I. Valor de la vida humana: La vida humana es el fundamento de todos
los bienes, la fuente y condición necesaria de toda actividad humana y de toda convivencia social. A partir de la siguiente afirmación, se da por sentado el valor invaluable de la vida del ser humano, y esto implica, que nadie puede atentar contra ella. A su vez, no solamente se ha de omitir el mal, sino hacer el bien a toda vida humana de forma constante, es decir, gobernar el mundo de forma responsable. Esta responsabilidad, es garantía del orden social y moral, por lo tanto, atentar contra la vida humana (plenitud de la creación) de forma voluntaria frente a otro o a sí mismo, es inaceptable e indica un rechazo al amor de Dios. II. La eutanasia: Etimológicamente la palabra eutanasia significaba en la antigüedad una muerte dulce sin sufrimientos atroces. En términos modernos, la definición apunta más bien a una intervención médica para atenuar dolores, llegando a suprimir la vida. Frente a esto, es necesario reafirmar que nadie está autorizado a darle muerte a un ser humano, ni autoridades legítimas ni aquellos por quienes son cuidados. III. El cristiano ante el sufrimiento y el uso de los analgésicos: Según la doctrina cristiana, el dolor, sobre todo el de los últimos momentos de la vida, asume un significado particular en el plan salvífico de Dios. Los dolores y fatigas de una determinada enfermedad, se constituyen como una gran angustia para aquel que lo padece. Para esto, el uso de analgésicos puede servir como aliciente. Aun así, el exceso de estos, puede derivar en efectos secundarios, donde poco a poco se puede ir perdiendo la lucidez IV. El uso proporcionado de los medios terapéuticos: Es muy importante hoy día proteger, en el momento de la muerte, la dignidad de la persona humana y la concepción cristiana de la vida contra un tecnicismo que corre el riesgo de hacerse abusivo. Anderson Múnera Córdoba – III de Teología.