Michabú (2), eselamé, que esto es «la india son mas dichosos en el dia que
«tina mezcla estraña 1 solo faltaba aquí un «los de la Luisiana, porque encuentran aquí
«salvage como yo. ” Mi esclamacion hizo reir «con quien hablar á lo menos el idioma de
al observador de los hombres , quien me res­ «su patria. Aquellos guerreros blancos que con-
pondió : «estás aun muy distante , mi quen­ «feréncian entre si, son unos viageros que han
ado Chactas , de haberlo visto todo , pero sea «recogido los simples de las montañas , ó los
«cual quiera tu deseo de saber, es fácil conten- «restos de la antigüedad (2).
«tarte. Aquellos cuatro hombres recostados cor- «Esos otros agrupados junto á aquella ven-
«tra aquella mesa de alabastro son los cua- «tana , son unos sabios que la munificencia
«tro artistas que han creado las maravillas «de nuestro rey ha ido á bascar, hasta en
«de Versalles : el uno ha levantado las coluni- «una tierra enemiga para colmarlos de bene-
«nas , el otro ha diseñado los jardines , el «ficios. Las cartas que tienen en la mano y
«tercero ha esculpido las estatuas de ellos, y «que repasan con tanto interés , son la cor-
«el cuarto ha pintado los cuadros (?,). «respondencia de muchos Sacheras , los cuñ­
«Mira sentados á sus pies sobre tapices ales aunque nacidos en paises ilustres, for-
«de Oriente aquellos hombres de rostro color «man en Europa una ilustre república cuyo
«de cobre y ropage de seda. Han venido de las «centro es Paris. Por medio de esas cartas
puertas de la aurora , como tu de las del po- «saben mutuamente sus descubrimientos; uno
«de estos acaba de encontrar en estos últ'i-
(1) Olivier Cronwell.
(2) Genio ile las aguas. (1) Embajadores de Sinrn.
(3) Mamar, La-Notre , Coustou-Lebrun. (2) Tourrefort, Boucher, Gerbillon, Chai dieu.
i8a 183 • i
«capricho del Señor, todos los ciudadanos
«mo9 dia9 el verdadero sistema de la natn-
«libres para ir adonde quieren y decir lo que
«raleza, y el otro le comunica en respues­
«piensan , bajo la reserva de ser arrestados,
ta sus cálculos sobre lo infinito (i).
«si al rey le place, y enviados al patíbulo
«No lejos de esos estrangeros puedes ob-
«en testimonio de la libertad de las opinio-
«servar un hombre que habla con vigor ; es
«nes; en fin edificios acabados, manufacturas
«un famoso Sachem de aquellos que llamamos
«en abundancia , colonias fundadas , creada la
«filósofos. Su patria es Albion , pero hace
«marina , la Europa medio subyugada , una
«algnn tiempo que se desterró á las orillas
«parte de la nación arrojando fuera la otra
«bátavas de donde ha venido á rendir home-
«parte.... Tal es este siglo, cuyo compendio
«nage á la Francia.
«ves en esta sala ; siglo que á pesar de sus
«Y bien, continuo nuestro huésped, que pien-
«errores sera siempre modelo de gloiia , y cuya
«sas ahora de nuestra nación ? Hallas aqui bas­
«grandeza no se conocerá bien sino cuando
tantes hombres y cosas estraordinarias ? Pre-
«lados tan diferentes en sus talentos como en «se pretenda escederle. ”
Concluido este discurso me dejó mi guia
«sus principios , literatos distinguidos por el
para ir á otra parte á observar los hombres,
«contraste de su genio ; oficinas con talentos
y no me pareció él una de las menores rarezas
«expertos en las guerras, hijas de la voluptuo-
del siglo que acababa de pintarme.
«sidad intrigando cerca del trono, cortesanas
Avisaron unos esclavos que estaba dispues­
«disputándose sus mutuos despojos, generales
to el banquete , y unas mesas cubiertas de
«divididos, magistrados que no se entienden,
llores, frutos y pájaros nos ofrecieron sus
«reglamentos admirables pero infringidos , la
elegantes riquezas. El vino era cscelente, la
«ley proclamada soberana peto siempre sus-
alegría verdadera , y las espresiones tan finas
«pensa por la dictadura real , un hombre en-
como las de los hurones. La veleidosa Iku-
«viado á presidio por tiempo determinado, pe-
esen que me dió asiento á su derecha , se
«ro permaneciendo alli toda su vida , la pro­
chanzeaba conmigo y me deeia: «Habíame pues
piedad declarada inviolable pero confiada al
«de tus bosques. Quisiera saber si cu Huro-
«nia hay como entre nosotros grandes seno-
(i) New ton Leibn itz.
i84 i85
«ras que quieren liacer encerrar en el con- Esta proposición escitó la risa en la mesa
«vento infelices doncellas , forzando su liber- hospitalaria , y se apuró la copa de la liber­
«tad contra la inclinación que el cielo les ha tad en honor de Chactas.
«dado. ¡Oh 1 Es un escelente pais el tuyo, Entonces los genios de los amores distraje­
«donde se dice al Gran-gefe lo que se pien- ron la conversación y la hicieron recaer so­
«sa , y donde hace cada uno lo que se le an­ bre asuntos mas deliciosos. El recuerdo de la
atoja hacer ! Aqui es precisamente lo contra­ hija de López removió los secretos de mi co­
ario : todo el mundo está obligado á men- razón y le hizo palpitar. Observó un convi­
«tir al Sol y someterse á la voluntad de su dado que si la pasión forma tempestades , la
«vecino, y por esto va todo á las mil ina- edad viene pronto á calmarlas recobrándose
«ravilos entre nosotros. ” en breve la tranquilidad de alma en que se
Añadió esta muger otras muchas palabras, estaba antes de haber perdido la paz de la
en que bajo una apariencia frivola descubrí infancia. Aplaudieron los guerreros esta ob­
pensamientos muy serios. Dijeronse mil retrué­ servación y yo respondí diciendo.
canos y equívocos graciosos acerca de la res­ No puedo comprender como la calma que
puesta que yo di á los hechiceros de la gran se goza después de la tempestad sea semejan­
choza, y que la Ikuesen decía ser admira­ te á la que le ha precedido: el viagero que
ble , aunque añadió: «ahora me toca á mi no ha partido , no es el viagero que ha vuel­
«el saber, que es lo mas sensato que has ha- to ; la hoguera aun no encendida no es la
«llado entre nosotros. No habiendo yo ha- hoguera apagada. La inocencia y la razón son
•blado de tu piel ni de tus orejas; espero dos árboles plantados en las estremilades de
«queme des otra respuesta diferente de aque- la vida : es verdad que á sus pies se encuen­
«11a que te ha perdido en el concepto de nues- tra igualmente el reposo , pero el árbol
«tros filósofos.” de la inoceneia está cargado de pimpollos , de
« ¡ Musgo blanco de las encinas , que sirve perfumes y tiernas y verdes flores, y el árbol de
«de lecho á los héroes ! respondí yo : los pre- la razón no es otra cosa que una encina vieja
«sidaños, y las mugeres como tu, me parece y seca , sobre un tronco despojado ya de su
«que poseen toda la sabiduría de su nación.” follage por el rayo y los vientos del cielo.
i36 187
Así es como nosotros hablamos en este fes­ mismo la naciou francesa, y probar si yendo
tín , del cual yo te bago una relación minu­ yo solo la encontrarla mejor que con el au-
ciosa , porque habiendo visto los hombres en silio de uno que me acompañase.
su mas alto grado de civilización , debo pin­ Sali pues sin guia á media mañana, y des­
tártelos con una exactitud escrupulosa. Las pués de haber recorrido unos caminos estre­
cosas de la sociedad y de la naturaleza pre­ chos y tortuosos, llegue a un puente donde
sentadas en su mayor oposición , te suminis­ saludé á un rey bénefleo que vi montado en
trarán el medio de pesar con el menor error un caballo de bronce (1). Subiendo desde alli
posible el bien y el mal de los estados. contra la corriente del rio de aguas blancas,
Ibamos ya á levantarnos de la mesa, cuan­ en donde utas mugeres lavaban túnicas de
do trajeron á nuestra maga una cuna de flo­ lino , llegué á la plaza de la sangre (2), en
res en la cual estaba acostado un niño que la cual vi reunida una gran; multitud, y ha­
reclamaba, según decia su nodriza, los presen­ biéndome dicho que iban a atar una victima
tes del nacimiento. Conoeia la Ikuesen á los pa­ á la máquina que me indicaron adverti so­
dres del recien nacido , le tomó en brazos ob­ bre ella el genio de la muerte (3) bajo la
servó en él un aspecto malicioso (i), y pro­ forma de un hombre.
metió darle un dia granos de porcelanas (2) Persuadido á que se trataba de la egecu-
para comprar collares (3). cion de un prisionero, me senté para oirle can­
tar y animarle á sufrir los tormentos como
un indio , por lo cual pregunté á uno que es­
LIBRO SÉPTIMO. taba cerca de mi y que parecia muy enter­
necido : «hijo de la humanidad, ha sido es­
dia siguiente de aquel que tan bien te guerrero preso , combatiendo con valor, o
habia empleado, me decidí á buscar por mi
(1) El puente nuevo y la estatua de Dcn-
(1) Voltaire. rique IV.
(2) Dinero. (V) La Greva.
(3) Libros. (3) El verdugo.
i88 ’89
«es acaso hijo de los débiles , de quien el ho- eos cabellos ondeaban por su cuello ya arru­
«micida Areskui se ha apoderado en su fuga? ’ gado y moreno con la edad, y veiase su en­
Y el guerrero me respondió. vejecido pecho desnudo que respiraba tranqui­
«No es soldado el que va a terminar sus lamente bajo la túnica entreabierta. Echó en
«dias, y si un gefe de la oración (i), el cual fin la última, mirada sobre la Francia y la
«desterrado de la Francia por opiniones re- muerte le ligó por la cima cual si fuese una
«ligiosas, no lia podido tolerar los disgustos del garba de mies segada.
«destierro. ” Vencido por el sentimiento que En medio de la turbación de mis sentidos
subyuga á todos los hombres , ha vuelto dis­ que al principio no me permitieron sustraerme
frazado á su pais; de día estaba oculto en de allí, me levante y esclame : «volvedme á mis
un subterráneo, y de noche andaba errante al bosques” y alejándome con paso acelerado y
rededor del campo paterno á la claridad de prorrumpiendo en llanto, como fuera de in¡,
los astros que precedieron á su nacimiento; anduve á la aventura por largo rato ; pero
pero habiéndole conocido en uno de aquellos al fin el cansansio del cuerpo vino á aliviar­
paseos, en que respiraba secretamente el ai­ me de las fatigas del alma, y encontrándome
re de su patria le han denunciado y la ley aneloso cual un cazador, que ha perseguido un
le condena á muerte por haber quebrantado ciervo me vi precisado á pedir en alguna par­
te los dones de la hospitalidad. Llamo á la
su destierro.
Calló el guerrero y vi que por medio de puerta de una bellísima cabaña, y saliendo al
la multitud se adelantaba un viejo, el cual punto á abrirme un esclavo; «que quiere«? me
habiendo llegado á los pilares de sangre, des­ dijo con aspereza. — Ve á decir á tu amo que
pojóse del vestido y postrándose de rodillas un guerrero de las carnes rojas viene á beber
se puso en oración. En seguida fijando el pie con él la copa del banquete; mas apenas lo
con serenidad en el primer madero de la es­ hube dicho cuando el esclavo se echó á reir
calera y elevándose de escalón en escalón, pa­ y cerró la puerta.
recía subir sosegadamente al cielo. Sus blan- Lejos desalentarme esta prueba habiéndose
ofrecido á mi vista y á corta distancia en una
(i) Un ministro protestante. senda estraviada una habitación semejante á
»9»
T9° ra nosotros miserables la hambre dura mien­
las nuestras, me presenté en el umbral de
tras vivimos.
ella y. distinguí en lo interior de un cuar­
Yo repliqué : sin duda hay algún otro
to obscuro un guerrero medio desnudo y
guerrero cuyo sol ha mirado los arces y cu­
tres niños. Auguré bien de mis huéspedes cuan­
yas flechas han sido mas favorecidas del gran
do vi que cual si fuesen indios permanecían
castor: él te hará participe de su abundan­
tranquilos al ver mi aspecto : entro entonces en
cia. El hombre se sonrió amargamente, y de
la cabaña , me siento en el hogar donde salu­
esto inferí que había yo dicho una espresion
do al Manitú domestico , y tomando en bra­
zos al menor de los tres niños , de aquellas dul­ poco sabia.
Semejante á una viuda que desde el lecho
ces luces de su madre , entoné la canción del
desierto en que está acostada ve las telas del
suplicante.
insecto suspensas sobre su cabeza y se que­
Concluido esto dije en francés. «Tengo
rella del abandono de su cabaña , asi la la­
hambre ” y el me respondió : ¿ Tienes ham­
boriosa matrona de quien yo recibía hospi­
bre ? Esto me hizo pensar que había sido via-
talidad dirigió al esposo palabras injuriosas,
gero entre los pueblos de la soledad. Levan­
echándole en cara su ociosidad. El guerrero
tóse , tomó nna torta de maíz negro y me
maltrató á su esposa y yo me apresuré á in­
la dió . mas no pude comerla porque vi á la
terponer la pipa de paz en Iré mis huéspedes,
madre derramar una lágrima y á los hijos de­
aplacando la cólera que sube del corazón al ros­
vorar con los ojos el pan que yo llevaba
tro como una nube de sangre. Entonces tuve
a mi boca. Entonces le distribui a la ino­
por ¡a primera vez la ¡dea de la degradación
cencia y dije al guerrero su padre: los ma­
europea con toda su fealdad : vi al hombre em­
nes de los osos no han sido apaciguados con
brutecido por la miseria en medio de nna fa­
los sacrificios en la nieve (i) última, pues la
milia hambrienta, sin gozar de los beneficios
caza no ha sido buena y tus hijos timen ham­
de la sociedad , y habiendo perdido también
bre ? Hambre 1 respondió mi huésped si! Pa-
los de la naturaleza.
Me levanté , puse un grano de oro en
la mano del guerrero y le invité á que vi­
(i) El año.
193
niese á sentarse con su familia en mi cabana. ciliado con los hombres y del cual han adquiri­
Ah ! respondió mi huésped conmovido; aun­ do mis canas la poca sabiduría que las corona.
que no seáis mas que un iroques se conoce Marchaba yo cabizbajo y con el corazón
bien que sois un rey de los salvages. — No oprimido cuando me sacó de mi delirio la
soy rey le respondí apresurándome á dejar voz de dos esclavos que conversaban á la
aquella cabaña donde habla encontrado algu­ puerta de su cabaña. Mi primera intención fué
nas virtudes primitivas , que á duras penas la de alejarme, pero admirado del aire de
subsistían débilmente en medio de los vicios honradez que advertia en los dos esclavos, me
de la civilización. El ramillete del romero que sentí inclinado á hacer la ultima tentativa y
vuestros gefes difuntos llevan consigo al se­ dirigiéndome al mas anciano de edos le dije
pulcro, arraiga algunas veces en la arcilla mis­ «Ve y di á tu amo que un guerrero estrado
ma del hombre y vegeta basta en la mano de tiene hambre«
los muertos. Miróme el esclavo con admiración, pero
Confieso que después de tales esperiencias no advertí en sus miradas, ni el descaro, ni
estuve á punto de renunciar mis estudios y la bajeza. Sin responderme entró precipitada­
aun regresar á casa de Ononlbio, pues bus­ mente en los corredores de la cabaña y vol­
cando en vano tu nación y sus costumbres, viendo en breve muy aneloso, me dijo: Señor
ni aquellas ni estas encontraba. La naturaleza salvaje, mi amo os suplica que le hagais el
me parecía trastornada y no la descubría en honor de entrar.
la sociedad sino como aquellos objetos cuyas Seguí inmediatamente al buen esclavo, su­
imágenes se ven invertidas en el agua : ¡ Olí bimos los escalones de marmol que daban vuel­
genio propicio que deluvistes mis pasos ! tu ta á una rampa de bronce; atravesamos va­
que me empeñastes á continuar mis indagacio­ rias chozas , donde reinaba con la paz una es­
nes ; ojalá que en recompensa de los favores casa luz y llegamos en fin á una cabaña llena
qne me has hecho logres acercarte cuanto sea de collares, donde vi un hombre (1) ocupa­
posible al Grande Espíritu! Sin ti, sin tu do en trazar sobre unas hojas, los signos de
consejo no seria yo lo que soy ni hubiera
conocido jamás al hombre que me ha rccon-
»94 »95
sus pensamientos. Era muy flaco y de alta «Grande Espíritu te recompense 1 Aun no te
estatura, y veíase en su rostro cierto aire, «lie visto mas que un momento, pero ya
de buena inteligencia; sería imposible descri­ «siento en mi alma que te amo y te respeto
bir la espresion que se notaba en sus ojos, «como á un Sachem.
era como una mezcla de genio y de ternura Mi huésped tomándome de la mano me
una belleza inesplicable que jamás pudo hizo sentar á su lado cerca de una mesa. Sa­
espresar pintor alguno según me lo contó des­ caron pan y vino, la fuerza del hombre, y
pués Onontbio. habiéndose retirado los esclavos poseidos de
»Chactas , me dijo levantándose inmedia­ veneración ácia su atno, empecé á conversar
tamente que me vió , no somos ya estrados francamente con el ministro de los altares.
»el uno al otro. Un pariente mió que pre- »Chactas, me dijo, hemos nacido en pai-
,.dicó nuestra santa religión en America se «ses muy lejanos uno de otro ¿pero creeis aca­
»apresuró á escribirme cuando fuisteis tan nso que haya entre los hombres grandes dife-
»indignamente preso, y habiendo yo solici­ «rencias de virtudes y por consecuencia de
tado vuestra libertad de concierto con el go­ «dicha ?
bernador del Canadá , tuvimos por fin la di- »Padre mió, le respondí; hablándote con
<(C^a de lograrla. Os he visto después en «franqueza, creo que los hombres de./ tu
«Versalles y según el retrato que de vos me «pais son mas desgraciados que los del mit».
«han hecho seria difícil ya desconoceros. Por «Ellos se ensorberbecen por sus artes al mis-
„otra parte, debo confes: ros que el modo «mo tiempo que participan de la ignorancia
«con que venís á pedirme hospitalidad me ha «nuestra, pero si toda la vida se limita á unos
«hecho una sensación estraordinaria, porque «cuantos dias, ¿que importa que hayamos hecho
«también yo, añadió con ligera sonrisa, soy «el viage en una pequeña canoa de corteza,
«algo salvaje.» «ó dentro de una grande piragua cargada de
»¿Serás tu por ventura, ese,amó inme­ «bejuco y de máquinas. ? La canoa misma
diatamente, aquel generoso gefe de la ora- «es preferible porque surca en el rio á lo
«cion, que tanto se ha interesado en mi li­ «largo de la tierra, donde puede hallar mil
bertad y la de mis bermanos¿ ¡Ojalá el «abrigoscuando la piragua europea navega
iqfi >97,
«en un lago borrascoso, donde los puertos nuestra dicha y concluí como siempre invi­
«son raros, los escollos frecuentes, y donde tando á mi huésped á que se hiciera salvaje.
«no se puede echar el áncora á causa de la Escuchóme con suma atención y enterne­
«profundidad del abismo. cióle el cuadro de nuestra felicidad.« Hijo mió,
«Las artes en nada contribuyen pues á la «me dijo, confirmóme en mi primera idea: los
■ felicicidad de la vida y este es el único «hombres de todos los paises, cuando tienen
«punto en que parecéis superiores á nosotros. «el corazón puro, se parecen unos á otros,
«Esta mañana lie sido testigo de un especlá- «porque entonces Dios es quien habla; Dios
«culo que bastaiia por sí solo para decidir la «que siempre es el mismo. El vicio es lo uni-
«cuestión á favor de mis bosques. Acabo de «co que establece entre nosotros las diferencias
«llamar á la puerta del rico y á la del pobre: «horrorosas; siendo de notar que la belleza
«los esclavos de aquel me han rechazado, y «siempre es una y hay mil fealdades. Si al-
«el pobre no era mas que un infeliz esclavo. «gun dia trazase yo el cuadro de una vida
«Hasta ahora tuve la simpleza de creer que «feliz y salvaje, emplearía I03 colores con qne
«todavia no habla visto tu nación, pero mi «acabais de pintármelas. «
«ultima correría me ha sugerido otras ideas. Co- «Pero temo , Chactas , que en vuestras opi_
«mienzo á persuadirme de que esta mezcla odio- «niones esteis algo preocupado , pues los in-
«sa de clases y fortunas , de opulencia estra- «dios lo son como los deinas hombres. So-
«ordinaria y de privaciones succesivas, del «breviene un tiempo en que el genero humano
«crimen impune y de la inocencia sacrificada, «multiplicado con algún esceso, no puede sub-
«forma en Europa lo que se llama sociedad «sistir de la caza, y entonces se hace preciso
«comunmente. ¡ Cuan al reves sucede éntre «recurrir á la cultura. La cultura arrastra
«nosotros! Entra en las cabañas de los iro- «leyes, y las leyes abusos. ¿ Mas seria acaso
«queses y no encontrarás en ellas ni grandes «razonable decir que no son menester leyes,
«ni pequeños, ni ricos ni pobres, sino que «porque hay abusos, ? ¿ Seria sensato suponer
«por todas partes hallarás el reposo del co- «que Dios ha hecho la condición social la
«razon y la libertad del hombre.« Al llegar aquí «peor de todas, cuando esta misma condición
hice del mejor modo posible la pintura de «parece ser el estado universal de los hombres.?
199 . ,
ig8 «únicamente esta fundado en relaciones de
«Lo que os choca, sincero salvaje, son «interes por los socorros que concedéis; y de
«nuestros trabajos, la desigualdad do nuestras
«que luego os reintegráis; mas entre nosotros
«clases, y aquella violencia en fin del dere-
„la sociedad convierte estas relaciones en sen-
«cho natural, que hace nos miréis como unos
« imientos. Se ama por el placer de amarse;
«esclavos infinitamente desdichados, y es que
«nuestro trato es con las almas y llegamos
«vuestro desprecio ácia nosotros recae en par- «al fin de la carrera por medio de una vida
ote sobre nuestros mismos sufrimientos. Pero
«llena de amor ¿ Hay acaso tarea que sea peno-
«si existiese, hijo mió, una felicidad relati-
asa para el que trabaja por el padre o rna-
«va de que no teneis ni podéis tener idea «dre,,ó por alguno de sus hermanos? No,
«alguna, si el labrador en el surco y el arte-
«Chactas; no la hay: y bien considerado me
«sano en su taller , gozasen bienes superiores «parece que se puede sacar de la civiliza
«á ¡os que encontráis en vuestros bosques, «cion tanta dicha como del estado salvaje.
«preciso seria lo primero rebajar de vuestro
«No siempre existe el oro bajo su forma pri-
«desprecio, todo lo tocante á nuestras preten-
«mitiva, tal como se le encuentra en las mi­
«didas miserias. añas de vuestra America; muchas veces se le
«Como os esplicaria yo ahora aquel sesto
«labra , hila y funde de mil maneras, sin que
«sentido en que los otros cinco vienen á con-
«por esto deje de ser oro.
«fundirse , el sentido de las bellas artes ? es-
«I.a condición política que nos hace encor-
«tas nos aproximan á la Divinidad, nos ha- «bar acia la tierra, que nos obliga á sacri-
«cen entrever una perfección superior á la
«ficarnos el uno al otro, que hace pobres y
«naturaleza, y que solo existe en nuestra
«ricos, que parece en una palabra degradar
«inteligencia. Si me objetáis que los placeres
«al hombre, es precisamente lo que le ele-
«de que hablo son verosímilmente desconoci-
«va. La generosidad, la piedad celestial, el
«dos de la clase indigente de nuestras ciu-
«amor verdadero, el valor en la adversidad,
«dades, os responderé que hay otros place­
«todas estas cosas divinas lian nacido de es-
ares sociales concedidos á todos; que son los
«ta condición política? Puede ser acaso un
«del corazón. «objeto de desprecio , el ciudadano caritativo
«Entre vosotros el afecto de las familias,
200 201
«que va en busca de la humanidad doliente, «pestañes del dia. Entonces lejos de reputarle
«para socorrerla donde quiera que se halle ó «por un ser vil le mirareis con respeto. Y si hu-
«que se oculte? Será por desgracia ofendido «biese en la sociedad un hombre que poseyese
«por los desdenes vuestros el sacerdote vir- «las virtudes de ella, sin tener sus vicios, ¿seria
«tuoso que hace poco regaba con sus lagri- «justo que os atrevieseis á comparar este hombre
«mas vuestra cadena ? El hombre que duran- «con el Salvaje.? Compareciendo entrambos an­
«te largos años ha luchado contra la desgra- ote el tribunal del Dios de los cristianos, del
«cia, y que ha tolerado sin lamentarse toda «verdadero Dios , ¿ cual seria la sentencia del
«suerte de miserias ¿ es acaso menos admira- «juez supremo ? Tu, dirà al salvaje , no bi-
«ble por su fuerza que el salvaje cuyo me- «cisteis mal , pero tampoco bien alguno. Pa­
«rito se reduce á despreciar algunas horas de nsé á mi diestra el que vistió al huérfano,
«tormentos? «el que protegió á la viuda y abrigó al ancia-
«Si las virtudes son unas emanaciones del «no , el que dió de comer á Lazaro, porque
«Todo-poderoso, si son necesariamente mas «asi es como yo obré cuando habitaba entre
«numerosas en el orden social, el estado de «los hombres.”
«la divinidad que nos aproxima á la divinidad, Aqui terminó su discurso el gefe de la
«es por consecuencia un estado superior al de oración. Sus labios destilaban miel y el aire
«la naturaleza. se serenaba en torno de él á medida que
«Entre nosotros hay amigos celosos de su hablaba. Su elocuencia no trastornaba , pero
«patria, corazones nobles y desinteresados, es- hacia esperimentar una succesion de sentimien­
«píritus magnánimos y almas capaces de lie— tos pacíficos é inefables : había en su discurso
«gar á lo mas grande y sublime en el mun- una armonia tranquila, una dulce lentitud,
«do. Cuando vemos á un miserable, no aten- una inmensidad de gracias que no hay cs-
«damos á sus andrajos; no á su aspecto hu- presion que baste á esplicarlo.
«millado y tímido, sino á los sacrificios que Sobrecogido yo de respeto y de amor me
«ha hecho, á las virtudes diarias que está obli­ eché á los pies de este buen genio , y le di­
gado á repetir y egercitar cada mañana con je : «Padre mio , tu acabas de hacer de mi
«su pobre vestido, á fin de arrostrar las tem- «un nuevo hombre. Los objetos se ofrecen á
202 ao3
«mi vista bajo un aspecto que basta abo- «para elevarnos, y si ha permitido contra vos
«ra me fué enteramente desconocido. ¡Oh «una injusticia, es sin duda con el objeto de
«el mas venerable de los Sacheins! casto y «haceros mejor. Partid , Chactas; volved a vues-
«puro armiño de las viejas encinas 1 cuan «tra cabaña en tanto que yo menos feliz es-
«dichoso seria si pudiese llevarte á mis bos- «toy encadenado en un palacio Si os he iris*
«ques 1 Pero el corazón me predice que no «pirado alguna estimación , hacedla estensiva
«has nacido para habitar entre salvajes ; tu «á mi nación del mismo modo que yo quiero
«puesto es entre un pueblo donde se puede «á la vuestra: haceos entre vuestros com-
«admirar tu genio y gozar de tus virtudes. «patriotas el protector de los franceses. No
«En breve voy otra vez á entrar en los de- «olvidéis jamas que á pesar de ser nosotros
«siertos del nuevo mundo ; voy á empezar «tantos, somos mas dignos de compasión que
«de nuevo la vida errante del indio, y des­ «de desprecio. Dios ha hecho al hombre se-
vies de haber conversado con lo mas su- «mejante á una espiga de trigo : su frágil
«bliine en la sociedad , iré á escuchar las pa- «caña se dobla y quebranta al menor soplo,
«labras de lo mas sencillo de la naturaleza; «pero su caña es eseelente.
«pero cualesquiera que sean los lugares á don- «.Acordaos en finó Chactas que silos ha-
«de el Grande Espíritu dirija mis pasos , ora «bitantes del país vuestro no han pasado del
«bajo el árbol á la orilla del rio, ora sobre «pie de la escala social , los franceses aun
«la rocas, en todas partes recordaré tus lec- «están lejos de haber llegado á la cumbre;
«ciones , y llegaré á ser sabio con tu sabidu- «y asi es que en la progresión continua de
«lia/' «las luces, nosotros mismos parecemos unos bár-
«Hijo mió , respondió mi huésped , vol- «baros á los ojos de nuestros ascendientes.
«viendo á levantarme, todo hombre se debe «No os irritéis pues contra esta civilización
«á su patria ; una obligación me sujeta a estas «que pertenece á nuestra naturaleza , contra
«tierras para hacer en ellas el poco bien de «una civilización que quizas un dia invadien-
«que soy capaz, y la vuestra es la de vol- «do nuestros bosques los llenará de un pueblo
«ver á vuestro pais. Dios se vale muchas vc- «en que la libertad del hombre culto se uni-
«ces de la adversidad como de un escalón «rá á la independencia del hombre salvaje.’’
204 ao5
Levantóse el gefe de la oración y fuimos mi reconocimiento me quitó la fuerza de
lentamente acia la puerta. «No estoy en mi espliearia . En tanto el hombre misericordio­
«casa , me dijo, y si en el palacio de un prin- so habia tirado de un cordon que corres­
«cipe cuya educación me está conlida. Si pondía á un eco de bronce, y al sonido de
«puedo seros útil no tengáis el menor reparo él acudieron los esclavos y nos condujeron á
«en dirigiros á mi celo ; pero vosotros , los la graderia de mármol del palacio. Alli dije
«salvajes , teneis pocas cosas que pedir á los el último adiós a! pastor de los pueblos llo­
«reyes.” rando como un europeo. Rompí mi calumét
Tu bondad ine alienta le respondi : en en señal de dolor , y entoné en voz baja el
Francia dejo un padre que está pereciendo en cántico de la ausencia diciendo .• Bendecid es­
la adversidad. Pregunta sn nombre á todos ta cabaña, ó genio de los rios errantes: si, ben­
los infelices que han recibido algún consuelo decidles y jamás cubra la yerba el sendero que
y te dirán que se llama López. guia á sus puertas, dia y noche abiertas al
Al decir estas palabras que pronuncié con viajero !
voz alterada , un genio llevó á los ojos de Mientras mi voz enternecida resonaba ba­
mi huésped las lágrimas que inundaban los jo el vestíbulo , el sacerdote con los ojos le­
rnios , y el anciano lleno de bondad , me di­ vantados al cielo ofrecía á Dios su plegaria.
jo que el gefe de la oración que me visita­ Los sirvientes , se hincaron de rodillas , re­
ba en Marsella cuando yo estaba en cadenas, cibieron la bendición que me echó el sacri­
le habia referido los contratiempos de mi ami­ ficado!’ pacífico , y entonces bajé acelerada­
go , y los lazos que me unian á este espa­ mente las gradas. Al llegar al último marmol
ñol : que López estaba ya á cubierto de la alcé la cabeza y adverti que mi huésped con
indigencia; que muy pronto regresarla á su los brazos cruzados sobre las flores de bron­
antigua patria , rico y dichoso , y que tam­ ce , me seguía con la vista , pero sintiéndose
bién habían aliviado ya la suerte de Ilon- sumamente conmovido se retiró en breve. Yo
froy mi compañero de cadena. permanecí algún tiempo inmóvil con la espe­
Estas palabras inundaron mi corazón con ranza de volver á verle , pero el ruido de
un torrente de alegria , y la vehemencia de las puertas que oí cerrarse, me dió á cnten-
-

50^
Tuvimos un viage feliz y divertido hasta
der que ya era tiempo de salir de aquel si­
llegar al puerto donde nos esperaban las na­
tio. En el patio y las galerias había una mul­
titud de indigentes que esperaban los benefi­ ves. Primeramente transitarnos por calzadas
cios del Señor caritativo; uní mis votos á los que formaban una calle de árboles basta per­
derse de vista , y luego nos apeamos á la ori­
que dirigian por él al cielo tantos desgracia-
ciados , y salí de aquella cabaña poseído de lla de nn rio (i) que corria por un valle en­
reconocimiento , de admiración, y de amor al cantado. Por dó quiera que uno miraba , no
veia mas que labradores abriendo surcos , ò
mismo tiempo.
pastores que apacentaban numerosos rebaños:
Onontliio recibió en fin la orden para su
allá el viñador desojaba la cepa plantada en
marcha y la nuestra , y salimos de París di­
rigiéndonos a un golfo del lago sin orillas (i). | una colina pedregosa; aqui el agricultor sos-
Al pasar nuestro carruaje por un puente des- | tenia con fuertes estacas las ramas del man­
zano cargado con esceso; mas lejos camina­
de el cual se descubría la hilera prolongada
de las cabañas de la gran ciudad, no pu- ! ban las aldeanas haciendo marchar delante
acia la ciudad el asno perezoso cargado de
de prescindir de esclamar diciendo ; ¡ Adiós
leche y frutos , mientras que unas barcas ar­
tierra de los palacios y de las artes ! Adiós, ,
tierra sagrada, donde yo hubiese querido pa- I rastradas por fuerces caballos rompian la cor­
riente del rio. Estrangeros, militares, comer­
sar mi vida si las tumbas de mis antecesores 1
ciantes ; todos iban y venían por todos los
no se elevasen lejos de aquí ! Asi dije y me
caminos públicos. Los cerros se veian coro­
dejé caer otra vez en el fondo del carrua- I
nados de risueñas aldeas y de casas de re­
ge. Si, hijo mió; yo esperimenté grandes sen­
timientos al dejar la Francia : en el aire de I creo solitarias. Las altas torres de las ciuda­
des se descubrían á lo lejos; del medio de
tu pais hay una cierta cosa que no se espe- I
los árboles se elevaban espesas humaredas,
rimenta en ninguna otra parte, y que seria ca- I
y se veia desarrollar la brillante banda de
paz de hacer que hasta los mismos salvajes
las campiñas matizadas con el azul del rio,
olvidasen fácilmente sus hogares paternos.
Çi) A'Z Loira.
(i) El mar.
208 200
del oro de las m'ieses , la púrpura de las «numentos y de las fiestas , el esceso de los
viñas, y el verdor de los prados y de los «impuestos, y la injusticia de las guerras. Con
«respeto á nuestras fiestas, no deben los fran-
bosques.
Ononthio me decía : «aquí ves , Chactas, «ceses acriminar por esto á su soberano, por-
«la verdadera escusa de nuestras fiestas de «que ellas hacen parte de nuestras costum-
«Versalles ; en toda la estension de la Fran- «bres y han contribuido á dar á nuestra edad
«cia hay las mismas riquezas; los traba- «aquella grandeza, que jamas borrará el liem-
«jos solamente y los paisages son los que se «po. Hemos llegado á ser una de las prime­
«diferencian porque este reino encierra en su aras naciones del mundo, por nuestros edificios
«seno cuanto puede contribuir á las necesida- «y nuestros juegos, asi como lo fueron en otro
«des, y aun á las delicias de la vida. La aten- «tiempo por las mismas pompas, los habitantes
«cion que pone la vista del monarca en la »de un pais llamado la Grecia.
«agricultura , se estiende á todas las demas «La reconvención relativa al aumento de
«partes del estado , y de aqui es que hemos «las contribuciones, no tiene á la verdad fun-
«ido à buscar hasta en los países estrange- «damento alguno razonable, pues ningún rei-
«ros los hombres que podían hacer que fio- «no paga á su Gobierno menos que la Fran-
«reciese el comercio y ¡a agricultura. A.qnel «cia con respeto á la fertilidad del suelo.
«rey que te ha parecido tan altivo y tan ocu- «Es doloroso que no podamos tan facil-
«pado en sus placeres , trabaja laboriosamen- «mente justificarnos de la reconvención hecha
«te con sus Sachems y se entera hasta de «á nuestra ambición; pero tu sabes, ó beli-
«los mas leves pormenores. El último de los «coso Salvaje, que hay pocas guerras cuyos
«ciudadanos le puede presentar planes y ob- «motivos sean justos, Luis ha revelado á la
«tener de él una audiencia : con la misma «Francia el secreto de sus fuerzas, y pro-
«mano que proteje las artes y hace que la eu- «bado que ella puede reirse de las ligas de la ce-
«ropa se humille, corrige las leyes y unifor« alosa Europa. Sobre todo, los estrangeros que in-
«ma nuestras costumbres.” «tentan disminuir nuestra gloria, deben tal vez lo
«Hay tres cosas que le echan en cara los «que son á nuestro genio. Luis es mas bien
«enemigos de este siglo : el fausto de los mo- «legislador de la Europa que de la Francia.
tomo i. i4
210 211
«Desembarcad en las costas del Albion, pe­ lias artes nuevas para ella, que en aquella en
netrad en los bosques de la Germania, pasad qUe yo me había ejercitado durante mucho
«los Alpes ó los Pirineos, y por todas partes tiempo. Se notaba una actividad general en
«reconoceréis que se lia seguido nuestros la ciudad y en el puerto, y veiase salir na­
«edictos relativos á la justicia, nuestros regla- vios que llevaban colonias a las estremidades
omentos para la marina, nuestras ordenanzas del mundo , al mismo tiempo que las flotas
«para el ejército, y nuestras intituciones para reportaban á la Francia las riquezas de las
«la policia de los caminos y de las ciudades; tierras mas lejanas. Un marinero abrazaba
«basta nuestros usos y costumbres, todo ha á su madre en la playa cuando volvía de
«sido copiado servilmente. Si alguna nación un dilatado viage , otro recibía al embar­
«se jacta con su orgullo hoy día de sus esta- carse las tiernas despedidas de su esposa:
«blecimientos públicos, la idea de ellos la ha once mil guerreros de las tropas de Arcskui,
«adquirido de la nuestra. No .podéis dar un ciento sesenta y seis mil hijos de los ma­
«paso entre los cstrangeros sin encontrar un res, mil jovenes hijos de viejos marinos ins­
«remedio de la Francia. Luis ha venido des- truidos en las altas ciencias de Michabu, cien­
«pues de dos años de barbarie y lia creado to noventa y ocho monstruos nadadores (i)
«un mundo civilizado. que vomitaban fuego por sesenta bocas, trein­
Al cabo de seis dias de Viage llegamos á ta galeras de que yo debo acordarme siem­
la orilla de la grande agua salada, en cuyo pre, os hacían entonces los dominadores de las
sitio pasamos una luna entera esperando vien­ olas asi como erais los señores de la tierra.
tos favorables. Contemplé con admiración a- En fin, el Grande Espíritu envió el viento
quel puerto que acababa de ser construido del medio dia que nos era favorable; publi­
en el lago que va y viene, asi como inc case la orden para la marcha y embarcanse to­
sorprendió el ver aquel otro puerto del dos de tropel. Nos llevan en pequeñas canoas
lago inmóvil en el cual me sugetó al tra­ á las grandes naves , llegamos bajo sus cos­
bajo el Manitú de la necesidad. Vi los arse­ tados, y permanecimos alli algún tiempo ba-
nales y las fuentes, y no tuve menor motivo
de admirar el genio de tu nación en aque- (i) Navios de guerra.
212 213
lanceados por las oleadas , hasta que subimos rrera, surcan con gran ruido el vasto campo
á las maquinas flotantes asiéndonos á unas de los mares.
cuerdas que nos echaron. Apenas pusimos el Al dejar la región de las mil cabañas, no
ie á bordo, cuando nuestros marineros se sentí en mi corazón ningún arrebato de ale­
esparcen por las vergas, como las aves de las gría. Habia yo perdido á Atala , dejado á
tempestades. El rayo (i) tronando desde el López, y el pais de las belicosas naciones del
navio de Ononlhio da la señal al resto de Canadá no era el que me vio nacer; habien­
Ja escuadra; todas las naves haciendo vigoro­ do salido casi niño de la tierra de las sal-
sos esfuersos arrancan su pie de los tenaces safras, ¿á quien encontraria yo en la choza de
fangos, y tan pronto como se desprendió de mis abuelos si algún dia me permitiesen en­
la cabellera del abismo la doble garra (2), trar bajo de su corteza los Genios benéficos?
se hizo sentir un movimiento general en el La escena imponente que tenia á la vista,
cuerpo entero del navio. Los bajeles se cubren solo servia para mantener mi melancolía y
de velas; las mas bajas desplegadas en toda su no podia saciarme del espectáculo del occea-
estension se redondean como unos vastos ci­ no. Mi retiro favorito cuando queria meditar
lindros, y las mas elevadas comprimidas en su durante el dia , era la cabaña enrejada (1)
centro parecen á los inflados pechos de una del palo mayor de nuestro navio, donde yo
joven madre. El pabellón sin mancha de la subia y me sentaba, viendo bajo mis pies las
Francia se desarrolla con los hálitos armonio­ oleadas. De noche encerrado en mi estrecha
sos de la mañana, y de la escuadra esparcida cama prestaba atento oido al ruido del agua
se eleva entonces un coro que saluda con tres que .corría á lo largo por los costados de la
gritos de amor las costas de la patria. A esta ul­ nave, y no tenia mas que estender mis brazos
tima señal, nuestros ceballos marinos desplegan para tocar desde mi cama mi féretro.
sus últimas alas, se animan con un soplo mas En tanto empezaba á alterarse el cristal
i npetuoso y escitandose mutuamente en la car- de las aguas que nos habían dado las costas
de la Francia,-se resolvió arrivar á unas islas,
(1) El cañón.
(2) El ancora. (1) La gabia.
214 si5
no lejos de las cuales se hallaban entonces rio. En su base bañada con la espuma de
las naves. Saludamos á los Genios de aque­ las olas, se veian grabados unos caracteres
llas tierras propicias dejando tras de nosotros desconocidos; el musgo y el salitre de los
á Fayal embriagado de sus vinos, la Tercera mares roian la superficie del bronce antiguo;
de mieses aromáticas, Santa Cruz que no go- el alción posando sobre el yelmo del coloso
noce los bosques, y Pico cuya cabeza está daba por intervalos voces lúgubres ; varios
adornada de una cabellera de fuego. Nuestra mariscos andaban por los costados, y la crin
escuadra semejante á una bandada de palomis del caballo, y cuando yo aplicaba el oido á sus
pasageras, va á plegar sus alas bajo las pla­ abiertas narices parecia oirse dentro un ru­
yas de las mas solitarias de las hijas del mor confuso. Ignoro que se haya presentado
cosa mas sorprehendente a la vista y la ima­
Occeano.
Desembarcaron en tierra algunos marinos; ginación de un mortal.
yo les segui, y mientras se detenían á la ori­ ¿Que Dios ó que hombre pudo elevar este
lla de un manantial me estravié por las playas monumento? ¿Que siglo, que nación le colo­
y llegué á la entrada de un bosque de hi­ có en tales costas? ¿quien es lo que enseña
gueras silvestres; el mar se estrellaba en sus con su mano estendida? Quiere predecir al­
guna gran revolución sobre el globo, la cual
troncos dando mugidos, y en sus copas se
oia el árido silvido del viento del norte. So- proceda de Occidente! O es acaso el genio
brecojido de un cierto horror, me introduje mismo de aquellos mares, cuyo imperio guar­
da amenazando á cualquiera que se atreviere
por la espesura de aquel bosque atravesando
las arenas blancas y los juncos estériles , 'y á penetrar en ellos!
llegando á la parte opuesta descubrieron mis A la vista de este monumento que me
anunciaba un negro occeano de siglos ya
ojos una estatua montada en un caballo de
transcurridos conocí la impotencia y la rapi­
bronce, la cual señalaba con su diestra ácia
dez de los dias del hombre. Todo se pierde
las regiones de levante, (i)
en lo pasado y en lo futuro! Salidos de la
Acerqueme á este monumento estraordina-
nada para llegar al sepulcro, apenas conoce­
(i) Tradición hiilorica. mos el momento de la existencia nuestra.
216
Apresúreme para llegar á la nave y re­ tempestad ¡O cuan insensato es el que desea
ferir á Ononthio lo que acababa de descubrir, ser testigo de la colera de los Genios! Ya
pero al tiempo que este se disponía para ir hablamos sido juguete de los mares tantos
con migo á ver aquella maravilla , movióse dias como puede estar el estrangero en una
una tempestad y la escuadra se vió obligada cabaña antes que su huésped le pregunte el
á ganar la alta mar; con todo, se dispers.ó en nombre de sus abuelos; y el sol habia ya desa­
breve y habiendo quedado solo y siendo re­ parecido diez y seis veces. La noche era hor­
chazado por el viento nuestro navio, durante rible : yo estaba acostado en mi amaca y
doce noches enteras anduvo resistiendo el fu­ prestaba atento oido á los golpes de las olea­
ror de las olas sublevadas , hasta que al fin das que trastornaban la estructura del navio,
arrivamos á aquellos parages donde Michabú cuando oigo de repente correr por el puente,
apacenta sus inumerables rebaños (i). Leván­ y caer lios y jarcia , al mismo tiempo que
tase una niebla fria y húmeda que envuelve esperimento aquel movimiento que se siente
la mar y el cielo: braman las olas en las ti­ cuando un navio vira de bordo. Abrese la
nieblas, y se oye salir un continuo susurro tapa del entrepuente y se oye salir una voz
de la jarcia del navio, cuyas velas todas están que llama al capitán : esta voz solitaria en
plegadas. Las oleadas cubren y descubren sin medio del silencio y de la tempestad, tenia
cesar el puente inundado, relumbran siniestros cierta cosa que hacia estremecer á cualesquiera.
fuegos en las vergas, y á despecho de todos Me incorporo en la cama y pareciendoine oir
los esfuerzos nuestros, la marejada que se que disputaban algunos marinos sobre la po-
acrecienta por momentos nos impele contra la sision de una tierra que estaba á la vista, subo
isla de los esquimales (2). al puente, y veo en él reunidos á Ononthio
Yo habia sido culpable, ó hijo mió , por y los pasageros-
un deseo temerario que tuve, pues habia lla­ Al sacar la cabeza fuera del entrepuente
mado con mis votos el espectáculo de una me sorpréndió estraordinariamente un espec­
táculo tan sublime como horroroso. A la luz
(1) El banco de Terra-nova. de la. luna que salia de cuando en cuando
(2) Terra-nova. entre las nubes, y por medio de una niebla
218 219
amarilla c inmóvil, se descubrían por los dos llena de agua. En tanto se velan á nuestros
lados del navio unas costas salvages. La mar pies mapas estendidos, compases y varios ins­
levantaba sus bramadoras olas como montes trumentos de diferentes clases. Cada uno ha­
en el canal donde estábamos engolfados : ora blaba diversamente de aquella tierra en que
se cubrían de espuma y de centellas las olea-' estaba sentado sobre un escollo el Genio del
das, ora ofrecían solamente una superficie naufragio , y el piloto declaró que esto era
oleosa, jaspeada de manchas, negricobrizas ó inevitable. Entonces el limosnero del navio
verdosas según el color de las ondoneadas en leyó en voz alta la oración que lleva en un tor­
donde bramaban, y ora por fin una oleada bellino el alma del marino al dios de las tempes­
monstruosa venia rodando sobre ella misma tades, y observé al momento que los pasageros
y sin romperse, cual si fuese un mar que in­ iban á buscar lo que teniari mas precioso para
vadiese las olas de otro mar no menos so­ salvarlo. La esperanza es como la montaña
berbio. azul en las Floridas. Desde sus altas cumbres
A principio se oia por un momento el el cazador descubre un país encantado y olvida
ruido confuso del abismo y de los vientos, y los precipicios que de él le separan. Yo y los
luego se distinguía el estruendo de las cor­ demas gefes, tomamos un puñal para defen­
rientes, el silvido de los escollos, y el eco tris­ dernos y un hierro cortante para labrar un
te de las olas lejanas, al mismo tiempo que arco y aguzar una flecha. ¿Que teníamos ya
de la concavidad de la nave salta un rumor que perder, escepto la vida? La oleada que
que hiciera palpitar el corazón del hombre nos echaba sobre una costa inhabitada, nos
roas intrépido. La proa del navio cortaba la restituía á nuestra dicha; el hombre desnudo
masa espesa de las oleadas con un estreme­ saludaba al desierto y volvía á entrar de
cimiento horroroso, y por encima del timón nuevo en la posesión de su imperio.
pasaban torrentes de agua haciendo remolinos La sabiduría soberana se dignó salvar el
como las aguas de un canal al tiempo de navio, pero la misma oleada que le impelió
levantar la esclusa. En medio de este estruen­ fuera de los escollos, le arrebató uno de sus
do , nada quizas sobresaltaba tanto como un palos y me echó al mar donde caí como u-
murmullo sordo seincjaute al de un vaso que se na ave marítima cuando se arroja sobre su
220 221
presa. En un abrir y cerrar de ojos el navio ella á un suplicante á quien el Grande Espíri­
empujado por los vientos aparecía á una in­ tu ha echado sobre tus riberas: no te irrite
mensa distancia de mi: no podía detenerse contra un desgraciado esta maldición del
sin verse espuesto segunda vez al naufragio, rielo. Si algun dia fuese tan venturoso que
por lo que fue preciso abandonarme y yo volviese á ver la tierra de las salsafras, yo
perdiendo toda esperanza de volver á él, empe­ te sacrificaria dos cuervecillos cuyas alas fue­
zó á nadar acia las costas lejanas. sen mas negras que las alas de la noche.
Hecha esta suplica me acosté encima de
unas ramas de pino, y rendido de cansasio me
dormi con los suspiros del Sueño que bañaba
LIBRO OCTAVO. sus miembros delicados en el agua de la
fuente.
Seria la hora en que el hijo de las ciu­
V eianse impresos en las nubes de la dades cubierto con un rico manto se entrega
tempestad con manchas rogizas los primeros á los regocijos de un festin servido por la
pasos de la mañana, cuando llegué á la ori­ mano de la abundancia, cuando yo me des­
lla cubierto de espuma de las olas. Corriendo perté en mi gruta solitaria. Entregado á
por el lodo verdoso, enteramente herizado de los ataques del hambre , me levanto, y seme­
las pirámides del insecto de las arenas, me jante á una danta que escapada de las flechas
sustraje al furor del Genio de las aguas. A del cazador crée regresar pronto á sus bos­
cierta distancia descubrí una gruta cuya en­ ques, pero cerca ya de entrar en la espesu­
trada cerraban unos frambuesos , y habien­ ra se encuentra con otra cuadrilla de enemi­
do apartado la maleza penetré bajo la bóveda gos que la ahuyentan con gritos y la persi­
de la roca donde quedó agradablemente sor- guen por los montes, asi estaba yo arrojado
prehendido al oir el murmullo de una fuente. y lejano de mi patria por los dardos de la
Tomé agua en la concavidad de mi mano, fortuna.
y haciendo una libación Quien quiera que seas En el instante mismo en que yo salia de
esclamé ¡ó Manilú de esta gruta! no arrojes de la gruta, se presenta un oso blanco para en-
222 22.3
trar en ella ; retrocedo algunos pasos , saco y muz.go de roca tan fino como las entra­
mi puñal, y el monstruo lanzando un rugido ñas de un corcillo. La soledad de la tierra
me amenaza con sus enormes garras , su ho­ y del mar estaba sentada á mi mesa desde
cico ennegrecido y sus sangrientos ojos. Em­ la cual descubrí en el horizonte, no sin una
pinase y me coge con sus brazos , asi como especie de agradable tristeza, las velas del
un luchador que procura derribar á su ad­ navio en qne padecí el naufragio.
versario: su aliento me abrasa el rostro y el Habiendo apagado el hambre con la abun­
hambre de sus dientes está ansiosa de saciarse dancia, y llegada la noche á la tierra, me retiré
con mi carne; me ahoga con sus brazos, y de nuevo á lo interior de la caverna llevándome
sus uñas van á separar mis hombros con tan­ la piel del oso que había vencido. Al llegar
ta facilidad como en la orilla del mar abre á ella di Gracias al grande Espíritu que me
con ellos los mariscos. Invoco al Manitú de hizo salvage, y que me daba en aquel trance
mis padres, y con la mano que me queda libre tantas ventajas sobre el hombre civilizado.
clavo el puñal en el corazón de mi enemigo. Mis pies eran ligeros , mis brazos vigorosos
Suelta el monstruo sus brazos , abandona su y mi vida habituada á los desiertos: un Ge­
presa, se rinde , cae en tierra y espira. nio amigo de los niños, el sueño hijo de la
Rebosando en júbilo recojo musgo y raí­ inocencia y de la noche, cerró mis párpados,
ces á la entrada de mi gruta saco fuego de y yo bebí el zumaque del Meschacebé en
dos guijarros y enciendo una hoguera cuya la copa dorada de los Sueños.
llama y humo se elevan por encima de los Los silvos del chorlito y el grito del mo­
bosques. Despojo la victima, la hago pedazos, chuelo posado sobre las ramas de los franhue­
quemo las membranas de la lengua y las sos de la gruta me anunciaron la venida de
porciones consagradas á los Genios teniendo la mañana. Levántame entonces, cuelgo á mi
cuidado de no romper los huesos, y pongo espalda con raices de fresal los restos de la
á asar los trozos mas suculentos. Siéntame víctima, armo mi brazo con una rama de pi­
sobre dos piedras bruñidas por el suave lodo no , me hago un cinto de juncos en que
de las aguas, y empiezo mi comida con la pongo mi puñal , y marcho como un león
hostia del destino, mezclando berros picantes marino siguiendo la corriente de las aguas.
i
225
Dnnrante mi mansión entre las cinco nació« biertos de toda especie de aves marinas , las
nes iroqnesas, el comercio y la guerra me cuales me suministraban abundantes comidas
condugeron al pais de los esquimales , con aumentando la delicadeza de mis banquetes
cuyo trato pude aprender un poco la lengua con fresas, acederas y raices. Tocaban ya mis
de aquel pueblo. Sabia que la isla (i) de pasos en el estrecho de las tempestades, y las
mi naufragio, se acercaba á la región de la costas del Labrador se mostraban algunas ve­
tierra inmóvil (a) á las costas del Labrador, ces á la parte opuesta de las ondas , al po­
niente y levante del sol , y yo movido de la
y traté de subir acia aquel estrecho.
Caminé tantas noches , como una muger esperanza de encontrar algún navegante, ca­
que no habiendo dado aun de mamar al pri­ minaba á lo largo de las playas; pero cuan­
mogénito está dudosa sobre el fruto que ha do había pasado los cabos tempestosos, desr-
cubria únicamente la cordillera de unos pro­
concebido en su seno y temiendo engañar
montorios tan solitarios como los primeros.
á su esposo Unicamente confia a su ma­
Un dia que estaba sentado bajo de un
dre sus tiernas esperanzas ; pero en los
deliquios suyos , anuncios misteriosos del pino, tendiendo la vista por la superficie de
las aguas, que tenia delante, me distraía pen­
hombre, en su mismo secretro que se 'traslu­
sando en los vientos del mar y los sepulcros
ce en sus miradas, el padre adivina su di­
de mis antecesores. Levantase de las regiones
cha y postrándose de rodillas ofrece al Glan­
del norte una brisa fria, un reflejo luminoso anda
de Espiritu el hijo que está por nacer.
errante bajo la bóveda del cielo , y descubro
Atravesé valles de piedras cubiertas de
una montaña de yelo flotante que impelida
musgo, y en cuyas honduras corrian torrentes
por el viento se acerca á la orilla. ¡O Manilú
de agua medio helada, pero variaban la tris­
del hogar de mi cabaña! Decid cual fue mi
teza y soledad de la escena varios bosqueci-
admiración cuando llegó á herir mi oido una
llos de frambuesos, algunos abedules y una
voz que salia del escollo movible , la cual
multitud de estanques de aguas saladas cu-
cantaba estas palabras en el idioma de los
esquimales.
(1) Terra-nova.
(2) La estrella polar. »Salud Espiritu de las tempestades; sain­
ároslo i. i5
’■’•6 327 , .
¿ote , ó el mas hermoso de los lujos del «oir! sedme propicia , favoreced mi regreso'
Oeceano'. Pero no salió respuesta alguna de la monta­
«Desciende de lu colina donde jamás luce ña, la cual vino á encallarse en las arenas, á
«el importuno sol: desciende encantadora Eli- corta distancia del lugar donde yo me hallaba.
«na! Embarquémonos sobre este yelo; las cor­ En breve vi desembarcar á un hombre y
rientes nos llevan por alta mar; los lobos una muger vestidos de pieles de lobos mari­
«vienen á entregarse al amor en el mismo ye- nos, y por las caricias que prodigaban á un
«lo que nosotros. niño conocí que eran dos esposos. Así lo
«Sedme propicio ó Espirita de las tempes­ ha querido el grande Espíritu: la felicidad
tades ! ó el mas hermoso de los lujos del se encuentra en todos los países y en todos
«Oeceano ! los climas : el miserable esquinal sobre un
«Elina , yo traspasaré por ti la ballena escolio de yelo, es tan feliz como un mo­
«con mis dardos, te haré una venda para narca europeo sobre su trono ; porque un ins­
«preservar del brillo de las nieves tus her- tinto mismo es el que hace palpitar el cora­
«mosos ojos, mis manos te cavarán una mo- zón de las madres y de los amantes sobre
«rada bajo tierra para habitar en ella con las nieves del labrador, y sobre las blandas
«un fuego de musgo, y te daré treinta lúni- plumas de los cisnes del Sena.
«cas impenetrables á las aguas del mar. Ven, Dirijo mis pasos ácia la muger con el de­
«sube á la cumbre de nuestra roca flotante. signio de que el hombre viniese al socorro
«Allí serán encadenados nuestros amores por de su esposa y de su hijo , y el Espíritu que
«los vientos en medio de las nubes y la me inspiró esta idea no engaño mi esperanza,
«espuma de las olas. pues el guerrero se adelantó ácia mi, dando
«Salud, Espíritu de las tempestades, ó muestras de furor. Estaba armado de un ve­
«el mas hermoso de los hijos del Oeceano. nablo que llevaba por punta un diente de
Tal era este canto estraordinario. Cubrién­ vaca marina: sus ojos sangrientos centellea­
dome los ojos con las manos y echando al ban por detras de sus ingeniosos anteojos, y
agua una parte de mi vestido, esclamé, «O su barba roja juntándose á sus cabellos ne­
«divinidad de este mar, cuya voz acabo de gros le daban un aspecto horrible. Evité los
229
228 amo y á su marido: pone luego las manos
primeros golpes de mi adversario, y arroján­
en tierra y se adelanta asi ácia mis pies: yo
dome sobre él le tendí en tierra al momento.
tomo en brazos al niño que llevaba en hom­
dina parada algo distante de nosotros ha­
bros, y le hago mil caricias las cuales aman­
cia ademanes del inas vivo dolor ; dobláronse
saron á la madre de tal suerte que empezó
sus rodillas y cayó contra una roca. Como
á brincar al rededor de mi. Asi cuando un
el guisante frágil que se eleva al rededor de
guerrero lleva en sus brazos un cabrito que
la caña del maíz, juntando su delicada flor
encontró en la montaña, la madre arrastran­
con la robusta mazorca y une de este mo­
do sus largas é inchadas tetas y superando
do la gracia á la vida útil de su esposo;
su espanto, sigue con dulces balidos al rap­
mas si la piedra cortante de la indiana llega
tor , pareciendo que teme irritarle contra el
á segar Ja caña, el guisante humilde cae mar­
tierno hesped de los bosques.
chito, y desgranándose cubre con su semilla
Inmediatamente qne aquel salvaje hubo
la tierra en que nació: asi se vió caer en
reconocido mi derecho de fuerza, se hizo tan
tierra la joven salvaje teniendo abrazado al
sumiso, como antes se habia mostrado in­
hijo , tierna flor de su seno. Tranquilizo al
tratable. Entonces seguí por la costa con mis
esquimal vencido, le acaricio pasándole la
dos nuevos subditos y les di á entender que
mano por sus brazos como un cazador cuan­
quería pasar al Labrador.
do anima á un perro fiel que le guia á lo
Va el salvaje á tomar en el roca de hier­
interior de los bosques , y el salvaje incor­
ro unas pieles de lobo marino, en que yo
porándose estrecha mis rodillas én ademan de
no habia reparado; las estiende con unas
reconocimiento y de debilidad. En esta actitud
barbas de ballena formando una ancha ca­
nada habia de humillante al estilo de Europa,
noa , y la cubre con una piel elástica; se
pues esto no era mas que ceder el hombre
pone en medio de esta especie de odre, me
al imperio de la necesidad.
hace entrar en él con su esposa é hijo, y
Llamo yo á la muger que habia vuelto de
estrechando y asegurando entonces la piel al
su desmayo, mas ella da un paso ácia nosotros
y huye; vuelve otra vez, y estrechando siem­ rededor de sus riñones, semejante al mismo
pre el círculo, se acerca mas y mas á su Michabu parecía que enfrenaba los mares.
23o fuerte le toca el imperio, y al mas débil la
Un trineo que hubiese salido de la gran
obediencia ; bajo esta maxima me conforme
ciudad de tus padres en el momento mismo
en que nosotros dejamos la isla del naufra­ con mi suerte.
Llegamos á una región donde el sol nun­
gio , no hubiera llegado al palacio de tus
ca se pone. Este astro pálido y estens», gi­
reyes tan pronto como nosotros arrivamos
raba tristemente al rededor de un cielo he­
á las costas del Labrador. Era entonces la
lado. Erraban por montes desconocidos raros
hora en que los mariscos de las playas se
y diversos animales; por un lado se veían di­
entreabren al sol, y la estación en que los cier­
latados campos de yelos contra los cuales se
vos empiezan á mudar de adorno. Los ge­
estrellaba un mar descolorido, y por el
nios me preparaban todavía un nuevo destino:
•otro se elevaba una tierra macilenta y pelada
yo mandaba entonces y bien pronto iba á
que solo presentaba una triste succcsion de
ser siervo.
bahias solitarias y de cabos pelados y escue­
No lardamos en encontrar una cuadrilla
tos. Algunas veces buscábamos asilo en las
de esquimales, quienes sin informarse de los
concavidades de las rocas de donde alzaban
árboles de ini pais ni del nombre de mi ma­
el vuelo las agudas marinas dando gran­
dre , me cargaron con los arreos de sus pes­
des graznidos, y yo escuchaba entonces el
cas y obligáronme á entrar en una gran ca­
ruido de los vientos repetidos por el eco de
noa. Pusieron un remo en mi brazo como si
las cavernas, y el rechinar de los yelos que
hiciese mucho tiempo que sus Manitus estu­
se estrellaban contra la costa. A pesar de es­
viesen en alianza con los mios, y seguimos
to , ó joven amigo mió, aquellas regiones
á lo largo de las rocas del Labrador todos
asoladas eran á veces un encanto. Nada bas­
juntos
ta para darte una idea del momento en que
Los dos esposos, poco antes mis esclavos,
el sol tocando con la tierra parecía quedar
se embarcaron también con nosotros; pero no
inmóvil, y en seguida se remontaba al ciclo
me dieron la menor prueba de piedad ó de
en lugar de descender al orizonte. Los mon­
reconocimiento pues si antes habían cedido á
tes cubiertos de nieve y los valles tapizados
mi poder, miraban yo como una cosa muy
del musgo blanco que apetecen y rumian lo*
'sencilla el que ya sufriese el suyo: al inas
»32 233
rengíferos, los mares cubiertos de ballenas y algunos rayos que se prolongaban en unas
sembrados de flotantes y enormes témpanos de soledades, donde no podía oirlos ningún ser
yelo, toda esta esceiia iluminada á un mismo animado, parecía que separaban las dos esce­
tiempo por los fuegos del sol en su ocaso y por nas de la vida y de la muerte. La mar fijó
la luz de la aurora, brillaba con los colores sus olas, cesó todo movimiento, y al ruido
mas tiernos y preciosos, de modo que uno de los yelos quebrantados sucedió un silen­
ignoraba si asistía en la creación ó al fin cio universal.
del mundo. Oíase el gorgeo querellante de un Al momento se ocuparon mis huespedes
pajarito, semejante al qué canta de noche en en construir unas chozas de nieve, las cua­
tus bosques. El amor conducía entonces al les se reducían á dos ó tres estancias que se
salvaje esquimal a la roca donde le esperaba comunicaban juntas por unas especies de puer­
su compañera, y en estas bodas del hombre tas rebajadas. Servia á un mismo tiempo para
en los últimos limites de la tierra» no hacia calentarnos y cocer la carne de vaca mari­
falta ni la pompa ni la felicidad de otros países. na una lámpara de piedra llena de aceite de
Sucedió muy en breve una noche sin fin ballena, y cuya mecha era de musgo seco.
a una claridad perpetua. El sol se puso una La bóveda de aquellas grutas sin ventilación,
tarde y no volvio á levantarse mas: apare­ destilaban \gotas heladas; no se podía vivir
ció en el septentrión una aurora estéril sin en ellas sin apiñarse unos con otros , y abs­
que abortase el astro del día, y entonces teniéndose, digámoslo asi, de respirar; pero
marchamos a la luz del meteoro, cuyas lla­ el hambre nos forzaba á salir no obstante
mas movientes y lívidas se fijaban en la bó­ de aquellos sepulcros de yelo, y era preciso
veda del cielo como en una superficie oleosa. ir á los confines del mar helado á acechar
Descendieron las nieves derretidas; los los rebaños del poderoso Michabu.
gansos, los carribús, y aun los gamos, desa­ Tenian entonces mis huespedes unos rego­
parecieron; veíanse pasar y volver á pasar cijos tan salvajes, que yo mismo estaba po­
acia el medio dia todos estos animales, y seído de espanto. Si después de una larga
nada era tan triste como esta emigración que abstinencia lográbamos clavar el harpon en
dejaba al hombre solo. Los estampidos de
alguna foca, la sacábamos arrastrando sobre
/ .
235
el velo; la matrona mas esperimentada mon­ Un día vimos llegar sobre un trineo que
taba en el animal palpitante, le abría el pe­ arrastraban seis perros de pelo largo una, fa­
cho, le arrancaba el Ligado y bebía con an­ milia pariente de aquella de que yo era es­
sia el aceite. Todos los hombres, todos los clavo, y no tardó en regresar al punto de
niños se arrojaban á la presa; la desgarra­ donde vino, acompañada de mi amo que dis­
ban con los dientes, devoraban las carnes puso le siguiese.
crudas, y los perros que acudian al banque­ La tribu de los esquimales á cuyo país'
te participaban de sus restos y lamían el ros­ llegamos, no habitaba como la nuestra en
tro ensangrentado de los niños. Al guerrero chozas de nieve, pues se habla retirado ó una
vencedor del monstruo le tocaba de la vícti­ gruta cuya entrada se cerraba con una peña.
ma una parte mayor que á los demas, y Asi como al principio de la luna viagera se
cuando harto ya de comida no podía engu­ ven reunirse las cornejas en vandadas en algún
llir inas, su muger en demostración de amor, valle; ó las hormigas se retiran bajo una
le forzaba aun á que tragase horribles giro­ raiz de encina, asi aquella desgraciada tribu
nes que ella misma le metia en la boca. ¡ Oh de esquimales estaba retirada en el subterráneo.
cuan lejos me encontraba alli, R.euc, de mi Di una vuelta por la estancia buscando
visita en el palacio de tus reyes y de la ce­ algunos viejos , que son siempre la memoria
na en casa de la elegante Ikuesen! de los pueblos, de donde se vé que el mismo
Murió un gefe de los esquimales y le de­ Grande Espíritu debe su ciencia á su eter­
jaron cerca de nosotros en una de las es­ nidad , y habiendo observado un hombre an­
tancias de la choza, donde la humedad oca­ ciano que tenia la cabeza envuelta en el des­
sionada por las lámparas produjo la disolu­ pojo de una bestia salvaje, salúdele diciendo.
ción del cuerpo..Las osamentas humanas las de ’’Padre mió ! ” y en seguida añadí. ” Mucho
los perros, y los restos de los pescados, los «has honrado á tus padres pues veo que el
echaban á la puerta de la cabaña y el estio der­ «cielo te ha concedido larga vida. En honor
ritiendo la sepultura de yelo que se aumen­ «del respeto que tengo á tus abuelos , per-*
taba al rededor de aquellos despojos, los de­ «mite que me siente sobre la estera al lado
jaba revueltos en la tierra. «tuyo. Si yo supiese donde ha depositado los
i36
«huesos de tus padres una muerte dulce, te 2^7
«Providencia. Rene, en todos los pueblos en-
«los traerla para regocijarte.”
«cuentra unos guerreros de tu pais: los hom-
Quitóse el anciano su gorro de piel de
«bres mas civilizados se vuelven los mas
oso y miróme un rato meditando en tanto
«bárbaros cuando ellos quieren serlo. No pro-
su respuesta. El ruido de las alas de la ci­
«curan civilizarnos á nosotros los salvages, por-
güeña que se eleva desde un ramaje de mag­
«que encuentran inas facilidad en serlo como
nolias bajo el cielo de las Floridas , no es
«nosotros. La soledad no tiene cazadores mas
tan delicioso al oido de una virgen como lo
«diestros ni combatientes mas intrépidos; se
fueron para mi las palabras de aquel hombre
«les ha visto resistir los tormentos del catre
cuando yo encontré en sus labios, en el an­
«de fuego (i) con la fortaleza de los indios
tro horrible de los esquimales, el lenguaje
«mismos, y llegar á ser por desgracia tan
del sacerdote divino de las orillas del Sena. «crueles como sus verdugos. ¿ Podrá consis-
«Soy hijo de la Francia, me dijó el an- «tir esto en que la civilización toca en la
«ciano: cuando tomamos á los hijos de Al- «naturaleza? Consistirá acaso en que el fran-
«ces posee un cierto genio universal que le
«del Labrador , yo seguía ál bravo Iberville «haee apto para seguir todas las vias , y to-
«y mi terneza acia una joven hija de los ma- «lerar los climas todos..? Esta es una cues-
«res, me detuvo en aquellas regiones deso- «tion, amigo mió, que solo pudiera decidirla
«ladas, donde he adoptado las costumbres y «la sabiduría del padre Aubry ó de aquel
«la vida de los abuelos de aquella á quien «gefe de la oración (2) que corigió el or-
«yo amaba. «gnllo de mi ignorancia.
«Como en los pozos de las dehesas de Pasé la estación de las nieves en la ter­
«Atala se vé salir de los canales subterra- tulia del anciano semi-salvage, instruyéndo­
«neos el habitante de las ondas, brillante es- me de todo lo concerniente á las leyes, ó
«trangero que el amor ha estraviado lejos de
«su patria, asi tu, ¡ó Grande Espíritu! te
«complaces en conducir a los hombres por ca- (1) Tormento que daban á los prisioneros
ele guerra.
«miuos que únicamente son conocidos de tu (2) Fenelon.
/
239
238 todas parles; precipitáronse de los montes las
mas bien las costumbres dé aquellos pu?blos
cataratas de una agua turbia, y cayeron con
entre los cuales yo habitaba.
estrépito montones de nieve de las rocas es­
Concluyó el invierno; la luna desde la
carpadas : el viejo occéano despertando en el
región de los aires había mirado durante tres
fondo de sus abismos, rompió sus cadenas,
meses las ondas lijas y mudas que no refle­
sacudió su cabeza berizada de yelos, y vomi­
jaban su imagen : deslizóse en las regiones
tando las olas encerradas en su vasto seno,
d< 1 medio dia una pálida aurora , desvane­
estendió por sus orillas los mugientes mares.
cióse luego, apareció otra vez, se ensanchó y
”A esta señal los pescadores del Labrador
coloreóse, Un esquimal que fue enviado en
dejaron su caverna y se dispersaron ; cada pa­
descubierta, volvió y nos dijo una mañana
reja volvió otra vez á su soledad para cons­
que el sol iba á parecer , y al punto sali­
truir su nuevo nido y cantar sus nuevos amo­
mos del subterráneo para saludar al padre de
res, y yo substi ay endome con la fuga á mi
la vida. El aslro asomó por un momento en
amo, avancé acia las regiones del medio dia
el horizonte, pero volvió á sumergirse de re­
y del poniente, con la esperanza de volver á
pente en la noche, semejante á un justo que
encontrar los manantiales de mi rio natal.
si levantando su radiante cabeza de la man­
"Despues de haber atravesado inmensos de­ 4*
sión de los muertos, volviese á echarse en
siertos y vivido algunos años entre las hor­
su sepulcro al ver la desolación de la tierra,
das errantes , llegué al pais de los Sius hom­
entonces lanzamos un grito de gozo y de pe­
bres queridos de los genios por su hospitali­
sar , y quedamos silenciosos.
dad, su justicia, su piedad y sus dulces cos­
El sol recorrió poco á poco un camino
tumbres. Estos pueblos que habitan en las
mas largo en el ciclo; las nieblas cubrieron
dehesas entre las aguas del Misnri y del Mes-
¡a tierra y el mar; la superficie sólida délos
chacebé, viven sin caudillo y sin ley, ocupán­
rios se desató de las orillas; oyose por pri­
dose en apacentar numerosos rebaños.
mer ruido el grito de un ave , murmuraron
Inmediatamente que supieron ¡a llegada de
en seguida algunos arroyos, y los vientos re­
tin estrangero, corrieron y se disputaron la
cobraron su voz imponente. En fin, las nu­
dicha de recibirme. Nadile que tenia seis hi­
bes amontonadas por los aires ftbentaron por
2/¡0 2/11
jos mancebos y un gran numero de yernos, prescindir de contar mi historia , que no se
obtuvo la preferencia, declarándose que la me­ cansaban de escuchar y de hacérmela repetir
recía como el mas justo de los cinco y el á cada instante.
mas feliz por su tálamo. Me llevó á una tien­ De todas las naciones que he visto, nin­
da de pieles de búfalo abierta por todos la­ guna me ha parecido tan feliz como esta: ni
dos, sostenida por cuatro puntales y levantada es miserable como el pescador del Labrador,
á la orilla de un raudal. Las demas tiendas ni cruel como el cazador del Canadá, ni es­
en las cuales se veían las familias regocijadas, clava como en otro tiempo la de los Natchez,
estaban repartidas por una y otra parte en ni tampoco corrompida como el europeo; reú­
las llanuras. ne en fin el Siú cuanto es de desear entre
Luego que las mugeres me hubieron laba- el hombre salvage y el hombre culto. Sus cos­
do los pies, me sirvieron crema de nuez y tumbres son dulces como las plantas de que se
tortas de malominas, y mi huésped después alimenta; huye del invierno, y buscando la pri­
de hacer libaciones de leche y agua de fuen­ mavera, conduce sus rebaños llevándolos de pra­
te al pacífico Febeo , genio pastoral de aque­ do en prado , semejante á la luna viagera
llos pueblos, guió mis pasos á un lecho de de las noches, que parece guardar en las lla­
yerba cubierto con el vellón de una cabra. nuras del cielo las nubes que lleva con sigo;
Rendido de cansancio me dormí al eco de los no de otro modo la golondrina sigue las flo­
votos de la familia hospitalaria , los cantos de res y los dias hermosos, y asi la doncella en­
los pastores , y los rayos del sol en su oca­ tregada á sus graciosas quimeras, deja vagar
sus pensamientos de orilla al orilla y de di­
so, que pasando horrizontalmente por la tien­
da , cerraron con sus varillas de oro mis ago- cha en dicha.
Estrechaba yo á mis huespedes para que
víados párpados.
me permitiesen regresar á la cabaña de mis
A.1 siguiente dia me dispuse para dejar
abuelos, y una mañana al salir el sol quedé
mis huespedes , pero me fue imposible vencer
admirado de ver reunidos todos los pastores.
sus instancias y solicitaciones. Cada familia
Nadué se presenta á mi con dos de sus hijos
queria obsequiarme celebrando por mi una
y me conduce en medio de los. ancianos, los
fiesta, y yo cediendo á sus ruegos no pude
tomo i. í6
lili a/,3
cuales estaban sentados en coro á la sombra «negros para cubrir tu tienda, y al ver tus
de nn bosquecillo, desde donde se descubría «grandes riquezas, ninguno podra prescindir
todo el llano , y los jovenes en pié al rede­ «de tenerte por dichoso. No permitan los
dor de sus padres. «cielos (jue deseches nuestra suplica! Tu pa­
«Chactas, me dijo, Nadué tomando la pa- ndee ya no existe; tu madre duerme con él y
«labra: «la sabiduría de nuestros ancianos, «tu no serás ya mas que un estrangero en tu
«ha examinado cuanto puede haber mejor «patria. Si llegásemos á maldecirte en tu do-
«para la nación de los Sius. Hemos visto que alor, bien sabes que el Grande Espíritu cuin-
«el Manitii de nuestros hogares no iba con «ple las maldiciones pronunciadas por los
«nosotros á las batallas, y que nos entregaba «hombres sencillos. Muévate pues la pena
«d enemigo porque ignoramos el arte de la \ «nuestra y escucha nuestras palabras.
«guerra. Tu tienes, pues, el corazón sano ; la «Herido de las flechas de un Genio in-
«esperiencia de los hombres ha fortificado tu «visible permanecí mudo en medio de la asam­
«alma de escelentes cosas; seas nuestro caudillo, blea , mas rompiendo por fia el silencio
«defiéndenos y reina con justicia. Por ti abau- «respondí de esta manera.
«donarcmos las costumbres de los antiguos dias, «O Nadué , á quien los pueblos honren!
«cesaremos de formar familias aisladas , asi Te diré la verdad con toda su pureza. Pon­
«llegaremos á componer un pueblo, y tu ad- go por testigos los Manitus hospitalarios del
«quirirás gloria inmortal y envidiable. hogar donde recibo asilo , que la palabra de
«Vé aquí; pues, lo que nosotros haremos. la mentira jamás manchó mis labios, veas
«Tu elegirás la mas hermosa de las doncellas pues si estoy conmovido. Sius de las dehe­
«de este pais ; cada familia te ofrecerá cna- sas! jamás se borrará de mi memoria la aco­
«tro becerras de tres años con un robusto gida que rae habéis hecho. Ningún hombre
«toro, siete cabras preñadas, cincuenta mas dotado de sentido pudiera desechar los pre­
«que den ya leche abundante, y seis veloces sentes que me ofrecéis, pero yo soy un infe­
«perros que acosen á los corzos, los venados liz con leñado á andar errante por la tierra.
«y todas las bestias salvages. A todos estos ¿Que encanto ó atractivo me ofrecería pues la
«dones juntaremos cuarenta pieles de búfalos dignidad real? Temed por otra parte el daros
244 245
un amo, pues un dia os arrepintierais de ha­ Luego que esto se hizo, el Manitu de Na­
ber abandonado la independencia. Si os ata­ dué el de los Sius y el de los Natches reci­
can injustos enemigos, implorad al cielo y él bieron sacrificio en acción de gracias. Hecha
os salvará , porque vuestras costumbres son la alianza y admitida con satisfacción por los
santas, y no pueden ser desatendidas. pastores, anduve con ellos por espacio de seis
«¡O Sius! ya que os lie inspirado alguna dias hasta llegar á las orillas del Meschacebe,
«compasión, no detengáis mas mis pasos, lle- y al acercarme se sobresalto mi corazón rego­
«vandome á las orillas del Meschacebe, dad- cijado. Apenas descubrí el rio cuando eché á
«me una canoa de ciprés y tenga la dicha de correr acia él, y me arrojé al agua semejante
«desembarcar en la tierra de las salsafras. á un pez que escapando del sedal vuelve á
«No soy uno de aquellos malvados á quie- caer en las aguas lleno de alegría, y esclamé
«nes los Genios han castigado por sus crime- llevando á mi boca con la mano el agua sa­
«nes, y por tanto no teneis que temer la co- grada.
«lera del Grande Espiritu por haber favorecido «Te veo en fin! ¡O rio que corres por el
«mi vuelta. Mis sueños, mi reposo y mis vigi­ «pais de Chactas! rio donde mis padres me
lias están poseídos de las imágenes de una «bañaron cuando sali al mundo! rio donde yo
«patria por la cual suspiro á cada instante. «jugaba en mi infancia con mis jovenes corn-
«Soy el mas miserable de los cervatillos de «pañeros! oh raudal que bañas la chosa, y riegas
«los bosques; no cerréis el oido á mis quejas.” «el árbol á cuya sombra fui criado! Si te re-
Enterneciéronse los pastores, porque el «conozco! Esas son las mimbreras que crecen
Grande Espiritu les habia dotado de un cora­ «en tus orillas donde habitan los Natchez y
zón compasivo, y cuando hubo cesado el mur­ «con las cuales yo solia teger canastillos! He
mullo del concurso, me dijo Nadué: «Los «aqui las cañas cuyos nudos me servian de
«hombres se han enternecido al oiros , y los «copa! ¡O cuan dulces son tus aguas , cuan
«Genios lo están también: os concedemos la «hermoso ese color parecido al de la leche
«piragua de regreso, pero contraigamos pri- «de nuestros rebaños!
«mero alianza y amontonemos piedras para Asi hablaba yo enagenado de gozo, y las
«hacer un lugar alto y comamos encima.” delicias de mi patria inundaban ya mi cora-
2A6
zon. Los Sius dotados de sencillez y de jus­ ente el desierto de los casquias y de los ta-
ticia regocijábanse de mi dicha. Abracé á maruas que viven en repúblicas unidas; y en
Nadué y sus hijos, deseando las mayores fe­ la confluencia del ohio hijo de la montana
licidades á mis huespedes , y entrando en mi Aleuaqui y del rio Moaghugohalla, descu­
piragua cargada de presentes, me entregué al brí el pais de los Cherrogais que siembran
curso del Meschacebé. Los Sius formados en como el europeo, y los VVabaehes que siem­
la orilla me saludaban con voces y ademanes; pre están en guerra con los ¡Hiñeses. Por
yo les correspondí despidiéndome tiernamente mas arriba pasé el rio blanco, a donde acuden
sin perderlos de vista, y suplicando á los Ge­ los cocodrillos, y el Akesnas que se junta al
nios que concediesen su favor á aquella na­ Meschacebé por las costas occidentales. Ob­
ción inocente. Continuamos dándonos pruebiis servé á mi izquierda la región de los chicacas
reciprocas de amor hasta volver de un promonto­ venidos del medio dia y la de los yazus cor­
rio que me hizo perder de vista á los pastores: redores de las montañas, y á la derecha dejé los
pero aun oia, aunque confusamente el eco de sus selonis y los panimas que beben las aguas
voces, que las brisas dispersaban por las del cielo y viven bajo los lataneros. Dcscubif
aguas á lo largo de las márgenes del rio. Por en fin la copa de los altos magnolias que co­
momentos me acercaba al campo paternal ronan la aldea de los Natchez : mis ojos se
de donde yo estaba ausente tantas nieves turbaron, el corazón latió en mi seno, y cai in­
móvil en el fondo de mi piragua, que impelida
hacia. Había salido sin esperiencia en la
decima séptima luna de las flores, é iba á por la mano del rio iba á estrellarse contra la
entrar otra vez en mi treintena hoja caída, orilla.
¡O bosques de la Muerte que cubriréis muy
aunque poseído del triste conocimiento de lo
pronto con vuestra sombra las cenizas del
que son los hombres. ¡O cuantas aventuras
viejo Chactas! Antiguas encinas, mis contempo­
habia corrido 1 cuantas regiones visto! cu­
ráneas de soledad! vosotras sabéis cuales fue­
antos pueblos habian visitado mis desgraciados
ron mis pensamientos cuando vuelto en mi dé
pasos! Estas reflexiones ocupaban mi mente,
la influencia del Genio de la patria, me en­
y en tanto la corriente arrastraba mi barquilla.
contré sentado al pie de un árbol y entregado
Pasé la embocadura del Misurí; vi al ori­
2/, 8 * . .
á una turba que movida de la curiosidad se sentidos, se persuadieron á que yo era un hom­
agolpaba al rededor de mi! yo miré al cielo, bre poseído de Athaensica por algún crimen
la tierra, el rio, los sálvages, todo lo miré sin cometido en un pais lejano; asi es que pen­
poder ni hablar ni declarar los arrebatos de mi saban ya en apartarme como un sacrilego,
alma. Pero cuando uno de los desconocidos del bosque, del templo, y de los sotos de la
llegó á pronunciar algunas palabras en nat- Muerte.
chez, entonces aliviado de mi congoja y pror­ Aumentábase mas y mas la multitud: oyose
rumpiendo en llanto, abracé á mi tierra natal, de repente un grito, y yo lanzo otro muy agudo
apliqué á ella mis labios como un hijo á los al reconocer los gefes compañeros de rni es­
de su madre, y después levantándome dije clavitud en tu patria , y arrojándome á sus
enternecido. brazos mezclamos nuestras lagrimas de amis­
«¡Son estos los Natchez! O Manitu de mis tad y de gozo.... «Chactas! O Chactas!” Esto
desgracias! no volváis á engañarme! ¿Es el len- es lo único que pueden decir en su enterne­
guage de mi pais el que yo acabo de escu­ cimiento , y mil voces repiten á un tiempo:
char? podrá haberme engañado el oido? «Chactas! Chactas! O Genios inmortales! es
Asi esclamaba yo, y al mismo tiempo to­ aqueste el hijo de Utalisi, aquel Chactas á
caba las manos, el rostro, y el vestido de mis quien nosotros no hemos conocido, y que se
hermanos. «Amigos inios, dije al concurso que decia estar ya sepultado en el seno de las
«estaba absorto; queridos amigos, hablad, re- aguas!
«petid aquellas mismas palabras que no he ol- Tales eran las aclamaciones , y al mismo
«vidado todavía. Hablad para que yo vuelva tiempo se oia un rumor confuso semejante á
«á encontrar en vuestra boca los dulces acen- los ecos de las olas entre las rocas. Contá­
«tos de la patria! ó Ienguage amado de los ronme mis amigos que habiendo llegado á
«Genios! Ienguage en el cual aprendí ^pro- Quebec en un navio, después de mi naufragio,
anunciar el nombre de mi padre , y que oia volvieron primeramente al pais de los iraque­
«cuando aun reposaba en el seno materno! ses de donde vinieron al cabo de tres
Los Nachez no podian volver en si de la años a contar mis desgracias á mi pais y
sorpresa , porque viendo el trastorno de mis mis parientes. Concluyeron su relación y
15o
me llevarron al templo del Sol donde sus­ tire con el alma entregada á los mas tristes
pendí mis vestidos en ofrenda. De alli des­ resentimientos, viendo señalado mi regreso con
pees de haberme purificado, y antes de tomar la muerte del último pariente que tenia en el
alimento alguno, fui al soto de la Muerte pa­ mundo.
ra saludar las cenizas de mis abuelos. Rabia Lleváronme mis compañeros a su choza
ya volado de cabaña en cabaña la noticia de de corteza, ' y alli pasé la noche con ellos.
riii arribo, y fueron á encontrarme los ancia­ Echados en la piel de oso, nos contamos mu­
nos. Reconociéronme muchos de ellos por lo chas cosas que salian de lo intimo del cora­
que me semejaba á mi padre. El uno decía: zón ; cosas de aquellas que uno dice a un
«mirad el cabello de Utalisi, otro decia ; tie- amigo cuando 'ha escapado de un grande riesgo.
«ne el mismo mirar, la misma voz y otro a- A la mañana siguiente después de haber
«ñadia: si, ese es su talante; solo se diferen- saludado á la luz, los árboles, y las rocas, al
«cia de su abuelo en la estatura que es mas rio, y la patria toda , deseé volver á entrar
«alia. ” en la cabaña de mi padre. La encontré tal
Los hombres de mi edad venian también como la habían puesto la soledad y los años.
á verme y trayendo á mi memoria algunas Una magnolia se elevaba en medio, y sus ra­
circunstancias particulares, me recordaban los mas pasaban por entre el techo: las paredes
dias de nuestra juventud, y entonces encon­ quebrantadas , estaban cubiertas de musgo y
traba en su semblante algunos rasgos que no una yedra abrazaba el contorno de la puerta
íne eran desconocidos. Las matronas y las jo­ con sus manos negras y fibrosas. Senteme al
venes no podían satisfacer á su curiosidad y pie de la magnolia y me distrage con la mul­
me hacian muchos y varios presentes. La titud de recuerdos que se agolpaban á mi
hermana de mi madre aun existia, pero estaba menté. «Quizas, me decia á mi mismo, según
moribunda , y mis amigos me llevaron á su «mi religión del desierto, mi misma madre
lado. Cuando ella oyó pronunciar mi nombre «habrá venido á esta cabana bajo la forma
hizo un esfuerzo para mirarme : me conoció, de este árbol hermoso! ” En seguida acaricia­
alargó la mano, alzó la vista al cielo con li­ ba al tronco dé aquel suplicante refugiado en
na sonrisa , cumplió su destino y yo me re­ el hogar de mis antecesores y que se había
255
252
constituido el Genio doméstico de él durante vamente algún antiguo Sachem, un sacerdote
la ingrata ausencia de los amigos de mi fa­ que comprendía lo venidero, y habitante de
milia. Conplaciame en encontrar por sucesor una isla del Meschacebé, ó si era el antecesor de
bajo mi techo hereditario, no los hijos indi­ los rios, el mismo Meschacebé.” «Chactas me
ferentes de los hombres, y si una pacifica ge­ «dijo con un tono de voz semejante al rui-
neración de árboles y de flores; enternecíame «do de una cascada, cesa , cesa de pensar en la
la conformidad de los destinos que parecia «reedificación de esta cabaña. ¿Disputaras aca-
haber entre mi y el magnolia que habia que­ «so la posesión de ella contra un Genio, ¡oh
dado solo, en pie, entre las ruinas. ¿No era «tu el mas imprudente de los hombres? Gres
acaso una corona de magnolia la que di á la «haber llegado pues al termino de tus traba­
hija de López y que llevó á la tumba? dos > y que no te queda ya sino sentarte
Poseído de estas ideas que son el hechizo «en la estera de tus padres? Día vendrá en
interior del alma, pensaba en reedificar mi que la sangre de los Natchez........ ”
choza y consagrar el magnolia á la me­ «Interrúmpese entonces, muévela caña que
moria de Atala , cuando oí ruido. Pre­ tiene en la mano, me lanza miradas profeti-
séntase al umbral de mi puerta un Sa­ cas y al mismo tiempo levanta y abaja su ca­
chen! tan viejo como la tierra; su espesa bar­ beza tocando en su pecho la fangosa barba.
ba le bajaba hasta el pecho que tenia lieri- Yo me postro á los pies del anciano , pero
zado de un vello largo semejante á las yer- él se arroja al rio y desaparece en medio de
va que se crian en la madre de los rios: sos­ las aguas alborotadas.
teníase con una caña que le servia de báculo; «No me atreví á violar las ordenes de
y cenia su cuerpo un cinto de juncos ; le a- este hombre ó de este Genio, y fui á cons­
truir mi nueva morada sobre la colina donde
dornaba la cabeza una corona de flores de la­
guna; caia pendiente de sus hombros un man­ tu la ves hoy dia. Adario volvió del pais de los
to de nutria y de castor, y parecia que acababa iroqueses : unido á el y al viejo Sol, me ocu­
de salir del rio pues le choreaba el agua de su pé en mejorar las leyes de la patria y por un
ropage, su barba y su cabello. Nunca he po­ escaso bien que yo hice , he sido recom­
dido saber si este venerable viejo era efccli- pensado con el mucho amor de mis compatriotas.
a5.', 155
«Me acerco á pasos agigantados acia el indios en el dia señalado por el agorero, em­
termino de mi carrera , y ruego al cielo que pezaron todos juntos á despojar sus victimas.
auyenle las tempestades de que tiene amena­ Apenas liabia el hierro entreabierto las medu­
zados á los Natchez, ó que me reciba en losas pieles , cuando se oyó un grito dicien­
sacrificio. A. este fin trato de sacrificar mis do.- «Una hembra de castor.” Los guerreros
dias para que la pureza de la víctima sea mas firmes sueltan entonces su presa, y basta
grata á los Genios: esta es la única precau­ el mismo Chactas parece turbado.
ción que he tomado contra lo venidero. No Se conoce entre los salvages tres causas
me he detenido en hacer preguntas a los de guerra , cuales son la invasión del terri­
agoreros porque debemos cumplir con los de­ torio , el arrebatamiento de una familia, y la
beres que nos enseña la virtud, sin que nos destrucción de las hembras de los castores.
mueva la curiosidad de indagar los arcanos Rene ignorante del derecho público de los in­
de la Providencia. Hay una especie de sabi­ dios, y no teniendo todavía la esperiencia de
duría inquieta y de prudencia culpable que los cazadores, babia muerto alguna de dichas
el cielo castiga. Esta es, ¡ó hijo mió! la larguí­ hembras. Se trata de este asunto tumultua­
sima historia del viejo Chactas.” riamente: Onduré pide que se entregue el de­
lincuente á los illineses para evitar una güe­
ra sangrienta, y el hermano de Amelia es el
primero que se ofrece en espiacion. «Por don-
LIBRO NOVENO. «de quiera que voy, dice á Chactas, llevo con
«migo la desgracia; desprendeos pues de un
T J' relación de Chactas liabia dado lugar á «hombre que hace peso en la tierra.” Sos­
tiene Utogamiz que el guerrero blanco , cuyo
que llegasen los Natchez hasta los valles a
donde acuden los castores, en el país de los Manitu de oro llevava encima como prenda
castores, Illineses. Estos pacíficos y maravillo­ de la amistad jurada , solo habla pecado por
sos animales fueron atacados y destruidos ignorancia manifiesta: «Los que tienene tan
en sus retiros, y después de los olocaustos o- «gran terror de los illineses, esclamó, pueden
frecidos á Michabú, Genio de las aguas, los «ir á suplicarles que les concedan la paz. Yo
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«por mi parte sé un medio mas seguro de Creyeron que convenía abreviar el tiempo
«alcanzarla, y este es la victoria. El hombre de la caza , y los Natchez se quedaron ad­
«blanco es mi amigo y cualquiera que sea su mirados al ver la vuelta precipitada de los
«contrario también lo es mió.” guerreros; en breve se murmuró en voz baja
Asi dice el joven salvage, y en tanto di­ de la causa secreta de este regreso y Onduré
rige contra Onduré las mas terribles miradas. desdeñado mas y mas de Celuta , se fue á
Era Utogamiz famoso entre los Natchez, ver á su antigua amante y buscó el amor en
tanto por su candor como por su valor acre­ la ambición de los consuelos y de las ven­
ditado. Habianlo apellidado Utogamiz el ganzas.
simple, porque jamas tomaba la palabra en Durante la ausencia de los cazadores se ha­
el consejo , no obstante que sus virtudes se bían esparcido por las aldeas de los indios los
manifestaban siempre por medio de acciones habitantes de la colonia , y unos aventureros»
ilustres. Quedaron los cazadores admirados del desmoralizados , unos soldados entregados á la
arrojo con que acababa de esplicarse y de la embriaguez liabian insultado á las mugeres. Fe-
repentina elocuencia que la amistad le habia briano , digno amigo de Onduré , protegido
dictado : asi la cándida azucena que cierra por Artaguete habia mortificado á Celuta.
su cáliz durante la noche, no esparce sus per­ A la vuelta de Utugamiz, la huérfana contó
fumes hasta que asoman los primeros rayos á su hermano las persecuciones que habia su­
de la luz. La juventud generosa y guerrera frido , y Utugamiz lo refirió á René , que
aplaudió los sentimientos de Utogamiz, y el habiendo sido defendido en el consejo por el
mismo René tomó sobre sus compañeros sal- generoso capitán , iba á darle gracias al fuer­
vages el imperio que egercia involuntariamente te de Rosalía. Empezó entre estos dos nobles
sobre los alvedrios. Fue desechado el dicta­ franceses un afecto íntimo fundado en la es­
men de Ondurc: conjuraron los manes de las timación. Artaguete encantadísimo de la belle­
hembras de los castores, y Chactas encargó á za de Celuta , cedía á la inclinación que le
todos el secreto , pero el rival del hermano arrastraba ácia el hombre amado de la vir­
de Amelia se habia propuesto ya romper el tuosa indiana. De este modo se formaban por
silencio. todas partes unos lazos que el cielo quería
tomo 1. J7
258 25q
romper , y unos rencores que debía fomentar dria él hacers uso de ia suya para desembara­
el tiempo. Sobrevino un acontecimiento y de­ zarse de un gefe que le hacia sombra. Acansia,
senvolvió de repente estos gerraenes de des­ madre del joven Sol, dispondría entonces del
poder soberano , y por este medio el hom­
gracias.
Una noche que Chactas en medio de su fa­ bre á quien ella adoraba llegaría á ser Edil»
milia velaba sentado en su estera , y la llama dignidad que le baria tutor del nuevo prínci­
del hogar alumbraba lo interior de la ca­ pe. En fin, Onduré que detestaba á los fran­
baña, cayó á los pies del anciano una hacha te­ ceses, aunque los servia para tener en ellos
ñida de sangre , y en cuyo mango estaban un apoyo , ¿ no habia de encontrar algún me­
esculpidos la figura de dos hembras de cas­ dio para arrojarlos de la Luisiana cuando se
tores y el símbolo de la nación de los ¡Hi­ viese investido de la autoridad suprema ? Due­
ñeses. Fueron echadas también iguales armas ño entonces de la fortuna , inmolaría al her­
en las cabañas de los diferentes Sachems , y mano de Amelia , y sometería á su amor á
los heraldos ¡Hiñeses que liabian ¡do á decla­ Celuta. ,
rar la guerra, desaparecieron en las tinieblas Tales eran los designios que revolvía va­
gamente en su alma. Conocía á Acansia,- sa­
de la noche.
Onduré en la esperanza de perder al que bia que esta se mostraria conforme á todas
le arrebataba el corazón de Celuta, había da­ sus maldades , si la persuadía de su arrepen_
do aviso secretamente á los ¡Hiñeses del su­ timiento , y si ella se llegaba á creer amada.
ceso ocurrido en la caza. Poco le importaba Afecta pues por esta muger un ardor que no
á este gefe sumergir su pais en un abismo esperimenta ; promete sacrificar á Celuta exi­
de males, con tal que pudiese al mismo tiem­ giendo de Acansia en cambio que favorezca
po hacer su rival odioso á la nación , y lle­ una ambición de que ella no recogerá el fru­
gar quizás por las vicisitudes de las armas, to, y la crédula amante consiente en cometer
a egercer el poder absoluto. Habia previsto crímenes por recibir una caricia.
que el viejo Sol se vería obligado á marchar La pasión de Celuta se aumentaba en si­
acia el enemigo, y en este caso meditaba que lencio. René habia llegado á ser amigo de
en defecto de la flecha de los ¡Hiñeses, po- Utugamiz y en esto fundaba la amable joven
26o 261
la posibilidad de obtener la mano de su amado vez en su rostro, y parecía tomar incremento
Las murmuraciones que empezaban á suscitar­ el recuerdo de sus penas , en lugar de debi­
se por todas partes contra el guerrero blan­ litarse con el tiempo. Los desiertos no habían
co , lejos de arredrar á la indiana , acrecían causado á René mas satisfacción que el mun­
mas y mas su pasión, porque el amor se do, y en la insaciabilidad de sus vanos de­
complace en hacer sacrificios. Los sacerdotes seos habia apurado ya cuanto daba de si
no cesaban de repetir que la noche de la la soledad , asi como apuró cuanto podia es­
convocación del consejo se habían manifesta­ perarse del trato humano. Personage inmóvil
do en los aires ciertos signos; que la serpien­ en medio de tantos personages en acción ; cen­
te sagrada había desaparecido el dia de la tro de mil pasiones que no le poseían ; obje­
adopción funesta ; que las hembras de los cas­ to en fin de todos los pensamientos por razo­
tores habían sido muertas; que estaba en fin nes diversas , el hermano de Amelia llegaba
comprometida la felicidad de la nación á causa á ser la causa invisible de todo: amar y su­
de la presencia de un estrangero sacrilego, y frir era la doble fatalidad que imponia á cual­
que era preciso hacer espiaciones para aplacar quiera que le profesaba afecto. Arrojado al
la cólera del Grande Espíritu. Estas palabras mundo como una gran desgracia, su perni­
repetidas á presencia de Célula turbaban su ciosa influencia se hacia estensivat á los seres
corazón: se indignaba al ver la injusticia de que le rodeaban . semejante á ciertos árboles
la acusación , y el sentimiento de esta misma bellos á cuya sombra no puede uno sentarse
perfidia fortificaba su amor haciéndole en ade­ ó respirar, sin peligro de morir.
lante irresistible ; pero Rene que no había mu­ A pesar de la inocencia de su corazón,
dado de naturaleza , estaba muy distante de no podia René dejar de esperimentar la ma­
participar de aquella inclinación amorosa. Se yor amargura al considerarse la cansa de la
sometía el desgraciado joven á todo el rigor guerra entre los Natchez y los illineses. ¿ Se­
de su suerte , y empezaba ya á perder su rá posible', decía entre si , que en premio de
poder la distracción que un largo viage y unos la hospitalidad que he recibido , entregue á
objetos nuevos habían producido en su alma: la desolación las cabañas de mis huépedes ?
la tristeza del hermano de Amelia aparecia otra Tenia yo acaso necesidad de traer á estos sal­
263
262 «hubiese querido que fueses mi hermano an­
vajes la turbación y las miserias anexas a mi
otes de separarte,- mi hermana te ama ; todo
vida ? Como podré yo responder a cada fami­
«el mundo lo sabe y lo dice, y tu eres el
lia de la sangre que se vierta? ¡ Ah ! acépte­
«único que lo ignoras. No la hablas jamas
se mas bien en reparación el sacrificio de mis
«del amor. ¡Será posible que no la en-
dias !
«cuentres bella! Estará caso tu alma coin-
Este sacrificio no era ya posible sino en
«prometida en otra parte ? Soy Utugamiz á
el campo de batala , pues la guerra estaba de­
clarada y no quedaba á los Natchez otro «quien llaman el simple porque carezco de
«talento , mas siempre me tendré por feliz de
recurso que el de sostenerla con esfuerzo. El
«amarte, bien llegue á ser degraciado ó ya
Sol tomó el mando de la tribu del águi­
la , con la cual se resolvió que invadiría el «dichoso para ti.” Asi habló el salvaje y Re­
territorio de los ¡Hiñeses. Adario se quedo en ne le abrazó estrechamente , con los ojos ba­
los Natchez con la tribu de la tortuga y de ñados en tierno llanto.
Púsose en breve en marcha la tribu acau­
la serpiente para defender la patria; Utuga-
niiz fue nombrado gefe de los jóvenes guerre­ dillada por el Sol, y todas las familias acu­
ros que debian custodiar las cabañas, y Re- dieron á su paso, vertiendo lágrimas las mu
né adoptado en la tribu del águila , debia geres y los niños. Celuta apenas podia con­
ir con la espedicion mandada por el viejo Sol. tener los movimientos de su dolor y seguía con
Señalóse el dia de la marcha , y Utugamiz la vista al hermano de Amelia. Chactas bendijo
dijo al hermano de Amelia.- «Tu me de­ á su hijo adoptivo cuando pasaba , manifes­
ajas ; los Sachems me obligan á quedar aqui,- tando al mismo tiempo el sentimiento de no
«vas á marchar al combate y no puedo re­ poder seguirle , y la inocente Mila medio con­
asistir al sentimiento que me causa el verte fusa gritó diciendo á Rene : «no vayas a mo­
«partir solo. ¿ Como podré reunirme á ti si rir;” y al momento se mete sonrojada entre
«mueres por desgracia ? Acuérdate de nuestros la multitud. Onduré cerraba la marcha siguien­
«Manitús en la batalla. Mira, mira la cade- do la espedicioin , porque debia comandar la
ana de oro de nuestra amistad, que me liara tribu en caso de que el viejo Sol se rindie­
se á las fatigas de la marcha ó muriese á
«presente todo cuanto hicieres. A lo menos,
264 265
manos del enemigo. Apenas se había aleja­ Semejante á un amo despertado por el la­
do de los Natcliez la tribu del águila , cuan­ drido de un mastin, asi Febriano se levanta al
do se manifestaron las turbulencias entre los oir las denuncias de sus agentes secretos, y se
habitantes del fuerte de Rosaba. Descubrieron prepara al intento que medita, mediante e^
los colonos los indicios de una conjuración entre cumplimiento de los ritos de su culto abomina­
los negros, y deciase que tenia ramificaciones ble. Encerrado en su estancia , empieza medio
entre los salvajes. Efectivamente; hacia mucho desnudo una danza magica , representando el
tiempo que Onduré estaba en correspondencia curso de los astros : hace en seguida su ora­
con los esclavos blancos , y liabia hecho re­ ción con el rostro vuelto ácia el templo de
sonar en su oido el dulce nombre de liber­ la Arabia , y lava su cuerpo en unas aguas
tad , para servirse de ellos si algún dia po­ inmundas. Concluidas estas ceremonias vuel­
dían ser útiles á sus ideas ambiciosas. Era ge- ve á ser guerrero cristiano el monge de Mao-
fe de esta asociación numerosa , un joven negro nia , envuelve sus piernas heladas con el paño
llamado Irnley el cual cultivaba una donación de fúnebre de los combates y se viste con el
terreno inmediata á la cabaña de Utugamiz y de blanco uniforme de los soldados de la Fran­
Celuta. cia. Un manojo de franjas de oro semejantes
Llegan estas noticias a Febriano , y el re­ á las que pendian del escudo de Palas , abra­
negado , á quien devora la sed del oro , vé za como si fuese una mano el hombro iz­
en las circunstancias en que se encuentran los quierdo de Febriano; pone sobre su pecho
Natchez, una posibilidad de destrucción de una media luna que despide relámpagos; sus­
que pueden aprovecharse á un mismo tiempo pende de su tahalí una espada con puño de
su avaricia y su impureza. Febriano recibía plata , cuya hoja pabonada donde quiera que
presentes de Onduré , y le instruía de todo traspasa hace una triple herida en el cuer­
cuanto pasaba en el consejo de los franceses; po del enemigo; cubre el renegado sus cejas
pero hallándose -ausente este gefe , y no te­ con el sombrero de Marte, sale, y marcha
niendo ya guia, creyó encontrar la ocasión presuroso en busca de Chepar.
oportuna de enriquecerse con el despojo de Semejante á la túnica devorante que dio
los salvajes. la muerte á Hercules en el monte Oeta, asi
266 267 ,
el uniforme del granadero francés se pega lias-; Mediante este discurso lleno de astucia,
ta los huesos del hijo de los moros, y ha­ evita Febriano ofender el orgullo siempre dis­
ce correr por sus venas los venenos inflama­ puesto á revelarse contra un consejo recto.
dos de Belona. El comandante no es mas pron­ Gozoso de ver atribuir á su prudencia co­
to en ver á Febriano que sentirse también sas en que no había pensado , el comandan­
postido del furor bélico, como si el demonio te responde á Febriano: «Siempre me habéis
de los combates sacudiese de su cabellera de «parecido dotado de penetración. Si: tiempo
viveras la cabeza de una de las tres Gorgonas. «hacia ya que no ignoraba las maquinado-
«Oh ilustre gefe ! esclama Febriano ! con «nes de los traidores. Las disposiciones tílli-
«razón os dan alabanzas de prudencia y de «mas de la Nueva Orlcans me dejan libre y
«valor; sabéis aprovechar la ocasión, y en «creo que ya es tiempo , de acabar este ne-
«tanto que los mas bravos de nuestros ene- «goeio. Id , decid á los salvajes que deben ce-
amigos han marchcdo para una guerra lejana, «der las tierras, ó que de lo contrario se
«juzgáis que es a proposito el apoderarse de «dispongan á recibirme con las tropas de ni*
«las tierras de los rebeldes. La tregua está ya «amo.”
«á punto de espirar, y vos no pretendéis Ocultando Febriano al comándate su son­
«que se renueve. Sabéis sin duda de que pe- risa irónica , su apresura á comunicar a los
«ligros. está amenazada la colonia : sublevan- Natchez la decisión de Chepar. El padre Suel»
«se los esclavos y designase come gefe de es- retirado á la misión de los yaziis , no esta­
«ta trama Iinley , ese negro miserable , veci- ba ya en el fuerte de Rosalia para defender
«no de la morada del conspirador Adario y la causa de la justicia, y Artaguete recibióla
«de la habitación del francés adoptado por orden de prepararse á los combates dejándo­
se de discursos.
«Chactas. He sabido con gozo que habéis da­
Reúnese el consejo de los Sachems y es-
ndo vuestras órdenes , que todo está en mo-
cuchánse en el las palabras y las amenazas del
«vimiento en el campo, y que si los facciosos
mensagero francés. «¿ Os aprovecháis asi, le
«reusan las concesiones pedidas, los cadáveres
«responde Chactas , de la ausencia de nues-
da los enemigos del rey , llegarán a ser pre­
«tros guerreros para reusar la renovación de
nsa de los buitres.”
268 269
«los tratados ? Es digno esto , acaso , del va. «rá tratado aquí con las mayores consideracio-
«lor de la noble nación de quien os llamáis «nes , mas no puedo convenir en que vaya á
«interprete? ¡ Hágase todo según la voluutad «dar á los facciosos el medio de sustraerse
«del Grande espirita ! Deseamos vivir en paz, «al castigo.”
«pero también sabremos inmolarnos por la « ¡ Franceses, dijo Chactas; sin duda era
«patria.” «vuestro destino el de violar por dos veces en
« ¡ Oh último ensayo de la moderación y «una persona el derecho délas naciones ! Cuan-
de la prudencia ! El mismo Chactas quiere ir «do estuve arrestado en el Cañada , al me_
en persona á presentar todavía el calumet de «nos entonces se podia decir , como una escusa,
paz en el fu -rte de Rosalia: los Sachems con- «que mi mano manejaba el hacha ; pero ¿que
iiaban en la autoridad de sus años, mas es­ «podéis temer hoy dia de un anciano ciego ?
ta confianza era en vano. Los habitantes de — «No son los golpes de tu mano lo que noso-
la colonia incitaban al comandante á la vio­ «tros tememos , gritaron á un tiempo los co­
lencia , y Febriano se apoderaba de su vo­ nloaos ; tememos , si , tus consejos.’
luntad haciéndoles relaciones de diferentes tra­ Confiaba Chepar en que el cautiverio de
mas : en un campo militar se desea la guer­ su primer Sachem esparciendo la consternación
ra, y el soldado es mas inclinado siempre á entre los Natchez , les obligaría a someterse al
la gloria que á la justicia. Todo precipitaba, repartimiento de las tierras , mas lejos de ser
pues, á los partidos á cometer la acción pri­ asi, se vieron resultados muy contrarios. Apo­
mera , y asi es que no solamente reusó Che- derase la rabia de todos los corazones, retí­
par la paz, sino que á instigación de Febria­ nense en tumulto , y deliberan precipitadamen­
no detuvo á Chactas en el fuerte de Rosalia. te. El infierno que vé espuestos á trastornarse
«Cuanto mas famoso es este viejo, dijo el sus designios , piensa entonces en salvar el culto
«comandante tanto mas conviene privar á los del sol del ataque imprevisto de los franceses.
«rebeldes de su mejor apoyo y guia. Estimo á Convoca Safan en torno de sí los espíritus
«Chactas , á quien el gran rey ofreció en de las tinieblas; les inanda que sostengan á
«otro tiempo un empico distinguido en nues- los Natchez valiéndose de cuantos medios ha
«tro ejército : no se le hará ningún mal; se- tenido Dios á bien dejar al poder del Genio
llón de los amigos , la tropa de los jóvenes
del mal, v á fin de dar á los indios,el tiem­ se dispone á descender á la región de las al­
po de prepararse , el principe de los demo­ mas , y Utugamiz se pone á la cabeza de es­
nios desencadena un uracaii en los aires , su­ te batallón sagrado; Utugamiz, que solo y
bleva el Meschacebé y pone intransitables los
triste , es el único que se vé sin compañero,
caminos'durante muchos dias. Aprovechándo­ pues falta de su lado el guerrero blanco.
se los Natchez de la tregua de la tempestad, _Vá Célula al encuensro de su hermano, le
enviaron mensageros á las naciones vecinas y estrecha entre sus brazos, le ruega que mire
la juventud de ellas acudió luegro presurosa. por sus dias y le dice enternecida. « Piensa,
Ghepar esperaba únicamente que pasase la « • oh mi agióla protectora ! piensa en que he
tempestad para marchar al gran lugar de los
«nacido contigo en el nido de nuestra ma-
Natchez. La sesta aurora restituyó la sere­ «dre ! El cisne que escogiste por amigo ha
nidad , y vió á los soldados franceses mar­ «volado á los ríos lejanos ; Chactas esta pri­
char adelante precedidos de sus banderas; pe­ sionero ; Adario vá quizás á recibir la muer-
ro la inundación de la llanura precisó al egér-
,te; Artaguete esta en las filas énemigas.....
cito á dar un grande rodeo , que retardo su « ¿ Que me quedará, pues, si yo te pierdo ?
marcha. «¡Oh hija de Tabamica ! responde Util-
Anunció la Faina á los Natchez la noti­ «gamiz; acuérdate del convite fúnebre; si el
cia de la aproximación del enemigo y el aire «hombre blanco estuviese aqui , á él le corres-
resonó, inmediatamente da tristes gemidos : las «ponderia defenderme ; pero mira aquí sobre mi
mugeres huyen llevando sus hijos al hombro
«corazón su Manitú de oro, el cual me pre-
y dejando los Mánitus suspensos á las puer- «servará de todo peligro, porque esta ma-
us délas cabañas abandonadas: vense agitar «ñana me ha hablado diciéndome cosas se-
los guerreros que no han tenido tiempo de pre­ «cretas. Tranquilízate pues, é invoquemos a
pararse al combate ni con los ayunos ni con «la Amistad y á los Genios que castigan á los
la pócima sagrada ni con el estudio de los
«opresores. No creas que los franceses sean
sueños, y el grito de guerra, el himno de
«los mas numerosos; combatiendo por los hue­
muerte y el son de la danza de Arescm, se sos de nuestros padres, nuestro s padres com-
mezclan y oyen por todas partes. El bata­
«batirán por nosotros ¿ Acaso no ves tu aquellos tes á las ondas plateadas de un no bajo la
«abuelos que salen de los bosques fúnebres? bóveda del ramaje de las enemas. Adario que
«¡ Valor'. nos gritan ellos, ¡valor! No permitáis manda los Saehems , y que por su altura so­
»que el estrangero viole nuestras cenizas ; noso­ brepuja á todos los demas, parece el antiguo
tros acudimos al socorrro vuestro con el poder y respetable estandarte de aquella tropa pa­
»de la noche y del sepulcro ! ¿ Crees tu , Ce- terna. A corta distancia el gran sacerdote ha­
«luta, que los enemigos puedan resistir á esta ce sacrificios en una hoguera , consulta á los
«pálida milicia¿ Que! No oyes la Muerte que Espíritus , y solo promete desgracias. No de
«marcha al frente de los esqueletos armada otro modo la corneja posando sobre la ra
«con una maza de fierro ? ¡ Ob Muerte ! No ma del árbol seco , pronuncia palabras sinies­
«tememos tu presencia , no ; tu no eres pa- tras al acercarse las tempestades del invierno,
«ra nuestros corazones inocentes otra cosa que cuando el ambiente de la tarde lleva consi­
«un Genio pacífico. go el olor de las flores ya marchitas.
Asi habla Utugamiz en la exaltación de En breve á la vista deslumbrada de los
su alma , y Mila y las matronas se llevan a Natchez, se presenta saliendo de lo interior
Celuta á la fuerza acia los bosques. de un valle la magestad de las tropas fran­
Todo el poder de los Natchez está en' la cesas , semejante á la lumbre auua con que
tropa de jóvenes que los Saehems han situa­ los salvajes consumen los pastos, y se estien-
do al rededor de los bosques de la Muerte. de como un lago de fuego. ¡Oh indianos! al
Los mismos Saehems forman entre ellos un ver vosotros este espectáculo esperimentasteis
batallón que se reúne en los bosques á la una especie de pasmo furioso ; porque la patria
entrada del templo del Solj y la nación di­ encantando vuestras almas las preservaba del
sidida de este modo se pone bajo la protec­ terror, mas no de la sopresa. Contemplabais
ción de los sepulcros y los altares. Apoderá­ las ondulaciones regulares, los movimientos
base de los corazones una admiración profun­ medidos , y el soberbio continente de aque­
da al aspecto de los ancianos armados , y con llos soldados. Encima de las olas del egerci-
la oscuridad de los bosques se vela mover­ to se erizaban las bayonetas , semejantes a las
se sus cabezas calvas ó encanecidas semejan- puntas de las cañas que tiemblan al impulso
TOMO I. *8
«vez la paz. Si yo fuese el gefe de mi na-
de la corriente de nn rio. - Presentase un an­
«eion , me verías siempre con el hacha en la
ciano solo delante de los guerreros déla Fran­
«mano. ¿ Qué es lo que quieres,? ¿ Que agravios
cia Tiene en una mano el calumet de paz,
y con la Otra levanta una hacha chorreando «te hemos hecho? Pretendes acaso degollarnos en
«las cabañas donde liemos dado hospitalidad
sangre; canta y «lanza á un mismo tiempo,
y Compaña sus cantos y sus pasos con mo­ «á tus padres, cuando débiles y estrangeros
«no tenían ni chozas para guarecerse de los
vimientos turbulentos y pacíficos. Alternativa-
«yelos , ni inaiz para saciar el hambre ?
mcnse invoca el furor de los juegos de Ares-
cui y el ardor de las luchas del amor, el «Si insistes en oprimirnos , sabe que an-
«tes que te cedamos los sepulcros de nuestros
terror de la batalla de los héroes , y el en­
«padres , el sol se levantará en su ocaso , las
canto del combate de las Gracias y de la li­
«encinas darán el fruto del nogal y el bni-
ra Ya dá vueltas veloces impeliendo gritos y
«tre alimentará los pichones de la paloma.
lanzando el tomahavvk, y ya imita el tono
«Violaste la fe pública arrestando à Chac-
de un augur que preside á las fiestas de as
«tas , y por tanto , no temo presentarme an­
mieses El rostro de este anciano es rígido,
Su mirar impetuoso, y su frente como de ate ti : ó vuelve tu corazón á los sentlmien-
«tos de equidad , ó cometerás una nueva in­
bronce; todo su aire manifiesta que es el pa­
ajusticia ; en el primer caso tendréraor, la paz;
dre de la patria , y el entusiasta de la inde­
«en el segundo colmarás la medida del sufri-
pendencia. Llevan al enviado de los Nalchez
«miento , y el Grande TEspíritu se encargará
á Chepar , y permaneciendo en pie en medio
«de la venganza nuestra. Escoge pues, aquí
de una multitud de capitanes , sin hacer aca­
«tienes el calumet de paz, fuma; esta es el
tamiento alguno ni doblar la rodilla , habla
de este modo al comandante de los franceses. «hacha de sangre , hiere.”
Semejante á un hierro que metido en la
«Me llamo Adario : de padres á hijos to­
fragua se penetra de ardiente púrpura, asi el
ados mis antecesores han muerto por la de-
rosero de Chepar se enciende con los fuegos
«feusa de su tierra nativa. Vengo de parte
de la cólera al oír el discurso del salvaje. El
«de los Sachems á pedirte nuevamente la li­
indomable anciano levantaba su cabeza por en-
bertad de Chactas y proponerte por ultima
«los huesos de los opresores , como los res-
«tos del calumet aplastados bajo mis pies. Ja-
cima de la junta conmovida , cual una enci­
«más estienda sus ramas sobre los Natchez y
na americana, que habiendo quedado cu
«los franceses el árbol de la paz, mientras
pié sobre el suelo natal, su inflexible tronco,
«exista un solo guerrero de ambas naciones, y
domina las mieses de la Europa, flotantes a
«en tanto que las madres continúen siendo fe-
sus pies. «cundas entre estos pueblos ! ”
«Rebelde , le dice Chepár, este país perte-
Asi dice; los demonios escuchan su ruego,
«nece al rey mi amo ; si tu te atreves á opo-
salen del abismo , y llenan de una rabia in­
«nerte al repartimiento de las tieras que he
fernal los corazones. El dia se cubre con un
«distribuido á los habitantes de la enloma,
velo , el trueno muge , los manes dán alari­
«haré de tu nación un escarmiento espanto
dos en los bosques, y las mugeres indianas
«so. Retírate, temeroso de que te haga espe-
oyen su fruto querellarse en sus entrañas. Ada­
«rimentar el castigo reservado á Chactas.
rio arroja el hacha en medio de los guerreros:
«Pues yo , contesta Adario rompiendo el
la tierra se abre y la devora; oyese caer en
«calumet de paz, en nombre de los Natchez
negras profundidades, y los capitanes Irán-
«te declaro guerra eterna ; y á ti y a os tu
ceses no pueden prescindir de admirar el va­
«Yos os sacrifico á la implacable Ataensica. No
lor del anciano ; que vuelto acia los suyos les
«te detengas. Ven á hacer un pan digno de
«tus soldados con la sangre de nuestros vie­ dirige este discurso.
«Natchez, á las armas ¡Harto tiempo he-
jos , y la leche de nuestras jóvenes esposas-
«mos permanecido sentados en la estera ! Ju-
„ ¡ Ojalá mis miembros se reanimen para la
«ventud, corra el aceite por vuestros cabe-
«venganza cuando tu hierro los haya separa-
«llos , pintense vuestros rostros , llénense
«do de mi cuerpo , mis pies marchen solos
«vuestras aljabas, y vuestros cantos 'conmue-
«contra ti , mi mano cortada descargue el ha-
«cha , mi pedio estinguido lance el grito de «van los bosques. Desenogemos á nuestros
«guerra, y basta mis cabellos , cual red fu- muertos.
«nesta , tiendan al rededor de tu egército los «El que huye vive infame ; las mugeres
«le presentan el paño que vela el pudor, y
«lazos inevitables de la muerte! ¡O), genios
«que me escucháis! sean reducidos a polvo
A
278 sanare de las víctimas; salen silvando de su
«ocupa por último un asiento en las juntas seno las sierpes que el tiene la habilidad de
«de las matronas. Pero el que muere por su
adormecer, y enredanse en torno del simula­
«patria , ¡ Oh cuan honrado llega á verse 1
cro del ave de la noche que domina su ca­
«sus huesos son envueltos en pieles de castor y
bellera : asi pintaron los poetas la discordia
«depositados en la tumba de sus abuelos ; su
entre ios batallones de griegos y de troyanos.
«memoria se mezcla con la memoria de la
El agorero entona el himno de la gueiia y
«religión protegida de la independencia que
al punto le repite la falange de los amigos,
«defendió y de las mieses recogidas; y las
asi como lo, cisnes de Apolo cuando canta­
«doncellas dicen al esposo que eligieron sobre
ban su último himno en las aguas del Euro-
«la montaña : júrame que serás semejante a
tas , preparándose para reunirse á los dioses.
«este héroe. Su nombre llega á ser la garan-
Entonces el príncipe de las tinieblas lla­
«tia de la felicidad pública y la señal de los
ma al Tiempo , y le dice. ” ¡ Oh potencia de­
«regocijos secretos de las familias.
coradora, á quien yo he abortado ! tu que
Sednos favorable ¡ oh Arescui 1 Tu maca-
«te alimentas de siglos, de sepulcios y
«na eslá armada de dientes de cocodrillos ; ci-
«ruinas, rival de la Eternidad sentada en
«ñes el cuchillo , tu aliento exhala como el de
«el cielo y el infierno , 1 oh tiempo , hijo uno 1
«los lobos el olor de la carniceria, y bebes el
«pues te he preparado en este dia un abun-
«caldo de la carne de los muertos en el crá-
«dante pasto , favorece los esfuerzos de tu pa-
«neo del guerrero. Inspira á nuestros jóvenes
«dre. Ya ves la debilidad de nuestros lujos;
«un deseo irresistible de morir por la patria,
«su cuadrilla está espuesla á una destrucción
«y esperimenten suma alegria cuando penetre
«que trastornaria los proyectos nuestros : cor-
«en su corazón el hierro del enemigo!”
«re, vuela á ios costados del egéreito indio,
Asi habla , ó mas bien canta Adario, y
«tala los antiguos bosques para hacer una mu-
los salvajes le responden con alaridos. Cada
«ralla á los Nalchez, y haz inútil la supe-
cual toma su puesto y espera la orden de la
«rioridad del número de los adoradores de
marcha: el gran sacerdote empuña una an­
«nuestro implacable enemigo.’
torcha y se sitúa algunos pasos delante : cru­
Obedece el Tiempo ; desciende al bosque
je en el aire su túnica, manchada con la
*

I
28o 281
con el ruido de una aguila que revolotea en­
tre las ramas de los árboles, y los dos
egércitos que oyen su caída, vuelven los LIBRO DECIMO.
ojos como espantados ácia aquella parte. In­
mediatamente se oye resonar en la profundi­
Acercábanse ya los Natchez al enemigo.
dad del desierto los golpes de la hacha de aquel
leñador, que corta con igual facilidad los mo­ Chepár hace una señal: el centro del egército
numentos de la naturaleza y los de los hom­ se replega, descubre los tremendos rayos y se
bres. El padre y destructor de los siglos de­ vé en cada bronce un guerrero con la me­
riba los pinos, las encinas y los cipreses que cha encendida. La infantería egecuta un mo­
espiran con sordos mugidos , y las soledades vimiento rápido: los granaderos de la primera
de la tierra y del cielo quedan rasas per­ fila doblan una rodilla en tierra, las otras dos
diendo las columnas que las unían. giran oblicuamente , y presentan el flanco y
Este prodigio deja atónitos á entrambos las armas á los indios. A este movimiento
egércitos; los franceses le miran como estra­ los Natchez se detienen, callan sus voces, rei­
go de un nuévo uracan; los Natchez ven en na en ambas partes un silencio y una inmo­
esto la protección de sus Genios, y Adario vilidad formidable, y únicamente se oye el
esclama : oíos Manitús se declaran por los opri­ ruido de las alas de la muerte que cierne
midos , marchemos. ” Asi dice , y todo se mue­ sobre los batallones.
ve ; los franceses formados en batalla se ma­ Cuando la ardiente canícula engendra el
ravillan de ver aquellos hombres medio des­ viento pestilencial del medio dia en los mares
nudos, que avanzan cantando contra el cañón de Mégico, el soplo de este viento destructor
y la centellante bayoneta. arroja un aliento húmedo y ardoroso; la na-
turalera se cubre con un velo; las campiñas se
ensanchan; la luz escarlatina de los trópicos se
difunde por las aguas, los bosques y las llanuras;
penden las nubes en enormes fragmentos por
los dos horizontes del cielo; parece haberse le­
283 . ,
282
vantado para siempre sobre el inundo un sur su arte, y Chepar de la resistencia de los sal
devorador, y se cree tocar en aquellos tiempos vages. Mas cuando estos han apurado las se­
anunciados del incendio del universo; asi pa­ millas de fuego que adquirieron de los pue­
recen los egércitos detenidos á la vista uno de blos de Albion, Adario levada su imponente
otro, y prontos á embestirse con furia. Vero la es­ voz diciendo.
pada deChepar lia brillado...! Musa, alienta mi «¡Oh jovenes guerreros de las tribus de la
voz, y saca del olvido los nombres de aquellos «serpiente y del castor! seguid á vuestros pa-
guerreros dignos de ser conocidos en la edad «dres que van á abriros el camino.” Dice, y
al frente de los Sachems se arroja impetuoso
futura!
Envuelve primeramente ambos egércitos sobre los hijos de las Gaitas. Outugamiz le
una humareda blanca , de donde salen como oyó , y volviéndose acia sus compañeros,
fugitivos á cada instante vivos relámpagos; res­ «amigos , esclania , imitemos á nuestros
pirase por todas partes un olor de salitre in­ padres!” Le sigue toda la juventud y se
flamado que irrita el valor, y se oye el grito precipita en las filas de los franceses.
de los indios , la voz. de los gcfes franceses, Como dos torrentes que formados por una
el relincho de los caballos, y el silvido de la misma tempestad bajan paralelamente por la
bala y délas bombas que suben con una luz falda de un monte y amenazan al mar que
acia, el cielo. En tanto que los Natchez con­ les iguala en furor, asi las dos tropas de los
servan plomo y pólvora, sus fusiles tomados Sachems y de los jovenes guerreros, atacan á
de la Europa, no dejan de arder en la la vez al enemigo; y semejantes á la mar que
mano de sus diestros cazadores ; todos los rechaza aquellos torrentes , asi el egéreito
tiros que dirige un ojo certero, llevan con­ francés opone su barrera a la embestida de
sigo el luto y el desconsuelo al seno de una ambos batallones. Empiézase entonces una pe­
familia. Los que disparan los franceses son lea estraña. De una parte todo el arte de la
menos seguros; las bombas se cruzan sin efec­ moderna Belona tal como se presento en las
to en los aires , como el volante emplumado llanuras de Lens, de Raeroy y de Fleurus, y
con que juegan los niños. El mismo Polar se de la otra toda la sencillez del antiguo Marte,
sorprende y desconoce al ver la inutilidad de tal como se vio marchar por la colina de las
284
higueras y las margenes del Simois. un viento rá­ 285
el fuego de las pasiones las canas de la ca­
pido barre la humareda despejando el espa­
beza blanca de los ancianos; en sus margenes
cio, y el campo de batalla se descubre. Lo obs­
reina una perpetua primavera : allí el olmo
truido del terreno ocupado por los bosques
casándose con la yedra forma el símbolo de
talados, hace vana la habilidad confiando
la amistad , y las encinas se admiran de no
la victoria al valor únicamente; los caballos
contar sus años sino por la edad de las rosas.
embarazados entre los troncos de los arboles,
Las ilusiones de la vida, los sueños de la edad
desgarran sus costados ó se rompen las pier­
florida habitan con los céfiros entre las ojas de
nas, y la pesada artillería se atasca y sepulta
los bejucos , que forman sobre el cristal de la
en los pantanos ; á mas distancia las lineas
fuente un toldo. Los vapores que exalan los
de infanteria, desordenadas por la impetuosidad
bosques de las cercanías , son los perfumes de
de los salvages, no pueden volverse á formar
la juventud, y las palomas que beben aque­
en un terreno desigual , y se pelea en fin por
lla agua , y las flores que su arroyo riega,
todas partes de hombre á hombre.
tienen siempre huevos las unas en sus nidos,
Refiere tu ahora, ¡oh Caliope! quien fué
y las otras capullos en su tallo. Jamas se ocul­
el primer Watchez que señaló su valor en esta
ta el astro de la luz en aquellas márgenes
sangrienta pelea. ¡Tu fuiste, tu, hijo magná­
encantadas; ni nunca deja de entreabirse el
nimo del gran Sifano, indomable y terrible
cielo mostrando la sonrisa de la aurora.
Adario!
En esta fuente, cuya fama atrajo los pri­
Los salvages refieren que bajo la sombra
meros europeos á la Florida, es á donde fué
de los copados árboles de la Florida , corre
el genio de la patria , según la relación de
una fuente misteriosa en una isla, en medio de
los Natchez , á tomar un poco de sus aguas
un lago que estiende sus aguas cual si fuese
cristalinas: vertió algunas gotas de ella en
un velo de gasa. Las aguas de esta fuente;
medio de la batalla , sobre la cabeza del hi­
pueden fortificar los miembros doblados por
jo de Sifano, y el Sachem siente reno­
el peso de los años (t) , y volver negros con
varse en sus venas la sangre de su primera
(i) Tradición histórica. juventud; vuelven á ser rápidos sus pasos,
estiende su brazo , que adquiere otra vez la
287
a86
soltura y agilidad que tuvo en otro tiempo, Lesvin ; le mete su puñal por el costado iz­
y su mano recobra la firmeza de que está quierdo hasta llegar al corazón , y Lesvin cae
poseido su corazón. boca abajo como un toro al golpe del chache-
Había en el egército francés un joven llama­ tero. El sachém le pone el pie en el cuello;
do Silvestre , á quien la pena de un amor ase con una mano la cabellera del guerrero,
sin esperanza le condujo a aquellas playas le­ la corta con la otra llevándose una parte del
janas , ansioso de encontrar en ellas la glo­ cráneo, y colgando de su cintura el horri­
ria ó la muerte , porque el rico é inflexible ble trofeo, acomete sin detenerse al bravo
Aranville jamas quiso consentir en el hime­ Ilubert que le esperaba: á la primera em­
neo de su hijo con la indigente Isabela. Ada­ bestida derriba Adario á su enemigo, y en
rio alcanzó á ver á Silvestre en el momento tanto que este se revuelca en el polvo , el in­
mismo en que procuraba desenredar sus pies dio le corla con el hacha entrambos brazos,
de una espesa parra; el Sacbem levanta su y le deja espirante y rugiendo.
terrible maza , la descarga en la cabeza del Semejante á un lobo que habiendo devo­
heredero de Aranville, y la aplasta cual si rado á un cordero , solo respira ya sangre y
fuese una calabaza pisoteada por un indócil mantanza , asi el Sachém vé al abanderado
mulo. Los sesos del infortunado mancebo hu­ Gedoin, y disparándole una flecha le clava
mean esparcidos por tierra , y Adario insulta en la mano el asta de la bandera francesa.
todavía con estas palabras á su misero ene­ En seguida hiere Ademár hijo de Carlos; á
migo : «ciertamente es lastima que tu madre Ademar habilante en las orillas del Dordogna,
«no se encuentre aquí también, á fin de que que fue educado con terneza por un anciano
«bañase tu frente en el agua prodigiosa. Yo que padre de quien era el único apoyo, y que sos­
«no soy mas que un bárbaro, he lavado gro- tenía el honroso premio concedido a sus proe­
«seramente tus cabellos en tu sangre ; pero zas militares. Mas ¡ay 1 el desventurado Car­
«aun confio en que perdonarás á mi débil los no debía estrechar ya jamás á su hijo con
«vegez , porque te prometo un sepulcro.... Si, sus brazos, volviendo de los paises remotos:
«te lo prometo en el seno de los buitres.” el hacha del Sachém alcanzando á Ademar en
Asi diee Adario y se arroja luego sobre el rostro , le llevó una parte de la frente, la
289
288 , como una flecha contra el hijo de Malhef-
nariz y los labios. El soldado permanece al­ bes. Rueda la piedra , y rompe las piernas
gún tanto en pie, como un obgeto horrible, del soldado: golpea el suelo con su frente,
en medio de sus compañeros espantados , cual y en el eseeso de su dolor muerde las zar­
se muestra el alamo blanco cuya corteza ar­ zas ensangrentadas. ¡ Oh Malherbes! la gua­
rancaron los salvages en la primavera, y el daña de la muerte te siega en medio de tus
tronco medio desnudo y teñido de enrege- floridos años; pero en tanto que las musas
cida savia, se distingue á lo lejos entre los conserven el poder de encantar á los pueblos,
árboles del bosque- Cae Ademar con el rostro tu nombre vivirá como el de aquellos fran­
mutilado , y la noche eterna le rodea. ceses á los cuales tu ilustre abuelo hizo in­
Semejante á una javalina de Sicilia , o co­ mortales !
mo un tigre del desierto de Zara que de­ Por todas partes Adario se abre paso con
fiende sus cachorros , así Adarlo aumentando el hacha , la maza , el puñal ó las flechas,
su furor á la vista de sus propias hazañas; Geblin que embriaga la gloria , Asas el de
«ved aqui, esclama , como pereceréis todos, nombre heroico , el imprudente Estaing que
«viles estrangeros 1 Tal es la suerte que os se hubiese atrevido á desafiar al mismo Mar­
«reservan los Natchez ! Al mismo tiempo arran- te , Marigui , Coinines, Saint-Alvan, todos
«ca un mosquete de las manos de Akervon y ceden al hijo de Sifano , y los Natchez anima­
le mete por la boca la bayoneta; el triple dos con su ejemplo, vienen mugiendo como
cuchillo traspasa el paladar y sale por en­ toros salvages , y brincando cual si fuesen leo­
cima del cráneo de la pálida victima , cuyos pardos. La tierra se pela y descorteza bajo los
ojos se abren y cierran con esfuerzo. Adario pasos redoblados y furiosos de los guerreros;
abandona el arma con el cadáver los cuales per­ torbellinos de polvo difunden de nuevo la
manecen apartados y en pié como las pier­ noche por el campo de batalla; los rostros
nas de un compás. están ennegrecidos , las armas rotas , los uni­
Alzando una piedra enorme , tal que dos formes dasgarrados, y el sudor corre á tor­
europeos la pudieran llevar apenas para marcar rentes por la frente del soldado .
el término de algunos juegos en una fiesta pu­ Entonces el cielo envió el espanto á los
blica, el Sachém la dispara con tanta ligereza tomo 1.
ago 3.91
franceses. Febtiano qne combalia ante el Sa- m as lejos que alcanzan á verse en la llanu­
cbém fue el primero que emprendió la fu­ ra , corren el uno al otro dando relinchos.
ga , y los soldados abandonados de su gefe, Inmediatamente que sus alientos inflamados se
abren al punto sus filas. mezclan , se encabritan , se abrazan cubren de
Adario y los Sachems penetran en ellas, con espuma y sangre sus crines , y procuran mu­
un ruido semejante al que hacen las olas que tuamente devorarse ; luego separándose de re­
brincan sobre las estacas plantadas delante de pente para embestirse de nuevo, volviendo la
los muros de una ciudad marítima , y Chepár grupa , enderezando sus colas erizadas , escar-
que desde la cumbre de un collado ve la der­ van y esparcen la tierra por los aires, y es­
rota del ala izquierda de su egércilo , manda piden centellas del semicírculo de bronce que
al capitán Artaguete que avancen sus grana­ cubre sus pies homicidas. Asi combatían Ar­
deros. Al mismo tiempo Folar que consiguió taguete y Utugamiz ; tales eran los relámpa­
salvar algunos bronces, los coloca sobre un gos que partían del acero de sus cuchi­
otero descubierto, y empieza á fulminar sus llas. El rayo dirigido por Folar, los obliga
rayos contra los Sachems. Tu previstes el de­ á separarse y esparce el desorden en las filas
signio del comandante de los franceses ¡ oh de los jóvenes Natchez.
valiente hermano de Celuta ! y para salvar a ¡ Oh tribus de la serpiente y de la tor-
á tus padres , sostenido de los jóvenes indios te a tuga ! esclama el hermano de Celuta; sos-
arrojaste contra aquella tropa escogida. Por tres atened el asalto de Artaguete, en tanto que
veces los compañeros ele Utugamiz se esfuer­ ayo voy con los aliados á apoderarme de los
zan á romper el batallón de granaderos, y rayos. Dice, y los guerreros aliados marchan en
otras tantas se estrellan contra la masa impe­ pos de él de dos en dos y avanzan ácia el colla­
netrable. El amigo de Rene alzando al cielo la do donde Folar los aguarda. Intrépidos salvages,
vista : « ¡ ó Genios , esclama 1 si vosotros nos si mis cantos se llegan á escuchar en lo futu­
anegáis la victoria , concedednos pues la muer- ro , si acaso he recibido alguna centella del
ate. ” Dice , y ataca sin detención á Artaguete. fuego de Prometeo , vuestra gloria se esten­
Dos caballos hijos de los vientos , y aman­ derà tantos años cuantos el Louvre domine
tes de una yegua hija de Eolo , desde lo las aguas del Sena ; tanto tiempo como el pue-
suspenderse por -la cabellera en la rama flori­
T)íO ne Clodoveo continué siendo uno de los
primeros pueblos del mundo ; tan largo tiem­ da de un arce.
De todos estos guerreros, Sepmo era e
po como viva la memoria de aquellos labra­ que seguia á Utugamiz con mas ardor. Es-,
dores que vienen á- renovar el milagro de le héroe descendia de Oekala rey que fue
vuestra audacia en los campos vendeanos! de los iminoles; Oekala tuvo tres hijos; Na­
Empieza Utugamiz á trepar por la colina,
pe que pasaba en la carrera á los corzos,
pero en breve desaparece en un torrente de
Turán , que casó con Nicianis, cuyo seno ce­
fue"0 y de humo : asi Hercules se eleva a
laron los espíritus estériles : y Esconte que
acia el Olimpo en las llamas de la hoguera, fué el último de los tres hijos de Oekala. Es-
y no de otro modo por la via de bronce,
coute tuvo de la casta Nivila á la encan­
y junto al templo de las Eumenides, arreba­
tadora Elisoe y al altivo Alismape , padre e
tó una borrrasca á Edipo llevándole á la man­
Sepino. Este fogoso salvage había prometí o
sión de los dioses. Nada detiene á los indios, á su madre que le llevarla la cabellera del
cuyo peligro se aumenta á proporción que se comandante de los franceses ; pero olvidóse
acercan á las voraces bocas. A cada paso la
de hacer sacrificios á los Genios , y per tan
muerte arrebata á algunos de los asaltantes. to no debía ya volver á entrar en la caba­
A Fansou que se jacta de manejar un arco ña de sus padres. Alcánzale en las parles in­
de cedro, le alcanza una bala de canon en me­
feriores del cuerpo una bala de canon , y fi­
dio del cuerpo, que se divide en dos como jándole tendido en tierra , el mísero salva­
una espiga rota por la mano de un nmo. je se revuelca en sus entrañas. Su amigo. Te-
Kiuse que próximo á enlazarse con las cade laza le alarga la mano para ayudarle a le­
nas del himeneo, había ya apagado la an­ vantarse, pero al mismo tiempo otra bala
torcha en la cabaña de su amada , ve de re­
arranca el brazo caritativo que va a dar con­
pente aplastados sus pies rápidos, y cae de
lo alto de un risco en un terreno fangoso, don­ tra Utugamiz.
Ya no quedaban mas que sesenta guerreros
de permanece metido hasta la cintura; alcán­
de la tropa que asaltaba la colina de los ra­
zale á Atani un globo de hierro que dándole
yos, cuando llegaron á la cumbre. Utneamiz
en la cabeza, su cráneo arrancado va a
2o5 i
294 el hermano de Celutaí Los indios tratan de
metiéndose entre las bayonetas que Folar opo­ mover la pesada masa y precipitarla desde
ne á sus esfuerzos , arrojase el primero sobre
lo alto de la cuesta ; los unos la abrazan por
un canon , derriba la cabeza del cíclope que
su terrible boca, los otros empujan con es­
iba á prender en él la mecha , abraza el
fuerzo las ruedas que dejan en cl suelo pro­
bronce y llama en su ausilio á los salvajes. fundos surcos; estos vuelven contra los france­
Hacese alli una carnicería espantosa de fian-, ses las armas que les han arrancado, aque­
ceses y de indios. Folar grita á los primeros: llos se dejan degollar sobre el canon mancbi -
« ¡ oh que vergüenza para vosotros si fueseis do con la médula esparcida , los bóllenles
«vencidos! y Utugamiz dice á los segundo.
sos, los girones de rarne
carne v
y los fragmentos
a
«Sostened el valor por un momento, y la vic­
de huesos. Cada soldado ennegrecido con
toria es nuestra. ” Oyese el chirrido de la san­ pólvora , está cubierto de sangre de amigos
gre que se diseca y evapora cayendo so­ y de enemigos. Se ásen de los cabellos se
bre la máquina enrogecída , por cuya po­
embisten con pies y manos , y e que
sesión se combate. Las descargas de fusile­ perdido los brazos se vale de los dientes para
ría y de las baterías , hacen de la colina pelear , cual si estuviese en un festín de la muer­
un espantoso cáos. Semejantes son los mugi­ te Ya Folar está herido , y ya cl heroísmo de
dos las tinieblas y las llamaradas del Etna algunos salvages escede á todo el arte euro­
cuando el volcán dispierta , y un cielo de me­ peo . cuando un granadero consigue pegar
tal de donde cae una lluvia de ceniza , se es- fuego al tubo. Inmediatamente la culebra
tiende por las campiñas obscurecidas, en me­ ™»U. entrañas ■>-» -
dio de las cuales arde el monte como una an­ rugido; y cumpliéndose su destino espióla,
torcha fúnebre ; los rios de un fuego viola­ mutila, derriba, mata la mayor parle de los
do surcan las movientes llanuras , los hom­ guerreros que la rodean, y no se oye masque
bres, las ciudades, los monumentos desapa­ un grito , seguido de un silencio formidable.
recen , y Vulcano , vencedor de Neptuno, hace Semejante á dos escuadras poderosas q«e
borbotar los mares sobre sus fraguas inflamadas. disputándose cl imperio de Neptuno se en­
Todos los furores de la guerra se reúnen cuentran en la embocadura del ant.guo Egip-
en torno del bronce de que se ha apoderado
2g6 *97 . ,
toj en breve «n navio se inflama por sn Los Sachems tan prudentes como intré­
fogosa popa ; á la luz del moviente incen­ pidos , temiendo ser cortados en su retirada
dio se distingue la mar cual si fuese de san­ se habían reunido á los batallones de sus
gre y cubierta de fragmentos ; la tierra se ve hijos. Todos juntos sostenian apenas los es­
cubierta de las naciones del desierto , y los fuerzos de Beaumanoir , que por la parte de
navios desarbolados ó rasos al nivel de las los franceses conseguía el honor de todo aquel
olas derrivan ardiendo: de repente muge el dia. Beámanoir tenia por antecesor a aquel ca­
navio convertido en fuego, su enorme esque­ ballero bretón que bebió su sangre en el
leto se parte , lanza hasta las nubes los tu­ combate de los treinta , y doce generacio­
bos de bronce , los encendidos pinos , y los nes le separaban de este origen ilustre. Ar­
cadáveres de los marineros , y la noche y el mado con una macana al estilo del enemigo,
silencio se estienden por las aguas... Asi se traba Beaumanoir desbarata las filas de los Natchez,
el combate a la entrada de la noche. Utugamiz y Adario apenas sostiene su furia. Ya el viejo
es el único que queda de toda su tropa des­ Nabal , el rico Lipoé que poseia doscientas pie­
pués de la esplosion del rayo, y quiere ar­ les de castor, treinta arcos de cerezo sil­
rojarse entre los franceses ; pero el Genio de vestre y tres cabañas; Uzao de la tribu de
la amistad le hace en lo interior de su co­ la serpiente; Arimat que llevaba una águila
razón este severo cargo : « ¿ adonde corres azul sobre su seno, una perla en su labio y
«oh insensato ! De que fruto puede servir una corona de plumas en la cabeza, todos
«ahora tu muerte á la patria ? Reserva , re- estos guerreros perecieron en las garras del
«serva ese sacrificio para ocasión mas favora- fiero león Beaumanoir.
«ble , y acuérdate que tienes un amigo.” Mo­ Advertíase en el egército de los Natcliez
vido por estos tiernos sentimientos el hijo de un Sacbem terrible que era el robusto Nipa-
Tabamica , brinca desde lo alto de la colina, no , cuyo valor sostenian sus tres hijos , Ta-
vá á meterse en el rio , y reanimado con la nilien el de las orejas cortadas , Masinaico
frescura del agua se junta otra vez á los favorito de su madre, y el grande Osani. Los
guerreros que no hahian cesado de combatir tres nipanides avanzando al frente de los sal­
contra Artaguete. vajes , disparaban sus flechas contra los fran-
21)8 . 209
ceses, y al punto se retiraban poniéndose en feliz en su infortunio, no puede ver a sus
salvo, escudados por el valor de su padre; hijos tendidos á sus lados. «¡Oh hijos míos!
semejantes á una serpiente con la piel muda­ «esclama con voz moribunda, salvad mi
ble y la cola sonora , que reposando á los ar­ «cuerpo de la rabia de los franceses! Hay
dores del sol, cuida de sus hijos que juegan «cosa mas lastimera que un Sachem derribado
en torno de ella ; pero si se oye el menor rui­ «por Arescuí ? Los enemigos cuentan sus ca-
do , los tiernos reptiles se acogen á la boca «nas, é insultan á su cadáver. Insensato, di-
de su madre, y el amor los encierra nueva­ «cen ellos, ¿ porque dejaste el báculo de en-
mente en el seno de donde el amor los hizo «cina ?’’ Despójenle y se complacen entre ellos
salir; asi era ciertamente el esforzado Nipá- con los restos inanimados del anciano. Es­
no y sus tres audaces hijos. pira Nipáno hablando en vano á sus hijos , y
En el momento en que los tres herma­ llegando á la región de los muertos , solloza
nos iban á atacar á Beaumanoir, este se ar­ cuando encuentra aquellos mismas hijos que
roja sobre ellos como el milano á las palo­ le han precedido en el sepulcro.
mas , y Nipano que observa el movimiento El gran sacerdote armado con una tea ar­
del guerrero francés , se avanza para socor- diendo, reúne los salvajes al rededor del cuer­
rer á los obgetos de su vigilante terneza. Pri­ po de Nipáno , y Adario y Utugamiz reco­
vado de una victoria que miraba como cier­ gen el cadáver; pero Beaumanoir ase una mano
ta , el soldado bretón se vuelve ácia el Sa­ del Sachem, y les obliga á soltar la presa levan­
chem y le derriba de un mazazo, tando al mismo tiempo con la otra una terrible
A. la vista de Nipano tendido , los Nat­ mazax Retrocede Adario evitando el golpe , y
chez lanzan un grito , y Tanitien , Masinaico, entonces el cielo señala a un tiempo mismo el
y Osani, disparan á un tiempo sus flechas con­ fin de la gloria y de la vida de Beaumanoir.
tra el matador de su padre. Beaumanoir se Abre Adario de un reves de su hacha el eos-
baja para evitar la muerte, y echándose so­ lado de su enemigo; el bretón siente entrar
bre los tres jóvenes salvages los inmola. el aire en su pecho por una via descono­
Nipano vuelto en si de sn trastorno, pe­ cida , y palpitar sn corazón á descubierto.
ro vertiendo sangre por ojos y narices, Tornansc blancos sus ojos, tuerce los labios,
301
3oo
los Natchez. Educado Yatci en aquellas ori­
crugen sus dientes , suelta su mano la maza y
llas estrangeras, al salir de la infancia desple­
cae; la vida le abandona, y sus miembros se
gó la generosidad de un rey y el valor de
ponen tiesos con el pasmo de la muerte.
sus antecesores. Su choza estaba abierta para
Arrojándose Adario á Beaumanoir para ar­
todos los infortunados, porque el mismo lo
rancarle la cabellera : «venid Natchez ! escla-
había sido, y no tenia la soledad un corazón
ma: vengué á Nipáno ! ” los salvajes dan gran­
mas hospitalario. Vé en las filas enemigas un
des alaridos y vuelven animosos al ataque.
francés al cual recibió en otro tiempo en su
Tocan la carga los tambores franceses y re­
estera, y el hijo del destierro poniendo en su
suenan por su egército la música, y los cla­
cinto un calumet de paz, avanza sereno para
rines Artaguete , mandando calar bayoneta á
renovar la alianza de la cabaña,- pero el fran­
sus granaderos , avanza para proteger el cuer­
cés que no le reconoce , le apunta con una
po de su leal compañero de armas , y la
pistola al pecho, sale el tiro, traspasa á Yat­
pelea se hace entonces mas horrible : Lameek
ci la bala homicida , envuelto en improvisa
recibe por un costado una estocada, al tiem­
noche cae rodando á los pies de su huésped y
po que asia de los pies el cadáver de Beau­
su alma saliendo por los labios, se dispone
manoir , y rompiéndose la membrana que sos-
á volar ácia aquel que recibe al viagero fa­
tenia sus entráñas, se unden en las ingles que
se aflojan , semejantes á un cuero vacio. Pas­ tigado.
Arrebatado de colera el joven Siego, otro
mase el indiano atormentado de agudos do­
desterrado de los bosques del Canadá , y el
lores, y un cruel sueño cierra para siempre sus
cual había nacido en una dehesa, porque sor­
ojos.
prendieron á su madre los dolores del parto
No fué menos lamentable la muerte del
yendo á la fuente, intenta vengarse ruidosa­
noble Yatci, guerrero que descendía de los
mente de la suerte que acaba de sufrir su
reyes Iendates que reinaron en los grandes
amigo. Mas ¡oh insensato! corriendo el mismo
lagos. Cuando los iraqueses invadieron los
á su pérdida, encuentra con una bala ventu­
estados de sus padres , su madre le salvó en
rera que entrándole por el costado le derra­
una piel de oso , y llevándole por entre mon­
ma la yel en el pecho. Siente el guerrero inmedia-
tes lleg-ó como suplicante á los hogares de
302 3o3
tamente la amargura en su lengua, y su aliento franceses. El cabello corto ú ensortijado de
espirante, cual si fuese por el movimiento de los indios, las plomas y los adornos con que
una bomba, la sangre que borbota hace subir se engalanan, los colores con que el Natchez
en sus labios. Vacilan sus rodillas, y cae poco pinta su rostro, los ceñidores donde brilla el
á poco sobre el cuerpo del infortunado Yat- haclia y cuelga la macana ó el cuchillo, ha­
ci, que haciendo el último movimiento con­ cen un contraste singular con la pompa guerrera
vulsivo le estrecha con sus brazos; asi reposa europea. Algunas veces los salvages atacan to­
la abeja en el cáliz de la milagrosa sensitiva, dos juntos llenando el espacio que los separa de
pero la flor se cierra sobre la hija del cielo los enemigos, haciendo gestos y danzas heroicas,
y la sofoca entre un velo perfumado. y otras veces salen uno á uno á combatir á
Los indios quitan alternativamente la vida un adversario que han observado como el mas
á una multitud de franceses escardando de digno de esperimentar el valor suyo.
este modo el campo de batalla. Oponen las Utugamiz se distingue de nuevo en esta
ventajas de la naturaleza , y sus golpes aun­ lucha renaciente, y desplega de tal modo su
que menos repetidos, son mas ciertos. El cli­ fuerza y su fogosidad, que pudiera mirársele
ma no es para ellos un embarazo, cual lo es como un guerrero sustraído al reposo de sus
para sus enemigos , pues los mismos lugares hogares. El corte de su hacha era de un
donde pelean, son aquellos donde se eger- pedernal afilado sutilmente por Acomanda
citaron en los juegos de su infancia : todo abuelo del joven héroe. Este Pedernal estaba
es arma para ellos, todo muro ó apoyo; na­ embutido como un ingerto en el tronco hendi­
dan en las aguas con la misma facilidad que do de un plantón de serval: el arbusto cre­
se deslizan ó vuelan por la tierra : ya ocul­ ciendo habia cogido fuertemente la piedra, y
tos entre las yerbas, ó ya subidos en las en­ cortado después tan largo como un venablo,
cinas, rien serenos de la bala que pasa por se habia convertido en un instrumento de
encima de su cabeza, ó bajo sus pies. Sus muerte en la mano de los guerreros. Gira
gritos, sus cantos, el ruido de sus chichicues Utugamiz el arma hereditaria al rededor de
y de sus pífanos anuncian á otro Marte, pero su cabeza, y dejándola escapar, vá con vuelo
un Marte no menos terrible que el de los impetuoso á herir á Valbel por debajo de la
3o5
3o4 «muy grandes. Mas, ay de mi! tu eras poco
oreja izquierda, y le corta la vertebra El sol­
dado amigo de la alegría , reclina la cabeza «mas ó menos de mi edad, yo también debie-
«ra morir: pero los espíritus son testigos de
sobre el hombro derecho, mientras que la san­
gre enrogece su brazo y su pecho, pareciendo «que yo no tenia contra tí odio alguno , y
que se duerme en medio de las copas de vi­ «que el mal que te he hecho ha sido defen-
no derramadas, cual lo hiciera en las orgias «diendo el sepulcro de mi madre. ” Tales
de un banquete. El rápido salvage sigue el eran tus palabras, ¡ob sencillo y tierno salva-
curso de la hacha que ha lanzado, vuelve á ge! las lágrimas brotaban de tus ojos, y Bois-
cogerla y descarga con ella un golpe formi­ Robert oyendo tu ingenuo elogio fúnebre, son­
dable sobre Bois-Robert, cuyo pecho se abre rió exhalando el último suspiro.
como el de una blanca víctima al impulso del Mientras que vencidos y vencedores , los
cuchillo del victimario. Bois-Robert era nieto de franceses y los Natches continúan por todas
partes la batalla, Chepar manda á los ligeros
aquel guerrero que escaló las rocas de Fe-
camp: contaba apenas diez y siete años, dragones que echen pie á tierra y aparten los
cuando su madre sentada en la playa de la árboles y los muertos, abriendo paso á la
Francia, derramando lágrimas , había mirado pesada caballería y al batallón helvético. Ege-
por mucho tiempo el navio que alejaba de su cutase la orden: ruedan con esfuerzo y levan­
vista al hijo de su amor. El mismo Utuga­ tan con palancas hechas de priesa los troncos
miz se pára de improviso al ver la palidez de las encinas, y los fragmentos de los caño­
del joven y la gracia de aquella cabellera nes y de los carros, y dan salida á las aguas
coh que el rio ha inundado la llanura ha­
rubia, que hace sombra á una frente desco­
lorida , y cae como un velo sobre los ojos ciéndola intransitable.
ya cubiertos con sus lángidos párpados. «Po- En los valles solitarios , los pacíficos cas­
«bre sinigual , le dice ; apenas te revestias de tores se apresuran á concluir mancomunada-
«larga pluma cuando has caido de tu nido! mente una obra: los unós ruedan acia atras
«Ya no cantarás posándote en la rama! Ojalá troncos de árboles y los echan en la corriente
«tu madre, si la tienes, se digne perdonar á del agua, á fin de formar un dique, los otros
«Utugamiz! Los dolores de una madre son arrastran con su cola los materiales desti-
tomo x. 20
307
3o6 . , , ,T tales trofeos, y la sangre cuajada ementa est«
nados á los arquitectos; los palacios de la fe­ monumentos espantosos de la rabia de los
necía del desierto se elevan; los artesanos de
hombres y la colera del cielo. Muy diferentes
lujo tapizan los pisos con fresco musgo y se elevan en una amena pradera entre arroyos
preparan los cuartos del baño, en tanto que los
y deliciosas sombras, los montones de yerbas
constructores edifican á mas distancia a la ori­ y de flores derribados al impulso de la hoz
lla del lago las, agradables casas campestres. del hombre campestre; Flora teniendo en la
Al mismo tiempo los viejos castores llenos mano un rastrillo, invita á los pastores á dan­
de esperiencia, dirigen los trabajos de la re­ zar en la fiesta de la primavera, y las don­
pública, sitúan las centinelas avanzadas para cellas con sus amables compañeras se dejan
seguridad del pueblo, recompensan á los ciu­ deslizar jugueteando desde la cumbre de la
dadanos diligentes, y destierran de alb a os
bacina embalsamada.
perezosos. No de otra suerte se veía trabajar Suena la trompeta, y la caballería se pre­
á los franceses en el campo de batalla, bajo cipita en los caminos que le abren. Sale un
la dirección de espertas y animosos gefes. Por
ruido sordo de la tierra que se siente tem­
todas partes se forman pirámides donde los gue- blar bajo los pies: mojen todas á en tiem­
reros segados por el hierro homicida están amon­ po las baterías descubiertas repentinamente;
tonados sin orden: los unos tienen el rostro los ecos de las selvas multiplican la voz de es­
vuelto acia la tierra , que abrazan con sus tos truenos, el Meschacebé corresponde azo­
tiesos brazos; los otros flotan al viento sus tando con furor sus altas márgenes y Salan
cabelleras sangrientas desde lo alto de las fú­
mezcla á este tumulto unos rumores sobrena­
nebres pirámides, cual las plantas que penden
turales que helarían de espanto á los corazo­
humedecidas del rocio por los lados de las nes mas intrépidos. Jamás se oyó tal ruido
peñas ; estos están vueltos de lado, aque­ desde el día en que el caos forzado á huir
llos parece que miran al cielo con ojos es­ delante del Criador, se precipitó á los confi­
pantados, y en sus inmóviles miradas la muer­ nes de los mundos arrancados de sus entra­
te ha fijado las convulsiones de la vida fu­ ñas; solamente pudiera oirse un estruendo mas
gitiva. Las cabezas separadas del tronco, los horrible, cuando la trompeta del ángel des-
miembros mutilados , llenan los vacies de
3o8 3oq
pertando á los muertos en su polvo , y resististeis con puñal en mano á los gmetes
abriéndose todos los sepulcros á un tiempo re­ y á su gefe el hijo del bravo Henrique y de
produzca la raza pálida de los hombres. Las la amable Laura.
legiones infernales esparcidas por los aires obs­ Los caballos traspasados de flechas brin­
curecieron el sol , y los indios creyeron que can, se encabritan, sacuden su crin, frotan su
su luz iba á estinguirse. Los andes vacilantes espumante boca contra el pie tendido, ó levan­
en sus bases, sacudieron sus témpanos de yelo tan acia el cielo sus sangrientos narigales, so­
y entrambos océanos sublevados , amenazaron berbios mas y mas en su dolor guerrero,
romper el itsmo que junta una y otra America. bien hayan derribado á sus amos ó bien los
Causans seguido de sus centauros acomete saquen á salvo atravesando el campo de ba­
á las filas de los Natchez. Así como en una talla.
colonia naciente el labrador con las yuntas Quizas en el ardor de que los combatien­
de potros y yeguas que le prestó el vecino, tes estaban animados, hubieran perecido todos
entra en una parva donde están tendidas las los franceses y los indios, si Catarina de los
garbas de mieses : los muchachos situados en bosques que vela estos estragos desde lo alto
el centro del trillo precisan con sus gritos ale­ del firmamento, no hubiese levantado las ma­
gres á los pacíficos animales a pisoteai las nos ácia el trono del Todopoderoso, haciendo
riquezas rusticas, reina una armonía encanta­ oir desde las alturas estas palabras divinas:
dora entre el candor de los niños, la inocen­ «Virgen compasiva ; cesen ya tus dolores; la
cia de los dones de Céres , y la ligereza de « misericordia mia irá en pos de mi justicia,
los tiernos potros que triscan por las espigas «pero en breve el autor de todos estos males
siguiendo la carrera de sus madres; asi Cau­ «irá él mismo á suspender el furor de los
san y sus caballos homicidas atropellan y que­ «guerreros , con el fin de favorecer mejor á
brantan con sus herrados cascos una parva sus proyectos.”
de heroes. Y semejantes á las abejas , que Asi resonaron en la eternidad estas pala­
habiendo descubierto el oso sus tesoros en el hue­ bras que cayendo de astro en astro descen­
co de una encina, se arrojan sobre el raptor y le dieron como una cadena de oro hasta los
traspasan con su aguijón agudo, asi, ¡ohNatchez¡ abismos de la tierra.
3io Jti .
Marte, y los vientos agitan las selvas horri­
Al mismo tiempo el rey de los infiernos,
blemente, sucediendo una borrasca sin trueno»
piensa en separar los combatientes , juzgando
porque Jehová se ha reservado los tesoros del
que el combate lia llegado al punto necesario
para el cumplimiento de sus designios. Vuela granizo y del rayo.
Cesa el combate; Chepar hace tocar a re­
pues á la gruta donde el demonio de la No­
tirada, y el egército francés replegandose con­
che se oculta mientras que el sol anima la na­
fusamente en la obscuridad retrocede acia sus
turaleza, y encuentra á la reina de las tinie­
trincheras. Cada gefe sigue con su tropa el camino
blas ocupada entonces en adornarse.
que cree ser mas corto, y en tanto los solda­
El monarca de las sombras que nunca
dos estraviados caen rodando por los preci­
vio á su hija tan seductora: «Angel encanta-
picios ó se ahogan en los torrentes,
«dor, le dice, no es tiempo de pasar las ho-
Entonces la Noche desgarrando sus velos
«ras en adornarle: deja esos brillantes atavíos
y calmando sus soplos, deja caer una luz in­
«y toma luego el manto de las tempestades.
cierta en el campo del combate donde los in­
«No ignoras lo que me debes , pues nada
dios quedaron dispersos. A los reflejos de la
«eras antes de la caída del hombre , y tu
luna se veian árboles destrozados por las bom­
«cuna han sido mis tinieblas.”
bas y las balas de artilleria , cadáveres
La noche, hija obediente, se despoja de sus
nadando en las aguas del crecido Meschacebe,
adornos, y vistese luego de vapores y de nu­
caballos tendidos ó errantes á la ventura,
bes, lo mismo que cuando quiere favorecer á
cajas de municiones , cureñas y cañones de-
los amores funestos, ó las negras maquinacio­
ribados, armas y banderas abandonadas; gru­
nes del asesino. Unce á su carro dos buhos que
jios de jovenes salvages inmóviles, y algunos
dan graznidos dolorosos y lamentables, y guia­
Sachems aislados, cuya cabeza calva y mojada
da por el príncipe de los infiernos, llega en
espedía una luz palida. Asi de lo alto de la
breve al campo de batalla.
fortaleza de Menfis cuando el Nilo ha salido
Los guerreros cesan repentinamente de verse,
de madre, se descubre en medio de los llanos
y solo dan ya en la sombra golpes inútiles.
innundados algunas palmeras medio desariai-
Abre el cielo sus cataratas, precipítase de las
gadas, ruinas que salen del seno de las
nubes un diluvio que apaga los fuegos de
3ia 3i3
/ aguas , y la cima pardusa de las pirámides. las guerras ? Y que diría René del pais de la
Retiranse inmediatamente acia los bosques aurora , el hijo adoptivo de Chactas , aquel
de la Muerte el resto de las tribus , y Utu- amigo que me ha dado la cadena de oro ?
gamiz penetrando entonces en el recinto sa­ «Anda, hombre cruel, me diria , anda , ve
grado, descubre sentado en un sepulcro á un «á buscar otro compañero para ir errante por
guerrero lleno de sangre. El hermano de Ame­ «los valles; pues yo no quiero trato con los
lia se detiene y dirigiéndole la palabra: «Quien «buitres que despedazan á los desventurados.
«eres? le dice, eres acaso el alma de algún guerre­ «No ! no bajaré yo á la mansión de los
ro derribado en este dia al golpe del toma- «muertos con semejante grano negro en el co-
«bawk de Arescui, defendiendo los hogares de «llar de mi vida. ”
«nuestros padres ” ? Asi hablaba el hermano de Celuta. El ine­
La sombra reclinada no responde, y en esto xorable Adario manda que aseguren al guer­
llega el gran sacerdote que se adelanta acia rero blanco y que le reserven para sufrir el
el fantasma, haciendo evocaciones. Siguenle los suplicio del fuego. Chactas hizo abolir este
salvages y oyese gritar de repente. «Un liom- horrible tormento, pero el venerable Sachen!
«bre blanco! un hombre blanco! estaba prisionero en el fuerte de Rosalía, y los
Artaguete herido en el combate y estra- indios irritados solo escuchaban la venganza.
viado con la obscuridad de la noche, se había Las mugeres que habian perdido sus hijos en
refugiado á los sepulcros de los salvages. Re­ el combate, rodeaban al estrangero dando agu­
conoce Utugamiz al francés contra el cual ha dos alaridos, pareciendo á las sombras que
peleado, al protector de Celuta, al amigo de se agolpaban al rededor de Ulises en las ti­
Rene ; y enternecido de las desgracias de Ar­ nieblas para beber la sangre de ■ las víctimas,
taguete y deseando salvarle, le reclama como y semejantes á los griegos que cantaban en
prisionero suyo. «No permitiré, esclama, que se torno de la hoguera la hija de Hécuba, in­
queme á este suplicante. ¡Que! habrá pedido molada á los manes del inclemente Aquilea.
acaso en vano la hospitalidad á los sepulcros de
nuestros abuelos? Habrá buscado inútilmente la
paz en el lugar mismo donde acaban todas
3i4 3,5 , . ,
salia, y empezaba á temer de haberse dejado
arrebatar demasiado del espíritu de codicia
de sus colonos. Había dado la batalla sin re­
LIBRO UNDECIMO. cibir orden espresa del gobernador de la Lui-
siana , y antes de la llegada de las tropas
JjjN una colína á corta distancia del campo
que se esperaban de Europa: quedaron en
de batalla , se elevaba un sicómoro frondoso , á el campo de batalla un número muy con­
cuyas ramas secas iban á posar todas las no- siderable de soldados y muchos oficiales , y
clics millares de palomas. Al pié de este ár­ la ausencia del capitán Artigúete inquietaba
bol resolvió pasar la noche; el comandante los ánimos.
francés , y reunir el consejo de oficiales pa­ La opinión de los gefes que rodeaban a
ra deliberar sobre el partido que debia to­ Chepar estaba discorde; unos querian continuar
marse. la batalla al amanecer del dia siguiente , y
Ardía la hoguera del bivaque y las centine­ otros decian que el castigo impuesto á los
las están colocadas de distancia en distancia, salvages era muy severo. «Mas bien se tra­
cuando llegaron los gefes á las órdenes de Che- taba , decian , de esterminar aquellos pueblos
par , y formaron corro al rededor de la lumbre que de someterlos : sin duda los indios esta­
de los vigilantes. Al resplandor de la luz de las ban dispuestos á un arreglo, y en todo caso
llamas se veian los rostros macilentos y enpol- la »suspensión de las hostilidades daría a los
vados , los uniformes desgarrados y sangrien­ franceses tiempo necesario para recibir socor­
tos , las armas medio rotas, los cascos que­ ros.”
brantados , los sombreros traspasados de las Febriáno no concurrió á este consejo, por­
balas, y todo el noble desorden de aquellos que su comportamiento en el campo de ba­
valerosos capitanes , mientras que las palomas talla le hizo temer la presencia de sus valien­
amantes de su acostumbrado retiro, lejos de tes compañeros de armas , y eslando en corres­
huir del fuego iban á reposar con los guerreros. pondencia secreta con Chepar, el renegado con­
La resistencia inesperada de estos había fiaba en recobrar su influencia y su crédito.
atemorizado al comandante del fuerte de Ro- La hoguera del bivaque no arrojaba ya
3i7
3i6 «condenaron al suplicio de los prisioneros de
mas que humo , el alba blanqueaba en el
«guerra. En vano quiso salvarme Utugamiz,
oriente , las avecillas empezaban á cantar, y
«y su hermana no menos generosa hizo cuan-
el consejo no habia resuelto todavía definiti­
«to estaba de su parte. La ley de los indios
vamente , cuando se oye de improviso el gri­
«permite á una muger libertar á un prisionero
to de una centinela avanzada , se ve correr
«adoptándole por hermano ó por marido. Celu-
los oficiales, y la granguardia hace una des­
«ta rompiendo mis cadenas, ha declarado que
carga. Presentóse al puesto una partida de
«yo era su hermano , y reserva sin duda
indios jóvenes mandada por aquel Utugamiz
«el otro titulo á un hombre mas digno que
cuyo valor admiró el egército francés, y de­
«yo de obtenerle.
teniéndose estos guerreros á corta distancia
«Los indios, de quien he llegado á ser
sale de sus filas un joven , pálido , con la
«hijo me, han encargado de proponeros la paz.
cabeza descubierta , vestido de un uniforme
«Utugamiz mi hermano salvaje me ha escolta-
francés y manchado de sangre. Era Artague-
«do hasta las avanzadas de nuestro egército,
te, que venia sostenido por el brazo de una
«y una negra llamada Glazirna á quien cono-
negra que daba de mamar á un uiño , y ha­
«cí en el fuerte de Rosaba y se hallaba en-
biéndole recibido en la vanguardia se retira­
«tre los Natchez, me ha dado la ayuda de
ron los indios. Llevaron á Artaguete á pre­
«su brazo para llegar hasta vosotros. No re­
sencia del general y habló de esta suerte de
acordaré al general que me opuse á la guerra,
lante del consejo.
«pues en uso de su autoridad y mediante su
«Habiéndome herido al fin de la batalla,
«sabiduría , ha debido decidir lo que creyó
«el bravo granadero Jacques me sacó fuera de
«mas conveniente al mejor servicio del rey;
«la refriega ; pero habiendo quedado él tam-
«pero siendo los Natchez los primeros que
«bien herido , le insté para que se retirase , y
«hoy hablan de paz , creo que con esto se
. «me obedeció con intento de traerme socoro.
«halla á cubierto el honor de la Francia. Los
«La noche puso fin á la batalla; yo logré lle-
«indios me han concedido la vida y vuelto
««ar
O arrastrando hasta el cementerio de los
«la libertad. Chactas puede ser cangeado por
«indios, llamado los bosques déla muerte; y
«mi , y yo tendré á vanagloria el haber ser-
«habiéndome encontrado alli el agorero, me
3i8 3,9
«vido de cange á este ilustre anciano.” burlada su primera esperanza codiciaban mas
La sangre y el valor del capitán Artagne- que nunca las concesiones de que se veiau
te, eran todavía mas elocuentes que sus pala­ privados , y Chepar humillado al verse dete­
bras , y asi es que al punto se oyó por el nido por unos salvages, se prometía que ha­
consejo un murmullo lisongero de aplausos. ría olvidar el mal éxito de una determina­
Chepar halló un medio de salir con honor ción precipitada, cuando hubiese reunido nue­
del paso peligroso en que se había compro­ vos soldados á sus fuerzas.
metido : declaró pues , que atendiendo á que En tanto los Natchez estaban ansiosos por
los salvajes imploraban una tregua, consentía recibir noticias del Sol y de su egército , pues
en concedérsela , queriendo de este modo ma­ aun no habían vuelto' los mensageros enviados
nifestarles que jamas se había recurrido en va­ al Gran gefe para enterarle del ataque de los
no á su clemencia. Trajeron del fuerte de Ro­ franceses; empezaba pues á manifestarse la in­
saba á Chactas , y este autorizó por parte de quietud en todo los corazones , y se adver­
los indios una suspensión de armas por tiem­ tía en Acar.sia una agitación eslraordiuaria.
po de un año , durante el cual tratarían del Toda la terneza de Celuta , quien ya se ha­
arreglo del repartimiento de tierras algunos bía sosegado con respecto á Utugamiz al ver
Sachems y franceses distinguidos. que salió del combate cubierto de gloria , se
Dieron sepultura en pocos dias a los muer­ dirigía como era natural al hermano de Ame­
tos, y una naturaleza virgen y vigorosa hizo lia. Utugamiz hubiera volado ya al socorro
desaparecer en breve de los bosques las hue­ de ftene, sino hubiese estado ocupado por or­
llas espantosas del furor de los hombres ; pero den de los Sachems en la celebración de fies­
los odios y las discordias no hicieron mas que tas de la hospitalidad en honor de los guerre­
aumentarlas. Todos aquellos que habían per­ ros de las tribus aliadas que se hablan en­
dido padres , hijos, parientes ó amigos en el contrado en la batalla. «Tranquilízate , decia
campo de batalla , respiraban la venganza , y los «Utugamiz á su hermana : mi amigo habrá
indios vueltos mas altaneros y feroces por su «triunfado como yo: debo á su Mauitú mi
resistencia , estaban impacientes por volver á ser «victoria , y el mió le habrá salvado sin du-
libres; los habitantes de la colonia viendo «da de todos los peligros.”
320 3®i
Utugamiz juzgaba por la fuerza de su quitadas al enemigo , y el de los prisioneros
amistad del poder de su Genio tutelar , y que le han hecho; y escediendo estos gritos á
juzgaba mal. ios primeros, prolongase por las selvas una es­
Un indio destacado del campo del Sol, clamacion de triunfo.
anunció una noche el regreso de la águila. Dejóse ver entonces la tribu del águila , y
La noticia se esparce por las cabañas; las fami­ desfiló entre dos hileras de antorchas. Los es­
lias se reúnen bajo un árbol , a la luz de las pectadores procuraban descubrir su dicha ó
antorchas, para oir los gritos de aquellos a quie­ su desventura : viose ante todas cosas que el
nes esperan , y Utugamiz y Célula son los pri­ viejo Sol faltaba , y Utugamiz y su hermana
meros que se presentan en el punto de reunión. no descubrieron al hermano de Amelia. Des­
Oyese lo primero el grito de aviso de la fallece Celuta , cae desmayada , apenas puede
aproximación de los guerreros : todos aplican el sostenerla en sus brazos Utugamiz, tan cons­
oido; todos inclinan la cabeza ácia aquella parte; ternado como ella, y Mila confundiéndose entre
todas las bocas se entreabren; todos fijan acia la multitud esclama diciendo: »Yo le encargué
alli la vista , y los rostros espresan el sentimien­ «encarecidamente qne no muriese.”
to confuso, del temor y de la esperanza. Onduré que remplazaba al Sol en el man­
En pos del grito de aviso , comienzan á do de los guerreros, marchaba á su frente con
oirse los gritos de muerte que Chactas con­ aire victorioso. Saludo á la Matrona, qne en
taba y eran repetidos tantas veces cuantos lugar de regocijarse por el advenimiento de
guerreros habian perdido, y la nación res­ su'hijo al poder supremo , parecia estar tur­
pondía con una esclamacion de dolor. Cada bada por algún remordimiento, y Chactas ad­
familia se pregunta si ha dado alguna vícti­ venido de cuanto pasaba, guardaba un conti­
ma para el' sacrificio , sí un padre , un hijo, nente doloroso y severo.
un hermano , un esposo, ó un amante han Conforme se iba acercando la tropa acia el
descendido á la región de las almas: Celuta lugar principal, los gefes dirigían algunas pa­
tiembla y Utugamiz parece petrificado. labras á las diferentes familias. «lu hijo se ha
A los gritos de muerte suceden los de «portado en la batalla como un búfalo indo­
guerra , anunciando el número de cabelleras mable,” decía un guerrero á un padre, y este
TOMO I. 21
3 99 393
«respondía. «Bien.”—Tu hijo ha muerto,” de­ «da, y he corrido á defender nuestros hogares.’
sda otro á una madre y esta contestaba llo­ Durante la relación de Onduré, dio la Ma-
rando”— «Es igual. trona indicios de una turbación estraordina-
Reunese el consejo de los Sachenis y On- ria, y se la vió corrida de vergüenza é in­
óuré llamado ante aquella respetable junta re­ mutada. Según algunas espresiones que se le sol­
fiere lo ocurrido en la espedícion. Según su taron á su culpable amante cuando marcho
relato los Natchez se habian encontrado con contra los ¡Hiñeses , 4cansia no dudaba que
los ¡Hiñeses que venian á atacar á los prime­ la mano de Onduré hábia disparado la flecha
ros, y la victoria se habia declarado á favor contra el viejo Sol, y el mismo criminal se lo
de estos en la pelea motivada por aquel en­ confirmó, yendo en breve á jactarse al lado
cuentro , pero desgraciadamente el Sol habia de la celosa indiana, de haber hecho comen­
caido muerto, traspasado de una flecha. «En zar el reinado de su hijo, «La pasión que os
«cuanto al autor c riminal de este suceso y de «tengo, dijo, me ha hecho cometer quizas un.
«la guerra, añadió Onduré, habiendo quedado «esceso: disponed de mi y pensad únicamente
«en poder del enemigo, sufre ahora mismo en «en consolidar vuestro poder.”
«el suplicio de fuego el castigo que merece co­ La muerte del viejo Sol hacia una revolu­
nloo sacrilegio.” ción en el estado, pues en él espiraba uno
Bien hubiera querido Onduré acusar de de los tres ancianos que abolieron la tiranía
cobardía á su rival , pero Rene herido fres de los antiguos déspotas de los Natches, y no
veces en defensa del Sol , habia manifestado quedaban ya mas que Chactas y Adario,
tan publicamente su valor á vista de los sal- ambos próximos a faltar a causa de su
vages, que el mismo Onduré se vio precisado vejez.
á dar un testimonio de aquefvalor estraordinario. Concibió Chactas sospechas acerca del modo
«Viendome gefe de los guerreros, continuó que murió su amigo , pues no se decía de
«Onduré, hubiera seguido mi victoria, si uno que lado habian herido al gefe centenario,
«de vuestros mensageros no me hubiese trai- ni tampoco se traia el cuerpo de este vene­
«do la noticia del ataqne de los franceses, rable caudillo, aunque se habia ganado la vic­
«cuya novedad me obligo á mandar la retira- toria. Al mismo tempo corría la voz entre los
3z5
guerreros fie la tribu tlel Aguila, (le que el al gefe de los Natchez, ambos medio des­
Sol había sido herido por detrás; que había nudos.
caído boca abajo , y que defendido largo ra­ Asi llegó aquel séquito á la plaza del pue­
to por el guerrero blanco, uno y otro, indig­ blo, donde se hallaba ya reunida la multitud,
namente abandonados, habían quedado vivos que movida de la curiosidad se agolpaba agi­
en poder del enemigo. tada y danzando al rededor del viejo Sol y
Este rumor era fundado en. la horrorosa de su compañero : no de otro en una tarde
certeza de que Rene y el Sol habian quedado de otoño revoletean innumerables golondrinas
prisioneros. Los illineses se consolaron de su al rededor de algunas ruinas solitarias; asi los
derrota viéndose dueños del gefe principal de habitantes de las aguas se gozan en un rayo
los Natchez ,. y sin ser perseguidos en su de oro que traspasa las olas del Meschacebé,
retirada condujeron pacificamente sus víc­ al mismo tiempo que las flores de los magno­
timas. lias desojadas por el ambiente; caen como una
Al cabo de un mes de marcha , de des­ lluvia en la superficie del agua.
canso, y de caza, llegaron al lugar principal, Cuando el egército y todos los salvages es­
donde habian de ser egecutados los prisione­ tuvieron reunidos en el sitio de dolor , el
ros. Por un esceso de barbarie, se tuvo cui­ gran sacerdote hizo la señal para los ensayos
dado de curar las heridas del hermano de del suplicio, llamados por la horrible Ataen-
Amelia y del Sol, guardando al mismo tiempo sica, las caricias á los prisioneros.
á los cautivos dia y noche, con las precau­ e Los indios formados inmediatamente en dos
ciones que el demonio de la crueldad inspira filas, apalean con varas de cedro al gefe de ios
á los pueblos de la América. Natchez, y este sin acelerar la marcha pasa
Cuando los illineses divisaron el pueblo, se por entre sus verdugos, como un rio que corre
detuvieron para disponer una entrada triun­ lentamente entre dos márgenes que verdegean.
fante, y el gefe de la tropa echó delante lan­ En tanto Rene creía ver caer en breve la vic­
zando gritos de muerte. Los guerreros le se­ tima, pues ignoraba que aquellos maestros de
guían formados de dos en dos, y llevaban ata­ suplicios evitaban dar los golpes en las partes
dos de los brazos por la espalda á Rene y mortales á fin de prolongar sus bárbaros pía-
3a6 327
ceres. «Venerable Sachein , esclamaba el her- virgen de los últimos amores (1) le responde
«mano de Amella, ¡ó cuan fatal destino! ¡No la indiana. «Mis padres han pedido para mi
«tanto para mi; no, pues soy joven, y puedo «la preferencia , porque detestan á Vcnclao
sufrir; mas vos.......!"’ «mi amado, y por esto vengo á llorar á tu
«Porque me compadeces? responde el Sol, «cabecera: me llamo Nelida.”
«¿acaso necesito tu compasión? Piensa en tí, Rene contestando en la lengua de los sal-
«y reúne tus fuerzas. El tormento del fuego vages, dice: «Los besos de una boca que no
«empezará por mi, porque soy una encina se- es amada punzan los labios. «Ve, Nelida, ve
«ca ya sobre el tronco y en disposición de en- «á buscar á Venclao, y dile que el estrangero
«cenderse rapidadamente, mas yo confio en que «de las salsafras ha respetado tu amor y tu
«alzaré una llama cuya luz iluminará mi «desgracia.” Al oir estas palabras la hija de
«patria y encenderá su valor" los illineses esclama: «¡Oh Manitu de los des-
Después de haber tratado tan horrorosamente «venturados, escucha mi suplica! Haz que este
á la v ejez , el joven francés tuvo que sufrir «prisionero se salve de la suerte que le aguar—-
las mismas barbaridades, y en seguida fueron «da , pues no ha mancillado mi seno! ¡Ojala
llevados á una cabaña donde les dieron mil «su querida le sea constante como la esposa
socorros y placeres, haciendo como el ave de «del alción , que saca á los rayos del sol su
Minerva canadina, que rompe la pierna a sus «esposo desfallecido con el peso de los años!
víctimas, y las ceba durante los dias hermo­ Asi tiijo la virgen de los últimos amores^
sos , para devorarlas en la estación de los y quitándose al momento la corona de jazmi­
yelos. nes, ciñó con ella la frente de Rene: costum-
Vino la noche: Rene acribillado de heri­ bres estraordinarias cuya trama para urdida
das estaba acostado en una estera en un rin­ por las Musas y las Furias.
cón de la cabaña, y los guardas velaban á «Coronado por tu mano , dijo el joven
la puerta. Adelantase entre las sombras unamuger «4 Nelida, la víctima será mas grata al Gran­
vestida de blanco, coronada de jazmines ama­
rillos y derramando llanto. ¿«Quien eres?” el) / ease para tetar idea de e¡te uso el
episodio de la Atala.
dice Rene incorporándose con trabajo.—Soy la
3a3 Síq . .
güera tan tranquilo como si estubiera sentado
de Espíritu,” Hacia tiempo que René se tenía
á la puerta de su cabaña tomando el sol de
por desgraciado, y contento de morir ofrecía
la mañana. Canta el Sachem en medio de los
al cielo los tormentos que iba á sufrir para la es-
tormentos que le llevan al sepulcro, semejante
piacion de los de Amelia. En aquel momento
al esposo que repite el himno de himeneo
entraron los guardianes y la joven illinesa se
cuando se acerca al nupcial lecho. Los ver­
salió de la cabaña.
Llegó la hora de los suplicios: los indios dugos irritados apuran la fecundidad de su
genio infernal, metiendo por las heridas del ami­
contaron después, que el astro de la luz ho-
go de Chactas teas de pino encendidas, y di-
rorizado no salió aquel dia del seno de los
cenle gritando. «Ilumínanos , pues, ahora, ó
mares, y que Ataensica diosa de las vengan­
zas fue la única que alumbró en la tierra. «astro hermoso” (1). Semejante á un sol que
Condujeron á los prisioneros al lugar de coronando su frente con el fuego mas suave,
la egecucion, ataron al gefe de los Natchez á traspone en medio del concierto de la natura­
un poste, al pie del cual habia una hacina de leza, asi pareció á la vista de los illineses la
cortezas y de hojas secas , y el hermano de víctima radiante.
Amelia quedó reservado para ser la última Ataensica sopla su rabia en los corazones,
víctima. Presentóse el gran sacerdote en me­ se arroja sobre el Sachem, un agorero criado
dio del circulo que formaba la multitud agol­ por una loba en una caverna del Wiagara,
pada al rededor del poste, teniendo en la ma­ le desuella la cabeza, y echa ceniza ardiente
no una antorcha que sacudía al mismo tiempo en el cráneo descubierto del anciano, que ce­
que danzaba. Aplica luego el fuego á la ho­ diendo al dolor cae tendido á los pies de sus
guera, y parecía verse uno de los sacrificios enemigos.
ofrecidos por los antiguos griegos en las ori­ Volviendo en breve de un desmayo que
llas del Helesponto, cuando el monte Ida, el le llena de indignación, coje un tizón ardien­
Janto, y el Simois, lloraban á Astianate, y las do , llama y desafia á sus perseguidores , y
parapetado en medio de la misma hoguera,
ruinas humeantes del Ilion.
Quemaron primeramente los pies del an-
eiano, que se mostraba en el fuego de la ho- (1) Hecho historico.
33o 33i
causa por un momento el terror de todo un «Honra á tu patria imitando mi egemplo.'
egército , basta que da un paso en vago y Asi dice y espira á la edad de un siglo
vuelve á caer en poder de sus verdugos: cumplido: su antigua virtud egercitada por mu­
ecbanse entonces sobre el triste anciano, y cho, tiempo en la tierra se dilató con los rayos
cortan con un hacha aquellos pies que visita­ de la eternidad, semejante al aloe americano!
ban la cabaña de los desgraciados, y aquellas que al cabo de cien primaveras abre su flo’
manos que curaban sus heridas. Ruedan toda­ á las miradas de la aurora.
vía un tronco viviente por encima de las
brasas cuya voracidad sirve de cáustico que
cicatriza las llagas de la víctima, en tanto que LIBRO DUODÉCIMO.
la sangre humea y chilla entre las ascuas como
el incienso en un sacrificio. No por esto se rinde
el valeroso caudillo de ¡os Natchez; antes bien
En valor del gefe de los Nateliez habia exal­
aparta todavía con sus miradas á los guerreros
mas próximos y hace recular á los verdugos. No tado el furor de los ¡Hiñeses que esclamaban po­
es tan espantosa la serpiente cuyos anillos ha seídos de rabia: «Ya que no hemos podido
separado el viagero con un cuchillo,- parece al «arrancar un mugido de este viejo búfalo,
dragón mutilado que se agita á los pies de su «aquí tenemos un joven ciervo que nos qui­
enemigo, soplando acia el su ponzoña, y ame­ ntará este disgusto.” Mugeres, niños, ancianos,
nazándole con sus ardientes pupilas , su triple tqdos se apresuran al nuevo sacrificio, y el
lengua y sus dilatados silvos. Genio de las venganzas se sonrrie pensando
«Rene, esclama por último el anciano con en los tormentos y las lágrimas que prepara.
una voz que parece reanimarle. «Voy á jun- En una habitación americana gobernada
«tarme con mis padres. No me he entregado por un amo humano y generoso, se ven nu­
«á estos esfuerzos y acciones, sino con el ob- merosos esclavos afanosos en recoger la cere­
«jeto de animarte á morir , y monstrarte lo za del café: los muchachos la echan en pilas
«que puede trn hombre cuando quiere llenas de agua cristalina , y las jóvenes afri­
hace uso de todo el imperio de su alma, canas la revuelven con un rastrillo para des-
33a 333
prender la pulpa vermeja del hueso precioso, intrepidez y su severidad pregonan que es
ó estienden en zarzos la opulenta cosecha. En Utugamiz. Llega á la hoguera y corta con su
tanto el amo se pasea á la sombra de los na­ arma terrible las funestas ligaduras, sofocando
ranjos prometiendo amores y descanso á sus todas las espresiones de terneza y de compa­
esclavos, que hacen resonar en los aires las sión, prontas á escapar del fondo de su al­
canciones de su patria; asi losillineses, á presencia ma. Nada ha hecho todavia: aun no está en sal­
de Ataensica se apresuran á recoger nueva cosecha vo Rene; un solo instante de retardo puede
de dolores; consuman la obra en poco tiempo, perderle* Los illineses vueltos en si de su
y despojando los sacrifica dores al hermano de primer espanto han echado de ver el corto
Amelia, le atan fuertemente al poste del sa­ numero de los Natchez ; reunense dando ala­
crificio. ridos y cercan á la tropa libertadora. Esta
Al momento en que la antorcha bajaba Se abre paso con sus esfuerzos, ¿mas que
su cabellera de fuego para difundirla por las pueden hacer doce valientes contra tantos ene­
secas cortezas de la pira, levantanse torrbelli- migos? En vano ponen los Natchez en medio
nos de humo de las cabañas inmediatas, y de ellos al hermano de Amelia, pues sus graves
entre clamores confusos se oye resonar el heridas le impiden dar un paso ; su mano
grito de los Natchez, movido por una partida traspasada de una flecha no puede empuñar
de estos que incendiaba las moradas de los el hacha, y casi á cada movimiento va á me­
illineses. Introdúcese el espanto y la confusión dir la tierra.
entre la multitud agolpada al rededor del * Carga Utugamiz en sus hombros á Rene:
hermano de Amelia ; huyen los agoreros; si- este peso sagrado parece qne le da alas , y
guenlos las mugeres y los niños , y todos se marchando agachado de modo que toca con
dispersan sin escuchar la voz de sus gefes ni el pecho en la punta de las vervas, no se oye
reunirse para defenderse. A favor del terror ni el ruido de sus pisadas ni el débil mur­
que sobrecoge los ánimos, penetra la partida mullo de su aliento. Con una mano sostiene
de Natchez hasta el sitio de la sangre, y ade­ á su amigo y con la otra hiere y pelea. Con­
lantase de sus compañeros un joven caudillo forme se va acercando á la selva inmediata,
con hacha en mano. Su firme continente su sus compañeros caen á sus lados de uno en
334 335
uno, de modo que al entrar en la espesura gritan diciendo los unos á los otros: «Se ha
queda solo. escapado.” y muchos de ellos aseguran que
Había ya la noche tendido su oscuro velo, un Genio protector ha salvado al prisionero.
cuando Utugamiz se metió en la fragosidad, Los jovenes illineses se hacian cargos mutua­
donde acostó á Rene entre las crecidas yeibas mente, en tanto que algunos Sachems ase­
y echóse al lado de él. A poco rato oye pasos, guraban que encontrarían al fugitivo, pues no
alza la cabeza, y ve que los illineses llevando liabian perdido sus huellas; y al mismo tiem­
teas ardiendo iluminan todas las cei canias y po azuzaban á los alanos para que se metiesen
rodeos de la selva. entre los cañares. Oyeron estas voces durante
René quiere dirigir las espresiones de su largo rato , y alejándose insensiblemente se
tierna admiración al joven salvage, pero este perdieron por último en lo profundo de la
le tapa la boca con la mano, sabiendo lo selva.
sutil que tienen los indios el oido. Se levanta, El frió soplo del alba entorpeció los miem­
advierte con júbilo que el hermano de Ame­ bros de René, cuyas heridas se desgarraron
lia ha recobrado alguna fuerza, le ata una en ios matorrales y las zarzas , y su desnudo
cuerda á la cintura y le baja casi arrastra hasta cuerpo chorreaba agua helada: la fiebre pene­
el pie de una colina que domina un pantano, en tró sus huesos, y empezando á tiritar de frió,
cuyas aguas buscan asilo los dos desventurados; daba diente con diente haciendo un son si­
ya sumergiéndose en el cieno que borbota al rede­ niestro. Utugamiz le tomó en sus brazos, abri­
dor de ellos, y va asomando apenas la cabeza góle contra su corazón, y cuando la luz del
por encima de las aguas. Se abren paso rom­ sol penetró por la bóveda de los cipreses, en­
piendo por las yerbas acuáticas que travan contró todavía al salvage teniendo abrazado
sus pies como unos grillos , y logran llegar á su querido amigo.
por íin á unos altos cipreses, en cuyas raíces ¡Madre de las naciones sublimes! tu que
descubiertas se ponen á descansar para tomar desde que la Grecia no existe estableciste
aliento. tu inorada en los sepulcros de los indios, en
Por todas partes, al rededor del pantano las soledades del nuevo-mundo! Tu, que entre
salen voces fugitivas de los perseguidores que estos desierlos estás llena de grandeza porque
336 337
estas llena de inocencia y de candor/ ¡O amistad gracia. ¡Oh amistad! Que son los imperios, los
santa! préstame palabras mas fuertes y sencillas amores, la gloria, todos los regocijos de la tie-
tu voz melodiosa y encantadora, tus sentimien­ ra, comparados con un solo instante de esta
tos exaltados, tu fuego inmortal, y cuantas dicha dolorosa ?
cosas inefables salen de tu corazón para que Utugamiz por aquel instinto de la virtud
yo pueda cantar los sacrificios que inspiras! ¡Oh! que hace adivinar el crimen, dio poca fé á
quien me condugera á los campos de los 10- la relación de Onduré , y aumentó sus dudas
tulos, al sepulcro de Euriale y de Niso, don_ con las palabras que oyó de la boca de otros
de la musa consuela todavía los manes fieles! guerreros. Considerando á Rene ó muerto ó
Tierna divinidad de Virgilio! tu no tuviste que prisionero, juzgó también que era preciso
suspirar mas que la muerte de dos amigos, pe­ darle sepultura ó libertarle de las llamas. Ocul,
ro yo menos dichoso tengo que pintar su vida ta pues sus intentos á Celuta, y solo hace
desdichada. participes de ellos á una cuadrilla de jovenes
Quien sera capaz de decir las lágrimas de Natchez que se deciden á seguirle. Despojase
ternura del hermano de Amelia? Quien podrá de vestido, poniéndose únicamente un ceñidor
hacer visibles sus labios balbucientes, donde su para estar mas ligero ; pinta su cuerpo de co­
alma parece que andaba errante? Como represen­ lor de sombra, cíñese el puñal , toma el
tar al abrigo de un fúnebre ciprés, entre cañares, hacha ; ponese al cuello la cadena ae oro,
áUtugamiz , su cadena de oro Manitú de la amis­ cuélgase á un lado algunos panes de maíz,
tad, puesta á su cuello con un triple lazo y estre­ y 'echándose á la espalda el arco, marcha á
chada sobre el pecho? A Utugamiz sosteniendo en la selva á reunirse con sus compañeros. Ca­
sus brazos al amigo que ha libertado, entonces cu­ minan juntos sin ser notados, á favor de las
bierto de lodo y de sangre , y devorado de tinieblas : llegan al lago de las piedras , le
nna fiebre ardorosa? Como esplicar y demos­ atraviesa Utugamiz, llega á la orilla opuesta, da
trar las miradas de estos dos modelos de un grito imitando al del castor que ha perdi­
terneza, cuando contemplándose uno á otro en do sus cachorros , brinca, se interna en el de­
silencio se confundían y centelleaban en su si erto y desaparece.
frente los sentimientos del cielo y de la des­ Sigue su viage con velocidad por espacio.
tomo i. 23
338 339
de ocho dias enteros , sin gozar del sueño ni pañeros, aquella cuadrilla de compañeros fie­
el reposo por un momento siquiera , consi­ les que ofrece á la amistad este magnánimo
derando que el instante en que cerrase los sacrificio ! Le salva , arrástrale basta el pan­
párpados, pudiera ser el instante mismo en tano , pero ¡ ay ! cuantos peligros le quedan
que la muerte le arrebatase su amigo. Mon­ que arrastrar y vencer todavia !
tes , precipicios , rios, todo lo pasa fácilmen­ Estando tnny cerca de la orilla el para­
te, pareciendo á un amante que trata de reu­ ge en que los dos amigos hicieron descanso
nirse al objeto que le atrae, sin que sirvan primeramente , resolvió Utugamiz buscar refu­
de obstáculo los cuerpos que se oponen á su gio al pie de otros cipreses que habia en
paso. Si el cansancio detiene al hermano de medio de las aguas ; mas cuando quiso egecutar
Celuta , si siente sus párpados agoviados á su proyecto, eutonces sintió toda su angustia y
pesar suyo , entonces cree que penetra en sus descaecimiento. Un poco de pan , único alimen­
oidos una voz lastimera que le grita desde to que habia tomado René , no habia sido su­
en medio de las llamas, y le dice: «Utuga- ficiente para que este cobrase aliento ; sus do­
«miz , Utugamiz ! donde está el Manitú que lores eran mas agudos , sus heridas volvieron
«yo le he dado?” — Al eco de esta voz inte­ á abrirse , y una calentura devoradora le aba­
rior , se levanta sobresaltado , besa la cadena tió de modo que solo con sus padecimientos
de oro , y emprende otra vez la marcha. daba indicios de vida.
La lentitud con que los illineses volvieron Rendido por las penas y los trabajos , de­
á sus hogares, dio á Utugainiz el tiempo ne­ bilitado por la falta de alimento el hermano
cesario para llegar antes de que consumasen de Celuta , necesitaba para si mismo el cui­
el holocausto. Ya no es entonces aquel salvage dado y asistencia con que atendía á su ami­
llamado el simple, no es ya el crédulo Utuga- go. Pero lejos de entregarse por esto á la
líiiz; antes bien por su resolución , por su desesperación , su alma se hace mas magnáni­
destreza , por el modo con que todo lo lia ma con los peligros, y se eleva como una
previsto y calculado , cualquiera tendria á encina que parece crecer á la vista , á pro­
este soldado, por un gefe el mas esperto. porción que las tempestades del cielo se agol­
Salva á Rene , pero perdiendo sus nobles com­ pan al rededor de su estendija copa. Utuga-r
34o Entra Utugamiz bajo los cipreses, corta las
miz mas ingenioso que una madre indiana que ramas que puede alcanzar y algunas raíces
recoge el blando musgo para hacer a su hijo una descubiertas de aquellos árboles ; hace una
mullida cama, corta juncos con su puñal ha­ cama mullida con cogollos de junco , y acos­
ce con ellos una especie de barquilla , consi­ tando en ella á su amigo, le arropa con ojas
gue acostar en ella al hermano de Amelia y secas , asi como un castor que habiendo inun­
echándose el á nado arrastra en pos de si la dado las aguas los cimientos y una parte de
frágil nave que conduce el tesoro de la amistad. su edificio , toma su cachorro y le traslada
El heroico salvaje que poco antes estuvo á á la estancia mas alta de su palacio.
punto de espirar de dolor, sintióse próximo Hecho esto, no olvidó el hermano de Ce-
á morir de gozo cuando hubo ya llegado al luta la curación de las heridas de su caro ami­
cipresal. «Oh 1 esclamó entonces rompiendo el go. Divide pues dos nudos de caña , coge
silencio 'que tanto habia guardado : « ya está un poco de agua del lago, la decanta de una
«en salvo. Deliciosa necesidad de mi corazón! en otra copa para clarificarla , y lava con
«pobre paloma fugitiva! ya estas á cubierto ella las heridas de que ha chupado primero
«de los tiros del cazador! Pero yo temo, Re- el veneno. La mano de un hijo de Esculapio,
«né , que no querrás perdonarme , viendo en con instrumentos los mas ingeniosos , no hu­
«mi la causa de tu desgracia , pues falté de biera sido ni mas suave ni mas salutífera que
«tu lado en el trance de la batalla. ¿ Como la mano de este amigo. Rene no podía es-
«pude dejar á mi amigo , al que me dio en presar su gratitud sino con el movimiento
«mi cuna un Manitú ? Es una desgracia , una de sus labios , y el indio siempre temeroso
«fatalidad es para ti, el triste Utugamiz.” de dañarle, de cuando en cuando le decia con
Asi hablaba el salvaje ; la sencillez de sus terneza : «te hago mal ? Estas mas aliviado ?
espresiones en contraste con la subime de sus «Rene contestaba con un ademan , indicando
acciones , hicieron salir á Rene por un mo­ que sentia alivio , y Utugamiz continuaba su
mento del abatimiento del dolor , y levan­ operación esperimentando una delicia.
tando su débil mano y abriendo los ojos El salvaje no pensando en si mismo , re­
amortiguados, solo puede pronunciar estas pa­ servaba para Rene un poco de inaiz que le
labras : «Perdonarte !
34* 343
quedaba , y cediendo únicamente á un ins­ ropage que una cintura mas bella que, la de
tinto sublime, el influjo de las mas virtuo­ Venus , y Utugamiz que la observaba aten­
sas acciones solo eran en su concepto el cum­ to, se figuraba dirigirla este discurso.
plimiento de las facultades de su vida. Como «Estrangera , habia yo plantado un arce
un hermoso olivo, que criado entre los arro­ «en el suelo de la choza donde nací , pe-
yos y las sombras deja caer insensiblemente «ro durante mi ausencia le lian herido unos
á merced del fresco viento sus maduros fru­ «perversos Mauitiís , haciendo derramar su sa
tos sobre los cespedes floridos : asi el gefe de «via, y voy por estos lagos buscando yervas
la selvas americanas sembraba con el soplo «medicinales para aplicarlas á las heridas de mi
de la amistad sus virtudes en la tierra, sin «arce amado. Dime pues donde hallaré la ho-
preveer los maravillosos presentes que hacia á «ja de la sabina. ” Y la indiana con voz
los hombres. afable parecia responder á Utugamiz: «Sin
Habiéndose refrigerado y cobrado ánimo «duda será capaz de conocer todas las astn-
Rene, á beneficio del singular cuidado de su «cias de la sabiduría el hombre que pueda pc7
libertador, sintió cerrarse sus párpados, y «nelrar la de vuestra amistad. Nada lemas,
entonces se entregó también Utugamiz á un «en el jardín de mi padre tengo yervas sa-
profundo sueño al lado de su amigo: los án­ «lutíferas para curar todos los árboles y en
geles velaron el reposo de estos dos hombres «particular los arces heridos.
que fueron admitidos en la gracia de aquel Al pronunciar estas palabras, que Utuga-
en cuyo seno durmió Juan, y Utugamiz tu­ Hiiz creia oir, la indiana hija del sueño tomó
vo un sueño estraordinario. un aspecto magcstuso, coronó su cabeza de
Apareciosele una muger que andaba sos­ rayos refulgentes , desplegó dos alas por sus
teniendo sus pasos con un arco tendido , ro­ divinos hombros, y en tanto que con la puu-
deado de yedra como un tirso , y un perro ta de un pié tocaba apenas en tierra , su
la seguía. Sus ojos eran azules , entreabría cuerpo volaba ya por el aire diáfano sin ha­
sus labios de rosas una sincera sonrisa, y en cer ruido.
su talante se notaba un conjunto de forta­ «Utugamiz , parecia decir la brillante fan-
leza y de gracia. Iba casi desnuda , sin mas «tasma , hazte superior en la adversidad. Sir-
344 345
«vante de escalones las virtudes naturales, para garza anunciaba ya la vuelta de la aurora, y
«llegar á las virtudes mas sublimes de la re- el hermano de Celuta se siente reanimado con
«ligion de aquel hombre'á quien lias dedicado la visión y el sueño. Después de haber pasado
«tu vida. Entonces volveré á verte y podrás el indio algunos momentos en coordinar sus
«contar con el ausilío del ángel de la Amis- ideas, trayendo á la memoria los peligros pa­
«tad.” sados y pensando en los riesgos venideros , se
Asi habló la visión al joven Natchez su­ levanta con serenidad para empezar su viage.
mergido en el sueño, y embalsamando aque­ Examina primeramente las heridas de Rene, fro­
llas cercanías un perfume de suave ambriosa, ta los miembros entorpecidos del enfermo con
infundio fortaleza en el alma del hermano de un manojo de yervas aromáticas , parte con
Célula , como el aceite sagrado que unge á T él unos pedazos de pan de maiz , muda los
los reyes, ó prepara el alma del moribundo juncos de la cama, renueva el aire menean­
para pasar á la bienaventuranza, do las ramas de ciprés, y vuelve á poner á su
Al mismo tiempo se hace aun mas mara­ amigo sobre unas cañas frescas , con tanta ma­ *
villoso el momento de despertar Utugamiz, pues ña como pudiera hacerlo una matrona labo­
el Serafín cuya imágen produce , se eleva en riosa que arregla temprano su cabaña; ó co­
los aires como un buzo que sube desde el fon­ mo una tierna madre que cuida de su hijo
do del abismo. Aquella virtud serena no se con el mayor esmero.
mueve con la rapidez de los mensageros que ^Hechas estas cosas, piensa Utugamiz en
llevan las órdenes terribles del Todo-poderoso, adornarse, antes de llevar á efecto los proyec­
pues su asunción hacia la región de eterna paz, tos que á sus solas meditaba. Mirase en el cris­
es compasada , grave y magestuosa. Así en los tal de las aguas , peina su cabellera , y rea­
campos de Europa penetra lentamente la bóveda nima sus pálidas megillas con la púrpura de
del cielo un globo luminoso redondeado por una tierra preciosa , que llevaba encima.
la mano de un niño , y en los campos de La naturaleza habia dotado el corazón de
la india el ave del paraiso flota en una nu­ Utugamiz , fijando en él la inteligencia que
be de oro, en el fluido azulado del firmamento. ha puesto en la cabeza de los demas hombres:
Despierta Utugamiz cuando el grito de la no eran tan claras y penetrantes las ideas que
' 3/‘5 3Z¡7
de lo venidero daba á la Pitia el soplo divi­ zal, volviendo á cada instante la cabeza acia el
no , como lo eran las que inspiraba al her­ sitio donde quedaba reposando la vida de su
mano de Celuta el espíritu de que estaba po­ vida, y hablándose á sí mismo se decía : «Utu-
seído , para darle á conocer las desgracias que «gamiz, eres un cervatillo sin espíritu ; no co­
podian amenazar á su querido amigo. La Amis­ nnotes las plantas, ni haces cosa alguna para
tad en tanto estrechando con su poder al Tiem­ «salvar á tu hermano. ” Y al mismo tiempo
po , obligaba á este misterioso Proteo á re­ derramaba lágrimas lamentándose de su poca
velarla todos sus secretos. esperiencia y se reconvenía por ser inútil a
Habiendo tomado Utugamiz sus armas, su amigo.
siendo modelo de amistad mas firme en los Buscó largo rato en las revueltas del la­
desiertos, que la de otros hombres en los go yervas salutíferas , cogió berros y mató al­
palacios , habló en estos términos al nuevo gunos pájaros. .Al volver al asilo consagrado
I'iloctctes acostado en su gruta. «Voy á bus- por la amistad divisó de lejos los juncos re­
«car los dones del Grande-Espíritu , porque es vueltos y esparcidos : acercase agitado , lla­
«preciso que tu vivas y lo es también que vi- ma ; toca en la cama , levanta las cañas, y se
«va yo. Si yo no comiese pan, tendría liam- aflige al ver que ya no existe allí el herma­
«bre y mi alma pasaria al pais de las almas. no de Amelia.
«¿Y que seria de ti entonces? Miro tus pies Apoderase de Utugamiz la desesperación,
«y los veo inmóviles : miro tus manos y las se ve tentado de estrellarse la cabeza contra
«veo yertas sin acción para estrechar las mías. el tronco de un ciprez, y esclama: «Donde
«Hallándole lejos de tu bosque y de tu retiro, «estas ? huiste de mi como un amigo falso !
«quien daría la comida al armiño herido, si «Mas quien te ha dado pies ? quien te ha
«el castor que le acompaña se muriese ? En- «dado alas ? Te lia arrebatado por desgracia la
«tonces , ¡ay! caeria en desfallecimiento.- los Muerte ?....
«cazadores le hallarían espirante y dirian á gri- Cuando el salvaje se abandona á su ena-
«tos : aqui está el armiño herido lejos de su genamiento , le parece oir un ruido á corta
«selva y su guarida.” distancia: calla, aguanta la respiración y es­
Dicho esto se emboscó el indio en el cipre- cucha-! luego se arroja al agua de repente,
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nada , brinca mas bien y en breve descubre «vo debilitado ? Si hubiese tenido toda su
á Rene que lidia espirante defendiéndose de «fuerza , ó cobarde enemigo , de una sola to-
un illines. «petada hubiese roto tu adarga. Bien inerecias
Lanza Utugamiz el grito de muerte , y aba­ «ahora que esta mano te arrancase la cabe-
lanzase haciendo un esfuerzo tan prodigioso, silera,”
que se alzan sus pies por encima de la su­ Deteniéndose Utugamiz como inspirado de
perficie del agua. Llega al enemigo, le derri- una idea .- «Tienes un amigo ? pregunta al
va , y revuélense con él entre el cieno y las «illines. — « Si ; le responde el prisionero.
cañas, semejantes á dos toros que cuando van — «Tu tienes un amigo... ! ” replica el
á encontrase en un lago donde únicamente hermano de Celuta, y acercándose á él; y
se halla un sitio para apagar la sed, bajan mirándole de arriba abajo, añade: «serás ca­
sus venablos encorbados, berizan las colas paz de mentir ? ”
anudándose en circulo , se embisten de fren­ — «Digo la verdad,” contesta el illines.
te lanzando espantosos mugidos , salta el agua — «Pues bien ! ” esclama Utugamiz sacan­
entre sus pies, y vierten sudor por el cervi- do un puñal, después de haber aplicado á
guillo y las hijadas. Vence por fin Utugamiz, su oido la cadenilla de oro ; «da gracias á
ata fuertememente á su prisionero con una este Manitú que acaba de prohibirme que te
trenza de raíces al tronco de un árbol, y «mate: nunca se diga que Utugamiz el Nat-
a la sombra del mismo acuesta al amigo que «cli£z de ¡a tribu de la serpiente , ha sepa-
acaba de salvar segunda vez. «rado jamas con su brazo dos amigos! ¿ Que
Habianse abierto de nuevo las heridas del «fuera de mi, si me hubieses privado de Re-
hermano de Amelia á causa de los violentos «né ? Ah! Entonces no seria mas que un
esfuerzos que hizo para luchar, y el Natchez «corzo solitario 1 Ya ves, ó illines, lo que ibas
irritado estuvo á punto de inmolar al illines «á hacer 1 y había de quedar asi tu amigo?
dejándose llevar del primer momento de su «iria errante y solo por el desierto pronun-
venganza. «eiando tu nombre con labio balbuciente? No;
«Como has tenido tanta crueldad , dice, «seria sumamente desgraciado! y yo serial...”
«que has arrastrado acia la muerte á este cíer- El salvage corta inmediatamente las liga-
35o 35r
duras del ¡Hiñes. «Seas libre , le dice , vuel- «lazo : si hubieses vendido tu patria , no hu
*ve otra vez á unirte á la otra mitad de «biera yo creido en tn juramento , y murie-
«tu alma, que acaso te busca, como yo bus- «ras al impulso de mi brazo. ”
«caba ansioso mi corona de flores, cuando Alejase Nasuto : atiende Utugamiz al ali­
«eras tan inhumano que la arrebatabas de vio y consuelo de René , y muestra tanta se­
«mi cabellera. Pero yo confio en tu buena renidad como si nada hubiese pasado , y co­
«fe que no descubrirás á tus compatriotas mo si no hubiese motivo para dudar de la
«el lugar de mi asilo. Confio en que no les fé del ¡Hiñes, pues habia hecho el juramen­
«dirás ; bajo el ciprés de la amistad ha es- to de la amistad.
«condido Utugamiz el simple la carne de Pasados algunos dias empezaron á cicatri­
«su carne. " .Tura por tu amigo , que tus la- zarse las heridas de René : las mas peligro­
«bios quedarán cerrados , corno las copas de sas y graves eran ya menos dolorosas , y la
«una nuez que la luna de las mieses no ha calentura se aplacaba. Mas pronto se hubie­
«sazonado aun del todo. re reanimado el hermano de Amelia, si hu­
— «Yo Nasuto, contesta el estrangero, biera tenido alimento bastante para recuperar
«lo juro por mi amigo , que es para mi co- sus fuerzas , pero Utugamiz apenas encontra­
«mo un bálsamo cuando tengo penas en el ba algunas bayas silvestres que al fin falta­
«corazón : juro no descubrirte y que mis la- ron , no quedando al hermano de Celuta
«bios estarán cerrados , como las copas de otro recurso que el de hacer los últimos es­
«una nuez que la luna de las mieses no ha- fuerzos de Ja amistad.
«sazonado aun del todo. ” Sale una noche del lago furtivamente , ocul­
Dicho esto iba Nasuto á alejarse, cuan­ tando su proyecto á René, y dejando de tre­
do Utugamiz le detiene y dice: «Donde es­ cho en trecho manojos flotantes de cañas pa­
tán los guerreros ¡Hiñeses?—«Me juzgas tan ra conocer después la via , si los genios le
«cobarde , ” replica el illines , «que caiga en permitiesen la vuelta. Atravesando el bosque
»la debilidad de decírtelo?” Y el hermano de y la maleza sube á una colina, y descubre des­
Celuta siempre magnánimo le responde: »vé de ella el campo de los i Hiñeses donde el ha­
«á encontrar á tu amigo : yo te tendía un bia resuelto penetrar.
352 353
Ardían todavía dos hogueras, y la mayor «está cercado por todas partes: beberemos en
parte de las familias dormian tendidas al rede­ «su cráneo.”
dor del fuego. El joven Natchez después de Mientras que Utugamiz se hallaba compro­
haber anudado su cabellera al estilo de los metido en esta conversación tan peligrosa,
guerreros enemigos, marcha acelerado acia una oyose á corta distancia la voz de una muger que
de aquellas hogueras ; ve un ciervo muerto, á cantaba diciendo: «Soy la esposa de Venelao.
medio despojar , cuya carne no habían aun tos­ «Mi seno, con su boton de rosa, es como el plu-
tado las ascuas; saca su puñal y corta los peda­ «mage del cisne que la flecha del cazador ha
zos mas tiernos de la res , con tanta serenidad «manchado con una gota de sangre. Si, mi
como si hubiese preparado un festin en la ca­ «seno está herido porque no puedo socorrer
baña de sus padres. En tanto se vela en el «al estrangero que respetó á la virgen de los
campo por varias partes algunos illineses des­ «últimos amores-” ¡Ojala pueda yo á lo me-
piertos, que reian y cantaban. La matrona del «nos salvar á su amigo!” Calló la indiana y
hogar de donde Utugamiz arrebataba una par­ después acercándose al Natchez á favor de las
te de la víctima, abrió los ojos , pero tenien­ sombras continuó de esta suerte.
do al estrangero por un joven , lujo de sus «La sin igual de las Floridas creia que eí
entrañas, volvió á entregarse de nuevo al sueño. «invierno había mudado su adorno, y que la
Pasan por el lado del amigo de R.ené unos «conocerían las agudas de los riscos entre los
cazadores , le saludan á su estilo deseándole «cuales buscaba el cebo; pero la fiel paloma
un cielo azul, un manto de castor, y la es­ «la descubrió y le dijo: huye, ave imprudente,
peranza, y Utugamiz les corresponde en voz «huye; la melodía de tu canto te ha vendido.”
baja , dándoles el saludo de la liospita- Estas palabras llamaron la atención del her­
lidad. mano de Celuta: alza la vista, advierte el llanto
Uno de ellos se detiene y le dice: «Se de la joven, y al mismo tiempo divisa dos
«ha escapado milagrosamente.”—-«Sin duda le hombres armados que se acercan. Se echa al
ha arrebatado un Genio,” reponde el hermano hombro una parte del despojo del ciervo, se
de Celuta, y el illines replica: «Esta escondido introduce en las sombras , pasa el bosque,
«en el pantano, pero no puede salvarse porque vuelve' á entrar en los rodeos del lago, y al
tomo i. 23
354 355
caho de algunas horas de fatiga y de peligros y estiendese por todo el lago un vasto incendio.
se encuentra al lado de su amigo. ¡Como huir en tal conflicto! como escapar
Se vale de una ingeniosa mentira para del terrible elemento, que después de haberse
ocultar á R'cné su peligrosa aventura, mas era alejado de su centro se acercaba y amenazaba á
necesario preparar el banquete, y le ocurrían los dos amigos! La llama bahía devorado ya los
dos inconvenientes: de dia podía verse el hu­ hacecillos de juncos sobre los cuales hubiera po­
mo; la noche podia descubrir el fuego. Prefi­ dido intentar Utugarniz la traslación de Rene á
rió no obstante Utngamiz la noche, y confio otra parte del lago; le ocurría la idea de ten­
en que hallarla un medio para ocultar la luz tar el paso al desierto inmediato, ¿pero acaso
de la llama. no estarían acampados en él los crueles ilfine-
Estando el sol en su ocaso, cuando los ses? ¿No era también factible que atraídos por
últimos crepúsculos del dia se hubieron des­ el incendio hubiesen tomado todas las aveni­
vanecido, el indio sacó chispas de dos palos das? Asi sucede que cuando uno se cree ha­
de ciprés, frotando uno con otro, y encendió ber llegado al colmo de la desgracia, se des­
algunas hojas. Todo salió bien al principio, cubren mas alia otras adversidades mayores, y
mas prendiendo el fuego en .mas cañas secas por lo mismo es difícil que pueda decir el
que habia junto á la hoguera , empezaron á hijo de la muger : «Esto es el último grado
alzar la llama. Quiere Utngamiz precipitarlas «de la desdicha.”
al agua y no hace mas que avivar el fuego: Veíase Utugarniz casi vencido por la for­
se arroja sobre el monton ardiente, procura tuna , mirando perdido cuanto habia heeho
ahogarle entre sus pies , y Rene apura hasta entonces. No habia salvado pues á su
sus fuerzas renacientes para ayudar a su ami­ amigo del suplicio del fuego , sino para que­
go. Mas ¡ay! inútiles afanes! el fuego se pro­ marle por su propia mano! «¡Yo soy el que
paga , corre centelleando por las puntas secas te inmola!” esclama con voz lastimera. «Rene
de los juncos, y prende en las ramas resino­ «yo soy el que te inmola! cuan desventurado
sas de los ciprescs. Muevese el viento, torbe­ «eres en tenerme por amigo!”
llinos de llamas, -de chispas y de humo suben El hermano de Amelia con un brazo des­
por los ayres que toman un color sangriento, caecido y una mano pálida estrecha tiernamen­
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te al salvage contra su seno y le dice: ¿Aca- «corazón palpitaba , pero no era por mi. Y
«so crees que no me es dulce la muerte inu- «aun te atreves á decir que no tienes amigo!
«riendo contigo? Mas porque lias de bajar «Yo abandonarte! Yo hacer traición á la
«tu al sepulcro? Tu eres hábil y vigoroso, y «amistad...! formar otros lazos después de tu
«puedes abrirte paso por en medio de las 11a- «muerte! dichoso yo sin ti , con esposa é hijos!
«mas. Vuela otra vez á tus bosques , donde «Diine pues lo que debiera contar á Celuta miañ­
«los Natchez echan de menos tu corazón y tu ado llegaseá los Natchez. La diría: había yo líber-
«brazo; alli , donde una esposa y unos hijos atado á aquel por quien yo te llamé para quefueses
«harán deliciosos tus dias y podras olvidar «testigo de la amistad: prendió el fuego en unos
«una amistad funesta. Yo por mi parte no «juncos, tuve miedo , lie huido, y desde lejos he
«tengo ni patria ni parientes en la tierra; «visto las llamas que han consumido á mi amigo.”
«cstrangero en estos bosques, mi muerte ó mi «Tu pretestas Rene, que sabes morir, pero yo se
«vida á nadie le interesa, pero tu, Utugamiz, «mas todavía; sé vivir. Si estuviese en tu lu-
«¿no tienes por ventura una hermana?” «gar y tu en el mío, lejos de decirte: Huye
__ ,¿Y esta hermana, replicó Utugamiz, no «y dejame” te hubiera dicho con entereza!”
«ha dirigido acia ti miradas de terneza? Aca- «Sálvame ó muramos juntos.”
«so no reposas en el secreto de su corazón? ílabia pronunciado Utugamiz estas palabras
«¿Porqué pues la has desdeñado? Que es con un tono que no le era común, y de los
«lo que me aconsejas........? Y pudiera yo labios del simple salvage había salido con to­
«abandonarte? Y cuando te he probado yo que da su magnificencia el lenguage de la pasión
«tenia mas apego que tu a la vida? Desde mas noble. «Quédate pues conmigo, eselamó
«cuando me has visto turbarme al nombre de «el hermano de Amelia; ya no te insto para
«la muerte? He temblado por ventura cuando «que huyas: no naciste para admitir tales
«cercado de illiueses, he roto las ligaduras que «consejos.”
«te trababan? Acaso palpitaba de temor mi Al decir Rene estas palabras se estendió
«corazón cuando te llevaba en mis hombros, por el semblante de Utugamiz cierta cosa de
«con unas angustias que no hubiera cambiado sereno y de inefable, como si el cielo se hu­
«por todos los placeres del mundo? Si, mi biese entreabierto y reflejase la claridad divina
359
358
«vuestro asilo; las tribus de los d,’meses cer-
en la frente del hermano de Celuta. Mostran­
«can el lago; ya nadan muchos guerreros an­
do el indio la mas bella sonrisa que haya po­
siosos de llegar aquí , y y«’ he podido ade-
dido poner jamas el ángel de las amistades
«tentarme. Nasuto nos aguarda en el sitio de
en los labios de un mortal, respondió enage-
«la orilla que han liado a su custodia. No
nado de gozo; «Acabas de hablar como un
«hombre: siento en mi seno todas las delicias «nos detengamos.”
Da Venclao su brazo vigoroso al hermano
«de la muerte-”
de Amelia, hace seña á Utugamiz para que le
Cesando ambos amigos de oponer al in­
sostenga por el lado opuesto, y enlazados de
cendio esfuerzos impotentes, y de intentar una
este modo se arrojan al agua; atraviesan ca­
retirada imposible, sentáronse uno al lado de
gares incendiados , ya amenazados del fuego,
otro y esperaron el cumplimiento de su destino-
ya á punto de sumergirlos las aguas. Aumen­
La llama reconcentrándose babia abrazado
tase el peligro á cada instante, y oyense por
el ciprés que le servia de asilo, y empezaban
todas partes gritos , y voces confusas. Tales
á caer llamaradas encima de sus cabezas. Oye­
fueron los peligros de Eneas, cuando en la no­
se de improviso por enmedio de las ma­
che fatal de Ilion iba á 1a luz de las llamas
sas de fuego y humo un leve ruido en las
por calles estraviadas y desiertas , á esconder
aguas. Aparecese una especie de fantasma, despo­
en el monte Ida los antiguos dioses de la
jadas de cabellos sus sienes , su pecho y sus
antigua Troya, y los dioses futuros del capi­
brazos chamuscados , y chorreando desde la
cintnra una agua cenagosa. «¿Quien eres? es- tolio.
Llegan Utugamiz, Venclao y R.ené al sitio
«clama Utugamiz; ¿Eres por ventura el espi-
donde Nasuto los espera, y ponen al instan­
«ritu de mi padre, que viene á buscarnos para
te al hermano de Amelia en un lecho de ra­
«conducirnos á la región de las almas?”
maje que llevan á ratos entre los tres. Aléjanse
—«Soy Venclao, responde el espectro; el ami-
con paso acelerado del lago fatal, y andan erran­
«gode Nasuto, á quien diste la vida, y el esposo de
tes toda te noche con el silencio de las sel­
«Nelida, aquella virgen de ¡os últimos amores, á
vas. A los primeros rayos de 1a aurora se de­
«quien tu amigo ha respetado. Vengo a pagar
tienen ambos illiueses y dicen á los dos gue-
«mi doble deuda. La llama ha descubierto

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reros enemigos: «Natchez , implorad vuestros tan fatal al gefe principal de los Natchcz y
«Manitus ; huid. Hemos correspondido á vues­ al hermano de Amelia.
tros beneficios : cumplimos ya con vosotros; Apenas pisaban ambos amigos el campo
«ahora debemos cumplir con nuestra patria. de la muerte , cuando oyeron el enemigo en
«Adiós.” el bosque inmediato. «Echate en tierra , di-
Venclao y Nasuto dejan en tierra el lecho «ce Utugamiz á Rene : yo volveré en bre-
del herido , ponen un báculo de acebo en «ve á encontrarte.”
la mano izquierda del hermano de Amelia, No podía ya René defender su vida, pues
dan á Utugamiz unas yervas medicinales , ha­ se hallaba cansado de luchar tanto tiempo
rina de mahiz, y dos pieles de oso , y al por unos dias miserables, mas se vio no obs­
punto se retiran. tante obligado á obedecer otra vez á la amis­
Continuaron los dos fugitivos su camino. Re­ tad. Cúbrele su libertador con los restos es­
ne marchaba poco á poco delante sostenién­ pantosos del combate, y se introduce en lo
dose con el báculo que apenas podía levantar espeso de la selva.
del suelo, y Utugamiz le seguia esparciendo Cuando unos niños han descubierto el si­
hojas secas á fin de ocultar las huellas de tio donde un ruiseñor ha hecho su nido , la
sus pasos ; no es tan hábil el huésped de las madre dando piadas lastimeras y dejando caer
selvas para engañar á los podencos ansiosos, sus alillas revolotea , como herida al rededor
como lo era el indio en borrar las huellas de los jóvenes raptores, que se distraen per­
para burlar las pesquisas del enemigo. siguiéndola y se alejan de la prenda débil de
Habiendo llegado á un matorral, dijo Utu­ sus amores ; asi el hermano de Celuta dando
gamiz de repente. «Oigo pasos precipitados.” voces en la soledad , atrae los enemigos ácia
y á breve rato se descubre acia el norte del si, y los aparta del tesoro, mas caro á su
horizonte una cuadrilla de illineses, La infe­ corazón que el huevo lleno de esperanza al
liz pareja tuvo tiempo para llegar á un bosque pájaro amoroso.
estrecho que había á la parte opuesta ; entran No pudieron los illineses alcanzar al lige­
en él, y habiéndole atravesado se encuentran ro salvaje, á quien la amistad había restitui­
en el parage mismo donde se dio el ataque do por un momento lodo su vigor. Acerca-
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banse al país de los Natchez, y no alrevicn- Como dos labradores , que despees de un
dose á ir mas lejos desistieron de su porfia largo dia de sudores y fatigas conducen al
y se retiraron. cortijo las yuntas fatigadas , y descubrien­
Eutonces volvió el hermano de Celuta á sa­ do los techos rústicos se creen ya rodea­
car á Rene de las espantosas ruinas, que dos de sus esposas y sus hijos : asi los dos
habían protegido su juventud y su belleza. amigos sentían renacer en sus corazones la es­
Volvieron á emprender ambos amigos su ca­ peranza al acercarse al pais de los Natchez,
mino al salir la aurora, después de haberse y sus deseos pasaban el espacio que les se­
lavado en una clara fuente , y advirtieron que paraba todavia de sus hogares. Mas ¡ ay ! Es­
los restos helados bajo los cuales había con­ tas ilusiones fueron de corta duración como
servado Rene la centella de la vida , eran, todas las de la vida.
los de dos Natchez , Aconda é Irineo. Co­ Las fuerzas de Rene agotadas últimamente,
nociólos el hermano de Amelia, y maravi­ tocaban en su termino , y para colmo de la
llado de aquella fortuna estraordinaria le di­ calamidad no quedaba ya nada de los bienes
jo á Utugamiz. «Ves estos cuerpos desfigura- de Venclao y de Nasuto. El mismo Utugamiz
«dos, despedazados por las agudas y tendi- cedia ya: sus megillas estaban fruncidas , y
«dos sin honores por el suelo?... ¡Oh Acon- sus piernas flacas y trémulas no podían sos­
«da é Irineo ! Erais dos amigos como noso- tener el cuerpo. Por tres veces vino el sol á
«tros ! como nosotros fuisteis dos jóvenes des­ dar luz á los hombres, y tres veces volvió
aventurados ! Yo os he visto morir , cuando á encontrar á los viageros sin poder pasar
«abatidos procuraba yo todavia defenderos. de un matorral, junto al cual estaban sin re­
«Utugamiz , en esta noche misma confiaste el curso alguno. Ya no se hablaban los dos ami­
«amigo viviente al secreto de dos amigos que gos : solaviente se echaban uno á otro de
«fallecieron , y estos muertos al fuego de tu cuando en cuando furtivas y dolorosas mi­
«alma para darme abrigo.” radas. Alguna vez procuraba todavía Utuga-
Lloró Utugamiz sobre Aconda é Irineo, miz ayudar la marcha de Rene , pareciendo
pero se encontraba tan débil que no pudo ca­ entonces á dos gemelos que pudiendo apenas
llarles una sepultura. tenerse en pié. se afirman en los débiles bra-
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zos y dan algunos pasos vacilantes, á la vis­ «Rene, añade, veo nuestra cabaña.”
ta de su madre enternecida. — «Vuélveme de cara ácia esa parte ” res­
Desde el parage adonde habían podido lle­ ponde el hermano de Amelia , y Utugamiz
gar los amigos , hasta el pais de los Natcliez’ obedece;
solo quedaban ya algunas horas de caihino, Ocurrióle por un momento al hermano de
mas Rene se vió en la precisión de detener­ Celnta la idea de ir á los Natchez para bus­
se. Escitado por Utugamiz que le exortaba á car alli socorro , pero temiendo que espirase
que andase, quiso dar algunos pasos á fin en tanto la prenda de su corazón , resolvió
de no arrebatar voluntariamente á su sublime por último no dejarle. Sentóse pues al lado
amigo el fruto de tantos sacrificios, y sus de René, le cogió por las sienes con ambas
esfuerzos fueron vanos. Utugamiz probó lle­ manos y le recostó contra su pecho : enton­
varle á cuestas , mas doblaronsele las piernas ces bajando su rostro ácia una cabeza tan
y cayó con el peso. querida , preparóse á recoger el último sus­
No lejos del trillado sendero murmuraba piro de su idolatrado amigo. Ambos jovenes
una fuente; acercóse á ella René con mucho inclinados uno sobre otro ácia la tierra, pa­
trabajo, andando á gatas, y siguióle Utuga­ recían dos flores que el sol ha marchitado
miz llorando , semejante al afligido pastor que sobre un mismo tallo.
acompaña asi al cabrito que se ha roto una Un leve ruido y el soplo de un ambien­
pierna cayendo de un alto risco , y va casi te perfumado llamaron la atención de Utu­
arrastrando ácia el aprisco á la caída de la gamiz,- levanta al punto la cabeza, y ve á
tarde. su lado una inuger. ¿ Y como la había de
La fuente señalaba el lindero de la de­ desconocer el indio á pesar de la palidez que
hesa que se estiende hasta el lago de las pie­ se notaba en su rostro y el desaliño de su
dras , y que solamente tiene por límites al vestido ? Enagenado de sorpresa y júbilo, suel­
Oriente los bosques del fuerte de Rosaba. ta la cabeza de René y esclama : «eres tu,
Sienta Utugamiz al compañero al pié de un «hermana mia ?
sauce , y fijando la vista en el pais de sus Retrocede Célula que se había acercado á
abuelos, esclama : «Haber llegado tan cerca!... los amigos sin verlos , y queda admirada al
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oír el eco de la voz de Utugamiz. « Her- «mentó de la amistad , y ahora vienes á ver
«mano mío! csclama al fin ; ¡Oh q lerido her- «si le he guardado. ” Debiera yo haber vuél­
«mano !... Los genios me le han arrebatado! alo mi amigo lleno de vida , y por desgra-
«El hombre blanco ha espirado en el tormén- «cia espira ! Soy un mal amigo, un guerre-
uto del fuego. Diariamente vengo a esperar «ro sin fortaleza. Pero tienes tu por ventu-
«en este límite á los viageros ; inas ¡ ay de «ra alguna cosa con que reanimar á mí anti-
«mi ! ya no volveré á verlos ! ” «go ? ”
Levántase Utugamiz , se adelanta ácia Ce- — «Nada tengo ' ” esclama Celuta deses­
lufa que hubiera huido , sino hubiese obser­ perada. ¡ Ah! si hubiese sido mi esposo, si
vado con profunda compasión los vacilan­ él hubiese fecundado mi seno, pudiera beber
tes pasos del guerrero! Era digno de no­ con su hijo en la fuente de la vida 1 ; Oh di­
tar en la frente de la indiana lo que espe- vino deseo de la amante y de la madre !
rimentaba en su corazón , pasando alterna­ La casta indiana se sonroseo ruborizada,
tivamente del sentimiento del inas profundo como temerosa de que Rene la hubiese com­
terror á la mas viva esperanza. Aun titubea­ prendido. Fijando la vista en el cielo, su sem­
ba Célula cuando advirtió aplicado al seno blante parecía inspirado , y cualquiera hubiera
de su hermano el Manitú de la Amistad. Vue­ creído que Celuta poseída de una ilusión amo­
la á Utugamiz , le abraza y sostiene al mis­ rosa , estaba en la persuacion de que alimen­
mo tiempo, y el salvaje esclama al punto: taba á su hijo y al padre de su hijo.
«le he salvado! alli está ! pero muere , sino TOh Amistad1 Tuque me has contado es­
«tienes algo con que alimentarle. tas maravillas, ¿porque no me diste el talento
Oye el amor la voz de la amistad! Ce- necesario para pintarlas , ya que tengo cora­
luta está ya de rodillas sosteniendo la frente zón para sentirlas !
del estrangero moribundo llené habiendo co­
nocido á la hija del desierto , procura mos­
trar en sus labios la sonrisa , y Utugamiz ca­ FIN DEL TOMO PRIMERO.
bizbajo , y con las manos juntas y caidas:
«hermana mia , dice, testigo fuiste del jura-
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