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¿Derecho o servicio? La concepción sobre educación como derecho en Colombia ha sido uno
de los temas centrales de debate que reúne organizaciones y agremiaciones del ámbito nacional e
internacional a la luz de las políticas educativas y su impacto frente a una dinámica social
compleja como la nuestra. Actualmente, en un escenario capitalista de énfasis neoliberal, ésta se
asume como un servicio público sometido a políticas de calidad propias de la empresa, regido
por parámetros de oferta y demanda en el mercado.
Sin embargo, un nuevo discurso viene construyéndose a partir de los aportes de Katarina
Tomasevski quien considera que “el importe de una estrategia basada en los derechos humanos
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Tomasevski, Relatora Especial sobre el derecho a la educación, quien solicitó ser invitada a
Colombia para su estudio y evaluación; encontró en el año 2003 un terreno poco favorable en
términos de Educación como derecho. La sospecha del gobierno de ese entonces frente al
carácter subversivo de los defensores de los derechos humanos; la falta de claridad frente al tema
de la educación como derecho en el plan de desarrollo; la mercantilización de la educación; el
tema de la gratuidad; la dicotomía entre educación pública y privada (clasista) que, sumados a
los fenómenos sociales como pobreza, desempleo, desplazamiento, violencia, exclusión y
discriminación de género y raza; revelaron un perfil de país para cuidados intensivos.
Pero la educación no sólo es un derecho civil y político, económico y social; sino también
cultural que exige la afirmación de los derechos colectivos e individuales, como lo expresa
Tomasevski (2003). Por ello, los modelos educativos deben contar con la participación de las
colectividades. Y, en cuanto a las amenazas o asesinatos a docentes debido su filiación política o
sindical, situación que se constituye en un eslabón más de la cadena de problemáticas y
fenómenos sociales; la relatora considera que deben ser abordados por el gobierno en defensa y
protección de los maestros.
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Hablar del derecho a la educación es referirse también a sus objetivos y propósitos desde la
escuela. Al parecer existe una “separación entre el conocimiento escolar y el no escolar” como lo
afirma Juan Francisco Aguilar (Citado por Consejo Económico y Social, 2003, p. 18). Por tanto
y en el orden nacional, Tomasevski propone aclara la legitimidad de los derechos humanos y
desarrollar procesos de enseñanza y aprendizaje con la participación de las comunidades
(incluidos alumnos y docentes) que respondan al contexto, necesidades e intereses.
En este sentido, vale la pena destacar la nueva visión de educación propuesta por los
diferentes miembros políticos y civiles; representantes y delegaciones en la Declaración de
Incheon en el año 2015 que propugna por una educación que garantice la inclusión, la equidad y
la calidad; y promueva alternativas de aprendizaje durante toda la vida para todos. Al respecto,
refuerzan el concepto de educación como un bien público, un derecho fundamental y el
instrumento para la materialización de otros derechos.
Las acciones que se emprendan, serán del orden mundial y deberán contar con la
responsabilidad de los gobiernos, colaboración de diferentes organismos, financiación y
cooperación de los países desarrollados; así como el diseño de mecanismos de seguimiento y
evaluación para la formulación de políticas, la gestión de los sistemas educativos y la rendición
de cuentas.
Este es un panorama promisorio y ambicioso para los países en vía de desarrollo. En el caso
de Colombia, esperamos contar con el compromiso de todos los agentes sociales en virtud del
cambio. Nos espera un presente de trabajo de cara a la reivindicación de la escuela como
escenario de oportunidades y la educación como derecho inalienable que otorga otros derechos y
garantiza el ejercicio de la ciudadanía.
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REFERENCIAS