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Gracias.
CAPITULO 1: LA MALDICIÓN
CAPITULO 2: LA ENFERMEDAD
CAPITULO 3: EL RENACIDO
CAPITULO 4: EL PODEROSO WARNER
CAPITULO 5: EVOLUCIÓN
CAPITULO 6: VIDA POR VIDA
CAPITULO 7: LA ESTRATEGIA
CAPITULO 8: LA BATALLA
CAPITULO 9: LA VERDAD
CAPITULO 10: TRANSFORMACION
CAPITULO 11: LA BESTIA
CAPITULO 12: SE CIERRA EL CIRCULO
CAPITULO 1: LA MALDICION
arner, príncipe de las tierras del Rey Vamp, cae muy enfermo,
W llevaba muchos días en su alcoba sin poder salir, aunque lleno de
lujos y atenciones de parte de toda la corte, era de esperar, porque a
pesar de ser el más odiado del castillo, al fin y al cabo era el hijo del Rey; su
habitación era enorme, con antorchas en cada esquina que iluminaban como si
fuera de día, las yerbas aromáticas infundían un profundo olor embriagador, el
ventanal enorme desde donde se podía ver la inmensidad de sus dominios,
cortinas traídas de los lugares más recónditos las adornaban, en fin, el lujo era
una de sus prioridades en la corte, no se privaba absolutamente de nada.
Los curanderos y brujos de todo el reino trataban al chico con todo tipo de
pociones con la esperanza de mejorar su salud, pero nada funcionaba, cada día
empeoraba, se veía muy demacrado, aunque ya era bastante flojo en su estado
físico, se veía mucho peor, la cara muy desmejorada, por las grandes manchas
negras alrededor de sus ojos se intuía que no podía dormir, sus constantes
lamentos reflejaban el dolor que podía sentir en todo su cuerpo, las doncellas que
tanto él había maltratado ahora eran las que se encargaban de cuidarlo, bañarlo y
alimentarlo; bueno, esto último era lo más difícil, no comía, no le gustaba nada,
a pesar de que le traían los manjares más exquisitos, los cocineros hacían todo lo
posible para darle lo que tanto le gustaba al chico, deliciosos pasteles, carnes de
las bestias conseguidas en todo el reino y de otras traídas de lugares salvajes de
todo el mundo, pero nada despertaba su interés.
Ya el rey Vamp estaba muy preocupado, hizo traer un afamado brujo de uno
de los reinos que, a la fuerza, se había aliado al suyo.
—Si hace que mejore mi hijo, se podrá quedar aquí y nunca le volverá a
faltar nada, tendrá todo lo que desee, riquezas, mujeres, TODO, pero, por favor,
sálvalo. —dice el monarca con cara de desespero, que, aunque ha sido un mal
hijo, al fin y al cabo, es su heredero.
—Mi rey, muchas gracias por su ofrecimiento, haré todo lo posible para
salvar a su hijo. —replica el brujo inclinándose ante el rey mostrando su
desgarrada y poco cuidada vestidura, más bien parecían harapos mugrientos, se
notaba la vida tan pobre y la falta de higiene, pero como era tan afamado, se le
permitió atender al príncipe.
—Isabella —dice el rey dirigiendo su mirada a su hija que estaba
presenciando la conversación— acompaña al curandero al aposento de tu
hermano y quédate hasta que termine— siempre desconfiado.
—Si padre —responde haciendo la reverencia establecida cuando se le dirige
la palabra al poderoso rey.
—Por cierto, ¿Cómo sigue tu brazo?
—Mucho mejor padre, todavía duele un poco pero ya ha sanado casi del
todo.
—Me alegro mucho hija, eres muy fuerte, tú deberías ser la que debió nacer
varón —dice el rey con palabras entrecortadas y en voz baja aunque con
suficiente fuerza como para que la princesa lo escuchara.
La chica bajó la cabeza y se inclina un poco:
—Con su permiso majestad —dice mientras da la vuelta y se retira.
El brujo la sigue con paso un poco, tenía problemas al andar, parecía tener
una pierna más corta que la otra, todo le hacía ver un poco tétrico, pero así era,
no se podía hacer nada.
Llegan a la habitación del chico, la puerta estaba custodiada por guardias que
al ver la princesa se giran y le dan paso. La gran puerta se abre, decorada con
inscripciones del reino, es enorme, cruje por su gran peso, y deja ver la gran
cama llena de almohadones muy cómodos y con una blancura impecable; donde
descansaba el príncipe.
—Buenos días hermano, ¿Cómo te sientes hoy? —dice la princesa con voz
dulce y cariñosa, no le guardaba rencor a su hermano, le amaba por sobre todas
las cosas, ya había olvidado el incidente que le había costado un corte en el
brazo y perder a su amado capitán, que no olvidaba jamás, todos los días reza a
los dioses para que cuiden de él y que algún día lo vuelvan a traer a sus brazos.
—Buenos días —responde el príncipe con voz casi apagada, frágil, sin
aliento.
—Nuestro padre ha traído a este curandero para que te revise y te cure, es
muy bueno en su trabajo, sabe muy bien lo que hace y es muy afamado por sus
milagros hechos por todos los reinos vecinos —Diciendo esto la chica se va
acercando al príncipe con pasos temerosos ya que también se pensaba que podía
ser una enfermedad contagiosa y no quería caer enferma como su hermano.
—Buenos días mi príncipe, soy Gómulam —dice el brujo mientras hace una
reverencia para presentarse.
El príncipe se intenta incorporar un poco para ver a ese personaje que lo va a
tratar, la mucama que lo cuida lo ayuda un poco ya que las fuerzas le fallan.
—¡Qué! —Exclama el príncipe en cuanto llega a ver aquel desaliñado
personaje, con su mal olor, sus harapos y sus pies desnudos llenos de nudos
horribles provocados por el andar descalzo por el bosque— ¡¡ Ese no me va a
curar, ese me va a terminar de matar!! —grita el chico, acción esta que lo hace
toser y manchar la inmaculada sábana blanca satinada de roja sangre que salió de
su boca.
—Tranquilo hermano —dice la princesa con su hermosa voz— tranquilo, no
vea su apariencia, es el mejor, seguro encontrará la cura para tu mal.
Inmediatamente y sin mediar una palabra más Gómulan empieza a sacar sus
cosas del bolso hecho de piel de animal que cargaba a sus espaldas, comienza a
mezclar ingredientes en unas vasijas que claramente se veían muy usadas de los
tantos pacientes que podría haber tratado.
Isabella se sienta en una esquina, como bien le indicó su padre, a observar
todo y cuidar que no pasara nada malo con su hermano.
—Princesa por favor, ¿podría sostenerme esto? —dice el curandero mientras
extendía una mano con un manojo de yerbas y matojos que había recolectado
por el bosque mientras caminaba hacia el castillo y con la otra machacaba
semillas para extraer sus aceites en un mortero de piedra, el aroma a bosque
inundaba la habitación.
Isabella sin vacilar un segundo se pone de pie, se acerca y toma las ramas sin
percatarse de que tenían espinas:
—¡¡Ayy!! —grita la princesa soltando las ramas, se había pinchado un dedo.
Una gota de sangre sale de su delicado dedo, el hechicero se apresura a poner
el mortero debajo para recolectarlo diciendo en voz baja:
—El último ingrediente….
La chica sorprendida queda sin palabras para con el hechicero, enseguida
entendió que si se lo hubiese pedido no lo habría hecho, volvió callada a su silla
y continuó observando.
—Princesa por favor, haga que se tome esto. —dice el brujo mientas
extendía sus manos desde el suelo donde estaba sentado sosteniendo el mortero
de piedra con una mezcla nauseabunda.
La princesa, con algo de miedo y desconfianza, toma el recipiente y se lo
pasa a la mucama que es la encargada de darle todas las atenciones al príncipe;
este estaba tan débil que se había vuelto a dormir sin percatarse de todo lo que
acontecía a su alrededor.
De a poco le dan a beber aquella pócima bajo los atentos ojos del hechicero,
eran grandes, se le marcaban las venas y mostraban un interés algo más que las
ganas de curar a su paciente.
Casi instantáneamente, cuando el príncipe toma aquel líquido viscoso y
oscuro abre los ojos y las manchas oscuras de su alrededor comienzan a
desaparecer, vuelve a cerrarlos y cae en un sueño profundo.
—¡¿Qué le pasó?! —grita la princesa al ver como la cabeza de su hermano
gira a un lado y cae como si hubiese muerto.
—Nada princesa, tranquilícese, está todo bien, su hermano estará muy en
bien en pocos días —dice el brujo con un tono tranquilizador— Lo que aqueja al
príncipe no es una enfermedad, es una maldición.
—Pero quién ha osado maldecir al hijo del Rey —replica la bella Isabella
con una muestra clara de enfado, poco común en ella.
—Es una maldición de sangre, sangre maldecida por su propia sangre —
Aclara el brujo mientras se alistaba a recoger sus cosas del suelo.
Automáticamente la princesa revive el momento en que su padre se arrodilló
ante los dioses, recordando sus palabras exactas:
—“QUE ESA SANGRE SEA SU FUERZA Y SU SUSTENTO POR EL
RESTO DE LA ETERNIDAD”, —balbucea la princesa en voz baja, pensativa,
reflexionando en lo que esa maldición significaría para su hermano por el resto
de su vida
—¿Qué dijo princesa? —pregunta el hechicero.
—Nada —responde— ya puede retirarse, mi padre lo espera.
El brujo termina de recoger sus cosas, se hecha su bolso a la espada y con
una pequeña sonrisa maléfica en su rostro, mostrando su conformidad con todo
lo que obtendrá por su trabajo, sale de la habitación rumbo a verse con el Rey
Vamp para reclamar su recompensa.
CAPITULO 3: EL RENACIDO
FIN