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La religión y su relación con la orientación educativa

Por principio de cuentas es necesario establecer que entendemos por orientación,


y que anteriormente hemos estado hablando con la religión, así que, el término
orientación es un concepto abstracto cuyo significado ha ido evolucionando a lo
largo de los años dependiendo de múltiples factores (momento, lugar, formación,
lecturas, etc.). No tiene un significado univoco para todos los profesionales de su
práctica; tampoco su práctica tiene tanta tradición. Lo mismo podemos afirmar de
los teóricos de la misma; hay diversidad de planteamientos y tendencias.” 1 Esto
hace un poco difícil comprender que es la orientación y como surge ya que son
muchos los que han hecho aportes a esta disciplina y además las concepciones
de cada persona son diferentes y en algún momento de la vida todos nos hemos
de sentir perdidos, desorientados.

Pero por el momento, nosotros diremos que la orientación es un proceso continuo,


e integrado en la actividad ordinaria de enseñanza-aprendizaje, sustentado en los
principios de intervención preventiva, desarrollo y atención a la diversidad del
sujeto. Mediante ella el orientador atiende las necesidades individuales y grupales
del orientado, es principalmente visto como la persona a la que acudimos para que
nos proporcione ayuda para decidir qué es lo que estudiaremos (orientación
vocacional), a través de pruebas psicométricas que muestran cuáles son nuestras
aptitudes, actitudes y habilidades, se supone que también está para escuchar las
cosas que nos perturban para ayudarnos a encontrarles solución sin que él o ella
se vea involucrado (a).

Así, la religión también funge como medio para la orientación y, en este caso los
orientadores son todos los actores directos e indirectos de ésta (sacerdotes,
monjas, imágenes religiosas entre otros). Para muchas de las personas estos
personajes les dan rumbo y sentido a su vida, haciéndoles más pasaderos los
momentos fáciles y difíciles de su vida, pero, ¿Qué sucede cuando este estilo de
vida llega a los centros educativos?

1
Boza, Ángel; Salas, Mariela y otros “Ser profesor, ser tutor”, material fotocopiado, antología de taller de
orientación educativa, UNAM.
El artículo 3° constitucional nos dice en su primer punto que…

I. Garantizada por el artículo 24 la libertad de creencias, dicha


educación será laica y, por tanto, se mantendrá por completo
ajena a cualquier doctrina religiosa.

Por lo tanto, la escuela se va a encargar de no proporcionar información, ni apoyar


a alguna religión, y al contrario, nos dice que:

II. El criterio que orientará a esa educación se basará en los


resultados del progreso científico, luchará contra la ignorancia
y sus efectos, las servidumbres, los fanatismos y los
prejuicios.

Oponiéndose así a las ideas presentadas por la iglesia, por ejemplo, el modo de
concepción del universo es diferente desde el punto de vista religioso al del punto
de vista científico, lo que puede provocar en el alumno desorientación al no saber
qué información es la correcta.

El orientador, aparte de ayudarnos a la hora de elegir una carrera, también


debería de proporcionar ayuda para regular los conocimientos adquiridos tanto por
parte de la escuela como por parte de la religión, sin decir por eso, que el
orientador va a imponerle su forma de ver la vida, si no actuando como un simple
mediador de la información.

Como hemos visto a través del curso, si bien la orientación no surge para resolver
problemas meramente educativos, esta última, la educación, se ha visto apoyada
por la orientación para resolver problemas internos de la escuela, ya que no todo
se puede resolver por medio del currículum; sin embargo han la actualidad los
orientadores educativos se limitan a ayudar en la elección de carrera o cuando los
alumnos tienen problemas escolares, pero el campo del orientador educativo y
aún más el del pedagogo como orientador es extenso y hemos visto, que los
problemas educativos no son la causa si no la consecuencia de otros problemas
que no necesariamente son educativos.
Las religiones no han sentido nunca gran interés por elaborar una demostración
de la existencia de Dios, porque su fuente de certezas no depende de la razón, si
no de una peculiar experiencia.

“No existe, ni aun para la más ingenua de las experiencias, ninguna semejanza,
ninguna distinción que no sea resultado de una operación precisa y de la
aplicación de un criterio previo”2.

Con esto podemos decir que si bien la(s) religión(es) no proporciona(n) una
explicación para todos los sucesos de la vida y mucho menos una explicación
razonable (desde la ciencia), las casualidades y la cultura bajo la cual nos
conformamos nos hacen adquirir ciertas experiencias que pueden hacernos creer
en la existencia de Dios.

Pero llega un momento en el que esa necesidad de creer es tan grande que se
llega al fanatismo, un estado en el que se puede perder la línea entre el bien y el
mal, donde el sentido de independencia se pierde totalmente.

Se encuentra también la contraparte, esa pérdida de sentido, de orientación, de fé.

“No se trata de que la razón haya hecho progresos, sino de que el modo de ser de
las cosas y el orden que, al repetirlas, las ofrece al saber se ha alterado
profundamente.”3

De la necesidad de creer al fanatismo.

A lo largo del tiempo, y como hemos visto en los apartados anteriores, los seres
humanos hemos tenido, por lo menos un vez en la vida nos hemos preguntado si
existe algo más grande que nosotros, algo que pueda hacer lo que nosotros no
podemos y nos rescate de todos nuestros problemas.

El miedo más grande de la humanidad es el miedo a la muerte, ese miedo a no


volver a hacer lo que hacemos en esta vida, a ser olvidados, en fin a extinguirnos;
y es por eso que las personas se han acercado a la religión con la idea de vivir
eternamente, sin penas, sin carencias, sin hambre, sin frío o calor, en fin, en un
estado total de bienestar que no tuvieron en su vida anterior.

Además de (como hemos visto) la necesidad que tenemos todos de explicarnos


por qué pasan las cosas, así como las antiguas civilizaciones aludían la presencia
de dioses en los fenómenos naturales, hoy en día, cuando algo malo pasa, las

2
FOUCAULT, Michel. Las palabras y las cosas. P.8
3
Ibid. P.8
personas religiosas creen que Dios está enojado, que los está castigando. Todo
esto porque muchas veces no queremos asumir las consecuencias de nuestros
actos y es más fácil atribuirle la culpa a alguien o a algo más, porque es más fácil
depender de los demás, de asumir las cosas “como se van dando”, porque así
tienen la vida resuelta, así las personas no se tienen que esforzar.

Así, se vive en una utopía que como dice Foucault 4, que al no tener un lugar real,
se desarrolla en un espacio maravilloso y liso, donde todo va a ser mejor en un
futuro, donde solo existirán personas buenas, donde no habrá maldad alguna.

Según el Atlas de las Religiones, cerca de seis mil millones de personas tienen
alguna fe. La Iglesia Católica entra dentro del grupo de religiones que creen en
Cristo, un “líder” que tiene casi dos mil millones de adeptos. Este número de
creyentes, nos hace ver la necesidad que tiene el hombre de creer en algo, ya que
la mayoría de los miembros de nuestra sociedad tiene fe en la existencia de un
Dios, y hace imprescindible una religión que canalice esta fe.

Es entonces cuando los exponentes de la religión se vuelven los orientadores de


todas estas personas, siguen el perfil (lo más posible) de Anzaldua 5, sobre los
profesores de esa época: funciones asistenciales, debían vestir con sobriedad y
sencillez, apóstoles, etc. Y se vuelve como dice, un agente de poder, una
autoridad que dice cómo se deben de comportar y que castiga.

Foucault dice además que en todo hay códigos, un orden, una ley, pero que, por
ejemplo una cultura, puede librarse de esos códigos que dicen cómo deben
comportarse, pensar, sentir, vestirse, etc, un grupo de personas y se dan cuenta
de que esos órdenes no son los únicos ni los mejores; y es entonces cuando
cambia el mundo.

4
Foucault, Michel. Las palabras y las cosas.
5
Anzaldua, Raúl. Dispositivos de la orientación educativa.

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