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LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS ILUMINA EL

PLURALISMO Y LA DIVERSIDAD MUNDIALES.

A continuación figura el texto del discurso pronunciado por el Secretario


General, Kofi Annan, el 10 de diciembre de 1997 en la Universidad de
Teherán, con motivo del cincuentenario de la Declaración Universal de
Derechos Humanos:

Es un placer especial para mí estar hoy con ustedes, en esta distinguida


universidad, en el corazón de esta tierra suya, tan grande y antigua. Hace
tiempo que deseaba visitar el Irán y les estoy agradecido por su generosa
acogida. El Irán está atravesando una época de grandes promesas y
transformaciones. Las miradas de todo el mundo están puestas en ustedes.
Con clarividencia, compasión y orgullo, están renovando su nación. Los
felicito por su éxito.

Me dirijo a ustedes en un día de celebración en todo el mundo. El 10 de


diciembre se inicia el año del cincuentenario de la Declaración Universal de
Derechos Humanos. Por lo tanto, es para mí un placer especial dirigirme hoy
a ustedes y, a través de ustedes, al resto del mundo.

Ustedes, los estudiantes y líderes del mañana - en el Irán y en todas las


naciones - son los guardianes de estos derechos humanos. La suerte y el
futuro de estos derechos están en sus manos.

Hoy, en todas partes del mundo, hombres, mujeres y niños de todas las
religiones y lenguas, de todos los colores y credos, se unirán para abrazar los
derechos humanos que todos compartimos.

Lo harán convencidos de que los derechos humanos se encuentran en la


misma base de la existencia y coexistencia de los seres humanos; de que los
derechos humanos son universales, indivisibles e interdependientes; y de que
los derechos humanos están en el corazón de todo lo que las Naciones
Unidas aspiran a conseguir en la paz y el desarrollo.
"Sólo si se respetan por igual, podrán gozar estos derechos de aceptación
universal" declara el Secretario General en la Universidad de Teherán.

Los derechos humanos son lo que nos hace humanos. Son los principios que
nos permiten crear el santuario para la dignidad humana.

El artículo 1 de la Declaración Universal de Derechos Humanos afirma que


"Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos".

Están dotados de razón y conciencia y deben comportarse fraternalmente los


unos con los otros.

Los derechos humanos los requiere la razón y los exige la conciencia. Ellos
son nosotros y nosotros somos ellos. Los derechos humanos son derechos
que cualquier persona tiene en su condición de ser humano. Todos somos
seres humanos: todos merecemos derechos humanos. Lo uno no puede
existir sin lo otro.

¿Quién puede negar que todos compartimos el mismo horror por la


violencia?

¿Quién puede negar que todos buscamos vivir libres del miedo, la tortura y la
discriminación? ¿Quién puede negar que todos deseamos expresarnos
libremente y perseguir nuestros objetivos en la vida?

¿Cuándo se ha oído a una voz libre exigir el fin de la libertad? ¿Dónde se ha


oído a un esclavo defender la esclavitud? ¿Cuándo se ha oído a una víctima
de la tortura apoyar los métodos del torturador? ¿Dónde se ha oído a los
tolerantes pedir intolerancia?

La ausencia de tolerancia y derechos humanos no es sólo una negación de la


dignidad humana. Es también la raíz del sufrimiento y el odio que provocan la
violencia política e impiden el desarrollo económico.

Si hay algo que nos ha enseñado la sangrienta historia de este siglo, es esto.

Cuando hablamos del derecho a la vida, al desarrollo, o a las diferencias de


opinión y a la diversidad, estamos hablando de tolerancia. La promoción,
protección y garantía de la tolerancia hará posibles todas las libertades. La
falta de ella hará que todas sean inciertas. Como dijo una vez un sabio: "La fe
inspira respeto; el fanatismo provoca odio".

Los derechos humanos son la expresión de las tradiciones de tolerancia, en


todas las culturas, en que se fundan la paz y el progreso. Los derechos
humanos, bien entendidos e interpretados de manera justa, no son extraños
a ninguna cultura; son inherentes a todas las naciones.

La universalidad de los derechos humanos es lo que les da fuerza y el poder


de atravesar cualquier frontera, elevarse sobre cualquier muro y hacer frente
a cuanto se les oponga.

Los derechos humanos no son universales sólo porque sus raíces existan en
todas las culturas y tradiciones. Su universalidad moderna radica en el apoyo
que reciben de los 185 Estados Miembros de las Naciones Unidas. La
Declaración en sí fue el resultado de los debates celebrados por un grupo
singularmente representativo de intelectuales, la mayoría de ellos
procedentes de países no occidentales. Ellos aportaron a esta histórica
misión los recuerdos recientes de una guerra mundial y las antiguas
enseñanzas de paz universal. Los principios consagrados en la Declaración
Universal de Derechos Humanos tienen profundas raíces en la historia de la
humanidad. Pueden encontrarse en las enseñanzas de todas las grandes
tradiciones culturales y religiosas del mundo.

El iman Alí, cuarto califa después del profeta Mahoma, ordenó al gobernador
de Egipto que ejerciera su cargo con piedad y tolerancia hacia todos sus
súbditos:

"... que el más preciado de tus tesoros sea actuar con rectitud ... llena tu
corazón de piedad, amor y bondad hacia tus súbditos. No seas para ellos un
feroz animal, considerándoles como presas fáciles, pues ellos pertenecen a
dos clases: o son tus hermanos en la religión o tus iguales en la creación."

Saadi, el gran poeta persa del siglo XIII, también ofreció un emotivo tributo a
los valores de la tolerancia y la igualdad entre todos los pueblos y naciones:
"los hijos de Adán son parte unos de otros y en su creación provienen de una
misma sustancia. Cuando el mundo provoca dolor a un miembro, los otros no
encuentran reposo. Tú que eres indiferente a los sufrimientos de los demás
no mereces ser llamado hombre".

Casi 2.000 años antes, Confucio habló de la dignidad del individuo y de la


tolerancia del Estado hacia la libertad de expresión de todos sus ciudadanos:
"cuando el Estado va por el buen camino, habla en voz alta y actúa con
valentía. Cuando el Estado ha perdido su camino, actúa con valentía y habla
en voz baja".

Finalmente, y mucho más cercano a nuestra época, Thomas Jefferson definió


los derechos humanos como derechos universales a la libertad y la dignidad,
en la Declaración de Independencia norteamericana de 1776. Jefferson
escribió:

"Sostenemos como verdades evidentes que todos los hombres nacen iguales;
que a todos les confiere su Creador ciertos derechos inalienables entre los
cuales están la vida, la libertad y la consecución de la felicidad."

He mencionado estos ejemplos de todas las épocas y de tierras lejanas


porque son la prueba de una verdad eterna y fuente de profunda inspiración
sobre la condición humana.

La tolerancia y la piedad han sido siempre, y en todas las culturas, ideales de


gobierno y de comportamiento humano. Hoy en día llamamos a estos valores
derechos humanos.

El creciente apoyo a la Declaración de Derechos Humanos durante los


últimos 50 años ha infundido nueva vida a este documento y ha reafirmado
su universalidad. Los principios básicos de la Declaración han sido
incorporados a las leyes nacionales de países pertenecientes a todas las
tradiciones culturales.
No hay un solo modelo de democracia, derechos humanos, ni expresión
cultural para todo el mundo. Pero para todo el mundo debe haber
democracia, derechos humanos y libertad de expresión cultural.

El ingenio humano hará posible que cada sociedad, en el contexto de sus


propias tradiciones e historia, adopte y promueva estos valores. Estoy
convencido de ello.

Por esta razón, cuando estoy en África hablo de los derechos humanos como
"Derechos Africanos", como derechos que deben encontrar su expresión en
el lenguaje de las personas a las que protegen. Esto es lo que me hace confiar
en que algún día estos derechos prevalecerán.

La Declaración Universal de Derechos Humanos, lejos de insistir en la


uniformidad, es la condición básica para la diversidad mundial. Esta es su
gran fuerza. Este es su valor eterno.

La Declaración Universal de Derechos Humanos consagra e ilumina el


pluralismo y la diversidad en el mundo. Es el modelo para una nueva era en la
cual la comunicación y la colaboración determinarán el éxito y la
supervivencia de los Estados y los pueblos.

La lucha por los derechos humanos universales ha sido siempre y en todo


lugar una lucha contra todas las formas de tiranía e injusticia: contra la
esclavitud, contra el colonialismo, contra el apartheid. Hoy la lucha no es
distinta ni menos importante.

En todas las partes del mundo, las Naciones Unidas están dedicadas a
asegurar las condiciones básicas para la existencia humana: paz, desarrollo,
protección del medio ambiente, alimentación, vivienda adecuada, mejores
oportunidades.

Deseamos garantizar estas condiciones, no porque pensemos que todos los


seres humanos son iguales, sino porque sabemos que todos los seres
humanos necesitan comida, libertad y un futuro sostenible. Estos son
derechos humanos.
La historia de los derechos humanos es la historia de las Naciones Unidas. Los
principios y preceptos de la Declaración Universal de Derechos Humanos
guían e inspiran todos los actos de las Naciones Unidas.

Nos inspiran para que hagamos más para más gente. Nos animan a creer que
nuestra causa es justa y que su suerte será la medida del valor del hombre.

La primera Conferencia Mundial de Derechos Humanos de las Naciones


Unidas se celebró hace 30 años, aquí mismo en Teherán. La Conferencia
apoyó los principios básicos de la Declaración Universal y estableció el
programa que intentamos cumplir hoy en día.

La Conferencia instó a eliminar todas las formas de discriminación contra la


mujer, hizo hincapié en la indivisibilidad de todos los derechos humanos y
libertades fundamentales e insistió en que la plena realización de los
derechos civiles y políticos no era posible sin el disfrute de los derechos
económicos, sociales y culturales.

El trabajo de las Naciones Unidas en los ámbitos de la paz y el desarrollo ha


ido dando cada vez más importancia a los derechos humanos.

Esto incluye a todos los derechos humanos, desde los derechos civiles y
políticos hasta los sociales y económicos. El derecho al desarrollo es un
derecho universal e inalienable y es inseparable del resto de los derechos.
Incluso se podría decir que sigue siendo la medida del respeto de los demás
derechos humanos.

En materia de derechos humanos no podemos elegir a nuestro antojo,


ignorando algunos mientras insistimos en otros. Sólo si se respetan por igual
podrán gozar de aceptación universal. Además, no pueden aplicarse de
manera selectiva ni relativa, ni como instrumento de castigo.

Su fuerza eterna es su pureza.


Si, como algunos sugieren, este ha sido el siglo más terrible en la historia de
la humanidad, también ha sido el más lleno de esperanza. A las puertas del
nuevo milenio, nadie pone en duda la dignidad esencial de todo ser humano.

Hoy celebramos el aniversario de un testimonio en favor de esa dignidad.

Celebramos una victoria de la tolerancia, la diversidad y el pluralismo. La


Declaración Universal de Derechos Humanos es un baluarte mundial contra
todos los sistemas e ideologías que se propongan suprimir nuestra diversidad
y nuestra humanidad. La diversidad no es menos esencial para la condición
humana que la dignidad.

Mis queridos jóvenes amigos, aquí en esta sala y en todo el mundo: los
ideales de los derechos humanos son los ideales de la esperanza y la
humanidad. Su idealismo les inspira fe en nuestro futuro común y los alienta
a construir un futuro más justo y compasivo que el pasado.

Ustedes los jóvenes son los que tendrán que convertir estos derechos en
realidad, ahora y para siempre.

Los derechos humanos son sus derechos: abrácenlos, defiéndanlos,


promuévanlos, compréndanlos e insistan en ellos, aliméntenlos y
refuércenlos.

Ellos son el verdadero reflejo de las más altas aspiraciones de la humanidad.


Son lo mejor del ser humano. Denles vida.

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