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J E X L A N E

Broken

TRADUCCIONES INDEPENDIENTES
CRÉDITOS

Traducción Corrección
Achilles Akira de Undaunted
Akira de Undaunted Cotota
Aruasi S. Ella R
Blackbeak
Cris
Ella R
Irán
Isabel
Juliette
Ornella
Ravell
Samn
Tello
Valeria
Venus
YazmiinonClouds

Corrección Final
Reshi

Diseño
Vaughan
SINOPSIS

Vampiro. Íncubo. Semidios. Arma.

Matthew tiene muchos nombres, pero ninguno tan doloroso


como mascota. De esclavo a íncubo del Alto Rey Malarath,
Matthew está cansado. Cansado de pelear. Cansado de
perder a aquellos que él ama. Cansado de la tortura. Y, en
su desesperación, su cuerpo comienza a decaer frente a él.

El Alto Rey, furioso de que su mascota está muriendo, trae a


la única persona que puede ayudar a sanar a Matthew: El
Alto Lord General Tarrick.

Aunque toda la confianza que tenía en el general se ha ido,


tal vez aún hay esperando en la situación. Todo lo que
Matthew necesita es empezar a actuar como un íncubo y dar
un espectáculo.
El libro que ahora tienen en sus manos, es el resultado del trabajo
final de varias personas que, sin ningún motivo de lucro, han
dedicado su tiempo a traducir y corregir los capítulos del libro.
El motivo por el cual hacemos esto es porque queremos que todos
tengan la oportunidad de leer esta maravillosa saga lo más pronto
posible, sin tener que esperar tanto tiempo para leerlo en el idioma
en que fue hecho.
Como ya se ha mencionado, hemos realizado la traducción sin
ningún motivo de lucro, es por eso que este libro se podrá
descargar de forma gratuita y sin problemas.
También les invitamos a que en cuanto este libro salga a la venta en
sus países, lo compren. Recuerden que esto ayuda a la escritora a
seguir publicando más libros para nuestro deleite.

¡Disfruten la lectura!
PRÓLOGO

MALARATH
Traducido por Ella R
Corregido por Cotota

Siglo V A.C. Grecia.

—Ha llegado, su Majestad.


La áspera voz distrajo al rey de sus pensamientos.
Malarath bajó la mirada desde su trono dorado. Un guerrero se encontraba
arrodillado en la base de los escalones, con el casco debajo de su brazo y su
armadura de hoplita resplandeciendo. La batalla estaba sobre ellos, pero él no
llevaba armas ni escudo.
Malarath le había ordenado partir varios días atrás, pero el humano desobedeció
y se quedó a pesar del riesgo. Incluso el gran dragón negro, Zafirah, había huido, y
ahora el fuerte estaba vacío, salvo por ellos dos.
Con sus pálidos ojos azules, el Rey estudió al temerario guerrero que le había
servido durante muchos largos años. Su cabello y barba eran oscuros y su piel
bronceada por entrenar bajo el sol durante los días; sin embargo, sus noches las
pasaba luchando, y tenía el cuerpo firme para probarlo.
—Deberías haberte ido, Prescott —dijo Malarath.
El guerrero no dijo nada, sólo ofreció un leve asentimiento en señal de que había
escuchado al Rey.
Malarath se puso de pie.
—Serás castigado por tu desobediencia.
—Si él no nos mata, entonces acepto el castigo.
La sombra de una sonrisa apareció en el borde de los labios del Rey; estaba
contento de tener un súbdito con tanto coraje, incluso si era solo un humano.
Malarath desabrochó el dije de rubí cerca de su hombro y dejó que su capa azul
cayera encima del trono, exponiendo su túnica hecha de una tela tan fina que era
casi transparente. La túnica caía suelta alrededor de su cuerpo, terminando en su
muslo.
Las joyas, tan doradas como su cabello, adornaban sus extremidades. Él ajustó
un brazalete, enderezando la dirección de las gemas. No sería suficiente verse bien,
necesitaba ser irresistible.
—Levántate ¿Entiendes que te ofreceré a él?
—Sí, su Majestad —dijo Prescott poniéndose de pie y colocándose el casco.
Cubría su rostro por completo y lo hacía ver como un íncubo, largos cuernos
curvándose en la punta hacia atrás.
El Rey bajó las escaleras de su trono y esperó a que él llegara.
Malarath consideró mudarse a otra habitación, una más íntima. A su alrededor,
grandes murales decoraban las paredes y estatuas de mármol descansaban en
cada esquina. Telas caras y pieles ricas colgaban de las altas columnas, todo
diseñado para dirigir la vista al enorme trono dorado desde el cual él reinaba.
Había insistido en que ese fuerte estuviera tan decorado como cualquier palacio
que hubiera visitado.
No. Esta habitación serviría. Él disfrutaría la sensación de poder que se
manifestaba en este espacio.
Malarath se obligó a serenarse, incluso al oír los pesados pasos aproximándose
por el gran salón. Las puertas de la habitación del trono se abrieron de golpe y allí
estaba de pie el Sanguine Dominar, un vampiro sin igual, capaz de controlar la
sangre con un movimiento de su mano, y doblegarla a su voluntad. Vestía apretadas
ropas de cuero, como los bárbaros: pantalones oscuros y una burda camisa, junto
con una impresionante capa de piel que se arrastraba por el piso detrás de él.
Egipcio por nacimiento, su piel era oscura, pero sus severos ojos eran color
ámbar dorado. Su grueso cabello largo estaba retorcido en salvajes bucles. Y, a
pesar de que Malarath era casi quince centímetros más alto, su presencia era
imponente.
Carnicero. Asesino. Destructor. Nombres que los enemigos de los vampiros le
habían dado.
Pero para el Rey, él era Apep: el muchacho que había encontrado en las calles
y convertido en la compañía perfecta.
Al verlo, Malarath tensó su mandíbula, recordándose lo que necesitaba hacer,
incluso mientras su corazón latía fuertemente en su pecho.
El vampiro lo observó; sus ojos estaban rojos.
—¿Este fuerte es todo lo que tienes?
Por supuesto. El Rey no tenía otras guaridas ni bastiones, apenas esta fortaleza
intrascendente. Había estado escondida, protegida por la magia. O por lo menos
así había estado, hasta una hora atrás, cuando él levantó el velo, exponiendo el
último bastión de lo que una vez fue un poderoso imperio.
Apep llevó su mano hacia adelante y la tensó en un puño. Prescott se levantó del
suelo mientras una fuerza invisible comenzaba a aplastarlo en el aire.
—Esperaba una batalla.
—¡Espera! —gritó Malarath, cayendo de rodillas—. Me rindo —dijo, su voz casi
temblando.
—¿…qué? —La mano de Apep cayó hacia un lado, como si no estuviera seguro
de lo que había escuchado. Liberado, Prescott cayó de repente al suelo y se puso
de rodillas.
Malarath agachó la cabeza.
—Me rindo. Has ganado.
El vampiro se quedó en silencio, sus ojos pasando entre los dos hombres.
—Un íncubo decepcionante.
—No. No puedo luchar más contigo. Todo lo que tengo es tuyo. Yo soy tuyo ¿No
es eso lo que deseas? ¿Lo que siempre has deseado?
—Lo que deseaba —escupió Apep, con sus colmillos afuera—, era que me
salvaras de ella. Soporté décadas de tortura a su lado, esperando que mi amante
viniera a buscarme.
—Me habrías matado si lo hubiese intentado. Como lo hacen todos los vampiros
a quienes aman después ser convertidos. No fue hasta que rompiste el vínculo que
pude ir por ti.
—E incluso entonces, no viniste. Usaste la guerra en mi contra para deshacerte
de los que estaban por encima tuyo. Tú elegiste ascender al trono, Gran Rey.
Malarath bajó su mirada y susurró:
—Y me arrepiento de esa elección.
—Porque hice que te arrepientas. He matado a tus guerreros, tomado tus tierras
y te he despojado de tus riquezas.
—No —El Rey sacudió su cabeza—. No. Me arrepiento porque tú no estabas a
mí lado. Lo habríamos hecho juntos, y en vez de eso, estaba solo —Malarath
levantó la vista, sus ojos se volvieron de un dorado brillante cuando se encontró con
la mirada de su antiguo amante—. Y te anhelaba.
Apep se acercó, atravesando la distancia de la habitación hasta posicionarse
directamente frente al rey arrodillado.
—¿Alguna vez la verdad sale de tus labios?
Malarath se puso de pie, lenta y deliberadamente. Uno a uno, se fue sacando los
anillos de oro, dejándolos caer al piso de piedra. Cada golpe hacía eco en la enorme
habitación. Cuando finalmente se los quitó todos, continuó con los brazaletes y
finalmente la diadema dorada de su cabello, la cual también tiró.
—No tengo más magia que te prohíba usar tus poderes de sangre en mí. Tú me
controlas ahora. Estoy consciente de que me torturarás, y cuando te canses de
hacerlo, me matarás —Malarath inclinó su cabeza en un gesto de sumisión—. Pero
ya no lucharé contigo.
Apep levantó el brazo y apoyó su fría mano sobre la mejilla de Malarath. Sus
garras se clavaron en el rostro del íncubo y él cayó de rodillas una vez más.
—¿Tus súbditos? ¿Tus guerreros? —Apep miró hacia Prescott, quien se había
quedado en el suelo, pero sus músculos estaban listos para moverse si era
necesario.
Atrapado dentro de su propio cuerpo, Malarath luchó para responder y sólo pudo
hacerlo una vez que Apep hubo chasqueado sus dedos.
—Son tuyos. Él es tuyo.
—Quítate tú armadura —le ordenó a Prescott.
El guerrero se puso de pie y se sacó el casco, luego desabrochó un lado de la
coraza que cubría su torso y, una vez que estuvo suelta, la dejó sobre el suelo,
revelando el cabello de cabra teñido de azafrán que estaba debajo. Por último,
descubrió las grebas que cubrían sus espinillas.
El vampiro apareció detrás del guerrero y envolvió sus brazos alrededor del
humano, hundiendo sus colmillos en su cuello. Prescott aceptó su destino sin luchar,
y Apep lo liberó con un gruñido de decepción después de haber tomado apenas
unos sorbos de sangre, lanzando al humano al suelo.
El guerrero presionó su mano contra la herida sangrante y alzó la cabeza.
—Patético —gruñó el vampiro, levantando su mano.
Prescott comenzó a gritar mientras su propia sangre se volvía un arma dentro de
él apretando y quebrando su interior. Momentos más tarde se quedó en silencio, su
rostro pálido y sus ojos muertos.
—¿Lo has matado? —preguntó Malarath, aún incapaz de moverse. La pérdida
de su guerrero le dolía, mucho más de lo que alguna vez permitiría ver a alguien.
—No he decidido todavía.
La esperanza barrió sobre Malarath.
—¿Y yo? ¿Qué será de mí?
Apep caminó a su alrededor, juzgándolo desde cada ángulo. Sus ojos recorrieron
el cuerpo del íncubo, deteniéndose en sus delgadas caderas y en su espalda. El
vampiro intentó enmascarar sus emociones, pero Malarath pudo sentir el deseo
despertando en él.
El Rey esperó, sin atreverse a utilizar ninguna de sus habilidades de íncubo. La
maldición del Sanguine Dominar volvía a Apep demasiado impredecible. Su mente
estaba envuelta de sed de sangre y poder.
El vampiro se detuvo frente a él, su altura imponente.
—No he decidido eso tampoco.
Luego Malarath sintió las ataduras del control de sangre aflojarse y entonces su
espalda golpeó contra una columna. Una mano alrededor de su pálido cuello,
apretando lo suficientemente fuerte como para dificultar su respiración.
Apep se inclinó hacia él y susurró, su frío aliento golpeando ásperamente la
mejilla de Malarath:
—Tenías razón, te torturaré… y te usaré.
Malarath quería extender un brazo y tocarlo, pero sería peligroso. Convirtió sus
manos en puños.
—Déjame complacerte. Ha pasado tanto tiempo.
Los ojos del Dominar resplandecieron. Soltó el cuello de Malarath, luego con sus
garras abrió el frente de la túnica del íncubo, exponiendo su cuerpo excitado.
El vampiro le dio un zarpazo. Delgadas líneas de sangre aparecieron en la pálida
piel de Malarath. El fuerte olor a sangre inundó el aire y las garras se clavaron más
profundo. El temor se despertó en Malarath y los labios del vampiro se curvaron en
una cruel sonrisa, sus colmillos hambrientos.
Golpeó duro, hundiendo sus dientes profundamente en el tierno cuello del incubo,
chupando ansiosos tragos de sangre. Malarath luchó contra él, y por mero instinto
intentó controlar al Dominar, pero un dolor intenso lo atravesó. Perdió su habilidad
para concentrarse y emitió un grito.
—Derin, por favor —suplicó, usando la palabra afectiva de los íncubos: Adorado.
Un nombre que le había dicho muchas veces a Apep en los momentos en que
permitía que la pasión lo sobrellevara.
Apep se separó de golpe.
—No, tú has perdido el privilegio de llamarme así —gruñó, con la sangre
brillantemente roja cubriendo sus colmillos—. Me llamarás “su Majestad”.
Malarath bajó su mirada.
—Sí, su Majestad.
El dolor que lo ahogaba se calmó.
Apep quitó lo que quedaba de la túnica de Malarath de su cuerpo, luego tomó su
muñeca y lo empujó mientras ascendía los escalones hacia el trono de oro. Pasaron
a un lado de Prescott, quien seguía inconsciente, su pecho subiendo y cayendo en
un ritmo superficial.
Sentándose en el trono, Apep empujó a Malarath entre sus piernas. Este se
arrodilló, su cuerpo desnudo presionado contra el cuero del vampiro, y preguntó:
—¿Me dejarás satisfacerte, su Majestad?
Apep asintió una vez.
Malarath colocó sus manos sobre los poderosos muslos del Dominar. Se tomó
su tiempo, recorriendo los delgados y definidos músculos a través del cuero. Tan
gentil como la brisa, fue dándole placer al cuerpo del vampiro, y Apep dejó salir un
suave sonido de aprobación como respuesta. Malarath tiró de los lazos de cuero
que apenas podían contener la dura erección de Apep.
La situación era delicada. En cualquier momento, el humor de Apep podría
cambiar. Si Malarath no era perfecto en cada aspecto, sufriría un dolor agonizante.
Resistió la urgencia de alimentarse de las brillantes tiras de energía que salían del
vampiro.
Con los lazos sueltos, la gruesa polla de Apep quedó en libertad y Malarath pasó
sus dedos por el lateral, deteniéndose en la punta y aplicando presión.
—Ha pasado tanto tiempo, Muri —dijo Apep, dejando salir un gemido cargado de
pasión.
Muri… la palabra para amante. Atrapado con la guardia bajo, Malarath alejó la
mano bruscamente, sus ojos dorados bien abiertos.
Sentado poderosamente en el trono, Apep bajó la mirada al íncubo desnudo que
estaba entre sus piernas.
—¿Aún me amas, Derin? —preguntó Malarath, ignorando la orden de no usar
ese nombre y conociendo de antemano la respuesta.
Brillantes ojos rojos lo miraron, estrechándose, entonces abruptamente se
suavizaron, volviéndose de un color dorado como la miel. Sus garras retrocedieron
y ahuecó el rostro de Malarath, abriéndose. Por un momento, parecía que había
pasado tanto tiempo, sus emociones se entrelazaron, y se fusionaron en uno.
Malarath no podía decir dónde terminaba Apep y comenzaba él.
Tan de repente como se abrió, el vampiro se cerró, dejando un vacío dentro de
ambos. Apep se estiró y tomó las caderas de Malarath, empujándolo sobre su
regazo y sosteniéndolo fuertemente. Pasó una mano por la piel del íncubo,
recorriendo los cortes, devorándolos.
—Nunca ha pasado un momento en que dejara de amarte. Te amaré por siempre,
y no hay nada que pueda cambiar eso.
El incubo se hundió contra el pecho del vampiro, acomodándose en el agarre.
—Lo lamento —susurró.
No había otra respuesta más que un apretado abrazo. El aire fresco de la noche
se abrió paso hacia la habitación del trono y la luz de la luna se proyectó desde los
arcos arriba de ellos.
—Estás temblando —dijo Apep.
—Lo lamento —volvió a susurrar Malarath, cerrando sus ojos y permitiéndose
tomar el consuelo que le ofrecía su amante.
Apep lo sostuvo fuertemente, con cuidado de no aplastar al frágil íncubo.
—He esperado por mucho tiempo oírte decir eso.
El silencio cayó sobre ellos, la pasión cociéndose a fuego lento. Finalmente el
vampiro dijo:
—Serás castigado. Y una vez que termine, podemos comenzar de cero.
Malarath se alejó para estudiar el rostro de Apep.
—No —dijo Malarath, forzándose a hablar. La guerra acabaría en unos
momentos. Su gente, la poca que quedaba, estaría a salvo. Pero el precio era alto:
el vacío lo atormentaría durante el resto de sus días.
—¿No? —Confusión e ira hirvieron dentro del vampiro.
—Immol —dijo Malarath. Un collar de hierro apareció alrededor del cuello de
Apep. A decir verdad, el collar había estado alrededor de su cuello durante un
tiempo. Malarath se lo había colocado la primera vez que él se acercó y no fue hasta
que pronunció la palabra que se volvió tangible.
El collar tenía antiguas runas grabadas que tomaban su poder de cuatro piedras
negras incrustadas en el metal. Las piedras eran redondas, pulidas y contenían
cientos de pequeños agujeritos resplandecientes, cada una parecía tener una
galaxia atrapada dentro. Piedras Nocturnas, las llamaban las brujas. Eran la magia
consolidada.
Él había gastado una pequeña fortuna para adquirir la magia necesaria para
contener al Dominar, pero valdría la pena. Por su pueblo.
El vampiro salió disparado hacia arriba, empujando a Malarath lejos de él y
haciéndolo caer por los escalones. Malarath gruñó y se quedó quieto un momento
mientras su cuerpo sanaba. Apep extendió su mano para controlarlo pero nada
sucedió.
—Mis poderes… ¿qué has hecho? —rugió Apep y comenzó a arañar el collar
alrededor de su cuello, intentando quitárselo.
Malarath se puso de pie.
—Mataste a la mayoría de mi pueblo y destruiste mi imperio. No tienes control
sobre ti mismo, Dominar. Estás resuelto a matar y purgarás éste planeta hasta que
no quede un ser vivo en él. Estás contaminado con sangre maldita y ya no puedo
permitir que vivas.
—Te mataré.
Malarath sacudió su cabeza.
—No. Ya ha terminado todo.
El vampiro se lanzó por los escalones, pero jamás llegó al suelo.
—Olipsus —dijo Malarath, y el cuerpo del vampiro se aflojó, derrumbándose.
El Gran Rey pasó por encima del cuerpo inconsciente y fue hacia su trono. Se
colocó la capa azul que se había quitado antes, abrochándola una vez más con el
broche de rubí.
Arrastrando al vampiro hacia su guerrero, cortó las muñecas de Apep con una
sola garra, dejando que la sangre fluyera dentro de la boca de Prescott. Prescott
comenzó a atragantarse y a toser, ahogándose con la sangre mientras esta lo
sanaba.
—Tuvo éxito, su Majestad —dijo, mientras se incorporaba y se limpiaba la
esquina de su boca.
—Sí. Ponte tu armadura y tráelo al lugar que tengo preparado para él.
Prescott asintió e hizo lo que se le había ordenado.
Una vez fuera, Apep fue amarrado a una gran roca con pesadas cadenas de
plata, su cuerpo desnudo a excepción del collar, estirado sobre la piedra como una
ofrenda a los dioses. Malarath observó a su amante inconsciente, memorizando
cada detalle.
El silencio fue roto cuando Prescott estiró su mano y, con un chisporroteo y un
brillo verde, una espada dorada apareció, adornada con marcas de la diosa íncubo.
—Ella está aquí, su Majestad —dijo, señalando al cielo. Un enjambre de
murciélagos revoloteó contra la gran luna. Los murciélagos se fueron acercando
hasta fundirse juntos, formando a una mujer de piel oscura y ojos crueles.
La Reina de los Vampiros.
—Nunca lo debiste haber convertido, Nebethat —dijo Malarath.
Los labios de la Reina se curvaron hacia arriba, mostrando sus largos colmillos.
—Deberías haberme elegido a mí, no a él. Él no te merecía.
—Nunca te amé.
—¿Y lo amaste a él?
Malarath acarició el rostro de Apep en un gesto de ternura.
—Él es el único a quien alguna vez he amado. —Los ojos de Malarath se
estrecharon al dejar libre su furia—. Y tú lo arrancaste de mí.
—Tú deberías haber…
Cansado de escucharla hablar, él levantó una mano para hacerla callar.
—Borraré a tu especie del planeta, y cuando tú seas el último vampiro que quede,
entonces vendré por ti. Tal vez entonces entiendas la profundidad de mi pérdida.
Tal vez entonces entiendas lo que me arrancaste.
Ella se rió de él, sus blancos colmillos reflejando la luz de la luna.
—La mayoría de los tuyos están muertos. Tú nunca podrás matarnos a todos.
Su cuerpo explotó en miles de murciélagos y ella voló hacia la noche.
—Ella no se equivoca, su Majestad. No quedan muchos íncubos —dijo Prescott,
todavía sosteniendo la espada.
—Quedan los suficientes. Y con ellos, reconstruiré y levantaré un poderoso
imperio para servirme.
Prescott señaló a Apep con la cabeza.
—¿Lo despertará?
Malarath extendió su mano y Prescott le entregó la espada.
—Vete.
El guerrero hizo una reverencia y se marchó.
—Suspilo —dijo Malarath, y el vampiro despertó. Tironeó de las cadenas de plata.
Una vez que se dio cuenta que estaba atrapado, no emitió palabra mientras clavaba
la mirada en el rey íncubo—. El sol saldrá pronto.
Apep cerró sus ojos fuertemente y apartó la mirada.
Malarath tocó su barbilla y le hizo voltear la cabeza para enfrentarlo.
—Mírame, Derin.
Él lo hizo. Sus severos ojos no ocultaban su furia.
—No dejes que me queme bajo el sol. Si voy a morir, prefiero que sea bajo tus
manos, Muri.
—Yo… —Malarath no estaba seguro de tener la fuerza necesaria para cumplir
con el pedido.
—Bésame —dijo Apep.
Malarath obedeció, inclinándose sobre la roca, y sus labios se aplastaron contra
los de Apep. El calor se volvió fuego dentro de él. Este era su último beso. La última
vez que sentiría a su amante contra él. Cuando se separó, le costó trabajo recuperar
el aliento, como si una gran estatua estuviera aplastando su pecho.
Quería hacerle el amor, satisfacer ambos cuerpos. Restregó su cadera contra el
vampiro, su sexo pidiendo más.
—No —dijo ásperamente Apep, haciendo claro su propio deseo—. Sería una
burla a lo que tuvimos. Termina con esto. Por favor.
Malarath se alejó y quedó de pie frente a la roca, observándolo una última vez.
—Si existe alguna manera de volver a estar contigo, la encontraré —dijo el
íncubo, y cortó el cuello de Apep con la espada, separando la cabeza del cuerpo.
Observó mientras el vampiro se transformaba en cenizas. El collar de hierro cayó
sobre la piedra y rebotó hacia el suelo.
Malarath lo levantó y lo apretó en su mano. Emitió un grito cuando el sol se divisó
a su espalda, quemando los últimos restos del cuerpo de su amante.
CAPITULO UNO

MATTHEW
Traducido por Ella R
Corregido por Cotota

Aproximadamente 2500 años más tarde. Nueva York.

—Devak —dijo Matthew, su voz bruta, tensa. Delirando a causa del hambre, no
podía recordar dónde estaba o cómo había llegado hasta allí.
Luchó contra las invencibles ataduras que lo mantenían suspendido en el aire,
pero estas no cedieron. Sus brazos dolían como si hubiese estado colgado desde
hacía tiempo. Los gruesos grilletes alrededor de sus tobillos no se sentían mucho
mejor. Pesadas cadenas amarradas al suelo tiraban de sus piernas, dejando que
sólo las puntas de sus pies tocaran el piso. Un brillante foco de luz direccional lo
iluminaba.
Estaba desnudo a excepción de los grilletes y el pesado collar alrededor de su
cuello. Su cabeza estaba caída hacia adelante a causa de la debilidad. Por lo menos
el metal no era plata. Una pequeña bendición.
No podía recordar la última vez que la sangre había tocado sus labios.
Sus caracteres de vampiro, las garras, los colmillos y los irises rojos, no se
retraían, sin importar lo mucho que intentara regresar a su forma humana. La
criatura dentro de él estaba desesperada por alimentarse.
—Devak —repitió Matthew, como si al decir su nombre pudiera invocarlo.
—Tú guardián de sangre lleva tiempo muerto —susurró una voz cruel de entre
las sombras.
Eso era. Los íncubos lo habían recapturado ¿Cuánto tiempo había pasado?
¿Semanas? ¿Meses? Quizá la peor parte del encarcelamiento de Matthew no era
el hambre, sino él.
Malarath.
El Gran Rey.
Cada vez que Matthew despertaba, la criatura estaba allí en la habitación.
Observando y esperando en las sombras, lejos de la luz.
Con un gran esfuerzo, Matthew levantó su cabeza y un destello de luz se reflejó
en los ojos azul claro de Malarath. La presencia del Gran Rey hacía que incluso el
aire se tornara frígido e hiriente, y el leve olor a jazmines mareaba a Matthew.
Salvo la primera noche de la captura de Matthew, cuando Malarath le había
informado que debía llamarlo Amo, esta era la primera vez que el Rey había dicho
algo más. Y fue sólo pare recordarle que Devak se había ido. Muerto.
Maldito idiota.
Matthew estrechó sus ojos y gruñó. O intentó hacerlo. Salió más parecido a un
murmullo seco.
Malarath dio un paso hacia la luz, sus ropas azul grisáceas se movían detrás de
él, acomodándose en el lugar cuando él se detenía. El líder de los íncubos no era
nada parecido a lo que había imaginado Matthew la primera vez que había oído
hablar de él. Él estaba esperado un enorme bruto, alguien que llenara el trono con
un inmenso físico masculino y una presencia arrolladora. Un guerrero. Un general
convertido en rey.
Pero Malarath no era eso. Era alto y delgado, con una apariencia casi espectral
y una postura que denotaba una perfecta seguridad en sí mismo.
Malarath pasó un dedo a lo largo del demacrado cuerpo de Matthew,
comenzando por el collar hasta llegar a la base de su flácido pene. El contacto fue
mucho más cálido de lo que Matthew esperaba, y si no hubiera estado muriéndose
de hambre en esos momentos, su polla estaría dura como una maldita piedra.
Era desagradable, aunque no sorprendente, dado que se estaba enfrentando al
íncubo más antiguo del planeta, la manera en que el cuerpo de Matthew respondía
al Rey, como si lo deseara. Su estómago rugió.
—¿Tienes hambre, mascota? —preguntó Malarath.
Matthew clavó la vista en el largo cuello del Rey, observando cómo la vena
pulsaba debajo de su piel. Arrastró su mirada para fulminar al Gran Rey. No
respondería una pregunta tan estúpida. Ni ninguna pregunta, en tal caso.
Malarath no dijo nada más. Se quedó de pie quieto, durante lo que parecieron
horas, como si no le afectara el paso del tiempo, esperando que Matthew
respondiera.
Mattew entraba y salía de la consciencia. Hasta que, finalmente, el Gran Rey
volvió a hablar.
—Mi general me dice que tú le estuviste hablando durante seis días con el mínimo
esfuerzo de su parte. Podría hacer que supliques en seis minutos, ¿deseas
experimentar eso? —preguntó Malarath, sonando indiferente; e incluso algo
aburrido. Su rostro no mostraba emociones, lo que era un extraño contraste con lo
seductor y atractivo que era. Pero era una belleza vacía, como la de una muñeca
de porcelana.
Los íncubos habían evolucionado, volviéndose excitantes, perfectos, para poder
atraer presas de las cuales alimentarse, pero eran tan monstruos como los
vampiros. Por lo menos estos últimos eran honestos acerca de lo que eran.
Matthew cerró sus ojos, preguntándose qué era lo que al Gran Rey le gustaría
hacerle si no respondía. La única pizca de felicidad que tenía era debido a que
Samantha estaba lejos de allí y segura. Por lo que él sabía, ninguno de los íncubos
conocía la existencia de su hija vampiro.
Su corazón se hizo jirones al pensar en ella.
En realidad, esa era la peor parte de su encarcelamiento, su separación de ella.
De vez en cuando podía sentir un delgado hilo que tiraba de su pecho, haciéndole
saber que ella estaba viva. A veces, a través del vínculo, podía sentir que ella estaba
atemorizada y le mataba saber que él no podía ayudarla.
La mayoría del tiempo no podía sentirla para nada, y eso era mucho peor porque
no tenía idea de qué había sucedido con ella. Era extraño que él no se cegara por
la ira cada vez que el vínculo desaparecía. Pero claro, apenas tenía la fuerza
suficiente como para mantener la cabeza erguida.
Matthew consideró lo que el Gran Rey había dicho… ¿seis minutos? Demonios,
si alguien pasara una bolsa de sangre por sus narices las palabras se atropellarían
por salir de su boca. No era que no quisiera pelear, pero ya habiendo sido
quebrantado por un íncubo, la idea de que volviera a suceder tornaba su alma de
plomo. Las cosas serían más fáciles si solo se rendía ante Malarath.
Abrió sus ojos y tragó en seco.
—Sí, Amo. Tengo hambre.
Las palabras se atoraron en su garganta. Los odiaba. Se odiaba a sí mismo. Y
odiaba a su maldito creador por hacerle esto a él, por dejarlo indefenso en el suelo
para que los íncubos lo recapturaran.
Malarath se quedó congelado en el lugar durante tanto tiempo que Matthew no
tenía idea si recibiría algo de sangre o no. Tal vez tendría que pedirla como hacía
con Tarrick…
—¿Puedo tomar un poco de sangre, Amo?
La mano de Malarath se presionó tan fuerte en el raquítico estómago de Matthew
que él soltó un grito. Una sensación de antaño pulsó en su vientre. Estaba siendo
escaneado. Era una habilidad que permitía a los íncubos “ver” su interior como un
ultrasonido. No todos los íncubos podían hacerlo, pero no era sorprendente que el
Rey sí pudiera.
Él ya sabía lo que el Rey encontraría: cuatro bolsas de sangre explotadas y un
soavik vacío que se acalambraba dolorosamente, a pesar de que la falta de sangre
era mucho más agonizante.
Malarath dejó de escanearlo, pero dejó su mano apoyada sobre su abdomen. No
dijo nada, y eventualmente Matthew dejó caer su cabeza hacia adelante. No
obtendría sangre y el hambre se estaba volviendo demasiado sobrecogedora y
dolorosa. Se sorprendió de haberse mantenido lúcido durante tanto tiempo.
Eventualmente sus pensamientos comenzaron a desencajar y el mundo dejó de
tener sentido.
Cerró sus ojos y se concentró en intentar recobrar la compostura. Cuando los
abrió, Malarath ya no estaba tocándolo… y estaba usando ropas diferentes, de color
verde claro. Su largo cabello dorado estaba atado. Una o más noches habían
pasado, y Matthew ni siquiera se había dado cuenta.
—Lo estás llevando bien, mascota —dijo Malarath. El cumplido fue… inesperado.
—¿…qué? —preguntó Matthew, con la garganta seca.
Malarath se quedó quieto, esperando algo.
Le tomó un tiempo, pero Matthew recordó qué era lo que Malarath quería y volvió
a intentar.
—No estoy seguro de lo que quiere decir, Amo —dijo, con algo de esfuerzo.
—No tolero la falta de auto control. Si tienes hambre, debes soportarla hasta que
decida alimentarte. He estado entrenándote para que resistas el hambre y no cedas
ante la furia.
¿Entrenando? Esto se sentía como una tortura.
—¿He estado enloqueciendo de furia? —preguntó Matthew. Tarrick le había
dicho una vez que los vampiros sucumbían a la ira cuando morían de hambre. Era
una respuesta instintiva para encontrar sangre. Una vez que un vampiro llegaba a
ese punto, se enloquecía hasta atiborrarse con los humanos.
Malarath se acercó un poco más. El aire alrededor suyo bajó un par de grados.
—¿Cuánto tiempo crees que pasó desde que mi guerrero te trajo aquí?
Matthew se habría encogido de hombros si hubiera podido moverse,
—Un par de semanas, quizás un mes.
—Nueve meses.
Matthew parpadeó.
¿Nueve meses? ¿Nueve malditos meses desde que Devak había muerto?
¿Desde la última vez que había visto a Samantha? ¿Nueve meses colgado en
esta… celda? Por lo menos él asumía que era una celda, sus sentidos estaban
demasiado entumecidos, sus ojos demasiado débiles para ver algo fuera del círculo
de luz.
Los recuerdos lo invadieron. Durante meses había estado solo. Hambriento,
había suplicado sangre. Suplicaba compañía, una persona con la cual hablar.
Suplicaba a Devak que apareciera… a Tarrick… a cualquiera que apareciera y lo
salvara.
Entonces cedió a la furia y sus recuerdos se desvanecieron.
La confusión lo retuvo. Él temía al Gran Rey… pero había una parte de él que no
quería que él se fuera, aunque fuese para no estar tan solo.
Era enfermizo.
Matthew quería gritar, o tal vez llorar, pero no tenía energía para ninguna.
En vez de eso, se volvió a desvanecer en la oscuridad. Cuando volvió en sí,
Malarath vestía una bata azul oscuro con bordados dorados, su cabello suelto, sus
pálidos ojos examinándolo.
—Estas cerca, mascota. Cuando seas capaz de pasar una noche entera sin
sucumbir a tu hambre, avanzaremos.
¿Una noche entera? No estaba seguro de poder hacerlo, pero debía intentarlo si
tenía alguna esperanza de soltarse de esas cadenas.
Horas más tarde, no pudo soportar más los calambres y se desvaneció.
Cuando volvió a despertar, Malarath tenía otra vestimenta. De pie allí, sin
moverse.
Al ver a Malarath al borde de la luz, Matthew se dio cuenta que rara vez
parpadeaba, quizás una vez cada un par de minutos. Como una distracción,
comenzó a contar cada parpadeo e intentar adivinar cuánto tiempo pasaba. Tenía
que soportar una noche entera.
No lo hizo.
No esa noche. Ni la siguiente. Ni la que le siguió a esa. Pero cada noche pasaba
más y más tiempo despierto. Cada noche, Malarath se quedaba en silencio, sin
decir nada, incluso cuando Matthew suplicaba algo de sangre o intentaba aferrarse
al Gran Rey. Apenas le cosquilleaba, aunque Matthew no esperaba realmente poder
persuadir a una criatura tan antigua. Apenas podía hacérselo a los humanos.
Una noche intentó controlar a Malarath, quien no utilizaba lentes de contacto
preventivos ni anteojos, con un “libérame”. Eso le hizo ganar una pequeña media
sonrisa de parte del Gran Rey.
Malarath se adelantó y pasó sus manos por las huesudas costillas de Matthew.
Él quería alejarse de ese contacto… y acercarse a él. Lo deseaba y quería más. Era
humillante.
—Durante nueve meses no fuiste capaz de salir de esa furia, ni siquiera por un
par de minutos, y ahora casi puedes pasar una noche. Un mes más y serás lo
suficientemente fuerte como para resistir —dijo Malarath.
¿Un mes? No. Esta noche.
Estrechó sus ojos, determinado a probarle al Gran Rey que estaba equivocado,
y utilizó su ira para distraerse del dolor.
El tiempo pasó lento, y la urgencia de rendirse a las sombras crepitaba a su
alrededor, pero él la hacía retroceder.
En las largas horas de silencio, sus pensamientos se centraron en Devak y la
pena lo ahogó. Nunca volvería a sentir el cálido toque de Devak, ni sus suaves
labios. Nunca volvería a ver sus ojos color ámbar, ni a oír su serena voz.
Solo habían pasado un par de meses juntos, sin embargo se sentía como si
hubiese sido mucho más tiempo.
Y ahora Matthew volvía a estar solo. Sin familia a su alrededor, sin amantes, sólo
un frío e indiferente íncubo monarca paseándose por las sombras. “Amo” debía
llamarlo Matthew. Una vez más, consideró resistirse, pero sabía dónde lo llevaría
ese camino, y no estaba seguro de poder luchar.
Los párpados de Matthew se sentían como plomo. Mantenerlos abiertos era una
tarea casi insuperable, pero se rehusó a sucumbir al cansancio esa noche. Tenía
algo que probar.
Sobrevive. No dejes que te quiebren. Esa era la última cosa que Samantha le
había dicho. Matthew había asumido que ella estaba hablando acerca de su
creador, el Dios de Sangre, pero se había equivocado. Ella había estado hablando
acerca del Gran Rey. Los oráculos eran graciosos, hablaban misteriosamente y con
amagues.
Matthew no estaba seguro de poder salir entero de esta, pero lo intentaría, por
ella.
El tiempo pasaba y, a pesar de que no lo podía ver, sentía al sol aproximarse en
el horizonte. Le disparó a Malarath una mirada triunfante.
La boca de Malarath se curvó en una sonrisa.
—Bien hecho, mascota.
Matthew se avergonzó, horrorizado por el placer que le provocó el cumplido.
CAPITULO DOS

Traducido por Ella R


Corregido por Cotota

En lo que Matthew solo pudo describir como una experiencia divina, la vida
inundó su boca. Deliciosa, celestial y restauradora, la sangre se filtró por su lengua
y bajó por su garganta. Estaba demasiado débil para abrir sus ojos, pero absorbió
fuertemente de una especie de tubo que penetró sus labios.
La sangre dejó de fluir, seguida de un fuerte sorbido. El tubo fue arrancado de su
boca y él dejó salir un quejido. Necesitaba más.
Dentro de él se concentró en sanar su cuerpo. Sus músculos estaban débiles,
sus sentidos embotados, las bolsas de sangre colapsadas e incluso tenía algunas
fracturas, especialmente donde sus muñecas estaban encadenadas.
—¿Cuánto va hasta ahora? —preguntó un hombre, de pie cerca suyo.
Probablemente la persona que lo estaba alimentando.
Un hombre diferente respondió.
—Dos galones, señor ¿Quiere que vaya a buscar más?
—Sí. Los está terminando rápidamente. Trae otros dos y ponle una sonda.
¿Ya iban dos litros? La sangre quemaba dentro de él mientras se curaba. O por
lo menos así se sentía. No estaba realmente seguro de cómo su cuerpo se deshacía
de la sangre física. Seguro como el demonio que no la orinaba. Tendría que
preguntarle a alguien algún día como funcionaba todo eso.
Sonrió para sus adentros. Era un íncubo viviente que se alimentaba de sexo y
sangre y aquí estaba, buscando una clase de explicación científica. Próximamente
querría saber cómo los guardianes volaban con alas hechas de sangre o cómo los
cambia-formas ganaban masa cuando se transformaban…
Dios, estaba siendo absurdo en esos momentos, pero se sentía tan
endemoniadamente bien volver a tener sangre. Estaba vibrando de placer y
comenzó a ronronear.
—Alguien está feliz —dijo el hombre que estaba más cerca.
Matthew abrió sus ojos de golpe y los forzó a centrarse.
La celda, no, tacha eso, la jaula ahora estaba iluminada por las luces del techo.
Él estaba encadenado en medio delo que parecía una enorme jaula para pájaros.
Barrotes dorados se levantaban desde el piso de cemento y se curvaban por encima
de él.
Alrededor de la jaula había un espacio vacío, luego una pared de concreto circular
con runas resplandecientes pintadas en ella. Una trampa de vampiros.
No había ventanas y sólo una pesada puerta plateada que se veía como si
perteneciera a una base militar. Varias cámaras colgaban del techo, junto con un
único cabezal de ducha posicionado arriba de la jaula.
Matthew notó que había una sección de barrotes que se veían recientemente
soldados. También había sangre seca por doquier. Y marcas de garras en las
paredes fuera de la jaula, sobre el propio cemento. Algo grande y fuerte había roto
los barrotes e intentado escapar de la habitación. Matthew estaba noventa y nueve
por ciento seguro que había sido él, a pesar de no recordar haberlo hecho.
El Emperador Prescott estaba de pie delante de él.
Líder del Cuerpo de Cazadores.
El guardaespaldas personal del Gran Rey. Según los rumores, él tenía más de
mil años de edad, pero se veía más joven que Matthew; como de veinte y pico.
Llevaba puesta su usual armadura de cazador: un diseño griego con una pechera
esculpida, gruesos protectores de brazos y piernas y una falda hecha con tiras de
cuerpo que se vería estúpida en cualquier otra persona, pero a él le quedaba bien.
Cuando Matthew lo había visto en el pasado, siempre llevaba su casco puesto,
ocultando sus rasgos. Ahora no lo tenía, y dejaba al expuesto su cabello corto, su
barba prolija y su nariz recta.
El hijo de puta había asesinado a Devak.
La furia se despertó en Matthew, él se sacudió y le siseó al Emperador; las
cadenas sacudiéndose.
Prescott golpeteó el pecho de Matthew, como una burla.
—Cálmate. Nos tomó un par de intentos, pero estas cadenas pueden sostenerte
incluso a ti. —Prescott observó el daño en la habitación. —Fuiste un poco más fuerte
de lo que esperaba.
—Voy a matarte —siseó Matthew.
Prescott sacudió su cabeza.
—No, pero será divertido verte intentarlo.
Matthew curvó sus labios, mostrando sus colmillos.
—Deberías ser más agradable conmigo, soy el que tiene la sangre —dijo
Prescott, sosteniendo una bolsa de sangre llena y balanceándola.
Matthew fantaseaba con drenarlo hasta que estuviera al borde de la muerte,
sanarlo, y volverlo a hacer. Una y otra vez hasta que su necesidad de venganza
estuviera satisfecha. Pero era una tonta fantasía, dado que los cazadores
envenenaban su sangre. Se preguntó cuánto tiempo tardaría purgarla del cuerpo de
Prescott.
Prescott metió un tubo conectado al paquete de sangre en la boca de Matthew.
Este le clavó una mirada ceñuda. Asesino.
—Chupa —ordenó Prescott, apretando la bolsa. La sangre goteó por la boca de
Matthew mientras él estrechaba sus ojos. Prescott se encogió de hombros y
comenzó a sacar el tubo—. Si no quieres sangre…
Matthew se aferró al tubo con sus dientes y a regañadientes comenzó a succionar
de él como si fuera un sorbete. Sangre fría que le recordaba al café que no se
tomaba lo suficientemente rápido, pero para él era éxtasis. Y tan enojado como
estaba, también estaba emocionado por obtener más. Tenía un presentimiento que
sería demasiado esperar algo de ropa próximamente.
A lo largo de las siguientes siete noches, un cazador entraba a la jaula cada dos
horas para cambiar la bolsa de sangre que tenía conectada por intravenosa, pero
salvo eso, Matthew estaba solo. Su soavik le daba calambres, y estaba tentado a
hacer que un cazador le hiciera una mamada para poder alimentarse sexualmente
y detener el dolor.
No estaba lo suficientemente fuerte para controlar mentalmente a un cazador, en
especial a estos que trabajaban para Prescott y Malarath y estaban directamente
entre los mejores. O por lo menos eso había oído él cuando entrenaba con los
cazadores cadetes en la Academia Ashwood para Cazadores de Vampiros.
Obligarlos estaba descartado, dado que todos los cazadores usaban lentes de
contacto para prevenir que eso sucediera.
Estaba miserablemente solo en la jaula, pero por lo menos tenía sangre.
Antes del atardecer de la octava noche, el golpe de un látigo contra su espalda
desnuda lo despertó. Era incapaz de moverse dado que aún era de día, pero podía
gritar y, con un enorme esfuerzo, mantener sus ojos abiertos.
El Gran Rey estaba de pie delante de él vestido con una bata granate con
bordado plateado y un gran collar que le daba un aspecto siniestro. Llevaba anillos
con gemas en cada uno de sus dedos, siempre los tenía puestos, y una diadema
dorada trenzada en su cabello.
Otro latigazo golpeó contra su espalda y Matthew se las arregló para suprimir su
grito con un gruñido.
—Oh. Estás despierto —dijo Malarath, los bordes de sus labios alzándose en una
sonrisa inquietantemente juguetona. Bastardo.
Matthew podía oler a Prescott parado detrás de él, blandiendo el látigo sin dudas.
También había olor a dedalera, un veneno para vampiros que ralentizaba la
curación. Apestaba como el demonio.
Cuando Malarath se acercó, la temperatura bajó un par de grados. Él pasó su
mano a lo largo del brazo derecho de Matthew, trazando el tatuaje que lo cubría.
Algunos de los músculos de Matthew habían sanado durante la semana pasada,
beneficios de ser un vampiro, pero aun tendría que trabajar por los que restaban.
Deseaba que Malarath dejara de tocarlo. El suave contacto le causaba repulsión…
y sin embargo, quería más.
Estaba agradecido que su polla no estuviera dura como una piedra en ese
momento, pero tan pronto como el sol se pusiera, su traicionero pene
probablemente se excitaría. Tal vez le dieran algo de ropa en algún momento. Heh.
—Que lo trasladen a mi habitación. Lo disfrutaré allí —dijo Malarath, bajando su
mano.
Matthew gruñó y otro latigazo cayó sobre su espalda. Aún incapaz de moverse,
Matthew no pudo hacer más que soportar el dolor.
—Con que le gruñas otra vez, te cortaré la lengua —dijo Prescott detrás de él.
Matthew resistió la tentación de gruñirle, sólo para fastidiarlo.
Malarath pasó sus nudillos por la mejilla de Matthew, las gemas de sus anillos
frías contra su piel.
—¿Te gusta, eh? —preguntó Prescott.
El Gran Rey tomó a Matthew por la barbilla, moviendo su cabeza para
inspeccionarlo.
—Será una mascota adecuada.
—Vete a la mierda —dijo Matthew antes de poder detenerse.
Los dedos se tensaron en la barbilla de Matthew mientras otro latigazo golpeaba
su espalda. Él gritó.
Prescott dio un paso hacia adelante.
—No hables salvo que te pregunten algo, y cada vez que lo hagas, te referirás al
Gran Rey apropiadamente. Lo llamarás “Amo” y a mí te dirigirás como “Emperador”,
¿está claro?
—Vete a la mierda tú también, Emperador.
Otros cuatro golpes destrozaron su piel y Matthew tensó su mandíbula, gruñendo
del dolor. Por poco se desmaya. Mantenerse despierto durante el día era siempre
exhaustivo y esto lo estaba llevando al límite.
—Intenta responder eso nuevamente —dijo Prescott.
Matthew se estaba sintiendo rebelde, pero había marcado su punto de vista lo
mejor que pudo. Cualquier otra cosa lo haría ganar más azotes.
—Estuvo claro, Emperador.
El sol se puso y Matthew fue capaz de volver a moverse, o algo así. Podía
sacudirse un poco, pero las cadenas mantenían a su cuerpo quieto y no le permitían
ningún movimiento además de ese. Por instinto, quitó su cabeza del tenso agarre
de Malarath. Para su sorpresa, Malarath lo soltó.
—¿Estás seguro que se comportará en tu habitación? —preguntó Prescott.
—Sí. Se comportará —dijo Malarath, saliendo de la jaula.
CAPITULO TRES

Traducido por Ella R


Corregido por Cotota

Prescott estaba de pie en el umbral de la jaula, un látigo envuelto alrededor de


su mano.
—Rayak —dijo, y las cadenas que sostenían a Matthew se desconectaron de las
esposas. Matthew, quien no había estado de pie durante meses, se derrumbó en el
suelo.
Pero ahora era libre y el hombre que había matado a Devak estaba en la jaula
con él.
Su puto error.
Matthew alejó al dolor encogiéndose de hombros y se abalanzó sobre Prescott.
Sus colmillos aparecieron y evocó a su hacha, Bloodreaver, Portadora de la Ruina.
Según Samantha, el hacha tenía nombre propio. Era una perra egocéntrica.
Los tatuajes de su brazo derecho, usualmente negros, se volvieron color
escarlata al abrirse. La sangre salió pero el hacha no se formó.
En vez de eso, la sangre simplemente cayó al suelo, fallando al tomar forma en
su mano. Antes de poder deducir qué carajos estaba pasando, Prescott pronunció
la palabra:
—Raylo.
Las esposas en los brazos de Matthew se unieron de golpe detrás de su espalda
como si estuvieran magnetizadas. Las de sus piernas también se juntaron y él
tropezó y cayó al suelo, dejando tras de sí un rastro de sangre al chocar contra las
barras de la jaula. La plata quemó su piel desnuda.
Intentó no gritar, pero no fue capaz de detener los alarmantes gruñidos que
escapaban de sus pulmones.
Prescott bajó la vista hacia él, poco impresionado.
—¿Has terminado?
Matthew le enseñó los colmillos mientras se retorcía alejándose de las barras de
plata, solo para que una pesada bota aterrizara en su hombro y lo mantuviera
presionado contra la jaula. El olor y el crepitar de la carne quemándose llenaron el
aire.
Prescott sonrió.
—No tenemos apuro.
Matthew siseó, y Prescott retrocedió unos pasos con una sonrisa plantada en sus
labios. Matthew rodó sobre su estómago y luchó por ponerse de rodillas, una tarea
nada fácil cuando tenía todas sus extremidades sujetadas.
—¿Cuál es tu plan aquí? —preguntó Prescott— Asumiendo que puedes ponerte
de pie, ¿saltarás hacia mí como un conejo e intentarás morderme un par de veces?
¿Quizá darme unos cabezazos? Tu papi me golpeó y no me movió ni un pelo.
Necesitas detenerte y pensar antes de intentarlo nuevamente.
Sí. Sí, ese había sido su plan. Pero ahora que Prescott lo decía en voz alta,
sonaba estúpido. Las palabras actuaron como sedante ante su furia ciega y él se
dio cuenta que no había nada que pudiera hacer en esos momentos. Se sentía
malditamente inútil mientras intentaba curar a las tiras de quemaduras de plata.
También cerró sus tatuajes sangrantes, preguntándose por qué mierda no podía
evocar su hacha.
Matthew inclinó su cabeza hacia adelante, y estrechó su mirada hacia Prescott.
—¿Terminaste? —preguntó Prescott.
Matthew ni se acercaba a terminar, pero esperaría una mejor oportunidad antes
de intentar atacar nuevamente. Asintió una vez.
—Rayal —dijo Prescott, mientras enganchaba el látigo a su cinturón. Las
cadenas alrededor de los pies de Matthew se desconectaron y él se levantó. Cual
fuera la fuerza que mantenía las esposas de sus brazos pegadas en su espalda, no
cedía.
Magia de mierda.
Odiaba la magia y esas estúpidas malditas palabras: Rayak, Raylo, y ahora
Rayal; cada una le hacía una mierda nueva.
Prescott movió sus manos hacia la marca sangrienta en el suelo y el cuerpo
cubierto de sangre de Matthew.
—Mandamos a hacer estas esposas especialmente para ti. Intentar convocar a
tu amada arma no hará más que causar un gran desastre.
Maaaaldita magia.
Por lo menos ahora sabía por qué su arma no se había formado.
—Intenta escapar otra vez y aprenderás de lo que es capaz el collar.
Personalmente, no lo recomiendo. Fue hecho para alguien mucho más fuerte que
tú —Prescott tomó a Matthew del codo y lo apuró fuera de la jaula.
Esperaron en el umbral de la pesada puerta de la habitación antes que esta se
abriera. Una luz brillante lo inundó desde el otro lado y él forzó a sus ojos a ajustarse
mientras era empujado hacia adelante.
Caminaron por un largo pasillo de cemento que tenía más puertas reforzadas.
Matthew podía sentir a las otras criaturas poderosas encerradas allí, pero no tenía
idea de lo que eran. Un equipo de seis cazadores montaba guardia. Todos se veían
toscos, con una actitud de no-me-jodas. Cada uno saludó a Prescott.
Matthew odiaba el hecho de estar desnudo. Como un íncubo, no le debería
molestar tanto como lo hacía, pero deseaba algo de ropa. Por lo menos Tarrick
siempre le había vestido.
—¿Necesita un escolta, señor? —preguntó uno de los guardias a Prescott.
—Nah, él no me dará problemas.
Matthew frunció el ceño. Le daría malditos problemas si pudiera…
Prescott empujó su bota contra la pantorrilla de Matthew para ponerlo en
movimiento. Matthew le clavó la mirada y siguió avanzando. Al final del pasillo había
otra pesada puerta. Ellos esperaron y esta se abrió hacia una habitación con tres
elevadores. El del medio se abrió y ellos entraron en él.
Era enorme, capaz de contener a dos equipos de cazadores, doce personas,
fácilmente. No había botones, sino que runas verde resplandecientes cubrían las
paredes de metal. Prescott colocó su mano donde el panel de botones normalmente
estaría y las runas se hicieron visibles. Había casi cien de ellas.
Él tocó la segunda runa de la parte superior y luego le sonrió a Matthew.
—Si estas planeando escapar, necesitarás a alguien que pueda activar la magia
para este elevador. Si llegas tan lejos, serías el primero.
Matthew pretendió ignorarlo, pero estaba planeando su escape. Necesitaba
aprender el diseño de este lugar. Mientras el elevador comenzó su ascenso, él
observó su reflejo en el metal. Se veía miserable: cubierto de sangre, su cabello
marrón opaco, su cuerpo delgado y huesudo, y sus ojos plateados oscuros.
Su cabello estaba mucho más largo de lo usual. No estaba seguro de por qué, ni
de cuándo había crecido, usualmente tenía que forzarlo a crecer. Nunca tener que
cortarse el pelo era un beneficio extrañamente agradable de ser un vampiro. No
estaba demasiado emocionado de ver que su pelo púbico había crecido también, y
se veía como un nido de pájaros. Le gustaba mantenerlo prolijo.
El pesado collar de hierro alrededor de su cuello llamó su atención. Tenía runas
que resplandecían de vez en cuando. Las cuatro piedras negras encastradas a él
eran lo más interesante. Cada una poseía puntitos de luz, como estrellas.
Matthew las reconoció. Era el mismo tipo de piedra que habían usado como una
ofrenda para romper la maldición de Devak, una Piedra Nocturna, la había llamado
Samantha. Matthew nunca le había preguntado específicamente por qué necesitaba
una, pero ahora podía adivinar que era porque se podían alimentar de magia
poderosa. Como un collar con el poder de mantener a un semidiós controlado.
Él torció su cuerpo para observar las esposas. Estas también tenían runas
grabadas, pero eran diferentes a las que tenían los grilletes que le había colocado
el General Tarrick. Aquellos habían sido más delgados, cubrían la mayoría de su
antebrazo y eran diseñados para usar en batalla… diseñados para un guerrero.
Estas esposas fueron hechas para un esclavo, ajustadas y pesadas alrededor de
sus muñecas.
Las que estaban en sus talones eran iguales.
Notó que Prescott lo estaba observando, pero el cazador no dijo nada. Momentos
más tarde, las puertas del ascensor se abrieron hacia otra habitación de cemento.
Había una gran seguridad. Por lo que Matthew podía ver, no había forma de
atravesar las puertas salvo que alguien controlando las cámaras las abriera desde
una ubicación remota.
Cualquier esperanza de escapar, se estaba empequeñeciendo rápido. Este lugar
era un fuerte y, a pesar que Matthew odiaba admitirlo, su carcelero era habilidoso.
Pasando dos puertas más, Prescott apuró a Matthew por un pasillo que no se
veía nada como las habitaciones de concreto que recién habían pasado. Coloridas
alfombras cubrían el piso de mármol y cuadros de arte contemporáneo colgaban de
las paredes. Había más entradas, pero era la tallada puerta al final del pasillo a la
que, como era de esperarse, lo estaban conduciendo.
La habitación del Gran Rey.
Prescott entró, esperando que Matthew le siguiera. Matthew caminó hacia
adelante y se congeló en el umbral.
No era solo una “habitación”, como la había llamado Malarath, Era un puto
apartamento que ocupaba casi todo el piso. Era enorme, con techos altos. Una
escalera en espiral llevaba a un balcón en el segundo piso que rodeaba la
habitación. Las paredes estaban llenas de libros.
Todo era moderno, decorado de blanco y gris pizarra con toques de ladrillos
granates y cuadros de arte que lo dotaba de pizcas de color.
Había un área de descanso con muebles de cuero blanco que no parecían muy
cómodos. A su izquierda, no lejos de la puerta, una plataforma se elevaba. Sobre
ella se encontraba una cama minimalista con una cabecera de madera y,
naturalmente, sabanas de seda.
Quizás la característica más fascinante era la ventana del piso al techo que
mostraba el paisaje de Manhattan.
La vista era malditamente impresionante.
Central Park se encontraba ante él y la ciudad brillaba a la distancia. Matthew
sabía que el Gran Rey vivía en algún lugar de la ciudad de Nueva York, pero no
había esperado esto ¿Cómo era que los íncubos y tantos cazadores pasaban
desapercibidos entre los humanos? Seguramente alguien los habría visto de vez en
cuando.
El lugar no era nada parecido a la finca de Tarrick. La habitación de este estaba
demasiado limpia y ordenada para el gusto de Matthew, pero aún era cálida y
tentadora…bien, a excepción de los grilletes en la pared. El lugar de Malarath era
algo salido de las páginas de una revista de diseño, esterilizado e intocable.
Después de absorber todo, notó al Gran Rey sentado sobre una gran silla,
parecida a un trono, mirando por la ventana.
El Rey se puso de pie y estudió a Matthew. Bajo la fría mirada, Matthew luchó
contra la urgencia de retroceder unos pasos. Por décima vez en la última hora,
deseo tener pantalones puestos. Demonios, incluso se conformaba con algo de ropa
interior…o un taparrabo, o un suspensorio. Algo que contuviera su polla de
sacudirse de aquí para allá para que todo el mundo la vea.
—No se ha portado bien —declaró Malarath, su voz fría y sus ojos deteniéndose
en la sangre.
—Intentó convocar su arma, pero creo que ya ha aprendido la lección —dijo
Prescott.
—Entra, mascota.
Matthew se tragó un gruñido que se asentó en su pecho y dio un par de pasos
dentro de la habitación. La puerta se cerró detrás de él automáticamente.
Desde el rabillo del ojo, notó que la pared a su izquierda era de metal y estaba
cubierta con runas. El piso de azulejos tenía un desagüe en el medio. Y había
cadenas. Parecía que Tarrick no era el único íncubo con la tendencia a mantener
vampiros encadenados en su habitación. Se preguntó si eso era un fetiche común
entre ellos.
—Olyar —dijo Prescott, y las esposas se desengancharon una de la otra, dejando
las manos de Matthew en libertad. De ellas salieron largas garras y él las flexionó.
Prescott enarcó una ceja e hizo señas a la pared que poseía runas—. Párate allí.
Matthew no se movió.
Prescott suspiró y caminó hacia Matthew. No se veía ni un poco amenazado y
tenía una buena razón: su armadura lo hacía invencible. Pero Matthew tenía un plan
que no involucraba matarlo, sólo tenía que hacerlo callar por unos minutos para que
no pudiera pronunciar ninguna de esas palabras que encadenaban a sus esposas.
Entonces Matthew asesinaría al Gran Rey.
Cuando Prescott estuvo lo suficientemente cerca, Matthew llevó su puño al cuello
del cazador. Prescott salió volando, pero Matthew no esperó para ver dónde había
aterrizado. Le dio poder a su velocidad, y en un movimiento borroso, estuvo encima
de Malarath.
Tomó al Gran Rey del cuello y lo empujó hacia un sillón de cuero blanco,
atrapándolo.
Todo lo que Matthew tenía que hacer era apretar un poco más para aplastar la
tráquea de Malarath, y estaría muerto.
Pero no lo hizo.
Pasó la mano por la parte trasera del cuello de Malarath y empujó al íncubo hacia
arriba con la desesperante necesidad de probarlo. Lamió los labios del Rey, con
cuidado de no cortarlo con sus colmillos. La última cosa que quería hacer era dañar
la flexible piel de Malarath o su suave y rosada lengua.
Entre sus piernas, el miembro de Mathew estaba tan duro como el hierro y ya
goteaba presemen. El líquido perlado humedeció la túnica del Rey. Él hundió sus
caderas dentro del Gran Rey. Nunca en su vida había experimentado tanto placer
atravesándolo. Estaba cerca del orgasmo y no había nada tocando su polla.
Gimió en la boca de Malarath, luego se alejó y lo observó. Estaba tan magnífico,
tan hermoso, que conmovió a Matthew hasta casi hacerlo llorar. Necesitaba más
del íncubo, ahora.
Matthew abrió la parte de arriba de la túnica que los separaba y se inclinó hacia
adelante para adorar su pecho, sus pálidos pezones, el hueco en su clavícula, su
cuello, todas partes. Lamió, chupó y besó su camino por la delicada piel de Matthew,
pensando en nada más que brindarle al Rey placer, y maldiciéndose a sí mismo por
su falta de experiencia, por estar tan pronto cerca del orgasmo.
Y luego se detuvo.
Malarath aflojó el agarre y la mente de Matthew se aclaró. Jadeó. Sus pulmones
quemaban como si siguiera vivo y necesitara más aire. Apoyándose sobre sus
codos, bajó la mirada al Gran Rey, sus rostros separados por centímetros.
El agarre del íncubo era algo que Matthew nunca había experimentado.
Normalmente era un tira y afloja de emociones, pero esto era algo diferente: una
dominación completa de sus pensamientos.
El pánico inundó a Matthew y este intentó alejarse, pero estaba atascado en esa
posición; era como si su cuerpo ya no le respondiera a él.
Malarath tomó a Matthew por las caderas, juntando sus cuerpos y el miembro de
Matthew se enterró en la túnica del Rey, enviando un relámpago de estímulos a
través de su cuerpo, el cual comenzó a temblar por el esfuerzo, el miedo y el placer.
—¿Me vas a violar? —preguntó Matthew. Un temor salvaje tiñó sus palabras.
Malarath no dijo nada, mientras sus manos trepaban por la espalda de Matthew.
—Pregúntale nuevamente, pero esta vez con el debido respeto —dijo Prescott,
su voz áspera. Estaba de pie a un par de pasos, frotándose la garganta.
Matthew luchó por moverse otra vez, pero fue en vano. Cerró sus ojos por un
momento para serenarse.
—¿Me vas a violar, Amo?
—¿Temes eso? —preguntó el Rey—. ¿Ser tomado en contra de tu voluntad?
¿La falta de control? —Matthew tragó. Sí. Temía eso. Había perdido el control tantas
veces que le resultaba doloroso. Sin embargo, no dijo nada. Malarath pasó un dedo
por la mejilla de Matthew—. Eres fácil de leer, Mascota.
El agarre se desvaneció y él fue capaz de volver a moverse. Con su velocidad de
vampiro, se alejó del íncubo y se apresuró hacia la puerta intentando abrirla
frenéticamente. Pero fue inútil. La puerta estaba trabada, y cuando Matthew intentó
destrozarla, nada sucedió. No tenía sentido, la puerta estaba hecha de madera,
tendría que hacerse pedazos bajo sus manos.
—Matthew —dijo Prescott, pero Matthew lo ignoró y continuó intentando escapar,
rasgándola con sus garras y marcándola profundamente. Pero las marcas no
quedaban… la puerta sanaba las marcas de sus garras. Tenía que salir de este
loquero de mierda. No quería ser torturado ni violado, ni forzado a matar o a estar
solo. No quería nada de esto. No quería ser una especie de mascota. Quería a
Samantha de vuelta. Quería a Devak.
—Matthew —repitió Prescott.
Matthew se quedó quieto. Salir de allí era imposible. Miró hacia atrás. Malarath
estaba de pie, su túnica se había salido de sus hombros y quedó colgada de su
cadera, exponiendo su delgado pecho, ahora sucio con sangre.
Prescott tenía su mano sobre el látigo, pero no se había molestado en
desenroscarlo.
—Ningún prisionero se ha escapado de aquí y tenemos criaturas mucho más
poderosas que tú. No atravesarás ni una sola puerta salvo que nosotros lo
permitamos.
Matthew miró hacia la ventana.
—No tendrás mucha suerte con ellas tampoco. No están hechas de vidrio. Te
juro que no te irás a ningún lado, vampiro.
Matthew flexionó sus garras. Los pálidos ojos del Gran Rey lo quemaron,
haciendo que sintiera picazón y tensión en su piel. Su estómago se retorció del
miedo y le tomó cada onza de control no sucumbir a la furia nacida del pánico.
¿Qué esperanzas tenía de escapar de ese lugar?
Sobrevive. No dejes que te quiebren. Las palabras de Samantha hicieron eco en
su cabeza.
Matthew cerró sus ojos e hizo retroceder a su lado vampiro. Si iba a sobrevivir,
provocar a sus captores no era la forma de hacerlo.
—Ve hacia la pared —dijo Prescott, repitiendo la orden que le había dado
anteriormente.
Con una gran reticencia, Matthew acató su orden esta vez. Se plantó con la
espalda hacia la pared de metal, las baldosas del piso frías contra sus pies
desnudos.
—Kayar —dijo Prescott. Las cadenas que estaban colgando cobraron vida como
serpientes, doblándose en el aire, luego conectándose a las esposas de Matthew.
Una vez enganchadas, retrocedieron hacia la pared, empujando a Matthew hacia
atrás y separando sus extremidades.
Se veía como una cruz, su espalda presionada contra el metal, sus pies fuera del
suelo. El Gran Rey lo miró como si fuera una obra de arte. Asintió su aprobación y,
entonces, moviéndose como la briza, abandonó la habitación a través de una puerta
lateral.
Unos minutos más tarde, un hombre y una mujer íncubo entraron a la habitación.
Eran andróginos, en cierto modo, sin mucha estatura, y llevaban ropas cortas y casi
transparentes. Si una no tuviera pechos pequeños, sería difícil adivinar que fuera
hembra. Ambos tenían el mismo grueso cabello marrón, grandes ojos pardos y
pequeñas narices. Parecían jóvenes, adolescentes, y Matthew supuso que serían
hermanos, gemelos incluso.
Hicieron una reverencia a Prescott y le dispararon a Matthew una mirada nerviosa
mientras se dirigían a la habitación por la que había desaparecido Malarath.
Prescott cruzó sus brazos sobre su pecho.
—El golpe a mi garganta fue una buena idea, pero solo me toma un segundo
sacármelo de encima. Sabía que tenías un cerebro por ahí. Es agradable ver que
en realidad lo usas —sonaba sincero con el extraño cumplido, pero Matthew no
tenía nada que responderle—. Atacar al Rey no es tan inteligente, sin embargo —
el cazador se inclinó contra una columna—. Tu vida será más fácil y menos dolorosa
si obedeces. Cada vez que no lo hagas, serás castigado.
Matthew se preguntó qué tan terribles serían los castigos ¿Peor que estar solo
en una jaula durante meses? Como íncubo, ese era un destino fatal.
Prescott estudió a Matthew.
—Durante las próximas semanas te enseñaré todas las reglas, pero por ahora
debes saber que odio las súplicas. Y ninguna cantidad me detendrá de hacer lo que
se me ordena, ¿entiendes?
Matthew no respondió.
El Emperador se frotó la barba.
—También odio tener que repetir. Si no quieres responder preguntas, problema
tuyo, pero habrá consecuencias.
Malarath volvió a entrar a la habitación y la temperatura decayó un par de grados.
Se había limpiado la sangre y llevaba una nueva túnica puesta, esta vez verde
oscura con bordados blancos. La parte superior de su cabello dorado estaba
peinada hacia atrás mientras el resto caía por su espalda. Detrás de él estaban los
íncubos pequeños. Malarath los despidió con una seña y ellos hicieron una profunda
reverencia antes de abandonar la habitación.
Malarath se sentó sobre su cama, acomodando sus ropas al hacerlo.
—Quítale los colmillos.
CAPÍTULO CUATRO

Traducido por Samn

Corregido por Cotota

¿Sacarle sus colmillos? ¿Qué carajo? Matthew luchó contra las cadenas que lo
mantenían suspendido.

Prescott tocó la pared y una sola runa empezó a dar un brillo verde. La parte en
donde Matthew estaba sujetado, se empezó a mover. Se sintió ir hacia delante,
luego balancearse hacia arriba hasta que estuvo recostado de forma horizontal, de
frente al techo. Le tomó un momento darse cuenta que la pared se había
desprendido. Se sintió como si estuviera atado a una mesa de autopsia.

—Te dije que atacar al Rey era estúpido —dijo Prescott—. Ahora, abre tu boca.

Sí. Claro. Matthew mantuvo sus labios cerrados.

Prescott esperó y después de un tiempo, levantó su mano. Con un destello verde,


una ampolleta llena de líquido plateado apareció. Abrió la tapa con su pulgar y lo
vació en el abdomen de Matthew, empezando por su ombligo y dirigiéndose hacia
abajo. La piel de Matthew empezó a quemar y burbujear, comenzó a resistirse al
dolor.

Antes de que Prescott pudiera verter la mierda en el pene de Matthew, Matthew


abrió su boca con un grito.

—Bien. Mantenla abierta —dijo Prescott, tapando la ampolleta y deslizándola en


un bucle de su cinturón. En su mano, invocó un gran artefacto metálico y lo introdujo
en la boca de Matthew, presionando una manija que colgaba de lado. Le tomó un
momento a Matthew darse cuenta que era un esparcidor de boca. El metal se
expandió, forzando a su mandíbula a abrirse ampliamente hasta que le era incapaz
morder. Dolía, pero no tanto como la plata que todavía quemaba en su estómago.

—Colmillos —dijo Prescott.


Matthew gruñó, el dolor aumentando mientras su piel quemaba incesantemente.
Cuando no sacó sus colmillos, Prescott tomó la ampolleta de plata y lo sostuvo sobre
la flácida polla de Matthew.

—¡Espera! —dijo Matthew, o intentó decir. En realidad no podía hablar con la


maldita cosa en su boca y sonó más como:— ¡Sdera!

Prescott alzó una ceja y Matthew luchó contra las cadenas una vez más. Incapaz
de escapar, se quedó quieto y dejó que sus cuatro colmillos salieran.

—Esto va a doler. Déjalos fuera. Si los retiras, terminaré de verter el líquido.

Jesucristo. Puto enfermo hijo de perra.

Tenazas dentales aparecieron en su mano y en un suave movimiento, las cerró


en uno de los colmillos superiores de Matthew y lo arrancó. Matthew gritó. Le tomó
todo lo que tenía para no retirar los otros tres, porque en verdad no quería tener
plata quemando su pene sin parar.

El filoso diente golpeó la mesa de metal con un golpeteo y con una frialdad
eficiente, Prescott sacó el segundo. El dolor fue de raíz al ser desgarrado de golpe
de Matthew y luchó de nuevo.

Prescott insertó las tenazas en el colmillo inferior y lo arrancó, soltándolo en la


mesa e hizo lo mismo con el último. La mandíbula de Matthew dolía. Estuvo tentado
a usar energía de la sangre para disolver el dolor pero ahora mismo solo tenía la
mitad de una bolsa sanada y estaba casi vacía. No estaba seguro de qué otras
torturas le esperaban pero tenía un presentimiento de que serían peor que está
mierda, así que quería conservar lo que pudiera.

Con un destello verde, una pequeña caja apareció en la mano del emperador. La
abrió y sacó lo que parecía ser un diente de metal con una enorme aguja para la
hendidura. Prescott la insertó en las encías de Matthew.

—Puha mare —dijo Matthew mientras la aguja le quemaba por dentro. Parecía
ser que la aguja tenía una pizca de plata en ellas, lo suficiente para evitar que sus
colmillos crecieran de nuevo, pero no tanto para que quemara la piel y se escurriera.
Prescott repitió el proceso, llenando los huecos con dientes de metal. Cuando
hubo terminado, liberó la boca del separador. Matthew pasó su lengua sobre los
dientes de metal. No tenían punta. Su cuerpo seguía tratando de sacar sus colmillos
perdidos pero nada sucedió.

¿Ahora cómo se iba a alimentar?

Prescott activó la runa y la mesa de metal volvió a ser una pared de metal.

—Estos no son permanentes —dijo el emperador—, tus colmillos volverán a


crecer si los vuelves a sacar, pero hacerlo sin permiso significa perderlos para
siempre. Yo me aseguraré de que no vuelvan a crecer. Compórtate y tal vez el Rey
te dejará tenerlos de vuelta algún día.

Matthew miró a Malarath, quién seguía sentado en su cama elevada. Su


expresión era ilegible; sin importancia. Matthew curveó sus labios para gruñirle pero
solo gimió cuando un choque del látigo golpeó su pecho.

—¿Cuántos, Su Majestad? —preguntó Prescott.

—Doscientos —respondió Malarath.

Prescott asintió y luego comenzó. Doscientos latigazos matarían a un humano y


con tan poca sangre, tampoco le sería fácil a Matthew.

Los primeros diez no fueron tan malos. Después de todo, Matthew se había
acostumbrado al uso del látigo mientras estuvo con Tarrick. Excepto cuando el látigo
pasó a través de sus caderas y rozó su polla.

—Jesucristo —siseó Matthew.

—Golpéalo ahí de nuevo —dijo Malarath.

—Oh, dios, no por favor. No ahí…

Prescott chasqueó el látigo contra su polla. Las cadenas de Matthew


traquetearon mientras intentaba luchar contra ellas.

El Rey miró sus uñas; aburrido.


—Diez más en su pene y tal vez así recordará la forma apropiada de dirigirse a
mí.

Diez latigazos más azotaron en las caderas y pene de Matthew. Apoyó su cabeza
hacia atrás y lágrimas punzaron en sus ojos. Gruñó con cada golpe y
eventualmente, aceptó lo que estaba sucediendo, porque, ¿qué más podía hacer?

Prescott retrocedió para azotarlo en el pecho con el látigo y Matthew nunca se


había sentido tan aliviado de ser azotado en otra parte. Mantuvo su cabeza elevada,
demasiado asustado para mirar hacia abajo.

Cada veinte latigazos, más o menos, Prescott sumergiría el látigo en una cubeta
junto a sus pies para cubrirla de dedalera. Cada latigazo quemaba como el sol,
abriendo la piel de Matthew. Trató de sanarla pero la dedalera evitaba que siguiera
y se estaba quedando rápidamente sin sangre.

Por algún momento en los cientos, la cabeza de Matthew se dejó caer hacia
delante. Su pecho, abdomen y caderas perecían carne hecha trizas. La piel se
desprendía, exponiendo el músculo y la sangre manaba de las heridas. Era
nauseabundo. Matthew trató de sanar de nuevo, para detener la pérdida de sangre
pero se sentía agotado.

Miró a Prescott, quien estaba metiendo el látigo a la cubeta de nuevo.

—Emperador, por favor, necesito sangre —suplicó desesperado.

—Bueno, al menos se está dirigiendo a ti de forma correcta —dijo Malarath desde


la cama.

Prescott rió entre dientes.

—Cuarenta y tres más, Matthew. No ruegues por sangre o empezaré desde el


principio.

Matthew mantuvo a raya su curación. Los vampiros todavía sanaban lo


suficientemente rápido sin siquiera forzarlo. Tendría que soportar el dolor y dejarlo
entrar. Hasta que la dedalera desapareciera, eso es.
Azote tras azote, el sonido del choque del látigo retumbó en el aire. Su cuerpo y
mente se adormecieron, sufriendo el rítmico dolor con indignantes gemidos hasta
que, finalmente, se acabaron.

Su cuerpo se desplomó contra las cadenas, sosteniéndolo y su cabeza colgaba


hacia delante. Necesitaba sangre. Un sollozo salió cuando recordó que sus colmillos
se habían ido.

Malarath se paró frente a él, su mano se posó en el hombro de Matthew. El toque


era gentil, alejando algo del dolor que palpitaba a través de su lado frontal.

Matthew ni siquiera tuvo la energía para estar asqueado y en su lugar, se rindió


ante la poca misericordia, incluso si él no quería entender la razón.

—Hemos terminado. No me ataques otra vez —dijo Malarath.

Prescott enrolló el látigo detrás del Rey.

—Sabía que te gustaría.

—Mm —Malarath dio un leve asentimiento y una desdeñosa despedida.


Prescott hizo una reverencia y abandonó la habitación, con la cubeta y látigo en
mano.

Malarath mantuvo su mano en el hombro de Matthew. Se quedó ahí mirándolo.


Inmóvil. Al principio fue inquietante, pero unas pocas horas después se volvió
totalmente desconcertante. Y aun así, Matthew no quería que se detuviera.
Disfrutaba ser tocado después de haber pasado tanto tiempo solo. Cerró sus ojos
y se rindió al sentimiento.

—Despierta —dijo Prescott, su voz brusca como siempre.

Matthew parpadeó con fuerza, su cuerpo dolía. Ni siquiera se había dado


cuenta cuando el sol vino y se fue. Malarath no estaba en la habitación, solo el
Emperador.

Se miró en el espejo, su cuerpo estaba cubierto de moretones y cortes pero la


mayoría del sangrado se había detenido. Su pene se veía mejor, gracias a dios.
Bueno, no dios. Era un dios quien lo había puesto en esta situación. Gracias,
papá.

Parecía como si los íncubos no tuvieran idea de quién era la madre de


Matthew… o Devak. Después de todo, Malarath lo había llamado guardián de
sangre, no un guardián del placer. En cualquier caso, Matthew estaba seguro
como el carajo de que no les daría información gratis. No se la daría al Gran Rey
para que simplemente termine siendo el hijo de la diosa del sexo. O para usar la
información en otro grotesco juego de poder.

—¿Podría tener algo de sangre, emperador? —Si no tenía algo cuanto antes,
no habría forma de que llegara a sobrevivir otra noche de tortura.

—Tarrick te hizo preguntarlo así, ¿verdad?

Matthew asintió.

—Así no es como será aquí. Si vas a tener sangre, será el Rey o yo quien te
la daremos cuando sintamos que deberías tener algo. No estás autorizado a
aceptar de nadie más y que los dioses te ayuden si tratas de alimentarte sin
permiso. ¿Está claro?

Le tomó todo lo que Matthew tenía para no darle una respuesta sarcástica.

—Sí, Emperador. Está claro.

Prescott juntó sus manos detrás de su espalda y esperó.

—¿Hay algo que debería estar haciendo ahora mismo, Emperador? —


preguntó Matthew, sintiéndose asfixiar debajo de la mirada de Prescott.

—Nop. Te diré cuando necesites hacer algo. No hables a menos que se te


dirijan, pero dejaré pasar esa.

—Es amable de su parte, Emperador.

Prescott soltó una risita.

—Te gusta forzar tus ataduras, ¿no es cierto?


—Supongo —Matthew se preguntó si podía forzar un poco más—. ¿Podría
preguntar algo, Emperador?

Prescott suspiró.

—Claro, Matthew.

—¿Mi hija está a salvo? ¿Será castigada por mis estupideces? —aparte de
las fotos, no había visto a Lily desde que fue convertido en vampiro. La abandonó
a ella y a su esposa para protegerlas. Tal vez el único regalo que su señor le
había dado era que no estaba obligado a matarlas como los otros vampiros
cuando apenas fueron convertidos. Nada lo había sorprendido más que saber
que ella era un súcubo.

Prescott se vio completamente atrapado fuera de guardia.

—… ¿Hija?

—Retírate, guerrero —dijo una fría voz, Malarath estaba parado junto a la
puerta, sus dos jóvenes asistentes caminaban detrás de él.

Prescott cubrió su confusión rápidamente pero Matthew pudo ver que no había
sido informado acerca de Lily. Asumió que el líder de los Cazadores Asociados
habría sabido. Ambos comandantes, Silva y Cullip, lo habían sabido.

Malarath les hizo un ademán a los hermanos, quienes, junto con Prescott, se
retiraron con una reverencia. El Rey fue a pararse frente a Matthew.

—Lily es una hermosa criatura, intacta al vampirismo que te contamina. Aún


no la he usado contra ti y si te comportas, no tendré que hacerlo. ¿Lo entiendes?

Matthew quería gritarlo. Maldecirlo. Golpearlo, maldición, con un centímetro


de su vida por incluso insinuar que un día podría lastimarla. Pero en su lugar solo
dijo:

—Sí, Amo.
Malarath tocó una runa en la pared y la plataforma de metal detrás de Matthew
se movió y extendió, volviéndose horizontal otra vez. El Gran Rey lo miró desde
arriba.

Espera.

¿Un íncubo activó una runa? Un íncubo no podía usar magia. Matthew miró a
Malarath, luego a la pared, luego de vuelta a él. Como si supiera lo que estaba
pensando, el más pequeño indicio de una sonrisa se formó alrededor de los labios
de Malarath, pero no le dio ninguna explicación.

—No menciones a tu hija a nadie de nuevo, incluso a mi guerrero. Si su linaje


se conoce, hará su vida difícil.

—No lo haré, Amo.

—Lo sé, mascota. Eres joven y predecible —dijo Malarath, sonando algo
decepcionado. Abandonó la habitación y Matthew no lo vio de nuevo hasta la
siguiente noche.
CAPÍTULO CINCO

Traducido por Samn

Corregido por Cotota

El sol apenas se había puesto y el cielo estaba brillando en un rosado y naranja


dramático, pero Matthew no lo notó. Su atención estaba puesta en Prescott y
Malarath, quienes lo estaban mirando desde arriba como un par de científicos
malvados a punto de iniciar un experimento.

—¿Dónde lo quiere, Su Majestad? —preguntó Prescott, sosteniendo algo en su


mano. Matthew no podía ver qué era.

Malarath pasó sus dedos a través de la piel de Matthew, recorriendo sus


abdominales hasta que se detuvo justo debajo de su pelvis. El Rey movió sus dedos
al lado izquierdo de su cuerpo y golpeteó el área izquierda de la cadera de Matthew.

—Aquí.

Prescott sostuvo algo que parecía ser un bloque de metal del tamaño de un
ladrillo. En un lado de él, tenía un tipo de diseño en relieve, como un estampado.
Prescott lo bajó al área donde Malarath lo había señalado.

El diseño era plateado… era una marca. Carajo, ellos iban a marcarlo. Prescott
sacó unas correas de cuero y las usó para asegurar el diseño en su lugar. Luego
sacó una ampolleta con un líquido café, olía como dedalera, como un gotero. Soltó
el líquido en los agujeros en la parte trasera del diseño.

Matthew no estaba seguro de qué podría causarle una real cicatriz a un vampiro,
pero parecía ser que lo descubriría de propia mano. No se molestó en pelear. Si lo
hacía, probablemente terminaría siendo castigado antes de que simplemente,
empezaran una vez más. En cuanto al dolor, no era tan malo, mientras ignorara el
olor de la carne quemada que cubría el aire.
Las siguientes noches pasaron en silencio con Prescott regresando cada pocas
horas para verter más líquido en los agujeros. Matthew estaba esperando poder
tener algo de sangre pero no tuvo tanta suerte. Tal vez un poco de sangre ayudaría
a la marca a formarse en la piel.

Malarath pasó las noches sentado en una silla, mirando hacia las afueras de la
ciudad. Era un extraño comportamiento. Rara vez dejaba la habitación y Matthew
nunca lo vio alimentarse, tal vez lo hacía durante el día. Y, al ser un íncubo más
antiguo, no necesitaría mucho sueño.

Matthew encontró el silencio escalofriante pero era mejor que el azote del látigo
o los gritos. Pensó en tratar de hablar con Prescott pero cada vez que abría su boca,
el Emperador le lanzaba una mirada de advertencia. Así que en su lugar, Matthew
usaba el tiempo perdido en memorizar los pequeños detalles de la habitación.

Muchos de los libros estaban en idiomas extranjeros y casi todos se veían


antiguos: escritos a mano y hechos de materiales viejos. Los libros que estaban en
español, la mayoría eran clásicos: Brontë, Fitzgerald, Dickens, Austen…

Matthew casi rio cuando divisó Drácula en el estante.

Fue la estatua de Ilertha, lo que llamó su atención por más tiempo. La odiaba. La
estatua le recordaba a Devak, quien le sirvió con lealtad. Quien murió tratando de
proteger a Matthew de su destino.

Se imaginó los amables ojos miel de Devak y cómo se había sentido


tremendamente sereno cada vez que veía dentro de ellos. Y ahora nunca los
volvería a ver.

—¿Contemplando a los dioses? —preguntó Prescott, sacándolo de sus


pensamientos.

Matthew apartó la mirada de la estatua.

—Algo así, emperador.


Prescott, el asesino de Devak, retiró el diseño de la marca del cuerpo de
Matthew, la piel se desprendió violentamente de él. La marca era la imagen de un
escudo con un diseño de una joya en el centro y una corona sobre ella. Una línea
gruesa, que terminaba en una punta, se torcía alrededor del escudo, la cola de un
íncubo. Era el símbolo de la Casa de Malarath.

El Rey se acercó para inspeccionar la marca, tocando el abdomen bajo de


Matthew. Sus dedos recorrieron la reciente cicatriz. Le dio un asentimiento a
Prescott quien metió un tubo en la boca de Matthew. Matthew bebió su sangre sin
hacer un solo sonido.

—Trata de sanarlo, Matthew —ordenó Prescott cuando la bolsa de sangre se


vació.

Matthew presionó la energía para sanar la marca. La herida abierta sanó pero la
cicatriz permaneció; las líneas claras y frescas. Se preguntó si había alguna forma
de deshacerse de él o si estaría adherido con la marca por el resto de su vida.

—Eso es lo mejor que puedo hacer, emperador.

Prescott activó la runa y la mesa de Matthew regresó a ser parte de la pared.


Deseó que la hubieran dejado recostada, porque la posición vertical ponía tensión
en sus brazos y hombros. Y era demasiado esperar que lo dejaran libre de las
cadenas por un rato, incluso todas sus articulaciones dolían. Y la marca dolía. Al
igual que su soavik vacío, sus bolsas de sangre, sus cortes en sanación y las marcas
del látigo, sus colmillos perdidos, la plata quemando… su corazón… Matthew sufría
por todas partes.

—Abre tu boca —ordenó Prescott. En su mano había una ampolleta de líquido


plateado.

—Espera, ¿me harás beber eso? —preguntó Matthew.

—Sí. Solo iba a hacer que bebieras la mitad, pero como no te dirigiste a mí de
forma correcta, será la botella completa.

Matthew hizo una mueca.


—Por favor… no, Emperador. He estado siguiendo sus reglas. Estoy haciendo
lo que me pide que haga —volteó a ver a Malarath quién se quedó inexpresivo.

—¿Qué te dije desde el principio? —preguntó Prescott, su mano blindada tomó


la mandíbula inferior de Matthew. No fue severo pero fue claro que la abriría por la
fuerza si tenía que hacerlo.

Matthew luchó contra el impulso de alejarse de Prescott.

—Me dijo desde el principio que suplicar no terminaría la tortura de forma más
temprana, Emperador.

—Tampoco cambiará mi opinión una vez esté hecha. Ábrela —Prescott alzó la
botella de vidrio hacia los labios de Matthew y se detuvo—. Trágalo rápido. Si lo
escupes, serán dos ampolletas.

Vació el contenido plateado en la boca de Matthew y en el momento en que tocó


su lengua, empezó a quemar. Matthew luchó para tragarlo. Su garganta ardió
mientras la plata consumía su boca, cuello y cuerdas vocales… siguió quemando
mientras el líquido se deslizó hacia abajo dentro de él. Dejó salir un grito con
gárgaras.

Sus entrañas comenzaron a disolverse por dentro. Gritó de nuevo pero ningún
sonido salió esta vez. Todo el dolor y sufrimiento que había sentido antes no era
nada comparado a esto.

Malarath sujetó la oreja de Matthew y dolorosamente lo forzó a levantar su


cabeza.

—Has matado a mucha de mi gente, ¿pensaste que tales actos pasarían sin ser
castigados?

Matthew trató de responder pero el dolor lo sobrepasó y se desmayó.

Cuando volvió en sí, el dolor no había cesado ni un poco. Miró hacia abajo para
ver pequeñas gotas plateadas adhiriéndose a cada uno de sus poros; parecía estar
sacando la plata fuera de su cuerpo con sudor. Su piel estaba rojiza y cubierta de
ampollas.

—Bienvenido de vuelta —dijo Prescott. Estaba parado muy cerca, escudriñando


a Matthew.

Malarath estaba del lado más lejano de la habitación, parado frente a un espejo
de tres caras, su espalda a la vista de Matthew. Estaba siendo atendido por los
hermanos íncubos. Retiraron la túnica externa, revelando más ropa por debajo. La
chica empezó a desatar los lazos y cordones intrincados que sostenían el atuendo
mientras el otro comenzó a esparcir besos en la piel descubierta.

Malarath se quedó desnudo. Era alto. Más alto que Matthew, pero no por mucho.
Su piel era pálida y perfecta. Sus músculos eran sutiles; correctos. Las líneas y
curvas de su cuerpo eran estructurales.

Matthew no creyó por un momento que el Rey fuera tan delicado como parecía.
Se preguntó cómo se vería Malarath en su forma de íncubo. ¿Era tan enorme como
un guerrero íncubo o esbelto como uno social? Era fácil asumir que sería
considerablemente alto ya que había sido un general desde antes de que asumiera
el trono, o eso le había contado Devak. No se veía como un general.

La súcubo se unió a su hermano con ligeros besos en los brazos y pecho de


Malarath, la cual iba lo más alto que podía alcanzar. Malarath alejó a sus dos
sirvientes como si fueran pestes. Miradas de decepción cruzaron sus rostros
mientras comenzaban a vestirlo de nuevo en unas nuevas túnicas de terciopelo
burdeos.

—¿Cómo está mi mascota? —preguntó Malarath, usando el espejo para mirar a


Matthew.

Matthew articuló un: “Púdrete”, que fue seguido de un ataque de tos y gárgaras,
lo cual solo agravó su dolor. Valió la pena.

Prescott sonrió.

—Está luchando esta noche. Tal vez no fue suficiente plata…


Un triste y bajo gimoteo salió involuntariamente de Matthew. Bueno, tal vez la
actitud no había valido la pena. Necesitaba sangre para detener la quemadura y
Prescott controlaba la sangre.

Con pasos firmes, Malarath caminó hacia Matthew y lo miró de arriba abajo. Los
hermanos lo siguieron por detrás, tratando de terminar de atar el resto de la túnica,
pero se detuvieron cuando Malarath se puso demasiado cerca de Matthew. Ellos le
temían, lo cual era ridículo considerando su actual y encadenado estado.

Matthew quería mirar a Malarath pero el momento en que sus ojos que
encontraran, un terrorífico escalofrío haría su camino a través de su espina dorsal y
pensó que era mejor no desafiar a la persona que lo estaba torturando. Resignado,
bajó la mirada hacia el suelo. Prácticamente podía escuchar las malvadas sonrisas
cruzando los rostros de Malarath y Prescott.

Malarath recorrió sus dedos sobre la marca, sus uñas arañando la piel. Las gotas
de sudor de plata juntó ahí se embarraron, encendiendo el área con fresco dolor.
Matthew dejó caer su cabeza hacia atrás en un silencioso grito.

—Mírame, mascota.

Matthew giró su cabeza hacia delante y miró a Malarath, cuyas manos seguían
tocando la marca en su piel.

—Eres mío —dijo Malarath, su voz sombría; amenazante. Sus ojos azul claro
cambiaron a un vibrante dorado. Matthew estaba aturdido, porque nunca había
escuchado de un íncubo que tuviera ojos dorados en su verdadera forma y porque
Malarath, quien nunca mostraba alguna otra emoción más que el aburrimiento, se
veía molesto—. Solo existes por placer mío. Cada vez que lo olvides, soportarás
una agonía considerablemente peor que la que estás sufriendo ahora. Contigo,
empezamos simplemente con plata y latigazos, pero eso no es nada comparado a
los verdaderos tormentos que puedo desatar sobre ti. Aprende a retener tu lengua
y no me faltes al respeto otra vez.
Malarath retiró su mano, sacándola de lado para que uno de sus sirvientes viniera
y limpiara la sangre y plata de ella. Cuando hubieron terminado, los despidió con un
ademán y ellos se apuraron a salir de la habitación.

—Consigue la Mordida de la Muerte.

Prescott se detuvo.

—¿Estás seguro? Eso parece…

Se calló cuando Malarath le lanzó una mirada severa.

Prescott le dio una reverencia y se teletransportó con un destello verde y


reapareció unos pocos segundos después sosteniendo una jeringa llena de un
líquido oscuro. No se veía feliz al momento en que se volvió hacia Matthew.

El cuerpo de Matthew tembló mientras la plata continuaba envenenándolo. O tal


vez era miedo; o ambos.

Piedad. Gestionó.

—No, mascota. Aún no te has ganado el derecho de tener mi piedad —y con


eso, Malarath clavó la jeringa en el pecho de Matthew.

Antes de que pudiera inyectar el líquido, un agudo jadeo llegó de la entrada.

Las tres cabezas voltearon.

Una súcubo estaba parada ahí; horrorizada.

Malarath sacó la jeringa de Matthew.

—Lady Rosaline.
CAPÍTULO SEIS

Traducido por Samn

Corregido por Cotota

Ver a Lady Rosaline parada en estado de shock causó un choque torrencial de


emociones en Matthew. Humillación y remordimiento lo inundaron.

Ella siempre había sido tan amable con él. Era la súcubo que lo había ayudado
a través de su parcial transformación y le había enseñado cómo ser un íncubo. Y
después, había usado su considerable influencia para tratar que los otros lo
aceptaran. Incluso si las cosas no habían funcionado al final, él le debía más de lo
que alguna vez podría pagar. La última cosa que quería era verla asustada, o que
lo viera en un estado tan lastimoso… especialmente cuando ella era una visión de
la perfección.

Su cabello era como el fuego: rojo y vibrante. Sus gruesos rizos caían en cascada
por su espalda. Su labial del mismo color, contrastaba con su pálida piel. El corto
vestido de color champán que usaba, mostraba cada curva salaz.

Era hermosa y por aparte de toda la mierda por la que había pasado. Muy dentro
de él, sabía que la imagen de ella era retorcida. Era una súcubo al final de cuentas,
experta en el arte de la manipulación, pero ella siempre había sido honesta con
Matthew. Al menos eso creía.

Sus intensos ojos verdes se precipitaron entre los tres hombres antes de que,
finalmente, se posaran en Malarath. Forzó a su cuerpo a formar una reverencia.

—Su Majestad.

—Regresaste antes —dijo, su voz moderada y rostro imperturbable.

Se levantó y sus ojos se fijaron en Matthew.


—¿Qué le están haciendo? —Su voz sonaba tensa, tratando de retener la ira y
fallando en el intento. Matthew deseó no estar encadenado a la pared de metal.
Deseaba poder ir con ella y decirle que todo estaba bien.

Prescott cruzó la habitación, se quitó su guantelete y apoyó su mano descubierta


en su hombro.

—Creo que está bastante claro lo que estamos haciendo, mi lady —se inclinó y
bajó su voz—. Y usted debería cuidarse esta noche. Está de mal humor.

Matthew volvió a mirar a Malarath, quien no reaccionó a lo que Prescott dijo,


aunque claramente lo había escuchado… y le extrañó a Matthew que tampoco
estuvieran sacando a Rosaline de la habitación.

Rosaline retiró su hombro de la mano de Prescott. Caminó hacia delante, sus


tobillos resonando en el suelo de madera y se detuvo frente a Malarath. Su rostro
enrojeció con furia, la cual, ya no estaba tratando de ocultar mientras lo miraba.

Malarath deslizó la jeringa aún llena dentro de su túnica y luego levantó su brazo,
tirando de su manga suelta para mostrarle su muñeca a ella. Ella negó con la cabeza
y retrocedió de él.

Su rostro se contrajo, los labios tirando hacia abajo en un ceño fruncido. Matthew
no estaba seguro de lo que había sucedido entre ellos, pero era claro que algo había
pasado.

Malarath bajó su brazo y volvió su atención de regreso a Matthew. La furia de


Rosaline perfumó el aire y la propia ira de Malarath se le unió. Geeeenial. Matthew
en verdad quería que el hombre que lo estaba torturando estuviera incluso más
enfadado.

—Subestimé cuánto te preocupabas por él —dijo Malarath, sus ojos se fijaron en


Matthew como una pantera a punto de saltar sobre su presa.

Rosaline asintió lentamente.


—Todos los íncubos me importan, los ayudo a pasar por sus transformaciones,
Didi —Matthew se preguntó qué significaba “Didi”, sonaba como un sobrenombre
cariñoso—. Lo has tenido por casi diez meses. ¿Por qué le sigues haciendo esto a
él?

Malarath no respondió pero Prescott dio un paso adelante y lo hizo.

—¿Vio el metraje de la Mascarada del Solsticio? ¿Lo que él hizo? ¿En lo que se
convirtió?

El ataque del solsticio… Esa fue la noche de la mascarada y la noche en que


Matthew había perdido totalmente el control porque había pensado que Samantha
estaba muerta. Se había convertido en un tipo de fuerza imparable, matando a
cientos de cazadores y guerreros íncubos. No había sabido que había un metraje
del ataque y se sintió mórbidamente curioso acerca de él.

Rosaline negó con la cabeza.

—Tarrick no me deja verlo. Pero… he escuchado las historias de los cazadores


y los guerreros.

—Estábamos entrenándolo para que no perdiera…

Bien, al menos ellos pensaban que había perdido el control esa noche por la sed
de sangre y no por Samantha. Vikentiy, el puto vampiro traidor ruso, se había
llevado a Samantha justo antes de que los cazadores se hubieran mostrado para
matar a Devak y capturar a Matthew. Al menos él no los había dirigido a Samantha.
Si supieran que ella existía, la pondría en un impresionante peligro.

—… imagine si perdiera el control de esa forma durante un baile…

—¿Lo vas a llevar a un baile? —preguntó ella, mirando a Malarath e


interrumpiendo a Prescott. Sus ojos se estrecharon, emocionada ante la
posibilidad—. No has ido a uno desde hace mucho tiempo. Mucha de nuestra gente
no sabe incluso cómo eres…

Malarath no dijo nada.


Rosaline miró a Matthew una vez más y su rostro se contrajo. Él bajó su cabeza,
incapaz de soportar su angustia. Solo entonces, se dio cuenta lo terrible que era su
apariencia. Su piel estaba roja y cubierta de ampollas por la plata que su cuerpo
estaba tratando de expulsar y las marcas del látigo estaban sanando mucho más
lento de lo que deberían. También estaba sucio, no era capaz de recordar la última
vez en que se había duchado… Desesperadamente deseó que Rosaline se fuera.

Su deseo se hizo realidad cuando escuchó los tacones alejándose. Miró hacia
arriba justo a tiempo para verla salir por la puerta que Malarath usualmente usaba.
Matthew no estaba seguro a dónde iba, un baño o un vestidor eran sus mejores
propuestas.

Miró de vuelta a Malarath, quien aún tenía su sofocante mirada sobre él. Matthew
quería retroceder y convertirse en la nada. Se encontraba tan indefenso.

Rosaline salió de la habitación sosteniendo una bandeja de baño de porcelana


llena de agua. Una gran esponja flotaba en lo alto.

Prescott la detuvo, bloqueando su camino hacia Mathew.

—Por favor, mi lady. Si limpia la plata, solo tendré que hacerle beber más
después.

Matthew no podía beber más plata. Empezó a entrar en pánico. Jadeos


desesperados salieron de él y luchó contra las cadenas que lo sostenían en la
pared.

Los ojos de Rosaline se enrojecieron mientras lágrimas se reunían alrededor de


ellos pero ninguna cayó. Miró a Malarath.

—Por favor, Didi. Por favor.

Malarath repitió su anterior acción, levantando su brazo y mostrándole su


muñeca a ella. Rosaline empujó la bandeja hacia los brazos de Prescott y luego fue
hacia Malarath. Se inclinó hacia la muñeca y presionó un delicado beso sobre ella.
Cuando se alejó, él posó sus dedos sobre su mandíbula.
—No deseo que sufras.

Ella se apoyó en su toque.

—¿Le harás a él lo que le has hecho a los otros?

Malarath asintió y un pequeño sollozo escapó de Rosaline. Matthew no estaba


seguro de quiénes eran los “otros” pero Prescott había mencionado a otros
prisioneros y había habido otras criaturas debajo en su jaula. Tal vez eran ellos. Se
preguntó qué había hecho el Rey con ellos.

—Es un íncubo —susurró ella.

—Corrompido.

—Hermoso —Rosaline dio un paso adelante y besó la mandíbula inferior de


Malarath con cuidado. Matthew no estaba seguro a qué se debió el comportamiento.
Como carácter, era sumiso y nada placentero para ella. Ella era delicada, por
supuesto, pero también era fuerte y él nunca la había visto someterse ante nadie.
Ni a Tarrick, ni a los guerreros que doblaban su estatura, ni siquiera a las reinas.

—Él nos destrozaría a todos si pudiera —dijo Prescott.

Rosaline negó con la cabeza.

—No a mí. Él nunca me lastimaría.

Eso hizo sonreír a Matthew. Era cierto, él nunca la lastimaría. Prescott estaba
equivocado, el no destrozaría a todos los íncubos, solo a aquellos que lo querían
enjaular. Su sonrisa se disolvió cuando notó que Malarath lo estaba mirando.

—Regresaré a mi habitación —dijo, su voz inestable mientras retrocedía.

Malarath la tomó por el brazo.

—Puedes lavarlo.

Ella inclinó su cabeza con gratitud y se fue a parar frente a Matthew. Prescott se
puso a su lado, sosteniendo la bandeja de agua. Ella tomó la esponja empapada y
la posó en el pecho de Matthew. La plata mezclada con el agua, escurrió de su
cuerpo, aguijonando su piel. Siseó, enroscando sus labios y rechinando sus dientes.

Rosaline miró su boca y jadeó de nuevo. Volteó su cabeza rápidamente hacia


Prescott.

—¿Le quitaste sus colmillos?

—Sí.

Metió la esponja otra vez al agua y salpicó por los bordes, cayendo en la
armadura de Prescott. Le gruño pero ella no dijo nada.

De nuevo puso la esponja sobre Matthew, pero esta vez trabajó de forma más
lenta y esta vez se aseguró de remover con muchísimo cuidado la plata en lugar de
dejarla escurrirse por su piel. Pero no importó qué tan cuidadosa fue, cada caricia
de la esponja le mandaba un intenso dolor. Luchó contra él, machacando los dientes
traseros tan fuerte que casi los rompe, determinado a no dejarle ver a ella cuánto
estaba sufriendo por lo que le estaba haciendo. Aparte de uno que otro ligero
espasmo involuntario de sus músculos, él mantuvo su tormento escondido de ella.

El agua en la bandeja se nubló con sangre seca y copos de plata. Cuando hubo
terminado con la parte superior de su cuerpo, le dijo a Prescott que consiguiera agua
fresca. Él obedeció sin ninguna palabra en protesta.

Rosaline frunció el ceño cuando divisó la entrepierna de Matthew, su sexo rojo y


rasgado. Sin pensarlo, él abrió la boca para tratar de decirle que no se preocupara,
que sanaría, pero ninguna palabra salió. Frustrado, cerró su boca y bajó la cabeza.

Probablemente era lo mejor, ya que no estaba seguro de cuándo le permitirían


sanar o que incluso fuera a salir de esta sin cicatrices.

Ella recorrió sus dedos sobre la marca cercana a sus caderas y luego continuó
ascendiendo por su cuerpo, explorando su pecho. Largos meses de continua
hambruna se había llevado demasiadas pérdidas en Matthew. Tocó los tatuajes
torcidos sobre su brazo derecho. Eran nuevos para ella.
Él la miró a los ojos y una pequeña y triste sonrisa apareció en sus labios antes
de apartar la mirada.

—No puede hablar —dijo ella cuando Prescott regresó.

Él levantó la bandeja de agua.

—Por ahora no. E incluso si pudiera, no se le está permitido a menos que se le


dirijan.

—Es algo cruel hacérselo a un íncubo.

—Un vampiro —dijo Prescott.

Sus ojos verdes se nublaron y bajó la mirada para ocultar cuan decepcionada
estaba, su rostro retorciéndose. Tragó duramente unas cuantas veces.

—Didi… —susurró.

Malarath vino detrás de ella y apoyó su mano en su hombro. Era demasiado alto
comparado a ella y tuvo que levantar su cuello para mirarlo.

—Por favor no le hagas lo que le has hecho a los otros. Te lo ruego.

Malarath deslizó su mirada hacia Matthew. Matthew bajó su cabeza. No sabía lo


que estaba sucediendo pero odiaba ver a Rosaline suplicar por su bienestar. Esperó
que el Gran Rey la sacara de aquí

—Pensaré en ello —dijo, sus dedos apretando su hombro—. Ezra y Ophelia


terminarán de bañarlo esta noche. Vete. Ve con los demás.

Rosaline asintió, presionó un beso en la parte superior de su mano y dejó la


habitación, deteniéndose de camino a la puerta para mirar a Matthew de arriba abajo
una vez más.

Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Matthew se desplomó sobre sus


grilletes, sus cadenas traqueteando. Ya sin tener que enmascarar el dolor, su
cuerpo comenzó a temblar. Sus dientes dolían. Los colmillos que ya no poseía
querían salir, anhelando sumergirse en suave carne y succionar sangre dentro de
él. Ambos latidos, del Gran Rey y el emperador lo llamaban y cerró sus ojos para
escuchar sus rítmicos patrones.

El aire alrededor de Matthew se volvió frío y cuando abrió los ojos de nuevo, el
Gran Rey estaba a solo unos centímetros.

Detrás de Malarath, Prescott soltó la bandeja al suelo con un golpe sordo, el agua
salpicando por encima de las baldosas.

—Cerca de siete billones de personas en este planeta y nadie puede manipularte


como ella lo hace. Solo bate sus preciosos ojos y prácticamente te pones a sus pies.

Malarath alzó una ceja.

—¿Piensas que no sé lo que está haciendo?

—No. Sé que sabes exactamente lo que está haciendo y tú la dejas hacerlo de


todas formas. Es ridículo —Matthew estaba impresionado al ver a Prescott hablarle
tan sinceramente al rey. Supuso que miles de años de servicio le habían otorgado
ese derecho.

Incómodos momentos le siguieron, mientras Malarath se le quedaba mirando a


Matthew, quien mantenía su cabeza agachada, esperando no sufrir las
consecuencias de la ira del rey.

—Escondió su dolor de ella —dijo Malarath finalmente.

Prescott, quien había tomado una esquina para apoyarse en la pared, de brazos
cruzados, asintió.

—Sí. También lo noté. ¿Estás pensando en detenerte?

—Quizás.

—Es peligroso. Unas cuantas semanas más de esto y él hará lo que sea que le
pidas.

¿Semanas? No. Matthew luchó contra las cadenas. No podría soportar semanas
de esto. No podría.
Malarath sonrió y miró a Prescott.

—¿Crees que seré incapaz de domarlo sin torturarlo?

Prescott soltó un exagerado suspiro.

—No estaba insinuando un desafío, su Majestad. Sé muy bien de lo que es


capaz. Lo que me preocupa es que no sabemos de lo que él es capaz. Hay
demasiadas incógnitas. La última vez que lidiamos con un vampiro tan poderoso
casi aniquiló su raza.

—Éste no es un Sanguine Dominar.

—Pero fue mandado por el Dios Sangriento y no conocemos todas sus


habilidades. Rómpelo y termina con esto.

No dejes que te rompa. Las palabras de Samantha rebotaron alrededor dentro


de la cabeza de Matthew. Si ellos seguían, estaría destrozado. Esto era demasiado.

Matthew miró a Malarath y articuló: Amo… me someto…

Malarath rio. El sonido fue suave y malvado.

—No. No creo que sepas lo que la real sumisión es… pero lo harás —dio media
vuelta y salió de la habitación. Prescott caminando detrás de él, dejando a Matthew
solo y colgando de la pared por el resto de la noche.
CAPÍTULO OCHO

Traducido por Akira the Undaunted

Corregido por Cotota

Matthew apareció en un oscuro cuarto lleno de encendido incienso. En el centro


había una sola luz enfocada en un joven, casi desnudo, hombre japonés quien se
sentaba con las piernas cruzadas y sus brazos entrelazados frente a él. Vistiendo
solamente bandas de tela atadas alrededor de su cintura y su entrepierna, él pasaría
por humano salvo que sus orejas eran peludas orejas de zorro rodeadas por un vello
blanco a lo largo del cuello, y la sombra que proyectaba tenía muchas colas.

Cazador Comandante Hiroto.

Asesino.

Porta cartas, miembro del equipo de rudos de Prescott, los Argonautas.

Matthew dejó de respirar y se sumergió en las sombras. Él no quería que se


conociera su presencia. Esta era la mente de Hiroto y Matthew era un intruso aquí.

Hiroto olisqueó el aire y sus ojos se abrieron lentamente; orbes marrones con
largos tajos del centro abajo.

—¿Quién está ahí?

Matthew frunció el ceño. Hiroto había envenenado a Devak así que estaba lo
suficientemente débil como para que Prescott lo matara. Era simplemente tan
culpable en su muerte, y mientras más observaba al kitsune, más enojado se ponía.
Se desplazó hacia la luz adelante. Hiroto subió y dagas aparecieron en sus manos.

—Matthew…— jadeó—. ¿Cómo…? —se detuvo, entonces cambió su


pregunta—. ¿Qué estás haciendo aquí?

Matthew respondió mostrando sus dientes. Hiroto se alejó un paso de él.

—Deberías irte. Ahora.


—Lo envenenaste— replicó Matthew y se lanzó a sí mismo hacia Hiroto.

Hiroto se apartó dando volteretas, apenas esquivando el ataque.

— ¡Matthew! Detente, por favor. Esto solo acabará muy mal para ti.

Matthew giró alrededor y trató de presionar poder en su velocidad, pero no


funcionó. Esto no era el mundo real; ninguna de las reglas era igual. De nuevo,
Hiroto esquivó su trayectoria, su daga cortando la parte superior del antebrazo de
Matthew, justo sobre el grillo.

Matthew rugió y golpeó con fuerza con sus garras a Hiroto. El asesino evadió
cada ataque, girando a su alrededor sin esfuerzo.

Hiroto se alejó y sacó sus dagas. Serpenteantes sombras oscuras se movieron


detrás de él. Se retorcían y giraban, formando tentáculos que avanzaban hacia
Matthew. Él golpeo al más cercano. Se sintió real por un momento, luego se disolvió
en humo. Un segundo tentáculo sombrío lo sujetó por la cintura, jalándolo hacia
abajo.

Matthew atacó ese también, pero fue seguido por otro y otro. Hiroto tenía sus
ojos cerrados, controlando los constructos ilusorios.

Si Hiroto podía controlar esta mierda, tal vez él también podría.

Un tentáculo lo enroscó por el torso y comenzó a estrujar. Matthew se concentró


en él, disponiéndolo a liberarlo. Otro le envolvió el cuello y un tercero alrededor de
sus piernas. Cerró sus ojos y se concentró. Era una cosa sutil, cada uno de los
constructos eran parte de Hiroto, de su mente, de su voluntad. Luchar contra ellos
se sentía igual que cuando obligaba a una criatura.

El tentáculo alrededor de su torso lo liberó. Los ojos de Hiroto instantáneamente


se abrieron.

—No.

Matthew sonrió, entonces tomó control de los otros tentáculos. Estos se giraron
hacia Hiroto, asiéndolo.
El kitsune trató de huir, regresar al mundo consciente, pero Matthew no lo dejaría
ir. Un chillido agudo escapó de la boca de Hiroto mientras las tortuosas
extremidades lo rodeaban. Furiosamente trató de cortarlas, pero cada vez que él
lograba abatir una, dos sombras más las remplazaban.

Matthew se precipitó hacia él, lo agarró de sus muñecas y deseó que las dagas
se fueran. Éstas desaparecieron en un pop.

—¿Cómo...? —Hiroto fue interrumpido mientras los tentáculos lo apretujaban.


Otro capricho.

—¡Lo mataste! —gritó Matthew.

Hiroto dejó de luchar e inhaló en un laborioso respiro.

—Por favor, no tenía opción.

—¡Me lo arrebataste!

La concentración de Matthew se disolvió y los tentáculos se desvanecieron


cuando él golpeó a Hiroto en el rostro. Entonces se recuperó con otro balanceo.
Hiroto no peleó.

—Matthew —sacó con esfuerzo entre jadeos.

Matthew no detuvo su asalto, asestando golpe tras golpe contra el pequeño


cuerpo de Hiroto, su rostro ya sangrado y magullado.

Hiroto cambió a un zorro blanco con líneas rojas que corrían desde su rostro y
bajo los costados. Siete colas frondosas abanicaban tras él. Aulló y se recargó en
su espalda, exponiendo su estómago a Matthew.

Matthew sostuvo su puño y se detuvo. Él había ganado esto.

—Transfórmate de regreso.

Hiroto se convirtió en humano de nuevo.

—Debería matarte— siseó Matthew.


Hiroto, aún sobre sus espaldas, limpió la humedad de sus ojos.

—Por favor no, Matthew. No soy como nadie más. Mi Dios me ha rechazado y
cuando muera mi alma será destruida. Dejaré de ser. Por favor, no me mates.

—Y Devak, si su Dios no lo hubiera rechazado...

—No.… la espada... ya no está. Lo siento.

Matthew golpeó el suelo a un lado de Hiroto y gritó a la negrura vacía encima de


él.

La idea de que Devak se había ido era devastadora. No habrá un encuentro con
él en la otra vida, no había esperanza de que él renaciera, nada. Nada.

Había perdido a todos. Su esposa y Devak, muertos. Tarrick, Samantha, Lily,


inclusive Jet... Todos arrebatados de él.

Estaba solo.

Él colapsó en sus rodillas y gritó de nuevo, el sonido crudo y desesperado. Su


corazón roto con él.

Cuando ya no podía gritar más, se sentó muy quieto por un rato, vacío y
adormecido.

—Lo amaba —dijo Matthew finalmente.

Hiroto se levantó y puso su mano sobre el hombro de Matthew.

—Lo sé.

El tiempo pasó entre ellos mientras Matthew se colectaba a sí mismo. A pesar


de su furia, encontró el toque de Hiroto confortante.

—Cuando tomas una vida, ¿sientes algo?

Hiroto regresó su mano y la puso en su regazo.

—¿Importa?

—Tengo que saber si sentiste algo cuando me lo quitaste.


Hiroto se detuvo y ajustó su peso sobre sus rodillas, la pregunta claramente
haciéndolo sentir incómodo.

—Solía —dijo finalmente—. Solía amar toda la vida. Era mi propósito traer alegría
a quienes conocía. Ahora es mi propósito matar a cualquiera que Malarath me
ordene.

—¿Por qué debes trabajar para semejante criatura malvada?

—No tenía opción —murmuró.

Matthew se movió en el suelo, cruzando sus piernas.

—Me dijiste que salvó tu vida, que le debías una...

—Mentí —la cabeza de Hiroto se inclinó hacia adelante. Cuando parecía que él
no iba a decir nada más, Matthew suspiró y comenzó a levantarse, pero Hiroto
empezó a hablar, deteniéndolo—. Me-Mentí porque estoy avergonzado de la
verdad... Soy el único kitsune que alguna vez ha sido echado. El Alto Rey me
encontró en el momento en que estaba más vulnerable. Él... él me trató como un
juguete... jugó conmigo. Por décadas traté de escapar de él, pero es imposible.

“Él esconde cuan verdaderamente fuerte es porque quiere que todos lo


subestimen, pero te prometo que cualquier poder que te haya mostrado, no es nada
comparado con lo que es capaz. Si te quiere, te vuelves de él. No hay salida de ello.
Lo mejor que puedes esperar es a que algo más llame su atención.

Hiroto limpió algo de sangre de su mejilla con el dorso de su mano.

—Dejé de hacerle batalla hace mucho tiempo, y mi vida no es tan mala. Disfruto
siendo un cazador, soy bueno en ello.

Matthew distraídamente frotaba su pecho.

—¿Piensas que debería hacer lo mismo? ¿Solo ceder ante él?

—No tienes opción. Al final lo harás. A menos que tu señor intervenga... Pero él
te dejó a los incubos. Dudo que él intervenga en cualquier momento pronto.
Matthew estaba más calmo ahora. El impulso de matar a Hiroto disminuido. Viejo,
preguntas sin responder brotaron y en vista de que el zorro había servido a un Dios,
él puede que tenga algunas respuestas. Pero había algo más que él quería hacer
primero. Matthew brincó sobre sus pies. En reacción, Hiroto saltó a los suyos,
resguardándose y tomando una postura defensiva.

Matthew sonrío y cerró sus ojos. Él deseó que el espacio mental a su alrededor
se reformara y cuando los abrió de nuevo, él y Hiroto estaban de pie en una pequeña
y totalmente equipada cocina. Estaba radiante ahí, el sol fluyendo a través de las
grandes ventanas desde afuera, había banquitos en la isla con cosas del lugar ya
afuera.

Toallas azules colgaban de la puerta del horno y los toscos dibujos de un niño
estaban magnetizados al refrigerador. La cocina era cálida y acogedora.

—¿Dónde estamos? —preguntó Hiroto, rozando su mano a lo largo de la


superficie de la isla de madera.

—El primer apartamento que renté con mi esposa.

Hiroto fue hacia el refrigerador y observó los dibujos.

—No sabía que tenías un hijo. Lo siento.

Matthew no corrigió la suposición de que él había matado a Lily después de que


fue convertido. Mientras menos personas que supieran sobre ella, mejor.

Puso su mano sobre el hombro de Hiroto y gentilmente lo empujó a un lado así


él podría entrar en el refrigerador.

—¿Qué haces? —preguntó Hiroto mientras observaba a Matthew sacar los


huevos, tocino, queso, una cebolla y leche.

—Amigo, no he tenido una comida real en diez años. ¿Crees que voy a dejar
pasar esta?

Hiroto sonrió y Matthew rompió los huevos en un tazón.


—Y tengo que hacerte saber —dijo Matthew, derramando un chorro de leche—,
que yo era un excelente cocinero. Siempre que sea un omelette.

Hiroto saltó sobre la isla y se puso en cuclillas, observando a Matthew preparar


un omelette en silencio. Matthew disfrutaba la descuidada tarea de picar mientras
la calidez del sol le daba.

—¿Qué es un campeón? —preguntó mientras encendía la estufa y ponía el


tocino una vez que la sartén estaba caliente.

—Eh... —Hiroto, atrapado con la guardia baja, tartamudeó y entonces sonrió


ligeramente—. Eres un curioso imparable.

Matthew regresó la sonrisa.

—Soy un incubo.

—Los campeones son la mano derecha de un Dios. Ellos son dotados con un
dominio que pueden invocar por poder, esencialmente haciéndolos un mini dios en
su propio derecho, pero ellos pueden andar con libertad en esta dimensión. Las
reglas que restringen un Dios aquí no restringen a un campeón —Hiroto estudió a
Matthew por un momento, quien estaba sacando al tocino del sartén y preparándola
para los huevos—. No...

—Sí.

—¿Lysandros quiere que seas su campeón?

—Sí.

Hiroto se bajó de un salto y caminó alrededor de Matthew en el pequeño espacio.


Se estaba hartando de la gente que caminaba alrededor de él, juzgándolo, pero él
no protestó.

—Matthew, eres poderoso, pero no al nivel de un campeón. Teniendo a


Lysandros como señor te ha hecho un vampiro fuerte... y aun se te considera un
semidiós... pero ser convertido en uno no es para nada similar a haber sido nacido
como un dios.
—¿Y qué si nací como uno?

Hiroto saltó de nuevo a la isla, sentándose en el filo de esta, sus piernas


balanceándose.

—¿Nacido de un dios? Creo que todos sabrían si eso pasó. Aparte, la Jueza
habría venido por ti a estas alturas.

Matthew cortó el tocino y lo agregó al tazón con los huevos. Le puso sal y
pimienta.

—¿La Jueza?

—Eones atrás los dioses tenían hijos libremente, pero los hijos eran tan
poderosos que ellos comenzaron a asesinar a sus padres y asumirse como dioses
a sí mismos. Eran tiempos de caos por lo que se me ha contado. La Jueza fue
creada para asesinar a cualquier semidios nacido. Bendecida por todo el panteón,
es la criatura más poderosa del universo, excepto por el Oa mismo.

—¿Y se supone que ella vendrá a matarme? Genial. No puedo esperar.

Hiroto sonrío.

—Bueno, ella siempre ha matado a los otros cuando nacen, pero tal vez porque
tú fuiste convertido en vez de nacer ella no puede sentirte. Quizá Lysandros
encontró un vacío. No lo sé.

Hiroto estaba equivocado sobre ello, por supuesto, pero Matthew solo preguntó:

—¿Qué es un Oa? — dijo mientras derramaba la mezcla de huevo en la sartén.

—El dios de dioses. El dios de esta dimensión. Ellos dicen que eso hizo el
universo y todos los reinos, pero ninguno de los otros dioses lo ha visto en... Bueno,
no estoy seguro que siquiera uno de ellos haya conocido eso de hecho.

—¿Eso?

—¿Él? ¿Ella? Quién sabe.

Matthew sonrío de manera burlona. Así que había un Dios.


—Pensaba que los reinos eran como cielos.

—Algo así. Es un lugar donde cierto Dios manda. Oa es el dios de este reino.
Cada dios tiene el propio. Y técnicamente el Pit es un reino. Uno que se desprendió
de la tela de otros. Es como un universo completo que ellos controlan, excepto que
todas las almas vienen de este reino, que es lo que hace tan importante a este.
Cuando era un mensajero, yo era capaz de transversarlos libremente... ya no puedo
hacerlo.

Matthew quedó mudo. Había pasado mucho tiempo ansiando hablar sobre todo
esto con Devak, esperando a que la maldición desapareciera. Ahora esta pérdida
parecía incluso mayor.

Aunque estaba feliz de que Hiroto tuviera algunas respuestas para él.

Era agradable hablar con alguien.

Odiaba que no se le permitiera hablar a menos que estuviera dirigido. Eso lo hizo
apreciar cuánto Tarrick lo había dejado salirse con la suya, y cuán dispuesto había
estado a responder todas las torpes preguntas de Matthew.

Sacó el omelette del fuego y lo llenó con queso antes de deslizarlo en un plato
asegurándose que lo dobló correctamente. Tomó dos tenedores de un cajón y le
tendió uno a Hiroto.

—Compártelo conmigo —dijo, rodeando los taburetes. Hiroto se sentó en el


segundo, el plato de comida entre ellos—. Oh, espera —dijo Matthew y se levantó.

Tomó un poco de crema ácida del refrigerador y agregó una porción encima. Con
el tenedor en la mano, cortó una pieza y la sostuvo ante él.

—Huele delicioso —dijo Hiroto y le dio un mordisco—. Mmm —el sonidito de


aprobación vino de él.

Matthew sonrió y comió su pedazo. Entonces inmediatamente lo escupió.

—¡Asqueroso, esto es repugnante! ¿Es en serio? ¿Puedo pararme en un sol


falso, pero la comida falsa está fuera del límite? ¿Cómo es eso justo?
Hiroto se rió y agarró sus magulladas costillas con su mano libre.

—Realmente es bastante bueno —dijo mientras metía más en su boca.

—Al menos uno de nosotros puede disfrutarlo —Matthew se dirigió a la nevera y


sacó una jarra de sangre. Tomó una taza y se sirvió—. Y si tú estás comiendo, yo
también.

Bebió su vaso de sangre mientras estaba de pie. Era cálido (porque así lo deseó)
y divino. Él no podía recordar la última vez que había bebido sangre fresca. Huevos
y tocino no se comparan con la alegría de beber la rica esencia vital. Él solo deseó
que fuese real y que tuviera la sangre en él cuando volviera al mundo de vigilia.

—¿Hiroto? —dijo mientras bajaba su vaso vacío.

—¿Sí?

—Mi madre es Ilertha —Matthew no estaba bastante seguro de porqué lo dijo.


No era como que confiara en Hiroto, no podía hacerlo. Pero tenía que contarle a
alguien y tal vez si el Alto Rey supiera, él no sería tan severamente castigado.
Contarle a Hiroto al principio parecía una buena manera de probar la idea, y el zorro
no dudaría en reportarlo. Lo salvaría de la incomodidad de decirle al Alto Rey por sí
mismo.

Hiroto parpadeó una vez. Bajó su tenedor. Se levantó. Luego, se volvió a sentar,
parpadeó una vez más y pasó la comida que estaba en su boca.

—Di eso de nuevo.

—Mi madre es la diosa de los incubos. Nací como un semidiós.

—No. No puedes ser el hijo de Ilertha.

—¿Por qué no?

—Porque tus poderes de incubo competirían con los de Malarath. Y, sin ofender,
pero apenas si puedes influir en un humano.
—Quieres decir que mis poderes de incubo competirían con los de Malarath si
no hubiera sido convertido por Lysandros, deteniendo mi transformación antes de
que se completara. Una transformación que no se desencadenó hasta mis treinta,
significando que pude haber sido extremadamente poderoso.

Hiroto quedó en silencio una vez más. Entonces, finalmente dijo:

—Ilertha ha estado perdida por un largo tiempo. Muchos de los que la sirven
piensan que está muerta. Hay una lucha por el poder, una guerra civil sucediendo
en su reino justo ahora. ¿Quién te dijo que tú eres su hijo?

—Mi guardián lo hizo.

Hiroto negó con su cabeza.

—¿El guardián de sangre? Te ha mentido. No es posible que supiera...

—Devak era el guardián de Ilertha. Lysandros lo llamó Cel'ii.

Hiroto saltó de regreso a sus pies, otra vez, el banquito casi cayendo. Sus
peludas orejas se crisparon.

—¿El traidor? ¿El único guardián para traicionar a su dios y ser tomado por otro?
Mierda.

Él sonrió ante la reacción de Hiroto.

Hiroto se refregó el rostro.

—¿De verdad eres el hijo de Ilertha?

—Supongo que no puedo saber de verdad en vista de que nunca terminé mi


transformación, pero sus estatuas solían cantarme. Aunque ya no más.

Hiroto se regresó sobre la isla, hincado ante Matthew, casi a la misma altura. Él
tomó los hombros de Matthew.

—No le has dicho al Alto Rey aún, ¿o sí?

—No.
—No lo hagas. No le digas nada de esto.

—¿Por qué no? ¿No le sirve a Ilertha?

—Públicamente, sí. Él es el Rey, tiene que. No puedo saber con certeza, pero...
creo que tiene intenciones de intentar, ascender y convertirse en su campeón, o tal
vez incluso reemplazarla y volverse un Dios. Nunca ha dicho mucho, pero a través
de los siglos he visto señales... si tú eres su hijo, eres una amenaza para esa meta.
Matthew, no decirle fue la cosa más inteligente que alguna vez has hecho. Mantenlo
oculto.

—¿No le dirás?

—No.

—¿Por qué no?

Los grandes ojos de Hiroto se lanzaron de un lado hacia otro, buscando una
respuesta.

—Yo... —él comenzó, pero parecía perdido.

Matthew acarició la mano del zorro.

—Tal vez nunca dejaste de pelear contra él.

Mirando hacia abajo, Hiroto mordió su labio inferior. Asintió lentamente y


preguntó:

—¿Por qué dijiste que no a la oferta de Lysandros de ser su campeón?

—Quería que matara a Devak para probarme a mí mismo ante él y me negué. Al


final, realmente no importó, Devak igual murió.

Hiroto vaciló.

—Me pregunto si fue la cuchilla de Ilertha o mi veneno que lo mataron.

—¿Por qué importaría eso? —Matthew no podía ocultar el dolor en su voz, o la


furia.
—Su-supongo que no. Olvídalo. Si Lysandros te ofrece hacerte su campeón de
nuevo, tú deberías llevarlo a él.

—No —Matthew negó con la cabeza—. No quiero ser el peón de nadie. No para
el Alto Rey o cualquiera de los dioses. Que se jodan.

—Y mientras tanto, te inclinarás ante Malarath. ¿No sería mejor inclinarse ante
tu señor?

Matthew se frotó la cara y se rascó la barba. Lysandros probablemente lo haría


matar a Samantha para probarse a sí mismo. Eso no era algo que incluso haya
considerado hacer, ni siquiera para salir del yugo de Malarath.

—El sol está por ponerse en Nueva York —él podía sentir el llamado de la noche.

—Debo reportar que estuviste aquí. Prescott lo averiguará en el momento en que


me vea —Hiroto agitó su mano sobre los moretones y cortes que Matthew le había
dado—. Estamos listos para una misión más tarde esta noche. No puedo ocultarlo.

—¿Lo que sucede aquí se muestra en el mundo real, como al estilo la Matrix?

Hiroto rió.

—Sí. Aunque no la comida. Estaré hambriento cuando despierte.

—Yo igual. ¿Entonces qué hacemos?

—Tengo una idea.

Los ojos de Matthew se abrieron de golpe. Estaba acostado en una tarima,


suaves mantas bajo él. Hasta tenía una almohada. Lo que sea que ese collar le
había hecho la noche pasada, los efectos se perdieron y todo era dolor.

—Vampiro, puedo elegir hacerlo, así el collar te mantendrá consciente.

Matthew miró a Prescott, que se alzaba sobre él, ajustando la correa de su


armadura.
—Y no dudarás en usarlo en mí por unos momentos, Emperador.

Prescott sonrió.

—¿Por qué? ¿Has hecho algo para merecerlo?

—Sí, Emperador.

Matthew frotó su antebrazo, donde Hiroto lo había cortado durante la batalla. La


herida casi se había cicatrizado excepto por una fina línea rosada.

—Has estado en el mismo lugar todo el día, no puedo imaginarte...

Fue interrumpido por una luz blanca que flotaba en el aire. Hiroto se
teletransportó al lado de Prescott. A diferencia de su mente, vestía completo su
atuendo de asesino: una capa que caía en cascada sobre su conjunto de cuero y
con una máscara roja sobre su nariz y boca.

La sonrisa de Prescott se desvaneció y su voz tornó sombría:

—¿Qué hizo él?

Hiroto quitó su capucha y la máscara. Su rostro estaba cubierto de moretones.

—Vulneración mental. Estaba meditando. Él atacó. No salió bien para mí.

—¿No lo podías expulsar de tu propia mente?

—No, y él me bloqueó el salir.

—¿No te mató? —preguntó una voz del otro lado de la habitación—. Interesante
—Malarath se levantó de una silla que miraba a la ciudad.

—Maestro— Hiroto se hincó en ambas rodillas—. Creo que él sabía cuáles serían
las consecuencias si me mataba. Pienso que perdió momentáneamente su control,
como cualquier vampiro joven enfrentando al asesino de su amante.

Malarath estudió a Hiroto. Matthew deseó que el Rey no fuera tan difícil de leer;
Matthew no tenía idea si se lo estaba creyendo. Finalmente, el Rey se dirigió a
Prescott:
—Haga que Ester ajuste el collar para que se active cada vez que vulnere la
mente.

—¿Y su castigo? — preguntó Prescott.

—Doscientos latigazos. En su espalda esta vez.


CAPÍTULO SIETE

Traducido por Samn

Corregido por Cotota

El sol se ocultó bajo el horizonte y los plateados ojos de Matthew se abrieron.


Estaba acostado en la mesa de metal pero todo era diferente. Su cuerpo todavía
dolía pero era soportable; sanando. Sus brazos estaban a sus lados y no estirados
o alzados… no estaba encadenado.

Matthew se levantó y se esforzó por bajar de la mesa, tambaleándose y casi


cayendo al suelo antes de recuperarse. Miró alrededor de la habitación del Gran
Rey. Estaba solo en la oscuridad. A través de las ventanas, Manhattan se extendía
frente a él.

Estaba limpio y, con excepción de la marca, sus heridas se habían desvanecido


en leves cicatrices rosadas. Ellos debieron de dejarlo fuera de combate por varios
días para dejarlo sanar. Matthew se palmeó a sí mismo para estar seguro de que
estaba entero y se sorprendió al darse cuenta que estaba usando jeans. Gloriosos
jeans.

Luchó para desatar el botón y los abrió para que pudiera revisar su pene. Había
sanado. Gracias a todo lo santo.

Matthew suspiró aliviado, luego comenzó a reírse. Continuó haciéndolo por un


rato, incapaz de detenerse hasta que la risa se convirtió en sollozos desesperados.
Ahora no estaba encadenado pero sabía que esta habitación solo era otra jaula,
una de la que no tenía idea de cómo escapar.

Presionó su mano en sus ojos y finalmente pudo contenerse, sintiéndose un poco


mejor por la liberación emocional.

Capaz de ver lo suficientemente bien en la oscuridad, miró de nuevo alrededor.


Por primera vez, vio como la mesa−pared funcionaba. En la forma que estaba la
mesa en ese momento, tenían pistones y engranajes en la parte inferior que la
empujaba hacia afuera. Recorrió su mano sobre las runas en la pared detrás de él,
preguntándose cómo se sentiría ser capaz de usar magia.

Debajo de él había un piso de azulejos, tal vez de tres metros de ancho y dos
metros que se adentraban a la habitación. Luego los pisos se volvían de madera
con enormes alfombras elegantes.

El tiempo pasó y Matthew no estaba seguro de qué debería estar haciendo.


Consideró ir al librero y tomar un libro pero se detuvo en el borde del piso de
azulejos. No podía cruzarlo. No había nada reteniéndolo, es solo que… no quería
hacer nada que lo arriesgara a ser castigado aún más.

Habiendo memorizado la habitación entera, retrocedió y saltó a la mesa y esperó.


Observó la ciudad mientras la noche pasaba, las deslumbrantes luces parpadeaban
como estrellas, llamándolo. Se sintió satisfecho al sentarse ahí, incluso si estaba
solo, porque era mejor que estar en una jaula.

Pensó en Samantha, extrañándola terriblemente. Cerrando sus ojos, sintió las


delgadas líneas del vínculo que los ataba a los dos. Anteriormente, había tratado de
alejarse del vínculo, esperando que Samantha no pudiera sentir lo que él estaba
pasando. Sintió un gentil apretón, dejándole saber que ella estaba viva y él sonrió.

Los pasos de cuatro personas caminando por el pasillo de afuera atrajeron la


atención de Matthew. Las luces parpadearon dentro de la habitación. Él ya se
estaba levantando cuando la puerta se abrió y Malarath se deslizó hacia adentro.
Siguiéndolo detrás estaba Prescott y dos jóvenes sirvientes, quienes Matthew
asumió, eran Ezra y Ophelia.

—Necesitas aprobar el ataque —dijo Prescott. Su rostro tenso y voz severa.

Matthew retrocedió cuando Malarath pasó junto a él del lado de la habitación.


Los sirvientes, con sus piernas mucho más cortas, casi estaban corriendo detrás de
él para no rezagarse.

—No. No lo haré.
—De rodillas, Matthew —ladró Prescott, sin darle un vistazo siquiera. Matthew
descendió en ambas rodillas sin dudar, inclinando su cabeza. Prescott marchó más
allá de él, siguiendo la vigila de Malarath—. ¿Quieres que los vampiros se
mantengan en Rusia por siempre? El plan de Tarrick es firme, apruébalo.

—No —dijo Malarath una vez más y desapareció en la habitación de al lado, los
sirvientes y Prescott detrás de él. La puerta se cerró y Matthew ya no pudo escuchar
su discusión. Ya había sospechado que parte de la habitación estaba protegida
mágicamente para prever que la gente escuchara el interior, pero esto lo
confirmaba.

Aun de rodillas, Matthew observó mientras desfilaban fuera de la habitación


minutos después en casi la misma condición en la que entraron.

—Tengo cientos de cazadores muriendo allá afuera y si ésta es tu forma de


castigarlo…

Malarath se dio vuelta bruscamente y levantó su mano, callando a Prescott.

—Estaré castigando a mi general por sus recientes fracasos cuando tenga que
hacerlo, tú y todos los demás lo sabrán. Estoy denegando este plan por otras
razones. Hemos terminado esta discusión.

La boca de Prescott se abrió como si fuera a discutir otro punto pero en su lugar
la cerró de golpe y dio una reverencia.

—Sí, su Majestad.

Malarath fue a la sala de estar de la habitación y tomó asiento en la silla del trono,
la cual miraba hacia la ventana. Ezra y Ophelia se mantuvieron fuera del camino,
cerca de la esquina de la habitación. Siempre se aseguraban de mantener a
Malarath o Prescott entre ellos y Matthew. Él también podía oler su miedo. El
vampiro dentro de él quería perseguirlos un poco.

—¿Has encontrado un miembro de remplazo para tu equipo? —preguntó


Malarath después de acomodarse.
Prescott, quien no se sentó, negó con la cabeza. Su rostro aún endurecido por
la discusión pero su voz fue meditada.

—No todavía. Aún sostengo la esperanza de que Cullip vaya a regresar. Le daré
unas cuantas semanas más, luego estaré pensando en ofrecerle el puesto a
Fendrel.

—Él trabaja solo.

—Dado su pasado, se lo permitimos, pero realmente debería estar en un equipo.


Además, no ha habido un dragón en siglos y él ha estado guiando a los Argonautas
los últimos meses de todas formas. Él y Lock son, como dicen, “herméticos”. Será
un buen ajuste.

El Gran Rey movió su cabeza a un lado.

—¿Herméticos?

—Significa cercanos. Son buenos amigos —dijo Prescott.

—Ah. Ven aquí, mascota.

A Matthew le tomó un momento procesar que el Rey le estaba hablando a él. Se


levantó, mucho más lento de lo que debería y se detuvo antes de dar un paso hacia
el piso de madera. Tragó con fuerza y luego caminó hacia donde Prescott estaba
parado, manteniendo una distancia de un brazo entre ellos.

Mantuvo su cabeza agachada y los hombros hundidos para que no se vieran


grandes o amenazantes. Era difícil hacerlo cuando era mucho más alto que
Prescott. Mientras ellos lo observaban, se preguntó si debería volver a arrodillarse
pero decidió no hacerlo: ellos le harían saber si lo querían agachado.

Malarath se inclinó hacia adelante ligeramente.

—¿Planeas tratar de escapar?

Matthew parpadeó ante la pregunta. Sí. Claro que iba a tratar de escapar si
podía. No ahora o algo así, sino una vez que conociera este lugar y si una
oportunidad se le presentaba… No quería admitirlo ante sus captores pero no había
forma en que Prescott y Malarath no lo supieran ya. Esta era una estúpida trampa
en forma de pregunta.

—No en este momento, Amo —respondió honestamente, esperando que el


castigo que tendría por decir la verdad fuera menor que por haber mentido.

Malarath se levantó y comenzó a rodear a Matthew.

—¿Y en el futuro?

—Si encuentro una forma de salir, entonces sí, Amo.

Detrás de él, Malarath preguntó:

—¿Y me matarías si pudieras?

—Sí, Amo.

—¿Y a Prescott, también lo matarías?

Los ojos de Matthew se estrecharon.

—SI tuviera que elegir entre usted y el Emperador, lo escogería a él, Amo.

—¿Oh?

Prescott sonrió.

—No le agrada que haya matado a su guardián de sangre.

La forma tan casual en la que Prescott habló acerca de matar a Devak hizo que
las garras de Matthew salieran y sus irises cambiaran de plateado a rojo. Le tomó
una gran resistencia no darle un fuerte golpe.

Un suave gemido viniendo del rincón de la habitación lo ayudó a retroceder su


furia un poco. Ezra y Ophelia estaban adheridos el uno con el otro, sus cuerpos
pubescentes temblando ante la visión de Matthew. Se preguntó si alguna vez habían
visto a un vampiro anteriormente.

—Te quité tus colmillos, Matthew, no hagas que te quite tus garras también.
Retráelas —dijo Prescott.
Matthew las flexionó una vez, luego las retiró de vuelta a sus dedos. Pero sus
ojos se quedaron rojos. Malarath continuó su caminata alrededor, cuando estuvo
junto a Matthew preguntó:

—¿Matarías a Rosaline?

Matthew levantó su cabeza y miró al Rey.

—Yo nunca la lastimaría, Amo. Nunca.

Malarath movió su cabeza hacia Ezra y Ophelia, quienes seguían en el rincón.

—¿Qué hay de ellos?

¿Qué carajo pasaba con esta mierda de las veinte preguntas?

—No tengo ningún deseo de matarlos, Amo. Pero si estuviera lo suficientemente


hambriento, supongo que me los comería —Matthew se odió a sí mismo por decir
la última parte, pero estaba disfrutando el olor de su miedo y no quería que se
terminara. Carajo, era una terrible criatura.

Malarath se mostró divertido y eso hizo que Matthew se sintiera incluso más de
la mierda.

—¿Y a Tarrick? —Las palabras manaron suavemente del Rey como un seductor
cuyos esfuerzos estaban a punto de dar frutos. ¿De eso se trataba todo esto? ¿De
Tarrick?

Matthew no supo cómo responder de forma correcta. Sus sentimientos por


Tarrick eran… turbios.

Tarrick era el enemigo. Él había manipulado a Matthew para que lo amara y así
le fuera más fácil controlarlo.

Es solo una obsesión. Lujuria. Tú no me amas. Las palabras de Tarrick. Matthew


se había rehusado a creerlas en ese momento, pero tal vez tenía razón. Tal vez él
solo fue un maldito imbécil, pero…
Un puño de metal chocó contra su mandíbula haciendo que cayera al suelo.
Prescott estaba parado encima de él.

—Cuando el Gran Rey te haga una pregunta, tú la respondes de inmediato.

Los ojos de Matthew llamearon cuando volvió en sí. Cuadrando sus hombros, le
gruñó al emperador, sus garras saliendo por segunda vez.

Prescott sonrió mientras extendía sus pies en una postura defensiva y esperó.
Matthew quería aplastar esa perra sonrisa de vuelta a su rostro barbado.

—No, amo —siseó Matthew, ignorando a Prescott lo mejor que pudo—. No


quiero matar a Tarrick.

—“Lord general” es como te dirigirás a Tarrick desde ahora —dijo Prescott, aun
esperando por el ataque—. Y esas garras será mejor que las retires en tres segundo
o las cortaré y las reemplazaré con tapas de plata.

Matthew gruñó y se forzó a retraer su aspecto de vampiro dentro de él.

Prescott se irguió de su postura.

—Ya te lo había dicho y detesto repetir lo que digo. No las saques otra vez, no
habrá otra advertencia.

Malarath se acercó para pararse frente a Matthew.

—Quítate tus pantalones, mascota.

Maldita sea. Los acababa de obtener. Sin ninguna pisca de resentimiento,


Matthew se quitó sus pantalones. Los dejó en el suelo cerca de sus pies. Tal vez el
desorden le molestaría al Gran Rey tanto como le molestaba a Tarrick. Pero si o
hacía, Malarath no lo mostró mientras inspeccionaba a Matthew.

—Quiero su cuerpo desnudo y el cabello corto —Tomó el brazo de Matthew,


pellizcando la piel—. Lo quiero entrenando. Haz que regresen sus músculos.

Prescott ladeó su cabeza.

—Realmente vas a reunir a tu gente, ¿no es cierto?


—Ya te lo había dicho.

—También me lo dijiste en el siglo pasado y cambiaste de idea —entonces la


comprensión se elevó en Prescott—: Has rechazado el plan de Tarrick porque vas
a derrotar a Rusia por tu cuenta, con tu rebelde semidiós bajo tu poder.

Una esquina de la boca de Malarath se elevó.

Prescott negó con la cabeza.

—Tomará siglos conseguir tu camino sobre Rusia. Incluso para ti. Los vampiros
de allí tienen antiguas fortalezas.

—¿Y?

—Tu gente está cansada de pelear.

—Mi gente es fuerte y puede soportar unos siglos más de lucha.

Prescott se veía como si quisiera discutir pero dejó a un lado el problema.

—¿Más plata para él?

Matthew gimió. No lo había hecho a propósito, sólo salió.

—No.

Un molesto gruñido provino de Prescott.

—¿Por Rosaline? Te tiene envuelto alrededor de su dedo.

—No. Ya he tomado la decisión de mantener el castigo corto —Malarath tomó la


mandíbula de Matthew con fuerza—. Me encuentro saboreando la batalla entre su
deseo y odio hacia mí. Si lo rompo demasiado rápido, será igual de aburrido que los
otros.

Matthew curveó sus labios y mostró sus dientes. Un bajo gruñido vibró a través
de su pecho.
Se sobresaltó cuando Malarath tomó abruptamente su polla. Por un momento,
pensó que esto se volvería doloroso, o sexual, pero eso no pasó. En su lugar,
Malarath examinó su flácido pene.

—Apadravya —dijo y liberó su miembro.

Matthew no tenía idea qué había dicho, pero Prescott sonrió así que no podía
ser bueno.

—Dormirá aquí. Vayan por su ropa de cama.

Ezra y Ophelia dieron una reverencia y se precipitaron fuera de la habitación.


Matthew se inclinó hacia ellos, su forma vampiresa arañando la superficie, rogando
que diera inicio a la persecución.

—¿Qué harías con ellos si los atraparas? —preguntó Malarath.

Matthew forzó su tenso cuerpo a relajarse.

—No lo sé, Amo. Normalmente me alimentaría… pero… creo que solo los dejaría
ir.

—¿Y no tratarías de seducirlos?

—Jesucristo, no. Parece que tienen trece años —Matthew agregó con rapidez—
, Amo.

—¿No deseas alimentar tu lado íncubo?

Matthew rio. El simple dolor que tenía por su vacío soavik parecía demasiado
minúsculo comparado a todo lo que había pasado que podía ignorarlo
completamente.

—No. Supongo que no, amo.

—Vístete y regresa a tu lugar, mascota.

Matthew levantó sus jeans del suelo y se los puso. No necesitó otra explicación
sobre cuál era su lugar. Regresó de vuelta a la pared.
Prescott caminó detrás de él.

—Necesitas permiso para dejar esta área. ¿Y Matthew?

—¿Sí, Emperador?

—Nunca llegamos a las verdaderas y terribles torturas.

—Lo tendré en cuenta, Emperador.

—Bueno, hay una que necesitar experimentar de primera mano. Asonda.

Alrededor del cuello de Matthew el collar ardió y sintió las líneas de magia
moviéndose a través de su cuerpo, penetrando cada centímetro de él, por dentro y
fuera. Un instante después, el dolor rompió a través de cada onza de él,
retorciéndose y atormentando su cuerpo. Podría haber estado gritando pero no
podía escuchar nada en cuanto cayó al suelo y se desmayó.
CAPÍTULO NUEVE

Traducido por Ornella


Corregido por Cotota

Recibir los latigazos en su espalda era mejor que recibirlos en el frente. La polla
de Matthew no estaba expuesta esta vez, y sus nalgas amortiguarían los golpes por
los dos. Pero más allá de eso, el castigo era insoportable. Él tenía algo de sangre
dentro, pero más o menos por la mitad de su castigo, no tenía suficiente para
empujar el dolo lejos. Era un infierno.

Después del castigo, lo dejaron colgado, su cara y su pecho presionando contra


la pared, y sin sangre por días.

Despertó un mañana desencadenado y tirado en el suelo. Se sentó para ver a


Prescott acercándose a él.

—No me ofende si me das algunos tiros, serás castigado por eso y yo lo


superaré, pero si golpeas a uno de mis compañeros otra vez, mi misión será hacerte
de tu vida tan miserable como sea posible hasta el resto de ella. Y si crees que lo
que he hecho hasta ahora es malo, solo espera hasta que tú me ofendas. ¿He sido
claro?

—Sí, Emperador. —Matthew respondió rápidamente para evitar molestar más a


Prescott.

Prescott miró fijamente a Matthew, finalmente asintió, satisfecho con su


respuesta.

—Párate.

Matthew se empujó hacia arriba. Mirando alrededor de la habitación, notó que el


Gran Rey no estaba ahí, y que no tenía sus pantalones. Parecía que había logrado
perder ese privilegio después de un solo día. Se rio.

—¿Algo divertido? —Prescott preguntó.


—Solo me preguntaba a quién debo chuparle la polla para conseguir algunos
pantalones, Emperador.

Prescott sonrió con suficiencia.

—De todas las comodidades que te quitamos, ¿los pantalones están arriba en tu
lista?

—No me importaría algo de sangre, una ducha, y, Emperador, si se siente


generoso, algo de sexo. Pero ya que usted no me ha ofrecido nada de eso, me
conformaré con los pantalones.

Prescott bufó divertido y llevó su muñeca a su boca.

—Gavyn, estoy listo para ti —bajó su brazo—. Y quiero dejarlo claro, Matthew,
prefiero a las mujeres y odio a los no muertos. No estarás sobre mi polla. Nunca.

Un contorno de luz verde apareció, siendo remplazado por un cazador


teletransportándose en una fracción de segundo después. El cazador, Gavyn, lucía
como una estrella de rock, usaba una camiseta sin mangas y pantalones negros.

Había tatuajes cubriendo casi cada pulgada de su piel, salvo su cara, donde tenía
piercings en el labio y su oreja.

Los tatuajes visibles eran los plateados que tenían todos los cazadores, pero de
diseños más coloridos, cada uno una obra de arte. Su oscuro cabello estaba
rasurado a los costados y largo y desordenado arriba. Era uno de aquellos estilos
en el que alguien gastaba una gran cantidad de tiempo haciéndolo lucir como si no
hubiese desperdiciado ese tiempo en el peinado.

En su cinturón había una sola estaca y dos dagas de plata. Para ser un cazador,
él no llevaba muchas armas con él. Colocó una hielera de poliestireno y una
pequeña caja metálica. Matthew podía oler la sangre en la hielera y dio un paso
adelante.

—Esto es fácil, Matthew. Si te comportas, pronto obtendrás sangre —dijo


Prescott.
Quiero-ser-un-rockero Gavyn llevó la caja y la hielera cerca a la mesa.

—¿El Rey dijo qué calibre quería?

¿…calibre?

—Nop, usa tu mejor juicio —dijo Prescott.

Mathew veía como Gavyn abría la caja y sacaba paños desinfectantes y los
colocaba a un lado. Vio a Matthew de arriba abajo mientras se ponía unos guantes
azules para un chequeo.

—Supongo que no tenemos que preocuparnos por causarle una infección,


incluso si pareciera que tiene diez enfermedades.

Matthew enroscó sus labios, mostrando su dentadura de metal, y le gruñó al


cazador. El cazador estaba listo, la espalda de Matthew estaba en carne viva por
los latigazos y no se había lavado desde que Rosaline había suplicado al Rey.
Sangre seca manchaba su espalda, trasero y piernas. Su piel lucía como un el de
un cadáver gris y su cabello seguía estando largo en todas partes, a pesar de las
órdenes del Gran Rey de cortarle el cabello-aun así, incluso si se veía terrible, el
cazador estaba siendo grosero.

—¿Viste el ojo morado que Hiroto tenía hace unas noches? —preguntó Prescott.

—Maldición. ¿El comandante le dejó acercarse lo suficiente para que él lo toque?

—Brecha mental. Matthew es rápido. No lo subestimes.

Gavyn asintió.

—Sí, he visto las imágenes… difícil de creer supongo.

El ego de Matthew se infló solo un poquito… y se desinfló rápidamente cuando


Gavyn se acercó, bolígrafo en mano, y sujetó su pene.

Matthew retrocedió y sus garras salieron.

—¿Qué…?
Gavyn dio unos pasos hacia atrás.

—Pensé que dijiste que no atacaría.

Prescott puso una sonrisa torcida.

—No lo hará. No si él quiere sangre.

El cazador tatuado lo miró inseguro.

—Muy bien… Tienes que estarte quieto, chico grande, solo necesito ponerte
algunas marcas.

—¿Marcas? ¿Para qué diablos? —Matthew preguntó.

Prescott se rio ente dientes, tratando de no reír hasta que resopló divertido.

—Ah, mierda, Emperador. ¿No le dijiste? —dijo Gavyn, luciendo tan disgustado
como Matthew.

—Él escuchó que el Gran Rey dijo que obtendría un piercing apadravya —dijo
Prescott entre risas.

Matthew sacudió la cabeza y retrocedió otro paso, presionándose contra la pared


de metal.

—Espera. No. Emperador, la palabra piercing nunca fue usada y apadravya


suena como un hechizo de Harry Potter. ¿Qué mierda es eso?

—Es una perforación vertical a través del glande. No dolerá tanto. Será rápido.
—dijo Gavyn. Al menos el cazador tenía la decencia de fingir preocupación. La
mayoría de los cazadores se estarían riendo como Prescott con una “Oh, mira, el
pobre vampirito está sufriendo, burlémonos de él. ¡Ja, ja!” actitud.

—¿Vas a perforar mi pene? No, no te quiero en ningún lugar cerca de mi pene.


—Matthew se cubrió a sí mismo y estaba listo para huir si tenía que hacerlo. Él sería
feliz con ser azotado en lugar de perforado.

La risa de Prescott murió.


—Y pensar que hace unos pocos minutos querías sexo… Kayar.

Los grilletes en los brazos y las piernas de Matthew volaron hacia atrás
encontrándose con las cadenas en pleno vuelo. Las cadenas se ajustaron y una vez
más Matthew estaba colgado, incapaz de moverse.

Gavyn se acercó y sujetó su polla, inspeccionándola de un lado a otro. Puso una


marca en la parte de arriba de la cabeza y otra debajo. Tomó sus pinzas, las alineó
con las marcas y las sujetó. En su mano había una aguja.

—Dios, por favor, no lo hagas. Realmente no…

—Quieto, Matthew—dijo Prescott.

Matthew cerró la boca. Sabía que estaba siendo molesto y que rogar no
cambiaría nada, pero, aun así, él realmente no quería esto.

—Listo, solo inhala y exhala, o, uh, pretende hacerlo. —Gavyn dijo con una
sonrisa nerviosa. Matthew estrechó sus ojos y cuando exhaló, el cazador presionó
la aguja adentro. Mierda, dolía. Matthew se empujó contra las cadenas y presionó
sus dientes. Por un momento sintió como si su pene iba a caerse, pero tan pronto
como empezó, el dolor disminuyó.

—Casi está listo —Gavyn vio a Prescott—. ¿De plata o normal?

—Normal, por ahora. Pero, Matthew, si te lo quitas, te pondremos uno de plata y


eso dejará un hoyo permanente.

Al menos podía quitarlo en algún punto del camino y sanaría. Gavyn terminó por
atravesar una vara, empujando la aguja fuera, y enroscando una esferita al final.

—¿Ves? —dijo Prescott—. No fue tan malo. Rayak.

Las cadenas lo liberaron y Matthew aterrizó sobre sus pies. Sujetó su pene y
observó el piercing. Ahora que no dolía tanto, se preguntaba qué beneficio habría
en esto. ¿Haría mejor el señor para sus compañeros? ¿Para él?

—Puedes retirarte, Gavyn. Envía a Ezra y Ophelia —dijo Prescott. Gavyn se


despidió poniendo su puño derecho sobre su hombro izquierdo, entonces tomó su
caja de herramientas y se teletransportó. Prescott sujetó la hielera y se la lanzó a
Matthew.

—Bebe.

Estaba llena con bolsas de sangre. Matthew levantó una, la mordió y bebió. Lo
primero que curó fue su pene, entonces consumió el resto de las bolsas tan rápido
como pudo.

—Listo, analicemos algunas pocas reglas —Prescott empezó—. El Gran Lord


General te enseñó a arrodillarte, así que estás familiarizado con eso. Fue bueno
que te pusieras de rodillas —ambas rodillas para los esclavos, Tarrick le había
dicho, la izquierda para los guerreros, la derecha para el resto. Era una práctica
extraña, pero así es como estaba hecho y quitó todas sus dudas de que él era un
esclavo—, pero lo que es diferente es que sólo te arrodillarás ante el Gran Rey a
menos que yo te ordene hacerlo. Te inclinarás para los Lores y Ladies, Reyes y
Reinas, cazadores comandantes y yo. Quiero que muestres respeto a mis
cazadores, pero no tienes que inclinarte ante ellos.

Prescott hizo gestos con las manos para arrodillarse, cuando levantarse,
detenerse, etc., haciendo que Matthew se sintiera como un perro. El Emperador le
hizo repetir todas las reglas: no habrá sangre a menos que se la den, no dejará su
área sin permiso, seguirá cualquier orden que Prescott o el Gran Rey le den. No
quitar el piercing de su pene o su dentadura de metal, no se descontrolará por la
sangre, usará los títulos correctos, y no hablará a menos que se lo ordenen.

—Si te ponemos en el campo de batalla, seguirás las órdenes del Gran Lord
General. No compelerás a ningún íncubo o cazador —dijo Prescott, añadiendo a la
lista—, oh, e igual que la sangre, no te vendrás sin permiso. Eso significa que no te
puedes auto-complacer.

Genial.

La puerta del cuarto se abrió con lentitud y Ezra y Ophelia se dirigieron hacia
adentro. Se inclinaron ante Prescott y buscaron alrededor por Malarath.
—Llévenselo y aséenlo. Lávenlo. Corten su cabello también —ordenó Prescott.
Sus ojos se ampliaron mientras veían de Prescott a Matthew—. ¿Algo de lo que he
dicho no está claro? —preguntó cuando no se movieron

—¿Usted… —el varón, Ezra, empezó a preguntar

—…vendrá con nosotros? —Ophelia terminó la pregunta. Era un poco


escalofriante.

—No. Tengo cosas más importantes que hacer esta noche. Pueden arreglárselas
—Prescott se teletransportó antes de que ellos pudieran protestar.

Ezra y Ophelia se quedaron ahí, congelados. Matthew podía escuchar sus


pequeños corazones latiendo rápido y oler su miedo. Ahora que se había
alimentado, no sentía la incontrolable necesidad de cazarlos, pero aun así pensaba
que sería divertido molestarlos un rato.

Después de tres minutos, Matthew suspiró y fue al borde de su área.

—Se supone que no tengo que hablarles a menos que ustedes me hablen
primero, pero me arriesgaré porque me estoy cansando un poco de quedarme aquí.
¿Harán que tome un baño? Porque realmente podría necesitar uno.

No se movieron.

—No voy a herirlos —ellos no eran el tipo de víctimas que Matthew escogería de
todas formas. No preferiría al joven o al inocente si podía evitarlo. Aunque, jugaría
con ellos si lo tuviese permitido. Dios, no podía creer que estaba fantaseando con
jugar con ellos, lo que esencialmente era una etiqueta de vampiro.

—Sigue-

—nos —finalmente dijeron y lentamente salieron del cuarto, sus ojos nunca
dejaron a Matthew.

Matthew hizo lo indicado. Se detuvo solo un momento antes de dar un paso en


el suelo de madera, entonces se detuvo otra vez antes de dejar la habitación. No
tener a Prescott escoltándolo alrededor, o al Gran Rey haciéndose el señor por ahí,
se sentía como si estuviese rompiendo alguna clase de regla. En serio quería
intentar no meterse en problemas hasta que pudiera aprender más sobre esta torre
y sus debilidades.

Hablar con Hiroto le había dado un poco de esperanza que él pensaba perdida.
Seguro, Hiroto no había encontrado cómo salir y en realidad Matthew sabía que él
tampoco lo haría, después de todo, le había tomado al Gran Rey una fracción de
segundo hacer de Matthew su perra, pero eso no significaba que él iba a rendirse.

Podría tomar años encontrar cómo salir, pero era todo lo que tenía ahora y él iba
a aferrarse a eso.

Ezra y Ophelia lo llevaron al salón, a través de unas puertas de metal, al ascensor


(donde Matthew pudo ver cuán desastroso lucía), fuera en un nuevo piso, a través
de otras puertas de metal, y hasta una gran sala.

Los dos pequeños íncubos mantuvieron un gran espacio entre ellos y Matthew
tanto como les fue posible. Matthew, por su parte, trató de seguirlos no tan
amenazadoramente posible. Atravesaron unas puertas dobles y lo llevaron hasta
una casa de baños sin ventanas.

Pilares de mármol de aspecto griego flanqueaban una enorme piscina de remojo


con azulejos azules, había también un spa fuera a un lado, junto con duchas,
asientos de mármol, estatuas, fuentes, y exuberantes plantas verdes. El aire estaba
cálido y perfumado.

Ezra y Ophelia tiraron de las cintas que ataban sus casi transparentes batas a
sus flexibles cuerpos y se las quitaron. Desnudos, era más fácil distinguirlos solo
por el pequeño paquete de Ezra y los casi planos pechos de Ophelia. Ambos eran
suaves y sin pelo, lo cual les daba incluso una apariencia más joven. Matthew
supuso que ellos se afeitaban o usaban cera ya que eran lo bastante mayores para
que el cabello empezara a crecer.

Aun así, eran hermosos, criaturas gráciles. Ataron sus largos cabellos con cintas,
entonces gesticularon hacia la ducha en la pared, Matthew obedientemente se paró
debajo de ella.
Cuando el agua golpeó a Matthew, él pudo haber tenido un orgasmo ahí mismo,
ya cálida, el agua masajeaba cada pulgada de su piel. Matthew cerró sus ojos y
disfruto la sensación. Un paño húmedo bajando por su espalda. Ezra estaba
limpiándolo.

De un pequeño cántaro, Ophelia puso un líquido azul sobre una toallita y empezó
a limpiarlo también. Matthew odió admitirlo, pero tener sus manos sobre él era
placentero. El seguía siendo un íncubo, incluso si no era tratado como uno, y
deseaba el contacto. Quería ser tocado, cuidado y querido por otros.

La mano de Ophelia bajó lentamente por su abdomen, limpiando el área que


estaba más abajo. Matthew sujetó su muñeca y ella se congeló. Ezra se congeló
también. Su miedo se disparó tanto que la adrenalina los golpeó.

—Puedo lavarme ahí yo mismo— Matthew dijo mientras tomaba la tela y la


dejaba ir. Él podía terminar de lavar sus partes privadas. El gel le hizo estremecerse.

Ezra palmeó su hombro y le dio la señal para arrodillarse. No pensaba que


tendría que arrodillarse frente a ellos, pero no iba a discutir, no mientras tenía el
acceso a una ducha. Se agachó ante el íncubo, quien tomó una botella blanca, vertió
el contenido sobre la cabeza de Matthew y masajeó su cabellera. Ah, Matthew era
demasiado alto para que Ezra alcance su cabeza de otra forma. Le enjuagaron y
cuando el agua dejó de salir, Matthew empezó a levantarse, pero Ophelia empujó
sus hombros para que no lo hiciera. Ezra se fue y regresó con unos cortaúñas
eléctricos inalámbricas y tijeras. Matthew los seguía mientras ellos cortaban su
cabello.

Cuando terminaron, Ophelia usó un cepillo para mezclar crema de afeitar en un


plato, entonces la extendieron sobre la cara de Matthew. Ella le inclinó la cabeza
hacia atrás y acercó una navaja de afeitar, sus manos temblaban.

—Espera —dijo Matthew. Ella se detuvo—. No es que no aprecie ser afeitado,


pero vas a cortarme si no paras de temblar. ¿Por qué no me dejas hacerlo?

Ella pausó. Entonces acercó de nuevo la navaja, su mano un poco más firme, y
empezó a afeitarlo. Matthew no movió ni un músculo, preocupado de que ella pueda
cortarlo. Esperó. Estaba siendo ridículo. Después de todo lo que había vivido, un
corte se sentiría como nada. Mierda, incluso cuando Samantha había apuñalado
una de sus bolsas de sangre para abrir un portal al infierno todo lo que hizo fue
fruncir el ceño un poco. Esto era solo algo mental, un vestigio de cuando era
humano. Se forzó a sí mismo a relajarse un poco.

Ophelia probó ser eficiente con la hoja, rasurándolo cerca y delicado. Matthew
esperaba poder hacer crecer una barba incipiente, esta lo hacía sentirse un poco
más masculino. La súcubo esparció más crema sobre su pecho y afeitó ahí,
entonces sobre sus brazos (excepto dónde los grilletes estaban), espalda, piernas,
cualquier lugar con cabello.

Ella dejó al final la entrepierna, pero Matthew sabía que lo haría al final. Con una
hoja afilada cerca a sus pelotas, hizo todo lo que estaba en su poder para mantener
sus movimientos al mínimo posible.

Cuando sujetó su pene moviéndolo fuera del camino, Matthew tomó una brusca
respiración, y Matthew junior respondió al toque del mismo modo.

Ophelia lo observó y su pequeña y rosada lengua se asomó entre sus dientes.


Matthew empujó lejos sus inapropiados pensamientos.

—¿Estás segura de que no quieres que termine? —preguntó, esperando que ella
terminara rápido o le pasara a él la navaja.

Ella regresó a su tarea. El agua volvió a bajar y cuando terminó, Matthew se


enjuago, tratando de ignorar su polla medio dura.

Con una toalla blanca, se secó y esperó, suponiendo que lo llevarían de vuelta
al cuarto del Rey. Pero Ezra y Ophelia lo dirigieron a la piscina. Los hermanos
entraron y empezaron a flotar alrededor.

Obedeciendo, Matthew se hundió, tan suave como una foca, en las sedosas
aguas. Pasó sus manos entre su cabello, descolocándolo por cómo de corto estaba
ahora. Estaba un poco más largo que una rapada, pero no por mucho.
Después de flotar alrededor un poco, se puso sobre una caída de agua y se
inclinó sobre la pared, extendiendo sus brazos a lo largo de esta. Se relajó mientras
Ezra y Ophelia se lanzaban agua juguetonamente entre ellos.

Por primera vez en un largo tiempo, se sentía… cómodo. No tenía dolor, tenía
sangre en él y estaba alrededor de otros íncubos. Estiró el brazo y sintió a Samantha
a través del lazo. Estaba viva y no corría peligro.

Se hundió un poco más en el agua y se preguntó cómo sería el resto de su vida.


Eventualmente tendría que matar vampiros. ¿Qué pasaría cuando se enfrente a
alguien que le importa?

Frotando sus grilletes, se preguntó qué cosas terribles le haría hacer el Gran
Rey. Su futuro parecía estar fuera de sus manos. El único plan que él tenía era
‘esperar’, y era un plan de mierda.

Una suave queja lo sacó de su contemplación. Levantó la mirada y vio a Ezra y


Ophelia haciéndolo en el agua. Matthew frunció el ceño. El incesto no era lo suyo,
de verdad que no, aunque no podía apartar la mirada de la depravada escena
desarrollándose frente a él. Vio sus manos empezar a explorar el uno al otro.

—Jesús —murmuró.

Sus cabezas se volvieron a él de forma seductora y sus ojos empezaron a brillar.


El ojo izquierdo de Ezra era de un azul brillante, y el derecho verde, por otro lado,
los de Ophelia eran lo opuesto, el derecho azul y el izquierdo verde. Eran
sorprendentes. Fascinantes.

Los gemelos, no tenía más duda de eso con aquellos ojos, se dirigieron hacia él.
Matthew se levantó rápidamente mientras ellos se acercaban. Se sintió aletargado
mientras los hermanos estiraban los brazos y recorrían sus manos sobre su pecho.

—¿Qué hacen? —preguntó.

A su derecha, Ophelia se inclinó y presiono un cálido beso en su cuello, sobre su


collar. Matthew inclinó su cabeza hacia atrás y gimió. Dios, ha sido un largo tiempo
desde que se alimentó sexualmente.
A su izquierda, Ezra presionó su cadera a un lado de Matthew. El pequeño pene
del íncubo estaba endureciéndose y empujaba contra la piel de Matthew. Matthew
pasó sus brazos alrededor de los hombros de cada íncubo, acercándolos más a él.
Ellos lamieron y succionaron su cuello, sus manos explorando su pecho y
abdominales.

Los ojos de Matthew se cerraron y él disfrutó de la sensación de los delicados


dedos acariciándolo. Su pecho retumbó con un suave ronroneo mientras ellos se
movían más abajo.

Sus ojos se abrieron de golpe cuando ellos apretaron su polla dura como el
hierro. Jesús, ellos eran demasiado jóvenes. No podía hacer esto. No con ellos. Sin
importar cuánto le hacía sufrir su hambre.

—Deténganse —dijo, su voz tensa.

Ellos no pararon.

Sus manos se movieron una detrás de otra, deslizándolas arriba y debajo de su


polla. Ophelia movió su pulgar alrededor de su nuevo piercing y este vibro dentro
como una vara, arrancando otro gemido de sus labios y destacando cuando tiempo
había pasado desde la última vez que había tenido sexo.

Matthew trató de ponerse en pie solo para notar que su cuerpo pesaba en el
agua. Ellos lo estaban agarrando. Eran fuertes, mucho más de lo que él habría
pensado dada su edad, pero era imposible romper su agarre. Peleó contra ellos,
alejándose, intento ponerse de pie, pero su cuerpo seguía flojo.

Puso energía en sus músculos y se forzó a levantarse. Ezra y Ophelia le


siguieron y él tropezó hacia atrás fuera del agua, arrastrando sus pies y alejándose
tan rápido como podía.

Hasta que chocó con alguien.

Sorprendido, su lado vampiro se adelantó mientras giraba de golpe.

Malarath sujetó su muñeca con una fuerza asombrosa y lo sostuvo en su lugar.


—Maestro —Matthew jadeó y se arrodilló.
CAPÍTULO DIEZ

Traducido por Ornella


Corregido por Cotota

El Gran Rey sacudió el agua de su mano y se quitó su ahora húmeda bata de


baño.

¿Cuánto tiempo el Rey había estado aquí? Matthew no había podido sentirlo. La
temperatura de la cálida habitación no había descendido notablemente, él no podía
oler ningún jazmín, o incluso oír los latidos de su corazón. No podía escuchar los
latidos de Ezra y Ophelia tampoco. Todos sus sentidos estaban flojos.

…El gel de baño… debía tener algo que lo atontó.

Dio un vistazo sobre su hombre a los gemelos, que seguían en el agua, luciendo
bastante orgullosos de ellos mismos.

Matthew estaba medio tentado de correr hacia ello y estampar sus cabezas
contra los azulejos. Así no serían tan arrogantes.

—¿Rompió alguna regla? —Malarath preguntó.

Primero, Matthew pensó que se estaba dirigiendo a los gemelos, pero Prescott
apareció de la nada, los brazos cruzados, apoyado sobre una columna.

Jodidos cazadores y su habilidad de mierda de hacerse invisibles para los


vampiros. Prescott había estado ahí probablemente todo el jodido tiempo.

—Excepto por hablar cuando no se lo ordenaron, se comportó. Estaba seguro


de que iba a venir sin permiso, pero —Prescott sacudió su mano, señalando el lugar
mojado donde estaba la bata de Malarath.

—Mírame, mascota —Matthew levantó la cabeza y Malarath sujetó su barbilla—


. Hablar sin que te den la orden es un privilegio que no te has ganado aún. No lo
vuelvas a hacer.
Matthew no dijo nada, inseguro de si Malarath esperaba una respuesta o no.
Finalmente se encontró a sí mismo un poco optimista de que tal vez un día el sería
capaz de hablar a otros. Entonces se dio cuenta que estaba esperando a que le
permitan hablar sin permiso, lo cual era una mierda deprimente.

—Denle una picadura de veneno. Tal vez aquello le ayude a recordar las reglas
cuando esté tentado a hablar sin una orden.

Matthew no tenía una pista de lo que una picadura de veneno era, pero era
probable que fuese horrible y le haría suplicar.

—¿Esta noche? Gavyn tiene el resto de la tarde libre y creo que salió a beber.
Podría tener que arrastrarlo de un bar —dijo Prescott.

Ah, otro piercing. Matthew esperaba que esta vez fuese en su lengua y no en sus
bolas, o sus labios o cualquier otra parte, pero especialmente no en su pene otra
vez.

Malarath soltó su barbilla.

—Sí.

—Estaré de vuelta — dijo Prescott y se teletransportó.

Malarath le dio a Matthew una señal de mano para que se levanté. Lo hizo, pero
mantuvo la mirada baja y sus hombros encorvados. Realmente esperó no ser
castigado por el empujón. El Gran Rey lo asustaba. De lo poco que había visto, era
claro que sus poderes estaban fuera de límites, pero Matthew no tenía idea de que
realmente era capaz de hacer, y junto con las advertencias de Hiroto, eso lo
aterrorizaba.

Detrás de él, Matthew oyó a Ezra y Ophelia dejar la piscina.

—Podrías tomarlos, mascota —dijo Malarath, señalado a los gemelos.

Matthew se volvió y los observó. Sus ojos flameando con deseo.

—Uh, eso es… lindo de su parte… realmente no los quiero, Maestro.


Malarath presionó su mano en el abdomen de Matthew, escaneándolo.

—Estás hambriento —entonces dejó a su mano deambular hacia abajo, rozando


el pene de Matthew. Oh Dios, su toque era eléctrico, disparando a su medio duro
pene por atención completa—, en más de una forma.

—Son muy jóvenes, no puedo. Maestro, por favor —Matthew dijo las palabras,
pero su determinación fue rápidamente decayendo mientras Ezra y Ophelia
empezaron a tocarlo otra vez. Retrocedió lejos de ellos, pero se quedaron con él
hasta que chocó con una columna. Los gemelos se presionaron contra él, el calor
de sus cuerpos quemando su piel.

Besaron su pecho y mordisquearon sus pezones, girando sus lenguas alrededor


de las puntas duros. Cuando cayeron de rodillas, Matthew perdió toda la fuerza de
voluntad para luchar. Su cerebro se apagó y su cuerpo se hizo cargo cuando su
lado íncubo surgió. Había sido descuidado por tanto tiempo...

Se centró en los hilos dorados de energía sexual que se curvaban y bailaban a


su alrededor.

Ophelia comenzó a lamer las pesadas bolas de Matthew. Cada vuelta de su


delicada lengua disparó placer hasta la polla de Matthew, que tampoco fue olvidada.
Los labios de Ezra se separaron cuando tomó la cabeza de Matthew en su boca.
Sus pequeños labios tenían que estirarse para acomodar la circunferencia y levantó
la vista, sus brillantes ojos no coincidentes. Matthew se preguntó cuánto de él podría
tomar Ezra.

El placer onduló a través de él cuando Ophelia se metió un testículo en la boca


y Ezra empujó el piercing con la lengua. Matthew apoyó una mano en la parte
posterior de la cabeza de Ezra y la otra en la mejilla de Ophelia. No los empujó a
hacer nada, pero no quería que se detuvieran hasta que terminara de alimentarse.

Joder, estaba hambriento. No estaba seguro de cuánto podría sacarles, no


quería lastimarlos, pero una vez que comenzó a consumir su energía, fue difícil para
él detenerse.
Ezra presionó hacia abajo, absorbiendo más de Matthew mientras las manos de
Ophelia se deslizaban por la parte posterior de las piernas de Matthew hacia el área
justo detrás de sus bolas y aplicaban presión. Matthew meció sus caderas adelante,
sosteniendo a Ezra en su lugar. El íncubo se ahogó, pero Matthew no lo dejó ir.
Después de un momento, relajó su garganta y empujó más profundo. Los dedos de
Ophelia rodearon el agujero de Matthew y movió su boca hacia el otro testículo.

Los músculos de Matthew se tensaron cuando se acercaba al final. Ezra se movió


arriba y abajo mientras Ophelia tocaba su agujero. Matthew perdió el control,
vaciándose por la garganta del chico. Su orgasmo fue casi doloroso por la forma en
que lo atravesó. Sus músculos se contrajeron y su cuerpo se volvió increíblemente
sensible. Los gemelos dieron silenciosos gemidos de placer y no detuvieron sus
movimientos. Cuando se volvió insoportable, Matthew los empujó y se deslizó por
el pilar sobre su trasero.

La bruma del hambre y la lujuria se desvaneció.

¿Qué diablos acaba de hacer? Eran apenas adolescentes. Los adolescentes que
estaban allí sonriéndole.

Triunfantes.

No podía soportar mirarlos. Cerró los ojos y enterró la frente en sus manos.

—Mascota —la voz malvada de Malarath lo perforó. Matthew miró al Gran Rey
que estaba de pie junto a él—. Sécate y regresa a tu área —Ezra y Ophelia
comenzaron a desnudar a Malarath, su piel todavía estaba llena de excitación.

Matthew se levantó y se acercó a las toallas. Sin mirar atrás, se secó y salió de
la habitación, dejando la toalla detrás ya que no estaba seguro de poder llevarla
consigo.

No había cazadores afuera. O escolta de cualquier tipo. No importaba: podía oír


cámaras ocultas zumbando por todas partes. Los cazadores podrían
teletransportarse a él si lo necesitaran.
Las puertas se abrieron y el ascensor lo llevó automáticamente al piso con la
habitación del Gran Rey. Cuando entró, estaba vacío y las luces apagadas.

Sin ropa para él, se acostó desnudo en su jergón y deseó que la liberación del
sol estuviera más cerca de lo que estaba. Entonces no tendría que pensar en el
horrible acto que acababa de cometer. Le dolía el corazón y no estaba seguro de
poder seguir haciéndolo, no quería ser este monstruo y, sin embargo, no podía
escapar de él.

Se preguntó cuán difícil sería suicidarse. Una ruptura repentina del vínculo
perjudicaría a Samantha, pero ella era fuerte y, a la larga, sería más seguro para
ella. Y sería más seguro para todos los vampiros si no se usara contra ellos.

Miró hacia la estatua de su madre. La estatua era hermosa, con rasgos suaves
y ojos amables, pero Matthew se preguntó si realmente se parecería a eso o si era
solo una interpretación artística de ella. Cualquiera sea su apariencia, lo único que
ella había hecho por él fue enviarle un amante que había muerto. A la mierda.

Matthew se acurrucó y se cubrió la cabeza con una manta, como si eso lo


ayudara a olvidar lo terrible que era. No funcionó. Todo su ser se sentía
entumecido... a excepción de una pequeña área de piel en la parte inferior derecha
de la cadera, opuesta a la marca. Debajo de las sábanas, miró hacia abajo y un
trozo de piel allí era roja con negro alrededor de los bordes. ¿De dónde carajo había
venido?

Matthew pasó su dedo sobre eso. Parte de la piel se desprendió.

Asco.

Forzó el área a sanar y desapareció.

Luego metió las rodillas en su pecho e intentó bloquear el mundo.

—Matthew.

Empujó la sábana y se sentó. Las luces estaban encendidas y Prescott estaba


allí con Gavyn, vistiendo una camisa con botones y jeans oscuros, y lo más notable
era que no tenía armas visibles sobre él. Tenía los ojos brillantes, pero
concentrados, como alguien que intenta refrescarse rápidamente.

—De vuelta contra la pared —ordenó Prescott.

Matthew hizo lo que le dijeron. Como una buena mascota. Gavyn se puso unos
guantes desechables.

—Es demasiado alto, lo necesito más bajo.

Matthew se arrodilló sin que se lo pidieran. Prescott levantó una ceja, pero
Matthew no dijo nada.

—Saca tu lengua —dijo Gavyn y puso dos marcas en él con una especie de
pluma de aspecto extraño. Ah, vale, las picaduras de veneno fueron dos
perforaciones en la lengua. Eso no fue tan malo, supuso. Gavyn pasó su dedo por
los caninos metálicos de Matthew.

—Sus dientes coinciden con sus ojos.

—¿Seguro de que estás lo suficientemente sobrio para hacer esto, cazador? —


Preguntó Prescott—. Porque iré a buscar sangre de vampiro...

Gavyn negó con la cabeza.

—Síp, Emperador. Podría hacer esta mierda durmiendo. La sangre de vampiro


estropeará mis planes para esta noche.

—¿Planes con Johnnie Walker?

—Sí, y él está vestido de azul.

Prescott suspiró.

—Solo asegúrate de que estén derechos.

—Siempre, tengo una reputación que mantener.

Gavyn se fue a preparar. Las perforaciones en sí no tardaron. Matthew ni


siquiera se movió cuando pasó la aguja. Un poco de sangre cubrió su lengua, pero
lo curó de inmediato, lo mismo con algo de hinchazón. No estaba seguro de cómo
los humanos podrían soportar el largo proceso de curación.

Las perforaciones se sentían extrañas en su boca.

Gavyn retrocedió, admirando su trabajo.

—¿Ves? Son perfectos.

—Sí. Si te gustan ese tipo de cosas, supongo.

—Oye, no los golpees. Apuesto a que a tu dama le encantaría si tuvieses una


perforación en la lengua. Cuando te bajas sobre ella...

Prescott levantó la mano.

—Puedes retirarte, cazador.

Matthew no estaba seguro de si Gavyn era tan descarado porque lo llamaron o


si los cazadores de élite tenían ese tipo de camaradería, pero le hizo desear ser
parte de algo así otra vez.

Gavyn se teletransportó. Matthew se desplomó contra la pared y se alejó.

Sobrevive. No dejes que te rompan. Bueno, ahora estaba roto y no tenía muchas
ganas de sobrevivir. Lo que no daría por escuchar la voz de Samantha otra vez.

—Tienen doscientos ochenta y tres años, Matthew.

Matthew miró a Prescott, que en realidad parecía preocupado.

—¿Emperador?

—Ezra y Ophelia. Algunas veces, un íncubo no desarrolla completamente su


forma humana como una forma de alimentarse de los depredadores sexuales. Ellos
lo aman Y no son niños.

Doscientos ochenta y tres...

—Y tú eres un íncubo, uno hambriento. No te aflijas por haber cedido ante ellos.
—Gracias, Emperador—, susurró Matthew, pero saber que no eran realmente
jóvenes no lo hizo sentir mejor. Debería haber sido capaz de detenerse. Debería
haber sido capaz de resistir su hambre.

Cuando Matthew levantó la vista, Prescott ya se había ido. En su camastro había


un par de jeans. Matthew se los puso, se tumbó y volvió a su autodesprecio.
CAPÍTULO ONCE

Traducido por Irán

Corregido por Ella R

Las noches siguientes fueron extrañas. Cada vez que Matthew despertaba se
arrodillaba porque el Alto Rey estaba en la habitación. Pero Malarath nunca se
dirigiía a él y nadie más entraba a la habitación.

Malarath se sentaba en una silla que estaba frente a la ventana con vista a la
ciudad.

Inmóvil.

Toda la noche.

Era espeluznante como la mierda.

Después de la cuarta noche Matthew dejo de arrodillarse. Le dolían las rodillas y


no lo habían alimentado. Con sus bolsas de sangre aun sanando, necesitaba más
sangre de la usual. Esa pequeña zona rojiza y negra en su cadera reapareció, pero
Matthew la curo sin darle importancia.

Desde el área de ocho por diez pies que ahora era su hogar miraba al Alto Rey,
preguntándose qué diablos estaba pasando. Por curiosidad morbosa, Matthew se
enfoco en él y santa mierda, fue como si alguien le hubiera lanzado las luces altas
a los ojos. Estaba casi cegado por la brillante energía sexual que rodeaba al Rey.

Matthew miró hacia otro lado, pero no antes de ver hebras flotando desde la
ciudad hacia el Alto Rey. ¿Se estaba alimentando? Matthew no podía extraer
energía de alguien a menos que estuviera a unos centímetros de distancia ¿Era
posible que el Rey se pudiera alimentar del sexo que estaba sucediendo en algún
lugar de la ciudad de Nueva York? Sabía que los incubos viejos podían extraer
energía a distancia, que realmente no tenían que participar en el acto sexual, ¿pero
obtenerlo a kilómetros de distancia? No era extraño que el Rey eligiera esta ciudad
para vivir. Siempre habría mucho sexo.

Cuando Matthew había oído hablar por primera vez del Alto Rey había asumido
que todo a su alrededor sería sobre el coito: orgías sin parar, mazmorras, cuerpos
desnudos en todas partes. Pero no. Al menos no es que Matthew lo haya visto.

La puerta de la habitación se abrió y un familiar aroma a lluvia y flores de


manzana lo envolvió. Matthew estaba en el borde de su área e hizo una reverencia
cuando Rosaline entró en la habitación, vistiendo un vestido corto color lavanda con
un escote alto.

Ella le sonrió.

—Hola Matthew.

Matthew bajo la cabeza un poco más.

—Lady Rosaline —dijo, sonando un poco apagado porque no estaba


acostumbrado a hablar con dos piercings en la lengua.

Ella fue hacia donde estaba sentado el Alto Rey. Desde su ángulo, Matthew
estaba teniendo un momento difícil para ver lo que estaba haciendo. Parecía que
había puesto su mano en su rostro.

—¿Cuánto tiempo ha estado así? —preguntó.

—Uh, cuatro noches, mi señora.

Rosaline suspiró y se acercó a Matthew. Cuando ella intento poner su mano en


su brazo él dio un paso lejos de ella. No tenia intención de hacerlo, era sólo que no
quería que un incubo lo tocara, ni siquiera ella.

Rosaline frunció el ceño y la culpa lo invadió.

—No tienes que temerme, Matthew —dijo—. Nunca te lastimaría. —Él lo sabía,
pero aun así no quería que nadie lo tocara nunca más. Miro hacia abajo y no le dijo
nada. Ella podía hacer lo que quisiera con su cuerpo, detenerla significaría tener
más castigos que no quería sufrir. Afortunadamente, no trató de tocarlo de nuevo.
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste alimentado?

—Hace cuatro noches, mi señora.

—¿Prescott no ha estado aquí?

Matthew negó con la cabeza.

Ella frunció el ceño y cruzó la habitación. Del cajón de una mesita de aspecto
elegante, sacó un comunicador que parecía uno de los que usaban los cazadores
alrededor de sus muñecas: un brazalete con botones. Rosaline lo encendió.

El sonido de explosiones y disparos llegaron a través del altavoz.

—¿Majestad? —Prescott dijo entre respiraciones laboriosas. Sonaba como si


estuviera corriendo.

—Soy yo.

—Lady Rosaline, justo ahora no es un buen… —Otra explosión lo cortó, seguido


del sonido de cazadores gritando.

El micrófono captó una nueva voz en el fondo, la del General Tarrick.

—Ashwood Blue y Crimson Ash, cubran el edificio del sur, y ¿dónde están mis
comandantes?

—¿Estás a salvo?— Prescott le pregunto a Rosaline.

Rosaline sostuvo el comunicador sobre sus labios.

—Sí, pero…

—Entonces esto va a tener que esperar. —Hubo más gritos detrás de él y de


manera abrupta la comunicación se cortó.

Rosaline hizo un puchero y puso el comunicador a un lado.

Cruzo la habitación de vuelta hacia el Alto Rey y colocó una mano en su rostro.
—Vuelve con nosotros, Didi, por favor. —Cuando nada pasó, dejó escapar un
suspiro de frustración. Sus ojos verdes se estremecieron y comenzó a sacudirlo. —
Didi, Didi. No nos dejes otra vez, por favor.

—Tranquila, pequeña— dijo Malarath, su voz fría y uniforme.

La sensación de alivio pareció atravesar a Rosaline mientras se ponía de rodillas.

—Pensé que no volverías.

El brazo de Malarath se movió del descanso de la silla y le dio unas palmaditas


en la parte superior de su cabeza. Ella inclino la cabeza y comenzó a besar su
muñeca.

—Te dije que regresaría— él dijo.

Rosaline se separó de su muñeca.

—Me dijiste eso hace décadas.

Una risa inquietante vino del Alto Rey.

—Cuando comiences a contar tu edad en milenios, verás que las décadas son
poco más que una sola respiración.

Rosaline alzó la mirada con una cálida admiración hacia el Alto Rey.

—La reina Agleea está celebrando su baile navideño el próximo mes. Didi, por
favor, ven. Nuestra gente te necesita, necesitan verte, estar cerca de ti. Por favor.

—Permito que algunos me vean.

—Solo un pequeño puñado. No es suficiente. Todos nosotros sentimos tu


ausencia. Mientras he estado viva, no has asistido a ninguno. Me encantaría ver…

Malarath se levantó bruscamente, arrastrando a Rosaline con él. Él se acercó y


se sentó en su cama, agarró a Rosaline por las caderas y la sentó en su regazo.

Ahora que el Rey estaba despierto, Matthew se puso de rodillas y observó


mientras Malarath pasaba sus dedos a través de sus rizos rojizos. Rosaline se
apoyó en el tacto y un suave gemido escapo de ella. Malarath paso su mano sobre
su brazo y costado, luego le acaricio las piernas.

La respiración de Rosaline se volvió pesada y sus pezones se convirtieron en


pequeñas piedritas duras bajo su vestido. Los sonidos que provenían de ella eran
profundos y veraces, y sus ojos rodaron hacia atrás.

Un torrente de feromonas golpeó a Matthew y sus ojos se volvieron rojos


mientras observaba el orgasmo de Rosaline. Pequeños cuernos rojos salieron de la
parte superior de su frente, sus orejas se volvieron puntiagudas, sus dedos se
hicieron garras, y su cola roja salió desde debajo de su vestido. No estaba en su
forma completa, no había alas ni pezuñas, pero estaba cerca. El Alto Rey la atrajo
hacia su pecho mientras su cuerpo temblaba en sus brazos. Fuertes suspiros
escaparon de ella.

Ver su clímax fue hermoso.

Era sorprendente. El Alto Rey la había llevado al orgasmo rápidamente, y con


solo unos toques. Matthew envidiaba ese poder y pensó en todas las cosas terribles
que le haría a una pareja si lo poseyera. ¿Cuántas veces podría hacer que alguien
se viniera en una hora? ¿O durante toda la noche?

Una larga cola dorada que terminaba en una gruesa flecha se retorcía alrededor
del cuerpo de Rosaline y después se entrelazaba con la de ella. Era la primera vez
que Matthew veía alguna parte de la forma incubo de Malarath, además de sus ojos.

—Asistiré al baile.

Los ahora ojos verdes de Rosaline resplandecieron, su cuerpo vibraba de


emoción y tenia la sonrisa más amplia que Matthew alguna vez había visto.

—Pero —dijo Malarath— no le digas a nadie. Deseo hacer una entrada.

—No le diré ni a una sola alma, pero me aseguraré de que haya una gran
asistencia.
—Eso es conveniente. Asegúrate de que todos los generales asistan, incluyendo
al Gran Lord.

—Él estará allí incluso si tengo que atarlo y arrastrarlo. —Rosaline desenroscó
su cola de la de Malarath y se levantó de su regazo. Ella comenzó a pasearse por
la habitación. Malarath parecía contento de solo sentarse allí y mirarla. —Necesito
tener un esmoquin hecho a la medida para ti.

Malarath frunció el ceño.

—A mí no me gusta la ropa moderna.

—No te gusta la ropa modera; si vas a reincorporarte al mundo, deberías usar


contracciones Didi.

Malarath agitó su mano, desechando la idea.

—No me gustan, suenan vulgares.

—Así es como la gente habla, de lo contrario suenas demasiado formal. Te


destacarías con los humanos.

—Me importan poco los humanos.

—Bueno, el resto de nosotros todavía tenemos que cazar nuestras comidas. Y a


diferencia de ti, estoy bajo las órdenes de mi Alto Rey para mantener oculta nuestra
raza y mezclarnos.

—Conoces mis razones para esa orden.

—No estaba criticando la orden, Didi. Y te vas a poner un esmoquin. —Rosaline


se cruzó de brazos, pareciendo firme.

—¿Me estás dando una orden?

Ella frunció el ceño.

—No, nunca me atre…

Malarath levantó su mano.


—Estoy jugando contigo.

Rosaline se sonrojo y una pequeña sonrisa se dibujo en los labios de Malarath.

Matthew se sorprendió de lo diferente que era su entorno. Ella era como el sol
derritiendo su apariencia helada. Por lo que Rosaline le había contado, un incubo la
había salvado cuando estaba sufriendo su transformación durante la década de
1920. Ella no tenía idea de que era una súcubo y que estaba matando a los
humanos durante el sexo sin poder alimentarse correctamente. Más tarde se entero
que el incubo que la rescato fue el mismo Malarath.

Matthew estaba completamente perplejo acerca de su relación. Malarath la


adoraba como si fuera su hija, pero lo que acababa de presenciar la hacia parecer
más como una especie de amante. Ella era la única que llevaba el titulo de “casa
Malarath”, lo que la hizo extremadamente popular y de alto rango entre los incubos,
a pesar de su edad relativamente joven.

Ella era fuerte a su propia manera, era capaz de envolver un agarre tan sutil que
ni siquiera otro incubo podía sentir lo que estaba haciendo, una hazaña
impresionante para alguien que había sufrido una sola transformación. Matthew
sospechaba que Malarath le había enseñado a dominar sus habilidades.

Rosaline se sentó junto a Malarath de nuevo.

—Si usas túnicas entonces todos los incubos comenzarán a usarlas y nos harán
destacar. Por favor, déjame vestirte.

—Ya te dejé decorar mi habitación, ¿debes decorarme a mí también?

—Sí. Y si no hubiera decorado esto —Movió su mano por la habitación. —,


todavía estarías durmiendo en una cama hecha con cuerdas y una bolsa de lana
como colchón.

—Admito que este colchón es más cómodo, pero todavía no me gusta el arte.
No “creció en mí” como insististe que haría.
Matthew tuvo que estar de acuerdo con el Alto Rey. Las salpicaduras de pintura
en un lienzo era un estilo que nunca le interesó.

Rosaline se rio entre dientes.

—Te compraré nuevas piezas de arte si vistes un esmoquin durante el baile… y


tal vez me dejes elegir otros atuendos para ti.

—Consideraré el esmoquin.

Rosaline parecía positivamente emocionada.

—Y mi mascota, necesita uno también.

—¿Vas a llevar a Matthew? ¿Por qué?

—Dime, pequeña, ¿con que propósito serviría? —Malarath preguntó, su voz


amable pero severa, como la de un instructor enseñando a su estudiante.

Rosaline pensó por un momento.

—¿Para avergonzarlo? Un castigo tal vez.

—No. Poseo medios de castigo más dolorosos.

Rosaline se sentó por un momento y después dijo—: Él es el hijo del Dios de


Sangre…lo llevarás para demostrar que lo has vencido. Para mostrar que has hecho
lo que Tarrick no pudo.

—Bien hecho. —El Alto Rey pasó una mano sobre su espalda y enlazó su cola
alrededor de su muñeca.

—Consíguele un guardarropa completo. Ya no quiero que use jeans.

—Está delgado.

—No lo estará por mucho tiempo.

Un resplandor verde delineó el aire y Prescott apareció en la habitación. Se veía


horrible, cubierto de tierra, hollín negro y sangre. En una mano estaba una espada
de plata, en la otra, su casco con cuernos.
Miro a su alrededor y después examino a Rosaline.

—¿Está todo bien, mi señora?

—Lo está ahora, sí. Lo siento, no sabia que estabas en una batalla.

Prescott agito su mano como si no fuera la gran cosa.

—¿Cómo te fue? —Malarath preguntó.

Prescott convocó su arma.

—Mal. Perdimos a muchos esta noche. El General vampiro ha cambiado sus


tácticas de nuevo. Esta vez usaron bombas de alto rendimiento, y les importa una
mierda esconderse de los humanos. Apenas conseguimos colocar el manto a
tiempo. No ayuda que parezcan saber dónde estaremos mucho antes de que
lleguemos ahí.

—Están desesperados.

—Tal vez. Pero si continúan así, nosotros seremos los que estaremos
desesperados. Están peleando al estilo guerrilla y esta funcionando. No hacen
grandes batallas, simplemente están separándonos.

Bruscamente, un dolor punzante desgarró el hombro de Matthew. Él lo sostuvo


y gritó.

El Alto Rey se levantó, su cola se desenredo de Rosaline.

—¿Qué diablos pasa contigo, Matthew? —Prescott preguntó.

El lado vampiro de Matthew salió. Era Samantha, estaba en peligro y estaba


cerca.
CAPÍTULO DOCE

Traducido por Irán

Corregido por Ella R

Solo un pensamiento cruzó por la mente de Matthew: Salvar a Samantha. Estaba


sufriendo y estaba aterrada.

Matthew se levantó. Tenía que llegar a ella. Excepto que él estaba en un cuarto
con Prescott y Malarath, quien podría encerrarlo con una sola palabra. No tenía idea
de cuál era el alcance del collar, pero no le importaba demasiado, tenía que intentar
algo —cualquier cosa—, para salvar a su hija.

Miro alrededor de la habitación. No había forma de cruzar la puerta e incluso si


pudiera romperla, había enormes puertas de metal al final del pasillo que él no iba
a poder atravesar.

Prescott le dijo que las ventanas eran impenetrables y Matthew no tenía motivos
para no creerle. Probablemente eran fruto de alguna mierda mágica. Pero las
paredes…se preguntaba si podía atravesarlas. Sin embargo, no estaba seguro de
ser lo suficientemente fuerte para hacerlo, no sin las cuatro bolsas de sangre llenas.

Tenía una idea, era una posibilidad remota.

—Vuelve a ponerte de rodillas —Prescott dijo.

Matthew cayó de rodillas, quitando la mano de su hombro. No había ninguna


marca ahí.

—Mis disculpas Emperador. —Asintió con la cabeza a Prescott y después a


Malarath. —Amo.

—¿Estas bien? —Rosaline preguntó.

Prescott habló por encima de ella. —¿Qué demonios estabas haciendo?


—No estoy completamente seguro, Emperador. Sentí gárgolas, demasiadas de
ellas viniendo en esta dirección. Cuando estaba con los vampiros me llamaron
comandante de gárgolas. Puedo sentir cuando están cerca. Supongo que también
puedo sentir cuando están heridas. —Matthew realmente esperaba haberse vuelto
mejor mintiendo, ya que esta era probablemente la mentira más importante que
alguna vez hubiera dicho.

Prescott se llevó el comunicador a la boca. —Despacho, ¿hay informes de


gárgolas cerca?

Hubo una breve pausa y luego—: Afirmativo, Emperador. Un reporte de un


avistamiento justo al norte de la torre, los Renegados fueron enviados para
manejarlo, pero se encontraron con un novato; están lidiando primero con el
vampiro.

—Diles que me encargaré de la gárgola —dijo Prescott y convocó un mazo corto


y electrificado. Zumbó y un rayo lo atravesó. Era un aniquilador de gárgolas, lo
suficientemente fuerte como para abrir agujeros en la casi indestructible piel
pedregosa de una gárgola.

Matthew se puso de pie y corrió más rápido que alguna vez en toda su vida.
Arrancó el arma de la mano de Prescott y corrió hacia la pequeña parte de la pared
que estaba entre las ventanas.

Detrás de él, Malarath, Prescott y Rosaline parecían congelados en el tiempo.


No podría mantener esta velocidad más que durante unos pocos segundos, pero
eso era todo lo que necesitaba.

Balanceando el arma hacia adelante, la estrelló contra la pared. Esta se rompió


bajo la fuerza de su velocidad y el poder del mazo. Podía ver las ondas de sonido
que venían del mazo empezar a formarse en el aire y ondular hacia afuera a paso
de tortuga.

La primera silaba de la palabra que activaría el collar de Matthew se estaba


formando en los labios de Prescott. Matthew necesitaba poner distancia entre ellos
ahora. Irrumpió a través de la pared y estuvo en el aire por un momento antes de
comenzar a desplomarse en el suelo, que estaba, Jesucristo, casi a mil pies de
profundidad. La Torre del Alto Rey era jodidamente enorme. Tomo toda una
manzana de la ciudad y tenía más de cien pisos de altura.

Se aferró a ambos lados de la torre con sus garras, tratando de frenar su caída.
No hizo mucho, pero fue mejor que golpear el suelo con una velocidad mortal.

Anticipadamente había vertido energía en sus huesos y músculos para


reforzarlos ya que estaban a punto de romperse cuando golpeo el suelo.

El concreto se le vino encima rápidamente y se estrelló contra él. Cada parte de


él se hizo añicos, no le importaba el dolor. Todo lo que le importaba era curarse lo
más rápido posible y llegar a Samantha.

Le tomo un momento antes de poder levantarse. Una luz verde flotaba en el aire.
Matthew terminó de sanar sus piernas y salió disparado antes de que Prescott
apareciera.

Sintiendo el tirón del vínculo, corrió hacia él. Esquivando a los autos y humanos
que estaban fuera a altas horas de la noche, Matthew cruzó la ciudad en un abrir y
cerrar de ojos.

Después disminuyó su velocidad. El dolor unido a la rápida disminución de sus


reservas de sangre lo habían alcanzado. Escucho a los cazadores cerca, eran
destellos verdes detrás de él. Chispas se elevaron en el aire y unas pocas golpearon
su espalda y brazo. No se detuvo.

Al doblar una esquina terminó en una calle lateral poco iluminada que
normalmente estaría concurrida, pero había velos mágicos que mostraban el
aspecto de una barrera. Matthew presiono a través del velo y al otro lado vio a un
equipo de cazadores —aspirantes, incluyendo a Gavyn— rodeando a Samantha.
Un cazador se alzaba sobre ella, estaca en mano, estaba a punto de derribarla.

Ella levantó sus manos con miedo, sus grandes ojos marrones abiertos y llenos
de lágrimas. Ella yacía sobre el asfalto, había solo un perno en su hombro. Parecía
como si en algún momento hubiera tratado de agarrarlo; la palma de su mano tenía
quemaduras. La plata del perno la paralizó.

Más rápido de lo que el cazador pudo ver, Matthew corrió hacia él, lo lanzó en el
aire y lo envió calle abajo. El tiempo volvió a la normalidad y hubo un montón de
conmoción del equipo de cazadores mientras estaban averiguando qué demonios
estaba pasando. Matthew los ignoro mientras levantaba a Samantha, atrayéndola
hacia su pecho.

Más pernos de plata golpearon su espalda. Él los ignoro, ignoro todo excepto a
su hija.

Tiro del perno en su hombro y ella lo miró, sonriendo.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Era todo en lo que Matthew podía pensar en
decir. Ella debería de estar muy lejos de este lugar y a salvo bajo el cuidado de
Ascelina y Bryson. Cualquier felicidad que debería hacer sentido al verla fue
aplastada por el temor de que pronto la matarían. Matthew no podía alejarse de los
cazadores, ni podía dejar atrás la teletransportación de Prescott. No había
escapatoria.

—Tenía que venir —ella dijo, lagrimas caían por su rostro—. Me habrías
abandonado si no lo hubiera hecho.

Matthew se sentía confundido. Entonces recordó que a principios de esta


semana había querido suicidarse. ¿Había sentido su angustia de la misma manera
que él podía sentir la suya? ¿Había sentido todas las torturas por las que había
pasado? Esperaba que no.

Notó que detrás de él los cazadores habían dejado de disparar. Y olió a Prescott.

—Ese truco fue impresionante Matthew, pero eso no volverá a pasar. ¿Por qué
estropeaste por un vampiro primerizo?

Matthew gruñó. Samantha no era “un algo primerizo”. Hizo que se pusiera de pie
y se giró para enfrentar a Prescott —y al equipo de cazadores llamado Renegados—
, junto a otra docena de cazadores que se teletransportaban, sin duda convocados
porque estaba suelto.

Empujó a Samantha detrás de él y retrocedió un paso hacia la pared de ladrillos


de un edificio. Samantha se mantuvo a un paso de distancia de él debido a todos
los pernos de plata que sobresalían de su cuerpo, pero mantuvo su mano sobre su
brazo, negándose a dejarlo ir.

Prescott de pasó la mirada de Samantha a Matthew y luego miró a Samantha


otra vez.

—Esa es el oráculo…no, Matthew, tu no…¿la convertiste?

Matthew se dejó caer de rodillas. —Por favor Emperador, no la mates. Haré todo
lo que pidas, pero por favor, no lastimes a mi hija.

—No es mi decisión Matthew. Pero si alguno de ustedes dos se mueve los


derribaré a ambos. —Se quitó el casco y se frotó la parte inferior de la barba. Los
otros cazadores en el área parecían listos, incluso ansiosos, para atacar a su orden.
—¿De verdad eres un comandante de gárgolas? ¿O era solo otra parte de tu
mentira para que pudieras robarme el mazo? Eso fue inteligente, por cierto. Ahora
tenemos que reforzar todas las paredes. Realmente no estoy esperando organizar
eso.

—Las personas siguen diciendo que lo soy, Emperador.

—Llama a esa gárgola que está volando.

Era Jet, no había duda; estaba aquí con Samantha pero Matthew nunca lo había
llamado desde la distancia antes.

—Jet, ven.

Un profundo gruñido llegó desde un callejón detrás de los cazadores. Se


voltearon y Jet, en su terrorífica forma de gárgola se puso de cuclillas, listo para
atacar.

—Siéntate Jet. —Matthew dijo. Si Jet atacaba, la situación empeoraría.


La gárgola obedeció, dejándose caer en silencio, inmóvil como una estatua.

—Si se mueve de nuevo mátenlo. —Prescott ordenó a sus cazadores.

Detrás de él, Samantha se había arrancado parte de su playera, se había


envuelto la palma de su mano y había comenzado a remover los pernos de su
espalda y brazos de uno en uno. A decir verdad, Matthew estaba agradecido por
eso. Estaba comenzando a caer duro, el agotamiento lo estaba superando, ahora
que su energía casi había desaparecido.

Una caravana de cinco SUVs con faros deslumbrantes y brillantes bajó por la
calle y más cazadores llenaron la zona. Los refuerzos adicionales no eran
necesarios, pero, al igual que todo lo que rodeaba a los íncubos, este era un show.
Los autos se estacionaron y un cazador abrió la puerta de la SUV del medio.
Malarath salió en un elegante movimiento, su bata azul no tenía ni una sola arruga.

Matthew apretó la mano de Samantha, y pudo sentir que los cazadores estaban
al límite. Eran la elite que trabajaba en su torre, pero tuvo el presentimiento de que
no veían al Rey a menudo, y desde luego no afuera.

Llamaradas recién apagadas iluminaron el área.

Tomo cada gramo del control de Matthew no levantar a Samantha y correr


mientras Malarath se acercaba. La presencia opresiva del Rey se sentía como si
alguien estuviera apilando pesas sobre sus hombros. Logro mantenerse de rodillas
con Samantha detrás de él.

Alto y majestuoso, el Rey estaba de pie delante de ellos. La calle estaba


tranquila, todos esperaban que hablara. Los únicos sonidos provenían del tráfico a
unas pocas cuadras de distancia y un par de humanos riendo al otro lado del velo,
felizmente inconscientes de que había criaturas sobrenaturales solo a unos cien
metros de distancia de ellos.

Matthew inclinó la cabeza y no dijo nada mientras Malarath los examinaba.

—Samantha Elizabeth Bree —comenzó el Alto Rey—. Me sentí muy


decepcionado cuando mi general falló y no te entregó el año pasado. Esperaba que
cuando escaparas te encontrarían y capturarían en algún momento posterior. No
esperaba que aparecieras en mi ciudad. Tenías valor como un oráculo, pero como
vampiro eres inútil. —Malarath se giró y empezó a caminar de vuelta a la SUV. Hizo
un gesto con la mano a Prescott. —Mátala, destruye a la gárgola y enjaula a mi
mascota.

Prescott se volvió a poner el casco y los cazadores comenzaron a moverse para


matar. Matthew no tenía idea de cómo salir de esto, pero estaba seguro como la
mierda de que no iba a permitir que Samantha muriera sin luchar. Antes de que
pudiera pararse, Samantha le apretó el hombro.

—Estás equivocado —ella dijo, su voz pequeña y temblorosa.

Malarath levantó su mano y los cazadores se detuvieron. Él miró hacia atrás. —


¿Lo estoy?

—Soy un vampiro de mierda, fui un error. Mi padre no quería convertirme y soy


débil, pero debido a eso el Destino me permitió conservar mis poderes de oráculo.

Matthew frunció el ceño, ella había sido un accidente, pero él nunca la llamaría
un error. Nunca.

Malarath se volvió. Era difícil de leer, pero Matthew pensó que parecía casi
emocionado. Sabía que Malarath quería un oráculo, los usaba para lanzar hechizos
poderosos. Sin embargo, requería su muerte. Malarath miró a Matthew y luego a
Samantha. —¿Mantienes tus habilidades de oráculo?

—Desafortunadamente para ti.

Prescott rio y Malarath sonrió como si estuvieran compartiendo una broma.

—Alejaste a mi padre de mi— Los ojos de Samantha se volvieron rojos y sus


pequeñas garras se clavaron en el hombro de Matthew. Estaba temblando ahora
pero no de miedo. —. Sentí cuando lo dejaste hambriento, confundido y furioso.
Sentí como lo torturabas. Y eso me molestó.

—¿Lo hizo? —Malarath preguntó.


—Sí, y para castigarte desperté a todos los dragones.

La cara de Prescott cayó.

—¿Hiciste qué?

—Y tú —Le hablo con desprecio a Prescott—. Tu mataste a Devak, así que


desperté a la Reina vampiro también.

Ella se volvió hacia Malarath.

—Y todos ellos están tan jodidamente enojados contigo.

Matthew no pudo evitar sentir una punzada de orgullo en su pecho. Todo el


mundo siempre asumió que Samantha era sólo un vampiro débil y tímido, pero él
sabía que ella podía ver el futuro. Y era más inteligente que él (aunque él nunca lo
admitiría).

Los ojos de Malarath comenzaron a brillar de color dorado y Matthew sintió que
una cantidad ridícula de poder fluía de él. Por un momento, Matthew pensó que el
Rey iba a ordenar su muerte de nuevo, pero en cambio los labios de Malarath se
crisparon, después el poder disminuyó mientras se calmaba.

—Te usaré para volver a ponerlos a dormir.

Matthew quería arrancarle la garganta por dar a entender que mataría a


Samantha pero ella le dio un apretón en el hombro.

—No lo harás.

—Tienes un hábito molesto de contradecirme.

—Porque veo el futuro. Y los puse bajo un hechizo oculto. Los pusiste a dormir
una vez, no podrás hacerlo de nuevo. Al menos no hasta que encuentres a otro
oráculo aparte de mí, y, alerta de spoiler, soy la única que el Destino escupirá
durante algunos siglos.

Prescott se adelantó, pero antes de que pudiera decir algo, Malarath levantó dos
dedos para detenerlo, después hizo un gesto con un dedo a Samantha.
—Ven aquí.

Matthew se aferró a ella por un momento y solo la soltó cuando ella besó la parte
superior de su cabeza y se apartó. Se acercó con cuidado a Malarath y él le paso
su mano sobre su rostro y a través de su cabello castaño. Agarró un puñado y tiró,
obligándola a mirarlo.

—Pequeña criatura tramposa. —Malarath mantuvo su agarre apretado en ella


mientras miraba a Matthew, sus ojos dorados se encontraron con los ojos de plata
de Matthew. —Tu existencia explica mucho del comportamiento pasado de mi
mascota.

Se inclinó y susurró algo al oído de Samantha. Matthew no pudo escucharlo, pero


a pesar que debería haber sido capaz de hacerlo, sonaba amortiguado. Samantha
miró a Malarath, su rostro estaba congelado entre la ira y el miedo.

—Viajará conmigo.

—¿Y la gárgola? —preguntó Prescott.

Samantha agarró la parte delantera de la túnica de Malarath.

—Por favor, no lo mates.

Malarath frunció el ceño ante su toque. Sintiendo el peligro, Samantha lo soltó y


dio un paso atrás.

—Arrodíllate —ordenó.

Samantha se detuvo por un momento y después miró a Matthew. Él no podía


hacer nada más que asentir, no con aprobación sino más como un “no tenemos
muchas opciones aquí”. Ella bajó sobre sus rodillas, copiando su postura.

—Te dirigirás a mi como “Amo”.

Samantha tragó saliva.

—Por favor no lo mate, amo.

—¿Es tu familiar? —Malarath preguntó.


—Um —Samantha miró sobre su hombro a Matthew para la respuesta. Matthew
no sabía mucho sobre familiares, pero Jet había escogido a Samantha.

—Es suyo, amo. Jet viajó conmigo durante un tiempo, pero es a ella a quien
protege. Era originalmente de la propiedad del Lord General. Apareció un mes
después de que escape. Después de convertir a Sam él la siguió.

Malarath miró hacia abajo a Samantha.

—Tómalo como un privilegio. Uno que revocare si me disgustas. ¿Entiendes lo


qué es lo que espero de ti?

Matthew no entendió que es lo que el Alto Rey quería, pero Samantha asintió
con la cabeza.

—Gracias.

—Amo —Prescott dijo, corrigiéndola. No fue tan severo al respecto como lo fue
con Matthew.

—Correcto. Gracias, Amo.

Malarath miró a Jet, quien no se había movido.

—Permanecerás en el techo hasta que seas convocado. Ve.

Jet saltó en el aire y se fue volando, sus alas de piedra aleteaban contra el cielo
nocturno.

Sin previo aviso, Malarath regresó a su automóvil. Un cazador le abrió la puerta.


Matthew vio que Gavy agarraba a Samantha del brazo y la escoltaba al interior del
automóvil. Su corazón se hundió cuando la puerta se cerró. Samantha a solas con
Malarath era una pesadilla. Ahora bien, ella fue quien salvo su propia vida aquí.
Matthew había hecho poco.

—Vamos, Matthew.
Prescott estaba de pie junto a la puerta abierta de la última SUV. Matthew fue
hacia allí, con todo un lío de cazadores siguiéndolo de cerca. Una vez que estuvo
dentro, Prescott se sentó a su lado.

Un cazador tomo una escopeta y el conductor se fue. Matthew observó los autos
que iban adelante, tratando de escuchar a Samantha.

—Su auto está protegido.

Matthew suspiro y se froto la cara.

—¿Crees que la va a matar, Emperador?

Prescott no dijo nada mientras el auto salió a una calle concurrida. Después de
un rato respondió—: ¿Sabes cómo se pueden usar a los oráculos en el lanzamiento
de algunos hechizos?

Matthew asintió.

—Si sus predicciones sobre el futuro son útiles para él, la dejará en paz. Si la
necesita para un hechizo la usará. Pero esos tipos de hechizos a menudo no se
lanzan, y si ella estaba diciendo la verdad e hizo que los dragones sean inmunes,
entonces podrían pasar muchos siglos antes de que la necesite.

—¿Eso es lo que espera de ella, Emperador? ¿Sus predicciones?

Prescott asintió.

—Ella no es como yo, Emperador. Sólo tiene un año de edad y no estaba


mintiendo acerca de ser un vampiro débil. Ese solo perno de plata que le quite le
causo más dolor de lo que mil pernos me causarían.

—Matthew, tengo cerca de tres mil años de edad y he estado luchando contra
monstruos desde que era un adolescente. Sé más sobre vampiros que tú.

—Ella tiene malos días…

—Tampoco es mi primer oráculo. Sé cómo funcionan las visiones.

Matthew miró por el parabrisas a los autos que estaban delante de él.
—Haría cualquier cosa para protegerla, Emperador.

—Lo sé. Acabas de pasar los últimos diez meses escondiendo a tu hija vampiro
de nosotros. Sé cómo es el vínculo y cuán difícil debió haber sido para ti estar lejos
de ella. No sé cómo querrá el Rey que la traten, pero tengo el presentimiento que
gran parte de su bienestar o malestar vendrá de tus acciones. Hacer que haga lo
que queremos será fácil. Tú eres quien causa problemas.

Matthew se recostó en su asiento y se hundió un poco.

—Ya no, Emperador.


CAPÍTULO TRECE

Traducido por Irán

Corregido por Ella R

Los autos comenzaron a bajar la velocidad y Matthew abrió sus ojos de nuevo.
Esta era la primera vez que veía la torre desde el exterior. Era un edificio
impresionante: ligeramente redondeado, un exterior de mármol con muchas
ventanas. El edificio sobresalía entre los edificios residenciales de ladrillo rojo, pero
los velos permanentes ocultaban la torre a los humanos.

Las SUV se detuvieron frente a la torre y Prescott sacó a Matthew del automóvil.
Guiados por el Alto Rey, con Samantha detrás de él, los cazadores mantuvieron las
puertas abiertas y el grupo entró en el masivo lobby.

Esperando al otro lado había incluso más cazadores y algunos íncubos, incluidos
los mellizos, quienes observaban a Samantha con ojos curiosos. Mathew quería
gruñirles y decirles que no podrían poner sus manos en ella, pero sería una
amenaza vacía ya que no tenía forma de detenerlos.

Las puertas del ascensor sonaron y Rosaline salió, escoltada por dos cazadores.

Samantha chillo —realmente chillo— y Matthew fue a su lado, agarrándola por


los hombros antes de que alguien lo detuviera.

—¿Estás bien? —preguntó, mirándola de arriba abajo buscando cualquier lesión.

Se inclinó hacia él y susurro—: Lleva puestos unos zapatos Marcel Vernier.

Matthew dejó escapar un suspiro de alivio. No tenía idea de quien era Marcel
Vernier, pero probablemente era caro. Algunos de los íncubos cercanos soltaron
una risita.
Rosaline se acercó, pero aun así se mantenía a una distancia saludable de
Samantha.

—¿Qué es?

El Rey hizo un gesto con la mano a Samantha.

—Esta es el hijo de mi mascota, Samantha. Un oráculo.

Matthew se apartó del camino así Rosaline podía verla, pero mantuvo una mano
protectora sobre su hombro. Rosaline la miró por unos pocos segundos, luego miro
a Matthew.

—Nunca he oído hablar de un vampiro tan joven como Matthew engendrando a


otro.

—Fue un accidente —Samantha dijo—. Recibí un disparo y él trato de salvarme,


pero no sabía que los vampiros podían prevenir una transformación con su veneno.
Eres increíblemente hermosa ¿Eres Rosaline?

—Lo soy, ¿me conoces?

Samantha hizo un gesto hacia Matthew.

—Mi padre me habló de su tiempo como prisionero. Bueno, de la primera vez


que fue capturado, de todos modos. Te ves como él lo describió. Puedes llamarme
Sam. Nuestras vidas están estrechamente unidas.

Una sonrisa cálida ilumino el rostro de Rosaline.

—¿Lo están?

—Sí, pero aún no sé cómo. Sé que no te gustan los vampiros, pero creo que
seremos amigas.

Rosaline se rio nerviosamente.

—Vamos, oráculo —Malarath dijo y se dirigió al elevador.

Cuando Matthew comenzó a seguirlo Prescott lo detuvo.


—No, tú irás conmigo.

El corazón de Matthew se hundió mientras veía a Samantha, Rosaline, Malarath


y al equipo de cazadores Renegados entrar al gran ascensor. Estaba agradecido
de que Rosaline estuviera ahí, esperaba que tal vez ella cuidara a Samantha.

Cuando se fueron, Prescott llevo a Matthew a la cárcel.

Prescott no dijo nada mientras colocaba a Matthew en la jaula de plata. Esta vez
había un catre ahí y no estaba encadenado, lo cual fue agradable. Matthew quería
preguntar cuanto tiempo estaría aquí, pero dudaba que Prescott se lo dijera.

Solo, se acostó en la cama y dejó escapar un largo suspiro. Recién ahora


comenzó a registrar cuánto dolor sentía. Aún tenía algunos huesos rotos y sangraba
por las heridas de los pernos.

Trató de ignorar la sensación de temor que llenaba su pecho. Los recuerdos de


los meses que había pasado hambriento y enfurecido regresaron a él en destellos.
Él realmente no quería estar aquí.

Alcanzando el vínculo pudo sentir que Samantha no estaba sufriendo y mientras


la salida del sol tiraba de su ser, se sintió satisfecho de que ella estuviera cerca,
incluso si terminaba sólo y de regreso a la jaula.

***

Cuando se despertó la noche siguiente había ropa doblada y botas dentro de la


jaula, así como un galón de sangre en una bolsa sellada. Matthew miró la ropa.
Tenía que ser obra de Rosaline. Los pantalones eran de cuero suave y la camisa
era blanca y abotonada.

Ignoro los artículos y espero por la ducha… y efectivamente, una hora después
se encendió. En el agua caliente se lavó la sangre seca que cubría su cuerpo y paso
demasiado tiempo pasando sus dedos por su cabello corto. Una vez que el agua se
apagó, se vistió. Todo encajaba perfectamente.
Después esperó.

Algunas horas después Prescott entró. Matthew se inclinó ante él.

—¿No querías tu sangre? —preguntó.

—Uh, sí. Lo hago Emperador. Pero dijo que sólo el Rey o usted me la darían. No
estaba seguro si podía beberla.

—Ah. Si aparece aquí puedes tomarla. Sin embargo, no esa mierda, incluso yo
puedo oler que está podrida.

Prescott levantó su comunicador y ordeno que llevarán más sangre. Un cazador


se teletransportó unos segundos más tarde con un nuevo galón de sangre, lo deslizó
dentro de la jaula como ordenó Prescott y se retiró. El Emperador hizo un gesto
hacia la sangre.

Matthew rasgó la bolsa y la bebió en tiempo récord.

—¿Cómo se están sanando tus bolsas de sangre? —Prescott preguntó.

Matthew arrojo la bolsa al suelo y se tocó el estómago. Saltar de un edificio no


había ayudado.

—Lento Emperador, pero están en eso. Si recibo tanta sangre todos los días
sanarán en una semana.

—Mañana en la noche comienzas tu entrenamiento. Este va a ser tu hogar por


un tiempo. No sé cuándo volverás a ver a tu hija, así que no preguntes. —Y con eso
Prescott se retiró.

Matthew pasó el resto de la noche solo y aburrido, a menudo tiraba del vínculo
para asegurarse de que Samantha todavía estaba bien.

La noche siguiente había ropa de entrenamiento y sangre para él. Prescott


estaba allí una hora después de la puesta de sol para llevar a Matthew por algunos
niveles hasta un centro de entrenamiento. Pasó por las salas de pesas y combate.
Todos los cazadores lo miraban dos veces cuando pasaba por allí, pero regresaban
a su entrenamiento cuando notaban a Prescott.
Uno incluso se teletransporto junto a Matthew con una estaca y tenía una runa
en su hombro verde brillante: un rastreador de vampiros que podía detectar
vampiros cerca. Prescott le hizo un gesto con la mano.

A diferencia de los aprendices de Ashwood, no había comentarios groseros o


miradas boquiabiertas. Estos cazadores tenían su propia mierda que hacer y lo
hacían. Al menos por ahora. Matthew sabía que esos cazadores eran terribles
chismosos cuando estaban solos. Diablos, a veces podían ser peor que los íncubos.

Terminaron en una sala de combate. Prescott evaluó la habilidad de Matthew;


pasaron por posturas, ataques y armas. Prescott no parecía tan impresionado, hacia
pequeños ajustes a cada uno de los movimientos y hacía que los repitiera hasta que
los dominara. Era un perfeccionista exigente, que no hacia ninguna charla mientras
trabajaba. A Matthew le recordó a Cullip, excepto que Cullip parecía viejo.

Cerca del amanecer Matthew fue llevado de vuelta a su jaula, en donde se ducho
y se dejó caer sobre el catre.

Las siguientes semanas fueron iguales: sangre fría, vestirse, entrenar, vestirse y
dormir. Nada de Samantha. Pero todo el tiempo podía sentir sus emociones como
si estuvieran cerca. Algunas veces ella se sentía feliz, eufórica incluso, otras
parecían temerosa. Minutos antes de que el sol se alzara, siempre se sentía sola.
Eso rompió su corazón.

Durante el entrenamiento, a pesar de que rara vez hablaba con los otros
cazadores, comenzó a memorizar sus nombres, rostros y equipos.

Los diferentes equipos lo fascinaron. Algunos eran enormes, cazadores fornidos


que usaban armaduras gruesas y armas de gran tamaño, mientras que otros
equipos parecían especializados: asesinos, especializados en ataques a larga
distancia o rastreadores.

Matthew por su parte obedeció cada orden al pie de la letra e hizo todo lo que
pudo para mantenerse lejos de los problemas. No estaba dispuesto a arriesgar el
bienestar de Samantha con su fracaso.
Incluso cuando lo trajeron de regreso a su jaula no protestó, a pesar de la
sensación de temor que invadía su pecho. Pero se recordaba a si mismo que era
solo durante el día y que lo dejarían salir para entrenar la noche siguiente.

A veces, la extraña mancha en descomposición de color rojo y negro reaparecía


en su cadera. Todavía tenía el tamaño de una palma, pero estaba más negra y azul
que antes. Si la pinchaba algo fluía de la piel. Asqueroso. Finalmente decidió
preguntarle a Prescott, pero nunca tuvo la oportunidad.

Se despertó con Prescott parado afuera de su celda. El Emperador tenía marcas


de quemaduras a través de su armadura y rostro. No había sangre para Matthew.
Él realmente ya no la necesitaba todas las noches. Sus bolsas de sangre habían
sanado y ahora sólo estaba trabajando en aumentar sus músculos.

El Emperador lo fulmino con la mirada y Matthew supo que lo que sea que viniera
después, iba a doler.
CAPÍTULO CATORCE

Traducido por Venus Tello


Corregido por Ella R

—Ropa de entrenamiento. Ahora — dijo Prescott, su orden corta y severa.

Matthew se vistió con la ropa que le habían tendido y siguió a Prescott hasta un
piso en el que nunca había estado. Era un área abierta, el centro rodeado por una
pared y gradas, como una arena en miniatura con piso de goma.

Habían unos cuantos cazadores entrenando en el centro, pero cuando vieron a


Prescott acercándose, seguido de Matthew, lo saludaron y se teletransportaron
fuera del camino hacia las gradas.

Había una trampa de vampiro alrededor de la pared. Matthew entró al centro,


sabiendo que no iría a ningún lado a menos que ellos le dejaran.

Sin ninguna advertencia, Prescott se dio vuelta y le dio un puñetazo a Matthew


en el pecho, mandándolo a volar alto en el aire y golpeando la pared invisible de la
trampa de vampiros. Matthew cayó al suelo con un ‘oof’.

—Defiéndete —Prescott gruñó y tendió su mano. Con un destello verde, una


espada de metal apareció.

Matthew se puso de pie y dejó que su vampiro se desgarrase fuera.

—Saa ‘nile —dijo Prescott y el grillete derecho de Matthew cayó. En el momento


en que desapareció, una voz oscura lo llamó.

Sangre. Aliméntame. Dijo.

Los tatuajes negros que giraban en espiral sobre el brazo derecho de Matthew y
sobre su hombro se pusieron rojos y se abrieron. La sangre comenzó a derramarse
por su piel. De la sangre, un hacha de guerra de doble cabeza se formó en su mano.
Tenía un cráneo de vampiro sangrando continuamente en el centro, completo con
cuernos retorcidos y colmillos terriblemente largos.
Prescott se lanzó sobre Matthew, quien paró el ataque con su arma. En el primer
intercambio de golpes, ninguno aterrizó en su objetivo. Fue Prescott quien rompió
las defensas de Matthew primero.

Matthew se apartó del camino de una estocada agresiva solo para descubrir que
Prescott se había teletransportado detrás de él. Falló al esquivar a tiempo y el arma
de Prescott le perforó el costado, apenas errándole a una bolsa de sangre.

Matthew agarró la empuñadura y tiró de ella, desarmando a Prescott antes de


sacar la espada y tirarla.

Prescott invocó a otra arma, una de punta larga plateada. Él tomó una postura
defensiva.

Sangre. El hacha de Matthew pedía.

—Lo sé, estoy trabajando en eso —dijo Matthew.

—Realmente espero que no te estés dirigiendo a mí, vampiro. —Prescott estaba


de mal humor.

—No, Emperador —gruñó Matthew —. Bloodreaver, Portadora de la Ruina es la


que no se calla.

—Ese es un nombre fabuloso.

Matthew agarró su hacha con fuerza en una mano y flexionó las garras de la otra.

—No se me ocurrió ninguna otra, Emperador.

Prescott vino a Matthew otra vez. Matthew esquivó los ataques pero solo por
pulgadas. Casi un año de haber sido torturado había cobrado un alto precio en su
cuerpo. No ayudó que el hacha tratara de tomar el control de Matthew y tuvo que
luchar mientras Prescott lo perseguía.

Si Matthew tenía alguna duda sobre las habilidades del Emperador, fueron
eliminadas durante la pelea. Prescott parecía saber dónde Matthew estaría antes
de que lo hiciera. Cada vez que sentía que Matthew tenía una oportunidad de
impactar un golpe, la oportunidad se cerraba y Prescott cortaba, golpeaba, o
pateaba a Matthew.

Retrocedió para tratar de idear un nuevo plan ya que había perdido todos los
intercambios que tenían hasta ahora. Los flashes verdes lo distrajeron por un
momento. Las gradas se estaban llenando de cazadores. Si querían un espectáculo,
Matthew estaba más que feliz de dárselos. Pero antes de que pudiera hacer un
movimiento, Prescott utilizó la distracción para hundir la cabeza de la lanza en sus
costillas y luego retroceder.

Maldita sea, eso dolía. No podía dejar que eso sucediera otra vez.

Lanzó su hacha a Prescott, se convirtió en sangre en el aire y roció al cazador,


cegándolo. Matthew continuó arañando la cara de Prescott y tirando de su guante
izquierdo con tanta fuerza que las correas de cuero que lo sujetaban se rompieron.
Quitarle la armadura de Prescott era la única forma de vencerlo y Matthew tendría
que hacerlo incluso si era pieza por pieza.

Prescott dejó caer su lanza y golpeó a Matthew en la mandíbula, enviándolo de


nuevo al aire. Las runas del Emperador le dieron una fuerza increíble, más que
cualquier otro cazador al que se haya enfrentado alguna vez.

Matthew aterrizó y rodó sobre sus pies, el hacha reformada en su mano. Prescott
se secó la cara y sonrió. Esta vez invocó una espada larga de oro con las marcas
de Ilertha en ella: era el arma que había matado a Devak.

Matthew enfureció. Sus ojos ardieron, volviéndose completamente rojos mientras


se lanzaba hacia adelante. Los dos chocaron en el centro del ring. Matthew usó su
velocidad para tratar de romper las defensas de Prescott mientras este se
teletransportaba a su alrededor. Invocó una bomba de plata y golpeó a Matthew en
el pecho con ella, enviando polvo de plata a todos lados. Matthew dejó de respirar
justo a tiempo para evitar que bajara por su garganta, pero hervía en su piel.

Sangre. Su hacha exigió de nuevo. Los tatuajes comenzaron a serpentear a


través de su piel, subiendo por su cuello y bajando por su pecho. Estaba perdiendo
el control, y necesitaba un momento para recuperarlo.
Él no tuvo ese momento. Prescott lo cortó en el abdomen con la espada dorada.
Se sentía extraño... como si el poder lo tocara, lo llenara. Y por un momento se
sintió... a salvo.

La siguiente cosa que sintió fue una lanza que lo atravesó por el pecho. Matthew
levantó su hacha pero fue demasiado lento. El Emperador bajó la espada y le cortó
el brazo a Matthew por el codo. El dolor era insoportable y Matthew aulló mientras
tropezaba hacia atrás, cayendo mientras la sangre rociaba el aire.

Prescott vino a él.

—Eso es suficiente, guerrero —dijo Malarath—. Lo has superado.

Matthew vertió energía en sellar la herida para que dejara de sangrar y sus
tatuajes se volvieron negros. Sintió que iba a desmayarse. Una bolsa de sangre fue
arrojada sobre su pecho.

—Bebe —dijo Prescott. Todavía en el suelo, Matthew agarró la bolsa y la


atravesó con sus garras. La sangre fría sabía increíble. No pudo evitar soltar un
suave gemido mientras esto lo llenaba. Cuando terminó, se agarró del brazo y se
puso en pie.

El lugar estaba lleno. En algún momento durante la lucha, los cazadores, e


incluso algunos íncubos, habían llenado las gradas. Matthew no creía que su pelea
hubiera durado tanto... maldita hacha. Debió haber tomado el control en algún
momento.

Todo se sentía misteriosamente silencioso.

El Gran Rey, sentado en una intrincada silla con Samantha sentada sobre una
gran almohada a su lado, tenía su mano en alto. Rosaline y los gemelos estaban
cerca en las gradas.

Matthew se arrodilló e inclinó la cabeza. Su brazo arrancado estaba en


descomposición en el suelo. Prescott, volviendo a ponerse el guantelete y las
heridas ya curadas, todavía parecía enojado a pesar de su victoria. No se había
descargado de la mierda que lo puso en ese humor.
—¿Tengo que asumir que no fue bien esta noche? —Malarath preguntó a su
guerrero.

La mandíbula de Prescott apretada.

—No. El dragón se escapó y perdí dos equipos esta noche. Todo gracias a ese
oráculo.

¿Él había peleado con un dragón antes? Mierda.

Malarath acarició la parte superior de la cabeza de Samantha.

—¿No te agrada ella?

—La mataría si me dejas.

Un profundo y amenazante gruñido provino de Matthew.

—Cállate, vampiro —dijo Prescott.

Samantha se inclinó hacia adelante y clavó sus ojos en los de él.

—Te podría vencer.

Malarath miró hacia ella.

—¿Realmente crees eso, joven?

Ella asintió.

—Déjame pelear con él, Amo.

Una nueva furia burbujeó en el vientre de Matthew. La palabra “Amo” de sus


labios estaba del todo mal. Debería haber encontrado la forma de protegerla de
esto. ¿Y qué diablos creía ella que estaba haciendo al pedir pelea?

Prescott sonrió.

—Me encantaría encargarme de ella. Dame cinco minutos, la mantendré viva.

—Didi —Rosaline se levantó—, ella no puede pelear con él. Sería cruel.

Malarath le hizo un gesto con la mano y asintió hacia Prescott.


—Si la oráculo cree que puede contigo, ¿quién soy yo para contradecirla? —
Rosaline abrió su boca para protestar otra vez pero Malarath la silenció—. Un
minuto, es todo.

Santa mierda. Matthew comenzó a ponerse de pie. No podía dejar que Prescott
se acercara a ella ni por un minuto; le daría una paliza. Antes de que pudiera
terminar de ponerse de pie, Prescott estaba detrás de él, pateando la parte posterior
de sus rodillas. Matthew cayó y una bota pesada presionó en la parte posterior de
su cuello.

—¿Alguien te pidió que te levantaras? —Matthew gruñó y la bota lo presionó


más fuerte—. Te hice una pregunta, vampiro.

—No, Emperador.

—Puedes pararte, mascota —dijo Malarath después de unos pocos momentos


humillantes.

—Pónganlo en el círculo —dijo Prescott a algunos cazadores—. Y, vampiro, si


una sola palabra sale de tu boca, te quitaré la lengua durante un mes.

Empujaron a Matthew a un área de espera del lado del ring y activaron una
trampa para vampiros a su alrededor con un toque. Tenía una visión perfecta de lo
que estaba a punto de desarrollarse.

Samantha, que vestía pantalones negros y una blusa con mangas largas y
sueltas, se levantó y caminó hacia la arena.

Prescott la miró de arriba abajo.

—¿Quieres cambiarte o pelearás así?

Samantha se arregló las mangas.

—Así está bien, Emperador. Oh, ¡espera! Lo olvidé, Si gano, obtengo una
semana con mi padre.

El cazador rió, lo cual fue seguido por otros cazadores en las gradas. Matthew
presionó su mano a la invisible barrera de la trampa de vampiros. Esperaba más
allá de la esperanza de que Prescott no la lastimara demasiado. Podría hacerle
mucho daño en un minuto.

Samantha volvió su mirada a Malarath.

—¿Y bien, Amo?

Malarath sonrió.

—Eso es aceptable.

Todavía de pie, el rostro de Rosaline se retorció de preocupación.

Malarath asintió a un cazador con un cronómetro.

—Un minuto. Puedes comenzar ahora.

Prescott convocó su espada dorada y se la pasó al cuello a Samantha. Ella


levantó sus manos a la defensiva, pero no se apartó del camino. Él se detuvo,
presionando la espada contra su carne.

—Al menos deberías tratar de esquivar el ataque, vampiro.

—Oh, no lo necesito. Sabía que no cortarías mi cabeza.

—Bien. No pararé mi próximo movimiento. Tú y tu padre tendrán las mismas


extremidades —dijo Prescott, tomando de vuelta la espada y blandeándola en
dirección del brazo de Samatha.

Luego gritó y la espada cayó de su mano al suelo. Levantó su brazo y sacó una
jeringa que estaba atrapada entre su blindaje.

—¿Qué ...? —No terminó la pregunta mientras caía al suelo, su cuerpo agarrado.

Samantha se volvió hacia el Gran Rey.

—¿Puedo pasar tiempo con mi padre ahora?

Malarath se puso en pie.

—¿Con qué lo inyectaste?


—Picadura de la Muerte.

—¿De dónde la adquiriste?

—La tomé de tu mesa.

Prescott gritó en el suelo, su cara roja brillante, espuma saliendo de su boca. Sus
ojos se estaban poniendo negros.

—Espero que su armadura pueda seguir el ritmo del daño. Si no, será la primera
persona a la que haya matado —dijo con el ceño fruncido—. El tiempo había
comenzado. No rompí ninguna regla. ¿Necesita algo más, Amo?

—No, la pelea ha terminado. Has ganado.

Ella miró a Matthew y sonrió. Matthew estaba aturdido. Ella lo había vencido en
doce segundos y ni siquiera pudo asestar un golpe con su hacha.

—Llévalo a la enfermería y a los vampiros hasta la jaula —dijo Malarath a un


cazador grande y mezquino que probablemente era el número dos de Prescott.
Ninguno de los cazadores en la habitación parecía feliz, pero a Matthew no le pudo
importar menos.

Samantha y Matthew fueron toscamente escoltados hacia la jaula y los


empujaron dentro. Una vez dentro, Matthew se quitó la camisa cubierta de polvo
plateado mientras Samantha se precipitó en su pecho y se aferró a él.

—Te he extrañado más de lo que te puedes imaginar, padre.

Matthew puso su brazo alrededor de ella y sonrió tan ancho que dolía.

—Creo que tengo alguna idea.


CAPÍTULO QUINCE

Traducido por Venus


Corregido por Ella R

Por más de una hora Matthew abrazó a Samantha, rehusándose a dejarla ir. Se
movieron hacia la cama pero se quedaron abrazados mientras ella se sentaba en
su regazo. Samantha lloró y la verdad fue dicha, Matthew también quería hacerlo,
pero también deseaba ser fuerte por ella, así que no dejó caer sus lágrimas.

Finalmente, Samantha se deshizo del abrazo pero se mantuvo sentada en su


regazo. Matthew dejó sus brazos alrededor de su cintura.

—Luces distinto —ella dijo, frotando sus manos sobre su corto cabello.

—Bueno, solo tengo un brazo ahora —dijo Matthew, agitando su extremidad


alrededor. Gracias a dios por la curación de vampiros.

Ella se rió y luego abrió su boca. Pasó sus dedos sobre sus dientes de metal y
luego sacó su lengua para mirar los piercings.

—¿Te quitaron tus colmillos?

Él asintió.

—¿Cómo te alimentas?

Matthew se encogió de hombros.

—Bolsas de sangre. No he tenido sangre fresca desde que estuve aquí.

Su cara se torció como si pudiera comenzar a llorar nuevamente. Él pasó sus


dedos por su cabello.

—Querida, no te preocupes por mí. Dime lo que has estado haciendo. Quiero
escucharte hablar.

Samantha se tragó su tristeza y le ofreció una pequeña sonrisa.

—Veamos, hay tanto…


—Empieza por la noche en la que —Matthew casi dice “Devak murió”. —fui
capturado. Vikentiy, él nos traicionó ¿Qué pasó con él?

Samantha sacudió su cabeza.

—Vikentiy me tomó de ahí, me llevó a las brujas y nos teletransportamos fuera.


No fue realmente él quien nos traicionó, fue su Señor, Klavdiya Zhirov. Su familia
controla a todos los vampiros rusos y Vikentiy tuvo que reportarse a ellos. Cuando
la guerra culmine, ellos quieren gobernar en todas partes y te vieron como una
amenaza. La familia Zhirov vio una oportunidad para sacarte del camino y obtener
a la hermana de Vikentiy de vuelta, así que la tomaron. Vikentiy no supo de esto
hasta después. Bryson casi lo mata. Bueno, fue Gwenyth quien casi lo mata por
orden de Bryson… él es como un vampiro débil incluso al ser General.

Matthew trató de frotarse sus ojos solo para recordar que extrañaba su brazo. La
política le daba dolor de cabeza.

—Bien —dijo Matthew.

—Vikentiy no me habría lastimado. Él me protegió mientras estaba en Rusia…

—¿Estuviste en Rusia?

—Sí, ahí es donde estaba la Reina. Fui a despertarla. Y despertar a los dragones.
Los vampiros rusos son de alguna forma más brutales que los de aquí. Y locos
también.

—Si alguno de ellos puso una mano sobre ti…

Ella se movió es su regazo y rió.

—No. Ellos pensaron que yo estaba más loca que ellos. Me ayudaron a despertar
a la Reina.

—Si ellos quieren gobernar, ¿por qué te ayudarían con la Reina?

—Ella en realidad no gobierna. Ella solo es. Quiero decir, si ella te dice que hagas
algo, lo haces o te matará, y ella espera tributo y esas cosas, pero ella no establece
leyes ni nada. Luce contenta solo siendo adorada y mimada. Para ser honesta, la
encontré frívola. Pero es super fuerte y ella realmente, realmente odia a Malarath.
Era obsesivo… Creo que ella pudo haberlo amado o algo.

—¿No estuviste asustada de ella? —él preguntó.

—Un poco, pero no estuve alrededor de ella y apenas se dio cuenta que estaba
ahí. —Las duchas en la jaula salieron a borbotones y Samantha se escabulló de él.
—Apestas, ve a ducharte.

Ella estaba en lo correcto. La pelea con Prescott lo había dejado con sangre y
salpicaduras de plata cubriendo su rostro; no quería arriesgarse a que se le pegaran
a ella. Samantha dobló sus piernas mientras él se puso de pie.

Ella se cubrió sus ojos mientras se quitaba los pantalones. Matthew se rió entre
dientes mientras entraba en el agua caliente, de espaldas a ella.

—Estás bastante terso —ella dijo.

Matthew miró sobre su hombro. Ella estaba mirando y llevaba una sonrisa
nerviosa.

—Sí, tengo un piercing en el pene también, ¿lo quieres ver? —Él comenzó a
voltearse y ella apretó sus ojos cerrados, riendo.

—Oh, dulce destino, no —ella dijo, pero estaba mirando otra vez de todas formas,
una vez se hubo vuelto. Se rió más fuerte cuando lo vio. —¿No dolió?

—Sí. No recomiendo obtener uno.

—¿Cómo se siente durante el sexo?

—No lo sé. Yo no he… en un tiempo. —No iba a mencionar que se había sentido
bien durante la mamada. No quería pensar en eso. —¿Qué hay sobre ti?
¿Encontraste a alguien?, ¿O alguien de aquí te ha tocado? —Él quería decir:
“Destruiré a cualquiera que ponga una mano sobre ti en contra de tu voluntad” pero
sabía que no tenía la habilidad para hacer eso. Cerró los ojos y dejó caer su cabeza,
avergonzado. Debería ser capaz de proteger a su hija…
No estaba seguro por cuanto tiempo estuvo parado en silencio bajo el agua, pero
la mano de Samantha tocó su rostro. Él abrió sus ojos para verla también desnuda
en la ducha. Ella no tenía ni una marca o herida en ella.

—No. —Su mano cayó sobre la marca del Rey Supremo en su abdomen. —Sigo
siendo virgen y nadie me ha tocado. Y sé que quieres protegerme, pero he
aprendido a hacerlo yo misma.

Matthew forzó una sonrisa.

—Estoy orgulloso de ti.

Ella miró hacia él, agua recorriendo su rostro. La atrajo hacia sí y se negó a
liberarla. Estar cerca a su hija otra vez lo llenó de una manera que ni siquiera se
había dado cuenta que necesitaba ser llenado. Él la había extrañado tanto. Era más
que solo una unión supernatural lo que los ataba. Él genuinamente se preocupaba
por ella.

Ella se colocó contra su pecho y se quedaron de esa manera hasta que el agua
cesó.

Matthew se distanció primero y le arrojó la única toalla.

—Miré algo de porno. Correrse parece un poco asqueroso —ella dijo mientras
envolvía la toalla alrededor de su cuerpo.

Matthew se atragantó con la risa.

Cuando él se calmó, ella le arrojó la toalla y se corrigió.

—Ya no hablas mucho.

Él no estaba seguro qué responder a eso. No le estaba permitido hablar a menos


que se le hablara y meses antes no tenía a nadie con quien hablar de todos modos.

—No tienes que explicármelo. Tengo mucho que contarte de todas maneras.

Matthew se sintió agradecido por eso; agradecido por ella. Se secó y se puso
ropa limpia: pantalones de cuero, camisa gris, botas altas. Samantha lo estudió.
—Luces bien. ¿Rosaline eligió la ropa?

Matthew fingió ofensa.

—¿Qué? ¿Crees que no puedo elegir algo elegante para mí?

Ella rio. —No.

—Está bien, sí. Ella lo hizo. ¿La ves seguido?

—Ella viene a mi habitación todo el tiempo.

—¿Tienes una habitación?

—¡Sip! Y me dejan caminar alrededor también. Bueno, siempre tengo a un


cazador escoltándome. He encontrado una piscina, y una biblioteca, y hay un
laberinto… Creo que el Supremo Rey tiene un minotauro en su zoológico, y…

—¿Zoológico?

—Oh, uh. —Ella evitó sus ojos.

Matthew apretó los dientes y señaló la jaula que los rodeaba.

—Este es el zoológico, ¿no es así?

—No lo he visto pero creo que las paredes aquí se levantan y puedes ver todas
las jaulas… ese es el por qué esta jaula está en el centro de la habitación.

No estaba realmente sorprendido.

Samantha estaba mirando los rasguños en las paredes fuera de la jaula.

—¿Hiciste esos?

—Sí. Pero realmente no quiero hablar sobre mi tiempo aquí. Cuéntame sobre los
dragones, ¿cómo son ellos?

—Solo conocí unos pocos. Ellos me ayudaron con los hechizos para despertar
al resto. Lucen humanos hasta que cambian. Y luego son masivos. —Ella extendió
sus brazos lo más que pudo y delineó a una enorme criatura. —¡Oh! Ellos pueden
enmascararse a sí mismos cuando vuelan. Uno podría volar por aquí y tú nunca lo
sabrías a menos que así lo quieran. Vienen en todas las formas y colores…

Matthew escuchó a Samantha hablar sobre dragones por un largo tiempo y para
el final supo un puñado de sus nombres, dimensiones, qué tipo de elementos ellos
podían respirar—la mayoría respiraba fuego, pero algunos podían disparar largas
líneas de rayos o incluso exhalar nubes de gas—y que Samantha, a cambio de
alguna lectura del futuro, pudo arreglárselas para convencer a alguno de sacarla a
volar. Sonó divertido.

Esa mañana se acomodaron juntos en la cama y él se aferró a ella mientras que


el sol los ponía a dormir. Su último pensamiento fue lo feliz que le hacía tenerla
cerca otra vez.

****

La siguiente noche, Matthew se levantó antes que Samantha. En la jaula


encontró un galón de sangre para él y un cuarto en una botella para ella. Él se bebió
ambos y se quitó su camisa. Su brazo estaba creciendo a un ritmo rápido, los
huesos y músculos ya estaban formándose. Se veía desagradable pero no dolía y
estimó que tendría su brazo para el final de la semana.

Sacudió a Samantha para que se despertara, y sus ojos se abrieron,


parpadeando para alejar el sueño.

—¿Padre?

Él inclinó su cabeza hacia un lado, exponiendo su cuello. Sus colmillos bajaron


y en un instante estuvo sobre él, sus brazos se envolvieron en sus hombros para
sujetarlo en un lugar. Gemidos suaves escaparon de ella mientras se alimentaba de
él.

—La. Mejor. Sangre. —dijo ella mientras se separaba—. He extrañado esto


tanto.

Él lo había hecho, también.


Samantha pasó el resto de la noche dándole una detallada cuenta de sus dos
semanas en la torre. Rosaline, al parecer, la estaba vigilando. Incluso ayudó a
Samantha a adquirir un nuevo guardarropa, el cual, según Samantha, era
extremadamente caro y todo de diseño. Matthew no compartió su entusiasmo, sino
que fingió interés para mantenerla hablando.

El resto de su semana juntos fue más o menos lo mismo: Samantha hablando y


Matthew escuchando con unos pocos comentarios. Ella habló sobre libros que había
leído, lugares que había visitado, e idiomas que había aprendido. Y a pesar de que
el incubo casi con certeza tenía la jaula con micrófonos, le dijo que Bryson había
aprovechado sus habilidades con el incubo, y cómo eventualmente ella decidió que
necesitaba volver a Matthew. Tenía que escabullirse con Jet porque si Bryson o
Gwenyth—con quienes se habían quedado— supieran de su plan de escapar, la
habrían detenido.

Matthew se pasó la semana preocupado de que Prescott volviera y lo castigara


por algo más, pero el Gran Rey mantuvo su parte del trato. Los dos de ellos tuvieron
la semana entera juntos. Aparte de la ropa fresca y sangre esperando por ellos cada
mañana, no hubo más interrupciones. Matthew estaba en el paraíso.

Cuando su semana juntos se terminó, se despertó para encontrar a Prescott


parado fuera de su jaula. Matthew se inclinó ante él pero empujó a Samantha detrás
de él instintivamente.

Prescott lucía como la mierda. Él estaba con su armadura, como siempre, pero
tenía profundas bolsas bajo sus ojos, su cabellos era un desastre y sus labios
delgados estaban apretados juntos. Lucía como si hubiera atravesado el infierno.

La puerta de la jaula se desbloqueó y se abrió.

—Ven conmigo oráculo.

Matthew no quería dejarla ir.

—Por favor no le hagas dañ…

Prescott levantó su mano y le apuntó.


—¿Una semana y has olvidado las reglas?

Matthew guardó silencio y dejó ir a Samantha. Ella le besó en la mejilla y luego


siguió a Prescott a fuera. La jaula se bloqueó automáticamente una vez que se
fueron.

Y Matthew estuvo solo otra vez.

Sin esperanzas en una celda.

Durante días, dos cosas lo atormentaron. La primera fue que el molesto pedazo
de piel de Matthew se estaba pudriendo. No había aparecido cuando Samantha
estaba alrededor pero después de unas cuantas noches de soledad, había
reaparecido. Esta vez tenía un brillo verde pútrido alrededor de lo rojo y negro. Él
tenía suficiente sangre cada noche para curarlo, pero estaba empezando a
preocuparse por eso.

El segundo fue su hacha de sangre. Tan pronto como el brazo de Matthew creció,
Bloodreaver comenzó a susurrarle otra vez. Estaba hambrienta y quería
alimentarse. Quería sangre. Quería muerte. Y Matthew no podía apagar su voz.

Muerte. Sangre. Matar. Las mismas palabras una y otra vez.

Afortunadamente, no tuvo que soportarlo por mucho tiempo. Un cazador entró y


le puso el grillete, silenciando la voz. Pero no silenció su deseo de matar y encontró
eso un poco inquietante, incluso si no había nada que él pueda hacer al respecto.

Cinco aisladas noches después, Prescott apareció para llevarlo a entrenar. El


Emperador lucía mejor, a pesar de que seguía teniendo bolsas bajo sus ojos. No
dijo nada mientras que llevaba a Matthew arriba a la sala de entrenamiento. Esta
tenía tapetes azules en el piso y paredes acolchadas. Había algunas sillas en la
esquina y pocas armas de combate en un estante.

Prescott convocó un hacha de guerra y se lo arrojó a Matthew.

—Es tiempo de que realmente aprendas a pelear con un hacha.


Apartó con una patada los pies de Matthew y acababa de colocar su cuerpo en
posición cuando el sonido de los tacones llegó desde el pasillo.

Prescott gruñó mientras Rosaline atravesaba la puerta.

Él se inclinó hacia ella.

—¿Puedo ayudarla mi lady? —preguntó Prescott, su tono rígido.

Rosaline sonrió.

—Solo quería observar un momento.

Prescott apretó su mano en un puño.

—¿Por qué?

Ella se encogió de hombros.

—Supongo que podría decirte que tengo interés en los cazadores y cómo
entrenan o que quería ver a dos hombres increíblemente calientes sudando juntos
mientras practicaban —Sus ojos se volvieron oscuros. —. Pero estoy aquí a causa
de esa mierda que trajiste con Matthew y no confío en que estés a solas con él.

Prescott apretó la mandíbula.

—Pagué más que el precio por eso.

Ella acercó una silla. Su flameante vestido verde se derramó a los costados
mientras se sentaba, mostrando sus largas piernas y sus zapatos de salón
metálicos.

—De todos modos, creo que me quedaré.

—Seguramente puedes encontrar un mejor uso de tu tiempo. Ropa que


probarse, uñas que pintar…

Ella se levantó bruscamente y entrecerró los ojos. Matthew no la culpó, ese


comentario fue muy humillante. Solo podía adivinar que algo había trepando por el
culo del Emperador y había muerto allí con el terrible estado de ánimo en el que
había estado últimamente.

—Ven conmigo, Matthew —dijo Rosaline.

Antes de que Matthew siquiera pueda pensar en moverse, Prescott se puso entre
él y Rosaline.

—Quédate, vampiro.

Matthew miró de uno al otro. Este era un desagradable juego en el que no podía
permitirse estar en el medio. No tenía idea de quién ocupaba el puesto más alto, ni
ningún modelo de cómo debería comportarse aquí.

—¿Emperador? —una voz se vino del comunicador de Prescott, interrumpiendo


el tenso enfrentamiento.

—¿Qué? —le ladró al comunicador, ciñéndole a Rosaline.

—Tu chica está subiendo.

—¿Lo está? —dijo Rosaline, alarmada.

—Y, Emperador —la voz continuó—, ella está enojada con algo. Traté de
detenerla pero me pateó en la espinilla y luego envolvió su agarre…

—Está bien, Stephens.

—Matthew, vete ahora —dijo Rosaline, apuntando a la segunda puerta que


conducía a una sala de entrenamiento contigua.

Prescott se burló.

—No. Quédate. Tengo que manejar esto.

Matthew se quedó congelado. Un aroma lejano de verano y melocotones lo


golpearon. Parecía familiar, pero no pudo ubicarlo.

Los ojos de Rosaline se ensancharon.

—No entiendes…
—Jason —dijo una enojada voz mientras las puertas se abrían—, no puedes
simplemente ignorarme. Merezco más que eso. —Una joven súcubo atravesó las
puertas. Su cabello era un rubio polvoriento, sus ojos celestes grisáceos. Era alta,
delgada… el tipo de chica que llevaría sus uñas en rosa y luego montaría a la parte
trasera de una motocicleta. Estaba en jeans y una camiseta.

Cuando ella vió a Matthew, un jadeo se escapó de ella.

Prescott suspiró y movió su cuerpo a una postura casi derrotada.

—Querida, trabajo con criaturas peligrosas, la próxima vez llámame y bajaré


hacia ti. No es seguro para ti que…

Los ojos de la súcubo se movieron de arriba hacia abajo por Matthew.

—¿Papá?
CAPÍTULO DIECISÉIS

Traducido por Cris

Corregido por Ella R

Lily se parecía mucho a su madre.

El poco color de Matthew se hubo drenado de él y el hacha que sostenía se le


escapó de la mano, rebotando en el suelo.

—Lily... — La última vez que la había visto en persona tenía once años. La noche
en que lo convirtieron en vampiro y escapó de su familia para protegerlos.

Él había visto fotos de ella desde entonces, pero verla aquí ante él era
paralizante. No tenía idea de qué decirle. “Lamento haberte abandonado.” “Lamento
no haber estado allí cuando murió tu madre.” “Lo siento, soy una criatura patética
que no tiene la libertad de ser parte de tu vida.” Todo se sentía tan vacío.

Los ojos de Lily se movieron de un lado a otro por el rostro de Matthew.

—¿Cómo?…¿Qué?…Estás muerto.

—Yo…

—Ellos me dijeron que estabas muerto.

—Lily… —comenzó Rosaline, caminando hacia ella.

Lily se alejó un paso.

—¿Lo sabías? —Su expresión se torció cuando una serie de emociones se


dispararon dentro de ella.

—Lo siento, cariño, estaba bajo órdenes…


—Lo sabías. ¿Mi mejor amiga y mi novio? ¿Ustedes me ocultaron esto? Yo... no
puedo... necesito... Me dijeron que estabas muerto... —repitió, tratando de procesar
lo que estaba sucediendo. Luego salió de la habitación y se fue.

Matthew tembló y no se dio cuenta de que estaba llorando.

Prescott se quedó perplejo, con la mandíbula abierta como si fuera a decir algo
y no pudiese encontrar las palabras.

—Voy a tratar de arreglar este desastre —dijo Rosaline y fue tras Lily, dejando a
Prescott a solas con Matthew.

Matthew miró hacia la puerta, su mano agarrando su pecho.

—¿Lily es tu hija? —preguntó finalmente Prescott, su voz medida— ¿Por la que


me preguntaste hace unas semanas?

—Sí, Emperador.

—¿No la mataste cuando fuiste convertido?

—No, Emperador. —Matthew realmente no estaba para inventar. Prescott podía


descubrir que ser convertido por un dios no era exactamente lo mismo que ser
convertido por otros vampiros.

Prescott se teletransportó, dejando a Matthew solo sin ninguna instrucción.

Matthew cayó en un estado de letargo, tan pálido e inmóvil que fácilmente podría
ser erróneamente confundido con una estatua. Después de un rato, las luces en la
habitación se apagaron automáticamente y él perdió la noción del tiempo y el
espacio. Veía a Lily por primera vez en diez años y ella huía de él.

No. No él… ella había huido de esa situación. Estaba abrumada, eso era todo,
se dijo a sí mismo. Pero el miedo se deslizó en su corazón. ¿Qué pasaba si él lo
arruinaba todo? ¿Si él nunca volvía a verla? Era probablemente mejor de esa
manera, habría menos posibilidades de hacerle daño.

Él se aferró a su cadera derecha, la piel podrida seguía doliendo.


Había cazadores bajo el vestíbulo, recorriendo cada habitación. Gavyn, adornado
con tatuajes, entró y se encendieron las luces. Casi saltó de su piel cuando vio a
Matthew, agarrando la estaca de su cinturón por reflejo.

—Cristo en una canasta —maldijo—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—El Emperador me dejó aquí. No estaba seguro de adónde ir.

—Diablos, el Emperador no ha respondido en dos horas. ¿Has estado aquí todo


este tiempo?

Matthew asintió.

—¿Sabes dónde fue? —preguntó Gavyn.

—Detrás de Lily, supongo.

Gavyn puso la bolsa de su estaca en su cinturón.

—Aw mierda, ¿esos dos están peleando de nuevo? Bueno, uh, ven, conmigo. Te
pondré de vuelta en tu jaula.

Matthew siguió a Gavyn al ascensor. Una vez dentro, notó que el cazador parecía
un poco nervioso. Se mantuvo mirando hacia arriba y luego desviando la mirada.

—¿Cómo es estar conectado a tu hija? —preguntó Gavyn después de unos


breves momentos de incómodo silencio.

—No estoy conectado a ella —dijo Matthew sin pensar.

Gavyn le echó una mirada.

—Oh, te refieres a Sam. —Matthew se sintió como un idiota. —Es… es el peor y


el mejor sentimiento del mundo. Comparto su dolor y su felicidad. La necesidad de
protegerla que siento es indescriptible.

—Entonces… si alguien le hiciera daño…

—Salí de este lugar porque ella recibió un disparo y sentí su dolor. La única cosa
que me detuvo de asesinar a todo tu equipo fue saber que no podría escapar con
ella después de… saber que si los mataba podría enojar al Rey y la pondría en
riesgo. — Matthew frotó su mano por su cabello corto. —Eres un cazador, ¿no sabes
acerca de la conexión?

Gavyn asintió.

—Sé lo que he visto. Los padres se vuelven locos cuando matamos a sus hijos,
y viceversa. Y sé lo que hemos estado enseñando, pero nunca tuve la oportunidad
de realmente preguntarle a un vampiro cómo era realmente. O preguntarle cualquier
cosa a un vampiro en realidad. Usualmente estoy muy ocupado apuñalándolos. —
Gavyn hizo un gesto de apuñalar con la mano.

Su atención fue llevada a otro sitio por la charla que entraba por sus auriculares.
Matthew escuchó por casualidad a los cazadores reportando que Prescott había
sido localizado y que estaba actualmente con el Rey.

—Gavyn, nuevas órdenes —dijo un despachador—; trae a Matthew a la sala del


trono.

—Te copio. —Gavyn detuvo el elevador y presionó la runa superior. Se reanudó


yendo hacia la otra dirección. —Tú no has estado con Sam en mucho tiempo luego
de que fueras recapturado, ¿no es así?

Matthew levantó una ceja.

—¿Sam? Ella solo permite a sus amigos que la llamen Sam.

Gavyn se movió lejos de Matthew, su mano dejándose caer a las armas en su


cadera.

—Uh, formo parte de su escolta. Ella me pidió que la llamara Sam, en verdad no
me dio otra opción.

Una media sonrisa cruzó por los labios de Matthew.

—Suena como ella. Y no, no hemos estado juntos en mucho tiempo. Pero no
cometas errores, yo la amo y haría cualquier cosa por protegerla. Cualquier cosa.
—Entiendo —dijo Gavyn. Se veía preocupado por algo en su mente y preguntó—
: He escuchado que algunos padres no dejan a sus hijos hacer nada sin su permiso,
que ellos controlan todos los aspectos de sus vidas.

—Estoy seguro de que algunos son así, pero yo no le haría eso a Sam jamás.
Ella es una joven vampiro, pero es adulta, una que se valía por sí misma antes de
que yo llegase. Es capaz de tomar sus propias decisiones. Además, si yo tratara de
tirar cualquier mierda sobre ella, me manipularía hasta que la dejara en paz. Te lo
juro, ella parece más un súcubo que yo.

Gavyn sonrió.

—Aun así, es difícil para mí no querer rasgar la garganta de cualquiera que la


toque.

La sonrisa de Gavyn decayó y las puertas del ascensor se abrieron. Matthew


salió a lo que él solo pudo describir como una espléndida área de recepción.
Almohadas y sillones de felpa adornaban la habitación y caras ilustraciones cubrían
las paredes. Incluso había una fuente en el centro. Matthew hubiera estado
impresionado con tanto lujo de no ser porque su mente estaba preocupada.

El cazador lo condujo a través de unas puertas dobles por un amplio pasillo. Pisos
de mármol pulido, pesadas cortinas y estatuas, todo estaba allí para dar impresión
de poder y riqueza.

Matthew miró adelante al segundo grupo de puertas. Se congeló en su sitio. No


podía oír ni oler nada desde la otra habitación a causa de los guardias, pero podía
oler quién había pasado por este pasillo recientemente: Rosaline, Prescott, y otros
íncubos cuya esencia no pudo reconocer. La ligeramente baja temperatura
significaba que el Rey estaba allí también. Pero la esencia más importante era la de
Lily. Ella estaba ahí.

Gavyn, quien iba liderando el grupo, se detuvo cuando notó que Matthew había
dejado de seguirlo.

—Vamos.
Matthew no se movió.

Gavyn caminó de vuelta hacia él.

—No soy lo suficientemente fuerte como para empujarte, vamos.

Matthew no se movió. Gavyn levantó su auricular hacia su boca. —¿Emperador?

—¿Qué?

—El chico grande está al final del pasillo, rehusándose a moverse.

Un gruñido de reconocimiento atravesó el auricular y Prescott se teletransportó


frente a él.

—Puedes irte, cazador —dijo, alejando a Gavyn.

Gavyn saludó y desapareció.

—Vamos —ordenó Prescott y comenzó su marcha por el pasillo. Matthew se


quedó dónde estaba. Él sería castigado, pero no podía decidirse a moverse.
Después de unos pocos pasos, Prescott giró. —Tengo métodos para hacerte andar.

Matthew cerró los ojos y ladeó la cabeza.

—Emperador –—comenzó, pero no estaba seguro de cómo seguir.

—¿Quieres ver a tu hija? —preguntó Prescott.

—Más que cualquier cosa, pero no quiero que ella me vea así. —El collar
alrededor del cuello de Matthew nunca se había sentido tan pesado. Frotó los
grilletes alrededor de sus muñecas y el extraño y podrido lugar en su cadera dolía.
—¿Quién quisiera ver a su padre como un esclavo?

La expresión de Prescott se suavizó.

—Acabo de pasar el último par de horas conversando con ella y puedo decirte
que a ella no le importa. Ella quiere verte.
Matthew miró hacia abajo a sus ropas y deseó haber estado en algo mejor que
su ropa de entrenamiento. Nada acerca de él se sentía suficientemente bueno para
ella.

—Ella merece algo mucho mejor que yo.

—¿Por qué no dejas que ella decida eso?

Matthew asintió y dio un paso atrás, pero se encontró a sí mismo vacilando y se


detuvo de nuevo.

—¿Cuánto tiempo estuvieron ustedes dos solos, Emperador?

Prescott lo miró como si no fuera a responder la pregunta por un momento, luego


dijo—: No mucho, lo suficiente como para saber que no eres la única persona en
este pasillo que haría cualquier cosa por protegerla.

—¿Ella es feliz, Emperador? Quiero decir, su vida, ¿es una vida feliz?

—Deberías preguntárselo tú mismo. —Prescott señaló las puertas dobles con la


cabeza. —Vamos. Hacerla esperar solo la molestará, y ella tiene un temperamento
del infierno. Ahora sé de dónde la sacó

Matthew se burló, luego sonrió ante la idea de que ella podía ser un poquito como
él.

Prescott no esperó su respuesta. Tomó la delantera y cuando llegó a las puertas


dobles, las empujó para abrirlas.

Matthew, siguiéndolo, tomó un profundo respiro y caminó dentro de la sala del


trono para encarar a su hija.
CAPÍTULO DIECISIETE

Traducido por Cris

Corregido por Ella R

El trono del Alto Rey era imponente, una panoplia completa de riquezas y afluencia.
Grandes ventanas ofrecían una vista espectacular del paisaje invernal. Columnas
blancas talladas con incrustaciones de oro flanqueaban los lados. El piso era de
mármol pulido. Había sillones rodeando el centro de la habitación como si fueran
áreas de descanso, pero la característica más destacada era el estrado con un trono
dorado, donde Malarath, vestido con túnicas plateadas de intrincados bordados
rojos, se sentaba. Una fina corona dorada remataba su cabeza.

Bajo él, al pie de las escaleras estaba Rosaline, llevando una sonrisa alentadora,
y junto a ella estaba Lily, viéndose temerosa. Junto a ella había un hombre con la
mano en su hombro. Matthew nunca lo había visto antes, pero podía adivinar quién
era: Lord Teleclus; un amigo personal de Tarrick y el íncubo que había acogido a
Lily antes de su transformación en un súcubo.

Lord Teleclus había sido un real espartano antes y sus obvios músculos bajo el
traje que vestía lo probaban. Tenía un mentón esculpido, una nariz recta, y su largo
cabello negro estaba atado en su espalda. Sus ojos verdes resplandecían
intensamente.

Tarrick le dijo a Matthew que Teleclus estaba retirado, solo luchaba cuando la
situación era terrible. Él protegió a Lily… y probablemente había sido el único en
entrenarla para ser un súcubo. Alejó ese pensamiento. La última cosa que
necesitaba ahora era empezar a gruñirle a alguien en quien ella claramente
confiaba.

La amplia habitación se veía vacía con tan pocos ocupantes.


Matthew, con su mente ausente, se aferró a su cadera y siguió a Prescott para
quedar ante el Alto Rey. A los pies de la escalera al estrado, bajó sus rodillas e
inclinó la cabeza.

—Levántate —dijo Malarath.

De pie, Matthew no pudo dejar de mirar a Lily. La última vez que la había visto,
sus ojos eran castaños y su cabello era marrón, pero ambos se habían aclarado
considerablemente, mientras que sus facciones se habían agudizado. Había
pasado de ser una niña a una escultural joven súcubo.

Ella dio un paso al frente y tragó. Teleclus la dejó ir, pero se veía preparado para
defenderla en cualquier momento.

—Yo… yo nunca antes vi un vampiro —dijo ella.

Matthew sonrió nerviosamente. No estaba seguro de qué decir ante eso. O qué
decirle a ella.

Ella se paró junto a él. Él no pudo evitar notar que en tacones pasaría a Prescott,
pero ahora estaba usando botas bajas. Para ser un íncubo, no se veía como si
estuviera preocupada por la moda. Matthew envidió sus jeans y su playera.

Lily se acercó y pasó la mano por su brazo, trazando sus tatuajes.

—Tu piel es fría.

—Lo siento —susurró Matthew, hablando no del todo acerca de su piel.

Ella levantó la mirada hacia él, sus ojos verde azulados moviéndose de un lado
a otro mientras estudiaba su rostro.

—Ellos me explicaron lo que pasó. Que te fuiste porque fuiste convertido. Para
no dañarme a mí o a mamá…

—La sed de sangre de un vampiro nuevo es… es mala. Y no tenía idea de cómo
controlar mi fuerza en ese entonces. Dejarte a ti y a tu madre fue la cosa más difícil
que he hecho en mi vida, pero no sabía de qué otra manera mantenerte a salvo…
tuve que irme… Yo reproduzco ese momento una y otra vez. Desearía que hubiese
otra manera. Lo siento. —Matthew estaba divagando. Tenía mucho qué decir, pero
no estaba seguro de cómo hacerlo.

—¿Puedes controlar tu fuerza ahora?

—Sí. Nadie aquí me dejaría estar cerca de ti si no lo…

Antes de que él terminase, Lily se inclinó hacia adelante y rodeó su pecho con
los brazos, presionando todo su cuerpo contra él.

—Te extrañé, papá.

Los ojos de Matthew se llenaron de lágrimas y estrechó su brazo alrededor de su


hija, inclinando su cabeza contra su hombro.

—Yo también te extrañé, Lil. Mucho más de lo que puedes imaginarte.

Se mantuvieron abrazados hasta que Rosaline tosió cortésmente.

—Tus ojos cambiaron de color —dijo Lily mientras se soltaba.

—Los tuyos también. Y tu cabello… ¿de qué color es en tu forma íncubo? —


preguntó Matthew, muriendo por saber. Ya que él no tenía una forma íncubo propia,
se preguntaba si de hacerlo tendría los mismos colores que ella.

Lily miró atrás hacia Teleclus, quien asintió aprobando. Ella se sacó la playera.
Debajo había un sujetador negro. Ella no era ni un poco tímida, ni tenía ninguno de
los complejos de Matthew acerca de desvestirse delante de otros. Alas negras
emergieron de su espalda, cada una de las crestas a lo largo de los huesos estaban
revestidas de plata. Largos cuernos, del mismo color que las alas, salían de la parte
superior de su cabeza y se acercaban a su cara antes de curvarse hacia arriba y
atrás. Sus orejas se volvieron leves puntos y sus irises se volvieron de un brillante
azul plateado. No eran tan plateados como los de Matthew, pero la similitud era
innegable.

Desde la cintura de sus jeans, una cola emergió, negra en la base y plateada en
la punta. Se enrollaba alrededor de su cuerpo. Ella no expuso sus pezuñas, pero
había crecido alrededor de tres pulgadas.
—Increíble —dijo Matthew.

Ella sonrió.

—Me dijeron que nunca terminaste tu primera transformación.

—No. Los ojos y el soavik fueron todo lo que conseguí. Oh, y el gel.

—Me pregunto si podrías llegar a ser un íncubo social o un guerrero —musitó


ella.

—Social —dijo Rosaline, al mismo tiempo que Prescott dijo—: Guerrero.

Rosaline fulminó a Prescott con la mirada.

—¿Qué? —Él se encogió de hombros. —Es obvio que yo debo ser un guerrero.

—No estoy de acuerdo —dijo Rosaline—. La manera en la que él interactúa con


otros íncubos y la forma extrema en la que desea compañía son rasgos de íncubo
social.

Lily se rio y Matthew se unió a ella con una sonrisa.

—¿Alguna vez descubriste quiénes son mis abuelos? —preguntó Lily—¿De qué
casa provenimos? Soy muy fuerte para mi edad como para no venir de una casa
noble.

Matthew sacudió la cabeza. Odiaba mentirle, pero no podía decirle “Oh sí, tú eres
la nieta de una deidad” con esta compañía.

—Investigué, pero nunca los hallé.

Lily miró hacia arriba al Rey.

—¿Usted lo sabe, Su Majestad?

—Lily… —dijo Teleclus, su voz era una advertencia.

—Está bien, guerrero —dijo Malarath, levantando sus dedos enjoyados como
confirmación. —. Puedo perdonar el paso en falso de una joven íncubo, y lo haré
incluso contestando a la pregunta. No, Lady Lillian, no conozco tu linaje. Es un
misterio que eventualmente resolveré.

—Bueno, al menos no es algo como una situación de Skywalker —dijo ella.

Matthew se rio.

—¿Skywalker? —preguntó Malarath, su cabeza ligeramente ladeada.

Prescott suspiró.

—Personajes de una película, Su Majestad. Ella quiere decir que podría haber
resultado que tú fueras el padre de Matthew.

—Ah. —Él parecía divertido con la idea. —No.

Matthew extendió la mano y tocó las alas de Lily. Ellas revolotearon cuando se
volteó hacia él.

—¿Puedes volar? —preguntó.

—Un poco. Todavía estoy aprendiendo. ¿Los vampiros pueden moverse tan
rápido como dicen?

Matthew aplicó poder en su velocidad y se paró detrás de ella antes de que notara
que se había movido.

—Algunos pueden —dijo él. Ella se balanceaba alrededor del sonido de su voz.
—. Pero la mayoría no puede moverse así de rápido a menos que sean mayores.

—¿Pero tú puedes porque fuiste convertido por un dios?

Matthew no estaba seguro de cuánto estaba permitido que ella supiera y miró a
Prescott.

Prescott asintió con aprobación.

—Puedes contarle.

—Sí. El Dios de la Sangre, Lysandros, es mi padre. —Matthew frotó su tatuaje.

—Tú nunca creíste en Dios antes.


—Sí, pero entonces conoces a uno y eso cambia.

—No estoy segura de creer en ellos, pero Jason me dice que estoy equivocada,
y el año pasado todo el mundo hablaba acerca de cómo él apuñaló al Dios de la
Sangre.

Matthew no era fanático de esa noche, pero sí le gustaba recordar la parte donde
Lysandros golpeó a Prescott y lo hizo volar a través del teatro.

Cuando Matthew no dijo nada, ella le sonrió maliciosamente.

—¿Es cierto que dormiste con el Alto Lord General?

Matthew casi se ahogó con su saliva.

Ella se rio mientras su forma de íncubo se retiraba dentro de su cuerpo.

—No tienes que responder eso, ya todos lo saben.

Rosaline también se estaba riendo.

Matthew le lanzó una mirada feroz y ella se detuvo, pero la amplia sonrisa en su
cara no se borró.

—Bueno, estoy ciertamente emocionado de que mi hija sepa todo acerca de mi


vida sexual.

Lily sonrió, entonces su sonrisa desapareció y se puso seria. Colocó la mano en


su pecho.

—Te perdono.

Matthew se calmó. Esas eran las palabras que necesitaba escuchar, más que
cualquier otra cosa. Luchó para mantener sus emociones bajo control, pero
parecían querer derramarse. Descansó la mano en la cara de ella y besó la parte
superior de su cabeza.

—Gracias.
Se quedaron cerca por un momento, hasta que Teleclus dijo—: Lily, es tarde y le
hemos quitado más tiempo del Rey del que deberíamos.

Lily se alejó de Matthew.

Teleclus se inclinó hacia Malarath.

—Gracias, Su Majestad. Ha sido muy generoso con nosotros esta noche.

Con un chasquido de sus dedos, Malarath les dio permiso para retirarse.

Lily se puso su camiseta y se inclinó hacia el Rey, luego miró hacia Prescott.

—Hay algo que necesito hacer aquí —le dijo él a ella—. Vendré a ti cuando
pueda.

Ella asintió, luego siguió a Teleclus afuera.

Matthew la miró tanto como pudo, no le quitó los ojos de encima hasta que las
puertas se cerraron. Rascó el área arriba de su corazón, preguntándose si la vería
de nuevo o cuándo eso sucedería.

—Matthew —dijo Prescott.

Matthew se volvió para mirarlo a él, a Rosaline y al Alto Rey.

—¿Sí, Emperador?

—¿Alguno de los cazadores te atacó esta noche?

—No, Emperador, el único cazador alrededor del cual estuve fue Gavyn. Y él no
me hizo nada.

Prescott hizo un ademán con la cabeza hacia la cadera de Matthew.

—Entonces, ¿por qué estás sangrando?

Matthew miró hacia abajo, un círculo rojo oscuro había aparecido en su camiseta.

—Oh, eso. Sigue sucediendo, Emperador. Puedo curarlo.

—No, levanta tu camiseta.


Matthew hizo lo que se le ordenó, exponiendo el área de piel podrida en su
cadera. El parche rojo, negro, y verde de pus había crecido un poco más mientras
él estaba enjaulado solo. La capa superior de la piel se había pelado formando una
red y estaba supurando. Y no olía del todo bien.

—Mierda —dijo Prescott. Matthew no podía recordar a Prescott maldiciendo


alguna vez.

Rosaline jadeó y se volvió a Malarath.

—Me lo prometiste. Me diste tu palabra —dijo ella, claramente dolida por lo que
fuera que estaba pasando.

Malarath frunció el ceño.

—¿Cuándo apareció, mascota?

—Um —Matthew estaba empezando a ponerse realmente nervioso—, después


de los gemelos, Amo.

—¿Tú los dejaste a ellos ante él? —dijo Rosaline a Malarath.

El Rey despidió su comentario.

—Estaba hambriento.

—No nació en nuestro mundo, él los veía como niños. Tú no deberías haber…

—Mi señora —dijo Prescott, poniendo una mano en su hombro para detenerla
antes de que fuera muy lejos.

Ella miró hacia abajo, con la mandíbula apretada, y tomó un momento para
controlarse.

—Me disculpo, Su Majestad.

El Alto Rey extendió la mano hacia ella. Ella escaló y tomó asiento en su regazo.
Él comenzó a acariciar su cabello, calmándola. Cuando ella habló de nuevo, su voz
era temperada y controlada.
—Sé que lo ves como mancillado, pero él aún es un íncubo, Didi. Ha estado solo
por mucho tiempo. Cada vez que lo enjaulas, lo daña. Por favor, no dejes que se
convierta.

¿Convertirse? ¿Qué mierda estaba pasando aquí?

Malarath deslizó la mano hacia su espalda.

—Te di mi palabra, y no la romperé. A veces olvido las necesidades de la


juventud. La tuya y la suya. —Besó su cuello y un velado sonido de placer escapó
de ella. —Arreglaré esto. Ve.

—Gracias, Didi —dijo ella y resbaló de su regazo.

Malarath alejó a Prescott de la habitación también. Él se fue con una reverencia,


siguiendo a Rosaline afuera.

Solo en la enorme habitación, de pie debajo del Alto Rey en su trono, Matthew
se sintió de pronto demasiado pequeño. No estaba seguro de qué hacer mientras
Malarath lo observaba, así que bajó los ojos al suelo.

—Puedes hablar, mascota.

—Gracias por dejarme ver a mi hija, Amo.

Malarath simplemente asintió, luego curvó su mano y descansó su mentón en


ella, contemplando algo.

—¿Qué me está pasando, Amo?

—Te será explicado después. Por ahora, ven a sentarte conmigo. —Malarath se
trasladó a un cojín sobre el suelo, junto al trono.

Matthew subió las escaleras y se arrodilló en ellas. Antes de que pudiera saber
lo que debería hacer después, Malarath deslizó su mano sobre el cabello de
Matthew y acarició la parte posterior de su cuello, justo arriba del collar. Matthew
luchó contra las ganas de alejarse.

—Te resistes a tu lado íncubo. ¿Por qué?


—Es solo… No quiero ser tocado, Amo.

Malarath canturreó, sus anillos hacían cosquillas a la piel de Matthew mientras


lo acariciaba.

—No estoy hablando de ahora mismo. Siempre has sido cauteloso con tu parte
íncubo, alimentándola, pero nunca cediendo a ella.

El Alto Rey no se equivocaba. Estar con Tarrick y Rosaline había sido lo más
cercano a ceder a su lado íncubo, pero él era también un vampiro. No podía ignorar
eso.

—Soy un íncubo incompleto y a pesar de lo que Lady Rosaline cree, estoy


contaminado. Tienes razón en eso. Mi lado vampiro solo me ha traído dolor y
pérdida. Bueno, me trajo a Samantha, a quien amo, pero aparte de ella… —Matthew
se desvió por un momento. Cedió a la suave caricia de Malarath, apoyándose en él
sin darse cuenta de lo que hacía. —No encajo en ninguna parte, Amo.

—Pertenecer, ¿es importante para ti? ¿Tener un lugar?

—Sí, Amo, creo que sí. Pensé que tenía un lugar con los íncubos una vez, con
el Lord General, y después de que escapé pensé que tenía un lugar con Sam… con
Devak… pero nunca pareció funcionar. Ahora solo existo para proteger a mis hijas.
Haré lo que me pidas, si eso significa mantenerlas a salvo.

Y ahí fue cuando Matthew notó que el Alto Rey lo tenía agarrado. No porque lo
pudiera sentir —no podía—, sino porque estaba abriendo su corazón a alguien a
quien odiaba. La única razón por la que haría eso sería porque Malarath lo empujó
a hacerlo.

Matthew trató de luchar contra ello, pero no podía sentir nada contra lo cual
pelear; no como con Tarrick u otro íncubo.

—¿Alguna vez te cansas de resistir a todo? —preguntó Malarath después de


verlo luchar por breves momentos.
Dios, estaba tan cansado de eso. Nada que hiciera parecía funcionar al final, y
eso lo estaba desgarrando.

—Sí, Amo, estoy cansado.

—Entonces para de pelear.

—Creo, Amo, que está en mi naturaleza pelear. —Una triste risa escapó de él.
—¿Eso es lo que quieres de mí? ¿Que yo sea tu arma? ¿Que destruya vampiros
por ti?

—Cierra los ojos —ordenó Malarath. Matthew lo hizo. El Alto Rey continuó
acariciando su nuca con lentos y continuos mimos. Comenzaba a sentirse bien,
cómodo, y Matthew inclinó la cabeza hacia adelante para permitirle más contacto.

Su mente comenzaba a deambular, y en los límites de su conciencia sintió algo…


se concentró más fuerte y pudo sentir la presencia de otros íncubos de todas partes
del mundo. Los hilos de seda de sus vidas se tejían más allá de su conciencia, todos
dirigidos a una ubicación central: el Alto Rey.

¿Podría Malarath sentir a todos los íncubos de esta manera? Tarrick le había
dicho una vez que las decisiones del Alto Rey podrían ser influenciadas por su corte.
¿Era así porque ellos estaban conectados en una suerte de manera espiritual?
Ninguno de los otros íncubos se lo había mencionado alguna vez.

Dentro de sí, Matthew sintió su propio hilo. Estaba roto y enterrado


profundamente, marchito como un animal herido.

—¿Qué es esto? —susurró Matthew, manteniendo los ojos cerrados. No quería


arriesgarse a perder lo que fuera que eso era.

La mano de Malarath apretó la parte posterior del cuello de Matthew.

—Es el poder de mi gente. Ellos son parte de mí y yo de ellos.

—¿Por qué ninguno lo mencionó antes, Amo?


—Porque no son conscientes de ello. Solo las criaturas divinas, tales como los
hijos engendrados de Lysandro, pueden ver el tejido del reino y los hilos que nos
unen.

Matthew abrió los ojos y miró hacia arriba, sus movimientos se sentían lentos y
drogados y la mano en su cuello, pesada.

—¿Esto significa que tú eres una criatura divina también?

Malarath no dijo nada. Extendió su otra mano y pasó sus dedos sobre los
párpados de Matthew para forzarlo a que los cierre. Entonces puso la mano en el
pecho de Matthew. El Alto Rey comenzó a sonsacar su hilo de él.

Cuando Matthew intentó alejarse, afiladas garras se clavaron en su nuca y


Malarath se inclinó más cerca.

—Yo soy tu Amo y Rey. Entrégate.

Matthew cedió. El hilo salió y se unió con los otros y él sintió… un anhelante
deseo de complacer a su Rey.

Un murmullo de triunfo provino de Malarath. Su mano siguió acariciando a


Matthew. Esta vez, una sensación estremecedora comenzó a expandirse sobre su
pecho, bajando hacia su pene, que presionaba fuerte contra el material de sus
pantalones de entrenamiento.

Los ojos de Matthew rodaron cerrados y él se inclinó contra un costado del trono.
Malarath se recostó, tirando de sus manos. Matthew gimió. Él quería ser tocado, lo
necesitaba.

Matthew no estaba seguro de qué decir. Él quería rogar por más, pero estaba
preocupado de no desagradar al Rey. Su lado íncubo rascaba bajo su piel,
anhelando por una conexión más profunda.

Él estaba experimentando una unión entre el Rey y su gente que ni siquiera sabía
que existía. Esto debía ser el por qué los íncubos no tenían muchos títulos o rangos,
ellos solo sabían quién era más poderoso que ellos incluso si no sabían la razón de
por qué lo sentían.

Sin pensar, agarró la muñeca de Malarath y comenzó a besarla. Lento al


principio, preocupado de hacerlo enojar, luego más rudamente cuando el Rey no
hizo nada para detenerlo.

Él viajó por su brazo, deteniéndose solo cuando la manga de la túnica no se lo


permitió más. Sus sentidos regresaron a él y se alejó del Rey.

—Amo, lo siento, no estoy seguro de por qué…

Malarath descansó su mano en el hombro de Matthew.

—Cállate, mascota. Esto es lo que se supone que debe pasar.

—Los otros íncubos, ¿así es como ellos se sienten alrededor de usted, Amo?
¿Es por eso que ellos siempre te están besando…

—Sí.

Matthew lamió sus labios. Nunca antes había visto al Alto Rey tan magnífico.

—¿Qué puedo hacer para complacerlo, Amo?

Malareth agarró el collar de Matthew y lo empujó por sobre sus rodillas. El Rey
se inclinó sobre él y presionó sus labios contra los de Matthew. Apenas un roce,
pero electrizante. El placer erótico se deslizó por el cuerpo de Matthew, y se vino
con un repentino y conmovedor orgasmo. Malarath agarró la parte posterior de su
cuello para evitar las sacudidas y empujó energía sexual dentro de él, llenando su
soavik vacío.

Cuando hubo terminado, Matthew se desplomó, aturdido. Una mancha de


humedad sopeaba a través de la parte delantera de sus pantalones. Él ardía de
vergüenza tal como los dorados ojos del Alto Rey ardían sobre él.

—No quise…

Malareth puso un dedo sobre sus labios.


—Shhh. Descansa.

Matthew se hundió en la almohada e inclinó la cabeza contra el brazo del trono.


Malarath acarició su cabeza hasta bien entrada la noche, dejando a Matthew
preguntándose qué mierda le estaba pasando.
CAPÍTULO DIECIOCHO

Traducido por Cris

Corregido por Ella R

Matthew no recordaba la llegada del amanecer, ni haberse quedado dormido, pero


debería hacerlo porque cuando despertó la noche siguiente estaba durmiendo en
una cama; Samantha dormía en sus brazos, y había algo pesado sobre sus pies.

Cuando se levantó, una forma peluda y negra subió a la cama y comenzó a lamer
su cara.

—Jet. Ha pasado un tiempo, muchacho —dijo Matthew, mitad abrazando, mitad


acariciando al feliz y movedizo Rottweiler.

—Cinco minutos más —dijo Samantha y tiró de la sábana de algodón azul hasta
cubrirse la cara.

Matthew miró alrededor. Esta debía ser la habitación de Samantha. Sin ventanas
y decorada en tonos azules y rosas, no era muy grande pero tenía el espacio
suficiente para una cama tamaño queen, una mesita de noche llena de pequeñas
joyas, un librero que estaba absolutamente atiborrado de libros, y un sillón reclinable
que tenía ropa para él doblada encima. Había una puerta que llevaba a un
desordenado armario y otra que conducía al baño.

Matthew se escabulló cuidadosamente fuera de la cama para notar que tenía


puestos unos boxers limpios. Tomó su ropa y se dirigió a la ducha. Cuando iba a
cerrar la puerta del baño, encontró a Jet en su camino.

—Estoy bien.

La nariz de Jet empujó el podrido parche de piel en la cadera de Matthew.


—Mueeeeeerte —dijo Jet, la voz de la gárgola sonaba como rocas chocando
entre sí. Y verlo hablar en su forma de perro siempre era un viaje.

Matthew tocó la piel y luego la curó para que Samantha no la viera.

—Estaré bien, chico. Ahora déjame bañarme —dijo, empujó a Jet fuera de su
camino y cerró la puerta.

En la ducha, sus pensamientos regresaron a lo que el Rey le había hecho. Odiaba


a Malarath, pero la conexión que había sentido era sobrecogedora. Había sido
reconfortante en una forma extraña, como si él fuera parte de algo más grande y
más importante que solo un hombre. Ahora que su hilo se había encogido dentro de
él, se sorprendió envidiando a los otros íncubos que compartían la conexión en todo
momento.

Después de gastar demasiado tiempo dejando que el agua caliente corriera sobre
él, se secó y se metió en sus ropas: pantalones de cuero, botas pesadas y una
suave camiseta, negra y entallada. Le daba un aspecto entre un motorista rudo y el
típico estereotipo americano, que estaría mejor si no tuviera los grilletes ni el collar
—o quizás eso le daba el toque—, pero como fuera, se veía genial.

Cuando salió del baño, Samantha, vestida con un top blanco y pantaloncillos de
pijama, trató de taclearlo con un salto. Él la atrapó en el aire y la depositó de vuelta
en la cama, su cuerpo rebotó en el colchón. Ella saltó, sus ojos rojos y sus pequeños
colmillos fuera. Le siseó juguetona y fue tras él de nuevo. Matthew no la dejó
capturarlo y corrió alrededor de la habitación.

Después de unos minutos, ella saltó hasta lo alto del librero y estaba por lanzarse
de ahí cuando la puerta se abrió.

—Hey, Cariño, tengo tu sangre…

Matthew le gruñó a Gavyn y sus estúpidos tatuajes. El cazador llevaba una bolsa
de sangre.

Samantha saltó sobre la espalda de Matthew y hundió los colmillos en su cuello.


Matthew no quitó los ojos de encima de Gavyn, quien levantó su auricular a su boca.
—Dispatch, ¿puedo obtener la confirmación de que Matthew debería estar en la
habitación de Samantha?

Dispatch respondió con un “Afirmativo” y Gavyn dejó la sangre en la mesa del


lado.

—Yo solo, uh, dejaré esto aquí —dijo y salió de la habitación.

Cuando Samantha terminó de alimentarse, resbaló de su espalda.

—¿Cariño? —preguntó Matthew, alzando una ceja.

Ella se encogió de hombros.

—A los cazadores les gusto. Bueno, a algunos de ellos.

Matthew la tomó por el hombro.

—Ten cuidado con ellos. Es su trabajo matar vampiros y estos cazadores son
buenos en eso.

—Lo sé, soy cuidadosa.

Ella se apartó de él y fue a elegir su ropa para el día, volviendo con ella debajo
del brazo.

—¿Desde cuándo te has vuelto tan elegante? —le preguntó Matthew, recordando
el horrible vestido que vestía la primera vez que la vio.

—Desde siempre. Cuando era humana veía un montón de programas de moda


en la televisión y soñaba con tener dinero. ¿Quién diría que todo lo que tenía que
hacer era volverme una esclava para tener la ropa que siempre quise?

Matthew frunció el ceño.

—Yo te hubiera conseguido mejores ropas. Tú sabes, si las cosas hubieran sido
diferentes.

Ella sonrió y desapareció dentro del baño, dejando la puerta abierta.

—Lo sé.
—¿Alguna vez trataste de obligar a un humano?

El agua de la ducha comenzó a correr.

—Nop. Nunca tuve la oportunidad —gritó ella—. Pero puedo hundirme dentro de
la mugre como una profesional ahora.

Matthew deseó verla, pero dudaba de que fuera posible ir afuera con ella.

Mientras ella se bañaba, él jugó desordenadamente con Jet en la cama. Jet


arrancó accidentalmente las sábanas con sus patas y Matthew trató de cubrir el
desgarrón con el edredón.

—Si te vas a quedar en mi habitación, ¿podrías no arruinarla? —dijo Samantha,


secando su cabello con una toalla. Vestía un vestido de algodón suelto con flores
azules.

Descubiertos, Jet y Matthew se volvieron a acurrucar.

—Padre —dijo ella, su cara larga y su voz seria.

—¿Todo está bien, querida?

—El Juez viene.

—¿Ahora? —Las garras de Matthew salieron hacia afuera al prepararse para


pelear con un semi-dios asesino.

Ella sacudió la cabeza.

—No. Pero el Juez sabe de ti y está tratando de encontrarte.

Matthew se relajó un poco, sus garras regresaron a ser carne suave.

—Devak te enmascaró de alguna manera. Ahora que él se ha ido… —Divagó.


Perder a Devak había sido muy difícil para ella. No se llevaron bien desde el
principio, pero al final ella terminó por amarlo.

—¿Conoces una manera de combatir o matar al Juez?

La cara de Samantha se retorció mientras trataba de esconder su dolor ante él.


—No —susurró—. Puedo ver mucho, pero no eso. Por favor no me dejes de
nuevo, te necesito.

—Haré lo cualquiera para quedarme contigo. Encontraré la manera. —Matthew


la recogió en un abrazo. Después de un rato, ella se inquietó y comenzó a agitarse
en sus brazos.

—Lily se parece mucho a ti —dijo ella cuando él la liberó.

—Ah, sí. Ellos me dejaron verla.

—Lo sé. Ella no sabe de mí todavía.

—Oh. No sé qué pensar sobre eso. No estaba tratando de esconderte de ella,


pero no hubo realmente mucho tiempo para hablar. Quizás podrías pedirle a
Rosaline que le diga, o quizás pedirle un rato con ella…

—No, tenemos el mismo padre, pero no somos hermanas.

Matthew frunció el ceño. Eso era verdad, no había una relación sanguínea entre
ellas. Aun así, esperaba que, si alguna vez se conocían, se llevaran bien.

Matthew y Samantha gastaron las siguientes horas hablando acerca de nada


realmente. Luego Samantha necesitó de algún tiempo a solas, así que Matthew se
puso a hojear algunos de sus libros—la mayoría de ellos eran romances.

Más tarde por la noche, Rosaline apareció. Matthew se inclinó cuando ella entró.

—¿Cómo están ustedes tres? —preguntó—, ¿y qué le pasó a la cama?

—Jet se emocionó, mi lady —dijo Matthew, apuntando al perro-gárgola. Jet le dio


un zarpazo a la mano de Matthew, rompiendo su piel. —. Bien, bien. Yo fui parte de
ello también. Para de morderme.

Rosaline se rio mientras Matthew lamía su mano para curar la herida.

—Ven conmigo —ordenó ella.

Afuera había un equipo de cazadores, parecían ser los escoltas de Rosaline. Ella
abrió la puerta contigua a la habitación de Samantha y desapareció dentro.
—Aquí.

Matthew, seguido por Samantha y Jet, entraron en el cuarto. Tenía casi el mismo
tamaño que el de Samantha, pero el mobiliario era de madera oscura y la felpa de
la cama de terciopelo rojo. Los estantes estaban llenos de manuales de
entrenamiento de cazadores y de libros sobre criaturas sobrenaturales. En la
esquina había una armadura de pie vacía.

La vista le recordó la habitación de Tarrick: vieja, cálida y cómoda.

—No estaba segura de tus gustos, así que solo adiviné —dijo Rosaline mientras
él miraba alrededor.

Matthew deslizó la mano sobre la colcha de terciopelo, y contó tres cámaras


“escondidas”.

—¿Esta es mi habitación, mi lady?

—Sí.

Matthew no lo podía creer. Había estado en la jaula por tanto tiempo, que nunca
soñó con tener su propia habitación. Ni pensaba que el Alto Rey le mostrara
misericordia alguna, ni un poco. Matthew agachó la cabeza hacia ella.

—Gracias, mi lady.

—De nada, Matthew. —Ella apuntó hacia la pared. —Pondré una puerta entre los
dos cuartos si tú quieres.

—Me gustaría eso —dijo Samantha—, pero si él va a tener sexo ahí, ¿podrías
por favor proteger la pared?

Los labios brillantes y rojos de Rosaline se levantaron en una amplia sonrisa.

—Veré qué puedo hacer.

Matthew dudaba que él fuera a tener sexo allí. Realmente no había tenido sexo
en… ¿once meses ahora? ¿Más? Joder. Y trataba con todas sus fuerzas de no
pensar acerca de lo que había pasado con el Alto Rey… o los gemelos.
—Oh —dijo ella a Matthew—. Estás autorizado a estar en la habitación de
Samantha, pero en ningún otro lugar sin permiso. Y —Rosaline sacó una cinta
métrica de tela del bolsillo en su vestido—, necesito medirte para algunos ajustes.
Te estás volviendo más ancho. Incluso tu camiseta está muy tirante.

Matthew tocó su camiseta.

—Me gusta así, mi lady.

Ella se rio entre dientes.

—Solo porque hace ver tus músculos más grandes.

Matthew hizo unas pocas flexiones.

—¿Hace ver mis músculos más grandes, mi lady?

Samantha rodó los ojos.

—¿En serio?

Cuando Rosaline puso la mano en el brazo de Matthew, él se congeló en el lugar.


Ella lo notó y soltó su mano.

—Lo siento, mi lady, no eres tú. Es solo… —Matthew la miro de arriba abajo,
tratando de buscar una razón por la que su toque le hubiera molestado. No pudo
pensar en ninguna. —Lo siento —repitió.

—Está bien.

Matthew se sintió aliviado al ver que ella se veía preocupada en vez de molesta
o dolida. Le entregó la cinta de medir a Samantha y le dijo dónde sostenerla. Cuando
terminó de escribir las medidas, Prescott se teletransportó hacia allí.

Matthew empujó detrás de sí a Samantha, instintivamente.

Prescott se mofó.

—Ella debería estar empujándote detrás suyo, no al revés.

Matthew no dijo nada mientras se inclinaba pero ese era un buen punto.
—Comenzando mañana, el entrenamiento es dos horas después de la puesta de
sol. —El Emperador señaló al estante de libros. —Espero que termines esa fila
superior de libros para el fin de semana. Puedes aceptar sangre de cualquier
cazador que la entregue. Y no rompas las cámaras o perderás el privilegio de tener
esta habitación.

—No lo haré, Emperador. —Matthew quiso preguntar sobre la piel podrida, pero
prefería esperar a que Samantha no estuviese cerca.

Al momento en que Prescott y Rosaline se fueron, Samantha estaba rebotando


en la cama.

—Esto es tan cliché. Muy “Quieggo chupaggte la sangggre”.

—Sí, un poco, pero me gusta.

—Lo sé —dijo ella mientras bajaba y exploraba su guardarropa—. Te enfadarás.


No hay jeans —dijo ella desde dentro.

—Viviré. —Matthew sacó un libro del estante superior y comenzó a leer en la


cama. Jet se acurrucó a sus pies. El libro tenía el conmovedor título de “Código
Cazador de Conducta y Reglamentos”. Ugh.

Samanta agarró un libro para sí y se unió a él en la cama. Pasaron el resto de la


noche así, cayendo dormidos juntos en la nueva habitación de Matthew.

****

La noche siguiente, dos horas después de la puesta de sol, Matthew abandonó el


cuarto. El cazador haciendo guardia le dio una mirada cansada.

—Um. El Emperador dijo que debía entrenar, pero no estoy seguro de si debería
esperar aquí o…

El cazador apuntó con la mano hacia la sala del ascensor al final del pasillo.
—Solo ve.

Matthew fue zumbado hacia la puerta y caminó dentro del ascensor que ya lo
esperaba. Las puertas estaban cerradas pero el elevador no se movió.

Prescott se teletransportó junto a él. Matthew se inclinó y esperó que no estuviera


en algún problema. Prescott agarró la camiseta de Matthew y la subió, viendo su
cadera derecha. La piel era suave.

—¿Lo curaste?—

—No quería que Sam lo viera, Emperador. ¿Vas a decirme lo que me está
pasando?

Prescott liberó su camiseta y presionó una de las runas inferiores en el ascensor


sin responder la pregunta.

Cuando las puertas se abrieron, Matthew supo que había vuelto al zoológico.
Bajó la cabeza y tragó con dificultad. Realmente no quería estar en la jaula de nuevo
y su cerebro se desordenó tratando de descifrar cómo se las había arreglado para
perder el privilegio de su habitación en una sola noche. Quizás Samantha no debía
dormir con él, o quizás él le había hablado incorrectamente a ese cazador.

Prescott salió del elevador. Cuando Matthew no se movió, Prescott le disparó una
mirada feroz que le puso la piel de gallina, y lo siguió de mala gana.

El terror lo llenó mientras se dirigían a la puerta al final del pasillo—su prisión. El


grupo de cazadores haciendo guardia en la habitación saludó al Emperador a su
paso.

Abruptamente, Prescott se detuvo a mitad de camino en el pasillo. Una pesada


puerta zumbó al abrirse y él entró.

El alivio bañó a Matthew pero fue rápidamente reemplazado por confusión. Había
otro pasillo ahí abajo y más puertas. El lugar era como un laberinto.

—Puede ser que quieras dejar de respirar —advirtió Prescott antes de llevarlos
dentro del cuarto de prisión.
Cuando Matthew entro, su estómago se retorció. El olor que lo golpeó era rancio,
como un cadáver en descomposición. Y cuando vio de dónde provenía, casi vomitó.

En el centro de la habitación había una jaula plateada, tal como la suya, pero esta
estaba embarrada de sangre. El piso estaba sucio con huesos y ropas rasgadas,
pero nada de eso era tan repugnante como el ocupante de la celda.

Agazapada, había una criatura demacrada. No tenía pelo, ni ropa, y trozos de


piel colgaban de su cuerpo, exponiendo hueso y músculo.

Tenía la piel verdosa, con negro y rojo rodeando varias heridas. La criatura
estaba descomponiéndose, pero aún viva. Les siseó, mostrando largos y amarillos
colmillos.

Matthew miró a Prescott en busca de alguna explicación.

—Este es un demonio necrófago. Es una criatura inconsciente que vive de la


carne y sangre de los vivos. —Prescott hizo una pausa y se rascó la barba. —Los
demonios necrófagos son rápidos, fuertes, y tienen un hambre insaciable… y tú te
estás convirtiendo en uno, Matthew.

—¿Qué…?

—Los demonios necrófagos son vampiros. O, más precisamente, fueron


vampiros antes de ser convertidos. —Prescott se detuvo, dando a Matthew un
momento para absorber lo que él acababa de decir.

Matthew se frotó la cadera.

—¿Él era un vampiro? —preguntó, hablando para sí.

—Su nombre era Atieno, era un lord vampiro. Cuando llegó cerca de los cien
años de cautiverio, Atieno se convirtió. Solía tener alas antes de que se las
arrancaran.

Matthew era incapaz de mirar algo más que la miserable criatura. Sus enormes
ojos sin párpado se movían salvajemente, antes de agarrar un hueso del suelo y
masticarlo.
—¿Cuánto tiempo más tengo antes de convertirme en eso, Emperador?

—Depende. Para él el proceso tomó solo unos pocos días. Tú ya has


sobrepasado ese tiempo, así que es claro que estás luchando contra ello. Podría
tomar un año o podría revertirse y tú no acabarías convertido.

—¿Es una enfermedad, Emperador?

—No. La necrofagia demoniaca ocurre cuando un vampiro—a falta de una mejor


explicación—cae en desesperación. No es poco común en vampiros que han estado
cautivos por largo tiempo, pero somos muy buenos manejándolo. Yo nunca lo había
visto desencadenarse tan rápido como lo hizo contigo. Normalmente toma décadas,
así que no lo esperaba.

—Emperador… —Matthew sacó los ojos de la patética criatura, incapaz de seguir


mirándola. —Yo no quiero convertirme en esa cosa.

—Bien. Ahora vamos a entrenar —dijo Prescott y salió de la habitación. Matthew


lo siguió detrás, agradecido de estar lejos de la criatura.
CAPÍTULO DIECINUEVE

Traducido por Cris

Corregido por Ella R

El Alto Rey quería que Matthew volviera a estar en forma para pelear y los
cazadores colaboraban con golpes para llevarlo ahí. Entrenar no era fácil. Lo
presionaron hasta el límite en cada sesión.

Prescott no estaba mucho en los alrededores y la carga del entrenamiento de


Matthew recayó en otros cazadores o en íncubos guerreros. Cuando fuera que el
Emperador aparecía, siempre estaba de un humor asqueroso. No hubo más
discusiones acerca de convertirse en un demonio necrófago. Matthew sanó la piel
podrida cada vez que reaparecía, así no molestaba a Samantha.

En efecto, Matthew hizo todo lo que pudo para asegurarse de que ella no viera
cuán deprimido estaba. Estaba atascado en una terrible situación, entrenando para
matar vampiros, con cuerpos podridos rodeándolo, sin esperanza de escape…y lo
peor era saber que no podría proteger a su hija de todo eso. Se sentía
tan…impotente. Sin embargo era agradable tenerla cerca de nuevo. Casi todas las
noches dormían juntos, intercambiando las habitaciones que usaban.

Él amaba tenerla cerca, incluso si no podía mantenerla a salvo.

Después de salir de la ducha una noche, ella estaba esperando en el baño y pasó
la mano por la suave piel de su cadera. Ella frunció el ceño, luego abandonó la
habitación sin una palabra. Nunca mencionó nada. A veces vivir cerca de un oráculo
era exasperante.

Otra noche, mientras Matthew se dirigía a entrenar, un cazador de mal aspecto


lo interceptó en el pasillo con un “El Alto Rey quiere verte”. Matthew lo siguió,
entrando en el ascensor. Momentos después, notó que no podía escuchar el
zumbido característico de la electricidad que alimentaba las cámaras.

Miró al cazador de pie a su lado, estudiándolo por primera vez. Era un tipo de
mediana edad, llevaba los cueros de cazador y una capa, la capucha tirada sobre
su cabeza. Tenía todas sus armas descargadas, incluyendo estacas de plata, una
ballesta en su espalda, bombas de plata, y una espada y daga de plata, junto con
muchas ampolletas en su cinturón.

Matthew se inclinó un poco para ver mejor su cara. El hombre tenía fuertes
facciones y parecía intensamente focalizado en la puerta cerrada.

Los susurros flotaban más allá de los oídos de Matthew, tan suaves que él
apenas podía oírlos. Las palabras eran demoniacas. Matthew respiró
profundamente, oliendo al hombre.

Muerte.

—Maldito demonio —dijo Matthew.

El hombre se volvió. Parpadeó y sus ojos se pusieron negros. Una amplia sonrisa
cruzó su cara y sus dientes se afilaron en espantosas agujas.

Las garras de Matthew irrumpieron y golpeó fuerte al demonio disfrazado como


un cazador. Este lo esquivó, sacó su daga de plata, y arremetió contra él.

Empoderando su velocidad, Matthew pateó al demonio en el estómago antes que


la arremetida pudiera aterrizar, enviándolo con fuerza contra la pared de metal del
elevador. El demonio chocó con la pared y rodó por el piso, cortando las piernas de
Matthew con la daga.

Matthew contrarrestó pisando su mano, aplastando los huesos y forzando a la


criatura a soltar el arma. El demonio barrió el aire con su pierna y llevó una pesada
bota de cuero hacia las bolsas de sangre de Matthew. Él luchó por contener la
sangre mientras retrocedía.
Los dedos del demonio se transformaron en garras que acuchillaron el pecho de
Matthew. Este respondió cortando el cuello del demonio con sus propias garras
afiladas. La sangre roció el ascensor, pero el demonio no se detuvo.

Los tatuajes de Matthew se dividieron y su brazo derecho comenzó a sangrar, su


arma comenzaba a revelarse. Pero el grillete lo previno de formarse en su mano.

El demonio lamió la sangre de los dedos de Matthew.

—Vives —siseó, luego saltó hacia el techo y se pegó a él como una maldita
lagartija.

—Baja de ahí, hijo de perra —gritó Matthew y saltó para agarrar al demonio.

Las puertas del ascensor se abrieron y siete cazadores estaban esperando en la


sala de seguridad de cemento.

Los cazadores los miraron mientras ellos dos cayeron al piso, luchando y
salpicando sangre por todas partes.

—Kayar — dijo Prescrott.

Matthew fue volando al suelo y los grilletes de su brazo y pierna se pegaron a las
runas en la pared trasera del ascensor. Como una nota prendida a un tablero de
corcho, él no iba a ir a ninguna parte.

El demonio aguantó y se sacudió. Volvió a su forma humana antes de que los


otros cazadores hubieran visto los dientes o los ojos negros.

—Informe —dijo Prescott.

Necesitaba una botella de sangre de vampiro para sanar su cuello y su mano


destrozados.

—Estaba escoltando a Matthew a entrenar cuando él perforó las malditas


cámaras y me atacó —dijo, tosiendo.

—Eso no es lo que pasó, Emperador —gruñó Matthew, peleando contra sus


grilletes.
—Ni una palabra más, Matthew —dijo Prescott—. Vimos las cámaras apagarse.
¿Por qué el elevador terminó en este piso?

El demonio se encogió de hombros.

—Creo que lo golpeé por error cuando él vino primero hacia mí.

—Él es un maldito demonio —gritó Matthew.

Prescott elevó su dedo hacia Matthew.

—Te dije que te callaras la maldita boca. Harlan, limpia el desastre. Quiero el
informe en treinta.

—Sí, señor. —El demonio agarró su pecho y golpeó el botón para llamar un
ascensor distinto.

Matthew rodó los ojos.

—¿No es extraño que él no se teletransporte?

Prescott dio una pausa.

El demonio-vistiendo-el-cuerpo-de-Harlan bajó las manos hacia sus espadas.

Frustrado, Matthew aporreó su cabeza en la pared detrás de él.

—Quizás no pueda usar las runas de cazador porque, oh, no sé, es un maldito
demonio. Comida para el pensamiento, Emperador.

Prescott convocó la dorada espada de Ilertha —Matthew hizo una nota mental
para encontrar el nombre real de la cuchilla alguna vez en el futuro—y se lanzó
hacia el demonio. Antes de que Prescott pudiese alcanzarlo, el demonio saltó por la
pared y se arrastró a lo largo de ella. Sus ojos eran negros de nuevo y sus dientes
eran afilados.

Los otros cazadores abrieron fuego, balas llenando el cuerpo. El demonio abrió
la boca y humo negro se derramó de ella. Un silbido agudo, como el de una tetera,
llenó el aire mientras el demonio abandonaba el cuerpo.
El humo salió de la habitación por las aberturas en la puerta y el cuerpo del
cazador cayó en el suelo con un ruido sordo.

—Lleven a Harlan a la enfermería —ordenó Prescott. Un cazador agarró el


cuerpo y lo llevó dentro del elevador que había sido llamado por el demonio.
Prescott acercó el auricular a su boca. —Alarma, código rojo. Tenemos una
posesión de demonio en la torre. Todos los Argonautas al Alto Rey. Los guardianes
de la guerra vayan con Rosaline. Cierren todas las puertas y sellen los respiraderos;
nadie dentro ni fuera. Estén atentos a sus compañeros de equipo, el demonio no
puede usar runas. Tiene dos minutos para encontrar un huésped o morirá.

Las alarmas sonaron y los cazadores se teletransportaron, dejando a Matthew


solo.

—No. Esto es genial. Yo solo pasaré el rato aquí. Indefenso en este ascensor
con un demonio espeluznante suelto.

Una hora después las alarmas cesaron, y Prescott apareció ante él. Puso todo
de su parte para contener un “Te lo dije”.

Un momento de incómodas miradas después, la pesada puerta que conducía al


pasillo del rey se abrió de par en par y Malareth entró. La actitud de Matthew tuvo
una rápida muerte.

—¿Cómo sabías que era un demonio? —preguntó Prescott.

—Escuché un susurro demoniaco, del tipo que escuchas antes de que ocurra
una invasión, pero fue suave. Y olía a muerte, Emperador ¿Lo encontraron?

Prescott sacudió la cabeza.

—No. Los demonios que saltan de cuerpos en cuerpo no han sido un problema
desde hace más de dos mil años, mis cazadores no están entrenados para
encargarse de ellos. Rayak.

Los grilletes se desconectaron de la pared. Matthew estiró la espalda y frotó su


brazo, ahora cubierto de sangre seca. Los tatuajes se habían vuelto negros hacía
un momento, pero el deseo de matar seguía brotando de su interior. Se paró fuera
del elevador cubierto de sangre y se arrodilló ante el Rey.

Prescott fijó la vista en su brazo ensangrentado.

—¿Por qué te molestas con el hacha? Sabes que no puedes sacarla.

—Yo no lo hice, Emperador; ella lo hizo todo por su cuenta. Comenzó


hablándome incluso a través de la magia de los grilletes. Quiere alimentarse. Mi
deseo de matar es más fuerte de lo normal.

Esa última parte no era algo que le gustase admitir. El Alto Rey debía estar
influenciándolo para estar un poco más próximo. Dios maldito, él odiaba eso.

Malareth finalmente habló.

—Úsenlo para barrer la torre. Luego consíganle algunos humanos para comer.
Alimentemos a su arma.

****

Llegar a ver los lobbies de cada piso de la torre era fascinante.

Los diez o más niveles superiores eran principalmente para el Rey. La habitación
de Rosaline estaba un piso más abajo que la de Malarath y era casi igual de grande,
por lo que Matthew podía discernir, a pesar de que realmente no quería entrar en
cada habitación.

Había un spa y algunos niveles diseñados para presentaciones, incluido un salón


de baile. Debajo de eso había habitaciones para íncubos y súcubos visitantes que
vivían en la torre. Sorprendió increíblemente a Matthew que hubiera un montón de
íncubos viviendo en la torre.

Aprendió que la mayoría de ellos vivía allí por el placer y servicio de visitar
íncubos, mientras algunos servían al Alto Rey en otras maneras. Había líderes de
negocio, asesores financieros, gestores de inversiones, agentes de compras,
estilistas, alimentadores, etc.
Cerca de veinte pisos estaban asignados a cazadores e incluían algunas
habitaciones personales, centros de entrenamiento, un escenario, un teatro, y así.

El último nivel que chequeó fue el zoológico, pero no tenía acceso a ninguna de
las habitaciones. En vez de eso, tuvo que ir puerta por puerta y revisar desde allí.
Al final, nunca encontró al demonio, pero oyó por casualidad informes de un cazador
desaparecido.

Cuando ellos finalizaron de recorrer la torre, Prescott llevó a Matthew a su celda.


Matthew estaba vacilante al entrar a la habitación, pero lo hizo de todos modos.

Dentro de la jaula había tres humanos aterrorizados.

Los tatuajes de Matthew se abrieron y empezaron a sangrar—no por decisión


propia. Su lado vampiro lo arañaba, rogándole por salir, sus encías picando por
colmillos que ya no poseía.

—Por favor, déjanos salir de aquí —rogó uno de los humanos.

—No merecemos esto —se unió otro. El tercero se encogió contra la parte
posterior de la jaula.

Matthew no había tenido un humano en tanto tiempo y su esencia iba a volverlo


loco.

Prescott abrió la puerta de la jaula y cuando Matthew no se movió, hizo señales


a los humanos.

—¿Y bien?

—No puedo, Emperador —dijo Matthew dando un paso atrás.

—Tu brazo está dejando todo el piso ensangrentado. Tu hacha necesita ser
alimentada.

—Pero ellos son gente inocente, Emperador.

—Eres un maldito vampiro. Has matado gente inocente antes.

Él lo había hecho. Muchas veces.


—Cuando no podía controlarme, sí, pero no más, Emperador.

Prescott no parecía sorprendido.

—Las benditas armas tienen su precio. Necesitas sangre, lo cual no es de


sorprender, dado que el Dios de la Sangre te la dio. Si no la alimentas, estará
relevada hasta que se harte y cuando eso pase no importará a quién mate para
conseguir sangre. No importará que cortes a tu hija o destruyas una torre completa
de los míos. Pero una vez que esté alimentada, serás el único que tendrá que lidiar
con las consecuencias.

Matthew se aferró a su brazo, los tatuajes rojos y rezumantes. Se preguntó


cuánto más podría resistir, pero no quería poner a Samantha o a Lily en riesgo.
Devak le había advertido que el arma era una maldición, no una bendición. Deseó
haberlo escuchado, pero para cuando lo pensó era la única manera de salvarlos a
todos.

—¿Tu espada también necesita alimentarse, Emperador?

—¿Aurous? Sí, pero no de sangre y no tengo que pagar por ello, no es mi espada.

—Pero…

—Pertenece al Alto Rey. Solo la uso cuando necesito matar un demonio o a una
criatura divina.

Matthew realmente no necesitaba el recordatorio de que Prescott había matado


a Devak. No cuando parte de él estaba rogando por matar algo.

Prescott suspiró.

—Si alivia tu conciencia, esos tres tontos solían trabajar para Lord Aapo. Lo
vendieron a vampiros que lo emboscaron a él y su equipo de cazadores y los
mataron a todos. Su sentencia es morir. Si no lo hacemos nosotros, serán
ejecutados de todos modos. Ahora ve y mátalos, es una orden. Una que no querrás
desobedecer.

—No, espere… —lloró uno de los humanos.


—Él fue un íncubo terrible, nos trataba como esclavos —dijo otro.

Otra ola de miedo los inundó, y Matthew no pudo aguantar más.

Los necesitaba.

Sus ojos se volvieron rojos y sus garras aparecieron. Los humanos entraron en
pánico y trataron de correr, pero no había lugar donde pudieran escapar.

Matthew se apresuró a entrar, y Prescott pronunció la palabra “Sa’nile”. El grillete


en el brazo derecho de Matthew cayó al piso y Bloodreaver se formó en su mano.

Aliméntame, dijo su oscura voz dentro de él.

Matthew se enfocó en el primer humano, un hombre en sus treintas. El humano


apretó los puños como si quisiera pelear, pero nunca tuvo la oportunidad. Matthew
se balanceó y rajó al hombre por la mitad, comenzando por su cuello y cortándolo
a través del pecho hasta su cadera. La sangre del hombre fue rociada tan lejos que
golpeó la pared fuera de la jaula.

Gritos de los otros dos humanos llenaron los oídos de Matthew.

Hermosa música.

Matthew agarró a una por el cuello y la destripó con sus garras mientras cortaba
su brazo. Mientras ella sangraba, él hundió su hacha en la cabeza del tercero,
matándolo en el acto.

Incapaz de detenerse, Matthew sostuvo a la mujer aún viva y chupó


frenéticamente la sangre fluyendo de la herida a lo largo de su cuello. Sabía a
ambrosía, un regalo de los mismísimos dioses. Gruñó de frustración mientras su
saliva cerraba las heridas y su corazón dejaba de latir.

Agarró a uno de los hombres muertos y lamió la sangre de él, luego el otro; por
poco no se arrodilló para lamer el suelo.

Más.
Su sensatez volvió y Matthew miró la carnicería a su alrededor. El espantoso
desastre enviaba olas de vergüenza a través suyo.

—No. Hemos terminado —le dijo Matthew. Bloodreaver trató de luchar con él,
pero no iba a dejarle salirse con la suya. El hacha volvió a ser sangre, retirándose
dentro del cuerpo de Matthew, y los tatuajes se cerraron.

—Si quieres salir de la jaula, ponte el grillete de vuelta —dijo Prescott. Matthew
se volvió a mirar al Emperador, quien parecía no inmutarse por lo que había
presenciado, apoyándose contra la pared, los brazos cruzados. —Nunca antes
había visto un vampiro tan preocupado acerca de matar. —Se rio para sí. —O a un
íncubo preocupado por el sexo.

Matthew recogió el grillete y lo devolvió a su brazo. Realmente no se sentía


comprometido con Prescott justo ahora. O con cualquiera. El sol saldría pronto y
quería dormir tras el terrible acontecimiento.
CAPITULO VEINTE

Corregido por Akira the Undaunted

Cuando Matthew llegó a su habitación, se alegró de que Samantha no estuviera


allí. Se duchó durante todo el tiempo que pudo y llegó a su cama segundos antes
de que saliera el sol, derrumbándose desnudo y mojado sobre esta.

La noche siguiente se despertó con Rosaline sentada en su cama frunciéndole


el ceño.

Matthew se sentó con la intención de pararse e inclinarse o ponerse unos


pantalones, pero ella levantó su mano para detenerlo.

―Quédate― dijo ella. Él se detuvo cuando ella pasó sus dedos sobre su marca
y luego cruzó su vientre hacia el parche de piel podrida―. Se ha hecho más grande.

Él lo miró y había crecido unos centímetros. Extendiéndose mucho más cerca de


su entrepierna de lo que él hubiera querido. Su pene se encontraba suave contra
su muslo. Hubo un momento en que su toque lo habría alterado, pero ahora las
únicas veces en las que se provocaba eran cuando el Alto Rey lo estaba
influenciando.

Se alisó la falda azul y cruzó las manos en su regazo.

―Odio a los vampiros

Bien, Auch. Matthew bajo la mirada lejos de ella.

―No, mírame ―dijo ella. Él lo hizo. Su cara era dura, como si estuviera
disfrazando dolor―. Yo fui capturada por ellos durante casi diez años. Me
mantuvieron en una jaula estrecha y solo me sacaban para usar mi cuerpo y mi
sangre para sus placeres. Al principio, tuve esperanza de que sería rescatada. Sé
que Tarrick lo intentó, algunas noches escuchaba batallas afuera, pero no podían
abrirse paso y a medida que pasaron los años, me di por vencida. Después de que
finalmente fui rescatada, me tomó mucho tiempo para regresar de eso y todavía no
me he recuperado del todo.

>> Cuando me dijiste que borraste a los señores de Nueva Orleans porque
estabas enojado porque me tocaron, nunca me había sentido tan segura en mi vida.
Odio a los vampiros porque durante diez años, se llevaron cada parte de mí. Odio
a los vampiros, pero no a ti, Matthew. No quiero verte convertido en un necrófago*.

Matthew se sintió... entumecido por dentro. También lo habían puesto en jaulas


y lo utilizado de maneras que escapaban de su control. Había perdido su libertad,
su amante, su capacidad de proteger a aquellos a quienes cuidaba... ¿Qué clase
de hombre era él? Patético. Pedazo a pedazo, el Gran Rey había cincelado trozos
de él, y Matthew se preguntó cuánto tiempo más sería hasta que no fuera nada más
que un caparazón.

―Los íncubos no son mejores, mi señora.

― ¿Cómo puedes decir eso?

Matthew se acercó y tocó su tenso cuello, luego dejó caer su mano hacia abajo
junto a él.

Rosaline se sentó en silencio por un momento. Ajustó su posición ligeramente


en la cama, tirando de sus rodillas como si estuviera avergonzada.

―No me dirán lo que te hacen. Solo sé en lo que entré.

Bien. Él no quería que ella lo supiera.

―Cuando estabas con Tarrick, casi todo era igual y estabas satisfecho. ¿Qué es
tan diferente ahora?

Cuando estaba con Tarrick, había tenido un papel y la creencia de que su gente
lo aceptaría. O al menos Tarrick había tenido la amabilidad de engañarlo para que
pensara en esas cosas. Él no tenía nada de eso ahora.

―Háblame, Matthew. Por favor, necesitas hablar con alguien.

―Yo... yo no sé lo que quieres de mí, mi señora".


―Cuando estamos solos, no tienes que decir <<mi señora>>. Prefiero que uses
mi nombre.

Matthew se sintió agotado. Había cámaras en la habitación, y él no sabía quién


estaba mirando. No quería que lo castigaran o peor aún, castigaran a Samantha.

―Lo que quiero― dijo―, es que entiendas que vivimos vidas largas y nada
permanece igual. Es malo para ti en este momento, pero tu futuro puede ser
completamente diferente. Solías ser tan optimista y ahora te has rendido.

Matthew le ofreció una triste sonrisa.

―Ya no soy esa persona― la sonrisa cayó y cerró los ojos en un esfuerzo por
controlar sus emociones―. Rosaline, no tengo todo un ejército tratando de
rescatarme como lo hiciste. No me voy a salir de aquí. Jamás. Soy un íncubo sin
lugar, sin razón para existir, excepto para ser utilizado a diversión por el Alto Rey...
como un arma.

―Tus hijas…

―Sería más seguro si estuviera muerto. Lily es un íncubo fuerte que tiene un
hogar y personas que se preocupan por ella, y Samantha ha demostrado que puede
cuidarse sola. Ella es valiosa como un oráculo y puede usar eso para mantenerse
viva. Si pierdo el control, podrían ser ellos a quienes castigara el Alto Rey y no puedo
soportar la idea. ¿Por qué crees que he dejado de poner resistencia?

Ella extendió la mano para tocarlo de nuevo, pero se detuvo cuando él se


estremeció.

―No importa de todos modos― dijo―. El Juez viene a matarme. No voy a


sobrevivir a eso.

― ¿El juez? ¿Quién es ese?

Matthew estaba sorprendido de que ella no supiera.

―No sé mucho. Una especie de criatura que mata a semidioses. Se supone que
es invencible.
― ¿Cómo puedes saber que viene por ti?

―Mi hija vidente me lo dijo. Mi guardián me mantuvo escondido. Con él muerto,


es solo cuestión de tiempo.

―Lo amabas, a tu guardián, ¿no es así?

Matthew asintió.

― ¿Alguna vez te has tomado el tiempo para llorarlo?

La culpa inundó a Matthew. Había estado evitando pensar en Devak. Devak


estaba muerto. Nada iba a cambiar eso. Un dolor intenso recorrió su cuerpo. Todo
esto fue demasiado. Su cadera ardió. Se sujetó de ahí y gritó, arqueando su trasero
y volviendo a la cama.

Rosaline se puso de pie y se cubrió la boca con la mano.

El parche de piel roja y negra se había extendido aún más, trepando por su
estómago y bajando por la parte superior del muslo.

Cuando el dolor disminuyó, Matthew se quedó quieto, sin querer moverse y sin
querer hablar más. Sin palabras, Rosaline salió de la habitación.

Matthew intentó cerrar todo. La cara de Devak siguió cruzando su mente. Sus
bellas facciones, su piel bronceada, sus ojos tiernos. Matthew incluso podía oler el
vino dulce y el aceite fragante en el aire.

Lo que no daría por una sola noche más con él.

Prescott se teletransportó a la habitación.

Matthew se levantó de la cama y se inclinó, luego se preparó para su castigo por


llegar tarde al entrenamiento.

Prescott miró la piel podrida.

―Vete a vestirte. Ropa normal ― dijo.

Su voz no dio pistas sobre lo que había planeado.


Matthew hizo lo que le ordenó, tomando pantalones de cuero y una camiseta.
Siguió a Prescott al ascensor y rezó para que no volviera a meterlo en la jaula. No
lo haría. Pero su corazón aún se hundió cuando Prescott presionó el botón en el
piso del Alto Rey.

Se preguntó si lo azotarían o si le derramarían plata.

Su cuerpo tembló y se agarró a su cadera, el dolor se intensifico.

Llegar a la habitación del Alto Rey parecía llevar una eternidad. El ascensor era
lento, las puertas se tomaron su tiempo para abrirse, y el pasillo se extendía una y
otra vez. Cuando finalmente logró entrar, estaba vacío.

Caminó hacia su área sin instrucciones y esperó. Prescott tomó asiento, pero no
dijo nada.

El tiempo pasó lentamente.

Desde la puerta lateral, Ezra y Ophelia entraron a la habitación. Sus ojos


comenzaron a brillar azules y verdes cuando cayeron sobre Matthew, quien miró
hacia otro lado.

―Fuera ustedes dos― ladró Prescott. Ellos se burlaron y se fueron.

Malarath entró y Matthew se arrodilló.

―Ponte de pie y levanta tu camisa― dijo el Rey. Matthew hizo lo que le ordenó.
Malarath pasó su dedo por la piel podrida―. Tienes miedo, mascota.

Matthew no estaba seguro de qué decir. Estaba aterrorizado... de convertirse en


un necrófago, de un castigo, de ser asesinado por el Juez por simplemente existir.

La temperatura bajó unos grados y la mirada de Malarath se posó en Prescott.

―Estoy disgustado, guerrero.

―Lo sé, Su Majestad.

―Está empeorando.
―Lo estaba haciendo mejor cuando estaba con Samantha, pero matar a los
humanos anoche desencadenó este episodio... No siempre estoy de acuerdo con
Lady Rosaline, pero en este caso creo que su recomendación es sensata. A menos
que deje que él y su hija se vayan, no estoy seguro de qué más podemos hacer
para detenerlo. A menos que quieras ponerlo bajo tu influencia por el resto de su
vida.

Matthew se encogió ante eso. ¿Podía el Alto Rey simplemente detenerlo para
siempre? Imaginó que sería como pasar el resto de su vida drogado.

―Vete― dijo Malarath.

Prescott se inclinó y se teletransportó, dejando a Matthew a solas con el Gran


Rey. Malarath se acercó a la ventana y se paró frente a él, con las manos
entrelazadas a la espalda.

Después de un rato largo, finalmente habló de nuevo.

―Ven aquí, mascota.

Matthew se acercó a él, mirando hacia la ventana también. Las ráfagas de nieve
flotaban afuera y las luces de la ciudad brillaban como estrellas. Quería estar allí,
caminando y cazando entre los humanos... sintiendo la vida zumbar a su alrededor.

Fue sacado de sus pensamientos cuando Malarath deslizó su mano debajo de


la camisa de Matthew y escaneó su abdomen.

―Tu soavik está casi vacío otra vez, ¿te gustaría que lo llenara.

Matthew no podía creer que le estuvieran dando una elección.

―Yo... no, Maestro.

Malarath ladeó la cabeza.

―Lo disfrutaste cuando te di de comer la última vez.

―Porque me obligó a disfrutarlo, Maestro. No lo necesito lleno; el dolor no me


molesta.
Malarath retiró su mano.

―Eres una criatura inusual. La mayoría de mi gente literalmente mataría por la


oportunidad de ser alimentada por mí.

La alimentación se había sentido fenomenal y él podía entender por qué el íncubo


llegaría a los extremos para estar cerca de su Rey. Pero había sido forzado por él.

Malarath se sentó en una silla frente a la ventana, pero no le dio nuevas órdenes
a Matthew.

―Te preocupas por la llegada del juez.

Matthew se volvió hacia él.

―Sí señor.

―El oráculo fue parcialmente correcto. La protección que tu guardián te puso se


desvaneció hace mucho tiempo, pero estás a salvo del Juez. El collar que llevas te
esconde. Si alguna vez lo quitas, el Juez vendrá.

Matthew pasó sus dedos por el collar. La magia de las cuatro Piedras Nocturnas
zumbó bajo su toque. No tenía forma de saber si el Rey le estaba diciendo la verdad,
pero parecía probable ya que el Juez aún no había aparecido para matarlo.

Los ojos de Malarath pasaron de su azul pálido a un oro vivo y sus manos se
pintaron. Eran tan dorados como sus ojos y tan largos como las garras de cualquier
vampiro. Los golpeó contra el brazo de su silla y un gruñido grave vino del Rey.

―He invertido mucho en ti. Que te pierda por algo tan trivial como convertirte en
un necrófago me enoja.

―No pretendo hacerle enojar, Maestro.

No era como si quisiera convertirse en una criatura putrefacta, sin mente,


devoradora de carne.

El Rey hizo señas a Matthew para que volviera a su área.


―Olipsus― dijo Malarath. El collar alrededor del cuello de Matthew se llenó de
poder y su cuerpo quedó inerte, cayendo al suelo con un fuerte golpe. El mundo se
volvió negro a su alrededor.

*En el texto original se usa el término <<ghoul>> que se traduce en demonio


necrófago.<<
CAPÍTULO VEINTIUNO

Traducido por Juliette

Corregido por Akira the Undaunted

Cuando el mundo regresó a Matthew, una bella visión estaba frente a él, sus
labios rojos en una amplia sonrisa.

― Debes apurarte ― dijo Rosaline. Su pelo rojo estaba recogido tras una tiara
de diamantes y esmeraldas. Portaba un vestido de gala verde que llegaba al piso.
La parte de abajo se esparcía a lo largo y diamantes, tejidos entre la tela, brillaban.
Matthew non sabía mucho de joyería, pero los anillos y brazaletes que usaba
parecían reales, e increíblemente caros. Ella era una visión de belleza.

Matthew se sentó. Seguía en los cuartos del rey. Afuera de la ventana, el cielo
tenía un discreto brillo rosado mientras los últimos rayos del día se convertían en
noche.

―Desearía poder ir―dijo junto a él una voz adormilada.

Samantha estaba en el trinquete con él. Rosaline se inclinó y cepilló el desaliñado


cabello de Samantha hacia atrás.

―Veré si puedo invitarte a una en el fututo. Pero debes entender cuánto mi gente
le teme a los vampiros. Debemos ser delicados en esto.

Samantha bufó.

―Lo sé― empujó a Matthew a levantarse ―Ve, prepárate.

―Lo lamento mi lady, pero, ¿qué pasa? ― Matthew preguntó mientras se


paraba. Aún tenía puestos los pantalones de cuero y la camiseta.

―Oh. Estuviste fuera unos días. El baile de invierno de la Reina Agleea es esta
noche. ―dijo Rosaline.
Después de unas noches de sueño, Matthew seguía sintiéndose mal, pero ya
tenía más control sobre sus emociones.

―Se ve radiante mi lady.

Samantha gruño, mientras Rosaline fingía un rubor.

― ¿Me estas coqueteando? ― preguntó, su voz alegre.

Antes de que Matthew pudiera responder, Prescott se teletransportó a los cuartos


del rey. Matthew tuvo que mirar dos veces. Prescott tenía puesto un esmoquin. No
armadura, un jodido esmoquin. Y su barba estaba rasurada, revelando una
mandíbula fuerte. Se veía más joven -tanto que podría tener problemas para pedir
una cerveza-, y para nada se veía como el líder del cuerpo de cazadores. Matthew
casi olvidó hacer una reverencia, estaba tan sorprendido.

Rosaline se rió.

―Veo que Lily ganó la batalla.

Prescott se corrió la mano sobre la barbilla, viéndose infeliz de que su barba ya


no estaba.

― Sí, Sí. Ríete todo lo que quieras. ¿Y por qué no estás vestido, Matthew?

Rosaline apuntó a una bolsa de traje colgando de la esquina de un espejo de tres


paneles.

―Usa esa rapidez de vampiro y vístete rápido.

Corrió hacia la bolsa y la abrió. Adentro, un esmoquin. Se desvistió y vistió más


rápido de lo que todos pudieron ver. Pausó y se acomodó da corbata.

Samantha jadeó y corrió a él, corriendo sus dedos por la tela del frente del
esmoquin de Matthew. Se volteó hacia Rosaline, sus ojos grandes.

― ¿Es un D’Leva?

―Lo es. Imaginé que te gustaría verlo― dijo Rosaline


― ¿Eso es bueno? ―preguntó Matthew mientras terminaba con su corbata.

Samantha continuó corriendo sus manos sobre la tela cuidadosamente.

―Estos esmóquines valen unos veinte mil. Uno a medida puede


fácilmente costar el doble o más.

Matthew debía admitir que se veía excelente en él. Le gustaba que en su mayor
parte cubriera su collar y grilletes de metal.

―Bueno, entonces intentaré no romperlo.

Rosaline frunció el ceño.

―Más te vale.

La puerta secundaria se abrió y el alto rey entró. La mandíbula de Matthew casi


toca el suelo. Ya no tenía sus ropas usuales y mostraba un esmoquin color gris que
complementaba el pálido de sus ojos y cabello. Sus dedos estaban cubiertos de sus
anillos usuales, pero también tenía mancuernillas de rubí, y, pegado a su solapa
había un broche de rubí con una cola dorada enroscada en ella, representando el
símbolo de su casa.

El cambio más prominente eran sus cuernos de íncubo. Había dos pares. El
primer par comenzaba justo en su frente y se enredaban hacia arriba con una
pequeña curvatura hacia atrás antes de extenderse hacia arriba de nuevo y
terminando en puntas afiladas. Esos bebés se rasgarían en la parte superior de los
marcos de las puertas si no tenía cuidado.

El segundo par comenzaba detrás del primero. Seguían la curvatura de su


cabeza. Arqueándose hacia arriba y sobre su cráneo, después, hacia abajo por su
espalda. Eran increíblemente enormes y los cuatro eran de un dorado cenizo en la
base y se aclaraban en puntas brillantes doradas. Joyería de metal intricada se
entrelazaba en la base y se enroscaba por toda la longitud. Si sus cuernos eran así
de impresionantes, Matthew se preguntaba como putas se vería en su forma
completa.
Pero ahora, se veía como una mezcla de realeza antigua y moderna. Matthew
encontró que no podía mirar a otro lugar.

Un rugido de advertencia de Prescott le recordó a Matthew que debía ponerse


de rodillas. Se colocó de rodillas y Samantha, un poco fuera de lugar con su pijama,
Hizo lo mismo.

― ¿Está al tanto del protocolo y la tarea que le has asignado? ― Malarath le


preguntó a Rosaline, mientras le daba a Matthew y Samantha la señal para
levantarse.

―Estaba a punto de tratarlo ― dijo ella ―. Matthew, necesito que te presentes


ante la Reina Agleea y Lord Ennius. Necesitarán mover sus tronos fuera del camino
y agregar un lugar. No debes decirles que el Gran Rey estará en camino. Se darán
cuenta, pero es mejor emocionarlos. Te arrodillarás a un lado del trono del Gran
Rey una vez que esté todo preparado.

El Gran Rey se ajustó una mancuerna.

―Pensé que tu vampiro te dominaba por completo, mascota. Me complace ver


que tu incubo surgió.

Le tomó un momento a Matthew darse cuenta de que estaba sonriendo mientras


Rosaline le decía qué hacer. La presentación era todo para los íncubos y era rara
la ocasión en que Matthew podía ver el detrás de cámaras, y se halló a sí mismo
disfrutándolo.

Un sonidillo vino del brazo de Prescott.

―Estamos listos.

Matthew se preguntó cómo iban a llegar a Virginia. No había visto una piedra de
ley cuando estuvo en la torre. Cuando estuvo en Nueva York la primera vez, fue
transportado a una ubicación a unas cuadras de aquí. Los vampiros no pudieron
destruir esa piedra o ni la que estaba en la propiedad de la Reina Agleea.

Samantha tomó la mano de Matthew


―Esta parte es tan impresionante.

La miró.

― ¿Qué parte?

Ella no dijo nada, pero intentó arrastrarlo hasta la ventana. Él levantó la vista,
pidiendo permiso antes de moverse. Rosaline lo invitó a hacerlo. Afuera, el cielo se
había oscurecido y la luna estaba subiendo.

Malarath posó su mano en la ventana y líneas de runas verdes aparecieron sobre


ella, como un tipo de exhibición mágica. Cerró sus ojos y susurró unas palabras en
un idioma que Matthew no reconoció.

La magia surgió, electrificando el aire. Después; de repente, se sintió como si su


cuerpo fuera comprimido y empujado a un solo punto. Y tan abruptamente como
inició, terminó.

La vista fuera de la ventana cambió. Ya no estaban en Nueva York. Muy abajo


había un bosque cubierto de nieve con un castillo entre él. Se veía miniatura desde
cien pisos arriba.

Esto era Virginia y el castillo era de la Reina Agleea. Malarath había


teletransportado la puta torre entera.

―Jesús― Matthew se forzó a decir. Se había olvidado de respirar el aire


suficiente para hablar y entonces el sonido salió como un chillido.

Prescott y Rosaline se rieron de su reacción. Los veía sin creer lo que pasó. A
un lado de él Samantha comenzó a vomitar en un jarrón.

―Ese jarrón tiene mil quinientos años. ― dijo Malarath mientras se acomodaba
una manga.

―Ah, entonces es nueva en comparación con usted, amo. ―dijo Samantha entre
arcadas. Matthew corrió una mano por su espalda para aliviarla.

Malarath sonrió.
― Vámonos.

―Vamos. Las contracciones no te matarán Didi, lo prometo ―dijo Rosaline,


tomando el fondo de su vestido y caminando hacia la puerta.

―Pocas cosas podrían matarme. Aun así, no me gustan. ― dijo él siguiéndola.

― ¿Estarás bien, Sam? ― preguntó Matthew. Levantó el dedo pulgar y gesticuló


un <<Diviértanse>>.

Matthew se paró en la esquina del elevador en su viaje hacia abajo, mientras


Prescott llamaba por un cazador para que se llevara a Samantha de los cuartos del
rey y para que alguien limpiara el florero. Rosaline no podía dejar de moverse, como
si se fuera a deshacer si dejaba de moverse.

Malarath corrió sus dedos por su cuello y ella se calmó.

―Lo lamento Didi. He estado esperando esto toda mi vida. ― se le acercó y le


plantó un beso en la quijada.

―Lo vas a disfrutar.

Matthew notó que Prescott jugaba con su corbata, solo para detenerse una vez
que las puertas del elevador se abrieron.

Un desorden de cazadores los esperaba en la recepción, incluyendo tres


miembros de los argonautas. Matthew asumió que Hiroto estaba en algún lugar
escondido. Prescott ignoró a su equipo mientras le hacían burla por su barba
afeitada.

Erza y Ophelia estaban ahí, esperando con abrigos de invierno y chales al Gran
rey y a Lady Rosaline. En ropa formal parecían niños jugando a vestirse.

―Vete ya, mascota.

Matthew pausó por un minuto.

―Las trampas para vampiros…


―Santa madre, no somos nuevos en esto. Las de las puertas de entrada han
sido desactivadas. ― dijo uno de los argonautas. Era grande, y calvo y usaba un
par de manoplas masivas de plata. En Chicago, a Matthew le había golpeado
atravesándolo por un techo; no había sido agradable.

Sin esperar un regaño, Matthew empujó poder a su velocidad y desapareció en


un abrir y cerrar de ojos. Corrió por la nieve, esquivando a los cazadores que
estaban patrullando. Si lo vieron no tuvieron tiempo de reaccionar. Detrás de él la
torre desapareció, y frente a él el castillo de piedra se alzaba a seis pisos.

Gárgolas se alineaban a techo.

Dentro había cientos de latidos; lo que sea que Rosaline haya hecho para
asegurar que hubiera una gran concurrencia, había funcionado.

Matthew pasó la piedra de Ley y los inmaculados jardines cubiertos de nieve,


aluzado por hermosas lámparas y festivos listones de luces. Se mezcló entre los
íncubos parados en la puerta principal, pasando por el corredor a la sala principal.

Detrás de él los primeros reportes de que un vampiro estaba en la propiedad


comenzaban a llegar por los comunicadores de los cazadores. Para cuando el
despacho terminara de dictar el reporte, Matthew ya estaría donde necesitaba estar.

Empujó gruesas cortinas de seda y entró al inmenso salón de baile. La grandeza


lo había dejado sin habla la primera vez que estuvo aquí, y ahora sentía lo mismo.
El techo tenía seis pisos de alto, cubierto en murales escénicos; las paredes
lineadas con impresionantes obras de arte. Balcones llenos veían hacia el piso.

Cada incubo y compañía humana estaban vestidos de lujo mientras que los
cazadores comandantes patrullaban en sus cueros.

Matthew había olvidado que ya casi era navidad; había perdido la noción de las
noches, pero las decoraciones que adornaban el castillo fueron un alegre
recordatorio. Hilos de guirnalda ornamentaban cada barandilla, un árbol de navidad
absurdamente grande estaba contra una de las paredes del cuarto. En vez de vino
había ponche de huevo; con alcohol, a juzgar por las ruidosas risas que emanaban
de los balcones, y cálidas velas perfumaban el aire con su fragancia cerosa.

Lentas notas musicales le llegaron mientras se acercaba al centro del piso de


baile. Matthew se encontró con una plataforma de piedra en la parte trasera del
salón. En ella había tres tronos. En la cima un trono dorado para Malarath, aunque
no haya sido usado por siglos, y a unos pasos debajo de ese, dos tronos. Uno para
la Reina Agleea y su consorte Lord Ennius.

La Reina Agleea es la nieta del Rey Malarath, y ahora que Matthew conocía al
Gran rey, podía ver algunas similitudes. Ella compartía sus rasgos afilados pero su
cabello era oscuro, no dorado. En su forma de incubo ella tenía ojos color verde
azulado, pero ahora eran de un azul claro. Posaba un vestido verde con azul esta
noche.

Lord Ennius aún tenía su barba de chivo, pero su cabello estaba suelto esta
noche, caía libre. Él era más bajo que ella, y delicado, pero su carácter era uno que
lo denotaba digno de ser su consorte. Ambos eran íncubos extremadamente viejos
y poderosos, y Matthew recordó lo joven que lo hicieron sentir la primera vez que
los vio. Ya no se sentía tan joven.

Matthew se detuvo. La música regresó a su velocidad normal y los íncubos


bailaban alrededor de él; les tomó unas notas darse cuenta que un vampiro había
aparecido frente a ellos. Una vez que lo hicieron, la orquesta llegó a una pausa
abrupta, casi todos los íncubos entraron en pánico, huyendo de Matthew, y los
cazadores sacaron sus armas.

Tres pernos volaron hacia él. Él los atrapó en su mano, la plata candente en su
piel.

Cazadores entraron, rodeándolo, y el cuarto entero se volvió silencioso.

― ¿Acaso tienen alguna idea― dijo Matthew mientras dejaba caer los pernos al
suelo, sonaron contra el suelo de madera―de lo rápido que Lady Rosaline me
mataría si permitiera que le hagan hoyos en este esmoquin?
― ¿Qué haces aquí Matthew? ―una voz grave preguntó detrás de él.

Matthew volteó a ver al Alto general, Lord Tarrick.


CAPITULO VEINTIDÓS

Traducido por YazmiinonClouds

Corregido por Akira the Undaunted

Matthew tragó fuerte mientras sus ojos plateados se encontraron con la mirada
dura y púrpura del general. Los cuernos negros de Tarrick, completamente crecidos
con puntas color púrpura estaban fuera y él estaba sosteniendo su mano con garras
en una orden para detener a los cazadores de cualquier otro ataque.

Él parecía como si hubiera comenzado su transformación en su forma de incubo


cuando sintió un vampiro y se detuvo cuando se dio cuenta que era Matthew. Había
cambiado su forma lo suficiente para que su esmoquin quedara ajustado contra su
cuerpo, enfatizando cada uno de sus músculos.

Tarrick entrecerró sus ojos.

—Te hice una pregunta.

—Sí, lo hiciste, Lord General— Matthew se alejó de Tarrick, ganándole muchas


miradas cuestionables de los incubos y cazadores que lo rodeaban —. Reina
Agleea. Lord Ennius— Matthew se inclinó ante ellos–. Necesitan hacer sus tronos
a un lado, y un segundo asiento necesita ser colocado a la derecha del trono dorado.

—Es bueno verte de nuevo Matthew, pero no tengo el hábito de recibir órdenes
de un vampiro.

—No soy el que emitió la orden, su majestad, simplemente soy un mensajero.

—Espera…— dijo Tarrick detrás de él, reparando en que es lo que estaba


sucediendo. Su comitiva sonó, interrumpiéndolo. Sacó un auricular del bolsillo y se
lo colocó en la oreja—. La gran torre está afuera—reportó Tarrick.
Los susurros se elevaron a través de la multitud. La energía del cuarto cambió,
mientras miles de incubos se daban cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir.
Incredulidad, excitación, nerviosismo—un espectro completo de emociones se
agitaron a través de cada uno de ellos. Incluso los cazadores empezaron a zumbar
con anticipación. Los incubos empezaron a cambiar, cuernos y brillantes ojos
salieron a flote.

El parloteo entre los cazadores comenzó a crecer con excitación. Ordenes fueron
emitidas para la asignación de nuevos puestos, redadas extra, incluso una orden de
volver a contratar un puñado de trampas de vampiros que habían encontrado
inútiles.

Matthew pensó que no se iría hasta que no lo dejaran.

—Mi abuelo no se ha movido del palacio en un siglo—dijo Agleea mientras se


ponía de pie. Ennius imitó sus movimientos y permaneció al lado de su reina—
¿Realmente se va a unir a nosotros?

Antes de que Matthew pudiera responderle, sintió que la temperatura en la


habitación descendía.

—Lo haré— la fría voz de Malarath llenó el espacio.

En lo alto de las grandes escaleras opuestas a los tronos, se encontraba de pie


Malarath en toda su grandeza y esplendor. Rosaline estaba a su derecha mientras
que Ezra y Ophelia permanecían detrás de él.

Los íncubos se arrodillaron. Todo ellos. Desde los que estaban en el balcón
superior hasta la Reina Agleea, se postraron. Incluso Tarrick se inclinó sobre su
rodilla izquierda. Los cazadores de guardia fueron los únicos que permanecieron de
pie, pero aun así inclinaron la cabeza.

Desde que la misión de Matthew no había sido completada, oprimió poder a su


velocidad y en alrededor de cinco segundos, tenía los otros dos tronos a un lado y
agregó una segunda silla. E incluso, como una buena mascotita, se arrodilló a un
lado del trono dorado.
La habitación permaneció en silencio hasta que el Gran Rey descendió las
escaleras. Rosaline permaneció ligeramente detrás de él mientras pasaba atravesó
de su gente arrodillada. Feromonas, emitiendo deseo, emanando de los íncubos,
tan malditamente fuerte que Matthew se preguntó como los humanos –ambos,
cazadores y acompañantes— en la habitación podían soportarlo.

Echando un vistazo con sus brillantes ojos, los íncubos observaron cada
movimiento presuntuoso que su Gran Rey hacía mientras atravesaba el salón de
baile hasta detenerse delante de Agleea. Extendió la mano hacia ella. Aun
arrodillada, la tomo y besó la parte superior a lo largo de los anillos, luego besó su
palma cuando la expuso a ella.

Él se alejó y continuó, subiendo los escalones del estrado hasta tomar su trono.
Rosaline tomó su lugar en un asiento mucho más pequeño al lado de él. Ezra y
Ophelia permanecieron de pie detrás del trono, listos para atender cualquiera de las
necesidades del Rey.

—Levántense, mi gente—dijo Malarath con un pequeño movimiento de su mano.

Todos permanecieron de pie, fascinados con su Rey, observándolo como si


estuvieran muertos de hambre y él fuera el único maldito pedazo de filete alrededor.
Matthew no pudo contenerse cuando sus ojos se desviaron hacia Tarrick. El lucía
más tranquilo que el joven incubi cerca de él, pero incluso él no era inmune a la
presencia del Rey, su mirada fija sobre su monarca. Si Matthew no hubiera sentido
el poder que Malarath tenía sobre el de los incubi, habría encontrado su deseo ciego
completamente espeluznante.

—Reina Agleea…— dijo Malarath. Agleea permaneció cerca de la base de las


escaleras, el área alrededor de ella despejada, excepto por Lord Ennius, quien
permanecía a unos pocos pasos detrás de ella. Ella lucía aterrada y para nada
molesta de que hubiera sido expulsada de su trono en su propio castillo.

—…Su majestad— dijo con una sonrisa.


—…Su propiedad luce exquisita en esta época del año, y está administrando sus
territorios con bastante habilidad. Estoy complacido con la manera en que están
progresando bajo su liderazgo.

Matthew levantó la cabeza. Esas fueron contracciones. El observó mientras el


Gran Rey disparaba una maliciosa sonrisa a Rosaline, quien parecía igual de
sorprendida que Matthew. El resto de los incubi no había notado el intercambio.

—Usted me honra, abuelo.

—Debo ofrecerte mis felicitaciones.

Agleea inclinó ligeramente la cabeza.

– ¿Felicitaciones?

—Por tu embarazo.

Agleea puso una mano sobre su estómago. No pudo disimular su sorpresa. No


sabía que estaba embarazada. Lord Ennius agarró su codo y se sonrieron el uno al
otro. Quietos susurros se abrieron paso entre la multitud.

—Espero con anisas conocer a mi bisnieta. Si ella se parece a ti, no envidio tu


tarea de criarla.

Agleea fingió ofenderse con un ademán.

—No era tan mala.

—Eras un terror. ¿Recuerdas la vez en que le robaste al Imperator su armadura


y trataste de capturar un centauro mientras la usabas?

Ella rió, al igual que lo hicieron algunos viejos incubi que también habían estado
ahí o que conocían la historia.

—Lo recuerdo. Fui desterrada a mi habitación por meses. Y aun no puedo creer
que el Imperator me haya perdonado—sus ojos vacilaron hacia Matthew, y luego
regresaron a Malarath—. Hablando de, estoy sorprendida que no esté a tu lado.
Malarath sonrió, y Matthew se desconcertó un poco por eso. Desde que se había
sentado, el Gran Rey era cálido, encantador y comprometido. Le atemorizó a
Matthew la facilidad con la que podía engañar a todos. Cuán cálido era en el foco
de su gran producción, nadie notando la máscara que usaba.

—Tengo la noche libre— dijo Prescott desde algún lugar en la multitud. Los incubi
se apartaron.

Prescott permanecía con su brazo descansando en la espalda baja de Lily. Ella


lucía esplendida en un elegante vestido negro que iba bien con sus cuernos y
llamativos ojos azul plateado.

Juzgando por los susurros, muchos incubi nunca habían visto a Prescott sin su
armadura, y mucho menos sin su barba. Y con unas pocas excepciones, nadie sabía
que los dos estaban juntos.

—Antes de que tengas ideas de intentar revivir tu juventud— dijo Prescott —, mi


armadura está muy bien escondida, no creo que incluso Hiroto pudiera encontrarla.

La risa se levantó de la reunión, y algo de la aprensión en la atmósfera


desembolsó. Malarath dijo algo a Agleea en un lenguaje que Matthew no conocía y
por órdenes de Agleea, la orquesta continuó tocando y el baile se reanudó.

Alrededor de la habitación, Matthew escucho silenciosamente los chismes. El


Gran Rey apareciendo con un vampiro arrodillado a su lado, las noticias del
embarazo de Agleea, y el Imperator con el pupilo de Lord Teleclus eran todos los
temas jugosos de la conversación.

Dios, los incubi amaban su drama.

Rosaline trajo personas antes de que el Rey hablara con él. La mayoría de las
interacciones fueron aburridas como el infierno. “Oh Gran Rey, usted es el mejor”.
“Por qué, si, si lo soy. Ahora besen mi muñeca, mi dominio”. No es que en realidad
dijeran eso, pero bien podían haberlo hecho.
Matthew odiaba tener que arrodillarse aquí, observando el baile desde distancia.
Su lado incubi gritó, deseando ser parte de ellos. Él quería bailar, reír,
hablar…Tocar.

La peor parte era mirar a las personas que una vez consideró amigos: el Cazador
Comandante Silva; Lord Vassu, la hija de Tarrick, Lady Talena….

Los hijos de Tarrick, Tane y Tarquin también estaban ahí. Demonios, todos, los
cinco hijos estaban ahí. Matthew jamás había conocido personalmente a los otros
tres, pero eran fáciles de señalar—lucían bastante como su padre.

Viendo a Tane solo sirvió como otro doloroso recordatorio de que él era un
esclavo. Y, como si conociera el efecto que tenía sobre Matthew, el hijo de puta lo
miró como si hubiera ganado algo. Matthew reprimió el impulso de correr y
abofetearlo.

Se sorprendió cuando brevemente vio al comandante Cullip vistiendo su


duplicado, olvidando su brazo izquierdo. Él no había visto a Lady Dennith en
asistencia, pero si Tarrick estaba aquí, ella probablemente etaria de vuelta en
Ashwood corriendo a la guerra.

Matthew hizo su mejor intento de no mirar fijamente, pero se encontró


observando a Lily mientras bailaba. Ella era perfecta. Cada vez que ella lo miraba,
no podía encontrarlo a él para coincidir su mirada. Él no quería que lo viera de esa
forma. Después de un tiempo, arrastró a Prescott lejos y desaparecieron. Matthew
se preguntó si ella se fue por su bien o el de ella.

Mientras la noche continuaba, estudió a los incubi, observándolos de una manera


en la que nunca antes había hecho. Ellos se tocaban unos a otros mucho más a
menudo de lo que lo hacían los humanos o vampiros. Permanecían solo unas pocas
pulgadas más cerca unos con otros de lo que era socialmente aceptable entre los
humanos, disfrutando estando en el espacio de otros.

Vio como los amantes se acariciaban unos a otros, cuidadosos toques a través
del cabello, bajo la cara, y en la parte de atrás del cuello; suaves besos y un mutuo
intercambio de energía.
Matthew estaba ansioso por eso. Él quería ser tocado por alguien a quien
quisiera más que sólo alimentación, lujuria o control. Él quería un amante con quien
hablar de nuevo y escuchar lo que alguien quisiera decir.

Dios, extrañaba Devak.

Las horas dentro del baile se convirtieron mucho más duras para observar o
escuchar las conversaciones.

El anhelo en su vientre brotó y mantuvo su cabeza inclinada y sus ojos en el


suelo, sin querer verlos más. Sabía que sería duro, pero esto era terrible.

Malarath puso la mano sobre el cuello de Matthew y lo acarició, forzándolo a


calmarse. Matthew lo odiaba, pero aun así se sentía agradecido por ello.

—¿Ves cómo ellos te desean, mascota? — la voz de Malarath tiró de él desde


sus pensamientos.

Le tomó a Matthew unos pocos segundos darse cuenta que solo estaban ellos
dos en el estrado. Rosaline estaba bailando fuera y Ezra y Ophelia estaban
alrededor de la habitación rezando por algunos desafortunados incubi.

—No creo que yo sea lo que ellos desean, Maestro.

—Hm— señaló hacia una dirección con su cabeza—. Mira hacia allá…—Matthew
miró a un guardia súcubo alrededor de la habitación quien lo miraba boquiabierto—
…y allá— Matthew siguió la mirada del Rey hacia un incubo quien de repente estaba
bailando, pero siguió mirando hacia arriba—. Ha sido duro desde el momento en
que te vio. Hay muchos más si miras.

Matthew estudió la habitación. El Gran Rey tenía razón. Había visto incubi
observándolo por todo el lugar.

—¿Está seguro que no es solo porque usted los está afectando, Maestro?

Una risa baja vino de Malarath.


—Estoy seguro. Soy inalcanzable para ellos. Pero tú, el semidiós vampiro
domesticado, podría estar a su alcance. Buscan complacerme y a cambio esperan
que yo lo haga recompénsalos dándote a ellos por una noche —.

—¿Es eso…? — Matthew se detuvo. Él iba a preguntar '¿Es eso algo que
harías?', Pero esa era una pregunta tonta, por supuesto, el Gran Rey lo haría—¿Es
eso lo que espera de mí, Maestro? —preguntó en cambio, esperando que no lo
fuera. Él podría anhelar estar entre ellos, pero no quería ser su puta.

—¿No disfrutas la idea? — Preguntó Malarath, casi como si no pudiera entender


por qué Matthew no estaría aprovechando la oportunidad de follar a su gente. La
cadera de Matthew comenzó a doler. Malarath acariciado la cabeza de Matthew—.
No hay necesidad de sentir tanta angustia, muchacho. Deberías desear tal cosa. Mi
gente podría enseñarte mucho y podrías alimentarte de ellos.

Pero Matthew no podía soportar que Rosaline lo tocara y él de hecho se


preocupaba por ella. Él se sintió tan rasgado adentro. Su incubo quería una cosa,
su vampiro otra. Y no ayudó cuando ambos se agitaron cada vez que vio a Tarrick.
El deseo lo golpearía, luego la culpa de que no fuera Devak, luego se odiaría por
cada maldita cosa de mierda que Tarrick le hubiera hecho. ¿Había incluso Tarrick
pensado en él en el año desde que había sido recapturado? Probablemente no.

Cuando el Gran Rey dejó de acariciarlo, Matthew se dio cuenta de que Malarath
lo había estado estudiando, leyendo sus emociones.

—Ven conmigo, mascota.

El Gran Rey se levantó y Matthew lo siguió. Los incubi se inclinaron cuando su


rey pasó. Matthew escuchó docenas de conversaciones que especulaban hacia
donde se dirigía el Gran Rey, la conclusión más común era que se llevaba a Matthew
a algún lado para follarlo. Malarath no ayudó a sofocar el rumor cuando se detuvo
antes de salir del salón de baile y dijo:

—Lord General Tarrick, acompáñenme.


Tarrick se separó de su compañero de baile y se situó detrás de Malarath
mientras salían del salón y entraban a un corredor privado.

Fue extremadamente incómodo estar tan cerca de Tarrick de nuevo. Los dos
siguieron al Gran Rey en silencio— Matthew con la cabeza inclinada y Tarrick con
confianza unos pasos más adelante.

Matthew no prestó atención a dónde se dirigían hasta que estuvieron juntos en


una habitación. La habitación era grande, pero nada especial. Definitivamente no
era un lugar donde pondrían al Gran Rey si se quedaba. La esencia de noche y
tierra de Tarrick estaba por todas partes, tenía que ser el lugar donde se quedaba.

Encorvado, tratando de hacerse pequeño y olvidable, Matthew se apartó del


camino de los dos.

Los ojos de Malarath cayeron sobre Tarrick.

—Gran Lord General.

—Su Majestad— dijo Tarrick con una leve reverencia.

—Has perdido muchas batallas últimamente—comenzó Malarath. Su amable


fachada desapareció, dejándolo tan frío como nunca.

—Sí, estoy trabajando en…— Malarath lo interrumpió, no estaba de humor para


explicaciones.

—Había planeado castigarte públicamente por tus fallas recientes y por


haberme mentido.

—Su Majestad, nunca he…

Una oleada de poder retumbó a través de la habitación. Matthew solo había


sentido algo parecido cuando Devak había liberado su aura, y esto era más fuerte.
Mucho más fuerte.

Matthew se alejó varios pasos del Gran Rey, esperando que arremetiera contra
Tarrick... pero eso no sucedió. Todo lo que Malarath hizo fue mirar a Tarrick, sus
dorados ojos duros contra él.
Tarrick inclinó la cabeza.

—Fue un desliz de juicio. No volverá a suceder, Su Majestad.

—No. No lo hará.

Tarrick entró en el espacio del Gran Rey y comenzó a besar la mandíbula de


Malarath en un gesto de sumisión.

Malarath agarró la parte posterior del cabello rubio de Tarrick y lo sostuvo en su


lugar.

—Tengo una tarea para ti, y si la completas, te perdonaré. Si fracasas, te


despojaré de tu posición y riqueza, y desterraré a tus hijos para que nunca más los
veas.

Tarrick parecía... adolorido.

—Qué debo hacer?

Malarath lo soltó y salió de la habitación, deteniéndose en la puerta para decir:

—Arregla a mi mascota.
CAPITULO VEINTITRÉS

Traducido por YazmiinonClouds

Corregido por Cotota

Matthew observó a Tarrick mirar fijamente la puerta por un momento, luego se


concentró mientras la influencia de la presencia del Gran Rey se desvanecía. Se
arregló las mangas de su esmoquin y sus ojos cayeron en Matthew, que quería
encogerse bajo su escrutinio. ¿Este era el plan de Rosaline? ¿Traer a Tarrick para
arreglarlo? Que terrible idea. Tarrick lo había engañado y le había roto el corazón.
Nunca cometería el error de confíar en él de nuevo.

Aun así Matthew permaneció de pie con la cabeza abajo.

Una tableta situada sobre el escritorio sonó. Tarrick la recogió y leyó algo en
silencio, después la puso abajo.

—¿Qué es lo que necesita arreglarse vampiro?

Vampiro. Matthew se estremeció. No había esperado que Tarrick fuera tan cruel.
El incubo había ganado, era su esclavo, él haría lo que sea que ellos le dieran. No
había necesidad de ello.

—Respóndeme —demandó la fría voz de Tarrick.

Matthew abrió la boca para hablar, pero lo encontró muy difícil. Desesperado por
apoyo, estudió a Tarrick. Pero el general incubo se mantuvo rígido, su cara
despiadada. Matthew aspiró una bocanada de aire y volvió a intentarlo.

—Me estoy convirtiendo en un ghoul, Lord General.

Tarrick permaneció impasible por un momento y Matthew con la vista al suelo.


No podía soportar la malicia dirigida a él.

—Muéstrame.
Las manos de Matthew temblaron mientras se desabrochaba la camisa,
desabrochaba los botones del fondo y la levantaba.

La carne podrida había reaparecido durante la fiesta. Curarlo duró menos y


menos cada vez.

—¿Qué tan abajo llega? —preguntó Tarrick, hablando con la distancia clínica
que un doctor podría tener.

—Parte superior de mi muslo, Lord General.

—¿Y hace cuanto tiempo que apareció?

Matthew no estaba seguro de cuánto tiempo había pasado.

—No lo sé Lord General, creo que hace uno o dos meses.

—No importa, lo descubriré luego. Siéntate Matthew.

Matthew empezaba a sentarse.

—En la cama —dijo Tarrick antes de que el trasero de Matthew golpeara el suelo.

Matthew se sentía como un tonto mientras se dirigía hacia la cama y se sentaba.

Tarrick agarró la silla del escritorio y se sentó frente a Matthew.

—¿Qué tanto sabes de los ghouls?

—El emperador me mostró uno, Lord General. Sé que alguna vez fueron
vampiros que, como él explicó, perdieron la esperanza.

—Basta de llamarme Lord General en cada oración, se está volviendo molesto.

Los labios de Matthew se apretaron fuertemente. ¿Ahora se suponía que debía


seguir lo que Tarrick dijera? Él no había querido romper una regla.

—He hecho algo que le desagrade, Lord… —Matthew se detuvo a sí mismo,


pero se sentía incorrecto.

Tarrick se reclinó en su silla y se frotó la barbilla con la mano. Su cara se suavizó


y suspiró.
—No Matthew. Ser amonestado por mi soberano no es mi experiencia favorita.
Tampoco tener a mis hijos amenazados —Tarrick empezó a deshacer el nudo de
su corbata—. Ahora mismo no puedo hacer nada por ti hasta que sepa más.

Matthew cerró sus ojos e inclinó la cabeza. En realidad no quería decirle a Tarrick
todo por lo que había pasado en el último año.

—Relájate Matthew. Esperare por los reportes y hablare con Prescott mañana.
Puedo suponer lo básico de todas maneras.

Tan solo pensar acerca del dolor y la soledad causaba que el dolor en su cadera
volviera de nuevo.

Tarrick se inclinó.

—Tus emociones están por todo el lugar ahora. ¿Me dejarías envolverte? No
será sexual, es solo para tranquilízate un poco.

—Puedes hacer lo que sea que quieras hacerme, no pelearé.

Tarrick no dijo nada por unos momentos, observando a Matthew.

—Vi a Lily aquí esta noche —finalmente dijo—. Lo que significa que sabe que
estás vivo. No muerto de todos modos.

Matthew lo miró y le ofreció una pequeña sonrisa por la mención de Lily.

—Sí, ella, uh, estaba enojada con el Imperator sobre algo e irrumpió cuando
estaba entrenando con él. Tenemos que hablar un poco.

Tarrick se puso de pie y se quitó el saco.

—Eso debe de haber sido difícil para ti.

Matthew se frotó los grilletes bajo la manga.

—No quería que ella me viera como un esclavo.

Tarrick desapareció en un armario para colgar su saco.

—Dudo que siquiera lo haya notado —dijo desde el armario.


Matthew tocó su pesado collar de hierro.

—Es un poco difícil de esconder. Y es una mierda que esté saliendo con el
hombre que me tortura.

—Pero lo que cuenta es que… —dijo Tarrick mientras volvía a sentarse, con la
corbata suelta y los primeros botones de su traje desabrochados— …la trata bien.
Teleclus no lo dejaría acercarse a ella si no lo hiciera.

Tarrick se rio para sí mismo. Matthew había olvidado lo seductora que sonaba
su risa.

—Jason es griego y Teleclus es romano, y nunca se han llevado bien. Me


sorprendió escuchar que permitió que sucediera. Mi suposición es que Lily no le
dejó tener mucho que decir al respecto. Ella realmente es tu hija. Cabeza dura y
terca.

Matthew sonrió. Su conversación se había vuelto fácil; familiar, como viejos


amigos poniéndose al día. Adoraba los sentimientos cálidos, incluso si eran falsos,
producidos por el sutil agarre que Tarrick le había deslizado.

—Si quieres que lo elimine, lo haré. Pero creo que te ayudará. Solo por esta
noche —dijo Tarrick.

—¿Por qué siquiera me das la opción?

—Sé lo mucho que odias tener un control sobre ti y claramente has tenido
suficiente dolor últimamente.

La tableta en el escritorio sonó de nuevo y Tarrick se inclinó hacia atrás y la


agarró.

—Parece que me estoy mudando a la Gran Torre. Tengo mucho trabajo por
hacer para que esto ocurra. He dispuesto algo de ropa en el armario que te quedará
bien. Ve a cambiarte. Cuelga tu esmoquin, no quiero verlo en el suelo.

Matthew casi se rió cuando fue al armario. Tarrick era un monstruo tan pulcro y
sabía que Matthew era como un haragán. Dentro, en una pequeña mesa, había una
camiseta doblada y un pantalón de pijama negro. Estaban un poco apretados con
ellos, pero aun así estaba cómodo. Consideró brevemente dejar sus calcetines en
el piso, pero su instinto de auto preservación ganó y los puso en una canasta.

Cuando salió, Tarrick había retirado la silla al escritorio y ya estaba trabajando


en la tableta mientras hablaba al teléfono. Matthew pudo escuchar ambos lados de
la conversación.

—¿Cuánto tiempo crees que estarás allí? —preguntó una voz dura perteneciente
a una mujer. Dennith. La mano derecha de Tarrick.

—No estoy seguro. Planéalo por un tiempo. El Rey no está contento conmigo —
dijo Tarrick mientras señalaba la cama. Matthew fue y se sentó.

—¿Estará Talena o Tane a cargo de la casa? —preguntó Dennith.

—Ninguno. Me gustaría que Darius esté a cargo. Voy a enviar a Tane a Rusia
para aprender con Tarquin.

—¿Y Talena?

—Ella también irá —Tarrick no sonaba feliz al respecto.

—Bien. Ella es una guerrera… no puedes mantenerla alejada de la lucha por


siempre.

—Lo sé —dijo con un profundo suspiro—. Te enviaré una lista de pedidos en una
hora. Los necesitaré completos al amanecer.

—Lo tendré listo —dijo Dennith. Hubo una breve pausa entonces—. ¿Cómo está
él?

Tarrick miró a Matthew.

—Hablaremos mañana —dijo y terminó la llamada—. Hay algunos libros en la


mesita o puedes ver televisión si quieres, no me molestará.

Matthew no tenía ganas de leer y no había visto la televisión en una década. Ya


no le interesaba.
—Ponte bajo de las sábanas —ordenó Tarrick cuando no se movió.

Matthew se deslizó bajo las sábanas y jaló las sedosas sabanas a su alrededor.
Tarrick no le dijo nada más cuando regresó al trabajo. Matthew observó mientras
daba órdenes a través de su teléfono o se comunicaba mientras recibía
actualizaciones e informes de la guerra. Parecía estar haciendo un millón de cosas
al mismo tiempo y manejaba cada una de ellas con facilidad.

El agarre que Tarrick tenía sobre él se hizo más fuerte y Matthew sonrió. No
había sentido esta calidez en mucho tiempo. No desde antes de la muerte de Devak.
Mientras veía trabajar a Tarrick, se permitió fingir que nunca lo habían convertido
en vampiro. Que él y Lily pasaron por sus transformaciones sin obstáculos y que
fueron aceptados en la sociedad íncubos. Que pasó esos últimos años con su
esposa antes de que el cáncer la tomara.

Que él y Tarrick se habían conocido en diferentes circunstancias, se habían


enamorado y tenían una relación normal y saludable.

Si hubiera sido un guerrero, pelearía bajo las órdenes de Tarrick. Si hubiera sido
un social incubo, trabajaría para mejorar la riqueza y la influencia de su hogar,
liberando a Tarrick para pasar más tiempo en la guerra. O tal vez Devak se habría
dado a conocer, y tal vez el guardián del placer habría sido su primer amante
masculino.

Matthew pasó horas perdido en las fantasías y una sensación de paz lo envolvió
mientras se deslizaba hacia el sueño.

Cuando despertó, era de día y estaba en una especie de contenedor de metal


que le recordó a Matthew un ataúd en forma de vaina. La tapa estaba abierta y Silva
estaba parada sobre él. Ella tenía su mano en su cadera. Su camisa estaba
levantada, pero ella no lo estaba mirando.

—¿De verdad crees que puedes recuperarlo de esto? —le preguntó a alguien
que Matthew no podía ver.
—No estoy seguro. El Gran Rey lo tuvo encerrado solo durante mucho tiempo.
Está en mal estado y no confía en mí —dijo Tarrick desde algún lugar en la sala.

Cullip miró por encima del borde del cofre/ataúd.

—Oye, Matthew. Ha pasado un tiempo.

Silva miró hacia abajo.

—¿Mierda, cuánto tiempo has estado despierto?

Matthew les ofreció una sonrisa soñolienta.

—Desde que comenzó a tocarme, Comandante Silva. ¿Ya miraste mi pene?


Tengo un piercing nuevo en él.

Ella frunció el ceño.

—Sé que quieres —bromeó—. Adelante, comandante.

Ella puso los ojos en blanco y bajó su camisa para cubrirlo de nuevo.

—También tengo estos —Matthew raspó su lengua a lo largo de sus dientes para
que las barras de sus piercings se engancharan en ellos—. Sin embargo, en
realidad no compensa los colmillos que faltan.

Silva levantó su labio y maldijo cuando vio los colmillos de metal.

—¿Cuándo tendrás el informe de lo que le hicieron?

—Debería estar aquí pronto. Te enviaré una copia —dijo Tarrick. Matthew
todavía no podía verlo.

—Y hola, Comandante Cullip —Matthew intentó mover su mano pero no podía


durante el día—. Lo siento, perdiste tu brazo. Prescott tomó el mío pero volvió a
crecer. Duele como una perra.

—Sí, no se sentía tan bien. Me salvaste la vida ese día, nunca tuve la oportunidad
de agradecerte. Y por lograr que Ascelina me liberara de la compulsión.
—Sí, eso fue una mierda de ella —los ojos de Matthew se dirigieron a Silva—.
No es que sea alguien para hablar, supongo.

Tarrick miró por encima del borde y puso su mano sobre el pecho de Matthew.

—Te estamos mudando a la torre ahora. Vuelve a dormir, Matthew.

—Está bien, Lord General —de todos modos, no habría podido permanecer
despierto por mucho tiempo.

***

Samantha dormía acurrucada en los brazos de Matthew cuando se despertó. Su


sutil aroma a pergamino y vainilla lo reconfortó... al igual que el olor de la noche yla
tierra. Matthew se disparó, atrayendo a Samantha hacia él para protegerla.

Estaba en la torre, que estaba de vuelta en Nueva York, en una habitación en


uno de los niveles superiores según la vista de la ciudad. La habitación era enorme,
con pesados muebles de madera oscura y rojos profundos. Matthew estaba en el
centro de una cama King con sábanas de seda.

Sentado en un gran escritorio con dos laptops abiertas y leyendo en una tableta
estaba Tarrick. Vestía pantalones de traje y una camisa de vestir blanca, los botones
superiores abiertos. Echó un vistazo por encima de la tableta, sin impresionarse,
luego volvió a su tarea.

Samantha despertó y se frotó los ojos.

—¿Dónde estamos?

—Mi habitación —respondió Tarrick, sin levantar la vista.

—¿Por qué?

—Porque te moví aquí —sonó el teléfono de Tarrick y él respondió—. Ahora es


un mal momento —dijo a la persona que llamaba.

—Padre... —Matthew escuchó la voz de Tane en el otro extremo.

—La decisión ha sido tomada. Irás a Rusia.


Hubo un sonido similar a un gruñido que vino del teléfono, luego un enojado 'bien'
y la llamada había finalizado.

Samantha se apartó de Matthew y se acercó a Tarrick. Se cruzó de brazos y


entrecerró los ojos.

Tarrick bajó la tableta.

—¿Puedo ayudarte?

—Levántate —ordenó ella.

—Samantha… —dijo Matthew como una advertencia mientras salía de la cama.

—Está bien —dijo Tarrick mientras permanecía de pie, con una divertida sonrisa.

Samantha caminó a su alrededor, estudiando cuidadosamente su cuerpo.


Cuando completó su vuelta, se volvió a Matthew.

—¿Quieres que me guste o que lo odie? —preguntó ella.

Samantha era extraña a veces.

—Um —fue todo lo que salió de Matthew.

—Lo odiaré por el momento —le lanzó una mirada fulminante a Tarrick—. Me
llamaras Samantha u Oráculo. ¿Dónde está Jet?

—Jugando con Asper afuera —Asper era una gárgola de la propiedad de Tarrick.
Tal vez Tarrick le era familiar, pero Matthew no estaba seguro de cómo funcionaba
todo eso, ni estaba seguro de cómo jugaban las gárgolas.

Samantha gruñó. No era profundo o realmente amenazante, pero Matthew le


puso la mano en el hombro para detenerla de todos modos. Sus colmillos bajaron y
ella lo agarró del brazo.

—Sin alimentarse —dijo Tarrick antes de pudiera hundir los dientes en su carne.

—Pero no he comido desde que vomité todo ayer.


—Sin alimentarse —repitió Tarrick mientras se abrochaba los botones
superiores. Agarró una corbata del escritorio.

—Ahora realmente no me gustas.

—De algún modo —dijo Tarrick mientras se ataba la corbata—, creo que viviré.
Ambos tienen ropa esperando en el baño. Vayan a la ducha.

Matthew llevó a Samantha al baño con él. Era lujoso, digno de un incubo de alto
rango. La ducha tenía varias duchas y lugares para sentarse, y había una enorme
bañera de hidromasaje separada.

—Ooooh, tiene chorros de burbujas —dijo Samantha, corriendo hacia la


bañera—. ¿Crees que se enojará si nos metemos a la bañera?

—Sí. Ve a ducharte.

Hizo un puchero mientras se desnudaba y entraba. El agua estaba caliente tan


pronto como se encendió. Antes de que Matthew se quitara la ropa, trató de curar
la piel podrida, pero no funcionó. Él apretó los puños y lo intentó de nuevo.

Aún nada.

Samantha, mojada y goteando, lo agarró del brazo.

—Ya lo sé, puedes dejar de esconderlo de mí.

—Lo siento —susurró Matthew.

—Solo tienes que disculparte si realmente te convirtieras en un ghoul. Si lo


haces, estaré muy enloquecida. Ahora ven.

Matthew se desnudó y se unió a ella en la ducha. Ella miró por encima de la piel
por un momento y luego desvió la mirada.

—Estás del todo contento —preguntó, mientras se enjabonaba.

—A veces. Prefiero estar con vampiros que con personas que quieren matarlos
—ella le arrojó una esponja vegetal—. Pero... aquí no todos son iguales. Hay
algunas buenas personas. Y el Gran Rey no me trata como te trata a ti.
Ella encendió el resto de los cabezales de la ducha, creando mucho ruido.

—¿Hay cámaras aquí?

Ella susurró. Su audición no era lo suficientemente sensible como para captar el


zumbido de una cámara.

—No —le susurró Matthew—. Pero podría haber cazadores.

Samantha miró a su alrededor.

—No los hay, puedo sentirlos. Sin embargo, ellos no lo saben.

Matthew ladeó ligeramente la cabeza y ella le sonrió. Ella se puso de puntillas y


le susurró al oído.

—Te veré convertirte en lo que debes ser.

—¿Qué significa eso?

Samantha le sonrió.

—Eres el Príncipe de los príncipes.


CAPÍTULO VEINTICUATRO

Traducido por Achilles

Corregido por Cotota

Por mucho que lo intentó, Matthew no pudo obtener más información de


Samantha.

Ella "aún no sabía". O eso dijo ella. Matthew siempre tuvo la sensación de que
sabía mucho más de lo que ella dejaba saber, pero le ocultaba cosas por alguna
extraña razón.

Duchados, secos y vestidos, Matthew y Samantha salieron del baño.

—Sígueme —dijo Tarrick, metió una tableta bajo su brazo y salió de la habitación.
Él los dirigió por varios niveles.

—¿Vamos a ver al minotauro? —preguntó Samantha cuando bajaron del


elevador, pasando a través de las puertas de seguridad.

—No —Tarrick no dio más detalles.

La habitación en la que entraron era pequeña, con una abertura que tenía un
pasillo de metal que iba en dos direcciones. Matthew miró dentro y pudo ver muchos
pasajes diferentes.

Un laberinto. El piso entero era un laberinto gigantesco.

No es de extrañar que Samantha preguntara por un minotauro.

—Pensé que podrías disfrutar cazando con tu hijo —le dijo Tarrick a Matthew—.
Hay un humano en el laberinto. Puedes matarlo o no, obligarlo o no, depende de ti.
—Tarrick señaló una pequeña jaula cerca la puerta—. Pon el humano o el cuerpo
allí cuando hayas terminado con él. Una vez que hayas terminado aquí, Samantha
es libre de hacer lo que sea que haga toda la noche. Pero, Matthew, debes regresar
a mi habitación
Tarrick se fue, sin esperar ningún comentario.

Matthew agarró el hombro de Samantha.

—¿Es esto algo que quieres hacer? La última vez que intentamos cazar no fue
tan bien.

Samantha rebotó hacia arriba y hacia abajo.

—Eso fue hace mucho. Quiero probar, pero no creo que quiera matarlos —sus
colmillos y garras salieron y ella lo miró con ojos rojos.

—Bueno, entonces, ¿qué estás esperando? —los iris de Matthew se pusieron


rojos—. Ve a cazar al humano.

Ella se fue al laberinto. Matthew se quedó detrás de ella, dejando que ella
siguiera el rastro. Llegaron a varios callejones sin salida, pero finalmente encontró
su presa. Un hombre, en algún lugar de sus veinte años.

Ella se congeló, manteniéndose a la vuelta de la esquina para que el humano no


pudiera verlos. Ella lo acechó por tanto tiempo que Matthew se preguntó si tal vez
ella había cambiado de opinión sobre alimentarse. Él no lo mencionó ni la apresuró.
Si ella no quería hacer algo, se lo haría saber. Además, estaba disfrutando perder
el tiempo con ella

Cuando el humano perdido se sentó, derrotado, ella agitó su mano para alejar a
Matthew. Él no tenía idea de cuál era su plan, pero dobló una esquina para
esconderse.

—¿Hola? —ella gritó.

—Uh, ¿hola? —el humano llamó en respuesta.

—¡Oye! Pensé que estaba sola aquí. ¿Dónde estás? —la mentira de Samantha
sonó natural, su voz dulce con el justo toque de preocupación.

—Sigue hablando, iré contigo —dijo el hombre.

—Oh, no estoy seguro de que quieras hacer eso.


—¿Por qué?

—Porque no soy humana y podrías tenerme miedo —dijo. Matthew se preguntó


a dónde iba con esto. Si esta fuera su cacería, habría asustado al humano para que
pudiera perseguirlo, el miedo provocaba su naturaleza vampírica.

—¿Qué eres? —preguntó el hombre.

Ella ignoró su pregunta.

—¿Qué hiciste para terminar aquí?

—Yo... traicioné a alguien. ¿Qué eres? —preguntó de nuevo.

—Soy un vampiro.

—¿Me vas a matar?

Manteniéndose fuera de la vista, Matthew podía oírla en movimiento. Ella debía


haberse revelado a él porque jadeó.

—P-por favor no me mates.

El olor de la adrenalina humana estaba volviendo loco a Matthew. Incapaz de


ayudarse a sí mismo, él corrió detrás del humano. Había pasado tanto tiempo desde
que se le permitió cazar. Él se quedó en silencio, no alertando a la presa de
Samantha a su presencia. Ella se paró a solo unos pies delante de él.

—Muéstrame tu cuello —dijo, mirando a los ojos del hombre y sacando poder del
vínculo. Aun así, su compulsión solo duraría unos minutos como máximo.

La respiración del humano disminuyó y él inclinó su cuello. Samantha rebotó en


las puntas de sus pies, emocionada de haber logrado obligar a alguien por primera
vez. A Matthew le encantaba verla feliz. Presionó el cuerpo del humano y envolvió
sus manos alrededor de él para mantenerlo en su lugar, luego hundió sus colmillos
en su cuello. Matthew podía sentir su placer y casi gimió al verla alimentarse. Él
hubiera da cualquier cosa por recuperar sus colmillos ahora mismo y unírsele.
Después de algunos tirones de sangre, Matthew tiró al hombre lejos de ella. Ella
se quedó en una bruma de sangre.

—Más —dijo ella.

—Tenemos toda la noche, tienes que hacerlo durar.

Ella parpadeó con fuerza, sacudiendo los efectos de la alimentación.

La compulsión comenzó a desaparecer y el miedo del hombre se disparó.


Matthew lo miró a los ojos.

—Crees que estás solo en este laberinto, ve a buscar una salida —dijo, obligando
al humano antes de liberarlo.

Esperó a que el humano estuviera lejos de ellos, y luego hizo que Samantha
fuera a por él otra vez.

Los dos pasaron la noche repitiendo el proceso cinco veces más antes de que el
humano estuviera lo suficientemente bajo en sangre que tomarlo lo pondría en
peligro. La última vez, Matthew obligó al humano a olvidar lo que sucedió mientras
lo llevaba a la jaula.

Pasar toda la noche cazando, pero no alimentándose lo dejó hambriento como


el infierno. Incluso su soavik lo estaba molestando.

—Eso fue divertido —dijo Samantha cuando pisaron el ascensor.

Matthew asintió con la cabeza.

—¿Qué harás el resto de la noche?

—Me llevarán al Gran Rey por algo de visión. No te preocupes por eso —
Samantha se inclinó hacia él y él la rodeó con su brazo—. Extraño a Devak —dijo
ella con un profundo suspiro—. ¿Crees que al final de todo tú y yo conseguiremos
esa casa juntos?

Matthew la apretó más fuerte.

—Tú eres la que ve el futuro, dímelo.


—Me duele el cuchillo en la espalda —dijo, su voz sonaba diferente; distante.

Matthew vio como sus ojos se volvían blancos.

—Los ojos en la oscuridad. La ruina caminará por la tierra. La desvinculación nos


une a todos.

Samantha se había ido. Reemplazándola había una mujer joven perseguida por
visiones que no podía controlar. Matthew agarró sus dos brazos y la abrazó para
que no se lastimara. Ella luchó en su contra.

—El pozo está abierto, pero el dios no puede irse.

Las puertas del ascensor se abrieron y al otro lado estaba Prescott con un equipo
de cazadores.

—La llevaremos, Matthew.

Desesperadamente quería quedarse con ella y comenzó a protestar, pero


Prescott le lanzó una dura mirada, haciéndole saber que ella iría con él sin importar
qué. Él la soltó y se alejó un paso. Un cazador le puso suaves esposas de cuero en
las muñecas y las conectó a su espalda.

—Recuerda, Matthew, este no es mi primer oráculo. Ella no será herida —dijo


Prescott.

—Tu flor se marchitará —murmuró Samantha a Prescott.

Él la ignoró.

—El ascensor te llevará a la habitación del Lord General.

Matthew observó al equipo de cazadores llevársela cuando las puertas se


cerraron. Él golpeó su cabeza contra la pared cuando el ascensor comenzó a
moverse.

Se sintió tan indefenso. Todo lo que quería hacer era protegerla y no podía hacer
nada.
Cuando entró en la habitación de Tarrick, el Lord General estaba trabajando en
su escritorio. Matthew se inclinó y esperó en la puerta.

Tarrick cerró sus dos computadoras portátiles.

—Samantha estará bien.

Matthew asintió, todavía preocupado.

—Ya no hablas mucho —dijo Tarrick mientras se levantaba.

—No —fue todo lo que Matthew pudo pensar para decir.

Tarrick rodeó el escritorio y apoyó su trasero contra él, cruzando las piernas por
los tobillos.

—O maldecir.

—No te gustó mi maldición de todos modos.

—Ahora que se ha ido, la echo de menos —Los profundos ojos azules de Tarrick
examinaron el cuerpo de Matthew, comenzando en su rostro y cayendo más bajo.
Se pasó la lengua por los labios y sonrió—. No es lo único que extraño.

Matthew se volvió extremadamente consciente de sí mismo. No estaba seguro


de qué hacer con las manos y su cuerpo lo sintió demasiado grande. Él torpemente
presionó sus brazos en sus costados.

—¿Qué está haciendo, Lord General?

—Coqueteo.

—¿Por qué?

—Pensé que sería divertido.

Matthew miró hacia el piso de madera y no dijo nada. No iba a dejar que Tarrick
lo tuviera. No podía pasar por eso. No otra vez.

—¿Disfrutaste cazando con tu hija?

—Sí. Gracias por permitirnos hacer eso.


—¿Hambriento?

—Sí.

Tarrick no dijo nada más. Matthew no estaba seguro de si tenía que pedir sangre
o no. Él no estaba seguro si había nuevas reglas a seguir. La piel putrefacta dolía y
su cara se retorcía.

—No tienes que preguntar —dijo Tarrick, leyendo a Matthew—. Puedes tomar lo
que te ofrezco.

Matthew esperó a que se le ofreciera sangre. Como no podía oler nada en la


habitación, esperaba que un cazador apareciera en cualquier momento con su
sangre fría. No fresca. Asquerosa. Vieja.

No esperaba que las manos de Tarrick se convirtieran en garras, ni esperaba


que Tarrick levantara una garra a su propio cuello para cortar una delgada línea a
lo largo de la piel. Comenzó en la parte posterior y se arrastró casi hasta su
clavícula. Apareció una franja de color rojo a medida que la sangre se acumulaba y
goteaba.

El olor era irresistible, golpeando a Matthew como una droga. Era el aroma de
Tarrick de noche y tierra intensificada. El lado vampiro de Matthew vino corriendo
hacia adelante. Apenas tenía el autocontrol para estarse quieto.

—¿Por qué harías eso? —preguntó Matthew, su voz tensa.

—¿Por qué piensas? Te deseo

Dios. Todo el cuerpo de Matthew se estremeció al ver la sangre acumularse y


gotear por el cuello de Tarrick y en su camisa de vestir blanca, fresca, el carmesí
brillante manchando el cuello.

—…y tú me deseas —dijo Tarrick; bajo. Seductor.

Matthew se alejó un paso, pero no pudo apartar los ojos de Tarrick. Observó
cómo latía su pulso bajo la piel.

—No —se obligó a decir—. Ya no más.


Tarrick inclinó levemente su cabeza para exponer más de su cuello.

—¿No?

Cerrando los ojos, Matthew trató de bloquear lo que estaba sucediendo.

—No. Tenías razón, nunca te amé.

—¿Quién dijo que esto era sobre el amor?

—No —repitió Matthew. Quería decir "esto siempre ha sido sobre el amor", pero
no pudo sacar las palabras.

—Abre tus ojos.

Matthew obedeció y su mirada se posó en el cuello de Tarrick una vez más.

Tarrick se quitó la corbata a un ritmo pausado y desenganchó el botón superior.


Los pantalones de cuero de Matthew crecieron incómodamente apretados. ¿Por
qué Tarrick tenía que ser tan guapo? Matthew no pudo evitar mirar su cuerpo de
guerrero, cubierto con duras piezas de músculo que se flexionaban y estiraban con
cada movimiento disciplinado. Fue tan jodidamente injusto.

Una esquina de la boca de Tarrick se detuvo en una media sonrisa astuta.

—Siempre has disfrutado mi cuerpo.

Esta vez, Matthew encontró las palabras.

—Nunca ha sido sólo por tu cuerpo. No para mí.

—¿Estás seguro? —Preguntó Tarrick, viendo a Matthew luchar.

Quizás ya no estaba tan seguro. Matthew revisó para asegurarse de que no


había ninguna restricción sobre él. No hubo. Todo lo que estaba aquí era pura
atracción. Y hambre. Y sangre.

Sus encías picaban mientras colmillos fantasmales anhelaban emerger.

Tarrick levantó su garra nuevamente e hizo otro corte, esta vez a través de su
clavícula. Sangre filtraba hacia afuera, rojo floreciendo a través de su camisa.
—Puedes tomar lo que te ofrezco —dijo, repitiendo la regla.

Matthew no pudo contenerse más. En un brusco arranque de movimiento, cruzó


el espacio entre ellos y empujó a Tarrick sobre el escritorio, inmovilizando su cuerpo
y agarrándolo por la mandíbula, forzando la cabeza de Tarrick hacia atrás. Matthew
pasó la lengua por el corte en la clavícula, lamiendo cada increíble gota de sangre.
En el momento en que tragó, comenzó a sentirse aturdido, intoxicante sangre
íncubos mejorando cada sensación y prendiendo fuego a cada sinapsis.

Matthew apretó más la barbilla de Tarrick y giró su cabeza para que el largo corte
a lo largo de su cuello filtrara más sangre. Gimió mientras arrastraba su lengua por
la piel de Tarrick varias veces, para obtener cada gota de sangre que podía antes
de que la piel se cerrara, curada por la saliva de vampiro.

Se detuvo justo antes de chupar la camisa ensangrentada.

Le tomó varios minutos recuperarse. Cuando lo hizo, se dio cuenta de que había
estado moliendo su erección contra el muslo de Tarrick.

Matthew se alejó del escritorio. Tarrick se sentó, con una sonrisa satisfecha en
su rostro.

Un millón de emociones se precipitaron a través de Matthew. Tarrick era


increíblemente sexy y aterrador, y confuso. Su corazón dolía.

El general no dijo nada mientras se quitaba los zapatos, dejándolos caer al suelo.
Luego desabotonó su camisa, un botón agonizantemente lento a la vez.

Mordiéndose la parte inferior de su labio, Matthew observó la lenta revelación de


más y más piel de Tarrick. Fue perfecto, pero una ilusión proyectada por el íncubo.
Matthew había visto las cicatrices de batalla ocultas por un glamour. A decir verdad,
prefería las cicatrices, pero de cualquier manera era un espectáculo extraordinario.

El íncubo se quitó la camisa y se bajó del escritorio. Él se paseó y deslizó su


mano alrededor del cuello de Matthew, tirando de él en un beso. Matthew se rindió
y gimió mientras la cálida lengua de Tarrick entró en su boca, controlando cada
movimiento.
Sin separarse ni renunciar a su control, Tarrick los guió a los dos a la cama.
Cayeron sobre el colchón y Tarrick rodó sobre su espalda, maniobrando a Matthew
sobre él.

Para el observador externo, podría haber parecido que Matthew era el que
estaba a cargo aquí: era más grande y el que estaba en la parte superior, pero nada
podría estar más lejos de la verdad. Tarrick controlaba todo, siempre lo había hecho.

Matthew soltó un pequeño gemido cuando Tarrick rompió el beso, y vio como el
íncubo corría sus garras sobre su propio pecho, dejando atrás cinco cortes
profundos.

Incapaz de resistirse, Matthew lamió el líquido carmesí un corte a la vez. Cuando


terminó, allí había otra herida sangrante en el abdomen superior de Tarrick.

Agarró las caderas de Tarrick y lo empujó hacia el centro de la cama para que
no colgando a la mitad. Luego bajó la cabeza hacia el pecho de Tarrick y respiró
hondo, tomando su aroma seductor antes de besar a lo largo de la herida, la sangre
manchando sus labios.

Cuando el corte en el abdomen sanó, Matthew mordió y succionó la piel de


Tarrick, trabajando su camino hasta su pecho. Cada inmersión, cada músculo,
adorado.

—Mm, nunca podrías resistírteme —dijo Tarrick, dejando escapar un grito de


placer cuando Matthew le mordió el cuello.

Matthew se apoyó sobre sus brazos y rodillas, luego tragó saliva, mirando hacia
el íncubos medio desnudo debajo de él.

—Por favor, devuélveme mis colmillos —suplicó, las palabras ya salían antes de
que él se diera cuenta de que estaba preguntando.

Tarrick levantó una mano y la pasó sobre el cabello de Matthew.

—No puedo, Matthew. Tú no eres mío.


Matthew cerró los ojos; la sangre íncubo tenía su mente nadando. Tarrick pasó
sus garras sobre el pecho de Matthew, presionando lo suficientemente fuerte como
para causar dolor, pero no lo suficiente como para romper la piel. Con sus sentidos
aumentados, cada toque fue agonía retorcida de placer. Matthew quería menos; él
quería más.

El aroma de la sangre fresca llenó el aire. Abrió los ojos para ver cortes frescos
a lo largo de la cima de la cadera de Tarrick, bajando por la V. Su anhelo creció
mientras se deslizaba hacia abajo y lamía las heridas. El sexo duro de Tarrick
abultaba los pantalones de su traje.

Matthew ya no podía esperar: necesitaba verlo. Todo de él.

Trató de desabotonar el botón, pero sus largas garras no fueron lo


suficientemente ágiles para desabrocharlo. Lleno de frustración, cortó el material y
tiró de los pantalones y la ropa interior de Tarrick. La gruesa polla del íncubo rebotó
y descansó sobre su vientre.

Matthew pasó la lengua por su longitud, presionando sus piercings contra la


suave piel del eje.

—Diablos, te sientes tan bien —gimió Tarrick. Sus ojos cambiaron de azul oscuro
a un púrpura oscuro mientras observaba a Matthew, que se echó hacia atrás y se
quitó la camisa.

—Ponte de pie —ordenó el íncubo antes de que Matthew pudiera volver a su


polla.

Matthew saltó de la cama y comenzó a manosear sus propios pantalones.

—Detente —los ojos intensos de Tarrick recorrieron a Matthew de arriba abajo—


. Contrólate y termina de desvestirte.

Con gesto burlón, Matthew flexionó sus garras. Tarrick inclinó ligeramente la
cabeza, como si esperara a ver si Matthew lo desafiaría. Matthew no lo hizo. Sus
garras se convirtieron en dedos y se quitó las botas y los pantalones de cuero, su
polla dura se balanceaba mientras la liberaba. Un graznido complacido vino de
Tarrick, quien se arrastró y agarró la base de la polla de Matthew y se la llevó a los
labios.

La cálida sensación de entrar en la húmeda boca de Tarrick casi hizo que


Matthew cayera al suelo por el placer que lo sacudió e hizo que sus rodillas se
doblaran. Agarró los hombros de Tarrick para prepararse.

—Oh Dios —se las arregló.

La lengua de Tarrick sacudió su piercing, enviando vibraciones por su eje a sus


bolas. Los puntos donde las garras de Matthew clavaron con fuerza en los hombros
de Tarrick, perforaron su carne. Con una mano con garras, Tarrick agarró la cadera
de Matthew mientras empujaba su boca sobre la polla de Matthew, trayendo todo
dentro de él.

Matthew palpitaba, su cuerpo en llamas, y su mente se sentía como si flotara


lejos, incapaz de formar un solo pensamiento coherente

Tarrick se quitó, la polla salió de su boca con un sorbo de pop, y arrastró a


Matthew por la mandíbula hacia a la cama. Esta vez Tarrick estaba en la cima. Frotó
las pollas y comenzó a secretar una sustancia suave y sedosa que los mojó a los
dos.

El mundo de Matthew se redujo a solo el miembro aterciopelado que se frotaba


contra él. Esto era todo lo que era ahora, solo un punto único de placer infinito.

Terminó cuando Tarrick separó sus rodillas y arrastró su polla hacia abajo a
través de las bolas de Matthew, hacia su entrada.

Mientras empujaba la punta húmeda de su gran eje contra el agujero de Matthew,


el cerebro de Matthew comenzó a funcionar de nuevo y la realidad vino de regreso
a él. Los efectos de la neblina de la sangre disminuyeron, y se dio cuenta que Tarrick
estaba a punto de follarlo.

Tarrick.

El hombre que mintió.


El hombre que usó el amor como arma.

El hombre que sirvió al Gran Rey con lealtad incuestionable.

El nuevo carcelero, traído para arreglar el vampiro roto. Dudaba que Tarrick
incluso quisiera el trabajo. Este fue solo otro acto para obtener el cumplimiento de
Matthew. Y al final, todo estaría rasgado lejos de él.

De nuevo.

Matthew quería parar, pero no se movió. Había dejado que Tarrick, el Gran Rey
o el Emperador hicieran lo que sea que quisieran con él. Él no pelearía más. Él tenía
demasiado que perder. Samantha. Lily.

Su cuerpo se tensó e inclinó su cabeza sobre una almohada, tratando de


bloquear lo que estaba a punto de suceder, con la esperanza de que Tarrick tomaría
lo que quería rápido.

Tarrick se detuvo.

—Si el dolor de mi entrada es demasiado, te prepararé.

Siendo un vampiro, la quemadura no lo molestaría por mucho tiempo.

—No, Lord General, está bien.

Tarrick puso una mano sobre el pecho de Matthew, y corrió la otra por el parche
de la piel en descomposición.

—Te he malinterpretado. Esto es demasiado, ¿no?

—Puede tomar lo que quiera de mí, Lord General. No pelearé. Haré lo que me
diga. Seré bueno.

Tarrick pasó su mano por el pecho y los hombros de Matthew, acariciándolo en


un patrón suave. Su cara suavizada con preocupación.

—Matthew, eso no es lo que… —se detuvo, tomó un momento para pensar,


luego dijo—. Sí, Matthew. No me has peleado una vez y he leído los informes, no
has perdido el control en mucho tiempo. Has sido un buen chico y estás haciendo
lo correcto para proteger a tus hijas.

Escuchar esas palabras le dio a Matthew una inmensa cantidad de alivio. La


tensión liberada de sus músculos y se hundió más profundamente en la cama,
extendiendo las rodillas más para darle a Tarrick un mejor acceso a él.

—No —Tarrick retrocedió un poco, dejando caer las piernas de Matthew—. Esto
no se trataba de que te use.

—¿De qué otra cosa sería esto?

Tarrick respiró hondo y sus ojos se desvanecieron de púrpura a azul.

—Tenía la esperanza de alimentarte. Y tal vez tener sexo mutuamente agradable


en el proceso.

Matthew se levantó un poco para apoyarse contra la cabecera. Su excitación


disminuyó, su polla descansó pesada en su muslo.

—No necesito alimentarme sexualmente para vivir. Apenas noto el dolor.

—Pero el dolor sigue ahí, ¿correcto?

Matthew asintió lentamente.

—Es probable que el dolor contribuya a tu melancolía. Para el ghoul. Tienes que
alimentarte. No tiene que ser de mí. Rosaline está dispuesta a alimentarte, o hay
alimentadores, tanto humanos como íncubos, aquí en el edificio. Puedes elegir uno
de ellos si lo deseas.

Matthew realmente no quería hacer eso, pero tal vez no sería tan malo con un
humano. O un íncubo que no conocía personalmente. Y podría ser mejor si él mismo
eligiera a su compañero. Tal vez.

Tarrick se levantó de la cama y recogió su ropa arruinada. Cuando desapareció


en el baño, Matthew se vistió y enderezó la cama.
Cuando Tarrick salió, estaba completamente vestido con un traje azul oscuro,
este tenía un chaleco ajustado debajo de la chaqueta. Se veía bien. Él siempre lo
hacía. Matthew estaba parado al lado de la cama, con la cabeza ligeramente
inclinada mientras esperaba las instrucciones.

—Siéntate, hay algo de lo que tenemos que hablar —dijo Tarrick, señalando la
cama. Mientras Matthew se sentaba, Tarrick se apoyó en su escritorio y se cruzó de
brazos—. Nunca me disculparé por lo que te hice —comenzó. El corazón de
Matthew se hundió un poco—. Era mi deber romperte y mantenerte en línea. En
aquel entonces, eras solo una anomalía, un misterio que era tratado de resolver Ni
siquiera consideré la posibilidad de que hubieras sido engendrado por un dios —
Tarrick se detuvo y se frotó la frente. Él respiró profundamente antes de continuar.

“Pero... realmente creí que podrías encontrar un lugar entre nuestra gente, y pasé
una cantidad considerable de tiempo y recursos tratando de convencer a otros de
lo mismo. Crees que no me importas, pero eso no es cierto.

“He perdido tres compañeros, y tengo mil años, no dejo que mi corazón se abra
de ninguna manera que sea considerada razonable para cualquier otra persona...
pero cada vez que estoy a tu alrededor, tú me afectas y me sorprendes de maneras
inesperadas. Disfruto tu compañía. Digo todo esto con el conocimiento de que no
creerás ni una palabra porque te engañé.

Miró al suelo por un momento como si estuviera decidiendo si debía decirle a


Matthew alguna cosa.

—Cuando fui capturado por ti, nunca borraste mi memoria acerca de convertir a
Samantha.

—Pero… —Matthew había pensado con seguridad que sí.

—Fingí la pérdida de la memoria porque me hubieras matado si no lo hubiera


hecho. Y después de la batalla, cuando volví a casa, lo omití de mi informe al Gran
Rey porque salvaste la vida de mi hijo durante la batalla contra los demonios. Quería
evitarte la angustia de ver a tu hija asesinado. No sabía que ella había conservado
sus poderes de oráculo.
La cara de Tarrick se torció en una rara y honesta expresión. A pesar de su
pasado, le dolió a Matthew verlo sufriendo.

—Si te conviertes en un ghoul, perderé todo lo que es importante para mí. Voy a
hacer todo lo que esté en mi poder para evitar que eso suceda. Necesito que pelees,
Matthew. Y necesitas saber, no estás luchando solo.

Tarrick guardó su teléfono en su bolsillo y recogió su tableta. Él caminó hacia la


puerta para irse, haciendo una pausa solo para decir.

—Rosaline te llevará a los alimentadores. Ella estará aquí pronto —la puerta se
azotó detrás de él y Matthew estaba solo. Confuso.

—Joder.
CAPÍTULO VEINTICINCO

Traducido por Achilles

Corregido por Cotota

Matthew observó la brillante ciudad mientras esperaba a Rosaline. Tenían que


ser al menos las dos o tres por la mañana en este punto, y se preguntó qué parte
de la torre estaba despierta en este momento. Los guerreros íncubos tendían a tener
horarios nocturnos para poder estar disponibles para luchar contra vampiros si era
necesario, pero él no estaba seguro acerca de los otros íncubos y los humanos que
los servían.

La puerta se abrió y entró Rosaline. Su delineador de ojos normalmente perfecto


estaba ligeramente manchado, el color de sus labios se desvanecía, y su vestido
estaba arrugado como si hubiera estado en el piso y se lo hubiera vuelto a poner.
Incluso con las pequeñas imperfecciones se veía maravillosa. Su vestido de color
oscuro se aferraba en todos los lugares correctos, mostrando sus suaves curvas.

Ella sonrió cuando notó que él la estaba mirando.

Matthew recordó inclinarse.

—Parece que ambos hemos tenido una noche larga —dijo con un toque de
diversión.

El asintió.

—Bueno, vamos —dijo, caminando de la habitación, sus caderas se


balanceaban a cada paso—. ¿Sabes lo que quieres? —preguntó cuando subieron
al ascensor y comenzó a moverse.

Matthew la miró con los ojos muy abiertos.

—¿Lo que quiero?


—¿Qué tipo de alimentador quieres? Hombre, mujer, humano, íncubos, ¿qué?

Matthew apretó su mandíbula y miró hacia abajo.

—Realmente no quiero hacer esto.

Rosaline levantó un poco la vista y dijo:

—Detente —Por una fracción de segundo, Matthew pensó que estaba hablando.
para él, pero luego el ascensor se detuvo. Quienquiera que estuviera mirando esto
en las cámaras detuvo el elevador de forma remota ya que Rosaline no podía usar
las runas—. Y apaguen las cámaras.

Hubo una pausa, luego una voz salió de un altavoz.

—Lady Rosaline, tengo órdenes de...

—Hunter, haré que te arrojen de los cuerpos si no apagas las cámaras. Cinco
minutos, entonces puedes volverlos a encender.

Matthew escuchó las cámaras y los micrófonos apagarse.

—Se van —le dijo.

—¿No quieres alimentarte? Mierda.

—Rosaline, yo…

Un sonido enojado de frustración vino de ella, encerrándolo.

—Eres un íncubo. Uno que es hambriento e insatisfecho. Y por una vez quiero
que apagues tu maldito cerebro y cedas a tu naturaleza.

El elevador normalmente grande se sentía increíblemente pequeño en este


momento. Tragó saliva, no queriendo habla sobre esto, o incluso habla en absoluto
ahora mismo. Lo que acababa de pasar con Tarrick todavía estaba jugando en su
mente.

Rosaline se acercó a él. Retrocedió hasta golpear la pared.

Ella presionó sus dedos en su pecho.


—Eres un íncubo. Empieza a actuar como tal y fóllame.

Matthew se congeló por un momento. Rosaline siempre tuvo una manera de


hacerle sentir querido... parte de su gente. Con ella, él podría olvidar sus problemas.

Él colocó su dedo pulgar e índice suavemente sobre su barbilla, inclinando su


cabeza hacia arriba mientras se inclinaba hacia adelante. Tan delicado como una
mariposa que aterriza en una flor, rozó sus labios contra los de ella. Ella fue tierna
con su respuesta, sin presionarlo, sin tomarlo ni exigirle nada.

Él se separó y pasó sus manos sobre su cuerpo. Acariciando su piel, sus curvas,
sus labios...

—No —dijo ella, sus ojos verdes se oscurecieron mientras estudiaba su rostro—
. Salva a esto de hacer el amor para Tarrick. Lo quiero difícil.

Matthew gruñó. Los monstruos dentro de él queriendo tomarla. Él cedió a ellos,


agarrándola del cabello y jalándolo, obligándola a exponer su largo cuello. Sus
dientes rasparon a lo largo de su piel.

—Más —exhaló ella.

Cuadró su cuerpo, su cuerpo era enorme en comparación con el de ella, y la


obligó a caminar hacia atrás hasta que ella fue presionada contra la pared. Todavía
agarrándola fuertemente del cabello, golpeó sus labios en un beso caliente. Una
desesperación febril se apoderó de Matthew y Matthew no pudo tener suficiente de
ella.

—Matthew... sí —gimió sin aliento en su boca.

Él deslizó sus manos bajo su trasero y la jaló más alto mientras él trabajaba sus
labios por su cuerpo, prestando atención a su clavícula y pecho superior, lamiendo
su escote tan profundo como lo permitía su vestido. Él era codicioso en su deseo.

Su respiración se acortó y gemidos bajos escaparon de ella.

Ella colocó sus manos sobre sus brazos y hombros, sintiéndolo a través de su
apretada camisa. A él le gustaba el cómo se sentía, como si adorara sus músculos,
que su cuerpo la satisficiera. Era una gran diferencia con respecto al toque de
Tarrick, que solía ser una dominación agresiva del control masculino en lugar de
una exploración feroz.

Con frenética necesidad, la empujó más contra la pared, se arrodilló ante ella y
guio sus piernas sobre sus hombros. Ella soltó un pequeño grito ante el repentino
cambio de posición.

—Dioses alabados, te deseo tanto —dijo mientras sus dedos apretaban sus
orejas y luego se deslizaban hacia atrás detrás de su cabeza, corriendo sobre su
corto cabello. Matthew empujó la parte inferior de su vestido alrededor de sus
caderas y sacó su ropa interior de encaje para darle acceso a ella.

Manteniendo su cadera con una mano, bajó la otra y separó sus pliegues con
sus dedos. Ella ya estaba brillando, el olor de ella lo volvía loco de necesidad.

Él tenía que probarla.

Incapaz de esperar más, se inclinó y desplazó su lengua desde su cálida apertura


a su clítoris. Ella sabía divino, como solo un súcubo podría: dulce, ácida y adictiva.
Ruidos jadeantes escaparon de ella mientras jugaba con su clítoris, su boca ansiosa
por llevarla al clímax.

Experimentando, torció su lengua ligeramente y alineó uno de sus piercings con


su protuberancia, frotándolo contra ella. Sus esfuerzos fueron recompensados con
un fuerte ruido y un apretón de sus manos.

Dios, quería ver su cuerpo retorciéndose de placer por haberla traído. Él quería
verla perder todo el control y, por unos momentos, él quería que ella le perteneciera.
Continuó girando y moviendo su yema, cayendo en un patrón que la acercaría. Con
su mano libre, deslizó dos dedos en su interior. Ella empujó sus caderas, montando
su mano mientras la comía.

Ambos estaban tan perdidos en el momento que ninguno de ellos notó que las
cámaras se volvían a encender o que el ascensor empezaba a moverse. No fue
hasta que las puertas se abrieron y el aroma de siete recién llegados asaltó su nariz
que Matthew salió de su bruma.

Con su rostro aún presionado en su entrepierna, comenzó a gruñir. Se apartó lo


suficiente como para voltear la cabeza y mirar con furia al grupo. Sus ojos rojos de
ira. ¿Cómo se atreve alguien a interrumpir esto? Rosaline no se movió, se quedó
con las piernas sobre los hombros y no hizo ningún esfuerzo por cubrirse arriba.

De pie justo afuera del elevador había un íncubo que Matthew había visto en las
fiestas pero que nunca se habían conocido personalmente. Algún señor olvidable
de California del que no podría importarle menos en este momento. Detrás de él
estaba su equipo de guardaespaldas de cazadores, el comandante del equipo
vestido como un vaquero.

El gruñido animal de Matthew se hizo más fuerte y él curvó sus labios, apretando
los dientes. Deseó tener sus colmillos.

El señor dio un paso atrás y los cazadores buscaron armas.

—Tomaré el próximo ascensor. A menos que... —La voz del señor no era segura,
pero sus ojos cambiaron de un marrón oscuro a un verde brillante y se pasó la
lengua por los labios, mirando a Matthew—… quisieras otro.

Cristo, los íncubos eran desvergonzados.

Rosaline agitó su mano para espantarlo.

—Te veré en el mañana de mañana, Lord Reval —dijo, su despedida clara.


Matthew se preguntó si la 'cena' era comida, ya que sabía que los íncubos todavía
tenía que comer un poco, o si era una especie de fiesta sexual.

Decepcionado, Lord Reval se inclinó. Las puertas se cerraron, pero el ascensor


no fue a ninguna parte.

Rosaline puso sus manos en las mejillas de Matthew mientras la miraba. Su


aliento se enganchó un poco. Cerró los ojos y los obligó a volver a su normal
vestidura plateada, luego volvió a mirarla.
—Lo siento —dijo, sabiendo que todavía era difícil para ella pensar en él como
un vampiro.

Ella apretó sus largas piernas alrededor de sus hombros, abrazándolo.

—Eres extremadamente talentoso con tu lengua. Si tienes planes de parar,


podría envolverte y forzarte a terminar conmigo porque no quiero que esto termine.

Matthew se rió entre dientes, sus cálidos muslos rozaron su mandíbula.

—¿Lo harías realmente?

Ella apretó más fuerte luego relajó sus piernas.

—No. Pero me dejarías extremadamente insatisfecho.

—Bueno, no puedo tener eso. —Matthew empujó sus dedos más profundamente
en ella mientras se inclinaba y lamía su calor, lentamente al principio, aumentando
la pasión una vez más.

Casi odiaba admitir cuánto estaba disfrutando cada momento de esto. Una parte
de él lamentaba haber negado a Tarrick... el sexo hubiera sido increíble. Si tan solo
pudiera apagar la parte de su cerebro que desconfiaba de él.

Pero Tarrick no estaba aquí y en este momento todo lo que importaba era
Rosaline. Con cuidado, él comenzó a alimentarse de ella, tirando de hebras de oro
que se desprendían de su cuerpo dentro de él. Ella sonrió con aprobación y echó la
cabeza hacia atrás contra la pared del ascensor detrás de ella mientras la velocidad
aumentaba.

Los ronroneos satisfechos provenían de lo más profundo de su pecho; había


pasado tanto tiempo desde que se había alimentado así y había olvidado lo
realmente agradable que podía ser. Ella sabía increíble. Él quería más. El deseo de
sentir su clímax contra su boca lo sumió en un frenesí y ella gritó arañando la pared
detrás de ella, su pecho subiendo y los latidos del corazón aumentando a medida
que se acercaba al punto final.
—Oh, Matthew. Mm, por favor… Yo soy… —Ella no terminó cuando su cuerpo
tocó el ápice de la dicha y comenzó temblar. Matthew movió sus dedos dentro y
fuera de ella más rápido, golpeando el punto de placer dentro de ella, todo mientras
mantenía el ritmo de su lengua para extraer su orgasmo tanto como pudiera.

Sus gemidos se ralentizaron y Matthew redujo la velocidad con ella, con cuidado
de no causar dolor a la piel hipersensible. Cuando terminó, su cuerpo se convirtió
en gelatina cuando se desplomó contra él. Él sacó sus dedos y la mantuvo levantada
agarrando sus caderas. Besó el interior de sus muslos, luego cuidadosamente
maniobró para estar de pie, pero aun así la sostuvo para que no se cayera.

—Es un buen comienzo —dijo con un suspiro de satisfacción.

—¿Comienzo? —Preguntó Matthew con una ceja levantada.

Ella se inclinó y pasó su mano por el contorno claro de su pene, que se tensó
contra sus pantalones de cuero. Sus caderas se resistieron. Había sido hace mucho
desde que tuvo relaciones sexuales con una mujer y la idea de hundirse en ella hizo
palpitar su polla.

Él apretó sus caderas más fuerte y esperó, inseguro de si ella estaba lista para
empezar otra vez. Obtuvo su respuesta cuando ella desabrochó sus pantalones y
los empujó hacia abajo más allá de sus caderas. Su longitud se soltó y se crispó
cuando la agarró, sus pequeñas manos lo hacían parecer enorme.

Ella ahuecó sus bolas llenas.

—Ha pasado un tiempo, ¿no es así? —Le preguntó, masajeando su saco.

Él respondió su pregunta con un gruñido y rodó los ojos mientras ella lo


acariciaba y jugaba con su piercing.

—¿Bien? —Preguntó, sus ojos tenían un brillo malvado—. ¿Me vas a follar, o
qué?
Más rápido de lo que ella podía ver, la agarró y la volvió a apoyar contra la pared.
Esta vez colocó sus piernas alrededor de sus caderas y alineó su polla a su entrada,
luego esperó a que ella se pusiera al corriente de lo que acababa de pasar.

Ella jadeó al principio, luego se rió y presionó sus tacones de aguja en su culo
para acercar sus caderas a las suyas. Matthew deseó que ella estuviera desnuda,
para poder ver cómo se elevaban los pechos y besarle el ombligo, pero la urgencia
de su deseo compensaba la necesidad de desvestirse.

Él se sumergió en ella, y dejó de respirar cuando su núcleo resbaladizo envolvió


su vara. Él hubiera gemido pero no tenía aire en los pulmones. En cambio, su rostro
se retorció, perdido en el éxtasis de sentir su cuerpo envuelto alrededor de él.

Ella giró sus caderas hacia arriba, envolvió sus brazos alrededor de su cuello, y
se agarró con fuerza. Con sus manos sobre su trasero, él la movió hacia arriba y
hacia abajo sobre su polla, penetrándola con una necesidad ardiente.

Su cálido aliento lamió su cuello, arremolinándose alrededor del cuello frío, y su


ritmo cardíaco aumentó con cada empuje frenético. Le encantaba estar dentro de
su cálido cuerpo. Conectados. Uno.

Él la agarró y le apretó las nalgas redondas, jugando con ellas mientras ella lo
montaba.

—Más duro —gimió ella.

Su deseo era su comando. Su gruesa polla la golpeó mientras ambos trabajaban


hacia la liberación.

Ella llegó a la suya primero, mordiéndole el lóbulo de la oreja lo suficiente como


para magullarlo y gritando mientras su cuerpo temblaba. Sus músculos se
flexionaron alrededor de su longitud mientras él continuaba golpeándola.

Matthew estaba cerca y, Dios, él quería esto más que nada en este momento.
Cada sentido que tenía estaba abrumado por ella. Sabía dulce y salada del sudor
que habían preparado. Su olor a lluvia y flores de manzana llenaba su nariz, su piel
se sentía caliente y flexible a su toque, sus gemidos la melodía más agradable en
sus oídos, y su belleza asombrosa.

Rosaline era perfecta.

Las bolas de Matthew se tensaron y su eje se espesó mientras se lanzaba para


soltarse.

Entonces recordó una regla: no venirse sin permiso.

Mierda.

Una fracción de segundo antes de que fuera demasiado tarde, Matthew se retiró
de Rosaline y la depositó en el terreno. Retrocedió y apretó la base de su pene,
luego agarró sus bolas tan fuerte como pudo para enviar un dolor que lo atravesaba.
Funcionó, apenas. Todavía estaba cerca, pero logró no tener un orgasmo.

—¿Qué demonios estás haciendo? —Preguntó Rosaline, poniéndose de pie. Su


rostro es una mezcla de éxtasis y enojo.

—Yo... lo siento. No me puedo venir.

Rosaline soltó una ráfaga de palabras enojadas en un idioma que Matthew no


conocía.

—¿Esa es una de las reglas?

El asintió. Avergonzado. Él se metió dentro de sus pantalones y los subió.

—Te puedes venir cuando estás conmigo —dijo.

Matthew no estaba seguro de poder hacerlo. Rosaline notó su vacilación y otra


sarta de palabras enojadas salió de ella, pero no estaban dirigidas a Matthew.

—Superaré al Emperador. Tarrick también lo hace, incluso si Prescott no actúa


así —podrían superarlo, pero no fueron ellos quienes lo obligaron a comer plata o
lo enjaularon. Rosaline se suavizó—. ¿Te sentirías más cómodo si te lo dijera él o
Didi?

Matthew asintió de nuevo.


Rosaline puso una mano sobre el abdomen de Matthew y lo escaneó. Cuando
ella pareció satisfecha de que de hecho se había alimentado de ella, se apartó.

—Bien. Lo aclararé mañana y luego continuaremos con esto. Te debo un


orgasmo.

—No me debes nada, mi señora.

Los labios de Rosaline se curvaron en una sonrisa intrigante.

—Bien. Entonces me debes. Fui restringida de verte venir y probarte mientras lo


hacías. Si no fuera tan tarde, lo haría realidad esta noche, pero estoy agotada y no
te ves mucho mejor.

Ella tenía razón, él no estaba mucho mejor. La noche lo hizo girar con confusión
emocional.

Cada vez que estoy cerca tuyo, me afecta y sorprende de formas inesperadas.
Me gusta estar cerca de ti. Tarrick había dicho. Solo sirvió para confundir a Matthew
más. No estaba seguro de lo que sentía más. Lo que él quería. Su futuro era
demasiado incierto. Él había perdido demasiado recientemente.

Por lo menos, parecía que Tarrick había sido sincero en sus motivos para evitar
que Matthew se convirtiera en un ghoul. Había sido amable de su parte dejarlo cazar
con Samantha. Y para enviar a Rosaline. Él se preocupaba mucho por ella.

El ascensor comenzó a moverse nuevamente.

—¿Qué estás pensando? —preguntó Rosaline.

No le habría importado hablar de todo con ella, pero no con personas


desconocidas mirando a través de las cámaras.

—Estaba pensando en cuánto me duelen las bolas.

—¿Así que no debería pasar mis manos por tu hermosa polla íncubo?

Matthew se estremeció.

—Es mala, mi señora.


Ella rió; era a la vez lúdico y cruel. Las puertas se abrieron y Matthew estaba en
el piso de su habitación. Rosaline presionó un beso en su mejilla.

—Eres uno de nosotros, Matthew. Hay un lugar para ti, no pierdas la esperanza.
—deseó que compartiera su sentido de optimismo, pero no pudo. Ella se apartó,
dándole permiso para irse.

Cuando Matthew entró a su habitación, Samantha estaba en la cama


esperándolo. Parecía exhausta, como solía hacer después de una noche de asaltos
a la vista.

Jet, en su forma de perro, yacía en la esquina de la habitación; un gato rayado


gris y blanco acurrucado encima de él.

—Um —dijo Matthew.

—Ese es Asper.

—¿En serio? ¿La gárgola de Tarrick es un gato? —Matthew realmente no


debería haberse sorprendido. Al menos se llevaron bien. Se sentó a su lado y le
acarició el brazo—. ¿Cómo te sientes?

—Soñolienta. Me llevará un tiempo que mi cerebro resuelva lo que vi.

Matthew la besó en la frente antes de ir al armario a ponerse unos pantalones de


pijama.

—¿Padre?

—¿Si cariño?

—¿Cómo se siente estar enamorado?

Matthew se detuvo a medio camino de quitarse los pantalones.

—Uh, bueno. Es como... estás vivo por dentro. Como todo es más brillante... y
más aterrador. El amor es cuidar a alguien tanto que duele porque te hace
vulnerable. El amor duradero es trabajo duro y compromiso, pero vale la pena. ¿Por
qué preguntas?
Ella no respondió, pero cuando Matthew salió del armario notó que estaba
tratando de esconder una sonrisa. Ahora que lo pensaba, sus emociones habían
estado por todos lados últimamente... casi como si se estuviera enamorando de
alguien y no estuviera segura de eso.

¿Cómo se había perdido esto?

—¿Quién es? —Preguntó. Si era alguien en la torre, no podría ser bueno.

Ella se encogió de hombros, actuando inocente.

—¿Quién es qué?

—¿De quién te estás enamorando?

—De nadie. He tenido muchas ofertas, eso es todo. No he tomado ninguno.

Matthew se sintió aliviado.

—Bueno. Odiaría matar a alguien accidentalmente.

Samantha le frunció el ceño y él le guiñó un ojo.

—Tal vez debería dormir en mi propia habitación esta noche —dijo en un bufido
juguetón y comenzó a empujar la cama.

Matthew la agarró y la inmovilizó.

—No —él se movió para que estuvieran acurrucados y mantuvo sus brazos
alrededor de ella.

—¿Crees que el Lord General nos dejará cazar de nuevo? —Preguntó una vez
que se había movido hasta una posición cómoda.

Matthew se apartó el cabello castaño de la cara y lo colocó detrás de la oreja.

—No lo sé. Espero que sí.

El amanecer todavía estaba a unas pocas horas de distancia. Pero disfrutó


descansar junto a Samantha en un silencio pensativo. Había sido una noche larga.

La siguiente fue aún más larga.


CAPÍTULO VEINTISÉIS

Traducido por Ravell

Corregido por Cotota

Samantha había sido arrebatada de los brazos de Matthew. Él estiro los brazos
sobre su cama buscándola.

—Tu niña sire se encuentra ilesa —dijo Tarrick.

Matthew estaba en el cuarto de Tarrick, sobre la cama de Tarrick. El general


estaba es su forma de incubo: alas, pezuñas, orejas puntiagudas, cuernos, ojos
brillosos, cola –todo el atuendo– pero aún no había incrementado su tamaño. Él
lucía… impresionante. Las bolas de Matthew punzaron como un recordatorio de que
aún existían. Matthew las ignoró.

Silva estaba de pie en frente de Tarrick vistiendo un atuendo de caza invernal,


con un negro y pesado abrigo además de un grueso traje de cuero. De sus caderas
colgaba su doblada ballesta, junto con estacas, coloridos viales de líquido y cuchillos
para lanzar.

Ella posicionó una azulada-púrpura iridiscente armadura de peto sobre el pecho


de Tarrick. Con su estatura de apenas un metro y medio tuvo que estirarse para
engancharlo sobre sus hombros. Si Tarrick estuviera en su estatura completa de
casi dos metros y medio tendría que haberse ayudado de un banco.

Silva pronunció algunas palabras mágicas y el peto se desenvolvió a una


armadura completa que cubría su cuerpo entero. Tarrick se inclinó y ella puso una
armadura sobre sus cuernos.

—No tenemos toda la noche —dijo Silva terminando de abrochar unas correas
de la armadura—. Vístete, Matthew.
Matthew miró a Tarrick quien señaló a un traje de comprensión acomodado sobre
una silla.

En un latido de corazón, Matthew estaba completamente vestido y parado al lado


de Silva. El traje de compresión hecho a la medida no tenía la manga derecha,
permitiendo que su tatuaje quedara expuesto, y un guante en su mano derecha que
cubría todo con excepción de las puntas de sus dedos para que sus garras se
pudieran formar sin obstáculos.

Tarrick se puso derecho y desplego sus alas. Silvia añadió equipos de armadura
sobre ellos mientras que Matthew se ajustaba su guantelete derecho.

—Hiroto cree que ha rastreado al demonio con cuerpo de langosta, pero nuestros
métodos normales de detección no están funcionando, por eso vas a ayudarnos a
rastrearlo esta noche.

—Aún me cuesta creer que haya llegado hasta los mandos altos —comentó
Silva, caminando alrededor de Tarrick cerciorándose de que todo estuviera en su
lugar. Entonces agarró una pieza de cuero para el pecho que se encontraba
descansando al lado del escritorio en el piso.

Mientras Tarrick checaba su armadura en el espejo por tercera vez, ella trajo la
pieza para el pecho hasta Matthew.

—Estira tus brazos y levanta tus pies, uno a la vez.

Matthew hizo lo que se le indicó y Silva llevó la armadura hasta su pecho.


Pronunció una palabra y esta se expandió alrededor de él, envolviendo todo su
cuerpo con excepción de su cabeza y su brazo tatuado, que tenía hombreras y
grilletes pero que aparte de eso se encontraba completamente desnudo.

Su brazo izquierdo, sin embargo, estaba blindado y tenía dos correas de cuero
negro que se extendían alrededor de su pecho.

Silva aseguró las correas de cuero en su respectivo lugar.


El apagado murmuro de magia silbó a través de él y se sintió como si la armadura
se enchufara a su cuello, extrayendo poder de las Piedras de la Noche.

Juzgando por la forma en la que los ojos de Tarrick se desplazaban a través del
cuerpo de Matthew, a él ciertamente le debió haber gustado lo que vio.

—Acércate y observa —le dijo alejándose del espejo para hacerle espacio frente
a este.

Matthew se miró a sí mismo. La armadura era negra con remaches de metal. Las
correas de cuero alrededor de su pecho hacían que sus hombros lucieran
insanamente anchos. Un par de tassettes con picos cubría la cima de sus muslos y
debajo de estos la armadura de cuero seguía todo su camino hasta sus pies
cubiertos por pesadas botas.

Las hombreras eran lo más impresionante: los lados parecían caras de gárgolas
y en el tope tenían filos puntiagudos de metal. Un grueso gorjal protegía sus
clavículas y se extendía hasta su cuello, protegiendo la parte baja de su mandíbula.
Matthew giró su cabeza de lado a lado y encontró que la armadura se movía con él,
simulando ser una segunda piel.

Franjas de tela cubrían su trasero, entrepierna y laterales.

Anhelando verlo, empujó al frente su lado vampírico. Sus largas y negras garras
junto con sus ojos carmesí añadieron poder al semblante. Se veía como un malvado
señor oscuro: amenazante y lleno de peligro. Matthew no querría enfrentar a lo que
veía en el espejo en un campo de batalla y luciría incluso más aterrador cuando su
brazo expuesto estuviera sangrando y tuviera a Bloodreaver en su mano.

Un sonido de aprobación vino de Tarrick.

—Te gusta.

—Sí, Lord General.


—Prescott y yo nos debatimos acerca de si debiéramos cubrir tu brazo derecho
o no, pero nos preocupamos de que esto interfiriera con la convocación de la
espada. Podemos ajustarlo después cuando tengamos más tiempo.

Tarrick caminó alrededor de Matthew, inspeccionando cada centímetro de él.

—Tu armadura no te protegerá como la mía, pero detendrá la mayoría de los


proyectiles, incluyendo balas y una gran mayoría de armas a menos que estén
benditas o sean mágicas; sin embargo, la guarda del brazo puede bloquear esas.
Úsala como un escudo. De igual manera que la armadura del Emperador se moverá
contigo y deberías ser capaz de correr a máxima velocidad sin ningún problema. La
diseñamos como un complemente a tu estilo de pelea.

Matthew no estaba seguro de que decir. ‘Gracias’ se sentía como lo correcto,


pero realmente no estaba de humor como para agradecerle a su captor por
proveerle una armadura para que fuera mejor al matar personas que él no tenía
intención de asesinar. Los demonios, sin embargo… él no tenía ningún
inconveniente con matar demonios.

El comunicador de Silva sonó.

—Están listos y esperando por nosotros en el lobby.

Sin más demora Tarrick avanzó fuera de la habitación y con una sacudida de su
cola los comandó a seguirlo.

Matthew se maravilló ante la facilidad con la que su armadura su movía con el


mientras caminaba. Se sentía como si ni siquiera estuviera ahí.

—Hay un gancho en el cinturón —dijo Tarrick—. Cuando te dejemos convocar tu


arma, mantendrás tu grillete ahí. Si fallas en ponerlo de vuelta cuando te lo
indiquemos, serás disciplinado. ¿Entendido?

—Sí, Lord General.

En el elevador, Matthew le devolvió la mirada a Silva quien lo estaba estudiando.


Él extrañaba ser cercano a ella, pero él había traicionado su confianza cuando la
engañó y forzó a hacer algo que iba en contra de la voluntad de ella. Silva no lo
había perdonado, y él tampoco se había perdonado así mismo. Desde entonces
había vuelto una política el hecho de no forzar a sus amigos a hacer cosas fuera de
su voluntad, si podía evitarlo. Ni siquiera le gustaba darle instrucciones a Samantha,
aunque ella fuera su hija sire.

—Estás en lo cierto, él ya no habla mucho —comentó Silva.

Bien, eso era ligeramente humillante. Todos se lo habían hecho notar, mas no
era como si él tuviera mucho más que decir. Entre menos abriera su boca, menor
era el riesgo de recibir un castigo.

—Él no tiene permitido hablar a menos que alguien se lo solicite. Matthew, por
esta noche puedes dar un reporte sin que nadie te lo pida. Y, mi posición es superior
a la de Prescott y no te daré ninguna orden que vaya en contra del Alto Rey. No
serás castigado por seguir mis órdenes.

Rosaline debió haberle dicho lo que pasó la noche anterior. No era algo tan
sorprendente, tomando en cuenta lo cercanos que eran.

—Está bien, Lord General.

Las puertas se abrieron con un desliz, los Argonautas esperando ahí, excepto
por Hiroto, quien probablemente estaba escondido entre las sombras o afuera
rastreando al demonio.

El grupo formado consistía en Tarrick, Silva, Prescott, Matthew y tres otros a los
que había enfrentado en batalla, pero que no conocía personalmente.

Tarrick señaló hacia un cazador calvo que portaba unos guanteletes enormes. El
cazador no vestía ninguna armadura gruesa sobre su pecho, solamente una camisa
que cubría el destello brilloso que se desprendía de sus runas. Matthew apostaría
buen dinero a que, si pudiera, iría completamente desnudo del pecho. Tenía la nariz
torcida, la cabeza calva, una sonrisa maliciosa y músculos de gran tamaño. Sin
importar desde que ángulo se le viera, el cazador lucía como un matón.
—Este es el Comandante Nellis, “Mac” para hacerlo más corto. Su base está
fuera de Queen Cathail’s con residencia en Irlanda.

Nellis le gruñó.

Después, Tarrick se dirigió a un cazador que parecía un vaquero. El tipo era un


estereotipo andante con botas, gabardina, sombrero, dos pequeñas ballestas de
seis disparos unidas a su cinturón, el paquete completo hasta abajo en donde se
encontraban sus espuelas de plata.

—Él es el Comandante Lock, él está en California al comando de Lord Reval…


a quien conociste anoche.

Lock soltó una risita y Matthew le dirigió una mirada, pero Lock no dejó de sonreír
ni aparentó estar un poco intimidado. Si estaba encargado de proteger al único
incubo que aún tenía territorio en California que estaba infestada de vampiros,
entonces debía de tener los nervios de acero.

—Y esta de aquí es la Comandante Vikstrom, nosotros la llamamos “Vik”.

—¡Hejsa! —dijo ella con un amigable saludo y un ligero acento sueco. Vik tenía
el cabello rubio y grandes ojos azules. Su uniforme de cazador lucía como algo que
un herrero usaría junto con un pesado delantal. Ella olía a hollín y químicos.
Colgando de su hombro estaba un masivo lanzador de granadas—. Te enfrenté el
año pasado. Espero que peleemos de nuevo. He ajustado mis granadas por lo que
ya no serás capaz de lanzarlas de vuelta a nosotros —Vik le dio palmaditas a su
arma como si fuera su bebé.

—Sabes que serían mucho más efectivas si no le comentas nada a él —dijo Lock
con un ligero arrastre de las palabras al hablar. Matthew se preguntó cuál sería su
edad. Los cazadores podían extender la duración de sus vidas, era posible que
hubiese vivido en los tiempos del Salvaje Oeste en Estados Unidos.

Vik sonrió y se encogió de hombros.

—Sólo quería darle una advertencia apropiada.


El grupo siguió a Tarrick fuera del lobby.

—Vik está al servicio del Rey Hindrik en Suecia. Aunque dado que ella quemó la
mitad de su castillo, el Rey debe estar buscándole un remplazo —dijo Tarrick con
una sonrisa.

—¡No fue mi culpa, General!

Tarrick río.

—Sí lo fue, pero realmente no pienso que él te remplace algún día incluso si le
cuestas una pequeña fortuna —Vik parecía aliviada—. Pero creo que va a
construirte el nuevo laboratorio un par de millas más lejos —continuó Tarrick,
mientras se encaminaba hacia la salida—. Hiroto nos verá allá, y Silva sólo está
llenando la sexta posición hasta que el Emperador encuentre un nuevo miembro.

Prescott sacudió su mano como si ese tema de conversación lo molestara.

—Tal vez si le dijeras a Cullip que parara de llorar por su brazo y se reintegrara
a su equipo…

—Tú díselo. Es tu equipo. Personalmente, me gustaría más mantenerlo en


Ashwood.

—De cualquier forma, lo estamos manejando bien con cinco. Ni siquiera


necesitamos a Silva aquí esta noche. Sin ofender, Comandante.

Silva quien iba al frente se detuvo, haciendo que el grupo entero casi se cayera
encima de ella.

—No hay ofensa, pero la última vez que me aleje del lado del General, él fue
secuestrado por vampiros —sus ojos cayendo en Matthew—. No voy a dejar que
eso pase de nuevo.

—Semidios y guardián —dijo Matthew en un suspiro.

Todos lo miraron. Se había olvidado de que los cazadores también tenían


audición amplificada. Ups.
—¿Por qué no repites eso Matthew? Un poco más fuerte está vez —las manos
de Silva oscilando cerca de la estaca en su cadera.

Matthew miró a Prescott y a Tarrick, no queriendo meterse en problemas por


hablar sin tener permiso. Tarrick dio su autorización con un asentimiento y Matthew
tomó un fuerte respiro.

—Dijiste que había sido secuestrado por vampiros, Comandante. Pero de hecho
fue secuestrado por un Semidios y un guardián.

Silva estrechó sus ojos hacia él.

—Un vampiro Semidios y un guardián de sangre que le servía a un vampiro Dios


de sangre.

Bien, Matthew no iba a corregirla acerca de Devak siendo un guardián de


Ilertha… pero él suponía que ambos eran vampiros en cierto modo. Matthew le dio
una leve inclinación, concediéndole un punto.

Prescott sujetó el brazo izquierdo de Matthew y deslizó un comunicador debajo


de su armadura, después empujó un auricular en su oreja.

—¿Leíste los protocolos para usar esto?

—Sí, Emperador —el libro había sido infernalmente soso, pero lo tenía todo
memorizado ya.

El grupo se dispersó en dos SUVs. Matthew estaba con Tarrick, Silva y Lock,
quien era el encargado de conducir. El resto se encontraba en el segundo auto.

Mientras ellos manejaban, los ojos de Matthew se desplazaron distraídamente


por lo que había afuera de la ventana. Observó a los humanos a los que pasaron y
después miró a la luna. Era lindo estar afuera de la torre y deseó que tuviese
permitido ir a la ciudad, incluso aunque tuviese que ir acompañado de una guardia.

Sintió a Tarrick mirándolo y dejo que sus ojos cayeran al suelo, preocupado de
que tal vez no debería anhelar cosas nunca más.
—¿Cómo supiste dónde encontrar al Lord General? —Preguntó Silva capturando
la mirada de Matthew inseguro acerca de lo que ella quería decir—. Cuando lo
capturaste, ¿cómo supiste que estaría en la iglesia?

Matthew miró a Tarrick, quien dijo:

—He deducido dos posibilidades: Uno, los vampiros tenían un espía que delató
mis movimientos ese día, o dos tu hija oráculo te lo dijo.

—Fue Samantha —Matthew confirmó.

—¿No tiene ella que ser cercana a la persona para poder ver su futuro? —
Preguntó Silva.

—Cuando Devak y yo te secuestramos, ella estaba bajo tus pies. La escondí en


el sótano.

—¿En serio? —Silva se empujó contra su silla y cruzó sus brazos—. Manejas el
engaño de una forma más natural de la que cualquiera te da crédito.

Matthew regresó su mirada al suelo. Le ardía escucharla decir esas palabras.


Quería disculparse, pero ella nunca lo aceptaría. Mujer terca.

El resto del viaje transcurrió en silencio y en pocos minutos estuvieron ante la


casa de ladrillos que mantenía la Piedra Ley en Nueva York. Equipos de cazadores
patrullaban el edificio manteniéndose en las sombras.

Silvia le tendió a Tarrick su arma –un kanabou con picos de plata– y Matthew se
desplazó un paso más lejos de ellos, siguiendo al resto.

El interior del edificio lucía como una oficina abandonada con ventanas cubiertas
de tablones. Ahí había una gran piedra con símbolos rúnicos en el centro de una de
las habitaciones vacías.

—Matthew —dijo Tarrick mientras el grupo se juntaba—. Si nos metemos en una


pelea, tienes permitido beber sangre si así lo necesitas.

Matthew parpadeó lentamente hacia Tarrick.


—No intentó ofenderle, Lord General, pero va a ser una tarea desastrosa sin los
colmillos.

—Oh —interrumpió Prescott—. Para eso tengo algo para ti —extendió su mano
y convocó una pajilla que le tendió a Matthew.

Los Argonautas explotaron en risas. Matthew intentó verse enojado, pero de


hecho era medio divertido y sin poder evitarlo rompió en una pequeña sonrisa y
sacudió su cabeza.

Prescott tocó la roca y en un destello se encontraron en otro lugar.

Al primer intentó, Matthew olfateó al demonio. Espera. No. Demonios. Plural.

Montones de demonios.
CAPÍTULO VEINTISIETE

Traducido por Ravell

Corregido por Cotota

—Diecisiete —aseguró Matthew.

—¿Qué? —Preguntó Prescott.

—Diecisiete demonios, Emperador.

Matthew memorizó los planos del área en un instante. Parecían estar en algún
tipo de almacén. La Piedra Ley estaba cubierta por un cuadro debajo de una lona y
escondida entre varias cajas.

Alrededor de él, los ojos de los cazadores brillaban en un tono verdoso gracias a
la activación de sus runas que les permitían ver en la oscuridad. Los guerreros
incubo estaban bien con su visión nocturna. No era como la que tenían los vampiros,
pero Tarrick debía ser capaz de percibir lo suficiente.

—¿Dónde? —Inquirió Prescott.

—Cerca —una voz de tono juvenil anunció. Hiroto apareció en las inmediaciones
del grupo, acuclillado sobre una caja. Su máscara roja escondía su cara y su túnica
cubría su cabeza, pero parecía como si debajo de todo eso estuviera sonriendo—.
Tienen un portal estabilizador abierto. Pero es pequeño, sólo demonios de bajo
rango pueden colarse a través de él. Aunque sólo he contado dieciséis.

Nellis giró sus hombros e hizo crujir sus nudillos.

—Madre María, ¿cómo es qué abrieron un portal a este reino?

Prescott dijo unas cuantas palabras en latín que Matthew no puedo traducir, pero
él estaba bastante seguro de que el Emperador había maldecido.
—Lo investigaremos una vez que Matthew cierre el portal. ¿Viste si había otros
saltadores de cuerpos, Hiroto?

Hiroto saltó de su caja y olisqueó el aire.

—No puedo estar seguro de eso.

—Está bien, manejaremos esto como Millina Ridge. Matthew tu resistirás con
Tarrick hasta que te de una orden —como una máquina bien aceitada los
Argonautas comenzaron a distribuirse por todo el lugar. Incluso Silva se posicionó
con facilidad.

—Emperador —preguntó Matthew, frenándolos.

—No quiero escuchar quejas —gruñó Prescott.

—Oh, no. Una pregunta rápida, ¿cómo es que matas a un saltador de cuerpos?

—Fácil —dijo Vik, su voz amigable como siempre—. Retenlo de encontrar un


nuevo cuerpo por dos minutos o comándalo a un cuerpo y asesina a su anfitrión.
Oh, o puedes matar a su cuerpo de anclaje, pero esos son casi imposibles de
encontrar. Si quiere acabar con el saltador de una vez por todas, necesitas usar un
arma bendecida, pero usualmente mandarlo de regreso al Foso es suficiente. Les
toma tiempo arrastrarse de vuelta.

—Entendido, bien. Entonces, otra pregunta rápida, ¿qué hacemos si uno está
dentro del Lord General?

Al unísono los seis cazadores se giraron para observar a Tarrick, quien no se


había movido. Su cara cubierta por gotas de sudor y sus ojos estaban
desenfocados, luchando fuertemente en una batalla personal de la que no habían
estado enterados.

Matthew había notado que Tarrick estaba raramente callado desde el momento
en el que se teletransportaron. Primero pensó que estaba dejando a Prescott montar
su espectáculo, pero nunca había conocido a un Tarrick que pasivamente se hiciera
a un lado cuando podría estar dando órdenes. Y él sabía que había olido diecisiete
demonios y no dieciséis.

—Mierda —juró Silva.

Tarrick sonrió, sus dientes afilados y demoniacos. Sus ojos estaban nublados por
una oscuridad aceitosa. Cargó contra Silva, pero ella se teletransportó antes de que
el kanobou de Tarrick pudiese alcanzar a su objetivo.

Vik apuntó con su lanzador de granadas mientras Lock desfundaba sus


lanzadores de seis disparos, ambos listos para iniciar fuego.

—No letal —ordenó Prescott.

—No puedes derrotarme a menos que asesines su cuerpo —siseó la criatura.

—Sí, pero fácilmente podemos dejarte inconsciente —dijo Nellis empujando


hacia arriba sus puños para atacar. Prescott sostuvo su mano para detenerlos. Los
cazadores tenían a la criatura rodeada. Matthew tenía sus garras fuera. No podría
contra todos y el demonio estaba consiente de eso.

El demonio usando a Tarrick como un traje de carne miró a Matthew y sonrió.

—Ella nos tenía convencidos de que moriste al momento de nacer. Ya les he


informado a los otros que estás vivo. Están en camino por ti.

Asombroso. Ahora ¿los demonios también querían ir tras su trasero? Matthew


suspiró pesadamente y añadió esa información a la pila de su vida clasificada como
“esto apesta”.

—Grandioso. Diles a los demonios que hagan fila. ¿Qué tal si sacas tu nublado
trasero negro del Lord General?

Se río. Matthew empujó poder a su rango de velocidad y arrastró al demonio


contra una pared. La cosa podría estar vistiendo la piel de Tarrick, pero no poseía
sus habilidades ni su inteligencia. Aquello no habría esperado que Matthew se
moviera tan rápido, ni tampoco la facilidad con la que sacó el arma de su mano. No
tenía idea de lo que Matthew era capaz de hacer.
—Deja su cuerpo y no entres en el de nadie más aquí —comandó Matthew,
obligando al demonio a hacerlo. Pudo sentir al demonio debatiéndose contra él,
pero no era lo suficientemente fuerte para pelear contra Tarrick y Matthew al mismo
tiempo. Tiró la cabeza de Tarrick hacia atrás y un torbellino de niebla salió de la
boca de Tarrick. Se alzó en el aire y escapó por un respiradero en el techo.

El cuerpo de Tarrick se contrajo en espasmos y Matthew lo sostuvo antes de que


colapsara en el suelo.

—Eso no fue placentero —dijo Tarrick, volviendo en sí—. Necesitamos encontrar


una manera de prevenir que eso pase.

—La última vez que peleamos con demonios encontramos una buena manera
de lidiar con los saltadores de cuerpos, pero eso fue hace dos mil años.

—Bien, ahora ellos saben que estamos aquí. Tendré una actualización en dos
minutos —dijo Hiroto teletransportándose para recolectar información.

Sin esperar ninguna orden, los cazadores tomaron posiciones alrededor de la


bodega. Tarrick recobró su arma y tomó una posición junto a la puerta.

Matthew se sentía inútil. Él no era parte de su equipo, por lo tanto, no sabía cómo
funcionaban las cosas. Sin órdenes, él simplemente se quedó torpemente parado
en el lugar en el que lo habían dejado. Expandió sus sentidos ligeramente. A parte
de los demonios, Matthew podía oler una fuente de agua cercana y montones de
madera, pero más que un bosque —era quizás un montón de madera acumulada.
Hacía fresco y las ventanas tenían una capa de escarcha sobre ellas. Nieve se
apilaba afuera en el suelo y podía escuchar a un búho ululando en la distancia.

La esencia de almacenes vecinos, aceite, cajas, ratas y metal se filtraba por su


nariz. Se encontraba al norte de los Estados Unidos o Canadá, pero no era capaz
de señalar una ubicación exacta.

—¿Qué estás haciendo? —inquirió Tarrick.

—Tratando de descifrar donde estamos, Lord… —Matthew no terminó de decir


su título cuando Tarrick lo miró de vuelta.
—Fuera de Saskatoon.

—¿No es ese territorio vampiro?

Lock río desde su posición vigilando desde la ventana en el segundo piso.

—No dejes que tu linda cabecita se preocupe por nada. Te protegeremos de los
malvados y grandes vampiros.

Le tomó a Matthew toda la paciencia que tenía no girar sus ojos, un hábito que
había adoptado de Samantha.

La voz de Hiroto vino de comunicador.

—Tres más acaban de pasar el portal y parece que se están preparando para
recibir más. Necesitamos detenerlos ahora o llamar a los refuerzos.

Prescott respondió, haciéndole saber que estaban en camino. Los cazadores se


movilizaron, dejando a Matthew a solas con Tarrick.

—¿Sabes de lo que el demonio estaba hablando? ¿Por qué te querrían? —


Preguntó Tarrick.

Matthew cerró sus ojos y frotó su frente, su cabeza estaba punzando.

—No tengo ni idea, le preguntaré al siguiente que manipule, pero si tuviera que
adivinar la respuesta diría que sería algo relacionado con las líneas ‘Tu eres un
Semidios y quiero que te inclines ante mi’.

Su comentario fue encontrado por silencio. No debió haber dicho eso. Estaba
fuera de línea y probablemente tendría que pagar por eso después, pero por el
momento Matthew estaba frustrado. Estar tan cerca de la naturaleza, la noche, una
población humana únicamente unas cuantas millas a lo lejos… él quería correr y
cazar y follar.

Sólo alejado unos cuantos pasos de la libertad que él sabía nunca probaría de
nuevo. Incluso si supiera como remover el collar –y liberar a Samantha de una forma
segura– eso sería seguido por el Juez yendo a matarlo.
Su armadura de repente se sintió como una prisión y su cadera empezó a doler.

Tarrick sujetó el codo de Matthew, su toque era cálido.

—Este es un mal momento para desmoronarse, guerrero. Quédate conmigo.

Matthew asintió. Él podía mantenerse en usa sola pieza. El dolor en su pierna


disminuyendo.

Tarrick abrió su comunicador para escuchar a los Argonautas. Estaban matando


demonios de uno en uno con precisión quirúrgica.

La esencia de sangre alcanzó la nariz de Matthew. Demoniaca y de cazadores.


La conversación en el comunicador volviéndose un poco más frenética y los tatuajes
de Matthew se estaban volviendo de color escarlata en las puntas anticipando la
pelea. Él frotó su brazo.

—¿Va a mandarme dentro, entrenador?

—En un momento. Deja a los cazadores hacer su trabajo y suavizarlos un poco.


En este momento te meterías en su camino —Tarrick estaba calmado como
siempre, como si nunca hubiera sido poseído por un demonio. Tampoco parecía
importarle sentarse de lado al campo de batalla mientras los cazadores trabajaban.

Matthew comenzó a calmarse. Los ojos de Tarrick nunca lo dejaron y tenía una
media sonrisa engreída en su cara, como si supiera algo que Matthew no.

—¿No…? —empezó Matthew para después quedarse callado. No había sido


comandado y tampoco iba a dar un reporte.

—Si tienes preguntas, hazlas.

—¿No encuentras conveniente que los demonios se hallan posicionado tan cerca
de una piedra Ley?

—No. Poderes mágicos las líneas Ley. No están tratando de ganar acceso para
mantener el portal al Foso abierto. Así es como Hiroto los encontró.

—¿No estás preocupado de qué esto se convierta en una incursión?


—Claro. Pero se necesita de mucho poder para hacer un portal lo
suficientemente grande para que un comandante del foso pase por él. Los
guardianes pueden hacerlo. Samantha podría con tu sangre. Brujas con espíritus
poderosos o aquelarres de estas pueden hacerlo. Pero demonios, no veremos nada
tan poderoso como eso.

—Hemos acabado con una gran parte de los demonios, envíalo —.la voz de
Prescott sonó por el comunicador.

—Ve —ordenó Tarrick.

Matthew no espero más. Al tiempo que corría fuera de la bodega, escuchó a


Prescott decir ‘Sa’ nile’ haciendo a su grillete derecho caer. Lo atrapó y lo aseguró
a su cadera mientras la sangre comenzaba a salir de sus rojos tatuajes. Bloodreaver
formada en su mano al dirigirse hacia otro almacén. El olor a acre de la sangre
aceitosa y los tres demonios yaciendo en la calle le indicaron que se hallaba en el
lugar correcto.

No se molestó en usar ninguna de las puertas. Cargó contra la pared lateral, una
nube de concreto acumulándose detrás de él. Había un demonio humanoide con el
cuerpo cubierto de espinas, lanzado pinchos hacia Vik, quien estaba arriba de un
corredor disparando granadas.

Matthew hundió a Bloodreaver en la espalda del demonio dejando un corte limpio


a través de su torso. Tomó el cuerpo del demonio y lo lanzó en contra de otro
demonio: un enorme hijo de perra, que iba descendiendo contra él.

El colosal demonio siseó cuando los pinchos atravesaron su pecho. Luces


blancas y verdes parpadearon al tiempo que Hiroto se teletransportaba a los
hombros del demonio y hundía sus dagas de doble filo en su cuello, mientras que
Lock aparecía a su lado y desataba una ráfaga de tornillos de plata contra sus
costillas.

Los cazadores tenían a ese cubierto.


Alrededor de Matthew la bodega era un desastre: aceitosa grasa de demonio
esparcida donde quiera, piezas de sus cuerpos y cajas aplastadas llenando el suelo
de desperdicios. En el centro, había un desgarre en el aire mismo, a penas tan
grande como para que un humanoide se desplazara por él. Un portal.

En el lado más lejano del edificio, Matthew divisó a Nellis. Su pecho estaba
despedazado en jirones, pero eso no parecía ralentizarlo para golpear a un demonio
con un enfermizo crujido y mandarlo a estamparse contra una pared. El demonio
aterrizó fuertemente y se deslizó al suelo. Matthew estaba sobre él antes de que
tuviera cualquier oportunidad de moverse, troceando al demonio en pedazos con su
hacha.

Silva se escondió detrás de Nellis, usando su cuerpo como escudo mientras


disparaba balas a los demonios.

Prescott combatía con un demonio quien también blandía una espada con
destreza equiparable a la del Emperador. Los otros parecían ser la contención para
dejarlo pelear sin interferencia.

El sonido de metal chocando captó la atención de Matthew. Miro alrededor, a


tiempo para ver una granada balancearse en el suelo. Un demonio con cuernos y
una jodida espada emergiendo a través del portal. Matthew se disparó y aventó la
granada contra él mientras esta explotaba, salpicando a todos con pedazos de la
criatura. Con excepción de Vik que lo había esquivado refugiándose en un mirador
de la bodega.

—Eso fue asombroso —dijo ella.

—Pagarás por mi lavado en seco —le dijo Nellis a Matthew, cepillando piel de
demonio lejos de sus abiertas heridas. Silva se teletransportó lejos y alternó sus
dagas. Cortó la frente de un demonio y después volvió a ello antes de que la cosa
pudiera responder. Repitió el procedimiento varias veces, lentamente cortándolo
hasta la muerte.

Quedaban siente demonios, pero sólo tres que Matthew podía ver en el suelo.
Algunos se estaban retrayendo.
—El portal, Matthew —dijo Prescott, su espada perforando profundamente el
hombro del demonio con el que había estado peleando. El demonio gritó y se
retorció. Este tenía una cola gruesa, y golpeó a Prescott en las piernas, haciéndolo
caer.

Sangre. Bloodreaver suspiró para él.

Matthew estaba sobre el demonio antes de que Prescott pudiese recuperarse. El


demonio bloqueó dos ataques, pero Matthew era más rápido y el tercero aterrizó
con éxito. Bloodreaver lo alimentó con energía, haciéndolo más rápido y fuerte.
Podía sentir sus ojos llenándose con sangre y volviéndose orbes carmesíes.

No quería cerrar el portal. Quería que más demonios vinieran a pelear contra él.
Su deseo se cumplió cuando tres demonios más traspasaron el portal.

Matthew sonrío.

—El portal, Matthew —repitió Prescott.

Matthew gruñó al Emperador y descubrió sus dientes.

—No quieres hacer eso. Mi mordida es peor. Cierra el portal. No me hagas repetir
la orden de nuevo.

Eso hizo que Matthew se pusiera sobrio. Estaba dejando que Bloodreaver lo
controlara demasiado.

Una granada pasó volando apuntando a los tres demonios que acababan de
entrar en la habitación. Matthew se cobijó detrás de un estante para evadir la
explosión, pero… esta granada era diferente. Explotó en una turbia y apestosa red
que atrapó a los demonios. Los Argonautas descendieron sobre los atrapados
demonios haciéndolos caer con facilidad.

Decepción vino de Bloodreaver y Matthew. Debió haber salido corriendo, pero


estaba tratando de no ser imprudente. Prescott ya estaba lo suficientemente
molesto.
Antes de que pudiera moverse hacia el portal, algo se estampó contra el costado
de Matthew haciéndolo caer. Un demonio armado de cuatro brazos aterrizó sobre
su pecho y comenzó a arañarlo.

El demonio rasgó los ojos de Matthew en un intento por arrancarlos. Matthew


liberó su hacha, que se transformó en un charco de sangre, pero antes de que
tratara de sobreponerse al poder de la criatura, esta cayó muerta contra él. Silva
estaba parada sobre él y una bala de plata estaba atorada en la espina del demonio.

Matthew se estiró y tocó el remolino de masas negras. Antes de que tuviera una
oportunidad de cerrar el portal, una ola de nausea lo golpeó y después él no estaba
más en la bodega.

Se encontraba en el Foso.
CAPÍTULO VEINTIOCHO

Traducido por Ravell

Corregido por Cotota

Rodeando a Matthew estaba una armada de demonios. Cientos de miles, tal vez
más. Ríos de lava fluían alrededor de ellos y un serrado, imperdonablemente
afloramiento emergía desde el suelo en la forma de dientes filosos.

Masivos comandantes del foso avanzaban con pesadez desde los alrededores.
Eran obesos, redondos demonios que parecían llenos de bilis, demonios que
parecían casi humanos, otros que asemejaban animales monstruosos y cada tipo
de macabra combinación posible entre ellos.

Parado sobre un rocoso acantilado estaba un hombre alto que parecía ser su
líder. Era delgado y vestía una armadura. Sus ojos y cabello eran de un negro puro
y sus rasgos eran atractivos; pómulos altos perfectamente estructurados, labios
llenos y pestañas pesadas.

Él le sonrío a Matthew, creando un cosquilleo en su piel.

Ninguno de los otros demonios reaccionó ante la presencia de Matthew, y fue


cuando se dio cuenta que de hecho no estaba en el Foso, pero sí observando a
través del portal.

—Semidios —dijo el delgado hombre. Tenía que estar al menos a una milla de
distancia de Matthew, pero podía escucharlo tan claro como si ambos estuvieran
parados uno al lado del otro—. Únetenos.

—Sí. Mira, por el momento lo dejaré pasar —respondió Matthew.

La sonrisa del hombre cayó y grandes alas de color negro se desplegaron de su


espalda. Tomó el aire, volando hacia el portal y aterrizando con gracia en frente de
Matthew.
Se estiró y tocó el portal, reflejando la forma en la que Matthew estaba de pie al
otro lado. La temperatura descendiendo varios grados.

—Eres increíble —dijo el demonio—. Dime tus deseos y yo los cumpliré por ti.

—Hmm. Sobre eso… no.

—¿Estás seguro? Sírveme y te daré todo lo que desees —el demonio señaló el
collar de Matthew—. Yo puedo liberarte.

Matthew río.

—¿Por el bajo, bajísimo costo de inclinarme ante un demonio? En serio, estoy


bien. Pero, gracias.

—Servirme te recompensará —el demonio parecía querer extender su brazo y


tocar a Matthew —me preocuparé por ti y todas tus necesidades, saciaré todas tus
hambres. Desbloquearé tus poderes más allá de lo imaginable. ¿Qué te detiene de
tomarlo todo?

Samantha y Lily. También demonios. De todas las cosas con la que Matthew
quería lanzarse, los demonios estaban hasta el fondo de la lista.

—Mis razones son personales. De cualquier modo, ¿quién demonios eres?

Una cruel sonrisa se levantó en los cautivadores labios del demonio.

—Soy Mazarus. Dile a Prescott que un viejo amigo dice “hola”, puedo sentirlo
allá afuera. Oh, y déjale saber que un día su alma será mía.

Matthew se tambaleó cuando una mano lo empujó fuera del portal, el cual se
cerró detrás de él. La bodega reapareció ante él y Tarrick –en su jodida forma de
incubo completa, con sus al menos dos metros de altura– quien sostenía su brazo
tan fuerte como para dejar moretones.

—¿Qué acaba de pasar? —su voz era más profunda y dura de lo normal,
mientras con un chasquido colocaba el grillete de Matthew de vuelta a su brazo.
Alrededor de él, el resto de los demonios estaban muertos Y Matthew notó
sangre negra sobre el arma de Tarrick. Los cazadores estaban limpiando y
enfundando sus propias armas.

Matthew miró a Prescott y luego de vuelta a Tarrick.

—¿Quién es Mazarus?

—¿Qué? —Soltó Prescott, sin poder esconder su sorpresa.

Tarrick apretó el brazo de Matthew con más fuerza.

—¿Cómo conoces ese nombre?

—Él se presentó personalmente ante mí.

—¿Lo viste? ¿Está vivo? —Cuestionó Prescott, tomando un agitado paso hacia
adelante.

—Sí. Un tipo alto, rasgos afilados. Lo habría confundido por un incubo si no fuera
por sus ojos negros y la armada de demonios que traía alrededor suyo. Su escencia
era medio familiar…—a Matthew se le ocurrió una idea—… de hecho era bastante
familiar… jazmín… es él…

—Sí —dijo Tarrick—. Es el hijo del Alto Rey. Presumiblemente muerto desde
antes de mi tiempo.

—Bueno, a él realmente no le agradas, Emperador. Él quería que te dijera que


tu alma será suya.

Prescott se mofó.

—Ese pequeño tonto es bienvenido a intentarlo.

—Dos mil años en el Foso. Él ya no es lo que alguna vez fue. Quien sabe que
poderes habrá adquirido en ese tiempo, no lo subestimes —comentó Hiroto,
recargándose contra un estante. Matthew hasta ese momento no se había
percatado de él.
—Vamos a largarnos de aquí —dijo Nellis con su marcado acento irlandés—.
Tengo trocitos de demonio en donde no debería haber ninguno.

—Secundo el comando —dijo Lock—. Mi esposa va a estar tremendamente


enojada si me pierdo la cena —alguien hizo un sonido de látigo y Lock sonrió—.
Has visto a mi esposa ¿cierto? Estoy feliz de ser azotado por ella.

Tarrick comenzó a reducirse a su forma habitual, su armadura ajustándose a él.


Mientras el grupo regresaba a la piedra Ley, los cazadores juguetonamente
volvieron a narrar que tan letales habían sido en la pelea, las historias
transformándose en nuevas y épicas vidas.

Matthew se encontró a sí mismo disfrutando escuchándolos. Estaba claro que


todos ellos eran camaradas –incluso Silva los conocía bien. Un sentimiento de
soledad apretó su corazón.

Tarrick le devolvió la mirada. Matthew había estado quedándose atrás, pero


retomó el paso para que ellos nos pensarán que estaba tramando algo.

—Tienen quince minutos —Prescott le dijo a su equipo cuando estuvieron de


vuelta en el lobby de la torre. Todos ellos se teletransportaron lejos. Excepto por
Silva, quien se quedó al lado de Tarrick.

—¿Roshambo? —Prescott le preguntó a Tarrick.

Tarrick sacudió su cabeza y caminó hacia el elevador.

—No, yo daré el reporte. Pero si me mata, di algunas palabras lindas en mi


funeral.

—Yo solo… —Silva empezó.

Tarrick señaló al espacio vacío a su lado.

—Tú eres mi Comandante. Ven.

—Pero tengo un demonio en todo mi cuerpo…


Tarrick ignoró la queja, y ella lo siguió. Ambos entraron al elevador y se fueron.
Matthew se quedó de pie, aun esperando por algún tipo de comando de parte de
Prescott.

—Bien, vamos —dijo, señalando a Matthew el segundo elevador—. ¿Por qué


tuve que repetir la orden para que cerraras el portal tres veces?

—Lo lamento, Emperador.

—No quiero una disculpa. Quiero que me digas por qué no seguiste la orden
desde la primera vez que se te indicó.

Matthew trazó su tatuaje con sus dedos.

—No he estado en una batalla por un tiempo, Emperador. Como un vampiro,


disfruto asesinar, pero en combinación con un arma… es fácil perder el control.
Quería matar más antes de cerrarlo.

Prescott observó sus tatuajes.

—Está bien. Comenzaré a entrenarte para resistirlo, pero no vas a disfrutar el


proceso. Y si me haces repetirme a mí mismo de nuevo, lo disfrutarás aún menos.

Se bajaron en unos de los pisos de cazadores que tenían escaleras separadas


que conectaban con varios niveles. Prescott condujo a Matthew a un cuarto de
lockers, sujetó la armadura del pecho de Matthew y dijo unas cuantas palabras. La
armadura colapsó por sí sola y Matthew se dejó caer en una banca.

—Serás responsable de mantener tu armadura limpia. Te enviaré a alguien para


enseñarte como cuando tengamos algo de tiempo libre. Ve a bañarte y encuéntrame
en la cafetería en diez minutos.

Prescott se teletransportó y Matthew se quitó el traje de compresión. Él no perdió


el tiempo en la ducha y cuando salió, había prendas de ropa esperando por él.

Vestido, subió dos juegos de escaleras a una gran cafetería que los cazadores
usaban. Las luces estaban bajas y el sitio estaba vacío.

Matthew olisqueó el aire. Podía oler incienso y cerezas.


—Hiroto…

Había estado detrás de Matthew, espiándolo y Matthew ni siquiera lo había


notado. Su capa y máscara no estaban con él; sus húmedas, mullidas orejas de
zorro asomándose.

—¿Hmm? ¿Qué?

Matthew sacudió su cabeza.

—¿Por cuánto tiempo has estado observándome?

El zorro le ofreció una sonrisa traviesa.

—Por un rato. Quería echarle un vistazo a tu trasero. Para el registro, es un buen


trasero.

Matthew soltó una risilla.

Hiroto le dedicó un guiño.

—¿Te divertiste esta noche?

¿Diversión? No en realidad. Aunque no había sido tan terrible. Salir de la torre


fue lindo. Había disfrutado viendo cosas que nunca había contemplado, y gracias a
una memoria superior podía traer a colación la localización de ese lugar en cualquier
momento que él quisiera. Sería útil para los días de soledad.

—Disfrute matando demonios.

Hiroto hizo un gesto hacia una silla para Matthew.

—Siéntate.

Matthew se sentó en la silla, pero no se permitió así mismo ponerse cómodo,


sabiendo que tendría que ponerse de pies tan pronto como Prescott entrara. Hiroto
saltó sobre la mesa y se sentó con las piernas cruzadas enfrente de él. Él sujeto
sus rodillas y contoneo su cuerpo un poco.

—Así que ¿cuándo vamos a follar?


Matthew rio de nuevo.

—No te rías. Soy un asesino en la cama. Incluso seré yo el que penetre si esa
es la única forma en la que lo quieres.

Oh Dios. Pensar acerca de Hiroto dentro de él, lo hacía reír a un más fuerte… no
porque no tuviese intenciones de darle una oportunidad, pero porque el zorro tenía
como la mitad de su tamaño y un tercio de su masa. La imagen de un escalador
trepando una montaña vino a su mente.

—¿De qué demonios están hablando? —Preguntó Nellis, atorando sus


guanteletes a sus caderas. Era la primera vez que Matthew los había visto
quitándoselos. El cazador estaba en una ajustada, camiseta blanca cerca de ser
dos tallas demasiado pequeña y pantalones oscuros. Matthew comenzó a
levantarse, pero Hiroto empujó sus hombros hacia abajo. Él se quedó sentado.

—Estaba tratando de conseguir un polvo —dijo Hiroto.

—Quieres ser follado por el vampiro. Dios todopoderoso, eres un completo


marica.

Los ojos de Matthew casi salieron de su cara. Nunca había escuchado a un


cazador hablar de esa manera –y especialmente no en las cercanías de un incubo,
a quienes realmente no les importaba el género de la persona de la que se
alimentaban. Algunos tenían preferencias, pero sin importar que comida era comida.

Hiroto arrugó su nariz.

—No soy yo el que constantemente tiene que embutirse sangre vampírica para
curar esas desagradables enfermedades que tú continúas cachando de tus
rameras.

Nellis se encogió de hombros.

—No puedo evitarlo si me gusta que mi mujer esté un poco sucia.

Jesús, ese hombre era desagradable.

—Perra católica —dijo Hiroto con una risa.


—Perro lame culos.

—Feo chorra mierda.

—Polla de larva.

Un rugido vino desde la puerta. Lock estaba parado ahí vestido en ropas de civil:
una camisa de franela de cuello cerrado, pantalones de mezclilla, un gran cinturón
con hebilla, botas de vaquero, no traía ningún arma e incluso sus runas eran
invisibles.

—¿Ustedes dos de nuevo?

Nellis tomó asiento al otro lado de la mesa, transversalmente a Matthew. La silla


crujiendo bajo su peso.

—Sólo estás celoso de que le gustó más a Hiroto.

—Me mantiene despierto toda la noche —dijo Lock sentándose al lado de


Matthew y pateando una silla hacia afuera para descansar sus botas sobre esta—.
¿Dónde están los demás? Quiero irme.

Hiroto se encogió de hombros.

—Estarán aquí pronto.

Matthew no estaba seguro de lo que estaba pasando, pero de repente se sintió


verdaderamente incomodo con la manera tan casual en la que tres Argonautas se
sentaban alrededor de él. Se sentía como si él fuera el único raro fuera de lugar.

Prescott se teletransportó, aun en su armadura, pero limpio. Matthew se levantó


e hizo una reverencia. Prescott lo comandó a sentarse de vuelta.

—¿Dónde está Vik? —Preguntó el Emperador.

—Elegantemente tarde —dijo ella mientras se apresuraba. En una mano


sostenía la toalla con la que había estado restregando su jabonoso, mojado cabello
y en la otra llevaba una botella de vino llena de sangre. Ella sacudió la botella—. La
puse en el lugar equivocado, así que me tomó un tiempo encontrarla.
—Siempre estamos esperando por esta mujer.

Silva se teletransportó. Ella no había tenido el tiempo para darse un baño, pero
se había quitado su capa exterior dejándola en cierta forma más limpia. Sangre de
demonio aún manchaba su cara. Vik le pasó la toalla y Silva comenzó a limpiase a
sí misma.

—¿Qué tan enfadado está él? —Cuestionó Prescott yendo hacia el gabinete y
tomando una pila de vasos de whisky y una botella de bourbon.

—No lo sé. Sólo se sentó ahí. Ningún movimiento. Y nos despidió después de
darle el reporte.

Prescott maldijo en latín mientras deslizaba un vaso en frente de cada uno,


incluso Matthew, y comenzó a verter. Había un vaso extra en la cabecera de la
mesa.

—Voy a tener una noche de mierda.

Vik abrió la botella de sangre y la vertió en el vaso vacío enfrente de Matthew.

—¿Quieres que me quede en los alrededores, jefe? —Preguntó Lock.

—Nah. Puedo manejarlo.

Tarrick entró a la habitación. Él estaba libre de su armadura y en un traje. Limpio


y bañado. Matthew no tenía idea como se las había arreglado para hacerlo cuando
Silva seguía sucia. Matthew se inclinó, pero nadie más se molestó en hacerlo.
Tarrick pareció no darle importancia.

Con los vasos llenos, cada uno tomó el suyo, incluso Tarrick. Matthew miró al
suyo y Hiroto golpeó su hombro.

—Peleaste con nosotros, ahora bebe con nosotros.

Prescott alzó su vaso al aire.


—Por nuestros hermanos y hermanas que sirvieron su última misión, que sus
almas encuentren paz entre los dioses. Para el resto de nosotros, que nuestros días
se vuelvan más ligeros y nuestras vidas más longevas.

Ellos inclinaron sus vasos y bebieron. Matthew olisqueó su vaso. No era


solamente sangre, había algo más ahí también.

—Deja de ser un marica y bébelo —dijo Nellis limpiando su boca.

Matthew vació el vaso en un solo trago. Sabía increíble y deseo que mejor lo
hubiese tomado a sorbos para hacerlo durar.

Notó a Vik estudiándolo con intenso escrutinio.

—¿Te gusta? Describe cómo te sientes —lo presionó, sirviéndole más.

—Está bueno —respondió Matthew, esta vez disfrutando de su sabor. Cuando


lo hubo vaciado, ella le sirvió más.

Tan pronto como hubo terminado con el tercer vaso. Lo golpeó como un jodido
tren. Su cuerpo completo se balanceó y terminó cayendo al suelo con un ruido
sordo. Su mente estaba nadando y se sentía como si estuviese flotando. Alzó la
vista para notar a todos viéndolo a él.

—¿Hiciste que mi vampiro se emborrachara? —Inquirió Tarrick.

Vik se animó y respondió con un emocionado “¡Sí!”.

—Esta mierda es asombrosa —dijo Matthew—. ¿Qué es lo que tiene?

—Oh, tú sabes, un poquito de sangre de incubo, y sangre normal, un poco de


extracto de dedalera… unos cuantos otros ingredientes. He estado esperando por
años para probarlo, pero nadie me había prestado un vampiro.

—Porque te mantenías matándolos —dijo Tarrick—. Y los necesito para entrenar


cazadores, no para tus poco fiables experimentos. Y especialmente no para
presenciar que tan borracho puedes poner a uno.

—Es como progresamos, General —dijo ella con un encogimiento.


Matthew había pensado previamente que Vik era un tipo de linda mujer con un
toque de locura, pero ahora que estaba aprendiendo más estaba inclinado más
hacia que era una científica psicópata.

Hiroto sujetó el brazo de Matthew y tiró de él hacia arriba.

—Vamos a sentarte.

Matthew se tambaleó en su silla.

—Creo que lo diluyere un poco más la próxima vez —comentó Vik estudiando la
botella.

Matthew sacudió su cabeza.

—No, así es grandioso —él realmente estaba disfrutando el sentimiento. Habían


sido… cerca de diez años –Mierda, ¿en serio?– desde la última vez que había
estado ebrio—. Sabes, si no estuviésemos en una enorme guerra, podrías vender
esta mierda a los vampiros y hacer una fortuna.

Nellis volvió a su asiento.

—Sólo deberíamos dárselos, sería fácil atraparlos si estuvieran completamente


ebrios.

—Bien, todos ustedes que tengan otras responsabilidades o esposas —indicó


Prescott mirando a Lock—, adelántense y márchense de aquí. Los reportes,
mañana al mediodía.

Lock dio un asentimiento al grupo y se teletransportó lejos.

Silva se giró hacia Tarrick.

—Voy a contactar con Ashwood, estaré de vuelta en unas horas. Si piensas dejar
la torre, más vale que sepa de ello, General.

Tarrick la dejo it.

—Está despedida, Comandante —Silva desapareció con un destello verdoso.


—¿Está esa hermosa jovencita súcubo tuya por los alrededores esta noche,
Emperador? —Preguntó Nellis. Matthew estrechó sus ojos al gran hombre
irlandés—. Porque si estás ocupado con el Rey, estaría feliz de alimentarla.

Oh. Joder, no. Matthew no dejaría que ese hijo de perra estuviera ni a una milla
cerca de Lily.

Dejo escapar un rugido y saltó sobre la mesa, lanzando puños contra la cara de
Nellis antes de que alguien pudiese reaccionar. Los dos cayeron de la silla y se
dispersaron en el suelo. Lanzando puños el uno contra el otro.

Matthew sólo se detuvo cuando los grilletes en sus brazos se juntaron detrás de
su espalda. Trató de levantarse y patear a Nellis, pero pronto sus tobillos estuvieron
atados también y se tambaleó de vuelta al suelo.

Nellis se incorporó.

—¿Cuál es tu jodido problema?

—Lady Lillian es la hija de Matthew —dijo Tarrick desde su asiento, relajado y


tomando otro sorbo de su trago.

Hubo una pausa, al tiempo que la nueva información fue procesada.

Nellis rompió el silencio.

—En serio, ¿cómo es eso posible?

—Me follé a su madre —dijo Matthew retorciéndose en el suelo como un pez.

Hiroto explotó en risas.

—¿Por qué no nos dijiste, jefe? Pensé que era huérfana —dijo Vik cuando la risa
se apagó.

—No lo supe, hasta apenas. Y es aún información clasificada —Prescott bajo su


mirada a Matthew, menos que impresionado—. ¿Terminaste de pelear?

Matthew dejo de retorcerse.


—Sí, Emperador.

—Malvado —dijo Tarrick—, deja de llamarlo ‘Emperador’ cada vez que te diriges
a él.

—Es una regla—, dijo Prescott.

—Es molesto. Estoy cambiando la regla.

—Bien. Matthew, puedes usar ‘sir’ en su lugar. Pero prefiero ‘Emperador’. Olyar.

Los grilletes de Matthew se separaron el uno del otro. Se levantó y tomó asiento
de nuevo mirando a Nellis.

—¿Quieres empezar otra vez? Yo estoy dispuesto —dijo el cazador, palmeando


sus guanteletes y vistiendo una sonrisa come mierda en su rostro cubierto con
moretones.

—No más enfrentamientos. Y no más insinuaciones acerca de Lily —dijo


Prescott—. Y Matthew, Lily jamás dormiría con Mac, no tienes nada de qué
preocuparte.

—No conozco a una sola súcubo que estaría dispuesta a dormir con el
Comandante Nellis —una sensual voz femenina comentó desde la puerta.

Matthew se levantó y le hizo una reverencia a Lady Rosaline.

Después vomitó sobre toda la mesa.


CAPÍTULO VEINTINUEVE

Traducido por Isabel

Corregido por Cotota

Los cazadores saltaron mientras Matthew vomitaba sangre.

―Sí, lo diluiré la próxima vez de seguro ―dijo Vik.

―¿Está bien? ―Preguntó Rosaline, tapándose los ojos y la nariz.

Tarrick se reclinó en su silla.

―Está borracho.

Rosaline arrugó la cara con disgusto mientras miraba a Matthew de nuevo.

―Tenía planes para él esta noche.

Hiroto agarró una toalla mojada y se la dio a Matthew.

―No es de extrañar que me rechace.

Matthew negó con la cabeza y se secó la boca.

―No veo por qué los planes tienen que cambiar, mi señora.

Rosaline miró la mesa desordenada y casi se atragantó.

―No, creo que podemos esperar.

Matthew se ajustó los pantalones. Sus bolas habían dejado de ser azules y se
habían vuelto púrpura en este punto.

Hiroto se rió tan fuerte que tuvo que sentarse y todos se volvieron a mirar a
Matthew.

Matthew gimió.

―Dije eso sobre mis bolas en voz alta, ¿no?


Tarrick asintió con la cabeza en señal de confirmación, por lo demás inentendible.

Matthew quería arrastrarse debajo de la mesa por la vergüenza.

―Mierda. Lo siento. Esto... no creo que deba beber de nuevo.

―Nah, toma un poco más. La noche es joven. Ninguno de nosotros se ha


desmayado aún y necesitamos tener al menos una pelea más ―dijo Nellis,
sirviéndose más bourbon―. Y tú, mi señora, deberías unirte a nosotros y te daré
una larga lista de todos los súcubos con los que me he acostado. Puede que te
sorprenda ―le guiñó un ojo.

―Eres un perro ―dijo Vik.

Pero Rosaline parecía intrigada. Incapaz de dejar pasar algunos jugosos


chismes, se deslizó en una silla. Nellis le sirvió un trago.

―Eso me recuerda ―dijo Prescott―. Lady Rosaline y el general Tarrick pueden


darte permiso para venir.

Yay. Sexo.

Hiroto se inclinó hacia Rosaline y susurró.

―Deberías darle permiso para salir conmigo.

―No hasta que yo tenga el mío ―se rió.

Matthew fue a limpiar el desastre que había hecho. Tuvo que detenerse unas
cuantas veces para estabilizarse. En un momento, ignoró la conversación y
comenzó a seguir las baldosas en el piso para ver si podía caminar en línea recta.
No pudo, pero fue divertido intentar.

Atrapó a Tarrick mirándolo. Matthew le sonrió.

―¿Disfrutando? ―preguntó el general, echándose hacia atrás y bebiendo su


bourbon.

Matthew luchó contra el impulso de sentarse en su regazo. Cerró uno de sus ojos
e inclinó la cabeza hacia un lado.
―Eres muy lindo.

Tarrick se rio entre dientes.

―¿Lo soy?

―No lindo como Hiroto, él es adorable.

―Realmente lo soy ―dijo Hiroto, sus orejas moviéndose.

―… o lindo como Lady Rosaline, ella es hermosa.

―Vaya, gracias Matthew ―dijo ella.

―Pero eres como... caliente. Masculino.

Prescott gimió y se levantó.

―Creo que es hora de que el gran vampiro vaya a la cama, antes de que se
ponga en ridículo.

―No, no, déjalo hablar, jefe. Esto es oro ―dijo Nellis, terminando otro vaso de
un solo trago―. Antes de que pase mucho tiempo revisará la lista de cada amante
que ha tenido y conozco a algunas personas en esta sala a las que no les importaría
escucharlo.

Matthew se sentó en una silla al lado de Tarrick. Intentó ser astuto y acercarse
más, pero emitió un fuerte crujido al arrastrarse por el suelo. Tarrick levantó una
ceja.

―Oops― dijo Matthew, luego miró a Prescott―. No necesitas llevarme a la


cama. Me comportaré. Cruzo mi muerto corazón.

―Bien, pero…

Matthew no escuchó el resto de lo que dijo Prescott. Un dolor intenso se extendió


a través del vínculo. Samantha estaba herida.

Matthew aumentó la potencia a su velocidad y salió de la cafetería y del ascensor


en una fracción de segundo. Comenzó a arañar las puertas del ascensor.
―Déjame entrar, déjame entrar.

Los cuatro Argonautas que todavía estaban alrededor se teletransportaron detrás


de él. Vik tenía una estaca, mientras que Nellis se estaba deslizando en sus
guanteletes. Ni Hiroto ni Prescott se molestaron con un arma.

―Sé que estás borracho, pero este es un pobre intento de fuga ―dijo Prescott.

―Es Sam. Está herida. Por favor ―dijo y arañó la puerta, dejando surcos
profundos en el metal.

―Hiroto, ve a verla ―ordenó Prescott cuando Tarrick y Rosaline se unieron a


ellos. Hiroto se teletransportó lejos.

―¿Qué está pasando? ―Preguntó Tarrick, frunciendo el ceño con desagrado


mientras Matthew arañaba la torre.

Matthew se volvió más frenético.

―¿Está siendo castigada? Tengo que llegar hasta ella.

Prescott apretó una runa para llamar al ascensor.

―Cálmate, Matthew.

Matthew no se calmó. Necesitaba estar con su hija ahora mismo.

―Pronto ―la voz de Hiroto se escuchó en el comunicador―, necesitamos un


doctor, envíenlo a la habitación 8902, que se especialice en vampiros. Imperator,
creo que deberías dejar que Matthew venga aquí. Algo le está sucediendo a su hija,
no estoy seguro de qué. Nunca había visto esto antes.

Matthew dejó escapar un gemido desesperado. Finalmente, el ascensor se abrió


y entró en él. Tranquilamente, Prescott, Tarrick y Rosaline también se adentraron.
Vik y Nellis se teletransportaron lejos.

Rosaline tocó el brazo de Matthew en un intento de consolarlo. Él le gruñó.


Tarrick la apartó, poniéndose entre los dos.
―Se está moviendo más por instinto en este momento. Los vampiros se vuelven
salvajes cuando sus hijos están en peligro. Se calmará una vez que vea que ella
está bien.

Cuando el ascensor finalmente llegó a su nivel, ya había cruzado las puertas


antes de que se abrieran por completo. Pasó a Vik y Nillis, y no se detuvo para abrir
la puerta de la habitación de Samantha. En cambio, lo tiró de las bisagras y estalló
dentro.

Samantha estaba acostada en la cama. Estaba desnuda pero envuelta en una


sábana agarrándose el estómago y gritando.

Hiroto estaba en la habitación junto con Gavyn, que llevaba pantalones y nada
más, sus coloridos tatuajes cubrían la mayor parte de su piel.

Matthew recogió a Samantha y se retiró a su habitación con ella, dando un


portazo detrás de él. Se sentó en su cama con ella acunada en su regazo y la
acarició. Matthew deslizó poder en el vínculo para tratar de quitarle el dolor, pero no
funcionó.

Se rebanó la muñeca y se la metió en la boca, pero ella no bebió. No estaba


seguro de qué más podría hacer.

Un aroma cruzó su nariz. Gavyn. Matthew podía oler al cazador por todas partes.
Samantha tuvo sexo con él.

La rabia lo llenó. Dejó a Samantha en la cama y arrancó la puerta entre las


habitaciones.

―Esa puerta debería haber sido lo suficientemente fuerte como para detenerlo―
dijo alguien.

Pero Matthew no lo registró mientras caía sobre Gavyn y agarraba al cazador por
el cuello.

―¿Qué le hiciste?

―Nada ―logró decir Gavyn mientras se atragantaba.


―Matthew ―la voz dominante de Tarrick llamó su atención―. Libéralo y
recupera tu control.

Matthew quería golpear el cuello de Gavyn pero eso no ayudaría a Samantha, y


él necesitaba estar con ella ahora mismo. Liberó al cazador.

―La follaste.

Gavyn apretó los dientes.

―Pero no le hice nada a ella. Tuvimos sexo. No fue nada fuera de lo común.
Quiero decir, fue increíble, pero...

Matthew golpeó la pared con el puño y envió yeso a todas partes. Cerró a Gavyn.

―¿Fue la primera vez? ―Preguntó Tarrick.

―Sí ―respondieron Matthew y Gavyn. Matthew le gruñó.

Tarrick hizo un gesto a la mano de Matthew.

―Guarda tus garras, Matthew

No podía estar hablando en serio. Matthew estaba demasiado acelerado como


para ocultar su disfraz de vampiro.

―Ahora ―La cara de Tarrick se oscureció como si retara a Matthew a desafiarlo.


Y Matthew, por cualquier razón, no pudo. No cuando Tarrick lo ordenó así. Siempre
había sido así y Matthew nunca supo por qué.

Cerró los ojos e intentó pensar en cosas agradables. Tardó unos momentos pero
sus garras se derritieron en él y sus ojos volvieron al plateado.

Tarrick salió de la habitación y regresó con Rosaline, quien parecía


conmocionada, y la condujo a la habitación de Matthew donde Samantha estaba
retorciéndose en la cama.

―Va a escanear Samantha. ¿Serás capaz de manejarlo? ―Tarrick le preguntó


a Matthew.
―Sí. Aunque solo ella.

Rosaline empujó la sábana a un lado. Samantha siseó hacia ella.

―Sam, cariño, sólo voy a escanearte.

Matthew se deslizó en la cama y tiró de Samantha en su regazo. Él mantuvo su


parte superior del cuerpo quieta para evitar que atacara a Rosaline en su estado
confuso.

―Puedes hacerlo ahora, ella no te lastimará. Yo tampoco ―Matthew se sentía


un poco mejor, sabiendo que Rosaline podría ayudar.

Rosaline puso su mano en el estómago de Samantha y cerró los ojos.

―Ilertha ayúdanos ―jadeó y miró a Tarrick.

―Dime ―dijo Tarrick.

―Ella tiene glándulas soavik creciendo en sus bolsas de sangre.

El corazón de Matthew se hundió.

―Pero ella no era un incubo. Antes de convertirla, no era un íncubo.

―Tienes razón, no era un íncubo ―dijo Tarrick―. Solo los humanos pueden ser
oráculos, pero perder su virginidad desencadenó una habilidad latente que obtuvo
de ti. Al menos, eso es lo que sospecho que está sucediendo.

Llegó un humano que llevaba una bata blanca y un estetoscopio alrededor del
cuello. Prescott entró junto con el doctor.

Tarrick levantó su mano para detener al doctor y se dirigió a Matthew.

―Vamos a examinarla, pero eres demasiado peligroso ahora mismo. Lo siento


―Tarrick asintió con la cabeza a Prescott.

―Olipsus ―dijo Prescott y Matthew salió como una luz.


CAPÍTULO TREINTA

Traducido por Isabel

Corregido por Cotota

El hambre se extendió a través de Matthew. Sangre, sexo, muerte. Necesitaba


alimentar a los tres.

Sus cuatro bolsas de sangre y su soavik estaban vacías y Bloodreaver se agitó


debajo de su piel. Debió pasar un mes o más desde que fue noqueado. El olor a
jazmín le dijo que estaba en la habitación del Gran Rey mucho antes de que abriera
los ojos.

Matthew se despertó por completo y se empujó del camastro que estaba


colocando en “su área” de la habitación. Samantha, la única otra ocupante, estaba
durmiendo, vestida con ropa informal, en la cama de Malarath.

Matthew comenzó a acercarse a ella, pero se congeló a medio paso, pasando el


pie por el suelo de madera. Lo volvió a colocar sobre las baldosas en su zona de
tortura. No podía dejarlo sin permiso.

Un gruñido frustrado salió de él y comenzó a caminar. Sus pantalones de cuero


y su camisa de algodón se sentían más grandes de lo normal y su collar colgaba
pesado de su cuello. Mientras esperaba, notó que la obra de arte en la habitación
había cambiado a retratos y escenas con íncubos, pero todo lo demás era igual.

Bien entrada la noche, Samantha todavía no se había despertado y Matthew


estaba preocupado. Dios, él quería ir allí y abrazarla.

La puerta se abrió y Tarrick entró en la habitación. No le dijo nada a Matthew y,


un momento después, Prescott se unió a ellos. Matthew se inclinó ante los dos y
supo que su llegada anunciaba la venida del Rey.

Bajo y constante, la temperatura cayó y Su Majestad entró en su habitación. Ezra


y Ofelia estaban detrás de él, pero les cerró la puerta en la cara y los dejó afuera.
Matthew se arrodilló y bajó los ojos, tratando de no pensar en lo hambriento que
estaba... qué maravilloso sonaba el corazón de Prescott, latiendo sangre en su
cuerpo... qué tan sexy se veía Tarrick con su uniforme gris y botas altas y pulidas...
cuánto a él… le encantaría hundir su hacha en la cara de Malarath.

Malarath cruzó su habitación y se sentó en la cama al lado de Samantha. Él le


acarició la cara.

Los bordes de los tatuajes de Matthew comenzaron a ponerse rojos. Quería


alejar al Gran Rey de su hija, pero sabía que eso solo causaría un dolor terrible. Su
cuerpo tembló mientras permanecía quieto.

Malarath asintió con la cabeza a Tarrick, dándole permiso para hablar.

Tarrick le hizo un gesto a Samantha.

―La mantenemos sedada en este momento, pero está bien.

El alivio se extendió por Matthew.

―Desde el momento en que descubrí lo que eras ―continuó Tarrick―, tuve la


hipótesis de que cualquier niño que engendraras podría terminar con algunas
habilidades de incubo. Sabíamos que ella andaba furtivamente con un cazador pero
no lo detuvimos porque queríamos ver qué pasaría. Ella pasó por una
transformación de especies. Ella tiene glándulas pero no un soavik completo. Al
igual que tú, no tendrá que alimentarse de sexo para vivir, pero les dolerá cuando
estén vacíos. Lady Rosaline ya le enseñó a alimentarse correctamente.

Matthew estaba feliz de que Rosaline hubiera sido la que la había ayudado, como
lo había hecho con él.

―Hemos hecho algunas pruebas. Ella puede empujar las emociones a través
del tacto, pero esa parece ser la medida de sus habilidades. No puede aferrarse a
alguien, y tomó solo un rasgo físico: sus ojos ahora son plateados, como los suyos.

Matthew miró a Samantha. La mirada fría y juzgadora del Rey estaba sobre él, y
Malarath mantuvo su mano en la cara de Samantha, como si la estuviera
reclamando. Matthew debería haber apartado la mirada, mostrar deferencia, pero
estaba irritable y enojado porque lo habían mantenido inconsciente durante tanto
tiempo, lejos de ella.

―Mi mascota está desafiante esta noche ―dijo Malarath. Su mano se movió
hacia el cuerpo de Samantha, sobre sus pechos y su estómago, luego descansó
sobre su cadera.

Matthew reprimió un gruñido y apartó los ojos, mirando las botas de Tarrick.

―¿Vas a hacerle daño, Maestro?

―¿Por qué haría algo así, mascota? Ella es mucho más valiosa para mí que tú
―fue bueno que ella se hubiera hecho valiosa para él. Eso la mantendría a salvo―.
Aunque... ella todavía no lleva mi marca ―miró a Prescott―. Asegúrate de que la
tenga. En el mismo lugar que la de su padre.

Matthew apretó los puños. La plata de la marca dejada en su piel durante días
no había sido tan dolorosa para él, pero para ella sería insoportable.

Ella no merecía el dolor. La rabia atravesó a Matthew y él la perdió.

―No tengo idea de lo que Devak alguna vez vio en ti ―escupió Matthew con ira.
Devak había amado a este hombre durante siglos, tal vez más, y Matthew ni siquiera
podía comenzar a imaginárselos juntos. Su guardián había sido devoto, amoroso y
compasivo. El Gran Rey no poseía ninguno de esos rasgos. Era cruel, manipulador,
y seguro como una mierda que no le importaba su gente, excepto recurrir a ellos
para obtener poder.

Matthew parpadeó con fuerza. ¿Qué diablos acababa de decir? Incluso si el


pensamiento cruzó por su mente, no debería haberlo dicho en voz alta. No. No... el
Gran Rey lo tenía mal agarrado. Derretía sus barreras y su sentido de
autoconservación.

―¿Devak? ¿Tu guardián muerto? ¿Por qué me importaría su opinión sobre mí?
Matthew cerró la boca con fuerza y no la abrió. No podía arriesgarse a que el
Gran Rey descubriera quién era en realidad Devak.

―Responda la pregunta del Rey ―dijo Prescott. Matthew mantuvo la mirada


baja y no dijo una palabra. Tal vez debería mentir... pero con un control sobre él, no
creía que pudiera salirse con la suya.

Cuando no dijo nada, Tarrick retrocedió cuando Malarath se levantó y se


presentó ante Matthew.

―Pensé que te había roto la terquedad, mascota. ¿Qué es lo que me estás


escondiendo para arriesgarte a más torturas, o incluso dolor a tus hijas?

Todavía de rodillas, la mirada de Matthew se disparó hacia arriba, y la mano de


atrás de Malarath golpeó su mejilla. Él cayó al suelo embaldosado. Un moretón
profundo se formó en su rostro. Joder, él era fuerte. Cuando trató de ponerse de
rodillas, el pie de Malarath cayó sobre su pecho, inmovilizándolo en su lugar.

―Se pone mucho peor desde aquí, Matthew. Responde a su maldita pregunta
―dijo Prescott. A su lado, Tarrick permanecía en silencio e inexpresivo. Por primera
vez, Matthew pensó que se veía... pequeño.

Incapaz de pensar en otra forma de evitar esto, tragó saliva y ojos cerrados con
el Gran Rey.

―Devak fue su compañero, Maestro.

El Rey se quitó el pie.

―No, mascota, tu tutor nunca fue mi compañero.

Prescott se pasó la mano por la barba, un hábito que solía tener cuando tenía la
barba llena.

―¿Por qué crees que era el compañero del Gran Rey?

―Él me dijo, Emperador. Y vi un recuerdo.

El interés de Malarath se despertó de nuevo.


―¿Qué viste, mascota?

―Una batalla en la antigua Grecia. Estabas montando en un dragón negro. La


reina vampiro se movía a tu alrededor como un enjambre de murciélagos. Devak
estaba solo contra tu ejército... y lo diezmó como el Sanguine Dominar.

La mirada de Malarath se movió hacia Prescott quien negó con la cabeza.

―Eso es imposible. Luché contra el guardián, no era Apep. No se parecía en


nada a él, no hablaba nada como él. No hay forma de que fuera él. Lo habría sabido.

―¿Apep? ¿Era ese el verdadero nombre de Devak? ¿Peleas igual después de


dos mil quinientos años? Era él. Su cuerpo fue cambiado por un dios ―Matthew
intentó cerrar la boca, pero las palabras fluían en contra de su voluntad. No podía
callarse por mucho que quisiera. La presión sobre él se hizo más fuerte,
desgarrando la poca voluntad que tenía. Y se preocupó que Malarath estuviera a
punto de descubrir la identidad de su madre.

“Nunca viniste por él, Maestro. Después de que la Reina lo cambiara, lo


abandonaste por poder... para convertirte en el Gran Rey. El trono era más
importante para ti que tu amor por él. Esta interminable guerra en la que estamos
encerrados se trata de tu venganza. Miles de años de ti tratando de quitarle a la
Reina lo que te quitó... pero tú lo convertiste en lo que era, no ella. Y al final, fuiste
tú quien le quitó la vida. Maldito hipócrita.

―Matthew, cállate, ―dijo Prescott.

Ojalá pudiera. Aulló de frustración, su pecho se arqueaba en el suelo cuando los


ojos del Gran Rey se clavaron en él.

―No fue su culpa que lo perdieras ―gruñó Matthew―. Lo dejaste ir. Él estuvo
vigilándome toda mi vida y nunca vino a verte por lo mucho que lo lastimaste. No
fue hasta que encontré el amor otra vez. Lo amaba y tu Emperador lo mató. Ahora
se ha ido para siempre y es su culpa.
Matthew se deleitó en sus palabras. Se sentía tan bien atacar y herir al Rey, para
vengarse de toda la mierda que le había ocurrido. Sus ojos se enrojecieron de ira...
luego la cordura volvió a él... seguido de terror al darse cuenta de lo que había dicho.

Miró a Samantha. Dios, por favor no dejes que él la lastime.

Un silencio misterioso llenó la habitación. Malarath se calmó. Ni una sola emoción


cruzó su rostro, pero la temperatura bajó tanto que Matthew pudo ver la respiración
de Tarrick y Prescott, y las ventanas se congelaron. Los bordes de los ojos azules
del rey se quemaron con un anillo de oro.

―Vete ―la palabra goteaba con un venenoso peligro. Matthew no estaba seguro
de con quién estaba hablando el Gran Rey.

Tarrick fue a la cama y recogió a Samantha, acunándola en sus brazos.

―Matthew, ven ―dijo Prescott y salió de la habitación. Matthew se levantó y se


alejó de Malarath, dejando la habitación lo más rápido que pudo.

Tanto Prescott como Tarrick estaban pensativos. Si Matthew no lo supiera,


pensaría que ambos estaban asustados. Prescott llegó a la runa inferior, al
zoológico.

A mitad de camino, Prescott alzó la cabeza hacia la cámara,

―Corta las cámaras ―a diferencia de Rosaline, no hubo discusión cuando el


ascensor se detuvo y las cámaras se apagaron.

Prescott se paseó de un lado a otro, mirando a Matthew y luego murmurando


algo en latín. Tarrick guardó silencio, tratando de armar algo.

―Aau'Apep ―comenzó Prescott―, no era solo el compañero del Gran Rey. Él


era su compañero, el único compañero que el Rey había tomado. Ni siquiera creo
que Mal haya follado a nadie desde el día en que mató a Apep, o Devak, como sea
su nombre ahora, hace dos milenios y medio. Te cuento esto, Matthew, para que
entiendas cuánto amaba Malarath a Apep, y cuánto la acabas de joder. La última
vez que lo vi así de enojado entró en una ciudad humana y la destruyó.
Joder.

―¿Hará daño a Lily?

Prescott se frotó la barbilla.

―No lo sé. Haré lo que pueda para protegerla.

―¿Y Sam? ―Matthew tocó el cabello de Samantha.

Tarrick miró al vampiro inconsciente en sus brazos.

―Voy a enviarla a ella y a Rosaline a mi propiedad por un tiempo. Si ella está


fuera de su vista, él podría no dirigir su ira hacia ella. Emperador, transfiere a los
Inadaptados a Ashwood. Deben su rotación como instructores.

―¿Vas a permitir que el oráculo continúe su aventura con Gavyn? ―Preguntó


Prescott.

―Ella tiene que alimentarse ahora y me da la sensación de que será más


obstinada al respecto que Matthew ―Tarrick se quedó en silencio por un momento
y luego pregunta―. ¿Esta es guerra solo para castigar a la reina vampiro por un
compañero perdido?

―¿Importa la forma en que comenzó la guerra?

Tarrick se agarró con más fuerza a Samantha, como lo haría un padre afectuoso.
Matthew deseó que se la entregara, pero no parecía que Tarrick renunciaría a ella
si preguntaba.

―He perdido once hijos y tres compañeros en esta guerra. Me importa.

―¿Por qué? ¿Qué cambiaría? A menos que quieras bajar de tu posición.

Tarrick alzó los hombros.

―¿Cuestionas mi lealtad?

―No. Pero parece como si lo estuvieras cuestionando ―dijo Prescott cruzando


los brazos.
―No lo estoy. Nunca lo he hecho. Ni una sola vez. Soy leal a él y al incubo.

Prescott miró a Samantha y luego al general.

―No es solo venganza contra la Reina. Es territorio, caza, riqueza. Los vampiros
son asesinos y si su población es demasiado grande, pone en riesgo a toda la
comunidad sobrenatural. Tú lo sabes.

Matthew no creía esa propaganda. En los pocos meses que había pasado con
el vampiro Lord Ascelina, había aprendido que los vampiros eran buenos para
autorregular sus números y asegurarse de que no llamaran la atención humana
cuando se alimentaban.

Diablos, a menos que el vampiro fuera joven y no tuviera un padre, rara vez
mataban a los humanos de los que se alimentaban. Y no era que no quisieran, Dios
sabe, su lado vampiro lo deseaba, era solo que miles de humanos muriendo cada
noche por la pérdida de sangre no pasarían desapercibidos.

Tarrick apretó los labios y respiró profundamente por la nariz.

―Bryson pidió términos de rendición la semana pasada. El Gran Rey rechazó mi


recomendación de que lo aceptemos. Él no aceptará nada más que su erradicación.
Se están volviendo imprudentes a medida que se vuelven más desesperados. Nos
arriesgamos a la exposición. Si esto no se trata solo de venganza, él hubiera
aceptado la rendición. O aprobaría mis planes de mudarme a Rusia y terminar con
esto.

Prescott no dijo nada por un momento, luego habló, lento al principio como si
considerara su respuesta.

―Tienes un tercio de mi edad, Tarrick, y no has sido testigo de todo lo que tengo.
He visto a Malarath traer de vuelta a su gente al borde de la extinción tres veces:
una vez cuando el Sanguine Dominar casi nos aniquila. De nuevo cuando los
demonios atacaron. Y finalmente, cuando los dragones decidieron que querían
gobernar todo e intentaron esclavizarnos. Era un general mucho antes de que tu
bisabuela naciera. Él sabe lo que está haciendo. Confía en tu Rey.
La cara de Tarrick no mostró emoción pero su agarre sobre Samantha era
apretado. Saludó con la cabeza al Emperador, pero no dijo nada.

El ascensor comenzó a temblar y gemir. Matthew miró a su alrededor.

―Te dije que estaba enojado ―dijo Prescott―. La magia de esta torre está
ligada a él.

―Déjame ―dijo Tarrick―. Quiero sacar a Rosaline y Samantha de aquí. ¿Lily


está con Teleclus?

―Sí ―Prescott golpeó una runa y se abrió el ascensor. El corazón de Matthew


se hundió cuando vio a Tarrick irse sin decir una palabra más, alejando a Samantha
de él, incluso si estaba agradecido de que Tarrick la estuviera cuidando.

Prescott guardó silencio mientras llevaba a Matthew a su jaula, lo colocaba


dentro y luego se iba.

Solo, el terror lo llenó.

***

Pasó casi una semana y nadie vino a ver o alimentar a Matthew. El edificio que
lo rodeaba tembló como un terremoto en alguna ocasión. A veces era tan fuerte que
le preocupaba que toda la torre pudiera caer.

Las primeras noches, Matthew pasó el tiempo rememorando recuerdos y


jugando a través de ellos, pero finalmente su lado vampiro se hizo cargo y merodeó
la jaula con la esperanza de encontrar sangre.

Se debilitaba cada noche y le dolía la piel podrida.

En la sexta noche, Matthew sintió que la torre se teletransportó. Dondequiera que


se había movido estaba más cerca del amanecer que en Nueva York, pero todavía
era de noche.

Prescott apareció y abrió la jaula.


―Sígueme― dijo, y condujo a Matthew fuera del zoológico, más allá del
vestíbulo y afuera.

Un campo de hierba esparcido por millas en cada dirección. Ante él era una
fortaleza. Era viejo, las piedras grises se desmoronaban con la edad. Matthew podía
sentir poderosa magia rodeando el área por millas, manteniéndola oculta a los ojos
humanos.

Prescott condujo a Matthew por el campo. El Gran Rey, vistiendo túnicas de


carmesí y una corona, estaba de pie frente a una piedra plana e inclinada, lo
suficientemente grande para que una persona se recostara. Había cadenas
oxidadas en cada esquina.

Prescott se teletransportó y Matthew se arrodilló.

Malarath estaba majestuoso y alto, su aplastante mirada dorada fija en Matthew.

―Aquí es donde lo maté.


CAPÍTULO TREINTA Y UNO

Traducido por Valeria

Corregido por Cotota

Los ojos de Matthew se desviaron hacia la roca. Devak había muerto tres veces:
la primera cuando se convirtió en vampiro, luego cuando el Gran Rey se llevó su
cabeza, y por último cuando Prescott y Hiroto lo envenenaron y estacaron. El Gran
Rey era responsable de las tres muertes de una forma u otra, influyendo sobre los
eventos que llevaron al fallecimiento de Devak.

Malarath le hizo un gesto a Matthew para que se levantara y una vez que estaba
parado, empezó a dar vueltas como un depredador acechando a su presa. Lo que
ponía nervioso a Matthew. Podía sentir la furia saliendo del Rey.

—Dijiste que no sabes qué vio él en mí —comenzó Malarath, su voz era llana y
peligrosa.

“Soy poder y belleza. Mi amado disfrutaba la vida que le di, el prestigio, la riqueza,
el control. Él fue mi compañero a través de los siglos y le di todo lo que deseaba.
Tú lo tuviste por unos cuantos meses y piensas que incluso puedes empezar a
comparar.

Matthew no respondió. Malarath tenía razón, él no tenía mucho tiempo


conociendo a Devak, y quién sabe cómo habría crecido su relación, cómo habría
cambiado.

Malarath se detuvo a centímetros de su cara.

—¿Qué pudo haber visto en ti? Eres débil y patético. Apenas digno de ser una
mascota, mucho menos de tocarlo.

Estremeciéndose, Matthew se alejó del Rey… o lo intentó. Malarath agarró su


espalda para mantenerlo quieto. Garras doradas surgieron y se enterraron
profundamente en la piel de Matthew.
Él gruñó. Estaba tan malditamente hambriento que el dolor llevaba su control al
borde.

La otra mano del Gran Rey descendió a la cara de Matthew y le propició una
bofetada, dejándole cinco profundas marcas de garras en su mejilla.

Matthew perdió el control. Estaba harto de no defenderse, harto de ser un


esclavo, harto de estar indefenso. Y demonios, estaba hambriento. Con las garras
fuera, golpeó el brazo del Rey, cortando a través de su bata y su suave piel. El
intenso olor a sangre llenó el aire, abrumándolo y volviéndolo loco de necesidad.

Se abalanzó sobre el antebrazo que sangraba de Malarath, pero antes de que


sus labios tocaran el líquido escarlata, Malarath abofeteó su otra mejilla. Esta vez
Matthew cayó dando tumbos en el suelo.

Desde el pasto, Matthew observó cómo Malarath comenzaba a cambiar a su


forma de íncubo. La herida en su brazo sanó más rápido de lo que él jamás había
visto sanar a algún otro íncubo. El par de largos y dorados cuernos crecieron de su
cabeza, el color combinaba con sus ojos. Sus orejas se volvieron largas y
puntiagudas, y su piel adquirió un rasgo lustroso, casi resplandeciente.

El cordón de su bata reventó mientras su cuerpo crecía, ajustándose alrededor


de él. Seguía siendo esbelto, pero ahora fácilmente era tres o cuatro metros más
alto que Matthew. Las suaves botas que usaba se rompieron mientras sus pies se
volvían pezuñas, sus tobillos se doblaron hacia atrás.

Detrás de él, enormes alas se desplegaron y expandieron. La luz de luna hacía


brillar sus extremidades doradas.

El inmenso poder que Malarath blandía, irradiaba de él como los rayos irradian
del sol y golpeó a Matthew como un tsunami, casi inmovilizándolo físicamente en el
suelo. El Gran Rey lo tenía agarrado, controlando su mente y su cuerpo. Matthew
lo combatió pero estaba impotente, congelado en su sitio.

Matthew cerró sus ojos. Lo que estuviera a punto de pasar, dolería.


Sintió la mano con garras de Matthew envuelta alrededor de su cuello, justo
arriba del cuello de su camisa, y lo arrastró hacia la piedra. Su cuerpo no pudo
resistirlo.

—Por favor… Maestro —dijo Matthew.

Y abrió sus ojos de nuevo mientras Malarath lo empujaba a la inclinada roca. Se


sentía dura y fría contra su espalda. Sabía que era muy tarde para que cualquier
súplica surtiera efecto, pero no podía evitarlo, estaba asustado. No. Aterrado.

—No eres nada —el Gran Rey susurró en su oreja—. ¿Te atreves a pensar que
eras digno de él?

Los músculos de Matthew se estremecieron mientras Malarath agarraba la


cintura de sus pantalones de cuero y los arrancaba de su cuerpo, exponiéndolo al
aire nocturno. Hizo lo mismo con la camisa de Matthew, dejándolo sólo con sus
botas, los jirones de sus ropas fueron dejados a un lado.

Matthew luchó, pero no tenía ninguna oportunidad contra el poder del Gran Rey.
Intentó –joder, intentó–, pero su cuerpo se rehusaba a moverse. Estaba atrapado
dentro de sí mismo, tumbado desnudo en la roca, brazos y piernas separados.

El Gran Rey tomó una de las piernas de Matthew y la empujó hacia arriba,
forzando a sus caderas a girarse hacia adelante.

Malarath hizo a un lado la parte delantera de su bata, revelando su enorme pene


–grueso y venoso, de una exageración descomunal en comparación al tamaño que
debería tener un pene– que se volvía duro conforme veía hacia abajo a Matthew.

Oh, Dios.

Matthew no podía creer lo que estaba sucediendo.

—Maestro, por favor, no lo haga. Se lo ruego, por favor.

El Rey ignoró sus gritos mientras se acercaba más, el peso de su cuerpo


presionado sobre Matthew. Deseaba que Malarath le diera la vuelta. Estar frente a
frente era demasiado íntimo, demasiado cerca mientras era dominado de esta
manera.

—Lo siento —susurró desesperado Matthew.

Un profundo gruñido surgió de Malarath mientras alineaba su grueso pene en el


hoyo de Matthew.

Joder.

No había forma de que Matthew pudiera tomar esa cosa. Y el Gran Rey no se
molestó en secretar algún gel. Matthew no podía concentrarse lo suficiente para
forzar a su cuerpo a hacerlo.

Es tiempo de que veas el verdadero rostro de tu madre. Las palabras de su señor


se repitieron en su mente. Ella es revelada a través de su gente, igual que yo lo soy
a través de la mía. ¿Eso era lo que era su madre? Maldad.

Malarath comenzó a trabajar su pene dentro de Matthew, empujando


fuertemente contra su hoyo, luego más allá de los músculos de ahí.

—Por favor, Padre, ayúdame —clamó Matthew, y cuando no hubo respuesta,


añadió—. Por favor… cualquiera.

Mientras el pene se deslizaba más profundo, sintió que su cuerpo se desgarraba.


Para su horror, su propio pene respondió, volviéndose duro. Era o la influencia del
Gran Rey o una respuesta automática de su cuerpo, pero no era porque Matthew lo
quisiera. No estaba sucediendo nada placentero.

Los ojos de Matthew se volvieron vidriosos y dirigió su mente fuera de la


situación. Estaba siendo violado de la peor forma y no quería tener esto grabado
para siempre en su memoria.

—No —siseó el Gran Rey. Su respiración caliente golpeando la aún lastimada


mejilla de Matthew—. Serás consciente de cada momento de esto.

—Maestro… por favor. Lo amaba. No quería que muriera. Tiene razón. No era
digno de él.
Malarath comenzó a empujar y a incrementar un ritmo incesante y palpitante.
Cada vez que Matthew intentaba dejar que su mente fuera a otro lado, el Rey lo
regresaba con una palabra o al enterrar sus garras en su cuerpo, dejando largos
cortes.

Matthew no estaba seguro de por cuánto tiempo había estado el Rey sobre él,
dentro de él, pero se sentía como si el tiempo se hubiera alargado una eternidad. Y
finalmente, cuando el Rey se gastó a sí mismo profundamente dentro de Matthew,
estaba aliviado de que terminaría pronto.

Matthew sintió a su propio cuerpo responder al orgasmo de la criatura sexual y


él también tuvo uno. No era satisfactorio, sólo era una respuesta física incontrolable.
Pero aun así, la vergüenza lo envolvió mientras sentía su semen aterrizar en su
torso.

Al terminar, Malarath se salió y se limpió usando los jirones de la camisa de


Matthew. Su parte íncubo se desvaneció y regresó a su altura normal. Miró hacia
abajo a Matthew con ojos crueles.

—Él era todo —dijo, y se marchó de la roca, dejando a Matthew indefenso y


cubierto en sangre, semen y lágrimas.

La Gran Torre no estaba cerca, pero era tan grande que se cernía opresivamente
ante él. Matthew luchó para moverse, pero ya no tenía energía.

El horizonte comenzó a brillar y él se preguntaba qué tan doloroso sería


quemarse bajo el sol. ¿Qué le pasaría cuando estuviera muerto? ¿Su alma iría a su
señor? ¿Su señor pasaría el resto de la eternidad torturándolo por ser una
decepción? Por ser tan débil. ¿Volvería a ver de nuevo a su esposa?

Los sentimientos de miseria lo estaban ahogando. Él no era fuerte. Había fallado


en proteger a aquellos que le importaban. Él no era nada.

Una suave voz se envolvió alrededor de él.

—Eres todo, mi príncipe.


CAPÍTULO TREINTA Y DOS

Traducido por Valeria

Corregido por Cotota

Devak. Su piel color bronce. Su cabello oscuro un poco más largo ahora, pero
no demasiado. Vestía su usual ropa de algodón con cordones de cuero.

No.

No era Devak.

Era una alucinación.

Devak estaba muerto.

—Eres fuerte, mi príncipe. Sobreviviste muchos años solo, dejaste atrás a tu


familia para protegerlos, y aún sigues esforzándote para mantenerlos a salvo. A lo
largo de tu vida, te has enfrentado a muchas tormentas y has sobrevivido.
Sobrevivirás esto.

Matthew intentó hablar, pero estaba tan débil, tan abrumado, para abrir su boca.
Devak pasó su mano sobre la marca de Matthew. Sus cálidos dedos se sentían tan
bien. Las lágrimas recorrieron el rostro de Matthew.

—Eres poderoso. Tienes lo necesario para luchar con él. Deja de pensar como
un vampiro y empieza a pensar como un íncubo.

Matthew no tenía idea de cómo pararlo. Malarath era demasiado poderoso.

—Te ha mostrado su debilidad, —continuó Devak.

Su gente… el poder de Malarath venía de su gente. Ellos lo veneraban porque


estaban vinculados a él. Pero ¿y si no lo estuvieran? ¿Qué pasaría si se volvieran
en su contra? Entonces, él sólo sería un íncubo normal. Un íncubo antiguo, pero
uno que podía ser asesinado.
Un pequeño atisbo de esperanza surgió en él.

Pero… estaba a punto de morir. El sol iba a matarlo. El cielo comenzó a tornarse
de color lila y las estrellas desaparecieron.

Devak le sonrió, sus ojos cálidos y amigables.

—Te amo, mi príncipe.

Se inclinó y besó la frente de Matthew.

La alucinación se desvaneció. Matthew intentó gritar. Quería que Devak


regresara, aun si no era real. Necesitaba que estuviera aquí ahorita. Necesitaba a
alguien.

En su condición delirante, Matthew se dio cuenta lentamente de que había otro


íncubo a lado de la roca. Matthew forcejeó para alejarse de él. No podía soportar a
otro dentro de él. Ya era demasiado.

—Sigues siendo tú mismo, joven —dijo una voz profunda, reconfortándolo—. No


voy a lastimarte.

Tarrick envolvió una cálida sábana alrededor del cuerpo de Matthew y lo ahuecó
entre sus brazos, meciéndolo. Con Tarrick en su forma de íncubo, Matthew se sentía
pequeño contra su pecho, pero lo encontraba confortable. Seguro.

Tarrick cruzó el campo cubierto de hierba y llevó a Matthew de vuelta a la torre


justo antes de que el sol se pusiera en el horizonte. Matthew no se durmió. No podía.
Quería, Dios, quería el dulce alivio del vacío, pero no le llegaba.

No podía moverse o hablar en los brazos de Tarrick, pero observaba su rostro.


Tarrick veía hacia abajo constantemente, como si quisiera revisar que Matthew
estuviera bien.

Cuando entraron a la habitación del general, Tarrick lo recostó en su cama,


dejándolo firmemente envuelto en la sábana.

Quizás fuera sólo una artimaña para que Matthew volviera a confiar en él, pero
en este momento no tenía la facultad para descifrar los motivos de Tarrick.
Tarrick frunció el ceño y salió del campo de visión de Matthew. Comenzó a fluir
agua, y cuando Tarrick regresó, sólo vestía ropa interior ajustada.

—Voy a bañarte.

Tarrick le quitó las botas a Matthew, quitándole la ahora sucia sábana, y lo llevó
al baño. Entró en la bañera de hidromasaje llena, poniendo a Matthew a lado de él.
Usando jabón y una toalla, empezó a limpiar a Matthew por todas partes. Cuando
su mano se acercó a su trasero, Matthew forcejeó para moverse, hablar o rogarle
que parara.

—Me gustaría limpiarte —Tarrick sostenía la boquilla de un enema—. No voy a


lastimarte. Será rápido. ¿Puedes parpadear una vez si estás de acuerdo?

Matthew no parpadeó por un rato. No quería a nadie cerca de él, ni siquiera a


Tarrick… pero tampoco quería que el semen del Gran Rey estuviera dentro de él.
Matthew parpadeó una vez. Sintió la boquilla de metal entrar en él, un poco de
presión del agua, y luego alivio.

Tarrick drenó el agua en el tubo y limpió a Matthew dos ocasiones más antes de
estar convencido de que estaba completamente limpio.

Con delicadeza, el general de los íncubos secó y vistió a Matthew. Lo colocó en


la cama y después desapareció por un momento. Al regresar, ya había vuelto a su
forma humana, pero en lugar de usar su traje de siempre, vestía pantalones de
pijama y una playera. En su mano, llevaba una bolsa de sangre.

Empujó el tubo a la boca de Matthew y estrujó la bolsa. Matthew ya no estaba


hambriento, pero su cuerpo respondió por instinto a la sangre, tragándola. Comenzó
a sentirse un poco mejor, al menos físicamente, al momento que su cuerpo se
curaba a sí mismo.

Luego de tres bolsas, pudo hablar de nuevo con un poco de esfuerzo.

—Sam… —dijo Matthew, su voz estaba rasposa.

—Ella está bien. Al igual que Lily.


Por un rato los dos se sentaron en silencio.

—Si no vas a dormir, ¿te gustaría que leyera para ti?

—No.

Tarrick se veía… un poco perdido sobre lo que debía hacer.

Matthew, quien nunca antes había visto a Tarrick así, sintió lástima por él y
preguntó:

—¿Qué tan mal está la herida del ghoul?

Matthew la había sentido deslizándose a través de su cuerpo, pero en ese


momento había sido la menor de sus preocupaciones.

—Se extendió. Cubre la mayor parte de tu cuerpo inferior. ¿Quieres que te


abrace? Te ayudará a descansar.

—No. Por favor.

Tarrick suspiró.

—¿Qué puedo hacer por ti?

Regresar el tiempo… rescatarlo…

—¿Puedes tocarme?

—¿Estás seguro? —preguntó Tarrick.

—Sí.

Cuando era un bombero –antes de convertirse en vampiro– había tomado


algunos cursos sobre cómo interactuar con víctimas de diferentes crímenes,
incluyendo la violación. Sabía que a menudo no querían ser tocados… pero
Matthew no era un humano, era un íncubo y necesitaba ahora mismo el contacto
para anclarlo a la realidad.

Tarrick se deslizó en la cama y puso sus brazos alrededor de Matthew,


colocándolo en la posición de cucharita. Matthew no sintió… nada. Vacío. Como si
alguien hubiera tomado sus entrañas y se hubiera olvidado de regresarlas a su
lugar. Las lágrimas corrieron por sus ojos pero él no sentía que estuviera llorando.
Parecían salirse por sí solas.

Y estuvo así por horas. Hasta que, al fin, pudo sentir realmente a Tarrick envuelto
alrededor de él y pudo enfocar la habitación repleta de la luz del sol.

—¿Por qué no me estoy quemando?

Tarrick besó la espalda de Matthew y sintió una sonrisa atravesar el rostro del
general.

—¿Qué es tan divertido? —preguntó Matthew.

Tarrick se sentó y le dio la vuelta a Matthew, poniéndolo en su regazo para que


pudieran verse.

—Sabía que tu curiosidad no había muerto. Extrañaba tus preguntas —Tarrick


pasó su mano sobre el corto cabello de Matthew, acariciándolo—. La magia de la
torre está entrelazada en cada lugar de este lugar, aun en las ventanas. Los
vampiros no se queman aquí.

Se quedaron en silencio por un rato, cuando Matthew dijo:

—Tú nunca me violaste. A pesar de toda la mierda que me hiciste, nunca me


violaste en realidad.

—No. Nunca tuve que hacerlo.

Dejó de acariciar la cabeza de Matthew, y pellizcó su nuca, arriba del cuello.


Matthew no estaba seguro de por qué lo estaba agarrando ahí, pero después de un
tiempo lo soltó y siguió acariciándolo.

—¿Por qué me agarraste de esa forma?

Tarrick pasó sus dedos sobre su mejilla-


—Es algo que hacemos con los íncubos jóvenes para hacer que se comporten.
Detona una respuesta de sumisión para los que no han pasado por su segunda
transformación. No quise decir nada con eso.

—Sí, lo hiciste. Todo lo que haces tiene un motivo.

—Está bien, me descubriste. Esperaba que te ayudara a dormir. Puedes usar el


resto.

—Él no necesitaba hacerlo. Estoy obedeciendo. Soy su esclavo. Me tiene


controlado. No quería decir en voz alta esas cosas sobre Devak. Él lo forzó. ¿Por
qué lo hizo?

—Shhh. Duerme

—No necesitaba llevarme de esa manera. Ya había elegido someterme, ser su


arma. Le estoy dando lo que siempre ha querido de mí.

Tarrick inclinó la cabeza de Matthew y vio hacia abajo para verlo.

—Creo… —se quedó callado y sus ojos se posaron en una cámara en la


habitación, tan sutil que cualquiera que estuviera observando lo habría visto.
Después de unos momentos de silencio, habló—. Creo que ya sabía acerca de
Devak.

—¿Esto sólo fue una estúpida manipulación de íncubos? ¿Por qué?

—No lo sé. Y no estoy en posición de cuestionarlo —los brazos de Tarrick se


tensaron alrededor de Matthew.

—No te creo. Tú sabes.

—Es antiguo, y a veces sus estados de ánimo y sus motivaciones pueden ser…
inestables. No estoy seguro porqué, por una parte, está desviándose de su camino
para mantenerte a salvo, detener al ghoul, y por otra… —Tarrick dejó de hablar por
un momento—. Mi Rey ha pasado el último milenio sin poder resolver los
sentimientos que tenía por su compañero muerto. Un compañero que lo ignoró
cuando regresó, y que en su lugar se enamoró de ti. Lo de hoy ocurrió porque Devak
te eligió a ti, y no a él.

—¿Crees que me lo volverá a hacer?

—No lo sé, pero… —Tarrick se pausó, sus ojos buscaban el rostro de Matthew—
… debes prepararte para esa posibilidad.

Sálvame, quería decir Matthew, pero sabía que Tarrick no lo haría. Era leal a su
rey.

Matthew no podía hacer esto de nuevo.

No podía ser una mascota.

No podía ser sumiso a un maestro que le quitó toda la esperanza.

Tenía que hacer algo.

Pelear directamente con el Rey no era una opción. No, esta batalla tenía que ser
una corrupción lenta. Un sabotaje secreto. Esta batalla tenía que pelearla con un
cuidadoso complot y una paciente subversión.

Estando recostado en los brazos de Tarrick, Matthew decidió que iba a jugar su
estúpido juego de mierda y lo jugaría mejor de lo que cualquier otro íncubo lo haría.

Iba a destruir al Gran Rey aunque fuera la última cosa que hiciera. Iba a poner a
su gente en su contra y comenzaría con Tarrick.
CAPÍTULO TREINTA Y TRES

Traducido por Aruasi S.

Corregido por Cotota

Matthew debió haberse caído dormido en algún punto ya que cuando abrió sus
ojos la próxima vez era de noche. Y la torre estaba de vuelta en Nueva York.

Tarrick no se había movido de su sitio, sus brazos descansando sobre Matthew,


quién estaba enroscado en su regazo. Matthew levantó la mirada hacia él.

—¿Hambriento? —inquirió Tarrick.

Él era capaz de hacer a las palabras más mundanas sonar encantadoras.

Matthew no estaba seguro si estaba preguntando sobre sangre o sexo. Estaba


hambriento de ambos, aunque… él no podía tener sexo justo ahora. El abuso de su
cuerpo estaba demasiado fresco.

—De sangre —dijo Tarrick, probablemente percibiendo su aflicción.

Matthew observó los músculos de Tarrick moverse alrededor a medida que salía
de la cama para recuperar su teléfono del escritorio de madera. Sonó en el momento
que él lo tocó.

Tarrick revisó el número aunque no pareció reconocerlo. Él contestó el teléfono


con un autoritario, muy rápido:

—Sí.

—Quiero hablar con mi padre.

Era Samantha

—¿Cómo obtuviste este número?

—Ah. Soy un Oráculo. Dios, mi papá dijo que eras inteligente.

Tarrick frunció el ceño y lanzó el móvil a Matthew quién lo atrapó en el aire.


—Sam…

—¿Qué pasó?

Matthew pensó sobre mentirle, sin embargo, ella lo vería eventualmente en una
visión. Se sentó en un lado de la cama, permitiendo a sus pies tocar el piso.

—El Alto Rey tuvo sexo conmigo. Yo no quería.

Un gruñido quedo atravesó el teléfono.

—No te preocupes. Estaré bien. ¿Cómo van las cosas con Gavyn?

Matthew podía sentir una ráfaga de ligereza a través del vínculo… seguido por
culpa.

—Quiero que seas feliz, encanto. No te sientas mal por ser feliz. ¿Es un buen
chico?

—Él es uno de los mejores hombres que he conocido. Te debería haber contado
acerca de él solo que… pensé que me ordenarías no verlo más ya que es un
cazador. No estaba segura… no podía ver lo que pasaría.

Matthew deseaba que ella no le hubiera ocultado esto a él, y en algún nivel
pensaba que quizás debería estar enojado, pero no podría obligarse a sí mismo a
sentirse así hacia ella. No en este momento de cualquier forma.

—No tienes que guardarte cosas como esa de mí. Escuchar sobre tu felicidad
me da gusto.

—¿Te dijeron que nuestros ojos combinan?

—Lo hicieron. No puedo esperar para verlos.

—¿Tarrick puede escucharme? —inquirió ella.

Matthew miró a Tarrick, quién no confirmo una cosa u otra. Aunque él sabía que
el general podía oírla. Los guerreros incubo tenían oídos sensibles, a él solo le
gustaba que la gente asumiera que no podía. Le otorgaba una ventaja.
—Sí, él puede.

—Bien. Porque estoy a punto de contarles algo que ambos necesitan saber, no
obstante él no estará feliz al respecto.

—Sam… —empezó Matthew.

—Ustedes dos tienen que confiar en el otro. Es el único modo en que


sobrevivirán. Se necesitan uno al otro justo ahora.

¿Confiar en Tarrick? ¿Cómo podría incluso iniciar con eso? Samantha nunca se
había equivocado antes salvo que él había sido herido profundamente. Unos
cuantos años antes, Matthew habría brincado ante Tarrick como un cachorro en
busca de aprobación, pero ahora… no estaba seguro de cómo se sentía ahora.

El miró hacia Tarrick, quien agitó su mano en un movimiento desdeñoso como si


lo que acababa de escuchar fuera ridículo y se sentó en la silla detrás del escritorio.

—Me tengo que ir ahora. Acaban de descubrir que robé el teléfono y me lo van
a quitar. Te quiero. Y Jet dice hola.

—También te quiero y rasca su cabeza por mí.

La línea se cortó. Él le aventó el móvil de vuelta a Tarrick, quién lo puso abajo y


puso su mano en su barbilla, estudiando a Matthew. Él era listo y no habría
descartado realmente lo que Samantha decía tan rápido aunque él no parecía como
si fuera a abordar la cuestión.

El teléfono de Tarrick sonó de nuevo.

—Darius —respondió él.

—General, me disculpo por el vampiro. No estamos seguros cómo logró agarrar


el teléfono.

Darius era un incubo social integrante de la casa de Tarrick. Matthew tuvo alguna
interacción con él en el pasado aunque no mucha. Al incubo no le agradaba
Matthew, a pesar de que Matthew no podía recordar haber ofendido nunca al
macho.
—No necesitas inquietarte. No estoy enfadado —dijo Tarrick.

Un sonido audible de alivio llegó del otro extremo de la llamada.

—¿Quieres que la castigue?

—Sí.

Matthew se levantó y apretó sus puños. Sus ojos perforando a Tarrick. Tarrick
disparó a Matthew una mirada severa y alzó su dedo como advertencia para que se
detuviera.

—No estoy seguro sobre que debería hacer… nunca he castigado a un vampiro
antes —dijo Darius.

—¿Cómo castigarías a una joven incubo por desobedecer?

—Enviarlo a su cuarto. Darle un par de días solo para reflexionar en su error.

—Entonces tienes tu respuesta. No la prives de sangre sino de Gavyn mientras


es castigada.

Alivió corrió sobre Matthew. Ella estaba recibiendo una palmada en la mano, no
siendo torturada. Se sentó de nuevo a la par que escuchaba a Darius dar algunas
actualizaciones en la propiedad –la mayoría eran mundanas o incluso francamente
aburridas (¿a quién diablos le importaba si la señora “x” y “x” habían adquirido
nuevas obras de arte para el salón?), sin embargo para crédito de Tarrick, éste
permaneció involucrado y derramó su alabanza sobre el joven incubo quién estaba
dirigiendo las cosas en su lugar.

—Tú control ha mejorado —comentó Tarrick cuando terminó la llamada.

—Hubo un tiempo que me habrías solo atacado cuando te enojabas así.

Matthew intentó no sentirse conmovido por el cumplido, a pesar de que lo estaba.


Patético sin lugar a duda, excepto que podía usar las amables palabras justo ahora.

—¿Qué se espera de mí? —preguntó Matthew—. Quiero decir… ¿estoy


entrenando esta noche o de regreso a la jaula o… algo más?
—No he tenido nuevas órdenes del Rey. Hasta que reciba algunas aún estoy a
cargo de ti. Lo voy a tomar de una noche a otra.

—¿Puedo… podría volver a mi habitación y tener un tiempo a solas?

Matthew no estaba seguro si Tarrick aceptaría la solicitud solamente necesitaba


algún tiempo para pensar. Tiempo para planear. No quería estar cerca de nadie
justo ahora.

—Está bien.

Tarrick se levantó de su silla y Matthew lo siguió a la puerta. Silva estaba de


guardia justo afuera.

—Llévalo a su cuarto y consíguele algo de sangre. Matthew, si necesitas


cualquier cosa sólo pide en las cámaras y la petición vendrá a mí.

Matthew dio unos pocos pasos por el pasillo, siguiendo a Silva, luego se detuvo.
Quería agradecer a Tarrick por cuidarlo. Por sacarlo de esa roca, por su amabilidad
cuando lo limpió y por no presionarlo justo ahora.

Pero no podía encontrar las palabras y cualquier cosa que tratará de decir se
atoró en su garganta.

Se estiró y tocó el brazo de Tarrick. La mano de Silva bajó a las armas en su


cinturón, sin embargo, Tarrick levantó una mano para detenerla. Matthew dio un
paso y empezó a besar a Tarrick a lo largo de su mandíbula.

Tarrick ladeó su cabeza para permitir a Matthew más acceso. Después de pocos
momentos, Matthew se alejó. No estaba seguro de porque había hecho eso salvo
que lo había necesitado.

Tarrick colocó su mano en el hombro de Matthew y apretó.

—Mi guerrero.

El corazón de Matthew se infló. Dios, amaba cuando Tarrick lo llamaba así.

—Ve con Silva.


Matthew se inclinó ligeramente y siguió a la comandante del cazador por el
pasillo. Cuando entraron al elevador, él tomó un sitio tan lejos de ella como era
posible. Ella lo observó mientras el bajaba su cabeza.

Matthew había resuelto dejar de ser una mascota asustada, solamente que justo
ahora él no se sentía fuerte. Su resolución venía y se iba en oleadas.

—Nunca le desearía a nadie lo que te pasó —dijo ella.

Matthew la miro. Ella sabía. Claro que sabía. La torre entera probablemente
sabía para ahora… demonios, la mayoría de ellos probablemente lo habían visto
pasar justo afuera de sus ventanas. El Alto Rey lo había violado a la intemperie.

Silva hizo un movimiento de corte en su cuello. El elevador se detuvo y las


cámaras se apagaron. Parecía que Rosaline era la única persona a la que daban
mierda por pedir que eso pasara. Aunque tenía sentido. Ella era valiosa y no una
cazadora. Ella no podía defenderse a sí misma contra Matthew si elegía matarla.

—Tarrick está en peligro.

—¿Por qué? —cuestionó Matthew.

—La orden era dejarte afuera y dejar que murieras.

¿Tarrick había desobedecido una orden directa del Rey? Nadie desobedecía al
Rey. Nunca.

—¿Por qué haría una cosa así?

—¿Por qué crees?

—No lo sé.

Silva se le quedó viendo como si fuera un idiota. Tal vez a Tarrick le importara…
¿pero lo suficiente para romper reglas? Eso era algo que no había hecho siquiera
para salvar a su propia hija cuando había sido capturada por vampiros.

—Debería haberme abandonado.

—Estoy de acuerdo.
Matthew frotó su pecho. Las palabras dolían, incluso si ella solo estaba de
acuerdo.

—No porque te quiera muerto, sino porque tú ya has decidido acabar contigo.
Estás por convertirte en un demonio, no creo que haya nada que podamos hacer
para prevenir eso.

Ella estaba en lo correcto. Solamente ahora él tenía algo por lo cual vivir: detener
al Rey a cualquier costo.

—¿Hay cualquier cosa que pueda hacer para ayudar al general?

Silva sacudió su cabeza.

—Si lo hay, no estoy segura de que. Solo quería que supieras el riesgo en que
se colocó a sí mismo para salvar tu no-muerto trasero.

Silva presionó su pulgar contra una runa y el elevador continuó su viaje.

—Por cierto, tu hija es algo espeluznante.

Matthew sonrió, sabiendo que hablaba sobre Samantha, no de Lily.

—¿Por qué? ¿Qué te dijo?

—Y cito: La muerte florece en la vida y el amor. Lo cual ella siguió con


comentarios inapropiados acerca de volverse oscura y no regresar.

Matthew sofocó una risa.

—Sólo ignórala. Ella tuvo una infatuación con Bryson y está jodiendo contigo.

Antes de que el general vampiro se convirtiera en vampiro, era un cazador y el


amante de Silva. Hasta recientemente, ella pensaba que él estaba muerto.

Silva levantó una ceja.

—Pensé que habías dejado de maldecir.


Matthew miró abajo y se encogió de hombros. Era fácil ser él mismo alrededor
de ella, siempre lo había sido. Eso era porqué la pérdida de su amistad lo había
golpeado tan fuerte.

—Mis disculpas.

—No me molesta.

No hablaron el resto del camino al cuarto de Matthew. Una vez adentro, Silva se
teletransportó lejos, regresó con bolsas de sangre y se fue de nuevo.

Tras beber, él se sentó en la única silla y comenzó a tramar. Pasó la noche


procesando como se iba a presentar a sí mismo desde ahora, cómo actuaría
alrededor de otros, incluyendo al Rey.

Él tendría que ser cuidadoso. No podía parecer que se estaba rebelando.


Exteriormente, tendría que desempeñar el rol de esclavo perfecto m9ientras
buscaba por oportunidades para trabajar contra el Rey. Eso es, asumiendo que el
Rey no volviera a emitir la orden de matar a Matthew… pero no estaba muerto aún.
Tenía que creer que le quedaba algún tiempo. Y necesitaba descubrir porque
Tarrick lo arriesgaría todo para salvarlo.

Justo antes del amanecer, él se había decidido por un plan.

Matthew miró arriba a la cámara y frotó sus tatuajes.

—Prescott dijo que él me entrenaría a resistir mi hacha. ¿Me preguntaba si él


aún iba a hacer eso y si podría ser más temprano que tarde? Duele y sólo se está
poniendo peor.

No era una mentira. El segador de sangre estaba hambriento. Más importante,


él necesitaba una forma de ganar sobre los incubo hacienda la única cosa en la que
él era realmente bueno: Luchar.

Él no podía simplemente ser un arma en la correa de Malarath. No, eso lo hacía


lucir demasiado débil. Tenía que convencer a los incubo de estar combatiendo por
ellos, que quería destruir vampiros.
Necesitaba ser su héroe.

Un campeón.

Necesitaba estar en el equipo al que todo cazador admiraba y sobre el cual todo
incubo murmuraba.

Él tenía que unirse a los Argonautas.


CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO

Traducido por Valeria

Corregido por Cotota

Matthew despertó por la presión en su pecho.

Cuando abrió los ojos, la cara de Hiroto se cernía encima de él. No llevaba su
máscara ni su capa, pero aún llevaba un traje de cazador, estilo ninja.

—¡Buenos días! —dijo, demasiado alegre.

El sol se acababa de poner, carajo. Matthew necesitaba un maldito momento.

—Sabes que he tenido una verdadera semana de mierda ¿no? —dijo Matthew
restregando su rostro.

—Síp. Terrible. —Hiroto movió hacia abajo el cuerpo de Matthew y alzó su


camisa. Presionó fuertemente su dedo en la piel putrefacta—. ¿Y puedes ver esto?
Es espantoso. Pensé que tal vez querrías hablar con alguien.

Matthew agarró los labios de Hiroto, lo levantó, y lo puso al lado de la cama.

—No en realidad, no —salió rápido de la cama y levantó del suelo algunas


prendas.

—Nop, ropa equivocada. Agarra tus cosas de entrenamiento —dijo Hiroto,


sentándose con las piernas cruzadas, como un niño, en el colchón.

—¿Me ayudarás con mi hacha?

Hiroto sacó sus dos dagas y las giró, mostrando sus habilidades practicadas.

—Las mías también tienen un precio desagradable: también les gusta matar.
Prescott pensó que sería el mejor para entrenarte.

Matthew asintió hacia las dagas.

—¿Tienen nombres?
—Asesino y Alegría. No me preguntes cuál es cuál, me mienten todo el tiempo
—Hiroto las enfundó mientras Matthew iba a bañarse. Matthew tardó demasiado
limpiándose y aun así se sentía sucio. Hiroto no lo apresuró.

Cuando salió del baño usando su ropa de entrenamiento, Hiroto estaba


frunciendo el ceño.

—¿Te he disgustado? —preguntó Matthew.

—Esperaba que te cambiaras aquí afuera —una sonrisa maliciosa cruzó por la
cara del zorro.

Matthew se rio a su pesar.

—¿Estás seguro de que no quieres hablar sobre algo? Tengo grandes orejas
hechas para escuchar —sus dos orejas blancas apuntaban en dirección a Matthew.

—Gracias, pero… no quiero pensar en ello en este momento.

Los ojos de Hiroto lo atravesaron como si no pudiera tomar un no por respuesta.

Matthew se sentó en la cama al lado del kitsune.

—Mira, soy su esclavo. Mi cuerpo es suyo. No hay nada que pueda decir o hacer
que vaya a cambiar eso. No tiene caso insistir. Preferiría enfocarme en lo que puedo
hacer ahorita, que es aprender a cómo evitar que esta maldita arma se apodere de
mi mente cada vez que esté hambrienta.

Sus palabras eran para beneficio de quien estuviera mirando del otro lado de las
cámaras. No tenía duda de que esto sería reportado al Rey.

Quería que Malarath pensara que la violación lo había vuelto dócil. Lo que era
un poco irónico, porque de no haber sido violado, quizás hubiera pasado una
eternidad cayendo profundamente en la sumisión, pero ya no más.

—Está bien, entonces ven.


Hiroto dirigió a Matthew hacia el cuarto de entrenamiento. Prescott los encontró
ahí, quitó el grillete, y luego se fue. Comenzaron invocando al hacha y haciéndola
desaparecer varias veces. Se volvió fatigoso, pero Matthew no se quejó.

—¿Por cuánto tiempo has sido un cazador? —preguntó Matthew, invocando su


hacha por la que parecía ser la millonésima vez.

—Fui parte del primer grupo de cazadores. El cuerpo por sí mismo sólo tiene
cuatrocientos años de antigüedad. Antes de eso, todo era un poco más
desorganizado. Los humanos eran contratados por casas individuales como
guardaespaldas y los ejércitos eran alzados basándose en la necesidad.

—¿Disfrutas ser un cazador? —Matthew desapareció su hacha. Una piscina de


sangre se formaba en el suelo debajo de él, y se tornaba más hambriento cada vez
que invocaba el arma.

—Sí, me gustan mis dos equipos —con excepción de Prescott, cada Argonauta
también contaba con un equipo propio que lideraban para proteger al íncubo que
servían respectivamente. Matthew había visto al otro equipo de Hiroto: todos eran
asesinos.

—Ha de ser agradable pertenecer a algo, tener algún tipo de propósito. Extraño
pelear con cazadores —dijo Matthew, esperando que Hiroto entendiera su pista
sutil. Dejó de invocar a su arma—. Necesito sangre si vamos a continuar.

Hiroto paró por un momento, como si intentara descifrar las intenciones de


Matthew. Asintió y luego dijo:

—Sigue invocando tu arma hasta que ya no puedas.

—Si hago eso, perderé el control. Me controlará.

—Lo sé. Ese es el punto.

Matthew frunció el ceño.

—Pensé que eras agradable.

Una amplia y burlona sonrisa atravesó la cara de Hiroto.


—Nunca antes habías entrenado bajo mi cargo.

Hiroto debía ser algún tipo de sádico porque forzó a Matthew a invocar y hacer
desaparecer su arma unas cuantas veces más antes que Bloodreaver tomara el
control. Matthew perdió el control y lo siguiente que supo fue que estaba de
espaldas con las dos dagas de Hiroto en su pecho.

—Estoy de vuelta —dijo Matthew.

Hiroto retiró sus dagas y le arrojó un paquete de sangre.

—Lo hiciste ciento doce veces antes de que tomara el control. Hazlo de nuevo,
pero ahora llega a ciento veinte. Por cada vez que te quedes corto, recibirás cinco
latigazos.

Matthew gruñó.

—Prescott te advirtió que esto no sería fácil. Y esto es sólo el inicio. Espera a
que veas lo que he planeado para cuando sobrepases las doscientas.

Matthew gruñó más fuerte y Hiroto rió.

Antes del amanecer llegó a ciento sesenta y de alguna manera logró evitar ser
azotado. Matthew regresó exhausto a su habitación, pero se sentía bien haber
progresado. Colapsó en la cama y cayó en un sueño profundo.

Pum.

Matthew intentó moverse mientras una ola de placer lo despertó, pero seguía
siendo de día y su cuerpo no quería responder. Con esfuerzo, abrió los ojos y vio a
Tarrick sentado en su cama a lado de él. Tenía puesto un traje gris que combinaba
con sus ojos azules.

—Tuviste una pesadilla. Gritabas. No despertabas.

¿Lo había hecho? No podía recordar lo que estaba soñando.

—Pesadía —dijo Matthew.

Tarrick no lo encontró divertido. Samantha hubiera apreciado la broma.


—Sólo quería asegurarme que estabas bien.

—Estoy bien —ninguno de ellos lo creía—, ¿por qué desobedeciste al Rey y me


salvaste?

La manzana de Adán de Tarrick se balanceaba arriba y abajo mientras


comenzaba a responder, luego se quedó callado al tragar. Eventualmente contestó.

—Es raro que el Gran Rey pierda el control, pero puede suceder. Creo que aún
tiene planes para ti y no quería que se arrepintiera de una orden dada debido a la
rabia. Cuando esté más tranquilo, estará ya sea agradecido por mis acciones o me
ordenará acabar contigo, y probablemente me matará después —sonrió y añadió—
. Espero que sea lo primero.

La decepción brotó en Matthew. Silvia lo había hecho parecer como si Tarrick


tenía otra razón para salvarlo.

—Tal vez deba retrasar el entrenamiento con hacha. Es demasiado para ti ahorita
—dijo Tarrick.

El corazón de Matthew se hundió aún más.

—Por favor, General, déjeme seguir entrenando. Necesito algo para


concentrarme.

—Está bien, pero si tus pesadillas se vuelven peores, lo pararé. Sin quejarse.

Matthew podía aceptar eso.

—¿Cuándo crees que regresará Samantha?

—No estoy seguro. El Rey no está teniendo audiencias con nadie, ni siquiera los
gemelos lo han visto. Hasta que sepa cómo está su humor, es demasiado peligroso
para ella estar aquí. Ten en cuenta que se irá por un tiempo.

Eso era demasiado tiempo para que estuviera lejos de su hija, pero lo soportaría
si eso la mantenía a salvo.
—Cuando acabe con su castigo, estableceré un video chat todas las noches para
que puedas hablar con ella.

—Gracias.

Tarrick puso su mano en la espalda de Matthew. Encontrándolo confortante,


Matthew cerró sus ojos y comenzó a volverse a quedar dormido.

Tarrick espero un rato y luego se paró. Matthew luchó para despertarse


nuevamente. No quería que Tarrick se fuera, pero estaba tan adormilado como para
hablar. Envolvió su triste excusa de agarre de íncubo en el general, quien miró a
Matthew.

—No puedo quedarme, mi día está ocupado.

Decepcionado, Matthew retiró su agarre y cerró sus ojos. No se sorprendió


cuando Tarrick no se fue y en su lugar se sentó de nuevo a lado de él y puso su
mano en su pecho.

—¿Te gustaría venir y dormir en mi habitación? He tenido algunas reuniones


pero puedo hacer la mayor parte de mi trabajo desde aquí.

Los párpados de Matthew se agitaron y lucho para mantenerlos abiertos. Sí. Sí,
quería dormir en la habitación de Tarrick. En el mejor de los casos no le gustaba
dormir solo y ahora… ahora necesitaba estar alrededor de alguien, aun si Tarrick
ponía sus emociones en un estado constante de confusión. Parpadeo una vez.

Los labios de Tarrick formaron una sonrisa seductora.

—Vuelve a dormir, haré que te muevan.

Matthew volvió a dormir por un rato pero despertó algunas veces. Una vez que
estaba en el elevador, recostado en una camilla. Los cazadores lo rodeaban.
Supuso que así era cómo lo trasladaban. En otra ocasión despertó en la cama de
Tarrick y lo escuchó dando órdenes a su intercomunicador –un manada de cambia
formas causaba problemas en Georgia y él estaba enviando cazadores para que lo
revisaran. La última vez, Tarrick estaba sentado junto a él, leyendo en su tableta.
—Todo está bien, duerme —dijo sin alzar la vista. Colocó una mano en la cabeza
de Matthew y lo acarició. Matthew se sentía tan débil por dentro. No debería
necesitar apoyarse en Tarrick… alguien que lo traicionó… y aun así, aun sabiendo
eso, Matthew lo necesitaba.

Tarrick bajó su tableta.

—Eres el vampiro más testarudo que conozco y el único que no es señor y


despierta en el día. Es bastante irritante —Matthew intentó sonreír, pero las
comisuras de sus labios se contrajeron, haciendo que Tarrick sonriera.

—Sigue luchando contra el sol y tal vez en algunos siglos serás capaz de pasear.
Pero ahora mismo, eres joven y necesitas descasar tu mente y tu cuerpo. Duerme.

Su última palabra fue una orden que Matthew no se atrevía a desobedecer.


Cuando el sol finalmente se ocultó detrás de la silueta de la ciudad, Matthew
despertó para encontrar a Hiroto agazapado de nuevo en su pecho.

—Sabes que mi cama es tan cómoda como la del general. Es un poco más
pequeña, pero eso la hace mejor para acurrucarse.

Matthew rió.

—No lo escuches —dijo Tarrick, aún sentado al lado de Matthew, usaba un traje
limpio y leía un reporte de una carpeta que decía “prioridad”—. Hiroto duerme en un
nido y todas tus extremidades saldrían de él.

Hiroto le hizo a Tarrick una mueca burlona.

—Me gusta mi nido. Es cómodo y seguro. Matthew lo amaría también si le diera


una oportunidad.

Matthew se levantó. Hiroto rodó de su pecho con gracia, saltó sobre Tarrick y
aterrizó parado junto a la cama.

—Vamos —dijo Hiroto, aplaudiendo con las manos para apurar a Matthew—.
Vamos a convertir a Bloodreaver en tu perra.
—No seas duro con él esta noche, Comandante. Y no lo amenaces más con
azotarlo.

—Aw, no iba a azotarlo en realidad, General… excepto que él lo quisiera por


diversión —dijo Hiroto guiñando.

—¿Azotar por diversión? —Matthew preguntó mientras salía de la cama y se


quitaba su camisa para cambiarse—. ¿Quién realmente querría ser azotado por
voluntad propia?

Los ojos de Tarrick se volvieron oscuros y se sentó un poco más recto mientras
su mirada pasaba por el pecho de Matthew.

—Puede ser bastante placentero si lo hace la persona indicada.

Bueno, eso era algo en lo que Matthew no podía imaginarse participando. Había
tenido suficiente con ser azotado.

Matthew notó cómo Hiroto y Tarrick lo veían con una hambrienta intensidad que
lo hizo sentir un poco incómodo. Movió su brazo para cubrir su piel putrefacta y miró
a su alrededor. Divisando ropa de entrenamiento limpia colocada para él en una
silla, puso poder a su velocidad y se vistió más rápido de lo que ellos podían ver.

—Estoy listo, Comandante.

Tanto Tarrick como Hiroto se veían decepcionados. Hiroto gruñó y saludó a


Tarrick mientras se movía para irse.

—Bueno, entonces vamos.

El entrenamiento continuó durante una semana. El kitsune no seguía las órdenes


de Tarrick de no ser tan duro con Matthew, quien acababa hambriento y cansado
cada noche. Pero, Matthew tenía la sensación de que el zorro lo presionaba
intencionalmente, dándole una distracción necesaria.

Hiroto lo mantenía entrenando hasta cinco minutos antes de que el sol se


pusiera, cuando él regresaba a la habitación de Tarrick, se bañaba en tiempo récord
y colapsaba en la cama. En ocasiones seguía despertándose en el día, y cuando lo
hacía Tarrick frotaba el pecho de Matthew o apretaba su nuca, alentándolo a volver
a dormir. Con el entrenamiento, no tenían mucho tiempo para hablar, pero poco a
poco comenzó a sentirse ligeramente mejor.

Matthew se levantó una noche y Hiroto no estaba sentado en él… y Tarrick no


estaba en su habitación, pero Prescott estaba parado a lado de la cama con sus
manos entrelazadas detrás de su espalda. Su rostro estaba sombrío y tenía
profundas ojeras bajo sus ojos. Parecía como si hubiera tenido un día pesado.

—Vístete —dijo señalando la ropa de Matthew—. El Gran Rey te ha convocado.


CAPÍTULO TREINTA Y CINCO

Traducido por Valeria

Corregido por Cotota

Matthew intentó prepararse mentalmente para volver a enfrentarse al Gran Rey.


Había decidido apegarse a su plan y estaba seguro que podía llevarlo a cabo…
pero, mierda, no podía evitar el temblor de sus manos.

Malarath había ordenado que lo asesinaran y en cualquier momento quizás


alguien llevara a cabo la orden y lo matara. Matthew tenía que convencerlo que era
una mascota que valía la pena conservar.

La simple idea lo hacía estremecerse.

Prescott lo dirigió al elevador en silencio, pero no se unió a él. Cuando las puertas
se volvieron a abrir, Matthew se sorprendió de estar en el piso del spa, y no en el
de la habitación de Malarath.

Una vez que pasó por las puertas de seguridad el aroma a jazmín lo golpeó y
perdió el poco valor que tenía. El sólo hecho de pensar que lo castigarían más por
no aparecer lo puso en movimiento.

Entró a la habitación. El Gran Rey estaba de pie frente a la enorme alberca, de


espaldas a Matthew.

Matthew cayó de rodillas y se inclinó hacia adelante, sus manos y cabeza contra
el piso.

Ezra y Ophelia esperaban al Rey, deshaciendo los cordones de su oscura bata.


Malarath los despidió. Se movieron a un lado y se arrodillaron, ajustando sus
grandes batas a la perfección.

Malarath se volteó y no dijo nada a la par que estudiaba a Matthew. Mientras


aguantaba el escrutinio, Matthew notó el ligero y persistente aroma de la noche y la
tierra… Tarrick había estado recientemente en la habitación.
Finalmente, el Gran Rey habló:

—Quítate tu ropa, mascota.

Las manos de Matthew temblaban mientras se paraba y se quitaba la camisa. Le


tomó un rato antes de pasar a sus zapatos y al final sus pantalones. Mantuvo todo
el tiempo su vista abajo, incapaz de ver al Rey.

Malarath extendió sus brazos.

—¡Escúchenme!

Un nudo se formó en la garganta de Matthew y tuvo que tragar saliva varias veces
antes de que bajara. Atravesó el piso con azulejos ornamentados y se detuvo justo
antes de llegar a Malarath. Había visto lo suficiente a Ezra y Ophelia para saber qué
hacer. Empezando con los cordones de su costado, Matthew comenzó a
desamarrarlos. No se apresuró, yendo a la misma velocidad que los gemelos.

Sus manos no dejaban de temblar mientras trataba de librarse de la seda. Se dio


la vuelta al frente y desamarró la cinta que mantenía cerrada la parte delantera de
su bata. Antes de poder terminar, Malarath extendió la mano y agarró el cuello de
Matthew por encima de su collar.

Matthew dejó caer sus manos y se quedó quieto.

Si iba a hacer esto, tenía que empezar ahora. Mascota perfecta. Esclavo
perfecto.

Matthew dio un paso hacia el Gran Rey.

—Maestro —se inclinó en el pálido cuello de Malarath, las visibles venas azules
debajo de su piel. Rozó sus labios justo encima de su clavícula—. ¿Cómo puedo
complacerlo?

El aire estaba perfumado por las feromonas que provenían de los gemelos,
quienes veían su gran deseo con los ojos muy abiertos. Matthew esperaba que no
tuviera que follar con ellos, pero ahora estaba comprometido con esto y se
arrastraría por cualquier mierda que tuviera que pasar.
Todo esto habrá valido la pena, cuando Matthew sostuviera el corazón de
Malarath en su mano.

Ambos gemelos miraron a Malarath con la súplica silenciosa de unirse. El Rey


los ignoró mientras soltaba el cuello de Matthew y le retiraba su bata, revelando su
esbelto y elegante cuerpo

—Báñennos —dijo Malarath mientras se metía a la inmensa alberca.

—¿Nos?

Matthew no estaba muy seguro de lo que debía estar haciendo. Ezra y Ophelia
se pusieron de pie y se despojaron de sus batas. Ophelia tomó la mano de Matthew
y lo arrastró hacia el agua hasta que esta estuvo a la altura de su cintura, mientras
Ezra agarraba una bandeja flotante llena de todo lo que pudieran necesitar para
bañar a alguien.

Ezra introdujo una toalla en el agua para mojarla, luego puso un poco de gel en
la toalla y lo frotó sobre el cuerpo del Gran Rey. El jabón chorreaba sobre sus finos
músculos.

Ophelia hizo lo mismo con su toalla y comenzó a restregarla sobre Matthew.

El olor del gel de baño era… familiar… como aceite aromático… como Devak.

Una enorme tristeza llenó el pecho de Matthew. ¿No era suficiente violarlo y
poseerlo? ¿Ahora el Gran Rey también tenía que atormentarlo?

El cerebro de Matthew se desconectó y se volvió distante.

—Mascota…

Matthew levantó la mirada.

—¿…te agrada el aroma?

Que se joda. Matthew mordió el interior de su mejilla en un intento de mantener


el control, pero no pudo evitar que sus ojos se volvieran rojos. Ophelia se alejó de
él.
—Discúlpeme, Maestro.

—¿Disculparte? ¿Por qué, mascota?

—Por la manera en la que le hablé. Por disgustarlo, Maestro.

Las palabras se atoraron en la parte posterior de su garganta. Lo único por lo


que Matthew estaba verdaderamente arrepentido era por aún no ser lo
suficientemente fuerte para matarlo.

Una sonrisa malvada se deslizó por el rostro de Malarath y sujeto su muñeca.

Con cuidado, Matthew agarró la parte trasera del antebrazo de Malarath, luego
se inclinó y beso la fina piel del Rey.

—Suficiente —dijo el Rey, su voz era dura mientras alejaba su brazo de Matthew.
Alrededor de ellos sólo hacían eco los sonidos del agua burbujeante mientras los
gemelos los atendían.

Cuando terminaron, Malarath salió de la alberca y Matthew le siguió después.


Los gemelos los secaron a ambos, antes de que fueran despedidos. El aroma de
decepción colgó en el aire mientras ellos se retiraban rápido.

Malarath observó a Matthew.

—Ordené tu muerte.

—Lo sé, Maestro. Me lo dijo un cazador.

Malarath extendió su mano y lo jaló de su collar. Matthew tropezó hacia adelante,


deteniéndose justo antes de caer encima del Gran Rey.

—Debería quitar esto y dejar que el Juez acabe con tu miserable existencia.

—Deme una oportunidad de probarme ante usted, Maestro.

—Has tenido muchas oportunidades y has fallado todas, mascota. Eres una
despreciable criatura con un cuerpo putrefacto. ¿En qué me eres de utilidad?
Matthew agarró su carne en descomposición, tratando de ocultarla, pero ahora
estaba muy esparcida.

—Déjeme pelear por usted, Maestro. Probaré mi valía.

—¿Matarías vampiros, a tus amigos, a tu gente en mi nombre?

Sí, los mataría. Ascelina, Gwenyth, Emilia, Stolus, hasta a Bryson. No importaba.
Los vampiros podrían repoblar, después de que el Rey muriera. Sus sacrificios tal
vez serían inevitables.

Era una decisión fría, pero calculada, una que lo desgarraba, pero estaba firme
en su propósito.

—Mataré a cualquiera que me diga, Maestro.

—¿Matarías a Samantha si te lo ordenara?

Matthew bajó la vista y cambió su peso de nuevo a sus talones como si eso
pudiera poner una distancia entre él y el Rey.

—Maestro, no… no podría.

La mano de Malarath jaló de nuevo su collar, poniendo a Matthew frente a frente.


Por un instante, parecía como si él pudiera remover el collar y terminar con todo,
pero en su lugar soltó a Matthew. Extendió su mano, produjo espeso gel en su
palma, y la untó en el pecho de Matthew.

Era desagradable y Matthew no tenía idea de por qué lo hacía. ¿Tal vez era
alguna cosa de íncubos que nunca había aprendido?

—Vístete y retírate, mascota.

Matthew no estaba seguro si estaba bien usar su velocidad pero lo hizo, y en un


instante estaba al final del pasillo, esperando que las puertas se abrieran.

Cuando entró al elevador, se recargó contra la pared y soltó un suspiro de alivio.


No había vuelto a ser violado, no le habían pedido follar con nadie, y estaba vivo de
momento. Consideró esa interacción como un triunfo.
El elevador lo llevo al piso de la habitación de Tarrick. Atravesó las puertas de
seguridad y dentro del pasillo estaban los Guardianes, el equipo de cazadores que
lideraba Silva, los guardias personales de Tarrick, parados.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Matthew? —preguntó Silva.

Matthew señaló detrás de él.

—Hmmm, me trajo el elevador. No puedo decidir a dónde me lleva.

Silva vio hacia las cámaras.

—No debería estar aquí.

Un fuerte golpe provino del cuarto de Tarrick.

—Demonios —maldijo Silva.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué pude oír eso? ¿No tenía esta habitación
conjuros de protección? —preguntó Matthew.

—Destruyó las runas —dijo otro de los cazadores.

—Ve a tu habitación, Matthew —dijo Silva.

Otro golpe–

—¿Qué demonios sucede?

—Te di una orden —dijo Silva, su metro y medio se imponía entre Matthew y la
puerta

Matthew se inclinó y retrocedió a las puertas de seguridad, pero antes de que


pudieran abrir, un fuerte grito provino de la habitación de Tarrick. Sonaba tan
desesperado, adolorido.

Si Silva no le iba a decir qué demonios pasaba, lo descubriría él mismo. Se lanzó


hacia adelante, pasando a los cazadores, y se metió a la habitación de Tarrick,
cerrándola detrás de él.
De inmediato se arrepintió de su decisión, mientras una mesa volaba hacia él y
se hacía pedazos al golpear su pecho. Un pedazo de madera lo atravesó, yendo
peligrosamente cerca de su corazón. La sacó y gruñó a su atacante, pero se detuvo
cuando vio la condición de la habitación. Todo estaba aplastado o destruido.

Había marcas de garras en las obras de arte, en la cama, en lo que quedaba de


muebles… La habitación estaba llena de informes impresos, y en el piso estaban
destrozados laptops y tablets.

Parado frente a él estaba el Gran Lord General en su gran forma de íncubo,


inclinado, y enloquecido. Los pedazos de un traje se aferraban a su piel, pero estaba
en su mayoría desnudo. Encima de su cabeza, ya no estaban sus cuernos y todo lo
que quedaba eran pequeños e irregulares muñones como si hubieran sido
arrancados.

Tarrick rugió y acechó a Matthew.


CAPÍTULO TRENTA Y SEIS

Traducido por Valeria

Corregido por Cotota

Matthew tenía cerca de dos segundos para decidir lo que iba a hacer. Podía
correr pero eso significaría lidiar con una Silva realmente molesta. Podía pelear pero
no quería enfrentarse a Tarrick cuando estaba por completo en su forma de íncubo,
y ambos terminarían lastimándose.

Cayó de rodillas y agachó su cabeza en una reverencia pasiva mientras Tarrick


lo acechaba. El íncubo se inclinó y olfateó el aire cerca de Matthew, luego gruñó.
Se agachó y levantó a Matthew como si fuera una muñeca.

—Mío —gruñó y llevó a Matthew hacia la cama parcialmente destruida e


inclinada. Soltándolo, olfateó de nuevo el aire. Tarrick soltó un aullido desgarrador—
. Mío —repitió.

Tarrick pasó sus garras a través del pecho de Matthew. Al principio Matthew
pensó que iba a herirlo pero en su lugar, Tarrick desgarró la parte delantera de su
camisa y se la arrancó, luego usó los restos del material para limpiar frenéticamente
el pecho de Matthew.

Matthew comprendió. Esto era obra del Gran Rey. Debió haber tomado los
cuernos de Tarrick justo antes de convocar a Matthew, como castigo por salvar su
vida. Después el maldito puso su aroma sobre él, sabiendo que regresaría a aquí.

Tarrick comenzó a follar la pierna de Matthew y sus alas negras con puntas
moradas se extendieron detrás de él, aleteando con emoción. Su gran pene se
metió duro en él.

—Mío.

Esa parecía que era la única palabra que el general era capaz de pronunciar en
su actual condición.
Gruñó, aire caliente salía de su nariz, y comenzó a frotar su mano por todo el
cuerpo de Matthew, produciendo gel y cubriendo su piel con sedosos senderos. El
aroma a noche y tierra lo doblegaron.

Matthew agarró las anchas espaldas de Tarrick y se sostuvo. Se recostó y dejó


que el monstruo Tarrick hiciera lo suyo.

Soltó un chillido cuando la cola de Tarrick se deslizó bajo la cintura de su ropa


interior. El chillido se volvió un gemido salvaje cuando la cola se enrollo en su pene,
masajeándolo hasta ponerlo duro.

Un ruido de placer provino de Tarrick, quien se veía eufórico de estar


satisfaciendo algo que era “suyo”. Se arrastró hacia Matthew, sus rodillas estaban
a ambos lados de la cadera de Matthew. Las bolas descansaban en su estómago y
Tarrick acarició su propia enorme erección.

Cuando la cola de Tarrick se deslizó más abajo, un frío temor comenzó a


formarse dentro del pecho de Matthew. No quería tener ese sentimiento –luchó
contra él– pero ahí estaba, esparciéndose a través de él.

Tarrick se detuvo.

—No lo metas… por favor no —dijo Matthew, sin tener idea si la criatura
entendería.

Tarrick miró a Matthew, luego la cola retrocedió, volviendo a enroscarse


alrededor de su pene y estrujándolo.

Eso estaba bien… Matthew podía soportarlo. El miedo se esfumó y gimió


mientras la cola lo trabajaba, deslizándose arriba y debajo de su pene retenido.
Empujó su cadera hacia adelante y arqueó su espalda.

El cuerpo de Matthew dio una sacudida y soltó fuertes gemidos mientras se


acercaba más a su clímax. Desesperado por sostenerse, Matthew agarró unos
muslos musculosos y apretó fuerte. Tarrick desaceleró, manteniendo a Matthew
cerca del límite, pero sin dejar que se viniera. Era un placer angustiante y Matthew
no estaba seguro de poder controlarlo por más tiempo.
—Por favor —rogó.

Cada toque se volvía electrizante, su piel se estremecía, y el fuerte aroma de


Tarrick hacía a sus sentidos acelerarse. El monstruo Tarrick sonrió y apretó más su
cola. La intensa presión llevo a Matthew tan cera que cualquier roce lo haría
correrse.

Gemidos de frustración salían de los labios de Matthew.

—Tarrick, por favor —Movió su cadera, intentando crear fricción –intentando


venirse– pero la enorme criatura sobre él no lo dejaba moverse—. Sí. Joder. Soy
tuyo. Soy tuyo. Déjame venirme. Por favor.

Los ojos de Tarrick recorrieron el cuerpo de Matthew y un rugido bajo provenía


de su pecho. Comenzó a retorcer su cola. Eso era todo lo que Matthew necesitaba.
Bañó el interior de su ropa interior con su semen lechoso, su cuerpo se
convulsionaba bajo el incubo.

Tarrick acarició más rápido su propio pene y su orgasmo le siguió. La liberación


de Matthew se sintió bien pero la de Tarrick parecía por completo algo más. El pecho
y la cara de Matthew se llenaron de oleadas de semen espeso. Y cuando por fin
terminó, Tarrick frotó su semen en la piel de Matthew.

Matthew permaneció quieto y dejó que Tarrick lo marcara; lo reclamara. Se


encontró a sí mismo disfrutando de esto. Se permitió pretender que le pertenecía a
Tarrick. Idiota. Pero una bonita fantasía.

Cuando Tarrick terminó de untar su esperma sobre todo el pecho de Matthew,


colapsó en la cama y envolvió sus brazos y piernas alrededor del cuerpo de
Matthew, en un agarre posesivo. Matthew comenzó a ronronear mientras se movía
hacia Tarrick, dejando que lo envolvieran por completo.

Un suspiro de satisfacción vino de Tarrick y se quedó dormido.

Bueno… excelente. No era tan tarde en la noche y Matthew estaba pegajoso y


atrapado bajo una bestia-Tarrick que descansaba. En este momento mataría por un
baño pero no iba a tratar de escapar, arriesgándose a despertar al monstruo.
Pasaron cerca de diez minutos cuando una línea de luz verde apareció en el aire
y un cazador se teletransportó adentro. Cullip. Usando su ajustado jubón negro de
cuero y armado con todas sus armas complementarias. Hasta tenía puesto su
máscara que se veía como un cráneo.

El cazador se retiró su máscara y la dejó en lo que quedaba del escritorio de


Tarrick.

—Ha hecho un gran desastre aquí —dijo Cullip, acariciando su barba de chivo
grisácea mientras veía alrededor.

Matthew intentó poner una sábana sobre su pecho pero el cuerpo de Tarrick no
lo dejaba moverse.

—Detente —dijo Cullip—. No querrás despertarlo, Es mejor si duerme hasta el


calsanic.

Matthew suspiró y se dio por vencido. Cullip probablemente había visto cosas
peores.

—¿Calsanic?

—Palabra de íncubos. “La locura”. Es como el equivalente de la furia de sangre


para íncubos. Puede ser provocada por un inmenso deseo, pérdida, hambre o unas
cuantas otras cosas.

—¿Cómo perder tus cuernos?

—Sí, eso lo provocaría. Los cuernos son algo muy importante para la mayoría
de íncubos, pero el general siempre ha sido muy especial respecto a los suyos. En
todos nuestros años juntos nunca me ha dicho por qué. Siempre lo he atribuido a la
vanidad, pero esto parece otra cosa… —Cullip caminó hacia un lado de la cama y
pasó sus dedos por los muñones que solían ser los cuernos de Tarrick—. Demonios.

—¿Qué?

—No estoy seguro, no soy una bruja, pero creo que han sido sellados. No
volverán a crecer hasta que remuevan la magia. No me extraña que esté enojado.
—¿Estará así por un tiempo? Me encantará tomar una ducha…

Cullip rio.

—Tú fuiste el que decidió desobedecer a Silva. Ahora tienes que vivir con esas
consecuencias.

Matthew frunció el ceño. Oh, genial. De todas formas ser retenido por Tarrick se
sentía bien.

—¿Por qué no es ella la que está aquí?

—Ella me llamó. El general y yo somos cercanos. Hay menos posibilidades que


los íncubos ataquen a sus amigos cuando pierden el control.

Cullip examinó cuidadosamente el desastre de la habitación y encontró un banco


que había logrado sobrevivir a la ira de Tarrick. Lo colocó delante de la cama y se
sentó.

—¿Te quedas? —preguntó Matthew.

—Por un rato. Sólo quiero estar seguro de que el general permanezca dormido.

Matthew estudió a Cullip y se dio cuenta que en realidad no sabía mucho sobre
él.

Sabía que Cullip era el actual director de la Administración de Salud de Veteranos


de Ashwood, que era parte de los Argonautas hasta que perdió su brazo, y que sólo
tenía más de quinientos años. Pero más allá de todo eso, no sabía mucho sobre el
hombre. Durante su entrenamiento, siempre había sido serio, apegándose a la tarea
en cuestión; sin ninguna charla trivial.

—¿Cómo te convertiste en cazador? —preguntó Matthew, ya que parecía que


pasarían un rato juntos.

Cullip levantó una ceja.

—Bueno, supongo que debería preguntar cómo conociste a Tarrick... porque


eres más viejo que el Cuerpo de Cazadores…
—Siempre has sido tan jodidamente platicador.

Matthew le sonrió.

—Supongo que podemos sentarnos aquí en silencio y quedarnos viendo.

Cullip se encogió de hombros.

—Eso está bien para mí.

Vencido, Matthew permaneció quieto pero después de casi cinco minutos


comenzó a impacientarse. Empezó a moverse un poco, probando los límites de que
tanto podía moverse. Quizás podía sólo escabullirse, bañarse, y regresar.

—Vas a despertarlo —dijo Cullip—, y es probable que intente marcarte de nuevo.

—Eso está bien para mí, —dijo Matthew, estrechando sus ojos al cazador.

Cullip pasó sus dedos por su barba de chivo.

—Está bien. Si te digo cómo nos conocimos, ¿dejarás de andar jodiendo y lo


dejarás dormir?

—De acuerdo.

—Fui un conquistador español.

—¿En serio?

—Sí. Provenía de una familia pobre y prácticamente crecí en las calles. Pensé
que convertirme en un conquistador me daría la oportunidad de hacer algo por mí
mismo, pero nunca obtuve la riqueza o el prestigio que esperaba. Cuando llegué a
mis cuarenta, era un borracho fracasado. El siglo dieciséis no era exactamente
amable para los humanos mientras envejecían.

“Una noche estaba en una taberna local, bebiendo para olvidar una mierda que
había hecho en el nombre de Dios y de la nación, cuando este hombre entró. Tenía
tal presencia que cada cabeza volteó a verlo. El hombre nos ignoró, su atención se
dirigió a la hija del tabernero. Era joven y debía entrar pronto a un monasterio. Vi al
hombre seducirla. Y cuando ella se fue con él, fui tras ellos con la intención de
defender su honor.

Cullip se rio de sí mismo, del hombre que una vez fue.

—Él la saco por detrás y ahí fue cuando un vampiro atacó. Sin siquiera considerar
con qué peleaba, saqué mi espada y me precipité hacia el desgraciado. Estaba
fuera de mi liga cuando se trataba de vampiros. Sin embargo, intenté… el vampiro
estaba a punto de matarme cuando el hombre se convirtió en un enorme demonio
y lo despedazó.

“No sabía qué hacer. Pensé que el diablo en persona había venido a llevarse mi
alma… caí de rodillas, arrepentido, y la criatura se rió de mí.

““¿Te gustaría un trabajo?” Esas fueron las primeras palabras que Tarrick me
dijo. Lo había impresionado al enfrentarme al vampiro en lugar de salir corriendo.
Después de haberme calmado, no le costó mucho convencerme de venir a trabajar
para él. El dinero que me ofreció ayudó… era codicioso en ese entonces.

“Me mandó con Prescott para entrenar y después de algunos años regresé para
ser el guardaespaldas personal del general.

—¿Por qué no regresas a eso? Quiero decir, ser su comandante y reincorporarte


a los Argonautas…

—Ya cumplí con mi parte del trato, no más preguntas.

Matthew sopló.

—Bueno, está bien. Silva es joven para ser comandante, pero es muy capaz.
Necesita la experiencia. Si regreso, la sustituiría y quiero que el general tenga otro
comandante en quién confiar, aparte de mí. Y sobre los Argonautas, en realidad es
por el brazo —Cullip hizo una seña a su extremidad faltante.

“Son lo mejor de lo mejor y ahora soy más lento. Sigo siendo bueno, pero no a
su nivel. Prescott lo pasó por alto porque somos compañeros de batalla, pero si da
un paso para atrás verá que ya no soy la persona indicada para el puesto. Y, más
importante, disfruto entrenando a los nuevos cazadores. De una forma, puedo
moldear el futuro de todo el Cuerpo de Cazadores. Es increíblemente satisfactorio.

—Puedo entender eso —dijo Matthew—, tener un lugar en algo más grande que
tú —suspiró y vio los pesados grilletes en sus muñecas.

—Tú siempre has querido eso ¿no es así?

Matthew asintió.

—A veces me pregunto cómo habría sido si fuera humano y hubiera sido


entrenado para ser un cazador…

Cullip rio.

—Leí tu expediente. Nunca te han golpeado.

—¿En serio? ¿Por qué no?

—Eres muy hombre de familia. Te gusta tu feliz y estable vida. Los cazadores
necesitan poner sus obligaciones por encima de la comodidad personal.
Generalmente son víctimas de vampiros que buscan vengarse, no bomberos
universitarios.

Matthew difícilmente había sido un “universitario” típico pero entendió el punto


de Cullip. Nunca habría dejado a Lily o a Alyssa para ser un cazador. Aun si pudiera
regresar a casa, el trabajo sería muy demandante.

Cullip volvió a recoger su máscara.

—¿Cumplirás nuestro trato y lo dejarás dormir?

—Sí, Comandante.

—Ahora me llaman “Director”.

—Sí, Director.

—Más te vale. Voy a regresar a Ashwood. Buena suerte —con un resplandor de


luz, Cullip se fue.
Fuera de la habitación, Matthew oyó a Cullip reportando a Silva que Tarrick ahora
estaba durmiendo. Matthew se dio cuenta que esos cazadores habían oído todo lo
que pasó adentro… que pena. Ah, bueno.

Matthew movió su trasero un poco para intentar estar más cómodo, luego se
instaló para la noche. Y el día… y para la próxima noche. Tarrick se durmió todo el
tiempo casi encima de él, manteniéndolo encerrado. A las pocas horas de la nueva
noche, Matthew ya no soportaba estar asqueroso y pegajoso.

A pesar de su trato con Cullip, empujó a Tarrick lejos de él.

Tarrick despertó y gruñó, sus ojos púrpuras brillando con ira.

—Detente —ordenó Matthew—. Basta con esta mierda.

Tarrick se abalanzó hacia Matthew para volver a agarrarlo, pero él atravesó la


habitación antes de que siquiera se acercara.

—Escúchame, no sé por qué perder tus cuernos te puso en tal estado, pero
necesitas tranquilizarte —dijo Matthew. Tarrick acechaba a Matthew, pero cada vez
que se acercaba, Matthew lo esquivaba—. Tú eres el Gran Lord General, necesitas
comenzar a actuar como tal. Eres mejor que esto.

Aparentemente, Tarrick no lo estaba escuchando y se frustraba más cada vez


que Matthew lo evadía. Finalmente Matthew suspiró y dejó que lo atraparan.

Tarrick lo agarró y lo llevó de vuelta a la cama donde inmovilizó a Matthew de


nuevo. Matthew vio a los ojos de Tarrick, tenía que llegar a él de alguna manera.

En los últimos diez años Matthew había perdido a su esposa, su amante y


guardián, y su libertad. Los íncubos lo querían utilizar para matar vampiros. Los
vampiros lo querían utilizar para matar íncubos. Su señor lo abandonó –no sólo una
vez, sino dos. Su cuerpo se descompuso alrededor de él, y no hace mucho fue
violado. Tarrick haciendo una rabieta por sus cuernos parecía… insignificante…
pero Tarrick no necesitaba una comparación de quién tenía la peor vida –necesitaba
compasión, alguien que se preocupara por él y no menospreciara su dolor.
—Tarrick, por favor, has podido con cosas peores, puedes con esto. Eres un
guerrero y un protector. No sólo de tu familia, sino de toda tu gente. Y dependen de
ti y te necesitan. Eres su roca. Que te removieran tus cuernos es terrible… y sé que
perderás un poco de status social, pero eres la persona más inteligente que
conozco, y lo recuperarás. No es tan malo como crees.

Tarrick se detuvo.

Matthew podía ver la lucha en sus ojos. Puso sus manos en el rostro de Tarrick.

—Regresa.

Tarrick vio hacia abajo a Matthew. Parpadeó fuertemente varias veces,


intentando recuperar el control de sí mismo. Sus iris regresaron a un color azul
profundo, y las garras se convirtieron en dedos suaves.

Se aferró a Matthew por un momento luego lo soltó y rodó sobre su espalda,


cerrando sus ojos. Unos cuantos pedazos de ropa destrozada colgaban de su
cuerpo desnudo.

Tarrick abrió los ojos eventualmente y vio a su alrededor. Un profundo ceño


fruncido surgió en su rostro mientras veía el desastre.

—¿Estuvo Cullip aquí? —preguntó e inhaló profundamente.

—Sí. Vino para asegurarse que estuvieras bien pero regresó a Ashwood. Silva y
su equipo han estado afuera por una noche y media. No creo que se haya ido para
dormir.

—¿Te dejó aquí?

—¿En realidad crees que ella haría eso? Ya no me deja hacer nada. La verdad
es que me estoy escondiendo de ella —dijo Matthew con una pequeña sonrisa.

Tarrick soltó una risita, luego se puso serio mientras estudiaba a Matthew.

—¿Te tomé contra tu voluntad?

—¿No recuerdas lo que hiciste?


Tarrick negó con la cabeza.

—No. Las memorias regresaran a tiempo pero… no. Puedo olerme por todo tu
cuerpo.

—Estuviste bastante tiempo frotando tu lubricante en mí, lo que por cierto fue
asqueroso, y te viniste en mí pero te dejé hacerlo. No me violaste… en realidad me
cuidaste —estaba un poco avergonzado de haberlo disfrutado demasiado. Aun
enloquecido, Tarrick era un dios del sexo.

Tarrick se estiró y puso su mano con delicadeza en la quijada de Matthew.


Cuando Matthew miró hacia él, Tarrick pasó su pulgar sobre sus labios.

—Me alegra no haberte herido.

Matthew no sabía qué decir. Los dos permanecieron en silencio por un rato hasta
que al fin Tarrick apretó gentilmente su espalda.

—Vamos a bañarnos.

—Sí. Joder, sí.

Matthew salió de la cama mientras se quitaba las botas y se despojaba de su


ropa interior, cuyo interior estaba cubierto de semen seco. Dejó caer su ropa en el
suelo y casi salió corriendo al baño.

Llegando a la ducha primero, Matthew giró la perilla para que el agua saliera de
las seis regaderas. No se molestó en probar la temperatura y en su cuerpo cayó
agua hirviendo, calentándolo. Le encantó. La única ocasión en la que se había
sentido tal calor era en las siguientes horas después de alimentarse de un humano.

Extrañaba tener ese calor todo el tiempo. Esa era una de las razones por las que
disfrutaba dormir a lado de los íncubos –sus cuerpos estaban calientes. Y Devak
estaba aún más caliente…

Maldición, extrañaba a Devak.

Tarrick abrió la puerta de cristal de la gran ducha, ajustó la perilla a una


temperatura razonable, y se unió a él. Usando una toalla, Matthew se limpiaba hasta
más no poder. Atrapó a Tarrick comiéndoselo con los ojos una vez. Una sonrisa
cínica apareció en el rostro del general, quien después se ocupó de sus asuntos.

Matthew vio hacia la tina. Las duchas era geniales y todo, pero ahora que estaba
limpio, quería relajarse. Sin decir algo, salió de la ducha de cristal y abrió el agua de
la tina, se sentó dentro de ella por un rato mientras se llenaba.

Sintió una mirada sobre él y cuando él la devolvió, Tarrick estaba haciendo una
mueca. Matthew rio de nuevo. Divisó un frasco de burbujas para baño en un tocador
en el fondo del baño. Se paró y estiró su cuerpo un poco para presumirlo y
asegurarse que Tarrick lo estaba viendo. Luego caminó por todo el baño,
empapado, para tomar el frasco de líquido azul.

Tarrick gruñó mientras veía a Matthew goteando agua por todas partes.

Matthew le guiñó y después se pavoneó de regreso a la gigantesca tina,


vertiendo en el agua todo el contenido del frasco.

Estaba siendo un cabrón provocativo pero disfrutaba empujar sus límites con
Tarrick. El general volvería a tirar de su cadena si iba demasiado lejos, pero por
ahora estaba dejando que Matthew se saliera con la suya. Si no fuera imposible,
parecería que Tarrick disfrutaba de su naturaleza juguetona.

—Tu parte ghoul ha disminuido —dijo Tarrick desde la ducha.

Matthew quitó las burbujas para poder verlo. Tarrick tenía razón. No era mucho,
pero había disminuido un poco. Quizás porque ahora Matthew estaba concentrado
en… un objetivo, una misión.

Él sonrió, se recostó en el asiento, y cerró los ojos mientras el agua terminaba


de llenar. El aroma floral del gel de baño llenó el aire, relajándolo. La ducha se apagó
y Tarrick se metió en la tina, sentándose del lado contrario a él.

Los dos hombres se relajaron en un silencio cómodo.

—Nunca quise ser un general —dijo Tarrick, rompiendo el silencio.


Matthew abrió los ojos. Tarrick se inclinó, sus brazos estirados en los bordes de
la tina. Matthew luchó con la tentación de ir hacia allá y sentarse en sus brazos.

—¿En serio? Me cuesta creerlo —Tarrick era un general muy bueno para
imaginarlo haciendo algo más.

—En mi primera transformación yo era un íncubo social, no un guerrero.

Matthew quedó boquiabierto. ¿Tarrick? ¿Social? Ni siquiera le gustaban las


fiestas. Y era un guerrero hábil… también tenía el cuerpo de uno. Matthew ni
siquiera sabía que los íncubos podían cambiar. Pensaba que una vez que se
transformaban por primera vez, se convertían en guerreros o sociales y hasta ahí.

—En mi familia todos eran guerreros. Mi madre ya era una Gran Lady General
cuando nací, todos mis hermanos eran guerreros, y hasta mi padre humano había
sido un guerrero que le servía a mi madre.

Tarrick se parecía a Lily en ese aspecto; su madre había sido humana. Sólo uno
de los padres tenía que ser íncubo para que los niños se convirtieran en uno, no
existían mestizos. Al menos no cuando se reproducían con un humano.

—Pero terminé siendo un social. Decepcioné a mi madre… me vio como algo


que necesitaba ser protegido. Me molesté con ella por eso y me rebelé no
interesándome en su guerra. Era como cualquier íncubo social, quería tener
negocios, riqueza y poder. Quería mi propia familia antes de mi segunda
transformación, que por cierto es bastante inusual. Sólo pueden formarse nuevas
casas con el permiso del Gran Rey y no es algo que él permita con frecuencia.

Tarrick sonrió, perdido en una memoria. Respiró profundamente el aire cálido y


perfumado.

—Cuando tenía alrededor de noventa había logrado la mayoría de mis objetivos.


Todavía no tenía una familia pero tenía muchos negocios que me hicieron
demasiado rico y popular. Una noche estaba en una fiesta cuando me atacaron.
Estaba indefenso, ni siquiera podía sostener una espada correctamente, pero había
un guerrero ahí… Gerhardt. Era viejo y fuerte…, en realidad era la mano derecha
de mi madre. Lo había ignorado la mayor parte de mi vida pero al verlo pelear… era
magnífico. Se enfrentó a una docena de vampiros y los mató a todos. Y sabía que
tenía que ser mío.

Tarrick rio y se movió ligeramente, las burbujas se pegaban a su pecho.

—Era joven y él estaba fuera de mi alcance pero cuando quería algo, lo obtenía.
Él se convirtió en mi primera pareja. En esa época no tenía idea de que tan grave
era la guerra. Me contó historias pero todo se sentía tan lejano. Las fiestas y el sexo
y la riqueza eran todo lo que me importaba. Era un joven tonto… pero a él le gustaba
que no estaba corrompido por la guerra. Que cuando regresaba a casa, la podía
dejar atrás.

Dejó de contar su historia por algunos minutos y vio hacia arriba, sus ojos no
estaban realmente centrados en algo. Matthew no dijo nada, sabiendo que Tarrick
continuaría cuando estuviera listo.

—Murió en una emboscada de vampiros intentando salvar a una familia de


íncubos. Esa fue la noche en que la guerra dejo de ser remota a mí.

Tarrick frotó su frente.

—Tenía que hacer algo. Le rogué a mi madre que me enseñara a pelear, pero lo
íncubos sociales no están hechos para pelear contra vampiros. Mi padre se apiadó
de mí y me enseñó a usar las armas. Pasé mis días entrenando y en las noches me
escapaba para buscar vampiros y matarlos. La primera vez que me enfrenté a uno
casi muero… pero seguí, y cuando supe los nombres de los vampiros que habían
matado a mi pareja, ataqué su fortaleza solo. Fue un proceso lento, me llevó todo
el día y toda la noche, y para cuando el sol volvía a elevarse todos estaban muertos.
Señores y todos.

“El Gran Rey estaba tan impresionado conmigo que me dio el castillo que había
despejado y me asignó una docena de guerreros. Al final tenía todo lo que siempre
había soñado, pero me sentía tan vacío. Cuando pasé por mi segunda
transformación, emergí como un íncubo guerrero. Después de eso no me llevó
mucho tiempo convertirme en general.
Tarrick se levantó y agarró una toalla que estaba cerca. Se secó, envolvió la
toalla alrededor de su cadera, y comenzó a salir del baño, parándose en la puerta.

—Gerhardt amaba mis cuernos… eran su parte favorita de mí —dijo sin mirar
atrás, luego se fue, cerrando la puerta detrás de él.
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE

Traducido por Juliette

Corregido por Cotota

Matthew se sentó en la tina del baño para darle a Tarrick un poco de tiempo a
solas. La historia que acababa de escuchar le rompió el corazón. Esta maldita
guerra… todos sangraban por ella.

No creyó que fuera posible odiar a Malarath más de lo que ya lo odiaba, pero se
encontraba hirviendo. Salió de la tina y se secó. Al no tener ropa, envolvió una toalla
en su cadera. Estaba a punto de entrar al cuarto cuando escuchó la voz de Silva.
Se congeló y escondió tras la puerta.

―Sal, Matthew ―dijo Tarrick―. No te hará daño.

Matthew se sentía un poco avergonzado de que una humana mojada de tal vez
cincuenta kilos lo tenía acobardado. Se asomó por un lado de la puerta para ver a
Silvia parada frente a Tarrick. No parecía enojada, pero aun así, Matthew se retrajo.

―Está bien. Me esperaré aquí hasta que se vaya.

―Ven aquí ―ordenó Tarrick, sin diversión

Matthew salió. Tarrick ya estaba vestido en un traje y justo estaba terminando de


ponerse una corbata borgoña. A Matthew le esperaba un cambio de ropa en la
cama. Pantalones de cuero… mierda, cuando Rosaline regresara tendría que hablar
con ella sobre este aparente fetiche con el cuero.

Matthew tomo el camino largo por el cuarto, manteniendo una distancia máxima
de Silva, y arrebató su ropa. Se vistió mientras ella le daba un reporte a Tarrick.

―He preparado un nuevo cuarto para usted, ya está listo. Y Darius va a mandar
un guardarropa completo, debería llegar por la mañana. Lady Rosaline y el Director
Cullip ambos han pedido que les llame.
―Muy bien, no saldré esta noche. Duerme un poco.

―Sí, señor ―Silva hizo un saludo y se teletransportó fuera del cuarto, no sin
antes lanzarle una dura mirada a Matthew.

―Señor General ―dijo Matthew cuando había desaparecido, mientras se ponía


su blusa. Todas las cámaras y dispositivos de escucha estaban rotos, dándoles un
raro momento de privacidad. Y los cazadores del pasillo se habían ido con Silva. Un
nuevo turno, sin duda, estaría aquí pronto.

Tarrick se acomodó la corbata y corrió sus dedos entre su cabello rubio


polvoriento, acomodándolo en su lugar.

―¿Sí?

―Necesito su ayuda. El Rey Supremo me va a matar. Y yo me encuentro sin


deseos de morir a pesar… ―Matthew apretó la parte donde se encontraba la carne
de ghoul― …a pesar de todo lo que me está pasando.

―Ya estoy intentando ayudarte. Eso debería ser obvio.

―Lo sé. Necesito más, debo convertirme invaluable para él, y la única forma de
hacer eso es peleando. Yo nunca quise ser un arma… y ahora debo convertirme en
más que eso. Necesito que me lleve al campo.

Tarrick estudió a Matthew por un momento.

―Necesito permiso de mi rey para poder usarte en esa capacidad.

―Sé que lo puede obtener.

―Tu confianza no tiene justificación, no estoy en buena posición con él ahora.

―Obtendrá permiso. Mi confianza está justificada, usted sabe jugar el juego.

Tarrick elevó una ceja al escuchar el cumplido, pensando.

―¿Entiendes lo que estarás haciendo? Regresarás a pelear contra tu propia


gente y esta vez no habrá recompensa por ello.
Mientras se pudiera volver un tema de conversación, habría mucha recompensa.

―Comprendo, y sí. Mataré a lo que sea que me pida.

Tarrick estrechó los ojos.

―La semana pasada querías morir. Te violan, ¿y ahora quieres vivir? ¿Pelear?

―Sí.

―Necesito saber por qué antes de poner a mi gente e peligro al permitirte pelear
cerca de ellos.

Matthew no sabía si decirle la verdad a Tarrick o no. Necesitaba ayuda. También


necesitaba plantar las semillas de la duda. Samantha le había dicho que
necesitaban confiar el uno en el otro… y esta parecía una buena oportunidad como
cualquiera para comenzar. Pero parecía tan arriesgado. Si Tarrick le estaba
engañando de nuevo, Matthew estaba muerto. Pero estaba muerto aunque no
hiciera nada. En realidad ya no tenía nada que perder.

―Malarath es un rey terrible.

―Esas son palabras de traición. Matthew.

―Pero ciertas. Solo es rey por virtud de ser el más poderoso, no porque sea
bueno para su pueblo. Se despidió prácticamente hace siglos. Tú prácticamente
gobiernas por él. Pudo haber sido un buen rey alguna vez, pero ya no.

“Puede que tengas a los vampiros huyendo ahora, pero Samantha no habría
despertado a los dragones si no pensara que pueden causar grandes daños. Solo
es cuestión de tiempo para que se una a la batalla, y los vampiros aún pueden
mantenerse por algo más de tiempo. Fácilmente podría haber paz pero él no lo
permitirá. Porque no es un buen rey, y tú lo sabes desde hace tiempo.

Tarrick no dijo nada. Toco sus manos detrás de su espalda.

―No importa qué clase de rey sea, es mi rey y le soy leal.

―¿Por qué?
―¿Por qué le soy leal?

Matthew asintió.

―Es difícil explicarle a alguien que no ha terminado su transformación. Los


íncubos están conectados de una forma que nunca he terminado de comprender.
Es nuestro líder, nuestra cabeza, quien nos da dirección. Le he servido mi vida
entera y no me detendré ahora.

―Estas equivocado, si comprendo. He sentido esa conexión, de hecho la he


visto, es… tela divina que te ata a él y le da poder. Pero es solo por la opción de la
gente. Ese poder se puede retraer.

Tarrick guardó silencio. Matthew deseo saber qué pensaba. Dios, estaba a una
pulgada de enfrentarse a la muerte. Todo lo que Tarrick debía hacer era terminar la
conversación y reportarse a Malarath y todo terminaría.

―¿Ves la tela porque eres hijo de Lisandro? ¿Es una habilidad que posees?

Matthew hizo puños de sus manos varias veces, no estaba seguro si podría
confiar en Tarrick con esto, pero si no se abría por completo, Tarrick nunca seria
convencido. El íncubo leal sacrificaría sus propios hijos, sus amantes, sus
pertenencias, incluso su propia vida por orden de su rey. Pero, ¿qué haría por su
diosa?

―Veo los hilos que atan los íncubos a Malarath porque soy hijo de Ilertha.

Una risa desagradable escapó de Tarrick.

―No, Matthew.

Matthew no dijo nada.

―No, Matthew ―repitió Tarrick

Matthew de nuevo no dijo nada

Luego Tarrick comenzó a procesar las piezas que tenía. Tardó un momento antes
de hablar de nuevo.
―Me niego a creer que eres hijo de mi diosa.

―¿No? La evidencia está ahí. El dios de sangre no me convirtió aleatoriamente.


Me escogió porque soy un semidiós y sabía que yo sería poderoso. Odia a mi madre
por cierto, la llamó La puta. Samantha ha crecido con glándulas de soavik en sus
bolsas de sangre. Todos dicen que Lily es muy fuerte para su edad, es porque es la
nieta de una diosa. Ningún otro íncubo tiene ojos plateados como yo. Y solía
cantarme… una canción de cuna que tú mismo me dijiste trataba de un niño perdido
que un día se reúne con su familia. Estoy muy seguro de que esa canción es sobre
mí.

―Eso no es suficiente para creer que eres hijo de mi diosa ―Tarrick sacó un
teléfono de su bolsa―. Pero tengo una forma fácil de averiguarlo ―levantó el
teléfono a su oído―. Envía a Dawn a Torre Alta. Mi viejo cuarto. La necesito de
inmediato. Y no envíen equipos de cazadores a este nivel hasta que yo lo ordene
―terminó la llamada.

―¿Dawn? ―preguntó Matthew.

―Ya verás ―mientras esperaban, Tarrick observó a Matthew, haciéndolo


sentirse apretado en su propia piel. Quien sea que fuera esta Dawn, su futuro estaba
en sus manos.

Unos minutos después, hubo un toque en la puerta. Entró una mujer. Era una
cazadora con pelo rubio-rojizo. Tenía pómulos elevados, un suave mentón y una
pequeña nariz que la habrían hecho parecer amigable de no ser por la expresión de
No-Me-Jodas que traía en la cara. Sus pieles le quedaban justas casi como si fueran
una capa inferior a una armadura. Matthew la reconoció como la cadete con la que
había entrenado hace unos años, pero ahora olía distinto. Como a muerte, algo
había cambiado.

―Un demonio… ―dijo Matthew.

―Vigr ―dijo mientras arañaba el aire y una lanza apareció de un remolino de


humo. Empujó la punta contra su mejilla. No era de plata, pero hizo que su piel
temblara.
―Llámame demonio de nuevo y te arrancaré una capa del cráneo y llevaré tu
alma a Hel.

―Dawn ―Tarrick uso su nombre como advertencia para que se alejara.

Dawn dio un paso alejándose de Matthew y soltó su lanza. Desapareció en una


pequeña nube de humo.

―Mis disculpas Señor General. Tomo una ofensa excepcional a que me llamen
demonio.

―¿Qué es? ―preguntó Matthew, la cortada en su mejilla cerrándose.

―Es una valkiria.

Matthew pestañó una vez, lentamente.

―¿Qué?

―Es complicado.

Matthew se quedó callado esperando más explicación.

Tarrick suspiró.

―Las valkirias son sirvientas del dios de la guerra. Ella disfruta ser una cazadora,
así que hemos llegado a un acuerdo. Ella se queda y yo tengo acceso a un ser
divino. Me ha servido más de una vez.

Dawn asintió, sus ojos pegados a Matthew.

―¿Por qué me ha convocado, General?

―¿Es Matthew hijo de Ilertha?

Ella apretó la quijada.

―Sí.

―Espera– ―Tarrick claramente no esperaba esa respuesta― ¿…Es hijo de


Ilertha?
―Sí, General. Pero debería saber que es probable que el rey Malarath lo mate
si se entera. Sugiero que no le diga.

―¿Por qué el Alto Rey habría de matarlo por tal cosa? Él también venera a
Ilertha.

Dawn se mofó.

―Si usted lo dice, señor.

―¿Entonces a quien venera? ―Preguntó Tarrick.

Ella se encogió de hombros.

―No lo sé. No a mi dios y no a Ilertha.

Tarrick puso una mano sobre su escritorio quebrado, reclinándose en él.

―¿Sabes quién es su padre?

Dawn pausó, y miró a Matthew arriba hacia abajo.

―No.

Matthew se aproximó a ella.

―Si lo sabes, debes decírmelo.

―No lo sé.

Matthew no le creía. La tomó de los hombros, listo para encantarla para que le
diera la información. Ella lo miró con enojo pero no intentó moverse.

―Ilertha es la diosa del sexo. Se coge a todos y solo ella podría decirte con
certeza quién es tu padre.

―Suéltala Matthew ―ordenó Tarrick―. Eso es todo lo que necesito de ti Dawn.


Puedes retirarte.

Una vez que Matthew la soltó, se volteó hacia Tarrick.

―General, si va a pelear contra demonios de nuevo, debería estar a su lado.


―Si requiero de tu experiencia te asignaré a la misión.

―Sí, señor ― se veía decepcionada mientras se teleportaba fuera del cuarto.

―¿Hace cuánto que sabes sobre tu madre? ―preguntó Tarrick.

―Desde que quitamos la maldición de Devak y me dijo que era guardián de


Ilertha y no el dios de sangre.

Los ojos de Tarrick se movían de un lugar a otro, juntando piezas.

―Por eso huyó cuando llegaron los guardianes de sangre. Lo habrían matado
de otro forma.

―Sí ―hablar de Devak hizo que el corazón de Matthew ardiera de dolor por su
fallecido guardián.

―Me pregunto si fue el arma de Prescott o el veneno de la daga de Hiroto lo que


lo mató al final.

Hiroto había dicho algo similar.

―¿Por qué habría de importar?

Tarrick ignoró su pregunta.

―Intentarás matar al Alto Rey, ¿verdad?

―Sí. ¿Le vas a decir?

Tarrick sacudió la cabeza.

―Lo que en realidad estas preguntando es, ¿voy a traicionar al rey íncubo al que
he servido por un millón de años para protegerte, hijo de mi diosa?

―Sí.

Tarrick sacó su teléfono de su bolsa.

―Envía un equipo para escoltar a Matthew de vuelta a su cuarto ―colgó y dijo―.


No puedo contestar eso ahora, necesito tiempo.
Matthew quería preguntar cuanto tiempo, pero sabía que no era una decisión que
se podía apresurar. Y era una de la cual Tarrick nunca se recuperaría si las cosas
salían mal. Solo esperaba que Samantha tuviera razón… que podía confiar en él
aunque cada parte de él le gritaba que era una idea terrible, y que no debió haberle
dicho nada.

Matthew sintió un equipo de cazadores tele portándose al pasillo de afuera. Fue


hacia la puerta pero se detuvo antes de abrirla.

―Lo que sea que decidas hacer, debes saber que te equivocaste, Tarrick. Una
vez me dijiste que lo que sentía por ti solo era lujuria… una obsesión… una
mentira… te equivocaste en eso. Te amo, aunque no debería. Aunque a veces me
confunda.

Sin molestarse en mirar atrás salió del cuarto, sabiendo que no habría una
respuesta del general.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO

Traducido por Juliette

Corregido por Cotota

Matthew pasó las siguientes noches solo en su cuarto. Pasaba el tiempo leyendo
manuales de cazadores secos como la mierda. Le divertía saber que Prescott había
escrito varios de ellos.

Una nueva puerta reforzada que separaba su cuarto del de Samantha había sido
instalada y, para su decepción, cerraba bajo llave. Esperaba poder pasar y tomar
algunos libros de ficción.

La placa de pecho de su armadura estaba expuesta en un soporte en una


esquina. Corrió sus dedos encima de ella, sintiendo el pequeño temblor de magia
que la recorría. En realidad era una buena pieza de armadura y se sentía rudo en
ella. Se preguntó si recibiría un casco… debería conseguir un casco.

Una noche, una tableta estaba sobre su mesa de noche cuando se despertó.
Nunca había usado una en realidad –se habían vuelto populares después de que lo
convirtieron. Lo hacía sentirse viejo pero le picoteó unas cuantas horas hasta que
se acostumbró a lo básico. Encontró que tenía una aplicación que enseñaba
idiomas, específicamente ruso. También tenía un juego en el que intercambiabas
gemas por la pantalla. Pasó más tiempo jugando de lo que le gustaría admitir.

Cuando Prescott apareció sin anunciarse, Matthew se revolvió tratando de


esconder la aplicación mientras se paraba y hacía reverencia. El Imperador se veía
menos que impresionado.

―Tienes cinco segundos para ponerte tu traje de compresión ―dijo Prescott y


tomó la placa del soporte. Para cuando se volteó, Matthew ya se había cambiado.
Prescott colocó la placa sobre el pecho de Matthew y activó la magia. La placa se
expandió y se acomodó a su cuerpo.
―¿Qué sucede imperador? ―preguntó Matthew, tomando un comunicador del
aire cuando Prescott se lo lanzó.

―Ya verás. ¿Cuándo fue tu última comida?

―Hace unos días. La última vez que entrené con Hiroto ―Matthew no estaba
seguro por qué habían detenido su entrenamiento, si fue decisión del Alto Rey o de
Tarrick, pero al menos no estaba enjaulado.

Prescott señaló a Matthew para que lo siguiera y ambos hombres armados


caminaron por el pasillo hacia el elevador, juntos. Los dos cazadores en guardia
saludaron a Prescott al pasar. Él asintió y elevó su comunicador a su boca.

―Necesito medio galón de sangre en la recepción.

Cuando llegaron a la recepción, el resto de los Argonautas los esperaban.


Estaban asegurando armas y revisando los cinturones en sus cueros, Preparándose
para una batalla parecía.

Un cazador se acercó con una bolsa de sangre grande.

―Bébetela rápido ―dijo Prescott. Matthew lo hizo―. ¿Recuerdas cómo llegar a


la piedra?

―Sí ―Matthew respondió, limpiándose la sangre de los labios.

―Tienes treinta segundos para llegar ahí. No dejes que ningún humano te vea.
Ve.

Matthew de verdad quería saber que ocurría ahora. ¿Lo iban a dejar correr por
New York solo? Pero, supuso que no había mucho riesgo de que escapase. El collar
sin duda tenía un rastreador y sabían sin duda alguna que nunca abandonaría a
Samantha, aunque ella no estuviera ahora mismo en la torre.

Sacó energía de sus bolsas de sangre y salió por la puerta. La ciudad le paso
como un borrón y no se detuvo hasta que estaba parado junto a la piedra.
Habiéndose tele transportada, los argonautas estaban esperándolo cuando llegó.
Prescott tocó la piedra y se tele transportaron a un edificio abandonado sin
ventanas, y la única salida era una puerta gruesa. Sosteniendo su ballesta se seis
disparos, abrió el candado y miró hacia afuera.

―Despejado ―dijo.

Matthew siguió al equipo hacia afuera. Estaban en medio de la nada: un campo


masivo cubierto de nieve con árboles a su alrededor.

―¿Dónde estamos? ―Prescott le preguntó a Matthew

―No lo sé señor. Nunca he estado aquí.

―Dame tú mejor conjetura.

Estaban más o menos ocho horas más cerca del amanecer… la nieve…

―En algún lugar de Rusia, imperador.

―Sí. Hay un pueblo a cinco millas al norte de aquí. ¿Crees poder mantener
nuestro paso? ―preguntó Prescott.

Los cazadores tienen un rango límite para su transportación y si no estaban


familiarizados con el terreno tenían que ver por dónde va, así que no se moverán
demasiado rápido, Y Matthew podía rastrear su olor si los perdía de vista.

―Sí, señor.

Los cazadores se tele transportaron y Matthew los persiguió. No había tomado


en cuenta lo difícil que sería correr en armadura entre la nieve profunda, pero logró
seguirles el paso al cambiar sus pasos por saltos y saltando sobre las grietas. Se
sentía ridículo pero funcionó. Detrás de él, el edificio desapareció mientras
atravesaba el velo que lo mantenía oculto. Mientras se acercaban al pueblo. Los
cazadores dejaron de tele transportarse y continuaron a pie. Sin decir una palabra
Matthew se posicionó detrás de ellos, y no faltó mucho para darse cuenta por qué
se habían dejado de tele transportar: vampiros.

Muchos vampiros
Prescott alzó la mano y todos esperaron en silencio.

Un vampiro se les aproximaba. Los cazadores desaparecieron dejando a


Matthew solo y expuesto, sin ningún tipo de instrucción.

Malditos.

No estaría mal saber que estaba ocurriendo aquí.

Una vampira femenina calló de la azotea de un edificio de concreto. Se veía


joven, tal vez de diecisiete cuando fue convertida pero, a juzgar por el poder que
emanaba de ella, no era un vampiro joven. Se encuclilló y olió los arbustos donde
los cazadores se escondían.

Dijo algo en ruso. Matthew no sabía suficiente aun pero se imaginó que era algo
más o menos como: “¿Quién está ahí?” o “Muéstrate”.

Está bien. Este vampiro lo detectaría tarde o temprano, tenía que hacer algo. Y
si lo castigaban por eso, oh bueno.

Matthew apareció a un lado de ella.

―¿Hablas español? ―preguntó, lanzándole una encantadora sonrisa.

Ella jadeó, no esperaba su velocidad.

―Da.

Por un momento, consideró matarla. No era débil, pero podía arrancarle la


garganta sin que ella pudiera detenerlo. Sin embargo; hacerlo haría que su cuerpo
se comenzara a descomponer y eso atraería otros. Y más importante, no quería
matarla.

Miró sus ojos.

―Revisaste este lugar y no encontraste nada. Sigue caminando.

Mientras ella peleaba contra su compulsión, él tocó su mejilla gentilmente y


manipuló sus emociones para que confiara en él.
Asintiendo, se rindió ante él y siguió caminando, sus ojos pasando por Matthew
como si no hubiera nadie ahí.

Matthew regresó a los arboles donde los cazadores se escondían, aunque no


podía verlos. Hiroto regresó de patrullar el área y el equipo reapareció

―Hay una manada de seis lobo-convertidores haciendo guardia afuera ―reportó


el zorro―. En el interior hay once esclavos humanos armados, seis más
desarmados, y cinco vampiros, uno es un lord. Hay ocho patrullas en el área y
nuestra inteligencia estaba en lo correcto, hay un cuarto de seguridad.

―¿Dónde está Zakhar ahora? ―preguntó Prescott.

―Planta alta, segundo cuarto a la izquierda de la esquina oeste.

Prescott mocionó a Vik, quien sacó su celular. Sacó una foto del vampiro y se la
mostró a Matthew. El hombre se veía simple, con una nariz delgada y grandes
orejas. Matthew pensó que si se ponía unas gafas, se vería como un estereotípico
nerd.

―Esta es la cosa ―dijo Prescott dijo―. Necesitamos tomar a este vampiro,


Zakhar, vivo. No podemos entrar peleando porque lo pondrán en ese cuarto de
seguridad antes de que podamos sacarlo.

―Y no quiero pelear con todo ese sitio ―dijo Lock.

Nellis flexionó sus guantes.

―Sigo pensando que deberíamos hacerlo, suena divertido.

―Calla ―dijo Prescott―. Matthew, como es un edificio de vampiros y no


necesitas una invitación para entrar, vas a entrar, tomar al vampi, y después
regresarás aquí con él. Nosotros cubriremos el escape.

―¿Lo voy a llevar a la piedra, señor? ¿No la destruirán los vampiros una vez que
nos vayamos?

―Sí, pero obtenerlo es más importante que una piedra en medio de la nada de
Rusia. Con tantos vampiros no tardan en encontrarla.
―¿Me permite mi hacha, Imperador? O ya sabe, ¿algún arma en general?

―No. Haz lo que te digo y no la necesitarás.

Entrar en un cuarto, tomar un vampiro y salir corriendo… suficientemente fácil

―El edificio está a tres cuadras ―dijo Hiroto―, de color salmón.

―¿Algún otra pregunta? ―preguntó Prescott

Matthew tenía bastantes. ¿Por qué es importante este tipo? ¿Por qué utilizaban
estas estrategias de toma y huye? Parecía muy arriesgado y habría vampiros
persiguiéndolos una vez que Matthew tomara al hombre. Podía correr más rápido
que cualquier vampiro… solo que la nieve lo enlentecía, y tendría a un Lord
resistiéndose en sus brazos, y algunos vampiros podían volar. Pero encontraría una
forma. Siempre lo hacía.

―Ninguna que sea relevante señor.

―Ve ahora.

Matthew se fue, tejiéndose entre edificios y evitando vampiros patrullas. Una


sensación inestable se localizaba en su cuello, algo andaba mal.

En su camino al edificio, dio una vuelta en un edificio y casi se estampa en la


espalda de un guardia humano armado. Se congeló. El humano no lo había visto.
Matthew se escabulló sin ser detectado y se metió por la ventana quebrada de un
edificio abandonado.

Pelear con un humano no sería un problema normalmente, pero hacer cualquier


sonido o sacar sangre alertaría a cualquier vampiro en el área. No podía tomar ese
riesgo. Unos otros humanos vinieron a patrullar el área y eventualmente siguieron
caminando.

Salió del edificio y con mayor precaución, terminó de hacer su camino hacia el
edificio rosa-anaranjado. Estaba hasta el tope de vampiros, cambiantes y humanos;
muchos más de los que Hiroto había reportado. Los vampiros que rondaban afuera
parecían peleadores, la mayoría armados. Los hombres lobo eran mercenarios, no
una manada amistosa. Y los humanos podrían ser fuerzas especiales.

Matthew vio el cuarto en el que se suponía debía entrar. Su plan era llevar
energía a sus piernas, entrar en el cuarto, tomar a Zakhar y retirarse.

Estaba a punto de saltar cuando sintió algo. Lords. Maldita sea. Cinco de ellos.
Mierda. Con razón se sentía mal; sus auras lo oprimían.

No había forma de que Hiroto no los haya sentido…

Oh. Pero claro. Era una puta prueba. A menos que necesitaran cerrar portales,
los argonautas podían manejar esto ellos mismos.

Prescott no pondría a Matthew en una misión, ni lo pondría a prueba; a menos


que el alto general haya hecho algo.

Matthew sonrió para sí.

Tarrick le había dado su respuesta; estaba del lado de Matthew.

Tarrick iba a revelarse contra el alto rey.

Samantha tenía razón, debían confiar el uno en el otro ahora.

Una extraña calidez que Matthew rara vez sentía burbujeó en su pecho.

Bueno, ahora sí no iba a penetrar un edificio lleno de gente que le patearía el


trasero y lo tendrían huyendo como cobarde. Si debía pasar el examen, lo haría
como un íncubo.

Haría todo un show.


CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

Traducido por Achilles

Corregido por Cotota

Matthew regresó a la arboleda solo después de haber terminado de ejecutar su


plan. Si los cazadores estaban allí, no podía verlos. Se encogió de hombros y
comenzó a caminar hacia la piedra.

—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Prescott, apareciendo ante él.

—Iba a esperarte por la piedra, Imperator —dijo.

Prescott miró detrás de Matthew.

—¿Dónde está Zakhar?

—Sí. Sobre eso, señor. La información de Hiroto fue un poco desagradable.

Un jadeo exagerado vino de los árboles.

—Nunca —dijo Hiroto.

Prescott suspiró.

—Bien equipo. Regresaremos y limpiaremos este lugar mañana cuando salga el


sol. Vamos a recuperar a Matthew.

El viaje a la piedra, y luego a la torre, transcurrió en relativo silencio. Prescott


envió a su equipo por delante y montó en el ascensor con Matthew.

—Le dije a Lily lo que Malarath te hizo —dijo mientras presionaba una runa para
llevarlos a uno de los pisos de los cazadores.

El pecho de Matthew se hundió.

—¿Tenía que hacerlo, señor?

Prescott se quitó su casco.


—Demasiadas personas lo vieron feliz, por ahora la historia se ha extendido a
toda la comunidad. Fue mejor que ella lo supiera de mí primero. Ella lo manejó bien.
Ella es dura.

—¿Lo es? Podría hablar durante días sobre cómo era cuando era niña, pero
realmente no sé en qué tipo de mujer se ha convertido. Me he perdido mucho de su
vida. Señor.

—Ella es una sobreviviente. La ha pasado difícil, pero es lo suficientemente joven


como para no haber perdido su idealismo. Ella es perfecta —una pequeña sonrisa
cruzó la cara de Prescott no del todo significante para Matthew.

La forma en que su voz se volvió más suave al hablar de ella, era claro que él se
preocupaba profundamente por Lily. A Matthew no le gustaba la idea de Prescott
con ella, pero estaba feliz de haber encontrado a alguien que se preocupase por
ella. Alguien que podría mantenerla a salvo.

—¿Crees que alguna vez querría volver a verme, señor?

—Sí, ella ha estado preguntando. Pero el Gran Rey no lo está permitiendo en


este momento.

Entonces era eso.

—¿Puedes decirle…? —Matthew no estaba seguro de lo que quería decir.


Decirle que la amaba, que la echaba de menos, que lo sentía...

—Se lo diré —dijo Prescott, al parecer sabiendo lo que Matthew quería.

—Gracias Señor.

Las puertas del ascensor se abrieron y Matthew siguió a Prescott fuera del
ascensor, hacia una sala de conferencias ubicada en una de las secciones de
cazadores de la torre.

El equipo tomó asiento alrededor de la mesa ovalada. Prescott, que estaba en la


cabecera de la mesa, le hizo un gesto a Matthew para que se sentara también.

Hiroto, sentado frente a Matthew, se bajó la máscara y le sonrió.


—Hiroto, tú comenzarás —dijo Prescott.

El kitsune estaba parado.

—Podríamos usar a alguien tan rápido como él. Él era capaz de mantenerse al
día con nosotros muy bien, incluso si él no puede teletransportarse. Su capacidad
para obligar sería útil para el interrogatorio, y su capacidad para borrar recuerdos
sería buena para la limpieza. Él también es un comandante de gárgola. Nos
ahorraría tener que romper a los tíos cada vez que uno se pone juguetón. Debido a
su arma, él necesita pelear de tiempo en tiempo de todos modos, Matthew podría
estar con nosotros donde podamos vigilarlo. Él redondearía el equipo, es un sí de
mí.

Hiroto le sonrió a Matthew otra vez y volvió a sentarse.

—Vik —dijo Prescott.

Ella empujó su lanzagranadas desde su regazo sobre la mesa mientras se ponía


de pie.

—Me gusta la idea de tener un vampiro en el equipo. Hiroto tiene mejor vista y
audición, pero los vampiros tienen un mejor sentido del olfato, siempre y cuando
recuerden respirar, y Matthew puede sentir las demostraciones. Además, no me
importaría usarlo para probar nuevos juguetes. El Lord General es tan reacio a
darme vampiros y nunca cooperan. Mi única reserva es que use un arma cuerpo a
cuerpo. Ya es bastante difícil recibir granadas allí contigo y con Mac. Con tres será
más duro, pero tengo algunas ideas sobre cómo ajustarlo. Sí, estoy bien con él en
el equipo.

Estupendo. Ella lo quería porque él sería su conejillo de indias. Oh, bueno, al


menos eran dos contra dos hasta ahora. Matthew se preguntó si todo el equipo tenía
que aceptarlo o si la mayoría regía. O tal vez Prescott tenía la última palabra y solo
quería comentarios.

Ella tomó asiento nuevamente, y Prescott le hizo un gesto a Nellis que no se


molestó en ponerse de pie.
—Me gusta el chico, él puede lanzar un golpe, incluso si no puede mantener su
licor que valga la pena. Pero esta noche, en lugar de tratar de llevar a cabo su tarea,
se quejó y volvió a nosotros. Eso me molesta. No. No lo quiero en el equipo.

Matthew no podía culparlo. Se preguntó si el sol ya se había puesto en Rusia.


Había estado cerca del amanecer allí.

Nellis se reclinó en su silla, y Lock se levantó y se ajustó el cinturón.

—No confío en él. Ha matado a más de unos pocos de mis amigos —dijo el
vaquero.

Hiroto se movió nerviosamente como si quisiera decir algo, pero mantuvo la boca
cerrada.

Lock sostuvo su mano hacia Hiroto para calmarlo.

—Sí, Hiro, he leído su expediente. Sé que las circunstancias no son tan blancas
y negras, eso no significa que no las haya destrozado. ¿Y qué pasa si algo le sucede
a cualquiera de sus hijas cuando está en medio de una misión? ¿O si su hacha toma
el control de él? No me gusta la idea de tener que ver a un compañero de equipo
por encima del hombro. Pero estaría dispuesto a verlo a través de un período de
prueba. Dale la oportunidad de demostrarme que estoy equivocado. Me abstengo
hasta entonces.

Prescott respiró profundamente.

—Lo siento, Matthew. Estoy seguro de que descubriste que esta noche era una
prueba para ver si encajarías bien con los Argonautas, pero es una decisión de todo
o nada para este equipo.

—¿Qué hay de ti, Emperador? —Preguntó Matthew, preguntándose cuál habría


sido su respuesta.

—No hubieras llegado tan lejos si no te hubiera aprobado para el equipo —


Prescott se frotó la barba incipiente en la barbilla y se cruzó de brazos—. Algo
extraño ha sucedido en las últimas semanas. Cuatro personas diferentes han
mencionado independientemente que harías un buen sexto miembro.

“Creo que eres más íncubo de lo que las personas te dan crédito. Quieres estar
en este equipo y has estado dando pistas. Encontré la idea interesante. Tu juego de
habilidades es uno que los Argonautas nunca antes habían tenido. No vienes sin
tus desafíos, pero podemos superarlos. Eres entrenable y, cuando no estás
ocupado perdiendo el control, puedes seguir un pedido.

—¿Cuatro, señor?

—¿No sabes qué cuatro personas vinieron a mí?

—No —Matthew había insinuado a Hiroto y Tarrick pero no estaba seguro de los
otros dos.

Prescott hizo un gesto a Hiroto.

—A nuestro zorro le gusta la idea de tener un hombre no humano con nosotros.


El Lord General quiere volver a usarte en el campo, señaló que podría cuidarte
mejor si estuvieras en mi equipo. El director Cullip dijo algo de pasada. Y Samantha.

¿Cullip? ¿De verdad? Eso fue sorprendente. ¿Y Samantha? Por supuesto, ella
trataría de ayudarlo, pero él no lo había esperado. Debería haberlo hecho.

—Insistió en que te unirías al equipo pronto. Lo vio en una visión o algo así. Pero
los oráculos pueden malinterpretar las cosas, especialmente cuando se trata de
alguien cercano a ellos. Ella probablemente te haya visto luchando junto a nosotros
en una batalla y lo tomaste en serio...

Un cazador se teletransportó a la habitación y lo interrumpió con un saludo


rápido.

—Señor, necesita ver esto —agarró un control remoto por la pantalla que
ocupaba la mayor parte de la pared después de Prescott. Apareció un informe de
noticias ruso junto con imágenes en vivo de un helicóptero, filmando un pueblo
carbonizado, nivelado y humeante. El sol se había levantado allí.
Matthew solo pudo recoger algunas palabras del informe, pero la esencia era que
un depósito de municiones militares explotó hace unos minutos. No estaba claro si
hubo víctimas.

Prescott se volvió hacia Matthew.

—¿Qué hiciste?

—Yo…

—Emperador —una voz femenina provenía del comunicador de Prescott—, esta


es la comandante Reshetilov, sirvo a Lady Eesla.

—Adelante, comandante —dijo Prescott, sin apartar los ojos de Matthew.

—Algo realmente... extraño... está sucediendo. Dos hombres lobo aparecieron


aquí llevando una bolsa. Tiene un vampiro y están insistiendo en que se lo
entreguen a usted y solo a usted.

—Un momento, Comandante —Prescott puso su comunicador en silencio.

Una amplia sonrisa cruzó la cara de Matthew.

—Tienes razón —le dijo a Nellis, que estaba mirando entre las imágenes y
Matthew—, sería realmente una mierda si no llevara a cabo la misión. Hubo un
tiempo en el que me habría precipitado al edificio sin armas, intenté enfrentar a los
señores y los otros vampiros sin pensarlo dos veces. Y hubiera sido un desastre.

“Ninguno de los hombres lobo tenía contactos para evitar que los manipulara, así
que obligué a una pareja a llevarse a Zakhar tan pronto como salió el sol y el resto
al depósito de municiones que olí cerca.

Matthew no podría haberse arriesgado a obligar a los humanos, ya que estaban


cautivados por los señores vampiros, que hubieran sido capaces de sentir la pérdida
de control. Pero los lobos... Por lo que Matthew sabía, él era el único vampiro que
podía obligar a otras criaturas sobrenaturales. Bueno, su padre también, pero eso
apenas contaba.

Prescott volvió a encender su comunicador.


—Comandante Reshetilov, los lobos están bajo una compulsión en este
momento. Ponlos en custodia y enjaula al vampiro. Estaré ahí en algún momento el
día de mañana para reclamarlos. Una vez que los tenga seguros, avísenos y
lanzaremos la compulsión.

—Sí, señor —el comunicador cortó.

—Cambio a un sí —dijo Nellis, sonriendo mientras miraba la ciudad en llamas.

Prescott apagó la pantalla y señaló a Matthew.

—Un año. Ese es tu período de prueba después del cual todos votaremos
nuevamente. Hay algunas cosas que necesitas entender. No eres un cazador o
parte del cuerpo, serás único a ese respecto. Sigues siendo un esclavo. Si rompes
mis reglas, te castigaré. Y, como eres un reflejo de mí, será peor de lo que ha sido
en el pasado.

¿Peor? ¿Peor que comer plata? ¿Ser azotado? ¿Famélico? ¿Ser puesto en una
jaula? Increíble.

—Las órdenes del Gran Rey superan a las demás. Si él te quiere y estamos en
una misión, sales de la misión. Espero que domines ruso antes de fin de mes. Si no
sales con nosotros, estarás entrenando. ¿Qué tan lejos está él con el hacha? —
Precott le preguntó a Hiroto.

—Estamos empezando a llegar allí. Tal vez unos meses más y no será un
problema a menos que se muera de hambre. Podrían pasar décadas antes de que
él lo domine completamente y pueda aprovechar todo su poder.

—Mientras no lo tome por vencido, está bien. Tal vez quieras tomar un permiso
temporal de Lord Kōki, estarás aquí casi todas las noches trabajando con él.

—No puedo esperar —Hiroto le hizo un guiño astuto a Matthew.

—Oh, dos cosas más. Uno, si ese parche ghoul crece en absoluto, estás fuera.
Y dos —Prescott convocó una pequeña caja y se la lanzó a Matthew. La abrió,
adentró había un anillo de bronce que provocó la magia... un maldito anillo de la luz
del día.

—Bienvenido a los Argonautas.


CAPÍTULO CUARENTA

Traducido por Achilles

Corregido por Cotota

Ser un Argonauta fue agotador. Bueno, al menos entrenar para ser un Argonauta
de todos modos. Durante las siguientes tres semanas, Matthew trabajó
principalmente con Hiroto, quien lo obligó a mantenerse despierto durante el día
para poder acostumbrarse al anillo de la luz del día (nuevamente). No durmió
mucho, y cuando se le permitió para dormir se estrellabafuerte y rápido.

Hiroto no había bromeado cuando había insinuado que era un entrenador


estricto. Corrió a Matthew harapiento, llevándolo a los límites de su control y
esperando que él no solo mantuviera alejada la furia de sangre, sino que evitara
que el hacha se apoderara de su cuerpo. También se negó a dejar que Matt saliera
y se pusiera de pie al sol. Hiroto era enorme en disciplina y horario mientras
entrenaba; no permitiría que nada cambiara de su rígido plan.

El pequeño zorro era malvado.

Bueno en realidad no. Matthew sabía que Hiroto estaba siendo duro con él para
ayudarlo a la larga. Era necesario si tenía alguna posibilidad de quedarse en los
Argonautas... pero, aun así, echaba de menos la diversión, yo-quiero-follarte zorro
que fue reemplazado por el serio, hazlo-diez-mil veces-hasta -que-lo-domines zorro.

Además de entrenar con Hiroto, Matthew tuvo que aprender ruso. Y estudiar
todas las reglas del cazador. Lo que llevó años humanos dominar tuvo que hacerlo
en unas pocas semanas. No fue exactamente fácil.

Lo único que Matthew tuvo que esperar fue cuando Samantha lo llamó en su
tableta. La primera vez que llamó, no estaba seguro de por qué su tableta estaba
haciendo un sonido tan horrible, pero presionó el botón verde persistente y apareció
su cara. Sus iris eran de un llamativo color plateado ahora, y con su cabello castaño
casi parecía como si estuvieran realmente relacionados.
Después de que ella se burló de él por sostener la cámara equivocada, todo lo
que vio fue su frente hasta que la inclinó, tuvieron que hablar durante diez minutos.
Y todas las noches a partir de ese momento tuvieron diez minutos de videollamadas.

Él saboreó cada segundo de ese tiempo, incluso si ella insistía en que solo
hablara en ruso para ayudarlo a practicar. A veces tener una niña oráculo que todo
lo veía era tan molesto como una mierda. Hubiera preferido hablar con ella en inglés
porque su tiempo era muy limitado, pero lo hizo a su manera. Su ruso era casi
perfecto.

Matthew supo que ella se llevaba bien con la gente en la propiedad de Tarrick en
su mayor parte, y las cosas iban bien con Gavyn. Su novio se encontró con algo de
resistencia ya que los cazadores que se acostaban con vampiros eran una gran
violación de sus reglas, y cada cazador tenía su propia opinión sobre el asunto, que
no tenían miedo de compartir.

Todas las noches, cuando terminaba su charla, la echaba de menos más y más.
La distancia lo estaba matando.

Durante el entrenamiento, nunca vio a Tarrick. Sabía que el general estaba en el


edificio, de vez en cuando olía su aroma persistente, pero nunca bajaba ni le dejaba
dormir a Matthew en su habitación. Probablemente estaba enojado con él por
ponerlo en esa posición.

Cualquiera que fuese el motivo, Matthew sintió deseos de verlo, incluso por unos
momentos. Él deseó tener la moderación y el control de Tarrick cuando se trata de
emociones; haría todo menos complicado.

Matthew se acostó temprano una noche, alrededor de las seis de la tarde,


esperando dormir algunas horas antes de que Hiroto lo hostigara un poco más, pero
no tuvo tanta suerte. En el momento en el que cerró los ojos vio un destello blanco
a través de sus párpados y sintió que el zorro aterrizaba en su pecho.

Matthew gimió y puso una almohada sobre su cabeza.

—Vete.
—Arriba.

Matthew gimió de nuevo y tiró la almohada a Hiroto, quien retrocedió y se agachó


en el borde del estribo.

—Sabes —dijo Matthew—, de hecho, tengo que dormir, incluso con el anillo de
la luz del día encendido, ¿verdad? No es solo un pase libre estar despierto todo el
tiempo... —Hiroto le arrojó una botella de sangre. Matthew no había estado
recibiendo mucha sangre últimamente—. ¿Qué hice para ganar esto?

—Hay un ataque en progreso. Ese vampiro que embolsaste, Zakhar, están


tratando de recuperarlo. Es un gran jefe en Rusia.

—Deberías haber liderado con eso. ¿Dónde está el ataque? —Matthew se quitó
la gorra y bebió la sangre lo más rápido que pudo.

—Suecia. Lo estábamos manteniendo en el castillo del Rey Hindrik. Ahí es donde


está sucediendo.

Hiroto agarró la armadura de Matthew del soporte y saltó sobre la cama. Matthew
estaba en su traje de compresión en un momento y se paró frente a él, con los
brazos extendidos. Hiroto la enganchó sobre él y activó la magia, expandiendo la
armadura.

—Ahí es donde vive Vik, ¿verdad? Ella es la comandante allí.

—Elevador —Dijo Hiroto y desapareció con un destello de luz blanca.

Cuando Matthew llegó al ascensor, Hiroto presionó el botón del vestíbulo.

—Sí, ella estaba allí cuando los vampiros comenzaron su ataque como hace diez
minutos. Ellos ya han soplado las paredes exteriores y algunos han hecho que sea
dentro.

—¿Está el Lord General allí?

—Sí. Y el resto de nuestro equipo. No íbamos a llamarte porque no hemos hecho


ningún entrenamiento en equipo. Pero... el Gran Rey te ordenó en la pelea.
—¿De verdad?

Hiroto asintió.

—Me pregunto por qué —dijo Matthew.

Las puertas del ascensor se abrieron.

—Piedra —dijo Hiroto y desapareció de nuevo.

Matthew salió por las puertas y cruzó bloques de Nueva York en segundos.

—Los rumores ya están volando que podrían haberse unido al equipo —dijo
Hiroto cuando Matthew llegó—. Si no actúa pronto, su revelación no será tan
impresionante.

—Ah, el show.

Hiroto se rio mientras levantaba su máscara roja para cubrirse la cara.

—Lo llamo el espectáculo.

Maldición. Eso sonó más genial.

—Prescott tendrá que quitarse el grillete, no tengo esa habilidad —Hiroto puso
su mano sobre la piedra—. Sigue nuestro ejemplo y escucha las órdenes del
Emperador. No te nos adelante. Recuerda que tenemos que trabajar en equipo aquí.
Ya no eres un solo luchador.

—Entendido —Matthew flexionó sus largas y oscuras garras y sus ojos se


volvieron rojos.

—Ah, y no muchos saben que estás luchando por nosotros, ya que los vampiros
pueden escuchar nuestras comunicaciones nada se ha dicho todavía. La llamada
se terminará tan pronto como me teletransporte, pero no te ofendas si algunos
cazadores te disparan —dijo Hiroto y activó la piedra.

Con un destello verde, Matthew estaba en Suecia. Estaba dentro de una


habitación grande, sin decorar, de un castillo o finca de piedra marrón, o eso
suponía. Los Incubo amaban sus castillos. Alrededor de él estaban docenas de
cazadores que también acababan de teletransportarse. Las armas se volvieron
inmediatamente contra él.

—Ten en cuenta que el vampiro Matthew está luchando con los Argonautas. No
lo ataques —dijo un operador por el comunicador.

Eso no impidió que ocho pernos y dos flechas con punta de plata se cruzaran en
su camino. La mayoría golpeó su armadura y rebotó inofensivamente, pero tuvo que
atrapar dos antes de que se le metieran en la cabeza.

—Debería tener un casco —le dijo a Hiroto, dejando caer los pernos. Estaba
agradecido de que su armadura cubriera su cuello, que era uno de los puntos de
muerte más fáciles en un vampiro, pero el daño suficiente 3n el cerebro y no se
despertaría nunca más.

—Dejen de disparar a mi compañero de equipo y muévanse —gritó Hiroto a los


cazadores que parecían confundidos por la presencia de Matthew. Hiroto podría
haber sido pequeño, pero tenía un rostro aterrador adornado con su equipo de
asesino, y los cazadores hicieron lo que él dijo.

Una explosión cercana sacudió el castillo, enviando pedazos de polvo volando


en el aire. Hiroto se teletransportó lejos y Matthew salió corriendo detrás de su olor.
Atravesó pasillos, lleno de cadáveres y sangre, tanto humanos como algunos incubi.
Los vampiros que habían invadido el castillo habían sido expulsados.

Sonaba como si estuvieran tratando de entrar de nuevo. Matthew se dirigió al


final donde también recogió el aroma de Prescott.

Estaba casi en la puerta cuando Hiroto gritó.

—¡Detente!

Matthew se detuvo bruscamente a unos centímetros del marco de la puerta.


Hiroto emergió de las sombras e hizo un gesto hacia el cuerpo de un vampiro en
descomposición, luego tocó un símbolo rúnico que estaba tallado en el marco,
drenándolo de poder.
—Gracias —dijo Matthew, decepcionado de haber perdido la runa. Fue un error
tonto. Uno que podría haberlo matado. Pero el olor a sangre y la energía de la batalla
afuera lo excitaron... y descuidaron. Cerró los ojos y se centró. No podía arriesgarse
a perder el control. Él necesitaba ser inteligente en este momento.

—Vámonos —dijo Hiroto y se teletransportó afuera.

Matthew lo siguió más cautelosamente esta vez, confiando un poco menos en su


instinto y un poco más en su entrenamiento. Un aire helado golpeó su rostro cuando
salió del castillo. Nunca antes había estado en Suecia y ahora deseaba haberse
tomado el tiempo de visitarla.

La vista frente a él le quitó el aliento, en su caso, literalmente. El castillo estaba


ubicado bajo la ladera de una montaña. Extendido antes era un valle plano con un
río ahora congelado que lo atravesaba. Picos dentados cubiertos de nieve lo
rodearon. Por encima de él, más estrellas de las que había visto en su vida, cubrían
el cielo nocturno.

Matthew podría imaginar pasar el tiempo en el valle, pasando la noche


estudiando las estrellas o corriendo a lo largo del río, rastreando animales. Lo único
que lo haría perfecto sería una pequeña población humana para acechar y cazar.

Su fantasía se hizo añicos rápidamente por la realidad de una batalla que estaba
teniendo lugar a su alrededor.

Una de las alas del castillo parecía como si hubiera estado bajo reparaciones,
pero ahora se desmoronaba cuando un fuego ardía, llenando el aire de espeso
humo. La electricidad había sido cortada y las bengalas iluminaban los jardines para
que los cazadores y los íncubos pudieran ver. Hubo llamadas para activar
generadores.

El ataque de los vampiros fue inteligente. Si hubieran intentado un asalto frontal,


habrían sido masacrados, el castillo estaba cerca de ser inexpugnable desde ese
ángulo. Pero los vampiros llegaron a través de la parte posterior de la montaña,
haciendo un túnel a través del suelo y saliendo de la parte posterior.
Habían establecido trincheras y montículos de tierra para protegerse. Quien haya
movido esa cantidad de tierra tenía que ser extremadamente poderoso. Matthew
podría hundirse en el suelo y hacer túneles con el tiempo, pero no podía hacer algo
tan grande o complicado.

Los vampiros también tenían brujas con ellos, teletransportaban sus armas y
creaban sus propias barreras de protección.

Pero quizás lo más impactante para Matthew fue la presencia de humanos. Él


los había visto usar esclavos, pero nunca a este nivel. Había cientos de ellos. Todos
armados como una jodida fuerza militar, lo cual era extraño porque los incubo
habían encontrado hace mucho tiempo formas mágicas para contrarrestar el
armamento moderno.

Los cazadores tenían escudos rúnicos que se transformaban automáticamente


cuando les lanzaba un proyectil de alta velocidad, y los hogares tenían protecciones
que impedían que misiles o bombas alcanzaran su objetivo. Pero las runas de
cazadores tenían límites, y después de unos minutos de recibir un aluvión lleno de
balas, sus escudos bajaban y tendrían que retroceder y esperar a que se
recargaran. Y las defensas del castillo significaban una mierda si una bomba
estallaba dentro de la sala.

Los vampiros sabían esto y estaban enviando bombarderos suicidas. Desde la


distancia, Matthew observó mientras los cazadores derribaban a los humanos, pero
uno logró atravesarlo y una explosión explotó en el área, enviando cuerpos volando
y dejando atrás un profundo cráter en lo que una vez fue un jardín trasero.

Jesús. Este ataque era una matanza en ambos lados.

Un guerrero íncubo cayó al suelo y casi golpea a Matthew en su camino hacia


abajo. El íncubo rodó y se puso de pie, frunciendo el ceño al señor vampiro que
había partido una de sus alas a la mitad. El vampiro se burló y salió volando para
luchar contra un enemigo más amenazante. El guerrero levantó un arma para
Matthew lo bajó cuando vio quién era. Él se burló y giró para luchar contra un nuevo
objetivo en el suelo.
Matthew corrió detrás de Hiroto, que no se había molestado en esperarlo.
Terminaron en el lado frontal del castillo donde Tarrick había establecido su
comando entre el frente y una sección de la pared todavía en pie.

Varios guerreros montaban guardia, mientras que los despachadores humanos


trabajaban en computadoras portátiles de grado militar, y los equipos de cazadores
entraban y salían teletransportados, transmitiendo información u obteniendo nuevas
órdenes.

La batalla fue un huracán caótico con Tarrick, con armadura y en forma de


íncubo, de pie con calma en el ojo, dirigiendo la tormenta.

Los Argonautas también estaban allí, pero la atención de Matthew se le escapó


cuando sintió vampiros cerca. A unos metros de distancia en realidad. Miró a su
alrededor, pero con los abrumadores olores de la batalla no tenía idea de dónde
podrían...

Matthew se adelantó hacia Tarrick, quien se movió a un estand defensivo en


respuesta a la carga. Un pie delante del general, Matthew se inclinó hacia el suelo
y agarró a un vampiro por el cuello, arrancándolo de la tierra como hierba, y lo lanzó
al aire. Un chillido ensordecedor vino de la criatura como sus alas emergieron e
intentó volar, pero los cazadores ya estaban acribillándolo con pernos

Matthew agarró a un segundo vampiro. Éste trató de luchar contra él, echándolo
más abajo en el suelo, fuera de su alcance, pero Matthew separó la tierra, revelando
un túnel. Se lanzó para atacar y en el aire escuchó a Prescott decir: “Sa'nile”.
Bloodreaver se formó en su brazo cuando Matthew cayó sobre el vampiro,
cortándolo del cuello a la cadera. Con un segundo golpe, Matthew lo desmembró
por si acaso.

Un chorro de sangre cubrió todo el centro de comando móvil. Tarrick lo borró de


sus ojos con una mirada de pura molestia.

Matthew hizo una mueca.

—Lo siento, general.


—Nos estamos moviendo hacia un suelo sólido —dijo Tarrick a la coma apoyo a
su alrededor, haciendo caso omiso de Matthew—. ¿Dónde está mi GPR?

—El del castillo fue destruido. Estamos trayendo nuevos dispositivos ahora —
dijo un operador mientras recogía su computadora portátil y colgaba un paquete
sobre su hombro cuando toda la operación comenzó a moverse adentro.

Matthew recogió su grillete, lo ató a su cinturón, y saltó fuera del agujero,


aterrizando al lado de Hiroto.

—¿Qué es GPR? —le susurró al zorro, sin querer molestar a nadie.

—Georradar.

—Oh.

—¿No leíste el manual de armas y dispositivos?

Dios maldita sea.

—Fue eso o aprender ruso. Es el próximo en mi lista, lo juro.

Hiroto se rió. Oh, bueno, ahora que estaban en medio del desastre y el caos, él
había vuelto a ser un zorro amante de la diversión.

—Argonautas… —dijo Tarrick mientras se movía hacia el castillo—… flanqueen


el lado oeste. Vean si se pueden entrar en sus túneles y dispersen sus líderes.

Prescott reconoció la orden y se teletransportó lejos, junto con el resto del equipo.
Matthew salió corriendo tras ellos. Hombre, tener magia para moverse debe ser
increíble.

En el camino, vio a un grupo de esclavos humanos que guardaban un equipo de


cazadores inmovilizados detrás de una roca. Alteró ligeramente su trayectoria y
cargó contra ellos. Los esclavos abrieron fuego con sus ametralladoras. Las balas
rebotaban en la armadura de Matthew, pero una le cayó en la frente. Cayó al suelo
mientras la bala le atravesaba el cráneo.

Ay.
Se centró en la curación y volvió a estar de pie antes de que los humanos
pudieran hacer un daño real.

Sangre. Bloodreaver le susurró algo.

—Sí. Sí. Te llenarás.

Matthew clavó su hacha en la suave carne de los humanos, haciéndolos


pedazos. Estaba tan acostumbrado a luchar contra los monstruos que era casi
ridículo por lo fácil que eran estos esclavos.

Se habría sentido mal por ellos, pero le habían disparado en la cabeza y lo habían
enojado. Con los humanos tirados en pedazos en el suelo, despegó nuevamente.
Oyó comentarios confusos del equipo de cazadores detrás de él, preguntándose
por qué demonios Matthew estaba de nuevo de su lado.

—¿Qué te llevó tanto tiempo? —Preguntó Prescott cuando Matthew corrió. El


resto de los Argonautas parecían molestos también. Lo habían estado esperando a
aproximadamente un cuarto de milla de la batalla, en la ladera de la montaña. No
había mucho follaje, en su mayoría rocas y nieve.

Matthew señaló su frente.

—Me dispararon en la cabeza. Entonces maté...

Prescott levantó la mano para silenciarlo.

—Hiroto sintió algunos vampiros cerca de aquí. Encuéntranos una manera de


entrar. Una vez que estemos adentro, cállate. En el momento en que cualquiera de
nosotros haga un sonido, estarán sobre nosotros.

Matthew puso sus manos en el suelo helado. Percibió un túnel de veinte pies a
su izquierda, se dirigió sobre la zona por encima de ella, y empujó la tierra abierta
para formar un agujero.

Prescott saltó primero, seguido de Hiroto y Lock. Vik le entregó su lanzagranadas


a Matthew y entró. Nellis lo empujó a un lado y fue tras ella. Matthew lo siguió, cerró
el agujero detrás de él y le devolvió el lanzador de granadas a Vik. Ella sonrió como
un gracias.

Hiroto ya se había ido, explorando a la cabeza.

Prescott hizo un gesto para que el grupo lo siguiera. El túnel era estrecho y crudo,
doblándose alrededor de las rocas. De vez en cuando, el pasaje se ampliaba o se
hacía tan pequeño que él y Nellis tuvieron que practicar caminar de cangrejo hacia
los lados para pasar. También hubo ramas falsas que no conducían a ninguna parte.

El equipo se detuvo cuando todos oyeron acercarse a un grupo de vampiros.


Nellis agarró a Vik y se metió en un pasadizo lateral con ella. Prescott y Lock
retrocedieron a una amplia sección y todos desaparecieron de la vista de Matthew.

Dios maldito. Intentar encajar con un equipo de cazadores con habilidades


completamente diferentes no fue fácil. Matthew se apoyó contra la pared y se hundió
en la tierra mientras los vampiros pasaban.

Cuando salió, el equipo ya estaba en el pasillo, sin esperarlo. Estaba empezando


a sentirse un poco frustrado, sintiéndose como un perro atado con correa que se
vieron obligados a llevar porque mamá lo dijo en lugar de un miembro útil del
escuadrón.

Matthew agarró su hacha y los siguió.

Desde arriba, Hiroto se dejó caer e hizo señas para indicar que el centro de
comando de vampiros estaba a cien pies por delante. Había cuatro señores, tres
vampiros regulares y seis humanos. Rusos, a juzgar por las voces que escuchó
Matthew. Se sintió aliviado de que Bryson no estuviera allí. Él realmente no quería
matarlo hoy.

Matthew no tenía idea de cuál era su plan cuando se acercaron a la sala de


mando. El Emperador solo podría enfrentarse a un señor vampiro o dos... en cuartos
abiertos. Pero cuatro señores en un área pequeña simplemente lo acorralarían y
desgarrarían su armadura. Y había un pequeño problema: estaba sellado.
Prescott le indicó a Matthew que abriera a su orden. Vik puso su lanzagranadas
y apuntó. Matthew no pudo evitar sentirse un poco inquieto acerca de su elección
de arma en un espacio tan pequeño, pero no tuvo tiempo para pensar en ello, ya
que Prescott le dio la señal para irse.

Matthew abrió un agujero en la pared y Vik lanzó granadas de inmediato a la


habitación. Cerró el agujero y las explosiones hicieron temblar los túneles, seguidos
de gritos de dolor provenientes del centro de comando sellado. Los Argonautas se
teletransportaron a la habitación. Matthew se apresuró a hacer un agujero para
poder unirse a ellos, pero una nube de polvo plateado salió rugiendo de él.

Bien. Él no iba a entrar allí. Le herviría la piel y lo cegaría, haciéndolo demasiado


responsable. Parecía que los otros Argonautas lo tenían bajo control de todos
modos. Los humanos habían muerto en la primera explosión conmocionante. Los
vampiros regulares cayeron con la explosión de plata y segunda. Los señores
estaban luchando, pero se vieron obstaculizados por la plata y la emboscada
inesperada.

Matthew suspiró pesadamente.

Sangre. El hacha susurró.

—Sí, conozco la sensación —le dijo, queriendo entrar en la pelea. Una puta
batalla estaba ocurriendo afuera y en lugar de ser parte de ella estaba apoyado
contra una pared, sin hacer otra cosa que abrir agujeros sucios. Matthew: nacido de
la diosa del sexo, Ilertha, engendrado por el Dios de la Sangre, Lysandros, portador
de Bloodreaver, Heraldo de la Ruina, y movedor extraordinario de tierra.

—Príncipe —dijo una voz con un grueso acento ruso. Miró hacia la sala para ver
a un bruto de un vampiro ruso con un corte de pelo en la parte superior. También
tenía cicatrices rosadas en el costado de su cuerpo, como si hubiera sido
gravemente herido recientemente y aún estuviera sanando.

—Vikentiy —gruñó Matthew.


CAPÍTULO CUARENTA Y UNO

Traducido por Samn

Vikentiy. Traidor. Gigante hijo de perra con un estúpido corte de cabello militar.
Matthew tomó su hacha y comenzó a acechar al gigante vampiro desde el
estrecho pasillo.
Vikentiy no esperó a que Matthew lo alcanzara. Saltó y movió los escombros que
tenía sobre él para escapar.
Matthew salió detrás de él. Escombros se derrumbaron en el momento que
Vikentiy chocó contra el techo. Matthew rugió y se quitó los restos de sí mientras se
arrastraba fuera del túnel.
Para el momento en que salió a la superficie, Vikentiy estaba volando; sus
grandes alas grises de murciélago revoloteaban de forma impresionante detrás de
él.
—Príncipe…
—No me llames así —gruñó Matthew. Sin ningún arma a su alcance, no podía
hacer nada más que observar a la criatura alada—. ¡Solo una persona puede
llamarme así y está muerto por tu culpa!
—¿Entonces me equivoqué? ¿No está luchando del lado de aquellos que
hundieron la espada en su pecho?
Matthew resopló y se movió de un lado a otro debajo de Vikentiy. Prescott y Hiroto
solo eran herramientas —instrumentos— que usaba el Alto Rey.
—Baja y pelea conmigo —le gritó Matthew.
Vikentiy negó con la cabeza. Tenía una espada envainada y una pistola en su
cinturón pero no las sacó.
—Es más fuerte que yo, príncipe.
Enfadado, Matthew tomó una roca y se la lanzó a Vikentiy, quien se hizo a un
lado.
—Sé que lo están obligando. Nosotros encontraremos una forma de liberarlo. Se
lo juro.
—Guarda tus malditas promesas. Ellos no me están obligando a nada, yo pedí
luchar. Y si buscaran una forma de liberarme, la primera cosa que haría sería
cortarte la cabeza. Puede que Samantha no te culpe por lo que sucedió, pero yo sí.
Vikentiy parecía confundido.
—Pertenece con nosotros, es el más fuerte de nosotros, engendrado por nuestro
dios. Seguramente quiere ser libre otra vez.
—A mi señor no le importo ni dos mierdas, al igual que a mí. Ahora le pertenezco
al Alto Rey. Y si alguna vez encuentras una forma de liberarme, regresaré a él.
Una lejana explosión llamó la atención de ambos.
El ruso desenvainó su espada y se alejó volando para volver a la batalla,
deteniéndose solo para decir:
—Se supone que tú debías ser nuestra esperanza.
Matthew trató que esas palabras no le afectaran, paseándose de un lado a otro
mientras esperaba a su equipo. Ya sabía que su plan de matar al Alto Rey,
significaría que los vampiros lo odiaran. Era un precio que no se podía permitir
pagar.
Los Argonautas no estaban lejos, teletransportándose por el hoyo que habían
dejado. Una luz los cubrió de polvo plateado a todos y la mayoría tenía heridas
menores y moretones. Nellis tenía unas cuantas marcas de mordidas en su brazo
que ya estaba sanando mientras bebía sangre de vampiro.
—Si él se queda en el equipo, tendré que reconsiderar las granadas de plata —
dijo Vik.
Matthew le gruñó. Los sonidos y el olor de la batalla aún feroz en la distancia, lo
tenían en el borde. Le tomó todo lo que tenía no unirse a la lucha y comenzar a
cortar las personas por la mitad. Prescott, usando un horrendo casco que cubría su
completo rostro, hizo un ademán de «detente» con su mano. Como una buena y
pequeña mascota, él se detuvo.
—Vamos a ir por los costados de la parte trasera del lado este dela batalla —dijo
el emperador.
Puta madre, al fin. Una pelea.
El equipo se teletransportó hacia las montañas y Matthew fue detrás de ellos a
toda velocidad. No esperó que Prescott le diera el permiso para ir. Cuando llegó con
el primer grupo de vampiros, desperdició su tiempo en ellos. Ni siquiera lo vieron
venir y no tenían una sola oportunidad.
El hacha lo alimentaba con energía. Cada vez que probaba sangre lo hacía más
rápido y más fuerte. Era el efecto de una bola de nieve que parecía no tener límites.
Decenas lo rodearon.
Un lord vampiro descendió del cielo para tratar de detener el ataque violento de
Matthew. El vampiro chocó contra él y lo apartó tropezándose hacia el campo de
batalla. Los cazadores se dispersaron pero dos de ellos no se apartaron a tiempo.
Matthew los sintió morir en el momento en que su cuerpo chocó con los suyos, la
fuerza del impacto fue demasiado dura.
Cubierto de sangre, se levantó y arremetió contra el lord en un contraataque.
El vampiro se preparó para lanzarse al cielo para ganar ventaja, pero antes de
que pudiera saltar, Nellis se teletransportó detrás de él y lo golpeó directamente en
la espalda, dirigiéndose en dirección de Matthew. Matthew levantó su hacha y
rebanó su estómago.
Cayó al suelo… aún con vida y poniendo presión en su pecho, ya estaba sanando
sus heridas.
Matthew descendió hacia la criatura y sacó su corazón con un tormentoso rugido.
Dejó que su aura se liberara, para que los vampiros supieran de la muerte y
destrucción que les traería a ellos.
Los vampiros en el área que lo rodeaban comenzaron a retroceder… como si él
se los permitiera.
Matthew apretó el corazón ahora en descomposición y lo tiró al suelo. Destrozó
a un grupo de humanos que comenzaron a dispararle, matándolos con facilidad y
luego le dio persecución a los vampiros, que estaban volviendo con las brujas para
que los protegieran.
—Matthew, ponte frente a mí —dijo Prescott del otro lado del campo de batalla.
Más. Susurró el hacha.
Dios, quería dejarse llevar. Ambos, su hacha y sus instintos depredadores
querían darle caza a los que huían.
Pero el rígido entrenamiento de Hiroto había funcionado. Podía resistirlo. Y esto
no era sobre matar a tantos como pudiera, estaba aquí para ganarle a los íncubos.
Matthew se alejó de la persecución. Saltó sobre los escombros que una vez
fueron un rígido muro de piedra, corrió a través de lo que quedaba de los jardines y
se reunió con su equipo, que estaban demasiado ocupados sujetando cadenas de
plata alrededor de una lord. Ella les lanzó un siseo y una cadena suelta la envolvió
mientras ella luchaba contra ellas.
Matthew se apresuró hacia ella y la tomó de la barbilla.
—Deja de resistirte y ríndete.
Uno de sus brazos estaba libre y arremetió contra él, arrancando la mitad de su
oreja con sus garras. Matthew repitió su mandato, esta vez en ruso. También
reprimió sus emociones y extrajo poder de su hacha para someterla en sumisión.
Su cuerpo se desplomó en el momento en que cayó en su poder.
—¿Le gustaría que le ordene que luche, emperador? —preguntó Matthew
mientras tocaba su oreja y apretaba la mandíbula cuando una onda de dolor pasó
sobre él. ¿Por qué carajos la había tocado? Ay.
—No —dijo Prescott—, nos llevaremos a esta con vida para interrogarla. Una vez
que este segura, podrás liberarla de tu compulsión.
Vik cerró de un golpe unas gruesas esposas de plata alrededor de sus muñecas,
mientras que Hiroto encadenaba sus piernas. Otro equipo de cazadores vino para
llevársela.
Matthew se forzó a sí mismo a mantener una expresión de indiferencia. No quería
que nadie supiera que su alma sufría por la vampiresa lord. Sabía el destino que le
esperaba… uno peor que la muerte.
—¿Le gustaría que intente atrapar a otro de ellos para que luche con nosotros,
señor?
Prescott se quitó su casco y miró la batalla. Los vampiros estaban cayendo. Las
brujas, que Matthew había evitado porque la magia siempre lo arruinaba, estaban
resguardando su retirada.
Negó con la cabeza.
—No. Esto ha terminado. Dejaremos que los otros equipos hagan la limpieza.
Debajo de una pila de escombros, Matthew escuchó un leve gemido. Hiroto
también lo escuchó y se apresuró a moverse y retirar los restos. Otros cazadores
cercanos lo ayudaron.
Matthew obligó a su hacha a volver a sus tatuajes y levantó las rocas mas
grandes.
Debajo, estaba un guerrero íncubo con cuernos del color de un toro y con alas.
Se veía mal, su corazón decaía y su cuerpo estaba destrozado. Vik se arrodilló y lo
besó pero no hubo respuesta. Maldita sea. Matthew podía sanarlo pero la propia
energía de sangre podría no ser suficiente y no se había alimentado de sexo desde
haca tiempo.
Tomó a Hiroto, quitándole su máscara y lo atrajo en un beso. Sorprendido, el
zorro luchó contra él por un momento y luego envolvió sus brazos y piernas
alrededor de Matthew como si se hubiera rendido ante lo que estaba sucediendo.
Las manos de Matthew se deslizaron debajo del trasero del zorro para
mantenerlo sobre sus pies y comenzó a alimentarse de las hebras de energía
sexual. Su lado íncubo lo llamó cuando insertó su lengua en la boca de Hiroto. Fue
duro pero el zorro le respondió con delicadeza, gentiles arremetidas, como si le
pidiera permiso para darle más.
Cuando finalmente se alejaron el uno del otro, Hiroto estaba jadeando. Empujó
sus caderas hacia arriba, presionando su erección en el estómago de Matthew. Sus
irises habían cambiado, creciendo hasta cubrir sus ojos por completo con una largo
corte por la mitad… sus ojos de zorro.
—Guau —jadeó.
Matthew acarició la mejilla de Hiroto y lo dejó caer. Se acercó al íncubo
moribundo y presionó sus labios con los de él, empujando lo que había tomado de
Hiroto hacia el guerrero. Enlazó un poco de su energía de sangre con ella para estar
más seguro.
El íncubo gimió y se sujetó de la parte trasera de la cabeza de Matthew mientras
tomaba el control de la alimentación. Cuando hubo consumido todo leo que Matthew
tenía en su soavik, lo cual no era mucho, Matthew se alejó y dejó que los cazadores
cuidaran del ahora estable íncubo.
Puede que haya considerado mantener sus labios unidos con los de él por un
rato más pero no quería arriesgarse a que el guerrero volviera en sí y se encontrara
con que un vampiro lo estaba besando. Eso sería terrible para todos.
—Estoy seguro de que hay otros íncubos por aquí que podrías sanar si necesitas
más esencia —dijo Hiroto con una salvaje sonrisa.
—Dejemos que los médicos se encarguen de ellos. Nos han invocado a la Gran
Torre de vuelta —dijo Prescott.
Decepcionado, Hiroto contrajo su rostro. Tenía una línea de sangre que recorría
su mejilla derecha. Matthew la señaló.
—Tienes un poco de sangre ahí.
Hiroto rio.
—Mira quién habla.
Matthew se miró a sí mismo. Estaba cubierto de sangre coagulada, con pedazos
de piel desgarrada y con lo que parecía haber sido un pedazo de hígado.
Prescott reportó el estatus de su equipo y los planes para retirarse.
—El gran lord general Tarrick va a regresar con ustedes. El general Tarquin se
va a encargar de la limpieza —respondió un transportista.
El equipo caminó hacia la piedra de teletransportación; Matthew supuso que era
por su seguridad.
Vik puso su arma sobre su hombro y miró alrededor hacia el latente castillo. Se
veía como si cada onza de su felicidad se hubiera deshecho.
—¿Necesito ir, señor? Debería quedarme y ayudar al Rey Hindrik con este
desastre.
No era una sorpresa que ella se quisiera quedar, después de todo, este era su
hogar. Sus cazadores estaban siendo derrotados con fuerza.
—Sí, la orden vino del Gran Rey, pero trataré de cubrirte aquí lo más rápido
posible —dijo Prescott.
Lock se aterrizó y cayó en una zancada junto a Matthew mientras enfundaba sus
dos ballestas.
—¿Hablabas en serio sobre lo que dijiste?
—¿Lo escuchaste? Pensé que estabas ocupado luchando.
Lock le dio un golpecito al comunicador de Matthew en su muñeca.
—Tu comunicador estaba encendido para nuestro equipo. Muévelo y el comando
central también lo habría escuchado.
Matthew quería sonreír pero se contuvo y solo frunció el ceño como si estuviera
decepcionado. Claro que sabía que su comunicador había estado encendido, él se
había asegurado de hacerlo. Quería que los otros cazadores escucharan lo que le
dijo a Vikentiy. Necesitaba comenzar a construir la confianza con su equipo y los
íncubos como uno solo. Si el mensaje se había escuchado, no pasaría mucho
tiempo antes de que alguien susurrara lo que dijo a un íncubo, y luego el rumor
comenzaría a esparcirse como el fuego. Los íncubos eran extraordinariamente
predecibles cuando se hablaba de chismes.
—Sí, hablaba en serio. De todas formas, me volverían a capturar en algún
momento y el emperador ha dejado bastante claro que puede hacerme cosas
peores en comparación a las que ya me ha hecho. Y la verdad no quiero saber a
qué se refiere.
Prescott los volteó a ver e inclinó su cabeza en afirmación y luego continuó
liderando a su equipo hacia la piedra.
—De todas formas, los vampiros están perdiendo. Incluso si quisiera, no puedo
cambiar esa predicción yo solo.
Lock asintió estando de acuerdo.
Antes de que Matthew entrara al castillo, volvió a mirar el campo de batalla.
Estaba ocupado de íncubos ayudando a los heridos y de cazadores limpiando el
área para asegurarse de que no hubiera ningún vampiro escondiéndose. O
humanos confundidos, dejados a su suerte y sin ninguna compulsión. Cadáveres
ensuciaban el suelo y sangre manchaba la nieve en rojo.
Se dio vuelta y siguió caminando con el equipo.
Hiroto golpeó el brazo de Matthew.
—Sabes, si alguna vez quieres repetirlo de nuevo…
—Oh, porr todo el carrajo —gruñó Nellis—. Tú meterrías tu pequeño rrabo en
cualquierr cosa, ¿no es cierrto?
—Algo lo está molestando —le susurró Hiroto a Matthew—, su acento se hizo
más grueso.
Nellis hizo un ademán con su mano enguatada como si deshiciera las palabras
de Hiroto.
Hiroto comenzó a burlarse de Nellis y se paró frente a él. Nellis no dejó de caminar
y Hiroto tuvo que dar marcha atrás para evitar que lo atravesaran.
—Aw, ¿es que Matthew mató a más personas que tú? ¿Eso es lo que te molesta?
Matthew no estaba seguro de cuántas personas había matado y en verdad no
quería meterse en un concurso de burlas. Eso no le molestaba demasiado si se
trataba del hijo menor de Tarrick, Tane, a quien no había visto en la batalla esta
noche, pero parecía que solo te meterías en problemas tener una con Nellis. Solo
necesitaba que uno de ellos negara su participación en el equipo y estaría fuera.
—Le juro a mi gran Dios que patearé tu asqueroso trasero a través de esta pared
—dijo Nellis levantando su puño.
—Suficiente —dijo Nellis y así fue como todo se terminó.
El equipo entró al cuarto de la piedra ley. Fue complicado con los cazadores y los
íncubos teletransportándose de adentro hacia afuera. Tarrick los estaba esperando,
todavía armado pero de vuelta a su forma humana. Silva estaba de pie a su lado,
sosteniendo su kanabo, el cual era casi tan grande como la estatura de ella.
Tarrick se había limpiado la sangre de su rostro pero todavía había un poco
esparcida por su cabello y la armadura de su pecho. Aunque, comparado con
Matthew, él resplandecía de limpio.
Ahora que no estaban en medio de una pelea, Matthew le hizo una reverencia.
—Luchaste bien, Matthew —dijo Tarrick—. Limpiaste la mayoría del lado oeste.
Su retirada fue porque no pensaban que serían capaces de enviar a alguien que
pudiera detenerte y temían que volvieras a dejarte llevar.
Matthew se alegró por el cumplido. Y luego se dio cuenta que estaba parado ahí
sonriendo como un tonto y apartó la mirada.
—No sabías que tú habías sido la razón de que se retiraran, ¿verdad?
—No, general.
—Si hubieras estado atento a lo que te rodeaba y poniendo atención, habrías
estado escuchando lo que los vampiros estaban diciendo entre ellos.
Auch. Matthew pensó que lo había hecho bien. Se había detenido cada vez que
Prescott se lo había ordenado, incluso cuando parte de él quería seguir luchando.
Retrocedió un paso como si lo hubieran abofeteado.
—Lo hizo bien si tomamos en cuenta el corto tiempo que ha estado entrenando
con el hacha —dijo Hiroto.
—No, el general tiene razón —dijo Matthew—, debí de haberlo escuchado.
Trabajaré en ello.
—Bien —Tarrick señaló los grilletes de Matthew. Matthew ocultó su
resentimiento—. Vámonos.
Prescott activó la piedra y con un destello de luz verde estuvieron de vuelta en
Nueva York.
Era tiempo de enfrentar al Gran Rey.
Tiempo del espectáculo.
CAPITULO CUARENTA Y DOS

Los Argonautas, el general Tarrick y Silva salieron del ascensor y se dirigieron a


la sala del trono. Tarrick lidero el camino, seguido por Prescott, luego el resto de los
Argonautas con Matthew al final.
Botas pesadas pisaron fuerte contra el mármol mientras el grupo avanzaba a
través de la lujosa sala de espera, el pasillo y las impresionantes puertas. Silva —
su presencia no fue requerida— esperó afuera.
Una ola de poder golpeó a Matthew cuando entró. La sala del trono estaba llena
de incubos: reyes y reinas que gobernaban diferentes áreas del mundo.
Matthew los reconoció a todos por las fotos que Rosaline le había mostrado, y a
unos pocos que había visto en persona en las diversas fiestas a las que había
asistido cuando Tarrick fue su captor.
Todas las incubos eran increíblemente guapas; cada una siendo un ejemplo
perfecto de autoridad y fuerza. No había duda de que eran monarcas. Y todavía
cada uno de ellos era leal a Malarath, sus hilos sólidamente vinculados a él.
El único incubo que no pertenecía a la realeza en la sala era Lord Teleclus, el
cual Matthew tenía la sensación de que podría ser un rey si lo deseaba, y Lily, de
pie a su lado.
Dios. ¿Qué estaba haciendo ella aquí?
La sala del trono estaba oscura, iluminada solo por las luces de la ciudad y el
brillo de tres televisores que estaban mostrando imágenes masivas de la batalla que
acababa de ocurrir.
Era la primera vez que Matthew había visto imágenes de sí mismo peleando. Él
representaba una visión aterradora digna de contemplar en su armadura de aspecto
vicioso y su piel pálida salpicada de sangre roja brillante.
Observó mientras balanceaba su hacha, cortándole el brazo a un humano, luego
siguió arriba cortando la cabeza de un vampiro. La sangre rociada por todas partes.
Matthew se miró a sí mismo sonriendo, perdido en el placer de matar. No se
recordaba sonriendo así. Era perverso ... y sin embargo, una parte de él que no
podía ignorar.
Matthew observó mientras lo golpeaban en el campo de batalla. Un metraje de la
cámara provenía de uno de los cazadores que no se había apartado de su camino
lo suficientemente rápido. Un crujido repugnante llegó a través de los altavoces
mientras el cazador murió cuando el cuerpo de Matthew lo golpeó.
La grabación cambió a Matthew arrancando el corazón del señor vampiro y
rugiendo a los cielos. Sus ojos se habían vuelto completamente rojos en ese
momento de éxtasis.
Lily dejó escapar un suspiro y se cubrió la boca con una mano.
Teleclus la agarró del hombro y la atrajo hacia él, apartándola de las imágenes
espantosas.
Prescott había dicho que era dura, y Matthew le creyó, pero una cosa era ser
fuerte, y otra ver a tu padre desgarrar las entrañas de sus enemigos deleitándose
con el placer de hacerlo. Le entristeció que ella lo hubiera visto de esa manera.
Desde lo alto de su trono, el Gran Rey dio una señal y la reproducción se detuvo.
Las luces se encendieron en la habitación y los televisores regresaron
automáticamente a la pared y desaparecieron detrás de los paneles.
Tarrick y los Argonautas se adelantaron y cayeron de rodillas.
Tarrick se puso de pie.
—Me honras, Su Majestad—, dijo Tarrick con una leve reverencia. Matthew no
pude evitar notar que todos los demás íncubos tenían ojos brillantes y cuernos
abiertos, mientras los ojos de Tarrick eran morados, su falta de cuernos era notable.
El rey Ngai del sur de China se adelantó—. Todavía perdimos muchos—, dijo. Su
ojo morado claro desmentía su preocupación—. ¿Están nuestras propiedades en
riesgo?—
Tarrick miró al rey Ngai como si fuera una molestia—. Estamos en guerra, tus
propiedades siempre están en riesgo.— Tarrick juntó las manos detrás de la
espalda. Casi parecía que tomaba esa postura para no extenderse y abofetear al
rey incubo—. Para aliviar algunas preocupaciones, ya tengo un equipo trabajando
en contramedidas, incluyendo un nuevo sistema de alerta temprana. Lo tendré
desplegado tan pronto como sea posible.—
—¿Cómo llegaron a un túnel tan cerca sin previo aviso?—, preguntó Malarath.
—Todavía no estoy seguro, Su Majestad—.
—Tu especulación—.
—Sólo hay dos vampiros que pueden hacer túneles tan rápidos y esclavizar a
tantos humanos a la vez. Me he asegurado de que Titus esté... ocupado. Lo que
deja sólo otra posibilidad.—
Malarath se echó hacia atrás, disgustado—. ¿No la viste siquiera?—
—No, Su Majestad, no lo hicimos. Pero ... si la reina era la que estaba detrás de
esto, podría significar-—
Malarath levantó la mano—. Soy consciente de las repercusiones—. Se sentó
pensativo por unos momentos, luego sus ojos se deslizaron hacia Matthew.
—Los argonautas pueden levantarse, excepto mi mascota—. Matthew se quedó
de rodillas mientras el resto se puso de pie—. Guerrero—, le dijo Malarath a
Prescott, —¿cómo estuvo esta noche?—
Prescott cambió su casco de un brazo al otro y miró a Matthew—. Lo hizo bien.
Siguió las órdenes. Hay margen de mejora, por supuesto, pero lo anticipé dada su
edad y entrenamiento. Si hubiera sabido que lo lanzarías justo en el frente de la
batalla, habría hecho que la formación en equipo fuera una prioridad más alta. Eso
está programado para el próximo mes—.
Malarath se sentó en silencio por un rato. Nadie más habló, esperando que el
Gran Rey se dirigiera a ellos—. Es mi mascota y mi arma—, dijo a los otros
monarcas—. Lo encaminaré para que destruya a los que están contra mí. Pero oiré
tus preocupaciones.—
Hubo una erupción de sonido cuando diferentes reyes y reinas expresaron sus
objeciones al uso de Matthew. No fue nada sorprendente—. No lo necesitamos,
estamos ganando de todos modos——. Es un vampiro——. ¿Puede ser
controlado?— —¿Nos traicionará de nuevo?— —Es demasiado impredecible—.
La mayoría de los reyes y reinas estaban siendo cautelosos. Seguirían las
órdenes de Malarath a pesar de las preocupaciones. Pero había un Rey, - Leomaris,
un gran incubo de aspecto severo que gobernaba el medio oeste de los Estados
Unidos y el norte de México-, que miró a Matthew con un odio hirviente. Su odio
solo parecía crecer a medida que avanzaba la discusión.
—Rey Leomaris—, dijo Malarath. El resto de la habitación quedó en silencio—.
¿Tienes algo que agregar?—
—Es una abominación, Su Majestad. Una burla de todo lo que somos. Deberías
matarlo—.
—¿Debería?—
El rostro de Leomaris se suavizó un poco y se inclinó ante el rey—. No tenía la
intención de que eso sonara como una orden, Su Majestad. Es solo que... esta
criatura fue convertida por el Dios de la Sangre, que se opone a nuestra diosa. ¿Y
si el dios vuelve? ¿Y si también tenemos que enfrentarlo?—
—El dios no volverá por él. Incluso si lo hiciera, Lysandros no me preocupa. He
tratado con dioses antes—.
Jesús. ¿Podría el Gran Rey realmente ganarle al Dios de la Sangre? Tal vez
tenía trucos de los que Matthew no estaba al tanto. La gente hablaba de —reglas
de este reino— todo el tiempo, pero él no sabía qué eran. Tal vez Malarath lo hizo.
Leomaris miró a Matthew y su ira se entrelazó con una profunda tristeza.
—Él mató a mi hija—.
Mierda. ¿Su hija? Matthew no tenía idea de quién habría sido ella, pero él había
matado a unos pocos súcubos guerreros en el camino. La mayoría no podía
recordar porque perdió el control...
Malarath se puso de pie y descendió del estrado. Se acercó a Leomaris y le puso
la mano en el hombro. Leomaris se apoyó en el toque y bajó la cabeza con
reverencia.
El Gran Rey acercó su boca a la oreja de Leomaris y con voz baja dijo: —Me has
servido lealmente durante muchos siglos. Siempre has llevado a cabo mis órdenes
sin problema. Yo premio eso. Puedes matar a su hijo si eso te ayudará a aliviar tu
dolor—.
La cabeza de Matthew se levantó—. ¿Qué?—
—¿Me dejarías terminar el oráculo?— Preguntó Leomaris.
—No, Maestro...— Matthew intentó ponerse de pie solo para encontrarse
presionado a sus rodillas por Prescott. Los ojos de Matthew se pusieron rojos.
Lucharía contra ellos para tratar de salvar a Samantha. Él pelearía con todos. No le
importaba cuáles eran las consecuencias. Él no podía perderla.
Malarath ignoró las súplicas de Matthew—. No, el oráculo es demasiado valioso.
Tiene otra hija—. Él hizo un gesto con la mano hacia Lily.
Cada par de ojos cayó sobre Lily. Sus ojos se agrandaron, pero se mantuvo
valiente. Ella no trató de correr o refugiarse en Teleclus, quien se quedó a su lado.
—Por favor, no...— Matthew dejó escapar un grito cuando los dedos de Prescott
se aferraron con tanta fuerza en su hombro y sus huesos se fracturaron.
Leomaris miró a Lily y luego a Matthew—. ¿Lady Lillian es la hija de Matthew?
¿No es una huérfana como nos dijeron?
Lily cerró los ojos por un momento y luego los volvió a abrir. Ya no eran de color
gris azulado sino plata pura, al igual que los de Matthew. Susurros corrieron a través
de la reunión. La mayoría encontró la revelación increíble.
—Ella es de su semilla. Tienes mi permiso para acabar con su vida, y después
de que aceptes que he roto mi mascota y que él me sirve ahora—.
—No puedes...— Matthew cerró la boca cuando Prescott lo miró con ojos duros,
una orden silenciosa que le decía que se callara la boca. ¿Por qué no estaba
protegiendo a Lily? ¿No la amaba él?
Matthew miró a Leomaris. Se centró en los hilos que lo ataban al Gran Rey. Se
dio cuenta de que eran débiles, como si su ira lo hubiera desincronizado. Entonces,
cuando Leomaris tomó su decisión, se unió más fuerte a Malarath.
—No deseo hacerle daño a Lady Lillian por los pecados de su padre. Confío en
tu gobierno como siempre, majestad.
¿Eso es todo esto? ¿Otra puta manipulación? ¿Un juego? ¿Lily era otra pieza en
el tablero que Malarath movió para que Leomaris se mantuviera leal a él?
Pero, si alguien tan devoto como Leomaris pudiera romper y amenazar el poder
de Malarath, eso le daba a Matthew una esperanza. Si los hilos que los unían podían
romperse con ira, entonces él iba a usar eso contra él.
Leomaris comenzó a besar el cuello del Gran Rey. Malarath lo permitió por unos
momentos antes de apartarlo y regresar a su trono. Su mirada cayó de nuevo sobre
Matthew y no parecía feliz.
—Abuelo —la reina Agleea dio un paso adelante. Su vestido verde adornado se
aferraba a su cuerpo, todavía no mostraba signos de embarazo—. Has escuchado
nuestras preocupaciones, pero muchos de nosotros creemos que tener a Matthew
luchando por nosotros pondrá fin a esta guerra mucho antes de lo que podríamos
haber esperado. Siempre lo he defendido y, aunque se escapó durante un tiempo,
está claro que ahora es tuyo. Espero un momento en el que podamos caminar en
la noche sin miedo —Ella le puso la mano en su estómago—. A una época en que
nuestros hijos no conocerán el terror de los vampiros.
Varios reyes y reinas asintieron en acuerdo. Matthew se sintió agradecido de que
ella hablara porque él estaba bastante seguro de que estaba a punto de ser
castigado por hablar sin ser abordado.
Con dolorosa liberación, Prescott retiró su mano del hombro de Matthew.
—Su Majestad —dijo Prescott—, ¿podemos retirarnos? A Vik y a sus cazadores
les gustarías volver a su casa. Íbamos a unirnos a ella para ayudar con la limpieza.
Y todos podríamos usar duchas.
Malarath asintió.
—Puedes irte, guerrero. Señor General, usted también es despedido, junto con
Lord Teleclus y su pupilo. Mi mascota se quedará. Hizo un gesto hacia la almohada
en el suelo junto a su trono. A pesar de estar cubierto de sangre y suciedad, Matthew
se levantó y tomó su lugar al lado del Gran Rey.
Las siguientes horas pasaron sin mucho incidente. Matthew fue estudiado por la
otra incubo a menudo. Tenían una amplia gama de emociones con respecto a él;
algunos lo odiaban, mientras que otros no se molestaban en ocultar su atracción.
Tal vez había algo sexy en un gran vampiro empapado de sangre arrodillado a los
pies de su gobernante, pero Matthew no lo vio.
—Falta parte de tu cabello —dijo el Gran Rey en un momento dado.
Matthew levantó la mano y sintió la parte de atrás de su cabeza, y, efectivamente,
había un punto calvo por donde había salido la bala.
—Me dispararon, Maestro. Puedo forzar el crecimiento de mi cabello, pero
crecerá en todas partes.
—Hazlo. Me lo quitarán de nuevo.
Maldita sea. Matthew tenía la esperanza de que ya no tuviera que estar
totalmente sin pelo desde el cuello hacia abajo. Oh bien.
Después de horas de escuchar a los reyes y reinas discutiendo la mierda, a
Matthew no le importaba nada -la política, las disputas por el territorio, los números
de la población- finalmente fue despedido de regreso a su habitación.
Cuando llegó allí, Silva lo estaba esperando. Ella se había duchado y limpiado.
—Comandante —dijo, asintiendo con la cabeza hacia ella.
Ella agarró su armadura de pecho y se la quitó.
—Necesitas limpiar esto antes de irte a dormir.
—Oh. No sé la forma correcta de hacerlo. El Emperador dijo que enviaría a
alguien para que me mostrara cómo, pero las cosas se pusieron un poco locas.
Ella sacudió su cabeza.
—Ve a bañarte, luego te mostraré.
Matthew se duchó y se vistió con pantalones de pijama. Silva lo estaba esperando
con una bolsa de materiales de limpieza para su armadura. Ella también tenía algo
de sangre, que él bebía con avidez. Deseaba haberse alimentado durante la batalla,
pero sin colmillos lo hacía casi imposible.
Forzó a su cuerpo a comenzar a volver a crecer su cabello. Tomaría la noche
para hacerla lo suficientemente larga como para poder cortarla uniformemente.
Silva expandió su armadura, luego explicó cómo cuidar cada parte.
Matthew disfrutó su enseñanza directa. Ella esperaba que lo hiciera bien una vez
que explicara algo, pero no gritó cuando él se equivocaba. En cambio, corrigió el
error y le dijo que lo hiciera de nuevo.
—¿Cómo es que no te invitaron a estar con los Argonautas? —preguntó Matthew
mientras frotaba el grabado.
Silva se mordió el labio inferior, como si decidiera si quería o no responder.
—Quiero decir, tienes suficiente talento. Te vi pelear con ellos cuando nos
enfrentamos a esos demonios, pudiste mantenerte en pie. Eres buena para encajar
en un equipo... Yo no tanto.
—Hay algunas razones. Una es que soy un nuevo comandante y todos ellos,
excepto usted, han sido comandantes durante décadas. También debido a mi
historia con Bryson. Sienten que podría influir en mi juicio—.
—Ah. Sabes que él preguntó por ti.
Silva se veía en conflicto por un momento.
—No. No me digas. Puede que tenga que matarlo un día y no quiero saberlo. El
hombre que amé murió cuando se convirtió en un vampiro.
—¿Es eso lo que piensas? ¿Que cuando nos convertimos en vampiros
cambiamos?
—Sí.
—Si ese es el caso, entonces ¿por qué me importa tanto Lily? Es más fácil pensar
que somos monstruos sin sentido cuando pasas las noches matándonos, pero esa
no es la realidad. Todo es más intenso y anhelamos la sangre, pero no soy muy
diferente de cómo era cuando era un humano.
—He leído tu archivo, eres completamente diferente. Además, acabas de pasar
la mitad de la noche matando vampiros y ahora estás tratando de convencerme de
que me gustaría.
Matthew se rió.
—No. Lo siento. Soy una romántica desesperada y una hipócrita. Hay una parte
de mí que sueña con un mundo donde reina la paz y que tú y Bryson puedan estar
juntos —Dejó la armadura en su regazo—. Pero mis sueños no importan. Serviré al
Gran Rey.
No era solo que Matthew deseaba apartarse de Malarath, sino también los
cazadores. Estaban profundamente integrados en la sociedad incubo. Ellos
sirvieron como protectores, amantes y amigos. Quería plantar semillas en la mente
de Silva. Tal vez su amor por Bryson sería suficiente para alejarla de todo esto
cuando llegara el momento.
—Te vi peleando esta noche —dijo ella—. Estaba con mi equipo un poco al sur
de ti. Has crecido más poderoso de lo que creo que nadie esperaba. Impresionó a
muchos cazadores.
Matthew se frotó los tatuajes.
—Sí, bueno, mi arma me alimenta. Cuanta más mata, más fuerte me pongo.
—No estoy hablando solo de tu fuerza bruta. Tu técnica ha mejorado bastante.
Tenía que agradecerle a Devak por eso. Cuando se habían entrenado juntos, su
tutor se enfocó en mejorar su velocidad y eso dio sus frutos—. ¿Cuándo vas a
gritarme por desobedecer tu orden cuando corrí hacia la habitación de Tarrick?
Silva sonrió.
—Lo digo en serio. Estoy realmente cansado y me gustaría presentar una
solicitud formal para que la retengas hasta que haya tenido la oportunidad de dormir.
Ella se rió y puso el protector de piernas que había estado limpiando de nuevo
en el estante.
—Si fuera a gritar, ya lo habría hecho. No estoy feliz de que me desobedecieras,
pero esa noche ayudaste al general. Y no soy yo quien te castiga. Eso se le informó
a Prescott, y si él no hizo nada al respecto, entonces está claro. Ahora, duerme.
—Sí, señora —dijo, y ella se teletransportó desde la habitación.
Se sintió bien hablar con Silva de nuevo sin los sentimientos de culpa o sentirse
terrible por sus acciones. Tal vez había una pequeña posibilidad de que él pudiera
arreglar lo que había roto entre ellos.
Había sido una noche increíblemente larga, pero cuando Matthew se acomodó
en su cama, la alegría lo llenó. Esta noche, su plan de ser deseado por la incubo
había avanzado en su dirección. Ellos verían un guerrero vampiro que ellos
codiciarían. Y pronto, comenzaría a convertirlos contra su rey uno por uno.
Tendría que comenzar desde abajo, con una incubo que no estaba cerca del Rey,
de modo que Malarath no se diera cuenta hasta que fue demasiado tarde. Entonces
Matthew lo acabaría.
Matthew sintió que el sol salía afuera. Se quitó el anillo y cayó en la oscuridad,
sonriendo.
CAPITULO CUARENTA Y TRES

Traducido por Ella R


Corregido por Cotota

Matthew durmió profundamente por fin. Sin el anillo, debería haberse despertado
al ponerse el sol, pero estaba perdido en un placentero sueño. Devak estaba vivo…
llevaba solo un delantal y estaba cocinando galletas. Lo que era un poco extraño
dado que ninguno de los dos podía comer dichas galletas. Sin embargo, olían bien.
Cuando Matthew sintió una mano sobre su pecho, intentó alejar a Hiroto.
—¿No puede el entrenamiento esperar un par de horas? Estoy teniendo un sueño
tan agradable… —murmuró y se dio la vuelta.
—Pero si no te despiertas ahora, nos perderemos el espectáculo —dijo una
profunda y sexy voz.
Los ojos de Matthew se abrieron de golpe. Tarrick estaba de pie a su lado
vistiendo un traje oscuro y sosteniendo dos entradas para una obra. Sin estar seguro
de lo que estaba sucediendo, Matthew se le quedó mirando como un idiota.
—Te han dado la noche libre por buen comportamiento. Vamos a salir. Tus ropas
están allí. Vístete.
—Pero… ¿me están dejando salir?
Tarrick sonrió retorcidamente.
—Conmigo. Y unos cuantos cazadores, pero ignóralos. Tú nunca has visto Nueva
York, ¿no?
—Sólo algunas calles laterales y por las ventanas. Pero tú ya lo sabes.
—Exacto. Te esperaré en el lobby.
Tarrick guardó las entradas en el saco de su traje y salió.
Matthew no podía creer que el Gran Rey lo dejara salir. Tampoco podía creer que
pasaría la noche con Tarrick.
Sin embargo, no importaba qué diablos estaba sucediendo, él no iba a perder la
oportunidad de ver la ciudad.
Sólo le tomó unos minutos a Matthew alistarse. Hizo una breve pausa, desnudo
frente al espejo. El parche de piel podrida se había achicado hasta abarcar un área
del tamaño de su palma. Matthew lo hizo desaparecer y esperó que se mantuviera
oculto durante la noche.
También pasó sus dedos por el cabello en su cabeza. Estaba más largo ahora;
como le gustaba. Lo suficientemente largo como para peinarlo o dejarlo
desordenado y que igual quedara bien. Se frotó el rostro y una barba incipiente
raspó sus dedos. Luego trazó el camino siguiendo los vellos que iban desde su
obligo hasta su pene, el cual tenía un pequeño nido alrededor. Sip, le gustaba este
look. Lo hacía sentir masculino.
Solo deseaba poder esconder la marca del Gran Rey en su cadera, o quitarse
las perforaciones. En realidad se había acostumbrado a ellas, y tenía que admitir
que el piercing en su polla se sentía bien… pero él no había escogido hacérselos.
Para su pesar, un traje estaba extendido para él. Realmente odiaba los trajes,
pero si eso era lo que Tarrick quería, lo soportaría. Además, Matthew nunca iría al
teatro con jeans. Las mangas y el pantalón hacían un buen trabajo escondiendo sus
grilletes, y había una bufanda que cubriera su collar. Se veía casi normal.
Sin querer perder más tiempo, se apresuró a llegar al lobby.
Cuando salió del elevador, Tarrick estaba terminando de dar órdenes a Silva,
quien saludó y se teletransportó. Él le sonrió a Matthew.
—Ese traje te queda bien.
Una estimulante ráfaga de tensión y excitación llenó el pecho de Matthew. De
repente, se sintió cohibido. Inseguro de qué hacer con sus manos, Matthew ajustó
un poco sus mangas.
—Yo, eh, gracias. A ti también. Tu traje, quiero decir. —Oh, dios. Cállate, se dijo
a sí mismo.
Tarrick se puso un gran abrigo de lana y guantes negros.
—Vamos, no quiero llegar tarde.
Afuera, una limosina los estaba esperando y Tarrick abrió la puerta, haciéndole
señas a Matthew para que entrara. Se deslizaron en el asiento trasero y se sentaron
tan cerca el uno del otro que sus codos chocaron.
Las limosina se alejó de la torre.
Matthew estaba confundido. Hasta ahora, Tarrick lo había halagado, le había
abierto la puerta y ahora estaba sentado irracionalmente cerca suyo en la amplia
limosina. Se podría haber sentado en cualquier otra parte.
Matthew se puso un poco nervioso.
—¿Estamos en una cita?
Tarrick soltó una risita.
—No salgo a citas.
—Está bien. Entonces, ¿qué es esto?
—Quiero mostrarte la ciudad. Sé que disfrutas explorando lugares nuevos.
Matthew no estaba del todo convencido, pero igualmente estaba emocionado por
ver más de Nueva York. Se inclinó hacia la ventana para mirar los edificios.
La vida bullía a su alrededor; la sensación de estar intoxicado.
La limosina se detuvo a un par de cuadras de Brodway y el conductor les abrió
la puerta.
—Tenemos algo de tiempo. Caminemos el resto del trayecto —dijo Tarrick al salir
del auto y guiarlo por la calle.
Luces brillantes y pancartas coloridas sitiaron la visión de Matthew. Era
maravilloso. El sonido de los autos, de los corazones latiendo, de los artistas
callejeros y la emoción de la vida; todo sonaba cómo música para sus oídos.
Abrumado por todo aquello, se congeló.
Tarrick, caminando delante, no notó que había perdido a Matthew hasta que
estuvo a metros de él. Miró hacia atrás sobre su hombro y enarcó una ceja. Matthew
no lo notó, perdido en el encanto del mundo a su alrededor.
No fue hasta que Tarrick volvió y tomó su mano, que se sintió nuevamente con
los pies en la tierra.
—¿Estás bien? —preguntó Tarrick.
—Lo siento, General. Es solo que… toda la gente… y…
Cuidadosamente, Tarrick pasó su mano por el cabello de Matthew. Sus delicados
guantes de cuero se sentían tan suaves.
—Tranquilízate, chiquillo. Puedes con esto.
Matthew inhaló profundamente. Él podía manejar eso.
—Te has dejado el pelo largo —dijo Tarrick.
—Sí, esa bala que recibí dejó un hueco calvo. El Gran Rey dijo que podía dejar
que creciera, pero él lo cortaría de todas formas.
—Una lástima. Me gusta largo.
Matthew sonrió.
—A mí también.
—Si vas a dejar que te disparen en la cabeza, necesitas un casco para tu
armadura.
Matthew hizo un gesto con su mano que decía “¿Ves? Tú lo entiendes”.
—No diría que “dejo que me disparen”, pero sí quiero un casco.
—Veré que te hagan uno. Ahora, vamos, estamos algo atrasados.
Tarrick, quien no había soltado su mano, empujó a Matthew a través de la
multitud hacia un ajetreado teatro.
Fue entonces cuando Matthew notó a una cazadora por primera vez esa noche.
Estaba usando ropas comunes, mezclándose con la multitud, pero él la reconoció
como parte del equipo de Silva. Después de ver a una, le fue difícil no intentar
encontrarlos a todos. Vio un par más entre la gente, pero había algunos vestidos
con cuero moviéndose entre las sombras.
Le sorprendía cómo los cazadores pasaban inadvertidos entre tantos humanos.
—No son realmente necesarios, pero estaría dando un mal ejemplo si
despachara a mis guardaespaldas cada vez que salgo. No es que Silva me deje
hacerlo —dijo Tarrick, notando a Matthew escanear las azoteas—. Nueva York es
una de las ciudades más seguras para los íncubos. Además de la vez que Ascelina
te ayudó a escapar, no hemos tenido un ataque aquí en siglos.
—¿Por eso el Gran Rey vive aquí?
—Sí. Y demasiados humanos. La mayoría de los vampiros no quieren arriesgarse
a ser expuestos. También es el hogar de los mejores cazadores que tengo. Sin
mencionar que gasto demasiados recursos en mantener el lugar seguro. Es bueno
para los míos tener una ciudad por la cual puedan caminar sin miedo.
Tarrick asintió con su cabeza a una pareja que estaba yendo hacia ellos. Era una
súcubo que Matthew no conocía con un humano de la mano. Su humano estaba
absorto con cada parte de ella y ella parecía igualmente ensimismada con él.
No fue hasta que se acercaron lo suficiente que ella empalideció y casi se cae al
ver a Tarrick. Se recuperó ágilmente. El hombre pensó que se había tropezado con
sus tacos y la retó por usar unos tan altos.
Tarrick le sonrió cálidamente y ella asintió respetuosamente antes de seguir por
su camino. Ni siquiera había notado a Matthew.
—¿Quién era? —preguntó Matthew.
—Su nombre es Deanna. Ella es una íncubo sin hogar, no tiene treinta siquiera.
Nunca me había visto en persona antes.
—Ah, entonces nadie importante.
Tarrick tiró del brazo de Matthew, lo hizo girar y lo presionó contra una sucia
pared. Sus ojos se oscurecieron.
—Cada uno de ellos es importante.
—Lo siento, General —Matthew titubeó bajo el agarre de Tarrick—. No quise
decirlo. Es solo que estoy tan acostumbrado al quién es quién de la sociedad que
es fácil olvidar que la mayoría de los íncubos no son señores o reyes o malditamente
ricos. No quise decir que ella no valía nada.
—Bien —dijo Tarrick, aceptando la disculpa. Se alejó de Matthew y tomó las
entradas de su bolsillo—. Creo que disfrutarás la obra. Vamos.
Matthew estaba decepcionado que Tarrick ya no sostuviera su mano, pero notó
las cabezas de cada hombre y mujer voltearse cuando él pasó. No los podía culpar.
Dentro del teatro, dejaron sus abrigos y se dirigieron hacia un grupo de escaleras;
los ojos de Matthew, quien iba detrás, se dirigieron al increíble culo del general.
Cuando Tarrick miró sobre su hombro, Matthew ajustó su manga para ocultar su
mirada lujuriosa, pero por la sonrisa de Tarrick sabía que había sido atrapado.
Entraron a un palco privado con dos asientos afelpados. Matthew se sentó y
luego comenzó a memorizar cada detalle del teatro. Era antiguo y pintoresco con
madera tallada bañada en oro, obras de pintura nouveau de mujeres desudas y
vitrales. Candelabros de cristal colgaban sobre la audiencia.
La orquesta estaba terminando de afinar sus instrumentos. Matthew encontró a
un par de cazadores en la multitud, pero pertenecían a otro íncubo, al cual también
vio. No todos ellos estaban en palcos privados, algunos estaban sentados con el
público general.
—Deberías guardar tu emoción para la obra en sí —dijo Tarrick.
—No puedo evitarlo. Este teatro es hermoso. Son los lugares así en los que
pienso cuando estoy encerrado. Puedo recrear los recuerdos y perderme en ellos
para pasar el tiempo. Si me dijeras que tenemos que volver ahora, igualmente te
estaría agradecido por haberme mostrado esto.
Por el más breve de los momentos, Matthew pensó que Tarrick se veía
arrepentido, pero pasó tan rápido como había llegado.
—Me alegra que lo estés disfrutando.
Las luces bajaron y el telón se abrió.
El espectáculo en sí fue maravilloso. Matthew no había visto una obra desde que
se había convertido en vampiro, y fue una experiencia completamente diferente a la
que había vivido cuando era humano. Oía cada cambio de tono en la música, veía
cada sutil gesto en los actores, incluso la reacción del público se tornó tan
importante como lo que sucedía arriba del escenario.
La obra era un musical histórico con una banda sonora de hip hop, sin embargo
poseía los elementos tradicionales de Brodway entretejidos. Matthew lo encontró
fascinante.
Cuando terminó, Matthew se unió a la ovación de pie y se sintió tan energizado
que quería saltar por doquier.
—Veo que disfrutaste el espectáculo —dijo Tarrick una vez que los aplausos
cesaron y la audiencia comenzó a dispersarse.
—Sí. Gracias por traerme.
Matthew no podía esperar contarle a Samantha. Quería hablarle de cada detalle
de lo que acababa de ver.
—De nada. Vamos, salgamos de aquí.
Tarrick se abrió paso entre la multitud –o, más bien dicho, la multitud pareció
hacerse a un lado para dejarlo pasar– y guio a Matthew hacia la limosina que los
estaba esperando.
—¿Vamos a regresar a la torre? —preguntó Matthew una vez que entró en la
limo.
—No. La noche es joven. Y creo que disfrutarás del próximo show aún más que
este.
Matthew miró por la ventana cuando la limosina comenzó a moverse.
—¿Me llevarás a otro teatro?
Tarrick se rio, sus ojos azul oscuro brillaban con diversión. Tomó el lugar frente
a Matthew y tomó una caja que estaba debajo del asiento.
—Para ti.
¿Ahora estaba recibiendo regalos? Esta no-cita claramente parecía una cita.
Matthew abrió la caja y casi lloró cuando vio lo que había adentro.
Jeans.
Verdaderos jeans.
—No te apegues demasiado a ellos —dijo Tarrick—. Son para esta noche
solamente. Cámbiate.
La caja contenía una remera de manga larga también. Matthew comenzó a usar
su velocidad para cambiarse, quitándose el saco del traje y la corbata antes de
lanzarse a desabrochar los botones de la camisa.
—No —ordenó Tarrick—. Lentamente.
El general se acomodó en su asiento, estirando sus brazos en el respaldo,
esperando el espectáculo. Se veía tan endemoniadamente poderoso sentado allí,
su presencia autoritaria era extremadamente sexy.
Matthew tragó duro e intentó ignorar el tirón en su polla. Continuó
desabrochándose la camisa, lentamente esta vez, revelando cada vez más su
cuerpo. Se la quitó y Tarrick emitió un suave sonido de aprobación.
Matthew se sintió un poco incómodo al ser observado, pero oír el deseo de
Tarrick era caliente como el infierno y hacía que la incomodidad valiera la pena. Se
quitó los zapatos y finalmente se desabrochó el pantalón.
El techo bajo de la limosina hizo que quitárselos fuera un poco incómodo, pero a
Tarrick no pareció importarle. Cuando se los bajó, su polla quedó en libertad, medio
dura y descansando pesada sobre su pierna. No había sido su elección salir sin
ropa interior, pero en esos momentos no le importaba mucho.
Sintió los bordes de sus ojos enrojecerse al mirar a Tarrick, quien se mantuvo en
silencio mientras miraba a Matthew vestirse nuevamente.
Cuando Matthew hubo logrado ponerse los jeans y la remera, Tarrick le otorgó
un par de botas, junto con un gorro, guantes y una nueva bufanda tejida.
—No quiero que sepan que eres un vampiro —explicó Tarrick cuando Matthew
estudió los nuevos objetos—. Ni quiero que sepan que soy el Lord General.
Su cuerpo comenzó a cambiar gracias al glamur. El cabello de Tarrick pasó de
un rubio oscuro a marrón, y sus ojos igualmente. Sus fuertes rasgos faciales se
suavizaron ligeramente y su piel se oscureció unos tonos, dándole un aspecto
mediterráneo. Sexy, pero se sentía incorrecto.
Matthew sabía que Tarrick escondía las cicatrices que había coleccionado a lo
largo de sus años como guerrero, pero no tenía idea de lo drásticamente que los
íncubos podían cambiar su apariencia.
—Tú solo ocultas con glamur tus cicatrices, ¿verdad? Quiero decir… ¿te ves
como tú mismo?
Tarrick asintió y señaló su cuerpo.
—Toma mucha energía mantener tanto glamur. La mayoría de los íncubos no
poseen esta habilidad. Esconder cicatrices o cambiar de color los ojos es
significativamente más fácil.
Matthew se puso el gorro y los guantes.
—Es una lástima que escondas tus cicatrices. Me gustan.
—Creo que podría perder gran parte de mis extremidades y te seguiría gustando.
Matthew envolvió su cuello con la bufanda, escondiendo su collar.
—Depende… ¿conservarías aún tu polla?
Si esto era una cita –y él estaba condenadamente seguro de que lo era, sin
importar lo que Tarrick dijera–, entonces iba a coquetear de puta buena gana.
—No necesito mi polla para complacerte.
—¿No?
—No.
—Pruébalo —dijo Matthew, desafiándolo. Esperaba que Tarrick le
correspondiera deslizándose a su lado y usando sus manos o su boca de formas
creativas.
Pero Tarrick no hizo eso. En cambio, envolvió a Matthew con su poder tan
abruptamente y fuerte, que sintió que no tenía tiempo para romper el agarre. Su
cuerpo entero se excitó, sintiéndose al borde del orgasmo. Sin siquiera darse cuenta
de lo que estaba haciendo, arqueó su espalda contra el asiento, presionando su
erección ahora dura como el acero contra sus jeans. Un fuerte gemido escapó de
sus labios.
Tan pronto como comenzó, había terminado, y su agarre había desaparecido.
—Maldita sea —jadeó Matthew. Tarrick estaba sentado como una estatua, con
una engreída mirada en su rostro—. Eso no fue justo, joder.
Tarrick se encogió de hombros.
—Tú fuiste el que desafió a un íncubo de mil años de edad. No tienes a nadie
más que culpar excepto a ti mismo.
Matthew bajó la mirada hacia el bulto en sus pantalones.
—Ahora voy a estar duro por el resto de la noche.
La mirada de Tarrick siguió a la de Matthew y los bordes de sus ojos se tornaron
violetas.
—Quizás podamos hacer algo con eso más tarde —se inclinó hacia adelante y
agregó—: Si así lo deseas. No te has alimentado, como corresponde, en mucho
tiempo, ¿verdad?
Matthew alejó la mirada.
—Ya sabes la respuesta a eso.
—Lo hago —Tarrick apoyó una mano sobre la rodilla de Matthew—. Deberías
volver a alimentarte. No sólo por la prudente razón de que tu soavik deje de doler,
que sé que lo hace, sin importar cuánto ignores el dolor, sino porque podrías utilizar
la energía extra en una pelea. O utilizarla para curar a mis guerreros. A pesar de
que a Hiroto ciertamente no le moleste alimentarte.
Sí, Hiroto había disfrutado del beso. Y para ser honesto, Matthew también lo
había hecho.
—Ha sido difícil… incluso pensar en el sexo, ¿sabes?… desde que…
Tarrick apretó su rodilla.
—Lo sé, joven guerrero. Tengo un par de ideas que te ayudarán. Veremos si
tenemos tiempo para llevarlas a cabo más tarde.
Matthew estaba un poco preocupado. Cuando Tarrick se había puesto en modo
monstruo, Matthew había disfrutado de lo que hubo sucedido, pero, ¿y si le
ordenaba hacer algo que aún no podía manejar?
Como si hubiera sentido su aflicción, Tarrick habló.
—Sé que la confianza entre nosotros es apenas frágil, pero no te obligaré a hacer
nada para lo que no estés listo. Por lo menos no esta noche. Te doy mi palabra.
Matthew colocó su mano enguantada sobre la de Tarrick.
—Okay.
Le estaba dando su confianza, solo por esa noche, y rezaba por que no terminara
con dolor.
La limosina se detuvo en un callejón oscuro. Cuando Matthew salió del auto, pudo
sentir un velo de magia por algún lado cerca. Su cerebro le dijo que esta área era
peligrosa y que debería seguir caminando. Eso era la magia, por supuesto,
trabajando para mantener a los humanos lejos.
Tarrick tomó la delantera y se dirigió hacia una puerta maltrecha. Se veía como
la salida de un local de comida china. Él apoyó su mano en el pomo, pausó durante
un momento y miró hacia Matthew. Una sonrisa ancha se esparció por su rostro.
—¿Qué? —preguntó Matthew, intentando adivinar qué demonios hacían allí.
—Es solo que no puedo esperar a ver la expresión en tu cara.
—¿Sí? La comida huele bien pero he estado en una dieta de líquidos durante los
últimos diez años…
Tarrick abrió la puerta y desapareció. No “atravesó la puerta y entró al edificio”.
No. Él desapareció. Matthew ya no podía olerlo ni oírlo. Más allá de la puerta no
había nada, salvo oscuridad.
Matthew estiró el brazo y atravesó el umbral con su mano. Le hizo cosquillas.
—Por todos los dioses en el cielo… Matthew, solo ve —dijo Silva,
teletransportándose detrás de él. Matthew casi se hubo olvidado que había todo un
equipo de cazadores cuidándoles las espaldas.
Él le gruñó y caminó a través del umbral.
La misma sensación nauseabunda que le llegaba cuando se teletransportaba lo
inundó al emerger del otro lado del portal-puerta mágica-lo que fuere.
Matthew se quedó boquiabierto ante lo que había delante de él.
Estaba de pie en lo que parecía ser una antigua ciudad europea con calles
angostas adoquinadas, en cuyos costados había tiendas con techos de paja. La
gente ocupaba la ajetreada calle, apresurándose, charlando, riendo…
Había íncubos de cada rango, al igual que brujas, cambia-formas, gárgolas en
las esquinas de las casas… y criaturas que Matthew nunca antes había visto de
cerca. Su mandíbula cayó abierta cuando un maldito trol pasó a su lado caminando
pesadamente. Medía fácilmente cuatro metros, era gris y feo como la mierda, y
apenas vestía jirones que mínimamente pudieran considerarse decentes.
Tres pequeñas orbes de luz pasaron delante del rostro de Matthew y él observó
mientras se detenía frente a una mujer que olía a mar. Los orbes de luz se atenuaron
ligeramente y se vieron como pequeños humanos con alas transparentes. Hadas.
Hadas reales.
La mujer a la que le estaban hablando, por lo menos, Matthew supuso que el
agudo y chillante sonido que emitían era alguna clase de lenguaje, tenía piel azulada
y brillaba cuando se movía.
Los carteles de las tiendas estaban escritos en un lenguaje que Matthew no podía
leer, pero podía adivinar lo que vendían gracias a los dibujos. Había una tienda de
pociones, un comerciante con reactivos para brujas, un negocio que vendía comida
de colores extraños, Matthew nunca antes había visto una manzana blanca, pero
allí estaba, y un herrero ocupado con su trabajo. Se veía como un maldito enano
con una barba media quemada y un cuerpo más ancho que alto.
Y esto era apenas lo que Matthew pudo ver desde el lugar por el que entró. Podía
percibir que este lugar era enorme, extendiéndose por millas.
Una ciudad sobrenatural.
Matthew divisó la forma cambiada de Tarrick inclinándose contra un farol con sus
manos en sus bolsillos y una mueca de suficiencia pintada en su rostro.
—Bienvenido al Distrito del Rey, Matthew.
CAPITULO CUARENTA Y CUATRO

Traducido por Ella R


Corregido por Cotota

Detrás de Matthew, Silva y su equipo entró al Distrito del Rey y se esparcieron


entre la multitud. Había otros cazadores, pero la mayoría se veía como si estuvieran
fuera de servicio.
Matthew se forzó a dejar de mirar todo boquiabierto y unirse a Tarrick.
—Me dispararon en la cabeza anoche y no estuve ni de cerca tan volado como
ahora.
Tarrick se veía complacido.
—Esa mujer azul, ¿qué es? —preguntó Matthew.
—Una bruja del mar. Si haces un trato con una, nunca lo rompas; su desdén es
interminable.
—¿Vive realmente en el océano?
Tarrick se frotó la barbilla, divertido.
—Sí. Y si te llegas a cruzar con una sirena, no te creas sus mentiras. Ellas dirán
cualquier cosa para robar hombres y atraerlos hacia su criadero.
—Suena como una experiencia personal —bromeó Mathew.
Tarrick se rio. Se alejó de la lámpara y se dirigió hacia el camino.
—Espera, ¿te has cogido a una sirena antes? —preguntó Matthew,
manteniéndose a la par de Tarrick.
—Soy viejo, Matthew.
—Pero… ¿y los trolls? No te has cogido antes a un troll, ¿verdad?
—Soy viejo, Matthew.
—Ew, ¿en serio? ¿Qué hay acerca de los centauros?
Tarrick le lanzó una mirada.
—Dios santo, ¿hay algo que no te hayas follado? ¿Sabes qué? No importa, no
quiero saberlo. —Matthew dio unos pasos hacia el costado cuando tres lobos
enormes pasaron corriendo—. Me pregunto qué gusto tendrá la sangre de sirena —
murmuró.
Tarrick se detuvo.
—Cuidado con lo que dices, hay oídos por todas partes. No quiero que la gente
sepa lo que eres todavía.
—¿Todavía?
—Todavía.
Tarrick continuó caminando, conduciendo a Matthew por la calle principal, pero
manteniéndose a un lado para no llamar la atención. Cuando doblaron por otra calle,
una gruesa cortina de feromonas golpeó los sentidos de Matthew.
Entraron en lo que pudo describir como una zona roja. Había humanos, cambia-
formas, y, por supuesto, íncubos de ambos sexos escasamente vestidos mostrando
y vendiendo sus mercancías, es decir, sus cuerpos.
Una súcubo se acercó a Matthew. Tenía grandes pechos, y se inclinó
ligeramente, dándole a Matthew una excelente vista de su escote.
—¿Tú y tu compañero están buscando una tercera? Les prometo que ninguno
de ustedes tendrá hambre para el momento en que terminemos.
Matthew no estaba seguro de qué responderle.
—Comeremos más tarde, cariño —Tarrick tomó a Matthew del brazo y lo instó a
que siguiera, dejando a la súcubo atrás con el ceño fruncido.
—Realmente desearía que no me hubieses hecho esa cosa en el auto —dijo
Matthew, ajustando sus pantalones. Las feromonas lo estaban volviendo loco y cada
íncubo que pasaban estaba caliente como el infierno. Matthew observó a un macho
cuya cola se enredaba alrededor de su cuerpo, la punta estaba metida en la parte
delantera de sus pantalones, para que llamara la atención. Vestía solo unos
pantalones ajustados que dejaban ver su V definida y, con un guiño, prometía pasar
un maldito buen rato.
—¿Sabes? Los alimentadores en la torre son de mucha mejor calidad. Deberías
probar con uno.
—Yo… tal vez. ¿Ellos…? —Matthew se avergonzó demasiado como para
terminar la pregunta, y se quedó en silencio.
Tarrick empujó a Matthew hacia un balcón vacío. Su cálido cuerpo invadió el
espacio de Matthew. A pesar de que llevaba un rostro diferente, Matthew no pudo
evitar desear que ambos no estuvieran vestidos con tanta ropa.
—¿Ellos qué?
—¿Ellos me dejarían estar a cargo? Quiero decir… —Matthew dejó de hablar,
aún sin poder admitir en voz alta lo frágil que se sentía después de lo que el Gran
Rey le había hecho.
—Están entrenados para cumplir cualquier deseo. Hay algunos que son mejor
sometiéndose que otros, pero los alimentadores en la Gran Torre son lo mejor de lo
mejor. La mayoría amaría pasar un par de horas siendo dominados por ti.
—¿Y yo tendría permitido hacer eso? No tengo permitido acabar sin permiso…
—Tú eres su mascota. Él quiere mantenerte alimentado, pero no quiere que
busques tu propio placer, razón por la cual existe esa regla. Le diré que estás
buscando alimentarte. A lo mejor hace alguna concesión. Ahora, ven —Tarrick
empujó a Matthew nuevamente hacia la calle—. Ya casi llegamos.
Pasaron por una taberna que estaba llena de cazadores fuera de servicio.
Matthew bajó aún más su gorro, pero ninguno pareció notarlo, ni le dieron un
segundo vistazo al Tarrick cambiado.
De vez en cuando, Matthew veía una trampa para vampiros, pero Tarrick lo
desviaba o Silva y su equipo las desactivaban antes que ellos pasaran por allí.
Cuanto más se adentraban en esa parte de la ciudad, más oscura se volvía la
calle, y las criaturas más alborotadas y sospechosas. Él vio por lo menos dos peleas
siendo disueltas por los cazadores de turno.
Tarrick lo guio hacia un enorme edificio que tenía una cola a su alrededor de
gente esperando entrar. Fueron hacia un portero alto, Tarrick le entregó una
absurda cantidad de dinero y él hizo el cordón de seguridad a un lado para dejarlos
entrar.
El interior estaba lleno de gente que rodeaba una jaula. El olor a sangre llenaba
el aire y los fuertes gritos casi ensordecen a Matthew. Era una arena de pelea y
había un combate llevándose a cabo en esos momentos.
Tarrick empujó a la multitud hasta llegar a un lado de la jaula. Los cuerpos se
presionaban a su lado, la gente se peleaba por obtener la mejor vista de la acción.
Dentro de la jaula había un enorme hombre lobo de forma media-humana media-
lobo luchando contra un cazador macho que se veía nervudo. El cazador estaba
desarmado, llevaba solo bandas en las manos y shorts de pelea. A Matthew no le
pareció una pelea justa, los hombres lobo eran más fuertes que los cazadores y
tenían mejores sentidos. Sin mencionar que sanaban más rápido.
A Matthew le demostraron lo contrario cuando el cazador se teletransportó detrás
del hombre lobo y aterrizó una serie de golpes en la parte trasera de las costillas de
este. Matthew podía oír cómo se rompían los huesos. El cazador no dejó que se
levantara. Se teletransportó nuevamente, esta vez hacia un lado, y llevó su pie hacia
la mandíbula del hombre lobo.
Éste aulló e intentó atacar ciegamente al cazador; sus garras se encontraron con
la pantorrilla del cazador y la sangre comenzó a correr. Aclamaciones y abucheos
explotaron a su alrededor. Matthew se sintió como si se estuviera ahogando en la
energía de la habitación. Y le encantó.
Comenzó a gritar también. A pesar de que no le importaba quién ganara, siempre
y cuando fuera una buena pelea. Ver a un cazador mano a mano con un hombre
lobo era increíble. Matthew normalmente no lograba ver las runas de los cazadores
descubiertas, y verlas surgir con un resplandor verde lo fascinó.
Había una runa cortada cerca del hombro izquierdo del cazador que tenía que
darle fuerza porque brillaba justo antes de cada golpe. Y antes de cada
teletransportación, brillaba una runa con dos líneas espirales dentro de un círculo.
El hombre lobo le apuntó a esa, intentando dejarla inutilizada con sus garras,
rompiendo el círculo. Se las arregló para golpear el pecho del cazador pero le erró
a la runa y el cazador volvió a desaparecer, reapareciendo por el otro lado. Pateó la
parte trasera de la rodilla del hombre lobo y ésta cedió. La runa cortada del cazador
resplandeció brillante cuando él hundió sus puños en el rostro del lobo.
El lobo cayó inconsciente al piso y la pelea terminó. El referí tomó la mueca
ensangrentada del cazador y la sostuvo en el aire. Un rugido ensordecedor salió de
la multitud.
Alentando y sonriendo, Matthew observó a Tarrick, quien parecía complacido con
el resultado de la pelea, pero estaba demasiado contenido como para permitirse
dejarse llevar por las emociones a su alrededor.
Como sea, él se lo estaba perdiendo.
Vieron dos peleas más. La primera era un combate femenino, una guerrera
súcubo contra una naga, una criatura medio-serpiente medio-humana. La batalla
fue intensa, pero la naga ganó.
La siguiente fue entre dos cambia-formas osos. Los hombres eran enormes en
sus formas humanas, pero se transformaron ni bien comenzó la pelea. Era ambos
pardos y se hacía difícil diferenciar uno del otro, una vez que el pelaje y la sangre
comenzaron a volar. Matthew alentaba cada vez que uno de los dos asestaba un
buen golpe. Ambos tenían una gran cantidad de energía, pero eventualmente uno
cayó.
Un duelo entre brujas estaba programado como el evento principal. Matthew
nunca había visto brujas pelear tan de cerca, y no podía esperar a ver cómo sería.
Tenían un poco de tiempo libre mientras la jaula era modificada con guardas para
impedir que la magia saliera del cuadrilátero.
—Todavía —dijo Tarrick a su lado, quitándose los guantes.
Matthew lo observó, confundido.
Tarrick hizo señas hacia un grupo de cazadores fuera de servicio al otro lado de
la jaula. No quiero que sepan lo que eres todavía. Este era el “todavía”. Cual fuera
la razón, Tarrick quería que este lugar entero supiera que él era un vampiro.
—¿No fui claro, guerrero? —preguntó cuándo Matthew titubeó.
—No —dijo, y se quitó el gorro—. Pero realmente quería ver a las brujas.
Matthew observó a los cazadores del otro lado y dejó que sus ojos se tornaran
rojos. Los provocó con una mueca y vio como sus rostros se volvían serios antes
de teletransportarse.
Un momento más tarde, podía oír las llamadas entrantes por el comunicador.
—Hay un vampiro en la arena.
Seguido de una seguidilla de rápidas órdenes acerca de cómo actuar. A Matthew
le hubiese gustado añadir un dramático “dun duh duuuuuh”.
Lo que sucedió a continuación fue rápido. Dos equipos de cazadores de turno y
un puñado de algunos fuera de servicio se teletransportaron empujando a los civiles
fuera del camino y despejando el área alrededor de Matthew. Cadenas de plata
volaron hacia él. Durante medio segundo, Matthew consideró evadirlas, pero era un
espacio demasiado reducido; si los cazadores se abrían más, la gente resultaría
herida y eso probablemente enfadaría a Tarrick.
Se mantuvo quieto debidamente mientras las cadenas se envolvían a su
alrededor.
Un cazador se acercó a él, con una estaca en la mano.
—Oh no, por favor no me hieras —dijo Matthew con un tono de voz apático y
monótono.
El cazador levantó la mano para clavar la estaca en el corazón, solo para
encontrar otra mano envuelta alrededor de su muñeca.
—Quieto, cazador.
—General… —El cazador retrocedió varios pasos.
El glamour de Tarrick había desaparecido y él volvía a verse como sí mismo.
Una cadena rozó la mejilla de Matthew y su piel crepitó. Otro grupo de cazadores
se teletransportó y Tarrick levantó una mano para detener su ataque. Luego habló
por su comunicador.
—Cambio. Dejen de enviar cazadores a la arena. El vampiro en cuestión es
Matthew y él está conmigo.
—Recibido, Lord General —se escuchó del otro lado, seguido de una orden de
no moverse.
Si Tarrick había hecho esto para llamar la atención de todos, había funcionado.
La habitación entera estaba observando cómo se desarrollaban los eventos.
La multitud se deshacía en susurros… la mayoría de las criaturas nunca había
visto a Matthew en persona antes. Demonios, por la forma en la que estaban
hablando, la mayoría pensaba que él era solo un rumor. Incluso gran parte de los
cazadores solo lo había visto una vez desde lejos o en alguna cámara de seguridad.
—Juro que siempre te estoy salvando de cadenas —dijo Silva detrás de él
mientras comenzaba a quitar el metal.
Matthew le guiñó un ojo cuando ella se puso frente a él.
—Admítelo, te encanta verme atado.
Una de las cadenas rozó “accidentalmente” su mejilla nuevamente.
—Ups —dijo ella.
Matthew no sabía si reír o gruñir. Se había merecido esa, pero igualmente era
doloroso.
—Gran Lord General Tarrick… —Un hombre pesado, vestido con un traje sin
corbata, se abrió paso entre la multitud y caminó hacia donde estaban. Era humano,
cincuentón y se veía como si hubiese pasado toda su juventud luchando. Matthew
se preguntó si sería un ex cazador—. Eres la última persona que pensé ver alguna
vez en mi arena.
—¿Oh?
—Se dice que no lo apruebas.
Tarrick sonrió. No fue amigable, más bien del tipo de sonrisa típica del predador
justo antes de comerse a su presa.
—Si no aprobara esta arena, Conor, nunca se habría abierto. Como tampoco
ningún cazador alguna vez habría puesto un pie aquí, mucho menos participar.
—En ese caso, espero que hayas estado disfrutando de las peleas.
Tarrick se veía poco impresionado.
—Fueron adecuadas, pero estoy acostumbrado a ver criaturas luchando por sus
vidas. Es mucho más entretenido.
Una sonrisa tensa apareció en los labios de Conor.
—Si quieres combates a muerte, todo lo que necesitas hacer es cambiar la ley, y
estaré más que feliz de presentarlos. Además, aún no has visto el evento principal.
—He visto brujas combatir antes. Muchos flashes, poca sustancia.
Silva terminó de quitarle las cadenas a Matthew. Cuando la última cayó al suelo,
él movió sus hombros y estiró su cuello. Muchas personas lo estaban mirando. La
mayoría, en realidad. Matthew se preguntó qué carajos estaría tramando el general.
—¿Quieres tirarlo en el ring? —preguntó el dueño de la arena. Si fuese un dibujo
animado, Matthew estaba seguro que al hombre lo habrían diseñado con signos de
dólar en vez de ojos.
Tarrick sacudió su cabeza.
—No tienes nada aquí que tenga una oportunidad contra él.
—Dame una semana. Encontraré algo que sea un reto para él.
—Si puedes encontrar una criatura a su nivel, incluso yo estaría interesado en
ver. Pero él pertenece al Gran Rey. Cualquier pelea en la que participe será a gusto
de Su Majestad.
—Qué lástima. Una pelea contra él sería el mayor evento del siglo.
Oh. Matthew entendió lo que estaba haciendo Tarrick. Dios, era brillante. El Gran
Rey era influenciado por su pueblo, y si este quería ver a Matthew luchar, él estaría
inclinado a aprobarlo. Y los íncubos allí esta noche eran exactamente del tipo que
Matthew quería influenciar: los íncubos comunes, aquellos que no poseían grandes
mansiones ni riquezas interminables al alcance de las manos. Eran mayoría.
Comenzaría con ellos y el resto seguiría.
Pero Matthew no le había contado a Tarrick sus planes, además de decir que el
Gran Rey podía ser debilitado ¿Cómo lo sabría? Tarrick siempre parecía estar
varios pasos delante suyo. Y en una sola conversación, el general había dispuesto
todo para convertir a Matthew en una celebridad. Y lo había hecho de tal manera
que nadie, ni siquiera el Rey, sospechara lo que estaba sucediendo.
—¿Tal vez a ti y al vampiro…?
—Semidios —interrumpió Matthew. Conor hizo una pausa—. Sabes, dado que
mi señor es el Dios de Sangre. Así que… semidios —a Matthew no le gustaba que
lo llamaran así, porque realmente no quería tener nada que ver con su señor, pero
apostaría que la gente en ese lugar había visto una gran cantidad de peleas de
vampiros, tanto en la guerra como en el ring. Construirse una reputación como un
épico semidios guerrero sería la mejor opción.
Tarrick no dijo nada, pero pareció aprobarlo.
—¿Tal vez a ti y al semidios —corrigió Conor— les gustaría acompañarme en mi
palco para la última pelea?
—No. No vamos —Tarrick le hizo unas señas a Silva, quien una vez más se
mezcló entre la multitud. Otros cazadores hicieron un saludo cuando él pasó.
Matthew lo siguió, intentando verse tan amenazante como fuera posible. No tenía
dudas que para el momento en que la historia llegara a oídos de los íncubos de
clase alta, Matthew tendría los colmillos fuera y sangre chorreando de su boca.
Salir del Distrito del Rey fue una experiencia completamente diferente que entrar
en él. El mar de gente se abrió para darle paso a Tarrick. Todo el mundo asentía,
saludaba, hacía una reverencia o incluso se arrodillaba respetuosamente.
Nadie solicitó sexo esta vez, pero el deseo estaba allí. Tarrick podría haber
señalado a cualquiera y exigido que se lo follaran en el medio de la calle y Matthew
no creía que hubiera una sola criatura que se hubiese negado.
Ver a alguien con tanta influencia envió un eufórico escalofrío por el cuerpo de
Matthew. Su lado íncubo quería ronronear; le gustaba estar tan cerca del poder…
pero su lado vampiro quería arrancar los rostros de todos quienes deseaban a
Tarrick. Ese lado suyo era algo posesivo.
—No te creo, por cierto —dijo Matthew cuando finalmente salieron del Distrito del
Rey.
La limosina los estaba esperando en el mismo lugar en que los dejó. El conductor
les abrió la puerta.
—¿Qué cosa no crees? —preguntó Tarrick, entrando primero.
Matthew se deslizó en el asiento a su lado.
—Que un combate entre brujas es todo flashes. Era el evento principal, maldita
sea. No hay manera de que no sea genial.
—Me rindo, los duelos de brujas pueden ser todo un espectáculo. Quizás algún
día te llevaré a uno —Tarrick sacó su teléfono y se fijó la hora—. Aun no son ni las
dos de la mañana. Tenemos tiempo.
—¿Tiempo para qué?
—Cenar.
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO

Traducido por Ella R

Matthew siguió a Tarrick a pie mientras atravesaban una cuadra vibrante llena de
clubes nocturnos. Estaba llegando la hora en que las personas comenzaban a
tambalearse borrachas buscando algún puesto de comida.

Tarrick estaba cazando y Matthew observaba con fascinación cómo el lado


depredador del general emergía. Los ojos del incubo analizaban a cada humano
que pasaba, buscando la perfecta comida.

Pasaron al lado de un trío de mujeres jóvenes quienes tartamudeaban y se


mostraban en un esfuerzo por llamar la atención de Tarrick. A Matthew no le hubiera
molestado alimentarse de ellas.

—No creo que encontremos a ningún cura por aquí.

Tarrick miró a Matthew sobre su hombro.

—Puede ser que los curas sean mi comida favorita, pero me cansaría de ellos si
fueran la única cosa que comiera.

—¿Entonces qué estás buscando? Porque hemos pasado por lo menos veinte
personas que adorarían saltarte encima.

Tarrick dobló por una esquina. Los edificios de esa calle eran más exclusivo, por
lo que estaban más silenciosos. Matthew vio gente vistiendo mucho cuero debajo
de sus grandes abrigos.

—Tengo algo específico en mente. Solo que requiere un poco más de esfuerzo
encontrarlo.

—Quisiera tener mis colmillos —murmuró Matthew. Desearía estar cazando algo
de sangre en esos momentos. Sin embargo, esto también era divertido.
—Ahí —dijo Tarrick, y asintió hacia un joven humano que salía de una puerta sin
nombre. Era delgado, mucho más pequeño que Matthew y Tarrick, y tierno. Su
cabello era un par de centímetros más largo y despeinado, sus labios rellenos e
hinchados, sus ojos enormes y de un marrón maravilloso.

Metió las manos dentro de sus bolsillos y mantuvo la cabeza gacha como si la
noche no estuviera marchando como él deseaba.

Tarrick apuró su paso para atravesarse frente al chico. Le hizo señas a Matthew
para que fuera desde la otra dirección.

Tarrick se alineó en el camino del joven y se detuvo. El humano se chocó con él


haciendo que su cuerpo rebotara.

—Jesús —dijo el chico, enderezándose—. Lo lamen… —Dejó de hablar cuando


levantó la vista hacia Tarrick. Se congeló por un momento, sus mejillas
ruborizándose—. No te vi.

Tarrick se acomodó el frente de su traje y suavizó las arrugas de su abrigo.

—Obviamente. —La voz de Tarrick sonaba tan oscura y amenazante. Se acercó


un paso más hacia el humano. —No deberías estar tan distraído cuando caminas,
niño.

—No soy un niño… —El humano tragó ásperamente y dio unos cuantos pasos
hacia atrás, donde se encontraba Matthew. Jadeó al darse vuelta y encontrar el gran
cuerpo de Matthew detrás suyo.

El corazón del pobre chico estaba desbocado. Tarrick no estaba compeliéndolo


para calmarlo tampoco.

Se alejó de Matthew solo para volver a chocar contra Tarrick.

Tarrick frunció el ceño.

—¿Qué te acabo de decir?

—¿Qué… qué quieren de mí?


Tarrick tomó al joven por la mandíbula con su mano enguantada y lo condujo
hacia una pared. Después se convirtió en una barrera de músculos bloqueándole el
paso.

—Quiero usar tu cuerpo para mi placer. Quiero atraparte y observarte mientras


luchas por liberarte y fallas. Quiero dejarte arruinado y roto.

Emociones encontradas atravesaron a Matthew. Su lado vampiro e incubo


adorarían dominar al chico… pero se rehusaba a tomar a alguien en contra de su
voluntad.

Tarrick metió dos dedos dentro de la boca del muchacho. El humano lamió el
cuero y gimió. Sus párpados se cerraron al tiempo que rodaba sus ojos hacia atrás.

Tarrick se inclinó y murmuró:

—¿Quieres eso?

El humano continuó chupando los dedos enguantados de Tarrick. Éste los


arrancó de su boca y volvió a agarrar al humano por la mandíbula.

—Te hice una pregunta, chico.

—Sí, quiero eso —dijo sin aliento.

—Tu nombre.

—Kyle.

Tarrick sonrió e inclinó su cabeza a un lado.

—Este es Matthew. Me llamarás “Señor”, ¿entiendes?

Kyle asintió, viéndose desesperado por complacerlo.

—Sí, Señor.

Mierda. Tarrick tenía un completo control sobre ese chico y ni se había molestado
en obligarlo o liberar feromonas. Era tan excitante que Matthew tuvo que ajustar el
bulto en sus pantalones.
Tarrick señaló la calle con un dedo y su limosina apareció por la curva. El
conductor salió y les abrió la puerta.

Los grandes ojos de Kyle se dispararon entre Matthew, Tarrick y la limo, como si
estuviera intentando comprender quién era Tarrick.

Tarrick agarró la parte trasera del cuello de Kyle y lo guio hacia el vehículo.
Matthew entró.

—Siéntate en su regazo —Tarrick le ordenó a Kyle. Matthew abrió sus piernas y


Kyle tímidamente se sentó sobre una de sus piernas. Matthew envolvió sus brazos
alrededor de su cintura y acomodó al chico.

—¿Dónde vamos? —preguntó Kyle, mirando hacia todos lados cuando la


limosina comenzó a moverse.

—Tengo un penthouse no lejos de aquí. —Tarrick extrajo una tarjeta de su


bolsillo y se la entregó—. Esta es la dirección, por si quisieras llamar a alguien para
avisarle dónde estás.

Kyle tomó la tarjeta y la observó durante un momento. Todo lo que tenía era una
dirección.

—No. Está bien —dijo, y la metió en su bolsillo.

—La palabra de seguridad es “rojo”. Repítela para mí.

—Rojo, Señor.

Tarrick asintió a modo de aprobación. Matthew se preguntó por qué Tarrick se


estaba molestando en darle una palabra de seguridad, cuando los íncubos
generalmente no hacían eso. Tal vez era por su propio bien.

Kyle se movió sobre el regazo de Matthew, endureciendo involuntariamente su


polla. Matthew mordió su labio para retener un gemido y sus manos comenzaron a
explorar el cuerpo del humano.

—¿Él es tu sumiso, Señor? —preguntó Kyle.


—Quítale la bufanda —dijo Tarrick. Kyle se movió para enfrentar a Matthew y
comenzó a desenredarla, revelando su collar.

El humano estiró una mano para tocarlo.

—¿Lo haces cargar con uno tan pesado?

Tarrick encontró la mirada de Matthew.

—Personalmente, me gustan más delgados pero él desobedeció y se ha ganado


usar ese.

Matthew se enrolló la manga de su camisa, mostrando el grillete.

—Me he ganado estos también.

Kyle tocó el grillete. Se veía casi… envidioso. Matthew nunca había estado con
un humano que deseara tanto la dominación como este claramente lo hacía. ¿Cómo
demonios Tarrick conocía los deseos de este humano?

El humano pasó sus dedos sobre las partes visibles del tatuaje de Matthew y
luego continuó sobre su brazo, trazando sus músculos.

—No te ves como un sumiso.

—Depende de con quién esté.

—Tus ojos son tan claros. Nunca he visto nada parecido —dijo Kyle cuando su
exploración llegó al rostro de Matthew.

Tarrick se inclinó hacia atrás y se acomodó en una pose autoritaria—sus brazos


estirados y una pierna descansando sobre la otra.

—Inclina tu cabeza hacia un lado y deja que Matthew bese tu cuello.

Kyle obedeció. Al igual que Matthew. Presionó sus labios sobre la suave piel del
humano. El olor a sangre debajo de la superficie era irresistible, y la sensación de
la vena latiendo hizo que sus colmillos extraídos dolieran y que su polla se
endureciera terriblemente. El ruidoso latir de su corazón era una maravillosa
sinfonía y Matthew no pudo luchar contra su invitación.
Chupó la carne humana lo suficientemente fuerte como para dejar cardenales, y
su lado vampiro se descubrió. Matthew cerró sus ojos rojos y luego empujó a Kyle
hacia su pecho para que no pudiera ver sus garras.

Al humano le gustaba que lo trataran rudo, y presionó su nariz en el hueco que


se formaba en la clavícula de Matthew, respirando agitadamente. Su respiración
entibió la fría piel en ese lugar.

Matthew se obligó a calmarse, mientras que su forma de vampiro desaparecía.

—Buen chico —dijo Kyle, mirando a Matthew. Kyle, probablemente pensando


que se lo había dicho a él, sonrió contra el cuello de Matthew. La limosina se detuvo
frente a un rascacielos.

—Llévalo —Tarrick le ordenó a Matthew una vez que salieron del vehículo.

Matthew levantó a Kyle y lo cargó sobre su hombro. No fue gentil al hacerlo, pero
no lastimó al humano.

Matthew miró a su alrededor. Había cazadores por todos lados: patrullando las
calles, disfrazados como porteros, e incluso uno fingiendo ser un vagabundo. Y el
mismo rascacielos estaba lleno de íncubos y humanos.

Los cazadores no saludaron cuando Tarrick pasó a su lado, dado que había otros
humanos que no estaban al tanto, pero sí asintieron en respeto. La mayoría se
sorprendió al ver a Matthew.

Fueron en un ascensor privado hacia el penthouse, el cual consistía en la


totalidad del piso superior y combinaba con la decoración de todos los lugares de
Tarrick: cálido con toques modernos y antiguos; madera oscura y grandes
tonalidades de rojo.

Kyle se movió en los brazos de Matthew mientras intentaba echar un vistazo,


parecía incrédulo ante la riqueza que se hallaba frente a sus ojos.

Personalmente, a Matthew le daba igual. Lo que él quería de la vida no tenía un


precio, y siempre había sido bastante modesto con sus necesidades materiales.
Siempre y cuando tuviera suficiente dinero para tomar unas vacaciones cada año y
alimentar y vestir a su familia, sería feliz.

En la enorme habitación, con ventanas que reflejaban el paisaje citadino,


Matthew lanzó a Kyle sobre la cama. El humano observó a Tarrick y a Matthew con
ojos llenos de deseo y una nerviosa anticipación.

—Ven, Kyle —dijo Tarrick mientras entraba al baño. Kyle salió de la cama y fue
tras él.

Un momento más tarde, Matthew oyó la ducha abrirse y Tarrick salió, cerrando
la puerta detrás suyo. Llevó la muñeca hacia su boca.

—Silva, ven aquí.

Silva se teletransportó.

—Toma a tu equipo y cualquier otro cazador que esté en este nivel y registren el
edificio. Cada piso.

Silva presionó sus labios y sus fosas nasales se expandieron ligeramente,


enfadada ante esa tarea doméstica. Dijo cortadamente:

—Sí, señor.

Y desapareció.

Desactiva cualquier cámara y equipos de audio —le ordenó a Matthew.

Matthew encontró dos: uno en la ventilación del aire acondicionado y otro en una
lámpara. Los despachó fácilmente.

Tarrick se quitó el abrigo y la chaqueta y los colgó.

—Tenemos unos pocos minutos para hablar, y después de esto asumo que
nunca más podremos volver a hablar abiertamente. ¿Quién más sabe acerca de tu
madre y conoce tus planes?

—Samantha, obviamente. E Hiroto. Él sabe lo de mi madre, pero no mis planes


para debilitar al Rey. Nadie más.
Tarrick tamborileó sus dedos contra su pierna y se tomó unos minutos para
pensar.

—Entiendes que tengo que seguir cada orden que se me da. Que no puedo hacer
ver que me independicé del Rey. Si llega a sospechar algo, moriremos los dos.

—Lo entiendo. Quiero saber por qué decidiste ayudarme.

Tarrick se quitó los gemelos y enrolló sus mangas, exponiendo sus musculosos
antebrazos. Con los guantes de cuero y el traje oscuro aun puestos, se veía como
un asesino a sueldo, sexy y peligroso.

—Tenías razón. El Rey no es bueno para mi gente. Nos está usando para llevar
a cabo su venganza. A lo largo de los años, millones de los nuestros han muerto y
yo me cansé de un mundo lleno de batallas interminables. Quiero darle a mis
vástagos un futuro sin guerras. Y… tú eres el hijo de mi diosa. No puedo ignorar
eso.

—Oh —dijo Matthew. Esas eran buenas razones, pero una parte de él había
esperado que la respuesta fuera “porque creo en ti” o “porque te amo”.

Al leer sus emociones, Tarrick atravesó la habitación y colocó su mano sobre el


hombro de Matthew.

—No nos podemos dar el lujo de una apasionada historia de amor. Tú no me


perteneces y me rehúso a enamorarme de algo que no puedo tener. Si vamos a
hacer esto, no nos podemos distraer el uno con el otro.

Matthew rascó el área que estaba por encima de su corazón. Una vez que
hubiesen matado a Malarath, ¿Tarrick lo amaría? No podía comprender el control
que tenía el íncubo sobre sus emociones. ¿Cómo podría alguien elegir no amar?
Era un concepto tan extraño para él.

Tarrick tomó la mano de Mathew y la llevó hacia su boca. Acarició su piel con
sus labios.

—No que ello signifique que no te desee.


—Pero —dijo Matthew con voz titubeante—, ¿no nos “distraerá” lo que estamos
a punto de hacer?

Tarrick se presionó contra el cuerpo de Matthew y continuó caminando,


obligándolo a retroceder hasta que sus piernas chocaron contra la cama sobre la
que se desplomó. El íncubo trepó hacia su regazo, sus piernas abiertas alrededor
de los muslos de Matthew.

—No. Esto es alimentarse.

—Yo…

Tarrick lo silenció al reclamar su boca. El beso fue duro y posesivo; todo lo que
Matthew quería que fuera. Se derritió bajo el peso de Tarrick sentado encima suyo.

Sin pensarlo, se concentró en el hilo enrollado dentro de sí mismo, y lo forzó a


que se desanudara para amarrarse a Tarrick.

Tarrick inhaló profundamente mientras sus ojos se volvían violetas.

Unidos juntos, Matthew sintió una sobrecogedora necesidad de complacer a


Tarrick. Comenzó besando su cuello y fue ascendiendo hacia su mandíbula.

Tarrick empujó a Matthew más cerca suyo, y todo su cuerpo tembló.

—No. Matthew. Detente.

Devastado, Matthew se alejó.

Tarrick lo observó.

—¿Qué fue eso?

Matthew emitió un quejido.

Tarrick acarició la parte trasera de su cuello, calmándolo.

—No estoy enojado. Sólo quiero saber de qué se trató.

Matthew se pasó una mano por la sien y alejó la niebla que se había formado en
su mente.
—Esa era la misma tela que amarraba a los íncubos con el Gran Rey. Un hilo.
Cada íncubo tiene uno atado a él… es la razón de por qué él es tan poderoso.

—¿Puede ver físicamente lo que acabo de sentir, al igual que tú?

—Sí.

—¿Puede ver si ya no le soy leal?

—No lo sé. Asumí que tú mentirías al respecto…

—No estoy seguro de poder fingirlo. Incluso no sé qué es realmente. Mi


conocimiento acerca de los dioses y lo divino es limitado. —Tarrick suspiró. —Una
treta puede no llegar a funcionar. Tendremos que alejar a la gente de él de golpe y
en un gran momento.

—¿Cómo conocías cuál era mi plan? —preguntó Matthew.

—Tus acciones lo hicieron obvio.

—¿Si?

Tarrick asintió.

—Primer paso, ganarte mi lealtad. Segundo paso, unirte a los Argonautas como
forma de reintegrarte a nuestra sociedad. Tercer paso, comenzar a alejar a los
íncubos del Rey. Pero piensas en pequeño. Ibas a intentar ganártelos uno por uno,
¿no es cierto?

Matthew frunció el ceño.

—No hay necesidad de molestarse —dijo Tarrick, pasando sus dedos por la nuca
de Matthew—. Era un plan sólido, dados tus recursos. Pero algo así llevaría siglos
y los íncubos necesitan un nuevo líder o será todo un caos.

—¿Tú?

—Es la única opción que tiene sentido. Nunca confiarán en un vampiro, ni


siquiera en uno nacido de Ilertha. —Tarrick apoyó su trasero nuevamente contra los
muslos de Matthew mientras pensaba durante un momento. Tocó el collar de
Matthew. —Este es otro problema. Conozco a dos brujas lo suficientemente
poderosas como para removerlo, pero no estoy seguro de cuál será su precio.

—Si me lo quitan, el Juez me encontrará.

Tarrick desvió la vista hacia un costado y tensó su mandíbula.

—Demonios, ojalá hubiera sabido eso antes. Esto se está volviendo mucho más
complicado de lo que tenía en mente. No esperaba que el collar fuera la cosa que
te protegiera contra el Juez, ni tampoco sabía que el Rey podía observar a cualquier
íncubo y ver qué tan leales le son.

Matthew clavó sus dedos en las caderas de Tarrick y bajó la mirada.

—No es demasiado tarde para que te detengas. Será más seguro para tu familia
que te retires ahora. Si le dices al Gran Rey lo que estoy haciendo, seré castigado,
pero no creo que sea peor de lo que he… El espera que me rebele.

Tarrick enganchó sus dedos en la barbilla de Matthew y lo obligó a levantar la


mirada.

—Si no hago esto, me enfrentare a otro siglo de guerras… tres o cuatro, si los
dragones comienzan a luchar. Podría terminar mañana, si no fuera por él. Y… tú
eres el hijo de Ilertha, nuestra diosa… Siempre creí que tú eras el enviado para
detener esta guerra. Así que no. No me retractaré. Terminaremos con esto.

Matthew sonrió.

—Bien.

—No vuelvas a amarrar tu “hilo”, o como sea que quieras llamarlo.

—¿No te gustó?

Tarrick movió sus caderas hacia adelante, su enorme erección clavándose en el


estómago de Matthew a través de sus ropas.
—Todo lo contrario. Fue… y no lo dijo ligeramente, mejor que cualquier cosa que
haya sentido antes. Pero hasta que lo entienda, es demasiado peligroso. No
podemos arriesgarnos a que el Gran Rey lo sepa.

Matthew asintió, aceptándolo.

El sonido del agua cerrándose llamó la atención de ambos.

—Algo más. He preparado el camino para ti, pero eres el único que necesita
hacerlo ver convincente. Necesitas que todo el mundo de idolatre.

—Lo harán.

—Bien. ¿Listo para la cena? —preguntó Tarrick, sus irises violetas tornándose
otra vez de un azul oscuro.

Matthew observó la puerta cerrada del baño. El humano seguramente se estaba


secando del otro lado. No estaba muy seguro de lo que Tarrick tenía en mente, y
eso lo tenía un poco nervioso.

Tarrick apretó los brazos de Matthew y lo empujó hacia un beso caliente. Se


separó y murmuró en su oído:

—No te haré hacer nada para lo que no estés listo. Si quieres detenerlo, puedes
hacerlo en cualquier momento.

—¿Me estás dando una elección?

Tarrick mostró sus dientes perlados al sonreír ampliamente.

—Sí. Pero sé lo que puedes manejar. No dirás “basta”… al igual que tampoco lo
hará el humano. Ahora, vamos a alimentarnos.
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS

Traducido por Samn

Corregido por Cotota

El humano salió del baño y luego se congeló a mitad del camino. Sus ojos
recorrieron a Tarrick de arriba abajo, quien seguía a horcajadas sobre Matthew en
una posición dominante.

—Te di instrucciones de que vinieras desnudo —dijo Tarrick, levantándose y


cuadrando su cuerpo mientras se ponía de pie.

Kyle miró la toalla alrededor de sus caderas.

—Lo siento, señor —dijo, su voz apenas más alta que un susurro.

—No todavía, pero lo estarás —Tarrick acechó al humano y arrancó la toalla de


su agarre. La polla del humano ya estaba dura como una piedra.

Tarrick tomó las muñecas de Kyle, llevando al chico a la cama y empujándolo


sobre su regazo, forzando a alzar su trasero al aire.

Con un sonoro golpe, le dio un azote en las nalgas.

—¡No, señor, por favor! Lo lamento.

—¿Lo lamentas? —preguntó Tarrick y dejó caer sus enguantadas manos de


nuevo, esta vez, azotando la otra nalga.

Kyle se retorció, tratando de liberarse, pero Tarrick lo mantuvo en su lugar con


un fuerte agarre. No había forma en que un humano pudiera sobrepasar la fuerza
de un guerrero íncubo.

—Sí. Lo lamento, señor.

—Tú —Tarrick señaló a Matthew—, limpia eso.

Señaló la toalla en el suelo.


—Luego desvístete. Y tú —Tarrick miró hacia abajo al chico—, vas a aguantar
otros cuarenta. Contarás cada uno en voz alta. ¿Mis instrucciones son claras?

—Sí, señor. Contaré, señor.

Tarrick comenzó y cada vez que dejaba caer su mano, el humano sollozaba el
número siguiente. Los azotes fueron ligeros al principio, lo calentaban, luego
aumentaron progresivamente más fuertes con cada uno. Los ojos de Kyle
comenzaron a lagrimear y sus nalgas se volvieron de un color rojo brillante. La
esencia de su excitación sorprendió a Matthew.

Mientras Tarrick daba el castigo, Matthew levantó la toalla, la devolvió al baño,


regresó y se desnudó. Colgó su ropa sobre una silla y miró el show frente a él,
esperando, desnudo y duro, instrucciones.

—Cuarenta, señor —siseó Kyle, su rostro empapado y el cuerpo flácido en el


regazo de Tarrick.

Tarrick acarició su estrecho y pequeño trasero.

—Ese es un buen chico. Lo hiciste bien. Y mira que caliente y rojo estás. Se
siente bien, ¿no es así?

—Sí, señor —dijo Kyle. Se veía como si quisiera irse a otra parte pero Tarrick
meció la base posterior de la cabeza del chico y la giró para que mirara a Matthew.

—¿Qué piensas del esclavo?

La mirada de Kyle flotó de arriba abajo por el cuerpo de Matthew, deteniéndose


en su pene.

—Mi dios —jadeó—. Es grande, señor.

Matthew agarró la base de su miembro y lo apretó. No era enorme al punto en


que era doloroso para sus compañeros, pero era más grande que el promedio.
Matthew hizo un movimiento hacia Tarrick con su barbilla.

—Si crees que soy grande, espera verlo a él.


Tarrick empujó sus caderas hacia el estómago del humano. Kyle tragó cuando
sintió la erección… luego gimió.

Tarrick se levantó, llevándose al humano consigo. Cuando Kyle estuvo lo


suficientemente estable para pararse por su cuenta, Tarrick lo liberó e inspeccionó
el cuerpo del humano.

—Hmm, sí. Eres casi perfecto.

Kyle se puso nervioso bajo la mirada juzgadora, pero su polla se alzó por la
atención, exponiendo su necesidad de ser maltratado.

Tarrick agarró las bolas de Kyle y las apretó. El humano gritó y trató de alejarlo,
pero el íncubo se mantuvo en su lugar, sin dejarlo ir.

Cuando Kyle finalmente aceptó lo que estaba sucediendo, se quedó quieto.


Tarrick sacó una larga cuerda rosa de seda de su bolsillo y la envolvió alrededor de
las bolas del humano y la enlazó en la base de su vara, terminando la imagen en un
moño. Las bolas de Kyle se apretaron y su erección se volvió incluso más dura con
la cuerda usándose como un anillo para penes.

—Allí. Que hermosa polla. ¿No lo crees, Matthew?

Matthew pensó que el moño se veía ridículo… y aún así había algo atractivo al
ver un pene completamente envuelto como un regalo. Y ver al humano caer en la
degradación era extremadamente provocativo.

—Sí, señor. Muy bonita.

Tarrick levantó al humano y lo puso boca abajo en la cama.

—Prepáralo para mí —mandó a Matthew mientras se desataba su corbata.

Matthew se colocó detrás de Kyle y con cuidado, se sostuvo de sus caderas,


levantando su trasero al aire y recorrió su mano sobre las rojizas nalgas, sintiendo
el calor del lugar.

El humano gimió, las frías manos de Matthew le ofrecieron alivio.


Matthew movió su dedo índice hacia abajo al centro del trasero del chico y sintió
al niño tensarse cuando su toque pasó sobre el diminuto hoyo rosado.

Matthew siguió su camino y sujetó sus bolas, dándoles un ligero apretón antes
de volver hacia arriba.

Presionando un solo dedo contra la entrada, Matthew se preguntó si el humano


le preguntaría de dónde había venido el lubricante, pero se veía demasiado aturdido
para importarle.

—Usa tu lengua —dijo Tarrick antes de que Matthew tuviera la oportunidad de


comenzar a producir gel.

Matthew le devolvió la mirada.

Los ojos de Tarrick se oscurecieron.

—Tu castigo será mucho pero que unos azotes si desobedeces.

Matthew se estremeció ate la advertencia; excitado y amenazado al mismo


tiempo y le hizo preguntarse qué le haría Tarrick.

Pero ahora, no tenía deseos de desobedecer.

Matthew empujó al chico con rapidez al centro de la cama y se encimó detrás de


él. Se acercó y lamió la piel del humano, empezando por la espalda baja y
moviéndose hacia abajo.

El palpitante hoyo tenía el leve sabor a jabón. Movió su lengua alrededor de la


parte externa, probando al chico con sus piercings y causando que él empujara
hacia delante queriendo más. Pero Matthew iba a tomarse su tiempo con este y
Tarrick no iba a apresurarlo.

Mojó la parte exterior, Kyle daba sacudidas y gimiendo con cada caricia, luego
empujó su lengua en el estrecho canal.

El chico jadeó.
—Eso estuvo bien, Matthew. Has que se empape para mí —dijo Tarrick, las
palabras manando suavemente de él como sexo líquido. Se acercó y se sentó frente
a Kyle y recorrió sus dedos a través de la espalda del chico—. ¿Estás disfrutado
esto?

—Sí, señor —respondió Kyle con pesada respiración mientras Matthew continua
comiéndolo desde adentro.

Tarrick se levantó de rodillas y desabrochó sus pantalones. Matthew disminuyó


su tarea, mirando la exhibición sobre los dos montes rojizos de nalgas. Kyle se había
callado, mirando a Tarrick con entera concentración.

El íncubo estaba más que feliz de ser el centro de atención por el momento. Abrió
sus pantalones y sacó su duro pene y sus pesadas bolas. El humano jadeó al ver el
enorme paquete.

Matthew en verdad se sintió terrible por el humano. No había forma en que esto
no fuera doloroso para él.

La boca de Kyle se abrió como si quisiera decir algo pero ninguna palabra salió.

—¿Te gusta lo que ves? —preguntó Tarrick.

—S-Sí, señor —chilló.

Tarrick acarició su miembro.

—Voy a destruirte con esto pero por ahora lo que quiero es que lo adores con tu
boca.

Como un ansioso cachorro, el trasero de Kyle se contoneó mientras envolvía sus


labios alrededor del glande de Tarrick. La sola cabeza ya mantenía la boca del chico
casi llena, sus labios se estiraron completamente. Tomó lo que pudo, incapaz de
llegar si quiera a la mitad de la verga de Tarrick, luego se retiró. Lamió la base e
hizo su camino hacia las bolas del íncubo, llenándolas con saliva.

Si Tarrick estaba disfrutando la mamada, no se lo estaba haciendo saber a nadie.


Su expresión era de indiferencia, lo cual solo hizo que Kyle se esforzara más.
Matthew estaba agradecido de que cada vez que había estado con Tarrick, el
íncubo siempre había actuado como si lo disfrutara.

Estas necesidades humanas se veían demasiado diferentes a las suyas.

Pero de nuevo, cuando Tarrick actuaba con indiferencia en el campo de batalla,


solo hacía que Matthew luchara con más fuerza, queriendo impresionarlo. Tal vez
él y Kyle no eran tan diferentes después de todo.

Tarrick, quien parecía no tener intención de quitarse el resto de su traje, posó su


mano en la nuca de Kyle y tomó el control, dirigiéndolo en dónde debía lamer,
succionar, o poner su polla después.

—Ahora usa tus dedos, Matthew. Ábrelo para mí.

Matthew se sentó y presionó un solo dedo contra el estrecho hoyo del humano.
Se deslizó con poca resistencia y Matthew añadió un segundo dedo. Los empujó
hacia adelante y el humano se puso frenético cuando los dedos se presionaron
contra su próstata. Se resistió y derramó semen en un constante chorro. Tarrick
sostuvo el rostro del humano frente a su polla, sin dejarlo ir.

—Señor —imploró el humano, sin pedirle nada y al mismo tiempo pidiendo todo.
Puede que se hubiera corrido en ese momento si no hubiera sido por el lazo
alrededor de su paquete.

Tarrick no le dio nada más que un firme agarre.

Matthew metió otro dedo y luego otro más, ajustando al tembloroso chico.

—Es suficiente, Matthew. Ven y párate junto a la cama.

Matthew retiró sus dedos y se paró donde se le dijo. Mirando al humano con su
rojo trasero al aire y los labios envueltos alrededor de la dureza del palpitante pene
y bolas de Tarrick. Bajó su mano para tocarse.

—No vas a tocarte, ¿verdad? —dijo Tarrick, su espalda frente a Matthew pero su
voz baja en advertencia.

Matthew detuvo su mano a centímetros de su erección.


—Uh, no, señor.

—Y si alguno de ustedes se corre antes de que se los diga, mi castigo será cruel.

Kyle gimió y Matthew retuvo un frustrado gruñido con una mordida, su pene
sintiéndose olvidado.

Tarrick le dio vuelta a Kyle sobre su espalda y se removió entre sus piernas.

—Sostenlo —dijo Tarrick mientras se acomodaba en la entrada del humano.

Matthew se puso encima de Kyle., cuya cabeza estaba casi colgando del lado de
la cama. Agarró sus muñecas, cruzándolas sobre su pecho y las sostuvo en su lugar
con una mano mientras ponía presión en su hombro con la otra.

El erecto pene de Kyle mojó su desnudo abdomen mientras Matthew se meneaba


en el aire, a unos centímetros de su boca. La lengua del humano salió rápidamente,
tratando de lamer la parte inferior de su miembro. Matthew estuvo tentado en
inclinarse y permitírselo, pero se resistió, temiendo la ira de Tarrick.

Tarrick se introdujo en el humano, yendo centímetro por centímetro. Kyle apretó


sus dientes y su rostro se contrajo mientras se acostumbraba a la intrusión. Suaves
sonidos de gruñidos llenaron el aire.

La energía sexual viniendo de él comenzó a sobrepasar los sentidos de Matthew.

—Necesito alimentarme.

—Hazlo —dijo Tarrick.

Matthew agarró al humano con más fuerza y jaló de las hebras doradas de
energía hacia su soavik.

Mierda, él era delicioso.

Las humillaciones de Tarrick y su acumulación le habían ayudado a intensificar


el hambre de Matthew y a intensificar el sabor. Una mano enguantada se posó en
su pecho, deteniendo su alimentación.
—Con calma —dijo Tarrick—. Es por esto que tienes que alimentarte más
seguido. Lo lastimarás con la forma en que lo estás haciendo.

Tarrick tenía razón, había estado bebiendo del humano como un hombre que
había encontrado el único oasis en un desierto eterno. Kyle miró a los dos hombres
encima de él, confundido por sus palabras, pero no dijo nada.

El general reanudó su trabajo de adentrarse en Kyle, empujando dentro de él


hasta que estuvo completamente dentro. Empezó a moverse. Lentamente. La
respiración del humano aumentó con dificultad y su piel empezó a arder.

Tarrick se sostuvo de las rodillas de Kyle y lo acercó a él.

—Te gusta el sentimiento de mi enorme polla ensanchando y llenando tu


pequeño hoyo, ¿no es cierto?

Kyle gimió en respuesta.

Tarrick lo empujó hacia arriba para que su cabeza cayera hacia atrás fuera de la
cama, exponiendo su desnudo cuello a Matthew.

—Libéralo, Matthew y folla su boca. Quiero ver sus dos hoyos llenos de nosotros.

Jesús. Matthew también quería ver eso.

—Kyle, mírame —dijo Tarrick.

El humano luchó para mantener su atención en Tarrick. Trató de levantar su


cabeza solo para dejarla caer sobre el colchón. Sus párpados se volvieron pesados.

—Kyle… —advirtió Tarrick, tomando la parte trasera de su cuello y forzándolo a


encontrar su mirada.

Kyle se concentró.

—… sostén la muñeca de Matthew. Si es demasiado para ti, suéltala y él se


detendrá. ¿Entiendes?

Kyle asintió.
—Quiero que lo digas en voz alta.

—Soltar su muñeca si quiero que se detenga, señor.

—Buen chico —Tarrick soltó su cabeza y pasó su pulgar sobre la completa


erección de Kyle como recompensa.

Matthew puso una de sus manos en el hombro del humano y Kyle tomó su
muñeca debajo del grillete y abrió su boca, esperando que Matthew entrara en él.

Matthew no tuvo que acercarse demasiado, solo lo suficiente para posicionarlo


de forma correcta y se adentró unos pocos centímetros. El sentimiento de una cálida
boca rodeando su sexo era increíble. Amaba la sensación de la lengua de Kyle
recorriendo la punta de su pene hasta el fondo y cuando el humano giró su piercing
casi se corrió.

—Mete todo, Matthew.

Matthew miró hacia Tarrick y luego de vuelta al chico.

—No hay forma en que me soporte.

—Él puede y lo hará. Te quedarás dentro de él hasta que te diga que te retires o
si él libera tu brazo.

Matthew no podía ver el rostro de Kyle desde ese ángulo pero la esencia de
excitación y nerviosismo surgió del humano en oleadas. Empujó sus caderas hacia
delante, deslizándose más a fondo en la boca del humano hasta que tocó la parte
trasera de la garganta de Kyle… entonces siguió adentrándose. El humano se
contrajo mientras Matthew daba una estocada contra sus arcadas involuntarias,
pero no soltó el agarre que tenía en la muñeca de Matthew.

El cuello de Kyle se abultó cuando la polla de Matthew lo llenó. El contorno de su


sexo dentro del chico era ardiente como el infierno. Matthew dio una estocada,
mirando como el cuello se hinchaba aún más. Sus bolas golpearon contra el rostro
del humano con cada embestida.
—Déjalo respirar —dijo Tarrick cuando la piel de Kyle comenzó a tornarse de un
brillante rojo.

Matthew se retiró y Kyle luchó para poder respirar, su garganta sonando ronca y
arruinada. Tarrick palmeó el estómago de Kyle.

—Eres un buen chico, recibiéndolo por completo de esa forma.

La única respuesta de Kyle fue levantar su barbilla y abrir su mandíbula más


ampliamente, esperando por Matthew.

Matthew se adentró de nuevo en la húmeda boca y se instaló en lo profundo de


su cálida y estrecha garganta. Cada vez que Kyle tragaba, Matthew no podía evitar
gemir.

Tarrick se abalanzó sobre el humano por el otro lado, dándole fuertes estocadas
mientras Matthew hacía lo mismo. Incapaz de respirar, ningún sonido vino del
retorcido humano, cuyo cuerpo estaba dando un festín a ambos.

Cuando Kyle comenzó a contraerse, Matthew se retiró. No había querido hacerlo.


Él quería seguir hasta que explotara en el estómago del humano y honestamente,
estaba muy cerca. Pero también quería complacer a Tarrick y demostrarle que tenía
un cierto nivel de contención… incluso si Tarrick usualmente lo hacía venirse como
un adolescente quien apenas había descubierto porno. Era un poco vergonzoso.

Dejó que Kyle tuviera unas cuantas respiraciones y luego se adentró de nuevo,
esta vez tomándolo con fuerza, elevando su placer.

En el otro lado, Tarrick mantenía las caderas de Kyle abajo mientras lo empalaba.
El humano se veía como si fuera a soltar su semen en cualquier momento. La
cuerda alrededor de su pene parecía ser la única cosa que lo retenía. Tarrick se
veía con el mismo control de siempre, cada fuerte embestida parecía ser para el
placer del humano en lugar del suyo.

Había una parte de Matthew que deseó que Tarrick se quitara su ropa para que
él pudiera admirar su fantástico cuerpo, pero había otra parte de él que encontraba
el traje con los guantes de cuero malditamente sexy. Jugaba con su imaginación, la
cual estaba corriendo de forma desenfrenada.

Tarrick fijó su mirada en Matthew. Incapaz de apartar la mirada, Matthew casi se


corrió en ese momento. Casi olvidó dejar al pobre chico respirar; no fue hasta que
Kyle comenzó a golpear violentamente que Matthew se retiró.

El humano inhaló tres largos tragos de aire antes de que Matthew lo llenara de
nuevo. Estaba tan cerca del borde para esperar. Esperó que el humano liberara su
muñeca, pero la sostuvo con más fuerza que nunca. Matthew apenas podía creer
que Kyle estuviera dispuesto a dejarlo hacerle esto a él.

—Jesús —dijo Matthew—. Sabe tan bien.

Tarrick se veía complacido de que Matthew estuviera disfrutando la comida que


había escogido. Se adentró bajo el cuello de Kyle y Matthew sintió la presión contra
su pene. En respuesta, empezó a dar embestidas con más fuerza, follando la
desgarrada garganta del humano.

Matthew estaba dolorosamente cerca. Sus bolas se expandieron y su miembro


se llenó. Se alejó de la cálida boca, listo para correrse en el humano, pero se
sorprendió cuando Tarrick alejó a Kyle para que ya no estuviera colgando del borde.

Tarrick le hizo un ademán a Matthew para que se arrodillara junto al humano en


la cama. Anhelante y jodidamente cerca de correrse, Matthew ni siquiera dudó. Se
movió donde se le indicó y se tumbó para comenzar a acariciarse para terminar con
el acto.

Un feroz gruñido vino de Tarrick y Matthew se detuvo a penas antes de tocar su


polla.

—Lord general… por favor. Esto me está matando.

Una rabiosa, casi malvada, sonrisa cruzó por los labios de Tarrick mientras se
acercó a Matthew y le dio una bofeteada con fuerza en el rostro.
La cabeza de Matthew giró hacia un lado y su forma vampiresa salió
instintivamente. Un voraz gruñido escapó su ser cuando sus colmillos brillantes
salieron.

El humano se enredó entre un gemido y un grito y la esencia de terror salió de él


como un perfume. Pero Kyle no tuvo tiempo de procesarlo todo.

Los ojos de Tarrick cambiaron de azul a morado.

—Córrete —Tarrick le demandó al humano mientras sacaba el lazo de seda que


atrapaba la polla del humano y las bolas mientras continuaba embistiéndolo contra
su próstata.

En el momento en que su polla estuvo libre, el humano jadeó y soltó su carga al


aire con fuerza. El primer espasmo de semen blanco salpicó en su barbilla y cada
uno después de ese, aterrizaron en su abdomen.

En respuesta, Tarrick empezó a desenfrenarse. Matthew miró cuando su perfecto


control se deslizaba en los breves momentos que lideraban hacia la liberación. El
cuerpo del íncubo se tensó mientras llenaba al humano.

De golpe.

La sensación, junto con el aroma de miedo, sexo y lujuria, enviaron a Matthew a


inclinarse sobre el borde. Absolutamente sin tocarse, se corrió sobre el pecho del
humano, sus espesas tiras cremosas se unieron a la piel ya corrompida.

Cuando la neblina de su orgasmo se disolvió, se sentó sobre sus talones y miró


al chico, quien estaba callado, excepto por su corazón, el cual estaba palpitando
con rapidez y fuerza.

Tarrick continuó con sus lentas embestidas dentro de él. Recogió algo del semen
y lo insertó en la boca de Kyle. El humano estaba petrificado, helado sin moverse.

—Traga —ordenó Tarrick.

Darle una orden al humano pareció sacarlo de su estupor un momento. Tragó y


Tarrick repitió el proceso hasta que todo el semen estuvo dentro de su boca.
Cuando hubo terminado, dejó que el humano lo lamiera de sus guantes de cuero
por un par de minutos.

—Limpia su mente.

—¿Todo?

—Solo lo último. Deja que recuerde esta noche.

Matthew alejó su forma vampiresa y luego tomó la cabeza de Kyle para detenerlo
de apartar la mirada.

—No viste nada extraño esta noche. El sexo fue fantástico y no tienes razones
para sospechar que no somos nada más que humanos.

El miedo del humano disminuyó y comenzó a lamer los dedos de Tarrick con
nuevo entusiasmo.

—Acuéstate —Tarrick le ordenó a Matthew.

Cuando Matthew estuvo recostado en la cama, Tarrick alejó su mano de la boca


del humano, lo levantó y lo puso junto a Matthew. Matthew tiró del cálido humano
hacia él y acarició su brazo.

Tarrick fue al baño y, poco tiempo después, regresó con unas cuantas toallas
húmedas. Él ya se había limpiado, sus pantalones abrochados y sus guantes no
estaban. Le tendió la toalla a Matthew antes de que comenzara a limpiar a Kyle.
Con ternura, Tarrick limpió el pegajoso residuo del pecho de Kyle y entre sus
piernas.

Cuando hubo terminado, se acostó del otro lado del humano y acarició su barriga.

—¿Disfrutaste eso, Kyle?

—Sí, señor. ¿Tal vez podríamos… hacerlo de nuevo alguna día?

Tarrick acarició el cabello del humano.

—Tal vez. Pero ahora, ve a dormir. Mi gente te llevará a tu casa en un momento.


¿Está bien?
—Bien.

Matthew sintió como Tarrick envolvía un agarre alrededor del humano, quien
cayó a la deriva en un sueño relajante.

—¿Qué va a suceder con él? —preguntó Matthew.

—Normalmente, esta solo sería una noche que él nunca olvidará… pero un
amigo mío está buscando un sumiso de alimento y él sería perfecto para el papel.

—¿Cómo es que eso funciona? ¿Los alimentos son tomados en contra de su


voluntad? —Matthew se preocupó de que Kyle estuviera a punto de convertirse en
un tipo de esclavo sexual.

Tarrick recorrió su dedo sobre el brazo de Matthew.

—No. A ellos los traen a nuestro mundo y cuidamos de ellos. Se les paga
excepcionalmente bien y no les falta nada. Los favoritos se les extiende su tiempo
de vida. Algunos se vuelven amigos cercanos y amantes, o incluso parejas. Un
humano como Kyle será codiciado por el sabor que tiene.

Matthew pasó sus dedos por un lado de Kyle. Un suave suspiro de satisfacción
sonó del humano dormido.

—¿Sabías que tenía tan exquisito sabor cuando lo recogiste?

—Lo había esperado, pero de ser así no lo sabría hasta que comenzara a
alimentarme. Lo escogí por su naturaleza de sumisión.

—Bueno, si llega a adentrarse a este mundo, va a enloquecer cuando descubra


quiénes somos —dijo Matthew con una sonrisa.

Tarrick sonrió.

—Sí, supongo que lo hará —Tarrick alzó su comunicador frente a su boca—.


Comandante, ven aquí.

Silva apareció frente a la cama.


—¿Ves algo que te guste? —preguntó Matthew con un guiño, haciendo un
ademán sobre su cuerpo. Dios, amaba molestarla. Ni siquiera estaba seguro de por
qué, pero lo amaba.

Ella lo ignoró.

—No encontramos nada durante el recorrido, general. El edificio es seguro.

—Ah, sí. Gracias.

Silvia estrechó sus ojos.

—Si necesita privacidad en el futuro, preferiría que lo dijera y así no me mandaría


a hacer tareas de mierda. Señor.

—Con cuidado, comandante, ni siquiera ha empezado a ver el número de “tareas


de mierda” que puedo asignarle.

Matthew pensó que Tarrick estaba enfadado con ella pero luego sonrió y ella
negó con la cabeza. Parecía ser que se había vuelto cercano a Silva desde que se
había convertido en su comandante de cazadores. Tarick señaló hacia Kyle.

—Quiero el historial completo de este humano. Familia, amigos, todo en lo que


puedan excavar.

—Tan bueno fue, ¿huh?

—Holst lo pensará.

—Si a lord Holst le gusta, te deberá algo después. Ha buscado por el alimento
correcto desde siempre.

—Lo sé. Llévalo a casa por ahora —Tarrick tomó la ropa de Kyle y lo vistió con
ayuda de Silva. Luego ella lo levantó sobre sus hombros y se fue con él. Era un
poco extraño ver a una mujer que era un metro cincuenta de nada, sacarlo, pero ni
siquiera hizo esfuerzo gracias a sus runas.

Matthew se preguntó si Tarrick usaría a Kyle como una forma de influir sobre el
tal lord Holst quienquiera que fuera. Ni siquiera preguntó ya que el equipo de Silva
estaba parado justo afuera y no había manera en que los escudos bloquearan el
sonido.

Miró hacia arriba para ver a Tarrick parado al pie de la cama, mirándolo. Sus ojos
se habían vuelto morados.

—Um. ¿Debería vestirme? —preguntó Matthew, sintiéndose de repente un poco


expuesto a pesar de lo que apenas habían hecho juntos.

—En un momento —Tarrick continuó mirándolo desvergonzado.

Matthew se sentó recargándose en la cabecera y se movió para jalar la sábana


sobre sus caderas.

—No —dijo Tarrick.

Matthew dejó caer sus manos a sus lados. No estaba seguro de qué debería
estar haciendo. Tarrick mirándolo como si esto también lo estuviera confundiendo a
él. ¿El íncubo lo quería o no? Se preocupaba por él, ¿pero realmente terminaba
ahí? Era difícil creerlo cuando miraba a Matthew con tanto deseo.

Pero tal vez Tarrick también estaba confundido. Los vampiros habían matado a
la mayoría de los que amaba, enamorarse de uno no podría ser fácil. Tal vez solo
necesitaba tiempo para darse cuenta de sus propios sentimientos, de la forma en
que Matthew había necesitado tiempo para darse cuenta de lo que sentía por
Devak.

Entonces otra vez, Matthew estaba siendo un idiota. Tarrick tenía casi mil años.
Probablemente estaba diciendo la verdad cuando hablaba de los asuntos de su
corazón. Matthew solo necesitaba aceptar que su amor no era correspondido y
siempre sería así.

Suspiró.

—Nunca había tenido sexo así —dijo Matthew, queriendo cambiar de tema—.
Fue realmente… intenso. Y gracias por darle la oportunidad de decir que no. Sé que
no tenías que hacerlo, pero yo lo necesitaba.
—Lo sé.

Los ojos de Tarrick hicieron un recorrido de arriba abajo por el cuerpo de


Matthew, pero en alguna otra forma, él no se movió.

—No entiendo qué está sucediendo en este momento —dijo Matthew finalmente,
rompiendo el silencio.

—Yo tampoco —susurró Tarrick. Parpadeó con fuerza una vez, luego apartó la
mirada y tomó su saco y corbata del closet—. Vístete. Hemos acabado esta noche.
Te veré abajo.

Tarrick se apresuró a salir de la habitación, dejando a Matthew atrás, desnudo y


en un estado de confusión.
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE

Traducido por Irán

Corregido por Cotota

Matthew se sentó en la cama por algunos minutos antes de levantarse para


vestirse. Pasó el tiempo considerando como sería cualquier tipo de relación con
Tarrick y odio todas las respuestas que se le ocurrieron.

Incluso si hubiera esperado que las cosas pudieran cambiaran en el futuro, tenia
que enfrentar la realidad de su situación: era un esclavo y existía a merced del Alto
Rey. Una vez que el parche de piel ghouling desapareciera, Tarrick probablemente
regresaría a su propiedad, Mathew frotó el área de su cadera. Observó como la piel
podrida reaparecía. Al menos no estaba creciendo en tamaño.

Mientras se vestía, decidió que simplemente disfrutaría lo que tenia ahora.


Últimamente, la vida lo había dejado hecho pedazos, no se había sentido muy
fuerte. Pero ahora tenia esperanza. Era fuerte y se lo probaría a si mismo. Eso le
dio un poco de consuelo.

Vivimos largas vidas, Matthew, Rosaline le había dicho y ella tenía razón. Si él y
Tarrick estaban destinados a ser, no podría ser ahora. Podría esperar… incluso si
lo había hecho durante mucho tiempo.

Una pequeña punzada de culpa burbujeo desde lo más profundo de su ser.


Devak había deseado el amor de Matthew…y él había sido un idiota por resistirse
durante tanto tiempo. Hubiera dado cualquier cosa para cambiar lo que había
pasado. O para tener otro día con Devak.

Pero su guardián había muerto hacía mucho tiempo y Tarrick estaba vivo.
Una vez que termino de vestirse, Matthew agarró la corbata y los gemelos de
Tarrick que habían sido dejados atrás en su apuro por salir. Los metió en su bolsillo
mientras se dirigía afuera.

Silva estaba esperando por él en el vestíbulo.

—¿Dónde está el humano? —Matthew preguntó.

—Deberías ser cuidadoso, aún no tienes permitido hablar a menos de que se


dirijan a ti.

Mierda. Cuando estaba fuera con el equipo o con Tarrick esa regla no aplicaba,
pero ella tenia razón, aún era una regla.

—Lo siento, comandante.

—Personalmente no me importa —dijo mientras lo dejaba en el elevador


privado—. Pero serás castigado si alguien te escucha y lo informa. Para responder
a tu pregunta, tengo a otro equipo llevando al humano a su hogar. Una de las ventas
de ser un cazador de alto rango es que tengo a otros para hacer el trabajo de
mierda… normalmente.

Matthew rió.

—¿Todavía estas enojada de que te hizo hacer esa revisión, eh?

—Espero que cualquier cosa de la que hayan hablado ustedes dos fuera
importante.

—Lo fue.

Estuvieron en silencio por algunos minutos mientras el elevador descendía hasta


que Matthew preguntó:

—¿Alguna vez peleaste en esa arena?

—Realmente disfrutaste viendo eso ¿verdad? —preguntó entre risas.

Él se encogió de hombros.
—Sí, estuvo bien, supongo.

Ella lo miró.

—¿Lo supones?

—Está bien, fue jodidamente asombroso. ¿Tienen peleas como esa todas las
semanas?

Ella rió.

—No todas las semanas. Y no, nunca he peleado. Aunque siguen intentando de
ponerme en el ring. Darragh pelea mucho allí. Deberías preguntarle sobre eso.

—¿Darragh? ¿Quién es? —preguntó Matthew.

Silva negó con la cabeza.

—Deberías aprender los nombres completos de tus compañeros de equipo. El


nombre completo de Mac es Darragh Mac Nellis.

—Oh. Um, no se tu nombre completo tampoco… o el de alguien más, supongo.


Sólo asumí que los cazadores sólo usaban un nombre cuando se convertían en
cazadores.

—Julie.

—¿De verdad?

—Sí.

—Julie Silva —Matthew dijo entre risas.

—¿Qué es tan divertido?

—Tienes un nombre tan femenino.

Ella le lanzo un golpe juguetón en su brazo.

—Cállate.
Ambos estaban riendo cuando las puertas se abrieron. Tarrick levantó una ceja
al verlos y ambos guardaron silencio.

Sin una palabra Tarrick salió hacia la limusina, Matthew se arrastró detrás
mientras que los Wardens cubrían el auto mirando desde los tejados. Matthew tomo
el asiento opuesto a Tarrick.

—Dejaste estos —dijo Matthew y sacó los gemelos y la corbata de su bolsillo,


entregándoselos. Tarrick no hizo ningún esfuerzo para tornarlos, solo se sentó ahí,
mirando a Matthew.

Sintiéndose un poco incómodo, Matthew dejo los objetos en el asiento junto a él.

—¿He hecho algo que lo molestara, Lord General?

—No.

El silencio llenaba el aire.

Matthew comenzó a jugar con su anillo de luz de día. Siempre había un leve
zumbido de magia proveniente de él, pero no le molestaba.

—¿De dónde vino este anillo? Pensé que sólo había cuatro —preguntó Matthew.

—El Alto Rey lo encargo a pedido del Emperador.

—Ah —Devak le había dicho a Matthew que solo había una bruja que sabía
como hacerlos. Esa bruja debe haber sido una aliada de los incubos, de lo contrario
los anillos probablemente no serían tan raros.

—¿Piensas en él a menudo?

Matthew hizo una pausa ante la repentina pregunta.

—¿Te refieres a Devak?

Tarrick asintió una vez.

—Yo, uh, trato de no hacerlo. Es doloroso, ¿sabes? Es… —Matthew parpadeo


con fuerza un par de veces y trago saliva—. Me siento culpable de no pensar en él
más, pero con mi memoria, parece tan real… es demasiado difícil. Es lo mismo con
Alyssa. Se que no es saludable, pero… —Matthew se frotó la frente. Sus fracasos
–sus pérdidas– lo consumieron. Haría cualquier cosa para verlos de nuevo.

—Pienso en mis compañeros a menudo.

Matthew estudió a Tarrick, quien se veía perdido en sus pensamientos y espero


a ver si el general decía algo más. No lo hizo. Más silencio pasó. Tarrick estaba
procesando algo y Matthew trato de ser paciente, pero lo estaba volviendo loco.

—Me divertí esta noche… ya sabes… en nuestra no cita —Matthew ofreció,


tratando de aligerar el estado de ánimo.

La atención de Tarrick regresó y el borde de su boca se levantó, dejando al


descubierto una pequeña grieta en su comportamiento serio.

Matthew le devolvió la sonrisa.

—Gracias por…—Matthew dejo de hablar cuando voces oscuras comenzaron a


susurrarle al oído y una oleado de poder rozó el borde de sus sentidos—. Maldición.

Tarrick se inclinó hacia adelante.

—¿Qué es?

—Tienes que dejarme tener mi arma ahora mismo.

—Solo el Emperador o el Alto Rey pueden remo… —antes de que pudiera


terminar las ventanas de la limusina se rompieron mientras una especie de
explosión les golpeó. Las orejas sensibles de Matthew vibraban.

Una ráfaga de movimiento estalló alrededor de ellos mientras nubes oscuras


surgían a través de las ventanas y dos demonios tomaron forma en el auto.

El primero era una figura oscura que parecía casi humano, excepto por las puntas
afiladas que cubrían su cuerpo y tenia ojos negros. Levantando una daga oscura se
lanzó sobre Tarrick.
El General agarró la muñeca del demonio y la rompió con un chasquido
nauseabundo, obligándolo a soltar la cuchilla. Con su otra mano Tarrick arrancó la
daga del aire y la condujo a través de la carne de la garganta del demonio,
forzándola hacia arriba a su cerebro. Sangre negra se escapó de la herida, pero
Tarrick empujó al demonio hacia el piso de la limusina antes de que cayera en su
traje.

Matthew se habría sentido impresionado por la destreza de Tarrick si no estuviera


ocupado con su propio demonio. Había aparecido a centímetros de su cara y había
hundido su daga en el hombro de Matthew.

Cuando el demonio le siseó, cuerdas de saliva aceitosa se aferraron entre su


boca llena de dientes afilados.

Matthew lo golpeó, pero la criatura igualó su velocidad, esquivando sus ataques.


Golpeó de nuevo a Matthew, clavándole la daga en el estómago. Matthew no se
molestó en esquivarlo, no tenía suficiente espacio en la apretada limusina y de todos
modos no era alguien refinado. La daga paso cerca de sus bolsas.

El taque dejó al demonio expuesto y Matthew utilizó tanta energía como pudo en
su fuerza y golpeó al demonio directamente en el pecho, enviándolo a la partición.

La limusina se desvió defensivamente y luego se detuvo.

El demonio intento levantarse, pero Matthew no iba a dejar que eso sucediera.
Estaba arremetiendo contra él con golpe tras golpe antes de que pudiera moverse.
Su piel se abrió y cintas de sangre negra pintaron el pecho de Matthew y el área
alrededor de él.

—Matthew —dijo Tarrick.

Matthew no se detuvo a pesar de que su demonio estaba muerto.

—Matthew —repitió Tarrick, esta vez con un comando detrás de su voz.


Matthew gruñó y miro sobre su hombro. No había una sola gota de sangre en el
general. Ya se había quitado la camisa y estaba en el proceso de quitarse los
pantalones, su cuerpo estaba creciendo.

Sacudió la cabeza.

—¿Por qué sin importar a donde te lleve, terminas haciendo un desastre?

Matthew miró hacia abajo. Estaba cubierto de sangre: su propia sangre roja de
su torso herido, sus tatuajes sangrantes y sangre negra del demonio que acababa
de pulverizar.

Una gran masa de algo golpeó el techo de la limusina con un ruido sordo.

Tarrick –aún transformándose en su completa forma incubus– salió de la limusina


y terminó su transformación. La única pieza de ropa que vestía era un par de
calzoncillos, con las costuras estiradas hasta sus límites absolutos.

Matthew corrió fuera de del auto después de él e inspeccionó el área. Estaban


en medio de una calle de cuatro carriles, rodeada de altos edificios de ladrillo. A su
alrededor había autos abandonados y humanos muertos cubriendo el suelo.

Había un tenue brillo de un velo enmascarando esta lucha de los humanos que
pasaban, enviándolos a un desvío.

Con un resplandor de brillo verde Silva cayó del cielo, espada en mano y la llevó
hacia el pecho de un demonio que yacía en el techo de la limusina, liquidándolo.

—Informe —dijo Tarrick, su voz ahora unas octavas más profunda.

—Hubo seis en total —dijo, apuñalando al demonio de nuevo por si acaso—.


Cuatro están muertos ahora. Uno logró huir hacia el centro. Tengo mi equipo en su
culo ahora. Perdimos al otro. Los argonautas están a tres minutos, ninguno de ellos
estaba en la Gran Torre esta noche.

Tarrick miró alrededor.

—¿Y el otro demonio?


—Lo perdimos, pero no creo que haya ido muy lejos. Parecía que querían algo
de ti o de Matthew —Silva dijo mientras saltaba del auto y abría el maletero. Dentro
había un conjunto completo de armas y la coraza de Tarrick. Ella lo agarró, lo puso
sobre sus hombros y pronunció las palabras para expandirlo. El metal iridiscente
atrapó la luz de la calle, brillando en la noche cuando la armadura se envolvió
alrededor de su cuerpo.

Matthew no pudo evitar mirar fijamente al incubo. Tarrick no era el guerrero más
grande de su raza, pero Matthew siempre lo encontraba más impresionante. Una
mirada hacia él y nadie podría confundirlo con nada más que con un líder. Su
lenguaje corporal era dominante e incuestionable. Su voz segura con autoridad.

Incluso los muñones que ahora tenía como cuernos no le restaban valor a su
resplandor.

Tarrick estiró sus extraordinarias alas y pisó un casco contra el suelo para sacudir
la armadura en su lugar.

En esta forma, su fuerza podría rivalizar con la de un vampiro. Los recuerdos de


la noche en que vio la verdadera forma del Alto Rey se apresuraron a entrar... el
Rey era mucho más grande que Tarrick... y más fuerte... y despiadado... y, oh dios,
el dolor... Matthew comenzó a girar en espiral hacia abajo mientras los destellos de
esa noche lo invadían. Cerró sus ojos y se tambaleó hacia atrás, chocando contra
el costado de la limusina.

El suave aroma del vino dulce y el aceite fragante pasaron y una mano firme se
posó sobre su hombro.

—Muri —una voz gentil susurró. Matthew abrió sus ojos para ver a Tarrick de pie
junto a él. Se estremeció, pero Tarrick no renunció a su agarre.

—Guerrero —dijo Tarrick, pasando su otra mano por la cara de Matthew—,


Necesito que rastres a un demonio por mí. ¿Puedes hacer eso?

Se centró en el toque de Tarrick... su respiración... su olor... cualquier cosa para


ayudarlo a mantenerse conectado a la tierra en este momento. Esta noche había
sido una noche tan agradable, no quería que terminara en desesperación y tristeza.
Tarrick le había dado una tarea. Y, sí, él podría hacer eso. Se levantó del auto y
olfateó el aire.

Atrapó el olor del demonio. Estaba en algún lugar cerca, y por encima de ellos.

Silva tomó un kanabō del maletero, pero Tarrick se inclinó sobre ella y recogió
un claymore en su lugar. Un humano que usara el arma blanca necesitaría dos
manos para empuñarla, pero Tarrick solo necesitaba una en su tamaño actual.

Matthew no pudo evitar pensar que su cambio de arma fue por su bien. Odiaba
ese puto kanabō. Incluso después de todo este tiempo, no pudo evitar recordar la
noche en la que había sido golpeado hasta el borde de la muerte. Esa era la parte
de mierda de tener una memoria casi perfecta; recordar lo bueno y lo malo.

—¿Crees que puedas seguir el ritmo, viejo? —dijo Matthew, tratando de aligerar
el estado de ánimo.

—¿Viejo? —Tarrick le lanzó a Matthew una espada larga. Matthew le guiñó un


ojo cuando la atrapó y se fue en dirección al demonio. El general lo siguió, sus
cascos golpeando contra el asfalto y dijo—. Entiendes que la edad me da una
resistencia increíble, algo con lo que luchas.

Ouch.

No es que estuviera totalmente equivocado...

Silva se teletransportó frente a ellos. De un bolsillo en su capa sacó un puñado


de barras de metal delgadas y largas. Comenzaron a brillar de color verde en su
mano y ella las arrojó frente a ella.

Se formó un velo.

Matthew lo encontró fascinante. Nunca antes había notado que un cazador


hiciera eso. La pasó y ella observó a dónde iba, luego se teletransportó nuevamente
frente a él y repitió el proceso para mantenerlos ocultos de los humanos.
—Si enviaste a tu equipo lejos, ¿mataste al demonio solo? —le preguntó
Matthew.

—Sí. Sé cómo hacer mi trabajo... y logré matar el mío sin conseguir sangre por
todas partes —dijo, arrojando otra barra de metal a la entrada del callejón que
rechazaron.

Matthew se miró a sí mismo. Su ropa estaba arruinada. Tenía la esperanza de


poder deslizarse de nuevo en los vaqueros cuando estuviera solo en su habitación...
ahora lloraba su muerte.

—Fui engendrado por el Dios de la Sangre. Sangre.

—Uh huh —dijo, teletransportándose al otro extremo del callejón.

Matthew aceleró a su lado.

—¿Qué significa uh huh?

—Significa que retiro lo que dije antes sobre la mejora de tu técnica. Deja de ser
descuidado.

Tarrick los alcanzó por detrás: su respiración era rápida pero controlada, como
la de un atleta.

—¿Esta cerca?

Matthew escuchó. Podía oír los susurros. Un leve olor a muerte pasó a la deriva.

Miró hacia arriba.

—Está por encima de nosotros en alguna parte.

—Quédate aquí, Matthew —dijo Tarrick mientras saltaba en el aire. Silva se


teletransportó al techo de un edificio residencial.

Matthew resopló y se sentó en un cubo de plástico volcado. Crujió bajo su peso.

—Sí. Eso está bien. El vampiro se relajará en este callejón. Solo. Sin divertirse
peleando con un demonio.
No estuvo solo por mucho tiempo.

Matthew observó cómo Silva se teletransportaba por el edificio, disparando su


ballesta en el aire. Un momento después, una masa retorcida de alas y músculos
apareció disparando a través del cielo nocturno. Tarrick estaba sin armas y
encerrado en combate con un demonio. Este era el demonio más cliché que
Matthew había visto nunca; con piel borgoña, alas, cuernos, pezuñas...Parecía casi
un incubo, pero retorcido y ruin.

Las dos figuras lucharon entre sí mientras se desplomaban. Tarrick terminó en


la cima. Extendió sus alas para frenar su descenso, pero aun así bajaron rápido,
chocando contra una escalera de incendios. El metal gimió y se rompió bajo su
peso, enviándolos rodando hacia el callejón. Cayeron en un contenedor cerrado.

El aire fue sacado de los pulmones de Tarrick y él comenzó a jadear por aire. El
demonio se recuperó más rápido, se paró en la tapa y se lanzó al incubo. Una lluvia
de flechas voló hacia él; la mayoría de ellos rebotaron sin causar daño, pero uno se
hundió en su mejilla.

El demonio le siseo a Silva y sacó la flecha.

Matthew se abalanzó sobre la criatura, saltó sobre el contenedor y golpeó su


cuerpo contra él. El demonio se tambaleó fuera del contenedor, pero logró
mantenerse en pie con un aleteo de sus alas.

Matthew saltó hacia él, la espada por delante. Golpeó su hombro con fuerza ... y
la espada rebotó en su piel.

El demonio se rio y arañó la carne mucho más suave de Matthew, cortándolo.

Más sangre.

Más desastre.

Maldita sea, ahora todo el mundo se iba a burlar de él. Por pura vanidad, empujó
el poder en su curación, a pesar de que la herida no era grave y se curaría con la
suficiente rapidez por si sola.
El demonio lamió la sangre de Matthew de la punta de sus garras.

—Es cierto entonces —dijo, su voz oscura—. Has sido convocado. Vendrás
conmigo.

—Sí... no —dijo Matthew y se abalanzó sobre él.

Los dos se estrellaron contra el suelo, rodando uno sobre el otro en una lucha
por llegar a la cima. Garras, puños y rodillas volaban mientras sus cuerpos se
agitaban.

De alguna manera, Matthew se agarró de su muñeca y tiró al demonio al suelo


junto a él.

Antes de que pudiera volver a levantarse, una gran pezuña pisoteó la cabeza de
la criatura, haciéndola saltar como una sandía, enviando materia cerebral y sangre
negra viscosa por todo el costado de Matthew.

Tarrick estaba triunfante sobre el demonio. Removió de su casco lo que quedaba


de la cabeza del demonio y lo sacudió un poco, llevando más mierda sobre Matthew.

—Oh, vamos —Matthew se sentó, limpiándose la cara con el interior de su


camisa—. ¿De verdad?

Tarrick sonrió y sacudió su pierna de nuevo, deshaciendo todos los esfuerzos de


Matthew por limpiarse.

—Ahora solo estás siendo un gilipollas —Matthew se levantó de golpe y pasó su


mano ensangrentada por la parte delantera de la armadura de Tarrick, dejando una
larga mancha de sangre—. Yo también puedo ser uno.

Tarrick atrapó la muñeca de Matthew y lo jaló hacia él. Se inclinó y reclamó la


boca de Matthew; agresivo y casi despiadado en su conquista. Atrapado por
sorpresa, Matthew trató de alejarse, pero Tarrick agarró la muñeca de Matthew con
más fuerza y sujetó su mano libre detrás de su cabeza, sin dejarlo ir a ninguna parte.

Matthew se rindió y la pasión se retorció dentro de él, dirigiéndose hacia abajo y


calentando su núcleo.
Se sentía tan pequeño en este momento. Poseído. Y por una vez se sintió bien.

Nunca entendió su atracción por Tarrick. Con todo el derecho debería


despreciarlo: Tarrick lo había engañado, lo había convertido en esclavo, lo había
llevado a esta jodida guerra, y ni siquiera lo amaba de vuelta ... y sin embargo...
incluso con todo eso, todavía quería al general incubo.

Se preguntó si esto lo hacía un hombre débil, por sentirse así. Matthew deseaba
algo más que este beso e instintivamente envolvió su pequeño agarre incubo en
Tarrick. En respuesta, Tarrick rozó su propio agarre contra Matthew. Se sentía como
una pluma que le hacía cosquillas en la piel. No fue agresivo ni manipulador, solo
estaba allí, cálido y reconfortante.

Se acomodó en el beso, dejando que Tarrick guiara con su lengua agresiva.


Matthew deseó que su dura armadura no estuviera entre ellos.

—Oh, si hubiera sabido que iba a haber una sesión épica de besos habría traído
mi culo aquí más rápido —dijo una joven voz desde detrás de Matthew.
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO

Traducido por Ravell

Corregido por Cotota

Un suave gruñido se escapó del pecho de Tarrick al tiempo que se alejaba de


Matthew y miraba a Hiroto, quien estaba de cuclillas sobre un contenedor de basura
a unos pies de distancia. Con la máscara abajo y una sonrisa que se hacía más
grande mientras saludaba a Tarrick.

Matthew se había quedado pasmado por unos momentos antes de recobrar la


compostura y darse cuenta de que el resto de los Argonautas –y de los Guardianes–
los estaban mirando.

Matthew tomó un paso lejos de Tarrick y se enderezó.

—Entiendo que perdieron al saltador de cuerpos —dijo Tarrick con su cuerpo


comenzando a regresar a su forma humana.

—Si hubieras tenido tu maldito comunicador puesto sabrías eso, General —dijo
Prescott sacándose el casco.

Tarrick se encogió de hombros.

—Debió dañarse durante la batalla.

Matthew podía ver el comunicador de Tarrick en perfecto estado sobre su


muñeca, Pensando en ello, Tarrick no lo había encendido desde que había dejado
el dormitorio. Era como si no hubiese querido llamar por refuerzos o dar órdenes
esa noche. Tal vez necesitaba un descanso de ser un general… o quizás él tan sólo
quería pelear al lado de Matthew por una vez.

Prescott miró a Tarrick, pero no dijo nada respecto al comunicador.

—He ordenado a un equipo que limpie los velos y…

Tarrick agitó su mano desdeñosamente, cortando sus palabras.


—Gracias, Emperador. Puedes hacerte cargo desde aquí.

Una SUV se detuvo enfrente de ellos. Tarrick, ya en su forma humana, se montó


en la parte de atrás y le hizo señas a Matthew para que lo siguiera. Matthew miró a
Prescott por un momento, inseguro de si debía quedarse con su equipo, pero
Prescott le indicó que se marchara.

Matthew se sentó a un lado de Tarrick y suspiró pesadamente mientras se hundía


en el asiento trasero. Estaba ensuciando la SUV, pero realmente no le importaba.

Tarrick arrugó su nariz.

—Apestas.

Matthew rió.

—Tú tampoco hueles a rosas —ambos observaron a través del parabrisas como
el conductor se incorporaba al camino—. ¿A qué crees que se refiera el demonio
cuando dijo que había sido “convocado”?

—Mi mejor especulación es que has captado la atención de un demonio


soberano, posiblemente Mazarus, y que te quieren con ellos.

—¿El hijo del Alto Rey? De cualquier modo, ¿por qué está Mazarus en el Foso?
¿O es eso algo que no debería preguntar?

Tarrick dejó escapar una risilla divertida.

—Dudo sinceramente que te refrenarías de preguntar algo sólo porque no lo


tuvieses permitido.

Matthew intentó suprimir una sonrisa avergonzada, pero fracasó. Tenía que
admitirlo…desde que Tarrick se había mostrado de nuevo en su vida, él se había
podido sentir de nuevo sí como sí mismo.

—Y todos conocen la historia. ¿No es eso así, Peters? —Tarrick le preguntó al


cazador que iba conduciendo la SUV.

El cazador dirigió su mirada al espejo retrovisor.


—Sí, Lord General. Pareciera que en cada fiesta en la que tengo que ser guardia
el tema es traído a colación.

Matthew levantó una ceja. Él había estado involucrado en una cantidad


considerable de festejos y nunca había oído nada. De hecho, de acuerdo con su
experiencia la mayoría de los íncubos raramente discutía acerca del Alto Rey, y si
era mencionado lo hacían con una callada reverencia.

—Creo que he estado en las reuniones equivocadas —dijo Matthew.

La esquina de la boca de Tarrick se levantó en una media sonrisa.

—De hecho, sí. En el tiempo en el que estuviste bajo mi cuidado, chocaste


hombros con la aristocracia, pero hay un lado entero de mi gente con el que aún no
has tenido la oportunidad de interactuar. Tal vez te lo muestre un día.

La idea emocionó a Matthew, pero no se permitido a sí mismo estar demasiado


ansioso, el futuro era demasiado incierto y estaba fuera de su control.

Tarrick giró su cuerpo para enfrentar a Matthew, lo que debió ser incómodo
considerando que se encontraba en armadura de placas, pero él se las arregló para
hacerlo lucir fácil.

—Mazarus era el Alto Lord General antes de que mi madre ganara el título. Él
lideró el último enfrentamiento en el Foso mismo y con su armada contuvo a los
demonios el tiempo suficiente para que el Foso fuera cerrado. Mazarus no tuvo la
oportunidad de escapar y fue considerado muerto.

—Pensé… —Matthew se pausó, preocupado sobre ser castigado; pero su


curiosidad fue más fuerte—. Pensaba que el Alto Rey no había… estado con nadie
desde que asesinó a Devak… entonces, ¿son todos sus hijos de tiempo antes?

—Sí, y el resto ya están muertos. Ni siquiera tiene a muchos descendientes


ahora. Todos esperamos que tenga un nuevo hijo. Un nuevo heredero.

—Eso es lo que Rosaline quiere, ¿no es así? Darle un nuevo hijo.


—Correcto —un pequeño hilo de tristeza vino de Tarrick y le tomó a Matthew un
momento el entender por qué: Rosaline nunca estaría de su lado. Ella amaba al Alto
Rey. Él era su mentor, su salvador. Si ellos lo mataban, ella nunca iba a perdonarlos.

Rosaline era uno de los amigos más cercanos de Tarrick y lo que estaban
haciendo los iba a separar al final.

Matthew le había permitido a Tarrick sentir su tristeza… entonces cortó la


emoción y Matthew no fue capaz de leerlo más.

Matthew posicionó su mano sobre el muslo armado de Tarrick.

—Sabes, estás es la mejor cita que he tenido en mi vida.

—No fue una cita, Matthew.

—Lo que digas, Lord General.

Tarrick suspiró y descansó su mano encima de la de Matthew y así los dos


pasaron el resto del viaje en un cómodo silencio… hasta que la Alta Torre entró en
su campo de visión y Matthew sintió como un peso cayó sobre él. Era su prisión, y
una vez dentro no podía olvidar que era un esclavo; no como había ocurrido esa
noche caminando por Nueva York con un hombre al que amaba.

Pero él no dejo que nada de eso se mostrará mientras Tarrick lo conducía al


elevador. Matthew contuvo su decepción cuando el elevador se detuvo en su piso y
Tarrick lo despidió con un “Hay sangre en tu cuarto. Ten una buena noche,
Matthew.”

No era por completo la forma en la que él quería que un ‘no cita’ terminara, pero
apenas podía quejarse.

Ya en su cuarto, Matthew bebió la fría sangre que estaba esperando por él, se
duchó, deslizó un par de bóxer sobre su cuerpo y se metió a la cama antes de que
el sol se alzara. Incluso con el anillo puesto, aún podía sentir los tirones del sueño.
Su cuerpo estaba estimulado y agotado mientras terminaba de sanar las heridas
que el demonio le había causado.
Matthew contempló su cadera; el putrefacto parche de piel se había reducido
considerablemente durante la noche. Eso significaba que el trabajo de Tarrick
estaría terminado aquí y que tendría que regresar a su estado de Ashwood.

Dolor lleno su pecho. Él no quería que Tarrick se marchara.

Matthew se recordó a sí mismo que debía de mantenerse centrado en sus metas.


Tenía a un rey al cual derrocar.

Si vamos a hacer esto, no podemos permitirnos distraernos uno al otro.

Tarrick estaba en lo cierto.

Pero Matthew quería ser distraído por él. Quería sentir cálidos brazos
envolviéndose alrededor de su cuerpo. Quería escuchar al general trabajando
mientras el dormía. Matthew comenzó a imaginar la esencia de Tarrick y se percató
que estaba siendo un tonto. Empujó lejos sus pensamientos, pero la esencia no se
desvaneció… era real.

Tarrick estaba cerca.

Matthew se deslizó fuera de la cama, caminando silenciosamente hacia su puerta


y presionando su mano contra ella.

Tarrick estaba afuera, parado en el pasillo, Entonces, finalmente Matthew lo


escuchó de nuevo desde su cuarto dirigiéndose de vuelta al elevador.

Matthew no quería que Tarrick se fuera… él abrió la puerta y se apareció frente


a Tarrick bloqueando su camino hacia el elevador.

Tarrick se detuvo. Su oscuro cabello rubio aún estaba mojado de la ducha y


vestía pantalones holgados de color negro con una camiseta blanca que se ceñía
perfectamente a su pecho. Se encontró con los ojos de Matthew y su boca se separó
como su quisiera decir algo, pero las palabras fallaran en salir de él.

Matthew tomó un precavido paso adelante, penetrando en su espacio.

Los ojos de Tarrick recorrieron el cuerpo casi desnudo de Matthew. Sin decir
nada, cerró sus párpados e inclinó su cabeza.
Dejó escapar un suspiro e inesperadamente su glamour se desvaneció. Terribles
cicatrices a parecieron sobre su cuerpo y profundas bolsas debajo de sus ojos, los
cuales se abrieron u se enfocaron de nuevo en el rostro de Matthew. Lucía cansado;
exhausto.

Matthew se estiró y trazó una de las más prominentes cicatrices de Tarrick, la


cual cruzaba su brazo y desaparecía debajo de su camiseta. Descanso una mano
sobre su musculoso hombro y le dio un apretón tranquilizador.

—¿Cuándo fue la última vez que dormiste?

—Hace ya tres semanas.

¿No desde la noche en la que había perdido el control?

Mierda.

Tres semanas era un largo tiempo sin dormir, incluso para un incubo maduro.

Matthew deslizó sus manos detrás del cuello de Tarrick empujándolo más cerca
contra él. El cuerpo de Tarrick se relajó y dejó descansar su cabeza sobre el hombro
de Matthew derritiéndose contra él. Se encontraba vulnerable, expuesto en una
forma que Matthew nunca había visto antes. Era completamente no característico
de Tarrick y aun así nada de eso se sentía incorrecto.

Matthew envolvió su otro brazo alrededor de él y lo abrazó más fuertemente. —


Nunca he admitido esto a ninguna de mis hijas, pero creo que las mejores citas
siempre terminan en una cama compartida.

El cuerpo de Tarrick tembló, ya fuera debido a una risa o algo más Matthew no
estaba seguro, pero fuera lo que fuese no estaba dispuesto a dejar ir a Tarrick.
Sujetó la mano de Tarrick y la haló, conduciendo al general por el pasillo.

Sin ventanas, su cuarto estaba oscuro —no se había molestado en encender la


luz más temprano, dado que no lo necesitaba—, pero eso no parecía molestar a
Tarrick quien hizo su camino hasta la cama y se deslizó debajo de las sábanas.
Matthew se le unió, presionándose contra su espalda de tal modo que estaban
acurrucándose como si fuese cucharas. Matthew extendió sus brazos alrededor del
cuerpo de Tarrick y lo sostuvo fuertemente.

La respiración de Tarrick cayó a un ritmo tranquilo.

Matthew lo observó y en su mente se formó una idea. Quería más de esto.


Deseaba que cada noche fuera como esta. Y anhelaba oír decir a Tarrick ‘Te amo’
aunque sólo fuera una vez.

Pero nada de eso era para él. Lo sabía desde el comienzo y se las estaba
arreglando con lo que pudiese obtener.

—Matthew… —dijo Tarrick con la voz soñolienta.

—Hmm?

—No puedo dormir si estás haciendo eso.

—¿Haciendo qué?

Tarrick retiró el anillo de luz de día del dedo de Matthew.

Oh.

El cuerpo de Matthew se puso rígido. Intentó batallar en contra del sol, pero no
duró mucho.

—Tramposo —dijo aliviado. Su pecho retumbando con un feliz gruñido.

Tarrick se acurrucó contra el cuerpo de Matthew.

—Ve a dormir, guerrero.

Matthew no supo el momento exacto en que el sueño lo reclamó, pero la euforia


de tener el cuerpo de Tarrick calentándolo fue el último pensamiento en su mente.
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

En la noche, Matthew se despertó contento por primera vez en siglos. Estaba


sobre su espalda, Tarrick presionado a su lado, su masculino olor a noche y tierra
intoxicándolo. Murmuro algo inentendible y se dio la vuelta, envolviendo sus brazos
alrededor de Matthew y siguiendo con su sueño.

Al otro lado había otra persona, su cuerpo más cálido que el de Tarrick. Matthew
inhaló el delicado aroma a vino dulce y aceite perfumado.

Devak se volvió y también envolvió sus brazos alrededor de Matthew.

—Está cansado, mi príncipe —dijo el guardián.

—Entonces lo dejaremos dormir.

Matthew no podía estar más feliz. Puso un brazo alrededor de cada uno de los
hombres que amaba y los apretó con fuerza.

Devak se apoyó en el brazo de Matthew.

—Siento no haberte protegido de Malarath.

—Sé que lo habrías hecho de ser posible, pero… está bien…

Una memoria vino a Matthew: Devak apuñalado por Prescott. Devak muriendo.

Devak estaba muerto.

Matthew cerró los ojos.

Cuando los abrió, la cama estaba fría y vacía. No Devak. No Tarrick, tampoco.
Aunque su olor permanecía.
Maldijo a su cerebro por engañarlo. Era cruel que él oliera a Devak… lo tocara…
solo para que lo arrancaran de él. Había pasado casi un año desde su muerte y el
dolor aún no se entumecía.

Sus manos se movieron al espacio vacío donde había estado Tarrick. Supuso
que era demasiado que un esclavo esperara a alguien amado a su lado cuando
despertara.

Su corazón dolió y pestañeo con fuerza, negándose a que sus ojos se


humedecieran.

Deslizándose fuera de la cama, ignoró la botella de sangre y el anillo que lo


esperaba en la mesa de noche, y fue hacia la puerta que separaba su habitación de
la de Samantha. Presionando su mano contra la puerta, deseo que ella estuviera
allí. Había pasado más de un mes desde que la había visto en persona y estar lejos
de su hija ligada por demasiado tiempo le pesaba.

Su tableta comenzó a sonar. Se sentó en la cama y la contestó.

El rostro de Samantha apareció.

—También te extraño —le dijo.

Matthew le sonrió. Ella le daba más alegría de lo que pudiera imaginar.

—¿Cómo estuvo la cita? —le pregunto.

—No era una cita…

Ella rió.

—Definitivamente era una cita.

—Si, ¿verdad? Fue increíble —ella le dejó contar lo que paso. Bueno, se saltó la
parte de Kyle—. ¿Crees que me dejará luchar en la arena? —le preguntó.

Ella inclinó su cabeza hacia un lado.

—Algo así. Ya verás.


Él suspiró.

—¿Cuál es el punto de tener una hija oráculo cuando no me dices nada?

—Pff, te digo casi todo.

Hubo un movimiento en la pantalla y Samantha miró hacia arriba, sobre la


cámara.

—Solo tengo otro minuto más. No seas intenso —le dijo a quién sea estuviera
en la habitación con ella.

—¿Es ese Gavyn? —preguntó Matthew.

Ella volteo la cámara y Gavyn estaba parado en sus ropas de cazador. Su


conjunto cubría considerablemente menos de lo que los cazadores normalmente
llevaban; era un arnés de cuero que dejaba su pecho y tatuajes expuesto. Tenía
una espada normal de cuero, estacas y elixires en su cinturón.

Asintió respetuosamente hacia Matthew y luego le habló a Samantha.

—Siento interrumpirte, solo quería despedirme rápidamente antes de ir al trabajo.


¿Iras a la fiesta esta noche?

—Aun no lo sé. Pero te daré un beso de buena suerte, la necesitaras.

—¿En serio? ¿Por qué? ¿Qué va a pasar?

Ella le dio una pequeña sonrisa diabólica.

—Odio cuando haces eso —gruñó mientras ella saltaba y trataba de besarlo.

Gavyn miró a la cámara y nerviosamente volvió la cabeza para que ella capturara
su mejilla. Ella gruño inconforme y puso la tableta sobre la mesa.

Matthew negó con la cabeza mientras escuchaba como se besaban. Un


momento después su rostro llenó la pantalla de nuevo. Gavyn había salido de la
habitación.

—Supongo que las cosas van bien con él.


Avergonzada, ella miró a un lado por un momento y sonrió.

—Prométeme que no lo mataras.

—Nope. Si rompe tu corazón no puedo garantizar eso —dijo medio bromeando…


pero la verdad era que si Gavyn la hería, Matthew podría no tener opción en sus
acciones.

Ella frunció el ceño y luego sonrió.

—Desapareció.

Matthew movió una mano a su cadera. La piel era suave allí. Ya no más
convertirse en ghoul.

—Sí. Se ha ido.

—Nos quedamos sin tiempo. Hablamos después.

—Estaré esperándolo, te amo.

La pantalla se puso negra.

—Así que, ¿lo de anoche fue una cita? —dijo Hiroto detrás de él.

Asustado, Matthew se volvió rápidamente y aruñó el aire. Hiroto se teleportó lejos


de su alcance y reapareció acuclillado sobre un librero.

Matthew forzó sus garras a retirarse.

—Jesucristo. ¿Cómo es posible que no pueda sentirte para nada? Y sé que no


estas usando esa mierdera runa para ocultarte.

Hiroto bajo su máscara, sus ojos sonrieron tan felices como su boca.

—Secreto del trabajo.

—¿Has estado aquí todo el tiempo?

El kitsune salto del librero a la cama.

—¿Quién crees que trajo la sangre?


La puerta se abrió y Ezra y Ophelia entraron. Matthew gruñó cuando los vio.

—Tienes que–

—Venir con nosotros —dijeron los gemelos.

—Tiene que entrenar —dijo Hiroto; todo rastro de su coquetería desapareció.

—Tenemos órdenes–

—… del Alto Rey, zorro —dijeron la última palabra al unísono, viéndose


asquerosamente orgullosos de ellos mismos.

—Bien. Pero iré con ustedes.

Sus ojos adolescentes se entrecerraron y sus labios rosados se tensaron.

—Tú no eres–

—necesario.

Hiroto se encogió de hombros.

—Ya conocen las reglas, no pueden estar solos con él.

—¿Eso es una regla? —pregunto Matthew, sin sorprenderse.

—Algo así. Por alguna razón el Rey valora a estos dos y no quiere que los mates.

—¿Crees que podrías detenerme si realmente quisiera matarlos?

Matthew no preguntaba por orgullo, estaba genuinamente interesado en si Hiroto


pensaba que era lo suficientemente rápido para prevenir que el rompa uno de sus
cuellos.

—Hm —dijo Hiroto—, creo que podrías matar a uno y yo podría detenerte antes
de que mataras al otro. Claro que, por supuesto, tendría que ponerte fuera de
combate.

Matthew encerró su mirada sobre los gemelos y dejo que sus ojos brillaran rojos.
Se lamio los labios.
—¿Quieres probarlo?

Los gemelos abrieron los ojos de sorpresa.

Hiroto se volvió a poner la máscara.

—Sí.

En menos de un pestañeo, Matthew tenía su mano alrededor del pequeño cuello


de Ezra.

Dos dagas se presionaron contra Matthew, una apuntando a sus sacos de


sangre, la otra en su cuello, angulada de tal manera que dañaría su cerebro lo
suficiente para desorientarlo mientras su cuerpo se reparaba.

Hiroto tenía razón, Matthew podría romper el cuello de Ezra tan lo


suficientemente rápido antes de que el asesino lo detuviera.

Ezra tembló en su mano mientras Hiroto retraía sus dagas.

Matthew se inclinó hacia abajo y susurró:

—¿No es esto lo que quieres, íncubo? ¿Yo tocándote? ¿Hacer lo que quieras
conmigo?

El miedo de Ezra se tornó en deseo y su cuerpo tembló de nuevo.

Matthew se rió y dejó ir al pequeño incubo. Él también podía jugar sus estúpidos
juegos.

—El sabrá de esto —dijo Ophelia, su voz propia de ella y no compartida con la
de su hermano, que estaba presionando su cuerpo contra ella.

Matthew fue a su lado de la mesa y se puso el anillo.

—¿Hay algo sobre lo que él no sepa?

Hiroto enfundó sus armas.


—No, realmente no —dijo mientras Matthew comenzaba a tomar la botella de
sangre que estaba esperando para él, vaciándola lentamente para que los gemelos
esperaran.

Cuando terminó, camino hacia el closet.

—No hay necesidad–

—… de vestirte —dijeron en una mezcla de miedo e ira.

Matthew los ignoró y se deslizo en unos pantalones de todas maneras. Sus


pequeñas caras se arrugaron con desacuerdo, pero no dijeron nada mientras lo
llevaban de la habitación al piso del spa.

Justo antes, había sido desnudado, bañado y afeitado. Hiroto desapareció, pero
Matthew sabía que estaba mirando. Había medio esperado que se quedara a la
vista e hiciera comentarios sucios, pero tal vez el pequeño zorro sabia lo humillante
que esto era y le estaba dando un poco de sentido de privacidad.

Mientras lo bañaban, Ezra y Ophelia intentaron que él respondiera a ellos


sexualmente, presionando sus cuerpos cerca, sobando sus partes privadas, incluso
poniendo dedos en su agujero mientras lo bañaban y lo afeitaban.

Él ignoro sus avances, agradecido que su pene lo estaba obedeciendo esa


noche, colgando suave entre sus piernas. Cuando ellos pusieron sus agarres
alrededor de él, Matthew gruñó una advertencia y ellos se retiraron. El Alto Rey
probablemente escucharía sobre eso también, pero se arriesgaría al castigo.

Decepcionados, ellos lo volvieron a vestir en sus ropas de entrenamiento. Sus


ropas se sentían resbalosas en su recién depilada piel y pasó sus manos por su
cabello corto por el ceño fruncido.

—Corto o largo, aun te ves caliente —dijo Hiroto, apareciendo desde detrás de
las sombras de un pilar de mármol y llevándolos al elevador.

—Gracias, Comandante.
—Sabes, los humanos han hecho investigaciones y dicen que darle cariño a un
animal reduce el estrés y la presión sanguínea.

Matthew rió. Podía pensar en algunos lugares que Hiroto querría que el
“acaricie”.

—Casi no tengo presión sanguínea.

Hiroto apuntó a la entrepierna de Matthew.

—¿Entonces como se pone dura tu polla?

—Yo… esa es una maldita buena pregunta. No tengo idea.

Genial. Ahora eso lo estaría molestando toda la noche.

Hiroto se quitó la capucha. Su suave cabello blanco callo alrededor de su cuello


y sus orejas se alzaron.

—Creo que deberías intentar acariciar cosas de todas maneras.

Matthew estiró la mano y tocó las orejas de zorro. Hiroto se recostó en su mano
mientras el acariciaba el suave pelaje. Darles caricias era relajante y el disfrutaba
de la coquetería de Hiroto, pero sabía que no duraría mucho. Una vez que el
entrenamiento comenzara, Hiroto sería un maldito insufrible.

Aun así, tomaría ventaja de ello mientras podía.

Estaba a punto de preguntar qué tipo de entrenamiento estarían tomando cuando


noto que el elevador pasaba los pisos de los cazadores en la torre.

—Pensé que íbamos a pelear esta noche. ¿Vamos a salir?

—Eso quisiera. Definitivamente iría a una cita contigo.

—Escurridizo puto, sabes lo que quiero decir.

Hiroto le guiñó un ojo y miro a la cámara.

—¿Alguien me va a decir que está pasando?

Ninguna respuesta salió de ellos.


—Espera aquí —dijo Hiroto, como si Matthew tuviera alguna opción en el tema.

Hiroto se puso la capucha y desapareció con un brillo blanco.

No regresó y, cuando las puertas se abrieron un segundo después, Matthew


estaba aliviado de estar en el lobby y no abajo en el zoológico.

Hiroto no estaba por ningún lado, pero Prescott y Nellis estaban en sus trajes y
armados.

Parado frente a ellos estaba Tarrick, quien tenía el uniforme: pantalones negros
apretados metidos en botas pulidas que terminaban justo debajo de sus rodillas,
una camiseta blanca, larga de botones y un abrigo de lana gris con tejidos de plata
y botones brillosos. La parte de atrás tenía bordados con huecos que dejaban salir
las alas y los pantalones parecían como si pudieran expandirse por la cintura.

Se veía tan malditamente bien en ese traje. Matthew se imaginaba a Tarrick


poniéndolo contra la pared y tomándolo mientras lo llevaba puesto… o talvez
tirándolo al suelo y manteniéndolo abajo con una de las brillosas botas presionadas
contra su pecho.

Tarrick lo miró; las esquinas de sus ojos brillaron moradas y luego se


desvanecieron de nuevo al azul. Matthew se dio cuenta de que debió estar
emitiendo feromonas, transmitiendo su deseo.

Oops.

Tarrick apunto al traje de compresión que estaba sobre una silla morada.

Antes de que pudiera decir una orden, Matthew estaba con él y le dio a Tarrick
una inclinación como saludo.

—Tenemos una misión —dijo Prescott y le paso a Matthew un comunicador.

Nellis caminaba por el suelo de mármol y golpeaba un guante enorme contra el


otro.

—Una misión aburrida. ¿Por qué nos estas sacando para esta mierda? —su
acento irlandés era pesado, y olía a licor y sexo.
Su noche divertida claramente había sido interrumpida.

—Mac, no eres un novato —dijo Prescott, su rostro sombrío–—, pero si te has


olvidado como hablarle propiamente el Lord General, estaré feliz de darte una
primicia.

El bruto se inclinó en burla hacia tanto Prescott como Tarrick.

—–Disculpas, señores.

Lock se teletransportó dentro, su plumero ondulando detrás de él como si un


viento lo hubiera alzado. Tenía en la mano la pieza de pecho de Matthew.

Matthew estiró sus brazos mientras la armadura se expandía a su alrededor.


Abrocho las dos tiras de cuero de su brazo protegido sobre el ancho pecho y se
encontró a si mismo disfrutando el ritual de prepararse para la batalla. Y sabía que
se veía endemoniadamente impresionante en su armadura.

Mirando hacia arriba, encontró a Tarrick mirándolo. Se preguntaba cuanto tiempo


se había quedado en la cama esa noche. ¿Durmió lo suficiente? Se veía mejor, pero
era imposible saber con una criatura que podía influenciar como los demás lo veían.

—No te emociones mucho, no estamos esperando problemas —dijo Tarrick.

—¿Dónde está Vik? —preguntó Lock mientras sacaba una de sus ballestas,
chequeando la munición.

—Siempre está llegando tarde, tal vez ella es la que necesita un recordatorio
sobre el protocolo —dijo Nellis, cruzando los brazos sobre su pecho.

—¡Estoy aquí, lo siento! —dijo mientras se teletransportaba dentro.

No tenía un lanzador de granada, pero su capa estaba abultada detrás de ella.


Cuando se movía, Matthew podía ver que su cinturón y el interior de su capa
estaban lineadas con docenas de pequeños frascos de vidrio, cada uno con un
líquido diferente.

Lock acomodo su ballesta e inclino su sombrero respetuosamente hacia ella.


—¿Probando la nueva organización?

—Sip, ya veremos cómo va.

—Dudo que tengas la oportunidad de probarla esta noche, Vik —dijo Prescott—
. Estamos escoltando.

—Aw, ¿a quién?

—A mí —dijo Tarrick—. Vamos.

Había dos SUVs y una limosina esperando fuera. El primer vehículo tenía la
mitad del equipo de Silva dentro. El resto de los Guardianes iban a seguirlos por
teletransportacion, cubriendo la caravana desde arriba.

Tarrick entró en la limosina. Silva estaba esperando dentro por él.

Para decepción de Matthew, Prescott le hizo señas para que se metiera en la


parte de atrás de un SUV de seis pasajeros. Lock se sentó en el asiento del
conductor con Prescott como copiloto. Nellis y Vik se pusieron en el medio mientras
Matthew tenía toda la fila de atrás para él.

—Estas curiosamente callado esta noche, vampiro —dijo Lock mientras sacaban
el auto.

Matthew estaba sorprendido que el vaquero se diera cuenta.

—Oh, uh, nadie se ha dirigido a mí.

Prescott, con el casco sobre su regazo, miro hacia atrás.

—Sabes que esa regla no se aplica cuando estamos trabajando. ¿Qué te tiene
molesto?

Dios. La lista era de una milla.

—Estoy comenzando a sentir los efectos de estar lejos de Samantha por


demasiado tiempo —dijo el, escogiendo un problema que no lo metiera en líos.

Vik se estiró hacia atrás y puso una mano en su rodilla.


—Sabes que la enviamos lejos por su protección.

—Sí. Por eso no lo he mencionado. Aun así, la extraño.

Vik asintió y palmeo su pierna antes de quitar su mano.

—Estar lejos de tus hijos es difícil, pero la verás de nuevo pronto. Estoy segura
de ello.

—¿Tienes hijos?

Ella se veía como si tuviera veintitrés o veinticuatro máximo. Y no la podía ver


con hijos.

Hubo muchas risitas y burlas.

—Cállense todos. Si. Tengo hijos. Todos adultos ahora. Dos íncubos, cuatro
humanos. Muchos nietos. Muchos de ellos son cazadores —sonrió orgullosa.

La mandíbula de Matthew cayó en sorpresa por un momento.

—¿Cuántos años tienes?

Hubo unas cuantas risitas más.

—Uh, es porque no te ves vieja —dijo Matthew cuando se dio cuenta lo grosero
que había sonado.

Ella ajusto su capa, las botellas tintineando mientras se movía.

—Ooh, deje de contar hace unos siglos. Estoy segura que está en mi carpeta.

Dios.

Matthew se preguntaba si él conocía a sus hijos… o si había matado alguno,


pero no quería preguntar. Se recostó en el asiento y restregó su suave rostro.
Esquivo el pequeño rasguño de su barba.

—¿Dónde está Hiroto?

—Va al frente —dijo Prescott—. La mayoría de misiones hará eso.


La carava condujo por la autopista, saliendo de la ciudad. Las luces de la calle
pasaban por el carro en un patrón rítmico mientras conducía.

—Tu hija me llamo —dijo Lock, mirando a Matthew por el retrovisor.

Tenía unas cuantas líneas alrededor de sus ojos cafés. Su piel estaba bronceada
y estaba con una sombra a las cinco. El tipo se veía como si pudiera estar en un
anuncio para cigarrillos.

—¿Samantha te llamó? ¿Por qué rayos haría eso?

No podía pensar en la razón por la que ella haría eso.

Lock se encogió de hombros.

—Me dijo hipócrita y luego colgó.

Matthew se aguantó la risa. No tenía idea por qué Samantha haría eso, pero lo
encontraba gracioso. Su hija era increíblemente impredecible.

—Le preguntare la siguiente vez que hable con ella.

—No eres un hipócrita —–dijo Nellis, saliendo de su humor gris un poco. aun así,
mantuvo sus brazos cruzados sobre su pecho.

Prescott llevo su muñeca con su boca.

—Despacho, déjale saber a Darius de la Casa Tarrick que Samantha posee otro
teléfono y por favor quítale la señal.

Hubo un reconocimiento del despacho y Prescott se volvió hacia Matthew.

—Si sigue haciendo esto y va a tener algo más que un tiempo fuera.

—Puedo obligarla a parar si es tanto problema, Emperador. Pero prefiero no


hacerlo.

Matthew realmente odiaba darle órdenes. Ella era un adulto. Uno joven, pero un
adulto de todas maneras.
—No hay necesidad. Espero que ella obedezca nuestras ordenes, igual que tú.
Deberías advertirle que hay consecuencias por desobediencia.

—No lo sabré yo —murmuro Matthew en un susurro.

Vio como los carros frente a él y se preguntaba si Tarrick necesitaba una escolta
de dos equipos elite de cazadores en medio de la parte más segura de la ciudad.
¿Era por los ataques de demonios anoche?

Movimiento en el rabillo del ojo llamo su atención. Hiroto estaba sentado a su


lado y Matthew no tenía idea de cuánto tiempo había estado allí.

Se bajó la máscara roja y sonrió.

—No hay arrastrados raros dentro del edificio, jefe —le dijo a Prescott.

La caravana tomo un paso elevado y se deslizo hacia un área residencial con un


montón de apartamentos y casas de campo. Se estacionaron sobre la acera. No era
muy tarde, justo antes de las nueve, y había unas cuantas personas en la calle,
mirando la limosina y las dos enormes SUVs.

Matthew vio como dos miembros del equipo del Silva –vestidos con ropa de
calle– quitaban los velos alrededor de la calle. Se preguntaba si los humanos
mirando entendían. Lo que sea que fuera, dejaron de mirar a los carros y siguieron
con sus asuntos.

Los Argonautas salieron del carro. Estaban frente a un edificio de seis pisos. La
basura estaba esparcida en el suelo y había etiquetas frescas en la pared.

¿Por qué carajos estaba allí?

Silva sostuvo la puerta de la limosina y Tarrick salió. Se ajustó la pesada chompa.


Un cazador se teletransportó en el edificio y abrió la puerta principal desde el otro
lado.

Tarrick camino escaleras arriba, los cazadores corriendo para cubrir el área.

—Matthew, ven —dijo Tarrick sin mirar atrás.


Matthew lo siguió obedientemente, siguiéndolo al elevador lleno. Silva y Prescott
se unieron. Nadie hablo.

Subieron hasta el tercer piso, saliendo haciendo un largo pasillo. Estaba sucio
por el tiempo, pero se veía como si las personas trataran de mantenerlo limpio.

—Solo Matthew —dijo Tarrick.

Silva y Prescott esperaron por el elevador.

A medio camino por el corredor, Tarrick tocó una puerta. Un momento después,
se abrió.

El humano, Kyle, estaba parado allí.


CAPÍTULO CINCUENTA

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

Los ojos de Kyle volaban entre Tarrick y Matthew y su corazón comenzó a


acelerarse.

—¿Señor?

Tarrick le sonrió.

—Hola.

—¿Qué está haciendo aquí? No puedo salir esta noche, debería haber enviado
un mensaje —miró a Matthew—. ¿Qué lleva él puesto? ¿Es eso una armadura?

La voz de Kyle se alzó en pánico y Matthew se preguntó por qué Tarrick no


estaba envolviendo al pobre chico con compulsión.

Tarrick empujó a Kyle y entró a su hogar. Por lo que Matthew podría ver, era
pequeña con una sala, una pequeña cocina y dos puertas que llevaban en lo que
Matthew asumía era una habitación de una cama y un baño. La televisión estaba
en la sala y se veía como si Kyle había dormido en el sofá. Matthew podía sentir
una mujer en la habitación. Dormida.

El lugar le recordaba de cierta manera en el que Samantha vivió antes de que él


la encontrara. Viejo, desesperado, pobre.

—Ahora no es un buen momento —dijo Kyle, pero no hizo intento de detener a


Tarrick, que se paró en la sala mirando alrededor. Matthew esperó en la puerta.

—Invítalo dentro —ordenó Tarrick.

Kyle miró de nuevo Matthew y rio.


—¿Es esto un tipo de escena en la que él pretende ser un vampiro? No me
gustan los juegos de sangre… es un límite duro para mí.

¿Es por eso que Tarrick tenía a Matthew con una armadura hoy? Porque se veía
como un vampiro en ella, con piel pálida contra el cuero negro y el metal.

—Esto no es una escena, pero tienes razón, él es un vampiro y no puede entrar


a menos que lo invites —dijo Tarrick.

—Ok, no sé de qué va esto, pero ustedes deberían…

Tarrick no dejó que el chico terminara. Sus alas se desplegaron y sus ojos
comenzaron a brillar morados.

Kyle ahogó un grito y dio unos pasos hacia atrás, chocando con la pared cerca
de la puerta.

Dios, su miedo envenenaba tanto el aire que Matthew casi podía saborearlo. Sus
ojos se centraron en el cuello de Kyle y veía como su pulso se movía bajo su piel.
Se preguntaba si alimentarse de su sangre sería tan increíble como alimentarse de
su sexo.

Tarrick se quedó allí esperando, sus alas medio dobladas detrás de él apenas
evitando choca con los muebles.

—¿Q-qué son? —Kyle finalmente encontró el coraje para preguntar.

—Yo soy un íncubo y él es un vampiro. Adelante y muéstrale, Matthew.

Matthew dejó que sus irises se hicieran rojos y alzó su mano; largas garras se
formaron en la punta de sus dedos.

—Oh por dios —gritó Kye, presionándose con fuerza contra la pared como si lo
fuera a proteger—. ¿Están aquí para matarme?

—No —Tarrick estiró sus alas un poco—. ¿Te gustaría tocarlas?

Kyle no se movió. Parecía estar pegado a la pared como si fuera atrapamoscas.

Matthew rió.
—No te va a morder. Eso lo hago yo.

Kyle miró a Matthew y sus ojos se agrandaron.

—Ven aquí, chico —dijo Tarrick, su voz profunda y autoritaria.

La orden hizo que el sumiso humano se moviera.

Se empujó de la pared y, con unos nerviosos pasos, caminó hacia Tarrick. Una
vez allí, estiró la mano y tocó la negra, curtida ala. La primera vez que hizo contacto
quitó la mano como si le hubiera quemado. Con un poco más de valor, él la tocó de
nuevo, pasando sus dedos por el filo huesudo.

—Wow —suspiró.

Matthew sabía lo que sentía el humano. Él había tenido la misma reacción la


primera vez que vio las alas de Tarrick. Claro, él estaba atado en un bosque al
momento, con plata quemándolo hasta casi matarlo… pero de todas maneras había
sentido la sorpresa.

—¿Q-qué es un íncubo? —preguntó Kyle.

—Invita entrar a Matthew y te lo diré.

—Pero… —Kyle miró de nuevo a Matthew—… él es un vampiro?

Los ojos de Matthew volvieron a su gris, sus garras retirándose. No tenía sentido
asustar al humano más de lo que ya estaba.

Tarrick descansó su mano en el hombro de Kyle y apretó.

—Lo es. Pero te prometo que no te hará ningún daño.

Kyle parecía inseguro.

Matthew negó con la cabeza.

—Niño, puse mi pene hasta el fondo de tu garganta ayer. Si te fuera a hacer


daño, lo habría hecho en ese momento.

Una risa nerviosa salió del humano. Matthew se le unió con una carcajada cálida.
—Está bien. Puedes entrar.

Matthew caminó dentro, cerrando la puerta detrás de él.

—Regrésale sus memorias—dijo Tarrick, alejándose de Matthew.

Uh. Matthew sabía que podía quitar memorias, pero nunca supo que podía
regresarlas.

Tarrick suspiró.

—Los vampiros suprimen las memorias, en realidad no se borran. Solo inténtalo.

Matthew puso sus manos en los hombros de Kyle y lo miró a los ojos.

—Recuerda la noche pasada como pasó realmente.

—Kyle parpadeó un par de veces y luego respiró entrecortadamente.

—Recuerdo que tú le pegaste y sus ojos se hicieron rojos y los tuyos eran
morados como lo son ahora.

Tarrick asintió.

—Soy una criatura que se alimenta de sexo. No tienes mucha familia, ¿verdad
Kyle?

Kyle dio un paso hacia atrás y miró a la puerta cerrada de la habitación.

—Mi madre…

—Y no tienes muchos amigos tampoco.

—Tengo amigos.

Tarrick alzó una ceja.

Kyle bajó la cabeza.

—No muchas personas me extrañarían si vas a matarme.

—Ya te dije que no voy a matarte —dijo Tarrick, molesto—. Quiero ofrecerte un
trabajo.
—Sí. Los íncubos no siempre tienen tiempo de salir a cazar comida, así que
contratamos individuos para que nos alimenten.

Kyle tragó con fuerza.

—¿Alimentarlos?

—Tener sexo con nosotros. Uno de mis amigos está buscando un sumiso y tu
serías perfecto para él.

—Así que… ¿sería como… una prostituta?

Las cejas de Tarrick se arrugaron.

—Eso es un término humano. Nosotros los llamamos alimentadores. Incluso


miembros de nuestra propia especie llenan esos roles, aunque los humanos son
mejores. Y los alimentadores no son vistos como una simple prostituta o una puta
—Tarrick puso una mano en la mejilla del humano. El humano se derrito en ello—.
Tú anhelas la dominación y al que te estoy enviando podrá darte lo que necesitas
y, para ser recíproco, tú le darás lo que él necesita. El arreglo sería mutuamente
beneficioso.

—Yo —Kyle miró su mierda de departamento—. ¿Hay paga?

—Sí. Tendrás una bonificación de doscientos dólares cuando firmes y mil al año,
y todos los gastos médicos y de vivienda serán atendidos. También puedes
conservar los regalos que te den mientras trabajas.

—¿Doscientos dólares? ¿Estás bromeando?

—No —Tarrick replegó las alas dentro de su cuerpo—. Y me han informado que
tu madre está casi invalida por la artritis avanzada. Tenemos medicinas que pueden
ayudarla a sanar. No es una garantía, pero mis doctores son optimistas.

Kyle estaba abrumado y le tomó un momento formulas su siguiente pregunta.

—¿Por qué yo?


—Ya te lo dije, mi amigo está buscando un sumiso. Tienes un buen
temperamento y, entre los humanos, estás manejando esto bastante bien —estaba
manejándolo bien, considerando la situación. Tarrick no había hipnotizado al
humano una sola vez. Tarrick sonrió, grande y amistoso—. Y algunos humanos
saben mejor que otros. Tu sabes extraordinario. ¿Estas interesado?

—¿Esto no es una broma?

—No, no es una broma.

Kyle presionó sus labios y luego asintió.

—Si digo que sí, ¿voy a firmar para toda la vida o algo así?

—No, eres libre de irte una vez que los términos de tu contrato se hayan
completado. Pero tienes que acordar no decirles a las personas que existimos.

Matthew sabía que Tarrick estaba evitando la parte en la que rastrearían su


teléfono y lo vigilarían para asegurarse que no intentaría convencer a los humanos
de que los monstruos eran reales, pero Kyle no necesitaba saber eso ahora mismo.

—Sí. Estoy interesado —dijo Kyle.

—Me gustaría que conocieras a Lord Holst esta noche para ver si son una buena
pareja.

—¿Esta noche?

Kyle miró de nuevo a la puerta cerrada.

Tarrick apartó hacia un lado el cabello del humano.

—Solo estarás fuera por unas horas. Si deseas, puedo llamar a una enfermera
que venga a quedarse aquí.

—¿Puedes hacer eso? ¿Tan tarde?

—Sí. ¿Por qué no vas a decirle a tu madre que regresarás a la media noche y
que vendrá alguien si necesitaba ayuda?
Kyle asintió y luego desapareció dentro de la habitación, cerrando la puerta
detrás de él. Matthew podía escucharlo despertar a su madre y hablarle
suavemente.

Él parecía un buen chico haciendo lo mejor que podía con poco dinero y una
madre enferma. Matthew se preguntaba su disfrutaba ser sumiso porque necesitaba
que alguien lo cuidara a el de vez en cuando. Pero tal vez era más complejo que
eso. Cual fuera la razón, estaba feliz que el chico estaría en un mejor lugar con los
íncubos.

Tarrick usó su teléfono para llamar a una enfermera. Sonaba como si la


enfermera estuviera esperando la llamada y estaría allí en unos minutos.

—Comandante Hiroto, por favor déjale saber a Holst que estamos en camino —
dijo Tarrick.

Hiroto salió de la esquina más oscura de la habitación.

—¿En persona?

—Sí. Has una entrada de ello.

Hiroto hizo una reverencia y se teletransportó.

—No conozco a Lord Holst —dijo Matthew.

—Es un amigo.

Matthew esperó que Tarrick dijera algo más, pero no dijo nada.

—¿Eso es todo lo que conseguiré? ¿”Es un amigo”?

Los labios de Tarrick temblaron como si estuviera conteniendo una sonrisa.

—Solo quería que preguntaras.

Un gruñido bajo se formó en el pecho de Matthew y subió hasta su garganta. Los


ojos de Tarrick se oscurecieron como si tentaran a Matthew a desafiarlo.

Desafiar a Tarrick nunca había terminado bien para Matthew… se retiró.


Un sonido de placer vino de Tarrick.

—Holst es… diferente. Es rico, sus pertenencias ponen las mías en vergüenza,
pero le importa poco su posición entre nuestra gente. No es común que un íncubo
social se comporte de esa manera, pero al ser él quien da fondos para gran parte
de la guerra, reyes y reinas lo dejan solo y él lo prefiere así. Él es el amo de su
propio mundo.

“Los que no son de elite lo adoran. Les gusta que él no siente la necesidad de
escalar socialmente y contrata a muchos de ellos o los ayuda cuando tienen
necesidades.

En otras palabras, Holst probablemente no estaba conectando fuertemente al


Alto Rey… y ganárselo significaba ganarse a la gente. Matthew mordió el interior de
su mejilla mientras se le ocurría que esta noche no era sobre Kyle, era sobre Holst.

Pero, ¿por qué llamar a los Argonautas? Y Matthew no estaba seguro de porque
necesitaba estar allí para esto. No le importaba, le encantaba salir de la torre.

Kyle salió de la habitación de su madre.

Tarrick tomó una chaqueta que estaba abierta sobre el sofá y se la ofreció al
humano.

—¿Listo?

Kyle asintió y se puso la chaqueta.

—¿Debería seguir llamándote “señor”?

Tarrick hizo señas para que salieran del apartamento.

—Puedes llamarme Tarrick por ahora —le dijo mientras caminaban por el pasillo.

Kyle notó a Prescott y Silva, ambos totalmente en armadura, al final del pasillo.
Sus pasos se detuvieron mientras veía las armas de Silva.

Matthew, que analizó el equipo, puso una mano en el hombro de Kyle. El humano
lo miró.
—Son los guardaespaldas de Kyle. Son humanos. Es algo genial, las brujas los
tatúan con magia y eso los deja teletransportarse.

—¿En serio?

Matthew miró hacia Silva, que había puesto los ojos en blanco y se teletransportó
a su lado.

—Wow —dejó salir Kyle.

Tarrick estaba esperando en el ascensor abierto con Prescott, pero Kyle se


detuvo. Nadie lo apresuró. Cuando estuvo listo, el entró al apretado elevador. Silva
se quedó fuera esta vez, teleportandose al piso de abajo.

—¿Es Holst, uh, Lord Holst? —se corrigió Kyle, inseguro de cómo debía llamarlo
hasta que Tarrick asintió confirmándolo—. ¿Lord Holst es un vampiro o un íncubo?
—preguntó Kyle mientras las puertas del ascensor se cerraban y se comenzaba a
mover.

Prescott trató de esconder una tos ahogada debajo de su casco.

Kyle se alejó de él un poco y se acercó a Matthew.

—¿Por qué no explicas esta, Matthew? —dijo Tarrick.

—Los vampiros y los íncubos están en guerra y lo han estado por miles de años.
Dudo que vayas a ver a otro vampiro.

—¿Una guerra?

—Sí. Pero no necesitas preocuparte de ello. No creo que quedan muchos


vampiros en los estados. Solo mantente alejado de la costa oeste.

Los ojos de Kyle se movieron hacia el grillete de Matthew.

—Cuando lo llamaste esclavo, no estabas hablando de un tipo de perversión,


¿verdad? —le preguntó a Tarrick.

—No, no lo estaba haciendo. Él es un esclavo. Uno que pelea por nosotros.


Las puertas se abrieron y Tarrick los llevó a los autos, haciéndole señas a
Matthew para que se una al equipo en la SUV de la retaguardia. Se apretujaron
dentro y salieron, hacia la piedra de Nueva York.

—Aun me encantaría saber por qué nos arrastró para este rutinario toro
alimentador —dijo Nellis.

Parecía estar de mejor humor, pero no por mucho.

—Ya sabes cómo es el general —dijo Lock desde el asiento del conductor—.
Sospecho que nos enteraremos una vez que lleguemos a las tierras de Holst.

Prescott se quitó el casco y miró hacia Matthew.

—¿Sabes que trama?

Matthew se encogió de hombros.

—Yo nunca se nada, señor.

—¿De qué está hablando ahora? —preguntó Prescott.

—Uh.

—No responder mi pregunta es una terrible idea.

Matthew solo dudo porque Tarrick tenía mayor rango que Prescott… pero
Prescott era el líder de su equipo y más cercano al Alto Rey. La dinámica era
peligrosa de navegar. Matthew desentonó el sonido del tráfico y escuchó.

—Kyle acaba de preguntar si volverá a tener sexo conmigo y con el general. Y le


acaban de decir que es poco probable que pase en el futuro cercano. Ahora el
humano está preguntando cómo el mundo no sabe que los vampiros y los íncubos
existen–

—La misma mierda predecible que siempre preguntan —dijo Nellis.

Prescott se volvió en su asiento y dio golpecitos en su casco. Matthew volvió a


espiar. Estaba disfrutando las preguntas inocentes de Kyle y las respuestas
amables de Tarrick.
—Matthew, pregúntale a Nellis sobre la arena —susurró Tarrick desde el otro
auto.

¿A que mierda estaba jugando Tarrick?

—Silva me cuenta que has peleado en la arena, Nellis.

Nellis sacó el pecho un poco.

—¿Sí? ¿Te dijo que tengo el promedio más alto de victorias de nadie que ha
estado dentro del ring?

—¿En serio?

—No quisiera avergonzar a mi equipo con una mala actuación, ¿verdad?

—No, supongo que no. ¿Qué hay de ustedes chicos? ¿Han peleado? —preguntó
Matthew.

Prescott se burló como si eso fuera bajo para él.

Nellis negó con la cabeza.

—Actúas todo elegante y poderoso, jefe, pero sé que peleaste en las arenas
gladiadoras hace siglos.

—Claro. Cuando era algo digno donde pelear. Nada de estos encuentros de
mierda encerrados de quien se desmaya primero.

—¿Mierda? —las cejas de Nellis se arrugaron con ira—. ¿Qué dices si tú y yo


nos enfrentamos la próxima vez? Sin armaduras, solo los puños. Cuando no tengas
algunos dientes y ya no lo llamarás mierda.

Lock hizo un movimiento de negación con la cabeza mientras cambiaba de carril.

—Cuidado con lo que pides, Nellis. No creo que sería el Emperador el que
terminará con unos dientes menos

—Qué hay de ti, Vik? —preguntó Matthew antes de que Nellis contestara.

—Nah, no me dejan llevar explosivos. “Demasiado peligroso”.


Dios, ella en verdad estaba loca.

Lock miró por el retrovisor y notó que Matthew lo miraba.

—No necesito pelear frente a una audiencia para probarme a mí mismo. Se lo


bueno que soy —dijo el vaquero.

Matthew se recostó en su asiento y descansó un brazo en la parte de atrás.

—Quieres pelear en la arena —dijo Prescott.

No era una pregunta, pero Matthew le respondió de todas maneras.

—Siempre quiero pelear, Emperador.

Prescott dio golpecitos en su casco de nuevo, se sentó en silencio por momento


y luego dijo:

—Eso depende del Alto Rey, no aguantaría mi respiración por ello.

Mierda.

Nellis pasó el resto del viaje recordando sus muchas peleas con Matthew siendo
apenas consciente de él; la conversación en la limosina tomaba gran parte de su
atención. Kyle estaba haciendo preguntas sobre cómo sería la vida para él y Tarrick,
con gran habilidad, le respondía de manera que no asustaría al humano.

Como decía Nellis, las preguntas eran predecibles, pero no le importaba a


Matthew, él solo quería escuchar la voz de Tarrick.

Carajo.

Estaba cayendo.

Esto era malo.

Una distracción.

Se trató de concentrar en Nellis, pero seguía redirigiéndose a Tarrick. Su


profunda, seductora voz resonaba por la limosina.
Solo cuando se estaban estacionando, fuera del edificio que tenía que línea ley
de Nueva York, Matthew le dio toda su atención al gran hombre irlandés. Estaba
hablando de una pelea que había tenido con un tigre cambiante.

Matthew se sentó delante y pretendió poner atención a cada una de sus palabras.
Nadie parecía notar que estaba fingiendo el interés.

Cuando salieron del auto, Matthew caminó detrás de Tarrick y Kyle ya que no
sabía los protocolos para asegurar un área. Aun así, se mantuvo vigilante incluso si
no sentía nada peligroso cerca.

Kyle examinaba el destruido edificio.

—¿Qué estamos haciendo aquí?

—Vamos a teletransportarnos a Kentucky —dijo Tarrick, poniendo su mano en


el cuello de Kyle y guiándolo hacia el edificio.

Dentro del caído edificio, la boca de Kyle se abrió de golpe mientras veía la piedra
grabada con runas iluminarse con un suave resplandor verde.

Silva abrió una bolsa de vómito blanco y se la pasó a Kyle.

—Todos botan la cena la primera vez que se teletransportan. Es normal y no hay


por qué sentir vergüenza de ello.

Kyle tomó la bolsa de ella y la apretó contra su pecho.

Los dos equipos de cazadores (menos Hiroto), el general íncubo y el humano se


pararon cerca de la piedra. Silva la tocó y con un flash de verde se teletransportaron
lejos de Nueva York.
CAPÍTULO CINCUENTA Y UNO

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

Kentucky. Bueno… una habitación concreta en Kentucky, de cualquier manera.

La habitación tenía una trampa de vampiro alrededor de la piedra y la única,


reforzada puerta tenia runas anti-vampiro. La piedra ley en este lado se veía nueva,
todas las runas parecían recién talladas y la piedra estaba pulida. Matthew la tocó.

La magia hizo que se piel se le pusiera de gallina como si estuviera tratando de


evitarlo.

Odiaba la magia. ¿O era que la magia odiaba a los vampiros? No estaba seguro.

—¿Te gustan mis nuevos arreglos para la piedra ley, Matthew? —preguntó
Tarrick, acariciando el cabello de Kyle, que estaba de rodillas vomitando en la bolsa.

Le sorprendía a Matthew lo cariñoso que era Tarrick había el humano, tratándolo


como si fuera precioso.

Matthew quitó su mano de la piedra.

—Muy a prueba de vampiros, Lord General.

—Una necesidad, gracias a ti.

Matthew no pudo evitar sonreír. Su plan para destruir gran parte de las piedras
ley había sido un golpe grande para los íncubos. Aunque parecía que los
reemplazos al fin estaban funcionando.

Kyle se limpió la boca con el reverso de su mano mientras Silva le daba una
botella de agua.

Lock ya había desactivado la trampa de vampiro y desactivo la runa para que


Matthew pudiera pasar.
—¿Listo? —preguntó Tarrick a Kyle.

Kyle respiró hondo y asintió.

Tarrick lideró el camino por una segunda habitación de concreto con los mismos
arreglos anti-vampiros y, finalmente, fuera.

Acres de tierras se desplegaban frente a ellos, cubiertos con una pequeña capa
de nieve. En el lado lejano del extenso terreno había de mansión de dos pisos, al
estilo de plantación, que tenía luces cálidas saliendo de casi todas las ventanas.

Matthew podía sentir que estaba lleno de íncubos y humanos.

Esperando fuera del búnker que guardaba la tierra, o tal vez la resguardaba,
estaba un equipo de cazadores de apariencia ruda. Todos de piel oscura, luciendo
muchas cicatrices de batallas. Emitían un aura de “no te metas con nosotros”.

—Lord General. Emperador —dijo con un saludo militar el líder del equipo.

Él era obviamente un cazador veterano, sin dudar y dejando sus ojos quedarse
sobre Matthew como muchos hacían cuando lo veían.

—Comandante Baine —dijo Tarrick con un asentimiento.

—Lord Holst quería que les dijera que estará aquí en unos minutos. Tiene una…
reunión de negocios que está terminando —un carro se estacionó frente a ellos.
Baine sostuvo la puerta abierta para Kyle y Tarrick—. Y personalmente, consideraría
una cortesía si hubieran usado su teléfono en vez de a un asesino zorro para
anunciar su llegada.

—¿Lo harás? —preguntó Tarrick mientras se sentaba dentro del auto y cerraba
la puerta antes de que el comandante pudiera responder.

Baine negó con la cabeza mientras el carro se alejaba. Se volvió y miró a


Matthew.

—¿El vampiro va a entrar?

—Sip —contestó Prescott—. Desactiva las defensas.


Baine le dio una señal a su equipo. Ellos se teleportaron para desactivar las
defensas de vampiros; Baine se quedó atrás.

—Tengo que buscar al monarca. Dudo que ella disfrute tener a un vampiro en su
casa. Siempre tienes que hacer mi vida tan difícil, Jason.

Prescott rio.

—Esta cae sobre el general. Solo estoy siguiéndolos en el juego esta noche.

—¿Qué rayos está tramando?

—El humano que traía es un alimentador. Un regalo.

—¿Esa cosa débil? Holst lo va a destrozar.

A Matthew no le gustaba el sonido de ello.

Una voz pasó por el comunicador, reportando que se habían desactivado las
defensas.

—Ve a la puerta principal, Matthew —ordenó Prescott y los equipos se


teleportaron lejos.

Matthew corrió por los acres y llegó a la puerta en segundos. Tarrick y Kyle
estaba saliendo del auto. Kyle miró la casa sorprendido. Se mantuvo cerca de
Tarrick, casi chocando contra él. Tarrick agarró su cuello de nuevo, y el acto reforzó
la resolución del humano, dándole coraje como la valentía de un niño cuando un
padre estaba cerca.

Prescott, Kyle, Tarrick y Matthew esperaron. El resto de los cazadores se


repartieron alrededor del perímetro de la casa. Prescott se quitó el casco y lo puso
bajo su brazo, luego pasó sus manos por su cabello negro para enderezarlo. Él
siempre se veía joven para Matthew, pero ese acto lo hacía pareces más joven.

—¿Esta casa la tiene un humano? —preguntó Matthew a nadie en particular.

Podía sentir las barreras en las entradas que le impedían entrar.


—Sí. La madre de Lord Holst —respondió Tarrick—. Se mantiene de esa manera
como una capa extra de protección contra vampiros.

—Eso es astuto —dijo Matthew—. Me sorprende que no haya más vampiros que
hagan eso.

—Solo funciona si un humano es dueño de la casa, no podemos solo poner el


nombre es las escrituras y pretender que es dueño. Tiene que de verdad pertenecer
a ellos y los íncubos queremos ser dueños de nuestras propias riquezas porque
suben nuestro rango social. Es raro confiar en un humano tanto para dejarlo tener
nuestra casa. Pero, como dije, Holst es diferente.

La puerta se abrió y parada allí estaba una humana que Matthew no dudo que
fuera la “monarca”, como el cazador la había llamado. Se veía de descendencia
italiana y en sus treinta. Alta con cabello café sedoso que había rizado en las puntas.
Llevaba tacones negros, pantalones de cuero y un corsé que había que sus
pequeñas tetas se vieran más grandes de lo que eran en realidad.

Ella estudio a Matthew por un momento. Había mucho tras sus ojos café oscuro,
como si hubiera vivido una vida difícil y visto todo. Si Matthew tuviera que adivinar,
ella era mucho más vieja de lo que parecía; su vida extendida por un íncubo,
probablemente su hijo.

—¿En qué problema vas a meter a mi hijo esta noche? —le preguntó.

Su actitud entera gritaba “no quiero lidiar con tu mierda ahora”.

Tarrick hizo una reverencia, de verdad hizo una puta reverencia, a la humana.

—Lady Carlotta…

—No me trates con “lady”. Responde mi pregunta.

—Ese es Kyle dijo Ta—rrick, señalando al humano—. Es un nuevo alimentador


que creo Holst podría disfrutar. Eso es todo. No hay problemas, Lottie. Lo juro.

Kyle tembló bajo los ojos juzgantes de Carlotta.


—Se ve demasiado frágil para mi hijo. ¿Cuál es la verdadera razón por la que
estás aquí?

Tarrick negó con la cabeza.

—Es más fuerte de lo que parece. Encajará bien. No tengo otra razón.

—¿En serio? ¿Es por eso que los Argonautas te están siguiendo? ¿Por lo que
enviar a tu asesino a asustar a muerte a la mitad de mi casa? Y —apunto a
Matthew— no me hagas comenzar con él. Nunca he aguantado tus juegos. No voy
a comenzar esta noche.

Ella cerró la puerta de golpe, dejándolos a todos fuera.

Matthew comenzó a reír. Además del Alto Rey, nunca había visto a nadie más
poner a Tarrick en su lugar, peor un humano.

—¿Te pareció gracioso? —preguntó Tarrick, serio y sin humor.

—Me cae bien.

—Cállate, vampiro —le gritó.

Mierda, estaba enojado. Matthew dio un paso atrás, fuera de su línea de fuego.

Tarrick se tomó un momento para dejar que su ira se calmara y luego tocó
suavemente la puerta.

Carlotta abrió de nuevo la puerta y alzó una ceja.

—Ilertha le canta.

Ella miró a Matthew.

—¿En verdad lo hace?

—Solía hacerlo —respondió Matthew—, pero no lo ha hecho por mucho tiempo


ahora. Nunca supe por qué cantaba… o por qué paró. Debo disculparme, pero no
sé cómo hablar con usted.

Matthew miró a Tarrick y Prescott por ayuda, pero no le ofrecieron ninguna.


—Se dirigen a mi como “Alta Sacerdotisa”.

—¿Alta Sacerdotisa de Ilertha?

—¿Eso te molesta, hijo natural de Lysandros?

—Para nada, Alta Sacerdotisa. No tengo amor por mi señor. Y nací como un
íncubo —Matthew hizo una reverencia.

—Al menos eres encantador. Y respetuoso. Me gusta eso —miró a Prescott—.


¿Está en una correa corta?

—Asonda —dijo Prescott.

Dolor inundó a Matthew, haciéndolo caer de rodillas y causando que su lado


vampiro saliera. Comenzó a arañar su collar mientras gritaba. Prescott dijo algo
más, liberándolo del dolor.

Matthew se quedó arrodillado, tratando de controlarse cuando cada parte de él


quería destrozar la garganta de Prescott.

—¿Eso es lo suficientemente corto para ti, Alta Sacerdotisa? —preguntó


Prescott.

—Está bien, Emperador —dijo Carlotta—. Matthew, hijo natural del Dios de
Sangre, puedes entrar a mi hogar.

Matthew se levantó y, con un esfuerzo de no fulminar con la mirada a Prescott,


miró a Kyle. El humano se veía drogado, restregándose contra el lado de Tarrick,
los efectos de una hipnotización suave que Tarrick había puesto en él lo mantenían
calmado.

Carlotta se hizo a un lado para dejarlos entrar. El recibidor era hermoso con
madera vieja y paredes crema. Unas impresionantes escaleras se curvaban hacia
el segundo piso. Baine estaba en la escalera superior, cuidando a Carlotta.

Un mayordomo humano tomó las chaquetas de Tarrick y Kyle y desapareció con


ellas.
Bang. Bang.

El sonido de dos disparos llamó la atención de todos.

—Quédate alerta, Matthew —ordenó Tarrick antes de que fuera corriendo tras el
sonido.

El olor a sangre llenó sus fosas nasales y sus dientes de metal picaron. Nadie
más parecía preocupado.

Un momento después. Un íncubo vistiendo un traje caro apareció en el piso de


arriba, Holst. Tenía el mismo cabello negro que su madre, contrastando con su piel
clara. Su rostro era masculino, afilado con una sombra a las cinco. Cuando se ajustó
la chaqueta de su traje, Matthew pudo oler pólvora en él.

Se veía como un maldito jefe de la mafia.

Eso es, si los jefes de la mafia fueran atractivos, jóvenes y sexys.

—Anda limpia ese desastre —le dijo a Bane, que asintió y se teletransportó allá.

Luego Holst volvió su atención a sus invitados. Sonrió y bajó las escaleras.

—Hermano —le dijo a Tarrick. Los dos agarraron el cuello del otro y juntaron sus
frentes.

De lo que Rosaline le había dicho a Matthew, los hermanos de sangre de Tarrick


estaban muertos. Matthew tenía la sensación de que esos dos eran amigos de la
infancia. Tal vez criados juntos. Muchos de sus hábitos eran los mismos: tenían la
misma confianza al caminar, la misma sonrisa seductiva e incluso sus cuerpos eran
del mismo tamaño y contextura.

Matthew tuvo problemas creyendo que Holst era un íncubo social. Se veía como
si pudiera pelear con los mejores de ellos si tenía que hacerlo… y ya había probado
que no era tímido sobre matar. A quien sea que hubiera disparado estaba muerto
ahora.
Los dos íncubos se apartaron. Holst le asintió a Prescott, pero no hizo una
reverencia como los otros. Prescott, por su parte, asintió de regreso y tomo un lugar
discreto en la esquina.

—¿Hay una razón por la que estés supervisando, Madre? —preguntó Holst.

—¿Con el aquí? —señaló a Tarrick—. Sí.

—Lottie, soy el Gran Lord General. Líder de–

Carlotta lo cortó.

—Dale es discurso a alguien que no cambio tus pañales. Les daré privacidad.
Solo traten de evitar los problemas y envíenme al vampiro cuando hayan terminado.

Mientras ella salía del recibidor, Matthew no pudo evitar pegar sus ojos en las
caderas de ella y en su ligero movimiento. Se preguntaba que deberes como Alta
Sacerdotisa de la Diosa del Sexo hacía.

—Este es hambriento —dijo Holst.

Matthew despegó sus ojos de Carlotta solo para encontrarse bajo la examinación
de Holst. Su mirada dominante era muy parecida a la de Tarrick y Matthew no pudo
evitar excitarse más. Estaba agradecido que su armadura hacia un buen trabajo
escondiendo su creciente erección.

—Dale un descanso —dijo Tarrick, bajando su mano de Kyle que estaba medio
escondiéndose detrás del general—. Matthew tuvo su transformación hace apenas
unos años. Tú eras peor a esa edad.

Mierda. Había estado lanzando feromonas de nuevo. Todavía estaba drogado


de la cita y quería repetir la función. Si no podía tener a Tarrick, su lado íncubo se
conformaría con cualquier cosa bonita ahora. Su íncubo era una zorra.

Matthew hizo una reverencia.

—Mis disculpas, Lord Holst.

Holst rio.
—De verdad te gustan jóvenes. Y peligrosos. ¿Se somete para ti?

—Se somete para cualquiera que el Alto Rey quiera —dijo Tarrick, sin responder
realmente pregunta, pero sin negarla.

Holst le dio a su amigo una mirada llena de significado.

Tarrick sonrió y apretó el hombro de Kyle.

Por primera vez desde que Holst había llegado, él miró a Kyle.

—No me digas que lo has traído como un alimentador.

—Sí.

—No es mi tipo.

—Lo es.

Kyle, que ya no estaba hipnotizado, se acercó más a Tarrick.

Holst se acercó y tomó su cuello, alejando al humano del general y sosteniéndolo.

Kyle tembló y dio un suspiro.

—Señor.

—No te has ganado el derecho de llamarme “señor” todavía. Desvístete.

Kyle miró alrededor al área iluminada.

—¿Aquí?

Los hombros de Holst se acomodaron como los de un hombre que no estaba


acostumbrado a que cuestionaran sus órdenes.

—¿No fui claro?

—No.

El corazón de Kyle se comenzó a acelerar mientras se quitaba la ropa. Cuando


llego a su ropa interior, pausó y miró a Holst, que le indico que, sí, quería decir que
todo.
Desnudo, el pene flácido de Kyle colgaba entre sus piernas y parecía estar
resistiendo la urgencia de cubrirlo. Para darle crédito, mantuvo las manos quietas a
su lado.

Holst estiró la mano y estrujó el pezón de Kyle. Kyle trató de alejarse, pero Holst
lo tomó del hombro y lo mantuvo en su lugar. Luego deslizó su mano por el abdomen
del humano antes de finalmente llegar a sus testículos y apretarlos.

—Me gustan más grandes —dijo Holst finalmente cuando terminó su inspección,
soltando a Kyle.

Mathew no estaba seguro de si hablaba del pene de Kyle o su cuerpo. Tal vez
ambos.

—No, no te gustan.

Holst gruñó.

—Bien. Me gusta que peleen más.

—No, no te gustan —repitió Tarrick.

Holst apretó los dientes.

—Sí me gustan.

—Claro, hasta que los rompes. Luego te aburres. Este chico no es eso, te
gustará.

—No lo creo. Estoy seguro de que encontrarás un buen lugar para él.

Kyle bajó la cabeza, mirando al suelo y sus manos cubrieron su entrepierna.


Matthew entendía esa derrota.

Tarrick no parecía muy decepcionado. Tal vez Holst rechazando sus


alimentadores era común.

—Como quieras. Matthew, puedes tenerlo.

¿Tenerlo?
—¿Qué?

—Necesitas un alimentador. Te gusta Kyle. Parece una buena manera para


tenerte alimentado. Y lo mantendrá a él en Nueva York, puedes quedártelo.

Matthew miro hacia Prescott, que se encogió de hombros como diciendo “¿por
qué no?”

—Le diré la idea al Rey, pero estoy seguro que la aprobará. Te quiere en la
máxima condición para pelea… al menos este mes.

Matthew fue hacia Kyle y tomo su brazo.

—¿Te gustaría eso, Kyle?

Kyle miró a los aun rojos ojos de Matthew. Tembló.

—Pensé que era sumiso. Un esclavo.

—Un esclavo para los íncubos, sí. Un sumiso para el —Matthew señaló a
Tarrick—. Pero con los demás depende. Nunca he hecho la cosa de ser dominante,
pero estoy seguro que puedo arreglármelas si eso es lo que necesitas.

Holst gruñó.

—Le harás daño si no sabes lo que estás haciendo.

—¿Qué te importa eso, mi lord? No lo quieres.

Holst gruñó de nuevo, esta vez por la falta de respeto de Matthew. Matthew
estaba aliviado de que nadie hizo movimientos para castigarlo por ello.

Matthew tomó el brazo de Kyle, forzando al chico a darse la vuelta mientras lo


apretaba contra su pecho. El humano se recostó y olió el cuero.

—¿Te gusta mi armadura? —le pregunto Matthew, manteniendo a Kyle atrapado


en sus hombros.

—Sí —dijo entre respiraciones profundas.

Matthew lo soltó.
—De rodillas. Manos a la espalda.

Kyle se puso de rodillas. Su polla se endureció.

Matthew levantó su bota y le presiono contra el pequeño paquete del humano.


Kyle gimió y luego sollozó cuando Matthew se alejó de él.

—Mi bota está sucia. Límpiala.

Kyle se estiró para tomar su camiseta.

—Con tu lengua —ordenó Matthew antes de que Kyle llegara a sus ropas.

Matthew nunca había degradado a una persona en cama –en ningún lado, en
realidad–, pero encontraba la respuesta necesitada de Kyle muy excitante.

El humano se inclinó, su trasero firme en el aire, presentándose a sí mismo; su


pequeño agujero rosado expuesto a todos.

Matthew miro para ver los ojos de Tarrick volverse morados mientras miraba,
pero más importante, los ojos cafés oscuro de Holst cambiaron a un color ciruela.
Hacía que los dos íncubos se parecieran más. Si Tarrick tuviera cabello negro en
vez de rubio sería difícil convencer a Matthew que no estaban relacionados, incluso
si sus facciones eran un poco diferentes.

—Bien, lo probaré —dijo Holst, su voz llena de deseo y sus ojos encerrados en
Kyle.

Tarrick, que estaba parado detrás de Holst, sonrió.

—¿Estas seguro? No quiero encontrarme con tener que buscarle un nuevo lugar
a él en una semana.

—Lo tomaré —dijo Holst—. ¿Cuál es tu costo?

La sonrisa de Tarrick creció más, mostrando sus perlados dientes.

—Quiero hacer una exhibición con Matthew. Una pelea, pero no creo que el Alto
Rey la apruebe a menos que haya la suficiente charla de ello.
—Hecho.

—Un momento —dijo Prescott. Todos excepto Kyle se habían vuelto a mirar al
Emperador; el humano parecía un poco fuera, aun lamiendo las botas de Matthew—
. ¿A que estás jugando, General?

—No estoy jugando. Solo me gusta ver a Matthew pelear —los ojos de Matthew
brillaron púrpuras.

—Entonces pon una de las grabaciones o míralo en su próxima batalla. Estas


tramando algo y me canso de adivinar de que se trata. Comienza a hablar.

Un sonido de desaprobación se alzó en la garganta de Tarrick.

—Estas sobrepasándote, Emperador.

—No, no lo estoy. Él es un miembro de mi equipo y no apruebo que trates de


manipular al Rey. Quiero saber que tramas, la puta razón real. De otra manera, voy
a hacer mi maldito mejor intento en prevenirlo y, entre los dos, yo soy al que el Rey
llama amigo.

—No creo que él llame a nadie “amigo”.

—General —dijo Prescott, enojado—, yo debería estar en una cita ahora en vez
de ver a este pequeño idiota lamer las botas de Matthew. Has llegado al final de mi
paciencia.

—De acuerdo. Está bien. La gente no cree que tenemos demasiado dominio
sobre Matthew. Los cazadores no quieren pelear con él y los íncubos temen que
pierda el control. Mira lo que tuviste que hacer esta noche para tenerlo en el suelo.
Lottie no debería necesitar ese nivel de convencimiento.

Oh cierto. Cuando Prescott prendió el collar. Matthew estaba tan envuelto con
Kyle, había olvidado lo molesto que estaba por eso.

—Si ven a Matthew pelear por la gloria del Alto Rey, verlo arrodillarse, ayudará
a convencer a la gente que tenemos control sobre él. Me disgusta tener un ejército
que piensa dos veces mis órdenes. Podría hacer esto vía fiestas o hacer que se
folle su camino en corte hasta que se sientan seguros, pero tomará demasiado
tiempo. Esta es la manera más rápida y no va contra los deseos del Alto Rey.

La verdad era que ambos necesitaban el encuentro en la arena como el primer


paso para ganarse a los íncubos, pero la mentira de Tarrick sonaba creíble. Pero
de nuevo, todo lo que decía sonaba creíble.

—Entonces, solo pídele al Rey por el encuentro.

Tarrick negó con la cabeza.

—Sabes cómo es con sus mascotas. Necesitamos que la gente quiera esto antes
de que lo pregunte.

Prescott no parecía convencido.

—¿Cuánta energía y tiempo estas dispuesto a poner en esto para que la gente
confié en tu compañero de equipo? Porque como está, tomará años. A mi manera
serán semanas.

Prescott dejó que su pecho se inflara bajo su armadura mientras respiraba


hondo.

—Está bien —apuntó a Matthew—. Más te vale ganar.

—Espero que lo haga, quiero que sea un encuentro a muerte.

—Dioses. Bien. Comenzare a entrenarlo para lo que sea que el Rey lo haga
pelear.

Un gemido llamó la atención de Matthew. Kyle todavía estaba trabajando en su


bota, casi había llegado a la cima de una. Matthew estiró la mano y tocó la cabeza
de Kyle. El humano miró, sus labios estaban hinchados y mojados con saliva, y sus
ojos se veían distantes como si estuviera distrayéndose.

Matthew estaba un poco decepcionado de que no iba a tener un alimentador para


sí mismo, pero no esperaba caminar fuera de allí con Kyle esta noche. Solo había
hecho que el humano lamiera sus botas porque lo había visto en porno una vez y
había sentido que interesaría a Holst.
—Obtendrás tu pelea —dijo Holst—. Solo dame unas cuantas semanas y será el
tema en todos lados.

Tarrick señaló con su mano a Kyle, ofreciéndolo.

Holst se agachó y tomó a Kyle, acercándolo a su cuerpo.

—Eres mío ahora. ¿Lo entiendes?

Kyle respondió presionando su cuerpo en el íncubo. Holst mantuvo un brazo


rodeándolo.

Tarrick se rió de su amigo.

—Solo será tuyo si firma el contrato y necesita estar de regreso en Nueva York
para la media noche.

Holst no parecía preocupado.

—Me encargaré de eso. ¿Te vas a quedar? ¿Bourbon? —le preguntó Holst a
Tarrick.

—Solo uno. No me puedo quedar mucho. Hubo unos ataques antes y me


necesitan.

—Extraño los días cuando no eras Alto Lord.

Tarrick rió.

—Yo no. Matthew, ve a ver que quiere Lottie contigo.

Prescott resopló.

—Dos opciones.

—Matthew, tienes permiso de ir con ella —añadió Tarrick.

Holst miró entre Matthew y Tarrick, luego sonrió con ganas, Kyle todavía
acurrucado desnudo bajo su brazo.

—Esa es la orden del Alto Rey, no la mía. Aunque, es una con la que me gusta
verlo luchar —dijo Tarrick, sus ojos con un brillo sadista.
Matthew frunció el ceño. Que le dijeran cuando podía y cuando no podía tener
un orgasmo no era divertido. Si lo dejaran masturbarse, entonces tal vez no tendría
una erección salvaje bajo su armadura ahora mismo.

Prescott comenzó a caminar por un pasillo.

—Vamos, Matthew, a ver que quiere la Alta Sacerdotisa conmigo.


CAPÍTULO CINCUENTA Y DOS

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

Matthew siguió a Prescott a la parte de atrás de la casa. Detrás de él podría


escuchar a los dos íncubos y a Kyle retirarse a otra habitación.

Prescott se detuvo en unas puertas dobles de madera y tocó.

—Entren —dijo Carlotta desde el otro lado.

Él abrió de un empujón las dos puertas. Dentro había un templo de Ilertha: había
una estatua de la diosa en el centro y rodeándolo hay almohadas y sillas de salón.

La habitación olía a especias y sexo. O tal vez esa era Carlotta, que estaba
parada con las manos apretadas frente a ella.

Prescott entro a la habitación y asintió con respeto a la estatua (algo que Matthew
no había esperado) luego se hizo a un lado. Matthew esperaba que, si terminaba
teniendo sexo con Carlotta, el Emperador al menos se volviera invisible para que
pudiera pretender que no lo estaban observando.

Matthew dio un paso delante y se detuvo justo antes de entrar a la habitación del
templo.

—Ilertha no te va a golpeará si entras —dijo Carlotta, divertida.

—Lo sé, es solo…

Matthew no estaba seguro de que era. ¿Odiaba a su madre? La única cosa que
sabía de ella era que lo había abandonado y había enviado a Devak para protegerlo.
Él amó a Devak, pero le hubiera gustado tener una madre al crecer.

Carlotta le hizo señas para que cerrara las puertas y se uniera a ella. Lo hizo.
—¿Sería muy fuera de lugar de mi parte preguntar porque una humana es la Alta
Sacerdotisa de la diosa íncubo?

Ella fue a la mesa y encendió la vela que se había apagado.

—Ilertha tiene mis dominios. Ella es la diosa del sexo, amantes, belleza, placer y
dolor, astucia, fertilidad y más. Los íncubos son su pueblo bendecido, una
personificación de lo que es, pero ella acepta a cualquiera que siga sus principios.
¿Tú adoras a alguien?

—No, Alta Sacerdotisa.

—¿Por qué no?

—Uh, bueno, fui a la iglesia algunas veces, pero nunca estuve seguro si Dios
existía. Y luego cuando conocí a un dios, no era el despertar religioso que estaba
esperando.

Ella consideró a Matthew por un momento.

—¿Cuándo dejo de cantar para ti?

—Poco después de mi escape. La oía de vez en cuando, pero eventualmente se


detuvo.

—¿Crees que paró o crees que dejaste de escuchar?

—Yo… no lo sé.

—Ven a sentarte —ella hizo señas a un rojo, inflado ottoman. Él hizo lo que le
decía—. Eres una criatura honesta, ¿verdad?

Matthew miró de reojo a Prescott.

—Me pasan cosas malas cuando miento.

Prescott alzó una ceja, pero no dijo nada.


Carlotta puso su mano en la mejilla de Matthew y lo hizo concentrarse en ella de
nuevo. Tras ella estaba la estatua de mármol de Ilertha, hermosa y mirándolos con
una cara de paz.

—¿Te gustaría oírla cantar de nuevo? —le preguntó.

—Sí —susurró.

Carlotta, con la mano aun en su mejilla, se agachó y besó a Matthew. Era mucho
más suave de lo que esperaba. Él pensaba que sería tan dura como su actitud.
Había una seña de eso, pero había algo más también: comprensión. Era como si
supiera lo que él necesitaba y se lo estuviera ofreciendo.

El beso se profundizo, y ella se arrastró hasta su regazo, poniendo sus rodillas a


cada lado de sus muslos.

Sus manos empezaron a vagar, explorar sus muslos, luego sus caderas y
finalmente sostuvo sus nalgas. Él apretó sus maravillosas proporciones,
empujándola contra él.

Ella se apartó y tocó su armadura, pasando los dedos por los lados filosos.
Palabras susurradas salieron de sus labios y la armadura empezó a doblarse hasta
que era solo una pieza de pecho.

—Pensé que solo los cazadores con runas podían hacer eso —dijo Matthew.

Ella sonrió, pero no explicó mientras se levantaba y quitaba la pieza de pecho de


su cuerpo, dejándola en el suelo lejos de ellos. Ella abrió las rodillas de Matthew
con las rodillas, luego ahueco su cabello en su mano y se dio la vuelta, exponiendo
los lazos de su corsé.

El primer pensamiento de Matthew fue arrancarle la ropa, pero no quería parecer


muy impaciente. Él también vetaba a su cuerpo del impaciente deseo y, en vez, se
forzó a ir lento y sensual, besando su columna mientras le quitaba el corsé.

Un placentero sonido de aliento escapo de su boca y ella giró su cabeza hacia


un lado.
El corsé se quitó y cayó al suelo. Matthew, poniéndose imposiblemente duro en
su traje de compresión, la miró mientras se daba la vuelta. Las aureolas de sus
pezones se hincharon, y se encontró a si mismo parándose y rodeando uno de ellos
con su boca. Movió su lengua alrededor de las puntas, luego succionó, mordiendo
la piel entre sus dientes. Ella dio un grito ahogado por la sensación.

Él deslizo la mano arriba y debajo de su cuerpo, culebreando el camino hacia el


frente de sus pantalones y desabotonándolos. Enganchó sus pulgares en la cintura
y lo quitó de sus caderas.

Ella lo ayudó con la última parte, sacándose los zapatos y el pantalón. Matthew
desabrochó el lado de su traje de compresión. Antes de que pudiera quitárselo, ella
delineó su pene con su mano.

Él gruñó.

Después de unos momentos de ella acariciando su longitud, el hecho la cabeza


hacia atrás y la estudio. Desnuda, ella era una criatura de belleza extraña. No era
perfecta como una súcubo: tenia los comienzos de arrugas en los extremos de sus
ojos, tenía unas cuantas estrías en el abdomen bajo justo antes de su negra línea
de cabello, y su forma no era la perfecta de reloj de arena que tenían la mayoría se
súcubos.

Pero Matthew encontraba cada defecto interesante. Real.

Veía porque le gustaba a los íncubos. Su confiada sexualidad era


indudablemente atrayente y él apenas podía mantener sus manos lejos de ella.

—Quítate eso —le ordenó mientras tiraba de sus ropas.

Esta vez, uso su velocidad y estaba fuera del traje y desnudo antes de que ella
tuviera un momento de dejar de respirar. Su sonrisa se agrandó cuando bebió su
cuerpo. Sus músculos estaban apretados bajo su suave piel clara. Las únicas
imperfecciones que tenía eran la marca del Alto Rey y los tatuajes que serpenteaban
por su brazo derecho.
Su cerebro escogió ese maldito momento para recordar que Prescott estaba
parado en la habitación, pero empujo ese pensamiento de su cabeza. No era como
si el tipo no lo hubiera visto desnudo, mucho, y las posibilidades eran que, si él no
estuviera allí, el sexo no ocurriera. Matthew quería que el sexo ocurriera. Su dura
polla se alzaba en atención para probarlo.

Esperaba que el Emperador disfrutara el show.

Carlotta empujó a Matthew hacia abajo en el ottoman y con gracia se montó a


horcajadas sobre sus piernas, sus rodillas envueltas en los muslos de Matthew de
nuevo. Su longitud se presionó contra el exterior del calor de ella, temblando con
anticipación.

El paso su mano por su espalda y la inclino para besarla.

Ella llevó su mano hacia abajo y acarició su pene duro como el granito. Matthew
siseo contra ella, su trasero apretado y sus caderas empujando hacia el toque.

Ella alineó su sexo con el de ella y se bajó. Matthew tembló mientras su calidez
se envolvía en él.

Él se inclinó hacia su cuello y comenzó a lamerlo, la sangre bajo su piel era


hipnotizante, no era como si pudiera llegar a ella sin herirla severamente, o ser
castigado.

La sacerdotisa comenzó a moverse, dándose placer en su cuerpo.

—Escucha —le susurró al pido, su aliento pegándose en su piel.

Matthew trató. Podía escuchar los sonidos de la casa, sirvientes limpiando,


cazadores dando actualizaciones rutinarias sobre sus posiciones, otra pareja
teniendo sexo en una de las alas lejanas de la casa, alguien comiendo algo muy
crocante. Escuchó su respiración acortarse cada que se sentaba completamente en
él, pero no había canto.
Ella rodeó su cuello con su brazo y lo empujó para que mirara hacia la estatua
de su madre. Lo cual hubiera matado su erección si Carlotta no se sintiera tan
malditamente bien mientras lo cabalgaba.

—Aliméntate —le dijo entre gemidos.

Matthew inhaló los hilos dorados de energía sexual mientras ella lo montaba,
llevándolos a ambos más cerca del orgasmo.

Entonces lo escuchó.

La canción de Ilertha.

Era tan silenciosa al principio, que pensó que se la estaba imaginando, pero
mientras ellos follaban, la canción era más fuerte. Cantada en el lenguaje antiguo
de los íncubos, era hermoso y divino. La melodía tenía una cualidad del otro mundo.

Sin ningún permiso para él, sus ojos ardieron.

Carlotta continuó moviéndose sobre él, sus latidos acelerándose y su piel


calentándose contra él.

Ella gritó cuando llegó a su clímax, y Matthew se unió a ella. Su orgasmo


comenzó despacio, la prima ola rodando por él como una cocción lenta. La siguiente
ola fue más fuerte, ferviente, haciendo temblar sus cuerpos y sus músculos se
tensaron y el envolvió sus brazos en ella.

En la tercera ola, la náusea lo golpeó. Su cabeza daba vueltas y el mundo a su


alrededor se volvió.

Nunca había llegado a una cuarta ola. En vez de eso, su cuerpo caía hacia atrás.
Carlotta aun en sus brazos, golpeo el ottoman y siguió, cayendo por el material y
dentro del mismo suelo. Abajo y abajo se fue. Los colores eran borrosos a su
alrededor y su estómago saltó a su garganta.

Cuando aterrizó, ya no estaban en Kentucky.

Carlotta estaba en sus brazos, ambos desnudos. La sentó en una piedra bajo
sus pies y miró alrededor.
Estaban parados en un edificio en ruinas. No había mucho del lugar, solo unos
pilares y paredes a medias… y más allá había niebla… y más allá de la niebla había
oscuridad. Nada.

—¿Qué es esto? ¿Una brecha mental? —le preguntó a Carlotta que estaba
temblando del frío.

Deseaba tener calidez o ropas para ofrecerle.

—No, esto es diferente.

—Sálvame —una voz susurró, llevada por el viento.

La voz de Ilertha.

Carlotta se puso de rodillas.

—Mi diosa —dijo en susurros como si no pudiera creerlo.

—Sálvame, mi hijo —dijo la voz de Ilertha de nuevo.

La cabeza de Carlotta giró a Matthew.

—Su hijo —le dijo.

No era una pregunta. Era lo suficientemente vieja e inteligente para entenderlo.

—Por favor —dijo Matthew—, Malarath no lo puede saber. Si se entera–

Dolor intenso se extendió por la mandíbula de Matthew mientras los huesos se


rompían y perdía dientes. Cerró sus ojos y se concentró en sanar.

—Matthew, suéltala —ordenó Prescott.

Matthew abrió los ojos. Estaba de nuevo en el templo, su cuerpo extendido sobre
el ottoman. Los Argonautas lo miraban. Hiroto puso sus manos en la frente de
Matthew.

Matthew trató de preguntar qué estaba pasando, pero su mandíbula estaba en


pedazos. Nellis tenía sangre en su guante, el puto lo había golpeado en la cara.
¿Por qué?
—Suéltala, ahora —dijo Prescott.

Matthew alzó la mirada para ver a Carlotta todavía en sus brazos… la estaba
aplastando, sus garras hundidas en su espalda. Ella luchaba por respirar.

La dejó ir el instante que se dio cuenta de lo que hacía.

Ella tomó una respiración filosa. Matthew trató de disculparse, pero las palabras
salieron embrolladas. Empujo su sanación, forzando a su cuerpo a recuperarse lo
más rápido que podía.

Mientras tanto, Vik le dio a Carlotta un vial se sangre de vampiro para sanar sus
heridas.

—¿Qué pasó? —preguntó Prescott.

Matthew miró a Carlotta con una plegaria silenciosa: por favor. Por favor, no les
digas quien soy.

Carlotta se sentó recta y movió sus caderas lo suficiente para su pene que se
ablandaba ya no estuviera dentro de ella. Ella se quedó sobre él mientras sus
heridas sanaban. Sus ojos estaban muy abiertos mientras lo miraba, estudiando su
rostro como si fuera el diamante más grande que se exhibía en un museo.

Vik le extendió una bata, la cual ignoró.

—Alta Sacerdotisa —dijo Prescott, sacándola de sus pensamientos.

Ella respiró hondo.

—Parece que Lysandros no me quiere cerca de su hijo, piensa que se lo voy a


quitar. Me envió una advertencia. No es culpa de Matthew.

—¿Pueden hacer eso los dioses? —le preguntó Prescott a Hiroto.

—¿Dudas de mis palabras, Emperador? —le pregunto Carlotta mientras se


levantaba de Matthew y tomaba la capa de Vik, pasándola sobre sus hombros.

—No. Pero necesito saber cuánto puede influenciarlo su creador.


Hiroto acaricio a Matthew en la cabeza.

—No conozco todos los poderes de los Dioses de Sangre, pero no puede
hipnotizar a Matthew a menos que venga personalmente a este reino. Pero los
dioses envían visiones y mensajes. Él puede aprender a resistirlos.

—¿Ya terminamos o vamos a mirar su pene toda la noche? —preguntó Nellis.

Hiroto suspiró solo para sí mismo.

—Es magnífico, ¿verdad?

Matthew acarició su muy adolorida mandíbula y se sentó. Escupió dos dientes


que Nellis le había sacado, nuevos molares ya estaban saliendo de sus encías,
luego cubrió su pene con sus manos. Magnifico o no, no estaba emocionado de que
todo su equipo lo estaba mirando.

—Vístete —ordenó Prescott.

—Sí, señor.

Matthew hizo lo ordenado.

Lock se despegó de la pared en la que estaba apoyado y ayudó a Matthew a


ponerse su armadura.

—Comandante Hiroto —dijo Carlotta—, la próxima vez que anuncies que Tarrick
está de camino, por favor usa el timbre.

Los ojos de Hiroto se achicaron, como si estuviera sonriendo bajo su máscara.

—Está bien. Timbre.

—Quiero verlo de nuevo —dijo Carlotta mientras el equipo se comenzaba a ir.

Prescott se volvió.

—Necesitarás aprobación del Alto Rey.

Ella frunció el ceño.

—En noches como esta desearía que mi hijo fuera más como su padre.
El peculiar comportamiento social no le debía ganar muchos favores del Rey.

—Sí —acordó Prescott—, tu pareja era una buena.

Mientras se iban, Matthew podía escuchar a Holst se reía de algo. Él pausó.

—Vamos —le dijo Prescott—, ya has jugado su parte. El general puede ir a


Nueva York él solo.

El viaje de retorno sorprendió a Matthew. Ellos no lo hicieron correr muchas


distancias, y tampoco se teletrasportaron para adelantarse. En vez de eso, el equipo
caminó por el campo.

Prescott lideraba la marcha con Vik justo detrás de él. Ella estaba jugueteando
con sus botellas, quejándose que esperaba que tuvieran acción esa noche. Nellis
había alzado a Hiroto y lo puso en sus hombros. El zorro parecía feliz de sentarse
así.

Matthew los seguía, escuchando la cháchara, con Lock siguiendo por detrás en
silencio, tal vez para mantenerlo vigilado.

Hiroto se volvió sobre el hombro de Nellis, mirando a Matthew.

—¿Estás enojado porque te rompió la mandíbula?

Matthew no había pensado en ello.

—No. Estoy aliviado de que me detuvo antes de que hiriera a Carlotta. Pero,
¿Por qué no solo me noquearon con el collar?

El equipo dudó.

—¿Trataron y no funcionó? —preguntó Matthew.

Prescott desaceleró.

—No estoy seguro.

—Pero un golpe en la cara funcionó bastante bien —dijo Nellis con una sonrisa.
Prescott volvió a su ritmo hacia la estructura de concreto. El comandante cazador
de Holst, Baine, y su equipo estaban allí haciendo guardia.

—¿Qué piensas? —le preguntó Hiroto a Matthew.

—Estoy pensando en lo mucho que te odio ahora.

Hiroto frunció el ceño y el equipo pausó de nuevo, mirando a Matthew.

—Es solo… ¿cómo se llena mi polla de sangre si no tengo un pulso?

Hiroto casi se cae de Nellis de risa. El irlandés tuvo que estirar las manos y
equilibrar al zorro, sosteniendo su cintura con su guante. Los otros también se
rieron.

—Es en serio. Tengo que saber.

Prescott saludo a Baine mientras el equipo entraba a la estructura que guardaba


la piedra.

—Nadie me lo va a decir, ¿verdad? —preguntó Matthew a la piedra.

El equipo se rio de nuevo y se teletransportaron de allí.


CAPÍTULO CINCUENTA Y TRES

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

El entrenamiento mantenía a Matthew ocupado.

Dos noches después de que llevaron a Kyle a Holst, él estaba luchando con
Prescott cuando escuchó el guardia por el comunicador que el Alto Lord General
Tarrick regresaría a Ashwood.

El corazón de Matthew se hundió. Se lo estaba esperando ya que su herida había


sanado, pero tenía la esperanza de que no pasara de inmediato. Que tal vez el Alto
Rey lo dejaría quedarse cerca por alguna otra razón.

Prescott usó la distracción para rebanar tres de los dedos de Matthew con el
hacha que estaba usando.

Matthew gruñó de dolor, soltó su arma, y retrocedió.

—¿Te crees que eres el único con personas que amar? —preguntó Prescott.

Matthew acunó su mano contra su pecho.

—Yo–

—¿Qué pasaría en una batalla si Tarrick cae? ¿Vas a llorar su perdida allí
mismo? ¿Dejar a tu equipo vulnerable?

Matthew nunca había pensado mucho en eso. En el pasado, el solo se enojaba.

—Lo que vas a hacer es guardar tu dolor y enfocarte en tu trabajo. Darte cuenta
que hay momento de llorar después, cuando no arriesgue las vidas de los demás a
tu alrededor.

Matthew asintió.

—Trabajaré en ello, señor.


—Bien.

—¿Eso era una prueba o él se irá de verdad, señor?

—Ambas.

Prescott no le ofreció nada más mientras iba por otro asalto.

***

Una semana después Matthew se levantó con un par de labios llenos trabajando
por su cuello. Dejó salir un suspiro de placer y abrazó a la mujer que lo estaba
besando, enredando sus dedos por el rizado cabello.

Respiró lluvia y semillas de manzana.

—Rosaline —suspiró el mientras ella jugaba con su cuello. Se despertó por


completo y la soltó—. ¿Estás de vuelta?

Estúpida puta pregunta. Obviamente estaba de vuelta. Las habilidades de lógica


de Matthew estaban atadas con su pene en ese momento.

Ella se enderezó y arregló su aprestado vestido verde.

—Ha pasado algo de tiempo.

Matthew también se sentó, descansando su cabeza contra el respaldar.

—Demasiado tiempo. ¿Ha vuelto Samantha también?

—Aún no. La mantenemos lejos tanto como podemos. No creo que Didi se ha
dado cuenta que se ha ido. Creo que ni siquiera se ha dado cuenta que yo me he
ido.

¿Era por eso que Matthew no había visto al Alto Rey en un tiempo? ¿Se estaba
alejando o lo que sea que hacia?

—¿Por qué estás de vuelta?


Rosaline deslizó sus manos por el pecho de Matthew y acarició sus abdominales
unas cuantas veces. Estiró la mano para ponerla en su muslo, sintiendo la suavidad
como seda de sus largas piernas.

—Quería regresar. Y Tarrick me pidió que te llevara a los alimentadores. Todavía


estamos trabajando la regla del permiso para venir. Hasta que lo hagamos,
necesitas que Prescott o yo lo aprobemos cada vez. Tarrick pensó que preferirías
que fuera yo a él.

—El general tiene razón, prefiero que seas tú. No le digas al Emperador esto —
comenzó Matthew. Rosaline dirigió sus ojos a la cámara preocupada—, pero tú eres
más sexy que él.

Rosaline parecía aliviada y complacida, sus labios rojos en una sonrisa.

—Creo que tu hija podría discutir ese punto.

Matthew tomó una almohada y se la lanzó juguetón.

—Dios, no quiero escuchar eso.

Rosaline tiró la almohada a un lado y se revolvió el cabello. Sus ojos cayeron en


las caderas de Matthew y pasó un dedo por la piel curada.

—Sam me dijo que estarías bien, que no te convertirías en un ghoul, pero me


siento mejor ahora que lo veo por mí misma.

Matthew tomó su mano y la llevó a sus labios, besando su palma.

—Siento lo que pasó… con Didi. Cuando lo supe… —ella mordió su labio inferior.

Matthew presionó una mano contra su mejilla.

—Shh. No es tu culpa.

—Pero —ella se silenció por un momento, luchando alguna batalla interna.


Finalmente, ella tragó con fuerza y habló de nuevo—. No cambia como me siento
sobre él. Debería, pero no lo hace. ¿Me odias?

Él movió sus labios a su muñeca.


—Nunca, mi señora.

Rosaline era inocente y ciegamente ambiciosa, incapaz de ver el monstruo que


Malarath era, pero eso no la hacía una. No era idiota. Algún día abriría sus ojos,
pero necesitaba llegar allí sola, –empujarla a ello solo la alejaría.

—Me comporté indebidamente y fui castigado. ¿Crees que él aún esté enojado
conmigo?

—No lo sé. Ha estado distante. Pero… usualmente no perdona. Estuve


sorprendida de que no mató a Tarrick inmediatamente por llevarte esa noche.

—No es como si no lo hubieran castigado.

—Es verdad.

Ella estaba en silencio, los dos tocándose gentilmente, disfrutando el sentimiento


de cercanía.

Los ojos de Matthew se movieron al cuello de ella, y el deseó hundir sus colmillos
en ella.

—¿Hambriento? —le preguntó.

—En más de una manera.

—Prescott te dará sangre más tarde, me parece. Vamos a comer.

Unos minutos después, Matthew se había vestido y estaban bajando en el


elevador. Sus manos vagaron por su espalda y descansaron en los redondos
cachetes de su nalga.

—Sabes que no terminamos las cosas la última vez que estuvimos en un


ascensor —dijo Matthew.

Ella rió.

—Tal vez después. Vas a tener un alimentador esta noche. Sin distracciones.

—Hm. Está bien.


—Deberías empezar despacio. Conocer a quien escojas. Deja que te den placer
oralmente hasta que estés más cómoda con ellos.

Esa era probablemente una buena idea. Sin saber que esperar, el probablemente
estaría un poco nervioso esta noche.

Cuando llegaron al piso de los alimentadores, Rosaline llevó a Matthew a un área


de espera con cojines, y pausó frente a una cortina que se abría a una puerta.
Matthew podía oler a humanos e íncubos al otro lado.

—Lo organicé para que todos los que vean sea alguien que quiera acostarse
contigo. Y, ninguno podrá verte. El espejo es de un solo sentido. Todo lo que tienes
que hacer es escoger a alguien que te interese. No hay apuro. Si no te gusta lo que
ves, hay muchas opciones más. Los alimentadores están entrenados para manejar
el rechazo, no vas a herir sus sentimientos.

—Está bien —fue todo lo que Matthew pudo decir.

Esto se sentía un poco extraño y parte de él deseaba que Holst hubiera


rechazado a Kyle.

Rosaline hizo la cortina a un lado y entraron a una larga, circular habitación.


Contra la pared alineadas había ocho mostradores de vidrio, casi como mostradores
en una tienda departamental. Dentro de cada área se sentaba un íncubo o un
humano, cada uno tan variado como su número.

Los diferentes mostradores estaban decorados para mostrar los intereses del
que lo ocupaba.

Rosaline camino hacia el primero. Dentro, un íncubo masculino con los ojos
azules más brillantes que Matthew había visto, descansaba en una silla con un
eReader en su mano. Vestía una bata pequeña y traslucida parecía a lo que vestían
las gemelas, solo que este hombre se veía como un adulto. Joven, pero adulto.

Su área se veía cómoda. Casta. Además de su cuerpo expuesto, no había


juguetes sexuales en la habitación.
—Él ha sido un alimentador por casi ciento treinta años —dijo Rosaline—. Es
habilidoso. Nada demandante. Le gusta leer. Pensé que tendrían eso en común.

—¿Tu escogiste a todos?

Ella sonrió y caminó al siguiente puesto, sin contestarle.

—Los conozco a todos personalmente —su sonrisa cayó cuando miró la ventana
del siguiente puesto.

Matthew llegó para ver lo que le molestaba.

Él rió al ver a Hiroto, estirado casi desnudo en un sofá crema, con una gran
sonrisa en su cara.

Rosaline movió un interruptor en la pared.

—Comandante Hiroto.

Hiroto se teletransportó al otro lado del vidrio para estar junto a Matthew y
Rosaline.

—¿Sí?

—¿Qué crees que estás haciendo?

—Ofreciéndome, por supuesto. Y, en verdad —se volvió a su Matthew, luego se


señaló a si mismo—. ¿Cómo puedes resistirte?

—¿Dónde está Liao? —preguntó ella.

—Oh. El, uh, accidentalmente se encerró en una de las habitaciones. Es trágico,


en verdad, que Matthew no llegó a probarlo, pero conmigo cerca no necesitas
hacerlo.

—No. Matthew va a escoger un alimentador esta noche. Tu tendrás que esperar.

Hiroto se quejó. Era agudo y como el de un zorro, y rompió el corazón de


Matthew. El pasó su mano por el cabello de Hiroto y subió por una de sus orejas.

—No te preocupes, follaremos eventualmente.


—¿Lo haremos? Estoy comenzando a pensar que no me deseas. O tal vez
todavía me odias por lo que pasó el año pasado… o porque soy duro cuando
entrenaos… o–

—Shh —Matthew puso su dedo contra los labios de Hiroto para callarlo. Tomó la
mano del zorro y la puso en su entrepierna, sus pantalones de cuero estirados por
su tensa erección. Hiroto acaricio la longitud de Matthew contra el cuero. Tuvo que
morderse el gemido—. Solo hemos tenido muy mala organización.

Los ojos de Hiroto se entrecerraron mientras seguía acariciando a Matthew.

—Aunque —dijo Matthew—, si me lo dejas más fácil en el entrenamiento…

—No es posible —dijo Hiroto, pellizcando la punta lo suficientemente fuerte para


que Matthew saltara.

—Lo has sobado lo suficiente. Retírate, Comandante —dijo Rosaline.

Hiroto se alejó de Matthew, luego delimitó a Rosaline, le dio un beso en la mejilla


y desapareció con un flash de blanco. Rosaline se veía medio divertida, medio
frustrada.

—Es difícil estar enojado con él, ¿verdad? —dijo Matthew.

Ella suspiró.

—Es una peste a veces.

—Pero una adorable.

—Claro, cuando no está matando gente.

—¿Te has acostado con él alguna vez?

Rosaline movió sus manos a sus caderas.

—No beso y cuento.

—Pensaba que todos los íncubos besaban y contaban.

Ella se encogió de hombros ligeramente.


—Sólo los que necesitan adelantarse. Yo ya estoy en la cima, ¿a quién necesito
impresionar?

Rosaline llevó a Matthew por el resto de exhibiciones. La mayoría de los


ocupantes eran del tipo pequeño, pasivo. Excepto uno, una mujer, con contextura
de guerrera; alta, músculos gruesos, rostro duro.

—Ella es una amazona —dijo Rosaline.

—¿Amazona en “la isla solo de mujeres” amazona?

—Sí. Solo hay un puñado de ellas y todas son dominantes en la cama. Solo la
incluí porque sé que te gusta ver criaturas que no has visto antes. Pero mi instinto
me dice que no la vas a escoger. Además, no le gustan tanto los hombres.

Rosaline tenía razón. Matthew la encontraba atractiva, pero no estaba en el


humor para que lo mandaran. O tal vez solo quería que fuera Tarrick el que lo
dominara. Aun así, era muy genial ver a una amazona de cerca. Se preguntó si
todavía luchaba. Le encantaría pelear con ella alguna vez.

Matthew pasó a un hombre con un collar y equipo de bondage en su puesto y


paró frente a una mujer joven. Era una humana con cabello castaño claro y ojos
cafés. Se veía… normal. No era la feminidad andante como Rosaline, o que
expulsaba confianza y madurez sexual como Carlotta, era solo… Matthew no sabía
como cuantificarla. ¿La chica de al lado? ¿La chica con la que querría comer pizza
(figurativamente, claro) y luego acurrucarse en el sillón? ¿La chica que no se
tomaba nada muy en serio y solo disfrutaba de la vida? Cualquiera de ellos le
quedaba bien.

Ella vestía jeanes y una camiseta y su cabello estaba peinado en una coleta. No
era gorda, pero no era delgada tampoco. Su estómago era suave, casi redondo,
como sus caderas. Estaba sentada con sus piernas sobre el brazo del reclinador,
comiendo pedazos de queso. No estaba muy preocupada con exhibirse como los
otros. Pero era el violín que descansaba en la esquina lo que llamó la atención de
Matthew.
—Ella.

—¿Estas seguro? —dijo Rosaline.

—Sí.

Rosaline presionó sus labios como si quisiera decir algo, pero se aguantaba.

—¿Debería escoger a alguien más, mi señora? —preguntó Matthew, preocupado


de haberla molestado de alguna manera.

—No —ella paso sus manos por el frente de su vestido para alisarlo un poco—.
Solo perdí una apuesta.

Matthew pestañeó hacia ella.

Ella suspiró.

—Ella es la única que Tarrick escogió. Estaba seguro que la escogerías. Yo


pensé que escogerías a Rya —ella apuntó al primer alimentador que habían visto,
el que leía el libro.

Lo habría escogido a él si esta chica no estuviera allí.

—Espero que no te haya costado mucho.

—No. Solo tengo que atender a una fiesta que esperaba evitar. El Rey de
Australia del Oeste nunca deja de rezongar.

¿Rezongar? Nacida en algún momento de los 1900, Rosaline a veces metía la


pata y dejaba que su era se mostrara. Pero no muy seguido.

—Creo que la gente ya no dice “rezongar”.

—¿Boca? ¿Cotorreo? ¿Cara? ¿Cuál es el modismo de ahora?

Matthew se encogió de hombros, él no pasaba con humanos normales estos


días. Los cazadores apenas contaban ya que muchos eran mayores que él.

Ella murmuró algo acerca de preguntarle a Darios y llevó a Matthew hacia otra
habitación. Esta estaba arreglada como un dormitorio. Todo dentro se veía caro y
era bastante sexy sin ser cursi. La cama era grande con gruesos postes y sabanas
de seda.

Matthew dio un vistazo al armario para encontrarlo lleno de todo tipo de


consolador y juguete sexual que se podría imaginar, y el armario estaba lleno de
equipo pervertido. No iba a necesitar esas cosas ahora. Infiernos, ni siquiera sabía
usar la mitad de todo eso.

Rosaline salió por un momento y volvió con la alimentadora humana.

—Matthew, ella es Felicia.

Matthew le hizo una reverencia.

La cara de Felicia se iluminó con humor.

—No soy una dama, no tienes que inclinarte por mí.

—No estoy de acuerdo. Eres una dama, y puede que no tenga que hacerlo, pero
quiero.

Ella sonrió anchamente.

—Coqueto.

Él le devolvió la sonrisa.

—Lo intento.

Hubo una pequeña, casi incómoda, pausa en la cual Matthew no estaba seguro
de cómo proceder. Felicia no dejo que el momento siguiera. Señaló a la cama.

Ella se dejó caer en ella y Matthew se sentó a su lado. Rosaline rodeó el otro
lado de la cama y tomó haciendo en un punto allí, dándoles espacio, pero aun
quedándose cerca. Matthew se preguntó si se les uniría.

Felicia lo miró de arriba para abajo.

—Nunca he estado con un vampiro antes. Tengo unas cuantas preguntas, si


estás de acuerdo.
—Pregunta lo que quieras. Si se me permite responder, lo haré.

—¿Me vas a morder? ¿Beber mi sangre?

Matthew miró a Rosaline.

—No es de conocimiento público —le dijo.

—Ah. No, el Alto Rey me quitó los colmillos, es por eso que los dientes son de
metal aquí —Matthew levantó su labio para enseñarle—. Y aun si no lo hubiera
hecho, no te mordería a menos que me lo permitas.

Ella lo estudio cuando pregunto:

—¿Es el sexo algo diferente para ti?

—Mi piel es más fría, no escucharás un latido ahora y me gusta jugar con el
cuello un poco más que la mayoría. Además de eso, follo y como de la misma
manera que la mayoría de íncubos. ¿Hace cuanto eres una alimentadora?

Felicia pasó sus dedos por su brazo. Le gustaba que evitaba tocar sus esposas,
la evidencia tangible de que era un esclavo.

—No eres tan frio. Y no mucho. Menos de una década. Me dicen que tengo un
sabor fantástico, lo cual me ha ganado mi lugar aquí. ¿Hamlet o Macbeth?

—Ninguna. Las tragedias son demasiados descorazonadas. La doceava noche


es mi favorito. Much Ado es la segunda.

Felicia se inclinó más cerca y pasó sus dedos por los abdominales de Matthew.

—Extraño. Los guerreros normalmente escogen Hamlet o Macbeth.

—No soy como los otros guerreros.

—Hmm.

Su mano se movió más abajo, sus dedos rozando debajo de sus pantalones. Los
parpados de Matthew se sentían pesados mientras su cuerpo respondía al toque.
—Eres como los otros guerreros en algunas maneras —lo molestó ella y se
movió para que estuviera parada entre sus piernas. Él abrió sus rodillas para hacerle
espacio.

—Nunca he estado con un alimentador —admitió—. No estoy seguro si debería


ser reciproco o lo que se espera de mí.

—Cómo te alimentes depende de ti. Normalmente necesitas excitar al


alimentador para generar energía sexual, pero yo estoy bien entrenada y tú eres
caliente. No necesitaras hacer eso conmigo —ella se presionó más cerca, pasando
sus dedos por su cabello—. ¿Por qué no me dejas alimentarte por ahora y, la
próxima vez, puede comerte?

Antes de que Matthew contestara, ella se arrodilló y desabotonó sus pantalones.


Él alzó la cadera para dejarla quitarlos lo suficiente para sacar su polla.

—Tienes un buen tamaño. Hermosa polla.

Ella se lamió los labios y miro hacia él, sus ojos mostrando su emoción. Ella tomó
su ancho y pasó su húmeda legua por la gorda vena que corría por debajo. Matthew
se apoyó sobre sus manos y dejo salir un estremecimiento.

Felicia tomó la cabeza con su boca, provocándolo con su lengua, luego bajó
hacia su piercing, trabajándolo con habilidoso entusiasmo.

Matthew miró hacia abajo y puso una mano en su suave, recogido cabello. Los
labios de ella se retiraron en una apretada sonrisa alrededor de su masculinidad.
En sus diez años como alimentadora, probablemente había tenido miles de íncubos
y aun así parecía genuinamente emocionada de estar chupando su pene.

Tal vez era porque él era su primer vampiro, o tal vez porque era su trabajo, pero
ahora mismo no se podía obligar a sí mismo a importarle mientras tomaba más y
más de el en su boca y el comenzó a alimentarse.

Ella no bromeaba cuando decía que tenía un sabor fantástico; su energía era
gruesa y llenaba.
Desde detrás de él, Rosaline se acercó, envolvió su torso con sus brazos y pasó
sus suaves manos bajo la camisa de Matthew, acariciando su piel. Los labios de
ella vagaron por el cuello sobre el collar, yendo hacia su oreja.

Matthew gimió mientras las dos mujeres le daban placer, sus cálidas bocas
volviéndolo su cuerpo loco. Arqueo su espalda cuando Felicia aumentó la velocidad,
rebotando arriba y abajo sobre su pene mientras sostenía con fuerza la base.

Lo trabajó por algunos minutos, su lengua rozando su piercing y aplicando


presión sobre la cabeza.

—Oh, dios, sí. Estoy cerca —le advirtió.

Ella mantuvo su movimiento, y cuando Rosaline mordió con fuerza su lóbulo, él


se vino, explotando en la boca de Felicia.

Ella lo tragó expertamente.

Y mientras ella lamia las últimas gotas de la punta, Rosaline se deslizó alrededor
del regazo de Matthew y lo besó con fuerza. Aun flotando en su orgasmo, él le
devolvió el beso, torpe y mojado.

Cuando ella se alejó de él, sus ojos brillaban con un verde fuerte y sus pequeños
cuernos rojos saliendo de su frente. Sus alas también se desplegaron y su cola hizo
espiral alrededor de su pene. Él saltó cuando ella apretó su sensible miembro.

—Necesito unos cuantos minutos para recuperarse.

Estiró la mano y trató de proteger su pene de sus agresivos apretones y


movimientos, pero ella alejó su mano y le siseó.

Felicia se levantó.

—¿Mi señora?

Ella le gruñó a Felicia, luego hundió sus garras en los hombros de Matthew y se
inclinó para besarlo de nuevo. Esta vez, ella trató de quitarle energía.
Matthew no tenía problemas, la alimentaria si ella lo necesitaba, pero parecía
algo contra intuitivo dado que el punto de venir aquí era alimentarlo a él.

Algo no estaba bien. Ella no estaba actuando como si misma.

Matthew tomó sus caderas y la quitó de él. Ella se lanzó contra él, tratando de
enlazar sus labios de nuevo. Su cola todavía envuelta fuerte sobre su pene.

—Mierda —dijo Felicia y sacó su teléfono de su bolsillo.

—¿Qué le está pasando? —preguntó Matthew.

—Acaba de empezar su segunda transformación. Todos la han estado


esperando, está atrasada por años.

Rosaline peleó en sus brazos.

—¿Eso no es bueno? —preguntó Matthew—. ¿No se supone que los íncubos


son más fuertes cuando pasan por esto al tener más edad?

Felicia se encogió de hombros.

—Sí, pero hace la transformación más difícil. Ella no debería estar aquí para ello
—Felicia miró al teléfono—. Nunca he tenido que llamar al Emperador antes…

No había cámaras en la habitación, y si había algún cazador escondiéndose, no


iban a mostrarse. Parecía algo extraño dado que no se suponía que debía estar
solo con Rosaline. Tal vez ella había organizado, de alguna manera, algo por su
privacidad.

—Marca al despacho y dámelo a mi —dijo Matthew.

Rosaline se movió hacia las caderas de Matthew y comenzó a restregarse contra


él, su comportamiento elegante ahora reducido a los impulsos de los íncubos.

Matthew recordó lo hambriento que había estado durante su transformación


parcial. Ella lo había ayudado durante ello. Él se preguntaba que tanto dolían los
cambios físicos ya que él nunca había experimentado eso.

—Conéctame con el Emperador, es urgente —le dijo al de despacho.


—¿Qué pasa, Matthew? —dijo Prescott, su voz sonando indiferente.

—Es Rosaline, señor. Estoy en el piso de los alimentadores, habitación 5810.


Ven rápido —dijo Matthew y colgó.

No quería decir nada en una línea insegura ya que los íncubos tenían bocas
grandes, y él no sabía como se manejaban normalmente las transformaciones.

Prescott se teletransportó a la habitación. Se estaba ajustando su guante y


continúo haciéndolo mientras miraba la habitación.

—¿Cuánto tiempo lleva así? —le pregunto mientras Rosaline seguía


acariciándolo, besándolo y tomando a Matthew. Por su parte, estaba intentando
mantenerla lejos sin lastimarla.

—Como dos minutos, señor. No me dejará ir.

Prescott sacó su comunicador.

—Delirium y Helldogs, saquen a cualquiera del nivel cincuenta y ocho —bajó su


comunicador—. Felicia, ¿verdad? —la alimentadora humana asintió—. A Rosaline
probablemente le gustaría anunciar su transformación una vez terminada…

—No diré nada, Emperador.

—Bien. Gracias por tus servicios, pero deberás salir también.

Ella se inclinó y salió de la habitación. Matthew se encontró a si mismo esperando


el siguiente momento que la vería. Ella había hecho todo el encuentro fácil y
divertido; quería pagarle en cualquier manera posible.

—No dejes que la pequeña súcuba te gane. Ya regreso —dijo Prescott y se


teletransportó lejos.

Matthew puso los ojos en blanco.

Fuera, podía escuchar a los cazadores evacuando el piso.

Rosaline comenzó a hacer maullidos tristes cuando tomó sus muñecas para
quitarla de encima de él.
El cuerpo de Matthew comenzó a desacelerarse y su mente iba como si estuviera
sumergida en agua. Se recostó en la cama y Rosaline se sentó encima de su torso.
Ella se inclinó y comenzó a besarlo.

Estaba tan hambrienta y él quería ayudarla. El envió su energía, de sus dos


sacos de sangre y su soavik, hacia ella. Ella se alimentó con avaricia, tomándolo
todo, sin siquiera parar cuando vacío su soavik.

Matthew se las arregló para empujar sus hombros y ella se separó.

—Te necesito en mí. Lléname, Matthew. Estoy tan vacía.

—Aw, Jesús —maldijo Matthew.

Sintió como su pene se llenaba de nuevo mientras la cola de ella la trabaja. Ella
deslizó sus caderas hacia abajo, subió su falda y se quitó la ropa interior, luego
deslizó su húmedo calor alrededor de él.

El apretó los dientes y movió sus caderas para embestirla. Ella lo encontraba en
cada embestida, sus cuerpos latiendo con placer. Su mano apretó las caderas de
ella con fuerza.

—Rosaline… tal vez deberíamos parar. No sé si debería estar haciendo esto…


—Matthew se perdió mientras ella se movía más rápido sobre él.

Su fuerza de voluntad se había ido y ahora el haría cualquier cosa que ella le
pidiera. Cualquier cosa.

—Muérdeme —le dijo, echando su cabeza a un lado y quitando los enredados


rizos de cabello rojo para exponer su cuello de porcelana.

Matthew soltó sus caderas y pasó las manos por su vestido, sintiendo su plano
vientre, sus pechos llenos, la suave, delicada piel de sus clavículas y finalmente su
cuello. Podía oler la tentadora sangre latiendo bajo su piel, el caliente líquido de vida
llamándolo.

Durante mucho tiempo, él moría por probarla, y ella nunca lo había dejado.

Y ahora ella se estaba ofreciendo hacia él, ¿Cómo podía resistirse a eso?
—Quiero sentirlos en mi —le dijo ella, mientras se acercaba, moviendo su cuello
más cerca de su boca.

La poca fuerza que tenia se rompió. Se quitó los cuatro dientes de metal
dolorosamente de su boca, y los tiró al suelo. Solo tomó un momento para que sus
colmillos se reformaran, su cuerpo ansioso de su regreso y ellos salieron por primera
vez en siglos.

Su mundo se derritió al sonido del latido de Rosaline, el sentimiento de su rojo


centro envuelto en su acero y la vista de su yugular pulsando.

Matthew movió sus brazos alrededor de ella para mantenerla quieta. Sus
colmillos estaban gordos y largos de deseo, latiendo con dolorosa necesidad. Había
pasado tanto tiempo, tanto puto tiempo, desde que había mordido a alguien.

Lo necesitaba.

Dios lo perdone, lo necesitaba tanto.

Y no podía esperar más. Quería sentir y caliente sangre llenar su boca y


deslizarse por su garganta. Se movió para hundir sus colmillos en su cuello y–

Le arrancaron de encima a Rosaline. Su cálido cuerpo ya no estaba y lo


reemplazo una sensación de desolación… luego miedo.

Matthew pestañeó con fuerza y el mundo real volvió a él.

Se dio cuenta de tres cosas en ese momento.

Una. Que Rosaline había puesto una hipnosis en él. Una hipnosis fuerte.

Dos. Si no hubiera pensando con su pene y con sus colmillos, él probablemente


habría resistido a Rosaline lo suficiente para que alguien interviniera.

Tres. La habitación estaba mucho, mucho más fría de lo que había estado
momentos antes.

Y olía a jazmines.
CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

Matthew estaba en la cama mirando arriba a Malarath.

El Alto Rey estaba encima de él, sus ojos dorados brillantes y sus labios curvados
en una sonrisa burlona. Rosaline estaba parada presionada en sus brazos.

—Didi, te necesito. Didi, por favor —le rogó, sus manos vagando por el cuerpo
del Rey, tratando de sacarle sus ropas.

Él envolvió un brazo alrededor de ella con fuerza y acarició su rostro, pero sus
ojos nunca dejaron a Matthew, quien era incapaz de moverse bajo la severa mirada.

Algo parecido a un gruñido vino de Malarath.

—Enciérrenlo.

Él tomó a Rosaline entre sus brazos y se fue, cargándola fuera de la habitación.

Capaz de moverse una vez que el Rey estuvo fuera, Matthew enterró su rostro
en el hueco de su brazo y un sollozo escapó de él. Él no había querido hacer nada
y ahora estaría de regreso a una jaula.

—Matthew —dijo Prescott.

Matthew se compuso. Tragó con fuerza, guardó su pene de vuelta en los


pantalones y se levantó, enfrentándose al Emperador.

—Me fui menos de cinco minutos. ¿Cómo pudiste dejar que esto pasara?

Matthew miró hacia los dientes de metal esparcidos por el suelo. No podía
responder. Todo lo que pudiera decir sonaría como una patética excusa, y no era
como si el Emperador realmente sabía lo que significaba ser un vampiro. No podría
entender la tortura de tomar sangre fría cada día mientras la cosa fresca estaba solo
a pulgadas.

El Emperador no se repitió o presiono una respuesta.

—Vamos —le dijo y salió de la habitación.

Matthew lo siguió. Ninguno dijo una palabra durante el descenso al zoológico


bajo tierra o cuando llegaron a su jaula. Matthew se congeló en la puerta.

Prescott sostuvo la puerta dela jaula.

—¿Tendré que obligarte a entrar?

Matthew cerró los ojos.

—No, señor —susurró, las palabras pegándose a la parte de atrás de su


garganta.

Cuando abrió los ojos se forzó a moverse. Sus pies se sentían como plomo y
cada paso que tomaba era agonía. Cuando entro a la jaula, tomo asiento en el catre.
Detrás de él, el sonido de la puerta de la jaula cerrándose era ensordecedor.

Prescott suspiro.

—Desde el día que supo sobre Apep, Devak, has estado a un pelo de que te
tiren de nuevo aquí. He estado peleando con él sobre ello por un tiempo. Quitarte
los dientes fue malo, pero aprovecharte de Rosaline en su estado actual era peor.
Sé que tenía control sobre ti y, personalmente, yo habría perdonado la ofensa
después de castigarte, pero él no es compasivo. No contaría en que te dejara salir
de aquí en el futuro cercano… o nunca.

Él se volvió para ir, pausando en la puerta para añadir:

—Si sirve de algo, Matthew, creo que habrías sido un buen Argonauta.

Matthew vio como todo su trabajo se volvía nada.

La puerta se cerró con un fuerte golpe y Matthew tembló mientras su peor miedo
se volvía real. Estaba solo.
Y estuvo solo por mucho tiempo.

En algún momento, alguien había quitado el anillo de luz del sol de su dedo
mientras dormía; también le habían quitado la ropa, dejándolo desnudo en la oscura
jaula. Todavía había la ducha nocturna, pero no una toalla para secarse después,
lo que lo dejaba mojado gran parte de la noche. Después de un tiempo, dejó de
molestarse con las duchas.

Pasaba la mayor parte de su tiempo en forma de vampiro, caminando por la jaula,


buscando sangre o sexo y gruñendo cuando no encontraba ninguno.

Matthew estaba decidido a no caer en una ira de sangre o convertirse en un


ghoul. Lo iba a resistir; sabía que podría. Incluso con toda la esperanza
desaparecida, le iba a negar a Malarath la satisfacción de verlo completamente
perdido.

Un mes en la jaula, o al menos él pensaba que era un mes, y él aun no tenía


señales de conversión en un ghoul y todavía tenía su sanidad, incluso si sus lados
de vampiro e incubo estaban merodeando.

El vínculo que compartía con Samantha lo ayudaba en las noches


verdaderamente solitarias. Lo jalaba gentilmente, solo para asegurarse de que ella
seguía allí, y sonreía cuando ella lo jalaba de vuelta.

De vez en cuando, la torre temblaba, o le daba ese sentimiento nauseabundo


que acompañaba la teletransportacion, pero nada más pasaba.

Alrededor del segundo mes, comenzó a alucinar con vino dulce y aceite
fragante… o tal vez el Alto Rey estaba enviando el olor para molestarlo. Lo volvía
loco. Y no ayudaba que su hacha comenzaba a susurrarle:

Hambriento. Lo sé, amigo, yo también. Aliméntame. Sí, eso no va a pasar en


ningún momento cercano. Necesito. Tu y yo, ahora has silencio, no hay nada que
matar.
Pero no se calló. Mientras pasaba el tiempo se hacía más ruidoso, y aunque el
entrenamiento de Hiroto lo ayudaba a mantenerlo bajo control, no eliminaba la
urgencia que sentía de satisfacerlo. Como castigo, sus tatuajes picaban.

En el tercer mes, su soledad era tan profunda que trató de escapar a la mente
de Hiroto… solo para tener alguien más con quien hablar además de su hacha.
Activo el collar, causando que él se doblara de dolor. Le gustaba el dolor. Le
recordaba que no estaba totalmente muerto todavía.

Comenzó a activarlo cada noche, y después de un tiempo no era suficiente y


comenzó a tirarse a sí mismo contra las barras de plata de su jaula. Y esta vez el
dolor no desaparecía ya que no tenía suficiente sangre para sanar las heridas.

Sus noches de hacer eso terminaron cuando se despertó encadenado en la


celda. Colgando sin ayuda, él le siseo a las cadenas, mostrándole los colmillos, los
cuales no habían quitado.

Perdido en una pelea de gruñidos, se detuvo cuando una mano tocó su espalda.
El toque tentativo se movió por su espalda, tomando el tiempo de explorar cada
vertebra. Matthew relajó su cuerpo, sus muñecas heridas por la lucha contra las
esposas.

—Todavía te extraño —le susurró.

—Lo sé, mi príncipe —le dijo una voz de miel.

Matthew dejó su cabeza caer hacia el frente y cerró los ojos. Disfrutando del
tacto.

—¿Por qué tuviste que morir? Todo era mejor cuando estabas aquí. Era feliz.
Sam era feliz. Íbamos a tener una casa todos juntos. Ser una familia.

—Lo siento, mi príncipe. Te fallé. Espero que puedas perdonarme algún día.

La mano se movió lejos de él y los ojos de Matthew se humedecieron por la


ausencia.

—Por favor, no te vayas —le rogó.


Pero no tenía sentido… estaba solo.

Dejó de contar los días, llevar la cuenta lo volvía loco. Bueno, más loco. Estaba
bastante seguro de que estaba perdiendo el juicio.

Pensaba mucho en Tarrick. Se preguntaba que planeaba el general y si


extrañaba a Matthew. Tal vez no. El general era fuerte, con control como el hierro
sobre sus emociones. Excepto… Matthew había visto las grietas cuando Tarrick lo
dejaba entrar solo un poco.

No era como si importara ahora.

En algún punto del cuarto mes, Matthew se despertó una noche por una aguda
baja de temperatura. El Alto Rey estaba parado justo fuera de la luz, mirando a
Matthew. No le dijo nada, y Matthew se negaba a rogar, aun cuando estaba solo,
hambriento y sus brazos dolían por las cadenas.

Toda la noche el Alto Rey lo miró, sin decir nada en su usual comportamiento
inquietante.

Matthew no podía estar más agradecido de que el sol se alzara y apagara su


cuerpo para que no tuviera que sufrir esa mierda mucho más.

La siguiente noche, se sorprendió a su mismo acostado en su catre y sentir una


mano cálida tocarlo. Pensó que tal vez estaba alucinando, pero se sentía demasiado
real. Sus ojos se abrieron de golpe y un chillido de sorpresa escapo de la garganta
de Felicia. La alimentadora humana retrocedió, pero Matthew atrapó su muñeca.

—No corras de mi —le dijo, su garganta como lija—. Estoy demasiado


hambriento y te perseguiré.

La adrenalina bombeaba por ella, causando que el lado vampiro de Matthew


saliera a la luz.

—¿Qué haces aquí?

—Me enviaron para alimentarte. Perdón por tocarte, es solo que… tu cuerpo…
era como…
—¿Un cadáver? —Matthew rió—. Bueno, estoy muerto, cariño, y no he tomado
sangre en meses.

Felicia miro a su muñeca, las garras de Matthew aun alrededor de ella. Noto que
las esquinas de sus ojos estaban rojas e hinchadas.

—¿Qué pasa, querida?

—Me dijeron que era tuya para hacer lo que quieras. Puedes venirte. Y —ella
tragó con fuerza— no serás castigado si me matas.

—Jesús. Quédate quieta, ¿está bien? No corras.

Ella asintió y Matthew la soltó. Ella tomó su muñeca y la masajeo, pero se quedó
dónde estaba.

Matthew se sentó.

—No te voy a matar, pero estoy demasiado hambriento. ¿Estaría bien si tomo
algo de tu sangre y follamos?

Ella asintió.

—¿Dolerá cuando me muerdas?

—No —mintió Matthew. Era una mordida en el cuello, claro que le iba a doler,
pero no quería causarle más estrés del que tenía. Estaba demasiado hambriento
para enviar placer o incluso hipnotizarla—. Nunca me dijiste cuando era tu obra
favorita de Shakespeare.

Ella se relajó un poco, con una ligera sonrisa curvándose en sus labios.

—Sueño de medianoche…

Él estaba sobre ella antes de que terminara, moviendo su cabeza a un lado con
una mano y sosteniendo su cuerpo con la otra. La tomó con rapidez, sus colmillos
hundiéndose con fuerza en su cuello.

Ella gritó y trató de retroceder, pero no era probable que fuera a dejar ir a su
presa ahora que la tenía.
El momento que la sangre llenó su boca, gimió. Dios, su sangre era como néctar.
El caliente liquido se deslizo por su garganta, llenándolo. Su piel desnuda comenzó
a ganar color mientras la vida volvió a él, y se puso duro solo por la felicidad de
alimentarse. Él comenzó a frotar inconscientemente su erección contra los
pantalones de ella.

Matthew bebió rápido y con avaricia, y mientras llegaba al punto en el que tomar
más la pondría en peligro, se quejó. Necesitaba más. Su lado vampiro quería tomar
todo… pero Matthew se negaba a dejar que eso pasara.

Dolió el forzarse a parar. No había sentido dolor al separarse de una víctima en


mucho tiempo. El lamio sus heridas, sanándolas y besando su cuello con ferviente
hambre.

Sus manos se deslizaron a su trasero y él la movió más cerca mientras se movía


para besar su boca. Su piel se calentó mientras le respondía. Matthew le quito la
blusa y destrozó sus pantalones con sus garras, abriéndolos en el centro. No se
molestó en mover el resto o sus zapatos.

La acostó en el catre. Alineándose con su húmedo centro, él pausó y la miró.

—Sí —le dijo ella.

Con el permiso obtenido, Matthew tomó sus caderas y la tomó con fuerza. Su
hambre suprimió su preocupación por su pareja.

Ella gritó de placer con cada embestida y trató de moverse con él, pero el la
mantuvo fija mientras se alimentaba. Cuando sus ojos comenzaron a ponerse en
blanco y su cuerpo cayó sobre el catre, el dejo de alimentar y termino dentro de ella
con unas cuantas embestidas torpes.

Este no era su momento más orgulloso, tomar sangre y sexo y no regresar nada,
pero había estado demasiado hambriento para que le importase.

Se acostó al lado de ella, acercándola.


—¿Te gustaría que te haga acabar? —le pregunto mientras deslizaba sus manos
por los muslos de ella.

—No, estoy demasiado cansada. ¿Te importa su duermo un poco?

—No me importa, pero ¿te importaría decirme porque te pusieron aquí?

Con su afilada hambre disminuida, estaba pensando con más claridad. No tenía
mucho sentido que le enviaran aquí. Normalmente, solo le daban sangre fría si
querían alimentarlo.

—No… no puedo quedarme. Por favor, no me obligues a quedarme —sus


parpados revoloteaban mientras ella luchaba por estar despierta.

—Matthew pasó su brazo por el cuerpo de ella y la acercó más.

—No lo haré, cariño. No tienes que temerme. Descansa un poco.

—Tu cuerpo está caliente ahora —le dijo mientras se deslizaba al sueño.

Matthew la sostuvo toda la noche. Estudio su cara y su cuerpo, conto sus latidos,
escuchó el ritmo de su respiración. Era hermosa. Y él estaba solo. La dejo dormir
toda la noche y no se atrevió a despertarle aun cuando moría por su compañía.

Estaba decepcionado, pero no sorprendido, cuando ella ya no estaba la siguiente


noche.

Una voz llamó su atención.

—Matthew.

Se sentó.

El Emperador estaba allí, con toda la armadura puesta, casco y todo. Lanzó algo
de jabón en la jaula y la lluvia se encendió.

—Dúchate.

Matthew atrapó el jabón. Dolorido, se limpió.


El agua se apagó, y dejó el jabón con cuidado, preguntándose si lo dejarían
guardarlo. La puerta de la jaula se abrió y Prescott le dio una toalla y el equipo de
compresión de Matthew.

Matthew lo miró por un momento. Cuando Prescott lo empujó hacia delante, miró
la toalla. Aunque tenía poco pelo, no le tomó mucho secarlo. Se puso el traje negro;
estaba flojo contra su piel. Había perdido mucho peso y una noche de alimentación
no iba a ser suficiente para ganarlo.

—Sígueme.

Matthew se mantuvo cabizbajo mientras caminaban entre los guardias del


corredor y se metían al elevador.

—¿Qué está pasando, Emperador?

Prescott no dijo nada por un momento mientras estaban en el elevador. Luego,


de repente, golpeo su puño contra las runas, deteniendo el ascenso.

—Se quitó el caso y miró a Matthew.

—El deseo de los íncubos de verte pelear ha sido persistente por meses hasta
el punto que Mal no puede ignorarlo. Le está dando a la gente lo que quiere.

Matthew tosió y se miró a sí mismo. No estaba en condiciones de pelear, incluso


si su hacha estaba urgiéndolo a matar, tal vez podría tomar unos cuantos vampiros,
demonios menores… tal vez un hombre loco, pero un lord vampiro o un alfa
patearían su trasero.

—¿Con que voy a pelear, señor?

Prescott tragó, su manzana de Adán rebotando en su cuello.

—Un dragón.

Matthew frotó su frente. No sabía mucho sobre dragones, solo lo que Samantha
le había contado, pero sabía que su poder era rival con el de un comandante del
abismo. Además de ser criaturas masivas, la mayoría tenia acceso a magia y luego
estaba todo ese asunto de respirar fuego. Tal vez con un año de entrenamiento y
en su cima de combate, Matthew tendría una oportunidad contra uno… pero, ¿en
ese momento? No. Él no tenía ninguna oportunidad.

—Trate de detener esto por Lily. Ella debería ser salvada de ver su padre morir,
pero… al menos podrás irte peleando. Eso es todo lo que nosotros los guerreros
esperamos en el final.

Y el pelearía. Él no solo iba a darse la vuelta y morir, pero esto era una ejecución,
no una batalla. Mientras estaban allí en silencio, una mórbida verdad llegó a
Matthew:

—Felicia… ella era mi última comida.

Prescott tomó su casco y no respondió. No tenía que hacerlo.

—Júrame que cuidarás a Lily.

—Tienes mi palabra.

—Y por favor se lo más amable que puedas con Samantha.

Prescott asintió una vez, luego presionó la runa para continuar su viaje.

Fuera, el resto de los Argonautas estaban esperando y Matthew se metió a un


auto. Nadie le hablo, ni siquiera Hiroto, mientras conducían. Matthew se preguntaba
que había hecho que el Alto Rey finalmente decidiera matarlo.

Después de veinte dolorosos minutos de silencio, Matthew estaba en un vestido


en el Distrito del Rey. Este no era el mismo lugar al que Tarrick lo había llevado en
su cita. No. Sobre él estaba una estructura masiva; una arena. Podría sentir los
cientos, tal vez cientos de miles, de latidos.

Tuvo que apagar sus sentidos para evitar ser sobrellevado por la oleada de
sonidos.

Su armadura estaba en una banca entre filas de casilleros de metal.

—Yo me ocupo de esto —le dijo Hiroto a los Argonautas. No se movieron—. El


rey los querrá a ustedes chicos arriba para el espectáculo.
Prescott pausó.

Hiroto se paró frente a él y se quitó su máscara y su capucha.

—Déjame decir adiós. Por favor.

El Emperador asintió y el, Lock y Vik se teleportaron lejos. Nellis se quedó


rezagado, sus ojos moviéndose entre Matthew y Hiroto.

—No te lo folles.

Las orejas de zorro de Hiroto se movieron.

—¿Por qué no?

—Porque te apegas demasiado y él no verá la luna salir mañana —su acento


irlandés era fuerte.

—Siempre te preocupas demasiado por lo que hago con mi polla… ¿la quieres
o algo así? —Hiroto le guiñó un ojo—. Todo lo que tienes que hacer es pedir.

Nellis arrugo su torcida nariz.

—Maldito gay asiático. Hazlo rápido —le dijo y se teletransportó lejos.

Matthew vio como la sonrisa caía del rostro de Hiroto y se puso de nuevo la
máscara y la capucha.

—Hay sangre en el casillero detrás de ti. Bébela rápido —le dijo, y se teleportó.

Matthew abrió el casillero y, en verdad, había un galón de sangre dentro. Sin


ninguna ceremonia, quitó la tapa y se la bebió toda. Aún sería débil con toda esta
sangre, pero lo dejaría correr más rápido y llamar a su hacha más fácilmente.

Fuera de las varias puertas del vestidor había dos equipos de cazadores
haciendo guardia. Distraído por la sangre que lo llenaba, Matthew casi no notó como
se quedaban inconscientes, sus latidos perdiendo fuerza mientras caían al suelo
uno a la vez.

Cuando todos estuvieron inconscientes, Hiroto se teletransportó de regreso.


—¿Qué rayos está pasando? —pregunto Matthew.

—Cambio de planes —dijo una voz profunda.

Tarrick salió de un lado de los casilleros. Estaba en su forma de íncubo y con


armadura, aunque aún no había crecido. En una mano, tenía su kanabo y en la otra,
una caja grande.

—Ponle su armadura —le ordenó a Hiroto.

—Hiroto tomó la armadura y subió al banco para estar lo suficientemente alto


para ponérsela a Matthew.

—Hay como cien cazadores allá arriba, no creo que llegue muy lejos si trato de
escapar.

Tarrick negó con la cabeza.

—Hay diez veces ese número allá arriba. Casi un cuarto de las tropas está aquí.
Nosotros no vamos a huir. No podemos.

La armadura de Matthew se expandió a su alrededor.

—¿Nosotros?

Tarrick puso su kanabo contra un casillero y le extendió la caja a Matthew.

—Nosotros.

Matthew abrió la caja. Dentro había un casco diseñado para combinar con su
armadura. Tenía una protección para la nariz, pero la cara estaba abierta y dos
cuernos grandes salían de la cima y se curvaban hacia atrás, justo como los cuernos
de Tarrick. Matthew se lo puso.

Deseaba tener un espejo, pero por la manera en que Tarrick y Hiroto lo miraban,
estaba seguro que se veía formidable. Como el casco de Prescott, los cuernos
darían la ilusión de un íncubo.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Matthew.


Tarrick despidió a Hiroto con un:

—Gracias, comandante.

Hiroto asintió una sola vez para reconocerlo y se tiró al pecho de Matthew,
envolviéndolo en sus brazos.

—No mueras, semidiós. Me debes sexo y planeo recolectarlo.

Matthew envolvió a Hiroto en sus brazos y besó la cima de su cabeza. Hiroto


desapareció con un brillo blanco.

—¿Me vas a decir que está pasando, General?

Tarrick tomó su kanabo y caminó hacia la salida que llevaba a la arena.

—Ven.

Matthew lo siguió mientras pasando por las puertas hacia un alto, mal iluminado
pasaje. Los cuerpos de dos cazadores tirados contra la pared, su respiración
estable, pero no iban a despertar en ningún momento.

El suelo se convirtió en tierra y los gritos se hicieron más fuertes mientras se


acercaban a la arena.

—¿De dónde viene todo esto? —preguntó Matthew.

Habría notado algo tan grande en el Distrito del Rey la última vez que estuvo
aquí.

Tarrick se detuvo y lo miró. Una sonrisa pasó por su rostro.

—Es posible que mueras en los siguientes minutos y, ¿estas preguntando de


dónde salió la arena?

—Bueno, está bien. Tal vez me podrías dar unos consejos sobre cómo combatir
con un dragón…

—No pelearas con un dragón. Lo que estamos a punto de enfrentar es más


peligroso. Matthew, tengo un plan, pero es nuestra última oportunidad y depende
de variables de las cuales no estoy seguro. No puedo garantizar que ambos
salgamos con vida. Todo lo que necesito que hagas es que desafíes al Alto Rey. O
te arrodilles. Y cuando llegue el momento de pelear, pelearás.

Una ruidosa ovación vino desde fuera mientras un anuncio salía de los altavoces.

—Es tiempo, ven —dijo Tarrick y se volvió.

Matthew tomó su brazo y lo detuvo de ir a cualquier lado.

—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué estas arriesgando tu vida?

Tarrick trató de alejarse, pero Matthew lo sostuvo con más fuerza.

—No tenemos tiempo para esto.

Matthew se encogió de hombros. No estaba de apuro en ir hacia su muerte.

—El show no empezará sin mí.

El rostro de Tarrick se endureció.

—Ya te he dicho mis razones. Tienes razón, Malarath no es digno de ser rey. Ya
no. Esperaba hacer esto de otra manera, pero su decisión de matarte a forzado mi
mano.

Matthew apretó su agarre.

—No puedes decirlo, ¿verdad?

—¿Decir qué?

Matthew soltó su brazo y recorrió una mano por la mandíbula de Tarrick.

—Que me amas.

—Yo no–

—Detente —Matthew dejó ir a Tarrick y dio un paso hacia atrás como si poner
distancia entre ellos lo podría proteger. Sabía que no sería así—. He tenido cuatro
meses en soledad para pensar en ello. Desde el momento en que atrapaste, te he
deseado. No puedo evitarlo. Con el paso de estos años pensé que tal vez mis
sentimientos por ti desaparecerían, pero no lo han hecho. Hay un fuego entre
nosotros que rehúsa extinguirse. Te deseo y no me importa si es una puta
distracción. Y tu sientes lo mismo. Lo sé.

Tarrick tomó con fuerza su arma.

—Matthew —comenzó.

—Por favor.

—Matthew–

—Por favor.

—No puedo.

Matthew miró hacia la tierra. Las débiles luces parpadearon, dando ominosas
sombras.

—Podrías si te dejaras.

—¿Necesitas que te mienta? Lo hare si eso es lo que necesitas.

Matthew cerró sus ojos y puso una mano sobre su corazón. Estaba adolorido.
Por dios, Tarrick tenía un corazón de piedra. De alguna manera, Matthew lo
envidiaba. Las cosas serían más fáciles para el si dejara de encariñarse. Dejara de
enamorarse. Era una debilidad. Una que no importaría por mucho tiempo. Matthew
se dio la vuelta y camino por el pasillo hacia el espectáculo.

—Matthew, espera.

Lo ignoró, caminado hacia el frente.

Una mano en forma de garra aterrizo con fuerza en su hombro y le dio la vuelta.
Tarrick, en su forma completa ahora, feroz e imponente, caminó hacia el frente,
forzando a Matthew contra la pared. Gruñó, luego se inclinó y conquisto su boca.
Era rudo; asertivo. Tomando con su lengua.

Matthew trató de alejarse, pero Tarrick no lo iba a dejar ir a ningún lado. Sin otra
opción, se rindió a él.
Tarrick mapeo los labios de Matthew con los de él y la pasión se encendió entre
ellos.

Cuando Tarrick se alejó, estaba respirando con fuerza y Matthew solo había
dejado de respirar.

—No eres mío. Y —una expresión de dolor cruzó su rostro y sus manos tomaron
las caderas de Matthew y apretaron—, tal vez nunca lo serás. Están pasando más
cosas de lo que crees y todo está a punto de ser mucho más complicado.

Más aplausos venían de la arena. Tarrick se apartó de Matthew.

—Necesitamos irnos. Ahora —su orden no dejaba espacio para discusiones.

En algún momento, Tarrick había bajó su arma, la volvió a levantar y se acercó


a las pesadas puertas que llevaban a la arena.

Dos cazadores estaba allí atados de pies y manos y con la boca tapada Silva
estaba sobre ellos

Ella saludo y sacó una roca gris es forma de huevo de su cinturón. Tomando el
brazo de Matthew, presiono la cosa contra su esposa de metal. La roca brillo verde
y la esposa comenzó a calentarse. Después de un momento, se quitó y ella
comenzó a repetir el proceso con las esposas restantes.

Los tatuajes de Matthew se hicieron rojos. Matar.

Tarrick agarró su muñeca.

—No lo saques hasta que sea necesario. La meta es que te veas intimidante,
que te veas poderoso.

Matthew aplasto la necesidad de dejar salir su arma, pero sus tatuajes seguían
rojos en los bordes.

—La trampa de vampiros y la barrera de dragón estaba fuera, General, pero


Necrus y Thorne todavía están trabajando en la barricada —reportó Silva.

—Déjales saber que tienen cuatro minutos.


Ella terminó con la última esposa de las piernas, su armadura reformándose
alrededor del área que ahora estaba libre. Matthew se sobo la muñeca, luego toco
la armadura en su cuello. Bajo ella estaba el pesado collar.

—Asumo que la piedra magina no servirá para esto.

—¿E invocar a Juez ahora mismo? No gracias. Buena suerte allá fuera —ella
puso una mano sobre el brazo de Matthew—. Lo digo en serio.

Matthew puso su mano sobre la de ella.

—Lo que sea que este apunto de pasar, a ti también.

Ella se alejó con un asentimiento, saludo a Tarrick y se teletransportó fuera.

Los dos cazadores atados miraron al general, confusos. Él no les ofreció una
explicación mientras pasaba sobre ellos y abría las puertas.

La ensordecedora ovación se alzó y el reflector bajo hacia Tarrick, quien salió


hacia la arena.

Matthew respiro hidno por habito y camino detrás. Fingió confianza, manteniendo
la cabeza en alto y sus hombros rectos. Esto era un espectáculo después de todo y
tenía una parte que jugar, aun si todavía no estaba segura de cual era.

La confianza de Tarrick, que era genuina, lo tranquilizaba. Al menos uno de ellos


sabes que carajos estaba pasando.

La arena era como un estadio de futbol, excepto que era de tierra en vez de
césped. Pantallas grandes rodeaban las áreas altas, mostrando la acción debajo.
Se preguntaba si la pelea seria televisada para aquellos que no tenían ticket.

Los asientos estaban llenos de criaturas. Humanos, brujas, cambiantes, íncubos,


docenas de razas; tantas que Matthew no podía identificar. No había gárgolas. No
era una sorpresa considerando que Matthew las podía comandar.

Encadenada al otro lado de la arena había una mujer. Era una belleza inmortal,
su cabello y sus ojos y cabello negros. Matthew adivinaba que tal vez venia de algún
lugar de Medio Oriente. Vestía un simple vestido de tela, pero en ella era increíble.
Gruesas caderas pegadas al suelo conectaban las esposas alrededor de sus
piernas y sus muñecas. Tenía un collar puesto, pero no era grueso como el de
Matthew, tampoco tenía ninguna Piedra Nocturna en ella.

Oh. Y ella irradiaba un poder que era rival con el del Alto Rey.

Un dragón.

No era lo que estaba esperando, y Matthew estaba teniendo dificultades para


quitar los ojos de encima de ella. Se preguntaba cómo se vería en su forma real;
que tan grande era, que tan poderosa.

Matar, susurraba su hacha. Sus tatuajes se tornaron brillantes en las esquinas y


rogaban por salir. Matthew lo ignoro. No iba a correr estúpidamente hacia un dragón
sin importar que tan épica seria la batalla.

Se forzó a sí mismo a darle la vuelta a ella hacia el otro lado del estadio.

Para mirar al Alto Rey.

Quien se sentaba en su trono dorado en su forma de íncubo, vistiendo una capa


gris con un diseño de azul oscuro por el lado izquierdo que se expandía hasta el
suelo. Sus cuernos se enroscaban hacia atrás de él y sus callosos ojos dorados
miraban abajo a Matthew.

Matthew suponía que Rosaline, quien se sentaba a su izquierda, más radiante


de lo que Matthew jamás la habría visto, no pudo ponerlo en un traje esa noche. No
en realidad no importaba porque el Alto Rey se veía jodidamente impresionante.

Tanto que envió un estremecimiento por la columna de Matthew.

Los Argonautas hacían guardia alrededor de la plataforma con Prescott parado


justo detrás del Alto Rey. Los gemelos arrodillados en una almohada a sus pies.

La aristocracia de los íncubos se sentaba cerca de su rey, incluyendo a la


increíblemente embarazada Reina Agleea y su siempre presente consorte Lord
Ennius. Luego iban todos los altos lores y damas. Matthew vio a Lily sentada al lado
de Lord Teleclus, y cerca de ellos estaban los seis hijos de Tarrick.
A pesar de la situación, Matthew encontró divertido que todos se veían como su
padre de alguna manera, sucio cabello rubio, profundos ojos azules, mandíbulas
fuertes. Parecía que incluso los genes de Tarrick eran dominantes.

Matthew vio a Vassu y Dennith cerca de los lores y damas, pero no vio a
Samantha. La podía sentir cerca, pero con sus sentidos asaltados era difícil decir
su localización.

Una voz familiar, la de Conor, el hombre dueño de la arena, vino del parlante,
introduciendo al semidiós. La multitud se alzó entusiasmada, su pelea, su
espectáculo, al fin iba a empezar.

Bajo circunstancias normales, Matthew amaría esto. La energía, la batalla, el


espectáculo, el sentimiento de poder. Lo alimentaban de una manera que no podía
entender. Quería revolcarse en la gloria y en la fama. Quería saciarse.

Pero este no era el momento para eso.

Este no era su show.

Era del Alto Rey… y el Gran Lord General estaba a punto de robárselo.

Tarrick estaba en el centro de la arena, sus alas abiertas detrás de él, su arma
sostenida ferozmente a su lado, los reflectores brillaban sobre él. Matthew estaba a
solo unos pasos detrás. Un solo reflector lo iluminaba a él también, pero no era ni
de cerca tan brillante.

Tarrick no dijo nada, esperando tener la atención de todos. Y dios lo maldiga,


podía manejarla toda. Un silencio cayó en la audiencia mientras todos los ojos iban
hacia él.
CAPÍTULO CINCUENTA Y CINCO

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

Tarrick acercó el comunicador a su boca.

—Han venido aquí esta noche para ver a un semidiós pelear con un dragón, pero
eso no será lo que verán —su masculina voz rugía por los parlantes. Hubo una
pausa para efecto dramático y luego él continuo—. Por muchos milenios, hemos
estado encerrados en una destructiva batalla. Sangramos, nos sacrificamos,
aguantamos grandes pérdidas. Y continuamos haciendo esto porque nos han
mentido.

El Alto Rey miró hacia Tarrick, sus ojos brillando con fuerza. Aire frío se esparció
por el estadio. Ni una persona se movía, ningún sonido era producido.

Tarrick se paró desafiante ante el Rey.

—Nos han dicho que esta guerra es sobre poder y riquezas, territorios y
supervivencia, pero es una mentira. Una terrible mentira. Esta guerra no es nada
más que una estúpida venganza. Nebethat, la reina vampiro, tomó a la pareja de
Malarath y él quiere que ella sufra. No lo culpo. He perdido tres parejas por los
vampiros y yo también quiero que sufran, pero no al costo de ver a mi gente morir.

“La guerra es lo único que muchos de nosotros conocemos. Pero no tiene que
ser así. A principios del año pasado, los vampiros ofrecieron su rendición.
Podríamos haber forzado su sumisión como lo hicimos con los cambiantes.
Podríamos haber reinado sobre ellos. Pero nuestro rey no quiere nada más que la
completa erradicación de los vampiros. No es él o la reina vampiro quienes sufren,
somos nosotros. ¿Cuánto han perdido por esta guerra? ¿Cuántos seres amados
han visto morir?
“Los dragones han despertado —Tarrick apuntó detrás de él hacia la mujer en
cadenas— y ellos nos atacaran. Esta guerra está a punto de volverse contra
nosotros cuando podría haber terminado.

Malarath se paró. La ira que salía de él hacía que Matthew temblara. Si no fuera
por la presencia de Tarrick a su lado, se habría ido hacia atrás.

—Mátalo —le dijo Malarath a Prescott.

El verde delineo a Prescott mientras trataba de teletransportase a la arena, pero


reapareció donde estaba. Los otros Argonautas trataron y fueron igualmente
inútiles.

—Mátenlo —rugió el Alto Rey.

Otros equipos de cazadores en el área sacaron sus armas, pero dudaron. Tarrick
era su general. Matthew apostaría un buen dinero a que la mayoría de los cazadores
esa noche habían salido de la Academia Ashwood y lo respetaban por su liderazgo.
Malarath, en el otro lado, era solo un soberano distante que apenas veían.

Un equipo de cazadores trató de físicamente saltar dentro del área en vez de


teletransportarse, pero golpearon una barrera invisible. Era como una reversa de la
trampa de vampiros, una que mantenía a todos los demás fuera.

Tarrick continuó como si no hubiera escuchado las órdenes del Alto Rey.

—A mi lado está un semidiós. Muchos de ustedes tienen sentimientos


conflictuados sobre él porque es un hijo natural de Lysandros el Dios de Sangre, el
dios de los vampiros. Pero Matthew es mucho más que eso. El nació de Ilertha, la
Diosa del Sexo y el Amor, nuestra diosa.

Hubo un aliento de silencio mientras Tarrick los dejaba absorber la información.


Un murmuro bajo comenzó a esparcirse por la multitud, siendo más ruidoso
mientras la incredulidad se asentaba.
Matthew miro de regreso al dragón. Su rostro estaba en blanco. Pero sus ojos
estaban centrados en Malarath, y odio salió de ellos. Matthew conocía esa mirada,
era la misma que él había tenido después de estar en una jaula por mucho tiempo.

¿También a ella la habían retenido en el zoológico?

Un nuevo reflector se prendió y apunto a una mujer en las gradas. Carlotta. Esa
noche, había tomado el rol de alta sacerdotisa, vestida de blanco, togas largas y
blanco y rodeada de otros sacerdotes y sacerdotisas vestidas igual. Ella tenía un
comunicador en su mano.

—Es verdad. Él es el hijo de nuestra diosa. Y en vez honorarlo, Malarath lo ha


tomado prisionero. Lo convirtió en una mascota. Un día, nuestra diosa castigará al
Alto Rey por su arrogancia.

Ella lo hizo sonar como si Malarath supiera de su linaje desde el principio. ¿Lo
sabía? ¿O estaba mintiendo ella como una parte del show de Tarrick? Matthew
podría creer esa posibilidad.

Él se concentró en la multitud a su alrededor y podía ver que los hilos que unían
a los íncubos a Malarath se debilitaban. No era mucho, solo algo frágil en realidad,
nada tan cerca como lo que necesitaban para derrotarlo, pero era un comienzo.

La luz sobre Carlotta se apagó y ella salió de la arena. Nadie la detuvo.

—Malarath no nos ha liderado realmente en siglos. Es duramente consciente del


mundo pasando a su alrededor —los ojos de Tarrick fulminaron al Alto Rey al
hablarle directamente—. Te niego como mi rey, y aquellos que deseen hacer lo
mismo pueden unírseme.

Tarrick apagó su comunicador.

Ahora Matthew entendía por qué la arena no estaba llena solo de íncubos.
Cambiantes, brujas, infiernos, incluso trolls, les serian útiles. La mayoría de estas
razas existían con miedo a las leyes de los íncubos, y los cazadores que las velaban,
pero tal vez si alguien les daba la esperanza de ganar, ellos tal vez se alzarían
contra el Alto Rey.
Matthew vio como algunos de los hilos que conectaban con el Alto Rey se
rompían y comenzaban a dirigirse hacia Tarrick. Tarrick parecía no darse cuenta.

Alrededor de ellos, algunos cazadores estaban tratando de irrumpir en la arena


mientras otros trataban de detenerlos. Pequeñas revueltas comenzaban a surgir.
Íncubos guerreros estaban transformándose y parecían igual de divididos sobre en
qué lado caían.

—Matthew, tu hija —dijo Tarrick.

—¿Cuál de ellas? ¿Y que pasa con ella? —preguntó Matthew.

Tarrick apunto hacia la tierra entre ellos.

—Tome prestada una de tus ideas.

Matthew sonrió y hundió sus manos en la tierra. Samantha lo agarró y el la


levantó.

—Padre —le dijo mientras él la acercaba por un abrazo.

—No tenemos tiempo —dijo Tarrick.

—Sí. Okey —le dijo ella, pero no soltó a Matthew.

Matthew besó su coronilla.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué esta ella aquí?

—Samantha, tiene que ser ahora.

Samantha gruñó mientras se separaba, saco una pequeña mochila que estaba
en el suelo con ella y corrió hacia el dragón.

—Así que, esto es lo que pasa, soy un oráculo.

—¿Un oráculo vampiro? —pregunto el dragón.

—Sí, larga historia. Si te libero, ¿a quién atacarás?

—¿Eres tú la que me despertó?


—Sí.

—Y, ¿sabes quién soy?

Samantha asintió.

—Zafirah. La que trató de esclavizar a los íncubos. Todos los otros dragones
están un poco enojados contigo, por cierto.

Un ruido que sonaba como un “humph” escapó del dragón.

—Escucha, la barrera de dragones esta desactivada, no estás atrapada aquí. No


tienes que pelear con mi padre, pero necesito saber si vas a tratar de asesinar a
todos o solo al Alto Rey.

Zafirah inclinó su cabeza.

—Tú eres el oráculo, tú dime.

Alrededor de ellos, cualquier fuerza que mantenía a todos afuera estaba


debilitándose. Brujas leales a Malarath estaban trabajando en bajar la barrera.

—Samantha —dijo Tarrick, alzando su kanabo en posición de defensa, listo para


enfrentar a los cazadores cuando rompieran la barrera mágica—. Libérala. Ahora.

—Pero podría matarnos a todos. No puedo verlo.

—Ahora.

Samantha metió la mano en su bolsa y sacó una botella de vidrio llena de aceite.
Ella la regó en círculo alrededor de Zafirah y comenzó un cantico. Ella saco un
encendedor y prendió fuego al aceite. Una nube de espeso fuego blanco se alzó,
oscureciendo al dragón.

Matthew escucho como las cadenas se rompían, y un rugido masivo hizo eco por
el estadio. Hasta ahora, la audiencia había estado cautivada por el drama, pero el
pánico se alzó mientras la gente se daba cuenta de que un dragón estaba a punto
de ser libre.
Del humo, una garra creciente golpeo contra la tierra. Emergiendo detrás de ella
estaba el dragón. Matthew veía mientras ella crecía y crecía.

La había visto antes… en las memorias de Devak… ella era el gran dragón negro
que Malarath estaba montando. Suponía que ellos se habían distanciado entre
entonces y ahora. O al menos eso esperaba.

Él convocó su arma solo por si acaso. Samantha vino corriendo hacia él.

A su alrededor, la barrera se rompió y los cazadores se teletransportaron.


Equipos peleaban con equipos. Íncubos guerreros caían desde el cielo, uniéndose
a la lucha. Era puro caos.

Matthew no estaba seguro de con quién pelear. Tampoco los otros. Nadie quería
herir a nadie mientras las líneas se dibujaban.

Una sombra cayó sobre el estadio mientras el dragón seguía creciendo. Ella era
malditamente enorme. Podía fácilmente tomar a Matthew y tenerlo en su mano
como una muñeca. Seeeh… incluso si no estuviera tan débil como lo estaba ahora,
no había una puta manera de que pudiera matarla.

Sus alas se abrieron, la extensión de sus alas casi cubriendo el ancho del campo.
Las aleteó, probando sus músculos. El viento que produjo casi hizo tropezar a
Matthew y tomó a Samantha para mantenerla recta. Otros estaban haciéndolo peor.

Tarrick se preparó contra el viento y luego blandió su kanabo contra un cazador


cercano que estaba enviándole disparos. El cazador se agacho, pero Tarrick
anticipó el movimiento y lo pateo, su gran bota rompiéndose contra el estómago del
cazador.

El general estaba dándoles golpes no letales a sus atacantes. Era inteligente,


quería que estas personas pelearon con él, matarlos no ayudaría con su causa.

Detrás de Tarrick, los Argonautas se teletransportaron dentro.

Matthew alzó su arma, listo para pelear con ellos. Pero no tuvo la oportunidad.
Vio como Hiroto aparecía detrás de Vik y hundía una daga en su espalda. Mierda.
Matthew había estado listo para luchar con ella, pero no estaba preparado para
verla morir. Hiroto alzó su otra daga para dar el golpe mortal cuando una flecha
golpeo su arma, enviándola lejos de su mano.

Lock tenía su ballesta de seis flechas alzada. Sin tomarse un momento para
cuestionar por qué Hiroto había apuñalado a Vik, el vaquero soltaba flechas hacia
el asesino.

Hiroto, sin armas, se teletransportó frente a Lock. Alzó sus manos y ambas dagas
aparecieron de nuevo en ellas, formándose del humo negro.

Murder y Mirth dieron un flash contra la noche, cortando los músculos de las
muñecas de Lock. Con sus manos inútiles, el arma del vaquero cayó al suelo y el
grito de dolor.

Nellis se las arregló para decir un “¿Qué estás haciendo?” antes de que Hiroto
lo apuñalara en la pierna, cortando su arteria femoral. El boxeador arremetió contra
Hiroto, pero el zorro era más rápido y se teletransportó fuera de su alcance.

Nellis agarró su herida y miró hacia Hiroto, traicionado.

—Eres mi mejor amigo, tu capullo. ¿Por qué?

Los ojos de Hiroto eran impávidos. Él era un asesino haciendo su trabajo, no un


compañero de equipo matando a su amigo. Matthew nunca lo había visto ser tan
peligroso. Ninguno en su equipo se había cuidado las espaldas de él y ahora habían
pagado el precio.

—Yo era un esclavo. Ahora estoy libre —incluso su voz sonaba diferente ahora;
más baja, más oscura. Toda pista de su usual tono juguetón se había ido.

Nellis tomó un vial de sangre de vampiro de su cinturón y lo bebió, pero era


demasiado tarde. Se desplomó en el suelo, inconsciente.

Prescott apareció detrás de Hiroto.

—Traidor. Te mataré.
Sobre ellos el dragón tomó vuelo, sus alas generando fuertes corrientes de
viento, casi tirando a la gente.

Hiroto retrocedió fuera del alcance del golpe de Prescott, luego apuntó detrás de
él.

—Puedes quedarte y pelear conmigo. O puedes salvar a tu amante.

Prescott miró hacia atrás.

Sobre ellos, el dragón tomó aire.

La temperatura a su alrededor cayó en picada.

Matthew veía como pedazos de hielo y niebla fría salían de la boca del dragón,
directo hacia la plataforma del Rey y el área real. Malarath estaba allí sin moverse,
despreocupado por el dragón.

Lily.

Lily estaba allí.

Matthew empezó a regar poder hacia su velocidad cuando Samantha tomó su


brazo y lo detuvo con un:

—No.

Él vio como el aliento helado explotaba en el puesto.

Fendrel, el cazador asesino de dragones que llevaba una armadura plateada y


tenía un escudo torre, se teletransportó frente al Rey y alzó su escudo. Un campo
de fuerza se expandió, bloqueando el aliento helado mientras golpeaba una pared
invisible.

El Rey ni pestañeo mientras los pedazos de hielo se destrozaban contra el


escudo a solo unos pies frente a él.

Los cazadores abrieron fuego contra el dragón. Fendrel se teletransportó sobre


su espalda y enterró la espada en ella. Ella rugió y se retorció, tomando vuelo,
desapareciendo de la vista.
Hacia un lado, Prescott estaba envuelto alrededor de Lily, protegiéndola con su
cuerpo.

—Ella estará bien —dijo Samantha—. No vendrá con nosotros de ninguna


manera y tú no la forzaras, o la perderás para siempre. Deja que Prescott la lleve a
la seguridad.

El corazón de Matthew se rompió.

—¿No la matará el Rey?

—Ella se marchita, pero no por su mano.

Matthew miró hacia Sam. ¿Estaba ella diciendo que Lily estaba destinada a
morir?

—¿Cuándo se marchita?

Samantha frunció el ceño.

—Lo siento, padre. No lo sé. Pero tú la verás de nuevo.

Gavyn se teleportó a su lado. Se veía bastante enojado.

—¿No crees que deberías haberme dicho que íbamos a traicionar al Rey hoy?
—le gritó a ella.

Matthew le lanzó y gruñido. Su hacha picaba por hundirse en el pecho del


cazador. O en el pecho de cualquiera, en realidad.

—No podría pedirte que le des la espalda a todo en lo que crees —le dijo ella.

Tres flechas volaron hacia ellos. Matthew atrapo dos de ellas y vio como uno de
los tatuajes de Gavyn, una imagen de una serpiente, se alzaba como un fantasma
y golpeaba la tercera. Gavyn miró la batalla desarrollándose alrededor de ellos.

—No es seguro aquí.

Él agarró la muñeca de Samantha y, en respuesta, Matthew agarró su cuello,


levantándolo del suelo.
—Déjalo ir, padre. Me va a llevar a la seguridad. Tú necesitas quedarte.

—No voy a dejarte, Sam.

Los colmillos de Samantha salieron y sus ojos se volvieron rojos.

—Déjalo ir ahora mismo.

Matthew lo hizo. Su ira hacia que su piel se erizara y a él no le gustaba ese


sentimiento. Gavyn comenzó a toser tratando de respirar.

—Él me va a sacar de aquí y tú te vas a quedar. No es una discusión. Es lo que


pasa.

Los colmillos de Matthew salieron y sus ojos se volvieron completamente negros


mientras el acechaba al cazador.

—Si tú fallas en protegerla, no te mataré de inmediato, te mantendré vivo por


años y te destruiré pedazo por pedazo.

—Está bien. Lo entiendo. Moriré dolorosamente. Vamos, Sam —Gavyn la agarró


y salieron juntos.

Matthew miró como ellos salían de la arena y peleo la necesidad de salir tras ella.
Miro de regreso hacia Lily. Ella y Prescott se habían ido.

Pero el Alto Rey aún estaba parado allí.

El mundo estaba cayendo a pedazos a su alrededor; el fuego era abierto ahora


y había peleas en las gradas; flechas y tiros llenaban el aire; las armas se
enfrentaban; hermano peleaba contra hermano. Y todo lo que él hacía era estar allí,
mirando a Matthew.

—Vas a fallar, mascota —le dijo, su voz apenas un susurro.

Una mujer gritando llamo la atención de Matthew. Miró hacia el sonido y vio a la
Reina Agleea sosteniendo el cuerpo de su consorte. Lord Ennius estaba muerto en
sus brazos, su cuerpo lleno de pedazos de hielo. Los cazadores estaban tratando
de apartarla de el sin ningún éxito.
Él volvió a mirar al Alto Rey, quien estaba despreocupado por lo que pasaba con
su nieta.

—Lommi —susurro Malarath.

Miró hacia abajo a Matthew una vez más, luego se volvió y se fue, sus cazadores
y guerreros protegiéndolo.

El collar alrededor de Matthew se abrió son un siseo. El collar quedó atrapado


en un lugar bajo su armadura, incluso ahora que estaba abierto.

Él deseaba que hubiera tiempo para sacarse la armadura solo para ser libre del
collar para siempre.

—Matthew —gritó Tarrick, derrotando a un íncubo que había tratado de atacarlo.

Lo que sea que Tarrick dijo después, Matthew no lo pudo escuchar sobre el
sonido de una explosión sobre ellos.

El cielo se abrió y una brillante luz inundo el área.

Tarrick estaba en su comunicado.

—Despacho, ordena una retirada. Cualquier que esté aun en el estadio debe
irse. Ahora.

Cualquier locura que estuvo pasando allí no parecía afectar a los de despacho
que siguieron las órdenes de Tarrick. En todos los comunicadores, la orden de
retirada se entregó.

No era como si la necesitaran. Todos los civiles habían huido hace mucho. Los
cazadores que no se habían unido a la lucha, incapaces de entender las ordenes
de quien debían seguir, se habían ocupado con prevenir una estampida de pánico.

Un trueno lleno el aire.

Desde arriba de él, como si viniera de los cielos, una figura en armadura
descendió.

El juez.
No tenía alas, pero levitaba de todas maneras. Su armadura era blanca y de
metal, su rostro cubierto por una intimidante mascara en su casco. Pergaminos
flotaban alrededor de ella, el papel doblándose con el viento.

Ella llevaba un cayal de dos caras con una larga cadena. Humo de incienso salía
de la cabeza de metal como el incendiario de un cura.

Cuando llego al centro de la arena, toda la pelea cesó.

—Lariv Abernath —le dijo, su voz haciendo eco con una calidad angelical—, has
sido juzgado y te han encontrado culpable. Tu sentencia es la muerte.

Matthew sonrió. No se veía tan aterradora.

—¿En serio? ¿Mi nombre real es Lariv? Eso es una putada —le dijo mientras
cargaba contra ella.
CAPÍTULO CINCUENTA Y SEIS

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

Matthew se preguntaba quien le habría dado un nombre como Lariv Abernath


mientras corría hacia el Juez, quien le sacaba varios centímetros de altura.

Antes de llegar, ella batió su arma y golpeó la mola del mayal contra el suelo.
Una gran ola de fuerza se expandió de eso y golpeo a todos los que aún estaban
en la arena.

Los cazadores salieron volando contra las paredes. Matthew vio como Tarrick
tropezaba sobre la tierra. Los íncubos que volaban cayeron al suelo.

Matthew se deslizo hasta parar, y corrió hacia ella de nuevo, alzando su arma
mientras saltaba y caía sobre ella.

Ella se movía rápido y alzo su mayal, el mango bloqueando el golpe. Matthew


corrió alrededor de ella, tratando de usar su velocidad como ventaja, pero ella se
movía tan rápido como el, bloqueando otro ataque. Y otro.

Ella era más rápida que él.

Matthew corrió hacia el cuerpo de Vik y sacó un puñado de tubos del interior de
su chaqueta. Los tiró con fuerza hacia la Jueza, que esquivo casi la mitad de ellos.
El resto acertaron, explorando con tanta fuerza que tiraron a Matthew sobre su
trasero.

Cuando miró hacia arriba, la Juez no se había movido ni un centímetro y su


armadura estaba intacta.

Bueno, mierda.
Fue contra ella de nuevo. Antes de que su hacha pudiera hacer contacto con ella,
la cadena de su mayal se envolvió contra su muñeca. Ella lo alzó en el aire. Él lanzó
las garras de su mano libre hacia la máscara, pero no dañó su armadura.

Ella alzó su arma. La cadena se desenvolvió de la muñeca de Matthew y él


estaba en el aire. Antes de aterrizar, ella lanzo su arma alrededor de él y lo golpeo
de lleno en el pecho.

Su armadura, que ya no estaba sacando poder de las Piedras Nocturnas, podría


no estar allí por todo lo que contaba. Su cuerpo se rompió dentro de su piel. Huesos
se rompieron y sonaban, los sacos de sangre y su soavik se reventaron y sus tripas
se hicieron más papilla de lo que deberían ser.

Nada que hubiera combatido antes lo había golpeado con tal fuerza, ni siquiera
el comandante del infierno.

Él voló por el campo de tierra y se golpeó contra una pared. Sillas y metal cayeron
a su alrededor. Por fin se detuvo en las bancas bajas. Todo estaba roto y su cuerpo
pulsaba de dolor.

Bueno, tal vez había subestimado los poderes de ella un poquito.

Comenzó el proceso de curación y veía como ella caminaba hacia él. No parecía
tener prisa. No necesitaba tenerla. No iba a ir a ningún lado y no tenía idea de cómo
herirla.

Tarrick había dicho que se enfrentarían a algo mucho más peligroso que un
dragón. Matthew había asumido que se refería al Alto Rey… al parecer se refería a
la Jueza.

Qué manera tan mierdera de morir, golpeado por un bastón que llevaban los
sacerdotes. Súper aburrido.

Matthew trató de moverse mientras ella se acercaba. No funcionó.

Ella se paró sobre él y alzó su arma.

—Espera —se las arregló para decir Matthew, sus pulmones en fuego.
Ella pausó. Sus facciones, escondidas bajo la imponente máscara, eran
imposibles de leer.

—Nunca me dijiste mi crimen.

—Naciste de un dios.

—¿No es ese el pecado de mis padres?

—Tú eres un semidiós. Tú eres culpable.

—Eres una verdugo, no una jueza.

Matthew trató de moverse de nuevo. Nada. Ese golpe le había hecho bastante
daño. Luchó para mantener sus ojos abiertos. Si iba a morir, iba a enfrentarlo.

Ella comenzó su golpe cuando Matthew escucho un sonido agudo desde arriba,
como el viento que salía de una cueva, cada vez más fuerte. Antes de que pudiera
terminar su ataque, un rayo de luz blanca y roja la golpeo, moviéndose con
imposible velocidad. La brillante masa la llevo hacia abajo a la arena, por los
asientos y fuera de vista.

Lo que sea que fuera esa mierda, Matthew esperaba que la hubiera matado,
luego se desmayó.

***

Cuando Matthew despertó, Tarrick lo tenía en un agarre feroz. Él estaba caliente


y Matthew estaba extremadamente hambriento.

Hundió sus colmillos en el brazo de Tarrick.

—Maldito vampiro idiota —dijo Tarrick y lo tiró al suelo.

Confuso, Matthew lo miró.

Oh.

Era Tane. No Tarrick.

Que lo jodan a Tane.


—Hay sangre en el maldito carro. Si tratas de morderme de nuevo, te dejare
atrás —dijo el hijo más joven de Tarrick.

Matthew gimió de dolor.

—Solo estoy haciendo esto porque mi padre me lo ordenó. Si fuera por mí,
dejaría que la Jueza matara tu asqueroso trasero —Tane alzó a Matthew del suelo
y se lo tiró sobre los hombros de nuevo—. No tengo idea de que ve mi padre en ti.
Y no me importa lo que diga mi madre. Me rehusó a creer que eres hijo de Ilertha.

¿Madre?

—Espera. ¿Tu madre es Carlotta?

Tane no dijo nada y siguió caminando. Estaban en un callejón negro vacío en el


Barrio del Rey.

—En serio, ¿Carlotta es tu madre? Porque ella es la madre del mejor amigo de
Tarrick. Y ella prácticamente lo crió.

Esto era un poco raro. No. Era muy raro. Los íncubos eran muy abiertos acerca
del sexo, pero esto solo golpeaba un “no” en la escala.

—Solo fue un arreglo que hicieron porque el Alto Rey ordenó a todos tener un
hijo. No lo pienses demasiado.

Matthew comenzó a reírse.

—Detente. No eres exactamente ligero —gruñó Tane.

—Me follé a tu papá… y a tu mamá.

Tane tiró a Matthew al suelo de nuevo.

—Puedes arrastrarte al carro.

Él se fue y Matthew se rió hasta que se desmayó.

***
Cuando volvió a estar consciente, encontró a un niño parado sobre él. Los ojos
del niño eran totalmente negros. Susurros oscuros lo rodeaban.

Un saltador de cuerpos demoniaco.

—Si quieres matarme, ahora es el momento —dijo Matthew.

Le sonrió. Saliva aceitosa salió de su boca.

—Tentador, pero sería torturado por eones si te lastimo. Has sido convocado por
Saitenebris. Seria inteligente de tu parte no ignorar el llamado.

—¿Quién mierda es Sigh-ten-a-briss?

El demonio lo quedo mirando. Parpadeo sus grandes ojos negros con lentitud.
Luego se rió. La perversa voz que salía del niño era incómoda.

—Si no me lo vas a decir, entonces vete —dijo Matthew.

El demonio hizo una reverencia profunda.

—Como quieras… mi príncipe.

Humo negro dejó el cuerpo del niño. El pequeño se quedó allí parado confuso,
luego comenzó a llorar.

—Corre. Ve a buscar a un cazador. Ellos te ayudaran —le dijo Matthew,


hipnotizando al niño.

No confiaba en sí mismo para tratar de no comérselo ahora mismo.

Matthew cerró sus ojos de nuevo. No podía quedarse despierto, pero su último
pensamiento fue que, de verdad, de verdad esperaba que su padre no fuera el dios
demonio.

***

Sangre fría inundó su boca y él gimió. Chupó el tubo de plástico que lo invadía y
no se molestó en abrir los ojos. Mientras sanaba, estaba feliz de encontrar uno de
sus cuatro sacos de sangre aun intactos. No podía ser completamente inútil
mientras sanaba los otros tres. Él estaba, aun así, cansándose un poco de que
siempre estuvieran dañados.

La bolsa de sangre de la que se estaba alimentando se vacío con un sorbido y


alguien le quitó el tubo de la boca. Otro lo reemplazó.

Lentamente, abrió los ojos.

Estaba en una limosina estrecha, conduciendo por el camino de un bosque.


Asientos se alineaban en el interior de la limosina, comenzando con una división,
continuando de un lado y terminando en la parte de atrás, como una C gigante. El
lado que normalmente tendría un bar estaba lleno de armas, equipo, armadura y
sacos.

Matthew se sentó en el lado que miraba a esa sección. A su lado, Silva sostenía
la bolsa de sangre mientras él la terminaba.

Samantha y Gavyn estaban en la parte de atrás de la limosina. Ella tenía una


mano sobre su amante, pero Gavyn se guardaba sus manos para sí mismo, mirando
a Matthew.

Bien.

Debería estar asustado.

Matthew estaba demasiado molesto, enojado y adolorido para tratar de


controlarse a sí mismo si alguien tocaba a su hija.

Al opuesto de ellos, sentándose con la espalda hacia la división, estaban Tarrick


y Holst. Kyle se sentaba en el suelo, un brazo envuelto en la pierna de Holst. Tarrick,
en su forma humana pero aun con armadura, y Holst, en un traje, se estaban dando
el lote.

Los ojos de Matthew se abrieron de la sorpresa.

Silva tosió amablemente para llamar la atención de Tarrick.

Tarrick se apartó de Holst.


—Por amor a Ilertha, eres un glotón —dijo Holst.

Tarrick negó con la cabeza y se deslizó en el espacio a la izquierda de Matthew.


Sus cortes y rasguños estaban comenzando a sanar.

—Acabo de estar en una batalla. Una que evitaste.

—Alguien tenía que encargarse de la transmisión —dijo Holst encogiéndose de


hombros y llevó a Kyle a su regazo.

El chico chilló y sonrió mientras las manos de Holst se movían por todo el cuerpo
del alimentador. Matthew se preguntaba si los dos iban a comenzar a follar frente a
todos. Parecían ir en esa dirección.

Matthew siguió bebiendo la sangre. Pero tenía cientos de preguntas.

Tarrick apuntó al final de la limo y Matthew siguió su movimiento, mirando por la


ventana. Detrás de ellos había otros carros parqueados con cazadores e íncubos.

—Estamos en Brasil —dijo Tarrick—. El Barrio del Rey tiene salidas a todo el
mundo, incluyendo aquí. Esta es una caravana de solo mis más allegados. No es
un gran ejército, pero es un comienzo. Otros se nos unirán.

Matthew siguió bajándose la sangre y se dio cuenta que los hijos de Tarrick
estaban en la limosina detrás de ellos. Aunque solo había cinco de ellos.

Miro de regreso a Tarrick y le dio una mirada llena de preguntas. ¿Había muerto
uno esa noche?

—El mayor… sus lealtades están más con el Alto Rey. Probablemente se
convertirá en el General del Alto Rey ahora.

Había una tristeza terrible en la voz de Tarrick, una que no quería, o no podía,
ocultar. Si su hijo tomaba su rango, se estarían enfrentando en batalla
eventualmente. Padre contra hijo. El pecho de Matthew dolía por él, y sus
pensamientos de regresaron a Lily, esperando que estuviera a salvo.

—Holst puede transmitir energía sexual rápidamente como tu —dijo Tarrick; un


cambio bienvenido de tema.
Bueno, eso respondía por qué se estaban besando. Matthew se preguntaba su
ellos dos alguna vez habrían follado. Sus ojos se movían entre ellos mientras
chupaba su tubo.

Tarrick rió.

—¿Qué? —preguntó Holst mientras se alejaba de los labios de Kyle.

—Está tratando de averiguar si alguna vez tú y yo tuvimos sexo.

Holst se unió a la risa de Tarrick. Matthew entrecerró los ojos. Deseaba no ser
tan fácil de leer.

—¿Lo han hecho, señor? —pregunto Kyle.

—Algunas veces —dijo Holst—. Los dos somos demasiado dominantes y


terminamos peleando físicamente para estar arriba —Holst pasó su mano por la
espalda de Kyle—. Aunque hemos compartido parejas algunas veces.

Kyle miró a Tarrick.

—¿Quién suele ganar?

Tanto Tarrick como Holst rieron, sus maneras casi idénticas. Holst acerco a Kyle
y jugueteo con su oreja.

—Te lo diré después. Tal vez follemos de nuevo algún día y tú puedes ver. ¿Te
gustaría eso?

Kyle mordió su labio interior y asintió. Matthew también quería mirar, eso sería
caliente como el infierno. Pero a diferencia de Kyle, él no estaría contento con solo
mirar. Tal vez los tres pelearían para estar arriba…

Hubo un gemido pequeño entre las piernas de Matthew y un Rottweiler presionó


su cabeza contra su regazo.

Matthew terminó su bolsa y alzo su mano para evitar que Silva metiera otro tubo
en su boca. Sus tripas estaban todavía como papilla y tenía hambre, pero podría
funcionar perfectamente por ahora. Tenía preguntas que necesitaban respuestas.
—Jet, chico, te he extrañado —dijo mientras descansaba su mano en la cabeza
de Jet.

El perro movió su cola a una velocidad incontrolable.

—¿Cómo está el proceso de sanación? —preguntó Tarrick.

Matthew estiró su torso y movió sus hombros, su armaduría se sentía apretada


a su alrededor.

Silva se movió hacia el general y le quitó su armadura. Debajo solo vestía shorts
de compresión que abrazaban sus caderas, no dejando nada para la imaginación.
Silva le pasó una toalla para limpiar el lio de la batalla.

—Lenta, pero me estoy sintiendo mejor —le dijo, su voz aun rasposa—. Tres
sacos estarán fuera de servicio por un tiempo. El que queda está dañado. Mi soavik
también. No estoy seguro de cuanto tardara eso en sanar. ¿Una semana, tal vez?

El toqueteo su armadura. Quería sacarse el collar para siempre.

—¿Puedes quitarme la armadura?

Forzándose a inclinarse un poco para evitar pisar a Jet, Silva le quitó su armadura
con unas cuantas palabras, dejándola en el suelo. Luego se sentó junto a Gavyn.
Ambos cazadores estaban sucios.

Samantha tenía un poco de sangre sobre ella, pero parecía estar bien. Cansada,
por la manera en la que se recostaba en el hombro de Gavyn.

Matthew se quitó el collar y lo miró. Quería destruirlo.

El olor a vino y aceite de fragancia llenó el aire.

Matthew suspiró. No quería alucinar en ese momento. Esa noche, lo habían


sacado de cuatro meses de confinamiento solitario y hambruna, le rompieron el
corazón y la Jueza casi lo había matado a golpes. Sería bueno tener un descanso
por una vez.

Pero no.
Su amante muerto le estaba calentando el asiento de al lado.

Ignoró su ilusión, negándose a mirarla.

—¿Padre? —le dijo Samantha. Matthew la miro, a través del espejismo de


Devak. Se veía confusa—. ¿Estas bien?

—Bien, querida. Deberíamos destruir esto —alzó el collar.

—Estoy de acuerdo, mi príncipe, yo morí una vez con ese collar —la voz dulce
de Devak lo envolvió como una sábana.

Matthew cerró los ojos, solo para esconder las lágrimas que amenazaban con
salir.

Hubo un silencio en el carro por unos momentos. Luego Tarrick lo rompió.

—¿Qué pasó con la Jueza?

Matthew abrió la boca para decirle lo que había visto cuando Devak respondió:

—La des-invoque, pero es temporal. Unos cuantos días al menos. Ahora que
sabe que él está en este planeta, lo cazará. Puedo ocultarlo como lo hice antes,
pero lo encontrará eventualmente. Y lo matará.

—Tendremos que encontrar la manera —dijo Tarrick—, pero mi conocimiento de


lo divino es limitado. Necesitare información de ti.

Matthew abrió los ojos y miro a Tarrick, dándole la espalda a Devak.

—¿Puedes verlo?

—Sí, claro que puedo, Matthew.

Matthew puso una mano en su pecho y no quitó los ojos de Tarrick.

—¿De verdad está aquí?

Tarrick le dio una sonrisa de seguridad y señaló hacia Devak con su barbilla.

—Míralo por ti mismo.


Matthew se volvió.

Devak se sentaba a su lado, su rostro serio como siempre. Estaba vistiendo su


usual conjunto negro con un ridículo número de lazos encima. Su grueso cabello
negro estaba más largo, pero además de eso se veía como siempre: hermoso, con
piel bronceada y ojos de ámbar.

Matthew negó con la cabeza. Esto no podía ser real.

—No lo entiendo.

Tarrick descansó una mano en el hombro de Matthew.

—Yo no conozco los entercados divino, pero se lo básico–

—Gracias a mi madre taladrándolos en nosotros —dijo Holst, Kyle enganchado


en su brazo.

—Los guardianes no pueden ser matados por un arma de su propio dios —


terminó Tarrick.

—¿Qué? —susurró Matthew, escuchado las palabras, pero sin entenderlas.

—Para ser preciso —dijo Devak— solo puedo morir permanentemente por un
arma del dios opuesto. El Emperador me apuñalo con un arma de Ilertha porque
pensó que era un guardián de sangre. No me mató, pero si me des-invocó. No soy
tan fuerte como alguien como la Jueza, y con nuestra diosa desaparecida, me tomó
un largo tiempo formar mi cuerpo de nuevo.

—Pero… cuando te vi, ¿eras tú o estaba alucinando?

—Era yo, mi príncipe.

—Pero, ¿Por qué… por qué no me salvaste?

Jet se movió fuera del camino mientras Devak se deslizaba por el suelo de la
limosina y se arrodillaba frente a Matthew.

—Perdóname, mi príncipe. Quería hacerlo, pero solo era capaz de aparecer ante
ti por unos momentos. Necesitaba más tiempo.
Mientras Matthew lo miraba, cada cosa terrible que le había pasado en los
últimos años llegó corriendo a su mente: sus capturas, la tortura, la violación, sus
fallas…el collar se le cayó de las manos, olvidado.

¿Devak estaba vivo? ¿Aquí? No había manera que eso fuera posible. La vida no
era tan amable con él.

Matthew miró a Samantha. Una cálida sonrisa cruzó su cara. Miró de nuevo a
Tarrick, que le dio un asentimiento de aprobación.

Devak estaba vivo.

Matthew presionó sus manos contra sus ojos.

Devak estaba vivo.

Parecía como si su corazón podría explotar en su pecho. Y un sentimiento de


exaltación lo tomó, como si el universo al fin decidiera darle un descanso por una
vez.

Devak estaba vivo.


CAPÍTULO CINCUENTA Y SIETE

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

Matthew estiró la mano y tocó la mejilla de Devak solo para asegurarse que en
verdad estaba allí. Devak suspiro por su tacto.

Un sentimiento increíble de alegría y alivio se hinchó dentro de Matthew, y el


peleo contra las lágrimas. Fue una pelea que perdió.

Devak lo miró a los ojos.

—Mi pri…

Matthew lo cortó pasando sus dedos sobre los labios de Devak y comenzó a
mapear su rostro. No podía creer esto… se acercó y sus labios se rozaron. Era
Devak: su calor, su piel, su sabor, su olor. Matthew tomó a Devak, envolvió sus
brazos posesivamente alrededor de él y empujó su cuerpo hacia el espacio entre
sus rodillas.

La necesidad de estar cerca de Devak lo superaba, y con una mano él comenzó


a quitarle su traje de compresión para deshacerse el mismo de ello.

Samantha hizo un sonido de disgusto.

—Silencio —dijo Holst—. Esto es caliente y estoy hambriento. Déjalos.

Un gruñido profundo escapó de Matthew y quería desterrar a todo el mundo.


Devak era suyo y de nadie más. Se desprendió el mismo de la parte de arriba de su
traje, incapaz de esperar más, se perdió en la boca de Devak. Su lengua exploro
cada centímetro.

Las manos de Devak pasaron por su pecho y sus costillas como si no pudieran
tener suficiente.
Matthew desearía estar en forma, deseaba ser sexy para su guardián. Sus
manos comenzaron a producir gel y él lo limpio en el cuello de Devak.

—Uh, eso no es bueno —dijo alguien. Probablemente Gavyn, pero Matthew no


presto atención.

—Padre —dijo Samantha. Los colmillos de Matthew habían salido en algún


punto y él se siseo, acercando a Devak—, estás haciendo esa cosa que hacen los
íncubos al volverse locos. Detente.

Un profundo gruñido escapo de su garganta… pero una pequeña voz al final de


su cabeza le decía que ella tenía razón.

Mierda, sus manos estaban hechas un desastre. Y había frotado el pegajoso gel
sobre toda la espalda y las ropas de Devak.

Devak se apoyó contra el torso de Matthew, sin importarle el desastre. Con


Devak una vez más en sus brazos, la voz desapareció y la necesidad por su
guardián volvió. Quería marcarlo para que todos supieran donde pertenecía.

—Esta noche es crítica. No podemos permitirnos eso —dijo Silva.

Tarrick se inclinó hacia delante y tomó la parte de atrás del cuello de Matthew,
apretando con fuerza mientras cambiaba a su forma completa de íncubo.

Matthew trató de librarse de él, pero estaba débil en ese momento y el general
era fuerte.

Mientras luchaba, Tarrick lo empujó hacia abajo, forzando su rostro contra el


grueso muslo del íncubo; forzando a Matthew a someterse.

Devak trató de salir del camino mientras las rodillas de Matthew se juntaban por
la extraña posición en la que Tarrick lo tenía. Pero Matthew se quejó y se rehusó a
dejar ir a Devak, sosteniendo su brazo en un agarre de muerte.

—Guerrero —susurró Tarrick en su oído, su torso presionado sobre Matthew—,


ha sido un año difícil para ti, y sería fácil caer en tus instintos primitivos, pero
necesitas controlarte.
Matthew envió poder a su fuerza y trato de alejarse de Tarrick, pero el agarre del
íncubo solo se hizo más fuerte, sus dedos con garras rompiendo la piel.

—No está funcionando —dijo Holst.

Con su brazo libre, Devak acaricio la cabeza de Matthew, su tacto gentil en


contraste con el agarre doloroso de Tarrick.

—Soy tuyo, mi príncipe. No hay nadie que aquí que te desafié en ello. Me tienes.

El deseo surgió de nuevo en Matthew, necesitaba estar libre y arrancarle la ropa


a Devak. Quería poseerlo y terminar de marcarlo, pero Tarrick no lo dejaba moverse.

Devak se acercó, sus labios rozando su piel mientras susurraba.

—Te amo, Matthew.

Las palabras tenían un efecto calmante. ¿Qué mierda estaba haciendo de todas
maneras? No tenía que sobar todas sus babas sobre Devak… al menos no frente a
todo el mundo.

Su cuerpo se quedó inerte y su cerebro borroso. Odiaba perder el control, pero


eso era lo único en su vida últimamente. Todo, desde perder a Devak hasta su
captura y violación e incluso esa noche, estaba fuera de sus manos. Y, ¿ahora
perdía control de sí mismo.

En el fondo, se sentía cansado y agotado, y enojado. Y más que nada, estaba


cansado de ello. Su agarre en Devak se aflojó.

—¿Mi príncipe?

Matthew cerró sus ojos.

—Quieto —le gritó Tarrick a alguien. Probablemente Samantha.

Tarrick volvió a su forma humana y acarició a Matthew mientras se alejaba. En


posición fetal en el asiento, sollozos ruidosos se le escapaban. Debería ser más
fuerte que esto, pero no podía aguantarlo más.
Un suave, asegurador murmullo vino de Tarrick mientras acariciaba los hombros
de Matthew de arriba abajo, mientras la cálida mano de Devak se deslizaba en la
de Matthew, sus dedos entrelazándose.

Matthew intentó parar, pero su cuerpo no lo escuchaba. Las malditas lágrimas


de sangre quemaban sus ojos.

—¿Está bien? —le susurró Kyle a Holst.

El humano claramente no tenía idea de lo sensible que era el oído de un vampiro.

—No debes preocuparte, estará bien —dijo Holst, sin molestarse en susurrar.

—Puedes venir ahora, Samantha —dijo Tarrick.

Samantha se meneó hasta los brazos de Matthew y se recostó contra él. Aun
sosteniendo a Devak, envolvió su brazo libre alrededor de ella, abrazando a su hija
con fuerza. Sus colmillos bajaron y mordió su cuello. Finalmente estaba reunido con
su hija y se rehusaba a dejarla ir.

—No, cazador —le dijo Tarrick a Gavyn, deteniendo de lo que sea que pensaba
hacer.

—Pero…

—No la está lastimando. Es solo algo que los padres hacen de vez en cuando.

—Nunca había visto a uno hacer eso, señor —gruñó Gavyn.

Tarrick pasó su mano por el brazo de Matthew.

—Y ahora ya lo has visto.

Matthew no estaba seguro de cuánto tiempo estuvo allí, pero fue algunos
momentos. Su mano sosteniendo la de Devak, sus brazos alrededor de Samantha,
su cabeza descansando en el regazo de Tarrick, tomó una decisión. Una de la que
había huido por mucho tiempo. No podía seguir siendo el huerfano que intentaba
encontrar un hogar que había perdido la noche que Lysandros lo convirtió en un
vampiro.
Necesitaba ser un guerrero.

No volvería a permitir que alguien le pusiera un collar, lo hiciera arrodillarse o


someterse. Él pelearía.

Y ellos que se pusieran frente a él iban a caer.

La Juez, Malarath, dragones, dioses, demonios de alto rango… todos más


fuertes que él y toda una amenaza. Y encontraría una manera de derrotarlos.

—¿Qué es el? —susurró Kyle, rompiendo el silencio.

Matthew, con sus ojos aun cerrados, sabía que el chico preguntaba por Devak.

—Es —Holst pausó y luego rió— un ángel.

—¿Es en serio? —dijo Kyle, su voz cayendo un poco.

Matthew abrió sus ojos a tiempo para ver a Devak fulminar con la mirada a Holst.
Los guardianes odiaban ser llamados ángeles, incluso cuando eso era
esencialmente lo que eran.

—Mi madre va a amar conocerte —dijo Holst con un ligero asentimiento de


respeto.

Devak dio un asentimiento de vuelta.

—He escuchado sus plegarias muchas veces y espero conocer a la Alta


Sacerdotisa también.

—Pareces un íncubo —dijo Kyle.

Holst alzó la cabeza de Kyle para mirarlo a los ojos.

—¿Esa es tu manera de decir que piensas que es guapo?

—Yo… —Kyle se sonrojó.

Matthew rió contra el cuello de Samantha, llamando la atención de todos sobre


él. Quitó sus colmillos de ella y estos volvieron a las encías. Ella se deslizó fuera de
sus brazos mientras se sentaba.
—Has tomado una decisión, Padre.

No era una pregunta o incluso un comentario. Ella simplemente sabía que lo


había hecho.

—Sí —dijo, sentándose más erguido—. Voy a matar a Malarath y a terminar esta
guerra. Voy a unir a mis dos pueblos y mantener la paz entre ellos… de cualquier
manera.

Se volvió para mirar a Tarrick, que estaba limpiándose la sangre de la pierna,


sangre de las lágrimas de Matthew. Incluso casi desnudo, se veía como un líder.
Inteligente, confiado, un general con experiencia… Matthew necesitaba convertirse
en eso; Tarrick le enseñaría. O eso esperaba Matthew.

Tarrick pausó su limpieza.

—Bien. Porque si no matamos al Alto Rey, él nos destruirá a todos. Es


demasiado tarde para dar vuelta atrás.

Samantha saltó en los brazos de Matthew e, incapaz de aguantar más, se lanzó


sobre Devak, besando su mejilla y abrazándolo.

—Eres tan cálido.

Devak parecía divertido.

—Te he extrañado, princesa.

—Si me dejas de nuevo, voy a patear tu trasero —le dijo, sin apuros en soltarlo
de su abrazo.

Jet lamio emocionado el brazo y el rostro de Devak.

¿A esto se refería Tarrick cuando dijo que todo estaba a punto de ser más
complicado?

La expresión de Tarrick había sido imparcial desde que Devak había llegado.
Complicado era un eufemismo. El corazón de Matthew los quería a los dos.
Dudaba que Tarrick fuera alguien de compartir. No le importaría si Matthew se
follara a mil criaturas… ¿pero amor? Cuando Tarrick quería algo, lo poseía
completamente. Y a Devak no le gustaba Tarrick, tal vez por lo que le había hecho
a Matthew en el pasado. Nunca lo había dicho directamente, pero la manera en que
su mandíbula se apretaba cada que veía a Tarrick decía mucho.

Matthew tenia mil preguntas para Devak. Pero no las haría aquí. En vez, se volvió
hacia Tarrick.

—Desearía que me hubieras dicho que estaba vivo.

Tarrick negó con la cabeza.

—No estaba seguro hasta que apareció en la cama cuando estábamos


durmiendo.

Devak miró sobre el hombro de Samantha.

—No es posible que me vieras.

La esquina de la boca de Tarrick se alzó en una media sonrisa.

—No te vi. Tampoco podía oírte, pero Matthew hablaba con alguien. No tomó
mucho darme cuenta de quién era —Tarrick se tornó sombrío de nuevo—. Lo que
no sabía, ni Hiroto cuando le pregunté, era si serías lo suficientemente poderoso
para encargarte de la Jueza. Hice un riesgo calculado. Matthew… —pauso por un
momento, pareciendo decidir entre continuar o no—. Deberías saber que sabía que
la segunda transformación de Rosaline estaba llegando. Yo la envié a ti.

Matthew frotó su frente.

—¿Me querías encerrado de nuevo?

— “Querer” no es la palabra que usaría…

—Cuatro meses solo y hambriento…


—Cinco. Lo siento, Matthew, pero necesitaba más tiempo para arreglar esto y
asegurar que tu guardián era fuerte para regresar. No podía arriesgarme a que tu
intervinieras o que te mataras antes.

Matthew apretó su mandíbula y su mano se tornó en un puño.

—Dilo de nuevo.

—No podía arriesgar…

—No esa parte.

Tarrick miró a Matthew de arriba abajo, luego estiró la mano. Sus dedos pasearon
por las orejas de Matthew, acariciándolas antes de moverse por su mandíbula y,
finalmente, delinear sus labios. El sorprendente toque tierno se hizo más dulce
cuando el general dijo:

—Lo siento, Matthew.

Esa disculpa tenía el peso de años y Matthew no se había dado cuenta lo mucho
que necesitaba escuchar las palabras hasta que fueron dichas.

Matthew tomó la mano de Tarrick, sosteniéndola con fuerza mientras lo veía a


los ojos.

—Nunca más. No más jaulas. No más azotes. O tortura, o juegos, o mentiras.

Tarrick inclino su cabeza en un movimiento que parecía estar entre un


asentimiento y una reverencia.

—Nunca más.

Matthew dejó ir a Tarrick y miró a Devak, su brazo aun alrededor de Samantha.


Devak le sonrió a Matthew, y el pecho de Matthew comenzó a calentarse. Esto era
real. Él estaba de vuelta.

¿Y quien más estaba con él? ¿Quién exactamente se uniría a esta nueva facción
de rebeldes? Matthew extendió sus sentidos hacia las tres docenas o algo de carros
siguiéndolos en caravana.
—¿Dónde está Hiroto?

Tarrick abrió un cajón y saco ropa.

—No lo sé. Creo que traicionar a su equipo lo golpeo más fuerte de lo que
pensaba. Regresara eventualmente cuando esté listo.

—¿Cullip? ¿Vasu? ¿Dennith? Ninguno de ellos está aquí.

Tarrick frunció el ceño.

—Cullip decidió quedarse en Ashwood para proteger a los reclutas. Yo estaba


demasiado inseguro sobre qué lado tomarían Vassu y Dennith, ambos son
extremadamente leales a los íncubos. No confiaba suficiente en ellos para
informarles mis planes —le dio jeans doblados y una camiseta a Matthew mientras
sacaba un traje para él—. Teleclus me dijo que Lily está a salvo por ahora. Rosaline
también.

Devak quitó un cabello suelto del rostro de Samantha y estudio sus ojos
plateados.

—Tus ojos son hermosos, princesa. Mi diosa tiene los mismos ojos.

—¿En serio? —pregunto Matthew.

Siempre había asumido que serían dorados, como los del Alto Rey. Como el
color del sexo cuando te alimentas.

Devak miró a Matthew.

—Lo son.

Samantha tomó una toalla y comenzó a limpiar el gel que embarraba a Devak.

—También tengo nodos de soavik, sobretodo en mi saco de sangre ahora. Puedo


manipular un poco las emociones, pero no puedo hacer que este asqueroso
lubricante salga de mis manos.

Al lado de Matthew, Tarrick se quitó sus shorts de compresión y se puso unos


boxers.
—Santa Madre del Destino —grito Samantha y puso su mano sobre su boca.

Gavyn puso los ojos en blanco y Tarrick alzó una ceja.

—Lo siento —dijo ella.

Le paso a Devak la toalla para que se terminara de limpiar. Devak, en vez,


comenzó a limpiar a Matthew, quitándole la sangre y la tierra que tenía encima.
Samantha regreso a su lugar al lado de Gavyn.

—Lo siento —repitió—. Es solo que tienes un pene enorme.

Matthew gruñó mientras Holst y Kyle reían. Incluso Silva se carcajeo.

—Padre, ¿dejas que te folle con eso?

—Dios santo, Sam.

—¿Cómo carajo entra?

Tarrick se deslizo en sus pantalones.

—Tu padre es un íncubo, no es un problema.

—Y, sabes, con preparación no duele… y si él, um, va lento —dijo Kyle, su rostro
de rojo brillante.

Holst le sonrió al alimentador como un depredador. Matthew no tenía dudas de


que Holst tenía planes oscuros para su humano una vez que estuvieran solos.

Samantha soltó una risita. Y Gavyn negó con la cabeza y paso un brazo sobre
ella.

Devak fulmino con la mirada a Gavyn.

—Él es Gavyn —dijo Samantha—. El hombre que amo, no seas grosero.

Devak analizó al tatuado hombre por unos momentos.

—Me importa Sam. Sería sabio de tu parte no hacerle daño.

Gavyn se inclinó hacia delante.


—Yo también me preocupo por ella. Y si la lastimo, vas a tener que ponerte en
línea detrás de este tipo grande —señaló a Matthew— y el Lord General, que me
dio un largo discurso, apuntando con precisión todos los peligros de salir con ella y
que me pasaría exactamente si alguna vez me paso de raya.

Cabezas giraron hacia Tarrick, que se estaba poniendo unos gemelos. Ignoró
todas las miradas y se ajustó la manga.

—Lo entiendo —dijo Gavyn—. Todos se preocupan por ella y son mucho más
poderosos que yo, pero soy un cazador experimentado, un conducto, además, y no
un recién graduado de la academia. Me he ganado mi lugar en la Alta Torre, así que
denme un poco de crédito.

Matthew contuvo su sonrisa. Estaba comenzando a caerle bien ese tipo. Aunque
se preguntaba que mierda era un conducto.

—Oh. Eso me recuerda.

Matthew se quitó su traje de compresión. Samantha puso sus manos sobre sus
ojos, pero nadie más se molestó. Casi todos allí lo habían visto desnudo en algún
momento u otro de todas maneras.

Devak estaba mirando fijamente su pene.

—Tienes un…

Antes de que terminara ese pensamiento, Matthew se arrancó el piercing de su


pene y lo tiró. Luego se quitó los dos de su lengua.

—Aw, hombre. Podías desenroscar esos, sabes. O yo los podría quitar —dijo
Gavyn.

—No te quiero cerca de mi pene nunca más.

A decir verdad, las heridas no eran bonitas, pero a Matthew le valía mierda.
Quería que los piercings desaparecieran. Se puso los jeans.

La mano de Devak delineó la marca del Alto Rey.


—Lo siento, mi príncipe —susurró.

Matthew tomó su muñeca y acerco a Devak a su regazo. No se sentía con animos


de seguir hablando. Sus colmillos salieron de las encías y Devak inclinó la cabeza.
Matthew lo lamio y abrió su boca.

—Casi llegamos. ¿Su sangre tiene el mismo efecto que la de íncubo? —pregunto
Tarrick, poniéndose la corbata.

La limosina fue frenando en una carretera trasera. Las ramas y arbustos pegaban
en la limosina mientras iba por el negado camino de tierra.

Matthew negó con la cabeza.

—No es lo mismo, pero es poderosa. Me duerme por un rato.

—Entonces espera. Eres necesario para la siguiente parte.

Matthew suspiró. Era lo mejor, de todas maneras. Si ponía sus colmillos dentro
de Devak querría follar y mientras a la mayoría del carro no le importaría mirar, a
Samantha sí. Decepcionado, puso a Devak en el asiento a su lado y termino de
vestirse.

—¿Dónde vamos de todas maneras?

Tarrick ajusto su corbata. Limpio y con un traje, Matthew nunca habría adivinado
que el íncubo había estado en una batalla hace no mucho.

—Comencé una guerra civil esta noche. Desde ahora, solo tengo el apoyo de
una pequeña fracción de mi gente, e incluso una más pequeña fracción de guerreros
y cazadores. Necesitamos un ejército.

La limosina se detuvo.

Matthew podía sentir vampiros, poderosos, cerca.

Tarrick se movió hacia la puerta.

—Vamos a formar una alianza.


CAPÍTULO CINCUENTA Y OCHO

Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

Matthew se paró al lado de Tarrick frente a las masivas puertas del búnker
escondidas en la cara de una piedra.

Solo estaban ellos dos. Los demás les habían ordenado quedarse en los autos.

Matthew respiró el aire nocturno, que olía fuertemente a árboles y tierra. Incluso
a esta hora de la noche, la luna todavía estaba en el cielo, y unas cuantas estrellas
podían verse brillar entre las ramas.

Los minutos pasaron y nada ocurrió. Podía escuchar a los vampiros moviéndose
dentro del búnker, totalmente conscientes de que había íncubos afuera.

—No creo que vayan a salir. ¿No podemos solo llamarlos? —preguntó Matthew.

—No. Tiramos nuestros teléfonos. Holst es dueño de una compañía de teléfonos,


pero Malarath puede encontrar una manera de controlarla y no quise arriesgarnos
a ser atacados. No celulares, no comunicadores, no computadoras. Problemas que
tengo que resolver una vez que me encargue de esto.

—Holst está perdiendo mucho al seguirte, ¿verdad?

Tarrick asintió.

—La mayoría de su riqueza. Pero él ve el recuadro completo. Y el dinero se


puede volver a ganar.

Esperaron en silencio unos momentos más hasta que Matthew no podía


soportarlo. Queriendo volver con Devak, no estaba de humor para ser paciente.
Camino hacia una de las cámaras.
—Bryson, sé que viste la maldita transmisión. No estamos aquí para atacarte. O
vienes aquí a hablar con nosotros o voy a entrar.

Nada.

—Devak —dijo Matthew.

Devak estaba a su lado antes de que terminara de decir su nombre.

—¿Mi príncipe?

La mirada de Matthew se desvió hacia el cuerpo del guardián, encontrando su


construcción atlética tentadora. Si no tenían que hablar con los vampiros en ese
momento, devoraría a Devak, dando placer a cada centímetro de su cuerpo. Dios,
extrañaba como se sentía.

La esquina de la boca de Devak se alzó en una sonrisa que sabía lo que pasaba.

—¿Necesitabas algo, mi príncipe?

—Sí.

Hubo una pausa en la que Matthew lo estudio, sus ojos distrayéndose hacia su
abdomen, los apretados nudos mostrando una cintura fina y su pecho.

Devak inclinó la cabeza.

—¿Y como te puedo servir, mi príncipe?

—Quiere que tires las puertas —dijo Tarrick, sus brazos enganchádose a su
espalda.

Matthew se las arregló para asentir.

—Sí. Eso.

Devak alzó una mano para convocar su arma. Antes de que pudiera abrir la boca,
las puertas del búnker se abrieron. En la oscuridad, Matthew podía ver una sola
figura. El general Bryson.
Salió y se unió a ellos, las puertas cerrándose detrás de él. Con sus oscuros ojos
grises y su figura de cazador negra, casi parecía confundirse con la noche.

—La mitad de mi gente quería que atacara tu convoy cuando se acercaban, la


otra mitad pensaba que deberíamos huir antes de que llegaran. Nadie quiere hablar
contigo. Casi tengo una rebelión allá dentro. Lo que sea que quieras, dilo rápido. Y
—miró a Devak— todos los reportes que tengo decían que moriste. Incluso Sam lo
confirmó. Es bueno saber que estaban equivocados, guardián. Y te ves como la
mierda, Matthew.

Matthew rió.

—Es bueno verte de nuevo, general.

—Viste la transmisión, General Bryson —dijo Tarrick—. Ya sabes que rompí las
relaciones con el Alto Rey. Y sabes por qué estoy aquí. Para futuras referencias, no
me gusta que me hagan esperar.

Bryson lo consideró por un omento.

—No va a funcionar.

—¿No?

—No me malinterpretes, yo también lo deseo. Pero hay miles de años de pelea


entre nuestra gente. No hay manera que puedan omitir eso. Mierda, incluso los
tratados de paz que tuvimos en el pasado se disolvieron.

—Será diferente esta vez.

—¿Por Matthew?

—Sí. Y otras razones que discutiremos. Pero deberíamos continuar esto dentro,
mi gente ha estado amontonada en carros por horas.

Bryson miró hacia atrás a la puerta y luego de regreso a Tarrick. Matthew le


reconoció al General que tenía un gigante par de bolas para no haber huido cuando
tuvo la oportunidad. Su fuerza de cazadores e íncubos era la suficiente para borrar
a cada vampiro en este búnker.
—Estoy dispuesto a permitir una discusión si me das la palabra de que te irás
cuando yo lo diga. Y que tu gente no matará a nadie de los míos. No tenemos
guardias del día ahora mismo.

—Te doy mi palabra de que nadie en mi gente matará a los tuyos a menos que
se estén defendiendo. Y respecto a lo de irse, no será necesario, no me vas a echar.

Tarrick estiró la mano.

Bryson la miró por un momento y luego miró a Matthew, considerando las


opciones. Estaban limitados. Pero él y Tarrick tenían un respeto mutuo. Podían
trabajar juntos. Tomó la mano de Tarrick.

—Eres un idiota creído. No dejes que ninguno de tus íncubos sociales camine
solos. Tengo algunos vampiros jóvenes sin señor dentro. La tentación de
alimentarse en su sangre será demasiado grande.

—¿Sin señor y jóvenes como tú? —pregunto una mujer.

Silva estaba recostada contra un árbol, sus brazos cruzados frente a su pecho,
estaca en mano.

Bryson dejó de respirar por un momento cuando la miró. Antiguos amantes…

—Yo puedo controlar mi hambre —le dijo, su voz forzosa como si tratara de
esconder el efecto que ella tenía en él, y no le estaba yendo bien. Su mirada se
arrancó de Silva y regreso su atención a Tarrick—. ¿Cómo me encontraste?

—He tenido a alguien rastreándote por meses. ¿Pueden entrar todos estos
carros en tu búnker?

Bryson le hizo una seña a la cámara y las puertas se abrieron.

—Si, los veo abajo. Ven conmigo, Matthew.

Fue trotando hacia él y Devak lo siguió.


Al final de una larga rampa, se detuvieron frente a una estructura masiva de
piedra, ya llena de carros. Podía mantener a la caravana con facilidad. Luces
brillantes titilaban por los íncubos. Los vampiros no las necesitaban.

—Necesito saber —dijo Bryson—, ¿es esto un truco de los íncubos?

—No. Tu viste lo que pasó esta noche…

—No he verificado la grabación aún.

—No es un truco. Tarrick quiere la paz y Malarath no dejará que eso pase. Se
está volviendo contra su rey para poder terminar la guerra. Además, le crees o no
hubieras ordenado a tu gente que se quedara en el búnker.

Los vampiros estaban en las sombras de las puertas y alcobas, mirándolo. Sus
ojos se reflejaban por la luz de vez en cuando. Bryson se volvió hacia los vampiros.

—Los íncubos se quedarán por un día. Si alguien ataca a uno, están desterrados
de por vida. Si no son capaces de controlarse, o no quieren dormir con ellos aquí,
les recomiendo que se vayan ahora y duerman en el bosque.

Matthew no se sorprendió cuando la mitad de los vampiros se fue. Ellos eran los
individuos que se habían unido por supervivencia, no la fuerza disciplinada que eran
los íncubos.

La limosina se estacionó en el área, seguida del resto de autos, unas limosinas,


pero en su mayoría SUVs y vehículos militares pesados.

La gente de Tarrick salió de los autos, estirándose o mirando alrededor. Los


cazadores mantuvieron las armas guardadas, pero la mayoría estaban alerta.

—Estoy escuchando —dijo Bryson mientras Tarrick se acercaba dónde estaban


Matthew y Devak.

Tarrick miró a los vampiros. A excepción de Bryson, todos mantenían la distancia,


incluso los lores.
—Estamos formando un nuevo ejército. Uno que incluye a cualquier criatura que
desee pelear en él. La meta es matar a Malarath cualquiera que lo apoye. Una vez
que el restante de sus fuerzas se rinda, esto terminará para siempre.

Bryson puso sus manos en sus caderas y estudió a los íncubos y cazadores que
se habían reunido detrás de Tarrick.

—Digamos que de alguna manera milagrosa lo logramos. ¿Qué pasa después?


¿Tu nos lideraras? General, dudo…

—Caudillo.

—¿Caudillo?

—Sí. Ahora soy el Caudillo Tarrick, líder de la facción de íncubos. Y tu serás el


Caudillo Bryson, líder de los vampiros. Habrá otros cuatro también, representando
las diferentes especies. Y juntos, formaremos un consejo. Uno que hará nuevas
leyes que toda la comunidad sobrenatural pueda seguir. Guerras que no obliguen a
cazadores a servir solo a los íncubos.

Matthew no pudo evitar sentirse nervioso; “caudillo” era un genial título. Oh, y la
idea de un consejo sonaba increíble, también. Le sorprendía a Matthew que Tarrick
no insistiera en estar a cargo.

Bryson estudió a Tarrick por un momento.

—Has pensado mucho en esto.

—Obviamente lo he hecho.

—¿Y Matthew? ¿Será el séptimo caudillo?

Tarrick negó con la cabeza.

—No un caudillo, pero si será el séptimo. Nuestro líder.

Bryson miró a Matthew por un momento.

—Sin ofender, Matthew, pero ser capturado por íncubos, no una sino dos veces,
ha hecho pensar a mi gente que eres débil. No van a alinearse para unirse a ti.
Un gruñido bajo vino de Devak y Bryson se alejó un paso del guardián. Matthew
apreciaba el apoyo, pero Bryson no estaba equivocado.

Tarrick rió.

—Después de esta noche, nadie pensara que es débil.

Bryson alzó sus cejas.

—¿Oh?

—No vine aquí para convencerte de que te unas a mí, podría haber hecho eso
con una llamada telefónica o con un mensajero, vine aquí para que pudieras ser
testigo —Tarrick miró a la limosina—. Samantha.

Samantha salió del carro, llevando su bolsa de lana. Jet la seguía. Gavyn ya
estaba fuera del carro, pero se quedó atrás, manteniendo un ojo sobre ella a la
distancia.

—Adelante —dijo Tarrick.

Ella apretó su bolsa.

—¿Lo sabias?

—¿Pensaste que pasarías los últimos seis meses robándome y no me daría


cuenta de que estabas planeando algo? ¿O que no me daría cuenta lo que estabas
haciendo?

—Yo, eh, ¿sí?

—Bueno, Oráculo, estabas equivocada. Adelante.

—¿Qué está pasando? —preguntó Matthew.

Samantha lo ignoró y caminó hacia Bryson, y enredó sus manos alrededor de su


torso.

—¿Estás enojado conmigo por haber huido?


—No. Solo estoy aliviado de saber que estas a salvo —él palmeó su espalda,
manteniendo un ojo en Matthew para asegurarse de que estaba bien.

Sí, completamente bien que todos tocaran a su hija mientras el aún estaba
hambriento…

No era como si pudiera hacer una mierda sobre eso, Samantha hacia lo que le
daba la puta gana de todas maneras.

Ella dejó ir a Bryson y sacó un reloj de muñeca de su bolso.

Un grito ahogado vino de la multitud. Darius, el incubo social que había manejado
las tierras de Tarrick. Sus ojos abiertos en sorpresa mientras todos lo miraban.

—¿Es ese el Gen, uh, el reloj del Caudillo Eisher Marco? —preguntó.

—Sip —dijo Samantha.

—Pero, ese reloj cuesta miles de dólares.

—Está bien, Darius —dijo Tarrick.

Darius cerró la boca, pero se veía como si estuviera a punto de romper un


recipiente de sangre. Y cuando Samantha lo tiró al suelo y lo pisó con su talón,
parecía que se fuera a desmayar.

Ella se echó con las piernas cruzadas al suelo, sacando un mortero y puso el
reloj dañado allí. Le puso un poco de líquido de color que olía a fresas, antes de
añadir más objetos a la mezcla: sal, pedazos de madera trizada, un colmillo y un
tipo de polvo gris brillante. Luego sacó una daga dorada con gemas en la
empuñadura, la misma que había usado para abrir el portal en Chicago y para quitar
la maldición de Devak. ¿Cómo mierda encontró eso de nuevo?

Samantha se paró de repente y fue hacia Tarrick.

—Sangre. La tuya y la de Devak deberían funcionar.

Tarrick sacó sus garras y cortó su propia muñeca, su líquido rojo goteando en el
recipiente.
Un vampiro joven salió corriendo de las sombras, atraído por el olor arrebatador
de sangre de antigua de íncubo.

Recorrió dos pies antes de que una estaca estuviera en su corazón. Ella se
tambaleo, inconsciente, un cazador parado sobre el cuerpo del vampiro.

Gruñidos salieron de la oscuridad.

—Suficiente —dijo Bryson, su voz hizo eco con autoridad—. No la van a matar.
La despertaremos mañana por la noche.

Eso tranquilizó a los vampiros.

Cuando Tarrick donó la suficiente sangre al recipiente, tomó un pañuelo de su


bolsillo y lo presionó contra la herida. Matthew ausentemente alargó la mano hacia
la muñeca de Tarrick, con intención de sellarla por él, pero Tarrick alejó su muñeca.

—No. No ahora. Se sanará en un momento.

Un pequeño hilo de decepción se deslizo dentro de Matthew, pero se


mantuvo en control incluso si la sangre de íncubo, la sangre de Tarrick, lo llamaba.
Maldita sea, estaba hambriento.

Devak fue el siguiente, dando su propia sangre. Sus heridas cerraron rápido,
decepcionando de nuevo a Matthew.

—¿Todos listos? —dijo Samantha.

Uh. Matthew miró alrededor confundido.

—¿Para qué? ¿Qué estás haciendo?

Samantha sonrió.

—Oh. Ya sabes…

Ella comenzó un cantico, sus ojos se tornaron blancos y el contenido del mortero
se prendió en llamas.
—Mi príncipe —dijo Devak—. Una vez te dije que serias más fuerte que yo. Hoy
es ese día.

El mortero explotó y el humo salió. Un denso trance se acumuló en la caverna.


Samantha hundió la punta de su daga en la mezcla.

—Padre, yo te libero —dijo Samantha y lo apuñaló en el corazón.

Dolor, como nada que hubiera experimentado antes, recorrió su cuerpo. Cada
molécula de su ser estaba siendo destrozada. Su carne ardía y sus músculos
ardían.

Miró hacia abajo a su cuerpo y vio como comenzaba a cambiar. Su piel se hizo
más oscuro, tornándose a un gris tormentoso. Sus tatuajes comenzaron a brillar
rojos.

Todos a su alrededor retrocedieron.

Dolor erupcionó de su frente, y estiró una mano para tocar la fuente. Cuernos.
Cuernos enormes salían de la parte del frente de su cráneo, hundiéndose hacia
delante y luego curvándose hacia atrás sobre su cabeza como dos enormes huesos
crecentes.

Su cuerpo comenzó a crecer. Se arrancó la ropa como si estrangulara su ardiente


piel y se quitó las botas justo a tiempo para ver sus pies transformarse en pezuñas.
Sus orejas latían mientras se unían para terminar en una punta. La sangre lleno su
boca mientras se cortaba la lengua por sus nuevos colmillos, todos y cada uno de
sus dientes se habían alargado en afiladas puntas.

Mientras continuaba creciendo, su espalda se abrió. Alas de cuero salieron y se


extendieron detrás de él. Una larga cola salió de su espalda baja, como no tenía
idea de cómo funcionaba, se balanceo inútil hacia el suelo.

Miró hacia Samantha, que ahora era diminuta. No. Mierda. Era él quien era
enorme. Ella solo le llegaba a la cintura.

Todos sintieron su aura y se alejaron de él. Incuso Tarrick dio un paso atrás.
Los únicos que no estaban afectadas eran Devak, que se rozaba los hombros
con dioses, y Samantha, que se cubrió los ojos para no tener que mirar al sexo
expuesto de Matthew.

La piel de Matthew se rasgó y se abrió sobre su pecho y hombros. Duras púas


salieron y el resto de su piel se endureció.

Matthew respiró hondo por el dolor y arqueo la espalda, dejando salir un furioso
rugido mientras el poder lo llenaba. La caverna entera tembló. Se sentía invencible.

Tarrick lo miró.

—Eres hermoso, Príncipe de Sangre.

Matthew sonrió y flexionó sus filosas garras. Estaba liberado, y juntos iban a
destruir a Malarath y terminar esta guerra.
EPÍLOGO

MALARATH
Traducido por Blackbeak

Corregido por Cotota

Malarath estaba de pie solo en su habitación, mirando hacia Nueva York. Las
estrellas y ciudad brillaban en la noche.

El aire a su alrededor se agitó; un anuncio de la llegada de un invitado esperado.


Tras él, un portal negro se formó y una alta y delgada figura salió. Sus ojos eran
negros y la muerte se le colgaba.

—¿Padre? —preguntó Mazarus.

El íncubo corrompido por el demonio dio un paso al frente y sorbió una


respiración furiosa.

—El semidiós y el oráculo se te han escapado de las manos. Igual que tu general.

—Saldrá a nuestro favor —Malarath puso una mano en la ventana.

Para ese momento el oráculo habría liberado el poder que estaba sellado en el
interior de su mascota. Poder que ella nunca debió haber dejado libre si supiera lo
que planeaba hacer con él. Poder que Malarath necesitaría pronto.

—Esto es un desastre. Apenas estar despierto y nos está costando.

Malarath se comenzaba a cansar de la falta de respeto de su hijo, pero contuvo


su temperamento; la criatura era frágil. Siempre lo había sido. Una falla de su parte.

—Te preocupas demasiado.

—Tengo razón de hacerlo. Nos detendrán, padre.

—Lo intentaran.

—¿Y Apep? Le es leal al príncipe. Nunca te seguirá, incluso si asciendes.


—Devak —Malarath pausó, divertido por el nuevo nombre de Apep. Significaba
confiado—, es mío. Somos inevitables.

—Pero…

Malarath se volvió y miró a su hijo, silenciándolo.

—No hablaré más de ello.

Mazarus desvió su mirada; el limitado control sobre sus emociones esparcido por
su rostro. El Alto Rey agarró el cabello largo y negro de su hijo y jaló, forzándolo a
exponer su cuello. Su hijo se quedó quieto, sometiéndose.

—Padre…

—Destruiré a los rebeldes, no son una amenaza. ¿Están listos mis ejércitos?

—Sí, por supuesto. Pero, ¿estas seguro de que funcionará? Una vez que
empecemos, no podremos parar, y los dioses…

—No tienen consecuencia en esto.

Su hijo se resistió, jalando contra el agarre. Malarath apretó con más fuerza hasta
que el demonio detuvo su batalla.

—Bien. Pero me darás lo que se me debe.

—Por supuesto. Cuando esto termine, tu reinarás el Abismo y la heredera de


Matthew será tu reina —él soltó a su hijo y regresó a la ventana—. Vete.

Un sonido de placer vino de Mazarus, y el aire de nuevo se agitó mientras se iba.

Mirando la ciudad, una pequeña sonrisa se deslizo por los labios de Malarath.

Apep estaba vivo.


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