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La caída y el pecado

EL PECADO
El pecado, conforme a las Escrituras es “anarquía” y “maldad” (I Jn 3:4, 5:17). Hacer el mal y ser injusto
es pecar. En el idioma griego la palabra pecado significa originalmente “errar el blanco” , es decir,
moverse en la dirección equivocada, hacia objetivos y metas equivocadas. Esto significa que la elección
va por el camino de la muerte, y no por el de la vida.
Hay muchas expresiones bíblicas para definir al pecado, todas las cuales suponen una corrección y
bondad primordial. La palabra “caída” indica un movimiento hacia abajo lejos de un estado original alto
y elevado. La palabra “mancha” revela que hubo una vez una pureza original que ha sido profanada. La
palabra “transgresión” significa un movimiento en contra de lo que es fundamentalmente correcto. La
palabra “culpa” revela una primera inocencia. Las palabras “extrañamiento” y “enajenación” indican
que estuvimos “en casa”, viviendo en un estado sano y saludable. La palabra “desviación” significa que
uno ha perdido su forma original.
No hay palabras para definir al pecado que no revelen en su enunciado mismo que el pecado no es el
estado natural del hombre, sino una condición provocada por la destrucción, la distorsión y la pérdida
de algo bueno que estaba originalmente presente. Todo pecado y maldad sólo existen porque el ser y
la vida del hombre son, naturalmente, positivos y buenos. Todo el mal y el pecado actúan sólo como
“parásitos” en algo que es perfecto en todo su conjunto. Así, en la tradición ortodoxa, el pecado no se
considera una parte normal y natural del ser humano y de su vida.
Ser humano y ser un pecador es contradictorio. Más bien, ser verdaderamente hombre es ser justo,
puro, verdadero y bueno. La vida espiritual, en este sentido, se compone de una sola cosa: no volver a
pecar. No pecar es ser como Dios y Su Hijo Jesucristo. Es la meta de la vida humana.
No pecar es la meta de la vida humana. Pero, de hecho, todas las personas pecan. Es por esta razón que
la posibilidad de ser liberados del pecado y vencerlo viene a través de la obra salvífica de Cristo, que
perdona los pecados del mundo.

EL DEMONIO

Las Escrituras y las vidas de los santos de Dios dan testimonio de la existencia del diablo. El diablo es un
espíritu caído, un ángel creado por Dios para su servicio y alabanza. Junto con el diablo, también existen
los malvados poderes angelicales que se rebelaron contra la bondad de Dios y tratan de pervertir y
destruir la creación de Dios.
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, Estrella de la Mañana, hijo de la Aurora!

Intro. Fe Iglesia Ortodoxa 6.3. Este material es para uso personal del estudiante inscrito y tiene derechos de
autor. Queda completamente prohibida su copia parcial o total sin permiso
previo de la Universidad del Balamand.
Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado
con ligaduras eternas bajo tinieblas para el juicio del gran día… (Judas 6, cfr. II Pedro 2:4)…El diablo y
Satanás, el seductor del mundo, fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él (Apo 12:9).
En el Nuevo Testamento el Señor Jesús habla del diablo llamándolo “príncipe de este mundo” (Jn 12:31,
14:30, 16:11) de esta manera:
“Él fue un asesino desde el principio, y no tiene nada que ver con la verdad porque no hay verdad en
él. Cuando habla mentira, habla según su propia naturaleza, porque es un mentiroso y padre de la
mentira” (Jn 8:44).
El diablo y su multitud de espíritus malignos, “los principados… las potestades… de este mundo de
tinieblas… las huestes espirituales de maldad en los lugares celestiales” (Ef 6:12) luchan contra el
hombre y buscan matarlo al atraparlo en el pecado.
“Vuestro adversario, el diablo, anda como león rugiente buscando a quien devorar” (I Pedro 5:8).
Cristo ha destruido el poder del diablo. Él vino al mundo precisamente por esta razón. Si uno está “en
Cristo” uno es liberado de la tentación y librado del mal. Si uno está en Cristo, el mal, que también se
llama Satanás, que significa el adversario que “se disfraza como {ángel de luz” (II Cor 11:14), no puede
engañarlo o hacerle daño alguno. Obtener la victoria sobre las tentaciones seductoras y engañosas del
diablo es la meta de la vida espiritual.
EL MUNDO Y LA CARNE

En las Escrituras y en la tradición espiritual de la Iglesia, la expresión “el mundo” tiene dos significados
diferentes. En el primero de ellos, “el mundo” es la expresión de toda la creación de Dios. Como tal, es
el producto de la bondad de Dios y el objeto de su amor.
De acuerdo a las Escrituras, Dios crea el mundo y todo lo que hay en él. Él crea los cielos y la tierra como
declaración de su gloria (Sal 19:1). Se crean los seres vivos, coronados con la creación del hombre a su
imagen y semejanza. De acuerdo con las Escrituras, Dios llamó a su creación buena… de hecho, muy
buena (Gen 1:12, 18, 25, 31). Y de acuerdo con el Evangelio, Cristo ha venido como el “salvador del
mundo” (Lc 2:11, Jn 4:42).
Además de esta comprensión positiva de las Escrituras de “el mundo”, también hay un uso negativo de
esta expresión que ha causado confusión acerca de la correcta comprensión de la fe y la vida cristiana.
Este uso negativo del término “mundo” se presenta no como objeto del amor de Dios, sino como la
rebelión de la creación contra Dios. Así habló Cristo:
“Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo,
el mundo amaría lo suyo, pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el
mundo os aborrece” (Jn 15:18-19; Cf. St 4: 4).

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autor. Queda completamente prohibida su copia parcial o total sin permiso
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