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Achilles Akira de Undaunted
Akira de Undaunted Cotota
Aruasi S. Ella R
Blackbeak
Cris
Ella R
Irán
Isabel
Juliette
Ornella
Ravell
Samn
Tello
Valeria
Venus
YazmiinonClouds
Corrección Final
Reshi
Diseño
Vaughan
SINOPSIS
¡Disfruten la lectura!
PRÓLOGO
MALARATH
Traducido por Ella R
Corregido por Cotota
MATTHEW
Traducido por Ella R
Corregido por Cotota
—Devak —dijo Matthew, su voz bruta, tensa. Delirando a causa del hambre, no
podía recordar dónde estaba o cómo había llegado hasta allí.
Luchó contra las invencibles ataduras que lo mantenían suspendido en el aire,
pero estas no cedieron. Sus brazos dolían como si hubiese estado colgado desde
hacía tiempo. Los gruesos grilletes alrededor de sus tobillos no se sentían mucho
mejor. Pesadas cadenas amarradas al suelo tiraban de sus piernas, dejando que
sólo las puntas de sus pies tocaran el piso. Un brillante foco de luz direccional lo
iluminaba.
Estaba desnudo a excepción de los grilletes y el pesado collar alrededor de su
cuello. Su cabeza estaba caída hacia adelante a causa de la debilidad. Por lo menos
el metal no era plata. Una pequeña bendición.
No podía recordar la última vez que la sangre había tocado sus labios.
Sus caracteres de vampiro, las garras, los colmillos y los irises rojos, no se
retraían, sin importar lo mucho que intentara regresar a su forma humana. La
criatura dentro de él estaba desesperada por alimentarse.
—Devak —repitió Matthew, como si al decir su nombre pudiera invocarlo.
—Tú guardián de sangre lleva tiempo muerto —susurró una voz cruel de entre
las sombras.
Eso era. Los íncubos lo habían recapturado ¿Cuánto tiempo había pasado?
¿Semanas? ¿Meses? Quizá la peor parte del encarcelamiento de Matthew no era
el hambre, sino él.
Malarath.
El Gran Rey.
Cada vez que Matthew despertaba, la criatura estaba allí en la habitación.
Observando y esperando en las sombras, lejos de la luz.
Con un gran esfuerzo, Matthew levantó su cabeza y un destello de luz se reflejó
en los ojos azul claro de Malarath. La presencia del Gran Rey hacía que incluso el
aire se tornara frígido e hiriente, y el leve olor a jazmines mareaba a Matthew.
Salvo la primera noche de la captura de Matthew, cuando Malarath le había
informado que debía llamarlo Amo, esta era la primera vez que el Rey había dicho
algo más. Y fue sólo pare recordarle que Devak se había ido. Muerto.
Maldito idiota.
Matthew estrechó sus ojos y gruñó. O intentó hacerlo. Salió más parecido a un
murmullo seco.
Malarath dio un paso hacia la luz, sus ropas azul grisáceas se movían detrás de
él, acomodándose en el lugar cuando él se detenía. El líder de los íncubos no era
nada parecido a lo que había imaginado Matthew la primera vez que había oído
hablar de él. Él estaba esperado un enorme bruto, alguien que llenara el trono con
un inmenso físico masculino y una presencia arrolladora. Un guerrero. Un general
convertido en rey.
Pero Malarath no era eso. Era alto y delgado, con una apariencia casi espectral
y una postura que denotaba una perfecta seguridad en sí mismo.
Malarath pasó un dedo a lo largo del demacrado cuerpo de Matthew,
comenzando por el collar hasta llegar a la base de su flácido pene. El contacto fue
mucho más cálido de lo que Matthew esperaba, y si no hubiera estado muriéndose
de hambre en esos momentos, su polla estaría dura como una maldita piedra.
Era desagradable, aunque no sorprendente, dado que se estaba enfrentando al
íncubo más antiguo del planeta, la manera en que el cuerpo de Matthew respondía
al Rey, como si lo deseara. Su estómago rugió.
—¿Tienes hambre, mascota? —preguntó Malarath.
Matthew clavó la vista en el largo cuello del Rey, observando cómo la vena
pulsaba debajo de su piel. Arrastró su mirada para fulminar al Gran Rey. No
respondería una pregunta tan estúpida. Ni ninguna pregunta, en tal caso.
Malarath no dijo nada más. Se quedó de pie quieto, durante lo que parecieron
horas, como si no le afectara el paso del tiempo, esperando que Matthew
respondiera.
Mattew entraba y salía de la consciencia. Hasta que, finalmente, el Gran Rey
volvió a hablar.
—Mi general me dice que tú le estuviste hablando durante seis días con el mínimo
esfuerzo de su parte. Podría hacer que supliques en seis minutos, ¿deseas
experimentar eso? —preguntó Malarath, sonando indiferente; e incluso algo
aburrido. Su rostro no mostraba emociones, lo que era un extraño contraste con lo
seductor y atractivo que era. Pero era una belleza vacía, como la de una muñeca
de porcelana.
Los íncubos habían evolucionado, volviéndose excitantes, perfectos, para poder
atraer presas de las cuales alimentarse, pero eran tan monstruos como los
vampiros. Por lo menos estos últimos eran honestos acerca de lo que eran.
Matthew cerró sus ojos, preguntándose qué era lo que al Gran Rey le gustaría
hacerle si no respondía. La única pizca de felicidad que tenía era debido a que
Samantha estaba lejos de allí y segura. Por lo que él sabía, ninguno de los íncubos
conocía la existencia de su hija vampiro.
Su corazón se hizo jirones al pensar en ella.
En realidad, esa era la peor parte de su encarcelamiento, su separación de ella.
De vez en cuando podía sentir un delgado hilo que tiraba de su pecho, haciéndole
saber que ella estaba viva. A veces, a través del vínculo, podía sentir que ella estaba
atemorizada y le mataba saber que él no podía ayudarla.
La mayoría del tiempo no podía sentirla para nada, y eso era mucho peor porque
no tenía idea de qué había sucedido con ella. Era extraño que él no se cegara por
la ira cada vez que el vínculo desaparecía. Pero claro, apenas tenía la fuerza
suficiente como para mantener la cabeza erguida.
Matthew consideró lo que el Gran Rey había dicho… ¿seis minutos? Demonios,
si alguien pasara una bolsa de sangre por sus narices las palabras se atropellarían
por salir de su boca. No era que no quisiera pelear, pero ya habiendo sido
quebrantado por un íncubo, la idea de que volviera a suceder tornaba su alma de
plomo. Las cosas serían más fáciles si solo se rendía ante Malarath.
Abrió sus ojos y tragó en seco.
—Sí, Amo. Tengo hambre.
Las palabras se atoraron en su garganta. Los odiaba. Se odiaba a sí mismo. Y
odiaba a su maldito creador por hacerle esto a él, por dejarlo indefenso en el suelo
para que los íncubos lo recapturaran.
Malarath se quedó congelado en el lugar durante tanto tiempo que Matthew no
tenía idea si recibiría algo de sangre o no. Tal vez tendría que pedirla como hacía
con Tarrick…
—¿Puedo tomar un poco de sangre, Amo?
La mano de Malarath se presionó tan fuerte en el raquítico estómago de Matthew
que él soltó un grito. Una sensación de antaño pulsó en su vientre. Estaba siendo
escaneado. Era una habilidad que permitía a los íncubos “ver” su interior como un
ultrasonido. No todos los íncubos podían hacerlo, pero no era sorprendente que el
Rey sí pudiera.
Él ya sabía lo que el Rey encontraría: cuatro bolsas de sangre explotadas y un
soavik vacío que se acalambraba dolorosamente, a pesar de que la falta de sangre
era mucho más agonizante.
Malarath dejó de escanearlo, pero dejó su mano apoyada sobre su abdomen. No
dijo nada, y eventualmente Matthew dejó caer su cabeza hacia adelante. No
obtendría sangre y el hambre se estaba volviendo demasiado sobrecogedora y
dolorosa. Se sorprendió de haberse mantenido lúcido durante tanto tiempo.
Eventualmente sus pensamientos comenzaron a desencajar y el mundo dejó de
tener sentido.
Cerró sus ojos y se concentró en intentar recobrar la compostura. Cuando los
abrió, Malarath ya no estaba tocándolo… y estaba usando ropas diferentes, de color
verde claro. Su largo cabello dorado estaba atado. Una o más noches habían
pasado, y Matthew ni siquiera se había dado cuenta.
—Lo estás llevando bien, mascota —dijo Malarath. El cumplido fue… inesperado.
—¿…qué? —preguntó Matthew, con la garganta seca.
Malarath se quedó quieto, esperando algo.
Le tomó un tiempo, pero Matthew recordó qué era lo que Malarath quería y volvió
a intentar.
—No estoy seguro de lo que quiere decir, Amo —dijo, con algo de esfuerzo.
—No tolero la falta de auto control. Si tienes hambre, debes soportarla hasta que
decida alimentarte. He estado entrenándote para que resistas el hambre y no cedas
ante la furia.
¿Entrenando? Esto se sentía como una tortura.
—¿He estado enloqueciendo de furia? —preguntó Matthew. Tarrick le había
dicho una vez que los vampiros sucumbían a la ira cuando morían de hambre. Era
una respuesta instintiva para encontrar sangre. Una vez que un vampiro llegaba a
ese punto, se enloquecía hasta atiborrarse con los humanos.
Malarath se acercó un poco más. El aire alrededor suyo bajó un par de grados.
—¿Cuánto tiempo crees que pasó desde que mi guerrero te trajo aquí?
Matthew se habría encogido de hombros si hubiera podido moverse,
—Un par de semanas, quizás un mes.
—Nueve meses.
Matthew parpadeó.
¿Nueve meses? ¿Nueve malditos meses desde que Devak había muerto?
¿Desde la última vez que había visto a Samantha? ¿Nueve meses colgado en
esta… celda? Por lo menos él asumía que era una celda, sus sentidos estaban
demasiado entumecidos, sus ojos demasiado débiles para ver algo fuera del círculo
de luz.
Los recuerdos lo invadieron. Durante meses había estado solo. Hambriento,
había suplicado sangre. Suplicaba compañía, una persona con la cual hablar.
Suplicaba a Devak que apareciera… a Tarrick… a cualquiera que apareciera y lo
salvara.
Entonces cedió a la furia y sus recuerdos se desvanecieron.
La confusión lo retuvo. Él temía al Gran Rey… pero había una parte de él que no
quería que él se fuera, aunque fuese para no estar tan solo.
Era enfermizo.
Matthew quería gritar, o tal vez llorar, pero no tenía energía para ninguna.
En vez de eso, se volvió a desvanecer en la oscuridad. Cuando volvió en sí,
Malarath vestía una bata azul oscuro con bordados dorados, su cabello suelto, sus
pálidos ojos examinándolo.
—Estas cerca, mascota. Cuando seas capaz de pasar una noche entera sin
sucumbir a tu hambre, avanzaremos.
¿Una noche entera? No estaba seguro de poder hacerlo, pero debía intentarlo si
tenía alguna esperanza de soltarse de esas cadenas.
Horas más tarde, no pudo soportar más los calambres y se desvaneció.
Cuando volvió a despertar, Malarath tenía otra vestimenta. De pie allí, sin
moverse.
Al ver a Malarath al borde de la luz, Matthew se dio cuenta que rara vez
parpadeaba, quizás una vez cada un par de minutos. Como una distracción,
comenzó a contar cada parpadeo e intentar adivinar cuánto tiempo pasaba. Tenía
que soportar una noche entera.
No lo hizo.
No esa noche. Ni la siguiente. Ni la que le siguió a esa. Pero cada noche pasaba
más y más tiempo despierto. Cada noche, Malarath se quedaba en silencio, sin
decir nada, incluso cuando Matthew suplicaba algo de sangre o intentaba aferrarse
al Gran Rey. Apenas le cosquilleaba, aunque Matthew no esperaba realmente poder
persuadir a una criatura tan antigua. Apenas podía hacérselo a los humanos.
Una noche intentó controlar a Malarath, quien no utilizaba lentes de contacto
preventivos ni anteojos, con un “libérame”. Eso le hizo ganar una pequeña media
sonrisa de parte del Gran Rey.
Malarath se adelantó y pasó sus manos por las huesudas costillas de Matthew.
Él quería alejarse de ese contacto… y acercarse a él. Lo deseaba y quería más. Era
humillante.
—Durante nueve meses no fuiste capaz de salir de esa furia, ni siquiera por un
par de minutos, y ahora casi puedes pasar una noche. Un mes más y serás lo
suficientemente fuerte como para resistir —dijo Malarath.
¿Un mes? No. Esta noche.
Estrechó sus ojos, determinado a probarle al Gran Rey que estaba equivocado,
y utilizó su ira para distraerse del dolor.
El tiempo pasó lento, y la urgencia de rendirse a las sombras crepitaba a su
alrededor, pero él la hacía retroceder.
En las largas horas de silencio, sus pensamientos se centraron en Devak y la
pena lo ahogó. Nunca volvería a sentir el cálido toque de Devak, ni sus suaves
labios. Nunca volvería a ver sus ojos color ámbar, ni a oír su serena voz.
Solo habían pasado un par de meses juntos, sin embargo se sentía como si
hubiese sido mucho más tiempo.
Y ahora Matthew volvía a estar solo. Sin familia a su alrededor, sin amantes, sólo
un frío e indiferente íncubo monarca paseándose por las sombras. “Amo” debía
llamarlo Matthew. Una vez más, consideró resistirse, pero sabía dónde lo llevaría
ese camino, y no estaba seguro de poder luchar.
Los párpados de Matthew se sentían como plomo. Mantenerlos abiertos era una
tarea casi insuperable, pero se rehusó a sucumbir al cansancio esa noche. Tenía
algo que probar.
Sobrevive. No dejes que te quiebren. Esa era la última cosa que Samantha le
había dicho. Matthew había asumido que ella estaba hablando acerca de su
creador, el Dios de Sangre, pero se había equivocado. Ella había estado hablando
acerca del Gran Rey. Los oráculos eran graciosos, hablaban misteriosamente y con
amagues.
Matthew no estaba seguro de poder salir entero de esta, pero lo intentaría, por
ella.
El tiempo pasaba y, a pesar de que no lo podía ver, sentía al sol aproximarse en
el horizonte. Le disparó a Malarath una mirada triunfante.
La boca de Malarath se curvó en una sonrisa.
—Bien hecho, mascota.
Matthew se avergonzó, horrorizado por el placer que le provocó el cumplido.
CAPITULO DOS
En lo que Matthew solo pudo describir como una experiencia divina, la vida
inundó su boca. Deliciosa, celestial y restauradora, la sangre se filtró por su lengua
y bajó por su garganta. Estaba demasiado débil para abrir sus ojos, pero absorbió
fuertemente de una especie de tubo que penetró sus labios.
La sangre dejó de fluir, seguida de un fuerte sorbido. El tubo fue arrancado de su
boca y él dejó salir un quejido. Necesitaba más.
Dentro de él se concentró en sanar su cuerpo. Sus músculos estaban débiles,
sus sentidos embotados, las bolsas de sangre colapsadas e incluso tenía algunas
fracturas, especialmente donde sus muñecas estaban encadenadas.
—¿Cuánto va hasta ahora? —preguntó un hombre, de pie cerca suyo.
Probablemente la persona que lo estaba alimentando.
Un hombre diferente respondió.
—Dos galones, señor ¿Quiere que vaya a buscar más?
—Sí. Los está terminando rápidamente. Trae otros dos y ponle una sonda.
¿Ya iban dos litros? La sangre quemaba dentro de él mientras se curaba. O por
lo menos así se sentía. No estaba realmente seguro de cómo su cuerpo se deshacía
de la sangre física. Seguro como el demonio que no la orinaba. Tendría que
preguntarle a alguien algún día como funcionaba todo eso.
Sonrió para sus adentros. Era un íncubo viviente que se alimentaba de sexo y
sangre y aquí estaba, buscando una clase de explicación científica. Próximamente
querría saber cómo los guardianes volaban con alas hechas de sangre o cómo los
cambia-formas ganaban masa cuando se transformaban…
Dios, estaba siendo absurdo en esos momentos, pero se sentía tan
endemoniadamente bien volver a tener sangre. Estaba vibrando de placer y
comenzó a ronronear.
—Alguien está feliz —dijo el hombre que estaba más cerca.
Matthew abrió sus ojos de golpe y los forzó a centrarse.
La celda, no, tacha eso, la jaula ahora estaba iluminada por las luces del techo.
Él estaba encadenado en medio delo que parecía una enorme jaula para pájaros.
Barrotes dorados se levantaban desde el piso de cemento y se curvaban por encima
de él.
Alrededor de la jaula había un espacio vacío, luego una pared de concreto circular
con runas resplandecientes pintadas en ella. Una trampa de vampiros.
No había ventanas y sólo una pesada puerta plateada que se veía como si
perteneciera a una base militar. Varias cámaras colgaban del techo, junto con un
único cabezal de ducha posicionado arriba de la jaula.
Matthew notó que había una sección de barrotes que se veían recientemente
soldados. También había sangre seca por doquier. Y marcas de garras en las
paredes fuera de la jaula, sobre el propio cemento. Algo grande y fuerte había roto
los barrotes e intentado escapar de la habitación. Matthew estaba noventa y nueve
por ciento seguro que había sido él, a pesar de no recordar haberlo hecho.
El Emperador Prescott estaba de pie delante de él.
Líder del Cuerpo de Cazadores.
El guardaespaldas personal del Gran Rey. Según los rumores, él tenía más de
mil años de edad, pero se veía más joven que Matthew; como de veinte y pico.
Llevaba puesta su usual armadura de cazador: un diseño griego con una pechera
esculpida, gruesos protectores de brazos y piernas y una falda hecha con tiras de
cuerpo que se vería estúpida en cualquier otra persona, pero a él le quedaba bien.
Cuando Matthew lo había visto en el pasado, siempre llevaba su casco puesto,
ocultando sus rasgos. Ahora no lo tenía, y dejaba al expuesto su cabello corto, su
barba prolija y su nariz recta.
El hijo de puta había asesinado a Devak.
La furia se despertó en Matthew, él se sacudió y le siseó al Emperador; las
cadenas sacudiéndose.
Prescott golpeteó el pecho de Matthew, como una burla.
—Cálmate. Nos tomó un par de intentos, pero estas cadenas pueden sostenerte
incluso a ti. —Prescott observó el daño en la habitación. —Fuiste un poco más fuerte
de lo que esperaba.
—Voy a matarte —siseó Matthew.
Prescott sacudió su cabeza.
—No, pero será divertido verte intentarlo.
Matthew curvó sus labios, mostrando sus colmillos.
—Deberías ser más agradable conmigo, soy el que tiene la sangre —dijo
Prescott, sosteniendo una bolsa de sangre llena y balanceándola.
Matthew fantaseaba con drenarlo hasta que estuviera al borde de la muerte,
sanarlo, y volverlo a hacer. Una y otra vez hasta que su necesidad de venganza
estuviera satisfecha. Pero era una tonta fantasía, dado que los cazadores
envenenaban su sangre. Se preguntó cuánto tiempo tardaría purgarla del cuerpo de
Prescott.
Prescott metió un tubo conectado al paquete de sangre en la boca de Matthew.
Este le clavó una mirada ceñuda. Asesino.
—Chupa —ordenó Prescott, apretando la bolsa. La sangre goteó por la boca de
Matthew mientras él estrechaba sus ojos. Prescott se encogió de hombros y
comenzó a sacar el tubo—. Si no quieres sangre…
Matthew se aferró al tubo con sus dientes y a regañadientes comenzó a succionar
de él como si fuera un sorbete. Sangre fría que le recordaba al café que no se
tomaba lo suficientemente rápido, pero para él era éxtasis. Y tan enojado como
estaba, también estaba emocionado por obtener más. Tenía un presentimiento que
sería demasiado esperar algo de ropa próximamente.
A lo largo de las siguientes siete noches, un cazador entraba a la jaula cada dos
horas para cambiar la bolsa de sangre que tenía conectada por intravenosa, pero
salvo eso, Matthew estaba solo. Su soavik le daba calambres, y estaba tentado a
hacer que un cazador le hiciera una mamada para poder alimentarse sexualmente
y detener el dolor.
No estaba lo suficientemente fuerte para controlar mentalmente a un cazador, en
especial a estos que trabajaban para Prescott y Malarath y estaban directamente
entre los mejores. O por lo menos eso había oído él cuando entrenaba con los
cazadores cadetes en la Academia Ashwood para Cazadores de Vampiros.
Obligarlos estaba descartado, dado que todos los cazadores usaban lentes de
contacto para prevenir que eso sucediera.
Estaba miserablemente solo en la jaula, pero por lo menos tenía sangre.
Antes del atardecer de la octava noche, el golpe de un látigo contra su espalda
desnuda lo despertó. Era incapaz de moverse dado que aún era de día, pero podía
gritar y, con un enorme esfuerzo, mantener sus ojos abiertos.
El Gran Rey estaba de pie delante de él vestido con una bata granate con
bordado plateado y un gran collar que le daba un aspecto siniestro. Llevaba anillos
con gemas en cada uno de sus dedos, siempre los tenía puestos, y una diadema
dorada trenzada en su cabello.
Otro latigazo golpeó contra su espalda y Matthew se las arregló para suprimir su
grito con un gruñido.
—Oh. Estás despierto —dijo Malarath, los bordes de sus labios alzándose en una
sonrisa inquietantemente juguetona. Bastardo.
Matthew podía oler a Prescott parado detrás de él, blandiendo el látigo sin dudas.
También había olor a dedalera, un veneno para vampiros que ralentizaba la
curación. Apestaba como el demonio.
Cuando Malarath se acercó, la temperatura bajó un par de grados. Él pasó su
mano a lo largo del brazo derecho de Matthew, trazando el tatuaje que lo cubría.
Algunos de los músculos de Matthew habían sanado durante la semana pasada,
beneficios de ser un vampiro, pero aun tendría que trabajar por los que restaban.
Deseaba que Malarath dejara de tocarlo. El suave contacto le causaba repulsión…
y sin embargo, quería más.
Estaba agradecido que su polla no estuviera dura como una piedra en ese
momento, pero tan pronto como el sol se pusiera, su traicionero pene
probablemente se excitaría. Tal vez le dieran algo de ropa en algún momento. Heh.
—Que lo trasladen a mi habitación. Lo disfrutaré allí —dijo Malarath, bajando su
mano.
Matthew gruñó y otro latigazo cayó sobre su espalda. Aún incapaz de moverse,
Matthew no pudo hacer más que soportar el dolor.
—Con que le gruñas otra vez, te cortaré la lengua —dijo Prescott detrás de él.
Matthew resistió la tentación de gruñirle, sólo para fastidiarlo.
Malarath pasó sus nudillos por la mejilla de Matthew, las gemas de sus anillos
frías contra su piel.
—¿Te gusta, eh? —preguntó Prescott.
El Gran Rey tomó a Matthew por la barbilla, moviendo su cabeza para
inspeccionarlo.
—Será una mascota adecuada.
—Vete a la mierda —dijo Matthew antes de poder detenerse.
Los dedos se tensaron en la barbilla de Matthew mientras otro latigazo golpeaba
su espalda. Él gritó.
Prescott dio un paso hacia adelante.
—No hables salvo que te pregunten algo, y cada vez que lo hagas, te referirás al
Gran Rey apropiadamente. Lo llamarás “Amo” y a mí te dirigirás como “Emperador”,
¿está claro?
—Vete a la mierda tú también, Emperador.
Otros cuatro golpes destrozaron su piel y Matthew tensó su mandíbula, gruñendo
del dolor. Por poco se desmaya. Mantenerse despierto durante el día era siempre
exhaustivo y esto lo estaba llevando al límite.
—Intenta responder eso nuevamente —dijo Prescott.
Matthew se estaba sintiendo rebelde, pero había marcado su punto de vista lo
mejor que pudo. Cualquier otra cosa lo haría ganar más azotes.
—Estuvo claro, Emperador.
El sol se puso y Matthew fue capaz de volver a moverse, o algo así. Podía
sacudirse un poco, pero las cadenas mantenían a su cuerpo quieto y no le permitían
ningún movimiento además de ese. Por instinto, quitó su cabeza del tenso agarre
de Malarath. Para su sorpresa, Malarath lo soltó.
—¿Estás seguro que se comportará en tu habitación? —preguntó Prescott.
—Sí. Se comportará —dijo Malarath, saliendo de la jaula.
CAPITULO TRES
¿Sacarle sus colmillos? ¿Qué carajo? Matthew luchó contra las cadenas que lo
mantenían suspendido.
Prescott tocó la pared y una sola runa empezó a dar un brillo verde. La parte en
donde Matthew estaba sujetado, se empezó a mover. Se sintió ir hacia delante,
luego balancearse hacia arriba hasta que estuvo recostado de forma horizontal, de
frente al techo. Le tomó un momento darse cuenta que la pared se había
desprendido. Se sintió como si estuviera atado a una mesa de autopsia.
—Te dije que atacar al Rey era estúpido —dijo Prescott—. Ahora, abre tu boca.
Prescott alzó una ceja y Matthew luchó contra las cadenas una vez más. Incapaz
de escapar, se quedó quieto y dejó que sus cuatro colmillos salieran.
El filoso diente golpeó la mesa de metal con un golpeteo y con una frialdad
eficiente, Prescott sacó el segundo. El dolor fue de raíz al ser desgarrado de golpe
de Matthew y luchó de nuevo.
Con un destello verde, una pequeña caja apareció en la mano del emperador. La
abrió y sacó lo que parecía ser un diente de metal con una enorme aguja para la
hendidura. Prescott la insertó en las encías de Matthew.
—Puha mare —dijo Matthew mientras la aguja le quemaba por dentro. Parecía
ser que la aguja tenía una pizca de plata en ellas, lo suficiente para evitar que sus
colmillos crecieran de nuevo, pero no tanto para que quemara la piel y se escurriera.
Prescott repitió el proceso, llenando los huecos con dientes de metal. Cuando
hubo terminado, liberó la boca del separador. Matthew pasó su lengua sobre los
dientes de metal. No tenían punta. Su cuerpo seguía tratando de sacar sus colmillos
perdidos pero nada sucedió.
Prescott activó la runa y la mesa de metal volvió a ser una pared de metal.
Los primeros diez no fueron tan malos. Después de todo, Matthew se había
acostumbrado al uso del látigo mientras estuvo con Tarrick. Excepto cuando el látigo
pasó a través de sus caderas y rozó su polla.
Diez latigazos más azotaron en las caderas y pene de Matthew. Apoyó su cabeza
hacia atrás y lágrimas punzaron en sus ojos. Gruñó con cada golpe y
eventualmente, aceptó lo que estaba sucediendo, porque, ¿qué más podía hacer?
Cada veinte latigazos, más o menos, Prescott sumergiría el látigo en una cubeta
junto a sus pies para cubrirla de dedalera. Cada latigazo quemaba como el sol,
abriendo la piel de Matthew. Trató de sanarla pero la dedalera evitaba que siguiera
y se estaba quedando rápidamente sin sangre.
Por algún momento en los cientos, la cabeza de Matthew se dejó caer hacia
delante. Su pecho, abdomen y caderas perecían carne hecha trizas. La piel se
desprendía, exponiendo el músculo y la sangre manaba de las heridas. Era
nauseabundo. Matthew trató de sanar de nuevo, para detener la pérdida de sangre
pero se sentía agotado.
—¿Podría tener algo de sangre, emperador? —Si no tenía algo cuanto antes,
no habría forma de que llegara a sobrevivir otra noche de tortura.
Matthew asintió.
—Así no es como será aquí. Si vas a tener sangre, será el Rey o yo quien te
la daremos cuando sintamos que deberías tener algo. No estás autorizado a
aceptar de nadie más y que los dioses te ayuden si tratas de alimentarte sin
permiso. ¿Está claro?
Le tomó todo lo que Matthew tenía para no darle una respuesta sarcástica.
Prescott suspiró.
—Claro, Matthew.
—¿Mi hija está a salvo? ¿Será castigada por mis estupideces? —aparte de
las fotos, no había visto a Lily desde que fue convertido en vampiro. La abandonó
a ella y a su esposa para protegerlas. Tal vez el único regalo que su señor le
había dado era que no estaba obligado a matarlas como los otros vampiros
cuando apenas fueron convertidos. Nada lo había sorprendido más que saber
que ella era un súcubo.
—… ¿Hija?
—Retírate, guerrero —dijo una fría voz, Malarath estaba parado junto a la
puerta, sus dos jóvenes asistentes caminaban detrás de él.
Prescott cubrió su confusión rápidamente pero Matthew pudo ver que no había
sido informado acerca de Lily. Asumió que el líder de los Cazadores Asociados
habría sabido. Ambos comandantes, Silva y Cullip, lo habían sabido.
Malarath les hizo un ademán a los hermanos, quienes, junto con Prescott, se
retiraron con una reverencia. El Rey fue a pararse frente a Matthew.
—Sí, Amo.
Malarath tocó una runa en la pared y la plataforma de metal detrás de Matthew
se movió y extendió, volviéndose horizontal otra vez. El Gran Rey lo miró desde
arriba.
Espera.
¿Un íncubo activó una runa? Un íncubo no podía usar magia. Matthew miró a
Malarath, luego a la pared, luego de vuelta a él. Como si supiera lo que estaba
pensando, el más pequeño indicio de una sonrisa se formó alrededor de los labios
de Malarath, pero no le dio ninguna explicación.
—Lo sé, mascota. Eres joven y predecible —dijo Malarath, sonando algo
decepcionado. Abandonó la habitación y Matthew no lo vio de nuevo hasta la
siguiente noche.
CAPÍTULO CINCO
—Aquí.
Prescott sostuvo algo que parecía ser un bloque de metal del tamaño de un
ladrillo. En un lado de él, tenía un tipo de diseño en relieve, como un estampado.
Prescott lo bajó al área donde Malarath lo había señalado.
El diseño era plateado… era una marca. Carajo, ellos iban a marcarlo. Prescott
sacó unas correas de cuero y las usó para asegurar el diseño en su lugar. Luego
sacó una ampolleta con un líquido café, olía como dedalera, como un gotero. Soltó
el líquido en los agujeros en la parte trasera del diseño.
Matthew no estaba seguro de qué podría causarle una real cicatriz a un vampiro,
pero parecía ser que lo descubriría de propia mano. No se molestó en pelear. Si lo
hacía, probablemente terminaría siendo castigado antes de que simplemente,
empezaran una vez más. En cuanto al dolor, no era tan malo, mientras ignorara el
olor de la carne quemada que cubría el aire.
Las siguientes noches pasaron en silencio con Prescott regresando cada pocas
horas para verter más líquido en los agujeros. Matthew estaba esperando poder
tener algo de sangre pero no tuvo tanta suerte. Tal vez un poco de sangre ayudaría
a la marca a formarse en la piel.
Malarath pasó las noches sentado en una silla, mirando hacia las afueras de la
ciudad. Era un extraño comportamiento. Rara vez dejaba la habitación y Matthew
nunca lo vio alimentarse, tal vez lo hacía durante el día. Y, al ser un íncubo más
antiguo, no necesitaría mucho sueño.
Matthew encontró el silencio escalofriante pero era mejor que el azote del látigo
o los gritos. Pensó en tratar de hablar con Prescott pero cada vez que abría su boca,
el Emperador le lanzaba una mirada de advertencia. Así que en su lugar, Matthew
usaba el tiempo perdido en memorizar los pequeños detalles de la habitación.
Fue la estatua de Ilertha, lo que llamó su atención por más tiempo. La odiaba. La
estatua le recordaba a Devak, quien le sirvió con lealtad. Quien murió tratando de
proteger a Matthew de su destino.
Matthew presionó la energía para sanar la marca. La herida abierta sanó pero la
cicatriz permaneció; las líneas claras y frescas. Se preguntó si había alguna forma
de deshacerse de él o si estaría adherido con la marca por el resto de su vida.
—Sí. Solo iba a hacer que bebieras la mitad, pero como no te dirigiste a mí de
forma correcta, será la botella completa.
—Me dijo desde el principio que suplicar no terminaría la tortura de forma más
temprana, Emperador.
—Tampoco cambiará mi opinión una vez esté hecha. Ábrela —Prescott alzó la
botella de vidrio hacia los labios de Matthew y se detuvo—. Trágalo rápido. Si lo
escupes, serán dos ampolletas.
Sus entrañas comenzaron a disolverse por dentro. Gritó de nuevo pero ningún
sonido salió esta vez. Todo el dolor y sufrimiento que había sentido antes no era
nada comparado a esto.
—Has matado a mucha de mi gente, ¿pensaste que tales actos pasarían sin ser
castigados?
Cuando volvió en sí, el dolor no había cesado ni un poco. Miró hacia abajo para
ver pequeñas gotas plateadas adhiriéndose a cada uno de sus poros; parecía estar
sacando la plata fuera de su cuerpo con sudor. Su piel estaba rojiza y cubierta de
ampollas.
Malarath estaba del lado más lejano de la habitación, parado frente a un espejo
de tres caras, su espalda a la vista de Matthew. Estaba siendo atendido por los
hermanos íncubos. Retiraron la túnica externa, revelando más ropa por debajo. La
chica empezó a desatar los lazos y cordones intrincados que sostenían el atuendo
mientras el otro comenzó a esparcir besos en la piel descubierta.
Malarath se quedó desnudo. Era alto. Más alto que Matthew, pero no por mucho.
Su piel era pálida y perfecta. Sus músculos eran sutiles; correctos. Las líneas y
curvas de su cuerpo eran estructurales.
Matthew no creyó por un momento que el Rey fuera tan delicado como parecía.
Se preguntó cómo se vería Malarath en su forma de íncubo. ¿Era tan enorme como
un guerrero íncubo o esbelto como uno social? Era fácil asumir que sería
considerablemente alto ya que había sido un general desde antes de que asumiera
el trono, o eso le había contado Devak. No se veía como un general.
Matthew articuló un: “Púdrete”, que fue seguido de un ataque de tos y gárgaras,
lo cual solo agravó su dolor. Valió la pena.
Prescott sonrió.
Con pasos firmes, Malarath caminó hacia Matthew y lo miró de arriba abajo. Los
hermanos lo siguieron por detrás, tratando de terminar de atar el resto de la túnica,
pero se detuvieron cuando Malarath se puso demasiado cerca de Matthew. Ellos le
temían, lo cual era ridículo considerando su actual y encadenado estado.
Matthew quería mirar a Malarath pero el momento en que sus ojos que
encontraran, un terrorífico escalofrío haría su camino a través de su espina dorsal y
pensó que era mejor no desafiar a la persona que lo estaba torturando. Resignado,
bajó la mirada hacia el suelo. Prácticamente podía escuchar las malvadas sonrisas
cruzando los rostros de Malarath y Prescott.
Malarath recorrió sus dedos sobre la marca, sus uñas arañando la piel. Las gotas
de sudor de plata juntó ahí se embarraron, encendiendo el área con fresco dolor.
Matthew dejó caer su cabeza hacia atrás en un silencioso grito.
—Mírame, mascota.
Matthew giró su cabeza hacia delante y miró a Malarath, cuyas manos seguían
tocando la marca en su piel.
—Eres mío —dijo Malarath, su voz sombría; amenazante. Sus ojos azul claro
cambiaron a un vibrante dorado. Matthew estaba aturdido, porque nunca había
escuchado de un íncubo que tuviera ojos dorados en su verdadera forma y porque
Malarath, quien nunca mostraba alguna otra emoción más que el aburrimiento, se
veía molesto—. Solo existes por placer mío. Cada vez que lo olvides, soportarás
una agonía considerablemente peor que la que estás sufriendo ahora. Contigo,
empezamos simplemente con plata y latigazos, pero eso no es nada comparado a
los verdaderos tormentos que puedo desatar sobre ti. Aprende a retener tu lengua
y no me faltes al respeto otra vez.
Malarath retiró su mano, sacándola de lado para que uno de sus sirvientes viniera
y limpiara la sangre y plata de ella. Cuando hubieron terminado, los despidió con un
ademán y ellos se apuraron a salir de la habitación.
Prescott se detuvo.
Piedad. Gestionó.
—Lady Rosaline.
CAPÍTULO SEIS
Ella siempre había sido tan amable con él. Era la súcubo que lo había ayudado
a través de su parcial transformación y le había enseñado cómo ser un íncubo. Y
después, había usado su considerable influencia para tratar que los otros lo
aceptaran. Incluso si las cosas no habían funcionado al final, él le debía más de lo
que alguna vez podría pagar. La última cosa que quería era verla asustada, o que
lo viera en un estado tan lastimoso… especialmente cuando ella era una visión de
la perfección.
Su cabello era como el fuego: rojo y vibrante. Sus gruesos rizos caían en cascada
por su espalda. Su labial del mismo color, contrastaba con su pálida piel. El corto
vestido de color champán que usaba, mostraba cada curva salaz.
Era hermosa y por aparte de toda la mierda por la que había pasado. Muy dentro
de él, sabía que la imagen de ella era retorcida. Era una súcubo al final de cuentas,
experta en el arte de la manipulación, pero ella siempre había sido honesta con
Matthew. Al menos eso creía.
Sus intensos ojos verdes se precipitaron entre los tres hombres antes de que,
finalmente, se posaran en Malarath. Forzó a su cuerpo a formar una reverencia.
—Su Majestad.
—Creo que está bastante claro lo que estamos haciendo, mi lady —se inclinó y
bajó su voz—. Y usted debería cuidarse esta noche. Está de mal humor.
Malarath deslizó la jeringa aún llena dentro de su túnica y luego levantó su brazo,
tirando de su manga suelta para mostrarle su muñeca a ella. Ella negó con la cabeza
y retrocedió de él.
Su rostro se contrajo, los labios tirando hacia abajo en un ceño fruncido. Matthew
no estaba seguro de lo que había sucedido entre ellos, pero era claro que algo había
pasado.
—¿Vio el metraje de la Mascarada del Solsticio? ¿Lo que él hizo? ¿En lo que se
convirtió?
Bien, al menos ellos pensaban que había perdido el control esa noche por la sed
de sangre y no por Samantha. Vikentiy, el puto vampiro traidor ruso, se había
llevado a Samantha justo antes de que los cazadores se hubieran mostrado para
matar a Devak y capturar a Matthew. Al menos él no los había dirigido a Samantha.
Si supieran que ella existía, la pondría en un impresionante peligro.
Su deseo se hizo realidad cuando escuchó los tacones alejándose. Miró hacia
arriba justo a tiempo para verla salir por la puerta que Malarath usualmente usaba.
Matthew no estaba seguro a dónde iba, un baño o un vestidor eran sus mejores
propuestas.
Miró de vuelta a Malarath, quien aún tenía su sofocante mirada sobre él. Matthew
quería retroceder y convertirse en la nada. Se encontraba tan indefenso.
—Por favor, mi lady. Si limpia la plata, solo tendré que hacerle beber más
después.
—Corrompido.
Eso hizo sonreír a Matthew. Era cierto, él nunca la lastimaría. Prescott estaba
equivocado, el no destrozaría a todos los íncubos, solo a aquellos que lo querían
enjaular. Su sonrisa se disolvió cuando notó que Malarath lo estaba mirando.
—Puedes lavarlo.
Ella inclinó su cabeza con gratitud y se fue a parar frente a Matthew. Prescott se
puso a su lado, sosteniendo la bandeja de agua. Ella tomó la esponja empapada y
la posó en el pecho de Matthew. La plata mezclada con el agua, escurrió de su
cuerpo, aguijonando su piel. Siseó, enroscando sus labios y rechinando sus dientes.
—Sí.
Metió la esponja otra vez al agua y salpicó por los bordes, cayendo en la
armadura de Prescott. Le gruño pero ella no dijo nada.
De nuevo puso la esponja sobre Matthew, pero esta vez trabajó de forma más
lenta y esta vez se aseguró de remover con muchísimo cuidado la plata en lugar de
dejarla escurrirse por su piel. Pero no importó qué tan cuidadosa fue, cada caricia
de la esponja le mandaba un intenso dolor. Luchó contra él, machacando los dientes
traseros tan fuerte que casi los rompe, determinado a no dejarle ver a ella cuánto
estaba sufriendo por lo que le estaba haciendo. Aparte de uno que otro ligero
espasmo involuntario de sus músculos, él mantuvo su tormento escondido de ella.
El agua en la bandeja se nubló con sangre seca y copos de plata. Cuando hubo
terminado con la parte superior de su cuerpo, le dijo a Prescott que consiguiera agua
fresca. Él obedeció sin ninguna palabra en protesta.
Ella recorrió sus dedos sobre la marca cercana a sus caderas y luego continuó
ascendiendo por su cuerpo, explorando su pecho. Largos meses de continua
hambruna se había llevado demasiadas pérdidas en Matthew. Tocó los tatuajes
torcidos sobre su brazo derecho. Eran nuevos para ella.
Él la miró a los ojos y una pequeña y triste sonrisa apareció en sus labios antes
de apartar la mirada.
Sus ojos verdes se nublaron y bajó la mirada para ocultar cuan decepcionada
estaba, su rostro retorciéndose. Tragó duramente unas cuantas veces.
—Didi… —susurró.
Malarath vino detrás de ella y apoyó su mano en su hombro. Era demasiado alto
comparado a ella y tuvo que levantar su cuello para mirarlo.
El aire alrededor de Matthew se volvió frío y cuando abrió los ojos de nuevo, el
Gran Rey estaba a solo unos centímetros.
Detrás de Malarath, Prescott soltó la bandeja al suelo con un golpe sordo, el agua
salpicando por encima de las baldosas.
Prescott, quien había tomado una esquina para apoyarse en la pared, de brazos
cruzados, asintió.
—Quizás.
—Es peligroso. Unas cuantas semanas más de esto y él hará lo que sea que le
pidas.
¿Semanas? No. Matthew luchó contra las cadenas. No podría soportar semanas
de esto. No podría.
Malarath sonrió y miró a Prescott.
—No. No creo que sepas lo que la real sumisión es… pero lo harás —dio media
vuelta y salió de la habitación. Prescott caminando detrás de él, dejando a Matthew
solo y colgando de la pared por el resto de la noche.
CAPÍTULO OCHO
Asesino.
Hiroto olisqueó el aire y sus ojos se abrieron lentamente; orbes marrones con
largos tajos del centro abajo.
Matthew frunció el ceño. Hiroto había envenenado a Devak así que estaba lo
suficientemente débil como para que Prescott lo matara. Era simplemente tan
culpable en su muerte, y mientras más observaba al kitsune, más enojado se ponía.
Se desplazó hacia la luz adelante. Hiroto subió y dagas aparecieron en sus manos.
— ¡Matthew! Detente, por favor. Esto solo acabará muy mal para ti.
Matthew rugió y golpeó con fuerza con sus garras a Hiroto. El asesino evadió
cada ataque, girando a su alrededor sin esfuerzo.
Matthew atacó ese también, pero fue seguido por otro y otro. Hiroto tenía sus
ojos cerrados, controlando los constructos ilusorios.
—No.
Matthew sonrió, entonces tomó control de los otros tentáculos. Estos se giraron
hacia Hiroto, asiéndolo.
El kitsune trató de huir, regresar al mundo consciente, pero Matthew no lo dejaría
ir. Un chillido agudo escapó de la boca de Hiroto mientras las tortuosas
extremidades lo rodeaban. Furiosamente trató de cortarlas, pero cada vez que él
lograba abatir una, dos sombras más las remplazaban.
Matthew se precipitó hacia él, lo agarró de sus muñecas y deseó que las dagas
se fueran. Éstas desaparecieron en un pop.
—¡Me lo arrebataste!
Hiroto cambió a un zorro blanco con líneas rojas que corrían desde su rostro y
bajo los costados. Siete colas frondosas abanicaban tras él. Aulló y se recargó en
su espalda, exponiendo su estómago a Matthew.
—Transfórmate de regreso.
—Por favor no, Matthew. No soy como nadie más. Mi Dios me ha rechazado y
cuando muera mi alma será destruida. Dejaré de ser. Por favor, no me mates.
La idea de que Devak se había ido era devastadora. No habrá un encuentro con
él en la otra vida, no había esperanza de que él renaciera, nada. Nada.
Estaba solo.
Cuando ya no podía gritar más, se sentó muy quieto por un rato, vacío y
adormecido.
—Lo sé.
—¿Importa?
—Solía —dijo finalmente—. Solía amar toda la vida. Era mi propósito traer alegría
a quienes conocía. Ahora es mi propósito matar a cualquiera que Malarath me
ordene.
—Mentí —la cabeza de Hiroto se inclinó hacia adelante. Cuando parecía que él
no iba a decir nada más, Matthew suspiró y comenzó a levantarse, pero Hiroto
empezó a hablar, deteniéndolo—. Me-Mentí porque estoy avergonzado de la
verdad... Soy el único kitsune que alguna vez ha sido echado. El Alto Rey me
encontró en el momento en que estaba más vulnerable. Él... él me trató como un
juguete... jugó conmigo. Por décadas traté de escapar de él, pero es imposible.
—Dejé de hacerle batalla hace mucho tiempo, y mi vida no es tan mala. Disfruto
siendo un cazador, soy bueno en ello.
—No tienes opción. Al final lo harás. A menos que tu señor intervenga... Pero él
te dejó a los incubos. Dudo que él intervenga en cualquier momento pronto.
Matthew estaba más calmo ahora. El impulso de matar a Hiroto disminuido. Viejo,
preguntas sin responder brotaron y en vista de que el zorro había servido a un Dios,
él puede que tenga algunas respuestas. Pero había algo más que él quería hacer
primero. Matthew brincó sobre sus pies. En reacción, Hiroto saltó a los suyos,
resguardándose y tomando una postura defensiva.
Matthew sonrío y cerró sus ojos. Él deseó que el espacio mental a su alrededor
se reformara y cuando los abrió de nuevo, él y Hiroto estaban de pie en una pequeña
y totalmente equipada cocina. Estaba radiante ahí, el sol fluyendo a través de las
grandes ventanas desde afuera, había banquitos en la isla con cosas del lugar ya
afuera.
Toallas azules colgaban de la puerta del horno y los toscos dibujos de un niño
estaban magnetizados al refrigerador. La cocina era cálida y acogedora.
—Amigo, no he tenido una comida real en diez años. ¿Crees que voy a dejar
pasar esta?
—Soy un incubo.
—Los campeones son la mano derecha de un Dios. Ellos son dotados con un
dominio que pueden invocar por poder, esencialmente haciéndolos un mini dios en
su propio derecho, pero ellos pueden andar con libertad en esta dimensión. Las
reglas que restringen un Dios aquí no restringen a un campeón —Hiroto estudió a
Matthew por un momento, quien estaba sacando al tocino del sartén y preparándola
para los huevos—. No...
—Sí.
—Sí.
—¿Nacido de un dios? Creo que todos sabrían si eso pasó. Aparte, la Jueza
habría venido por ti a estas alturas.
Matthew cortó el tocino y lo agregó al tazón con los huevos. Le puso sal y
pimienta.
—¿La Jueza?
—Eones atrás los dioses tenían hijos libremente, pero los hijos eran tan
poderosos que ellos comenzaron a asesinar a sus padres y asumirse como dioses
a sí mismos. Eran tiempos de caos por lo que se me ha contado. La Jueza fue
creada para asesinar a cualquier semidios nacido. Bendecida por todo el panteón,
es la criatura más poderosa del universo, excepto por el Oa mismo.
Hiroto sonrío.
—Bueno, ella siempre ha matado a los otros cuando nacen, pero tal vez porque
tú fuiste convertido en vez de nacer ella no puede sentirte. Quizá Lysandros
encontró un vacío. No lo sé.
Hiroto estaba equivocado sobre ello, por supuesto, pero Matthew solo preguntó:
—El dios de dioses. El dios de esta dimensión. Ellos dicen que eso hizo el
universo y todos los reinos, pero ninguno de los otros dioses lo ha visto en... Bueno,
no estoy seguro que siquiera uno de ellos haya conocido eso de hecho.
—¿Eso?
—Algo así. Es un lugar donde cierto Dios manda. Oa es el dios de este reino.
Cada dios tiene el propio. Y técnicamente el Pit es un reino. Uno que se desprendió
de la tela de otros. Es como un universo completo que ellos controlan, excepto que
todas las almas vienen de este reino, que es lo que hace tan importante a este.
Cuando era un mensajero, yo era capaz de transversarlos libremente... ya no puedo
hacerlo.
Matthew quedó mudo. Había pasado mucho tiempo ansiando hablar sobre todo
esto con Devak, esperando a que la maldición desapareciera. Ahora esta pérdida
parecía incluso mayor.
Aunque estaba feliz de que Hiroto tuviera algunas respuestas para él.
Odiaba que no se le permitiera hablar a menos que estuviera dirigido. Eso lo hizo
apreciar cuánto Tarrick lo había dejado salirse con la suya, y cuán dispuesto había
estado a responder todas las torpes preguntas de Matthew.
Sacó el omelette del fuego y lo llenó con queso antes de deslizarlo en un plato
asegurándose que lo dobló correctamente. Tomó dos tenedores de un cajón y le
tendió uno a Hiroto.
Tomó un poco de crema ácida del refrigerador y agregó una porción encima. Con
el tenedor en la mano, cortó una pieza y la sostuvo ante él.
Bebió su vaso de sangre mientras estaba de pie. Era cálido (porque así lo deseó)
y divino. Él no podía recordar la última vez que había bebido sangre fresca. Huevos
y tocino no se comparan con la alegría de beber la rica esencia vital. Él solo deseó
que fuese real y que tuviera la sangre en él cuando volviera al mundo de vigilia.
—¿Sí?
Hiroto parpadeó una vez. Bajó su tenedor. Se levantó. Luego, se volvió a sentar,
parpadeó una vez más y pasó la comida que estaba en su boca.
—Porque tus poderes de incubo competirían con los de Malarath. Y, sin ofender,
pero apenas si puedes influir en un humano.
—Quieres decir que mis poderes de incubo competirían con los de Malarath si
no hubiera sido convertido por Lysandros, deteniendo mi transformación antes de
que se completara. Una transformación que no se desencadenó hasta mis treinta,
significando que pude haber sido extremadamente poderoso.
—Ilertha ha estado perdida por un largo tiempo. Muchos de los que la sirven
piensan que está muerta. Hay una lucha por el poder, una guerra civil sucediendo
en su reino justo ahora. ¿Quién te dijo que tú eres su hijo?
Hiroto saltó de regreso a sus pies, otra vez, el banquito casi cayendo. Sus
peludas orejas se crisparon.
—¿El traidor? ¿El único guardián para traicionar a su dios y ser tomado por otro?
Mierda.
Hiroto se regresó sobre la isla, hincado ante Matthew, casi a la misma altura. Él
tomó los hombros de Matthew.
—No.
—No lo hagas. No le digas nada de esto.
—Públicamente, sí. Él es el Rey, tiene que. No puedo saber con certeza, pero...
creo que tiene intenciones de intentar, ascender y convertirse en su campeón, o tal
vez incluso reemplazarla y volverse un Dios. Nunca ha dicho mucho, pero a través
de los siglos he visto señales... si tú eres su hijo, eres una amenaza para esa meta.
Matthew, no decirle fue la cosa más inteligente que alguna vez has hecho. Mantenlo
oculto.
—¿No le dirás?
—No.
Los grandes ojos de Hiroto se lanzaron de un lado hacia otro, buscando una
respuesta.
Hiroto vaciló.
—No —Matthew negó con la cabeza—. No quiero ser el peón de nadie. No para
el Alto Rey o cualquiera de los dioses. Que se jodan.
—Y mientras tanto, te inclinarás ante Malarath. ¿No sería mejor inclinarse ante
tu señor?
—El sol está por ponerse en Nueva York —él podía sentir el llamado de la noche.
—¿Lo que sucede aquí se muestra en el mundo real, como al estilo la Matrix?
Hiroto rió.
Prescott sonrió.
—Sí, Emperador.
Fue interrumpido por una luz blanca que flotaba en el aire. Hiroto se
teletransportó al lado de Prescott. A diferencia de su mente, vestía completo su
atuendo de asesino: una capa que caía en cascada sobre su conjunto de cuero y
con una máscara roja sobre su nariz y boca.
—¿No te mató? —preguntó una voz del otro lado de la habitación—. Interesante
—Malarath se levantó de una silla que miraba a la ciudad.
—Maestro— Hiroto se hincó en ambas rodillas—. Creo que él sabía cuáles serían
las consecuencias si me mataba. Pienso que perdió momentáneamente su control,
como cualquier vampiro joven enfrentando al asesino de su amante.
Malarath estudió a Hiroto. Matthew deseó que el Rey no fuera tan difícil de leer;
Matthew no tenía idea si se lo estaba creyendo. Finalmente, el Rey se dirigió a
Prescott:
—Haga que Ester ajuste el collar para que se active cada vez que vulnere la
mente.
Luchó para desatar el botón y los abrió para que pudiera revisar su pene. Había
sanado. Gracias a todo lo santo.
Debajo de él había un piso de azulejos, tal vez de tres metros de ancho y dos
metros que se adentraban a la habitación. Luego los pisos se volvían de madera
con enormes alfombras elegantes.
—No. No lo haré.
—De rodillas, Matthew —ladró Prescott, sin darle un vistazo siquiera. Matthew
descendió en ambas rodillas sin dudar, inclinando su cabeza. Prescott marchó más
allá de él, siguiendo la vigila de Malarath—. ¿Quieres que los vampiros se
mantengan en Rusia por siempre? El plan de Tarrick es firme, apruébalo.
—No —dijo Malarath una vez más y desapareció en la habitación de al lado, los
sirvientes y Prescott detrás de él. La puerta se cerró y Matthew ya no pudo escuchar
su discusión. Ya había sospechado que parte de la habitación estaba protegida
mágicamente para prever que la gente escuchara el interior, pero esto lo
confirmaba.
—Estaré castigando a mi general por sus recientes fracasos cuando tenga que
hacerlo, tú y todos los demás lo sabrán. Estoy denegando este plan por otras
razones. Hemos terminado esta discusión.
La boca de Prescott se abrió como si fuera a discutir otro punto pero en su lugar
la cerró de golpe y dio una reverencia.
—Sí, su Majestad.
Malarath fue a la sala de estar de la habitación y tomó asiento en la silla del trono,
la cual miraba hacia la ventana. Ezra y Ophelia se mantuvieron fuera del camino,
cerca de la esquina de la habitación. Siempre se aseguraban de mantener a
Malarath o Prescott entre ellos y Matthew. Él también podía oler su miedo. El
vampiro dentro de él quería perseguirlos un poco.
—No todavía. Aún sostengo la esperanza de que Cullip vaya a regresar. Le daré
unas cuantas semanas más, luego estaré pensando en ofrecerle el puesto a
Fendrel.
—¿Herméticos?
Matthew parpadeó ante la pregunta. Sí. Claro que iba a tratar de escapar si
podía. No ahora o algo así, sino una vez que conociera este lugar y si una
oportunidad se le presentaba… No quería admitirlo ante sus captores pero no había
forma en que Prescott y Malarath no lo supieran ya. Esta era una estúpida trampa
en forma de pregunta.
—¿Y en el futuro?
—Sí, Amo.
—SI tuviera que elegir entre usted y el Emperador, lo escogería a él, Amo.
—¿Oh?
Prescott sonrió.
La forma tan casual en la que Prescott habló acerca de matar a Devak hizo que
las garras de Matthew salieran y sus irises cambiaran de plateado a rojo. Le tomó
una gran resistencia no darle un fuerte golpe.
—Te quité tus colmillos, Matthew, no hagas que te quite tus garras también.
Retráelas —dijo Prescott.
Matthew las flexionó una vez, luego las retiró de vuelta a sus dedos. Pero sus
ojos se quedaron rojos. Malarath continuó su caminata alrededor, cuando estuvo
junto a Matthew preguntó:
—¿Matarías a Rosaline?
Malarath se mostró divertido y eso hizo que Matthew se sintiera incluso más de
la mierda.
—¿Y a Tarrick? —Las palabras manaron suavemente del Rey como un seductor
cuyos esfuerzos estaban a punto de dar frutos. ¿De eso se trataba todo esto? ¿De
Tarrick?
Tarrick era el enemigo. Él había manipulado a Matthew para que lo amara y así
le fuera más fácil controlarlo.
Los ojos de Matthew llamearon cuando volvió en sí. Cuadrando sus hombros, le
gruñó al emperador, sus garras saliendo por segunda vez.
Prescott sonrió mientras extendía sus pies en una postura defensiva y esperó.
Matthew quería aplastar esa perra sonrisa de vuelta a su rostro barbado.
—“Lord general” es como te dirigirás a Tarrick desde ahora —dijo Prescott, aun
esperando por el ataque—. Y esas garras será mejor que las retires en tres segundo
o las cortaré y las reemplazaré con tapas de plata.
—Ya te lo había dicho y detesto repetir lo que digo. No las saques otra vez, no
habrá otra advertencia.
—Tomará siglos conseguir tu camino sobre Rusia. Incluso para ti. Los vampiros
de allí tienen antiguas fortalezas.
—¿Y?
—No.
Matthew curveó sus labios y mostró sus dientes. Un bajo gruñido vibró a través
de su pecho.
Se sobresaltó cuando Malarath tomó abruptamente su polla. Por un momento,
pensó que esto se volvería doloroso, o sexual, pero eso no pasó. En su lugar,
Malarath examinó su flácido pene.
Matthew no tenía idea qué había dicho, pero Prescott sonrió así que no podía
ser bueno.
—No lo sé, Amo. Normalmente me alimentaría… pero… creo que solo los dejaría
ir.
—Jesucristo, no. Parece que tienen trece años —Matthew agregó con rapidez—
, Amo.
Matthew rio. El simple dolor que tenía por su vacío soavik parecía demasiado
minúsculo comparado a todo lo que había pasado que podía ignorarlo
completamente.
Matthew levantó sus jeans del suelo y se los puso. No necesitó otra explicación
sobre cuál era su lugar. Regresó de vuelta a la pared.
Prescott caminó detrás de él.
—¿Sí, Emperador?
Alrededor del cuello de Matthew el collar ardió y sintió las líneas de magia
moviéndose a través de su cuerpo, penetrando cada centímetro de él, por dentro y
fuera. Un instante después, el dolor rompió a través de cada onza de él,
retorciéndose y atormentando su cuerpo. Podría haber estado gritando pero no
podía escuchar nada en cuanto cayó al suelo y se desmayó.
CAPÍTULO NUEVE
Recibir los latigazos en su espalda era mejor que recibirlos en el frente. La polla
de Matthew no estaba expuesta esta vez, y sus nalgas amortiguarían los golpes por
los dos. Pero más allá de eso, el castigo era insoportable. Él tenía algo de sangre
dentro, pero más o menos por la mitad de su castigo, no tenía suficiente para
empujar el dolo lejos. Era un infierno.
—Párate.
—De todas las comodidades que te quitamos, ¿los pantalones están arriba en tu
lista?
—Gavyn, estoy listo para ti —bajó su brazo—. Y quiero dejarlo claro, Matthew,
prefiero a las mujeres y odio a los no muertos. No estarás sobre mi polla. Nunca.
Había tatuajes cubriendo casi cada pulgada de su piel, salvo su cara, donde tenía
piercings en el labio y su oreja.
Los tatuajes visibles eran los plateados que tenían todos los cazadores, pero de
diseños más coloridos, cada uno una obra de arte. Su oscuro cabello estaba
rasurado a los costados y largo y desordenado arriba. Era uno de aquellos estilos
en el que alguien gastaba una gran cantidad de tiempo haciéndolo lucir como si no
hubiese desperdiciado ese tiempo en el peinado.
En su cinturón había una sola estaca y dos dagas de plata. Para ser un cazador,
él no llevaba muchas armas con él. Colocó una hielera de poliestireno y una
pequeña caja metálica. Matthew podía oler la sangre en la hielera y dio un paso
adelante.
¿…calibre?
Mathew veía como Gavyn abría la caja y sacaba paños desinfectantes y los
colocaba a un lado. Vio a Matthew de arriba abajo mientras se ponía unos guantes
azules para un chequeo.
—¿Viste el ojo morado que Hiroto tenía hace unas noches? —preguntó Prescott.
Gavyn asintió.
—¿Qué…?
Gavyn dio unos pasos hacia atrás.
—Muy bien… Tienes que estarte quieto, chico grande, solo necesito ponerte
algunas marcas.
Prescott se rio ente dientes, tratando de no reír hasta que resopló divertido.
—Ah, mierda, Emperador. ¿No le dijiste? —dijo Gavyn, luciendo tan disgustado
como Matthew.
—Él escuchó que el Gran Rey dijo que obtendría un piercing apadravya —dijo
Prescott entre risas.
—Es una perforación vertical a través del glande. No dolerá tanto. Será rápido.
—dijo Gavyn. Al menos el cazador tenía la decencia de fingir preocupación. La
mayoría de los cazadores se estarían riendo como Prescott con una “Oh, mira, el
pobre vampirito está sufriendo, burlémonos de él. ¡Ja, ja!” actitud.
Los grilletes en los brazos y las piernas de Matthew volaron hacia atrás
encontrándose con las cadenas en pleno vuelo. Las cadenas se ajustaron y una vez
más Matthew estaba colgado, incapaz de moverse.
Matthew cerró la boca. Sabía que estaba siendo molesto y que rogar no
cambiaría nada, pero, aun así, él realmente no quería esto.
—Listo, solo inhala y exhala, o, uh, pretende hacerlo. —Gavyn dijo con una
sonrisa nerviosa. Matthew estrechó sus ojos y cuando exhaló, el cazador presionó
la aguja adentro. Mierda, dolía. Matthew se empujó contra las cadenas y presionó
sus dientes. Por un momento sintió como si su pene iba a caerse, pero tan pronto
como empezó, el dolor disminuyó.
Al menos podía quitarlo en algún punto del camino y sanaría. Gavyn terminó por
atravesar una vara, empujando la aguja fuera, y enroscando una esferita al final.
Las cadenas lo liberaron y Matthew aterrizó sobre sus pies. Sujetó su pene y
observó el piercing. Ahora que no dolía tanto, se preguntaba qué beneficio habría
en esto. ¿Haría mejor el señor para sus compañeros? ¿Para él?
—Bebe.
Estaba llena con bolsas de sangre. Matthew levantó una, la mordió y bebió. Lo
primero que curó fue su pene, entonces consumió el resto de las bolsas tan rápido
como pudo.
Prescott hizo gestos con las manos para arrodillarse, cuando levantarse,
detenerse, etc., haciendo que Matthew se sintiera como un perro. El Emperador le
hizo repetir todas las reglas: no habrá sangre a menos que se la den, no dejará su
área sin permiso, seguirá cualquier orden que Prescott o el Gran Rey le den. No
quitar el piercing de su pene o su dentadura de metal, no se descontrolará por la
sangre, usará los títulos correctos, y no hablará a menos que se lo ordenen.
—Si te ponemos en el campo de batalla, seguirás las órdenes del Gran Lord
General. No compelerás a ningún íncubo o cazador —dijo Prescott, añadiendo a la
lista—, oh, e igual que la sangre, no te vendrás sin permiso. Eso significa que no te
puedes auto-complacer.
Genial.
La puerta del cuarto se abrió con lentitud y Ezra y Ophelia se dirigieron hacia
adentro. Se inclinaron ante Prescott y buscaron alrededor por Malarath.
—Llévenselo y aséenlo. Lávenlo. Corten su cabello también —ordenó Prescott.
Sus ojos se ampliaron mientras veían de Prescott a Matthew—. ¿Algo de lo que he
dicho no está claro? —preguntó cuando no se movieron
—No. Tengo cosas más importantes que hacer esta noche. Pueden arreglárselas
—Prescott se teletransportó antes de que ellos pudieran protestar.
—Se supone que no tengo que hablarles a menos que ustedes me hablen
primero, pero me arriesgaré porque me estoy cansando un poco de quedarme aquí.
¿Harán que tome un baño? Porque realmente podría necesitar uno.
No se movieron.
—No voy a herirlos —ellos no eran el tipo de víctimas que Matthew escogería de
todas formas. No preferiría al joven o al inocente si podía evitarlo. Aunque, jugaría
con ellos si lo tuviese permitido. Dios, no podía creer que estaba fantaseando con
jugar con ellos, lo que esencialmente era una etiqueta de vampiro.
—Sigue-
—nos —finalmente dijeron y lentamente salieron del cuarto, sus ojos nunca
dejaron a Matthew.
Hablar con Hiroto le había dado un poco de esperanza que él pensaba perdida.
Seguro, Hiroto no había encontrado cómo salir y en realidad Matthew sabía que él
tampoco lo haría, después de todo, le había tomado al Gran Rey una fracción de
segundo hacer de Matthew su perra, pero eso no significaba que él iba a rendirse.
Podría tomar años encontrar cómo salir, pero era todo lo que tenía ahora y él iba
a aferrarse a eso.
Los dos pequeños íncubos mantuvieron un gran espacio entre ellos y Matthew
tanto como les fue posible. Matthew, por su parte, trató de seguirlos no tan
amenazadoramente posible. Atravesaron unas puertas dobles y lo llevaron hasta
una casa de baños sin ventanas.
Ezra y Ophelia tiraron de las cintas que ataban sus casi transparentes batas a
sus flexibles cuerpos y se las quitaron. Desnudos, era más fácil distinguirlos solo
por el pequeño paquete de Ezra y los casi planos pechos de Ophelia. Ambos eran
suaves y sin pelo, lo cual les daba incluso una apariencia más joven. Matthew
supuso que ellos se afeitaban o usaban cera ya que eran lo bastante mayores para
que el cabello empezara a crecer.
Aun así, eran hermosos, criaturas gráciles. Ataron sus largos cabellos con cintas,
entonces gesticularon hacia la ducha en la pared, Matthew obedientemente se paró
debajo de ella.
Cuando el agua golpeó a Matthew, él pudo haber tenido un orgasmo ahí mismo,
ya cálida, el agua masajeaba cada pulgada de su piel. Matthew cerró sus ojos y
disfruto la sensación. Un paño húmedo bajando por su espalda. Ezra estaba
limpiándolo.
De un pequeño cántaro, Ophelia puso un líquido azul sobre una toallita y empezó
a limpiarlo también. Matthew odió admitirlo, pero tener sus manos sobre él era
placentero. El seguía siendo un íncubo, incluso si no era tratado como uno, y
deseaba el contacto. Quería ser tocado, cuidado y querido por otros.
Ella pausó. Entonces acercó de nuevo la navaja, su mano un poco más firme, y
empezó a afeitarlo. Matthew no movió ni un músculo, preocupado de que ella pueda
cortarlo. Esperó. Estaba siendo ridículo. Después de todo lo que había vivido, un
corte se sentiría como nada. Mierda, incluso cuando Samantha había apuñalado
una de sus bolsas de sangre para abrir un portal al infierno todo lo que hizo fue
fruncir el ceño un poco. Esto era solo algo mental, un vestigio de cuando era
humano. Se forzó a sí mismo a relajarse un poco.
Ophelia probó ser eficiente con la hoja, rasurándolo cerca y delicado. Matthew
esperaba poder hacer crecer una barba incipiente, esta lo hacía sentirse un poco
más masculino. La súcubo esparció más crema sobre su pecho y afeitó ahí,
entonces sobre sus brazos (excepto dónde los grilletes estaban), espalda, piernas,
cualquier lugar con cabello.
Ella dejó al final la entrepierna, pero Matthew sabía que lo haría al final. Con una
hoja afilada cerca a sus pelotas, hizo todo lo que estaba en su poder para mantener
sus movimientos al mínimo posible.
Cuando sujetó su pene moviéndolo fuera del camino, Matthew tomó una brusca
respiración, y Matthew junior respondió al toque del mismo modo.
—¿Estás segura de que no quieres que termine? —preguntó, esperando que ella
terminara rápido o le pasara a él la navaja.
Con una toalla blanca, se secó y esperó, suponiendo que lo llevarían de vuelta
al cuarto del Rey. Pero Ezra y Ophelia lo dirigieron a la piscina. Los hermanos
entraron y empezaron a flotar alrededor.
Obedeciendo, Matthew se hundió, tan suave como una foca, en las sedosas
aguas. Pasó sus manos entre su cabello, descolocándolo por cómo de corto estaba
ahora. Estaba un poco más largo que una rapada, pero no por mucho.
Después de flotar alrededor un poco, se puso sobre una caída de agua y se
inclinó sobre la pared, extendiendo sus brazos a lo largo de esta. Se relajó mientras
Ezra y Ophelia se lanzaban agua juguetonamente entre ellos.
Por primera vez en un largo tiempo, se sentía… cómodo. No tenía dolor, tenía
sangre en él y estaba alrededor de otros íncubos. Estiró el brazo y sintió a Samantha
a través del lazo. Estaba viva y no corría peligro.
Frotando sus grilletes, se preguntó qué cosas terribles le haría hacer el Gran
Rey. Su futuro parecía estar fuera de sus manos. El único plan que él tenía era
‘esperar’, y era un plan de mierda.
—Jesús —murmuró.
Los gemelos, no tenía más duda de eso con aquellos ojos, se dirigieron hacia él.
Matthew se levantó rápidamente mientras ellos se acercaban. Se sintió aletargado
mientras los hermanos estiraban los brazos y recorrían sus manos sobre su pecho.
Sus ojos se abrieron de golpe cuando ellos apretaron su polla dura como el
hierro. Jesús, ellos eran demasiado jóvenes. No podía hacer esto. No con ellos. Sin
importar cuánto le hacía sufrir su hambre.
Ellos no pararon.
Matthew trató de ponerse en pie solo para notar que su cuerpo pesaba en el
agua. Ellos lo estaban agarrando. Eran fuertes, mucho más de lo que él habría
pensado dada su edad, pero era imposible romper su agarre. Peleó contra ellos,
alejándose, intento ponerse de pie, pero su cuerpo seguía flojo.
¿Cuánto tiempo el Rey había estado aquí? Matthew no había podido sentirlo. La
temperatura de la cálida habitación no había descendido notablemente, él no podía
oler ningún jazmín, o incluso oír los latidos de su corazón. No podía escuchar los
latidos de Ezra y Ophelia tampoco. Todos sus sentidos estaban flojos.
Dio un vistazo sobre su hombre a los gemelos, que seguían en el agua, luciendo
bastante orgullosos de ellos mismos.
Matthew estaba medio tentado de correr hacia ello y estampar sus cabezas
contra los azulejos. Así no serían tan arrogantes.
Primero, Matthew pensó que se estaba dirigiendo a los gemelos, pero Prescott
apareció de la nada, los brazos cruzados, apoyado sobre una columna.
—Denle una picadura de veneno. Tal vez aquello le ayude a recordar las reglas
cuando esté tentado a hablar sin una orden.
Matthew no tenía una pista de lo que una picadura de veneno era, pero era
probable que fuese horrible y le haría suplicar.
—¿Esta noche? Gavyn tiene el resto de la tarde libre y creo que salió a beber.
Podría tener que arrastrarlo de un bar —dijo Prescott.
Ah, otro piercing. Matthew esperaba que esta vez fuese en su lengua y no en sus
bolas, o sus labios o cualquier otra parte, pero especialmente no en su pene otra
vez.
—Sí.
Malarath le dio a Matthew una señal de mano para que se levanté. Lo hizo, pero
mantuvo la mirada baja y sus hombros encorvados. Realmente esperó no ser
castigado por el empujón. El Gran Rey lo asustaba. De lo poco que había visto, era
claro que sus poderes estaban fuera de límites, pero Matthew no tenía idea de que
realmente era capaz de hacer, y junto con las advertencias de Hiroto, eso lo
aterrorizaba.
—Son muy jóvenes, no puedo. Maestro, por favor —Matthew dijo las palabras,
pero su determinación fue rápidamente decayendo mientras Ezra y Ophelia
empezaron a tocarlo otra vez. Retrocedió lejos de ellos, pero se quedaron con él
hasta que chocó con una columna. Los gemelos se presionaron contra él, el calor
de sus cuerpos quemando su piel.
¿Qué diablos acaba de hacer? Eran apenas adolescentes. Los adolescentes que
estaban allí sonriéndole.
Triunfantes.
No podía soportar mirarlos. Cerró los ojos y enterró la frente en sus manos.
—Mascota —la voz malvada de Malarath lo perforó. Matthew miró al Gran Rey
que estaba de pie junto a él—. Sécate y regresa a tu área —Ezra y Ophelia
comenzaron a desnudar a Malarath, su piel todavía estaba llena de excitación.
Matthew se levantó y se acercó a las toallas. Sin mirar atrás, se secó y salió de
la habitación, dejando la toalla detrás ya que no estaba seguro de poder llevarla
consigo.
Sin ropa para él, se acostó desnudo en su jergón y deseó que la liberación del
sol estuviera más cerca de lo que estaba. Entonces no tendría que pensar en el
horrible acto que acababa de cometer. Le dolía el corazón y no estaba seguro de
poder seguir haciéndolo, no quería ser este monstruo y, sin embargo, no podía
escapar de él.
Se preguntó cuán difícil sería suicidarse. Una ruptura repentina del vínculo
perjudicaría a Samantha, pero ella era fuerte y, a la larga, sería más seguro para
ella. Y sería más seguro para todos los vampiros si no se usara contra ellos.
Miró hacia la estatua de su madre. La estatua era hermosa, con rasgos suaves
y ojos amables, pero Matthew se preguntó si realmente se parecería a eso o si era
solo una interpretación artística de ella. Cualquiera sea su apariencia, lo único que
ella había hecho por él fue enviarle un amante que había muerto. A la mierda.
Asco.
—Matthew.
Matthew hizo lo que le dijeron. Como una buena mascota. Gavyn se puso unos
guantes desechables.
Matthew se arrodilló sin que se lo pidieran. Prescott levantó una ceja, pero
Matthew no dijo nada.
—Saca tu lengua —dijo Gavyn y puso dos marcas en él con una especie de
pluma de aspecto extraño. Ah, vale, las picaduras de veneno fueron dos
perforaciones en la lengua. Eso no fue tan malo, supuso. Gavyn pasó su dedo por
los caninos metálicos de Matthew.
Prescott suspiró.
Sobrevive. No dejes que te rompan. Bueno, ahora estaba roto y no tenía muchas
ganas de sobrevivir. Lo que no daría por escuchar la voz de Samantha otra vez.
—¿Emperador?
—Y tú eres un íncubo, uno hambriento. No te aflijas por haber cedido ante ellos.
—Gracias, Emperador—, susurró Matthew, pero saber que no eran realmente
jóvenes no lo hizo sentir mejor. Debería haber sido capaz de detenerse. Debería
haber sido capaz de resistir su hambre.
Las noches siguientes fueron extrañas. Cada vez que Matthew despertaba se
arrodillaba porque el Alto Rey estaba en la habitación. Pero Malarath nunca se
dirigiía a él y nadie más entraba a la habitación.
Malarath se sentaba en una silla que estaba frente a la ventana con vista a la
ciudad.
Inmóvil.
Toda la noche.
Desde el área de ocho por diez pies que ahora era su hogar miraba al Alto Rey,
preguntándose qué diablos estaba pasando. Por curiosidad morbosa, Matthew se
enfoco en él y santa mierda, fue como si alguien le hubiera lanzado las luces altas
a los ojos. Estaba casi cegado por la brillante energía sexual que rodeaba al Rey.
Matthew miró hacia otro lado, pero no antes de ver hebras flotando desde la
ciudad hacia el Alto Rey. ¿Se estaba alimentando? Matthew no podía extraer
energía de alguien a menos que estuviera a unos centímetros de distancia ¿Era
posible que el Rey se pudiera alimentar del sexo que estaba sucediendo en algún
lugar de la ciudad de Nueva York? Sabía que los incubos viejos podían extraer
energía a distancia, que realmente no tenían que participar en el acto sexual, ¿pero
obtenerlo a kilómetros de distancia? No era extraño que el Rey eligiera esta ciudad
para vivir. Siempre habría mucho sexo.
Cuando Matthew había oído hablar por primera vez del Alto Rey había asumido
que todo a su alrededor sería sobre el coito: orgías sin parar, mazmorras, cuerpos
desnudos en todas partes. Pero no. Al menos no es que Matthew lo haya visto.
Ella le sonrió.
—Hola Matthew.
Ella fue hacia donde estaba sentado el Alto Rey. Desde su ángulo, Matthew
estaba teniendo un momento difícil para ver lo que estaba haciendo. Parecía que
había puesto su mano en su rostro.
—No tienes que temerme, Matthew —dijo—. Nunca te lastimaría. —Él lo sabía,
pero aun así no quería que nadie lo tocara nunca más. Miro hacia abajo y no le dijo
nada. Ella podía hacer lo que quisiera con su cuerpo, detenerla significaría tener
más castigos que no quería sufrir. Afortunadamente, no trató de tocarlo de nuevo.
—¿Cuándo fue la última vez que fuiste alimentado?
Ella frunció el ceño y cruzó la habitación. Del cajón de una mesita de aspecto
elegante, sacó un comunicador que parecía uno de los que usaban los cazadores
alrededor de sus muñecas: un brazalete con botones. Rosaline lo encendió.
—Soy yo.
—Ashwood Blue y Crimson Ash, cubran el edificio del sur, y ¿dónde están mis
comandantes?
—Sí, pero…
Cruzo la habitación de vuelta hacia el Alto Rey y colocó una mano en su rostro.
—Vuelve con nosotros, Didi, por favor. —Cuando nada pasó, dejó escapar un
suspiro de frustración. Sus ojos verdes se estremecieron y comenzó a sacudirlo. —
Didi, Didi. No nos dejes otra vez, por favor.
—Cuando comiences a contar tu edad en milenios, verás que las décadas son
poco más que una sola respiración.
Rosaline alzó la mirada con una cálida admiración hacia el Alto Rey.
—La reina Agleea está celebrando su baile navideño el próximo mes. Didi, por
favor, ven. Nuestra gente te necesita, necesitan verte, estar cerca de ti. Por favor.
Una larga cola dorada que terminaba en una gruesa flecha se retorcía alrededor
del cuerpo de Rosaline y después se entrelazaba con la de ella. Era la primera vez
que Matthew veía alguna parte de la forma incubo de Malarath, además de sus ojos.
—Asistiré al baile.
—No le diré ni a una sola alma, pero me aseguraré de que haya una gran
asistencia.
—Eso es conveniente. Asegúrate de que todos los generales asistan, incluyendo
al Gran Lord.
—Él estará allí incluso si tengo que atarlo y arrastrarlo. —Rosaline desenroscó
su cola de la de Malarath y se levantó de su regazo. Ella comenzó a pasearse por
la habitación. Malarath parecía contento de solo sentarse allí y mirarla. —Necesito
tener un esmoquin hecho a la medida para ti.
Matthew se sorprendió de lo diferente que era su entorno. Ella era como el sol
derritiendo su apariencia helada. Por lo que Rosaline le había contado, un incubo la
había salvado cuando estaba sufriendo su transformación durante la década de
1920. Ella no tenía idea de que era una súcubo y que estaba matando a los
humanos durante el sexo sin poder alimentarse correctamente. Más tarde se entero
que el incubo que la rescato fue el mismo Malarath.
Ella era fuerte a su propia manera, era capaz de envolver un agarre tan sutil que
ni siquiera otro incubo podía sentir lo que estaba haciendo, una hazaña
impresionante para alguien que había sufrido una sola transformación. Matthew
sospechaba que Malarath le había enseñado a dominar sus habilidades.
—Si usas túnicas entonces todos los incubos comenzarán a usarlas y nos harán
destacar. Por favor, déjame vestirte.
—Admito que este colchón es más cómodo, pero todavía no me gusta el arte.
No “creció en mí” como insististe que haría.
Matthew tuvo que estar de acuerdo con el Alto Rey. Las salpicaduras de pintura
en un lienzo era un estilo que nunca le interesó.
—Consideraré el esmoquin.
—Bien hecho. —El Alto Rey pasó una mano sobre su espalda y enlazó su cola
alrededor de su muñeca.
—Está delgado.
—Lo está ahora, sí. Lo siento, no sabia que estabas en una batalla.
—Están desesperados.
—Tal vez. Pero si continúan así, nosotros seremos los que estaremos
desesperados. Están peleando al estilo guerrilla y esta funcionando. No hacen
grandes batallas, simplemente están separándonos.
Matthew se levantó. Tenía que llegar a ella. Excepto que él estaba en un cuarto
con Prescott y Malarath, quien podría encerrarlo con una sola palabra. No tenía idea
de cuál era el alcance del collar, pero no le importaba demasiado, tenía que intentar
algo —cualquier cosa—, para salvar a su hija.
Prescott le dijo que las ventanas eran impenetrables y Matthew no tenía motivos
para no creerle. Probablemente eran fruto de alguna mierda mágica. Pero las
paredes…se preguntaba si podía atravesarlas. Sin embargo, no estaba seguro de
ser lo suficientemente fuerte para hacerlo, no sin las cuatro bolsas de sangre llenas.
Matthew se puso de pie y corrió más rápido que alguna vez en toda su vida.
Arrancó el arma de la mano de Prescott y corrió hacia la pequeña parte de la pared
que estaba entre las ventanas.
Se aferró a ambos lados de la torre con sus garras, tratando de frenar su caída.
No hizo mucho, pero fue mejor que golpear el suelo con una velocidad mortal.
Le tomo un momento antes de poder levantarse. Una luz verde flotaba en el aire.
Matthew terminó de sanar sus piernas y salió disparado antes de que Prescott
apareciera.
Sintiendo el tirón del vínculo, corrió hacia él. Esquivando a los autos y humanos
que estaban fuera a altas horas de la noche, Matthew cruzó la ciudad en un abrir y
cerrar de ojos.
Al doblar una esquina terminó en una calle lateral poco iluminada que
normalmente estaría concurrida, pero había velos mágicos que mostraban el
aspecto de una barrera. Matthew presiono a través del velo y al otro lado vio a un
equipo de cazadores —aspirantes, incluyendo a Gavyn— rodeando a Samantha.
Un cazador se alzaba sobre ella, estaca en mano, estaba a punto de derribarla.
Ella levantó sus manos con miedo, sus grandes ojos marrones abiertos y llenos
de lágrimas. Ella yacía sobre el asfalto, había solo un perno en su hombro. Parecía
como si en algún momento hubiera tratado de agarrarlo; la palma de su mano tenía
quemaduras. La plata del perno la paralizó.
Más rápido de lo que el cazador pudo ver, Matthew corrió hacia él, lo lanzó en el
aire y lo envió calle abajo. El tiempo volvió a la normalidad y hubo un montón de
conmoción del equipo de cazadores mientras estaban averiguando qué demonios
estaba pasando. Matthew los ignoro mientras levantaba a Samantha, atrayéndola
hacia su pecho.
Más pernos de plata golpearon su espalda. Él los ignoro, ignoro todo excepto a
su hija.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Era todo en lo que Matthew podía pensar en
decir. Ella debería de estar muy lejos de este lugar y a salvo bajo el cuidado de
Ascelina y Bryson. Cualquier felicidad que debería hacer sentido al verla fue
aplastada por el temor de que pronto la matarían. Matthew no podía alejarse de los
cazadores, ni podía dejar atrás la teletransportación de Prescott. No había
escapatoria.
—Tenía que venir —ella dijo, lagrimas caían por su rostro—. Me habrías
abandonado si no lo hubiera hecho.
Notó que detrás de él los cazadores habían dejado de disparar. Y olió a Prescott.
—Ese truco fue impresionante Matthew, pero eso no volverá a pasar. ¿Por qué
estropeaste por un vampiro primerizo?
Matthew gruñó. Samantha no era “un algo primerizo”. Hizo que se pusiera de pie
y se giró para enfrentar a Prescott —y al equipo de cazadores llamado Renegados—
, junto a otra docena de cazadores que se teletransportaban, sin duda convocados
porque estaba suelto.
Matthew se dejó caer de rodillas. —Por favor Emperador, no la mates. Haré todo
lo que pidas, pero por favor, no lastimes a mi hija.
Era Jet, no había duda; estaba aquí con Samantha pero Matthew nunca lo había
llamado desde la distancia antes.
—Jet, ven.
Una caravana de cinco SUVs con faros deslumbrantes y brillantes bajó por la
calle y más cazadores llenaron la zona. Los refuerzos adicionales no eran
necesarios, pero, al igual que todo lo que rodeaba a los íncubos, este era un show.
Los autos se estacionaron y un cazador abrió la puerta de la SUV del medio.
Malarath salió en un elegante movimiento, su bata azul no tenía ni una sola arruga.
Matthew apretó la mano de Samantha, y pudo sentir que los cazadores estaban
al límite. Eran la elite que trabajaba en su torre, pero tuvo el presentimiento de que
no veían al Rey a menudo, y desde luego no afuera.
Matthew frunció el ceño, ella había sido un accidente, pero él nunca la llamaría
un error. Nunca.
Malarath se volvió. Era difícil de leer, pero Matthew pensó que parecía casi
emocionado. Sabía que Malarath quería un oráculo, los usaba para lanzar hechizos
poderosos. Sin embargo, requería su muerte. Malarath miró a Matthew y luego a
Samantha. —¿Mantienes tus habilidades de oráculo?
—¿Hiciste qué?
Los ojos de Malarath comenzaron a brillar de color dorado y Matthew sintió que
una cantidad ridícula de poder fluía de él. Por un momento, Matthew pensó que el
Rey iba a ordenar su muerte de nuevo, pero en cambio los labios de Malarath se
crisparon, después el poder disminuyó mientras se calmaba.
—No lo harás.
—Porque veo el futuro. Y los puse bajo un hechizo oculto. Los pusiste a dormir
una vez, no podrás hacerlo de nuevo. Al menos no hasta que encuentres a otro
oráculo aparte de mí, y, alerta de spoiler, soy la única que el Destino escupirá
durante algunos siglos.
Prescott se adelantó, pero antes de que pudiera decir algo, Malarath levantó dos
dedos para detenerlo, después hizo un gesto con un dedo a Samantha.
—Ven aquí.
Matthew se aferró a ella por un momento y solo la soltó cuando ella besó la parte
superior de su cabeza y se apartó. Se acercó con cuidado a Malarath y él le paso
su mano sobre su rostro y a través de su cabello castaño. Agarró un puñado y tiró,
obligándola a mirarlo.
—Viajará conmigo.
—Arrodíllate —ordenó.
—Es suyo, amo. Jet viajó conmigo durante un tiempo, pero es a ella a quien
protege. Era originalmente de la propiedad del Lord General. Apareció un mes
después de que escape. Después de convertir a Sam él la siguió.
Matthew no entendió que es lo que el Alto Rey quería, pero Samantha asintió
con la cabeza.
—Gracias.
—Amo —Prescott dijo, corrigiéndola. No fue tan severo al respecto como lo fue
con Matthew.
Jet saltó en el aire y se fue volando, sus alas de piedra aleteaban contra el cielo
nocturno.
—Vamos, Matthew.
Prescott estaba de pie junto a la puerta abierta de la última SUV. Matthew fue
hacia allí, con todo un lío de cazadores siguiéndolo de cerca. Una vez que estuvo
dentro, Prescott se sentó a su lado.
Un cazador tomo una escopeta y el conductor se fue. Matthew observó los autos
que iban adelante, tratando de escuchar a Samantha.
Prescott no dijo nada mientras el auto salió a una calle concurrida. Después de
un rato respondió—: ¿Sabes cómo se pueden usar a los oráculos en el lanzamiento
de algunos hechizos?
Matthew asintió.
—Si sus predicciones sobre el futuro son útiles para él, la dejará en paz. Si la
necesita para un hechizo la usará. Pero esos tipos de hechizos a menudo no se
lanzan, y si ella estaba diciendo la verdad e hizo que los dragones sean inmunes,
entonces podrían pasar muchos siglos antes de que la necesite.
Prescott asintió.
—Matthew, tengo cerca de tres mil años de edad y he estado luchando contra
monstruos desde que era un adolescente. Sé más sobre vampiros que tú.
Matthew miró por el parabrisas a los autos que estaban delante de él.
—Haría cualquier cosa para protegerla, Emperador.
—Lo sé. Acabas de pasar los últimos diez meses escondiendo a tu hija vampiro
de nosotros. Sé cómo es el vínculo y cuán difícil debió haber sido para ti estar lejos
de ella. No sé cómo querrá el Rey que la traten, pero tengo el presentimiento que
gran parte de su bienestar o malestar vendrá de tus acciones. Hacer que haga lo
que queremos será fácil. Tú eres quien causa problemas.
Los autos comenzaron a bajar la velocidad y Matthew abrió sus ojos de nuevo.
Esta era la primera vez que veía la torre desde el exterior. Era un edificio
impresionante: ligeramente redondeado, un exterior de mármol con muchas
ventanas. El edificio sobresalía entre los edificios residenciales de ladrillo rojo, pero
los velos permanentes ocultaban la torre a los humanos.
Las SUV se detuvieron frente a la torre y Prescott sacó a Matthew del automóvil.
Guiados por el Alto Rey, con Samantha detrás de él, los cazadores mantuvieron las
puertas abiertas y el grupo entró en el masivo lobby.
Esperando al otro lado había incluso más cazadores y algunos íncubos, incluidos
los mellizos, quienes observaban a Samantha con ojos curiosos. Mathew quería
gruñirles y decirles que no podrían poner sus manos en ella, pero sería una
amenaza vacía ya que no tenía forma de detenerlos.
Las puertas del ascensor sonaron y Rosaline salió, escoltada por dos cazadores.
Matthew dejó escapar un suspiro de alivio. No tenía idea de quien era Marcel
Vernier, pero probablemente era caro. Algunos de los íncubos cercanos soltaron
una risita.
Rosaline se acercó, pero aun así se mantenía a una distancia saludable de
Samantha.
—¿Qué es?
Matthew se apartó del camino así Rosaline podía verla, pero mantuvo una mano
protectora sobre su hombro. Rosaline la miró por unos pocos segundos, luego miro
a Matthew.
—¿Lo están?
—Sí, pero aún no sé cómo. Sé que no te gustan los vampiros, pero creo que
seremos amigas.
Prescott no dijo nada mientras colocaba a Matthew en la jaula de plata. Esta vez
había un catre ahí y no estaba encadenado, lo cual fue agradable. Matthew quería
preguntar cuanto tiempo estaría aquí, pero dudaba que Prescott se lo dijera.
***
Ignoro los artículos y espero por la ducha… y efectivamente, una hora después
se encendió. En el agua caliente se lavó la sangre seca que cubría su cuerpo y paso
demasiado tiempo pasando sus dedos por su cabello corto. Una vez que el agua se
apagó, se vistió. Todo encajaba perfectamente.
Después esperó.
—Uh, sí. Lo hago Emperador. Pero dijo que sólo el Rey o usted me la darían. No
estaba seguro si podía beberla.
—Ah. Si aparece aquí puedes tomarla. Sin embargo, no esa mierda, incluso yo
puedo oler que está podrida.
—Lento Emperador, pero están en eso. Si recibo tanta sangre todos los días
sanarán en una semana.
Matthew pasó el resto de la noche solo y aburrido, a menudo tiraba del vínculo
para asegurarse de que Samantha todavía estaba bien.
Cerca del amanecer Matthew fue llevado de vuelta a su jaula, en donde se ducho
y se dejó caer sobre el catre.
Las siguientes semanas fueron iguales: sangre fría, vestirse, entrenar, vestirse y
dormir. Nada de Samantha. Pero todo el tiempo podía sentir sus emociones como
si estuvieran cerca. Algunas veces ella se sentía feliz, eufórica incluso, otras
parecían temerosa. Minutos antes de que el sol se alzara, siempre se sentía sola.
Eso rompió su corazón.
Durante el entrenamiento, a pesar de que rara vez hablaba con los otros
cazadores, comenzó a memorizar sus nombres, rostros y equipos.
Matthew por su parte obedeció cada orden al pie de la letra e hizo todo lo que
pudo para mantenerse lejos de los problemas. No estaba dispuesto a arriesgar el
bienestar de Samantha con su fracaso.
Incluso cuando lo trajeron de regreso a su jaula no protestó, a pesar de la
sensación de temor que invadía su pecho. Pero se recordaba a si mismo que era
solo durante el día y que lo dejarían salir para entrenar la noche siguiente.
El Emperador lo fulmino con la mirada y Matthew supo que lo que sea que viniera
después, iba a doler.
CAPÍTULO CATORCE
Matthew se vistió con la ropa que le habían tendido y siguió a Prescott hasta un
piso en el que nunca había estado. Era un área abierta, el centro rodeado por una
pared y gradas, como una arena en miniatura con piso de goma.
Los tatuajes negros que giraban en espiral sobre el brazo derecho de Matthew y
sobre su hombro se pusieron rojos y se abrieron. La sangre comenzó a derramarse
por su piel. De la sangre, un hacha de guerra de doble cabeza se formó en su mano.
Tenía un cráneo de vampiro sangrando continuamente en el centro, completo con
cuernos retorcidos y colmillos terriblemente largos.
Prescott se lanzó sobre Matthew, quien paró el ataque con su arma. En el primer
intercambio de golpes, ninguno aterrizó en su objetivo. Fue Prescott quien rompió
las defensas de Matthew primero.
Matthew se apartó del camino de una estocada agresiva solo para descubrir que
Prescott se había teletransportado detrás de él. Falló al esquivar a tiempo y el arma
de Prescott le perforó el costado, apenas errándole a una bolsa de sangre.
Prescott invocó a otra arma, una de punta larga plateada. Él tomó una postura
defensiva.
Matthew agarró su hacha con fuerza en una mano y flexionó las garras de la otra.
Prescott vino a Matthew otra vez. Matthew esquivó los ataques pero solo por
pulgadas. Casi un año de haber sido torturado había cobrado un alto precio en su
cuerpo. No ayudó que el hacha tratara de tomar el control de Matthew y tuvo que
luchar mientras Prescott lo perseguía.
Si Matthew tenía alguna duda sobre las habilidades del Emperador, fueron
eliminadas durante la pelea. Prescott parecía saber dónde Matthew estaría antes
de que lo hiciera. Cada vez que sentía que Matthew tenía una oportunidad de
impactar un golpe, la oportunidad se cerraba y Prescott cortaba, golpeaba, o
pateaba a Matthew.
Retrocedió para tratar de idear un nuevo plan ya que había perdido todos los
intercambios que tenían hasta ahora. Los flashes verdes lo distrajeron por un
momento. Las gradas se estaban llenando de cazadores. Si querían un espectáculo,
Matthew estaba más que feliz de dárselos. Pero antes de que pudiera hacer un
movimiento, Prescott utilizó la distracción para hundir la cabeza de la lanza en sus
costillas y luego retroceder.
Maldita sea, eso dolía. No podía dejar que eso sucediera otra vez.
Matthew aterrizó y rodó sobre sus pies, el hacha reformada en su mano. Prescott
se secó la cara y sonrió. Esta vez invocó una espada larga de oro con las marcas
de Ilertha en ella: era el arma que había matado a Devak.
La siguiente cosa que sintió fue una lanza que lo atravesó por el pecho. Matthew
levantó su hacha pero fue demasiado lento. El Emperador bajó la espada y le cortó
el brazo a Matthew por el codo. El dolor era insoportable y Matthew aulló mientras
tropezaba hacia atrás, cayendo mientras la sangre rociaba el aire.
Matthew vertió energía en sellar la herida para que dejara de sangrar y sus
tatuajes se volvieron negros. Sintió que iba a desmayarse. Una bolsa de sangre fue
arrojada sobre su pecho.
El Gran Rey, sentado en una intrincada silla con Samantha sentada sobre una
gran almohada a su lado, tenía su mano en alto. Rosaline y los gemelos estaban
cerca en las gradas.
—No. El dragón se escapó y perdí dos equipos esta noche. Todo gracias a ese
oráculo.
Ella asintió.
Prescott sonrió.
—Didi —Rosaline se levantó—, ella no puede pelear con él. Sería cruel.
Santa mierda. Matthew comenzó a ponerse de pie. No podía dejar que Prescott
se acercara a ella ni por un minuto; le daría una paliza. Antes de que pudiera
terminar de ponerse de pie, Prescott estaba detrás de él, pateando la parte posterior
de sus rodillas. Matthew cayó y una bota pesada presionó en la parte posterior de
su cuello.
—No, Emperador.
Empujaron a Matthew a un área de espera del lado del ring y activaron una
trampa para vampiros a su alrededor con un toque. Tenía una visión perfecta de lo
que estaba a punto de desarrollarse.
Samantha, que vestía pantalones negros y una blusa con mangas largas y
sueltas, se levantó y caminó hacia la arena.
—Así está bien, Emperador. Oh, ¡espera! Lo olvidé, Si gano, obtengo una
semana con mi padre.
El cazador rió, lo cual fue seguido por otros cazadores en las gradas. Matthew
presionó su mano a la invisible barrera de la trampa de vampiros. Esperaba más
allá de la esperanza de que Prescott no la lastimara demasiado. Podría hacerle
mucho daño en un minuto.
Malarath sonrió.
—Eso es aceptable.
Luego gritó y la espada cayó de su mano al suelo. Levantó su brazo y sacó una
jeringa que estaba atrapada entre su blindaje.
—¿Qué ...? —No terminó la pregunta mientras caía al suelo, su cuerpo agarrado.
Prescott gritó en el suelo, su cara roja brillante, espuma saliendo de su boca. Sus
ojos se estaban poniendo negros.
—Espero que su armadura pueda seguir el ritmo del daño. Si no, será la primera
persona a la que haya matado —dijo con el ceño fruncido—. El tiempo había
comenzado. No rompí ninguna regla. ¿Necesita algo más, Amo?
Ella miró a Matthew y sonrió. Matthew estaba aturdido. Ella lo había vencido en
doce segundos y ni siquiera pudo asestar un golpe con su hacha.
Matthew puso su brazo alrededor de ella y sonrió tan ancho que dolía.
Por más de una hora Matthew abrazó a Samantha, rehusándose a dejarla ir. Se
movieron hacia la cama pero se quedaron abrazados mientras ella se sentaba en
su regazo. Samantha lloró y la verdad fue dicha, Matthew también quería hacerlo,
pero también deseaba ser fuerte por ella, así que no dejó caer sus lágrimas.
—Luces distinto —ella dijo, frotando sus manos sobre su corto cabello.
Ella se rió y luego abrió su boca. Pasó sus dedos sobre sus dientes de metal y
luego sacó su lengua para mirar los piercings.
Él asintió.
—¿Cómo te alimentas?
—Querida, no te preocupes por mí. Dime lo que has estado haciendo. Quiero
escucharte hablar.
Matthew trató de frotarse sus ojos solo para recordar que extrañaba su brazo. La
política le daba dolor de cabeza.
—¿Estuviste en Rusia?
—Sí, ahí es donde estaba la Reina. Fui a despertarla. Y despertar a los dragones.
Los vampiros rusos son de alguna forma más brutales que los de aquí. Y locos
también.
—No. Ellos pensaron que yo estaba más loca que ellos. Me ayudaron a despertar
a la Reina.
—Ella en realidad no gobierna. Ella solo es. Quiero decir, si ella te dice que hagas
algo, lo haces o te matará, y ella espera tributo y esas cosas, pero ella no establece
leyes ni nada. Luce contenta solo siendo adorada y mimada. Para ser honesta, la
encontré frívola. Pero es super fuerte y ella realmente, realmente odia a Malarath.
Era obsesivo… Creo que ella pudo haberlo amado o algo.
—Un poco, pero no estuve alrededor de ella y apenas se dio cuenta que estaba
ahí. —Las duchas en la jaula salieron a borbotones y Samantha se escabulló de él.
—Apestas, ve a ducharte.
Ella estaba en lo correcto. La pelea con Prescott lo había dejado con sangre y
salpicaduras de plata cubriendo su rostro; no quería arriesgarse a que se le pegaran
a ella. Samantha dobló sus piernas mientras él se puso de pie.
Ella se cubrió sus ojos mientras se quitaba los pantalones. Matthew se rió entre
dientes mientras entraba en el agua caliente, de espaldas a ella.
Matthew miró sobre su hombro. Ella estaba mirando y llevaba una sonrisa
nerviosa.
—Sí, tengo un piercing en el pene también, ¿lo quieres ver? —Él comenzó a
voltearse y ella apretó sus ojos cerrados, riendo.
—Oh, dulce destino, no —ella dijo, pero estaba mirando otra vez de todas formas,
una vez se hubo vuelto. Se rió más fuerte cuando lo vio. —¿No dolió?
—No lo sé. Yo no he… en un tiempo. —No iba a mencionar que se había sentido
bien durante la mamada. No quería pensar en eso. —¿Qué hay sobre ti?
¿Encontraste a alguien?, ¿O alguien de aquí te ha tocado? —Él quería decir:
“Destruiré a cualquiera que ponga una mano sobre ti en contra de tu voluntad” pero
sabía que no tenía la habilidad para hacer eso. Cerró los ojos y dejó caer su cabeza,
avergonzado. Debería ser capaz de proteger a su hija…
No estaba seguro por cuanto tiempo estuvo parado en silencio bajo el agua, pero
la mano de Samantha tocó su rostro. Él abrió sus ojos para verla también desnuda
en la ducha. Ella no tenía ni una marca o herida en ella.
—No. —Su mano cayó sobre la marca del Rey Supremo en su abdomen. —Sigo
siendo virgen y nadie me ha tocado. Y sé que quieres protegerme, pero he
aprendido a hacerlo yo misma.
Ella miró hacia él, agua recorriendo su rostro. La atrajo hacia sí y se negó a
liberarla. Estar cerca a su hija otra vez lo llenó de una manera que ni siquiera se
había dado cuenta que necesitaba ser llenado. Él la había extrañado tanto. Era más
que solo una unión supernatural lo que los ataba. Él genuinamente se preocupaba
por ella.
Ella se colocó contra su pecho y se quedaron de esa manera hasta que el agua
cesó.
—Miré algo de porno. Correrse parece un poco asqueroso —ella dijo mientras
envolvía la toalla alrededor de su cuerpo.
—No tienes que explicármelo. Tengo mucho que contarte de todas maneras.
Matthew se sintió agradecido por eso; agradecido por ella. Se secó y se puso
ropa limpia: pantalones de cuero, camisa gris, botas altas. Samantha lo estudió.
—Luces bien. ¿Rosaline eligió la ropa?
—¿Zoológico?
—No lo he visto pero creo que las paredes aquí se levantan y puedes ver todas
las jaulas… ese es el por qué esta jaula está en el centro de la habitación.
—¿Hiciste esos?
—Sí. Pero realmente no quiero hablar sobre mi tiempo aquí. Cuéntame sobre los
dragones, ¿cómo son ellos?
—Solo conocí unos pocos. Ellos me ayudaron con los hechizos para despertar
al resto. Lucen humanos hasta que cambian. Y luego son masivos. —Ella extendió
sus brazos lo más que pudo y delineó a una enorme criatura. —¡Oh! Ellos pueden
enmascararse a sí mismos cuando vuelan. Uno podría volar por aquí y tú nunca lo
sabrías a menos que así lo quieran. Vienen en todas las formas y colores…
Matthew escuchó a Samantha hablar sobre dragones por un largo tiempo y para
el final supo un puñado de sus nombres, dimensiones, qué tipo de elementos ellos
podían respirar—la mayoría respiraba fuego, pero algunos podían disparar largas
líneas de rayos o incluso exhalar nubes de gas—y que Samantha, a cambio de
alguna lectura del futuro, pudo arreglárselas para convencer a alguno de sacarla a
volar. Sonó divertido.
****
—¿Padre?
Prescott lucía como la mierda. Él estaba con su armadura, como siempre, pero
tenía profundas bolsas bajo sus ojos, su cabellos era un desastre y sus labios
delgados estaban apretados juntos. Lucía como si hubiera atravesado el infierno.
Durante días, dos cosas lo atormentaron. La primera fue que el molesto pedazo
de piel de Matthew se estaba pudriendo. No había aparecido cuando Samantha
estaba alrededor pero después de unas cuantas noches de soledad, había
reaparecido. Esta vez tenía un brillo verde pútrido alrededor de lo rojo y negro. Él
tenía suficiente sangre cada noche para curarlo, pero estaba empezando a
preocuparse por eso.
El segundo fue su hacha de sangre. Tan pronto como el brazo de Matthew creció,
Bloodreaver comenzó a susurrarle otra vez. Estaba hambrienta y quería
alimentarse. Quería sangre. Quería muerte. Y Matthew no podía apagar su voz.
Rosaline sonrió.
—¿Por qué?
—Supongo que podría decirte que tengo interés en los cazadores y cómo
entrenan o que quería ver a dos hombres increíblemente calientes sudando juntos
mientras practicaban —Sus ojos se volvieron oscuros. —. Pero estoy aquí a causa
de esa mierda que trajiste con Matthew y no confío en que estés a solas con él.
Ella acercó una silla. Su flameante vestido verde se derramó a los costados
mientras se sentaba, mostrando sus largas piernas y sus zapatos de salón
metálicos.
Antes de que Matthew siquiera pueda pensar en moverse, Prescott se puso entre
él y Rosaline.
—Quédate, vampiro.
Matthew miró de uno al otro. Este era un desagradable juego en el que no podía
permitirse estar en el medio. No tenía idea de quién ocupaba el puesto más alto, ni
ningún modelo de cómo debería comportarse aquí.
—Y, Emperador —la voz continuó—, ella está enojada con algo. Traté de
detenerla pero me pateó en la espinilla y luego envolvió su agarre…
Prescott se burló.
—No entiendes…
—Jason —dijo una enojada voz mientras las puertas se abrían—, no puedes
simplemente ignorarme. Merezco más que eso. —Una joven súcubo atravesó las
puertas. Su cabello era un rubio polvoriento, sus ojos celestes grisáceos. Era alta,
delgada… el tipo de chica que llevaría sus uñas en rosa y luego montaría a la parte
trasera de una motocicleta. Estaba en jeans y una camiseta.
—¿Papá?
CAPÍTULO DIECISÉIS
—Lily... — La última vez que la había visto en persona tenía once años. La noche
en que lo convirtieron en vampiro y escapó de su familia para protegerlos.
Él había visto fotos de ella desde entonces, pero verla aquí ante él era
paralizante. No tenía idea de qué decirle. “Lamento haberte abandonado.” “Lamento
no haber estado allí cuando murió tu madre.” “Lo siento, soy una criatura patética
que no tiene la libertad de ser parte de tu vida.” Todo se sentía tan vacío.
—¿Cómo?…¿Qué?…Estás muerto.
—Yo…
Prescott se quedó perplejo, con la mandíbula abierta como si fuera a decir algo
y no pudiese encontrar las palabras.
—Voy a tratar de arreglar este desastre —dijo Rosaline y fue tras Lily, dejando a
Prescott a solas con Matthew.
—Sí, Emperador.
Matthew cayó en un estado de letargo, tan pálido e inmóvil que fácilmente podría
ser erróneamente confundido con una estatua. Después de un rato, las luces en la
habitación se apagaron automáticamente y él perdió la noción del tiempo y el
espacio. Veía a Lily por primera vez en diez años y ella huía de él.
No. No él… ella había huido de esa situación. Estaba abrumada, eso era todo,
se dijo a sí mismo. Pero el miedo se deslizó en su corazón. ¿Qué pasaba si él lo
arruinaba todo? ¿Si él nunca volvía a verla? Era probablemente mejor de esa
manera, habría menos posibilidades de hacerle daño.
Matthew asintió.
—Aw mierda, ¿esos dos están peleando de nuevo? Bueno, uh, ven, conmigo. Te
pondré de vuelta en tu jaula.
Matthew siguió a Gavyn al ascensor. Una vez dentro, notó que el cazador parecía
un poco nervioso. Se mantuvo mirando hacia arriba y luego desviando la mirada.
—Salí de este lugar porque ella recibió un disparo y sentí su dolor. La única cosa
que me detuvo de asesinar a todo tu equipo fue saber que no podría escapar con
ella después de… saber que si los mataba podría enojar al Rey y la pondría en
riesgo. — Matthew frotó su mano por su cabello corto. —Eres un cazador, ¿no sabes
acerca de la conexión?
Gavyn asintió.
—Sé lo que he visto. Los padres se vuelven locos cuando matamos a sus hijos,
y viceversa. Y sé lo que hemos estado enseñando, pero nunca tuve la oportunidad
de realmente preguntarle a un vampiro cómo era realmente. O preguntarle cualquier
cosa a un vampiro en realidad. Usualmente estoy muy ocupado apuñalándolos. —
Gavyn hizo un gesto de apuñalar con la mano.
Su atención fue llevada a otro sitio por la charla que entraba por sus auriculares.
Matthew escuchó por casualidad a los cazadores reportando que Prescott había
sido localizado y que estaba actualmente con el Rey.
—Uh, formo parte de su escolta. Ella me pidió que la llamara Sam, en verdad no
me dio otra opción.
—Suena como ella. Y no, no hemos estado juntos en mucho tiempo. Pero no
cometas errores, yo la amo y haría cualquier cosa por protegerla. Cualquier cosa.
—Entiendo —dijo Gavyn. Se veía preocupado por algo en su mente y preguntó—
: He escuchado que algunos padres no dejan a sus hijos hacer nada sin su permiso,
que ellos controlan todos los aspectos de sus vidas.
—Estoy seguro de que algunos son así, pero yo no le haría eso a Sam jamás.
Ella es una joven vampiro, pero es adulta, una que se valía por sí misma antes de
que yo llegase. Es capaz de tomar sus propias decisiones. Además, si yo tratara de
tirar cualquier mierda sobre ella, me manipularía hasta que la dejara en paz. Te lo
juro, ella parece más un súcubo que yo.
Gavyn sonrió.
El cazador lo condujo a través de unas puertas dobles por un amplio pasillo. Pisos
de mármol pulido, pesadas cortinas y estatuas, todo estaba allí para dar impresión
de poder y riqueza.
Gavyn, quien iba liderando el grupo, se detuvo cuando notó que Matthew había
dejado de seguirlo.
—Vamos.
Matthew no se movió.
—¿Qué?
—Más que cualquier cosa, pero no quiero que ella me vea así. —El collar
alrededor del cuello de Matthew nunca se había sentido tan pesado. Frotó los
grilletes alrededor de sus muñecas y el extraño y podrido lugar en su cadera dolía.
—¿Quién quisiera ver a su padre como un esclavo?
—Acabo de pasar el último par de horas conversando con ella y puedo decirte
que a ella no le importa. Ella quiere verte.
Matthew miró hacia abajo a sus ropas y deseó haber estado en algo mejor que
su ropa de entrenamiento. Nada acerca de él se sentía suficientemente bueno para
ella.
—¿Ella es feliz, Emperador? Quiero decir, su vida, ¿es una vida feliz?
Matthew se burló, luego sonrió ante la idea de que ella podía ser un poquito como
él.
El trono del Alto Rey era imponente, una panoplia completa de riquezas y afluencia.
Grandes ventanas ofrecían una vista espectacular del paisaje invernal. Columnas
blancas talladas con incrustaciones de oro flanqueaban los lados. El piso era de
mármol pulido. Había sillones rodeando el centro de la habitación como si fueran
áreas de descanso, pero la característica más destacada era el estrado con un trono
dorado, donde Malarath, vestido con túnicas plateadas de intrincados bordados
rojos, se sentaba. Una fina corona dorada remataba su cabeza.
Bajo él, al pie de las escaleras estaba Rosaline, llevando una sonrisa alentadora,
y junto a ella estaba Lily, viéndose temerosa. Junto a ella había un hombre con la
mano en su hombro. Matthew nunca lo había visto antes, pero podía adivinar quién
era: Lord Teleclus; un amigo personal de Tarrick y el íncubo que había acogido a
Lily antes de su transformación en un súcubo.
Lord Teleclus había sido un real espartano antes y sus obvios músculos bajo el
traje que vestía lo probaban. Tenía un mentón esculpido, una nariz recta, y su largo
cabello negro estaba atado en su espalda. Sus ojos verdes resplandecían
intensamente.
Tarrick le dijo a Matthew que Teleclus estaba retirado, solo luchaba cuando la
situación era terrible. Él protegió a Lily… y probablemente había sido el único en
entrenarla para ser un súcubo. Alejó ese pensamiento. La última cosa que
necesitaba ahora era empezar a gruñirle a alguien en quien ella claramente
confiaba.
De pie, Matthew no pudo dejar de mirar a Lily. La última vez que la había visto,
sus ojos eran castaños y su cabello era marrón, pero ambos se habían aclarado
considerablemente, mientras que sus facciones se habían agudizado. Había
pasado de ser una niña a una escultural joven súcubo.
Ella dio un paso al frente y tragó. Teleclus la dejó ir, pero se veía preparado para
defenderla en cualquier momento.
Matthew sonrió nerviosamente. No estaba seguro de qué decir ante eso. O qué
decirle a ella.
Ella se paró junto a él. Él no pudo evitar notar que en tacones pasaría a Prescott,
pero ahora estaba usando botas bajas. Para ser un íncubo, no se veía como si
estuviera preocupada por la moda. Matthew envidió sus jeans y su playera.
Ella levantó la mirada hacia él, sus ojos verde azulados moviéndose de un lado
a otro mientras estudiaba su rostro.
—Ellos me explicaron lo que pasó. Que te fuiste porque fuiste convertido. Para
no dañarme a mí o a mamá…
—La sed de sangre de un vampiro nuevo es… es mala. Y no tenía idea de cómo
controlar mi fuerza en ese entonces. Dejarte a ti y a tu madre fue la cosa más difícil
que he hecho en mi vida, pero no sabía de qué otra manera mantenerte a salvo…
tuve que irme… Yo reproduzco ese momento una y otra vez. Desearía que hubiese
otra manera. Lo siento. —Matthew estaba divagando. Tenía mucho qué decir, pero
no estaba seguro de cómo hacerlo.
Antes de que él terminase, Lily se inclinó hacia adelante y rodeó su pecho con
los brazos, presionando todo su cuerpo contra él.
Lily miró atrás hacia Teleclus, quien asintió aprobando. Ella se sacó la playera.
Debajo había un sujetador negro. Ella no era ni un poco tímida, ni tenía ninguno de
los complejos de Matthew acerca de desvestirse delante de otros. Alas negras
emergieron de su espalda, cada una de las crestas a lo largo de los huesos estaban
revestidas de plata. Largos cuernos, del mismo color que las alas, salían de la parte
superior de su cabeza y se acercaban a su cara antes de curvarse hacia arriba y
atrás. Sus orejas se volvieron leves puntos y sus irises se volvieron de un brillante
azul plateado. No eran tan plateados como los de Matthew, pero la similitud era
innegable.
Desde la cintura de sus jeans, una cola emergió, negra en la base y plateada en
la punta. Se enrollaba alrededor de su cuerpo. Ella no expuso sus pezuñas, pero
había crecido alrededor de tres pulgadas.
—Increíble —dijo Matthew.
Ella sonrió.
—No. Los ojos y el soavik fueron todo lo que conseguí. Oh, y el gel.
—¿Qué? —Él se encogió de hombros. —Es obvio que yo debo ser un guerrero.
—¿Alguna vez descubriste quiénes son mis abuelos? —preguntó Lily—¿De qué
casa provenimos? Soy muy fuerte para mi edad como para no venir de una casa
noble.
Matthew sacudió la cabeza. Odiaba mentirle, pero no podía decirle “Oh sí, tú eres
la nieta de una deidad” con esta compañía.
—Está bien, guerrero —dijo Malarath, levantando sus dedos enjoyados como
confirmación. —. Puedo perdonar el paso en falso de una joven íncubo, y lo haré
incluso contestando a la pregunta. No, Lady Lillian, no conozco tu linaje. Es un
misterio que eventualmente resolveré.
Matthew se rio.
Prescott suspiró.
—Personajes de una película, Su Majestad. Ella quiere decir que podría haber
resultado que tú fueras el padre de Matthew.
Matthew extendió la mano y tocó las alas de Lily. Ellas revolotearon cuando se
volteó hacia él.
—Un poco. Todavía estoy aprendiendo. ¿Los vampiros pueden moverse tan
rápido como dicen?
Matthew aplicó poder en su velocidad y se paró detrás de ella antes de que notara
que se había movido.
—Algunos pueden —dijo él. Ella se balanceaba alrededor del sonido de su voz.
—. Pero la mayoría no puede moverse así de rápido a menos que sean mayores.
Matthew no estaba seguro de cuánto estaba permitido que ella supiera y miró a
Prescott.
—Puedes contarle.
—No estoy segura de creer en ellos, pero Jason me dice que estoy equivocada,
y el año pasado todo el mundo hablaba acerca de cómo él apuñaló al Dios de la
Sangre.
Matthew no era fanático de esa noche, pero sí le gustaba recordar la parte donde
Lysandros golpeó a Prescott y lo hizo volar a través del teatro.
Matthew le lanzó una mirada feroz y ella se detuvo, pero la amplia sonrisa en su
cara no se borró.
—Te perdono.
Matthew se calmó. Esas eran las palabras que necesitaba escuchar, más que
cualquier otra cosa. Luchó para mantener sus emociones bajo control, pero
parecían querer derramarse. Descansó la mano en la cara de ella y besó la parte
superior de su cabeza.
—Gracias.
Se quedaron cerca por un momento, hasta que Teleclus dijo—: Lily, es tarde y le
hemos quitado más tiempo del Rey del que deberíamos.
Con un chasquido de sus dedos, Malarath les dio permiso para retirarse.
Lily se puso su camiseta y se inclinó hacia el Rey, luego miró hacia Prescott.
—Hay algo que necesito hacer aquí —le dijo él a ella—. Vendré a ti cuando
pueda.
Matthew la miró tanto como pudo, no le quitó los ojos de encima hasta que las
puertas se cerraron. Rascó el área arriba de su corazón, preguntándose si la vería
de nuevo o cuándo eso sucedería.
—¿Sí, Emperador?
—No, Emperador, el único cazador alrededor del cual estuve fue Gavyn. Y él no
me hizo nada.
Matthew miró hacia abajo, un círculo rojo oscuro había aparecido en su camiseta.
—Me lo prometiste. Me diste tu palabra —dijo ella, claramente dolida por lo que
fuera que estaba pasando.
—Estaba hambriento.
—No nació en nuestro mundo, él los veía como niños. Tú no deberías haber…
—Mi señora —dijo Prescott, poniendo una mano en su hombro para detenerla
antes de que fuera muy lejos.
Ella miró hacia abajo, con la mandíbula apretada, y tomó un momento para
controlarse.
El Alto Rey extendió la mano hacia ella. Ella escaló y tomó asiento en su regazo.
Él comenzó a acariciar su cabello, calmándola. Cuando ella habló de nuevo, su voz
era temperada y controlada.
—Sé que lo ves como mancillado, pero él aún es un íncubo, Didi. Ha estado solo
por mucho tiempo. Cada vez que lo enjaulas, lo daña. Por favor, no dejes que se
convierta.
Solo en la enorme habitación, de pie debajo del Alto Rey en su trono, Matthew
se sintió de pronto demasiado pequeño. No estaba seguro de qué hacer mientras
Malarath lo observaba, así que bajó los ojos al suelo.
—Te será explicado después. Por ahora, ven a sentarte conmigo. —Malarath se
trasladó a un cojín sobre el suelo, junto al trono.
Matthew subió las escaleras y se arrodilló en ellas. Antes de que pudiera saber
lo que debería hacer después, Malarath deslizó su mano sobre el cabello de
Matthew y acarició la parte posterior de su cuello, justo arriba del collar. Matthew
luchó contra las ganas de alejarse.
—No estoy hablando de ahora mismo. Siempre has sido cauteloso con tu parte
íncubo, alimentándola, pero nunca cediendo a ella.
El Alto Rey no se equivocaba. Estar con Tarrick y Rosaline había sido lo más
cercano a ceder a su lado íncubo, pero él era también un vampiro. No podía ignorar
eso.
—Sí, Amo, creo que sí. Pensé que tenía un lugar con los íncubos una vez, con
el Lord General, y después de que escapé pensé que tenía un lugar con Sam… con
Devak… pero nunca pareció funcionar. Ahora solo existo para proteger a mis hijas.
Haré lo que me pidas, si eso significa mantenerlas a salvo.
Y ahí fue cuando Matthew notó que el Alto Rey lo tenía agarrado. No porque lo
pudiera sentir —no podía—, sino porque estaba abriendo su corazón a alguien a
quien odiaba. La única razón por la que haría eso sería porque Malarath lo empujó
a hacerlo.
Matthew trató de luchar contra ello, pero no podía sentir nada contra lo cual
pelear; no como con Tarrick u otro íncubo.
—Creo, Amo, que está en mi naturaleza pelear. —Una triste risa escapó de él.
—¿Eso es lo que quieres de mí? ¿Que yo sea tu arma? ¿Que destruya vampiros
por ti?
—Cierra los ojos —ordenó Malarath. Matthew lo hizo. El Alto Rey continuó
acariciando su nuca con lentos y continuos mimos. Comenzaba a sentirse bien,
cómodo, y Matthew inclinó la cabeza hacia adelante para permitirle más contacto.
¿Podría Malarath sentir a todos los íncubos de esta manera? Tarrick le había
dicho una vez que las decisiones del Alto Rey podrían ser influenciadas por su corte.
¿Era así porque ellos estaban conectados en una suerte de manera espiritual?
Ninguno de los otros íncubos se lo había mencionado alguna vez.
Matthew abrió los ojos y miró hacia arriba, sus movimientos se sentían lentos y
drogados y la mano en su cuello, pesada.
Malarath no dijo nada. Extendió su otra mano y pasó sus dedos sobre los
párpados de Matthew para forzarlo a que los cierre. Entonces puso la mano en el
pecho de Matthew. El Alto Rey comenzó a sonsacar su hilo de él.
Matthew cedió. El hilo salió y se unió con los otros y él sintió… un anhelante
deseo de complacer a su Rey.
Los ojos de Matthew rodaron cerrados y él se inclinó contra un costado del trono.
Malarath se recostó, tirando de sus manos. Matthew gimió. Él quería ser tocado, lo
necesitaba.
Matthew no estaba seguro de qué decir. Él quería rogar por más, pero estaba
preocupado de no desagradar al Rey. Su lado íncubo rascaba bajo su piel,
anhelando por una conexión más profunda.
Él estaba experimentando una unión entre el Rey y su gente que ni siquiera sabía
que existía. Esto debía ser el por qué los íncubos no tenían muchos títulos o rangos,
ellos solo sabían quién era más poderoso que ellos incluso si no sabían la razón de
por qué lo sentían.
—Los otros íncubos, ¿así es como ellos se sienten alrededor de usted, Amo?
¿Es por eso que ellos siempre te están besando…
—Sí.
Matthew lamió sus labios. Nunca antes había visto al Alto Rey tan magnífico.
Malareth agarró el collar de Matthew y lo empujó por sobre sus rodillas. El Rey
se inclinó sobre él y presionó sus labios contra los de Matthew. Apenas un roce,
pero electrizante. El placer erótico se deslizó por el cuerpo de Matthew, y se vino
con un repentino y conmovedor orgasmo. Malarath agarró la parte posterior de su
cuello para evitar las sacudidas y empujó energía sexual dentro de él, llenando su
soavik vacío.
—No quise…
Cuando se levantó, una forma peluda y negra subió a la cama y comenzó a lamer
su cara.
—Cinco minutos más —dijo Samantha y tiró de la sábana de algodón azul hasta
cubrirse la cara.
Matthew miró alrededor. Esta debía ser la habitación de Samantha. Sin ventanas
y decorada en tonos azules y rosas, no era muy grande pero tenía el espacio
suficiente para una cama tamaño queen, una mesita de noche llena de pequeñas
joyas, un librero que estaba absolutamente atiborrado de libros, y un sillón reclinable
que tenía ropa para él doblada encima. Había una puerta que llevaba a un
desordenado armario y otra que conducía al baño.
—Estoy bien.
—Estaré bien, chico. Ahora déjame bañarme —dijo, empujó a Jet fuera de su
camino y cerró la puerta.
Después de gastar demasiado tiempo dejando que el agua caliente corriera sobre
él, se secó y se metió en sus ropas: pantalones de cuero, botas pesadas y una
suave camiseta, negra y entallada. Le daba un aspecto entre un motorista rudo y el
típico estereotipo americano, que estaría mejor si no tuviera los grilletes ni el collar
—o quizás eso le daba el toque—, pero como fuera, se veía genial.
Cuando salió del baño, Samantha, vestida con un top blanco y pantaloncillos de
pijama, trató de taclearlo con un salto. Él la atrapó en el aire y la depositó de vuelta
en la cama, su cuerpo rebotó en el colchón. Ella saltó, sus ojos rojos y sus pequeños
colmillos fuera. Le siseó juguetona y fue tras él de nuevo. Matthew no la dejó
capturarlo y corrió alrededor de la habitación.
Después de unos minutos, ella saltó hasta lo alto del librero y estaba por lanzarse
de ahí cuando la puerta se abrió.
Matthew le gruñó a Gavyn y sus estúpidos tatuajes. El cazador llevaba una bolsa
de sangre.
—Ten cuidado con ellos. Es su trabajo matar vampiros y estos cazadores son
buenos en eso.
Ella se apartó de él y fue a elegir su ropa para el día, volviendo con ella debajo
del brazo.
—¿Desde cuándo te has vuelto tan elegante? —le preguntó Matthew, recordando
el horrible vestido que vestía la primera vez que la vio.
—Yo te hubiera conseguido mejores ropas. Tú sabes, si las cosas hubieran sido
diferentes.
—Lo sé.
—¿Alguna vez trataste de obligar a un humano?
—Nop. Nunca tuve la oportunidad —gritó ella—. Pero puedo hundirme dentro de
la mugre como una profesional ahora.
Matthew deseó verla, pero dudaba de que fuera posible ir afuera con ella.
Matthew frunció el ceño. Eso era verdad, no había una relación sanguínea entre
ellas. Aun así, esperaba que, si alguna vez se conocían, se llevaran bien.
Más tarde por la noche, Rosaline apareció. Matthew se inclinó cuando ella entró.
Afuera había un equipo de cazadores, parecían ser los escoltas de Rosaline. Ella
abrió la puerta contigua a la habitación de Samantha y desapareció dentro.
—Aquí.
Matthew, seguido por Samantha y Jet, entraron en el cuarto. Tenía casi el mismo
tamaño que el de Samantha, pero el mobiliario era de madera oscura y la felpa de
la cama de terciopelo rojo. Los estantes estaban llenos de manuales de
entrenamiento de cazadores y de libros sobre criaturas sobrenaturales. En la
esquina había una armadura de pie vacía.
—No estaba segura de tus gustos, así que solo adiviné —dijo Rosaline mientras
él miraba alrededor.
—Sí.
Matthew no lo podía creer. Había estado en la jaula por tanto tiempo, que nunca
soñó con tener su propia habitación. Ni pensaba que el Alto Rey le mostrara
misericordia alguna, ni un poco. Matthew agachó la cabeza hacia ella.
—Gracias, mi lady.
—De nada, Matthew. —Ella apuntó hacia la pared. —Pondré una puerta entre los
dos cuartos si tú quieres.
—Me gustaría eso —dijo Samantha—, pero si él va a tener sexo ahí, ¿podrías
por favor proteger la pared?
Matthew dudaba que él fuera a tener sexo allí. Realmente no había tenido sexo
en… ¿once meses ahora? ¿Más? Joder. Y trataba con todas sus fuerzas de no
pensar acerca de lo que había pasado con el Alto Rey… o los gemelos.
—Oh —dijo ella a Matthew—. Estás autorizado a estar en la habitación de
Samantha, pero en ningún otro lugar sin permiso. Y —Rosaline sacó una cinta
métrica de tela del bolsillo en su vestido—, necesito medirte para algunos ajustes.
Te estás volviendo más ancho. Incluso tu camiseta está muy tirante.
—¿En serio?
—Lo siento, mi lady, no eres tú. Es solo… —Matthew la miro de arriba abajo,
tratando de buscar una razón por la que su toque le hubiera molestado. No pudo
pensar en ninguna. —Lo siento —repitió.
—Está bien.
Matthew se sintió aliviado al ver que ella se veía preocupada en vez de molesta
o dolida. Le entregó la cinta de medir a Samantha y le dijo dónde sostenerla. Cuando
terminó de escribir las medidas, Prescott se teletransportó hacia allí.
Prescott se mofó.
Matthew no dijo nada mientras se inclinaba pero ese era un buen punto.
—Comenzando mañana, el entrenamiento es dos horas después de la puesta de
sol. —El Emperador señaló al estante de libros. —Espero que termines esa fila
superior de libros para el fin de semana. Puedes aceptar sangre de cualquier
cazador que la entregue. Y no rompas las cámaras o perderás el privilegio de tener
esta habitación.
—No lo haré, Emperador. —Matthew quiso preguntar sobre la piel podrida, pero
prefería esperar a que Samantha no estuviese cerca.
****
—Um. El Emperador dijo que debía entrenar, pero no estoy seguro de si debería
esperar aquí o…
El cazador apuntó con la mano hacia la sala del ascensor al final del pasillo.
—Solo ve.
Matthew fue zumbado hacia la puerta y caminó dentro del ascensor que ya lo
esperaba. Las puertas estaban cerradas pero el elevador no se movió.
—¿Lo curaste?—
—No quería que Sam lo viera, Emperador. ¿Vas a decirme lo que me está
pasando?
Cuando las puertas se abrieron, Matthew supo que había vuelto al zoológico.
Bajó la cabeza y tragó con dificultad. Realmente no quería estar en la jaula de nuevo
y su cerebro se desordenó tratando de descifrar cómo se las había arreglado para
perder el privilegio de su habitación en una sola noche. Quizás Samantha no debía
dormir con él, o quizás él le había hablado incorrectamente a ese cazador.
Prescott salió del elevador. Cuando Matthew no se movió, Prescott le disparó una
mirada feroz que le puso la piel de gallina, y lo siguió de mala gana.
El alivio bañó a Matthew pero fue rápidamente reemplazado por confusión. Había
otro pasillo ahí abajo y más puertas. El lugar era como un laberinto.
—Puede ser que quieras dejar de respirar —advirtió Prescott antes de llevarlos
dentro del cuarto de prisión.
Cuando Matthew entro, su estómago se retorció. El olor que lo golpeó era rancio,
como un cadáver en descomposición. Y cuando vio de dónde provenía, casi vomitó.
En el centro de la habitación había una jaula plateada, tal como la suya, pero esta
estaba embarrada de sangre. El piso estaba sucio con huesos y ropas rasgadas,
pero nada de eso era tan repugnante como el ocupante de la celda.
Tenía la piel verdosa, con negro y rojo rodeando varias heridas. La criatura
estaba descomponiéndose, pero aún viva. Les siseó, mostrando largos y amarillos
colmillos.
—¿Qué…?
—Su nombre era Atieno, era un lord vampiro. Cuando llegó cerca de los cien
años de cautiverio, Atieno se convirtió. Solía tener alas antes de que se las
arrancaran.
Matthew era incapaz de mirar algo más que la miserable criatura. Sus enormes
ojos sin párpado se movían salvajemente, antes de agarrar un hueso del suelo y
masticarlo.
—¿Cuánto tiempo más tengo antes de convertirme en eso, Emperador?
El Alto Rey quería que Matthew volviera a estar en forma para pelear y los
cazadores colaboraban con golpes para llevarlo ahí. Entrenar no era fácil. Lo
presionaron hasta el límite en cada sesión.
En efecto, Matthew hizo todo lo que pudo para asegurarse de que ella no viera
cuán deprimido estaba. Estaba atascado en una terrible situación, entrenando para
matar vampiros, con cuerpos podridos rodeándolo, sin esperanza de escape…y lo
peor era saber que no podría proteger a su hija de todo eso. Se sentía
tan…impotente. Sin embargo era agradable tenerla cerca de nuevo. Casi todas las
noches dormían juntos, intercambiando las habitaciones que usaban.
Después de salir de la ducha una noche, ella estaba esperando en el baño y pasó
la mano por la suave piel de su cadera. Ella frunció el ceño, luego abandonó la
habitación sin una palabra. Nunca mencionó nada. A veces vivir cerca de un oráculo
era exasperante.
Miró al cazador de pie a su lado, estudiándolo por primera vez. Era un tipo de
mediana edad, llevaba los cueros de cazador y una capa, la capucha tirada sobre
su cabeza. Tenía todas sus armas descargadas, incluyendo estacas de plata, una
ballesta en su espalda, bombas de plata, y una espada y daga de plata, junto con
muchas ampolletas en su cinturón.
Matthew se inclinó un poco para ver mejor su cara. El hombre tenía fuertes
facciones y parecía intensamente focalizado en la puerta cerrada.
Los susurros flotaban más allá de los oídos de Matthew, tan suaves que él
apenas podía oírlos. Las palabras eran demoniacas. Matthew respiró
profundamente, oliendo al hombre.
Muerte.
El hombre se volvió. Parpadeó y sus ojos se pusieron negros. Una amplia sonrisa
cruzó su cara y sus dientes se afilaron en espantosas agujas.
—Vives —siseó, luego saltó hacia el techo y se pegó a él como una maldita
lagartija.
—Baja de ahí, hijo de perra —gritó Matthew y saltó para agarrar al demonio.
Los cazadores los miraron mientras ellos dos cayeron al piso, luchando y
salpicando sangre por todas partes.
Matthew fue volando al suelo y los grilletes de su brazo y pierna se pegaron a las
runas en la pared trasera del ascensor. Como una nota prendida a un tablero de
corcho, él no iba a ir a ninguna parte.
—Creo que lo golpeé por error cuando él vino primero hacia mí.
—Te dije que te callaras la maldita boca. Harlan, limpia el desastre. Quiero el
informe en treinta.
—Sí, señor. —El demonio agarró su pecho y golpeó el botón para llamar un
ascensor distinto.
—Quizás no pueda usar las runas de cazador porque, oh, no sé, es un maldito
demonio. Comida para el pensamiento, Emperador.
Prescott convocó la dorada espada de Ilertha —Matthew hizo una nota mental
para encontrar el nombre real de la cuchilla alguna vez en el futuro—y se lanzó
hacia el demonio. Antes de que Prescott pudiese alcanzarlo, el demonio saltó por la
pared y se arrastró a lo largo de ella. Sus ojos eran negros de nuevo y sus dientes
eran afilados.
Los otros cazadores abrieron fuego, balas llenando el cuerpo. El demonio abrió
la boca y humo negro se derramó de ella. Un silbido agudo, como el de una tetera,
llenó el aire mientras el demonio abandonaba el cuerpo.
El humo salió de la habitación por las aberturas en la puerta y el cuerpo del
cazador cayó en el suelo con un ruido sordo.
—No. Esto es genial. Yo solo pasaré el rato aquí. Indefenso en este ascensor
con un demonio espeluznante suelto.
Una hora después las alarmas cesaron, y Prescott apareció ante él. Puso todo
de su parte para contener un “Te lo dije”.
—Escuché un susurro demoniaco, del tipo que escuchas antes de que ocurra
una invasión, pero fue suave. Y olía a muerte, Emperador ¿Lo encontraron?
—No. Los demonios que saltan de cuerpos en cuerpo no han sido un problema
desde hace más de dos mil años, mis cazadores no están entrenados para
encargarse de ellos. Rayak.
Esa última parte no era algo que le gustase admitir. El Alto Rey debía estar
influenciándolo para estar un poco más próximo. Dios maldito, él odiaba eso.
—Úsenlo para barrer la torre. Luego consíganle algunos humanos para comer.
Alimentemos a su arma.
****
Los diez o más niveles superiores eran principalmente para el Rey. La habitación
de Rosaline estaba un piso más abajo que la de Malarath y era casi igual de grande,
por lo que Matthew podía discernir, a pesar de que realmente no quería entrar en
cada habitación.
Aprendió que la mayoría de ellos vivía allí por el placer y servicio de visitar
íncubos, mientras algunos servían al Alto Rey en otras maneras. Había líderes de
negocio, asesores financieros, gestores de inversiones, agentes de compras,
estilistas, alimentadores, etc.
Cerca de veinte pisos estaban asignados a cazadores e incluían algunas
habitaciones personales, centros de entrenamiento, un escenario, un teatro, y así.
El último nivel que chequeó fue el zoológico, pero no tenía acceso a ninguna de
las habitaciones. En vez de eso, tuvo que ir puerta por puerta y revisar desde allí.
Al final, nunca encontró al demonio, pero oyó por casualidad informes de un cazador
desaparecido.
—No merecemos esto —se unió otro. El tercero se encogió contra la parte
posterior de la jaula.
—¿Y bien?
—Tu brazo está dejando todo el piso ensangrentado. Tu hacha necesita ser
alimentada.
—¿Aurous? Sí, pero no de sangre y no tengo que pagar por ello, no es mi espada.
—Pero…
—Pertenece al Alto Rey. Solo la uso cuando necesito matar un demonio o a una
criatura divina.
Prescott suspiró.
—Si alivia tu conciencia, esos tres tontos solían trabajar para Lord Aapo. Lo
vendieron a vampiros que lo emboscaron a él y su equipo de cazadores y los
mataron a todos. Su sentencia es morir. Si no lo hacemos nosotros, serán
ejecutados de todos modos. Ahora ve y mátalos, es una orden. Una que no querrás
desobedecer.
Los necesitaba.
Sus ojos se volvieron rojos y sus garras aparecieron. Los humanos entraron en
pánico y trataron de correr, pero no había lugar donde pudieran escapar.
Hermosa música.
Matthew agarró a una por el cuello y la destripó con sus garras mientras cortaba
su brazo. Mientras ella sangraba, él hundió su hacha en la cabeza del tercero,
matándolo en el acto.
Agarró a uno de los hombres muertos y lamió la sangre de él, luego el otro; por
poco no se arrodilló para lamer el suelo.
Más.
Su sensatez volvió y Matthew miró la carnicería a su alrededor. El espantoso
desastre enviaba olas de vergüenza a través suyo.
—No. Hemos terminado —le dijo Matthew. Bloodreaver trató de luchar con él,
pero no iba a dejarle salirse con la suya. El hacha volvió a ser sangre, retirándose
dentro del cuerpo de Matthew, y los tatuajes se cerraron.
—Si quieres salir de la jaula, ponte el grillete de vuelta —dijo Prescott. Matthew
se volvió a mirar al Emperador, quien parecía no inmutarse por lo que había
presenciado, apoyándose contra la pared, los brazos cruzados. —Nunca antes
había visto un vampiro tan preocupado acerca de matar. —Se rio para sí. —O a un
íncubo preocupado por el sexo.
―Quédate― dijo ella. Él se detuvo cuando ella pasó sus dedos sobre su marca
y luego cruzó su vientre hacia el parche de piel podrida―. Se ha hecho más grande.
―No, mírame ―dijo ella. Él lo hizo. Su cara era dura, como si estuviera
disfrazando dolor―. Yo fui capturada por ellos durante casi diez años. Me
mantuvieron en una jaula estrecha y solo me sacaban para usar mi cuerpo y mi
sangre para sus placeres. Al principio, tuve esperanza de que sería rescatada. Sé
que Tarrick lo intentó, algunas noches escuchaba batallas afuera, pero no podían
abrirse paso y a medida que pasaron los años, me di por vencida. Después de que
finalmente fui rescatada, me tomó mucho tiempo para regresar de eso y todavía no
me he recuperado del todo.
>> Cuando me dijiste que borraste a los señores de Nueva Orleans porque
estabas enojado porque me tocaron, nunca me había sentido tan segura en mi vida.
Odio a los vampiros porque durante diez años, se llevaron cada parte de mí. Odio
a los vampiros, pero no a ti, Matthew. No quiero verte convertido en un necrófago*.
Matthew se acercó y tocó su tenso cuello, luego dejó caer su mano hacia abajo
junto a él.
―Cuando estabas con Tarrick, casi todo era igual y estabas satisfecho. ¿Qué es
tan diferente ahora?
Cuando estaba con Tarrick, había tenido un papel y la creencia de que su gente
lo aceptaría. O al menos Tarrick había tenido la amabilidad de engañarlo para que
pensara en esas cosas. Él no tenía nada de eso ahora.
―Lo que quiero― dijo―, es que entiendas que vivimos vidas largas y nada
permanece igual. Es malo para ti en este momento, pero tu futuro puede ser
completamente diferente. Solías ser tan optimista y ahora te has rendido.
―Ya no soy esa persona― la sonrisa cayó y cerró los ojos en un esfuerzo por
controlar sus emociones―. Rosaline, no tengo todo un ejército tratando de
rescatarme como lo hiciste. No me voy a salir de aquí. Jamás. Soy un íncubo sin
lugar, sin razón para existir, excepto para ser utilizado a diversión por el Alto Rey...
como un arma.
―Tus hijas…
―Sería más seguro si estuviera muerto. Lily es un íncubo fuerte que tiene un
hogar y personas que se preocupan por ella, y Samantha ha demostrado que puede
cuidarse sola. Ella es valiosa como un oráculo y puede usar eso para mantenerse
viva. Si pierdo el control, podrían ser ellos a quienes castigara el Alto Rey y no puedo
soportar la idea. ¿Por qué crees que he dejado de poner resistencia?
―No sé mucho. Una especie de criatura que mata a semidioses. Se supone que
es invencible.
― ¿Cómo puedes saber que viene por ti?
Matthew asintió.
El parche de piel roja y negra se había extendido aún más, trepando por su
estómago y bajando por la parte superior del muslo.
Cuando el dolor disminuyó, Matthew se quedó quieto, sin querer moverse y sin
querer hablar más. Sin palabras, Rosaline salió de la habitación.
Matthew intentó cerrar todo. La cara de Devak siguió cruzando su mente. Sus
bellas facciones, su piel bronceada, sus ojos tiernos. Matthew incluso podía oler el
vino dulce y el aceite fragante en el aire.
Llegar a la habitación del Alto Rey parecía llevar una eternidad. El ascensor era
lento, las puertas se tomaron su tiempo para abrirse, y el pasillo se extendía una y
otra vez. Cuando finalmente logró entrar, estaba vacío.
Caminó hacia su área sin instrucciones y esperó. Prescott tomó asiento, pero no
dijo nada.
―Ponte de pie y levanta tu camisa― dijo el Rey. Matthew hizo lo que le ordenó.
Malarath pasó su dedo por la piel podrida―. Tienes miedo, mascota.
―Está empeorando.
―Lo estaba haciendo mejor cuando estaba con Samantha, pero matar a los
humanos anoche desencadenó este episodio... No siempre estoy de acuerdo con
Lady Rosaline, pero en este caso creo que su recomendación es sensata. A menos
que deje que él y su hija se vayan, no estoy seguro de qué más podemos hacer
para detenerlo. A menos que quieras ponerlo bajo tu influencia por el resto de su
vida.
Matthew se encogió ante eso. ¿Podía el Alto Rey simplemente detenerlo para
siempre? Imaginó que sería como pasar el resto de su vida drogado.
Matthew se acercó a él, mirando hacia la ventana también. Las ráfagas de nieve
flotaban afuera y las luces de la ciudad brillaban como estrellas. Quería estar allí,
caminando y cazando entre los humanos... sintiendo la vida zumbar a su alrededor.
―Tu soavik está casi vacío otra vez, ¿te gustaría que lo llenara.
Malarath se sentó en una silla frente a la ventana, pero no le dio nuevas órdenes
a Matthew.
―Sí señor.
Matthew pasó sus dedos por el collar. La magia de las cuatro Piedras Nocturnas
zumbó bajo su toque. No tenía forma de saber si el Rey le estaba diciendo la verdad,
pero parecía probable ya que el Juez aún no había aparecido para matarlo.
Los ojos de Malarath pasaron de su azul pálido a un oro vivo y sus manos se
pintaron. Eran tan dorados como sus ojos y tan largos como las garras de cualquier
vampiro. Los golpeó contra el brazo de su silla y un gruñido grave vino del Rey.
―He invertido mucho en ti. Que te pierda por algo tan trivial como convertirte en
un necrófago me enoja.
Cuando el mundo regresó a Matthew, una bella visión estaba frente a él, sus
labios rojos en una amplia sonrisa.
― Debes apurarte ― dijo Rosaline. Su pelo rojo estaba recogido tras una tiara
de diamantes y esmeraldas. Portaba un vestido de gala verde que llegaba al piso.
La parte de abajo se esparcía a lo largo y diamantes, tejidos entre la tela, brillaban.
Matthew non sabía mucho de joyería, pero los anillos y brazaletes que usaba
parecían reales, e increíblemente caros. Ella era una visión de belleza.
Matthew se sentó. Seguía en los cuartos del rey. Afuera de la ventana, el cielo
tenía un discreto brillo rosado mientras los últimos rayos del día se convertían en
noche.
―Veré si puedo invitarte a una en el fututo. Pero debes entender cuánto mi gente
le teme a los vampiros. Debemos ser delicados en esto.
Samantha bufó.
―Oh. Estuviste fuera unos días. El baile de invierno de la Reina Agleea es esta
noche. ―dijo Rosaline.
Después de unas noches de sueño, Matthew seguía sintiéndose mal, pero ya
tenía más control sobre sus emociones.
Rosaline se rió.
― Sí, Sí. Ríete todo lo que quieras. ¿Y por qué no estás vestido, Matthew?
Samantha jadeó y corrió a él, corriendo sus dedos por la tela del frente del
esmoquin de Matthew. Se volteó hacia Rosaline, sus ojos grandes.
― ¿Es un D’Leva?
Matthew debía admitir que se veía excelente en él. Le gustaba que en su mayor
parte cubriera su collar y grilletes de metal.
―Más te vale.
El cambio más prominente eran sus cuernos de íncubo. Había dos pares. El
primer par comenzaba justo en su frente y se enredaban hacia arriba con una
pequeña curvatura hacia atrás antes de extenderse hacia arriba de nuevo y
terminando en puntas afiladas. Esos bebés se rasgarían en la parte superior de los
marcos de las puertas si no tenía cuidado.
―Estamos listos.
Matthew se preguntó cómo iban a llegar a Virginia. No había visto una piedra de
ley cuando estuvo en la torre. Cuando estuvo en Nueva York la primera vez, fue
transportado a una ubicación a unas cuadras de aquí. Los vampiros no pudieron
destruir esa piedra o ni la que estaba en la propiedad de la Reina Agleea.
La miró.
― ¿Qué parte?
Ella no dijo nada, pero intentó arrastrarlo hasta la ventana. Él levantó la vista,
pidiendo permiso antes de moverse. Rosaline lo invitó a hacerlo. Afuera, el cielo se
había oscurecido y la luna estaba subiendo.
Prescott y Rosaline se rieron de su reacción. Los veía sin creer lo que pasó. A
un lado de él Samantha comenzó a vomitar en un jarrón.
―Ese jarrón tiene mil quinientos años. ― dijo Malarath mientras se acomodaba
una manga.
―Ah, entonces es nueva en comparación con usted, amo. ―dijo Samantha entre
arcadas. Matthew corrió una mano por su espalda para aliviarla.
Malarath sonrió.
― Vámonos.
Matthew notó que Prescott jugaba con su corbata, solo para detenerse una vez
que las puertas del elevador se abrieron.
Erza y Ophelia estaban ahí, esperando con abrigos de invierno y chales al Gran
rey y a Lady Rosaline. En ropa formal parecían niños jugando a vestirse.
Dentro había cientos de latidos; lo que sea que Rosaline haya hecho para
asegurar que hubiera una gran concurrencia, había funcionado.
Cada incubo y compañía humana estaban vestidos de lujo mientras que los
cazadores comandantes patrullaban en sus cueros.
Matthew había olvidado que ya casi era navidad; había perdido la noción de las
noches, pero las decoraciones que adornaban el castillo fueron un alegre
recordatorio. Hilos de guirnalda ornamentaban cada barandilla, un árbol de navidad
absurdamente grande estaba contra una de las paredes del cuarto. En vez de vino
había ponche de huevo; con alcohol, a juzgar por las ruidosas risas que emanaban
de los balcones, y cálidas velas perfumaban el aire con su fragancia cerosa.
La Reina Agleea es la nieta del Rey Malarath, y ahora que Matthew conocía al
Gran rey, podía ver algunas similitudes. Ella compartía sus rasgos afilados pero su
cabello era oscuro, no dorado. En su forma de incubo ella tenía ojos color verde
azulado, pero ahora eran de un azul claro. Posaba un vestido verde con azul esta
noche.
Lord Ennius aún tenía su barba de chivo, pero su cabello estaba suelto esta
noche, caía libre. Él era más bajo que ella, y delicado, pero su carácter era uno que
lo denotaba digno de ser su consorte. Ambos eran íncubos extremadamente viejos
y poderosos, y Matthew recordó lo joven que lo hicieron sentir la primera vez que
los vio. Ya no se sentía tan joven.
Tres pernos volaron hacia él. Él los atrapó en su mano, la plata candente en su
piel.
― ¿Acaso tienen alguna idea― dijo Matthew mientras dejaba caer los pernos al
suelo, sonaron contra el suelo de madera―de lo rápido que Lady Rosaline me
mataría si permitiera que le hagan hoyos en este esmoquin?
― ¿Qué haces aquí Matthew? ―una voz grave preguntó detrás de él.
Matthew tragó fuerte mientras sus ojos plateados se encontraron con la mirada
dura y púrpura del general. Los cuernos negros de Tarrick, completamente crecidos
con puntas color púrpura estaban fuera y él estaba sosteniendo su mano con garras
en una orden para detener a los cazadores de cualquier otro ataque.
—Es bueno verte de nuevo Matthew, pero no tengo el hábito de recibir órdenes
de un vampiro.
El parloteo entre los cazadores comenzó a crecer con excitación. Ordenes fueron
emitidas para la asignación de nuevos puestos, redadas extra, incluso una orden de
volver a contratar un puñado de trampas de vampiros que habían encontrado
inútiles.
Los íncubos se arrodillaron. Todo ellos. Desde los que estaban en el balcón
superior hasta la Reina Agleea, se postraron. Incluso Tarrick se inclinó sobre su
rodilla izquierda. Los cazadores de guardia fueron los únicos que permanecieron de
pie, pero aun así inclinaron la cabeza.
Echando un vistazo con sus brillantes ojos, los íncubos observaron cada
movimiento presuntuoso que su Gran Rey hacía mientras atravesaba el salón de
baile hasta detenerse delante de Agleea. Extendió la mano hacia ella. Aun
arrodillada, la tomo y besó la parte superior a lo largo de los anillos, luego besó su
palma cuando la expuso a ella.
Él se alejó y continuó, subiendo los escalones del estrado hasta tomar su trono.
Rosaline tomó su lugar en un asiento mucho más pequeño al lado de él. Ezra y
Ophelia permanecieron de pie detrás del trono, listos para atender cualquiera de las
necesidades del Rey.
– ¿Felicitaciones?
—Por tu embarazo.
Ella rió, al igual que lo hicieron algunos viejos incubi que también habían estado
ahí o que conocían la historia.
—Lo recuerdo. Fui desterrada a mi habitación por meses. Y aun no puedo creer
que el Imperator me haya perdonado—sus ojos vacilaron hacia Matthew, y luego
regresaron a Malarath—. Hablando de, estoy sorprendida que no esté a tu lado.
Malarath sonrió, y Matthew se desconcertó un poco por eso. Desde que se había
sentado, el Gran Rey era cálido, encantador y comprometido. Le atemorizó a
Matthew la facilidad con la que podía engañar a todos. Cuán cálido era en el foco
de su gran producción, nadie notando la máscara que usaba.
—Tengo la noche libre— dijo Prescott desde algún lugar en la multitud. Los incubi
se apartaron.
Juzgando por los susurros, muchos incubi nunca habían visto a Prescott sin su
armadura, y mucho menos sin su barba. Y con unas pocas excepciones, nadie sabía
que los dos estaban juntos.
Rosaline trajo personas antes de que el Rey hablara con él. La mayoría de las
interacciones fueron aburridas como el infierno. “Oh Gran Rey, usted es el mejor”.
“Por qué, si, si lo soy. Ahora besen mi muñeca, mi dominio”. No es que en realidad
dijeran eso, pero bien podían haberlo hecho.
Matthew odiaba tener que arrodillarse aquí, observando el baile desde distancia.
Su lado incubi gritó, deseando ser parte de ellos. Él quería bailar, reír,
hablar…Tocar.
La peor parte era mirar a las personas que una vez consideró amigos: el Cazador
Comandante Silva; Lord Vassu, la hija de Tarrick, Lady Talena….
Los hijos de Tarrick, Tane y Tarquin también estaban ahí. Demonios, todos, los
cinco hijos estaban ahí. Matthew jamás había conocido personalmente a los otros
tres, pero eran fáciles de señalar—lucían bastante como su padre.
Viendo a Tane solo sirvió como otro doloroso recordatorio de que él era un
esclavo. Y, como si conociera el efecto que tenía sobre Matthew, el hijo de puta lo
miró como si hubiera ganado algo. Matthew reprimió el impulso de correr y
abofetearlo.
Vio como los amantes se acariciaban unos a otros, cuidadosos toques a través
del cabello, bajo la cara, y en la parte de atrás del cuello; suaves besos y un mutuo
intercambio de energía.
Matthew estaba ansioso por eso. Él quería ser tocado por alguien a quien
quisiera más que sólo alimentación, lujuria o control. Él quería un amante con quien
hablar de nuevo y escuchar lo que alguien quisiera decir.
Las horas dentro del baile se convirtieron mucho más duras para observar o
escuchar las conversaciones.
Le tomó a Matthew unos pocos segundos darse cuenta que solo estaban ellos
dos en el estrado. Rosaline estaba bailando fuera y Ezra y Ophelia estaban
alrededor de la habitación rezando por algunos desafortunados incubi.
—Hm— señaló hacia una dirección con su cabeza—. Mira hacia allá…—Matthew
miró a un guardia súcubo alrededor de la habitación quien lo miraba boquiabierto—
…y allá— Matthew siguió la mirada del Rey hacia un incubo quien de repente estaba
bailando, pero siguió mirando hacia arriba—. Ha sido duro desde el momento en
que te vio. Hay muchos más si miras.
Matthew estudió la habitación. El Gran Rey tenía razón. Había visto incubi
observándolo por todo el lugar.
—¿Está seguro que no es solo porque usted los está afectando, Maestro?
—¿Es eso…? — Matthew se detuvo. Él iba a preguntar '¿Es eso algo que
harías?', Pero esa era una pregunta tonta, por supuesto, el Gran Rey lo haría—¿Es
eso lo que espera de mí, Maestro? —preguntó en cambio, esperando que no lo
fuera. Él podría anhelar estar entre ellos, pero no quería ser su puta.
Cuando el Gran Rey dejó de acariciarlo, Matthew se dio cuenta de que Malarath
lo había estado estudiando, leyendo sus emociones.
Fue extremadamente incómodo estar tan cerca de Tarrick de nuevo. Los dos
siguieron al Gran Rey en silencio— Matthew con la cabeza inclinada y Tarrick con
confianza unos pasos más adelante.
Matthew se alejó varios pasos del Gran Rey, esperando que arremetiera contra
Tarrick... pero eso no sucedió. Todo lo que Malarath hizo fue mirar a Tarrick, sus
dorados ojos duros contra él.
Tarrick inclinó la cabeza.
—No. No lo hará.
—Arregla a mi mascota.
CAPITULO VEINTITRÉS
Una tableta situada sobre el escritorio sonó. Tarrick la recogió y leyó algo en
silencio, después la puso abajo.
Vampiro. Matthew se estremeció. No había esperado que Tarrick fuera tan cruel.
El incubo había ganado, era su esclavo, él haría lo que sea que ellos le dieran. No
había necesidad de ello.
Matthew abrió la boca para hablar, pero lo encontró muy difícil. Desesperado por
apoyo, estudió a Tarrick. Pero el general incubo se mantuvo rígido, su cara
despiadada. Matthew aspiró una bocanada de aire y volvió a intentarlo.
—Muéstrame.
Las manos de Matthew temblaron mientras se desabrochaba la camisa,
desabrochaba los botones del fondo y la levantaba.
—¿Qué tan abajo llega? —preguntó Tarrick, hablando con la distancia clínica
que un doctor podría tener.
—En la cama —dijo Tarrick antes de que el trasero de Matthew golpeara el suelo.
—El emperador me mostró uno, Lord General. Sé que alguna vez fueron
vampiros que, como él explicó, perdieron la esperanza.
Matthew cerró sus ojos e inclinó la cabeza. En realidad no quería decirle a Tarrick
todo por lo que había pasado en el último año.
—Relájate Matthew. Esperare por los reportes y hablare con Prescott mañana.
Puedo suponer lo básico de todas maneras.
Tan solo pensar acerca del dolor y la soledad causaba que el dolor en su cadera
volviera de nuevo.
Tarrick se inclinó.
—Tus emociones están por todo el lugar ahora. ¿Me dejarías envolverte? No
será sexual, es solo para tranquilízate un poco.
—Vi a Lily aquí esta noche —finalmente dijo—. Lo que significa que sabe que
estás vivo. No muerto de todos modos.
—Sí, ella, uh, estaba enojada con el Imperator sobre algo e irrumpió cuando
estaba entrenando con él. Tenemos que hablar un poco.
—Es un poco difícil de esconder. Y es una mierda que esté saliendo con el
hombre que me tortura.
—Pero lo que cuenta es que… —dijo Tarrick mientras volvía a sentarse, con la
corbata suelta y los primeros botones de su traje desabrochados— …la trata bien.
Teleclus no lo dejaría acercarse a ella si no lo hiciera.
Tarrick se rio para sí mismo. Matthew había olvidado lo seductora que sonaba
su risa.
—Si quieres que lo elimine, lo haré. Pero creo que te ayudará. Solo por esta
noche —dijo Tarrick.
—Sé lo mucho que odias tener un control sobre ti y claramente has tenido
suficiente dolor últimamente.
—Parece que me estoy mudando a la Gran Torre. Tengo mucho trabajo por
hacer para que esto ocurra. He dispuesto algo de ropa en el armario que te quedará
bien. Ve a cambiarte. Cuelga tu esmoquin, no quiero verlo en el suelo.
Matthew casi se rió cuando fue al armario. Tarrick era un monstruo tan pulcro y
sabía que Matthew era como un haragán. Dentro, en una pequeña mesa, había una
camiseta doblada y un pantalón de pijama negro. Estaban un poco apretados con
ellos, pero aun así estaba cómodo. Consideró brevemente dejar sus calcetines en
el piso, pero su instinto de auto preservación ganó y los puso en una canasta.
—¿Cuánto tiempo crees que estarás allí? —preguntó una voz dura perteneciente
a una mujer. Dennith. La mano derecha de Tarrick.
—No estoy seguro. Planéalo por un tiempo. El Rey no está contento conmigo —
dijo Tarrick mientras señalaba la cama. Matthew fue y se sentó.
—Ninguno. Me gustaría que Darius esté a cargo. Voy a enviar a Tane a Rusia
para aprender con Tarquin.
—¿Y Talena?
—Lo sé —dijo con un profundo suspiro—. Te enviaré una lista de pedidos en una
hora. Los necesitaré completos al amanecer.
—Lo tendré listo —dijo Dennith. Hubo una breve pausa entonces—. ¿Cómo está
él?
Matthew se deslizó bajo las sábanas y jaló las sedosas sabanas a su alrededor.
Tarrick no le dijo nada más cuando regresó al trabajo. Matthew observó mientras
daba órdenes a través de su teléfono o se comunicaba mientras recibía
actualizaciones e informes de la guerra. Parecía estar haciendo un millón de cosas
al mismo tiempo y manejaba cada una de ellas con facilidad.
El agarre que Tarrick tenía sobre él se hizo más fuerte y Matthew sonrió. No
había sentido esta calidez en mucho tiempo. No desde antes de la muerte de Devak.
Mientras veía trabajar a Tarrick, se permitió fingir que nunca lo habían convertido
en vampiro. Que él y Lily pasaron por sus transformaciones sin obstáculos y que
fueron aceptados en la sociedad íncubos. Que pasó esos últimos años con su
esposa antes de que el cáncer la tomara.
Si hubiera sido un guerrero, pelearía bajo las órdenes de Tarrick. Si hubiera sido
un social incubo, trabajaría para mejorar la riqueza y la influencia de su hogar,
liberando a Tarrick para pasar más tiempo en la guerra. O tal vez Devak se habría
dado a conocer, y tal vez el guardián del placer habría sido su primer amante
masculino.
Matthew pasó horas perdido en las fantasías y una sensación de paz lo envolvió
mientras se deslizaba hacia el sueño.
—¿De verdad crees que puedes recuperarlo de esto? —le preguntó a alguien
que Matthew no podía ver.
—No estoy seguro. El Gran Rey lo tuvo encerrado solo durante mucho tiempo.
Está en mal estado y no confía en mí —dijo Tarrick desde algún lugar en la sala.
Ella puso los ojos en blanco y bajó su camisa para cubrirlo de nuevo.
—También tengo estos —Matthew raspó su lengua a lo largo de sus dientes para
que las barras de sus piercings se engancharan en ellos—. Sin embargo, en
realidad no compensa los colmillos que faltan.
—Debería estar aquí pronto. Te enviaré una copia —dijo Tarrick. Matthew
todavía no podía verlo.
—Sí, no se sentía tan bien. Me salvaste la vida ese día, nunca tuve la oportunidad
de agradecerte. Y por lograr que Ascelina me liberara de la compulsión.
—Sí, eso fue una mierda de ella —los ojos de Matthew se dirigieron a Silva—.
No es que sea alguien para hablar, supongo.
Tarrick miró por encima del borde y puso su mano sobre el pecho de Matthew.
—Está bien, Lord General —de todos modos, no habría podido permanecer
despierto por mucho tiempo.
***
Sentado en un gran escritorio con dos laptops abiertas y leyendo en una tableta
estaba Tarrick. Vestía pantalones de traje y una camisa de vestir blanca, los botones
superiores abiertos. Echó un vistazo por encima de la tableta, sin impresionarse,
luego volvió a su tarea.
—¿Dónde estamos?
—¿Por qué?
—¿Puedo ayudarte?
—Está bien —dijo Tarrick mientras permanecía de pie, con una divertida sonrisa.
—Lo odiaré por el momento —le lanzó una mirada fulminante a Tarrick—. Me
llamaras Samantha u Oráculo. ¿Dónde está Jet?
—Jugando con Asper afuera —Asper era una gárgola de la propiedad de Tarrick.
Tal vez Tarrick le era familiar, pero Matthew no estaba seguro de cómo funcionaba
todo eso, ni estaba seguro de cómo jugaban las gárgolas.
—Sin alimentarse —dijo Tarrick antes de pudiera hundir los dientes en su carne.
—De algún modo —dijo Tarrick mientras se ataba la corbata—, creo que viviré.
Ambos tienen ropa esperando en el baño. Vayan a la ducha.
Matthew llevó a Samantha al baño con él. Era lujoso, digno de un incubo de alto
rango. La ducha tenía varias duchas y lugares para sentarse, y había una enorme
bañera de hidromasaje separada.
—Sí. Ve a ducharte.
Aún nada.
Matthew se desnudó y se unió a ella en la ducha. Ella miró por encima de la piel
por un momento y luego desvió la mirada.
—A veces. Prefiero estar con vampiros que con personas que quieren matarlos
—ella le arrojó una esponja vegetal—. Pero... aquí no todos son iguales. Hay
algunas buenas personas. Y el Gran Rey no me trata como te trata a ti.
Ella encendió el resto de los cabezales de la ducha, creando mucho ruido.
Samantha le sonrió.
Ella "aún no sabía". O eso dijo ella. Matthew siempre tuvo la sensación de que
sabía mucho más de lo que ella dejaba saber, pero le ocultaba cosas por alguna
extraña razón.
—Sígueme —dijo Tarrick, metió una tableta bajo su brazo y salió de la habitación.
Él los dirigió por varios niveles.
La habitación en la que entraron era pequeña, con una abertura que tenía un
pasillo de metal que iba en dos direcciones. Matthew miró dentro y pudo ver muchos
pasajes diferentes.
—Pensé que podrías disfrutar cazando con tu hijo —le dijo Tarrick a Matthew—.
Hay un humano en el laberinto. Puedes matarlo o no, obligarlo o no, depende de ti.
—Tarrick señaló una pequeña jaula cerca la puerta—. Pon el humano o el cuerpo
allí cuando hayas terminado con él. Una vez que hayas terminado aquí, Samantha
es libre de hacer lo que sea que haga toda la noche. Pero, Matthew, debes regresar
a mi habitación
Tarrick se fue, sin esperar ningún comentario.
—¿Es esto algo que quieres hacer? La última vez que intentamos cazar no fue
tan bien.
—Eso fue hace mucho. Quiero probar, pero no creo que quiera matarlos —sus
colmillos y garras salieron y ella lo miró con ojos rojos.
Ella se fue al laberinto. Matthew se quedó detrás de ella, dejando que ella
siguiera el rastro. Llegaron a varios callejones sin salida, pero finalmente encontró
su presa. Un hombre, en algún lugar de sus veinte años.
Cuando el humano perdido se sentó, derrotado, ella agitó su mano para alejar a
Matthew. Él no tenía idea de cuál era su plan, pero dobló una esquina para
esconderse.
—¡Oye! Pensé que estaba sola aquí. ¿Dónde estás? —la mentira de Samantha
sonó natural, su voz dulce con el justo toque de preocupación.
—Soy un vampiro.
—Muéstrame tu cuello —dijo, mirando a los ojos del hombre y sacando poder del
vínculo. Aun así, su compulsión solo duraría unos minutos como máximo.
—Crees que estás solo en este laberinto, ve a buscar una salida —dijo, obligando
al humano antes de liberarlo.
Esperó a que el humano estuviera lejos de ellos, y luego hizo que Samantha
fuera a por él otra vez.
Los dos pasaron la noche repitiendo el proceso cinco veces más antes de que el
humano estuviera lo suficientemente bajo en sangre que tomarlo lo pondría en
peligro. La última vez, Matthew obligó al humano a olvidar lo que sucedió mientras
lo llevaba a la jaula.
—Me llevarán al Gran Rey por algo de visión. No te preocupes por eso —
Samantha se inclinó hacia él y él la rodeó con su brazo—. Extraño a Devak —dijo
ella con un profundo suspiro—. ¿Crees que al final de todo tú y yo conseguiremos
esa casa juntos?
Samantha se había ido. Reemplazándola había una mujer joven perseguida por
visiones que no podía controlar. Matthew agarró sus dos brazos y la abrazó para
que no se lastimara. Ella luchó en su contra.
Las puertas del ascensor se abrieron y al otro lado estaba Prescott con un equipo
de cazadores.
Él la ignoró.
Se sintió tan indefenso. Todo lo que quería hacer era protegerla y no podía hacer
nada.
Cuando entró en la habitación de Tarrick, el Lord General estaba trabajando en
su escritorio. Matthew se inclinó y esperó en la puerta.
Tarrick rodeó el escritorio y apoyó su trasero contra él, cruzando las piernas por
los tobillos.
—O maldecir.
—Ahora que se ha ido, la echo de menos —Los profundos ojos azules de Tarrick
examinaron el cuerpo de Matthew, comenzando en su rostro y cayendo más bajo.
Se pasó la lengua por los labios y sonrió—. No es lo único que extraño.
—Coqueteo.
—¿Por qué?
Matthew miró hacia el piso de madera y no dijo nada. No iba a dejar que Tarrick
lo tuviera. No podía pasar por eso. No otra vez.
—Sí.
Tarrick no dijo nada más. Matthew no estaba seguro de si tenía que pedir sangre
o no. Él no estaba seguro si había nuevas reglas a seguir. La piel putrefacta dolía y
su cara se retorcía.
—No tienes que preguntar —dijo Tarrick, leyendo a Matthew—. Puedes tomar lo
que te ofrezco.
El olor era irresistible, golpeando a Matthew como una droga. Era el aroma de
Tarrick de noche y tierra intensificada. El lado vampiro de Matthew vino corriendo
hacia adelante. Apenas tenía el autocontrol para estarse quieto.
Matthew se alejó un paso, pero no pudo apartar los ojos de Tarrick. Observó
cómo latía su pulso bajo la piel.
—¿No?
—No —repitió Matthew. Quería decir "esto siempre ha sido sobre el amor", pero
no pudo sacar las palabras.
Tarrick levantó su garra nuevamente e hizo otro corte, esta vez a través de su
clavícula. Sangre filtraba hacia afuera, rojo floreciendo a través de su camisa.
—Puedes tomar lo que te ofrezco —dijo, repitiendo la regla.
Matthew apretó más la barbilla de Tarrick y giró su cabeza para que el largo corte
a lo largo de su cuello filtrara más sangre. Gimió mientras arrastraba su lengua por
la piel de Tarrick varias veces, para obtener cada gota de sangre que podía antes
de que la piel se cerrara, curada por la saliva de vampiro.
Le tomó varios minutos recuperarse. Cuando lo hizo, se dio cuenta de que había
estado moliendo su erección contra el muslo de Tarrick.
Matthew se alejó del escritorio. Tarrick se sentó, con una sonrisa satisfecha en
su rostro.
El general no dijo nada mientras se quitaba los zapatos, dejándolos caer al suelo.
Luego desabotonó su camisa, un botón agonizantemente lento a la vez.
Para el observador externo, podría haber parecido que Matthew era el que
estaba a cargo aquí: era más grande y el que estaba en la parte superior, pero nada
podría estar más lejos de la verdad. Tarrick controlaba todo, siempre lo había hecho.
Matthew soltó un pequeño gemido cuando Tarrick rompió el beso, y vio como el
íncubo corría sus garras sobre su propio pecho, dejando atrás cinco cortes
profundos.
Agarró las caderas de Tarrick y lo empujó hacia el centro de la cama para que
no colgando a la mitad. Luego bajó la cabeza hacia el pecho de Tarrick y respiró
hondo, tomando su aroma seductor antes de besar a lo largo de la herida, la sangre
manchando sus labios.
Matthew se apoyó sobre sus brazos y rodillas, luego tragó saliva, mirando hacia
el íncubos medio desnudo debajo de él.
—Por favor, devuélveme mis colmillos —suplicó, las palabras ya salían antes de
que él se diera cuenta de que estaba preguntando.
El aroma de la sangre fresca llenó el aire. Abrió los ojos para ver cortes frescos
a lo largo de la cima de la cadera de Tarrick, bajando por la V. Su anhelo creció
mientras se deslizaba hacia abajo y lamía las heridas. El sexo duro de Tarrick
abultaba los pantalones de su traje.
—Diablos, te sientes tan bien —gimió Tarrick. Sus ojos cambiaron de azul oscuro
a un púrpura oscuro mientras observaba a Matthew, que se echó hacia atrás y se
quitó la camisa.
Con gesto burlón, Matthew flexionó sus garras. Tarrick inclinó ligeramente la
cabeza, como si esperara a ver si Matthew lo desafiaría. Matthew no lo hizo. Sus
garras se convirtieron en dedos y se quitó las botas y los pantalones de cuero, su
polla dura se balanceaba mientras la liberaba. Un graznido complacido vino de
Tarrick, quien se arrastró y agarró la base de la polla de Matthew y se la llevó a los
labios.
Terminó cuando Tarrick separó sus rodillas y arrastró su polla hacia abajo a
través de las bolas de Matthew, hacia su entrada.
Tarrick.
El nuevo carcelero, traído para arreglar el vampiro roto. Dudaba que Tarrick
incluso quisiera el trabajo. Este fue solo otro acto para obtener el cumplimiento de
Matthew. Y al final, todo estaría rasgado lejos de él.
De nuevo.
Matthew quería parar, pero no se movió. Había dejado que Tarrick, el Gran Rey
o el Emperador hicieran lo que sea que quisieran con él. Él no pelearía más. Él tenía
demasiado que perder. Samantha. Lily.
Tarrick se detuvo.
Tarrick puso una mano sobre el pecho de Matthew, y corrió la otra por el parche
de la piel en descomposición.
—Puede tomar lo que quiera de mí, Lord General. No pelearé. Haré lo que me
diga. Seré bueno.
—No —Tarrick retrocedió un poco, dejando caer las piernas de Matthew—. Esto
no se trataba de que te use.
—Es probable que el dolor contribuya a tu melancolía. Para el ghoul. Tienes que
alimentarte. No tiene que ser de mí. Rosaline está dispuesta a alimentarte, o hay
alimentadores, tanto humanos como íncubos, aquí en el edificio. Puedes elegir uno
de ellos si lo deseas.
Matthew realmente no quería hacer eso, pero tal vez no sería tan malo con un
humano. O un íncubo que no conocía personalmente. Y podría ser mejor si él mismo
eligiera a su compañero. Tal vez.
—Siéntate, hay algo de lo que tenemos que hablar —dijo Tarrick, señalando la
cama. Mientras Matthew se sentaba, Tarrick se apoyó en su escritorio y se cruzó de
brazos—. Nunca me disculparé por lo que te hice —comenzó. El corazón de
Matthew se hundió un poco—. Era mi deber romperte y mantenerte en línea. En
aquel entonces, eras solo una anomalía, un misterio que era tratado de resolver Ni
siquiera consideré la posibilidad de que hubieras sido engendrado por un dios —
Tarrick se detuvo y se frotó la frente. Él respiró profundamente antes de continuar.
“Pero... realmente creí que podrías encontrar un lugar entre nuestra gente, y pasé
una cantidad considerable de tiempo y recursos tratando de convencer a otros de
lo mismo. Crees que no me importas, pero eso no es cierto.
“He perdido tres compañeros, y tengo mil años, no dejo que mi corazón se abra
de ninguna manera que sea considerada razonable para cualquier otra persona...
pero cada vez que estoy a tu alrededor, tú me afectas y me sorprendes de maneras
inesperadas. Disfruto tu compañía. Digo todo esto con el conocimiento de que no
creerás ni una palabra porque te engañé.
—Cuando fui capturado por ti, nunca borraste mi memoria acerca de convertir a
Samantha.
—Si te conviertes en un ghoul, perderé todo lo que es importante para mí. Voy a
hacer todo lo que esté en mi poder para evitar que eso suceda. Necesito que pelees,
Matthew. Y necesitas saber, no estás luchando solo.
—Rosaline te llevará a los alimentadores. Ella estará aquí pronto —la puerta se
azotó detrás de él y Matthew estaba solo. Confuso.
—Joder.
CAPÍTULO VEINTICINCO
—Parece que ambos hemos tenido una noche larga —dijo con un toque de
diversión.
El asintió.
—Detente —Por una fracción de segundo, Matthew pensó que estaba hablando.
para él, pero luego el ascensor se detuvo. Quienquiera que estuviera mirando esto
en las cámaras detuvo el elevador de forma remota ya que Rosaline no podía usar
las runas—. Y apaguen las cámaras.
—Hunter, haré que te arrojen de los cuerpos si no apagas las cámaras. Cinco
minutos, entonces puedes volverlos a encender.
—Rosaline, yo…
—Eres un íncubo. Uno que es hambriento e insatisfecho. Y por una vez quiero
que apagues tu maldito cerebro y cedas a tu naturaleza.
Él se separó y pasó sus manos sobre su cuerpo. Acariciando su piel, sus curvas,
sus labios...
—No —dijo ella, sus ojos verdes se oscurecieron mientras estudiaba su rostro—
. Salva a esto de hacer el amor para Tarrick. Lo quiero difícil.
Él deslizó sus manos bajo su trasero y la jaló más alto mientras él trabajaba sus
labios por su cuerpo, prestando atención a su clavícula y pecho superior, lamiendo
su escote tan profundo como lo permitía su vestido. Él era codicioso en su deseo.
Ella colocó sus manos sobre sus brazos y hombros, sintiéndolo a través de su
apretada camisa. A él le gustaba el cómo se sentía, como si adorara sus músculos,
que su cuerpo la satisficiera. Era una gran diferencia con respecto al toque de
Tarrick, que solía ser una dominación agresiva del control masculino en lugar de
una exploración feroz.
Con frenética necesidad, la empujó más contra la pared, se arrodilló ante ella y
guio sus piernas sobre sus hombros. Ella soltó un pequeño grito ante el repentino
cambio de posición.
—Dioses alabados, te deseo tanto —dijo mientras sus dedos apretaban sus
orejas y luego se deslizaban hacia atrás detrás de su cabeza, corriendo sobre su
corto cabello. Matthew empujó la parte inferior de su vestido alrededor de sus
caderas y sacó su ropa interior de encaje para darle acceso a ella.
Manteniendo su cadera con una mano, bajó la otra y separó sus pliegues con
sus dedos. Ella ya estaba brillando, el olor de ella lo volvía loco de necesidad.
Dios, quería ver su cuerpo retorciéndose de placer por haberla traído. Él quería
verla perder todo el control y, por unos momentos, él quería que ella le perteneciera.
Continuó girando y moviendo su yema, cayendo en un patrón que la acercaría. Con
su mano libre, deslizó dos dedos en su interior. Ella empujó sus caderas, montando
su mano mientras la comía.
Ambos estaban tan perdidos en el momento que ninguno de ellos notó que las
cámaras se volvían a encender o que el ascensor empezaba a moverse. No fue
hasta que las puertas se abrieron y el aroma de siete recién llegados asaltó su nariz
que Matthew salió de su bruma.
De pie justo afuera del elevador había un íncubo que Matthew había visto en las
fiestas pero que nunca se habían conocido personalmente. Algún señor olvidable
de California del que no podría importarle menos en este momento. Detrás de él
estaba su equipo de guardaespaldas de cazadores, el comandante del equipo
vestido como un vaquero.
El gruñido animal de Matthew se hizo más fuerte y él curvó sus labios, apretando
los dientes. Deseó tener sus colmillos.
—Tomaré el próximo ascensor. A menos que... —La voz del señor no era segura,
pero sus ojos cambiaron de un marrón oscuro a un verde brillante y se pasó la
lengua por los labios, mirando a Matthew—… quisieras otro.
—Bueno, no puedo tener eso. —Matthew empujó sus dedos más profundamente
en ella mientras se inclinaba y lamía su calor, lentamente al principio, aumentando
la pasión una vez más.
Casi odiaba admitir cuánto estaba disfrutando cada momento de esto. Una parte
de él lamentaba haber negado a Tarrick... el sexo hubiera sido increíble. Si tan solo
pudiera apagar la parte de su cerebro que desconfiaba de él.
Pero Tarrick no estaba aquí y en este momento todo lo que importaba era
Rosaline. Con cuidado, él comenzó a alimentarse de ella, tirando de hebras de oro
que se desprendían de su cuerpo dentro de él. Ella sonrió con aprobación y echó la
cabeza hacia atrás contra la pared del ascensor detrás de ella mientras la velocidad
aumentaba.
Sus gemidos se ralentizaron y Matthew redujo la velocidad con ella, con cuidado
de no causar dolor a la piel hipersensible. Cuando terminó, su cuerpo se convirtió
en gelatina cuando se desplomó contra él. Él sacó sus dedos y la mantuvo levantada
agarrando sus caderas. Besó el interior de sus muslos, luego cuidadosamente
maniobró para estar de pie, pero aun así la sostuvo para que no se cayera.
Ella se inclinó y pasó su mano por el contorno claro de su pene, que se tensó
contra sus pantalones de cuero. Sus caderas se resistieron. Había sido hace mucho
desde que tuvo relaciones sexuales con una mujer y la idea de hundirse en ella hizo
palpitar su polla.
Él apretó sus caderas más fuerte y esperó, inseguro de si ella estaba lista para
empezar otra vez. Obtuvo su respuesta cuando ella desabrochó sus pantalones y
los empujó hacia abajo más allá de sus caderas. Su longitud se soltó y se crispó
cuando la agarró, sus pequeñas manos lo hacían parecer enorme.
—¿Bien? —Preguntó, sus ojos tenían un brillo malvado—. ¿Me vas a follar, o
qué?
Más rápido de lo que ella podía ver, la agarró y la volvió a apoyar contra la pared.
Esta vez colocó sus piernas alrededor de sus caderas y alineó su polla a su entrada,
luego esperó a que ella se pusiera al corriente de lo que acababa de pasar.
Ella jadeó al principio, luego se rió y presionó sus tacones de aguja en su culo
para acercar sus caderas a las suyas. Matthew deseó que ella estuviera desnuda,
para poder ver cómo se elevaban los pechos y besarle el ombligo, pero la urgencia
de su deseo compensaba la necesidad de desvestirse.
Ella giró sus caderas hacia arriba, envolvió sus brazos alrededor de su cuello, y
se agarró con fuerza. Con sus manos sobre su trasero, él la movió hacia arriba y
hacia abajo sobre su polla, penetrándola con una necesidad ardiente.
Él la agarró y le apretó las nalgas redondas, jugando con ellas mientras ella lo
montaba.
Matthew estaba cerca y, Dios, él quería esto más que nada en este momento.
Cada sentido que tenía estaba abrumado por ella. Sabía dulce y salada del sudor
que habían preparado. Su olor a lluvia y flores de manzana llenaba su nariz, su piel
se sentía caliente y flexible a su toque, sus gemidos la melodía más agradable en
sus oídos, y su belleza asombrosa.
Mierda.
Una fracción de segundo antes de que fuera demasiado tarde, Matthew se retiró
de Rosaline y la depositó en el terreno. Retrocedió y apretó la base de su pene,
luego agarró sus bolas tan fuerte como pudo para enviar un dolor que lo atravesaba.
Funcionó, apenas. Todavía estaba cerca, pero logró no tener un orgasmo.
Ella tenía razón, él no estaba mucho mejor. La noche lo hizo girar con confusión
emocional.
Cada vez que estoy cerca tuyo, me afecta y sorprende de formas inesperadas.
Me gusta estar cerca de ti. Tarrick había dicho. Solo sirvió para confundir a Matthew
más. No estaba seguro de lo que sentía más. Lo que él quería. Su futuro era
demasiado incierto. Él había perdido demasiado recientemente.
Por lo menos, parecía que Tarrick había sido sincero en sus motivos para evitar
que Matthew se convirtiera en un ghoul. Había sido amable de su parte dejarlo cazar
con Samantha. Y para enviar a Rosaline. Él se preocupaba mucho por ella.
—¿Así que no debería pasar mis manos por tu hermosa polla íncubo?
Matthew se estremeció.
—Eres uno de nosotros, Matthew. Hay un lugar para ti, no pierdas la esperanza.
—deseó que compartiera su sentido de optimismo, pero no pudo. Ella se apartó,
dándole permiso para irse.
—Ese es Asper.
—¿Padre?
—¿Si cariño?
—Uh, bueno. Es como... estás vivo por dentro. Como todo es más brillante... y
más aterrador. El amor es cuidar a alguien tanto que duele porque te hace
vulnerable. El amor duradero es trabajo duro y compromiso, pero vale la pena. ¿Por
qué preguntas?
Ella no respondió, pero cuando Matthew salió del armario notó que estaba
tratando de esconder una sonrisa. Ahora que lo pensaba, sus emociones habían
estado por todos lados últimamente... casi como si se estuviera enamorando de
alguien y no estuviera segura de eso.
—¿Quién es qué?
—Tal vez debería dormir en mi propia habitación esta noche —dijo en un bufido
juguetón y comenzó a empujar la cama.
—No —él se movió para que estuvieran acurrucados y mantuvo sus brazos
alrededor de ella.
—¿Crees que el Lord General nos dejará cazar de nuevo? —Preguntó una vez
que se había movido hasta una posición cómoda.
Samantha había sido arrebatada de los brazos de Matthew. Él estiro los brazos
sobre su cama buscándola.
—No tenemos toda la noche —dijo Silva terminando de abrochar unas correas
de la armadura—. Vístete, Matthew.
Matthew miró a Tarrick quien señaló a un traje de comprensión acomodado sobre
una silla.
Tarrick se puso derecho y desplego sus alas. Silvia añadió equipos de armadura
sobre ellos mientras que Matthew se ajustaba su guantelete derecho.
—Hiroto cree que ha rastreado al demonio con cuerpo de langosta, pero nuestros
métodos normales de detección no están funcionando, por eso vas a ayudarnos a
rastrearlo esta noche.
—Aún me cuesta creer que haya llegado hasta los mandos altos —comentó
Silva, caminando alrededor de Tarrick cerciorándose de que todo estuviera en su
lugar. Entonces agarró una pieza de cuero para el pecho que se encontraba
descansando al lado del escritorio en el piso.
Mientras Tarrick checaba su armadura en el espejo por tercera vez, ella trajo la
pieza para el pecho hasta Matthew.
Su brazo izquierdo, sin embargo, estaba blindado y tenía dos correas de cuero
negro que se extendían alrededor de su pecho.
Juzgando por la forma en la que los ojos de Tarrick se desplazaban a través del
cuerpo de Matthew, a él ciertamente le debió haber gustado lo que vio.
—Acércate y observa —le dijo alejándose del espejo para hacerle espacio frente
a este.
Matthew se miró a sí mismo. La armadura era negra con remaches de metal. Las
correas de cuero alrededor de su pecho hacían que sus hombros lucieran
insanamente anchos. Un par de tassettes con picos cubría la cima de sus muslos y
debajo de estos la armadura de cuero seguía todo su camino hasta sus pies
cubiertos por pesadas botas.
Las hombreras eran lo más impresionante: los lados parecían caras de gárgolas
y en el tope tenían filos puntiagudos de metal. Un grueso gorjal protegía sus
clavículas y se extendía hasta su cuello, protegiendo la parte baja de su mandíbula.
Matthew giró su cabeza de lado a lado y encontró que la armadura se movía con él,
simulando ser una segunda piel.
Anhelando verlo, empujó al frente su lado vampírico. Sus largas y negras garras
junto con sus ojos carmesí añadieron poder al semblante. Se veía como un malvado
señor oscuro: amenazante y lleno de peligro. Matthew no querría enfrentar a lo que
veía en el espejo en un campo de batalla y luciría incluso más aterrador cuando su
brazo expuesto estuviera sangrando y tuviera a Bloodreaver en su mano.
—Te gusta.
Sin más demora Tarrick avanzó fuera de la habitación y con una sacudida de su
cola los comandó a seguirlo.
Bien, eso era ligeramente humillante. Todos se lo habían hecho notar, mas no
era como si él tuviera mucho más que decir. Entre menos abriera su boca, menor
era el riesgo de recibir un castigo.
—Él no tiene permitido hablar a menos que alguien se lo solicite. Matthew, por
esta noche puedes dar un reporte sin que nadie te lo pida. Y, mi posición es superior
a la de Prescott y no te daré ninguna orden que vaya en contra del Alto Rey. No
serás castigado por seguir mis órdenes.
Rosaline debió haberle dicho lo que pasó la noche anterior. No era algo tan
sorprendente, tomando en cuenta lo cercanos que eran.
Las puertas se abrieron con un desliz, los Argonautas esperando ahí, excepto
por Hiroto, quien probablemente estaba escondido entre las sombras o afuera
rastreando al demonio.
El grupo formado consistía en Tarrick, Silva, Prescott, Matthew y tres otros a los
que había enfrentado en batalla, pero que no conocía personalmente.
Tarrick señaló hacia un cazador calvo que portaba unos guanteletes enormes. El
cazador no vestía ninguna armadura gruesa sobre su pecho, solamente una camisa
que cubría el destello brilloso que se desprendía de sus runas. Matthew apostaría
buen dinero a que, si pudiera, iría completamente desnudo del pecho. Tenía la nariz
torcida, la cabeza calva, una sonrisa maliciosa y músculos de gran tamaño. Sin
importar desde que ángulo se le viera, el cazador lucía como un matón.
—Este es el Comandante Nellis, “Mac” para hacerlo más corto. Su base está
fuera de Queen Cathail’s con residencia en Irlanda.
Nellis le gruñó.
Lock soltó una risita y Matthew le dirigió una mirada, pero Lock no dejó de sonreír
ni aparentó estar un poco intimidado. Si estaba encargado de proteger al único
incubo que aún tenía territorio en California que estaba infestada de vampiros,
entonces debía de tener los nervios de acero.
—¡Hejsa! —dijo ella con un amigable saludo y un ligero acento sueco. Vik tenía
el cabello rubio y grandes ojos azules. Su uniforme de cazador lucía como algo que
un herrero usaría junto con un pesado delantal. Ella olía a hollín y químicos.
Colgando de su hombro estaba un masivo lanzador de granadas—. Te enfrenté el
año pasado. Espero que peleemos de nuevo. He ajustado mis granadas por lo que
ya no serás capaz de lanzarlas de vuelta a nosotros —Vik le dio palmaditas a su
arma como si fuera su bebé.
—Sabes que serían mucho más efectivas si no le comentas nada a él —dijo Lock
con un ligero arrastre de las palabras al hablar. Matthew se preguntó cuál sería su
edad. Los cazadores podían extender la duración de sus vidas, era posible que
hubiese vivido en los tiempos del Salvaje Oeste en Estados Unidos.
—Vik está al servicio del Rey Hindrik en Suecia. Aunque dado que ella quemó la
mitad de su castillo, el Rey debe estar buscándole un remplazo —dijo Tarrick con
una sonrisa.
Tarrick río.
—Sí lo fue, pero realmente no pienso que él te remplace algún día incluso si le
cuestas una pequeña fortuna —Vik parecía aliviada—. Pero creo que va a
construirte el nuevo laboratorio un par de millas más lejos —continuó Tarrick,
mientras se encaminaba hacia la salida—. Hiroto nos verá allá, y Silva sólo está
llenando la sexta posición hasta que el Emperador encuentre un nuevo miembro.
—Tal vez si le dijeras a Cullip que parara de llorar por su brazo y se reintegrara
a su equipo…
Silva quien iba al frente se detuvo, haciendo que el grupo entero casi se cayera
encima de ella.
—No hay ofensa, pero la última vez que me aleje del lado del General, él fue
secuestrado por vampiros —sus ojos cayendo en Matthew—. No voy a dejar que
eso pase de nuevo.
—Dijiste que había sido secuestrado por vampiros, Comandante. Pero de hecho
fue secuestrado por un Semidios y un guardián.
—Sí, Emperador —el libro había sido infernalmente soso, pero lo tenía todo
memorizado ya.
El grupo se dispersó en dos SUVs. Matthew estaba con Tarrick, Silva y Lock,
quien era el encargado de conducir. El resto se encontraba en el segundo auto.
Sintió a Tarrick mirándolo y dejo que sus ojos cayeran al suelo, preocupado de
que tal vez no debería anhelar cosas nunca más.
—¿Cómo supiste dónde encontrar al Lord General? —Preguntó Silva capturando
la mirada de Matthew inseguro acerca de lo que ella quería decir—. Cuando lo
capturaste, ¿cómo supiste que estaría en la iglesia?
—He deducido dos posibilidades: Uno, los vampiros tenían un espía que delató
mis movimientos ese día, o dos tu hija oráculo te lo dijo.
—¿No tiene ella que ser cercana a la persona para poder ver su futuro? —
Preguntó Silva.
—¿En serio? —Silva se empujó contra su silla y cruzó sus brazos—. Manejas el
engaño de una forma más natural de la que cualquiera te da crédito.
Silvia le tendió a Tarrick su arma –un kanabou con picos de plata– y Matthew se
desplazó un paso más lejos de ellos, siguiendo al resto.
El interior del edificio lucía como una oficina abandonada con ventanas cubiertas
de tablones. Ahí había una gran piedra con símbolos rúnicos en el centro de una de
las habitaciones vacías.
—Oh —interrumpió Prescott—. Para eso tengo algo para ti —extendió su mano
y convocó una pajilla que le tendió a Matthew.
Montones de demonios.
CAPÍTULO VEINTISIETE
Matthew memorizó los planos del área en un instante. Parecían estar en algún
tipo de almacén. La Piedra Ley estaba cubierta por un cuadro debajo de una lona y
escondida entre varias cajas.
Alrededor de él, los ojos de los cazadores brillaban en un tono verdoso gracias a
la activación de sus runas que les permitían ver en la oscuridad. Los guerreros
incubo estaban bien con su visión nocturna. No era como la que tenían los vampiros,
pero Tarrick debía ser capaz de percibir lo suficiente.
—Cerca —una voz de tono juvenil anunció. Hiroto apareció en las inmediaciones
del grupo, acuclillado sobre una caja. Su máscara roja escondía su cara y su túnica
cubría su cabeza, pero parecía como si debajo de todo eso estuviera sonriendo—.
Tienen un portal estabilizador abierto. Pero es pequeño, sólo demonios de bajo
rango pueden colarse a través de él. Aunque sólo he contado dieciséis.
Prescott dijo unas cuantas palabras en latín que Matthew no puedo traducir, pero
él estaba bastante seguro de que el Emperador había maldecido.
—Lo investigaremos una vez que Matthew cierre el portal. ¿Viste si había otros
saltadores de cuerpos, Hiroto?
—Está bien, manejaremos esto como Millina Ridge. Matthew tu resistirás con
Tarrick hasta que te de una orden —como una máquina bien aceitada los
Argonautas comenzaron a distribuirse por todo el lugar. Incluso Silva se posicionó
con facilidad.
—Oh, no. Una pregunta rápida, ¿cómo es que matas a un saltador de cuerpos?
—Entendido, bien. Entonces, otra pregunta rápida, ¿qué hacemos si uno está
dentro del Lord General?
Matthew había notado que Tarrick estaba raramente callado desde el momento
en el que se teletransportaron. Primero pensó que estaba dejando a Prescott montar
su espectáculo, pero nunca había conocido a un Tarrick que pasivamente se hiciera
a un lado cuando podría estar dando órdenes. Y él sabía que había olido diecisiete
demonios y no dieciséis.
Tarrick sonrió, sus dientes afilados y demoniacos. Sus ojos estaban nublados por
una oscuridad aceitosa. Cargó contra Silva, pero ella se teletransportó antes de que
el kanobou de Tarrick pudiese alcanzar a su objetivo.
—Grandioso. Diles a los demonios que hagan fila. ¿Qué tal si sacas tu nublado
trasero negro del Lord General?
—La última vez que peleamos con demonios encontramos una buena manera
de lidiar con los saltadores de cuerpos, pero eso fue hace dos mil años.
—Bien, ahora ellos saben que estamos aquí. Tendré una actualización en dos
minutos —dijo Hiroto teletransportándose para recolectar información.
Matthew se sentía inútil. Él no era parte de su equipo, por lo tanto, no sabía cómo
funcionaban las cosas. Sin órdenes, él simplemente se quedó torpemente parado
en el lugar en el que lo habían dejado. Expandió sus sentidos ligeramente. A parte
de los demonios, Matthew podía oler una fuente de agua cercana y montones de
madera, pero más que un bosque —era quizás un montón de madera acumulada.
Hacía fresco y las ventanas tenían una capa de escarcha sobre ellas. Nieve se
apilaba afuera en el suelo y podía escuchar a un búho ululando en la distancia.
—No dejes que tu linda cabecita se preocupe por nada. Te protegeremos de los
malvados y grandes vampiros.
Le tomó a Matthew toda la paciencia que tenía no girar sus ojos, un hábito que
había adoptado de Samantha.
—Tres más acaban de pasar el portal y parece que se están preparando para
recibir más. Necesitamos detenerlos ahora o llamar a los refuerzos.
—No tengo ni idea, le preguntaré al siguiente que manipule, pero si tuviera que
adivinar la respuesta diría que sería algo relacionado con las líneas ‘Tu eres un
Semidios y quiero que te inclines ante mi’.
Su comentario fue encontrado por silencio. No debió haber dicho eso. Estaba
fuera de línea y probablemente tendría que pagar por eso después, pero por el
momento Matthew estaba frustrado. Estar tan cerca de la naturaleza, la noche, una
población humana únicamente unas cuantas millas a lo lejos… él quería correr y
cazar y follar.
Sólo alejado unos cuantos pasos de la libertad que él sabía nunca probaría de
nuevo. Incluso si supiera como remover el collar –y liberar a Samantha de una forma
segura– eso sería seguido por el Juez yendo a matarlo.
Su armadura de repente se sintió como una prisión y su cadera empezó a doler.
Matthew comenzó a calmarse. Los ojos de Tarrick nunca lo dejaron y tenía una
media sonrisa engreída en su cara, como si supiera algo que Matthew no.
—¿No encuentras conveniente que los demonios se hallan posicionado tan cerca
de una piedra Ley?
—No. Poderes mágicos las líneas Ley. No están tratando de ganar acceso para
mantener el portal al Foso abierto. Así es como Hiroto los encontró.
—Hemos acabado con una gran parte de los demonios, envíalo —.la voz de
Prescott sonó por el comunicador.
No se molestó en usar ninguna de las puertas. Cargó contra la pared lateral, una
nube de concreto acumulándose detrás de él. Había un demonio humanoide con el
cuerpo cubierto de espinas, lanzado pinchos hacia Vik, quien estaba arriba de un
corredor disparando granadas.
En el lado más lejano del edificio, Matthew divisó a Nellis. Su pecho estaba
despedazado en jirones, pero eso no parecía ralentizarlo para golpear a un demonio
con un enfermizo crujido y mandarlo a estamparse contra una pared. El demonio
aterrizó fuertemente y se deslizó al suelo. Matthew estaba sobre él antes de que
tuviera cualquier oportunidad de moverse, troceando al demonio en pedazos con su
hacha.
Prescott combatía con un demonio quien también blandía una espada con
destreza equiparable a la del Emperador. Los otros parecían ser la contención para
dejarlo pelear sin interferencia.
—Pagarás por mi lavado en seco —le dijo Nellis a Matthew, cepillando piel de
demonio lejos de sus abiertas heridas. Silva se teletransportó lejos y alternó sus
dagas. Cortó la frente de un demonio y después volvió a ello antes de que la cosa
pudiera responder. Repitió el procedimiento varias veces, lentamente cortándolo
hasta la muerte.
Quedaban siente demonios, pero sólo tres que Matthew podía ver en el suelo.
Algunos se estaban retrayendo.
—El portal, Matthew —dijo Prescott, su espada perforando profundamente el
hombro del demonio con el que había estado peleando. El demonio gritó y se
retorció. Este tenía una cola gruesa, y golpeó a Prescott en las piernas, haciéndolo
caer.
No quería cerrar el portal. Quería que más demonios vinieran a pelear contra él.
Su deseo se cumplió cuando tres demonios más traspasaron el portal.
Matthew sonrío.
—No quieres hacer eso. Mi mordida es peor. Cierra el portal. No me hagas repetir
la orden de nuevo.
Eso hizo que Matthew se pusiera sobrio. Estaba dejando que Bloodreaver lo
controlara demasiado.
Una granada pasó volando apuntando a los tres demonios que acababan de
entrar en la habitación. Matthew se cobijó detrás de un estante para evadir la
explosión, pero… esta granada era diferente. Explotó en una turbia y apestosa red
que atrapó a los demonios. Los Argonautas descendieron sobre los atrapados
demonios haciéndolos caer con facilidad.
Matthew se estiró y tocó el remolino de masas negras. Antes de que tuviera una
oportunidad de cerrar el portal, una ola de nausea lo golpeó y después él no estaba
más en la bodega.
Se encontraba en el Foso.
CAPÍTULO VEINTIOCHO
Rodeando a Matthew estaba una armada de demonios. Cientos de miles, tal vez
más. Ríos de lava fluían alrededor de ellos y un serrado, imperdonablemente
afloramiento emergía desde el suelo en la forma de dientes filosos.
Masivos comandantes del foso avanzaban con pesadez desde los alrededores.
Eran obesos, redondos demonios que parecían llenos de bilis, demonios que
parecían casi humanos, otros que asemejaban animales monstruosos y cada tipo
de macabra combinación posible entre ellos.
Parado sobre un rocoso acantilado estaba un hombre alto que parecía ser su
líder. Era delgado y vestía una armadura. Sus ojos y cabello eran de un negro puro
y sus rasgos eran atractivos; pómulos altos perfectamente estructurados, labios
llenos y pestañas pesadas.
—Semidios —dijo el delgado hombre. Tenía que estar al menos a una milla de
distancia de Matthew, pero podía escucharlo tan claro como si ambos estuvieran
parados uno al lado del otro—. Únetenos.
—Eres increíble —dijo el demonio—. Dime tus deseos y yo los cumpliré por ti.
—¿Estás seguro? Sírveme y te daré todo lo que desees —el demonio señaló el
collar de Matthew—. Yo puedo liberarte.
Matthew río.
Samantha y Lily. También demonios. De todas las cosas con la que Matthew
quería lanzarse, los demonios estaban hasta el fondo de la lista.
—Soy Mazarus. Dile a Prescott que un viejo amigo dice “hola”, puedo sentirlo
allá afuera. Oh, y déjale saber que un día su alma será mía.
Matthew se tambaleó cuando una mano lo empujó fuera del portal, el cual se
cerró detrás de él. La bodega reapareció ante él y Tarrick –en su jodida forma de
incubo completa, con sus al menos dos metros de altura– quien sostenía su brazo
tan fuerte como para dejar moretones.
—¿Qué acaba de pasar? —su voz era más profunda y dura de lo normal,
mientras con un chasquido colocaba el grillete de Matthew de vuelta a su brazo.
Alrededor de él, el resto de los demonios estaban muertos Y Matthew notó
sangre negra sobre el arma de Tarrick. Los cazadores estaban limpiando y
enfundando sus propias armas.
—¿Quién es Mazarus?
—¿Lo viste? ¿Está vivo? —Cuestionó Prescott, tomando un agitado paso hacia
adelante.
—Sí. Un tipo alto, rasgos afilados. Lo habría confundido por un incubo si no fuera
por sus ojos negros y la armada de demonios que traía alrededor suyo. Su escencia
era medio familiar…—a Matthew se le ocurrió una idea—… de hecho era bastante
familiar… jazmín… es él…
—Sí —dijo Tarrick—. Es el hijo del Alto Rey. Presumiblemente muerto desde
antes de mi tiempo.
Prescott se mofó.
—Dos mil años en el Foso. Él ya no es lo que alguna vez fue. Quien sabe que
poderes habrá adquirido en ese tiempo, no lo subestimes —comentó Hiroto,
recargándose contra un estante. Matthew hasta ese momento no se había
percatado de él.
—Vamos a largarnos de aquí —dijo Nellis con su marcado acento irlandés—.
Tengo trocitos de demonio en donde no debería haber ninguno.
—No quiero una disculpa. Quiero que me digas por qué no seguiste la orden
desde la primera vez que se te indicó.
Vestido, subió dos juegos de escaleras a una gran cafetería que los cazadores
usaban. Las luces estaban bajas y el sitio estaba vacío.
—¿Hmm? ¿Qué?
—Siéntate.
—No te rías. Soy un asesino en la cama. Incluso seré yo el que penetre si esa
es la única forma en la que lo quieres.
Oh Dios. Pensar acerca de Hiroto dentro de él, lo hacía reír a un más fuerte… no
porque no tuviese intenciones de darle una oportunidad, pero porque el zorro tenía
como la mitad de su tamaño y un tercio de su masa. La imagen de un escalador
trepando una montaña vino a su mente.
—No soy yo el que constantemente tiene que embutirse sangre vampírica para
curar esas desagradables enfermedades que tú continúas cachando de tus
rameras.
—Polla de larva.
Un rugido vino desde la puerta. Lock estaba parado ahí vestido en ropas de civil:
una camisa de franela de cuello cerrado, pantalones de mezclilla, un gran cinturón
con hebilla, botas de vaquero, no traía ningún arma e incluso sus runas eran
invisibles.
Silva se teletransportó. Ella no había tenido el tiempo para darse un baño, pero
se había quitado su capa exterior dejándola en cierta forma más limpia. Sangre de
demonio aún manchaba su cara. Vik le pasó la toalla y Silva comenzó a limpiase a
sí misma.
—¿Qué tan enfadado está él? —Cuestionó Prescott yendo hacia el gabinete y
tomando una pila de vasos de whisky y una botella de bourbon.
—No lo sé. Sólo se sentó ahí. Ningún movimiento. Y nos despidió después de
darle el reporte.
Con los vasos llenos, cada uno tomó el suyo, incluso Tarrick. Matthew miró al
suyo y Hiroto golpeó su hombro.
Matthew vació el vaso en un solo trago. Sabía increíble y deseo que mejor lo
hubiese tomado a sorbos para hacerlo durar.
Tan pronto como hubo terminado con el tercer vaso. Lo golpeó como un jodido
tren. Su cuerpo completo se balanceó y terminó cayendo al suelo con un ruido
sordo. Su mente estaba nadando y se sentía como si estuviese flotando. Alzó la
vista para notar a todos viéndolo a él.
—Vamos a sentarte.
—Creo que lo diluyere un poco más la próxima vez —comentó Vik estudiando la
botella.
—Voy a contactar con Ashwood, estaré de vuelta en unas horas. Si piensas dejar
la torre, más vale que sepa de ello, General.
Oh. Joder, no. Matthew no dejaría que ese hijo de perra estuviera ni a una milla
cerca de Lily.
Dejo escapar un rugido y saltó sobre la mesa, lanzando puños contra la cara de
Nellis antes de que alguien pudiese reaccionar. Los dos cayeron de la silla y se
dispersaron en el suelo. Lanzando puños el uno contra el otro.
Matthew sólo se detuvo cuando los grilletes en sus brazos se juntaron detrás de
su espalda. Trató de levantarse y patear a Nellis, pero pronto sus tobillos estuvieron
atados también y se tambaleó de vuelta al suelo.
Nellis se incorporó.
—¿Por qué no nos dijiste, jefe? Pensé que era huérfana —dijo Vik cuando la risa
se apagó.
—Malvado —dijo Tarrick—, deja de llamarlo ‘Emperador’ cada vez que te diriges
a él.
—Bien. Matthew, puedes usar ‘sir’ en su lugar. Pero prefiero ‘Emperador’. Olyar.
Los grilletes de Matthew se separaron el uno del otro. Se levantó y tomó asiento
de nuevo mirando a Nellis.
—No conozco a una sola súcubo que estaría dispuesta a dormir con el
Comandante Nellis —una sensual voz femenina comentó desde la puerta.
―Está borracho.
―No veo por qué los planes tienen que cambiar, mi señora.
Matthew se ajustó los pantalones. Sus bolas habían dejado de ser azules y se
habían vuelto púrpura en este punto.
Hiroto se rió tan fuerte que tuvo que sentarse y todos se volvieron a mirar a
Matthew.
Matthew gimió.
Yay. Sexo.
Matthew fue a limpiar el desastre que había hecho. Tuvo que detenerse unas
cuantas veces para estabilizarse. En un momento, ignoró la conversación y
comenzó a seguir las baldosas en el piso para ver si podía caminar en línea recta.
No pudo, pero fue divertido intentar.
Matthew luchó contra el impulso de sentarse en su regazo. Cerró uno de sus ojos
e inclinó la cabeza hacia un lado.
―Eres muy lindo.
―¿Lo soy?
―Creo que es hora de que el gran vampiro vaya a la cama, antes de que se
ponga en ridículo.
―No, no, déjalo hablar, jefe. Esto es oro ―dijo Nellis, terminando otro vaso de
un solo trago―. Antes de que pase mucho tiempo revisará la lista de cada amante
que ha tenido y conozco a algunas personas en esta sala a las que no les importaría
escucharlo.
Matthew se sentó en una silla al lado de Tarrick. Intentó ser astuto y acercarse
más, pero emitió un fuerte crujido al arrastrarse por el suelo. Tarrick levantó una
ceja.
―Bien, pero…
―Sé que estás borracho, pero este es un pobre intento de fuga ―dijo Prescott.
―Es Sam. Está herida. Por favor ―dijo y arañó la puerta, dejando surcos
profundos en el metal.
―Cálmate, Matthew.
Hiroto estaba en la habitación junto con Gavyn, que llevaba pantalones y nada
más, sus coloridos tatuajes cubrían la mayor parte de su piel.
Un aroma cruzó su nariz. Gavyn. Matthew podía oler al cazador por todas partes.
Samantha tuvo sexo con él.
―Esa puerta debería haber sido lo suficientemente fuerte como para detenerlo―
dijo alguien.
Pero Matthew no lo registró mientras caía sobre Gavyn y agarraba al cazador por
el cuello.
―¿Qué le hiciste?
―La follaste.
―Pero no le hice nada a ella. Tuvimos sexo. No fue nada fuera de lo común.
Quiero decir, fue increíble, pero...
Matthew golpeó la pared con el puño y envió yeso a todas partes. Cerró a Gavyn.
Cerró los ojos e intentó pensar en cosas agradables. Tardó unos momentos pero
sus garras se derritieron en él y sus ojos volvieron al plateado.
―Tienes razón, no era un íncubo ―dijo Tarrick―. Solo los humanos pueden ser
oráculos, pero perder su virginidad desencadenó una habilidad latente que obtuvo
de ti. Al menos, eso es lo que sospecho que está sucediendo.
Llegó un humano que llevaba una bata blanca y un estetoscopio alrededor del
cuello. Prescott entró junto con el doctor.
Matthew estaba feliz de que Rosaline hubiera sido la que la había ayudado, como
lo había hecho con él.
―Hemos hecho algunas pruebas. Ella puede empujar las emociones a través
del tacto, pero esa parece ser la medida de sus habilidades. No puede aferrarse a
alguien, y tomó solo un rasgo físico: sus ojos ahora son plateados, como los suyos.
Matthew miró a Samantha. La mirada fría y juzgadora del Rey estaba sobre él, y
Malarath mantuvo su mano en la cara de Samantha, como si la estuviera
reclamando. Matthew debería haber apartado la mirada, mostrar deferencia, pero
estaba irritable y enojado porque lo habían mantenido inconsciente durante tanto
tiempo, lejos de ella.
―Mi mascota está desafiante esta noche ―dijo Malarath. Su mano se movió
hacia el cuerpo de Samantha, sobre sus pechos y su estómago, luego descansó
sobre su cadera.
Matthew reprimió un gruñido y apartó los ojos, mirando las botas de Tarrick.
―¿Por qué haría algo así, mascota? Ella es mucho más valiosa para mí que tú
―fue bueno que ella se hubiera hecho valiosa para él. Eso la mantendría a salvo―.
Aunque... ella todavía no lleva mi marca ―miró a Prescott―. Asegúrate de que la
tenga. En el mismo lugar que la de su padre.
Matthew apretó los puños. La plata de la marca dejada en su piel durante días
no había sido tan dolorosa para él, pero para ella sería insoportable.
―No tengo idea de lo que Devak alguna vez vio en ti ―escupió Matthew con ira.
Devak había amado a este hombre durante siglos, tal vez más, y Matthew ni siquiera
podía comenzar a imaginárselos juntos. Su guardián había sido devoto, amoroso y
compasivo. El Gran Rey no poseía ninguno de esos rasgos. Era cruel, manipulador,
y seguro como una mierda que no le importaba su gente, excepto recurrir a ellos
para obtener poder.
―¿Devak? ¿Tu guardián muerto? ¿Por qué me importaría su opinión sobre mí?
Matthew cerró la boca con fuerza y no la abrió. No podía arriesgarse a que el
Gran Rey descubriera quién era en realidad Devak.
―Se pone mucho peor desde aquí, Matthew. Responde a su maldita pregunta
―dijo Prescott. A su lado, Tarrick permanecía en silencio e inexpresivo. Por primera
vez, Matthew pensó que se veía... pequeño.
Incapaz de pensar en otra forma de evitar esto, tragó saliva y ojos cerrados con
el Gran Rey.
Prescott se pasó la mano por la barba, un hábito que solía tener cuando tenía la
barba llena.
―No fue su culpa que lo perdieras ―gruñó Matthew―. Lo dejaste ir. Él estuvo
vigilándome toda mi vida y nunca vino a verte por lo mucho que lo lastimaste. No
fue hasta que encontré el amor otra vez. Lo amaba y tu Emperador lo mató. Ahora
se ha ido para siempre y es su culpa.
Matthew se deleitó en sus palabras. Se sentía tan bien atacar y herir al Rey, para
vengarse de toda la mierda que le había ocurrido. Sus ojos se enrojecieron de ira...
luego la cordura volvió a él... seguido de terror al darse cuenta de lo que había dicho.
―Vete ―la palabra goteaba con un venenoso peligro. Matthew no estaba seguro
de con quién estaba hablando el Gran Rey.
Tarrick se agarró con más fuerza a Samantha, como lo haría un padre afectuoso.
Matthew deseó que se la entregara, pero no parecía que Tarrick renunciaría a ella
si preguntaba.
―¿Cuestionas mi lealtad?
―No es solo venganza contra la Reina. Es territorio, caza, riqueza. Los vampiros
son asesinos y si su población es demasiado grande, pone en riesgo a toda la
comunidad sobrenatural. Tú lo sabes.
Matthew no creía esa propaganda. En los pocos meses que había pasado con
el vampiro Lord Ascelina, había aprendido que los vampiros eran buenos para
autorregular sus números y asegurarse de que no llamaran la atención humana
cuando se alimentaban.
Diablos, a menos que el vampiro fuera joven y no tuviera un padre, rara vez
mataban a los humanos de los que se alimentaban. Y no era que no quisieran, Dios
sabe, su lado vampiro lo deseaba, era solo que miles de humanos muriendo cada
noche por la pérdida de sangre no pasarían desapercibidos.
Prescott no dijo nada por un momento, luego habló, lento al principio como si
considerara su respuesta.
―Tienes un tercio de mi edad, Tarrick, y no has sido testigo de todo lo que tengo.
He visto a Malarath traer de vuelta a su gente al borde de la extinción tres veces:
una vez cuando el Sanguine Dominar casi nos aniquila. De nuevo cuando los
demonios atacaron. Y finalmente, cuando los dragones decidieron que querían
gobernar todo e intentaron esclavizarnos. Era un general mucho antes de que tu
bisabuela naciera. Él sabe lo que está haciendo. Confía en tu Rey.
La cara de Tarrick no mostró emoción pero su agarre sobre Samantha era
apretado. Saludó con la cabeza al Emperador, pero no dijo nada.
―Te dije que estaba enojado ―dijo Prescott―. La magia de esta torre está
ligada a él.
***
Pasó casi una semana y nadie vino a ver o alimentar a Matthew. El edificio que
lo rodeaba tembló como un terremoto en alguna ocasión. A veces era tan fuerte que
le preocupaba que toda la torre pudiera caer.
Un campo de hierba esparcido por millas en cada dirección. Ante él era una
fortaleza. Era viejo, las piedras grises se desmoronaban con la edad. Matthew podía
sentir poderosa magia rodeando el área por millas, manteniéndola oculta a los ojos
humanos.
Los ojos de Matthew se desviaron hacia la roca. Devak había muerto tres veces:
la primera cuando se convirtió en vampiro, luego cuando el Gran Rey se llevó su
cabeza, y por último cuando Prescott y Hiroto lo envenenaron y estacaron. El Gran
Rey era responsable de las tres muertes de una forma u otra, influyendo sobre los
eventos que llevaron al fallecimiento de Devak.
Malarath le hizo un gesto a Matthew para que se levantara y una vez que estaba
parado, empezó a dar vueltas como un depredador acechando a su presa. Lo que
ponía nervioso a Matthew. Podía sentir la furia saliendo del Rey.
—Dijiste que no sabes qué vio él en mí —comenzó Malarath, su voz era llana y
peligrosa.
“Soy poder y belleza. Mi amado disfrutaba la vida que le di, el prestigio, la riqueza,
el control. Él fue mi compañero a través de los siglos y le di todo lo que deseaba.
Tú lo tuviste por unos cuantos meses y piensas que incluso puedes empezar a
comparar.
—¿Qué pudo haber visto en ti? Eres débil y patético. Apenas digno de ser una
mascota, mucho menos de tocarlo.
La otra mano del Gran Rey descendió a la cara de Matthew y le propició una
bofetada, dejándole cinco profundas marcas de garras en su mejilla.
El inmenso poder que Malarath blandía, irradiaba de él como los rayos irradian
del sol y golpeó a Matthew como un tsunami, casi inmovilizándolo físicamente en el
suelo. El Gran Rey lo tenía agarrado, controlando su mente y su cuerpo. Matthew
lo combatió pero estaba impotente, congelado en su sitio.
—No eres nada —el Gran Rey susurró en su oreja—. ¿Te atreves a pensar que
eras digno de él?
Matthew luchó, pero no tenía ninguna oportunidad contra el poder del Gran Rey.
Intentó –joder, intentó–, pero su cuerpo se rehusaba a moverse. Estaba atrapado
dentro de sí mismo, tumbado desnudo en la roca, brazos y piernas separados.
El Gran Rey tomó una de las piernas de Matthew y la empujó hacia arriba,
forzando a sus caderas a girarse hacia adelante.
Oh, Dios.
Joder.
No había forma de que Matthew pudiera tomar esa cosa. Y el Gran Rey no se
molestó en secretar algún gel. Matthew no podía concentrarse lo suficiente para
forzar a su cuerpo a hacerlo.
—Maestro… por favor. Lo amaba. No quería que muriera. Tiene razón. No era
digno de él.
Malarath comenzó a empujar y a incrementar un ritmo incesante y palpitante.
Cada vez que Matthew intentaba dejar que su mente fuera a otro lado, el Rey lo
regresaba con una palabra o al enterrar sus garras en su cuerpo, dejando largos
cortes.
Matthew no estaba seguro de por cuánto tiempo había estado el Rey sobre él,
dentro de él, pero se sentía como si el tiempo se hubiera alargado una eternidad. Y
finalmente, cuando el Rey se gastó a sí mismo profundamente dentro de Matthew,
estaba aliviado de que terminaría pronto.
La Gran Torre no estaba cerca, pero era tan grande que se cernía opresivamente
ante él. Matthew luchó para moverse, pero ya no tenía energía.
Devak. Su piel color bronce. Su cabello oscuro un poco más largo ahora, pero
no demasiado. Vestía su usual ropa de algodón con cordones de cuero.
No.
No era Devak.
Matthew intentó hablar, pero estaba tan débil, tan abrumado, para abrir su boca.
Devak pasó su mano sobre la marca de Matthew. Sus cálidos dedos se sentían tan
bien. Las lágrimas recorrieron el rostro de Matthew.
—Eres poderoso. Tienes lo necesario para luchar con él. Deja de pensar como
un vampiro y empieza a pensar como un íncubo.
Pero… estaba a punto de morir. El sol iba a matarlo. El cielo comenzó a tornarse
de color lila y las estrellas desaparecieron.
Tarrick envolvió una cálida sábana alrededor del cuerpo de Matthew y lo ahuecó
entre sus brazos, meciéndolo. Con Tarrick en su forma de íncubo, Matthew se sentía
pequeño contra su pecho, pero lo encontraba confortable. Seguro.
Quizás fuera sólo una artimaña para que Matthew volviera a confiar en él, pero
en este momento no tenía la facultad para descifrar los motivos de Tarrick.
Tarrick frunció el ceño y salió del campo de visión de Matthew. Comenzó a fluir
agua, y cuando Tarrick regresó, sólo vestía ropa interior ajustada.
—Voy a bañarte.
Tarrick le quitó las botas a Matthew, quitándole la ahora sucia sábana, y lo llevó
al baño. Entró en la bañera de hidromasaje llena, poniendo a Matthew a lado de él.
Usando jabón y una toalla, empezó a limpiar a Matthew por todas partes. Cuando
su mano se acercó a su trasero, Matthew forcejeó para moverse, hablar o rogarle
que parara.
Tarrick drenó el agua en el tubo y limpió a Matthew dos ocasiones más antes de
estar convencido de que estaba completamente limpio.
—No.
Matthew, quien nunca antes había visto a Tarrick así, sintió lástima por él y
preguntó:
Tarrick suspiró.
—¿Puedes tocarme?
—Sí.
Y estuvo así por horas. Hasta que, al fin, pudo sentir realmente a Tarrick envuelto
alrededor de él y pudo enfocar la habitación repleta de la luz del sol.
Tarrick besó la espalda de Matthew y sintió una sonrisa atravesar el rostro del
general.
—Shhh. Duerme
—Es antiguo, y a veces sus estados de ánimo y sus motivaciones pueden ser…
inestables. No estoy seguro porqué, por una parte, está desviándose de su camino
para mantenerte a salvo, detener al ghoul, y por otra… —Tarrick dejó de hablar por
un momento—. Mi Rey ha pasado el último milenio sin poder resolver los
sentimientos que tenía por su compañero muerto. Un compañero que lo ignoró
cuando regresó, y que en su lugar se enamoró de ti. Lo de hoy ocurrió porque Devak
te eligió a ti, y no a él.
—No lo sé, pero… —Tarrick se pausó, sus ojos buscaban el rostro de Matthew—
… debes prepararte para esa posibilidad.
Sálvame, quería decir Matthew, pero sabía que Tarrick no lo haría. Era leal a su
rey.
Pelear directamente con el Rey no era una opción. No, esta batalla tenía que ser
una corrupción lenta. Un sabotaje secreto. Esta batalla tenía que pelearla con un
cuidadoso complot y una paciente subversión.
Estando recostado en los brazos de Tarrick, Matthew decidió que iba a jugar su
estúpido juego de mierda y lo jugaría mejor de lo que cualquier otro íncubo lo haría.
Iba a destruir al Gran Rey aunque fuera la última cosa que hiciera. Iba a poner a
su gente en su contra y comenzaría con Tarrick.
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
Matthew debió haberse caído dormido en algún punto ya que cuando abrió sus
ojos la próxima vez era de noche. Y la torre estaba de vuelta en Nueva York.
Matthew observó los músculos de Tarrick moverse alrededor a medida que salía
de la cama para recuperar su teléfono del escritorio de madera. Sonó en el momento
que él lo tocó.
—Sí.
Era Samantha
—¿Qué pasó?
Matthew pensó sobre mentirle, sin embargo, ella lo vería eventualmente en una
visión. Se sentó en un lado de la cama, permitiendo a sus pies tocar el piso.
—No te preocupes. Estaré bien. ¿Cómo van las cosas con Gavyn?
Matthew podía sentir una ráfaga de ligereza a través del vínculo… seguido por
culpa.
—Quiero que seas feliz, encanto. No te sientas mal por ser feliz. ¿Es un buen
chico?
—Él es uno de los mejores hombres que he conocido. Te debería haber contado
acerca de él solo que… pensé que me ordenarías no verlo más ya que es un
cazador. No estaba segura… no podía ver lo que pasaría.
Matthew deseaba que ella no le hubiera ocultado esto a él, y en algún nivel
pensaba que quizás debería estar enojado, pero no podría obligarse a sí mismo a
sentirse así hacia ella. No en este momento de cualquier forma.
—No tienes que guardarte cosas como esa de mí. Escuchar sobre tu felicidad
me da gusto.
Matthew miró a Tarrick, quién no confirmo una cosa u otra. Aunque él sabía que
el general podía oírla. Los guerreros incubo tenían oídos sensibles, a él solo le
gustaba que la gente asumiera que no podía. Le otorgaba una ventaja.
—Sí, él puede.
—Bien. Porque estoy a punto de contarles algo que ambos necesitan saber, no
obstante él no estará feliz al respecto.
¿Confiar en Tarrick? ¿Cómo podría incluso iniciar con eso? Samantha nunca se
había equivocado antes salvo que él había sido herido profundamente. Unos
cuantos años antes, Matthew habría brincado ante Tarrick como un cachorro en
busca de aprobación, pero ahora… no estaba seguro de cómo se sentía ahora.
—Me tengo que ir ahora. Acaban de descubrir que robé el teléfono y me lo van
a quitar. Te quiero. Y Jet dice hola.
Darius era un incubo social integrante de la casa de Tarrick. Matthew tuvo alguna
interacción con él en el pasado aunque no mucha. Al incubo no le agradaba
Matthew, a pesar de que Matthew no podía recordar haber ofendido nunca al
macho.
—No necesitas inquietarte. No estoy enfadado —dijo Tarrick.
—Sí.
Matthew se levantó y apretó sus puños. Sus ojos perforando a Tarrick. Tarrick
disparó a Matthew una mirada severa y alzó su dedo como advertencia para que se
detuviera.
—No estoy seguro sobre que debería hacer… nunca he castigado a un vampiro
antes —dijo Darius.
Alivió corrió sobre Matthew. Ella estaba recibiendo una palmada en la mano, no
siendo torturada. Se sentó de nuevo a la par que escuchaba a Darius dar algunas
actualizaciones en la propiedad –la mayoría eran mundanas o incluso francamente
aburridas (¿a quién diablos le importaba si la señora “x” y “x” habían adquirido
nuevas obras de arte para el salón?), sin embargo para crédito de Tarrick, éste
permaneció involucrado y derramó su alabanza sobre el joven incubo quién estaba
dirigiendo las cosas en su lugar.
—Está bien.
Matthew dio unos pocos pasos por el pasillo, siguiendo a Silva, luego se detuvo.
Quería agradecer a Tarrick por cuidarlo. Por sacarlo de esa roca, por su amabilidad
cuando lo limpió y por no presionarlo justo ahora.
Pero no podía encontrar las palabras y cualquier cosa que tratará de decir se
atoró en su garganta.
Tarrick ladeó su cabeza para permitir a Matthew más acceso. Después de pocos
momentos, Matthew se alejó. No estaba seguro de porque había hecho eso salvo
que lo había necesitado.
—Mi guerrero.
Matthew había resuelto dejar de ser una mascota asustada, solamente que justo
ahora él no se sentía fuerte. Su resolución venía y se iba en oleadas.
Matthew la miro. Ella sabía. Claro que sabía. La torre entera probablemente
sabía para ahora… demonios, la mayoría de ellos probablemente lo habían visto
pasar justo afuera de sus ventanas. El Alto Rey lo había violado a la intemperie.
¿Tarrick había desobedecido una orden directa del Rey? Nadie desobedecía al
Rey. Nunca.
—No lo sé.
Silva se le quedó viendo como si fuera un idiota. Tal vez a Tarrick le importara…
¿pero lo suficiente para romper reglas? Eso era algo que no había hecho siquiera
para salvar a su propia hija cuando había sido capturada por vampiros.
—Estoy de acuerdo.
Matthew frotó su pecho. Las palabras dolían, incluso si ella solo estaba de
acuerdo.
—No porque te quiera muerto, sino porque tú ya has decidido acabar contigo.
Estás por convertirte en un demonio, no creo que haya nada que podamos hacer
para prevenir eso.
Ella estaba en lo correcto. Solamente ahora él tenía algo por lo cual vivir: detener
al Rey a cualquier costo.
—Si lo hay, no estoy segura de que. Solo quería que supieras el riesgo en que
se colocó a sí mismo para salvar tu no-muerto trasero.
—Sólo ignórala. Ella tuvo una infatuación con Bryson y está jodiendo contigo.
—Mis disculpas.
—No me molesta.
No hablaron el resto del camino al cuarto de Matthew. Una vez adentro, Silva se
teletransportó lejos, regresó con bolsas de sangre y se fue de nuevo.
Un campeón.
Necesitaba estar en el equipo al que todo cazador admiraba y sobre el cual todo
incubo murmuraba.
Cuando abrió los ojos, la cara de Hiroto se cernía encima de él. No llevaba su
máscara ni su capa, pero aún llevaba un traje de cazador, estilo ninja.
—Sabes que he tenido una verdadera semana de mierda ¿no? —dijo Matthew
restregando su rostro.
Hiroto sacó sus dos dagas y las giró, mostrando sus habilidades practicadas.
—Las mías también tienen un precio desagradable: también les gusta matar.
Prescott pensó que sería el mejor para entrenarte.
—¿Tienen nombres?
—Asesino y Alegría. No me preguntes cuál es cuál, me mienten todo el tiempo
—Hiroto las enfundó mientras Matthew iba a bañarse. Matthew tardó demasiado
limpiándose y aun así se sentía sucio. Hiroto no lo apresuró.
—Esperaba que te cambiaras aquí afuera —una sonrisa maliciosa cruzó por la
cara del zorro.
—¿Estás seguro de que no quieres hablar sobre algo? Tengo grandes orejas
hechas para escuchar —sus dos orejas blancas apuntaban en dirección a Matthew.
—Mira, soy su esclavo. Mi cuerpo es suyo. No hay nada que pueda decir o hacer
que vaya a cambiar eso. No tiene caso insistir. Preferiría enfocarme en lo que puedo
hacer ahorita, que es aprender a cómo evitar que esta maldita arma se apodere de
mi mente cada vez que esté hambrienta.
Sus palabras eran para beneficio de quien estuviera mirando del otro lado de las
cámaras. No tenía duda de que esto sería reportado al Rey.
Quería que Malarath pensara que la violación lo había vuelto dócil. Lo que era
un poco irónico, porque de no haber sido violado, quizás hubiera pasado una
eternidad cayendo profundamente en la sumisión, pero ya no más.
—Fui parte del primer grupo de cazadores. El cuerpo por sí mismo sólo tiene
cuatrocientos años de antigüedad. Antes de eso, todo era un poco más
desorganizado. Los humanos eran contratados por casas individuales como
guardaespaldas y los ejércitos eran alzados basándose en la necesidad.
—Sí, me gustan mis dos equipos —con excepción de Prescott, cada Argonauta
también contaba con un equipo propio que lideraban para proteger al íncubo que
servían respectivamente. Matthew había visto al otro equipo de Hiroto: todos eran
asesinos.
—Ha de ser agradable pertenecer a algo, tener algún tipo de propósito. Extraño
pelear con cazadores —dijo Matthew, esperando que Hiroto entendiera su pista
sutil. Dejó de invocar a su arma—. Necesito sangre si vamos a continuar.
Hiroto debía ser algún tipo de sádico porque forzó a Matthew a invocar y hacer
desaparecer su arma unas cuantas veces más antes que Bloodreaver tomara el
control. Matthew perdió el control y lo siguiente que supo fue que estaba de
espaldas con las dos dagas de Hiroto en su pecho.
—Lo hiciste ciento doce veces antes de que tomara el control. Hazlo de nuevo,
pero ahora llega a ciento veinte. Por cada vez que te quedes corto, recibirás cinco
latigazos.
Matthew gruñó.
—Prescott te advirtió que esto no sería fácil. Y esto es sólo el inicio. Espera a
que veas lo que he planeado para cuando sobrepases las doscientas.
Antes del amanecer llegó a ciento sesenta y de alguna manera logró evitar ser
azotado. Matthew regresó exhausto a su habitación, pero se sentía bien haber
progresado. Colapsó en la cama y cayó en un sueño profundo.
Pum.
Matthew intentó moverse mientras una ola de placer lo despertó, pero seguía
siendo de día y su cuerpo no quería responder. Con esfuerzo, abrió los ojos y vio a
Tarrick sentado en su cama a lado de él. Tenía puesto un traje gris que combinaba
con sus ojos azules.
—Es raro que el Gran Rey pierda el control, pero puede suceder. Creo que aún
tiene planes para ti y no quería que se arrepintiera de una orden dada debido a la
rabia. Cuando esté más tranquilo, estará ya sea agradecido por mis acciones o me
ordenará acabar contigo, y probablemente me matará después —sonrió y añadió—
. Espero que sea lo primero.
—Tal vez deba retrasar el entrenamiento con hacha. Es demasiado para ti ahorita
—dijo Tarrick.
—Está bien, pero si tus pesadillas se vuelven peores, lo pararé. Sin quejarse.
—No estoy seguro. El Rey no está teniendo audiencias con nadie, ni siquiera los
gemelos lo han visto. Hasta que sepa cómo está su humor, es demasiado peligroso
para ella estar aquí. Ten en cuenta que se irá por un tiempo.
Eso era demasiado tiempo para que estuviera lejos de su hija, pero lo soportaría
si eso la mantenía a salvo.
—Cuando acabe con su castigo, estableceré un video chat todas las noches para
que puedas hablar con ella.
—Gracias.
Los párpados de Matthew se agitaron y lucho para mantenerlos abiertos. Sí. Sí,
quería dormir en la habitación de Tarrick. En el mejor de los casos no le gustaba
dormir solo y ahora… ahora necesitaba estar alrededor de alguien, aun si Tarrick
ponía sus emociones en un estado constante de confusión. Parpadeo una vez.
Matthew volvió a dormir por un rato pero despertó algunas veces. Una vez que
estaba en el elevador, recostado en una camilla. Los cazadores lo rodeaban.
Supuso que así era cómo lo trasladaban. En otra ocasión despertó en la cama de
Tarrick y lo escuchó dando órdenes a su intercomunicador –un manada de cambia
formas causaba problemas en Georgia y él estaba enviando cazadores para que lo
revisaran. La última vez, Tarrick estaba sentado junto a él, leyendo en su tableta.
—Todo está bien, duerme —dijo sin alzar la vista. Colocó una mano en la cabeza
de Matthew y lo acarició. Matthew se sentía tan débil por dentro. No debería
necesitar apoyarse en Tarrick… alguien que lo traicionó… y aun así, aun sabiendo
eso, Matthew lo necesitaba.
—Sigue luchando contra el sol y tal vez en algunos siglos serás capaz de pasear.
Pero ahora mismo, eres joven y necesitas descasar tu mente y tu cuerpo. Duerme.
—Sabes que mi cama es tan cómoda como la del general. Es un poco más
pequeña, pero eso la hace mejor para acurrucarse.
Matthew rió.
—No lo escuches —dijo Tarrick, aún sentado al lado de Matthew, usaba un traje
limpio y leía un reporte de una carpeta que decía “prioridad”—. Hiroto duerme en un
nido y todas tus extremidades saldrían de él.
Matthew se levantó. Hiroto rodó de su pecho con gracia, saltó sobre Tarrick y
aterrizó parado junto a la cama.
—Vamos —dijo Hiroto, aplaudiendo con las manos para apurar a Matthew—.
Vamos a convertir a Bloodreaver en tu perra.
—No seas duro con él esta noche, Comandante. Y no lo amenaces más con
azotarlo.
Los ojos de Tarrick se volvieron oscuros y se sentó un poco más recto mientras
su mirada pasaba por el pecho de Matthew.
Bueno, eso era algo en lo que Matthew no podía imaginarse participando. Había
tenido suficiente con ser azotado.
Matthew notó cómo Hiroto y Tarrick lo veían con una hambrienta intensidad que
lo hizo sentir un poco incómodo. Movió su brazo para cubrir su piel putrefacta y miró
a su alrededor. Divisando ropa de entrenamiento limpia colocada para él en una
silla, puso poder a su velocidad y se vistió más rápido de lo que ellos podían ver.
Prescott lo dirigió al elevador en silencio, pero no se unió a él. Cuando las puertas
se volvieron a abrir, Matthew se sorprendió de estar en el piso del spa, y no en el
de la habitación de Malarath.
Una vez que pasó por las puertas de seguridad el aroma a jazmín lo golpeó y
perdió el poco valor que tenía. El sólo hecho de pensar que lo castigarían más por
no aparecer lo puso en movimiento.
Matthew cayó de rodillas y se inclinó hacia adelante, sus manos y cabeza contra
el piso.
—¡Escúchenme!
Un nudo se formó en la garganta de Matthew y tuvo que tragar saliva varias veces
antes de que bajara. Atravesó el piso con azulejos ornamentados y se detuvo justo
antes de llegar a Malarath. Había visto lo suficiente a Ezra y Ophelia para saber qué
hacer. Empezando con los cordones de su costado, Matthew comenzó a
desamarrarlos. No se apresuró, yendo a la misma velocidad que los gemelos.
Si iba a hacer esto, tenía que empezar ahora. Mascota perfecta. Esclavo
perfecto.
—Maestro —se inclinó en el pálido cuello de Malarath, las visibles venas azules
debajo de su piel. Rozó sus labios justo encima de su clavícula—. ¿Cómo puedo
complacerlo?
El aire estaba perfumado por las feromonas que provenían de los gemelos,
quienes veían su gran deseo con los ojos muy abiertos. Matthew esperaba que no
tuviera que follar con ellos, pero ahora estaba comprometido con esto y se
arrastraría por cualquier mierda que tuviera que pasar.
Todo esto habrá valido la pena, cuando Matthew sostuviera el corazón de
Malarath en su mano.
—¿Nos?
Matthew no estaba muy seguro de lo que debía estar haciendo. Ezra y Ophelia
se pusieron de pie y se despojaron de sus batas. Ophelia tomó la mano de Matthew
y lo arrastró hacia el agua hasta que esta estuvo a la altura de su cintura, mientras
Ezra agarraba una bandeja flotante llena de todo lo que pudieran necesitar para
bañar a alguien.
Ezra introdujo una toalla en el agua para mojarla, luego puso un poco de gel en
la toalla y lo frotó sobre el cuerpo del Gran Rey. El jabón chorreaba sobre sus finos
músculos.
El olor del gel de baño era… familiar… como aceite aromático… como Devak.
Una enorme tristeza llenó el pecho de Matthew. ¿No era suficiente violarlo y
poseerlo? ¿Ahora el Gran Rey también tenía que atormentarlo?
—Mascota…
Con cuidado, Matthew agarró la parte trasera del antebrazo de Malarath, luego
se inclinó y beso la fina piel del Rey.
—Suficiente —dijo el Rey, su voz era dura mientras alejaba su brazo de Matthew.
Alrededor de ellos sólo hacían eco los sonidos del agua burbujeante mientras los
gemelos los atendían.
—Ordené tu muerte.
—Debería quitar esto y dejar que el Juez acabe con tu miserable existencia.
—Has tenido muchas oportunidades y has fallado todas, mascota. Eres una
despreciable criatura con un cuerpo putrefacto. ¿En qué me eres de utilidad?
Matthew agarró su carne en descomposición, tratando de ocultarla, pero ahora
estaba muy esparcida.
Sí, los mataría. Ascelina, Gwenyth, Emilia, Stolus, hasta a Bryson. No importaba.
Los vampiros podrían repoblar, después de que el Rey muriera. Sus sacrificios tal
vez serían inevitables.
Era una decisión fría, pero calculada, una que lo desgarraba, pero estaba firme
en su propósito.
Matthew bajó la vista y cambió su peso de nuevo a sus talones como si eso
pudiera poner una distancia entre él y el Rey.
Era desagradable y Matthew no tenía idea de por qué lo hacía. ¿Tal vez era
alguna cosa de íncubos que nunca había aprendido?
—¿Qué está pasando? ¿Por qué pude oír eso? ¿No tenía esta habitación
conjuros de protección? —preguntó Matthew.
Otro golpe–
—Te di una orden —dijo Silva, su metro y medio se imponía entre Matthew y la
puerta
Matthew tenía cerca de dos segundos para decidir lo que iba a hacer. Podía
correr pero eso significaría lidiar con una Silva realmente molesta. Podía pelear pero
no quería enfrentarse a Tarrick cuando estaba por completo en su forma de íncubo,
y ambos terminarían lastimándose.
Tarrick pasó sus garras a través del pecho de Matthew. Al principio Matthew
pensó que iba a herirlo pero en su lugar, Tarrick desgarró la parte delantera de su
camisa y se la arrancó, luego usó los restos del material para limpiar frenéticamente
el pecho de Matthew.
Matthew comprendió. Esto era obra del Gran Rey. Debió haber tomado los
cuernos de Tarrick justo antes de convocar a Matthew, como castigo por salvar su
vida. Después el maldito puso su aroma sobre él, sabiendo que regresaría a aquí.
Tarrick comenzó a follar la pierna de Matthew y sus alas negras con puntas
moradas se extendieron detrás de él, aleteando con emoción. Su gran pene se
metió duro en él.
—Mío.
Esa parecía que era la única palabra que el general era capaz de pronunciar en
su actual condición.
Gruñó, aire caliente salía de su nariz, y comenzó a frotar su mano por todo el
cuerpo de Matthew, produciendo gel y cubriendo su piel con sedosos senderos. El
aroma a noche y tierra lo doblegaron.
Tarrick se detuvo.
—No lo metas… por favor no —dijo Matthew, sin tener idea si la criatura
entendería.
—Ha hecho un gran desastre aquí —dijo Cullip, acariciando su barba de chivo
grisácea mientras veía alrededor.
Matthew intentó poner una sábana sobre su pecho pero el cuerpo de Tarrick no
lo dejaba moverse.
Matthew suspiró y se dio por vencido. Cullip probablemente había visto cosas
peores.
—¿Calsanic?
—Sí, eso lo provocaría. Los cuernos son algo muy importante para la mayoría
de íncubos, pero el general siempre ha sido muy especial respecto a los suyos. En
todos nuestros años juntos nunca me ha dicho por qué. Siempre lo he atribuido a la
vanidad, pero esto parece otra cosa… —Cullip caminó hacia un lado de la cama y
pasó sus dedos por los muñones que solían ser los cuernos de Tarrick—. Demonios.
—¿Qué?
—No estoy seguro, no soy una bruja, pero creo que han sido sellados. No
volverán a crecer hasta que remuevan la magia. No me extraña que esté enojado.
—¿Estará así por un tiempo? Me encantará tomar una ducha…
Cullip rio.
—Tú fuiste el que decidió desobedecer a Silva. Ahora tienes que vivir con esas
consecuencias.
Matthew frunció el ceño. Oh, genial. De todas formas ser retenido por Tarrick se
sentía bien.
—Por un rato. Sólo quiero estar seguro de que el general permanezca dormido.
Matthew estudió a Cullip y se dio cuenta que en realidad no sabía mucho sobre
él.
Matthew le sonrió.
—Eso está bien para mí, —dijo Matthew, estrechando sus ojos al cazador.
—De acuerdo.
—¿En serio?
—Sí. Provenía de una familia pobre y prácticamente crecí en las calles. Pensé
que convertirme en un conquistador me daría la oportunidad de hacer algo por mí
mismo, pero nunca obtuve la riqueza o el prestigio que esperaba. Cuando llegué a
mis cuarenta, era un borracho fracasado. El siglo dieciséis no era exactamente
amable para los humanos mientras envejecían.
“Una noche estaba en una taberna local, bebiendo para olvidar una mierda que
había hecho en el nombre de Dios y de la nación, cuando este hombre entró. Tenía
tal presencia que cada cabeza volteó a verlo. El hombre nos ignoró, su atención se
dirigió a la hija del tabernero. Era joven y debía entrar pronto a un monasterio. Vi al
hombre seducirla. Y cuando ella se fue con él, fui tras ellos con la intención de
defender su honor.
—Él la saco por detrás y ahí fue cuando un vampiro atacó. Sin siquiera considerar
con qué peleaba, saqué mi espada y me precipité hacia el desgraciado. Estaba
fuera de mi liga cuando se trataba de vampiros. Sin embargo, intenté… el vampiro
estaba a punto de matarme cuando el hombre se convirtió en un enorme demonio
y lo despedazó.
“No sabía qué hacer. Pensé que el diablo en persona había venido a llevarse mi
alma… caí de rodillas, arrepentido, y la criatura se rió de mí.
““¿Te gustaría un trabajo?” Esas fueron las primeras palabras que Tarrick me
dijo. Lo había impresionado al enfrentarme al vampiro en lugar de salir corriendo.
Después de haberme calmado, no le costó mucho convencerme de venir a trabajar
para él. El dinero que me ofreció ayudó… era codicioso en ese entonces.
“Me mandó con Prescott para entrenar y después de algunos años regresé para
ser el guardaespaldas personal del general.
Matthew sopló.
—Bueno, está bien. Silva es joven para ser comandante, pero es muy capaz.
Necesita la experiencia. Si regreso, la sustituiría y quiero que el general tenga otro
comandante en quién confiar, aparte de mí. Y sobre los Argonautas, en realidad es
por el brazo —Cullip hizo una seña a su extremidad faltante.
“Son lo mejor de lo mejor y ahora soy más lento. Sigo siendo bueno, pero no a
su nivel. Prescott lo pasó por alto porque somos compañeros de batalla, pero si da
un paso para atrás verá que ya no soy la persona indicada para el puesto. Y, más
importante, disfruto entrenando a los nuevos cazadores. De una forma, puedo
moldear el futuro de todo el Cuerpo de Cazadores. Es increíblemente satisfactorio.
—Puedo entender eso —dijo Matthew—, tener un lugar en algo más grande que
tú —suspiró y vio los pesados grilletes en sus muñecas.
Matthew asintió.
Cullip rio.
—Eres muy hombre de familia. Te gusta tu feliz y estable vida. Los cazadores
necesitan poner sus obligaciones por encima de la comodidad personal.
Generalmente son víctimas de vampiros que buscan vengarse, no bomberos
universitarios.
—Sí, Comandante.
—Sí, Director.
Matthew movió su trasero un poco para intentar estar más cómodo, luego se
instaló para la noche. Y el día… y para la próxima noche. Tarrick se durmió todo el
tiempo casi encima de él, manteniéndolo encerrado. A las pocas horas de la nueva
noche, Matthew ya no soportaba estar asqueroso y pegajoso.
—Escúchame, no sé por qué perder tus cuernos te puso en tal estado, pero
necesitas tranquilizarte —dijo Matthew. Tarrick acechaba a Matthew, pero cada vez
que se acercaba, Matthew lo esquivaba—. Tú eres el Gran Lord General, necesitas
comenzar a actuar como tal. Eres mejor que esto.
Tarrick se detuvo.
Matthew podía ver la lucha en sus ojos. Puso sus manos en el rostro de Tarrick.
—Regresa.
—Sí. Vino para asegurarse que estuvieras bien pero regresó a Ashwood. Silva y
su equipo han estado afuera por una noche y media. No creo que se haya ido para
dormir.
—¿En realidad crees que ella haría eso? Ya no me deja hacer nada. La verdad
es que me estoy escondiendo de ella —dijo Matthew con una pequeña sonrisa.
Tarrick soltó una risita, luego se puso serio mientras estudiaba a Matthew.
—No. Las memorias regresaran a tiempo pero… no. Puedo olerme por todo tu
cuerpo.
—Estuviste bastante tiempo frotando tu lubricante en mí, lo que por cierto fue
asqueroso, y te viniste en mí pero te dejé hacerlo. No me violaste… en realidad me
cuidaste —estaba un poco avergonzado de haberlo disfrutado demasiado. Aun
enloquecido, Tarrick era un dios del sexo.
Matthew no sabía qué decir. Los dos permanecieron en silencio por un rato hasta
que al fin Tarrick apretó gentilmente su espalda.
—Vamos a bañarnos.
Llegando a la ducha primero, Matthew giró la perilla para que el agua saliera de
las seis regaderas. No se molestó en probar la temperatura y en su cuerpo cayó
agua hirviendo, calentándolo. Le encantó. La única ocasión en la que se había
sentido tal calor era en las siguientes horas después de alimentarse de un humano.
Extrañaba tener ese calor todo el tiempo. Esa era una de las razones por las que
disfrutaba dormir a lado de los íncubos –sus cuerpos estaban calientes. Y Devak
estaba aún más caliente…
Matthew vio hacia la tina. Las duchas era geniales y todo, pero ahora que estaba
limpio, quería relajarse. Sin decir algo, salió de la ducha de cristal y abrió el agua de
la tina, se sentó dentro de ella por un rato mientras se llenaba.
Sintió una mirada sobre él y cuando él la devolvió, Tarrick estaba haciendo una
mueca. Matthew rio de nuevo. Divisó un frasco de burbujas para baño en un tocador
en el fondo del baño. Se paró y estiró su cuerpo un poco para presumirlo y
asegurarse que Tarrick lo estaba viendo. Luego caminó por todo el baño,
empapado, para tomar el frasco de líquido azul.
Tarrick gruñó mientras veía a Matthew goteando agua por todas partes.
Estaba siendo un cabrón provocativo pero disfrutaba empujar sus límites con
Tarrick. El general volvería a tirar de su cadena si iba demasiado lejos, pero por
ahora estaba dejando que Matthew se saliera con la suya. Si no fuera imposible,
parecería que Tarrick disfrutaba de su naturaleza juguetona.
Matthew quitó las burbujas para poder verlo. Tarrick tenía razón. No era mucho,
pero había disminuido un poco. Quizás porque ahora Matthew estaba concentrado
en… un objetivo, una misión.
—¿En serio? Me cuesta creerlo —Tarrick era un general muy bueno para
imaginarlo haciendo algo más.
—En mi familia todos eran guerreros. Mi madre ya era una Gran Lady General
cuando nací, todos mis hermanos eran guerreros, y hasta mi padre humano había
sido un guerrero que le servía a mi madre.
Tarrick se parecía a Lily en ese aspecto; su madre había sido humana. Sólo uno
de los padres tenía que ser íncubo para que los niños se convirtieran en uno, no
existían mestizos. Al menos no cuando se reproducían con un humano.
—Era joven y él estaba fuera de mi alcance pero cuando quería algo, lo obtenía.
Él se convirtió en mi primera pareja. En esa época no tenía idea de que tan grave
era la guerra. Me contó historias pero todo se sentía tan lejano. Las fiestas y el sexo
y la riqueza eran todo lo que me importaba. Era un joven tonto… pero a él le gustaba
que no estaba corrompido por la guerra. Que cuando regresaba a casa, la podía
dejar atrás.
Dejó de contar su historia por algunos minutos y vio hacia arriba, sus ojos no
estaban realmente centrados en algo. Matthew no dijo nada, sabiendo que Tarrick
continuaría cuando estuviera listo.
—Tenía que hacer algo. Le rogué a mi madre que me enseñara a pelear, pero lo
íncubos sociales no están hechos para pelear contra vampiros. Mi padre se apiadó
de mí y me enseñó a usar las armas. Pasé mis días entrenando y en las noches me
escapaba para buscar vampiros y matarlos. La primera vez que me enfrenté a uno
casi muero… pero seguí, y cuando supe los nombres de los vampiros que habían
matado a mi pareja, ataqué su fortaleza solo. Fue un proceso lento, me llevó todo
el día y toda la noche, y para cuando el sol volvía a elevarse todos estaban muertos.
Señores y todos.
“El Gran Rey estaba tan impresionado conmigo que me dio el castillo que había
despejado y me asignó una docena de guerreros. Al final tenía todo lo que siempre
había soñado, pero me sentía tan vacío. Cuando pasé por mi segunda
transformación, emergí como un íncubo guerrero. Después de eso no me llevó
mucho tiempo convertirme en general.
Tarrick se levantó y agarró una toalla que estaba cerca. Se secó, envolvió la
toalla alrededor de su cadera, y comenzó a salir del baño, parándose en la puerta.
—Gerhardt amaba mis cuernos… eran su parte favorita de mí —dijo sin mirar
atrás, luego se fue, cerrando la puerta detrás de él.
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
Matthew se sentó en la tina del baño para darle a Tarrick un poco de tiempo a
solas. La historia que acababa de escuchar le rompió el corazón. Esta maldita
guerra… todos sangraban por ella.
No creyó que fuera posible odiar a Malarath más de lo que ya lo odiaba, pero se
encontraba hirviendo. Salió de la tina y se secó. Al no tener ropa, envolvió una toalla
en su cadera. Estaba a punto de entrar al cuarto cuando escuchó la voz de Silva.
Se congeló y escondió tras la puerta.
Matthew se sentía un poco avergonzado de que una humana mojada de tal vez
cincuenta kilos lo tenía acobardado. Se asomó por un lado de la puerta para ver a
Silvia parada frente a Tarrick. No parecía enojada, pero aun así, Matthew se retrajo.
Matthew tomo el camino largo por el cuarto, manteniendo una distancia máxima
de Silva, y arrebató su ropa. Se vistió mientras ella le daba un reporte a Tarrick.
―He preparado un nuevo cuarto para usted, ya está listo. Y Darius va a mandar
un guardarropa completo, debería llegar por la mañana. Lady Rosaline y el Director
Cullip ambos han pedido que les llame.
―Muy bien, no saldré esta noche. Duerme un poco.
―Sí, señor ―Silva hizo un saludo y se teletransportó fuera del cuarto, no sin
antes lanzarle una dura mirada a Matthew.
―¿Sí?
―Lo sé. Necesito más, debo convertirme invaluable para él, y la única forma de
hacer eso es peleando. Yo nunca quise ser un arma… y ahora debo convertirme en
más que eso. Necesito que me lleve al campo.
―La semana pasada querías morir. Te violan, ¿y ahora quieres vivir? ¿Pelear?
―Sí.
―Necesito saber por qué antes de poner a mi gente e peligro al permitirte pelear
cerca de ellos.
―Pero ciertas. Solo es rey por virtud de ser el más poderoso, no porque sea
bueno para su pueblo. Se despidió prácticamente hace siglos. Tú prácticamente
gobiernas por él. Pudo haber sido un buen rey alguna vez, pero ya no.
“Puede que tengas a los vampiros huyendo ahora, pero Samantha no habría
despertado a los dragones si no pensara que pueden causar grandes daños. Solo
es cuestión de tiempo para que se una a la batalla, y los vampiros aún pueden
mantenerse por algo más de tiempo. Fácilmente podría haber paz pero él no lo
permitirá. Porque no es un buen rey, y tú lo sabes desde hace tiempo.
―¿Por qué?
―¿Por qué le soy leal?
Matthew asintió.
Tarrick guardó silencio. Matthew deseo saber qué pensaba. Dios, estaba a una
pulgada de enfrentarse a la muerte. Todo lo que Tarrick debía hacer era terminar la
conversación y reportarse a Malarath y todo terminaría.
―¿Ves la tela porque eres hijo de Lisandro? ¿Es una habilidad que posees?
Matthew hizo puños de sus manos varias veces, no estaba seguro si podría
confiar en Tarrick con esto, pero si no se abría por completo, Tarrick nunca seria
convencido. El íncubo leal sacrificaría sus propios hijos, sus amantes, sus
pertenencias, incluso su propia vida por orden de su rey. Pero, ¿qué haría por su
diosa?
―Veo los hilos que atan los íncubos a Malarath porque soy hijo de Ilertha.
―No, Matthew.
Luego Tarrick comenzó a procesar las piezas que tenía. Tardó un momento antes
de hablar de nuevo.
―Me niego a creer que eres hijo de mi diosa.
―Eso no es suficiente para creer que eres hijo de mi diosa ―Tarrick sacó un
teléfono de su bolsa―. Pero tengo una forma fácil de averiguarlo ―levantó el
teléfono a su oído―. Envía a Dawn a Torre Alta. Mi viejo cuarto. La necesito de
inmediato. Y no envíen equipos de cazadores a este nivel hasta que yo lo ordene
―terminó la llamada.
Unos minutos después, hubo un toque en la puerta. Entró una mujer. Era una
cazadora con pelo rubio-rojizo. Tenía pómulos elevados, un suave mentón y una
pequeña nariz que la habrían hecho parecer amigable de no ser por la expresión de
No-Me-Jodas que traía en la cara. Sus pieles le quedaban justas casi como si fueran
una capa inferior a una armadura. Matthew la reconoció como la cadete con la que
había entrenado hace unos años, pero ahora olía distinto. Como a muerte, algo
había cambiado.
―Mis disculpas Señor General. Tomo una ofensa excepcional a que me llamen
demonio.
―¿Qué?
―Es complicado.
Tarrick suspiró.
―Las valkirias son sirvientas del dios de la guerra. Ella disfruta ser una cazadora,
así que hemos llegado a un acuerdo. Ella se queda y yo tengo acceso a un ser
divino. Me ha servido más de una vez.
―Sí.
―¿Por qué el Alto Rey habría de matarlo por tal cosa? Él también venera a
Ilertha.
Dawn se mofó.
―No.
―No lo sé.
Matthew no le creía. La tomó de los hombros, listo para encantarla para que le
diera la información. Ella lo miró con enojo pero no intentó moverse.
―Ilertha es la diosa del sexo. Se coge a todos y solo ella podría decirte con
certeza quién es tu padre.
―Por eso huyó cuando llegaron los guardianes de sangre. Lo habrían matado
de otro forma.
―Sí ―hablar de Devak hizo que el corazón de Matthew ardiera de dolor por su
fallecido guardián.
―Lo que en realidad estas preguntando es, ¿voy a traicionar al rey íncubo al que
he servido por un millón de años para protegerte, hijo de mi diosa?
―Sí.
―Lo que sea que decidas hacer, debes saber que te equivocaste, Tarrick. Una
vez me dijiste que lo que sentía por ti solo era lujuria… una obsesión… una
mentira… te equivocaste en eso. Te amo, aunque no debería. Aunque a veces me
confunda.
Sin molestarse en mirar atrás salió del cuarto, sabiendo que no habría una
respuesta del general.
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
Matthew pasó las siguientes noches solo en su cuarto. Pasaba el tiempo leyendo
manuales de cazadores secos como la mierda. Le divertía saber que Prescott había
escrito varios de ellos.
Una nueva puerta reforzada que separaba su cuarto del de Samantha había sido
instalada y, para su decepción, cerraba bajo llave. Esperaba poder pasar y tomar
algunos libros de ficción.
Una noche, una tableta estaba sobre su mesa de noche cuando se despertó.
Nunca había usado una en realidad –se habían vuelto populares después de que lo
convirtieron. Lo hacía sentirse viejo pero le picoteó unas cuantas horas hasta que
se acostumbró a lo básico. Encontró que tenía una aplicación que enseñaba
idiomas, específicamente ruso. También tenía un juego en el que intercambiabas
gemas por la pantalla. Pasó más tiempo jugando de lo que le gustaría admitir.
―Hace unos días. La última vez que entrené con Hiroto ―Matthew no estaba
seguro por qué habían detenido su entrenamiento, si fue decisión del Alto Rey o de
Tarrick, pero al menos no estaba enjaulado.
―Tienes treinta segundos para llegar ahí. No dejes que ningún humano te vea.
Ve.
Matthew de verdad quería saber que ocurría ahora. ¿Lo iban a dejar correr por
New York solo? Pero, supuso que no había mucho riesgo de que escapase. El collar
sin duda tenía un rastreador y sabían sin duda alguna que nunca abandonaría a
Samantha, aunque ella no estuviera ahora mismo en la torre.
Sacó energía de sus bolsas de sangre y salió por la puerta. La ciudad le paso
como un borrón y no se detuvo hasta que estaba parado junto a la piedra.
Habiéndose tele transportada, los argonautas estaban esperándolo cuando llegó.
Prescott tocó la piedra y se tele transportaron a un edificio abandonado sin
ventanas, y la única salida era una puerta gruesa. Sosteniendo su ballesta se seis
disparos, abrió el candado y miró hacia afuera.
―Despejado ―dijo.
Estaban más o menos ocho horas más cerca del amanecer… la nieve…
―Sí. Hay un pueblo a cinco millas al norte de aquí. ¿Crees poder mantener
nuestro paso? ―preguntó Prescott.
―Sí, señor.
Muchos vampiros
Prescott alzó la mano y todos esperaron en silencio.
Malditos.
Dijo algo en ruso. Matthew no sabía suficiente aun pero se imaginó que era algo
más o menos como: “¿Quién está ahí?” o “Muéstrate”.
Está bien. Este vampiro lo detectaría tarde o temprano, tenía que hacer algo. Y
si lo castigaban por eso, oh bueno.
―Da.
Prescott mocionó a Vik, quien sacó su celular. Sacó una foto del vampiro y se la
mostró a Matthew. El hombre se veía simple, con una nariz delgada y grandes
orejas. Matthew pensó que si se ponía unas gafas, se vería como un estereotípico
nerd.
―¿Lo voy a llevar a la piedra, señor? ¿No la destruirán los vampiros una vez que
nos vayamos?
―Sí, pero obtenerlo es más importante que una piedra en medio de la nada de
Rusia. Con tantos vampiros no tardan en encontrarla.
―¿Me permite mi hacha, Imperador? O ya sabe, ¿algún arma en general?
Matthew tenía bastantes. ¿Por qué es importante este tipo? ¿Por qué utilizaban
estas estrategias de toma y huye? Parecía muy arriesgado y habría vampiros
persiguiéndolos una vez que Matthew tomara al hombre. Podía correr más rápido
que cualquier vampiro… solo que la nieve lo enlentecía, y tendría a un Lord
resistiéndose en sus brazos, y algunos vampiros podían volar. Pero encontraría una
forma. Siempre lo hacía.
―Ve ahora.
Salió del edificio y con mayor precaución, terminó de hacer su camino hacia el
edificio rosa-anaranjado. Estaba hasta el tope de vampiros, cambiantes y humanos;
muchos más de los que Hiroto había reportado. Los vampiros que rondaban afuera
parecían peleadores, la mayoría armados. Los hombres lobo eran mercenarios, no
una manada amistosa. Y los humanos podrían ser fuerzas especiales.
Matthew vio el cuarto en el que se suponía debía entrar. Su plan era llevar
energía a sus piernas, entrar en el cuarto, tomar a Zakhar y retirarse.
Estaba a punto de saltar cuando sintió algo. Lords. Maldita sea. Cinco de ellos.
Mierda. Con razón se sentía mal; sus auras lo oprimían.
Oh. Pero claro. Era una puta prueba. A menos que necesitaran cerrar portales,
los argonautas podían manejar esto ellos mismos.
Una extraña calidez que Matthew rara vez sentía burbujeó en su pecho.
Prescott suspiró.
—Le dije a Lily lo que Malarath te hizo —dijo mientras presionaba una runa para
llevarlos a uno de los pisos de los cazadores.
—¿Lo es? Podría hablar durante días sobre cómo era cuando era niña, pero
realmente no sé en qué tipo de mujer se ha convertido. Me he perdido mucho de su
vida. Señor.
La forma en que su voz se volvió más suave al hablar de ella, era claro que él se
preocupaba profundamente por Lily. A Matthew no le gustaba la idea de Prescott
con ella, pero estaba feliz de haber encontrado a alguien que se preocupase por
ella. Alguien que podría mantenerla a salvo.
—Gracias Señor.
Las puertas del ascensor se abrieron y Matthew siguió a Prescott fuera del
ascensor, hacia una sala de conferencias ubicada en una de las secciones de
cazadores de la torre.
—Podríamos usar a alguien tan rápido como él. Él era capaz de mantenerse al
día con nosotros muy bien, incluso si él no puede teletransportarse. Su capacidad
para obligar sería útil para el interrogatorio, y su capacidad para borrar recuerdos
sería buena para la limpieza. Él también es un comandante de gárgola. Nos
ahorraría tener que romper a los tíos cada vez que uno se pone juguetón. Debido a
su arma, él necesita pelear de tiempo en tiempo de todos modos, Matthew podría
estar con nosotros donde podamos vigilarlo. Él redondearía el equipo, es un sí de
mí.
—Me gusta la idea de tener un vampiro en el equipo. Hiroto tiene mejor vista y
audición, pero los vampiros tienen un mejor sentido del olfato, siempre y cuando
recuerden respirar, y Matthew puede sentir las demostraciones. Además, no me
importaría usarlo para probar nuevos juguetes. El Lord General es tan reacio a
darme vampiros y nunca cooperan. Mi única reserva es que use un arma cuerpo a
cuerpo. Ya es bastante difícil recibir granadas allí contigo y con Mac. Con tres será
más duro, pero tengo algunas ideas sobre cómo ajustarlo. Sí, estoy bien con él en
el equipo.
—No confío en él. Ha matado a más de unos pocos de mis amigos —dijo el
vaquero.
Hiroto se movió nerviosamente como si quisiera decir algo, pero mantuvo la boca
cerrada.
—Sí, Hiro, he leído su expediente. Sé que las circunstancias no son tan blancas
y negras, eso no significa que no las haya destrozado. ¿Y qué pasa si algo le sucede
a cualquiera de sus hijas cuando está en medio de una misión? ¿O si su hacha toma
el control de él? No me gusta la idea de tener que ver a un compañero de equipo
por encima del hombro. Pero estaría dispuesto a verlo a través de un período de
prueba. Dale la oportunidad de demostrarme que estoy equivocado. Me abstengo
hasta entonces.
—Lo siento, Matthew. Estoy seguro de que descubriste que esta noche era una
prueba para ver si encajarías bien con los Argonautas, pero es una decisión de todo
o nada para este equipo.
“Creo que eres más íncubo de lo que las personas te dan crédito. Quieres estar
en este equipo y has estado dando pistas. Encontré la idea interesante. Tu juego de
habilidades es uno que los Argonautas nunca antes habían tenido. No vienes sin
tus desafíos, pero podemos superarlos. Eres entrenable y, cuando no estás
ocupado perdiendo el control, puedes seguir un pedido.
—¿Cuatro, señor?
—No —Matthew había insinuado a Hiroto y Tarrick pero no estaba seguro de los
otros dos.
¿Cullip? ¿De verdad? Eso fue sorprendente. ¿Y Samantha? Por supuesto, ella
trataría de ayudarlo, pero él no lo había esperado. Debería haberlo hecho.
—Insistió en que te unirías al equipo pronto. Lo vio en una visión o algo así. Pero
los oráculos pueden malinterpretar las cosas, especialmente cuando se trata de
alguien cercano a ellos. Ella probablemente te haya visto luchando junto a nosotros
en una batalla y lo tomaste en serio...
—Señor, necesita ver esto —agarró un control remoto por la pantalla que
ocupaba la mayor parte de la pared después de Prescott. Apareció un informe de
noticias ruso junto con imágenes en vivo de un helicóptero, filmando un pueblo
carbonizado, nivelado y humeante. El sol se había levantado allí.
Matthew solo pudo recoger algunas palabras del informe, pero la esencia era que
un depósito de municiones militares explotó hace unos minutos. No estaba claro si
hubo víctimas.
—¿Qué hiciste?
—Yo…
—Tienes razón —le dijo a Nellis, que estaba mirando entre las imágenes y
Matthew—, sería realmente una mierda si no llevara a cabo la misión. Hubo un
tiempo en el que me habría precipitado al edificio sin armas, intenté enfrentar a los
señores y los otros vampiros sin pensarlo dos veces. Y hubiera sido un desastre.
“Ninguno de los hombres lobo tenía contactos para evitar que los manipulara, así
que obligué a una pareja a llevarse a Zakhar tan pronto como salió el sol y el resto
al depósito de municiones que olí cerca.
—Un año. Ese es tu período de prueba después del cual todos votaremos
nuevamente. Hay algunas cosas que necesitas entender. No eres un cazador o
parte del cuerpo, serás único a ese respecto. Sigues siendo un esclavo. Si rompes
mis reglas, te castigaré. Y, como eres un reflejo de mí, será peor de lo que ha sido
en el pasado.
¿Peor? ¿Peor que comer plata? ¿Ser azotado? ¿Famélico? ¿Ser puesto en una
jaula? Increíble.
—Las órdenes del Gran Rey superan a las demás. Si él te quiere y estamos en
una misión, sales de la misión. Espero que domines ruso antes de fin de mes. Si no
sales con nosotros, estarás entrenando. ¿Qué tan lejos está él con el hacha? —
Precott le preguntó a Hiroto.
—Estamos empezando a llegar allí. Tal vez unos meses más y no será un
problema a menos que se muera de hambre. Podrían pasar décadas antes de que
él lo domine completamente y pueda aprovechar todo su poder.
—Mientras no lo tome por vencido, está bien. Tal vez quieras tomar un permiso
temporal de Lord Kōki, estarás aquí casi todas las noches trabajando con él.
—Oh, dos cosas más. Uno, si ese parche ghoul crece en absoluto, estás fuera.
Y dos —Prescott convocó una pequeña caja y se la lanzó a Matthew. La abrió,
adentró había un anillo de bronce que provocó la magia... un maldito anillo de la luz
del día.
Ser un Argonauta fue agotador. Bueno, al menos entrenar para ser un Argonauta
de todos modos. Durante las siguientes tres semanas, Matthew trabajó
principalmente con Hiroto, quien lo obligó a mantenerse despierto durante el día
para poder acostumbrarse al anillo de la luz del día (nuevamente). No durmió
mucho, y cuando se le permitió para dormir se estrellabafuerte y rápido.
Bueno en realidad no. Matthew sabía que Hiroto estaba siendo duro con él para
ayudarlo a la larga. Era necesario si tenía alguna posibilidad de quedarse en los
Argonautas... pero, aun así, echaba de menos la diversión, yo-quiero-follarte zorro
que fue reemplazado por el serio, hazlo-diez-mil veces-hasta -que-lo-domines zorro.
Además de entrenar con Hiroto, Matthew tuvo que aprender ruso. Y estudiar
todas las reglas del cazador. Lo que llevó años humanos dominar tuvo que hacerlo
en unas pocas semanas. No fue exactamente fácil.
Lo único que Matthew tuvo que esperar fue cuando Samantha lo llamó en su
tableta. La primera vez que llamó, no estaba seguro de por qué su tableta estaba
haciendo un sonido tan horrible, pero presionó el botón verde persistente y apareció
su cara. Sus iris eran de un llamativo color plateado ahora, y con su cabello castaño
casi parecía como si estuvieran realmente relacionados.
Después de que ella se burló de él por sostener la cámara equivocada, todo lo
que vio fue su frente hasta que la inclinó, tuvieron que hablar durante diez minutos.
Y todas las noches a partir de ese momento tuvieron diez minutos de videollamadas.
Él saboreó cada segundo de ese tiempo, incluso si ella insistía en que solo
hablara en ruso para ayudarlo a practicar. A veces tener una niña oráculo que todo
lo veía era tan molesto como una mierda. Hubiera preferido hablar con ella en inglés
porque su tiempo era muy limitado, pero lo hizo a su manera. Su ruso era casi
perfecto.
Matthew supo que ella se llevaba bien con la gente en la propiedad de Tarrick en
su mayor parte, y las cosas iban bien con Gavyn. Su novio se encontró con algo de
resistencia ya que los cazadores que se acostaban con vampiros eran una gran
violación de sus reglas, y cada cazador tenía su propia opinión sobre el asunto, que
no tenían miedo de compartir.
Todas las noches, cuando terminaba su charla, la echaba de menos más y más.
La distancia lo estaba matando.
Cualquiera que fuese el motivo, Matthew sintió deseos de verlo, incluso por unos
momentos. Él deseó tener la moderación y el control de Tarrick cuando se trata de
emociones; haría todo menos complicado.
—Vete.
—Arriba.
—Sabes —dijo Matthew—, de hecho, tengo que dormir, incluso con el anillo de
la luz del día encendido, ¿verdad? No es solo un pase libre estar despierto todo el
tiempo... —Hiroto le arrojó una botella de sangre. Matthew no había estado
recibiendo mucha sangre últimamente—. ¿Qué hice para ganar esto?
—Deberías haber liderado con eso. ¿Dónde está el ataque? —Matthew se quitó
la gorra y bebió la sangre lo más rápido que pudo.
Hiroto agarró la armadura de Matthew del soporte y saltó sobre la cama. Matthew
estaba en su traje de compresión en un momento y se paró frente a él, con los
brazos extendidos. Hiroto la enganchó sobre él y activó la magia, expandiendo la
armadura.
—Sí, ella estaba allí cuando los vampiros comenzaron su ataque como hace diez
minutos. Ellos ya han soplado las paredes exteriores y algunos han hecho que sea
dentro.
Hiroto asintió.
Matthew salió por las puertas y cruzó bloques de Nueva York en segundos.
—Los rumores ya están volando que podrían haberse unido al equipo —dijo
Hiroto cuando Matthew llegó—. Si no actúa pronto, su revelación no será tan
impresionante.
—Ah, el show.
—Prescott tendrá que quitarse el grillete, no tengo esa habilidad —Hiroto puso
su mano sobre la piedra—. Sigue nuestro ejemplo y escucha las órdenes del
Emperador. No te nos adelante. Recuerda que tenemos que trabajar en equipo aquí.
Ya no eres un solo luchador.
—Ah, y no muchos saben que estás luchando por nosotros, ya que los vampiros
pueden escuchar nuestras comunicaciones nada se ha dicho todavía. La llamada
se terminará tan pronto como me teletransporte, pero no te ofendas si algunos
cazadores te disparan —dijo Hiroto y activó la piedra.
—Ten en cuenta que el vampiro Matthew está luchando con los Argonautas. No
lo ataques —dijo un operador por el comunicador.
Eso no impidió que ocho pernos y dos flechas con punta de plata se cruzaran en
su camino. La mayoría golpeó su armadura y rebotó inofensivamente, pero tuvo que
atrapar dos antes de que se le metieran en la cabeza.
—Debería tener un casco —le dijo a Hiroto, dejando caer los pernos. Estaba
agradecido de que su armadura cubriera su cuello, que era uno de los puntos de
muerte más fáciles en un vampiro, pero el daño suficiente 3n el cerebro y no se
despertaría nunca más.
—¡Detente!
Su fantasía se hizo añicos rápidamente por la realidad de una batalla que estaba
teniendo lugar a su alrededor.
Una de las alas del castillo parecía como si hubiera estado bajo reparaciones,
pero ahora se desmoronaba cuando un fuego ardía, llenando el aire de espeso
humo. La electricidad había sido cortada y las bengalas iluminaban los jardines para
que los cazadores y los íncubos pudieran ver. Hubo llamadas para activar
generadores.
Los vampiros también tenían brujas con ellos, teletransportaban sus armas y
creaban sus propias barreras de protección.
Matthew agarró a un segundo vampiro. Éste trató de luchar contra él, echándolo
más abajo en el suelo, fuera de su alcance, pero Matthew separó la tierra, revelando
un túnel. Se lanzó para atacar y en el aire escuchó a Prescott decir: “Sa'nile”.
Bloodreaver se formó en su brazo cuando Matthew cayó sobre el vampiro,
cortándolo del cuello a la cadera. Con un segundo golpe, Matthew lo desmembró
por si acaso.
—El del castillo fue destruido. Estamos trayendo nuevos dispositivos ahora —
dijo un operador mientras recogía su computadora portátil y colgaba un paquete
sobre su hombro cuando toda la operación comenzó a moverse adentro.
—Georradar.
—Oh.
Hiroto se rió. Oh, bueno, ahora que estaban en medio del desastre y el caos, él
había vuelto a ser un zorro amante de la diversión.
Prescott reconoció la orden y se teletransportó lejos, junto con el resto del equipo.
Matthew salió corriendo tras ellos. Hombre, tener magia para moverse debe ser
increíble.
Ay.
Se centró en la curación y volvió a estar de pie antes de que los humanos
pudieran hacer un daño real.
Se habría sentido mal por ellos, pero le habían disparado en la cabeza y lo habían
enojado. Con los humanos tirados en pedazos en el suelo, despegó nuevamente.
Oyó comentarios confusos del equipo de cazadores detrás de él, preguntándose
por qué demonios Matthew estaba de nuevo de su lado.
Matthew puso sus manos en el suelo helado. Percibió un túnel de veinte pies a
su izquierda, se dirigió sobre la zona por encima de ella, y empujó la tierra abierta
para formar un agujero.
Prescott hizo un gesto para que el grupo lo siguiera. El túnel era estrecho y crudo,
doblándose alrededor de las rocas. De vez en cuando, el pasaje se ampliaba o se
hacía tan pequeño que él y Nellis tuvieron que practicar caminar de cangrejo hacia
los lados para pasar. También hubo ramas falsas que no conducían a ninguna parte.
Desde arriba, Hiroto se dejó caer e hizo señas para indicar que el centro de
comando de vampiros estaba a cien pies por delante. Había cuatro señores, tres
vampiros regulares y seis humanos. Rusos, a juzgar por las voces que escuchó
Matthew. Se sintió aliviado de que Bryson no estuviera allí. Él realmente no quería
matarlo hoy.
—Sí, conozco la sensación —le dijo, queriendo entrar en la pelea. Una puta
batalla estaba ocurriendo afuera y en lugar de ser parte de ella estaba apoyado
contra una pared, sin hacer otra cosa que abrir agujeros sucios. Matthew: nacido de
la diosa del sexo, Ilertha, engendrado por el Dios de la Sangre, Lysandros, portador
de Bloodreaver, Heraldo de la Ruina, y movedor extraordinario de tierra.
—Príncipe —dijo una voz con un grueso acento ruso. Miró hacia la sala para ver
a un bruto de un vampiro ruso con un corte de pelo en la parte superior. También
tenía cicatrices rosadas en el costado de su cuerpo, como si hubiera sido
gravemente herido recientemente y aún estuviera sanando.
Vikentiy. Traidor. Gigante hijo de perra con un estúpido corte de cabello militar.
Matthew tomó su hacha y comenzó a acechar al gigante vampiro desde el
estrecho pasillo.
Vikentiy no esperó a que Matthew lo alcanzara. Saltó y movió los escombros que
tenía sobre él para escapar.
Matthew salió detrás de él. Escombros se derrumbaron en el momento que
Vikentiy chocó contra el techo. Matthew rugió y se quitó los restos de sí mientras se
arrastraba fuera del túnel.
Para el momento en que salió a la superficie, Vikentiy estaba volando; sus
grandes alas grises de murciélago revoloteaban de forma impresionante detrás de
él.
—Príncipe…
—No me llames así —gruñó Matthew. Sin ningún arma a su alcance, no podía
hacer nada más que observar a la criatura alada—. ¡Solo una persona puede
llamarme así y está muerto por tu culpa!
—¿Entonces me equivoqué? ¿No está luchando del lado de aquellos que
hundieron la espada en su pecho?
Matthew resopló y se movió de un lado a otro debajo de Vikentiy. Prescott y Hiroto
solo eran herramientas —instrumentos— que usaba el Alto Rey.
—Baja y pelea conmigo —le gritó Matthew.
Vikentiy negó con la cabeza. Tenía una espada envainada y una pistola en su
cinturón pero no las sacó.
—Es más fuerte que yo, príncipe.
Enfadado, Matthew tomó una roca y se la lanzó a Vikentiy, quien se hizo a un
lado.
—Sé que lo están obligando. Nosotros encontraremos una forma de liberarlo. Se
lo juro.
—Guarda tus malditas promesas. Ellos no me están obligando a nada, yo pedí
luchar. Y si buscaran una forma de liberarme, la primera cosa que haría sería
cortarte la cabeza. Puede que Samantha no te culpe por lo que sucedió, pero yo sí.
Vikentiy parecía confundido.
—Pertenece con nosotros, es el más fuerte de nosotros, engendrado por nuestro
dios. Seguramente quiere ser libre otra vez.
—A mi señor no le importo ni dos mierdas, al igual que a mí. Ahora le pertenezco
al Alto Rey. Y si alguna vez encuentras una forma de liberarme, regresaré a él.
Una lejana explosión llamó la atención de ambos.
El ruso desenvainó su espada y se alejó volando para volver a la batalla,
deteniéndose solo para decir:
—Se supone que tú debías ser nuestra esperanza.
Matthew trató que esas palabras no le afectaran, paseándose de un lado a otro
mientras esperaba a su equipo. Ya sabía que su plan de matar al Alto Rey,
significaría que los vampiros lo odiaran. Era un precio que no se podía permitir
pagar.
Los Argonautas no estaban lejos, teletransportándose por el hoyo que habían
dejado. Una luz los cubrió de polvo plateado a todos y la mayoría tenía heridas
menores y moretones. Nellis tenía unas cuantas marcas de mordidas en su brazo
que ya estaba sanando mientras bebía sangre de vampiro.
—Si él se queda en el equipo, tendré que reconsiderar las granadas de plata —
dijo Vik.
Matthew le gruñó. Los sonidos y el olor de la batalla aún feroz en la distancia, lo
tenían en el borde. Le tomó todo lo que tenía no unirse a la lucha y comenzar a
cortar las personas por la mitad. Prescott, usando un horrendo casco que cubría su
completo rostro, hizo un ademán de «detente» con su mano. Como una buena y
pequeña mascota, él se detuvo.
—Vamos a ir por los costados de la parte trasera del lado este dela batalla —dijo
el emperador.
Puta madre, al fin. Una pelea.
El equipo se teletransportó hacia las montañas y Matthew fue detrás de ellos a
toda velocidad. No esperó que Prescott le diera el permiso para ir. Cuando llegó con
el primer grupo de vampiros, desperdició su tiempo en ellos. Ni siquiera lo vieron
venir y no tenían una sola oportunidad.
El hacha lo alimentaba con energía. Cada vez que probaba sangre lo hacía más
rápido y más fuerte. Era el efecto de una bola de nieve que parecía no tener límites.
Decenas lo rodearon.
Un lord vampiro descendió del cielo para tratar de detener el ataque violento de
Matthew. El vampiro chocó contra él y lo apartó tropezándose hacia el campo de
batalla. Los cazadores se dispersaron pero dos de ellos no se apartaron a tiempo.
Matthew los sintió morir en el momento en que su cuerpo chocó con los suyos, la
fuerza del impacto fue demasiado dura.
Cubierto de sangre, se levantó y arremetió contra el lord en un contraataque.
El vampiro se preparó para lanzarse al cielo para ganar ventaja, pero antes de
que pudiera saltar, Nellis se teletransportó detrás de él y lo golpeó directamente en
la espalda, dirigiéndose en dirección de Matthew. Matthew levantó su hacha y
rebanó su estómago.
Cayó al suelo… aún con vida y poniendo presión en su pecho, ya estaba sanando
sus heridas.
Matthew descendió hacia la criatura y sacó su corazón con un tormentoso rugido.
Dejó que su aura se liberara, para que los vampiros supieran de la muerte y
destrucción que les traería a ellos.
Los vampiros en el área que lo rodeaban comenzaron a retroceder… como si él
se los permitiera.
Matthew apretó el corazón ahora en descomposición y lo tiró al suelo. Destrozó
a un grupo de humanos que comenzaron a dispararle, matándolos con facilidad y
luego le dio persecución a los vampiros, que estaban volviendo con las brujas para
que los protegieran.
—Matthew, ponte frente a mí —dijo Prescott del otro lado del campo de batalla.
Más. Susurró el hacha.
Dios, quería dejarse llevar. Ambos, su hacha y sus instintos depredadores
querían darle caza a los que huían.
Pero el rígido entrenamiento de Hiroto había funcionado. Podía resistirlo. Y esto
no era sobre matar a tantos como pudiera, estaba aquí para ganarle a los íncubos.
Matthew se alejó de la persecución. Saltó sobre los escombros que una vez
fueron un rígido muro de piedra, corrió a través de lo que quedaba de los jardines y
se reunió con su equipo, que estaban demasiado ocupados sujetando cadenas de
plata alrededor de una lord. Ella les lanzó un siseo y una cadena suelta la envolvió
mientras ella luchaba contra ellas.
Matthew se apresuró hacia ella y la tomó de la barbilla.
—Deja de resistirte y ríndete.
Uno de sus brazos estaba libre y arremetió contra él, arrancando la mitad de su
oreja con sus garras. Matthew repitió su mandato, esta vez en ruso. También
reprimió sus emociones y extrajo poder de su hacha para someterla en sumisión.
Su cuerpo se desplomó en el momento en que cayó en su poder.
—¿Le gustaría que le ordene que luche, emperador? —preguntó Matthew
mientras tocaba su oreja y apretaba la mandíbula cuando una onda de dolor pasó
sobre él. ¿Por qué carajos la había tocado? Ay.
—No —dijo Prescott—, nos llevaremos a esta con vida para interrogarla. Una vez
que este segura, podrás liberarla de tu compulsión.
Vik cerró de un golpe unas gruesas esposas de plata alrededor de sus muñecas,
mientras que Hiroto encadenaba sus piernas. Otro equipo de cazadores vino para
llevársela.
Matthew se forzó a sí mismo a mantener una expresión de indiferencia. No quería
que nadie supiera que su alma sufría por la vampiresa lord. Sabía el destino que le
esperaba… uno peor que la muerte.
—¿Le gustaría que intente atrapar a otro de ellos para que luche con nosotros,
señor?
Prescott se quitó su casco y miró la batalla. Los vampiros estaban cayendo. Las
brujas, que Matthew había evitado porque la magia siempre lo arruinaba, estaban
resguardando su retirada.
Negó con la cabeza.
—No. Esto ha terminado. Dejaremos que los otros equipos hagan la limpieza.
Debajo de una pila de escombros, Matthew escuchó un leve gemido. Hiroto
también lo escuchó y se apresuró a moverse y retirar los restos. Otros cazadores
cercanos lo ayudaron.
Matthew obligó a su hacha a volver a sus tatuajes y levantó las rocas mas
grandes.
Debajo, estaba un guerrero íncubo con cuernos del color de un toro y con alas.
Se veía mal, su corazón decaía y su cuerpo estaba destrozado. Vik se arrodilló y lo
besó pero no hubo respuesta. Maldita sea. Matthew podía sanarlo pero la propia
energía de sangre podría no ser suficiente y no se había alimentado de sexo desde
haca tiempo.
Tomó a Hiroto, quitándole su máscara y lo atrajo en un beso. Sorprendido, el
zorro luchó contra él por un momento y luego envolvió sus brazos y piernas
alrededor de Matthew como si se hubiera rendido ante lo que estaba sucediendo.
Las manos de Matthew se deslizaron debajo del trasero del zorro para
mantenerlo sobre sus pies y comenzó a alimentarse de las hebras de energía
sexual. Su lado íncubo lo llamó cuando insertó su lengua en la boca de Hiroto. Fue
duro pero el zorro le respondió con delicadeza, gentiles arremetidas, como si le
pidiera permiso para darle más.
Cuando finalmente se alejaron el uno del otro, Hiroto estaba jadeando. Empujó
sus caderas hacia arriba, presionando su erección en el estómago de Matthew. Sus
irises habían cambiado, creciendo hasta cubrir sus ojos por completo con una largo
corte por la mitad… sus ojos de zorro.
—Guau —jadeó.
Matthew acarició la mejilla de Hiroto y lo dejó caer. Se acercó al íncubo
moribundo y presionó sus labios con los de él, empujando lo que había tomado de
Hiroto hacia el guerrero. Enlazó un poco de su energía de sangre con ella para estar
más seguro.
El íncubo gimió y se sujetó de la parte trasera de la cabeza de Matthew mientras
tomaba el control de la alimentación. Cuando hubo consumido todo leo que Matthew
tenía en su soavik, lo cual no era mucho, Matthew se alejó y dejó que los cazadores
cuidaran del ahora estable íncubo.
Puede que haya considerado mantener sus labios unidos con los de él por un
rato más pero no quería arriesgarse a que el guerrero volviera en sí y se encontrara
con que un vampiro lo estaba besando. Eso sería terrible para todos.
—Estoy seguro de que hay otros íncubos por aquí que podrías sanar si necesitas
más esencia —dijo Hiroto con una salvaje sonrisa.
—Dejemos que los médicos se encarguen de ellos. Nos han invocado a la Gran
Torre de vuelta —dijo Prescott.
Decepcionado, Hiroto contrajo su rostro. Tenía una línea de sangre que recorría
su mejilla derecha. Matthew la señaló.
—Tienes un poco de sangre ahí.
Hiroto rio.
—Mira quién habla.
Matthew se miró a sí mismo. Estaba cubierto de sangre coagulada, con pedazos
de piel desgarrada y con lo que parecía haber sido un pedazo de hígado.
Prescott reportó el estatus de su equipo y los planes para retirarse.
—El gran lord general Tarrick va a regresar con ustedes. El general Tarquin se
va a encargar de la limpieza —respondió un transportista.
El equipo caminó hacia la piedra de teletransportación; Matthew supuso que era
por su seguridad.
Vik puso su arma sobre su hombro y miró alrededor hacia el latente castillo. Se
veía como si cada onza de su felicidad se hubiera deshecho.
—¿Necesito ir, señor? Debería quedarme y ayudar al Rey Hindrik con este
desastre.
No era una sorpresa que ella se quisiera quedar, después de todo, este era su
hogar. Sus cazadores estaban siendo derrotados con fuerza.
—Sí, la orden vino del Gran Rey, pero trataré de cubrirte aquí lo más rápido
posible —dijo Prescott.
Lock se aterrizó y cayó en una zancada junto a Matthew mientras enfundaba sus
dos ballestas.
—¿Hablabas en serio sobre lo que dijiste?
—¿Lo escuchaste? Pensé que estabas ocupado luchando.
Lock le dio un golpecito al comunicador de Matthew en su muñeca.
—Tu comunicador estaba encendido para nuestro equipo. Muévelo y el comando
central también lo habría escuchado.
Matthew quería sonreír pero se contuvo y solo frunció el ceño como si estuviera
decepcionado. Claro que sabía que su comunicador había estado encendido, él se
había asegurado de hacerlo. Quería que los otros cazadores escucharan lo que le
dijo a Vikentiy. Necesitaba comenzar a construir la confianza con su equipo y los
íncubos como uno solo. Si el mensaje se había escuchado, no pasaría mucho
tiempo antes de que alguien susurrara lo que dijo a un íncubo, y luego el rumor
comenzaría a esparcirse como el fuego. Los íncubos eran extraordinariamente
predecibles cuando se hablaba de chismes.
—Sí, hablaba en serio. De todas formas, me volverían a capturar en algún
momento y el emperador ha dejado bastante claro que puede hacerme cosas
peores en comparación a las que ya me ha hecho. Y la verdad no quiero saber a
qué se refiere.
Prescott los volteó a ver e inclinó su cabeza en afirmación y luego continuó
liderando a su equipo hacia la piedra.
—De todas formas, los vampiros están perdiendo. Incluso si quisiera, no puedo
cambiar esa predicción yo solo.
Lock asintió estando de acuerdo.
Antes de que Matthew entrara al castillo, volvió a mirar el campo de batalla.
Estaba ocupado de íncubos ayudando a los heridos y de cazadores limpiando el
área para asegurarse de que no hubiera ningún vampiro escondiéndose. O
humanos confundidos, dejados a su suerte y sin ninguna compulsión. Cadáveres
ensuciaban el suelo y sangre manchaba la nieve en rojo.
Se dio vuelta y siguió caminando con el equipo.
Hiroto golpeó el brazo de Matthew.
—Sabes, si alguna vez quieres repetirlo de nuevo…
—Oh, porr todo el carrajo —gruñó Nellis—. Tú meterrías tu pequeño rrabo en
cualquierr cosa, ¿no es cierrto?
—Algo lo está molestando —le susurró Hiroto a Matthew—, su acento se hizo
más grueso.
Nellis hizo un ademán con su mano enguatada como si deshiciera las palabras
de Hiroto.
Hiroto comenzó a burlarse de Nellis y se paró frente a él. Nellis no dejó de caminar
y Hiroto tuvo que dar marcha atrás para evitar que lo atravesaran.
—Aw, ¿es que Matthew mató a más personas que tú? ¿Eso es lo que te molesta?
Matthew no estaba seguro de cuántas personas había matado y en verdad no
quería meterse en un concurso de burlas. Eso no le molestaba demasiado si se
trataba del hijo menor de Tarrick, Tane, a quien no había visto en la batalla esta
noche, pero parecía que solo te meterías en problemas tener una con Nellis. Solo
necesitaba que uno de ellos negara su participación en el equipo y estaría fuera.
—Le juro a mi gran Dios que patearé tu asqueroso trasero a través de esta pared
—dijo Nellis levantando su puño.
—Suficiente —dijo Nellis y así fue como todo se terminó.
El equipo entró al cuarto de la piedra ley. Fue complicado con los cazadores y los
íncubos teletransportándose de adentro hacia afuera. Tarrick los estaba esperando,
todavía armado pero de vuelta a su forma humana. Silva estaba de pie a su lado,
sosteniendo su kanabo, el cual era casi tan grande como la estatura de ella.
Tarrick se había limpiado la sangre de su rostro pero todavía había un poco
esparcida por su cabello y la armadura de su pecho. Aunque, comparado con
Matthew, él resplandecía de limpio.
Ahora que no estaban en medio de una pelea, Matthew le hizo una reverencia.
—Luchaste bien, Matthew —dijo Tarrick—. Limpiaste la mayoría del lado oeste.
Su retirada fue porque no pensaban que serían capaces de enviar a alguien que
pudiera detenerte y temían que volvieras a dejarte llevar.
Matthew se alegró por el cumplido. Y luego se dio cuenta que estaba parado ahí
sonriendo como un tonto y apartó la mirada.
—No sabías que tú habías sido la razón de que se retiraran, ¿verdad?
—No, general.
—Si hubieras estado atento a lo que te rodeaba y poniendo atención, habrías
estado escuchando lo que los vampiros estaban diciendo entre ellos.
Auch. Matthew pensó que lo había hecho bien. Se había detenido cada vez que
Prescott se lo había ordenado, incluso cuando parte de él quería seguir luchando.
Retrocedió un paso como si lo hubieran abofeteado.
—Lo hizo bien si tomamos en cuenta el corto tiempo que ha estado entrenando
con el hacha —dijo Hiroto.
—No, el general tiene razón —dijo Matthew—, debí de haberlo escuchado.
Trabajaré en ello.
—Bien —Tarrick señaló los grilletes de Matthew. Matthew ocultó su
resentimiento—. Vámonos.
Prescott activó la piedra y con un destello de luz verde estuvieron de vuelta en
Nueva York.
Era tiempo de enfrentar al Gran Rey.
Tiempo del espectáculo.
CAPITULO CUARENTA Y DOS
Matthew durmió profundamente por fin. Sin el anillo, debería haberse despertado
al ponerse el sol, pero estaba perdido en un placentero sueño. Devak estaba vivo…
llevaba solo un delantal y estaba cocinando galletas. Lo que era un poco extraño
dado que ninguno de los dos podía comer dichas galletas. Sin embargo, olían bien.
Cuando Matthew sintió una mano sobre su pecho, intentó alejar a Hiroto.
—¿No puede el entrenamiento esperar un par de horas? Estoy teniendo un sueño
tan agradable… —murmuró y se dio la vuelta.
—Pero si no te despiertas ahora, nos perderemos el espectáculo —dijo una
profunda y sexy voz.
Los ojos de Matthew se abrieron de golpe. Tarrick estaba de pie a su lado
vistiendo un traje oscuro y sosteniendo dos entradas para una obra. Sin estar seguro
de lo que estaba sucediendo, Matthew se le quedó mirando como un idiota.
—Te han dado la noche libre por buen comportamiento. Vamos a salir. Tus ropas
están allí. Vístete.
—Pero… ¿me están dejando salir?
Tarrick sonrió retorcidamente.
—Conmigo. Y unos cuantos cazadores, pero ignóralos. Tú nunca has visto Nueva
York, ¿no?
—Sólo algunas calles laterales y por las ventanas. Pero tú ya lo sabes.
—Exacto. Te esperaré en el lobby.
Tarrick guardó las entradas en el saco de su traje y salió.
Matthew no podía creer que el Gran Rey lo dejara salir. Tampoco podía creer que
pasaría la noche con Tarrick.
Sin embargo, no importaba qué diablos estaba sucediendo, él no iba a perder la
oportunidad de ver la ciudad.
Sólo le tomó unos minutos a Matthew alistarse. Hizo una breve pausa, desnudo
frente al espejo. El parche de piel podrida se había achicado hasta abarcar un área
del tamaño de su palma. Matthew lo hizo desaparecer y esperó que se mantuviera
oculto durante la noche.
También pasó sus dedos por el cabello en su cabeza. Estaba más largo ahora;
como le gustaba. Lo suficientemente largo como para peinarlo o dejarlo
desordenado y que igual quedara bien. Se frotó el rostro y una barba incipiente
raspó sus dedos. Luego trazó el camino siguiendo los vellos que iban desde su
obligo hasta su pene, el cual tenía un pequeño nido alrededor. Sip, le gustaba este
look. Lo hacía sentir masculino.
Solo deseaba poder esconder la marca del Gran Rey en su cadera, o quitarse
las perforaciones. En realidad se había acostumbrado a ellas, y tenía que admitir
que el piercing en su polla se sentía bien… pero él no había escogido hacérselos.
Para su pesar, un traje estaba extendido para él. Realmente odiaba los trajes,
pero si eso era lo que Tarrick quería, lo soportaría. Además, Matthew nunca iría al
teatro con jeans. Las mangas y el pantalón hacían un buen trabajo escondiendo sus
grilletes, y había una bufanda que cubriera su collar. Se veía casi normal.
Sin querer perder más tiempo, se apresuró a llegar al lobby.
Cuando salió del elevador, Tarrick estaba terminando de dar órdenes a Silva,
quien saludó y se teletransportó. Él le sonrió a Matthew.
—Ese traje te queda bien.
Una estimulante ráfaga de tensión y excitación llenó el pecho de Matthew. De
repente, se sintió cohibido. Inseguro de qué hacer con sus manos, Matthew ajustó
un poco sus mangas.
—Yo, eh, gracias. A ti también. Tu traje, quiero decir. —Oh, dios. Cállate, se dijo
a sí mismo.
Tarrick se puso un gran abrigo de lana y guantes negros.
—Vamos, no quiero llegar tarde.
Afuera, una limosina los estaba esperando y Tarrick abrió la puerta, haciéndole
señas a Matthew para que entrara. Se deslizaron en el asiento trasero y se sentaron
tan cerca el uno del otro que sus codos chocaron.
Las limosina se alejó de la torre.
Matthew estaba confundido. Hasta ahora, Tarrick lo había halagado, le había
abierto la puerta y ahora estaba sentado irracionalmente cerca suyo en la amplia
limosina. Se podría haber sentado en cualquier otra parte.
Matthew se puso un poco nervioso.
—¿Estamos en una cita?
Tarrick soltó una risita.
—No salgo a citas.
—Está bien. Entonces, ¿qué es esto?
—Quiero mostrarte la ciudad. Sé que disfrutas explorando lugares nuevos.
Matthew no estaba del todo convencido, pero igualmente estaba emocionado por
ver más de Nueva York. Se inclinó hacia la ventana para mirar los edificios.
La vida bullía a su alrededor; la sensación de estar intoxicado.
La limosina se detuvo a un par de cuadras de Brodway y el conductor les abrió
la puerta.
—Tenemos algo de tiempo. Caminemos el resto del trayecto —dijo Tarrick al salir
del auto y guiarlo por la calle.
Luces brillantes y pancartas coloridas sitiaron la visión de Matthew. Era
maravilloso. El sonido de los autos, de los corazones latiendo, de los artistas
callejeros y la emoción de la vida; todo sonaba cómo música para sus oídos.
Abrumado por todo aquello, se congeló.
Tarrick, caminando delante, no notó que había perdido a Matthew hasta que
estuvo a metros de él. Miró hacia atrás sobre su hombro y enarcó una ceja. Matthew
no lo notó, perdido en el encanto del mundo a su alrededor.
No fue hasta que Tarrick volvió y tomó su mano, que se sintió nuevamente con
los pies en la tierra.
—¿Estás bien? —preguntó Tarrick.
—Lo siento, General. Es solo que… toda la gente… y…
Cuidadosamente, Tarrick pasó su mano por el cabello de Matthew. Sus delicados
guantes de cuero se sentían tan suaves.
—Tranquilízate, chiquillo. Puedes con esto.
Matthew inhaló profundamente. Él podía manejar eso.
—Te has dejado el pelo largo —dijo Tarrick.
—Sí, esa bala que recibí dejó un hueco calvo. El Gran Rey dijo que podía dejar
que creciera, pero él lo cortaría de todas formas.
—Una lástima. Me gusta largo.
Matthew sonrió.
—A mí también.
—Si vas a dejar que te disparen en la cabeza, necesitas un casco para tu
armadura.
Matthew hizo un gesto con su mano que decía “¿Ves? Tú lo entiendes”.
—No diría que “dejo que me disparen”, pero sí quiero un casco.
—Veré que te hagan uno. Ahora, vamos, estamos algo atrasados.
Tarrick, quien no había soltado su mano, empujó a Matthew a través de la
multitud hacia un ajetreado teatro.
Fue entonces cuando Matthew notó a una cazadora por primera vez esa noche.
Estaba usando ropas comunes, mezclándose con la multitud, pero él la reconoció
como parte del equipo de Silva. Después de ver a una, le fue difícil no intentar
encontrarlos a todos. Vio un par más entre la gente, pero había algunos vestidos
con cuero moviéndose entre las sombras.
Le sorprendía cómo los cazadores pasaban inadvertidos entre tantos humanos.
—No son realmente necesarios, pero estaría dando un mal ejemplo si
despachara a mis guardaespaldas cada vez que salgo. No es que Silva me deje
hacerlo —dijo Tarrick, notando a Matthew escanear las azoteas—. Nueva York es
una de las ciudades más seguras para los íncubos. Además de la vez que Ascelina
te ayudó a escapar, no hemos tenido un ataque aquí en siglos.
—¿Por eso el Gran Rey vive aquí?
—Sí. Y demasiados humanos. La mayoría de los vampiros no quieren arriesgarse
a ser expuestos. También es el hogar de los mejores cazadores que tengo. Sin
mencionar que gasto demasiados recursos en mantener el lugar seguro. Es bueno
para los míos tener una ciudad por la cual puedan caminar sin miedo.
Tarrick asintió con su cabeza a una pareja que estaba yendo hacia ellos. Era una
súcubo que Matthew no conocía con un humano de la mano. Su humano estaba
absorto con cada parte de ella y ella parecía igualmente ensimismada con él.
No fue hasta que se acercaron lo suficiente que ella empalideció y casi se cae al
ver a Tarrick. Se recuperó ágilmente. El hombre pensó que se había tropezado con
sus tacos y la retó por usar unos tan altos.
Tarrick le sonrió cálidamente y ella asintió respetuosamente antes de seguir por
su camino. Ni siquiera había notado a Matthew.
—¿Quién era? —preguntó Matthew.
—Su nombre es Deanna. Ella es una íncubo sin hogar, no tiene treinta siquiera.
Nunca me había visto en persona antes.
—Ah, entonces nadie importante.
Tarrick tiró del brazo de Matthew, lo hizo girar y lo presionó contra una sucia
pared. Sus ojos se oscurecieron.
—Cada uno de ellos es importante.
—Lo siento, General —Matthew titubeó bajo el agarre de Tarrick—. No quise
decirlo. Es solo que estoy tan acostumbrado al quién es quién de la sociedad que
es fácil olvidar que la mayoría de los íncubos no son señores o reyes o malditamente
ricos. No quise decir que ella no valía nada.
—Bien —dijo Tarrick, aceptando la disculpa. Se alejó de Matthew y tomó las
entradas de su bolsillo—. Creo que disfrutarás la obra. Vamos.
Matthew estaba decepcionado que Tarrick ya no sostuviera su mano, pero notó
las cabezas de cada hombre y mujer voltearse cuando él pasó. No los podía culpar.
Dentro del teatro, dejaron sus abrigos y se dirigieron hacia un grupo de escaleras;
los ojos de Matthew, quien iba detrás, se dirigieron al increíble culo del general.
Cuando Tarrick miró sobre su hombro, Matthew ajustó su manga para ocultar su
mirada lujuriosa, pero por la sonrisa de Tarrick sabía que había sido atrapado.
Entraron a un palco privado con dos asientos afelpados. Matthew se sentó y
luego comenzó a memorizar cada detalle del teatro. Era antiguo y pintoresco con
madera tallada bañada en oro, obras de pintura nouveau de mujeres desudas y
vitrales. Candelabros de cristal colgaban sobre la audiencia.
La orquesta estaba terminando de afinar sus instrumentos. Matthew encontró a
un par de cazadores en la multitud, pero pertenecían a otro íncubo, al cual también
vio. No todos ellos estaban en palcos privados, algunos estaban sentados con el
público general.
—Deberías guardar tu emoción para la obra en sí —dijo Tarrick.
—No puedo evitarlo. Este teatro es hermoso. Son los lugares así en los que
pienso cuando estoy encerrado. Puedo recrear los recuerdos y perderme en ellos
para pasar el tiempo. Si me dijeras que tenemos que volver ahora, igualmente te
estaría agradecido por haberme mostrado esto.
Por el más breve de los momentos, Matthew pensó que Tarrick se veía
arrepentido, pero pasó tan rápido como había llegado.
—Me alegra que lo estés disfrutando.
Las luces bajaron y el telón se abrió.
El espectáculo en sí fue maravilloso. Matthew no había visto una obra desde que
se había convertido en vampiro, y fue una experiencia completamente diferente a la
que había vivido cuando era humano. Oía cada cambio de tono en la música, veía
cada sutil gesto en los actores, incluso la reacción del público se tornó tan
importante como lo que sucedía arriba del escenario.
La obra era un musical histórico con una banda sonora de hip hop, sin embargo
poseía los elementos tradicionales de Brodway entretejidos. Matthew lo encontró
fascinante.
Cuando terminó, Matthew se unió a la ovación de pie y se sintió tan energizado
que quería saltar por doquier.
—Veo que disfrutaste el espectáculo —dijo Tarrick una vez que los aplausos
cesaron y la audiencia comenzó a dispersarse.
—Sí. Gracias por traerme.
Matthew no podía esperar contarle a Samantha. Quería hablarle de cada detalle
de lo que acababa de ver.
—De nada. Vamos, salgamos de aquí.
Tarrick se abrió paso entre la multitud –o, más bien dicho, la multitud pareció
hacerse a un lado para dejarlo pasar– y guio a Matthew hacia la limosina que los
estaba esperando.
—¿Vamos a regresar a la torre? —preguntó Matthew una vez que entró en la
limo.
—No. La noche es joven. Y creo que disfrutarás del próximo show aún más que
este.
Matthew miró por la ventana cuando la limosina comenzó a moverse.
—¿Me llevarás a otro teatro?
Tarrick se rio, sus ojos azul oscuro brillaban con diversión. Tomó el lugar frente
a Matthew y tomó una caja que estaba debajo del asiento.
—Para ti.
¿Ahora estaba recibiendo regalos? Esta no-cita claramente parecía una cita.
Matthew abrió la caja y casi lloró cuando vio lo que había adentro.
Jeans.
Verdaderos jeans.
—No te apegues demasiado a ellos —dijo Tarrick—. Son para esta noche
solamente. Cámbiate.
La caja contenía una remera de manga larga también. Matthew comenzó a usar
su velocidad para cambiarse, quitándose el saco del traje y la corbata antes de
lanzarse a desabrochar los botones de la camisa.
—No —ordenó Tarrick—. Lentamente.
El general se acomodó en su asiento, estirando sus brazos en el respaldo,
esperando el espectáculo. Se veía tan endemoniadamente poderoso sentado allí,
su presencia autoritaria era extremadamente sexy.
Matthew tragó duro e intentó ignorar el tirón en su polla. Continuó
desabrochándose la camisa, lentamente esta vez, revelando cada vez más su
cuerpo. Se la quitó y Tarrick emitió un suave sonido de aprobación.
Matthew se sintió un poco incómodo al ser observado, pero oír el deseo de
Tarrick era caliente como el infierno y hacía que la incomodidad valiera la pena. Se
quitó los zapatos y finalmente se desabrochó el pantalón.
El techo bajo de la limosina hizo que quitárselos fuera un poco incómodo, pero a
Tarrick no pareció importarle. Cuando se los bajó, su polla quedó en libertad, medio
dura y descansando pesada sobre su pierna. No había sido su elección salir sin
ropa interior, pero en esos momentos no le importaba mucho.
Sintió los bordes de sus ojos enrojecerse al mirar a Tarrick, quien se mantuvo en
silencio mientras miraba a Matthew vestirse nuevamente.
Cuando Matthew hubo logrado ponerse los jeans y la remera, Tarrick le otorgó
un par de botas, junto con un gorro, guantes y una nueva bufanda tejida.
—No quiero que sepan que eres un vampiro —explicó Tarrick cuando Matthew
estudió los nuevos objetos—. Ni quiero que sepan que soy el Lord General.
Su cuerpo comenzó a cambiar gracias al glamur. El cabello de Tarrick pasó de
un rubio oscuro a marrón, y sus ojos igualmente. Sus fuertes rasgos faciales se
suavizaron ligeramente y su piel se oscureció unos tonos, dándole un aspecto
mediterráneo. Sexy, pero se sentía incorrecto.
Matthew sabía que Tarrick escondía las cicatrices que había coleccionado a lo
largo de sus años como guerrero, pero no tenía idea de lo drásticamente que los
íncubos podían cambiar su apariencia.
—Tú solo ocultas con glamur tus cicatrices, ¿verdad? Quiero decir… ¿te ves
como tú mismo?
Tarrick asintió y señaló su cuerpo.
—Toma mucha energía mantener tanto glamur. La mayoría de los íncubos no
poseen esta habilidad. Esconder cicatrices o cambiar de color los ojos es
significativamente más fácil.
Matthew se puso el gorro y los guantes.
—Es una lástima que escondas tus cicatrices. Me gustan.
—Creo que podría perder gran parte de mis extremidades y te seguiría gustando.
Matthew envolvió su cuello con la bufanda, escondiendo su collar.
—Depende… ¿conservarías aún tu polla?
Si esto era una cita –y él estaba condenadamente seguro de que lo era, sin
importar lo que Tarrick dijera–, entonces iba a coquetear de puta buena gana.
—No necesito mi polla para complacerte.
—¿No?
—No.
—Pruébalo —dijo Matthew, desafiándolo. Esperaba que Tarrick le
correspondiera deslizándose a su lado y usando sus manos o su boca de formas
creativas.
Pero Tarrick no hizo eso. En cambio, envolvió a Matthew con su poder tan
abruptamente y fuerte, que sintió que no tenía tiempo para romper el agarre. Su
cuerpo entero se excitó, sintiéndose al borde del orgasmo. Sin siquiera darse cuenta
de lo que estaba haciendo, arqueó su espalda contra el asiento, presionando su
erección ahora dura como el acero contra sus jeans. Un fuerte gemido escapó de
sus labios.
Tan pronto como comenzó, había terminado, y su agarre había desaparecido.
—Maldita sea —jadeó Matthew. Tarrick estaba sentado como una estatua, con
una engreída mirada en su rostro—. Eso no fue justo, joder.
Tarrick se encogió de hombros.
—Tú fuiste el que desafió a un íncubo de mil años de edad. No tienes a nadie
más que culpar excepto a ti mismo.
Matthew bajó la mirada hacia el bulto en sus pantalones.
—Ahora voy a estar duro por el resto de la noche.
La mirada de Tarrick siguió a la de Matthew y los bordes de sus ojos se tornaron
violetas.
—Quizás podamos hacer algo con eso más tarde —se inclinó hacia adelante y
agregó—: Si así lo deseas. No te has alimentado, como corresponde, en mucho
tiempo, ¿verdad?
Matthew alejó la mirada.
—Ya sabes la respuesta a eso.
—Lo hago —Tarrick apoyó una mano sobre la rodilla de Matthew—. Deberías
volver a alimentarte. No sólo por la prudente razón de que tu soavik deje de doler,
que sé que lo hace, sin importar cuánto ignores el dolor, sino porque podrías utilizar
la energía extra en una pelea. O utilizarla para curar a mis guerreros. A pesar de
que a Hiroto ciertamente no le moleste alimentarte.
Sí, Hiroto había disfrutado del beso. Y para ser honesto, Matthew también lo
había hecho.
—Ha sido difícil… incluso pensar en el sexo, ¿sabes?… desde que…
Tarrick apretó su rodilla.
—Lo sé, joven guerrero. Tengo un par de ideas que te ayudarán. Veremos si
tenemos tiempo para llevarlas a cabo más tarde.
Matthew estaba un poco preocupado. Cuando Tarrick se había puesto en modo
monstruo, Matthew había disfrutado de lo que hubo sucedido, pero, ¿y si le
ordenaba hacer algo que aún no podía manejar?
Como si hubiera sentido su aflicción, Tarrick habló.
—Sé que la confianza entre nosotros es apenas frágil, pero no te obligaré a hacer
nada para lo que no estés listo. Por lo menos no esta noche. Te doy mi palabra.
Matthew colocó su mano enguantada sobre la de Tarrick.
—Okay.
Le estaba dando su confianza, solo por esa noche, y rezaba por que no terminara
con dolor.
La limosina se detuvo en un callejón oscuro. Cuando Matthew salió del auto, pudo
sentir un velo de magia por algún lado cerca. Su cerebro le dijo que esta área era
peligrosa y que debería seguir caminando. Eso era la magia, por supuesto,
trabajando para mantener a los humanos lejos.
Tarrick tomó la delantera y se dirigió hacia una puerta maltrecha. Se veía como
la salida de un local de comida china. Él apoyó su mano en el pomo, pausó durante
un momento y miró hacia Matthew. Una sonrisa ancha se esparció por su rostro.
—¿Qué? —preguntó Matthew, intentando adivinar qué demonios hacían allí.
—Es solo que no puedo esperar a ver la expresión en tu cara.
—¿Sí? La comida huele bien pero he estado en una dieta de líquidos durante los
últimos diez años…
Tarrick abrió la puerta y desapareció. No “atravesó la puerta y entró al edificio”.
No. Él desapareció. Matthew ya no podía olerlo ni oírlo. Más allá de la puerta no
había nada, salvo oscuridad.
Matthew estiró el brazo y atravesó el umbral con su mano. Le hizo cosquillas.
—Por todos los dioses en el cielo… Matthew, solo ve —dijo Silva,
teletransportándose detrás de él. Matthew casi se hubo olvidado que había todo un
equipo de cazadores cuidándoles las espaldas.
Él le gruñó y caminó a través del umbral.
La misma sensación nauseabunda que le llegaba cuando se teletransportaba lo
inundó al emerger del otro lado del portal-puerta mágica-lo que fuere.
Matthew se quedó boquiabierto ante lo que había delante de él.
Estaba de pie en lo que parecía ser una antigua ciudad europea con calles
angostas adoquinadas, en cuyos costados había tiendas con techos de paja. La
gente ocupaba la ajetreada calle, apresurándose, charlando, riendo…
Había íncubos de cada rango, al igual que brujas, cambia-formas, gárgolas en
las esquinas de las casas… y criaturas que Matthew nunca antes había visto de
cerca. Su mandíbula cayó abierta cuando un maldito trol pasó a su lado caminando
pesadamente. Medía fácilmente cuatro metros, era gris y feo como la mierda, y
apenas vestía jirones que mínimamente pudieran considerarse decentes.
Tres pequeñas orbes de luz pasaron delante del rostro de Matthew y él observó
mientras se detenía frente a una mujer que olía a mar. Los orbes de luz se atenuaron
ligeramente y se vieron como pequeños humanos con alas transparentes. Hadas.
Hadas reales.
La mujer a la que le estaban hablando, por lo menos, Matthew supuso que el
agudo y chillante sonido que emitían era alguna clase de lenguaje, tenía piel azulada
y brillaba cuando se movía.
Los carteles de las tiendas estaban escritos en un lenguaje que Matthew no podía
leer, pero podía adivinar lo que vendían gracias a los dibujos. Había una tienda de
pociones, un comerciante con reactivos para brujas, un negocio que vendía comida
de colores extraños, Matthew nunca antes había visto una manzana blanca, pero
allí estaba, y un herrero ocupado con su trabajo. Se veía como un maldito enano
con una barba media quemada y un cuerpo más ancho que alto.
Y esto era apenas lo que Matthew pudo ver desde el lugar por el que entró. Podía
percibir que este lugar era enorme, extendiéndose por millas.
Una ciudad sobrenatural.
Matthew divisó la forma cambiada de Tarrick inclinándose contra un farol con sus
manos en sus bolsillos y una mueca de suficiencia pintada en su rostro.
—Bienvenido al Distrito del Rey, Matthew.
CAPITULO CUARENTA Y CUATRO
Matthew siguió a Tarrick a pie mientras atravesaban una cuadra vibrante llena de
clubes nocturnos. Estaba llegando la hora en que las personas comenzaban a
tambalearse borrachas buscando algún puesto de comida.
—Puede ser que los curas sean mi comida favorita, pero me cansaría de ellos si
fueran la única cosa que comiera.
—¿Entonces qué estás buscando? Porque hemos pasado por lo menos veinte
personas que adorarían saltarte encima.
Tarrick dobló por una esquina. Los edificios de esa calle eran más exclusivo, por
lo que estaban más silenciosos. Matthew vio gente vistiendo mucho cuero debajo
de sus grandes abrigos.
—Tengo algo específico en mente. Solo que requiere un poco más de esfuerzo
encontrarlo.
—Quisiera tener mis colmillos —murmuró Matthew. Desearía estar cazando algo
de sangre en esos momentos. Sin embargo, esto también era divertido.
—Ahí —dijo Tarrick, y asintió hacia un joven humano que salía de una puerta sin
nombre. Era delgado, mucho más pequeño que Matthew y Tarrick, y tierno. Su
cabello era un par de centímetros más largo y despeinado, sus labios rellenos e
hinchados, sus ojos enormes y de un marrón maravilloso.
Metió las manos dentro de sus bolsillos y mantuvo la cabeza gacha como si la
noche no estuviera marchando como él deseaba.
Tarrick apuró su paso para atravesarse frente al chico. Le hizo señas a Matthew
para que fuera desde la otra dirección.
—No soy un niño… —El humano tragó ásperamente y dio unos cuantos pasos
hacia atrás, donde se encontraba Matthew. Jadeó al darse vuelta y encontrar el gran
cuerpo de Matthew detrás suyo.
Tarrick metió dos dedos dentro de la boca del muchacho. El humano lamió el
cuero y gimió. Sus párpados se cerraron al tiempo que rodaba sus ojos hacia atrás.
—¿Quieres eso?
—Tu nombre.
—Kyle.
—Sí, Señor.
Mierda. Tarrick tenía un completo control sobre ese chico y ni se había molestado
en obligarlo o liberar feromonas. Era tan excitante que Matthew tuvo que ajustar el
bulto en sus pantalones.
Tarrick señaló la calle con un dedo y su limosina apareció por la curva. El
conductor salió y les abrió la puerta.
Los grandes ojos de Kyle se dispararon entre Matthew, Tarrick y la limo, como si
estuviera intentando comprender quién era Tarrick.
Tarrick agarró la parte trasera del cuello de Kyle y lo guio hacia el vehículo.
Matthew entró.
Kyle tomó la tarjeta y la observó durante un momento. Todo lo que tenía era una
dirección.
—Rojo, Señor.
Kyle tocó el grillete. Se veía casi… envidioso. Matthew nunca había estado con
un humano que deseara tanto la dominación como este claramente lo hacía. ¿Cómo
demonios Tarrick conocía los deseos de este humano?
El humano pasó sus dedos sobre las partes visibles del tatuaje de Matthew y
luego continuó sobre su brazo, trazando sus músculos.
—Tus ojos son tan claros. Nunca he visto nada parecido —dijo Kyle cuando su
exploración llegó al rostro de Matthew.
Kyle obedeció. Al igual que Matthew. Presionó sus labios sobre la suave piel del
humano. El olor a sangre debajo de la superficie era irresistible, y la sensación de
la vena latiendo hizo que sus colmillos extraídos dolieran y que su polla se
endureciera terriblemente. El ruidoso latir de su corazón era una maravillosa
sinfonía y Matthew no pudo luchar contra su invitación.
Chupó la carne humana lo suficientemente fuerte como para dejar cardenales, y
su lado vampiro se descubrió. Matthew cerró sus ojos rojos y luego empujó a Kyle
hacia su pecho para que no pudiera ver sus garras.
—Llévalo —Tarrick le ordenó a Matthew una vez que salieron del vehículo.
Matthew levantó a Kyle y lo cargó sobre su hombro. No fue gentil al hacerlo, pero
no lastimó al humano.
Matthew miró a su alrededor. Había cazadores por todos lados: patrullando las
calles, disfrazados como porteros, e incluso uno fingiendo ser un vagabundo. Y el
mismo rascacielos estaba lleno de íncubos y humanos.
Los cazadores no saludaron cuando Tarrick pasó a su lado, dado que había otros
humanos que no estaban al tanto, pero sí asintieron en respeto. La mayoría se
sorprendió al ver a Matthew.
—Ven, Kyle —dijo Tarrick mientras entraba al baño. Kyle salió de la cama y fue
tras él.
Un momento más tarde, Matthew oyó la ducha abrirse y Tarrick salió, cerrando
la puerta detrás suyo. Llevó la muñeca hacia su boca.
Silva se teletransportó.
—Toma a tu equipo y cualquier otro cazador que esté en este nivel y registren el
edificio. Cada piso.
—Sí, señor.
Y desapareció.
Matthew encontró dos: uno en la ventilación del aire acondicionado y otro en una
lámpara. Los despachó fácilmente.
—Tenemos unos pocos minutos para hablar, y después de esto asumo que
nunca más podremos volver a hablar abiertamente. ¿Quién más sabe acerca de tu
madre y conoce tus planes?
—Entiendes que tengo que seguir cada orden que se me da. Que no puedo hacer
ver que me independicé del Rey. Si llega a sospechar algo, moriremos los dos.
Tarrick se quitó los gemelos y enrolló sus mangas, exponiendo sus musculosos
antebrazos. Con los guantes de cuero y el traje oscuro aun puestos, se veía como
un asesino a sueldo, sexy y peligroso.
—Tenías razón. El Rey no es bueno para mi gente. Nos está usando para llevar
a cabo su venganza. A lo largo de los años, millones de los nuestros han muerto y
yo me cansé de un mundo lleno de batallas interminables. Quiero darle a mis
vástagos un futuro sin guerras. Y… tú eres el hijo de mi diosa. No puedo ignorar
eso.
—Oh —dijo Matthew. Esas eran buenas razones, pero una parte de él había
esperado que la respuesta fuera “porque creo en ti” o “porque te amo”.
Matthew rascó el área que estaba por encima de su corazón. Una vez que
hubiesen matado a Malarath, ¿Tarrick lo amaría? No podía comprender el control
que tenía el íncubo sobre sus emociones. ¿Cómo podría alguien elegir no amar?
Era un concepto tan extraño para él.
Tarrick tomó la mano de Mathew y la llevó hacia su boca. Acarició su piel con
sus labios.
—Yo…
Tarrick lo silenció al reclamar su boca. El beso fue duro y posesivo; todo lo que
Matthew quería que fuera. Se derritió bajo el peso de Tarrick sentado encima suyo.
Tarrick lo observó.
Matthew se pasó una mano por la sien y alejó la niebla que se había formado en
su mente.
—Esa era la misma tela que amarraba a los íncubos con el Gran Rey. Un hilo.
Cada íncubo tiene uno atado a él… es la razón de por qué él es tan poderoso.
—Sí.
—¿Si?
Tarrick asintió.
—Primer paso, ganarte mi lealtad. Segundo paso, unirte a los Argonautas como
forma de reintegrarte a nuestra sociedad. Tercer paso, comenzar a alejar a los
íncubos del Rey. Pero piensas en pequeño. Ibas a intentar ganártelos uno por uno,
¿no es cierto?
—No hay necesidad de molestarse —dijo Tarrick, pasando sus dedos por la nuca
de Matthew—. Era un plan sólido, dados tus recursos. Pero algo así llevaría siglos
y los íncubos necesitan un nuevo líder o será todo un caos.
—¿Tú?
—Demonios, ojalá hubiera sabido eso antes. Esto se está volviendo mucho más
complicado de lo que tenía en mente. No esperaba que el collar fuera la cosa que
te protegiera contra el Juez, ni tampoco sabía que el Rey podía observar a cualquier
íncubo y ver qué tan leales le son.
—No es demasiado tarde para que te detengas. Será más seguro para tu familia
que te retires ahora. Si le dices al Gran Rey lo que estoy haciendo, seré castigado,
pero no creo que sea peor de lo que he… El espera que me rebele.
—Si no hago esto, me enfrentare a otro siglo de guerras… tres o cuatro, si los
dragones comienzan a luchar. Podría terminar mañana, si no fuera por él. Y… tú
eres el hijo de Ilertha, nuestra diosa… Siempre creí que tú eras el enviado para
detener esta guerra. Así que no. No me retractaré. Terminaremos con esto.
Matthew sonrió.
—Bien.
—¿No te gustó?
—Algo más. He preparado el camino para ti, pero eres el único que necesita
hacerlo ver convincente. Necesitas que todo el mundo de idolatre.
—Lo harán.
—Bien. ¿Listo para la cena? —preguntó Tarrick, sus irises violetas tornándose
otra vez de un azul oscuro.
—No te haré hacer nada para lo que no estés listo. Si quieres detenerlo, puedes
hacerlo en cualquier momento.
—Sí. Pero sé lo que puedes manejar. No dirás “basta”… al igual que tampoco lo
hará el humano. Ahora, vamos a alimentarnos.
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
El humano salió del baño y luego se congeló a mitad del camino. Sus ojos
recorrieron a Tarrick de arriba abajo, quien seguía a horcajadas sobre Matthew en
una posición dominante.
—Lo siento, señor —dijo, su voz apenas más alta que un susurro.
Tarrick comenzó y cada vez que dejaba caer su mano, el humano sollozaba el
número siguiente. Los azotes fueron ligeros al principio, lo calentaban, luego
aumentaron progresivamente más fuertes con cada uno. Los ojos de Kyle
comenzaron a lagrimear y sus nalgas se volvieron de un color rojo brillante. La
esencia de su excitación sorprendió a Matthew.
—Ese es un buen chico. Lo hiciste bien. Y mira que caliente y rojo estás. Se
siente bien, ¿no es así?
—Sí, señor —dijo Kyle. Se veía como si quisiera irse a otra parte pero Tarrick
meció la base posterior de la cabeza del chico y la giró para que mirara a Matthew.
Kyle se puso nervioso bajo la mirada juzgadora, pero su polla se alzó por la
atención, exponiendo su necesidad de ser maltratado.
Tarrick agarró las bolas de Kyle y las apretó. El humano gritó y trató de alejarlo,
pero el íncubo se mantuvo en su lugar, sin dejarlo ir.
Matthew pensó que el moño se veía ridículo… y aún así había algo atractivo al
ver un pene completamente envuelto como un regalo. Y ver al humano caer en la
degradación era extremadamente provocativo.
Matthew siguió su camino y sujetó sus bolas, dándoles un ligero apretón antes
de volver hacia arriba.
Mojó la parte exterior, Kyle daba sacudidas y gimiendo con cada caricia, luego
empujó su lengua en el estrecho canal.
El chico jadeó.
—Eso estuvo bien, Matthew. Has que se empape para mí —dijo Tarrick, las
palabras manando suavemente de él como sexo líquido. Se acercó y se sentó frente
a Kyle y recorrió sus dedos a través de la espalda del chico—. ¿Estás disfrutado
esto?
—Sí, señor —respondió Kyle con pesada respiración mientras Matthew continua
comiéndolo desde adentro.
El íncubo estaba más que feliz de ser el centro de atención por el momento. Abrió
sus pantalones y sacó su duro pene y sus pesadas bolas. El humano jadeó al ver el
enorme paquete.
Matthew en verdad se sintió terrible por el humano. No había forma en que esto
no fuera doloroso para él.
La boca de Kyle se abrió como si quisiera decir algo pero ninguna palabra salió.
—Voy a destruirte con esto pero por ahora lo que quiero es que lo adores con tu
boca.
Matthew se sentó y presionó un solo dedo contra el estrecho hoyo del humano.
Se deslizó con poca resistencia y Matthew añadió un segundo dedo. Los empujó
hacia adelante y el humano se puso frenético cuando los dedos se presionaron
contra su próstata. Se resistió y derramó semen en un constante chorro. Tarrick
sostuvo el rostro del humano frente a su polla, sin dejarlo ir.
—Señor —imploró el humano, sin pedirle nada y al mismo tiempo pidiendo todo.
Puede que se hubiera corrido en ese momento si no hubiera sido por el lazo
alrededor de su paquete.
Matthew metió otro dedo y luego otro más, ajustando al tembloroso chico.
Matthew retiró sus dedos y se paró donde se le dijo. Mirando al humano con su
rojo trasero al aire y los labios envueltos alrededor de la dureza del palpitante pene
y bolas de Tarrick. Bajó su mano para tocarse.
—No vas a tocarte, ¿verdad? —dijo Tarrick, su espalda frente a Matthew pero su
voz baja en advertencia.
—Y si alguno de ustedes se corre antes de que se los diga, mi castigo será cruel.
Kyle gimió y Matthew retuvo un frustrado gruñido con una mordida, su pene
sintiéndose olvidado.
Tarrick le dio vuelta a Kyle sobre su espalda y se removió entre sus piernas.
Matthew se puso encima de Kyle., cuya cabeza estaba casi colgando del lado de
la cama. Agarró sus muñecas, cruzándolas sobre su pecho y las sostuvo en su lugar
con una mano mientras ponía presión en su hombro con la otra.
—Necesito alimentarme.
Matthew agarró al humano con más fuerza y jaló de las hebras doradas de
energía hacia su soavik.
Tarrick tenía razón, había estado bebiendo del humano como un hombre que
había encontrado el único oasis en un desierto eterno. Kyle miró a los dos hombres
encima de él, confundido por sus palabras, pero no dijo nada.
Tarrick lo empujó hacia arriba para que su cabeza cayera hacia atrás fuera de la
cama, exponiendo su desnudo cuello a Matthew.
—Libéralo, Matthew y folla su boca. Quiero ver sus dos hoyos llenos de nosotros.
Kyle se concentró.
Kyle asintió.
—Quiero que lo digas en voz alta.
Matthew puso una de sus manos en el hombro del humano y Kyle tomó su
muñeca debajo del grillete y abrió su boca, esperando que Matthew entrara en él.
—Él puede y lo hará. Te quedarás dentro de él hasta que te diga que te retires o
si él libera tu brazo.
Matthew no podía ver el rostro de Kyle desde ese ángulo pero la esencia de
excitación y nerviosismo surgió del humano en oleadas. Empujó sus caderas hacia
delante, deslizándose más a fondo en la boca del humano hasta que tocó la parte
trasera de la garganta de Kyle… entonces siguió adentrándose. El humano se
contrajo mientras Matthew daba una estocada contra sus arcadas involuntarias,
pero no soltó el agarre que tenía en la muñeca de Matthew.
Matthew se retiró y Kyle luchó para poder respirar, su garganta sonando ronca y
arruinada. Tarrick palmeó el estómago de Kyle.
Tarrick se abalanzó sobre el humano por el otro lado, dándole fuertes estocadas
mientras Matthew hacía lo mismo. Incapaz de respirar, ningún sonido vino del
retorcido humano, cuyo cuerpo estaba dando un festín a ambos.
Dejó que Kyle tuviera unas cuantas respiraciones y luego se adentró de nuevo,
esta vez tomándolo con fuerza, elevando su placer.
En el otro lado, Tarrick mantenía las caderas de Kyle abajo mientras lo empalaba.
El humano se veía como si fuera a soltar su semen en cualquier momento. La
cuerda alrededor de su pene parecía ser la única cosa que lo retenía. Tarrick se
veía con el mismo control de siempre, cada fuerte embestida parecía ser para el
placer del humano en lugar del suyo.
Había una parte de Matthew que deseó que Tarrick se quitara su ropa para que
él pudiera admirar su fantástico cuerpo, pero había otra parte de él que encontraba
el traje con los guantes de cuero malditamente sexy. Jugaba con su imaginación, la
cual estaba corriendo de forma desenfrenada.
El humano inhaló tres largos tragos de aire antes de que Matthew lo llenara de
nuevo. Estaba tan cerca del borde para esperar. Esperó que el humano liberara su
muñeca, pero la sostuvo con más fuerza que nunca. Matthew apenas podía creer
que Kyle estuviera dispuesto a dejarlo hacerle esto a él.
Una rabiosa, casi malvada, sonrisa cruzó por los labios de Tarrick mientras se
acercó a Matthew y le dio una bofeteada con fuerza en el rostro.
La cabeza de Matthew giró hacia un lado y su forma vampiresa salió
instintivamente. Un voraz gruñido escapó su ser cuando sus colmillos brillantes
salieron.
De golpe.
Tarrick continuó con sus lentas embestidas dentro de él. Recogió algo del semen
y lo insertó en la boca de Kyle. El humano estaba petrificado, helado sin moverse.
—Limpia su mente.
—¿Todo?
Matthew alejó su forma vampiresa y luego tomó la cabeza de Kyle para detenerlo
de apartar la mirada.
—No viste nada extraño esta noche. El sexo fue fantástico y no tienes razones
para sospechar que no somos nada más que humanos.
El miedo del humano disminuyó y comenzó a lamer los dedos de Tarrick con
nuevo entusiasmo.
Tarrick fue al baño y, poco tiempo después, regresó con unas cuantas toallas
húmedas. Él ya se había limpiado, sus pantalones abrochados y sus guantes no
estaban. Le tendió la toalla a Matthew antes de que comenzara a limpiar a Kyle.
Con ternura, Tarrick limpió el pegajoso residuo del pecho de Kyle y entre sus
piernas.
Cuando hubo terminado, se acostó del otro lado del humano y acarició su barriga.
Matthew sintió como Tarrick envolvía un agarre alrededor del humano, quien
cayó a la deriva en un sueño relajante.
—Normalmente, esta solo sería una noche que él nunca olvidará… pero un
amigo mío está buscando un sumiso de alimento y él sería perfecto para el papel.
—No. A ellos los traen a nuestro mundo y cuidamos de ellos. Se les paga
excepcionalmente bien y no les falta nada. Los favoritos se les extiende su tiempo
de vida. Algunos se vuelven amigos cercanos y amantes, o incluso parejas. Un
humano como Kyle será codiciado por el sabor que tiene.
Matthew pasó sus dedos por un lado de Kyle. Un suave suspiro de satisfacción
sonó del humano dormido.
—Lo había esperado, pero de ser así no lo sabría hasta que comenzara a
alimentarme. Lo escogí por su naturaleza de sumisión.
Tarrick sonrió.
Ella lo ignoró.
Matthew pensó que Tarrick estaba enfadado con ella pero luego sonrió y ella
negó con la cabeza. Parecía ser que se había vuelto cercano a Silva desde que se
había convertido en su comandante de cazadores. Tarick señaló hacia Kyle.
—Holst lo pensará.
—Si a lord Holst le gusta, te deberá algo después. Ha buscado por el alimento
correcto desde siempre.
—Lo sé. Llévalo a casa por ahora —Tarrick tomó la ropa de Kyle y lo vistió con
ayuda de Silva. Luego ella lo levantó sobre sus hombros y se fue con él. Era un
poco extraño ver a una mujer que era un metro cincuenta de nada, sacarlo, pero ni
siquiera hizo esfuerzo gracias a sus runas.
Matthew se preguntó si Tarrick usaría a Kyle como una forma de influir sobre el
tal lord Holst quienquiera que fuera. Ni siquiera preguntó ya que el equipo de Silva
estaba parado justo afuera y no había manera en que los escudos bloquearan el
sonido.
Miró hacia arriba para ver a Tarrick parado al pie de la cama, mirándolo. Sus ojos
se habían vuelto morados.
Matthew dejó caer sus manos a sus lados. No estaba seguro de qué debería
estar haciendo. Tarrick mirándolo como si esto también lo estuviera confundiendo a
él. ¿El íncubo lo quería o no? Se preocupaba por él, ¿pero realmente terminaba
ahí? Era difícil creerlo cuando miraba a Matthew con tanto deseo.
Pero tal vez Tarrick también estaba confundido. Los vampiros habían matado a
la mayoría de los que amaba, enamorarse de uno no podría ser fácil. Tal vez solo
necesitaba tiempo para darse cuenta de sus propios sentimientos, de la forma en
que Matthew había necesitado tiempo para darse cuenta de lo que sentía por
Devak.
Entonces otra vez, Matthew estaba siendo un idiota. Tarrick tenía casi mil años.
Probablemente estaba diciendo la verdad cuando hablaba de los asuntos de su
corazón. Matthew solo necesitaba aceptar que su amor no era correspondido y
siempre sería así.
Suspiró.
—Nunca había tenido sexo así —dijo Matthew, queriendo cambiar de tema—.
Fue realmente… intenso. Y gracias por darle la oportunidad de decir que no. Sé que
no tenías que hacerlo, pero yo lo necesitaba.
—Lo sé.
—No entiendo qué está sucediendo en este momento —dijo Matthew finalmente,
rompiendo el silencio.
—Yo tampoco —susurró Tarrick. Parpadeó con fuerza una vez, luego apartó la
mirada y tomó su saco y corbata del closet—. Vístete. Hemos acabado esta noche.
Te veré abajo.
Incluso si hubiera esperado que las cosas pudieran cambiaran en el futuro, tenia
que enfrentar la realidad de su situación: era un esclavo y existía a merced del Alto
Rey. Una vez que el parche de piel ghouling desapareciera, Tarrick probablemente
regresaría a su propiedad, Mathew frotó el área de su cadera. Observó como la piel
podrida reaparecía. Al menos no estaba creciendo en tamaño.
Vivimos largas vidas, Matthew, Rosaline le había dicho y ella tenía razón. Si él y
Tarrick estaban destinados a ser, no podría ser ahora. Podría esperar… incluso si
lo había hecho durante mucho tiempo.
Pero su guardián había muerto hacía mucho tiempo y Tarrick estaba vivo.
Una vez que termino de vestirse, Matthew agarró la corbata y los gemelos de
Tarrick que habían sido dejados atrás en su apuro por salir. Los metió en su bolsillo
mientras se dirigía afuera.
Mierda. Cuando estaba fuera con el equipo o con Tarrick esa regla no aplicaba,
pero ella tenia razón, aún era una regla.
Matthew rió.
—Espero que cualquier cosa de la que hayan hablado ustedes dos fuera
importante.
—Lo fue.
Él se encogió de hombros.
—Sí, estuvo bien, supongo.
Ella lo miró.
—¿Lo supones?
—Está bien, fue jodidamente asombroso. ¿Tienen peleas como esa todas las
semanas?
Ella rió.
—No todas las semanas. Y no, nunca he peleado. Aunque siguen intentando de
ponerme en el ring. Darragh pelea mucho allí. Deberías preguntarle sobre eso.
—Julie.
—¿De verdad?
—Sí.
—Cállate.
Ambos estaban riendo cuando las puertas se abrieron. Tarrick levantó una ceja
al verlos y ambos guardaron silencio.
Sin una palabra Tarrick salió hacia la limusina, Matthew se arrastró detrás
mientras que los Wardens cubrían el auto mirando desde los tejados. Matthew tomo
el asiento opuesto a Tarrick.
Sintiéndose un poco incómodo, Matthew dejo los objetos en el asiento junto a él.
—No.
Matthew comenzó a jugar con su anillo de luz de día. Siempre había un leve
zumbido de magia proveniente de él, pero no le molestaba.
—¿De dónde vino este anillo? Pensé que sólo había cuatro —preguntó Matthew.
—Ah —Devak le había dicho a Matthew que solo había una bruja que sabía
como hacerlos. Esa bruja debe haber sido una aliada de los incubos, de lo contrario
los anillos probablemente no serían tan raros.
—¿Piensas en él a menudo?
—¿Qué es?
El primero era una figura oscura que parecía casi humano, excepto por las puntas
afiladas que cubrían su cuerpo y tenia ojos negros. Levantando una daga oscura se
lanzó sobre Tarrick.
El General agarró la muñeca del demonio y la rompió con un chasquido
nauseabundo, obligándolo a soltar la cuchilla. Con su otra mano Tarrick arrancó la
daga del aire y la condujo a través de la carne de la garganta del demonio,
forzándola hacia arriba a su cerebro. Sangre negra se escapó de la herida, pero
Tarrick empujó al demonio hacia el piso de la limusina antes de que cayera en su
traje.
El taque dejó al demonio expuesto y Matthew utilizó tanta energía como pudo en
su fuerza y golpeó al demonio directamente en el pecho, enviándolo a la partición.
El demonio intento levantarse, pero Matthew no iba a dejar que eso sucediera.
Estaba arremetiendo contra él con golpe tras golpe antes de que pudiera moverse.
Su piel se abrió y cintas de sangre negra pintaron el pecho de Matthew y el área
alrededor de él.
Sacudió la cabeza.
Matthew miró hacia abajo. Estaba cubierto de sangre: su propia sangre roja de
su torso herido, sus tatuajes sangrantes y sangre negra del demonio que acababa
de pulverizar.
Una gran masa de algo golpeó el techo de la limusina con un ruido sordo.
Había un tenue brillo de un velo enmascarando esta lucha de los humanos que
pasaban, enviándolos a un desvío.
Con un resplandor de brillo verde Silva cayó del cielo, espada en mano y la llevó
hacia el pecho de un demonio que yacía en el techo de la limusina, liquidándolo.
Matthew no pudo evitar mirar fijamente al incubo. Tarrick no era el guerrero más
grande de su raza, pero Matthew siempre lo encontraba más impresionante. Una
mirada hacia él y nadie podría confundirlo con nada más que con un líder. Su
lenguaje corporal era dominante e incuestionable. Su voz segura con autoridad.
Incluso los muñones que ahora tenía como cuernos no le restaban valor a su
resplandor.
Tarrick estiró sus extraordinarias alas y pisó un casco contra el suelo para sacudir
la armadura en su lugar.
El suave aroma del vino dulce y el aceite fragante pasaron y una mano firme se
posó sobre su hombro.
—Muri —una voz gentil susurró. Matthew abrió sus ojos para ver a Tarrick de pie
junto a él. Se estremeció, pero Tarrick no renunció a su agarre.
Atrapó el olor del demonio. Estaba en algún lugar cerca, y por encima de ellos.
Silva tomó un kanabō del maletero, pero Tarrick se inclinó sobre ella y recogió
un claymore en su lugar. Un humano que usara el arma blanca necesitaría dos
manos para empuñarla, pero Tarrick solo necesitaba una en su tamaño actual.
Matthew no pudo evitar pensar que su cambio de arma fue por su bien. Odiaba
ese puto kanabō. Incluso después de todo este tiempo, no pudo evitar recordar la
noche en la que había sido golpeado hasta el borde de la muerte. Esa era la parte
de mierda de tener una memoria casi perfecta; recordar lo bueno y lo malo.
—¿Crees que puedas seguir el ritmo, viejo? —dijo Matthew, tratando de aligerar
el estado de ánimo.
Ouch.
Se formó un velo.
—Sí. Sé cómo hacer mi trabajo... y logré matar el mío sin conseguir sangre por
todas partes —dijo, arrojando otra barra de metal a la entrada del callejón que
rechazaron.
—Significa que retiro lo que dije antes sobre la mejora de tu técnica. Deja de ser
descuidado.
Tarrick los alcanzó por detrás: su respiración era rápida pero controlada, como
la de un atleta.
—¿Esta cerca?
Matthew escuchó. Podía oír los susurros. Un leve olor a muerte pasó a la deriva.
—Sí. Eso está bien. El vampiro se relajará en este callejón. Solo. Sin divertirse
peleando con un demonio.
No estuvo solo por mucho tiempo.
El aire fue sacado de los pulmones de Tarrick y él comenzó a jadear por aire. El
demonio se recuperó más rápido, se paró en la tapa y se lanzó al incubo. Una lluvia
de flechas voló hacia él; la mayoría de ellos rebotaron sin causar daño, pero uno se
hundió en su mejilla.
Matthew saltó hacia él, la espada por delante. Golpeó su hombro con fuerza ... y
la espada rebotó en su piel.
Más sangre.
Más desastre.
Maldita sea, ahora todo el mundo se iba a burlar de él. Por pura vanidad, empujó
el poder en su curación, a pesar de que la herida no era grave y se curaría con la
suficiente rapidez por si sola.
El demonio lamió la sangre de Matthew de la punta de sus garras.
—Es cierto entonces —dijo, su voz oscura—. Has sido convocado. Vendrás
conmigo.
Los dos se estrellaron contra el suelo, rodando uno sobre el otro en una lucha
por llegar a la cima. Garras, puños y rodillas volaban mientras sus cuerpos se
agitaban.
Antes de que pudiera volver a levantarse, una gran pezuña pisoteó la cabeza de
la criatura, haciéndola saltar como una sandía, enviando materia cerebral y sangre
negra viscosa por todo el costado de Matthew.
Se preguntó si esto lo hacía un hombre débil, por sentirse así. Matthew deseaba
algo más que este beso e instintivamente envolvió su pequeño agarre incubo en
Tarrick. En respuesta, Tarrick rozó su propio agarre contra Matthew. Se sentía como
una pluma que le hacía cosquillas en la piel. No fue agresivo ni manipulador, solo
estaba allí, cálido y reconfortante.
—Oh, si hubiera sabido que iba a haber una sesión épica de besos habría traído
mi culo aquí más rápido —dijo una joven voz desde detrás de Matthew.
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
—Si hubieras tenido tu maldito comunicador puesto sabrías eso, General —dijo
Prescott sacándose el casco.
—Apestas.
Matthew rió.
—Tú tampoco hueles a rosas —ambos observaron a través del parabrisas como
el conductor se incorporaba al camino—. ¿A qué crees que se refiera el demonio
cuando dijo que había sido “convocado”?
—¿El hijo del Alto Rey? De cualquier modo, ¿por qué está Mazarus en el Foso?
¿O es eso algo que no debería preguntar?
Matthew intentó suprimir una sonrisa avergonzada, pero fracasó. Tenía que
admitirlo…desde que Tarrick se había mostrado de nuevo en su vida, él se había
podido sentir de nuevo sí como sí mismo.
Tarrick giró su cuerpo para enfrentar a Matthew, lo que debió ser incómodo
considerando que se encontraba en armadura de placas, pero él se las arregló para
hacerlo lucir fácil.
—Mazarus era el Alto Lord General antes de que mi madre ganara el título. Él
lideró el último enfrentamiento en el Foso mismo y con su armada contuvo a los
demonios el tiempo suficiente para que el Foso fuera cerrado. Mazarus no tuvo la
oportunidad de escapar y fue considerado muerto.
Rosaline era uno de los amigos más cercanos de Tarrick y lo que estaban
haciendo los iba a separar al final.
No era por completo la forma en la que él quería que un ‘no cita’ terminara, pero
apenas podía quejarse.
Ya en su cuarto, Matthew bebió la fría sangre que estaba esperando por él, se
duchó, deslizó un par de bóxer sobre su cuerpo y se metió a la cama antes de que
el sol se alzara. Incluso con el anillo puesto, aún podía sentir los tirones del sueño.
Su cuerpo estaba estimulado y agotado mientras terminaba de sanar las heridas
que el demonio le había causado.
Matthew contempló su cadera; el putrefacto parche de piel se había reducido
considerablemente durante la noche. Eso significaba que el trabajo de Tarrick
estaría terminado aquí y que tendría que regresar a su estado de Ashwood.
Pero Matthew quería ser distraído por él. Quería sentir cálidos brazos
envolviéndose alrededor de su cuerpo. Quería escuchar al general trabajando
mientras el dormía. Matthew comenzó a imaginar la esencia de Tarrick y se percató
que estaba siendo un tonto. Empujó lejos sus pensamientos, pero la esencia no se
desvaneció… era real.
Los ojos de Tarrick recorrieron el cuerpo casi desnudo de Matthew. Sin decir
nada, cerró sus párpados e inclinó su cabeza.
Dejó escapar un suspiro e inesperadamente su glamour se desvaneció. Terribles
cicatrices a parecieron sobre su cuerpo y profundas bolsas debajo de sus ojos, los
cuales se abrieron u se enfocaron de nuevo en el rostro de Matthew. Lucía cansado;
exhausto.
Mierda.
Tres semanas era un largo tiempo sin dormir, incluso para un incubo maduro.
Matthew deslizó sus manos detrás del cuello de Tarrick empujándolo más cerca
contra él. El cuerpo de Tarrick se relajó y dejó descansar su cabeza sobre el hombro
de Matthew derritiéndose contra él. Se encontraba vulnerable, expuesto en una
forma que Matthew nunca había visto antes. Era completamente no característico
de Tarrick y aun así nada de eso se sentía incorrecto.
El cuerpo de Tarrick tembló, ya fuera debido a una risa o algo más Matthew no
estaba seguro, pero fuera lo que fuese no estaba dispuesto a dejar ir a Tarrick.
Sujetó la mano de Tarrick y la haló, conduciendo al general por el pasillo.
Pero nada de eso era para él. Lo sabía desde el comienzo y se las estaba
arreglando con lo que pudiese obtener.
—Hmm?
—¿Haciendo qué?
Oh.
El cuerpo de Matthew se puso rígido. Intentó batallar en contra del sol, pero no
duró mucho.
Al otro lado había otra persona, su cuerpo más cálido que el de Tarrick. Matthew
inhaló el delicado aroma a vino dulce y aceite perfumado.
Matthew no podía estar más feliz. Puso un brazo alrededor de cada uno de los
hombres que amaba y los apretó con fuerza.
Una memoria vino a Matthew: Devak apuñalado por Prescott. Devak muriendo.
Cuando los abrió, la cama estaba fría y vacía. No Devak. No Tarrick, tampoco.
Aunque su olor permanecía.
Maldijo a su cerebro por engañarlo. Era cruel que él oliera a Devak… lo tocara…
solo para que lo arrancaran de él. Había pasado casi un año desde su muerte y el
dolor aún no se entumecía.
Sus manos se movieron al espacio vacío donde había estado Tarrick. Supuso
que era demasiado que un esclavo esperara a alguien amado a su lado cuando
despertara.
Ella rió.
—Si, ¿verdad? Fue increíble —ella le dejó contar lo que paso. Bueno, se saltó la
parte de Kyle—. ¿Crees que me dejará luchar en la arena? —le preguntó.
—Solo tengo otro minuto más. No seas intenso —le dijo a quién sea estuviera
en la habitación con ella.
—Odio cuando haces eso —gruñó mientras ella saltaba y trataba de besarlo.
Gavyn miró a la cámara y nerviosamente volvió la cabeza para que ella capturara
su mejilla. Ella gruño inconforme y puso la tableta sobre la mesa.
—Desapareció.
Matthew movió una mano a su cadera. La piel era suave allí. Ya no más
convertirse en ghoul.
—Sí. Se ha ido.
—Así que, ¿lo de anoche fue una cita? —dijo Hiroto detrás de él.
Hiroto bajo su máscara, sus ojos sonrieron tan felices como su boca.
—Tienes que–
—Tenemos órdenes–
—Tú no eres–
—necesario.
—Algo así. Por alguna razón el Rey valora a estos dos y no quiere que los mates.
—Hm —dijo Hiroto—, creo que podrías matar a uno y yo podría detenerte antes
de que mataras al otro. Claro que, por supuesto, tendría que ponerte fuera de
combate.
Matthew encerró su mirada sobre los gemelos y dejo que sus ojos brillaran rojos.
Se lamio los labios.
—¿Quieres probarlo?
—Sí.
—¿No es esto lo que quieres, íncubo? ¿Yo tocándote? ¿Hacer lo que quieras
conmigo?
Matthew se rió y dejó ir al pequeño incubo. Él también podía jugar sus estúpidos
juegos.
—El sabrá de esto —dijo Ophelia, su voz propia de ella y no compartida con la
de su hermano, que estaba presionando su cuerpo contra ella.
Justo antes, había sido desnudado, bañado y afeitado. Hiroto desapareció, pero
Matthew sabía que estaba mirando. Había medio esperado que se quedara a la
vista e hiciera comentarios sucios, pero tal vez el pequeño zorro sabia lo humillante
que esto era y le estaba dando un poco de sentido de privacidad.
—Corto o largo, aun te ves caliente —dijo Hiroto, apareciendo desde detrás de
las sombras de un pilar de mármol y llevándolos al elevador.
—Gracias, Comandante.
—Sabes, los humanos han hecho investigaciones y dicen que darle cariño a un
animal reduce el estrés y la presión sanguínea.
Matthew rió. Podía pensar en algunos lugares que Hiroto querría que el
“acaricie”.
Matthew estiró la mano y tocó las orejas de zorro. Hiroto se recostó en su mano
mientras el acariciaba el suave pelaje. Darles caricias era relajante y el disfrutaba
de la coquetería de Hiroto, pero sabía que no duraría mucho. Una vez que el
entrenamiento comenzara, Hiroto sería un maldito insufrible.
Hiroto no estaba por ningún lado, pero Prescott y Nellis estaban en sus trajes y
armados.
Parado frente a ellos estaba Tarrick, quien tenía el uniforme: pantalones negros
apretados metidos en botas pulidas que terminaban justo debajo de sus rodillas,
una camiseta blanca, larga de botones y un abrigo de lana gris con tejidos de plata
y botones brillosos. La parte de atrás tenía bordados con huecos que dejaban salir
las alas y los pantalones parecían como si pudieran expandirse por la cintura.
Oops.
Tarrick apunto al traje de compresión que estaba sobre una silla morada.
Antes de que pudiera decir una orden, Matthew estaba con él y le dio a Tarrick
una inclinación como saludo.
—Una misión aburrida. ¿Por qué nos estas sacando para esta mierda? —su
acento irlandés era pesado, y olía a licor y sexo.
Su noche divertida claramente había sido interrumpida.
—–Disculpas, señores.
—¿Dónde está Vik? —preguntó Lock mientras sacaba una de sus ballestas,
chequeando la munición.
—Siempre está llegando tarde, tal vez ella es la que necesita un recordatorio
sobre el protocolo —dijo Nellis, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Dudo que tengas la oportunidad de probarla esta noche, Vik —dijo Prescott—
. Estamos escoltando.
—Aw, ¿a quién?
Había dos SUVs y una limosina esperando fuera. El primer vehículo tenía la
mitad del equipo de Silva dentro. El resto de los Guardianes iban a seguirlos por
teletransportacion, cubriendo la caravana desde arriba.
—Estas curiosamente callado esta noche, vampiro —dijo Lock mientras sacaban
el auto.
—Sabes que esa regla no se aplica cuando estamos trabajando. ¿Qué te tiene
molesto?
—Estar lejos de tus hijos es difícil, pero la verás de nuevo pronto. Estoy segura
de ello.
—¿Tienes hijos?
—Cállense todos. Si. Tengo hijos. Todos adultos ahora. Dos íncubos, cuatro
humanos. Muchos nietos. Muchos de ellos son cazadores —sonrió orgullosa.
—Uh, es porque no te ves vieja —dijo Matthew cuando se dio cuenta lo grosero
que había sonado.
—Ooh, deje de contar hace unos siglos. Estoy segura que está en mi carpeta.
Dios.
Tenía unas cuantas líneas alrededor de sus ojos cafés. Su piel estaba bronceada
y estaba con una sombra a las cinco. El tipo se veía como si pudiera estar en un
anuncio para cigarrillos.
Matthew se aguantó la risa. No tenía idea por qué Samantha haría eso, pero lo
encontraba gracioso. Su hija era increíblemente impredecible.
—No eres un hipócrita —–dijo Nellis, saliendo de su humor gris un poco. aun así,
mantuvo sus brazos cruzados sobre su pecho.
—Despacho, déjale saber a Darius de la Casa Tarrick que Samantha posee otro
teléfono y por favor quítale la señal.
—Si sigue haciendo esto y va a tener algo más que un tiempo fuera.
Matthew realmente odiaba darle órdenes. Ella era un adulto. Uno joven, pero un
adulto de todas maneras.
—No hay necesidad. Espero que ella obedezca nuestras ordenes, igual que tú.
Deberías advertirle que hay consecuencias por desobediencia.
Vio como los carros frente a él y se preguntaba si Tarrick necesitaba una escolta
de dos equipos elite de cazadores en medio de la parte más segura de la ciudad.
¿Era por los ataques de demonios anoche?
—No hay arrastrados raros dentro del edificio, jefe —le dijo a Prescott.
Matthew vio como dos miembros del equipo del Silva –vestidos con ropa de
calle– quitaban los velos alrededor de la calle. Se preguntaba si los humanos
mirando entendían. Lo que sea que fuera, dejaron de mirar a los carros y siguieron
con sus asuntos.
Los Argonautas salieron del carro. Estaban frente a un edificio de seis pisos. La
basura estaba esparcida en el suelo y había etiquetas frescas en la pared.
Tarrick camino escaleras arriba, los cazadores corriendo para cubrir el área.
Subieron hasta el tercer piso, saliendo haciendo un largo pasillo. Estaba sucio
por el tiempo, pero se veía como si las personas trataran de mantenerlo limpio.
A medio camino por el corredor, Tarrick tocó una puerta. Un momento después,
se abrió.
—¿Señor?
Tarrick le sonrió.
—Hola.
—¿Qué está haciendo aquí? No puedo salir esta noche, debería haber enviado
un mensaje —miró a Matthew—. ¿Qué lleva él puesto? ¿Es eso una armadura?
Tarrick empujó a Kyle y entró a su hogar. Por lo que Matthew podría ver, era
pequeña con una sala, una pequeña cocina y dos puertas que llevaban en lo que
Matthew asumía era una habitación de una cama y un baño. La televisión estaba
en la sala y se veía como si Kyle había dormido en el sofá. Matthew podía sentir
una mujer en la habitación. Dormida.
¿Es por eso que Tarrick tenía a Matthew con una armadura hoy? Porque se veía
como un vampiro en ella, con piel pálida contra el cuero negro y el metal.
Tarrick no dejó que el chico terminara. Sus alas se desplegaron y sus ojos
comenzaron a brillar morados.
Kyle ahogó un grito y dio unos pasos hacia atrás, chocando con la pared cerca
de la puerta.
Dios, su miedo envenenaba tanto el aire que Matthew casi podía saborearlo. Sus
ojos se centraron en el cuello de Kyle y veía como su pulso se movía bajo su piel.
Se preguntaba si alimentarse de su sangre sería tan increíble como alimentarse de
su sexo.
Tarrick se quedó allí esperando, sus alas medio dobladas detrás de él apenas
evitando choca con los muebles.
Matthew dejó que sus irises se hicieran rojos y alzó su mano; largas garras se
formaron en la punta de sus dedos.
—Oh por dios —gritó Kye, presionándose con fuerza contra la pared como si lo
fuera a proteger—. ¿Están aquí para matarme?
Matthew rió.
—No te va a morder. Eso lo hago yo.
Se empujó de la pared y, con unos nerviosos pasos, caminó hacia Tarrick. Una
vez allí, estiró la mano y tocó la negra, curtida ala. La primera vez que hizo contacto
quitó la mano como si le hubiera quemado. Con un poco más de valor, él la tocó de
nuevo, pasando sus dedos por el filo huesudo.
—Wow —suspiró.
Los ojos de Matthew volvieron a su gris, sus garras retirándose. No tenía sentido
asustar al humano más de lo que ya estaba.
Una risa nerviosa salió del humano. Matthew se le unió con una carcajada cálida.
—Está bien. Puedes entrar.
Uh. Matthew sabía que podía quitar memorias, pero nunca supo que podía
regresarlas.
Tarrick suspiró.
Matthew puso sus manos en los hombros de Kyle y lo miró a los ojos.
—Recuerdo que tú le pegaste y sus ojos se hicieron rojos y los tuyos eran
morados como lo son ahora.
Tarrick asintió.
—Soy una criatura que se alimenta de sexo. No tienes mucha familia, ¿verdad
Kyle?
—Mi madre…
—Tengo amigos.
—Ya te dije que no voy a matarte —dijo Tarrick, molesto—. Quiero ofrecerte un
trabajo.
—Sí. Los íncubos no siempre tienen tiempo de salir a cazar comida, así que
contratamos individuos para que nos alimenten.
—¿Alimentarlos?
—Tener sexo con nosotros. Uno de mis amigos está buscando un sumiso y tu
serías perfecto para él.
—Sí. Tendrás una bonificación de doscientos dólares cuando firmes y mil al año,
y todos los gastos médicos y de vivienda serán atendidos. También puedes
conservar los regalos que te den mientras trabajas.
—No —Tarrick replegó las alas dentro de su cuerpo—. Y me han informado que
tu madre está casi invalida por la artritis avanzada. Tenemos medicinas que pueden
ayudarla a sanar. No es una garantía, pero mis doctores son optimistas.
—Si digo que sí, ¿voy a firmar para toda la vida o algo así?
—No, eres libre de irte una vez que los términos de tu contrato se hayan
completado. Pero tienes que acordar no decirles a las personas que existimos.
—Me gustaría que conocieras a Lord Holst esta noche para ver si son una buena
pareja.
—¿Esta noche?
—Solo estarás fuera por unas horas. Si deseas, puedo llamar a una enfermera
que venga a quedarse aquí.
—Sí. ¿Por qué no vas a decirle a tu madre que regresarás a la media noche y
que vendrá alguien si necesitaba ayuda?
Kyle asintió y luego desapareció dentro de la habitación, cerrando la puerta
detrás de él. Matthew podía escucharlo despertar a su madre y hablarle
suavemente.
Él parecía un buen chico haciendo lo mejor que podía con poco dinero y una
madre enferma. Matthew se preguntaba su disfrutaba ser sumiso porque necesitaba
que alguien lo cuidara a el de vez en cuando. Pero tal vez era más complejo que
eso. Cual fuera la razón, estaba feliz que el chico estaría en un mejor lugar con los
íncubos.
—Comandante Hiroto, por favor déjale saber a Holst que estamos en camino —
dijo Tarrick.
—¿En persona?
—Es un amigo.
Matthew esperó que Tarrick dijera algo más, pero no dijo nada.
—Holst es… diferente. Es rico, sus pertenencias ponen las mías en vergüenza,
pero le importa poco su posición entre nuestra gente. No es común que un íncubo
social se comporte de esa manera, pero al ser él quien da fondos para gran parte
de la guerra, reyes y reinas lo dejan solo y él lo prefiere así. Él es el amo de su
propio mundo.
“Los que no son de elite lo adoran. Les gusta que él no siente la necesidad de
escalar socialmente y contrata a muchos de ellos o los ayuda cuando tienen
necesidades.
Pero, ¿por qué llamar a los Argonautas? Y Matthew no estaba seguro de porque
necesitaba estar allí para esto. No le importaba, le encantaba salir de la torre.
Tarrick tomó una chaqueta que estaba abierta sobre el sofá y se la ofreció al
humano.
—¿Listo?
—Puedes llamarme Tarrick por ahora —le dijo mientras caminaban por el pasillo.
Kyle notó a Prescott y Silva, ambos totalmente en armadura, al final del pasillo.
Sus pasos se detuvieron mientras veía las armas de Silva.
Matthew, que analizó el equipo, puso una mano en el hombro de Kyle. El humano
lo miró.
—Son los guardaespaldas de Kyle. Son humanos. Es algo genial, las brujas los
tatúan con magia y eso los deja teletransportarse.
—¿En serio?
Matthew miró hacia Silva, que había puesto los ojos en blanco y se teletransportó
a su lado.
—¿Es Holst, uh, Lord Holst? —se corrigió Kyle, inseguro de cómo debía llamarlo
hasta que Tarrick asintió confirmándolo—. ¿Lord Holst es un vampiro o un íncubo?
—preguntó Kyle mientras las puertas del ascensor se cerraban y se comenzaba a
mover.
—Los vampiros y los íncubos están en guerra y lo han estado por miles de años.
Dudo que vayas a ver a otro vampiro.
—¿Una guerra?
—Aun me encantaría saber por qué nos arrastró para este rutinario toro
alimentador —dijo Nellis.
—Ya sabes cómo es el general —dijo Lock desde el asiento del conductor—.
Sospecho que nos enteraremos una vez que lleguemos a las tierras de Holst.
—Uh.
Matthew solo dudo porque Tarrick tenía mayor rango que Prescott… pero
Prescott era el líder de su equipo y más cercano al Alto Rey. La dinámica era
peligrosa de navegar. Matthew desentonó el sonido del tráfico y escuchó.
—¿Sí? ¿Te dijo que tengo el promedio más alto de victorias de nadie que ha
estado dentro del ring?
—¿En serio?
—No, supongo que no. ¿Qué hay de ustedes chicos? ¿Han peleado? —preguntó
Matthew.
—Actúas todo elegante y poderoso, jefe, pero sé que peleaste en las arenas
gladiadoras hace siglos.
—Claro. Cuando era algo digno donde pelear. Nada de estos encuentros de
mierda encerrados de quien se desmaya primero.
—Cuidado con lo que pides, Nellis. No creo que sería el Emperador el que
terminará con unos dientes menos
—Qué hay de ti, Vik? —preguntó Matthew antes de que Nellis contestara.
Mierda.
Nellis pasó el resto del viaje recordando sus muchas peleas con Matthew siendo
apenas consciente de él; la conversación en la limosina tomaba gran parte de su
atención. Kyle estaba haciendo preguntas sobre cómo sería la vida para él y Tarrick,
con gran habilidad, le respondía de manera que no asustaría al humano.
Carajo.
Estaba cayendo.
Una distracción.
Matthew se sentó delante y pretendió poner atención a cada una de sus palabras.
Nadie parecía notar que estaba fingiendo el interés.
Cuando salieron del auto, Matthew caminó detrás de Tarrick y Kyle ya que no
sabía los protocolos para asegurar un área. Aun así, se mantuvo vigilante incluso si
no sentía nada peligroso cerca.
Dentro del caído edificio, la boca de Kyle se abrió de golpe mientras veía la piedra
grabada con runas iluminarse con un suave resplandor verde.
Odiaba la magia. ¿O era que la magia odiaba a los vampiros? No estaba seguro.
—¿Te gustan mis nuevos arreglos para la piedra ley, Matthew? —preguntó
Tarrick, acariciando el cabello de Kyle, que estaba de rodillas vomitando en la bolsa.
Matthew no pudo evitar sonreír. Su plan para destruir gran parte de las piedras
ley había sido un golpe grande para los íncubos. Aunque parecía que los
reemplazos al fin estaban funcionando.
Kyle se limpió la boca con el reverso de su mano mientras Silva le daba una
botella de agua.
Tarrick lideró el camino por una segunda habitación de concreto con los mismos
arreglos anti-vampiros y, finalmente, fuera.
Acres de tierras se desplegaban frente a ellos, cubiertos con una pequeña capa
de nieve. En el lado lejano del extenso terreno había de mansión de dos pisos, al
estilo de plantación, que tenía luces cálidas saliendo de casi todas las ventanas.
Esperando fuera del búnker que guardaba la tierra, o tal vez la resguardaba,
estaba un equipo de cazadores de apariencia ruda. Todos de piel oscura, luciendo
muchas cicatrices de batallas. Emitían un aura de “no te metas con nosotros”.
—Lord General. Emperador —dijo con un saludo militar el líder del equipo.
Él era obviamente un cazador veterano, sin dudar y dejando sus ojos quedarse
sobre Matthew como muchos hacían cuando lo veían.
—Lord Holst quería que les dijera que estará aquí en unos minutos. Tiene una…
reunión de negocios que está terminando —un carro se estacionó frente a ellos.
Baine sostuvo la puerta abierta para Kyle y Tarrick—. Y personalmente, consideraría
una cortesía si hubieran usado su teléfono en vez de a un asesino zorro para
anunciar su llegada.
—¿Lo harás? —preguntó Tarrick mientras se sentaba dentro del auto y cerraba
la puerta antes de que el comandante pudiera responder.
—Tengo que buscar al monarca. Dudo que ella disfrute tener a un vampiro en su
casa. Siempre tienes que hacer mi vida tan difícil, Jason.
Prescott rio.
—Esta cae sobre el general. Solo estoy siguiéndolos en el juego esta noche.
Una voz pasó por el comunicador, reportando que se habían desactivado las
defensas.
Matthew corrió por los acres y llegó a la puerta en segundos. Tarrick y Kyle
estaba saliendo del auto. Kyle miró la casa sorprendido. Se mantuvo cerca de
Tarrick, casi chocando contra él. Tarrick agarró su cuello de nuevo, y el acto reforzó
la resolución del humano, dándole coraje como la valentía de un niño cuando un
padre estaba cerca.
—Eso es astuto —dijo Matthew—. Me sorprende que no haya más vampiros que
hagan eso.
La puerta se abrió y parada allí estaba una humana que Matthew no dudo que
fuera la “monarca”, como el cazador la había llamado. Se veía de descendencia
italiana y en sus treinta. Alta con cabello café sedoso que había rizado en las puntas.
Llevaba tacones negros, pantalones de cuero y un corsé que había que sus
pequeñas tetas se vieran más grandes de lo que eran en realidad.
Ella estudio a Matthew por un momento. Había mucho tras sus ojos café oscuro,
como si hubiera vivido una vida difícil y visto todo. Si Matthew tuviera que adivinar,
ella era mucho más vieja de lo que parecía; su vida extendida por un íncubo,
probablemente su hijo.
—¿En qué problema vas a meter a mi hijo esta noche? —le preguntó.
Tarrick hizo una reverencia, de verdad hizo una puta reverencia, a la humana.
—Lady Carlotta…
—Es más fuerte de lo que parece. Encajará bien. No tengo otra razón.
—¿En serio? ¿Es por eso que los Argonautas te están siguiendo? ¿Por lo que
enviar a tu asesino a asustar a muerte a la mitad de mi casa? Y —apunto a
Matthew— no me hagas comenzar con él. Nunca he aguantado tus juegos. No voy
a comenzar esta noche.
Matthew comenzó a reír. Además del Alto Rey, nunca había visto a nadie más
poner a Tarrick en su lugar, peor un humano.
Mierda, estaba enojado. Matthew dio un paso atrás, fuera de su línea de fuego.
Tarrick se tomó un momento para dejar que su ira se calmara y luego tocó
suavemente la puerta.
—Ilertha le canta.
—Para nada, Alta Sacerdotisa. No tengo amor por mi señor. Y nací como un
íncubo —Matthew hizo una reverencia.
—Está bien, Emperador —dijo Carlotta—. Matthew, hijo natural del Dios de
Sangre, puedes entrar a mi hogar.
Carlotta se hizo a un lado para dejarlos entrar. El recibidor era hermoso con
madera vieja y paredes crema. Unas impresionantes escaleras se curvaban hacia
el segundo piso. Baine estaba en la escalera superior, cuidando a Carlotta.
—Quédate alerta, Matthew —ordenó Tarrick antes de que fuera corriendo tras el
sonido.
El olor a sangre llenó sus fosas nasales y sus dientes de metal picaron. Nadie
más parecía preocupado.
—Anda limpia ese desastre —le dijo a Bane, que asintió y se teletransportó allá.
Luego Holst volvió su atención a sus invitados. Sonrió y bajó las escaleras.
—Hermano —le dijo a Tarrick. Los dos agarraron el cuello del otro y juntaron sus
frentes.
Matthew tuvo problemas creyendo que Holst era un íncubo social. Se veía como
si pudiera pelear con los mejores de ellos si tenía que hacerlo… y ya había probado
que no era tímido sobre matar. A quien sea que hubiera disparado estaba muerto
ahora.
Los dos íncubos se apartaron. Holst le asintió a Prescott, pero no hizo una
reverencia como los otros. Prescott, por su parte, asintió de regreso y tomo un lugar
discreto en la esquina.
—¿Hay una razón por la que estés supervisando, Madre? —preguntó Holst.
Carlotta lo cortó.
—Dale es discurso a alguien que no cambio tus pañales. Les daré privacidad.
Solo traten de evitar los problemas y envíenme al vampiro cuando hayan terminado.
Mientras ella salía del recibidor, Matthew no pudo evitar pegar sus ojos en las
caderas de ella y en su ligero movimiento. Se preguntaba que deberes como Alta
Sacerdotisa de la Diosa del Sexo hacía.
Matthew despegó sus ojos de Carlotta solo para encontrarse bajo la examinación
de Holst. Su mirada dominante era muy parecida a la de Tarrick y Matthew no pudo
evitar excitarse más. Estaba agradecido que su armadura hacia un buen trabajo
escondiendo su creciente erección.
—Dale un descanso —dijo Tarrick, bajando su mano de Kyle que estaba medio
escondiéndose detrás del general—. Matthew tuvo su transformación hace apenas
unos años. Tú eras peor a esa edad.
Holst rio.
—De verdad te gustan jóvenes. Y peligrosos. ¿Se somete para ti?
—Se somete para cualquiera que el Alto Rey quiera —dijo Tarrick, sin responder
realmente pregunta, pero sin negarla.
Por primera vez desde que Holst había llegado, él miró a Kyle.
—Sí.
—No es mi tipo.
—Lo es.
—Señor.
—¿Aquí?
—No.
Holst estiró la mano y estrujó el pezón de Kyle. Kyle trató de alejarse, pero Holst
lo tomó del hombro y lo mantuvo en su lugar. Luego deslizó su mano por el abdomen
del humano antes de finalmente llegar a sus testículos y apretarlos.
—Me gustan más grandes —dijo Holst finalmente cuando terminó su inspección,
soltando a Kyle.
Mathew no estaba seguro de si hablaba del pene de Kyle o su cuerpo. Tal vez
ambos.
—No, no te gustan.
Holst gruñó.
—Sí me gustan.
—Claro, hasta que los rompes. Luego te aburres. Este chico no es eso, te
gustará.
—No lo creo. Estoy seguro de que encontrarás un buen lugar para él.
¿Tenerlo?
—¿Qué?
Matthew miro hacia Prescott, que se encogió de hombros como diciendo “¿por
qué no?”
—Le diré la idea al Rey, pero estoy seguro que la aprobará. Te quiere en la
máxima condición para pelea… al menos este mes.
—Un esclavo para los íncubos, sí. Un sumiso para el —Matthew señaló a
Tarrick—. Pero con los demás depende. Nunca he hecho la cosa de ser dominante,
pero estoy seguro que puedo arreglármelas si eso es lo que necesitas.
Holst gruñó.
Holst gruñó de nuevo, esta vez por la falta de respeto de Matthew. Matthew
estaba aliviado de que nadie hizo movimientos para castigarlo por ello.
Matthew lo soltó.
—De rodillas. Manos a la espalda.
—Con tu lengua —ordenó Matthew antes de que Kyle llegara a sus ropas.
Matthew nunca había degradado a una persona en cama –en ningún lado, en
realidad–, pero encontraba la respuesta necesitada de Kyle muy excitante.
Matthew miro para ver los ojos de Tarrick volverse morados mientras miraba,
pero más importante, los ojos cafés oscuro de Holst cambiaron a un color ciruela.
Hacía que los dos íncubos se parecieran más. Si Tarrick tuviera cabello negro en
vez de rubio sería difícil convencer a Matthew que no estaban relacionados, incluso
si sus facciones eran un poco diferentes.
—Bien, lo probaré —dijo Holst, su voz llena de deseo y sus ojos encerrados en
Kyle.
—¿Estas seguro? No quiero encontrarme con tener que buscarle un nuevo lugar
a él en una semana.
—Quiero hacer una exhibición con Matthew. Una pelea, pero no creo que el Alto
Rey la apruebe a menos que haya la suficiente charla de ello.
—Hecho.
—Un momento —dijo Prescott. Todos excepto Kyle se habían vuelto a mirar al
Emperador; el humano parecía un poco fuera, aun lamiendo las botas de Matthew—
. ¿A que estás jugando, General?
—No estoy jugando. Solo me gusta ver a Matthew pelear —los ojos de Matthew
brillaron púrpuras.
—General —dijo Prescott, enojado—, yo debería estar en una cita ahora en vez
de ver a este pequeño idiota lamer las botas de Matthew. Has llegado al final de mi
paciencia.
—De acuerdo. Está bien. La gente no cree que tenemos demasiado dominio
sobre Matthew. Los cazadores no quieren pelear con él y los íncubos temen que
pierda el control. Mira lo que tuviste que hacer esta noche para tenerlo en el suelo.
Lottie no debería necesitar ese nivel de convencimiento.
Oh cierto. Cuando Prescott prendió el collar. Matthew estaba tan envuelto con
Kyle, había olvidado lo molesto que estaba por eso.
—Si ven a Matthew pelear por la gloria del Alto Rey, verlo arrodillarse, ayudará
a convencer a la gente que tenemos control sobre él. Me disgusta tener un ejército
que piensa dos veces mis órdenes. Podría hacer esto vía fiestas o hacer que se
folle su camino en corte hasta que se sientan seguros, pero tomará demasiado
tiempo. Esta es la manera más rápida y no va contra los deseos del Alto Rey.
—Sabes cómo es con sus mascotas. Necesitamos que la gente quiera esto antes
de que lo pregunte.
—¿Cuánta energía y tiempo estas dispuesto a poner en esto para que la gente
confié en tu compañero de equipo? Porque como está, tomará años. A mi manera
serán semanas.
—Dioses. Bien. Comenzare a entrenarlo para lo que sea que el Rey lo haga
pelear.
—Solo será tuyo si firma el contrato y necesita estar de regreso en Nueva York
para la media noche.
—Me encargaré de eso. ¿Te vas a quedar? ¿Bourbon? —le preguntó Holst a
Tarrick.
Tarrick rió.
Prescott resopló.
—Dos opciones.
Holst miró entre Matthew y Tarrick, luego sonrió con ganas, Kyle todavía
acurrucado desnudo bajo su brazo.
—Esa es la orden del Alto Rey, no la mía. Aunque, es una con la que me gusta
verlo luchar —dijo Tarrick, sus ojos con un brillo sadista.
Matthew frunció el ceño. Que le dijeran cuando podía y cuando no podía tener
un orgasmo no era divertido. Si lo dejaran masturbarse, entonces tal vez no tendría
una erección salvaje bajo su armadura ahora mismo.
Él abrió de un empujón las dos puertas. Dentro había un templo de Ilertha: había
una estatua de la diosa en el centro y rodeándolo hay almohadas y sillas de salón.
La habitación olía a especias y sexo. O tal vez esa era Carlotta, que estaba
parada con las manos apretadas frente a ella.
Prescott entro a la habitación y asintió con respeto a la estatua (algo que Matthew
no había esperado) luego se hizo a un lado. Matthew esperaba que, si terminaba
teniendo sexo con Carlotta, el Emperador al menos se volviera invisible para que
pudiera pretender que no lo estaban observando.
Matthew dio un paso delante y se detuvo justo antes de entrar a la habitación del
templo.
Matthew no estaba seguro de que era. ¿Odiaba a su madre? La única cosa que
sabía de ella era que lo había abandonado y había enviado a Devak para protegerlo.
Él amó a Devak, pero le hubiera gustado tener una madre al crecer.
Carlotta le hizo señas para que cerrara las puertas y se uniera a ella. Lo hizo.
—¿Sería muy fuera de lugar de mi parte preguntar porque una humana es la Alta
Sacerdotisa de la diosa íncubo?
—Ilertha tiene mis dominios. Ella es la diosa del sexo, amantes, belleza, placer y
dolor, astucia, fertilidad y más. Los íncubos son su pueblo bendecido, una
personificación de lo que es, pero ella acepta a cualquiera que siga sus principios.
¿Tú adoras a alguien?
—Uh, bueno, fui a la iglesia algunas veces, pero nunca estuve seguro si Dios
existía. Y luego cuando conocí a un dios, no era el despertar religioso que estaba
esperando.
—Yo… no lo sé.
—Ven a sentarte —ella hizo señas a un rojo, inflado ottoman. Él hizo lo que le
decía—. Eres una criatura honesta, ¿verdad?
—Sí —susurró.
Carlotta, con la mano aun en su mejilla, se agachó y besó a Matthew. Era mucho
más suave de lo que esperaba. Él pensaba que sería tan dura como su actitud.
Había una seña de eso, pero había algo más también: comprensión. Era como si
supiera lo que él necesitaba y se lo estuviera ofreciendo.
Sus manos empezaron a vagar, explorar sus muslos, luego sus caderas y
finalmente sostuvo sus nalgas. Él apretó sus maravillosas proporciones,
empujándola contra él.
Ella se apartó y tocó su armadura, pasando los dedos por los lados filosos.
Palabras susurradas salieron de sus labios y la armadura empezó a doblarse hasta
que era solo una pieza de pecho.
—Pensé que solo los cazadores con runas podían hacer eso —dijo Matthew.
Ella lo ayudó con la última parte, sacándose los zapatos y el pantalón. Matthew
desabrochó el lado de su traje de compresión. Antes de que pudiera quitárselo, ella
delineó su pene con su mano.
Él gruñó.
Esta vez, uso su velocidad y estaba fuera del traje y desnudo antes de que ella
tuviera un momento de dejar de respirar. Su sonrisa se agrandó cuando bebió su
cuerpo. Sus músculos estaban apretados bajo su suave piel clara. Las únicas
imperfecciones que tenía eran la marca del Alto Rey y los tatuajes que serpenteaban
por su brazo derecho.
Su cerebro escogió ese maldito momento para recordar que Prescott estaba
parado en la habitación, pero empujo ese pensamiento de su cabeza. No era como
si el tipo no lo hubiera visto desnudo, mucho, y las posibilidades eran que, si él no
estuviera allí, el sexo no ocurriera. Matthew quería que el sexo ocurriera. Su dura
polla se alzaba en atención para probarlo.
Ella llevó su mano hacia abajo y acarició su pene duro como el granito. Matthew
siseo contra ella, su trasero apretado y sus caderas empujando hacia el toque.
Ella alineó su sexo con el de ella y se bajó. Matthew tembló mientras su calidez
se envolvía en él.
Matthew inhaló los hilos dorados de energía sexual mientras ella lo montaba,
llevándolos a ambos más cerca del orgasmo.
Entonces lo escuchó.
La canción de Ilertha.
Era tan silenciosa al principio, que pensó que se la estaba imaginando, pero
mientras ellos follaban, la canción era más fuerte. Cantada en el lenguaje antiguo
de los íncubos, era hermoso y divino. La melodía tenía una cualidad del otro mundo.
Nunca había llegado a una cuarta ola. En vez de eso, su cuerpo caía hacia atrás.
Carlotta aun en sus brazos, golpeo el ottoman y siguió, cayendo por el material y
dentro del mismo suelo. Abajo y abajo se fue. Los colores eran borrosos a su
alrededor y su estómago saltó a su garganta.
Carlotta estaba en sus brazos, ambos desnudos. La sentó en una piedra bajo
sus pies y miró alrededor.
Estaban parados en un edificio en ruinas. No había mucho del lugar, solo unos
pilares y paredes a medias… y más allá había niebla… y más allá de la niebla había
oscuridad. Nada.
—¿Qué es esto? ¿Una brecha mental? —le preguntó a Carlotta que estaba
temblando del frío.
La voz de Ilertha.
Matthew abrió los ojos. Estaba de nuevo en el templo, su cuerpo extendido sobre
el ottoman. Los Argonautas lo miraban. Hiroto puso sus manos en la frente de
Matthew.
Matthew alzó la mirada para ver a Carlotta todavía en sus brazos… la estaba
aplastando, sus garras hundidas en su espalda. Ella luchaba por respirar.
Ella tomó una respiración filosa. Matthew trató de disculparse, pero las palabras
salieron embrolladas. Empujo su sanación, forzando a su cuerpo a recuperarse lo
más rápido que podía.
Mientras tanto, Vik le dio a Carlotta un vial se sangre de vampiro para sanar sus
heridas.
Matthew miró a Carlotta con una plegaria silenciosa: por favor. Por favor, no les
digas quien soy.
Carlotta se sentó recta y movió sus caderas lo suficiente para su pene que se
ablandaba ya no estuviera dentro de ella. Ella se quedó sobre él mientras sus
heridas sanaban. Sus ojos estaban muy abiertos mientras lo miraba, estudiando su
rostro como si fuera el diamante más grande que se exhibía en un museo.
—No conozco todos los poderes de los Dioses de Sangre, pero no puede
hipnotizar a Matthew a menos que venga personalmente a este reino. Pero los
dioses envían visiones y mensajes. Él puede aprender a resistirlos.
—Sí, señor.
—Comandante Hiroto —dijo Carlotta—, la próxima vez que anuncies que Tarrick
está de camino, por favor usa el timbre.
Prescott se volvió.
—En noches como esta desearía que mi hijo fuera más como su padre.
El peculiar comportamiento social no le debía ganar muchos favores del Rey.
Prescott lideraba la marcha con Vik justo detrás de él. Ella estaba jugueteando
con sus botellas, quejándose que esperaba que tuvieran acción esa noche. Nellis
había alzado a Hiroto y lo puso en sus hombros. El zorro parecía feliz de sentarse
así.
Matthew los seguía, escuchando la cháchara, con Lock siguiendo por detrás en
silencio, tal vez para mantenerlo vigilado.
—No. Estoy aliviado de que me detuvo antes de que hiriera a Carlotta. Pero,
¿Por qué no solo me noquearon con el collar?
El equipo dudó.
Prescott desaceleró.
—Pero un golpe en la cara funcionó bastante bien —dijo Nellis con una sonrisa.
Prescott volvió a su ritmo hacia la estructura de concreto. El comandante cazador
de Holst, Baine, y su equipo estaban allí haciendo guardia.
Hiroto casi se cae de Nellis de risa. El irlandés tuvo que estirar las manos y
equilibrar al zorro, sosteniendo su cintura con su guante. Los otros también se
rieron.
Dos noches después de que llevaron a Kyle a Holst, él estaba luchando con
Prescott cuando escuchó el guardia por el comunicador que el Alto Lord General
Tarrick regresaría a Ashwood.
Prescott usó la distracción para rebanar tres de los dedos de Matthew con el
hacha que estaba usando.
—¿Te crees que eres el único con personas que amar? —preguntó Prescott.
—Yo–
—¿Qué pasaría en una batalla si Tarrick cae? ¿Vas a llorar su perdida allí
mismo? ¿Dejar a tu equipo vulnerable?
—Lo que vas a hacer es guardar tu dolor y enfocarte en tu trabajo. Darte cuenta
que hay momento de llorar después, cuando no arriesgue las vidas de los demás a
tu alrededor.
Matthew asintió.
—Ambas.
***
Una semana después Matthew se levantó con un par de labios llenos trabajando
por su cuello. Dejó salir un suspiro de placer y abrazó a la mujer que lo estaba
besando, enredando sus dedos por el rizado cabello.
—Aún no. La mantenemos lejos tanto como podemos. No creo que Didi se ha
dado cuenta que se ha ido. Creo que ni siquiera se ha dado cuenta que yo me he
ido.
¿Era por eso que Matthew no había visto al Alto Rey en un tiempo? ¿Se estaba
alejando o lo que sea que hacia?
—El general tiene razón, prefiero que seas tú. No le digas al Emperador esto —
comenzó Matthew. Rosaline dirigió sus ojos a la cámara preocupada—, pero tú eres
más sexy que él.
—Siento lo que pasó… con Didi. Cuando lo supe… —ella mordió su labio inferior.
—Shh. No es tu culpa.
—Me comporté indebidamente y fui castigado. ¿Crees que él aún esté enojado
conmigo?
—Es verdad.
Los ojos de Matthew se movieron al cuello de ella, y el deseó hundir sus colmillos
en ella.
Ella rió.
—Tal vez después. Vas a tener un alimentador esta noche. Sin distracciones.
Esa era probablemente una buena idea. Sin saber que esperar, el probablemente
estaría un poco nervioso esta noche.
—Lo organicé para que todos los que vean sea alguien que quiera acostarse
contigo. Y, ninguno podrá verte. El espejo es de un solo sentido. Todo lo que tienes
que hacer es escoger a alguien que te interese. No hay apuro. Si no te gusta lo que
ves, hay muchas opciones más. Los alimentadores están entrenados para manejar
el rechazo, no vas a herir sus sentimientos.
Los diferentes mostradores estaban decorados para mostrar los intereses del
que lo ocupaba.
Rosaline camino hacia el primero. Dentro, un íncubo masculino con los ojos
azules más brillantes que Matthew había visto, descansaba en una silla con un
eReader en su mano. Vestía una bata pequeña y traslucida parecía a lo que vestían
las gemelas, solo que este hombre se veía como un adulto. Joven, pero adulto.
—Los conozco a todos personalmente —su sonrisa cayó cuando miró la ventana
del siguiente puesto.
Él rió al ver a Hiroto, estirado casi desnudo en un sofá crema, con una gran
sonrisa en su cara.
—Comandante Hiroto.
Hiroto se teletransportó al otro lado del vidrio para estar junto a Matthew y
Rosaline.
—¿Sí?
—Shh —Matthew puso su dedo contra los labios de Hiroto para callarlo. Tomó la
mano del zorro y la puso en su entrepierna, sus pantalones de cuero estirados por
su tensa erección. Hiroto acaricio la longitud de Matthew contra el cuero. Tuvo que
morderse el gemido—. Solo hemos tenido muy mala organización.
Ella suspiró.
—Sí. Solo hay un puñado de ellas y todas son dominantes en la cama. Solo la
incluí porque sé que te gusta ver criaturas que no has visto antes. Pero mi instinto
me dice que no la vas a escoger. Además, no le gustan tanto los hombres.
Ella vestía jeanes y una camiseta y su cabello estaba peinado en una coleta. No
era gorda, pero no era delgada tampoco. Su estómago era suave, casi redondo,
como sus caderas. Estaba sentada con sus piernas sobre el brazo del reclinador,
comiendo pedazos de queso. No estaba muy preocupada con exhibirse como los
otros. Pero era el violín que descansaba en la esquina lo que llamó la atención de
Matthew.
—Ella.
—Sí.
Rosaline presionó sus labios como si quisiera decir algo, pero se aguantaba.
—No —ella paso sus manos por el frente de su vestido para alisarlo un poco—.
Solo perdí una apuesta.
Ella suspiró.
—No. Solo tengo que atender a una fiesta que esperaba evitar. El Rey de
Australia del Oeste nunca deja de rezongar.
Ella murmuró algo acerca de preguntarle a Darios y llevó a Matthew hacia otra
habitación. Esta estaba arreglada como un dormitorio. Todo dentro se veía caro y
era bastante sexy sin ser cursi. La cama era grande con gruesos postes y sabanas
de seda.
—No estoy de acuerdo. Eres una dama, y puede que no tenga que hacerlo, pero
quiero.
—Coqueto.
Él le devolvió la sonrisa.
—Lo intento.
Hubo una pequeña, casi incómoda, pausa en la cual Matthew no estaba seguro
de cómo proceder. Felicia no dejo que el momento siguiera. Señaló a la cama.
Ella se dejó caer en ella y Matthew se sentó a su lado. Rosaline rodeó el otro
lado de la cama y tomó haciendo en un punto allí, dándoles espacio, pero aun
quedándose cerca. Matthew se preguntó si se les uniría.
—Ah. No, el Alto Rey me quitó los colmillos, es por eso que los dientes son de
metal aquí —Matthew levantó su labio para enseñarle—. Y aun si no lo hubiera
hecho, no te mordería a menos que me lo permitas.
—Mi piel es más fría, no escucharás un latido ahora y me gusta jugar con el
cuello un poco más que la mayoría. Además de eso, follo y como de la misma
manera que la mayoría de íncubos. ¿Hace cuanto eres una alimentadora?
Felicia pasó sus dedos por su brazo. Le gustaba que evitaba tocar sus esposas,
la evidencia tangible de que era un esclavo.
—No eres tan frio. Y no mucho. Menos de una década. Me dicen que tengo un
sabor fantástico, lo cual me ha ganado mi lugar aquí. ¿Hamlet o Macbeth?
Felicia se inclinó más cerca y pasó sus dedos por los abdominales de Matthew.
—Hmm.
Su mano se movió más abajo, sus dedos rozando debajo de sus pantalones. Los
parpados de Matthew se sentían pesados mientras su cuerpo respondía al toque.
—Eres como los otros guerreros en algunas maneras —lo molestó ella y se
movió para que estuviera parada entre sus piernas. Él abrió sus rodillas para hacerle
espacio.
Ella se lamió los labios y miro hacia él, sus ojos mostrando su emoción. Ella tomó
su ancho y pasó su húmeda legua por la gorda vena que corría por debajo. Matthew
se apoyó sobre sus manos y dejo salir un estremecimiento.
Felicia tomó la cabeza con su boca, provocándolo con su lengua, luego bajó
hacia su piercing, trabajándolo con habilidoso entusiasmo.
Matthew miró hacia abajo y puso una mano en su suave, recogido cabello. Los
labios de ella se retiraron en una apretada sonrisa alrededor de su masculinidad.
En sus diez años como alimentadora, probablemente había tenido miles de íncubos
y aun así parecía genuinamente emocionada de estar chupando su pene.
Tal vez era porque él era su primer vampiro, o tal vez porque era su trabajo, pero
ahora mismo no se podía obligar a sí mismo a importarle mientras tomaba más y
más de el en su boca y el comenzó a alimentarse.
Ella no bromeaba cuando decía que tenía un sabor fantástico; su energía era
gruesa y llenaba.
Desde detrás de él, Rosaline se acercó, envolvió su torso con sus brazos y pasó
sus suaves manos bajo la camisa de Matthew, acariciando su piel. Los labios de
ella vagaron por el cuello sobre el collar, yendo hacia su oreja.
Matthew gimió mientras las dos mujeres le daban placer, sus cálidas bocas
volviéndolo su cuerpo loco. Arqueo su espalda cuando Felicia aumentó la velocidad,
rebotando arriba y abajo sobre su pene mientras sostenía con fuerza la base.
Y mientras ella lamia las últimas gotas de la punta, Rosaline se deslizó alrededor
del regazo de Matthew y lo besó con fuerza. Aun flotando en su orgasmo, él le
devolvió el beso, torpe y mojado.
Cuando ella se alejó de él, sus ojos brillaban con un verde fuerte y sus pequeños
cuernos rojos saliendo de su frente. Sus alas también se desplegaron y su cola hizo
espiral alrededor de su pene. Él saltó cuando ella apretó su sensible miembro.
Felicia se levantó.
—¿Mi señora?
Ella le gruñó a Felicia, luego hundió sus garras en los hombros de Matthew y se
inclinó para besarlo de nuevo. Esta vez, ella trató de quitarle energía.
Matthew no tenía problemas, la alimentaria si ella lo necesitaba, pero parecía
algo contra intuitivo dado que el punto de venir aquí era alimentarlo a él.
Matthew tomó sus caderas y la quitó de él. Ella se lanzó contra él, tratando de
enlazar sus labios de nuevo. Su cola todavía envuelta fuerte sobre su pene.
—Sí, pero hace la transformación más difícil. Ella no debería estar aquí para ello
—Felicia miró al teléfono—. Nunca he tenido que llamar al Emperador antes…
No quería decir nada en una línea insegura ya que los íncubos tenían bocas
grandes, y él no sabía como se manejaban normalmente las transformaciones.
Rosaline comenzó a hacer maullidos tristes cuando tomó sus muñecas para
quitarla de encima de él.
El cuerpo de Matthew comenzó a desacelerarse y su mente iba como si estuviera
sumergida en agua. Se recostó en la cama y Rosaline se sentó encima de su torso.
Ella se inclinó y comenzó a besarlo.
Sintió como su pene se llenaba de nuevo mientras la cola de ella la trabaja. Ella
deslizó sus caderas hacia abajo, subió su falda y se quitó la ropa interior, luego
deslizó su húmedo calor alrededor de él.
El apretó los dientes y movió sus caderas para embestirla. Ella lo encontraba en
cada embestida, sus cuerpos latiendo con placer. Su mano apretó las caderas de
ella con fuerza.
Su fuerza de voluntad se había ido y ahora el haría cualquier cosa que ella le
pidiera. Cualquier cosa.
Matthew soltó sus caderas y pasó las manos por su vestido, sintiendo su plano
vientre, sus pechos llenos, la suave, delicada piel de sus clavículas y finalmente su
cuello. Podía oler la tentadora sangre latiendo bajo su piel, el caliente líquido de vida
llamándolo.
Durante mucho tiempo, él moría por probarla, y ella nunca lo había dejado.
Y ahora ella se estaba ofreciendo hacia él, ¿Cómo podía resistirse a eso?
—Quiero sentirlos en mi —le dijo ella, mientras se acercaba, moviendo su cuello
más cerca de su boca.
La poca fuerza que tenia se rompió. Se quitó los cuatro dientes de metal
dolorosamente de su boca, y los tiró al suelo. Solo tomó un momento para que sus
colmillos se reformaran, su cuerpo ansioso de su regreso y ellos salieron por primera
vez en siglos.
Matthew movió sus brazos alrededor de ella para mantenerla quieta. Sus
colmillos estaban gordos y largos de deseo, latiendo con dolorosa necesidad. Había
pasado tanto tiempo, tanto puto tiempo, desde que había mordido a alguien.
Lo necesitaba.
Una. Que Rosaline había puesto una hipnosis en él. Una hipnosis fuerte.
Tres. La habitación estaba mucho, mucho más fría de lo que había estado
momentos antes.
Y olía a jazmines.
CAPÍTULO CINCUENTA Y CUATRO
El Alto Rey estaba encima de él, sus ojos dorados brillantes y sus labios curvados
en una sonrisa burlona. Rosaline estaba parada presionada en sus brazos.
—Didi, te necesito. Didi, por favor —le rogó, sus manos vagando por el cuerpo
del Rey, tratando de sacarle sus ropas.
Él envolvió un brazo alrededor de ella con fuerza y acarició su rostro, pero sus
ojos nunca dejaron a Matthew, quien era incapaz de moverse bajo la severa mirada.
—Enciérrenlo.
Capaz de moverse una vez que el Rey estuvo fuera, Matthew enterró su rostro
en el hueco de su brazo y un sollozo escapó de él. Él no había querido hacer nada
y ahora estaría de regreso a una jaula.
—Me fui menos de cinco minutos. ¿Cómo pudiste dejar que esto pasara?
Matthew miró hacia los dientes de metal esparcidos por el suelo. No podía
responder. Todo lo que pudiera decir sonaría como una patética excusa, y no era
como si el Emperador realmente sabía lo que significaba ser un vampiro. No podría
entender la tortura de tomar sangre fría cada día mientras la cosa fresca estaba solo
a pulgadas.
Cuando abrió los ojos se forzó a moverse. Sus pies se sentían como plomo y
cada paso que tomaba era agonía. Cuando entro a la jaula, tomo asiento en el catre.
Detrás de él, el sonido de la puerta de la jaula cerrándose era ensordecedor.
Prescott suspiro.
—Desde el día que supo sobre Apep, Devak, has estado a un pelo de que te
tiren de nuevo aquí. He estado peleando con él sobre ello por un tiempo. Quitarte
los dientes fue malo, pero aprovecharte de Rosaline en su estado actual era peor.
Sé que tenía control sobre ti y, personalmente, yo habría perdonado la ofensa
después de castigarte, pero él no es compasivo. No contaría en que te dejara salir
de aquí en el futuro cercano… o nunca.
—Si sirve de algo, Matthew, creo que habrías sido un buen Argonauta.
La puerta se cerró con un fuerte golpe y Matthew tembló mientras su peor miedo
se volvía real. Estaba solo.
Y estuvo solo por mucho tiempo.
En algún momento, alguien había quitado el anillo de luz del sol de su dedo
mientras dormía; también le habían quitado la ropa, dejándolo desnudo en la oscura
jaula. Todavía había la ducha nocturna, pero no una toalla para secarse después,
lo que lo dejaba mojado gran parte de la noche. Después de un tiempo, dejó de
molestarse con las duchas.
Alrededor del segundo mes, comenzó a alucinar con vino dulce y aceite
fragante… o tal vez el Alto Rey estaba enviando el olor para molestarlo. Lo volvía
loco. Y no ayudaba que su hacha comenzaba a susurrarle:
En el tercer mes, su soledad era tan profunda que trató de escapar a la mente
de Hiroto… solo para tener alguien más con quien hablar además de su hacha.
Activo el collar, causando que él se doblara de dolor. Le gustaba el dolor. Le
recordaba que no estaba totalmente muerto todavía.
Perdido en una pelea de gruñidos, se detuvo cuando una mano tocó su espalda.
El toque tentativo se movió por su espalda, tomando el tiempo de explorar cada
vertebra. Matthew relajó su cuerpo, sus muñecas heridas por la lucha contra las
esposas.
Matthew dejó su cabeza caer hacia el frente y cerró los ojos. Disfrutando del
tacto.
—¿Por qué tuviste que morir? Todo era mejor cuando estabas aquí. Era feliz.
Sam era feliz. Íbamos a tener una casa todos juntos. Ser una familia.
—Lo siento, mi príncipe. Te fallé. Espero que puedas perdonarme algún día.
Dejó de contar los días, llevar la cuenta lo volvía loco. Bueno, más loco. Estaba
bastante seguro de que estaba perdiendo el juicio.
En algún punto del cuarto mes, Matthew se despertó una noche por una aguda
baja de temperatura. El Alto Rey estaba parado justo fuera de la luz, mirando a
Matthew. No le dijo nada, y Matthew se negaba a rogar, aun cuando estaba solo,
hambriento y sus brazos dolían por las cadenas.
Toda la noche el Alto Rey lo miró, sin decir nada en su usual comportamiento
inquietante.
—Me enviaron para alimentarte. Perdón por tocarte, es solo que… tu cuerpo…
era como…
—¿Un cadáver? —Matthew rió—. Bueno, estoy muerto, cariño, y no he tomado
sangre en meses.
Felicia miro a su muñeca, las garras de Matthew aun alrededor de ella. Noto que
las esquinas de sus ojos estaban rojas e hinchadas.
—Me dijeron que era tuya para hacer lo que quieras. Puedes venirte. Y —ella
tragó con fuerza— no serás castigado si me matas.
Ella asintió y Matthew la soltó. Ella tomó su muñeca y la masajeo, pero se quedó
dónde estaba.
Matthew se sentó.
—No te voy a matar, pero estoy demasiado hambriento. ¿Estaría bien si tomo
algo de tu sangre y follamos?
Ella asintió.
—No —mintió Matthew. Era una mordida en el cuello, claro que le iba a doler,
pero no quería causarle más estrés del que tenía. Estaba demasiado hambriento
para enviar placer o incluso hipnotizarla—. Nunca me dijiste cuando era tu obra
favorita de Shakespeare.
Ella se relajó un poco, con una ligera sonrisa curvándose en sus labios.
—Sueño de medianoche…
Él estaba sobre ella antes de que terminara, moviendo su cabeza a un lado con
una mano y sosteniendo su cuerpo con la otra. La tomó con rapidez, sus colmillos
hundiéndose con fuerza en su cuello.
Ella gritó y trató de retroceder, pero no era probable que fuera a dejar ir a su
presa ahora que la tenía.
El momento que la sangre llenó su boca, gimió. Dios, su sangre era como néctar.
El caliente liquido se deslizo por su garganta, llenándolo. Su piel desnuda comenzó
a ganar color mientras la vida volvió a él, y se puso duro solo por la felicidad de
alimentarse. Él comenzó a frotar inconscientemente su erección contra los
pantalones de ella.
Matthew bebió rápido y con avaricia, y mientras llegaba al punto en el que tomar
más la pondría en peligro, se quejó. Necesitaba más. Su lado vampiro quería tomar
todo… pero Matthew se negaba a dejar que eso pasara.
Con el permiso obtenido, Matthew tomó sus caderas y la tomó con fuerza. Su
hambre suprimió su preocupación por su pareja.
Ella gritó de placer con cada embestida y trató de moverse con él, pero el la
mantuvo fija mientras se alimentaba. Cuando sus ojos comenzaron a ponerse en
blanco y su cuerpo cayó sobre el catre, el dejo de alimentar y termino dentro de ella
con unas cuantas embestidas torpes.
Este no era su momento más orgulloso, tomar sangre y sexo y no regresar nada,
pero había estado demasiado hambriento para que le importase.
Con su afilada hambre disminuida, estaba pensando con más claridad. No tenía
mucho sentido que le enviaran aquí. Normalmente, solo le daban sangre fría si
querían alimentarlo.
—Tu cuerpo está caliente ahora —le dijo mientras se deslizaba al sueño.
Matthew la sostuvo toda la noche. Estudio su cara y su cuerpo, conto sus latidos,
escuchó el ritmo de su respiración. Era hermosa. Y él estaba solo. La dejo dormir
toda la noche y no se atrevió a despertarle aun cuando moría por su compañía.
—Matthew.
Se sentó.
El Emperador estaba allí, con toda la armadura puesta, casco y todo. Lanzó algo
de jabón en la jaula y la lluvia se encendió.
—Dúchate.
Matthew lo miró por un momento. Cuando Prescott lo empujó hacia delante, miró
la toalla. Aunque tenía poco pelo, no le tomó mucho secarlo. Se puso el traje negro;
estaba flojo contra su piel. Había perdido mucho peso y una noche de alimentación
no iba a ser suficiente para ganarlo.
—Sígueme.
—El deseo de los íncubos de verte pelear ha sido persistente por meses hasta
el punto que Mal no puede ignorarlo. Le está dando a la gente lo que quiere.
—Un dragón.
Matthew frotó su frente. No sabía mucho sobre dragones, solo lo que Samantha
le había contado, pero sabía que su poder era rival con el de un comandante del
abismo. Además de ser criaturas masivas, la mayoría tenia acceso a magia y luego
estaba todo ese asunto de respirar fuego. Tal vez con un año de entrenamiento y
en su cima de combate, Matthew tendría una oportunidad contra uno… pero, ¿en
ese momento? No. Él no tenía ninguna oportunidad.
—Trate de detener esto por Lily. Ella debería ser salvada de ver su padre morir,
pero… al menos podrás irte peleando. Eso es todo lo que nosotros los guerreros
esperamos en el final.
Y el pelearía. Él no solo iba a darse la vuelta y morir, pero esto era una ejecución,
no una batalla. Mientras estaban allí en silencio, una mórbida verdad llegó a
Matthew:
—Tienes mi palabra.
Prescott asintió una vez, luego presionó la runa para continuar su viaje.
Tuvo que apagar sus sentidos para evitar ser sobrellevado por la oleada de
sonidos.
—No te lo folles.
—Siempre te preocupas demasiado por lo que hago con mi polla… ¿la quieres
o algo así? —Hiroto le guiñó un ojo—. Todo lo que tienes que hacer es pedir.
Matthew vio como la sonrisa caía del rostro de Hiroto y se puso de nuevo la
máscara y la capucha.
—Hay sangre en el casillero detrás de ti. Bébela rápido —le dijo, y se teleportó.
Fuera de las varias puertas del vestidor había dos equipos de cazadores
haciendo guardia. Distraído por la sangre que lo llenaba, Matthew casi no notó como
se quedaban inconscientes, sus latidos perdiendo fuerza mientras caían al suelo
uno a la vez.
—Hay como cien cazadores allá arriba, no creo que llegue muy lejos si trato de
escapar.
—Hay diez veces ese número allá arriba. Casi un cuarto de las tropas está aquí.
Nosotros no vamos a huir. No podemos.
—¿Nosotros?
—Nosotros.
Matthew abrió la caja. Dentro había un casco diseñado para combinar con su
armadura. Tenía una protección para la nariz, pero la cara estaba abierta y dos
cuernos grandes salían de la cima y se curvaban hacia atrás, justo como los cuernos
de Tarrick. Matthew se lo puso.
Deseaba tener un espejo, pero por la manera en que Tarrick y Hiroto lo miraban,
estaba seguro que se veía formidable. Como el casco de Prescott, los cuernos
darían la ilusión de un íncubo.
—Gracias, comandante.
Hiroto asintió una sola vez para reconocerlo y se tiró al pecho de Matthew,
envolviéndolo en sus brazos.
—Ven.
Matthew lo siguió mientras pasando por las puertas hacia un alto, mal iluminado
pasaje. Los cuerpos de dos cazadores tirados contra la pared, su respiración
estable, pero no iban a despertar en ningún momento.
Habría notado algo tan grande en el Distrito del Rey la última vez que estuvo
aquí.
—Bueno, está bien. Tal vez me podrías dar unos consejos sobre cómo combatir
con un dragón…
Una ruidosa ovación vino desde fuera mientras un anuncio salía de los altavoces.
—¿Por qué estás haciendo esto? ¿Por qué estas arriesgando tu vida?
—Ya te he dicho mis razones. Tienes razón, Malarath no es digno de ser rey. Ya
no. Esperaba hacer esto de otra manera, pero su decisión de matarte a forzado mi
mano.
—¿Decir qué?
—Que me amas.
—Yo no–
—Detente —Matthew dejó ir a Tarrick y dio un paso hacia atrás como si poner
distancia entre ellos lo podría proteger. Sabía que no sería así—. He tenido cuatro
meses en soledad para pensar en ello. Desde el momento en que atrapaste, te he
deseado. No puedo evitarlo. Con el paso de estos años pensé que tal vez mis
sentimientos por ti desaparecerían, pero no lo han hecho. Hay un fuego entre
nosotros que rehúsa extinguirse. Te deseo y no me importa si es una puta
distracción. Y tu sientes lo mismo. Lo sé.
—Matthew —comenzó.
—Por favor.
—Matthew–
—Por favor.
—No puedo.
Matthew miró hacia la tierra. Las débiles luces parpadearon, dando ominosas
sombras.
—Podrías si te dejaras.
Matthew cerró sus ojos y puso una mano sobre su corazón. Estaba adolorido.
Por dios, Tarrick tenía un corazón de piedra. De alguna manera, Matthew lo
envidiaba. Las cosas serían más fáciles para el si dejara de encariñarse. Dejara de
enamorarse. Era una debilidad. Una que no importaría por mucho tiempo. Matthew
se dio la vuelta y camino por el pasillo hacia el espectáculo.
—Matthew, espera.
Una mano en forma de garra aterrizo con fuerza en su hombro y le dio la vuelta.
Tarrick, en su forma completa ahora, feroz e imponente, caminó hacia el frente,
forzando a Matthew contra la pared. Gruñó, luego se inclinó y conquisto su boca.
Era rudo; asertivo. Tomando con su lengua.
Matthew trató de alejarse, pero Tarrick no lo iba a dejar ir a ningún lado. Sin otra
opción, se rindió a él.
Tarrick mapeo los labios de Matthew con los de él y la pasión se encendió entre
ellos.
Cuando Tarrick se alejó, estaba respirando con fuerza y Matthew solo había
dejado de respirar.
—No eres mío. Y —una expresión de dolor cruzó su rostro y sus manos tomaron
las caderas de Matthew y apretaron—, tal vez nunca lo serás. Están pasando más
cosas de lo que crees y todo está a punto de ser mucho más complicado.
Dos cazadores estaba allí atados de pies y manos y con la boca tapada Silva
estaba sobre ellos
Ella saludo y sacó una roca gris es forma de huevo de su cinturón. Tomando el
brazo de Matthew, presiono la cosa contra su esposa de metal. La roca brillo verde
y la esposa comenzó a calentarse. Después de un momento, se quitó y ella
comenzó a repetir el proceso con las esposas restantes.
—No lo saques hasta que sea necesario. La meta es que te veas intimidante,
que te veas poderoso.
Matthew aplasto la necesidad de dejar salir su arma, pero sus tatuajes seguían
rojos en los bordes.
—¿E invocar a Juez ahora mismo? No gracias. Buena suerte allá fuera —ella
puso una mano sobre el brazo de Matthew—. Lo digo en serio.
Los dos cazadores atados miraron al general, confusos. Él no les ofreció una
explicación mientras pasaba sobre ellos y abría las puertas.
Matthew respiro hidno por habito y camino detrás. Fingió confianza, manteniendo
la cabeza en alto y sus hombros rectos. Esto era un espectáculo después de todo y
tenía una parte que jugar, aun si todavía no estaba segura de cual era.
La arena era como un estadio de futbol, excepto que era de tierra en vez de
césped. Pantallas grandes rodeaban las áreas altas, mostrando la acción debajo.
Se preguntaba si la pelea seria televisada para aquellos que no tenían ticket.
Encadenada al otro lado de la arena había una mujer. Era una belleza inmortal,
su cabello y sus ojos y cabello negros. Matthew adivinaba que tal vez venia de algún
lugar de Medio Oriente. Vestía un simple vestido de tela, pero en ella era increíble.
Gruesas caderas pegadas al suelo conectaban las esposas alrededor de sus
piernas y sus muñecas. Tenía un collar puesto, pero no era grueso como el de
Matthew, tampoco tenía ninguna Piedra Nocturna en ella.
Oh. Y ella irradiaba un poder que era rival con el del Alto Rey.
Un dragón.
Se forzó a sí mismo a darle la vuelta a ella hacia el otro lado del estadio.
Matthew vio a Vassu y Dennith cerca de los lores y damas, pero no vio a
Samantha. La podía sentir cerca, pero con sus sentidos asaltados era difícil decir
su localización.
Una voz familiar, la de Conor, el hombre dueño de la arena, vino del parlante,
introduciendo al semidiós. La multitud se alzó entusiasmada, su pelea, su
espectáculo, al fin iba a empezar.
Era del Alto Rey… y el Gran Lord General estaba a punto de robárselo.
Tarrick estaba en el centro de la arena, sus alas abiertas detrás de él, su arma
sostenida ferozmente a su lado, los reflectores brillaban sobre él. Matthew estaba a
solo unos pasos detrás. Un solo reflector lo iluminaba a él también, pero no era ni
de cerca tan brillante.
—Han venido aquí esta noche para ver a un semidiós pelear con un dragón, pero
eso no será lo que verán —su masculina voz rugía por los parlantes. Hubo una
pausa para efecto dramático y luego él continuo—. Por muchos milenios, hemos
estado encerrados en una destructiva batalla. Sangramos, nos sacrificamos,
aguantamos grandes pérdidas. Y continuamos haciendo esto porque nos han
mentido.
El Alto Rey miró hacia Tarrick, sus ojos brillando con fuerza. Aire frío se esparció
por el estadio. Ni una persona se movía, ningún sonido era producido.
—Nos han dicho que esta guerra es sobre poder y riquezas, territorios y
supervivencia, pero es una mentira. Una terrible mentira. Esta guerra no es nada
más que una estúpida venganza. Nebethat, la reina vampiro, tomó a la pareja de
Malarath y él quiere que ella sufra. No lo culpo. He perdido tres parejas por los
vampiros y yo también quiero que sufran, pero no al costo de ver a mi gente morir.
“La guerra es lo único que muchos de nosotros conocemos. Pero no tiene que
ser así. A principios del año pasado, los vampiros ofrecieron su rendición.
Podríamos haber forzado su sumisión como lo hicimos con los cambiantes.
Podríamos haber reinado sobre ellos. Pero nuestro rey no quiere nada más que la
completa erradicación de los vampiros. No es él o la reina vampiro quienes sufren,
somos nosotros. ¿Cuánto han perdido por esta guerra? ¿Cuántos seres amados
han visto morir?
“Los dragones han despertado —Tarrick apuntó detrás de él hacia la mujer en
cadenas— y ellos nos atacaran. Esta guerra está a punto de volverse contra
nosotros cuando podría haber terminado.
Malarath se paró. La ira que salía de él hacía que Matthew temblara. Si no fuera
por la presencia de Tarrick a su lado, se habría ido hacia atrás.
Otros equipos de cazadores en el área sacaron sus armas, pero dudaron. Tarrick
era su general. Matthew apostaría un buen dinero a que la mayoría de los cazadores
esa noche habían salido de la Academia Ashwood y lo respetaban por su liderazgo.
Malarath, en el otro lado, era solo un soberano distante que apenas veían.
Tarrick continuó como si no hubiera escuchado las órdenes del Alto Rey.
Un nuevo reflector se prendió y apunto a una mujer en las gradas. Carlotta. Esa
noche, había tomado el rol de alta sacerdotisa, vestida de blanco, togas largas y
blanco y rodeada de otros sacerdotes y sacerdotisas vestidas igual. Ella tenía un
comunicador en su mano.
Ella lo hizo sonar como si Malarath supiera de su linaje desde el principio. ¿Lo
sabía? ¿O estaba mintiendo ella como una parte del show de Tarrick? Matthew
podría creer esa posibilidad.
Él se concentró en la multitud a su alrededor y podía ver que los hilos que unían
a los íncubos a Malarath se debilitaban. No era mucho, solo algo frágil en realidad,
nada tan cerca como lo que necesitaban para derrotarlo, pero era un comienzo.
Ahora Matthew entendía por qué la arena no estaba llena solo de íncubos.
Cambiantes, brujas, infiernos, incluso trolls, les serian útiles. La mayoría de estas
razas existían con miedo a las leyes de los íncubos, y los cazadores que las velaban,
pero tal vez si alguien les daba la esperanza de ganar, ellos tal vez se alzarían
contra el Alto Rey.
Matthew vio como algunos de los hilos que conectaban con el Alto Rey se
rompían y comenzaban a dirigirse hacia Tarrick. Tarrick parecía no darse cuenta.
Samantha gruñó mientras se separaba, saco una pequeña mochila que estaba
en el suelo con ella y corrió hacia el dragón.
Samantha asintió.
—Zafirah. La que trató de esclavizar a los íncubos. Todos los otros dragones
están un poco enojados contigo, por cierto.
—Ahora.
Samantha metió la mano en su bolsa y sacó una botella de vidrio llena de aceite.
Ella la regó en círculo alrededor de Zafirah y comenzó un cantico. Ella saco un
encendedor y prendió fuego al aceite. Una nube de espeso fuego blanco se alzó,
oscureciendo al dragón.
Matthew escucho como las cadenas se rompían, y un rugido masivo hizo eco por
el estadio. Hasta ahora, la audiencia había estado cautivada por el drama, pero el
pánico se alzó mientras la gente se daba cuenta de que un dragón estaba a punto
de ser libre.
Del humo, una garra creciente golpeo contra la tierra. Emergiendo detrás de ella
estaba el dragón. Matthew veía mientras ella crecía y crecía.
La había visto antes… en las memorias de Devak… ella era el gran dragón negro
que Malarath estaba montando. Suponía que ellos se habían distanciado entre
entonces y ahora. O al menos eso esperaba.
Él convocó su arma solo por si acaso. Samantha vino corriendo hacia él.
Matthew no estaba seguro de con quién pelear. Tampoco los otros. Nadie quería
herir a nadie mientras las líneas se dibujaban.
Una sombra cayó sobre el estadio mientras el dragón seguía creciendo. Ella era
malditamente enorme. Podía fácilmente tomar a Matthew y tenerlo en su mano
como una muñeca. Seeeh… incluso si no estuviera tan débil como lo estaba ahora,
no había una puta manera de que pudiera matarla.
Sus alas se abrieron, la extensión de sus alas casi cubriendo el ancho del campo.
Las aleteó, probando sus músculos. El viento que produjo casi hizo tropezar a
Matthew y tomó a Samantha para mantenerla recta. Otros estaban haciéndolo peor.
Matthew alzó su arma, listo para pelear con ellos. Pero no tuvo la oportunidad.
Vio como Hiroto aparecía detrás de Vik y hundía una daga en su espalda. Mierda.
Matthew había estado listo para luchar con ella, pero no estaba preparado para
verla morir. Hiroto alzó su otra daga para dar el golpe mortal cuando una flecha
golpeo su arma, enviándola lejos de su mano.
Lock tenía su ballesta de seis flechas alzada. Sin tomarse un momento para
cuestionar por qué Hiroto había apuñalado a Vik, el vaquero soltaba flechas hacia
el asesino.
Hiroto, sin armas, se teletransportó frente a Lock. Alzó sus manos y ambas dagas
aparecieron de nuevo en ellas, formándose del humo negro.
Murder y Mirth dieron un flash contra la noche, cortando los músculos de las
muñecas de Lock. Con sus manos inútiles, el arma del vaquero cayó al suelo y el
grito de dolor.
Nellis se las arregló para decir un “¿Qué estás haciendo?” antes de que Hiroto
lo apuñalara en la pierna, cortando su arteria femoral. El boxeador arremetió contra
Hiroto, pero el zorro era más rápido y se teletransportó fuera de su alcance.
—Yo era un esclavo. Ahora estoy libre —incluso su voz sonaba diferente ahora;
más baja, más oscura. Toda pista de su usual tono juguetón se había ido.
—Traidor. Te mataré.
Sobre ellos el dragón tomó vuelo, sus alas generando fuertes corrientes de
viento, casi tirando a la gente.
Hiroto retrocedió fuera del alcance del golpe de Prescott, luego apuntó detrás de
él.
Matthew veía como pedazos de hielo y niebla fría salían de la boca del dragón,
directo hacia la plataforma del Rey y el área real. Malarath estaba allí sin moverse,
despreocupado por el dragón.
Lily.
—No.
Matthew miró hacia Sam. ¿Estaba ella diciendo que Lily estaba destinada a
morir?
—¿Cuándo se marchita?
—¿No crees que deberías haberme dicho que íbamos a traicionar al Rey hoy?
—le gritó a ella.
—No podría pedirte que le des la espalda a todo en lo que crees —le dijo ella.
Tres flechas volaron hacia ellos. Matthew atrapo dos de ellas y vio como uno de
los tatuajes de Gavyn, una imagen de una serpiente, se alzaba como un fantasma
y golpeaba la tercera. Gavyn miró la batalla desarrollándose alrededor de ellos.
Matthew miró como ellos salían de la arena y peleo la necesidad de salir tras ella.
Miro de regreso hacia Lily. Ella y Prescott se habían ido.
Una mujer gritando llamo la atención de Matthew. Miró hacia el sonido y vio a la
Reina Agleea sosteniendo el cuerpo de su consorte. Lord Ennius estaba muerto en
sus brazos, su cuerpo lleno de pedazos de hielo. Los cazadores estaban tratando
de apartarla de el sin ningún éxito.
Él volvió a mirar al Alto Rey, quien estaba despreocupado por lo que pasaba con
su nieta.
Miró hacia abajo a Matthew una vez más, luego se volvió y se fue, sus cazadores
y guerreros protegiéndolo.
Él deseaba que hubiera tiempo para sacarse la armadura solo para ser libre del
collar para siempre.
Lo que sea que Tarrick dijo después, Matthew no lo pudo escuchar sobre el
sonido de una explosión sobre ellos.
—Despacho, ordena una retirada. Cualquier que esté aun en el estadio debe
irse. Ahora.
Cualquier locura que estuvo pasando allí no parecía afectar a los de despacho
que siguieron las órdenes de Tarrick. En todos los comunicadores, la orden de
retirada se entregó.
No era como si la necesitaran. Todos los civiles habían huido hace mucho. Los
cazadores que no se habían unido a la lucha, incapaces de entender las ordenes
de quien debían seguir, se habían ocupado con prevenir una estampida de pánico.
Desde arriba de él, como si viniera de los cielos, una figura en armadura
descendió.
El juez.
No tenía alas, pero levitaba de todas maneras. Su armadura era blanca y de
metal, su rostro cubierto por una intimidante mascara en su casco. Pergaminos
flotaban alrededor de ella, el papel doblándose con el viento.
Ella llevaba un cayal de dos caras con una larga cadena. Humo de incienso salía
de la cabeza de metal como el incendiario de un cura.
—Lariv Abernath —le dijo, su voz haciendo eco con una calidad angelical—, has
sido juzgado y te han encontrado culpable. Tu sentencia es la muerte.
—¿En serio? ¿Mi nombre real es Lariv? Eso es una putada —le dijo mientras
cargaba contra ella.
CAPÍTULO CINCUENTA Y SEIS
Antes de llegar, ella batió su arma y golpeó la mola del mayal contra el suelo.
Una gran ola de fuerza se expandió de eso y golpeo a todos los que aún estaban
en la arena.
Los cazadores salieron volando contra las paredes. Matthew vio como Tarrick
tropezaba sobre la tierra. Los íncubos que volaban cayeron al suelo.
Matthew se deslizo hasta parar, y corrió hacia ella de nuevo, alzando su arma
mientras saltaba y caía sobre ella.
Matthew corrió hacia el cuerpo de Vik y sacó un puñado de tubos del interior de
su chaqueta. Los tiró con fuerza hacia la Jueza, que esquivo casi la mitad de ellos.
El resto acertaron, explorando con tanta fuerza que tiraron a Matthew sobre su
trasero.
Bueno, mierda.
Fue contra ella de nuevo. Antes de que su hacha pudiera hacer contacto con ella,
la cadena de su mayal se envolvió contra su muñeca. Ella lo alzó en el aire. Él lanzó
las garras de su mano libre hacia la máscara, pero no dañó su armadura.
Nada que hubiera combatido antes lo había golpeado con tal fuerza, ni siquiera
el comandante del infierno.
Él voló por el campo de tierra y se golpeó contra una pared. Sillas y metal cayeron
a su alrededor. Por fin se detuvo en las bancas bajas. Todo estaba roto y su cuerpo
pulsaba de dolor.
Comenzó el proceso de curación y veía como ella caminaba hacia él. No parecía
tener prisa. No necesitaba tenerla. No iba a ir a ningún lado y no tenía idea de cómo
herirla.
Tarrick había dicho que se enfrentarían a algo mucho más peligroso que un
dragón. Matthew había asumido que se refería al Alto Rey… al parecer se refería a
la Jueza.
Qué manera tan mierdera de morir, golpeado por un bastón que llevaban los
sacerdotes. Súper aburrido.
—Espera —se las arregló para decir Matthew, sus pulmones en fuego.
Ella pausó. Sus facciones, escondidas bajo la imponente máscara, eran
imposibles de leer.
—Naciste de un dios.
Matthew trató de moverse de nuevo. Nada. Ese golpe le había hecho bastante
daño. Luchó para mantener sus ojos abiertos. Si iba a morir, iba a enfrentarlo.
Ella comenzó su golpe cuando Matthew escucho un sonido agudo desde arriba,
como el viento que salía de una cueva, cada vez más fuerte. Antes de que pudiera
terminar su ataque, un rayo de luz blanca y roja la golpeo, moviéndose con
imposible velocidad. La brillante masa la llevo hacia abajo a la arena, por los
asientos y fuera de vista.
Lo que sea que fuera esa mierda, Matthew esperaba que la hubiera matado,
luego se desmayó.
***
Oh.
—Solo estoy haciendo esto porque mi padre me lo ordenó. Si fuera por mí,
dejaría que la Jueza matara tu asqueroso trasero —Tane alzó a Matthew del suelo
y se lo tiró sobre los hombros de nuevo—. No tengo idea de que ve mi padre en ti.
Y no me importa lo que diga mi madre. Me rehusó a creer que eres hijo de Ilertha.
¿Madre?
—En serio, ¿Carlotta es tu madre? Porque ella es la madre del mejor amigo de
Tarrick. Y ella prácticamente lo crió.
Esto era un poco raro. No. Era muy raro. Los íncubos eran muy abiertos acerca
del sexo, pero esto solo golpeaba un “no” en la escala.
—Solo fue un arreglo que hicieron porque el Alto Rey ordenó a todos tener un
hijo. No lo pienses demasiado.
***
Cuando volvió a estar consciente, encontró a un niño parado sobre él. Los ojos
del niño eran totalmente negros. Susurros oscuros lo rodeaban.
—Tentador, pero sería torturado por eones si te lastimo. Has sido convocado por
Saitenebris. Seria inteligente de tu parte no ignorar el llamado.
El demonio lo quedo mirando. Parpadeo sus grandes ojos negros con lentitud.
Luego se rió. La perversa voz que salía del niño era incómoda.
Humo negro dejó el cuerpo del niño. El pequeño se quedó allí parado confuso,
luego comenzó a llorar.
Matthew cerró sus ojos de nuevo. No podía quedarse despierto, pero su último
pensamiento fue que, de verdad, de verdad esperaba que su padre no fuera el dios
demonio.
***
Sangre fría inundó su boca y él gimió. Chupó el tubo de plástico que lo invadía y
no se molestó en abrir los ojos. Mientras sanaba, estaba feliz de encontrar uno de
sus cuatro sacos de sangre aun intactos. No podía ser completamente inútil
mientras sanaba los otros tres. Él estaba, aun así, cansándose un poco de que
siempre estuvieran dañados.
Matthew se sentó en el lado que miraba a esa sección. A su lado, Silva sostenía
la bolsa de sangre mientras él la terminaba.
Bien.
El chico chilló y sonrió mientras las manos de Holst se movían por todo el cuerpo
del alimentador. Matthew se preguntaba si los dos iban a comenzar a follar frente a
todos. Parecían ir en esa dirección.
—Estamos en Brasil —dijo Tarrick—. El Barrio del Rey tiene salidas a todo el
mundo, incluyendo aquí. Esta es una caravana de solo mis más allegados. No es
un gran ejército, pero es un comienzo. Otros se nos unirán.
Matthew siguió bajándose la sangre y se dio cuenta que los hijos de Tarrick
estaban en la limosina detrás de ellos. Aunque solo había cinco de ellos.
Miro de regreso a Tarrick y le dio una mirada llena de preguntas. ¿Había muerto
uno esa noche?
—El mayor… sus lealtades están más con el Alto Rey. Probablemente se
convertirá en el General del Alto Rey ahora.
Había una tristeza terrible en la voz de Tarrick, una que no quería, o no podía,
ocultar. Si su hijo tomaba su rango, se estarían enfrentando en batalla
eventualmente. Padre contra hijo. El pecho de Matthew dolía por él, y sus
pensamientos de regresaron a Lily, esperando que estuviera a salvo.
Tarrick rió.
Holst se unió a la risa de Tarrick. Matthew entrecerró los ojos. Deseaba no ser
tan fácil de leer.
Tanto Tarrick como Holst rieron, sus maneras casi idénticas. Holst acerco a Kyle
y jugueteo con su oreja.
—Te lo diré después. Tal vez follemos de nuevo algún día y tú puedes ver. ¿Te
gustaría eso?
Kyle mordió su labio interior y asintió. Matthew también quería mirar, eso sería
caliente como el infierno. Pero a diferencia de Kyle, él no estaría contento con solo
mirar. Tal vez los tres pelearían para estar arriba…
Matthew terminó su bolsa y alzo su mano para evitar que Silva metiera otro tubo
en su boca. Sus tripas estaban todavía como papilla y tenía hambre, pero podría
funcionar perfectamente por ahora. Tenía preguntas que necesitaban respuestas.
—Jet, chico, te he extrañado —dijo mientras descansaba su mano en la cabeza
de Jet.
Silva se movió hacia el general y le quitó su armadura. Debajo solo vestía shorts
de compresión que abrazaban sus caderas, no dejando nada para la imaginación.
Silva le pasó una toalla para limpiar el lio de la batalla.
—Lenta, pero me estoy sintiendo mejor —le dijo, su voz aun rasposa—. Tres
sacos estarán fuera de servicio por un tiempo. El que queda está dañado. Mi soavik
también. No estoy seguro de cuanto tardara eso en sanar. ¿Una semana, tal vez?
Forzándose a inclinarse un poco para evitar pisar a Jet, Silva le quitó su armadura
con unas cuantas palabras, dejándola en el suelo. Luego se sentó junto a Gavyn.
Ambos cazadores estaban sucios.
Samantha tenía un poco de sangre sobre ella, pero parecía estar bien. Cansada,
por la manera en la que se recostaba en el hombro de Gavyn.
Pero no.
Su amante muerto le estaba calentando el asiento de al lado.
—Estoy de acuerdo, mi príncipe, yo morí una vez con ese collar —la voz dulce
de Devak lo envolvió como una sábana.
Matthew cerró los ojos, solo para esconder las lágrimas que amenazaban con
salir.
Matthew abrió la boca para decirle lo que había visto cuando Devak respondió:
—La des-invoque, pero es temporal. Unos cuantos días al menos. Ahora que
sabe que él está en este planeta, lo cazará. Puedo ocultarlo como lo hice antes,
pero lo encontrará eventualmente. Y lo matará.
—¿Puedes verlo?
Tarrick le dio una sonrisa de seguridad y señaló hacia Devak con su barbilla.
—No lo entiendo.
—Para ser preciso —dijo Devak— solo puedo morir permanentemente por un
arma del dios opuesto. El Emperador me apuñalo con un arma de Ilertha porque
pensó que era un guardián de sangre. No me mató, pero si me des-invocó. No soy
tan fuerte como alguien como la Jueza, y con nuestra diosa desaparecida, me tomó
un largo tiempo formar mi cuerpo de nuevo.
Jet se movió fuera del camino mientras Devak se deslizaba por el suelo de la
limosina y se arrodillaba frente a Matthew.
—Perdóname, mi príncipe. Quería hacerlo, pero solo era capaz de aparecer ante
ti por unos momentos. Necesitaba más tiempo.
Mientras Matthew lo miraba, cada cosa terrible que le había pasado en los
últimos años llegó corriendo a su mente: sus capturas, la tortura, la violación, sus
fallas…el collar se le cayó de las manos, olvidado.
¿Devak estaba vivo? ¿Aquí? No había manera que eso fuera posible. La vida no
era tan amable con él.
Matthew miró a Samantha. Una cálida sonrisa cruzó su cara. Miró de nuevo a
Tarrick, que le dio un asentimiento de aprobación.
Matthew estiró la mano y tocó la mejilla de Devak solo para asegurarse que en
verdad estaba allí. Devak suspiro por su tacto.
—Mi pri…
Matthew lo cortó pasando sus dedos sobre los labios de Devak y comenzó a
mapear su rostro. No podía creer esto… se acercó y sus labios se rozaron. Era
Devak: su calor, su piel, su sabor, su olor. Matthew tomó a Devak, envolvió sus
brazos posesivamente alrededor de él y empujó su cuerpo hacia el espacio entre
sus rodillas.
Las manos de Devak pasaron por su pecho y sus costillas como si no pudieran
tener suficiente.
Matthew desearía estar en forma, deseaba ser sexy para su guardián. Sus
manos comenzaron a producir gel y él lo limpio en el cuello de Devak.
Mierda, sus manos estaban hechas un desastre. Y había frotado el pegajoso gel
sobre toda la espalda y las ropas de Devak.
Tarrick se inclinó hacia delante y tomó la parte de atrás del cuello de Matthew,
apretando con fuerza mientras cambiaba a su forma completa de íncubo.
Matthew trató de librarse de él, pero estaba débil en ese momento y el general
era fuerte.
Devak trató de salir del camino mientras las rodillas de Matthew se juntaban por
la extraña posición en la que Tarrick lo tenía. Pero Matthew se quejó y se rehusó a
dejar ir a Devak, sosteniendo su brazo en un agarre de muerte.
—Soy tuyo, mi príncipe. No hay nadie que aquí que te desafié en ello. Me tienes.
Las palabras tenían un efecto calmante. ¿Qué mierda estaba haciendo de todas
maneras? No tenía que sobar todas sus babas sobre Devak… al menos no frente a
todo el mundo.
—¿Mi príncipe?
—No debes preocuparte, estará bien —dijo Holst, sin molestarse en susurrar.
Samantha se meneó hasta los brazos de Matthew y se recostó contra él. Aun
sosteniendo a Devak, envolvió su brazo libre alrededor de ella, abrazando a su hija
con fuerza. Sus colmillos bajaron y mordió su cuello. Finalmente estaba reunido con
su hija y se rehusaba a dejarla ir.
—No, cazador —le dijo Tarrick a Gavyn, deteniendo de lo que sea que pensaba
hacer.
—Pero…
—No la está lastimando. Es solo algo que los padres hacen de vez en cuando.
Matthew no estaba seguro de cuánto tiempo estuvo allí, pero fue algunos
momentos. Su mano sosteniendo la de Devak, sus brazos alrededor de Samantha,
su cabeza descansando en el regazo de Tarrick, tomó una decisión. Una de la que
había huido por mucho tiempo. No podía seguir siendo el huerfano que intentaba
encontrar un hogar que había perdido la noche que Lysandros lo convirtió en un
vampiro.
Necesitaba ser un guerrero.
Matthew, con sus ojos aun cerrados, sabía que el chico preguntaba por Devak.
Matthew abrió sus ojos a tiempo para ver a Devak fulminar con la mirada a Holst.
Los guardianes odiaban ser llamados ángeles, incluso cuando eso era
esencialmente lo que eran.
—Sí —dijo, sentándose más erguido—. Voy a matar a Malarath y a terminar esta
guerra. Voy a unir a mis dos pueblos y mantener la paz entre ellos… de cualquier
manera.
—Si me dejas de nuevo, voy a patear tu trasero —le dijo, sin apuros en soltarlo
de su abrazo.
¿A esto se refería Tarrick cuando dijo que todo estaba a punto de ser más
complicado?
La expresión de Tarrick había sido imparcial desde que Devak había llegado.
Complicado era un eufemismo. El corazón de Matthew los quería a los dos.
Dudaba que Tarrick fuera alguien de compartir. No le importaría si Matthew se
follara a mil criaturas… ¿pero amor? Cuando Tarrick quería algo, lo poseía
completamente. Y a Devak no le gustaba Tarrick, tal vez por lo que le había hecho
a Matthew en el pasado. Nunca lo había dicho directamente, pero la manera en que
su mandíbula se apretaba cada que veía a Tarrick decía mucho.
Matthew tenia mil preguntas para Devak. Pero no las haría aquí. En vez, se volvió
hacia Tarrick.
—No te vi. Tampoco podía oírte, pero Matthew hablaba con alguien. No tomó
mucho darme cuenta de quién era —Tarrick se tornó sombrío de nuevo—. Lo que
no sabía, ni Hiroto cuando le pregunté, era si serías lo suficientemente poderoso
para encargarte de la Jueza. Hice un riesgo calculado. Matthew… —pauso por un
momento, pareciendo decidir entre continuar o no—. Deberías saber que sabía que
la segunda transformación de Rosaline estaba llegando. Yo la envié a ti.
—Dilo de nuevo.
Tarrick miró a Matthew de arriba abajo, luego estiró la mano. Sus dedos pasearon
por las orejas de Matthew, acariciándolas antes de moverse por su mandíbula y,
finalmente, delinear sus labios. El sorprendente toque tierno se hizo más dulce
cuando el general dijo:
Esa disculpa tenía el peso de años y Matthew no se había dado cuenta lo mucho
que necesitaba escuchar las palabras hasta que fueron dichas.
—Nunca más.
¿Y quien más estaba con él? ¿Quién exactamente se uniría a esta nueva facción
de rebeldes? Matthew extendió sus sentidos hacia las tres docenas o algo de carros
siguiéndolos en caravana.
—¿Dónde está Hiroto?
—No lo sé. Creo que traicionar a su equipo lo golpeo más fuerte de lo que
pensaba. Regresara eventualmente cuando esté listo.
Devak quitó un cabello suelto del rostro de Samantha y estudio sus ojos
plateados.
—Tus ojos son hermosos, princesa. Mi diosa tiene los mismos ojos.
Siempre había asumido que serían dorados, como los del Alto Rey. Como el
color del sexo cuando te alimentas.
—Lo son.
Samantha tomó una toalla y comenzó a limpiar el gel que embarraba a Devak.
—Y, sabes, con preparación no duele… y si él, um, va lento —dijo Kyle, su rostro
de rojo brillante.
Samantha soltó una risita. Y Gavyn negó con la cabeza y paso un brazo sobre
ella.
Cabezas giraron hacia Tarrick, que se estaba poniendo unos gemelos. Ignoró
todas las miradas y se ajustó la manga.
—Lo entiendo —dijo Gavyn—. Todos se preocupan por ella y son mucho más
poderosos que yo, pero soy un cazador experimentado, un conducto, además, y no
un recién graduado de la academia. Me he ganado mi lugar en la Alta Torre, así que
denme un poco de crédito.
Matthew contuvo su sonrisa. Estaba comenzando a caerle bien ese tipo. Aunque
se preguntaba que mierda era un conducto.
Matthew se quitó su traje de compresión. Samantha puso sus manos sobre sus
ojos, pero nadie más se molestó. Casi todos allí lo habían visto desnudo en algún
momento u otro de todas maneras.
—Tienes un…
—Aw, hombre. Podías desenroscar esos, sabes. O yo los podría quitar —dijo
Gavyn.
A decir verdad, las heridas no eran bonitas, pero a Matthew le valía mierda.
Quería que los piercings desaparecieran. Se puso los jeans.
—Casi llegamos. ¿Su sangre tiene el mismo efecto que la de íncubo? —pregunto
Tarrick, poniéndose la corbata.
La limosina fue frenando en una carretera trasera. Las ramas y arbustos pegaban
en la limosina mientras iba por el negado camino de tierra.
Matthew suspiró. Era lo mejor, de todas maneras. Si ponía sus colmillos dentro
de Devak querría follar y mientras a la mayoría del carro no le importaría mirar, a
Samantha sí. Decepcionado, puso a Devak en el asiento a su lado y termino de
vestirse.
Tarrick ajusto su corbata. Limpio y con un traje, Matthew nunca habría adivinado
que el íncubo había estado en una batalla hace no mucho.
—Comencé una guerra civil esta noche. Desde ahora, solo tengo el apoyo de
una pequeña fracción de mi gente, e incluso una más pequeña fracción de guerreros
y cazadores. Necesitamos un ejército.
La limosina se detuvo.
Matthew se paró al lado de Tarrick frente a las masivas puertas del búnker
escondidas en la cara de una piedra.
Solo estaban ellos dos. Los demás les habían ordenado quedarse en los autos.
Matthew respiró el aire nocturno, que olía fuertemente a árboles y tierra. Incluso
a esta hora de la noche, la luna todavía estaba en el cielo, y unas cuantas estrellas
podían verse brillar entre las ramas.
Los minutos pasaron y nada ocurrió. Podía escuchar a los vampiros moviéndose
dentro del búnker, totalmente conscientes de que había íncubos afuera.
—No creo que vayan a salir. ¿No podemos solo llamarlos? —preguntó Matthew.
Tarrick asintió.
Nada.
—¿Mi príncipe?
La esquina de la boca de Devak se alzó en una sonrisa que sabía lo que pasaba.
—Sí.
Hubo una pausa en la que Matthew lo estudio, sus ojos distrayéndose hacia su
abdomen, los apretados nudos mostrando una cintura fina y su pecho.
—Quiere que tires las puertas —dijo Tarrick, sus brazos enganchádose a su
espalda.
—Sí. Eso.
Devak alzó una mano para convocar su arma. Antes de que pudiera abrir la boca,
las puertas del búnker se abrieron. En la oscuridad, Matthew podía ver una sola
figura. El general Bryson.
Salió y se unió a ellos, las puertas cerrándose detrás de él. Con sus oscuros ojos
grises y su figura de cazador negra, casi parecía confundirse con la noche.
Matthew rió.
—Viste la transmisión, General Bryson —dijo Tarrick—. Ya sabes que rompí las
relaciones con el Alto Rey. Y sabes por qué estoy aquí. Para futuras referencias, no
me gusta que me hagan esperar.
—No va a funcionar.
—¿No?
—¿Por Matthew?
—Sí. Y otras razones que discutiremos. Pero deberíamos continuar esto dentro,
mi gente ha estado amontonada en carros por horas.
—Te doy mi palabra de que nadie en mi gente matará a los tuyos a menos que
se estén defendiendo. Y respecto a lo de irse, no será necesario, no me vas a echar.
—Eres un idiota creído. No dejes que ninguno de tus íncubos sociales camine
solos. Tengo algunos vampiros jóvenes sin señor dentro. La tentación de
alimentarse en su sangre será demasiado grande.
Silva estaba recostada contra un árbol, sus brazos cruzados frente a su pecho,
estaca en mano.
—Yo puedo controlar mi hambre —le dijo, su voz forzosa como si tratara de
esconder el efecto que ella tenía en él, y no le estaba yendo bien. Su mirada se
arrancó de Silva y regreso su atención a Tarrick—. ¿Cómo me encontraste?
—He tenido a alguien rastreándote por meses. ¿Pueden entrar todos estos
carros en tu búnker?
—No es un truco. Tarrick quiere la paz y Malarath no dejará que eso pase. Se
está volviendo contra su rey para poder terminar la guerra. Además, le crees o no
hubieras ordenado a tu gente que se quedara en el búnker.
Los vampiros estaban en las sombras de las puertas y alcobas, mirándolo. Sus
ojos se reflejaban por la luz de vez en cuando. Bryson se volvió hacia los vampiros.
—Los íncubos se quedarán por un día. Si alguien ataca a uno, están desterrados
de por vida. Si no son capaces de controlarse, o no quieren dormir con ellos aquí,
les recomiendo que se vayan ahora y duerman en el bosque.
Matthew no se sorprendió cuando la mitad de los vampiros se fue. Ellos eran los
individuos que se habían unido por supervivencia, no la fuerza disciplinada que eran
los íncubos.
Bryson puso sus manos en sus caderas y estudió a los íncubos y cazadores que
se habían reunido detrás de Tarrick.
—Caudillo.
—¿Caudillo?
Matthew no pudo evitar sentirse nervioso; “caudillo” era un genial título. Oh, y la
idea de un consejo sonaba increíble, también. Le sorprendía a Matthew que Tarrick
no insistiera en estar a cargo.
—Obviamente lo he hecho.
—Sin ofender, Matthew, pero ser capturado por íncubos, no una sino dos veces,
ha hecho pensar a mi gente que eres débil. No van a alinearse para unirse a ti.
Un gruñido bajo vino de Devak y Bryson se alejó un paso del guardián. Matthew
apreciaba el apoyo, pero Bryson no estaba equivocado.
Tarrick rió.
—¿Oh?
—No vine aquí para convencerte de que te unas a mí, podría haber hecho eso
con una llamada telefónica o con un mensajero, vine aquí para que pudieras ser
testigo —Tarrick miró a la limosina—. Samantha.
Samantha salió del carro, llevando su bolsa de lana. Jet la seguía. Gavyn ya
estaba fuera del carro, pero se quedó atrás, manteniendo un ojo sobre ella a la
distancia.
—¿Lo sabias?
Sí, completamente bien que todos tocaran a su hija mientras el aún estaba
hambriento…
No era como si pudiera hacer una mierda sobre eso, Samantha hacia lo que le
daba la puta gana de todas maneras.
Un grito ahogado vino de la multitud. Darius, el incubo social que había manejado
las tierras de Tarrick. Sus ojos abiertos en sorpresa mientras todos lo miraban.
—¿Es ese el Gen, uh, el reloj del Caudillo Eisher Marco? —preguntó.
Ella se echó con las piernas cruzadas al suelo, sacando un mortero y puso el
reloj dañado allí. Le puso un poco de líquido de color que olía a fresas, antes de
añadir más objetos a la mezcla: sal, pedazos de madera trizada, un colmillo y un
tipo de polvo gris brillante. Luego sacó una daga dorada con gemas en la
empuñadura, la misma que había usado para abrir el portal en Chicago y para quitar
la maldición de Devak. ¿Cómo mierda encontró eso de nuevo?
Tarrick sacó sus garras y cortó su propia muñeca, su líquido rojo goteando en el
recipiente.
Un vampiro joven salió corriendo de las sombras, atraído por el olor arrebatador
de sangre de antigua de íncubo.
Recorrió dos pies antes de que una estaca estuviera en su corazón. Ella se
tambaleo, inconsciente, un cazador parado sobre el cuerpo del vampiro.
—Suficiente —dijo Bryson, su voz hizo eco con autoridad—. No la van a matar.
La despertaremos mañana por la noche.
Devak fue el siguiente, dando su propia sangre. Sus heridas cerraron rápido,
decepcionando de nuevo a Matthew.
Samantha sonrió.
—Oh. Ya sabes…
Ella comenzó un cantico, sus ojos se tornaron blancos y el contenido del mortero
se prendió en llamas.
—Mi príncipe —dijo Devak—. Una vez te dije que serias más fuerte que yo. Hoy
es ese día.
Dolor, como nada que hubiera experimentado antes, recorrió su cuerpo. Cada
molécula de su ser estaba siendo destrozada. Su carne ardía y sus músculos
ardían.
Miró hacia abajo a su cuerpo y vio como comenzaba a cambiar. Su piel se hizo
más oscuro, tornándose a un gris tormentoso. Sus tatuajes comenzaron a brillar
rojos.
Dolor erupcionó de su frente, y estiró una mano para tocar la fuente. Cuernos.
Cuernos enormes salían de la parte del frente de su cráneo, hundiéndose hacia
delante y luego curvándose hacia atrás sobre su cabeza como dos enormes huesos
crecentes.
Miró hacia Samantha, que ahora era diminuta. No. Mierda. Era él quien era
enorme. Ella solo le llegaba a la cintura.
Todos sintieron su aura y se alejaron de él. Incuso Tarrick dio un paso atrás.
Los únicos que no estaban afectadas eran Devak, que se rozaba los hombros
con dioses, y Samantha, que se cubrió los ojos para no tener que mirar al sexo
expuesto de Matthew.
Matthew respiró hondo por el dolor y arqueo la espalda, dejando salir un furioso
rugido mientras el poder lo llenaba. La caverna entera tembló. Se sentía invencible.
Tarrick lo miró.
Matthew sonrió y flexionó sus filosas garras. Estaba liberado, y juntos iban a
destruir a Malarath y terminar esta guerra.
EPÍLOGO
MALARATH
Traducido por Blackbeak
Malarath estaba de pie solo en su habitación, mirando hacia Nueva York. Las
estrellas y ciudad brillaban en la noche.
—El semidiós y el oráculo se te han escapado de las manos. Igual que tu general.
Para ese momento el oráculo habría liberado el poder que estaba sellado en el
interior de su mascota. Poder que ella nunca debió haber dejado libre si supiera lo
que planeaba hacer con él. Poder que Malarath necesitaría pronto.
—Lo intentaran.
—Pero…
Mazarus desvió su mirada; el limitado control sobre sus emociones esparcido por
su rostro. El Alto Rey agarró el cabello largo y negro de su hijo y jaló, forzándolo a
exponer su cuello. Su hijo se quedó quieto, sometiéndose.
—Padre…
—Destruiré a los rebeldes, no son una amenaza. ¿Están listos mis ejércitos?
—Sí, por supuesto. Pero, ¿estas seguro de que funcionará? Una vez que
empecemos, no podremos parar, y los dioses…
Su hijo se resistió, jalando contra el agarre. Malarath apretó con más fuerza hasta
que el demonio detuvo su batalla.
Mirando la ciudad, una pequeña sonrisa se deslizo por los labios de Malarath.
Traducciones Independientes
Trono de Cristal ∞
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