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pítulo I. Apariencia y realidad.

Russell comienza preguntando a sus lectores: “¿Existe algún conocimiento en el mundo que


pueda ser tan cierto que ningún  hombre razonable pueda dudar  de él?”
En este capítulo inicial, describe una escena: "Ahora estoy sentado en una silla, enfrente de
una mesa que tiene cierta forma, sobre la que veo hojas de papel escritas." Todos estos
"hechos" son fácilmente cuestionables. Russell intenta averiguar cómo el conocimiento de
esto es posible.

Se centra en un ejemplo: la mesa que está frente a él. Considera que al sentido de la vista,
tiene un único color. Para el tacto debe ser lisa, fría y dura y en cuanto al sonido que emite la
madera, es siempre el mismo. Sin embargo, el color de esta es variable y tiene diferentes
formas (regular, oblonga…) dependiendo del punto de vista desde el cual sea observada. La
aparición de muchos colores contradice nuestra suposición. Y si analizamos con un
microscopio la estructura de la mesa, nos daremos cuenta que realmente no es tan lisa como
pensábamos, y que el sonido que emita la madera dependerá del objeto con el que entre en
contacto.

Ya que parece claro que no hay dos personas que puedan compartir un punto de vista
idéntico, Russell registra una duda en cuanto a si un color real de la mesa existe. Establece
que cuando nos referimos al color de un objeto, en realidad nos referimos a algo que se
percibe desde la perspectiva habitual de observador. Sin embargo, afirma que no hay ninguna
razón para suponer que la perspectiva habitual, se deba considerar real. Por lo tanto, las
sensaciones no se fijan por una realidad, sino por lo que aparentan ser y esto depende del
punto de vista desde el que se observen. Estas observaciones hacen que Russell establezca
la diferencia entre apariencia y realidad, entre lo que las cosas parecen ser y lo que son.

La realidad de la mesa (si existe o no), depende de las informaciones sensoriales, que no es
lo mismo que “sensaciones”. Las informaciones sensoriales es todo aquello que percibimos a
través de los sentidos (dureza, textura, sonido..) y la sensación “es aquella experiencia que
obtenemos cuando nos damos cuenta de estas cosas.” La sensación no revela directamente
la realidad de un objeto como la mesa, porque esta dependerá de la persona (no todos
tenemos las mismas sensaciones). Por tanto, la realidad de la mesa no está disponible a
través de los sentidos, Russell se pregunta cómo podemos saber que existe una mesa real y
qué tipo de certeza que podemos tener.

El siguiente problema que se plantea es comprender cómo la mesa real, si la hay, se refiere a
nuestra información sensorial. La primera pregunta que se plantea es "¿existe una mesa
real?” y si es así, “¿qué tipo de objeto puede ser?" Teniendo en cuenta que se conoce como
mesa un objeto físico, esto conllevaría a que se le denominase “materia”. Y ahora la cuestión
de Russell es “¿existe la materia?” y "si es así, “¿cuál es su naturaleza?" Russell considera
una posible respuesta la idea que sustentaba el filósofo Berkeley, que los objetos físicos no
existen, son solo pensamientos, productos mentales y por tanto, que la materia no existe. Sin
embargo, los argumentos de Berkeley ofrecen una visión filosófica más extrema, que va más
allá de la realidad del hombre, considera la mesa “real” como una idea en la mente de Dios.

En este punto, Russell aporta una importante distinción entre los significados de la palabra
"materia". La materia es algo opuesto a la mente, algo que ocupa un espacio en el mundo.
Berkeley niega este sentido de la materia. Berkeley cree que hay algo que persiste cuando
cerramos los ojos o salimos de una habitación. Sin embargo, cree que esta “existencia”
depende de una mente. Pero esta existencia no depende de nosotros si no de la mente de
Dios. Otro filósofo, Leibniz sostuvo que los objetos físicos del mundo sólo dependen de ser
observado por alguna entidad, no necesariamente de Dios.
La opinión de Berkeley de que no hay "nada aceptable como real, salvo mentes y sus ideas" y
la de Leibniz que creía que “lo que aparenta ser materia es realmente un conjunto de más o
menos mentes rudimentarias” son sólo un ejemplo de idealismo, negaban la materia porque
se contraponía a la mente.

Russell concluye diciendo que lo único que sabemos sobre la mesa es que no es lo que
parece ser, que las posibilidades que establece la ciencia, Berkeley y Leibniz nos infieren a
cuestionarnos si la mesa existe o no del todo. Nos plantea dudas.
“La filosofía, si no puede responder a todas las preguntas que nosotros deseáramos, tiene al
menos el poder de hacer las preguntas que incrementan nuestro interés por el mundo.”

Capítulo II. La existencia de la materia.

En este siguiente capítulo, Russell aborda una importante cuestión sobre la materia. Él se
dispone a decidir si podemos estar seguros de que la materia existe o si hay que admitir que
la materia es algo imaginado. El criterio que sigue es asegurándose de la existencia
independiente de los objetos físicos. El objetivo ahora es establecer que la mesa existe
independientemente de nuestra percepción de ella, que si nos alejamos de ella, la mesa aún
está allí.

Inicialmente, Russell nos recuerda que mientras estamos dudando de la existencia física de
un objeto,  no estamos dudando de la información sensorial que nos hizo pensar que había
una mesa. Russell sostiene que no se puede demostrar que no estamos soñando, que es
posible que nos encontremos solos en un desierto y que todo lo que nos rodea incluidas las
personas y sus mentes, son producto de nuestra imaginación, pero también sostiene que no
hay razón para suponer que esto sea cierto.  

Llegado a este punto, el autor hace referencia a la Duda Metódica propuesta por Descartes.
Este  no creía en nada que no fuera claro. Se imaginó la posibilidad de una realidad
desordenada, engañosa. Descartes considera la posible existencia de un  demonio tramposo
ya que no había nada que pudiera demostrar lo contrario, pero también propone que este
puede también no existir. Sin embargo, Descartes consideró que no podía darse el caso de
que él mismo no existiera, porque si él no existía, entonces no podía ser engañado por un
demonio. Dado que dudaba, necesariamente existía. Russell extrae el concepto de que "las
cosas subjetivas son las más seguras."

La idea de experiencia pública frente a experiencia privada es otro aspecto al que hace
mención el autor. El hecho de que un grupo de personas estén viendo los mismos objetos, no
significa que los vean de la misma manera, esto dependen de la posición en que se encuentre
cada una de las personas, ya que verán las cosas ligeramente diferentes. Estos son los
llamados "objetos neutros públicos”.  Pero Russell destaca que si hemos admitido las
experiencias de otras personas, hemos cometido un error. Ya que estas personas son solo
producto de nuestro pensamiento. Sostiene que no existe impedimento para suponer que la
vida es un sueño pero tampoco existe alguna razón para poder afirmar que esto es cierto.

Russell analiza el ejemplo de la supuesta presencia de un gato en una habitación. Él


simplemente no existe cuando uno no lo ve. Además es fácil deducir que este desarrolle
hambre entre comida y comida. Pero si no existe de forma independiente y sólo existe como
una hoja de datos de los sentidos, entonces la idea de “gato hambriento” es ininteligible. El
autor traspasa ese ejemplo al comportamiento que tenemos respecto a la existencia de las
personas. De ellas percibimos datos sensibles y creemos que está expresando sus
pensamientos, de la misma manera que pensamos que estas lo hacen cuando nosotros
transmitimos datos sensibles. Por tanto, es difícil imaginar que la persona no existe
independientemente. Aquí Russell descarta la hipótesis de que nuestra noción de la realidad
son solo sueños.

Russell señala que sólo hemos dudado del mundo exterior porque no es idéntico a nuestros
datos de los sentidos. Sin embargo, los objetos físicos aún parecen corresponder a nuestros
datos de los sentidos. Esta creencia instintiva simplifica nuestra forma de pensar acerca de
nuestras experiencias, en lugar de complicarla.

Termina el capítulo reconociendo que el argumento a favor de la simplicidad es tal vez muy
débil. En pocas palabras, concibe una teoría sobre el carácter jerárquico del conocimiento. Él
autor concluye diciendo que todo conocimiento, debe ser construido sobre nuestras creencias
instintivas. Pero mucha personas, bien sea por el hábito o la asociación, se enredan con otras
creencias, que resultan no ser realmente instintivas, pero falsamente supone que es parte de
lo que se cree por instinto."
Russell arranca con un análisis de la percepción. Las apariencias son relativas:

una mesa parece diferente desde diferentes ángulos y bajo diferentes tipos

de luz. Pero no pensamos que la mesa misma cambie. Russell postula lo que

él denomina 'los datos de los sentidos'. Se trata de 'lo que nos es

inmediatamente conocido en la sensación', 'de esos datos somos

inmediatamente conscientes' (p. 33-34);ii los datos de los sentidos cambian,

aunque la mesa no lo haga. Al introducirlos Russell también distingue entre

un acto o estado de conciencia y su objeto. Un estado de conciencia es

mental, mientras que su objeto puede serlo o no serlo. Esto nos lleva a un

primer punto importante. A partir de esta distinción (y a lo largo del libro

ésta resulta importante) Russell podría haber concluido que cuando percibes

la misma mesa desde diferentes ángulos y bajo diferentes tipos de luz, el

objeto de tu conciencia es el mismo a pesar de que las experiencias que

tienes, las cuales constituyen tu conciencia de la mesa, difieren entre sí.

Podría haber sostenido que el objeto de tu conciencia es la mesa misma, y no


lo que la mesa parece. Pero Russell no defiende este punto de vista; él

considera que lo que la mesa te parece a tí es el objeto mismo de tu

conciencia, y toma este objet

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