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LA FUNCIÓN NARRATIVA

Y LA EXPERIENCIA HUMANA DEL TIEMPO

Mí objetivo en este ensayo consiste en relacionar dos problemas


que generalmente permanecen separados: la función narrativa y la ex­
periencia del tiempo. La epistemología de la historia y la cdtica litera­
ria del relato de ficción, por motivos que señalaremos posteriormente,
presuponen que todo relato se desarrolla en un tiempo que coincide
con su representación vulgar, es decir, con una sucesión lineal de ins­
q tantes. Ambas disciplinas se interesan menos por corregir el pensa­
I1 miento representativo del tiempo que por subordinar el relato y la his­
¡
toria a modelos explicativos desprovistos de todo tipo de cronologí
! Los filósofos que escriben sobre el tiempo no se preguntan fácilmente
!¡ cuál es la contribución de la actividad narrativa a la hora de poner de
manifiesto, articular ti organizar nuestra experiencia temporal. O bien
!'d reclaman él la cosmología y a la física una explicación sobre la natura­
¡i
d leza del tiempo, o tI'atan de especificar la experiencia íntima de éste a
t de un análisis que sea lo menos narrativo posible. La función na­
rrativa y la experiencia humana del tiempo se convierten, de ese modo,
en dos temas ajenos el lino al otro.
Mi primera hipótesis de trabajo consiste en que la narratividad y
la temporalidad se encuentran estrechamente vinculadas, tan férrea­
mente como puedan estarlo, según Wittgenstein, un juego de lengua­
je y una forma de vida. Considero que la temporalidad es una estruc­
tura de la existencia -una forma de vida- que accede al lenguaje
mediante la narratividad, mientras que ésta es la estructura lingüísti­
ca -el juego de lenguaje- que tiene como último referente dicha
temporalidad. La relación, por tanto, es recíproca. Un corolario im­
portante de esta hipótesis de trabajo consiste en que la diferencia evi­
dente que existe entre la historia verdadera y el relato de ficción no
es irreductible. La función narrativa, precisamente, alcanza su uni­
dad fundamental debido a su c3D3cidad de expresar, bien es cierto
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que de modo diferente, la misma temporalidad profunda de la exis­ propias de la historicidad. Limitémonos por ahora a señalar que hace
tencia. Para mostrar esta reciprocidad entre la narratividad y la tem­ hincapié en el pasado y, sobre todo, que puede considerar la distancia
poralidad, llevaré a cabo en mi estudio un análisis que abordará, en que existe entre la vida y la muerte mediante operaciones repetitivas.
cada una de sus etapas, dos aspectos. Cada una de las características Este último aspecto es tan decisivo que, según Heidegger, permite fun­
de la narratividad, obtenida mediante una reflexión sobre la historia damentar la historia objetiva en la historicidad. Por último, Heidegger
o sobre el relato de ficción, irá acompañada por uno de los aspectos nos incita a ir más allá de la propia historicidad, hasta el surgimiento
de la temporalidad, puesto de relieve por el análisis existenciario del de la temporalidad en la unidad plural del pasado, del presente y del fu­
tiempo. turo. En este punto, el análisis del tiempo se encuentra vinculado al de
Interviene, en este punto, una segunda hipótesis de trabajo. Al ha­ la cura, principalmente cuando reflexiona sobre sí misma como ser
blar del polo de la temporalidad, asumo la idea de que existen grados mortal.
diferentes de profundidad a la hora de organizar el tiempo. He de se­ Voy a tratar de regular el análisis gradual de la temporalidad me­
ñalar, seguidamente, que dicha idea es fruto de mi lectura de la segun­ diante el de la narmtividad, que también se encuentra dividido en va­
da sección de El ser y el tiempo. Sin embargo, no se encontrará en este rios niveles, uniendo la segunda hipótesis de trabajo a la primera.
ensayo una sumisión ciega a los análisis de Heidegger. Por el contrario, Como vamos a ver, las relaciones que se establecen entre el primer
en algunos puntos esenciales, la aplicación del marco conceptual hei­ yel segundo nivel son bastante claras. Trataré de demostrar que la fun­
deggeriano al prohlema de la narratividad, junto con el hecho de recu­ ción narrativa, no sólo contribuye a distinguir la intratemporalidad del
rrir a otros grandes filósofos que han abordado el terna de la tempora­ tiempo lineal, sino que participa en el movimiento de profundización
lidad y de la historicidad, desde Aristóteles y san Agustín hasta que nos lleva del «estar en el tiempo» a la historicidad. La correlación
Gadamer, motivará que realicemos importantes e incluso fundamenta­ entre ambos análisis no dejará de ser sorprendente. Mientras que lld­
les correcciones en la concepción heideggeriana del tiempo. No obs­ degger argumenta a favor de la derivación, en cierto modo descenden­
tante, pienso en un principio, de la mano de Heidegger, que la repre­ te, de la intratemporalidad a partir de la historicidad, la teoría de la na­
sentación vulgar del tiempo como sucesión lineal de instantes oculta la rratividad nos permitirá ascender del tiempo lineal a la historicidad a
verdadera constitución del mismo, que, si seguimos el orden inverso al través de la propia intratemporalidad.
de la exposición de El ser y el tiempo, se divide al menos en tres nive­ Las relaciones son mucho más complejas entre el segundo y el ter­
les. Próxima a la representación vulgar dd tiempo, se encuentra la cer nivel. Por un lado, parece que la historia verdadera y el relato de
mera estructura temporal sobre la que hemos de reflexionar, a saber, la ficción se encuentran vincul ados en el plano profundo de la tempora­
que considera el tiempo corno aquello en lo que suceden los aconteci­ lidad, en el que se ponen de manifiesto lo que Heidegger llama los éx­
mientos. La representación vulgar del tiempo conlleva, precisamente, tasis del tiempo: el pasado, el presente y el futuro. Pero, por otro lado,
la nivelación de esa estructura temporal. El análisis del relato nos ayu­ la actividad narrativa nos hace dudar de que esa temporalidad profun­
dará a apreciar qué diferencia existe entre esta «intratemporalidad» (o, da alcance su significado último en el ser para la muerte. Quizás sea és­
corno diré algunas veces, este «estar en el tiempo») y el tiempo lineal, te el punto en el que nos vamos a alejar de Heidegger de un modo de­
aunque el hecho de que pueda ser fechada y medida, su carácter pú­ cisivo.
blico y su dependencia respecto a las referencias mundanas la aproxi­ La estrategia del ensayo, a grandes rasgos, consistirá en entretejer
men a la linealidad. En un nivel de una profundidad mayor, nos en­ conjuntamente la teoría del relato y la del tiempo mediante un movi­
contramos con el tiempo de la historicidad. Este término no ha de miento de vaivén entre ambas, es decir, en tratar de establecer una co­
confundirse con la intratemporalidad de la que acabarnos de hablar, ni rrespondencia entre los niveles del análisis del relato y los grados de
tampoco con la temporalidad en cuanto tal, que constituye el nivel más profundidad del análisis del tiempo. Aunque en este intento de corre­
profundo. Precisaremos cuando llegue el momento las características lación el análisis del tiempo desempeñará la mayoría de las veces un
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papel rector, el análisis del relato cumplirá, respecto al anterior, una las cosas, nosotros mismos y e! tiempo, la preocupación, la forma coti­
función crítica de carácter correctivo muy importante. diana de la cura, posee algunas características que hay que obtener de!
ámbito externo de las cosas que cuidamos y aplícar a la constitución
existenciaria de nuestra propia cura. Ha de subrayarse que, para obte­
1. LA TRAMA Y LA INTRATEMPORALlDAD ner estas características propiamente existenciarias, Heidegger se re­
a lo que hacemos y decimos a propósito de! tiem­
En el primer nivel de nuestra investigación, nos guiará, por tanto, po. Este procedimiento se parece bastante al de las investigaciones de
la relación con el tiempo que expresa la preposición «en»: estar en el la filosofía del lenguaje ordinario. Lo cual no es sorprendente: el plano
tiempo. El objetivo del análisis existenciario consiste en poner de re­ en el que nos encontramos en la primera fase de nuestra investigación
lieve las características mediante las que la intratemporalidad se dife­ es, precisamente, el del lenguaje ordinario, que constituye realmente lo
rencia de la representación vulgar del tiempo, aunque ésta sólo sea la que Austin y otros después de él han señalado, a saber, un tesoro de ex­
nivelación de aquélla. Creemos que a este análisis le corresponde, en el presiones específicamente humanas apropiadas a la experiencia. El
ámbito de la narratividad, el estudio de lo que parece más superficial: supone una reserva de sentido que evita que la descripción de
el desarrollo de la trama y la actividad de la que surge, a saber, la capa­ la cura, ('omo preocupación o como circunspección, se limite a la des­
cidad de seguir y de contar una historia. Vamos a pasar por alto las di­ de las cosas que cuidamos o pueda someterse al régimen del
ferencias que existen entre la historia «verdadera» y la historia de «fic­ vorbonden y del zuhanden.
ción» respecto a su pretensión de verdad. No vamos a abordar, por La intratemporalidad, por ello, posee características propias que
tanto, el problema de la historicidad, en el sentido de la repetición hei­ no pueden reducirse a la representación del tiempo lineal como suce­
deggeriana, ni mucho menos el de la temporalidad profunda o extáti­ sión ncutra de instantes abstractos. Estar en el tiempo es algo distinto
ca. Vamos a reservar ambos temas para etapas posteriores de la inves­ a medir los intervalos que existen entl'e instantes-límites. Estar en el
tigación. No obstante, no hay que pensar, por ello, que el análisis resulta l.Íempo consiste principalmente en contar con él y, por tanto, en calcu­
superficial o que no aborda ningún problema esenciaL Sucede todo lo larlo. Pero medimos el tiempo porque contamos con él y lo calculamos,
contrario. Al igual que el primer nivel de la temporalización, que de­ no a la inversa. Consiguientemente, hay que poder una des­
pende realmente del análisis exístenciarío y supone la primera ruptura cxistenciaria de dicho cálculo antes de llevar a cabo las
con el tiempo lineal, el análisis formal del relato al que se limita nues­ ('iones que redama. Expresiones como «tener tiempo», «tomarse su
tra investigación en su primera parte posee una gran riqueza respecto tiempo» o «perder el tiempo» son, al respecto, muy reveladoras. Suce­
a los rasgos temporales de la narratividad. de lo mismo con la red gramatical de los tiempos verbales, así como
Recordaré los rasgos principales del análisis heideggeriano de la in­ con la compleja red de los adverbios de tiempo: entonces, después,
tratemporalidad. Su nivel se define mediante una de las características más tarde, anteriormente, desde entonces, entre tanto, mientras, hasta
fundamentales de la cura, que consiste en estar arrojados entre las co­ que ... , cada vez que ... , ahora que... , etc. Todas estas expresiones, ex­
sas y en hacer depender la descripción de nuestra temporalidad de la tremadamente sutiles y diferentes entre sí, ponen de relieve el carácter
de las cosas que cuidamos, lo que Heidegger llama vorhanden y zuhan­ del tiem!)o de la oreocuoación. Pero su sentido lo
den, las cosas subsistentes con las que cuenta nuestra cura y las cosas no las cosas de la cura. Podemos contar
útiles que podemos manipular, Este rasgo de la cura consiste en lo que con el tiempo porque existe un «tiempo para» hacer algo, un tiempo
Heidegger llama «preocupación» o «circunspección». Veremos poste­ propicio o desfavorable. La intratemporalidad puede ser tan fácilmen­
riormente que algunas características de la cura se encuentran más te interpretada en función de la representación vulgar del tiempo por­
ocultas y que constituyen, por tanto, modos temporales más funda­ que las primeras mediciones del tiempo de la preocupación se obtie­
mentales. Pero, por inauténtica que pueda parecer esta relación entre nen del entorno mundano y, en primer lugar, del movimiento del sol y
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de las estaciones. Al respecto, el día es la medida más natural: «El Da­ rencia primaria a la medida natural, el decir «ahora» depende comple­
sein -dice Heidegger-, en la medida en que interpreta el tiempo al tamente de la representación abstracta del tiempo.
fecharlo, se historializa día a día». * Pero el día no es una medida abs­ Consideremos ahora la actividad narrativa. Trataré de mostrar que
tracta, sino una magnitud de la flexión de nuestra cura y del mundo en el acto de contar, considerado formalmente, es decir, independiente­
el que estamos arrojados. El tiempo que se mide consiste en el «tiem­ mente del problema de la verdad y de la ficción, da lugar a una tempo­
po de» hacer algo (ZeÍ! zu... l, aquél en el que «ahora» significa «ahora ralidad que se corresponde con la intratemporalidad heideggeriana.
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que... ». Se trata del tiempo de los trabajos y los días. Hay que apreciar, Más que corresponderse con el estar en el tiempo, la temporalidad del
por tanto, el matiz de sentido que distingue el «ahora» del tiempo de la acto de contar pone de manifiesto sus rasgos auténticos e impide q,ue
preocupación del instante abstracto cuya sucesión define la línea del
tiempo vulgar. El «ahora» existenciario es determinado por el presen­
r!' la intratemporalidad se desvíe hacia el tiempo abstracto. AntiCiPánd~)
me al recorrido del ensayo, señalaré que uno de los cometidos de 1,
te de la preocupación, que consiste en un «hacer presente» que resul­ hermenéutica del acto de contar consiste en iniciar la ascensión desd
ta inseparable de la expectativa y de la retención. El «ahora» aislado de la representación vulgar del tiempo hasta la interpretación existencia·
ese modo puede convertirse en la presa de la representación del ins­ ria. Dicha ascensión podrá seguirse a través de las fases posteriores e
tante abstracto porque, en la circunspección, la cura tiende a contraer­
se en este «hacer presente» y a anular su dependencia respecto a la ex­
I análisis de I feidegger hasta el plano de lo que llama, en un sentido pro­
pio, «historicidad» e, incluso, hasta el ámbito de la temporalización
pectativa y a la retención. Para apartar el significado del «ahora» de originaria.
esta reducción a la abstracción, es importante estar atento al modo en La primera etapa, aparentemente, es en efecto la menos problemá­
que decimos «ahora» (Jetzt-sagenl en la acción o en la pasión cotidia­ tica, en la medida en que, como hemos dicho, no plantea, debido a la
nas: «El decir "ahora" -señala Heidegger- es la articulación en el diferencia que existe entre la ficción y la verdad, problemas tan consi­
discurso de un "hacer presente" que se temporaliza al unirse a la ex­ derables como la relación entre la epistemología y la ontología, y se li­
pectativa que, al mismo tiempo, retiene».** Más aún: «Llamamos tiem­ mita a organizar el discurso narrativo. No obstante, también ha de
po al "hacer presente" que se interpreta a sí mismo o, dicho de otro mo­ afrontar obstáculos y resistencias, tanto por parte de la crítica literaria
do, lo interpretado y considerado en el "ahora"».*** Puede apreciarse como por parte de la historiografía.
gracias a qué circunstancia práctica se desvía esta interpretación hacia La crítica literaria, en efecto, en presencia de la abundancia de los
la represenlación del tiempo lineal: el hecho de decir «ahora» se ha tipos y de las clases de narratividad, puede caer en la tentación de res­
convertido, para nosotros, en algo sinónimo al hecho de mirar la hora ponder a esa dispersión elaborando modelos fundamentalmente acró­
en un reloj. Mientras que la hora yel reloj aún son considerados deri­ nicos. Roland Barthes, en su «Introducción al análisis estructural de
vaciones del día que expresan la atención prestada a la luz del mundo, los relatos», * vincula esta opción a una elección fundamental, la del
el hecho de decir «ahora» sigue teniendo un significado existenciario; método deductivo, que, a su juicio, sólo resulta apropiado cuando ha
pero cuando las máquinas que miden el tiempo se libran de esta refe­ de aplicarse a un ámbito reacio a la enumeración completa de las espe­
cies y a un tratamiento inductivo. No voy a plantear aquí las objeciones
de principio que pueden hacerse a esta empresa, que, a mi parecer, se
* M. Heidegger, 5ein und leit, Tubinga, Max Niemeyer, 1963, 10" ed., § 80, pág. encuentra condenada a introducir subrepticiamente el movimiento y el
413: "Sein Geschehen isr auf Grund der L.. ] darierenden Zeirauslegung ein tagtagliches»
(trad. cast.: El ser y el tiempo, México, FC.E., 1971,2' ed., pág. 445). (N. del t.)
*,~ Ibíd., pág. 416: «Das Jerzr·sagen aber ist die redende Artikulation eines Ge· * R. Barthes, «Inrroducrion á l'analyse strucrurale des récirs», en CommunicationI,
genwarrigens, das in der Einheit mit einem behaltenden Gewartigen sich 7.eitigt» (trad. 1966, n° 8, p,ígs. 1-27 (trad. cast.: «Introducción al análisis estructural de los relatos», en
cast.: pág. 449). (N. del t.) R. Barthes, A. J. Greimas, G. Genetre, T. Todorov y otros, Análisis estructural del relato,
*,,* Ibíd., § 79, pág. 408: «Das sich auslegende Gegenwartigen, das heisst das im México, Premiá, 1982, págs. 7 -38l. Recogido posteriormente en R. Barrhes, W. Kaysser,
"jetzt" angesprochene Ausgelegtc nennen wir "Zeir"» (trad. casr.: págs. 439-440). (N. del t.) W. Booth y P. llamon, Poftique du récit, París, Seuil, 1977. (N. del t.)
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tiempo, en particular cuando el modelo ha de incorporar las modali­ convierten la historia en una ciencia, que son, precisamente, los que la
dades de la acción humana. No voy a dedicarme a hacer una crítica in­ del relato. Pero podemos preguntarnos por aquenas caracterís­
terna que ya he realizado en otro lugar. Comenzaré, más tkas que hacen que la historia sea histórica. Esta pregunta nos obliga ~Ml-J ~
do de manifiesto que el estructuralismo no se interesa en modo un método regresivo que nos lleva del complejo trabajo dey . E. 0y­
por el propio aspecto temporal de los relatos que trata de reconstruir a historiador hasta la capacidad básica de seguir y de contar una historia.
de sus modelos descronologizados. Parece dar por hecho que, Ahora bien, esta capacidad trae consigo algunos aspectos temporales
éste ha de consistir en una especie de ex­ que son ignorados tanto por la historio.grafía como por la crítica Iitera-
tensión cronológica, en un tiempo lineal definido por una sucesión de Sigue siendo verdadero, como defiende la,posición narrativista, lo
instantes. Este presupuesto no crítico se ve reforzado por los ejemplos cual no echa por tierra en modo alguno la epistemología de la explica­
legiados con los que trabajan las escuelas estructura listas, que se ción histórica, el hecho de que un acontecimiento sólo es histórico si
en función de la búsqueda épica, que en efecto parece desa­ hace progresar una historia susceptible de ser contada. En este sentido,
rrollarse mediante la mera sucesión de sus segmentos narrativos. A un acontecimiento histórico se diferencia desde un principio de un
partir de este momento, el análisis estructural sólo conoce una alterna­ acontecimiento físico, como la rotura de un embalse, en que puede
tiva respecto al tiempo: el acronismo del código o la cronología lineal ocupar una posición en un relato. Por ello, la historiografía no surge de
del mensaje. Quisiera estudiar una posibilidad que va más allá de esta 1<1 falta de historia, como supone, por otra parte, Mandelbaum, sino
alternativa reduccionista, y tratar de poner de relieve que existe en el que es una llmpliación y una corrección de las crónicas y de las leyen­
relato un escalonamiento de organizaciones temporales cada vez me­ das, es decir, de lo que se ha contado previamente. Pero la capacidad
nos lineales y, sin embargo, me atrevería a decir, cada vez más tempo­ de seguir y de contar una historia resulta fundamental a la hora de lle­
rales. var a cabo un<l reflexión completamente distinta a la del análisis epis­
Pero la resistencia con la que se encuentra nuestro propósito no es temol<Ígieo, a saher, una reflexión propiamente filosófica sobre lo que
menor por parte de la historiografía, como pone de manifiesto la con­ constituye la historia como tal.
troversia planteada por los «narrativistas», como Danto, Mink, etc. Re­ Ahora bien, la epistemología y la crítica literaria creen conocer su­
cientemente, Maurice Mandelbaum, en su obra The Anatomy ofHisto­ ficientemente esta <,;.~pacidad narrativa, así como la red a la que se apli­
rical Knowled[!.e,* ha defendido la tesis de que la historia científica se ca: la rrama. Creen conocer suficientemente ambos aspectos porque se
define menos por el hecho de encontrarse arraigada en el relato tradi­ interesan por otra cosa. La primera, por la ta_~~a ex[!ILs.!'.tiva que sep,
cional que por su distanciamiento respecto a la forma narrativa. El his­ la historia del relato; la segunda, por la construcción de mod!e!~)s que
toriador, señala Mandelbaum, se interesa menos por contar lo que ha subordinan el relato a los códigos narrativos. Los intereses del histo­
sucedido que por explicar por qué sucedieron las cosas de ese modo y riador y del crítico son divergentes, pero comparten la misma hostili
no de otro. Desde este punto de vista, la historia consiste más en una dad respecto al tiempo, que identifican apresuradaf!1ente c2!!.!.!'..cr~­
actividad explicativa que en una actividad narrativa. En última instan­ nologí¡¡., con el qesarrollo Iip.,!;;,<!L.....Ahora bien, en la capacidad narrativa "
cia, la explicación tiende a eliminar el relato. y en su correlato, la trama, se esconden .relaciones 'co-;;-~I .
En modo alguno pongo en duda el análisis de Nlandelbaum, que, cho más com[!lei~!l, que hacen inrnm",."':;dhl,,,<: • , . ..­
por supuesto, resulta acertado desde el punto de vista de la epistemo­ tiempo lineal del
logía. Sin embargo, la investigación que aquí propongo sigue el cami­ Vamos a tratar de demostrar que incluso el carácter temporal del
no inverso al del epistemólogo. se interesa por aquellos rasgos que relato más sencillo rompe con la vulgar del tiempo conce­
bido como una sucesión de instantes a lo largo de una línea abstracta
* M. Mandelbaum, Balrimore y Londres. The orientada en una única dirección. Emplearemos en esta discusión la
Johns Hopkins University Press, 1977. (N. del ¡) crítica del ¡¡cm DO lineal expuesta anteriormente.
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Con el objeto de poner de relieve los rasgos temporales de la acti­ ble. Al mirar hacia atrás, hacia los
vidad narrativa, atendamos a su correlato: la trama. Ésta aporta a la no­ hemos de poder constatar que éste requerla que se prodUjeran esos
ción de «acontecimiento» su carácter histórico. Un acontecimiento ha acontecimientos y ese encadenamiento de la acción. Pero, a su vez, esa
de sel' algo más que un suceso singular. Para ser histórico, ha de defi­ mirada retrospectiva es posible debido al movimiento teleológicamen­
nirse conforme a su participación activa en el desarrollo de una trama. te orientado por nuestras expectativas cuando seguimos una historia.
El acontecimiento y la trama son, por tanto, términos correlativos. Es­ Ésta es la paradoja de la contingencia «aceptable después de todo» que
ta definición recíproca del acontecimiento y de la trama confirma la co­ caracteriza la comprensión de toda historia contada.
munidad estructural que existe entre la historia y el relato de ficción, Al aproximar este breve análisis de la trama al concepto heidegge­
aunque es cierto que el vocabulario de la trama procede, principal­ riano de «intratemporalidad», nos daremos cuenta de dos cosas: en
mente, de la teoría literaria, y el del acontecimiento, de la teoría de la primer lugar, de que la estructura narrativa confirma el análisis exis­
historia. La reciprocidad de las definiciones elimina, precisamente, la di­ tenciario del «estar en el tiempo» y, posteriormente, de que lo comple­
ferencia que existe entre los dominios de la ficción. ta y lo corrige en un punto decisivo.
Pero, ¿qué es una trama? Voy a retomar la definición yel Resulta en primer lugar, que el arte de contar sitúa el re­
del trabajo anterior dedicado a la explicación histórica. lato «en» el tiempo. Dicho arte no es un modo de reflexionar sobre el
La fenomenología del acto de seguir una historia puede resultar un Lo asume como algo evidente. Puede .
buen punto de partida. Haré uso dd análisis de W. B. Gallie en Philo­ observación de I Ieidegger: «El Dasein fáctico tiene en cuenta el tiem­
sophy and Ihe flístorical Understandinf.!..* Hemos de señalar, en primer po sin poseer una comprensión existencíaria de la temporalidad». * El
lugar, que una historia (story) describe una serie de experiencias y de arte de contar depende del Dasein fáctico, aunque el relato sea ficticio.
acciones llevadas a cabo por algunos personajes reales o imaginarios Est·c arte logra que resulten significativos de forma inmediata todos
que son representados en situaciones cambiantes o que reaccionan al los adverbios que hemos enumerado con anterioridad: entonces, des­
cambiar éstas. A su vez, dichos cambios dependen de los aspectos pués, ahora, etc. Cuando alguien comienza a contar algo, ya se trate de
ocultos de la situación y de los personajes, y dan lugar a una nueva ad­ un narrador o de un historiador, todo se encuentra inmerso en el tiem­
versidad (predicament) que reclama una acción, un pensamiento o am­ po. En este sentido, la actividad narrativa, cuando se la considera sin
bos. La respuesta a este conflicto lleva la historia a su conclusión. reflexionar, conlleva asimismo la ocultación de la historicidad y, con
El hecho de una historia, consiguientemente, consiste en mayor motivo, de la temporalidad profunda. Pero, al mismo tiempo,
comprender las acciones, los pensamientos y los sentimientos que se señala implícitamente la verdad de la intratemporalidad. en la medida
suceden en una dirección concreta (directedness). Lo cual puede en­ en que ésta posee una autenticidad que le es propia -por así decir, la
tenderse del siguiente modo: el desarrollo de la historia nos impele a de su inalltenticidad-- y una estructura existenciaria tan
seguir hacia adelante y respondemos a dicho impulso creándonos ex­ como los otros dos existenciarios de los que procede.
pectativas sobre el comienzo y el final de todo el proceso. En este sen­ De este modo, los protagonistas del relato cuentan con el tiempo.
tido, el «final» de la historia es el polo de atracción de todo el proceso. Tienen (1 no tiempo de ... Su tiempo puede ganarse o perderse. Puede
Pero este final narrativo no puede deducirse ni predecirse. No puede decirse que medimos el tiempo del relato porque lo calculamos, y lo
existir una historia sin que nuestra atención esté en vilo debido a nu­ hacemos porque contamos con él. El tiempo del relato retiene ese
merosas contingencias. Por ello, hay que seguir la historia hasta el fi­ cálculo a las puertas de la medida, hasta el punto de poner de mani­
nal. Por tanto, un final, más que ser previsible, ha de resultar acepta­ fiesto el ser arrojado o entregado al cambio del día y de la noche. Se

* W. B. G~lIie, Pbtlosophy nnd ,he Historien! Nueva York, Schoken M. Heidegger, Sein und Zeit, § 78, pág. 404: «Das faktische Dasein trügt der Zeit
Books, 1964. (N. del U Rechnung, ohn(' Zeídichkeít existenzial zu verstehen» (tr~d. cast,' pág. 4%). (N. del tJ
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trata del tiempo contado que puede ser fechado, no del tiempo cuya El tiempo del relato pone de finalmente, otro aspecto del
medida natural, el «día», es reemplazada por las medidas artificiales «estar en el tiempo». Se refiere a la primacía de! presente en la preocu­
tomadas de la física, que descansan en una instrumentalización que si­ paciÓn. Para Heídegger, como hemos visto, «decir ahora» consiste en
gue el progreso de la investigación de la naturaleza. En el relato, la me­ interpretar el «hacer presente» que la preocupación privilegia a ex­
dida del tiempo no resulta todavía autónoma respecto al cálculo del pensas la expectativa y de la I·etención. Pero, debido a la nivelación
mismo, pues éste se encuentra arraigado visiblemente en la preocupa­ del «estar en e! tiempo», el «decir ahora» se desli?:a hacia la represen­
ción. Puede decirse, a propósito del relato y de la preocupación, que su tación de! instante matemático propio del tiempo vulgar. Por tanto, pa­
medida natural es el «día», pues «el Dasein se historializa día a día». ra evitar esta representación abstracta, hay que remitir continuamente
Por ese motivo, el tiempo del relato es público. No en el sentido del el «decir ahora» al «hacer presente».
tiempo vulgar, indiferente a los hombres, a sus acciones y a sus pasiones. Ahora bien, e! relato nos incita a lJevar a cabo una reinterpretación
Es público del mismo modo en que lo es la intratemporalidad antes de ser parecida, aunque original, del «decir presente». En efecto, para toda
nivelada por el tiempo vulgar. El arte de contar conserva este carácter pú­ una de relatos -aquellos que, según Scholes y Kellogg en
blico antes de perderse en el anonimato. Lo hace de dos modos. En pri­ 'J'he Nature o/ Narrative,* surgen de la matriz épica, aquellos que
mer lugar, se trata del tiempo colectivo de los actantes, del tiempo tejido Propp y Greimas sitllan en la clase de los relatos de búsqueda-, la ac­
en común mediante su interacción. Evidentemente, siempre existen otros tividad narrativa es la expresión discursiva privilegiada de la preocu­
en el relato. El héroe tiene oponentes y colaboradores. El objeto de su y de su «hacer presente». Resulta privilegiada en la medida en
búsqueda es otro o algo que otro puede ofrecerle o negarle. El relato que e! relato pone de manifiesto un rasgo que el análisis heideggeriano
constata que, «en el "ser uno con otro" más próximo, varios pueden de­ de! decir presente, que es demasiado limitado y que se centra excesi­
cir conjuntamente "ahora" ... El "ahora" es expresado por cada uno en el vamente en e! hecho de «ver la hora», no ha apreciado, a saber, el fe­
modo público de "ser uno con otro en el mundo"».* Ésta es la primera nómeno de la intcrlJCnÚÓn, que constituye, por el contrario, el núcleo
dimensión del tiempo público: el carácter interno de la interacción. El re­ de los análisis de la teoría de la acción de JIenrik von Wright. ** El re-
lato guarda otra relación con el tiempo público: se trata del tiempo pú­ efectivamente, representa a un hombre que actúa y que se orienta
blico externo o, por así decirlo, del tiempo del público. Ahora bien, el en unas circunstancias que no ha realizado y que dan lugar a conse­
blico del relato es el auditorio. rytediant~l!-!~si!!;\.s!ÓEI.~l!.<:!!lto se inscri~e cuencias que no ha querido. Por tanto, el hombre se encuentra aban­
en una comunidaq~ agrue.%.~Ólo.!!l,CC,cli-mt~J!! .e~s~t~l;I~a. ~s..a!?~~~2'9ato donado y, al mismo tiempo, es responsable en el tiempo del «ahora
al [!úblico, gue, como señala Gadamer, ~uivale '!..E!;!'~...9.':Ijera que sepa le­ que... ». Pero e! carácter dialéctico de este «ahora que... » sólo se pone
.. !=r: la obraJ?ublicada es? entonces, la medida de lo público. Pero incluso de relieve narrativamente en la relación entre el «poder hacer» yel or­
en ese momento, el público no es «uno» cualquier~:-Má;¡;¡-e~trata de den del mundo. Esta relación muestra claramente la diferencia que
aquel que abandona el anonimato para convertirse en el auditorio invisi­ existe entre el tiempo abstracto yel «estar en el tiempo», así como lo
ble, en lo que Nietzsche llamaba «los míos». El público sólo es «uno» que desvía la interpretación de éste hacia la representación de aquél.
cualquiera en el sentido en que se dice que una obra es del dominio Por un lado, el «hacer presente» del relato es el instante de la acción o
blico, mediante una reducción similar a la que lleva a cabo, respecto al de la pasión, el momento en el que el actante, una vez que posee un co­
«estar en el tiempo», el tiempo vulgar en el que ya no se dan ni e! día, ni nocimiento no representativo sobre lo que ha de hacer, actlla. Se trata
la hora. ni el tiempo propicio, pues nadie se encuentra abandonado en él.
,\ P. Scholes y R. Kellog, The Nature of Narratiué, Nueva York, Oxford Univ('fsity
Pr(;'$s, 1966. (N del tJ
* Ibíd., § 79, pág. 411: «1m "nachsren" Miteinanclersein künnen mehrere "zusám­ 10. H. von Wright, Norm and Action. Londres, Routleclge and Kegan Paul. 196}
nen" "jetzt" sagen ... Das ,¡usgesprochene "jetzt" ist von jeclem gesagt in der Offentlkh­ (trad. cast,: Norma v l/cciól1, Madrid, Tecnos, 1979); AI1 ESJay in Deol1lic Logie ond 'ne Ge­
keit des Mit('inander-in-der-Welt-,eins» (trad. cast.: pág. 443). (N. del tJ neral Theory 01 A Cl io 11 , Amsterdam, North Holland, 1968. (N. del t)
196 PAUL RICffiUR FUNCiÓN NARRATIVA Y EXPERIENCIA HUMANA DEL TIEMPO 197

del momento en el que, según Bremond, la acción posible pasa a ser configurativa. La primera por sí sola sugiere, en efecto, que el relato se
actual, es decir, tiende a su finalización. Este presente de la interven­ desarrolla en un tiempo homogéneo, formado por instantes que care­
ción práctica no tiene nada que ver, por tanto, con el instante matemá­ ccn de densidad y por intervalos que pueden medirse mediante movi­
tico. Podemos decir que «se temporaliza al unirse a la expectativa que, mientos físicos. El relato, como síntesis de lo episódico y de lo confi·
al mismo tiempo, retiene». Pero la caída en la representación del tiem­ gurativo, se resiste a la nivelación de la intratemporalidad.
po vulgar se encuentra inscrita, en cierto modo, en la propia estructu­ Paso a recordar brevemente en qué consiste esta bidimensionali­
ra de la intervención. Sin duda alguna, el día y la hora son tanto medi­ dad del relato.
das íntimas de la acción abandonada a las circunstancias, como La dimensión episódica del relato se pone de manifiesto a quien si·
medidas externas determinadas por el sol. Sin embargo, en el momen­ gue una historia poniendo su atención en las contingencias que afectan
to de la acción en el que el agente se hace cargo de las circunstancias y al desarrollo de la misma. Este aspecto episódico del relato plantea
añade su actividad al curso de las cosas, las indicaciones temporales su­ preguntas como éstas: ¿qué pasó entonces?, ¿y después?, ¿qué sucedió
ministradas por la cadena significativa de los objetos manipulables a continuación?, ¿cuál fue el desenlace?, etc. Pero, al mismo tiempo, la
tienden a subrayar la primacía del tiempo del mundo sobre el de la ac· actividad de contar no consiste, sencillamente, en añadir unos episo­
ción. El fenómeno de la intervención, por tanto, en el que se vinculan dios a otros. También elabora totalidades significativas a partir de
el orden del mundo y nuestro «poder hacer», d¡\ lugar a lo que podría­ acontecimientos dispersos. A este aspecto del arte de contar le corres­
mos llamar la estructura de la intersección característica de la intra­ ponde, por parte del arte de seguir una historia, el esfuerzo para «cap­
temporalidad, que oscila entre el tiempo vulgar y la verdadera histori­ tar conjuntamente» acontecimientos sucesivos. El arte de contar, aJ
cidad. igual que su contrapartida, el de seguir una historia, requiere, por tan­
En este sentido, el relato es una forma privilegiada de lo que I Iei­ to, que seamos capaces de obtener una configuración a partir de una
degger llama el «decir ahora» en el que se pone de manifiesto el «hacer sucesión. Esta operación «configuraliva», por emplear una expresión
presente». El relato muestra mejor que cualquier otra forma discursiva de Louis O. Mink, constituye la segunda dimensión de la actividad na­
cómo «se interpreta» la cura en el «decir ahora», La húsqueda heroica rt'ativa, Esta dimensión ha pasado desapercihída para los autores anti­
es el medio privilegiado para realizar esta autointerpretación, pues es, narralivistas, qlle tienden a despojar a la actividad narrativa de su com­
por excelencia, la forma narrativa de la preocupación. plejidad y, principalmente, de su capacidad de combinar lo secuencial
Pero el tiempo de la trama no consiste únicamente en una ilustra­ y lo configufativo. También han ignorado las críticas que se les han di-
ción del análisis existenciario del «estar en el tiempo», Hemos visto por disolver apresuradamente la cronología del relato en la acro­
que la intervención del actante en el curso del mundo da lugar a un nía de los modelos. Ahora bien, esta estructura es tan paradójica que
análisis más sutil y más dialéctico que el que desarrolla IIeidegger a todo relato puede concebirse como IIn enfrentamiento entre su dimen­
propósito del «hacer presente» y del «decir ahora». Una característica sión episódica y su dimensión configurativa, entre la secuencia y la figu­
fundamental de la trama que hemos ignorado hasta ahora va a ceder la ra. Esta estructura compleja implica que, por modesto que sea el rela­
iniciativa al análisis del relato, dentro de esta investigación en la que se lO, siempre será algo más que una serie cronológica de acontecimientos,
mezclan la teoría narrativa y la del tiempo. y, retroactivamente, que la dimensión configurativa no puede eclipsar
Muchos autores han identificado apresuradamente el tiempo del la dimensión episódica sin abolir la propia estructura narrativa.
relato y el cronológico en el plano de la gramática superficial o, por He tratado de mostrar, por otra parte, que la función explicativa de
emplear la terminología de Greimas, en el plano de la manifestación la historia se añade a la dimensión configurativa del relato. No abor­
porque han desatendido un rasgo fundamental de la dialéctica tempo­ daré aquí este aspecto del problema, sino las implicaciones temporales
ral del relato. He desarrollado en otro lugar la idea de que todo relato de esta dialéctica. Sin duda alguna, el tiempo narrativo, si considera­
combina en proporciones diferentes dos dimensiones: la episódica y la mos su dimensión episódica, tiende a representar linealmente el tiem­
198 PAUL RICCEUR FUNCIÓN NARRATIVA Y EXPERIENCIA HUMANA DEI. TrEMPO 199

po vulgar. En primer lugar, los acontecimientos contados unos después senlace. De este modo, la trama ayuda a introducir el orden secuencial
de otros entablan una relación de exterioridad recíproca, la de «por en la memoria, que recorre el tiempo hacia atrás.
otra parte, después». Además, estos acontecimientos conforman una El arte de contar capta así la dimensión realmente existencíaria de
serie abierta que posibilita que anadamos al «por otra parte, después» la intratemporalidad. Mientras que el aspecto episódico señala la estre­
un «y, de ese modo, sin interrupción». Por último, los episodios se dis­ cha similitud conceptual que existe entre el «estar en el tiempo» y el
ponen conforme a un orden irreversible propio de los acontecimientos el aspecto éonfigurativo pone de relieve la
humanos y físicos. No obstante, este tiempo episódico no puede equi­ que existe entre la intratemporalidad yel nivel más profundo de la tem­
pararse completamente al tiempo cronológico, debido a su relación poralización que llamamos historicidad. El tiempo de la trama muestra,
dialéctica con lo que podríamos llamar «tiempo configurativo», que de ese modo, el carácter inestable de este nivel de la temporalización
puede oponerse punto por punto al episódico. que se encuentra entre el tiempo vulgar y la historicidad. Pero si la in­
En primer lugar, la disposición configurativa convierte la serie de clinación natural del pensamiento representativo consiste en describir
los acontecimientos en una totalídad significativa que depende del he­ una trayectoria descendente desde la interpretación existenciaria del
cho de «considerar conjuntamente». Gracias a éste, toda la trama pue­ «estar en el tiempo» hasta la representación del tiempo abstracto, la
de abarcarse con un solo pensamiento. Se trata de la diánoia, que, según meditación sobre el tiempo del relato resulta idónea a la hora de supe­
\rí:stú,teles. aumenta el mythos de la tragedia, o del «caso extremo» del rar el declive al que nos conduce dicho pensamiento. Hemos visto có­
maschal hebraico, de la parábola bíblica, que, según Jeremías, posibili­ mo una meditación de estas características evita que se nivele la inter­
ta convertir la historia contada en proverbio, en aforismo, como suce­ pretación existencÍaria del «estar en el tiempo». Vamos a mostrar ahora
de con el carácter moral de la fábula clásica. Ese pensamiento único cómo dicha meditación nos lleva de la intratemporalidad a la historici­
puede entenderse también a partir de los términos «cohesivos» que dad propiamente dichi:l en la que la primera se encuentra armigada.
emplea la historiografía -Renacimiento, Revolución industrial, ete­
, que, según Walsh y W. Dray, posibilitan aprehender un conjunto de
acontecimientos históricos mediante una sola denominación. 2. IltSToR1CIDAD y REPETICIÓN
Además, la configuración de la trama nos permite retomar y com­
la serie de acontecimientos a partir del final de la historia, en En la segunda parte de mi ensayo, me propongo tomar como guía
el sentido en el que Kermode caracteriza el relato clásico mediante ¡he el análísis heideggeriano de la historicidad, aunque tenga que poner de
sense 01 an ending. Cuando se conoce bien una historia, como sucede relieve cómo el correspondiente estudio de la narratividad repercute
con el relato tradicional o familiar, o con la crónica de los aconteci­ sobre el primero y 10 corrige en un punto esencial.
mientos que fundaron una comunidad, el arte de contar se convierte en Como se recordará. la temporalidad, la historicidad y la inLratem­
el de volver a contar, yel de seguir una historia se une al de anticipar el poralídad no son, en modo alguno, para Heidegger, conceptos sinóni­
sentido a la luz del final esperado y conocido. Todos los acontecimien­ mos. sino que designan niveles de temporalización distintos, que se
tos cobran sentido en la medida en que conducen a ese final. orientan desde lo más auténtico, la temporalidad, hasta lo menos origi­
Por último, esta recuperación del sentido a partir del final aproxi­ la intratemporalidad, que no se confunde con la
ma la intelección de la trama a la idea de «repetición», que, como ve­ del tiempo entendido como una sucesión lineal de instantes.
remos, es la clave de la idea de «historicidad». No se trata aún de la re­ En nuestro estudio, seguimos por razones didácticas el orden in­
petición como destino, sino como recapitulación de los episodios verso al del análisis heideggeriano, que adopta una forma derivativa. El
desde el punto de vista de su conclusión. Ésta no deja de ser contin­ que seguimos nosotros consiste en dirigirnos hacía el fundamento.
gente, pero ha de aceptarse. Ahora bien, aceptar una conclusión con­ Muestra mejor las insuficiencias de un análisis que, como el que vamos
siste en apreciar que la serie de episodios ha de desembocar en ese de- a desarrollar ahora, se detenga en el nivel intermedio de la historicidad.
200 PAUL RICCEUR
r
FIJNClÓN NARRATIVA Y EXPERIENCIA HUMANA DEL TIEMPO 201

En este nivel, en efecto, el tiempo es la extensión que existe entre la vi­ to, que la meditación sobre el ser para la muerte, en la que culmina el
da y la muerte. Ahora bien, la intratemporalidad de la que hemos par­ análisis anterior de la temporalidad, sólo contribuye parcialmente a
tido en nuestra aproximación al fundamento sólo es una interpretación responder la pregunta de la que depende la segunda parte de El ser y el
de dicha extensión en función de las referencias «mundanas» a las que tiempo. A saber: ¿qué constituye el ser total del Dasein? El ser para la
se somete nuestra preocupación conforme al régimen inauténtico de lo muerte, en efecto, sólo clarifica el «ser para el fin», pero deja comple­
cotidiano. tamente en la incertidumbre aquello que constituye la «cohesión» pro­
De acuerdo con la línea descendente que sigue en El ser y el tiem­ pia de la vida, el Zusammenhang entre el nacimiento y la muerte, en
po, Heidegger comienza ordenando los rasgos fundamentales de la pocas palabras, la prolongación, la longitud o, da igual cómo se diga, la
temporalidad profunda. Ésta se caracteriza, en primer lugar, por la es­ extensión de la vida. Ahora bien, si este carácter extenso del Dasein no
trecha unidad que existe entre las dimensiones del presente, del pasa­ ha de expresarse mediante el lenguaje del tiempo vulgar, es decir, a tra­
do y del futuro; nociones que el análisis existenciario reescribe del si­ vés de un medio «en» el que suceden las cosas, y si tampoco quiere uno
guiente modo: el «hacer presente», lo «sido» y el «porvenir». Esto no encerrarse en una descripción psicologizante de los rasgos alternos de
es todo: la temporalidad, como forma unitaria, no se opone sólo al ca­ la persistencia y de la movilidad propios de la existencia humana, hay
rácter extenso de la historicidad. Pone de relieve, en la propia estruc­ que poner de relieve la estructura fundamental subyacente a esta ca­
tura de la cura, la prioridad del movimiento hacia el «porvenir» res­ racterística de la vida, que consiste en extenderse entre la vida y la
pecto a lo «sido» y al «hacer presente». La historicidad, como veremos, muerte.
invierte este orden de prioridades, haciendo hincapié en lo «sido». Heidegger llama a dicha estructura Geschehen; término que pro­
Esencialmente, en el nivel profundo de la temporalidad, este movi­ pongo traducir como «hacer historia», más que como «historial» (co­
miento hacia el «porvenir» es finito, en la medida en que el impulso de mo hace 1 [enry Corbin en la única traducción francesa que existe de
la cura es coartado interiormente por el «ser para la muerte». Esta es­ este conocido ensayo), con el objeto de preservar el carácter verbal de la
tructura se convierte, de este modo, en el polo organizador de toda la expresión heideggeriana. Pero, ¿qué es el Geschehen? Podemos pre­
analítica heideggeriana del tiempo. Ahora bien, la historicidad, al me­ guntarnos si el análisis de esta estructura no constituye, en la economía
nos como la interpreta la historiografía, ofrece un abanico de posibili­ general de la analítica del tiempo, un nuevo punto de partida, irreduc­
dades ilimitado al curso de los acontecimientos. tible al análisis anterior del ser para la muerte. Esta sospecha, como ve­
El problema con el que se enfrenta el análisis existenciario consis­ remos posteriormente, se verá reforzada considerablemente al analizar
te en saber cómo se encuentran arraigadas la historicidad y sus tres ca­ la correlación que existe entre la historicidad y la narratividad. Con es­
racterísticas principales, la extensión, la primacía del pasado y su carác­ te verbo, en efecto, Heidegger se refiere a la extensión: «Llamamos a la
ter ilimitado, en los tres rasgos fundamentales de la temporalidad movilidad específica del prolongado prolongarse el Geschehen del Da­
profunda que acabamos de recordar brevemente. sein». * Esta definición pone de relieve que el verbo «hacer historia»
Heidegger recupera, de ese modo, un problema antiguo, que había precede al sustantivo «historicidad».
abordado Agustín en el libro undécimo de las Confesiones: a saber, có­ Al seguir el orden inverso al de Heidegger y dirigirnos de la intra­
mo es posible, a partir de la experiencia unitaria de las tres dimensio­ temporalidad a la historicidad, podemos poner entre paréntesis provi­
nes temporales, dar cuenta del carácter extenso del tiempo. Como se sionalmente este problema fundamental. Sólo lo mencionaremos en las
recordará, Agustín trató de resolver este enigma atribuyendo al alma últimas páginas del ensayo, sin aportar, no obstante, una solución firme.
una extensión o, mejor dicho, una «distensión» (disten tia animi), que
consiste en una señal de la finitud y de la caducidad. Se trata de un
" M. Heidegger, Sein und Zeit, § 72, pág. 375: «Die spezifische Bewegtheit des er.¡·
enigma comparable al que pone en movimiento el análisis heideggeria­ treckten Sicherstreckens nennen wir das Geschehen des Daseins» (¡rad. cast.: pág. 405).
no de la historicidad. Dicho análisis comienza reconociendo, en efec- (N det t)
202 PAl.JL RICOWR FUNCIÓN NARRATIVA Y EXPERIENC1A IHlMANA DEL TIEMPO 203

consiste, más bien, en la flexión que existe entre do mencionado hasta anota, debido a la descnpclOn esquemauca que
la y la historicidad. se encuentra con di­ hemos hecho de la historicidad, entendida como como ho­
nml<::llla al final de su análisis de la historicidad, cuando aborda rizonte ilimitado determinado por la prioridad del pasado. La
el debate con la historiografía y la pretensión de ésta de definir la his­ dad de consiste en haber visto en la «repetición» (Wieder­
toricidad mediante la ciencia histórica. holung) la experiencia fundamental mediante la que la extensión
Pero no se le ocurrió a Heidegger estudiar el estrato narrativo de temporal se encuentra arraigada en la unidad profunda del tiempo (sin
la historia. Por ello, trató de fundar directamente la epistemología de la derivar quizá realmente de ella). La mirada retrospectiva hacia el pasa­
historiografía en la ontología del Geschehen, es decir, del «hacer his­ do se articula en función de la anticipación del proyecto, y la ¡limita­
toría». Nada indica tampoco que solventara con éxito esta empresa ción del tiempo histórico se encuentra vinculada nuevamente a la es­
fundamentadora entre la epistemología y la ontología. Al final del ca­ tructura finita del ser para la muerte.
pítulo quinto, existe un abismo insalvable entre la ontología de la his­ Vamos a recordar cómo se introduce el tema de la repetición en el
toricidad y la epistemología de la historiografía. La discusión con Dilt­ parágrafo 74 de El ser y el tiempo. El análisis comienza abordando la
hey, en el parágrafo 77, es en realidad una discusión con el conde Von noción de «herencia» como algo transmitido y recibido. Pero, debido
Yorck en la que se pierde de vista por completo el paso a la epistemo­ al análisis anterior de la temporalidad, centrado como se recordará en
logía. el «ser para la muerte», la noción de «herencia» se considera desde un
El análisis de la nanatividad ofrece, en este punto, nuevas posibili­ punto de vista completamente rnonádíco. Cada cual transmite de uno
dades. Si pudiésemos demostrar, como he intentado hacer en otro en­ a sí mismo los recursos que puede obtener y traer, Hay que señalar que
sayo, que la explicación histórica se incorpora siempre a la compren­ «traer» se dice en alemán holen; verbo que se encuentra presente en
sión primaria del relato, cuya estructura interna es puesta relieve que significa «repetir». De este modo, cada uno se acep­
por aquélla, la verdadera oposición no sería entre la exolicación histó­ ta como destino (Sc/?icksal) en la (Wiederholunf!.l de su he­
rica y la historicidad, sino entre ésta y la rencia transmitida y recibida: «La
teoría del relato. dicho de otro modo, el retroceso <Rückgang) a las posibilidades del Da­
En las páginas, voy a tratar de esbo7.ar esta intelección sein sido».* El vínculo que existe enU'e el destino y la repetición cons­
mutua de la historicidad a partir de la narratividad y de ésta a partir tituye, por tanto, el núcleo de la noción de «historicidad». La repeti­
de aquélla. En este nivel del análisis, esa correlación, que es el tema ción consiste en que cada uno se repita como destino.
principal de nuestro ensayo, se convierte en algo completamente dis­ La fuerza de este análisis es realmente considerable. En primer lu­
tinto a un simple paralelismo, en la medida en que los análisis de la gar, pone de relieve que el carácter retrospectivo de toda actitud histó­
historicidad y la narratividad se enriquecen mutuamente y se co­ rica se encuentra arraigado en una experiencia que sigue estando vin­
rrigen el uno al otro. Por un lado, en efecto, el análisis de la histori­ culada al proyecto, es decir, a la primacía del futuro. Nos tocan en
cidad llevado a cabo por Heidegger pone de manifiesto algunos as­ suerte nuestras posibilidades y, por tanto, nuestro movimiento hacia el
pectos del relato que pasan inadvertidos a aquellos análisis que sólo futuro. Nuestro proyecto consiste en el estado de yecto al que regresa­
remiten la narratividad al nivel de la intratemporalidad. Por otro la­ mos mediante la repetición. Ésta no es una mera retrospección, sino la
do, la teol'ía del relato cuestiona algunos aspectos del análisis exis­ recuperación, a partir del «estar afectado», de lo que podemos ser:
tenciario de la historicidad que ponen al descubierto el carácter sub­ «Sólo un ente que, en su ser, es esencialmente porvenir, que es libre pa­
jetivista y monádico que posee todavía la analítica existenciaria de El
ser y el tiempo.
[bid, § 74, pág. 385: «Die Wíederbolung ist (/u.<drück[¡cb" Uberlielerung. das
A mi juicio, el rasgo de la historicidad que mejor ilustra la teoría heisst der Rüekgang in Moglíchkeíten des dagewesenen DaseinR» (trad. cast.: pág. 416).
del relato, y que incluso es corregido y enriquecido por ésta, no ha si- (N. del t.)
r

204 PAUL RICCEUR FUNCIÓN NARRATIVA Y EXPERIENCIA HUMANA DEL TIEMPO 205

ra su muerte y que puede dejarse arrojar (úch zurückwerfen lassen Éste es el sombrío núcleo conceptual del que surgen todos los aná­
kann) a su ahí fáctico, es decir, sólo un ente que, como porvenir, se en­ lisis de la historicidad.
cuentra de modo igualmente primordial en el proceso del haber sido En este punto, la dialéctica que existe entre la historicidad y la na­
(gewesen) puede asumir, transmitiéndose a sí mismo la posibilidad que rratividad puede aportar algo nuevo: una verdadera intelección mutua
ha heredado, su situación, que consiste en estar arrojado y en encon­ en la que cambien ambos términos. No se trata, por tanto, de una me­
trarse instantáneamente en su tiempo. Sólo la auténtica temporalidad, ra «aplicación» de la historicidad como repetición a la teoría del rela­
que es al mismo tiempo finita, posibilita algo similar a un destino, es to, sino de una relectura de dicha teoría que dará lugar a una inflexión
decir, la auténtica historicidad»_ * y quizá a una corrección decisiva del análisis heideggeriano.
La inversión aparente de la primacía del futuro respecto a la del Al abordar la teoría del relato, considero nuevamente una suge­
pasado propia de la actitud histórica se basa, por tanto, en el tema de rencia que adelanté con anterioridad, a saber, que el arte de contar no
la repetición, que se encuentra arraigado en el del destino, que, a su se limita a preservar la intratemporalidad, el modo de ser nivelado por
vez, remite a la idea de una herencia transmitida de uno a sí mismo. el tiempo medido, anónimo y cosificado, sino que impulsa un movi­
El problema de este extraordinario análisis se encuentra en su de­ miento retroactivo hacia la temporalidad fundamental y, en primer lu­
pendencia respecto al «ser para la muerte», que determina su carácter gar, hacia la historicidad como repetición. ¿Cómo?
monádico (herencia transmitida de uno a sí mismo, uno mismo como El análisis de la trama como configuración nos ha llevado al um­
destino, etc.l- Por ello, sólo se aborda el carácter común de la historici­ bral de lo que podríamos llamar la repetición narrativa: al leer el final
dad transfiriendo la idea monádica de «destino» (Schicksal) a la de un en el comienzo y éste en aquél, también aprendemos a leer el tiempo al
«destino común» (Geschick). Peor aún, la idea monádica de «destino», revés, recapitulando en sus consecuencias terminales las condiciones
vinculada a la de «resolución frente a la muerte», introduce su fatal he­ iniciales del desarrollo de la acción. De este modo, la trama no sitúa la
roísmo en el concepto de «destino común». Recuérdese el conocido acción humana sólo «en» el tiempo, como hemos dicho al comienzo
pasaje en el que Heidegger lleva a cabo la transición del destino singu­ del estudio, sino en la memoria. Y ésta, a su vez, repite el curso de los
lar al común: «Si el Dasein destinal existe, como ser en el mundo, esen­ acontecimientos conforme a un orden que es la contrapartida de la ex­
cialmente en el ser con otros, su "hacer historia" consiste en un "coha­ tensión del tiempo entre un comienzo y un final.
cer historia" (mitgeschehen) que se constituye como destino común Pero la repetición es algo más complejo que la mera inversión de
(Geschick). Con esta expresión, designamos el "hacer historia" de la la orientación fundamental de la cura hacia el futuro. Conlleva la re­
comunidad, del pueblo. El destino común no consiste en un conjunto cuperación de nuestras posibilidades más propias, tal como las here­
de destinos individuales, al igual que el "ser con otros" no puede con­ damos del pasado; posibilidades que adoptan la forma de un destino
cebirse como el encuentro de varios sujetos. Nuestros destinos indivi­ personal y de un destino colectivo. El problema, entonces, consiste
duales han sido trazados por anticipado en el "ser con otros" y en en saber si podremos llegar a defender que la función del relato -o,
nuestra resolución respecto a determinadas posibilidades. En la comu­ al menos, de algunos de ellos- consiste en situar la acción en el nivel
nicación (Mitteilung) yen la lucha (Kamp/), irrumpe el poder del des­ de la historicidad auténtica, es decir, de la repetición. Si éste fuera el
tino colectivo. El destino colectivo destinal del Dasein, en y con su "ge­ caso, la estructura temporal del relato poseería la misma jerarquía in­
neración", constituye el pleno y auténtico "hacer historia" del terna que pone de manifiesto la fenomenología de la experiencia
Dasein». ** Como vemos, la última frase reúne en una expresión conci­ temporal.
sa los tres términos clave: Geschehen, Geschick y Schicksal. Pero, para reconocer esta nueva estructura temporal de algunos
relatos, hay que cuestionar también algunos presupuestos del análisis
* Ibíd., pág. 385 (trad. cast.: págs. 415-416). (N. delt.)
anterior y, antes de nada, los que rigen la selección de ejemplos para­
** Ibíd., págs. 384-385 (trad. cast.: pág. 415). (N. del t.)
digmáticos de relatos en la crítica literaria contemporánea. Vladimir
T

206 PAllL ]{¡CmUR FUNC10N NARRATIVA V EXPERIENCIA HUMANA DEL TIEMPO 207

Propp, en su Morfología del cuento,* ha abierto d camino al poner el mentación y la conexión externa de las funciones de Propp, y, por últi­
acento en una de relatos, los cuentos rusos, que pueden ca­ mo, la disolución de lo cronológico en lo lógico.
racterizarse mediante el modelo de la búsqueda heroica. En estos Existe una alternativa a la descronologización: la repetición. La des­
cuentos, un héroe se enfrenta a un desafío, a una mala acción o a un cronologización conlleva la derogación lógica del tiempo. La repeti­
error que tiene la misión de resolver. A lo largo de la búsqueda, afron­ existencÍaria. Pero para que esta hioótesis re­
ta una serie de pruebas que requieren, no que el héroe ceda o huya, si­ hemos de cuestionar no sólo las
no que sean superadas y que, finalmente, concluyan en la victoria. La elección del ejemplo paradigmático que lleva a
historia paradigmática ignora las alternativas no escogidas: ceder y ca literaria habitual del
perder. Sólo atiende al encadenamiento de aquellos episodios que lle­ 1 Sin dejar a un lado el modelo de la búsqueda, pongamos la aten­
van al héroe del desafío a la victoria. No es casual que, después de ción en aquellos aspectos temporales que excluye dicho método. Antes
Propp, este esquema haya ofrecido tan poca resistencia a los intentos de que el héroe comience su búsqueda, muchas leyendas le llevan a al­
dd análisis estructural de descronologizar ese encadenamiento para­ 14(m bosque oscuro en el que se pierde, en el que se encuentra con algu­
digmático. Sólo ha tenido en cuenta la sucesión lineal de los episodios. na bestia feroz (Caperucita roja) o en el que la hermana o el hermano
Además, la segmentación dd encadenamiento ha motivado el aisla­ pequeño es raptado por unos pájaros amenazadores, como en la
miento de los segmentos temporales, considerados entidades discretas da de los cisnes-f!.ansos. Estos episodios iniciales no introducen única­
vinculadas exteriormente. Por último, dichos segmentos han sido tra­ mente la mala acción que ha de ser eliminada, sino que sitúan al héroe
tados como variaciones contingentes de un número limitado de ele­ o a la heroína en un espacio y en un tiempo primordiales que se pare­
mentos narrativos abstractos, las conocidas «funciones» del modelo cen más al ámhito del sueño que a la esfera de la acción. Debido a esa
de Propp. El autor ruso no rechazaba la dimensión cronológica; pero desorientación preliminar, se rompe el encadenamiento lineal del tiem­
ésta, en cuanto trama, se encontraba desprovista de su constitución po y el cuento cobra una dimensión onírica que se preservará más o
temporal. La segmentación y la concatenación de las funciones en menos a lo largo de la dimensión heroica de la búsqueda. Se vinculan,
Propp ha dado lugar, probablemente, a la reducción posterior de lo de este modo, dos cualidades del tiempo: la circularidad del viaje ima­
cronológico a lo lógico. En la nueva fase del análisis estructural, re­ ginario yel carácter lineal de la búsqueda en cuanto tal.
presentada por Greimas y Bartlles, la fármula intemporal que motiva Estoy completamente de acuerdo con que el tipo de repetición que
el desarrollo cronológico de las «funciones» transforma la estructura conlleva este viaje hacia el origen posee una serie de características re­
cuyo papel consiste en compensar la mala gresivas en el sentido psicoanalítico de la palahra. La repetición aquí
acción o el error mediante la restauración final del orden perturbado. consiste en una especie de inmersión o de confinamiento en el seno de
Comparada con esta matriz lógica, la propia búsqueda es un mero re­ las fuerzas tenebrosas. Por ello, esta del origen ha de supe­
siduo diacrónico, una especie de retraso o de suspensión de la epifa­ rarse mediante un acto de ruptura, por ejemplo, en el episo­
nía del orden. dio de los leñadores que abren de un hachazo el vientre del lobo. Sin
El problema reside en saber si el plan inicial consiste en reducir lo el viaje imaginario la idea de un modo metatem~
cronológico a lo lógico. Dicho plan surge del propio método que regu­ que es distinto al modo atemporal de los códigos narrativos del análi­
la la estrategia del análisis estl"llctural en sus sucesivas en sis estructural. Este «fuera del duplica, por así decir, la di­
lugar, la elección de la búsqueda como ejemplo paradigmático, poste­ mensión episódica de la húsqueda y aumenta la atmósfera «maravillo­
riormente, la proyección de sus episodios en la línea del tiempo, la seg­ sa» de la misma.
Ha de superarse, a su vez, este primer modo de repetición, en la me­
* v. J. Propp, Morfologtja skazki. Leningrado, Gosudarstvennyi institul i,todi ¡s· dida en que sólo constituye el reverso del tiempo de la búsqueda y de la
kllsstva, 1928 (trad, cas!.: Morf%g{a del cuento, Madrid, Fundamentos, 1981). (N, del t.> conquista impulsado por el reclamo de la victoria. En última instancia,
T

208 PAUL RICCEUR FUNCIÓN NARRATIVA Y EXPERIENCIA H[IMANA DEL TIEMPO 209

el tiempo de la búsqueda prevalece sobre debido a la ruptura, a la los que el regreso al origen no es una fase preparatoria del relato prin­
brecha que posibilita que emerja el mundo de la acción del país de los cipal, ni requiere el duplicado de un viaje circular. En esos relatos, la
sueños, como si la función del cuento consistiera en obtener el tiempo repetición constituye la propia forma temporal. El ejemplo paradig­
progresivo de la búsqueda del tiempo regresivo del viaje imaginario. mático puede encontrarse en las Confesiones de Agustín. En este texto,
2. La repetición tiende a convertirse en el elemento principal del la forma del viaje se interioriza hasta el punto de negar la existencia de
relato cuando atendemos a aquellas narraciones en las que la propia un lugar privilegiado al que pudiera regresarse en un momento dado.
búsqueda se configura mediante un por el espacio que adopta la Se trata de un viaje «de las cosas exteriores a las interiores, y de éstas a
forma de un retorno al origen. Los de Ulises son el caso ejemplar las superiores». * El modelo creado por Agustín es tan poderoso y tan
de este tipo de relato, entendido como de regreso. Mircea duradero que ha dado lugar a toda una serie de formas narrativas, que
en La prueba de/laberinto, señala lo siguiente: «Ulises, a mi juicio, es el van desde las Confesiones de Rousseau hasta El tiempo recobrado de
prototipo del hombre. No sólo del actual, sino del hombre del porve­ Proust. Las Confesiones de Agustín cuentan «cómo llegué a ser cristia­
nir, pues se trata del prototipo del viajero acosado. Viajaba hacia el no», mientras que El tiempo recobrado de Proust narra «cómo Marcel
centro, hacia ftaca, es decir, hacia sí mismo. Era un buen navegante, se convirtió en artista». La búsqueda ha sido asimilada por el propio
pero el destino 0, dicho de otro modo, las pruebas iniciáticas que tuvo movimiento que llevó al héroe, si aún puede llamarse así, a convertirse
que superar le obligaron a retrasar indefinidamente su regreso al hogar. en Jo que es. La memoria, a partir de este momento, ya no es el relato
Creo que el mito de Ulises es muy imporhmte para nosotros. Todos so­ de una serie de aventuras externas que se prolongan a lo largo del tiem­
mos parecidos a él cuando nos buscamos, cuando deseamos llegar a la po episódico, sino el movimiento en forma de espiral que mediante
o al hogar, cuando tratamos de reencontrarnos con nosotros anécdotas y episodios nos lleva hacia la constelación casi inmóvil de las
mismos. Pero, al igual que sucede en un laberinto, todo peregrino co­ que repite el relato. El final de la historia iguala el pre­
rre el riesgo de perderse. Si logramos salir de él y encontrar nuestro ho­ sente al pasado, lo efectivo a lo potencial
gar, nos convertiremos en otro ser».* La teoría del relato pone de relieve, por tanto, varios niveles de re­
El retraso del que habla aquí Eliade ya no es la mera suspensión de petición, repartidos entre los encadenamientos de los que hablábamos
la epifanía del orden. «Retraso», en este texto, quiere decir «creci­ anteriormente y esta repetición liberadora, que no consiste en una es­
miento»; «Si logramos salir del laberinto y encontrar nuestro hogar, pecie de sumersión en un origen con el que hay que romper, como su­
nos convertiremos en otro ser». La OdÍJea, por tanto, se presenta como cede en los cuentos de hadas. Se trata, más bien, de la última mirada
una forma de transición entre un nivel de repetición y otro, entre una dirigida a una historia que se cierra como un libro, de la última pala­
que sigue siendo el reverso de la bra pronunciada al final de una vida que vuelve sobre sus propios pa­
y un tipo de repetición que da lugar a dicha búsqueda. Sin sos para decir: «Así sea. Sí. Amén». Sin duda alguna, puede defender­
embargo, el carácter repetitivo de la Odisea sigue refiriéndose al tiem­ se que existe cierta continuidad entre ambos tipos de En el
po mediante la forma circular del viaje por el espacio. El regreso tem­ cuento, el comienzo presente en el final, del mismo modo
poral de Ulises hacia sí mismo se orienta mediante el regreso geográfi­ en que el regreso al origen forma parte de la búsqueda de la libertad.
co a su lugar de origen: ftaca. Pero, como hemos dicho, existe una falla entre ambas repeticiones.
3. Nos acercamos al tipo de repetición que nos sugiere el análisis rlay que ir, por tanto, más allá de una repetición meramente onírica o
heideggeriano de la historicidad. Se encuentra en aquellos relatos en fantasmal. La repetición lo es aún más cuando deja de ser onírica, es
decir, no cuando precede a la ruptura liberadora, sino cuando la com­
plela y la consuma. En ese momento, se repite precisamente lo que
* M. Eliade, I:Épreu!Je du enlrel;ens (lvee e/uude-Henr; Rocquel, París,
Belfotld, 1985 (reed.), pág. 109 (trad. cast.: I..a prueba de/laberinto, Madrid, Cristiandad,
1980. pág. 9'l. (N. del tJ * Véase Agustín, {,on(esionef. XI, 5·7. (N. del 1.)
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puedo ser, los recursos que he de obtener para romper con la forma fi­ gurar lo memorable. En este nivel, la repetición ya no consiste en su­
jada del destino del origen. Esta capacidad de repetición evita que que­ mergirse en un del que hay que salir mediante una ruptura: se
de fascinado por el rostro de la Gorgona que me muestra lo que he si­ trata de la mirada retrospectiva que dirigimos a un curso de acción
do. Se trata de apreciar lo que puedo ser en lo que he sido. He aquí una que confiere una identidad a la totalidad que se repite de ese
repetición que ya no es onírica, sino decidida a afrontar el futuro. modo. Un antiguo decía que no es posible saber si un hom­
Podría objetarse que sólo el relato de ficción alcanza un grado tan bre fue feliz hasta que murió. Ésa es la repetición trágica que une
de repetición; pero no sería cierto. No pueden bol' y el miedo y la piedad poetizados. Pero la muerte del héroe no
modelo de la indagación, opuesto al relato es lo único que pone de relieve esta clausura a partir de la que todo co­
realizaciones de la historia. Podemos preguntarnos si el paso de la bra sentido retroactivamente. La historia de una institución también
toria «secuencial» a la «explicativa», descrito por Maurice Manuel para leerla desde su final, como un proceso que
baum en rhe Anatomy 01 Historical Knowledge, no encuentra su pleno heredadas desde un acontecimiento fundador
sentido en el paso posterior de la historia «explicativa» a Jo que llama hasta una conclusión cuyo fin es, al mismo tiempo, su muerte y su té­
«historia interpretativa», formada por aquellas obras históricas que se los. En este punto, la repetición no es algo que haya que superar, sino
parecen más a un retrato que a un relato: «En esas obras, se hace hin­ que llevar a cabo: se trata de la forma suprema de la sabiduría
capié en el modo en que se vincularon algunos aspectos de la sociedad Finalmente, quisiera señalar en qué sentido influye esta intelección
o de la cultura de un período concreto, o de varios a la vez, para dar lu­ mutua de la historicidad y de la narratividad en el esquema heidegge­
gar a una figura que encarnó una forma de vida diferente a ]a que po­ riano de la experiencia del tiempo, hasta el punto de rectificarlo de
demos encontrar en otros tiempos o lugares».* modo significativo.
¿Fuerzo demasiado la noción de «historia interpretativa» al apro­ En primer lugar, hay que poner de manifiesto que la repetición que
ximarla a la de «repetición»? El profesor Mandelbaum probablemen­ Ilcidcgger llama destino sólo se expresa en una narración. El destino
te rechazará este acercamiento inesperado entre él y IIeidegger. Sin siempre se cuenta. Esta primera observación no nos distancia demasia­
embargo, creo que el profundo análisis de la acción que lleva a cabo do de I Jeidegger, en la medida en que asumimos la idea de que incluso
! lannah Arendt en La condición bumana** confirma, en cierto modo, la crónica más elaborada y, posiblemente, la menos verídica sigue es­
mi postura y me anima a continuar en esa dirección. Como es sabido, tando vinculada o regida de antemano por el destino de un pueblo. Sin
IIannah Arendt distingue entre «trabajo», «obra» y «acción». El tra­ embargo, esta observación nos \leva más lejos. Al imponer la forma na­
bajo (labor) -señala Arendt- tiene por objeto, sencillamente, la su­ rrativa a la repetición, la crónica impone también la primacía de la for­
pervivencia, y se caracteriza por la lucha entre el hombre y la naturale­ ma comunitaria del destino sobre la forma privada del mismo. Dicho
za. La obra (work) trata de dejar una huella duradera en el curso de las de otro modo, la narratividad introduce de entrada la repetición en el
cosas. Respecto a la acción, puede decirse que sólo es digna de llamar­ del «ser en común».
se así cuando abandona el deseo del hombre de dominar la naturaleza A decir verdad, el análisis del relato en el ámbito de la intratem­
o de dejar tras de sí monumentos que den fe de su actividad. La acción poralidad (primera parte) anticipaba esta conclusión. El relato de la
sólo trata de ser recogida en un relato cuya función consiste en procu­ búsqueda -éste era, en este nivel, el paradigma apropiado- se de­
rar una identidad al agente, una identidad que sólo puede ser, consi­ sarrolla en un tiempo público. Este tiempo, como hemos dicho, no es
guientemente, narrativa. La historia contada la acción al confi­ el tiempo anónimo de la representación vulgar, sino el de la interac­
ción. En este sentido, el tiempo narrativo es, de entrada, el del «ser
* M. Manddbaum. The Anatotnll ofHistorieal Knowledge, págs. 39AO. (N del t.)
en común».
** H. Arendr, The Human Condition, Chicago, Universíty 01' Chicago Press. 1958 Pero, de ser así, ha de cuestionarse toda la estructura de la analíti­
(trad. cast.: ta condición humana, Barcelona. Paidós, 1998). (N. del tJ ca heide!1l!eríana del tiemno, en la medida en que dicha estructura pro­
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cede del ser para la muerte. Ahora bien, sabemos el énfasis que pone siste en escribir y, después, en reescribir críticamente la constitución
Heidegger en el carácter incomunicable del ser para la muerte. Este as­ primordial de la tradición. Los tipos ingenuos de narración, desde la
pecto del hecho de morir impone, en el análisis posterior de la histori­ leyenda a la crónica, se desarrollan entre dicha tradición y la escritura
cidad, la primacía del destino singular sobre el colectivo. El análisis de de la historia. En el nivel de esa mediación, donde lo que se ha conta­
la narratividad cuestiona, precisamente, dicha primacía. do con anterioridad precede a la escritura de la historia, se confunden
Podemos preguntarnos, entonces, hasta qué punto no se tambalea la historicidad y la narratividad. En este sentido, la repetición puede
todo el análisis heideggeriano de la repetición. ¿No existe en todo este considerarse el fundamento de la historiografía. Pero se trata de una
análisis una fascinación por la muerte que motiva que el conjunto, co­ repetición que siempre se lleva a cabo de forma narrativa. La historia
mo es sabido, tenga un tinte heroico? Piénsese, por ejemplo, en la dia­ sólo convierte en indagación -his/oría, Forschung o inquiry-la unión
léctica de la capacidad y de la incapacidad a la que sometió Heidegger primordial entre el tiempo y el relato que propongo llamar repetición
el tema del destino. ¿No ofrece la narratividad, al librarse de la obse­ narrativa.
sión por luchar contra la muerte, un enfoque completamente nuevo a En este sentido, la teoría de la narratividad corrige la de la histori­
la hora de reflexionar sobre el tiempo, a saber, la introducción del pro­ cidad, en la medida en que encuentra en ella el fermento del tema de la
blema de la comunicación, no sólo entre los vivos, sino entre contem­ repetición.
poráneos, antecesores y sucesores, por emplear los términos de la fe­ El problema que queda sin respuesta en este ensayo se refiere a la
nomenología del ser social de Alfred Schütz? ¿No continúa el tiempo relación que existe entre la historicidad y la temporalidad profunda.
narrativo más allá de la muerte de cada uno de sus protagonistas? ¿No Como se recordará, la historicidad, para Heidegger, en el sentido téc­
cumple la trama la función de insertar la muerte del héroe en una his­ nico de la palabra, constituye la primera forma derivada de la tempo­
toria que supera cada uno de los destinos individuales? ralidad profunda. Para nosotros, que seguimos el orden inverso al de
Vayamos más lejos: ¿no hay que cuestionar completamente la pri­ Heidegger, el problema consiste en saber si la teoría del relato tiene al­
mera parte del análisis heideggeriano de la repetición como destino, a go que decir respecto al regreso de la historicidad a la temporalidad
saber, la idea de que la herencia de las posibilidades se transmite prin­ profunda. Hemos mostrado cómo la narratividad aproxima el tiempo
cipalmente de uno a sí mismo? ¿No recibe siempre lo mismo la heren­ concebido como intratemporalidad a la historicidad, es decir, a la pa­
cia de lo otro? De ser así, ¿no depende el estudio de la transmisión en­ reja de la extensión y de la repetición. Pero, ¿puede sumarse el análisis
tre generaciones, al que acabamos de hacer referencia, de un problema del relato a un movimiento aún más radical, que llevaría la historicidad
más amplio, a saber, la tradición de la que habla H. G. Gadamer en a la temporalidad profunda, a partir del triple armazón del que hablá­
Verdad y método?* A mi juicio, en efecto, se trata de un problema mu­ bamos al comienzo de la segunda parte de este ensayo, formado por la
cho más apropiado que el del análisis heideggeriano de la herencia y unidad de los tres «éxtasis» del tiempo 00 «sido», e! «porvenir» y e!
del destino mortal a la hora de vincular entre sí la ontología de la his­ «hacer presente»), la primacía de! futuro sobre el pasado ye! presente
toricidad y la epistemología de la historiografía. Una comunidad, un en la constitución unitaria del tiempo, y la clausura del «porvenir» me­
pueblo o un grupo de protagonistas siempre tratan de recuperar la tra­ diante la singularidad incomunicable de! «ser para la muerte»? A mi
dición o las tradiciones de sus orígenes. juicio, las tres posibilidades siguen estando abiertas.
Este acto comunitario de la repetición es, al mismo tiempo, una No obstante, habría que concluir que, esencialmente, e! arte de
nueva fundación, una inauguración que «hace historia» y que, poste­ contar es incapaz de llevar a cabo ese movimiento radical de ascensión
riormente, posibilita su escritura. La historiografía, en efecto, sólo con­ al fundamento, debido precisamente al estrecho vínculo que existe en­
tre la historicidad y la intratemporalidad en la actividad narrativa. Es­
* H. G. Gadamer, Wahrheit und Me/hode, Tubinga,J. B. C. Mohr, 1960 (trad. cast.: ta incapacidad pone de relieve el límite interno de una meditación so­
Verdad:v método, Salamanca, Sígueme, 1977), (N. del t.) bre el tiempo vinculada a una rd1exión sobre el relato.
214 PAlIL RICCEUR

Una conclusión de este tipo no supone, en modo alguno, el fraca­


so de esta meditación. Al contrario: una reflexión sobre los
siempre resulta instructiva. Sin ella, la investigación crítica de cual­
quier discurso quedaría incompleta.
Pero también podemos poner en duda el aspecto más importante
de la teoría heideggeriana de la temporalidad, a saber, el ser para la Paul Ricreur
muerte, mediante algunos argumentos de la fenomenología del acto de
contar. Las observaciones anteriores respecto al lugar que ocupa el
problema de la transmisión y de la tradición en una meditación sobre
el tiempo inspirada directamente en la teoría del relato van indiscuti­
blemente en ese sentido. L'identité narrative
Pero por justificadas que estén estas observaciones en el nivel del
análisis de la historicidad, no excluyen en modo alguno otro tipo de me­
ditación, no sobre el tema de la historicidad en cuanto tal, sino precisa­
mente sobre su génesis radical a partir de la estructura unitaria en vir­ Moa propos dans cet am m de cltrner la nQnon. d'ide:tnití .Bft.rrBll"
tud de la que el tiempo se temporaliza como pasado, presente y ve. c'est.a-dire la $()rte d'¡denl)lé 1 laquiJlle un &tr6 humaln accede
El concepto de «tradición», entendido como el destino común grice A la médiation de la MrnttÍve.
J'ai rencontré ee problme a la 6n de Temps et rooU IlJI,
prioritario respecto a cualquier destino singular y mortal, no sólo no
fne liuis 81.1 terme d'un long vO)'l'Ige! traver!> le
excluye esta otra meditación, sino que quizá la reclama. La considera­ rique et le réeit. s'it exIst3it une ~rietll::e (ondlJl;Mcnmle
ción de la muerte es inherente a cualquier meditación sobre la consti­ eapabLe d'int_~r les 4w.x grandes.classell de réeitll. J'ai alor$
tución de la historia. Pues, ¿no tiene que morir algo o alguien para que I'hypothese seloo )aquell~ 18 ooDstitution de I'identité l\a.rrati.ve.Eloit
se le recuerde? ¿No tiene que ver la alteridad del pasado f undamental­ d'une peT$(lnne individuelle, soit d'une communauté bistori.q:ue., «sit
mente con la muerte? ¿No consiste la propia repetición en la resurrec­ le Hell l"tc:lu~réhé de eette f'WIi,on entre hi$Wire ef fiction. Noull avons
une préeQlnp.réheu~i(lll illtultive de cct ~tat de cbQ~,(js ; l~$ vits blunai.
ción de los muertos, como sabe todo lector de Michelet? Tlll!l ne deviennent-elles pas p1ul> l..islhles lorsqu'eHes SODt interprétées
tm fuuctioH des biBto.ireg que les gens racO'ntent A kur sujet ? Ea- CCll
.. hietoires de vie ~ M $l'}lll-eUel> Jm$ Ale:ox tour l'enQumI plWl inteUigi.
hles lorllIJue l-eur $(Ifil appHq~ les modeles ruu,t"l1Idf5 ~ l!l'$ ¡utrigu.es
- empnmtls a I'hisloire ou ji la fiction (drame ou I'Qman) '1 Le lStat\tl
~i$témolog¡que de l'autohiogt"8phie semble confirmer edre i:ot11i.
bon. 11 eat done plauti'ibl~ de umil" pour valahlé la cbaine "'ulvante
d'a&~rlíon& : la cQUnaiS&8:Qee de 1101 est une interpritation. ­
prétatioD de ¡oí, • son lour, trouve dane le réeit. parmi
lIigl'1e!l el: srmboles. une médilllÍon. pnvilégiée, - cette dermere
emprunte aI'hi3toire aumnt ~'ii la ñctíon, faisant de ¡'hiswi:N?i d'une
vie une histoire úcti"e ou. si 1 on pré&n:, une fiedQo histOTiqu". C::Om~
parable il (:e$ bi:ograpbie$ de grand!l hcmmi}$ ()~ $e- maleot l'hbto,rc
et la fiction.
Mais <;C) qui roanqwIit a cette ¡¡¡ppliÍbension int\lltlve dl.l FobUmu~
t s.,..¡t, l'í~5.

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