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De: Para:

YAMILET GUTIÉRREZ GONZÁLEZ OLGA MARÍA DUARTE GALLO


Estudiante Docente
ESPECIALIZACIÓN EN PROCESOS LECTOESCITURALES TIPOLOGÍA TEXTUAL, NARRATIVO
Semestre I
Corporación Universitaria Uniminuto
EL MURO DE LOS IMAGINARIOS

A lo largo de la historia han existido muros representativos para la humanidad ya


sea por su magnificencia o por su valor simbólico. Uno de ellos es la gran Muralla
China construida en el periodo de Primaveras y Otoños y los Reinos Combatientes
erigida como protección contra la invasión de los Hunos entre los siglos VII y IV a.
C. y que le sobrevive al paso del tiempo; el Muro de las Lamentaciones, Oraciones
y Alabanzas judías es otra de las construcciones que se mantiene en pie aún
después de la destrucción del templo de Jerusalén por las lanzas de los romanos
en el año 70 d.C.; también encontramos el muro de Berlín que en el año de 1961
dividió amigos y familiares a causa de los conflictos políticos y económicos que
surgieron como consecuencia de la guerra fría; y cómo olvidar el título del álbum
musical de la enigmática banda británica Pink Floyd: “The Wall”, lanzado en 1979
cuya canción principal “Another Brick in the Wall” fue inmortalizada a través de ese
metafórico video que además critica el modelo educativo de la época en su
perenne estribillo “We don´t need now education we don´t need now more control.
Hey, teachers: leave the kids alone”.

De otra parte, también se han edificado muros menos célebres pero que no dejan
de ser significativos para sus beneficiarios y perjudicados. Unos pocos años
después de haberse convertido en un éxito mundial la emblemática canción de
Pink Floyd, en la entonces emergente y helada ciudad de Bogotá se levantaba al
suroccidente un muro de tres kilómetros de longitud por 5 metros de altura
aproximadamente el cual llegaría a recibir varios apelativos como: el muro de la
ignominia, de la discriminación, de la segregación; hasta fue bautizado (con gran
acierto – diría yo-) como el muro de Berlín en alusión a lo acontecido en Alemania.

Y es que el propósito inicial de este muro comenzó a desvanecerse con el paso


del tiempo. Entre los años 80 y 90 una firma constructora llamada Mazuera &
Villegas construyó un ambicioso proyecto de vivienda que recibió el nombre de
Madelena que albergaría a los entonces esmeralderos de la ciudad quienes fueron
desplazados de barrios como Chapinero y Teusaquillo por razones de seguridad.
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Así pues, dicha firma consideró conveniente la construcción de este muro para la
delimitación del barrio y que además sirviera de contención frente a un posible
desbordamiento del río Tunjuelo, su vecino natural. Pero otra historia se estaba
desarrollando al otro lado del muro. Por la misma época, Doña Eva Tulia
Escárpeta, propietaria de una hacienda color rosada llamada Santa Clara
(demolida hace varios años), tomó la decisión de lotear su predio de forma ilegal
para dar origen a un asentamiento urbano denominado desde un comienzo Isla
del Sol, un destino para desplazados también, pero motivados por razones
totalmente diferentes a las de los habitantes de Madelena.

A partir de entonces, aquel muro de división geográfica comenzó a convertirse en


un catalizador de imaginarios colectivos. Los de un lado creían que más allá de
esa muralla blanca que combinaba con la arquitectura de la urbanización reinaba
el expendio y consumo droga, así como la delincuencia; por tanto, ésta era señal
de seguridad y tranquilidad. Los del otro lado suponían que detrás de aquella
pared decorada de grafitis e imágenes navideñas hechas en comunidad
gobernaba el clasismo y el arribismo, convirtiéndose en la insignia de la
discriminación y el aislamiento; y concebir así una guerra simbólica entre los dos
barrios materializada en enfrentamientos entre vecinos y confrontaciones legales
hasta llegar a su derrumbamiento total 30 años después.

Hoy día Madelena e Isla del Sol conviven en calma a pesar de o gracias a la caída
del muro. Sin embargo, es común escuchar entre sus habitantes que han
traspasado la frontera al cruzar los límites geográficos de los dos barrios
reviviendo diariamente el espíritu de aquel gigante de piedra que alguna vez los
dividió.

(Dedicado al barrio donde vivo y al barrio donde trabajo)


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