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Departamento de Historia Antigua

HISTORIA ANTIGUA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA I:


DESDE LAS COLONIZACIONES HASTA EL SIGLO III D.C.
(Código: 67013029)

PAUTAS PARA UN COMENTARIO BREVE DE TEXTOS HISTÓRICOS

El objetivo primordial del comentario de texto histórico es el acceso, con las claves propias
de la disciplina histórica, al significado de un extracto o pasaje procedente de una fuente escrita
determinada. Para alcanzar satisfactoriamente dicho objetivo será necesario explicar aquellos
rasgos fundamentales que, reflejados en el texto, contribuyan a su comprensión y, por tanto, al
conocimiento de la sociedad y época a la que pertenece.
Aunque no existen normas fijas para la realización de un comentario de texto, y menos aún
si éste es de carácter reducido, es esencial seguir de forma clara y ordenada un método coherente
en el que, al menos, se dilucide la naturaleza del texto y se expliquen aquellos elementos que
contribuyen a insertarlo dentro de un contexto histórico bien definido.
Aunque parezca obvio (porque, en efecto, lo es), es aconsejable leer despacio y con
atención el texto al menos un par de veces.

1. Naturaleza del texto

a) En primer lugar, se debe establecer la categoría y estilo del texto al que nos enfrentamos. El
texto puede ser de carácter epigráfico, epistolar, literario (narrativo, poético, épico…),
legislativo, político, filosófico, religioso, administrativo, etc.
b) En segundo lugar, debe indicarse el autor y el título de la obra (si se conocen) de los que
procede el texto: alguna “pincelada” biográfica, la lengua original en la que el texto está
escrito y a quién o quiénes estaba dirigido.
b) En tercer lugar, debe identificarse con claridad el lugar de origen del texto, es decir, su
procedencia geográfica.
c) A continuación, resulta ineludible señalar la datación del mismo: establecer su cronología
exacta o lo más aproximada posible.

2. Resumen del texto

Ningún comentario de texto será válido sin presentar la sinopsis o resumen del contenido del
documento. Es decir, en pocas líneas (3-4 a lo sumo), habría que dar respuesta a una simple
pregunta: ¿de qué trata el texto propuesto? A este respecto, resulta de gran utilidad subrayar
los datos (nombres propios, topónimos, fechas, cifras) y elementos internos (vocablos,
expresiones) que sean más significativos, incluso, si es posible, tratando de contrastarlos en
las dos versiones presentadas del texto (en su lengua original y en la traducción), hecho que
puede ser de gran utilidad.
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3. Descripción y explicación del contexto histórico

Se trata de la fase más importante del comentario reducido del texto histórico.

a) No debe caerse en el error de repetir con distintas palabras las mismas ideas y alusiones
recogidas en el texto (cabría suponer que este procedimiento sería admisible en la fase
anterior, es decir, en su resumen, pero no en ésta). Tampoco sería correcto excederse en la
explicación de todos los aspectos que definen un período histórico determinado. Si el texto,
por ejemplo, refleja una situación relativa al ámbito económico, no sería lógico extender
nuestras explicaciones al ámbito religioso, salvo que en el texto aparezcan ideas que
relacionen explícitamente ambos ámbitos (por ejemplo, que se trate de los tesoros que
contenían los templos o del erario público depositado en algunos de ellos).
b) Se deben analizar con detenimiento los términos y datos que aparezcan en el texto con el
objeto de ponerlos en relación con el momento histórico que describen y de explicar qué
significado adquieren en dicho contexto.

4. Conclusiones

En este apartado final se deben incluir las consideraciones finales surgidas del análisis previo
del texto.

a) Deben resaltarse aquellos términos e ideas que, por su importancia, conducen a la adecuada
comprensión del texto. Es decir, aquellas palabras que, a nuestro juicio, resultan “clave”
para la interpretación del contenido del documento.

b) Sería pertinente aquí establecer, siempre brevemente, posibles paralelos históricos


cercanos.

c) Sería conveniente, a su vez, señalar posibles consecuencias históricas o la trascendencia de


la información que proporciona el texto.

d) Las conclusiones podrían cerrarse exponiendo brevemente la opinión personal o de algún


historiador que se haya acercado al texto o a la época en la que éste se sumerge.

Nota adicional:
No es necesario que en la redacción del comentario aparezcan indicados literalmente estos cuatro
apartados. De hecho, lo ideal es que, siguiendo como guía estas pautas, dicha redacción sea
continua, clara y fluida (sin errores gramaticales, ni faltas de ortografía). Todos los términos
latinos deben ir en cursiva (o, en su defecto, subrayados).
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Ejemplo de comentario reducido de texto histórico:

Apiano, Historia romana, VI (Iberia), 74:

Οὐρίατθος δὲ Καιπίωνι περὶ συμβάσεων τοὺς Viriato envió a sus amigos más fieles, Audax, Ditalcón
πιστοτάτους αὑτῷ φίλους ἐπέπεμπεν, Αὔδακα y Minuro, a Cepión para negociar los acuerdos de paz.
καὶ Διτάλκωνα καὶ Μίνουρον, οἳ διαφθαρέντες Éstos, sobornados por Cepión con grandes regalos y
ὑπὸ τοῦ Καιπίωνος δώροις τε μεγάλοις καὶ muchas promesas, le dieron su palabra de matar a
ὑποσχέσεσι πολλαῖς ὑπέστησαν αὐτῷ κτενεῖν Viriato. Y lo llevaron a cabo de la manera siguiente.
τὸν Οὐρίατθον. καὶ ἔκτειναν ὧδε· ὀλιγοϋπνό- Viriato, debido a sus trabajos y preocupaciones, dormía
τατος ἦν διὰ φροντίδα καὶ πόνους ὁ Οὐρίατθος muy poco y las más de las veces descansaba armado
καὶ τὰ πολλὰ ἔνοπλος ἀνεπαύετο, ἵνα ἐξεγρό- para estar dispuesto a todo de inmediato, en caso de ser
μενος εὐθὺς ἐς πάντα ἕτοιμος εἴη. τοῖς οὖν despertado. Por este motivo, le estaba permitido a sus
φίλοις ἐξῆν καὶ νυκτερεύοντι ἐντυγχάνειν. ᾧ amigos visitarle durante la noche. Gracias a esta
δὴ καὶ τότε ἔθει οἱ περὶ τὸν Αὔδακα φυλά- costumbre, también en esta ocasión los socios de Audax
ξαντες αὐτὸν ἀρχομένου ὕπνου παρῆλθον ἐς aguardándole, penetraron en su tienda en el primer
τὴν σκηνήν, ὡς δή τινος ἐπείγοντος, καὶ sueño, so pretexto de un asunto urgente, y lo hirieron de
κεντοῦσιν ὡπλισμένον ἐς τὴν σφαγήν· οὐ γὰρ muerte en el cuello que era el único lugar no protegido
ἦν ἄλλοθι. οὐδεμιᾶς δ’ αἰσθήσεως γενομένης por la armadura. Sin que nadie se percatara de lo
διὰ τὴν τῆς πληγῆς εὐκαιρίαν διέδρασαν ἐς ocurrido a causa de lo certero del golpe, escaparon al
Καιπίωνα καὶ τὰς δωρεὰς ᾔτουν [...] (ed. H. lado de Cepión y reclamaron la recompensa [...] (trad.
White). A. Sancho Royo).

Nos hallamos ante un texto de carácter historiográfico perteneciente al libro Iberia de la


Historia romana de Apiano, autor que, nacido en Alejandría, ejerció la abogacía en Roma y llegó
a ocupar el cargo de procurador con el emperador Marco Aurelio, en cuya época (segunda mitad
del siglo II d. C.) escribió esta obra dirigida a la élite intelectual del Imperio romano. Para su
redacción tomó como base al historiador Polibio. Junto con Diodoro Sículo, constituye la
principal fuente para el estudio de la figura histórica de Viriato.
El texto narra el episodio en que el cónsul romano Servilio Cepión convence a tres de los
más estrechos colaboradores de Viriato (Audax, Ditalcón y Minuro) para que lo asesinan de
forma traicionera mientras duerme a cambio de una recompensa.
El suceso narrado forma parte de la “guerra lusitana” (149-139 a. C.). Aunque
desconocemos las causas profundas que motivaron esta guerra, es probable que su origen se
encuentre en el llamado “engaño” de Servio Sulpicio Galba y en la siguiente matanza (año 150 a.
C.), de la que pocos lusitanos lograron salvarse (entre los que se encontraría Viriato). Miembro
de una de las familias de la élite lusitana, pudo ser el recuerdo de aquella masacre lo que incitó a
este personaje (que algunas fuentes convierten en pastor de ovejas y otras en un jefe guerrero, e
incluso en un bandido) a ponerse al frente de los lusitanos para luchar contra la opresión romana.
Acrecentada su fama tras sus primeras victorias sobre las tropas romanas, logró diversas alianzas
con los pueblos celtíberos de la Meseta. Con su táctica de combate, basada en la “guerra de
guerrillas”, logró eludir la confrontación directa con el poderoso ejército romano, razón por la
que pudo prolongar el conflicto durante unos diez años. De hecho, puede afirmarse que,
considerado como un auténtico rex, Viriato llegó a controlar un amplio territorio que se extendía
incluso hasta la zona meridional de la Península. Tras los fracasos de diferentes generales
romanos, entre ellos Fabio Máximo Serviliano, Servilio Cepión se hizo finalmente cargo del
mando militar en Hispania. Después de que las nuevas negociaciones emprendidas con Viriato
no llegasen a prosperar, este cónsul logró sobornar a tres de sus más cercanos colaboradores, ya
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citados, a cambio de una recompensa (algunos historiadores han pensado que fue a cambio de
respetar sus vidas). Este es precisamente el episodio que aparece relatado en el presente texto.
Apiano afirma que, debido a sus precauciones (que se traducían en permanecer constantemente
armado), Viriato fue asesinado de noche, mientras dormía. En este contexto es en el que cabría
situar la famosa frase transmitida por la tradición (y tantas veces manipulada ideológicamente)
según la cual “Roma no paga traidores”. En efecto, el Senado romano consideró esta maniobra
como indigna y, a su regreso, negó a Cepión el triunfo.
Ahora bien, con la muerte de Viriato no concluyó inmediatamente la guerra lusitana.
Tautalos, su sucesor, protagonizó posteriormente algunos enfrentamientos contra los romanos,
pero no fue capaz de resistir por mucho más tiempo su superioridad militar. Entre los años 138 y
137 a. C. Décimo Bruto consiguió pacificar la provincia Ulterior, dejando así las manos libres a
Roma para concluir las guerras celtibéricas.
Convertido por algunos autores (como, por ejemplo, M. Pastor) en el jefe carismático de un
primer grupo armado, Viriato logró reunir un auténtico ejército con el que, durante una década,
combatió de forma exitosa a las tropas romanas por medio de la llamada “guerra de guerrillas”.
No cabe duda de que la tenaz resistencia lusitana logró frenar por un tiempo las aspiraciones
romanas de conquista del interior de la Península Ibérica. Una vez superado este escollo, Roma
pudo centrar todos sus esfuerzos en las guerras contra los pueblos celtíberos.

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