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1. LA MONARQUÍA UNIDA Y LA DIVISIÓN DEL REINO


Este período de menos de un siglo en la cronología bíblica es el más desarrollado, sobre todo
por la extensión que se concede a David. Después de la época de los jueces, donde Dios tiene
que suscitar libertadores en cada momento de conflicto, el pueblo desea la estabilidad que
garantiza la monarquía hereditaria. Y aunque algunos piensan que la monarquía favorece la
explotación por parte de los reyes y otros la ven como un atentado a la realeza de Yahvé, ésta
termina imponiéndose, a pesar de las palabras de Samuel, el profeta:
“Estos son los derechos del rey que os regirá: a vuestros hijos los llevará para enrolarlos en
destacamentos de carros y caballería y para que vayan delante de su carroza; los empleará
como jefes y oficiales de su ejército, como aradores de sus campos y segadores de su
cosecha… A vuestras hijas se las llevará como perfumistas, cocineras y reposteras. Vuestros
campos, viñas y los mejores olivares os los quitará para dárselos a sus ministros. De vuestro
grano y vuestras viñas exigirá diezmos, para dárselos a sus funcionarios y ministros. A
vuestros criados y criadas, vuestros mejores burros y bueyes se los llevará para usarlos en su
hacienda. De vuestros rebaños os exigirá diezmos. ¡Y vosotros mismos seréis sus esclavos!
Entonces gritaréis contra el rey que os elegisteis, pero Dios no os responderá” (1S 8,11-18).
La figura de Samuel aparece en la historia del pueblo de Israel con múltiples papeles:
sacerdote, profeta, juez y líder militar. Su nacimiento es milagroso siendo consagrado a Dios
y educado en el santuario por el sacerdote Elí (1S 1,1–2,11). En seguida se va contrastando
la impiedad de los hijos de Elí (1S 2,12-13) con la piedad de Samuel que, desde muy joven,
comenzó a escuchar la palabra de Dios (1S 2,26; 3,1). Se le revela en una visión que la casa
de Elí ha sido reprobada (1S 3,2ss), y su fama de profeta se va extendiendo por todo Israel
(1S 4,1). Él representa y defiende el orden establecido en Israel, para que se conserve la
identidad del pueblo como pueblo de la alianza (1S 7,2-6). Con la ayuda de Yahvé detuvo la
amenaza de los filisteos, y fueron batidos ante Israel (1S 7,7ss). Samuel actuó como juez de
Israel el resto de su vida. Cuando envejeció nombró jueces a sus hijos, pero éstos se
pervirtieron: “fueron atraídos por el lucro, aceptaron regalos y corrompieron el derecho” (1S
7,15–8,3).
1.1 SAÚL, DAVID Y SALOMÓN
EL REINADO DE SAÚL (hacia 1030-1010 A.C.)
Ante la corrupción de los hijos de Samuel, los ancianos del pueblo comienzan a insistir en
que les nombre un rey que los gobierne (1S 8,4ss). Al principio Samuel se resiste, ya que el
único rey de Israel es Dios, e intenta disuadirlos. Pero ante esta insistencia, Dios le dice que
acceda a las peticiones.
Samuel encuentra de modo fortuito a Saúl cuando éste iba buscando las asnas que se le habían
perdido a su padre y lo unge como rey, primero en secreto (1S 9,1–10,16) y después
públicamente (1S 10,17-27).
2

Movido por el espíritu de Dios, Saúl hizo frente a los


ammonitas y los derrotó, el pueblo agradecido lo aclama
como rey en Guilgal (1S 11,1-15). Samuel dirige su
último discurso al pueblo advirtiéndolo acerca de los
peligros de la monarquía e insistiendo en que la garantía
del éxito estará en la obediencia a Dios y la observancia
de sus normas (1S 12,1-25).
Saúl comienza a reinar y los filisteos se congregan para
combatir a Israel (1S 13,1ss). Pero, también comienza a
desobedecer, pues ofrece un holocausto indebido y
contraviene así la orden de Yahvé (1S 13,8ss). Aunque
seguirán las gestas de Saúl, serán graves sus faltas. Tras
la batalla contra Amalec (1S 15,1ss), no cumple con el
anatema. Esto le costó la reprobación divina, transmitida
por medio de Samuel. La decisión es definitiva: “Por
haber rechazado la palabra de Yahvé, Él te rechaza para
que no seas rey” (1S 15,23). A partir de este momento,
Samuel no volvió a ver a Saúl.

EL REINADO DE DAVID (C.A. 1010 – 971 A.C.)


Aunque Saúl había sido reprobado por Yahvé, continuaría como rey hasta su muerte. En esos
años, no obstante, irá cobrando protagonismo la figura de David. El relato de los últimos
capítulos del primer libro de Samuel, se centra en la contraposición de estas dos figuras.

Se considera que David nació hacia el 1040 en Belén de Judá. Las tradiciones relacionadas
con su entrada en la corte son dos. La primera tiene que ver con la presentación de David
como un guerrero que llama la atención de Saúl por su valentía, habiendo incluso matado a
Goliat (1S 17,1-58). La otra tradición presenta a Saúl como una persona enferma, aliviado
solo por los cantos de David (1S 16,14ss). Luego, el texto bíblico cuenta que, por su victoria
sobre los filisteos, todas las mujeres de Israel salían a cantar: “Saúl mató a mil, David a diez
mil” (1S 18,7), y esto despertó la envidia en Saúl. A pesar de la amistad de David con Jonatán,
príncipe heredero, hijo de Saúl y de que su matrimonio con Mical, lo convertía en yerno del
rey (1S 18,17ss), los injustificados recelos del monarca hacia David empujaron a este a la
ruptura total: primero a huir, después a vivir en el desierto de Judá y finalmente a pasarse a
los filisteos con la tropa que entre tanto había ido reuniendo (más tarde constituirá el núcleo
central de sus tropas personales, originalmente formadas por gente al margen de la ley; 1S
22,1s). Tras la muerte de Saúl, David supo aprovechar con habilidad su posición de fuerza,
el caos reinante en el Norte y la neutralidad de los filisteos, y acabó haciéndose coronar
sucesivamente rey de Judá y rey de Israel1.

1
Soggin, Nueva historia de Israel, 84-85.
3

En medio de ambos reinos quedaba la


ciudad de Jerusalén, aún en manos jebuseas,
y en un golpe de audacia, David logró
adueñarse del último gran reducto cananeo
en su territorio (2S 5,6-9). En esta “ciudad-
estado” ya funcionaba desde tiempo atrás
una burocracia administrativa que le
resultaría muy útil, para organizar mejor el
territorio.

Unificados los territorios de sus dos reinos,


David emprende una serie de campañas
militares que lo condujeron sucesivamente a
la conquista de Transjordania y de buena
parte de Siria. Sus dominios se extenderán
desde Esión Guéber, en el golfo de Áqaba,
hasta Homs, y desde el Mediterráneo hasta
el Éufrates (2S 8,3)2.

En el reinado de David abundaron los


conflictos, tanto internos como externos. De
una parte, fueron frecuentes los
enfrentamientos con los filisteos, que
controlaban la costa y el valle de Yizreel;
también los arameos incursionaban, para hacerse con el control de las tierras de Galaad y,
por otra parte, las intrigas internas, la sublevación o lucha de tribus agitaban el ambiente del
palacio.
Sin embargo, bajo su mando se llevaron a cabo acciones que serían decisivas para la
consolidación de la monarquía. Para esto fue muy importante la decisión de establecer la
capital en Jerusalén, ya que se trataba de una “ciudad-estado” que no pertenecía a ninguna
de las tribus israelitas, lo que permitía centralizar el poder político, sin estar sometido a
diferencias tribales. Traslada el arca que había sido robada al reino del norte por los filisteos
y la establece en Jerusalén. Lo que significaba establecer un solo lugar de culto religioso.
Junto a esto, logra dejar en el trono a su hijo Salomón, iniciando así una sucesión dinástica3.

EL REINADO DE SALOMÓN (C.A. 971–931 A.C.)


Los dos primeros capítulos del libro de los Reyes, sirven de transición con los libros de
Samuel. En realidad constituyen su conclusión, ya que en ellos se narra la ancianidad de

2
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 124.
3
Carbajosa, La Biblia en su entorno, 226.
4

David y su apoyo en la entronización de Salomón (1R 1,1–2,46). Son significativas las


palabras que David dirige a Salomón cuando se acerca su muerte:
“Ya llegó el término de lo perecedero. Tú, sé fuerte y pórtate como un hombre; guarda las
disposiciones del Señor, tu Dios, caminando por sus sendas, cumpliendo sus leyes y sus
mandamientos, sus normas y sus juicios, tal como están escritos en la Ley de Moisés, para
que tengas éxito en todo lo que hagas y en cualquier parte a donde te dirijas; y para que el
Señor cumpla la promesa que hizo acerca de mí: si tus hijos guardan sus caminos andando en
mi presencia con sinceridad, con todo su corazón y con toda su alma, entonces no te faltará
descendiente en el trono de Israel” (2R 2,2-4).

A partir de la muerte de David es cuando Salomón asume el protagonismo de los relatos. En


el comienzo de su reinado, Salomón se dirige a ofrecer sacrificios a Gabaón. Allí le pide al
Señor sabiduría, y el Señor le concede una sabiduría extraordinaria (1R 3,1-28). Su reino,
que está bien organizado y cuenta con los ministros, secretarios, mayordomos necesarios, se
engrandece y aumenta su prosperidad. Salomón tuvo riqueza y sabiduría (1R 4,1–5,14).
La gran obra de Salomón consistió en la edificación
de un Templo en Jerusalén dedicado a Dios.
 Busca el apoyo de Jirán, rey de Tiro, para que le
proporcione las maderas necesarias para la
construcción, recluta obreros y dispone los medios
para que puedan realizar su trabajo (1R 5,15-32)
 Salomón construyó el Templo y edificó también
el palacio real, con todo tipo de riquezas (1R 6,1–
7,51).
 Una vez terminado, tuvo lugar la solemne
dedicación del Templo, precedida por unas palabras
de agradecimiento a Dios y una oración de Salomón,
que ofreció allí holocaustos, oblaciones y sacrificios
(1R 8,1-66).

Sin embargo, no todo fue paz y esplendor en los días de Salomón. El autor bíblico subraya y
condena el esmero con que Salomón favoreció el culto de dioses extranjeros, por culpa de su
harén. En 1R 11,1-8 aparece la censura que el autor hace a las relaciones diplomáticas
establecidas por Salomón, es una interpretación de la historia desde la mentalidad de la época:
“1El rey Salomón amó a muchas mujeres extranjeras, además de la hija del faraón: moabitas,
amonitas, edomitas, sidonias e hititas, 2de los pueblos de los que había dicho Yahvé a los
israelitas: ‘No os unáis a ellas, ni ellas a vosotros, pues seguro que arrastrarán vuestro corazón
tras sus dioses». Pero Salomón se unía a ellas por amor. 3Tuvo setecientas mujeres con rango
de princesas y trescientas concubinas. 4Siendo ya anciano, las mujeres de Salomón desviaron
su corazón tras otros dioses, y su corazón no perteneció por entero a Yahvé su Dios, como el
corazón de David, su padre. 5Salomón marchaba tras Astarté, diosa de los sidonios, y tras
Milcón, abominación de los amonitas. 6Salomón hizo lo que Yahvé reprobaba, y no se
5

mantuvo del todo al lado de Yahvé, como David su padre. 7Por entonces Salomón edificó un
altar a Camós, abominación de Moab, sobre el monte que está frente a Jerusalén, y a Milcón,
abominación de los amonitas. 8Lo mismo hizo con todas sus mujeres extranjeras, que
quemaban incienso y sacrificaban a sus dioses”.

La creación de un ejército regular y las construcciones de ciudadelas significó un


reclutamiento de esclavos. Esto aumentó la insatisfacción general. Para reclutar esclavos
envía a Jeroboam al norte: “Este Jeroboam era hombre de valía. Salomón vio cómo este joven
hacía su trabajo y le puso al frente de toda la leva de la casa de José” (1R 11,28). Junto a esto,
es importante destacar que los textos nos informan de un complejo sistema de impuestos. En
1R 4,7-19 se dice que el norte fue dividido en doce distritos o provincias, cada uno con su
gobernador. El texto afirma explícitamente que cada distrito era responsable, durante un mes
al año, de suministrar provisiones “al rey y a su casa” (v.7), una forma de decir que los gastos
de la administración pública y del culto recaían, por partes iguales, sobre los doce distritos
del norte4.
Como consecuencia se pierde la paz. Surgen adversarios externos (1R 11,14-25) y rebelión
interna (1R 11,26-40). Esta última liderada por Jeroboam, aunque sin éxito, sembró
inestabilidad y, a futuro, será él quien inaugure el reino del norte. Finalmente, Yahvé anuncia
a Salomón que, por haber actuado así y no haber guardado su alianza y sus leyes, le quitará
el reino de sus manos y se lo dará a un siervo suyo (1R 11,11-13). El rey morirá en paz, pero
su herencia ha quedado seriamente amenazada.

3.2 LOS DOS REINOS: ISRAEL (931-722 A.C.) Y JUDÁ (931-586 A.C.)
El reinado de Salomón termina con un prestigio negativo. A su muerte, muchos israelitas
querían un rey más justo, pues había sufrido por los altos impuestos y los trabajos forzados.
Su hijo, Roboam, no solo rehusó cambiar la situación, sino que la hizo aún más grave. Según
1R 12,1-19 los representantes de las tribus del norte se reunieron en Siquén e invitaron a la
reunión a Roboam, el nuevo soberano, para tratar las condiciones de su reinado. Sin embargo,
no quiso escuchar a los ancianos de Israel, que pedían una disminución de los gravosos
tributos y de los pesados trabajos que les había impuesto Salomón.
De este modo, se llega al cisma político: las tribus del norte se negaron a reconocer la
autoridad de Roboam y proclamaron como su rey a Jeroboam, hijo de Nabat, quien había
regresado de Egipto. Jeroboam situó su primera capital en Siquén (1R 12,25) y luego en Tirsá
(1R 14,17). Además, convirtió Betel y Dan en santuarios oficiales del reino, en oposición al
templo de Jerusalén, vinculado al rey de Judá: la división política tuvo así consecuencias
religiosas. El reino del Sur quedó con solo las tribus de Judá y Simeón; se llamó Judá y siguió
con Jerusalén como su capital. Al dividirse, el reino perdió su fuerza y jamás volvió a su
antiguo esplendor5.

4
Soggin, Nueva Historia de Israel, 125-127.
5
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 137-140.
6

3.2.1 El reino de Israel


Cuando hablamos del “Israel” en sentido religioso, se aplica a todo el pueblo de Dios. Pero,
en sentido político, designa exclusivamente a las tribus del norte. Entre ellas las más
importantes eran las de Efraín y Manasés (nombres de los dos hijos del patriarca José); por
eso, otra forma de designar al reino del norte es la “casa de José”. En los últimos años, cuando
pierdan territorios del norte, es fácil que se hable solo de “Efraín”6.
- Situación política: el reino del norte se caracteriza por la ausencia de una monarquía
estable. En las cinco dinastías que existieron, gobernaron diecinueve reyes, de los
cuales siete fueron asesinados y uno se suicidó. Los cambios dinásticos se llevaron a
cabo mediante revoluciones sangrientas y guerras civiles. Sin embargo, hubo un
período de prosperidad durante el reinado de Jeroboam II (782-753). Pero, esa
prosperidad no iba acompañada de una distribución equitativa de la riqueza, como lo
demuestran las denuncias de Amós: “venden al justo por dinero y al pobre por un par
de sandalias; pisan contra el polvo de la tierra la cabeza de los débiles, y desvían el
camino de los humildes” (Am 2, 6-7).

- El período final: no obstante, el éxito político del reinado de Jeroboam II, la caída
del reino del norte fue rápida. Una de las razones fue la aparición de un nuevo
conquistador asirio, Tiglatpiléser III, que realizó una serie de campañas militares en
el occidente, con el fin de conquistar. Otra de las razones fue la anarquía política en
la que se sumió Israel durante la década que siguió a la muerte de Jeroboam (cf. Os
7, 3-16). Su hijo Zacarías fue asesinado por Salún, tras un breve reinado de solo seis

6
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 402-403.
7

meses. Al mes siguiente, Menajén mató a Salún. Le sucederá su hijo Pecajías, quien
fue asesinado por Pécaj. Este se unió a Damasco para formar una coalición en contra
de Tiglatpiléser III, quien al enterarse organiza una campaña y en el 733-732 a.C.
destruyó Damasco y quitó a Israel una gran parte de su territorio (Galilea y
Transjordania), reduciéndolo a un pequeño estado vasallo de Asiria gobernado por
Oseas. Pero, al morir el monarca asirio, el rey Oseas se pasó a Egipto. Con ello
provocó la ira del nuevo rey asirio, Salmanasar IV, que al parecer lo encarceló, cercó
a Samaría (724-722 a.C.) y finalmente, la conquistó en el año 722 a.C. 7 Luego, hará
venir población extranjera para repoblar el territorio del reino del norte (2R 17,24-
41).

3.2.2 El reino de Judá


En el reino del sur la conflictividad fue menor. Le favorecen su mayor aislamiento, sus
fronteras más claras y el carácter mucho más estable de la dinastía davídica8.
- Situación política: después de la separación de los reinos, para las seis primeras
décadas (931-870), el primer libro de los Reyes repite: “hubo guerras continuas entre
Roboam y Jeroboam (1R 14,30). “Hubo guerras continuas entre Abías y Jeroboam”
(1R 15,6). “Hubo guerras continuas entre Asá y Basá de Israel” (1R 15,16). Sin
embargo, cuando en el Norte reina la dinastía Omrí (884-874), las relaciones entre
Judá e Israel serán buenas. Se sellan con el matrimonio de un hijo de Josafat, Jorán
(Israel), con Atalía (Judá), hija de Ajab. En medio de estas buenas relaciones deciden
luchar juntos contra sirios (1R 22), moabitas (2R 3) y contra los sirios de nuevo (2R
8,28-29). En esta última batalla sale herido el rey de Israel, quien luego será asesinado
por Jehú, general de Israel, quien también mata a Ocozías de Judá. En Judá queda un
fuerte vínculo de unión con el norte, la reina Atalía, pero tardan poco en asesinarla
(2R 11).

7
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 144-146.
8
Soggin, Nueva Historia de Israel, 274.
8

En el 734 Pécaj de Israel y Razín de Damasco le declaran la guerra a Judá. Al parecer,


porque pretenden formar una coalición contra Asiria, y Acaz de Judá no acepta la
propuesta. Acaz pide ayuda a Tiglatpiléser III de Asiria, que no duda en ayudarle
invadiendo Siria e Israel. Judá se ve libre de enemigos, pero comienza a pagar tributos
a Asiria.

- El período final: Judá se somete a Asiria, casi servilmente con Acaz (2R 16). Su hijo
Ezequías se rebelará (705). Pero, en el 701 “Senaquerib, rey de Asiria, atacó todas las
plazas fuertes de Judá, y las conquistó. Entonces Ezequías mandó a Laquis este
mensaje para el rey de Asiria: Soy culpable. Retírate y te pagaré la multa que me
impongas… Ezequías le entregó toda la plata que había en el templo y en el tesoro
del palacio” (2R 18,13-15). Manasés, hijo y sucesor de Ezequías, aprendió la lección
y nadie se atrevió a alzar la voz contra Asiria. Será en tiempos de Josías (639/8-609),
cuando Judá sienta alivio. Josías promovió una profunda reforma religiosa: no solo
desterró todo culto idólatra, sino que, para evitar riesgos, en el año 622 centralizó el
culto en Jerusalén, clausurando todos los santuarios periféricos. Este impulso
religioso encontró justificación en los preceptos de un código “milagrosamente”
descubierto en los trabajos de reforma del Templo (2R 22, 3-10).

Asiria comienza su decadencia, que se precipita tras la muerte de Asurbanipal (hacia


627). La amenaza asiria y los tributos desaparecen. El faraón de Egipto, Necao II,
asustado por la decadencia del imperio asirio, que puede favorecer la aparición de
una tercera potencia, Babilonia, decide ayudar a su antiguo enemigo y marchar en
ayuda del rey de Nínive. Pero, Josías de Judá decide enfrentarse con Necao II, tal vez
para defender su territorio o, quizás, porque consideraba necesaria la caída de Asiria.
El enfrentamiento tuvo lugar en Meguidó (609), donde Josías encontró la muerte (2R
23,29). A la vuelta de su campaña, el faraón Necao II deporta al sucesor de Josías,
Joacaz, e impone como monarca a Eliaquín, a quien cambió su nombre por Joaquín,
cargándole un fuerte tributo.

El reino de Judá tiene sus días contados. Nínive, la capital del imperio asirio había
caído en el 612. Babilonia se fortalecía y, en el 605, Nabucodonosor infligió una dura
derrota a Egipto en Carquemis, así se convierte en dueño de todo el territorio hasta
casi el Delta del Nilo. Judá deja de pagar tributo a Egipto y empieza a pagarlo a
Babilonia. Sin embargo, el rey Joaquín se rebela contra Babilonia (2R 24,1). Pero los
babilonios actúan. Nabucodonosor inicia una campaña de represión en el 598, que
contó también con tropas de amonitas, moabitas y arameos. La ciudad de Jerusalén
es sitiada el día 2 del mes de Adar (marzo) de 597, en este asedio muere el rey Joaquín.
Jeconías, su hijo, le sucedió en el trono. El nuevo rey se rindió muy pronto:
Nabudonosor tomó los tesoros del Templo y del palacio, deportó a la familia real, a
una parte de la clase dirigente y a un buen grupo de artesanos. El vencedor puso en el
trono de Judá a otro de los hijos de Josías, se trata de Matanías, a quien cambió el
nombre por el de Sedecías, mostrando así su situación de vasallo9.

9
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 157-159.
9

Pero, como decían los profetas, los judíos son un pueblo “de dura cerviz”. El vacilante
Sedecías, cede al partido egipcio, cuyas esperanzas de retorno al poder son
mantenidas por Psamético II y Ofrá. Con el apoyo de ellos, un grupo de estados de
Palestina organizó una revuelta contra Babilonia. Nabucodonosor interviene de
manera decisiva. Establece su cuartel general en Ribla, al norte de Israel, a orillas del
Orontes, y se hizo primero con Fenicia, después dirigió sus tropas hacia Filistea y
desde allí atacó al reino de Judá. A comienzos del 588 a.C., solo resistían Azeca,
Laquis y Jerusalén. Jerusalén resistió dieciocho meses, después cayó en el 586. El rey
Sedecías fue capturado y llevado a Ribla ante Nabudoconosor, quien degolló a sus
hijos y a él le sacó los ojos. La ciudad fue devastada y el Templo destruido y se
asesinó en Ribla a sacerdotes, oficiales y nobles, y se deportó a Babilonia a otra parte
de la población (2R 25,18-21).
10

3.3 EL FENÓMENO PROFÉTICO


El movimiento profético o profetismo clásico estuvo circunscrito a la época de inicios de la
división de los reinos hasta el final de la monarquía. Para José Luis Sicre10, en este
movimiento se pueden detectar tres etapas:
a) Una primera de cercanía física y distanciamiento crítico respecto al monarca. Es el caso
de Gad quien aconseja a David (1S 22; 2S 24). También Natán, profeta de la corte de David,
que lo aconseja cuando pretende construir el templo (2S 7), cuando comete adulterio con
Betsabé (2S 12) y cuando Salomón hereda del trono (1R 1,11-48).
b) En un segundo momento, se aprecia la distancia física que se va estableciendo entre el
profeta y el rey. Un ejemplo, es Ajías de Siló. Se dirige –directa o indirectamente- a Jeroboam
I de Israel. Primero para prometerle el reino y luego para condenarlo por su conducta. El
compromiso del profeta no es con un rey, sino la palabra de Dios.
c) Finalmente, el profeta se acerca más al pueblo. Es el caso de Elías, nunca estará delante
de Ajab, ni obligado con Ocozías. En el caso de este último, Elías irá voluntariamente para
anunciarle su muerte (2R 1). Elías se acerca a la gente, como con la viuda de Sarepta (1R
17,9-24) y el juicio en el monte Carmelo (1R 18). Estos pasos serán continuados por Eliseo.
En el siglo VIII ocurre un fenómeno totalmente nuevo dentro de la profecía de Israel: la
aparición de profetas que dejan su obra por escrito. Muy seguramente, porque su mensaje
causó honda impresión en los oyentes. A partir de Amós, el pueblo empieza a escuchar que
se resquebraja el orden social querido por Dios11. El libro de Amós es una colección de
pequeños juicios. Son una forma literaria que tiene tres elementos fundamentales: a) Yahvé
como Juez, b) descripción del delito y c) sentencia o castigo. Su finalidad es la restauración
de la justicia. Es un juicio que está dirigido contra el atropello de los pobres. En efecto, el
desarrollo de la agricultura y de la industria se consiguió a base de los más pobres. Esta
denuncia seguirá con Oseas (740 a.C.), en el norte; Isaías, Miqueas (finales del s. VIII a.C.),
Jeremías (finales del s. VII a.C. y comienzos del VI) y Ezequiel (comienzos del s. VI a.C.)
en el sur.
Su intención es clara, pues no se trata simplemente de:
“la denuncia de los delitos que se cometen contra una justicia social genérica, ni una
invitación romántica a la compasión de los pobres y marginados, ni tampoco a una efectiva
asistencia a los pobres, sino algo mucho más a fondo: una promoción de todo un movimiento
que produjera una corrección estructural de orden de cosas de Yahvé. [Israel] estaba llamado,
por elección, a ser una sociedad contraste con relación a todos los pueblos de entorno, pero
se había desequilibrado el orden de la alianza de Yahvé, al golpear y hasta extinguir toda una
clase social reduciéndola a la esclavitud”12.

10
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 269-274.
11
Baena, Introducción al Antiguo Testamento, 92.
12
Ibíd., 93.
11

2. EL EXILIO Y LA DOMINACIÓN EXTRANJERA


La arqueología nos permite confirmar que, ciertamente, hacia el 587 a.C. las tropas
babilónicas entraron en Jerusalén demolieron sus murallas y saquearon el Templo. Una vez
que se hicieron con el control de la ciudad decretaron una deportación, que se sumaba a la
que ya habían llevado a cabo diez años antes. De acuerdo con el modo habitual de proceder
en el imperio neobabilónico, se organizó una deportación selectiva. Los gobernantes del país
conquistado, sus funcionarios, militares, artesanos y todos aquellos que tuviesen capacidad
de organizar una resistencia eran desterrados.
No obstante, no resulta tan fácil precisar otro tipo de datos relacionados con esta época. Por
ejemplo, el número de deportaciones. Las fuentes discrepan entre dos deportaciones: la del
597 y 587 (2Reyes); o tres en los años 597, 587 y 582 (Jeremías) y según Flavio Josefo,
fueron cuatro, dos en el 598 y dos más en el 587 y 582. Frente al número de deportados
también los datos son distintos: según Flavio Josefo, en la primera deportación salieron 3000;
en la segunda, según Reyes 10.000//7000 + 1000 y según Jeremías 3.02313.
Estas diferencias influyen en la visión que se pueda tener de esta época. De ahí, la importancia
de fijarnos en algunos aspectos para su mejor comprensión.
2.1 LA SITUACIÓN EN JUDÁ Y LOS DESTERRADOS EN BABILONIA

2.1.1 La situación de los que se quedaron en Judá


Históricamente el número de desterrados, con ser importante, debió ser bastante reducido en
comparación con la gente que quedó en Judá. Los deportados pertenecían a las clases más
altas, así que en Judá quedó en manos de los trabajadores del campo -los pobres del país-
que, con el beneplácito del poder, ocuparon las posesiones y tierras de los deportados (Jr
39,10). El territorio recuperó pronto su estabilidad económica. Sin embargo, el sentimiento
de fracaso y decepción fue igual para todos. Un sentimiento que se torna reproche a Yahvé
por no haber defendido a su pueblo y por entregarlo a sus enemigos que hacen burla de su
falta de poder: “Oh Dios, han invadido tu heredad las gentes, han profanado tu sagrado
Templo; han dejado en ruinas Jerusalén” (Sal 89,50; 77,9; 79; 115).
Al frente de los que quedaron en Judá, el rey de Babilonia nombra como gobernador a
Godolías, hijo de Ajicam, que está convencido de que las cosas irán bien si se someten a los
babilonios. La noticia del final de la guerra y del nombramiento de Godolías hace que muchos
judíos que se han refugiado en Moab, Amón y Edom vuelvan a la provincia. A su regreso,
recogen vino y mieses en abundancia presagio de un futuro mejor (Jr 40, 11-12).
Las dificultades aparecen cuando entra en esta historia un personaje llamado Ismael, oficial
de ascendencia davídica, que no estaba conforme con el sometimiento a Babilonia. Este había
sido enviado por Baalís, rey de los ammonitas, para asesinar a Godolías (Jr 40,14). Todo se
ejecuta en Mispá, después de una cena, donde también Ismael mata a todos los judíos que
estaban con Godolías y a los guerreros caldeos que se hallaban allí (Jr 41, 1-3). Luego hará
prisioneros a todo el resto del pueblo que quedaba en Mispá y a la familia del rey (Jr 41,10).

13
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 421-422.
12

Finalmente, será vencido por Yojanán, y parte de la población buscará refugio en Egipto (Jr
41, 11-18).
La mayoría de historiadores dejan de hablar de Judá en estos años. A nivel literario, es posible
como proponen algunos14, que ciertos textos bíblicos hayan surgido en Judá. Por ejemplo,
algunas de las cinco Lamentaciones; oráculos que denuncian a los pueblos vecinos que
colaboran con los babilonios en la caída de Judá: Edom (la profecía de Abdías), Amón (Ez
25,1-11), Moab (Ez 25,1-11; Jr 48,1-47), Filistea (Ez 25,12-17).
2.1.2 Los desterrados en Babilonia
Los primeros deportados que habían llegado a Babilonia (597), eran animados por algunos
falsos profetas con el anuncio de la pronta vuelta a la patria. Pero, el profeta Jeremías desde
Jerusalén, se opone a ellos ordenando a los desterrados: “Construid casas y habitadlas,
plantad huertos y comed sus frutos, casaos y engendrad hijos e hijas, tomad esposas para
vuestros hijos y casad a vuestras hijas… creced allí y no mengüéis” (Jr 29,5-7). En Babilonia,
el profeta Ezequiel es más duro aún. Destruye totalmente las esperanzas de quienes anhelan
la destrucción de Babilonia y un pronto regreso: “Convertiré esta tierra en soledad desolada,
y se acabará el orgullo de su fuerza. Los montes de Israel serán devastados y nadie pasará
más por ellos. Y se sabrá que yo soy Yahvé, cuando convierta esta tierra en soledad desolada,
por todas las abominaciones que han cometido” (Ez 33,28-29).
La catástrofe del 587 supuso la quiebra de todas las esperanzas de Israel. La segunda oleada
de deportados traía las noticias trágicas sobre la situación de Jerusalén, la ciudad
inexpugnable que Dios había elegido como morada (Lm 4,12), ha sido conquistada. Y, sobre
todo, el Templo, vía, acceso y garantía de la presencia de Yahvé (Lm 2,1) ha sido profanado
por manos impuras y reducido a cenizas (Lm 1,10). Con el Templo no solo cae un edificio,
sino que se mueven las bases mismas de la fe de Israel. Si la morada de Dios ha sido
profanada se debe a que los dioses del enemigo son más poderosos que Yahvé; el Dios de
Israel ha sido derrotado y, por lo tanto, no es dios. La tentación de incredulidad asalta a los
vencidos (Is 40,27; Ez 37,11)15.
Sin embargo, la derrota contrasta con la bonanza económica de los exiliados. Aunque la
situación en cautiverio no es fácil de precisar, es posible pensar que las condiciones de vida
fueron relativamente prósperas para los desterrados. Al parecer, se les permitió vivir
agrupados en comunidades, particularmente en el área de Nippur, y mantener comunicación
con Judá. Esto facilitó la cohesión de las comunidades y contribuyó a preservar la identidad.
Pero, la estabilidad económica hizo que muchos deportados no quisieran regresar a Palestina
cuando esto fue posible y provocó serios riesgos de “asimilación social”.
El riesgo mayor de esta asimilación es el atractivo culto que se puede dar a otros dioses, ahora
representados en imágenes magníficas. Los profetas no solo denuncian la idolatría, como
antes, sino que se condenan las estatuas, que adquieren ahora especial importancia. Textos
famosos se encuentran en Deuteroisaías (40,19-26; 41,6-7; 44,9-20; 46,1-7), en la carta de
Jeremías (Baruc 6) y las tradiciones griegas sobre Daniel (Dn 14)16.

14
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 424.
15
Ruíz González, “Tiempo de destruir, tiempo de Edificar. Israel entre Babilonia y Persia”, 33
16
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 423.
13

La tentación de la apostasía arreciaba y la lejanía, física y espiritual, de un templo destruido


contribuía a ello. Se hacía urgente dar respuesta a las causas del desastre y dotar a los
creyentes de un soporte sólido para resistir firmes a los encantos de Babilonia. De este
esfuerzo explicativo surgirá la corriente histórica deuteronomista17.
Esta empresa de poner por escrito la historia de un pueblo fue motivada por saber su
identidad, explicar por qué estaban en esa tierra, por qué la habían dominado y por qué la
habían perdido. Semejante empresa no se puede emprender ni de una sola vez ni por un solo
autor. La literatura en la antigüedad está sometida al esfuerzo y a la colaboración de grupos
de personas, que retoman el trabajo previo hecho por otros y reescriben la historia del pueblo
hasta que adquiere formas definitivas.
La historia deuteronomista afirma insistentemente que la alianza que estableció Dios con su
pueblo en el Sinaí no era “irrevocable”. Todo dependía de que “cumplan los preceptos y
normas” que Yahvé les había dado: “seguid en todo el camino que Yahvé vuestro Dios os ha
trazado: así viviréis, seréis felices y prolongaréis vuestros días en la tierra que vais a tomar
en posesión” (Dt 5,33). De lo contrario, el pueblo mismo será responsable de su suerte. Así
lo expresa el último redactor de esta historia, cuando afirma que la pérdida de la tierra y el
exilio se deben a que ellos hicieron lo que es malo a los ojos de Yahvé y lo irritaron desde el
día en que sus padres salieron de Egipto (2R 21,15). Ahora, los que escuchan deben aprender
la lección:
“todos los que pasen ante esta Casa sublime quedarán estupefactos, silbarán y dirán: ¿por qué
ha hecho así Yahvé a esta tierra y a esta Casa? Y se responderá: porque abandonaron a Yahvé
su Dios, que sacó a sus padres de la tierra de Egipto, y han seguido a otros dioses, se han
postrado ante ellos y les han servido, por eso ha hecho venir Yahvé todo este mal sobre ellos”
(1R 9,8-9).
Por tanto, la historiografía recogida en los libros de Josué, Jueces,1/2 Samuel y 1/2 Reyes se
dedicará a revisar la historia emitiendo un juicio desde estos presupuestos. Acontecimientos
que en su momento tuvieron pleno sentido son leídos a la luz de la presente situación,
recreados y reinterpretados con el propósito de justificar por qué el desarrollo de la historia
abocó a un fin tan trágico. Se reinterpreta la historia a la luz de sus trágicas consecuencias
con el fin de encontrar una explicación. Como afirma Enrique Ruíz González “la
historiografía deuteronomista es una larga confesión del pecado. Si perdieron la tierra fue
porque reyes y súbditos, a pesar de avisos y advertencias de los profetas, se apartaron del
camino señalado en la Ley (Dt 29, 23-27)”18.
Por otra parte, es probable que, durante el exilio, adquiriesen un valor particular la práctica
de la circuncisión, la observancia sabática y el sistema de las reglas alimentarias, es decir, los
signos visibles por los que los extranjeros reconocían la fe de Israel. Judá sufrió una fuerte
influencia babilónica: adoptó el calendario mesopotámico, aceptó nombres babilónicos y,
sobre todo, asumió el alfabeto arameo que sustituyó rápidamente al hebreo, especialmente,

17
La expresión “historia deuteronomista” es una fórmula académica, con la cual se define a los libros canónicos
que van sucesivamente desde el Deuteronomio hasta el segundo libro de Reyes. En su conjunto abarcan más de
medio milenio: desde las estepas de Moab y el asentamiento en Canaán (Dt y Jos) hasta el exilio babilónico,
con el que finaliza (2R), en el siglo VI a. C.
18
Ruíz González, “Tiempo de destruir, tiempo de Edificar. Israel entre Babilonia y Persia”, 36.
14

en el ámbito de la vida diaria. El hebreo se reservaba para cuestiones estrictamente


relacionadas con el culto y la discusión teológica19.
Con el paso de los años, la situación internacional empezará a cambiar y nuevas esperanzas
se albergarán entre los deportados. Estas esperanzas serán recogidas y alentadas por los
profetas exílicos que anuncian la salvación. Basándose probablemente en la predicación de
Ezequiel, resuenan abundantes promesas de liberación y vuelta a la patria (Is 14,1-4),
reconstrucción y fecundidad de Jerusalén (Sof 3,14-20; Jr 33,1-13) reunificación de los dos
reinos (Ez 37,15-28), nuevo monarca ideal, como el profetizado en Is 11,1-9 o Miq 5,1-3: un
vástago del tronco de Jesé, sobre el que reposará el espíritu de Yahvé.

2.2 LA ÉPOCA PERSA (538 – 332 A.C.)


Así como el pueblo empieza a entender que la catástrofe es la justa consecuencia de su
distanciamiento de la Ley, también reconocerá que solo Yahvé puede suscitar cambios en su
historia. La conquista de Babilonia por Ciro en el 539 a. C. fue saludada por propios y ajenos
como una liberación. Yahvé es el único Dios, Él es quien gobierna los destinos de los
pueblos: “Yo soy el que dice a Ciro: Tú eres mi pastor y darás cumplimiento a todos mis
deseos, cuando digas de Jerusalén: ‘Que sea reconstruida’ y del santuario: ‘Echa los
cimientos’ (Is 44,28)”.
Esta época de restauración, va desde el 538, fecha del edicto de Ciro, hasta el 515, cuando
se termina de construir el segundo Templo. Del edicto se han conservado dos versiones:
Esd 1, 2-4 que insiste en la construcción del Templo, del que se habla en tres ocasiones, al
comienzo, en medio y al final del decreto:
“El Señor Dios del cielo, me ha
entregado todos los reinos de la tierra
y me ha encargado construirle un
Templo en Jerusalén de Judá. Los
que entre vosotros pertenezcan a ese
pueblo, que su Dios los acompañe y
suban a Jerusalén de Judá para
reconstruir el templo del Señor, Dios
de Israel, el Dios que habita en
Jerusalén. Y a todos los
supervivientes, dondequiera que
residan, la gente del lugar les
proporcionará plata, oro,
dondequiera que residan, la gente del
lugar les proporcionará oro, hacienda
y ganado, además de las ofrendas
voluntarias para el templo del Dios
de Jerusalén”.

19
Soggin, Nueva Historia de Israel, 320.
15

La versión de 2Cr 36,23 es más breve y tiene un enfoque distinto: “Ciro, rey de Persia,
decreta: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha
encargado construirle un Templo en Jerusalén de Judá. Todos los de ese pueblo que viven
entre nosotros pueden volver. Y que el Señor, su Dios, esté con ellos”.
Tras el decreto, Ciro nombró sátrapa al príncipe judío Sesbasar (Esd 5,14-16), le entregó los
tesoros del Templo de Jerusalén que había robado Nabucodonosor y le encomendó la misión
de reconstruir el Templo. A Sesbasar se unieron “todos los que se sintieron movidos por
Dios: cabezas de familia de Judá y Benjamín, sacerdotes y levitas” (Esd 1,5). Llegaron a
Jerusalén y echaron los cimientos del Templo (Esd 5,16).
Sin embargo, si nos atenemos a las fuentes, estos acontecimientos no produjeron más que el
retorno de un grupo exiguo y la restauración de los cimientos del Templo. Israel no puede
restaurar su identidad bajo el modelo preexílico, sino sometido a la autoridad del poder
imperial persa.
A partir de ese momento se planteaba una nueva situación20:
- En primer lugar, el estar bajo el gobierno persa planteaba, en particular para los
grupos más “nacionalistas”, la cuestión de si la fidelidad a las autoridades persas no
era un precio demasiado alto.
- Por otra parte, la completa desolación y la ruina económica de Palestina (Ag 1,6-11;
Zac 8,10) no hacía especialmente atractivo el proyecto.
- Y para aquellos que habían permanecido en Judá, la perspectiva del regreso de
desterrados tampoco reportaba ningún beneficio: reclamarían sus antiguas
propiedades y reivindicarían su antigua situación de dominio.
Por estas razones, tras el primer intento con Sesbasar, el regreso no fue inmediato. Años
después, se pone en marcha desde Babilonia un grupo mucho más numeroso, dirigido por
Zorobabel y otros. La lista termina con este balance final:
“La asamblea ascendía a cuarenta y dos mil trescientas sesenta personas, sin contar los
esclavos y esclavas, que eran siete mil trescientos treinta y siete. Tenían también doscientos,
entre cantores y cantoras. Tenían setecientos treinta y seis caballos, doscientos cuarenta y
cinco mulos, cuatrocientos treinta y cinco camellos y seis mil setecientos veinte asnos” (Esd
2, 64-67).
Este grupo también está interesado en la reconstrucción del Templo. “Cuando llegaron al
Templo en Jerusalén, algunos cabezas de familia hicieron ofrendas voluntarias para el
Templo, para que fuese edificado en su mismo emplazamiento” (Esd 2,68). Al parecer, no
tienen ayuda económica de los persas y, por eso, tardan dos años para comenzar las obras:
“Al segundo año de su llegada al Templo en Jerusalén, el segundo mes, Zorobabel, hijo de
Sealtiel, Josué, hijo de Yosadaq, con el resto de sus hermanos, los sacerdotes, los levitas y
todos los que habían vuelto del destierro a Jerusalén, comenzaron la obra” (Esd 3,8). Cuando
terminan de echar los cimientos celebran una fiesta, “cantaron alabando y dando gracias a
Yahvé: porque es bueno, porque es eterno su amor para Israel” (Esd 3, 11).

20
Ruíz González, “Tiempo de destruir, tiempo de Edificar. Israel entre Babilonia y Persia”, 38.
16

Sin embargo, las dificultades no se hacen esperar. Los enemigos de Judá y Benjamín buscan
hacer fracasar el proyecto y se interrumpen las obras “hasta el año segundo del reinado de
Darío, rey de Persia” (Esd 4,24). Las obras se reanudan en el 520 cuando el profeta Ageo y
el profeta Zacarías, hijo de Iddó, comenzaron a profetizar a los judíos de Judá y de Jerusalén,
en nombre del Dios de Israel que velaba sobre ellos. Zorobabel, hijo de Sealtiel, y Josué, hijo
de Yosadaq, se decidieron a reanudar la construcción del Templo, acompañados y alentados
por los profetas (Esd 5,1-2). El rey Darío permite continuar las obras, a pesar de la oposición,
y el Templo se terminó el día veintitrés del mes de Adar, el año sexto del reinado del rey
Darío. Los israelitas celebraron con júbilo la dedicación del Templo, ofrecieron para la
dedicación de este Templo cien toros, doscientos carneros, cuatrocientos corderos y, como
sacrificio por el pecado de todo Israel, doce machos cabríos, conforme al número de las tribus
de Israel (Esd 6,15-17).
Tras la inauguración del Templo (515 a.C.), dos fueron los grupos que se encargaron de
reconstruir la comunidad bajo la autoridad persa21:
- Los sacerdotes interesados en reinstaurar un culto del que eran responsables
autónomos, al margen de la supervisión real (Ez 40ss.).
- Los líderes legales administrativos que, fracasada la esperanza de una restauración
monárquica, aspiraban a una especie de auto-administración “democrática”.
Ambos grupos liderarán los movimientos de rebelión contra el poder persa favorecidos por
la inestabilidad que produjo la muerte de Darío en el 486 a. C. La situación legada por Darío
no es atrayente: revuelta en Egipto, inestabilidad y amenazas griegas persistentes. Así pasan
los gobiernos de Jerjes (486-465) y Artajerjes I (465-424). Es con este último con quien
Nehemías decide tratar la situación de Jerusalén.
Nehemías, hijo de Jakalías, reside en Susa (Ne 1,1), donde ejerce la función de copero real
(Ne 1,11). Su hermano Jananí vive en Jerusalén y se dirige a Susa al frente de una delegación
judaíta, para exponer la lamentable situación de la población jerosolimitana y de las murallas
de la ciudad. Sensible a esta demanda, Nehemías se decide a encontrase con Artajerjes (Ne
2,1), a quien le propone lo envíe a Judá, a la ciudad de sus padres, para reconstruirla (Ne 2,5).
El rey acepta y cuando Nehemías llega a Jerusalén, la encuentra en un estado lamentable:
“Me levanté de noche con unos pocos hombres… salí de noche por la puerta del Valle, me
dirigí hacia la Fuente del Dragón y hacia la puerta del Muladar: inspeccioné las murallas de
Jerusalén que se hallaban destruidas y las puertas consumidas por el fuego” (Ne 2, 12-13).
Así que anima a los judíos a levantarse y reconstruir la ciudad, a pesar de la oposición de los
pueblos vecinos, que los acusan ante el emperador de preparar nuevas revueltas (2,16 – 4,17).
A pesar de los esfuerzos, la población es reticente a ocupar la ciudad (Ne 7,4-5). Así que se
encarga de repoblar Jerusalén, trasladando por decreto a uno de cada diez de las familias que
vivían en el campo. El pueblo bendijo a todos los que se ofrecieron voluntarios para habitar
en Jerusalén (Ne 11,2). Todo dio sus frutos en los siglos siguientes, cuando la capital se
convirtió en una hermosa ciudad, con el Templo más hermoso de todo el imperio.
La misión de Esdras vino a completar esta organización inicial del pueblo. Enviado por el
rey persa, recibe la misión de ver cómo se cumple en Judá y en Jerusalén la ley de tu Dios,

21
Ruíz González, “Tiempo de destruir, tiempo de Edificar. Israel entre Babilonia y Persia”, 39-40.
17

que te han confiado (Esd 7,14). Se trata de una misión estrictamente religiosa. Llegado el
mes séptimo, el pueblo pidió a Esdras que trajera “el Libro de la Ley de Moisés”. Y él lo leyó
ante hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón, “desde el amanecer hasta el medio
día”. Pero había un problema: el texto que lee Esdras está en hebreo; y la gente solo habla
arameo. Por eso, trece levitas “leían el libro de la Ley de Dios traduciéndolo y explicándolo
para que se entendiese la lectura” (Ne 8,8).
Seguramente, el texto que se leyó no pudo ser toda la Torah. Pero, sin duda, estamos ante el
momento literario más fecundo para la formación del Antiguo Testamento. En la época persa
habría que situar la redacción de obras, como los libros de Esdras, Nehemías, 1-2 Crónicas,
Job. Y lo más importante la recopilación y organización del Pentateuco, los primeros profetas
(Josué, Jueces, Samuel, Reyes), los profetas posteriores (Isaías, Jeremías, Ezequiel, los
Doce), los Salmos. Estas colecciones sufrirán retoques durante la época griega. Pero, en gran
parte, lo que ahora conocemos como AT es fruto de la época persa22.

2.3 LA ÉPOCA GRIEGA (332-63 A.C.)


Este período abarca desde la conquista de Palestina por Alejandro Magno hasta la conquista
de Jerusalén por Pompeyo. Alejandro Magno, hijo de rey Filipo II de Macedonia, nació en
Pella el año 356, a.C. Fue formado por Aristóteles a partir del año 342. En el año 336 el rey
Filipo fue asesinado, por lo que Alejandro, con solo 20 años, se convirtió en rey de
Macedonia.
Alejandro Magno no solo fue extendiendo su poder militar implacable; también llevaba
consigo la cultura y el modo propio de vivir de los griegos. Esta cultura la llamamos
“helenismo”, que no solo ofrece una lengua común, el griego, sino también una filosofía y
una manera de vivir en torno a la polis griega o ciudad helenizada.
Alejandro tuvo que sofocar levantamientos en Tracia, Iliria y Tebas, en el 335. Hacia el 333
a.C. Alejandro derrotó a Darío III en la batalla de Issos, en Siria. El año 332 ocupó Siria y
Palestina. De este modo pudo hacerse con el control de la ruta que conducía a Egipto, pasando
por Palestina y asegurarse de posibles ataques provenientes del sur o del Mediterráneo, que
pondrían en dificultad su campaña contra el imperio persa. Esta conquista condicionará la
historia de Israel durante los siglos siguientes.
De esta época ofrece mucha información Flavio Josefo. La Biblia, que aunque de manera
breve menciona la epopeya de Alejandro Magno (1M 1,1ss), en general no proporciona más
información.
Sin embargo, nos interesan los sucesos posteriores a la muerte de Alejandro (323), cuando
su gran imperio se divide sin dejar herederos. Esto motivó a que sus generales se convirtieran
en sus sucesores, diádocos23. Estos líderes militares pugnaron por la sucesión y terminaron
por repartirse el imperio (1M 1,8-10).

22
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 431.
23
Alejandro tenía dos hijos, uno legítimo y otro ilegítimo, pero los dos eran menores de edad, lo que hacía
necesaria una regencia. Esta fue asumida por los generales de Alejandro, que entre tanto se habían convertido
18

- Casandro Antípatro tomó Macedonia.


- Tolomeo I Soter, se hizo con Egipto. Fue fundador de los Lágidas.
- Lisímaco obtuvo Tracia.
- Antígono se apoderó de Asia Menor.
- Seleuco I Nicátor gobernó en Babilonia. Fundó la dinastía de los Seléucidas.

De estas cinco dinastías, las más relevantes para la historia de Palestina fueron los tolomeos
y los seléucidas. Tolomeo se instaló en Egipto fundando la dinastía de los Lágidas, en honor
de su padre Lagos, convirtiendo a Alejandría en su capital. Por otra parte, Seleuco I Nicátor
fue capaz de construir un reino de gran extensión que comprendía: Asia Menor,
Mesopotamia, Asia Superior. Las disputas entre ellos se darán por el territorio de Palestina,
debido a su ubicación estratégica desde el punto de vista comercial.
2.3.1 La dominación Tolomea (Egipto)
En un primer momento, fueron los tolomeos quienes controlaron la zona de Palestina.
Tolomeo I Soter (306-246 a.C.) será el primer sátrapa, tras la muerte de Alejandro Magno.
Adoptó el título real para constituirse como soberano independiente en el año 305 a.C. Fue
un hábil político, ocupó Palestina y Fenicia, arrebatándoselas a los Seléucidas de
Mesopotamia. En una campaña llevada a cabo en el año 302, deportó a algunos judíos hacia
Alejandría24. Esta corriente migratoria hacia Egipto, terminó convirtiendo a Alejandría en
gran centro cultural del judaísmo.

en gobernadores de sendas regiones del imperio. Se les llamaba (o se les llamó después) “diádocos”, del griego
διάδοχος , que significa “sucesores”, “sustitutos” o “relevos”.
24
El año 312 fue ocupada Jerusalén. Las noticias sobre la comunidad judaíta por esta época son inexistentes.
Pero, sabemos que había una notable diáspora hebrea en Alejandría, que nació probablemente con ocasión de
una deportación tras la conquista del 312 y que siguió creciendo con sucesivas inmigraciones, Soggin, Nueva
Historia de Israel, 353.
19

Su hijo, Tolomeo II Filadelfo (285-246 a.C.) prosiguió la política de expansión de su padre.


Derrotó a Antíoco II, el cual quería volver a apoderarse de Siria-Palestina. Este se casará
obligado con Berenice, la hija de Tolomeo II. En esta época, Tolomeo fundará el museo de
Alejandría y su famosa biblioteca, para la que habría pedido una traducción de la Escritura
hebrea. Los judíos de Egipto adoptaron el griego como lengua nativa, y se hizo necesaria una
traducción de la Biblia a este idioma. Comenzada en el siglo III a.C., se tradujo primero el
Pentateuco y luego los restantes libros. Esta traducción es conocida con el nombre de “Los
Setenta” (LXX). Tolomeo II dejó fama de soberano favorable a los judíos.
De la época de Tolomeo II, nos proporcionan algunas informaciones los “papiros de Zenón”,
funcionario egipcio que había viajado por Palestina y Transjordania entre el 260 y el 258 a.C.
Zenón no mantuvo contacto con las autoridades religiosas, sino solo con Tobías, que ejercía
el poder civil. Mientas que Tobías y su clan, son helenizantes, hay otros que van en la línea
de la ortodoxia, son los “piadosos” conocidos como “hasidim”, cuyo nombre deriva de la
palabra hesed (‫)חֶ סֶ ד‬, que significa piedad, los cuales se agruparon en torno al Sumo Sacerdote
Onías II para hacer frente a la influencia griega.
En la época de Tolomeo III, José, perteneciente a la familia de Tobías, fue nombrado
recolector de impuestos de Siria Meridional, cargo que aumentó su fortuna. Entre el 246 y el
241 se produjo la tercera guerra entre los tolomeos y los seléucidas, José fue nombrado
embajador de los judíos ante los egipcios. Se convirtió en un personaje principal y llegó a ser
administrador, aunque hizo mal uso de su autoridad. Cuando vio que los seléucidas estaban
comenzando a imponer su poder supo ganarse la amistad de ellos.
El gobernador Tolomeo IV Filópator (221-205) fue invadido y atacado por Antíoco III, a
quien logra derrotar en Rafia el año 217 a.C., empleando por primera vez soldados de Egipto.
A pesar de la victoria de Rafia, el poderío Tolomeo declinaba rápidamente. Los soldados
egipcios que habían descubierto su fuerza en la batalla, se pusieron al frente de diversas
revueltas campesinas contra la autoridad griega. En este contexto se puede situar la actividad
de Hircano, de la familia de los Tobíadas.
2.3.2 La dominación seléucida
El imperio seléucida fue fundado por Seleuco I Nicátor (312-280 a.C.) en plena edad
helenística. No obstante, tuvo que dejar Siria-Palestina en manos de Tolomeo I, aunque no
renunció a sus pretensiones sobre esta provincia.
Después de Seleuco I, su hijo Antíoco I (280-261 a.C.), corregente con su padre y gobernador
de satrapías superiores, dirigió la primera guerra contra Tolomeo II y acabó con la victoria
de este último (271 a.C.). El hijo de Antíoco I, Antíoco II Theos (261-246 a.C.) emprendió
la segunda guerra, y también fue vencido. La paz del año 253 a.C. quedó sellada por el
matrimonio entre él y Berenice, hija de Tolomeo II. Pero, a la muerte de Antíoco II, Berenice
fue asesinada junto con su hijo, para sentar en el trono a un hijo de Antíoco II, Seleuco II
Calinico (246-226 a.C.). En consecuencia, Seleuco II fue atacado por Tolomeo III, que se
apoderó de Seleucia en Pieria. Le sucedió su hijo Seleuco III Soter (225-223 a.C.), quien
fue asesinado tras un breve reinado25.

25
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 211.
20

En el año 223 a.C. subió al trono de Siria Antíoco III, llamado el Grande (223-187 a.C.).
Antíoco III ocupó Siria y Palestina (198 a.C.) derrotando a Tolomeo V Epífanes en la batalla
de Panea (o del Paneio, más tarde Cesarea de Filipo, actual Banias). Jerusalén ayudó a los
seléucidas, así Antíoco III se mostró tolerante con los judíos confiriéndoles un estatuto muy
favorable, en el que se reconocía su autonomía civil y religiosa. Autorizó a todos los judíos
deportados a retornar a sus hogares. Los que habían sido esclavizados fueron puestos en
libertad y se les ofreció a los judíos ayuda para reconstruir el Templo de Jerusalén.
Con el ánimo de alcanzar la paz, acudió en ayuda de su aliado Filipo V de Macedonia en sus
combates en contra de las tropas romanas. El conflicto con Roma, acabó en la batalla de
Magnesia con una derrota estruendosa (190 a.C.). Antíoco se vio obligado a firmar la paz de
Apamea, que consiguió en condiciones muy duras: abandono de Asia Menor y de las
ciudades griegas, pago de una fuerte indemnización, entrega de rehenes a Roma (entre ellos
sus hijos Antíoco y Demetrio), entrega de los elefantes de guerra y de la flota. Para los pagos
tuvo que saquear los tesoros de los templos. Durante el saqueo de Bel en Susa fue asesinado
el 187 a.C.
Antíoco III fue sucedido por su hijo Seleuco IV Filopátor (187-179 a.C.), quien pudo
moverse con agilidad en medio de la difícil situación que había heredado. Apremiado por las
deudas acudió también al tesoro del templo de Jerusalén. De acuerdo a 2M 3,1-40 el Sumo
Sacerdote Onías III (185-174 a.C.), hijo y sucesor de Simón II, habría resistido con tal
firmeza que el encargado del saqueo, Heliodoro, no pudo realizar su cometido.
Por lo demás, Seleuco IV parece que fue más amigo que enemigo de los judaítas: 2M 3,3
señala que contribuía a los gastos del culto del Templo con sus aportaciones personales.
Consiguió rescatar a algunos de los rehenes que su padre había entregado a Roma, entre ellos
a su hermano Antíoco, aunque hubo de dejar a Demetrio. Fue asesinado por su ministro
Heliodoro, y la sucesión pasó a Antíoco, quien regresaba de Roma.
Antíoco IV (175-164) fue hermano y sucesor del asesinado Seleuco IV, y ex-rehén de los
romanos. Asumió el título de Epífanes, “dios revelado”, del que no sabemos si era entendido
en su significado real o solo como atributo retórico. Pero, en el ámbito del judaísmo ortodoxo
y apocalíptico podía parecer una provocación. Pronto se encontró enfrentado a Egipto, que
planteaba reivindicaciones sobre Siria y Palestina. Así que en el 169 Antíoco invadió Egipto,
aprovechando la imposibilidad de Roma de intervenir, pues estaba entonces ocupada en la
guerra contra Perseo de Macedonia26.
Con el objeto de recabar ingresos con qué pagar el impuesto a los romanos, decidió otorgar
el sumo sacerdocio de Jerusalén, cargo que, con la aprobación del poder sirio, se transmitía
por generación al mejor postor. Así, depuso a Onías III acusándolo de malos manejos
económicos y de simpatizar con los tolomeos, siendo sustituido por su hermano Jasón (2M
4,7). Después, el mismo Jasón será sustituido por Menelao, quien ofreció más dinero al rey
(2M 4,23-29). Más tarde no tendría reparos en saquear también con el mismo fin el templo
de Jerusalén (1M 1, 16-24; 2M 5,11-21).
Antíoco IV quiso dar a su imperio una grandeza y unidad semejante a las de Roma, y para
ello forzó la helenización en todos sus territorios, entre ellos Judea. La gran crisis comenzará

26
Soggin, Nueva Historia de Israel, 360-361.
21

en el 167, cuando ataque la ciudad de Jerusalén y quede parcialmente destruida. Antíoco IV


prohibirá la práctica de ciertas manifestaciones religiosas, como los sacrificios regulares, la
observancia del sábado y de las fiestas. Mandará destruir las copias de la Ley y prohibirá
circuncidar a los niños. Levantó al sur del Templo una ciudadela llamada el Acra, colonia de
paganos helenizantes y de judíos renegados, con constitución propia. Además se erigieron
santuarios paganos por todo el país y se ofrecieron en ellos animales impuros, los judíos
fueron obligados a comer cerdo bajo pena de muerte y a participar en ritos idolátricos27. El 6
de diciembre del 167 a.C. se mandó a alzar un altar en honor de Zeus, denominado Júpiter
Olímpico, en el corazón mismo del templo de Jerusalén (cf. 2M 6,2; Dn 11,31).
Ante esta situación, el pueblo reaccionó reafirmando su fidelidad a Yahvé, consciente de que
el rey quería acabar con su fe. Esta reacción comenzó en Modín, un pequeño pueblo cercano
a Jerusalén. En este lugar, un sacerdote llamado Matatías se subleva contra el funcionario
del rey, que obligaba a los judíos a hacer sacrificios paganos, y, después de matarle, huye a
la montaña con sus hijos y todos los que, queriendo ser fieles a la alianza, se le unieron. Los
que se unieron eran los hasidim, hombres piadosos que deseaban cumplir la Ley (1M 2,42).
En su lecho de muerte, Matatías exhorta a sus hijos así:
“49Ahora reina la insolencia y la reprobación, es tiempo de ruina y de violenta cólera. 50Ahora,
hijos, mostrad vuestro celo por la Ley; dad vuestra vida por la alianza de nuestros
antepasados. 51Recordad las gestas que en su tiempo realizaron nuestros antepasados;
alcanzaréis inmensa gloria, inmortal nombre… 61Advertid, pues, que de generación en
generación todos los que esperan en Él jamás sucumben. 62No temáis amenazas de hombre
pecador: su gloria parará en estiércol y gusanos; 63estará hoy encumbrado y mañana no se le
encontrará: habrá vuelto a su polvo y sus maquinaciones se desvanecerán. 64Hijos, sed fuertes
y manteneos firmes en la Ley, que en ella hallaréis gloria”. (1M 2,49-51.61-64).

Matatías muere en el año 166 a.C. y asumió el liderazgo uno de sus hijos, apodado Macabeo,
Judas Macabeo (166-160), y más tarde los hermanos de este, Jonatán (160-143) y Simón
(143-134). La dinastía Asmonea se completa con Juan Hircano I (134-104), Alejandro Janeo
(103-76), Salomé Alejandra (76-67) y Aristóbulo II (67-63).
Algunas de sus principales acciones fueron:
- La resistencia al rey griego (1M 3,1–9,22), pues Judas Macabeo dirigió las huestes
de Israel desde el 166 hasta el 160 a.C., año en que murió combatiendo. Y la
purificación del Templo (1M 4,36-59), con la cual se borraba la más grande de las
afrentas que habían recibido de los griegos. Se destruye el altar de los holocaustos y
en su lugar se construyó uno nuevo que fue solemnemente dedicado, dando origen
este hecho a la fiesta de la dedicación del templo (fiesta de la Hanuká), que desde
entonces –año 164 a.C.– todos los judíos celebran cada 25 del mes de kisleu
(diciembre).

- El hermano de Judas Macabeo, Jonatán, tomó el relevo. Se dedicó no solo a hacer


incursiones bélicas contra los griegos, sino que se aprovechó políticamente de sus
luchas internas. En 1M 10 entra en escena Alejandro Epífanes, supuesto hijo de
Antíoco IV, quien arrebata a Demetrio I su gobierno y se proclama rey seléucida.

27
Sicre, Introducción al Antiguo Testamento, 433.
22

Tanto Demetrio I como Alejandro escribieron cartas a Jonatán para ganarse su apoyo
frente a su oponente, ofreciéndole ventajas y privilegios. Finalmente, se alió en el 152
a.C. con Alejandro Epífanes (Alejandro Balas para los historiadores), que le concedió
el título de gobernador sobre gran parte del territorio judío, así como el sumo
sacerdocio. Jonatán murió el 142 a.C. traicionado por Trifón en Tolemaida (1M 12,
39-53). Fue enterrado con su familia en Modín (1M 13,25).

- Simón fue el sucesor de su hermano Jonatán en el gobierno de los judíos (1M 13–16).
Logra detener el avance de Trifón sobre Judea. Hace un pacto con Demetrio II y
después con su hijo Antíoco VII, para una paz total que le otorgaba el sumo
sacerdocio y el gobierno independiente sobre los judíos. Establece alianzas con Roma
y Esparta, que hicieron pública su amistad con los judíos. Se establece en Gázara (1M
13, 43-48), pero inexplicablemente pierde la amistad con Antíoco VII, que envío a
Cendebeo contra los judíos (1M 15, 37-41). Sin embargo, este fue vencido por los
hijos de Simón. La muerte de Simón en Doc es trágica. En el año 134 a.C. muere
asesinado por su yerno Tolomeo en un banquete (1M 16,11-24). Le sucedió en el
trono su hijo Juan Hircano. Así se dio origen a la dinastía asmonea, que se mantuvo
en el poder hasta la llegada de Pompeyo al frente del ejército romano en el 64 a.C.
2.3.3 Significado de la rebelión macabea
La revuelta de los Macabeos significa una lucha dentro del pueblo judío, un enfrentamiento
entre dos grupos: el de los partidarios de la tradición y el de los defensores del helenismo. Lo
que comenzó como una lucha por la libertad religiosa terminó en una batalla por el poder
político. Cuando los judíos luchaban contra la seducción del helenismo, no hacían
simplemente una opción personal en relación con un modo de vida y una forma de pensar,
sino que adoptaban igualmente una posición frente a los poderes políticos28.
Junto a esto, es importante recordar que no todos los contemporáneos de los macabeos
pensaban del mismo modo. Algunos se sintieron insatisfechos del matiz político que iba
tomando la rebelión y dejaron de prestar su apoyo. Surgen entonces las profundas tensiones
internas. El hecho más significativo la aparición del partido de los fariseos y del partido de
los saduceos.
Los fariseos son aquellos que “separados” del grupo de los asmoneos, más cercanos a los
griegos, se dedicaron a la conservación de la Ley y de las tradiciones orales que se habían
ido añadiendo. Los fariseos pertenecían a la clase media y tenían un fuerte ascendiente entre
el pueblo; en su seno se encontraban los escribas, es decir, los maestros de la Ley.
Los saduceos son los descendientes del sumo sacerdote Sadoq, del cual tomaron su nombre.
Fue un grupo compuesto por aristócratas tanto sacerdotes como laicos; hizo parte de ellos la
élite del clero judío. Formaban una casta bien organizada y sólida de tendencia conservadora
y opositora de las tendencias abiertas y democráticas de ciertos fariseos. Sin embargo, se
mostraron partidarios de la helenización de Judea durante el reino de Antíoco Epífanes. No
admitían la tradición oral y rechazaban alguna doctrina que no se encontraba con toda
claridad en el Pentateuco, como la relativa a la resurrección de los muertos.

28
Málek, El mundo del Antiguo Testamento, 221.
23

Al inicio, Juan Hircano, fue cercano al movimiento de los fariseos, pero después se puso del
lado de los saduceos, porque los primeros, más estrictos y coherentes, eran contrarios a la
concentración del poder civil y religioso en una misma persona. Además, no podían soportar
las actitudes despóticas de Juan Hircano, más propias de un soberano helenista, que de un
sumo sacerdote.
En este mismo período, debía de haberse ya formado el grupo de los esenios, de quienes
quizás se separó el grupo de Qumrán. Sus prácticas religiosas fueron tradicionales y exigían
de sus adeptos una estricta pureza ritual. Profesaban la presencia de espíritus buenos y malos,
cosa poco aceptada en el judaísmo tradicional, creían en la sanación por la fe y en las visiones
apocalípticas o revelaciones. Esta corriente también está presente en el libro de Daniel e
insiste en que Dios guía los acontecimientos de la historia y contrapone al presente, que es
juzgado de manera negativa, un futuro de salvación en un mundo totalmente renovado por la
irrupción del reino de Dios. Estas nuevas ideas se difunden entre los judíos a partir del
período Macabeo y aparecen como telón de fondo del Nuevo Testamento.
Junto a esto, el período Macabeo, desarrolló la comprensión, minoritaria sin duda, pero
importante para los cristianos, de la esperanza de un Mesías descendiente de David, enviado
por Dios para salvar a su pueblo.

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