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La pedagogía como ciencia que dirige la formación, educación, instrucción, reflexión y desarrollo
de los ciudadanos de una sociedad no puede desenvolverse ajena a los cambios socio-económicos
y científicotécnicos que tienen lugar en el contexto histórico-cultural en el cual se inserta; en aras
de responder y propiciar los mismos y en consonancia con las crecientes demandas sociales, la
pedagogía necesita una imbricación cada vez mayor con las distintas disciplinas del conocimiento
científico, sobre todo si las mismas le proporcionan una visión más integral del ser humano que
facilite su abordaje desde una teoría heurística.
“El único modo de conseguir que la enseñanza sea eficaz es el que consigue hacer pensar al
educando; el objeto de la enseñanza no es tanto proveer de conocimiento, cuanto en poner en
actividad los órganos capaces de adquirir conocimiento. Es necesario saber que la naturaleza
racional del hombre tiene leyes, órganos y funciones propias, se desarrolla paulatinamente en
periodos bien determinados que harían que el ser humano llegara al más alto grado de
racionalidad si se respetarán escrupulosamente.” (Hostos,1890 citado en Villarini, 2004).
La teoría del cerebro Trino propuesta por Maclean (1983, citado en Barrios & Marjal, 2000)
constituye un indudable ejemplo de lo antes expuesto al develar la existencia de tres estructuras
diferentes que conforman la totalidad del cerebro: el sistema neocortical, el sistema límbico y el
sistema reticular que, aunque son distintos en estructura, trabajan interconectados constituyendo
una jerarquía de tres cerebros en uno. Estos resultados han sido incorporados en los trabajos de:
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Que si bien han propiciado una nueva mirada de la pedagogía hacia la necesaria dirección de los
procesos afectivos de los estudiantes y la ampliación o flexibilización hacia la potenciación de sus
capacidades individuales, persiste aún la dicotomía cognitivo-afectivo y la parcelación en la forma
de concebir la psiquis, haciendo que los profesores, e incluso el currículo, se centren en aquellos
tipos de inteligencia que son requeridos e imprescindibles para lograr el desarrollo exitoso de la
profesión excluyendo otros prototipos de inteligencia igualmente válidos para el desempeño en
otros contextos. Debe acotarse en este punto que, indudablemente cada profesión va a
desarrollar unas habilidades más que otras, unas capacidades más que otras; sin embargo, debe
tenerse especial prudencia con aquellas habilidades y capacidades que se están potenciando
porque: “En este momento estamos formando a nuestros alumnos para profesiones que en dos o
tres décadas puede que no existan o sean una refundición de otras (…) los expertos en prospectiva
social estiman que cerca de la mitad de las profesiones actuales desaparecerán, al menos tal como
se conciben en la actualidad, y que habrá otras tantas nuevas.” (Saiz, 2002, 6-7). De esta forma,
intentando desarrollar una pedagogía más integradora, se ha incursionado en el modelo del
Cerebro Total propuesto por Hermann (1989, citado en Barrios & Marjal, 2000) quien integra la
teoría del Cerebro Trino y de la Especialización Hemisférica de Sperry postulando la existencia de
cuatro formas diferentes de procesar la información en el cerebro humano en correspondencia
con el funcionamiento de los cuatro cuadrantes cerebrales derivados de la división entre
hemisferio izquierdo y derecho y las mitades límbica y cerebral.
Estas ideas resultan una comprensión reduccionista ya que, entre la multiplicidad de objeciones
que pueden realizarse, salta a la vista que toda conexión establecida no necesariamente debe
tributar al buen desarrollo del intelecto sino incluso que su exceso puede ser índice de
pensamientos rumiativos que menguan los recursos cognitivos del sujeto estableciéndose puntos
de excitación corticales demasiado fuertes. Además, no puede olvidarse ni por un momento que
no es el cerebro aislado quien piensa o aprende sino la persona como totalidad, portadora de ese
sistema nervioso y en constante interrelación con su medio.
La programación neurolingüística, surgida a principios de los años '70 del siglo pasado, puede
decirse que constituye un intento de integrar los avances de la neuropsicología y la pedagogía
haciendo énfasis en los procesos comunicativos. Esta teoría, sin duda alguna, constituye una visión
optimista que varía el rol del profesor y el estudiante; sin embargo, poco a poco ha ido perdiendo
su fundamento neuropsicológico adscribiéndose a enfoques positivistas que la han desligado de la
base material y de las potencialidades reales del cerebro. En sentido general, estas investigaciones
no logran captar el funcionamiento integrado del Sistema Nervioso Central aportando datos
aislados que generalmente conllevan a un reduccionismo químico encerrado en la existencia de
los neurotransmisores o a un biologicísmo centrado en la estructura. A su vez, resulta interesante
la dicotomía subyacente a la aparente unidad cognitivo-afectiva promulgada. No obstante, estas
teorías han abierto el camino hacia la integración neuropsicología y pedagogía enfatizando en los
resultados limitados de la educación contemporánea basada sólo en la mitad de la neocorteza,
según términos de Hermann, dejando a un lado el resto de las potencialidades del cerebro. La
pedagogía cuanto más, se ha basado en las investigaciones sobre la mente de los sujetos, pero no
en los conocimientos sobre sus procesos neuropsicológicos.
Tema 2 COMPONENTES DE LA EVALUACIÓN NEUROPSICOPEDAGÓGICA ❖ Componente de
evaluación afectivo-comportamental A partir de instrumentos basados en métodos de entrevista
empleados en el campo de la psiquiatría y la psicología, así como en cuestionarios
comportamentales diseñados para evaluar la sintomatología asociada a categorías o tipologías
diagnósticas, como las contempladas en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos
Mentales (DSM IV, 1994), se utilizaron los siguientes instrumentos: ‒ Entrevista psiquiátrica
semiestructurada MINIKID [sigla en inglés de Mini International Neuropsychiatric Interview for
Children and Adolescents]. Se trata de un inventario de entrevista diagnóstica que se puede
incorporar fácilmente a las entrevistas clínicas habituales (Sheehan et al., 2005). En este estudio se
empleó la versión en español para niños y adolescentes de Colón et al. (2005), que explora los
principales trastornos psiquiátricos del Eje I del DSM-IV (1994) y la CIE-10 (1992). ‒ Cuestionarios
comportamentales. Se cuenta con instrumentos normatizados que permiten determinar
categorías de anormalidad en la presentación de comportamientos manifiestos de inatención,
hiperactividad e impulsividad, teniendo en cuenta su variabilidad en la población general, con
relación a variables demográficas.
Tal es el caso de los cuestionarios comportamentales como el listado de síntomas para TDAH del
DSM IV (Pineda et al., 1999: 365-372) y los cuestionarios Conners para padres y maestros (Pineda,
2000; 2001: 217- 222). Estos instrumentos permiten determinar la amplitud de los rangos y la
variabilidad de las conductas adaptativas y desadaptativas de niños y niñas en edad escolar con
TDAH. ❖ Componente de evaluación cognoscitiva y académica Este componente se implementó a
partir de una batería para la evaluación neurocognitiva integral [Evaluación Neuropsicológica
Infantil –ENI–], desarrollada por Matute et al. (2007), la cual dispone de datos normativos
obtenidos en población infantil manizaleña y mexicana (Rosselli et al., 2004: 720-731). Para el
macroproyecto, se estructuró una versión abreviada, cuya aplicación permite una evaluación
cognoscitiva y académica integral en niños y niñas con edades entre los 5 y los 15 años. Esta
versión abreviada está conformada por: ‒ Sub-pruebas para la valoración neuropsicológica:
habilidades visoconstruccionales gráficas, memoria verbal y visual, atención visual y auditiva,
flexibilidad cognoscitiva, lenguaje (seguimiento de instrucciones y habilidades metalingüísticas),
habilidades viso-espaciales y visoperceptuales y fluidez verbal (semántica y fonológica).
A cuáles necesidades apunta… Necesidades educativas comunes: aquellas que comparten todos
los estudiantes que hacen referencia a los aprendizajes esenciales para su desarrollo personal y
socialización. Se expresan en el currículo general. Necesidades educativas individuales: Lleva
implícito el hecho de que no todos los estudiantes se enfrentan a los contenidos curriculares con
el mismo bagaje, conocimiento previo o experiencia. Relaciona los estilos de aprendizaje,
intereses, niveles y motivaciones propias. Pueden ser atendidas a través de “buenas practicas
pedagógicas”. Necesidades educativas específicas: son aquellas necesidades individuales que no
pueden ser resueltas a través de los medios y recursos metodológicos habitualmente utilizados.
Hace referencia a aquellos estudiantes que presentan dificultades mayores que los demás para
acceder a los conceptos correspondientes a su edad. Requieren adaptaciones curriculares, del
contexto educativo o el aula y de apoyo especial.
Intervención en el Microsistema Familiar: La familia junto con la escuela son los microsistemas a
intervenir por excelencia, dado que son los entornos más inmediatos en los niños y niñas; lo que
sucede en de cada uno de ellos y las interconexiones que se establecen entre los mismos generan
situaciones que son determinantes en el proceso del trastorno y su tratamiento. En la población
con trastorno del desarrollo se presentan condiciones que no sólo perturban su funcionamiento,
sino también que interesa a las personas que conviven con él; se puede decir que el equilibrio
familiar se ve afectado de una manera bidireccional, puesto que la familia en su afán de adaptarse
a las condiciones generadas por el niño o niña adopta una serie de comportamientos,
pensamientos y sentimientos que se asocian de manera positiva o negativa según sea el caso, en
el curso y pronóstico del trastorno y del tratamiento. Intervención en el Microsistema Escolar:
Siendo la escuela junto con la familia un microsistema en el que la niñez desarrolla capacidades
psicológicas, biológicas y sociales con cambios perdurables que están apoyados por el ambiente
que lo rodea y que se relacionan mutuamente, la comprensión de estas relaciones y de estos
contextos otorga elementos para entender a profundidad las consecuencias de las interacciones
de los diferentes contextos en la conducta del infante. La escuela al enfrentar al alumno a un
sinnúmero de experiencias se convierte en uno de los microsistemas que en ocasiones exacerba
los síntomas asociados (ansiedad, llanto, aislamiento, agresividad, baja autoestima, hiperactividad,
conductas desadaptativas, somatización, entre otros), ocasionan ineficacia en el proceso de
aprendizaje y por lo tanto presentando un deterioro en su capacidad de prestar atención, de
concentrarse en la actividad y una tendencia a tener escaso nivel de flexibilidad para acomodarse
al proceso educativo y relacionarse con sus iguales. Apoyo individualizado al estudiante: Se debe
crear un programa de intervención que contemple las áreas fuertes y débiles identificadas en el
proceso de evaluación y enfatizar el seguimiento y evaluación de los progresos y dificultades del
niño o niña en acuerdo con el docente. Corresponde al profesional en neuropsicopedagogía
establecer los cambios y ajustes pertinentes a dicho programa. Orientación y capacitación a
padres de familia: Tiene como objetivo proporcionar a los padres herramientas prácticas para el
manejo adecuado de problemáticas que puedan presentar sus hijos en el aula de clase, con
diversos temas que facilitarán entender a sus hijos como son: comunicación, valores, el juego
como proceso de aprendizaje, sensibilización frente al trastorno de ansiedad, violencia
intrafamiliar, normas y límites, apoyar el desarrollo de habilidades para el aprendizaje, entre otras.
Adicionalmente, el profesional en neuropsicopedagogía debe programar y realizar escuelas de
padres con el fin de vincular a la familia en el proceso formativo de todos los estudiantes. Asesoría
en procesos curriculares: El profesional en neuropsicopedagogía está llamado a transformar los
ambientes escolares y de aula a través de aportes para la reformulación de los Proyectos
Educativos Institucionales (PEI) con miras a la inclusión de todos los niños. Esto se logra
inicialmente a través de procesos de sensibilización a toda la comunidad educativa frente a las
diversas condiciones que presentan los niños, para posteriormente reformular los PEI en todos sus
componentes.