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Neuroestética:

construcción de la belleza a partir del cerebro humano.

“La mejor teoría de la belleza es su historia.”


Susan Sontag

La belleza, históricamente ha sido un tema fundamental en el desarrollo de


las diferentes culturas. De cierta manera, el campo de estudio de la belleza
siempre ha estado adyacente a lo sensorial, es decir, determinado por la
percepción de los sentidos y cómo estos transforman aquello que perciben en
contenidos y valores mediados por determinados juicios.

En la belleza, como en muchos otros temas ligados a sensorial, también


existen de por medio una serie de juicios morales y éticos que construyen el
concepto en sí mismo y le atribuyen una semántica propia, de ahí el desarrollo
de la estética como campo de análisis y estudio de lo que corresponde tanto a la
definición de lo bello como a las aplicaciones y funciones de la belleza en la
sociedad.
En la actualidad, esas aplicaciones y funciones están siendo profundizadas ya
no solo por un análisis profundamente teórico y antropológico de los conceptos,
sino que podemos hablar de una mediación científica de las investigaciones en
torno a la belleza y la estética aplicada directamente al funcionamiento orgánico
de los seres humanos.

De cierta manera, con la aparición de las ciencias cognitivas asistimos a


una revolución cientificista, que además se torna bastante multidisciplinaria, por
cuanto, existen una serie de matices cualitativos y cuantitativos desde donde
podemos abordar la acción central humana basados en nuestra propia
observación, y centrado en cómo el cerebro define, manipula, crea y establece
las relaciones del sujeto con el entorno.

La forma en que podemos apróximarnos al contexto de nuestras funciones


cerebrales, de plano establece una experiencia que permite una comprensión
bastante global de cómo los conceptos operan en los planos de cognición
mediante el lenguaje, sus usos y las construcciones de diferentes puentes para
que los conceptos no sean solo ideas en abstracto, si no que acciones tangibles
que son medibles tanto cualitativa como cuantitativamente.

De ahí que el surgimiento de la neuroestética sea fundamental para


determinar cual ha sido el papel y las aplicaciones del concepto de belleza en la
evolución humana y si esto tiene o no implicaciones culturales, sociales o bien,
subjetivantes en campos relacionados como el desarrollo artístico, la natalidad y
garantía de supervivencia de nuestra especie, y otros temas que están
asociados directamente a las aplicaciones y utilización de la belleza como base
estructurante.

Origenes de la Neuroestética

En 1980, Semir Zeki, un neurocientífico del University London College, se


interesó en el estudio del sistema visual de los primates, particularmente
interesado en los seres humanos. De este modo, no solamente se iniciaría un
estudio que determinara las posibilidades del sistema en tanto a recepción de
datos relacionados con atributos visuales como el color y el movimiento, sino
que también determinaría que estos eran fundamentales para la activación en
áreas del cerebro donde sucedían ciertos impulsos que eran propios de
caracterizar algo como bello o como feo. Esto desencadenó el interés de Zeki,
por seguir investigando sobre los impulsos cerebrales que generaban la
recepción de una obra de arte por parte un sujeto, las áreas de irrigación
sanguínea cerebral y cómo se comparaba desde el punto de vista biológico, esa
determinación de si algo se podía recibir como bello o no. Así la neuroestética
inicia una unión entre la filosofía del arte, el arte y la ciencia que en la actualidad
funciona para analizar y responder cuestiones especificas sobre el
comportamiento humano, en torno a estos tópicos.

Así, como punto de partida, conocemos, entonces que la corteza cerebral


frontal es determinante en la percepción de la belleza, porque ahí se sitúa el
centro de placer y recompensa del cerebro en los seres humanos y con ello,
entonces es posible determinar de que manera actúan las respuestas
neuronales frente a los acontecimientos que median la toma de decisiones con
relación a problemas de índole estético, tanto en la vida cotidiana como en el
quehacer artístico. De este modo, Zeki se refiere a la neuroestética en su
Statement of neuroesthetics de la siguiente manera:

“Esperamos que el enorme entusiasmo internacional que el estudio de las


bases neurales de la experiencia estética ha generado, resultará un catalizador
eficaz para fomentar el estudio neuronal de otras actividades humanas que
pueden parecer alejados de la disciplina general de la neurobiología. Es sólo
mediante la comprensión de las leyes neuronales que determinan la actividad
humana en todos los ámbitos - en la ley, la moral, la religión y hasta la economía
y la política, no menos que en el arte - que siempre podemos aspirar a lograr
una comprensión más adecuada de la naturaleza del hombre.”

De esta manera, el campo de la neuroestética viene a funcionar como una


alternativa bastante contemporánea a encontrar respuestas a problemas del
conocimiento mencionados en la antigüedad, retomados con mucha fuerza en la
modernidad y que en la actualidad nos sirven como una pista indudable de la
importancia que la estética ha tenido en el desarrollo humano, a través de la
historia donde quizá no se ha prestado la atención necesaria. El problema
estético es basto, no solo se limita al problema de la creación artística, sino que
se expande a la vida cotidiana y la toma de decisiones básicas relacionadas con
alimentación, apareamiento, vestido, desarrollo urbano y muchos otros temas
más. Quizá por esto, es que la vigencia de la investigación neuroestética
responde a un momento en el que la humanidad tiene la posibilidad de abordar
un mismo problema desde la multidisciplinaridad, con lo que el problema u
objeto de estudio sin duda, solo resulta enriquecido dada la cantidad de criterios
y el amplio espectro de aristas desde donde se puede empezar a definir o no un
campo de conocimiento humano.

¿Cómo definir la belleza? Una mirada histórica desde la antigüedad


clásica, la época medieval y el salto al renacimiento.

Es imposible empezar a esclarecer un problema sin hacer una


retrospectiva de lo que se dice o se ha dicho respecto al mismo. El concepto de
belleza en occidente ha estado presente desde que tenemos acceso a la
formulación del lenguaje en la sociedad occidental, y esto data de un periodo
bastante antiguo, sin embargo y de una manera quizá más intuitiva, y a lo mejor
menos teorizada, también aquellas sociedades no occidentales que cuyas
culturas milenarias han presentado un desarrollo estético contundente nos dan
una pista en torno a la función estética que se da entre el pensamiento mítico
como una manera de acercamiento y explicación de la realidad misma: “Ha
señalado Rafael Argullol que en el hombre primitivo la magia y la belleza
estaban unidas en una auténtica simbiosis entre pensamiento mítico y
conciencia estética. Las grandes civilizaciones antiguas (Egipto, Mesopotamia,
China, India y América precolombina) han respondido a un modelo que puede
llamarse: estética de lo sagrado. El propósito de sus creaciones era plasmar su
mundo mítico-religioso, el universo de sus dioses y la relación de los hombres
con las divinidades.”(Walzer, 2008, Pp 39).

No obstante, teóricamente podemos iniciar un recorrido o punto de partida


en la antigüedad clásica, donde el apogeo de las artes, hace de la belleza un
tema fundamental, vinculado directamente a la virtud, e identificado con lo
bueno, es decir con la finalidad del bienestar, que no es más que aquello que
nos proporciona el placer de sentirnos bien y ser felices. Aunque quizá este
breve resumen de 2 líneas toca los puntos de discusión clásicos sobre el
problema estético, este es por mucho más complejo y tiene raíces filosóficas
relevantes. Aristóteles hace su primer tratado de estética en torno al siglo V a.C,
del que se dice en la actualidad que solo conocemos una parte. La poética
aristotélica es por decirlo de alguna manera, el primer tratado que recoge la
función social y las implicaciones personales para el sujeto de las formas
artisticas de la antigua Grecia, que en definitiva también está vinculada a la
totalidad de la concepción del problema de lo bello en occidente. Al igual que
Zeki, Aristóteles liga el tema de lo bello, a lo visual, a la proporción, y sobre todo
a la forma, muy de manera intuitiva, es decir, ante la especulación antigua es
evidente que Aristóteles detecta que el factor de recepción visual es relevante
para una definición de lo bello. De cierta forma existe una identificación en el
hecho de que la belleza entra por los ojos, y que esta es la respuesta a una serie
de estímulos visuales. Aristóteles menciona al respecto: “La belleza consiste en
la medida y en el orden, por lo cual no puede resultar hermoso ni un animal
demasiado pequeño..., ni tampoco excesivamente grande.” (Aristóteles, La
Poética, Pp. 28).

Esta intuición sitúa al problema de la belleza en un contexto donde


culturalmente existe un juicio de valor sobre ciertos criterios visuales específicos,
de manera que además de Aristóteles, podemos girar nuestra mirada tanto la
filosofía platónica, que asocia lo moral, lo bueno, lo justo y lo verdadero con la
belleza, como los postulados pitagóricos que establecen que la armonía y la
proporción son sus parámetros, impregnan el pensamiento de occidente en esta
materia aún hoy. Y esto sin que en la misma antigüedad existiera una conciencia
concreta de que el arte y lo bello tenían una relación específica, ya que para la
sociedad griega el arte era parte una serie de procesos técnicos de ejecución de
formas que emulan a la naturaleza misma y ahí aparece un debate filosófico que
toma mucha fuerza en la modernidad, porque realmente la naturaleza y su
relación con el hombre se torna en un punto enigmático para muchos
pensadores que viven la revolución industrial como aquella fuerza anti natura
que, por lo tanto, hace de ella un objetivo algo divinizado, sublime y por ende
místico e inaccesible a la mayoría de los seres humanos.

La crítica de Plotino a la participación de la discusión moral en torno a lo


bello, hace que a partir de ese momento histórico se genere una transición a un
ideario estético en la edad media que sin duda, prolongaría y profundizaría que
el tema de lo bello estaba necesariamente ligado al arte, y que el arte no podía
ser otra cosa, o tener otro fin que sublimar la idea de dios, con lo cuál, las
características del contexto del pensamiento medieval, marcarían la pauta sobre
tópicos muy populares en la creación artística retomados por Schiller, Kant y la
crítica de Köninberg, con relación a la revelación divina, al origen místico del
goce estético y al problema metafísico de la interpretación de lo bello a través de
lo sublime.

La belleza de la edad media es una belleza absolutamente moral, dedicada


a una concepción de mundo cuyo objetivo es la virtuosidad como vía inequívoca
para alcanzar el bienestar máximo, y aquí el bienestar máximo para una época
de auge de valores cristianos, no queda de otra que equiparar la idea del bien a
la idea de dios, con lo cuál lo bello es aquello y solo aquello que le pertenece y
está al servicio de ese imaginario theoista. En el problema teológico en la edad
media La fe es muy importante porque el sujeto se ve como parte de dios y es
dios el principio y el final de todas las causas. Es mediante ese encuentro
metafísico entre el ser humano y las fuerzas místicas que le permiten estar en
contacto con el mundo que la razón se ve explicada a partir de ese componente
metafísico intrínseco en la realidad de la edad media. Con lo cuál hay una
separación entre lo interior y lo exterior al sujeto y aquí se definirá la belleza
desde ambas perspectivas, de nuevo, el problema de la naturaleza como lo
externo y su interacción con el universo metafísico interno, discutirían en la
construcción del imaginario medieval, por ende la capacidad de definir o no la
belleza de un objeto, la belleza de una acción, o la belleza en términos de virtud,
sobre todo para la construcción de la identidad de la mujer medieval y su rol
social.

Cabe resalta que, para el mundo clásico y a su vez consecuentemente en


el mundo medieval, la reflexión sobre la belleza también se posiciona desde una
vinculación directa con lo inmaterial de las ideas, y advierte que los sentidos son
capaces de cometer múltiples equivocaciones, con lo cuál, la belleza es un
problema que comienza a perfilarse dentro de las subjetivizaciones de los
sujetos con relación a cómo estos viven, dentro de un sistema de creencias y
organización socio-política, sus valores culturales. Es en este punto donde se
hace una separación de la belleza in situ, percibida por los sentidos de manera
fáctica y lo que produce la belleza en el sujeto, que es una conmoción sensible
que no corresponde al plano material, por esto es que cada experiencia
vinculante del individuo con el mundo empieza a dilucidar una dualidad en torno
a la recepción y la producción y la belleza como categoría misma.

Ya para el renacimiento, podríamos decir que estos tres factores están más
que dados por sentado, debido a que es el auge del artista como figura a quién
se le relega por excelencia encargarse de lo bello, que por lo general es
vinculante a una idea, ya no en un plano de representación u observación de los
fenómenos naturales externos, si no que, por el contrario, basandose en sus
propias imágenes internas, lo que le presupone un valor adquirido a la fantasía
como aquel fin utópico al que solo se puede acceder mediante un plano
meramente mental, ya que en la realidad no existe la posibilidad de encontrar
aquello que vive en la mente del artista que crea una realidad fantasiosa, pero
alternativa. Este proceso, vinculado con la actividad de la época en torno a la
expansión, al encuentro de culturas y sobre todo a un humanismo que le aporta
un valor teórico racional a aquellos planteamientos visuales y formalistas del
periodo clásico. Si bien es cierto, hay un retorno inminente a estos “estándares”
de belleza, ya no se vinculan a los procesos racionales que se resaltaban en la
antigüedad, más bien, existe un primer llamado a la subjetivación de una visión
de lo bello, a partir del artista y su re invención del mundo.

Por supuesto, es claro y evidente que la construcción del concepto de


belleza, ha estado mediada por las condiciones en que se ha desarrollado la
historia de la civilización en occidente, y esa también ha cambiado a través del
tiempo. De igual modo, podemos ver cómo la belleza en occidente tiende a se
considerada como un adorno, como algo decorativo y no cómo algo esencial, sin
embargo su papel en la socialización es tan importante que define desde lo que
comemos hasta nuestra identidad, autoimagen y relaciones: “…resaltar tan
pronto esta condición histórica requiere una aclaración: no se busca abonar aquí
una hipótesis de tipo evolucionista que pretenda que la idea de belleza haya ido
progresando a lo largo de la civilización hasta llegar a un supuesto estado ideal,
de pulimiento o de perfección. Más bien se comprueba que numerosos autores
que han reflexionado sobre este asunto han considerado insoslayable la
valoración del devenir histórico en la construcción del concepto de lo bello. Pero
este devenir no se cristaliza si no que permanente- mente se actualiza, cambia y
sorprende con nuevas formas de belleza.” (Bodei, 1995, Pp157).

La historicidad en ese sentido, aporta una serie construcciones que remiten


el problema estético a un campo de pensamiento fundamentalmente
fragmentado, es decir, donde la extrapolación de criterios depende de la
experiencia que haya en torno a la participación de factores como el espíritu, lo
que es sensible, lo que es suprasensible y ese vinculo con la percepción de los
sentidos y el procesamiento de pensamiento a lo interno del ser humano. El
problema estético siempre vinculado al análisis teórico - histórico del arte, dan
como resultado una serie de construcciones y conclusiones que terminan por
reducir el problema estético a un problema de comunicación entre la obra de
arte, el artista y el sujeto mismo. Sin embargo, pese a ese reduccionismo
categorizante, el problema de lo bello desde la objetividad de la neuroestética
nos permite comprender cómo lo bello también es producto de un proceso
cognitivo y procesual de la información.
La belleza como concepto en la modernidad

Si la belleza estaba hasta entonces vinculada con la armonía, la proporción


y la perspectiva, la renovación humanista provoca como consecuencia que el
gusto sea una nueva categoría de definición de la belleza en la modernidad. Es
decir, el avance a la subjetividad comienza a ser justificado teóricamente,
basado en principios comunes y a la vez objetivos. A simple vista puede sonar
contradictorio, no obstante dentro de una gamma de posibilidades tan grande
como es el gusto, aparece de por medio el juicio moral sobre la educación para
el buen gusto y la afirmación de la existencia de mal gusto a falta de un proceso
pedagógico que le permita al sujeto reconocer el buen gusto como tal.

Burke es el primero que toma el concepto de naturaleza y lo analiza desde


una perspectiva no científica, pero hablamos de la naturaleza como fenómeno,
no como abstracción de la tendencia a lo natural que hacía Aristóteles en La
Física y La Metafísica. La naturaleza y su representación son el centro del
problema estético moderno, por lo tanto una vez más, es el arte quién se
encarga de proponer una definición para la época, y que a la vez toca como
punto importante el hecho de que el hombre ya conoce un poco más sobre el
cosmos y los fenómenos naturales, además de qué estos ya no solo se dan por
la voluntad de dios y con la razón ilustrada, el “horror vacui” frente a la pequeñez
del ser humano y la inmensidad del cosmos, pues inminentemente lo sublime es
algo que vine a superar con creces la visión particular de la realidad humana,
alcanzada hasta entonces: “A consecuencia de esto, la era estética que surge
entre los siglos XVII y XVIII consistió básicamente en que el arte es entendido
como la expresión máxima de la vida del hombre como producto universal suyo,
resultado de su acción constituyente frente al mundo natural.” (González, 2013,
Pp 2).

De este modo, Kant contrapone la subjetivización y se propone alcanzar


una universalidad, dándole un giro a la recepción del tema del goce estético
como un goce meramente racional y que en definitiva se aleja de la cualidad y
pertenece entonces a la experiencia. Es por ello que Kant, más de preocuparse
de la belleza en sí, se preocupa por como puede ser esta explicada, desde una
perspectiva racional, por lo que divide en dos su teoría estética ocupandose por
un lado de lo bello (como atribución natural) y lo sublime (cuya grandeza
sobrepasa la capacidad humana de contener sensaciones). El arte como
utilidad, tiene entonces un papel fundamental en la comprensión de lo bello y
esta idea, es reforzada posteriormente por Hegel.

Para Hegel lo natural como tal no tiene que ver con lo bello, si no que lo
bello es atribuible solo a la creación humana, y acá en este periodo de la historia
hay un giro importante sobre la conceptualización, construcción y aplicación de
la belleza. Es en este punto donde arrastraremos hasta hoy en día la idea de la
utilidad del arte, como un procedimiento estético definitorio de la belleza misma.
Así la naturaleza que perece, frente al espíritu imperecedero, Hegel manifiesta:
“[La belleza] representa la unidad del contenido y del modo de ser de este
contenido y deriva de la apropiación y de la adecuación de la realidad al
concepto.” (Hegel, 2006, Pp 160).

Esto por lo tanto es el paso que inicia el debate de si todo lo bello es


artístico o si solo el arte puede ser bello. Tomando en cuenta el contexto
histórico, la bellas artes y su auge hacen que exista una confusión teórica mayor
al respecto y que por un lapso de muchos años los problemas relacionados con
la formulación de postulados y planteamientos estéticos tenga que ver con ello,
precisamente, con la vinculación de arte y belleza. Heidegger y su interés por la
estética de lo utilitario de cierta manera también ponen sobre la mesa la
correspondencia entre el gusto, el artista y si verdaderamente la belleza opera o
no en medio del factor y el sujeto. Hay una legítima discusión de si lo bello es
realmente útil o si no tiene ninguna función aparente dentro del sistema social
que define la cultura. El gusto juzga lo bello, pero entonces, ¿Cómo se juzga el
valor utilitario del gusto?

Estos problemas modernos se extenderán hasta la aparición del arte de


vanguardias apróximadamente en 1914, que vendrá a de construir no solo la
concepción de arte, si no que arrastra con ello el tema de la figura del artista
genio, el gusto y por ende la definición estética de belleza y utilidad. La
transición entre el fin de la modernidad y los inicios de nuestra
contemporaneidad estarán nutridos de una serie de factores políticos, culturales,
contra culturales, económicos y sociales que cambiaran la configuración teórica
de las discusiones estéticas por completo. De cierto modo, una renuncia a la
razón, sin olvidar la razón misma. Se producirán una serie de contradicciones
teóricas con relación a la promulgación del surgimiento de una post modernidad
que renuncia a los metadiscursos y se sostiene en la muerte de la historia. Si ya
Hegel había declarado que el arte había muerto, al aparecer pensadores que
afirman q la historia también, el campo conceptual en el que se mueve el análisis
estético quedará a la deriva de comprender realmente qué, cómo y porqué la
belleza opera en los sujetos y construye realidades.

La construcción de la belleza a partir del siglo XX

La definición de la belleza como concepto aún no existe, no hay un


absoluto acuerdo al respecto pese a la investigación desarrollada en torno al
tema y la perspectiva incluso más científica aportada por las neurociencias y la
investigación neuroestética específicamente. En el siglo XX, la aparición de
Birkhoff en torno a la discusión estética aportaría uno de los principios más
interesantes de cientifización de la experiencia estética, esto debido a que es él
quién propone que la belleza se puede definir a partir de una ecuación
matemática debido a que limita las concepciones estéticas a una relación entre
proporción y simetría. Si bien es cierto fue un revelador modelo, realmente la
ecuación fue poco funcional al aplicarla a objetos complejos, que carecían de
alguno de los atributos necesarios para poder establecer la cuantificación del
proceso.

Birkhoff comienza por distinguir entre las asociaciones formales y


connotativas, dirigiendo su atención casi exclusivamente al lado formal del arte,
a la que solo la fórmula básica de medida estética se puede aplicar
cuantitativamente, pero con ninguna intención de negar la importancia
trascendental de la parte connotativo en todo el arte creativo. Esto sin duda,
despierta todo un debate por cuando, si este análisis se refiere solo a lo racional
o sí también toma en cuenta el nivel intuitivo en que se desenvuelve el
fenómeno artístico, si bien es cierto algunas estructuras artísticas son más
concretas que otras, como la poesía y la música, las expresiones vivas como la
danza o el teatro quedan de cierta manera excluidas de una notación
meramente cuantitativa y su análisis estético queda parcializado a partir de la
aplicación de un teorema. Esto da como conclusión propia de Birkhoff que lo
intuitivo y lo conceptual son indiscutiblemente distintas.

A partir de ello, y sobre todo con el hecho del auge de las neurociencias
definitivamente la perspectiva con relación a la forma en que se define o no el
concepto de belleza. Para estudiar el cerebro los aportes de la resonancia
electro magnética y el FMRI han sido determinantes, dado que el estudio de la
actividad cerebral en torno a la percepción de la belleza, ha sido bastante
revelador. De cierto modo, hay un dejo de lado de la especulación teórico-
filosófica, para adentrarse en el campo de el estudio empírico de la materia
orgánica que genera los impulsos primarios que llevan a los seres humanos a
emitir criterios estéticos sobre su realidad y el mundo que les rodean. Sin duda
estábamos hablando de un enfoque multidisciplinario de la estética, donde los
aportes vienen desde las diferentes perspectivas de estudio, que responden a la
especialización de conocimientos propia del siglo XX, con lo cuál además al
estudiar, un órgano particular, también de cierta manera la objetivación de la
actividad cerebral de cierta manera remite la subjetivación a casos particulares.
Conocer la fisiología del cerebro y a la vez su funcionamiento ha permitido
llegar a conclusiones importantes como el hecho de qué la percepción de la
belleza es fundamental en la determinación de actividades y decisiones de la
vida cotidiana y que la belleza como concepto va más allá de la creación,
recepción e interpretación artística. Así, producto de la revolución de las
neurociencias definitivamente la estética y la teoría estética cambian por
completo con relación a lo que históricamente se ha desarrollado en torno al
tema. Para la neuroestética hay un punto de partida muy claro, el fenómeno de
la visión. La recepción de los estímulos visuales es fundamental para la
comprensión del mundo y a este, a su vez, se le puede atribuir la construcción
de la realidad inmediata, la comprensión del mundo y la resemantización que se
da a partir de la interpretación artística, donde existe una mediación estética.

Por otro lado, los mismos estudios de Zeki y de otros especialista en


neuroestética, si bien es cierto existen una serie de caráctirsticas universales
que se identifican con el concepto de belleza, siempre existe pie a la
subjetividad, puesto que en cuestión de cerebros y sobre todo percepciones, es
casi imposible que hayan 2 cerebros iguales, y por lo tanto que funcionen del
mismo modo. De esta manera, en los procesos que involucra la investigación y
el análisis del papel de la estética actualmente, sabemos qué el fenómeno de la
creatividad también se puede estudiar desde la percepción de la belleza. Si bien
es cierto la mediación cultural y social de las construcciones conceptuales y los
temas ligados a los procesos de elaboración semánticos ligados al lenguaje.

Los diversos estudios sobre la belleza, o de análisis estético que han


utilizado el fMRI, arrojan resultados de índole biológico como las áreas de
irrigación cerebral, los lóbulos y las estructuras cerebrales que conforman el
proceso de discernir entre lo que es bello o se considera bello o no. Así se
concluye que la percepción de la belleza se ubica en la ínsula y determinadas
neuronas corticales y la activación de la amigdala, lo que tiene a subjetividad el
nivel de percepción y recepción por parte de un individuo particular frente a un
objeto o hecho artístico en concreto: “En 2007, Cintia Di Pio, Emiliano Macaluso
y Giacomo Rizzolatti, neurólogos italianos, han realizado una investigación en la
que precisamente se preguntaban si la experiencia estética era enteramente
subjetiva. A través de la fMRI realizaron un estudio en el que mostraban
esculturas pertenecientes al Arte Clásico y del Renacimiento, piezas entendidas
como obras de arte en la cultura occidental. Se mostraban dos tipos de piezas:
imágenes de las obras originales y versiones con la proporción modificada. Los
estímulos eran mostrados con tres peticiones: la observación, el juicio estético y
el juicio de la proporción. Entre los resultados más interesantes del estudio
encontramos que la observación de las esculturas originales en relación a las
modificadas producía una activación de la zona de la ínsula derecha así como
otras áreas concretas del cerebro. La activación de esta zona era
particularmente fuerte ante la tarea de observación. Cuando los sujetos
juzgaban las esculturas como bellas, se activaba la parte derecha de la
amígdala.” (Andreu, 2008, Pp. 7).

De esta manera, se puede afirmar que la experiencia estética por lo tanto


posee un componente emocional importante, que de cierto modo, también
determina el carácter de el juicio que se emite en torno a la definición y
aplicación de la belleza en torno a las experiencias cotidianas. Si bien es cierto,
existe de cierto modo, una base biológica en la percepción de la belleza, hay
todo un contexto o un universo que involucra otras áreas, sobre todo la
comunicación, las relaciones interpersonales y el universo social inmediato
mediatizado por la cultura. Por otro lado, la cultura contemporánea está
construida de una multiplicidad de valores y estímulos que definen o no lo que
es y no es bello a partir de implicaciones políticas, económicas y que de cierta
manera hacen entre ver que la universalidad de una cultura global alimenta los
cánones o prototipos que rigen la belleza, pero que estos no definen por
completo la recepción de la experiencia personal y por ende su manifestación.

Así el aporte de la neuroestética trae consigo una serie de planteamientos


cómo: si es posible que la belleza subjetiva trascienda el contexto y la cultura, o
si más bien los valores objetivos crean un sistema de planteamientos estéticos
que prevalecen en el tiempo y se delimitan por contexto. Ahora, el cómo
funciona la construcción cultural de la belleza en el siglo XX, se sostiene
mediante los aportes de muchos pensadores de la cultura, sobre todo
antropólogos y sociólogos como Levy Strauss, Barthes, Judith Buttler, Guy
Debord, entre otros, de manera qué como complemento a los descubrimientos
neuroestéticos podemos crear un mapa global de las interconexiones entre el
funcionamiento biológico y el funcionamiento social que crea patrones de
conducta cuyo objetivo es que el funcionamiento del ser humano sea esclarecido
desde la mayor cantidad de perspectivas posibles. De este modo, sabemos que
no existe una sola palabra que defina hoy en día ¿qué es belleza? y mucho
menos una sola fórmula que nos diga o nos explique ¿cómo funciona la belleza?

Conclusiones

Las ciencias se han expandido y orientado a la multidisciplinareidad, la


filosofía también lo ha hecho, y las ciencias cognitivas son un punto de
convergencia donde ambos saberes aportan y dan claves importantes para
comrpender de una manera más holística e integral los diferentes fenómenos
que vinculan al ser humano con el mundo. Desde este punto de vista, es
importante atribuirle a la neuroéstetica la importancia de darnos claves concretas
para partir de un estudio más biológico, químico, físico y funcional de los
procesos que intervienen en la creación de conceptos y formulación de procesos
de cognición, análisis e interpretación del mundo. Dado que tenemos la
posibilidad hoy en día de conocer cómo es que funciona la estructura que da
origen a los pensamientos, las sensaciones, las emociones y sobre todo las
respuestas a los estímulos, es importante observar esto para poder aportar
desde el punto de vista filosófico las implicaciones morales, éticas, políticas y
sobre todo conductuales que hacer que el ser humano necesite estos procesos
para conocer su entorno e interactuar con él.
La definición de conceptos universales y particulares está presente en la
filosofía desde Aristóteles y si bien es cierto, hoy día podemos prescindir de esta
definición del mundo para construir conocimiento, la objetivación y subjetivación
de los procesos mediante los cuales el ser humano se conoce a sí mismo,
conoce su entorno y por ende construye conocimiento, efectivamente siguen
siendo preocupación y tema de estudio. Por tanto no definimos si el mundo se
construye a base de axiomas objetivos o bien, si es una red de aportes
subjetivos lo que construye la cultura, es solo un paso más en el proceso de
desentrañar el misterio de cómo es que los seres humanos interactuamos en
diferentes niveles. Por esto, considero que es muy posible que la subjetivación
sea un camino necesaria para comprender procesos en nivel micro que reflejen
modelos aplicables a un modelo macro de definición de conceptos y fenómenos.

Lo objetivo y lo subjetivo no precisamente deben ser factores excluyentes,


a partir de este análisis histórico - conceptual de la belleza, considero que
ambos factores son necesarios para la comprensión del concepto, sus
implicaciones y sus aplicaciones en la vida del ser humano, y de cómo la
estética es fundamental para comprender los procesos ligados al ser humano y
la garantía de sus supervivencia como especie organizada socialmente. De este
modo, y sin lugar a dudas, toda esta información es sumamente relevante por
cuanto exista una definición sobre la aplicación y utilidad del arte a nivel del
sujeto, pero también como vehículo para el desarrollo de las culturas. Artes y
estética siempre han estado ligadas, son obstante son cosas diferentes y quizá
caer en cuenta de ello es uno de los aportes más relevantes de las
investigaciones neuroestéticas.

Lo que comemos, cómo nos relacionamos con otros sujetos, a dónde


vivimos, son solo unas de las tantas decisiones que se toman con base en
juicios meramente estéticos, lo que es bello o no, nos define, define nuestros
contextos y es posible que incluso sin ser conscientes de ello, cada día nuestra
toma de decisiones se vea de cierta manera determinada por esos procesos
cerebrales que suceden entre la corteza frontal y la amígdala, con lo cuál, todo
lo que hemos pensado durante siglos sobre el bienestar que proporciona lo
bello, realmente ha sido no solo intuitivamente acertado, si no que en definitiva
la suerte especuladora desencadenada por las diferentes tesis y discursos
filosóficos hoy día solamente se reafirman y funcionan como verdaderos pilares
para comprender lo que sucede en torno a este tema.

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Walzer Alejandra. “La belleza, de la metafísica al spot”. Editorial Octaedro. 2008.


Madrid, España.

Recursos Web

http://www.neuroesthetics.org/index.php

http://www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/171/la-belleza-esta-en-tu-
cerebro

LA NEUROBIOLOGIA DELLA BELLEZZA: http://vimeo.com/53492653

Why Beauty Matters: http://watchdocumentary.org/watch/why-beauty-matters-


video_713a0987e.html

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