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» Palabras claves: cuerpo poético - dictadura militar argentina - liberación del deseo
› Resumen
La figura de Néstor Perlongher, como “militante del deseo”, ha sido articuladora de diferentes
constelaciones de sentido en el campo de la poesía. Estética y política se enlazan en su obra de
modo inescindible, confluyendo en el cuerpo como territorio de intervención y motor de la acción.
Así, poesía y cuerpo se cruzan en el lugar de lo que fluye, como parte de un mismo devenir.
En este trabajo, se analizará el poema “Cadáveres”, partiendo de la base del entrecruzamiento entre
poesía, cuerpo y política en la obra de Perlongher. Dado que existe un registro auditivo del recitado
de “Cadáveres” por su propio autor, se realizará un abordaje del poema considerando sus aspectos
performáticos. Se propondrá indagar el lugar que ocupa la discusión sobre género, disidencia
sexual y su articulación con la reivindicación política de liberación del deseo, en la obra de
Perlongher. Por último, se estudiará el vínculo entre el poema en cuestión y las condiciones que
atravesaron su producción, es decir, el contexto de la última dictadura militar argentina. En relación
a este último punto, se problematizará la figura subjetiva del “fantasma”, como intermediario entre
los extremos de la presencia y la ausencia de los cuerpos, y el modo en que esta dicotomía se hace
presente en la escritura.
La elección del tema para este trabajo se vincula estrechamente con la vigencia de los tópicos
abordados. Vigencia que, en última instancia, se debe a la actualidad de los debates planteados por
Néstor Perlongher en su actividad simultáneamente artística y militante.
En los pajonales
En los canales
Hay Cadáveres
Hay Cadáveres
La primera máquina produce un flujo mientras que la segunda, acoplada a ella, lo corta y, a su vez,
produce otro flujo. La repetición del verso “Hay cadáveres” marca a lo largo del poema los cortes y
acoplamientos entre máquinas deseantes. En cada corte se hace presente como producto lo que en
la máquina permanece ya contenido, de manera oculta. El proceso de producción sólo puede
desarrollarse en tanto existe una identidad entre el productor y el producto. De este modo, la figura
del cadáver es lo que fluye a lo largo de todo el poema y, así, aparece y desaparece
simultáneamente.
En el poema, lo que hace máquina es la cotideaneidad, que inunda una multiplicidad de territorios y
acciones posibles: la costa, el campo, los espacios urbanos, los trabajos, las instituciones, las
discusiones diarias, las relaciones. La máquina cotidiana contiene y produce los cadáveres, por lo
tanto, el cadáver es lo omnipresente. En un contexto post dictadura, donde primaba el “nosotros no
sabíamos”, Perlongher pone de relieve constantemente lo que “Ya no se puede sostener”, “Ya no se
puede enumerar”, “ya no pueden, el peso de un carajo”.
A la vez que producen, las máquinas se estropean continuamente. Se agrega entonces un tercer
elemento al binomio productivo: un resto improductivo. Deleuze y Guattari llamarán a este resto
“cuerpo sin órganos”: “El cuerpo sin órganos es lo improductivo; y sin embargo, es producido en el
lugar adecuado y a su hora en la síntesis conectiva, como la identidad del producir y del producto”
(Deleuze-Guattari, 1985: 17). Así, las máquinas deseantes desean también la muerte, en la medida
en que la antiproducción se acopla a la producción. Ésta es la forma en la que los “cadáveres” se
acoplan a cada máquina, en tanto productos implican al mismo tiempo un deterioro de ellas.
porque su novio ha
….........................!
Hay Cadáveres
A la máquina-matrimonio se acopla el cadáver, por lo tanto “la novia no se casa”. Al cortar el flujo
maquínico con un silencio en el recitado aparece lo que no se dice. El lenguaje funciona sin
funcionar.
El cuerpo sin órganos se forma también sobre las máquinas. En este sentido, la superficie textual
del poema puede percibirse como cuerpo sin órganos, desarticulada en varios niveles: semántico,
sintáctico y fonético.
En versos como
Hay Cadáveres
el lenguaje aparece desestructurado, la lengua es llevada hasta sus márgenes. El cuerpo sin órganos
funciona como soporte de una cadena o código de signos, que no son significantes por sí mismos,
sino en relación a toda la cadena u otra cadena significante. “Significación” no es sino composición,
descomposición y recomposición de cadenas, es decir, acoplamiento deseante de máquinas
fragmentarias. Éste remite a un flujo continuo entre objetos particulares, que pueden ser pensados
como “ladrillos”:
El aspecto performático de la lectura de Perlongher opera de la misma manera: la voz fluye bajo la
forma de un vagabundeo, un paseo entre diferentes intensidades, a la vez que se torna ambivalente,
se sitúa en el lugar de lo indiferenciado. Quien recita no es ni un hombre ni una mujer: “Estamos
hartas de esta reiteración, y llenas/de esta reiteración estamos.”, luego “Yo soy aquél que ayer
nomás…”.
Féretros alegóricos!
Sótanos metafóricos!
Pocillos metonímicos!
Ex-plícito !
Hay Cadáveres
Ejercicios
Campañas
Consorcios
Condominios
Contractus
Hay Cadáveres
– No te parece?
– Cuándo te recibiste?
– Militaba?
– Hay Cadáveres?
donde las enfermeras hacen SHHH! con una aguja en los ovarios,
en los huecos
un paladar, en tornos
Hay Cadáveres
El sujeto esquizofrénico es atravesado por una sucesión de estados de intensidad más o menos
pura, bajo la forma de gradientes circulares. El sujeto se mueve alrededor de las máquinas sin llegar
nunca al centro, no está sujeto a una identidad (un “yo” centrado”) sino al devenir de todos los
estados por los que pasa. Así, leemos: “Decir “en” no es una maravilla?/Una pretensión de
centramiento?”.
El descentramiento del “yo” “[n]o es identificarse con personas, sino identificar los nombres de la
historia con zonas de intensidad sobre el cuerpo sin órganos” (Deleuze-Guattari, 1985: 29) ¿Cuál es
el sentido positivo de tal descentramiento? “Yo siento que me convierto en cadáver” por ser sujeto
de una sociedad en cuyo seno se produjo un genocidio, genocidio que se perpetra cotidianamente;
pero también “yo siento que me convierto en cadáver” porque me identifico con los nombres de los
que fueron desaparecidos de la historia y así los hago aparecer.
La cadena “No hay cadáveres” podría leerse, al menos, de manera literal (no hay muertos); o bien,
entendiéndose como una sugerencia histórica (no hay cadáveres porque fueron desaparecidos); o
bien, tomando el registro performático del propio Perlongher, en el cual hace una pausa. En el
recitado “No, hay cadáveres”, se abren al menos otras dos lecturas posibles, en sentido histórico, los
desaparecidos efectivamente fueron asesinados; o bien, en un sentido más amplio, los cadáveres
son el devenir de la sociedad toda.
Deleuze y Guattari ejemplifican el paseo del esquizo como un viaje en ferrocarril, donde la totalidad
de los puntos de vista nunca puede ser unificada, sólo hay una sucesión transversal de fragmentos.
Si pensamos en las condiciones de producción del poema (uno de los viajes de Perlongher desde
Buenos Aires a Sao Paulo, en 1982), y en las imágenes espaciales que nos encontramos al leerlo (las
orillas del río, el campo, la ciudad), podemos identificar un cruce entre la obra y el desarrollo
conceptual al que nos referimos.
Un planteo estético-político como el de Néstor Perlongher no deja de tener una importante
relevancia ética, ya que su confrontación contra todo proyecto totalizador no se limita al plano de
la política (en su contexto, a la lucha contra la dictadura militar), sino que se dirige contra toda
pretensión de unificación: por la liberación de todo el deseo.
Bibliografía
Deleuze, G., Guattari, F. (1985). “Las máquinas deseantes”. En El Antiedipo, cap. 1. Barcelona, Paidós Ibérica.
Guattari, F., Rolnik, S. (2006). Micropolítica. Cartografias del deseo, 1a ed. Traficantes de Sueños, Madrid.