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Durante un corto pero intenso espacio de tiempo la isla Española fue el único
que la colonia pasase de una situación inicial de privilegio a otra de declive, lo que
con el paso de los años la llevarían a una posición secundaria o marginal dentro de
claras a medida que los españoles ampliaban el horizonte descubridor, no sólo en las
y definidas: primero una fugaz economía del oro, luego se pasó a la gran explotación
Factoría Colombina:
La factoría colombina fue una forma de intercambiar bienes entre la Corona española y sus
colonias en el nuevo continente. Comenzó como un intercambio comercial cuyo nombre
proviene de Columbus o Colón.
En un principio los españoles ofrecían a los taínos artefactos y objetos europeos y los
intercambiaban por oro.
Esto duró mientras los indígenas estuvieron dispuestos a realizar el trueque y les divertía
obtener objetos que para ellos eran exóticos y desconocidos. Además, el oro no tenía para los
aborígenes ningún valor especial.
Obligaban a todo indio mayor de 14 años a otorgar un cascabel lleno de oro o una arroba de
algodón.
Fue la primera forma de esclavitud impuesta a los aborígenes. Fue un instrumento que
destruyó la integridad física y moral de los habitantes originarios porque nunca hubo la
cantidad de oro que los españoles creían.
El oro:
El azúcar:
Tiene constancia que el primer ingenio o trapiche se instaló en las cercanías de La Concepción
de la Vega, en 1504, y ahí se hicieron los primeros ensayos para cristalizar azúcar. El primer
ingenio que produjo azúcar en escala comercial se instaló en Nigua, San Cristóbal; en el 1517
ya estaba produciendo azúcar para exportar a la Madre Patria.
La producción azucarera se mantuvo con cierta tendencia inestable de crecimiento hasta los
años 70, cuando empezó a decrecer por la reducción de la navegación española, el
contrabando, la transferencia de inversiones a la ganadería, la competencia en términos de
rentabilidad del jengibre, la paralización de la trata negrera, entre otros.
Entre los trabajadores de las estancias había esclavos y hombres libres que cobraban un
salario. En las estancias administradas por los jesuitas, por ejemplo, había gran cantidad de
esclavos, algunos de los cuales solían dirigir las tareas de los peones cumpliendo la función del
capataz.
EL HATO GANADERO
El hato ganadero típico del siglo XVIII era una unidad social basada en la combinación del
trabajo de los propietarios libres con el de los trabajadores esclavos, que era el fundamental,
pero que tomaba rasgos feudales y patriarcales. Esto quiere decir que los esclavos no eran
sometidos a un trato cruel, que tenían tiempo libre para dedicarse a labores para su provecho
personal del pago de una renta al amo, que tenían en gran medida con las familias los y que
tenían posibilidad de libertad después de haber acumula tras largos años de trabajo, hechos, el
trabajo de libres y esclavos hatos no se diferenciaba demasiado por supuesto los beneficios
iban n su gran mayoría a manos.
Las dimensiones de los hatos y el número de cabezas de ganado podían variar sensiblemente
pero en lo fundamental los hatos eran explotaciones medianas de unos cuantos miles de
tareas de tierras de pastos y bosques con algunos pocos centenares de cabezas de ganado y,
en muchos casos, menos todavía, los que podían ser criados con el trabajo de los dueños y de
dos o tres esclavos. La unidad productiva era de tipo extensivo, es decir, se aprovechaban poco
los recursos de la naturaleza, la capacidad productiva del ganado y la fuerza de trabajo de
esclavos y libres. Los beneficios de estas explotaciones eran bastante reducidos dando en lo
fundamental sólo medios para que los hateros llevaran una vida llena de pobreza y
mediocridad.
Había zonas del país en que predominaba el hato de gran extensión, como en el Este, donde
sus tierras tenían muchos miles de tareas normalmente; en otras zonas, se extendió mucho el
pequeño y mediano hato de pocos miles de tareas y aun de cientos. Sin embargo, la extensión
de las tierras no era lo determinante en la magnitud de los hatos, sino el número de cabezas
de ganado; había hatos que tenían desde unas decena hasta los mayores que tenían
centenares que podían en casos sobrepasar el millar. El hato típico, al parecer, en este
período, tenía pocos centenares de cabezas, entre 200 y 300, según se colige de diversas
fuentes y en especial de los archivos notariales y de los municipales de Bayaguana e Higüey.