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Todos los Estados, entonces, deben poder contar con capacidad de:
Población. Ningún Estado existe sin una población que lo integre, por
grande o diminuta que sea, o por diversa que ésta pueda resultar en materia
cultural, racial o lingüística. De hecho, existen muchos Estados plurinacionales
(varias naciones organizadas en un mismo Estado), ya que lo importante es
que los pobladores estén de acuerdo en regirse por las mismas instituciones y
compartir un destino político afín.
Soberanía. Ningún Estado existe si otro toma por él sus decisiones, así que
todo estado requiere de autonomía y de fuerza para ejercer y defender sus
decisiones. De no poseerlo podremos estar frente a una colonia, un Estado
asociado u otras formas de dominación de un Estado sobre otro.
Nación y gobierno
Los gobiernos son gestiones de los recursos e instituciones del Estado, que
varían conforme a las reglas políticas y jurídicas de un país, y que luego ceden
el turno a otros actores políticos para ejercer su propio gobierno, sin que ello
implique normalmente cambios drásticos en la estructura del Estado. Los
gobiernos pasan y están constituidos por una clase política electa o dominante;
los Estados, en cambio, son duraderos y abarcan al total de la población de un
país. La suma de todo el patrimonio público por ende equivale al Estado, no al
gobierno.
Las naciones, por su parte, son conjuntos de personas que comparten vínculos
históricos, culturales, a veces étnicos, por lo general lingüísticos, y que se
reconocen como una colectividad, ya sea que tengan o no un Estado propio
para administrar. El concepto de nación es similar al de “pueblo”: en un mismo
Estado pueden existir diversas naciones o pueblos, como es el caso del Estado
Plurinacional de Bolivia, compuesto por una población mixta de diversas etnias
o naciones indígenas.
Es decir, los partidos políticos son los mediadores entre la sociedad y los entes
del Estado, expresan el pluralismo y la voluntad de los ciudadanos, por tanto,
son un instrumento importante para el trabajo político. No obstante, cabe
recordar que los partidos políticos no tienen poder público ni orgánico pero sí
tienen relevancia pública.
Ahora bien, el origen de los partidos políticos no está muy claro. Sin embargo,
se considera que se iniciaron en el senado romano, aunque no fue sino hasta
siglo XIX que se comenzaron a organizar y estructurar como los partidos
políticos que existen actualmente y que, incluso, poseen base constitucional.