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Y PASSIM EDUCATIVA
presentan:
1.1.1. Salmonelosis:
La mayoría de los serotipos de E. coli son inócuos; pero hay algunos enteropatógenos
(enterotoxigénicos no invasivos productores de una enterotoxina termolábil de alto
peso molecular, TS; y enteroinvasivos que penetran en la mucosa intestinal)
productores de enfermedades en niños y adultos y en animales.
Para los adultos las vías de contagio son alimentos y agua. No está clara la
patogenicidad de las cepas enteropatógenas de animales para el hombre y se supone
que la principal vía de contaminación es la exógena. Las medidas profilácticas se
dirigen a la eliminación de animales enfermos, control de la contaminación por
manipulación humana y refrigeración adecuada para evitar el crecimiento de las
bacterias presentes.
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1.1.5. Diarreas por Vibrio parahaemolyticus y por otros vibrios próximos al V. cholerae.
Bacteria presente en el intestino del ganado vacuno, perros, aves y ovejas. Causa
una infección entérica con vómitos, dolor agudo y diarrea explosiva. Es un organismo
microaerófilo. Se puede transmitir a través de los mismos alimentos que Salmonella
o Yersimia (carne cruda de cerdo o ave, leche cruda).
Los alimentos, con excepción de los fermentados y madurados, que tienen altos
recuentos de microorganismos han de considerarse en pricipio peligrosos aunque no
se detecte en ellos ningún microrganismo patógeno.
Las esporas de C. perfringens son ubícuas y pueden producir problemas en todo tipo
de alimentos, sobre todo carnes, piezas grandes y alimentos precocinados.
Las prevención pasa por enfriar rápidamente el alimento cocinado que no vaya a ser
consumido para evitar el desarrollo de las formas vegetativas de la bacteria.
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Producida por la ingestión de alimentos en los que ha crecido una cepa patógena
de Staphylococus aureus productora de enterotoxina termorresistente. La principal
reserva de S. aureus es la piel, y cavidad buconasal de operarios que pueden
contaminar los alimentos cuyo contenido en agua es bajo (productos de pastelería,
jamon curado...) porque a mayor aw otra flora sobrecrece a S. aureus. La enfermedad
es muy rápida con vómitos y dolor agudo, suele durar menos de 30 horas.
Profilaxis: dada la termorresistencia de las esporas hay que procurar enfriar muy
rápidamente los alimentos cocinados ricos en almidón, y conservarlos a baja
temperatura, para evitar el crecimiento de las formas vegetativas.
Quizá algunos estreptococos del grupo D pueden producir algunas toxinas cuando
están en grandes concentraciones (casos exóticos y poco relevantes para nosotros).
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Debido al bajo peso molecular las micotoxinas suelen ser muy termorresistentes y
pueden difundir grandes distancias en los alimentos por lo que tratamientos térmicos
suelen ser inefectivos y la simple eliminación del moho no evita la micotoxina.
Existe una gran preocupación por la actividad toxigénica de los mohos considerados
beneficiosos presentes en algunos alimentos (queso, embutidos).
Más relevantes son las bacterias del género Brucella. B. melitensis provoca la
fiebre de malta y se transmite por la leche de cabra u oveja, B. abortus se transmite
por la leche de vaca. Ambos tipos de bacterias pueden destruirse con los
tratamientos térmicos habituales de la leche o de la nata o crema. En este sentido
es especialmente relevante la utilización de leche pasteurizada en la produccción
de quesos de cabra u oveja para evitar la transmisión de la brucelosis.
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Como se ha comentado, algunos microorganismos tienen DMI muy bajas cuando se ingieren con agua y el estómago
está vacio. Salmonella y Shigella pueden producir toxiinfecciones de esta forma. Asimismo Vibrio cholerae se transmite
a través del agua. Por consiguiente es necesario hacer tratamientos de higienización del agua para llegar a valores de
número de microorganismos muy bajos, y utilizar aguas de alta calidad bacteriológica para cualquier proceso relacionado
con los alimentos.
El número de unidades infectivas que puede producir la enfermedad es muy bajo. Normalmente no suelen aislarse en
los laboratorios de microbiología de alimentos porque su manipulación es técnicamente compleja.
Este virus se transmite a través del agua contaminada con materia fecal y de alimentos muy manipulados en condiciones
de higiene deficientes (ensaladas de patatas, frutas contaminadas, zumos contaminados) y productos marinos presentes
en zonas costeras contaminadas. El virus es termorresistente por lo que la profílaxis ha de centrarse en la higiene del
operario, agua y productos.
Su incidencia real no está muy clara, se han asociado a veces al consumo de productos marinos costeros como
mejillones o percebes, presentes en aguas contaminadas y no tratadas adecuadamente desde el punto de vista térmico.
En general los virus que producen enfermedades en los animales no son patógenos para el hombre, ni siquiera los
oncogénicos productores de tumores. En cualquier caso, estos virus se inactivan por tratamiento térmico. Como
ejemplo tenemos el PICORNAVIRUS.
A este grupo pertenece una serie de virus interesantes como el de la Hepatitis A (transmisible por alimentos), el
virus de la polio, el del resfriado, el de la fiebre aftosa y una serie de virus denominados enterovirus o echovirus
que viven principalmente en el intestino y que pueden causar efectos citopáticos aunque en ocasiones las
enfermedades que producen no son evidentes.
Los protozoos parásitos tienen como hábitat habitual el intestino humano de donde salen a través de las heces para, a
veces, ser transportados por otros portadores secundarios. En algunas ocasiones pueden atravesar la barrera intestinal
y producir infestaciones masivas. Normalmente adoptan formas de resistencia denominados quistes.
Su detección en animales es con frecuencia difícil y por tanto la medida profiláctica más segura es el tratamiento
térmico adecuado puesto que son organismos termosensibles.
Las patologías más relevantes son la disentería amebiana (producida por Entamoeba histolytica, transmitida a través
del agua, frutas y verduras), giardiasis (producida por Giardia lamblia y transmitida a través del agua en zonas
endémicas), toxoplamosis (Toxoplasma gondii transmitido a través de la carne cruda, zoomosis de animales de compañía)
y la cristosporidiosis (Cryptosporidium parvum, transmitido a través de la carne cruda).
Los helmintos tienen ciclos biológicos más complicados que los de los protozoos; pero como ellos forman quistes que,
al ser ingeridos, producen la infestación del hombre. Otra vía de entrada son las aguas contaminadas con huevos de los
gusanos.
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Teniasis (producidas por Tenia solium de origen porcino o T. saginata de origen vacuno, que forma en los animales
unos quistes denominados cistercercos), Difolobotriasis (producida por Diphyllobothrium latum, parásito de peces), la
Hidatidosis o Equinococosis (producida por Echinococcus granulosus, enfermedad muy grave por los quistes que causa
el gusano; al hombre suele transmitirse por los perros, aunque otras carnes o aguas contaminadas pueden ser su
vehículo), la triquinosis (producida por Trichinella spiralis que forma quiste intramusculares en cerdos de granja); la
anisakiasis (producida por Anisakis marina transportada por peces como el arenque); Capilariasis (producida por
Capillaria philipina y transmitida por el consumo de carnes o pescados crudos, en una enfermedad que no se ha
descrito en nuestra zona geográfica) y Ascaridiosis (producida por Ascaris lumbricoides transmitida por contacto persona-
persona cuando la higiene no es correcta y hay contaminación fecal.
En general las enfermedades producida por helmintos se deben al consumo de alimentos contaminados endógenamente
(animales infestados) o exógenamente (contaminación fecal en aguas u hortalizas) que se consumen crudos o
insuficientemente lavados y cocinados. Las medidas profiláctica, a parte de las higiénicas, pasan por la congelación y
tratamiento térmico adecuado de las carnes infestadas para inactivar las larvas enquistadas. En muchos casos, el
veterinario puede detectar la enfermedad por estudio de las canales (cisticercosis y triquinosis).
La leche cruda es un alimento peligroso en que deben realizarse recuentos de aerobios totales y Gram-negativos y
sobre todo cuando se destina a la producción de alimentos para población de riesgo.
La leche pasteurizada tiene una alta calidad microbiológica y los valores de enterobacterias y aerobios están ampliamente
aceptados, en ciertos casos es necesario hacer un recuento de Gram-positivo psicrotrofos (Bacillus) para valorar la
posibilidad de deterioro debido a proteasas y lecitinasas.
Queso: en aquellas zonas donde se prepara a partir de leche cruda de oveja o cabra es especialmente importante
valorar la presencia de Brucella; y en los quesos salazonados, de S. aureus que se selecciona en el proceso. El queso
elaborado a partir de leche pasteurizada es más seguro y el criterio es valorar enterobacterias y S. auerus.
Helados: presentan un problema particular por su alta posibilidad de contaminación con microorganismos de origen
entérico debido a la alta manipulación de la materia prima.
En zonas en que el tratamiento térmico de las carnes no es adecuado pueden haber una proliferación en profundidad
de C. perfringens de origen intestinal. Si el tratamiento es adecuado la flora más importante es la Gran-negativa no
fermentadora (Pseudomonas, por ejemplo) que hay que determinar en superficie.
En carnes es especialmente importante prevenir la transmisión de las zoonosis mediante la observación ante morten y
post-mortem de los animales; aunque la eliminación de las enfermedades se fundamenta en la prevención en el
ganado y en el tratamiento térmico de los alimentos.
En carnes deshuesadas es importante valorar enterobacterias para determinar las condiciones higiénicas del proceso.
Las carnes picadas, debido a su procesamiento, tienen títulos bacterianos mayores. No deben consumirse crudas, y los
valores de referencia rondan 105 aerobios/gr.
La carne de pollo no se consume nunca cruda y por tanto la contaminación es posterior a la preparación. El criterio es
el análisis de enterobacterias en superficie para valorar los riesgos posteriores.
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Las diferencias en el pH de la carne y del pescado con el del marisco, hacen que éstos sean más susceptibles al
deterioro microbiológico.
El pescado de alta mar está notablemente limpio de microorganismos, no así el de zonas costeras para el que se han
descrito valores de referencia.
En el caso de los moluscos la situación es más delicada porque a veces se consumen crudos. Se han descrito límites de
enterobacterias y E. coli, así como para las aguas en las que se cultivan. (Es importante la transmisibilidad de hepatitis
A, a través de los moloscos).
Es importante el control de aminas vasopresoras.
Los huevos enteros no tienen carga microbiológica (salvo excepciones y en los casos de huevos de pata o de oca) y por
tanto no tiene sentido establecer criterios. En el caso de los productos es importante el momento de la rotura y
separación de la cáscara que, si se hace de forma higiénicamente correcta permite recuentos totales del orden de 106
cfu/ml y E. coli inferior a 102/ml.
Las asociaciones microbianas son similares a las de los alimentos cárnicos aunque aquí toman más importancia los
microorganismos capaces de hidrolizar carbohidratos de alto pero molecular (Pseudomonas, Xanthomonas, Erwinia y
Corynebacterium) que, junto a los mohos son causantes de «podredumbres » .
En estos alimentos no son de utilidad los recuentos microbiológicos y sólo las propias alteraciones macroscópicas
constituyen criterios válidos de la pérdida de calidad.
En el caso de hortalizas es importante considerar la posible contaminación con microorganismos derivados del estiércol
o del agua de riego. Por consiguiente es importante lavar las hortalizas para arrastrar microorganismos, huevos y virus
y usar como valores de referencia 10 E. coli/gr y 10 estreptococos grupo D/gr con valores de los microorganismos
psicotrofos del orden de 105 cfu/ml (para los que se consumen crudos).
En ellos sólo pueden crecer acidotolerantes: mohos, levaduras, bacterias lácticas y acetobacterias.
Los alimentos de este tipo deben su estabilidad al efecto combinado de la dispersión de la fase ocuosa junto a su
protección con valores subinhibidores de pH.
a) Mantequilla:
Los riesgos sanitarios son prácticamente nulos cuando se ha elaborado a partir de leche pasteurizada. En cualquier
caso, la valoración de microorganismos lipolíticos puede permitir evaluar el riesgo de enranciamiento.
b) Margarina:
La discusión es similar al caso de la mantequilla. Aquí se adiciona conservante. El mayor riesgo está en la fase acuosa
contaminante. El criterio más sencillo es la medida del pH de esta fase acuosa, y si hay alteraciones en el mismo el
recuento de microorganismos lipolíticos.
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a) Alimentos con humedad intermedia:( aw= 0,7-0,85) (son salazones, leche condensada, mermeladas).
Las asociaciones de microorganismos que se forman dependen del valor concreto de aw y del pH del alimento. En estos
casos los controles del alimento recién preparado son de poca utilidad y las muestras han de someterse a incubaciones
cíclicas para detectar luego los microorganismos.
a) Productos de pastelería:
La contaminación con E. coli es indicativa de las condiciones de conservación que siempre ha de hacerse en frío por la
cualidad perecedera de su interior.
b) Empanadas de carne:
La corteza y la presencia de conservantes protege el interior, aunque en ocasiones se han roto estas barreras y se han
producido contaminaciones. Deben vigilarse enterobacterias, S. aureus y C. pefringens.
c) Pan:
El mayor problema es el enmohecimiento que es fácilmente detectable por lo que en condiciones normales no es
necesario un control microbiológico especial.
Durante la congelación no hay desarrollo microbiano, el problema surge durante la descongelación que puede no
desarrollarse conforme a las BPE. El criterio suele ser el control de la calidad del producto fresco antes de congelarse.
Cuando el alimento se cocina inmediatamente antes de procederse a la congelación, los valores de referencia suelen
ser similares a los de la leche pasterizada.
Son aquellos productos que conservados en refrigeración tienen una duración de varias semanas pero que a temperatura
ambiente se alteran en pocos días.
a) Alimentos perecederos:
Embutidos: en los que se da una gran variedad de valores de referencia.
Productos cárnicos en lonchas envasados al vacío: en que la alteración se efectúa por bacterias lácticas y el criterio es
incubar a temperatura de refrigeración el producto y valorar entonces S. aureus y enterobacterias.
c) Semiconservas de pescado:
Las condiciones de análisis son similares a las del apartado anterior. En aquellas semiconservas que contienen vinagre,
la medida del pH suele ser suficiente criterio (si el pH es diferente del de referencia se destaca el producto). Para
alimentos con pH superior a 4.5 hay que analizar enterobacterias, S. aureus y Clostridium.
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a) Conservas apertizadas:
Las conservas son muy estables y no presentan riesgos, excepto en el caso de C. botulinum cuando el tratamiento no es
el adecuado y en los casos de contaminación postprocesado debido a defectos en el envase. El mejor criterio es el control
de los mecanismos de producción porque las contaminaciones son demsiado esporádicas para ser detectables por un
muestreo.
Se puede valorar el poder de conservación de la apertización incubando envases durante largo tiempo a altas temperaturas
(30º C) y valorando las alteraciones organolépticas.
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