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Lorena.navarroc@estudiante.uam.es
Nota de lectura:
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luchas internas. Desde el momento de su nacimiento Mandala Mankunku no encaja
en su sociedad. Nadie asistió al parto, por lo que dentro de su comunidad la duda
de si realmente nació o simplemente apareció en este mundo, será permanente.
Este hecho marcará el resto de su vida. Así, el primer capítulo del libro transcurre
en el poblado del protagonista, situado a orillas del río Nzadi. En esta sociedad
tribal, a la que ama pero que no le termina de aceptar, Mankunku se convierte en
un gran sabio, en nganga, incentivado por su incesante ansia de conocimiento. Se
trata, en palabras de Lukeni, de aquel que se enfrenta a los poderosos, el que
destruye para construir, aquél de cuyo nacimiento nadie está seguro y cuya muerte
no se sabe si podrá llegar. De este modo, en su juventud se enfrentará a una
tradición colapsada pero cuya evolución lógica se rompe con la llegada de la
colonización.
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De este modo, vemos a lo largo de toda la novela una tensión antagónica
entre dos polos, esto es, por un lado la representación de lo eterno y lo permanente
y, por otro, el discurrir histórico junto con el cambio político y social. Sería
esencializar la obra si caemos en analizar esta obra en posiciones dicotómicas, es
decir, señalar que, o bien es una novela contra el colonialismo idealizando un
pasado, o bien darle demasiada importancia a la narrativa histórica recreando una
narración plana y unidimensional. En realidad, lo que esta novela nos muestra, es
la complejidad de estos dos procesos y su entrecruzamiento, mostrando una
tensión y contradicción constante que se destila en el propio pensamiento y
accionar del protagonista. Así, sus reflexiones y sentimientos permiten acceder a
un contrapunto individual necesario para complementar la descripción general
que hace el narrador. Así, a medida que discurre la obra, poco a poco se van
desdibujando los absolutos y las certezas, al tiempo la importancia otorgada a las
ideas y procesos abstractos van diluyéndose en beneficio de los individuos y sus
emociones. Mandala Mankunku, nganga, trata así de conjugar desde la alquimia la
sabiduría de los ancestros con los nuevos conocimientos y realidades, pese al
sufrimiento y caos que éstos han generado.