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La historia que llevaría a Colombia a ser reconocida como república está marcada

por la lucha unida entre los habitantes de las américas contra la invasión europea.
Llevados por el patriotismo y ante las grandes potencias Francia, España,
Inglaterra librando sus propias guerras en el viejo continente dejo ver la debilidad
de la extensión del poder a los súbditos americanos restándole valor a la figura
soberana del rey.
Parecía que la solución transitoria a la vacancia de la Corona era la instalación de
una Junta Central que se reunió primero en Aranjuez y luego, a fines de 1808, se
trasladó a Sevilla. Esa Junta tuvo al comienzo el reconocimiento tanto de las
gentes de la península como de las colonias en América, pero su legitimidad se
hizo rápidamente cuestionable. La Junta Central de Sevilla emitió un decreto el 22
de enero de 1809 en que convocaba a participar a todos los territorios americanos;
sin embargo, la convocatoria a los americanos les concedía una representación
exigua y les colocaba en enorme desigualdad ante los peninsulares. Y aunque la
participación americana era precaria –apenas 9 representantes por 36 de la
península- se vislumbraban el hecho excepcional de que los criollos pudiesen
hacer parte de la dirección del Estado. En muchos lugares hubo una entusiasta
movilización para elegir a sus representantes en la Junta Central, pero luego
vinieron las noticias de la disolución de esa Junta, acusada de traición, y la
reducción de la resistencia contra el enemigo francés a Cádiz. En Cádiz hubo una
nueva convocatoria a Cortes que acentuó la desigual representación entre
americanos y peninsulares (28 y 100 respectivamente). La escasa representación
que se les otorgaba y las noticias sobre las adversidades padecidas por el ejército
español en su lucha contra el invasor, fueron alentando entre los criollos la
formación de juntas en Hispanoamérica que, aunque pregonaran todavía la
fidelidad a Fernando VII, se decidieron por constituirse, ellas mismas, en formas
autónomas de gobierno. Para dotarse de legitimidad, reivindicaron la soberanía
del pueblo. En nombre de esa soberanía se designaron nuevas autoridades, se
proclamaron deberes y derechos, se quiso dar fundamento a nuevas instituciones
políticas y a una nueva relación entre España y América.
Todo eso quiso ser plasmado en documentos que debían hacerse inmediatamente
públicos para que fueran acatados y aplicados y que se llamaron Constituciones.
La redacción y proclamación de constituciones políticas fueron hechos notorios en
el proceso de emancipación de las colonias hispanoamericanas; en el caso de la
Nueva Granada hubo dos momentos fundamentales en la expedición de esos
cuerpos de leyes. El primero tuvo lugar entre 1811 y 1815, en que fueron
proclamadas diez constituciones.
Estos primeros códigos estuvieron basados en la incertidumbre de la elite criolla
que aún estaba perpleja ante una situación inédita. El segundo momento lo
representa solitaria, la Constitución de Cúcuta de 1821.
En ambos momentos se expresó con alguna claridad y también con algunas
excepciones el deseo de construir una forma republicana de gobierno basada en
la división de los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial; incluyendo la
Constitución monárquico-republicana de Cundinamarca (1811), todas acudieron a
la fórmula de la representación política del pueblo soberano y todas partieron de la
voluntad de otorgarse un gobierno propio.
Las primeras constituciones, aquellas que pertenecen al periodo mal conocido
como el de la Patria boba, y que nosotros preferimos denominar Primera
república, fueron más bien actos de autonomía de algunas provincias, en todas
ellas se habló en nombre de comunidades concretas, de pueblos cuyas
soberanías estaban en pugna con provincias o ciudades vecinas. Como lo diría
uno de sus exegetas, José María Samper, esas constituciones fueron un
“simulacro de gobiernos autónomos” (Samper, 1951, pág. 59). Aunque esas
constituciones compartieron principios básicos relacionados con la instauración de
un sistema político republicano fundado en la democracia representativa,
contuvieron algunas particularidades en la definición de la ciudadanía, en la
reglamentación de los procesos de elección e, incluso, en la certeza del paso
decisivo que daban los constituyentes; mientras para unas constituciones parecía
responderse a una situación provisoria que podría resolverse con el retorno al
trono del rey Fernando VII, en otras parece más clara la decisión de asumir la
separación del dominio español e inaugurar un tiempo nuevo.
Entre 1811 y 1821 hubo un proceso de depuración en la redacción de
constituciones, desaparecieron unas cosas y se destacaron o afirmaron otras.
La Constitución de 1821 parece revelar un nítido avance secularizador.
En términos generales, la Constitución de Cúcuta es un documento mucho más
sobrio que sus antecesores, pero en el tema religioso es incluso austero. No
renuncia a la evocación de Dios en el preámbulo, pero en adelante entra en
postulados políticos sin ninguna interferencia de divinidades ni de
confesionalismos.
La religión católica no aparece como premisa ni del orden social ni del político y la
Constitución no se erige como guardiana de un culto religioso en particular. De
entrada, su primer título está dedicado a la definición de “la Nación colombiana y
de los Colombianos”, de modo que sus dos primeras secciones son derivados
consecuentes1.
 Desarrollo de la Constitución de 18212.
A pesar de que la convocatoria para el desarrollo de una carta constituyente había
estado dispuesta para dar inicio a sus funciones justo al comienzo del año de

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https://classroom.google.com/u/0/c/MjcxNzg2ODc5MzE4
1821, formalmente la cita no fue posible sino hasta el día 6 de mayo. Antes de esa
fecha, se mantenía la disputa entre las élites políticas respecto de cuál podría ser
el mejor sistema de gobierno, no solamente para la Nueva Granada —ahora
llamada Provincia de Colombia—, sino para todo el sistema que se conoce
comúnmente como la Gran Colombia, nombre que, valga la pena enfatizar, nunca
fue el verdaderamente aprobado para el proyecto de país que se estaba
construyendo en ese momento y que buscaba reorganizar los procesos políticos
dentro de las antiguas colonias españolas para poder dar inicio a la conformación
de una idea real de nación que abarcara todo el extenso territorio que lo componía
(Bushnell, 2007).
Con el fin de garantizar la unidad política, fue necesaria la adopción de una
“constitución rígidamente centralista, que, sin embargo, incluía expresamente una
cláusula según la cual una nueva convención podría reconsiderar el asunto
después de un periodo de prueba de diez años” (Bushnell, 2007, p. 87). La
expedición de este documento se concretó el día 30 de agosto de 1821.
La conocida como Constitución de Cúcuta (1821) reforzaba la idea de su total
independencia de la monarquía española, alejando la posibilidad de crear un
sistema de carácter monárquico, ya que incluía la restricción de no ser “nunca
patrimonio de ninguna familia ni persona” (art. 1). Asimismo, establecía una clara
tridivisión de poderes en la que únicamente era necesaria la decisión popular en
los procesos de elecciones primarias (art. 9):
El pueblo votaba directamente en las asambleas parroquiales por los electorales
que debían formar las asambleas electorales, las cuales a su vez sufragaban por
el presidente, vicepresidente, senadores y diputados, manteniendo algunos
requisitos de propiedad e ingresos para ejercer el derecho al sufragio. (Olano,
2007, pp. 130, 131) Otra consecuencia de la idea de conformación de este modelo
constitucional fue el inicio de actividades de oposición política en torno al conflicto
entre quienes buscaban mantener vigente este sistema centralista y quienes
querían garantizar una organización política que permitiera una mayor
participación a las provincias que habían sido organizadas en la carta política,
además de lograr la aceptación de varios elementos propios del liberalismo
económico del siglo XIX, que incluía la eliminación de los resguardos indígenas y
la supresión del impuesto de alcabala. A nivel político, a pesar de su excesiva
concentración del poder, en cabeza del presidente y de la designación de “Dios,
Autor y Legislador (sic) del Universo” en su preámbulo, se estableció la
“liquidación de monasterios que tuvieran menos de ocho residentes y la
subsecuente confiscación de sus bienes” (Bushnell, 2007, p. 89) e incluso la
abolición de la Inquisición.
Finalmente, se puede enfatizar el hecho de que esta constitución contó con lo que
se podría considerar una primera carta de derechos, ya que entre los artículos 156
y 184 se incluían una serie de disposiciones que servían de base para la
protección de los individuos respecto de cualquier tipo de acción arbitraria por
parte de los poderes estatales.
En todo el documento podemos evidenciar el largo camino que implico llegar a ser
la república de Colombia como estado social de derecho descentralizado de la que
somos parte al día de hoy.
El logro de nuestra independencia no fue lo suficiente para desarraigar la
influencia española de nuestra política, por tanto la ejecución de una constitución
que pregonaba jamás ser propiedad de una familia o un gobierno extranjero como
fue escrito en el preámbulo de la constitución de 1821 resulto ser el comienzo de
la separación total de Europa y la declaración de la división de poderes dentro de
nuestro territorio y el inicio de lo más valioso que puede tener un pueblo que fue
oprimido durante siglos, Democracia.
Gisell Carolina Rincones Guevara.
X semestre de Derecho
Bibliografía
http://www.suin-juriscol.gov.co/clp/contenidos.dll/Constitucion/30020077?
fn=document-frame.htm$f=templates$3.0
file:///C:/Users/YEKA/Downloads/Dialnet-
LasPrimerasConstitucionesDeColombia18111821-4193166.pdf
https://classroom.google.com/u/0/c/MjcxNzg2ODc5MzE4

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