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FIESTAS DE PRIMAVERA levítico 23:5–22

Pascua 23:5. La pascua se celebraba el 14 de nisán (marzo-abril), al comienzo del calendario


religiose judío (Éxodo 12:1–28; en Deuteronomio 16:1–8 se le llama abib, pues era el nombre
original del primer mes, pero en tiempos posexílicos se le llamó nisán, compárese con Nehemías
2:1; Ester 3:7).
La fiesta era un memorial de la liberación del pueblo de Israel que Dios efectuó la noche que
hirió a la tierra de Egipto con la plaga de la muerte de los primogénitos (Éxodo 11:1–10; 12:13).

CUANDO SOMOS CRISTIANOS


RESPONSABLES Y OBEDIENTES
A DIOS, ENTONCES
SOMOS MÁS LIBRES.

En esa noche, un cordero era inmolado (Éxodo 12:6; compárese con Juan 12:24, 27). La
sangre de la víctima era derramada y aplicada a los postes y dinteles de las casas para que la
plaga no afectara a sus moradores (Éxodo 12:7). Luego debían comer el cordero en familia
(Éxodo 12:3, 4, 8), sin quebrarle un solo hueso y acompañándolo con yerbas amargas (que por
cierto le dan un sabor exquisito).
En los hogares israelitas se debía compartir la cena pascual con las familias pobres. Mientras
comían, los participantes ya estaban vestidos, dispuestos y preparados para salir a la libertad de
la esclavitud en Egipto (Éxodo 12:11), ¡Qué hermosa figura de la redención espiritual que Dios
efectuó en nuestra vida! Como se dijo arriba, esta fiesta era una figura de la redención efectuada
por Cristo como Cordero de Dios (Juan 1:29; 1 Corintios 5:7).

COMO CORDERO FUE LLEVADO AL


MATADERO … (MAS) SU GENERACIÓN
¿QUIÉN LA CONTARÁ?…
(ISAÍAS 53:7–8)
PORQUE NUESTRA PASCUA,
QUE ES CRISTO, YA FUE
SACRIFICADA POR
NOSOTROS.
ASÍ QUE CELEBREMOS LA FIESTA, NO … CON
LA LEVADURA DE MALICIA Y DE MALDAD,
SINO CON PANES SIN LEVADURA, DE
SINCERIDAD Y DE VERDAD
(1 CORINTIOS 5:7–8)
Panes sin levadura 23:6–8. Esta fiesta comenzaba la noche de la pascua (llegó a asimilarse a
ésta a tal grado, que se consideraban ambas una sola, [compárese con Lucas 22:1]) y duraba siete
días (Levítico 23:5–6; Éxodo 12:15a). Durante todo ese tiempo debían comer pan sin levadura
(Éxodo 12:15b; 13:6; Números 28:16–17).
El primer día, las casas debían ser limpiadas de todo rastro de levadura. Ésta se considera en
ocasiones en la Biblia us símbolo de pecado y corrupción (Levítico 2:11; 1 Corintios 5:7–8). Se
llamaba a una santa convocación el primer y el último día de la fiesta (vv. 6–8) y a un descanso
sabático. El simbolismo de esta fiesta está asociado con la liberación de la nación de la
esclavitud en Egipto (Éxodo 23:15). Para los cristianos significa la limpieza de pecado
conseguida por Cristo y aplicada a favor de todos los hijos de Dios.
Primicias 23:9–14. En el segundo día de la fiesta de los panes sin levadura (16 de nisán) se
presentaba una gavilla al Señor conteniendo los primeros frutos de la cosecha de cebada (v. 10b).
Esta fiesta señalaba al tiempo cuando entrarían a la tierra prometida (v. 10a) y recogerían sus
cosechas. La gavilla era mecida delante del Señor (v. 11). Este acto simbolizaba la entrega a
Dios de los primeros frutos de la tierra y el retorno de los mismos a los hombres. Juntamente con
la gavilla, se presentaba un holocausto (sacrificio de consagración), una oblación u ofrenda
vegetal y una libación que era una copa de vino derramado sobre la oblación (vv. 12–14).
Para los israelitas esta fiesta significaba consagrar los primeros frutos de la tierra como
garantía de la vendimia o abundante cosecha que seguía. Para los cristianos, es un simbolismo de
la resurrección de Jesús, que es primicia de todos los creyentes que seguramente resucitarán (1
Corintios 15:20).

¡PENSEMOS!

La resurrección de Jesús es “primicias de los que durmieron”. Este hecho es lo


que garantiza nuestra resurrección y encuentro con el Señor (1 Tesalonicenses
4:13–18). Es también la piedra angular de toda la doctrina cristiana (1
Corintios 15:14–19) y de ella dependen nuestra fe y nuestro futuro. En ella
tenemos plena certidumbre de lo que somos y seremos. ¡Démosle gracias a Dios
por darnos plena certidumbre de nuestra salvación y vocación cristianas!

Pentecostés 23:15–22. El vocablo significa “cincuentena”. Cincuenta días después de la


pascua se celebraba Pentecostés, de allí su nombre (Éxodo 23:14–16; Números 28:26–31;
Deuteronomio 16:9–12). También se le atribuyen otros tres nombres: “fiesta solemne de las
semanas” (Deuteronomio 16:10, 16), porque se celebraba siete semanas después de la pascua,
“fiesta de la siega” (Éxodo 23:16), porque tenía lugar al final de la cosecha; “día de las
primicias” (Números 28:26), porque en esa fecha se ofrecían los primeros panes elaborados con
el trigo nuevo de la cosecha.
En Pentecostés se presentaban los israelitas con ofrendas de gratitud por la cosecha y para
conmemorar la liberación de Egipto (Deuteronomio 16:16–17). Se ofrecían dos panes cocidos—
esta vez con levadura—, junto con un holocausto, una libación y un sacrificio de expiación. La
presencia de la levadura simboliza la formación y notorio crecimiento de la iglesia en el día de
Pentecostés (Hechos 2). La levadura hace crecer todo aquello que leuda (Mateo 13:33).
Los cristianos convertidos en Hechos 2 representan la cosecha que la semilla del evangelio
produjo y sigue produciendo en el mundo.

PENTECOSTÉS ES TIEMPO DE COSECHA,


SEMBREMOS LA SEMILLA DEL EVANGELIO
Y COSECHEMOS EL FRUTO EN ALMAS
CONVERTIDAS PARA GLORIA DEL SEÑOR.

FIESTAS DE OTOÑO 23:23–44


El segundo gran período festivo del pueblo de Israel incluía tres fiestas: la de las trompetas,
la del día de expiación y la de los tabernáculos. Las tres se celebraban en el mes de tisrí
(septiembre-octubre) que era el primero del calendario civil israelita. El otro calendario, el
religioso, comenzaba con el mes de nisán (marzo-abril).
Las trompetas 23:23–25. Al inicio de cada mes se tocaban trompetas en Israel (Números
10:1, 10). En el día primero de tisrí se tocaba la trompeta que señalaba el comienzo del año
nuevo judío rosh hashaná (Números 29:1–6). Quizá la finalidad de esta fiesta era anunciar la
proximidad del día de expiación, el evento más importante de todo el calendario festivo israelita.
Como en todas las fiestas, en ésta se ordenaba un descanso sabático. También se llamaba a
una santa convocación y presentaban ofrendas a Dios.
Día de expiación 23:26–32. Los detalles de la celebración del día de expiación aparecen en
Levítico 16 (véase el cap. 6 de esta obra; compárese con Números 29:7–11). Era la más
importante de la fiestas, porque en ella se hacía provisión para la purificación espiritual del
pueblo (16:21). La finalidad del día de expiación era recibir el perdón y limpieza de pecados.
Dicha expiación se lograba gracias a la acción purificante de la sangre (17:11).
El mensaje de Levítico remarca la importancia de que el creyente se acerque a Dios en
santidad (libre de toda inmundicia física o espiritual). Esta condición (santidad) debe ser la
norma en las relaciones y trato con sus semejantes. En este pasaje se añade la advertencia de que
cualquiera que dejase de observar el día de expiación sería “cortado (muerto) de su pueblo”
(23:29).
Los tabernáculos 23:34–43. Esta era la última de las fiestas solemnes. Duraba siete días y
concluía con una santa convocación (v. 36). Josefo la llamaba “la gran fiesta” (Antigüedades de
los Judíos 8. 4. 1). Durante ese tiempo, todos los israelitas habitaban en cabañas o chozas hechas
de ramas (compárese con Nehemías 8:14–18). De esta manera, conmemoraban la liberación de
Egipto y la peregrinación en la cual Dios los guió por el desierto y los hizo habitar en cabañas (v.
43).
A lo largo de esta fiesta se inmolaban 189 animales (Números 29:12–38). También se
celebraba la cosecha otoñal de frutos y olivas (compárese con Éxodo 23:16). Según Zacarías
14:16, esta fiesta se celebrará en el reino milenial.
Los judíos consideraban que esa fiesta sería la primera que se celebraría en el milenio. Por
esta razón, en la transfiguración de Jesús (Mateo 17:1–13), los discípulos que lo acompañaban
(Pedro, Jacobo y Juan) hicieron enramadas o tabernáculos (Mateo 17:4), porque cuando vieron el
aspecto glorioso del Señor, Moisés y Elías, creyeron que el reino milenial había llegado.
Jesús participó en la fiesta de tabernáculos (Juan 7:2, 8, 10, 37–39). Juan reporta que en el
último día de la celebración se vertía agua (a manera de libación) sobre el altar del templo. Esta
agua era traída del estanque de Siloé mientras se cantaban estrofas del Gran Hallel (Salmos
118:24–29). Fue allí cuando Cristo invitó a los oyentes a que creyeran en él para saciar su sed
espiritual y prometió que “de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37–38).
La Biblia nos enseña que mientras no creemos en Cristo somos peregrinos errantes en los
caminos del pecado (Hebreos 3:10). Pero si nuestra fe está en Cristo, él nos guía por caminos de
vida y de victoria, porque vive en nosotros (Colosenses 1:27; 3:3, 11; Romanos 8:37).

CRISTO HA HECHO SU MORADA


EN NUESTROS CORAZONES.

¡PENSEMOS!

Las fiestas judías nos enseñan que el carácter y las obras de Dios deben ser
celebrados, no tan sólo estudiados y definidos como frías doctrinas. Nuestro
Señor merece ser agasajado constantemente con nuestra obediencia y
adoración (Salmos 100; 103; 150).

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