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Escuela de Frankfurt

Marián Ortiz

La designación Escuela de Frankfurt reúne la producción de una


serie de pensadores que iniciaron sus estudios en torno a la teoría
marxista para, después, hacer una reflexión crítica sobre las
sociedades industrializadas.

Sus integrantes se reunieron en el Instituto de Investigación


Social de la Universidad de Frankfurt creado en 1924.

La escuela, de carácter interdisciplinaria, abarca estudios que van


desde aspectos sociales y económicos hasta los culturales. Con
ella, se pone en crisis el concepto de razón y la teoría tradicional,
para dar paso a la denominada como teoría crítica. Pero, ¿qué es
la teoría crítica? ¿cuál es el objeto de estudio de la escuela?
¿quiénes son los principales representantes?

Origen
En 1924 surge el Instituto de Investigación Social adscrito a la
Universidad de Frankfurt bajo la dirección de Carl Grünberg hasta
1931, año en que Max Horkheimer se puso al frente.

En este centro de investigación, de orientación marxista, se


forman los filósofos que, en la década de los 60, pasarían a
denominarse como “Escuela de Frankfurt”.

En un primer momento, destacan las influencias de Hegel y


Heidegger, también la de Marx y Freud. Sin embargo, con el
tiempo, rechazan algunas teorías de estos pensadores, incluso
critican el marxismo clásico. Poco a poco, el objeto de estudio de
la escuela se expande hacia la industria cultural.

Traslado a Estados Unidos

Con el ascenso del Hitler al poder, los miembros del Instituto


tienen que marcharse de Alemania, la mayor parte de ellos migran
a Estados Unidos. Es en el año 1934 cuando se crea un centro de
investigación asociado a la Universidad de Columbia, desde donde
siguen sus investigaciones. No fue hasta la década de los 50 que
la escuela pudo regresar a Alemania, donde estaba la sede
original.

Objeto de estudio de la escuela


La Escuela de Frankfurt se centra en dos intereses principales.
Por un lado, pretende realizar una crítica a las sociedades
industriales desarrolladas. Este análisis va a ser interdisciplinario
pues, abarca no solo en el aspecto político, sino también
económico y el de las industrias culturales.

En una primera etapa, se realiza una reformulación del marxismo


bajo un nuevo paradigma y con una reflexión de la sociedad y los
procesos que la conforman.

Más tarde, tras la Segunda Guerra Mundial, entre los temas de


interés de la escuela aparece el de la influencia de los medios de
comunicación en la sociedad. Al mismo tiempo, que se pone en
evidencia la “libertad individual” en las sociedades democráticas.

Así, los integrantes de la escuela pretenden desarrollar una


sociedad de individuos conscientes y de espíritu crítico. Para ello,
se comprometen en la denuncia de toda forma de opresión vigente
en las sociedades modernas, ya sean socialistas o capitalistas.

Por otro lado, critican la concepción del conocimiento anterior y


pretenden romper con la teoría tradicional. Para ello, denominan a
esta nueva forma como teoría crítica.

Teoría crítica
La teoría crítica es la doctrina que se desarrolla en la Escuela de
Frankfurt por un grupo de pensadores y que, en cierto modo, viene
a oponerse a la teoría tradicional.

Uno de los escritos que hablan sobre las diferencias entre ambas
teorías es el ensayo que publicó Horkheimer, Teoría tradicional y
teoría crítica (1937), donde cuestionaba, entre otras cosas, la
pretensión de “neutralidad” de la teoría tradicional.

Mientras que la teoría tradicional intenta aportar una descripción


abstracta del mundo, ajeno a la realidad. La teoría crítica busca un
análisis, el desenmascaramiento de ideologías y la transformación
del mundo. Así, estas son algunos rasgos generales de la teoría
crítica:

• Los filósofos de la teoría crítica defienden que no existe la


imparcialidad. Es decir, a pesar de la posible fachada de
objetividad que defiende la teoría tradicional, esto no es más
que una apariencia que en realidad esconde intereses
ideológicos.

• No acata el principio de “no valoración” y objetividad,


defendido anteriormente en la teoría tradicional. Al contrario,
busca la emancipación del ser humano que lo conduzca a la
“praxis liberadora”.

• Todo conocimiento está determinado por intercesiones


históricas, sociales y económicas. Es decir, una teoría no
puede ser ajena al contexto social, histórico o económico del
que ha surgido.

Representantes de la teoría crítica


La escuela de Frankfurt suele clasificarse en dos, e incluso, hasta
en tres generaciones. Estos son algunos de los investigadores más
representativos de la primera y la segunda generación.

Primera generación

Max Horkheimer
Fue un filósofo y sociólogo alemán, uno de los nombres más
representativos de la Escuela de Frankfurt. Horkheimer tuvo que
abandonar Alemania con la llegada del nazismo.

Después vivió en Estados Unidos, aunque regresó a su tierra natal


tras el final de la Segunda Guerra Mundial. Su trabajo estuvo
vinculado al estudio de la razón instrumental, la cultura de masas
y la sociedad del consumo. Entre sus obras más relevantes se
encuentran: Crítica de la razón instrumental (1947) Sociedad,
razón y libertad (1954-1966), Dialéctica de la Ilustración (1944)
y Teoría tradicional y teoría crítica (1937).

Theodor W. Adorno

Fue, junto a Horkheimer, uno de los mayores exponentes de la


Escuela de Frankfurt y de la teoría crítica. Con la irrupción de los
totalitarismos en Europa, Adorno también tuvo que exiliarse a
Estados Unidos. Una de las grandes preocupaciones de Adorno fue
la expansión de los medios de comunicación y como estos
influyeron en la sociedad. Entre las obras más destacadas se
encuentra Dialéctica de la Ilustración (1944), Dialéctica
Negativa y Teoría Estética (1966).

Hebert Marcurse

Hebert Marcuse (1898-1979) fue un filósofo de familia judía que


ingresó en el Instituto para la Investigación Social en 1933.
Después, con el ascenso de Hitler, se marchó a Nueva York.

El filósofo y sociólogo realizó una crítica a lo que denominó como


“sociedad unidimensional”. Es decir, aquella que ha conseguido
diluir toda crítica. Sociedades cerradas que solo conocen una sola
dimensión de la realidad.

Asimismo, Marcuse también analizó algunos mecanismos de


represión de las sociedades avanzadas. Entre sus obras
destacan: Razón y evolución (1934), Eros y civilización (1953) y El
hombre unidimensional (1964).

Erich Fromm

Fue un psicólogo y filósofo alemán vinculado a la Escuela de


Frankfurt durante su primera etapa. Sin embargo, más adelante se
desvinculó de la misma al presentar diferencias interpretativas
con la teoría freudiana. Erich Fromm se centró en el estudio crítico
de las sociedades occidentales y la condición del individuo en las
mismas. Entre sus obras más destacadas se encuentran: El arte
de amar (1956), Ser o tener (1976) o Miedo a la libertad (1941).

Segunda generación

Jürgen Habermas
Jürgen Habermas (1929-) es un filósofo alemán, enmarcado dentro
de la denominada como Segunda generación de la Escuela de
Frankfurt. Colaboró en el Instituto de la Investigación Social y fue
ayudante de Adorno. Él también trató de desarrollar una teoría
crítica para someter a análisis a las sociedades capitalistas
desarrolladas.

Entre sus obras se encuentran: Lógica de las ciencias


sociales (1967), Teoría de la acción comunicativa (1981) y El
discurso filosófico de la modernidad (1985).

LA ESCUELA DE FRANKFURT, EL
MARXISMO CULTURAL Y LO
POLÍTICAMENTE CORRECTO
COMO HERRAMIENTA DE
CONTROL

– Claudio Grass –
La libertad de ideas y la libertad de expresarlas sin sufrir censura
moral siempre fueron ideas correlacionadas y entrelazadas. Pero
ambas han muerto. Sin embargo, no han muerto ahora. Su muerte
comenzó entre los años 1930 y 1968, cuando un grupo de
intelectuales y filósofos se unió para crear una escuela de
pensamiento que tenía como foco esencial la destrucción de la
civilización Occidental y todo lo que ella representa (inclusive su
sistema económico basado en el capitalismo) por medio de la
‘emancipación’.

Max Horkheimer, un filósofo marxista, fue uno de los padres


fundadores de la Escuela de Frankfurt, la cual incorporaba toda la
moderna Teoría Crítica de la Sociedad y que, a gran escala, se
caracteriza como neo-marxista.

Horkheimer, junto con Jürgen Habermas, Theodor W. Adorno,


Herbert Marcuse y Erich Fromm, para citar sólo algunos, crearon la
Escuela de Frankfurt y su Instituto para la Investigación Social, una
institución que moldeó el pensamiento cultural de Occidente en
general y de Alemania en particular.

De acuerdo con Horkheimer, la teoría crítica tenía el objetivo de


«liberar a los seres humanos de las circunstancias que los
esclavizan». Así, su principal objetivo era crear una plataforma
teórica e ideológica para una revolución cultural.

Acto seguido, ese grupo de «filósofos» centró sus esfuerzos


específicamente en la cultura. Es la cultura lo que forma los
fundamentos que modelan la mentalidad y la visión política de las
personas. Alterándose la cultura, se altera la mentalidad y la visión
política de las personas. Para alterar la cultura, es imprescindible
controlar el lenguaje y las ideas. Y, para hacer esa revolución
cultural, era imprescindible infiltrarse en los canales
institucionales, particularmente en la educación.

En suma, la Teoría Crítica es la politización de la lógica.


Horkheimer, al declarar que «la lógica no es independiente del
contenido», quería decir que un argumento es lógico si tiene el
objetivo de destruir las bases culturales tradicionales de la
civilización Occidental, y es ilógico si tiene el objetivo de
defenderlas.

Este, obviamente, es el pilar de lo «políticamente correcto», y


explica por qué el debate abierto y sin censura es vituperado como
siendo algo subversivo e inflamatorio. Lo políticamente correcto
desprecia el debate abierto porque lo ve como un generador de
discordias y dudas, algo que estimula el análisis crítico e impide
una uniformidad (y una hegemonía) intelectual. En suma, el debate
abierto y sin censura evita la predominancia del llamado
«pensamiento de manada», que es la base de la revolución cultural.

La Teoría Crítica de la Sociedad, la guerra a la

Religión y la descriminalización del crimen.

La Escuela de Frankfurt alegaba que su Teoría Crítica de la


Sociedad era la teoría de la verdad. La filosofía occidental, de Santo
Tomás de Aquino a Kant, pasando por Hegel, Fichte, Schelling y
Goethe, debería ser sumariamente descartada y sustituida por las
reglas propias y dogmáticas de la Escuela de Frankfurt, la cual
contenía todas las directrices del «pensamiento correcto».

En las áreas de la sociología y de la filosofía política, la Teoría


Crítica fue más allá de la interpretación y de la comprensión de la
sociedad; se esforzó por sobreponerse y destruir todas las barreras
que, en su visión, mantenían la sociedad presa en sistemas de
dominación, opresión y dependencia.

La guerra a la religión

Una de las principales y más controvertidas discusiones tiene que


ver con la animosidad de la Escuela de Frankfurt en relación a la
religión y a la espiritualidad. Para los frankfurtianos, el cristianismo
representa el resurgimiento institucional de la filosofía pagana, y
Dios sería una mera ficción. La religión lleva a las personas a
proyectar su sufrimiento en una entidad divina; sirve como
distracción de la miseria causada por el capitalismo; en su núcleo,
no hay nada más que pura imaginación.

A medida que las teorías darwinistas y freudianas fueron


desafiando la religión, el marxismo y el neo-marxismo ganaron
fuerza para contestar la imagen mítica y obscurantista de la
divinidad milenaria institucionalizada. No es Dios, sino el hombre la
entidad más alta a ser reverenciada.

La Escuela de Frankfurt profesa que el hombre, en la condición de


mamífero y siendo un mero producto de la naturaleza, destituido de
cualquier espiritualidad, está totalmente limitado en su existencia,
siendo conducido por sus más básicos y primitivos instintos y
guiado por sus necesidades básicas. No hay espacio para el libre
albedrío, no hay capacidad de juicio crítico y no hay habilidad de
distinguir lo correcto de lo errado. No hay presciencia y no hay
racionalización.

Esa posición tiene sus raíces en las bases marxistas de la Escuela,


una vez que el marxismo afirma que el hombre es un producto de la
sociedad: su mente y su espíritu son determinados y moldeados por
el mundo material. A causa de esa vulnerabilidad a los factores
externos, la mente humana es vista como frágil y manipulable, de
modo que, siendo así, el hombre no puede ser responsabilizado por
sus propias decisiones.

Descriminalización del crimen

Esa idea sirvió como base para la «descriminalización del crimen»,


que es una de las tesis de la Escuela de Frankfurt. Según Habermas,
dado que el hombre es un producto de la sociedad, es inevitable que
ceda a sus impulsos primitivos y a sus tendencias criminales, una
vez que fue creado bajo el yugo de la violencia estructural de un
sistema capitalista criminal.

La Escuela de Frankfurt creía que, al extirpar a la humanidad de la


espiritualidad, y al destruir los bienes materiales – creados por el
capitalismo – que rodean a los seres humanos, el hombre vivirá
libremente, sin el sentimiento de responsabilidad y sin el fardo de
su propia conciencia. Los frankfurtianos prometían libertad sin libre
albedrío; preconizaban la emancipación por medio de la asimilación
intelectual; y garantizaban que sería posible que hubiera igualdad
sin justicia.

La importancia estratégica de la educación controlada por el


estado.

De acuerdo con la Escuela de Frankfurt, todos los defectos de la


humanidad comienzan con la familia. La familia es la primera y
primordial entidad moral que encontramos. Esa entidad crea a sus
hijos de una manera autoritaria, la cual genera adultos sumisos,
obedientes y dependientes.

En otras palabras, es la familia la que nos prepara en los programas


para aceptar el fascismo. Siendo así, al desacreditarse y destruirse
el concepto de familia, se hace posible destruir el capitalismo y el
fascismo en su raíz.

A causa de esa actitud antagonista en relación a la familia,


combinada con su cruzada ideológica contra la espiritualidad, los
filósofos de Frankfurt tenían que presentar una alternativa para
sustituir esa institución anticuada y, con eso, garantizar un camino
seguro para el futuro. Acto continuo, la solución estaba en
reprogramar a la sociedad por medio de una ingeniería social
revolucionaria, de modo que todos pasaran a comportarse de la
manera esperada por la teoría social de la Escuela. Todo el
comportamiento humano debería hacerse un mero y previsible acto
de reciprocidad.

Este, por sí sólo, sería el código universal de ética que gobernaría


la utopía frankfurtiana. Para imponer ese código sobre la sociedad,
propusieron la infiltración seguida de la manipulación de las
instituciones y, de entre ellas, principalmente, la educación y los
medios de comunicación.

Obtener el control de esos canales institucionales sería la manera


más eficiente de imponer y de promover su ética. La educación
controlada por su ideología suministraría la llave para la obediencia
garantizada, extirpando toda discordancia, así como todo potencial
de pensamiento independiente hecho por el individuo.

Las repercusiones de esa estrategia son obvias hoy. La educación


controlada por el estado condicionó a los niños y los adolescentes
a desde muy temprano, jamás cuestionar las políticas colectivistas
del gobierno. De hecho, cuando los estudiantes deciden hacer algún
acto de rebeldía contra el gobierno, es justamente para pedir la
imposición de aún más políticas colectivistas. Se trata de una
estrategia que obtuvo un éxito casi absoluto.

Como dijo Lew Rockwell, «si toda la propaganda gubernamental


inculcada en las aulas consigue echar raíces dentro de los niños a
medida que crecen y se hacen adultos, estos niños no serán ninguna
amenaza al aparato estatal. Ellos mismos se ajustarán los grilletes
a sus propios tobillos.»

El ascenso del marxismo cultural.

La Escuela de Frankfurt creó el dogma de que «libertad y justicia»


son términos dialécticos, lo que significa que están en completa
oposición uno al otro, en un juego de suma cero, en que «más
libertad significa menos justicia» y «más justicia es igual a menos
libertad». Basado en esa dialéctica, la libertad era la tesis y la
justicia era la antítesis.

Ese interesante enfoque dialéctico fue adoptado de las ideas y


obras de Friedrich Hegel. La Escuela de Frankfurt, sin embargo,
distorsionó el núcleo de este concepto y desnaturalizó su lógica
consecuencia. En suma, la principal diferencia entre los enfoques
dialécticos de Hegel y Horkheimer está en sus respectivas
conclusiones: Hegel, un idealista, creía, así como Kant, que el
espíritu crea la materia, mientras que, para Horkheimer, un
discípulo de Marx y de su teoría del materialismo, es la materia lo
que crea el espíritu.

Marx afirmaba que el mundo, la realidad objetiva, podía ser


explicado por su existencia material y por su desarrollo, y no por la
concretización de una idea divina absoluta o como resultado del
pensamiento humano racional, que es la postura adoptada por el
idealismo.

Consecuentemente, para la Escuela de Frankfurt, colocar límites


sobre el mundo material, colocar reglas externas y directrices sobre
el ambiente en el cual los individuos viven, piensan y operan, sería
una medida que, en su visión, sería suficiente para moldear la
experiencia cognitiva de los individuos y, con eso, confinar sus
espíritus a los parámetros «deseados».

Ese es el punto clave que conecta la Escuela de Frankfurt a aquello


que hoy conocemos como lo «políticamente correcto». En la base
de lo políticamente correcto está la creencia de que menos libertad
garantiza más justicia y, consecuentemente, más seguridad. Este
mantra es regurgitado (devolver los alimentos, vomitar) por medio
de instituciones académicas y discursos políticos, insertado en
valores sociales y plantado en las mentes de las generaciones más
jóvenes (futuros electores) por medio de las escuelas y facultades,
exactamente como era intención de la Escuela de Frankfurt.

En vez de crear una plataforma que estimule el desarrollo del


individuo por medio del raciocinio lógico, del cuestionamiento y de
los diálogos estimulantes, el sistema institucional funciona como
una línea de montaje mecanizada, que tiene el objetivo de
estandarizar y homogeneizar los individuos, condicionándolos a
someterse al status quo, siempre diciendo ‘sí’ y jamás
cuestionando. Esta es la lógica de la Teoría Crítica de la Sociedad
y el elemento central de lo «políticamente correcto».

Se trata de una tentativa de controlar la inherente entropía de las


ideas humanas y todo el tipo de pensamiento independiente; de
controlar el flujo de las ideas humanas y de conformar las
experiencias humanas a un inmovilismo antinatural. En última
instancia, se trata del objetivo de quebrar el espíritu del individuo y
dejar su mente de rodillas ante los dictámenes de los filósofos.

De ahí viene el término «marxismo cultural»: los marxistas


prácticamente abandonaron la vieja retórica de la «lucha de
clases», que implicaba a las clases capitalistas y proletarias, y las
sustituyeron por las clases opresoras y oprimidas. Las clases
oprimidas incluyen las mujeres, las minorías, los grupos LGBT, y
varias otras categorías. La clase opresora está formada por
hombres blancos heterosexuales que no sean ideológicamente
marxistas, como los propios fundadores de la Escuela de Frankfurt.

El marxismo cultural nada tiene que ver con la libertad, con el


progreso social o con un supuesto esclarecimiento cultural. Al
contrario, y como el propio Horkheimer dejó claro, tiene que ver con
la creación de individuos idénticos que no se enfrenten entre sí y
que no intercambien ideas, operando como máquinas automáticas
y sin emoción.

Conclusión.

En la base de la Escuela de Frankfurt está la idea de que el


pensamiento puede ser controlado por medio de la imposición de la
doctrina de lo «políticamente correcto». La base de esta idea es el
polilogismo marxista, el cual decía que diferentes grupos de
personas poseen diferentes modos de pensamiento y siguen
diferentes tipos de lógica.

Los marxistas tenían una coartada para no debatir con personas


con las cuales no estaban de acuerdo: simplemente tachaban a sus
oponentes como «burgueses apologistas de la clase explotadora»,
cuyos argumentos utilizaban una lógica que no era aplicable a la
clase proletaria. Esa línea de raciocinio, en última instancia, implica
la negación de que la lógica siquiera exista. La «verdad» pasa a ser
simplemente aquello que los marxistas decretaron ser.

La Escuela de Frankfurt sigue aún esta lógica. Por eso, ella y sus
seguidores están hoy entre los mayores enemigos de la libertad y
de la mente humana libre y consciente.

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