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2020 POR : Belén Alonso, Gemma Liébana, Santiago Pérez, Lorena Diez, Bruno
Sánchez, Óscar, LilithBlood, Mayte Rodríguez, Marta Vallejo, Lourdes Donado,
Fuensanta Noguera, Carla, Yamila Costello, Raquel, Montse, Carol, Iván, David,
Boris, Lucía, María, Alexandra, Enar, Débora, Noelia.
Muchos epígrafes permanecen intactos al resumen original, otros han sido modificados
(añadiendo o quitando) información y artículos, ya que mi principal objetivo es tener un
concepto claro y corto, por el espacio tasado, de cada epígrafe (sin profundizar
demasiado).
De igual manera, recomiendo el documento original, así como también la lectura del
manual.
Se puede conceptuar el Derecho Civil, como el “derecho de la personalidad privada, que se desenvuelve a
través de la familia, sirviéndose para sus propios fines de un patrimonio y asegurando su continuidad a
través de la herencia” (Prof. A. Cossio).
A partir de ahora, la palabra código pasa a tener un significado preciso y representa un ideal a alcanzar
para todas las naciones europeas (y muchas sudamericanas). Dicho periodo puede considerarse abierto
con la publicación del Código Civil francés en 1804 y cerrado con la aprobación del Código Civil alemán de
1896 (BGB). Ya no se trata solo de recopilar normas, sino de estructurar un sistema normativo apto para
todos los estamentos sociales.
Esta codificación estará caracterizada por la claridad, Sistematización, igualdad política y uniformidad
política.
Una vez sentadas tales premisas, se manifiesta con nítidez la posibilidad de delimitacion de sectores
normativos, como por ejemplo, el Derecho civil.
La necesidad de actualizar la legislacion civil era evidente, por lo que en las décadas siguientes se fueron
aprobando leyes importantisimas que, deberian de haber sido incorparadas al Código Civil (Ley hipotecaria,
ley de matrimonio civil, ley de registro civil, entre otras). Tales leyes reciben la adjetivación de especiales en
cuanto se considera que los aspectos ''comunes o fundamentales de ellas deberían ser recogidos en el
Código Civil''.
Al mes siguiente Manuel ALONSO MARTINEZ trata de impulsar la tarea codificadora, recurriendo a la idea
de la Ley de bases: se presentaría a las Cámaras legislativas una Ley en la que contuviera los principios y
fundamentos a desarrollar en el Código Civil, mientras que la redacción del texto articulado quedaría
encomendada a los organismos técnicos. Fue el Ministro de Justicia SILVELA quien en 1885 presentó
finalmente la ley de bases y tras la tramitación parlamentaria se aprobó el 11 de Mayo de 1888 con la
rúbrica de su creador, el nuevo Ministro de Justicia MANUEL ALONSO MARTÍNEZ , bajo la Regencia de
María Cristina por ser Alfonso XIII un niño. Dicho texto, con algún retoque, fue publicado en la Gaceta (hoy
BOE) 25, 26, y 27 de Julio de 1889.
4.- LAS DISTINTAS SOLUCIONES DE LA CUESTIÓN FORAL, DESDE LA LEY DE BASES HASTA LAS
COMPILACIONES FORALES
4.1 LEY DE BASES Y REDACCION ORGIGINARIA DEL CODIGO CIVIL, LA TECNICA PREVISTA DE
LOS APENDICES.
La división entre el derecho civil común y los derecho forales ha estado viva durante todo el periodo y sigue
latente en nuestros días.
Los artículos 5 y 6 de la ley de Bases del Código Civil son suficientemente explicitos, por lo que podemos
afirmar que, el Código Civil respeta y garantiza los Derechos forales, así como también que, por ahora, se
consideran provisionales y que no son sistemas paralelos al código civil, si no que se complementan, tienen
''Carácter Apendicular''.
La intención era conseguir un Código civil General (único). Sólo se aprobó en 1926 el apéndice de Aragón.
La vigencia normativa de la Ley de Bases del Código Civil se agotó una vez publicado este, no obstante,
tiene un gran valor como instrumento para interpretar el Código civil.
El carácter propio de las normas jurídicas no viene dado solo por su OBLIGATORIEDAD o necesidad de ser
tenidas en cuenta por sus destinatarios, los ciudadanos en general. Es fundamental también la nota de
COERCIBILIDAD, característica de las normas jurídicas, que se encuentra ausente en cualquier otro tipo de
normas. Al afirmar que las normas jurídicas son coercitivas se pretende resaltar que la falta de observancia
o respeto a las mismas puede originar su imposición por la fuerza, conforme a los instrumentos previstos
por el ordenamiento jurídico (metiendo en la cárcel al que ha cometido un delito, embargándole los bienes a
que no paga sus deudas o incumple sus obligaciones fiscales etc).
En efecto, la asimilación entre ambas ideas es desechable, ya que, no es necesario que exista una
disposición o un texto normativo concreto para que pueda hablarse de norma jurídica; las costumbres son
normas jurídicas vinculantes para el conjunto de la comunidad y normalmente no están recogidas o
recopiladas en texto alguno y, si no están, ello no les añade fuerza normativa alguno, sino, en todo caso, la
facilidad para probar su existencia a quien le interese.
Las disposiciones normativas escritas no son todas ellas portadoras de una norma jurídica, sino que, al
contrario, requieren comúnmente la combinación de varias para delimitar el mandato jurídico que merece la
calificación de norma.
Por un lado, las normas de DERECHO ESPECIAL son ciertas normas o sectores normativos, que tienen
por objeto la regulación de materias o relaciones jurídicas determinadas y concretas o están dirigidas hacia
un sector determinado de los destinatarios potenciales de las normas (los ciudadanos), por ejemplo, a los
comerciantes y empresarios se les aplicará el Derecho mercantil, a los trabajadores por cuenta ajena el
Derecho laboral, etc.
Por otro lado, al sector normativo que constituye el tronco común del Derecho y que regula la relaciones
entre personas, sin posteriores calificativos, se le denomina DERECHO COMÚN para resaltar que el mismo
tiene una mayor generalidad y, por consiguiente, cumple una función supletoria respecto del Derecho
especial de que se trate cuando éste deja de regular alguna cuestión o materia que, por consiguiente, se ve
absorbida por la regulación de carácter más general.
En nuestro Ordenamiento jurídico, por diversas razones, la función del Derecho común viene desempeñada
por el Derecho civil y, en particular, por el Código Civil.
2.- LA GÉNESIS DE LAS NORMAS JURÍDICAS: LAS FUENTES DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO
ESPAÑOL
2.1 EL PLANTEAMIENTO CIVILISTA Y EL SIGNIFICADO DE LA EXPRESIÓN “FUENTES DEL
DERECHO”
Según dispone el art. 1.1 del CC: “Las fuentes del ordenamiento jurídico español son la ley, la costumbre y
los principios generales del Derecho”.
Desde un punto de vista puramente técnico, al hablar de fuentes del Derecho se está haciendo referencia al
cómo se generan las normas Jurídicas, al modo de producción de las normas jurídicas (F de Castro), en un
doble sentido. En primer lugar, en sentido formal, en cuantos modos o formas de manifestación del
Derecho, bien a través de ley o a través de costumbre, es decir, fuente en sentido formal. En segundo lugar,
en sentido material, al considerar las instituciones o grupos sociales que tienen reconocida capacidad
normativa (las Cortes Generales, el Gobierno, etc.), es decir, fuente en sentido material.
Ciertamente la expresión ''Fuentes del Derecho'' tiene un significado técnico en cuanto así lo quieren la
tradición histórica y el tratamiento doctrinal común. En sentido menos elevado, también se habla de fuentes
de conocimiento del derecho para hacer referencia al instrumental de que si sirven los juristas para
identificar el Derecho positivo de una determinada colectividad y un preciso momento histórico; por ejemplo,
los repertorios legislativos o cualquier tratado jurídico.
Al ser la Constitución una derivación de dicha soberanía nacional, es precisamente ella la que delimita el
verdadero sistema normativo y donde se asientan las capacidades normativas de las instituciones y del
pueblo, en su caso.
Conforme a ella, tanto el Estado central, a través de las Cortes Generales, cuanto las diversas CCAA, a
través de sus Parlamentos o Asambleas legislativas, pueden dictar leyes en sus respectivos territorios.
Finalmente, hay que tener en cuenta que el CC tiene una visión interna (o nacional) del sistema normativo y
de fuentes del Derecho, la CE hace una visión más internacional, dado que, desaparecido Franco y una vez
conseguido un sistema democrático, había de prever el ingreso en las Comunidades Europeas.
En pocas palabras, la CE nos dice : “determinación de las fuentes del Derecho” es una competencia
exclusiva del Estado, si bien éste queda obligado a respetar las normas de Derecho foral o especial
existentes, para la legislación civil, en algunas CCAA que históricamente se han caracterizado por otorgar
gran importancia a la elaboración consuetudinaria del Derecho (fundamentalmente, Navarra).
En segundo lugar, la subsidiariedad significa que la costumbre es fuente del Derecho porque la Ley así lo
determina. Luego es la propia Ley la que fija y señala los límites y condiciones que la costumbre debe reunir
para generar normas jurídicas.
Es también característica de la costumbre que, a diferencia de lo que ocurre con la Ley y los principios
generales del Derecho, queda excluida la vigencia de la regla iura novit curia, objeto de explicación en otro
lugar, y en este sentido, el mencionado art. 1.3 del CC exige que quien pretenda que se le aplique una
costumbre en juicio, alegue y pruebe la existencia y vigencia de la costumbre en cuestión. Por eso se dice
que la costumbre es fuente del Derecho secundaria.
Tradicionalmente se decía de la costumbre que tenía que ser racional, como secuela de ese antiguo
requisito, el actual art. 1.3 CC exige que la costumbre no sea contraria a la moral o al orden público.
Por otro lado, ha de tenerse en cuenta que el la prueba de la costumbre no es necesaria si las partes están
conformes en su existencia y contenido, y por su puesto, sus normas no afectasen al orden público.
En consecuencia, si solo a una de las partes le interesa alegar la costumbre, deberá probarla; si no la alega,
ni la prueba, el Juez no debe aplicarla y, además, ni siquiera tiene por qué conocerla. En el supuesto de que
ambas partes estén de acuerdo y transmitan el contenido normativo de la costumbre ante el Juez, éste
deberá aplicarla.
Podemos encontrar excepciones, por ejemplo, en el Derecho Navarro, donde la costumbre que no sea
notoria es la que habrá de ser alegada y probada.
Desde hace tiempo, determinados ámbitos (especialmente en el mundo de los negocios), se viene
reclamando que al modo habitual de proceder en la contratación se le asigne un cierto valor normativo. Así,
si en un determinado sector del mundo de los negocios es habitual contratar la prestación de ciertos
servicios por un determinado porcentaje, se persigue que todos los contratos de sus servicios que se
celebre, se entiendan sometidos a la tarifa usual, aunque no se especifiquen expresamente al celebrar el
contrato concreto e, incluso alguno de los contratantes ignore la existencia de ese uso o hábito. Extiéndase
lo mismo para otras condiciones o cláusulas de los contratos.
Consiguiéndose así en la reforma del título preliminar del CC de 1974. A partir de entonces hay base para
sostener que el modo usual de proceder tiene o puede tener eficacia normativa.
La nueva Ley introduce un cambio esencial en este ámbito, como es el de desplazar a los usos del
comercio que hayan venido consagrando plazos de pago excesivamente dilatados, los cuales se verían
sustituidos por las disposiciones de esta Ley. Cuando la Ley hace referencia a que el juez puede considerar
los usos del comercio como elemento objetivo de valoración a la hora de determinar el posible carácter
abusivo de una cláusula contractual, toma este extremo solo como un dato factual y objetivo que permite
comparar la actuación de un operador con la situación de tráfico mercantil en cada momento”
En la actualidad una buena parte de los principios que tradicionalmente se afirman ser de justicia o de
Derecho natural tienen un rango normativo especialísimo, al estar recogidos en la CE, aplicándose, pues,
como verdaderas súpernormas, pero por ser constitucionales, más que por ser principios generales del
Derecho.
7.- LA JURISPRUDENCIA
7.1. LA JURISPRUDENCIA COMO FUENTE DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO
En el derecho contemporáneo, el término jurisprudencia, en sentido lato, se identifica con los criterios
sentados por los Jueces y Tribunales en su cotidiana tarea de interpretación y aplicación del Derecho a los
litigios que son sometidos a su conocimiento.
En sentido estricto, se ha afirmado tradicionalmente, la jurisprudencia coincide con la doctrina sentada por
el TS. Ello supone que los Jueces, al igual que cualquier otra autoridad, se encuentran sometidos al imperio
de la ley.
La jurisprudencia desempeña en nuestro Derecho un papel secundario respecto a las fuentes del Derecho
propiamente dichas y que, al menos formalmente, según el CC, no puede considerarse como tal. Sin
embargo, aunque no puedan considerarse propiamente normas jurídicas, los criterios interpretativos
desarrollados retiradamente por el TS, en cuanto jurisprudencia en sentido estricto, tienen trascendencia
normativa. Si a ello se le añade que la jurisprudencia forma parte integrante del orden jurídico
(complementándolo), en términos materiales, habría que concluir que, aunque sea de segundo orden, la
jurisprudencia es también fuente del Derecho.
De tal forma, recurso de casación y TS responden a una función unificadora de la correcta interpretación de
las normas jurídicas por parte del conjunto de Jueces y Tribunales del país, procurando una vez más que la
primacía de las normas jurídicas no pueda ser puesta en duda por cualquier Tribunal, sino solo por el TS.
La finalidad esencial de recurso de casación consiste en salvaguardar el Derecho objetivo de erróneas
interpretaciones en a fin de evitar la desigualdad en la aplicación de la ley art. 14 CE.
La estructuración autonómica del actual Estado y la existencia de los Derechos forales hace necesario
completar el tema estudiado con una referencia al que podríamos denominar recurso de casación foral y
también en la Ley de Demarcación y Planta.
Así pues, quedan fuera del ámbito de la casación la infracción de las normas procesales propiamente
dichas, pero por lo demás se mantiene el sentido y significado propio del recurso de casación en nuestro
sistema, procurando no excluir de dicho recurso ab initio a ninguna materia civil o mercantil y, atendiendo,
de otro lado, a la necesidad de fortalecer la relevancia de la doctrina jurisprudencial, en general del TS y, en
su caso, de los correspondientes TSJ.
La INTERPRETACIÓN sucede cuando aún estando recogida en el ordenamiento jurídico la institución que
interesa, la misma está anticuada o la situación planteada reviste peculiaridades que la convierten en
atípica. Debe procederse entonces a la adaptación del tenor de las normas a la situación en sí, averiguando
el sentido de las normas.
5.- LA INTEGRACIÓN DEL ORDENAMIENTO: LA ANALOGÍA
5.1CONCEPTO Y CLASES DE ANALOGÍA
A diferencia de las llamadas “lagunas de derecho” excluidas por nuestro ordenamiento en virtud de la
formulación de un sistema de fuentes, el sistema legal si que reconoce la posibilidad de que se produzcan
las llamadas lagunas de ley o vacíos legales y otorga instrumentos para superar este problema, la analogía,
que consiste en aplicar al supuesto carente de regulación la solución que el ordenamiento si da para otro
supuesto similar o análogo. Hay dos tipos de analogía:
– Analogía legis es cuando un vacío normativo concreto es rellenado acudiendo a otra norma
concreta y determinada que da una solución extensible al supuesto carente de regulación. Es una
técnica de aplicación de la ley. Produce la extensión de la aplicación de las leyes. Por ejemplo;
carreras de coches…
– - Analogía iuris: cuando no existen leyes similares, se debe recurrir a la analogía a través de los
principios generales del derecho, de los llamados sistemáticos, se trata de hallar una regla o
principio general de carácter lógico o sistemático y aplicarlo en defecto de regulación legal o
consuetudinaria.
5.2 CONDICIONES Y LIMITACIONES DE LA ANALOGÍA
Con respecto a las condiciones, para que una norma determinada pueda ser aplicada analógicamente
tienen que darse dos condiciones. En primer lugar, la ausencia de cobertura normativa concreta, en
segundo lugar, la identidad de razón entre el supuesto contemplado en la norma y el supuesto que se quiere
solucionar.
La ratio decidendi (razón para decidir) tiene que ser adecuada, cumpliendo criterios de semejanza entre la
norma y el caso real. Para valorar la semejanza hay que tener en cuenta la similitud fáctica entre los
supuestos y la finalidad perseguida por la norma que se trata de aplicar.
Por otro lado, con respecto a las limitaciones, estas restricciones al uso de la analogía requieren de alguna
precisión, como son las normas temporales, que se refiere más a un problema de vigencia, ya que las
normas afectan a un periodo concreto de tiempo, y pasado ese tiempo dejan de tener valor, no se aplican
porque ya no es una norma vigente. A las leyes penales, ya que nadie puede ser sancionado por observar
una conducta que la ley no haya tipificado como delito o falta. A las normas excepcionales, que son las
excepciones de los criterios generales del Ordenamiento, y por último, las normas prohibitivas y
limitativas de la capacidad de las personas y de los derechos subjetivos individuales, en estos casos
generalizar es muy difícil por lo que hay que decidir en cada caso concreto.
6.3 LA EQUIDAD
En ocasiones la resolución de un problema no se sustenta en las normas formalmente creadas y
reconocidas como jurídicas, sino pidiendo al juzgador que lo resuelva de acuerdo con los criterios de justicia
que produzcan la mejor solución.
Se habla de equidad cuando se falla un conflicto sobre la concepción o intuición de lo justo y bueno, ocurre
por ejemplo cuando en lugar de un Juez, se nombra a un árbitro para que resuelva un conflicto sobre la
base de la equidad.
La equidad se emplea también para adaptar la generalidad y el rigor de las normas con las circunstancias
del caso concreto. Si al aplicar la norma de acuerdo con el sistema de fuentes, los resultados son
desmesurados o injustos, el aplicador del Derecho debe mitigar su rigor, debe ponderarla.
Por un lado, cuando la ley nueva es de aplicación a los efectos de un hecho o acto acontecidos con
anterioridad a su publicación, se habla de retroactividad de segundo grado o fuerte. (Hechos y efectos
anteriores a la nueva ley). Ej. Ley 30/1981 “Ley del Divorcio”. Por otro lado, Cuando la nueva ley se aplica a los
efectos producidos, con posterioridad a su entrada en vigor, a causa de un hecho o acto anterior a la misma,
se califica de retroactividad en grado mínimo o débil (Hecho anterior y efecto posterior a la nueva ley). Ej. Ley
11/1981 “patria potestad conjunta de padre y madre” .
6.- EL DEBER GENERAL DEL CUMPLIMIENTO DE LAS NORMAS
6.2. LA IGNORANCIA DE LA LEY
Desde un punto de vista lógico, se podría pensar que, para poder respetar las leyes, previamente habría
que conocerlas, ya que difícilmente puede respetarse lo que se ignora. Sin embargo, desde el punto de
vista práctico es imposible que un sujeto pueda conocer todo el conjunto de normas que componen el
Ordenamiento jurídico.
Las reglas de la lógica general no son las mismas que las reglas de la lógica y el razonamiento jurídicos.
Jurídicamente el problema tiene que ser enfocado desde la óptica de la efectividad del ordenamiento; han
de organizarse las cosas de forma que las normas sean efectivamente aplicadas. La norma se aplicará, sea
conocida o no por el sujeto determinado. En otro caso, bastaría con alegar la ignorancia para que uno
quedara a salvo del deber de cumplir y observar la norma.
Este problema es abordado y resuelto por nuestro sistema jurídico sobre las siguientes bases:
– Las normas deben ser objeto de publicidad. Pero con ello no se resuelve el problema, puesto que
es probable que un ciudadano corriente, aunque consiga acceder a la norma publicada en el BOE,
no consiga comprenderla.
– Se establece la regla de la efectividad del ordenamiento y deber de cumplimiento de las normas,
sea conocido o ignorado su contenido (art. 6.1 del CC: “la ignorancia de las leyes no excusa de su
cumplimiento”). Por consiguiente, aun sin que exista el deber de conocer las normas y sin que
éstas sean efectivamente conocidas, sí existe el deber general de cumplimiento.
Cuando esto sucede, la regulación contenida en la norma jurídica solamente entra en juego en defecto o
ausencia de regulación convencional por parte de los interesados. Precisamente se está ante un caso de
exclusión voluntaria de la Ley aplicable, por ejemplo, es regla contenida en la ley que el préstamo de dinero
no produce intereses, pero la propia disposición legal autoriza la posibilidad de pacto expreso en contrario.
Son frecuentes las normas dispositivas en el ámbito del Derecho patrimonial privado. Cuando una norma
reviste ese carácter, entonces es cuando cabe precisamente que la norma general pueda ser desplazada
por la reglamentación particular creada por los interesados.
Cuando, por el contrario, la norma es imperativa, la voluntad o deseo de los destinatarios de la
misma de excluirla es absolutamente irrelevante.
En términos generales, se habla de relación jurídica para referirse a todas aquellas relaciones o situaciones
sociales, de cualquier índole, que son susceptibles de ser contempladas jurídicamente.
Por tanto, puede afirmarse que cuando las relaciones sociales son contempladas por el Derecho, cabe
hablar de relaciones con trascendencia jurídica o, sencillamente, de relaciones jurídicas.
1. Por un lado, Las Relaciones obligatorias, que comprenden aquellos supuestos en los que, por
responsabilidad contractual o extracontractual, una persona se encuentra en el deber de prestar o
desplegar una conducta determinada en beneficio de otra.
2. Por otro lado, Las Relaciones jurídico-reales, basadas en la tenencia o apropiación de los bienes,
se encontrarían presididas por la propiedad y demás derechos reales, en cuya virtud una persona
goza de una capacidad decisoria sobre el uso y aprovechamiento de cualquier bien que el
Ordenamiento le garantiza frente a los demás miembros de la colectividad.
3. También nos encontramos con Las Relaciones familiares, situaciones de especial conexión entre
las personas que el Ordenamiento jurídico regula atendiendo a criterios de ordenación social
general, para garantizar un marco normativo a la familia.
4. Por último, Las Relaciones hereditarias o sucesorias, que son todas aquellas conectadas al
fenómeno de la herencia y a las personas en ella implicadas, como sucesores de la persona
fallecida con anterioridad: derechos y deberes de los herederos entre sí y en sus relaciones con los
demás.
1.3 ESTRUCTURA BÁSICA DE LA RELACIÓN JURÍDICA
Los componentes que pueden analizarse por separado en la estructura de la relación jurídica, son
los sujetos de la relación jurídica, dado que los derechos y deberes sólo pueden atribuirse a las personas
y es evidente que en toda relación jurídica el componente personal es estructuralmente necesario. Por otro
lado, nos encontramos con las relaciones sociales de trascendencia jurídica, las cuales requieren la
existencia de un determinado vínculo o lazo entre personas que ocupan posiciones distintas.
La persona que tiene derecho a algo se denomina sujeto activo. En cambio, quien se encuentra obligado a
reconocer, satisfacer o hacer efectivo el derecho de cualquier otra persona, se denomina sujeto pasivo. La
posición de sujeto activo/pasivo puede ser ocupada por una o varias personas (cotitularidad).
Con respecto al contenido de la relación jurídica, se entiende por tal el entramado de derechos y deberes
que vinculan a los sujetos o partes de la relación jurídica, quienes por principio se sitúan bien en una
posición de poder o, por el contrario, de deber. La situación de poder (sujeto activo) implica que una
persona tiene autoridad suficiente para reclamar a una posición de sumisión y respeto del propio derecho.
La situación de deber (sujeto pasivo) implica que un determinado sujeto se encuentra vinculado a la
realización de un determinado comportamiento respetuoso del derecho ostentado por cualquier otra
persona.
Este concepto despliega sus efectos tanto en el Derecho privado cuanto en el público, siendo
frecuente que determinadas personas tengan atribuidas autoridad, competencias, funciones o cargas con
vistas al cumplimiento de intereses generales que excedan de su propio ámbito de libertad y decisión.
El titular de un derecho subjetivo, para satisfacer su interés, puede ejercitar el conjunto de facultades o
poderes concretos de su derecho. Sin embargo, es importante señalar que la satisfacción del propio interés
no autoriza a cualquier acto de ejercicio del derecho, sino que existen límites que restringen el ejercicio de
los mismos.
Sin embargo, hay quien se extralimita en el ejercicio de sus derechos subjetivos, atentando contra los
demás o contra los intereses generales. Por ello, el legislador (y, sobre todo, la jurisprudencia) debe contar
con mecanismos restauradores del ejercicio razonable de los derechos que permitan la ordenada
convivencia social y, en su caso, la jerarquización de los intereses jurídicamente protegidos. Estos
mecanismos suelen identificarse doctrinalmente con los límites de los derechos, dentro de los que se
distinguen: límites extrínsecos, intrínsecos y temporales.
Sigue siendo un principio general del Derecho, pero es ahora un principio normativizado: buena fe en
sentido objetivo y como pauta general de conducta en el ejercicio de los derechos.
En la Ley de Enjuiciamiento Civil se incorpora también una referencia a la buena fe, en
este caso procesal, distinguiéndose en tres partes distintas, en la que nos habla de adecuar las actuaciones
procesales a las exigencias de la buena fe, de forma positiva o negativa, imponiendo multas de hasta 6 mil
euros por vulnerar las reglas de la buena fe y regulando la vulneración de dicha ley por parte de los
profesionales, pudiéndo establecerles una sanción disciplinaria por parte del Colegio Profesional oportuno.
Igualmente son frecuentes las referencias a la buena fe en las disposiciones relativas a la Administración
pública.
Por tanto, el principio general del derecho proclama como norma, la inadmisibilidad de actuar contra los
propios actos, constituyendo así un límite del ejercicio de un derecho subjetivo como consecuencia del
principio de buena fe, y de la exigencia de observar un comportamiento consecuente.
Si nuestros actos son de un determinado tipo hoy, deberán continuar siéndolo mañana, o las terceras
personas no sabrán a qué atenerse. Por ejemplo: El padre que reconoce voluntariamente a una persona como hijo, y
pretende posteriormente impugnar dicho estado civil. El establecimiento que vende alcoholes a una persona, que sufre accidente en
sus dependencias y luego pretende excusarse de su responsabilidad alegando precisamente la ingesta alcohólica de esa misma
persona.
El TC ha convertido esta doctrina en el fundamento de algunos de sus fallos y ha precisado el alcance de
real de dicha doctrina.
6.- EL ABUSO DEL DERECHO
El abuso del derecho constituye un concepto jurídico indeterminado que se incorpora al título preliminar del
Código Civil. Su concreción requiere la consideración casuística y por tanto un atento análisis
jurisprudencial. Casuística en ética aplicada refiere al razonamiento basado en casos. Se utiliza en cuestiones éticas y jurídicas, y a menudo
representa una crítica del razonamiento basado en principios o reglas. La casuística es utilizar la razón para resolver problemas morales aplicando
reglas teóricas a instancias específicas.
No sucede lo mismo cuando queda incorporado a nuestro Código civil, ya que todo acto u omisión que, por
la intención de su autor, por su objeto o por las circunstancias en que se realice sobrepase manifiestamente
los límites normales del ejercicio de un derecho, con daño para tercero, dará lugar a la correspondiente
indemnización y a la adopción de las medidas judiciales o administrativas que impidan que el abuso
persista.
Por lo tanto, y según se establece en el Código Civil, los presupuestos de aplicación del abuso del derecho
son; la acción u omisión de carácter abusivo y la consecuencia dañosa para un tercero.
Por otra parte, la desidia en el ejercicio de los propios derechos es también manifestación de una conducta
que, permite suponer que los derechos que no son ejercitados en su momento adecuado o dentro de un
periodo temporal prudente, ya no serán ejercitados nunca, generando así la legítima expectativa en las
demás personas de la comunidad de que el derecho ha decaído, ha sido renunciado o no va a ser
ejercitado finalmente.
La configuración de los límites temporales del ejercicio de los derechos puede hacerse mediante dos figuras
distintas: la caducidad y la prescripción.
2.- LA PRESCRIPCIÓN
2.1 PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA Y PRESCRIPCIÓN ADQUISITIVA
En relación a la clara incidencia del transcurso del tiempo sobre el nacimiento o relación de los derechos,
hay que determinar dos figuras clave; la PRESCRIPCIÓN EXTINTIVA o PRESCRIPCIÓN, es decir, cuando
el transcurso del tiempo acarrea la pérdida o decadencia del ejercicio de los derechos para su titular
(extingue los derechos de que se trate). En general, incide sobre todo tipo de derechos subjetivos (aunque
también existen algunos derechos que son imprescriptibles), pues la dejadez o desidia en el ejercicio de los
mismos puede afectar a la vivencia de toda suerte de derechos y facultades, y la PRESCRIPCIÓN
ADQUISITIVA o USUCAPION, cuando el trascurso del tiempo, junto con una situación de apariencia
jurídica, provoca el nacimiento o consolidación de un derecho a favor de una persona.
A diferencia del carácter general de la prescripción propiamente dicha, la usucapión afecta a derechos
patrimoniales que pueden ser objeto de posesión en sentido técnico (limita su campo de juego al ámbito de
la propiedad y otros derechos reales).
Prescripción→ Afecta de forma general al Derecho Civil, al ejercicio de los derechos en general .
Usucapión→ Afecta a un volumen mas delicado de la propiedad y demás derechos reales.
2.2 PRESUPUESTOS DE LA PRESCRIPCIÓN
Los datos básicos necesarios para que se produzca la prescripción, son, en primer lugar, estar frente a un
derecho que sea susceptible de prescripción, esto es, un derecho prescriptible. La prescriptibilidad de los
derechos sirve de regla general, sobre todo referida a los derechos subjetivos patrimoniales. Al contrario, los
derechos subjetivos extrapatrimoniales, generalmente no prescriben (imprescriptibles). En segundo lugar,
que el titular del derecho en cuestión permanezca inactivo, esto es, sin ejercitar el derecho que le
corresponde. En tercer lugar, que transcurra el plazo señalado por la ley para el ejercicio del derecho sin
que se haya llevado a cabo la actuación del mismo. Por último,que su caso, producido un acto
extemporáneo de pretendido ejercicio del derecho, el sujeto pasivo alegue la prescripción producida y no
haya renunciado a ella.
3.- CÓMPUTO DEL PLAZO DE PRESCRIPCIÓN
El cómputo del plazo prescriptivo establecido en cada caso se inicia desde el momento en que el derecho
pudo haber sido ejercitado, salvo que se disponga otra cosa diferente.
Hay algunas especialidades en la determinación del momento inicial del cómputo de la prescripción, que no
atentan contra la regla general:
− En las obligaciones del pago de rentas e intereses la prescripción comienza a correr desde el último
pago de la renta o del interés adeudado.
− En las obligaciones determinadas por sentencia judicial la prescripción comienza a correr desde el
momento en que esta sea firme.
− En las obligaciones de rendición de cuentas comienza a correr desde que los obligados a rendirlas cesan
en su cargo o desde que hay conformidad respecto a las cuentas finales.
5.- ALEGABILIDAD Y RENUNCIA DE LA PRESCRIPCIÓN
El concepto de la prescripción implica que, habiendo transcurrido el plazo de la misma, ya no se puede
exigir al sujeto pasivo del derecho la conducta activa u omisiva que podía serle impuesta por el titular del
derecho. Así pues, desde el prisma del sujeto obligado, la consecuencia básica de la prescripción radica en
que ésta le produce un beneficio, un inesperado provecho, derivado de la inactividad del titular del derecho
subjetivo.
Por tal motivo, la ley considera que ese beneficio para el sujeto pasivo debe ser dejado en manos del propio
interesado y le exige que tenga una conducta diligente que, al menos debe consistir en la alegación de la
prescripción frente al titular del derecho en el caso de que éste finalmente opte por ejercitar su derecho. En
consecuencia, la prescripción operará sólo si el beneficiado por ella la alega; por el contrario, si el
beneficiado por la prescripción no alega que ha transcurrido el plazo para el ejercicio eficaz del derecho,
podrá ser condenado a cumplir, a pesar de la prescripción y a pesar de que el ejercicio del derecho por su
titular sea realmente extemporáneo. La prescripción no puede ser apreciada de oficio por los Tribunales de
Justicia, esta ha de ser rogada, alegada o solicitada por el beneficiario.
Se puede renunciar a la prescripción una vez ganada, sin embargo, se prohíbe la renuncia anticipada de la
prescripción puesto que ello conduciría a permitir que los particulares pudiesen hacer imprescriptibles los
derechos. La situación de poder otorgada al beneficiario de la prescripción es un derecho subjetivo
autónomo, al que puede renunciarse una vez adquirido, mientras que la renuncia futura queda vetada de
forma absoluta.
6.- PRINCIPALES PLAZOS DE PRESCRIPCIÓN
La determinación del plazo de prescripción de cada categoría de derechos subjetivos es tarea de realizar
caso por caso, con determinación concreta y explicación detallada. No obstante, el Código Civil menciona
unos plazos generales de prescripción, aunque hay una enorme cantidad de casuismo referido a dichos
plazos:
1. Los derechos reales sobre inmuebles prescriben a los 30 años, salvo la acción hipotecaria, que
prescribe a los 20 años.
2. Los derechos reales sobre bienes muebles prescriben a los 6 años.
3. Los derechos de créditos o personales han contado con el plazo general de prescripción de 15
años, salvo que se disponga otra cosa por otra ley al respecto. Las acciones personales que no
tengan plazo especial prescriben a los 5 años desde que pueda exigirse el cumplimiento de la
obligación). En las obligaciones continuadas de hacer o no hacer, el plazo comenzará cada vez que
se incumplan.
4. El derecho a cobrar prestaciones periódicas pagaderas en plazos inferiores a un año prescribe a
los 5 años.
5. El derecho a cobrar los servicios profesionales y algunos derechos concretos prescribe en el plazo
de 3 años.
6. En el plazo de 1 año prescriben los interdictos posesorios y el derecho a reclamar la indemnización
que nace de la responsabilidad civil extracontractual.
7.- L A CADUCIDAD
7.1 CADUCIDAD DE LOS DERECHOS (ej : pág 43 resumen original)
Los plazos de prescripción propiamente hablando no constituyen límites temporales estrictos de la vida de
los derechos, sino de la inactividad y desidia de sus titulares. Dado que tales plazos son susceptibles de
interrupción (los de prescripción, los de caducidad no son susceptibles de interrupción), es evidente que los
derechos no encuentran en tales plazos una frontera temporal propiamente dicha, pues pueden revivir de
forma continuada y recurrente por un mero acto de ejercicio de su titular. Esta reviviscencia o resurrección
de los derechos no resulta siempre posible, ni técnicamente aconsejable ya que provocaría la eternización
de los procesos, y su consiguiente disfuncionalidad.
Ante ello, la ley (y también a veces los particulares) considera en numerosas ocasiones que el ejercicio de
determinados derechos y facultades se debe llevar a cabo, necesaria e inexcusablemente, dentro de un
periodo temporal predeterminado. Una vez transcurrido el plazo marcado, sin posibilidad alguna de
suspensión o interrupción, el derecho de que se trate no podrá ya ser ejercitado por su titular, requiriendo
pues una especial diligencia y prontitud por su parte.
Podemos conceptuar caducidad, como la extinción de un derecho por su falta de ejercicio durante un plazo
temporal prefijado que no es susceptible de ser interrumpido.
LA CONMORIENCIA
La determinación del momento de la muerte adquiere tintes de particular complejidad cuando fallecen
simultáneamente dos o más personas que tuvieran recíprocamente derecho a heredar a las otras, como
ocurriría en el supuesto típico de nuestros días: accidente aéreo, automovilístico, etc, en el que fallecen
padres e hijos.
En tales casos, tradicionalmente se solucionó el tema recurriendo a una serie de consideraciones basadas
en la fortaleza física de los conmorientes, de tal forma, entre marido y mujer, se consideraba premuerta a
ésta, atendiendo a su mayor debilidad y entre progenitores e hijos; mayores de 14 años, premueren los
padres y en menores de 14 años, premueren los hijos.
Pero el artículo 33 de nuestro Código Civil cambió la tradición, según ese artículo “si los conmorientes
fallecen de forma simultánea no tiene lugar la transmisión de derechos de uno a otro”.
No obstante, se mantiene, aunque la causa y el lugar sea distinta, siempre y cuando la muerte sea
simultánea. La norma deberá aplicarse a todo caso de duda sobre la supervivencia entre dos personas
fallecidas simultáneamente, aún en circunstancias normales o excepcionales.
Presunción de conmoriencia, entra en juego cuando existe cualquier estado de duda acerca de quién puede
haber muerto primero y será alegada tal presunción siempre y cuando a quien interese pruebe la existencia
de la duda, acreditando los hechos de los que resulte.
La vida e integridad física son claramente diferenciables: la vida constituye el presupuesto de la atribución
de los derechos a una persona cualquiera; la integridad física, vendría referida a la plenitud de los atributos
físicos de una persona en vida. El derecho a la integridad física “debe entenderse como una derivación del
derecho a la vida, en intima conexión con él y ordenado a la planificación de su sentido y a la plenitud de su
desarrollo”.
Por tanto, cualquier acto relativo a la integridad física no puede considerarse directamente atentatorio contra
dicho derecho, salvo que realmente ponga en peligro injustificadamente la vida de la persona en cuestión,
ya que el derecho a la integridad física se encuentra subordinado a la vida propiamente dicha. Parece hoy
evidente, por tanto, que las intervenciones higiénicas o quirúrgicas deben ser analizadas como actuaciones
subordinadas a la subsistencia o, mejor, a la calidad de vida de las personas.
Honor : Desde el punto de vista positivo, se define como la estimación y el respeto que la persona se
profese a sí misma y que le reconozca la comunidad en que se desenvuelve .
Desde el punto de vista negativo, es más fácil identificar los actos por los que una persona queda
deshonrada. La jurisprudencia no da un concepto teórico y general del honor, lo identifica con la fama,
consideración, dignidad, reputación, crédito, sentimiento de estimación, prestigio…
Intimidad personal y familiar La intimidad personal (y familiar) : debe identificarse con el ámbito de
actuación de cualquier persona (y familia) intrascendente para los demás y que debe ser respetado por
todos. La intromisión en el círculo privado de cualquiera o la revelación pública de datos íntimos de carácter
personal o familiar deben considerarse conductas atentatorias contra la intimidad personal.
La propia imagen : El derecho a la propia imagen significa que para hacer pública la representación gráfica
de cualquier persona, mediante cualquier procedimiento técnico de reproducción, es necesario contar con
su consentimiento.
Estos tres derechos han de ser considerados derechos de la personalidad y simultáneamente derechos
fundamentales. No obstante, simplemente reseñar que la libertad de información de los medios de
comunicación prevalece sobre los derechos al honor, intimidad y propia imagen de una persona, siempre
que se den dos presupuestos: la relevancia pública de la información y la veracidad de la información
transmitida, entendiendo por veracidad la razonable diligencia por parte del informador para contrastar la
noticia aun cuando la información, con el transcurso del tiempo, pueda ser desmentida o no resultar
confirmada.
5.3 PRIVACIDAD PERSONAL Y LIBERTAD INFORMATIVA
Los tribunales de justicia (y en particular el Tribunal Supremo) han sido siempre muy reacios a otorgar
indemnizaciones por la vulneración de tales derechos, argumentando generalmente que el derecho a la
información es superior a los derechos de la personalidad. Pero tras varias sentencias, finalmente la STS1ª
518/2012, de 24 de julio, relativa a una demanda de la actriz conocida como Elsa Pataky contra una serie
de medios de comunicación que fueron condenados a indemnizarla con más de cuatrocientos mil euros por
haber captado indebidamente imágenes en un posado realizado por la actriz para otra revista del corazón.
En la misma línea la STS 538/2016, de 14 de septiembre de 2016, condenó a una revista del corazón a
indemnizar a la actriz Penélope Cruz por la publicación de imágenes debido a la apreciación de intromisión
ilegítima en sus derechos fundamentales a la propia imagen y a la intimidad.
En este sentido, la STS de 15 de febrero de 2017 entiende que el ejercicio del derecho a la libertad de
información no legitima la publicación no consentida de una imagen obtenida de un perfil de Facebook ya
que la imagen no queda excluida del ámbito protegido por el derecho a la propia imagen y se necesita el
consentimiento expreso del titular para publicarla.
No obstante, las libertades de información y de expresión siguen ocupando una posición importante, y, en
general, según ha fijado el Tribunal Supremo, la libertad de información prevalece sobre los derechos al
honor, intimidad y propia imagen de una persona siempre que se den los presupuestos de:
relevancia pública de la información y veracidad de la información transmitida.
Por un lado, la UCD y Alianza Popular querían establecer la mayoría de edad política y dejar a la ley
ordinaria el establecimiento de las distintas edades capacitadoras en cada sector del ordenamiento jurídico.
Por otro lado, Los Socialistas y la Minoría Catalana mantuvieron la postura de que la mayoría de edad a los
18 años a todos los efectos, ya que podría darse la incongruencia de poder ostentar un cargo público
estando sometido a la patria potestad, además existía la necesidad de reconocer la plena incorporación de
la juventud a la vida ciudadana.
Así que en1978 se publica en el BOE el Real Decreto-Ley que establece en su artículo 1 ,con efectividad
inmediata, la mayoría de edad a los 18 años para todos los españoles. El apresuramiento en la publicación
se debía a que de esta forma se ampliaba el número de posibles votantes para el referéndum, ya que el 6
de diciembre de 1978 se aprobaría la Constitución Española.
Además, según la situación legislativa del momento, reducir el límite de la mayoría de edad, no sólo era
conveniente y oportuno, sino que era una cuestión lógica, ya que, por ejemplo, La Ley General de
Educación daba por finalizado el proceso de instrucción mucho antes, el Código de Circulación vigente
señalaba los 18 años como edad para la conducción de automóviles y a los 18 años también podían asistir
a espectáculos de todo tipo, tanto las disposiciones militares como la Ley de Caza implicaban la utilización
lícita de armas por menores de 21 años, la vieja Ley de Contrato de Trabajo otorgaba capacidad contractual
en el ámbito laboral a partir de los 18 años y el Código Penal establecía la responsabilidad penal
relativamente atenuada a los 16 años y plena a los 18.
En la historia jurídica reciente, las Constituciones son cada vez más completas y cualquier extremo social
importante merece una referencia constitucional. Además, con la regulación constitucional se da coherencia
interna al Ordenamiento jurídico con una única mayoría de edad, frente a las múltiples edades
capacitadoras o habilitadoras características del áncien régime.
La aparición de nuevas ramas del Derecho y sus consiguientes textos legislativos optan por señalar
barreras cronológicas de capacitación no coincidentes con la mayoría de edad general que se establece en
el Código Civil.
2.-LA MINORIA DE EDAD
Tradicionalmente el menor de edad era total y absolutamente incapaz (término que conviene no confundir
con incapacitado) para realizar actos con eficacia jurídica.
De forma muy certera, este planteamiento ha sido objeto de crítica (F. De Castro), negando la “incapacidad
general” del menor, ya que no concuerda muy bien con la realidad práctica, en la que los menores (al
menos cuando dejan de ser niños, en sentido estricto) se desenvuelven por sí solos con relativa frecuencia
celebrando contratos de continuo (transacciones elementales: compra de chucherías y material escolar,
transporte urbano) y nadie duda de su capacidad para entender su alcance y manifestar una voluntad libre y
vinculante. A medida que la edad a aumenta hasta aproximarse a los límites de la mayor edad, la gama de
contratos realizados por el menor y su complejidad y cuantía económica aumenta.
Dicho planteamiento, se encuentra reforzado actualmente, tras la reforma del artículo en el CC,
determinando que los menores no emancipados podrán prestar consentimiento en aquellos contratos que
las leyes les permitan realizar por sí mismos o con asistencia de sus representantes, y los relativos a bienes
y servicios de la vida corriente propios de su edad de conformidad con los usos sociales.
Por un lado, el menor que haya cumplido dieciséis años podrá administrar por sí mismo los bienes que haya
adquirido con su trabajo o industria. Por otro lado, los padres no podrán disponer de los derechos de que
sean titulares los hijos, ni de sus bienes inmuebles, objetos preciosos o valores mobiliarios, salvo que
cuenten con el consentimiento del menor que haya cumplido 16 años (expresado necesariamente en
documento público) o con autorización judicial.
Igualmente es necesario el consentimiento del menor que haya cumplido 16 años cuando sus padres
pretendan emanciparle.
Por otro lado, la alteración del orden de los apellidos de los menores de edad requerirá su aprobación en
expediente registral si tuvieren “suficiente juicio” debiendo ser oídos.
En conclusión, Ley Orgánica 1/1996 ha sido objeto de una amplia revisión por la Ley 26/2015, y por la Ley
Orgánica 8/2015, también denominada de modificación del sistema de protección a la infancia y a la
adolescencia. Esta última refuerza el principio del interés superior del menor y contempla la posibilidad de
su ingreso en centros de protección específicos para menores con problemas de conducta en los que esté
prevista la utilización de medidas de seguridad y de restricción de libertades o derechos fundamentales.
3.- LA EMANCIPACIÓN
3.1. MAYORÍA DE EDAD vs EMANCIPACIÓN
Emancipar o emanciparse equivale a independizar o independizarse, aunque no se haya llegado aún a la
mayoría de edad, de la patria potestad o tutela a la que en principio está sujeto el menor de edad. Según
ello, la mayoría de edad no sería, propiamente hablando, una causa de emancipación, sino sencillamente el
acceso a la plena y general capacidad de obrar, aunque con anterioridad se hubiera conseguido la
emancipación. Sin embargo, la configuración del tema por parte del Código Civil es diferente, entiende que
la primera causa de la emancipación es alcanzar la mayoría de edad.
El planteamiento del Código es, sin embargo, erróneo e induce a la confusión por varias causas. Por un
lado, la mayoría de edad atribuye plena capacidad de obrar. Coloquialmente nadie dice se ha emancipado
por mayoría de edad, se dice que es mayor de edad. Por otro lado, la emancipación sitúa al menor
emancipado en una posición intermedia de capacidad, entre el menor y el mayor de edad.
Hoy en día entre la capacidad limitada del menor y la mayoría de edad rebajada a los 18 años, la necesidad
de la emancipación es bastante marginal y se da con escasa frecuencia.
El código establece una regla especial en caso de matrimonio: para que el casado menor de edad pueda
enajenar o gravar bienes inmuebles que sean comunes, basta el consentimiento de los dos siempre que el
otro cónyuge sea mayor de edad. Si el otro cónyuge es menor también, se necesita el consentimiento
padres o tutores de ambos.
Por lo tanto, en el supuesto en el que solo uno de los cónyuges es mayor de edad, el consentimiento de
este sustituye a los padres o al curador, pudiendo entenderse por tanto que igualmente podrá tomar dinero
a préstamo con el consentimiento de su cónyuge mayor de edad.
Fuera de los aspectos patrimoniales, el menor emancipado tiene una capacidad asimilable a la de mayor de
edad, es decir, capacidad plena para regir su persona como si fuera mayor.
En este sentido, la ley nos dice que, la incapacitación declarada por la sentencia puede ser total o parcial.
Es GRADUABLE. Hay que determinar los límites y extensión de la incapacidad y el régimen de tutela o
guarda, así como la necesidad de internamiento. Por otro lado, la sentencia por la que se declara la
incapacitación es revisable, dado que las condiciones físicas o psíquicas del incapacitado pueden variar
(mejorando o empeorando). En caso de variación se puede iniciar un nuevo proceso que deje sin efecto o
modifique la incapacitación ya establecida.
Esto cambió con la Ley que instauraba el control judicial de los internamientos forzosos. Según esta Ley, se
requería la previa autorización del Juez, salvo razones de urgencia que avalen el inmediato internamiento
del que se dará cuentas al Juez en el plazo de 24 h. Pese a las buenas intenciones de la norma, las claras
carencias del artículo lo convirtieron en blanco de críticas diversas.A partir de la entrada en vigor de la LEC
2000, se regula el internamiento no voluntario por razón de trastorno psíquico.
El internamiento, por razón de trastorno psíquico, de una persona que no esté en condiciones de decidirlo
por sí, aunque esté sometida a la patria potestad o a tutela, requerirá autorización judicial, salvo como ya
hemos mencionado antes, en casos de urgencia y dentro del plazo de 24 horas, que deberá efectuarse en
el plazo máximo de setenta y dos horas desde que el internamiento llegue a conocimiento del Tribunal.
Por otro lado, el internamiento de menores se realizará siempre en un establecimiento de salud mental
adecuado a su edad, previo informe de los servicios de asistencia al menor.
Los informes periódicos serán emitidos cada seis meses, a no ser que el tribunal, atendida la naturaleza del
trastorno que motivó el internamiento, señale un plazo inferior. Recibidos los referidos informes, el tribunal,
previa la práctica, en su caso, de las actuaciones que estime imprescindibles, acordará lo procedente sobre
la continuación o no del internamiento.
2.- LA PRODIGALIDAD
Se trata de una conducta personal caracterizada por la habitualidad en el derroche o disipación de los
bienes propios, malgastándolos de forma desordenada.
Actualmente, no constituye, propiamente hablando, una causa de incapacitación. Sólo podrán promover el
correspondiente juicio el cónyuge, los descendientes o ascendientes que (por no poder atender su propia
subsistencia) perciban alimentos del presunto pródigo o se encuentren en situación de reclamárselos y los
representantes legales de éstos. En caso de que tales familiares no existan o, existiendo, no tengan
derecho a alimentos, cada uno es libre de gastar o malgastar cuanto le venga en gana.
El pródigo, no es técnicamente un incapacitado, ni se encuentra sometido a tutela, sino a curatela respecto
a los actos de carácter patrimonial. El pródigo no se ve privado de la capacidad de obrar ni actúa a través
del curador, sino que sencillamente ha de contar con la asistencia de éste para realizar aquellos actos
determinados en la sentencia, ya que de lo contrario, éstos carecerían de validez. Los demás actos podrán
realizarlos por sí mismo.
Actualmente, la prodigalidad está regulada por la Ley de Enjuiciamiento Civil del 2000, aunque mantiene
inalterable la regulación que contenía el CC, aunque han sido derogados algunos artículos.
TEMA 8 CAPÍTULO 13 LA AUSENCIA Y LA DECLARACIÓN DE FALLECIMIENTO
1.- FUNDAMENTO DE LAS INSTITUCIONES RELATIVAS A LA AUSENCIA EN SENTIDO AMPLIO.
Se denomina ausente a quien, además de encontrarse fuera del lugar en que habitualmente desarrolla su
vida ordinaria, ha desaparecido sin dejar noticias o sin comunicarse con sus allegados y familiares. Se
desconoce su paradero e incluso si sigue vivo, con independencia de que sea algo deliberado por parte del
ausente o involuntario.
La suerte del ausente o desaparecido no puede constituir una incógnita permanente y sin límite temporal
alguno. Aparte del dato puramente afectivo, es evidente que las relaciones jurídicas relativas al ausente no
pueden quedar indefinidamente en suspenso.
Para evitar la perpetuación de tales incógnitas, el sistema jurídico reacciona estableciendo una serie de
normas. A tal efecto, nuestro Código establece una serie escalonada de medidas que, comenzando por una
representación interina y provisional de los intereses del ausente puede concluir con la declaración de
fallecimiento del desaparecido, a partir de la cual el ausente puede ser considerado oficialmente muerto.
La declaración de ausencia y fallecimiento son especialmente importantes y graves en periodos de
inestabilidad social (revoluciones, terremotos, maremotos, guerras, etc.) en los que el cauce de la vida
ordinaria queda roto y acaba por desconocerse la suerte de una serie de personas.
Las consecuencias de la guerra civil española provocaron la necesidad de sustituir el texto originario del CC
por una redacción mas cuidada y completa ante la gran cantidad de desapariciones.
Actualmente, la ley ha modificado la regulación de la declaración de fallecimiento de los desaparecidos con
ocasión de naufragios y siniestros, siendo su principal misión acortar los plazos establecidos en la
regulación anterior para llevar a efecto la declaración de fallecimiento, tratando de evitar las consecuencias
perniciosas para las familias de los pescadores muertos en la mar, sea por naufragio o por caídas al mar.
El nombramiento del defensor del desaparecido no requiere que haya transcurrido plazo alguno desde la
desaparición y carencia de noticias, pues precisamente basta la incógnita (aunque sea meramente
provisional) sobre la posibilidad de que los asuntos del desaparecido sean desatendidos.
Parece que en definitiva será el propio decreto del Secretario Judicial (LAJ) el que delimitará la extensión de
las facultades del defensor, en dependencia de las circunstancias concretas del caso.
Aunque idealmente podemos configurar la declaración de ausencia legal como una segunda fase del
conjunto de actividades dirigidas a la declaración del fallecimiento, hay que reseñar que al igual que la
declaración de ausencia legal no requiere de la previa designación del defensor del desaparecido, tampoco
tiene por qué verse seguida necesariamente por la declaración de fallecimiento, de hecho, durante la etapa
de ausencia legal pueden producirse eventualidades que hagan innecesaria la declaración de fallecimiento.
La existencia de un apoderado general permite suponer fundadamente que aquel atenderá a todos los
asuntos relativos a su representado y que la desaparición o ausencia de una persona no tiene por qué
provocar peligro para su patrimonio y los asuntos en que pueda estar interesado.
Los representantes legítimos pueden ser; el cónyuge presente, mayor de edad, no separado legalmente o
de hecho, cualquiera de los hijos mayores de edad, siendo preferidos los que convivan con el ausente y
dentro de ellos el de mayor edad, el ascendiente más próximo de menor edad (padre, abuelo...) con
independencia de que pertenezca a la línea paterna o materna y los hermanos mayores de edad que
convivan familiarmente con el ausente, siendo preferente el mayor de ellos.
El orden de prerelación vincula al Secretario Judicia, quien sólo podrá alterarlo si aprecia un motivo grave
que si lo aconseje. Cabe destacar que, los hermanos del ausente tienen restringidas ciertas atribuciones,
por lo que nos referiremos a ellos como representantes legítimos impropios.
El representante dativo, en caso de inexistencia (o ineptitud) el CC faculta a que el Secretario Judicial
pueda designar, de representante dativo del ausente a cualquier ''persona solvente de buenos
antecedentes”. No ha de tener entronque familiar con el ausente (aunque puede tenerlo) y su nombramiento
es subsidiario (o de segundo orden).
Con respecto a las funciones y obligaciones del representante, una vez designado, al representante del
ausente le corresponde;la representación del declarado ausente, la pesquisa de su persona, la protección y
administración de sus bienes y el cumplimiento de sus obligaciones. Asimismo, es una representación de
carácter general en el sentido de que el representante debe asumir las funciones y decisiones que
corresponderían al declarado ausente si se encontrare presente (a excepción de las personalísimas y por
tanto intransferibles –patria potestad, derechos políticos etc.)
Por otro lado, cabe destacar que los representantes legítimos propios tienen amplias factuldades de
administración. En cambio, los impropios y dativos deben; prestar garantía o fianza que el Secretario
Judicial considere pertinte, rendir cuentas semestralmente al juzgado y sólo pueden realizar los actos de
administración hasta la cuantía que señale el Secretario Judicial en cada caso.
Los representantes legítimos reciben una retribución que depende de sus aptitudes y capacidades técnicas
para administrar el patrimonio del ausente. El Secretario Judicial deberá fijar un porcentaje atendiendo a la
situación económica del patrimonio del ausente y las cargas familiares que pesen sobre el mismo, a los
representates legítimos impropios sólo se les puede conceder un máximo de dos tercios de los productos
líquidos, y en el caso de representación dativa, sólo tienen derecho a la retribución fijada para el tutor.
Actualmente, se obliga al Secretario Judicial a fijarla teniendo en cuenta el trabajo realizado y el valor y
rentabilidad de los bienes, así como también procurando que la cuantía no baje del 4% ni exceda del 20%.
Por otro lado,en la ausencia simple, la exigencia temporal se eleva diez años, si bien dicho plazo se reduce
a la mitad si al expirar los cinco primeros años el ausente hubiere cumplido ya 75 años.
Los plazos indicados se computarán desde la expiración del año natural en que se tuvieron las últimas
noticias, o, en su defecto, del año en que ocurrió la desaparición.
En España, respecto a los apátridas el Código Civil, dice que le será de aplicación como ley personal la ley
del lugar de su residencia habitual, también denominada lex loci. Por tanto los apátridas residentes en
España podrían acceder a la nacionalidad española a través de la naturalización por residencia.
En España, por un lado, se aprobó el reglamento de reconocimiento del Estatuto de Apátrida. Por otro lado,
la ley reguladora del derecho de asilo y de la protección subsidiaria establece en su disposición final tercera
que en el plazo de seis meses habría un nuevo marco jurídico de los apátridas que no se ha producido.
Dicha ley sólo ha sido modificada en el año 2014 respecto al artículo relativo a la extensión familiar del
derecho de asilo y de la protección subsidiaria.
La aplicación de la norma no tiene lugar respecto a los «hijos de funcionario diplomático o consular
acreditado en España».Los hijos del personal administrativo, auxiliar o laboral de las representaciones
diplomáticas (quienes carecen de status o rango diplomático) adquieren la nacionalidad española de origen.
Por otro lado, se atribuye a los nacidos en España con padres extranjeros, si ambos carecieren de
nacionalidad o si la legislación de ninguno de ellos atribuye al hijo una nacionalidad. La finalidad es la de
evitar los supuestos de apatridia. Se fija un doble requisito, referido a ambos progenitores. Por un lado,
carencia de nacionalidad, esto es, que ambos sean apátridas y falta de atribución de nacionalidad al hijo por
la legislación propia de los progenitores.
También se atribuye a los nacidos en España cuya filiación no resulte determinada origen.
Sin embargo, ambos grupos de personas pudieron optar a la nacionalidad española de origen,
formalizando, en el plazo de dos años desde la entrada en vigor de la presenta disposición adicional, su
declaración, aunque, en realidad el plazo efectivo fue de tres años, aparte de que se prorrogó por otro año
más por el Consejo de Ministros.
La nueva Ley del Registro Civil (LRC) permitía que los nietos de las exiliadas españolas, que conservaron la
nacionalidad española tras haber contraído matrimonio con un extranjero, siempre que no transmitiesen la
nacionalidad española a sus hijos, por seguir la del padre, formalizasen su derecho de opción a la
nacionalidad española dentro del plazo de un año desde la entrada en vigor.
3. LA NACIONALIDAD DERIVATIVA
La nacionalidad derivatida pretende agrupar aquellos procedimientos que permiten adquirir la nacionalidad
española a personas que originariamente tenían otra nacionalidad, o en supuestos excepcionales, carecían
de nacionalidad alguna. Tales procedimientos son tres: la opción, la carta de naturaleza y la naturalización
por residencia.
3.1. LA OPCIÓN : La adquisición de la nacionalidad española mediante opción permite facilitar la
nacionalidad española a aquellas personas que, aunque se encuentren conectadas con España, carecen de
los requisitos necesarios para ostentar la nacionalidad española de origen.
Por otro lado, los requisitos deben ser cumplidos mediante la oportuna declaración del interesado ante el
Encargado del Registro Civil correspondiente; en el caso de que la nacionalidad española se haya adquirido
en virtud de «carta de naturaleza» o por residencia, una vez transmitida al interesado la concesión de la
nacionalidad española, dispone de un plazo de 180 días para cumplir los requisitos. Dicho plazo es de
caducidad por lo que si transcurre el plazo sin que el interesado haya dado cumplimiento a los requisitos, la
concesión pierde sus efectos. En el supuesto de adquisición por opción, los propios plazos de caducidad de
ejercicio juegan en relación con el cumplimiento de los requisitos del artículo correspondiente.
TEMA 9 - CAPÍTULO 15 LA VECINDAD CIVIL Y EL DOMICILIO
1.- SIGNIFICADO DE LA VECINDAD CIVIL
La vecindad civil permite saber cuál es el ordenamiento estatal aplicable a las personas, es decir, permite
saber si debe serle aplicado el Derecho civil común o, por el contrario, el Derecho civil foral o especial que
esté vigente en alguna de las Comunidades Autónomas que cuenten con dicho régimen especial.
La importancia en la aplicación de uno u otro Derecho, se ha vuelto de gran relevancia en nuestros días, ya
que si bien es cierto que hace dos siglos las diferencias del Derecho Civil común y los diferentes derechos
forales quedaban restringidas en lo fundamental al ámbito sucesorio y de ciertos aspectos patrimoniales
interconyugales, hoy son varias las Comunidades Autónomas que de una forma u otra reclaman un
tratamiento autónomo de muchas de las instituciones civiles de interés para los ciudadanos.
5.1. LA OPCION POR MATRIMONIO : Según la Ley 11/1990 “el matrimonio no altera la vecindad civil”. Por
eso, el matrimonio entre españoles de diferente vecindad civil puede verse extraordinariamente complicado
en cuestiones de régimen económico patrimonial y hereditarias.
Para evitar esto, cualquiera de los cónyuges puede optar, durante la vigencia del matrimonio, por la
vecindad civil del otro, permitiendo la unificación familiar. Pero la realidad práctica es que casi nadie lo hace
por desconocimiento general del significado de la vecindad civil.
5.2. LA OPCION PROPIA DE LOS HIJOS : El último párrafo del art. 14.3 permite a los hijos pronunciarse
de forma personal acerca de la vecindad civil que desean ostentar, pues pueden optar tanto por la vecindad
civil correspondiente al lugar de nacimiento, como por la última vecindad de cualquiera de sus padres,
siempre que hayan cumplido 14 años, estén o no emancipados. Sólo que, en caso de no estar
emancipados, habrán de actuar con la asistencia de su representante legal.
El plazo de ejercicio de la opción comienza al cumplirse los 14 años y se extingue “un año después de su
emancipación”. Por tanto, en el caso de que ésta se produzca por alcanzar la mayoría de edad, el
interesado cuenta con 5 años naturales para llevar a cabo la opción (desde los 14 hasta los 19 años). El
plazo, en todo caso, debe ser considerado de caducidad.
5.3. LA OPCIÓN POR ADQUISICIÓN DE LA NACIONALIDAD ESPAÑOLA Ejercitada por el extranjero que
adquiera la nacionalidad española.
*
6. LA ADQUISICIÓN POR RESIDENCIA
A consecuencia de la residencia, habitual y continuada, en un territorio distinto al de la vecindad civil
anterior, cualquier español puede (no tiene obligación, pero puede hacerlo) adquirir una nueva vecindad
civil. Por tanto, la vecindad civil se adquiere:
→Por residencia continuada durante 2 años, siempre que el interesado manifiesta ser esa su voluntad.
→Por residencia continuada de 10 años, sin declaración en contrario durante ese plazo.
Ambas declaraciones deberán inscribirse en el Registro Civil.
En este sentido, la ley es absolutamente respetuosa con la voluntad individual, con todo, hay que matizar lo
siguiente:
• La continuidad en la residencia: no parece suficiente con que sea continuada, sino que además debe ser inmediatamente anterior a la
emisión de la declaración de voluntad correspondiente.
• La declaración de voluntad positiva: tras dos años de residencia, en el momento que el interesado quiera.
• La residencia de 10 años y el mantenimiento o cambio de la vecindad civil: quien desee mantener su vecindad anterior
puede hacerlo, mediante la oportuna declaración ante el Registro. Si pasan los 10 años sin que se diga lo contrario se adquiere la vecindad civil del lugar
de residencia de forma automática. El Tribunal Supremo no tiene muy claro este precepto y ha admitido recurso de casación.
Se puede decir, que los domicilios legales serían meras presunciones, que podrían verse desvirtuadas por
la acreditación de que la residencia habitual no coincide con los datos legalmente establecidos. Esta
prevalencia del domicilio real sobre el legal es la línea argumentativa en la que parecía moverse
predominantemente el TS.
De hecho, en el caso de que las partes litigantes actúen a través de Procurador, su domicilio carece de
relevancia alguna, ya que la fijación únicamente tiene por objeto la emisión y recepción de las
correspondientes citaciones y notificaciones.
El domicilio del demandante será el que haya hecho constar en la demanda o en la petición o solicitud con
que se inicie el proceso; y el demandado, una vez comparecido, podrá designar para sucesivas
comunicaciones un domicilio distinto.
Se trata de que los litigantes tengan un lugar donde ser localizados y hacer llegar las oportunas
notificaciones, sin imputarle “residencia habitual”.
En el Registro Civil no sólo se inscriben circunstancias o situaciones referentes al concepto de estado civil,
sino que se inscriben todos aquellos datos estipulados por la Ley.
Todos los datos contemplados anteriormente, constituyen una enumeración exhaustiva y completa de las
cualidades y situaciones de la persona que pueden ser inscritos en el RC. Con lo cual, dicha enumeración
se califica de numerus clausus, en cuanto a que los particulares no pueden pretender la inscripción en el
Registro Civil de hechos distintos de los anteriormente enumerados (ejemplo: abortos, títulos nobiliarios,
etc.)
El Registro Civil no afecta sólo a los españoles propiamente dichos, sino también a los hechos ocurridos en
territorio español, aunque afecten a extranjeros (nacimientos, defunciones…). Además, los hechos ocurridos
fuera de España, también se inscribirán en el Registro Civil cuando tengan que servir de base a
inscripciones marginales exigidas por el Derecho español.
1.3 EL NOMBRE
El nombre o “nombre de pila”, es el dato identificador inicial y posiblemente principal de toda persona. Tras
la aprobación de la Ley del Registro Civil, es claro que al dar nombre al nacido, éste no podrá tener más de
un nombre compuesto, ni más de dos simples. Previo a esto los niños podían llevar multitud de nombres,
casi todos relacionados con el santoral y los familiares.
Se puede sustituir el nombre que obre inscrito en el Registro Civil en castellano por su equivalente en
cualquiera de las demás lenguas españolas.
1.4 LOS APELLIDOS
El sistema español se ha caracterizado por atribuir o imponer a toda persona dos apellidos, anteponiendo el
primero de los paternos y después el de los maternos. Además, el ordenamiento español se ha
caracterizado siempre por mantener los apellidos propios de la mujer, esté casada o no. La costumbre
burguesa de algunos sectores sociales de atribuir a las casadas el apellido del marido jamás ha tenido
reconocimiento normativo alguno, tratándose sólo de un uso social sin valor jurídico.
Más adelante, se produjo una modificación importante, la posibilidad de que ambos padres, de común
acuerdo, decidieran el orden de transmisión de su respectivo primer apellido en la inscripción registral, sin
que tuviera que ser obligatoriamente primero el del padre y luego el de la madre, podría ser al revés,
aunque su aplicación es escasa.
Cabe destacar que la LO relativa a la violencia de género, haciendo referencia al “cambio de apellido” ha
añadido un nuevo párrafo en el articulo correspondiente, que nos dice que en circunstancias excepcionales
podrá accederse al cambio. Por otro lado, también cuando una persona se quiera desvincular de su origen
familiar por ser ascendiente de un asesino convicto, de un político corrupto, etc.
Actualmente serán ambos progenitores los que decidan el orden de los apellidos y en caso de desacuerdo u
omisión en la solicitud de inscripción, será el Encargado del Registro Civil el que requerirá a los progenitores
(o representantes legales del menor) para que en el plazo de 3 días realicen dicha comunicación.
Transcurrido el plazo sin que sea realizada, el Encargado determinará el orden de los apellidos atendiendo
al interés superior del menor.
Por tanto, atendiendo al interés superior del menor, el nombre aparecerá registrado con los apellidos de
ambos progenitores, si no se aprecia un motivo legal para suprimir el del padre, y teniendo preferencia el de
la madre para que la declaración de paternidad cause el menor impacto en la vida y entorno del menor.
3. ORGANIZACIÓN DEL REGISTRO CIVIL
Para que el Registro Civil pueda resultar útil es necesario diversificar territorialmente el Registro y agrupar
en “secciones” diferentes las circunstancias fundamentales objeto de inscripción.
3.1. LAS SECCIONES DEL REGISTRO CIVIL
En España el Registro Civil se encuentra divido en cuatro secciones, denominadas respectivamente;
- Nacimientos y general - Matrimonios - Defunciones - Tutelas y representaciones legales.
La Sección 1ª (“De nacimientos y general”): El nacimiento es el asiento principal de esta sección y de
todo el Registro Civil, sabiendo donde nació una persona y consultando su inscripción de nacimiento, se
puede rastrear el resto de los datos inscritos en los Registros.
Además, de la inscripción de nacimiento, en esta sección se anotan también todos aquellos hechos
inscribibles que la ley no establece que se deban inscribir en otra Sección;
• La adopción. • Modificaciones judiciales de capacidad. • Declaraciones de concurso. • Declaración legal
de ausencia. • Declaración de fallecimiento. • Hechos relativos a la nacionalidad o vecindad. • Tutela y
administración patrimonial de las personas con discapacidad.
La Sección 2ª (“De matrimonios”): En esta sección se inscribe el matrimonio, la fecha, la hora y el lugar
donde se contrae. También se establecen algunas anotaciones, como;
• Las sentencias y resoluciones sobre la validez, nulidad o separación del matrimonio y cuantos actos
pongan término a éste. • La existencia de pactos, resoluciones judiciales y demás hechos que modifiquen el
régimen económico de la sociedad conyugal.
La Sección 3ª (“De las defunciones”): En esta sección se inscribe la muerte de la persona, con
indicación de la fecha, hora y lugar en que se produce. La inscripción de la muerte (óbito) y inscribe el
hecho físico y real de la muerte.
La Sección 4ª (“De tutelas y representaciones legales”): ''Las tutelas y representaciones legales”
quedan circunscritas a la anotación de los cargos tutelares y demás representaciones legales de personas
naturales y sus modificaciones.
4.2. ANOTACIONES
Las anotaciones registrales son asientos provisionales, de menor importancia que las inscripciones. Solo
tienen valor informativo (no constituyen la prueba que proporciona la inscripción).
Son de carácter secundario, y también cabe destacar que, con valor puramente informativo, y a petición del
Ministerio Fiscal o de cualquier interesado, se puede anotar la existencia de un guardador de hecho y de las
medidas judiciales de control y vigilancia adoptadas respecto a un menor o presunto incapaz.
4.4. INDICACIONES
Otra novedad incorporada a la Ley vigente es la constancia en el Registro Civil del régimen de bienes del
matrimonio (gananciales, separación, comunidad absoluta, participación, etc.), a través de un asiento de
carácter especial legalmente denominado indicación.
4.5. CANCELACIONES
En técnica registral, cancelar significa privar de eficacia a una inscripción o cualquier otro asiento que con
anterioridad publicaba un hecho o circunstancia susceptible de registración. Las cancelaciones son asientos
de carácter negativo que conllevan la anulación de un asiento anterior por ineficacia del acto, inexactitud del
contenido u otra causa.
La cancelación puede constar marginalmente o abrir folio independiente (con la consiguiente nota de
referencia) y, por su parte, el asiento totalmente cancelado será cruzado (esto es, tachado) con tinta de
distinto color en el libro registral; mientras que, si se cancela parcialmente, se subrayará la parte cancelada
cerrándose entre paréntesis con llamada marginal al asiento cancelatorio.
6. LA PUBLICIDAD FORMAL
La expresión publicidad formal se refiere al carácter público del Registro Civil y al hecho de que su
contenido puede ser conocido a través de formas especiales reguladas por la ley.
TEMA 11 - CAPÍTULO 17
LAS PERSONAS JURÍDICAS
En el Código Civil Español se utiliza expresamente la denominación de “personas jurídicas”, en plural,
siendo probablemente el primero que formuló una regulación especial de la personalidad jurídica, dando a
este concepto una extensión tan amplia.
Ello hace necesario diversificar y distinguir entre los diversos tipos de personas jurídicas. Es casi imposible
pretender elaborar un único concepto de personalidad jurídica, ya que sería tan vago y abstracto que no
tendría utilidad.
3.1. LA ESTRUCTURA BÁSICA DE ASOCIACIONES Y FUNDACIONES
En nuestro sistema jurídico existen tres tipos de personas jurídicas, según el 35 CC, estas son; las
corporaciones, asociaciones y fundaciones.
• Corporaciones : Son asociaciones creadas por iniciativa legal, de carácter público.
• Asociaciones : Son grupo de personas unidas voluntariamente organizado para conseguir un fin
de
interés general y no lucrativo.
• Fundaciones, como un conjunto de bienes, un patrimonio, adscrito a un fin de interés general y
no
lucrativo.
De todas formas, las asociaciones también requieren un patrimonio y las fundaciones precisan
lógicamente de la colaboración de personas, pero el germen de asociación y fundación es distinto, ya que
en la asociación es primordial el sustrato personal mientras que, en la fundación, lo primordial es el
componente patrimonial.
3.2. LAS CORPORACIONES: LAS PERSONAS JURÍDICAS PÚBLICAS
Las personas jurídicas denominadas por el Código Civil corporaciones son básicamente asociaciones, pero
están reconocidas o creadas por ley. De este modo, atendiendo a su origen habría dos tipos de
agrupaciones de personas con un fin común. Por un lado, las creadas por iniciativa de los componentes de
la agrupación, quienes deciden dotarla de personalidad jurídica, sería la asociación. Por otro lado, por
iniciativa de una Ley, dando cuerpo a una corporación, que se incorporan dentro de las Administraciones
públicas: Estado, Comunidades Autónomas, Provincia, Municipio, Universidades, Colegios Profesionales,
Federaciones Deportivas...
El Código utiliza el término corporaciones para referirse a todas las personas
jurídico-públicas que deben su nacimiento al propio impulso de la Administración pública y de los diferentes
organismos políticos.
3.3. EL INTERÉS PÚBLICO DE ASOCIACIONES Y FUNDACIONES
Los fines perseguidos por ellas han de ser de interés general. En principio, las asociaciones y las
fundaciones han de ser consideradas privadas, en el sentido de que, una vez permitidas legalmente, la
iniciativa de su creación o constitución corresponde, por principio, a los particulares (si bien, en el caso de
las fundaciones también pueden ser impulsadas por personas jurídico-públicas, lo cual es más dudoso en el
caso de las asociaciones).
Este requisito tiene un motivo evidente, el Ordenamiento jurídico no puede consagrar la existencia de
personas jurídicas cuyos objetivos sean contrarios a los intereses generales de la comunidad.
3.4. ASOCIACIONES Y SOCIEDADES: EL INTERÉS PARTICULAR
El artículo 35 del Código Civil establece que son personas jurídicas; las corporaciones, asociaciones y
fundaciones de interés público, reconocidas por la Ley y las asociaciones de interés particular, sean civiles,
mercantiles o industriales, a las que la ley conceda personalidad propia, independiente de la de cada uno de
los asociados.
Con las asociaciones de interés particular viene a complicarse el panorama. En realidad, tales asociaciones
constituyen un subtipo de la figura de la asociación propiamente dicha: las sociedades, que tienen por
objeto conseguir un lucro o ganancia repartible entre los socios.
Sin embargo, ha de considerarse que dicho interés particular no es antagónico al denominado interés
público (generación de riqueza, creación de empleo, ampliación de mercados, etc.).
La Ley de Asociaciones de 1964, vigente hasta el 2002, prohibía cualquier tipo de asociación que implique
un peligro para la unidad política y social de España, entre otras cosas, impidiendo el normal desarrollo del
derecho a la asociación que estipulaba la Constitución.
Entre 1978 y 2002 se dio la paradoja situación de simultanear la vigencia de las dos leyes, que
son contradictorias entre sí.
Con el tiempo, la situación se ha vuelto confusa desde el punto de vista normativo, pues algunas de las
disposiciones han sido objeto de reforma o desarrollo antes de transcurrir 10 años desde la aprobación de la
Constitución.
La diversificación es abrumadora, no sólo por la legislación que se ocupa de cada tipo de asociación, sino
porque no existe una ley que regulé las asociaciones en general y porque además existen disposiciones
autonómicas sobre los diferentes tipos de asociación (País Vasco, Cataluña, Canarias, Andalucía, Valencia)
que vienen a complicar el panorama.
3. CONSTITUCIÓN DE LA ASOCIACIÓN
3.1. LA PLURALIDAD DE PERSONAS
El presupuesto fundamental del nacimiento de la asociación viene representado por la unión o agrupación
de un número plural de personas, las cuales precisamente se asocian entre sí para conseguir alguna
finalidad que, por separado, sería imposible o inoportuna.
La constitución no precisa nada al respecto del número mínimo de asociados. Por tanto, bajo su vigencia,
según la opinión mayoritaria, habría de considerarse bastante la existencia de dos o más personas. Sin
embargo, la Ley orgánica 1/2002 establece que se necesitan como mínimo tres personas, físicas o
jurídicas, como socios iniciales o fundadores. De este modo, podrán constituir asociaciones las personas
físicas y las personas jurídicas, sean estas públicas o privadas. El hecho de que las personas jurídicas
pudieran asociarse fue controvertido, ya que en principio se trataba de un derecho reservado a las personas
naturales. Sin embargo, las personas jurídicas podían agruparse bajo el esquema organizativo de
federación o confederación.
Con carácter general quienes deseen crear una asociación o formar parte de una ya existente es necesario
tener capacidad de obrar, por lo cual, los menores de edad no podrían formar parte de asociación alguna.
Sin embargo, la Ley 1/2002 establece una excepción a la norma general, y prevé que puedan constituir
asociaciones los menores no emancipados de más de 14 años, con el consentimiento documentalmente
acreditado de sus padres o tutores, sin perjuicio de los establecido para las asociaciones infantiles, juveniles
o de alumnos en la LO 1/1996 de Protección Jurídica del Menor.
Como es natural, ni la ley derogada, ni la legislación vigente ofrecen definición alguna de los estatutos, ni
establecen imperativamente la estructura de los mismos, limitándose a establecer un contenido estatuario
mínimo, que una vez respetado, puede verse completado con cuantos pactos y condiciones lícitos deseen
incorporar los socios.
Finalmente reseñar que es frecuente que las asociaciones cuenten con patrocinadores, socios honorarios y
honoríficos: se trata de personas que, sin ostentar la cualidad de socio, proporcionan lustre y esplendor a la
asociación o le suministran apoyo y patrocinio.
Con respecto a los deberes, consisten en contribuir económicamente, mediante la cuota, al sostenimiento
de las actividades asociativas y procurar la consecución de los fines de la asoación a través de la
participación activa en las actividades programas por la Junta directiva o el órgano de gobierno que cumpla
sus veces.
Sin embargo, no hay que olvidar que la dotación patrimonial de las asociaciones es algo puramente
instrumental (no como en las fundaciones) y suele ser de escasa entidad e incluso prácticamente
inexistente.
3. LA CONSTITUCIÓN DE LA FUNDACIÓN
3.1 LA VOLUNTAD DEL FUNDADOR
La constitución o creación de una fundación puede llevarse a cabo tanto por personas físicas como por
personas jurídicas ya sea mediante acto Inter vivos o mortis causa (en testamento). La voluntad de
fundador (o fundadores) asume un extraordinario protagonismo, ya que la fundación NO es una “estructura
abierta”, dependiente de la voluntad de los administradores, sino sólo y exclusivamente dependiente de los
designios del fundador. Los Estatutos de la fundación han de ser interpretados y, en su caso, integrados
conforme a la voluntad del fundador.
La voluntad del fundador no es protegible de forma ilimitada, sino que queda sometida a las exigencias del
orden público interno del Ordenamiento jurídico y a la propia estructura y finalidad de la persona jurídica
fundacional. Hay un mínimum exigible al pretendido fundador que, conforme a nuestro Derecho, debe
observarse. Por un lado, la fundación ha de servir fines de interés general para la colectividad; debe estar
presidida por la idea de altruismo. Por otro lado, pese a que los Estatutos fundacionales deben ser
interpretados conforme a la voluntad del fundador, éste, por sí mismo, no tiene facultad alguna para decidir
la suerte de la fundación una vez constituida.
La pervivencia o extinción de la fundación dependerá de lo dispuesto en los Estatutos y habrá que tenerse
en cuenta con carácter general los criterios establecidos en el artículo correspondiente del CC.
No cabe duda respecto del requisito constitucionalmente establecido “fines de interés general”, lo que
consecuencias, como que los fines perseguidos por el fundador tienen que ser determinados, en cuanto
consecución a perseguir por la fundación una vez constituida, los fines fundacionales deben estar descritos,
obligatoriamente, en los Estatutos de la fundación, para poder someterse al control de los poderes públicos.
Los futuros beneficiarios de las prestaciones de la fundación tienen que ser colectividades genéricas de
personas, y deben entenderse inconstitucionales las “fundaciones familiares”. Los fines han de ser lícitos, y
según la CE, las fundaciones que persigan fines o utilicen medios tipificados como delitos son ilegales y,
pueden ser suspendidas sus actividades o ser extinguidas siempre trámite la autoridad judicial, mediante
sentencia.
Por tanto, las fundaciones tendrán personalidad jurídica desde la inscripción de la escritura pública de su
constitución en el correspondiente registro de fundaciones y solo ciertas entiedades inscritas en el Registro,
es decir, las que cumplan los requisitos establecidos en dicho artículo, tendrán la denominación de
fundacion.
4. EL GOBIERNO DE LA FUNDACIÓN: EL PATRONATO
Una vez constituida y conforme a las previsiones estatutarias del fundador, lo normal es que la gestión y
funcionamiento de la fundación se realice a través de un órgano colegiado, denominado Patronato (sus
miembros: patronos o sencillamente administradores). En el pasado podían existir fundaciones de patronos
únicos. La Ley de Fundaciones se inclina decididamente por el Patronato colegiado compuesto al menos
por tres miembros.
Los patronos suelen identificarse personalmente al redactar los Estatutos, con vistas a constituir el primer
Patronato, para el futuro, sus componentes se señalan de forma indirecta (ejemplo: los tres hijos, nietos o
posteriores descendientes del fundador de mayor edad) o por indicaciones de cargos (Sr. Obispo, Sr. Rector, Sr. Alcálde). Si la
fundación se constituye inter vivos, lo normal es que el fundador o instituyente (o los fundadores) asuma un
papel relevante en el patronato, con lo que, en esa primera fase, coinciden en una misma persona (o varias)
la cualidad de instituyente y administrador.
Los patronos, incluso en el caso anterior, son puros administradores de la fundación, debiendo actuar en la
gestión y representación de la misma respetando estrictamente los estatutos y las reglas imperativas
aplicables.
Se puede decir que las fundaciones son patrimonios que están destinados a fines, pero la realización de
estos requieren de personas que quieran perseguirlos.
6 . EL PROTECTORADO
El Protectorado, es el departamento administrativo que tiene encomendada la vigilancia y control del devenir
de la fundación.
Hasta la publicación de la Constitución Española dicha función protectora correspondía al Estado en función
del tipo de fundación de que se tratase, las fundaciones laborales y las benéficas estaban adscritas al
Ministerio de Trabajo y Seguridad Social y las fundaciones culturales, al Ministerio de Educación y Ciencia.
El hecho de que la incorporación provoque materialmente la consecuencia de que el bien mueble pase a ser
parte del inmueble ha traído consigo que la doctrina española contemporánea haya pretendido incorporar a
nuestro sistema jurídico el concepto de “parte integrante” (y también el de “pertenencia”).
Por tanto, el dinero como tal, es una cosa material, representada por papel moneda o por monedas
fraccionadas, de naturaleza absolutamente fungible, y por lo tanto, sustituible en las relaciones jurídicas. En
casos excepcionales puede considerarse infungible, cuando por cualquier circunstancia, la numeración y
otros signos alcancen valor de coleccionista (o como prueba en un juicio).
6.3. IDENTIDAD BÁSICA DEL RÉGIMEN JURÍDICO DE LOS BIENES DEMANIALES Y PATRIMONIALES
La identidad básica del régimen jurídico de los bienes demaniales y patrimoniales es muy parecida, aunque
con algunas diferencias. Por ejemplo, los bienes patrimoniales tampoco pueden ser objeto de embargo
salvo escasas excepciones. Por otro lado, aunque en los bienes patrimoniales tiene menor importancia la
inalienabilidad conviene no olvidar que; para enajenar bienes patrimoniales hay que contar con autorización
administrativa, según la valoración de los bienes a enajenar: poder legislativo, Gobierno, Ministerios de
Economía y Hacienda… o la enajenación tendrá determinadas garantías procedimentales (subasta
pública). De este modo hay un relativo parecido entre la desafectación para los bienes demaniales y la
autorización para los bienes patrimoniales.
Otras notas o características asociadas a los bienes demaniales están presentes en los bienes
patrimoniales, como por ejemplo las facultades de deslinde de los bienes de oficio (determinación por las
propias Administraciones Públicas de la extensión y linderos de sus bienes inmuebles) y las facultades de
recuperación de los bienes de oficio (potestad exorbitante de la Administración, según la cual puede
recuperar la posesión de los bienes de que haya sido despojada, antes del transcurso de un año y un día,
por sí misma; mientras que los particulares, en caso similar, habrán de recurrir a la autoridad judicial a
través del anteriormente denominado interdicto de recobrar).
Aunque se use la expresión “patrimonio privado de la Administración”, lo cierto es que éste se encuentra
sometido a un régimen jurídico-público que, sólo por excepción, reclama la aplicación de las normas de
Derecho Privado.
Por otro lado, el dominio público entraña una forma de explotación caracterizada por la esencialidad del
interés general, que es el interés de todos los ciudadanos y por la existencia de unas formas de control
administrativo de dicho interés.
7. LOS FRUTOS
7.1 CONCEPTO
En términos jurídicos, fruto es todo rendimiento o producto que genera cualquier cosa, sin perder su propia
individualidad y sustancia. Puede hablarse de bienes (o cosas) fructíferos y no fructíferos, división que tiene
un valor fundamentalmente descriptivo, pues el problema radica en determinar a quién corresponden los
frutos de una cosa; Los frutos pertenecen al propietario de la cosa principal (o fructífera).
7.2. CLASIFICACIÓN DE LOS FRUTOS
Según el CC pertenecen al propietario; los frutos naturales, que son las producciones espontáneas de la
tierra, y las crías y demás productos de los animales. También pertenecen los Frutos industriales, que son
los que producen los predios (fundo o finca) de cualquiera especie a beneficio del cultivo o del trabajo y los
frutos civiles, el alquiler de los edificios, el precio del arrendamiento de tierras y el importe de las rentas
perpetuas, vitalicias u otras análogas. Son denominados o calificados así, para resaltar que no son
productos que se deriven directamente de la cosa, sino como la consecuencia de una relación jurídica de la
que nace el derecho a obtener el fruto.
Esta clasificación de los frutos es controvertida por diversas causas, por ejemplo, la diferenciación entre
frutos naturales e industriales no tiene sentido en la actualidad, una es espontánea y la otra es por cultivo,
pero el fruto será el mismo.
7.3 CARACTERÍSTICAS BÁSICAS DE LOS FRUTOS
Los frutos son bienes que llegan a tener independencia y propia autonomía desde el momento en que son
separados de la cosa matriz (las frutas o los intereses de una cantidad depositada en el banco). Por otro
lado, sólo se entienden por frutos los beneficios o productos de una cosa que se generen conservando la
cosa matriz su propia sustancia y funcionalidad económica (el peral sigue siendo tal y la cantidad
depositada bancariamente sigue íntegra). Los frutos tienen evidentemente carácter accesorio respecto de la
cosa fructífera, que en adelante puede seguir produciendo otros frutos si el propietario de la misma lo
considera conveniente y no desea, por ejemplo, donarla o venderla (en cuyo caso, aunque obtenga un buen
precio, no es técnicamente fruto). Por último, una cosa potencialmente fructífera producirá o no frutos según
la voluntad y condiciones concretas de su propietario o de quien tenga derecho sobre ella, así que no se
puede exigir a los frutos carácter periódico alguno.
TEMA 13 CAPÍTULO 21 EL PATRIMONIO
1. LA NOCIÓN DE PATRIMONIO En general, se entiende por patrimonio el conjunto de bienes
económicamente evaluables que pertenece a una determinada persona, afirmándose que quedan adscritos
a su propia esfera de dominación y disposición un conjunto de bienes de valor.
De este modo, históricamente, nuestros textos legales entre los que se incluye nuestro Código Civil se han
referido al patrimonio, no en cuanto a los derechos, sino en cuanto a los bienes en sí mismos considerados,
ya que su formulación es previa a la denominada “teoría del patrimonio”, y separándose pues, de la
construcción abstracta que la doctrina ha venido manteniendo al respecto.
El planteamiento formal de gran parte de la doctrina está viciado de origen, porque no atiene a la valoración
real de unos y otros elementos patrimoniales. En los derechos de crédito (un crédito concreto debido a un
préstamo), la valoración económica de ellos se encuentra incorporada al propio derecho, en unidades
monetarias concretas, que al ser unidades de valor general, permiten que la utilidad patrimonial se deduzca
del propio derecho.
Por el contrario, en el caso de los derechos reales, la cuestión debe ser contemplada de otro modo;
tomemos la propiedad como ejemplo. Si somos propietarios de una casa, el valor en sí no lo proporciona
nuestro derecho de propiedad sobre la misma, sino el precio (real o presumible) de mercado de ella, con lo
cual, la referencia patrimonial del tema ha de reconducirse necesariamente al propio valor del bien más que
al del derecho. De ahí que, la LEC no hable de embargar el derecho de propiedad, sino los bienes muebles
o inmuebles objeto de dicho derecho; mientras que, en cambio, los créditos si pueden ser objeto de
embargo.
El reconocimiento de la autonomía privada supone que las relaciones entre particulares se encuentran
sometidas no sólo a las normas jurídicas en sentido estricto (ley, costumbre y principios generales), sino
también a las reglas creadas por los propios particulares.
La idea de autonomía privada está regulada y contemplada en nuestra regulación jurídica, siempre y
cuando no sea contraria a las leyes, la moral ni al orden público. Existe un mínimo imperativo de respeto
general y una vez tenido en cuenta existe libertad para autorregular los propios intereses. En este sentido
se habla de Lex contractus: las obligaciones que nacen de los contratos tienen fuerza de ley entre las
partes contratantes y deben cumplirse a tenor de los mismos.
Numerosos autores afirman que el concepto de negocio jurídico en nuestro sistema, sólo tiene valor
introductorio, para analizar posteriormente las figuras particulares y concretas. Según otros autores de
renombre, debería ser al revés, estudiar primero los tipos distintos tipos concretos de negocios jurídicos,
para después intentar buscar una visión global (la teoría del negocio jurídico debería explicarse una vez
conocidos los diversos elementos que la componen y fundamentan). La diferencia radicaría en si estudiar el
negocio jurídico como introducción o como epílogo (corriente que parece más razonable desde un punto de
vista pedagógico).
Por otro lado, nos encontramos con los elementos naturales; circunstancias, datos técnicos o características
del negocio que la ley considera integrados en el negocio, salvo que el sujeto o las partes los excluyan.
Finalmente, los elementos accidentales, representados por la condición, el término y el modo, en cuanto
determinaciones de carácter accesorio que, por propia y expresa voluntad de los sujetos, pueden formar
parte del negocio jurídico.
5. CLASIFICACIÓN DE LOS NEGOCIOS JURÍDICOS
Virtualmente ilimitados, las principales categorías son:
5.1. NEGOCIOS INTER VIVOS Y NEGOCIOS MORTIS CAUSA
Son negocios mortis causa aquellos que tienen por objeto regular las relaciones jurídicas de una persona
después de su fallecimiento (el testamento). Son unilaterales y revocables mientras no se produzca el
fallecimiento. Por contraposición son negocios inter vivos los que regulan las relaciones jurídicas de una
persona (o normalmente, dos o varias), durante su vida (todos los contratos).
3. LA ANULABILIDAD
Un negocio jurídico anulable será aquel que puede ser impugnado o, por el contrario, seguir produciendo
efectos en caso de que su efectiva anulación no tenga lugar. La anulabilidad es un supuesto de invalidez de
mucha menor gravedad que la nulidad.
Con respecto al plazo de ejercicio, la acción de anulabilidad “sólo durará 4 años” que se deduce como plazo
de caducidad quedando atenuado en un buen número de supuestos de anulabilidad. El plazo empezará a
correr de forma diversa, según la naturaleza de la causa de nulidad; el punto inicial del cómputo es “la
consumación del contrato” sólo en los casos de error o dolo. En los demás casos de anulabilidad el
cómputo inicial queda retrasado a un momento posterior a la celebración del negocio jurídico anulable
Por otro lado, en la legitimación activa, el círculo de personas legitimadas para el ejercicio de la acción de
anulabilidad queda limitado a las personas que hayan sufrido el vicio de la voluntad o del consentimiento o
fueren incapaces para realizar el negocio jurídico; así como quienes, sin ser parte propiamente hablando del
mismo, asumen obligaciones a causa de dicho negocio jurídico.
Las causas de anulabilidad son disponibles para las partes y, por tanto, sanables. Las causas de nulidad,
por el contrario, son de derecho necesario y de carácter absolutamente indisponible, por atentar contra el
orden público.
Para que la confirmación sea válida, se requiere que quien la lleve a cabo, sea consciente de la
trascendencia de la misma. Por ello requiere el Código Civil que el confirmante tenga conocimiento de la
causa de anulabilidad y que el vicio no le siga afectando (habiendo ésta cesado).
La confirmación puede realizarse de forma expresa o tácita.
5. LA RESCISIÓN
Es una forma particular de ineficacia del contrato que procede de un momento posterior a la celebración del
mismo, el cual nace plenamente válido, pero posteriormente puede ser declarado ineficaz por sus efectos
lesivos o perjudiciales para una de las partes o de un tercero.
Se distingue fácilmente de la nulidad y de la anulabilidad del negocio, ya que la rescisión presupone un
negocio jurídico inicialmente válido, mientras que la nulidad y la anulabilidad implican la invalidez inicial del
negocio a que estén referidas.
5.1 CAUSAS DE RESCISIÓN
La rescisión se puede clasificar en tres grupos distintos; por lesión, por fraude y por otros motivos.
Rescisión por lesión: El término lesión significa aquí perjuicio patrimonial para uno de los sujetos del
negocio, y en particular, para una de las partes contratantes.
Rescisión por fraude: La celebración de un negocio jurídico con intención fraudulenta respecto de
terceros, es decir, con ánimo de engañarlos perjudicando sus intereses.
Rescisión por otros motivos: Una cláusula remisiva de carácter general, deja la puerta abierta a
cualesquiera otros casos en que especialmente determine la ley de rescisión.
La distinción entre poder revocable y el poder irrevocable hay que referirla a la representación voluntaria. El
apoderamiento, es desde luego un acto propio de autonomía privada, respecto del cual el poderdante
detenta por completo la iniciativa. De forma tal que, el poder es por naturaleza revocable sin necesidad de
justa causa o de fundamento concreto alguno. Sin embargo, no son extraños los casos en que el propio
representado tiene interés en conceder las atribuciones correspondientes al representante de forma
irrevocable, para evitar “males mayores”.
En tal sentido, tanto la doctrina como la jurisprudencia han venido admitiendo la licitud del pacto de
irrevocabilidad cuando la concesión del mandato irrevocable sea el contenido o el medio de ejecución
especialmente pactado de un negocio, mientras subsista el contrato que motivó el otorgamiento del poder.
Por otro lado, con respecto al resarcimiento de daños: el interés contractual negativo, la concreción del
referido resarcimiento de daños se plasma en el denominado “interés contractual negativo”; esto es, en
indemnizar al tercero de los perjuicios patrimoniales sufridos (el denominado lucro cesante); que, como se
ve, en caso de falta de acuerdo entre ambos, será necesario determinar judicialmente, tras la consiguiente
reclamación y pleito.
Por tanto, es evidente que la actuación del falsus procurator coloca al tercero en una situación poco
deseable, ya que el tercero habrá de pechar con todos los riesgos de la operación: desde la localización y
búsqueda del falsus procurator hasta su propia insolvencia.
8. LA REPRESENTACIÓN LEGAL
Nuestro CC no utiliza casi nunca el vocablo representación para referirse a la actuación representativa
directa; mientras que su utilización (y la de representante) es continua y reiterada en relación con los
supuestos de representación legal.
Es cierto que, entre la representación directa y la representación legal, existen innegables diferencias. Pero,
en definitiva, el substratum básico de ambas es el mismo: una persona actúa en nombre y por cuenta de
otra, que será la titular de los derechos y obligaciones dimanantes de la actuación representativa.
Los prototípicos de representación legal ya considerados son que, los tutores son representantes legales de
los menores o incapacitados sometidos a tutela, con carácter general. Sin embargo, la tutela es hoy día
graduable y, por tanto, el ámbito de actuación del representante depende de lo establecido en la sentencia
de incapacitación, o en disposiciones legislativas referentes a los menores de edad.
Los progenitores son representantes legales que ostentan la patria potestad sobre sus hijos menores o la
patria potestad prorrogada sobre los hijos mayores incapacitados.
Por otro lado, también se ha de considerar representante legal el defensor judicial que represente y ampare
los intereses de menores e incapacitados y debe incluirse dentro de la representación legal el defensor del
desaparecido y los representantes de quien se encuentre en situación de ausencia declarada.