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Frente al innegable hecho de la sobrecogedora difusión del ateísmo, podemos decir que el problema
sobre Dios despierta un día en todo hombre y que tal problema exige una solución, más aun, una
decisión.
Y es que, en buena medida, la existencia humana no es sino la respuesta a una llamada, es tomar postura
frente al Absurdo, al que el hombre busca queriéndole o sin quererlo, lo cual es un signo de su vida
intelectual, al que Kant consideraba como característico del hombre.
El interrogante sobre Dios se nos plantea al preguntamos por el sentido y por el fundamento de nuestra
vida, así como por nuestra constatación intelectual del carácter precario, transitorio y relativo de las cosas
y de nuestro propio ser todo lo cual nos lleva a inquirir por un fundamento absoluto, libre de la limitación
que advertimos en lo infinito y que sea nuestra causa fundamental y fundante.
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El problema sobre Dios constituye un rasgo característico de una verdaderamente humana, al punto que
podemos afirmar que el problema sobre Dios, ES EL PROBLEMA ESENCIAL DEL HOMBRE
ESENCIAL
Y es que aun al hombre en apariencia cómodamente instalado en la finitud se le presentaran un día los
eternos problemas sobre el origen, fundamento y sentido de su vida, así como el del ser en general.
En efecto, cualquier persona, por poco reflexiva que sea, se preguntara en algún momento, sobre lodo,
cuando llega la hora del dolor, del fracaso, de la enfermedad y de la inminencia de la muerte qué sentido
tiene esta vida, lo que condice a la pregunta por Dios, quien es la clave del enigma humano: SI DIOS
EXISTE HAY LUGAR A LA ESPERANZA Y LA VIDA MERECE SER VIVIDA, EN CASO
CONTRARIO LO QUE HAY ES DESESPERACIÓN.
A la luz de lo anterior puede advertirse que, en el fondo, el problema del sentido de la vida es un problema
religioso, y también, que lo último y definitivo problema del hombre es el problema de Dios.
Para concluir este apartado podemos decir que la finitud, la mutabilidad la contingencia de las cosas y de
nuestro propio ser, es lo que nos lleva a plantearnos el interrogante respecto al ser absoluto.
La historia de la Filosofía da cuenta de cómo la búsqueda del Absoluto ha animado a todas las grandes
filosofías y ello no debe tenerse en por accidental, ya que como dice Maritaín: “Uno no es filosofo sino
ama lo absoluto y si no quiere llegar a Él”
Y es que el filósofo se esfuerza por alcanzar la explicación última de todas las cosas por encontrar al
Absoluto, sin embargo, no han sido pocos los que han ignorado que es a Dios a quien en realidad
andaban buscando.
Por su parte, santo Tomás de Aquino afirmo sin ambages que casi toda la filosofía se ordena al
conocimiento de las realidades divinas. Y esto porque ella tiende como a su fin, a responder a las
preguntas últimas y definitivas que todo hombre se hace.
Conviene reiterar que la indagación por la Causa Primera de todo cuanto existe no se ha interrumpido
jamás a lo largo de los siglos y que esto ha ocurrido de manera subrayada en la Filosofía, EN CUYA
HISTORIA SE ADVIERTE OUE LA CUESTION DE DIOS NO PUEDE SER AHOGADA.
Ahora bien, lo anterior no significa ni de lejos, que todos los filósofos hayan encontrado al verdadero
Absoluto y es que nuestra razón, aun estando orientada hacia la verdad, es falible, puede errar y extraviar
el camino, con lo que irremediablemente terminara.
Por otra parte, la razón por la que la filosofía no puede desentenderse del problema sobre Dios.
Mediante al Teología Natural, la investigación causal del ser infinito estudiado por la Ontología, se llevará
hasta sus últimas consecuencias, razón por la que se dice que primera es el coronamiento de la segunda.
En efecto, el estudio del ser finito realizado por la Ontología no se concluye hasta no descubrir su causa
absolutamente primera y su fin último: tal es el contenido de la Teología Natural, que se encarga de llevar
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a término el estudio de lo real, estudio que permanece inconcluso hasta el momento en que descubrimos
a la Primera Causa y Universal ¡sima de todo cuanto existe.
Ahora bien, explicar al ser finito en su último porque es abordar el problema de Dios, problema planteado,
bien que, de manera implícita, desde la primera página de la Ontología.
Toca a la Teología Natural, luego de una larga y rigurosa investigación, el afirmar de manera implícita la
existencia del Ser absoluto, Infinito, y Trascendente que es la Causa Primera del Universo.
Y es que siendo Filosofía la ciencia de las cosas por sus últimas causas, obtenida por la luz natural de
razón, ella no puede excluir de su reflexión el estudio de la Causa Absolutamente Primera de manera que
estudiar al ser finito en su último fundamento es nada menos que abordar el problema de Dios, de ahí
que, desde los tiempos de Aristóteles, la metafísica haya sido Filosofía del ser y ciencia Teológica. A partir
de lo anterior, conviene destacar dos cosas:
1. En rigor Ontología y Teología Natural no constituyen dos saberes inconexos, sino que como antes
se dijo, el segundo corona al primero.
2. El problema de Dios y su solución correcta no es más que el del ser finito debidamente planteado
y explicitado, lo cual exige fidelidad al ser, a sus reclamos y exigencias.
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Retomando lo que antes afirmamos, reiteramos que Dios es el fundamento sobre el cual reposa el ordeno
moral y esto nos pondrá a salvo de los diversos relativismos éticos que consigna la historia de la filosofía.
Al término de este apartado, anticipamos que, en el desarrollo del presente curso, descubriremos a Dios
como fundamento absoluto de todo valor como legislador del universo, como supremo y máximo juez.
No es posible hablar en serio sobre el hombre sin hablar de Dios, quien es su Creador y el Bien perfecto
e infinito capaz de colmar la aspiración de su voluntad.
La Teología Natural, al abordar el estudio filosófico sobre la existencia de Dios y lo que nuestra razón
puede conocer sobre su naturaleza y operaciones, mostrara que todo el dinamismo espiritual del hombre
apunta hacia un Dios existente, y que a los anhelos de nuestra voluntad les corresponde un correlato
objetivo y no una quimera.
Así mismo, la Teología Natural contribuirá a iluminar el enigma del hombre, mostrándole su esencial
religación con respecto a Dios, por quien, parafraseando con san Pablo, VIVIMOS, NOS MOVEMOS
Y SOMOS.
De manera general, podemos definirla como la ciencia de Dios obtenida por medios naturales.
El nombre de "Teodicea", de Teos: Dios y Dike: justificación, significa justificación de Dios y se debe al
filósofo alemán G. Leibniz, quien en 1710 lo empleó... para titular un escrito suyo: "Ensayos de Teodicea
sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal". Mediante esta obra, Leibniz intento
justificar la bondadosa providencia de Dios de cara al problema del mal.
Al mismo tiempo, respondía al argumento que P. Bayle oponía a la concepción de Dios como bondadoso
y providente.
Originalmente, pues, el término "Teodicea” solo aludía a uno de los tres tratados que, como se verá en el
siguiente apartado, integran a la Teología Natural: al de las operaciones ad extra de Dios, de las cuales
únicamente se ocupaba de una: de la Providencia.
Actualmente la palabra “Teodicea" ha pasado a designar toda la especulación sobre Dios, incluyendo los
tres tratados que ella comprende.
Ahora bien, el nombre “Teología Natural” designa la misma especulación realizada por la Teodicea, de
modo que ambas pueden tenerse por equivalentes, pero tomando en cuenta las siguientes consideraciones:
1. Que el nombre "Teodicea" debe depurarse del sentido reduccionista implicado en su etimología a
fin de designar con él a los tres tratados que constituyen el estudio filosófico de Dios.
2. Que cuando alguien emplea el término "Teodicea", deberá averiguarse si se está refiriendo solo a
la justificación de la providencia divina o a toda la especulación sobre Dios.
3. Que el nombre de Teología Natural pueda llevar a algunos a pensar erróneamente que se trata de
un saber no filosófico, sino teológico; para evitar tal equivoco debemos enfatizar que se trata de un
saber obtenido por la sola luz natural de la razón, de modo que es un conocimiento filosófico tanto
por su método por el instrumento de su elaboración.
Ofrecida la definición etimológica del término “Teodicea", así como una primera definición real de la
Teología Natural, a continuación, ofrecemos otra que nos permite determinar con mayor precisión su
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naturaleza:
1. Ciencia de Dios obtenida por la luz natural de la razón. Decimos que es ciencia, porque se trata de un
conjunto orgánico de verdades que se concluyen por demostración a partir de premisas ciertas;
decimos que es ciencia de Dios, porque la Causa Primera de todas las cosas es el objeto material
de la Teología Natural; decimos que se obtiene por medio de la luz natural de la razón, porque con
ello expresamos el objeto formal de la Teología Natural y la distinguimos de la Sobrenatural, que
se vale del dato revelado.
2. Conocimiento de Dios como causa del ser de las cosas, conocido en cuanto representando las perfecciones
de las creaturas.
3. Ciencia por la cual Dios, en cuanto causa del ser, es conocido por la luz natural de la razón.
4. Ciencia del supremo principio de todas las cosas, adquirida por medios naturales.
5. Parte de la metafísica que estudia la primera causa del ente particular.
En todas las definiciones antes mencionadas, podemos advertir que:
1. Se trata de un estudio de Dios como causa primera, como supremo principio del ser de las cosas.
2. Se trata de un estudio encomendado a la razón natural.
3. El estudio filosófico sobre Dios es parte de la metafísica.
Podemos concluir que la Teología Natural es una rama de la Metafísica especial que se ocupara del estudio
de Dios.
Hemos dicho que Dios es el objeto de la Teología Natural, pero surge aquí un problema: dado que el
objeto propio que guarda proporción con el entendimiento humano es la esencia de las cosas sensibles.
¿Cómo puede ser Dios el objeto de un saber que las excede infinitamente y que es de otra índole?
Lo anterior parecería implicar que para nuestra razón Dios es incognoscible.
Responder a esta dificultad nos lleva a precisar el objeto de la Teodicea: esta no tiene por objeto material
a Dios considerado en sí mismo, sino como causa primera del ente particular.
Lo anterior significa: la Teología Natural no alcanza a Dios en su esencia, "secundum quid in se est”, porque
esto rebasa infinitamente la capacidad de nuestra razón, que únicamente puede conocer a Dios partiendo
de las cosas como causa de ellas.
En concreto:
1. El objeto material de la Teología Natural es Dios como causa primera y universal del ser.
2. Que el conocimiento filosófico de Dios tiene el carácter mediato y analógico porque conocemos a
Dios como causa primera a partir de las cosas como efectos suyos que son, y porque le conocemos
especulativamente, por las perfecciones graduadas de sus creaturas, que en Dios se dan de manera
infinita.
Este está constituido por la luz natural de la razón, lo que distingue a la Teología Natural de la sobrenatural.
Son tres, el primero de ellos se ocupa de la existencia de Dios; el segundo, de su naturaleza; mientras que
el tercero, de sus operaciones ad intra y ad extra.
En cuanto al primer tratado, que estudiaremos en la primera parte del curso, este aborda tres cuestiones
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capitales:
a) Necesidad de demostrar la existencia de Dios por no ser ella inmediatamente evidente para
nosotros, como consta por el hecho de que hay quienes la ponen en duda o que la niegan.
b) Posibilidad de demostrarla, aquí se determina el método que nos permitirá acceder
racionalmente a Dios.
c) Realidad de la demostración; está constituido por las famosas CINCO VÍAS, a las que en
nuestro curso añadiremos otras pruebas que examinaremos críticamente.
Siendo la Teología Natural parte de la Metafísica, el método es común para ambas: ni solo a priori ni solo
a posteriori, ni sólo por inducción ni solo por deducción.
El método es mixto: para la demostración de la existencia de Dios, la Teología Natural emplea el método
a posteriori y la inducción, una vez hecho lo cual, utiliza el método a priori y la deducción para estudiar lo
que nuestra razón puede conocer la naturaleza y operaciones divinas.
Ambas tienen por objeto material a Dios, ninguna de las dos conoce a Dios como Él es en sí mismo; la
Natural lo conoce como causa primera de las cosas, mientras que la Sobrenatural conoce a Dios más
perfectamente pues en ella es Dios quien nos da a conocer su misterio.
Ambas difieren por el objeto formal; la primera se vale solo de la razón; la segunda del dato revelado.
Ambas siguen distinto recorrido: la primera se eleva de las criaturas a Dios como causa; en la segunda,
Dios va al encuentro del hombre, revelándose.
Ambas tienen distinta función y alcance: la primera aporta los preámbulos de la segunda: mientras que la
Teología Sobrenatural conoce las verdades que trascienden a la luz natural, como el hecho de que Dios es
Uno y Trino.
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4.1. El Fideísmo
En este error incurren quienes le niegan a la razón la posibilidad de conocer la existencia de Dios y algunos
atributos suyos, con lo cual consideran que LA RAZÓN ES INCAPAZ DE OFRECER LOS
PREÁMBULOS DE LA FE que, en consecuencia, carece de garante racional y por lo mismo, es una fe
ciega.
Según el fideísmo, el conocimiento de Dios solo se alcanza por la fe. que en materia religiosa es la única
fuente de certeza, de modo que la fe es irracional, y según algunos fidelistas, CONTRARACIONAL,
asunto sentimental y de voluntad que requiere creer contra la razón.
En cuanto al ORIGEN del fideísmo moderno, lo podemos encontrar en la doctrina de LUTERO, según
el cual, el pecado corrompió la naturaleza humana de modo que su razón no puede conocer a Dios y
entonces tal conocimiento puede obtenerse por la "sola fides” en la revelación.
Según Lutero, entre fe y razón no solo hay disociación sino violenta oposición; a este respecto, pensó que:
“Es imposible encontrar un acuerdo entre la fe y la razón; la razón es contraria a la fe. Únicamente a Dios
pertenece el darnos la fe contra la naturaleza y contra la razón”.
El iracionalismo de Lutero que en diversos grados ha afectado a los teólogos protestantes, ha influido aun
en creyentes que, sin saberlo, se apartan de la ortodoxia a favor de las doctrinas heréticas que, a la larga,
pueden conducirlos al ateísmo porque los privan de elementos reflexivos que les permitirían dar cuenta
de su fe. Ya se entiende por qué el fideísmo, con el irracionalismo que comporta, HA PREPARADO
EL ATEÍSMO.
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El PECADO ORIGINAL afectó a nuestra naturaleza, pero no la corrompió como pretendía Lutero con
su concepción gnóstica del pecado original, misma que le llevo a negarle el alcance metafísico a la razón y
a negar el libre albedrio del hombre caído.
En efecto, para Lutero la corrupción de la libertad humana que es el eje de su doctrina de la justificación
y de la predestinación, reduce al hombre a sujeto pasivo de la gracia, pero esto es contrario a la enseñanza
de Jesús, quien en el Evangelio exige una cooperación activa del hombre con la gracia.
Además, contra la pretensión de la impotencia de la razón para alcanzar el conocimiento de Dios, nosotros
accederemos a El mediante una metafísica del ser, lo que equivale a refutar a Lutero Podemos, por último,
hacer nuestra la proposición que por disposición de Roma debió suscribir el Padre Bautain en 1840, luego
de haber sido acusado de fideísmo: “Aunque por el pecado original la razón se haya debilitado y
oscurecido, le queda suficiente claridad y fuerza para guiarnos con certeza a la existencia de Dios ” Dz
2756-1627.
4.2. El Tradicionalismo
Del fideísmo deviene el tradicionalismo por obra de los padres L. De Bonald (1754- 1840), F. Lammenais
(1782-1854), Bautain (1796-1867) y Bonnetty (1798-1879).
Están influidos por concepciones filosóficas, según las cuales, la razón individual no puede conocer la
existencia de Dios ni algunos de sus atributos, lo cual sólo es cognoscible en virtud de una revelación
primitiva de Dios a los hombres, misma que nos es trasmitida por la TRADICIÓN, en la que se consignan
las verdades de las que da fe el testimonio del género humano.
Ya se advierte que, si para los tradicionalistas la razón individual es impotente para alcanzar certeza en
estas materias, la razón en general testimoniada por la palabra que se nos comunica por tradición, es el
único medio para alcanzar esas verdades que, creemos porque ‘‘nuestros padres nos lo han dicho”.
Igualmente, alejado de la doctrina de la Iglesia, el tradicionalismo implica una contradicción interna: por
una parte, declara impotente a la razón individual, y por otra, le pide que ella acepte como verdadera a la
razón en general ¿con que criterio la razón individual, presuntamente impotente, puede conocer que es
verdadero lo que la razón general admite?
Contra el tradicionalismo también oponemos el hecho de que, si como ellos alegan, la razón individual es
impotente, igualmente lo sería la razón general, que no es sino la suma de las razones individual es para
las que no tendrían ningún sentido las presuntas verdades metafísicas, morales y religiosas que, según ellos,
Dios nos reveló, y que por tradición recibimos.
4.3. El Agnosticismo
También considera a la razón como impotente c incapaz de conocer con certeza la existencia de Dios. El
agnosticismo es un fenómeno antiguo petó, como inmediatamente veremos, su difusión se da en la
modernidad.
La negación de que la razón pueda conocer verdades metafísicas y, consecuentemente, la de la
demostrabilidad de la existencia de Dios, recibe el nombre de agnosticismo, término que fue empleado
por primera vez por Th. Huxiey, quien, en 1869, lo uso para titular una obra suya: Agnosticism.
Con ese nombre el autor quería dar a entender su RENUNCIA a pretender conocer las realidades que,
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según él, resultaban incognoscibles por trascender las posibilidades del método científico. Con el paso del
tiempo, el término “gnóstico” vino a designar a todo aquel que niega la cognoscibilidad de las realidades
metafísicas, la demostrabilidad de la existencia de Dios y la posibilidad de conocer algunos atributos suyos.
Etimológicamente, el vocablo “gnóstico” proviene de “a” primitiva y de “gnoscere”: conocer, de donde
gnóstico es aquel que está desprovisto de conocimiento. Conviene destacar que, en principio, el gnóstico
no es ateo ya que no niega la existencia de Dios, sino su COGNOSCIBILIDAD RACIONAL
Por otra parte, debemos tener en cuenta que la tesis básica implícita en los diversos agnosticismos es de
índole epistemológica. Según ella, el hombre no tiene más intuición que la sensible y, por lo mismo, lo
meta-empírico le resulta incognoscible Así, la experiencia sensible sería la única fuente de conocimiento y
el límite más allá del cual, nada podemos saber racionalmente.
En la concepción epistemológica que acabamos de mencionar, ¿Qué papel se le asigna a la razón? Ordenar
y unificar los datos que la experiencia sensible le aporta sin pretender ir más allá de ello, con lo que la
inteligencia resulta limitada al campo de la posibilidad fenoménica.
En cuanto al desarrollo histórico del agnosticismo, nos limitamos a ofrecer algunas consideraciones
fundamentales:
1. Ya en la antigüedad encontramos agnósticos. Al respecto citamos el caso de Pitágoras, quien decía:
"Respecto a los dioses ignoro si existen o no existen y qué figura tengan” (Diógenes Laercio, IX,
51). Sin embargo, hemos destacado que las formulaciones y actitudes típicamente agnósticas son
modernas y que desde la modernidad pasaron a la filosofía contemporánea, en la que encontramos
diversas corrientes que le niegan alcance metafísico a la razón humana.
2. Hemos mencionado ya a D. Escoto, a G. De Ockham y a Lutero como negadores de la posibilidad
de un conocimiento racional de Dios y como fideístas.
Ahora añadimos que el GÍRO HACIA EL SUJETO Y SU CONCIENCIA, llevado a cabo por Descartes
y su racionalismo, preparó la reacción del empirismo inglés cuyo representante más radical fue el
fenomenista David Hume. Hume, quien, desde su errónea epistemología, le negó el valor objetivo a las
nociones metafísicas (ser, substancia) así como a los primeros principios, entre ellos, al de CAUSALIDAD,
que es el hilo conductor que nos permite conocer a Dios a partir de su efectos propios. Para Hume, el
principio de causalidad es sintético, un mero habito psicológico que surge en nosotros por la experiencia
de la sucesión habitual entre ciertos fenómenos, sin embargo, nosotros vemos la sucesión no el nexo
causal. Por este camino, Hume le negó alcance metafísico al principio de causalidad y llego a un
agnosticismo radical.
Kant, por su parte, recibió el fenomenismo de Hume y el racionalismo de Leibniz y Wolf, e intento
llevarlos a la síntesis. Según él, la única intuición que el hombre tiene es la sensible, es decir, que, según él,
no dispone de intuición intelectual y por lo mismo, no puede elevarse al ámbito metafísico mediante su
razón. Según Kant, únicamente conocemos fenómenos y Dios no es uno de ellos, de modo que para
nuestra razón El y las realidades metafísicas resultan incognoscibles: intentar conocerlas nos lleva a
irresolubles antinomias. De lo anterior se sigue que, si sólo conocemos fenómenos que el entendimiento
ordena y unifica mediante categorías a priori, nunca sabremos cómo es la realidad en sí misma y con
independencia de ellas, tampoco podemos conocer a Dios, a quien Kant reduce a idea trascendental que
la razón emplea para avanzar en su ordenación en vistas a lograr una síntesis superior. Pretender "ratificar”
la idea de Dios es caer en la ilusión trascendental, la razón pura es. incapaz de conocer a Dios, lo que
equivale a un claro agnosticismo. Kant intento recuperar a Dios a título de postulado de la razón práctica
(moral) lo que dará lugar a una fe moral subjetivamente suficiente, aunque objetivamente, como el propio
Kant lo declara. Es falso que las únicas intuiciones que el hombre tiene son las sensibles, tenemos también
intuición intelectual. Kant desconoce la abstracción formal, único recurso que le habría permitido acceder
racionalmente al santuario de lo divino. Digamos, por último, que Kant trunco a radice la vía metafísica
que lleva a Dios, sobre la base de que, según él, la vía de la ciencia experimental es la única vía científica,
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Con todo lo anterior ofrecimos las nociones básicas del curso y establecimos que siendo diferentes, fe
y razón, Filosofía y Teología, no se oponen, sino que son armónicas y que entre ellas hay una fecunda
colaboración.
Al mismo tiempo, presentamos y enjuiciamos a las corrientes que se apartan de dicha doctrina.
Corresponde ahora preguntarnos ¿es posible conocer racionalmente la existencia de Dios? ¿Es posible la T.N.?
Este es nuestro objetivo: Mostrar la posibilidad del conocimiento filosófico sobre Dios y determinar
la naturaleza del método que para ello se emplea, lo cual nos permitirá refutar ciertos errores sobre la
cognoscibilidad racional de la existencia de Dios.
Planteamiento del problema y las alternativas para su solución:
1. Habida cuenta de que como ha hemos dicho, el primer tratado de nuestro estudio, está destinado a
demostrar la existencia de Dios por no ser ella evidente para nosotros, como lo manifiesta el hecho de
que haya ateos, cabe ahora preguntarnos si la razón puede conocer tal existencia y, por lo mismo, si
puede demostrarla.
2. Con respecto a la posibilidad de conocer racionalmente la existencia de Dios, puede afirmarse que, en
términos generales, existen dos soluciones extremas y una intermedia, y para exponerlas, seguiremos
el esquema siguiente:
3. Inicialmente presentaremos las posturas de todos los que consideran que tal conocimiento se da sin
restricción por ser para nosotros los que consideran que tal conocimiento se da sin restricción por ser
para nosotros una verdad evidente que no necesita demostrarse o porque puede demostrarse por el
método A SIMULTANEO.
4. En un segundo momento, presentaremos las posturas de los que niegan la posibilidad de conocer
racionalmente a Dios y, por ende, la de una Teología Natural, ya sea porque niegan a Dios, es el
ateísmo, ya porque consideran que no disponemos de una facultad que permita obtener semejante
conocimiento.
5. Según otros, no cabe una conexión noética obtener entre el hombre y Dios: son los diversos
agnosticismos.
6. Por último, nos ocuparemos de presentar la solución correcta al problema, la que afirma la posibilidad
de conocer racionalmente la existencia de Dios, pero MEDIATA Y ANALÓGICAMENTE, lo cual
nos llevara a explicitar el método de la Teología Natural.
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5.1. El Ontologismo
Lo primero que es preciso señalar es que Malebranche estuvo influido por Descartes y por la tradición
platónica-agustiniana.
1. De Descartes, recibió su dualismo res extensa y res cogitans, mismo que planteaba el problema de la
intercomunicación entre sustancias heterogéneas e irreductibles, problema que se agudizaba en el caso
del hombre mixto, como espíritu encarnado. ¿Cómo explicar la influencia de su alma sobre su cuerpo
y viceversa?
2. Malebranche, como todos los racionalistas continentales, ofreció la que él considero ser la solución al
problema, misma que está constituida por su ocasionalismo y por su ontologismo, que expondremos
a continuación.
3. AI problema de la interacción e intercomunicación entre sustancias, le respondió negándole toda
eficacia causal a las criaturas, pues según él, la única causa eficiente es Dios, quien desde toda la
eternidad ha querido que ocurra lo que sucederá en el tiempo.
1. Según él, ellas son mera ocasión para que Dios actué, de ahí que a su postura se le designe como
ocasionalismo.
2. Con respecto al problema del conocimiento y al del origen de nuestras ideas, Malebranche respondió
con su ontologismo, según el cual, nuestro entendimiento es pasivo al conocer, es decir, no produce
ideas (hay que recordar que según el Oratoriano, la única causa eficiente es Dios sino que-las recibe,
pero, las recibe, ¿de quién o de quién?
3. De lo que hemos dicho, resulta claro que Malebranche no solo nos negó la luz prerrogativa de ser
causas eficientes, sino que también le negó a nuestra inteligencia la luz natural que nos permite conocer
a Dios.
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4. A lo anterior hay que añadirle el hecho de que como buen ontologista, el padre Malebranche pensaba
que nuestro conocimiento sobre Dios era original y originante:
5. ORIGINAL, porque según él, ese es nuestro primer conocimiento, y ORIGINANTE, porque es la
fuente de todos los demás que podemos tener, de modo que todo lo que nuestro conocimiento
conoce, lo conoce en Dios, y todo nuestro pensar es pensar en Dios.
6. Ahora bien, si Dios es nuestro primer conocimiento, si de El tenemos intuición, eso equivale a afirmar
que su existencia es inmediatamente evidente y que, por lo mismo, no necesitamos demostrarla.
7. Conocemos a Dios por UNA ILUMINACIÓN QUE DE ÉL PROCEDE.
Respondemos lo siguiente:
5. Contra el ocasionalismo de Malebranche podemos decir que ES FALSO. Las criaturas están dotadas
de eficiencia causal de modo que no son mera ocasión para que Dios actúe, sino que son agentes de sus
propios actos. Esta doctrina ANULA LA LIBERTAD HUMANA EN EL DETERMINISMO y
que, en último término, nos llevaría a atribuirle a Dios la responsabilidad de todas nuestras acciones, tanto
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Casi todos los ontologistas, cuya postura acabamos de exponer, son partidarios del llamado argumento
ontológico, aunque quienes lo han propuesto, no han sido ontologistas.
El argumento ontológico se orienta a MOSTRAR QUE LA EXISTENCIA DE DIOS ES
EVIDENTE PARA NOSOTROS EN EL ANÁLISIS DEL CONCEPTO QUE DE ÉL
TENEMOS.
Cabe señalar que el argumento ontológico ha sido objeto de la meditación de grandes filósofos: lo
defendieron san Alberto Magno, san Buenaventura, y Escoto; en la modernidad lo reformularon Descartes,
Leibniz y Hegel, mientras que, en su día, santo Tomás y Kant, le dirigieron severas críticas.
El argumento anselmiano, denominado “ontológico” por Kant, es un argumento a simultaneo pues no
parte de algo previo (a prior i) ni de aleo posterior (a posteriori) a la esencia divina sino de algo simultaneo a
ella, pues analizándola establece la existencia de Dios.
Dicho, en otros términos, el argumento de san Anselmo se reduce a afirmar que si Dios existe en nuestro
pensamiento como concepto: también debe existir en la realidad, y se basa en el análisis del concepto de
Dios como máxima perfección concebible para concluir que tal SER necesariamente existe.
En el Proslogion, san Anselmo (1033-1109) expuso así su célebre argumento: “Creemos que eres tal que
nada mayor puede ser concebido y, ciertamente, el ser tal que ningún otro mayor pueda concebirse. Debe existir en la realidad,
ya que debe existir solo en el espíritu, podríamos pensar en un ser que, además de existir en el espíritu, también existiera en la
realidad y, en tal caso, ese sería el ser del cual no podríamos pensar en algo mayor”
En forma de silogismo:
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Este es el error que vicia el argumento. El antecedente solo nos autorizaría a concluir así: por lo tanto,
si hay un ser perfecto, tal ser existe necesariamente. El problema está en demostrar que hay un ser plenitud
de perfección y eso tendrá que hacerse a posteriori.
Concluyendo, san Anselmo considera que a partir del análisis del concepto de Dios como "id quo malus
cogitan nequit" se capta evidentemente que El existe necesariamente, y esto, sobre la base de que existir en la
mente es menos que existir en la realidad.
Muy pronto el argumento anselmiano fue criticado por el MONJE GAUNILÓN en su “Líber Pro
Insipiente", en el que objetaba que no porque algo esté en el entendimiento como concepto, puede deducirse
su existencia real: HAY IDEAS DE LAS COSAS INEXISTENTES.
San Anselmo respondió aduciendo que el argumento valía solo para Dios como ser y Perfecto. Santo
Tomás de Aquino, por su parte, critico el argumento en varios lugares de su obra.
Sus objeciones pueden enumerarse así:
2. Aun exceptuando el punto de partida, eso probaría la existencia de un concepto en la mente, pero no la
existencia real de Dios.
Por tanto, para demostrar la existencia de Dios es indispensable partir de algo existente y no de menos
conceptos.
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Descartes subraya el hecho de que es imposible concebir a Dios como inexistente salvo que nuestra idea
innata de Él nos lo da a entender como sustancia perfecta e infinita.
Con respecto a nuestra valoración crítica del argumento tal cual lo formula Descartes, hemos de decir lo
mismo con respecto a san Anselmo: la idea de Dios como ser perfecto no se puede legítimamente proceder
a afirmar la existencia real.
1. Si Dios es posible, entonces existe (si la idea de Dios como ser infinito y perfecto no entraña
contradicción Dios es posible y entonces existe, porque a lo perfecto le compete existir)
2. Dios es posible,
3. Luego Dios existe.
El problema para Leibniz consistía en mostrar que Dios es posible, es decir, que la idea que dé El tenemos
no entraña contradicción y según él no la entraña porque siendo Dios infinito nada puede contradecirlo ya
que El no implica límite alguno. Más aun, Dios no sería posible si no existiera porque sería contradictorio
(imposible) que Dios (ser perfecto e infinito) llegara al ser.
Al término del estudio del ontologismo y de algunas formulaciones del argumento ontológico, podemos
concluir lo siguiente:
1. La existencia de Dios no es inmediatamente evidente para nosotros y por lo mismo, tenemos que
demostrarla.
2. No podemos legítimamente afirmar la existencia de Dios a partir del análisis de la idea que dé El tenemos;
debemos partir de efectos existentes no de conceptos para demostrar su existencia.
3. Para nosotros no es evidente que la esencia de Dios es existir, porque desconocemos la esencia divina,
luego no es posible que demostremos su existencia si no es por medio de cosas que aun siendo en sí
mismas menos evidentes, son para nosotros más conocidas, es decir, por sus efectos.
Prueba consagrada por Cicerón, aunque ella no procede del estoicismo. Su punto de partida es el
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siguiente:
1. Los hombres de todas las épocas y culturas han convenido en admitir la existencia de Dios, de modo
que a este respecto hay un consentimiento universal.
2. Un consentimiento tan universal no puede ser un error común, por lo tanto, hay un ser supremo que es
Dios, Dios existe.
El argumento se funda en el hecho de que el consentimiento unánime es un efecto que supone una causa;
ya se deba este consentimiento al instinto, al sentido común o a una revelación, esta admisión universal es
un criterio de verdad que prueba la existencia de Dios.
Es imposible que la humanidad entera, por un tiempo tan prolongado, se haya equivocado en materia
tan grave.
Valoración crítica del argumento: La prueba es incompleta y su valor dudoso, porque:
Desde el punto de vista filosófico, el argumento no tiene fuerza demostrativa porque no conduce a una
certeza real, sino en todo caso, a una probabilidad.
Nosotros afirmamos que el consenso (parcial o universal) proviene del conocimiento de la existencia de
Dios obtenido por la constatación del carácter de efecto que tienen los entes y por este carácter, requieren
de una causa adecuada que los haga ser.
Luego esos caracteres les vienen a esas verdades de Dios, ser inmutable, necesario y eterno. Por tanto,
Dios existe y Él es la verdad por quien son verdaderas las cosas que no son verdaderas. Es en este sentido
que san Agustín dirá: "O aeterna veritas (...) Tu est Deus meus" (Confesiones). El gozo y la felicidad del hombre
está en poseer esa verdad: "Beata quippe vita est gaudium de veritate”
Valoración Crítica:
El argumento, sin ser del todo apriorístico, incurre en el mismo error del argumento mitológico: pasa
indebidamente del orden lógico al ontológico de las propiedades lógicas de ciertas verdades a la afirmación
de la existencia de Dios.
Para que el argumento de las verdades eternas fuera eficaz, debería fundarse en el ser, es decir en los
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grados de verdad como los arados de participación en el ser, camino que lleva a descubrir la existencia de
Dios como ser Primero y máximo ser y, por lo mismo, como Primera y máxima verdad Esto es lo que hizo
Tomás en la cuarta vía y en el Prólogo al Evangelio de San Juan, en el que de la verdad finita “asciende” a la
verdad infinita.
5.5.3. Prueba por las aspiraciones infinitas de la voluntad o por el deseo de felicidad.
El argumento puede formularse así: por naturaleza existe en el hombre el deseo de un Bien infinito
capaz de colmar la aspiración de su voluntad. Ahora bien, un deseo natural no puede ser vano, no
puede carecer de objeto, por ello ese bien ha de ser posible, por tanto, Dios existe y Él es el Bien
infinito al que aspira nuestra voluntad. Como inmediatamente veremos, en este argumento interviene el
principio de finalidad, pero la conclusión resulta, como siempre, del principio de causalidad Punto de partida:
el argumento parte de un hecho, a saber, que el hombre percibe, de grado en grado, la jerarquía de los bienes
sin que ninguno logre colmarlo, lo que pone de relieve que su aspiración tiende al infinito. Pascal: "el abismo
del alma solo puede ser colmado por un objeto infinito e inmutable, es decir, por Dios mismo".
La insuficiencia de lo finito y la aspiración de lo infinito pueden deducirse del estudio filosófico del
hombre, concretamente de su entendimiento y su voluntad.
Principio de Finalidad: “naturale desiderium nonpotest esse inane", un deseo natural no puede ser vano: la
naturaleza no hace nada en vano, lo que significa que una tendencia natural no puede carecer de objeto pues,
en caso contrario, carecería de razón de ser. Dicho de otra manera, el ser seria ininteligible si sus tendencias
no se dirigieran a fines por lo menos posibles.
Un deseo natural es el signo de una potencia que tiende a su propia perfección. ¿Por qué hemos dicho
que le ser seria ininteligible si sus tendencias no se dirigieran a fines por lo menos posibles? Porque un deseo
sigue siendo inteligible aun cuando el fin hacia el cual tiende no se alcance siempre ni en todos los casos.
Ejemplo: el animal desea su alimento; tendencia ésta que tiene su razón de ser para conservación de la
especie, que encuentre el alimento depende de las contingencias naturales, de modo que el animal no satisface
su apetito siempre ni en todos los casos. Concluimos reiterando que un deseo natural tiende a un fin por lo
menos posible.
Principio de causalidad: el Fin al que tiende ¿es un Bien realmente existente? Aquí interviene el
principio de causalidad, veamos en qué manera: El hombre alcanza el Bien supremo al que tiende por sí
mismo o por otro. No por sí mismo, una potencia no puede por sí sola pasar al acto, será entonces por otro
que es Dios como Bien Plenario. Por lo tanto, Dios existe.
Valoración Crítica:
Como hemos presentado (con apoyo en los principios de finalidad y causalidad) el argumento es
probatorio. El deseo natural es un efecto que, como tal, requiere de una causa primera y adecuada: tal es
Dios.
Sin embargo, ordinariamente el argumento no suele ser presentado así, sino señalando que hay en el
hombre el deseo natural en un Bien infinito (Dios) y que tal deseo, en virtud del principio de finalidad,
supone la existencia de lo anhelado, por lo que se concluye afirmando que Dios existe.
Así presentado, el argumento no tiene valor demostrativo de la existencia de Dios. De este parecer es
Santo Tomas de Aquino (STh. I, q. 2, a, 1, ad 1 v vid. C.G., cap. 11) para quien tenemos naturalmente un
cierto conocimiento confuso de Dios, por cuando que el hombre, por naturaleza, quiere ser feliz, y dado que
Dios es la felicidad del hombre, él ha de conocer naturalmente lo que naturalmente desea Tomás añade "pero
esto no es en realidad conocer a Dios" como tampoco lo es conocer a Pedro, el conocer a alguien llega,
aunque sea Pedro el que llega. Por eso algunos consideran que el bien perfecto para el hombre no es Dios,
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sino las riquezas, los placeres y cualquier otra cosa. Ya se ve que el argumento requiere para ser probatorio
de la aplicación del principio de causalidad. La existencia de Dios es la verdad fundamental de la religión,
el punto de partida. No tendría siquiera sentido hablar de la fe, de la religión o del dogma sin antes dejar
sentada esta verdad.
La razón humana, con su sola fuerza, sin ayuda de lo sobrenatural, puede llegar a demostrar la existencia
de Dios, y a deducir muchas de sus perfecciones. Ciertamente no podemos comprender a Dios, pues, siendo
infinito, no lo puede abarcar el limitado entendimiento humano; pero podemos conocerlo.
Lo anterior es, además, verdad de fe. El Concilio Vaticano I afirma que “La misma Santa Madre Iglesia
sostiene y enseña que Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz
natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas” (Const. dogm. Dei Filius, c. 2, Dz. 1785).
El querer conocer a Dios es necesario para llegar a conocerlo. No basta tan sólo aplicar la inteligencia,
sino que se requiere, además, de rectas disposiciones morales (buen comportamiento cara a Dios), pues de
lo contrario es imposible conocer a Dios.
Aunque la existencia de Dios es una verdad que puede ser conocida por todos los hombres, sin embargo,
en su conocimiento "el entendimiento humano encuentra dificultades, ya a causa de los sentidos o imaginación, ya por las
concupiscencias derivadas del pecado original. Y así sucede que, en estas cosas, los hombres fácilmente se persuaden de que es
falso o dudoso lo que no quieren que sea verdadero" (Pío XII, Ene. Humani Generis, 12-VII1-1950, Dz. 2305).
Por ser Dios infinito en toda perfección, no lo podemos conocer directamente, sino que deducimos su
existencia por medio del mundo y de las cosas creadas, que nos llevan al conocimiento del Creador.
La existencia de Dios no es de evidencia inmediata para nosotros, sino que es fruto de un proceso
discursivo, de un razonamiento.
En 1877 fue condenado el error de Antonio Rosmini -llamado ontologismo- que afirmaba que el
conocimiento de Dios era el conocimiento más inmediato al entendimiento humano (cfr. Dz. 1891 ss.) La
mayoría de las pruebas tendientes a demostrar la existencia de Dios utilizan en su proceso demostrativo el
PRINCIPIO DE CAUSALIDAD.
A continuación, señalamos sólo algunas de estas pruebas y otras que, en último término, se reducen a
una de las vías de Santo Tomás.
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Luego, no podemos admitir que haya aparecido sin que un ser le diera existencia. Este ser se llama Dios.
Enunciado: Existen seres contingentes, que exigen la existencia de un ser necesario, al que llamamos Dios.
Primero explicaremos qué es un ser contingente y un ser necesario. Luego veremos que los seres que hay
en el mundo son contingentes. Y finalmente por medio de tres suposiciones comprobaremos que los seres
contingentes comprueban la existencia del ser necesario:
1. Ser contingente es el que es indiferente de por sí a existir, o no. Por ejemplo, una rosa que
hoy es y mañana desaparece, o que pudo no haber sido, es un ser contingente.
2. Ser necesario es el que no puede no existir, porque lleva en sí la razón de su existencia. Ser
necesario no hay sino uno, que es Dios. Los seres que hay en el mundo son contingentes. La
experiencia nos enseña que aparecen, duran un poco y luego desaparecen.
3. Para explicar la existencia o aparición de los seres contingentes pueden hacerse tres hipótesis:
a) proceden de la nada,
b) proceden unos de otros en serie infinita,
c) proceden de un primer ser necesario que les dio la existencia.
a) La primera hipótesis: los seres proceden de la nada, es absurda, porque es imposible que la nada
produzca el ser. Así, es imposible sacar del bolsillo un pañuelo que no tengo Esta verdad, elevada a
la categoría de postulado científico la aceptan todos, incluso los científicos ateos que en el pasado
pretendieron utilizarlo como argumento para dar una explicación de la realidad.
b) La segunda hipótesis, los seres proceden unos de otros en serie infinita, tampoco puede admitirse,
porque la serie infinita no explica nada.
En efecto, la serie infinita o tiene a su cabeza un ser primero, y ya no es infinita; o no tiene a
su cabeza un ser primero, y entonces ¿de dónde proceden los demás seres de la serie? Así, Por
ejemplo: una cadena de eslabones infinitos es un imposible; porque si tiene un primer eslabón, ya
no es infinita y si no tiene un primer eslabón, ¿de dónde cuelgan los demás?
Otro ejemplo: a veces se preguntan algunos: qué fue primero, el primer huevo, la primera
gallina. Pudo ser cualquiera de las dos cosas. Lo que importa es admitirla existencia del primer huevo
o de la primera gallina, porque si no, no habría hoy ni huevos ni gallinas. Repugna en absoluto a
nuestra mente una sucesión infinita de huevos y gallinas, sin que hubiera existido un primer huevo
o una primera gallina que dieran nacimiento a los demás.
c) Luego nos queda por aceptar la tercera hipótesis: esto es, que los seres provienen de un ser
necesario que les dio la existencia. Porque si este primer ser fuera contingente, habría recibido
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Este argumento de la necesidad de un ser necesario es el más claro y convincente para probar la existencia
de Dios. Su fuerza sólo puede ser desconocida por quien nunca ha meditado en él, o por quien se deja
arrastrar por pasiones y prejuicios que ciegan la inteligencia.
Enunciado: El orden admirable que hay en el mundo exige la existencia de una inteligencia ordenadora,
a la cual llamamos Dios.
Probaremos que hay en el mundo un orden admirable; y luego que este orden exige una
inteligencia ordenadora.
a. Sólo una inteligencia puede disponer convenientemente los medios apropiados [jara la
obtención de un fin. En lo cual, precisamente consiste el orden.
b. Es un absurdo atribuir al azar y a la casualidad el orden maravilloso del mundo, porque, así
como lo que caracteriza a la inteligencia es el orden, así lo que caracteriza al azar es el desorden.
Obrar al azar es tanto como obrar ciegamente, sin el conocimiento de los medios, o sin la acertada
disposición de ellos para alcanzar el fin que uno se propone.
Pretender que el orden prodigioso del mundo es la obra ciega y caprichosa del azar, es un absurdo. Sería
ridículo pretender que al tirar al azar las doce letras de la palabra inteligencia, cayeran todas en línea recta y
en el orden debido para la formación de la palabra. Mayor absurdo, pretender que esto sucediera cada vez
que se tiraran. Pero el absurdo llegaría a su colmo si se pretendiera explicar de esa manera el orden de los
miles de letras que componen este libro, sin que hubiera intervenido en lo mínimo una mano y una
inteligencia ordenadora.
Pues bien, mucho más absurdo es admitir que el mundo se hizo al acaso, porque el orden que hay en él
es inmensamente mis complicado que el de un libro; y un orden que en millones de siglos se ha mantenido.
Conclusión: El orden admirabilísimo que hay en el mundo prueba la existencia de una inteligencia
ordenadora, a quien llamamos Dios.
Enunciado: La ley moral exige un legislador superior al hombre. Este legislador es Dios.
1. Se llama ley moral al conjunto de preceptos que el hombre descubre en su conciencia, que le hacen
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2. La ley moral prueba la existencia de Dios, porque como no puede haber ley sin un legislador que la
dé, es necesario que la ley moral haya sido impuesta por un legislador que tenga esas tres mismas
condiciones, a saber: que sea superior a los hombres, los obligue a todos, y pueda leer en su conciencia.
Este legislador no puede ser sino Dios
La vida divina se manifiesta en sus OPERACIONES PROPIAS: el entender y el querer, por ello
nuestro estudio seguirá la siguiente ruta: el entender o la ciencia divina, el querer divino o voluntad divina y
la vida divina.
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1. Porque al término de la quinta vía le descubrimos como inteligencia suprema ordenadora de todo el
universo por lo que afirmamos que Dios es soberano y absolutamente inteligente.
2. Porque Dios es inmaterial, espiritual, pero atributo fundamental de la espiritualidad, luego, Dios
espíritu infinito y cima de la inmaterialidad es inteligencia subsistente.
3. Porque su ser es inteligente e inteligible en la medida en que es inmaterial. Dios, absolutamente
inmaterial es máximamente inteligente e inteligible.
4. La inteligencia es perfección pura o simple y su acto (su operación) el entender o inteligir no dice
imperfección en el ser que la realiza, luego, hay que atribuírselos formalmente a Dios como a su causa.
Negárselas equivaldría afirmar que hay más perfección en el efecto, que en la causa que estaría
desprovisto de ella, lo que resultaría absurdo ya que lo más perfecto no sale de lo imperfecto como
el ser no surge del no ser.
5. Negarle a Dios la inteligencia es contrario a la omniperfección divina. Si Dios careciera de inteligencia
ya no sería actualmente perfecto y estaría en potencia respecto a algo que le faltaría, por lo que ya no
sería acto puro sin sombra de potencia pasiva: ya no sería Dios. Dios es, pues, inteligencia perfecta y
subsistente, pero el acto de la inteligencia es la ciencia o el entender divino.
Este objeto es Dios mismo como máximamente inteligible que Él es. TI objeto no puede ser algo distinto
de Dios porque en caso contrario, El estaría en potencia pasiva, pues, tendría que plegarse a algo distinto de
El para conocerlo y su ciencia aumentaría o disminuiría según la generación o corrupción de los seres. Cosa
imposible ya que Dios es inmutable.
Como conclusión diríamos: el objeto directo, inmediato y proporcionado con la inteligencia divina es
EL SER INFINITAMENTE INTELIGIBLE QUE ES DIOS MISMO.
Dios se conoce a sí mismo, en sí mismo y por sí mismo y en El al resto de las cosas como causa eficiente
y ejemplar de ellas que Él es. Dicho de otra manera, Dios no conoce a las cosas en ellas ni por ellas, sino en
El y por El. Y es que al conocerse inmediata y perfectamente a sí mismo, conoce las cosas que por su designio
son y serán limitadas ad extra.
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Con respecto a sus creaturas la ciencia divina es productiva y creadora, pues, todo lo que ha existido,
existe o existirá, no es sino por creación libre de Dios, esto es porque Él lo ha conocido y querido, de suerte
que la verdadera causa de las cosas es la ciencia divina con voluntad adjunta.
Como conclusión de este apartado, reitero que Dios conoce inmediata, exhaustiva y directamente lo
máximamente inteligible que es Dios mismo, que como ya vimos, es la suprema verdad lógica, mitológica y
moral, y por ello, lo máximamente inteligible.
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2. Tampoco se cae en la equivocidad. por la semejanza que hay entre todo efecto y su causa.
3. Lo que se afirma de Dios y de las creaturas se dice analógicamente, se predica de modo análogo, es
decir, según una semejanza o proporción, que se fundamenta, en la participación del Ser por el ser
del ente.
Aunque en esta vida no podemos ver a Dios por esencia, sin embargo, podemos conocerle a través de
las criaturas y nombrarle con nombres sacados de las cosas creadas.
POR VIA DE AFIRMACION O CAUSALIDAD, alcanzamos a Dios como Causa de las criaturas y
así podemos denominarle como Causa Primera, Fin Último, Creador.
POR MODO DE EXCELENCIA O EMINENCIA, las perfecciones puras que vemos en las
criaturas las aplicamos a Dios, una vez quitada la imperfección como se dan en los seres finitos: así Dios es
Verdad Suma, Bondad, Subsistente.
POR VIA DE NEGACION, Dios no tiene materia (Inmaterial), es Inmortal, Infinito, etc.
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Tesis: EXISTENCIA DE LA CREACIÓN. Dios es causa eficiente del mundo: la participación trascendental
del ser en la creación.
Potencia creadora de Dios
Tesis: DIOS ES CAUSA PRIMERA: las causas segundas producen el “fieri” del efecto y no el “esse”.
8.2. La Conservación
Es la continua dependencia que las cosas creadas tienen respecto al creador, Es decir, la presencia del Ser
en el ser del ente no es transeúnte sino permanente: ninguna criatura puede mantener su ser, perdurar en el ser, si la
causa creadora no mantiene su actuación, ya que depende de su ser.
Lo mismo que para la conservación de la luz en el aire se requiere que perdure la iluminación del sol, así
para que las cosas sean conservadas en su ser, es preciso que Dios conceda el ser incesantemente.
Sin esta presencia creadora de Dios, el ente decaería en la nada (cesaría su ser), del mismo modo que cesa
la fiebre de un ente cuando cesa la acción de la causa predicamental.
La conservación es la continuación o prolongación de la misma acción creadora por la que se da el ser a
las cosas.
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Ahora bien, si el principal bien que en las cosas existe es la perfección del universo, éste no se daría si no
existieran todos los grados del ser: a la perfección del universo contribuye el que haya diversos grados de
perfección de las cosas. Dios es agente perfectísimo.
Corresponde, pues, a la providencia divina producir todos los grados del ser; esa diversidad y desigualdad
no procede del ocaso o azar, ni de la diversidad de la materia, ni de la intervención de algún tipo de causas,
sino que es producto del querer de Dios, que quiso dar a cada criatura una determinada naturaleza.
Es la causalidad de Dios aplicada a la acción de las criaturas. Indudablemente, las cosas de este mundo
obran, pero Dios obra en todo lo que obra.
El concurso divino no hemos de entenderlo como si Dios y la criatura obra cada uno al 50/o en el efecto.
La causalidad divina y la creada son esencialmente diferentes, y cada uno de ellas interviene al 100%, pro a
niveles diferentes.
Dios, como causa, crea todo el ser de lo que es. Sólo Él puede crear, pero el hombre puede hacer que un
ser sea tal, configurando su talidad, su forma y estructura, su causalidad no es creadora, pero, al transformar
las dimensiones físicas de las cosas, su forma cambia la talidad de las mismas.
Dios causa el ser como tal; la criatura la talidad. La acción de la criatura no es nuca creativa, no aumenta
ni disminuye el ser, sino que se limita a configurarlo de esta o de aquella manera. Así pues, en un producto
cualquiera que venga de la mano de una criatura, hay que distinguir lo que proviene de ella y lo que proviene
de Dios,
El ser es el electo más común y más íntimo de lo que es causado y sólo puede provenir deja única causa
que es absolutamente universal y que produce el principio más radical de lo real: Dios.
Esta concepción jerárquica de la acción de Dios y de la acción de las criaturas permite atribuir a la causa
primera y a la causa segunda la totalidad del efecto; no hay una parte del efecto que provenga de Dios y otra
de la criatura, sino que todo el efecto proviene de Dios, y de las causas segundas, aunque a distinto nivel.
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