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Wolfram Eilenberger: "Tiempo de

Magos (La gran década de la filosofía


1919-1929)"
Taurus, Madrid, 2019

Por Ricardo Martínez


domingo 12 de mayo de 2019, 19:06h
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Tiempo de magos
Acaso uno de los efectos de las grandes tragedias sea el hacer reflexionar al hombre
sobre el sentido propio de las mismas (la base sobre la que se sustenta buena parte de
la mejor narrativa griega tiene su sustento precisamente en la tragedia, cuyo valor y
significación humanos habría de traspasar las fronteras de la propia literatura para
convertirse en un paradigma en el destino y trascendencia del hombre).

Estamos a principios del siglo XX y acaba de concluir (parcialmente, simuladamente)


la I guerra mundial, una tragedia que había de agitar las conciencias de muchos
hombres de bien, lejos de los intereses espurios que mueven la política. Es el tiempo de
las grandes preguntas, podríamos decir, tras la espantosa tragedia. Tragedia que sacude
como pensamiento necesario (hacia lo ulterior) la vida del hombre. Y, en este punto,
sería conveniente lo que resalta el autor respecto de la consideración, el significado, de
la filosofía, la gran deparadora de preguntas, tal como se ha escrito en algún momento.
Leemos: “La práctica de la filosfía, tal como la entiende Heidegger –uno de los
pensadores más serios con que haya contado la filosofía contemporánea- no persigue
en modo alguno el objetivo de un permanente aquietamiento de la existencia o sosiego
anímico. Al contrario: se muestra en una permanente voluntad de entregarse a la
tempestad de la pregunta radical; en el coraje de buscar precisamente allí donde se
vislumbra un abismo sin fondo, donde en otro tiempo se imaginaba y esperaba que
hubiera un fundamento seguro. El camino de este pensar no puede ser fácil. Nada le es
más provechoso al filósofo que los momentos de tensión y peligro” Piénsese, no
obstante, esta actitud como una actitud de realidad, de consciencia, de propiciar
conocimiento: la gran e infinita tarea del hombre íntegro y verdadero.

Hechos a esta tarea del pensamiento como actitud, el autor repara en adelante en la
figura de tres relevantes filósofos: Benjamín, Cassirer y Wittgenstein. Y la estima y
contribución de cada uno de ellos la refleja de un modo que asume, con clarividencia,
la sustancia del contenido del libro, reflejado en distintas consideraciones del pensar
que, aún pareciendo distantes, son bien complementarias. Así lo expone en el lenguaje
claro, directo, sincero con el que se expresa y define en buena medida el estilo del
libro: “Benjamín está convencido de que, con el sí al matrimonio burgués, el individuo
entra de forma irremediable, como persona capaz del amor, en un contexto creado por
ideas de culpa y sacrificio. Pues, ¿qué significa el ‘sí’ del matrimonio sino incumplir
en el futuro, y para el resto de la vida, la promesa hecha en aquel momento que una
vez abrió la existencia y que constituye el verdadero motivo de la promesa dada?”

De Cassier, singular y respetado pensador que había sido rector de la universidad de


Hamburgo, señala, curiosamente, algo muy significativo en la historia del pensar
novedoso, y así resalta cómo este profesor “destaca como el rasgo más importante del
Renacimiento el hecho de que la filosofía no desempeña ningún papel en aquel
despertar. Anquilosada en las formas de enseñanza –limitadas por las instituciones
eclesiales- de la escolástica, se mostró incapaz de asimilar conceptualmente, o siquiera
reflejar mínimamente, las innovaciones en vertiginosa sucesión de los siglos XIV y
XV tanto en las artes como en las ciencias” Rasgo contrastante, digamos, más
educativo, explicativo.

Por fin, cuando alude a Wittgenstein, escribe, después de subrayar lo que este
revolucionario filósofo interpretaba como el hechizo que el lenguaje opera en nuestro
entendimiento: “El proceso filosófico de esclarecimiento o curación debe adoptar, por
esta razón, la forma de un constante y paciente desenmarañar, evidenciar y
diagnosticar confusiones. Su método fundamental consiste en recordar los contextos
reales en los cuales se emplean las palabras y el sentido que éstas tienen en ellos. Y
concluye: Filosofar es reunir recuerdos para una finalidad determinada”.

La finalidad, el conocimiento: de la realidad, de uno propio. Lo que nos retrotrae, de


nuevo, a los orígenes de la filosofía, a Grecia y sus lecciones.

Un libro vigorizante en estos duros tiempos de duda y sospecha, de incertidumbre


razonable.

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