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CONFLICTOS Y CONDUCTA
1. CONFLICTO
Los conflictos están implicados en todos los ámbitos de la conducta (psicosocial, socio
dinámico e institucional) y en estrechas interrelaciones entre sí. De esta manera, el conflicto
puede ser estudiado en cada individuo tomado aisladamente, como un conflicto interno o
personal; puede ser estudiado en cuanto conflicto grupal e institucional, sin que estos estudios
sean incompatibles entre sí, sino que -inversamente- integran una sola totalidad única. Un
estudio completo debe abarcar todos estos ámbitos. El psicoanálisis ha estudiado los conflictos
fundamentalmente en el ámbito psicosocial, pero con gran participación del ámbito socio
dinámico, tomando la familia como grupo básico o matriz en el que se forma o plasma la
personalidad del niño. Estos estudios parciales, en lugar de ubicarse en el contexto correcto
que les corresponde, con frecuencia se han inclinado hacia una posición idealista: suponer los
conflictos individuales como base o causa de los conflictos sociales, económicos y políticos.
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Pero, por otro lado, existe el error frecuente de considerar, por ese mero hecho, al solo
estudio de los conflictos psicológicos como una posición y un error idealista.
2. FRUSTRACION Y CONFLICTO
Con gran frecuencia las frustraciones son consecuencia de situaciones conflictivas, pero el ciclo
puede comenzar realmente con una frustración, que a su vez puede generar conflictos. En el
primer caso, el conflicto es proyectado al mundo externo y resulta más fácil, o menos difícil,
sufrir frustraciones y no conflictos. En el segundo caso, no toda frustración genera conflictos;
hay frustraciones crónicas a las cuales el sujeto se somete o adapta sin que aparezcan
conflictos, y en otras oportunidades las frustraciones reales no son manejadas como tales, sino
con una agudización o actualización de conflictos psicológicos.
En el conflicto atracción-atracción, el sujeto está enfrentado con dos objetos que son arrayen
tes, o que él desea, pero son incompatibles entre sí. Es el caso de quien tiene que decidir entre
dos carreras que son ambas atractivas o interesantes para él. A este tipo de conflicto
corresponde la alternativa del asno de Buridán, quien, teniendo dos parvas de heno, se muere
de hambre por no poder elegir.
4. AMBIVALENCIA Y DIVALENCIA
El conflicto que K. Lewin denomina atracción-rechazo, es el tipo de conflicto que Bleuler llamó
ambivalencia y que consiste en la coincidencia sobre el mismo objeto, al mismo tiempo, de
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actitudes, impulsos o afectos contradictorios. En el caso, por ejemplo, del amar y odiar a una
misma persona, al mismo tiempo.
Por otra parte, como siempre en toda conducta interviene una estructura total, participa
también de la ambivalencia no sólo el objeto sino, fundamentalmente, el yo del sujeto.
El conflicto ambivalente puede resolverse sobre el plano de una integración que permita
aceptar aspectos positivos y negativos al mismo tiempo, tanto en el objeto como en uno
mismo. Esto significa una mayor integración del yo, que coincide siempre con un mayor o
mejor sentido de realidad.
Los conflictos que requieren nuestra ayuda, en el campo de la psicología clínica son, en muy
escasa proporción, de carácter ambivalente y en cambio, son, con mucha mayor frecuencia, de
carácter divalente, es decir, se requiere asistencia cuando ya no es operante la disociación
divalente o bien cuando ella, por sí misma, crea nuevas dificultades o desadaptaciones o
inhibiciones. Cuando operamos terapéuticamente, sólo entonces, y como etapa necesaria,
reducimos la divalencia al conflicto ambivalente original.
Los conflictos son siempre conductas contradictorias, incompatibles entre sí, pero que pueden
ser vividos tanto en forma consciente como inconsciente; en este último caso, el sujeto
percibe la tensión o la ansiedad, pero no conoce ni discrimina los términos del conflicto que la
producen. Por otra parte, aun en el caso de un conflicto consciente, no se excluye que otra
parte de este pueda ser inconsciente. Otra alternativa es que la situación conflictiva sea
inconsciente, mientras que conscientemente sólo se tenga una "falsa conciencia" de la
situación real, es decir, que los verdaderos términos del conflicto son desconocidos y
conscientemente sólo se tiene de él una racionalización o una captación distorsionada.
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Para que esta divalencia se mantenga como tal y no reaparezcan la ansiedad o la tensión, tiene
que establecerse un control que mantenga una cierta distancia entre ambos términos del
conflicto y con ello evite la reaparición de la ambivalencia. Todas las conductas que tienden a
mantener la divalencia se estructuran entonces sobre esta división esquizoide y son las que
estudiaremos como conductas defensivas.
Una estabilización de La disociación del conflicto implica una disociación estabilizada de las
áreas de la conducta, o una disociación de una misma área, lo cual constituye una verdadera
alienación, una pérdida o limitación de las posibilidades expresivas de la conducta integrada y
de la personalidad total.
Con ningún objeto se pueden tener exclusivamente experiencias negativas o, por el contrario,
solamente experiencias positivas, y esto implica una fuente de conflictos, en el sentido, por
ejemplo, de que una persona que nos gratifica, en otros momentos nos frustra. El conflicto
reside en que con un mismo objeto recogemos experiencias que están en contradicción entre
sí y se promueven sentimientos o actitudes que también están en contradicción.
La disociación del objeto total (ambivalente) en dos objetos parciales hace que con uno de
ellos se viva solamente la parte gratificante y con el otro únicamente las experiencias
frustrantes. Al primero se denomina "objeto bueno" y al segundo "objeto malo". Estas
denominaciones genéricas fueron introducidas por M. Klein, y el fenómeno fue estudiado
intensamente por su escuela.
La división del objeto total (ambivalente) en objeto bueno y malo (divalencia) implica no
solamente la división del objeto, sino también una división del yo del sujeto y una disociación
de la estructura del vínculo, que se establece entre cada objeto parcial y -respectivamente- la
parte del yo con él relacionada.
Objeto bueno y malo califica, en síntesis, el objeto respectivo de la experiencia buena y mala,
gratificante y frustrante.
7. ANSIEDAD Y CONFLICTO
M. Klein, ulteriormente, emitió la hipótesis de que la angustia era la actuación del instinto de
muerte.
En ambas teorías se superpone la psicología con la biología e -inclusive- con hipótesis
biológicas de carácter especulativo que distan de tener verificación científica.
Todos los conflictos divalentes, entre los cuales hay que contar también los que K. Lewin
califica como atracción-atracción y rechazo-rechazo, son defensas frente al conflicto
ambivalente, de tal manera que esto tiene no sólo importancia desde el punto de vista del
conocimiento genético, sino también desde el interés puesto en la resolución terapéutica.
Muchos conflictos resultan estar encubriendo un conflicto más básico y por cierto más
inquietante. Un ejemplo de ello puede ser el caso del estudiante que se mantiene sin estudiar
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porque tiene que resolver o decidir entre dos carreras universitarias que le atraen de igual
manera (conflicto atracción-atracción); esto resulta ser un conflicto de carácter defensivo
porque tiene -por ejemplo- atracción y miedo de fracasar en cada una de las dos carreras, con
lo cual su conflicto es verdaderamente una ambivalencia que elude con la divalencia que le
permite racionalizar su miedo al fracaso. El dilema de una cosa u otra se reduce al problema
con cada una de las dos cosas. Lo mismo puede decirse de todos los demás conflictos de tipo
divalente, que tienen que ser reducidos al conflicto ambivalente para que realmente puedan
ser resueltos.
9. SINTESIS
Si de la copiosísima literatura sobre el tema, con las perspectivas más variadas, se tratara de
sintetizar un cierto consenso de los distintos autores, se podría concluir en las siguientes
afirmaciones: