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Dalton Trumbo: el

inquilino comunista

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Bryan Cranston, el protagonista de 'Breaking bad', se
pone en la piel del legendario guionista, uno de los
grandes perjudicados por la Caza de Brujas
 LUIS MARTÍNEZ
 Toronto
ACTUALIZADO 15/09/201512:40

Cuenta Dalton Trumbo que en una ocasión recibió una oferta para
adaptar su célebre novela Johnny cogió su fusil. La propuesta venía de
México. "Me preguntaron si querría trabajar para Luis Buñuel. Mi
respuesta fue que estaba dispuesto a hacer lo que me pidieran. Si
querían que escribiera, perfecto. Pero, en realidad, también habría
dicho que sí a hacer de su secretaria o lavarle la ropa". La anécdota
da una medida, quizá lejana, del tamaño de la figura de probablemente
el más célebre de los personajes que compusieron el grupo
tristemente famoso por el título de los 10 de Hollywood.
Trailer oficial de la película 'Trumbo'
La declaración tuvo lugar durante una de las últimas entrevistas que
concedió el guionista antes de su muerte en septiembre de 1976. Y, a
su modo, define al autor. Lejos de él cualquier amago de
resentimiento. "Lo más destacable de su personalidad era su
teatralidad. Hablaba como si labrara las palabras en mármol y
siempre, incluso en las peores circunstancias, haciendo gala de un
espíritu de superación y un humor fuera completamente de lugar", dice
Bryan Cranston. La declaración del actor más conocido por su trabajo
en Breaking bad viene a cuento de, precisamente, Trumbo, la película
recién presentada en el festival de Toronto y que no sólo repasa uno
de los capítulos más vergonzosos de la historia de Hollywod, sino que
lo hace con el único formato posible que acepta la inteligencia: con
humor. No es una comedia, pero casi.
"Es, sin duda, el único género que un tipo como Trumbo habría
aceptado para contar su vida", sentencia el director Jay Roach. No en
balde en su currículo aparecen títulos tan poco graves como Los
padres de ella o Austin Powers. Miembro de oro. "Me
siento humorado de haber podido dirigir esta película", comentó en la
presentación en un intraducible juego de palabras donde la
palabra honored (honrado) fue sustituida por un neologismo (humored)
que da una idea del sentido de todo esto.
La historia es conocida. En 1947, en marzo para más precisión, la
historia del cine vivió su más traumática amputación. La Comisión de
Actividades Antiamericanas (HUAC) inició su celebérrima Caza de
Brujas en perfecta sintonía con el furor anticomunista desarrollado por
el FBI de Hoover. La HUAC acababa de un plumazo con la generación
más iluminada de Hollywood. Nombres como Robert Rossen, Edward
Dmytryk, John Huston, Jules Dassin, Elia Kazan (el gran arrepentido) o
el mentado Dalton Trumbo vieron como su intento de dotar de,
digamos, conciencia social a la mayor fábrica de entretenimiento de la
historia de la humanidad se quedaba en fallido.
Una maquinaria tan alocadamente inquisitorial como demente arrasó
con todo. Fue un disparate que habría resultado hasta divertido sino
fuera la crueldad de la estupidez. En sesiones esperpénticas en la que
el actor Adolphe Menjou definía a los comunistas como a personas
"con ideas no americanas" o donde la madre de Ginger Rogers era
saludada como "una autoridad en comunismo en Estados Unidos", se
llegó a la determinación de perseguir, por ejemplo, a los responsables
de películas en las que se criticase a los ricos o que mostrasen
soldados desengañados de su experiencia bélica.
Sólo 10 (Dmytryk y Trumbo entre ellos) se negaron a responder a la
citada comisión cuando fueron interrogados sobre sus ideas y su
filiación política, acogiéndose a la primera enmienda de la
Constitución redactada en 1791. Una circunstancia que les valió una
condena por desacato, un año de cárcel y el despido. De otro modo, lo
más parecido a la muerte.
De nada sirvieron actos como la marcha a Washington del Comité por
la Primera Enmienda el 27 de octubre de 1947, con Bogart a la cabeza.
Los que no huyeron (Dassin, Rossen o Chaplin) optaron por el
arrepentimiento (Dmytryk) o, peor, la denuncia (Sterling Hayden, Elia
Kazan, Budd Schulberg o Martin Berkeley, que delató a 162
compañeros).
La historia de Trumbo es, como la de tantos entonces, la de un
comunista. En la película, un inocente cartel no ajeno al complejo de
culpa, razona que la crisis de los años 30 "empujó" a muchos hacia
ideas socialistas. Aún hoy, parece, es necesaria una explicación. El
sábado, cuando se presentó oficialmente la película en el barroco y
desaforado Egin Theatre, entre los asistentes se encontraba Michael
Moore. Probablemente, otro comunista 'empujado' también por otras
circunstancias.
Trumbo recorre la historia de un hombre excéntrico, combativo y
siempre pendiente de su origen. "Nací en un pueblo de Colorado y aún
recuerdo el primer coche que pasó por mi calle. Hoy acabo de volar en
un 747. Para una sola vida, no está mal". Éste era el tipo de frases que
se escuchan en la cinta y que, en efecto, definen al personaje. La cinta
se comporta como un biopic al uso hasta el momento en el que su
protagonista empieza a cambiar frases con John Goodman, en el
papel de productor, o el cómico Louis C.K. como su amigo Arlen Hird.
También se pueden ver a Diane Lane (su mujer Cleo) o un reparto
peculiar de imitadores que reproducen no sin gracia el Hollywood de la
época. Michael Stuhlbarg es Edward G. Robinson, Christian Berkel
interpreta al imperial director Otto Preminger, David James Elliott
presta su cuerpo imponente al 'buen americano' John Wayne y Dean
O'Gorman reproduce la energía hiperactiva de Kirk Douglas.
En lo que dura la película, vemos a Craston-Trumbo aceptar su
destino con la misma fatal resignación con la que Heisenberg sella su
destino de profesor de química a la vez que enemigo público número
uno en Breaking bad. Trumbo, que empezó como panadero a razón de
75 dólares a la semana antes de convertirse el guionista mejor pagado
con un sueldo de 4.000 dólares a la semana, siempre tuvo claro su
origen y su compromiso. Y nunca evitó significarse por ello.
Entre 1943 y 1948 formó parte del Partido Comunista. En el 46,
'empujado' o no por las circunstancias, imaginó y así escribió un
artículo titulado 'La amenaza rusa'. Allí ponía voz al temor de un
soviético a ser masacrado por la primera potencia mundial. Por
primera vez, y quizá última, alguien imaginaba la paranoia del revés.
Esta fue una de las piedras de toque que le condujo a 11 meses de
prisión y su posterior exilio en México. De la figura más reconocida al
más odiado en lo que dura una comparecencia ante los micrófonos de
la Huac.
Pero su carrera, lejos de acabarse se multiplicó por mil. Pasó a ser una
de las figuras más destacadas de la lista negra al más
célebre negro de Hollywood. Su actividad se multiplicó hasta el
agotamiento. Y siempre dentro de una bañera de agua caliente (a él se
debe ese cliché mil veces parodiado) con la máquina de escribir
humeando. Y no sólo por el vapor del agua. Entre 1947 y 1960, fecha
en la que volvió para firmar con su nombre el guión de Exodus de Otto
Preminger, sus trabajos de doble crecieron. Y cómo. Hollywood se
había quedado sin quien le escribiera.
Y en esa prolífica carrera en silencio, obtuvo dos Oscar. El primero por
la imprescindible Vacaciones en Roma, de William Wyler, en 1953. Él
era el hombre detrás del también guionista y amigo Ian McLellan
Hunter. De él y de cada uno de los guiños entre la princesa Audrey
Hepburn y el periodista Gregory Peck. El segundo llegaría tres años
después con El bravo, de Irving Rapper. En este caso, la firma corría a
cargo de Robert Rich, que no era sino uno de los pseudónimos más
célebres y celebrados de la historia del cine.
Pero eso es sólo lo más destacado de un tiempo en que literalmente
no salía de la bañera. A man to remember' fue escrito en dos semanas
para Garson Kanin y el citado Exodus le exigió leer el libro en dos días y
escribir escena a escena sin parar a medida que se desarrollaba la
producción.
Todo ello se ve y, sobre todo, se escucha en una película planteada
como una comedia. Cada escena tiene la estructura de
un gag  siempre pendiente del golpe de gracia de un hombre
fundamentalmente charlatán, ruidosamente hablador. Nada que ver
con el documental de 2007 de Peter Askin sobre su vida. O sí. En éste
se reivindicaba la vida de uno de los héroes escondidos de Hollywood
a la vez que se señalaba la absurda maquinaria de fanatismo y
odio que un día recorrió América entera. Ahora no se trata de eso. O sí,
pero al revés. "Lo realmente admirable es que él nunca se rindió. Pese
al acoso, pese a ver que algunos de sus compañeros se suicidaban, él
siguió confiando en sus posibilidades y en las de su país. Creía en su
derecho a ser comunista en un país libre. Y lo llevó hasta el extremo.
Con humor incluso", concluye el director. Y, a juzgar por la película, le
creemos.
¿Y qué pasó con la adaptación de Buñuel de Johnny cogió su fusil? "Al
final el productor se quedó sin dinero y Buñuel volvió a España. Eso sí,
tuve el honor de comer un día durante cuatro horas con el Luis. Sólo
por eso vale la pena haber escrito un libro". Habla Trumbo. Pues eso.

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