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Lectura. Vignolo-Cueva (16pag)
Lectura. Vignolo-Cueva (16pag)
“Los trabajos confiados a los agentes del Estado son tan fáciles que todo hombre
inteligente puede adaptarse a ellos sin demora”
No me cansaré de repetir que en nuestro país existe poca intención de mejorar el estado
ruinoso de nuestro empleo público. En general, subsisten en algunos argumentos y
respuestas, excesiva informalidad, un ansia desmesurada por buscar el aplauso del día 1 y
* Doctorando por la Universidad de Zaragoza (España). Abogado por la Universidad de Piura. Abogado
de la Oficina General de Asesoría Jurídica del Ministerio de Salud. El presente trabajo es a título
personal. Está de más decir, que mis opiniones no involucran para nada a la Administración pública en la
cual sirvo.
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122 La garantía institucional de la carrera pública…
Por otro lado, considero que lo que más se debe evitar en una reforma son las medidas
normativas desarticuladas y temporales, 2 poco eficaces en los intentos por reconstruir
los tropiezos u omisiones del Estado. En general, es necesario aceptar ciertas líneas
matrices imposibles de cambiar, las cuales bien podrían ser resumidas así: ―Nada de
programas espectaculares, ni de reiterados enunciados de intenciones; a ninguna parte
conducen. La valoración de las reformas administrativas, de todos los países, y de todos
los tiempos, ha sido siempre negativa y decepcionante. Demasiado ruido y pocas
nueces. La Ley, y en general la norma jurídica, sólo tienen valor como instrumento de
transformación social –y eso es precisamente lo que se pretende- cuando hay una moral
y una voluntad de llegar a un objetivo determinado. Es aquí donde es preciso hacer
hincapié: en la voluntad política para afrontar la transformación de la
Administración‖.3
Ahora bien, a mi modo de ver, la instauración del CAS no va en la ruta descrita, pues si
revisamos el argumento de fondo usado para explicar su puesta en marcha, repetido en
diversos estamentos y foros -la restitución de los derechos laborales más elementales
para los más de 81 mil trabajadores que se adscribían al yugo del irregular sistema de la
locación de servicios- nos será fácil descubrir que éste es más una razón parcial y
efectista, antes, que una decisión bien lograda capaz de construir un cuerpo de
funcionarios profesional que permita las actividades y consecución de los fines del
Estado social, democrático de derecho al margen de los vaivenes propios de la
democracia representativa.
Mi ánimo negativo hacia esta figura tiene varios puntos de apoyo. En primer término,
ésta ni cumple realmente, por su propia diagramación conceptual, con las finalidades
tuitivas planteadas en el anterior párrafo. Luego, muestra serios problemas de
armonización entre los institutos y principios extrapolados de diversos sectores jurídicos
1
A desmedro de lo dicho, un autor mexicano comentando el emprendimiento reformador iniciado por su
gobierno a través de la implantación del servicio profesional de carrera, indicaba que estos procesos no
deben ser asumidos con una pompa publicitaria (y frivolidad) que atosigan a los destinatarios y desgastan
sus cimientos, puesto, que ―Al fin y al cabo la profesionalización sistemática y organizada de los
funcionarios públicas es una de esas reformas que, sin tanto bombo y platillo, sin titulares en la prensa,
habrán de transformar (esperemos) radicalmente y para bien el funcionamiento interno del Estado
Mexicano‖. Vid. Dussauge Laguna, Mauricio, ―Sobre la pertinencia del servicio profesional de carrera en
México‖ en Foro Internacional, número 182, XLV, 2005, p. 788.
2
Como ya había adelantando un profesor peruano, el contrato administrativo de servicios (en adelante
CAS), parte de nuestro análisis en este trabajo, es una medida ―transitoria‖ creada para resolver un
problema concreto aparecido por la inconstitucional práctica administrativa del contrato de locación de
servicios. Vid. ―Entrevista al Doctor Juan Carlos Morón Urbina‖ en Revista Jurídica del Perú, tomo 94,
2008, p. 16. Considero que a este calificativo se le puede agregar la condición de figura con pocas bases
conceptuales. De esto último me ocuparé en los siguientes acápites del trabajo.
3
Martín-Retortillo, Sebastián, El reto de una administración racionalizada, Cívitas, Madrid, 1983, p. 18.
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Orlando Vignolo Cueva 123
Pero más allá de lo señalado, lo más relevante debido a su directa conexión con la
salvaguarda del interés general, es que no se sabe si este nuevo régimen cumplirá algún
papel en la regeneración de la institucionalidad de nuestro aparato administrativo,
verdadero cambio que a voz en cuello se reclama a quienes tienen directa injerencia en
esta cuestión. Si se quiere, resulta difícil extraer las bondades del CAS de cara a afrontar
temas tan concretos como: ―la baja moral y escepticismo del funcionariado, con un
desenganche psicológico casi absoluto respecto a la tarea que debe cumplir (…)
Productividad y horarios de trabajos espectacularmente reducidos (…) Desequilibrio e
irracionalidad en el reparto de funciones (…) Resolución tardía de los asuntos, si es que
tal resolución llega realmente a producirse (…) Formalismo y, a veces, juridicismo a
ultranza, sin entrar con frecuencia en los temas de fondo, que van quedando sin resolver
(…) Tramitaciones lentas y engorrosas que sólo se justifican en sí mismas (…)
Politización innecesaria y excesiva (…) Abandono por nuestra Administración de lo
cotidiano –resolución de expedientes y actuaciones concretas, cuando cabría plantear si
la Administración no es precisamente lo cotidiano- mantenimiento de una excesiva y
patológica tendencia –a semejanza de lo que ocurre con la clase política– a incidir en lo
excepcional, pretendiendo con ello asumir y mantener de modo permanente de un cierto
poder carismático de innovación‖.4
Otra cuestión oscura de la figura son los confusos impulsos que animaron su
aprobación, los cuales no desencadenan ni por asomo en un producto final ordenado y
sistémico. En particular, el desorden empieza a notarse desde un puntual y no pequeño
descuido. Se quiere legislar -al menos así lo hace saber la breve exposición preliminar
contenida en el Decreto Legislativo Nº 1057- sobre materias tan importantes como el
fortalecimiento institucional y la modernización del Estado sin mirar la raíz de todo en
el Estado de Derecho: la Constitución.
Pero, a desmedro de esta advertencia, se pretende arrogantemente que un fin altísimo -el
fortalecimiento y modernidad del Estado peruano- se pueda alcanzar regulando materias
solitarias y desconectadas, pertenecientes todas a nuestro todavía imberbe Derecho de la
Función Pública. Proponer soluciones sin mirar de reojo los contornos generales
(constitucionales) del todo, es poco más que una quimera y completa irresponsabilidad.
4
Martín-Retortillo Baquer, Sebastián, El reto de una administración…Ob. cit. p.p. 22-23.
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124 La garantía institucional de la carrera pública…
De estas normas constitucionales se infiere sin mayor problema que las funciones
públicas deberán ser encauzadas a través de la carrera pública,5 ya que la práctica de la
primera no puede ser instrumentada en formas o especies jurídico-privadas, ni menos,
permitirse que en bloque se extrapole todo su régimen hacia instituciones del Derecho
privado.6 La sumisión a normas distintas sólo será posible cuando el propio Derecho
Administrativo haga ―las remisiones correspondientes o la apertura o habilitaciones
precisas para que la Administración se sujete a esas otras ramas distintas del
Ordenamiento, estableciendo las condiciones o límites que correspondan‖.7
5
Esta decantación por la carrera pública puede ser vista en los breves apuntes sobre el texto
constitucional peruano presentados por Vignolo, Nora Patricia, ―El servicio civil en las Constituciones
latinoamericanas‖ en Colección, número 9, 2000, p.p. 51-52.
6
Cfr. Martínez López-Muñiz, José Luis, ―¿Sociedades públicas para construir y contratar obras públicas?
(A propósito de algunas innovaciones de la Ley de acompañamiento de presupuestos del Estado para
1997)‖ en Revista de Administración Pública, número 144, 1997, p. 60. Lo que adecuadamente plantea
este autor, a partir del argumento presentado en el párrafo principal, es el avance de una tesis asumida por
un buen sector de la doctrina española, que admite la llamada ―garantía constitucional de aplicación del
Derecho administrativo sobre toda actividad administrativa‖. Indica este autor que ―En nuestro sistema
jurídico, llamamos precisamente Derecho administrativo a la parte del Ordenamiento que se ocupa de
ordenar y regir tendencialmente de modo completo el ser y operar de las Administraciones públicas, sólo
él contiene la regulación configuradora y habilitante que la Administración requiere para existir y actuar
en el Estado de derecho; el Derecho privado no contiene determinaciones al respecto y, por lo tanto, no
puede incluirse en el Derecho al que se somete plenamente la Administración sino en la medida en que el
propio Derecho administrativo se remita expresa o implícitamente a él para determinadas regulaciones‖.
(pie de página 24). También siguen esta posición Chinchilla, Carmen y otras, Nuevas perspectivas del
derecho administrativo. Tres estudios, Cívitas, Madrid, 1996, p.p. 172-186; Laguna de Paz, José Carlos,
―La renuncia de la administración pública al derecho administrativo‖ en Revista de Administración
Pública, número 135, 1995, p. 203 y ss. S. Martín-Retortillo no acepta la garantía descrita pero entiende
que el único camino para hacer efectivos los principios constitucionales referidos a la actividad
administrativa (legalidad, reserva de ley, eficacia, transparencia, etc.) y la posterior fiscalización por el
cauce contencioso-administrativo de ésta, es aceptando que este Poder público se adscriba
obligatoriamente al ―régimen jurídico-administrativo‖. Vid. Martín-Retortillo Baquer, Sebastián,
―Reflexiones sobre la huida del derecho administrativo‖ en Revista de Administración Pública, número
140, 1996, p. 41.
7
Martínez López-Muñiz, José Luis, Introducción al derecho administrativo, Tecnos, Madrid, 1986, p.
137. Una explicación adicional sobre este tema puede resultar útil. No se puede seguir creyendo (como
sucede en muchas partes del Decreto Legislativo Nº 1057 y su reglamento) que es posible una simbiosis
entre el estatuto funcionarial y los instituciones laborales-privadas, sin tener en cuenta que los segundos
deben adaptarse y ser vistos como instrumentos del primero (para servir de mejor manera al interés
general), puesto que el Derecho administrativo es el Derecho común y normal de la Administración
pública, según las señeras y fundamentales apreciaciones brindadas por el profesor español Clavero
Arévalo durante la segunda parte del siglo pasado. Se hace necesario entonces desechar la errónea
concepción que se mantiene entre algunos de nuestros operadores jurídicos, de que la ciencia jurídico-
administrativa puede ser concebida como un Derecho especial (sólo regula una parte de las relaciones de
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Orlando Vignolo Cueva 125
su objeto de estudio) y excepcional (sin valor organizacional general) que se limita a recibir los conceptos
fabricados por el Derecho común. Vid. Clavero Arévalo, Manuel Francisco, ―La doctrina de los principios
generales del Derecho y las lagunas del ordenamiento administrativo‖, en Revista de Administración
Pública, número 7, 1952, p. 61 y ss.
8
Montoro Chiner, María Jesús, ―Para la reforma del empleo público: nueve proposiciones‖ en Revista de
Administración Pública, número 136, 1995, p. 180 (la cursiva es nuestra). En el mismo sentido que la
autora española, en nuestra doctrina, el profesor Danós ha reconocido que la convivencia limitada entre
distintos modelos de empleo público es posible a partir de que el ―mandato constitucional expresamente
establecido en el artículo 40 de la Constitución de que el personal de la Administración pública esté sujeto
a un régimen de carrera administrativa, no impide que puedan existir varias modalidades o regímenes
especiales de carrera, siempre que las especificidades propias de la actividad, las necesidades de la
organización u otras razones lo justifique (…) la realidad ha demostrado que tampoco prohíbe que por
excepción mediante norma con rango legal se pueda disponer que el personal de algunas entidades
estatales pueda estar regido por el régimen laboral privado siempre que existan razones que justifiquen la
opción para dicho sistema‖. Vid. Danós Ordoñez, Jorge, ―El régimen de carrera pública y la necesidad
urgente de su reforma‖ en Vol. Col. coordinado por Danós O. y otros El derecho administrativo y la
modernización del Estado peruano, Grijley, Lima, 2008, p. 508.
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126 La garantía institucional de la carrera pública…
sector privado‖.9 Es decir, en términos más cercanos a nuestro objeto de estudio, existe
una expresa prohibición para que plazas públicas puedan apartarse de la carrera pública
ordinaria (o alguna especial), pasando -sin más- a regímenes ―de Derecho
administrativo pero con salpicaduras de arriba a abajo del Derecho laboral-privado‖
(como si los dos sectores se pudieran fusionar tan fácilmente), establecidos desde la
conocida y dañina inventiva de nuestro Legislador.
9
Danós Ordoñez, Jorge, ―El régimen de carrera pública…Ob. cit. p. 508.
10
Cfr. Montoro Chiner, María Jesús, ―Para la reforma del empleo público…Ob. cit. p. 180.
11
Han existido diversos intentos por definir este fenómeno. Así en clave positiva Montoro ha indicado
que la laboralización del estatuto funcionarial es la adaptación del régimen laboral (…) que en unas
ocasiones operó en favor de los funcionarios (reconocimiento de sus derechos fundamentales, huelga,
sindicación, libertad de expresión) y en otras en favor de la función (sistemas de puestos de trabajo con
ventaja sobre el de cuerpos), sin romper en ningún caso una imagen o un modelo de función pública, pero
cambiándole sus ropajes tradicionales‖. Vid. Montoro Chiner, María Jesús, ―Para la reforma del empleo
público…Ob. cit. p. 183. En un posición más radical encontramos a Parada, para quien la laboralización,
despublificación o privatización (a diferencia de la admisión de personal sometido a régimen laboral
privado en la Administración), es ―la desvirtuación de los elementos cardinales de un sistema de función
pública y que se centran en la organización de los funcionarios en cuerpos jerarquizados según grados
personales a los que se vinculan desiguales derechos económicos, así como preferencias para los ascensos
y ocupación de los destinos que están afectados a los diversos cuerpos‖. Vid. Parada Vásquez, Ramón,
Derecho administrativo II. Organización y empleo público, Marcial Pons, Madrid, 2002, p.p. 445-446
12
Cfr. Montoro Chiner, María Jesús, ―Para la reforma del empleo público…Ob. cit. p. 199.
13
Laguna de Paz, José Carlos, ―La renuncia de la administración pública…‖ Ob. cit. p. 204.
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El camino rutinario detallado que le correspondería a nuestra función pública por ser un
Derecho administrativo especial, podría quebrarse si ésta se somete a dispositivos como
el CAS, norma en la que el nombre, algunos institutos y principios son jurídico-
administrativos, pero en la que extrañamente aparecen contenidos de Derecho privado,
cuestión errada puesto que los últimos se encuentran inundados ―por normas garantistas,
de ius cogens (…) que siguen estando pensadas —y así debe seguir siendo— para
personas que pueden regir sus actos por el principio de autonomía de la voluntad, algo
que evidentemente no pueden hacer las Administraciones públicas‖.15
Si hasta aquí las cosas son claras, lo que nos toca indagar es el mecanismo jurídico que
permitiría lograr la protección constitucionalmente querida, sólida y diferenciada de la
carrera pública frente a las intervenciones futuras (o actuales como sería este caso) del
Legislador o de cualquier Poder público estatal, al menos, en los elementos que forman
parte del ya comentando contenido indeformable del instituto (un estatuto diferenciado
que impone mayores deberes y responsabilidades que el personal privado, un cuerpo
que implica que el reclutamiento de personal se hace para un colectivo jerarquizado a
cargo de determinadas actividades y funciones, y, una carrera en la que se puede
progresar hacia puestos de avanzada, merced al derecho al ascenso y a la puesta en
marcha de una preparación con conocimientos especiales adquiridos antes del ingreso y
después de éste).16
Además, esta figura deberá tener la utilidad adicional de resguardar de manera correcta
las ―funciones públicas no asignadas a los representantes del pueblo o a sus legítimos
comisionados políticos de acuerdo con la Constitución‖,17 las cuales necesariamente
deberán ser ―reservadas a funcionarios públicos cuyo estatuto ha de salvaguardar el
derecho fundamental de igualdad de acceso (…) de acuerdo con los principios de mérito
y capacidad, un sistema de incompatibilidades y las garantías de imparcialidad en el
ejercicio de sus funciones‖.18
14
Ibidem p. 204.
15
Ibidem p. 204.
16
Cfr. Parada Vásquez, Ramón, Derecho administrativo II...Ob. cit. p. 395.
17
Martínez López-Muñiz, José Luis, ¿Sociedades públicas para construir…Ob. cit. p. 62.
18
Ibidem p. 62 (la cursiva es nuestra). Sobre el valor de la imparcialidad y la lucha contra el nefasto
clientelismo político que existe en la provisión de plazas públicas en nuestra Administración pública
(cada partido o movimiento político gobernante de diferente nivel lotiza todo el empleo público a favor de
los suyos), escribía lo siguiente hace algún tiempo, a partir de las explicaciones sobre el componente
político de la discrecionalidad administrativa: ―La explicación anterior puede generar un problema, una
brecha fácilmente comprensible, de impronta reduccionista, a saber, todo lo que se califique de político
puede quedar teñido de confrontación y partidismo. Y, si esas taras se trasladan a los ámbitos propios de
la Administración, como sucedería con una indebida comprensión y aplicación de la sustancia política de
la discrecionalidad, se produciría no sólo el vaciamiento de la razón de ser de esta organización del Poder
público, sino, y en concreto, los procesos de desprofesionalización y desestabilización del funcionariado
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128 La garantía institucional de la carrera pública…
CARL SCHMITT formulaba a inicios del siglo pasado, al hilo de la siempre relevante e
innovadora Constitución de Weimar de 1919,20 la diferenciación entre las garantías
institucionales y los derechos fundamentales (y libertades públicas). A partir de esta
separación, obligatoria en su contexto conceptual,21 podía resultar aceptable una
existencia consustancial dentro del Estado burgués de Derecho22 de determinadas
organizaciones o instituciones que debían tener especiales salvaguardas frente a posibles
público (con el desmesurado crecimiento de los puestos de confianza política y del clientelismo
partidarista), la elevada carencia de neutralidad e imparcialidad en la detentación de las potestades
administrativas y la perversa, sistémica (y conocidísima por nosotros) corrupción política‖. Vid. Vignolo
Cueva, Orlando, Estudios sobre la arbitrariedad y la discrecionalidad administrativa, pro manuscrito,
p.p. 76-77.
19
Sentencia recaída en el Exp. 008-2005-PI/TC, de 12 de agosto, f.j. 44 (la cursiva es nuestra).
20
Estas calificaciones son correctas si se tiene en cuenta que ésta junto con la Carta Mexicana de 1917,
fueron las primeras en implantar el llamado constitucionalismo social que reconoció el Welfare State o
Estado de bienestar y los derechos de contenido social (necesitados en muchos casos de prestaciones
estatales efectivas, entre ellos encontramos a los laborales, de seguridad social, entre otros).
21
El entendimiento que tenía este autor sobre los derechos fundamentales alejados de la garantías
institucionales, los muestran como provenientes exclusivamente de la esfera de libertad individual
esencialmente ilimitada, incluso considerados por encima del Legislador, anteriores a la Constitución y
puros que no pueden ser garantizados en la medida de la Ley (su contenido no deriva del legislador, sino
más bien, su intervención aparece como la excepción). Vid. Baño León, José María, ―La distinción entre
derecho fundamental y garantía institucional en la Constitución española‖, en Revista Española de
Derecho Constitucional, número 24, 1988, p.s. 166-167
22
Este calificativo peyorativo del Estado de derecho y del propio positivismo jurídico tiene concordancia
con las ideas contrarias que Schmitt tuvo contra las citadas nociones, basadas todas ellas en el concepto
de decisión (de allí el nombre general de su teoría), la cual dice Caamaño es ―la antítesis del concepto de
norma y el enemigo con quien se enfrenta, es el positivismo jurídico y el normativismo formalista de
Kelsen y la Escuela de Viena‖. Vid. Caamaño Martínez, José, El pensamiento jurídico-político de Carl
Schmitt, Porto, Compostela, 1950, p. 87. Agrega López García sobre este punto, en especial, sobre el
avance de figura: ―la decisión está por encima de la norma tanto en el momento legislativo como en el de
la aplicación del Derecho. En el momento legislativo, porque la sociedad moderna ha dado paso al
fenómeno de la legislación motorizada. Esta forma de legislar actúa a través de decisiones concretas que
son las medidas dejando de lado la creación de leyes generales (…)Por lo que se refiere a la aplicación
del Derecho, la necesidad de la decisión viene impuesta por la siempre insalvable distancia entre el
carácter general de la norma y el caso concreto‖. Vid. López García, José Antonio, ―La presencia de Carl
Schmitt en España‖, en Revista de Estudios Políticos (Nueva Época), número 91, 1996, p. 151 (las
cursivas son nuestras).
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supresiones originadas por la actividad del Legislador ordinario, posibilitando que éstas
pervivan en el tiempo y la realidad social.
Con esto, quedaría allanada la particularización de la garantía institucional como un
medio de protección de uso inicial frente al Legislador, pero posible de ser extendido a
la actividad regular de otros Poderes públicos.23
Lo que descubre (o intenta hacer ver) SCHMITT durante esta etapa, es una cierta
debilidad del texto constitucional para resistir a los avatares de la época, además de una
importante falta de uniformidad y coherencia interna, razones todas, que podrían
mostrar su ánimo negativo contra esta Carta magna. 26 Estas complicaciones pueden ser
puntualmente vistas desde el prisma de la flaqueza dogmática de elaboración de los
derechos, libertades públicas e instituciones esenciales; todos ellos marcados en grado
extremo, (como derivaron algunos autores contemporáneos a nuestro autor tales como
ANSCHÜTZ, F. GIESE Y R. THOMA) por el signo de ser categorías ―carentes de
valor‖, ―remitentes al vacío‖ o ―sin significación práctica‖. 27 La creación de la categoría
estudiada (llamada en su idioma original como Einrichtungsgarantie) respondería, en
consecuencia, a la amenaza de ―vaciamiento de todo contenido constitucional a las
libertades públicas y las determinaciones organizativas básicas‖. 28
23
Cfr. Baño León, José María, ―La distinción entre derecho fundamental y garantía institucional…Ob. cit.
p. 167.
24
Cfr. Esteve Pardo, José, ―Garantía institucional y/o función constitucional en las bases del régimen
local‖, en Revista Española de Derecho Constitucional, número 31, 1991, p. 127.
25
Ibidem p. 127. En este tema, es indispensable recurrir a la obra original del profesor SCHMITT:
―Freheitsrechte und Instituniolle Garantien der Reichverfassung‖ en Vol. Col. Verfassungsrechtliche
Ausfsätze aus den jahren, Berlín, 1958, p.s. 1924-1945.
26
Al respecto, Lucas Verdú apuntaba algunas justificaciones de este espíritu negativo del maestro
alemán, entregando la siguiente descripción: ―fue mucho más incisivo y sobre todo que la cultura política
de Weimar, con sus contradicciones y fisuras, (…) Este hombre vencido pero no convencido, este
profesor virtuosísimo diseccionador del Estado liberal de Derecho, eficacísimo buceador de las
profundidades histórico-sociales del constitucionalismo liberal, intelectual que pretendió anticiparse con
su pensamiento a los eventuales cambios políticos para orientarlos y dominarlos, es lógico que
impresionase a un sector universitario, a los núcleos amargados y ofendidos en su patriotismo por el
diktat de Versalles descontentos por el indecesionismo de la Constitución de Weimar y pesimistas
respecto a su futuro (…) e incluso a los círculos nostálgicos del pasado, que aspiraban recuperarlo‖. Vid.
Lucas Verdú, Pablo, ―Carl Schmitt, intérprete singular y máximo debelador de la cultura político-
constitucional demoliberal‖, en Revista de Estudios Políticos (nueva época), número 64, 1989, p.p. 33-34.
27
Cfr. Parejo Alfonso, Luciano, Constitución, municipio y garantía institucional, Grijley, Lima, 2000,
p.p. 4-5.
28
Ibidem p. 6.
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130 La garantía institucional de la carrera pública…
Las razones últimas expuestas ameritan asumir la tesis de SCHMITT con muchísima
prudencia, sin fascinaciones y con dosis adecuadas de pragmatismo, tratando de
adaptarla a los tiempos actuales de una fuerte, arraigada y preservada presencia
constitucional, merced a la aplicación de principios tales como el normativo, de
supremacía constitucional o la comprensión correcta de la legalidad (y sus sub-
principios). Por eso, en esta tarea de acomodo y refinamiento, resulta irrebatible la
extirpación de raíz del factor cultural, de las circunstancias críticas y del endeble
sistema político en los que vivió y se desenvolvió el profesor germano, tal como lo
propuso en su momento LUCAS VERDÚ: ―Schmitt fue un intérprete agudísimo y
29
Ibidem p. 7.
30
Cfr. Esteve Pardo, José, ―Garantía institucional…Ob. cit. p. 127.
31
Parejo Alfonso, Luciano, Constitución, municipio…Ob. cit. p. 10.
32
Castillo Córdova, Luis, El Tribunal constitucional y su dinámica jurisprudencial, Palestra, Lima, 2008,
p. 78.
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132 La garantía institucional de la carrera pública…
público, cuya creación se lleva a cabo por Ley (…) Lo anterior, quiere decir a mi entender que el artículo
27.10 contiene una garantía institucional que es una regla organizativa o una directriz de funcionamiento
de la Universidades‖.
39
Ibidem p. 12. Existió en la propia doctrina española una posición que se alejaba de la explicada en el
párrafo principal. Ésta intentaba contrastar a la garantía institucional sólo con la idea general de derecho
subjetivo, no con la de derecho fundamental reconocido constitucionalmente, quedando claro entonces
que la última noción puede englobar a las dos primeras. La posición central de este autor indicaba
expresamente que ―Las garantías institucionales pueden quedar como una categoría dogmática que
explica que las Constituciones no sólo reconocen derechos públicos subjetivos, sino también aseguraban
la pervivencia de ciertas instituciones. Pero la contraposición derecho fundamental-garantía institucional,
coherente en la posición Schmitt, carece de sentido cuando, de un lado, los derechos fundamentales
abarcan no sólo derechos subjetivos, sino también garantizan positivamente ámbitos de actuación
particular o aseguran la pervivencia de determinadas organizaciones (por tanto, encierran a su vez
garantías institucionales y mandatos del legislador) y, de otro, ambos conceptos responden a la misma
idea, la de erigirse en límite último a la discrecionalidad política del legislador‖. Vid. Baño León, José
María, ―La distinción entre derecho fundamental y garantía institucional…Ob. cit. p. 170 y ss.
40
Parejo Alfonso, Luciano, Constitución, municipio…Ob. cit. p. 15.
41
Ibidem p. 16.
42
STCE, de 28 de julio de 1981, f.j. 3 (las cursivas son nuestras).
43
Esta cuestión quedaría reforzada si como ha indicado Esteve ―la institución garantizada ha demostrado
sobradamente su vigor y por ello ha dejado bien visibles sus rasgos en la conciencia colectiva. La
IIE
Orlando Vignolo Cueva 133
Constitución no pretende en modo alguno revitalizarla, reordenarla, ni infundir en ella un nuevo espíritu
animador. Lo único que se pretende es su conservación (…) por ello, si al hacer referencia el texto
constitucional a una institución se viese en ello una suerte de reto para relanzarla, sacándola de una
situación de crisis o minoría de edad, habría que cuestionarse si en verdad nos hallamos ante una garantía
institucional, no tanto por falta de institución, sino, sencillamente, por no advertirse la afirmación ni la
pretensión de su garantía tal como llega al momento constituyente‖. Vid. Esteve Pardo, José, ―Garantía
institucional…Ob. cit. p. 128. Cabría preguntarnos dos cuestiones frente a lo dicho, a fin de entender en
épocas de implantaciones alocadas (como las actuales), el valor de la carrera pública. Primero, ¿es posible
entender un correcto funcionamiento del Estado social, democrático de Derecho sin un funcionariado
profesional que asegure y provea mayor homogeneidad en el cumplimiento de sus fines, con
independencia de los vaivenes de la democracia? Y, en segundo orden ¿es posible entender que ese
funcionariado profesional pueda construirse y funcionar sin las ideas de instauración y continuidad de un
régimen estatutario que permita crear una Administración permanente (de actividades y políticas públicas
que trasciendan los gobiernos de turno), responsable frente al ciudadano y al colectivo, y, capaz de servir
efectiva, ordenada y objetivamente al interés general (asumiendo con él la inevitable salvaguarda sobre
los derechos fundamentales)? Creo, que las respuestas son más que evidentes, y de verdad, tras ellas, y sin
hipocresías, se encuentra la clave de bóveda para emprender una verdadera ―reforma del Estado‖. En
ellas, también se recoge la importancia y relevancia social (asumida directa o indirectamente por los
ciudadanos de este país) de nuestra figura, la cual, evidentemente no podía pasar desapercibida y ha sido
convenientemente constitucionalizada por el Constituyente.
44
STCE, de 28 de julio de 1981, f.j. 3 (las cursivas son nuestras).
45
Baño León, José María, ―La distinción entre derecho fundamental y garantía institucional…Ob. cit. p.
172.
46
Cfr. Parejo Alfonso, Luciano, Constitución, municipio…Ob. cit. p. 20.
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134 La garantía institucional de la carrera pública…
47
Baño León, José María, ―La distinción entre derecho fundamental y garantía institucional…Ob. cit. p.
172.
48
Parejo Alfonso, Luciano, Constitución, municipio…Ob. cit. p. 25.
49
Cfr. Esteve Pardo, José, ―Garantía institucional…Ob. cit. p. 129.
50
Cfr. Montoro Chiner, María Jesús, ―Para la reforma del empleo público…Ob. cit. p.s. 181.
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con la lógica aceptación de otros moldes de carrera especiales51 (pero que absorben y
practican supletoriamente los principios y conceptos del primero) y de ciertos sistemas
de Derecho laboral que deberán ser adaptados sin confusiones al estatuto funcionarial;
ha tomado indefectiblemente la decisión de establecer, no en un estado puro, un
régimen cerrado al estilo francés; el cual exige y tiene rasgos básicos imposibles de
rebatir. Por ejemplo, que el ingreso de una persona al cuerpo lo obliga a tener ―una
formación diferenciada y más completa o diversa de la que proporciona el sistema
educativo general y actitudes de más generosidad, el espíritu de servicio, que no se
consigue solamente pagando al personal igual o mejor que en las empresas privadas y
en relación con una supuesta medición de la rentabilidad y productividad de cada puesto
de trabajo, sino creando una disciplina y moral de servicio, que motiva más allá del
sistema retributivo‖.52
Cuando más se pregunta por el futuro de nuestra Administración pública más uno debe
responderse que se está haciendo ahora por los seres humanos que trabajan en ella. Y
creo que allí estará la llave para abrir las puertas a los niveles deseables que tanto
reclamamos a estas organizaciones del Poder público.
51
Como bien señaló Danós, estas carreras especiales distintas a la ordinaria servirían para organizar a los
miembros del ―Poder Judicial y Ministerio Público (…) Los institutos armados y la Policía Nacional (…)
Los integrantes de la carrera diplomática (…) El magisterio (…) Los profesionales de la salud‖. Vid.
Danós Ordoñez, Jorge, ―El régimen de carrera pública…Ob. cit. p. 514. Podríamos agregar dentro de este
grupo a los Profesores de las Universidades Públicas gobernados por el grupo normativo encabezado por
la Ley universitaria. Quizás, a futuro, sería bueno tener cuerpo especial de funcionarios bien definido y
altamente capacitado, encargado de la defensa y asesoramiento jurídico de las organizaciones del Estado,
obviamente, mucho más afinado y solvente que los actuales (y no necesariamente permanentes)
Procuradores públicos dependientes del Consejo de Defensa Judicial del Estado Peruano (instaurado en el
seno del Ministerio de justicia). Además, de esta carrera podrían aparecer otras, pero claro siempre
aceptadas, vistas y clarificadas desde el carácter supletorio de la ordinaria.
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Parada Vásquez, Ramón, Derecho administrativo II...Ob. cit. p. 395 (la cursiva es nuestra). El servicio
al interés público, a pesar de no ser un elemento definitorio exclusivo de los de la Administración, se
convierte en el centro de cualquier tipo de actividad de planificación y gestión, en general, del recurso
humano puesto a disposición de este tipo de Poderes públicos. Como bien lo remarca Gorgemans ―en una
organización de servicio como es nuestra Administración pública, el principal activo que tiene son las
personas y se considera que el éxito de un nuevo modelo de gestión sólo es posible si se consigue alinear
las personas con los objetivos de la propia institución‖. Vid. Gorgemans, Sophie, ―Planificación de
personal al servicio de la comunidad autónoma de Aragón: Perspectiva desde la oferta de empleo
público‖ en Revista Aragonesa de Administración Pública, número 30, 2007, p. 399.
IIE
136 La garantía institucional de la carrera pública…
a través de un modelo de carrera. Claro, ciertas plazas, obviamente las menos, serán
proveídas mediante ―la confianza política‖ y no se encuadrarán en este molde. No hay
mucho más que decir al respecto.
Finalmente, a modo ilustrativo y para hacer notar la gravedad de este tema, bien merece
la pena transcribir algunos fragmentos del rapport que envió el político y diplomático
francés TAYLLERAND al Directorio para crear un plan de institucionalización del
Departamento de Asuntos Exteriores: ―En todo Estado bien gobernado hay un espíritu
propio a cada rama de la Administración. Este espíritu da unidad, uniformidad, una
cierta energía a la dirección de los asuntos; transmite la tradición y los deberes; en él se
perpetúa el sentimiento y la observación; une al cuerpo y a los individuos que son sus
miembros al Gobierno, en un fin hacia el que todas las emulaciones se dirigen, como la
fuente de todos los grados de consideración que se ambiciona disfrutar. No existe (…)
más que un medio de establecer y de fijar en cada Administración el espíritu que le es
propio: este medio consiste en un sistema de promociones sabiamente concebidas e
invariablemente ejecutadas. Una Administración que no tiene un sistema de promoción
no puede hablar propiamente de funcionarios. Los hombres que la ocupan son unos
asalariados, que no ven delante de ellos alguna perspectiva, alrededor de ellos ninguna
garantía, y por encima de ellos ningún motivo, ningún elemento de subordinación. En
esta Administración no se forma ningún espíritu, ningún honor de profesión; se dice que
se ama a la República, pero la sola forma de amar la República es la de vincularse a la
posición en la cual se sirve. Sin principio de promoción no se puede estar seguro de la
posición en la que uno se encuentra, y no es posible que nadie se vincule‖.
A mi modo de ver, estas razonables ideas siguen siendo vigentes y son perfectamente
rescatables para nuestra realidad. La instauración y continuidad de un régimen de
carrera pública que permita crear una Administración permanente (de actividades y
políticas públicas que trasciendan los gobiernos de turno), responsable frente al
ciudadano y la sociedad, capaz de servir efectiva, ordenada y objetivamente al interés
general (asumiendo con él la inevitable salvaguarda sobre los derechos fundamentales),
que se encuentre separada de los vicios de la nociva partidocracia desperdigada en su
seno (la llamada lotizzacione por la doctrina italiana); siguen siendo moneda corriente
en todo país que pretende tener un desarrollo integral y cotas adecuados (y mínimos) de
bienestar general. Es más, estas ideas se transforman en necesidades urgentísimas si se
piensa que el correcto funcionamiento del Estado de Derecho no se explica sin un
funcionariado profesional, que asegure y provea mayor homogeneidad en el
cumplimiento de sus fines, con independencia de los vaivenes de la democracia.
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