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Actividad 1. La naturaleza del derecho civil1.

Leeel texto de apoyo en los apartados


correspondientes.2.Investigaen fuentes bibliográficas académicamente confiables las
característicasque adopta el Derecho Civil a partir de ambas corrientes.3.Señaladichas diferencias
El derecho civil ha cambiado a lo largo de la historia, sin duda alguna está conformado pordiversas
áreas jurídicas, de igual forma se encuentra inserto dentro de casi todas lasacciones que realiza el
individuo desde su nacimiento, hasta su muerte.De divide en derecho de las personas, de las
familias, de los bienes, sucesorio y de lasobligaciones.Como parte del iuspositivismo, tiene como
gran exponente a Hans Kelsen, el cual señalala observancia del comportamiento, como tal nos trae
una sanción como consecuencia,en caso de aplicar; “orden normativo, como un sistema de
normas que regula la conductahumana”.En el iusnaturalismo se reconoce que el derecho se
relaciona con otras áreas deconocimiento, “la concretización de la idea de justicia en la
pluridiversidad de su deberhistórico, teniendo a la persona como fuente de todos los valores”Tal
como menciona Adriana de los Santos “El Derecho Civil es un sistema de mandos queestablece las
reglas jurídicas relacionadas con las personas, el registro civil, la familia, el matrimonio, el divorcio,
el parentesco, la filiación, la patria potestad, los bienes, lassucesiones, las obligaciones y los
contratos”.Dicho testo tenemos la importancia que tiene el derecho civil, ya que está
íntimamenterelacionado con una gran cantidad de hechos y actos jurídicos.Como tal las
diferencias, entre las distintas corrientes están, es que cada acto tiene unaconsecuencia jurídica,
está centrada a ese concepto; y del otro lado se tiene que lapersona es el origen de los hechos y
actos.4.Identificacaracterísticas históricas de ambas perspectivas, sea en el contextomexicano o en
el contexto de origen de cada corriente.En Roma probablemente fue el origen de la misma,
teniendo al lus civile y al lus Gentium,buscaba la equidad. Para la Edad media el lus civile se integra
a la mayoría de lassociedades; la iglesia intervenía de manera vistosa; para el final de la edad
media, elderecho civil se volvió más privado. Posteriormente el derecho se volvió autónomo.

El antecedente más antiguo sobre el Derecho Civil lo encontramos en la época delimperio romano,
donde coexistían dos tratados que regulaban al Derecho Civil, el iuscivile y el ius gentium. El ius
civile trataba sobre el derecho que tenían los ciudadanosromanos entre sí, basado en sus propias
relaciones, mientras que el ius gentium, sebasaba en las relaciones existentes entre los ciudadanos
romanos y el resto de los pueblos.

En mexico se divide en época prehispánica donde existía una regulación de tipo juicios en la
civilización maya y azteca, un derecho público que regulaba los matrimonios, bienes entre otros.

Época colonial: época en la que diversas legislaciones tuvieron vigenvia en la ley de toro

Mexico independiente, con diversas transformaciones existiendo el primer código civil.

Actividad 1. La naturaleza del derecho civil


1. Lee el texto de apoyo en los apartados correspondientes.
2. Investiga en fuentes bibliográficas académicamente confiables las características
que adopta el Derecho Civil a partir de ambas corrientes.
3. Señala dichas diferencias.

El derecho civil ha cambiado a lo largo de la historia, sin duda alguna está conformado por
diversas áreas jurídicas, de igual forma se encuentra inserto dentro de casi todas las
acciones que realiza el individuo desde su nacimiento, hasta su muerte.

De divide en derecho de las personas, de las familias, de los bienes, sucesorio y de las
obligaciones.

Como parte del iuspositivismo, tiene como gran exponente a Hans Kelsen, el cual señala
la observancia del comportamiento, como tal nos trae una sanción como consecuencia,
en caso de aplicar; “orden normativo, como un sistema de normas que regula la conducta
humana”.

En el iusnaturalismo se reconoce que el derecho se relaciona con otras áreas de


conocimiento, “la concretización de la idea de justicia en la pluridiversidad de su deber
histórico, teniendo a la persona como fuente de todos los valores”

Tal como menciona Adriana de los Santos “El Derecho Civil es un sistema de mandos que
establece las reglas jurídicas relacionadas con las personas, el registro civil, la familia, el
matrimonio, el divorcio, el parentesco, la filiación, la patria potestad, los bienes, las
sucesiones, las obligaciones y los contratos”.

Dicho testo tenemos la importancia que tiene el derecho civil, ya que está íntimamente
relacionado con una gran cantidad de hechos y actos jurídicos.

Como tal las diferencias, entre las distintas corrientes están, es que cada acto tiene una
consecuencia jurídica, está centrada a ese concepto; y del otro lado se tiene que la
persona es el origen de los hechos y actos.

4. Identifica características históricas de ambas perspectivas, sea en el contexto


mexicano o en el contexto de origen de cada corriente.

En Roma probablemente fue el origen de la misma, teniendo al lus civile y al lus Gentium,
buscaba la equidad. Para la Edad media el lus civile se integra a la mayoría de las
sociedades; la iglesia intervenía de manera vistosa; para el final de la edad media, el
derecho civil se volvió más privado. Posteriormente el derecho se volvió autónomo.
El antecedente más antiguo sobre el Derecho Civil lo encontramos en la época del
imperio romano, donde coexistían dos tratados que regulaban al Derecho Civil, el ius
civile y el ius gentium. El ius civile trataba sobre el derecho que tenían los ciudadanos
romanos entre sí, basado en sus propias relaciones, mientras que el ius gentium, se
basaba en las relaciones existentes entre los ciudadanos romanos y el resto de los
pueblos.

En México se divide en distintas épocas.

 Época prehispánica: Existía una regulación de tipo juicios en la civilización maya y


azteca, un derecho público que regulaba, los matrimonios, bienes, entre otros.
 Época colonial: Época en la que diversas legislaciones tuvieron vigencia en la
materia, tal y como sucedió con las Leyes de Indias y sus recopilaciones así como
la Ley de Toro.
 México independiente: Con diversas transformaciones, existiendo el primer código
civil.

Bibliografía

 Unidad 1: Personas. Material de apoyo. Universidad Abierta y a Distancia de


México.
 De Los Santos, A. (2012). Derecho Civil I. Red Tercer Milenio. Recuperado el 24
de abril de 2018 en: https://www.upg.mx/wp-content/uploads/2015/10/LIBRO-12-
Derecho_civil_I.pdf

Actividad 2. Sistema jurídico mexicano y ámbito de validez

1. Concluye la lectura del texto de apoyo.


2. Consulta las siguientes fuentes bibliográficas:
 Nino, C. S. (2003). Introducción al análisis del Derecho. (2ª ed.). Buenos Aires:
Astrea. (Páginas: 101-157) Recuperado de:
https://inecipcba.files.wordpress.com/2013/08/introduccion_al_analisis_del_derech
o_-_carlos_santiago_nino.pdf
 Cáceres Nieto, E. y Tamayo y Salmorán, R. (Coordinadores). (1976). Teoría del
Derecho y conceptos dogmáticos. México: UNAM. (Páginas 129-149). Recuperado
de: https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/399-teoria-del-derecho-y-
conceptos-dogmaticos
 Tamayo y Salmorán, R. (1987). Sobre el sistema jurídico y su creación. México:
UNAM. (Páginas: 77-91 y 131). Recuperado de:
https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/891-sobre-el-sistema-juridico-y-su-
creacion
3. Identifica los siguientes puntos:

 Perspectivas de comprensión de los sistemas jurídicos.

Santiago Nino menciona como perspectivas el sistema jurídico como sistemas


normativos, o en su defecto como sistemas coactivos. La perspectiva normativa esta
inclinada al hecho de que los actos tienen consecuencias. En tanto el sistema coactivo, lo
hace de carácter obligatorio los cumplimientos.

Las normas de todo sistema jurídico reflejan de hecho los valores y aspiraciones morales
de la comunidad en la cual rigen o de los grupos de poder que participan directa o
indirectamente en el dictado de tales normas

 Elementos que componen al sistema jurídico.

La validez, legalidad, deducibilidad, entre otros.

 Definición de los ámbitos de validez y criterios de aplicación.


Definido como la existencia de la misma; el hecho de ser justificable. Una norma jurídica
es validad, en tanto haya otra norma jurídica que declare su aplicación, o que sea de
observancia obligatoria, por lo tanto se puede decir que no todas las normas son válidas.

De igual forma se indica que una norma o sistema jurídico es válido, refiriéndose a su
vigencia y aplicabilidad.

Según Kelsen, la validez está ligada a la existencia de la norma como tal, de igual forma
está ligada a que sea obligatoria.

 Relación del sistema jurídico nacional con el Derecho Internacional.

Según Santiago Nino, el derecho internacional está constituido fundamentalmente por


normas de origen consuetudinario, o sea por normas que surgen de las reiteradas
actitudes de los distintos Estados. Hay que tener en cuenta, tomando como ejemplo las
Naciones Unidad, no aplican obligatoriedad, más bien realizan recomendaciones. Se usan
los tratados y las convenciones, se apega la validez a que los acuerdos o pactos deben
cumplirse, pero pierde la esencia de obligatorio. Kelsen menciona lo siguiente: “Se apoya
para ello en que la norma fundamental que, según él, se presupone otorgando validez a
cada derecho nacional, aparece reproducida, con su mismo contenido, como una norma
positiva, de carácter consuetudinario, del derecho internacional”. Como tal la relación
directa es la validez, puesto que si hay un acuerdo o recomendación, por costumbre
previo consentimiento de las naciones, deben cumplir la norma misma, pero pierde el
carácter de obligatorio.

 Procedimientos para la elaboración de normas.


Las normas de un sistema jurídico deben ajustarse a ciertos principios morales y de
justicia que son universalmente válidos, con independencia de que ellos sean aceptados o
no por la sociedad en que tales normas se aplican.

Las normas que constituyen un sistema jurídico se suelen ordenar según ciertos niveles
de jerarquía. Tal ordenación está relacionada tanto con el tema de la pertenencia de las
normas a un sistema. Las cadenas de validez formadas sobre la base de las normas que
autorizan la creación de otras, nos ofrecen una ordenación jerárquica de las normas.
Bibliografía

Tamayo y Salmorán, R. Sobre el sistema jurídico y su creación. Recuperado el 24 de abril


del 2018 en: https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/891-sobre-el-sistema-juridico-
y-su-creacion

Santiago Nino, C. (2003). Introducción al análisis del derecho. Editorial Astrea.


Recuperado el 24 de abril del 2018 en:
https://inecipcba.files.wordpress.com/2013/08/introduccion_al_analisis_del_derecho_-
_carlos_santiago_nino.pdf

Actividad Integradora. Análisis del sistema normativo


mexicano.

1. Consulta la siguiente fuente bibliográfica:


 Gutiérrez y González, E. (1997). Derecho de las obligaciones. (12ª ed.) México:
Porrúa. (Página 11-24).

2. Redacta un ensayo sobre la pertinencia de la distinción entre el Derecho Público y el


Derecho Privado en el Derecho Civil.

Introducción.

Hablar de derecho público emula al significado de pertenencia general, que es de todos;


pero si hablamos de derecho privado probablemente signifique que solo es aplicable a
pocas personas; singularmente una de otra tienen un común denominador: el derecho. El
derecho como tal tiene múltiples interpretaciones, pero es un conjunto de normas
aplicables hacia una sociedad, lo cual se vuelve más complejo al dirigirnos al significado
de un sistema jurídico, puesto que estamos ante una organización más específica,
teniendo diversos elementos que busca el cumplimiento como tal.

Recordemos que el derecho civil ha cambiado a lo largo de la historia, sin duda alguna
está conformado por diversas áreas jurídicas, de igual forma se encuentra inserto dentro
de casi todas las acciones que realiza el individuo desde su nacimiento, hasta su muerte.

Ahora bien, involucrándonos con el tema principal, ¿el derecho civil está regido por un
ámbito privado y otro público?, ¿pertenece a solo uno?

En las siguiente líneas se expondrá el dilema como tal, basado en el libro “Derecho de las
obligaciones” de Gutierrez y Gonzalez.

Desarrollo

Vayamos al grano, nuestro autor nos plantea en una narración de varias personas, que
prácticamente no existe, ni el derecho privado, ni el derecho público; en primera porque el
derecho es aplicable a todos (alcance y validez) de esa manera se descarta el derecho
privado, por lo que sustancialmente lo convierte en público; de igual forma decir que
existe un derecho público nos remite a un pleonasmo en términos conceptuales.
Probablemente los términos se han confundido a lo largo del tiempo por múltiples
razones, pero sin duda alguna es un error fatal al querer darle una doble personalidad al
estado; quizá la confusión se atañe al Sr. Ulpiano de la antigua Roma, que creía que el
derecho público es para las cuestiones que afectan a todo un pueblo, y el privado a lo
individual.

Ahora bien se explica en base a la distinción de Ludwig Spiegel que el interés individual y
colectivo está íntimamente relacionados. De igual forma se extiende que el derecho se
creó o más bien nació de la necesidad de regular las conductas humanas, tanto a
personas físicas, como a personas morales; en base a ello nos referimos que el derecho
atañe tanto a lo individual, como a lo colectivo.

Al final entendemos que tanto derecho público, como derecho privado tienen la misma
finalidad, esta es la razón de lo absurdo de considerar que existe tal división. Por lo tanto
se tiene que recalcar que ambos tienen la misma fuente, el mismo origen y el mismo
objetivo.

Probablemente la única manera que exista un derecho privado, como alusión se puede
mencionar las reglas en las familias, las políticas de las empresas, entre otros; sin
embargo no tienen la talla de la misma, puesto que la esencia del derecho en sí es la
colectividad misma.

Otra conceptualización está en el proceso de que el estado al crear una norma, debe
tener otra que rija a las antes mencionadas.

La opinión de Hans Kelsen, remite a lo siguiente: “El derecho privado sería una relación
entre sujetos coordinados, jurídicamente equivalentes, el derecho público por el contrario,
una relación entre un sujeto inferior y uno superior, entre dos sujetos”.

Considero necesario mencionar que la relación típica del derecho público es la que existe
entre individuo y estado.

Es importante tener bien definido que no existe un derecho privado o uno público, ya que
en cuestiones de derecho civil, que evoca a los diferentes temas como son lo laboral,
familiar, bienes, entre otros, son de carácter e interés público, no solo es imperativo a un
individuo o grupo de personas, el derecho es aplicable a todos y tiene un alcance que
está regido por las normas del mismo estado.
Conclusión

Es menester tener muy definido el concepto de derecho, y las confusiones que han
existido a lo largo del tiempo en catalogarlos ya sea como público o como privado, de
igual forma es pertinente reconocer el concepto mismo, para las aplicaciones del derecho
civil, puesto que de esta manera la aplicación en este campo se esclarece para la
aplicación de las normar jurídicas que son parte del sistema jurídico de un estado, que
rige no solo al individuo, si no que toma un comportamiento colectivo.

Bibliografía.

 Gutiérrez y González, E. (1997). Derecho de las obligaciones. (12ª ed.) México:


Porrúa. (Página 11-24).
Introducción
El Derecho es el orden
normativo e institucional de la
conducta humana en
sociedad inspirado en la
justicia, cuya base son las
relaciones sociales existentes
que determinan su contenido
y carácter. En otras
palabras, es una ciencia
muy
compleja con una infinidad de
ramas, todas ellas clasificadas
desde tiempos muy
remotos en la antigua
Roma, ciudad donde esta
ciencia, se consolidó, formó
y
comenzó a crecer hasta lo que
hoy en día conocemos
conformada por todas las
instituciones y figuras
jurídicas que nos regulan en la
actualidad.
Es de gran necesidad destacar
que el Derecho es fruto del
empeño de lograr
una organización de las
conductas humanas, con la
finalidad de encontrar esa
armonía colectiva para lograr
una convivencia sana dentro
de la sociedad, así que
por el anterior planteamiento
me atrevo a decir que el
origen del Derecho no es más
que el propio individuo, ya
que este es el que produce la
necesidad de utilizar o
valerse del Derecho para
salvaguardar o proteger sus
intereses ante las demás
personas o instituciones,
aunque si bien estoy
convencido que el ser humano
es
quien lo origina, el Estado es
quien lo crea a partir de su
órgano legislativo según
las necesidades de los
individuos y la época en que
esta necesidad se presenta.
Desde tiempos ancestrales
se presentaba una
organización muy singular
para dirigir a los individuos
dentro de las sociedades
primitivas, mediante normas
no escritas por llamar de
alguna manera a las
costumbres con las que dirigía
el líder
(siendo este el más fuerte) a
su grupo, aunque en su
mayoría no eran muy justas,
servían en su momento para
lograr una convivencia entre
sus integrantes
Introducción El Derecho es el orden normativo e institucional de la conducta humana en sociedad
inspirado en la justicia, cuya base son las relaciones sociales existentes que determinan su
contenido y carácter. En otras palabras, es una ciencia muy compleja con una infinidad de
ramas, todas ellas clasificadas desde tiempos muy remotos en la antigua Roma, ciudad donde
esta ciencia, se consolidó, formó y comenzó a crecer hasta lo que hoy en día conocemos
conformada por todas las instituciones y figuras jurídicas que nos regulan en la actualidad. Es de
gran necesidad destacar que el Derecho es fruto del empeño de lograr una organización de las
conductas humanas, con la finalidad de encontrar esa armonía colectiva para lograr una
convivencia sana dentro de la sociedad, así que por el anterior planteamiento me atrevo a decir
que el origen del Derecho no es más que el propio individuo, ya que este es el que produce la
necesidad de utilizar o valerse del Derecho para salvaguardar o proteger sus intereses ante las
demás personas o instituciones, aunque si bien estoy convencido que el ser humano es quien lo
origina, el Estado es quien lo crea a partir de su órgano legislativo según las necesidades de los
individuos y la época en que esta necesidad se presenta. Desde tiempos ancestrales se
presentaba una organización muy singular para dirigir a los individuos dentro de las sociedades
primitivas, mediante normas no escritas por llamar de alguna manera a las costumbres con las que
dirigía el líder (siendo este el más fuerte) a su grupo, aunque en su mayoría no eran muy justas,
servían en su momento para lograr una convivencia entre sus integrantes

Características históricas que adopta el Derecho Civil a partir de las dos principales
corrientes jurídicas filosóficas del Iuspositivismo y el Iusnaturalismo, así como sus
diferencias.

Características Características Diferencias


Históricas
Teniendo a Hans El Iuspositivismo Esta corriente
Kelsen como su surge a principios contempla el
máximo exponente, del siglo XIX, escepticismo ético.
en este se íntimamente ligado Manifiesta que el
establece la al desarrollo del único juicio valido
coacción como Estado es el empírico y no
norma distintiva del contemporáneo. el moral.
Derecho, por lo En este caso el En esta se
tanto, para que una jurista se limita en establece que no
norma sea parte del su análisis al hay principios
Derecho, esta Derecho dado o morales y de
obliga una conducta puesto, justicia
determinada y en absteniéndose de universalmente
Iuspositivismo
caso de no cualquier valoración válidos y asequibles
cumplirla, debe ética o de cualquier a la razón humana.
tener una sanción implicación de la Las leyes del
como norma con la Derecho positivo
consecuencia. realidad. son objetivas, se
Por lo anterior El positivismo encuentran
Kelsen define al jurídico no es, sin valoradas en un
derecho como “un embargo, relativista conjunto de normas
orden normativo, o indiferencista pero dentro de un
como un sistema de parte de que el ordenamiento
normas que regulan científico del jurídico, no recurren
la conducta Derecho no puede a ordenes
humana” (Kelsen. detenerse en los supremas
2015:201). valores o principios filosóficas o
El Derecho positivo a que este religiosas y no
requiere de dos responde, aunque razonan mediante
condiciones: que se lógicamente estas, así como
haya implementado promueve la crítica también son
por actos de la del Derecho independientes de
costumbre o por positivo para su la moral.
actos legislativos y ajuste a aquellos El positivismo
que sea eficaz, es valores y principios. jurídico se
decir que no hayan considera libre de
caído en desuso. juicios que
Existen ciertos establezcan lo que
elementos que es justo o injusto,
forman esta ya que su punto de
corriente jurídica, y partida es lo que
son “la norma dicta el poder
jurídica y el soberano.
Derecho Positivo o
normativo”.
La principal tesis
del iuspositivismo
es la separación
entre la moral y el
Derecho. Por lo
mismo entiende que
Derecho y moral
son conceptos
distintos no
identificables.
También el Derecho
puede ser justo o
injusto, aunque lo
deseable sea lo
primero.
El iuspositivismo es
básicamente un
orden social
emanado del poder
gobernante de la
sociedad, y se tiene
como una doctrina
libre de valores que
establece lo justo e
injusto, con base
única y
exclusivamente en
los establecidos por
el poder soberano y
no en un derecho
que pretenda ser
superior por
fundarse en la
razón de Dios.
Y por último el
iuspositivismo
reconoce y
reglamenta los
derechos humanos
para que estos
sean considerados
como derecho
legítimo.

Iusnaturalismo Este se basa en la El Iusnaturalismo se Este Derecho se


tesis de que el hace presente basa en el
Derecho Natural es como una doctrina dogmatismo de la
originado por la que hace referencia fe, del origen divino,
naturaleza, que a que los Derechos y parte de un
esta establece lo Humanos son asunto racional, por
que es justo de inherentes a las lo cual es
manera universal y personas, sin irrefutable. Además,
de independiza de importar si son busca un bien
los ordenamientos reconocidos o no común y aplicable
del Estado. por el Estado, en todos los
Entre los principales teniendo su mayor hombres, lo que le
exponentes auge durante los confiere una
tenemos a, Platón, siglos XVII Y XVIII. tendencia universal
Aristóteles, Tomas Desde esta y digna.
de Aquino, Hugo perspectiva, los Esta es de rasgos
Broccio, Rousseau, Derechos Humanos atemporales porque
Hobbes, Locke, posibilitan el pleno no se rige ni cambia
destacando en el desarrollo de todos por la historia, sino
Derecho Rafael los individuos. que esta innata en
Preciado Es por ello que el ser humano, en
Hernández, Villoro deben ser su cultura y en su
Toranzo y Eduardo garantizados sin sociedad.
García Máynez. importar Contempla
Reale define el nacionalidad, principios morales y
Derecho como “la género o condición de justicia
concretización de la social. totalmente válidos.
idea de justicia en No obstante, que su Existe una estrecha
la pluridiversidad de existencia no relación entre el
su deber ser depende del Derecho y la moral.
histórico, teniendo a reconocimiento de Establece que una
la persona como Estados o norma no puede ser
fuente de todos los Gobiernos, es jurídica si
valores” (Reale, importante resaltar contradice
1997:127). que su principios morales o
EL iusnaturalismo positivización de justicia.
es un concepto permite su pleno
jurídico con goce y facilita la
características defensa de los
éticas y filosóficas mismos.
que reconoce la Aquellos que
existencia de abogan por la
Derechos Humanos fundamentación
que viene dados iusnaturalista, no se
por la naturaleza oponen a la
antes que cualquier positivización de los
otro ordenamiento mismos, sin
creado por el embargo, subrayan
hombre. la necesidad de que
Para esto los las normas creadas
principios deben ser para defender los
entendidos Derechos Humanos
racionalmente y se no contradigan el
relaciona con la Derecho Natural.
moral, entendida
como la rutina de
las costumbres
humanas.
El Derecho Natural
está conformado
por el conjunto de
normas jurídicas
que tienen su base
en la naturaleza
humana, ósea en el
conjunto de juicios
de la razón práctica
que impliquen un
deber de justicia.
Por último, considero que las dos corrientes filosóficas son totalmente validas ya que en
ciertos aspectos se complementan entre sí, el Derecho Natural necesita del Derecho
Positivo, para que sus fundamentos sean válidos como leyes escritas del hombre para el
hombre, y al mismo tiempo este último necesita del Derecho Natural para seguir
legislando leyes que protejan la dignidad humana.

Referencias:

Bibliográficas.

Texto de Apoyo. (2018). Módulo 3. Personas, Familia, Bienes y Sucesiones. Unidad 1.


Personas. Sesión 1. Derecho Civil. UnADM. División de Ciencias Sociales y
Administrativas/Derecho.

Cibergráficas.

Gutiérrez, C. (1999). El teorema de incompletud de Gödel (Versión para no iniciados).


Revista Cubo Mat., vol. 1, 68-75. Recuperado de:
https://www.academia.edu/13433737/El_Teorema_de_Incompletitud_de_G
%C3%B6del_Versi%C3%B3n_para_no_iniciados

Nino, C. S. (2003). Introducción al análisis del Derecho. (2ª ed.). Buenos Aires: Astrea.
Recuperado de:
https://inecipcba.files.wordpress.com/2013/08/introduccion_al_analisis_del_derecho_-
_carlos_santiago_nino.pdf

Tamayo y Salmorán, R. (1987). Sobre el sistema jurídico y su creación. México: UNAM.


Recuperado de: https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/891-sobre-el-sistema-
juridico-y-sucreacion

Galaviz. Soto, Iván. (s.f.). Derecho Natural. Consultado y recuperado de la página:


https://www.academia.edu/25112044/Derecho_Natural

Reale, M. (1997). Teoría Tridimensional del Derecho. España: Tecnos.

Tamayo y Salmorán, R. (1976). Sobre el sistema jurídico y su creación. México: UNAM.


Recuperado de: https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/891-sobre-el-sistema-
juridico-y-sucreacion

Marcone, Julieta. (2005). Hobbes: entre el iusnaturalismo y el


iuspositivismo. Andamios, 1(2), 123-148. Recuperado en 07 de octubre de 2018, de
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-
00632005000300006&lng=es&tlng=es.

Legisgraficas.

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Código Civil Federal.

La clasificación del Derecho en Público y Privado se estableció en las Instituciones de


Justiniano, particularmente en el Digesto, donde Ulpiano señaló: “Publicum jus est quod ad
statum rei romanae. Spectat, privatum quod singolorum utilitatem”, expresión que desde
ernesto Gutiérrez y González puede comprenderse como: “El Derecho Público es lo que mira
hacia las cosas públicas de Roma y el Derecho Privado a las cosas de interés individual”
(1997:13
El derecho civil (Derecho Privado) como tal, siendo una rama de estudio específica, surge a
finales de la edad media Opuesto al derecho público Características del derecho civil en las
corrientes del iusnaturalismo y iuspositivismo
usnaturalismo Definición de Iusnaturalismo Iusnaturalismo, es el derecho otorgado al hombre
por la divinidad, Derecho a la vida, a la salud, al sustento, a la vivienda. Características generales
Se basa en el Derecho Justinianeo y la Ius Canonicum Marcadamente Católica reconoce a Dios
como promulgador de la ley eterna ley natural como participación del hombre, admite la
realidad un Derecho natural de origen divino por encima del positivo Características históricas
Basada en las leyes Toro y leyes canónicas, Leyes de Indias Pertenece a la Escuela llamada
Española, de fondo tomista impartida en la España del XVI. Justifica la conquista para expandir
el reino cristiano, la palabra divina y el camino de Jesús para “Civilizar” a los aborígenes

Joaquín Escriche, autor del Diccionario jurídico define el Derecho natural cómo “La
colección de las leyes que Dios mismo ha promulgado al linaje humano por medio de la recta
razón” En los siglos XVII y XVIII se produjo en Europa la corriente del iusnaturalismo racionalista
que fue precursora de una nueva generación de Códigos completos de Derecho natural
presentados como el único Derecho válido según la razón para todos los pueblos.

iuspositivismo Definición de Iuspositivismo Es el derecho positivo entendiéndose cómo


vigente, es decir las leyes que se usan actualmente y no están derogadas. Los Visigodos
distinguían entre Ordenes Jurídicos Existentes y aquellos que han dejado de existir
Características generales Ataca los preceptos Teológicos de los códigos medievales, Se
circunscribe a las leyes vigentes y recientemente promulgadas

Características históricas Las bases del Iuspositivismo se entrelazan con el Iusnaturalismo


Racional Pues al negar el Derecho de origen divino centralizándolo en el derecho humano
inherente al ser, atendiendo a las leyes vigentes comienza el derecho positivo Así cómo la Ius
Civile de los romanos Cuyas bases son también las leyes o código Napoleónico. “Como observa
Estanislao Cantero, en el ambiente intelectual de filósofos e ilustrados se elabora la Declaración
de los derechos del hombre y del ciudadano y “las nociones de ley y derecho pasan a constituir
los pilares sobre los que, en lugar de Dios, se reconstruirá la visión del mundo””
Los positivistas atacaban fórmulas que ellos mismos habían fabricado, puesto que el siglo XVIII
y el positivismo jurídico habían forjado una teoría fantástica, insostenible e
incomprensible, del Derecho natural, transformado en un cuerpo de reglas a imagen de los
Códigos modernos de Derecho positivo. El primer código Civil de Latinoamérica positivista es el
de Oaxaca de 1827 que sirve de base y modelo para el de Perú y después, los del resto de
américa latina donde se empiezan a contemplar derechos civiles naturales previamente
garantizados en la Constitución Mexicana de 1824 que es la primera constitución o carta
magna cómo tal que concibe y tutela derechos humanos

ctividad 2.- Sistema Jurídico Mexicano y ámbitos de validez. Orden jurídico:


Perspectivas de comprensión de los sistemas jurídicos.
Filosófica Posee los valores prácticos fundamentales
Telelológica Cuando se estudia el fondo de las leyes o el alma de las leyes mismas Axiológica
Buscando la verdad en la creación de los postulados lógicos
Axiomática Cuando se ven los sistemas jurídicos a partir de los valores de las leyes.

Elementos que componen al sistema jurídico. Creación de Normas “el conjunto de normas
que confieren facultades establecidas por el primer acto constituyente del orden jurídico”
(Cáceres y Tamayo, 1976:142). Construcción del sistema a partir de la completitud y la
consistencia, desde la idea de la división de poderes. (ELEMENTOS PARA LA COMPOSICIÓN DE
LOS SISTEMAS JURÍDICOS MAESTROS, Jorge Enrique León Molina) Fuentes Formales de derecho,
leyes previas, Materiales Jurisprudencia y la moral. Fuentes ejecutivas, Decretos y bandos
presidenciales o gubernamentales o reglamentos.

Definición de los ámbitos de validez y criterios de aplicación. Los ámbitos de validez van
relacionados a los estados, municipios y sus leyes y reglamentos particulares, sin embargo
en los criterios de aplicación, mediante las tesis jurisprudenciales podemos hacer validos
postulados de Nuevo león en San Luis Potosí, aunque como tal, las leyes de Nuevo león, no
puedan ser aplicados a San Luis Potosí. Relación del sistema jurídico nacional con el Derecho
Internacional. Los Artículos 76,89, 133 de Nuestra constitución regulan las relaciones de
nnuestra nación con el derecho internacional y sus tratados “En mayo de 1999, el Pleno de la
Suprema Corte de Justicia de la Nación, estableció una tesis con la que modificó la
interpretación sobre la jerarquía normativa que ocupan los tratados internacionales en el
sistema jurídico mexicano. En esta decisión, la Suprema Corte abandonó el criterio según el
cual las leyes federales y los tratados internacionales contaban con la misma jerarquía, para
establecer, que éstos se ubican por encima tanto de las leyes federales como de las locales. Los
tratados internacionales regulan algunas materias que tienen un impacto directo en el derecho
nacional como es el comercio, los derechos humanos, las relaciones contractuales, el medio
ambiente, etcétera. Además, ciertos agentes externos tienen interés directo en el cumplimiento
de las obligaciones internacionales de México, generando así, un mayor escrutinio, incluso
presión para lograr tal fin. Por lo anterior, el peso específico de los tratados internacionales en el
Derecho mexicano es cada vez mayor. El artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de
Justicia con relación a las fuentes de derecho internacional señala: “La Corte cuya función es
decidir conforme al derecho internacional las controversias que les sean sometidas, deberá
aplicar: a) Las convenciones internacionales, sean generales o particulares, que establecen las
reglas expresamente reconocidas por los Estados litigantes; b) La costumbre internacional como
prueba de una práctica generalmente aceptada como derecho; c) Los principios generales de
derecho reconocidos por las naciones civilizadas; d) Las decisiones judiciales y las doctrinas de
los publicistas de mayor competencia de las distintas naciones, como medio auxiliar para la
determinación de las reglas de derecho, sin perjuicio de lo dispuesto en el Artículo 59.”” (López
Zamarripa, 2018)

Procedimientos para la elaboración de normas. Proceso legislativo Es el conjunto de actos y


procedimientos legislativos, concatenados cronológicamente, para la formación de leyes, así
como para reformar la Constitución y las leyes secundarias. Tiene como características: 1) ser
constitucional, ya que su procedimiento se expresa en los artículos 71 y 72 de la Carta
Magna; 2) ser formal, en función de que su validez debe respetar los procedimientos previstos
en las normas constitucionales; y 3) ser bicamaral, ya que requiere de la participación de la
Cámara de Diputados y de la Cámara de Senadores, salvo en los casos que la normatividad
refiere a las facultades exclusivas de cada Cámara. El Gobierno Federal participa en el proceso
legislativo para presentar iniciativas, promulgar y publicar las leyes y decretos (con las
excepciones previstas expresamente en la propia Constitución); las legislaturas de los Estados
participan para presentar iniciativas y avalar reformas constitucionales; y los diputados
federales y senadores participan al presentar iniciativas y, en su caso, aprobar las leyes y
decretos correspondientes. En México, a partir de la Reforma Político-Electoral del 2014 se
reguló constitucionalmente la participación de los ciudadanos en la presentación de iniciativas
de ley, ante el Poder Legislativo, a través de la iniciativa ciudadana. Los procedimientos más
característicos que deben seguirse durante el proceso para elaborar y poner en vigor las
normas son los siguientes: 1) presentación de la iniciativa, 2) turno de la iniciativa para su
estudio a la comisión de dictamen correspondiente, 3) dictamen de comisión, 4) presentación de
la primera y segunda lectura del dictamen ante el Pleno, 5) discusión, 6) aprobación, 7) sanción,
8) promulgación y publicación, y 9) iniciación de la vigencia. (Sistema de información legislativa)
(Secretaría de Gobernación de la República Méxicana , s. f.)

Actividad integradora.
Introducción Para comprender el sistema jurídico Mexicano, es necesario conocer los ámbitos
del derecho y las diferencias entre el Derecho público y privado, en que consisten cada uno, cual
es su aplicación, su razón de ser y sus ámbitos de validez, También en que puntos convergen y
las razones de lo mismo.

Objetivo En esta sesión has analizado la naturaleza del Derecho Civil a partir de las
principales corrientes jurídicas, además de haber estudiado la estructura del sistema jurídico en
cuanto a sus elementos, funciones y proceso de creación de normas. A partir de lo anterior, es
momento de reflexionar si dentro de este campo es correcto hacer distinción entre el
Derecho Público y Privado

Desarrollo
Antes que nada debemos abordar las diferencias del derecho público y el privado El Derecho
público, es el que se encarga de regir las relaciones entre el estado y los particulares, el
estado y las instituciones y el estado con otras naciones. Ejemplos: Ley de relaciones
exteriores que se encarga de regular las relaciones entre la Nación Mexicana y las demás
naciones o estados del resto del mundo. La constitución Mexicana que se encarga de regular las
relaciones entre la federación y los Estados. Ley de expropiación, que rige, regula y condiciona
la expropiación de bienes de particulares por el estado, ya sea por necesidades del bien
general, por extinción de dominio por comisión de ilícitos, Falta de pago de impuestos, etc. El
Derecho privado es la rama del derecho que se encarga de regir las relaciones entre los
particulares, siendo el estado en su poder Judicial el encargado de realizar dicha tarea. Esto es
regulado dentro de los Códigos Federales y Estatales. En el caso que nos atañe, Código Civil
Federal, Códigos Civiles de los estados y sus respectivos Códigos de procedimientos, que
señalan las formas en que se debe dirimir y/o hacer valer las diferencias entre los
particulares o las instituciones. También para esto es necesario distinguir a las personas
públicas de las privadas.

Personas Públicas, son aquellas que detentan cargos públicos cómo por ejemplo El
Presidente de la república, Secretarios públicos, Cancilleres, Gobernadores, Presidentes
Municipales, Senadores, Diputados, Asambleistas locales, Ediles, Ministros, Jueces
Karina Paola Sáenz Filio ES1921007543 domingo, 26 de abril de 2020 11 División de Ciencias
Sociales y Administrativas / Derecho Personas Privadas, somos todos los ciudadanos que no
detentamos cargos públicos. Pero ¿Por qué es importante distinguir ambos Derechos?,
Porque cada uno marca las relaciones que tendremos entre los particulares, así como las
relaciones de los particulares con las instituciones, los particulares entre naciones o bien las
relaciones entre naciones o particulares y naciones. La Constitución política es el mayor
ordenamiento que establece las esferas del derecho público y el privado. Pues da a los
individuos sus derechos y garantías y limita y delinea las obligaciones y margen de acción de las
instituciones y representantes, El Derecho administrativo es per se, el ejemplo del derecho
Público, en el tenemos las leyes orgánicas o las ya mencionadas leyes de extinción de dominio o
El Derecho Civil, es por excelencia el ejemplo del derecho privado Dentro del derecho
internacional, tenemos también, derecho privado y público, que se dirime en las cortes de la
nación que donde tuvo origen el contrato o acuerdo de voluntades. Pero también tenemos los
tratados internacionales que están por encima de las leyes federales de los países pues se
ciñen a leyes de carácter internacional. Pero si dos Derechos privados Un ejemplo, Caso
Roberto Palazuelos tercero: Mujer Estadounidense se casa en suelo Mexicano con un Mexicano,
tiene un hijo nacido en suelo Mexicano con nacionalidad Estado Unidense, La mujer se lleva al
niño sin autorización del padre; El padre acusa secuestro de menor y Abandono de hogar, El
padre va a Estados Unidos a recuperar al niño, lo sube en avión Mexicano, la madre da
aviso al FBI Del “Secuestro de su hijo ciudadano americano” El FBI Solicita al avión que retorne
a territorio aéreo Norte Americano, Pero no lo hace pues el padre demuestra que es un niño
Mexicano y que si entrega la aerolínea a un ciudadano Mexicano sin orden judicial al
gobierno americano, incurre en delitos. Conforme a corte internacional, la mujer contravino
leyes mexicanas al sacar al menor Mexicano, de suelo Mexicano sin consentimiento del
padre, y no amerita la custodia, dado que conforme a las leyes Mexicanas al abandonar el
hogar, sin justificación legal (Actas ministeriales de abuso o violencia intrafamiliar), por derecho,
la custodia debe ser otorgada al padre. Ahora bien, si bien el Menor tenía derecho a la
ciudadanía americana, en aquel entonces, no había la binacionalidad, era optativa, o eres
Mexicano o eres Estado Unidense pero no ambos, El FBI No pudo gestionar el retorno del menor
a su madre puesto que si bien podría ser ciudadano americano en un futuro, era de facto,
Ciudadano Mexicano. Y El derecho público que rige al FBI Se estrelló contra el derecho público
mexicano. Y no pudo interferir en las relaciones jurídicas de los particulares, pues el
menor, no era ciudadano americano, y la madre cometió un delito ante las leyes americanas, es
decir, a ojos de la justicia mexicana, era una delincuente con orden de aprehensión. Por
tanto, ninguna corte internacional fallaría a favor de la Madre o del FBI.
Ahora bien, aunque suelen ser esferas diferentes, hay momentos en que ambos derechos
(Público y Privado) se unen en ciertas materias, por ejemplo la materia del arrendamiento, o
derecho familiar, sub ramas del derecho civil, que si bien el arrendamiento suele ser una
relación entre particulares, se vuelve materia de interés público por estar relacionado con el
derecho a la vivienda digna y decorosa tutelado en la constitución, y tal cual lo señala el Código
Civil del Estado de Oaxaca en su artículo 2328, “en general en los contratos (Acuerdo de
voluntades de los particulares) Se vuelven de interés público cuando estos lo afectan”, como lo
señala el artículo 5 del Código en comento, o el Artículo 7 que a la letra dice “Artículo 7°.- Los
actos ejecutados contra el tenor de las leyes prohibitivas o de interés público serán nulos, si las
mismas leyes no disponen otra cosa. En Materia Familiar la tutela deja de ser solo de interés
familiar y privado cómo lo señala el “Artículo 467.- La tutela es un cargo de interés público del
que nadie puede eximirse, sino por causa legítima.”
Así pues, mediante dicho código podemos ver en qué momento el derecho privado (Entre
particulares) se toca con el derecho público, por ejemplo, en lo referente a la tutela, es de
interés público pues atañe al bienestar de los niños, inválidos e interdictos, que tienen
derecho a ciertas protecciones que si no son garantizadas por los padres o familiares, debe ser el
estado el que los proteja. Debiendo otorgar la custodia y tutela de dichas personas a quien
mejor capacidad tenga y no quien mejor derecho ostente, por ejemplo, una pareja tiene 3 hijos,
pero la madre muere a manos del padre quien es un abusador de menores, si bien las leyes
señalan que el tendría en primer lugar y grado la tutela, dadas las circunstancias
mencionadas, no puede ni debe quedar como custodio de los menores
(Independientemente de las consecuencias penales que pueda tener) y si no hay más
familiares que puedan garantizar la custodia de dichos menores, debe ser el gobierno quien
tutele y provea supletoriamente a los menores. En el derecho privado no debe interferir el
derecho público, a menos que se afecte el bien público, sin embargo, es el estado la figura
que debe dirimir las diferencias que entre particulares surjan.

Conclusiones
Derecho Público, Derecho que rige las relaciones entre la federación y los estados, La
federación o los estados con particulares, entre la federacion y otros países, y delimita los
campos de acción de los tres niveles de gobierno (Federal, Estatal y Municipal). Derecho
Privado, Derecho que rige las relaciones entre los particulares. El Derecho público puede tocar e
incidir en el privado, si este ataca el bien público, o bien, particulares pueden solicitar la
inferencia del derecho público, por ejemplo en el código civil del estado de Oaxaca, Si yo
necesito una vivienda, y el sr. Juan Pérez tiene una casa o departamento deshabitado y no lo
quiere rentar sino tenerlo deshabitado, puedo recurrir a tribunales a solicitar al Juez de turno
que obligue al ciudadano Pérez a rentarme el inmueble, cómo lo señala el “Artículo 2331.- El
propietario de fincas urbanas destinadas a habitación, si no las ocupa, tiene obligación de darlas
en arrendamiento a quien las solicite.”, puesto que es el arrendamiento habitacional urbano
de interés público, cómo se señala en el artículo 2332 del código mencionado “Artículo
2332.- El que pretenda tomar en arrendamiento casas o viviendas para habitación, si por
cualquiera circunstancia no se pusiere de acuerdo con el propietario de aquéllas para la
celebración del contrato respectivo, podrá demandar del juez correspondiente la declaración
de interés público en el arrendamiento que solicite.” Pues si bien, el Derecho público y el
privado son diferentes, no son excluyentes uno del otro, sino, en ciertos momentos,
complementarios. Es importante comprender las diferencias, pues como abogados, debemos
saber que clase de Derecho vamos a aplicar, en que sentido, cómo y donde, pues la
fundamentación de los mismos es básica y no podemos mezclar ámbitos a menos que
estén perfectamente justificados y señaladas las excepciones como he manifestado, ocurre en
el C.C. Para el estado de Oaxaca.

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escargables/DE_M3_U1_S1_TA.pd
Es de un orden intrínsecamente justo y moral que es universalmente válidos.
Se rige por la costumbre. El valor de la norma no depende de elementos intrínsecos. En la
justicia natural predomina el fuerte sobre el débil.

Es de un orden intrínsecamente justo y moral que es universalmente válidos. Se rige por la


costumbre. El valor de la norma no depende de elementos intrínsecos. En la justicia natural
predomina el fuerte sobre el débil. Cuentan con un conjunto de principios eternos e inmutables.
Relaciona intrínsecamente la moral y el derecho. Si la norma se contrapone a la moral y justicia
no se considera jurídica.
Características Históricas Iusnaturalismo

Corriente Tradicional:
Clásico en el siglo IV a.C. nace en Grecia
y Roma de nos indica que su actuar es el
mismo que en el cosmos.
Medieval o cristiano en la edad media
donde Dios es único que legisla y
reconoce 4 leyes:
1.La eterna, la constituye Dios.
2.La natural, la que el hombre observa de
la naturaleza.
3.La divina, por medio de la biblia.
4.Humana, a través de la razón.
Moderno (naturalismo racional); Se
desarrolló en la ilustración, ciencia
moderna, la reforma protestante y el
descubrimiento de américa. Es el orden
justo, universal e inmutable, que sirve de
sustento a las normas de Derecho
positivo, como los derechos humanos.
Corriente contemporánea o racionalista:
Obtuvo fuerza en Europa en el
Renacimiento, que fue cuando se
presentó el cambio de mentalidad y
elimina el fundamento del cristianismo y
lo sustituye por la razón, que afirma que
existen derechos naturales inherentes a
todo ser humano que son los derechos
individuales siendo subjetivo e
imprescriptibles porque estos ya se
poseían es un estado de naturaleza, e
integra la justicia correctiva que dice:

1.No tomar lo de otros.


2.Cumplir acuerdos.
3.Indemnizar por daños causados.
4.Castigar al que lo merece.
Según estos criterios el derecho se
convirtió en herramienta para que la
política fuera equitativa y justa, que
posteriormente dio origen a la división de
poderes, donde se eliminó la monarquía
absoluta

Capítulo I: Conceptos Generales del Derecho de Familia

La familia constituye el grupo natural del cual surgen los individuos que forman la sociedad. Es el
grupo social en el que recae todo tipo de responsabilidades para que una sociedad se defina y
desarrolle.

La familia ha sido considerada la primera asociación humana, o como la célula natural y necesaria
de la sociedad, también como el nucleó de toda organización social o el medio en el que el
individuo logra su desarrollo físico, psíquico y social.

En su enfoque biológico, la familia se forma por la unión sexual de la pareja compuesta por un
hombre y una mujer a través de la procreación, generando lazos de sangre; por tanto debería
entenderse como un grupo construido por la pareja primitiva y sus descendientes, sin limitación
alguna.

La familia sociológicamente hablando, se define como la organización social básica formada por
miembros vinculados por lazos sanguíneos y los individuos unidos a ellos por intereses de
sobrevivencia: económicos, religiosos, de ayuda, culturales, etc.

La familia nuclear es aquella compuesta exclusivamente de la pareja y sus descendientes


inmediatos, los cuales, al unirse con los miembros de otras familias forman una nueva familia. En
otros casos, los familiares se organizan agrupándose en distintas parejas y sus descendientes
pertenecen a la familia originaria. En estas circunstancias es posible que tres o más generaciones
vivan juntas en una unidad familiar.

En la actualidad, en nuestra sociedad, han venido destacándose dos tipos de familias:

1.- La monoparental, que es aquella compuesta únicamente por uno de los padres (padre
o madre) y sus hijos, como n el caso de padres solteros, divorciados o viudos.

2.-La reconstituida, se resulta de la unión (matrimonio o concubinato) de parejas en las


que uno o ambos miembros, con anterioridad, ya habían formado otra familia.

Con el concepto jurídico se atiende a las relaciones derivadas de la unión de los sexos por vía del
matrimonio o el concubinato y la procreación, conocida como parentesco, así como a las
provenientes de las formas de constitución y de organización del grupo familiar, a las que la ley
reconoce ciertos efectos: deberes, derechos y obligaciones entre sus miembros, hasta cierto
límite. Sin embargo, no todos los descendientes forman parte de la misma familia, aun cuando
falten al sentido de los lazos sanguíneos, pues en sentido jurídico, los efectos de las relaciones de
parentesco solo son reconocidos por la ley hasta determinado grado o distancia. De este modo, el
concepto jurídico de familia abarca al grupo formado por la pareja, sus ascendientes y
descendientes así como a otras personas unidas bien sea por vínculos de sangre (a partir del
matrimonio y el concubinato), o bien por vínculos civiles.

El derecho de familia es el conjunto de normas jurídicas de orden público e intereses social que
regulan la constitución, organización de las relaciones entre los miembros de la familia con el
objeto de proteger el desarrollo de la familia con el objeto de proteger el desarrollo integral de
ellos.
En general podemos señalar tres grandes conjuntos de fuentes del derecho de familia:

1.- las que aplican la unión de los sexos, como el matrimonio y el concubinato.

2.-las que implican la procreación (tanto natural como asistida), como la filiación a la y la
adopción.

3.- Las que implican a las instituciones familiares en términos de asistencia, como
alimentos, la patria potestad, la tutela y el patrimonio familiar.

La familia es un grupo social de interés público, ya que constituye la base sobre la cual se finca la
sociedad por tanto, es de interés del estado que se constituya , consolide y funcione solida y sana
mente, sin embargo, también es interés del estado de las relaciones entre particulares se ejecuten
debidamente, siendo estos, miembros de familia. Por ello, desde esta perspectiva, consideramos
que, si bien estas se encuentran acogidas y reguladas por el orden público, minimizando la
autonomía de la voluntad privada su trascendencia social, la ubicación del derecho de la familia
dentro del ámbito del derecho privado es correcta.

Para que una parte del derecho (como el familiar) adquiera independencia necesita poseer:

a) Independencia doctrinal, en cuanto a que se importan cursos y existan tratados


específicos sobre la materia.
b) Independencia legislativa, en cuanto existan ordenamientos especiales para regularla
(leyes, códigos, etc.).

c) Independencia judicial, en lo que se refiere a la creación de tribunales propios,


procedimientos especiales y jueces especializados dedicas exclusiva mente ella.

En México existen tribunales y jueces especializados para atender los asuntos familiares sin
embargo, los programas y planes de estudio para la enseñanza del derecho e la familia, su
doctrina, regulación y legislación, aun forman parte del cuerpo del derecho civil. Al derecho de
familia todavía le falta obtener su total independencia

Comentario: Considero que el derecho de familia es indispensable dentro de la sociedad


mexicana, puesto que es la institución y núcleo central que sirve de eje para el funcionamiento
adecuado de toda la comunidad nacional. Por ello, conocer sus conceptos y su evolución e
independencia académica me es de gran importancia.

Capítulo II: El parentesco

El parentesco es un estado jurídico, es una relación jurídica permanente, general y abstracta que
nace del matrimonio, del concubinato y de la filiación , así como la de la adopción, por tanto es la
relación jurídica que vincula a los miembros de una familia en forma reciproca, por
consanguinidad, afinidad y civil mente (por adopción)

El conjunto de relaciones jurídicas familiares que se derivan de dos fenómenos biológicos la unión
de los sexos y la filiación así como el derecho civil encaminado a suplir el fenómeno biológico de
procrear, esto es, la adopción, es conocida como parentesco. Por tanto, la unión de los sexos
(matrimonio o concubinato), la filiación y la adopción constituyan las tres grande fuentes de
parentesco reconocidas en la legislación civil.

Se reconocen tres causas y clases de parentesco:

1- Consanguinidad, que constituye al vínculo jurídico que se establece entre personas que
deciden de un mismo progenitor.

2.- Afinidad, responde al vinculo jurídico que se adquiere por el matrimonio o el


concubinato, el cual se da entre el hombre y la mujer y sus respectivos parientes
consanguíneos, los del esposo con la esposa y viceversa.

3.- Civil, responde al vinculo jurídico que nace de la adopción se generan dos versiones
jurídicas de este tipo de parentesco el meramente civil que corresponde a la adopción
simple, y el de origen civil equiparable sus efectos al consanguíneo de la adopción plena.
El parentesco civil solo se da entre adoptado y el adoptante, mientras que en la plena
tiene algún lugar sobre el adoptado, el adoptante y la familia consanguínea de este.

El parentesco más cercano en línea recta es el de primer grado, es el que se da entre progenitores
e hijos, y el que se da en línea colateral, el de segundo grado, entre hermanos.
La ley establece grados y líneas:

1.- El grado de parentesco está formado por cada generación que separa a un pariente de
otro.

2.-La línea de parentesco se conforma por los grados de parentesco o bien por las
generaciones. Las líneas de parentesco pueden ser de dos clases: recta y colateral
(transversal).

a) La línea recta del parentesco se forma por parientes descendientes unos de


otros. Puede considerarse en forma descendente y ascendente.

b) La línea colateral o transversal de parentescos es la que se forma de dos líneas


rectas que coinciden en un progenitor común.

Existen dos formas para contar los grados de parentescos:

1-. Se cuenta el número de personas que forman la línea y se suprime el progenitor


común.

2.- se consideran las generaciones que separan a un pariente de otro u otros.

Dependiendo de la cercanía o lejanía del parentesco se determina la intensidad de sus efectos


(derechos deberes y obligaciones). Dichos efectos se clasifican en personales o pecuniarios.

Efectos personales del parentesco:

a) El de asistencia, deber de ayuda y socorro, cuya manifestación más clara es la obligación


de proporciona alimentos, así como la patria potestad y tutela.

b) Los matrimonios y del concubinato que constituyen impedimentos para la celebración


del matrimonio entre parientes, incluyendo el parentesco consanguíneo por adopción
plena.

Efectos pecuniarios del parentesco:

a) Los derechos hereditarios, en lo que se refiere al derecho de sucesión legítima, que se


genera sólo en los parentescos consanguíneas y civil.

b) El pago de alimento (pensión alimentaría), obligación que se genera únicamente con los
parentescos consanguíneos y civil.
Comentario: El parentesco es una institución del derecho familiar de gran importancia por que
hace una separación por grupos familiares de acuerdo a la relación que éstos establecen al
contraer relaciones jurídicas. Me gusto este tema porque muchas dudas fueron aclaradas como
por ejemplo los grados familiares.

Capítulo III: Los alimentos y la obligación alimentaria

Jurídicamente, los alimentos son la prestación en dinero o en especie que una persona, en
determinadas circunstancias (incapaz), puede reclamar de otras, entre las señaladas por la ley,
para su mantenimiento y sobrevivencia; ya que es todo aquello que por ministro de ley o
resolución judicial un individuo tiene derecho a exigir (acreedor) de otro (deudor) para vivir.

Los alimentos constituyen la obligación de una persona llamada deudor alimentario, de acuerdo
con las posibilidades de aquel y con las necesidades del último, lo necesario para su subsistencia
biológica y social, ya sea en dinero o en especie.

Los alimentos son la comida, el vestido, la habitación y la asistencia en caso de enfermedad


(medica y hospitalaria e incluye gastos de embarazo y parto). Respecto de los menores se
incluyen, además, la educación básica y el aprendizaje de un oficio, arte o profesión; para las
personas con algún tipo de discapacidad o declarados en estado de interdicción, los alimentos
constituyen además, lo necesario para lograr, en la medida de lo posible, su habilitación o
rehabilitación y su desarrollo. Asimismo, se considera alimentos los gastos funerarios que cause la
muerte del acreedor.

La obligación de dar alimentos encuentra su sustento en la conservación de la vida y el principio de


solidaridad que debe regir en la familia, para que esta se constituya, y la forma normal de
cumplirla es en caso de necesidad. Los cónyuges deben darse alimentos mientras subsista el
matrimonio, pero también en caso de divorcio causal, el culpable puede ser condenado al
cumplimiento de estas obligaciones en favor del inocente.

La obligación alimentaria es:


1) Reciproca, puesto que el obligado tiene a su vez la facultad de exigirla.

2) Personalísima, toda vez que se asigna a determinada persona en razón de sus


necesidades y obliga también a otra persona especifica a proporcionarla.

3) Proporcional, debido a que los alimentos han de ser proporcionales conforma a la


posibilidad del que los da y a la necesidad de quien los recibe.

4) A prorrata, pues debe de prorrortearse cuando son varios los obligados a dar alimentos
a otro.

5) Subsidiaria, pues se establece a cargo de los parientes más lejanos solo cuando los más
cercanos no pueden cumplirla.

6) Imprescriptible, no se extingue, aunque el tiempo transcurra sin que haya ejercido el


derecho.

7) Irrenunciable, no puede ser objeto de renuncia, en virtud de que es un derecho del que
no se puede desistir en el futuro.

8) Intransigible, no es objeto de transacción entre las partes.

9) Incompensable, ya que no es extinguible a partir de consecciones reciprocas.

10) Inembargable, bienes no susceptible de embargo.

11) Intransferible, en virtud de que surge de la relación familiar haciéndola personalísima.

Existen solo dos maneras autorizadas para que el obligado a dar alimentos pueda cumplir su
obligación:

1-. A través de una pensión en efectivo

2-. Incorporando al acreedor alimentario a su hogar.

La garantía que asegure la obligación alimentaria puede ser:

1-. Real, como la hipoteca, prenda o deposito en dinero de cantidad suficiente.

2-. Personal, un fiador.

Cuando hay un tercero que oficiosamente proporciona los alimentos, este tiene el derecho a que
se le reembolsen las expensas que haya efectuado en su gestión.

La obligación de dar alimentos puede suspenderse o cesar cuando:

a) El deudor carezca de medios para darlos.


b) El acreedor deje de necesitarlos.

c) El acreedor mayor de edad, incurra en violencia familiar o injurie de manera grave a


quien debe de proporcionarlos.

d) La necesidad de los mismos dependa de la conducta viciosa o de la falta de aplicación


en el estudio por parte del acreedor alimentario mayor de edad.

e) El acreedor abandona, sin causa justificada, el hogar al que fue incorporado, sin
consentimiento del deudor alimentario.

f) El menor deje de serlo y adquiera la mayoría de edad, y los obligados a alimentarlo sean
los hermanos o parientes colaterales.

Si desaparecen las causas por las que se suspendió o ceso la obligación alimentaria, esta puede
restablecerse.

Comentario: La obligación alimentaria es un tema relevante para el derecho familiar porque


gracias a esta institución se aseguran los alimentos de los hijos menores de edad, además de ser
un tema relevante por su práctica tan cotidiana aquí en México.

Capítulo IV: El matrimonio

En Roma el matrimonio fue un hecho reconocido por el derecho para darle efectos. De tal
concepción se derivo la naturaleza del matrimonio como un estado de vida de la pareja, al que el
estado le otorgaba determinados efectos. En un principio no se requería ninguna ceremonia, para
la constitución del matrimonio, sino que solo era necesario el hecho mismo de la convivencia de
un varón y una mujer.

La celebración del acto revestía de un carácter religioso y no jurídico. Con ello comenzaba en
nuevo estado de la pareja; sin embargo. No era indispensable que se llevara a cabo, de ahí que
hubiera varias formas de iniciar el matrimonio: desde la ceremonia de la confarreatio (caracer
religioso) y la coemptio (sin carácter religioso), hasta la simple entrega de la mujer en casa del
marido o incluso por sus usus (forma de obtener la manus de la mujer).

Con el cristianismo se estableció la manifestación del consentimiento de las parejas de contraer


matrimonio ante la iglesia y de que la ceremonia quedara registrado en actos parroquiales de esta
forma se distinguió de otras uniones, como concubinato.

Con la revolución francesa por primera vez se efectuó la laicización del matrimonio y desde
entonces, el matrimonio valido no es el celebrado ante la iglesia sino el celebrado ante los
funcionares del estado civil.

El matrimonio es la unión libre de un hombre y una mujer para realizar la comunidad de vida, en
donde ambos se procuran respeto, igualdad y ayuda mutua, con la posibilidad de procrear hijos de
manera libre, responsable e informada; celebrada ante el juez del registro civil.
El conjunto de los diversos vinculados al matrimonio como son la voluntad de los contrayentes y
los diversos hechos históricos que lo han determinado en el tiempo conforman la explicación
sobre su naturaleza jurídica.

Las características del matrimonio son:

a) Es un acto solemne.

b) Es un acto complejo por la intervención del Estado.

c) Es un acto que para su constitución se requiere la declaración del juez del registro civil.

d) En él, la voluntad de las partes no puede modificar los efectos previamente establecidos
por el derecho, ya que solo se limitan a aceptar el estado de casado con todas sus
implicaciones, queridas o no.

e) Sus efectos se extienden más allá de las partes y afectan a sus respectivas familias y sus
futuros descendiente.

f) Su disolución requiere sentencia judicial ejecutoriada o administrativa; no basta la sola


voluntad de los interesados.

El matrimonio implica varias etapas:

1.- La etapa prematrimonial, conocida como noviazgo

2.- La celebración propia del acto, nacimiento del acto jurídico.

3.- La etapa del estado matrimonial, periodo que resulta de la celebración del acto y que
implica una forma de vida total y permanente.

La diferencia entre el matrimonio y otras uniones intersexuales es esencial en el derecho. En Roma


la justae nuptiae producía todos loes efectos de poner a la mujer in manu, y a los hijos de la unión
dentro de la familia del pater. Por lo contrario de las uniones como el concubinato y el
contubernio los efectos eran muy limitados.

En España la barraganía tenía también efectos limitados, se le consideraba un matrimonio de


segundo grado. Solo producía como efecto el derecho a alimentos para la mujer y los hijos.

En México el matrimonio religioso dejo de considerarse un productor de efectos legales. Solo


podría servir como prueba de un concubinato en el que se han cubierto ciertos requisitos legales,
entre ellos, tener una única concubina, que los concubinos estén libres de nexo conyugal y que
carezcan de impedimentos legales para contraer el matrimonio.
Comentario: Me gustó este tema por que aportó conocimientos totalmente desconocidos para
mí con anterioridad a éste curso, desde las etapas del matrimonio hasta la forma en que
evolucionó y se caracterizó esta institución del derecho de familia.

Capítulo V: Los esponsales

En nuestra cultura el matrimonio cubre tres etapas: la prematrimonial, la celebración propia del
acto, y el estado matrimonial. La etapa prematrimonial antes del 2000, era regulada por los
esponsales (jurídicamente).

En las codificaciones modernas solo existen los esponsales del futuro, es decir, la promesa de
matrimonio aceptada por las partes (prometidos). Nuestro código civil federal aun se mantiene en
la línea de que los esponsales no obligan a contraer matrimonio ni puede estipularse en ellos pena
alguna por no cumplir con la promesa matrimonial, ya que como obligación de hacer el no
cumplirla solo implica el pago de daños y perjuicios.

La doctrina ha pretendido fundar el derecho a la reparación por incumplimiento de la promesa de


matrimonio, en dos fuentes de obligaciones:

1.- La que considera a los esponsales como un verdadero contrato de prestación personal
cuyo cumplimiento no puede obtenerse en forma coactiva.

2.- La que considera a los esponsales como un hecho ilícito. Esta tendencia niega que con
los esponsales se esté en presencia de un contrato, pues considera que el acuerdo de
voluntades no crea la obligación de contraer matrimonio.
Los esponsales de futuro son la promesa de un matrimonio a realizarse (como se produce
obligación de contraer matrimonio, no puede estipularse pena por la no celebración formal del
acto).

Los esponsales del presente, son sinónimo del acto de celebración del matrimonio.

Al referirse a los esponsales, el código civil federal no los califica ni de presente ni de futuro, ya
que solo considera esponsales a la promesa de celebrar matrimonio, efectuada por escrito y
aceptada. En la actualidad los esponsales como promesa han caído en desuso.

Comentario: En lo personal creo que los esponsales son una institución fuera de nuestra época,
porque la seriedad que ésta figura pudo haber tenido en la historia poco a poco ha dejado de
valer o influir en la sociedad como una obligación o deber de los contrayentes.

Capítulo VI: Requisitos de fondo para contraer matrimonio

Los requisitos de fondo son las características que atañan a los sujetos o a las circunstancias en las
que ellos se encuentran y de las que dependen la posibilidad de realizar un matrimonio valido.
Actualmente son:

1) Diferencia de sexo.

2) Mayoría de edad de los con trayentes, o 16 años cumplidos tratándose de menores de


edad.

3) El consentimiento de los contrayentes.

4) Autorización del padre o la madre o en su defecto del tutor, si son menores de edad; y
en caso de negativa de ello, suplencia por la autoridad judicial (juez de lo familiar)

5) Ausencia de impedimentos.

La ley exige que el matrimonio solo se de entre un hombre y una mujer, ya que se trata de uns
institución creada, entre otros fines, para regular la relación sexual entre personas de distinto
sexo, encaminada a la probabilidad de la procreación.

La edad para el matrimonio implica el concepto de pubertad, porque éste supone que las personas
ya cuentan con la actitud para mantener relaciones sexuales y procrear.
El matrimonio no se concibe sin el consentimiento de los contrayentes, pues se trata de un acto
jurídico que, por lo mismo, requiere la manifestación de la libre voluntad, certeza y capacidad de
los contrayentes, es decir, de la manifestación de la voluntad libre de todo vicio para que pueda
expresarse de manera valida. La voluntad debe de manifestarse en forma expresa y verbal por
comparecencia personal o por apoderado especial.

La autorización o licencia para la celebración del matrimonio entre menores, es facultad:

1.- De los padres (biológicos o adoptantes).

2.- Del padre sobreviviente o del padre que viva con el menor.

3.- Del tutor.

4.- Del juez de lo familiar.

El concepto impedimento reviste una importancia especial, cuando determinadas situaciones


obstaculizan su celebración y hasta su permanecía. Por impedimento debe entenderse toda
prohibición establecida por la ley para su celebración, esto es, toda circunstancia de tipo biológico,
moral o jurídico para la cual se considera que el matrimonio de debe llevarse a cabo:

a) La falta de edad requerida por la ley.

b) La falta de consentimiento tratándose de menores.

c) El parentesco por consanguinidad.

d) El parentesco por afinidad en línea recta.

e) El adulterio entre las personas que pretendan contraer matrimonio, cuando haya sido
jurídicamente comprobado.

f) El atentado contra la vida de alguno de los casados para contraer matrimonio con el
cónyuge que quedo libre.

g) La violencia física o moral para la celebración del matrimonio.

h) La impotencia incurable para la cópula.

i) El padecimiento de algún estado de incapacidad física, sensorial, intelectual, emocional,


mental o varias de tales incapacidades a la vez.

k) El matrimonio subsistente con una persona distinta de aquella con la que se pretendió
contraer.

l) El parentesco civil extendido hasta los descendientes del adoptado por pariente
consanguíneo.
Comentario: me gustó este tema porque desconocía como tal los requisitos de fondo para
contraer matrimonio y fue muy clara su comprensión; además, los impedimentos para contraer
matrimonio fue lo que más llamó mi atención de éste tema debido a que son datos que como
estudiante en derecho es indispensable saber.

Capítulo VII: Requisitos de forma para la celebración del matrimonio

Los requisitos de forma (solemnes) que deben satisfacerse se dividen en previos y concomitantes
o propios de la celebración y corresponden a dos momentos del mismo.

Los trámites previos a la celebración del matrimonio consisten sobre todo en satisfacer los
requisitos que atañan a la solicitud por escrito que los interesados deben presentar ante el juez
del registro civil de su elección, en la que manifiestan lo siguiente:

1.- Sus nombres, apellidos, edad, ocupación y domicilio.

2.- Nombres y apellidos de sus padres.

3.- La ausencia de impedimento para casarse.

4.- Su voluntad de unirse al matrimonio.

Dicha solicitud debe de estar firmada por los solicitantes y contener además su huella digital. A la
solicitud, los pretendientes deben acompañar los siguientes documentos:

1.- Acta de nacimiento o dictamen médico que compruebe la edad mínima para contraer
matrimonio.

2.- Constancia del padre o de la madre o en su defecto de los tutores o de la autoridad


judicial, que autoriza el matrimonio en el caso de que los contrayentes o alguno de ellos
sea menor de edad.
3.- Documento en el que conste el convenio celebrado sobre los bienes presentes y
futuros de los próximos esposos.

4.-Comprobante de la disolución de un matrimonio anterior.

5.- Certificado de dispensa.

6.- Documento público de identificación de cada pretendiente (ejemplo, Credencial de


elector)

7.- Comprobante de domicilio.

8.- Recibo de pago de derechos.

Al constar en la solicitud y en los documentos que no haya impedimento para la celebración del
matrimonio, el juez deberá citar a los contrayentes para su realización dentro de los 8 días
siguientes, señalando el lugar, día y hora.

El acto de la celebración estará rodeado de formalidades con comitentes a la misma:

1.- El lugar, día y la hora para la celebración del acto matrimonial deberán estar
previamente señalados.

2.- En el acta matrimonial estarán presentes ante el juez del registro civil:

a) Los pretendientes o su apoderado especial.

b) Los padres o tutores.

3.- La ratificación de las firmas de la solicitud (contrayentes, padres o tutores).

4.- En el lugar, día y hora señalados deberán estar presentes ante el juez del registro civil,
los pretendientes o su apoderado especial; el juez:

a) Deberá leer en voz alta la solicitud y los documentos que la acompañan así
como las diligencias practicadas.

b) Hará saber a los contrayentes los derechos y obligaciones legales que contraen
con el matrimonio.

c) Preguntara a cada uno de los contrayentes si es su voluntad unirse en


matrimonio y, en caso de que su respuesta sea afirmativa, declarara casados a los
contrayentes en nombre de la ley y de la sociedad.

5.- El juez del registro civil, posteriormente:


a) Procederá de inmediato a la redacción legal del acta en las formas especiales en
las que, por triplicado, harán constar todas las formalidades verbales anteriores.

b) Firmara el acta, junto con los contrayentes, los padres o tutores, si es el caso, y
se imprimirán las huellas digitales de los primeros.

c) Entregará enseguida una copia del acta a los ahora esposos.

Nuestro derecho permite el matrimonio por apoderado especialmente autorizado cuando alguno
o ambos de los contrayentes no puedan concurrir en forma personal a la celebración del acto.
Para la realización del matrimonio por poder, este debe de ser expreso respecto de la persona a
quien se autorice para el mismo y debe haberse otorgado en escritura pública o por mandato
extendido en escrito privado firmando por el otorgante, el aceptante y dos testigos; deben ser
ratificadas las firmas ante notario público.

La dispensa de impedimentos es una exención de carga, formalidad o condición otorgada a


determinada persona por una autoridad pública. La suplencia se refiere a la sustitución de la
autorización del representante del menor, que por ley puede ser la autoridad judicial cuando los
padres o el tutor niegan la autorización sin causa justificada.

La oposición al matrimonio constituye la actuación civil o canónica, previa a la celebración del


matrimonio que tiene a evitarlo ante la presencia de impedimento no dispensable; o a la acción
judicial o can posterior al mismo para promover la nulidad de un matrimonio viciado; opciones:

a) Se presente alguna persona para hacer constar un impedimento.

b) El juez personalmente conozca algún impedimento.

c) El juez reciba una denuncia, aunque sea anónima de un impedimento debidamente


comprobado (acompañado de prueba documental).

De presentarse cualquiera de las hipótesis señaladas, el juez del registro civil deberá:

a) Levantar un acta en la que consten los pormenores del caso.

b) Informar a los interesados.

c) Suspender el matrimonio.

d) Remitir toda la documentación al juez de lo familiar para que ante él se dilucide la


procedencia o no del impedimento.

Comentario: Los requisitos de forma son indispensables para contraer matrimonio, desde datos
personales hasta documentos que en ocasiones uno como abogado puede omitir, por eso creo
que este tema es una gran guía y recordatorio de las formalidades que deben llevarse a cabo en
una celebración matrimonial.

Capítulo VIII: Estado de Matrimonio

Los efectos del matrimonio que hacen al estado matrimonial se han dividió en:

1.- Efecto respecto a las personas de los conyugues;

2.- Efectos respecto de los bienes de los esposos; y

3.- Efectos respecto de las personas y bienes de los hijos.

Respecto de los conyugues, los derechos, los deberes y las obligaciones que nacen del matrimonio
son recíprocos e iguales para ambos. Los principales se agrupan en: deber de cohabitación, deber
de ayuda mutua, debito carnal, en su caso, reproducción asistida, así como el deber de fidelidad.

a) El deber de cohabitación en el domicilio conyugal obliga a que ambos vivan bajo el


mismo techo y compartan mesa y lecho, los cuales ponen de manifiesto la convivencia
conyugal.

b) El deber de ayuda mutua implica el deber de socorro que ha de existir entre los
esposos.

c) El debido carnal es uno de los efectos que constituye su esencia junto con la ayuda
mutua para realizar la comunidad de vida.

d) El deber de fidelidad comprende la obligación de abstenerse de la cópula con una


persona distinta del conyugue.

Algunos otros efectos son:


1.- La emancipación de los menores, consiste en el final anticipado de la patria potestad o
de la tutela que obtienen los menores por el solo hecho de contraer matrimonio.

2.- La adquisición de la nacionalidad mexicana, es el derecho que otorga la constitución al


cónyuge extranjero de adquirir la nacionalidad mexicana al casarse con un ciudadano
mexicano y establecer su domicilio en la república.

3.- La sucesión se refiere al conjunto de derechos que la ley otorga al conyugue que
sobrevivo de heredar legítimamente.

4.- La tutela legitima del conyugue que caiga en interdicción responde a la obligación y al
derecho recíprocos que la ley establece para el cuidado de los conyugues, tanto de sus
personas como de sus bienes.

5.- La suspensión de la prescripción de las acciones y de los derechos derivados del


matrimonio que tenga un conyugue para con el otro, se refiera a la imposibilidad de que
prescriban mientras dure el estado matrimonial.

6.- Las prestaciones derivadas de la seguridad social son los derechos que adquieren los
conyugues por el matrimonio y que se encuentran contenidos en las leyes tanto del IMSS
como del ISSSTE.

7.- El mandato conyugal tácito es el nombre que se le ha dado al derecho de la mujer que
se vea forzada a vivir separada de su marido para obligarlo a que proporcione alimentos
para la familia.

8.- El nombre de la mujer casada se refiere al hecho de que la mujer use el apellido del
marido, hecho que responde más a un uso social que a una consecuencia jurídica.

Comentario: El tema más importante respecto a lo que es la institución del matrimonio, ya que
en el presente tema se toca el estado en sí del matrimonio, el momento donde se adquieren los
derechos, deberes y obligaciones del mismo y los efectos que emite.
Capítulo IX: Los regímenes patrimoniales del matrimonio

Los bienes y las deudas de los esposos constituyen su patrimonio y la base económica del
matrimonio.

Por régimen patrimonial entendemos que es el conjunto de normas que regulan todos los asuntos
pecuniarios, de propiedad, administración y disposición de los bienes de los conyugues así como
de los derechos y obligaciones que al respecto se generen entre ellos y entre los conyugues y
terceros, en el momento de celebrarse el matrimonio, mientras dure y cuando llega a su
disolución.

Los regímenes o sistemas patrimoniales del matrimonio se han clasificado a partir de dos criterios:

1.- La voluntad de los contrayentes. Si nos basamos en este criterio, los regímenes se clasifican en:

a) Voluntarios, se caracterizan por dejar libre determinación de los esposos la forma de


regir sus bienes durante el matrimonio.

b) Forzosos, en este tipo la ley fija sin opción a elegir el régimen a que deben de sujetarse
los bienes matrimoniales.

c) Predeterminados, permite que los esposos puedan optar por algún sistema de los
establecidos por la ley.

2.- La situación de los patrimonios mismos. De acuerdo a este criterio de clasificación a lo largo de
la historia se han presentado las siguientes clases:

a) Absorción del patrimonio de uno de los contrayentes por el otro. Dos patrimonios pasan
a formar uno solo.

b) Comunidad absoluta. Se caracteriza porque los patrimonios de ambos esposos se


funden en uno solo, que pertenecen a los dos y la administración, corresponde a ellos.
c) Separación absoluta. Se caracteriza porque cada conyugue conserva la propiedad,
administración y disfrute de sus propias bienes.

d) Mixta. Se caracteriza por la presencia de bienes que pertenecen a casa esposo y,


simultáneamente, por la existencia de bienes comunes entre los sistemas clasificados
como mixtos se hallan los siguientes:

La dote (sistema dotal) consiste en que la esposa o algún tercero a nombre de ella,
generalmente sus padres, entregan al marido determinados bienes sujetos a
régimen peculiar pues, no son de ninguno de los dos.

Las arras o dote goda, consistía en la entrega de un determinado bien que el


futuro esposo hacía a su prometida de que el matrimonio se celebraría.
La sociedad de ganancia o gananciales, consistía en preservar la propiedad de los bienes que cada
uno de los conyugues tenía en el momento de celebrarse el matrimonio, pero los productos y
adquisiciones durante el matrimonio, formaban un patrimonio aparte que les pertenecía a los dos.

Los regímenes patrimoniales del matrimonio en nuestro derecho se constituyen por medio del
llamado contrato de matrimonio o capitulaciones matrimoniales que los contrayentes deben
acompañar con la solicitud del matrimonio. En ella se regula la situación de sus bienes presentes y
futuros, así como la de sus deudas desde el momento en el que el matrimonio se celebra.

Las Capitulaciones matrimoniales deben entenderse como un convenio accesorio al matrimonio


pues solo pueden existir como consecuencia de este.

Otros las consideran como parte integrante del matrimonio y no como algo accesorio.

Para celebrar las capitulaciones matrimoniales es necesario contar, con la misma capacidad que
para la celebración del matrimonio.

En las capitulaciones los conyugues pueden optar por cualquiera de los regímenes patrimoniales
que establece nuestra legislación: a) por el régimen de sociedad conyugal; b) por el régimen de
separación de bienes, o bien, c) por un régimen mixto.

Las capitulaciones se deben hacer en escritura pública cuando se transmitan bienes que requieran
esta formalidad. Hay quienes opinan que estas deben realizarse siempre antes del matrimonio, ya
que deben surtir sus efectos con la celebración del mismo y que, durante éste, lo que procede es
su modificación.

Las capitulaciones pueden otorgarse o modificarse durante el matrimonio ante el juez de lo


familiar o ante notario público, mediante escritura pública.

Comentario: no me gustó el presente tema puesto que no puedo comprender la diferencia entre
éste y el próximo tema, no comprendo porque ambos hablan sobre regímenes patrimoniales
pero el contenido varia tanto como si fuesen temas completamente distintos.
Capítulo X: Los regímenes patrimoniales del matrimonio en la legislación civil vigente

Los esposos, de acuerdo con nuestra legislación pueden optar por convenir el régimen de sociedad
conyugal, el de separación de bienes o el mixto.

Los regímenes patrimoniales del matrimonio se derivan de las capitulaciones matrimoniales una
vez que los pretendientes o conyugues celebran los pactos sobre sus bienes presentes o futuros
que deberán regir en su matrimonio.

En el régimen de sociedad conyugal, nuestro derecho da a los conyugues un amplio espectro de


posibilidades para que sean ellos mismos quienes, en las capitulaciones, lo organicen como mejor
les convenga, tanto en la administración como en el destino de los productos y ganancias. La
sociedad conyugal se regirá por las capitulaciones matrimoniales que la constituyen.

El código civil para el Distrito Federal considera que los bienes comunes pertenecen a ambos
conyugues, de lo que se deduce que no hay una tercera persona titular de los mismos. La
naturaleza de la sociedad conyugal no es la de una sociedad sino la de una comunidad de bienes
que solo puede existir entre conyugues, y que su finalidad es la protección del patrimonio familiar,
el cual deberá de ser administrado por ambos, salvo pacto contrario. La transmisión en propiedad
de 50% de los mismos sin alterar la naturaleza del pacto, quedando 50% de las aportaciones en
propiedad del conyugue afectante y el otro 50% en propiedad del otro conyugue.

La sociedad conyugal debe reunir los siguientes requisitos para su constitución:

1.- Otorgarse en escrito privado

2.- Constituirse antes de la celebración del matrimonio o durante éste (cambio de


régimen)

3.- Integral el contrato matrimonial con:


a) Lista y avalúo de los bienes muebles e inmuebles
b) Lista de las deudas de que deba responder la sociedad.
c) Indicación expresa del destino de los productos del trabajo de cada esposo.
d) Indicación expresa del destino de los productos del trabajo que se trata de una
comunidad absoluta.
e) Indicación expresa de cómo se dividirá las utilidades.
f) Indicación de si ambos conyugues o solo uno de ellos administrará la sociedad.
g) Indicación acerca de los bienes futuros que adquieren los conyugues durante el
matrimonio.
h) Indicación expresa en cuanto a si la comunidad ha de comprender o no los
bienes adquiridos por herencia, legado, donación o don de la fortuna.

La sociedad conyugal puede suspenderse existiendo el matrimonio en caso de:

a) Declaración de ausencia de algún conyugue, y


b) Abandono del domicilio conyugal por más de 6 meses.

La sociedad conyugal puede concluir:

a) Cuando termina el matrimonio.


b) Durante el matrimonio (acuerdo entre esposos).

La terminación de la sociedad conyugal obliga a la liquidación del patrimonio común. Para tal
liquidación puede procederse de dos maneras:

a) De común acuerdo entre los conyugues, y

b) Nombrando a un liquidador, ya sea por los interesados o por el juez, cuando no se


designa en las capitulaciones.

El régimen en la separación de bienes pertenece al grupo de los sistemas de separación absoluto,


pues en él, cada conyugue conserva la propiedad, el usufructo y la administración de su
patrimonio, sin intervención del otro. La separación de los bienes casi siempre es total.

Esta puede establecerse antes del matrimonio y durante el matrimonio. Puede incluir tanto los
bienes de que sean dueños los consortes antes de la celebración del matrimonio, como los que se
adquieran durante el mismo y productos de dichos bienes.

En ninguno de los regímenes patrimoniales los conyugues podrán cobrarse retribución u honorario
alguno por los servicios personales que se presten (asistencia o consejos). En la separación de
bienes, cuando uno de los esposos se haga cargo por un tiempo, de la administración de los bienes
del otro, por ausencia o impedimentos, el que administre si tiene derecho a retribución por este
servicio en proporción a su importancia y al resultado que produzca.

Se está frente al sistema mixto cuando el régimen de separación de bienes no es absoluto sino
parcial; esto es, cuando se ha convenido en que solo parte de los bienes, deudas y derechos de los
conyugues se rijan por separación y la otra parte sea materia de la sociedad conyugal, lo que da
origen a un régimen patrimonial mixto para regir la vida económica del matrimonio. En este
régimen, la voluntad de las partes es soberana, con las solas limitaciones de todos los contratos
interés público y derecho de terceros- así como las que señala la ley en particular.
Comentario: Un tema muy complejo y algo confuso en lo personal debido a su abundante
legislación y a las dificultades para obtener documentos referentes al tema por parte de las
oficialías del Registro Civil. Considero que es un tema que requiere de bastante tiempo para
poder ser comprendido en su totalidad.

Capítulo XI: Las donaciones por razón del matrimonio

Ha sido costumbre que por motivo del matrimonio los futuros esposos se den obsequios antes del
matrimonio, ó bien de que terceros, parientes y amigos se hagan a uno ó a la pareja en razón de la
próxima celebración del mismo. Este tipo de regalos recibe el nombre de donaciones
antenupciales y se caracteriza porque:

1.- Las realizan los prometidos entre sí con motivo del matrimonio.

2.- Las realizan terceros con el mismo motivo.

3.- Son donaciones inoficiosas.

4.- No requieren aceptación expresa.

5.- No son revocables por supervivencia de hijos al donante.

6.- Son revocables por supervivencia de adulterio, violencia familiar, abandono de las
obligaciones alimentarias u otras que sean garbes al juicio del juez de lo familiar.

7.- Quedan sin efecto si el matrimonio no se realiza.

8.- Su límite es la sexta parte de la fortuna del contrayente que haga la donación.

9.- Pueden hacerlas los menores de edad con el consentimiento del padre o la madre ó
quien ejerza la tutela ó incluso del juez familiar.

10.- Son revocables solo cuando son efectuadas por terceros a la pareja.

Las relaciones antenupciales difieren de la regulación de las donaciones comunes en cuanto a:

1.- Revocación, ya que cuando la donación la realiza un extraño y posteriormente


le sobrevienen hijos, esta no se revoca y cuando la donación es a la pareja,
tampoco es revocable por ingratitud, a no ser que ambos cónyuges sean ingratos.
2.- Inoficiocidad, ya que si la donación total excede la sexta parte de los bienes del
donante, esta es inoficiosa en el exceso.

Las donaciones entre consortes solo pueden realizarse si no existe comunidad absoluta de bienes,
puesto que se requiere que haya patrimonios separados para que un bien pase de un matrimonio
a otro; además se caracterizan específicamente por:

1.- no ser contrarias a las capitulaciones matrimoniales.

2.- Ser revocables en cualquier tiempo.

3.- El deber de ser devueltas por el conyugue culpable.

4.- Ser inoficiosas por la misma razón que las comunes.

5.- No ser revocables por la supervivencia de hijos.

6.- Confirmarse con la muerte del donante.

Las donaciones entre consortes difieren de la regulación de las donaciones comunes que:

1.- Solo pueden revocarse por causa justificada.

2.- Pueden revocarse por cualquiera de las causales de divorcio cuando el donatario sea el
conyugue culpable.

3.- No se revocan por superveniencia de hijos al donante.

4.- Son revocables las hechas por terceros cuando la disolución del matrimonio provenga
de su nulidad, como si el matrimonio no hubiera existido.

Ya sea por nulidad ó por divorcio, el destino de las donaciones efectuadas entre dos esposos es el
siguiente:

1.- Declarada la nulidad del matrimonio.

a) Las hechas por un tercero son revocadas.


b) Si uno de los esposos actuó de buena fe, este tendrá las donaciones que se le hicieron.
c) Si el conyugue culpable recibió donaciones del conyugue inocente, las mismas quedan
sin efecto y el culpable deberá devolverlas con todos sus productos. El inocente
conservara lo recibido.
d) Si ambos esposos procedieron de mala fe, las donaciones quedaran a favor de sus
acreedores alimentarios.

2.- En los casos de divorcio, el conyugue causante del mismo, pierde todo lo donado ó lo que se le
haya prometido, ya que está obligado a la devolución de lo donado. El conyugue inocente
conserva las donaciones y podrá reclamar todo lo pactado en su provecho.
Comentario: me agradó este tema debido a que la donación hoy en día es una institución
comúnmente utilizada y me aportó grandes conocimientos como las diferencias entre una
donación entre consortes y una donación común y corriente., además de las formas de dejarlas
sin efecto.

Capítulo XII: El patrimonio de la familia

Algunos de los antecedentes más significativos de esta institución en México proceden:

1.- De la ley sobre el homestead del Edo. De Texas, de 1839.


2.- Del derecho español, en fuero viejo de Castilla y en el derecho actual de Aragón que
menciona el patrimonio de familia.
3.- De la ley sobre Relaciones Familiares de 1917.

El patrimonio de la familia debe de entenderse como el bien ó conjunto de bienes afectos


(destinados) a un fin, que pertenecen a algún ó algunos miembros de la familia y, en ocasiones, a
un tercero. Este patrimonio responde a un patrimonio de afección, toda vez que para su
integración el o los que van a constituirlo separan de su patrimonio el bien ó bienes necesarios y
los sujetan (afectan) al cumplimiento de la finalidad de proteger jurídica y económicamente a su
familia.

Para la constitución del patrimonio familiar solo puede afectarse:

1.- La casa-habitación en que viva el grupo familiar y el mobiliario de uso doméstico


cotidiano.
2.- En algunos casos, si se trata de bienes rústicos, una parcela cultivable.
3.- Los giros industriales y comerciales cuya explotación se haga entre los miembros de la
familia.
4.- Los utensilios propios de su actividad, siempre y cuando no exceda su valor el limitante.
5.- Los bienes ubicados en el lugar donde esté el domicilio de quien lo constituye.

Las personas que pueden construir el patrimonio familiar son:

a) La madre, el padre ó ambos;


b) La concubina, el concubino ó ambos;
c) La madre soltera ó el padre soltero
d) Las abuelas, los abuelos;
e) Las hijas y los hijos;
f) Cualquier otra persona que desee proteger a su familia.
Todas esas personas pueden disfrutar de dicho patrimonio, pero también pueden hacerlo
los hijos supervivientes.

Puede constituirse un solo patrimonio por familia y, mientras subsista, será el único que produzca
efectos legales. Para la constitución del patrimonio de la familia se requiere una declaración
judicial, a fin de que ésta sea inscrita en el Registro Público de la Propiedad y surta efectos ante
terceros.

Constituido el patrimonio familiar, la familia tiene la obligación de habitar la casa, explotar el


comercio y la industria, y cultivar la parcela, según sea el caso.

El patrimonio fue creado con el fin de proteger económicamente a los miembros de la familia y a
los hijos supervenientes así como de sostener el hogar, se caracteriza por lo siguiente:

2.- Transporte la propiedad de los bienes a los beneficiarios.

2.- La copropiedad de los bienes es determinada por el número de miembros de la familia.

3.- Los beneficiarios requieren representación frente a terceros por aquel a quien la
mayoría de ellos nombre.

4.- Es temporalmente inalienable, imprescriptible e inembargable, por lo que no puede ser


vendido, gravado ni embargado mientras este afecto (sujeto) al fin para el que se
construyó.

La ampliación y disminución del patrimonio de la familia están directamente vinculadas con el


valor de los bienes que lo constituyen, por ello cuando disminuye el valor máximo legal señalado,
el patrimonio puede ampliarse cuando el citado valor haya aumentado en más de 100% del
máximo autorizado, cuando la familia demuestre gran necesidad ó cuando la disminución resulte
benéfica para el grupo familiar.

La extinción del patrimonio de la familia procede cuando:

1.- Cesan los derechos de percibir alimentos de los miembros de la familia.


2.- Deja de habitarse por más de un año la casa que debe de servir de morada.
3.- Deja de cultivarse la parcela por cuenta de la familia beneficiaria, siempre y cuando no
se haya autorizado su arrendamiento o aparecería por un año.
4.- Deja de explotarse el comercio ó la industria.
5.- Exista gran necesidad ó notoria utilidad en su extinción.
6.- Los bienes sean expropiados.

Comentario: el patrimonio de familia es bastante relevante debido a que su práctica en México


es muy relevante, sobre todo en el aspecto judicial, debido a que día nos es fácil detectar que en
cada matrimonio y en cada disolución del vínculo matrimonial aparece esta institución del
derecho.
Capítulo Xlll: Concubinato

La denominación concubinato nace en el derecho romano para designar la unión de una pareja
cuyos miembros viven como esposos, pero que por falta de connubium o debido a
consideraciones políticas no podían o no querían celebrar justae nuptiae.

En el derecho canónico al concubinato se le desconoce todo efecto exceptorepecto de los hijos, a


quienes mejora en su situación en relación con el padre) y se le declara pecaminoso. En el antiguo
derecho español, la unión conocida como concubinato se le denominaba barraganía la reglamento
Alfonso X, el sabio, en las siete partidas.

El concubinato debe entenderse com la unión libre y duradera entre un hombre y una mujer,
libres de matrimonio y sin impedimentos legales para contraer lo que viven y cohabitan como si
estuvieran casados, por dos años o más en forma constante y permanente y, por el otro, como la
unión entre un hombre y una mujer que viviendo o cohabitando com si estuvieran casados tiene
hijos en común, aun cuando en tal cosa no hayan transcurrido dos años a los que hiso mención.

Para que nuestro derecho reconozca una unión como concubinato son indispensables los
siguientes requisitos:

a) Que la vida en común sea permanente.


b) que ambos concubinatos permanezcan libres de matrimonio y demás impedimentos
legales para contraerlo durante el concubinato.
c) Que se trate de una sola concubina por concubino, y viceversa.

En cuanto a efectos en el tiempo, la regulación del concubinato produce en cuanto a los alimentos,
la sucesión y la presunción de paternidad, los siguientes efectos:

1) derecho a alimentos en reprocidad.


2) derechos sucesorios recíprocos.
3) Presunción de paternidad del concubino respecto de los hijos de la concubina.
4) La tutela legitima del concubinario o concubina en estado interdicción.
5) Posibilidad de adoptar.
6) Otros derechos y obligaciones reconocidos por dicho ordenamiento y por otras leyes
como las de seguridad social.

Al terminar el concubinato, tanto la concubina como el concubino, cuando carezcan de bienes o


medios suficientes para su sostenimiento, tiene derecho a alimentos por el mismo tiempo que
haya durado el concubinato, mientras no se hayan unido en nuevo concubinato o contraído
matrimonio.

Comentario: Uno de los temas que más despertó mi atención por la naturaleza del mismo y las
informalidades que posee, pero que más llamó mi atención fue el reconocimiento que tiene este
precepto jurídico en la sociedad mexicana.

Capítulo XIV: Causas de disolución matrimonial: la nulidad

El matrimonio es una institución vulnerable que a veces suele enfrentar serios problemas que
pueden hacer desaparecer el estado matrimonial. Esto significa que el matrimonio es una
institución susceptible de disolución.

En nuestro derecho, el matrimonio sólo puede disolveré ó terminar por las siguientes causas:

a) Por muerte de alguno de los cónyuges.


b) Por nulidad.
c) por divorcio.

La declaración de ausencia y la presunción de muerte por si solas no ponen fin al matrimonio, sino
que solo suspenden ó terminan la sociedad conyugal. Tanto la declaración de ausencia como la
presunción de muerte de alguno de los conyugues son causales de divorcio, ya sea por abandono
del domicilio conyugal ó por falta de convivencia entre los esposos durante más de un año.

Para que exista el acto jurídico matrimonial se deben cubriros requisitos siguientes:

1.- Ser una manifestación de voluntad libre y solemne, de personas de diferente sexo.
2.- Voluntad de los consortes y del juez del Registro Civil.
3.- Tener por objeto la voluntad de crear el estado de casados con los derechos, deberes y
obligaciones que le son inherentes.
4.- Celebrar el acto matrimonial ante el juez del Registro Civil.
5.- que el juez del Registro Civil realice la declaración de casados.
6.- Redactar el acta respectiva en la que conste la expresión de voluntad, la diferencia de
sexos, la mayoría ó minoría de edad, la declaración del juez.
7.- Constar el acto en las formas oficiales diseñadas ex profeso para ello.

Si al acto matrimonial le falta algún elemento ó no se realiza con las formalidades de solemnidad
requeridas que corresponden a los elementos de existencia, no habrá el matrimonio, aunque lo
haya habido en apariencia.
En lo que concierne al matrimonio, la falta de solemnidad, que consiste en la ausencia del acta ó
del juez del Registro Civil, ó de ambos, no puede ser causa de nulidad, ya que esta carencia lo
convierte en inexistente, pues faltan esos elementos de existencia del acto jurídico. En tal caso
serán causa de inexistencia del matrimonio, pero no de nulidad.

La terminación del estado matrimonial por nulidad está vinculada de manera estrecha con la
presencia u omisión de ciertos requisitos de valides que debe reunir el acto matrimonial como
acto jurídico que es. La nulidad del matrimonio puede ser absoluta ó relativa.

El principio favor matrimonii es un conjunto de disposiciones inspirado en la conservación del


vinculo matrimonial debido a que la sociedad está interesada en la persistencia de la unión
matrimonial, pues su disolución acarrea serios perjuicios a la organización social.

Las causas de nulidad son:

a) Error en la persona con quien se contrae matrimonio.


b) Presencia de algún impedimento dirimente no dispensado.
c) La ausencia de formalidades, que sean las esenciales o solemnes.

La doctrina agrupa las causas de nulidad en:

1. Vicios en el consentimiento.

a) Error en la persona.
b) Violencia.

2. Presencia de un impedimento dirimente.

a) Falta de capacidad por minoría de edad.


b) Falta de capacidad por insania mental.

3. Falta de aptitud física.

a) No contar con la edad mínima legal para celebrar el acto.


b) La impotencia incurable para la cópula, anterior al matrimonio.

4. Por parentesco.

a) La celebración del matrimonio entre ascendientes y descendientes, así como entre


hermanos.
b) La relación de parentesco por afinidad en línea recta, entre suegros y yernos o nueras.
c) La relación de parentesco por afinidad en línea recta, entre adoptante y adoptado.

5. Incompatibilidad de estado.

a) Contraer matrimonio habiendo realizado uno antes sin disolver el vínculo matrimonial.
b) La relación del tutor o sus descendientes con respecto al pupilo.
6. Por impedimento que constituye delito.

a) La tentativa de homicidio o el homicidio consumado del cónyuge de alguno de los que


pretenden contraer un nuevo matrimonio.

b) La bigamia.

El matrimonio siempre tiene a su favor la presunción de ser válido, de ahí que sólo se le considere
nulo cuando así lo declare una sentencia que cause ejecutoria son causas de nulidad relativa del
matrimonio.

1. El error en la persona.
2. La violencia física o moral.
3. La falta de capacidad por minoría de edad.
4. La falta de aptitud física que constituya impedimento para la celebración del
matrimonio.
5. La falta de autorización del padre, madre, tutor o del juez de lo familiar, para la
celebración del matrimonio.
6. La impotencia incurable para la cópula anterior al matrimonio.
7. La relación de parentesco entre adoptante y adoptado en la adopción simple.
8. La tentativa de homicidio y homicidio consumado del cónyuge.
9. Adulterio.
10. La celebración del matrimonio entre tíos y sobrinos en tercer grado colateral desigual,
que no haya tenido dispensa.

Son causas de nulidad absoluta del matrimonio:


1. El incesto.
2. La bigamia.

Sólo se reputarán de ilícitos y no podrán declararse nulos los siguientes matrimonios:

1. El matrimonio efectuado con impedimento derivado del parentesco por consanguinidad


en línea colateral en tercer grado.

2. El matrimonio efectuado con impedimento derivado de la relación entre el tutor o sus


descendientes con el pupilo o el curador y sus descendientes con éste.

La sanción para los matrimonios ilícitos puede ser:

a) De carácter administrativo.
b) De carácter penal.

Si en el momento de la celebración del matrimonio ambos esposos o uno de ellos ignoran la


existencia de un impedimento en el matrimonio se contrae de buena fe, aunque en el
desconocimiento sólo sea por parte de uno de ellos, este matrimonio tendrá en su favor el haber
sido celebrado de buena fe. En la doctrina se le conoce como matrimonio putativo.
El matrimonio nulo, pero contraído de buena fe por ambas partes, produce todos sus efectos
civiles respecto de los cónyuges hasta que se le declara su nulidad y en todo tiempo a favor de sus
hijos. Para declarar la nulidad del matrimonio putativo, debe presentarse la demanda ante el juez
de lo familiar y este no sólo dictar las medidas provisionales que se estimen provenientes, sino
también resolver, en lo concerniente a los hijos, sobre su guarda y custodia, sobre el derecho de
visita o convivencia, el suministro de sus alimentos y la forma de garantizarlos.

Comentario: La nulidad del matrimonio es un tema que si bien es comprensible con sólo leerlo,
es necesario estudiar con más detenimiento debido a los factores de inexistencia que suelen
confundirse con ésta institución. La nulidad del matrimonio tiene gran relevancia hoy en día en
la práctica judicial de México.

Capítulo XV. Causas de disolución matrimonial: el divorcio

El divorcio, entendido legalmente como el único medio racional capaz de subsanar, hasta cierto
punto, las situaciones anómalas que se generan en ciertas uniones matrimoniales y que deben
desaparecer ante la imposibilidad absoluta de los consortes de superarlas. Es la extinción de la
convivencia matrimonial declarada por la autoridad.

Por sus efectos existen dos clases:

1. Divorcio vincular, también llamado divorcio pleno, que rompe el vínculo matrimonial y
deja a los divorciados en condiciones de contraer nuevas nupcias.

2. Divorcio por simple separación de cuerpos, este tipo de divorcio no permite la


celebración de un nuevo matrimonio, en tanto que sólo suspende a los cónyuges la
obligación de vivir juntos (cohabitación).

Por la forma de obtener el divorcio, en atención a la voluntad de los cónyuges, es decir, en función
del papel de su voluntad, éste se clasifica en:

1. Divorcio unilateral o repudio, la sola voluntad de uno de los esposos basta para poner
fin al matrimonio.

2. Divorcio por mutuo consentimiento, voluntario o por mutuo disenso, en este, lo que
cuenta es el acuerdo voluntario de ambos cónyuges para poner fin al matrimonio, sin
tener que invocar causa alguna.

3. Divorcio causal, necesario o contencioso, en este se requiere la existencia de una causa


lo suficientemente grave que torne imposible, o al menos difícil, la convivencia conyugal,
este tipo de divorcio ha sido clasificado en:
1) Divorcio sanción, en este se supone que la causa es una violación grave a los
deberes del matrimonio, y el divorcio es la sanción que se aplica al cónyuge
culpable.

2) Divorcio remedio, en éste no puede hablarse de cónyuge culpable ni de sanción,


pues no le es imputable a ninguno la causal, como en el caso de las enfermedades
incurables.

Comentario: Las causales para la disolución del vínculo matrimonial sin duda alguna fue uno de
los temas más relevantes puesto que aprendí la comparativa de dos legislaciones relevantes
como lo son la de el Estado de Jalisco y la del Distrito Federal, y como se utilizan las
mencionadas en las distintas disoluciones matrimoniales.

Capítulo XVI. Divorcio voluntario o por mutuo consentimiento

Este divorcio sólo requiere la manifestación del mutuo acuerdo de los cónyuges para disolver el
vínculo matrimonial, sin necesidad de exponer la causa o razón que los mueve a hacerlo. Por
divorcio voluntario debe entenderse la forma de disolución del vínculo matrimonial por la que
pueden optar los esposos cuando, sin aducir causa específica y reuniendo los requisitos de ley,
hayan decidido poner fin al matrimonio.

Sus vías de realización son:

1) Administrativa, ante el juez del Registro Civil (requisitos):

a) Mayores de edad.

b) Ambos estén de acuerdo en divorciarse.

c) No tengan hijos en común.

d) La mujer no se encuentre en estado de gravidez.

e) Se hayan casado por separación de bienes o hayan liquidado la sociedad


conyugal.

f) Tengan como mínimo un año de casados a partir de la celebración del


matrimonio.

g) Ninguno de los divorciados requiera de alimentos.

2) Vía judicial (requisitos):


a) Los cónyuges las soliciten por mutuo consentimiento.

b) Se trate de matrimonio de menores, o alguno de los esposos lo sea.

c) Existan hijos que requieren alimentos.

d) Alguno de los cónyuges requiera alimentos.

e) No hayan liquidado la sociedad conyugal de común acuerdo.

f) Hayan transcurrido un año desde la celebración del matrimonio.

g) Cuando, en general, falte alguno de los requisitos previstos para el divorcio


administrativo.

h) Presenten el convenio que establezca los términos en que se cumplirá.

Atendiendo a las consecuencias que se generan, una vez declarado el divorcio voluntario por el
juez de lo familiar, éstas tienen que ver con los cónyuges, los hijos y los bienes.

a) En cuanto a los cónyuges, ambos recobran su libertad para contraer nuevo matrimonio.

b) En cuanto a los hijos, se debe estar al convenio presentado por los cónyuges y aprobado
en definitiva por el juez de lo familiar, con las manifestaciones que, en su caso, se hayan
hecho.

c) En lo que se refiere a los bienes, si el matrimonio estaba sujeto a régimen de sociedad


conyugal, se debe estar al convenio en donde los cónyuges pactaron la manera de
administrar, disolver y liquidar la sociedad conyugal.

En caso de divorcio voluntario, los cónyuges pueden renunciar a su acción al desistirse de su


solicitud y reanudando su vida en común. No obstante, como efecto de ello, no podrán intentar
otra vez la acción de divorcio voluntario hasta transcurrido un año desde la reconciliación. La
reconciliación durante el procedimiento y hasta en tanto no haya sentencia ejecutoriada, pone
término al juicio de divorcio.

Comentario: un tema relevante que aunque hubiera deseado más tiempo para analizarlo
aprendí a implementarlo en una demanda.
Capítulo XVII. Divorcio causal o necesario

Las causas del divorcio son posteriores a la celebración del matrimonio y siempre han estado
específicamente determinadas, por ello se le denomina divorcio causal o necesario. El orden
jurídico solo considera que son causas de divorcio las que por su gravedad impiden la convivencia
normal de la pareja.

La clasificación de los causales de divorcio según Rafael Rojina Villegas:

1) Causales que implican delitos en contra del otro cónyuge, de los hijos o de terceros.
2) Causales que constituyen hechos inmorales.
3) Causales violatorios de los deberes conyugales.
4) Causales consistentes en vicios.
5) Causales originadas en enfermedades.
6) Causales que impliquen el rompimiento de la convivencia.

Entre las causales que merecen especial mención, se halla el adulterio, injurias, sevicia, amenazas,
abandono, separación y alimentos por ser de las que han llegado a presentarse con mayor
frecuencia como causa de divorcio necesario.

La falta de cumplimiento del deber de ayuda, socorro y solidaridad es causal de divorcio. Tales
obligaciones y deberes deben ser distribuidos entre los cónyuges de común acuerdo en la forma y
proporción que lo decidan y de conformidad con sus posibilidades. En caso de incumplimiento o
desatención de los mismos pueden recurrir a los procedimientos tendientes a su cumplimiento
ante el juez de lo familiar para que resuelva lo conducente. Los cónyuges están obligados a acatar
tal resolución.

En lo que concierne a las demás causales de divorcio necesario son:


1) Enfermedades incurables, contagiosas o hereditarias, así como la impotencia sexual
irreversible, siempre y cuando su origen no sea la edad avanzada.

2) El empleo de métodos de fecundación asistida, realizada sin el consentimiento de uno


de los cónyuges, también es causal de divorcio.

3) El que uno de los cónyuges le impida al otro desempeñar una actividad en los términos
del código civil.

4) El trastorno mental incurable como causal de divorcio tiene el mismo tratamiento que
las otras enfermedades, pero requiere la declaración previa de interdicción del cónyuge y
enfermo.

5) El alcoholismo, el uso de sustancias que produzcan efectos psicotrópicos (la


drogadicción) y los hábitos de juego son considerados causales del divorcio cuando
constituyen un continuo motivo de desavenencia conyugal.

6) El uso de la fuerza física o moral así como la omisión grave que ejerce entre los
cónyuges mismos o de estos contra los hijos, y que atente contra su integridad física,
psíquica o ambas, independientemente del lugar donde se lleve a cabo, y sin que importe
si produce o no lesiones.

El divorcio es no sólo una acción personalísima, sino que además es exclusiva de los cónyuges, por
lo que sólo puede intentarla el cónyuge interesado. Ello no impide que pueda nombrarse un
representante para que comparezca en el juicio. La acción de divorcio es una acción sujeta a
caducidad o prescripción. En nuestra legislación el plazo de la prescripción es de 6 meses
contratados a partir del momento en que se tiene conocimiento de la causal.

La reconciliación y el perdón tácito o expreso son causas de extinción de la acción de divorcio. La


reconciliación presupone el perdón mutuo de culpas reales o improbables; además, pone fin de
común acuerdo al estado de desavenencia y, por ende, el juicio de divorcio, en cuanto tenga lugar
en cualquier momento del mismo mientras no haya sentencia ejecutoriada.

La muerte de cualquiera de los cónyuges culpable o inocente pone fin a la acción, sea haya
iniciado o no el juicio de divorcio.

Comentario: éste tema en lo particular me gustó porque pude interactuar y practicar con el
mismo en demandas e implementarlo con información de temas anteriores al mismo.
Capítulo XVIII. Filiación

La filiación es el vínculo que crea el parentesco consanguíneo en línea recta en primer grado y, por
lo tanto, constituye la forma más cercana de parentesco; por filiación jurídica debe entenderse en
su sentido amplio la relación creada entre los progenitores, padre y madre, y sus descendientes,
hijos, que forman el núcleo social primario de la familia, a quienes la ley atribuye derechos,
deberes y obligaciones.

La paternidad y la filiación jurídicas se basan en la filiación biológica, pues de ellas se toman las
presunciones e indicios para establecer tales vínculos. No siempre coincide la filiación biológica
con la jurídica, pues biológicamente no puede haber hijos sin padre y madre, sin embargo desde
la perspectiva jurídica sí, ya sea por que los padres se desconozcan o porque no se cumplieron las
formalidades y los requisitos legales para que se estableciera la relación de derecho.

La prueba de filiación de los hijos se establece con el acta de nacimiento del hijo, unida a la
identidad del presunto hijo con aquel al que se refiere el acta. La identidad puede probarse por
cualquier medio, trátese de testigos o de documentos. A falta de acta de nacimiento o si esta fuera
defectuosa, incompleta o falsa, la prueba de la filiación se establece con ala posesión constante
del estado de hijo, o bien con todos los medios de prueba que la ley autoriza, incluyendo los
biológicos y los que el avance científico ofrezca en su momento.

Por posesión de estado de hijo como prueba para establecer la filiación debe entenderse la
situación de una persona respecto de sus progenitores, reales o supuestos, que la consideran o
tratan como hijo. Para que se dé la posesión de estado de hijo, la doctrina y la ley requiere la
presencia de estos cuatro elementos: nombre, trato, fama y edad. La posesión de estado de hijo es
un hecho que requiere ser probado, la que puede efectuarse por cualquiera de los medios de
prueba que autoriza la ley. Ésta se acredita primero con el acta de matrimonio.
La posesión de estado de casados se emplea para sustituir la prueba documental, sobre todo
cuando no existe el acta de matrimonio y resulta imposible saber donde se casaron los padres.

Un supuesto hijo puede reclamar su estado de hijo aunque carezca de acta de nacimiento y de
posesión de dicho estado, y su acción para reclamar su filiación es imprescriptible para él y sus
descendientes. La condición de hijo sólo puede perderse por sentencia ejecutoriada.

La filiación también se establece por el reconocimiento del padre, la madre o de ambos o, en su


defecto, por una sentencia ejecutoriada, para lo cual se permite la investigación sobre la
maternidad y paternidad.

Se es hijo de la madre si se prueba el parto y si la persona que alega esa filiación maternal es
producto de aquel alumbramiento.

Cuando se trata de filiación, la paternidad se presume al establecerse la filiación respecto de la


madre.

La investigación de la filiación, de conformidad con la ley, sólo puede establecerse de dos formas:

1) Por reconocimiento voluntario.


2) Por reconocimiento forzoso o judicial (sentencia).

El reconocimiento voluntario consiste en la manifestación espontánea de la voluntad de uno o


ambos progenitores para aceptar como hijo al que no tiene reconocido como tal. El acto jurídico
de reconocimiento voluntario es personalísimo e irrevocable, además de solemne, pues
únicamente puede realizarse en las formas enunciadas limitativamente por la ley. Las
contradicciones del reconocimiento voluntario son:

a) En el de una persona que cuide o haya cuidado al niño como hijo propio y aunque no lo
haya reconocido en forma legal, le haya dado su nombre y él lo haya usado, lo haya
alimentado y educado, y lo haya presentado públicamente como hijo suyo; no podrá ser
separado de su lado a menos que consienta en entregarlo o se lo obligue a hacerlo por
sentencia ejecutoriada.

b) Cuando el reconocimiento se haya efectuado sin el consentimiento expreso o


aprobación de la madre, propiciando que el mismo quede sin efecto; el asunto relativo a la
paternidad se resolverá en el juicio contradictorio respectivo.

c) El del hijo mayor de edad, que puede contradecir el reconocimiento que de él se hizo
cuando era menor.

d) El del progenitor que ha reconocido y que puede reclamar y contradecir el


reconocimiento efectuado por un tercero.

e) Cuando el reconocimiento efectuado vaya en perjuicio del menor.


f) Cuando el progenitor reclame para sí el carácter de padre, excluyendo a quien hubiere
efectuado el reconocimiento de manera indebida.

g) Cuando el tercero se vea afectado por obligaciones derivadas del reconocimiento


realizado en forma ilegal.

Cuando el reconocimiento de los hijos no se obtiene espontáneamente (por reconocimiento


voluntario), queda al hijo la acción del ejercicio de la acción de reconocimiento forzoso, ello, a fin
de establecer su filiación como hijo por medio del ejercicio de la acción de investigación de la
paternidad o maternidad, para que a través del juicio respectivo el juez atienda las probanzas que
se le alleguen, y si a su juicio estas son suficientes, establezca la filiación del hijo con sus
progenitores.

Establecida la filiación de hijo, ya sea reconocido en forma voluntaria o a consecuencia del juicio
de investigación de la paternidad y maternidad, éste obtiene derechos:

a) Usar los apellidos del que lo reconozca.


b) Ser alimentado por las personas que lo reconozcan.
c) Obtener la porción hereditaria.
d) Los demás que se deriven de la filiación, como la custodia y la patria potestad.

Comentario: La filiación fue un tema totalmente nuevo para mí y que en lo personal pienso
estudiar detenidamente porque se me hizo algo complicado.
Capítulo XIX. La Adopción

En nuestro derecho, la adopción constituye una institución jurídica que crea una relación e
filiación entre dos personas que carecen de vínculo consanguíneo (de progenitor e hijo). Su
filiación consiste en establecer un parentesco entre dos individuos, adoptante y adoptado. En esta
clase de parentesco no existe vínculo biológico. Con la adopción se crea un parentesco civil y se
imita la filiación de sangre; de ahí que se hable de hijos y de padres adoptivos. Sus orígenes son
muy remotos, anteriores incluso al derecho romano, pues ya se regulaba en el código de
Hammurabi. Es en Roma donde se desarrolló de manera considerable, ya que tuvo diversas
finalidades, aunque no siempre en beneficio del adoptante.

La adopción como una ficción legal cuyo propósito es cumplir los vínculos biológicos de la filiación
creando un parentesco cuya fuente es la norma jurídica. La doctrina considera dos tipos de
adopción: la simple y la plena. Se define la adopción simple como el parentesco civil que da origen
a otro parentesco, distinto del consanguíneo y del de afinidad.

Mediante la adopción se crea una relación de filiación legal entre adoptante y adoptado. Mientras
que en la adopción simple ambos tienen los mismos derechos, deberes y obligaciones que existen
entre padre e hijo, en la adopción plena el adoptante posee, respecto del adoptado los mismos
derechos, deberes y obligaciones propios del vínculo de parentesco que se tiene con los hijos
consanguíneos, lo cual comprende incluso los impedimentos para el matrimonio.

La adopción puede definirse como el acto jurídico de recibir como hijo con los requisitos
(condiciones necesarias) y las solemnidades (lo formal, aquello que está revestido con la forma
exigida por la ley) que establece las leyes al que no lo es naturalmente. La adopción en general
constituye la tercera fuente del parentesco.
Los cónyuges o concubinos podrán adoptar cuando los dos estén conformes en considerar al
adoptado como hijo. Para que la adopción proceda, deberán cubrir los requisitos que la ley señale
tanto de tipo persona, respecto del adoptante y del adoptado (de fondo) como formales
(solemnes).

De acuerdo con nuestro derecho, los requisitos de fondo son:

1) Edad mínima del adoptante: Ser mayor de 25 años.

2) Diferencia mínima entre el


Adoptante y el adoptado: 15 años.

3) Capacidad del adoptado: Ser menor de edad o incapacitado.

4) Aptitud del adoptante: Solvencia moral y material.

5) Finalidad: Sea benéfica para el adoptado, y atendiendo a su


Interés superior.

Los requisitos de forma que hay que cubrir se constituyen por:

1) La creación de un vínculo jurídico: La expresión de la libre voluntad de adoptante


Y adoptado.

2) Un acto judicial: La sentencia firme del juez de lo familiar que


sanciona y autoriza la voluntad de adoptante y
adoptado.

3) El consentimiento: De quien ejerza la patria potestad del tutor, del


ministerio público o de quien ha cuidado y
alimentado al menor (es de decir al acogido), del
mayor de 12 años y el incapaz que pueda
expresarlo.

4) El procedimiento: El cual deberá tramitarse de conformidad con las


disposiciones del capítulo IV “de la adopción”.

5) El registro: Del acta de adopción correspondiente en el


registro civil, con la comparecencia del adoptante.

El procedimiento judicial para la adopción se lleva a cabo por la vía de jurisdicción voluntaria ante
el juez de lo familiar. En la promoción inicial, si se trata de adopción nacional o internacional,
además del nombre la edad y el domicilio, si lo hay, de quien se pretende adoptar, además del
nombre, la edad, y el domicilio, si lo hay de quien se pretende adoptar, además del nombre, la
edad y el domicilio de quienes ejerzan sobre él la patria potestad o tutela, o de la persona o
institución de asistencia social, pública o privada que lo haya acogido. Así mismo, dicha promoción
debe ir acompañada tanto del certificado médico de buena salud de los promoventes y del menor
como los de estudios socioeconómicos y psicológicos para que se efectúe el trámite.

La adopción simple genera un parentesco civil, sus efectos no destruyen los lazos del parentesco
consanguíneo del adoptado, quien conserva sus derechos y obligaciones en cuanto a alimentos y
sucesión respecto de su familia de origen. El adoptado recibe el nombre que el adoptante le dé
junto con sus apellidos. La adopción simple sólo produce efectos entre adoptante y adoptado. La
adopción simple, que también ya se ha expuesto que extingue la filiación preexistente entre el
adoptado y sus progenitores, así como el parentesco con las familias de estos, salvo para los
impedimentos del matrimonio, y produce efectos entre el adoptante, y los parientes de éste y el
adoptado, por lo que entre ellos se generan los mismos derechos y obligaciones que existen entre
los miembros de la familia consanguínea hasta el cuarto grado de parentesco.

Comentario: Este tema fue sencillo, claro y sin dificultades, me gustó por la forma en que fue
desenvolviéndose en clase y por los ejemplos tan sencillos que pueden implementarse en el
mismo, además es interesante la forma en que alguien puede formar parte de una nueva
familia.

Capítulo XX: Patria Potestad

La institución de la Patria Potestad se origina en el derecho romano. La patria potestad era en


realidad una potestad ó un poder sobre los hijos y sus descendientes, solo lo ejercía el varón de
más edad. Tenía carácter perpetuo y se fundaba en el concepto de soberanía domestica, del que
se originó el término, ya que era un poder real y efectivo del paterfamilias.

La patria potestad es una institución derivada del vínculo paterno-materno filial que relaciona
ascendientes con descendientes. Se define como el conjunto de derechos, deberes y obligaciones
conferidos por la ley a los padres con respecto a la persona y bienes de sus hijos, desde el
nacimiento hasta la mayoría de edad ó emancipación, para su bien y protección mientras son
menores, y para que los representen en tal periodo. Implica el derecho obligación de alimentos,
convivencia y educación (formación).

Son sujetos activos de la patria potestad los que deben desempeñar el cargo. En nuestro derecho,
estos son el padre y la madre, y a falta de ambos, los ascendentes en segundo grado (abuelos), en
el orden que determine el juez familiar, de acuerdo con las circunstancias del caso.

Son sujetos pasivos aquellos sobre quienes recae el desempeño del cargo, los que se encuentran
en situación de subordinación, los descendientes menores de 18 años no emancipados.
Tratándose de la adopción simple, solo el adoptante puede ejercer la patria potestad sobre el
menor adoptado, ó el adoptante y el progenitor si son esposos ó concubinos.

Los efectos de la patria potestad se dividen en efectos sobre a persona del hijo y efectos sobre sus
bienes. Sobre la persona del hijo se refieren tanto a las relaciones personales entre las que ejercen
la patria potestad y los menores sometidos a ella como a la función protectora y formativa que
deben llevar a cabo las dos. En las relaciones personales del menor con quienes ejerce la patria
potestad deben imperara el respeto y la consideración mutuos, y en cuanto a la función
protectora y formadora, el ascendiente está obligado a la guarda custodia, manutención y
educación del menor, así como a su corrección.

La patria potestad es irrenunciable. Sin embargo pueden darse varias hipótesis relacionadas con
esta figura jurídica, entre las que destacan las siguientes;

1.- Excusa. Los que la ejerzan ó deban ejercerla cuando sean mayores de 60 años o
cuando, por su mal estado de salud, no puedan desempeñar debidamente el cargo,
pueden solicitar al juez de lo familiar excusarse de su desempeño.

2.- Limitación. La patria potestad podrá ser limitada en los casos de divorcio ó separación.

3.- Suspensión. La patria potestad se suspende en los casos de que quien deba
desempeñarla caiga en estado de interdicción y ésta sea declarada jurídicamente; se le
tenga por formalmente ausente; por consumo de alcohol, sustancias psicotrópicas y por
hábitos de juego; por sentencia condenatoria que le prive de manera temporal de su
ejercicio, por poner en riesgo la salud, el estado emocional ó la vida de los descendientes
menores. La suspensión solo tiene lugar por mandato judicial.

4.- Pérdida. La patria potestad se pierde solo por resolución judicial.

5.- Recuperación. La patria potestad puede ser recuperada únicamente en los casos en que
por cuestiones alimentarias se haya perdido, siempre y cuando se acredite el
cumplimiento constante de dicha obligación.

La extinción de la patria potestad equivale a la terminación total de su ejercicio sus efectos, tanto
para el sujeto activo como para el pasivo. Las causas que extinguen el ejercicio de la patria
potestad son:

1.- La muerte del adolescente que debía ejercerla.

2.- La emancipación por el solo hecho de que el menor contrae matrimonio.,

3.- La mayoría de edad (cumplir 18 años).

4.- La adopción del hijo.

5.- Por entrega del menor para darlo en adopción.

Comentario: Otro tema relevante que aunque me llevó en momentos a una confusión con el
tema de la custodia pude comprender con un poco de práctica y ejemplos sencillos.
Capitulo XXI: Tutela

El antecedente más remoto de esta institución se encuentra en el derecho romano. Fue una
institución netamente familiar que constituía, un derecho en interés de la familia por el que
procuraba cuidar los bienes familiares. En la misma circunstancia estaba en incapacitado de quien
se encargaba el llamado curador.

En nuestro derecho ha quedado separada la función de la tutela de la función de la curatela. La


tutela queda en pleno ejercicio de al representación y asistencia de los incapaces por minoría de
edad ó mayores de edad en estado de interdicción la curatela, de la vigilancia del compartimento
del tutor y de la defensa de los derechos del incapacitado, dentro ó fuera del juicio cuando los
intereses del tutor son opuestos a los del incapaz.

La tutela es un institución jurídica cuya función está confinada a una apersona capaz para el
cuidado, al protección y representación de los menores de edad no sometidos a la patria potestad,
ni emancipados, así como de los mayores de edad incapaces de administrarse por si mismos.

Son sujetos de la tutela:

a) El tutor, Sujeto activo de la misma, obligado a desempeñar el cargo, la persona física designada
por testamento, ley ó juez de lo familiar para representar y proteger a los incapaces en su persona
y en la administración de sus bienes patrimoniales.

b) El pupilo, sujeto pasivo de ella. Los menores y mayores incapaces, sometidos a la tutela, sujetos
de representación y cuidado y la protección del pupilo es decir:
1) La guarda y el cuidado de la persona y bienes de los mayores incapacitados natural y
legítimamente. Su objetivo es procurar, en todo momento su habilitación, rehabilitación y
bienestar así como su mayor rendimiento de su peculio.

2) La guarda y el cuidado del persona y bienes de los mayores incapacitados natural y


legalmente. Su objetivo es procurar, en todo momento, su habilitación, rehabilitación y
bienestar, así como el mayor rendimiento de su peculio.

C3 La representación de incapaz y la representación interina en casos especiales.

La tutela se divide en:

Legitima, es la que procede cuando no hay quien ejerza la patria potestad, a los parientes del
menor incapacitado, a falta de designación de tutor por testamento ó por causa de divorcio y se
confiere por ley a los parientes del menor a quienes no les corresponde ejercer la patria potestad
y a los incapaces abandonados.

Dativa, es la que se establece por disposición del juez a falta de los dos anteriores. Presume que no
existe tutor testamentario ni suspendido temporalmente para ejercer el cargo, ni pariente hasta el
cuarto grado con obligación de desempeñar la tutela legitima.

En el derecho mexicano los órganos de la tutela son el juez de lo familiar, el consejo local de
tutelas, el tutor y el curador.

La ley excluye la tutela determinadas personas y las señala como inhábiles para ejercerla.

1.- Los incapaces.

2.- Los de conducta ilegal ó inmoral.

3.- Los que por razón de su puesto están impedidos.

4.- Los que tienen imposibilidad física.

5.- Los que tienen incompatibilidad de intereses.

6.- Otras que prohíba la ley.

La tutela termina con la muerte del pupilo, cuando concluye la incapacidad, al llegar a la mayoría
de edad ó cuando el menor se emancipa en virtud de contraer matrimonio, también es causa de
ceder la tutela la adopción del menor.

Comentario: un tema igual de relevante al anterior puesto que tiene un gran vínculo con el
mismo, creo que es necesario analizarlo más a fondo.
Capítulo XXII. Mediación Familiar

La mediación familiar es una forma auto compositiva de resolver las controversias surgidas de los
conflictos de interés que surgen en el seno de la pareja conyugal (cónyuges o concubinos), entre
ésta y sus hijos (pareja parental).

La mediación familiar es una modalidad de la mediación que hasta hace muy poco tiempo fue
conocida en México. Dentro de la gama de los métodos alternos, la mediación constituye una
forma auto compositiva de resolver los conflictos interpersonales. En otras palabras, la mediación
es una forma de solución de controversias en la que las propias personas en conflicto de interés,
por su libre voluntad, construyen un acuerdo por el que le pondrán fin al mismo.

Desde un punto de vista jurídico, forma parte del grupo de las formas auto compositivas de
resolución de controversias, la cual, junto con la negociación, la conciliación, la transacción y otras
estructuras, ha quedado incluida en el campo de los denominados métodos alternos de solución
de conflictos. En dicha negociación las partes aportan opciones reales y viables a fin de construir
acuerdos y dirimir su controversia en forma satisfactoria para las dos, para su presente y futuro.

La mediación se caracteriza como un procedimiento:

1) Autocompositivo.
2) Voluntario.
3) Alternativo.
4) Cooperativo.
5) Estructurado.
6) De comunicación.
7) Protagónico
8) Satisfactorio.
9) No vinculado.
10) En el que interviene un tercero neutral.
11) De aprendizaje.
12) Preventiva.
13) Que permite la continuidad de las relaciones en forma pacífica.

La mediación es una figura dinámica compuesta de varios elementos:

I. El procedimiento.
II. El mediador.
III. Los mediados.
IV. El acuerdo.

Las etapas del procedimiento son:

1. Etapa de apertura.
2. etapa de relato de los antecedentes y posiciones de las partes.
3. Etapa de negociación y generación de opciones.
4. Etapa de cierre o de solución del conflicto.

El mediador es un tercero neutral de profesión. No obstante, necesita capacitación entrenamiento


ex profeso para conducir una reunión cara a cara e impulsar el protagonismo de las partes. Los
mediados son la denominación que se da a las personas involucradas en el conflicto durante el
procedimiento. El acuerdo constituye el resultado deseable de la mediación; por ende, es la
solución al conflicto.

Se dice que la mediación es una forma de resolver los conflictos, lo cual significa que para que ésta
tenga sentido, razón de ser y se lleve a cabo, es menester que haya conflicto, eso es, se requiere la
existencia de un conflicto.

Los principios básicos que en nuestro medio sustantivo y rigen la mediacipon sea
fundamentalmente los siguientes:

1) Voluntariedad.
2) Confidencialidad.
3) Flexibilidad.
4) Imparciabilidad.
5) Neutralidad.
6) Equidad.
7) Honestidad.

La aplicación de la mediación, como método alternativo de solución de conflictos tiene lugar en


dos grandes ámbitos:

1) Ámbito privado.
2) Ámbito público.

Se conoce como mediación judicial a la instalación oficial de la mediación pura dentro del sistema
jurisdiccional.

La mediación familiar se lleva a cabo tanto en el ámbito privado como en el público. Es la manera
auto compositiva por la cual tanto la pareja parental, así como los hermanos y demás miembros
de la familia que tienen un conflicto.

Comentario: La mediación familiar es un tema nuevo para mí, puesto que sólo había escuchado
de esta institución de una forma más genérica y en un ambiente muy distinto al del derecho
privado que es la mediación internacional. Me gustó este tema porque es una institución nueva
que podría acelerar y evitar muchos procesos judiciales.

11 ¿Cuál es la diferencia entre Derecho Público y Derecho Privado? Puedo manifestar que el
Derecho Público es el que fija el vínculo al cual deben someterse los individuos que son
encabezados por una autoridad, dicho en otras palabras, más textuales son el conjunto de normas
que regulan la actividad del Estado en el ejercicio de sus funciones soberanas y en sus relaciones
con los particulares en su calidad de poder público, destacando como principal estrella a el Estado.
Por otro lado, el Derecho Privado es el conjunto de normas jurídicas que regulan las
relaciones entre particulares otorgándoles igualdad entre unos y otros, y también entre los
individuos y el Estado en su personalidad jurídico-publica como la Administración actuando
como particular, siendo sujetos de derecho los individuos y personas jurídicas privadas. Ahora
bien, analizando lo anterior más a conciencia, podremos encontrar que ambos tienen la misma
finalidad, organizar y regular las conductas o relaciones entre los individuos de una sociedad,
ya sea el Estado, personas físicas o morales, para proteger los intereses colectivos ya sean
particulares o públicos. Entonces la división del Derecho en público y privado, a mi parecer nunca
deben de contraponerse, ya que no son opuestas, sino todo lo contrario, se complementan
ya que su fin es el mismo. En otro punto a mencionar deduzco que, si bien el Derecho Civil es
parte del Derecho Privado, este se encuentra presente en el Publico también, entonces a mi
parecer este forma parte de ambos, como bien sabemos la principal normal que distingue al
Derecho Civil es el Código Civil que se encuentra presente en cada Estado de la República
Mexicana donde también encontramos artículos de carácter público.

CARACTERÍSTICAS HISTORICAS DEL IUSNATURALISMO CARACTERÍSTICAS HISTORICAS DEL

. Alfonso Agudo Ruiz, La enseñanza del derecho en Roma, .


Logroño, Universidad de la Rioja y Editorial Reus S.A., 1999,
164 páginas.

El presente volumen, más que un nuevo estudio de la


organización de la enseñanza jurídica en Roma, es también
una buena síntesis de la evolución de la jurisprudencia
romana, desde sus oscuros orígenes pontificales en la época
arcaica de la Ciudad, hasta sus últimas y brillantes
manifestaciones en la Compilación justinianea del primer
tercio del siglo VI.

Siguiendo los pasos de obras anteriores sobre esta cuestión


(como los trabajos de Hernández Tejero, de 1944, o de
García Garrido y Francisco Eugenio, de 1988), así como la
conocida Historia de la ciencia jurídica europea de C.A.
Cannata, el autor da cuenta de los episodios fundamentales
en la evolución de la enseñanza del derecho en el mundo
romano, inevitablemente siempre en paralelo con el
desarrollo de la jurisprudencia como disciplina técnica y
como grupo social constituido con conciencia de tal y en
permanente renovación.

Así, tras una breve introducción, el estudio se divide en


cuatro grandes capítulos, subdivididos a su vez en diferentes
apartados. El capítulo I (pp. 19-52) se dedica a los inicios de
la enseñanza del derecho en Roma, a partir de la antigua
ciencia de los pontífices, hasta las últimas manifestaciones
de la jurisprudencia republicana. Aquí el texto se centra
principalmente en las transformaciones operadas en la
jurisprudencia, que pasa de representar un tipo de saber
oscurantista ligado a la teología a convertirse en una
auténtica disciplina científica cortada según los cánones de
la filosofía griega y las ciencias helenísticas. No faltan, con
todo, referencias explícitas a los modos de enseñanza en
esta época, más en general que particularmente del
derecho, y, en concreto, se dedica un importante apartado a
la cuestión de la enseñanza en el seno de la familia romana
tradicional.

El capítulo II (pp. 55-82) se acerca a la cuestión de la


enseñanza del derecho en la época del Principado. Sin
desatender el problema de la división de escuelas
o sectae en el seno de la jurisprudencia romana de este
período, pero sin entrar tampoco en el fondo de tan
espinoso asunto, este apartado dedica una mayor atención a
los aspectos docentes del mundo del derecho, con una
aproximación a los modelos de escuela jurídica surgidos en
esta época (stationes ius publice docentium aut
respondentium) y que contribuyeron al acercamiento de la
ciencia jurídica a un mayor número de ciudadanos, así como
a aspectos más prácticos, como es el de la remuneración de
los docentes. Asimismo, se destina un apartado a la decisiva
cuestión de la literatura jurisprudencial isagógica producida
en esta época, de importancia capital para la conservación
del derecho privado romano.

El capítulo III (pp. 85-113), dedicado a la enseñanza del


derecho en la "monarquía absoluta", tiene un componente
doctrinal mucho más centrado en el tema fundamental del
volumen, poniendo el énfasis en la organización de las
escuelas (discutiblemente llamadas "universidades")
jurídicas de Berito y Constantinopla, con su plan de
estudios, métodos de enseñanza, elección, remuneración y
privilegios de los profesores, y situación de los estudiantes.

Por último, el capítulo IV (pp. 117-142) trata sobre la


enseñanza del derecho en el reinado del emperador
Justiniano y, en particular, en la organización de la docencia
según las disposiciones contenidas en las constituciones
imperiales que introducen la Compilación justinianea en la
enseñanza jurídica de su tiempo, así como en la Pragmatica
Sanctio pro petitione Vigilii, que la extiende a los territorios
itálicos conquistados por los bizantinos. Con ello culmina el
ciclo histórico del Imperio Romano y, consiguientemente, el
proceso de evolución del derecho romano histórico y de su
enseñanza en el mundo antiguo, con lo que se cierra el
libro. Se añaden una bibliografía (no completa) de obras
utilizadas y un índice de fuentes.

El libro, en general, cumple perfectamente los fines


didácticos y divulgadores que lo presiden, haciendo
referencia a los temas fundamentales de la materia
propuesta con un estilo ágil y pulcro, siempre de fácil y
agradable lectura, y con un manejo suelto de una abundante
y actualizada literatura. Se acusa tal vez una cierta
desproporción entre el tratamiento otorgado a las cuestiones
didácticas en los dos primeros capítulos y el de los dos
últimos, algo motivado quizá por la escasez de fuentes
referidas al primer período y la existencia, en cambio, de
más y más precisas para el período del Bajo Imperio, en que
la organización estatal de la enseñanza del derecho se
encuentra mucho más institucionalizada que en épocas
precedentes. Se echa de menos, con todo, una mayor
atención a los modos de enseñanza en general del mundo
helenístico, que tanta influencia hubieron de tener en Roma,
así como a la organización de las escuelas de retórica, que
los juristas romanos, en tanto que miembros de la alta
sociedad romana, sin duda hubieron de frecuentar. A este
respecto, se pasan por alto excesivamente, a nuestro juicio,
los aspectos económicos, sociales y culturales que
envolvieron la práctica y la enseñanza del derecho en Roma,
y que tuvieron un trascendental influjo en su configuración
real. Por otra parte, en relación con el tema de la enseñanza
del derecho en la última época, el autor sigue adhiriéndose a
tesis que hoy, en gran medida, se encuentran al menos
cuestionadas, como es el caso de la consideración poco
elevada, desde el punto de vista intelectual y creativo, de
las escuelas de derecho occidentales (cfr. a ese respecto,
últimamente, J.D. Rodríguez Martín, Fragmenta
Augustodunensia, Madrid, 1998 [vid. infra], pp. 449 y ss.),
así como la concepción del régimen del Bajo Imperio como
una "monarquía absoluta" (término que responde a un
discutible anacronismo político).

Por lo demás, y salvo cuestiones de matiz, el libro se adapta


perfectamente a un público de amplios intereses culturales y
es digno de reconocimiento el razonable esfuerzo divulgador
de su autor. (F.J.A.)

Juan Manuel Blanch Nougués, El edicto de los


magistrados en el lenguaje de la jurisprudencia romana
("pars edicti" - "clausula" - "edictum"). Un estudio de
Derecho romano, Madrid, Dykinson, 1998, 292 páginas.

Una parte de la tarea de los romanistas consiste en aclarar


el concepto que algunos términos o expresiones tienen en
las fuentes romanas. La presente monografía intenta
precisamente tal aclaración respecto a ciertos vocablos
presentes en el lenguaje de la jurisprudencia romana a la
hora de comentar el edicto pretorio y que se emplean para
designar sus partes. La propia ambivalencia que la
romanística asigna al término edictum -como conjunto de lo
publicado por el pretor a modo de programa de su
jurisdicción, por un lado, y como cada una de las concretas
disposiciones de que se compone tal conjunto, por otro-
lleva al autor a preguntarse el sentido de la expresión pars
edicti, siendo el principal objetivo de su trabajo aclarar si
ésta puede entenderse en el sentido de parte del edicto
general del pretor, que la romanística conoce como "edicto
perpetuo" -en cuyo caso, pars edicti vendría a identificarse
con edictum, entendido como disposición integrante de
aquél-, o si cabe entenderla como parte de una de las
disposiciones concretas o edicti que componían, en su
conjunto, aquel "edicto perpetuo". Para este propósito, se
vale el autor, como base textual, de las fuentes en que se
menciona la expresión pars edicti completa, junto con otras
en las que la mención de una pars debe entenderse referida
a un edictum, lo que requiere una previa selección de éstas.
Estas premisas del trabajo y la presentación de la base
textual ocupan, respectivamente, los dos primeros capítulos
de la obra.

Pero precisar el sentido de pars edicti requiere también


analizar el significado de otros vocablos, como clausula
edicti, caput edicti o articulus, a lo que el autor dedica el
tercer capítulo de su obra. El término clausula no es usado
en los textos jurídicos con precisión técnica: se emplea para
referirse a "toda parte o elemento unido a otro para formar
un conjunto" (p. 81), aunque normalmente no se
denomina clausula a palabras independientes, para las que
suele reservarse el término articulus. Caput edicti tiene
también el significado de "parte", aunque "parece comportar
en su significado un plus que no posee la incolora y
vaga pars" (p. 100).

El cuarto capítulo del trabajo, que es también el más


extenso, estudia los problemas que plantean aquellos textos
en que se habla de una pars edicti, principalmente presentes
en el ámbito de la bonorum possessio, las restitutiones in
integrum, el edicto de iureiurando o en relación con los
publicanos y la calumnia. El estudio de muchos de estos
problemas va más allá de la simple discusión sobre el valor
que la mención de una pars edicti puede tener en los textos.
Así, por ejemplo, se discute la relación entre las acciones
para la represión de los abusos de los publicanos
-contenidas en un título edictal especial de publicanis- y
otras más generales -como la actio vi bonorum raptorum o
la actio furti- también ejercitables contra aquéllos. Por lo
demás, el autor extiende aquí su consideración de los textos
a las Instituciones de Gayo -una obra ajena a la serie de los
comentarios edictales-, del mismo modo en que, en los
capítulos previos, se vale de las Verrinas, en cuanto reflejan
la actividad de Verres a través de sus edictos.

El autor se muestra prudente a la hora de afirmar


conclusiones, la más importante de las cuales podría ser
subrayar cómo la expresión pars edicti pudo designar, más
que una parte integrante del edicto perpetuo -entendido
como todo expresivo de la función jurisdiccional pretoria-,
una concreta cláusula de los distintos edictos que componían
aquél.

Índice de autores citados y de fuentes. (A.M.S.)

Alberto Burdese: vid. Franz Wieacker / Alberto


Burdese.

Alfonso Castro Sáenz, La herencia yacente en relación con la


personalidad jurídica, Sevilla, Secretariado de Publicaciones
de la Universidad, 1998, 280 páginas.

Este volumen es el resultado de la tesis doctoral de su


autor, dirigida por el prof. J.L. Murga, cuyo magisterio se
evidencia en muchas de sus páginas. El objeto de la obra,
como su título indica ilustrativamente, es un estudio de la
figura de la hereditas iacens romana desde la perspectiva de
su concepción dogmática y, en particular, de su vinculación
con el controvertido concepto moderno de la personalidad
jurídica. No se trata, pues, de un análisis exhaustivo de esta
compleja y enigmática figura del derecho privado romano,
sino únicamente de un intento de identificar verazmente la
representación que los juristas romanos se hacían de
la hereditas en ese período de incertidumbre que constituye
su yacencia, fundamentalmente a la luz de los textos
justinianeos. Pero, como es lógico, este esfuerzo lleva
necesariamente a replantear los extremos de la figura en su
conjunto, algo que el libro logra con suficiente profundidad y
solvencia.

Tras una sugerente introducción, el trabajo se estructura en


cuatro capítulos dedicados a la delimitación de la figura de
la hereditas iacens (pp. 21-96), su consideración como res
nullius (pp. 97-139), las concepciones de la herencia
yacente como ficción jurídica (pp. 141-206) y la relación
entre herencia yacente y personalidad jurídica (pp. 207-
249). El libro se cierra con unas conclusiones generales
(originalmente denominadas "decálogo de la herencia
yacente", pp. 251-252), bibliografía general e índice de
fuentes.

Todos los capítulos abordan sus respectivas problemáticas


con seriedad y rigor, donde el protagonismo de las fuentes
es capital. El primer capítulo, de carácter más general, trata
de ubicar el concepto de la herencia yacente en el marco del
derecho de sucesiones romano y dentro del desarrollo
orgánico de la hereditas como institución; en él se debaten
consideraciones prácticas sobre el funcionamiento de la
figura, en particular la importante cuestión de los negocios
del servus hereditarius, y se discute la pertinencia
terminológica del uso de la expresión `hereditas iacens'.
Con el segundo capítulo se adentra el estudio ya más
propiamente en su auténtico objeto de investigación, cual es
el de la concepción jurídica de la figura en la jurisprudencia
romana, partiendo de la visión más antigua, esto es, la
herencia yacente como res nullius. El autor se inclina por
admitir la tesis de Robbe, que niega la equiparación clásica
entre las expresiones res nullius y res nullius in bonis,
adscribiendo la hereditas iacens dentro de esta última
categoría por su clara vocación a un fin determinado. Las
insuficiencias de esta concepción para la propia
jurisprudencia romana clásica, bien señaladas en el texto,
llevan a la formulación de nuevos expedientes
comprensivos, más sutiles y menos inmediatos, capaces de
resolver mejor los importantes problemas prácticos
planteados, y que son objeto de atención en los dos
capítulos siguientes. El capítulo III, quizá el de mayor
enjundia del libro, se centra en la aparición de la idea de
ficción como útil elemento explicativo de la figura, con sus
dos versiones iniciales, la hereditas como continuación de la
personalidad del difunto o bien como extensión anticipatoria
de la personalidad del heredero, para desembocar, en suma,
en el surgimiento de la idea de la hereditas persona en la
obra de Juliano, que servirá de base a desarrollos ulteriores
de la figura en la modernidad. El autor, con un uso prudente
y conservador de los textos, se niega acertadamente en
todo caso a admitir contradicciones insalvables entre estas
concepciones, y es capaz de dar cuenta con corrección de
cómo estas visiones diversas, lejos de un presunto
monolitismo teórico clásico, sirven en realidad para
solventar diferentes problemas prácticos con sorprendente
flexibilidad y amplitud de miras. Por último, el capítulo
presenta algunas visiones alternativas a la de la hereditas
iacens como ficción surgidas en la modernidad (Brinz,
Robbe), tal vez con cierta confusión entre concepciones
antiguas y modernas. Por fin, el capítulo IV llega a lo que
podría ser la culminación del camino trazado por el autor,
con la aplicación del concepto de persona jurídica en el
análisis de la hereditas iacens, especialmente por parte de la
doctrina pandectista (Windscheid), pretensión que es
rechazada por el autor en relación con la herencia yacente
romana, lo que consigue sin necesidad de acudir a
construcciones interpolacionistas, sino evidenciando la
compatibilidad intrínseca de los pasajes jurisprudenciales
romanos de acuerdo con las visiones anteriormente
mencionadas, lo que ejemplifica mediante una serie de
textos de Paulo (D. 47,19,6; 41,3,15 pr.; 46,4,11,2;
50,17,138 pr.).

En suma, se trata, a nuestro juicio, de una obra seria,


rigurosa, que emplea hábil y prudentemente una nutrida
bibliografía y un importante aparato de fuentes, y con
capacidad para abrir amplias perspectivas, algunas de las
cuales ya han sido desarrolladas por el autor en otros
trabajos mencionados en el texto. (F.J.A.)

Juan de Churruca, Cristianismo y mundo romano, Bilbao,


Universidad de Deusto, 1998, 635 páginas; presentación de
Rosa Mentxaka.

Tras una presentación de la profesora R. Mentxaka en la que


glosa la labor científica del autor en su ya dilatada carrera,
el volumen contiene veinte trabajos escritos y publicados a
lo largo de 30 años de actividad investigadora (el primero de
ellos data de 1966 y, el más reciente, de 1996), en los
cuales se ponen de manifiesto los vastos conocimientos del
autor en el complejo campo de las relaciones del
cristianismo primitivo con las instituciones políticas del
Imperio romano, una materia que ha sido objeto de
numerosos estudios, entre los que sin duda no habrán de
pasar desapercibidos los aquí recopilados. En ellos se
recogen reflexiones tanto de carácter doctrinal como de
alcance metodológico, que abren perspectivas para nuevas
investigaciones en este terreno.
Dichos trabajos son los siguientes:

1. "Patrística y Derecho romano" (1984): propone un


acercamiento interdisciplinar a la cuestión de las
aportaciones de la patrística al conocimiento del Derecho
romano de época avanzada, un aspecto de las relaciones
entre cristianismo y mundo romano poco atendido hasta el
momento por los romanistas. En el artículo se dan pautas
metodológicas y focos de información de gran utilidad para
cualquier estudioso de esta problemática.

2. "La actitud de Roma ante los judíos de la diáspora en los


dos primeros siglos del Principado" (1975): el trabajo no
trata de dar respuesta a todos los interrogantes que
despierta su título, sino únicamente hacer algunas
aclaraciones de carácter general respecto al estatuto jurídico
de los judíos en el mundo romano de los siglos I y II, de
características no directamente aplicables a las primitivas
comunidades cristianas, pero de gran interés en cualquier
caso.

3. "Actitud del cristianismo ante el Imperio romano" (1996):


vid. al respecto la entrada siguiente de estas reseñas.

4. "La conciencia social de los cristianos en los dos primeros


siglos" (1992): expone algunas de las ideas socio-políticas
de la apologética cristiana primitiva, haciendo hincapié en
aspectos tales como la idea de la preexistencia de la Iglesia
a la creación, su consideración como centro y elemento de
cohesión del mundo, o el papel del Logos cristiano en el
universo según Justino.

5. "Critique chrétienne aux institutions de l'Empire chez


Justin (vers 150)" (1984): hace referencia a la posición
crítica de la política (en particular de las instituciones
romanas) en la primera cristiandad, según se deriva de la
obra del apologista Justino, que no se distinguió por un
especial radicalismo, sino más bien por una actitud
fundamentalmente leal y respetuosa para con el Imperio.

6. "El rescripto de Adriano sobre los cristianos" (1996/97):


encuadra histórica e ideológicamente y comenta desde el
punto de vista jurídico el texto de un rescripto de Adriano
dirigido al procónsul de Asia Minicio Fundano, donde se dan
normas en relación con los procesos sobre los cristianos,
que aparece como apéndice griego a la primera Apología de
Justino y en la Historia Eclesiástica de Eusebio de Cesarea.
Se ponen de relieve, en particular, los aspectos procesales y
penales recogidos en dicho texto.

7. "Dos procesos por cristianismo en Roma en tiempos de


Antonino Pío" (1973): se comenta igualmente un pasaje de
la Apología de Justino (2,2,1) en que se recoge el caso del
proceso por cristianismo contra una mujer divorciada, y el
de su maestro, en tiempos de Antonino Pío (ca. 150), el cual
ofrece algunos elementos informativos sobre las prácticas de
la comunidad cristiana romana del siglo II, su concepción de
determinados problemas jurídicos y la consideración de la
misma por parte de la autoridad imperial.

8. "Les procès contre les Chrétiens dans la seconde moitié


du deuxième siècle" (1979): presenta algunos detalles sobre
la práctica procesal de las autoridades romanas en su
persecución penal del cristianismo, sobre la base de una
pluralidad de fuentes de información, no siempre jurídicas,
lo que hace que la percepción del problema resulte
enormemente compleja y heterogénea.

9. "L'intervention du peuple dans la condamnation de


l'évêque Polycarpe de Smyrne" (1989/1992): en el trabajo
se narran las vicisitudes del proceso y condena del obispo
Policarpo de Esmirna (entre 155 y 177) a través de las
informaciones derivadas de una carta de la comunidad
cristiana de Esmirna a los cristianos de Philomelion, y que
constituye un valioso ejemplo ilustrativo de la situación de
precariedad jurídica de los cristianos del siglo II ante las
autoridades imperiales.

10. "El episodio cristiano de Peregrino Proteo" (1987):


comenta la narración de Luciano en su opúsculo sobre el
filósofo cínico Peregrino relativa al procesamiento y prisión
de éste mientras estuvo convertido al cristianismo (ca. 120-
140), lo que es un interesante testimonio respecto a las
relaciones entre cristianismo y autoridad romana en la
época de los Antoninos y la organización de las comunidades
cristianas en ese período.

11. "El proceso contra los cristianos de Lyon (año 177)":


trabajo que refunde cuatro artículos anteriores, publicados
entre 1978 y 1982, y relata con gran cantidad de detalles
las circunstancias históricas de la persecución sufrida por las
comunidades cristianas de Lugdunum y Vienna en tiempo de
Marco Aurelio, conocida a través de un documento
reproducido por Eusebio (HE 5,1,1-5,4,2), que, con todo, no
ofrece más allá de un terreno para la deducción histórico-
jurídica, pero no elevadas certezas al respecto.

12. "Confesseurs non condemnés à mort dans les procès


contre les chrétiens de Lyon l'année 177" (1984): continúa
la problemática anterior, fijándose en la situación de
aquellos cristianos que, aun habiendo sido condenados,
sobrevivieron a la persecución, examinando las posibles
soluciones jurídicas a que pudieron verse abocados.

13. "Das politische Denken des Bischofs Dionysios von


Alexandrien" (1993): examina las ideas políticas de este
importante personaje de inicios del siglo III, que representa
una posición moderada del cristianismo respecto al Imperio
romano, esencialmente respetuosa y partidaria de una leal
colaboración, posiblemente sobre la base de las difíciles
circunstancias históricas del momento de su actividad.

14. "El proceso de Dionisio de Alejandría" (1994): enmarca


y relata las circunstancias histórico-políticas y religiosas en
que este obispo fue procesado y condenado durante la
persecución de Valentiniano (257), según la información de
Eusebio (HE 7,11,1-17) que reproduce una carta del propio
Dionisio donde transcribe documentos oficiales.

15. "Der gerechte Lohn im Neuen Testament" (1989):


comenta las referencias del Nuevo Testamento al "salario"
(misthós), de las que puede deducirse la práctica
inexistencia de una doctrina sobre la retribución justa del
trabajo en la Iglesia primitiva (a diferencia de lo que se
observa en el Antiguo Testamento) y la presencia
únicamente de una prevención de carácter doctrinal frente a
los males derivados de la excesiva riqueza.

16. "La quiebra de la banca del cristiano Calisto (ca. 185-


190)" (1992): examina algunos aspectos de las actividades
económicas y bancarias de finales del siglo II e inicios del
siglo III a partir del caso de la quiebra del negocio bancario
gestionado por el esclavo Calisto, posteriormente papa
(217-222), recogido en el tratado Refutación de todas las
herejías de Hipólito de Roma, y que ofrece asimismo
detalles interesantes sobre los modos de vida de las
comunidades cristianas de la época.

17. "L'anathème du Concile de Gangres contre ceux qui sous


prétexte de christianisme incitent les esclaves à quitter leurs
maîtres" (1982): comenta las incidencias del tercer canon y
la resolución sinodial del Concilio de Gangres (actual Çankiri,
Turquía) de 340/341 condenando el movimiento monacal de
los eustacienses, que promovían el abandono de los dueños
por parte de los esclavos que deseaban hacerse monjes, lo
que parecía colisionar con los principios de las epístolas
paulinas al respecto y la normativa imperial.

18. "Un episodio de la Apología de Justino y la represión de


la castración en el siglo II" (1966): vuelve al análisis de esta
obra apologética, que ofrece datos sobre la realidad jurídica
de mediados del siglo II, en concreto en este caso sobre la
posibilidad de que el gobernador provincial dejara en
suspenso las normas penales imperiales sobre la base de
motivos religiosos o ideológicos.

19. "Egalité e inégalité des conjoints dans le marriage


chrétien des premiers siècles" (1992): estudia el enfoque
cristiano respecto a la situación jurídica de los cónyuges
entre los siglos I y IV, a la luz de los testimonios del Nuevo
Testamento y la patrística, donde se sostiene la teórica
igualdad de ambos como principio general, pero
admitiéndose en la práctica una sumisión de la mujer al
marido de acuerdo con las costumbres tradicionales y las
prácticas sociales del momento histórico.

20 "Un rescrit de Caracalla utilisé par Ulpien et interpreté


par Saint Augustin" (1995): insiste en esta temática, a
través del análisis del texto de una constitución de Caracalla
(posiblemente recogido en el Codex Gregorianus) y
reproducido por Ulpiano en D. 48,5,14,5 (Ulp. 2 adult.), que
acaba llegando hasta San Agustín (De adulterinis
coniugiis 2,7), quien dará una interpretación del mismo
desde la óptica cristiana, en orden a la condena moral del
adulterio (no sólo del femenino, como en la ley romana),
exigiendo igual conducta virtuosa de ambos cónyuges.

El libro se cierra con una lista de otros trabajos del autor


que, por razones de espacio o de oportunidad, no han
podido ser incluidos en este volumen. (F.J.A.)

Juan de Churruca, Actitud del Cristianismo ante el Imperio


Romano, Granada, Editorial Comares, 1999, 122 páginas.

El estudio que ahora se publica en forma independiente ha


sido incluido con anterioridad en el volumen colectivo Poder
político y derecho en la Roma clásica, Madrid, 1996, páginas
139-189, y figura también entre los artículos del autor
reunidos bajo el título Cristianismo y mundo romano, Bilbao,
1998, páginas 69-128 (vid. la entrada anterior de estas
reseñas). Para un breve comentario remitimos a nuestra
"Producción romanística española de los años 1996 y 1997",
en REHJ 21 (1999) página 578. (F.J.A.)

Francisco Cuena Boy, Sistema jurídico y Derecho romano.


La idea de sistema jurídico y su proyección en la experiencia
jurídica romana, Santander, Servicio de Publicaciones de la
Universidad, 1998, 176 páginas.

"Este libro consta de dos partes bien diferenciadas. La


primera constituye una revisión crítica del concepto de
sistema jurídico como instrumento teórico adecuado, en la
convicción de innumerables juristas, no sólo para captar la
verdadera forma de ser del derecho, sino también para
definir su deber ser ideal (...)

"En la segunda, bastante más extensa que la primera,


efectúo un recorrido por una serie de tópicos relacionados
con la cuestión de la sistematización y el sistema jurídico en
el ámbito específico del Derecho romano. Es aquí donde se
encuentran el origen y la razón de ser del trabajo en su
conjunto. El interés por saber qué hay detrás de los
frecuentes alegatos doctrinales a favor o en contra del
carácter sistemático del Derecho romano me llevó
necesariamente al intento previo de averiguar el contenido
de la noción misma de sistema jurídico, toda vez que esta
noción no parecía tener un significado preciso y constante
entre los autores, y mucho menos aún recibir siempre de
ellos un uso escrupuloso e incluso diría desinteresado." (De
la "Nota previa" del autor)

[Recensiones: reseña de A. Guzmán Brito, en REHJ 20


(1998) páginas 335-336; reseña de E. Dovere, en Labeo 44
(1998) páginas 509-510; recensión de M. Bretone, en TR 68
(2000) páginas 129-132]

Rafael Domingo (dir.) et alii, Textos de Derecho romano,


Pamplona, Aranzadi, 1998, 552 páginas y 12 láminas.

Este breviarium iuris Romani constituye una utilísima obra


tanto para la docencia como para el estudio del derecho
romano, y un raro ejemplo de solvencia y seriedad en el
panorama editorial universitario español.
Auténtico vademecum del estudiante romanista, el libro
contiene toda la información fundamental que éste puede
requerir para abrirse paso en la envidiable tarea de iniciarse
en el conocimiento del derecho romano. El estudiante es, sin
duda, la meta principal a la que se dirige esta obra, pero no
sólo: en ella también encontrará información útil y
sugerente todo estudioso de cualquier disciplina jurídica,
todo cultivador de las ciencias de la Antigüedad y, por
encima de todos, cualquier docente del derecho romano, ya
que en ella aparecen sobrados elementos capaces de sugerir
nuevas perspectivas en la enseñanza romanística.

Tras la presentación del coordinador (p. 15), el libro consta


de tres partes bien diferenciadas, al modo de otras obras de
carácter auxiliar bien conocidas en la romanística. Así, la
primera (Fontes, pp. 17-245) contiene dos obras
fundamentales en la historia del derecho romano: la
reconstrucción de la ley de las doce tablas (ed. de
Bruns/Gradenwitz, con alguna variación) y su traducción
anotada por el prof. E. Varela, así como el texto de
las institutiones de Gayo, con la conocida traducción del
prof. Á. D'Ors (con alguna modificación) y con útiles
correspondencias con otras fuentes. La segunda parte
(Exempla, pp. 247-293) está integrada por 115 textos
tomados de diferentes normas y negocios jurídicos romanos,
en texto original y traducción, que proporcionan al lector
una interesante visión del funcionamiento práctico del
derecho romano en su tiempo histórico, y facilitan al
docente un amplio material para la realización de clases
prácticas y la ilustración de clases teóricas. Por fin, la
tercera parte (Subsidia, pp. 295-510) recoge una pluralidad
de materiales de diversa índole, con una finalidad
eminentemente informativa, en especial para el estudiante:
un repertorio de 800 regulae de uso forense, tomadas de los
textos romanos o de la tradición romanística; una lista de
134 juristas romanos, ordenados cronológicamente, desde
Apio Claudio Caecus hasta Carisio, con indicación de sus
obras y algunos datos biográficos; un repertorio de leyes
romanas importantes, con breve explicación de su contenido
e indicación de las fuentes en que figuran; un extenso
glosario de términos y expresiones jurídicas latinas, vertidas
al castellano (algo muy destacable en la actualidad, dado el
retroceso de las humanidades clásicas en la enseñanza
general española); por último, una tabla cronológica que
coordina datos sobre la historia general, las fuentes del
derecho y la ciencia jurídica en época romana y en la
tradición romanística, así como un práctico cuadro sobre el
calendario romano y una lista de los emperadores. El libro
presenta también varios índices (de materias, de fuentes y
de juristas) e incluso una serie de láminas fotográficas de
monumentos romanos de interés para la historia del
derecho. Todo ello, además, con la habitual calidad editorial
de Aranzadi.

En definitiva, como puede observarse, se trata de una obra


completísima y de enorme utilidad para estudiantes y
estudiosos, llamada a convertirse en obra de referencia para
toda clase de cultivadores de la historia del derecho y las
ciencias de la Antigüedad. (F.J.A.)

[Reseñas: A. Guzmán Brito, en REHJ 20 (1998) páginas


337-338]

Rafael Domingo, Auctoritas, Barcelona, Ariel, 1999; 156


páginas.

El autor ha querido ilustrar en este libro la necesidad de


recuperar la contraposición romana entre auctoritas -saber
socialmente reconocido- y potestas -poder socialmente
reconocido- para aplicarla a distintos campos del Derecho
constitucional actual.

El capítulo 1 es una exposición del juego del


binomio auctoritas/potestas en la experiencia romana.
Manifestaciones de auctoritas en esta experiencia son, entre
otras, la autoridad del Senado (auctoritas patrum) y la de
los augures (auctoritas augurum), la auctoritas
prudentium como fuente del ius y la auctoritas tutoris y la
del mancipio dans frente al accipiens, ambas expresiones de
autoridad tuitiva del sujeto responsable. Manifestaciones
de potestas son, en cambio, las siguientes: la maiestas
Populi Romani que se concreta en la potestas de los
magistrados (y que será luego asumida por el Príncipe),
la auspicatio de los arúspices a requerimiento de persona
revestida de potestas y la lex publica y el edicto que son
obra de la potestad de los magistrados.

En el procedimiento formulario el pretor, revestido de


potestad, ejerce su iurisdictio en la fase in iure, mientras
que la sentencia del juez, mero particular elegido por los
litigantes, es acto de autoridad (auctoritas rei iudicatae). La
bipartición del proceso implica de este modo la limitación de
la potestad del pretor por la autoridad del juez. De aquí
resultan también algunas notas características de la
potestad y la autoridad: la indivisibilidad y la delegabilidad
de la primera y la indelegabilidad y el carácter no territorial
de la segunda.

En época republicana se da ya uno de los primeros


fenómenos de absorción de la autoridad en la potestad a
través de la paulatina desaparición de los augures y la
proliferación de arúspices. Pero son los cambios
constitucionales del Principado los que acentúan esta
tendencia por la idea principal de revestir de auctoritas al
gobernante con potestas: el ius respondendi ex auctoritate
principis implanta un sistema "jerarquizado" de autoridades
que somete la auctoritas jurisprudencial al poder encubierto
del Príncipe; los senadoconsultos se desnaturalizan al
adquirir carácter legislativo y la auctoritas senatus se ve
relegada a un segundo plano por la auctoritas
Principis convertida, de hecho, en una potestad superior a la
ordinaria. Con Adriano avanza la confusión entre autoridad y
potestad al pasar los juristas de mayor autoridad a
depender directamente del emperador (consilium Principis),
al convertirse la oratio Principis en fuente directa del ius a
través de los senadoconsultos y al transformarse el Edicto,
como consecuencia de su codificación, "en un libro con
autoridad, pero sin imperatividad legal".

Durante el Dominado, el concepto de auctoritas ha perdido


ya toda relevancia política y jurídica, aunque pasa al
lenguaje de la Iglesia donde seguirá su propia evolución.

Este estudio de la auctoritas en la experiencia romana


permite fundar la conclusión de que la autoridad no es un
tipo de poder, sino que tiene una naturaleza distinta que le
permite ser independiente de él en sus funciones de
consejo, control y tuición.

La teoría orsiana de la auctoritas, objeto del capítulo 2, sólo


es plenamente comprensible desde la experiencia histórica
romana. Saber y poder se diferencian principalmente en que
aquél es intelectivo y éste volitivo. El poder es fuerza
(virtus), pero sólo aquélla que se impone como gobierno
para organizar una comunidad; la delegabilidad es lo que
diferencia el poder que organiza la sociedad de la fuerza
que, aun siendo efectiva y organizada, no tiene por finalidad
organizar un grupo social.

Puede haber un poder despótico, pero en la medida en que


carezca de reconocimiento social no será potestad; el
reconocimiento social es, por lo tanto, un elemento
constitutivo tanto de la potestad como de la autoridad, pero
se trata de un "dato de hecho" difícil de medir y formalizar.
Por otro lado, el reconocimiento de la potestad no es origen
de ésta, sino condición de su "legitimidad de ejercicio"; es
decir, la potestad puede ser reconocida por su legitimidad
de origen o bien sólo de facto, resultando en cada uno de
estos dos casos una "arquía" o una "cracia". Además, el
reconocimiento que convierte el saber en autoridad y el
poder en potestad debe ser social o de grupo (en el caso de
la potestad, del grupo gobernado por ella), aunque no
necesariamente público.

Cuando el reconocimiento de la autoridad se origina en un


acto de potestad, si tal reconocimiento oficial no coincide
con un reconocimiento social in genere, aquélla deja de ser
límite natural del poder para convertirse en su instrumento.
Por eso, la clave de la teoría orsiana de la auctoritas se
encuentra en la distinción entre la independencia del augur
y la instrumentalización del arúspice por los magistrados.
Por lo demás, el reconocimiento social de la autoridad y la
potestad se puede clasificar, por su origen, en oficial y no
oficial, y por su causa, en funcional o personal (en el caso
de la autoridad) y en público o no público (en el de la
potestad).

Hablando con propiedad no existen órganos de autoridad o


de potestad, pues tanto el saber como el poder son siempre
personales; de aquí se deriva su esencial indivisibilidad. En
cambio, mientras el poder es esencialmente delegable y
toda potestad es delegada (non est potestas nisi a Deo: S.
Pablo, Ep. ad Rom., 13.1), la autoridad, siendo el saber
personalísimo, no se puede delegar ni transmitir sino sólo
comunicar. Lo que sí es posible en la autoridad es la
sustitución, el acto de "poner" una persona en lugar de otra,
lo que es bien distinto de la representación. Otras
características ordinarias de la potestad son la jerarquía y la
territorialidad; la autoridad, por su lado, es esencialmente
ajerárquica, no territorial e intemporal.

La autoridad y la potestad están naturalmente


interrelacionadas a través de algunas "interferencias". Una
de ellas es la prudencia, virtud cardinal intelectiva referida a
lo agible; la prudencia política o gnome (el saber elegir los
consejos de los especialistas) es virtud propia de la
autoridad, pero descansa en los hombres de potestad. Otra
interferencia, la más importante, es la influencia que la
autoridad puede ejercer sobre el reconocimiento social del
poder -que lo convierte en potestad- y la potestad sobre el
reconocimiento social del saber de autoridad.

Para que la autoridad pueda cumplir su función principal,


que no es otra que servir de límite externo de la potestad,
debe permanecer funcionalmente separada de ésta.
El límite que supone la autoridad no es, sin embargo,
un freno de carácter material (prohibere), pues la autoridad
carece de fuerza, sino que se trata de un consejo o
advertencia de que no debe hacerse algún acto, pero sin
impedirlo de hecho (vetare). De este modo, los efectos
jurídicos vinculantes de la autoridad dependen de un acto
previo de la potestad que los determine. La autoridad, si
quiere serlo de verdad, debe renunciar al poder; sólo esta
renuncia funcional (no necesariamente personal) permite
que una autoridad desvinculada de la potestad pueda
controlarla y denunciar sus abusos.

Partiendo de la idea de que "la auctoritas romana debe


erigirse en elemento integrante de cualquier `teoría sobre el
control del poder'", el capítulo 3 ofrece un intento de
aplicación de la teoría de la auctoritas al ámbito
constitucional español. El origen de la confusión
entre auctoritas y potestas se encuentra en el concepto de
soberanía, que denota un poder exclusivo y excluyente y
como consecuencia indivisible e indelegable. La idea de
soberanía nacional es acogida por la Constitución española
de 1978 (cfr. art. 2.1 CE), que también incorpora en su
estructura básica la teoría de la división de poderes
formulada en su origen con el fin de frenar los excesos de
un poder monárquico absoluto. Sin embargo, esta teoría
aparece hoy día como "una maquinaria vieja y obsoleta"
ante los problemas de organización de las sociedades
modernas; ello es debido a factores como la disciplina de
voto impuesta por los partidos políticos, el fenómeno de la
"legislación motorizada" (con su corolario de identificación
del poder legislativo con el ejecutivo) y la incorrecta
interpretación del principio de emanación popular de los tres
poderes del Estado. En cuanto a esto último, el punto débil
de la teoría de la división de poderes es la naturaleza del
llamado poder judicial, que al ser concebido como poder, y
no como autoridad, no puede erigirse en límite de los otros
poderes.

La creación de un "poder judicial" se explica por el propósito


de separar la administración de justicia del poder ejecutivo y
de legitimarla democráticamente, pero en la base de esta
concepción late una confusión entre la autoridad del juicio y
la potestad de su tramitación y ejecución; de ahí que aquella
expresión suponga una contradictio in terminis. La autoridad
es siempre del juez y en ella se basa la independencia
judicial, pero los jueces no son representantes populares,
sino personas que ejercen una función de autoridad
estrictamente judicial (sentenciar) y además, por potestad
delegada constitucional o legalmente, otras labores añadidas
en orden a la dirección del proceso. Todo ello no hace del
judicial uno de los poderes del Estado de emanación
popular. Por su lado, el ministerio fiscal, revestido de
potestad, no es poder (rectius: autoridad) "judicial" sino, en
todo caso, poder ejecutivo; así lo indican el principio de
dependencia jerárquica que lo informa, el modo de
nombramiento del fiscal general y las funciones que tiene
encomendadas. En cuanto al jurado, el error en su
regulación ha consistido en pretender justificarlo desde el
principio de emanación popular del poder y no desde el
principio de auctoritas. La colaboración de los ciudadanos
con la autoridad judicial encajaría mejor en un órgano de
autoridad, como debería ser el jurado, que en un órgano de
potestad cuyos veredictos vinculan al juez.

El Tribunal Constitucional es en principio un órgano de


autoridad, pues su labor interpretadora corresponde a un
saber prudencial y no a una voluntad imperativa. La fuerza
vinculante de sus resoluciones no deriva, así pues, de la
autoridad de sus miembros sino de la propia Constitución y
de su ley orgánica reguladora. No obstante, la politización
sufrida por este órgano constitucional hace que su
naturaleza sea confusa, hasta el punto de poder verse "un
paralelismo grande entre la figura de Augusto, que bajo
su auctoritas Principis encubrió su poder, y el Tribunal
Constitucional, que encubre su potestad en un aparente
órgano de autoridad judicial que custodia las modernas
constituciones". Órgano claramente de autoridad es en
cambio el Consejo de Estado, cuya legitimación democrática
descansa en la propia norma que lo crea.

Por último, fuera de la aplicación del par de conceptos


autoridad/potestad queda la figura del rey.
Constitucionalmente desprovisto de potestad stricto sensu,
el monarca parlamentario no es institucionalmente portador
de autoridad (saber socialmente reconocido), de manera
que su relevancia depende únicamente de su prestigio.

A modo de colofón, el autor considera que la


constitucionalización del principio de autoridad como límite
del poder del Estado, exigida por la propia naturaleza de las
cosas, sería el mejor instrumento para garantizar el recto
ejercicio del poder político en las sociedades democráticas
del tercer milenio.

Como toda buena teoría, la orsiana de la auctoritas, de la


que tanto fruto quiere extraer el autor, descansa tanto en la
interpretación coherente de unos "datos" que se ofrecen en
la realidad como en determinados presupuestos teóricos que
se pueden compartir o no. De estos últimos no es
procedente aquí nada. En cuanto a la interpretación de los
datos, alguna duda podría plantearse acerca de la función
limitadora de la potestad del pretor por la autoridad del juez
a través de la bipartición del proceso formulario. En primer
lugar, parece dudoso el acierto de caracterizar el iudex
privatus como órgano de autoridad, no sólo porque -siendo
frecuentemente un lego, como recuerda el autor-
la auctoritas personal del juez venga a depender de
la auctoritas de los prudentes a los que consulta (lo que
convierte la auctoritas judicial en auctoritas vicaria), sino
porque toda la actuación del iudex privatus, incluida la
sentencia, depende del iussum iudicandi del pretor, es decir,
de un acto de potestad. Por otro lado, el concepto de saber
(puntual) socialmente reconocido, en relación con
la auctoritas testium, resulta bastante desdibujado en la
medida en que aquel reconocimiento opera sólo a través del
juez encargado de valorar el testimonio.

Si pasamos de la experiencia romana a la exposición de la


teoría orsiana de la auctoritas, puede ser discutible la idea
de que una fuerza no reconocida, aun siendo efectiva, no
tiene por finalidad organizar un grupo social: la experiencia
parece desmentir con cierta frecuencia esta afirmación, y en
todo caso queda por ver cómo y a partir de qué momento
una fuerza no reconocida se convierte en poder e incluso en
potestad según los conceptos propuestos por aquella teoría.
En las funciones de autoridad no cabe la representación sino
sólo la sustitución, pero el ejemplo del profesor universitario
ausente, cuya cátedra es ocupada por otro docente, no deja
del todo tranquilo en cuanto a que una autoridad pueda ser
sustituida por otra.

La descripción de la interrelación del binomio


autoridad/potestad a través de la actividad de preguntar y
responder (pregunta el que "puede", pero no "sabe",
responde el que "sabe", pero no "puede": pregunta la
potestad y responde la autoridad) parece demasiado clara y
abstracta, y el ejemplo romano de la litis
contestatio contiene una pregunta y una respuesta (cfr. G.
4.16: postulo, anne dicas, qua ex causa vindicaveris?... ius
feci, sicut vindictam inposui) que, habida cuenta del
contexto litigioso en que se producen, plantea alguna duda
acerca de dónde se sitúa la autoridad y dónde la potestad.
Por último, la teoría orsiana es fundamentalmente estática,
pero quizás no tan eficaz para explicar la dinámica de las
relaciones autoridad-potestad; así, por ejemplo, si bien sólo
una autoridad desvinculada de la potestad puede controlar y
denunciar los abusos de la potestad, lo cierto es que la
autoridad "contestataria", aquella que contesta aunque no
es preguntada, inevitablemente tiende a convertirse ella
misma en potestad para desalojar a la potestad imprudente
que se niega a preguntar.

La materia tratada en el capítulo 3, sobre la aplicación de


la auctoritas romana al control del poder en el marco del
Derecho constitucional, debe quedar para el juicio de los
especialistas.

[Recensiones: P. Zambrana Moral, en REHJ 21 (1999) pp.


487-489] (F.C.B.)

Esther Domínguez López, La gratuidad y la utilidad como


factores determinantes de la responsabilidad del
comodatario en la época clásica, Málaga, 1999, 590 páginas.

Este extenso volumen encara el difícil problema de la


transformación experimentada por la responsabilidad del
comodatario desde la época republicana hasta el derecho
justinianeo, con algún desarrollo ulterior de Derecho
bizantino y de doctrina medieval al respecto. Aunque los
resultados no pueden considerarse excepcionalmente
novedosos, pues en sustancia lo que hace la A. es
reconstruir el ya conocido camino que conduce de la
responsabilidad objetiva por custodia a la responsabilidad
subjetiva basada en las ideas de culpa y diligentia in
custodiendo, sí puede señalarse como rasgo distintivo del
trabajo realizado el haber sustituido la tradicional división en
etapas de la historia del Derecho romano por una
consideración individualizada de la doctrina de los sucesivos
juristas, como modo alternativo de apreciar la evolución del
tema estudiado a lo largo del tiempo. Consecuencia lógica
de este planteamiento es la colocación en primer plano del
análisis de la muy rica casuística que sobre los problemas de
responsabilidad del comodatario recogen las fuentes, lo que
en alguna medida explica el crecido número de páginas de la
obra.

Ésta se divide en tres capítulos. En el primero de ellos, de


carácter más general, se estudia la gratuidad como
característica esencial del comodato (la A. recuerda, por
ejemplo, el sentido etimológico de commodare como
"procurar una utilidad o una ventaja a otro") y se recorre el
proceso de contractualización de esta figura, culminado sólo
a finales del siglo I d.C. o comienzos del II. En el segundo
capítulo se analiza la idea de utilidad (utilitas
contrahentium) como criterio en el que se funda la
responsabilidad del comodatario. Como es sabido, son las
distintas posibilidades de distribución de la utilidad o interés
del contrato entre las partes del mismo las que determinan
la fijación de grados o niveles de responsabilidad diferentes,
del dolo a la culpa y a la custodia dependiendo de si el
contrato es de interés exclusivamente para el acreedor, para
ambos contratantes o sólo para el deudor (cfr. Ulp. D.
13.6.5.2 y D. 50.17.23). Este último es de ordinario el caso
del comodato y de ahí que el comodatario responda
inicialmente por custodia, módulo objetivo de
responsabilidad que en los juristas de finales de la época
clásica parece empezar a abrirse ya a consideraciones
relacionadas con la idea de diligentia. Finalmente, el examen
detallado de la casuística de las fuentes sobre la
responsabilidad del comodatario se reserva para el último
capítulo, cuya base textual la proporciona lógicamente el
título commodati vel contra del Digesto (D. 13.6) con el
complemento de otros pasajes y fuentes que ayudan a
completar el panorama. Una idea interesante que se
desprende de esta parte del trabajo es la delimitación de la
responsabilidad del comodatario que los juristas efectúan
mediante la evaluación de hipótesis contractuales y
situaciones de incumplimiento particularizadas. Por otro
lado, si bien la A. se ha propuesto prescindir de la división
en etapas, como antes señalábamos, las referencias a éstas
aparecen inevitablemente un numerosas ocasiones.
Igualmente cabe reseñar alguna carencia por lo que se
refiere a la crítica y valoración de las alteraciones que
exhiben algunos de los fragmentos analizados (por ejemplo,
D. 13.6.18 pr. o D. 50.17.23).

Bibliografía e índice de fuentes.

[Recensiones: G. Hierrezuelo Conde, en REHJ 21 (1999)


páginas 482-486] (F.C.B.)

Álvaro d'Ors, Crítica romanística (Cuadernos


Compostelanos de Derecho Romano nº 10), Santiago de
Compostela, Servicio de Publicaciones e Intercambio
científico, 1999, 250 páginas.
Desde siempre ha insistido d'Ors en la necesidad de que
autores maduros perseveren en la labor de recensión de las
obras de su especialidad que van siendo publicadas.
Recensión que, en ocasiones, alcanza, por la proximidad de
algunas de estas obras a los campos de interés del
recensionante, especial profundidad, llegando a la discusión
de fuentes concretas, sobre la que se basa, en última
instancia, toda la investigación romanística. Son estas
recensiones críticas buena ocasión para iniciar un diálogo
científico entre autores, pero también un excelente servicio
a cualquier lector, en cuanto le permiten una primera
apreciación de las aportaciones de la obra reseñada y de las
claves de pensamiento, tanto del autor de ésta, como del de
la reseña: algo que resulta especialmente orientativo cuando
el lector de esta última se dispone a leer la obra reseñada.

Una serie de reseñas críticas, publicadas por Álvaro d'Ors en


el amplio intervalo de casi cincuenta años de trabajo (1949-
1997), nos ofrece ahora, cronológicamente ordenadas, este
décimo número de los Cuadernos compostelanos de Derecho
romano, publicados por la Universidad de Santiago de
Compostela. Las 21 recensiones -completadas en las nº 3 y
4 con sendos addenda- tratan sobre obras que abordan
diversos campos de la investigación romanística en los que
d'Ors ha centrado también su estudio.

Así, sobre problemas que afectan a la definición de la idea


romana del contrato tratan las obras de Magdelain, Le
consensualisme dans l'Édit du Préteur (Paris 1958),
Grosso, Il sistema romano dei contratti3 (Torino 1963), y
Wunner, Contractus (Köln-Graz 1964), que d'Ors comenta a
la luz de sus propios resultados sobre el estudio
del creditum y su distinción del contractus, resultados que
inspiran obras de algunos de sus propios discípulos, como
Cruz, Da `solutio' (Coimbra 1962), cuya recensión también
se incluye.

Sobre problemas textuales de las fuentes postclásicas tratan


las recensiones a las obras de Levy, Weströmisches
Vulgarrecht. Das Obligationenrecht (Weimar 1956),
Wieacker, Textstufen klassicher Juristen (Göttingen 1960),
Liebs, Hermogenians "iuris epitomae" (Göttingen 1964),
Cenderelli, Ricerche sul "Codex Hermogenianus" (Milano
1965), y dos obras que enlazan con el estudio del Derecho
visigodo, en cuanto tratan del Breviario alariciano: así,
Falchi, Sulla codificazione del diritto romano nel V e VI
secolo (Roma 1989) y, más directamente, Lambertini, La
codificazione di Alarico II (Torino 1990). La conclusiones de
estos autores contrastan en ocasiones con otras alcanzadas
por d'Ors en su propio estudio, siendo el principal problema
que subyace en la crítica de estas obras el de la datación
final de la etapa clásica del Derecho romano, que, como se
sabe, para d'Ors finalizaría hacia el 230 d.C.

En relación con el modo de creación del derecho durante


esta etapa clásica se encuentran las recensiones a
Bund, Untersuchungen zur Methode Julians (Köln-Graz
1965) y Müller-Eiselt, Divus Pius constituit (Berlin, 1982).
Aspectos como los límites entre ficción y analogía en el
derecho clásico o el ámbito de empleo de los rescriptos,
aparecen en la crítica de estas obras.

Dos campos de investigación especialmente trabajados por


d'Ors, la papirología y la epigrafía, están también
representados en esta selección de recensiones críticas. Al
ámbito de la papirología pertenece la recensión conjunta de
la obra de Westermann y Schiller, Apokrimata. Decisions of
Septimius Severus on Legal Matters (New York 1954) y del
artículo de Youthie y Schiller, Second Thoughts on the
Columbia "Aprokrimata" (P. Col. 123) en Chronique
d'Egypte 30 (1955) 327-345, que discute los problemas
relacionados con una serie de trece decisiones
o apokrimata dictadas en Alejandría por el Emperador
Septimio Severo y conocidas por el papiro 123 de la
colección de la Universidad de Columbia; a esta recensión
acompañan, a modo de addendum, unas Nótulas sobre los
apokrimata de PCol. 123, publicadas por d'Ors en
los Symbolae Taubenschlag III (Vratislaviae-Varsaviae
1957). Sobre la constitutio Antoniniana, objeto de atención
de d'Ors en su tesis doctoral y en otros trabajos posteriores,
trata la recensión a Sasse, Die Constitutio
Antoniniana (Wiesbaden 1958), a la que, como addendum,
sigue en este volumen de crítica romanística Una nueva
hipótesis sobre PGiss. 40 I, publicada en los Kurzberichte
aus den Papyrussammlungen (Giessen) 22 (1966).

En el campo del estudio epigráfico se sitúa la recensión a


Casavola, Actio, petitio, persecutio (Napoli 1965), que
discute el significado de este trinomio, presente, en su
expresión más sintética, dentro de las leyes municipales.
Cuestiones suscitadas por algunos de los descubrimientos
epigráficos de especial valor jurídico más recientes, se
estudian en las recensiones dedicadas a Nörr, Aspekte des
römischen Völkerrechts (München, 1989) -en la que, entre
otras cosas, d'Ors ofrece una nueva lectura del llamado
bronce de Alcántara- y a Lamberti, "Tabulae
Irnitanae" (Napoli 1993), donde la discusión principal gira en
torno a si existió una ley Flavia municipal con alcance
general para Hispania, de la que los bronces municipales
hispanos serían copia, y si una lex Iulia municipalis para
Italia -que habría extendido a los municipios de Italia el
procedimiento formulario- pudo servir de modelo para una
tal ley Flavia; ideas que, defendidas por d'Ors en otros
escritos, son nuevamente argumentadas en esta recensión,
frente a las tesis de la autora, que ve las leyes municipales
hispanas -entre ellas, la Irnitana- como resultado de
concesiones concretas a municipios determinados -siguiendo
la idea de lex data que defendiera Mommsen-, que no
habrían respondido tampoco la modelo de una lex Iulia.

Completan este volumen una recensión a De


Martino, Uomini e terre in Occidente: tra tardo-antico e
medioevo (Napoli 1988), que recopila cinco escritos ya
publicados más uno inédito del autor italiano, y dos de
sendas obras de Kaser, Das altrömische `ius' (Göttingen
1949) y Das römische Privatrecht II2 (München 1975),
especialmente interesantes, dada la afinidad de
planteamientos entre d'Ors y el gran romanista austriaco,
que ha llevado a ambos a abordar los problemas textuales
considerando muy especialmente el punto de vista de las
acciones procesales interesadas en el texto. Cierra esta serie
de recensiones una conjunta sobre las obras del propio
Kaser, Das römische Zivilprozessrecht2 (München 1996) y de
Wieacker, Römische Rechtsgeschichte I (München 1988),
que contraponen las figuras y el enfoque investigador de
estos dos grandes romanistas.

Tres circunstancias añaden valor a este nuevo cuaderno


compostelano, convirtiendo el volumen en algo muy distinto
de una mera selección de publicaciones del autor. La
primera es que, en la edición actual de las recensiones, el
autor introduce algunas notas donde se remite a algunos de
sus trabajos -también posteriores a la publicación de la
recensión- que justifican o ahondan en los extremos de su
crítica. Esto facilita al lector interesado poder llegar a
conocer una fundamentación más amplia de tal crítica. En
segundo lugar, resulta especialmente acertada la inclusión
de un índice de las fuentes citadas en las recensiones, pues
facilita la consulta de la interpretación orsiana de tales
fuentes, una interpretación que, como antes he señalado, se
enfoca siempre atendiendo a las peculiaridades de las
acciones implicadas en el caso (véase, como ejemplo de lo
que digo, la diferente valoración del error, dependiendo del
tipo de acción en que se invoque, presente en la recensión a
Wunner, pp. 10 6 ss.). A este índice de fuentes, precede un
índice selectivo de posiciones críticas; a lo largo de 77
breves puntos, d'Ors ofrece ahora las conclusiones de su
crítica a estas obras, y la simple lectura de estas posiciones
hace intuir lo fecundo y amplio que ha resultado su estudio
del derecho romano a lo largo de su prolongado magisterio,
del que este libro refleja con especial acierto una faceta, la
de la crítica de las obras de sus colegas, especialmente
apreciada por Don Álvaro. (A.M.S.)

El dictamen de un antiguo jurisconsulto (Consultatio veteris


cuiusdam iurisconsulti) (En defensa de la mujer casada),
prólogo, introducción, traducción y notas de Juan Manuel
Blanch Nougués, Madrid, Dykinson, 1999, 123 páginas y 8
láminas.

Ofrece este libro el texto de la Consultatio según la edición


de los Opera de Cuyacio publicados en 1609 en Ginebra y su
traducción al español. El subtítulo puesto por el traductor
("En defensa de la mujer casada") se debe al tema de fondo
recurrente de la obra, a saber, la situación patrimonial de la
mujer casada y la actuación jurídica del marido respecto de
los bienes que constituyen el patrimonio de la mujer. En el
prólogo se declara la finalidad puramente divulgativa de este
trabajo de traducción, secundada por una introducción en la
que se tocan, entre otros, algunos aspectos básicos sobre el
origen, la época y el valor de la Consultatio, sobre la historia
de su descubrimiento por Antonio Loisel y de su publicación
por Cuyacio (en 1577 precediendo a sus
propias Consultationes y en 1586 como apéndice a la edición
parisina del Código Teodosiano) y sobre su carácter y
contenido. Pensando en los alumnos de derecho, el autor ha
traducido también la epístola dedicatoria de Cuyacio a su
discípulo Jacques de Guesle, en la que se pone de manifiesto
el entusiasmo del maestro francés por la ciencia jurídica al
servicio de la justicia.

La traducción de la Consultatio, clara y correcta en general,


resulta en ocasiones demasiado apegada a la literalidad del
texto latino, lo que dificulta su comprensión; algunos puntos
discutibles son, por ejemplo, verter verborum obligatio por
"obligación de palabras" (Cons. IV.9), actionis editio por
"edición de la acción" (Cons. V.7 i.f.; cfr. Cons.
VI.2), personam habere legitimam por "legitimidad" (Cons.
VI.2; cfr. Cons. III.2 y 13, V.2) o largitas por "largueza"
(Cons. VIIa.3). Embellecen el libro algunas láminas de la
edición de Ginebra de 1609 que ha sido empleada para esta
ocasión. (F.C.B.)

Alejandrino Fernández Barreiro, El factor jurisprudencial


como elemento de identidad de la cultura jurídica europea.
Proyección de la herencia jurídico-cultural romana, Granada,
Editorial Comares, 1998, 84 páginas.

El presente libro (complemento de otro trabajo del autor


publicado en SDHI 61 [1995], pp. 657 ss.) se propone dar
cuenta, de un modo sintético, del papel desempeñado por el
jurista en la cultura occidental desde sus orígenes en el
clasicismo greco-romano hasta los tiempos actuales.
Partiendo de una consideración inicial (que se resume
perfectamente en la cita de G. Sartori que encabeza el libro,
p. 8), según la cual la tradición jurídica europea (en la cual
el jurista técnico ocupa el primer plano) es heredera
inmediata de Roma, y no de la Grecia clásica, debido a los
filtros puestos por los romanos al principio democrático y a
la conservación del poder de un estrato aristocrático de la
sociedad, el autor va desgranando en diez apartados los
sucesivos pasos dados por la jurisprudencia científica desde
su configuración inicial como grupo diferenciado en la Roma
republicana, hasta sus últimos eslabones en la hora
reciente. Así pues, se pasa revista a cuestiones tales como
la del valor cultural del Derecho en la sociedad occidental; la
ausencia de una concepción técnico-jurídica del Derecho en
la cultura griega; la consideración de la legalidad en la
constitución romano-republicana; el surgimiento de los
juristas como grupo social en el seno de los núcleos
aristocráticos de la res publica romana, a partir de
precedentes de carácter religioso, y su influencia en la
evolución de la normatividad y la administración de justicia
en Roma; su prolongación en la época del principado y su
progresiva asimilación a los cuadros del poder imperial,
hasta la pérdida de sus rasgos distintivos y su
funcionarización final en la época tardo-romana; la parición
de un modelo de enseñanza del Derecho controlado desde el
poder público; la recuperación de la influencia de una
profesión jurídica libre a partir del siglo XII en Occidente, al
amparo de las Universidades, y su extensión a los diversos
Estados nacientes de Europa, en particular, a Inglaterra, con
un desarrollo peculiar (legal profession y Common Law), y a
Francia, en pugna con los afanes centralizadores de la
monarquía y, posteriormente, del Estado liberal; por último,
la operatividad del factor jurisprudencial en el proceso de
armonización jurídica europea y en los desarrollos recientes
de los ordenamientos nacionales europeos.

Tales son los temas fundamentales de los que se hace cargo


esta obra en los diez puntos de que consta, cuyo hilo
conductor es, naturalmente, la defensa de la idea de una
jurisprudencia profesional y técnica como eje vertebrador de
la concepción europea del Derecho y componente esencial
de la cultura europea occidental. Como es obvio, objetivos
tan ambiciosos no pueden abordarse sino de modo
telegráfico en un ensayo de estas dimensiones; no obstante,
dejando de lado el discutible punto de partida referido al
experimento democrático griego y su relación con la
evolución del Derecho, el libro logra razonablemente bien
sus propósitos, y ofrece una adecuada síntesis del desarrollo
del fenómeno jurisprudencial desde sus orígenes romanos
hasta la hora presente, que puede servir de excelente
introducción y motivo de reflexión para cualquier interesado
en estas cuestiones. (F.J.A.)

Antonio Fernández de Buján, Derecho público romano y


recepción del Derecho romano en Europa, 3ª ed., Madrid,
Civitas, 1998, 251 páginas; 4ª ed., Madrid, Civitas, 1999,
285 páginas.

Nueva edición de esta obra, de gran éxito editorial en los


tiempos recientes. El contenido de la parte principal del
libro, referida al Derecho romano antiguo, se mantiene
inalterado (véase reseña del año anterior, REHJ 21 [1999]
pp. 551-553). La innovación corresponde a la parte final
(capítulos XVI y XVII, pp. 213-251), donde se nos presenta
una apretada síntesis de la evolución del Derecho romano en
Occidente (en Europa y en América) con posterioridad a la
caída del Imperio Romano y la Compilación justinianea.

En la introducción a esta parte (pp. 213-216), el autor hace


referencia a las diversas concepciones del Derecho romano a
lo largo de la historia (aludiendo a la célebre distinción de
Orestano) y da sencillas pinceladas sobre las circunstancias
históricas de la Alta Edad Media occidental. A continuación,
pasa a un capítulo dedicado a los glosadores y el Ius
commune (pp. 216-221), es decir, a la formación de la
ciencia jurídica europea: el autor mantiene su discrepancia
con respecto al estatuto de la escuela de Bolonia como cuna
de la ciencia jurídica occidental, puesto que entiende que ya
en las escuelas de Constantinopla y de Berito existió en el
siglo V un plan de estudios prefijado. El autor se detiene a
estudiar brevemente las circunstancias ambientales de la
creación del studium generale de Bolonia y las primeras
Universidades europeas, así como los inicios de la ciencia del
Derecho canónico. Para terminar el apartado dedicado a la
época medieval, se destinan unas páginas a la escuela de
los comentaristas y al mos Italicus (pp. 221-223), quizá
demasiado escuetas dada la importancia de tales autores.

El apartado referido a la tradición romanística en la Edad


Moderna es también de muy escasa extensión,
resolviéndose en dos capítulos: el primero referido al
humanismo, la jurisprudencia elegante y el usus modernus
Pandectarum (pp. 223-224), donde se analizan las nuevas
circunstancias políticas del Renacimiento, y el segundo,
sobre el iusnaturalismo racionalista y la Ilustración (pp. 224-
226), que aborda la cuestión de las premisas ideológicas de
estos movimientos y plantea una reflexión sobre la
Revolución francesa en un tono quizá demasiado
moralizante. Por fin, el autor hace una breve referencia al
positivismo y las codificaciones (pp. 226-228), donde se
pone de manifiesto la influencia del Derecho romano en las
codificaciones contemporáneas, en especial la francesa y la
alemana.

Las páginas siguientes (pp. 228-235) están dedicadas a las


particularidades de la Recepción del Derecho romano en
diversos territorios europeos, en concreto España, Inglaterra
(lo que se utiliza para hacer una alusión a la diversidad de
sistemas en el Derecho privado) y Alemania (con referencias
a las circunstancias históricas particulares del Imperio
alemán, la Escuela histórica y la Pandectística y las
discusiones sobre la pertinencia de un Código civil para
Alemania). El capítulo finaliza con un discreto apunte sobre
el proceso de transformación política, económica y jurídica
de Europa en los últimos decenios y la trascendental
formación del Derecho comunitario, en la cual el Derecho
romano tiene algo que decir, a juicio del autor. Se aporta
una tabla cronológica en la página 238.

También es nuevo el capítulo XVII ("La recepción del


Derecho romano en Iberoamérica", pp. 239-251), que
reproduce sustancialmente el texto de un anterior artículo
del autor -publicado en Derecho y Opinión 2 (1994), pp.
181-187- y que aporta una adecuada síntesis del proceso de
incorporación del Derecho romano a los Derechos
particulares de los distintos territorios de América Latina a
través, fundamentalmente, de los textos normativos del
Derecho castellano. Tras una introducción sobre los
condicionamientos históricos y académicos para la
introducción del Derecho romano en América y su evolución
hasta la independencia, el texto se centra en la aplicación de
reglas e instituciones de Derecho público romano en los
incipientes Estados americanos, se alude a la recepción
del ius gentium romano -entendido como Derecho
internacional- y se analiza con más detalle los procesos de
codificación del Derecho privado, en particular los Códigos
chileno, argentino y brasileño. La obra culmina con un
reflexión final en torno al futuro del proceso de armonización
del Derecho privado latinoamericano y la posible influencia
del Derecho romano como factor cultural y elemento
identificador y unificador del sistema.

La cuarta edición de este pequeño manual exhibe como


única novedad la adición de un capítulo XVIII (pp. 253-285)
sobre determinados conceptos generales del ordenamiento
jurídico romano (ius, fas, mores, consuetudo, iustitia,
aequitas, beneficium, privilegium, etc.) y, sobre todo, las
diferentes oposiciones terminológicas que ya desde la propia
jurisprudencia romana han servido para la determinación del
concepto de ius en los diversos contextos (ius civile/ius
honorarium, ius civile/ius gentium/ius naturale, ius
publicum/ius privatum, ius scriptum/ius non scriptum, etc.).
Tradicionalmente, estas categorías vienen recogidas y
analizadas en las páginas introductorias de los manuales de
derecho privado, por lo que no deja de resultar algo
llamativo su aparición en un texto dedicado al derecho
público, aunque de por sí no haya nada que objetar al
respecto, salvo, quizá, una cierta ruptura de la unidad
conceptual del volumen. Como particularidad, el texto
dedica una especial atención a las funciones del censor
como defensor de las costumbres tradicionales en la Roma
republicana (en relación con el concepto de boni mores), lo
cual no es corriente en los trabajos de esta índole, aunque,
desde el punto de vista sistemático, tal vez este tratamiento
hubiera debido ubicarse en el capítulo dedicado al estudio de
las magistraturas.

Por lo demás, el capítulo presenta, como no podía ser


menos, las mismas características de claridad expositiva e
intención didáctica que el resto del volumen.

[Recensiones: reseña de F.A., en Labeo 46 (2000) pp. 308-


309] (F.J.A.)

Antonio Fernández de Buján, Jurisdicción voluntaria en


Derecho romano, 3ª ed., Madrid, Editorial Reus, 1999, 138
páginas; prólogo de M. Amelotti.

Rotulada como tercera edición, esta entrega del libro de


Fernández de Buján reproduce íntegramente la edición
original de 1986 y no incorpora las novedades bibliográficas
sobre el tema habidas con posterioridad: A. Wacke,
"Zur iurisdictio voluntaria", en ZSS 119 (1989), M. Kaser-K.
Hackl, Das römische Ziviprozeßrecht2, München, 1996, los
dos trabajos del propio autor en los homenajes a D'Ors e
Iglesias.

El primer capítulo, de carácter introductorio, propone el


estudio de la iurisdictio voluntaria en Derecho romano como
vía para la superación de la polémica en que se debate el
Derecho moderno sobre la naturaleza jurídica de esta
categoría y procede a un planteamiento general de la
materia de dicho estudio partiendo del fundamental texto de
Marciano recogido en D. 1.16.2 pr.-1. A continuación, en el
segundo capítulo, se analizan las diferencias entre los actos
de iurisdictio contentiosa y iurisdictio voluntaria y la
relación, que no identidad, entre esta última y el
procedimiento de plano. Aquellas diferencias se observan,
entre otros, en aspectos tales como la titularidad de uno y
otro tipo de jurisdicción, el tiempo y lugar de su ejercicio, la
competencia territorial, la intervención del titular en actos
de su propio interés (in rem suam) y la tramitación
(mediante legis actio en los casos de iurisdictio
voluntaria durante toda la época clásica); todo ello
consecuencia de ser, la iurisdictio voluntaria,
un officium que el magistrado ejerce inter volentes entre los
que no existe litigio real. En cuanto al procedimiento de
plano, se diferencia de la iurisdictio voluntaria tanto por la
materia a que se aplica como por la no necesidad de
previa causae cognitio del magistrado (cfr. D. 1.16.9.1 y 3).

Sigue, en el capítulo tercero, la consideración del carácter


clásico de la llamada por Marciano iurisdictio voluntaria y de
su naturaleza jurisdiccional. Aceptado el concepto
de iurisdictio de autores como De Martino, Pugliese y
Luzzatto, comprobada la estructura procesal y el carácter
jurisdiccional de la in iure cessio mediante la que se
formalizan los supuestos de iurisdictio
voluntaria mencionados por Marciano, y habida cuenta de la
ampliación que sufre la noción de iurisdictio de la etapa
republicana a la etapa postclásica, se llega a la conclusión
de la correspondencia entre legis actio y iurisdictio
voluntaria en la época clásica aun a pesar de la acentuación
de la finalidad negocial de los actos correspondientes y la
atenuación de sus formalidades procesales. Bajo esos
mismos presupuestos se defiende la autenticidad de la
repetida contraposición de Marciano entre jurisdicción
contenciosa y voluntaria y se sugiere la configuración, en la
praxis postclásica, de una "categoría de actos
dogmáticamente afines" que englobaría tanto aquellos
supuestos que requerían in iure cessio y addictio del
magistrado como aquellos otros para los que bastaba
un decretum magistratual.

El capítulo cuarto examina pormenorizadamente la


competencia (o su falta) de diferentes magistrados y
funcionarios en materia de jurisdicción voluntaria durante la
República y el Imperio; el origen o fundamento de esa
competencia se identifica, según los casos, bien en la
titularidad del imperium, bien en una delegación o concesión
legal específica. Un apartado especial se dedica a la
intervención de los tabelliones postclásicos en este tipo de
actuaciones, de la cual se dice que probablemente fue
encuadrada "de facto" en la categoría de actos de
jurisdicción voluntaria. Finalmente, el capítulo quinto se
pronuncia sobre la inclusión en esta categoría de una larga
serie de supuestos que, con mayor o menor seguridad
según los casos y los tiempos, la integran en las etapas
clásica y postclásica.

Una breve Reflexión de derecho vigente que enlaza con algo


de lo dicho en la Introducción y unas sintéticas conclusiones,
además de la Bibliografía y el Índice de fuentes, completan
el libro.
[Recensiones: G.B. Impallomeni, en Iura 37 (1986) pp. 130-
132 (de la 1ª ed.)] (F.C.B.)

Manuel Jesús García Garrido, Derecho privado romano.


Casos, acciones, instituciones, 7ª ed., Madrid, Dykinson,
1998, 925 páginas; 8ª ed., Madrid, Dykinson, 1999, 950
páginas.

Dos nuevas ediciones del manual del Prof. García Garrido en


dos años consecutivos son la mejor prueba del éxito de este
libro, bien conocido por los estudiantes de la Universidad
Nacional a Distancia (UNED) y uno de los clásicos del
panorama español en el ámbito de la literatura romanística
de finalidad pedagógica.

Dado que la obra sigue siendo básicamente la misma que en


la sexta edición de 1997, remitimos al lector a la anterior
entrega de estas reseñas (REHJ 21 [1999] p. 557), en la
que dicha edición fue ya comentada. (F.C.B.)

Manuel Jesús García Garrido, Responsa. Casos prácticos


de Derecho Romano planteados y resueltos, 6ª ed., Madrid,
Editorial Centro de Estudios Ramón Areces S.A., 1999, 528
páginas + CD Rom.

La nueva edición de esta obra reproduce sustancialmente el


contenido de las anteriores, incluyendo algunos casos más
en el repertorio hasta alcanzar el número de 139, con la
metodología ya bien conocida.

Para más detalles, vid. nuestra reseña de la edición de 1997


publicada en REHJ 21 (1999) p. 556. (F.J.A.)

Manuel Jesús García Garrido, Cuadros, gráficos y tests


de derecho privado romano, 3ª edición, Madrid, Editorial
Dykinson, 1999, 364 páginas.

Al igual que en las ediciones anteriores, este libro busca


"proporcionar al estudiante nuevos medios para el
aprendizaje y mejor comprensión de las decisiones
jurisprudenciales, reglas e instituciones del derecho privado
romano" (p. 11). Aparece igualmente dividido en dos partes:
la primera (pp. 15-129), integrada por una serie de cuadros,
gráficos y esquemas sobre cuestiones generales,
jurisprudencia, proceso y partes del derecho privado (según
la sistemática que sigue el A. en su manual de
instituciones); la segunda (pp. 135-364), con una serie de
tests sobre las diversas materias tratadas en la primera
parte (con 649 cuestiones de acuerdo con el sistema de
multirrespuesta).
Para más detalles, vid. nuestra reseña de la edición de 1997
en REHJ 21 (1999) p. 556. (F.J.A.)

Justo García Sánchez, Teoría de la "immissio" (reimpr. de


la ed. de 1975), Oviedo, Servicio de Publicaciones de la
Universidad, 1999, 215 páginas.

Aunque, en realidad, este libro no debería ser reseñado en


estas páginas, puesto que se trata de una reimpresión y no
de una obra nueva o nuevamente editada, sin embargo,
dado su interés y la relativa lejanía temporal de su primera
edición (que data de 1975), nos ha parecido conveniente
hacer una breve referencia de su contenido, a modo de
recordatorio y de llamada de atención a un público que tal
vez pudiera no conocer la obra en su edición original.

En efecto, este trabajo constituye una interesante


contribución de la romanística española reciente en materia
de relaciones de vecindad en el derecho romano histórico (el
autor promete en nota marginal a la solapa del libro una
nueva obra dirigida a completar ésta, referida a la tradición
romanística en esta cuestión), centrándose su contenido en
el problema de la immissio como elemento perturbador del
derecho de propiedad y de modificación de las relaciones
vecinales. Tras una relación de los contextos en que se
emplea la palabra en la jurisprudencia romana (pp. 21-43),
el autor formula la tesis central del libro, que se resume en
la teoría de que el principio general que funcionó en este
ámbito en el derecho romano fue el de la permisión al
propietario de realizar cualquier comportamiento en su
fundo, siempre que no se produzca una inmisión en la
propiedad ajena (Arist.-Alfen.-Ulp. D. 8,5,8,5). El análisis de
los textos demuestra que este fue el criterio rigurosamente
utilizado por los clásicos, y que el supuesto criterio del
`facere in alieno' (prohibición de la invasión del fundo ajeno
a través de comportamientos o actividades propias) sólo
actuó de modo restringido o complementario del anterior, ya
reconocido a través de interdictos y acciones concedidas al
propietario (int. quod vi aut clam; ne quid loco sacro; ne
quid in itinere publico fiat; cautio de damno praeterito...;
Ulp. D. 39,3,1,11-12; Pomp. eod. 21; Ulp. D.
39,2,24,12/26; 9,2,29,1; etc.). Se toleraron, sin embargo,
algunas inmisiones por los jurisconsultos clásicos, sin
necesidad de constituir servidumbre, en ciertos casos que
obedecen a la necesidad de tolerar por los vecinos el uso
normal del inmueble por su propietario (v.gr. Ulp. D.
8,5,8,5-7; Paul. D. 8,2,18/19; Ulp. D. 43,27,1,7-8; etc., vid.
pp. 91-122) y no tanto debido a razones de índole social con
carácter general (pp. 123-142), si bien en época justinianea
el criterio de la necesidad social para tolerar inmisiones
ilícitas ganó sin duda posiciones (Ulp. D. 39,3,1,3-8; Lab.-
Ulp. D. 43,23,1-9; Paul. D. 39,2,25; etc.). Por último, la
obra (pp. 143-186) analiza la teoría medieval de los "actos
de emulación" como actividades dañosas para el vecino que
no reporten ninguna ventaja para su causante, discutiendo
los diversos pasajes del Corpus sobre los que se ha
pretendido ver esta figura (Inst. 1,8,2; Ulp. D. 39,3,1,11;
Paul. eod. 2,9; Iav. D. 47,10,44; Iust. Nov. 63) y que
demuestran únicamente, a su juicio, que se trata de pasajes
interpolados en que se introdujo una distinción entre
actividades lícitas e ilícitas de los propietarios sobre sus
fundos, basada en el elemento intencional del agente, algo
ajeno a los clásicos. El libro se cierra con unas sobrias y
adecuadas conclusiones (pp. 187-191) y una completa
bibliografía, en la cual - y a través de toda la obra - el autor
muestra un suelto dominio de la bibliografía fundamental
sobre el asunto (en particular, la doctrina italiana) y de las
fuentes al respecto. Se echa de menos, no obstante, la
presencia de un índice de fuentes al final del volumen.

La edición, en su conjunto, es muy correcta, a pesar de la


presencia de un número excesivo de erratas que hubieran
debido desaparecer. En todo caso, hay que saludar la
iniciativa del Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Oviedo por haber vuelto a poner en manos del público
interesado una obra hasta ahora de difícil acceso, si bien
hubiera sido deseable la realización de una nueva edición
que pusiera al día los contenidos del libro, teniendo en
cuenta la bibliografía más reciente al respecto (v. gr. la
magnífica monografía de J.M. Rainer, Bau- und
Nachbarrechtliche Bestimmungen im klassischen römischen
Recht, Graz, 1987) y privar al texto de una apariencia tal
vez demasiado apegada a unas posiciones interpretativas
quizá hoy en parte superadas. (F.J.A.)

Teresa Giménez-Candela, Derecho privado romano,


Valencia, Tirant lo Blanch, 1999, 550 páginas.

Este reciente manual de la profesora Giménez-Candela es


un ejemplo de cómo mantener la fidelidad a un magisterio
-en este caso, el de Álvaro d'Ors- sin renunciar a un enfoque
personal y propio de la docencia del Derecho Privado
Romano.

Sigue la autora a su maestro en la misma secuencia de las


Instituciones, conforme al esquema Propiedad, Herencia
(tratada conjuntamente con el derecho de Familia) y
Obligaciones que ha seguido d'Ors en las sucesivas
ediciones de su manual. También en muchos aspectos
concretos de la presentación sistemática de las instituciones.
Así, por ejemplo, en el tratamiento conjunto de los legados,
fideicomisos, fundaciones, donaciones y dote bajo el rótulo
de liberalidades y en sede de herencia, o a la hora de
distinguir, como fuentes de las obligaciones, entre las
obligaciones derivadas de delitos, los préstamos, las
estipulaciones y los contratos de buena fe. A este
tratamiento de las fuentes de las obligaciones preceden
unas amplias consideraciones generales en las que la autora
aborda conjuntamente y con detalle los supuestos de
responsabilidad objetiva que conociera el Derecho romano
-y que han sido uno de los objetos de atención en su
investigación-, así como los modos de extinción de las
obligaciones. Quizá sean esta parte general sobre
obligaciones y la que abre el manual, referida a la recepción
europea del Derecho romano, las que más lo singularizan,
separándolo de otros manuales de distintos autores que han
seguido en su exposición la estela de Álvaro d'Ors. Cierran
el trabajo un cuidado índice de materias y un amplio índice
de fuentes, en el que destaca un uso de las fuentes
literarias, epigráficas y papirológicas más abundante de lo
que suele ser habitual en un manual destinado al uso
escolar. La cita de este tipo de fuentes se aprecia
especialmente en el tratamiento de aquellos temas -por
ejemplo, las manumisiones- que han ido ocupando el
estudio de la autora.

Desde el punto de vista formal, la división del texto en


parágrafos -bastante amplios, sin embargo, y subdivididos a
su vez-, y la confección de los índices sobre la base de esta
división, facilitará sucesivas ediciones de esta obra, que se
verán sin duda enriquecidas con los resultados de la futura
investigación de la autora. (A.M.S.)

Enrique Gómez (Coordinador) y otros, Casos prácticos


de Derecho Romano, Valencia, Tirant lo Blanch, 1999, 143
páginas.

El libro que comentamos presenta una colección de 97 casos


"de laboratorio" para su resolución en clases prácticas de
Derecho romano; concretamente, la colección se distribuye
en 27 casos de derecho reales, 38 de obligaciones y
contratos y 32 de derecho hereditario, a los que se añade
una pequeña serie de documentos sobre la práctica
sucesoria romana (petición de la posesión hereditaria de
bienes, testamento de Antonio Silvano, testamento de Cayo
Longino Cástor e interpretación de los dípticos de un
codicilo, con cuestiones al respecto). Cada una de las partes
en que se divide la obra viene precedida de una sucinta
introducción a la temática respectiva. Cada caso se plantea
brevemente, en un texto de sencilla comprensión; a
continuación, le siguen unas cuestiones dirigidas a aislar los
elementos jurídicamente relevantes del caso; y, por fin, se
acompaña de uno o varios textos del Digesto que resuelven
la cuestión.

El libro se halla encabezado por una introducción general


(pp. 11-21) referida a la formación de la ciencia jurídica en
Roma (las diversas etapas en la consolidación de la
jurisprudencia romana, su progresiva secularización y la
introducción de los métodos lógicos de la ciencia griega)
hasta su inevitable declinación en la época tardía. A
continuación se colocan una serie de textos (literarios
-especialmente de Cicerón- y jurídicos) relacionados con la
organización política y jurídica del populus Romanus (pp.
23-29), aunque sin una distinción bien delimitada entre las
distintas épocas, lo que induce a cierta confusión, y sin
aportar una razón precisa que contribuya a aclarar cuál es la
función de esta reducida antología de textos en el conjunto
de la obra (¿tal vez ofrecer un material para realizar
prácticas en materia de Derecho público e historia de las
fuentes?). El libro carece asimismo de índice de fuentes, lo
que hubiera resultado de gran ayuda para su adecuado
manejo. (F.J.A.)

Mª Teresa González-Palenzuela Gallego, Las impensas


en el Derecho romano clásico, Cáceres, Universidad de
Extremadura - Caja Duero, 1998, 290 páginas.

Presenta este libro un panorama completo de la


problemática de las impensas en el Derecho romano. A lo
largo de sus cuatro capítulos se examina el concepto de
impensas (cap. I), la tripartición en impensas necesarias,
útiles y voluptuarias (cap. II), la distinción entre
impensas in rem e in fructus (cap. III) y el reembolso de las
impensas (cap. IV); hay también un apéndice sobre la idea
de enriquecimiento injustificado en el derecho clásico y en el
sistema justinianeo de las impensas.

La impensa es caracterizada, más que definida, como un


gasto jurídicamente relevante que repercute en la esfera
patrimonial de una persona distinta del agente del gasto y
que, en función de numerosos criterios y de variables
circunstancias, puede originar un derecho al reembolso
actuable a través de muy distintos procedimientos técnicos
(retención-deducción, compensación, acciones in
factum, exceptio doli, acción de gestión de negocios, etc.);
fundamento de este derecho es la equidad y su presupuesto
jurídico el enriquecimiento de aquél que, de otro modo, se
beneficiaría injustificadamente del gasto.

La autora utiliza un riguroso método de análisis que se


caracteriza por la atención constante a la crítica de
interpolaciones y por la sistemática discusión de la literatura
científica sobre cada tema. Rasgo importante de su modo de
trabajar es también la cuidadosa consideración de los
presupuestos técnicos y materiales que condicionan la
solución dada a la cuestión de las impensas casi en cada
caso singular, huyendo de toda fácil generalización que
traicionaría la recta inteligencia de las ideas romanas.

En este sentido se destaca adecuadamente, por ejemplo, la


inevitable labilidad jurídica de la clasificación de las
impensas en necesarias, útiles y voluptuarias desde el
momento en que la moderna doctrina ha extendido su
aplicación a campos distintos de aquel (el de las impensas
dotales) en el que fuera originariamente elaborada,
posiblemente ya por la última jurisprudencia republicana; el
problema de las impensas, en efecto, no puede tener la
misma consideración jurídica cuando el sujeto del gasto es
el marido demandado con la actio rei uxoriae que cuando es
un poseedor de buena fe enfrentado a la reivindicatio o
la hereditatis petititio o un simple detentador. Otro tanto se
puede decir de la distinción impensas in rem - impensas in
fructus, cuyo carácter relativo se prueba por la adscripción
de un mismo tipo de gasto a uno o otro de esos dos
términos dependiendo de las circunstancias de cada caso
concreto (cfr. D. 25.1.3.1, 15 y 16) y por el
entrecruzamiento de esa distinción con la
tripartición impensae necessariae, utiles, voluptuariae. La
misma comprensión de las reglas impensae necessariae ipso
iure dotem minuunt y fructus intelleguntur deductis
impensis depende asimismo del contexto en el que son
aplicadas.

El libro de la Profesora González-Palenzuela es, en suma, un


ejemplo de buen hacer romanístico que por sus análisis y
resultados deberá ser tenido en cuenta por todo estudioso
que en lo sucesivo se acerque a un tema como el de las
impensas con sus muchas ramificaciones.

Índice de fuentes y bibliografía. (F.C.B.)

Antonio Guarino: vid. infra Max Kaser.

Juan Iglesias, Vida y sobrevida del Derecho Romano,


Granada, Editorial Comares, 1998, 97 páginas.

Reúne este pequeño volumen, precedidos de una nota


preliminar, cuatro escritos del Profesor Iglesias publicados
con anterioridad en otros lugares. Los temática abordada es
la predilecta del autor, más inclinado a la búsqueda de la
esencia, la substantia y los principia del Derecho romano
que al estudio monográfico de las instituciones singulares
que en su seno se articulan (cfr. en este sentido las
declaraciones de las págs. 11 y 87). El tono empleado, por
otra parte, es más el propio de una "lección exhortativa"
que el de una "lección científica" (pág. 75).

Los trabajos incluidos en primer y tercer lugar conjugan en


un discurso bastante pesimista las nociones de cultura,
universidad, Derecho romano y pasado, presente y futuro
del derecho. Una idea de la línea sobre la que avanza la
elegante pluma del Profesor Iglesias nos la puede dar la
siguiente enumeración ejemplificativa de los conceptos que
utiliza, cargados unos de valor positivo y los otros de todo lo
contrario: en el lado positivo se incluyen las verdades
tradiciones, el espíritu y sus esencias sempiternas, la ley
moral natural, el humanismo tradicional, la necesidad de
una ascesis purificadora, la educación como escuela de
civismo, el Derecho romano como ingrediente de la cultura
europea, la comunicación entre los romanistas y los
iusfilósos y otros juristas, la preceptiva romana del officium;
el derecho versus las leyes, etc.; en el lado negativo figuran
la modernidad y la postmodernidad, la crisis europea, el
fracaso de la universidad, el industrialismo, el politicismo, la
tecnociencia, el maltrato de la cultura, el capitalismo
desenfrenado, el hedonismo, el nacionalismo, la ruptura con
el pasado, la visión anticuaria del Derecho romano
(convertido en un "cementerio histórico-jurídico"), el
hermetismo de la ciencia romanística, etc. "Povero e nudo
vai, diritto", llega a decir el autor en remedo de Petrarca
(pág. 67).

Los otros dos artículos ofrecen sendas reflexiones sobre dos


temas íntimamente relacionados entre sí (y desde luego, del
modo más claro en el pensamiento del autor): esencia y
consistencia del ius romanum y noción, formación e
interpretación del ius romanum. Estos temas capitales,
ineludibles para el romanista, sólo se pueden abordar,
sostiene el Profesor Iglesias, desde la globalidad de lo
jurídico romano puesto en comunicación con la plenaria vida
romana. El resultado de este enfoque es que la esencia del
Derecho romano se encuentra en la tradición de un ordo
iuris inquebrantable, de un ius civile que es marco exclusivo
de la "legitimidad jurídica" y que, cambiando, no cambia.
(F.C.B.)

Juan Iglesias, Derecho romano. Historia e instituciones,


11ª ed. (1993) revisada con la colaboración de Juan
Iglesias-Redondo, 3ª reimpr., Barcelona, Ariel, 1998, XXVIII
+ 662 páginas; 12ª ed. revisada con la colaboración de Juan
Iglesias-Redondo, Barcelona, Ariel, 1999, XXVIII + 475
páginas.

El prestigio de que goza el Manual del Prof. Iglesias en el


seno de la romanística nacional e internacional es de sobra
conocido. Las virtudes científicas y literarias que lo adornan
han hecho posible su presencia ininterrumpida en el
panorama editorial desde los ya lejanos años 1950 y 1951,
cuando apareció su primera edición. Hasta la undécima, de
1993 y reimpresa en 1994, 1997 y 1998, la obra ha
conservado una de las características que la hacían
especialmente útil, si no para los estudiantes de Derecho
romano, sí, desde luego, para los especialistas de esta
materia, sus otros destinatarios; nos referimos, es claro, a
la "literatura registrada `en su sitio'", o sea, al aparato
bibliográfico recogido en las notas junto con las
apreciaciones críticas del autor.

Esa riqueza ha desaparecido del todo en la edición número


12. "Por desgracia, la sangría operada ahora en el libro trata
de evitar que su aspecto formal espante en demasía la
mirada de unos escolares castigados por los actuales planes
de estudio a tener un trato con el Derecho romano
pecaminosamente minimizado"; con estas palabras explica
el A. en el prólogo lo que él mismo reconoce ser una
sangría, es decir, una sensible pérdida.

El libro mantiene, naturalmente, otras cualidades


sobresalientes que siguen haciendo de él una de las mejores
obras de Historia e Instituciones de Derecho romano en
lengua española; así, por ejemplo, el estilo sobrio y castizo
a la vez del A., así la detallada articulación sistemática en
195 parágrafos distribuidos en una Introducción de
conceptos fundamentales, historia política y jurídica e ideas
romanas del derecho y cinco libros de instituciones según el
sistema de Savigny, así el utilísimo índice alfabético de
materias y la profusión de fuentes citadas y debidamente
valoradas en las notas. Pero ahora los principales
destinatarios de todo este esfuerzo son sólo los estudiantes,
esos estudiantes condicionados por los nuevos planes de
estudio, al punto de haberse suprimido también la copiosa
bibliografía general de las ediciones anteriores.

Si todo esto es de lamentar, cabe al menos la satisfacción


de ver editada de nuevo una obra de Derecho romano
enteramente libre de aquel complejo, nacido también de la
reforma de los planes de estudio, que lleva a subrayar como
mérito principal de nuestra materia, y como primera razón
de su interés académico, la coincidencia de las soluciones
jurídicas romanas con los artículos del Código civil.

[Recensiones: A lo largo de sus sucesivas ediciones, el libro


del Prof. Iglesias ha sido objeto de más treinta reseñas o
recensiones; entre ellas, las siguientes: B. Biondi,
en SDHI 17 (1951) páginas 336-339; P. Fuenteseca,
en AHDE 20 (1950) páginas 924-928, y en AHDE 21-22
(1951-1952) páginas 1396-1397; U. Álvarez Suárez,
en Anuario de Derecho Civil 4 (1951) páginas 226-228 y
1546-1547; F. de Visscher, en RIDA 1 (1952) páginas 578-
581; J.C. Van Oven, en TR 20 (1952) páginas 354-355, y
en TR 27 (1959) página 342; B. Albanese, en SDHI 20
(1954) páginas 328-330; A. Guarino, en Labeo 5 (1959)
página 129, y en Labeo 18 (1972) página 238; P. Frezza,
en SDHI 25 (1959) páginas 449-452; M. Kaser, en ZSS 76
(1959) página 656] (F.C.B.)

Rudolph von Ihering, El espíritu del derecho romano en


las distintas fases de su desarrollo, versión española y notas
de Enrique Príncipe y Satorres, estudio preliminar de José
Luis Monereo Pérez, Granada, Comares, 1998, 1054
páginas.

Nueva edición de la traducción de este opus magnum de la


ciencia jurídica europea realizada por Enrique Príncipe y
Satorres, publicada por primera vez en 1891 en la Librería
Editorial de D. Carlos Bailly-Baillieri e hijos y con nuevas
tiradas en 1895, 1904, 1912, etc. El libro que comentamos
es una simple reimpresión de esta traducción clásica, sólo
que con sus cuatro volúmenes refundidos en uno solo, lo
que facilita sin duda su manejo. La mayor novedad de este
volumen es el magnífico estudio preliminar titulado "Ihering,
ensayo de explicación: introducción a su pensamiento
jurídico", elaborado por José Luis Monereo Pérez, catedrático
de Derecho del Trabajo de la Universidad de Granada. En
sus cerca de ochenta páginas, nutridas además por 329
notas, se hace un estudio en profundidad del marco de
referencia positivista en que se desenvolvió la obra de
Ihering, se estudia con detalle el proceso de evolución de su
pensamiento jurídico (el "doble" Ihering), desde su
adscripción inicial a la ciencia formalista del pandectismo
hasta el decidido antiformalismo sociologista de su última
época, con especial atención a las características peculiares
del Espíritu dentro de su dilatada producción científica, y se
da cuenta de la poderosa influencia que sus doctrinas han
tenido en la historia del pensamiento jurídico, tanto a nivel
general como, en particular, en España, sobre todo a través
del krausismo. Finalmente, este estudio culmina con una
referencia a las obras de Ihering traducidas en España (en
total, catorce libros, con algunas variaciones de detalle). Tal
estudio constituye una excelente y documentada
introducción a la personalidad y la obra de Ihering en su
conjunto, aunque quizá en algunos extremos resulta
demasiado prolijo y reiterativo.

La presente edición es de impecable factura formal, si bien


hubiera sido deseable un mayor esfuerzo de corrección de
erratas, que por su excesivo número empañan en cierta
medida la presentación del estudio preliminar, tan
aconsejable en su contenido material. Por otra parte, se han
conservado los índices separados de cada uno de los
volúmenes originales que integraban la obra, insertándose
en su lugar correspondiente en el paginado del libro, lo que
dificulta una rápida consulta de temas concretos: hubiera
sido posiblemente muy útil introducir un índice general al
final de la obra. (F.J.A.)

Las Instituciones de Justiniano (versión española de


Francisco Hernández-Tejero Jorge) Granada, Editorial
Comares, 1998, 295 páginas.

Se reimprime sin ninguna modificación la excelente


traducción española de las Instituciones de Justiniano
realizada en 1961 por el profesor Hernández-Tejero. Por las
razones que ya expresara el prólogo original, y ante la falta
de toda indicación del traductor sobre la edición de las
Instituciones a utilizar, se ha descartado la posibilidad de
añadir ahora en columna o página correlativa el texto latino.
La obra incluye una tabla de concordancias entre los títulos
de las Instituciones y otras fuentes jurisprudenciales y
legales romanas. (F.C.B.)

Mª Carmen Jiménez Salcedo, El régimen de las relaciones


de vecindad en Derecho romano, Córdoba, Universidad -
CajaSur, 1999, 280 páginas; prólogo de Antonio Fernández
de Buján.

Esta obra recoge la tesis doctoral de la autora, defendida en


la Universidad de Córdoba en 1996. Adolece el trabajo, a mi
juicio, de un defecto de estructura: se echa en falta, en
efecto, una introducción general al mismo, que explique las
razones que llevaron a abordar este estudio y el método
seguido en el mismo. En realidad, esa explicación previa del
conjunto del trabajo se presenta de algún modo en los dos
primeros puntos del primer capítulo, en los que la A. separa
los conceptos de servidumbre, servidumbre legal y
limitaciones de la propiedad -relacionados ciertamente con
situaciones de vecindad-, de aquel otro grupo de supuestos
en que existen propiamente relaciones de vecindad. El
tercer punto de este primer capítulo estudia
la immissio como criterio delimitador de tales relaciones de
vecindad, y hubiera podido tratarse mejor, pienso, junto con
los aspectos que aborda el segundo capítulo, en el que la A.
intenta precisar los límites de la prohibición del immittere in
alienum, y que precede al estudio de las doctrinas modernas
que han intentado explicar tales límites sobre la base de
algún criterio general: así, la teoría del uso normal
enunciada por Ihering, a la que dedica el tercer capítulo, y la
de la necesidad social defendida por Bonfante, que estudia
en el cuarto capítulo. En ambos casos aborda la A. la
configuración de tales criterios desde el estudio de los textos
romanos que sirvieron a estos autores para formular sus
teorías.

En conexión con ciertas inmisiones que evidenciaban más


una intención lesiva en el autor de la inmisión que un
beneficio objetivo para su fundo, surgió en época medieval
la teoría de los actos de emulación, con la que se relacionan
las modernas teorías del abuso del derecho. La A. estudia
ambas realidades en cuanto entiende que ya los juristas
romanos mostraron en sus respuestas su desaprobación
hacia las conductas que el derecho posterior ha venido a
tratar, primero, bajo la categoría de actos de emulación, y
más tarde como abuso del derecho. En este estudio,
presenta primero una exposición de conjunto de las
opiniones modernas acerca de estos dos conceptos y se
detiene después en la exégesis de los textos en que los
distintos autores creen reconocer trazas de un
reconocimiento romano de ambas categorías.

Un último capítulo analiza algunos expedientes jurídicos


específicamente interesados en la regulación de las
relaciones de vecindad; así, la actio aquae pluviae arcendae,
la cautio damni infecti, la novi operis nuntiatio y
el interdictum quod vi aut clam. Cierra la obra un conjunto
de conclusiones en las que, a mi juicio, se entremezcla un
resumen fragmentado de los aspectos estudiados con lo que
más propiamente deben considerarse conclusiones de un
trabajo, esto es, una selección de aquellos resultados que,
como fruto de la investigación, la A. puede considerar
aportaciones al progreso de los estudios romanísticos.
Completan el trabajo una relación de la bibliografía utilizada
y un índice de fuentes. (A.M.S.)

Max Kaser, Las interpolaciones en las fuentes jurídicas


romanas, traducción de José María Coma y Götz
Gallenkamp, Granada, Editorial Comares, 1998, 108
páginas; prólogo de Javier Paricio.

Antonio Guarino, Sobre la credibilidad de la ciencia


romanística moderna, traducción de Eduardo Ruiz
Fernández, Granada, Editorial Comares, 1998, 80 páginas;
prólogo de Javier Paricio.

Los dos pequeños libros que comentamos son susceptibles


de una reseña común, en la medida en que ambos versan
sobre la misma problemática, la cuestión del método
interpolacionístico como herramienta válida para el Derecho
romano moderno, aunque desde dos posturas distintas y, en
parte, enfrentadas. Ambos libros son traducciones de sendos
artículos clásicos de estos dos grandes romanistas
contemporáneos, que han marcado una época en relación
con los problemas metodológicos de esta disciplina. Quizás
hubiera sido deseable, desde un punto de vista
instrumental, unir ambos trabajos en un solo volumen,
añadiendo además la traducción de otros dos trabajos
fundamentales sobre esta materia, abundantemente citados
en los libritos que reseñamos, cuales son los artículos de
Franz Wieacker "Zur gegenwärtigen Lage der romanistischen
Textkritik" (1971) y "Textkritik und Sachforschung" (1974)
(ambos ahora en sus Ausgewählte Schriften I [1984], pp.
103-152), lo cual hubiera proporcionado al público hispano
una extraordinaria síntesis de la polémica en torno al
método interpolacionístico que atravesó la ciencia
romanística de los años 70, fundamentalmente, y que, como
indica el profesor Paricio en su prólogo a Guarino (p. 10), tal
vez hoy experimente un relanzamiento con la aparición de
las nuevas tecnologías aplicadas a los textos jurídicos
antiguos. Imaginamos que necesidades editoriales habrán
impedido llevar a cabo un proyecto como el que sugerimos.

Los argumentos de ambos libros son bien conocidos para los


estudiosos del Derecho romano de la última época, pero
quizás no tanto para los cultivadores de otras disciplinas
jurídicas o históricas, o para los jóvenes romanistas (de ahí
la oportunidad de su publicación en español). En síntesis, el
trabajo de Kaser ("Ein Jahrhundert Interpolationenforschung
an den römischen Rechtsquellen", de 1986, al que se añade
como complemento un extracto del artículo "Die actio
furti des Verkäufers", ZSS 96, 1979, pp. 89 ss., referido a
las reglas y el estilo jurisprudencial, pp. 95-108 de la obra
comentada) efectúa un recorrido crítico sobre el uso del
método interpolacionístico en la romanística moderna, y
hace una defensa de su conocido "Konservativismus" en el
análisis de las interpolaciones del Corpus iuris, sobre la base
de una mayor confianza en la transmisión del derecho
clásico que puede obtenerse a partir de los textos
justinianeos y otras obras postclásicas, en las cuales puede
partirse de hipótesis verosímiles de conservación sustancial
del material jurídico clásico, a pesar de las alteraciones
formales del material escrito. El autor propone, pues, una
prudencia mayor que en el pasado en el uso de la crítica
textual de las fuentes jurídicas para la reconstrucción de los
caracteres del derecho romano histórico. Tales ideas,
defendidas por Kaser en diversas ocasiones desde su giro
metodológico de mediados de los 60, encuentran en este
texto su última y más depurada formulación.

Frente a estos nuevos posicionamientos metodológicos


reaccionaría prontamente A. Guarino a través de la otra
obra objeto de este comentario ("Sulla credibilità della
scienza romanistica moderna", de 1971, abundantemente
reeditada), que constituye una brillante y discretamente
provocadora réplica del autor frente a la primera versión de
la obra de Kaser que venimos reseñando ("Zur
Glaubwürdigkeit der römischen Rechtsquellen", de 1967). En
dicho trabajo, el gran romanista italiano trata de desmontar
uno por uno todos los argumentos utilizados por los
adversarios de la crítica interpolacionista (el "clasicismo" de
Justiniano, el `ius controversum' clásico, el neoclasicismo de
la jurisprudencia postclásica oriental, el "vulgarismo" de la
occidental, la "investigación del texto" versus la
"investigación de contenidos", el carácter "formal" de la
mayor parte de las interpolaciones postclásicas o
justinianeas, etc.). El resultado es una hábil apología del uso
moderado, pero inexcusable, de la crítica textual como
método de investigación sobre las fuentes jurídicas
romanas, si esta pretende seguir considerándose histórica,
dentro de un marco de amplia libertad para el investigador.
Al texto principal se le añade un pequeño escrito del autor
("Los caminos al derecho romano clásico", de 1983, pp. 65-
80) de contestación a las respuestas dadas por Kaser a sus
objeciones anteriores (vid. Zur Methodologie der römischen
Rechtsquellenforschung [Wien, 1972], pp. 102-109, cuya
traducción también hubiera sido muy útil para contextualizar
la cuestión), en el cual mantiene sus tesis, junto con una
crítica a la concepción interdisciplinar de los departamentos
universitarios como instrumento adecuado para la
investigación histórico-jurídica.

Resumidamente, estas son las dos posiciones polarizadas,


aunque tal vez una lectura detenida de ambas obras podría
llevarnos a conclusiones semejantes a las expresadas por el
prof. Paricio (prólogo a Guarino, p. 11): "Los puntos en
común entre Kaser y él [Guarino] son más y más profundos
que las divergencias". En efecto, a pesar de las diferencias
de encuadre y de planteamiento, ambos autores lo que
plantean en realidad es una reconsideración del uso de la
crítica textual como un instrumento metodológico más para
el estudio histórico-crítico de las fuentes jurídicas romanas,
imprescindible pero no excluyente. La confrontación de
ambos trabajos debe servir para reafirmar esta idea básica,
no para desatar polémicas infructuosas. En este sentido, la
traducción casi simultánea de ambos opúsculos constituye
una acertada y meritoria iniciativa de la editorial Comares,
aun cuando consideremos que hubiera podido mejorarse la
edición mediante la publicación de un solo volumen, con los
añadidos señalados. Las traducciones, por lo demás, son
pulidas y de gran corrección formal, si bien en la de Kaser
se deslizan algunos germanismos de escasa entidad.

[Recensiones: P. Lazo, reseña del libro de Kaser, en REHJ 21


(1999) pp. 493-494] (F.J.A.)

Wolfgang Kunkel, Historia del derecho romano, traducción


de Juan Miquel, 9ª ed., 4ª reimpr., Barcelona, Ariel, 1998,
248 páginas; 5ª reimpr., Barcelona, Ariel, 1999, 252
páginas; 10ª ed., Barcelona, Ariel, 1998, 256 páginas.

La traducción de la Historia del Derecho romano de Kunkel,


realizada por el profesor Juan Miquel, es demasiado
conocida como para necesitar presentación. Se trata de una
obra introductoria que expone con sencillez no exenta de
profundidad las líneas básicas del desarrollo del Estado
romano y de su Derecho, y que añade un jugoso apéndice
de fuentes y bibliografía, fundamentalmente alemana, de
indudable utilidad para el estudiante que quiera avanzar en
el conocimiento más minucioso de algún punto en particular.

La exposición aparece dividida en tres secciones que se


corresponden, cada una de ellas, con la época arcaica (hasta
mediados del siglo III a.C.), el Derecho del poderío romano
y el Imperio universal (hasta la mitad del siglo III d.C.) y el
Derecho romano de la época tardía, incluyendo un último
parágrafo sobre la supervivencia del Derecho romano. El
interés principal del autor, como declara en el prólogo a la
edición española, es mostrar los factores condicionantes de
la evolución del Derecho privado romano. En consecuencia,
los contenidos de la historia constitucional romana son
expuestos con cierta contención y el proceso civil aparece
sólo en la medida en que su conocimiento es necesario para
comprender la creación de derecho por el pretor; por su
lado, el parágrafo especial sobre derecho penal de la
segunda sección se ocupa más del procedimiento que del
derecho material. Todo ello deja amplio espacio para una
descripción ágil de las fuentes y los factores de evolución del
derecho de cada etapa (simplificando, la legislación arcaica,
la jurisdicción de los magistrados, la doctrina
jurisprudencial, el derecho imperial y las codificaciones), en
la que en todo momento se busca destacar las conexiones
internas que se dan entre ellos y se mantiene siempre a la
vista el cuadro definido por la breve caracterización de los
presupuestos políticos, económicos y sociales de cada
momento histórico.

Para una obra introductoria de dimensiones tan reducidas


debe destacarse también el desarrollado índice alfabético del
final. (F.C.B.)

Dora de Lapuerta Montoya, Estudio sobre el "edictum de


adtemptata pudicitia", Valencia, Tirant lo Blanch-Universidad
de Vigo, 1999, 197 páginas; prólogo de Pablo Fuenteseca.
Con satisfacción saludamos la publicación de la tesis
doctoral de una joven romanista que, ya desde este primer
trabajo de envergadura, manifiesta una neta aptitud y
vocación investigadora. Claridad de ideas, buena técnica y
lenguaje claro y correcto distinguen esta pequeña obra y
hacen de su lectura un ejercicio agradable y provechoso.

Entre una pequeña introducción (I) y un capítulo final de


conclusiones (VII) que ofrece una síntesis muy adecuada del
desarrollo y principales resultados de la investigación, el
libro aparece dividido en cinco capítulos. El primero de ellos
(II) se refiere a la evolución histórica del delito de injurias
en general, los dos siguientes (III y IV) abordan el estudio
de los elementos objetivo y subjetivo de la adtemptata
pudicitia, a continuación (V) se analizan las características y
la estructura de la actio iniuriarum y por último (VI) las
cuestiones de legitimación activa y pasiva en orden al
ejercicio de esta acción.

Del capítulo general sobre el delito de injurias cabe destacar


el doble proceso de "desmaterialización" y criminalización
experimentado por el ilícito. El primero lleva de la injuria
como atentado físico a la inclusión de una larga serie de
supuestos de ofensa moral (el convicium y la adtemptata
pudicitia, entre otros) bajo el concepto de iniuria; ésta es
concebida desde comienzos del siglo I a.C.
como contumelia, lo que permite extender la actio
iniuriarum, introducida por el edicto de iniuriis
aestimandis en la primera mitad del siglo II a.C., a todos
aquellos ilícitos que habían ido siendo tipificados mediante
edictos especiales. El segundo proceso tiene origen en la
instauración por la lex Cornelia del 81 a.C. de una quaestio
de iniuriis para los supuestos
de pulsatio, verberatio y domum vi introire, casos en los
cuales la víctima habría podido optar por la represión
criminal del delito y la pena pública o por el ejercicio de
la actio iniuriarum. En lo sucesivo, la represión
criminal extra ordinem tiende a generalizarse, aunque el
clasicismo de Justiniano restaura para toda clase
de iniuriae la elección entre las vías civil y criminal (vel
criminaliter agere vel civiliter: I. 4.4.10).

El edicto de adtemptata pudicitia castiga tres conductas


punibles (appellare, adsectari y comitem abducere) que
constituyen otros tantos atentados contra la honorabilidad
de determinadas personas. En efecto, el análisis del
elemento objetivo del ilícito revela, ante todo, que para que
surja el delito no basta el empleo de palabras soeces, el
seguir a una persona o el alejar a su acompañante, sino que
es necesario que estas actuaciones se produzcan adversus
bonos mores (D. 47.10.15.20, 23). Por otro lado, el carácter
"clasista" de este delito, según la apreciación de la A., se
pone de manifiesto en que sólo la materfamilias,
el praetextatus y la praetextata, y no cualquier otra persona
(por ejemplo, un plebeyo o un esclavo; cfr. respecto de este
último D. 47.10.9.4), pueden ser sujetos pasivos del mismo.
El bien jurídico protegido, en fin, no es la moralidad
individual de estos sujetos, sino el pudor objetivamente
considerado dentro de los límites de las buenas costumbres.
Por lo que al aspecto subjetivo respecta, para que haya
delito es indispensable el elemento intencional, si bien
el error in personam excluye la responsabilidad (D.
47.10.3.4, 18.4-5). En los casos de appellare y adsectari, un
requisito específico es la contravención de los boni mores en
sentido objetivo (huius civitatis: D. 47.10.15.6), mientras
este mismo requisito está necesariamene implícito en
el comitem abducere. Por último, el presupuesto objetivo de
la adtemptata pudicitia viene a faltar cuando el acto
deshonroso se dirige a una mujer honesta pero vestida de
esclava o de meretriz; en tal caso, siendo inaplicable aquel
edicto, se recurre subsidiariamente a
la actio iniuriarum general (D. 47.10.15.15).

Como características especiales de la actio iniuriarum se


señalan su condición de actio vindictam spirans, las reglas
de concurrencia con otras acciones, la noxalidad (con una
particularidad en el supuesto de iniuria cometida por el
esclavo, la posibilidad de satisfacer a la víctima haciéndolo
azotar: D. 47.10.17.4-6) y el carácter infamante. Como
acción penal y pretoria, no obstante su origen remoto en las
XII Tablas, la actio iniuriarum es anual; su estructura consta
de la demonstratio que es propia de todas las acciones in
factum, seguida de una condemnatio in aequum
concepta (no in bonum et aequum concepta) que facultaba
al juez para valorar la entidad de la contumelia producida
dentro de límites fijados de modo distinto según la gravedad
de la ofensa.

El estudio de la legitimación activa distingue aquellos


supuestos de injuria indirecta que surgen cuando la ofensa
es inferida a un sujeto alieni iuris -ya sea
un filiusfamilias, ya una filiafamilias casada sine manu o la
propia mujer in manu- de aquellos otros en los que el sujeto
pasivo es un sui iuris. Se añade también un breve resumen
de las reglas de legitimación pasiva.

Bibliografía. Índice de fuentes con un corrimiento negativo


de unas dieciocho páginas respecto de aquéllas donde se
citan realmente los textos; también hay error en algunas de
las remisiones internas que se hacen en el cuerpo de la
obra. (F.C.B.)
Carmen López-Rendo Rodríguez, Las causas particulares
de extinción del mandato: de Roma al derecho moderno,
Oviedo, Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1999,
476 páginas; prólogo de Justo García Sánchez.

Sobre la base de otras aportaciones anteriores de su autora,


este voluminoso estudio, de compleja estructura, está
dedicado, como bien indica su título, a la reconsideración de
los diversos modos de extinción del mandato, tanto en el
Derecho romano como en el Derecho civil español moderno,
pasando por el fenómeno de la recepción de las soluciones
romanas en la tradición jurídica española y la reflexión al
respecto de diversas escuelas y autores del ius
commune europeo tardío. Tras el prólogo del profesor
García Sánchez y una nota preliminar y una introducción de
la autora, el contenido de la obra aparece estructurado en
tres partes diferenciadas: la primera (pp. 23-117), dedicada
a esta problemática en el Derecho romano y bizantino: en
concreto, tras una somera descripción de los caracteres de
este contrato en Roma, se analizan textos referidos a los
supuestos de revocación, renuncia y muerte como causas de
extinción del mandato (Gai. 3.159; Paul. D. 19.1.15; Gai. D.
17.1.27.2; Paul. D. 17.1.22.11; Hermog./Paul. D. 17.1.23-
25; P.S. 2.15.1; I. 3.26.11, etc., y sus correspondencias en
Theoph. Par. y en Bas.); la segunda parte (pp.119-168),
referida a la proyección de esta figura en el Derecho hispano
de la Recepción y en determinados ámbitos de la doctrina
jurídica europea; y, por último, la tercera (pp. 169-227),
que estudia el mismo fenómeno en el Derecho civil español
vigente, con referencias a su tratamiento en el Derecho de
la codificación y en el Derecho comparado europeo y
americano. Se añaden unas sobrias conclusiones (pp. 249-
258), un elenco bibliográfico, un índice de fuentes y, como
novedad significativa, un anexo jurisprudencial práctico, que
ocupa la tercera parte del volumen, con 37 sentencias del
Tribunal Supremo y 6 Resoluciones de la Dirección General
de los Registros y del Notariado española referidas a los
problemas tratados en el texto, debidamente resaltados por
la autora, así como un cuadro final de los textos romanos
estudiados y que guardan relación con la problemática
considerada, donde se indican plásticamente los supuestos
regulados y los textos correspondientes con sus autores, así
como los requisitos y efectos asignados a los mismos, lo que
proporciona al lector una impresión inmediata de los
extremos de la regulación del problema en el Derecho
justinianeo.

Desde un punto de vista formal, aparte de algunas


inexactitudes relevantes (v.gr. en pp. 130, 221, 235 ó 245)
y un excesivo número de erratas tipográficas (v.gr. el giro
técnico `reintegra' aparece reiteradamente escrito como
`res integra'), a nuestro modo de ver resulta inadecuada la
colocación del índice de fuentes y la bibliografía (cuyo
criterio de elaboración, por cierto, resulta desconcertante,
ya que en ella aparecen obras no citadas en el texto,
mientras que no lo hacen algunas citadas, además de
observarse llamativas ausencias en la parte romanística) por
delante del anexo jurisprudencial y el esquema de textos, ya
que ello dificulta notablemente la labor de consulta del lector
de las obras citadas.

En cuanto al fondo del asunto, según las propias intenciones


declaradas de la autora, el objetivo ha sido realizar un
estudio histórico-dogmático del problema de la extinción del
mandato, circunscrito a los casos de la revocación, la
renuncia y la muerte de las partes. Este objetivo no ha sido
plenamente logrado, a nuestro juicio, y ello es debido a que
la obra presenta a nuestro parecer una serie de debilidades
estructurales que empañan su consideración. En la primera
parte, dedicada al estudio del problema en el Derecho
romano histórico, sorprende a primera vista la profusión de
notas de la glosa y de ciertos humanistas (en especial,
Cuyacio), sin explicación ni valoración al respecto, mientras
que la romanística moderna se sitúa de hecho en segundo
plano desde el punto de vista interpretativo, lo que
contrasta con el hecho de asumir en ocasiones la
interpolación de los textos (v.gr. Pap. D. 17.1.53; Gai.
3,160 o Iul. D. 46.3.32) sin justificación alguna. En este
sentido, podría decirse que esta parte del estudio se orienta
más a la exposición de las posiciones de determinados
autores del ius commune que a la indagación sobre el
contenido propio de esos pasajes. La dimensión histórica de
los mismos, por otra parte, queda en gran medida velada,
tal vez lastrada en exceso por el esquema pandectista
seguido por la autora. Por otro lado, tampoco se entiende el
sentido de un tratamiento separado de las fuentes
bizantinas en este tipo de trabajo: éstas, o bien sirven para
interpretar los textos del Corpus iuris, en cuyo caso parece
razonable su tratamiento conjunto, o bien pueden ser objeto
de un estudio específico como fuentes de un Derecho de
época diferente de la justinianea, supuesto que en nada
contribuye, en nuestra opinión, a la descripción de la
evolución histórica de un instituto del Derecho español
desde sus orígenes romanos. Por ello, a nuestro juicio, el
planteamiento aquí representado tiende más a oscurecer
que a aclarar la consecución del objetivo propuesto.

La segunda parte, referida al Derecho intermedio, presenta


a nuestro parecer el grave inconveniente de un tratamiento
excesivamente parcializado: las aportaciones de la glosa y
de parte de los humanistas quedan confinadas en las notas
del primer capítulo (rompiendo así el estudio lineal de la
evolución histórica) y las aportaciones de la escuela de los
comentaristas ni siquiera se mencionan, al igual que las
del mos Italicus tardío. Por otra parte, no deja de resultar
chocante la consideración de Heinecio como "humanista" o
la inclusión de autores como Voet, Glück, Ferrini o Maynz en
una miscelánea de "Derecho de pandectas" junto a
Windscheid, Arndts o Dernburg.

Por fin, en la tercera parte (sin duda la más sólida y


elaborada del conjunto), dedicada al Derecho español de la
codificación, la perspectiva histórica queda un tanto
oscurecida, ya que el tratamiento que se da a la cuestión es
puramente dogmático, dirigido a esclarecer el Derecho
vigente, donde las diversas soluciones esbozadas en la
tradición (incluidas las romanas) aparecen como
"antecedentes históricos" de la regulación actual, al mismo
nivel que las soluciones del Derecho comparado, a lo cual
contribuye el excelente anexo jurisprudencial introducido al
final del volumen.

Todo esto explica nuestra conclusión de que este trabajo


constituye en sí un estudio de carácter dogmático sobre las
causas de extinción del mandato en el Código civil español,
con aportación detallada de sus antecedentes históricos
normativos y doctrinales, más que un trabajo propiamente
histórico-jurídico. Ello viene corroborado por las propias
conclusiones de la autora, donde la normativa vigente se
coloca en primer plano, con las soluciones romanas como
elemento de comparación. En este sentido, el libro puede
ser un buen complemento a los estudios civilistas sobre esta
figura contractual, aun cuando, en tanto que monografía
romanística o historiográfica, resulte, a nuestro juicio, una
obra fallida. (F.J.A.)

Enrique Lozano Corbí, Historia e Instituciones de Derecho


romano, Zaragoza, Mira Editores, 1999, 614 páginas.

Rasgo llamativo de este nuevo manual es una estructura


enormemente compleja. Dividido en dieciséis partes, más un
prólogo y una serie de ilustraciones final, el manual
propiamente dicho, o sea, la exposición sistemática de la
historia, fuentes e instituciones de Derecho romano, ocupa
sólo las partes cuarta a decimotercera (págs. 93-536). Lo
demás es un variado conjunto compuesto, en el orden de
sucesión de las diferentes partes, por un programa de
Historia e Instituciones de Derecho romano en 65 lecciones
que, extrañamente, no se corresponde con la organización
de la materia en el manual; una disertación sobre la función
educativa del Derecho romano y los métodos para
explicarlo; una parte de apoyo didáctico para el alumno
consistente en una serie de resúmenes, esquemas de las
lecciones y preguntas del programa de aspecto, extensión y
contenido muy heterogéneos (por ej., una clasificación de
las fuentes, las XII Tablas en texto bilingüe, una relación de
las diferencias doctrinales entre sabinianos y proculeyanos,
algunos casos prácticos sobre negocio jurídico, etc., etc.,
etc.); unos ejemplos de preguntas de test repartidas en tres
grupos que se corresponden, de nuevo, más con la
estructura del programa que con la organización del
manual; un índice de los libros y títulos del Digesto y una
cronología de la historia del Derecho romano.

Las diez partes que integran el auténtico manual llevan los


títulos siguientes: la organización política romana, las
fuentes del Derecho romano, el sujeto de derecho, la familia
romana, el hecho jurídico y sus raíces romanas (el negocio
jurídico), el proceso civil romano, los derechos reales,
derecho de obligaciones, las sucesiones y las donaciones. No
hay en el índice ninguna subdivisión o ramificación ulterior
dentro de cada parte. En el prólogo se menciona el carácter
complementario de las dos partes del libro, la didáctica y la
exposición del contenido; sin embargo, esta relación de
complementariedad no es manifiesta a primera vista por la
mencionada falta de correspondencia entre los criterios que
rigen la organización de una y otra parte. Por otro lado, la
exposición de algunas importantes materias se encuentra
duplicada, figurando en la parte tercera (resúmenes,
esquemas y preguntas) y en las partes correspondientes del
manual; esto sucede, por ejemplo, con la Compilación de
Justiniano o la propiedad y sus limitaciones;
paradójicamente, en algún caso la exposición es más
extensa y detallada en aquella parte o sección de apoyo
didáctico que en el lugar adecuado del manual: la quasi
possessio o el matrimonio y las relaciones entre los
cónyuges. (F.C.B.)

Antonio Mateo Sanz, "Manceps, redemptor, publicanus".


Contribución al estudio de los contratistas públicos en Roma,
Santander, Servicio de Publicaciones de la Universidad de
Cantabria, 1999, 206 páginas; prólogo de Álvaro d'Ors.

"El presente trabajo analiza el significado jurídico y el


ámbito en que se utilizan tres términos comúnmente usados
en las fuentes romanas para referirse a las personas
interesadas en la contratación pública (...)

"En el estudio de [las] fuentes, fuimos advirtiendo que su


mismo carácter fragmentario y disperso ha llevado a
algunos autores modernos a buscar menciones de los
publicanos allá donde las fuentes romanas recogen otros
términos relacionados con el ámbito, más amplio, de la
contratación pública en Roma; tal era el caso de "manceps"
y "redemptor", dos términos que han sido considerados por
algunos como sinónimos de "publicanus". Esta tendencia...
parece haber desorbitado el concepto de publicanus,
extendiéndolo indebidamente. Nuestro estudio se centró,
por ello, en el análisis de las fuentes que recogen estos tres
términos, para intentar precisar si los tres responden a un
mismo concepto jurídico o si cada uno presenta
peculiaridades -por su origen histórico, su significado
jurídico o su ámbito de aplicación dentro del campo de la
contratación pública- que permitan distinguirlo de los otros.
Este estudio era necesario en tanto que sólo precisada la
significación jurídica del término "publicano" podía quedar
claro el alcance de las acciones de publicanis creadas por el
pretor. Y así, el intento de deslindar este concepto del
de redemptor y manceps, comunes también en las fuentes
referidas a la contratación pública, nos llevó a tener que
conocer ésta por extenso, y estructuró nuestra investigación
en torno al estudio de estos tres conceptos. Conceptos que,
en nuestra opinión, aparecen sucesivamente, al compás del
desarrollo histórico de la contratación pública, y que con ese
mismo desarrollo van tomando su significado jurídico (...)

"En las páginas que siguen, trataremos, por tanto,


del manceps, relacionado con la más primitiva forma de
contratación pública, la subasta del botín de guerra, que
dará lugar al concepto de adjudicatario. A continuación,
estudiaremos al redemptor, relacionado con la contrata
pública de contenido más variado y extenso, la locatio, y
caracterizado por su actividad como intermediario. Por
último, distinguiremos a éste del publicano, que adquiere
relieve propio como arrendatario de impuestos del pueblo
romano, pues, como trataremos de probar, sólo puede
hablarse propiamente de publicanos en el ámbito de la
recaudación de impuestos." (De la "Introducción" del autor)

Amparo Montañana Casaní, La rescisión por lesión


(Origen, evolución histórica y recepción en Derecho
moderno), Valencia, Tirant lo Blanch, 1999, 159 páginas;
prólogo de César Rascón.

Aparentemente nos encontramos ante un estudio histórico-


jurídico de la figura de la rescisión por lesión desde sus
orígenes en la legislación romana hasta el Código civil y los
derechos civiles especiales de Cataluña y Navarra. En
realidad, sin embargo, el trabajo adolece de una simplicidad
exagerada y no aporta apenas nada nuevo o interesante.

El cap. I, sobre el origen, datación y contenido de la laesio


enormis, se reduce en sus dos primeros aspectos al
inventario y somera glosa de algunos textos
jurisprudenciales y de aquellas constituciones imperiales
-indebidamente calificadas de rescriptos algunas de ellas-
que de Diocleciano en adelante guardan relación con el tema
estudiado; se añade una sucinta exposición de posturas
doctrinales y una conclusión sobre el alcance limitado a un
caso especial de la primera referencia legal (C. 4.44.2, a.
285) a la posibilidad de deshacer la venta por la lesión
sufrida en el precio. Un examen breve del contenido
originario de la rescisión por laesio enormis (objeto, negocio
al que se aplica, sujeto beneficiario y cauce procesal)
completa este capítulo.

En el rótulo del cap. II impresiona no poco ver ampliada la


Edad Media hasta englobar el período de las codificaciones.
Aparte de esto, todo el capítulo está construido con material
de segunda mano y no es más que una mala síntesis de
algunos trabajos anteriores (de Leicht, Meynial y Margadant
entre otros), hecha de forma tan desafortunada que no sólo
la cita de fuentes y literatura jurídica es casi siempre
indirecta, sino que, por ejemplo, la dependencia respecto de
Meynial llega al extremo de citar a Bártolo afrancesando su
nombre ("Bartole"), de traducir mal, alterando su sentido, lo
que dice el autor francés (comp. pág. 69-70 de la A. con
pág. 213 de Meynial), y de atribuir a Azón una cita que
Meynial toma sin posibilidad de equivocación de la Glosa
ordinaria (comp. pág. 71 de la A. con pág. 220 nt. 2 de
Meynial). En el colmo de los despropósitos Pothier es
presentado como partícipe en las discusiones preparatorias
del Código civil francés (pág. 83).

La misma falta de originalidad caracteriza los dos últimos


capítulos, referidos a la laesio enormis en la tradición
hispana y en los derechos catalán y navarro. Por lo que
respecta a la época anterior al Código civil, se pasa del
Ordenamiento de Alcalá a la Novísma Recopilación,
omitiendo toda mención de la Recopilación de 1567 que, sin
embargo, en su libro V, título 11, tiene varias leyes de
interés directo para el tema.

Sin menoscabo de la cortesía académica, es obligado


preguntarse si la responsabilidad de la A. por tan
desatentado trabajo, en el que se deslizan incluso unas
cuantas faltas de ortografía (vid. pág. 48, 59, 118, 120,
139), no se extiende también al prologuista que lo avala con
el prestigio de su firma y que propuso a la A. el tema y guió
los comienzos del estudio. Si esta falta de rigor se toma por
norma de conducta, el futuro de la romanística española se
encuentra sin remedio en el alero. (F.C.B.)

Nelson Nicoliello, Diccionario del latín jurídico, Barcelona,


J.M. Bosch Editor-Editorial B. de F., 1999, 314 páginas.

Aunque este libro no es de por sí un texto romanístico, sin


embargo, la evidente conexión entre los términos en él
recogidos con el derecho romano histórico y la tradición
romanística, así como algunos elementos añadidos en este
sentido, aconsejan su breve tratamiento en esta sede. En
efecto, al tratarse básicamente de un léxico, el público al
que se dirige no está integrado únicamente por los
romanistas, sino, más aún, por el conjunto de los
interesados en la ciencia jurídica. La oportunidad de su
publicación, por otra parte, está asegurada, ya que el
creciente desconocimiento de la lengua latina entre el
público culto hispano va haciendo cada vez más necesaria la
presencia de obras incluso elementales como la que
comentamos.

Fundamentalmente, la obra recoge un amplio vocabulario y


un repertorio de 324 expresiones latinas propias del ámbito
jurídico, tomadas a partir de las fuentes romanas o
acuñadas por la tradición romanística. Pero la mayor utilidad
del libro no es el repertorio en sí, puesto que existen ya
otros en el mercado editorial hispano y de mayor calidad,
sino el hecho de que expresiones y vocablos y recogidos no
vienen sólo traducidos literalmente, sino a menudo también
explicados y, lo que es más importante, en muchos casos
con las correspondientes conexiones con disposiciones
legales vigentes en Argentina, Uruguay, Brasil, Portugal y
España que supuestamente recogen primitivamente el
contenido de dichas reglas, aforismos y brocardos
tradicionales, lo que el autor, jurista de amplia experiencia
en Uruguay, realiza con solvencia. En este sentido, la obra
aporta una información interesante, que no por conocida en
muchos casos deja de ser de utilidad por su fácil y cómoda
posibilidad de consulta. Esto obedece, sin duda, al ánimo
pedagógico y divulgador que atraviesa toda la obra, como el
propio recopilador reconoce en su prólogo (p. XIV), lo que
excluye por sí mismo todo afán exhaustivo. El libro se
compone, pues, de un prólogo (pp. XIII-XXI), exponiendo
las intenciones y métodos del libro, así como una serie de
reglas de pronunciación del latín; un amplio apéndice (pp.
287-306), que trata de modo elemental sobre conceptos
generales del derecho, la justicia y la abogacía en Roma; un
breve índice temático y una bibliografía sucinta.

Podríamos entrar a discutir muchas de las traducciones y


contenidos de la obra, por lo general inobjetables, pero ello
resultaría demasiado prolijo. En todo caso, nos parece
criticable el excesivo afán de intercalar los modos de
pronunciación de muchos de los términos recogidos que,
amén de reiterativos, entorpecen innecesariamente la
consulta; por otra parte, hubiera sido deseable un mayor
rigor y coherencia en la elaboración de las reglas de
pronunciación (pp. XIV-XVIII), que, aunque parecen
necesarias a causa de la ignorancia generalizada del latín en
la actualidad, sin embargo no siempre son correctas y, a
veces, confunden más que informan. En cuanto al apéndice,
parece un elemento un tanto inapropiado para esta
publicación, que no es romanística como tal, además de
ocasionalmente superfluo, al contener informaciones muy
conocidas, irrelevantes y, por momentos, incorrectas. La
existencia de erratas salteadas ensombrece por lo demás el
texto en su conjunto.

Con todo, es loable la intención divulgadora que anima la


edición, además de gran calidad de factura, lo que la hace
en todo caso recomendable como obra de consulta, si bien
con ciertas precauciones. (F.J.A.)

Antonio Ortega Carrillo de Albornoz, Derecho romano,


Málaga, 1998, 316 páginas; 2ª ed., Málaga, 1999, 373
páginas.

Se trata de un libro de carácter marcadamente escolar y con


seguridad adaptado, por la brevedad de su contenido, al
reducido número de horas lectivas que los nuevos planes de
estudio reservan a nuestra asignatura en España. Sin
presentación ninguna de la historia y las fuentes del
Derecho romano, el lector (normalmente el estudiante de
primer curso) es introducido de inmediato en las nociones
fundamentales sobre Derecho y Derecho romano (I). Se
expone después la materia correspondiente a las divisiones
tradicionales del sistema pandectístico, aunque con la
exclusión notable del derecho de sucesiones: persona y
familia incluyendo el matrimonio (II), proceso (III), posesión
y derechos reales (IV) y obligaciones y contratos con
inclusión de las donaciones (V). La segunda edición ya
incluye una sección sobre el derecho de sucesiones (VI).

La exposición es clara y elemental. Como singular


característica de la obra cabe señalar la metódica referencia
a los preceptos del Código civil español que, más en unos
casos y menos en otros, pueden ser puestos en relación con
la regulación romana de las diferentes instituciones.

[Recensiones: B. Malavé Osuna, de la 2ª ed., en REHJ 21


(1999) pp. 506-509] (F.C.B.)

Antonio Ortega Carrillo de Albornoz, Práctica jurídica


según el Derecho romano y el Código civil, Málaga, 1999,
252 páginas.

El breve prólogo del autor constituye toda una declaración


de intenciones. Destacamos algunos párrafos: "Las
cuestiones jurídicas planteadas en nuestro Curso, intentan
convencer a los futuros juristas, cómo en el Derecho
Romano se encuentran principios y soluciones
correspondientes a criterios de justicia para diversos
sectores de la vida social actual"; "Aún más, siempre que
ello sea posible, tanto en las lecciones teóricas como en la
resolución de las cuestiones prácticas, se debería llamar la
atención sobre el paralelismo e identidad de muchos de los
institutos romanos con aquéllos que se contemplan en
nuestro Derecho Positivo"; "En ningún caso, pues, sería
desaconsejable, sino más bien oportuno, casi obligado, un
detallado reclamo a la permanencia de las instituciones
jurídicas romanas en los ordenamientos vigentes:
acentuaremos, así, aquella historicidad del Derecho que es
esencial para su plena comprensión". Alguna duda le cabe al
autor de esta reseña sobre si ésta es la mejor forma de
acentuar la historicidad esencial del derecho o lo todo
contrario, pero la ocasión no es adecuada para entrar en
tamaña discusión. Lo cierto es que el libro obedece a esta
visión de la enseñanza del Derecho romano y, en pos de los
objetivos mencionados, va proponiendo una serie de 45
casos ordenados por materias (cosas, personas, derechos
reales, obligaciones y sucesiones) en cada uno de los cuales,
salvo en los tres primeros relativos a las cosas y sus
clasificaciones, se formulan al estudiante algunas cuestiones
y entre ellas la que inquiere por la solución de los problemas
planteados en el Código civil y otras normas del vigente
derecho positivo. En el capítulo final, como obligado
complemento para la solución de los casos así propuestos,
se ofrece la referencia de los preceptos del Código que
deben tenerse en cuenta para resolver cada uno de ellos. El
penúltimo capítulo contiene una selección de textos jurídicos
romanos de derechos reales, obligaciones y sucesiones, pero
en este caso no se hace explícita su relación con cada uno
de los supuestos prácticos que el alumno debe resolver.
Además de lo dicho, antes del enunciado de los casos se
expone con cierto detalle la vida y obra de los principales
juristas; por otro lado, los casos de derechos patrimoniales
cuentan con una introducción de carácter general sobre el
concepto de res y las clasificaciones de las cosas y con otra
más específica sobre la diferencia entre derechos reales y de
obligación. (F.C.B.)

Mª Eugenia Ortuño Pérez, La institución de heredero en


el derecho sucesorio de Cataluña y sus antecedentes
romanos, Madrid, Edisofer S.L., 1999, 236 páginas; prólogo
de A. Torrent.

El estudio de la heredis institutio en Roma, que fue la tesis


doctoral de la autora, sirve de antecedente al de la misma
figura en el derecho de sucesiones de Cataluña. Según se
expresa en la introducción, los métodos seguidos son el
"histórico-dogmático" para la parte romanística y el
"comentario dogmático, según los períodos, de las fuentes,
normas jurídicas y doctrina de los juristas" para la parte
relativa al Derecho catalán.

En medio de numerosas erratas e imprecisiones, tanto


lingüísticas como conceptuales, la primera parte contiene
una exposición bastante plana de la evolución de la heredis
institutio desde sus orígenes, situados por la autora a
mediados de la época republicana, hasta la época de
Justiniano. En conexión con el nuevo carácter patrimonial
del ius successionis, el sentido técnico del testamento se
alcanzó sólo con el testamentum per aes et libram; en él se
incluye por vez primera la institución de heredero como
requisito de validez esencial; esa institución quedaba
circunscrita al principio al nombramiento de un suus y sólo
después, con la decadencia del culto doméstico y la
entronización del concepto de propiedad en la sucesión, se
abrió a la posibilidad de nombrar herederos extraños a la
familia y de instituir una pluralidad de herederos. A partir de
este momento inicial, la heredis institutio, como contenido
esencial del testamento, irá evolucionando en el conocido
sentido de la atenuación de su primitivo formalismo interno
y externo; a la larga, ello conducirá a la debilitación del
concepto de la heredis institutio como caput et
fundamentum totius testamenti y, como consecuencia, a la
relajación de la necesidad de emplear fórmulas de carácter
imperativo en la institución de heredero y a la superación
del principio de subordinación a la misma de cualquier otra
disposición incluida en el testamento. Iniciados estos
desarrollos ya en época clásica, será en la postclásico-
justinianea cuando los principios del favor voluntatis y favor
testamenti lleguen a desplegar todos sus efectos; con una
ley de Constantino del 339 (C. 6.23.15), la voluntad del
causante se convierte definitivamente en el nervio del
testamento a cuyo servicio se colocan enteramente los
atenuados requisitos de forma que sobreviven; algunos de
los principales (encabezamiento, subordinación, etc.)
dejarán incluso de exigirse. En el derecho justinianeo, en
fin, ya no es la heredis institutio, sino la voluntas, el
elemento esencial del testamento; si aquélla figura aún en
el Codex como caput et fundamentum del negocio
testamentario, ello debe entenderse como una simple
reminiscencia histórica.

La parte dedicada al Derecho catalán realiza un seguimiento


de la heredis institutio desde los antecedentes visigóticos y
altomedievales hasta el vigente Codi de Successions de
Catalunya. El verdadero origen de la incorporación al
Derecho catalán de la exigencia de la institución de heredero
y sus principios jurídicos concomitantes se encuentra en el
fenómeno de la recepción del Derecho romano.; así lo
prueban fuentes como Lo Codi (VI,32), los formularios
notariales y la Summa artis notariae de Rolandino, entre
otras, y a ello conduce la reinterpretación y aplicación
del Corpus Iuris en la Cataluña medieval. En el período de
las Recopilaciones (siglos XV a XVIII) se mantiene la
mencionada exigencia con el respaldo de la práctica notarial
y la doctrina de los juristas; a la vez, hace su aparición la
figura del heretament, paralela de la institución de heredero
y encaminada como ella al nombramiento de un sucesor
universal. Como se refleja en la jurisprudencia de la época,
las vicisitudes de la codificación en España no afectaron a la
supervivencia de aquel requisito en el Derecho catalán;
igualmente se mantuvo en la Compilación del Derecho Civil
Especial de Cataluña junto con la delación contractual a
través del heretament y con otras posibilidades de
designación aparente de heredero, el albacea universal y el
heredero de confianza. Por último, el vigente Codi de
Successions de 1991 consagra la necesidad de la institución
de heredero para que exista testamento y atrae desde el
ámbito del derecho de familia la regulación del heretament.

Completan el libro el índice de fuentes y la relación


bibliográfica (incompleta) de cada una de las dos partes.
La Paráfrasis de Teófilo se ha incluido en las fuentes
literarias de la primera. (F.C.B.)

Ricardo Panero Gutiérrez, La experiencia jurídica de


Roma. Su proyección en el umbral del siglo XXI, Valencia,
Tirant lo Blanch, 1998, 55 páginas.

Recoge este opúsculo el texto de la lección magistral


impartida por el profesor Panero en la inauguración del
curso 1998-1999 en la Facultad de Derecho de la
Universidad de Barcelona. El tono serio de discurso
académico que la ocasión reclamaba se ve aligerado por
algunos toques de leve ironía o de humorismo y por
determinadas referencias "de actualidad" que
probablemente sirvieron para mantener constante la
atención del auditorio.

En trazos sumarísimos (la ocasión no daba para más) se


ofrece en apertura una rapidísima visión de la experiencia
jurídica romana -con especial énfasis sobre el papel
desempeñado en ella por la figura del jurista- y de su
relación con la tradición jurídica europea. A continuación, el
autor reflexiona brevemente sobre el tema de "el jurista
romano y la educación jurídica" y se declara seguidor de la
concepción del jurista de Ángel Latorre como algo más que
un simple técnico resolvedor de problemas prácticos. Los
dos epígrafes finales sintetizan aquello que la experiencia
jurídica de Roma está todavía en condiciones de ofrecer en
los umbrales del siglo XXI (el ejemplo de la economía de la
norma, la terminología jurídica y los conceptos básicos del
derecho privado; el apoyo necesario para ejercer la crítica y
proponer la reforma del derecho vigente; etc.) y
ejemplifican acerca de "lo difícil que es encontrar situaciones
`nuevas' carentes de precedentes en el pasado".

Alguna vaga alusión sobre el asiento del derecho anglosajón


en el método del jurista romano (pág. 42) o a los conceptos
de sistema abierto y sistema cerrado (pág. 44-45) se
explican por la necesaria concisión impuesta al autor por las
reglas del género declamatorio utilizado. (F.C.B.)

Javier Paricio, Los juristas y el poder político en la antigua


Roma, Granada, Comares, 1999, 101 páginas; 2ª ed.,
Granada, Comares, 1999, 109 páginas.

El contenido de este pequeño volumen de formato pocket lo


constituye el texto de una conferencia pronunciada por el
autor en febrero de 1996, aderezado por una serie de notas
bibliográficas y de fuentes (sólo los apoyos considerados
estrictamente imprescindibles) y un apéndice en que se
recogen breves semblanzas de los juristas romanos
mencionados en el texto. A pesar de estos ligeros añadidos,
el texto conserva su formulación originaria, con la frescura
propia de una composición pensada para su exposición oral
ante un auditorio no necesariamente versado en los detalles
de la historia de Roma y su derecho. De ahí que la obra
presente un neto carácter divulgador, orientado a dar a
conocer a un público amplio, desde una perspectiva
moderna y rigurosa, las líneas generales de evolución de esa
manifestación intelectual y de alta cultura que fue la
jurisprudencia romana, en particular en su relación,
históricamente basculante, con el poder político del Estado
romano.

Bajo la premisa de un texto emblemático de Cannata


(Historia de la ciencia jurídica europea [1996], p. 21), que
está en la base de todo este trabajo y que pone de relieve
las tensas, pero inevitables relaciones entre jurisprudencia y
poder estatal, el texto revisa los principales hitos de la
historia de la ciencia jurídica romana, desde sus oscuros
orígenes religiosos en el ámbito del colegio de los pontífices
hasta su burocratización y decadencia durante el Bajo
Imperio. Como no podía ser de otro modo, el libro se centra
especialmente en los esfuerzos de los juristas republicanos
por construir un modelo de jurisprudencia a la vez libre y
científica y, sobre todo, en la fuerte tensión generada entre
juristas y poder político con el advenimiento del Principado:
a este respecto, destaca por demás el tratamiento brindado
al peliagudo problema del ius publice respondendi ex
acutoritate principis (tema muy apreciado por el autor, al
que ha dedicado otras publicaciones), en que se toma
partido por una interpretación muy apegada a las fuentes
inmediatas, alejada de propuestas modernas más radicales.
Hoy por hoy, sin embargo, no estamos en condiciones de
asegurar que el autor continúe sosteniendo los postulados
aquí expuestos en su totalidad (vid. últimamente
id., ZSS 117 [2000], pp. 432 ss.). Acertadamente, el texto
pone de relieve la trascendencia del cambio de régimen
político en Roma para la evolución posterior de la
jurisprudencia, de modo que la aparición del Principado bien
puede considerarse un momento de corte histórico para la
ciencia jurídica en Roma, así como la sucesión de distintos
"Principados" a lo largo de tres siglos de historia, con su
consiguiente influencia en el ámbito jurisprudencial. La
posterior burocratización de los juristas y su adscripción a
los círculos de la cancillería imperial sólo serán, de algún
modo, el punto final de un proceso iniciado ya por el propio
Augusto, y decisivamente impulsado por Adriano.

El libro se cierra con una pedagógica referencia cronológica


a los juristas mencionados y con índices de materias y de
fuentes.

La segunda edición, aparte de algún retoque formal,


introduce una nueva conclusión del autor sobre la concesión
del ius respondendi a Masurio Sabino (pp. 60 s.), agrega
algunas referencias bibliográficas y mejora el apéndice de
juristas. (F.J.A.)

José María Ribas-Alba, La desheredación injustificada en


Derecho romano. Querella inofficiosi testamenti:
fundamentos y régimen clásico, Granada, Editorial Comares,
1998, 318 páginas.

El presente libro es fruto de la tesis doctoral del autor,


defendida en 1990, pero sin especiales correcciones o
modificaciones, salvo en puntos concretos y en la
actualización bibliográfica, amén de la incorporación de una
larga y enjundiosa introducción de carácter general que
constituye uno de los apartados más sobresalientes del
libro. En ella se discute, desde una perspectiva amplia, el
paradigma individualista dominante en la romanística de los
dos últimos siglos, en particular en lo referido a las
cuestiones de propiedad, familia y herencia. Este rechazo a
los postulados individualistas de matriz decimonónica se
encuentra en la base del tratamiento general del problema
de la querella (grafía que, aunque no incorrecta, no
compartimos) realizado por el autor y que le sirve de
justificación histórico-dogmática de la figura.

Aparte de la introducción, el trabajo presenta una estructura


metodológicamente impecable, con dos partes netamente
diferenciadas: la primera (pp. 25-92), de carácter doctrinal
y de fuentes, donde se examinan las diversas teorías sobre
la figura en la romanística de los siglos XIX y XX y se analiza
el texto del título 5,2 del Digesto (de inofficioso
testamento), con la correspondiente atribución de los textos
a los diferentes juristas y el reparto de los mismos en las
distintas masas compositivas del Digesto, con una
distribución temática.

El segundo bloque, propiamente el objeto del libro, se


estructura en dos grandes capítulos: el primero (pp. 93-
173), referido a los orígenes de la institución, con una
particular atención al tribunal de los centúnviros, en el cual
hubo de formarse la práctica de la q.i.t. como instrumento
procesal independiente para la defensa de las expectativas
hereditarias de determinados círculos de personas; y el
segundo (pp. 175-291), centrado en la reconstrucción
dogmática del régimen clásico de la querella, con sus
caracteres diferenciadores respecto de la sucesión ab
intestato y la bonorum possessio sine tabulis y contra
tabulas.

El A. se inclina por un rechazo del dogma de la absoluta


libertad de testar en época arcaica y en la ley de las Doce
Tablas, convencido del importante papel que hubo de
representar el peso de la familia en el cuadro de la sucesión
hereditaria primitiva. En esa influencia del grupo familiar se
inscribe justamente la aparición de la q.i.t. - que el autor
sitúa ya en el siglo I a.C. - como reacción a la aparición
del testamentum per aes et libram y la extensión de la
libertad testamentaria.

En cuanto al régimen clásico, el A. estudia los distintos


elementos determinantes de la actuación de la figura
(iniuria, color insaniae, officium pietatis), la legitimación
activa y los presupuestos de admisibilidad de la q.i.t. - en
particular, el juego de la portio debita, así como la
determinación de la cuota obtenida a través del ejercicio de
la querella (pars), discutiendo las diversas tesis al respecto
y defendiendo una interpretación propia (basada en una
cuidadosa labor exegética, especialmente de Paul. D.
5,2,19), según la cual la pars del querellante coincide con la
porción del heredero testamentario cuya institución ha sido
rescindida, lo que es coherente con la visión de
la q.i.t. como juicio relativo en que se discute una cuestión
de titularidad entre dos personas concretas; para ello,
sostiene la alteración textual de Ulp. D. 5,2,8,8 y Paul. eod.
17 pr. (cfr. Ulp. eod. 25 pr.) en el siglo IV, época de
acercamiento de la q.i.t. al régimen de la sucesión ab
intestato.

El libro se cierra con unas sintéticas y atinadas conclusiones


y un índice de fuentes. Hubiera sido deseable la inclusión de
una bibliografía general, que hubiera facilitado grandemente
la consulta y cotejo de su rico aparato de notas. (F.J.A.)

Emma Rodríguez Díaz, De la noción de contrato al pactum


displicentiae en Derecho romano, Oviedo, Servicio de
Publicaciones de la Universidad, 1998, 258 páginas; prólogo
de Justo García Sánchez.

Esta correcta monografía reúne bajo un título ciertamente


ambiguo una exposición de la doctrina romanística sobre la
teoría contractual romana (cap. I), una exposición general
de la doctrina romanística sobre los pactos en Derecho
romano (cap. II) y un estudio más personal y creativo sobre
los pactos resolutorios añadidos a la compraventa y
especialmente sobre el pactum displicentiae (cap. III).

El nervio de la meritoria exposición del cap. I es la


importancia del elemento de la voluntad y el acuerdo de
voluntades para la paulatina formación de la idea y
categoría jurisprudencial del contractus. En un apartado
inicial de generalidades se analiza el significado de este
término y su relación con la conventio y el pactum a través
de las diferentes posiciones doctrinales, tomando como
punto de referencia mediato fuentes tan conocidas como D.
2.14.1.1 y 3, D. 2.14.7 pr.-2, D. 50.12.3 pr. y D. 50.16.19.
La tesis de Riccobono sobre la consagración a principios del
siglo II de la conventio como elemento necesario de
todo contractus (D. 2.14.1.3) y su crítica por Perozzi y
Bonfante (sic), así como la presentación de las ulteriores
posturas doctrinales sobre el problema, de Grosso a la
actualidad, forman también parte del contenido del capítulo;
concluido este análisis, la autora se suma a la opinión
dominante según la cual la jurisprudencia clásica ya
reconoció el carácter esencial de la conventio en
el contractus, aun cuando los requisitos objetivos de los
llamados contratos formales conservaran toda su
importancia para el nacimiento de las
respectivas obligationes.

El cap. II se inicia con el estudio de la ley de las XII Tablas,


donde, en el ámbito de los delicta privata y en relación con
el proceso, la discusión doctrinal gira en torno a la eficacia
extintiva o constitutiva de los pactos. En cuanto al edicto
pretorio, tras un amplio status quaestionis doctrinal sobre el
alcance del enunciado pacta conventa servabo (D. 2.14.7.7),
se expone la teoría de Magdelain sobre el significado original
del término pactum como expresión general del
consensualismo ("ex pacto ius") y su posterior limitación a
los nuda pacta que no generan acción al producirse en
época clásica la inclusión de las acciones de buena fe en
el ius civile. Sigue después una exposición cuasi institucional
de aquellos "pactos vestidos" que representan excepciones a
la regla de la sanción puramente negativa, o sea,
las conventiones legitimae, los pacta praetoria y los pacta
adiecta iudiciis bonae fidei. Estos últimos son objeto de
examen particular en un apartado final en el que, partiendo
de las distinciones entre pacta pro reo y pacta pro actore y
entre pacta in continenti y pacta ex intervallo, se analizan
las diferentes posiciones doctrinales acerca del fundamento
(que la A. sitúa más en la bona fides que en la
consensualidad) y el alcance de su tutela jurídica.

En el cap. III, los pactos resolutorios añadidos a la


compraventa son bien estudiados en su estructura y
funcionamiento general y en la casuística de sus
manifestaciones; esto en lo que atañe a las cláusulas de lex
commissoria, in diem addictio (con especial atención a su
posible eficacia revocatoria de la propiedad) y de
retrovendendo. En apartado especial sobre el pactum
displicentiae se distingue este acuerdo, por su naturaleza
resolutoria (cfr. D. 41.4.2.5), del pacto suspensivo si
placuerit, se discute su posible origen edilicio y la
repercusión de este origen en la protección procesal que
recibe (actio in factum ad redhibendum, actio in
factum pretoria y actio empti) y se subraya el carácter
irretroactivo de sus efectos; nuevas consideraciones acerca
del hipotético carácter suspensivo del pacto (tesis de Misera)
y otras sobre la necesidad de dies para la actuación de sus
efectos preceden a una recapitulación que sintetiza los
argumentos tratados.

La obra sería mucho más correcta sin el pequeño desastre


de las páginas que en dos ocasiones (pp. 30-37 y 142-148)
dedica la autora a la exposición de la tradición romanística.
Aparte de no ser demasiado ilustrativas, en ellas se pone de
manifiesto un manejo insuficiente y defectuoso de la Glosa y
de la literatura jurídica posterior (en p. 146 se dice que
Alberico de Rosate es del siglo XVI [!]) y una falta de
claridad en la delimitación de escuelas jurídicas que lleva a
citar a Domat, Pothier, Voet y Glück como representantes
del Derecho de Pandectas.

El índice de fuentes es más bien una lista sin indicación de


páginas; hay también una relación de abreviaturas y una
extensa bibliografía. Se echa de menos un capítulo de
conclusiones. (F.C.B.)

José Domingo Rodríguez Martín, Fragmenta


Augustodunensia, Granada, Editorial Comares, 1998, XXXI
+ 453 páginas.
El presente libro, fruto de la tesis doctoral de su autor,
constituye un estudio en profundidad de una fuente jurídica
romana mal conocida, pero de importantes implicaciones, lo
que ya de por sí supone una importante novedad en la
romanística española reciente, en la que existen pocas
monografías dedicadas al análisis directo de fuentes. Como
el propio autor señala en su prólogo, la obra responde a la
necesidad, apuntada por insignes romanistas, de abordar
una investigación de conjunto sobre el palimpsesto de Autún
(p. XVI), lo que sin duda exigía el propósito de tender
puentes entre el trabajo de filólogos y romanistas, algo que
el autor consigue sobradamente.

A tales fines, el trabajo se articula en tres partes bien


diferenciadas, aunque inevitablemente relacionadas entre sí,
de muy diferente extensión y entidad.

La primera parte (El manuscrito, pp. 1-42) consiste en un


estudio pormenorizado del soporte material de
los Fragmenta Augustodunensia (= F.A.), un palimpsesto
conservado en la Biblioteca Municipal de Autún. Tras relatar
las circunstancias de su descubrimiento y señalar las
distintas ediciones de la obra y los principales estudios
monográficos al respecto, el autor realiza una cuidada
descripción del manuscrito desde el punto de vista
codicológico, en lo que demuestra un competente dominio
de ciencias auxiliares como la codicología y la paleografía.
Su análisis es bastante detallado, con amplio apoyo
bibliográfico, si bien su enjuiciamiento corresponde más a
los filólogos que a los romanistas. Por último, como
curiosidad, se añaden fotografías de dos folios originales del
códice, que permiten apreciar la destacada escritura
semiuncial del pergamino.

La segunda parte (El texto, pp. 43-470), la más larga y


enjundiosa del libro, se articula, a su vez, en tres apartados
fundamentales: el texto latino (pp. 53-77), reflejado en la
reproducción facsimilar de la edición crítica de Krüger
(1923); la traducción de la obra (pp. 79-115), basada en el
texto fijado por Krüger, pero con ocasionales desviaciones
en favor de mejores lecturas de FIRA u otros autores e
indicación de variantes, todo ello apuntado
convenientemente en notas - traducción que supone,
además, una de las principales innovaciones del libro, no
sólo por su dificultad, al tratarse de un texto muy
fragmentario, sino, además, por su originalidad, dado que
hasta el momento sólo existía una traducción a lenguas
modernas (al holandés, de 1984); y, por fin, el comentario
al contenido de la obra (pp. 118-445), elemento nuclear del
trabajo, que se desglosa, por su parte, en dos vertientes, un
comentario técnico-jurídico y un comentario estilístico, con
un apéndice sobre las valoraciones en torno al nivel técnico
de los F.A.

El comentario jurídico se configura como una auténtica "guía


de lectura" de la obra: se va analizando cada uno de los
aspectos jurídicos considerados en el texto, con sus
paralelismos con otras fuentes jurídicas, fundamentalmente
las Instituciones de Gayo, y planteando hipótesis de
reconstrucción en aquellos lugares en que se detectan
lagunas. Así se pasa revista a las diversas cuestiones
jurídicas tratadas en los F.A.: la adquisición de la ciudadanía
romana, la liberación respecto de la patria potestas, la
concesión de la restitutio in integrum, la aceptación de la
herencia, el régimen de los fideicomisos (en especial,
el fideicommissum universitatis, al que se dedica un amplio
y sustancioso capítulo), el problema de la noxae deditio del
cadáver (quizá el capítulo más intrincado del libro, pero de
resultados concluyentes), las cuestiones de la
representación procesal y la distinción entre iudicia
legitima e imperialia y, por último, una referencia al Liber
Quartus de los F.A. en contraposición a su inexistencia en
el Epitome Gai. A través de este análisis se observa el
fundamental componente clasicista de esta obra postclásica
y su capacidad para integrar numerosas lagunas apreciadas
en los fragmentos de las instituciones gayanas. El
comentario estilístico del conjunto demuestra el carácter de
cuaderno docente que hubo de tener el original, pero
reivindica, al mismo tiempo, la solvencia técnico-jurídica de
la obra y su anónimo autor.

La tercera y última parte (La obra: pp. 475-509) constituye


una valoración general de la obra estudiada y esboza una
serie de conclusiones al respecto, a través del planteamiento
de un conjunto de problemas diferentes en relación con la
génesis y autoría del texto superviviente, las discusiones en
torno a su origen y datación, así como las hipótesis sobre el
posible contenido perdido de la obra. En todo ello, el autor
dibuja soluciones de conjunto serias y verosímiles, pero
siempre prudentes y realistas ante las notorias insuficiencias
del material disponible. En todo momento, el autor hace un
uso sobrio y riguroso de las fuentes jurídicas y literarias,
que analiza pertinentemente, y maneja con soltura una
considerable bibliografía moderna.

No es posible entrar aquí en más detalles en torno a un


trabajo rico en contenidos y pleno de sugerencias para
cualquier investigador o curioso de las fuentes jurídicas
romanas, las circunstancias de su generación y sus vías de
transmisión y supervivencia. Únicamente podemos afirmar
en este punto que la obra que comentamos constituye una
auténtica aportación a la romanística moderna y muy
encomiable, no sólo por la rareza y novedad del tema
planteado, lleno de dificultades que el autor acomete con
eficacia, sino, en especial, por la solvencia y rigor de la
investigación, aportando importantes dosis de claridad y
brillantez expositiva.

[Reseñas: F.J.A., en Boletín de la Sociedad de Estudios


Latinos 13 (1998) páginas 42-45] (F.J.A.)

Luis Rodríguez-Valdés Álvarez, Casos prácticos y


cuestionarios de Derecho romano, Madrid, Edisofer S.L.,
1999, 427 páginas.

Esta original obra del género didáctico recoge en sucesivas


entregas algo de la filosofía docente del autor. Considera
éste oportuno facilitar al alumno el conocimiento de ciertas
materias accesorias que le ayuden a comprender y a
introducirse en la problemática planteada en los casos
prácticos. A tal fin, el capítulo primero aparece dedicado a la
exposición de unos "conocimientos auxiliares previos" sobre
la ciudad de Roma, la casa, la comida, las profesiones (en
particular la de abogado), los sistemas de medición y el
sistema monetario romano a lo largo de su historia. El
segundo capítulo parte de la acertada premisa de que el
alumno necesita de un método que le permita enfocar
adecuadamente la resolución de los casos prácticos; dicho
método es brevemente expuesto y después ejemplificado
con un caso ("el preparador de caballos") completamente
desarrollado por el autor. Viene después un elenco de cien
casos más basados en textos jurisprudenciales o, algunos de
ellos, producto de la inventiva del autor, todos acompañados
de un cuestionario para "guiar" el trabajo del estudiante;
estos casos no se ordenan sistemáticamente ni comprenden
la totalidad del panorama institucional. Como curioso
complemento, al final de este capítulo se incluyen, por su
valor ejemplar, varias muestras de casos resueltos por un
alumno aventajado del autor, transcritos en su forma
original y sin ninguna corrección. El tercer y último capítulo
recoge diversos modelos de cuestionarios para las sucesivas
pruebas parciales que los estudiantes deben superar, junto
con una prueba práctica, para aprobar la asignatura. Las
materias objeto de cada una de esas pruebas son: 1ª)
derecho público, personas y proceso; 2ª) derechos reales y
parte general de las obligaciones; y 3ª) contratos, familia y
sucesiones. Se añaden en los lugares oportunos las
respuestas correctas de los cuestionarios, en el caso de las
del tercer parcial comentadas por el autor. (F.C.B.)

María Salazar Revuelta, La gratuidad del mutuum en el


Derecho romano, Jaén, Publicaciones de la Universidad,
1999, 453 páginas.

A pesar del título y de la declaración explícita de la autora,


según la cual la intención de esta investigación no es sino
indagar en las motivaciones históricas que llevaron a
convertir la gratuidad en elemento esencial del contrato
romano de mutuo, en contra de las prácticas económicas
constantes a lo largo de toda la historia de Roma, lo cierto
es que este libro desborda claramente esta limitación
temática para abordar numerosos aspectos de importancia
referidos al préstamo con interés y, en general, al contrato
de mutuo en el mundo romano, ofreciendo así una
panorámica completa de la estructura del préstamo de
consumo en Roma, con un mayor o menor acierto en el
enfoque de tan intrincadas cuestiones.

El trabajo se divide en tres grandes capítulos. El primero de


ellos ("Orígenes históricos de la gratuidad del mutuum", pp.
31-149) se dedica al examen de los elementos históricos e
ideológicos que determinaron la configuración del mutuo
como contrato esencialmente gratuito (característica de
algún modo conservada hasta la actualidad). Se pone el
énfasis especialmente en factores metajurídicos, como
la fides y la amicitia, de gran importancia en la sociedad
romana desde época arcaica y que contribuyeron de forma
decisiva a configurar la peculiar estructura del mutuo
romano y de las relaciones jurídico-reales en general, los
cuales han sido a menudo poco valorados por la romanística
tradicional a la hora de enfocar los fenómenos jurídico-
privados. A este respecto, se han tenido en cuenta de
manera especial los valiosos testimonios derivados de las
fuentes literarias latinas. La A. lleva a cabo asimismo un
amplio estudio terminológico de los principales vocablos
referidos al ámbito del préstamo de consumo (praestare,
credere/creditum, mutuum, fenus, usura) que resulta quizá
demasiado prolijo. También se dedica un amplio apartado
al nexum como posible manifestación primitiva del préstamo
y a la protección procesal de las primeras representaciones
del préstamo de consumo a través de las legis actiones,
estudios ambos que tal vez se desvían en exceso del objeto
central del trabajo, aunque no dejan de resultar de interés.

El capítulo segundo ("Problemática del préstamo con


interés", pp. 153-219) se centra en la cuestión de la
introducción del interés en el negocio feneraticio romano,
elemento radicalmente contradictorio con la naturaleza
gratuita del mutuo. La A. presenta una panorámica histórica
de la aparición del interés usurario en el mundo romano ya
desde época muy antigua -en consonancia con otras
experiencias jurídicas de la Antigüedad- y la regulación
jurídica del tipo de interés en las sucesivas etapas
históricas, desde la presumible regulación de las Doce
Tablas (8,18ª: limitación a la uncia; cfr. Tac. ann. 6,16)
hasta la limitación al 6 % con carácter general por
Justiniano (C. 4,32,26, a. 528), poniendo de relieve los
reiterados proyectos legislativos y las dificultades para su
efectiva aplicación, lo que evidencia la constante presencia
del fenómeno usurario en el mundo romano desde muy
tempranas fases de su desarrollo histórico. Se presta
especial atención a aspectos relevantes, como la prohibición
de las usurae supra duplum y el fenómeno del anatocismo
(usurae usurarum), para concluir con un apartado especial
dedicado a la depositio pecuniae como mecanismo apto para
el deudor a fin de paralizar la generación de intereses
derivados del préstamo.

El capítulo tercero y último, como indica su título general


("Régimen jurídico de la stipulatio usurarum, la obligatio
litteris y las usurae ex pacto como cauces jurídicos para
eludir la gratuidad del mutuum", pp. 223-354) está
dedicado al estudio de las figuras jurídicas utilizadas por los
romanos a fin de garantizar la producción de intereses a
partir de los préstamos de consumo, lo que venía
obstaculizado por el carácter gratuito del contrato de mutuo.
El instrumento preferido para lograr este efecto fue, desde
época antigua, el de la stipulatio, contrato de gran
simplicidad que permitía introducir fácilmente la cláusula de
intereses sin desnaturalizar el mutuo como negocio gratuito.
La evolución hacia la escritura de este contrato, descrita con
gran detalle por la A., conduce lógicamente al estudio de las
figuras de obligatio litteris (expensilatio, syngrapha,
chirographum) en el marco de las relaciones crediticias,
ampliamente difundidas en el mundo romano por su
contacto con las realidades jurídicas helenísticas,
especialmente en el Derecho justinianeo.

Por último, se dedica un amplio apartado al mecanismo


del pactum como vía de introducción de intereses, lo que
lleva necesariamente a una reflexión en torno a la figura de
la obligatio naturalis y una mención especial del particular
fenómeno del préstamo marítimo (fenus nauticum).

El libro concluye con detalladas conclusiones, voluminosa


bibliografía (en la cual, con todo, hay ausencias llamativas)
y completo índice de fuentes. (F.J.A.)

Elena Sánchez Collado, De penu legata, Madrid, Dykinson,


1999, 276 páginas; prólogo de Armando Torrent.

El nivel de la producción romanística española es, desde


luego, muy desigual, pero en general los autores se
esfuerzan, con variada fortuna, en llevar adelante sus
trabajos con sujeción a unas reglas de método y a un
estándar deontológico que nadie sensatamente discutiría. El
libro de Sánchez Collado le parece al autor de esta reseña
alejarse demasiado de este modelo científico. Rara vez habla
la A. por su propia boca ni mucho menos se entiende
directamente con los textos, sino que todo su discurso se
reduce a un repaso simplificador de lo expuesto o estudiado
por autores precedentes.

Ya el plan de la obra es discutible, pues no parece lo más


correcto dedicar aproximadamente la mitad de su contenido
(los dos primeros capítulos, de un total de cinco) a
cuestiones generales sobre la herencia y el legado
supuestamente destinadas a encuadrar el tema del trabajo.
En estos capítulos iniciales se percibe ya una dependencia
insólita de un reducido número de autores y trabajos que
son los que aparecen, cuando aparecen, citados en las
notas. Y decimos que no siempre se les cita porque, por
ejemplo, en el cap. II, apartados IV a VII, lo que hace la A.
a lo largo de unas veinticinco páginas (especialmente desde
la 104 hasta la 131) es, en esencia, reproducir, sin
mencionarlo ni una sola vez, el contenido del magnífico
Manual del Prof. Juan Iglesias acerca de las formas de
legados y su progresiva unificación, de las personas que
intervienen en los legados y de su objeto.

La esperanza de que esta dependencia pudiera deberse a


una opción equivocada de la A., pero disculpable en estos
capítulos introductorios en los que su único propósito es
"situarse" en la materia para abordar el estudio del legatum
penoris, se desvanece con la lectura del resto del trabajo: el
cap. III sobre el concepto y contenido del legatum penoris,
el cap. IV sobre su relieve histórico y el cap. V sobre su
naturaleza jurídica. Sucesivamente la A. reproduce las
opiniones de escritores como García Garrido, Voci, Biondi,
Astolfi, Clerici y Ormanni sin ninguna aportación personal y,
lo que es peor, simplificándolas; así, por ejemplo, en el cap.
III, apartado III, ni siquiera se hace eco de las
interpolaciones señaladas por Biondi en algunas fuentes; en
los apartados V y VI del mismo cap. todas las citas de
Ormanni son indirectas (a través de Astolfi y exactamente
en los mismos lugares en los que éste le cita), e indirecta es
también, por medio de Clerici, toda cita de la Palingenesia
en el cap. IV. Por dos veces, allí donde Ormanni advierte
posibles glosemas, la A. le atribuye la estrafalaria afirmación
de que las palabras correspondientes del texto proceden "de
la Glosa" (cfr. pág. 168 sobre D. 33.9.3.10 y pág. 174 nota
359 sobre D. 33.9.3.11).

Al final, la A. se atribuye diez páginas de conclusiones como


si fueran el resultado de su investigación y se permite la
rareza de incluir entre ellas, con el número 10, tres páginas
(!) sobre la recepción del legado de alimentos de D. 34.1 en
el Derecho histórico español y en algunos ordenamientos
actuales.

La paginación del índice de fuentes es defectuosa, sin que


sea fácil descubrir un desplazamiento constante entre la
página a la que remite y aquella en la que de verdad se cita
el texto de que se trata.

Unas observaciones finales sobre el prólogo. No es de recibo


manifestarse en términos encomiásticos sobre un trabajo de
la insolvencia del que comentamos. La incongruencia entre
lo que se dice en el prólogo y la realidad de la obra es
verdaderamente pasmosa. He aquí algunos ejemplos: "la A.
entra en polémica con aquellos autores (Kuntze, Fadda,
Pernice, Cuq, Ehrlich, Kniep)..."; pues bien, no importa el
tema de esta polémica, lo cierto es que en el libro no hay
una sola mención de ninguno de estos autores (salvo de Cuq
y a otro respecto); "igualmente hace un recorrido
minucioso, con un constante apoyo en las fuentes, sobre los
diversos objetos del legado"; en realidad, como se ha dicho
más arriba, lo único que hace la A. en esta parte de su
trabajo es reproducir el contenido del Manual de Iglesias sin
citarlo; la A. estudia las fuentes "con minuciosidad y gran
sentido crítico"; la verdad es que no hay en toda la
extensión del libro un solo ejemplo de exégesis crítica
personal de un pasaje de las fuentes.

La sensación que produce la lectura de este libro va de la


decepción por la pobreza de miras de algo que fue la Tesis
doctoral de la A. al enfado por el carácter postizo de la
publicación (F.C.B.)

María Victoria Sansón Rodríguez, La transmisión de la


propiedad, Madrid, Instituto Canario de Administración
Pública - Marcial Pons, 1998, 265 páginas; prólogo de Juan
Miquel.

La profesora Sansón ha escrito un libro de lectura difícil


sobre un tema dogmático de grandes repercusiones
prácticas y que reviste multiplicidad de manifestaciones
particulares en la práctica negocial: la transmisión de la
propiedad.

Los conceptos básicos manejados en el curso de la obra son


fijados en la Introducción, donde se ofrece también un
repaso de la problemática correspondiente en la doctrina
jurídica moderna. La potestas alienandi es un "poder de
disposición autónomo, no vinculado necesariamente...
al dominium, pues, aunque normalmente corresponde al
propietario, se reconoce... a determinados no propietarios
un poder para realizar negocios de disposición sobre una
cosa ajena"; con mayor precisión romanística se define este
concepto en el cap. I como la "posibilidad de realizar
una traditio ex iusta causa de una cosa perteneciente a una
esfera jurídica con efectos vinculantes para el titular de
dicha esfera". La autorización para disponer involucra
la voluntas domini y hace referencia a la transmisión del
dominio por la traditio de cosa ajena en nombre propio.
El iussum supone que el autorizado no dispone, en realidad,
sobre un patrimonio ajeno, sino que actúa como
intermediario en el negocio entre el autorizante y el tercero.
Dada la distinción ius civile-ius honorarium, el modo en que
se entrecruzan estas tres ideas, distintas entre sí, requiere
en Derecho romano del enfoque procesal, sin el cual no es
posible determinar las consecuencias últimas de los
diferentes supuestos de "transmisión" de la "propiedad".

Aparte de la Introducción, el libro se divide en dos partes y


cada una de ellas en dos capítulos. En la primera se estudia
la potestas alienandi en el derecho clásico, principalmente a
través de las Instituciones de Gayo (cap. I) y del
fundamento de la facultad de enajenar de los no dueños
(cap. II). La segunda se ocupa de la protección activa y
pasiva otorgada al adquirente respectivamente a través de
la actio Publiciana (cap. III) y de las exceptiones rei
venditae et traditae, in factum y doli (cap. IV).

Los supuestos que pueden plantearse en la práctica son


verdaderamente heterogéneos: el dominus puede tener
la potestas alienandi o no tenerla como consecuencia de una
prohibición legal; por su lado, el non dominus puede estar
legitimado para enajenar la cosa ajena (G. 2.62-64), ya sea
en virtud de autorización de su titular, como sucede en los
casos del procurator, el mandatario y el acreedor
pignoraticio, entre otros, ya en virtud de una disposición
legal como la que respalda la actuación del tutor y
del curator. Cada uno de estos casos admite
diversificaciones ulteriores por la concurrencia de factores
asimismo heterogéneos, como puedan ser, para el caso
del procurator, la extensión misma de sus poderes y el
hecho de si cuenta o no con mandato especial para vender
(D. 3.3.63, D. 41.1.9.4) o la circunstancia de si la entrega
de la cosa ajena se efectúa en nombre propio o en nombre
del dominus (D. 6.2.14, D. 41.1.9.4, D. 1.19.1.1, D. 41.1.13
pr.); o bien, para el caso del mandatario, la existencia de
autorización o voluntas domini para la venta y la traditio o
sólo para la venta (D. 21.3.1.2) y la posibilidad de
extralimitación de aquél en el cumplimiento del encargo (D.
21.3.1.3, D. 17.1.5.3-4). En un plano más general y según
los casos hay que contar también con la naturaleza de la
cosa enajenada (res mancipi o res nec mancipi), con la
buena o la mala fe de los intervinientes y con los límites que
en cada situación concreta afectan a la facultad de enajenar.

Los efectos del acto de disposición llevado a cabo bajo tan


variables circunstancias, por lo que afecta a la transmisión
de la propiedad, son o pueden ser distintos, sin que de la
casuística de las fuentes examinada por la A. se desprenda
con facilidad un cuadro general que integre todas las
hipótesis posibles con los elementos esenciales y los
factores de diferenciación de cada una de ellas.

Desde el punto de vista de la defensa del adquirente, el


estudio de la actio Publiciana intenta, aparte de otras cosas,
establecer cuál fuera su función originaria. Sobre este
punto, la A. acoge en sustancia la tesis mayoritaria que
sostiene que su creación fue debida a la necesidad de
protección de los adquirentes de res mancipi meramente
entregadas, sin perjuicio de que la amplia formulación del
Edicto abriera una vía para la protección indirecta (y
dificultosa) del adquirente a non domino o poseedor
usucapiente. Además de esto, considera verosímil que,
desde un principio, la Publiciana haya podido servir también
para la tutela de otros casos de adquisición por venta y
entrega de res mancipi o nec mancipi en los que faltaba
algún requisito necesario según el ius civile para la
transmisión de la propiedad, y en concreto de casos en los
que surgían problemas en torno a la "legitimación para
enajenar" (D. 6.2.14); un ejemplo de esto se daría cuando
la mujer sui iuris enajena una res mancipi sin la autorización
de su tutor (fr. Vat. 1).

Del extenso estudio de las excepciones rei venditae et


traditae, in factum y doli se desprende como hipótesis
plausible la de su paulatina aproximación, que pudo verse
favorecida por el propio desarrollo del derecho procesal y
por la presencia en el fundamento respectivo de cada una de
alguna idea común como el principio de non venire contra
factum proprium (D. 44.4.2.5). Otros factores venían, sin
embargo, a diferenciar el ámbito de aplicación y la eficacia
de estas excepciones, por lo menos en origen, de tal modo
que la exceptio rei venditae et traditae edictal sancionaba
una enajenación válida iure honorario mientras que
las exceptiones in factum eran concedidas en supuestos
de traditio o venta afectada por algún vicio (D. 21.3, D.
16.1.32.2); no habiendo justa causa para reivindicar, lo que
procedía era una exceptio doli (D, 44.4.4.32). La protección
otorgada por estas diversas excepciones, contando con el
dualismo ius civile-ius honorarium y con la posibilidad de
réplica que se abría al reivindicante en ciertos casos,
tampoco era siempre igualmente eficaz y definitiva.
Los párrafos precedentes no son sino un pálido y
esquemático reflejo del rico contenido de una obra que se
distingue por su seriedad en el uso de las fuentes y de la
literatura. Como ya hemos tenido ocasión de señalar, el
panorama analizado es muy complejo y, aunque la A. se
mueve con envidiable agilidad dentro de él, seguramente
hubiera sido conveniente un capítulo de conclusiones que
sintetizara las principales ideas y resultados de su
investigación.

Índice de fuentes y bibliografía. (F.C.B.)

Laura Sanz Martín, La tutela del Código civil y su


antecedente histórico la tutela romana, Madrid, Dykinson,
1998, 232 páginas.

El libro que aquí comentamos, en realidad, como su propio


título apunta, apenas puede considerarse un estudio
romanístico. Ni por el método seguido, ni por la bibliografía
utilizada, ni posiblemente tampoco por las intenciones de la
autora se nos presenta aquí una investigación que pretenda
aportar luz nueva sobre una importante figura romanística,
sino que más bien nos encontramos ante un ensayo de
aplicación de un nuevo método comparativista (cuyos
resultados efectivos aún se hacen esperar), consistente en
explorar vías de comparación entre experiencias jurídicas
diversas, pero no sincrónicas -como estamos acostumbrados
a ver en el comparativismo moderno y también, en el marco
de los derechos de la antigüedad, en el método comparativo
de Wenger-, sino diacrónicas, esto es, ordenamientos
situados en puntos temporales distintos, en este trabajo, en
concreto, el derecho romano antiguo (sin una clara
delimitación cronológica) y el derecho civil español actual.
Aquí no se trata, como solemos ver últimamente con
frecuencia, de un estudio descriptivo de la evolución de un
instituto desde la Antigüedad romana hasta nuestros días
(método a veces impropiamente llamado "historia de un
dogma"), sino que la voluntad de aplicar una metodología
estrictamente comparativa se observa desde el primer
momento y a lo largo de toda la exposición (aunque la
autora no haga explícito su posicionamiento en la
introducción del libro): de hecho, las vías de transmisión y
transformación de las reglas romanas de la figura estudiada
hasta la actualidad son absolutamente ignoradas, para
centrar el trabajo en exclusiva en la exposición, a modo
sistemático y paralelo, de las normas romanas y de las
españolas contemporáneas en torno a la institución
homónima de la tutela.

En efecto, el libro aparece articulado en nueve capítulos


-además de una breve introducción-, en los que se pasa
revista a la mayoría de los aspectos que configuran la
institución tutelar en Roma y en nuestros días: el concepto
de "función tutelar" y de "tutela", con sus estrictos vínculos
con el régimen familiar en el derecho romano antiguo y la
doble vertiente de la tutela impuberum y la tutela mulierum;
las personas sujetas a tutela (destacando, en Roma, la
sujeción a un tutor de la mujer púber, plenamente capaz por
otra parte); los tipos de delación y constitución de la tutela
(con la triple distinción entre tutela testamentaria, legítima y
dativa); los modos de nombramiento del tutor, en función
del tipo de tutela; los supuestos de incapacidades y excusas
del tutor; las condiciones de ejercicio de la tutela en Roma y
en la actualidad, donde se analizan las diversas facultades,
derechos y obligaciones del tutor en relación con el tutelado
(y viceversa), tanto en el aspecto personal como,
especialmente, patrimonial; las vías de extinción de la tutela
(con especial atención al fenómeno peculiar romano de las
Vírgenes Vestales, como mujeres exentas de la tutela
mulierum general de las romanas); y, por último, el
problema de la responsabilidad del tutor por las
consecuencias derivadas del ejercicio de su cargo, en
particular las acciones hábiles para hacer valer los derechos
de todas las partes.

La obra sigue en todo momento la técnica de exposición


paralela de todos estos tópicos en el derecho romano
antiguo y en el derecho civil español moderno, si bien con
un claro predominio de los extremos referidos al derecho
romano, ya que lo referido al derecho civil español no pasa
de ser un descripción sumaria de la regulación positiva y
una interpretación no incisiva de los textos legales vigentes.
Con todo, el tratamiento otorgado al derecho romano no
puede catalogarse tampoco de exhaustivo, sino que se
limita a una exposición ordenada de los argumentos
diversos en relación con cada uno de los problemas
tratados, a través de la utilización de una literatura
predominantemente manualística y un uso en general
acrítico de las fuentes, con una visión históricamente plana,
en que las fronteras entre las diferentes fases históricas de
la institución a menudo no quedan suficientemente
delimitadas; de ahí que, en ocasiones, se intente extraer
una percepción de la figura en Roma como si se tratara de
una institución homogénea perfectamente comparable con la
institución configurada en nuestros códigos civiles, a lo que
contribuye la utilización de los textos jurisprudenciales
romanos sin apenas análisis crítico, como si se tratara de
pasajes legislativos actuales. (Por otro lado, resulta a
nuestro juicio equívoco emplear la expresión "nuestro
derecho histórico" para hacer referencia a la regulación
romana de una figura jurídica homónima del derecho
español actual, en contra de los usos asentados en la
historiografía jurídica moderna). Con frecuencia quedan
asimismo oscuras las propias posiciones de la autora en
relación con los propios problemas discutidos.

Concluimos diciendo que, a pesar de la intención de la obra


de ofrecer una visión comparativa diacrónica de la
institución tutelar, los resultados, con todo, son discretos, ya
que la autora no extrae del estudio conclusión explícita
alguna respecto al radical cambio de concepción del
fenómeno que se produce entre la modernidad y el
precedente (o precedentes) histórico romano, y las
posibilidades (reales o ficticias) de plantear una crítica
fundada al derecho positivo desde las consideraciones del
derecho romano histórico, sino que deja al lector esa tarea
en función de la exposición paralela de ambas experiencias
jurídicas. El libro carece, por tanto, de conclusiones y se
cierra con una bibliografía general no absolutamente
completa. (F.J.A.)

Guillermo Suárez Blázquez, Derecho procesal civil de


legítimas, Ourense, Universidad de Vigo-Vicerrectorado de
Investigación, 1999, 134 páginas.

Lo primero que llama la atención de este libro, aparte de un


título que no refleja adecuadamente su contenido, es la
sorprendente proclividad del A. a emplear términos y
denominaciones poco correctos: "II República Imperial" para
el período a partir de los siglos III-II a.C., "desheredatio" en
lugar de exheredatio, "el jurista Plinio el Joven", "Dinastía
Severa", "Dinastía Dioclecianea" (!), etc. Esto, unido a las
numerosas erratas y a la falta de un criterio uniforme en la
composición tipográfica del texto, obstaculiza la lectura, que
normalmente debería haber podido desentenderse de estos
detalles.

El A. defiende el origen procesal-civil de la institución de la


legítima o portio debita a partir del usus iudicandi que se
forma en el tribunal de los centumviri en el tramo final de la
República. A mi modo de ver, en el desarrollo de esta tesis a
lo largo del primer capítulo se incurre en alguna inexactitud,
como decir, por ejemplo, que la lex Falcidia configuró
una portio legitima "en favor de los heredes
sui testamentarios". Por otra parte, la misma idea del
nacimiento de las legítimas a través de una "doctrina
jurisdiccional", desenvuelta por los centumviri y plasmada
en un "repertorio de precedentes judiciales" configuradores
de la exheredatio y la praeteritio, es llevada, quizás,
demasiado lejos, pues se la considera operativa todavía en
Paulo (D. 5.2.17.1) y en un rescripto de Caracalla (C.
3.28.6). Una lectura errónea de la ley justinianea contenida
en C. 6.28.4 ("et inter nepotes exheredandos alia iura
civilia, alia praetoris introduxerunt") confirma, dice el A.,
que "las resoluciones centunvirales en materia de
inoficiosidad crearon ius judicial como fuente del ius
civile": alia iura civilia. En los siglos II y III d.C., la portio
debita judicial modelada sobre la ley Falcidia se transforma
en una portio legitima fijada en el cuarto de los bienes ab
intestato.

El segundo capítulo, dentro de la misma tónica general,


examina el desarrollo de la idea de inoficiosidad (la
extensión del concepto de portio debita) en relación con las
donaciones mortis causa e inter vivos que podían escapar a
la esfera de aplicación de la querela inofficiosi testamenti y a
los límites de la Falcidia. Sucesivas intervenciones imperiales
a partir de Septimio Severo van configurando un remedio (la
llamada querela inofficiosae donationis) tendente a la
rescisión completa de las donaciones que impiden la
efectividad de la quarta; ulteriormente, con Diocleciano, la
rescisión ya no será total sino en la cuantía en que la
liberalidad perjudica la portio debita, con Constancio se llega
a excluir las acciones de inoficiosidad cuando el testador ha
dispuesto el pago de la legítima y, finalmente, Justiniano
relega el ejercicio de la querela inofficiosi testamenti al
supuesto de que el heredero no haya percibido nada de la
sucesión testamentaria, pues si no es éste el caso, lo que
procede es utilizar la nueva actio ad implendam legitimam.

El libro incluye una bibliografía que no se corresponde


exactamente con la utilizada en la investigación, que
aparece dispuesta más o menos por el orden alfabético de
los títulos de los trabajos y que engloba una relación de
fuentes jurídicas que nada tiene que ver con lo que
normalmente se entiende por tal, una relación de obras
auxiliares totalmente desconectada del asunto estudiado y
una relación de revistas romanísticas completamente
innecesaria. Hay también un esquema que trata de
sintetizar la "Proyección cronológica de la Quarta Falcidia".
(F.C.B.)

María José Torres Parra, El mandato de crédito como


garantía personal, Madrid, Dykinson, 1998, 213 páginas.

Luego de una aproximación general al tema de las garantías


de las obligaciones en el capítulo primero, la autora entra en
materia estudiando en el segundo capítulo el concepto y
origen del mandatum pecuniae credendae y las discusiones
de época clásica en torno a la posibilidad de reconocer en
esta clase de mandato, junto al interés del mandante, un
interés del mandatario o del mutuario que pueda justificar
su validez; el capítulo tercero lo dedica a la "estructura" del
mandato de crédito, que descompone en sus dos elementos
(mandato y mutuo) cada uno de los cuales es analizado en
conexión con el régimen general de las correspondientes
figuras contractuales y con las otras formas de garantía
personal como punto de referencia constante; objeto del
cuarto y último capítulo es el régimen de responsabilidad
propio de esta modalidad de garantía. Unas "conclusiones"
muy poco resolutivas y un índice de fuentes incompleto y al
que le faltan las páginas donde son citados los textos cierran
el libro.

La específica función de garantía que cumple el mandatum


pecuniae credendae determina su paulatina aproximación a
la fideiussio, en un proceso al que la autora se refiere con
frecuencia aunque sin llegar a estudiarlo orgánicamente. Por
otro lado, si bien el mandante se coloca, en cuanto garante
del préstamo encomendado, como deudor solidario del
mutuario -de tal forma que el mandatario-mutuante tiene
la libera electio entre ellos-, la peculiar configuración jurídica
del negocio ofrece la ventaja, frente a la fideiussio, de que
la litis contestatio trabada con el deudor principal, en el caso
de haberse dirigido primero contra él la reclamación del
mutuante, no excluye el posterior ejercicio de la actio
mandati contraria contra el mandante.

Estos y otros interesantes aspectos son convenientemente


analizados en la obra. Sin embargo, en ocasiones se tiene la
impresión de una excesiva delgadez de los datos de carácter
específico sobre la figura estudiada, ya sea porque ésta no
presenta particularidades dignas de nota en comparación
con el funcionamiento ordinario de los contratos de mandato
y de mutuo, ya porque en la exposición de la autora
aquellas particularidades quedan como subsumidas o
desdibujadas en el fondo general de estos contratos; lo
dicho se refiere especialmente a las secciones del capítulo
tercero en las que se estudia el mandatum pecuniae
credendae dentro del contrato de mandato y el mutuo de
dinero como objeto del mandatum pecuniae
credendae (secciones III y IV, respectivamente). De la
misma forma, se observan algunas imprecisiones sobre las
que conviene advertir; así, por ejemplo, la idea de que la
presencia o el asesoramiento de un jurista era una
formalidad necesaria para la validez de los negocios jurídicos
en la época arcaica (cfr. pág. 14, nt. 9, donde la cita de D.
31.88.17 resulta del todo extemporánea); o la lectura
incorrecta de la frase post condemnationem autem in
duorum personam collatam de D. 17.1.59.3, donde
inexplicablemente la autora ve una sentencia condenatoria
recaída sobre uno solo de los mandantes demandado por el
total (cfr. pág. 145).

Al margen de pequeños reparos como éstos, y de las


numerosas erratas que se han deslizado en el texto, se trata
de un trabajo útil que ofrece una visión ordenada y bastante
completa del mandatum pecuniae credendae y sus
problemas principales. (F.C.B.)

Alejandro Valiño, Prácticas de Derecho romano, Valencia,


Tirant lo Blanch, 1998, 165 páginas.

El libro constituye una nueva elaboración del anterior título


del autor 110 casos de Derecho romano y otros ejercicios
prácticos (Valencia, 1976), en la cual se han incorporado
casos nuevos en sustitución de los anteriores y se ha
enriquecido notablemente la aportación doctrinal. El libro
que comentamos consta asimismo de 110 casos, de los
cuales 27 son casos de propiedad y derechos reales, 32 de
Derecho de familia y sucesiones y 51 de obligaciones y
contratos. Frente a la redacción escueta de la obra anterior,
en ésta cada uno de los casos presenta un breve enunciado
de los hechos en cuestión, seguido de una batería de
cuestiones jurídicas al respecto - que muchas veces
desbordan el marco particular en que se hallan inscritos -,
una selección de textos que ilustran la solución de los
juristas y una bibliografía sumaria referida al caso. La obra
se cierra con un útil índice de fuentes. En esta edición se
han suprimido los textos relacionados con negocios jurídicos
de la práctica romana (testamentos) que figuraban en la
obra anterior, en aras sin duda de una mejora de los casos
centrales que deben servir para la práctica ordinaria en
clase. Se trata, por tanto, de un auténtico enriquecimiento
de la ya nutrida bibliografía española sobre casos prácticos
romanos. (F.J.A.)

Alicia Valmaña Ochaíta, Apio Claudio, Madrid, Ediciones


Clásicas, 1998; 91 páginas.

El opusculum que comentamos se incluye en una colección


(Biblioteca de la literatura latina. Colección "Escritores y
textos") divulgativa de la obra de los principales autores de
la literatura latina antigua. El libro presenta el mismo
esquema que otros títulos de la colección: un cuadro
cronológico del autor y su época (pp. 11-13), una parte
central (pp. 15-57), una selección de textos literarios
antiguos referidos al personaje (pp. 59-86) y una
bibliografía selecta (pp. 87-91).

En el cuerpo central de la obra, la autora pasa revista a los


principales hitos en la vida política de este prohombre
romano, haciendo alusión a las innovaciones que la tradición
le atribuye en campos tan distintos como la estructuración
del ordenamiento ciudadano romano (tribus y comicios), la
organización religiosa, las obras públicas (Via Appia,
acueducto Claudio) e, incluso, el alfabeto latino. Pero el
principal objeto de atención del libro lo constituye el estudio
de las aportaciones de este autor, tradicionalmente
considerado como "padre de la literatura latina", a las letras
romanas: ahí se hace referencia a sus piezas oratorias
("Discurso contra la paz con Pirro"), un supuesto libro de
máximas de contenido moral (Sententiae) y, sobre todo, sus
obras de carácter jurídico (la publicación de los formularios
procesales o Ius Flavianum y el supuesto libro de
usurpationibus). Todas estas cuestiones vienen
acompañadas por las correspondientes referencias a los
textos de las fuentes que les sirven de apoyo, bien
seleccionados y en traducciones españolas de calidad.

Más allá de lo cuestionable de la dedicación de un volumen


de este tipo a la figura de Apio Claudio como "fundador de la
literatura latina" (calificativo puesto en duda por numerosos
autores con bastante fundamento, dada la inconcreción de
las fuentes y la oscuridad legendaria que envuelve al
personaje), el libro responde adecuadamente a los
propósitos divulgadores buscados por los editores. No
obstante, resulta quizás discutible el rígido apego, a veces
acrítico, a la veracidad de los datos de la tradición que
manifiesta la autora, así como una excesiva propensión a la
defensa del personaje, tal como lo presenta la tradición,
frente a las críticas que ha recibido, tanto antiguas como
modernas. En cuanto a la interpretación de las obras
jurídicas de Apio, el libro se adhiere a posiciones hoy
generalmente descartadas por la doctrina (vid. a este
respecto v.gr. J. Paricio, SDHI 60 [1994], pp. 629 ss., con
más referencias). En este sentido, la bibliografía
seleccionada resulta algo desfasada y presenta, a nuestro
juicio, lagunas de importancia. Con todo, el libro no deja de
ser recomendable como una primera aproximación a este
legendario personaje de la historia y el derecho de Roma.
(F.J.A.)

Gerhard Wesenberg y Gunter Wesener, Historia del


derecho privado moderno en Alemania y en Europa,
traducción de la 4ª ed. alemana, Wien-Köln-Graz, 1985, y
prólogo de José Javier de los Mozos Touya, Valladolid, Lex
Nova, 1998, 409 páginas.

Como uno de los clásicos indiscutibles de la historia del


derecho privado moderno puede ser considerado este libro
de Wesenberg-Wesener que la magnífica traducción del
profesor J.J. de los Mozos Touya pone ahora a disposición
del público de lengua española. La obra se dedica
principalmente a exponer el desarrollo del derecho privado
en los países de cultura alemana desde la Baja Edad Media
hasta la víspera de la reunificación de Alemania. En este
sentido, su perspectiva es quizás menos amplia que la
del Derecho privado europeo de H. Coing, del que también
se diferencia por asentarse más sobre los resultados de la
investigación moderna que directamente sobre las fuentes
doctrinales del derecho común. De todos modos, la
evolución general del derecho europeo no es perdida de
vista en ningún momento. La justificación natural de este
planteamiento debe buscarse, como se advierte en la
introducción, en el fenómeno de la recepción del Derecho
romano en Alemania y en Europa, que hace que,
inevitablemente, la historia del derecho privado moderno
sea en gran parte una historia de la pervivencia del Derecho
romano o, si queremos ser más precisos, una historia de la
tradición romanística y de los elementos de otras
procedencias que se entrelazan con ella.

En líneas generales, las siete partes en las que se divide la


exposición se corresponden con los varios períodos que los
autores distinguen en la historia del derecho privado: el de
la "cientificación del derecho" a raíz de la recuperación del
texto completo del Corpus Iuris Civilis (partes I y II), el de
la recepción en Alemania y el Usus modernus (partes III y
IV), la etapa del derecho natural y las codificaciones
iusnaturalistas (parte V), el siglo XIX con la Escuela
Histórica y el giro hacia el positivismo y la codificación en
Alemania (parte VI) y el siglo XX con la emergencia de
nuevas ramas jurídicas como el derecho del trabajo y el
arrinconamiento del derecho privado ante la tendencia
expansiva del derecho público (parte VII).

El libro ofrece, ante todo, una historia del pensamiento


jurídico desde los Glosadores hasta la Escuela Histórica de
Savigny y sus epígonos. Estrechamente vinculada a ella
aparece también la historia de las instituciones del derecho
privado, que reviste un interés especial y que se condensa
en los varios capítulos dedicados a sintetizar las principales
aportaciones a la dogmática de las sucesivas etapas (& 5:
Glosadores y Comentaristas, & 18: Derecho común
moderno, & 20: Derecho natural, & 26: Siglo XIX). La
presentación de estas aportaciones se ajusta en general al
esquema institucional de los pandectistas, pero no se
plantea un repaso exhaustivo y detallado de la totalidad del
entramado institucional del derecho privado.

De enorme utilidad es también la amplísima bibliografía


ordenada por temas que se incluye al final de cada capítulo,
y que el autor ha completado para la edición española. Hay
por último una extensa lista de abreviaturas y un índice de
materias y otro de autores. (F.C.B.)

[Recensiones: W. Kunkel, en ZSS 71 (1954) páginas 509-


539, recensión conjunta de la 1ª ed. alemana y del libro de
F. Wieacker, Privatrechtsgeschichte der Neuzeit unter
besonderer Berücksichtigung der deutschen Entwicklung; K.
Luig, en ZSS 105 (1988) páginas 905-908, recensión de la
4ª ed. alemana; G. Thür, reseña de la trad. española
en ZSS 116 (1999) página 636].

Franz Wieacker / Alberto Burdese, Fundamentos de la


formación del sistema en la jurisprudencia
romana (Wieacker) / Derecho romano e interpretación del
derecho (Burdese), Granada, Editorial Comares, 1998, 69
páginas.

El origen de los escritos reunidos en este volumen se


encuentra en los discursos de investidura como
doctores honoris causa de Wieacker y Burdese,
respectivamente por la Universidad de Barcelona y por la
Universidad Complutense de Madrid. Ambos fueron
publicados en su día en los Seminarios Complutenses de
Derecho Romano, números 3 (1991) y 8 (1996); una
versión alemana más extensa y anotada del estudio de
Wieacker fue publicada también en el volumen colectivo La
sistematica giuridica. Storia, teoria e problemi attuali,
Firenze, 1991.

Con su más que conocida competencia en la materia,


Wieacker se propone reconstruir un modelo sistemático
adecuado al sistema interno de los juristas romanos. Para
ello, parte de un concepto kantiano de sistema interno como
"la unidad de un campo de conocimiento desde el punto de
vista de una idea directriz"; tal sistema ha de cumplir cierto
número de condiciones, como son la de abarcar todos los
elementos de su clase, la autarquía hacia afuera y la
coherencia y consistencia interiores. En el campo del
derecho se han dado históricamente dos clases de sistemas
de conceptos convencionales: una sucesión externa y a lo
sumo asociativa de los objetos y un sistema dialéctico que
organiza sus objetos por genera y species. El primero es en
Roma el tipo de sistema más antiguo y duradero, originado
quizás ya en las Doce Tablas y con prolongaciones, no
exentas de múltiples transposiciones y adaptaciones, en el
Edicto del pretor y en las exposiciones doctrinales de
conjunto del ius civile que van apareciendo del siglo II a.C.
en adelante. El segundo modelo, de origen griego, ejerce
sobre la actividad de los juristas (a partir al menos de Q.
Mucio) una influencia limitada que no llega a provocar un
"cambio de paradigma" ni desemboca nunca en la
organización dialéctica del ius civile en su conjunto; sólo en
el terreno didáctico, que es el suyo propio, se llega a la
efectiva realización de este modelo helenístico de sistema
con las Instituciones de Gayo y otras obras del mismo
carácter. De todos modos, lo que Wieacker subraya
especialmente es que ambos modelos de sistema, el externo
y el dialéctico, han jugado un papel modesto en la
construcción interna de la ciencia del Derecho romano, y
que, en su concepto, el "verdadero" sistema de los juristas
romanos debe ser aprehendido partiendo del modelo más
general de sistema propuesto inicialmente. Definido aquel
sistema "verdadero" como "el conjunto de las operaciones
mentales con el que [los juristas] constataban la autarquía
de [las] estructuras [jurídicas] y aseguraban la coherencia
de los elementos de su campo del saber, y lo construían de
tal manera, que se consolidaba progresivamente como una
conexión consistente de saberes", Wieacker se aplica a
demostrar que en él se dan los presupuestos señalados de
autarquía, omnicomprensión y coherencia interna. Así,
desde sus orígenes pontificales, la jurisprudencia se esfuerza
en conseguir la delimitación y el aislamiento de la quaestio
iuris como objeto propio de su actividad científica, lo que se
demuestra con el análisis de los tres aspectos
del consuli pontifical y especialmente del respondere. La
comparación de casos y el juicio de analogía, sobre la base
las rationes decidendi acumuladas por la experiencia,
permitían por otro lado a los juristas controlar de modo
permanente la coherencia de su contexto de conocimiento,
en lo cual consistía el sistema interno del ius civile. Wieacker
acota la importancia que para este procedimiento basado en
la analogía implícita tienen elementos de decisión ajenos al
sistema como la tradición, la auctoritas personal y la
intuición en su sentido más vulgar; asimismo subraya la
diferencia de dicho procedimiento con la simple casuística
ocasional, o asociación de casos sucesivos sin consideración
de la ratio decidendi común, y con la vinculación al
precedente característica del Common Law. Por el contrario,
la Rechtsfindung de los juristas romanos se hallaría más
cerca de algunas propuestas modernas como el "sistema
móvil" postulado por Wilburg, pero no tanto de otras como
la Tópica Jurídica de Viehweg o la Nueva Retórica de
Perelmann. Pasos complementarios del procedimiento
analizado, dirigidos a la consolidación del entramado
cognoscitivo alcanzado, eran también la progresiva
depuración de los conceptos fundamentales del ius
civile (con sus resultados de construcción dogmática) y la
articulación de regulae que condensaban la experiencia y
ayudaban a su conservación. Por último, la aportación de los
juristas clásicos consistió en superar las debilidades del
método de los veteres (aislamiento excesivo de la quaestio
iuris, necesidad de apoyarse en una comparación puntual y
ocasional de casos) mediante la libre combinación y
soberana coordinación del instrumental del derecho positivo,
el reconocimiento del bonum et aequum como objeto último
del ars iuris y la directa recepción de la moral en el proceso
jurídico de decisión.
Después de un excursus histórico sobre el desarrollo del
fenómeno de la interpretación en el Derecho romano,
precedido a su vez de una toma de posición frente a
determinadas orientaciones modernas en el estudio de este
Derecho, el escrito de Burdese ofrece una convincente
crítica de algunos mitos arraigados en la mentalidad de
muchos juristas positivos. La interpretación es el fenómeno
central de la vida del derecho, conectado tanto a su
producción como su aplicación. En el Derecho romano
la interpretatio recorre inicialmente una serie de etapas que
de modo lento la conducen de la explicación léxica del texto
legislativo (como podía suceder con las XII Tablas) a una
discusión más libre y atenta tanto a criterios lingüísticos y
técnicos como a juicios de valor (ius controversum). En los
primeros siglos del Imperio el interés de los juristas se va
desplazando de los mores maiorum y el principio de la
buena fe a la interpretación de las leyes y fuentes
asimiladas, y frente a la interpretación jurisprudencial
amparada sólo en su capacidad persuasiva surge, con los
rescriptos imperiales, una interpretación auténtica de
carácter vinculante; numerosas reglas de interpretación de
las leyes utilizadas todavía hoy datan de este período.
Desde la primera época postclásica la intervención imperial
tiende a suplantar la actividad interpretativa de los juristas;
en homenaje a una certeza formal del derecho, claramente
distinta de la certeza sustancial que buscaban los juristas
clásicos, Justiniano llegará a reservarse en exclusiva tanto la
función legislativa como la interpretadora de la ley. De este
breve recorrido histórico Burdese extrae una primera e
importante consecuencia: la manera de interpretar está
condicionada por el tipo de ordenamiento a que se refiere la
interpretación y por el substrato sociopolítico del ambiente.
Así, en general, la interpretación de dictados normativos de
índole legal tenderá a presentarse como mero
reconocimiento del significado de esos dictados normativos,
mientras que será mucho más abierta la interpretación no
tan supeditada a normas predispuestas con carácter
vinculante. La experiencia romana confirma lo acertado de
esta conclusión. También varían el valor vinculante de
las res similiter iudicatae como criterio de interpretación y el
papel de la costumbre según predomine la interpretación
jurisprudencial (o sea, doctrinal) o la judicial confiada a
jueces de carrera. Por último, a la luz de la experiencia
romana se desacredita el mito de la certeza del derecho,
aspiración primaria pero de facto irrealizable, y se prestigia
frente a ella la aspiración a la equidad como adecuación de
la interpretación normativa a las exigencias del caso
concreto en un contexto de tratamiento igual de los casos
idénticos. También se desacredita la distinción rigurosa
entre interpretación extensiva e interpretación analógica y
se comprueba que la interpretación es siempre atribución de
significado más que reconocimiento de un significado
preexistente. En suma, la actividad interpretativa-
aplicadora, estando abierta al mundo real, es el cauce que
garantiza la comunicación imprescindible entre la esfera del
deber ser y la esfera fáctica del ser. (F.C.B.)

II. REVISTAS Y CONGRESOS

Seminarios Complutenses de Derecho Romano 9-10


(1997-1998) 375 páginas.

Para la relación de contribuciones véase a continuación la


reseña de artículos, recensiones y otros trabajos.

Actas del II Congreso Iberoamericano de Derecho romano,


Murcia, Universidad de Murcia-Universidad de Oviedo, 1998,
560 páginas; presentación de Antonio Díaz Bautista.

Actas del III Congreso Iberoamericano de Derecho Romano


(León, 6, 7 y 8 de febrero de 1997), León, Secretariado de
Publicaciones de la Universidad, 1998, 461 páginas;
presentación de César Rascón.

Actas del IV Congreso Iberoamericano de Derecho Romano


(Ourense, 16, 17 y 18 de abril de 1998), 2 tomos, Vigo,
Servicio de Publicaciones de la Universidad, 1998, 327 y 317
páginas; presentación de Luis Rodríguez-Ennes.

La celebración del Congreso anual de la Asociación


Iberoamericana de Derecho Romano va camino de
convertirse en un rito inexcusable que convoca a su
alrededor a un respetable número de romanistas de ambas
orillas del Atlántico. Es verdad que de las Repúblicas
americanas, con excepción de Argentina y de Brasil, son
todavía muy pocos los colegas que acuden a estas
reuniones. Por otro lado, cabe discutir si la frecuencia anual
de estos Congresos no es un poco excesiva para movilizar a
tanta gente y no del todo buena para el nivel científico de
los trabajos que se presentan. Pero lo cierto es que hasta la
fecha estos encuentros periódicos son el momento estelar
en la vida de una Asociación que durante el resto del año se
muestra circunspecta hasta el punto de pasar casi
desapercibida para sus propios miembros.

En esta ocasión damos noticia de tres de esos Congresos


anuales. El segundo en la historia de la Asociación se
celebró en la Universidad de Murcia y tuvo como tema
nuclear "La Recepción del Derecho romano en materia de
obligaciones y contratos", como reza el título de la
conferencia inaugural del profesor Calonge Matellanes. Sin
llegar a cubrir todos los tópicos de la materia indicada, las
cerca de cuarenta ponencias y comunicaciones componen un
panorama misceláneo en el que destacan algunos temas
que, casualmente, parecen haber llamado la atención de un
mayor número de participantes. Éste es el caso,
singularmente, de la laesio enormis, objeto de
consideración, bajo diferentes enfoques, en cuatro
comunicaciones. Al margen de esto, las aportaciones tocan
asuntos variados que se pueden distribuir entre las
clasificaciones sistemáticas habituales del derecho de
obligaciones: parte general, contratos, delitos,
responsabilidad, etc. Sin embargo, fruto de la libertad con
que cada autor aborda su investigación, las líneas
cronológicas y metodológicas a las que responden estos
trabajos no son fáciles de reducir a unidad ni aun dentro del
marco genérico de la Recepción del Derecho romano. Dos
interesantes contribuciones que quedan claramente fuera de
este esquema son el de O.A. Ferullo (Escolios para una
reformulación de la recepción del Derecho Romano) y el de
I. Cremades Ugarte (Derecho Romano y límites de la
romanización en Iberoamérica). En anexo se incluyen dos
comunicaciones que no fueron publicadas en las Actas del I
Congreso celebrado en Granada en 1995.

El tema central del III Congreso, que tuvo lugar en León,


fue "La recepción del derecho romano, especialmente
referida a España y a los países iberoamericanos, en materia
de personas y proceso". Tomando con cierta holgura los
conceptos respectivos, la distribución entre personas y
proceso de las 36 comunicaciones publicadas, que incluyen
la conferencia inaugural y la de clausura, es bastante
equilibrada. Un grupo más reducido lo forman aquellos
trabajos que, al igual que sucedió en la reunión de Murcia,
se ocupan de temas distintos de los propuestos como objeto
central para el Congreso. Por otro lado, la propia amplitud
de los términos en los que este objeto quedó formulado (la
recepción en materia de personas y proceso) explica la
diversidad de los enfoques adoptados por los autores y
determina el carácter heterogéneo y fragmentario de los
resultados alcanzados.

Este problema, si es que lo es, se quiso corregir en el IV


Congreso, organizado por la Facultad de Derecho de la
Universidad de Vigo (con sede en la ciudad de Orense),
mediante un sistema de ponencias que definieran un modo
de grandes áreas temáticas en las que encuadrar las
diferentes comunicaciones. En esta ocasión el tema de
estudio fue "El Derecho Romano de Sucesiones y su
recepción en Iberoamérica", y las ponencias, previamente
remitidas a los participantes, estuvieron a cargo de los
profesores B. Reimundo Yanes (Nociones básicas
introductorias), A. Torrent (Sucesión testamentaria), G.
Turiel de Castro (Sucesión intestada) y H. R. Gavernet
(Supervivencia del Derecho romano en los sistemas
sucesorios de los Códigos latinoamericanos, con especial
referencia al Código civil argentino). Por la propia unidad de
la materia tratada, la homogenidad temática de las
diferentes aportaciones es en este caso mayor que en los
dos anteriores, aunque con un predominio neto de
cuestiones relacionadas con la sucesión testamentaria, tanto
en Roma como en la tradición romanística. La conferencia de
clausura corrió a cargo del profesor Pablo Fuenteseca, que
disertó sobre El Derecho romano y la historia del Derecho
europeo.

La relación de las contribuciones presentadas a estos tres


Congresos se hace en el tercer apartado de estas reseñas
(Artículos, recensiones y otros trabajos). (F.C.B.)

Teresa Peralta Escuer (ed.), Derecho y argumentación


histórica, Lérida, Servicio de Publicaciones de la Universidad,
1999, 149 páginas.

Reúne este pequeño volumen ocho comunicaciones que


fueron presentadas en las IX Jornadas Jurídicas celebradas
en 1994 en la Universidad de Lérida sobre el tema "Derecho
y argumentación histórica". De interés romanístico son las
siguientes: J. de Churruca, La relatividad del argumento
histórico; A. Wacke, Cinco refranes sobre la donación y su
valor como argumento histórico-jurídico; J.M.
Miquel, Preterición y argumento histórico; A. Calonge, De
C.I. 4,65,3 (214 d.C.) al nuevo texto refundido de la LAU de
1964 (arts 62 y 63); A. Gómez-Iglesias Casal, De la
"locatio-conductio" al contrato de trabajo; R. Knütel, Unidad
jurídica europea y Derecho romano. Las de Wacke, Gómez-
Iglesias y Knütel ya han sido publicadas con anterioridad en
diferentes revistas.

La relatividad del argumento histórico se debe al menor


grado de certeza que el conocimiento histórico presenta en
comparación con otras ciencias. Sobre esta base, Churruca
examina la estructura del argumento histórico como
argumento probatorio y ejemplifica su relatividad con el
modelo romano -abundante en referencias positivas a
los maiores- y con otros modelos -la concepción
metahistórica del cristianismo y la exaltación del Derecho
romano como ratio scripta- que ayudan a confirmarla. En
cuanto a la función de la historia en el cambio social,
descartado que sirva para hacer prognosis, el A. subraya su
aportación como correctivo en la salvaguarda de logros y
valores y su valor como experiencia acumulada.

La contribución de Wacke versa sobre una serie de


aforismos ("nadie regala en vano (o porque sí)", "donatio
non praesumitur", "donner et retenir ne vaut", "nemo
liberalis nisi liberatus" y "a caballo regalado no le mires el
diente") que, aparte de su significado específico por lo que
respecta a las donaciones, son una muestra de la unidad de
pensamiento jurídico que subsiste todavía hoy tras las
codificaciones modernas.

En su interesante trabajo sobre la preterición, J.M. Miquel


utiliza la perspectiva histórica para separar dos cuestiones
confundidas a veces por la doctrina moderna: la preterición
como un problema de cobertura de la legítima material y la
preterición como un problema de garantía formal de la
voluntad del testador respecto de sus hijos
fundamentalmente. En concreto, la regla formal de instituir
o desheredar a ciertos herederos es muy anterior al deber
de dejar una porción determinada a los hijos, y la sanción
de su incumplimiento (preterición) se relaciona, subraya el
A., con la sucesión intestada y no con la legítima; ello
porque la desheredación no se refiere a la legítima material
sino a la cuota que el hijo tendría si el padre no hubiera
hecho testamento. El análisis desarrollado confirma una vez
más la necesidad de la comprensión histórica de los
fenómenos jurídicos para entender adecuadamente el
derecho vigente y la necesidad de investigar el pasado con
pleno conocimiento de las diversas dimensiones del
presente.

La conclusión de Calonge sobre la necesidad de estudiar las


instituciones de derecho vulgar para conocer no sólo el
inmediato derecho posterior, sino para poder explicar toda
la evolución histórica del derecho privado occidental, se
apoya en un rescripto de Caracalla (C. 4.65.3) confirmatorio
de un uso provincial referido a la resolución del contrato de
arrendamiento por causas tales como la necesidad de la
vivienda arrendada para uso propio del arrendador o la
intención de éste de reformar la casa. Causas de resolución
que, como es sabido, se recogían también en el articulado
de la Ley de Arrendamientos Urbanos de 1964 que ha sido
sustituida por la nueva ley de 1994.

El tema analizado por Gómez-Iglesias es la pervivencia de


las concepciones jurisprudenciales romanas sobre la locatio-
conductio como instrumento de regulación de las relaciones
laborales en el ordenamiento jurídico moderno. Si en Código
civil aún se mantiene la correspondencia de origen romano
entre arrendamiento de servicios y oficios manuales y entre
arrendamiento de obra y servicios profesionales, en la
legislación laboral de nuestro siglo esa correspondencia se
ve alterada en favor de la utilización del contrato de trabajo
para las profesiones liberales, aun cuando con una mayor
independencia del "trabajador" en este caso y con una
mayor facilidad del patrón para rescindir el contrato.

Por último, la comunicación de Knütel gira en torno a los


tres puntos centrales de la supervivencia del antiguo
Derecho romano, su posible aportación a la unidad jurídica
europea y el significado que podría seguir teniendo de
alcanzarse dicha unidad. Los dos primeros puntos son
ilustrados con ejemplos tomados de tres ámbitos diferentes:
la argumentación de los Tribunales europeos sobre la base
de principios generales y reglas jurídicas, la utilización del
Derecho romano y el ius commune para la interpretación del
Derecho comunitario y el potencial de su previsible
aportación al desarrollo de un Derecho privado unitario. En
cuanto a si llegará un día en que, lograda la unidad jurídica,
habrá que agradecerle al Derecho romano "los servicios
prestados", la respuesta negativa del A. se basa en cuatro
pilares: el pronóstico de la vigencia subsidiaria del ius
commune en esa nueva situación, la renovada influencia que
un Derecho romano extendido por el mundo ejercerá sobre
la ciencia jurídica europea por la vía del Derecho
comparado, la idea del retorno de las figuras jurídicas y el
auge de la jurisdicción arbitral, especialmente internacional,
en la que, no estando sometidas las partes a un
ordenamiento jurídico estatal, el Derecho romano funciona
como un ordenamiento neutral capaz de suministrar
argumentos técnicos y soluciones justas y convincentes.
(F.C.B.)

Problemática del Derecho romano ante la implantación de


los nuevos planes de estudio (Actas de las Primeras
Jornadas Andaluzas de Derecho Romano, Jaén, 1997),
coord. de R. Herrera Bravo y Mª Salazar Revuelta, Jaén,
Publicaciones de la Universidad, 1999, 306 páginas.

Este volumen es el resultado del congreso celebrado durante


los días 20 y 21 de noviembre de 1997 en la Universidad de
Jaén, bajo el título "Primeras Jornadas Andaluzas de
Derecho Romano", dedicadas principalmente, como el título
del volumen indica, a la cuestión del lugar ocupado por
Derecho Romano en el cuadro docente e investigador
derivado de la Ley de Reforma Universitaria de 1983. A este
tema general se dedicaron las tres ponencias presentadas,
encargadas a los profesores López Rosa, Ortega Carrillo de
Albornoz y Betancourt. En la primera de ellas, y la más
extensa ("Derecho romano y formación jurídica al amparo
de la legislación reformista española", pp. 15-57), R. López
Rosa realiza una breve descripción de la situación del
Derecho romano en los nuevos planes de estudio tras la
reforma de 1983, y reivindica para el Derecho romano un
lugar importante entre las ciencias históricas y jurídicas, en
particular en su aspecto de elemento imprescindible para la
auténtica formación jurisprudencial de los estudiantes de
Derecho, bajo el dinámico influjo del Derecho clásico como
ordenamiento de carácter procesal y jurisprudencial antes
que legal.

En la segunda ponencia ("La optatividad y libre


configuración en el Derecho romano. Criterios", pp. 59-75),
A. Ortega Carrillo de Albornoz pasa revista a las diversas
asignaturas optativas o de libre configuración de contenido
romanístico adoptadas en las diversas Universidades
españolas tras la reforma de 1983. Destaca la gran
pluralidad de opciones y contenidos, tocando prácticamente
todas las áreas de la ciencia romanística de nuestro tiempo.
Sin embargo, el autor aboga por una mayor armonización de
soluciones que haga posible un diálogo fructífero entre las
diversas Universidades; en todo caso, el cuadro de situación
que nos presenta está sujeto a un proceso de revisión
derivado del reciente Real Decreto 614/1997, que refuerza
el papel de las disciplinas troncales en las diversas líneas
académicas.

Finalmente, en la tercera ponencia ("Líneas de investigación


romanística", pp. 78-86), F. Betancourt, tras una reseña
crítica de las corrientes actuales de la investigación
romanista, propone una vuelta al estudio de las fuentes que
trate de superar los modelos de reconstrucción filológica de
la romanística del siglo XIX, atendiendo no sólo al Corpus
iuris civilis, sino también a otras fuentes, y no sólo al
Derecho privado, sino también al público.

Tal es el tema central del volumen que nos ocupa. Pero los
debates de dichas jornadas no se agotaron en esa
problemática general, sino que también descendieron a
otras muchas cuestiones de detalle, en las que fue
protagonista la joven romanística andaluza, abordadas en
diversas comunicaciones que encuentran su reflejo en este
libro. Se trata de 15 contribuciones que ocupan más de dos
tercios del volumen y tocan los más variados campos de la
investigación romanista actual, desde la abundante
problemática del Derecho administrativo romano hasta
cuestiones de análisis de fuentes, pasando por diversos
aspectos del Derecho privado y sin faltar tampoco
referencias de carácter metodológico.

J.M. Alburquerque Sacristán ("A propósito de la protección o


defensa del uso colectivo de las cosas de dominio público:
especial referencia al interdicto ne quid in loco publico
fiat [D. 43.8.2 pr.]", pp. 89-125) hace una nueva incursión
en el complejo campo del derecho administrativo romano, y
reflexiona sobre el significado de los bienes públicos en el
mundo romano, a propósito de la protección interdictal de
las res in publico usu, ámbito en el que también destacó la
aportación de la jurisprudencia.

A. Alemán Monterreal ("Ante un debate actual.


El concepturus en la sucesión testada", pp. 127-135) se
detiene en el problema de la capacidad de suceder de quien
no ha sido aún concebido en el momento de abrirse la
sucesión, cuya solución en la doctrina y la jurisprudencia
españolas ha sido vacilante, y concluye que en el Derecho
romano el no concebido nunca tuvo la consideración
de postumus suus ni de persona incerta a efectos de la
sucesión testamentaria, de modo que su consideración a
efectos de la herencia sólo pudo realizarse a través de las
figuras tardías del fideicomiso familiar y la sustitución
fideicomisaria.

M. Camacho de los Ríos ("El mandatum incertum", pp. 137-


146) sostiene en su aportación que el mandato
indeterminado fue una innovación justinianea con un
embrión clásico; comenta que el Derecho español sí lo
reconoce (ex art. 1719 CC), pero lo critica por su excesiva
amplitud y su alejamiento de los precedentes romanos, por
lo que reclama una regulación más certera, siguiendo el
modelo del Derecho romano.

S. Castán Pérez-Gómez ("Breves notas acerca del oficio de


artesano en el Derecho romano", pp. 147-155) aborda el
tema de la concepción del trabajo manual en el mundo
romano, centrándose en el caso del artista/artesano
(artifex); efectúa un recorrido histórico sobre la variada
consideración social de este oficio desde los orígenes de
Roma hasta el Bajo Imperio, y hace una breve referencia a
los instrumentos jurídicos empleados para canalizar la
enorme producción artesanal generada en el orbe romano
(la locatio conductio operis y la emptio venditio,
principalmente).

R. de Castro-Camero ("Presupuestos metodológicos de una


investigación sobre el Derecho criminal romano", pp. 157-
162) hace una descripción general de los principales
problemas de método en el estudio del Derecho penal
romano, un campo algo abandonado por parte de la
romanística española, a fin de reclamar para éste un
estatuto científico de primer orden en el marco de los
estudios romanísticos.

A. Castro Sáez ("Ficción jurídica y usucapio pro herede en la


yacencia hereditaria", pp. 163-174) resume la concepción y
la evolución histórica de la peculiar figura de la usucapio pro
herede como instrumento hallado por el ordenamiento
romano para forzar la aceptación pronta de la herencia, y
explora el surgimiento paralelo en la jurisprudencia de
expedientes técnicos tendentes a explicar mejor la situación
patrimonial de la herencia sin titular y, en concreto, la idea
de ficción jurídica, que en última instancia sirven a idéntico
fin.

F. del Pino-Toscano ("La palingenesia crítica como método


de investigación romanística", pp. 175-181) redescubre en
su trabajo la metodología palingenésica como instrumento
de análisis histórico-crítico de las fuentes, y, en concreto,
ejemplifica su posición a través del análisis del título VIII del
libro 42 del Digesto, concluyendo la existencia en época
clásica de dos recursos revocatorios de los actos en fraude
de acreedores, frente al régimen único de la época
justinianea (actio Pauliana); promete una investigación más
detallada sobre el particular.

E. Domínguez López ("El praestare en D. 13.6.5.3 [Ulp.


28 ad Ed.]", pp. 183-193) analiza el contexto en que se
inscribe el texto comentado y, en particular, centra la
cuestión en el significado del término `praestare', que ve
con un significado unitario, pero no referido al objeto
principal de la obligación, sino a los deberes accesorios
necesarios para el cumplimiento de la prestación
fundamental de la obligatio, con un ámbito de
responsabilidad para los clásicos más amplio que en el
mundo actual.

Mª E. Fernández Baquero ("Relaciones extramatrimoniales


en época republicana", pp. 195-210) trata la cuestión de las
relaciones sexuales extramatrimoniales en el mundo romano
republicano distinguiendo al respecto dos épocas bien
diferenciadas: desde los orígenes hasta el siglo III a.C. y a
partir de ahí hasta las leyes augústeas. El punto de inflexión
se ubica en las Guerras Púnicas, que trajeron a Roma un
enorme incremento de su riqueza y potencia, lo que provocó
importantes transformaciones sociales que llevaron a un
fuerte aumento de las relaciones extramatrimoniales y a la
aparición de instituciones nuevas, como el concubinato.

R. Herrero Chico ("Aproximación al constitutum como


negocio crediticio", pp. 211-223) se replantea una vez más
el tema del constitutum como forma negocial particular y
analiza algunos aspectos concretos del problema (objetos,
formas, modalidades, efectos y sujetos del mismo).

C. Jiménez Salcedo ("De la aemulatio romana al moderno


concepto de abuso de derecho", pp. 225-239) parte en su
artículo del concepto de abuso de derecho según la doctrina
moderna y atribuye el origen del mismo a la teoría medieval
de los actos de emulación y, en última instancia, a la
prohibición de immitere en el fundo vecino del Derecho
romano; para ello, revisa los supuestos de abuso de derecho
y actos de emulación en los textos compilatorios, a partir del
principio `qui iure suo utitur neminem laedit', lo que no
significa que los romanos no conocieran la prohibición de los
actos de emulación, sino que tales conductas, con
independencia de la factura clásica o justinianea de los
textos en cuestión, siempre experimentaron la tendencia a
su prohibición.

E. Pendón Meléndez ("Afectación y titularidad del dominio


público", pp. 241-255), al igual que Alburquerque Sacristán,
vuelve su atención a la problemática administrativista y, en
particular, a la discusión sobre el significado de la `cosa
pública' en el Derecho romano, centrándose en la
identificación de dos conceptos modernos en el ámbito
romano -la `afectación' de bienes al uso público y la
titularidad de los bienes `demaniales'- destacando el papel
de la concepción preclásica de la copropiedad de todos
los cives en la articulación de los medios de tutela de dichos
bienes o en su régimen legal.

B. Periñán Gómez ("Datos en las fuentes literarias sobre la


incidencia de los senadoconsultos en el Derecho romano
clásico", pp. 257-269), tras un excursus sobre las funciones
del Senado romano en época republicana y altoimperial,
examina las principales fuentes literarias que hacen alguna
mención de su `función normativa' (Cic. top. 5,28;
Hor. ep. 1,16,41; Tac. ann. 1,15), para acabar señalando su
insuficiencia a la hora de sostener la existencia de un
verdadero `poder legislativo' (terminología que rechaza)
senatorial en época republicana.

Rosalía Rodríguez López ("Política urbanística en la Novela


IIII de Mayoriano", pp. 271-287) intenta contextualizar
históricamente esa constitución del 458 orientada a paliar el
deterioro urbanístico experimentado por la Urbe en esa
época, centrándose en los aspectos de la preocupación por
el urbanismo público, la prioridad de las políticas de
conservación y reparación de edificaciones y la defensa de la
propiedad pública frente a los actos usurpatorios de los
privados, destacando tanto las líneas de continuidad de esta
norma respecto a las anteriores como sus peculiaridades.
Como conclusión, subraya el carácter singular de esta
norma como medida seria de política urbanística pública,
frente a la indolencia de los gobernantes posteriores.

Por fin, la editora del volumen (junto al prof. Herrera


Bravo), M. Salazar Revuelta, recorre en su comunicación
("Algunas consideraciones sobre la doctrina
del nasciturus en la tradición romanística y en la
codificación", pp. 289-305) las diversas soluciones dadas en
los ordenamientos civiles al problema de la consideración
del nasciturus como sujeto de derecho, partiendo de la regla
romana `conceptus pro iam nato habetur', y destaca los
diversos campos en que la naturaleza humana
del nasciturus resulta relevante para el Derecho romano. En
la tradición jurídica española, se detiene en el examen de
las Partidas (esp. P. 4,23,3), para desembocar en el actual
Código civil que, tras algunas dudas iniciales, recoge la
tradición romano-canónica de las Partidas en su artículo 29.

El volumen resulta, en su primera parte, una interesante


aportación a la discusión que envuelve (tal vez en exceso) a
la romanística española desde hace algunos años, en
relación con el papel que debe desempeñar esta disciplina
en la nueva ordenación universitaria española y el sentido
de su permanencia en los nuevos planes de estudio, y, en su
conjunto, constituye una plausible revelación del estado de
la romanística andaluza en el momento actual. La edición es
pulcra, si bien hubiera sido deseable que el mismo cuidado
que se ha prestado a la presentación formal del texto se
hubiera dedicado también a su contenido material, evitando
el excesivo número de erratas e incorrecciones que pueblan
la obra y que deslucen el resultado final. (F.J.A.)

III. ARTÍCULOS, RECENSIONES Y OTROS TRABAJOS

Juan José Alba Crespo: "De la cautio damni infecti al


interdicto de obra vieja y las medidas precautorias", en III
Congreso Iberoamericano de Derecho Romano (6, 7 y 8 de
febrero de 1997), León, 1998, páginas 431-461.

Juan Miguel Alburquerque: "Consideraciones en materia de


protección vial: el interdictum ne quid in via publica
itinereve publico fiat, quo ea via idque iter deterius sit
fiat (D. 43.8.2.20)", en Derecho y Opinión, Universidad de
Córdoba, 6 (1998) páginas 185-209.

Ana Alemán Monterreal, 1) "La capacidad sucesoria del


transmisario en el ius delationis", en Actas del IV Congreso
Iberoamericano de Derecho Romano I, Vigo, 1998, páginas
119-127; 2) "Donatio et instrumentum", en RIDA 45 (1998)
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Laurens Winkel: "Error de derecho: Comparación entre el


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