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En esa noche, un cordero era inmolado (Éxodo 12:6; compárese con Juan 12:24, 27). La
sangre de la víctima era derramada y aplicada a los postes y dinteles de las casas para que la
plaga no afectara a sus moradores (Éxodo 12:7). Luego debían comer el cordero en familia
(Éxodo 12:3, 4, 8), sin quebrarle un solo hueso y acompañándolo con yerbas amargas (que por
cierto le dan un sabor exquisito).
En los hogares israelitas se debía compartir la cena pascual con las familias pobres. Mientras
comían, los participantes ya estaban vestidos, dispuestos y preparados para salir a la libertad de
la esclavitud en Egipto (Éxodo 12:11), ¡Qué hermosa figura de la redención espiritual que Dios
efectuó en nuestra vida! Como se dijo arriba, esta fiesta era una figura de la redención efectuada
por Cristo como Cordero de Dios (Juan 1:29; 1 Corintios 5:7).
¡PENSEMOS!
¡PENSEMOS!
Las fiestas judías nos enseñan que el carácter y las obras de Dios deben ser
celebrados, no tan sólo estudiados y definidos como frías doctrinas. Nuestro
Señor merece ser agasajado constantemente con nuestra obediencia y
adoración (Salmos 100; 103; 150).