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EL HOMBRE NUEVO: JESÚS PROPONE UN NUEVO TIPO DE SER

PERSONA

El ser humano tiende a buscar un modelo de


comportamiento. El problema de hoy en día es que muchas
veces, el joven o el adulto buscan ídolos, que no lo son,
se imitan a deportistas, artistas, etc. No tenemos más
que ver las modas que estas figuras implantan, ropa,
cortes de pelo y demás.
Lo curioso es que imitar a esos personajes, es casi
imposible de lograr, pero aún así hay una insistencia
tremenda por parecerse, pero cuando ponemos a
Jesucristo como modelo, la respuesta que recibimos es
“eso es imposible, pues Él era Dios”.

El apóstol San Pablo desarrolla en sus cartas un pensamiento que hoy nos puede resultar
muy interesante para entender el tema. Habla de Jesucristo, contraponiéndolo al Adán del
paraíso, y lo llama El nuevo Adán..., El Hombre Nuevo. (1Co 15,22.47-49)
Siguiendo el mismo pensamiento, quiere que el cristiano, para ser en todo igual a Cristo, se
revista de Cristo, y así será también él un hombre nuevo, con la gracia y las cualidades de
Cristo, dejadas atrás y para siempre las miserias morales del viejo Adán.

EN QUÉ CONSISTE EL HOMBRE NUEVO

Como estamos llamados a dejar el hombre “viejo” y a “revestirnos” del Hombre


Nuevo, necesitamos descubrir cuál es el rasgo esencial que distingue al
Hombre Nuevo del “viejo”. La diferencia entre los dos tipos de humanidad
está recogida por San Pablo en la antítesis desobediencia-obediencia:
“Como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos
pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán
constituidos justos” (Rom 5,19).

Jesucristo, Hombre Nuevo, nada hace “por sí mismo” o “para sí mismo” y


su gloria. Su alimento es hacer la voluntad del Padre. Lleva su
obediencia hasta la muerte, y muerte de cruz. Vive en total y
absoluta dependencia de Dios y en esta dependencia encuentra su
fuerza, su alegría, su libertad y su “ser”: cuando levanten en alto
al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo soy y que no
hago nada por mi cuenta, sino que solo digo lo que el Padre me ha
enseñado” (Jn 8,28). Es como si dijera: “Yo soy el que soy”, porque “no
hago nada por mi cuenta”, más aún “hago siempre lo que le agrada a Él” (Jn 8,29). El ser de
Cristo, el Hombre Nuevo, radica en su sumisión al Padre. El “es el que es”, porque “obedece”.
Y es que el ser del hombre se mide por su grado de dependencia de Dios, su Creador. Es
aquí donde se realiza su vocación: ser “imagen y semejanza de Dios”.
LLAMADOS A SER HOMBRES NUEVOS

Hemos sido redimidos y estamos llamados a imitar a Cristo, a


revestirnos del Hombre Nuevo, es decir, a vivirlo: “ustedes deben
despojarse de su vida pasada, del hombre viejo, corrompido por las
concupiscencias engañosas; renuévense en su espíritu y en su
mente y revístanse del hombre nuevo, creado según Dios, en justicia
y santidad verdadera” (Ef 4,22-24). En esto consiste nuestra
santificación. Por eso, Jesús nos enseñó en su oración a pedirle
diariamente al Padre: “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”.
Todos nosotros, como cristianos, estamos llamados a “revestirnos
del hombre nuevo”, a vivirlo (Ef 4, 22-24).

Nosotros no podemos imitar a Jesús en cuanto Dios, en sus


milagros, pero podemos y debemos imitarle en cuanto “hombre
nuevo”, hombre sin pecado. Necesitamos, por tanto, tomar muy en serio la
invitación del Señor a abandonar el hombre viejo con sus concupiscencias. Abandonar el
hombre viejo significa abandonar la propia voluntad, y revestirnos del Hombre Nuevo significa
abrazar la voluntad de Dios. Cada vez que decidimos, aunque sea en cosas pequeñas,
liberarnos de nuestra “voluntad de carne” y negarnos a nosotros mismos, damos un paso
hacia Cristo, Hombre Nuevo, que “no buscó lo que le agradaba”. Es esta una especie de regla
general para nuestra santificación. Aprendamos a repetir, también nosotros: “no busco mi
voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 5,30); he bajado del cielo no para hacer
mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado” (Jn 6,38). La novedad del Hombre Nuevo
se mide, como ya se ha visto, por su obediencia y conformidad con la voluntad de Dios.

ACTIVIDAD

1. ¿Por qué decimos que Jesucristo es el Hombre Nuevo?


2. ¿A qué estamos llamados todos?
3. ¿En qué se diferencia el hombre nuevo del hombre viejo?
4. ¿En tu vida diaria a quién te asemejas más al hombre nuevo o al hombre viejo?
5. ¿Qué podemos hacer para asemejarnos cada día más al Hombre Nuevo?

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