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Cátedra de Problemas Educativos II

Profesor: Orlando Pulido chaves

EL VALOR DE LA ESCUELA. Protocolo

Por: Yamilet Gutiérrez González

Maestría en Educación

Tras la indigencia espiritual en que vivimos y la constante angustia del hombre arrojado a

competir y pelear por el sustento, queda preguntarse por el sentido de la existencia y el lugar para

encontrar la respuesta.

Seguramente, las eternas preguntas del ser humano desde que se supo mortal para comprender

su rumbo, su misión, su destino: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde voy? que han sido

motivo de meditación filosófica, tema de inspiración y justificación religiosa tampoco serán

resueltas en este breve documento; pero han de servir como posibilitadoras de una aproximación

al importante papel de la educación en el proceso de transformación del hombre y la sociedad; a

partir de los planteamientos y consideraciones de investigadores abordados durante el desarrollo

de la cátedra de problemas Educativos II. Reflexión también fruto de cuestionamientos sobre el

ejercicio de mi ciudadanía en tanto titular de derechos civiles y políticos; y sujeto singular y

colectivo.

La educación en tanto proceso vital en sus dos sentidos: esencial y para toda la vida, debe

construirse sobre la base de la aceptación y el respeto mutuos, es decir, en la convivencia como lo

expresa Maturana (1990). Pero ese proceso no sólo es responsabilidad del escenario escolar, sino

de cada uno de los actores sociales. “Como vivamos, educaremos, y conservaremos en el vivir el

mundo que vivamos como educandos. Y educaremos a otros con nuestro vivir con ellos el mundo
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que vivamos en el convivir” (Maturana, H., 1990, p.12). Es ahí donde el estado y cada uno de sus

miembros es corresponsable en la formación de cada ciudadano quien a su vez lo representa y lo

determina. Es decir, somos hacedores y resultado de la educación.

Por eso, preguntarnos por el valor de la escuela en tanto escenario donde se formaliza la

educación como derecho universal y el papel de sus actores es una tarea sustancial, máxime ante

la presencia de una sociedad devastada por la desigualdad que genera un modelo económico

neoliberal donde la ilusión de educación en y para la convivencia parece sucumbir frente a la

competitividad, el individualismo y la indiferencia; además de negar una condición esencial del

ser humano como es la necesidad de compartir con otros de su especie para humanizarse y

saberse hombre.

Así pues, merece la pena entender que existe una “dirección intelectual y moral” (Pulido, O.

1997, p. 81) factible de ser ejercida por los maestros y maestras quienes desde la escuela pueden

convertirse en posibilitadores de consensos e involucrar los intereses de la comunidad para

constituir bloques sociales en virtud de la formación de ciudadanos capaces de ejercer sus

derechos y deberes como sociedad civil en un país como el nuestro gobernado por actores

sociales que pretenden ostentar el poder a través de la dominación y la subordinación, como lo

afirma Pulido, O. (1997). Pero la dirección moral e intelectual exige a su vez que esos maestros y

maestras sean intelectuales capaces de comprender el contexto socio – histórico, político y

cultural de su práctica pedagógica; lectores y estudiosos de la realidad que converge a las

instituciones personificadas en niños, niñas y adolescentes con las problemáticas propias de un

modelo económico asfixiante y precipitado que los arroja al consumo, al desencanto, a los

excesos, a la soledad… Al sin sentido.


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Desde esta mirada, es obligación rescatar el papel de la educación como derecho y el valor de

la escuela como escenario; dado que ésta última ha sucumbido ante el capitalismo y transformado

su quehacer en un conjunto de acciones sometidas a términos de eficiencia, eficacia y efectividad

educativa, (Pulido, 2009), según exigencias de organismos internacionales ajenos a la realidad y

necesidades de un país como el nuestro; desplazando así las acciones pedagógicas para

introducirse en el mundo de los estándares, las competencias, logros, indicadores y pruebas

sujetas a la inversión y el mercado, donde el resultado es más importante que el elemento humano

y donde el término Calidad, dejó de ser parte constitutiva o condición estructural de la educación

como derecho. Por ello, es oportuno tener presentes como preceptos los aportes de Katarina

Tomasevski, toda vez que considera que la educación debe ser asequible (disponibilidad),

accesible (acceso), adaptable (permanencia) y aceptable (calidad). (Tomasevski, 2003, p.2); Para

desarrollar procesos de enseñanza y aprendizaje con la participación de las comunidades

(incluidos alumnos y docentes) que respondan al contexto, necesidades e intereses, reafirmando

así la importancia del ejercicio de una hegemonía basada en la dirección intelectual y moral.

Particularmente y de cara a la puesta en marcha de acciones expansionistas para presentes y

futuros cambios, los maestros y maestras debemos hacer un análisis crítico a las políticas

públicas; en especial la educativas, incluso a las condiciones laborales que reivindiquen la

profesión. Es por eso que merece hacer una reflexión de la parte legislativa, partiendo de un

acercamiento a los cambios en política educativa desde los años sesenta, principalmente; para

detenernos en medidas reglamentarias como la Ley General de Educación, Ley 115 de 1994, tal

como lo propone Pulido (2014); para observar su impacto y alcance en conjunto con los planes

decenales. También es conveniente hacer una revisión al escenario político cuyo abanderado ha

sido el proceso de paz en los últimos años; y la posibilidad de consolidación de una futura
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política educativa nacional que articule las diferentes normas que rigen el país, reconozca la

diversidad y garantice la educación como derecho.

Es así como podría comprenderse la labor pedagógica de los maestros y maestras, toda vez

que sus labores deben trascender el campo disciplinar e ir más allá del acto magistral de la

instrucción; pues su papel es de un profundo compromiso político. Por eso, debemos comenzar

por desterrar ese modelo de gestión establecido por años a la sombra del neoliberalismo que ha

debilitado la educación oficial, pauperizado la labor docente y negado la singularidad y

diversidad de las comunidades presentes en las instituciones. De hecho, es importante seguir

construyendo escenarios de participación como foros, redes; o acciones que movilicen a la

comunidad tales como el Movimiento Pedagógico y la Expedición Pedagógica.

En este sentido, podremos conferirle el valor social a la escuela nuevamente y, aunque no

obtengamos las respuestas a las eternas preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Para dónde

voy?; al menos podremos otorgarle una respuesta desde nuestra labor. Particularmente y desde

mi práctica docente me atrevo a responder: ¿Quién soy? Un sujeto que desde su subjetividad y la

colectividad posee la responsabilidad civil y política de restituir la dignidad humana a niños,

niñas y adolescentes desde y para el ejercicio de sus derechos y deberes ciudadanos. ¿De dónde

vengo? De un sistema social cuyo modelo económico excluyente y desigual, incierto e

indeterminado, se ha ensañado contra esas poblaciones vulnerables que asisten a la escuela

diariamente y quienes desertan regularmente a causa de un factor determinante: la pobreza

económica. ¿Para dónde voy? En cierta medida queda escrito en este documento gracias a los

aportes de la cátedra de Problemas Educativos II y la orientación del antropólogo y maestro

Orlando Pulido quien, desde la fundamentación teórica sumada a la movilización resultado de


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lecturas significativas, permitieron saberme docente en tanto formadora y transformadora social.

Ahora el desafío es mucho más grande.

Desde la perspectiva de Humberto Maturana, es imprescindible partir de una formación y

transformación desde la subjetividad; es decir, hay que recuperar como docentes la armonía en

los espacios de la escuela para edificar y construir en vez de dominar y controlar. Es necesario

hacer ejercicio de nuestra ciudadanía alimentando una postura política, pues en el ejemplo y el

testimonio de vida es desde donde se educa realmente. Imperante, recuperar la capacidad de

observación y escucha para reconocer a los otros desde su singularidad para educar en la

diversidad. Ante todo, es urgente entender que el vivir con los otros es lo que aleja al ser humano

de la posibilidad de convertirse en paria, en excluido, en un desheredado del planeta.


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REFERENCIAS

Maturana, H. (1990). Una mirada a la educación actual desde la perspectiva de la biología del

conocimiento en Emociones y Lenguaje en Educación y Política. (p-p 1-48) Recuperado

de http://turismotactico.org/proyecto_pologaraia/wp-

content/uploads/2008/01/emociones.pdf

Pulido, O. (1997). Hegemonía y Cultura: La naturaleza política de los hechos culturales, en


Hegemonía y Cultura: Introducción a las estructuras culturales disipativas. Bogotá D. C.
Colciencias.

Pulido, O. (2009). La cuestión de la calidad de la educación. FLAPE, Foro Latinoamericano de


Políticas Educativas. Recuperado de
http://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Argentina/lpp/20100426010323/1.pdf

PULIDO O. (2014). 20 años de la ley 115 de 1994 en Políticas educativas: Hacia un nuevo
proyecto educativo nacional. Revista Educación y Ciudad No. 27. Recuperado de
http://www.idep.edu.co/sites/default/files/archivo_revista/Revista-Educacion-y-
Ciudad-N%C2%BA-27.pdf

Tomasevski, K. (2004). Los derechos económicos, sociales y culturales: el derecho a la


educación. Informe de la relatora a las Naciones Unidas.

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