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GRUPO DE TRABAJO DE
LOS COMITÉS DE BIOÉTICA
ASISTENCIAL
COMITÉ DE BIOÉTICA DE
LA COMUNITAT
VALENCIANA
1) JUSTIFICACIÓN................................................................................................................................. 3
2) INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 3
3) LOS TESTIGOS DE JEHOVÁ Y EL EMPLEO DE HEMODERIVADOS ..................................................... 5
4) ASPECTOS CLÍNICOS ........................................................................................................................ 9
5) ASPECTOS ÉTICOS .......................................................................................................................... 12
6) ASPECTOS DEONTOLÓGICOS ......................................................................................................... 15
7) ASPECTOS LEGALES ....................................................................................................................... 17
8) LA OBJECIÓN DE CONCIENCIA ....................................................................................................... 20
9) RECOMENDACIONES DE ACTUACIÓN ........................................................................................... 22
Actuación general.............................................................................................................................. 23
Posibles conflictos ............................................................................................................................. 25
Actuaciones en situaciones concretas .............................................................................................. 26
Paciente adulto competente ......................................................................................................... 27
Paciente adulto no competente o incapaz .................................................................................... 27
Paciente menor de edad ............................................................................................................... 28
10) BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................................ 29
ANEXOS ................................................................................................................................................. 33
Estas situaciones se comienzan a objetivar con mayor frecuencia tras el desarrollo y reconocimiento
de los derechos de los pacientes, especialmente los relacionados con el rechazo o aceptación de los
tratamientos y el deber de los profesionales de respetar la opinión de los pacientes. Situaciones que
también se ven favorecidas por la protocolización de los tratamientos con hemoderivados en los
procesos quirúrgicos y patologías hematológicas.
A lo largo del desarrollo y consolidación de los comités de bioética asistencial se han ido elaborando
diferentes protocolos, documentos y recomendaciones relacionados con el rechazo de tratamientos,
entre ellos de los hemoderivados en los Testigos de Jehová, derechos de los pacientes, objeción de
conciencia, etc.
2) INTRÓDUCCIÓN
Vivimos en un mundo globalizado donde la multiculturalidad y, por tanto, la pluralidad moral es un
hecho indiscutible. En estas circunstancias el desarrollo en la sociedad de los derechos de las
personas, ha contribuido a la necesidad de respetar sus opiniones y valores. Esto puede llegar a
generar conflictos éticos en diferentes ámbitos de la convivencia.
Este desarrollo también ha influido y ha propiciado cambios en la relación clínica, que han culminado
en una nueva concepción de esta relación, que ha pasado a ser transversal en la que se contempla la
igualdad de los componentes, donde el profesional aporta los conocimientos técnicos y el paciente
sus valores y deseos, y donde las decisiones se toman consensuadas, tras un proceso de deliberación.
Afrontar los conflictos desde la bioética nos debe hacer tener en cuenta no solo la fundamentación
principialista, sino también la promoción de valores que se traducen en unos deberes que serán los
que nos ayuden a tomar decisiones prudentes y óptimas.
Los testigos de Jehová constituyen una comunidad presente en todas las sociedades actuales, con
unas creencias particulares que pueden ser fuente de conflictos éticos en determinadas
circunstancias, concretamente cuando surge por parte de los profesionales sanitarios la indicación de
tratamientos con sangre o algún componente de la misma. Situaciones que se agravan cuando la
terapia propuesta es la única capaz de mantener la vida del enfermo.
Las instituciones sanitarias públicas y los profesionales que en ellas trabajan, tienen la
obligación de velar por la vida y la salud de los pacientes, respetando a la vez sus creencias y su
libertad religiosa e ideológica. Todo ello, además, ha de desarrollarse en un entorno en evolución,
donde la nueva relación entre médico y paciente hace partícipe a este último en las decisiones
que afectan a su salud, debiendo contemplar simultáneamente la efectividad y eficiencia de los
recursos utilizados.
En el entorno de esta relación clínica, nos podemos encontrar ante el hecho de que un paciente
rechace como tratamiento la administración de hemoderivados, en base a sus creencias, como
es el caso de los Testigos de Jehová. Aunque no es un problema excesivamente frecuente, ha
provocado abundante literatura especializada y un intenso debate social y mediático en la prensa
general. Se plantea un triple problema: ético (conflicto de valores entre la preservación de la salud y
la vida del paciente y el respeto a la decisión adoptada de acuerdo con sus creencias religiosas),
clínico (utilización de criterios restrictivos en el uso de los hemoderivados) y legal (temor a
posibles acciones contra el profesional, como consecuencia de respetar o no los deseos del
paciente).
Todo paciente tiene derecho a rechazar un tratamiento o a revocar un consentimiento dado para la
realización de cualquier intervención o tratamiento, tal como se contempla en la legislación actual,
tanto a nivel nacional como autonómico.
Además, deberemos tener en cuenta que nuestra sociedad se basa, entre otros fundamentos,
en el respeto a los derechos a la vida y a la dignidad de la persona, a la libertad de conciencia y de las
ideas religiosas. Y, así mismo, el ideario del profesional sanitario va a condicionar igualmente la
visión y la valoración de los diferentes derechos. La colisión entre los diferentes derechos y su
valoración por parte del profesional, pueden ser también generadores de conflicto.
No existen fórmulas mágicas ni matemáticas que permitan solucionar los conflictos éticos. Se trata
de intentar optimizar las decisiones teniendo en cuenta todos los valores que entran en conflicto en
el caso concreto que se analiza. Se debe ser capaz de establecer una serie de mínimos que guíen a los
profesionales frente a estos problemas o conflictos, ya que no será nada excepcional encontrase ante
ellos en algún momento durante su labor asistencial.
Los cristianos Testigos de Jehová son una comunidad cristiana, con un importante crecimiento en
todo el mundo, descendiente de un grupo de estudiosos de la Biblia fundado en 1874 en
Pennsylvania (EE.UU.) por Charles Taze Russell.
En julio de 1879 se publicó el primer número de la revista Zion’s Watch Tower and Herald of Christ’s
Presence (ahora conocida en español como La Atalaya). De aquel grupo fundador surgieron muchas
congregaciones, que se extendieron por los estados vecinos.
En 1881 se creó la entidad Zion’s Watch Tower Tract Society, la sociedad que agrupa a todas estas
congregaciones, que se constituyó legalmente en 1884 con Russell como primer presidente, que
murió en 1916. A partir de entonces, se produjeron muchos cambios. Sus publicaciones se traducen a
más de 80 idiomas con una tirada de más de veinte millones de ejemplares, dándose mucha
importancia a la predicación de casa en casa. Para distinguirse del resto de las religiones de la
cristiandad, en 1931 adoptaron el nombre de “Testigos de Jehová”.
En España, la Sociedad de los Cristianos Testigos de Jehová es una confesión religiosa, inscrita en el
Registro de Entidades Religiosas de la Dirección General de Asuntos Religiosos del Ministerio de
Justicia. Tiene, por tanto, personalidad jurídica y plena autonomía, pudiendo actuar libremente,
aunque siempre dentro de la legalidad vigente. Unas 200.000 personas pertenecen a ella en nuestro
país.
Los Testigos de Jehová basan sus prácticas religiosas en una interpretación particular y concreta de la
Biblia, tanto del Nuevo como del Antiguo Testamento. Se consideran los últimos representantes de
una larga serie de “testigos” de la fe en Dios (Jehová).
Los fundamentos para rechazar las transfusiones sanguíneas o los hemoderivados se basan en un
mandato explícito de Dios a través de las escrituras,
Génesis 9:1-4. “Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad
la tierra. El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda
ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en
vuestra mano son entregados. Todo lo que se mueve y vive, os será para mantenimiento: ası´
como las legumbres y plantas verdes, os lo he dado todo. Pero carne con su vida, que es su
sangre, no comeréis.”.
Hechos de los Apóstoles 15:19-20. “Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que
se convierten a Dios, sino que se abstengan de lo que ha sido contaminado por los ídolos, de
la inmoralidad sexual, de la carne de los animales estrangulados y de la sangre."
De estos textos bíblicos se desprende, de una forma inequívoca, la equiparación de los antiguos
escritos judíos entre sangre y vida, y por tanto, tiene como consecuencia, la prohibición de recibir
transfusiones de sangre. Si un testigo de Jehová acepta una transfusión, por la misma acción
manifiesta su deseo de no seguir siendo parte de la comunidad y, por tanto, se considera como
susceptible de “excomunión”.
Esta prohibición se ha mantenido hasta la actualidad, en cambio, sí que se permite la utilización por
separado, siempre dependiendo de la conciencia individual, de muchos componentes de la sangre,
de tal manera que la posición actual de los testigos de Jehová incluye el rechazo incondicional a la
transfusión de sangre completa, concentrado de hematíes, leucocitos, plaquetas y plasma; sin
embargo, pueden recibir albúmina, inmunoglobulinas y factores de coagulación VIII y IX para
hemofílicos (llamados factores menores). Además, se les permite comer carne (aunque nunca se
pueda conseguir la exanguinación total) y se acepta la recuperación intraoperatoria de sangre para
reinfundir siempre que se realice en un circuito cerrado y conectado al sistema circulatorio del
sujeto, de forma que la sangre no quede almacenada (cell saving). No se aceptan ni la recuperación
postoperatoria de sangre (recogida a partir de sistemas de drenaje) ni los procedimientos de
autotransfusión preoperatoria (extracción previa de su propia sangre para reinfundirla en caso de
necesidad durante o después de la intervención quirúrgica).
En los últimos años han aparecido, dentro del colectivo de creyentes, voces lideradas por Raymond
Franz que piden la revocación de estas prohibiciones. Este hecho adquiere gran trascendencia si se
consideran las estrictas normas de los testigos de Jehová, en las que cualquier discrepancia se
considera como una afrenta a la “verdad” que dictan los dirigentes. De hecho, en Brooklyn, en junio
No se trata de que no den valor a la vida, no lo rechazan por tener ideas destructivas o suicidas, solo
priorizan en su escala de valores las doctrinas de su religión por encima de la salud, incluso la vida, si
de la transfusión de sangre dependiera. En última instancia, se trata del rechazo a un tratamiento al
que tiene derecho cualquier persona siempre y cuando la información que posea sea completa, veraz
y comprensible y teniendo claras las consecuencias que la decisión tendrá sobre su persona.
A pesar de todo, en el colectivo de los Testigos de Jehová se ha iniciado un cambio y, prueba de este
cambio es el artículo de Lee Elder (seudónimo de un miembro de los Testigos de Jehová), publicado
en una revista internacional de ética, en el que el autor se desmarca de la idea de que la abstención
de sangre sea mandato bíblico y la considera como una interpretación que no justifica la posible
pérdida de vidas humanas; por esto, algunos miembros de este colectivo han empezado a no aceptar
estas prohibiciones.
Como norma general, aunque en los últimos años han aparecido ciertas controversias dentro de la
Comunidad religiosa de los Testigos de Jehová, se sigue manteniendo con absoluta firmeza el rechazo
a la administración de sangre total, tanto homóloga como autóloga (siempre que ésta haya sido
separada del cuerpo), concentrado de hematíes leucocitos, plaquetas o plasma.
Por otra parte, siempre se ha aceptado la administración de cristaloides, coloides, hierro, fármacos,
recuperadores especiales de sangre, eritropoyetina o factores estimulantes plaquetarios y de
neutrófilos.
En junio de 2004 la Comunidad actualizó su posición doctrinal respecto a los derivados de la sangre
en un artículo publicado en “Atalaya”. Mantuvo el rechazo unánime a lo reseñado anteriormente,
pero decidió dejar libertad a cada creyente para aceptar o no ciertos tratamientos entre los que se
incluyen factores de coagulación, albúmina, inmunoglobulinas, interferón, interleukinas,
hemoglobina, sustitutos sanguíneos con hemoglobina.
Vemos que, en nuestro manejo de alternativas, hay que tener en cuenta unos aspectos que son
rechazados e inaceptables, otros generalmente aceptables y otros que van a depender de la
aceptación de cada persona en particular.
De momento no hay que considerar las reclamaciones de un grupo disidente minoritario de Testigos
de Jehová, en aras de una modificación radical en esta materia, abogando por respetar la libertad
personal total de los creyentes.
Cabe señalar también que los trasplantes (sobre todo renales) no son una actividad médica que los
Testigos de Jehová rechacen por sí misma, para ser receptores. Desde que han aparecido trabajos cuya
Para la donación hay más complejidad y en ocasiones se deja a la libertad de conciencia de cada
miembro. El problema es que casi siempre se exige trasvase de sangre de un cuerpo a otro. En córneas
no hay problema. El testigo de Jehová está en condición de donar riñones después de muerto o de
recibirlos de un fallecido, pero en cambio se opone cuando se trata de hacer lo propio entre seres
vivos. Incluso si la donación de un riñón se va a efectuar de padres a hijos.
En resumen desde el 2004 se deja libertad a cada creyente para aceptar o no los tratamientos
con fracciones de cualquiera de los componentes sanguíneos primarios, quedando en términos
generales, de la siguiente manera:
El recurso a la objeción de conciencia por parte del profesional sanitario es siempre un recurso
personal, derivado de la libertad ideológica, pero no es extensible a las instituciones. Por otra parte,
la judicialización del problema no es deseable. Sólo el análisis desde un punto de vista médico,
ético y legal puede proporcionar una guía de actuación en el abordaje de estas situaciones
clínicas.
La decisión de transfundir depende del juicio clínico, lo que requiere sopesar los posibles
beneficios y los riesgos conocidos, y los posibles tratamientos alternativos.
Por otra parte, los riesgos asociados a la transfusión han sido el principal argumento esgrimido
para reducir la utilización de sangre homóloga. Actualmente el riesgo de enfermedades víricas debe
ser estimado por cálculo matemático, ya que no puede medirse directamente debido a su
escasa frecuencia. Entre el 1 y el 5% de los tratamientos van a presentar reacciones
transfusionales no hemolíticas como fiebre, escalofríos o urticaria. En ocasiones pueden tener un
efecto inmunodepresor en el receptor, con los consiguientes efectos secundarios.
Por este motivo, en los últimos años, se están intentando elaborar protocolos de actuación con
alternativas a las terapias que requieren sangre y hemoderivados.
respetar, a través del Consentimiento Informado, el derecho de todas las personas a ser
protagonistas esenciales y formales en la toma de decisiones sobre la aceptación o el rechazo
de determinados tratamientos, dando prioridad al principio de autonomía.
ofertar un abanico de alternativas terapéuticas, para así intentar disminuir o minimizar los
riesgos, a veces vitales, de los pacientes que perseveran en ese rechazo; y de este modo,
Aunque, en la mayoría de los casos, las alternativas a las terapias sin sangre, hacen referencia a los
pacientes Testigos de Jehová que deben ser intervenidos y que, presumiblemente, dicha actuación
quirúrgica sea susceptible de requerir sangre y/o hemoderivados, no hay que descartar que, existen
otras patologías no desdeñables en que también se plantean problemas. Incluso en ocasiones de
solución más compleja. Esas prácticas tienen lugar en contextos clínicos de Medicina Interna,
Oncología, Hematología, Gastroenterología o Medicina Intensiva.
En cualquiera de estas Especialidades pueden aparecer eventos clínicos graves como infecciones
severas, depresiones medulares post-quimioterapia o sangrados no quirúrgicos, en los que los
pacientes rechazan esta terapia. A pesar de que las condiciones de buscar alternativas no cambian en
su esencia, será necesario adaptarlas a la peculiaridad de cada evento.
Por ello parece lógico instaurar prácticas que lleven a un empleo más racional de los
hemoderivados, y como consecuencia, una menor utilización, acompañadas de una búsqueda de
alternativas a la transfusión de sangre homóloga.
En las series publicadas por la Sociedad Americana de Anestesiólogos (ASA) sobre pacientes
Testigos de Jehová, sometidos a cirugía sin sangre, la morbimortalidad debida a anemia se
No hay que olvidar el futuro esperanzador, todavía hoy en fase experimental, de los
transportadores de oxígeno (por síntesis química o por modificación de la hemoglobina), que
constituyen lo que se denomina “sangre artificial”. Los perfluorocarbonos, para su eficacia en el
transporte de oxígeno, precisan FiO2 de 95% y no están exentos de importantes efectos secundarios.
En los anexos se incluyen las consideraciones actuales para elaborar un protocolo de actuación en las
situaciones donde se pueden plantear conflicto por la indicación de emplear hemoderivados en
pacientes Testigos de Jehová.
Siguen estando vigentes las recomendaciones generales de Mann et al. (1992) para el tratamiento de
pacientes Testigos de Jehová con anemia severa:
En esta época, prevalecía la idea de que el enfermo manifestaba una alteración biológica pero
también moral y, por tanto, se le consideraba incapacitado física y moralmente, para la toma de
decisiones. La función ética del profesional sanitario era atender al enfermo, aún en contra de su
voluntad, de acuerdo con los preceptos y los principios del Código, y siempre teniendo presente el
beneficio del enfermo. Es la actitud denominada paternalista.
En esta situación, no exenta de conflictos, se llega al cambio cultural que comienza a surgir en la
edad moderna con la ilustración y en el que se desarrolla el pluralismo, que se considera que toda
persona tiene su propia conciencia que será recogida como un derecho humano fundamental.
En España hasta los años setenta del siglo XX, el naturalismo de la ética civil preconstitucional
daba un máximo valor al respeto a la vida, subordinando a ésta la libre elección del individuo.
La Constitución Española, inspirada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos,
reconoce ambos derechos, pero sin que exista preeminencia de uno sobre el otro, pero ello no
significa que sea un valor absoluto. En la escala de valores de una persona su vida puede estar
situada por debajo de otros valores, por ejemplo los de tipo religioso.
En la actividad clínica, los hechos biológicos, también son portadores de valores. No basta con
reconocer los hechos, por ejemplo una pérdida sanguínea importante, y plantear soluciones, como la
transfusión, sino que también es necesario reconocer los valores implicados y saber manejar
los posibles conflictos entre valores.
La vida moral no solamente está constituida por los deberes privados de autonomía y beneficencia
donde estamos obligados a respetar la diversidad y diferencias individuales, sino también por los
deberes públicos de no maleficencia y justicia, que nos obligan a tratar a todos por igual. No
podemos dañar, marginar, discriminar en base a las diferencias, es decir, estamos obligados a tratar a
todas las personas por igual, porque todos los seres humanos merecen igual consideración y respeto
Los principios que rigen estos criterios, son reglas o normas de conducta que van a orientar las
acciones que se desarrollen en su ámbito de aplicación. Ayudan a orientar al profesional cuando se
encuentra en una situación en la que se pueden enfrentar derechos y deberes, como son el derecho
del paciente a aceptar o rechazar un tratamiento médico y el deber del profesional de realizar el
tratamiento necesario para intentar salvar su vida, siendo este último de acuerdo con la tradición
hipocrática su deber principal. A lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, se han ido elaborando
Entre los principios, ha ido adquiriendo un protagonismo progresivo el principio de autonomía, que
promueve el trato de las personas como agentes autónomos, es decir, individuos que tienen
capacidad de deliberar sobre sus fines personales y actuar en consecuencia. Es el fundamento ético
del derecho del paciente a decidir e incluye el concepto de que las personas con autonomía limitada
tienen derecho a ser protegidas. Esto significa dar valor a las acciones y consideraciones de las
personas y no poner obstáculos a la realización de las mismas.
El proceso del Consentimiento Informado es la expresión práctica del principio de autonomía. Por
ello, para que una decisión sea válida, precisa de un paciente suficientemente informado sobre las
consecuencias de la misma y sobre las alternativas que pudieran existir. La decisión del paciente será
autónoma si cumple tres requisitos:
a) que vaya precedida de una información objetiva de la situación médica, del procedimiento
propuesto, de las alternativas si las hubiera y de las consecuencias que pudieran derivarse de
la decisión adoptada.
b) que sea una decisión tomada voluntaria y libremente, en ausencia de todo tipo de coacción
física o psíquica y de manipulación.
El principio de beneficencia contempla el deber del médico de actuar siempre en beneficio del
paciente, y ofrecer una alternativa terapéutica que sea percibida como beneficiosa para el mismo. El
principio de autonomía va a matizar al de beneficencia, haciendo de lo bueno, o beneficioso para el
paciente, algo subjetivo y entroncado con los valores de cada uno y no algo objetivo y externo a la
persona. Por ello, el paciente decide una alternativa terapéutica que considera buena para él, pero
que puede no coincidir con la opinión de su médico o de la comunidad científica. Como sería el caso
del rechazo al uso de hemoderivados.
El principio de no-maleficencia se basa en la obligación del médico de no hacer daño (primum non
nocere), ni físico ni moral. Cuando se impone un tratamiento, aunque sea con el objetivo de salvar
una vida, se puede estar infligiendo un daño moral irreparable. Los daños morales, como el
menosprecio a la dignidad, son difíciles de valorar objetivamente, ya que dependen de convicciones
y creencias personales. En ocasiones, respetar el rechazo de un tratamiento por parte de un
paciente, puede parecer contario a este principio.
El principio de justicia se refiere al trato justo que hay que dispensar a los pacientes, evitando las
discriminaciones por motivos ideológicos, religiosos, género, etc. Además la actuación profesional
debe orientarse de acuerdo con las circunstancias clínicas y teniendo en cuenta los valores del
paciente, evitando actuar bajo la influencia de prejuicios que puedan causar un trato injusto.
Como se ve, se han definido cuatro principios o criterios éticos que son aplicables al ámbito
sanitario: No-maleficencia, Justicia, Autonomía y Beneficencia y respecto de los que se pueden
establecer , según Diego Gracia, dos niveles de prioridades:
El nivel privado (nivel 2) lo componen los principios de autonomía y beneficencia, propios de una
“ética de máximos”. Depende del propio sistema de valores de cada individuo, del propio ideal de
perfección y felicidad. Es la ética de la felicidad y de lo bueno.
Tanto la no maleficencia como la justicia, son expresiones del principio general: “todos los seres
humanos deben de ser tratados con igual consideración y respeto”. Por ese motivo, cuando esto no
se cumple y se hace daño a la vida social, se comete una injusticia. Asimismo, si el daño se realiza en
la vida biológica, se vulnera el principio de no-maleficencia. Por su parte, entre la no maleficencia y la
beneficencia también hay una relación jerárquica, pues nuestro deber de no hacer daño, o sea, no
perjudicar, es superior al de realizar el bien, esto es, el favorecer a la otra persona. Se nos puede
exigir ser justos o no hacer el daño, pero no nos pueden obligar a que apliquemos el concepto de
beneficencia. En consecuencia, los deberes públicos son jerárquicamente superiores y tienen
prioridad sobre los privados, puesto que los públicos representan el bien común y los privados
representan el bien particular de cada sujeto individual.
Los conflictos se valoran en función de estos principios éticos y se consideran reglas o normas de
conducta que orientan las acciones de las personas, que en el caso de la medicina, ayudan a orientar
al profesional cuando en una situación se enfrentan derechos y deberes.
Cuando nos detenemos en el problema de los Testigos de Jehová debemos enmarcar su actitud en un
rechazo de tratamiento, que al margen de cuestiones legales, es éticamente correcto si cumple una serie
de premisas que no se deberían olvidar. Para poder aceptarlo como uno más de los derechos de cualquier
persona que ejerce su autonomía en decisiones que le atañen, debe haber recibido la información
adecuada, veraz y comprensible sobre las consecuencias del rechazo a cualquier tratamiento. Además
siempre se debe valorar adecuadamente la capacidad para la toma de decisiones de cada persona. El
proceso de toma de decisiones debe ser lo más deliberativo posible, es decir con el mayor y mejor
conocimiento en cuanto a la situación y alternativas, y teniendo en cuenta los valores que entran en
conflicto en el rechazo del tratamiento. Se trata de lesionar lo menos posible los valores e intentar
promocionarlos. Estos valores, no hay que olvidar que son los del paciente en su toma de decisiones y no
los del profesional, que como veremos, influyen en otro proceso de la relación clínica.
El rechazo a recibir transfusiones de sangre, especialmente en casos de riesgo vital para el sujeto, es
origen de la discordancia entre diferentes sensibilidades y, por tanto, de polémica, por cuanto puede
presentarse como un conflicto entre los principios éticos de beneficencia y no maleficencia, y el de
autonomía del sujeto. Por una parte, es razonable considerar que beneficencia y no maleficencia son
aplicables no solo a la esfera física, sino también a la moral, y que, por tanto, imponer un tratamiento
que el sujeto rechaza puede ser un acto maleficente ya que atenta contra su libertad.
6) ASPECTÓS DEÓNTÓLÓGICÓS
Los códigos de deontología son el resultado de la capacidad de autorregulación que el Estado
reconoce a determinadas profesiones entre las que se hallan las profesiones sanitarias. A diferencia
de los deberes públicos, de obligado cumplimiento para todos los miembros de la sociedad, las
normas deontológicas son un conjunto de deberes privados que responden al compromiso social de
ejercer con excelencia las funciones que le corresponden y únicamente obligan a los miembros
pertenecientes al propio colegio profesional.
A veces, estos deberes del médico pueden colisionar con el derecho del paciente a decidir
libremente, y que se encuentra recogido en el artículo 12.1 del mencionado código junto con el 12.2
que recoge el respeto que debe mostrar el médico frente al rechazo del paciente a una prueba
diagnóstica o un tratamiento:
12.1 El médico respetará el derecho del paciente a decidir libremente, después de recibir la
información adecuada, sobre las opciones clínicas disponibles. Es un deber del médico
respetar el derecho del paciente a estar informado en todas y cada una de las fases del
proceso asistencial. Como regla general, la información será la suficiente y necesaria para
que el paciente pueda tomar decisiones.
12.2 El médico respetará el rechazo del paciente, total o parcial, a una prueba diagnóstica o a
un tratamiento. Deberá informarle de manera comprensible y precisa de las consecuencias
que puedan derivarse de persistir en su negativa, dejando constancia de ello en la historia
clínica.
36.4 El médico está obligado a atender las peticiones del paciente reflejadas en el documento
de voluntades anticipadas, a no ser que vayan contra la buena práctica médica.
Otro supuesto serían aquellas situaciones en las que el paciente no está en condiciones de
comprender la información dada por el médico y decidir conforme a dicha comprensión. Esto ocurre
en el caso de personas incapaces o bien de aquellas que no tienen el suficiente grado de madurez
para tomar decisiones como pueden ser los menores de 16 años. En estas circunstancias, el Código
de Deontología establece en sus artículos 13 y 14 que corresponderá tomar la decisión al
representante legal o a los padres. Si el médico considerara que la opción elegida es contraria a los
intereses del representado, podrá solicitar la intervención judicial.
13.2 El médico deberá ser especialmente cuidadoso para que estos pacientes participen en el
proceso asistencial en la medida que su capacidad se lo permita.
13.3 El médico tomará las decisiones que considere adecuadas cuando se dé una situación de
riesgo inmediato grave para la integridad física o psíquica del paciente y no sea posible
conseguir su consentimiento.
13.4 El médico debe fomentar y promover la atención integral a los problemas de salud
mental evitando estigmatizar al paciente psiquiátrico y la institucionalización permanente
como medida terapéutica.
14.1 El mayor de 16 años se considera capacitado para tomar decisiones sobre actuaciones
asistenciales ordinarias.
14.2 La opinión del menor de 16 años será más o menos determinante según su edad y grado
de madurez; esta valoración supone para el médico una responsabilidad ética.
14.3 En los casos de actuaciones con grave riesgo para la salud del menor de 16 años, el
médico tiene obligación de informar siempre a los padres y obtener su consentimiento. Entre
16 y 18 años los padres serán informados y su opinión será tenida en cuenta.
14.4 Cuando los representantes legales tomen una decisión que, a criterio del médico, sea
contraria a los intereses del representado, el médico solicitará la intervención judicial.
7) ASPECTÓS LEGALES
Junto con los principios éticos y el Código de Deontología, el ordenamiento jurídico español
contempla un conjunto de normas legales que orientan y obligan al médico en aquellas situaciones
en las que derechos fundamentales como el derecho a la vida o a la libertad ideológica o religiosa
pueden verse afectados. En situaciones como es el caso del rechazo de tratamiento con
hemoderivados, la autonomía del paciente puede anteponerse a un deber que es prioritario del
médico: salvaguardar la vida de su paciente.
A nivel europeo, el Convenio para la protección de los Derechos Humanos y la dignidad del ser
humano al respecto de las aplicaciones de la Biología y la Medicina. (más conocido como Convenio
de Oviedo), instrumento jurídico internacional con carácter vinculante para los países que lo
suscribieron (en España desde el 1 de enero del año 2000), manifiesta extensamente la necesidad de
reconocer los derechos de los pacientes, destacando el derecho a la información, al consentimiento
informado y a la intimidad. En su artículo 5, se otorga la preponderancia del principio de autonomía
sobre el de beneficencia, dando al individuo la máxima autoridad a la hora de tomar decisiones que
afecten a su salud personal. Ello se traduce en la exigencia del libre e inequívoco consentimiento de
la persona para toda intervención médica o de investigación. Además, en el artículo 9, reconoce la
importancia de los deseos expresado anteriormente, en lo relacionado con voluntades anticipadas o
instrucciones previas.
En estos casos, cuando existe controversia, no pueden darse pautas de actuación válidas para todos
los casos y, según doctrina del Tribunal Constitucional, procede el estudio de cada caso concreto,
ponderando los derechos que se encuentran enfrentados. Además en este análisis se deben tener en
cuenta los aspectos sociales vigentes en el momento de tomar la decisión. Esto implica que cada caso
es distinto, se produce en un momento y unas circunstancias distintas y como tal debe ser
contemplado, por lo que, en la actualidad, aún se siguen dictando sentencias contradictorias en
casos similares según la ideología y convicciones de los jueces.
La necesidad del consentimiento del paciente ante cualquier intervención y su derecho a poder
rechazar cualquier tratamiento se introduce en la legislación española con la promulgación de la Ley
General de Sanidad de 1986. Esta ley se inspira y fundamenta en el principio de respeto a las
personas y reconoce el derecho a la información clínica mediante el consentimiento. Lo que significa
trasmitir al paciente la información adecuada para que pueda dar su consentimiento de forma libre y
consciente, antes de llevar a cabo cualquier tratamiento o intervención quirúrgica.
Por lo que, se modifican los apartados 3, 4 y 5 y se añaden los apartados 6 y 7 al artículo 9 de la Ley
41/2002, de 14 de noviembre, básica reguladora de la autonomía del paciente y de derechos y
obligaciones en materia de información y documentación clínica. Estos apartados tal como ha
quedado redactados, afectarían a las decisiones de todos los menores de 18 años, pero también a los
enfermos en situación de especial vulnerabilidad como son aquellos que han perdido o están
perdiendo su competencia (capacidad de hecho) debido a la evolución de la de la enfermedad.
Las personas entre 16 y 18 años pasan, con esta reforma, a ser todas consideradas incapaces en
situaciones de enfermedad grave y por tanto necesitan un consentimiento por sustitución o
representación como al resto de menores y de no competentes de todas las edades. Además, para
las situaciones graves el representante o sustituto también puede tener dificultades para formalizar
El respeto por las convicciones religiosas e ideológicas que conlleva el rechazo de determinados
tratamientos médicos, como la transfusión de sangre y hemoderivados, adquiere especial relevancia
cuando entra en colisión con el derecho a la vida. En este sentido existe una evolución de la doctrina
jurisprudencial hacia la flexibilización y el respeto a la decisión capaz, libre, voluntaria y consciente de
un paciente mayor de edad respecto de cualquier intervención médica corporal, como lo es una
transfusión de sangre. En el mes de enero de 2011, de la Audiencia Provincial de Lleida (auto 28/11
de 25/01/2011), rechaza una sentencia del juzgado de instrucción número 1, en la que se había
autorizado una transfusión a un testigo de Jehová, que previamente la había rechazado. En ella se
señalaba que “aunque ha de resultar francamente difícil para los profesionales mantener una actitud
pasiva que, a la postre, pueda desembocar en el fallecimiento del paciente que no acepta la
transfusión […] La decisión de la paciente de no prestar su consentimiento a la intervención médica
debió respetarse”. Todo ello en línea con la promulgación de la Ley 41/2002 y la Ley General de
Sanidad, que recoge que el adulto capaz puede oponer su objeción al tratamiento médico,
debiéndose respetar su decisión, salvo que con ello ponga en peligro derechos o intereses ajenos,
lesione la salud pública u otros bienes que exigen especial protección.
La sentencia 154/2002 del 18 de julio del Tribunal Constitucional, supone un punto de inflexión a
partir del cual se matiza esta prevalencia del derecho a la vida, hasta el punto de que en algunos
casos se hace primar la voluntad capaz, libre, voluntaria y consciente del paciente sobre el derecho
a la propia vida., en ella se recoge el recurso de los padres (testigos de Jehová) de un niño de 15 años
que fueron condenados en el año 1997 en la sala de lo penal del Tribunal Supremo por delito de
homicidio por omisión. Los padres se opusieron a una transfusión necesaria para la vida de su hijo
(niño que presentaba hemorragia por caída y experimentaba una leucemia que no se le había
diagnosticado hasta entonces). Los médicos de Urgencias solicitaron autorización judicial para
transfundir, autorización que les fue concedida aunque no se hizo debido a la oposición del niño, sin
que los médicos apreciaran coacción de nadie.
La sentencia del Tribunal Constitucional revoca la sentencia del Tribunal Supremo sobre la base de
que:
No se puede exigir a los padres que disuadan al menor de su decisión en contra de sus
propias convicciones religiosas. Además, los padres hicieron todo lo que pudieron (excepto la
transfusión) para intentar salvar la vida de su hijo.
Otras sentencias del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, relacionadas con estos temas, e
importantes desde el punto de vista de la jurisprudencia son:
8) LA ÓBJECIÓN DE CÓNCIENCIA
Dentro de este contexto, es importante hacer referencia a la objeción de conciencia del profesional
sanitario. Y su planteamiento y posterior actuación ante la posibilidad de que un paciente se niega a
recibir un tratamiento con hemoderivados o se niega a aceptar y firmar un consentimiento
informado en el que se plantee la posibilidad de utilizar hemoderivados en caso de necesidad.
¿Puede el médico, en estos casos, alegar la objeción de conciencia, entendida como su negativa, por
razones estrictamente personales, de moral individual, al cumplimiento de un deber jurídico que en
este caso consistiría en la intervención respetando la negativa del paciente a la trasfusión de sangre
en todo caso?.
Sin embargo, este derecho fundamental no ha tenido, en lo que respecta al contexto sanitario, una
desarrollo adecuado. Se han planteado diversas cuestiones y ninguna ha sido convenientemente
resueltas por la Jurisprudencia (las sentencias más recientes del Tribunal Constitucional cambian de
criterio respecto de las anteriores), ni tampoco por parte del legislador, solo ha tenido un desarrollo
específico, con rango de ley, en el ámbito del servicio militar en el año 1984 y más recientemente con la
Ley 2/2010 sobre Salud Sexual y Reproductiva y de interrupción voluntaria del embarazo (art. 19.2). En
esta última se contempla como derecho, pero que será articulado en un desarrollo futuro de la ley.
A pesar de que no existe una legislación específica sobre la objeción e conciencia, hay posturas amplias,
que consideran que el derecho de objeción de conciencia es un derecho fundamental, que estaría
incluida dentro del contenido del derecho fundamental a la libertad ideológica, religiosa y de
conciencia reconocidos en el art. 16 de la Constitución Española. La STC 145/2015 de 25 de junio de
2015 y la STC 53/1985 lo contemplan con claridad. Es más, la STC 53/1985 hasta contempla que el
derecho de objeción podría ser ejercido o alegado directamente sin necesidad de que tuviera un
desarrollo normativo (“…el derecho a la objeción de conciencia existe y pude ser ejercido con
independencia de que se haya dictado o no tal regulación. Forma parte del contenido del derecho
fundamental a la libertad ideológica y religiosa reconocido en el art. 16.1 CE y, como se ha indicado
este Tribunal en diversas ocasiones, la Constitución es directamente aplicable, especialmente en
materia de derechos fundamentales”).
Pero otra parte de la doctrina llega incluso a negar la posibilidad del ejercicio del derecho a la
objeción de conciencia en los supuestos de rechazo a la trasfusión de sangre por convicciones
religiosas. Según estas formulaciones, el paciente no tiene obligación de someterse a un tratamiento
(art. 2.4 de la Ley de Autonomía del Paciente), por lo que no tiene el deber de conservar la salud o la
propia vida. En realidad, el derecho a la vida y a la integridad física vienen configurados en la
Constitución Española como derechos y no como deberes. La situación de peligro para la propia vida
como consecuencia de la negativa a un tratamiento, no está configurado como un límite legal a la
negativa o rechazo al tratamiento. Por tanto, y como conclusión, no existiría un derecho de objeción
de conciencia propiamente dicho a los tratamientos médicos dirigidos a conservar la salud o la vida
porque estos no son obligatorios.
Para evitar la inseguridad jurídica citada anteriormente, sería necesario el desarrollo legal del
derecho de objeción de conciencia, estableciendo expresamente, cuando menos, su concepto,
supuestos o ámbitos concreto de ejercicio, requisitos y procedimiento de su ejercicio y personal
sanitario que puede ejercerlo
9) RECÓMENDACIÓNES DE ACTUACIÓN
En primer lugar, es fundamental el respeto a los derechos de los pacientes en su rechazo a cualquier
tratamiento, siempre que estén bien informados y comprendan esa información y las consecuencias
de la decisión tomada.
También, importante señalar, que las decisiones y consecuente actuación pueden estar mediatizadas
por el carácter de emergencia o urgencia. Una situación de emergencia no admite un tratamiento
diferido en el tiempo una vez diagnosticada, mientras que una situación de urgencia permite que el
tratamiento pueda efectuarse durante las siguientes 24 horas desde el diagnóstico.
Actuación general
o El diálogo debe realizarse a solas con el paciente, para evitar cualquier influencia
derivada de la presencia de algún familiar o miembro de la congregación. Es obligación
del médico responsable asegurarse de que el consentimiento o rechazo sea prestado de
forma libre y voluntaria.
o En esa relación clínica fluida es preciso asegurar al paciente testigo de Jehová que se
respetará siempre su decisión, cualquiera que ésta sea (ser o no ser transfundido).
Siempre será una decisión personal, y se debe explicar que llegado el caso, si
clínicamente se considerara la transfusión imprescindible para salvar su vida, se
realizaría, si ese es su deseo, guardando estrictamente la confidencialidad, siguiendo
circuitos de absoluto anonimato y en lugares de acceso restringido. El facultativo no
podrá revelar información a familiares ni allegados si el paciente se lo ha prohibido. En
resumen, se debe ser exquisito en todo lo relacionado con la confidencialidad e intimidad
del y para con el paciente en todos estos casos. Se trata de información y decisiones que
forman parte de la historia clínica del paciente.
o Por otro lado no se puede imponer a los profesionales que estén completamente
conformes con la decisión del paciente. La obligación de respetar la decisión del paciente
en función de sus creencias puede tener sus límites y, el médico puede ejercer la
objeción de conciencia, pero debe informar al paciente de su derecho a cambiar de
equipo médico o a ser remitido a otro centro. Este médico solo puede ejercer la objeción
cuando existe una probabilidad razonable de tener que transfundir (así, no puede objetar
ante una intervención que habitualmente presenta un sangrado escaso). Sobre la
o La institución facilitará el traslado a otra institución que realice estos tratamientos sin
utilización de hemoderivados.
o En aquellos casos en los que se prevé con antelación la necesidad de tratamientos con
sangre o hemoderivados, necesidad que es rechazada por el paciente, se le informará y
facilitará la libre elección, que será tramitada por la institución a través del SAIP.
Posibles conflictos
De todo lo expuesto anteriormente, puede deducirse que en relación con las intervenciones
médicas sobre menores de edad y en función de la voluntad expresada por ellos o sus
representantes legales, pueden plantearse diferentes conflictos de intereses. La solución
debe analizarse distinguiendo los siguientes supuestos:
En estos casos el médico debe plantear el conflicto ante el Juzgado de Guardia, directamente
o a través del Fiscal, sin perjuicio de que si se produce una situación de emergencia pueda,
sin autorización judicial, llevar a cabo la intervención amparado por la causa de justificación
de cumplimiento de un deber y de estado de necesidad.
En este supuesto no existe un conflicto entre los deseos y opiniones del menor y sus
derechos a la vida y la salud, por lo que debe tenerse en cuenta la capacidad de
autodeterminación que la ley reconoce al menor maduro, pudiendo el médico aplicar el
tratamiento sin necesidad de autorización judicial.
El médico no puede aceptar la voluntad de los representantes del menor, pues se encuentra
en una posición de garante respecto de su paciente. Por ello habrá de plantear el conflicto
ante el Juzgado de Guardia (ver anexo), bien directamente o a través del Fiscal, para obtener
un pronunciamiento judicial.
No obstante, en situaciones urgentes puede el médico directamente aplicar el tratamiento
frente a la voluntad de los padres, estando su conducta plenamente amparada por dos
causas de justificación: cumplimiento de un deber y estado de necesidad justificante.
o Ante pacientes de menos de 16 años, cuando sean los padres o tutores quienes
rechacen el uso de hemoderivados por razones religiosas, al igual que si existe
discrepancia entre los mismos padres o tutores, se debe transfundir, siempre
que sea un tratamiento imprescindible y el único que permita salvar la vida del
menor. Esto es válido para situaciones tanto urgentes como no urgentes,
procediendo a comunicar el caso al Juzgado (ver anexo) y reflejándolo todo en la
Historia Clínica.
SI
Emergencia vital Transfundir (salvo que sea posible
Paciente de 16 – 18 años (*)
inmediata pedir su consentimiento o consultar
o menor emancipado
instrucciones previas)
NO
Reforzar información al Reforzar información al
paciente NO paciente y su familia
Incluye
Formulario de CI Consulta
con consentimiento Consultar a los familiares rechazo
Formulario CI registro
transfusión o allegados transfusión
de RECHAZO
transfusión
Consulta
representante
Consultar al juez en caso designado en IP NO
de conflicto
SI
(*) En el caso de pacientes entre 16 y 18 años en situaciones de grave
riesgo para la vida o salud del menor, según el criterio del facultativo se
consideran incapaces y se necesita consentimiento por sustitución.
No transfundir Transfundir (Articulo 9 de la Ley 41/2002, modificado por ley 26/2015 de 28 de julio) No transfundir
ATENCIÓN A PACIENTES QUE RECHAZAN SANGRE O HEMODERIVADOS
(1)
Paciente adulto con posible Adaptado de Gómez Martínez ME, Simón Lorda P. (editores). 2011
indicación quirúrgica
Sesión clínica conjunta de
los profesionales
Propuesta
Consulta programada implicados
solicitud
Cita servicio quirúrgico cirugía a
servicios de Decisión de los profesionales
anestesia,
intensivos,
hematología,
¿El paciente rechaza etc.
una posible transfusión Consulta programad con
sanguínea? Paciente pendiente de Cita
profesionales implicados
nueva cita
con el paciente
NO SI SI
SI NO SI
¿Algún profesional acepta la ¿Se trata de una cirugía ¿Se acepta la solicitud
intervención quirúrgica sin compleja con riesgo de intervención sin
transfusión? transfusional significativo? transfusión?
Formulario CI
intervención
quirúrgica
Formulario CI
intervención
quirúrgica
NO
NO
Formulario CI
rechazo
transfusión
Revalorar alternativas
Revalorar alternativas
Recomendación
de hacer
instrucciones
previas
Ingreso en
lista de Gestionar derivación a otro
Ingreso en lista de Gestionar derivación a otro
espera hospital (libre elección)
espera quirúrgica hospital (libre elección)
quirúrgica
ATENCIÓN A PACIENTES MENORESDE 16 AÑOS
(1)
Adaptado de Gómez Martínez ME, Simón Lorda P. (editores). 2011
(1
Adaptado de Gómez Martínez ME, Simón Lorda P. (editores). 2011
SI
Paciente menor de 16 años Emergencia vital
inmediata Transfundir
NO
Reforzar información del Reforzar información del
menor y de los padres
SI menor y de los padres
Sus padres se
NO
oponen a la
transfusión
12 – 16 años
< 12 años
< 12 años 12 – 16 años
¿qué edad tiene? ¿qué edad tiene?
¡¡SIEMPRE
OPTIMIZAR LAS
Reforzar información ALTERNATIVAS A
Reforzar información
Escuchar su opinión LA TRANSFUSIÓN
Escuchar su opinión
SANGUÍNEA!!
Evaluar su capacidad Evaluar su capacidad
NO Formulario de CI de
¿puede considerarse consentimiento de Registrar en
transfusión
NO
capaz? historia clínica
¿puede considerarse
capaz?
SI
NO SI
¿El menor rechaza la NO
¿El menor rechaza la
tranfusión?
tranfusión?
Características
Situación clínica Escenarios clínicos Conflictos Recomendaciones
del paciente
Mayor de edad y Estable Paciente en espera de Negativa a la firma de DCI Utilizar el DCI específico para TJ
capaz intervención quirúrgica ordinario para el procedimiento
programada o prueba Manifestación de su condición
de TJ en el antequirófano Si se prevé una pérdida
diagnóstica invasiva de consciencia, alcanzar
Riesgo de sangrado durante
el procedimiento un acuerdo entre
profesional y enfermo
En casoalde
previo no alcanzarse un
procedimiento
acuerdo, solicitar la mediación
del CEA
No transfundir al enfermo
mientras se encuentre
consciente
Evolución de la situación 1
Mayor de edad y Inconsciente por el Paciente inconsciente Riesgo de hemorragia durante No transfundir al enfermo
capaz que pierde procedimiento durante el procedimiento mientras se encuentre
la consciencia tras anestésico o por la un acto quirúrgico Empeoramiento de su estado consciente
haber manifestado evolución de su programado o urgente por la evolución del proceso Cuando se produzca la
su rechazo a la situación clínica no vital urgente no vital inconsciencia, aplicar
transfusión Paciente que pierde la (apendicitis, el acuerdo alcanzado
consciencia por una incarceración, etc.) con el enfermo
anemia grave sin Ausencia del DCI
transfusión
Menor de edad no Inestabilidad clínica Cirugía de urgencia en Negativa de los tutores Transfundir si la situación
maduro (< 12 años) y riesgo elevado estado de necesidad vital o representantes a la no admite demora
en situación vital de muerte Situaciones clínicas transfusión Solicitar la valoración al CAE
cuyos tutores caracterizadas por el Riesgo de muerte sin si la situación admite demora
rechazan la sangrado agudo y masivo transfusión
transfusión
Menor de edad Inestabilidad clínica Cirugía de urgencia en Negativa del menor a la Oír al menor
maduro (> 12 años y riesgo elevado estado de necesidad vital transfusión Transfundir si la situación
y < 16 años) en de muerte Situaciones clínicas Negativa de los tutores a la no admite demora
situación vital que caracterizadas por la transfusión Solicitar valoración al CAE
rechaza la hemorragia aguda Riesgo de muerte sin transfusión si la situación admite demora
transfusión(*) y masiva
Dejando al margen situaciones muy concretas a tratar en cada caso, nos debemos centrar en las
consideraciones más comunes.
Así, como norma general el aportar sangre y hemoderivados a cualquier tipo de paciente (Testigo o
no) debe restringirse a las indicaciones establecidas con estándares correctos respecto a la buena
praxis. La tendencia universal debe ir en esa línea intentando prevenir y preservar de pérdidas
innecesarias o negligentes para incrementar el número de actuaciones en que no sea necesario el
aporte de ese bien escaso.
Ya hemos advertido que las situaciones clínicas no son agrupables en el mismo contexto. Nos
centraremos en intervenciones quirúrgicas o exploraciones diagnósticas programadas, donde el
transfundir puede llegar a no ser necesario si se tienen en cuenta ciertas medidas cautelares. Muy
diferente de lo que sucede en tratamientos de procesos hematológicos o sépticos prolongados,
donde el aporte de sangre y hemoderivados forma parte de un tratamiento integral.
Siempre que se vaya a programar una intervención en la que se intenta llevar a cabo un tratamiento
sin sangre será conveniente tener en cuenta unas premisas generales entre las que se incluyen el
formar un equipo interdisciplinar de los profesionales que deben intervenir antes, durante y después
de la intervención. Realizar un exhaustivo estudio previo tanto del paciente como del tipo de
intervención para valorar, con el inherente margen de incertidumbre, el riesgo transfusional.
Formular un plan de estrategias conjuntas para minimizar las pérdidas hemáticas e informar al
paciente sobre el planteamiento de actuaciones para obtener su consentimiento. Optimizar el estado
del paciente con anterioridad a la intervención evitando
Una vez concluido el acto quirúrgico extremar la vigilancia sobre la posibilidad de un resangrado. Si
ello ocurriese proponer una actuación inmediata con un perfil temporal de espera inferior a los
pacientes que pueden recibir sangre.
Deben ser extremadas. Aunque hay muchas, y los profesionales las conocen bien, podríamos señalar
como pequeñas guías un tipo de anestesia hipotensora controlada, la ventilación con flujos altos de
oxígeno, adecuado posicionamiento del paciente para evitar congestiones venosas, empleo de
fármacos o tratamientos locales que controlen la hemostasia, rigurosa vigilancia de eventos
hemodinámicos y su rápida corrección a través de reposiciones de volemia, controlar y tratar
taquicardias desestabilizadoras. Siempre que sea posible utilizar técnicas locales o regionales y dejar en
Al margen de actitudes quirúrgicas concretas que repasaremos, existen unas medidas generales que
no deben se despreciadas como el intento de una cirugía mínimamente invasiva, la hemostasia
quirúrgica cuidadosa, el uso racional del manguito de isquemia, el empacamiento de hemorragias
venosas no controlables y hasta la optimización meticulosa de los tiempos quirúrgicos, evitando
tiempos muertos innecesarios.
Dentro de lo admisible por la totalidad o una parte de la Comunidad de Testigos de Jehová vamos a
repasar la utilidad real que pueden tener cada una de esas vertientes y el uso que los profesionales
pueden dar.
1. FÁRMACOS
Cristaloides y coloides.
Aunque no siempre es una solución definitiva para controlar los problemas, es una alternativa sin
límite dentro de la práctica habitual.
Se pueden utilizar sin problema alguno. Reconsideración especial para el fibrinógeno (RIASTAP)
que parece no haber sido obtenido hasta la fecha mediante actuación recombinante.
Desmopresina
potasio. Aunque la desmopresina ayuda a reducir las pérdidas de sangre, el efecto es tan pequeño
que tiene escasa repercusión sobre la necesidad de transfundir (6 - 7). De hecho, su indicación se
limitaría al reducido número de pacientes con hemofilia A leve y con la enfermedad de Von
Willebrand que responda positivamente al tratamiento. No obstante, su utilización queda en
manos de los encargados de llevar a cabo la actuación.
La eritropoyetina es una glicoproteína secretada por las células intersticiales de la corteza renal ante
el estímulo hipóxico. En la actualidad la eritropoyetina humana recombinante es una molécula con
la misma secuencia de aminoácidos que la hormona natural, y con la misma actividad biológica, y
que, administrada por vía subcutánea mantiene niveles muy estables. Los fundamentos de su
utilización estriban en estudios que abogan que la utilización de 300 UI/k/día durante quince días
antes de la cirugía, o bien una dosis semanal de 600/UI durante tres semanas antes, requieren
menos necesidad de transfundir que los no tratados (8)
Aunque es cierto que en la literatura científica se están planteando usos cada vez más amplios de la
eritropoyetina en estas situaciones, al haberse constatado que su utilización en pacientes
oncológicos o con insuficiencia renal crónica ha mostrado un incremento en la morbilidad
cardiovascular y en la mortalidad, se ha generado cierta inquietud, lo que ha motivado una Nota
Informativa de la Agencia Española del Medicamento y Producto Sanitario al respecto. Por ello para
cualquier uso diferente deberá autorizarse por la autoridad sanitaria, al tiempo que se solicitará el
consentimiento explícito del paciente respecto a esa terapia concreta. (9)
Ácido tranexámico
autores que lo consideran efectivo reduciendo las necesidades de transfusión perioperatoria hasta
otras opiniones más dudosas. (10). Si parece mejorar el transporte de oxígeno a los tejidos cuando
los niveles de hemoglobina descienden por debajo de los límites fisiológicos tolerables. Se ha
utilizado en algunas terapias en Testigos de Jehová reduciendo las pérdidas de sangre y como un
tratamiento más de apoyo
Aunque el Factor VII recombinante aparece referenciado en la literatura como una alternativa de
transfusión de sangre alogénica que puede usarse de forma general en pacientes que rechazan
terapia con sangre y hemoderivados, lo cierto es que, su utilización se contempla con carácter muy
restrictivo. De una parte, se restringe su empleo a tratamientos de episodios hemorrágicos agudos
de difícil control. En estos casos, su empleo no ha cumplido con grandes expectativas de eficacia,
incluso a pesar de usarse en paciente sometidos a trasfusiones. En la actualidad su indicación ha
quedado circunscrita a tratamientos de episodios hemorrágicos y prevención de hemorragias en
pacientes hemofílicos, con tromboastenia de Glanzmann y con déficit congénito de factor VII.
Además, existen datos de que el riesgo de sufrir eventos adversos trombóticos graves, por lo que no
debe ser considerada un medio para reducir las transfusiones perioperatorias en los pacientes que
no entren en los grupos anteriormente citados que incluyen a los Testigos de Jehová.
Aprotinina.
Todos los avances en el conocimiento de la hematopoyesis y en las terapias eficaces para procesos
hematológicos han aportado alternativas importantes como son los factores estimuladores de
granulocitos, macrófagos y plaquetas, así como diferentes interleukinas. En los procesos hematológicos
el aporte de sangre y hemoderivados es una parte más del tratamiento, con los inconvenientes que ello
reporta en los Testigos de Jehová. No obstante, se han comunicado terapias alternativas en las fases
aplásicas secundarias al propio problema o como consecuencia de la quimioterapia. Se han utilizado
factores estimulantes plaquetarios (Romiplostim) y factores estimulantes de granulocitos y
macrófagos (G-CSF y GM-CSF) con resultados dispares. Incluso en el contexto de trasplante de médula
ósea. Parece cierto que establecer un protocolo de una terapia bajo esas premisas en patologías
de esta índole supone un enorme riesgo, al margen de atentar con mayor énfasis sobre el
principio de justicia.
Actualmente parece no existir problemas para su aceptación y podrían ser alternativas para aquellas
enfermedades autoinmunes que a la larga pudieran requerir aportes de sangre o hemoderivados.
Interferón.
Entra dentro de los que se debe solicitar explicación y consentimiento del paciente, ya que, aunque
proviene de la secreción por parte de linfocitos CD4, CD8 y otras citoquinas que han contactado
con algún virus, no son estructuras celulares propiamente dichas. Podría ser de utilidad en algunos
procesos, pero debe ser admitido por el paciente.
Una promesa terapéutica es el Hemopure. Ultrafiltrado de eritrocitos bovinos que han sido polimerizados
lo cual se traduciría en una menor afinidad por el oxígeno y más fácil liberación en los tejidos. Cada unidad
de 250 ml contiene treinta gramos de hemoglobina. A través de técnicas patentadas es purificado para
remover agentes infecciosos: bacterias, virus y priones. Produce un ligero incremento de la presión
arterial y disminución del índice cardiaco, al parecer por efecto sobre el óxido nítrico.
El Hemopure fue aprobado en Sudáfrica en el 2001 para el tratamiento de la anemia aguda con el fin de
eliminar o reducir la necesidad de transfusiones alogénicas.
En los Estados Unidos está detenida hasta tanto la compañía resuelva algunas dudas planteadas por
la FDA.
2. ACTUACIONES INTRAOPERATORIAS
Hipotensión controlada.
Reinfusión intraoperatoria.
Conocida también como Cell-Saver, es una técnica utilizada en cirugías donde se presume que van
a existir pérdidas masivas de sangre. Empleada por primera vez en la década de los setenta, la
compañía Haemonetics diseñó un dispositivo de autotransfusión que consistía en llevar la sangre
del campo quirúrgico a un recipiente donde es anticoagulada y posteriormente transportada a un
segundo recipiente para ser “lavada” del plasma y de los detritus que pudiese contener. Las células
Estas y algunas más pueden ser ALTERNATIVAS A LA CIRUGIA SIN SANGRE, pero existe un problema
importante.
Pocos Centros disponen de una preparación, tanto profesional como institucional y logística para
llevar a cabo estas terapias de riesgo. Y en casi todos los protocolos existentes, cuando el equipo
encargado de actuar no acepta la situación, siempre aparece la “coletilla” de que el paciente debe ser
trasladado a otro Hospital. Pero la pregunta es; ¿a cuál? El ejemplo lo tenemos en nuestro propio
ámbito asistencial.
Resulta mucho más complicado dado que la reposición de sangre, plaquetas, plasma y demás
forman parte integral del tratamiento de los eventos aplásicos como consecuencia de la
quimioterapia. Aquí excepto la preparación con hierro, eritropoyetina, factores estimulantes de
neutrófilos y plaquetas, intento de control de las infecciones intercurrentes, poco más se puede
añadir.
C. CONCLUSIÓN
Las técnicas de ahorro sanguíneo pueden ser útiles en pacientes Testigos de Jehová que incluso sean
sometidos a cirugías mayores. Y son alternativas con fundamentos científicos para reconsiderar. El
conocimiento de las opciones profilácticas o terapéuticas permite mejorar las condiciones
preoperatorias y minimizar las pérdidas durante la cirugía. Es necesario identificar al paciente con
Es necesario incrementar el conocimiento sobre las técnicas ahorradoras de sangre arriba expuestas
y fundamental exigir a los agentes del Sistema de Salud la necesidad de que estas técnicas estén
disponibles a medida que las investigaciones puntualizan sobre sus ventajas.
Se puede considerar que el derecho a la objeción de conciencia es, en primer lugar, un derecho moral,
ya que toda persona tiene derecho a construir su concepción particular de la existencia, que incluye
una determinada escala de valores, y a mantenerse coherente en su conducta. Sobre esta base se
puede afirmar que, en virtud de la fidelidad que se debe a sí misma, toda persona posee el derecho
moral a oponerse a alguna acción que violente su conciencia.
La conciencia, pues, no es un reducto irracional sino que es un reducto (la última autoridad moral
es uno mismo) racional, dialógico y responsable... A la vez, no es un soliloquio, ni un mero
monólogo interior. La persona tiene que rendir cuentas, debe darse y dar razones públicas, del por
qué no quiere llevar a cabo lo que es un deber jurídico, contractual o profesional...
Esto nos lleva a ser conscientes de los límites de la objeción de conciencia dentro de una sociedad
plural y abierta como es la nuestra, donde se debe garantizar el respeto a las personas y a la
convivencia pacífica de quienes objetan y de los que no,
ya sea en el ámbito público como en el privado. Garantizar el pluralismo es dar cabida al disenso, no
desvirtuarlo considerando al objetor como una “excepción” que se debe penalizar o censurar...
Un estado de derecho que recibe su legitimidad de las fuentes de la dignidad, libertad y exposición
crítica de los argumentos vía diálogo, debe respetar la conciencia. el disentimiento debe estar
garantizado en sociedades moralmente plurales...El disenso no es solo una cuestión personal, ya que el
que disiente no lo hace sólo a título individual sino que quiere dar razones a los demás de los motivos
de su desacuerdo...Esto comporta expresar con honestidad las razones sobre el daño moral que se cree
que se infringiría a uno mismo si hiciera la acción contra la que objeta, sin dejar de considerar, con la
mirada atenta y respetuosa, qué consecuencias tiene en otras personas. en este sentido, se puede
comprender una objeción específica o limitada en algunos casos, y que pueda manifestarse no en
términos de “todo o nada”, sino ponderando el contexto...
En el caso que nos ocupa, debemos distinguir también entre objeción profesional o “reticencia moral del
profesional”. Serían aquellos casos en que no hay un principio moral y una norma legal enfrentados, sino
En este contexto, la posible objeción del profesional a dejar de hacer aquello que cree que es su deber
no puede comportar nunca la imposición de una acción contra la voluntad de la persona, vulnerando
su autonomía. Por lo tanto, el respeto a esta posible objeción pasará siempre por retirarse del caso,
pero buscando una
alternativa que suponga no abandonar al paciente y dar continuidad a su asistencia con otro
compañero o dentro del equipo...
El contexto económico y de redefinición del estado del bienestar, con decisiones institucionales o
corporativas ante estos nuevos escenarios y la manera de afrontarlos pueden generar un conflicto de
valores con el profesional que debe aplicar ciertas directrices o instrucciones. Desde el momento en
que un médico debe tomar decisiones teniendo en cuenta criterios económicos, de financiación de
contención del gasto, atendiendo a las preferencias o exigencias de los pacientes de otras culturas y de
acuerdo con sus costumbres, las dificultades idiomáticas y de comunicación, etc., estamos ante un
nuevo escenario para el que probablemente ni ha recibido la preparación necesaria y que choca con su
marco deontológico y de principios éticos.
La actitud del profesional que se enfrenta a estos conflictos y se rebela no escapa delámbito del conflicto
ético, pese a no entrar dentro del ámbito específico de la objeción de conciencia. Debemos
reflexionar y buscar soluciones antes de que puedan surgir conflictos más grandes con repercusión
social inevitable.
Entretanto, y ante el caso concreto, es muy recomendable que el profesional no se encuentre solo y se
sienta con la libertad de poder plantear el conflicto al Comité de Ética Asistencial de su centro, o al de
referencia, con el fin de debatirlo en un contexto interdisciplinar en la búsqueda de una solución de
consenso que le ayude a apaciguar su conflicto interno. “
ACTUACIONES PREVIAS
INTERVENCIÓN URGENTE
2. El paciente se encuentra inconsciente o se aprecia que tiene una disminución del nivel de
conciencia:
MENORES DE 12 AÑOS
MENOR MADURO:
ii. No es urgente: el personal sanitario está obligado a aceptar los deseos del
paciente y EVITAR EL USO de sangre y/o sus derivados, so pena de
quebrantar su voluntad y conculcar su derecho. Plantear conflicto en el
juzgado o ante la Fiscalía de menores