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Se considera que David nació hacia el 1040 en Belén de Judá. Las tradiciones relacionadas
con su entrada en la corte son dos. La primera tiene que ver con la presentación de David
como un guerrero que llama la atención de Saúl por su valentía, habiendo incluso matado a
Goliat (1S 17,1-58). La otra tradición presenta a Saúl como una persona enferma, aliviado
solo por los cantos de David (1S 16,14ss). Luego, el texto bíblico cuenta que, por su victoria
sobre los filisteos, todas las mujeres de Israel salían a cantar: “Saúl mató a mil, David a diez
mil” (1S 18,7), y esto despertó la envidia en Saúl. A pesar de la amistad de David con Jonatán,
príncipe heredero, hijo de Saúl y de que su matrimonio con Mical, lo convertía en yerno del
rey (1S 18,17ss), los injustificados recelos del monarca hacia David empujaron a este a la
ruptura total: primero a huir, después a vivir en el desierto de Judá y finalmente a pasarse a
los filisteos con la tropa que entre tanto había ido reuniendo (más tarde constituirá el núcleo
central de sus tropas personales, originalmente formadas por gente al margen de la ley; 1S
22,1s). Tras la muerte de Saúl, David supo aprovechar con habilidad su posición de fuerza,
el caos reinante en el Norte y la neutralidad de los filisteos, y acabó haciéndose coronar
sucesivamente rey de Judá y rey de Israel1.
1
Soggin, Nueva historia de Israel, 84-85.
3
2
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 124.
3
Carbajosa, La Biblia en su entorno, 226.
4
Sin embargo, no todo fue paz y esplendor en los días de Salomón. El autor bíblico subraya y
condena el esmero con que Salomón favoreció el culto de dioses extranjeros, por culpa de su
harén. En 1R 11,1-8 aparece la censura que el autor hace a las relaciones diplomáticas
establecidas por Salomón, es una interpretación de la historia desde la mentalidad de la época:
“1El rey Salomón amó a muchas mujeres extranjeras, además de la hija del faraón: moabitas,
amonitas, edomitas, sidonias e hititas, 2de los pueblos de los que había dicho Yahvé a los
israelitas: ‘No os unáis a ellas, ni ellas a vosotros, pues seguro que arrastrarán vuestro corazón
tras sus dioses». Pero Salomón se unía a ellas por amor. 3Tuvo setecientas mujeres con rango
de princesas y trescientas concubinas. 4Siendo ya anciano, las mujeres de Salomón desviaron
su corazón tras otros dioses, y su corazón no perteneció por entero a Yahvé su Dios, como el
corazón de David, su padre. 5Salomón marchaba tras Astarté, diosa de los sidonios, y tras
Milcón, abominación de los amonitas. 6Salomón hizo lo que Yahvé reprobaba, y no se
5
mantuvo del todo al lado de Yahvé, como David su padre. 7Por entonces Salomón edificó un
altar a Camós, abominación de Moab, sobre el monte que está frente a Jerusalén, y a Milcón,
abominación de los amonitas. 8Lo mismo hizo con todas sus mujeres extranjeras, que
quemaban incienso y sacrificaban a sus dioses”.
3.2 LOS DOS REINOS: ISRAEL (931-722 A.C.) Y JUDÁ (931-586 A.C.)
El reinado de Salomón termina con un prestigio negativo. A su muerte, muchos israelitas
querían un rey más justo, pues había sufrido por los altos impuestos y los trabajos forzados.
Su hijo, Roboam, no solo rehusó cambiar la situación, sino que la hizo aún más grave. Según
1R 12,1-19 los representantes de las tribus del norte se reunieron en Siquén e invitaron a la
reunión a Roboam, el nuevo soberano, para tratar las condiciones de su reinado. Sin embargo,
no quiso escuchar a los ancianos de Israel, que pedían una disminución de los gravosos
tributos y de los pesados trabajos que les había impuesto Salomón.
De este modo, se llega al cisma político: las tribus del norte se negaron a reconocer la
autoridad de Roboam y proclamaron como su rey a Jeroboam, hijo de Nabat, quien había
regresado de Egipto. Jeroboam situó su primera capital en Siquén (1R 12,25) y luego en Tirsá
(1R 14,17). Además, convirtió Betel y Dan en santuarios oficiales del reino, en oposición al
templo de Jerusalén, vinculado al rey de Judá: la división política tuvo así consecuencias
religiosas. El reino del Sur quedó con solo las tribus de Judá y Simeón; se llamó Judá y siguió
con Jerusalén como su capital. Al dividirse, el reino perdió su fuerza y jamás volvió a su
antiguo esplendor5.
4
Soggin, Nueva Historia de Israel, 125-127.
5
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 137-140.
6
- El período final: no obstante, el éxito político del reinado de Jeroboam II, la caída
del reino del norte fue rápida. Una de las razones fue la aparición de un nuevo
conquistador asirio, Tiglatpiléser III, que realizó una serie de campañas militares en
el occidente, con el fin de conquistar. Otra de las razones fue la anarquía política en
la que se sumió Israel durante la década que siguió a la muerte de Jeroboam (cf. Os
7, 3-16). Su hijo Zacarías fue asesinado por Salún, tras un breve reinado de solo seis
6
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 402-403.
7
meses. Al mes siguiente, Menajén mató a Salún. Le sucederá su hijo Pecajías, quien
fue asesinado por Pécaj. Este se unió a Damasco para formar una coalición en contra
de Tiglatpiléser III, quien al enterarse organiza una campaña y en el 733-732 a.C.
destruyó Damasco y quitó a Israel una gran parte de su territorio (Galilea y
Transjordania), reduciéndolo a un pequeño estado vasallo de Asiria gobernado por
Oseas. Pero, al morir el monarca asirio, el rey Oseas se pasó a Egipto. Con ello
provocó la ira del nuevo rey asirio, Salmanasar IV, que al parecer lo encarceló, cercó
a Samaría (724-722 a.C.) y finalmente, la conquistó en el año 722 a.C. 7 Luego, hará
venir población extranjera para repoblar el territorio del reino del norte (2R 17,24-
41).
7
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 144-146.
8
Soggin, Nueva Historia de Israel, 274.
8
- El período final: Judá se somete a Asiria, casi servilmente con Acaz (2R 16). Su hijo
Ezequías se rebelará (705). Pero, en el 701 “Senaquerib, rey de Asiria, atacó todas las
plazas fuertes de Judá, y las conquistó. Entonces Ezequías mandó a Laquis este
mensaje para el rey de Asiria: Soy culpable. Retírate y te pagaré la multa que me
impongas… Ezequías le entregó toda la plata que había en el templo y en el tesoro
del palacio” (2R 18,13-15). Manasés, hijo y sucesor de Ezequías, aprendió la lección
y nadie se atrevió a alzar la voz contra Asiria. Será en tiempos de Josías (639/8-609),
cuando Judá sienta alivio. Josías promovió una profunda reforma religiosa: no solo
desterró todo culto idólatra, sino que, para evitar riesgos, en el año 622 centralizó el
culto en Jerusalén, clausurando todos los santuarios periféricos. Este impulso
religioso encontró justificación en los preceptos de un código “milagrosamente”
descubierto en los trabajos de reforma del Templo (2R 22, 3-10).
El reino de Judá tiene sus días contados. Nínive, la capital del imperio asirio había
caído en el 612. Babilonia se fortalecía y, en el 605, Nabucodonosor infligió una dura
derrota a Egipto en Carquemis, así se convierte en dueño de todo el territorio hasta
casi el Delta del Nilo. Judá deja de pagar tributo a Egipto y empieza a pagarlo a
Babilonia. Sin embargo, el rey Joaquín se rebela contra Babilonia (2R 24,1). Pero los
babilonios actúan. Nabucodonosor inicia una campaña de represión en el 598, que
contó también con tropas de amonitas, moabitas y arameos. La ciudad de Jerusalén
es sitiada el día 2 del mes de Adar (marzo) de 597, en este asedio muere el rey Joaquín.
Jeconías, su hijo, le sucedió en el trono. El nuevo rey se rindió muy pronto:
Nabudonosor tomó los tesoros del Templo y del palacio, deportó a la familia real, a
una parte de la clase dirigente y a un buen grupo de artesanos. El vencedor puso en el
trono de Judá a otro de los hijos de Josías, se trata de Matanías, a quien cambió el
nombre por el de Sedecías, mostrando así su situación de vasallo9.
9
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 157-159.
9
Pero, como decían los profetas, los judíos son un pueblo “de dura cerviz”. El vacilante
Sedecías, cede al partido egipcio, cuyas esperanzas de retorno al poder son
mantenidas por Psamético II y Ofrá. Con el apoyo de ellos, un grupo de estados de
Palestina organizó una revuelta contra Babilonia. Nabucodonosor interviene de
manera decisiva. Establece su cuartel general en Ribla, al norte de Israel, a orillas del
Orontes, y se hizo primero con Fenicia, después dirigió sus tropas hacia Filistea y
desde allí atacó al reino de Judá. A comienzos del 588 a.C., solo resistían Azeca,
Laquis y Jerusalén. Jerusalén resistió dieciocho meses, después cayó en el 586. El rey
Sedecías fue capturado y llevado a Ribla ante Nabudoconosor, quien degolló a sus
hijos y a él le sacó los ojos. La ciudad fue devastada y el Templo destruido y se
asesinó en Ribla a sacerdotes, oficiales y nobles, y se deportó a Babilonia a otra parte
de la población (2R 25,18-21).
10
10
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 269-274.
11
Baena, Introducción al Antiguo Testamento, 92.
12
Ibíd., 93.
11
13
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 421-422.
12
Finalmente, será vencido por Yojanán, y parte de la población buscará refugio en Egipto (Jr
41, 11-18).
La mayoría de historiadores dejan de hablar de Judá en estos años. A nivel literario, es posible
como proponen algunos14, que ciertos textos bíblicos hayan surgido en Judá. Por ejemplo,
algunas de las cinco Lamentaciones; oráculos que denuncian a los pueblos vecinos que
colaboran con los babilonios en la caída de Judá: Edom (la profecía de Abdías), Amón (Ez
25,1-11), Moab (Ez 25,1-11; Jr 48,1-47), Filistea (Ez 25,12-17).
2.1.2 Los desterrados en Babilonia
Los primeros deportados que habían llegado a Babilonia (597), eran animados por algunos
falsos profetas con el anuncio de la pronta vuelta a la patria. Pero, el profeta Jeremías desde
Jerusalén, se opone a ellos ordenando a los desterrados: “Construid casas y habitadlas,
plantad huertos y comed sus frutos, casaos y engendrad hijos e hijas, tomad esposas para
vuestros hijos y casad a vuestras hijas… creced allí y no mengüéis” (Jr 29,5-7). En Babilonia,
el profeta Ezequiel es más duro aún. Destruye totalmente las esperanzas de quienes anhelan
la destrucción de Babilonia y un pronto regreso: “Convertiré esta tierra en soledad desolada,
y se acabará el orgullo de su fuerza. Los montes de Israel serán devastados y nadie pasará
más por ellos. Y se sabrá que yo soy Yahvé, cuando convierta esta tierra en soledad desolada,
por todas las abominaciones que han cometido” (Ez 33,28-29).
La catástrofe del 587 supuso la quiebra de todas las esperanzas de Israel. La segunda oleada
de deportados traía las noticias trágicas sobre la situación de Jerusalén, la ciudad
inexpugnable que Dios había elegido como morada (Lm 4,12), ha sido conquistada. Y, sobre
todo, el Templo, vía, acceso y garantía de la presencia de Yahvé (Lm 2,1) ha sido profanado
por manos impuras y reducido a cenizas (Lm 1,10). Con el Templo no solo cae un edificio,
sino que se mueven las bases mismas de la fe de Israel. Si la morada de Dios ha sido
profanada se debe a que los dioses del enemigo son más poderosos que Yahvé; el Dios de
Israel ha sido derrotado y, por lo tanto, no es dios. La tentación de incredulidad asalta a los
vencidos (Is 40,27; Ez 37,11)15.
Sin embargo, la derrota contrasta con la bonanza económica de los exiliados. Aunque la
situación en cautiverio no es fácil de precisar, es posible pensar que las condiciones de vida
fueron relativamente prósperas para los desterrados. Al parecer, se les permitió vivir
agrupados en comunidades, particularmente en el área de Nippur, y mantener comunicación
con Judá. Esto facilitó la cohesión de las comunidades y contribuyó a preservar la identidad.
Pero, la estabilidad económica hizo que muchos deportados no quisieran regresar a Palestina
cuando esto fue posible y provocó serios riesgos de “asimilación social”.
El riesgo mayor de esta asimilación es el atractivo culto que se puede dar a otros dioses, ahora
representados en imágenes magníficas. Los profetas no solo denuncian la idolatría, como
antes, sino que se condenan las estatuas, que adquieren ahora especial importancia. Textos
famosos se encuentran en Deuteroisaías (40,19-26; 41,6-7; 44,9-20; 46,1-7), en la carta de
Jeremías (Baruc 6) y las tradiciones griegas sobre Daniel (Dn 14)16.
14
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 424.
15
Ruíz González, “Tiempo de destruir, tiempo de Edificar. Israel entre Babilonia y Persia”, 33
16
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 423.
13
17
La expresión “historia deuteronomista” es una fórmula académica, con la cual se define a los libros canónicos
que van sucesivamente desde el Deuteronomio hasta el segundo libro de Reyes. En su conjunto abarcan más de
medio milenio: desde las estepas de Moab y el asentamiento en Canaán (Dt y Jos) hasta el exilio babilónico,
con el que finaliza (2R), en el siglo VI a. C.
18
Ruíz González, “Tiempo de destruir, tiempo de Edificar. Israel entre Babilonia y Persia”, 36.
14
19
Soggin, Nueva Historia de Israel, 320.
15
La versión de 2Cr 36,23 es más breve y tiene un enfoque distinto: “Ciro, rey de Persia,
decreta: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha
encargado construirle un Templo en Jerusalén de Judá. Todos los de ese pueblo que viven
entre nosotros pueden volver. Y que el Señor, su Dios, esté con ellos”.
Tras el decreto, Ciro nombró sátrapa al príncipe judío Sesbasar (Esd 5,14-16), le entregó los
tesoros del Templo de Jerusalén que había robado Nabucodonosor y le encomendó la misión
de reconstruir el Templo. A Sesbasar se unieron “todos los que se sintieron movidos por
Dios: cabezas de familia de Judá y Benjamín, sacerdotes y levitas” (Esd 1,5). Llegaron a
Jerusalén y echaron los cimientos del Templo (Esd 5,16).
Sin embargo, si nos atenemos a las fuentes, estos acontecimientos no produjeron más que el
retorno de un grupo exiguo y la restauración de los cimientos del Templo. Israel no puede
restaurar su identidad bajo el modelo preexílico, sino sometido a la autoridad del poder
imperial persa.
A partir de ese momento se planteaba una nueva situación20:
- En primer lugar, el estar bajo el gobierno persa planteaba, en particular para los
grupos más “nacionalistas”, la cuestión de si la fidelidad a las autoridades persas no
era un precio demasiado alto.
- Por otra parte, la completa desolación y la ruina económica de Palestina (Ag 1,6-11;
Zac 8,10) no hacía especialmente atractivo el proyecto.
- Y para aquellos que habían permanecido en Judá, la perspectiva del regreso de
desterrados tampoco reportaba ningún beneficio: reclamarían sus antiguas
propiedades y reivindicarían su antigua situación de dominio.
Por estas razones, tras el primer intento con Sesbasar, el regreso no fue inmediato. Años
después, se pone en marcha desde Babilonia un grupo mucho más numeroso, dirigido por
Zorobabel y otros. La lista termina con este balance final:
“La asamblea ascendía a cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, sin contar los
esclavos y esclavas, que eran siete mil trescientos treinta y siete. Tenían también doscientos,
entre cantores y cantoras. Tenían setecientos treinta y seis caballos, doscientos cuarenta y
cinco mulos, cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte asnos” (Esd
2, 64-67).
Este grupo también está interesado en la reconstrucción del Templo. “Cuando llegaron al
Templo en Jerusalén, algunos cabezas de familia hicieron ofrendas voluntarias para el
Templo, para que fuese edificado en su mismo emplazamiento” (Esd 2,68). Al parecer, no
tienen ayuda económica de los persas y, por eso, tardan dos años para comenzar las obras:
“Al segundo año de su llegada al Templo en Jerusalén, el segundo mes, Zorobabel, hijo de
Sealtiel, Josué, hijo de Yosadaq, con el resto de sus hermanos, los sacerdotes, los levitas y
todos los que habían vuelto del destierro a Jerusalén, comenzaron la obra” (Esd 3,8). Cuando
terminan de echar los cimientos celebran una fiesta, “cantaron alabando y dando gracias a
Yahvé: porque es bueno, porque es eterno su amor para Israel” (Esd 3, 11).
20
Ruíz González, “Tiempo de destruir, tiempo de Edificar. Israel entre Babilonia y Persia”, 38.
16
Sin embargo, las dificultades no se hacen esperar. Los enemigos de Judá y Benjamín buscan
hacer fracasar el proyecto y se interrumpen las obras “hasta el año segundo del reinado de
Darío, rey de Persia” (Esd 4,24). Las obras se reanudan en el 520 cuando el profeta Ageo y
el profeta Zacarías, hijo de Iddó, comenzaron a profetizar a los judíos de Judá y de Jerusalén,
en nombre del Dios de Israel que velaba sobre ellos. Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo
de Yosadaq, se decidieron a reanudar la construcción del Templo, acompañados y alentados
por los profetas (Esd 5,1-2). El rey Darío permite continuar las obras, a pesar de la oposición,
y el Templo se terminó el día veintitrés del mes de Adar, el año sexto del reinado del rey
Darío. Los israelitas celebraron con júbilo la dedicación del Templo, ofrecieron para la
dedicación de este Templo cien toros, doscientos carneros, cuatrocientos corderos y, como
sacrificio por el pecado de todo Israel, doce machos cabríos, conforme al número de las tribus
de Israel (Esd 6,15-17).
Tras la inauguración del Templo (515 a.C.), dos fueron los grupos que se encargaron de
reconstruir la comunidad bajo la autoridad persa21:
- Los sacerdotes interesados en reinstaurar un culto del que eran responsables
autónomos, al margen de la supervisión real (Ez 40ss.).
- Los líderes legales administrativos que, fracasada la esperanza de una restauración
monárquica, aspiraban a una especie de auto-administración “democrática”.
Ambos grupos liderarán los movimientos de rebelión contra el poder persa favorecidos por
la inestabilidad que produjo la muerte de Darío en el 486 a. C. La situación legada por Darío
no es atrayente: revuelta en Egipto, inestabilidad y amenazas griegas persistentes. Así pasan
los gobiernos de Jerjes (486-465) y Artajerjes I (465-424). Es con este último con quien
Nehemías decide tratar la situación de Jerusalén.
Nehemías, hijo de Jakalías, reside en Susa (Ne 1,1), donde ejerce la función de copero real
(Ne 1,11). Su hermano Jananí vive en Jerusalén y se dirige a Susa al frente de una delegación
judaíta, para exponer la lamentable situación de la población jerosolimitana y de las murallas
de la ciudad. Sensible a esta demanda, Nehemías se decide a encontrase con Artajerjes (Ne
2,1), a quien le propone lo envíe a Judá, a la ciudad de sus padres, para reconstruirla (Ne 2,5).
El rey acepta y cuando Nehemías llega a Jerusalén, la encuentra en un estado lamentable:
“Me levanté de noche con unos pocos hombres… salí de noche por la puerta del Valle, me
dirigí hacia la Fuente del Dragón y hacia la puerta del Muladar: inspeccioné las murallas de
Jerusalén que se hallaban destruidas y las puertas consumidas por el fuego” (Ne 2, 12-13).
Así que anima a los judíos a levantarse y reconstruir la ciudad, a pesar de la oposición de los
pueblos vecinos, que los acusan ante el emperador de preparar nuevas revueltas (2,16 – 4,17).
A pesar de los esfuerzos, la población es reticente a ocupar la ciudad (Ne 7,4-5). Así que se
encarga de repoblar Jerusalén, trasladando por decreto a uno de cada diez de las familias que
vivían en el campo. El pueblo bendijo a todos los que se ofrecieron voluntarios para habitar
en Jerusalén (Ne 11,2). Todo dio sus frutos en los siglos siguientes, cuando la capital se
convirtió en una hermosa ciudad, con el Templo más hermoso de todo el imperio.
La misión de Esdras vino a completar esta organización inicial del pueblo. Enviado por el
rey persa, recibe la misión de ver cómo se cumple en Judá y en Jerusalén la ley de tu Dios,
21
Ruíz González, “Tiempo de destruir, tiempo de Edificar. Israel entre Babilonia y Persia”, 39-40.
17
que te han confiado (Esd 7,14). Se trata de una misión estrictamente religiosa. Llegado el
mes séptimo, el pueblo pidió a Esdras que trajera “el Libro de la Ley de Moisés”. Y él lo leyó
ante hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón, “desde el amanecer hasta el medio
día”. Pero había un problema: el texto que lee Esdras está en hebreo; y la gente solo habla
arameo. Por eso, trece levitas “leían el libro de la Ley de Dios traduciéndolo y explicándolo
para que se entendiese la lectura” (Ne 8,8).
Seguramente, el texto que se leyó no pudo ser toda la Torah. Pero, sin duda, estamos ante el
momento literario más fecundo para la formación del Antiguo Testamento. En la época persa
habría que situar la redacción de obras, como los libros de Esdras, Nehemías, 1-2 Crónicas,
Job. Y lo más importante la recopilación y organización del Pentateuco, los primeros profetas
(Josué, Jueces, Samuel, Reyes), los profetas posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel, los
Doce), los Salmos. Estas colecciones sufrirán retoques durante la época griega. Pero, en gran
parte, lo que ahora conocemos como AT es fruto de la época persa22.
22
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 431.
23
Alejandro tenía dos hijos, uno legítimo y otro ilegítimo, pero los dos eran menores de edad, lo que hacía
necesaria una regencia. Esta fue asumida por los generales de Alejandro, que entre tanto se habían convertido
18
De estas cinco dinastías, las más relevantes para la historia de Palestina fueron los tolomeos
y los seléucidas. Tolomeo se instaló en Egipto fundando la dinastía de los Lágidas, en honor
de su padre Lagos, convirtiendo a Alejandría en su capital. Por otra parte, Seleuco I Nicátor
fue capaz de construir un reino de gran extensión que comprendía: Asia Menor,
Mesopotamia, Asia Superior. Las disputas entre ellos se darán por el territorio de Palestina,
debido a su ubicación estratégica desde el punto de vista comercial.
2.3.1 La dominación Tolomea (Egipto)
En un primer momento, fueron los tolomeos quienes controlaron la zona de Palestina.
Tolomeo I Soter (306-246 a.C.) será el primer sátrapa, tras la muerte de Alejandro Magno.
Adoptó el título real para constituirse como soberano independiente en el año 305 a.C. Fue
un hábil político, ocupó Palestina y Fenicia, arrebatándoselas a los Seléucidas de
Mesopotamia. En una campaña llevada a cabo en el año 302, deportó a algunos judíos hacia
Alejandría24. Esta corriente migratoria hacia Egipto, terminó convirtiendo a Alejandría en
gran centro cultural del judaísmo.
en gobernadores de sendas regiones del imperio. Se les llamaba (o se les llamó después) “diádocos”, del griego
διάδοχος , que significa “sucesores”, “sustitutos” o “relevos”.
24
El año 312 fue ocupada Jerusalén. Las noticias sobre la comunidad judaíta por esta época son inexistentes.
Pero, sabemos que había una notable diáspora hebrea en Alejandría, que nació probablemente con ocasión de
una deportación tras la conquista del 312 y que siguió creciendo con sucesivas inmigraciones, Soggin, Nueva
Historia de Israel, 353.
19
25
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 211.
20
En el año 223 a.C. subió al trono de Siria Antíoco III, llamado el Grande (223-187 a.C.).
Antíoco III ocupó Siria y Palestina (198 a.C.) derrotando a Tolomeo V Epífanes en la batalla
de Panea (o del Paneio, más tarde Cesarea de Filipo, actual Banias). Jerusalén ayudó a los
seléucidas, así Antíoco III se mostró tolerante con los judíos confiriéndoles un estatuto muy
favorable, en el que se reconocía su autonomía civil y religiosa. Autorizó a todos los judíos
deportados a retornar a sus hogares. Los que habían sido esclavizados fueron puestos en
libertad y se les ofreció a los judíos ayuda para reconstruir el Templo de Jerusalén.
Con el ánimo de alcanzar la paz, acudió en ayuda de su aliado Filipo V de Macedonia en sus
combates en contra de las tropas romanas. El conflicto con Roma, acabó en la batalla de
Magnesia con una derrota estruendosa (190 a.C.). Antíoco se vio obligado a firmar la paz de
Apamea, que consiguió en condiciones muy duras: abandono de Asia Menor y de las
ciudades griegas, pago de una fuerte indemnización, entrega de rehenes a Roma (entre ellos
sus hijos Antíoco y Demetrio), entrega de los elefantes de guerra y de la flota. Para los pagos
tuvo que saquear los tesoros de los templos. Durante el saqueo de Bel en Susa fue asesinado
el 187 a.C.
Antíoco III fue sucedido por su hijo Seleuco IV Filopátor (187-179 a.C.), quien pudo
moverse con agilidad en medio de la difícil situación que había heredado. Apremiado por las
deudas acudió también al tesoro del templo de Jerusalén. De acuerdo a 2M 3,1-40 el Sumo
Sacerdote Onías III (185-174 a.C.), hijo y sucesor de Simón II, habría resistido con tal
firmeza que el encargado del saqueo, Heliodoro, no pudo realizar su cometido.
Por lo demás, Seleuco IV parece que fue más amigo que enemigo de los judaítas: 2M 3,3
señala que contribuía a los gastos del culto del Templo con sus aportaciones personales.
Consiguió rescatar a algunos de los rehenes que su padre había entregado a Roma, entre ellos
a su hermano Antíoco, aunque hubo de dejar a Demetrio. Fue asesinado por su ministro
Heliodoro, y la sucesión pasó a Antíoco, quien regresaba de Roma.
Antíoco IV (175-164) fue hermano y sucesor del asesinado Seleuco IV, y ex-rehén de los
romanos. Asumió el título de Epífanes, “dios revelado”, del que no sabemos si era entendido
en su significado real o solo como atributo retórico. Pero, en el ámbito del judaísmo ortodoxo
y apocalíptico podía parecer una provocación. Pronto se encontró enfrentado a Egipto, que
planteaba reivindicaciones sobre Siria y Palestina. Así que en el 169 Antíoco invadió Egipto,
aprovechando la imposibilidad de Roma de intervenir, pues estaba entonces ocupada en la
guerra contra Perseo de Macedonia26.
Con el objeto de recabar ingresos con qué pagar el impuesto a los romanos, decidió otorgar
el sumo sacerdocio de Jerusalén, cargo que, con la aprobación del poder sirio, se transmitía
por generación al mejor postor. Así, depuso a Onías III acusándolo de malos manejos
económicos y de simpatizar con los tolomeos, siendo sustituido por su hermano Jasón (2M
4,7). Después, el mismo Jasón será sustituido por Menelao, quien ofreció más dinero al rey
(2M 4,23-29). Más tarde no tendría reparos en saquear también con el mismo fin el templo
de Jerusalén (1M 1, 16-24; 2M 5,11-21).
Antíoco IV quiso dar a su imperio una grandeza y unidad semejante a las de Roma, y para
ello forzó la helenización en todos sus territorios, entre ellos Judea. La gran crisis comenzará
26
Soggin, Nueva Historia de Israel, 360-361.
21
Matatías muere en el año 166 a.C. y asumió el liderazgo uno de sus hijos, apodado Macabeo,
Judas Macabeo (166-160), y más tarde los hermanos de este, Jonatán (160-143) y Simón
(143-134). La dinastía Asmonea se completa con Juan Hircano I (134-104), Alejandro Janeo
(103-76), Salomé Alejandra (76-67) y Aristóbulo II (67-63).
Algunas de sus principales acciones fueron:
- La resistencia al rey griego (1M 3,1–9,22), pues Judas Macabeo dirigió las huestes
de Israel desde el 166 hasta el 160 a.C., año en que murió combatiendo. Y la
purificación del Templo (1M 4,36-59), con la cual se borraba la más grande de las
afrentas que habían recibido de los griegos. Se destruye el altar de los holocaustos y
en su lugar se construyó uno nuevo que fue solemnemente dedicado, dando origen
este hecho a la fiesta de la dedicación del templo (fiesta de la Hanuká), que desde
entonces –año 164 a.C.– todos los judíos celebran cada 25 del mes de kisleu
(diciembre).
27
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 433.
22
Tanto Demetrio I como Alejandro escribieron cartas a Jonatán para ganarse su apoyo
frente a su oponente, ofreciéndole ventajas y privilegios. Finalmente, se alió en el 152
a.C. con Alejandro Epífanes (Alejandro Balas para los historiadores), que le concedió
el título de gobernador sobre gran parte del territorio judío, así como el sumo
sacerdocio. Jonatán murió el 142 a.C. traicionado por Trifón en Tolemaida (1M 12,
39-53). Fue enterrado con su familia en Modín (1M 13,25).
- Simón fue el sucesor de su hermano Jonatán en el gobierno de los judíos (1M 13–16).
Logra detener el avance de Trifón sobre Judea. Hace un pacto con Demetrio II y
después con su hijo Antíoco VII, para una paz total que le otorgaba el sumo
sacerdocio y el gobierno independiente sobre los judíos. Establece alianzas con Roma
y Esparta, que hicieron pública su amistad con los judíos. Se establece en Gázara (1M
13, 43-48), pero inexplicablemente pierde la amistad con Antíoco VII, que envío a
Cendebeo contra los judíos (1M 15, 37-41). Sin embargo, este fue vencido por los
hijos de Simón. La muerte de Simón en Doc es trágica. En el año 134 a.C. muere
asesinado por su yerno Tolomeo en un banquete (1M 16,11-24). Le sucedió en el
trono su hijo Juan Hircano. Así se dio origen a la dinastía asmonea, que se mantuvo
en el poder hasta la llegada de Pompeyo al frente del ejército romano en el 64 a.C.
2.3.3 Significado de la rebelión macabea
La revuelta de los Macabeos significa una lucha dentro del pueblo judío, un enfrentamiento
entre dos grupos: el de los partidarios de la tradición y el de los defensores del helenismo. Lo
que comenzó como una lucha por la libertad religiosa terminó en una batalla por el poder
político. Cuando los judíos luchaban contra la seducción del helenismo, no hacían
simplemente una opción personal en relación con un modo de vida y una forma de pensar,
sino que adoptaban igualmente una posición frente a los poderes políticos28.
Junto a esto, es importante recordar que no todos los contemporáneos de los macabeos
pensaban del mismo modo. Algunos se sintieron insatisfechos del matiz político que iba
tomando la rebelión y dejaron de prestar su apoyo. Surgen entonces las profundas tensiones
internas. El hecho más significativo la aparición del partido de los fariseos y del partido de
los saduceos.
Los fariseos son aquellos que “separados” del grupo de los asmoneos, más cercanos a los
griegos, se dedicaron a la conservación de la Ley y de las tradiciones orales que se habían
ido añadiendo. Los fariseos pertenecían a la clase media y tenían un fuerte ascendiente entre
el pueblo; en su seno se encontraban los escribas, es decir, los maestros de la Ley.
Los saduceos son los descendientes del sumo sacerdote Sadoq, del cual tomaron su nombre.
Fue un grupo compuesto por aristócratas tanto sacerdotes como laicos; hizo parte de ellos la
élite del clero judío. Formaban una casta bien organizada y sólida de tendencia conservadora
y opositora de las tendencias abiertas y democráticas de ciertos fariseos. Sin embargo, se
mostraron partidarios de la helenización de Judea durante el reino de Antíoco Epífanes. No
admitían la tradición oral y rechazaban alguna doctrina que no se encontraba con toda
claridad en el Pentateuco, como la relativa a la resurrección de los muertos.
28
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 221.
23
Al inicio, Juan Hircano, fue cercano al movimiento de los fariseos, pero después se puso del
lado de los saduceos, porque los primeros, más estrictos y coherentes, eran contrarios a la
concentración del poder civil y religioso en una misma persona. Además, no podían soportar
las actitudes despóticas de Juan Hircano, más propias de un soberano helenista, que de un
sumo sacerdote.
En este mismo período, debía de haberse ya formado el grupo de los esenios, de quienes
quizás se separó el grupo de Qumrán. Sus prácticas religiosas fueron tradicionales y exigían
de sus adeptos una estricta pureza ritual. Profesaban la presencia de espíritus buenos y malos,
cosa poco aceptada en el judaísmo tradicional, creían en la sanación por la fe y en las visiones
apocalípticas o revelaciones. Esta corriente también está presente en el libro de Daniel e
insiste en que Dios guía los acontecimientos de la historia y contrapone al presente, que es
juzgado de manera negativa, un futuro de salvación en un mundo totalmente renovado por la
irrupción del reino de Dios. Estas nuevas ideas se difunden entre los judíos a partir del
período Macabeo y aparecen como telón de fondo del Nuevo Testamento.
Junto a esto, el período Macabeo, desarrolló la comprensión, minoritaria sin duda, pero
importante para los cristianos, de la esperanza de un Mesías descendiente de David, enviado
por Dios para salvar a su pueblo.