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FERNANDO CHUECA -arquitecto, historiador del arte, () (
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catedrático y ensayista- esboza en esta BREVE ..HISTORIA cr
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DEL URBANISMO el complicado proceso que, a partir ¡;: (
DEL URBANISMO
de las civilizaciones del Valle del Nilo y Mesopotamia, ha
:onducido hasta la moderna vida urbana. Los tipos o
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Introducción 11
Lección 1
10 finitivo de la ciudad sea la plaza y lo que ésta signifique,
sino sÓlo fachadas que son necesarias para cerrar una de modo que cuando falta no acierta a comprender que
plaza, escena artificial que el animal político acota so?re una aglomeración urbana pueda llamarse ciudad.
el espacio agrícola» 5 • «La ciudad clásica nace de un ms- Esto me sucedió a mí cuando me encontré con la
tinto opuesto al doméstico. Se edifica la casa para est~r civilización y la vida americanas. Presa de un cierto es-
en ella· se funda la ciudad para salir de la casa y reumr- tupor, escribí lo siguiente: «Entonces, en un esfuerzo
6
se con' otros que también han salido de sus casas» • por desasirme de todo lo conocido, y ya sin vacilar en
Se mueve, por tanto, Ortega dentro de la órbita de plantearme los hechos en todo su radicalismo, me atreví
la ciudad clásica ' es decir, de la ciudad política. La a proponerme una verdad, que puede ser subjetiva -tam-
. ciu-
. bién hay verdades subjetivas-, pero que para mí sigue
dad donde se conversa y donde los contactos pnmanos
predominan sobre los secundarios. ~1 á_gora es la gran siendo válida. La verdad es, sencillamente, ésta: que me
sala de reunión y sede de la tertulia cmdadana, que a hallaba ante una civilización sin ciudades» 7 • Contando
la larga es la tertulia política. Qué duda cabe que este América con las más gigantescas aglomeraciones huma-
tipo de ciudad locuaz y parlera ha tenido mucho que ver nas, esto podría parecer una boutade,· pero no lo es,
con el desarrollo de la vida ciudadana, y que en la me- siempre que identifiquemos el concepto de ciudad con el
dida en que esta locuacidad se. pierde decae e~ ~j.erci~~o de vida exteriorizada y civiL
de la ciudadanía. Por eso las cmdades de la ctvthzacton Para los anglosajones será difícil asimilar la idea de
anglosajona, ciudades calladas o r:serv~d.as, tiene~ .de que carecen de ciudades en el sentido de la civitas latina
vida doméstica lo que les falta de vtda ctvtl. Esta dtstm- o de la polis griéga. Acaso pueda decirse que poseen
ción entre ciudades domésticas y ciudades públicas es towns, palabra que deriva del viejo inglés tun ·y del
más profunda de lo que parece y no ha sido suficiente- viejo teutónico túnoz· y que significa un recinto cerrado,
mente explayada por aquellós que se han dedicado al es- parte del campo que corresponde a una casa o a una gran-
tudio de la ciudad. Una es ciudad de puertas adentro ¡a. No se trata, pues, de un concepto político, sino de
y otra es ciudad de puertas afuera. ~ur:que a primera un concepto agrario.
vista resulte paradójico, la ciudad extenonzada es mucho Los Estados Unidos carecen de ciudades tal ~ corno
más opuesta al campo que a la ciudad interiorizada. La nosotros las entendemos, aunque existan aglomeraciones
cosa es obvia: para los vecinos de la primera, el verda- humanas, concentraciones industriales, regiones suburba-
dero habitat es el exterior, la calle y la plaza, que, aun- nas, «conurbaciones», etc.
que no tiene techo, tiene paredes (fachadas) que ~o se- A este respecto, es sintomática la construcción de los
gregan del campo circundante. Sin emba~go, la cmdad pueblecitos de New England. En medio del campo las
íntima tiene su habitat en la casa, defendtda por techos casitas aisladas empiezan a apiñarse, nunca demasiado
y paredes. No necesita segregarse del campo, ya que y desde luego sin tocarse ni perder su autonomía; pero
éste, en el fondo, es aislante que ayuda poderosamente al llegar al centro dejan un gran espacio vacío, llamado
a la intimidad. Por consiguiente, la ciudad de las facha- common. Este common no es, ni mucho menos, una
das es mucho más urbana, si por tal se entiende una plaza, un ágora, sino una parte del campo especialmente
entidad opuesta al campo, que la ciudad de los interio- preservada. Como sí las casas, al unirse, sintieran la
res. Por tanto, es perfectamente comprensible 9ue para nostalgia del campo dejado a la espalda, vuelven a recu-
todo hombre latinizado y mediterráneo lo esencial Y de-
7 F. Chueca, Nueva York. Forma y Sociedad, Madrid, 1953, p. 12.
s O. C., II, p. 537.
6 o. ~-, ll, p . 323.
12 Lección 1 Introducción 13
perarlo en la parte más eminente, poniéndolo en valor, torno al patio. Este elemento lo tomaron los árabes del
exaltándolo. En lugar de una secesión del cosmos, se mundo helenístico, pero lo transformaron, atemperándo-
trata de una valoración del paisaje, encuadrándolo con- lo a sus exigencias vitales. Con el peristilo helenístico
venientemente. En la pradera del common pacen los re- y el jardín encerrado entre tapias, de tradición irania
baños y rumian los bovinos bajo gigantescos y bellísimos constituyeron la casa que deseaban, dentro de la cuaÍ
olmos. La ciudad doméstica y callada es una ciudad podían gozar de las delicias de la vida al aire libre en
eminentemente campesina, lo mismo que la ciudad lo- un espacio estrictamente privado. La calle en la ciudad
cuaz y civil es eminentemente urbana. musulm~na puede decirse que no existe, ya- que se trata
Entre la ciudad doméstica y la ciudad civil queda flo- de eludu la exteriorización de la vivienda -fachada-,
tando, con difícil referencia a esta polaridad, la ciudad que es lo que constituye la razón de ser de la calle. El
islámica. A nuestro juicio, la clave nos la dan los ver- pueblecito de New England no tenía calles porque éstas
sículos 4 y 5 del capítulo XLIX del Corán, llamado El a lo más, eran senderos por el campo y entre las casa~
Santuario: «El interior de tu casa -dice Mahoma- es dispersas. Las ~edinas musulmanas tampoco las tienen,
un santuario: los que lo violen llamándote cuando estás porque se convierten en inverosímiles pasadizos entre
en él, faltan al respeto que deben al intérprete del cielo. tapias, que difícilmente se abren paso en el complejo
Deben esperar a que salgas de allí: la decencia lo exige.» compacto de una edificación imbricada. Tiene mucha más
El musulmán lleva al extremo la defensa de lo pri- importancia como desahogo el patio que la calle.
vado, pero por ello no puede permanecer durante mucho Tampoco existe en la ciudad islámica la plaza como
tiempo en la cárcel que él mismo se ha preparado, y elemento de relación pública. La función de la plaza la
su vida se escinde en vida de harén y vida de relación. cumple también el patio, en este caso el patio de la mez-
No pu~de, pues, hablarse de una plena vida doméstica, quita. Pero como ya no se trata de política, sino de
ya que ésta se halla constitutivamente dividida. Tampoco religión, su función en la vida social es muy diferente.
cabe decir que domina la vida pública, como en la ciu- No estamos ante un ágora para la discusión y la dialéc-
dad clásica, ya que existe la vida de harén. Esto, unido tica, sino ante un espacio para la meditación silenciosa
a la importancia que en el Islam tiene el factor religio- y para la pasiva delectación del tiempo que fluye. Por
so, acaba por dar una especial fisonomía a la ciudad. eso, en lugar de plaza como entidad urbana abierta, los
La vida de harén condiciona la organización de la casa musulmanes, incluso para la vida en común, prefieren
musulmana como un recinto herméticamente cerrado al de nuevo el patio, donde vuelven a encontrarse encerra-
exterior y, lo que es más, completamente disfrazado. dos, «privados», en una actitud que pudiéramos llamar
Vagando por las tortuosas callejuelas árabes, llenas de extático-religiosa. El único elemento de la ciudad que
recodos y pasadizos, nunca sabemos si bordeamos los adquiere vida y está dominado por el bullicio humano
muros de un gran palacio o la casa miserable donde se es el zoco, la alcaicería o el bazar. Pero esto obedece ya
hacinan los desheredados. Todo está imbricado, revuelto a una necesidad puramente funcional insoslayable.
y confuso de tal manera que el camouflage resulta per- La ciudad musulmana está montada sobre la vida pri-
fec.to. La vida completamente reclusa, sin apariencia ex- vada y el sentido religioso de la existencia, y de aquí
terior alguna, da lugar a una difícil ciudad sin fachadas, nace su fisonomía. No puede, por tanto, confundirse con
algo opuesto -totalmente a la ciudad dásica, donde el la ciudad pública ni tampoco con la ciudad doméstica.
escenario y la fachada eran lo principal. Tal situación Según Ernst Egli, los elementos estructurales que com-
debía llevar fatalmente a organizar la vida doméstica en ponen la ciudad son: la casa, la calle, la plaza, los edifi-
14 Lección 1
Introducción 15
cios públicos y los límites que la definen dentro de su
emplazamiento espacial. Es de tal suerte una ciudad, que de la ciudad europea, clásica o moderna. La casa signi-
todos estos elementos obedecen a necesidades profundas fica que prima la necesidad individual, y la calle supone
de la comunidad, a circunstancias espirituales de todo que sobre ella prevalece un imperativo superior, cual es
orden y a condiciones nacidas del entorno físico, clima la exigencia de la cosa pública. La calle representa el
y paisaje. Todos estos elementos (casa, calle, plaza, mo- orden o ley general a que se supedita el capricho o la
numentos, límites) obedecen a una concepción unitaria, voluntad individual. Este imperativo superior ha faltado
y, así, no puede darse una calle musulmana con casas en las ciudades islámicas, por pertenecer a una sociedad
góticas, ni una catedral junto a un ágora clásica o cual- más primitiva e imperfecta, donde no se encuentra des-
quier otra combinación de elementos heterogéneos. Cada arrollada la noción abstracta del bien común. El indi-
estructura urbana es esencialmente unitaria. Dice Egli viduo no tiene deberes para con la sociedad y sólo se
que la idea fundamental de una ciudad está implicada halla religado con los poderes ultraterrenos. Sociedad y
en la idea de la casa individual de esta ciudad 8• Obser- política están asfixiadas por la religión.
vación bastante aguda, que, desde luego, se manifiesta En gran parte, la ciudad española ha supuesto un inten-
clarividentemente en la ciudad musulmana. to de conciliar la urbe latina, locuaz y dialéctica, con el
Esto no quiere decir que una ciudad sea sólo un con- hermetismo, con el harén de la sociedad islámica. La exis-
junto de casas, visión excesivamente simplista del fenó- tencia del español, por este hecho, todavía resulta más
meno urbano. Casas existen en el campo, dispersas o escindida que la del musulmán. La mujer se queda en
formando grupos, como en las alquerías y almunias, y, casa, con escasísima vida de relación, y el hombre se
sin embargo, éstas no constituyen ciudades. Por consi- va a la calle y a la plaza a participar de una vida pública
guiente, la ciudad es otra cosa; una determinada orga- mucho más intensa que la del musulmán. La mujer se
nización funcional que cristaliza en estructuras materia- conforma con mirar la calle desde los espesos cierros
les. Pero esto no quita que uno de los elementos con grandes rejas voladas y celosías. Trasposición cris-
determinantes de tal cristalización sea la casa, en orde- tiana de los ajimeces musulmanes. Para ampliar el hori-
nación con el resto de los factores imperantes. zonte de estos furtivos miradores, todavía se ven en
La fórmula de la ciudad musulmana es la organización muchos pueblos de Andalucía depresiones talladas en los
de dentro afuera (desde la casa hacia la calle, por así muros de las fachadas por donde la mirada puede res-
decirlo), cuando en la ciudad occidental lo corriente ha balar más lejos.
sido lo contrario: desde la calle, previamente trazada, Durante la era barroca, España dio forma a una tí-
con plan o sin él, las casas han ido ocupando su sitio pica ciudad que en otro lugar hemos llamado ciudad-
y conformándose a su ley distributiva. En la ciudad mu- convento. No e~ que otras ciudades europeas no tuvieran
sulmana ha sido la casa la que ha prevalecido y la que
dentro de los muros y en los arrabales numerosos con-
ha obligado a la calle a encontrar su acomodo, un poco
ventos, pero no pasaron de ser ciudades con conventos,
subrepticiamente, por entre los huecos que las casas le
mientras que las nuestras acabaron siendo, en algunos
dejaban. De aquí que las calles hayan resultado tortuo-
casos, conventos hechos ciudad. Esta peculiar estructu-
sas, laberínticas e inverosímiles.
ra, representativa de la España católica de los Austrias,
Esta es una actitud más inmediata y biológica que la
es, por paradójico que parezca, resultado directo, y bien
a Emst E¡di, Clima/e and Tow Districts, Consequences and De- evidente por cierto, de la peculiar morfología de la ciu-
mands, Zurich, 1951, p. 18.
dad musulmana. Encontramos aquí un aspecto más de
'V
16 Lección 1 Introducción 17
cómo nuestra religiosidad se ha vertido muchas veces en espiritualidad general de la cultura, destácase el alma
moldes islámicos. de la ciudad como un alma colectiva de nueva especie,
Muchos conventos españoles se fundaron a raíz de la cuyos últimos fundamentos han de permanecer para nos-
Reconquista en ciudades hispano-musulmanas, y si las otros en eterno misterio. Y una vez despierta, se forma
iglesias se hicieron generalmente (no siempre) de nueva un cuerpo visible. La aldeana colección de casas, cada
planta, los edificios de la vida monástica fueron el resul- una de las cuales tiene ·su propia historia, se convierte
tado de encerrar, dentro de altas tapias, casas, palacios, en un todo conjunto. Y este conjunto vive, respira, cre-
callejones y pasadizos, formando así enormes e irregu- ce, adquiere un rostro peculiar y una forma e historia
lares manzanas que lo absorbían todo 9 • De este modo, internas. A partir de este momento, además de la casa
por los nuevos conventos se preservaban y acotaban im- particular, del templo, de la catedral y del palacio, cons-
portantes sectores de las antiguas ciudades islámicas, que tituye la imagen urbana en su unidad el objeto de un
quedaban fijados para siempre en el tiempo inmóvil, de- idioma de formas y de una historia estilística, que acom-
tenido más allá de las tapias. Lo «privado» de la forma paña en su curso todo el ciclo vital de una cultura» 10•
de vida musulmana se había refugiado en la más privada En realidad, para una mente germánica como Spen-
de las sociedades cristianas: la clausura. Todavía Toledo gler, el alma, o si se quiere el espíritu, sustituye a la
está lleno de conventos cuyas recónditas clausuras, cuyos dialéctica de la ciudad clásica. El Geist en lug~r del
escondidos patios y estancias refrescadas por surtidores, Lagos, y como una categoría más amplia, más compre-
dicen mucho de la vida íntima del moro. hensiva, que lo p~eda abrazar.
En las civilizaciones que más de cerca nos afectan «Hay aglomeraciones humanas --continúa Spengler-
tenemos, pues, constituidos tres tipos de ciudades: a) la muy considerables que no constituyen ciudad; las hay
ciudad pública del mundo clásico, la civitas romana, no sólo en las comarcas primitivas, como el interior del
la ciudad por antonomasia; b) la ciudad doméstica y Africa actual, sino también en la China posterior, en
campestre de la civilización nórdica, y e) la ciudad pri- la India y en todas las regiones industriales de la Europa
vada y religiosa del Islam. Es muy difícil, pues, encerrar y de la América modernas. Son centros de una comarca,
en una sola definición cosas tan diferentes, y no es de pero no forman interiormente mundos completos. No
extrañar que diversos autores parezcan contradecirse, tienen alma. Toda población primitiva vive en la aldea
cuando lo que sucede es que en ellos predomina un en- y en el campo. No existe para ella la esencia denominada
foque determinado. 'ciudad'. Exteriormente habrá, sin duda, agrupaciones
Si no es el carácter de vida pública el que puede que se distingan de la aldea; pero esas agrupaciones no
definir universalmente a una ciudad, ya que hemos visto son ciudades, sino mercados, puntos de reunión para los
que otras no lo tienen, cabe pensar en una nota más intereses rurales, centros en donde no puede decirse que
amplia que acoja a estas diferentes especies. se viva una vida peculiar y propia. Los habitantes de
Según Spengler, «lo que distingue la ciudad de la al- un mercado, aun cuando sean artesanos o mercaderes,
dea no es la extensión, no es el tamaño, sino la presencia siguen viviendo y pensando como aldeanos. Hay que pe-
de un alma ciudadana ... » «El verdadero milagro es cuan- netrarse bien del sentimiento especial que significa el
do nace el alma de una ciudad. Súbitamente, sobre la que una aldea egipcia primitiva -breve punto en medio
del campo inmenso- se convierta en ciudad. Esta ciu-
9 L. Torres Balbás, «Las ciudades musulmanas y su organización»,
Revista del Instituto d e Estudios de Administración Local, núm. 6, to Spengler, La decadencia de Occidente, vol. III, p. 131 de la
1942. traducción española.
Introducción 19
18 Lección 1
ha solido acontecer, pueden aumentar más de cien veces
dad no se distingue acaso por nada exteriormente; pero sin adquirir la más leve de las instituciones que caracte-
espiritualmente es el lugar desde donde el hombre con- rizan a una ciudad en un sentido sociológico. Es decir,
templa ahora el campo como un alrededor, como algo según Mumford, un lugar en el cual se condensa la
distante y subordinado. A partir de este instante, hay tradición social y donde las posibilidades de continuo in-
dos vidas: la vida dentro y la vida fuera de la ciudad, y tercambio e interacción elevan a un alto potencial las
el aldeano lo siente con la misma claridad que el ciuda- actividades humanas 12,
dano. El herrero de la aldea y el herrero de la ciudad, el En España, dado nuestro retraso industrial, no hemos
alcalde de la aldea y el burgomaestre de la cit.idad, viven conocido la típica ciudad «paleotécnica», ni la conocere-
en dos mundos diferentes. El aldeano y el ciudadano son mos ya. Nuestro retraso puede ofrecer por lo menos
distintos seres. Primero sienten la diferencia que los se- esa ventaja. Designa Mumford con el vocablo expresivo
para, luego son dominados por ella, al fin acaban por de «paleotécnica» a la primera era técnica, con todo su
no comprenderse uno a otro. Un aldeano de la Marca caótico y brutal desarrollo, que no tuvo más ley ni más
y un aldeano de Sicilia están hoy más próximos entre control que la libre competencia, el laissez /aire de los
sí que el aldeano de la Marca y el berlinés. Desde este utilitaristas. Esta era paleotécnica ha dado luga_r a las
punto de vista existen verdaderas ciudades. Y este punto más insensatas y desalmadas ciudades que los hombres
de vista es el que con máxima evidencia sirve de funda- han puesto en pie, y lo que es más grave, reputadas como
mento a la conciencia despierta de todas las culturas» 11 • símbolo del progreso. Dice bien el escritor americano,
Nos queda, pues, el problema de las ciudades sin alma, que la factoría y el slum eran sus dos componentes esen-
que en verdad es un grave problema. Y a lo habíamos ciales y, por decirlo así, únicos. Y a no tenemos ni la
apuntado al explicar cuál fue nuestra sorpresa al con- plaza, ni el common, ni la catedral, ni el castillo, ni el
templar ciertas aglomeraciones norteamericanas, a las cua- palacio barroco, ni siquiera el mercado, como elementos
les nos resistimos a dar categoría de ciudades, no obs- que significan y elevan a un plano espiritual el papel de
tante su enorme volumen y su población. De hecho sigue la ciudad. Sólo domina la ley áspera de la producción
costándonos un penoso esfuerzo el otorgarles este hon- y el beneficio económico.
roso título, lo que, sin embargo, no nos exime de tener En cuanto a morfología, la ciudad de la era técnica
que enfrentarnos con ellas, ya que son uno de los fenó- adopta la árida cuadrícula. Lo que en Grecia fue triunfo
menos claves de nuestra civilización actual. del racionalismo, en Roma del espíritu práctico y militar
Salvo casos especiales o que provienen de otras cultu- y en Sudamérica de una jerárquica colonización, en el
ras distintas de la occidental, la ciudad sin alma coin- ·siglo xrx se convirtió en el instrumento de los especu-
cide con la ciudad a que ha dado origen la revolución in- ladores de terrenos. Gracias a la cuadrícula, el aprovecha-
dustrial. El nuevo complejo urbano consta, según Lewis miento de los terrenos era máximo, y la igual impor-
Mumford, de dos elementos fundamentales: la factoría tancia de las calles perseguía el ideal de que todos fueran
y el slum. Ellos, de por sí, constituyen lo que se ha lla- igualmente valiosos. Todas las operaciones de cálculo
mado impropiamente ciudad. Una palabra que en este de rendimientos, compraventa, etc., eran facilitadas ex-
caso no significa más que un hacinamiento de gente en traordinariamente. Ya no era la cuadrícula de los ideó-
un lugar que puede ser designado con nombre propio
a los efectos postales. Estas aglomeraciones urbanas, así 12 Lewis Mumford, Tlze Insensate Industria~ Town. Apud Paul K..
H:~ll yAlbert J. Reiss, Reader in cUrban Socwlogy•, The Free Press,
Glencoe, lllinois, 1951, p. 82.
11 Spengler, op. cit. IU, 13.1 y 132.
20 Lección 1 Introducción 21
logos ni de los colonizadores, sino la de los traficantes en poético fondo de nubes. Con objeto de compensar
de solares. esta disgregación y de vitalizar espiritua~mente el centro
La factoría, además, se implantaba en los lugares más de las ciudades, absorbido por las oficmas, pero repe-
amenos y de mayores recursos naturales, como son los lertte cuando éstas se cierran, se intenta formar centros
cursos de los ríos y las costas por lo que suponen como cívicos que renueven la antigua función del ágo_ra: con
vías de comunicación. Las bellas riberas neoyorquinas edificios representativos, culturales, de esparClmtento,
y la naturaleza espléndida de su bahía son precisamente
dentro de un ambiente armónico, dignificado por la ar-
las franjas expoliadas por las exigencias de la técnica,
quitectura; todo con vistas a tratar de ~alvanizar una
con su cohorte de humos y detritus, que sólo por mila-
vida ciudadana que insensiblemente se disuelve.
gro ha dejado zonas intocadas, como el Riverside Drive.
Esta tendencia se acusa de una manera creciente. El
Si París hubiera sido una ciudad fundada en plena
era paleotécnica no tendríamos ahora los famosos quais, último congreso de C. I. A. M. (Cor:greso Interna~ional
gloria y regalo de esta urbe. de Arquitectura Moderna) se ha dedicado al estudro de
El otro componente de la ciud~d paleotécnica es el los centros cívicos de las ciudades y han dado lugar a
slum. Esta palabra no tiene traducción en español, aun- una publicación que lleva por título The core [centro,
que podríamos valernos equiparándola a suburbio indus- corazón] of the city, traducido al español por El cora-
trial. El slum es la horrible colmena regimentada donde zón de la ciudad. En el trabajo que sirve de introduc-
el instrumento hombre se conserva durante la noche ción, debido a José Luis Sert, se dice: «El estudio del
para volverlo a utilizar de nuevo al día siguiente en la corazón de la ciudad, y en general de los centros _de la
factoría. No existe, pues, la ciudad en ninguno de sus vida común, se nos presenta actualmen~e tempestivo y
aspectos espirituales, sociales ni domésticos, sino una necesario. Nuestras investigaciones analíticas demuestran
simple máquina de producción. que las zonas centrales de las ciudades son cauces esté-
La ciudad paleotécnica pura apenas existe, aunque riles, así como lo que un día constituyó el cora_zón, el
Birmingham, Bradford, Pittsburg o Detroit se le acer- núcleo de las viejas ciudades, se halla hoy desmt_egra-
quen mucho. En cambio, lo que sí existe es la ciudad do ... » «Sin dejar de reconocer las enormes venta¡a~ y
mixta, donde las estructuras industriales absorben cada posibilidades de estos nuevos medios de tele~omumca
vez un área espiritual y física mayor. Son estas estruc- ción (radio, cine, televisión, prensa, etc.), segutmos cre-
turas la factoría, con su red de comunicaciones maríti- yendo que los lugares de reunión pública, tales como
mas, fluviales, ferroviarias, que ocupan un espacio in- plazas, paseos, cafés, casinos populares, etc., donde la
menso, el slum, con sus casas iguales y monótonas, gente pueda encontrarse libremente, estrecharse la mano
estrictamente calculadas con arreglo al rendimiento eco- y elegir el tema de conversación que sea de su agrado,
nómico del trabajador; y también el rascacielos, producto no son cosas del pasado, y que, debidamente adaptadas
típico de la economía capitalista .. a las exigencias de hoy, deben tener lugar en nuestras
En esta ciudad paleotécnica, y asimismo en la neotéc- ciudades» 13 .
nica, por un proceso ecológico natural, las clases aco- . Esta tendencia indica la existencia de una vigorosa
modadas huyen de las zonas que invaden la industria y campaña para reconstruir los órgan•':; · púb_licos de _una
el comercio y van a fijarse en una periferia cada vez más ciudad -en una palabra, el ágora-, que si en un tlem-
lejana, en medio de un ambiente campestre, donde el
cielo está limpio y el humo de las fábricas se convierte 13 c. I. A. M., El corazón de la ciudad. Hoepli, S. L. , Barcelona,
I955, pp. 4 y 5.
22 Lección 1
Introducción 23
po fueron menospreciados por una civilización orgullo-
samente utilitaria, ahora la experiencia los reclama como po circundante. Ni en unas puede darse la vida de
esenciales en la vida humana, sobre todo a la vida de relación, por asfixia, ni en otras por descongestión.
comunidad que representa la ciudad. Si esa campaña El hombre, en su jornada diaria, sufre tan contra-
diera sus frutos y se materializara en estructuras físicas, dictorios estímulos que él mismo, a semejanza de la
podría considerarse la ciudad «paleotécnica», sin alma ciudad que habita, acaba por encontrarse totalmente des-
y sin «corazón», como un fenómeno transitivo, resultado integrado.
de un estado de provisionalidad, incapaz, por tanto, de !
fijarse en forma perdurable. Seguirían prevaleciendo como
tipos históricamente consagrados, la polis griega y su
heredera la civitas romana, la town anglogermánica y
la medina musulmana; pero la ciudad occidental moder-
l
1
na, hija del desarrollo tecnológico, resultaría hasta el
momento como algo abortivo y frustrado. Nuestra época,
por de pronto, empieza a reclamar el ágora. ¿Logrará
incorporarla dentro de una estructura original y dará
nacimiento a un nuevo tipo de ciudad que represente al
mundo occidental moderno?
Por el momento, bástenos decir que la ciudad mo-
derna es un conglomeramiento en el que perviven viejas
estructuras históricas y antiguas formas de vida junto
con las nuevas del capitalismo y de la técnica. Depende
de lo que haya sido más fuerte en cada una según su
peculiar evolución, para que el carácter varíe de unas
a otras. Qué duda cabe que París es un centro indus-
trial; pero la tradición es tan fuerte en este caso que
la «celoma» de la ciudad tiene todas las posibilidades
de perdurar mucho tiempo por su gran capacidad de
resistencia. Otras ciudades más débiles resisten peor los
empellones de la novedad y son más fácilmente desinte-
gradas.
Lo que caracteriza a la ciudad contemporánea es pre-
cisamente eso, su desintegración. No es una ciudad pú-
blica a la manera clásica, no es una ciudad campesina
y doméstica, no es una ciudad integrada por una fuerza
espiritual. Es una ciudad fragmentaria, caótica, dispersa,
a la que le falta una figura propia. Consta de áreas inde-
ciblemente congestionadas, con zonas diluidas en el cam-
Lección 2 La ciudad, archivo de la historia 25
La ciudad, archivo de Ia historia administrativa de la propiedad inmobiliaria netamente
burguesa. La condición jurídica de la casa y de la tierra
que poseí!ln los burgueses estaba determinada por la
obligación de vigilar y defender la -fortaleza. La ciudad
no sólo defendía a sus propios habitantes, sino que gene-
ralmente era lugar de refugio para gentes y ganados del
campo circunvecino. Por eso era frecuente que las cercas
tuvieran mucha may.or extensión que la necesaria para
encerrar la superficie edificada. Estas zonas vacías solían
servir para albergar en ellas los ganados y otros pertre-
chos cuando la guerra asolaba la comarca o la inseguridad
lo aconsejaba. En cambio, numerosos señores y concejos
prohibieron repetidamente que las propiedades inmue-
bles del interior de la cerca pasasen a manos de iglesias,
órdenes monásticas o gentes exentas de tributación, para
no disminuir los ingresos concejiles ni los derechos rea-
les. Disposiciones en este sentido se encuentran en mul-
titud de fueros españoles 2 • En una palabra: como decía
Max Weber, la propiedad inmobiliaria burguesa tenía
En la in~roducción ~ este pequeño libro, a la vez que una especial regulación, que es lo que caracteriza a la
se establecian unos tlpos fundamentales de ciudad se comuna medieval.
articulab.an éstos. dentro de un proceso historico 'que Enrique IV de Castilla concedió el año 1465 unas de-
es esencial estudiar para comprender lo que ha sido es terminadas franquicias a los moradores de Madrid, bien
y puede llegar a ser la ciudad. ' fueran moros, cristianos o judíos, pero obligándoles a
Tomemos un ejemplo: la ciudad medieval se nos apa· no salir de sus muros, «non salgan a bevir ni morar
rece a todos como, lfna ci~dad amurallada. Esto podrá fuera de los arrabales», y a que si lo hicieren, pecharan
parecer un hecho fisico accidental, pero la realidad pro- cada uno con dos mil maravedises para el repaso de los
funda es que se trata de un hecho condicionante del muros y cerca de la dicha villa. Los madrileños tenían
más largo alcance. En la Edad Media aparece la ciudad obligación de velar y guardar el Alcázar, y como parece
como una organización comunal. Precisamente una de ser que muchos se zafaban de hacerlo, los pocos que lo
tantas causas que influyeron en el nacimiento de las cumplían se quejaron al rey en 1473, diciendo que la
comunid~des . fue la necesidad de organizar un sistema carga era muy fatigosa y que si seguían así las cosas la
de co-?tnbuc10nes voluntarias para atender a las obras villa se: despoblaría 3 .
apremiantes de construcción y conservación de las mu- La necesidad de estas murallas, que caracterizan a la
rallas. Max Weber 1 ha estudiado la repercusión de las ciudad medieval, fue en muchos casos el origen de las
mur~llas o, en un sentido más amplio, de la ciudad en- finanzas municipales. Lo que comenzó por ser una con-
tendida como fortaleza y guarnición, en la regulación , Véase: Resumen histórico del urbanismo en España, Madrid, 1954,
p. 78.
1
Max Weber,_ Economía y sociedad. III pp. 226-227 Fondo de 3 Timoteo Domingo Palacio, Documentos del Archivo General de
Cultura Económtca. México, 1963. ' · la Villa de Madrid, t. III. Madrid, 1907, pp. 166-208.
24
26 Lección 2
La ciudad, archivo de la historia 27
tribución voluntaria, adquirió pronto carácter obligato-
rio, extendiéndose no sólo a la fortificación sino a otras des rasgos ha prevalecido y prevalece en nuestros días.
o~ras comunes, como el mantenimiento de las vías pú- La ciudad, como la realidad histórica, no es nunca inde-
blicas. Aquel que no se sometía a esta contribución era pendiente de las etapas por las que pasó en su evolu-
expulsado de la ciudad y perdía sus derechos. La ciudad ción: es actualización de ellas y su proyección hacia el
por consiguiente, acabó por adquirir una personalidad porvemr.
legal que estaba por encima de sus miembros. Era una Sin embargo, en la misma Edad Media, las ciudades
comuna con personalidad jurídica propia e independiente. que gozaban de un estamento especial para los burgue-
Esta personalidad jurídica otorga a la ciudad un clima ses eran una minoría, reducida casi exclusivamente al
de franquicia y de privilegio, de libertad, en medio del Occidente cristiano. Es decir, el Ayuntamiento urbano,
mundo rural circundante, mucho más sometido. Dice un tal y como nosotros lo conocemos, era d~sconocido en
prove~bio alemán que el aire de las ciudades es libre y Asia, en el Próximo Oriente y en el mundo islámico.
hace hbre a los hombres: Die Stadtluft macht freí. Desde Muchas ciudades orientales eran una fortaleza y tenían
entonces, siempre ha conservado la ciudad ese clima li- mercado como las occidentales, pero carecían de un esta-
bre e independiente que es uno de los alicientes que tuto jurídico propio. Son, pues, categorías de ciudad
ha~ atraído al hombre hacia ellas. Hoy no es porque completamente diferentes que no pueden abrazarse en
extsta un~ esta~uto jurídico diferente para el burgués y una definición común.
el campesmo, smo por otras causas que tienen que ver Pasemos de la Edad Media al llamado mundo moder-
con la variedad, los recursos, las posibilidades que la ciu- no, en el que los mejores espíritus trataron de fundar
dad ofr~ce. La libertad, al fin y al cabo, aumenta en su especulación en el criterio de evidencia. Esta evi-
razón dtrecta de estas posibilidades. Si en la ciudad de dencia no la tiene el hombre por medio de los sentidos,
hoy no existe una diferencia de status jurídico sí existe sino por medio de su razón. Todo lo que no es racional
de status social. ' viene a ser sospechoso. Las ciudades antiguas, como pro-
Estas y otras circunstancias, sobre todo de origen eco- ducto de la historia, no podían ponerse como ejemplo
nómico, dieron lugar a que Henri Pirenne definiera la de construcciones racionales. Los hombres de entonces
ciudad medieval como <<Una comuna comercial e indus- no vieron en ellas más que desconcierto y caos. Esta es
trial que habitaba dentro de un recinto fortificado, go- la postura de Descartes:
zando de una ley, una administración y una jurispruden- «Así aquellas antiguas ciudades que al principio sólo
cia excepcionales que hacían de ella una personalidad fueron villorrios y se convirtieron, por la sucesión de
colectiva privilegiada» 4 • los tiempos, en grandes ciudades, están por lo común
Hoy en día no quedan murallas, y esto parece ya histo- tan mal compuestas, que al ver sus calles curvas y des-
ria pasada;· pero la realidad es otra, pues la existencia iguales se diría que la casualidad, más que la voluntad
de aquellas pretéritas defensas gravita sobre las ciudades de los hombres usando de su razón, es la que las ha
de hoy no sólo por lo que respecta a una estructura dispuesto de esta manera» 5 •
física todavía vigente, sino por el papel que jugaron en Todavía en el siglo XVII la historia no tiene que ver
la constituci~n de la comunidad municipal, que en gran- nada con la razón, incluso se opone a ella; lo que la
razón hace -por ejemplo, una ciudad constituida con
• Henri Pirenne, Medieval Cities: Their Origin and the Revival ot arreglo a un plan unitario-, es lo contrario de lo que
Trade. Princeton University Press, 1925. Apud, Reader in «Urban
Soc:iology», p. 82.
s Descartes, Discurso del método, 2.a parte.
28 Lección 2 La éiudad, archivo de la historia 29
la historia va acumulando en su curso y que parece . la cuadrícula, muy geométrico y muy cartesiano, pero
obra del azar 6 . falto en general de sutileza artística. La cuadrícula había
Trataron, pues, los hombres de los ·siglos xvn y XVIII sido utilizada por los griegos también cuando el raciona-
de racio':alizar la ciudad, de pensarla more geometríco, lismo, o si se quiere el idealismo, presidía el pensamien-
por considerar que todo lo anterior no era sino obra del to. Lo fue también por los romanos, llevados de su sen-
azar. Negando, pues, la razón histórica, le daban la razón tido práctico.
a la historia, añadiendo un nuevo ingrediente al ser Con la llegada del mundo barroco la ciudad sufrió
histórico de la ciudad. La historia de la ciudad se enri- una mayor y trascendental transformaciór.. Para ello,
quecía con un nuevo capítulo, y cada una de aquellas sobre la base inicial del racionalismo cartesiano, que ha-
ciudades -claro está, no lo fueron todas- que quedó bía sentado ya la necesidad de la ciudad como arti-facto,
afectada por el impacto del racionalismo, siguió viviendo como faena de la voluntad humana iluminada por la
su propia vida histórica, matizada de una u otra manera razón, tuvieron que producirse dos hechos, uno .de ca-
según las complejas circunstancias en que se produjo el rácter estético y otro de carácter político-económico. El
hecho y según el alcance del mismo. primero fue el desarrollo de la perspectiva, del perspec-
El racionalismo dio nacimiento a la ciudad como tivismo, como concepción del espacio artístico, y el se-
obra de arte, como arti-facto. Con anterioridad, las ciu- gundo, el auge del poder absoluto del príncipe unido a
dades habían sido bellas por su crecimiento natural y la economía consumidora de la corte.
orgánico, como es bello un árbol. Nada en su desenvol- Ambas características se dan de una manera extrema-
vimiento había sido ordenado por la voluntad de los da en las llamadas Residenzstiidte o ciudades principes-
hombres usando de su razón, pero eran hijas de la vo- cas. Si no hubiera existido el poder omnímodo y con-
luntad histórica usando de la razón vital. Ahora bien: vergente del príncipe, si no hubiera existido una corte
¿hubiera, en cambio, dejado la ciudad de ser hija de la consumidora capaz de hacer prosperar el lujo, el nuevo
historia si no hubiera recogido en su evolución las más estilo perspectivista, que no está fundado en ninguna
importantes concepciones del mundo, lo que los alema- necesidad funcional ni utilitaria, sino en el puro deleite,
nes llaman Weltan'schauung? Al fin y al cabo, el que la que en ocasiones llega al orgulloso placer de forzar a la
historia se haga en la ciudad obliga a que la ciudad se naturaleza, no hubiera podido materializarse como lo
haga en la historia. hizo. Igualmente, si el arte no hubiera alcanzado con el
Las primeras huellas del racionalismo en el cuerpo uso de la perspectiva las cimas que alcanzó en el barroco,
físico de la ciudad fueron tímidas, y a veces un poco el poder de los príncipes y el lujo de las cortes no ha-
toscas. En relación con los edificios importantes, se cons- brían logrado la expresión esplendorosa que tuvieron en
truyeron plazas pensadas con simetría y adecuación ar- su tiempo y que hoy prevalece como recuerdo de su
tística; otras veces, estas plazas regulares constituían grandeza.
por sí solas entidades completas, como sucedió con nues- El siglo XIX provocó en la ciudad alteraciones de un
tras típicas plazas mayores del tiempo de los Austrias. orden muy diferente que las que trajo el período barroco.
Cuando las circunstancias lo permitían, se trazaban ciu- La revolución industrial, basada en los postulados del
dades de plano regular, como las de nuestra coloniza- utilitarismo y en la política del laissez /aire, llevó al
·ción americana. Entonces el sistema seguido fue el de convencimiento de que lo más importante era aumentar
la riqueza de los individuos y de las naciones por todos
6
Julián Ma rfas, Introducción a la Filosofla, 4.& ed., p. 190. los medios posibles. Con este criterio, todos los valores
La ciudad, archivo de la historia 31
30 Lección 2
conjuntamente. Puesto que los contenidos de esta orga-
humanos, sociales, estéticos, se supeditaron al despotis- nización física y moral de la ciudad se están, como he-
mo de la producción y esto tuvo consecuencias materia- mos dicho modelando y modificando uno a otro por su
les, no muy agradables, por cierto, en la forma y des- mutua int~racción este fenómeno tiene que producirse
arrollo de las ciudades. Lo que ya hemos apuntado en la dentro de un ámbito que no puéde ser otro que el de
introducción, tratando de la urbe paleotécnica lo estu- la vida de la propia ciudad, que en este caso no es sino
diaremos más pormenorizadamente en la lecció~ titulada la historia. Lo mismo que la filosofía orteguiana ha defi-
«La ciudad industrial». nido al hombre como una realidad vital, trasladado este
En efecto, la ciudad se ha ido formando y conforman- concepto al área más vasta de lo colectivo en la qu~ se
do paulatinamente al correr de la historia. Sucede un mueve la ciudad, definiríamos ésta como una reahdad
gran acontecimiento político y el rostro de una ciudad histórica; es decir, para nosotros, esa última instancia
tomará nuevas arrugas, dijo Spengler 7 o bien: los ges- no es otra ni puede ser otra que la historia. La ciudad,
tos de la ciudad representan casi la historia psíquica de en última y radical instancia, es un ser histórico. La ciu-
la cultura 8 • Una vez que la ciudad se ha implantado en dad no consiste en ser estructura, ni en ser alma colec-
el terreno propicio, implantación o fundación que en la tiva; consiste en otra cosa, cuyo ser es histórico.
antigüedad tenía un carácter litúrgico y equivalía a trans- A nuestro juicio, una vez sentado esto, todos los di-
formar el nuevo solar en terra patrum, patria, la natura- versos, inquietantes y muchas veces contradictorios a~
leza humana va trazando las líneas de la nueva estruc- pectos de la ciudad, imposibles a primera vista de reductr
tura, en un proéeso vital en el que se halla implicado a unidad, se aclaran y conjugan en jerárquic~ ,orden~ción.
un cúmulo de costumbres, tradiciones, sentimientos ac- Pero esto exige que reanudemos la cuestton baJO un
titudes, c¡¡racterísticos de una determinada colectividad. enfoque diferente.
Pero es más: estas estructuras que han ido conformán- A la ciudad, en cierto modo como a la persona huma-
dose a través de este proceso, acaban por constituir ellas na le acontece que siempre es la misma y nunca es lo
mismas una segunda naturaleza; es decir, estas estructu- mismo. Londres, París, Sevilla o Moscú habrán variado
ras reobran a su vez sobre los habitantes, que se en- y seguirán variando considerablemente a tr~vés del tiem-
cuentran con una exterior realidad con la que ya tendrán po, pero en ningún momento estas alte.racto?es. han po-
que contar. dido llevarlas a tal pérdida de su propta mtsmtdad que
En una palabra, siempre que tratemos de buscar el una haya podido confundirse con otra, no digo ya en un
ser último, la realidad radical de una ciudad, nos encon- período simultáneo, sino en período~ distantes .de ~u
traremos, por un lado, con una organización física, con evolución. Cuando una ciudad ha perdtdo su propta mts-
unas instituciones, con una serie de calles, edificios, lu- midad cuando en un cierto estado se ha desvanecido
ces, tranvías, teléfonos, tribunales, hospitales, escuelas, toda r~ferencia a su pasado, es que esta ciudad ha muer-
~niversidades, etc., pero también, por otro, con un con- :- to y ha dado paso a otra diferente.
Junto de costumbres, de tradiciones y sentimientos que Se nos dirá, y es cierto, que las ciudades, por el. hecho
definen algo que muchos, entre ellos Spengler, han deno- de su invariable emplazamiento, de su fuerte hgamen
minado el alma de la ciudad. No podemos decir que esa a la tierra están en la imposibilidad de intercambiarse,
realidad radical corresponde solo a uno de estos órdenes de perder 'su individualidad, y que aunque una duda~
al físico o al moral, sino a algo que los resume y acog~ desapareciera por completo, arrasada hasta no quedar m
la ceniza de sus hogares, la que se construyera en el
7 Op. cit., 111, p. 136.
• Op. cit., 111, p. 135.
32 Lección 2 La ciudad, archivo de la histotia 33
propio lugar tendría siempre que ver con ella. Pero habitan» 9• En mayor o menor grado, toda ciudad parti-
esto no excluye nuestra tesis, ya que al decir que la ciu- cipa de este carácter sagrado y es un santuario, si no de
dad, en cuanto tal, tiene personalidad y se mantiene a la religión, por lo menos de la historia. De esta forma,
través de la historia, no hacemos distingos sobre la natu- el suelo convertido en patria tiene que tener una especial
raleza de las causas de dicha mismidad, conviniendo en significación. La ciudad se implanta en él, es decir, se
que una de ellas -aunque no la única- es, evidentemen- arraiga como el vegetal. Una factoría, en cambio, más
te, su emplazamiento físico, su ligamen a la tierra. Tam- que implantarse lo que hace es imponerse sobre la tierra,
poco es extraño a la persona humana y a su consistencia utilizarla en su provecho, violentarla si es preciso. Es
individual su ser biológico. un acto de imposición en lugar de implantación, postu
El hecho de que una ciudad hunda sus raíces en la ras a todas luces antitéticas. Si la ciudad conforma la
tierra madre y se implante en ella de una determinada naturaleza, la industria generalmente la deforma; es la
manera, diferencia y diferenciará siempre a la ciudad de diferencia de verla como patria o como instrumento.
la ~áquina, d~l instrumento, e impedirá que pueda pro- Nunca he creído que una ciudad digna de este nombre
ducuse en sen e. A querer, puede fabricarse la casa en sea algo total y absolutamente opuesto al campo, en
serie, la casa prefabricada, pero cuando muchas de estas abierta hostilidad al medio natural. Muchos, sin embar-
casas tengan que implantarse en el suelo, formando un go, han considerado que es así y han definido la ciudad
conjunto, será obligado hacerlo de una manera única en forma negativa, como lo que no es campo, lo cual
intransferible. ' me parece erróneo, primero porque tal definición, falta
Posiblemente, la singular implantación de la ciudad de notas positivas, es notoriamente incompleta, y, segun-
sobre la tierra, geología y paisaje, nos descubriría dife- do, porque la ciudad es, a su modo, también campo,
rencias radicales con otros asentamientos de tipo indus- aunque sea campo conformado, campo hecho patria. Or-
trial o técnico. Al referirnos a la ciudad hemos dicho tega parece recaer en la postura negativista cuando dice:
implantación, y no por capricho, sino por considerar «La ciudad PS un ensayo de secesión que hace el hombre
que este término expresa mejor que otro la relación para vivir fuera y frente al cosmos, tomando de él sólo
entre naturaleza y ciudad. Implantar significa fundar, es- porciones selectas y acotadas» 10• Sin embargo, en la defi-
tablecer, instituir, empezar a poner en práctica algo nue- nición orteguiana existe una contradicción latente. El
vo. La ciudad no se sitúa sobre el terreno sin más · se hombre pretende vivir fuera y frente al cosmos, es decir,
acusa Ortega el carácter de la ciudad como opuesto al
funda sobre la uerra propicia que han señalado los di~ses.
campo. Pero -he aquí la contradicción- lo que hace
Cuando los romanos fundaban una ciudad, cavaban un
para conseguirlo es retirar, secesionar porciones selectas
pequeño foso, llamado mundus, y en él los jefes de las
de ese cosmos en el que al final sigue viviendo. Nosotros
tribus que iban a constituir esta nueva ciudad iban de-
diríamos, salvando la contradicción, que el hombre sepa-
positando un puñado de tierra del suelo sagrado donde
ra y conforma esas porciones para vivir, no frente al cos-
yacían sus mayores. Desde este momento la nueva ciu-
mos, sino en una nueva relación con él, en relación de
dad era también terra patrum, patria.
patria.
La tierra donde la ciudad se implanta es siempre pa- En efecto, las ciudades han acotado significativos tro-
tria. Tito Livio decía de Roma: «No hay ninguna plaza zos de este planeta, pero en ellos la naturaleza, canfor-
en esta ciudad que no esté impregnada de religión y que
no e~:té ocupada por alguna divinidad. .. los dioses la 9 Apud Fuste! de Coulanges : La cit é aHtique, p. 160.
•o o. c.. n. p. 408.
Ch'.leca Goitia, 2
CID
34 La ciudad, archivo de la historia 35
macla y potenciada, ha seguido existiendo como «La ciudad -dice el sociólogo americano Robert E.
mento físico y espiritual de la obra humana. En Park- es algo más que un conjunto de individuos y de
espacios acotados han quedado, por ejemplo, los conveniencias sociales; más que una serie de cal1es, edi-
deidades míticas y venas vitales, y aunque hayan sido, ficios, luces, tranvías, teléfonos, etc., algo más, también,
en su curso por la ciudad, canalizados o constreñidos a que una mera constelación de instituciones y cuerpos
otras exigencias urbanas, no por eso el Sena, el Arno o administrativos: audiencias, hospitales, escuelas, policía
el Danubio dejan de ser lo que son. La ciudad se im- y funcionarios civiles de toda suerte. La ciudad es más
planta, pues, en el cosmos, no se impone. un estado de alma (a state of mind), un conjunto de
A· estas consideraciones sobre la implantación de las costumbres y tradiciones, con los sentimientos y acti-
ciudades en la naturaleza habíamos llegado al afirmar la tudes inherentes a las costumbres y que se transmiten
individualidad de aquellas, su no desmentida mismidad por esta tradición. La ciudad, en otras palabras, no es un
a través de la historia. Es, pues, ocasión de que volva- mecanismo físico ni una construcción artificial solamen-
mos a'l punto de partida. Esta individualidad, este ser te. Está implicada en el proceso vital del pueblo que la
único de una ciudad con respecto a otras, tiene claras compone; es un producto de la naturaleza y particular-
raíces materiales, no sólo originadas por el sitio, por el mente de la . naturaleza humana» 12 •
emplazamiento (aunque pueden existir semejanzas, no Y más adelante sigue diciendo Park que la ciudad ra-
pueden darse dos emplazamientos idénticos), sino por la dica en las costumbres y en los hábitos de sus habitantes,
propia estructura de la ciudad que, a la larga, se va con- que posee tanto una organización física como moral, que
virtiendo en otra segunda naturaleza. La ciudad misma se modelan y modifican una a otra por su mutua interac-
se resiste a perecer, es una de las más imperecederas ción. La estructura de la ciudad, que, primeramente,
creaciones humanas. De aquí su valor singular como tes- impresiona por su complejidad tiene por base la natura-
timonio histórico. Los urbanistas han estudiado lo que leza humana, de la cual es expresión. Pero a su vez esta
han denominado ley de pervivencia del plano. El análisis estructura, ya formada, reobra sobre sus habitantes, que
de la evolución temporal de las ciudades ha conducido a se encuentran con una externa realidad con la que tienen
la constatación de que si bien la edificación se transfor- que contar. «Estructura y tradición no son sino diferen-
ma y se sustituye al correr de los años, el plano general- tes aspectos de un solo complejo cultural que determina
mente permanece o sufre muy contadas rectificaciones. lo que es característico y peculiar a la ciudad y la dis-
Córdoba, Toledo o Granada conservan barrios donde el tingue de la aldea y de la vida del campo» 13 •
trazado musulmán se mantiene incólume. El plano de Estos conceptos de Park recogen la tesis, que pudié-
Madrid que dibujó Texeira en 1651 es, en grandes líneas, ramos llamar animista, de Spengler y avanzan sL.bre ella
con variaciones insignificantes, el plano actual del casco desde el momento en que tienen en cuenta en su justo
de la capital. Las ciudades, como los ofidios, cambian de valor la importancia de las estructuras materiales en la
piel, pero su ser permanece inalterable. realidad total que es una ciudad. Park postula con acier-
Pero hay más: no sólo son raíces materiales las que to la articulación dinámica de los diferentes aspectos
aseguran la permanencia de las ciudades como entes in- materiales y espirituales que concurren a determinar lo
dividuales. Existen otras de índole espiritual; existe el que es característico y peculiar a la ciudad, pero se de-
alma de la ciudad. Esta es la tesis de Spengler a que nos
referíamos en un principio 11 • 12 The City, University of Chicago Press, 1925. Apud, Reader in
•Vrban Sociology», p. 2.
11 Vide supra, p. 17. u Park, op. cit. , p. 4.
~IC \1
36 Lecc1ón 2 La dudad, archivo de la historia 37
tiene al llegar a la formulación de cuál es la naturalez:-t ya lo vio sagazmente Julián Marías, que considera a la
de ese complejo cultural que determina precisamente lo ciudad, por ser artística, expresiva de un estilo, de una
que es característico y peculiar. En ella ha de .::stal, pues, estructura de alma, pero haciendo una salvedad, que es
la realidad radical de una ciudad, de la cual todos los la que s·obre todo nos interesa: <<-Pero hay que agregar
múltiples aspectos son realidades radicantes. Por ese ca- una nota importante: la ciudad, que tarda en hacerse
mino llegamos nosotros a afirmar que esa realidad radi- -por eso no es caprichosa- dura mucho tiempo; ex-
cal no es otra ni puede ser otra que la historia, que la cepto en su fase de fundación, cuando todavía no es
dudad no es sólo estructura ni sólo espíritu, sino una ciudad, es siempre antigua. Normalmente el individuo
realidad que abraza ambos componentes, su ser fískc y vive en una ciudad que no han hecho sus coetáneos, sino
su ser moral conjugados en una realidad superior: su ser sus antepasados; es cierto que la transforma y modifica,
histórico. sobre todo la usa a su manera, descubriendo en ello su
Si las ciudades más que ligadas a la historia son his- vocación peculiar; pero por lo pronto es una realidad,
toria ellas mismas, esto nos explicará mucho de su rea- recibida, heredada, histórica. (Este último subrayado es
lidad. Vamos a abordar un punto concreto á la luz de mío.) Es decir, ni más ni menos que la sociedad misma.
esta evidencia nuestra de que la ciudad es, en última ins- Por eso es difícil de entender; por eso es profunda, radi-
tancia, historia. Es éste el de la ciudad como obra de calmente reveladora>> 14•
arte. ¿Es o no es la ciudad una obra de arte? Ya heme~ En una palabra, la forma de una ciudad permanece
visto cómo durante los siglos >.."VII y xvrn se intenta ra- cuando la sustancia social que le diO! vida ha desapare-
cionalizar la ciudad, convertirla en artefacto, en algo ra- cido. Por eso, formalmente, la ciudad es también his-
cionalmente pensado y dispuesto por la voluntad huma- toria en sí misma. La ciudad en que vivimos tiene siem-
na. Bajo esta pretensión, y solo bajo ella, puede conside- pre un carácter de reliquia. La ciudad más profana es
rars~ la ciudad como una verdade1a obra de arte, ya que en alguna medida el lugar sagrado donde se da culto a
no puede considerarse creación artística sino aquella que los antepasados. Pero desde el punto de vista artístico,
proviene de la voluntad humana claramente definida. La este constante suceder que es la ciudad misma no per-
obra de arte no se entiende sin el artista. mite que se produzca con el debido sosiego la madura-
Pero esto, esta pretensión de convertir la ciudad en ción de la obra plástica. La ciudad siempre ha sido y
obra de arte, no alcanza más que a determinadas fases será, por la índole d~ su esencia, artísticamente fragmen-
del acontecer humano. La ciudad en su integridad es taria, tumultuosa e inacabada No encontramos en ella
muy pocas veces obra de una voluntad previamente esta- esa forma definitiva y redonda que ansía el sentimiento
blecida, y cuando esta voluntad llega a imponer un deter- estétiCo. Por eso toda ciudad es, estéticamente hablan-
minado sello, lo hace generalmente de una manera frag- do, una frustración. EJ hombre que ha conseguido reali-
mentaria y episódica. Apenas cuando han empezado a zaciones tan perfectas en el campo de la belleza, no ha
materializarse estructuras que reflejaban los ideales de conseguido crear la ciudad bella, a pesar de tantos y tan
unos hombtes o de una sociedad, estos hombres y esta ingentes esfuerzos. Esto lo percibe cualquier espíritu
ciudad eran ya cosa pasada y sus ideales se habían ido sensible, cualquier temperamento estético que viaje y
con ellos, sustituidos por otros nuevos. Existe casi &iem- recorra las ciudades del globo. Unas más y otras menos,
pre un defasage entre los ideales de cualquier género todas dejan en su ánimo, al final, una penosa insatis-
(religiosos, sociales, políticos, etc.) y su expresión artís- facción.
tica. En una palabra: la ciudad es siempre antigua. Esto u Julián Marías, lA estmctura soctal. Madnd, 1956. p. 281.
38 Lección 2 La ciudad, archivo de la historia 39
Esta insatisfacción se produce porque si bien se trata zan su condición de obras de arte sólo cuando mueren.
de un fenómeno artístico, éste se halla supeditado a Les pasa lo que a las personas de vida agitada, martiri-
pulsación histórica. Es un fenómeno artístico en cuanto zadas por el sufrimiento, cuyos rasgos se embellecen con
que es expresión en cada momento de una realidad so- la serenidad de la muerte.
cial. Pero el constante cambio de ésta, bien sea por evo- Cuando la ciencia histórica ha ido renovando sus con-
lución o salto, no permite que se produzca el equilibrio ceptos, cuando sus métodos se han ido per~eccionando y
requerido en toda creación estética. Las estructuras ur- su campo se ha ido ensanchando y profundizando, se ha
banas, y conste que al hablar de estructuras nos referi- despertado paralelamente una nueva percepción de la
mos tanto a las externas como a las internas, son cons- ciudad como hecho histórico, porque si se trata por esen-
tantemente intervenidas, zarandeadas casi, por la pulsa- cia de un organismo histórico, es también un documen-
ción histórica, detrás de la cual van arrastradas con más to, un depósito, el más formidable, de lo que el ac~nte
o menos decalage. En síntesis, podría decirse que la ciu- cer humano va dejando sobre ella en lenta y contmua
dad participa del espíritu artístico, sin llegar a ser, sin sedimentación. De las ciudades se veía hasta hace poco
embargo, una obra de arte. Si lo fuera en un sentido ple- los monumentos señeros y venerables, las cumbres de la
nario, dejaría de ser lo que radicalmente es: historia. orografía urbana, las catedrales, los palacios, los monu-
«Cuando contemplamos algo desde un punto de vista mentos conmemorativos. Esto correspondía perfectamen-
estético -ha dicho Simmel-, deseamos que las fuerzas te con una idea de la historia como contienda y faena de
opuestas de la realidad lleguen a un equilibrio cualquie- unas grandes personalidades dominantes, que decidían
ra, que se haga un armisticio entre lo alto y lo bajo. entre sí el destino humano. Pero ya la mentalidad actual
Pero contra este deseo de una forma permanente se no se satisface con visión tan simplista, y al tratar de
rebela el proceso moral del alma, con su incesante subir discernir las características de una civilización, no pode-
y bajar, con la continua prolongación de sus límites, con mos confinar nuestra atención al estudio de los podero-
la inagotabilidad de las fuerzas contrarias que en él sos. Debemos conocer la situación del pueblo, sus for-
juegan» 15 • mas de vida y sus creencias, la índole de las institucio-
Más cerca está la ciudad del proceso moral que del nes creadas por la sociedad, el desarrollo de la cultura
proceso artístico. Su extremada dependencia del hombre, y el sentido de la misma, es decir, el panorama comple-
como dijimos en un principio, de su inquietud, que no to de la vida y no las cimas que sobresalen.
admite reposo, le impiden permanecer en las sosegadas Al estado llano de la historia corresponden en la ciu-
riberas donde florece el arte. dad las casas vulgares, que se apiñan unas a otras en
En una ciudad podrán existir edificios que sean obras formas expresivas, lo mismo que los monumentos singu-
de arte magníficas; acaso barrios completos, que hayan lares representan las personalidades dirigentes. Separar,
logrado la permanencia y estabilidad de una ciudad es- por consiguiente, el palacio de las casas burguesas o de
tilística completa; pero la ciudad en su conjunto, expre- las populares, es como remover una frase de su con~exto.
sión de la inestabilidad y fluencia del alma colectiva, Lo que hay que interpretar es la ciudad en su ~onJunto.
nunca alcanzará rango de obra de arte. En los contados El llevar al estudio de las estructuras matenales que
casos que esto no sucede es porque se trata de ciudades componen la faz o rostro de la c_iudad un cri~eri_o pur~
muertas, preservadas artificialmente. Las ciudades alean- mente artístico, es lo que condujo a esta artlfictal esci-
15 Jorge Simmel, Cultur a f em enina y o t ros ensayos. Madrid, 1934,
sión que destacó los edificios monumentales, o a lo sumo
p. 218. los barrios antiguos más caracterizados, de la gran masa
40 Lecci6n 2 La Giudad, archivo de la historia 41
de la edificación de acompañamiento, que quedó en la Calderón, de Villamediana; en la Casa de Panadería,
sombra, olvidada, como algo inerte que carecía de ex- Goya, a los diecisiete años, sufrió los primeros reveses
?~esión. Falta de expresión artística, tal vez, pero en académicos; privado de ambiente, pero conservado como
nmgún caso de expresión histórica. El enfocar en cam- reliquia, un arco de ladrillo es el mudo testigo de haza-
bio, el estudio de la ciudad desde su esencia' histórica ñas patrióticas; al pasar por determinada calle céntrica
operación que puede ser mucho más fecunda en resulta' parece sonar el estampido de los arcabuces criminales;
dos, nos evitará amputaciones injustificadas y una inte- en tal palacio, hace pocos años dejaba este mundo una
gral percepción del fenómeno urbano cada vez más acu- emperatriz ... Eso son las ciudades; escenario de la his-
ciante a la vista del desarrollo que v~ tomando en nues- toria, la grande, la pequeña, la local, la nacional, la
tros días el urbanismo. universal; los hombres vienen de muy diversas partes,
Partiendo de la base firme de la realidad histórica de de aldeas, de villorrios distantes; los acontecimientos se
la ciudad, nada de lo que a ella se refiere aun lo más fraguan en el difuso mundo, pero siempre la ciudad es
insjgnificante, deja de ser revelador; todo constituye punto de convergencia, lugar de la acción, donde todos
pa:te. de una totalidad imposible de disociar. Lo que los procesos se comprimen, se esquematizan y acelqran;
art1st1camente puede resultar mudo, históricamente será horno de combustión social. Queda luego el recuerdo, y
acaso, elocuentísimo. No hay que olvidar que la dudad la ciudad se convierte en archivo.
es por sí misma un formidable archivo de recuerdos. En Al irse imponiendo, cada vez con más fuerza, la con-
1~ urbe se condensan, no sólo en el espacio, sino, en el ciencia de que esto es así, la ciudad va reverdeciendo sus
tiempo, los hechos y las vidas humanas más significati- recuerdos y en algunos casos señalándolos al viandante
vas. Este grado de condensación preserva su recuerdo · por medio de lápidas. · La lápida parece que va dirigida
de la mí~ma manera qu~ un archivo, al reunir papele~ en primer lugar a honrar la memoria de algún héroe o
que P~~v1enen .de muy diversos. orígenes, asegura su con- personalidad sobresaliente. Pero este movimiento de ida
se~vaciOn. Es mdudable que s1 todos aquellos aconteci- supone otro de vuelta: al honrar hazañas, héroes o sim-
mientos y aquellas vidas no hubieran sucedido en la ples acontecimientos, lo que se hace es conmemorarlos,
ciudad, no hubieran tenido su referencia a ella su memo- es decir, recordarlos en común, hacerlos material de auto-
ria habríase desvanecido mucho más fácilme~te. Es la conciencia colectiva. La lápida va dirigida tanto a exaltar
condensación de su propia salvaguardia. la hazaña o al héroe como a buscar la satisfacción de los
Si deambulamos por París, podemos hallar el lugar que la promueven y colocan. La ciudad que con más
donde Enrique IV fue asesinado; la elegante plaza don- entusiasmo va lapidando sus muros es la ciudad que más
de vivía Richelieu, en un ambiente del París de los gusto obtiene golpeando su dormida conciencia. Este
Mosqueteros; el pasamanos donde se posaba la mano tema merecería una extensión mayor que no cabe da-
de Voltaíre; el ala del Louvre donde se reunió la Con- dos los límites a que ahora debemos sujetarnos. Pero
vención. Podemos seguir el itinerario de Bonaparte, casi baste decir que el afán lapidario coincide con el desper-
niño, desde la diligencia que lo trajo a París hasta la tar de la conciencia histórica en el siglo xrx1 con el vago
Escuela Militar; el pequeño laboratorio donde empeza- presentimiento de que la ciudad es un archivo al que, a
ron a trabajar los esposos Curie, etc. su modo, es necesario clasificar y poner etiquetas, que en
Una plaza de Madrid evoca todavía la sombra de Cis- este caso serían las lápidas.
neros; en la calle Mayor, aunque transformada, cada ado- Las lápidas revelan, pues, que esta conciencia existe,
quín levanta el eco de las pisadas de Lope, de Tirso, de que algo de lo que es interior, el alma, sale a la super-
La ciudad, archivo de la historia 43
42 Lección 2
ficie en forma de placas blancas, cristalizada expresión Las ciudades, pues, como tales, en plenitud de sus atr~
de una misteriosa química social. ¿Podríamos concebir butos, son insustituibles en nuestra sociedad. Puede Vl-
ahora la ciudad sin esa conciencia histórica? O dicho de virse fuera de ellas, pero siempre contando con ellas, con
un modo más dit:ecto, ¿podríamos vivir sin ciudades que un apoyo y especial referencia en ellas. Incluso al hom-
fueran, a la vez, laboratorio y archivo de ella? Sin duda, bre de la aldea más remota, y sin que se dé clara cuenta
no. La civilización es difícil, casi imposible, concebirla de ello, puede llegar el consuelo de que existen Roma,
sin ciudades, y las ciudades, sin estos atributos. Es cierto París Pekín o Filadelfia y que en ellas se guarda un
que existen y han existido aglomeraciones humanas que sagrado depósito de la humanidad. Porque la ciudad es
han carecido de ellos pero, como ya hemos insistido una aglomeraci6n humana fundada. en un solar conver-
antes, esas aglomeraciones no son lo que a primera vista tido en patria y cuyas estructuras internas y. ext~rnas se
parecen, y aunque grandes, pueden no ser más que for- constituyen y desarrollan por obra de la htstorta, para
mas de ruralismo disfrazadas, o por otro lado escuetas satisfacer y expresar las aspiraciones de la. vida colec-
conurbaciones industriales. La aldea pertenece todavía al tiva, no s6lo la que en ellas transcurre, szno la de la
medio natural; es naturaleza, sin más, como la ciudad es humanidad en general.
historia. El asentamiento industrial es prolongación de la
fábrica y, como ella, simple instrumento de la produc-
ción. También se nos dirá que la ciudad en su fase de
fundadón carece,. naturalmente, de historia; pero es que
entonces no es todavía ciudad en un sentido plenario,
no ha llegado a la edad adulta. Sólo en las ciudades
antiguas el propio ritual sagrado de la fundación les con-
feriría aquellas virtudes que otras debían ir ganando poco
a poco, en un lento proceso de maduración.
Cuando decimos, pues, que la civilización no la con-
cebimos sin ciudades nos referimos a las que son de por
sí un mundo completo y gozan de todos los atributos
inherentes a su condición. Entre ellas y todo lo que no
es ciudad se .establecerán delicadas relaciones mutuas.
Esta es otra cuestión que ahora no importa a nuestro
caso y que no empece el carácter decisivo -no exclusi-
vo-- de aquellas en la construcción de la sociedad hu-
mana.
«La razón de que las ciudades sean decisivas en toda
sociedad, hasta en las de predominio rural -ha dicho
Julián Marias 16- es que son el órgano de la socializa-
ción o, si se prefiere, de la sociabilidad. Una sociedad es
sociedad y, sobre todo, es una., gracias a sus ciudades~»
dades-templo, con monumentales avenidas colosales constituyen un complejo palacio-templo, propio de estos
plazas e inmensas salas hipóstilas, testimonio' de la vida imperios divinizados. El palacio está situado, como era
de los reyes, nobles y sacerdotes, en Menfis, Tebas y corriente en estas ciudades asirias, en un extremo de
Tell-el-Amarna. En estos grandes santuarios se sigue una la ciudad y sobre los muros de la mi~ma, en una ~r~n
estricta coordinación de las partes con un riguroso crite- plataforma elevada, con objeto de meJorar l~s ~ondtcto
rio geométrico, pero también con un deseo de adaptación nes de defensa militar y para protegerse, astmtsmo, de
al terreno y con una pretensión de efecto escenográfico las periódicas inundaciones. Se advierte la tendencia a
que preludia, en el alborear de la historia, lo que serán crear acrópolis religioso-palatinas, que en un terreno llano
al correr de los tiempos las grandes composiciones ur- como el de Mesopotamia tienen que elevarse sobre pla-
banas. taformas artificiales, ya que no se podía utilizar, como
luego harán los griegos, el relieve natural. A la s~mbra
de las gigantescas construcciones del templo-palacto, se
apiñaba la ciudad, en condiciones físicas y morales . de
evidente subordinación. La vivienda no sería muy dtfe-
rente, ya que las condiciones climáticas tampoco lo .eran,
a las que hemos visto en Ka~un. En ~esopotat?!a, la
construcción no sólo de las ctudades, smo tambten de
los templos,' era de elementos !ateridos) adobe y }adrillo
cocido, y si nos han quedado restos de los palacios .que
permiten su reconstrucción, ha sido por la ~ayor ~ohdez
y riqueza constructiva, pero no por una dtf.erencta s~s
tancial de materiales, como sucede en Egtpto. Segun
Bemis y Buchard 1, un artesano especializado en Sumeria
Flg. 2. Kahun. Dos plantas de casas importantes (Egli, op. cit.).
podía obtener su casa por el 5 ó 6 % de su renta, pero
las casuchas de los obreros no especializados les supo-
En Mesopotamia surge también una serie de ciuda- nían tanto como el 30 ó 40% de sus ingresos. Estos
des a lo largo de los ríos Tigris y Éufrates, que cuando datos sólo los conozco por una cita y, por consiguien-
son adoptadas por los reyes como corte o residencia sue- te, no puedo saber en qué se han basado estos autores
len adquirir un gran esplendor. Una de las característi- para llegar a una determinación tan concreta de algo
cas de estas ciudades mesopotámicas es la de sus forti- que incluso es muy difícil saber cuando se trata d~ un
ficaciones, que tienen mucha más importancia que en pasado histórico reciente. En suma, me parece una mge-
Egipto, ya que el imperio faraónico, por su fortaleza y nuidad del pensamiento americano tratando de «actua-
por su situación geográfica aislada, no estaba a merced lizar» la historia remota y de asimilarla peligrosamente
del enemigo, como los imperios mesopotámicos. a los problemas de hoy. . . .
Uno de los ejemplos más claros de urbanización asiria En el siglo vr a. de J. C., Babdoma. era una gr.an ctu-
que nos quedan es la ciudad de Korssabad, creada por dad, atravesada por el río Éufrates y bten guar~ectda por
Sargón II como ciudad imperial al abandonar la vieja lienzos rectilíneos de fuertes murallas, defendxdas a su
capital de Nínive. En realidad, más que restos de ciudad,
1 The Evolving House, vol. 1, A History of the Home, 1933-36.
lo que nos queda son los del palacio del emperador, que Apud Ar-thur B. Gallion, The Urban Pattern, New York, 1951, p. 6.
48 Lección 3 La c1udad antigua 49
vez por un foso. En un principio debió ser una ciudad aquello que puede encerrarse dentro de unos muros,
porque a querer, se podría construir un muro todo al-
de ~?lles irregular~s y tortuosas, pero cuando fue engran-
deciendose, a medida que Jos emperadores iban elevando rededor del Peloponeso. Tal sucede, dice Aristóteles, en
nuevas y suntuosas construcciones (los palacios de Nabu- aquellas cuya circunscripción encierra más bien una na-
codonosor, con sus fabulosos jardines colgantes), se tra- ción que una ciudad, como Babilonia, de la que se 4ice
zaron nuevas vías, como la gran avenida procesional que que a los tres días de tomada una parte de la ciuc..d,
enlazaba la principal puerta monumental (la puer[a de otra no se había dado cuenta de nada.
Ishtar) con los palacios y los templos. (Esta puerta está
3000 a. de J. C. y que presenta tres calles principales, aquellos palacios, como los de Mesopotamia, que apare-
en la dirección Norte-Sur, y otra perpendicular a ellas cen completamente aislados en una eminencia inaccesible
que cortan un complejo de pequ~ñas callejuelas, posible- para el pueblo. Los reyes de estas ciudades-estado del
mente núcleos más primitivos. En las partes excavadas mar Egeo no tenían el carácter divino de los autócratas
los edificios más importantes que han aparecido han sido orientales y gobernaban sobre comunidades en cierto
un monasterio y un baño público. Revela esta ciudad una modo libres. Esto se transparenta incluso en la estructu-
civilización bastante floreciente, dados los restos de las ra de las ciudades, como acabamos de ver.
casas, construidas de ladrillo y adobe, y lo que queda
de calles pavimentadas, con albañales de evacuación de
aguas.
Un carácter completamente diferente de las ciudades
que hemos visto en estos grandes imperios orientales
presentan las de la civilización minoico-micénica que flo-
reció en el mar Egeo antes de las invasiones dorias. En
primer lugar, estas ciudades presentan un trazado mucho
más irregular, faltando completamente las grandes ave-
nidas o las composiciones geométricas que veíamos en las
ciudades de la llanura. La explicación evidente reside en
que las ciudades del Egeo se construyeron en lugares
mucho más accidentados y era necesario replegarse a la
topografía del terreno.
Las ciudades cretenses no tienen fortificaciones, ya
que su propia situación insular las defiende de posibles
asedios. En cambio, las del Peloponeso, como Micenas
y Tirinto, estaban protegidas por fuertes muros, cuyos
restos se conservan todavía. La famosa Puerta de los
Leones, de Micenas, es una de las entradas del recinto
murado. En estas ciudades, la vida doméstica parecía
estar mucho más desarrollada, lo que indica una civili-
zación más elevada y más libre que la de Oriente. La
casa es más compleja y confortable, estableciéndose en
torno a una habitación principal llamada el megarón, Fig. 5. Gurnia. Plano (Gallion, op.
una parte del cual solía tener el techo abierto para su
iluminación y con una cisterna debajo para recoger las Nos quedan restos interesantes en la ciudad de Cnos-
aguas pluviales, precedente de lo que luego será el im- sos, principalmente su magnífico palacio, excavado por
pluvium de la casa romana. Por la disposición del pala- Evans; de las de Palaikastro y Gurnia en Creta; y de
cio del rey, en m~dio de la ciudad, en general contiguo Tirinto y Micenas, en la península griega.
a una plaza, parece que éste reunía a la vez la función Los primitivos centros habitados de la civilización
de centro de la vida comunal. No se trata, pues, de helénica debieron preocuparse menos de la regularidad
52
y
Lección .3
La ciudad antigua
al aire libre y estadios para los juegos olímpicos. presas colonizadoras de los griegos les llevaron sin duda
Como se desprende de todos estos hechos, la ciudad a la aceptación de este sistema c·e trazado urbano tan
bahía pasado de ser el amasijo de viviendas humildes obvio cuando las ciudades se plantean ex novo. «Los
dominadas por el palacio-templo de un rey divinizado helenos -dice Garda Bellido-- tuvieron entonces que
para convertirse en una estructura más compleja en la planear gran número de colonias que, por nacer de nihilo,
54 Lección 3 La ciudad antigua 55
podían concebirse libres de todo atadero fuese este his- treinta años. Pudo ser una de sus pnmeras tareas o
tórico, fuese topográfico, pues los oikístai, o fundadores, donde él se iniciara.
podían elegir a su placer el emplazamiento más adecua- En Mileto el trazado ortogonal se adapta bien al con-
do para la nueva ciudad, ya previamente concebida y tra- torno sinuoso del promontorio que penetra en el mar
zada» 2• donde se asienta la ciudad, que consta de dos partes,
Entre estas ciudades podemos citar Selinonte, muy una de cuadrícula menor en la parte más estrecha y
transformada, y Mainaké, citada por Estrabón, que, situa- otra mayor en la base de la península. En medio, como
da en las cercanías de Málaga, debió ser destruida por soldándolos, está el ágora o conjunto de edificios repre-
los cartagineses.
Sin embargo, Hippodamos impuso vigorosamente sus
teorías y las desarrolló hasta un punto _que indudable-
mente no había sido alcanzado. A él se atribuye el mérito
de haber dado los planos del Pireo y de Rodas; de ha-
ber escrito algunos tratados de arquitectura y de geome-
tría, y de ser un artista y un filósofo al mismo tiempo.
Parece ser que Perides le tenía entre sus amigos, y debía
gozar de mucho crédito en su época, aunque sus ideas,
a veces utópicas, le granjearan algunas críticas irónicas,
como la que Aristófanes hace en su comedia Los pájaros.
De las ciudades construidas por Hippodamos no nos
queda ninguna, por haber desaparecido, como Turrium,
o por haberse transformado profundamente, como el
Pireo y Rodas 3 . Sin embargo, nos quedan restos de
otras ciudades que sin ser obra directa suya fueron ins- Fig. 6. Mikto. Plano general (Gallion, op. cit).
piradas en sus principios y cuentan entre los ejemplos
más excelentes de urbanística que nos ha legado la hu- sentativos, y el gran espacio del famoso mercado. Es una
manidad. En primer lugar tenemos Mileto, la propia composición arquitectónica muy sabia y contrastada, en
patria de Hippodamos. Mileto había sido destruida por la que las plazas se encadenan con sutil lógica rompien-
los persas el año 494 a. de J. C. y hubo que reedificada do la monotonía de la cuadrícula. Los griegos fueron
pocos años después, hacia el 475. No se tienen noticias siempre unos artistas de exquisita sensibilidad que nun- -
seguras de la participación de Hippodamos en esta re- ca se dejaron llevar de los excesos del rigor cuadricular
construcción, pero entra muy en lo probable. Si el arqui- como lo hicieron luego los romanos. En sus ciudades or-
tecto-urbanista nació, como se supone, hacia el año 500, togonales, sean Mileto, Prienne, Cnido y tantas otras,
tendría cuando se reconstruía la ciudad de veinticinco a encontramos siempre estos centros urbanos -hoy los
llamaríamos centros cívicos- traz:1Jos siempre con gran
2
Antonio García y Bellido, Urbanística de las grandes ciudades sentido del espacio y de la composición.
del Mundo A1ttiguo. Consejo Superior de Investigaciones Científicas
Madrid, 1966, p. 44. · En el siglo rv una de las ciudades hippodámicas más
3
García y Bellido (op. cit., p. 51) opina ser inadmisible que el interesantes es la de Olynto, en Macedonia, fundada en
trazado de Rodas se deba a Hi-ppodarnos, a pesar de la tradición re-
cogida por Estrabón (XIV, 2, 9). 432 y destruida en 347. Corresponde, pues, a la transi-
56 Lección 3 La ciudad antigua 57
ción entre finales del siglo v y comienzos del IV a. de Je- to, tenemos Prienne, Cnido, Pérgámo, Éfeso, Magnesia,
sucristo. Las excavaciones indican una ciudad doble, con Gerasa, todas en Asia Menor. En todas ellas se recogen
una parte antigua e irregular y otra parte moderna cons- las enseñanzas de Hippodamo, solemnizándose los traza-
truida con un plan hippodámico, muy estricto. Las calles dos por medio de calles con columnas y soberbias plazas.
principales seguían la dirección Norte-Sur y estaban se- En muchas se advierte la opulencia alcanzada por los
paradas entre sí unos 100 metros y conectadas en la pequeños reinos helenísticos y el deseo de los príncipes
dirección Este-Oeste por unas calles algo más estrechas, por impresionar con sus construcciones: un sentimiento
separadas entre sí unos 40 metros. De esta manera se nuevo con relación a la austeridad de la democracia.
Desde el punto de vista de la composición urbana, son
N L_Jl_jLJL_ muy interesantes las agrupaciones de plazas relacionadas
o .., .... >OO D [Fl~ FF entre sí y su situación respecto de las vías de tráfico. En
UUUULJULJu D r··--lb_
..
J;.¡ A :• • ~iiiiitEJ=
sivamente griega, sin llegar a penetrar en las capas pro- senado republicano, constituido por familias de alcurnia,
fundas de la sociedad ni en el agro. Fue una cultura que podían ser una amenaza para el nuevo sistema impe-
evid~ntemen~e urbana y cosmopolita. De aquí la impor- rial, el emperador debía buscar su apoyo en otras clases
tanCia que tienen las ciudades en el mundo helenístico. dirigentes de nuevo cuño: funcionarismo del Estado, ejér-
Su florecimiento era debido principalmente a la muni- cito, burguesía municipal, etc. Estas eran fundamental-
ficencia de los príncipes y también de los ciudadanos mente clases urbanas. Los primeros emperadores tuvie-
ricos, que sufragaban a su costa juegos y fiestas pú- ron dificultades para otorgar a nuevas gentes la ciu-
blic~s y donaban monumentos con los que, a la vez que dadanía romana, cuyos privilegios defendían las aristo-
realizaban una empresa patriótica, aseguraban la perdu- cracias italianas; pero en cambio eran muy dueños de
racton de sus nombres. Esta costumbre continuó duran- fundar nuevas ciudades por todo el Imperio donde hacer
te el período del dominio romano, como ha estudiado prosperar una clase urbana dirigente que les sirviera de
Rostovtzeff en su admirable libro Historia social y eco- apoyo. Esta evolución siguió durante el reinado de los
nomzca del Imperio romano. Flavios y de los Antoninos, adquiriendo con estos últi-
Las ciudades helenísticas prosperaron especialmente mos el máximo esplendor. Durante la época de los An-
porque la economía de estos países estaba fundada en toninos el Imperio se universaliza de una manera plena,
sist_emas capitalistas, tanto por lo que se refiere a la y ya no son únicamente ciudadanos romanos los que lo
agncultura como al comercio y a la industria. Sabido es eran por origen, sino todos aquellos que destacaban por
que el desarrollo urbano corre casi siempre parejo wn su valor y capacidad en cualquiera de las provincias del
los mé~od?s capitalistas, y que, en cambio, los regímelks Imperio. La civilización progresiva de todas las provin-
no caplta~tstas son en general de raíz más campesina. cias y el profundo desarrollo de su vida habían traído
Los miembros de la antigua y nueva aristocracia de esta consecuencia natural.
Roma e Italia, que en su mayo_r parte habían hecho su La mayoría de las nuevas ciudades surgió, bien como
fortuna en Oriente y se habían familiarizado con el ~is desarrollo de antiguas aldeas o poblados indígenas, bien
tema capi_talista. allí ~mperante, trasladaron sus prácticas como consolidación de antiguos campamentos militares
a la propia I taita, e tncluso se aprovecharon de esclavos y colonias de veteranos, bien como ampliación de ciertas
Y. trabajadores que emigraban de Oriente y que habían grandes propiedades rústicas, muchas veces de los mis-
srdo los que posibilitaron la explotación científica de los mos emperadores.
recursos del mundo helenístico. Con esto, la civilización Según Rostovtzeff, el Imperio romano era un agrega-
campesina romana se convirtió en una civilización urba- do de ciudades griegas, itálicas y provinciales, habitadas
n_a, Y a la clase de terratenientes se sumaron los nego- estas últimas por naturales, más o menos helenizados
Ciantes y los burgueses de las ciudades. · o romanizados, de la ciudad correspondiente. Cada ciudad
El desarrollo del urbanismo en Roma fue un fenó- tenía un área rural más o menos extensa, que era su
meno gradual ininterrumpido. La vida urbana fue fo- territorio. Era el territorio de un antiguo estado-ciudad
mentada por todos los emperadores del siglo r, princi- griego o romano.
palmente por Augusto y Claudia. Precisamente en el Cada ciudad tenía su gobierno autónomo, su vida polí-
orden urbano, en las aristocracias municipales, en la rica tica local. La burocracia imperial sólo muy raras veces
burguesía de las ciudades, se había cimentado el triunfo se mezclaba en los asuntos locales de las ciudades. Se
d~ ~ugusto y la pos~~ilidad de la Pax Augusta, que per- ocupaba de la recaudación de los impuestos, pero por in-
mitlO la reconstruccwn del Imperio. Frente al antiguo termedio de las mismas organizaciones municipales.
61
60 Lección 3 La ciudad anügua
oder que por la emoclOn estética. L~s romanos,do bt~
El Imperio romano del siglo II fue así una curiosa P d. ·e ulares geométncos, o cuan o es o
mezcla de feder:Ición de ciudades autónomas y una mo- caban los ~:bazla ~~cluTan en las ciudades organizaciones
narquía casi absoluta, sobrepuesta a tal federación y con no era po.•t e, 1 d que por
el monarca como magistrado supremo legal de la ciudad urbanístico-arquitectónicas de gr~n _esp en. or, ma-
s[ mismas constituían la parte mlas I~pres.tonatntedey esto
soberana~.. . d d El · mp 0 mas emmen e
Desde el punto de vista urbanístico, las ciudades del iestuosal de 1a ~m, a R. omae¡~na ciudad cuya monumenta..
~ltt'mo o constttma
Imperio romano fueron herederas de las helenísticas, de u . d ' · ' Estos ene1aves rnonu-
las que tomaron todos sus refinamientos técnicos: al- lidad no ha stdo supera a ¡am~s.. d la es-
mentales, rigurosamente gcometncos, dentro e
cantarillado, traída de aguas, agua corriente, baños, pa-
vimentos, servicios de incendios, mercados, etc. Las
había, como es natural, de muchas clases, según su evo-
lución histórica, condiciones de suelo, clima y caracte-
rísticas locales. Las había comerciales e industriales, como
en realidad lo eran las más importantes (Roma, Alejan-
dr.ia, Antioquía, Éfeso, Cartago, Lyon, etc.); ciudades
caravaneras como las que establecían el comercio con el
O ·iente (Palmira, Petra, Bosra); había ciudades que eran
cabezas provinciales o de departamentos agrícolas (Ve-
rana, Siracusa, Tréveris, Londres, Tarragona, Córdoba,
Mérida, Timgad, Cirene, Rodas, Esmirna, Pérgamo, Mi-
Ieto, Tiro, Sidón, Gerasa, etc.).
En cuanto a su trazado, o era desarrollo de poblados
indígenas, como nuestra Numancia, que luego fueron am-
pliados y magnificados, o eran ciudades helenísticas ro-
manizadas que habían continuado la tradición hippodá-
mica, o eran ciudades de nueva implantación., como las
que provenían de antiguos campamentos militares, como ·, 9. Roma. Foros tGallion, op. cit.).
F lo·
León y Timgad.
La aportación más original al trazado de ciudades es · d d los constituían en primer
precisamente aquella que debe su origen a los campa- tructura in:egu1ar d e 1a cm a ' 1~ Tra-
f desde el Foro Romano a J. oro
mentos militares. Los romanos eran un pueblo eminen- ~ugar 1os r~~o:~~~~tando en dimensiones y esplendidez.
temente práctico y organizador, que buscaba las solucio- ¡ano, ule 1 . los templos las termas, los anfitea-
nes simples y claras que han preferido siempre las gran- Luego os pa actos, ·
. s f'ueron por sí mismos ' dd
ver a eras compo-
des empresas coloniales. Carecía del refinamiento artís- tros y 1os c1rco · , · ho
. . rban'lst'tcas que ensambladas un tanto capnc -
tico de los helenos y eran más ingenieros que arquitectos. stctones u ltte sí formaban ' el grand'Ioso con¡un
· t.o.,
Cuando utilizaban los recursos del arte, lo hacían con sament e er ' . d d d R supoma una
el propósito de impresionar más por la majestad y el La administración de la cm a e , olma bl' . , de
] E t d 0 que tema a o tgacton
pesada carga para e· s a '. 1d b za
• M. Rostovtzeff, Historia Social y Económica del Imperio Romano. engrandecerla para hacerla dtgna de su pape e ca e
Madrid, 1937. T. I, p. 267.
62 Lección 3 La ciudad antigua 63
del mundo y de sufragar su mantenimiento. Los juegos de todas las ciudades coloniales, donde domina el sen-
y fiestas públicas suponían también un enorme desem- tido práctico y organizador sobre todo otro imperativo
bolso~ pero el panem e circensis era algo que no podían espiritual o estético.
descmdar los em~eradores si querían gobernar en paz. Existían también otras ciudades, como Pompeya, que,
No se puede olvidar que el gobierno imperial estaba sin ser estrictamente geométricas, eran bastante regula-
vinculado a la ciudr.d de Roma, que había venido a ser res, y otras como Palestrina (en el Lacio), y en general
una antigua ciudad-estado que dominaba al mundo. Del las de origen helenístico, que destacaban por la belleza
ánimo que reinara en ella dependía, pues, la salud de de su organización más pintoresca y de sus monumentos.
todo el sistema imperial. En España, un caso notable de recinto regular era el
Las ciudades de origen militar eran las más regula- de León (Campamento de la VII Legio Gémina), que
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Fig. 10. Timgad. Plano (Gallion, op., cit.).
Fig. 11. Pompeya. Plano (Dib. del autor).
res, y entre ellas acaso el mejor ejemplo que conservamos
sea la ciudad de Timgad, en Numidia (Argelia), una an- aún hoy puede advertirse por la línea de murallas, en
tigua colonia militar de Trajano. Estas ciudades forma- su mayor parte medievales. El rectángulo legionense me-
ban un perímetro rectangular, rodeado generalmente de día 570 por 380 metros.
murallas; el recinto estaba cortado interiormente por dos Muy pocos son los vestigios que conservamos en Es-
grandes ejes o calles principales (a veces portificadas ), paña de la urbanística romana. En la calle Mayor de
que se llamaban el cardo (brazo N. S.) y el decttmanus Tarragona, la Colonia Julia Victrix Triumphalis Tarra-
(brazo E. 0.). En el encuentro de éstas solía estar el co, se reconoce la antigua vía decumana y perpendicu-
foro, y en su torno los templos, la curia y la basílica. larmente la vía cardo con los restos del foro y del
El resto de las manzanas solía ser perfectamente regu- palacio de Augusto, posiblemente un pretorio, del que
lar, como consecuencia de la distribución de las calles del nos queda un muro de sillería con pilastras resaltadas
antiguo campamento. Su trazado, un tanto seco, era el y una construcción abovedada.
Lección 4
64 Lección 3
La ciudad islámica
Sin disputa, la ciudad más suntuosa de la península
y posiblemente la más importante de todas fue la Co~o
nia Augusta Emérita (Mérida). Fue capital de la provm-
cia lusitana, fundada por Augusto el año 25 antes
de J. C. para instalar a los eméritas veteranos de las
guerras cántabras. En el siglo IV, dice Ausonio que ocu-
paba el onceno lugar en importancia entre las ciudades
del Imperio, ciespués de Roma, Constantinopla, Cartago,
Antioquía, Alejandría, Tréveris, Milán, Capua, Aquilea
y Arlés. Tuvo en su fundación p]anta cuadrada y sufrió
luego ampliaciones, llegando a ocupar un rectángulo de
9.400 por 350 metros. Las calles debían ser bastante
regulares, como lo indica la red de cloacas. En varias
partes se conservan restos bien pavimentados y con ace-
ras enlosadas con grandes piezas. Pueden reconocerse
los trazados del cardo y decumanus.
Lo mismo que en Itálica, han aparecido pórticos en Durante el segundo cuarto del siglo vn, Mahoma, el
Bolonia (Cádiz) (Baelo). Están en el cardo maximus, a «último» de los profetas, levantó en los desiertos de
ambos lados, y tienen 2,40 de anchura. Recias columnas Arabia un movimiento confesional de tal fuerza expan-
dóricas sostenían el entablamento y se apoyaban en da- siva que arrolló a su empuje todo el Orien~e me~H.t~rrá
dos de piedra o en un murete corrido. De ]a ciudad neo hasta la India todo el norte de Afnca, S1c1ha Y
romana de Ampurias, que aprovechó el trazado de Jas Cerdeña y casi tod; la Península Ibérica. Más de la mi-
calles griegas, conocemos el cardo maximus empedrado tad del Imperio romano de Justiniano cayó en sus ma-
y con pórtico a un lado. En Augustóbriga también hay nos. En su conjunto, la extensión del Islam durante su
restos de calles porticadas. He aquí, pues, la ascenden- apogeo (siglos VIII, IX y x) superaba, gracias a su enor~e
cia lejana de la calle porticada española. desarrollo por Oriente, al Imperio romano en los días
Pocos rasgos urbanísticos hallamos en Córdoba, Colo- de su mayor esplendor. . .. .
nia Patricia Corduba, capital de la Bética, que debió «En el cuadro de la historia general de la civihzaclÓn
competir en importancia con Mérida. Poquísimos en la se puede considerar la cultura de los países islámicos
que fue populosa Clunia, capital de convento jurídico como resultado de una revancha general del Oriente no
en Peñalba de Castro, partido de Aranda de Duero, helenizado. Sus primeros grandes centros se encuentran
que midió 36 hectáreas de extensión. En Itálica, Colonia en las fronteras orientales del antiguo mundo helenís-
Elia Augusta Itálica (fundada el 206 antes de J. C. y, tico: Damasco, Fustat (El Cairo), Samarra y Bagdad. l!n
por tanto, la colonia más antigua), se conocen cinco ca- poco más tarde se sitúan_ e~ Persia Y. en Transoxama,
lles paralelas, el decumanus (con indicios de que tuvo mientras que al extremo confm del Occidente, Marruecos
pórticos) y otras calles menores. y Córdoba pertenecen al mismo mun<lo espiritual» 1•
1 Frederic Van Der Meer, Atlas de la Civilisation Occidentale. El-
sevier, edit. París. Bruxelles, 1952.
Chueca Goitia, 3 65
66 Lección 4
La ciudad islámica 67
La velocidad de irradiación del Islam le obliga a adap-
tarse a la cultura de los países que encuentra a su paso parecida. Las ciudades griegas y romanas, como hemos
y absorbe. No crea, pues, elementos culturales nuevos ni visto, eran muy diferentes entre sí. Las había regulares,
formas artísticas propias. Todo lo asimila y lo adapta, como las hippodámicas, y otras cuya configuración era con-
porque lo que sí es el Islam es una nueva concepción secuencia del azar histórico, de una especial topografía,
de la vida, impuesta por una religión rigorista y poco o de ambas cosas a la vez. Lo mismo puede decirse
flexible y por una teocracia puritana. de las ciudades occidentales durante la Edad Media y
los tiempos modernos. Esta similitud resulta todavía más
extraña porque los árabes heredaron de golpe ciudades
muy diferentes a las que tuvieron que adaptarse, y por
que ellos, además, no tenían una cultura propia que
sustituvcra a las pasadas.
1/•
La ciudad islámica 75
74 Lección 4
La confusión, la carencta de plan no son sólo pro-
dones modernas, de las tierras musulmanes del norte de ducto de una vida nómada cristalizada o congelada en
Africa y del Medio Oriente. El tipo se asocia igualmente forma de ciudad. Son también consecuencia de una civi-
con las ciudades-oasis del norte de Africa y del Asia Cen- lización, unas creencias y unas formas de vida, irreducti-
tral, tales· como Ferghana y Samarcanda. Lo encontramos blemente islámicas, que en la ciudad se expresan en
de nuevo en las ciudades indígenas de Hungría y Rumania grado eminente y que ya hemos señalado en la Introduc-
y en los Balcanes durante el período turco. En los últi- ción de este libro, a la que nos remitimos para no hacer
mos cincuenta años la occidentalización de estos países fatigosa la lectura con innecesarias reiteraciones.
se ha señalado por la transformación de estas ciudades Sin embargo, es necesario, para tomar el hilo, pun-
según patrones occidentales, por la apertura de grandes tualizar sintéticamente algo de lo que allí dijimos. Entre
vías y espacios abiertos. El contraste entre la Sofía turca la ciudad pública, la polis griega, la civitas romana y la
y la moderna es tan marcado como entre una ciudad- ciudad doméstica del mundo germano tenemos otro tipo
oasis del norte de Africa y una ciudad planificada del de ciudad irreductible a los dos primeros: la ciudad is-
siglo xrx de Europa Central. El crecimiento y plano de lámica, que llamaríamos privada. Su clave nos la dan los
estas ciudades de tierras semiáridas, con sus nómadas versículos 4 y 5 del capítulo XLIX del Corán, llamado
convertidos en ciudadanos sedentarios, exige una inves- el Santuario (vid. pág. 12). Esto da a la ciudad musul-
tigación. Se desarrollan como compactos asentamientos mana un carácter profundamente religioso que desde la
campesinos sin ninguna clase media organizada y sin nin- propia casa (que para el musulmán es un santuario) tras-
guna idea de plan o autoridad. Fueron, y son, grandes ciende a todo, impregna todo. Si la ciudad clásica, aris-
comunidades rurales de campesinos que poseen tierras totélica, es la suma de un determinado número de ciu-
en los alrededores, más que centros comerciales para dadanos, la ciudad islámica es la suma de un determinado
servicio del campesinado» 5 . número de creyentes.
Aparte de que Dickinson comprende la singularidad Su carácter privado, hermético y sagrado presta a este
de estas ciudades y reclama la necesidad de su estudio, tipo de ciudad otra nota que podemos expresar con la
no las interpreta ni las entiende. El que sean un ama- palabra secreto. La ciudad islámica es una ciudad secre-
sijo laberíntico de calles enrevesadas no impide, antes ta, una ciudad que no se ve, que no se exhibe, que no
bien obliga, la necesidad de esa interpretación. No se tiene rostro, como si sobre él cayera el velo protector
resuelve el caso, como parece apuntar este autor, dicien- que oculta las facciones de la esclava del harén. La calle,
do que son meros asentamientos campesinos sin función que es el rostro de la ciudad, el escaparate donde se
urbana. ¿Cómo puede decirse esto de ciudades como El presentan el palacio del noble, la vivienda del burgués,
Cairo, Córdoba, Sevilla o Fez, eminentemente urbaniza- el edificio público o el monumento religioso, es natural,
das, centros políticos, culturales y religiosos en una ex- por este y otros hechos, que no exista en la ciudad mu-
trema medida? Se trataba, por el contrario, de ciudades sulmana. Es una ciudad secreta que no tiene calles. No
que asumían este papel de una manera radical y exclu- es que éstas sean irregulares o confusas, es que en puri-
yente frente al campo señoreado por el nómada. El que dad no son calles, son otra cosa. También son irregulares
no fueran tan exclusivamente ciudades destruiría la tesis e intrincadas las calles de muchas ciudades medievales
de Abenjaldum señalando la polaridad del campo, esce- y, sin embargo, son calles en toda la extensión de la
nario de la vida nómada, y la ciudad, de la sedentaria. palabra, escaparate expresivo de la faz de la ciudad.
Y a hemos dicho también que la ciudad occidental, sea
' Robert E. Dickinson, The Wes European City. London, 1951, p
273.
76 Lección 4 La ciudad islámica 77
clásica, medieval o moderna, se organiza de fuera a den- las ciudades medievales cnstlanas y que sólo volverán
tro, desde la calle, ~spacio colectivo, hacia el interior a renacer en algunas urbanizaciones modernas del tipo
de la casa, espacio doméstico. Pero siempre es la calle de las ciudades-jardín, donde predomina también el sen-
lo predominante desde el punto de vista morfogenético. timiento de lo doméstico y de lo privado.
En cambio, en la ciudad islámica todo se constituye de
dentro a fuera, perdiendo todo valor estructural el espa-
cio colectivo, es decir, la calle. Por eso no ha de extra-
ñarnos la falta de sentido que tienen las «pseudocalles»
de las ciudades islámicas si queremos entenderlas con un
enfoque occidentalista. Carecen de sentiJo si aplicamos
las nociones nuestras a una realidad que parte de unos
supuestos totalmente diferentes. En cambio, si tratamos
de comprender estos supuestos, los que dieron origen a
este tipo de ciudad, todo nos resultará más claro y
descubriremos el sentido que antes no acertábamos a
desentrañar.
En el dédalo de callejuelas de las ciudades musulmanas
advertimos en s·eguida un hecho sorprendente: la enor-
me cantidad de callejones sin salida, de «adarves» en el
sentido etimológico del darb árabe. El «adarve», en este
aspecto, es algo así como la negación de la calle> la nega-
ción del valor estructural de la calle en la formación de
la ciudad. La calle formativa es la que conduce de un
lado a otro, siendo pieza esencial de ese espacio público
condicionante. El «adarve» no tiene salida, no tiene conti-
nuación, no sirve un interés público, sino un interés
privado, el del conjunto de casas en cuyo interior penetra
para darles entrada. Es, por tanto, una calle privada que
de hecho se cerraba de noche, aislando y protegiendo
una pequeña comunidad de vecinos. Decir calle privada
parece y es una contradicción en los términos. La calle,
tal como nosotros la entendemos, es algo público que no
Fig. 16. Fez. Una calle de la medina (Dib. del autor).
admite privatización. Desde el momento que se priva-
tiza ya no es calle, es otra cosa, que es lo que nosotros Pero se nos dirá que en las ciudades musulmanas
sostenemos. Gracias al uso extensivo de los adarves o también existe la calle de tránsito, que conduce de un
callejones sin salida los musulmanes lograron privatizar lado a otro, y que es inevitable para el funcionamiento
una gran parte del espacio público sustrayéndolo a su de la ciudad. Sí, en efecto, pero también estas calles se
condición. Así nos damos cuenta de por qué proliferó condicionan de una manera diferente según su peculiar
tanto este elemento urbano que aP,enas encontramos en manera de entender la ciudad. Una calle occidental es
78 Lección 4
La ciudad islámica 79
siempre un algo continuo, cuyo ejemplo más perfecto
es una alineación recta. No importa que la calle medieval
sea muchas veces sinuosa y adopte las formas curvilí-
neas más diversas; por eso no se pierde la continuidad.
En cambio, en la calle musulmana, aunque se trate de
una arteria de tráfico, esta continuidad se rompe siempre
con un recodo o con un quiebro. Es frecuente la calle
que se prolonga paralela a sí misma mediante un quie-
bro que rompe la perspectiva. Al musulmán le repugna
la alineación indefinida de una perspectiva continua que
destruye toda intimidad, acostumbrado como está a guar-
dar ésta celosamente. Por tanto, mediante estas calles
quebradas, donde no existe ninguna alineación recta ni
ningún transcurso continuo, logra el musulmán este sen-
tido intimista hasta en el espacio menos privatizado, más
público.
El encanto que se desprende del espectáculo urbano
en las ciudades islámicas se basa en lo que acabamos de
decir: en el hecho de su intimidad. Si nos encontramos
en una avenida inmensa y rectilínea de Manhattan, el
escenario urbano desaparece y sólo queda una abstracta
perspectiva sin .Gn que no nos dice nada, que casi nos
asusta. Extremo opuesto: si nos encontramos en medio
del dédalo de callejuelas toledanas, nuestra vista está
siempre recogida y como amparada por un «dentro» ex-
presivo y humano. Nos hallamos en una «interioridad»
formada por el hombre que nos subyuga, es decir, que
nos tiene bajo su yugo. Estamos bajo condición o en
condición de intimidad.
Es curioso que estas formas urbanas islámicas persis-
tan luego como invariantes en ciudades posteriores cris-
tianas en aquellos países que tuvieron un pasado árabe,
como nos sucedió a nosotros los españoles. Por ejemplo,
en una ciudad tan abierta y despejada como Alcalá de
Henares, que casi parece una ciudad regular moderna,
encontramos calles paralelas a sí mismas, calles en es- Fig. 17. Málaga. Una calle. Obsérvese el intimismo de la calle cerra_da
con la torre de la Catedral al fondo y compárese con la fig. 16 (D1b.
cuadra, quiebros y ensanchamientos quebrados cuyo ori- del autor).
gen musulmán es evidente. Es que la historia no pasa
en vano.
80 Lección 4 La ciudad islámica 81
Este sentido intimista de la. calle va parejo con el caprichosos y brutales giros de la fortuna, que el cre-
carácter secreto de la ciudad. Una calle continua, abier- yente acepta con estoica resignación por ser la prueba
ta, es obligadamente exhibicionista, y al musulmán re- palpable de que su destino depende de la mano del Altí-
pugna todo esto. Prefiere el secreto, que no se sepa lo simo. Nada permanece, sino Alá.
que hay detrás. En esto juega también una parte impor- La radical igualdad del musulmán, esclavo de Dios, le
tante el sentido igualatorio de la religión de Mahoma. hace ser extraordinariamente cauto y prudente cuando
El Islam es una teocracia igualitaria. Para el cristia- se trata de expresar mediante signos externos su jerar-
no, todo el poder viene de Dios, Omnis potestas a Deo, quía o su fortuna: esa jerarquía o esa fortuna que pue-
pero el musulmán va más allá, es Dios, sin delegación den ser tan frágiles como pétalos de rosa azotados por el
alguna, el que gobierna por medio de su libro revelado. viento del desierto.
Por tanto, el poder de este libro es superior al que Juzgamos que quizá no hubo príncipes tan dispendio-
tienen los textos sagrados de otras culturas. Dios gobier- sos y fastuosos como los musulmanes en sus alcázares
na solo, infinitamente solo en su trascendencia inaccesi- de ensueño, pero olvidamos que estos palacios de su
ble 6 • El califa es la sombra y la espada de Dios. intimidad los escondieron tras opacas e inexpresivas mu-
Esta noción absoluta del poder lleva en sí, como ger- rallas, no ofreciéndolos a la vista porque esto sería un
men, su fragilidad. El que gobierna está legitimado por desafío a esa igualdad fundamental. El musulmán no
el mismo hecho de gobernar, ya que desde el momento concibe el elevar una fachada significativa y esplendo-
que así lo hace es porque Dios así lo quiere. Esto legi- rosa en una calle o en una plaza públicas para exhibir su
tima también la sedición y el golpe de mano, que si afortunada condición. Su recato es un signo de respeto
triunfa es también porque Dios lo ha querido. , -.1uestros a sus hermanos, a sus iguales. La primorosa fachada de
pronunciamientos militares del siglo XIX son hasta cierto su casa la levantará en uri patio suyo, propio, no sólo
punto UQ residuo de un concepto del poder típicamente para su íntima contemplación, sino pna respetar a aquel
musulmán. El poder se legitima por el hecho mismo de que no la puede tener. De aquí, como decimos, que la
su éxito. ciudad musulmana sea una ciudad secreta, indiferenciada,
Teniendo en cuenta que el poder no sólo viene de sin rostro, misteriosa y recóndita, hondamente religiosa,
Dios, sino que lo ejerce Dios, ante Él todos los creyentes, símbolo de la igualdad de los creyentes ante el Dios
todos los sometidos, todos los islámicos, son fundamen- Supremo.
talmente iguales por el hecho de ser creyentes. Para el En medio de la indiferente estructura de la ciudad
cristiano, la confraternidad se basa en ser hermanos, musulmana, no sabríamos distinguir unos barrios de
como hijos de Dios, criaturas suyas en libertad. Para el otros si no fuera por la población que los frecuenta.
musulmán, más bien en ser esclavos de Dios y, como Mientras los que ocupan las viviendas están la mayoría
tales esclavos, sin personalidad propia. No existen más de las veces silenciosos y desiertos, los dedicados al co-
que por la intervención extrínseca y discontinua de Dios. mercio se caracterizan por su ajetreo y bullicio. Pierre
Dios quita y Dios otorga según sus inescrutables desig- George nos describe así la misteriosa ciudad de Damas-
nios. El sultán de hoy puede amanecer mañana hecho un . co. «La vieja ciudad ofrece el contraste familiar en todo
mendigo, y ni la víctima. ni la sociedad se extrañarán el Mediterráneo musulmán, entre los barrios de vivien-
nada por eso. La historia . qel Islam está llena de estos das y la call~ de los comerciantes. El primero es un
6 Louis Gardet. La Cité Musulmane. Vie Sociale et Politique. Li-
hormiguero .de calles estrechas, a menudo cubiertas por
brairie Philosophique J . Vrin, Paris, 1954, p. 35. los salientes de las casas, y que terminan a veces en
La ciudad islámica 83
82 Lección 4
rrios y arrabales la población se agrupaba de acuerdo
callejones ciegos. Las casas bajas, construidas de tapial con sus oficios y medios de vida. Torres Balbás nos se-
y madera, están cerradas a la curiosidad. Ninguna aber- ñalaba a manera de ejemplo el arrabal de los barberos
tura, salvo la puerta de entrada. Las ventanas del piso
superior, bien enrejadas o cegadas con persianas y celo-
sías. La vida privada es impenetrable para el transeúnte
que no percibe más que sombras huidizas a través del
estrecho foso de la calle. El silencio y la calma hacen
olvidar la extraordinaria acumulación de la población.
Pero ésta se presenta con una exageración multicolor
en el zoco, mercado de barrio o mercado general. Aquí
aparece la otra faz del Oriente, con su ruido de multitud
y su olor acre de especias, polvo y sudor. Todos los
pueblos, todos los tipos, parecen haberse dado cita:
campesinas de Ghuta con amplios velos claros, rosa o
azul pálido, hauraneses de cara tatuada y severo traje
azul oscuro, judíos de Bagdad todos de negro, la cara
bajo la visera a la moda de Persia, beduinos del desierto
envueltos en sus harapos y en su dignidad, curdos con
turbantes multicolores, afganos vestidos de blanco, ne-
gros del Sudán en bubú y maghrebíes en su chilaba» 7 •
El aspecto general de las villas de Oriente, si las con-
templamos desde lo alto de un alminar, es el de una
sucesión de terrazas donde se sacuden las alfombras y
se seca la ropa al sol. De cuando en cuando aparece el
agujero de algún patio interior del que emergen contados
árboles, el trazado de las calles se pierde a la vista y
lo único que se destacan son algunas torres y cúpulas.
Todas las ciudades islámicas estaban cercadas de mu-
rallas, pareciéndose en esto a sus contemporáneas del
mundo cristiano. El núcleo principal, llamado Madina
-de donde ha venido el término castellano medina que
encontramos en numerosos topónimos-, encerraba la
mezquita mayor, la Madrasa, la alcaicería (Kaisariya} y
las principales calles comerciales. Luego venían los ba-
Fig. 18. Tetuán. Una calle encubierta (Dib. del autor).
rrios residenciales y, por último, los arrabales (arbad),
que a veces estaban encerrados en sus propias murallas 1 de Toledo; de los curtidores (al-Dabbagin), en Zarago-
que se apoyaban en la principal. En muchos de los ba- za· de los halconeros ( al-Bayyazin ), en Granada, Alhama,
Q~esada y Baeza; de los alfareros (al-Fajjarin), en Gra-
7 Pierre George, La ville. Presses Universitaires de France. Paris,
1952' p. 270-271.
84 Lección 4 La ciudad islámica 85
nada, y los barrios de estos últimos, de los bordadores daba, la ciudad romana se hallaba sepultada bajo cuatro
o tejedores (al-Tarrazin) y de los funcionarios de la corte o cinco metros de escombro, que hacen pensar en la
(al-Zagagila), en Córdoba 8 • serie de catástrofes que hubieron de producirse en tan
Y a hemos hablado suficientemente de las calles, su turbulentos años.
diversidad, características y funciones. Muchas de ellas «Hacia el año 1100 existían en la España musulmana
estahm encubiertas. «Respondía esta disposición a lo ocho ciudades por lo menos, Córdoba, Toledo, Almería,
apretado del caserío urbano dentro de la cerca. Faltas Granada, Mallorca, Zaragoza, Málaga y Valencia, ricos
de espacio, las viviendas extendían sus pisos altas· -so- y populosos centros de civilización, cuyo recinto mura-
brados o algorfas- sobre las calles por medio, unas
veces, de voladizos apeados en tornapuntas o jabalcones,
como hubo en Granada sobre el río Darro y son fre-
cuentes en ciudades orientales y norteafricanas, y otras
cubriendo totalmente un tramo de la calle; sin restar
superficie a ésta, aumentábase la edificada» 9 •
Las Ordenanzas de Toledo disponían que los cons-
tructores de «Sobrados. que atrauiesan las calles a que
dizen encubiertas» debían de hacerlos de altura suficien-
te para que pasara bajo ellos «el cavallero con sus armas
e que non le embargue».
Para nosotros los españoles, el conocimiento de las
ciudades islámicas es de un enorme interés, porque du-
rante toda la Edad Media los centros urbanos más im-
portantes son los debidos a los invasores agarenos. Mien-
tras los cristianos pobladores de la España septentrional
vivían esparcidos por el campo o en pequeñas agrupa-
ciones junto a monasterios o castillos, los árabes, desde Fig. 19. Córdoba. Alrededores de la mezquita. Toledo. Alrededores de
la catedral (Dib. del autor).
los siglos IX y x, fundaron populosas y florecientes ciu-
dades. Tenemos noticias de Córdoba desde el siglo x,
una ciudad que rivalizaba con los grandes emporios do ocupaba más de cuarenta hectáreas y su población
orientales, como Damasco, Bagdad y Constantinopla. Des- excedía de las 15.000 almas» (Torres Balbás). Esto era
de el principio, caracterizaba su estructura urbana la un hecho insólito en la Europa occidental, donde apenas
irregularidad de sus calles y manzanas y el ser ciegas existía la vida urbana.
muchas de aquéllas. Estructura similar a las de Oriente Todas estas ciudades obedecían a la misma estructu-
y, por tanto, importada, sin que influyeran los trazados ra, aunque se dieran casos como el de Zaragoza, donde
romanos y visigóticos. Cuando llegaron los árabes a Cór- al parecer se conservaron algunas características del tra-
zado romano. Un autor musulmf.r, Al-Himyari, señala,
! Torres Balbás, «La estructura de las ciudades hispanomusulma-
nas: La Medina, los arrabales y los barrios». Al Andalus, XVII, 1953, extrañado, la para él insólita disposición en cruz de las
pp. 149, 177. calles de Zaragoza, con cuatro puertas en los extremos
9 Torres Balbás, Cervera, Chueca, Bidagor, Resumen histórico del
Urbanismo en España. l. E. A. L. Madrid, 1!154, p. 28. de las dos más importantes, el cardo y el decumanus.
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86 Lección 4
Lección 5
La disposición típicamente musulmana la conservan La ciudad medieval
en España muchas ciudades que cuentan entre las más
importantes de la península: Sevilla, Toledo, Granada,
Córdoba, Murcia, Écija, parte de Málaga, Valencia y Al-
meda. Estas ciudades nos parecían hasta ahora el colmo
de la inadaptación a la vida moderna por la imposibi-
lidad en ellas de la circulación del automóvil. Sin em-
bargo, esta circulación ha adquirido tales proporciones
que incluso en las ciudades modernas tendrá que llegar
N
territorial, se sitúan jerárquicamente los diversos cen- Fig. 22. Londres en la Edad Media, ciudad comercial y portuaria (D1b.
del autor).
tros, desde la más elemental aldea hasta la capital del
condado, de la región o de la nación. Donde este tipo llo de grupos específicos de tipo mercantil y "rtesano.
de reparto jerárquico de los centros urbanos puede darse El verdadero motivo que da nacimiento a la ciudad me-
con caracteres más geométricos es precisamente en el dieval, y que en cierto modo es el fundamento de toda
asentamiento agrario, ya que otros tipos de asentamien- sociedad en general, es el comercio y la industria, que
to, como el del nómada o el de la civilización industrial, empieza a despuntar pasado el año 1000 cada vez con
no obedecen tan claramente a estos patrones. De todas · más fuerza. Con el desenvolvimiento del comercio en
maneras, se comprenderá que no se trata más que de los siglos XI y XII se va constituyendo una sociedad bur-
abstracciones muy crudas, que sólo muy por encima pue- guesa que se compone no solamente de mercaderes via-
den ayudar a interpretar la realidad, no a representarla. jeros, sino de otras gentes asentadas permanentemente
en estos centros donde el tráfico se desarrolla: puertos,
92 Lección 5 La ciudad medieval 93
ciudades de tránsito, mercados importantes, villas arte- riales que provenían del cada vez más floreciente desarro-
sanas, etc., etc. En estas ciudades se establecen personas llo de los centros comerciales.
que ayupan a todos los menesteres que el desenvolvi- La ciudad medieval se constituye, pues, como un área
miento de los negocios exige: armadores de barcos, cons- de libertad en medio del mundo rural circundante, so-
tructores de aparejos, de barriles, de embalajes diversos, metido a un vasallaje casi absoluto. Poco a poco van
incluso geógrafos, para el trazado de las cartas marí- cayendo en desuso antiguos derechos señoriales que im-
timas, etc. La ciudad va, por consiguiente, atrayendo un piden el próspero desenvolvimiento de las ciudades. Por
número cada vez más considerable de personas del me- ejemplo, hornos y molinos en los que el señor obligaba
dio rural, que allí encuentran un oficio y una ocupación a moler y cocer el pan de los habitantes; monopolios
que en muchos casos les libera de la penosa servidumbre por los que el señor tenía privilegio de vender sin com-
del campo. Esta sociedaJ burguesa, que paulatinamente petencia en determinados períodos los productos de sus
se va desarrollando, es el estímulo de la ciudad medie- tierras (trigo, vino, etc.); el derecho de requisar vivien-
val. Pirenne ha dicho que nunca con anterioridad existió das en la ciudad para uso suyo y de sus caballeros en
una clase de hombres más específica y estrictamente ur- las épocas en que habitaran en ella; el derecho a levas
bana que la burguesía medieval 2 . obligatorias en caso de guerra; la prohibición, por razo-
Esta burguesía se encuentra en principio en contra- nes estratégicas, de construir puentes, con perjuicio no-
dicción con el orden feudal y señorial establecido, y de table para el tráfico, etc. Todos estos privilegios, que
aquí surgen no pocas dificultades para su desenvolvi- podían suponer rentas y beneficios para el señor, no
miento y, en consecuencia, para el desenvolvimiento de compensaban del daño que con ellos se hacía ni de las
las ciudades. Esta burguesía lo que necesitaba funda- ventajas que este mismo señor podía obtener de una
mentalmente era libertad de acción para el normal des- ciudad y de un comercio floreciente. Por eso los propios
arrollo de sus negocios. Desde luego, como ha estudiado señores acabaron por calificar de pillaje y extorsión es-
Pirenne, no trataba de derrocar, ni muchísimo menos tos antiguos privilegios suyos.
el orden establecido, que era fundamentalmente acepta~ No se puede separar el estudio de las ciudades medie-
dn, sin que se discutieran los derechos ni la autoridad vales de su paralelo desenvolvimiento jurídico por me-
de príncipes, nobles y clero. Lo que la burguesía nece- dio de franquicias, fueros, cartas pueblas y otros ins-
sitaba era, simplemente, franquicia para desarrollar sus trumentos legales, que favorecieron su desarrollo. En
operaciones comerciales. No se trata, pues, de un movi- España esto dio como resultado la constitución del mu-
miento político ni de una teoría de los derechos del nicipio, una de las instituciones más ventajosas y demo-
hombre, como sucederá, andando el tiemoo en el si- cráticas de nuestra Edad Media. En España era muy
glo xvnr. Se trata de obtener, dentro dei ~rden esta- importante favorecer la creación de centros urbanos ca-
blecido, las mayores posibilidades para el desarrollo de paces de conseguir una colonización de los terrenos con-
su actividad. Al principio, los privilegiados en el sistema quistados a los musulmanes. Para estimular el asenta-
feudal intentaron oponerse a las pretensiones de la bur- miento de los colonos en nuevas ciudades era muy
guesía, pero luego se avinieron a ellas, adaptándose, ya importante atraerlos con beneficios y fueros especiales.
que prefirieron sacrificar un mal entendido orgullo se- Así se constituyeron nuevas fundaciones de ciudades
ñorial para obtener, en cambio, pingües ventajas mate- completas y, en algunos casos, de ~arrias en ciuda~es
2
Henri Pirenne, Medieval cities. Their Origi11 and the Reviva/ of ya existentes. Son frecuentes, por eJemplo, los bamos
Trade. Princeton University Press. 1925. de francos que aparecen en muchas poblaciones, sobre
La ciudad medieval 95
94 Lección 5
tía a esta contribución era expulsado de la ciudad y
todo de Navarra, y que tienen dentro del conjunto ur- perdía sus derechos. La ciudad, por consiguiente, acabó
bano estructura y fisonomía particulares. Estos francos por adquirir· una personalidad legal que estaba por. en-
eran colonizadores a los que se atraía con privilegios y cima de sus miembros. Era una comuna con personalidad
que venían del otro lado de los Pirineos. Al final de la jurídica propia e independiente. , . .
Edad Media se fundieron con el resto de la población Resumiendo todas estas caractensucas, repitamos la
española. En general, solían gozar de los pnvilegios que definición que finalmente esta_bleció Pirenne~ ~~ciendo
correspondían al ciudadano; es decir, al que hubiera que ·la ciudad de la Edad Media, tal como· ex1st1o en el
vivido dentro de la ciudad durante un determinado pe-
ríodo de tiempo, la mayoría de la~ veces un año y un
día, sin que importaran ni se tuvieran en cuenta otras
condiciones de nacimiento, profesión, etc.
El desarrollo de las ciudades trajo consigo también
profundos cambios en la legislación, creándose leyes ex-
cepcionales diferentes a las que regían en los distritos
rurales. Por ejemplo, en la ciudad solían ser mucho más
severas las leyes de carácter criminal, por la necesidad
de mantener una disciplina y una ejemplaridad mayor
allí donde, naturalmente, acudían vagabundos y malean-
tes de todas clases. Al mismo tiempo que se dictaban
providencias rigurosas para el buen orden de la vida
ciudadana, se simplificaban los antiguos procedimientos
judiciales; se hacía más flexible la legislación contrac-
tual y se suprimían arcaicas costumbres, como las coro- fig. 23. Avila (Dib. del autor).
purgaciones, ordalías, duelos, etc., que, como fácilmente
se comprende, no se adaptaban a las nuevas condiciones siglo xn, era «una comuna_ comerci_al e industrial que
de vida ni al carácter pacífico de la población mercantil h.1.bitaba dentro de un recmto fortificado, go~ando de
artesana. una ley, una administración y una jurispr~dene1a exc~p
Otras causas, dice Pirenne, influyeron en el nacimien- cionales que hacían de ella una personalidad colectiva
to de las comunidades. Entre éstas, una de las más privilegiada» (vid. lección 2, p. 26 ).
potentes fue la necesidad, prontamente sentida por los La < i1.~ 1d medieval, aunque gozaba de todos estos
burgueses, de un sistema de contribuciones voluntarias pnvilegios q 1e acabamos de enunciar, no es, _sin en:-
para atender a las obras comunales más apremiantes, fun- bargo una ciudad aristocrática, y en eso se d1fer~nc1a
damentalmente la construcción de la muralla de la ciu- funda~entalrncnte de la ciudad antigua, ya que ésta era
dad. La necesidad de esta muralla, que caracteriza la a la vez, como ha dicho Max Weber, el asiento. ~e _la
ciudad medieval, fue en muchos casos el origen de las nobleza y precisamente surgió como tal sede nob1hana.
finanzas municipales. Rápidamente esta contribución ad- En cambio la ciudad europea occidental de la Edad Me-
quirió carácter obligatorio, extendiéndose no sólo a la dia se sien~e a sí misma como ciudad antinobiliaria, como
fortificación, sino a otras obras comunes, como el man- sede del estado llano o tiers état.
tenimiento de las vías públicas. Aquel que no se sorne-
96 Lección 5
La ciudad medieval 97
- 1> En su aspecto físico, la ciudad medieval es también
general eran las únicas de tráfico. Las secundarias solían
altamente característica. En general, por necesidades de
ser únicamente para uso de peatones.
defensa, se sitúa en lugares difícilmente expugnables:
En la constitución de las pequeñas ciudades o villas
colinas o sitios abruptos, en islas, en inmediaciones de
medievales no puede perderse de vista la fuerza de atrac-
ríos, principalmente buscando confluencias o meandros
para utilizar los cauces fluviales como obstáculo para el
enemigo. U na si tuación ideal era la de una colina rodea-
da por el foso natural de un río, como, por ejemplo,
Lh_,_JJ-
Toledo, o un espolón avanzado en la confluencia de dos
cursos fluviales (Segovia, Cuenca). El tenerse muchas b_
~~
veces que adaptar a una top9grafía irregular condicionó
la especial fisonomía de la ciudad medieval y su pinto-
resquismo. El trazado de las calles tenía que acomodarse
e
a las dificultades del emplazamiento, y por eso resul-
taban irregulares y tortuosas. En general, las calles. im-
portantes partían del centro y se extendían radialmente
hasta· las puertas del recinto fortificado. 2Otras calles se-
cundarias unían estas radiales, muchas veces formando
círculo en totno al centro. Este es, en líneas generales,
el patrón que se ha llamado radioconcéntrico y que se
repite mucho en la ciudad medieval. El perímetro de
las ciudades, en estos casos, solía ser sensiblemente
circular o elíptico; resultaba el más económico y el de
más fácil defensa. El centro de la ciudad lo ocupaba
siempre la catedral üeltemplo, por lo cual la ciudad
adquirió una prestancia espiritual de primer orden. La
misma plaza d~ la catedral solía ser la que servía para
las necesicfades del mercado y en ella se elevaban los
edL _ir e; más característicos de la organización ciudadana:
el hj' ~mtamiento o la Casa de los Gremios ( Guildhall),
e~ta última en aquellas ciudades fiorecientes donde la
organización gremial había adquirido gran desarrollo.
Aún se conservan espléndidos monumentos de este gé- ,_ t
nero en ciudades del norte de Francia, de Flandes y de o ~00
Alemania. Estos nucleos, presididos por la catedral, que Fig. 24. Pisa. Area de la Catedral. l. Catedral. 2. Campanile. 3. Bap-
tisterio. 4. Cementario. Ejemplo de agrupación de edificios represen-
era algo as1 como la plasmación de los anhelos espiri- tativos en un área central (Dib. del autor).
tuales de toda la ciudad, constituían el verdadero cen-
tro cívico de la organización urbana. De él, como hemos ción que ejercen los grandes monumentos, focalizando
dicho, salían las calles radiales más importantes, que en la estructura toda de la ciudad. La mayoría de las veces
por su prestigio religioso, al que se une, reforzándolo,
Chueca Goitia, 4
98 Lección 5 La ciudad medieval 99
su valor estético, este tipo de edificios sobresalientes, Jente medieval es vastísimo, desde las que reflejan per-
catedrales, grandes abadías, santuarios de peregrina- fectamente el tipo a las que lo hacen de una manera
ción, etc., son decisivos en la morfogénesis de la ciudad más aproximada. Bram, en Francia; Nordlingen, Fridn-
medieval. Así lo explica Pierre Lavedan. En la organi- hausen y Havelberg, en Alemania; Lugignano y Aversa,
zación del plano se «afirman dos ideas directrices, envol- en Italia; Vitoria y Pamplona, en España, son ejemplos
vimiento y atracción. Envolvimiento por una serie de sobresalientes.
casas de un edificio particularmente precioso, sea por su Sin embargo, la variedad de esquemas planimétricos
de las ciudades medievales es inagotable, por la sencilla
razón de que no existen ideas previas y todas surgen
con crecimiento natural y orgánico. Con ánimo de hacer
una especie de clasificación, que no Jeja Je ser ingenua,
pero que puede ayudar metodológicamente a ordenar la
multiforme expresión planimétrica de la ciudad medie-
val, Luigi Piccinato ha definido así algunos tipos funda-
mentales. (a) Ciudades lineales. Son las formadas a lo
largo de un camino como Stia, la antigua Stigia, ciudad
italiana del siglo XI en la que el centro de la calle básica
se ensancha formando una elegante plaza porticada. En
España son muchas estas ciudades itinerantes formadas
sobre todo a lo largo del camino de Santiago. Burguete,
burgo de Roncesvalles, tiene aún, como tenía en la Edad
Media, una sola calle que coincidía con el camino de
Santiago. Estella, Logroño, Santo Domingo de la Cal-
zada y Burgos, aunque ampliadas y transformadas, toda-
vía revelan su origen itinerante.
La villa más típica entre las de este tipo es Castroge-
riz, el Castrum Sigerici, donde un noble de estirpe goda,
Fig. 25. Lugignano (Italia). Tipo de ciudad radioconcéntrica (Dib. Sigerico, alzó su castillo. Siguiendo la falda del cerro
del autor). del Castillo se extiende una calle de más de un kilómetro
de larga, arteria dorsal del pueblo. Otra típica villa de
valor moral, sea por su solidez material en vista de la camino es Sarriá, en la provincia de Lugo.
defensa: en general, la iglesia. Atracción de la circulación De acuerdo con la clasificación de Piccinato, siguen
por este edificio y nacimiento de una serie de vías diri- (b) las ciudades cruciales. En éstas, en lugar de una
gidas a él. Se tiende así a un tipo de plano que los calle generatriz y sus paralelas, aparecen dos calles bási-
urbanistas llaman radioconcéntrico, es decir, hecho de cas que se cortan ortogonalmente. En el fondo hay poca
radios y de círculos, como la tela de araña» 3 • diferencia con las ciudades del apartado (e), que pode-
El número de ciudades radioconcéntricas en el Occi- mos denominar ciudades en escuadra. De éstas nos ocu-
J Pierre Lavedan, L'Al'chitecture Fran"aise. Coll. Arts, Styles el paremos a continuación, al hablar de las ciudades regu-
Techniques. Larousse, París, 1944, p. 202. lares medievales. Pequeñas ciudades cruciales son Cas-
100 Lección 5 La ciudad medieval · 101
telfranco Veneto, en Italia; Bounigheim, en Alemania, venido haciendo. De las ciudades radioconcéntricas ya
y Focea (Logroño), en España. El tipo (d) lo constituye hemos destacado su señalada significación 4 .
el llamado nuclear. A este tipo pertenecen, más o me- De todas maneras, por este camino llegaríamos, dada
nos, la inmensa mayoría de las ciudades medievales for- la enorme variedad de las ciudades, villas y burgos me-
madas en torno a uno o más puntos dominantes (iglesia, dievales, a tener que establecer tantos tipos como ciu-
catedral, abadía, castillo, etc.). Ya hemos insistido en el dades existen. En cuanto a morfología, es más claro que
formidable valor aglutinante de los grandes edificios re- nos reduzcamos a los tres tipos fundamentales, en los
presentativos y a su influencia en la estructura del tejido cuales caben luego todas las variantes y diversidades.
urbano. Hay también ejemplos muy claros de estructura Estos tres tipos fundamentales son el irregular, el radio-
concéntrico, donde lo más frecuente es que falte la ri-
gidez de la geometría, y el regular, sobre todo cuadricu-
lado o en tablero de damas. Esta es la clasificación
adoptada por el especialista en Geografía urbana Robert
E. Dickinson 5.
Evidentemente, por tratarse de ciudades de crecimien-
to orgánico y natural, predomina en la Edad Media la
ciudad irregular o muy levemente geométrica. Pero esta
irregularidad no quiere decir, ni mucho menos, caos,
como pudo entenderlo en el siglo xvn un racionalista
como Descartes.
Las ciudades, en su natural morfología, siempre tie-
nen un sentido. Bien sea por su adaptación a la natu-
raleza topográfica del terreno, por la nucleización que
promueven sus edificios y estructuras fundamentales, por
razón de sus sendas y caminos convertidos en calles,
por la economía y lógica disposición de sus murallas .
Fig. 26. Franc:lVilla a Mare (Italia). Tipo de ciudad en espina de peL y por tantas otras cosas que impiden que predominen
(Dib. del autor).
el puro capricho y falta de sentido. Todo esto produjo
como consecuencia la realidad de unas ciudades de sin-
binuclear (e). Como caso curioso podemos citar las plan- gular belleza y carácter. Difícilmente podemos encontrar
tas en espina de pez (f). Una calle principal de la que a lo largo de la historia conjuntos urbanos tan conse-
salen otras secundarias paralelas entre sí, pero oblicuas guidos, ambientes superables a los medievales, desde el
a la primera. Algunas bastidas francesas, Francavilla a punto de vista de los valores visuales. Estas ciudades,
Mare en Italia y Guernica en el país vasco pueden cla- perfectamente de6nidas con su cerco de murallas, que
sificarse así. A estos tipos añade también Piccinato las hacen el papel del marco en la obra de arte, con sus
ciudades acrópolis (g) y las radioconcéntricas (h). Las (gJ volúmenes sabiamente escalonados y presididos por la
no constituyen un tipo propiamente dicho porque es tan
• Véas'-' Luigi Piccinato: «Urbanística Medioevale», en L'Urbams-
general, por razones obvias, utilizar eminencias topográ- tica dall'Antichitil ad Oggi, de varios autores, Firenze, 1943.
ficas que desde las civilizaciones más primitivas se ha s Robert. E. Dickinson, The West European City. London. 1951,
p. 268-279.
102 Lección 5 La ciudad medieval 103
dominante de la catedral o del castillo, producen siem- Su nombre, bastida, es nombre provenzal que viene de
;Jre un efecto encantador, si no han sido expoliadas, alte- bastir y que equivale a plaza fuerte.
radas o arrasadas por el crecimiento masivo de los últi-
mos tiempos.
-+La ciudad medieval es un medio homogéneo y a la
vez plenamente identificable en todas sus partes. No hay
nada en ellas que disuene ni rompa su sutil tejido; y,
sin embargo, ninguna calle se confunde con otra, nin- VILLENEUVE
guna plaza o plazuela deja de tener · su propia identidad, SUR- LOT
su lado levantaba bastidas para fortificar y mejorar sus presivamente su origen. Villeneuve, por su novedad;
fronteras. Lo mismo pasaba entre los reyes de Francia Villefranche, por sus franquicias; Sauveterre, por su se-
y los condes de Tolosa, enfrentados en la guerra de los guridad; Beaumont o Montjoie, por el aspecto del lugar,
albigenses. son nombres típicos.
Todas las bastidas seguían trazados regulares en table- En España también encontramos nombres parecidos
ro de damas y nunca formas radiales o en estrella que que igualmente corresponden a ciudades creadas de nue-
hubieran podido derivarse de los trazados radioconcén- vo y casi siempre de plano regular: Villanueva, Villa-
franca, Villarreal, Salvatierra, etc.
Torres Balbás, en el libro Resumen Histórico del Ur-
banismo en España, dedica una gran extensión, con no-
table aportación de datos, al estudio de las ciudades
regulares en la España medieval. El lector curioso podrá,
V
La ciudad medieval 107
106 Lección 5
campo donde aplicar sus excedentes de energía, .así e~
menara, Soneja, etc. Casi todas deben su creacwn a
estas ciudades regulares del final de la Edad Medt~ esta
Jaime I y a sus inmediatos sucesores, los reyes de la
el esbozo de la gran tarea urbanística hispanoamenc~na ,
monarquía aragonesa-catalana» 7 • Las villas levantinas son
que llenó un continente de ciudad~s trazadas con ~1gor
de más geométrica regularidad que las navarras.
geométrico y amplitud de pla~t~amtento ~uy supenores
En Castilla la antigua Briviesca, de abolengo romano
a ]o que podía hacerse en el vteJO y trabaJado solar de la
-Virovesca-, mudada de emplazamiento y reformada,
debe sin duda su trazado actual a principios del siglo XIV metrópoli.
y responde a la influencia de las bastidas del sudoeste de
Francia. A la misma influencia, comprensible por vecin-
dad geográfica, pueden asignarse las villas vascongadas
108
110 Lección 6 La ciudad del Renacimiento 111
mos que en las jambas del palacio arzobispal de México biana: firmitas, utilitas, venustas. De aquí nacerá la
fue 'grabada esta frase del Apocalipsis: ciudad-ideal del Renacimiento, creación más intelectual
3
que real, que vendrá a ser una consecuencia más del pen-
Dixit qui sedebat in throno nova facio omnia • samiento utópico renacentista.
Para Vitrubio la consideración principal que debe pre-
Eso quiere decir que los protagonistas de la gran em- sidir el trazado de las ciudades reside en defenderlas de
presa colonial americana eran conscientes de la nueva si- los vientos predominantes. «Los vientos, según la opinión
tuación en que se hallaban. de algunos, sólo son cuatro, a saber: solano, que sopla
Pero, de todas maneras, que la labor creadora de los del lado del levante equinoccial; auster, del lado del
hombres del Renacimiento dependía, en gran medida, de mediodía; favonius, del lado de poniente, y septentrio
los ejemplos de la antigüedad que los sustentaban, es un del lado norte. Pero los que han investigado con más
hecho tan insoslayable como puede ser el de la novedad cuidado las diferencias de los vientos han señalado ocho,
que imprimían a sus interpretaciones. Posiblemente un~ particularmente Andrónico Cyrrhestes, que a este pro-
prueba de lo que decimos ~a tenemos en 1~ enorme ri- ( pósito construyó en Atenas una torre de mármol de figu-
queza y variedad de la arqmtectura re:nacentJsta, e~ c~n ,r ra octógona que tenía en cada cara la imagen de uno de
1.
traste con la pobreza y falta de ingemo de las reahzaclO- 1
los vientos en el lado opuesto de donde soplaba» 4 . Con-
nes urbanísticas. Para sustentar su obra interpretativo-
creadora los arquitectos renacentistas tenían todos los
.f t'
1
secuentemente la torre octogonal ateniense, la llamada
Torre de los Vientos, que no conocieron los tratadistas
monumentos de la antigüedad romana a su alcance. Po- del Renacimiento y que ahora conoce cualquier alumno
dían medirlos, dibujarlos, considerarlos y en mucho~ ca- de Historia del Arte, prefigura en su forma la ciudad
sos reconstruirlos idealmente, ya que era una ventaJa la ideal de Vitrubio y, a partir de ella, la del Renacimiento.
· ruina de muchos para espolear su imaginación. Si la Se trata, pues, de una ciudad cuya planta es un octó-
arquitectura clásica se hubiera sepultado del todo, se, l.a gono rodeado de murallas. Cada lienzo de muralla se
hubiet:a tragado la tierra y sólo hubiera quedado el codl- opone a un viento. En los ángulos del octógono, torres
ce de Vitrubio, verdadero texto sagrado para aquellos ' 1
circulares muy salientes. Las razones de índole militar se
arquitectos, la arquitectura del Ren~cimiento. no hubiera suman a las consideraciones meteorológicas. La figura de
sido la que llegó a ser. En cambw, los e¡emplos del la ciudad no puede ser cuadrada ni formada por ángulos
urbanismo antiguo habían desaparecido, estaban sepulta- muy salientes. Debe ser un recinto para poder ver al
dos como en Pompeya, yacían en lejanas comarcas como enemigo desde varios lugares; los ángulos avanzados no
la Mauritania, la Numidia, la Cirenaica o en los países son propios para la defensa y son más favorables a los
greco-orientales que habían caído bajo el yugo otomano. sitiadores que a los sitiados 5 •
No había en qué apoyarse. Las torres deben ser redondas o de varios lados; por-
Quedaban algunos pasajes más bien oscuros del texto que si son cuadradas pronto son arruinadas por las má-
vitrubiano, que además por carecer de figuras resultaban quinas de guerra, y los arietes rompen fácilmente los
menos expresivos. En el libro I, capítulos VIII, IX. y X, ángulos; mientras que en la forma redonda, las piedras,
aparece la descripción de lo que debe ser u~a o~dad
que cumpla los requisitos básicos de la doctnna v~uu- • ·Tomamos esta cita del Vitrubio traducido por Perrault en 1673 y
que ha sido reimpreso y revisado por André Dalmar. Edition Les
1 y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí, yo ha~o nue- Libraires Associes, 1965, P. 31.
v¡¡s todas las cosas. Apoc. 21, 5. s Vitrubio, op. cit., p. 29.
112 Lección 6 La ciudad del Renacimiento 113
talladas como cuñas, resisten mejor a los golpes que no fray Giocondo trazaron ciudades así que trataban de
pueden empujarlas más que hacia el centro .
6
seg~ir el. ideal vitrubiano. Giorgio Vasari il giovane, en
De este modo queda sancionada como idealmente per- un mgemoso esquema que se conserva en la colección de
fecta la ciudad poligonal de ocho o más lados que tiende diseños de los Uffizi, trató de sumar las ventajas del
a una organización circular en último término y que, por trazado reticular y el radio concéntrico 10 •
tanto, posee un centro. Frente a la ciudad regular del ZIIJtt
final de la Edad Media de perímetro rectangular, las
típicas «bastidas», la ciudad regular del Renacimiento
adopta la planta inscribible en un círculo.
Hasta aquí todo va bien en la interpretación del texto
de Vitrubio. El escollo se produce cuando se trata de la
disposición de las calles en el interior de ese perímetro.
El texto del arquitecto romano no está claro y sólo hu-
bieran podido esclarecerlo del todo las figuras que se
han perdido.
Teniendo en cuenta la dirección de los vientos, que es
la máxima preocupación del tratadista, «se sitúan las
calles de tal suerte que los vientos atacando sobre los
7
ángulos que ellas formen se rompan y se disipen» . Esto
ha dado lugar a que algunos comentaristas como Daniel
Barbara y el mismo Perrault sitúen dentro del octógono
una red de calles a escuadra con los ejes principales gi-
rados convenientemente para que no coincidan con la
dirección de los vientos principales.
Esto da lugar a las soluciones de ciudad ideal de Fran-
cesco di Giorgio Martini, Cattaneo, Scamozzi, etc., que
dentro de una planta poligonal sitúan una ciudad en
damero. Pero como la forma poligonal del perímetro
Fig. 31. La ciudad ideal de Vitrubio, según la Edición comentada de
conduce, por lógica geométrica, a la disposición radial, Daniel Barbaro.
no faltan entre los tratadistas del Renacimiento estas
soluciones que dan lugar a la típica ciudad radio-concén- Todo este movimiento teórico y especulativo apenas
trica. Tanto Francesco di Giorgio Martini 8 como Anto- produce las realizaciones que hubieran sido de esperar.
nio Averlino el Filarete, en su utópica ciudad bautizada Es evidente que las ciudades de Europa habían quedado
9
con el nombre de Sforzinda en honor de los Sforza , y fijadas en la Edad Media y que muy pocos y muy cir-
cunstanciales centros urbanos se fundan ~x novo. Por
6 Vitrubio, op. cit., p. 29. eso adquieren especial prestigio ciudades como Palma-
1 Vitrubio, op. cit., p. 31. . . .
s Francesco di Giorgio· Martini, Tratato di Archrtettura crvtle e 10 Un estudio de las ciudades ideales del Renacimiento puede ver-
militare. Edición ,promis·. Torino, 1811. .
9 Vid. M. Lazzaroni y A. Muñoz, Filarete, scultore e archrtetto del se en Gustavo Giovannom, L' Architettura del Rirzascimento. Milano
1935. '
Sec. XV. Roma, 1908.
114 Lección 6 La ciudad del Renacimiento
115
nova, nacidas en el momento oportuno como consecuen- Más t~rde, quizá siguiendo los preceptos de los libros
cia de una necesidad militar. d.e Arquitectura de Scamozzi, se levantaron en Sicilia las
Para protegerse de la amenaza turca, el 7 de octubre cmda.des de Grammichele y de A vol a después de las des-
de 1539, aniversario de la batalla de Lepanto, se pone trucciOnes del terremoto de 1686.
la primera piedra de la fortaleza de Palma Nuova en la Otras ciudad~s militares del tipo de Palmanova, pero
frontera oriental de la República veneciana. La ciudad much~ menos Importantes, se originaron como conse-
cuencia de las luchas entre los reyes de Francia v de la
Casa ~e Austria. La vieja ciudad de Vitry-en-P~rthois
destrmda por las armas imperiales, fue reconstruida e~
otro empJaz~miento por Francisco I y se denominó Vi-
try-1~-~ran~ois. Es obra del ingeniero boloñés Girolamo
Manm, Y al esquema reticular simple se une una gran
plaza central atravesada por las calles fundamentales en
su centro.
Una rectificación de fronteras en tiempos de Enri-
q~e II y Felip~ II condujo a la fundación de Philippe-
vtl!e, o.b~a. ~el mgeniero Sebastián van Noyen. Los tra-
baJos se IniCiaron en 1555. Su planta es pentagonal. A la
gran plaza central, cuadrada, convergen diez calles .
. Pero entre todas la ciudad que más de cerca sigue el
eJemplo de Palmanova es la plaza fuerte holandesa de
Coe~orden (1597), surgida con otras muchas al inde-
pendizarse los Países Bajos del Norte.
Pierre Lavedan agrupa por su condición de ciudades
du.cales las de Livorno, Nancy y Charleville 11 • En las dos
n.nmeras se trata de unos vastos programas de amplia-
CIÓn de pequeños núcleos antiguos. Sus trazados regula-
res,. don~e predorr.lina la escuadra, quedan envueltos por
Fig. 32. Palmanova (Rasmussen, Towns and Buildings). fortlficacwnes poligonales con poderosos bastiones.
Charleville, fundación de Carlos de Gonzaga, duque
es un polígono de nueve lados con una plaza exagonal en de Nevers y. d; Reth~l, prínci~e de Mantua y de Mon-
su centro de la que salen seis calles principales que con- ferrat, e~ qmza I_a mas bella cmdad regular de los pri-
ducen a tres puertas y tres baluartes. A los seis otros meros ano~ del stglo xvn, un poco posterior, por tanto,
baluartes conducen calles que no desembocan en la a las de Ltvorno y Nancy, que son de los últimos años
plaza sino en el primer anillo concéntrico. Otros dos del siglo xvr. En esta ciudad la intención estética es
anillos concéntricos completan el esquema. Es el más predominante: como afirma Lavedan, y la gran plaza du-
completo y perfecto de una ciudad estelar, el mayor alar- cal con sus angulas cerrados es una pieza de gran arte
de por cons,e guir una ciudad según los esquemas ideales 11
Pierre Lavedan, Historie de L'Urbanisme Renaissance et Temps
del Renacimiento. Moderns. 2eme éd. Paris, 1959, pp. 106, 118. ·
116 Lección 6
tura como la Vía Julia, de Roma, o en las grandes ali- plaza de San Marcos de Venecia .se ~~mpleta en el_ R~
neaciones que trazara Sixto V (1585-1590) en el plano nacirniento con la decisiva conwbuc10n d~ San~ov1~o,
de la ciudad eterna. La obra urbanística de este papa es la armónica plaza de Pienza, que pudo servu de msptra-
de las más considerables que se han llevado a cabo para ción a la del Campidoglio; la pla~a Farnese. de Ro~a se
sistematizar. una grande y antigua ciudad. Dos impor- traza para servir de atrio al magmfico palaciO del mtsmo
tantes radiaciones, una con vértice en el Puerta del Pó-
polo y otra en Santa María Mayor, cruzan la ciudad con
una red de diagonales que intentan reunir los puntos
más significativos y sobre todo las Basílicas mayores,
por medio de alineaciones rectas. En los centros y cruces
de perspectivas se colocaron obeliscos. Es, con vistas a las
grandes peregrinaciones, una obra de urbanismo estético-
religioso. El barón Haussmann hará algo muy parecido
con otros propósitos, pero casi tres siglos después.
gmo esta auténtica obra maestra» 12 , que sólo fue termi- de severa grandeza y rigor conceptual, consigue llevar a
nada un siglo más tarde, pero, cosa rara, con una absoluta cabo algunas creaciones de fuerte originalidad. Por un
fidelidad a la idea miguelangelesca. El sentido de unidad lado, los conjuntos reales o nobiliarios y por otro, las
y de orgánica correspondencia entre las partes, propias plazas mayores regulares representan lo más innovador
del barroco, está ya presente en la poderosa concepción en el urbanismo filipense.
del genio. El resto de Europa tardará algún tiempo en El Escorial es el mejor conjunto. Las enormes dimen-
seguir las enseñanzas de Italia y ornamentar sus ciuda- siones del Monasterio obligan a organizar el entorno,
des con grandes plazas de espectacular y ordenada ar- lonjas, dependencia y jardines, con criterio urbanístico.
Una residencia nobiliaria de gran importancia es la dentes se pierden en las innumerables plazas medievales
del duque de Lerma en la villa de su nombre. Con el de espacio· cerrado. Plazas catalanas y levantinas general-
palacio se agrupan una serie de conventos de fundación mente con soportales formados con arcos de piedra tie-
ducal comunicados con la casa señorial por corredores nen relación con las del otro lado de los Pirineos, con
cubiertos, algunos de gran longitud. Aunque se trata de
una realización de los primeros años del siglo XVII, por
su dependencia, en cuanto a estilo, de la obra escuria-
lense, puede considerarse consecuencia directa del herre-
rianismo. Palacio y conventos principales constituyen
chos de madera, generalmente rollizos, que soportaban mayor regular española. ¡Lástima que algunas edificacio-
dinteles de madera. Una de las más antiguas debió ser nes del siglo XIX (entre ellas la Casa Consistorial) hayan
la de Valladolid, posiblemente del reinado de don Juan II. destruido su antigua unidad! No es todavía enteramente
Hubo de ser de las primeras que sirvieron para espec- cerrada, pues las calles no entran bajo arcos, como en las
táculos, festejos y acontecimientos públicos. En ella fue que tienen fachadas continuas. La plaza May~r. de Ma-
decapitado, en 1453, don Alvaro de Luna. Sufrió un drid tampoco era cerrada hasta la reforma mictada por
desvastador incendio en 1561 y fue restaurada por Fe- Juan de Villanueva a fines del siglo XVIII.. .
La plaza Mayor de Madrid, consecuencia de la Ant1-
gua del Arrabal, para cuya mejora había dado trazas
ID ~se V
126 Lección 6 La ciudad del Renacimiento 127
Se construyó entre 1729 y 1733 y ya es enteramente vieron su campo de realización real en América en la
cerra~a.' con las calles penetrando en su recinto bajo ingente obra de colonización española.
magmflcos arcos. Por tanto, se logra una reclusión per- «La cultura del Renacimiento cambia las condiciones
f~~ta, una plaz~ separada y como ausente de la circula- mentales del proyecto arquitectónico -ha dicho Leonar-
cwn, que se evita para que nada perturbe su sentido de do Benevolo-, pero no logra cambiar de la misma forma
lugar destinado a festejos y ágora pública. -por una serie de razones, las cuales aquí no es posible
La tendencia, tan española, a estos espacios reclusos tratar- la práctica de las intervenciones urbanísticas.»
Y en franca contradicción con el tejido viario de la ciu- «En cambio -dice el mismo autor-, el esquema ur-
dad, ¿podrá tener un ~mtecedcnte en los patios cerraclos bano ideado en América en las primeras décadas del 500
de las mezquitas? y consolidado por la ley de 157 3 es el único modelo de
De todas maneras, el mismo criterio preside excepcio- ciudad producido por la cultura renacentista y controlado
nalmente una plaza de París, la Place Royale o plaza de en todas sus consecuencias ejecutivas. Este modelo con-
los Vosgos. Es casi contemporánea, con menos de diez tinúa funcionando por cuatro siglos, ya sea en América
años de diferencia, de la plaza Mayor de Madrid y ur- como en otros lugares, y después de ser generalizado
b_aní~ticamente queda cerca, pero al margen de un'a arte- en el cuadro de la cultura neoclásica servirá como base
na Importante -la Rue Saint Antaine- como la de para la más grande transformación de la época moderna:
Madrid queda al margen de la calle Mayor. El deseo la colonización y la urbanización de los Estados Unidos
de escapar de las líneas de circulación es evidente. de América» 16•
En Francia el caso de la plaza de los Vosgos no pros- América es la tierra virgen donde la utopía no es uto-
pera porque las plazas de Mausart pensadas con un con- pía, donde es una posibilidad real. Como ha dicho Euge-
cepto escenográfico, muy barroco, son otra cosa. nio Imaz 17, «la presencia de América ha hecho surgir la
En cambio, la plaza reclusa es la plaza española por utopía, ha hecho posible el viaje de Hitlodeo, compa-
excelencia, como tantos ejemplos lo demuestran. Pode- ñero imaginario de América Vespucio. La obra de To-
mos citar la plaza de la Corredera de Córdoba, las popu· más Moro nacida, en 1516, del impacto producido por
lares de Tembleque y Almagro, las neoclásicas de Vitoria el descubrimiento y colonización de América refluye lue-
San Sebastián, Bilbao y Sevilla y la plaza Real de Barce~ go sobre el nuevo continente y sirve de guía para algu-
lona y la de Guipúzcoa en San Sebastián del siglo xxx. nas de sus empresas. Es la utopÍ:! en acción». Un estudio
Aunque debemos hacer honor a los trabajos de Torres del historiador mexicano Silvio Zabala se titula La Uto-
Balbás, de Luis Cervera y de Robert Ricard 15 el tema pía de Tomás Moro en la Nueva España (1937). Entre
de las plazas mayores españolas en su conjunto es toda- otras cosas se alude a la influencia de la utopía de Moro
vía inédito. en los hospitales fundados por don V asco de Quiruga.
Para term~nar esta lección hay que reconocer que mu- La primera ciudaci americana trazada con rigor y con-
chas de las 1deas _urbanísticas del Renacimiento, que no cepto geométricc es Santo Domingo, fundada en 1496
pasaron de doctrma, utopía o ejercicio ideal del inte- 16 Leonardo Ben::volo, «Las nuevas ciudades fundadas en el si-
lecto en los países de Europa donde se originaron, tu- glo XVI en América. Lat~n~. Una c~periencia decisiva para la Historia
de la Cultura arqmtectomca del cmquecento•. Boletín del Cent~o ae
15
Investigaciones Histór;cas y Estéticas de la Universidad Central de
Robert Ricard, «La 'Plaza Mayor' en Espagne et en Amerique Veneluela. Facultad de.· Arquitectura y Urbanismo. N.o 9, abril 1968
espagnole. Notes pour une étude.» An11ales, Pans, 1947. Traducido en PP. 117 y 136. '
Estudzos Geográftcos, t. LXXXVIl. Madrid, 19Sl. Robert Ricanl 17
Utopías del RenaciMi~nto. Estudio preliminar de Eugenio Imaz.
«:<\puntes c~mplement~rios sobr~ la plaza Mayor espaíiola y el Ros~ Fondo de Cultura Econórruca, México, 1956, pág. XIII.
sw portugues.• Estudzos geográfzcos t. XIII, 1952.
128 Lección 6 La ciudad del Renacimiento 129
según un plano que recuerda el de las villas promovidas España, país de remoto desarrollo urbano, no abunda
en la península durante el reinado de los Reyes Católi- mucho, pero se encuentra su traza, más o menos defor-
cos. Las primeras fundaciones de ciudades en la segunda mada, según la perfección de su replanteo y las modifi-
década del siglo XVI, como La ·Habana, Guatemala, Cam- caciones posteriores, en varias villas navarras creadas en
peche y Panamá, siguen la misma línea. Planos sencillos los siglos XII y XIII (Puente la Reina, Sangüesa, Viana,
y prácticos trazados a cordel y adaptados al lugar. Viene etcétera) en la castellana Briviesca y, sobre todo, en otras
luego la conquista de México y la consideración de la fundadas del siglo XII al XIV en la Plana de Castellón
posible influencia de la vieja Tenochtitlán sobre la ciu- (Castellón, Villarreal, Almenara, Nules). Como antece-
dad fundada por Cortés. Sin embargo, el sencillo plano dentes más próximos de las americanas, tenemos las na-
ajedrezado no indica aportaciones nuevas o de otro tipo. cidas en el reinado de los Reyes Católicos: Foncea (Lo-
El hecho de que los grandes edificios públicos, catedral, groño), Puerto Real (Cádiz) y Santa Fe (Granada); las
audiencia, palacio, etc., estuvieran en el mismo centro dos últimas deben su origen a iniciativa personal de esos
ceremonial azteca no es bastante para imprimir carácter monarcas. Santa Fe se fundó, como es bien sabido, para
a un nuevo concepto urbano. servir de campamento militar frente a Granada. El plano
En el año 157 3, cuando las experiencias americanas regular de todas ellas tiene su lejana ascendencia en los
se han cumplido en gran parte, Felipe II promulga las campamentos romanos, cuya tradición debió de conser-
famosas Leyes de ·Indias que acaso sean la primera le- varse en la mayoría de los temporales de la Edad Media
gislación urbanística que conoce el mundo. De aquí y de por razones pragmáticas. En el reinado de Felipe II las
lo sabio de sus providencias viene su enorme, su tras- nuevas poblaciones de la Sierra de Jaén, corno Mancha
cendental interés. Junto con las ideas propias del Rena- Real y Valdepeñas de Jaén, entonces fundadas, lo fue-
cimiento, junto con las ineludibles gotas vitrubianas, apa- ron también ·con trazado geométrico, que aún conserva
rece también el peso de la experiencia práctica. En estas su núcleo primitivo. Dicho plano facilitaba la defensa:
leyes se consagra el plano regular ajedrezado, con lo que en la plaza central estaban los edificios de gobierno, y
no se hace sino consolidar una realidad. las calles rectas que desde ella partían a las puertas per-
Una de las leyes de Indias ordena «que siempre se mitían una buena vigilancia y acudir con refuerzos rápi-
lleve hecha la planta del lugar que se ha de fundar» 18 • damente a aquel de los cuatro ingresos en riesgo de ser
Respecto a trazado, la planta se dividiría por plazas, ca- forzado» 20 • No cabe duda que la preocupación de la de-
lles y solares «a cordel y regla», «comenzando desde la fensa militar estaba también omnipresente en todas las
plaza Mayor, y sacando desde ella las calles a las puertas especulaciones ideales del Renacimiento.
y caminos principales, y dexando tanto compás abierto, En los trazados de las ciudades de Hispanoamérica no
que aunque la población vaya en gran crecimiento, se encontrarnos ni variedad grande, ni deseo expreso de
pueda siempre proseguir y dilatar en la misma forma» 19• conseguir otra cosa más que resultados prácticos, facili-
El plano de la ciudad americana es el resultado de dad de replanteo, distribución y defensa. No hallarnos
conjugar las ideas humanísticas con la tradición del pla- la variedad de los esquemas especulativos de los trata-
no de ciudad militar adoptado en la Edad Media en todo distas del Renacimiento ni su deseo de belleza arquetí-
el occidente europeo para las nuevas poblaciones. «En pica. Tampoco evolucionaron durante el siglo XVIII si-
1s Recopilación de las Leyes de los Reynos de las lndius (Edición :w Femando Chueca, Torres Balbás, Planos de ciudades Iberoame-
facsimilar de la cuarta impresión, hecha en Madrid el año 1791). ricanas y Filipinas. Existentes en el Archivo de Indias. «Introducción•.
19 Ibídem, Il, p. 19. T. I, pp. XIII y XIV. Madrid, 1951.
Chueca Goitia. 5
130 Lección 6
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representaba y, por decirlo así, ~aterializaba plástica- ciudades libres, con su cultura vastamente difundida y
mente en una forma visible. con formas de asociación relativamente democráticas,
Con el nacimiento de la gran ciudad, capital política cedió el lugar a una era de ciudades absolutas, centros
del Estado barroco, la estructura del mundo medieval que crecieron sin orden alguno y que dejaban a otras
se altera profundamente y muchas de sus instituciones ciudades en la alternativa de aceptar el estancamiento o
antiguas son asfixiadas por las nuevas del Estado y la de imitar sin recompensa alguna a la capital todopodero-
ciudad burocrática. Es indudable que estos grandes cen- sa. La ley, el orden y la uniformidad son productos esen-
tros políticos, asiento del poder, cada vez más absoluto, ciales de la capital barroca; pero la ley existe para con-
de las dinastías barrocas, debilitan la vida autónoma de firmar el estatuto y asegurar la posición de las clases
las ciudades libres medievales, que habían sido uno de privilegiadas; el orden es un orden · mecánico, que se
los ingredientes fundamentales de aquella sociedad. Se basa no en la sangre, la vecindad o propósitos y afectos
puede decir que el mundo político medieval ya formado comunes, sino en la sumisión al principio regente; y en
giraba en torno a los dos poderes del rey y del munici- cuanto a la uniformidad, es la uniformidad de los buró-
pio. Con el advenimiento del nuevo orden, la decaden- cratas, con sus archivos, sus expedientes y sus numero-
cia de la vida municipal es un hecho cada vez más pal- sos procedimientos para regular y sistematizar la percep-
pable, ya que su autonomía constituye una traba al poder ción de impuestos. Los medios externos para hacer obli-
político central. El poder del rey, que antes era, por lo gatoria esta modalidad de vida se basan en el ejército;
me~os en sus posibilidades de aplicación, muy rudimen- el brazo económico es la política mercantil y capitalista,
tano, P?r sus pobres instrumentos de gobierno, se había y sus instituciones más típicas son el ejército, la bolsa,
convertido, merced a la burocracia organizada, merced la burocracia y la corte. Todas estas instituciones se com-
a la creación de los ejércitos profesionales, merced al plementan recíprocamente y crean una nueva forma de
desarrollo del capitalismo mercantilista, en un poder mu- vida social: la ciudad barroca» 1•
c?o más perfecto, eficiente y capaz de profundizar, gra- En virtud de estas circunstancias, a partir del si-
Cias a su escalonamiento en autoridades delegadas, en el glo xvr se registra en toda Europa un rápido crecimien-
cuerpo entero del país, hasta alcanzar las partes más ale- to de las ciudades. Durante el propio siglo son ya más
ja.d~s o recónditas. En estas circunstancias, el poder mu- de 14 las ciudades que sobrepasan los 100.000 habitan-
niCipal se encontraba, pues, supeditado y, por decirlo así, tes. París, en 1594, es ya una ciudad de 180.000 habi-
preso en esta malla, cada vez más fina, que como tela tantes, y Londres, que siempre ha ido ligeramente por
de ara~a, cuyo centro eran la monarquía y la capital, se encima, alcanza en 1602 el número de 250.000 habitan-
extendia por todo el país. tes. Son dos grandes capitales políticas, fuentes a la vez,
«Por tanto --escribe Mumford-, cesó la multiplica- del poder económico. Alcanzan cifras importantísimas las
ción de las ciudades. No se construían ciudades para ciudades italianas, en parte porque en aquella península
una clase creciente de pequeños artesanos y mercaderes; se había mantenido más viva la herencia del mundo
la ciudad dejaba de ser un medio para conseguir la liber- clásico y las ciudades conservaron una mayor preeminen-
tad y la seguridad. Era más bien un medio para conso- cia, sin que se llegara a la dispersión de la población
lidar el poder político en un solo centro directamente que caracteriza la Edad Media en el resto de Europa.
bajo la supervisión del rey e impedir todo desacato a la Venecia alcanza en 1575 los 195.000 habitantes; pero
autoridad central desde lugares lejanos que por esa mis-
ma circunstancia era difícil gobernar. La época de las 1 Lewis Mumford, La cultura de las ciudades. T. I, pp. 140-141.
-
140 Lección 7 La ciudad barroca 141
hay que considerar que era la capital de la tercera po- el siglo XVII, ciudad completamente artificial, sm otro
tencia europea, una verdadera capital y corte de un vasto contenido que la corte y sin más función que la mera-
imperio. Milán cuenta con 200.000 habitantes y Nápoles mente política. En Madrid ni siguiera existía una clase
con 240.000. El caso de esta última ciudad es digno de capitalista, ya que el dinero que llegaba de América lo
tenerse en cuenta. Sin demasiada justificación, Nápoles, manipulaban y lo aprovechaban banqueros alemanes, fla-
desde el siglo XVII hasta los tiemoos modernos se man- mencos, genoveses y milaneses. Como decía la condesa
tiene como la mayor ciudad de I t~lia y una de Ias mayo- d'Aulnoy, a quien debemos la pintura más viva del Ma-
r~s ur~es mundiales. Existiendo dentro de la propia Ita- drid austríaco, en Madrid «apenas se ven más que per-
ha reg10nes mucho más fértiles y ricas, puertos y villas sonas de calidad y sus criados ... Los príncipes, los du-
comerciales mucho más prósp~ros, capitales de imperios ques y los títulos son aquí numerosos». María Luisa .
mucho más vastos y poderosos, es, sin embargo, sor- Caturla, repasando legajos en el Archivo de Protocolos,
prendente la magnitud de esta ciudad meridional. Para se sorprende de los ilustres nombres que ellos guardan
Werner Sombart 2 , Nápoles es uno de los mejores ejem- como sin par documento de lo que fue la vida cortesana
plos en apoyo de su tesis: que las primeras urbes mun- de Madrid. «Nombres -dice- que aprendí de colegiala
diales han sido creadas por la concentración del consu- en dramas de clásicos alemanes y recordé luego ante '.
mo. Hace· ver Sombart que los comerciantes e industria- edificios deslumbradores de Génova o Milán, aparecen
les no salen del círculo de las pequeñas ciudades. Que, firmados al pie de los legajos: Con te Fiesco, Octavio
por consiguiente, las ciudades productoras no son las Centurión, Palavesin, Justinián, Doria, Spínola y Ador-
gu~ crecen desorbitadamente, sino por el contrarío, las no -xinoveses, que en su maravillosa ciudad de mármol
eminentemente consumidoras. Las ciudades cortesanas de Carrara eran los ricos y magníficos dueños de pala-
las capitales, asiento de la monarquía y de la nobleza: cios famosísimos-, se manifiestan aquí sirviendo al rey.»
que en ellas consumía sus rentas; de la burocracia y del «Nada como estos protocolos me ha dado conciencia del
~jército, la clase más radicalmente consumidora, pues antiguo poderío de España ... En ellos se palpa la vida
mcluso en su actividad ejerce una función negativa. cosmopolita de la corte de los Austrias ... Las calles del
Nápoles es un ejemplo típico de ciudad cortesana y antiguo Madrid presentarían el aspecto abigarrado de
nobiliaria. Ha dicho Caracciolo que Regís servitium nos- una capital del mundo, donde se conocerían los atavíos
tra mercatura est. Una corte centralizadora, con una bu- y se escucharían los idiomas de todas las tierras» 3•
rocracia gigantesca y complicadísima, jurisperitos, aboga- Desde Velázquez hasta el último mozo de cuadra, to-
dos, escribanos, toda la curia que pulula en estos centros dos son servidores del rey o de algún noble y todos
burocráticos, llenaban la ciudad. Al lado de la corte de ponen en el título de criado un timbre de gloria, patente
los nobles y de los curiales, un inmenso pueblo de a la larga de aristocracia. Cuanto más cerca se esté del
lacayos, domésticos, ínfimos menestrales y parias de toda Sol o de sus planetas, mejor les llegará su luz, fuente
laya, que formaban el más bajo escalón social, alimentado de honor y de dignidad. Más vale ser criado que tener
por una raza prolífica en un clima benigno. En ciudades un vil oficio mecánico, y hasta Velázquez abate las alas
como Nápoles, la diferencia de clases debía ser enorme, de su propio genio por debajo de su excelsa condición de
sin grados intermedios. palatino. Cuando Inocencia X regala al pintor una ca-
No muy distinta debía ser la situación de Madrid en dena de oro, después de hecho su retrato, éste se la
l M. L. Caturla, Pinturas, frondas y fuentes del Buen Retiro, Edi-
2
Véase Lujo y capitalismo, Ed. Revista de Occidente. p. 53. torial Revista de Occidente, Madrid, MCMXLVII, pp. 9 y 10.
142 Lección 7 La ciudad barroca 143
devuelv: haciendo constar que no es un pintor, sino del año 1786, la provincia de Madrid contaba con
un servidor de su rey, al cual sirve con su pincel cuando 235.968 habitantes, de los cuales 156.672 correspondían
recibe orden de hacerlo 4• a la villa. En el censo de 1797 de Carlos IV, la villa
Madrid era, pues, en el siglo XVII una ciudad de es- de Madrid sube en 167.607 habitantes. En 1847, según
tructura social muy simple. En una forma u otra todo Madoz, la capital tendría una población de 235.000 in-
podía reducirse a señores y criados. Estructura q~e hoy dividuos.
en día nos parece bien desdichada, sobre todo si consi- Aunque Madrid creciera y se desarrollara un tanto
deramos su miserable legado material, ya que la gran- improvisadamente, a partir del año 1561, en que Feli-
deza que pudo tener ha quedado encerrada en los em- pe II estableció en eiia la corte, cumpliéndose una vez
polvad?s manuscritos. de los archivos, en las glorias le- más la teoría de Sombart, el hecho general es que la
gencianas y estupefacientes de la historia. Aquellos ban- mayoría de las ciudades españolas durante el siglo XVII
queros g:noveses criados del rey de España, construían decaen, bajando a veces a extremos de indecible postra-
los pa~acw~ de mármol en su patria y aquí quedaba sólo ción. Acompaña a su caída la caída demográfica de Es-
una htstona de altivez y miseria. paña, producida por la expulsión de los judíos y moris-
Circula _.¡:;or ahí (no cono~co de qué fuentes provenga) cos, por la sangría de la conquista de América, por las
la afirmacwn de que Madnd, en sus años de máximo guerras de religión europeas, por el desprecio del espa-
esplendor del siglo xvrr, contaba con 400.000 almas; ñol para los oficios productivos, por el aumento de la
pero a nosotros nos parece una cifra fantástica. Si juz- clase sacerdotal, etc. Otras ciudades importantes de la
gamos por el perímetro del plano de Texeira del península, a más de Madrid, eran Lisboa (110.800 habi-
año 1656 (período del máximo esplendor del Madrid tantes en 1629} y Sevilla (100.000), ambas puertos at-
austríaco), vemos que no es muy diferente, si acaso lánticos. El descubrimiento de América y el hallazgo de
algo menor, al del Madrid de 1850, en que la villa y la ruta del Este por el cabo de Buena Esperanza die-
corte tenía 253.000 habitantes. Teniendo en cuenta que, ron ímpetu a un crecimiento urbano en toda la costa
por lo menos, la ciudad se había duplicado en altura y atlántica de Europa. Amsterdam y Amberes, con núme-
que se habían construido muchos espacios interiores ro aproximadamente igual de habitantes (104.000), y
huertas y jardines, habremos de convenir que la cifra d~ Hamburgo son centros de gran importancia.
4?~·000 es _bastante utópica, por mucho que la población Según el cálculo de Lavoisier (citado por Sombart,
viviese hacmada, cosa que debía suceder, y por mucho página 55), hecho ante la Asamblea Nacional francesa,
que la Regalía de Aposento obligara a los ciudadanos en París se gastaban anualmente en artículos de consumo
a t~ner huéspedes forzosos en aquellas casas que no es- 250 millones, y 10 millones más para las caballerías.
tuvteran construidas «a la malicia», es decir, con un ¿Cómo se liquidan estos 260 millones? Veinte millones
solo piso, para eludir la pesada servidumbre. producen las industrias de exportación y comercio;
Con todo, creo que una apreciación más justa se- 140 millones son pagados con ayuda de la Deuda pública
ría asignar a Madrid en aquella época de 200.000 a y sueldos; 100 millones proceden de las rentas terri-
25oyoo habitantes. Datos publicados por Madoz dan en toriales y de las empresas exteriores cuyos beneficios se
el siglo XVI una población para la provincia de Madrid consumen en París. Es decir, en el París de Lavoisier,
de 223.225 habitantes. Según el censo de Floridablanca sólo 20 'millones devuelve la ciudad con su esfuerzo;
4 el resto proviene de las energías de la nación toda, que
Ortega Y Gasset, Velázquez, Editorial Revista de Occidente, 1954,
p. XVIII. allí se concentran.
144 Lección 7 La ciudad barroca 145
De esta situación ha surgido el descontento, muy co- perspectiva geométrica se abrió un campo nuevo e in-
mún en las villas provincianas, frente a la privilegiada menso y no hubo pintor del «Quattrocento» que no se
capital, que absorbe todas las energía~ sin realizar tra- deleitara con grandes fondos arquitectónicos en perspec-
bajo productivo alguno. La ciudad productora se siente tiva que excitaron las creaciones de los propios arqui-
explotada, víctima de la gran capital. Esta es, a mi jui- tectos. Pero no todas las artes se mueven sincrónica-
cio, una postura equivocada, consecuencia de un mal mente. Lo que para la pintura y la arquitectura eran
planteamiento de la cuestión. La ciudad beneficiada no ya maduras conquistas, no había todavía llegado al cam-
es una ciudad X, caprichosamente amparada por la for- po del urbanismo. Será más tarde, en el siglo xvnr;
tuna. Es la capital, y como tal, hay que considerarla cuando el arte barroco de la composición de ciudades
aparte de las demás. Es, en cierto modo, un ente artifi- adquirirá todo su apogeo. Este siglo presencia la madu-
cial -abstracto- que representa al Estado, a toda la rez de la música y del urbanismo, manifestaciones finales
nación. La capital no es de nadie y es de todos, y pre- de la gran cultura europea. Tan es así que la gran ar-
cisamente la experiencia demuestra que quienes más par- quitectura del siglo XVIII trascenderá de sí misma y se
tido sacan de ella son precisamente los provincianos, los hará en su más valiosa dimensión arte urbano. Sea la
que luego aparecen como eternos descontentos, mientras columnata de Bernini, el palacio de Versalles, la plaza
que el hijo de la capital, que por no tener no tiene ni Vendome o los Inválidos, toda esta arquitectura impone
casa propia, es la verdadera víctima. Pero esto nos aleja por lo que tiene de despliegue urbanístico.
por el momento de nuestro tema, la ciudad barroca, y Pierre Lavedan 5 resume en tres fundamentales los
nos lleva a un problema social, la tensión entre el metro- principios del urbanismo clásico; y para un francés, en
palita y el provinciano. Algo que fue, es y seguirá siem- materia de arquitectura la palabra clásico equivale a la
pre existiendo. de barroco para el resto de Europa. Pero acaso por esta
En el plano puramente estético, la ciudad barroca es vez no nos parezca mal esta etiqueta de clásico aplicada
la heredera de los estudios teóricos del Renacimiento, al urbanismo, ya que, por su desarrollo tardío, puede
de aquellas ciudades ideales que, como ejercicios abstrac- considerarse el siglo XVIII como el clásico del urba-
tos, ocuparon las mentes de los tratadistas y comenta- nismo. Estos tres principios son los siguientes:
ristas de Vitrubio. Con un criterio netamente albertiano,
el valor de estos esquemas reposaba en la pura armonía a) La línea recta.
b) La perspectiva monumental.
geométrica con independencia de la percepción visual.
e) El programa o, con otras palabras, la uniformidad.
Este fue precisamente el hallazgo del barroco: el de
crear una ciudad como obra de arte de inmediata per- A nuestro juicio, hemos dicho en otro lugar 6, estos
cepción visual. tres principios expuestos por Lavedan pueden reducirse
Para lograrlo, el arte barroco contaba con el instru- a uno: la perspectiva o, si se quiere, más generalidad,
mento adecuado, un instrumento también heredado del lo que ha traído la perspectiva: la ciudad concebida
Renacimiento, pero sólo más tarde puesto en valor por como vista. El barroco, es más, contempla el mundo
lo que atañe al trazado y composición de las ciudade~. como una vista. Con anterioridad se estaba dentro del
Este instrumento no era otro que el de la perspectiva. mundo, se estaba entre las cosas, pero no se tenía la
Pintores renacentistas habían renovado fundamentalmen-
s Pierre Lavedan, Histoire de L'Urbanisme. Renaissance et Temps
te la representación del espacio pasando de la imagen Modernes. 2.• Ed. Paris, 1959, pp. 33 y 34.
plana a la tridimensional. Con el descubrimiento de la 6 Resumen histórico del Urbanismo en España. Madrid, 1954, p. 153.
146 Lecci6n 7 La ciudad barroca 147
lejanía ni la v1s1on en profundidad para que estas cosas Como ha dicho muy bien Valerio Mariani 7 , durante
se organizaran en una vista, en un panorama. todo este siglo se percibe un vigoroso impulso creador,
El barroco constituye, ordena el mundo, como pano- fundado en una generosa ambición social. No sólo se da
rama. Por esta sencilla razón es por lo que tenía fatal- forma a la iglesia, al palacio del príncipe, al escenario
mente que descubrir el urbanismo como arte y encon- puramente monumental, sino que se construyen hospi-
trar un instrumento que facilitara la posibi.lidad de crear tales, hospicios, barrios enteros o. conjuntos de hab~t~
el panorama donde antes no existía. De aquí que el ur- ción, alamedas y paseos para el dtsfrute de la colecttvt-
banismo se ensayara primero en los jardines, cuyos tra-
zados influyeron tan decisivamente en las ciudades y
conjuntos urbanos.
El mundo como panorama lo encon tramos lo mismo
en un jardín de Le Notre que en un paisaje de Claudia
de Lorena. Triunfo de la perspectiva. A él coadyuvan
los tres principios de Lavedan. La línea recta conlleva
la perspectiva, la uniformidad supedita lo particular a la
ley del conjunto, única manera de mantener el predo-
minio de la perspectiva. La uniformidad de la Rue Ri-
voli de París hace que nada perturbe la continuidad
de sus líneas que huyen en perspectiva, provocando una
fuerte impresión estética.
La perspectiva supone la contemplación del mundo
desde un solo punto de vista, desde un ojo único que
abarca todo el panorama. Es una manifestación del poder
humano, del poder del príncipe. La visión focal o cen-
tralista coincide con la organización monárquica del Es-
tado. Todas las residencias reales de la Europa del si-
glo XVIII, llámense Versalles, Nancy, Dresden, Carlsruhe, Fig. 45. Dresden. Centro de la ciudad y palacio, llamado el Zwinger.
Copenhague, San Petersburgo o Aranjuez, responden a Uno de los más hermosos espacios del barroco.
este tipo de ordenación perspectivista, en cuyo punto fo-
cal se encuentra el palacio de la realeza. En San Petersbur- dad, centros de enseñanza e instituciones de cultura,
go, el nombre genérico de calle se sustituye a veces por el puentes, manufacturas, etc.; y todo ello incorporándolo
de perspectiva. La ciudad se convierte en la expresión dentro de un orden unitario y magnífico, como ingre-
de una realidad política. dientes de un sentido espacial y de un ambiente total-
Ahora bien, no olvidemos que tras la tendencia esce- mente nuevos. Por la variedad de los problemas que
nográfica del barroco, escenografía montada para la exal- se acometen, por el ímpetu constructivo y la rapidez
tación del príncipe, de su palacio, de su estatua, existen con que se cumplen en beneficio de la colectividad, al
otras empresas que denotan una grandeza y nobleza de 1 Valerio Mariani: cL'Urbanistica nell'etá Barocca•, en L'Urbanis-
propósitos que no se deben olvidar. tica dall'Antichita ad Oggi, de varios autores, Firenze, 1943.
148
Lección 7 La ciudad barroca 149
barroco corresponde una parte importantísima en la de la Roma papal, después de las hermosas concepciones
constitución de la ciudad moderna con todas sus exigen- de la plaza del Campidoglio de Miguel Angel, de la
cias de vida y arte. columnata del Bernini, de aquellas «sistematizaciones»,
~~ nos olvidemos que estamos en el siglo de la Ilus- pequeñas pero encantadoras, de la plaza de S~r: Ignacio
tracwn_ y de las Lu~es, del despotismo paternalista y y de Santa Maria della Pace, 1~ toca deCl~:damente
filantroptco. En un stglo en que empiezan a despertarse a Francia marcar la pauta. Franela es la nac10n pode-
rosa, altiva y triunfadora, rica en recursos de todo gé-
~~
nero y políticamente preponderante. El poder de su mo-
narquía sólo puede competir con el que a finales del
1:f
siglo XVIII adquirirán sus hombres de letras y de pen-
?2~7
samiento, y todo ello compondrá una nación que se
erige eh ejemplo universal para el resto de Europa. No
es, pues, de extrañar que algo tan visible como el urba-
nismo, tan unido al prestigio de las naciones y al grado
Fig. 47. Roma. Plazas de Santa María della Pace y San Ignacio (Croquis de adelanto de sus sociedades, se desarrolle también en
del autor). Francia de una manera sobresaliente y ejemplar.
Donde este urbanismo de grar. estilo aparece por pri-
Hay que reconocer que, en materia de urbanismo, el mera vez es en la ciudad-residencia de Richelieu, funda-
cetro, durante el período barroco, corresponde a Fran- ción del gran cardenal. Lavedan la llama prefiguración
cia por derecho propio. Después de los atisbos geniales de Versalles. Como en Versalles, la ciudad es conse-
CID SSl V
150
Lección 7 La ciudad barroca 1.51
cuen~ia y viene en seguimiento del palacio. El año 1625,
nes que trae el tiempo, es la más bella de las ciudades
el mismo en que muere el duque de Lerma creador regulares francesas. Descartes la hubiera mirado con com-
de otra. ciudad-residen~i,a, encarga al arquitect~ Jacques placencia, pues esta ciudad, coetánea suya, tan francesa
Lemercier la construccwn de su palacio. Más tarde ha.
y tan racional, parece cristalización de sus propias .ideas.
cía 1633, comienza la construcción del poblado, sep;rado
La importancia de V ersalles nos ahorra el ~ed1car a
tan grandiosa creación de Luis x,rv un espa~1o corres-
pondiente al monumento, que sena, en cambiO, desp:o-
porcionado a nuestra breve historia. Mucho ~e ha escnto
sobre el palacio y algo menos sobre la ctudad de la
que forma parte indisoluble. Sin poder descender a de-
talles, anotaremos que la fundación .se puede fechar ha-
cia 1671, diez años después del comienzo de los grandes
trabajos de ampliación del «Chateau». El rasgo, sobre
todos saliente, de esta urbanización espectacular de gran
aparato es el tridente de avenidas que convergen en la
plaza de Armas, antesala de honor de la «Avant-Cour»
del palacio. Todo parece indicar, he aquí al Rey Sol, he
aquí su solio. Nada se había planteado hasta la fech.a
tan grandioso y en tan vasta escala. El tem~ del tri-
dente ya conocía un anticipo notable: la P1azza del
Popolo de Roma. ¿Pudo servir de inspiración? Es muy
verosímil. Lanzado por Versalles se encuentra luego en
Karlsruhe, en Aranjuez, en Madrid, en Washington, en
París (plaza de la Opera), en Londres (p~aza de Buck-
ingham) y en un sinnúmero de composiciones urbanas
de los siglos XVIII y XIX. • .
Acaso el conjunto más celebrado del urbamsmo die-
ciochesco francés sea la ciudad de Nancy. En 1737 Sta-
nislas Leczinski, rey de Polonia destronado, recibió. de
'
Fig. 49. Versalles (Dib. del autor).
su yerno Luis XV el ducado de Lorena durante su. v1da.
Este fue el origen de la parte monumental de la cmdad.
respetuosamente del palacio. Se encierra en un rectán- Con el deseo de elevar una estatua a su yerno y pro-
gulo perfecto y todo se plantea en simetría con relación tector mandó construir la plaza Real enlazada con la
a la ,gran c~lle axial. Y a no se trata de una simple plaza de la Carriere y, a través de una alame?a, con
cuadncula, smo de algo concebido estéticamente con la plaza de la Herradura. Esto dio lugar al mas ~ello
sus ejes, sus. plaz~s, sus perspectivas. La arquitectu;a, de eje del urbanismo monumental ba1roco, 9ue rela~1~na
una gran umformidad, presta a todo un sereno equilibrio diversos ámbitos, enhebrados con un senudo exqms1to,
Y armo~~a. Se puede decir que todavía, a pesar de la procurando sensaciones espac~al~s di':ersas, dentro d.e
destruccwn del palacio y las inevitables transformado- una armonía general y una ax1ahdad ngurosa. Su arqm-
!52
--
La ciudad barroca 153
Lección 7
tecto fue Heré de Comy. Todas las residencias reales y
principescas de Francia, llámense Fontainebleau, Com-
piegne, Chantílly, Rambouillet, Vaux-le-Vicomte, partici-
pan con sus jardines, sus plazas, sus ejes, de este des-
arrollo del arte del trazado urbano.
La influencia llegó a toda Europa, a Viena, Postdam,
Karlsruhe, Manheim, San Petersburgo, Hampton Court,
o lO '2.0
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Fig. 53. Nuevo Baztán (Madrid). Planta (Croquis del autor).
El antiguo Terreiro do Pa~o de Lisboa, convertido Fig. 54. La Granja. Eje longitudinal de la composición (Dib. del autor).
por Pombal después del terremoto de 1755 en una plaza
monumental a la moda barroca del momento, sirvió de Es, en cierto modo, una ciudad-cortijo y un excelente
marco grandioso, continuando las ideas del urbanismo ejemplo de urbanismo barroco castizo.
francés, a la estatua ecuestre de José I, obra de Ma- Las nuevas corrientes del urbanismo monumental eu-
chado de Castro. Por su disposición abierta con respecto ropeo entran en Madrid de la mano de Carlos III, qu~
al estuario del Tajo, recuerda algo a la plaza de Burdeos. promueve la ordenación del paseo del Prado regulan-
El urbanismo dieciochesco en España oscilaba entre zando su trazado, ornamentándolo con grandiosas fuen-
159
158 Lección 7 La ciudad barroca
tes y rodeándolo <le notables edificios. Las obras comen- mando tridentes a ambos lados del palacio. La influencia
zaron en 1768 y, desgraciadamente, no pudieron com- de Versalles no puede ser más clara. Otro elemento
ple~arse del todo. El siglo xrx y el xx han desfigurado urbano notabilísimo de Aranjuez es la plaza de Sa? Ar:-
casi completamente los trazados dieciochescos. El Salón tonio, con el fondo de la pequeña, pero bella, Iglesia
del Prado dio origen a la creación de una serie de ala- de Bonavia en el centro de un plano ondu~ado de arque-
medas por toda España, como las de Málaga, Priego, rías. La plaza de San Antonio, en cambio, se r_e~lama
paseo del Salón de Granada, alameda de Apodaca de hija del urbanismo italiano y, a la larga, del Bermm. En
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Fig. 55. La Carolina (Jaén). Plano (Dib. del autor).
se introducen ejes perspectivos relacionando plazas rec- ción del espacio comprendido entre el Louvre y las
tangulares, exagonales y circulares bien valoradas por Tuileries, la pequeña Rue des Piramides y poco más es
una arquitectura sencilla y uniforme 9 • lo que el emperador puede acometer en su fantástica
Inglaterra queda un tanto al margen del urbanismo carrera.
barroco; en cambio, algunas composiciones de este pe- Pero el impulso estaba dado y años después aparece-
ríodo anticipan las tendencias que prevalecerán en el ría el artífice capaz de llevarlo a cabo. Nos referimos
neoclasicismo. La gran ciudad balneario Bath creación al prefecto Haussmann, que llegó a la Alcaldía de París
genial del arquitecto John Wood, es un~ de e;tos casos. en 1853. La labor de este hombre es colosal, y lo rea-
Su geométrica organización, a base de plazas circulares lizado en un plazo de veinticinco años parece inverosí-
y semicirculares ( crescent), la estricta uniformidad de mil. Sólo una tenacidad sin desaliento y unas dotes de
sus edificaciones y el clasicismo de sus fachadas ligan administrador excepcionales pudieron lograrlo. Urbanís-
perfectamente esta ciudad de la segunda mitad del si- ticamente hablando, Haussmann es un conservador y
glo XVIII con los conjuntos urbanos en gran escala de sigue la línea estética del barroco con sus alineaciones
John _Nash en Londres, la urbanización de Regent Park, y grandes perspectivas. Haussmann no trazó ninguna
por eJemplo, que es una de las mejores realizaciones del avenida sin contar con un fondo arquitectónico, con un
neoclasicismo. edificio monumental que cerrara la visualidad. Tuvo el
En Roma, el barroco enlaza con el neoclásico en la talento de aprovechar todos los edificios singulares de
«sistematización» de la plaza del Pópolo, obra de Giu- París y cuando no los había el de crearlos, como sucede
seppe Valadier. San Petersburgo es, entre las grandes con la Opera de Garnier. A la vez que embellecía la
ciudades, aquella en donde el barroco tardío y el neocla- ciudad, abría comunicaciones vitales en una aglomeración
sicismo se asocian para formar conjuntos de sorpren- que empezaba a crerer desmesuradamente. Estas comu-
dente amplitud y monumentalidad. La plaza del Senado nicaciones tenían también un valor estratégico. Se ha
o de Pedro el Grande, concebida en tiempos de Cata- insistido mucho sobre que uno de los objetivos de Hauss-
!ina II para colocar la estatua del fundador de la ciudad mann era de índole policíaca: poder acudir rápidamente
obra genial de Falconet, es el foro de San Petersburgo: con la fuerza allí donde se producía un motín o un
Junto a ella, la plaza del palacio de Invierno amplía el disturbio cualquiera.
centro monumental, que tiene por punto focal el edificio El París del barón Haussmann, con sus grandes ave-
del Almirantazgo. Tres grandes vías radiales convergen nidas radiales herederas del barroco, con su arquitectura
en la torre del Almirantazgo: la perspectiva de la As- estrictamente uniformada, siguiendo la estética neoclá-
censión; la perspectiva del Almirantazgo y la famosa sica, que sólo podía alterarse en los edi~cios singulares,
perspectiva Nevski. Alejandro I, ya en plena época neo- es el mejor ejemplo de la opulenta cmdad burguesa
clásica, completa la obra de Catalina. del siglo XIX, de la Ville Lumiere.
En el París neoclásico, es decir, el de Napoleón I, Entre los pocos conjuntos neoclásicos que se llevaron
abundan más los proyectos que las realizaciones. La a cabo, deben figurar algunos de la ~i~dad de Munich,
apertura de la Rue Rivoli, los comienzos de la ordena- que conoció un grandioso desenvolv1m1ento urbano_ en
los reinados de Luis I y Maximiliano II. La Karohnen
9
El lector que dese<: conoc!!r algo m_ás del urbanismo español de Platz y la Konigs Platz, trazadas por Von Klenze entre
esta época puede acud1r al hbro ya c1tado Resumen histórico del
Urbanismo en Esoaña. Madrid, 1954 y a la' reciente publicación de 1854 y 1862 y rodeadas de edificios ~e~clásicos,_ c?~o
E. A. Gut~ind, Vrban dcvclopment in soutlzerP Europa: Spain and los Propileos y la Gliptoteca y la romanuca Max1m1han
Portugal. New York, 1967.
Chueca Goitia, 6
'
162 Lección 7 La ciudad barroca 163
de todos los esfuerzos dispersos e inconexos de los in- movidas por energía hidráulica y, por consiguiente, no
dividuos, guiados por el incentivo de la ganancia peco- se hallaban concentradas en puntos determinados sino
marta. extendidas a lo largo de corrientes fluviales en los' sitios
En la misma tendencia, Adam Smith, abogado de la en que .era posibl; el esta?lecimien~o de molinos, para
?Olítica del laissez /aire, aparece como el padre de la c~nsegmr la en:rgta requenda. Las mvenciones se suce-
economía capitalista del período liberal. Con anteriori- dieron con raptdez y la producción fue enormemente
dad incluso a la máquina de vapor, descubierta por Watt aumentada gracias a la gran cantidad de trabajadores
en 1775, ya se inicia un desarrollo industrial de ver- e~pleados, qu~ P.o,dían ocuparse de las diversas opera-
dadera importancia que tiene una de sus bases en la Clones de fabncac10n. Como dice Adam Smith lo único
subdivisión del trabajo. que li~ita o condiciona la subdivisión del trabajo es la
Según el propio Adam Smith, «el mayor avance y per- extens10n del mercado para dicho trabajo. Si no existe
feccionamiento de la potencia productiva, y la destreza, un merca?~ ~?ficientement.e amplio, es imposible llevar
habilidad y buen juicio con que esta potencia debe ser esta subdtvlSlon del trabaJo a los límites tan estrictos
dirigida o aplicada, parece que ha sido consecuencia de a que ~e llevó en la economía capitalista. Por ejemplo,
la subdivisión del trabajo ( division of labor)». De el carpmtero d~ un pu~blo se verá obligado a realizar
acuerdo con el conocido ejemplo de Adam Smith, diez todo~ !os trabaJos relac10nados con la madera si quiere
personas reunidas en un taller para la manufactura de subs~sttr en tan pequeño mercado. Tendrá que hacer de
alfileres y repartiéndose las diversas operaciones de este carpmtero de armar, de ebanista. de tallista, de cons-
trabajo son capaces de hacer 48.000 alfileres en un t~ctor de carros o de ventanas. Este mismo carpintero,
día. Por consiguiente, cada persona, haciendo una décima sm embargo, en una gran ciudad podría dedicarse a la
parte de ese trabajo, se puede considerar que fabrica al construcción de un solo elemento, que luego podrá tro-
día 4.800 alfileres. Sin embargo, si un individuo tuviera c~r en el. mercado por los productos que necesite, obte-
que hacer solo y aisladamente todas las operaciones, se- mendo stempre una ganancia efectiva, ya que dedicán-
guramente, dice Smith, no podría ni siquiera realizar 20, dose a la, const:ucción de un solo objeto su producción
posiblemente ni uR- alfiler en un día 1• aumentara considerablemente. Por consiguiente el des-
La subdivisión del trabajo fue no solamente la que a~r?llo industrial, para que prosperara, tuvo que coin-
permitió este desarrollo cuantitativo, sino la que asimis- ctdtr , co.n la extensión cada vez mayor de los mercados
mo dio origen al desarrollo y al perfeccionamiento de las e~onomtcos. Pudo desarrollarse el industrialismo britá-
máquinas, ya que un hombre ocupado constantemente, mco de los textiles gracias precisamente al imperialismo
a veces toda la vida, en ejecutar una operación mecá- que había abierto un ancho mercado para todos esto~
nica, acababa por encontrar el sistema de facilitarla me- productos.
diante nuevos dispositivos o mejoras sustanciales en la Con la aparición de la máquina a vapor pudo lograr-
maquinaria existente. s; una conc~ntr~ción industrial en forma tal que favore-
El industrialismo se desarrolló primeramente en In- cta extraordmanamente la producción en masa. Antes
glaterra, y sobre todo en la industria textil, para la como hemos dicho, las industrias textiles estaban situa~
cual el clima y otras condiciones del país eran altamente das a 1? largo de los cauces fluviales de manera que, sin
favorables. En un principio las fábricas textiles eran estar dtspersas del todo, estaban repartidas longitudinal-
mente. Ahora, .~on la máquina de vapor, podía lograrse
t Adam Smith. The Wealth o{ Nations. Ed. por Edwin Cannan.
University Paperbacks. London. 1961. Vol. I, pp. 8, 9. una concentrac10n puntual, es decir, agruparse las fac-
168 Lección 8
La ciudad industrial 169
torías en . SI~Ios determinados, lo que dio lugar al fabu-
loso crecimiento de las grandes ciudades industriales. aquellos que reunían condiciones naturales y estaban,
Ma~cheste~, que .en 1760 tenía entre treinta y cuarenta además, equipados con grúas, depósitos, apartaderos de
Y cmco mil habitantes, en 1800 creció, gracias al em- ferrocarriles, etc. Por el hecho de haberse concebido
pleo de la máquina de vapor, hasta alcanzar setenta mil con clarividencia en el siglo XVIII la importancia que
habitantes, de los cuales diez mil eran emigrantes irlan- para Liverpool habían de tener los muelles, mercados
deses, atraídos por el desarrollo industrial de la gran y depósitos portuarios, esta ciudad obtuvo un lugar
urbe. En 1830, la inauguración del «Manchester and primordial en el comercio. Al mismo tiempo, estos cen-
Liverpool Railway» trajo otro considerable crecimiento tros de comunicación, adonde acudían las materias pri-
urbano. Hacia 1850, la población contaba con cerca de mas, el capital y mucha población desocupada, vieron
cuatrocientos mil habitantes. Así creció una de las pri- crecer industrias cuyas perspectivas económicas eran más
meras grandes ciudades industriales. favorables que en otros lugares.
Jun~o. ~on la división del trabajo, la mecanización y No hay que perder de vista que uno de los factores
la posibilidad de obtener fuentes de energía, el desarro- importantes que el nuevo sistema de producción en masa
llo de los medios de transporte fue otro de los factores reclamaba era el suministro de trabajo humano, tratado
fundamentales para que prosperara el industrialismo y, casi como una mercancía en esta primera época, áspera
con ello, los grandes centros fabriles. El transporte era y seca, del industrialismo. Era necesario tener a dispo-
precisamente el instrumento que permitía la expansión sición un amplio stock humano, y cuanto más desvalido
del mercado económico, imprescindible para esta pro- y miserable. mejor, ya que podía contratarse su trabajo
ducción en masa. El sistema industrial dependía del en condiciones más favorables para el patrono. Sabida
transporte, tanto para la aportación de materias primas es la utilización de la mano de obra por un jornal de
como para la distribución a los consumidores del pro- hambre, no sólo de estos miembros desvalidos de la
ducto terminado. Antes de la invención de la máquina sociedad, sino de los niños y de las mujeres, a los que
de vapor el transporte pesado tenía que servirse de las podían pagarse jornales irrisorios. El procedimiento más
vías marítimas y fluviales. Es bien conocida la impor- !
sencillo para rebajar el costo de un producto era, indu-
tancia que tuvo para el desarrollo de Nueva York la dablemente, rebajar los sueldos de los obreros. «A fin
apertura del canal de Eirie, que une el puerto de Nueva de tener el exceso necesario de trabajadores para hacer
York, de condiciones naturales extraordinarias con el frente a las demandas extraordinarias de las temporadas
interior del país, y que permitió el crecimien~o de la activas, resultó importante para la industria instalarse
gran ciudad comercial y portuaria antes del nacimiento cerca de un gran centro de población, pues en un pueblo
del ferrocarril. Las ciudades con puerto, debido a las el tener que mantener a los perezosos podía recaer di-
facilidades que éstos proporcionaban al comercio, adqui- rectamente sobre el fabricante. El ritmo fluctuante del
rieron un desarrollo inusitado, llegando a ser centros mercado fue lo que determinó la importancia del centro
·de conjunción de las principales vías, tanto marítimas "' urbano para la industria. En efecto, para que los nue-
vos capitalistas pudieran tener los sueldos a un bajo
como terrestres. Así crecieron Liverpool, Londres, Ham-
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burgo, Amberes, Nueva York y Baltimore. Con el au- nivel y hacer frente a cualquier demanda imprevista de
mento de calado de los grandes barcos movidos a vapor, (
productos, era necesario contar con un exceso de obre-
!
los pequeños puertos cayeron en desuso, absorbidos por ros mal pagados. En otras palabras, la cantidad suplantó
a un mercado de trabajo eficientemente organizado. La
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-"
170
Lección 8 La ciudad industrial 171
aglomeración topográfica er .
de producción bien regulada u~ sustituto para un modo cenes, los tinglados portuarios y todos los elementos que
De este modo, era natur~J . ue n coadyuvan a los instrumentos de producción, pasó lo
ran los nuevos centros f b "1 q o solamente crecie- mismo. Se estableció todo, sin ningún plan orgánico,
las de origen minero co~ n des o alquellas ciudades, como siguiendo la ley del mínimo esfuerzo, ya que se consi-
tos · 1 ' oca as a lado d 1 · · deraba que todo aquello que facilitara la promoción in-
' smo as mismas ciudades . e os yactmten-
tales. del período barroco a antiguas, las grandes capi- dustrial era de por sí bueno para el bienestar y progreso
Rr~cisamente aquel exce;oy deque
~ttl en determinadas ocasio Pf
bl ~~as s~ encontraba
aci?n miserable tan
de las naciones. Sólo mucho más adelante se compren-
dería lo erróneo de un planteamiento originado por una
tiempo, estas ciudades reu ,nes a fabrt_cante. Al mismo visión simplista y de corto alcance. La violenta apropia-
r~lacwnes con el poder p l~a~ la ventaJa de facilitar las ción espacial llevada a cabo por la industria supuso para
CIOI?es bancarias y con las ob~~co cdntral, co~ las institu- la estructura urbana una verdadera catástrofe, mientras
anttguo estaba su sede A , sas , e_ comerciO, donde de que a los pocos años no representaba tampoco ninguna
una manera industrial l~s s_I, desd logtco que crecieran de ventaja para ella. Claro está que tampoco podemos re-
Berlín y otras mucha ciu a es como París, Bruselas prochar a una época una falta de visión que solamente
s que no h b' · ·d '
por 1a revolución industri 1 . a tan SI o originadas a posteriori puede considerarse como tal. Ahora estare-
de importancia. Por con . a. nt tampoco eran puertos mos, y sin duda estamos, cometiendo otros errores que
revolución industrial afec:t,gmente, puede decirse que la se reputarán así a la altura de los acontecimientos que
arrollo urbano Nos f ? en vasta escala a todo el des- han de sucedernos y que ahora somos incapaces de
. d d . re enmos dar , 1 medir.
cm a es cuya población exced' do esta, a as grandes
tantes. Pocas son las ciudades Id e los 10~.000 habi- Con las factorías y todos sus establecimientos anejos,
~odo en los países de econ , e :sta magnitud, sobre destacan en la ciudad industrial los llamados barrios
ayan sido profundament ofta mas avanzada, que no obreros, construidos por la ineludible necesidad de al-
de circunstancias que he a terlaldas por este complejo bergar a la mano de obra. En sus principios, estos barrios
dustrial. emos amado revolución in- obreros, que los anglosajones llaman slums, se desarro-
-~st_a revolución, como hemos . . llaron en condiciones verdaderamente ínfimas para la
deJo mermes las ct"udad lrepettdo sucesivamente vida humana. Son una de las lacras que más afean a la
es ante a f , d '
~entos de la producción La' f u:ama e los instru- ciudad industrial, una página verdaderamente siniestra
nas y señoras del suelo urb s actbonas fueron las due- en los anales de la habitación del hombre; la constante
en el punto más con . ano y su urbano. Se colocaban pesadilla de filántropos y reformadores sociales. En los
veniente y m, f' .1 d
para su servicio Si . as aci e encontrar ~ diversos países tomaron formas y características dife-
, .
t ermtca, . era necesano est bl J rentes, pero en todos tenían de común una fría y atroz
para eso estab 1 a ecer una central
' an as márgene · d" J regularidad y una gran densidad en cuant~ al aprovecha-
nos, aunque luego el humo 1 s mme tatas de los
_trozaran parajes que podían yh eb aca~reo del carbón des- miento del terreno. Con el criterio del más seco utilita-
natural. Así se colocaron la a er lstdo de gran belleza rismo, se sacaba el mayor partido del suelo, prescindien-
va y ork y de Londres. s centra es térmicas de Nue- do de espacios libres y patios. Son famosos los primeros
con 1as estacwnes
·
de ferrocarril 1 d k
slums neoyorkinos: las filas de casas del «Railroad Plan»
' os oc s y alma- de 1850 con pocas luces a la calle y a· un infecto patio
2 L. Mumford L
Buenos Aires. ' a cu1tura de las ci d d trastero. La mayoría de los habitantes carecía~1 de luz y
u a es. T. I, p. 266. EMECE.
ventilación. A esta solución inhumana siguieron otras
172
LK LK
Lección 8
materias primas: minas, bosques, etc. Los que allí habi
taban, en cabañas y chozas, no tenían derechos civiles ni
instituciones ciudadanas de ninguna clase. Vivían suje.
tos a la tiranía de un agente de la compañía, del que de-
pendían para todas sus necesidades.
En España, el retraso industrial durante el siglo xrx
evitó el nacimiento de las «ciudades carbón» 3, desarro-
lladas de la noche a la mañana en la Europa industrial y
estosNombre
ambientes.
tomado de la novela de Dickens Hard Times que pinta
179
La ciudad industrial
178 Lección 8
. d d 5 200 metros. Esta, que supone
tín, en ~na .l~:mgtt_? .e. . de Es aña al urbanismo en el
la contnbuc1on. das <:ng~fmada e~ el extranjero que por
o gentes de ocupacwn incierta. Como durante un tiem-
po apenas existía en Madrid una población obrera, es-
trictamente hablando, se trataba más bien de una pobla- siglo XIX, ha S1 o ras ela la de la Ciudad Lineal, que
ción artesana, a la que la misma vivienda servía muchas nosotros. Es un~d drd~ circunstancias análogas a tod~s
t:s, ·~~iar~;~r~':e
1
veces de taller. En Fortunata y Jacinta, Pérez Galdós r:suelve las conmtaunq~=ci~ne:o~~~p~~~ v¿:
hace una pintoresca descripción de una casa de corredor (hay que tener en cue l
en la calle de Mira el Río, cerca del Bastero. Es una de uruca . 1 móvil)· que permite una pro on-
Soria es anter~or a auto '1 · ·d ad en estrecho con-
las casas que el novelista llamó de «tócame Roque», . , · d fi 1da. y que pone a cm .
generalizando el nombre popular de una famosa de este gacwn m e n ' carácter lineal no permtte
tacto con el campo, ya que su
tipo que existió en la calle del Barquillo. En aquellos
patios de corredor, con la algazara de los chiquillos, los
gritos de las comadres y las disputas matrimoniales, se
mezclaban los martillazos de los zapateros, el convulsivo
tiquitique de las máquinas de coser, el repiqueteo de los
caldereros, los soplidos de la pequeña fragua, el ronqui-
do de la sierra; la vida y el trabajo a la vez, en la· rui-
dosa algazara. No eran estas casas, a pesar de sus ínfimas
condiciones, las siniestras y lúgubres moradas de los tra-
bajadores industriales, de los esclavos de las máquinas.
Andando el tiempo, también en España surgirían in-
tentos de mejorar las condiciones del trabajador, tratan-
do de proporcionarle una vida más salubre y humana.
. 1 · dad (Dib del autor).
La preocupación por fomentar la vivienda obrera crista- Fig. 65. Stalingrado. Croquis esquemático de a cm .
lizó por primera vez en la Ley de junio de 1911.
. , d d' 6. aciones de espaldas a él. Hoy
La congestión y las condiciones de vida, cada vez más la concentracton e. ~ 1 e d defenderse con ca-
precarias, en las ciudades modernas, sobre todo en aque- en día es una solucton que no p:~t: ara su aplicación
llas fuertemente industrializadas, invadidas por el humo rácter universal, pero esto no. ~amosporgullosos de esta
de las fábricas, amenazadas por los peligros de una cir- circunstancial y para que nobs st? o decimonónico 4. En
culación intensa, sin sosiego por la ruidosa civilización contri'buc1on
· , _nuestra al, l ur amsm . 1
1 · , n de la ciudad lmea
mecanizada, llevaron en todo el mundo a una nueva va- 1930, ~ilyutm a?lop~~side~~i~ct~ino industrial) para ~a
lorización de los ambientes campesinos y de la vida su- (de caracter no so 0 d S d. arece que no sm
burbana, siguiendo un~ tendencia que todavía perdura. planificación de Stalingra o.l. e ltci~pYiJ¡ó que la ciudad
Ruskin, Carlyle, Dickens, Engels, Geddes y Howard son , e esta estructura mea .
razo?, qu or los alemanes en la úluma guerra.
algunos de los más conocidos apóstoles de esta reincor- pudtera ser to~ada p 1 bles de dar una estructura or-
poración a la naturaleza. En España no debemos olvidar Salvo estos mtentos oab . del siglo XIX se atie-
un intento muy considerable llevado a cabo por Arturo gánica a la ciudad, los ur amstas
Soria y Mata en 1882. Nos referimos a la Ciudad Li- .
·
Carlos Flores, Arturo Sona y
la Ciudad Li-
neal, situada a siete kilómetros del centro de Madrid, 4 George ~· Coll.ms ~ Occidente Madrid 1968.
neal, Editonal Revista e •
y que va desde la carretera de Aragón al pinar de Chamar-
181
180 Lección 8 La ciudad industrial . d
b 1 arcelación y esumar e
nen en la mayoría de los casos al trazado de cuadrícula solares podía llevar'~ ca o f~t~ro rendimiento; las eds-
con aridez y monotonía exasperantes, · consecuencia de una manera matemauca su f, elles y al replanteo e
un espíritu estrictamente utilitario. Hemos visto que la crituras de compraventa í:an as:ba 1~ mismo. Los po~tu
cuadrícula apareció en los trazados hippodámicos como los lotes sobre el ter,rer}?b rai no podían coartar el h~re
resultado del racionalismo griego; que luego la utilizaron lados de ~a economta 1 .e to del suelo, como _lo hal:>lan
los romanos por razones militares y por necesidad de la y exhausuvo aprovec~amten rcas del «despousmo tlus-
colonización, como lo hicieron después los españoles en hecho, por ejemplo, fs ~od:des a un plano de esplen-
América. En el siglo XIX se vuelve a emplear, pero por trado», que eleva~on as clu
otras causas: exclusivamente por motivos de economía dor y magnificenc~a ~otabless.arrollado como palanca ~~r~
utilitaria, de especulación de terrenos. En Grecia, en El régimen capttahsta, de aturales se uuhzo
. de los recursos n d'
Roma, en Hispanoamérica, estos trazados en cuadrícula, el aprovechamiento 1 . ' del suelo. Gran es campa-
monótonos e indiferenciados, estaban compensados por también para la ex_p o_tacton ntraron en juego, y los va-
la existencia de centros cívicos dominantes, el ágora, el ñías o grandes captta~Istas e roporción antes descono-
foro, la plaza mayor. En el siglo XIX el trazado se ex- lores del terreno c.r:ctero:;,de~ci~a por el aumento de
tiende árido e igual, sin centros dominantes y sin espa- cida. La con~esuon p de los solares, que a la vez, por
cios libres. Sólo domina el ansia rapaz de aprovechar población elevo el valor h más cicateramente. Se
todo el terreno al máximo. Las calles son todas iguales, ser más caros, se aprov~c. arenque sólo favorecía a los
produ¡o as un círculo vtctoso
para de esta manera poderse cotizar igualmente. Cuando . í
la repartición del terreno es desigual, es porque domi- especuladores. H t ( 100 years of Land Va-
na la función. No debe ser igual el terreno para un sec- Un estudio de Ho~mer. oyf Chicago Press. Chicago,
tor representativo, para uno comercial o para otro de lues in Chicago. Un_tv~rsi~Y del valor de las 211 cuadras
viviendas. Cuando la repartición es igual, es porque solo 1933) nos da e~ cdredtmie~eo ha sido el siguiente:
cuenta la pura posesión, indiferente de la función. que ocupa la cm a Y q $
Durante el siglo pasado, a la vez que se formaban los Años
grandes capitales de la industria y del comercio, surgían - 168.000,-
los de los especuladores en virtud del crecimiento de las 1833 .. . . . . .. .. . . .. . .. . .. . 10.500.000,-
ciudades. Enormes fortunas se cimentaron sobre esta es- 1836 ················· ············· 1.400.000,-
1842 . .... .. .. .. .. .. .. ........ .... . 125.000.000,-
peculación de terrenos, que en pocos años dejaban de 1856 .. .. .. . .. .. .. .. .. . .. ... .. 60.000.000,-
ser tierras de labor para convertirse en solares. Estos 1861 .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . .. .. 1.000.000.000,-
especuladores del suelo dieron lugar a la ciudad inorgá· 1897 .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. 5.000.000.000,-
nica, a los ensanches inorgánicos del siglo pasado. Cual- 1926 .. . .. .. .. .. . . .. .. .. .. .. .. . 2.000.000.000,-
quier otra solución funcional que no hubiera sido la sim- 1932 .......................... h. . do frenado solamente
ple cuadrícula habría dañado a sus intereses. Si todas El movimiento asc~ndent: aer~ a estos períodos .~e
las calles no eran de tráfico y aproximadamente de la por depresi?nes o~ast~d~l~=~e~te otros de r~cup~~aetdn
misma jerarquía, los valores del terreno se verían peli- depresión stguen mm d perar una modtficacton e
grosamente afectados. Para una época que apresurada- e inflación. N? se pue a~t~:es del estudio--, a ~en~s
mente parcelaba, vendía y construía barrios enteros, nada este cid? _--dtcden~~dad de la población con un cnteno
podía ser más simple que el trazado de la cuadrícula. que se hmlte la d' d disposiciones legales.
Cualquier oficina municipal o cualquier negociante de funcional, por me to e
.,
183
182 Lección 8 La ciudad industrial . .,
·u luz existe la vactlacton
El laissez faire, que en la Edad Media había dado los slums por debajo de la vt a n formación, los aspec-
lugar a ciudades espontáneas, pero orgánicas, tanto por y la inexperiencia de ~na c1ase ~a cruel explotación del
su lento crecer como por el predominio del instinto vital tos sórdidos y mez'f:nnoFre~t: a estas debilidades quel'
que les dio forma, produjo, en cambio, en el siglo XIX, hombre por el hom. re. te trabajan y corroen a ~
una sustitución del organismo biótico por el mecanismo más o menos consclentemen . ' afirmando con segun·
inorgánico. Es que a la libertad individual, que opera sociedad burguesa, ésta .r~ac¿on:us valores más sólidos.
indistintamente en cooperación progresiva con otras in- dad y energía la expreston ~entras representativos, en
dividualidades, se superpuso la voluntad de una sola La ciudad b':rgue~\ end su:lto nivel social, expone e~tos
«compañía» que, amparada por la fuerza del dinero, po- sus zonas restdencla es e bles coherentes, en arquttec-
día actuar en gran escala. Los postulados del utilitaris- valores en estructur.as aes~~ otr~ designio, quieren hacer
mo y de la libre competencia, ofrecidos como instrumen- turas que, por encl~ .d d
tos a la voracidad de los especuladores, produjeron los valer y afirmar su dign! ~ . del siglo XIX tiene un fun-
aspectos negativos del urbanismo decimonónico, destruc- Si el ec!ecticismo arus!tlüstoricismo y en un nuevo
tor de la evolución biológica de la ciudad a través de damento mtelectual en. e también otro en la persona-
los siglos. concepto del pasadl, tld~minante. Esa dignidad, esa ho-
Pero no sólo eran estos aspectos negativos los que lidad social de la e ase. b or encima de todo el b~~
empezaban a caracterizar la transformación de la ciudad norabilidad, a que as~tra a p ada de una manera factl
en el siglo XIX. Al lado de la ciudad industrial se levanta gués, se la ofrecía m:J~r ~el n asado. Para sus ~rande_s
orgullosa la ciudad de la burguesía liberal, deseosa de y asequible, el prestlgto Jamentos ministenos, tri-
demostrar el poder y las esclarecidas luces de una clase edificios públicos, templos, pa 1 s co1~mnatas clásicas
dominante. Podría decirse que el árbol frondoso de las useos etc. a 1 i
bunales, teat;o.s, m e~ ula~ barrocas, eran a go as
más bellas estructuras urbanas burguesas hundía sus raí- las agujas goucas, las ~ de limpieza de sangre. Po-
ces en las zonas subterráneas y turbias de los slums, de como una hono~able pr?eo:a de la historia se construye-
los pavorosos suburbios industriales donde se hacinaban siblemente en mng~~a ep en el siglo XIX. .
los trabajadores. De aquellas tinieblas, como de las pro- ron más iglesias goucas ~: los barrios residenoa-
fundidades de la tierra, provenía la savia que luego Una cosa análoga suce lO codn -dice Giuseppe Sa-
fructificaba en grandes avenidas resplandecientes de luz, Basta recor ar 1 · · o
les más el egantes. « . 1 difusión del ec ectlClsm
en plazas ornamentadas con los monumentos a los gran- moná e~ un libro re~t:ntebas~do en la idea . de poder
des líderes del progreso, en grandiosos edificios repre- pretenciOSO y anacr?m~o, un estilo apropiado o es-
sentativos, en palacetes y zonas residenciales que res- caracterizar cada ed~ficd cd~ formas arquitectónicas ~el
piraban desahogo y distanciamiento. La ciudad, partida quemáticament~ der¿vaho más decorosa la casa y ana-
en esta cruel dicotomía, era la mejor imagen de las pasado, con objeto he acb~rdad de la familia» s.
contradicciones de la burguesía liberal. Una fe decidida dir distinción a la bonora , 1 no hubiera sustituido a la
en el progreso, en la inagotable potencialidad de los En efecto, si la ~rguestda la soc·t~dad acaso el eclec-
medios de producción, en las conquistas cívicas de un . 1 bterno e · '
aristocraoa en e. go .do lugar' o por lo menos. su
Estado que ha alcanzado, por fin, una ética estable ba- ticismo no hubtera . tem. fi . ente menor. La ansto-
sada en la igualdad de derechos, eran los aspectos posi- 11 h biera smo m mtam
desarro O U . della citta. Bari, 1960.
tivos por los que la burguesía liberal se sentía justamen- L'urbanistica el'aventre
S Guiseppe samoná :
te ufana. Pero por debajo de todo esto, como existen página 37.
r 185
184
La ciudad industrial . lo de lo
Lección 8 .' lgunos fracasos. EJemp
zaciones, pero tat?b 1~? a e'e de París: Louvre-
erada no necesita del pasado. Por eso, artísticamente ha· rimero la organ~zacton dellu:~os}Plaza de la Estre~a.
blando, la postura histórica de la aristocracia ha sido
esencial111ente renovadora. Quien más estima los perga.
~ullerías-Concordta-C~n;tPO\ ero todavía fragmentana,
Sobre una base tradtctona 'dp ión única en el mundo.
el siglo XIX c~mpldetó ¿.na ifica~~;~, de regula~idad y dde
minos y las ejecutorias es quien no los tiene. El eclecti-
cismo arquitectónico fue un despliegue, muchas veces Aquí el prunto e tgn 1 tema como antllo al de o.
empalagoso, de títulos de nobleza recién adquiridos, de- amplitud de escala se ~dapta ? ción» de la isla de Notre-
masiado frescos. La nueva y poderosa burguesía los ex- Sin embargo, en la ~<sts~emat~~saron. Un exceso de regu-
hibió con esa falta de pudor y de medida propia de los Dame los mismos cntenrd fd de escala privaron a la
nuevos ricos. laridad, de monumenta 1 a ~o io la empequeñecier?n.
Sin embargo, estos honorables sectores de ciudad, que catedral gótica de su entorl~t erfsan~hes y a las urbamza-
podemos llamar burgueses, son, desde el punto de vista En lo que se refiere a . , iguieron sobre todo
del urbanismo, verdaderamente excelentes 6 • La burgue- 'd . l tambten se cons ' , .
dones resl encta es, 1 ran especulación, exttos no-
sía liberal se acreditó como gran constructora de ciuda- antes de que empezara a gbur uesía opulenta, con sus
des; y si sus creaciones artísticas individuales no rayan tables. Los palacet~s dd la ro~eados de jardines, bor-
a gran altura, supo organizar admirablemente las ciuda- volúmenes proporcton~dos y b ladas cuentan entre las
des que son y deben ser empresas colectivas. Después
deando amplias avem. as ardel sigl~ XIX. Sin emb?rgo,
de los urbanistas ochocentistas, que tienen logros positi- más afortunadas creaciOnes iniciados ya sufneron
estos barrios residenciales. ~pe~~~ trajo como consecue~
vos en su haber, los que han venido después no han
sabido encontrar el camino. Está más que probado que el impacto de la especu. ac10d, los volúmenes edificados .
las generaciones últimas son impotentes para lograr dar cía el aumento progrestvo e
coherencia a un tejido urbano que satisfaga a la par las . 9 (2. ép.) pp. 330-332.
Números 8 Y · '
exigencias funcionales y las necesidades de una vida cí- 7 Revista de Occidente.
vica, plena y activa.
La ciudad del ochocientos, en cambio, lo consiguió,
tanto cuando operó sobre los antiguos núcleos represen-
tativos del centro de las ciudades como cuando abrió
cauce a los nuevos barrios residenciales en los llamados
ensanches. Sobre los núcleos antiguos se actuó muchas
veces con energía, pero siempre con respeto a los traza-
dos tradicionales, lo que evitó que se perdiera la ade-
cuación entre trama urbana y forma de vida que es esen-
cial para constituir un verdadero organismo ciudadano.
Como casi siempre que se trata de realizaciones urbanas
decimonónicas, el impulso reformador se cifra en el de-
seo de dignificar lo existente, dignificación que equivalía,
con demasiada frecuencia, a una regularización y a una
ampliación de escala. Así se consiguieron grandes reali-
6 Véase el elogio de los barrios madrileños de esta época en mi
libro El semblante de ruaarta.
Lección 9
La ciudad del presente. El urbanismo en expansión La ciudad del presente 187
Cuadro 1
. El gran desarrollo de las ciudades y de las formas de Por este cuadro nos damos cuenta de que los conti-
vida urbana es uno de los fenómenos que mejor carac- nentes más urbanizados son los más modernos, Austra-
teriza nues~ra civilización contemporánea. La ciudad, ya lia y Norteamérica. En cambio, Europ.a ~resenta un. por-
centa'e menor, sólo el 19 %, lo que mdic~ la. pe~s:sten
cia e~ este continente de la homogénea distnbuciO': de
lo hemos VIsto, no es un hecho nuevo. Lo que si resulta
a!go nuevo es la transformación verificada a lo largo del
Siglo pasa~o y en 1o que va de éste, que ha tenido por la población, que tuvo, y aún tiene una ~ase agran~, ~
consecuenCia que una población mundial predominante- también el hecho de que en Europa existan multttu
mente rural se vaya convirtiendo en otra predominante- de ciudades pequeñas. . d
mente urbana. En cambio, en regiones nuevamente colomza as, como
Europa, que hacia 1800 tenía una población urbana Australia, la población se ha asent~do en. un grupo de
que no pasaba del 3 %, ha alcanzado ya el 50 %. Los des ciudades que absorben cast la mttad de la po-
~~tados Unidos, que en 1800 contaba con una pobla- gbrlan., total Esto puede ser debido a varias causas: a
di.a1m.ente u rbana
uacwn
e nuestra ·cultura de hoy es pnmor
·
Cion urbana que representaba el 6,1 % de la total den
años más tarde llegaba al 39,7% y en 1960 al 69:9 %.
Antes de 1800 sólo había 21 ciudades en todo el
i los colonizadores, llevados de su ex~e~tenCia
,
en el pats
de origen, transportan sus propios ~abttos al nue":o; a
mundo que pasaban de los 100.000 habitantes, y todas que las condiciones de la vtda col?mal favor~cen 1~ -Eon-
en Europa. En 1927 Mark Jefferson registró la existen- centración en ciudades de la socteda?, domm.ante, o a
da ~e ~37 que pa,saban d~ las 100.000 almas y que, por que la imposibilidad de una penetracton contmua, Y ho-
consigUiente, podtan considerarse como grandes ciuda- mogénea del país, ~~n lo qw; esto supone de vtas . ? e
des. De estas la mitad en Asia y 90 en Norteamérica 1 comunicación, creacton de nucleos urban?s, educacton
1
Mark. Jefferson. •Distribution
del pueblo, etc., se sustituya por una. sene de ~randes
•
/tcal Revrew, 21. (1931) pp. 446-465.of the World's City Folks"' Geogra-
ciudades costeras verdaderas metrópolis y emponos del
186 comercio. Al fin ~ al cabo, esta ha sido la eterna manera
189
188 Lecci6n 9 La ciudad del presente
de colonizar, desde los fenicios y los griegos hasta nues- 20.000 habitantes vive en el mundo el 34 % de su
tros días. población 3 •
Para darnos cuenta del auge del urbanismo desde 1800 Según Pierre George 4 , se puede alcanza~ u_na vtston
a 1~3.~ en. div~rsos países del mundo, nada mejor que de la población urbana en el mundo clast~candola en
la VISion smtética que nos ofrece el cuadro siguiente 2 : diversos grupos que corresponden a porcentaJeS que sal-
tan de 20 en 20.
Cuadro 2 Por debajo del 20 % se clasifican regiones de vieja
civilización como la India ( 13 %) y China; países atra-
Nombre PorcentaJe de Número de
sados de Africa Eritrea, Somalia, etc., o incluso en
del POblación en arandes Población de arandcl
ciudades
Europa, una na~ión muy ruralizada como Yugoslavia
pals arandes ciudades ciudades
(16,2% ). .
1930 1800 1930 1800 1930
Entre el 20 y el 40 % se encuentran vanos paíse.s
1800
Gran Brctaila 49 10 SS 1 22.900.000 86S.OOO
europeos de estructura agrícola, pero con grandes capi-
Estados Unidos 4S o 96 o ss.ooo.ooo tales comerciales e industriales: Polonia ( 31 % ) Y Hun-
Australia 43 o S o 3.0SO.OOO
gría ( 36 % ). América Central, Sudamérica (salvo Argen-
Alemania 30 1 S3 1 19.9SO.OOO 200.000
Ar¡cntina 30 o 8 o 3.7SO.OOO tina) y Sudáfrica entran en esta categoría.
Canallá 22 o 7 o 2.320.000
Francia 20 3 17 3 s.62S.ooo 76S.OOO Entre el 40 y· el 60 % se encuentran los países eu-
ropeos como Francia, It~lia, Suecia,, la U~SS, etc. En
Italia 1S 4 22 4 6.175.000 800.000
Japón 14 o 21 o 9.200.000
Brasil 10 o 10 o 4.000.000 América los Estados Umdos, Canada y Chtle.
México 8 o 4 o 1.400.000
Rusta 7 1 31 3 11.000.000 soo.ooo Pasan' del 60 %: Bélgica, Dinamarca, Austria, Alema-
nia, la Argentina, Australia y Nueva Zelanda. P~r últ}-
Turquia 7 2 3 3 1.000.000 1.000.000
China 6 o 112 3 22.000.000 ?
India 3 o 38 o 11.900.000 mo Inglaterra se sitúa a la cabeza como el pats mas
urbanizado del globo, con un porcentaje del 80 %.
Más adelante Kingsley Davis e Hilda Hertz expresan
así el crecimiento urbano entre 1800 y 1950: Cuadro 4
20 a 30 % más de 30 %
Cuadro 3 Menos del S% S a 10 % 10 a 20%
.uo 000
400.000
bladas. Hacia el año 2000, cuando verosímilmente podrá diez años) y que algunas comarcas crecen a razón del
contar con 45 millones de habitantes, el 80 % vivirán 15 % todo ello en detrimento del mundo rural, queda
en ciudades, es decir, 36 millones. Los problemas del como 'escalón intermedio el de las ciudades medias que
urbanismo en expansión crecerán en progresión geo- pueden convertirse en el futuro - y así sea- en piezas
métrica. claves del organismo nacional. Según esto~ supu~st~s la
Según el censo de 1940, la población española se di- población española podría organizarse segun el stgmente
vidía en tres grandes grupos, sensiblemente equivalentes. cuadro:
Las ciudades mayores de 20.000 habitantes componían Cuadro 5
un grupo equivalente al 35 % de la población total;
las de 5.000 a 20.000 otro, que equivalía al 31 %; y 1900 (%) 1940 (%) 2000 (%)
las inferiores a 5.000 el último, que representaba el 34 %.
En el año 1900 estos porcentajes eran respectivamente
el 21 %, 28 % y 51 %. El grupo más permanente es el Ciudades de más de
50'
20.000 habitantes 21 35
de las poblaciones de 5.000 a 20.000 habitantes, grupo
Ciudades de 5.000 a
que supone un escalón intermedio entre la vida rural 20.000 habitantes 28 31 20
que desaparece y la vida plenamente urbanizada. Si lo- Menos de 5.000 ha-
gramos salvar, vigorizar y dar impulso a este grupo de bitantes 51 34 30
ciudades, podremos resistir mucho mej')r la hecatombe
urbanística que se nos avecina, podremos también salvar En un reciente trabajo de Angel Abascal Garayoa 5,
en la medida de lo posible y de lo compatible con el podemos estudiar la evol.ución de la ~oblación urbana
progreso y el desarrollo económico la estructura orgánica española en la primera mttad de este stglo con gran de-
del pasado y buena parte de un depósito cultural que talle. Podemos darnos cuenta de las corrientes migrato-
debemos a todo trance preservar si tenemos espíritu cla- rias del descenso de la población rural y del ascenso
rividente, pues a la vez que el mundo avanza a galope de Ía urbana según las regiones o las provincias y de
tendido hacia la uniformidad e igualitarismo de las so- los índices de crecimiento de nuestras ciudades. A este
ciedades industriales, también se despierta, conforme respecto es curioso comprob~r cómo .no s~n las grandes
aumenta la disponibilidad de ocio en las masas de una capitales las que crecen mas de pnsa, smo otras . que
afluent society, el deseo de encontrar mundos diferentes muchas veces están por debajo de los 100.000 .ha~ntan
e insospechados. tes. En este medio siglo las capitales de provmcta de
Nuestras pequeñas ciudades, que parecen tener unas más rápido crecimiento han sido: León (282 % con re-
ciertas probabilidades de subsistencia, pueden ser una lación a su población de 1900), Orense (265 % ), Las
tabla de salvación para que la marea del urbanismo mul- Palmas (244 % ), La Coruña (240,3 % ), Albac~;e
titudinario no lo anegue todo y para que cuando, sere- (233,8 % ), Salamanca (212,3 ~). y Sa~ Sebasttan
nadas las aguas, se piense que aquello que se destruyó (200,9 % ). En cambio las de creclmtento mas lento (al-
no era signo y expresión lamentable de caducidad y atra- rededor del 50 %) son Cádiz, Almería, Toledo, Cuenca,
so sino todo lo contrario, todavía quede algo de que Teruel y Huesca.
echar mano sin necesidad de impropias falsificaciones.
s Abascal Garayoa, Angel: «La evolución de la población urbana es-
Si se tiene en cuenta que las ciudades más importan- pañola en la primera mitad del siglo XX». Geographrca. Zaragoza.
tes crecen a un ritmo doble del nacional (20 % cada Enero-Diciembre de 1956.
Chueca Goitia, 7
194 Lección 9 La ciudad del presente 195
Si estas predicciones se cumplen, la población urbana di:;tinta condición. Siempre que estas previsiones se cum-
en España el año 2000 será el 80 % de la población plan, podrá, pues, permanecer esa zona intermedia de
total. Ya que se entiende que el límite de la aglomera- aglomeraciones proporcionadas, que pueden asegurar un
cwn rural está por debajo de 5.000 habitantes. Para los reparto menos inarmónico de la población y un asilo
americanos suele estar en los 2.500 habitantes y algu- seguro para determinados valores tradicionales.
nos autores franceses adoptan la cifra de 2.000. De todas maneras, lo que es el verdadero signo de
nuestro tiempo es ese formidable crecimiento de los
grandes centros urbanos antes desusado porque el avan-
ce demográfico general era mucho más lento y porque
ese plus demográfico no lo absorbían desproporcional-
mente las grandes ciudades. Hoy éstas crecen por sí mis-
mas (crecimiento vegetativo) y por absorción de la po-
blación rural. El resultado es que todas las grandes
ciudades han entrado en lo que yo llamaría una fase de
transformación incongruente.
La transformación es incongruente porque el ritmo
de crecimiento es muy superior a las posibilidades de
previsión de las autoridades, a su capacidad de asimilar
los problemas, y generalmente a su cortedad de créditos
para acometer las reformas de gran empeño que son las
que ayudan a crear nuevas estructuras eficaces sin mal-
gastar el dinero en reformas eventuales y de circuns-
tancias.
«El crecimiento de la comunidad -ha dicho Ander-
son- es usualmente un proceso que camina trecho a
trecho; aquí se construye, allá se derriba, aunque la ac·
tividad necesaria se demore. Las casas de una clase
social estarán fuera de toda proporción para las necesi-
Fi~. 67. Cre<:imiento de la población urbana española en la pnmera dades de otras clases. La provisión de servicios públicos
m1t~d del Siglo XX. C?mparación simultánea del crecimiento de las
cap1tales (curya ~upenor en trazo fino) y de las provincias sin estará retrasada con respecto a las necesidades. El ceti-
ellas (curva mfenor en trazo grueso). Cada división horizontal de
4 m~., representa un período censal. Un milímetro de escala vertical tro de la comunidad estará sobreconstruido, aunque se
eqwvale a un 5 por 100. Base igual a 100. (Según Abascal Garayoa). olviden las medidas necesarias para batallar con los pro-
blemas de circulación» 6 •
Pero aunque esta población urbana alcance el 80 %, La transformación incongruente comienza porque en
no cabe duda que no podemos considerar de la misma la ciudad se va acumulando una población constante de
manera la población que vive en localidades medias, en- emigrantes que azarosamente se distribuye en las fran-
tre los 5.000 y 50.000 habitantes, y la que vive en jas más miserables y abandonadas, invadiendo propie-
aglomeraciones que pasan de los 500.000 ó del millón
de: habitantes. Todos ellos son <mrbanitas», pero de muy 6 Neis Anderson. Urban Comunity. l1ondo de Cultura Económica.
México, 1965, p. 237.
tr:
196 Lección 9 La ciudad del presente 197
dades ajenas o zonas de inadecuadas condiciones urba- contrar alojamiento y se establecen en zonas vacías,
nas. Esto dio lugar a las llamadas bidonville de las ciu- hacen un pequeño pago al dueño, construyen juntos
dades francesas o argelinas, a las chabolas o chabolismo abrigos precarios de telas embreadas y pedazos sobrantes
español, a las famosas favelas brasileñas, a los ranchos de tablas con paredes de lata de petróleo ajustadas por
los bordes. De aquí su nombre de bidonvilles. Las auto-
ridades públicas no han podido abolir esta mancha de
las ciudades norteafricanas, ya que el flujo de la pobla-
ción siempre ha sobrepasado sus medidas. En Casablan-
ca, que tiene un récord nada envidiable, existe una
bidonville de más de 45.000 habitantes.» Hoy esta situa-
ción ha debido mejorar notablemente.
Estos barrios marginales serán para algunos el lugar
donde empezar a subir, mientras que para otros serán
el último escalón de un doloroso descenso. No cabe duda
de que en estos barrios se codea lo bueno con lo malo,
lo sano y lo enfermo, reservas de vitalidad que esperan
su momento y su franco ascenso a la vida urbana, llena
de estímulos competitivos para los fuertes, y despojos
miserables que arroja a sus playas el fracaso tras una
lucha inclemente. Aparte de esta población contradic-
toria de los que suben y de los que bajan, también exis-
ten tipos más estables, algunos de cariz poco recomen-
dable, vagabundos, malhechores, delincuentes, proscritos,
prostitutas, etc. Pero en general estos últimos están si-
tuados en franjas más internas, y pudiéramos decir que
están incorporadas a la ciudad, en los llamados barrios
bajos de una estructura urbana anterior, muchos de ellos
situados en zonas que la movilidad urbana hizo pasar
de unas clases sociales a otras. En zonas de transición
o deterioradas y que un día pertenecieron a grupos aco-
modados o pequeños burgueses, pero que al abandonar-
Fig. 68. Nueva York. Rockfeller Center. Un centro cívico planificado
se por ellos fueron bajando progresivamente los grados
y con personalidad en medio de la ciudad amorfa (Dib. del autor). de la escala social. Estos bardos bajos integrados al cen-
tro solían poseer también en España unas estructuras
venezolanos, etc. No hay ciudad en proceso de creci- propias, que son las conocidas casas de corredor, esce-
miento agresivo que no haya sufrido o sufra estas pato- nario del sainete y la literatura costumbrista de los años
lógicas manifestaciones. Como dice Roger Le Tour- castizos. Los sociólogos y urbanistas americanos descri-
neur 7 : «Muchos de los recién llegados no pueden en-
can lournal of Sociology, vol. 60, núm. 5, marzo 1955, p. 530. Apud
7 «Social Change in the Muslim Cities of North Africa•, en Amert. Neis Andcrson, op. cit., p. 253.
La ciudad del presente 199
198 Lección 9
ben estas habitaciones, que aparecen en toda Hispano- estrepitosa comadrería de una pequeña sociedad que
américa, sin conocer ni aludir a sus precedentes espa- vive en común entre pasiones, altercados, dimes y dire-
ñoles. Son las casas de vecindad de México, Centroamé- tes. Nada de lo que pasaba en aquel pequeño mundo
rica y Venezuela; los solares de Cuba, los conventillos podía quedar reservado y secreto. Todo era de todos Y
de Chile, la Argentina y el Uruguay, los corti~os del las más íntimas debilidades que el hombre esconde se
Brasil, etc. Veamos cómo los definen: «Este tipo de ventilaban en el patio. La ropa sucia no se lavaba en
viviendas pobres consiste en una serie de cuartos de una casa sino a la vista de todos y se colgaba en unas cuer-
o dos habitaciones que rodean a un largo y estrecho pa- das o alambres que cruzaban el patio. . .
tio en el que están la boca de agua de los lavaderos y Sin embargo, esos suburbios que nos traJO el cr~l
los retretes. En un mismo patio viven unas sesenta miento incongruente de la ciudad en .for~a de chabo~ls
familias, y el patio queda reducido a veces a un mero mo y barrio de las latas son de otro caracter y de vtda
callejón. El suministro de agua y los saneamientos son más sórdida y menos pintoresca. Han dado lugar a otro
inadecuados; no existe una limpia zona espaciosa en la tipo de literatura, de la que es ejem~lo la novela de
que los niños jueguen sin peligro; los edificios son rui- Luis Martín Santos Tiempo de szlencw. Estos son el
nosos y falta totalmente la vida familiar privada» 8 • Como primer elemento de incongruencia en la transfor~ación
puede verse, la descripción coincide al pie de la letra de la ciudad. ¿Cómo podría ser de otro modo Sl han
con la de una casa de corredor madrileña. Fueron estas nacido en plena clandestinidad, primero tímidamente,
casas primera manifestación de un urbanismo expansivo, pegándose a algún pli~gue del terreno Y. ?cultándose t~as
y no resultaban tan descabelladas como el chabolismo él como cazador furtivo· luego extendtendose como m-
del Pozo del Tío Raimundo o las bidonville de Casa- '
evitable '
mancha de aceite? Pero, claro esta,' huyendo
blanca. siempre de los emplazamie?tos previ~tos para la exp~n
Es cierto que las condiciones sanitarias dejan mucho sión de la ciudad de las !meas matnces donde podrtan
que desear, pero hubieran podido mejorarse. Al fin y al coordinarse con lÓgica. Los organismos oficial~s~ plani-
cabo, el que hubiera una fuente en el centro del patio ficadores y urbanistas, son lentos en sus prev~stones y
no era mala solución para la comunidad; y el chabolis- todavía más en sus realizaciones. Mientras reuenen las
mo ni ha gozado de esta ventaja ni del alcantarillado zonas convenientes y planifican sobre ellas preparando
para los servicios comunes. Lo que sí era difícil de con- la solución al crecimiento, la realidad, con sus crudos
seguir en estas viviendas de corredor y sus consecuen- imperativos, rompe por los Jugare~ más imprevistos e
cias ultramarinas era la intimidad de la vida familiar incongruentes; y cuando las autonda~es quteren dars~
privada. La vida rebasaba de las pequeñas e insignifi- cuenta se encuentran ante sí con una mgrata y volumi-
cantes células y se vertía en los corredores y patios, nosa realidad que modifica los datos de un problema
convirtiéndose en algarabía colectiva. Es indiscutible que que se pensaba abordar serena!llente en l~s tableros de
sin las casas de corredor, las que ya se llamaban en dibujo. Entonces hay que acudtr, come:> qmen v~ a sofo-
tiempos de Mesonero Romanos casas de «tócame Ro- car un incendio, a absorber en barnos expenmentales
que», no existiría el sainete madrileño donde no brillaban, y semiprovisionales lo que las .poblacion~s d~~heredadas
ni mucho menos, la intimidad de la vida familiar y sí la han improvisado ante la urgencia de su sttuacwn. Enton-
ces se añade a una improvisación otra, que suma al
s Urban Land Policies. Nueva York. Secretaría de las Naciones Uni- caos la incongruencia. Con este ir y venir espasm~dico,
das, Documento ST/SCA/9 abril de 1952, p. 173. Apud Neis Anderson,
op. cit., p. 252. haciéndose . y deshaciéndose, pero siempre a medias Y
200 Lección 9 La ciudad del presente 201
bajo la pres10n de inquietantes circunstancias, va trans- se habían desarrollado con más coherencia, beneficián-
formándose la ciudad con un crecimiento que ni es or- dose de un saber histórico. De todas maneras, en estos
denado por vía técnica ni es pausado y orgánico por vía centros se produce una paulatina transformación, más
natural. oculta que visible, al utilizarse viviendas de clase elevada
Todo esto presenta problemas de organización espa- y media como espacios para oficina. Por eso, siguiendo
cial en las grandes metrópolis que han ido agravándose una tendencia, ya muy señalada en las grandes metró-
con el tiempo. Es necesario relacionar espacialmente el polis, sobre todo americanas, se produce un movimiento
centro representativo y de negocios, los centros de pro-
Fig. 69. Lansiarg, Michigan. Centro ctvtco. Planificación típica de me- Fig. 70. La ciudad de los motores, cerca de R;ío de Janeiro: P~oyecto
diados del siglo xx. de Paul Lester Wiener y José Luis Sert. Un eJemplo de aphcactón de
las ideas de Le Corbusier a un caso concreto. Parte centr3;l de una
ciudad dedicada a la fabricación de motores de avtactón.
ducción, los de residencia y los espacios libres para re-
creo y expansión. La emergencia de las zonas residencia- ~entrífugo del centro a los alrededores que hace que des-
les o ciudades dormitorios, empezando por los slums y cienda la densidad de población en los núcleos y aumen-
barrios de chabolas, ha traído, como hemos dicho, las te en la periferia. Pero esto es un poco engañoso si lo
primeras confusiones en el planeamiento que han dado medimos en cifras de residentes, porque si contamos las
lugar a la transformación incongruente. Los centros re- personas que se concentran en estos núcleos durante el
presentativos y de negocios no provocaron, de momento, día, tanto los empleados de oficinas y comercio como el
un desequilibrio estructural tan grave porque estaban público que acude a ellos, nos encontramos que la den-
ácomodados a las áreas centrales que, con sus defectos, sidad es mucho mayor.
202 La ciudad del presente 203
Lección 9
cae, se deteriora y puede llegar a fracasar por completo can plazas arboladas (tan necesarias como pulmones en
si su accesibilidad falla. medio de la congestión, tan útiles para clarificar el aire
Hace años, cuando las ciudades no habían alcanzado y luchar contra la «polución» y los gases nocivos) para
la extensión de las áreas metropolitanas de ahora, estos instalar aparcamientos que son solución temporal y ra-
problemas de accesibilidad apenas existían, y en una pro- quítica. Se destruyen avenidas y bulevares existentes y
porción muy alta la población que utilizaba los servicios con arbolado de gran desarrollo para preparar provisio-
del área central vivía o dentro de ella o en una vecindad nalmente vías de penetración y de tráfico rápido que
tan razonable que su traslado no representaba ningún también quedan a medias porque no estaban planeadas
problema. Hoy que la extensión ha sido en gran me- dentro de un sistema orgánico. En suma, se destruye
dida consecuencia del avance de los medíos de trans- lo que constituía a veces el mayor aliciente del paisaje
porte, éstos se han convertido en la cuestión más deli- urbano sin beneficio a largo plazo.
cada y más conflictiva de la urbe moderna. El automó- En medio de los procesos congestivos que sufre la
vil, que ha sido la palanca de la expansión, se ha ciudad del pasado en el presente, principalmente por la
convertido, por otro lado, en el elemento más perturba- especulación de terceros, con el consiguiente aumento de
dor e incómodo de la vida ciudadana. Las autoridades volúmenes edificados y por la concentración de tráfico,
municipales son impotentes para preparar la estructura no se tiene apenas en cuenta el problema sanitario, cada
funcional que el automóvil exige, posiblemente porque vez más grave y urgente.
la economía, el régimen de exacciones y los recursos Densificar cada vez más el centro de las ciudades,
que las leyes prescriben obedecen a un concepto anti- acumular habitantes por metro cuadrado, crear aparca-
cuado de la ciudad. Las metrópolis, al expandirse, han mientos de automóviles con su correspondiente emana-
recogido en su seno, bien anexionándoselos, bien man- ción de gases tóxicos, provocar el incremento de detritus
teniendo su independencia político-administrativa, una se- de todo orden, mientras se hacen desaparecer plazas, ár-
rie de antiguos municipios periféricos. Cuando estos boles, jardines, avenidas y paseos es no sólo atentar al
municipios no han sido anexionados, la ciudad matriz, bien común, al bienestar de los ciudadanos, sino poner
cuyos servicios disfrutan igual que los ciudadanos ane- en grave peligro su salud orgánica y psíquica, ya que
xionados, no percibe ninguna clase de impuestos. Pero una cosa que sería necesario estudiar es en qué medida
también cuando los municipios se anexionan, éstos sue- la vida de las grandes urbes aumenta el porcentaje de las
len ser de rentabilidad muy pobre y sobre ellos hay que enfermedades nerviosas.
revertir en obras de vialidad y servicios cantidades supe- Como ha dicho Aaron Fleisher, «no parece posible
riores a las que aporta su economía y estamos en el que la tecnología pueda contribuir sustancialmente a la
mismo caso. El problema exige una reorganización admi- solución del problema creado por las aglomeraciones hu-
nistrativa a la altura de los tiempos presentes. manas y de vehículos que aqueja a la ciudad moderna.
En el intervalo, con la escasez de recursos inveterada, La congestión humana no se comporta como un mero
la ciudad matriz no puede llevar a cabo más que obras síntoma de deficiencias en el funcionamiento. Ya que si
de circunstancias que son pan para hoy y hambre para así fuese, su evitación sería en gran parte cuestión de
mañana. Estas obras de circunstancias suelen ser, ade- aumentar suficientemente la capacidad. Una de las solu-
más, las que más perjudican las estructuras existentes ciones más socorridas suele ser la construcción de nue-
y las que destruyen aspectos muy valiosos de la ciudad vas carreteras; pero la realidad pronto se encarga de
tradicional que luego no se podrán recuperar. Se sacrifi- demostrar su inutilidad, pues la consecuencia suele ser
206 Lección 9 La ciudad del presente 207
casi invariablemente una intensificación del tráfico aún adiciones de carreteras nuevas a la red ya existente. En
mayor. Al achacar el nuevo desequilibrio al crecmuento este sentido, la red nacional de carreteras se asemeja
de la ciudad o a una redistribución de la circulación ro- a un sistema con realimentaciones desestabilizadoras» 10 •
La ciudad moderna se ha dejado llevar demasiado a
menudo por la tiranía del tráfico. Para algunos urbanis-
tas y administradores, el tráfico es lo primero y a su
solución deben posponerse cualesquiera otras considera-
ciones. Sin embargo, no todos piensan así. Arquitectos
jóvenes como Theo Crosby, que ha escrito un pequeño
opúsculo titulado City Sense, lleno de sagacidad, dice lo
siguiente: «El tráfico no es lo importante. Lo impor-
busier. Ambos arquitectos idearon sendas utopías perfec- Le Corbusier se detuvieron a analizar los aspectos eco-
tamente adecuadas al siglo x.x, de acuerdo con los flo- nómicos, sociales ni políticos, pensando que la restaura-
recientes avances de la técnica y en el seno de la sociedad ción del ambiente material traería como consecuencia el
urbanizada característica de nuestra época» 12 • nacimiento de instituciones idóneas para su gobierno.
Los problemas del urbanismo en expansión inciden
l
desde la periferia al centro. En general los núcleos tradi-
cionales de las ciudades, lo que en España se suele lla-
mar el casco viejo y que muchas veces no es tan viejo
porque se completa y se edifica en gran parte durante
el siglo xrx, tienen ya poca importancia desde el punto
de vista cuantitativo. El casco viejcr de Madrid, por
ejemplo, el que estaba encerrado en los antiguos límites
de su cerca y que constituía la ciudad antes del ensanche
del plan Castro, no pasó de tener unos 600.000 habi-
tantes. Con relación al Madrid actual de tres millones de
::::·::::::¡·:.:~::::~::. habitantes, es sólo una quinta parte. En un futuro Ma-
drid de seis millones será una décima parte. Si se acumu-
lan los problemas en dicho casco es porque en él inci-
--..··-·-··-·-·······-
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . w . . ow~
negocios, barrios residenciales, zonas verdes, zonas de una «polución» que viciaba la atmósfera hasta extremos
recreo y deportes y, por último, las industrias. La ar- alarmantes para la salud pública. Hoy en día, en muchas
ticulación y la localización de estas funciones no quiere grandes ciudades, el problema de la «polución» es de
decir el aislamiento y la «zonificación» a rajatabla. Las los más graves que afectan al desarrollo urbano. La
zonas puramente residenciales, las ciudades dormitorios,
han resultado, en general, un fracaso. Privadas de otros
1 revista Time, en un número reciente (enero 1967), de-
dica a este tema un extenso y alarmante estudio.
elementos que constituyen el total organismo de una La «zonificación» de las industrias fue considerada
ciudad (centros representativos, monumentales, religio- como una necesidad insoslayable, pero todavía la ciudad
sos, mercados, espectáculos, comercio y, al menos, una no ha resuelto de una manera orgánica los problemas
cierta industria no pesada), al final estas ciudades dor- que esto provoca. Son muchas las tendencias, desde los
mitorios degeneran, declinan y se degradan física y mo- que estiman necesario el aislamiento total de los com-
ralmente. plejos industriales, como si se tratara de verdaderos
La localización de las industrias pesadas es otro de los lazaretos, hasta los que consideran que las plantas indus-
grandes problemas que presenta la organización espacial triales deben organizarse en vecindad con las zonas re-
de las grandes metrópolis. Posiblemente fue lo primero sidenciales obreras; para una mejor armonía de la jor-
que motivó la regulación del uso del suelo, lo que se nada del trabajador y un menor dispendio de los Jlledios
ha llamado zonificación. Y a en las ordenanzas medievales de comunicación.
existen prescripciones sobre el emplazamiento de las Como quiera que sea, y a pesar de las apariencias,
tenerías, tintorerías y otras industrias insalubres que es- se ha comprobado que la gran ciudad es más conve-
taban colocadas en barrios especiales, en arrabales y, a niente para la pequeña industria que para los grandes
veces, junto a los ríos para la más fácil evacuación de complejos. La gran fábrica, siendo en mayor medida
los residuos. Pero la invasión grave de la industria se autosuficiente, encuentra un lugar más apropiado en zo-
produjo con el desarrollo de las fuentes energéticas y nas aisladas o junto a pequeñas poblaciones. Las esta-
de los medios de transporte. Esto coincidió con el auge dísticas así lo demuestran. Mientras decrece entre los
de una economía liberal basada en el laissez faire, en metropolitanos el número de trabajadores empleados en
la que al impulso privado no se oponía ninguna corta- grandes manufacturas, aumenta el de los empleados en
pisa para el logro de sus fines. La industria invadió la -pequeñas industrias y sobre todo en servicios. Estos ser-
ciudad de un modo caótico y lamentable, dando lugar vicios, en el fondo, constituyen la verdadera vitalidad
a ese monstruo que Mumford ha denominado la metró- de la ciudad, su verdadera base económica. La descen-
poli paleotécnica. (Véase lección 8.) tralización de las industrias, sobre todo pesadas, es algo
De todas maneras, la invasión de la industria fue lo que deberá presidir toda planificación de tipo económi-
que provocó las más graves alarmas de los urbanistas co en el futuro.
y gobernantes mientras caían estrepitosamente los pos- En Esp~ña todavía domina en estas cuestiones la im-
tulados del laissez faire. El libre juego de las fuerzas provisación, con sus consiguientes balbuceos e insegu-
competitivas, que en términos de economía de mercado ridad de criterios. Muchas veces el deseo de quemar las
podía ser saludable y movilizador, en términos de urba- etapas de una industrialización apresurada y empujada
nismo era una catástrofe. Las industrias provocaban una por cierto nerviosismo político ha ~ eguido la ley del mí-
monstruosa acumulación de tráfico pesado, ruidos, ma- nimo esfuerzo. Por ejemplo, en Zaragoza se han expro-
los olores y, sobre todo por sus humos y emanaciones, piado con fines industriales zonas de huerta de primera
214 Lección 9 La ciudad del presente 215
calidad cuando a un paso existían otras áridas y estepa- 3. Adquisición del suelo por los organismos estatales,
rias sin aprovechamiento de ninguna clase. Pero estas es decir, socialización del mismo.
zonas de huerta estaban al borde de las carreteras y del El ún_ico sistema qu~ se ha empleado en nuestro país
ferrocarril, gozaban de red de distribución de energía es el prtmero. Es el mas respetuoso, evidentemente con
y eran, por tanto, más fáciles de acomodar para el nuevo la iniciativa privada y con la libertad de los blenes
uso en un plazo breve, y a las autoridades políticas les raíces. Pero ha resultado también el más ineficaz. Por
interesan los éxitos fáciles y a corto plazo. varias causas: porque los planes reguladores han resul-
En Madrid, la imprevisión más absoluta ha presidido tado casi siempre insuficientes y han envejecido poco
la organización del espacio industrial. Consecuencia de después de promulgados; porque en su aplicación no ha
un pasado reciente, de la localización de los barrios más presidido la justicia ni un espíritu igualitario, y cuando
pobres al sur del viejo casco urbano, de la situación de han existido grupos de presión poderosos se han torcido
los ferrocarriles, mataderos y mercados, un barrio indus- los reglamentos a su capricho. El segundo sistema sería
trial paleotécnico se fue formando en lo que había sido más ,eficaz y, debidamente informados los empresarios,
el ensanche sur ordenado en el siglo XVIII por Carlos III. podnan acomodar sus planes a la situación fiscal antes
Es lástima, porque aquel lugar, con grandes avenidas de que éstos supusieran una lesión económica. La socia-
arboladas, hubiera podido ser un hermoso barrio resi- lización del suelo es la consecuencia a que tendrán que
dencial y una de las partes más monumentales de acceso lle~ar las grand~s ciudades si éstas quieren subsistir y
a la ciudad. Hace unos años, antes de la guerra e inme- evitar en lo postble los grandes escollos del urbanismo
diatamente después, dicha localización industrial pudo en expansión. No se puede hacer crecer indefinidamente
tener alguna justificación. Hoy no. Dada la enorme ex- la superficie urbana dejando en su interior zonas depau-
tensión que ha adquirido Madrid en estos últimos años, peradas y de escaso rendimiento funcional que la inercia·
es absurdo que en su centro mismo se localice un barrio y debilidad económica sostienen. Estas zonas deben ad-
industrial de gran volumen. Esto es una prueba más de quirirse para remodelarse con un sentido funcional in-
cómo los acontecimientos van más de prisa que los pla- terviniendo para esto los fondos públicos o las fin~nzas
nes y que éstos deben ser siempre susceptibles de modi- privadas sometidas a un plan condicionado con unas
ficación y de revisión. Hoy el barrio sur de Madrid, re~':laci~nes muy e~trictas que no permiten la especu-
desde las rondas hasta el Manzanares, debía someterse laciOn, smo unos margenes de beneficio adecuados a una
a una transformación que redujera al mínimo-la industria, obra eminentemente social.
dando paso a otros usos del suelo: oficinas, servicios, En cierta ocasión oíamos a un diplomático alemán
zonas deportivas, parques y viviendas. que se estaba dando el caso curioso de que, mientras las
Pero la zonificación no es sino uno de los aspectos de ciudades de Alemania Occidental, regidas por los demó-
la política del suelo sobre el que se puede actuar de cratas cristianos, estaban cayendo en el desorden, la
una de las tres maneras siguientes: incongruencia y la desarticulación de todos sus servicios,
l. Estricta regulación de su uso por medio de orde- las ciudades regidas por los social-demócratas estaban
nanzas de zonificación severas. demostrando un equilibrio y una c•rganización infinita-
2. Procedimientos fiscales para gravar intensamente mente superiores. Es que la ciudad tendrá, se quiera
los usos indebidos hasta el punto de hacerlos no ren- o no, que ser regida por un espíritu comunal, que in-
cluso históricamente fue el que permitió en la Edad
tables.
Media que las ciudades llegaran a ser instrumentos de
216 Lección 9 Lección 10
Ecología urbana
libertad y de progreso, verdaderas comunas en todo el
alcance del término. Sólo este espíritu comunitario po- •
drá luchar con los problemas que hoy nos desbordan
y que el urbanismo en expansión acumula cada día. Ape-
nas hemos esbozado algunos en esta lección. Si los anali-
zamos todos habría para escribir un verdadero tratado,
que no sería, ciertamente, el que podría devolvernos el
optimismo.
de arte -un artefacto- sino que constantemente se la fecha, han resultado el peor ejemplo que puede pre-
está haciendo y deshaciendo. Es, por tanto, un proceso sentars~ en el desarrollo urbano. Lo malo es que esta
vivo. La ciudad día a día se construye, pero no olvide- ~entahdad ha ~esultado gravemente contagiosa y su
mos que toda construcción lleva aparejada una destruc- eJemplo ha cundtdo por todo el nuevo continente, des-
ción, como toda vida, de acuerdo con un sino ineluctable, truyendo en la América hispana un pasado urbano de un
tiene como telón de fondo una muerte. Una ciudad que valor extraordinario. Por si esto fuera poco, también está
se construye es a la vez una ciudad que se destruye; y
precisamente en la manera de articular esta doble ope-
ración construcción-destrucción reside la posibilidad de
que las ciudades se desarrollen armoniosamente puesto
que lo ideal es que la construcción se haga con la menor
destrucción posible y sobre todo que esa destrucción
sea más que nada una readaptación inteligente a las nue-
vas exigencias. Si una ciudad en período de desarrollo
acelerado puede hacer que compaginen las viejas y las
nuevas estructuras, tanto mejor. Las ciudades europeas,
depósito de un caudal cultural muy importante, cons-
cientes de los valores permanentes que en ellas residen,
mantienen todavía un aceptable equilibrio entre el hacer
y deshacer, entre lo nuevo y lo viejo. Es signo de cultura.
El ministro zarista conde Witte solía decir que para
comprobar el grado de adelanto y civilización de un país
bastaba con observar cómo funcionaban los ferrocarriles.
Y o diría que para pulsar el grado de cultura de una
nación el mejor índice es comprobar cómo se desarro-
llan sus ciudades. Si en el desarrollo preside el caos, el
crudo juego de los intereses económicos, el desprecio
por el pasado, el afán de la novedad por la novedad, es
señal evidente de que por debajo de las apariencias, Fig. 77. Nueva York. Midtown. La ciudad desordenada de la economía
más o menos progresivas, existe un gran vacío cultural capitalista (Dib. del autor).
En las civilizaciones más modernas, como sucede en
]os Estados Unidos de América, la falta de presión del percutiendo en Europa, y naturalmente en los pueblos
pasado ha dejado mayores márgenes de libertad que, sin más débiles y más propensos a todo mesianismo venga
embargo, tampoco han proporcionado tan evidentes ven- de donde venga.
tajas funcionales como era de esperar. De donde se La movilidad de una urbe, razón de su vida y de su
deduce, como moraleja, que la historia, que muchos la ser histórico, hace que sus transformaciones sean a la
entienden como pesada carga, es también, como creían vez físicas y sociales. Antes muchas veces de que cam-
los antiguos, maestra de la vida. Las ciudades norteame- bien las estructuras físicas ya están cambiando las es-
ricanas, donde la movilidad es la mayor registrada hasta tructuras sociales. Barrios, por ejemplo, que fueron un
220 Lección 10 Ecología urbana 221
tiempo exponente de una alta jerarquía social, por una y los animales se distribuyen ellos mismos en comuni-
dinámica donde juegan muy diversos factores, económi- dades, resultado de un proceso de competencia y selec-
cos, políticos, sociales o simplemente de moda, se trans- ción. La. localización y distribución de las plantas y de
forman en otros de distinto componente aún dentro del los animales no es, pues, meramente accidental, sino
mismo caparazón. Lo que fueron residencias y palacios que obedece a determinados procesos de competencia y
se transforman en oficinas o degeneran y se degradan cooperación, cuyas causas y leyes muchas veces se pue-
hasta ser barrios humildes donde los nuevos ocupantes den definir con bastante rigor. Lo mismo sucede con el
se sienten inadaptados e incapaces de sostener las estruc- hombre civilizado cuando le enfocamos bajo un ángulo
turas antiguas. social.
En general, las clases sociales más elevadas han ido Existe, pues, la ecología humana, materia que intere-
siempre en busca de los emplazamientos más reservados sa a los geógrafos, etnólogos, sociólogos y economistas.
y exclusivos, donde estuvieran menos sujetas a las in- Cuando esta distribución del hombre y sus grupos socia-
comodidades de una urbe agitada y socialmente mezcla- ~es tiene lugar en la ciudad, tenemos la ecología urbana,
da. Por eso han solido buscar los emplazamientos mar- que es la rama que a nosotros particularmente nos inte-
ginales con un entorno natural aceptable. Cuando esto.s resa. En la ciudad los hombres viven reducidos en un
emplazamientos han dejado de ser tranquilos y exclusi- área exigua si la comparamos con las vastas amplitudes
vos, porque el crecimiento de la ciudad los ha absqrbido, geográficas donde la raza humana se desenvuelve. Pero
los han vuelto a abandonar emigrando más lejos. Esto si bien el área de la ciudad es exigua y dentro de ella
sobre todo se ha producido en las ciudades americanas no pueden encontrarse diferencias naturales, climáticas,
de mucha mayor movilidad social y mucho más afectas altimétricas, ambientales, que segreguen a los hombres
a la mentalidad capitalista pura. por razones biológicas, sí encontramos un campo de com-
Es natural que estos fenómenos hayan sido, por tan- petencia aguda que agrupa a los hombres de diversa ma-
to, estudiados muy especialmente por urbanistas y so- . nera, de acuerdo con sus condiciones sociales, económicas
ciólogos americanos que han dedicado a ellos mucha y culturales. En el espacio restringido de la ciudad los ma-
atención, hasta casi constituir una rama de la sociología tices ecológico-sociales son más finos que en parte algu-
urbana. Esta rama podemos abrazarla en el enunciado na, y de ahí el interés que reviste la ciudad desde este
general de Ecología Urbana. Muchos de estos estudios punto .de vista. La variabilidad de la adaptación social al
y teorías pueden ser de un alcance limitado y tener una · espacio es mayor en la ciudad que en parte alguna.
validez restringida a determinadas áreas culturales, a Las ciudades, incluso aquellas que parecen más está-
determinadas ciudades del mundo capitalista y de la ci- ticas e inmovilizadas, son organismos en constante trans-
vilización industrial, y durante un lapso Je tiempo en formación. Que sea ésta más rápida en las ciudades de
que aquellas condiciones han prevale~ido. Pero eso. no pulso agitado y gran vitalidad o más lenta en las que
importa para que sea interesante anahzarlos en un libro han quedado marginadas, la transformación siempre exis-
que por ser de historia no puede olvidar el relativismo te. Ello se debe a la movilidad de los seres humanos y
y el temporalismo de toda construcción histórica. sus instituciones en busca de un mejor logro de sus
Veamos, pues, de qué se trata cuando decimos Ecolo- fines. Esta movilidad produce un cambio constante en
gía Urbana. Ecología es la parte de la biología 9-ue se las estructuras sociales que tiene, evidentemente, su re-
refiere a la relación de los seres vivos y su medio am- percusión espacial. P~r consiguiente, la explicación de
biente. Los naturalistas han estudiado cómo las plantas todos los cambios que se producen en la estructura físi-
Lección 10 Ecología urbana 223
ca de la ciudad -que es, en realidad, lo más interesan- De todas las que corresponden al primer grupo, la
te y sugestivo que una ciudad puede decirnos-, está teoría de las zonas concéntricas fue promulgada por Er-
en estos procesos ecológicos. nest W. Burgess y ha sido llamada Burgess theory. Apa-
Una ciudad, incluso en su aspecto físico, no debemos reció en el libro de Robert E. Park The City (Chicago,
considerarla como una realidad estática; en primer lu- 1935), uno de los fundadores de la ecología urbana. Bur-
gar, porque no lo es, y también porque si de una manera gess consideró su esquema como válido para las grandes
artificial, como la cámara fotográfica retiene y fija un ciudades americanas, pero él mismo advirtió que sus ge-
cuerpo en movimiento, así lo hacemos, perderemos por neralizaciones no debían imponerse forzosamente a otro
completo de vista su profundo sentido. De esta manera tipo de comunidades. La crítica posterior, y muy particu-
tomaremos a la ciudad por un monumento o por una larmente la de Firey, puso en tela de juicio el valor de
agregación de monumentos, cuando la realidad es muy esta teoría. Fundada sobre la experiencia de la ciudad
otra. Una ciudad es un diagrama expresivo del que hay de Chicago, por lo menos como interpretación de esta
que conocer, para interpretarlo, las fuerzas operantes. La ciudad sigue teniendo actualidad. Es muy posible que
mejor manera para adentrarnos en la intrincada selva de también convenga a otras cuyas características y desarro-
la hermenéutica urbana es la que nos ofrece la ecología. llo sean similares a los de Chicago, posiblemente ciuda-
Los estudios de ecología urbana, como en general los des del Midle-West.
de sociología urbana, han tenido recientemente un gran Burgess divide sociológicamente la gran urbe ameri-
desarrollo en Estados Unidos, donde los sociólogos han cana en cinco zonas concéntricas: la primera es el centro
podido manejar un material fáctico que les ha permitido comercial y de los negocios (el Loop en Chicago ); la
un acercamiento positivo al problema, de gran interés. El segunda es la llamada zona de transición; la tercera es
manejo de este material ha cristalizado también en una se- la de los barrios obreros, zona de Workingmen's He-
rie de teorías, algunas superadas o que sólo pueden tomar- mes; la cuarta es la zona residencial de las clases medias
se con carácter heurístico, pero todas dignas de ser cono- y elevadas; y la quinta es la llamada Commuter's Zone,
cidas porque la que más o la que menos ha servido para la de las personas que viven en los alrededores y que van
esclarecer un problema de por sí complejo y lábil. diariamente a la ciudad, donde tienen su ocupación.
Según Wal ter Firey 1, que ha estudiado los procesos Commuter se llama en Estados Unidos al que viaja con
ecológicos en la ciudad de Boston con el fin de experi- billete de abono a precio reducido. Esta palabra define
mentar la validez de las teorías más conocidas sobre la a una clase especial de personas, cuyo número ha cre-
materia, divide éstas en tres grandes grupos. cido fabulosamente en la moderna civilización urbana
americana. Este tipo lleva una vida espacialmente escin-
l. Las que se valen de esquemas descriptivos ideales. dida entre su lugar de trabajo y su lugar de residencia.
a) La teoría de las zonas concéntricas. Pero lo grave no es eso, sino que en su jornada diaria,
b) La teoría de los sectores de círculos. las horas que le ocupa el traslado llegan a suponer una
2. Teorías empírico-racionalistas. parte muy considerable de ella y por consiguiente, a la
a) Racionalistas estrictos. larga, de su vida. Muchas veces la absurda estructura de
b) Racionalistas templados. las grandes metrópolis contemporáneas da lugar a cosas
3. Teorías' metodológicas racionalistas. tan peregrinas como la vida del commuter, que, haciendo
1 Walter Firey. Land use in Central Boston. Harvard Sociological
de Ja necesidad virtud, se solaza en sus horas de tren
Studies, Harvard Univers ity Press. Cambridge, Mass., 1947, pp. 3-38. y encuentra sus amigos, no en el lugar de trabajo, donde
224 Lección 10
Ecología urbana 225
actúa como una máquina, como un ente abstracto, ni
tampoco en el de residencia,. ~onde ti~ne. el tiempo ju~to lugar donde las residencias abandonadas por sus anti-
para descansar, sino en el viaJe de transito, d,onde ~om guos dueños, que han huido en busca de sitios más
cide diariamente con otros commuters como el. Alh pa- apacibles y respetables, se han convertido en rooming
rece que, por rara circunstancia, se siente un hombre houses, casas alquiladas por habitaciones que ocupan
entre los hombres. emigrantes y desheredados. En esta zona en trans1c1on
suelen existir colonias italianas, «ghettos», barrios chi-
nos y, en general, enclaves donde se segregan comuni-
dades raciales, de un ínfimo nivel.
Cuando Burgess lanzó su teoría en 193 3, causó una
gran impresión entre los sociólogos que se dedicaban al
estudio de la ciudad. Muchos la consideraron como un
logro definitivo, más que como una hipótesis que se
\ debía pon~r en el banco de pruebas de la realidad. Cuan-
'1 do más tarde esto se llevó a cabo, la mayoría de las
:,\
----~ ;-\~ ......... ' veces dio resultado negativo. Unas veces eran los acci-
',
'\ dentes geográficos los que distorsionaban el esquema
\
' 11 \
' concéntrico; otras los factores industriales, la localiza-
J : Zone ! ción de las fábricas y sobre todo de los ferrocarriles, que
Burgess no había tenido en cuenta. En general, las «áreas
en transición» se situaban en contacto con estas instala-
ciones fabriles y ferroviarias y no en un anillo homo-
géneo. La teoría de Burgess contradecía, por otro lado,
el tipo de expansión de múltiples ciudades a lo largo de
grandes arterias de circulación, lo que da l~gar a form~
ciones urbanas en estrella. Tampoco resolv1a esta teor1a
el caso de las ciudades con varios centros, como ocurre
en las de gran tamaño cuando se forman, por ejemplo,
núcleos comerciales en los centros de barriada.
Como consecuencia de esta teoría concéntrica expre-
sada geométricamente, surgió la teoría de los gradientes
F' 78 La teorfa de las zonas concéntricas de Burg~ss . aplicada a la ( Gradient T heory), que trata de sustituir un esquema de-
Ig. · ciudad de Chicago (Gist y Halbert, Urban Socrety).
masiado ideal por algo capaz de encontrar una base em-
De estas zonas acaso la más interesante es la segunda, pírica. Mediante este sistema se analiza el grado de una
la que está inm~diata al centro comercial de la ciud~d, variante social cualquiera en relació~·. a un centro de do-
la zona de transición. Es, por decirlo así, una zona m- minación: por ejemplo, el grado de pobreza, de mortali-
estable donde florece el vicio y la delincuencia y viven dad, de delincuencia, de desorganización social, etc., según
los parias de la ciudad. Es la zona de la prostitución, de ·su mayor o menor alejamiento de este centro. Se trata,
los garitos, de los fuera de la ley, del underworld. Es el pues, de una visión semejante a la de la teoría ~oncén~rica,
· en la que se sustituyen las zonas netamente diferenctadas
Chueca Goitia, 8
226 Ecología urbana 227
Lección 10
entre sí por una continua y gradual transformación. Existe tiene una lustrosa apanencta con la médula emponzo-
la misma diferencia que entre un dibujo de tintas corta- ñada.
das y otro en que se pasa del negro al blanco mediante Es un hecho que indudablemente se presta a no po-
desvanecidos. Si la teoría de los gradientes es cierta las cas consideraciones. ¿Qué circunstancias se han tenido
líneas que separan las zonas carecen de realidad o ' son que dar para que se haya producido en el Nuevo Conti-
franjas iris~~as en las que gradualmente se produce la nente una ciudad al revés? Al revés al menos para nos-
t~ansform~cion. De todas maneras, la teoría de Burgess otros, que partimos de las nuestras como de un hecho
sigue te1_uendo su valor como esquema simplificado de natural.
una realtdad urbana americana. Qué duda cabe que en
una forma u otra las ciudades tienen un centro comercial
alrededor del cual suele existir un área deteriorada e in-
cierta, y que las zonas residenciales tienden a localizarse
hasta lá periferi~. Aunque sólo sea por esto y por el estí-
mulo que produJo en los estudios de ecología urbana la
teoría de Burgess debe conocerse. '
E~ ?IUY interesante comparar, desde el punto de vista
ecologico, la estructura de la ciudad americana sensu lato
con el de la ciudad europea. Tomando como' base la vi~
sión sintética de Burgess apreciamos que inmediatamente
alrededor d~ u!l centro comercial y de negocios, relativa-
mente restnngido. con respecto al área de la ciudad, apa-
rece la zona deteriOrada, donde viven las clases inferiores
de la sociedad, donde existe los slums más miserables·
después los barrios obreros; y, por último las zonas d~
1~ clase media y alta. Es algo semejante a que ocurriría
Id
si en torno al centro de Madrid, de una manera casi brus-
ca, nos encontráramos con los suburbios del Puente de N
Vallecas o de Tetuán de las Victorias, y que luego poco
a poc?, al irnos alejando del centro, el escenario empezase
a meJorar, hasta encontrar en lo que nosotros llamamos
t
suburbios las zonas residenciales más distinguidas. De he- 1K 2 3 4
c~o, en la diferente significación que en Europa y América Fig. 79. Esquema geométrico expresivo de la estructura e:ológico-social
tiene la palabra suburbio reside la gran disparidad que de Madrid, según F. Chueca. l.-Centro comercial dominante. 2.-Clase
alta. 3.-Clase media. 4.-Clase alta. S.-Clase media. 6.-Viviendas
apuntamos. Para los Estados Unidos, la palabra suburbio humildes. R.-Retiro. S.-Puerta del Sol. P.-Palacio Real.
equivale a zona residencial, respetable, tranquila, quieta,
cuando no opulenta y señorial. En Europa, la mayoría de Las ciudades europeas se han ido formando a lo largo
las veces es sinónimo de pobreza y miseria. La ciudad de los siglos por un proceso de decantación muy lento.
europea es una fruta cuya corteza está corrompida, pero Han sido primero núcleos pequeños, muchas veces arti-
que conserva el corazón sano y, en cambio, la americana ficialmente apretados por un cerco de murallas que im-
-
no tiene otra posibilidad de expansión que la salida al justo en la línea de marcha, porque, previniendo ten- 1a
exterior. dencia, los especuladores la han reservado, elevando su
Así explica Hoyt su teoría: «Los barrios residen- valor hasta un grado que lo hace inaccesible a los otros
ciales de renta elevada deben casi necesariamente mover- grupos. De aquí la
tendencia natural de las zonas de
se hacia ta periferia de la ciudad. Los ricos, rara vez vuel-
ven sus pasos atrás en busca de las casas deterioradas
que antes dejaron. A cada lado de ellos suele existir un rentas altas a trasladarse a la periferia de la ciudad err el
área de rentas intermedias, de modo que no pueden mismo sector en el cual comen'ó la localizaéión» 3 •
moverse hacia los costados. Como representan el grupo En la teoría sectorial encontramos el mismo determi-
más alto no existen casas superiores abandonadas por nismo que caracteriza la teoría de Burgess, la misma falta
otro grupo y deben construir unas nuevas en lugares 1
Homer:- Hoyt, The Structure and Growth of Residential Neigh
vacantes. En general, el terreno disponible suele esta1 borhords m American Cities. Washington, 1939.
232 Lección 10 Ecología urbana 233
de flexibilidad para adaptarse al complejo mecanismo poco los que así piensan encerrar la que pudiéramos
social que mueve la ciudad. Parece que las cosas deben llamar figura social de la ciudad en un esquema geomé-
producirse fatalmente de una determinada manera. Si trico rígido. Por consiguiente, corresponde al grupo de
existen algunos factores modificativos, como los acciden- teorías esquemáticas el máximo empirismo por un lado
tes naturales, éstos, por ser perfectamente ajenos al pro- y el máximo determinismo por otró, privando a la vo-
ceso social, no implican inadecuación de la teoría. Estas luntad individual y colectiva de toda participación cons-
teorías a base de esquemas descriptivos ideales, como ciente.
las teorías en general de base económico-racionalista, ado- Este determinismo, bien radical o mitigado, se explica
lecen del defecto de menospreciar aquellos valores cul- si consideramos la ecología como un proceso biótico más
turales, simbólicos, ideales, etc., que la sociedad adscribe que cultural, un proceso que corresponde al plano de la
a determinados lugares y que nada tienen que ver con comunidad, con sus contactos impersonales e interaccio-
la condición física de los mismos. Precisamente el afán nes subsociales, más que al plano de la sociedad. Esta
de destacar estos valores y la volición humana en el ha sido la postura clásica en materia de ecología y que
juego de factores que condicionan la ecología de una sólo modernamente se comienza a revisar.
ciudad, es lo que ha movido a Walter Firey a realizar Pero, como decimos, existe otr¡:¡ tendencia que trata
su estudio sobre el uso del suelo en la ciudad de Bos- de superar tal determinismo expresado en patrones geo-
ton 4 • métricos rígidos. Los que así piensan han sido denomi-
Tanto la teoría de las zonas concéntricas como la de nados por \Valter Firey como empírico-racionalistas;
los sectores de círculo, enfocan el problema ecológico quiere decir esto que, sin perder del todo el enfoque
desde un punto de vista excesivamente determinista. Se- empírico de la cuestión, los teóricos de esta tendencia
gún sus propugnadores, estos esquemas manifiestan cier- introducen un factor racionalista desde el momento que
tas fuerzas naturales, según las cuales la sociedad se se- admiten la existencia de ciertos principios reguladores
grega y se ajusta al espacio. Frente a estas fuerzas natu- que se aplican a la ordenación espacial de las actividades
rales, al hombre no le queda más que la sumisión. Sin humanas.
embargo, apenas nada nos dicen los autores de cuáles Los teóricos de este grupo empiezan también por sen-
son estas fuerzas y cuál es su modus operandi. Se trata tar la existencia de un núcleo o corazón urbano donde
de la simple constatación de un hecho por vía completa- se cortan las líneas principales de comunicación. Este es
mente empírica. Por consiguiente, si la realidad contra- el lugar que llaman de «mayor accesibilidad», donde el
dice estos esquemas, no de una forma accidental, sino mayor número de individuos se relacionan para la satis-
sustancial, pierden toda validez, incluso teórica. facción de sus deseos. Pero luego, en lugar de buscar
Por su parte las teorías racionalistas tratan de expli- esquemas geométricos en torno a este núcleo para tratar
car aquellas fuerzas que condicionan la adaptación de la de explicar la ordenación espacial, acuden a determinados
sociedad al espacio físico por medio de motivos estric- principios universales reguladores. Estos principios se fun-
tamente económicos. Los grupos sociales se apropian damentan en lo que pudiéramos llamar proceso automá-
del espacio que mejor favorece a sus fines con un costo tico de competencia y selección económica.
mínimo. Existe, pues, en estas teorías una explicación A cada persona o grupo se les considera empeñados
del problema, aunque sea unilateral. No pretenden tam- en una lucha por conseguir el punto de máxima accesi-
4 Walter Firey, lAnd Use in Central Boston. Harvard Univenity
bilidad. El resultado de esta lucha es un proceso selectivo
Press, 1947. en que cada persona y cada grupo buscan la colocación
234
Lección 10 Ecología urbana 235
que, mejor se acomoda a su capacidad de competencia. El suelo, según estas doctrinas, es un agente produc-
Segu~ esto, se produce una distribución «natural» en el tivo que, unido a otros agen~es, puedt; ser. aplicado a
espacio de ~o~as las f~nc!ones, de tal manera que se ob- diversos usos o fines. ¿A que uso sera aphcado? Esto
tenga el maximo rendtmtento del mismo. depende del grado de productividad que pueda extraer-
~stas teorías _de los racionalistas parten, por consi- se de tal agente conjuntamente con otros, según los
gute?te, de constderar la ecología como un proceso ex- usos. Aquel uso que obtenga al_ mayor be~eficio de este
clusiv_amente económico. Un problema de costos y de particular agente será el prefendo. Por e¡empl~, el ~o
capactdad .para a?ordarlos; es decir, un problema de mercio al por menor es el que puede .converu; ~e¡or
competencia. Segun MacKenzie, «bajo todas las formas la accesibilidad (es decir, los emplazamientos centncos)
de segregación urbana encontramos factores de beneficio en fuente de beneficios. La industria, en cambio,. ~~ ob-
Y renta_ (income and rent.)». Cada persona o cada siste- tiene ningún beneficio particular de esta accestbthdad,
ma social busca el punto de máxima accesibilidad, aquel por lo cual este agente productivo (el suelo ~e las .zonas
en que, a la gen t: le es más fácil reunirse para traficar céntricas) se reserva para otros usos. En cambto, la mdus-
ent:e s!. :lhora bten, como la disponibilidad de este es- tria puede obtener un máximo be~efic~? de los luga:es
paciO o~ttmo está necesariamente limitada, estas perso- bien provistos de medios de comumcacton (puertos, vtas
nas ~ ststemas pueden alcanzarlo en la medida de su fluviales, nudos ferroviarios, etc.) y usar de ellos.
capacidad económica. Según estos racionalistas, el resultado de este proceso
~~tos sitios resultan ventajosos en la medida en que es un orden natural y estable. Ahora bien, para llegar
facilitan una mayor diferencia entre el beneficio que pro- a esta consecuencia, sería necesario probar que .la ~onve
duce~ . Y el . costo que suponen para un determinado niencia de las partes coincide con la convemencta del
prop.~stto. ~1 . esa diferencia existe, con relación a tal todo, ya que estos racionalistas lo único qu~ nos h~n
funcwn, acttvtdad, empresa, etc., éste será el lugar me- probado es que en la li?re com~e~encia los ~t.versos sis-
nos cos~~so y, p~r consiguiente, el que vendrá a ocupar temas sociales procuraran su maxtmo de .t;tthdad como
tal functon, acttyi~ad, empresa, etc. El espacio cumplirá, entidades independientes y que su relacwn mutua es
pues, sus. fines tdoneos con la mayor eficacia. Cada sis- simplemente contractual. Mientras otra cosa no se prue-
tema soct~l, por tanto, está luchando por conseguir el be (y el probarlo pertenece a otra esfera de ~uestlon~s
emplazamiento menos costoso. económicas y políticas que excede de los estudtos ecolo-
_Este proceso lo explica Ratcliffe en los siguientes tér- gicos que ahora nos interesan), no podrá asegurarse, q_ue
mmos_: «El proceso de ajuste de la estructura urbana de la libre competencia nazca una estructura ecologtca
con vt~tas a una eficiente. utilización del suelo se produce natural y estable.
a. traves de la competencia de los diversos usos para los Estos estudiosos, como acabamos de v:r, han hecho
diversos emplazamientos. El uso que pueda extraer el de la adaptación espacial un fenómeno est:tcta!lle~te e.c~
mayor beneficio de un sitio dado será el más afortunado nómico. El suelo no tiene para ellos mas stg~u~~acton
postor. El desarrollo de esta actividad competitiva pro- que el de su valor pecuniario y el de sus postbthd~des
duce una configuración espacial de los usos del suelo como agente productivo. En todo esto subyace una tdea
organizada para. realizar de la manera más eficiente la~ estrictamente biótica. Todo este _proceso se. supone q?e
funciones económicas que caracteriza la vida urbana» s. opera automáticamente en un mvel subsoe1al, es decrr,
5
<<The Prob_lem of Retail Site Selection».· Michigan Business :)tu- subcultural.
dzes, vol. 9, num. 1 (Ann Arbor: 1939), p. 60. He aquí lo que dice James A. Quinn a este respecto:
t'JD V
236 Lección 10 237
Ecología urbana
«Los procesos ecológicos se producen en un nivel dis- secuencia de la ignorancia, el error o la inercia, sino
tinto que la verdadera interacción social. Las relaciones que dependen del área de lo social. Se_ oto~ga, pues, a lo
humanas sociales suponen consensus, cambio de ideas social una función por lo menos modtficauva. ~e a~epta
a través de símbolos de comunicación y supuestos ima- la eficacia causativa de estos factores no racto?ahs!as,
ginativos sobre el papel de los otros. Los procesos eco- aunque no por ello se altera el esque!lla · ractonahsta
lógicos, en cambio, sólo envuelven una inmediata e im- mismo. Es decir, todos estos factores se mcluyen en una
personal forma de mutua modificación por la cual cada categoría distinta y se les colee~ la. etiqueta de factores
hombre influye en otros, aumentando o dis.minuyendo limitativos, modificativos, comphcauvos, etc .. En esta ca-
la aportación de factores ambientales de que los otros tegoría se pueden incluir «costumbres», actltud~s. mora-
dependen. La interacción ecológica no puede concebirse les tabúes, tendencias culturales, esquemas tradtclünales,
como social, excepto en el sentido de que influye la dis~osiciones políticas o administrativas, et~ ..
interacción social» 6 • Todo esto complica, modifica, perturba, ln~lta el ve~
Según esto, en los procesos ecológicos no intervienen dadero proceso económico, y por eso los eco~ogos mas
como agentes causales ni la volición humana, ni los realistas lo aceptan como causas en este senudo secun-
propósitos deliberados, ni los factores espirituales que darias, no como causas principales y últimas. .
corresponden al nivel cultural. Sin embargo, sucede que McKenzie tipifica esta segunda postura de compromi-
la realidad de las ciudades se separa muy a menudo de so en los siguientes términos:
1• estos principios económicos-racionalistas. Frente a esto «La comunidad humana, lo mismo que la de los orga-
-nos apoyamos en el análisis de W. Firey- los ecolo- nismos inferiores, es fundamentalmente el ~roducto de
gistas han tomado dos posturas. Uno;S, los racionalistas fuerzas bióticas y ambientales. El hombre, sm embargo,
estrictos, consideran que las desviaciones que en la rea- es un animal cultural y, por consiguiente, capaz de mo-
lidad se producen de ningún modo modifican la validez dificar su medio (control del medio) y de crear dentro
7
de la teoría. No es que existan otros factores no eco- de limitaciones su propio habitat» • ,
nómicos con los que hay que contar, sino que la igno- Park lo expresa de la siguiente manera: «La ecologta
rancia y el error son la única causa de la desviación que humana tiene, sin embargo, que enfrentarse c_on el ,he_ch?
se produce en el uso racional del suelo. Según estos de que en la sociedad humana la competencta esta hmt-
racionalistas estrictos, muchas veces la falta de una fuerte tada por la costumbre. La superestr_uctu~~ cultural se
competencia es responsable de una mala ocupación del impone como un instrumento de dtreccton y control
suelo, con lo cual revalorizan su teoría como fuente de sobre la subestructura biótica.»
orden en la adaptación espacial. Es evidente que carac- Pero luego el mismo Park afirma que este control
terísticas físicas del terreno, peculiaridades de los siste- complica el proceso social, aunque no lo altera funda-
mas de transporte y otros factores del mismo tipo pue- mentalmente, o si lo altera, los efectos de la compe-
den influir considerablemente en la estructura espacial, tencia biótica se vuelven a producir en el orden sucesivo
y en el subsiguiente ct;rso de ~o~ acon~ecin:ientos •
8
pero ello no implica ninguna rectificación teorética. ·
Pero la mayoría de los racionalistas empíricos no tie- Hasta aquí las teonas emptnco-r.-l•:tonahstas en mate-
nen a este respecto una postura tan purista y consideran ria de ecología urbana. Ahora nos toca, para acabar con
que existen factores modificativos que no son sólo con-
1 McKenzie, «Human Ecology,., en Encyclopedia of the ~ocia! Scren-
6 Quinn, «Human Ecologv and Interactional ·Ecology», en American ces.
Sociological Review, S, 713-722 (octubre. 1940). s Park, Huma·n Ecology.
239
238 Lección 10 Ecología urbana
1 1' . , consiste en dejar un solo
la exposición de las principales tendencias, tratar de las ricamente. una oca t~acwn constantes los otros dos. Este
teorías metodológico-racionalistas. factor vanab,le ~ codlSld~ri:miento. Si consideramos, por
La diferencia entre unas y otras es que mientras se llama meto o e als 1 ano de obra es constante
aquéllas aplican sus conceptos racionalistas a determina- ejemplo, que el dvalor de ~d ~ es el mismo, tendremos
das agrupaciones y, por consiguiente, interviene en ellas y que el merca o consuml o rans orte ¿De dónde de-
un factor descriptivo, en las segundas lo descriptivo con- com,o variable, sólo el ~ctl: ~nduJria, .de la fuente de
creto es puramente accidental; lo fundamental en ellas bera ~star ~as cerca e ar del consumo? Esto depen-
es sentar unas bases metodológicas que permitan univer- matenas prtmas ~ t l lllg el índice material, que no
salizar lo más posible los postulados racionalistas. derá de lo que., e r ~~= entre el peso de la materia
Estas teorías no persiguen, pues, una exactitud des- es sino la relacwn que exis 1 b do Si el peso de la
criptiva de los procesos, sino que éstos se toman en prima. y la del producto e a orla . ·, al producto aca-
. enorme con re ac1on
abstracto o como simbólicos. matena pn;n~ es la industria se localice junto a 1a
El principal representante de este grupo de teorías es hado, es logico. que. Aislando otros factores se pro-
Alfred Weber, que sentó sus principios en su obra fuente de matena pnma. cada caso definir la
Teoría de la localización de las industrias. Weber dis- de de la mis..ua manera ~ara, en '
ce d' · ' urnas
tingue una teoría «pura» de una teoría «realista». La variable en ~?n l~~n~:t~; facto.res existen otros secun-
teoría pura persigue un sistema deductivo cuyas leyes ~n conexto~o~ las fuerzas aglomerantes y la~ fuerzas
de localización sean válidas para todos los regímenes danos, como E . d d ble que una industna puede
socioculturales. En otras palabras: sus leyes son inde- desaglomerante~. s 10 u a acto con otras; pero si este
pendientes de un período histórico particular. obtener beneficiOS de. ~u cont buscado la carestía del
En el planteamiento de la teoría pura se excluyen los contacto o aglomeracton es ml~s ventaja~ de la caneen-
factores sociales y culturales que el análisis de la reali- terreno puede no compensdaurce una desaglomeración.
dad revela y que pertenecen a nuestra civilización de hoy. · , y entonces
tracwn, , seW pro
b tiene que parur · ¿e que exis-
·
Se logrará así descubrir el proceso de adaptación del En su teona pura e er d consumo. Parte, pues,
espacio físico en función de los sistemas sociales, cuando ten por lo menos un~s plaz~s e E una limitación a la
este proceso no es perturbado por la volición humana de una P?blación agncola ~~a~~is~a sfijada esta población
o por factores socioculturales. O incluso se podrá com- pura teona, porq~e para q tervenir variables culturales,
prender el proceso que subyace, bajo la adaptación real, agrícola han tem 0 que m fi' ada quedan localiza-
al espacio que vemos en cada caso. técnicas-agrícola~, etc.? U~a vd: a~uerdo con el índice
Weber titula factor de localización a la ventaja que das las industrias primanas vas plazas de con-
.l E a su vez crean nue
una actividad económica obtiene de estar situada en un materta . stas, f ' ás difícil de manejar, que
determinado punto. Para una industria, el producir en sumo, etc. Queda oyo laa~~::de obra. Estos costos son
ese lugar a menos costo que en otro distinto. es el de los cos.tos e ómicos articulares; por con-
El factor de localización es consecuencia de tres cir- afectados por ststemabs ecdon r la t!ria pura por la rea-
. . t hay que a an ona . W be
cunstancias: (a), puntos de consumo; (b), costo de trans- stguien e, . , 1 reconoce el propio e r.
porte -que a veces se reduce a (b'), peso de los produc- lista o prácuca, ly asi o d operar los factores socio-
tos y materias primas, y (b"), distancia del recorrido-- y p ara W eber ' 1 r ., de las industrias se reali'"'¿a
a manera e
(e), valor de la mano de obra en diferentes lugares. culturales e? la olca iz~clbol de la mano de obra. Reco-
El método seguido por Weber para determinar teó- sólo a traves de a vana e
241
240 Lección 10 Ecología urbana
d colegía urbana están, como
noce que hoy en día que el transporte se ha abaratado Todos estos procros . ~ e cia de la ciudad capitalista,
tanto y son tantos los centros de consumo, el factor se ve, fundadols enf arzeaxstsd:n la libre empresa. Han par-
mano de obra es primordial. Por consiguiente, la locali- d0 nde operan as ue · dad americana de nuestros dt'as ,
, . . d 1
zación se ha emancipado de la pura teoría y tiene que tido del anallSls e a cm f ¿.., de lo que fue la urbe
colocarse de acuerdo con estas imposiciones de tipo consecuencia apenas tr~ns ormlla~ado ciudad industrial.
sociocultural. Localidades que se han hecho prósperas paleotécnica, la que f emod sta sistemática la ordena-
por ventajas históricas atraen un excedente de población Sin embarg?, ~e1a ~ed d: de régimen socialista, don-
que a la vez buscan los industriales que necesitan mano ción ecol~gtca 1 \bs cm ~c~lación del suelo. Por tanto,
de obra. Otras veces, las masas trabajadoras se sitúan de no ex~ste a 1 re esp 1 inmenso pasado urbano de
también por sentimientos patrióticos, localistas o irra- ni es aplicable al pas~~o, a hemos tratado de ínter-
cionales. las civilizaciones pr¡rew~s, ~ue ni va a ser enteramente
Otros autores que pertenecen al mismo grupo son pretar a la luz. de a ltstona~ir que tanto en las áreas
Oskar Englander y Andreas Predohl. El primero consi- aplicable a la cmdad dle por~el-d~mócratas camina cada
dera que los factores socioculturales influyen también a . 1' como en as saeta ' ..
socta tstas, . l 'fi .ón intensiva con parttctpa-
través del sistema de cambios, de la organización de la vez más hacta una p ant cact . '
producción y de la estructura de la población. En su ción predominante del Estado prevtsor.
análisis intervienen más los conceptos de economía fa-
miliar, principalmente la demanda marginal, y el prin-
cipio de sustitución; es decir, que ro se utilizarán deter-
minados medios de producción a un fin que produce
menos beneficios que otros.
Así, dado el lugar de producción, la capacidad de de-
manda marginal producirá la extensión del mercado, y
a la inversa, dado el lugar de consumo, el principio
de sustitución determinará la situación económica del lu-
gar de producción.
En otras palabras, para un lugar de producción deter-
minado, el lugar de consumo se definirá de acuerdo
con esa demanda marginal y sus límites alcanzarán a
aquel lugar donde los gastos de transporte no hagan
imposible la demanda marginal.
En cambio, para un mercado dado el lugar de pro-
ducción vendrá fijado por el principio de sustitución. Es
decir, será aquel que resulte más productivo para el
empresario entre todos los posibles, pues caso de existir
otro más favorable se produciría la sustitución.
El sistema de Predohl no se separa del de Weber sino
en que acentúa más la importancia del principio de sus-
titución.
1
,1
Indice
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