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DE INFANCIA:tapaaa:

CUESTIONES DE
INFANCIA
Revista de Psicoanálisis con Niños - Año 2004 Vol. 8

CRISIS SOCIAL Y SUBJETIVIDAD

Juan José Calzetta


Gabriel Donzino
Alicia Gamondi
Beatriz Janin
Mabel Maffezzoli
Diego Moreira
Silvia Morici
Nilda Neves
Mabel Rodríguez Ponte
María Cristina Rojas
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María Eugenia Schieroloh
Alicia Stolkiner

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“Cuestiones de Infancia” Revista de Psicoanálisis con Niños es una publicación


de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños,
Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales
de la Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales (UCES),
Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA).
Paraguay 1338, (C1057AAV) Buenos Aires, Argentina.
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Paraguay 1338, (C1057AAV) Buenos Aires, Argentina.
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Cuestiones de Infancia
Revista de Psicoanálisis con Niños
Publicación de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños,
Instituto de Altos Estudios en Psicología y Ciencias Sociales de la
Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales, Asociación de
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Los artículos firmados no expresan necesariamente la opinión de la


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INDICE

EDITORIAL 9
BEATRIZ JANIN

TRAUMA, DUELO, E IDENTIDAD 11


MARÍA CRISTINA ROJAS

LA CRISIS ACTUAL EN LA ARGENTINA Y SUS EFECTOS EN


LOS NIÑOS. MEMORIA Y FUTURO 22
BEATRIZ JANIN

CLÍNICA PSICOANALÍTICA INFANTIL EN TIEMPOS DE CRISIS SOCIAL 45


SILVIA MORICI

EL ANÁLISIS CON NIÑOS EN EL CONTEXTO DE CRISIS 67


NILDA NEVES

TODO BIEN Y ME BORRO 78


MARÍA EUGENIA SCHIERLOH

LA TRANSMISIÓN GENERACIONAL EN LA CONSULTA POR UN NIÑO 90


MABEL MAFFEZZOLI

EL CASO LUIS. ENTRE EL SÍNTOMA Y LOS FANTASMAS PARENTALES 97


GABRIEL DONZINO

EXORCIZAR AL DESTINO. REFLEXIONES EN TORNO AL CONCEPTO


DE RESILIENCIA 108
ALICIA GAMONDI

LA DEPRIVACIÓN SIMBÓLICA 119


JUAN JOSÉ CALZETTA

CON LA RESISTENCIA EN LA LENGUA 128


DIEGO MOREIRA

LAS FAMILIAS Y LA CRISIS 135


ALICIA STOLKINER

CREACIÓN DE UN ESPACIO PSÍQUICO DURANTE EL EMBARAZO EN


TIEMPOS DE CRISIS 150
MABEL RODRIGUEZ PONTE
ANA LÍA RUIZ

CUESTIONES DE INFANCIA 7
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8 CUESTIONES DE INFANCIA
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EDITORIAL
Esta revista es producto de reflexiones compartidas durante el año 2002 por
alumnos y profesores de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con
Niños sobre la grave crisis que se vivió en la Argentina y los cambios socia-
les que se produjeron a partir de diciembre de 2001.

Esto nos llevó a incluir en este número artículos en los que se teoriza sobre
los efectos de lo social en la subjetividad, en los diferentes momentos de la
estructuración del psiquismo, otros en los que el eje está ubicado en la in-
cidencia de lo vivenciado-compartido por analista y paciente en la clínica
psicoanalítica, así como trabajos que realizan un análisis de lo social des-
de diferentes enfoques teóricos.

El ser humano se constituye en una trama social y las modificaciones de ella


inciden en esa constitución.

Trauma, crisis, duelo, catástrofe... diversos modos de nombrar aquello que


irrumpió y nos sacudió y generó diferentes replanteos.

Trauma, crisis, duelo, catástrofe... y tratamos de conceptualizar el modo en


que los niños sienten y sufren estas situaciones.

En diferentes artículos se hace referencia a la apertura a la creatividad... los


nuevos modos de conexión, de producción, de inserción social que se ge-
neraron a partir de la crisis.

Así, todo lo vivido puede llevarnos a producir conocimientos teórico-clíni-


cos que nos permitan desafiar la repetición, sobre todo en lo que hace al
asesinato de los niños y adolescentes (ya sea como muerte efectiva o como
pérdida de identidad e ilusiones). Es decir, lograr que puedan ser, porque el
riesgo es que terminen en la nada, en un inexistente, ya sea a través de
muertes por desnutrición o transformados en seres sin pensamiento ni sen-
timiento, robots al servicio del poder, desubjetivizados, desvitalizados, sin
fantasías ni proyectos.

Es por esto que, si bien en este momento hay un consenso de esperanza,


nos parece fundamental seguir revisando la historia para poder aportar, des-
de nuestro lugar, a la construcción de un futuro.

Lic. Beatriz Janin

CUESTIONES DE INFANCIA 9
TRAUMA, DUELO E IDENTIDAD
María Cristina Rojas *

El gato y el ratón

n noviembre de 2002 un diario de Buenos Aires publicó una entrevis -


ta a un médico cardiólogo, quien se ocupaba del incremento de los
problemas del corazón en la Argentina de la catástrofe. El mismo rela-
tó al periodista un experimento que será mi primera viñeta en esta presen-
tación. “Ud. pone un gato en una jaula y en la jaula de al lado, pegada, pe -
ro sin acceso de una a otra, un ratón. Pasan los días y el ratón ve que el ga -
to no se acerca, pero no sabe si en algún momento podrá hacerlo; vive pa -
deciendo una amenaza constante que no se hace efectiva, pero tampoco
desaparece. El ratón empieza a perder peso, tiene taquicardia y mil proble -
mas de salud; finalmente se muere. El estrés crónico lo llevó a ese final”
(“Clarín”, 3/11/2002).

El dramático experimento me evocó sucederes humanos característicos de


las que, a partir de Bettelheim, se denominaran situaciones-límite, también
designadas como situaciones de traumatización extrema.

Sabemos que, a diferencia del ratón, el psiquismo humano cuenta con con-
diciones elaborativas y pensantes que pueden, en ocasiones semejantes a la
descripta, preservar una supervivencia más allá, aún, de lo autoconservati-
vo. Creación e ilusión, productividad representacional transformadora del
mundo, son intrínsecas a la condición humana, constituida en la produc-
ción simbólica, que trasciende su sustrato productivo, el cuerpo biológico.
No obstante, en situaciones de catástrofe y ruptura social el desmantela-
miento sin relevos de las lógicas y la afectación del propio pensamiento y
de la palabra suponen un factor de riesgo que es, para la supervivencia del
psiquismo, lo que el hambre a la sobrevida del cuerpo.

En la experiencia extrema de los campos de exterminio Agamben (Agam-


ben, G; 1999) se refiere al pasaje de “viviente” a “existente”, siendo este

* Profesora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio


con APBA).

CUESTIONES DE INFANCIA 11
quien sobrevive en la desubjetivación, por fuera de la vida simbólica, en lo
que él denomina la “nuda vida”. Salvadas las distancias entre nuestra situa-
ción social actual y la de dichos campos, deseo formular uno de los inte-
rrogantes que en mí convoca este año de padecimientos, pero también de
reflexión sobre el trauma, el duelo, el dolor, la identidad, y por qué no, la
creatividad, ¿cuáles son, me pregunto, las operatorias y condiciones que
permiten al humano transitar situaciones potencialmente traumáticas, per-
sistentes y acumulativas, sin sucumbir a esa violencia social con el arrasa-
miento de la propia subjetividad ni convertirse, como el ratón aludido, en
víctima de una autoaniquilación generada por la constancia de la angustia
y el terror?

Difícil objetivo constituye para nosotros reflexionar sobre el terremoto -por


usar una metáfora- sobre sus efectos y concomitancias mientras este dura,
cuando nos pensamos a la vez como afectados sociales, operando siempre
en implicación. En tanto psicoanalistas que, junto a otros, vamos a la bús-
queda de nuevos sentidos, nos vemos también interpelados por los requeri-
mientos de la crisis cotidiana. Difícil tarea esta reflexión que puede, sin em-
bargo, ser condición misma de cualquier forma de supervivencia.

Nuestra situación social de hoy difiere de la catástrofe natural: carece de


instantaneidad o de final previsible. Los pequeños sismos que suceden a la
brevedad del terremoto van desapareciendo hasta atenuar el estado de ame-
naza: esto da lugar a la elaboración de lo acontecido y del miedo y el do-
lor suscitados. Entre nosotros, la actividad sísmica se ha instalado no al mo-
do cíclico, sino como forma misma, al menos por ahora, de existencia. Se
trata de alteraciones profundas y persistentes del ámbito social, lo cual im-
plica un alto grado de exigencia de trabajo psíquico para los sujetos que lo
habitan. Entiendo que el sujeto, perteneciente a una trama sociovincular
abierta y en constante devenir, tiene la posibilidad de ir construyéndose/ re-
construyéndose a todo lo largo de su vida, transformarse y generar cualida-
des nuevas; lo que puede desencadenarse a partir de los cambios del me-
dio y de los otros. Aparecen así modalidades novedosas en consonancia
tanto con los impactos del proceso social, como con la productividad de los
encuentros intersubjetivos, que al desequilibrar activan -desde la perspecti-
va del pensamiento de la complejidad- el proceso autoorganizador. Autoor-
ganización supone autonomía, pero no en el sentido antiguo de libertad.
Por el contrario, es una noción ligada a dependencia, ya que para ser autó-
nomo, y esta es la paradoja de la autoorganización, hay que depender del
mundo externo, en un sentido de interdependencia; cuestión que nos exi-
me también de perspectivas solipsistas (Morin, E., 1994; Rojas, M. C.,

12 CUESTIONES DE INFANCIA
2002). El psiquismo aparece, de este modo, como configuración abierta,
susceptible de nuevas inscripciones, aún cuando la misma organización
subjetiva establezca ciertos topes y constricciones. En los bordes de la apti-
tud autoorganizadora puede generarse -ante la intensidad y reiteración de
los estímulos- la potencialidad traumática.

En el caso de los niños, se van conformando como sujetos en el seno de la


crisis devenida nueva realidad, por ende, si la subjetividad es una produc-
ción de dispositivos sociales, más allá todavía de lo familiar, y si la familia
misma se altera y transforma en la crisis, hemos de pensar en rasgos subje-
tivos otros para los niños de nuestro tiempo.

Identidad y pertenencia

La identidad no fue establecida como concepto en el corpus freudiano, no


obstante, aparece en numerosos trabajos psicoanalíticos, en particular los
referidos a la adolescencia, ya que la construcción del “yo soy yo” ha sido
tradicionalmente considerada una de las tareas centrales de ese momento
de la vida. Dicha construcción aparece sin embargo como un imposible, un
lugar al que siempre se está arribando. “Yo soy yo” alude a las representa-
ciones que yo me hago de mí, también construidas a partir de la imagen
que los otros me devuelven y de sus investimientos. Dicho conjunto repre-
sentacional se ve siempre afectado por la presencia, el devenir y la discon-
tinuidad, que sustraen toda pretensión de identidad completa y perenne.
Kaës (Kaës, R., 2002) sostiene a la identidad como concepto multidimensio-
nal de gran complejidad y propone partir de dos raíces que lo componen:
el autos griego, que excluye la alteridad y se refiere sólo a sí mismo, como
en el autismo, y el ídem latino, de donde provienen identidad e identifica-
ción, que implica la idea de un comparativo: “lo mismo que yo”. De tal mo-
do, afirma, la vertiente intrapsíquica de la identidad se entreteje en otra, in-
tersubjetiva, que corresponde a las investiduras y las representaciones nar-
cisistas del grupo familiar sobre “His Majesty”, (Freud, S., 1914), es decir, al
apuntalamiento narcisista mutuo del bebé y su familia. Pongo en relación
la cuestión de la identidad con las consideraciones que realicé sobre el su-
jeto, sujeto-con-otros, entramado en redes sociales y vinculares en constan-
te flujo y transformación; desde esta perspectiva, el sentimiento de identi-
dad se va conformando durante todo el fluir vital, en un proceso marcado
por permanencias y novedad, momentos que pueden experimentarse como
estables e hitos críticos que constituyen puntos de inflexión en el devenir;
carece, pues, como ya dije, de punto de llegada o conclusión. Se edifica a
partir de la matriz identificatoria en el nexo con los otros, articula de modo

CUESTIONES DE INFANCIA 13
complejo el narcisismo, el conflicto, la pulsión, la visión de la propia histo-
ria. Se trata de una experiencia correspondiente al reconocimiento del pro-
pio ser, sostenida también en lo que hace a su dimensión imaginaria por la
ilusión de un sí mismo unificado, continuo e inmortal. Dicha vivencia se
produce y sustenta a la vez en el mundo intersubjetivo y sociocultural.
Puesta en estos términos, la identidad es también la forma en que el sujeto
se vive a sí mismo en relación con los otros y el mundo. Operan en dicha
percepción de sí factores intrapsíquicos, familiares, grupales, instituciona-
les, es decir, sus múltiples pertenencias. Por otra parte, mi propio yo es otro,
aun para mí (“Converso con el hombre que siempre va conmigo... mi soli -
loquio es plática con este buen amigo”, dice Machado). En tanto otro, ex-
cede mi representación, es decir, supone presencia inasible, cuestión esta
fundante del propio Psicoanálisis. Pienso que las primeras investiduras libi-
dinales y narcisistas a las que Kaës, haciendo pie en Freud se refiere,
ofrecen el sustrato inicial identitario: soy “yo”, y me es posible recono-
cerme –inicialmente, en el júbilo del espejo– en tanto otro/s me ama/n, mi-
ra/n, toca/n, sustenta/n mi vida, le/s intereso. Puedo entonces sentirme “yo-
”–“yo con otros, entre otros”, “yo en el mundo”, por relación al menos a un
alter. Ello inaugura -castración mediante- la posible instalación de una renun-
cia narcisista (si soy “yo” no soy el/ los otros), (Ladame, 2001) lo que podrá
constituir una restricción a la fusión con el conjunto, como recorte singular.
Por otra parte, dada la multiplicidad de facetas de cada sujeto, configurado y
emergente de modos otros en distintas situaciones y pertenencias, podemos
hablar no de una identidad unificada sino de su diversidad. No se trataría ade-
más de un “yo soy yo”, sino de un “ir siendo”. Tampoco “concluiría” en la
mutualidad familia/ bebé, ya que se extiende a través del transcurrir vital del
sujeto entramado. Me refiero así al sentimiento de ir siendo yo, nunca idénti -
co, pero el mismo, apto para suponer que me reconozco, a un tiempo, en
quien soy/ fui/ seré. Ir siendo yo, en mi productiva singularidad.

Aulagnier (Aulagnier, P., 1975), al formular el contrato narcisista, plantea


precisamente la cuestión del reconocimiento que el sujeto demanda al gru-
po; este lo designa como perteneciente, como parte de un todo y espera a
cambio que el sujeto sostenga y trasmita los enunciados del fundamento,
asegurando su continuidad. Es visible hoy el quiebre de este contrato, vio-
lado por una sociedad excluyente que desconoce a muchos de sus integran-
tes como tales, con la consecuente pérdida de apuntalamiento y referentes
de la subjetividad y la posible perturbación del autorreconocimiento. Los
cambios tolerables tienen cierto margen más allá del cual aparece alguna
forma de ruptura, la angustia vinculada al fracaso de la posibilidad de esta-
blecer ligaduras y realizar procesos elaborativos.

14 CUESTIONES DE INFANCIA
Podemos así relacionar la precariedad del sentimiento de identidad, una de
las dimensiones de la integración yoica, con la fragilidad de los apuntala-
mientos. No obstante, pensar hoy al sujeto-en-el-mundo en equilibrio siem-
pre inestable, vulnerable a continuas desestabilizaciones, pero también ap-
to para nuevos armados equilibrantes, implica movilidad e inestabilidad en
sus pertenencias y pone en cuestión el propio requerimiento de estabilidad
del psiquismo tan presente en nuestras concepciones, lo cual queda, a mi
juicio, abierto al intercambio y la reflexión. Hasta acá, y sobre la base de
experiencias clínicas y vitales, el sujeto parece requerir y tiende a construir
puntos de consistencia o cristalización que conformen equilibrios situacio-
nales dinámicos: ello se sustenta en tramas de pertenencia, siendo esta la
dimensión sociovincular de la identidad. Lejos nos encontramos de la bús-
queda moderna de autenticidad, del “yo” verdadero coherente, unificado,
tan ligado a la fuerte valoración de la interioridad. Otros imaginarios deses-
timan al íntimo y profundo sujeto moderno, todo razón, abarcado en la re-
presentación y enfrentado con su objeto, sin implicancias.

Por otra parte, entiendo que la confrontación constante con la no perma-


nencia y el tránsito hace equivalencia con la finitud, lo cual se ve a la vez
favorecido por la soledad extrema y la frágil inconsistencia de los lazos; to-
do ello activa el riesgo de disolución yoica y la angustia de aniquilación,
que amenaza con el pánico de no ser. Cuando los niveles de inestabilidad
y la carencia de certezas se agudizan, parecen vaciarse las coordenadas
que sostienen el yo y el sentimiento de identidad. (“Con la garganta seca, el
cuerpo anudado… y tan sólo que hubiera podido dispensarme de ser yo”;
Héctor Bianciotti: “El paso tan lento del amor”).

Dado que el trabajo ha ocupado un lugar importante en nuestra sociedad


en lo que hace al apuntalamiento subjetivo, la nueva sociedad del “no tra-
bajo” nos exige repensar esta cuestión. La desocupación, sin esperanzas de
pronta reocupación, es pues crítica y desapuntalante: conformar nuevas
identidades y posiciones subjetivas constituye un modo constructivo de sa-
lida de la grave situación de riesgo psíquico. Para ello deben ponerse en
marcha procesos de duelo, ligazones que tramiten lo traumático, desidenti-
ficaciones. Las nuevas identidades son tales en tanto estén regidas por otros
centros y referentes que las identidades previas; de tal manera, pueden de-
jar de ser no-identidades o marginalidad, ya que esta se define tomando co-
mo eje y referencia el propio sistema expulsivo.

Destaqué ya la eficacia de las múltiples pertenencias en la producción del


sujeto y su sentimiento de identidad; quiero señalar, aún con brevedad, los

CUESTIONES DE INFANCIA 15
distintos modos del pertenecer. Los agrupamientos conforman una apoyatu-
ra indispensable del psiquismo, una de las condiciones necesarias para sos-
tener la coherencia de las identificaciones. Para el niño es la familia, en par-
ticular, quien ha de ofrecerle una primera pertenencia que, en el momento
inicial, requiere asimetría, fusión, amparo extremo; luego, las formas de
pertenecer podrán ligarse a aspectos más discriminados. Cuando un grupo
ofrece un sustrato al predominio narcisista se establece lo que algunos au-
tores denominan “identidad de pertenencia” (Kordon, D., Edelman, L.,
1987; Bernard, M., 1987); se trata de grupos que alienan la singularidad en
tanto se convierten en único dador posible de identidad, constituyendo una
patología de la pertenencia que anula la multiplicidad (modalidad que apa-
rece en su extremo en la inclusión en sectas).

Es preciso también volver a pensar los modos de pertenencia del niño a las
familias afectadas. “His Majesty” debía solamente jugar y educarse prepa-
rándose para el mañana: alimento, seguridad y cuidados dependían en for-
ma exclusiva de los adultos, al menos en las clases favorecidas. Hoy se ex-
tiende a numerosos grupos familiares el modelo de la pobreza, ya que los
padres no pueden garantizar los anteriores modos de subsistencia; este mo-
delo supone niños con otras funciones y responsabilidades más ligadas al
mundo adulto.

Se han creado a partir de la crisis nuevas condiciones, procesadas de mo-


do diverso según la pauperización familiar sea extrema o solamente hayan
disminuido los consumos y la seguridad del futuro. De cualquier modo y en
distintos grados, encontramos familias afectadas como conjunto por las pér-
didas y los duelos, padeciendo la amenaza de continuar perdiendo. Las vin-
culaciones se transforman, con frecuencia los hijos se parentalizan o al me-
nos comparten tareas y responsabilidades ligadas al ahorro o a la supervi-
vencia misma, según los grupos. Veamos dos opciones novedosas: Dany, de
10 años, quien fuera el hijo consentido de un papá bien empleado, que ha
visto seriamente comprometida su posición económica, utiliza por propia
decisión el dinero que recibe de los abuelos –antes destinado a helados o
chocolates– para la compra de sus útiles escolares “así no le pido a mi pa-
pá, que no tiene”. Irina, de 6 años, consultó recientemente a raíz de episo-
dios de angustia. En los primeros encuentros dibujaba con insistencia “ojos
muy abiertos”. En la entrevista familiar encuentro un padre agotado y au-
sente, que permanece buena parte del tiempo con los ojos entrecerrados,
mientras Irina, pendiente de esta condición, alude a ella con frases como
“tiene sueño…”, “se va a dormir…”, junto a carcajadas ansiosas que com-
parte a veces con su madre y el hermano menor. David, el padre, enfrenta

16 CUESTIONES DE INFANCIA
su situación de decadencia económica con “ojos bien cerrados”, que aluden
a depresión y rechazo de la realidad. Recordemos que Freud (Freud, S., 1917)
señala que la aceptación de la realidad material habilita el trabajo del duelo
y diferencia de tal modo el duelo normal del patológico; cuestión entonces
que no puede ser pensada apelando solamente a la realidad psíquica.

En otros niveles sociales los hijos participan, como se ve en las familias de


“cartoneros”, en esas nuevas prácticas, que denominaré prácticas de subsis-
tencia; de tal modo, comparten con sus padres una ardua lucha por la vi-
da. Vemos así hasta qué punto hoy se replantean los modos del pertenecer,
del compartir, del dar y el recibir, fundamentos mismos de las vinculacio-
nes humanas ¿No son estos niños –unos y otros– niños diferentes de los
“modelos” anteriores? Nos convocan pues a variar puntos de vista y abor-
dajes, a la vez que interrogarnos en cuanto a la posible incidencia de estos
cambios en las funciones del lazo familiar.

Trauma y duelos

Para Freud el duelo es “[...] la reacción ante la pérdida de una persona ama -
da, o de una abstracción que haga sus veces, como la patria, la libertad, un
ideal, etc.” (Freud, S., 1917:241). Los duelos por los ideales, por el país que
ya no es, por un cúmulo de ilusiones y creencias caídas y para muchos di-
fícilmente renovables atañen al colectivo mismo, más allá aún de las posi-
bles y generalizadas pérdidas personales. Las rupturas del contexto social
hacen emerger en múltiples sujetos situaciones de dolor y desorganización,
en otros términos, se establece un peculiar campo de vulnerabilidad. Es en
relación con esto, que la población argentina constituiría hoy una pobla-
ción en riesgo psíquico.

Las teorías del duelo y del trauma se conectan: la hipótesis del duelo es co-
herente con la traumática, ya que se trata de procesos de ligadura y desli-
gadura que debe realizar el psiquismo luego de la pérdida y el impacto.
Pienso que su elaboración está siempre bajo la influencia de los diferentes
discursos sociales, familiares, institucionales, así como de los recursos au-
toorganizadores de cada sujeto, que no son aislables respecto del conjunto
de condiciones. Retomo así el interrogante inicial acerca de las operatorias
que permiten al humano transitar situaciones potencialmente traumáticas,
persistentes y acumulativas, sin sucumbir. Entiendo que los efectos de estas
formas de violencia social en el psiquismo difieren en tanto opera en cada
caso un entramado singular de condiciones sociales, intersubjetivas e in-
trapsíquicas. Es decir, la posibilidad de la actividad elaborativa no se define

CUESTIONES DE INFANCIA 17
de modo exclusivo a partir de la organización yoica previa, sino a partir de
un psiquismo entramado en situaciones complejas, donde juegan diversi -
dad de factores en simultaneidad. Por otra parte, no puedo dejar de men -
cionar el papel que el azar y lo indeterminado juegan en las vidas huma -
nas.

No es posible transitar tales situaciones de impacto social y proseguir intac-


tos. La subjetividad se ve afectada, ya sea bajo el modo de la alteración
constructiva o de la ruptura generada por el trauma. No es posible el retor-
no a ningún equilibrio anterior idéntico: ha de generarse algo nuevo; la vi-
da humana tiene continuidades, pero no hay igualdad en la permanencia.
Por otra parte, como ya señalé, nuestro “terremoto” no es tal, sino una alte-
ración social sin punto de retorno y sin claridad respecto del futuro.

Es preciso sí restituir, bajo modos novedosos, lo que ha estallado en la


catástrofe; para ello deben ponerse en juego las investiduras narcisistas,
construirse nuevos contratos, cohesionarse en la dispersión, crear a par-
tir de los fragmentos y de recursos diferentes inexplorados. El sujeto no
puede realizar estos procesos de rescate en aislamiento: es necesario
que otros testifiquen, enuncien, apuntalen. La pertenencia grupal movi-
liza las funciones representativas del preconciente, específicamente
afectadas en la experiencia traumática. Entiendo, en fin, que las redes
humanas pueden operar como espacios transicionales facilitadores, y
me refiero a la riqueza del ser-con-otros, más allá de las situaciones es-
trictamente terapéuticas.

Primera versión: 4/8/03


Aprobado: 1/10/03

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CUESTIONES DE INFANCIA 19
Resumen

La autora se interroga sobre las condiciones que permitirían al sujeto tran-


sitar situaciones de violencia social, potencialmente traumáticas, sin sufrir
arrasamiento de la propia subjetividad. Propone una concepción del sujeto
ligada al pensamiento de la complejidad, perteneciente a una trama social
en fluir constante y en proceso de autoorganización.

Desarrolla luego ideas relacionadas con el sentimiento de identidad y lo ar-


ticula con pertenencia, considerando en particular cómo se ven afectadas
las modalidades del pertenecer en la actual situación argentina. Examina
también la cuestión del duelo y el trauma.

Plantea, para concluir, que los efectos de la violencia social en el psiquis-


mo difieren en tanto opera en cada caso un entramado singular de condi-
ciones sociales, intersubjetivas e intrapsíquicas, es decir, la posibilidad ela-
borativa no se define exclusivamente a partir de la organización yoica pre-
via. La subjetividad se ve afectada, ya sea bajo el modo de la alteración
constructiva o de la ruptura generada por el trauma.

Palabras claves: situación límite; desubjetivación; autoorganización; catás-


trofe social; sentimiento de identidad; pertenencia; trauma; trabajo de due-
lo; transformación subjetiva.

Summary

The present article discusses the conditions that would let the human being
bear potentially traumatic situations of social violence without suffering his
own subjectivity’s destruction.

The paper expounds and then articulates concepts related to the feeling of
identity and belonging, taking into account the way in which the modes of be-
longing have been altered due to the current situation in Argentina. It also exa-
mines aspects of mourning and trauma. Finally, it states the differences among
the effects of social violence in psychism, since in each case a unique frame-
work of social, intrapsychic and intersubjective conditions is involved, that is
to say, the possibility of elaboration is not defined exclusively by the prior or-
ganization of the self. The subjectivity is then affected, either by the kind of
constructive alteration or by the break generated by the trauma.

Key words: limit situation; desubjectivation; self-organization; social catas-

20 CUESTIONES DE INFANCIA
trophe; feeling of identity; belonging; trauma; mourning work; subjective
transformation.

Résumé

L’auteur s’interroge sur les conditions qui permettraient à l’être humain de


traverser des situations de violence sociale, potentiellement traumatisantes,
sans subir la dévastation de sa propre subjectivité. Il propose une concep-
tion du sujet en cours d’auto-organisation et faisant partie d’une trame so-
ciale en constant mouvement, selon la pensée de la complexité.

Ensuite, il développe des idées liées au sentiment d’identité et il l’articule


avec celui de l’appartenance, en considérant comment sont affectées les
modalités de l’appartenance dans la situation argentine actuelle. Il examine
également la question du deuil et du trauma. Il pose enfin que les effets de
la violence sociale sur le psychisme sont différents étant donné que dans
chaque cas opère un tissu singulier de conditions sociales, intersubjectives
et intrapsychiques; c’est-à-dire que la possibilité d’élaboration n’est pas dé-
finie exclusivement à partir de l’organisation préalable du moi. La subjecti-
vité est donc atteinte, soit sous la forme de l’altération constructive, soit de
la rupture entraînée par le trauma.

Mots clés: situation extrême; désubjectivation; auto-organisation; catastrop-


he sociale; sentiment d’identité; appartenance; trauma; travail de deuil;
transformation subjective.

María Cristina Rojas


Vuelta de Obligado 2912
(1429) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4701-3303/7610
mcrojas@sion.com

CUESTIONES DE INFANCIA 21
LA CRISIS ACTUAL EN LA ARGENTINA Y SUS
EFECTOS EN LOS NIÑOS. MEMORIA Y FUTURO *
Beatriz Janin**

“Cada día nos levantamos para la misma tarea: comprender lo incompren -


sible; vamos adelante, por este tiempo terriblemente lacerante, como a tra -
vés de un zarzal”.
Lou Andreas Salomé (Carta a Freud - 19 de noviembre de 1914)

e un modo poético, Lou Andreas Salomé plantea el tema del dolor en


relación con fenómenos sociales (en ese caso, la guerra). Atravesar un
campo de zarzas es una tarea de la que se sale inevitablemente heri-
do, con marcas. Clara metáfora de esa travesía inevitable y lacerante que
nos impone a veces la realidad social.

Este trabajo plantea algunas reflexiones sobre las consecuencias, en el psi-


quismo infantil, de la crisis socio-económica que se vivió en la Argentina
durante los últimos años (con un momento culminante en diciembre de
2001) y cuyos efectos siguen pesando. Crisis que tiene una larga historia y
que produjo modificaciones importantes en las representaciones que soste-
nemos los argentinos de nosotros mismos. A la vez, demandas excesivas,
desesperación y un exceso de violencia fueron tiñendo los vínculos íntimos
y sociales.

El futuro incierto

“Yo me quería ir de vacaciones, pero no nos fuimos porque mis papás


tenían miedo”. ¿Miedo a qué?, pregunto. “A lo que va a pasar... al futu-
ro...”, dice una nena de ocho años en su primera sesión después de las
vacaciones.

* Este trabajo tiene como antecedente el trabajo publicado en la revista Aperturas Psicoanalí -
ticas, www.aperturas.org
** Psicoanalista. Directora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de
UCES (en convenio con la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires). Miembro titular de la
Sociedad Psicoanalítica del Sur. Profesora titular en la Carrera de Psicología de UCES.

22 CUESTIONES DE INFANCIA
Miedo al futuro. Si el mundo venía siendo inseguro, si predominaba el “sál-
vese quien pueda”, de pronto, una serie de acontecimientos vertiginosos nos
lanzaron a una especie de abismo en el que nadie sabía qué podía pasar ma-
ñana y en el que nada de lo que fue dicho o escrito valía en el momento si-
guiente. Toda previsión de futuro quedó desestimada inmediatamente.

La realidad social, política, económica, golpea y nos lleva a pensar en el va-


lor de la irrupción de un “afuera” (que por momentos se confunde con el
adentro), en la constitución de la subjetividad.

El bombardeo de estímulos sorpresivos y desorganizantes se hizo insopor-


table por intensidad y duración. Es decir, lo vivenciado se tornó imposible
de ser tramitado porque los acontecimientos se dieron de un modo vertigi-
noso y tomaron todas las áreas, desde lo público hasta lo íntimo. Esto aca-
rreó diferentes tipos de respuestas.

“A mí mucho no me afecta, porque yo voy a conseguir lugares donde com-


prar todo más barato y me las voy a arreglar...”, afirma un paciente en el di-
ván. “No duermo, siento que todo se desmorona, de esto no voy a poder
salir...”, dice otro. Desde la desmentida y el refugio en fantasías omnipoten-
tes hasta la depresión, la desesperación, el estado de angustia permanente...
todas las variables se despliegan.

Si bien veníamos en un mundo marcado por la exclusión, en el que el que-


darse afuera era equivalente a no tener un lugar, de pronto se hizo eviden-
te que el país se había quedado “afuera” (¿de los sueños de primer mundo?)
y que eso implicaba, nuevamente, muchas muertes.

Sensaciones de vértigo, de caída al vacío, de terror, de fin de mundo, se pre-


cipitaron. La cotidianeidad se vio trastocada.

Una familia está por emigrar. En una entrevista familiar, el hijo varón, de
quince años, afirma: “Yo puedo ir a cualquier lado con tal que mi papá ten-
ga trabajo. Así es insoportable”.

Retomemos, siguiendo a Piera Aulagnier, la “función metapsicológica que


cumple el registro sociocultural”1. Esta autora plantea que: 1) “la relación

1 Aulagnier, Piera: (1975) La violencia de la interpretación . Amorrortu edit. Buenos Aires,


1977, pág. 169.

CUESTIONES DE INFANCIA 23
que mantiene la pareja parental con el niño lleva siempre la huella de la re-
lación de la pareja con el medio social que la rodea”, 2) el grupo inviste,
antes del nacimiento de un sujeto, el lugar que se supone ocupará, 3) el su-
jeto deberá encontrar en el discurso del grupo referencias que le permitan
proyectarse en un futuro, para poder alejarse de los padres sin perder todo
soporte identificatorio (cuestión central en los adolescentes actuales, que no
reciben enunciados identificatorios del contexto) y 4) la posición que la pa-
reja ocupa en el medio social desempeñará un papel en el modo en que el
niño elaborará sus enunciados identificatorios. Ideas que nos permiten pen-
sar cómo se inscribe la realidad sociocultural en el niño y qué representa-
ciones identificatorias promueve. Así, por sobre las vicisitudes individuales,
la realidad social se nos impuso a los argentinos (y no es la primera vez que
esto sucede). Pero los modos de inscripción y las posibilidades identificato-
rias son diferentes en los niños de diferentes sectores sociales.

Y es que los grandes temas en juego, el trabajo y los ahorros, involucran


mucho más que una mera cuestión económica. Se trata de cuestiones que
hacen a la construcción de la propia imagen. A la vez, permiten predecir y
planificar el futuro y armar sueños...

La desocupación conmueve y golpea a los niños, en tanto que la caída del


padre como proveedor puede ser vivida como una debacle narcisista en la
que el niño queda sin sostén.

Cuando el futuro se supone catastrófico, evoca en cada uno imágenes de la


propia historia (social e individual). Caos, hambre, guerra, desapariciones,
se ligan en cada uno de nosotros a historias de antepasados y de nosotros
mismos y van tomando forma en terrores particulares. Terrores que se trans-
miten de diferentes modos.

La economía lo invadió todo y, supuestamente, es la razón última. Una ra-


zón deshumanizante que deja reducidos a números y a ganancias posibles
a los seres humanos.

Con la cabeza llena de una información improcesable, tristes por las espe-
ranzas perdidas, con continuos cambios de reglas... nos encontramos todos
en un alerta permanente, sujetos a un afuera impredictible.

El ser humano cuenta con barreras de protección contra los estímulos. Son
instancias de transformación y mediación entre el adentro y el afuera. Pero
los filtros frente al exceso de estímulos que cada uno pudo ir armando re-

24 CUESTIONES DE INFANCIA
sultan insuficientes, en tanto la vertiginosidad de los sucesos impide meta-
bolizar las situaciones. Es difícil inscribir, grabar, en una vorágine en la que
el diario trae noticias atrasadas.

Quedamos desbordados por afectos que no podemos procesar. Si el afecto


es un primer registro de la vitalidad propia y ajena, el quedar inundados por
un monto de excitación insoportable, el que predomine el afecto, angustia
a la vez que estados afectivos contradictorios e imposibles de ligar, nos de-
jan en un estado de confusión y, muchas veces, de desvitalización.

La transmisión de lo traumático

El miedo al futuro, la dificultad para hacer proyectos, ¿cómo incide en los


niños?

“Este país no existe”, “se cae todo”, “el derrumbe es total”, “lo que se vie-
ne es peor”, “la Argentina se hunde”, son aseveraciones cotidianas de los
adultos. Frases que se asocian en los niños a imágenes de películas, de
cuentos, a las propias pesadillas, a lo vivenciado y a lo transmitido, ligadas
a la angustia con la que son dichas... ¿cómo tramitarlas?, ¿cómo ayudarlos
a sostener deseos y proyectos en medio de estas profecías? Vaticinios del
horror, de la soledad... “no va a quedar nadie”, declaraciones de impoten-
cia por parte de los adultos “no sé qué hacer”... Y una imagen siniestra de
transgresión a ultranza: “todo está permitido”.

Más de un paciente adolescente me dijo en estos días: “muchos se llenaron


de plata”... con un tono entre cuestionador y admirativo... Si esos son los
“vencedores” de hoy, ¿cómo procesar el que sus padres sean “perdedores”?

Un niño de siete años, en una sesión en un hospital de la ciudad de


Buenos Aires, jugando con muñecos que luchaban todos contra to-
dos, se mataban y volvían a empezar (en una pelea confusa y violen-
ta), frente al intento de la analista de ordenar la pelea en buenos y
malos, afirma: “la ley no existe y si existe, no sirve para nada”. En la
misma sesión, cuando la analista le dice (en el juego): “los policías
apresaron a los ladrones”, el nene se ríe y le contesta: “te engañaron,
cuando los detengas se sacan las caretas y vas a ver que los ladrones
son policías disfrazados”. (Esto cobra un sentido particular al ser afir-
mado por un niño de una familia de escasos recursos, en un país en
el que la policía suele estar invo l u c rada en hechos delictivos). Es un
niño encoprético en el que se reitera la transgresión a toda norma. Pe-

CUESTIONES DE INFANCIA 25
ro lo nove d o s o fue que planteaba la transgresión como legítima.

Quizás todo sea posible... o imposible... en un mundo caótico, sin ninguna


regla clara.

A los niños, la contradicción entre palabras y acciones, entre principios mo-


rales, normas y actos, les dificulta constituir su propio sistema normativo,
pero también sentirse parte de un mundo protector, que sostiene reglas cla-
ras. El mundo pasa a ser peligroso, impredictible.

¿Cómo constituir la propia subjetividad en un mundo sin reglas? ¿Cómo or-


ganizar el pensamiento si lo que predomina es la confusión más absoluta,
si la transgresión es la norma? ¿Cómo ayudar a este niño a organizar el caos
interno que lo desborda, si el mundo le ofrece otro caos en el que él no tie-
ne un lugar? Lo único que impera es la violencia, en tanto la justicia, que
podría ponerle freno, “no existe”.

Cuando la opción es entre el sometimiento a un poder omnímodo y la


identificación con ese poder, los niños y los adolescentes quedan ence-
rrados en una disyuntiva tramposa que arrasa con posibilidades elaborati-
vas propias.

Freud sostiene que la ética supone una limitación de lo pulsional. Conside-


rando el movimiento de la pulsión sexual y el entramado de Eros y Tánatos
en ella, podemos decir que la ética implica una limitación en el movimien-
to de retorno de la pulsión, es decir, en el efecto de la pulsión de muerte.
Al proponer nuevos caminos, los principios éticos se oponen al cerramien-
to, a la descomplejización que implica la desaparición de la pulsión misma
como motor y a la vez fortalecen el movimiento de búsqueda permanente,
como derivación a otras metas.

Pero cuando en una sociedad predomina la transgresión de las normas éti-


cas, los chicos quedan atrapados en un mundo de terrores en el que se les
combinan las representaciones parentales con las propias escenas temidas.
Así, las representaciones que en cada uno reverberan y que remiten a per-
secuciones, muertos, miseria... ¿cómo les son transmitidas si muchas veces
no son hablables, ni pensables siquiera para nosotros mismos? ¿A qué his-
torias fantásticas remitirán en ellos? ¿A qué vivencias de padres, abuelos, bi-
sabuelos?

La idea de una debacle, de un no-futuro o de un futuro espantoso, produce

26 CUESTIONES DE INFANCIA
una inundación de afectos y fantasmas ligados a lo temido por uno mismo
y por las generaciones que lo precedieron.

Pienso que si lo traumático tiene siempre que ver con las posibilidades me-
tabolizadoras de cada uno, hay situaciones en las que los recursos de la ma-
yoría de la gente se ven desbordados.

En este sentido, cuando se deja de pensar en términos de futuro, de proyec-


tos, el pasado vuelve, ya no como historia, como relato de sucesos pasados,
sino como retorno de lo temido, inundando y aplastando al presente...

Durante estos meses, vengo observando que lo temido para cada uno de
mis pacientes es diferente: la miseria, el caos social, el ser víctima de un ac-
to delictivo, la segregación, la guerra, la persecución política, etc. Es decir,
el pasado en su aspecto temido vuelve como único futuro posible, en una
especie de cierre que no permite otro tipo de circulación. Lo que deja a los
niños detenidos en una “falsa infancia”, siendo eternamente niños y en rea-
lidad nunca niños, en tanto ausencia de un contexto protector.

Y me pregunto: ¿es posible la construcción de un futuro sin utopías?

La historia

Sabemos que para construir un futuro hay que poder recuperar la historia.
Y pienso que eso, en el caso de nuestro país, no es sólo recordar lo sucedi-
do sino hacer justicia.

Eugène Enriquez escribe: “una sociedad sin memoria o con memoria alte -
rada es una sociedad alienada, [...] una sociedad sin memoria no ha casti -
gado (o ha castigado insuficientemente) a los autores de los crímenes. En
ello reside el mayor escándalo.”2

Freud, en El Malestar en la Cultura, plantea en relación a la justicia: “Esta


sustitución del poder del individuo por el de la comunidad es el paso cul -
tural decisivo. Su esencia consiste en que los miembros de la comunidad se
limitan en sus posibilidades de satisfacción, en tanto que el individuo no

2 Enriquez, Eugène: (2000) “Plus jamais ça”. Revue Française de Psychanalyse. Devoir de mé -
moire: entre passion et oubli. 1. 2000. Tome LXIV - pág. 193. Presses Uni versitaires de France
- París.

CUESTIONES DE INFANCIA 27
conocía tal limitación. El siguiente requisito cultural es, entonces, la justi -
cia, o sea, la seguridad de que el orden jurídico ya establecido no se que -
brantará para favorecer a un individuo.”[...] “El resultado último debe ser un
derecho al que todos –al menos todos los capaces de vida comunitaria– ha -
yan contribuido con el sacrificio de sus pulsiones y en el cual nadie pueda
resultar víctima de la violencia bruta.”3

En un país en el que los autores de torturas, asesinatos, robos de niños, es-


tán libres, es difícil para un niño constituir un sistema sólido de normas, un
espacio en el que él logre ubicarse como parte integrante de un cuerpo so-
cial reglado.

Chasseguet-Smirgel afirma: “Deshacer las desmentidas y las represiones da


acceso al recuerdo y a la realidad.”... “El “deber de memoria” reposa ante
todo en un trabajo colectivo de deconstrucción de renegaciones.”4 Trabajo
colectivo al que seguramente los psicoanalistas podemos hacer aportes...

Las culpas

“¡Basta, basta!, ¿no ves que no se puede más?”, entra gritando a la prime-
ra sesión después de las vacaciones una nena de diez años, en un estado
de desenfreno. (Durante su primer año de análisis, en las sesiones predo-
minaban los ataques de furia y desesperación, pero en los dos años si-
guientes estas situaciones habían desaparecido por completo). Y comien-
za a tirar todos los juguetes, tizas, sillas, mientras dice: “No hay plata. Y
mi papá chocó el auto... porque cruzó un perro... y entonces ¿quién tie-
ne la culpa?... el perro... pero ahora tiene que arreglar el auto... y no tie-
ne plata... ¿Y quién tiene la culpa?”... Hay que encontrar un culpable...
¿es ella la culpable?... Es necesario que le hable despacito, la haga sentar
y le explique que están pasando muchas cosas que ella no entiende, que
los grandes tampoco entendemos todo y que ella no tiene la culpa de que
el papá no tenga plata, y entonces llora, dice que todo les salió mal, se
acuerda de la muerte reciente del abuelo y después comienza a dibujar
una nena y otra nena... en un intento de “dibujarse” nuevamente, de reen-
contrarse...

3 Freud, Sigmund: (1930 - 1929) El Malestar en la Cultura. Amorrortu Editores. Vol. 21. Pág.
94. Buenos Aires, 1988.
4 Chasseguet-Smirgel, J.: (2000) “Trauma et croyance”. Revue Française de Psychanalyse. 1.
2000. Pág. 45. PUF. París.

28 CUESTIONES DE INFANCIA
En los adultos, frente a todo lo perdido (léase trabajo, dinero, tiempo, pro-
yectos, confianza y autonomía) aparecen autorreproches: “¿cómo pude ser
tan tonto/a?” en referencia a tener dinero en el banco o a haber sacado un
crédito (es decir, por haber realizado acciones lícitas). Impera una represen-
tación que divide a los tontos y a los vivos, los que no saben y los que saben,
pero que alude a un saber sobre la estafa, sobre los cambios de reglas, sobre
el poder omnipotente de algunos sobre el conjunto. Un saber que supuesta-
mente deberíamos tener de que en este país toda ley puede ser quebrada.

La otra frase de autorreproche es: “¿Cómo no hicimos? ¿Por qué no salimos


antes? ¿Por qué dejamos que robaran?”. Modo de plantear una “culpa co-
lectiva” que vuelve a borrar las responsabilidades efectivas.

Así, quedamos con una imagen devaluada y culpabilizada de nosotros mis-


mos.

Los niños repiten: “¿quién tiene la culpa?”, sintiéndose posibles culpables


de algo indefinido, sin tener claro si los padres (aquellos que deberían estar
idealizados) son tontos o malos. Padres que se autodescalifican permanen-
temente y estallan a cada instante...

Cae entonces sobre niños y adolescentes la exigencia de sostener a los adul-


tos, de hacerse cargo de lo que sus padres no pueden resolver. Ya en los úl-
timos años, las demandas parentales vienen siendo desmedidas y se viene
transmitiendo a los hijos un vaticinio catastrófico: “nunca va a poder sólo”,
“se piensa que lo voy a mantener toda la vida”. “¿No se da cuenta de que
no doy más?”. Vaticinio que no es más que la proyección en el hijo de la
propia sensación de fracaso en relación con los propios proyectos. No hay
proyectos para ellos y, cuando los hay, estos tienen tal distancia con las po-
sibilidades reales del niño, que su cumplimiento se torna imposible. Mien-
tras los adultos fluctúan entre la furia y la tristeza, los adolescentes se depri-
men: “No me quieren, nunca están conformes conmigo”. “No sé qué es lo
que esperan de mí”. “Si nada sirve, para qué seguir estudiando”. La muerte
aparece como alternativa. Mientras tanto, los niños se desvitalizan o entran
en funcionamientos maníacos, tratando de “alegrar” a los adultos, sintien-
do que fracasan en el intento por causas que desconocen y que suelen atri-
buir a fallas propias.

Los duelos

Separaciones matrimoniales desencadenadas por pérdidas de trabajo, sepa-

CUESTIONES DE INFANCIA 29
raciones de padres e hijos porque unos u otros emigran... Hay una especie
de hemorragia lenta y continua, de pérdidas de lugares, de posiciones, de
vínculos.

Y los niños sienten la crisis directamente (por restricción de los gastos, por
pérdida de colegios, clubes, regalos, vacaciones, o más brutalmente por res-
tricciones en la satisfacción de las necesidades básicas, como la alimenta-
ción y el abrigo), pero fundamentalmente a través de los efectos de ella so -
bre los padres. Es decir, tienen que afrontar la depresión, el desborde y la
angustia de los adultos. Y se ven obligados a hacerse cargo de más de lo que
pueden.

Un nene de tres años, después de una pelea entre los padres, dicen: “No sé
por qué se pelean... porque si no, yo voy al hospital... porque son malos...
y yo les voy a pegar. Mi papá es el ladrón, mi mamá no... no, mi papá es el
policía y maneja el auto y mi mamá va atrás, no, yo manejo el auto y les di-
go que no se peleen... ¡Portate bien!, les digo”. La confusión infantil frente
al desborde de los adultos es total. ¿Cómo no referirlo a sí mismo como cau-
sa de todo lo que ocurre?

El que los adultos carezcan, muchas veces, de recursos para generar otras
posibilidades es consecuencia del estado de aturdimiento en el que que-
dan, sorprendidos frente a las situaciones nuevas. Esto lleva a que los niños
se queden frente a padres que no pueden sostener su función como seres
pensantes.

En un mundo en el que hay, para muchos, carencia de comida, de abrigo,


de vivienda, también nos encontramos con carencia de representaciones.
No encontramos palabras para nombrar lo que ocurre. Hay un incremento
de afectos que no pueden ser traducidos en sentimientos y un bombardeo de
estímulos visuales. Y hay agujeros en la representación de sí mismo en tér-
minos de sujeto productor, con derechos, autónomo. Y cuando los adultos
quedan arrasados por las circunstancias, habiendo perdido la identidad, si
quedaron reducidos al registro de la necesidad, ¿cómo reconocer a los hijos
como seres deseantes? Porque para ubicar a otro como tal, como un sujeto
con derechos, hay que reconocerse a uno mismo como alguien igual a otros,
con derechos y obligaciones y al prójimo como un semejante diferente.

Podemos preguntarnos: ¿cómo construir una identidad en esta situación si,


como plantea Piera Aulagnier, el contrato narcisista entre el niño y el grupo
se quiebra, porque “en el momento en que el Yo descubre lo exterior a la

30 CUESTIONES DE INFANCIA
familia, en el momento en que su mirada busca allí un signo que le dé de -
recho de ciudadanía entre sus semejantes, encuentra un veredicto que le
niega ese derecho, que apenas le propone un contrato inaceptable: en efec -
to, su respeto implicaría que en la realidad de su devenir renuncie a ser otra
cosa que un engranaje sin valor al servicio de una máquina, que no oculta
su decisión de explotarlo o excluirlo”?5

Y si una función parental “suficientemente buena” implica que los padres


permitan al hijo la reasunción transformadora singular de su cuerpo y de su
historia, a través de la constitución de una representación narcisista estable
y coherente, ¿en qué sostener el amor a sí mismo si predomina la vergüen-
za y la culpa por pertenecer a un grupo?

Los niños, frente a la depresión de los padres, suelen ubicarse como causa
de la depresión o identificarse con el otro deprimido. Al dirigirse a otro que
no responde, porque está ocupado en otras cuestiones, el niño queda lan-
zado a un vacío de sentido.

Sabemos que la depresión se transmite a los hijos... muchas veces sin pala-
bras... Comienza a haber un vacío en los intercambios, un silencio pesado...
y los chicos tienen que elaborar más de lo que pueden, solos, conectados
con el vacío del otro.

¿Qué perdieron los niños en estos meses? Perdieron a los padres como fuen-
te de seguridad. Y perdieron un espacio en la cabeza de los padres, ocupa-
dos en otras cuestiones... También, perdieron a los padres como filtros. En
tanto desbordados, sobrepasados por los estímulos, los padres no pueden
funcionar como filtros de lo que el niño recibe.

Cuando ha habido pérdidas económicas pero se conservó el lugar de traba-


jo (aunque se haya perdido el poder adquisitivo del sueldo y aún cuando
este no se cobre), los adultos suelen mantener la estabilidad psíquica. Es de-
cir, hay que tener en cuenta que la marginalidad no implica sólo cuestiones
económicas sino fundamentalmente la imposibilidad de armar redes para
resolver cuestiones. Así, en las inundaciones en la provincia de Santa Fe,
fue muy diferente la situación de las familias de clase media “inundadas”,
que podían recurrir a casas de familiares y amigos que la de aquellas que

5 Aulagnier, Piera: (1975) La violencia de la interpretación. Amorrortu edit.. Buenos Aires,


1977 - pág. 167.

CUESTIONES DE INFANCIA 31
no tenían donde ir porque todo el entorno había quedado “bajo las aguas”.
También en esa situación hubo diferentes respuestas que dejaron marcas.
Así, los niños de los barrios pobres, además de perder sus posesiones, se en-
contraron con miradas de recelo, desconfianza y gestos expulsivos por par-
te de algunos de los habitantes del “centro” de la ciudad, que se sentían a
su vez invadidos por los “de la periferia”.

La transmisión y los chicos

Hay diversos modos de transmisión de las historias y diferentes memorias:


memoria corporal, memoria sensorial, memoria cinética, memoria en imá-
genes, memoria de palabras. Serían diferentes escrituras (en el cuerpo, en la
sensorialidad, en acciones, en percepciones visuales y en representaciones-
palabras).

Y también hay una memoria de agujeros representacionales que promueven


la no-inscripción, la desligazón, el “desaguar” recuerdos (una memoria del
no-pensamiento, en términos de Bion).

Y lo que está claro es que se transmite mucho más de lo que se dice y de


lo que se quiere transmitir.

Serge Tisseron afirma, con relación a la transmisión transgeneracional de los


traumas: “Cuando en una generación, después de un traumatismo que pue -
de ser un duelo, pero que también puede ser cualquier tipo de experiencia
traumatizante, no se hace el trabajo de elaboración psíquica, resulta en
consecuencia un clivaje que va a constituir para las generaciones ulteriores
una verdadera prehistoria de su historia personal”.[...] “El acontecimiento
en cuestión puede denominarse “indecible” en la medida en que está pre -
sente psíquicamente en aquel (o aquellos) que lo ha vivido, pero de tal ma -
nera que este no puede hablar de ello, lo más a menudo a causa de una ver -
güenza”. En los hijos, de lo que se trata entonces es de convivir con el cli-
vaje de los padres y en ellos los acontecimientos se tornan innombrables,
“es decir, que no pueden ser objetos de ninguna representación verbal,
mientras que en los nietos serán impensables. Aquí se ignora la existencia
de un secreto que pesa sobre un traumatismo no superado”.6

6 Tisseron, Serge: (1995) Introducción. El psicoanálisis frente a la prueba de las generaciones.


En El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Amorrortu Edit. Buenos Aires, 1997.
Pág. 18 y 19.

32 CUESTIONES DE INFANCIA
“Tu ve un sueño en el que todos los edificios estaban semi-vacíos... Yo
caminaba por la calle y no había nadie”, cuenta una paciente. E inme-
diatamente asocia con el hecho de que gran parte de sus amigos y pa-
rientes se están yendo del país, lo que le provoca un estado de deso-
lación y desamparo, en tanto debe realizar permanentemente duelos.
“Lloro todo el día, pero con mis hijos estoy bien... ellos no se dan
cuenta de nada”. ¿No se dan cuenta de nada o el silencio los deja en
una situación de desprotección mayo r, sin poder poner palabras a la
tristeza materna?

A la vez, se les propone a niños y a adolescentes la emigración como


única salida, en un movimiento expulsivo en el que todos esperan que
“ellos” puedan armar un futuro en el afuera (y esto se escucha en con-
sultas hospitalarias a padres que no podrían pagar un pasaje). Es decir,
el futuro posible implica el abandono de los vínculos cercanos, es un fu-
turo de separaciones y duelos. (En este sentido, me parece que es muy
diferente el posibilitarle a un hijo irse como proyecto armado por él, a
esta situación en la que se desea que se vayan como única vía de “sal-
varse”). Este drenaje permanente de gente joven, en un país que se ca-
racterizó por ser un lugar que recibía a “todos los hombres del mundo”,
se torna muy doloroso, dejando agujeros en la representación del país
como grupo de pertenencia. A esto se le agrega la búsqueda generaliza-
da de la nacionalidad de los abuelos o bisabuelos, como modo de ad-
quirir una identidad valiosa.

Los proyectos

Sabemos que un niño puede aceptar ser dependiente y que sus deseos no
sean satisfechos, a partir de la promesa de que va a ser grande y autónomo
y que, como plantea Freud, tendrá una vida mejor que sus padres, cumpli-
rá los sueños que los padres no han realizado... Pero ahora, la caída de sue-
ños los involucra. Se supone que su vida va a ser peor, que deberá realizar
enormes esfuerzos para sobrevivir. El conjunto de los enunciados identifica-
torios que recuerda, en tanto aparecen como proyecto identificatorio, que-
dan desestimados, borrados. El mañana, el proyecto diferido, queda anula-
do o ubicado como catastrófico. Frente a esto, en un puro hoy que lo des-
miente como niño, puede apelar a un funcionamiento maníaco y moverse
sin sentido o armar una coraza protectora y desmentir percepciones y afec-
tos (y enfermarse) o quedar en estado de alerta (lo que los maestros leen co-
mo desconcentración, falta de atención) o deprimirse o entrar en estados de
desborde.

CUESTIONES DE INFANCIA 33
Piera Aulagnier afirma: “Si este futuro es ilusorio, lo que es indudable, el
discurso de los otros debe ofrecer en contraposición la seguridad no iluso-
ria de un derecho de mirada y de un derecho de palabra sobre un devenir
que el yo reivindica como propio; solo a ese precio la psique podrá valori -
zar de lo que “por naturaleza” tiende a huir: el cambio”.7 Es decir, el temor
al futuro deja a los niños y adolescentes en una “eterna niñez”, en una de-
pendencia sin salida.

Un tema fundamental es el sostenimiento de proyectos por parte de los pa-


dres. Cuando estos pueden armar salidas (aunque sea fantaseadas) permiten
que el niño siga conectado con cosas vitales, aunque haya perdido bienes
materiales.

Rosine Crémieux 8 plantea que uno de los elementos constitutivo s


del psiquismo es la esperanza de obtener ayuda externa. ¿Qué efec-
to de desfallecimiento psíquico puede acarrear el que no haya espe-
ranzas a nivel colectivo y que el mundo externo aparezca como pe-
ligroso?

Las consecuencias psíquicas de la crisis

Depresión, enfermedades psicosomáticas, estado permanente de ansiedad,


hiperkinesia, dificultades de concentración, insomnio...

C o n t ra c t u ras, gastritis, dolores de cabeza, son motivos de consulta


habituales y reiterados en este momento en los consultorios pediátri-
cos.

Los maestros plantean que los niños están tristes y desconcentrados. La des-
vitalización es uno de los problemas acuciantes.

En los adolescentes, se han incrementado las situaciones de violencia y la


drogadicción, como “tentativa ineficaz de autocuración de sufrimientos im-
pensables”9.

7 Aulagnier, P. : Ob. cit. Pág. 169.


8 Crémieux, Rosine: (2000) “Stücke or not Stücke”. En Revue F rançaise de Psychanalyse 1.
2000. Tome LXIV. PUF Paris.
9 Hachet, Pascal: (1995) “Criptas y fantasmas en toxicomanía”. En El psiquismo ante la prue -
ba de las generaciones. Amorrortu Edit. Buenos Aires, 1997. Pág. 119.

34 CUESTIONES DE INFANCIA
La apatía, el ensimismamiento, y sobre todo la desvitalización, son cuestio-
nes que se reiteran. En relación con esta última, es importante tener en
cuenta que niños y adolescentes quedan en un estado semejante al de las
víctimas de episodios de violencia, en ese límite en que son “muertos-vi-
vos”, con poco registro de sensaciones y afectos.

Frente a la crisis de los ideales colectivos y lo riesgoso o inadecuado de los


valores sostenidos por otras generaciones, hay una tendencia a centrarse en
los ideales del yo-ideal, ideales de omnipotencia y perfección, lo que deri-
va en la idealización del funcionamiento infantil como mágico y todopode-
roso. Pánico a crecer, apatía por lo externo, indiferencia por los otros, o so-
breadaptación, con la constitución de un falso self, son modos en los que
la conflictiva se manifiesta.

Cuando los ideales colectivos tambalean, es mucho más difícil sostener y


transmitir ideales. Y sin ideales, no hay proyectos ni idea de futuro. El sos-
tenimiento de proyectos y de ideales en los adultos posibilita pensar a los
hijos con proyectos propios.

A la inversa, el borramiento activo de la memoria, la supeditación a la vio-


lencia de otro y la ausencia de justicia son exigencias incompatibles con la
construcción de la subjetividad.

Como plantea Janine Chasseguet-Smirgel, “el ideal del yo implica la idea de


proyecto. Fain y Marty (1959) hablan, más concretamente todavía, de espe -
ranza. Esperanza y proyecto implican posposición, rodeo, inscripción tem -
poral, que son característicos de un modo de funcionamiento mental según
el principio de realidad. El conjunto evoca la idea de desarrollo, de evolu -
ción” 10. Podemos decir que los proyectos son la presencia de la pulsión de
vida allí donde el narcisismo primario se quiebra, muestran la distancia con
el ideal y a la vez lo ubican como posible. Proyectos y esperanza permiten
desplegar el empuje pulsional de un modo mediatizado, frenar la pura in-
sistencia de la muerte.

La desmentida de lo vivenciado por parte de una generación, ¿cómo se ins-


cribe en la siguiente?

10 Chasseguet-Smirgel, J.: (1975) El ideal del yo. Amorrortu Edit. Buenos Aires, 1991. Pág.
50/51.

CUESTIONES DE INFANCIA 35
Frente al dolor de la pérdida, la justicia funciona como organizador. Al mo-
do de la vivencia calmante, posibilita conexiones que no lleven a la expul -
sión del recuerdo, que frenen la tendencia hacia la muerte.

Pero si no hay justicia, lo que queda inscripto es el agujero, las puras marcas del
dolor, el devenir desinscriptor, el territorio arrasado como llaga permanente.

En un mundo en el que se privilegian los números y lo que se ve, los niños


deben cualificar sensaciones, armar cadenas representacionales, traducir
afectos, construir una imagen de sí... y corren el riesgo de que predomine
el vacío, como ausencia de cualidades y matices o de hacer un armado que
encubra un vacío.

Vacío de sentimientos y pensamientos que aparece siendo el gran protago-


nista de la psicopatología infantil y juvenil en la actualidad.

Si diferenciamos los tipos de depresión en los adultos tomando los desarro-


llos de H. Kohut sobre el Hombre Culpable y el Hombre Trágico en térmi-
nos de: “qué es lo que no hice o hice mal” (la culpa ligada al pasado) o “soy
insuficiente para cumplir con lo que debería hacer; no voy a poder” (la in-
suficiencia, ligada al futuro), es decir, si pensamos en el peso del Superyó y
del Ideal del yo, podemos distinguir (en un intento sistematizador, que qui-
zás sea un poco esquemático):

Adultos deprimidos (por culpa en relación con el pasado).

Adultos deprimidos (por insuficiencia en relación con el futuro).

Adultos desbordados (suelen ponerse violentos).

Adultos paralizados y expectantes (en alerta constante).

Y podemos inferir que esto trae diferentes tipos de efectos.

Frente a los adultos deprimidos por culpa, los niños suelen: a) ubicarse co-
mo culpables (ellos son los malos que provocaron la situación actual; b) ha-
cer actuaciones maníacas (sobreexcitación) intentando alegrar a los adultos
o, por lo menos, mantenerlos vitales; c) tener funcionamientos que pueden
ser catalogados como hiperkinesia.

Así, podemos pensar que los adultos deprimidos por insuficiencia (caída

36 CUESTIONES DE INFANCIA
de proyectos y de esperanzas) promueven en los niños: a) temor al futuro
(no quieren crecer); b) sensaciones de insuficiencia (no pueden conformar
a los padres); c) apatía (nada les interesa); d) renuncia a aprender, a com-
petir, a luchar... en un “bajar los brazos”, rendirse antes de comenzar la
pelea.

Los adultos desbordados suelen favorecer: a) sopor, desconexión; b) trastor-


nos de pensamiento; c) estado de alerta angustioso; d) actitud vengativa
frente al mundo; e) dificultades para atender en el ámbito escolar.

Frente a los adultos expectantes los niños suelen entrar en: a) estado de re-
pliegue narcisista; b) depresión (por no ocupar un lugar para el otro).

En términos generales, se ha notado un aumento en los niños de las enfer-


medades psicosomáticas, los trastornos de la alimentación, las reacciones
de angustia, los trastornos de aprendizaje en general y las situaciones de pá-
nico, entre otras patologías.

Otro elemento a tomar en cuenta es la diferencia entre hombres y mujeres


en su respuesta frente a la crisis. En la provincia de Santa Fe, entre los refu -
giados por la inundación, las que han salido a conseguir comida, ropa, fra-
zadas y se ocuparon de los chicos fueron las mujeres. Esto también lleva a
preguntarse qué pasa con las identificaciones de los niños con sus padres,
con quién se identifican y cómo se construye el lugar de hombre y de mu-
jer en las situaciones de crisis.

De lazos fraternos

Sin embargo, no solamente hay tristeza y desesperanza en este momento.


Se han producido, con los cacerolazos, las asambleas barriales, las fábricas
autogestionadas por los obreros, el trueque, nuevas formas de resistencia y
de conexión.

Los niños se han quedado con padres deprimidos, confundidos, por mo-
mentos furiosos. Pero también con padres que se ligan a otros, que salen a
la calle, que defienden sus derechos y que levantan valores como “justicia”
y “solidaridad”.

Entonces, también hay transmisión del apoderamiento, como dominio de


los problemas, como acción coordinada (en el dominio de uno mismo y del
mundo).

CUESTIONES DE INFANCIA 37
Desde hace mucho venimos diciendo que es fundamental, frente al capita-
lismo salvaje, armar redes de reflexión, de contención, de trabajo... En la
crisis actual, a través de diferentes formas de encuentro, mucho más que la
figura del líder, lo que está en juego son redes fraternas. Se van recompo-
niendo lazos solidarios.

Los niños han participado de los cacerolazos, en una actividad (“hacer rui-
do” en señal de protesta) que les resulta familiar.

“A la noche, hay un ruido feo que no me deja dormir... En casa cerramos


todo pero igual se escucha...”, dice angustiada una paciente de ocho años.
Esa misma nena, a las pocas semanas, me cuenta: “Con mi papá fuimos a
la esquina, al cacerolazo... y había fuego para que no pasaran los autos y
yo fui y no tuve miedo... porque era yo misma la que golpeaba la cacero-
la... ¡yo misma!...”.

La acción compartida permite apoderarse de lo desconocido y ligar


la angustia. Un trabajo de apropiarse de los espacios, de tomar la pa-
l a b ra, de ser protagonista de la historia, parece estar en marcha. Me
parece central, en este sentido, pensar que los traumas pueden ligar-
se vitalmente y producir reorganizaciones psíquicas complejizado-
ra s .

Situaciones como estas, de un intenso bombardeo de estímulos dolorosos,


llevan a estados de desborde, a estallidos. Lo que se inscribe son huellas
que empujan a la desinscripción. Y se hace difícil la elaboración individual
de estos acontecimientos sociales. Por eso, las acciones colectivas tienen un
“plus” de sentido: permiten el procesamiento del dolor, del desamparo, de
la caída de la propia imagen a través del armado de nuevas cadenas repre-
sentacionales; se construye una memoria compartida que se opone al olvi-
do y a la muerte. Hay así posibilidades de abrir recorridos más complejos,
de que se vayan armando nuevas tramas... en espacios compartidos. Para
los niños esto parece ser fundamental. Los padres pueden no estar en con-
diciones de contenerlos, pero el grupo social puede operar como continen-
te protector.

Así, en un barrio marginal de la zona sur del Gran Buenos Aires, un


grupo de mujeres fueron armando un comedor infantil que se constitu-
yó en eje de sus actividades y también de las de sus hijos. Mujeres que
no se sentían contenidas en otros espacios, comenzaron a festejarse
mutuamente los cumpleaños, a compartir dificultades y, de ese modo,

38 CUESTIONES DE INFANCIA
a poder ir otorgándole a los niños del barrio un sostén diferente.

Cuando hay posibilidades de respuesta por parte de los padres, los niños se
sienten mucho más contenidos. El sostén grupal da mayores posibilidades
de complejizar psíquicamente. Las acciones colectivas tienen un efecto li-
gador y permiten identificaciones grupales fundamentales.

Cuando la memoria se transforma en historia colectiva, compartida, se pue-


den abrir puertas de elaboración, se puede empezar a metabolizar, armando
una transmisión que no sea repetición en acto. Considero que en este mo-
mento la gente ha salido a la calle en un intento de apropiación de la histo-
ria, transformando la pura repetición en tramitación colectiva de lo siniestro.

Rosine Crémieux, hablando de los campos de concentración, dice: “Me pa -


rece que lo que contribuye a reforzar la voluntad de sobrevivir, es la posi -
bilidad de establecer un lazo entre nuestras acciones pasadas y nuestras
condiciones presentes. En ese esfuerzo de ligazón, aún cuando cada uno
utilice los recursos de los que dispone, el lazo al otro es esencial. La soli -
daridad es comunmente descrita como un elemento indispensable de la so -
brevida.”11

Pienso que esto es particularmente importante ahora. Poder reconocerse en


un antes y proyectar un futuro, seguir siendo uno y mantener lazos con
otros. Porque también se trata de sobrevivir “con” el otro.

El “sálvese quien pueda”, el predominio del individualismo, deja indefen-


sos a niños y a adultos, expuestos a una puesta afuera de la pulsión de
muerte que es puro remedo narcisista: o él o yo. A veces, los niños quedan
como depositarios de las angustias de los padres, operando como un “de-
pósito” en el que va a parar lo que los padres no soportan de sí mismos, in-
virtiéndose los lugares. Hay una exigencia implícita por parte de estos pa-
dres de ser maternados por sus hijos. A veces, un niño no se puede separar
de uno de sus padres como modo de cuidarlo, de evitar que caiga en esta-
dos de depresión o de desborde. ¿Cómo ubicarse en una continuidad con
los antepasados y construir el propio yo con ese acervo representacional?
¿Cómo ubicarse como ser vivo, valioso, en un mundo en el que los mensa-
jes implican un descuido de la vida?

11 Crémieux, Rosine: (2000) “Stücke pr mpt Stücke”. En Revue Farnçaise de Psychanalyse 1.


2000. Tome LXIV. PUF París. Pág. 49.

CUESTIONES DE INFANCIA 39
Si el “sálvese quien pueda” deja desprotegidos a niños y a adultos, la soli-
daridad y la acción conjunta protege, por una doble vía, a los niños. En
principio, porque se pueden insertar en un contexto grupal, se pueden iden-
tificar con otros y porque si el adulto se hace cargo del trabajo de elabora-
ción, el niño no queda como aquel que tendrá que cumplir con un manda-
to imposible.

Una transmisión que suponga la consideración del otro como tal y una éti-
ca que no sea la del sacrificio sino la de la defensa de la vida, puede ayu-
dar a los niños y adolescentes a tramitar lo vivenciado sin desmentirlo y a
encontrar salidas complejizadoras frente a la crisis.

Pienso que, como plantea Bernard Golse, se puede diferenciar entre trau-
matismos de vida y traumatismos de muerte. Es decir, los traumas pueden
ligarse vitalmente y producir reorganizaciones psíquicas complejizado-
ras.12

Me parece que trabajar con los pacientes a partir del reconocimiento de es-
ta intrincación particular de historia colectiva, transmisión transgeneracio-
nal y entramado representacional subjetivo, pensar y compartir con otros
colegas lo que podemos generar en el trabajo cotidiano, cuestionarnos y
preguntarnos sobre nuestra práctica y sobre todas las modificaciones que la
situación actual le impone... puede llevarnos a nuevos desarrollos y a enri-
quecer el campo del psicoanálisis.

La cuestión es que se vayan abriendo, en los pacientes y en nosotros mis-


mos, posibilidades creativas a partir del procesamiento del dolor... y pienso
que en esta tarea los analistas tenemos mucho que construir.

Un año después

Como efecto de movimientos político-sociales, se han producido cambios


importantes en el país. La impunidad y la corrupción comienzan a ser ja-
queadas. Y renació la esperanza, con todo lo que esto implica.

Sin embargo, es mucho lo que hay que remontar y elaborar para no volver
a repetir. Muchos habitantes han quedado “fuera”, excluidos socialmente.

12 Golse, Bernard: (2000) “Du traumatisme entre pulsions de vie et pulsions de mort ou de la
passion à l’oubli”. En Revue Française de Psychanalyse 1 - 2000. Tome LXIV.

40 CUESTIONES DE INFANCIA
Y es un trabajo colectivo crear espacios de inclusión social, sobre todo pa-
ra los niños que quedaron en los márgenes, “fuera del mapa” y sin futuro.
Nosotros, como analistas, tendremos que seguir reflexionando sobre el pe-
so de la realidad social en la constitución de la subjetividad y en nuestra ta-
rea cotidiana.

Considero que la creación de un funcionamiento predominantemente ético


posibilitará a niños y adolescentes el armado de una representación más
confiable del entorno social y, por consiguiente, facilitará la construcción
de proyectos y de vínculos sociales. También ayudará a tramitar lo vivencia-
do sin desmentirlo y a encontrar salidas complejizadoras frente a la crisis.

Podemos recordar lo que afirma Freud en “La transitoriedad” 13: [...] “Sabe -
mos que el duelo, por doloroso que pueda ser, expira de manera espontá -
nea. Cuando acaba de renunciar a todo lo perdido, se ha devorado también
a sí mismo, y entonces nuestra libido queda de nuevo libre para, si todavía
somos jóvenes y capaces de vida, sustituirnos los objetos perdidos por otros
nuevos que sean, en lo posible, tanto o más apreciables. Cabe esperar que
con las pérdidas de esta guerra no suceda de otro modo. Con sólo que se
supere el duelo, se probará que nuestro alto aprecio por los bienes de la
cultura no ha sufrido menoscabo por la experiencia de su fragilidad. Lo
construiremos todo de nuevo, todo lo que la guerra ha destruido y quizá so -
bre un fundamento más sólido y más duraderamente que antes.”

Primera versión: 4/8/03.


Aprobado: 2/9/03.

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Resumen

Este trabajo trata de las consecuencias psíquicas en niños y adolescentes,


de la crisis socio-económica que atr avesó la Argentina en los últimos años.
Se afirma que esta crisis ha traído aparejados la imposibilidad de preveer el
futuro y la caída de parámetros. Se articula la idea del no futuro con una
actualización de los fantasmas del pasado, así como de aquello que ha si-
do transmitido por las generaciones precedentes. Se postula su incidencia
en la psicopatología infanto-juvenil actual.

Finalmente, se plantea la importancia de los proyectos colectivos y de la ac-


ción solidaria, que funcionan como instancias de organización que prote-
gen, y a la vez permiten, la representación de un futuro posible.

Palabras claves: trauma; ideal del yo; psicopatología infanto-juvenil; fantas-


mas del pasado; proyecto colectivo.

CUESTIONES DE INFANCIA 43
Summary

This paper deals with psychic consequences on children and teenagers due
to the socio-economic crisis which Argentina has been undergoing during
the last few years. It is maintained that this state of affairs has brought about
an impossibility to foresee the future, as well as the loss of standards and
norms. The idea of no-future is articulated with a revival, not only of the
phantoms of the past, but also of what has been transmitted by former ge-
nerations. Its influence on the psychopathology of infancy and youth is pos-
tulated.

Finally, stress is laid on the importance of collective enterprise, as well as of


action based upon solidarity, which function as organisers, not only protec-
ting, but also enabling the representation of a possible future.

Key words: trauma; ego ideal; psychopathology of infancy and youth; phan-
toms of the past; collective enterprise; future.

Résumé

Le présent travail aborde les conséquences psychiques, chez les enfants et


les adolescents, de la crise socio-économique traversée par l’Argentine au
cours des dernières années. Il affirme que cette crise a entraîné l’impossibi-
lité de prévoir l’avenir et la chute des paramètres. Cette idée de non-avenir
est articulée avec une actualisation des fantasmes du passé, ainsi qu’avec ce
qui a été transmis par les générations précédentes. Son influence est posée
comme évidente sur la psychopathologie infanto-juvénile actuelle.

Finalement, le travail expose l’importance des projets collectifs et de l’ac-


tion solidaire, qui jouent le rôle d’instances d’organisation protectrices et
qui permettent en même temps la représentation d’un avenir possible.

Mots clés: trauma; idéal du moi; psychopathologie infanto-juvénile; des


fantasmes du passé; des projets collectifs.

Beatriz Janin
Av. Córdoba 3431, 10º “A”
(1188) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4963-2777; 4963-4729
beatrizjanin@yahoo.com

44 CUESTIONES DE INFANCIA
Pag. 45 a 66 3/21/06 2:41 PM Page 45 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:Libr

CLÍNICA PSICOANALÍTICA INFANTIL EN


TIEMPOS DE CRISIS SOCIAL
Silvia Morici*

Introducción

n diciembre de 2001, la República Argentina se declara en quiebra in-


ternacional y entra en default económico. Este hecho precipita la ma-
yor crisis económica y social de los últimos ochenta años, compitien-
do con los índices de pobreza de los años 30. La desocupación, recesión
económica, la pobreza extrema y el hambre, alcanzan cifras récord.

En marzo de 2002 arranca el año laboral y lectivo, después del receso


vacacional que no fue tal, en tanto la banca local en un hecho inédito
había retenido los ahorros de los ciudadanos, obligando a miles de aho-
rristas a hacer colas interminables en los bancos para intentar rescatar
lo confiscado.

En los consultorios psiquiátricos y psicoanalíticos, aumentan las consultas


por crisis de ansiedad, somatizaciones, depresión y por migraciones. La cla-
se media, devenida en baja, emigra desgranando familias.

Se comienzan a suceder, entonces, en la ciudad de Buenos Aires, una serie


de encuentros donde profesionales de distintas disciplinas se reúnen para
analizar cómo afecta esta profunda crisis en las distintas variables sociales.
Es así como se realizan múltiples mesas redondas, conferencias, talleres,
encuentros que intentan anticipar sus posibles efectos.

El objetivo de esta comunicación intenta, a partir de una casuística extraí-


da de consultas contemporáneas con el momento agudo de la crisis social
vivida en la Argentina, analizar los efectos que proviniendo del campo so-
cial pueden impactar sobre el espacio singular, y particularmente en la es-
tructura psíquica infantil.

* Psicoanalista de niños y adolescentes. Profesora de la Carrera de Especialización en Psicoaná-


lisis con Niños de UCES (en convenio con APBA). Miembro titular de Referencia Buenos Aires.

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La posición del psicoanalista en momentos de crisis


Algunos relatos clínicos

Una niña de seis años de edad, en la ciudad de Buenos Aires, a fines de


enero de 2002, coincidente con el momento agudo de la crisis social argen-
tina, asiste como lo viene haciendo todas las semanas durante el último
año, a su sesión psicoanalítica.

Esta niña, extremadamente inteligente y perspicaz, entra al consultorio de


su analista y ocupa, como ya lo venía haciendo en las últimas sesiones, el
lugar que habían convenido asignar a la analista.

La analista le señala este hecho y agrega: “Definitivamente has decidido


apropiarte de mi lugar” .

En el momento de expresar este señalamiento, este deviene inmediatamen-


te en interpretación, ya que la analista siente sorpresa por su propia formu-
lación y súbitamente recuerda que la niña había comentado en sesiones an-
teriores, que alguien en su colegio se apropiaba de cosas ajenas. Esta inter-
pretación abrió la siguiente cadena asociativa:

La niña: Y qué tiene, si este lugar (el sillón de la analista) es más lindo que
el mío, es más cómodo, a mí me gusta más. Lo quiero usar yo, y no que sea
tuyo.

Analista: Pero entonces, quiere decir, que cambiaste vos sola las reglas acor -
dadas entre las dos, porque no te podés aguantar las ganas de tener las cosas
que te gustan mucho y te parecen más lindas que las tuyas.

La niña: Claro, por supuesto, lo que me gusta mucho me lo quedo, porque


no me aguanto que no sea mío... me lo robo, pero eso qué tiene de malo...
¡si en este país se puede robar!

La idea no es continuar con el relato de la sesión, sino detenernos en las


implicancias de una afirmación que, si bien no escapa a su analista su ca-
rácter psicopático, entra en la sesión con carácter perturbador ya que se
alude efectivamente al cambio de las reglas ordenadoras que sostenían una
determinada ética.

La niña puede “confesar” un acto que sabe contradice ese real consensua-
do implícito en un orden social, cuando comenzó a escuchar lo que segu-

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Pag. 45 a 66 3/21/06 2:41 PM Page 47 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:Libr

ramente sus padres y todos los adultos de su alrededor habían comenzado


a decir: En este país las reglas ya no responden a las de la ética.

Caída la legalidad ordenadora exterior, aparece el desborde pulsional. Lo


que es deseado por ella es obtenible, y por ende temible.

Si bien esta ruptura de los diques represivos en esta niña, pertenecen a su


estructura psíquica, ya que esta niña tiene un padre con una estructura psi -
cótica, la intersección con una contextualidad social que legaliza la infrac-
ción (el robo de ahorros por parte de los bancos o la corrupción impune de
los gobernantes, como algunos ejemplos), le habilita el acto psicopático,
subvirtiendo la legalidad imperante en el encuadre analítico.

Otro niño, de seis años de edad, con una enuresis pertinaz desde que sus
padres se separaron un año atrás, entra a su sesión luego de que la madre
relata haber sido asaltada en presencia de su hijo. Le sustrajeron el auto, sin
signos de violencia, pidiéndole que “sacara al pibe del coche y que no hi-
ciera movimiento alguno”.

Nuevamente, como en el caso anterior, la analista siente la intrusión de un


real compartido en la sesión. Ya que ella misma había sido asaltada unos
días antes, así como su hijo de trece años de edad.

Sin poder evitar la asociación con sus propias experiencias recientes, se an-
ticipa a la comunicación del niño y dice:

Analista: Qué susto el que pasaron con mami ¿no? (probablemente su pro-
pio miedo y el temor por el posible daño a un hijo a través de la vejación
del robo).

Niño: No, ¿porqué decís que tuve miedo?, yo no tuve nada de miedo. Yo si
quería lo reventaba a ese. ¿Sabés lo que dijo?: “Sacá al pibe”... ¡qué pibe,
ni qué pibe... yo no soy ningún pibe! Yo, porque no quise, si quería lo re -
ventaba a patadas. Qué pibe, ni qué pibe... (gesto de indignación y ofensa).

Acá, la cercanía del hecho traumático de la analista con el del niño, no per-
mitió la posición de escucha necesaria que hubiera habilitado el despliegue
de la cadena significante del niño, sino que abrió los contenidos del incons-
ciente de la analista. Para el niño el traumatismo pasaba por la herida nar-
cisista infringida a su omnipotencia “absoluta”, y no por el temor a ser da-
ñado, ya que no percibió la violencia implícita en el acto de robo.

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Aunque admitamos el uso del mecanismo de negación por el accionar de


la homeostasis de su aparato, este no se constituyó en traumático por los
motivos que la analista le atribuyó, sino por la ofensa narcisística implica-
da en la lucha edípica en la que este niño está embarcado. Ese real social,
traumático, cercenador de raciocinio, se entrometió en el real de la sesión
analítica, provocando el déficit de escucha en la analista, así como en el ca-
so anterior, la declamación de la pérdida de la ética, operó en la parálisis
de la función analítica.

Otra niña muy pequeña, de apenas cuatro años de edad, consulta por una
anorexia psicógena a partir de recibir la noticia de irse a vivir a España con
su mamá y el novio de esta.

El novio, convertido apresuradamente en marido para adquirir la ciudada-


nía española, precipitó la convivencia de esta pareja endeblemente confi-
gurada.

La niña tiene un fuerte vínculo de apego con su padre a quien ve regular-


mente. Desde que sabe que se va a separar de su papá evita el alimento. La
pediatra encontró detención del crecimiento y peso por debajo del normal.
Plantea la posibilidad de alimentación por sonda.

La niña es extremadamente inteligente y con una leve sobreadaptación. En-


tiende con claridad su situación y tiene absoluta noción de que va enfren-
tar una migración y la separación con su padre.

En una sesión le muestra a su analista fotos de donde va a vivir, e insiste que


en ese lugar no va a encontrar nada de lo que ella necesita: las figuritas pre-
feridas, los marcadores que usa, etc. La analista percibe una profunda tris-
teza en la niña y en todo el medio familiar que la llama recurrentemente,
manifestando el desgarro por la situación.

La analista súbitamente se escucha a sí misma, contándole a la niña que ella


también emigró siendo muy pequeña como ella, y que aunque fue triste al
principio, en ese nuevo país encontró muchas cosas que le gustaron y que
ella pensaba que a la niña le iba a pasar lo mismo.

La niña deja las fotos de lado y dice mientras acuna tiernamente a una mu-
ñeca: ¿Y Silvias va a ver allá? Papá va ir a verme ¿no?

La analista sabe que esto es bastante improbable porque el padre está sin

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trabajo, sin embargo también sabe del dolor del padre por esta separación
y dice: Yo pienso que papi te quiere mucho.

La analista piensa que tiene que reforzar la percepción de la niña sobre la


posición deseante de sus padres, ya que su anorexia delata la vivencia de
no deseo que a la niña le despertó “el abandono” del padre y el de la ma-
dre (quien la deja por “otro”).

Sin embargo también se sorprende por compartir con la niña un recuerdo


autobiográfico. Se lo reprocha en tanto reconoce en ese acto un corrimien-
to de la ley de abstinencia. No corresponde al análisis “tradicional”, ni a su
práctica habitual.

Entonces, ¿porqué nuevamente como en los casos anteriores, ve desviada


su conducción de la cura?

La respuesta creo que en la misma línea anterior, obedece a que las proble-
máticas en juego exceden a lo “tradicional”, en tanto hay un real consen-
suado doloroso que atañe tanto al paciente como al analista. El caso de es-
ta niña, donde se combinan migración y separación, desgranado de una de-
terminada trama familiar, es un caso habitual y repetitivo durante el mo-
mento de la crisis argentina.

Es inevitable que en este caso singular se represente, a su vez, una realidad


social: miles de familias argentinas emigrando, miles de hijos separados de
sus padres, y otros tantos padres, abuelos, tíos, separados de hijos, nietos,
etc. El dolor de la niña se potencia en el de la analista ante la evidencia de
un país que duele por esos días.

Aún así, en la función analítica, virada en función anaclítica, predomina la


necesidad de aliviar el sufrimiento de una niñita que aún no cuenta, por lo
incipiente de su estructuración psíquico-cognitiva, con elementos compen-
satorios del dolor de la separación.

¿Cómo acompañarla en el desgarro, metaforizado por un cuerpito deteni-


do,en un tiempo mítico atemporal donde todos estos dolores no existían? Y
ahí surgió el acompañamiento, con el propio recuerdo de una experiencia
migratoria temprana. La analista tenía la certeza que salvo por su propia
censura psicoanalítica, la confesión no iba a perjudicar a la niña y quizás,
sólo quizás, mitigaría en algo su soledad, al verse reflejada en una especu-
laridad acompañante.

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Otra niña de seis años entra furiosa al consultorio, diciendo malas palabras
contra su madre y sus hermanos. Aparentemente, el hermano la había cul-
pado injustamente por haber roto un objeto apreciado por la madre. La ma-
dre, dando crédito a las palabras de su hermano, le había “lavado la boca
con jabón”, acusándola de mentirosa.

Durante la sesión, la niña no puede cesar de decir malas palabras y de


insultar a “todos los hermanos y a su madre”. Dice: ojalá que se vayan...
“que se vayan todos” (frase popularizada por las manifestaciones coti-
dianas de ciudadanos en contra de los políticos y gobernantes en esos
días de crisis).

La analista permanece en silencio ante la asociación de la frase dicha por la


niña y la ocupación del padre, quien es un conocido y repudiado político.

La niña dice, como si leyera los pensamientos de su analista: ¿Vos sabés de


qué trabaja mi papá? Te lo cuento si me prometés no decírselo a nadie. Mi
papá es político.

¿La niña muestra su identificación con un padre repudiado? Vivió el acto de


su madre como injusto, en similitud con las quejas de su padre hacia una
sociedad injusta, incomprensiva, que no le permite “ni salir a la esquina”
sin correr serios riesgos en su integridad?

Más preguntas que respuestas, más incógnitas que certezas, más improvisa-
ción que técnica, impregnan los consultorios psicoanalíticos en tiempos de
crisis.

Prevalecen en los analistas sentimientos de perplejidad e inseguridad fren-


te a la pérdida de fronteras, entre la intimidad de la sesión con su represen-
tación del mundo interno del niño, y ese mundo externo con características
intrusivas y devastadoras.

Lugar del “jugar” en un contexto de crisis social


Otro relato clínico: un juego grupal

A fines de marzo de 2002, una madre realiza una consulta, muy angustia-
da por su hijo mayor de nueve años de edad, quien se había escapado de
la casa la noche anterior, y había permanecido vagando por la calle duran-
te tres horas, sin ponerse en contacto con los padres, hasta que decide ir a
la casa de la abuela.

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A lo largo de diferentes entrevistas, donde los padres aportaron datos fami-


liares y vinculares que comenzaron a arrojar cierta luz a este episodio de
fuga en un niño aún pequeño para la realización de un acting de esta natu-
raleza, comentan tangencialmente, un episodio ocurrido en la escuela a la
que asiste este niño.

Es de este particular suceso del que podemos extraer algunas conclusiones,


con relación al impacto que determinados hechos sociales pueden tener, en
este caso, en la producción de juegos en los niños.

Recientemente había aparecido en los diarios, la noticia acerca de un cole-


gio privado de la ciudad de Buenos Aires, donde presuntamente habrían
ocurrido una serie de secuestros de alumnos a la salida de dicha escuela.
Esto ocasionó que padres en estado de pánico, interpelaran duramente a las
autoridades de la institución reclamando por la seguridad de sus hijos.

Los directivos realizaron una investigación para esclarecer la veracidad de


la información, comprobando finalmente que esta era una noticia falsa que
habían echado a correr un grupo de padres molestos por no haber recibido
una respuesta favorable de parte de las autoridades del colegio, a sus recla-
mos de disminución de la cuota arancelaria.

Con una modalidad persuasiva, cercana a lo coercitivo, estos padres de-


mostraron así su fastidio por no haber sido atendidos en sus reclamos.

Días posteriores a este hecho, estando Sebastián, el niño de la consulta, en


el patio del colegio en cuestión, durante un recreo se le acercaron cuatro
compañeros del grado (4º grado), quienes mientras le cubrían el rostro vio-
lentamente con una campera, lo llevaron a la rastra hasta un baño alejado
dentro de la escuela.

Allí lo amenazaron y le dijeron que si quería que no lo “vuelvan a secues-


trar más”, les tenía que dar dinero.

Sebastián se niega a hacerlo si bien está genuinamente asustado, y agrega


que los va a “delatar” a la directora.

Ante el giro inesperado de los hechos, los cuatro niños, frecuentes amigos
de Sebastián, ahora asustados por su amenaza, le ofrecen “dinero por su si-
lencio”. Están dispuestos a darle dos pesos cada uno si no revela lo ocurri-
do.

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Sebastián realiza rápidos cálculos: el dinero recaudado le permitiría com-


prar un juego de computadora muy preciado; si bien se ve tentado de acep-
tar, se le intercepta este deseo por la figura de su madre, y piensa, “me va a
matar”. Finalmente, se escapa por la fuerza, ya que es un niño robusto pa-
ra su edad, y cuenta todo el episodio a su madre, quien a su vez se lo co-
menta a la directora.

La reacción de la madre, finalmente coincide con lo que Sebastián temía, ya


que esta efectivamente se enoja con él, y en un relato confuso (es una madre
con una estructura border), lo acusa por haber dudado en aceptar “coimas”,
reprochándole que un verdadero hombre no se vende por dinero.

El niño se desorienta por este intento de explicación que ensaya la madre,


pero no le sorprende, ya que está habituado a las frecuentes confusiones de
ella. Sin embargo, se muestra genuinamente contento con su decisión “ho-
nesta”, aunque no sin cierto dejo de lamento por los ocho pesos fáciles, que
se perdió de ganar.

Lo que es interesante de analizar, es la reacción, ahora sí de total indigna-


ción de Sebastián, frente a la respuesta que surgió de los otros adultos en
cuestión en esta historia, es decir, de las autoridades de su colegio, a lo que
suponemos fue un intento (nuevamente confuso, como el accionar de la
madre) de castigo rectificador a estos “niños secuestradores”.

Ese colegio a su vez, como es habitual en las escuelas privadas, apadrina a


otra escuela de bajos recursos o escuelas especiales.

En el caso de este colegio se trata del apadrinamiento de una escuela di-


ferencial. Como ejercicio didáctico a sus alumnos, para trabajar los va-
lores de solidaridad y responsabilidad (es de suponer) en los niños, les
dan cargos jerárquicos que estos deben asumir para “dirigir” esta escue-
la adjunta.

Así se distribuyen entre los chicos, los cargos de director, subdirector, secre-
tario, tesorero, etc.

La dirección, entonces decide insólitamente, suponemos que a modo de


rectificación ejemplificadora, nombrar a estos cuatro niños “secuestrado-
res”, en los cargos más importantes.

Acá sí, Sebastián, mejor alumno de la clase, estalla, se indigna, dice no que-

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rer ir más a ese colegio, ya que le debería haber tocado a él, por mérito aca-
démico, ocupar uno de esos cargos.

Entonces verbaliza: “Podés creer lo que hizo la directora ¡Los nombró a


ellos! ¡Ellos son el director, el secretario, y todo lo demás! Yo no voy más a
ese colegio de mierda. ¡Cómo puede ser!, son los corruptos y los coimeros
los que terminan en los cargos más altos. ¡Esto es reinjusto. Yo no me es-
fuerzo más. No hago más deberes, que mi mamá no me joda más! Soy el
mejor alumno de la clase, estos son unos brutos y además me secuestraron
y me quisieron coimear y ellos están en los cargos directivos! ¡Yo no voy a
estudiar nunca más, y la próxima vez voy a agarrar la plata, qué me impor-
ta lo que me dijo mi mamá. Los corruptos son ellos, y encima los premia-
ron! La directora es una boluda, y mi mamá también es una boluda. Yo no
le hago más caso a nadie y no me va a importar nunca más sacarme bue-
nas notas. ¡Se van todos a cagar!”.

Fin (¿o comienzo?) de la historia.

Como se ve, lo impactante del relato es la reproducción en una institución


en este caso educativa, de lo que estaba ocurriendo en la institución “edu-
cativa madre”, representada por el Estado.

El juego de este grupo de niños exponía en una particular dramática la evi-


dencia del estado de corrupción al que había llegado la dirigencia de la Re-
pública Argentina: la corrupción había ganado a la ética.

Este relato nos permite extraer alguna conclusión sobre la reacción del ni-
ño por el cual se realizó la consulta, como el interesante comportamiento
grupal de niños pertenecientes a una escuela donde los padres habían tra-
tado de “apretar”, en un acto que proviene del código de la mafia, a los di-
rectivos, para adquirir un beneficio económico.

En cuanto al niño de la consulta, en este acting out desesperado represen-


tado por la huida de la casa, luego de haber optado por el respeto de la ley,
aún en detrimento de sus propios intereses (el juego de la computadora), es-
te adquiere un carácter simbólico, al convertirse en un signo de llamado a
un otro sordo y confundido entre el verdadero orden social y la legalidad
subvertida (los adultos en juego en esta historia, que incluye a sus propios
padres).

Y en cuanto al comportamiento grupal expresado en un juego singular, que

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podemos denominar “ juego del secuestro”, me surgen más dudas que res-
puestas: sabemos que el juego en los niños posibilita la tramitación tanto de
conflictos intrasubjetivos como de situaciones traumáticas. Realiza en activo
lo padecido pasivamente, lleva al acto una dramática inconciente guiada
principalmente por el atravesamiento edípico y la historia sexual infantil.

¿Podemos inferir, entonces, que este juego particular da lugar a la tramita-


ción de lo pulsional a predominio sádico en niños prepúberes?

¿O es la puesta en acto de la dramática del imperio de lo pulsional, por so-


bre la legalidad que dirigía a los adultos de su época?

¿Remedan de esta forma, tomando el aspecto imitativo del juego, la subver-


sión de una legalidad sostenida por un orden social, en la impunidad de la
ilegalidad que detentan los adultos encargados de dirigir los destinos de sus
“hijos ciudadanos”?

¿Representan con su juego la situación traumática de ver caer sus referen-


tes adultos, haciendo activo, (convertirse en corruptos), ante el padecimien-
to de ser víctimas activas de un sistema que impuso al corrupto en el lugar
del justo?

¿Este juego tiene la suficiente distancia con el hecho real para considerarlo
una transicionalidad simbólica, o su particular adherencia con el hecho, lo
acerca más a una reproducción de un real no metabolizado, que irrumpe
devastando recursos elaborativos propios del aparato?

Es inevitable no recurrir a ejemplos de otros juegos en otras situaciones de


crisis social.

Podemos recordar a los niños de la guerra, jugando entre las ruinas de un


Londres devastado por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Ni-
ños jugando con objetos que remedaban rifles y armas de fuego, “jugando”
a los soldados, “matando enemigos”, “siendo” el héroe que muere y mata
en una Guerra como probablemente le haya sucedido a un padre, herma-
no o familiar hombre que aún no regresa de esa guerra.

¿Por qué no pensar que en este caso, estos niños contemporáneos “juegan
a la corrupción”, como los otros “jugaban a la guerra”, en el mismo inten-
to de elaboración de un real social arrasador que extermina los recursos ela-
borativos del aparato psíquico infantil?

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En uno y otro caso, ¿son actos creativos o meras repeticiones automáticas?


¿No es este el riesgo de un probable efecto en el psiquismo infantil? ¿La pér-
dida del referente simbólico no pondrá en riesgo el propio registro simbóli-
co, dejando al niño expuesto a “ser” el corrupto para no “parecer” y pade-
cer a un otro perverso?

La caída de un orden externo ordenador, indispensable para establecer un


orden interno, es lo que precipita al aparato psíquico infantil a la ineficacia
de sus dispositivos internos, provocando el desborde de lo pulsional, con
pasajes al acto.

En este juego grupal infantil, acaecido en la Argentina durante el punto agu-


do de su crisis social y ética, mas allá de los diferentes análisis que podría-
mos hacer, no podemos desconocer su carácter de alerta a la sordera del
adulto. Ellos nos hacen recordar que la repetición es un recurso defensivo
genuino del aparato en momentos de trauma y crisis, así como la identifi-
cación con el agresor que nos permite hacerle a otros lo que nosotros pa-
decemos con dolor.

Los efectos en la estructuración psíquica infantil de un contexto social en


crisis, que ha dejado caer sus valores éticos al límite de la indefensión, pue-
den ser devastadores del propio orden interno, cuyas consecuencias noci-
vas se medirán con el paso del tiempo.

Y esto queda dramáticamente metaforizado en el fin de la historia, que im-


plica la reproducción exacta de la subversión de valores representadas por
las instituciones madre (el estado nación protector del que habla Leuco-
wicz) tanto por la madre del niño, como por las madres protectoras de la
institución educativa (las directoras).

Estas “boludas”, en el decir del niño, y los padres mafiosos, los otros adul-
tos de este relato, realizan pasajes al acto que son mera reproducción de es-
tos otros adultos pertenecientes a la institución madre corrompida.

Desde ahí es que pienso que este juego no puede ser considerado un recur-
so lúdico, ya que no alude a una situación traumática que es posible de ser
elaborada, sino a un acontecimiento catastrófico que devasta un estado or-
denador, perturbando la capacidad de pensar y de aplicar una lógica (“las
boludas”, citadas por el niño).

Entonces, lo que se reproduce no es un hecho traumático, sino un aconte-

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cimiento catastrófico y el recurso lúdico deja de serlo, para convertirse en


un mero pasaje al acto, con características de repetición y no de elabora-
ción, lo que evidencia el efecto devastador (imposibilidad de pensar), que
esta catástrofe obtiene sobre el psiquismo.

Nuevamente la distinción entre crisis, que puede ser elaborada bajo el mo-
delo de lo traumático, de catástrofe que devasta los genuinos recursos que
puede tener el aparato psíquico, al subvertir el orden de sentido preestable-
cido. Esta última deja lugar al sin sentido y la capacidad de pensar se ve
perturbada; es el imperio del pánico.

Recordemos que el afecto de pánico, no sólo está asociado con angustias


primordiales intrasubjetivas preexistentes, sino que es considerado una
reacción frente al malestar social extremo. Es decir, que terrores actuales re-
vivirán angustias pretéritas.

Esto lleva a la reflexión sobre el lugar que ocupa el adulto, con relación a
un niño que inevitablemente lo observa como modelo.

¿Crisis o catástrofe social?

La clínica que los analistas vimos desfilar en nuestros consultorios, durante


esa época, es la que nos obligó a definir con mayor precisión a qué corres-
pondían los efectos en el psiquismo infantil, a los cuales nos estábamos en-
frentando.

¿Se trataba de crisis o de catástrofe social?

Comenzaré entonces, intentado definir, desde el Diccionario de la Real


Academia Española, los términos involucrados en esta cuestión.

Al recurrir al Diccionario, encontré que el término crisis está definido co-


mo:
• Cambio considerable y súbito, favorable o adverso, en una enfermedad.

Es decir esta primera definición proviene del modelo médico, de lo crítico


con relación a la vida o la muerte

Luego hay otras acepciones:


• Juicio que se hace de una cosa después de haberla examinado cuidado -
samente.

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Es decir que en una crisis está implicado un juicio, una toma de decisión.

Y luego hay una serie de acepciones, a mi modo de ver sorprendentes, que


le otorgan al concepto una adherencia a una significación específica:
• Momento decisivo y grave de un negocio, o de la política.
• Caída o descenso de las magnitudes que determinan la actividad econó -
mica, como la inversión, el consumo, la creación de puestos de trabajo, etc.

Y culmina con:
• Escasez, carestía.

Vemos que estas últimas provienen del modelo Económico, aludiendo a los
sentimientos de caída, descenso, escasez, de pérdida.

Si ahora acudimos al Psicoanálisis, en busca de su concepción del término,


encontramos que si bien no está aislado como tal en ningún Diccionario de
Psicoanálisis, es un término de absoluta familiaridad para él.

Para esta ciencia, el desarrollo del Humano es a partir de crisis. Estamos to-
dos familiarizados con las crisis endógenas a partir de las cuales el ser huma-
no arma su aparato psíquico, crece y se desarrolla: crisis del nacimiento, del
octavo mes, de la pubertad, adolescencia, madurez, tercera edad, etc.

Es decir que el Psicoanálisis toma el término en su primera acepción, en


donde los cambios, si bien considerables y súbitos, son factibles de un
destino favorable, lo cual da cuenta de la presencia en el sujeto de un
dispositivo con capacidad de acercarlo a la vida, al desarrollo, al creci-
miento.

Por supuesto, la literatura psicoanalítica no obvió la pérdida que está impli-


cada en toda crisis. Pero al señalar la paradoja intrínseca al armado del apa-
rato psíquico, donde el movimiento de ganancia implica al de pérdida, le
otorga a esta pérdida un valor estructurante. Para acceder al Objeto hay que
perder al objeto, para acceder a la simbolización hay que perder la ilusión,
para acceder a una nueva etapa se pierde la anterior, etc.

Es decir, que es impensable el concepto de crisis, sin la asociación con el


de duelo, con su pasaje obligado implicado en este concepto, de tener que
dilucidar qué partes del sí mismo se pierden, a su vez, con cada pérdida.

Por ello, creo que podemos encontrar en el desarrollo que el psicoanálisis

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realiza sobre la crisis de la adolescencia, al modelo que condensa la con-


cepción del concepto de crisis.

Se habla de la crisis de la adolescencia como ese momento caracterizado


por la intensidad de los cambios físico psíquicos, por los que debe atrave-
sar el sujeto, que acarrea un esfuerzo y trabajo extra, pero posible, por par-
te de su psiquismo para tramitarlo. Debe duelar las pérdidas que conlleva y
crear neoformaciones, soportando entrar en lo que Winnicott definió como
un estado patológico normal. Es decir, que en lo que se ha dado en llamar
la crisis normal del adolescente, marcando su carácter paradojal, se grafica
el dispositivo de recursos con los que cuenta el psiquismo, habilitándolo
para el atravesamiento de las diferentes crisis vitales.

Es un claro ejemplo de cómo el Psicoanálisis tomó esta acepción de crisis


en su sentido más constructivista.

Llegado a este punto del recorrido, concluí que entonces, no se trata de es-
te concepto de crisis, al que nos vemos confrontados hoy. A este concepto,
así desarrollado, le falta agregar algo más que dé cuenta de lo que estamos
viviendo en la actualidad y de los efectos que estamos viendo en el psiquis-
mo infantil. Nos hace falta una ampliación de la categorización del concep-
to. Es como si tuviéramos que remedar la distinción entre, por ejemplo, cri-
sis normal y crisis patológica; o mejor aún, distinguir entre crisis internas de
crisis externas.

Podemos coincidir, que lo que no concuerda teóricamente en el desarrollo


anterior, es el hecho que para las crisis internas, el psiquismo está prepara-
do, posee el dispositivo, tiene recursos para generar un cambio estructuran-
te ante ella. Está capacitado, de mejor o peor manera, para generar recur-
sos con función constructivista.

Entonces la cuestión se problematiza para el psiquismo, cuando la crisis se


desencadena por uno o un conjunto de acontecimientos que no son endó-
genos sino que provienen del afuera.

Ahora, nuevamente no estamos diciendo nada que el Psicoanálisis no haya


previsto, ya que este definió al acontecimiento que, proviniendo por fuera
del sujeto impacta sobre él, como trauma.

Si queremos precisar este concepto, en el Diccionario de Psicoanálisis de


Laplanche y Pontalis (1968), lo encontramos como:

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“Acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la in -


capacidad del sujeto de responder a él adecuadamente y el trastorno y los
efectos patógenos duraderos que provoca la organización”.

O el modelo energético:
“Esfuerzo extra de energía que debe realizar el aparato psíquico para en -
contrar respuestas adecuadas al influjo de sensaciones intensas que provie -
nen del exterior”.

Entonces, pareciera que con el concepto de trauma nos vamos acercando,


de una manera más precisa, a categorizar las vivencias que acompañan a
los acontecimientos que se están viviendo hoy en la Argentina. Una prueba
de ello son los efectos que comienzan a describir psicoanalistas y psiquia-
tras de adultos a partir del incremento de consultas en adultos por depre-
sión, o como las definió Luis Hornstein recientemente, por patologías de la
temporalidad (sensación de pérdida de futuro), entre otras manifestaciones.

Ahora, si bien con el agregado de la concepción de trauma, pareciera que


nos acercamos a dar cuenta de los efectos que estamos observando en los
niños en la actualidad, más esclarecedora resulta la combinatoria de los tres
términos en cuestión: crisis, con su carácter temporal de algo súbito y pe-
rentorio; duelo, por la sensación de pérdida asociada y trauma, por el es-
fuerzo extra que conlleva y su traducción en efectos.

Hallé entonces, que hay un término que puede de alguna manera conden-
sar, enriquecer y dar aún más cuenta del padecimiento psíquico actual. Es-
te es el término catástrofe.

Volvamos al diccionario:
• Abatir, destruir.
• Suceso infausto y extraordinario que trastoca y altera el orden natural de
los acontecimientos.
• Desenlace del poema dramático, especialmente cuando es funesto o do -
loroso.

Creo que lo que agrega y enfatiza este concepto es el carácter destructivo


del acontecimiento ya que implica la alteración de un orden natural con ex-
tensiones al orden social, político, jurídico, etc.

Implica la prevalencia del sentimiento de impotencia, y por ende de abati-


miento, al asistir a la precipitación de ese orden indispensable para la su-

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pervivencia. Un ordenador, o varios, caen con mayor rapidez que la capa-


cidad de reconstruirlo. La metáfora en imagen sería la del derrumbe por ex-
plosión súbita, por ejemplo, de un edificio. La sensación es de devastación.
El movimiento de caída parece superar al movimiento de construcción.

Los sentimientos que imperan en la catástrofe, entonces, son el de abati-


miento, arrasamiento y por ende depresión. Ahora, nuevamente esta noción
de sensación catastrófica, tampoco es ajena al Psicoanálisis, ya que en este
caso fue Winnicott (1965), quien se percató de la existencia en el psiquis-
mo incipiente del ser humano, de una angustia muy primitiva desencade-
nada toda vez que el niño atraviesa la pérdida de un estado de sostén inte-
grador, necesario para mitigar lo que este autor denominó sensación de caí-
da sin fin, o angustia catastrófica.

De hecho, Kaës (1979), en su libro Crisis, ruptura y superación, cita un pá-


rrafo de Thom donde este destaca que la crisis conlleva al sujeto a una ame-
naza de muerte y a la integridad del sujeto. Textualmente, en dicho libro,
Thom afirma: “Generalmente esta amenaza moviliza medios de acción pa -
ra la supervivencia, para nuevos comportamientos reguladores. Toda crisis
genera una señal de alarma que pone en movimiento los mecanismos de
extensión de la crisis. Cuando ciertas condiciones fisiológicas, psicológicas
o sociológicas no se conjugan para contribuir a la eficacia de los mecanis -
mos de extinción (entre los cuales el carácter paralizante de la angustia es
un factor importante) sobreviene la catástrofe”.

Este intento de encontrar un marco teórico al concepto de crisis es simple-


mente para poder pensar juntos los efectos que esta crisis–catástrofe aca-
rrea en el psiquismo de los niños.

Recurro, entonces, a la observación de la clínica de lo que podríamos llamar


la clínica de la crisis. Me refiero a lo que nos confrontamos como psicoana-
listas de niños en nuestros consultorios, al igual que otros agentes de salud,
como pediatras y educadores, desde sus diferentes espacios de trabajo.

Me arriesgaría a decir que, si cotejamos todas nuestras experiencias, no du-


daríamos en coincidir al categorizar a la situación social de ese momento,
como una catástrofe social.

Es decir, que si nos guiamos por los efectos devastadores que observamos
en el psiquismo de los adultos responsables del necesario sostén de los ni-
ños a su cargo, esto es, la primacía de sensaciones angustioso-catastróficas,

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la imposibilidad temporal de generar respuestas adecuadas por su carácter


perentorio, la sensación de escasez de recursos, de caída vertiginosa, sin
fin, de pérdidas de sostén, de que el orden simbólico cae más rápido de lo
que se puede construir, podemos concluir que ese fue un momento donde
lo que prevalecía en el psiquismo adulto, era angustia catastrófica.

¿Juego elaborativo o representativo de devastación del aparato?

Si consensuamos que el juego infantil, en tanto producción del incons-


ciente, interviene activamente en el armado del aparato psíquico en for-
mación, ¿cuándo este puede ser considerado evidencia del trabajo ela-
borativo de trauma y cuándo repetición de lo no procesado ni procesa-
ble, por un psiquismo puramente impactado por la devastación de un
real impensable?

Si como venimos desarrollando en esta comunicación, consideramos que la


crisis social detallada adquirió categoría de catástrofe, entonces el afecto
imperante en el psiquismo no es de angustia sino de pánico.

En esta posición panicosa el adulto pierde pie, siente una subversión del or-
den de sentido demasiado veloz para poder reordenarlo en otra cadena de
sentido. Siente la pérdida de recursos y simetriza su posición frente al niño
(nuevamente “las boludas” del relato del niño). El niño pierde al adulto, a
su vez, como figura ordenadora de sentido, quedando expuesto al senti-
miento de pánico él mismo, o a pasajes al acto (lo opuesto al juego).

Si observamos hoy con atención a los niños y adolescentes de nuestros con-


sultorios, podemos comprobar cómo están siendo demandados por los padres
para cumplir con responsabilidades excesivas, como pensar en ganar dinero
precozmente, resolver su futuro y en algunos casos, el de toda la familia.

Pareciera que, súbitamente, los adultos hubieran decretado el fin de la mo-


ratoria de la infancia y adolescencia, catapultando a los niños al mundo de
los problemas y responsabilidades adultas, cuyo extremo está representado
por los niños sostenedores de hogares.

Y en consonancia con esto, es sorprendente escuchar cada vez con mayor


frecuencia, a los hijos nombrar a sus padres por sus nombres de pila, en el
lugar del tradicional: “papá” o “mamá”. Todos observables, de mayor o me-
nor gravedad, con mayores o menores consecuencias en las posibilidades
de sobrellevar los malestares crecientes de la vida cotidiana, pero todos ine-

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ludiblemente, marcas, trazos, que dejarán huella en las subjetividades de


estos niños del año 2002, en nuestra Argentina de hoy.

Clínica de la crisis

La comprensión del impacto psíquico por la que atraviesan los adultos en


esta crisis-catástrofe es fundamental, para analizar su efecto en el psiquis-
mo infantil.

En estos momentos, nos estamos encontrando en la clínica con niños, con


familias que deben tomar decisiones que muchas veces se acercan más a
actos desesperados: migraciones de todo el núcleo familiar; migración de
uno de los miembros provocando la separación forzada de la pareja conyu-
gal; migración de uno o varios hijos jóvenes; separaciones y crisis conyuga-
les y familiares, precipitadas o agudizadas por la crisis; abandono de algu-
no de los miembros de la pareja conyugal.

Con respecto a los niños nos encontramos con niños que tienen que emi-
grar súbitamente con sus familias, que atraviesan por el abandono o lejanía
de uno de sus padres o hermanos, que han tenido que mudarse de escuela,
de casa, de barrio, perdiendo habituales espacios de referencia, de historia,
de contención, lazos afectivos y sociales.

Es decir, nos encontramos con niños que están recibiendo estímulos trau-
máticos bajo un efecto duplicador. Están confrontados con pérdidas propias
y con las de sus padres. En este lugar particular, que ocupa el niño en la es-
tructura parental de dependencia física y psíquica, está también sujeto a los
efectos del trauma en sus padres, quienes a su vez transmitirán de manera
singular el propio atravesamiento. Entonces, comienza a darse un fenóme-
no de simetrización en donde adultos y niños comparten angustias e incer-
tidumbres, llegando incluso, en algunos casos, a la subversión del proceso,
siendo el niño quien ocupa el lugar de sostén frente a un adulto vulnerable.
Se simetrizan o invierten, entonces, los lugares de sostén y vulnerabilidad.

Es así como los efectos en el psiquismo infantil de lo padecido, tanto en for-


ma directa como por transmisión indirecta, de los acontecimientos desen-
cadenados en la situación catastrófica, se traducen en niños excesivamente
preocupados y ocupados por sus padres, con sintomatología adultomórfica,
como cefaleas, migrañas, hipertensión arterial, gastritis, contracturas mus-
culares, depresión, etc.

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Y en otros, toman la forma de desorganizaciones psicosomáticas o emocio-


nales más propias de lo infantil, como trastornos de sueño, pesadillas, in-
somnio, enuresis, dolores estomacales, estados ansiosos, bulimia, dificulta-
des de atención, estados angustiosos, etc.

Y para finalizar, quiero resaltar lo que creo que es el efecto más dramático y cu-
yos alcances catastróficos, probablemente superen nuestra capacidad de pre-
dicción: es la cifra alarmante publicada por el Gobierno a principios de año, so-
bre el incremento de la deserción escolar y el hambre en la niñez.

Esa cifra, que nos golpea en nuestra función de adultos responsables, nos con-
fronta con una verdadera catástrofe social. Estamos asistiendo a la creación de
toda una generación que no sólo no puede acceder a lo que es su justo dere-
cho, contemplado en la Convención de los Derechos del Niño, sino que está
siendo destinada a ser espectadora, desde la periferia, y la marginalidad, al de-
sarrollo de otra infancia que sí va a acceder al privilegio (no más un derecho)
de convertirse en sujeto de conocimiento. Esto implica el fin de la equidad.

Conclusiones

Cuando acordamos que un determinado momento social vira del momen-


to de crisis, concepto que conlleva un carácter constructivo, al de catástro-
fe, estamos reconociendo el movimiento desconstructivista que este lleva
implícito. Entonces, como psicoanalistas, estamos capacitados para prever
que nos vamos a ver inmersos, junto con nuestros pacientes, en una sensa-
ción de caída destructiva. Todo cae a nuestro alrededor con mayor rapidez
que nuestra capacidad de reconstrucción.

La caída de la que hablamos es la del referente simbólico. Desaparece la


legalidad consensuada, la justicia, la equidad y, por ende, la ética.

Caen los valores simbólicos ordenadores: un genocida debe estar preso; un


ladrón, un corrupto, deben recibir penas; la propiedad e integridad privada
no pueden ser invadidas, un niño tiene el derecho constitucional de no pa-
sar hambre, de obtener una vivienda digna, de recibir afecto y de acceder
a la educación. Todos estos valores simbólicos, representativos de una so-
ciedad que pretende ser democrática y solidaria, se desmoronan, desapare-
ciendo del eje de la escena social y dando lugar al desborde de lo pulsional:
corrupción impune, robo, asalto, secuestros, violación de la propiedad priva-
da, obscenidad del hambre, etc. El Psicoanálisis en tanto disciplina, interpre-
tación y reflexión, tiene que incluir a su vez los efectos de esta catástrofe so-

CUESTIONES DE INFANCIA 63
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cial en su práctica, para sobrevivir como teoría y para adecuar su eficacia.

Primera versión: 6/8/03


Aprobado: 12/10/03

Bibliografía

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Buenos Aires , 1998.

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Sopena, Barcelona, 1964.

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Aires.

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rial Masson, París.

Winnicott, D. (1965), El proceso de maduración en el niño, Editorial Laia,


Barcelona, 1979.

Resumen

Esta comunicación intenta hacer un análisis de los efectos de la crisis so-


cial, padecida por el psiquismo infantil, en la Argentina, entre fines del año

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2001 hasta nuestros días.

Se intenta diferenciar el concepto de crisis del de duelo y trauma, para lue-


go redefinir el concepto de catástrofe.

A partir de una serie de viñetas clínicas, contemporáneas con el momento


agudo de la crisis social padecida a fines de 2001, se analiza la posición del
analista en su doble función de observador del mundo interno y como su-
jeto impactado, por un real con características devastadoras.

A su vez, se intenta reflexionar sobre lo que ocurre con el juego en los ni-
ños que ven atravesada su vida cotidiana por adultos devastados e impreci-
sos en su función ordenadora y protectora, al estar bajo el predominio de
sentimientos panicosos, frente a la sensación del derrumbe de valores orde-
nadores, provocados por la catástrofe social.

Para finalizar, se describe una clínica imperante en momentos de crisis ex-


trema, resaltando el predominio de sintomatología psicosomática y estados
angustiosos, que completa el panorama sobre los efectos observados en la
construcción de subjetividades de los niños, impactados por un contexto
social inhóspito.

Palabras claves: crisis; duelo; trauma; catástrofe.

Summary
This paper intends to analyse the effects of the social crisis -which Argenti-
na has undergone since the end of 2001- on infantile psychism.

It endeavours to distinguish between the concept of crisis and the ones of


mourning and trauma in order to re-define the concept of catastrophe.

This work also analyses the events in the play field of children whose every-
day life has been run through devastated adults that, overwhelmed by the
collapse of former values due to the social catastrophe, and under a state of
panic, will imprecisely carry out both the forming and protecting functions.

Regarding a series of clinical vignettes from the worst time of the social cri -
sis -end of 2001- the analyst’s position is evaluated at it’s double function:
as an observer of the internal world as well as an individual affected by a
real devastating situation.

CUESTIONES DE INFANCIA 65
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Finally, it describes a ruling clinic in extremely critical situations, highligh-


ting the emergence of both a prevailing psychosomatic symptomatology
and a state of anguish, as a complement to the mentioned effects in the
construction of subjectivities of children impacted by an inconvenient so-
cial environment.

Key words: crisis; mourning; trauma; catastrophe.

Résumé

La présente communication essaye de faire une analyse des effets de la cri-


se sociale, subie par l’Argentine entre la fin 2001 et nos jours, sur le psy-
chisme des enfants.

Le texte essaye de distinguer le concept de crise de celui de deuil et de trau-


ma, pour redéfinir ensuite le concept de catastrophe.

À partir d’une série de vignettes cliniques contemporaines au pire moment


de la crise sociale subie à la fin 2001, la position de l’analyste est analysée
dans son double rôle d’observateur du monde intérieur et de sujet frappé
par une réalité aux caractéristiques dévastatrices.

En même temps, l’auteur essaye de réfléchir sur ce qui se passe dans le jeu des
enfants qui voient leur vie quotidienne traversée par des adultes dévastés et im-
précis dans leur fonction ordonnatrice et protectrice, étant donné qu’ils se trou-
vent sous l’emprise des sentiments de panique, face à la sensation de l’effondre-
ment de valeurs ordonnatrices provoqué par la catastrophe sociale.

Pour terminer, l’auteur décrit une clinique qui s’impose lors d’une crise ex-
trême, où est mise en valeur la prédominance de symptomatologie psycho-
somatique et d’états d’angoisse, qui complète le panorama des effets obser-
vés dans la construction de subjectivités des enfants sous le choc d’un con-
texte social hostile.

Mots-clés: crise; deuil; trauma; catastrophe.

Silvia Morici
Arenales 3504, 10° “47”
(1425) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4825-2025
smorici@ciudad.com.ar

66 CUESTIONES DE INFANCIA
EL ANALISIS CON NIÑOS EN EL
CONTEXTO DE CRISIS
Nilda Neves*

n los momentos de crisis social, en los diversos ámbitos de pertenen-


cia, independientemente de su condición social, cultural o económi-
ca, en forma explícita o solapada, se bombardea a los individuos con
mensajes contradictorios donde una precaria fachada moral o ética coexis-
te con la preconización de posturas de exaltación del individualismo desde
las cuales se califican como utópicas otras en que se sostienen valores so-
ciales que otorgan significatividad a los vínculos interpersonales.

Sabemos que cada aparato psíquico produce la eficacia de lo cultural, no


es un receptor pasivo de la ideología sino que la coloca como eficaz en su
funcionamiento anímico en relación con los determinantes internos que ha-
cen a su historia libidinal y yoica. Sin embargo, la progresiva disolución de
los nexos identificatorios que posibilitan la solidaridad grupal y la creación
de ciertos ideales sociales resulta un obstáculo para el desarrollo de los mis-
mos en el individuo en formación y es a la vez un efecto de la pérdida de
la capacidad intrapsíquica de generarlos.

Las dificultades que nos plantea el trabajo clínico psicoanalítico en contex-


tos de crisis social son múltiples, en gran medida vinculadas a la claudica-
ción de las condiciones mismas que aseguran la vida subjetiva y la existen-
cia social y cultural. Dichas condiciones afectan al conjunto de la sociedad,
adultos y niños y también a los profesionales, haciendo muy difícil la con-
ceptualización del estado general y el específico y también su instrumenta-
ción terapéutica.

Janine Puget y Leonardo Wender (1998) analizaron hace ya varios años un


conjunto de manifestaciones que relacionaron con la situación de catástro-
fe de la dictadura militar al que llamaron fenómeno de los “mundos super-
puestos” para referirse a las inquietudes y preocupaciones del contexto de

* Profesora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio


con APBA). Coordinadora de la Maestría en Problemas y Patologías del Desvalimiento de
UCES.

CUESTIONES DE INFANCIA 67
la vida cotidiana que afectan al mismo tiempo a pacientes y analistas.

Rene Käes (1991, pág. 144), por su parte, postula que “ciertos aconteci -
mientos nos permiten interrogarnos acerca de las relaciones entre realidad
psíquica y realidad social y que el cuestionamiento se produce cuando la
distancia entre esos dos órdenes heterogéneos de realidad -que habitual -
mente y necesariamente es posible distinguir en el encuadre psicoanalítico-
parecen haberse esfumado al punto de que vivimos la experiencia extraña
y inquietante de una confusión de límites entre lo de adentro y lo de afue -
ra. La violencia social se confunde con la violencia psíquica o bien lo que
llega de adentro se extiende sin discontinuidad con el medio ambiente so -
cial”.

Hasta qué punto y de qué modo esta confusión de límites nos involucra ge-
nerando situaciones sobre las que se hace necesario reflexionar.

El trabajo clínico con niños nos enfrenta permanentemente con la vulnera-


bilidad propia de ese momento vital, podríamos decir que es esa su condi-
ción esencial en cualquier época y lugar, ese es nuestro terreno de trabajo
y sabemos de la complejidad del mismo. Los factores asociados a la crisis
social agregan elementos en ocasiones tan perturbadores, que devienen en
estados de inermidad y angustia. Como psicoanalistas uno de los principa-
les interrogantes que nos surgen en estos casos es, a qué categorías de nues-
tro marco teórico apelar para rescatar y sostener nuestro pensamiento y ac-
cionar.

Cada vez con mayor frecuencia nos enfrentamos con manifestaciones de


adultos: padres, maestros, profesionales, que se sienten impotentes para
asumir roles de cuidado, amparo o sostén de otros. Es muy común escuchar
expresiones, que aluden a lo invasivo de la realidad, al sentirse desborda-
dos por estímulos insoportables, a veces, sin tomar en cuenta que el estado
de abrumamiento que deviene de esta inundación proviene tanto del mun-
do exterior como del pulsional.

Dice Freud: (1926, pág. 157): [...] “en el nexo con la situación traumá -
tica, frente a la cual uno está desvalido coinciden peligro externo e in -
terno, peligro realista y exigencia pulsional, sea que el yo vivencie en
un caso un dolor que no cesa, en otro una estasis de necesidad que no
puede hallar satisfacción, la situación económica es, en ambos casos, la
misma, y el desvalimiento motor encuentra su expresión en el desvali -
miento psíquico”.

68 CUESTIONES DE INFANCIA
El mundo del desvalimiento orgánico, psíquico y comunitario es sumamen-
te amplio y diversos problemas clínicos y no clínicos pueden ser incluidos
en este agrupamiento: discapacidades físicas, afecciones psicosomáticas,
enfermedades crónicas, adicciones y también los desamparos sociales que
generan víctimas de la marginalidad, violencia, segregación así como las
neurosis traumáticas colectivas.

Podríamos apelar a diferentes categorías conceptuales para tratar de expli-


car la lógica dominante en situación de desvalimiento: podríamos teorizar,
por ejemplo, acerca de la falta de ley o función paterna sustituida y corrom-
pida, también sería pertinente hablar de que la ausencia de ley permite el
mantenimiento de situaciones patológicas previas como vínculos fusionan-
tes narcisistas y que tales vínculos operan contra la admisión de las pérdi-
das, podríamos destacar también la importancia que adquieren ciertos me-
canismos defensivos como son la desmentida y la desestimación.

Si bien todas estas conceptualizaciones son pertinentes no son lo bastante


específicas ya que suelen aparecer asociadas con muy diversas situaciones
clínicas. En cambio, para este grado de indiferenciación extremo al que nos
estamos refiriendo, lo que planteamos como específico es un estado trau-
mático y tóxico temporario o duradero. Hablamos de situaciones en que ha
claudicado la posibilidad de tramitación interindividual de las exigencias
pulsionales y de la realidad. Dicho de otro modo, las alianzas interindivi-
duales fracasan en su función antitóxica o en la producción de una coraza
de protección antiestímulo de manera temporaria o duradera (Freud, 1920).

Bion se refirió (1959) a un tipo particular de funcionamiento interindividual


al que denominó “sistema protomental” en el cual lo físico y lo psicológi-
co se hallan indiferenciados. Dice que tanto en las patologías grupales co-
mo en los trastornos psicosomáticos ciertos supuestos básicos que deberían
operar en el vínculo interindividual quedan sofocados en un nivel proto-
mental.

Estos supuestos básicos (apareamiento, dependencia, lucha-fuga), corres-


ponden a modos de relación basados en la primacía de una emoción que
funciona como factor de enlace interindividual (esperanza mesiánica, cul-
pa y depresión, disgusto-odio).

La hipótesis de Bion acerca de la sofocación de un supuesto básico puede


equipararse con la freudiana sobre el estancamiento libidinal por el cual
una pulsión pierde su enlace con un objeto o proyecto determinado. Para

CUESTIONES DE INFANCIA 69
Freud en cada proyecto individual o colectivo se expresa un conjunto de
ideales y valores y cada valor surge como destilación de una determinada
erogeneidad.

El proceso sublimatorio que sufre la pulsión mediante un cambio de meta


y objeto, permite que la pulsión quede trasmudada en ideal. Las pulsiones
parciales resignan sus metas para sumar su empuje integrando las llamadas
pulsiones sociales, los lazos solidarios y la amistad, el sentido comunitario.

La progresiva disolución de los nexos identificatorios que posibilitan la so-


lidaridad grupal y la creación de ciertos ideales sociales resulta un obstácu-
lo para el desarrollo de los mismos en el individuo y es a la vez un efecto
de la pérdida de la capacidad intrapsíquica de generarlos, ya que cada apa-
rato psíquico produce la eficacia de lo cultural, no es un receptor pasivo de
la ideología sino que la coloca como eficaz en su funcionamiento anímico.

La pérdida de esta función cultural, que es la generación de valores plasma-


dos en proyectos comunitarios, constituye una catástrofe de una magnitud
aún mayor que aquella con que comienza una disgregación del yo en las
psicosis.

Así como Freud (op. cit.) plantea que la muerte para cada individuo obede-
ce a causas internas, por la imperfecta eliminación de sus propias toxinas,
los sistemas comunitarios corren el riesgo de disgregación en la medida que
el grupo dirigente no logra hallar la forma de conciliar las aspiraciones sec-
toriales con los valores e ideales colectivos. En tal caso las toxinas en el
cuerpo social aumentan desmesurada y mortíferamente. La progresiva diso-
lución de los vínculos identificatorios que unifican a los grupos lleva a sus
integrantes a procurar satisfacciones pulsionales individuales por sobre las
aspiraciones comunitarias.

La descomposición de las pulsiones sociales de meta inhibida da lugar a de-


senfrenos voluptuosos, y simultáneamente ocurre un trastorno de la pulsión
de autoconservación que puede culminar en triunfo de la pulsión de muerte.

A medida que los liderazgos pierden su legitimación sobreviene en el indivi-


duo o la comunidad un estado tóxico con un afecto predominante, el terror,
ya que la exterioridad está constituida por líderes en quienes predomina una
desestimación desaforada de la subjetividad ajena (Maldavsky, 1991).

Las elaboraciones teóricas en Psicoanálisis de los últimos años permiten

70 CUESTIONES DE INFANCIA
abordar los problemas clínicos derivados de estas situaciones en un marco
más amplio que el de las neurosis y cuadros narcisistas psicóticos y no psi-
cóticos, caracterizados todos por conservar la eficacia del mundo simbóli-
co, representacional. Esto implica que la defensa de que se trate opera im-
pidiendo que lleguen a la conciencia ciertas representaciones, representan-
tes de un deseo (como en las neurosis) o como representantes de la reali-
dad (perversiones y psicosis).

La corriente defensiva que domina en los cuadros tóxicos se opone al desa-


rrollo y la conservación de la conciencia misma, fundamentalmente de la
conciencia primaria, ligada a la captación y cualificación de impresiones
sensoriales y sobre todo de matices afectivos. En tal situación pasa a predo-
minar una defensa radical: la desestimación que, a diferencia de lo que
ocurre en las psicosis, no se dirige contra la realidad sino contra el sujeto
mismo del sentir.

A medida que el individuo deja de ser sujeto de sus estados pulsionales esta po-
sición pasa a ser ocupada por otro, el sujeto del que depende el ser es un espe-
culador loco puesto en el mundo, para quien el paciente empieza siendo un
número y termina siendo un despojo sin valor, un cero a la izquierda.

Podríamos decir que cuando predomina este estado de indefensión frente a


una realidad social dominada por el fanatismo y el despotismo ciegamente
indiferente al sufrimiento de la comunidad, queda arrasada la coraza pro-
tectora de los individuos, produciendo un estado de claudicación de la con-
ciencia y sus contenidos (los registros perceptivos y afectivos).

La captación del mundo diferencial queda sustituida por una percepción de


frecuencias numéricas, por estados de vértigo o la intrusión dolorosa por los
golpes y el consecuente aturdimiento.

Los matices del afecto son reemplazados por estados de sopor, crisis de pá-
nico y estallidos de furia.

La inundación de la conciencia por los estímulos desbordantes impide que


se produzcan inscripciones de matices afectivos como registro primero y
privilegiado de la subjetividad, lo cual deriva en un empobrecimiento cre-
ciente de los procesos de investidura, entre ellos de la percepción y los ob-
jetos del mundo.

Entre los modos verbales aparece un discurso de fachada no creíble al que

CUESTIONES DE INFANCIA 71
denominamos inconsistente, otro catártico caracterizado por la tendencia a
eliminar el problema del que se habla y fundamentalmente al sujeto mismo
que lo expresa, y otro en el que predominan los cálculos numéricos o es-
peculativos (Maldavsky, 1996).

Problemas clínicos

Cómo sostener una postura clínica eficaz cuando el tratamiento transcurre en


un clima de violencia, sopor, o apatía; en lugar de las actividades, palabras y
juegos simbólicos que expresen sentimientos, pensamientos y fantasías lo que
prevalece es un universo cuantitativo, monótono y desvitalizado.

Los problemas que se nos presentan en la clínica son variados y complejos,


ya que en los estados de desvalimiento predomina un tipo de resistencia ex-
trema ligada a la perturbación de la autoconservación, la que ha experi-
mentado un trastorno (Freud, 1940) de tal magnitud que los individuos afec-
tados parecen no perseguir otra cosa que la autodestrucción. A esta situa-
ción parece corresponder la desubjetivación en sus diversas modalidades,
como aparece en los cuadros psicosomáticos severos, las adicciones entre
las que ubicamos a los trastornos de las conductas alimentarias, la violen-
cia familiar y otros cuadros.

Una de las dificultades más serias en los tratamientos es la ubicación en el


terapeuta o en alguno de los miembros del equipo tratante, de este perso-
naje despótico, brutalmente no empático, omnipresente en la vida psíquica
del paciente (Maldavsky, 1995).

Desde esta perspectiva entendemos que la meta clínica consiste en desper-


tar y conservar la conciencia ligada al sentir y al percibir, como base para
que se desplieguen afectos no desbordantes de la gama de la ternura y pa-
ra ello el orientador básico de que dispone el analista es su capacidad de
empatía.

Muchas son las dificultades que pueden hacer naufragar la posibilidad em-
pática del profesional ya que la situación tóxica en diversos grados suele in-
volucrar a ambos y muchas veces al estado de inermidad del niño o del ni-
ño y la familia: puede superponerse a la inermidad de los profesionales que
los asisten.

Uno de los problemas consiste en sustraerse al contagio afectivo que deri-


va de las identificaciones con los pacientes. En esta gama incluimos el so-

72 CUESTIONES DE INFANCIA
por que puede culminar en el letargo que describe Cesio (1991) como la
verdadera enfermedad profesional del analista y que es efecto de su inermi-
dad frente a los procesos tóxicos propios y ajenos.

El contagio afectivo también puede promover fenómenos de transferen-


cia telepática de pensamiento (Freud, 1933), que en el terapeuta puede
combinarse con un estado de pánico, con una alucinación o fascinación
frente a la violencia derivada de intensas mociones agresivas hacia sí
mismo y hacia los otros. Sin embargo como esta gama de fenómenos in-
forman acerca de estados padecidos por el paciente, superado el embo-
tamiento inicial (a través del intercambio empático con un supervisor o
compañero de tareas) es posible extraer material útil para el tratamien-
to del paciente.

Otra constelación diferente es la que deriva de los fenómenos contratrans-


ferenciales (Freud, 1910), ya que en este caso la identificación se realiza a
partir de elementos psíquicos sofocados en el terapeuta: furor curandis, sor-
presa, furia, indiferencia. En este caso las dificultades son mayores y mayo-
res los riesgos de que el tratamiento fracase con altos costos para los pacien-
tes y también para el profesional cuyo malestar puede culminar en un con -
flicto ético importante.

Las situaciones de desvalimiento por razones que hacen a la historia perso-


nal y familiar o a factores traumáticos circunstanciales, se multiplican y po-
tencian en momentos de crisis social.

Las causas internas confluyen con los peligros externos, las sensaciones de
abrumamiento, parálisis, impotencia constituyen transformaciones de afec -
tos desbordantes imposibles de tramitar en soledad.

Es imprescindible para el transcurrir del proceso terapéutico el aporte em-


pático del analista, que sostenga con su vitalidad anímica la posibilidad de
devolver la propia al paciente, como punto de partida para la recuperación
de procesos de investidura que puedan restablecer lazos libidinales y gene-
rar los proyectos correspondientes a su momento vital. Del mismo modo es
condición para que los profesionales inmersos en situaciones tóxicas salgan
de su desvalimiento, contar con el aporte libidinal de sus pares tanto como
con el marco contenedor de la teoría.

Primera versión: 5/9/03


Aprobado: 8/11/03

CUESTIONES DE INFANCIA 73
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74 CUESTIONES DE INFANCIA
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Resumen

Las dificultades que nos plantea la clínica en contextos de crisis son múlti-
ples, en gran medida vinculadas a la claudicación de las condiciones mis-
mas que aseguran la vida subjetiva y la existencia social y cultural. Dichas
condiciones afectan al conjunto de la sociedad, adultos y niños y también
a los profesionales, haciendo muy difícil la conceptualización del estado
general y el específico y también su instrumentación terapéutica.

Se plantea que el estado de abrumamiento proviene tanto del mundo exte-


rior como del pulsional y que corresponde a un estado de desvalimiento
que abarca un sin número de situaciones clínicas. Lo común a todas ellas
es que las alianzas interindividuales fracasan en su función antitóxica o en
la producción de una coraza de protección antiestímulos tanto en el nivel
del individuo como en de los grupos que experimentan la disolución de
vínculos identificatorios. Pasa a predominar entonces una defensa radical:
la desestimación de los afectos, cuyos matices son reemplazados por esta-
dos de sopor, crisis de pánico y estallidos de furia. En estos casos la meta
clínica consiste en despertar y conservar la conciencia ligada al sentir y al
percibir, como base para que se desplieguen afectos no desbordantes de la
gama de la ternura y para ello el orientador básico de que dispone el ana-
lista es su capacidad de empatía. Del mismo modo es condición para que
los profesionales inmersos en situaciones tóxicas salgan de su desvalimien -
to, contar con el aporte libidinal de sus pares tanto como con el marco con-
tenedor de la teoría.

Palabras claves: disolución de vínculos identificatiorios y pérdida de idea-


les; estado traumático y tóxico; desestimación de los afectos; pérdida de la
capacidad empática.

Summary

The difficulties arisen from the clinical work in contexts of crisis are many,
and they are generally related to the claudication of conditions that enable
the development of a subjective life as well as a social and cultural existen-
ce. Such conditions affect adults, children and professionals and also so-
ciety as a whole, impeding the conceptualization of both general and spe-
cific conditions and thus a proper therapeutic instrumentation. The overw-

CUESTIONES DE INFANCIA 75
helming state is considered as arising from both the external and the driving
world, and due to the state of abandonment in which most clinical situa-
tions are embraced. What they have in common is a failure in either the per-
formance of intersubjective alliances as anti-toxic function, or in the cons-
truction of an individual or group barrier to the driving dash when identif-
ying bonds are broken. Thus, a radical defence will prevail: by denying af-
fections, degrees would be replaced by states of lethargic sleep, panic at-
tacks and rage outbursts. In such situations, the clinical goal lies on the ac-
tivation and preservation of a feeling and perceptive conscience as a base
from where controlled tender affections could be displayed. For such achie-
vement, the analyst’s capability of empathy is vital as a basic tool for instru-
mentation. Also, in order that professionals involved in toxic situations
could escape from abandonment, peer’s driving contribution and a holding
theoretical framework are vitally important.

Key words: identifying bonds’ dissolution; loss of ideals; traumatic and to-
xic states; rejection of affection; loss of empathic capability.

Résumé

Les difficultés posées par la clinique dans les contextes de crise sont multi-
ples: la plupart d’elles sont liées à la claudication des conditions mêmes qui
assurent la vie subjective et l’existence sociale et culturelle. Ces conditions
frappent l’ensemble de la société, adultes et enfants, et aussi les profession-
nels, ce qui rend très difficile la conceptualisation de l’état général et du
spécifique, aussi bien que leur instrumentation thérapeutique.

L’auteur pose que l’état d’accablement provient aussi bien du monde exté-
rieur que du pulsionnel et qu’il correspond à un état de délaissement qui
comprend un grand nombre de situations cliniques. Ce qui est commun à
toutes c’est que les alliances interindividuelles échouent dans leur fonction
antitoxique ou dans la production d’une cuirasse de protection antistimulus
au niveau de l’individu aussi bien qu’au niveau des groupes éprouvant la
dissolution de liens d’identification. Une défense radicale prédomine alors:
la déconsidération des émotions, dont les nuances sont remplacées par des
états de somnolence, des crises de panique et des accès de colère. Dans ces
cas, le but clinique consiste à éveiller et à conserver la conscience liée au
sentir et au percevoir, en tant que fondement pour que puissent se déployer
des émotions non débordantes de la gamme de la tendresse, et pour cela le
guide dont l’analyste dispose est sa propre capacité d’empathie. Également,
pour que les professionnels submergés dans des situations toxiques sortent

76 CUESTIONES DE INFANCIA
de leur délaissement, il faut qu’ils comptent sur l’apport libidinal de leurs
collègues aussi bien que sur le cadre théorique qui les englobe.

Mots clés: dissolution de liens d’identification et perte d’idéaux; état trau-


matique et toxique; déconsidération de l’émotion; perte de la capacité em-
pathique.

Nilda Neves
Virrey Avilés 3564
(1426) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4551-2938
nneves@fibertel.com.ar

CUESTIONES DE INFANCIA 77
TODO BIEN Y ME BORRO
María Eugenia Schierloh *

Presentación

l siguiente caso trata sobre la clínica de un niño de seis años a quien


llamaré Luis.

Para dicha presentación me detendré en el discurso de sus padres para lue-


go reseñar algunas cuestiones de la clínica con él. En este caso, el niño, co-
mo efecto de la estructura simbólica donde se halla inmerso, está atravesa-
do por duelos y traumas consecuentes con la crisis de la sociedad... crisis
de la sociedad parental, de los vínculos entre ellos y con él. Esta crisis se re-
fleja en la caída de la palabra y en la declinación de las funciones, hacien-
do síntoma en el niño.

Sus padres están separados desde que Luis tiene tres años y desde entonces
el papá se volvió a su ciudad natal, donde trabaja en la organización de ca-
rreras de caballo. El niño vive con su hermana de diez años y su mamá en
otra ciudad de la misma provincia, donde lo atiendo con una frecuencia
quincenal. Ella es profesora en un gimnasio propio y esta actividad le de-
manda demasiado tiempo, por lo cual el niño pasa gran parte del día con
su niñera o en casa de sus abuelos maternos

La consulta la realiza la mamá, motivada por el hecho que su hijo “come sin
parar”, además la preocupa su conducta en la escuela. “Luis se enoja con la
señorita cuando ella no hace inmediatamente algo que él le pide, se esconde
detrás o debajo de un mueble negándose a salir... Con sus compañeros se ha
puesto muy agresivo, es violento y cuando le dicen gordo se ataca”.

Entrevistas con la mamá

En la primera entrevista la mamá se presenta diciendo “no sé por donde em -


pezar”. Cuando le pregunto por qué decide la consulta responde “son mu -

* Licenciada en Psicología. Alumna de la Carrera de Especialización en Psi-


coanálisis con Niños de UCES.

78 CUESTIONES DE INFANCIA
chas cosas” y enseguida me cuenta que Luis come sin parar, sin hambre,
que el pediatra le dijo que era ansiedad y le recomendó que consulte.

“Luis se trepa a la alacena y agarra lo que encuentra, el otro día le dije que
no comiera pan que ya iba a estar la comida y de repente lo vi sentado co -
miendo pan desaforadamente, lo reté y se hizo pis encima, me preocupé
mucho y me di cuenta que esa no era la forma de tratarlo... A mí me preo -
cupa que la gordura le cause limitaciones”.

Le pregunto hace cuánto tiempo que el niño come así y me cuenta: “Hace
un tiempo bastante largo, dos años tal vez, pero ahora me preocupa porque
los compañeritos lo cargan, le dicen gordo chancho y él llora, se enoja y les
pega”.

Indago la posibilidad de un hecho desencadenante. Y enseguida empieza a


hablar de la separación. Recuerda que las cosas andaban mal con su espo-
so, peleaban mucho e incluso llegaron a irse a las manos delante de los chi -
cos. Ella cree que él nunca asumió la responsabilidad de padre y por eso no
espera nada económico de él, pero sí que, por lo menos, lo venga a ver.
Cuando se separaron ella le aseguró a su hijo (le dio la palabra) que iba a
seguir viendo al padre y hoy las cosas no son así. Ella no sabe qué decirle
y frente a esta situación, mantiene la ilusión que algún día se haga cargo.
“Pasan meses sin que venga a verlo... Luis llora antes de acostarse pide por
su papá diciendo que lo extraña...”.

Antes de la separación el niño pasaba mucho tiempo con el papá, la mamá


trabajaba todo el día y como el papá estaba desocupado era él quien lo re -
tiraba del jardín, le daba de comer y se ocupaba del niño. Hoy llegan a pa-
sar hasta tres meses sin que venga a verlo. El papá no cumple con su pala-
bra, le dice que va venir a verlo y no lo hace, le promete venir a buscarlo y
el niño se queda esperándolo con el bolso listo para irse con él, hasta que
al final del día lo vence el cansancio y se queda dormido.

La mamá supone que al principio el niño no lo notó, porque el papá venía


seguido a visitarlo, pero al poco tiempo dejó de hacerlo, se borró, siendo
ésta ausencia además de sorpresiva, insoportable y muy dolorosa.

El papá del niño no puede cumplir con su palabra y frente a esta imposibi-
lidad alega no disponer de medios económicos. Ella le pide que venga, que
esté mas presente, que lo llame mas seguido, pero él no puede sostener sus
promesas, no puede cumplirlas. Según la mamá: “es un mentiroso”

CUESTIONES DE INFANCIA 79
Luis lo extraña. Llora angustiado manifestando el dolor que le causa la pérdida
de esa figura idealizada que representó para él su padre.“Eran muy pegados y
cuando pasa mucho tiempo sin saber de él se pone agresivo, sus compañeros
no quieren jugar con él... y lo dejan solo”. Ella teme por el destino de Luis: “Le
falta relación con chicos de su misma edad y me da miedo que por la relación
que tiene conmigo el día de mañana sea homosexual”.

Indago sobre las representaciones que fundan esta fantasía y dice: “me aca -
ricia la panza y me dice qué linda pancita... me llama mi reina e intenta
darme besos en la boca, yo no quiero que deje de vivir su vida por compla -
cerme a mí”.

Ella afirma que el padre del niño nunca se dio cuenta que era padre, que
nunca quiso ese rol y por eso nunca pudo asumirlo. Cree que su propia his -
toria lo marcó al momento de ser padre y recuerda que una vez él le dijo:
Sabes que feo es no conocer tu identidad...

Cuenta cómo lo conoció, fue un verano, ella bailaba en una comparsa que
se presentaba en su ciudad y al mes de conocerlo queda embarazada. Al
principio la apoyó en todo, estaba todo bien, pero al poco tiempo le dijo
que no quería seguir y se borró.

Pasados algunos meses, lo llama para una ecografía, y aunque no creía que
él viniera, aparece. Cuando nace Luis, la abuela materna presiona para que
se casen ya que no soportaba que su hija sea madre soltera por segunda
vez.

Ella reconoce la presión que ejerció su madre y dice: “todavía me siento su


hija... fue ella quien me hizo casar, como a los quince años me hizo hacer
un aborto...”.

En otro momento del tratamiento de Luis, su mamá me pide una entrevista.


Se presenta diciéndome que estuvo muy mal, tomó pastillas y tuvieron que
hacerle un lavaje. Quería dormir y olvidarse por un momento de todo.

Su propio padre tiene una familia paralela, es bígamo, y hace poco tiempo
ella se enteró que tenía otro hermano por parte de él. “Mi mamá lo descu -
brió, lo sabe y siguen juntos porque a ella siempre le importó el qué di -
rán...”.

Insiste y se repite un modo particular y significativo de funcionamiento pa-

80 CUESTIONES DE INFANCIA
terno: borrarse, faltar. El padre falta al encuentro con su hijo. Falta a su palabra.
No hay palabra, en tanto ésta, queda desmentida constantemente. Podríamos
pensar que si el papá cumple con su palabra ella no tendría nada que decir de
él, quedando-se de este modo sin existencia para el otro. Ella reconoce que le
cuesta mantener las decisiones que toma respecto al padre del niño.

Durante el receso escolar de invierno el padre busca a Luis, pero vuelve a


faltar a su palabra, ya iniciadas las clases, no trae al niño en la fecha acor-
dada. Por tal motivo ella deja constancia en la policía: “el padre no cum -
plió con lo que dijo”. Y decide no dejarlo entrar más a la casa motivo por
el cual, el padre vuelve a desaparecer... Al tiempo la mamá de Luis cambia
de opinión permitiéndole incluso quedarse a dormir en la casa, con él, así
comparten más tiempo juntos.

Acuerdo que termina cayendo, cuando una vez dormido Luis, el papá pre-
tende salir asegurando volver antes que el niño note su ausencia.

Mientras no tienen noticias del padre, Luis se escapa de la escuela y esta


conducta alarma mucho a la maestra y directivos. Su mamá se angustia y se
pregunta: “¿si ahora se escapa de la escuela qué va a hacer cuando sea mas
grande...”. En la escuela no le pueden poner límites y frente a los diferentes
episodios, primero, la llaman a ella para que lo saque de atrás de un arma-
rio, donde se ha escondido y se niega a salir o para decirle que Luis se es-
capó y no saben dónde está. Y acto seguido, tratan de localizar al padre.

“Luis es rebelde por naturaleza”.

¿A qué naturaleza se refiere su madre?

Luis no reconoce la autoridad, en la escuela no puede acudir a la maestra


para resolver situaciones problemáticas y se defiende con “ataques”. Patea,
arremete, se esconde o se escapa. La mamá interpreta que estas conductas
son motivadas por la ausencia del padre “por el tiempo que hace que el pa -
dre está borrado”.

Retomando algo que la mamá refiere en otra oportunidad acerca de cierta


tranquilidad que parecía sostenerse, intervengo diciéndole que cuando el
padre permanece mucho tiempo borrado y las cosas parecen estar más tran-
quilas Luis llama la atención: se esconde y no quiere salir teniendo ella que
venir a sacarlo... o se escapa y entonces localizan al padre, porque ya no
saben qué hacer con él.

CUESTIONES DE INFANCIA 81
Estos modos de actuar, podrían leerse como formas de calar un lugar en el
otro. Funcionamiento tomado del modelo paterno que borrándose, esca-
pándose, saliéndose de la escena cobra existencia para el otro. Existe.

Por otro lado, en la casa, la actitud de Luis parece ser diferente a la que ob-
servan en la escuela. “Conmigo es obediente (dirá su madre), me hace ca -
so, es muy dependiente... muy “sí mamá”, es como si no quisiera que yo
me enoje con él... a veces cuando le pongo alguna pena por algo que hizo
en la escuela, me da lástima... lo hemos privado de tantas cosas, que se la
termino levantando”.

Si la mamá de Luis tampoco sostiene sus decisiones, si ella tampoco cum-


ple con su palabra, los invita a hacer macanas, a actuar. Tanto al padre co-
mo al hijo que se identifica “naturalmente”a la rebeldía de él.

Entrevistas con el papá

El padre lo ve bien, en la primera entrevista dice: “no creo que Luis tenga
algún problema, conmigo se adapta, me respeta, no me molesta... lo que
Luis no puede superar es la separación y todo es por lo mismo. Antes vivía -
mos juntos, íbamos a los jueguitos, comíamos siempre juntos, yo lo retira -
ba de la escuela... y ahora no puedo venir a verlo”.

“Yo lo amo a Luis ”, dice intentando mantener la rudeza que refleja su ima-
gen.

Cuando le pregunto si no cree necesario este espacio, responde que él no


le gusta verlo gordo y que la mamá no lo cuida con las comidas. Ensegui-
da continúa hablando de él: “Yo tengo una confusión, soy ciclotímico pri -
mero estoy bien y después me borro... yo sé que no puedo ser un buen pa -
dre para él porque no le puedo dar todo... y cuando no vengo porque pre -
ferí salir de noche después me arrepiento”.

Me cuenta que cuando la mamá de Luis queda embarazada él estaba de no-


vio con otra mujer y que los primeros seis meses de embarazo se borró y
apareció para la ecografía. “Hoy le agradezco a Dios que me iluminó, no
me arrepiento”.

Reconoce que su vida antes de casarse era una joda, frecuentaba la noche,
salía con minas, tomaba. “Cuando me casé al principio todo bien, pero des -
pués empecé a engañarla”.

82 CUESTIONES DE INFANCIA
Después de relatar estas cuestiones dice que él no cree en los psicólogos,
pero quiere que su hijo esté bien... que no sufra”. Cuando expresa esto se
angustia y se disculpa tratando de reponerse. Enseguida me dice: “yo no
tengo a nadie para hablar sobre estas cosas, tal vez me haga bien, porque
con mis amigos no puedo hablar de ésto ellos me ven distinto, para ellos
soy todo joda, piensan en mí y se imaginan la joda, aunque yo esté hecho
mierda por dentro”.

Antes de irse, llegando a la puerta, se frena y me dice: “yo era igual de te -


rrible que Luis en la conducta”.

Le digo que tal vez él no sabe por qué era tan terrible pero que quizá po-
damos saber qué le está pasando a su hijo.

Ante esta intervención, levanta la vista y dice: “Creo que sé... yo nunca tu -
ve un padre”.

Lo vuelvo a citar.

Cuando llega a la segunda entrevista dice: “viste cumplí, vine, no me podés


decir nada”.

En esta oportunidad empieza hablando de su padre cuenta que él nunca lo


conoció y que nunca le preguntó a su mamá por él. Sabe que cuando él na-
ce, al poco tiempo su mamá conoce a un hombre y se va, dejándolo al cui-
dado de su abuela, para volver cuando él tiene trece años (“sin pareja y con
un hermanastro”).

Recuerda que mentía un montón para lograr lo que quería. Un día llegó a
inventar que su mamá había tenido un infarto para que lo dejaran salir del
servicio militar. “Mentía, me daban franco el fin de semana y salía... de chi -
co empecé”.

Le pregunto: ¿empezaste a mentir?

“Siempre me gustó la joda, las mujeres, empecé a estudiar derecho y dejé


por boludo, muchas minas y nunca entraba a cursar... me encanta esa vida,
salir, estar con minas, andar en la noche. Pero me equivoqué de rumbo, em -
pecé a ganar mucha plata en un negocio... invertí mal, andaba en una nu -
be y me perdí. Entré en el negocio del contrabando, entraba mucho dinero,
plata fácil y descuidé el puesto que tenía en el banco”. Cree que cuando

CUESTIONES DE INFANCIA 83
conoce a la mamá de Luis era su peor momento y no estaba preparado pa-
ra ser padre. Entonces, siguió en lo suyo hasta el día que viajó al bautismo
y lo apretaron para que se casara.

“Como yo estaba en cualquiera le dije a ella que haga lo que quiera, le de -


jé $ 4.000 y me fui; organizaron todo y yo horas antes del casamiento no
me había ni siquiera comprado el traje... En ese momento me investigaba la
policía me quitaron toda la mercadería y me quedé sin trabajo. Me case y
me fui a vivir con ellos”. “Siempre es así yo nunca tomo ninguna decisión”.

Recuerda que al principio estuvo sin salir, deprimido por todo lo que había
perdido. “Al poco tiempo le empecé a ser infiel, incluso llevaba minas a la
casa cuando ella estaba de viaje, una vez Luis me vio en la cama con otra
mujer...”.

Luego de las entrevistas y de la última vez que trajo a Luis al consultorio,


estuvo borrado, y antes del día del padre, recibo un llamado telefónico. Se
decidió a llamarme porque estaba muy angustiado a causa de la situación
particular que se encontraba viviendo. Estaba internado en el hospital Fer-
nández, porque recibió un tiro en la pierna, a la salida de un boliche... Lo
angustia mucho la posibilidad de no poder volver a caminar y me dice que
ha estado pensando mucho en Luis y en todo.

“Yo le había prometido a mi hijo que íbamos a pasar juntos el día del pa -
dre y ahora no voy a poder estar con él... lo voy a llamar pero no sé qué de -
cirle, no quiero contarle la verdad porque se va a asustar mucho...”.

La clínica con Luis

Cuando invito a Luis a pasar solo al consultorio, acepta sin problemas. Se


presenta entonces decidido y dispuesto a quedarse. Se sienta frente a mí y
me sonríe. Volvemos a recordar por qué viene, citando el motivo manifies-
to por la mamá y abriendo además la posibilidad que él mismo pueda des-
plegar un motivo propio. Le cuento lo que podemos hacer en el consulto-
rio: hablar, jugar, dibujar y le digo que haciendo esto tal vez pueda ayudar-
lo y que juntos vamos a tratar de pensar las cosas que a él le pasan...

En esta primera entrevista como en varias otras el niño elige armar una se-
rie de rompecabezas, cada uno de los cuales posee de ambos lados un po-
kemon diferente. Este armado es algo que repite tanto al inicio como al fi-
nal de cada sesión. Dicha insistencia podría estar simbolizando algo del or-

84 CUESTIONES DE INFANCIA
den de la angustia de castración, que se resignifica ante la falta, frente a ca-
da pérdida, vivenciadas por el niño. Luis trata de unir las partes separadas
de lo que se supone un todo unificado y para esto me convoca: “dale vos
también armá, ayudame...”.

Si bien la separación de los padres no es un hecho para el cual un niño pue-


da estar preparado, en este caso, es la ausencia del padre, el borramiento
del padre justo ahí donde debería hacerse presente, lo que se constituye co-
mo una situación insoportable. El papá le promete venir a buscarlo, él
apronta su bolso y el padre falta al encuentro con su hijo. Lo terrible es la
intensidad misma del impacto de la ausencia, junto a la caída del pacto,
que dejan al niño sin palabra e inmerso en la angustia.

Podríamos pensar que es la presencia del padre lo que el niño intenta rea-
lizar con su acto (comer desaforadamente, atacarse, esconderse...) revirtien-
do así la situación de pasividad vivenciada en cada espera interminable
que se prolonga en el tiempo con la ausencia del padre, con la falta del pa-
dre al lugar que el niño lo convoca.

Luis juega a “las luchas” entre animales. Para esto elige un dinosaurio, un
búfalo y un tigre. Cada uno de los animales es “todo poderoso” y siempre,
indefectiblemente ganan, matando al rival. Frente a éste resultado irreversi-
ble me aclara “los tuyos no lo pueden vencer porque tienen sólo un ataque
y el dinosaurio, tiene muchos por eso triunfa, es invencible”.

Antes de irse me dice que va a dejar los animales “comiendo para revivir -
los” así la próxima vez vuelven a atacar.

La misma escena de las luchas es armada en cada nueva sesión; los anima-
les luchan con un rival, de a uno por vez y el resultado siempre es el mis-
mo, los otros son derrotados. De forma un tanto arbitraria es él quien dice
cómo tienen que luchar los míos, qué ataques tienen y de esta manera do-
mina la situación. “Triunfa”.

Le pregunto por qué sus animales tienen los mejores ataques y me respon-
de: “porque se entrenan”. En otro momento de la escena lúdica cuando Luis
insiste con el entrenamiento de sus animales, le pregunto de qué se trata ese
entrenamiento y entonces me responde: “tienen que comer mucho así tie -
nen mas fuerza”.

Cuando el niño me responde no interpreto, pero empiezo a pensar la posi-

CUESTIONES DE INFANCIA 85
bilidad que el síntoma de comer, además de poner en juego una zona eró-
gena privilegiada junto a la tensión constante de la pulsión oral, responde
a un sentido inconciente. Algo se enquista en ese síntoma: entrenar equiva-
le a comer para recuperar fuerzas y hacerse fuerte, hacerse grande abre la
posibilidad de hacerse ver, de hacerse escuchar.

“Hay que comer mucho para tener mas fuerzas, yo por eso como muchos
platos...”, dice el niño en otra oportunidad, mientras “entrena” sus anima-
les.

Le digo que parece que hay que comer mucho para ser fuerte y no perder.

La sesión siguiente llega y me dice que se le salió un diente y se lo tragó.


Paralelamente en una entrevista con la mamá ella me cuenta que habló con
el padre de Luis: “le dije que se estaba perdiendo muchas cosas importan -
tes que le pasan a su hijo, por ejemplo la caída de su primer diente... que
haga algo para que no se corte la relación...”.

En otra sesión Luis llega y me dice que quiere hacer un dibujo “lo dibujo
primero a mi papá porque es más grande (enseguida que termina de dibu-
jar al padre hace el sol y flores) a mi mamá no la puedo dibujar porque no
me queda más espacio”.

A través del dibujo Luis hace presente al padre, rellena la ausencia y ocu-
pando todo el espacio con su representación intenta sostener al padre dan-
do cuenta de su idealización.

Cuando veo a al niño luego del llamado telefónico del padre, lo primero
que me dice es: “sabés que cuando a mí me dicen muchas veces gordo yo
les pego... me siento mal y parezco un oso peleando... yo ahora como mu -
cho porque estoy triste por mi papá, por mi abuela y por mi tío... los extra -
ño (familia paterna) y además mi papá está enfermo, hablé con él por telé -
fono y me dio tristeza porque hace mucho que yo no lo veo y tengo mie -
do que le pase algo...”.

Le pregunto que le puede pasar a su papá y me dice: “encima todos vamos


a morir, mi abuela tenía unas gatitas, le pusieron una inyección y se murie -
ron y a la perrita Rita la tuvieron que enterrar porque se enfermó”. Se detie-
ne me mira y me pregunta “¿Si sos un ángel podés bajar a la tierra... a mí
me parece que yo nunca vi un ángel, si yo viera uno le pediría un deseo:
nadar en billetes de dólares para tener mucha plata y que mi mamá pueda

86 CUESTIONES DE INFANCIA
comprarme comida y alimento, mi mamá me dijo que ella plata para com -
prar hamburguesas y pizzas no tenía, algunas veces nos da comida sana,
antes cuando estaba mi papá íbamos a comes pizza juntos y después a los
videojuegos...”.

A modo de cierre...

Resumiré una sesión de la clínica con Pablo en la que estuvo presente el papá.

Llegan juntos, el papá me dice que vino a acompañar a Luis porque él se lo


pidió. Los invito a pasar y le pregunto al niño si tiene ganas que papá pase
al consultorio (agradeciendo al destino la posibilidad de indagar el vínculo
padre-hijo).

El papá permanece parado sin saber qué hacer hasta que el niño lo invita a
sentarse al lado de él y le propone jugar con nosotros a modelar unos ani-
males con plastilina. Armamos una tortuga, un conejo y un elefante. Cuan-
do terminamos Luis dispone “vos sos la tortuga, (le dice al papá) y vos el co -
nejo (a mí). Yo soy el elefante”.

Enseguida propone luchar, armando una vez mas la escena de luchas y ata-
ques. Primero todos pelean contra todos, perdiendo las diferentes partes del
cuerpo y quedando finalmente destruidos. Luis se ríe a carcajadas y hasta
el momento parece disfrutarlo.

Cuando los animales están completamente despedazados, decide armar,


con el resto del elefante, una tortuga y dice “es el papá de la otra, porque
es más grande”.

Ahora las dos tortugas hacen alianza y luchan contra el conejo, el tercero
(que lo represento yo) En un momento el papá del niño apoya la tortuga so-
bre la de Luis y le dice “te meo para darte fuerzas”, y repitiendo la escena,
para darle fuerzas, también lo caga “te cago para darte fuerzas”.

Luis explota en carcajadas, intervengo, utilizando el conejo como terceri-


dad, decido introducir un corte, un dique que sirva como barrera al desbor-
de pulsional en juego. Las tortugas se separan y se dirigen al conejo. Ganan
la lucha. Cuando el niño vuelve a insistir con la escena le digo que ya fue
suficiente, que no vamos a repetir otra vez lo mismo. Dichas intervenciones
intentan abrir la posibilidad de algo diferente, de un despliegue lúdico no-
vedoso. Si el papá deja de hacer cagadas, deja de cagarlo para darle fuer -

CUESTIONES DE INFANCIA 87
zas, tal vez el niño pueda encontrar un modo distinto de relación con el
otro, posibilitándole un modo de existencia diferente.

Primera versión: 9/10/03


Aprobado: 10/12/03

Resumen

Luis es traído a consulta porque come sin parar. Cuando le dicen gordo se
ataca y reacciona de manera violenta. En situaciones particulares, en la es-
cuela, se escapa o se esconde negándose a salir.

Según la mamá sus reacciones son motivadas por el cambio de actitud del
padre, quien luego de la separación, le hace promesas al niño y no cumple
con su palabra.

El padre se ve a sí mismo cuando era chico, reflejado en la conducta terri-


ble de su hijo, reconociendo su propia causa en la falta de un padre.

Cobra particular relevancia, en el caso, el discurso de los padres como re-


presentante de la estructura familiar y del lugar que ocupa el niño en esta
compleja trama vincular.

Palabras claves: caso clínico; discurso parental; estructura familiar; trama


vincular.

Summary

Luis cames to consultation because he eats contantely, when they tell him
cat he gets really ungry and reacts in a violen way.

In particular situations, in the school, he escapes or hides refusing to leave.


Acording to the mother, his reactions are due to the change of acttitude his
father after the sepatation.

His father sees his self reflected in his sons terrible behavior, recognizing his
awn cause to the lack of father.

It takes particular relevance, in this case, the spech of the parents like a re-
presentante of the family structure and the place the boy occupies in this
complex vincular net.

88 CUESTIONES DE INFANCIA
Key words: clinical case; spech of the parents; family structure; vincular net.

Résumé

Louis est venu en consultation car il mangeait sans arrêt, lorsque quelqu’un
lui dit gros il réagit violemment. En certains cas il s´échappe et se cache re-
fusant de sortir.

Selon sa mère, ses réactions se doivent au changement d´attitude du père,


lors de son divorce, il fait des promesses à l´enfant et puis il ne tient pas sa
parole.

Le père se voit lui même lorsque enfant reflété à la conduite de son fils, re-
connaissant comme cause l´absence d´un père.

Il est remarquable, dans ce cas clinique, le discours des parents donnée par
la valeur représentative que lui même a de la situation familiale et de la pla-
ce occupée par l´enfant dans cette complexe trame relationnelle.

Mots clés: cas clinique; discours parental; structure familiale; trame rela-
tionnelle.

María Eugenia Schierloh


Aguirre 50, 11° “B”
(1414) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4856-0697
ursi64@hotmail.com.ar

CUESTIONES DE INFANCIA 89
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LA TRANSMISIÓN GENERACIONAL EN LA
CONSULTA POR UN NIÑO
Mabel Maffezzoli *

nte la consulta por un niño, se abre un abanico de posibilidades


respecto de: ¿Cómo pensarla? ¿Con quiénes comenzar? ¿Ver al niño?
¿Cuándo?

En este punto, sigue vigente esa alusión de Freud (1933) en las “Nuevas
Conferencias”, texto en el que reconoce que el niño es un objeto muy favorable
para la terapia analítica, pero además nos dice: “suele ser necesario aunar al
análisis del niño algún influjo analítico sobre sus progenitores” (pág.137).

Pensar estas cuestiones cercanas a la técnica nos remite a la especificidad


del Psicoanálisis con niños.

Coincido con la colega que presenta el material clínico, quien alude a los
conceptos de traumas y duelos al escuchar las historias que rodean a Luis.

Parafraseando el título de esta Jornada1, la creatividad estaría del lado del


analista y del paciente y de ese espacio tan singular que entre ambos
puedan construir, ya que la cita de Freud tiene la virtud de dejar caminos
abiertos que de algún modo estamos tratando de recorrer.

Vayamos a Luis. ¿Qué es lo que preocupa de él?. “Come sin parar”; en la


escuela, si la maestra no hace lo que él dice: “pega, “ataca”, “se esconde y
crea situaciones de riesgo”, es decir que en la escuela, no es él quien debe
atender, quien debe adecuarse al ámbito escolar, escuchar a la maestra sino
que es a la inversa, la maestra -¡y ya!-, es quien debe obedecerlo a él.
Aparece una clara imposibilidad de sujetarse a normas culturales y cierto
predominio de desmentida frente a situaciones que le resultan problemáti-

* Profesora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio


con APBA). Docente en la Cátedra Psicología Evolutiva Niñez, UBA. Supervisora externa de la
Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.
1 VIII Jornada “La crisis y los niños. Duelos, Traumas y Creatividad”, organizada por la Carrera
de Especialización en Psicoanálisis con Niños, Buenos Aires, 22 y 23 de noviembre de 2002.

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cas; Luis intenta resolverlas a través de la acción y a veces violentamente ya


que patea, ataca, se escapa, se esconde. Parece que la acción a través de su
cuerpo, la investidura de la pulsión de dominio es su modo de comuni-
carse. Se da en su cuerpo la transformación de pasivo a activo como descar-
ga pulsional directa, sin mediatización a palabras. En Luis son muchos los
momentos en que la motricidad domina la acción como descarga motriz
inmediata. En todos los años de la infancia, es a través de los juegos en que
se pone en evidencia esta fuerte significación erótica del movimiento.

Al decir de Gutton (1973): “el juego se transforma en el proceso de defen -


sa privilegiada contra la acción inmediata: el niño que juega, puede
empezar a integrar sus exigencias pulsionales más arcaicas. Para un niño
que juega, todo es posible. La estructura del juego sustituye a la acción con
una especie de pacto”.

¿Qué sucede con esta motricidad desordenada? ¿Erotizada?

Beatriz Janin (2000) escribe: “El dominio de la motricidad, el manejo del


propio cuerpo se constituye en una historia [...].

Podemos pensar en la constitución de la pulsión de dominio (dominar los


objetos, dominar al propio cuerpo, dominar al otro). Si la pulsión de
dominio se constituye en un recorrido que va de dominar-dominarse-ser
dominado y el órgano por excelencia es la mano, podemos pensar en los
avatares del dominio de sí en relación a la construcción de la pulsión
misma, en el interjuego activo - pasivo. Caminar, hablar, manipular objetos
muestran los efectos de la separación y a la vez el deseo de anularla.
Evidencian la constitución de la representación de sí y del otro, esbozos de
representaciones preconcientes, un cierto grado de escisión ello - yo y de
fractura narcisista.

Pero si el narcisismo materno borra diferencias, [...] el niño puede intentar


ser, demostrar que está vivo a través del despliegue motor” (pág.83/84).

Leemos en el material acerca de este vínculo incestuoso-fusional de la


madre con Luis. Dice la madre: “me acaricia la panza y me dice qué linda
pancita... ; me llama mi reina, intenta darme besos en la boca... yo no
quiero que él deje de vivir su vida por complacerme a mí”.

Al escuchar este relato pensamos en el devenir edípico de Luis y cómo este


niño es aún un juguete en manos de su madre. Esta relación dual madre-

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hijo nos lleva a la cuestión de la prohibición del incesto y qué lugar tiene
el padre para Luis y para su madre.

Considero muy valiosas las entrevistas vinculares de Luis y su papá, por la


posibilidad de dar un espacio en el que pudo hacerse presente un padre tan
“escurridizo”.

El despliegue transferencial que se logra en las sesiones nos permite


internarnos en la fantasmática que se juega dentro del ámbito lúdico.

Luego de las luchas entre las tortugas, surge en Luis un cierto deseo de fil-
iación, de ordenar o de entender esa relación entre ambos: “es el papá [...]
porque es más grande”.

Es interesante observar cómo en el medio de la lucha, la terceridad puede


ser instalada por la analista, y con relación al padre, aparece su conflictiva
personal. Se recrea lúdicamente la búsqueda de la satisfacción de las pul-
siones parciales anales y uretrales.

Un interrogante es pensar cómo se dará este intento de transmisión del


mandato paterno, no a través de palabras, sino de sustancias que emanan
del cuerpo. Se puede inferir cómo usa el cuerpo de su hijo-tortuga al servi-
cio de su propio placer: desde sus constantes transgresiones, desde sus
“cagadas”, caga al hijo.

Cuando Beatriz Janin (1998; 2000) escribe sobre los trastornos tempranos en
la estructuración psíquica nos habla de fallas en la constitución del aparato
psíquico y que derivan de conflictos, que si bien se expresan a través de
movimientos intrapsíquicos, incluyen en su producción a los otros.

En Luis se dan efectos de identificaciones masivas al estilo “yo soy el otro”.


Cuando el padre dice: “yo era igual de terrible que Luis en la conducta”, lo
ubica en una serie representacional en que ambos son equivalentes, algo de
lo siniestro se presentifica, el niño sólo puede ser una reedición.

“Todo niño implica una puesta en juego de proyectos, pero es muy difer -
ente cuando los ideales que se ponen en juego, son los ideales del yo ideal,
los ideales de, de perfección, omnipotencia, grandeza, en un ahora “ya”,
que marca la insistencia de la muerte, del no-tiempo, de que no hay futuro.
Por el contrario, los ideales del ideal del yo [...] motorizan hacia un futuro”
(Janin, 1998; pág.13).

92 CUESTIONES DE INFANCIA
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Considerando el material, ambos padres están en crisis. El niño queda libra-


do a sí mismo. Tampoco pueden poner límites a Luis: “lo hemos privado de
tanto que yo no puedo hacerle cumplirle las penitencias”, dice la madre,
quien recientemente intentó suicidarse.

Por su parte, el padre se define: “soy todo joda. Salgo todas, las noches,
estuve con miles mujeres”. Padre que hace poco fue herido de bala.

Dice la madre en referencia a su propia madre: “ella me hizo casar. Ella me


hizo abortar a los quince años”. El padre acota: “me presionaron para
casarme y dar el apellido a la primera hija”. En tanto la certeza esté del lado
de la abuela ellos no van a tomar decisiones por sí mismos, ni van a actu-
ar de acuerdo a deseos.

En ambos padres las historias vivenciales nos remiten a violencias, trans-


gresiones, infidelidades, abandonos.

Tisseron, se refiere a traumatismos no superados. Nos dice: “Cuando en una


generación después de un traumatismo, que puede ser un duelo, pero tam -
bién cualquier tipo de experiencia traumatizante, no se hace el trabajo de
elaboración psíquica, [...] el acontecimiento puede denominarse indecible”
(Tisseron, 1995, pág.18).

En la abuela materna está presente psíquicamente la historia de la bigamia.


Su marido tuvo, tiene, otra familia paralela. La abuela lo sabe, pero no lo
puede decir, se avergüenza y lo calla.

Con respecto al padre, al nacer él, su madre lo dejó al cuidado de los abue-
los paternos hasta los trece años momento en que la madre regresa sola y
con un hermanastro. Nunca conoció al padre y con la madre no se habla,
no mantiene trato.

En la generación siguiente, que sería la generación de los padres de Luis,


estos acontecimientos ya no son indecibles, sino que se han convertido en
innombrables porque ya no pueden ser objeto de ninguna representación
verbal, ya que sus contenidos son ignorados y su existencia es sólo presen-
tida e interrogada y en la generación siguiente, (ya sería la generación de
Luis) los acontecimientos de que se trata que corresponden a las historias
vivenciales de los abuelos se han vuelto no sólo innombrables sino impens -
ables se ignora la existencia misma de un secreto que pesa sobre un trau-
matismo no superado.

CUESTIONES DE INFANCIA 93
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En estos niños la búsqueda del pasado puede darse a través del Psicoanálisis
que Tisseron llama “arqueología del psiquismo”.

Veamos qué se recrea en cada sesión.

Es interesante tener presente la repetición de un juego: Luis arma una serie de


rompecabezas cada uno de los cuales posee de cada lado una imagen difer-
ente de Pokemon. Este juego se repite al inicio o al final de las sesiones. Esto
coincide con los momentos de encuentro y separación de paciente y analista.

Cuando Luis dice: “dale vos también armá, ayúdame”, es un niño que no
busca jugar en presencia de otros, sino que busca jugar con otros, con su
analista.

Estos conceptos, los podemos asociar con lo que dice Winnicott (1960):
Como resultado del éxito del cuidado materno, en el infante se establece
una CONTINUIDAD DE SER que constituye la base de la fuerza del yo,
mientras que el resultado de cada fracaso del CUIDADO MATERNO, con -
siste en que la continuidad del ser, se ve interrumpida por reacciones a las
consecuencias de este fracaso” (pág.67).

Parece que Luis quiere asegurarse que en cada sesión se dé esa continuidad
que no tiene en su ámbito familiar, busca un sostén para poder jugar, para
poder pensar, para poder crear.

Primera versión: 10/10/03


Aprobado: 10/12/03

Bibliografía

Freud, Sigmund: (1933) Nuevas conferencias. Conferencia 34. T.XX,


Amorrortu.

Gutton, Philippe: (1973) El juego de los niños, Nova Terra, Barcelona, 1976.

Janin, Beatriz: (1998) “Los trastornos tempranos en la estructuración del


psiquismo: la historia vivencial”, en Cuestiones de Infancia V. 3, “Patologías
tempranas”, APBA, Buenos Aires.

(2000) “¿Síndrome de ADD?”, en Cuestiones de Infancia V. 5, “¿Niños o sín -


dromes?”, APBA, Buenos Aires.

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Tisseron, Serge: (1995) “Introducción. El Psicoanálisis ante la prueba de las


generaciones”, en Tisseron, S. [et al.], El Psiquismo ante las pruebas de las
generaciones, Amorrortu, Buenos Aires, 1997.

Winnicott, Donald: (1960) “La teoría de la relación entre progenitores-


infante” en Los procesos de maduración y el ambiente facilitador (1965),
Paidós, Buenos Aires, 1993.

Resumen

Se comenta el material clínico de la consulta por Luis, un niño de cinco


años de edad.

Se infiere la complejidad que encierra toda consulta por un niño, que no


sólo remite a cuestiones técnicas (a quienes citar, cuándo), sino también a
conceptos teóricos (traumas, duelos, crisis de la sociedad parental).

Se destacan los aportes de las entrevistas vinculares con cada uno de los
padres, ya que permiten realizar hipótesis teóricas acerca de los fun-
cionamientos parentales y en consecuencia del psiquismo en constitución
del niño.

El análisis de la transcripción parcial del discurso parental, permite un acer-


camiento a las historias familiares que anteceden a Luis.

Se observa cómo se fue dando la transmisión generacional, a través de la


aparición en el niño, de situaciones no metabolizadas, no elaboradas por
sus respectivos padres.

Palabras claves: comentario de caso clínico; transmisión generacional; cri-


sis parentales.

Summary

The clinical material on the five-year-old boy, Luis, is discussed. It is inferred


the complexity involved in all children’s consultation, not only leading to
technical issues (who/when to interview), but also to theoretical concepts
(traumas, mournings, parental society crisis.)

The interviews the child attends together with each of his parents is high-
lighted, since it makes it possible to put forward theoretical hypotheses

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related to the parental behaviour, and thus, to the child’s developing psyche.

An analysis on the partial transcription of the parental speech, provides a


closer approach to Luis’s family antecedents.

It is studied how the generational transmission evolved, through the arising


manifestations in the child of non-metabolized situations or non-elaborated
circumstances by his parents.

Key words: discussion of a clinical case; generational transmission; parental


crisis.

Résumé

On comment le matériel clinique de la consultation concernant un enfant


de cinq ans: Luis.

Dans ce cas nous pouvons trouver la complexité que toute consultation


concernant à l´enfant: elle se reporte non seulement à las questions tec-
niques (à celui qui se cite, à quel moment), mais a conceptes teoriques
(traumatismes, deuiles, crises de la société parentele).

L´auteur souligne l´apport d´avoir entrevues avec tous les deux parents
puisqu´elles permettent reáliser hypothèses teoriques sur les fonctionnements
parenteles et sur le psychisme en procès de constitution de l´enfant.

L´analyse de la transcription partielle du discours parentel, fait possible un


repprochement aux histoires familiales que précedent à Luis.

On y observe comment se produit la transmission d´une generation à l´autre à


travers l´apparition dans l´enfant de situations ni processés ni elaborés par ses
parents.

Mots clés: commentaire d´un cas clinique, transmission generational; crises


parenteles.

Mabel Maffezzoli
Rodríguez Peña 565, 10° “D”
(1020) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4371-1085
mmaffezzoli@yahoo.com.ar

96 CUESTIONES DE INFANCIA
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El CASO LUIS. ENTRE EL SÍNTOMA Y


LOS FANTASMAS PARENTALES
Gabriel Donzino *

a reflexión sobre este material clínico requiere dos observa c i o n e s


previas, válida para éste como para cualquier otro caso:

1) la selección de datos y discursos se nos impone como un hecho inevita-


ble y necesario en tanto es el/la analista quien privilegia, para una acotada
exposición, uno de los múltiples hilos lógicos que a lo largo de una cura se
entrecruzan y emergen en cada sesión. Aquél da cuenta de una de sus hi-
pótesis de trabajo que no agota -ni da cuenta- del resto del trabajo realiza-
do. Ese recorte es el texto a trabajar.

Quizás la riqueza de exponer un material clínico a consideración de la es-


cucha y opiniones de otros colegas, sea la de aportar otros elementos y de
este modo no realizar una repetición de lo ya escrito.

2) La otra observación es que cada material clínico posee alguna particula-


ridad que lo hace especialmente apto como paradigma de complejas situa-
ciones clínicas.

Teniendo en cuenta estas dos observaciones, me ceñiré al texto lo más fiel-


mente posible para mostrar lo que, ejemplarmente, este caso permite estu-
diar y analizar. A mi juicio: la interrelación de la fantasmática parental, con
el sintomático del hijo según la particular estructuración de su psiquismo.
Dicho de otro modo: las crisis de la pareja parental, la de cada uno de esos
padres, con las crisis subjetivas por las que el niño ha debido atravesar.

Al inicio del texto leemos la siguiente consideración: [...] “En este caso, el
niño, como efecto de la estructura simbólica donde se halla inmerso, está
atravesado por duelos y traumas consecuentes con la crisis de la sociedad...
crisis de la sociedad parental, de los vínculos entre ellos y con él. Esta cri -
sis se refleja en la caída de la palabra y en la declinación de las funciones,

* Profesor de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio


con APBA).

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haciendo síntoma en el niño”. Reflexión, indudablemente cierta, pero que


no nos muestra aún su eficacia sobre el síntoma del niño: comer sin parar,
desaforadamente.

Fue Maud Mannoni (1964; 1967; 1980) quien recapacitó sobre los varios
factores que participan en la enfermedad psíquica de un niño: los fantasmas
parentales, fundamentalmente los de la madre, el contexto social y cultural
así como el campo del discurso donde estos campos se entrecruzan.

[...] “El niño que nos traen -escribe Mannoni- no está solo, sino que ocupa
un sitio determinado en el fantasma de cada uno de los padres. En cuanto
sujeto, él mismo se encuentra a menudo alienado en el deseo del Otro. El
niño no puede ser aislado artificialmente de cierto contexto familiar; desde
el comienzo tenemos que contar con los padres, con su resistencia y con la
nuestra. Por el hecho de que estamos implicados en la situación -nosotros
y nuestra historia personal- podemos encontrar un sentido al mensaje del
niño, pero por eso mismo nos vemos llevados a resistirnos a él. El discurso
del niño (sobre todo el del psicótico y el del débil mental) nos revela siem -
pre un tipo particular de relación con la madre. La enfermedad del niño
constituye el lugar mismo de la angustia materna, una angustia privilegiada
que generalmente interfiere la evolución edípica normal. El valor otorgado
por la madre a determinada forma de enfermedad transforma a esta última
en objeto de intercambio, creando una situación particular en la que el ni -
ño tratará de escapar al dominio paterno.”1

Silvia Bleichmar (1986), si bien valoriza el aporte mannoniano, cuestiona


algunas de sus premisas en tanto no dan cuenta de la especificidad sinto-
mática. Según su perspectiva, la ubicación del niño en relación con el de-
seo materno fue deslumbrante en cuanto a “poner en correlación el deseo
materno con la patología infantil” abriendo de esta manera “nuevas posibi-
lidades de comprensión para esta misma patología”. “Sin embargo -escribe-
[...] ¿no se anula el concepto de inconciente como sistema intrapsíquico?
¿No se termina remitiendo el conflicto a una tópica intersubjetiva que, si
puede ser generadora de patología, no alcanza para explicar las peculiari -
dades del conflicto psíquico?”.2

1 Mannoni, Maud: (1967) El niño su “enfermedad” y los otros, pág. 65, Nueva Visión, Bue-
nos Aires, 1982.
2 Bleichmar, Silvia: (1986) En los orígenes del sujeto psíquico; del mito a la historia, pág.
24-26. Amorrortu editores, Buenos Aires.

98 CUESTIONES DE INFANCIA
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Con el afán de no aplanar ninguna de estas dos direcciones de investiga-


ción, puntualizaré desde el material clínico, el universo fantasmático paren-
tal a la par de algunas hipótesis respecto del nivel sintomático de Luis y de
su patología.

Ya desde la “Presentación”, el material nos remite a “separaciones”: la de la


pareja conyugal (acontecida cuando Luis tenía tres años de edad), y a otras
actuales y cotidianas (de su padre -quien vive en otra ciudad- y también de
su madre quien “es profesora en un gimnasio propio y esta actividad le de -
manda demasiado tiempo, por lo cual el niño pasa gran parte del día con
su niñera o en casa de sus abuelos maternos”).

El compromiso sintomático de Luis, angustia a su madre quien consulta por


recomendación del pediatra ante la ansiedad manifestada al comer sin pa-
rar: “Luis se trepa a la alacena y agarra lo que encuentra, el otro día le dije
que no comiera pan que ya iba a estar la comida y de repente lo vi senta -
do comiendo pan desaforadamente, lo reté y se hizo pis encima, me preo -
cupé mucho y me di cuenta que esa no era la forma de tratarlo... A mí me
preocupa que la gordura le cause limitaciones”.

Esta conducta ya es observada por la madre, aproximadamente, desde los


cuatro años del niño, pero le “preocupa ahora porque los compañeritos lo
cargan, le dicen gordo chancho y él llora, se enoja y les pega”.

Ciertos datos hacen suponer fallas en la simbolización de la ausencia, ante


pérdidas tempranas y fallas en la continuidad del vínculo temprano con la
madre, sostenidas cotidianamente por la ausencia materna debidas a su tra-
bajo y por la pérdida de la relación con su padre: “Antes de la separación
el niño pasaba mucho tiempo con el papá, la mamá trabajaba todo el día y
como el papá estaba desocupado era él quien lo retiraba del jardín, le da -
ba de comer y se ocupaba del niño”.

La aparición de estados de agitación y nerviosismo en los niños, a veces


asociados con ingesta compulsiva, suele ser una manifestación ante pérdi-
das y duelos. Luis come de un modo que angustia a su madre: desaforada-
mente. Esta voracidad podría mostrar una necesidad de incorporación del
objeto desde fantasías orales ante temores de pérdida del objeto (“yo aho -
ra como mucho porque estoy triste por mi papá, por mi abuela y por mi
tío... los extraño”). Pero el fragmento de material que me parece más in-
teresante es la reacción de Luis ante el reto de su madre: se orina. Esta re-
gresión transitoria denota nuevamente la necesariedad de que algo (en es-

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te caso, la incorporación compulsiva) no se interrumpa bruscamente.

La analista, al indagar respecto del factor desencadenante de los síntomas


relatados por la madre, detecta que éste es ubicado alrededor de “la sepa-
ración”. ¿Cuál? ¿De quién?... Luis dice extrañar a su papá y ponerse triste.
“Pasan meses sin que venga a verlo... Luis llora antes de acostarse, pide por
su papá diciendo que lo extraña...”. Separación sin reencuentro, distancia
que remite tal vez a la pregunta ¿qué soy para el otro...?, trabajo que -si-
guiendo a Piera Aulagnier (1982)- debe realizar el yo intentando inteligir
una explicación causal ante una fuente de sufrimiento y displacer3. Enigma
que tal vez remita a Luis a responder con un fantasma de desaparición por
no ser querible, ser malo.

Transcribo el párrafo que me parece refleja lo escrito arriba: “Luis se enoja


con la señorita cuando ella no hace inmediatamente algo que él le pide, se
esconde detrás o debajo de un mueble negándose a salir...”. “En la escue -
la no le pueden poner límites y frente a los diferentes episodios, primero, la
llaman a ella para que lo saque de atrás de un armario, donde se ha escon -
dido y se niega a salir o para decirle que Luis se escapó y no saben dónde
está”. “Mientras no tienen noticias del padre, Luis se escapa de la escuela”.
“Patea, arremete, se esconde o se escapa. La mamá interpreta que estas con -
ductas son motivadas por la ausencia del padre, ‘por el tiempo que hace
que el padre está borrado’ ”.

“Retomando algo que la mamá refiere en otra oportunidad acerca de cierta


tranquilidad que parecía sostenerse, intervengo diciéndole que cuando el
padre permanece mucho tiempo borrado y las cosas parecen estar más tran -
quilas, Luis llama la atención: se esconde y no quiere salir teniendo ella que
venir a sacarlo... o se escapa y entonces localizan al padre, porque ya no
saben qué hacer con él”.

3 Según esta autora, el equilibrio entre la pulsión de vida y la de muerte se debe, en parte, al
éxito de este trabajo del Yo; trabajo paradojal ya que debe investir una fuente de displacer sien-
do su principio regulador la evitación del displacer y el mantenimiento de las ligaduras con
los objetos fuente de placer. Ante una frustración o sufrimiento, el Yo tiende a apartarse del ob-
jeto, momento de desinvestidura ante el cual las fuerzas tanáticas (tendientes a la disgregación
y desinvestidura), se activan y acoplan, en forma transitoria, a este movimiento. El predominio
del caudal erótico del sujeto impide que la tendencia a la desinvestidura de Tánatos se impon-
ga, evitando de este modo degradaciones somáticas, depresiones y desmantelamientos psicó-
ticos. Ese caudal es heredero de la capacidad materna para neutralizar los estímulos displa-
cientes, ayudar a metabolizarlos y hacerlos pensables (lo que Bion conceptualiza como “rêve-
rie materna” y “función alfa”).

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Ante la ausencia de significación por la ausencia del otro, Luis desaparece


y se hace (lo hace) buscar.

Considero que estos momentos de caída narcisista:

a) lo deprimen (“el niño se queda esperándolo con el bolso listo para irse
con él, hasta que al final del día lo vence el cansancio y se queda dor -
mido”) y
b) lo llevarían a reaccionar con violencia ante las cargadas de los compañe-
ritos de escuela (“le dicen gordo chancho y él llora, se enoja y les pega”).

Ambas hipótesis toman relieve en el fragmento siguiente, elocuentemente


descripto por la madre: “Eran muy pegados y cuando pasa mucho tiempo
sin saber de él, se pone agresivo, sus compañeros no quieren jugar con él...
y lo dejan solo”. “Con sus compañeros se ha puesto muy agresivo, es vio -
lento y cuando le dicen gordo, se ataca”.

Lo intersubjetivo: del lado de la madre

El relato inicial de la madre gira, con insistencia, en torno al “padre”


(¿Cuál?). A su ausencia y a la violencia entre ellos. Hace hincapié en el efec-
to que sobre Luis tuvo la falta de compromiso con las visitas y su palabra
“mentirosa”.

El destino de Luis es lo temido por la madre: “Le falta relación con chicos
de su misma edad y me da miedo que por la relación que tiene conmigo el
día de mañana sea homosexual”.

Es interesante observar aquí la secuencia en este tramo del discurso mater-


no, donde produce un desplazamiento desde las quejas sobre al ausencia
paterna hacia la falta de relación con pares y su fantasma de homosexuali-
dad sobre el hijo. Estimo que denota con claridad una interpretación fantas-
mática materna de las conductas del niño: la ausencia del padre lo expone
a una relación exclusiva con ella. Ello lo pasiviza y desviriliza “Conmigo es
obediente -dirá su madre-, me hace caso, es muy dependiente... muy “sí
mamá”, es como si no quisiera que yo me enoje con él... a veces cuando le
pongo alguna pena por algo que hizo en la escuela, me da lástima... lo he -
mos privado de tantas cosas, que se la termino levantando”.

Las fantasías maternas respecto de la homosexualidad temida, se enlazan a


una lectura distorsionada de las manifestaciones edípicas del niño (“me

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acaricia la panza y me dice qué linda pancita... me llama mi reina e inten -


ta darme besos en la boca, yo no quiero que deje de vivir su vida por com -
placerme a mí”). Qué secuencia discursiva tan sugestiva... ¿Los besos en la
boca son para complacerla a ella?...

Los párrafos siguientes del relato, anudan este fantasma de dependencia de


su hijo para con ella, con lo que estimo es central en lo que del lado ma-
terno se aporta a la relación con el hijo: su propia dependencia y subordi-
nación subjetiva a los dictámenes de su propia madre (“Cuando nace Luis,
la abuela materna presiona para que se casen ya que no soportaba que su
hija sea madre soltera por segunda vez.

Ella reconoce la presión que ejerció su madre y dice: “todavía me siento su


hija... fue ella quien me hizo casar, como a los 15 años me hizo hacer un
aborto...”).

Seguidamente, la analista describe una entrevista donde aparece en escena,


otra vez, “el padre”. En esta oportunidad el materno.

(“En otro momento del tratamiento de Luis, su mamá me pide una entrevis -
ta. Se presenta diciéndome que estuvo muy mal, tomó pastillas y tuvieron
que hacerle un lavaje. Quería dormir y olvidarse por un momento de todo.
Su propio padre tiene una familia paralela, es bígamo, y hace poco tiempo
ella se enteró que tenía otro hermano por parte de él. “Mi mamá lo descu -
brió, lo sabe y siguen juntos porque a ella siempre le importó el qué di -
rán...”).

La constelación edípica materna está planteada completa: madre a la que


no se puede eludir; padre cuyo deseo se lee referido a la otra “familia para-
lela”; palabras mentirosas, esta vez las de su propia madre que sabe y ocul-
ta por “el que dirán”.

Lo intersubjetivo: del lado del padre

Las entrevistas con el padre ponen su historia en el centro de la escena de


un modo más directo. Su teoría sobre los problemas de Luis se centran en
la separación con él (“No creo que Luis tenga algún problema, conmigo se
adapta, me respeta, no me molesta... lo que Luis no puede superar es la se -
paración y todo es por lo mismo. Antes vivíamos juntos, íbamos a los jue -
guitos, comíamos siempre juntos, yo lo retiraba de la escuela... y ahora no
puedo venir a verlo”).

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Sus “faltas” como padre, fomentan un sentimiento de culpa que le hace re-
prochar no ser un buen padre para Luis (“Yo tengo una confusión, soy ci -
clotímico primero estoy bien y después me borro... yo sé que no puedo ser
un buen padre para él porque no le puedo dar todo... y cuando no vengo
porque preferí salir de noche después me arrepiento”).

A diferencia de las entrevistas con la madre, en el material del padre emer-


ge la angustia. La falta de su propio padre y lo igual de terrible de su con-
ducta con la de su hijo los alinea bajo un mismo rasgo. Luego de desmen-
tir lo que sucede en transferencia con la analista de su hijo (“no cree en los
psicólogos”), dice que “quiere que su hijo esté bien... que no sufra”.

Y lo que emerge es su propio sufrimiento: “Yo no tengo a nadie para hablar


sobre estas cosas, tal vez me haga bien, porque con mis amigos no puedo
hablar de esto; ellos me ven distinto, para ellos soy todo joda, piensan en
mí y se imaginan la joda, aunque yo esté hecho mierda por dentro”.

Empieza a desplegar su historia: un padre desconocido del que nunca pre-


guntó nada; una madre que lo abandona yéndose con un hombre dejándo-
lo al cuidado de su abuela; un reencuentro con su madre a los trece años
“sin pareja y con un hermanastro”. Las mentiras, la joda, las mujeres y su
encuentro con la paternidad de Luis. Sus angustias ante sus inconsistencias
como padre; un tiro en la pierna y el desencuentro para el “día del padre”
(“Yo le había prometido a mi hijo que íbamos a pasar juntos el día del pa -
dre y ahora no voy a poder estar con él... lo voy a llamar pero no sé qué de -
cirle, no quiero contarle la verdad porque se va a asustar mucho...”).

El lugar del padre es significativo en la historia de los padres de Luis. Por di-
ferentes razones, ambos quedan expuestos al designio caprichoso de sus
madres. Ausencias y abandonos, ocultamientos y mentiras se hacen oír en
ambos linajes.

El relato paterno impresiona con más posibilidad de desplegar lo que Ma-


rie Cécile y Edmond Ortigues (1987) denominaron “el registro polifónico de
una entrevista”, índice de mejor pronóstico desde los primeros encuentros,
para iniciar una cura. Estos autores consideran que: “Podemos pensar que
las entrevistas preliminares permitirán una decisión de cura analítica viable
cuando tienen un carácter polifónico, cuando utilizan varios registros entre
los cuales se presienten, esbozan o anudan determinados nexos: registros
del presente, del pasado, descripción de acontecimientos, de emociones,
vivencia personal, vivencia y palabra relativa al entorno, eventualmente

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evocación de un sueño o de una asociación espontánea [...] La polifonía, la


red de relaciones que ella anuncia, indica que unos y otros pueden, quie -
ren movilizar sus posiciones, y por lo tanto que está abierto el campo para
una psicoterapia donde otras movilizaciones y nuevas luces podrán tomar
lugar sin dejar maltrecho a uno o a otro”.4

Creo que así lo interpretó la analista de Luis ya que consigna parte del tra-
bajo vincular realizado con Luis y su padre.

Luis, su juego y sus síntomas

El primer juego con el que Luis responde a la invitación de su analista a ha-


blar de su padecer, es el “rompecabezas”.

Coincido con su terapeuta en la afirmación de que Luis “trata de unir las par -
tes separadas de lo que se supone un todo unificado”, -temática asociada a la
angustia de castración-. convocando para ello a su analista (“dale vos también
armá, ayudame...”). Aunque agregaría a su consideración de que lo que resul-
ta insoportable para Luis es el “borramiento del padre, justo ahí donde debe -
ría hacerse presente”, que esta ausencia lo deja solo ante la madre. Estimo
que esto es lo insoportable: una madre que ocupe todo el espacio.

Sus siguientes juegos consistentes en desplegar la fuerza y el poder para pe-


lear y combatir al rival creo que sostienen mi digresión anterior. Luis nece-
sita “entrenar” para recuperar su padre y junto a él, su potencia fálica. Lo
hace a través de fantasmas orales de incorporación y anales de transmisión
de poder (“Tienen que comer mucho así tienen más fuerza”; “Hay que co -
mer mucho para tener más fuerzas, yo por eso como muchos platos...”; “Te
meo para darte fuerzas”; “Te cago para darte fuerzas”).

Hay un pasaje en el material que querría resaltar ya que permite articular lo


que considero serían dos momentos de estructuración subjetiva en Luis si
bien con un mismo emergente “sintomático”, con sentidos bien diferencia-
bles.

Dice Luis en una sesión: “Si sos un ángel podés bajar a la tierra?... A mí me
parece que yo nunca vi un ángel, si yo viera uno le pediría un deseo: nadar en

4 Ortigues, Marie Cécile y Edmond: (1987) Cómo se decide una psicoterapia de niños. Gedi-
sa, Buenos Aires, pág. 38).

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billetes de dólares para tener mucha plata y que mi mamá pueda comprarme
comida y alimento, mi mamá me dijo que ella plata para comprar hamburgue -
sas y pizzas no tenía, algunas veces nos da comida sana, antes cuando estaba
mi papá íbamos a comer pizza juntos y después a los videojuegos...”.

En este fragmento observo la aparición de una fantasía edípica típicamente


masculina:

• dar a la madre aquello que reconoce que ella no tiene (billetes de dó -


lares para tener mucha plata y que mi mamá pueda comprarme comi -
da y alimento), a la vez que la restaura como dadora y nutricia.

• Temor por la muerte del padre.

• Además, se enlaza una privación materna (“mi mamá me dijo que ella
plata para comprar hamburguesas y pizzas no tenía”), con el recuerdo
y la añoranza de los encuentros con el padre con el que sí podía comer
“comida no sana”.

Los vínculos orales y la comida nuevamente en escena. Aunque creo que


su aparición en distintos momentos de la estructuración subjetiva respon -
den a causas metapsicológicas bien diferenciables. La aparición del comer
desaforado la madre lo ubica, aproximadamente, hacia los cuatro años de
Luis. En aquél momento, las ausencias y mentiras paternas serían un agra-
vio narcisístico para el niño, al romperse rutinas, ritmos de reenlace objetal
y referentes identificatorios. Las manifestaciones observadas serían sínto-
mas reactivos a la situación familiar imperante, planteando un conflicto a
nivel del sostén del narcisismo.

En cambio, lo que observamos en el juego de Luis ya supone otra reorgani-


zación psíquica donde “el comer” se despliega con un valor significante.
Remite a diferentes formas simbólicas de representar su conflictiva edípica
tanto positiva como negativa.

En transferencia el triángulo se reinstaura, gracias al juego simbólico: tortu-


ga, conejo y elefante se enlazan en una “lucha” que los destroza y que ha-
ce reir a Luis a carcajadas y disfrutarlo. Excitación ante las fantasías de es-
cena primaria y de alianza y lucha (desde el Complejo de Edipo) contra el
tercero, tanto materno como paterno. Excelentes manifestaciones en análi-
sis para ser “castradas” (Dolto, 1984), es decir, metabolizadas, simbolizadas
y sublimadas.

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Mientras su madre insiste en la ausencia del padre (esta vez ante la caída
del primer diente de leche), el hijo pide hacer un dibujo: “Lo dibujo prime -
ro a mi papá porque es más grande (enseguida que termina de dibujar al pa -
dre hace el sol y flores) a mi mamá no la puedo dibujar porque no me que -
da más espacio”.

Toda una frase... Tal vez empiece a llenar su espacio psíquico interior de
otros modos y con un costo menor...

Primera versión: 10/10/03


Aprobado: 10/12/03

Bibliografía

Aulagnier, Piera: (1982) “Condenado a investir”, en (1986) Un intérprete en


busca de sentido, Siglo XXI, México, 1994.

Bleichmar, Silvia: (1986) En los orígenes del sujeto psíquico; del mito a la
historia, Amorrortu, Buenos Aires, 1986.

Dolto, Françoise: (1984) La imagen inconciente del cuerpo, Paidós, Buenos


Aires, 1986.

Mannoni, Maud: (1964) El niño retardado y su madre, Paidós, Buenos Aires,


1984.

(1967) El niño su “enfermedad” y los otros, Nueva Visión, Buenos Aires,


1982.

(1980) “Prefacio a la edición argentina”, en M. Mannoni; D. Wi n n i-


cott, J. Lacan y otros: Psicosis infantil, Nueva Visión, Buenos A i r e s ,
1980.

Ortigues, Marie Cécile y Edmond: (1987) Cómo se decide una psicoterapia


de niños. Gedisa, Buenos Aires, 1987.

Resumen

Se plantean algunas reflexiones y comentarios sobre el caso de Luis, un ni-


ño de seis años de edad.

106 CUESTIONES DE INFANCIA


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Se puntualizan desde el material clínico, el universo fantasmático parental


a la par de algunas hipótesis respecto de las características de las expresio-
nes sintomáticas del niño y el tipo de conflicto presentado en diferentes mo-
mentos de su estructuración subjetiva.

Palabras claves: comentario de material clínico; fantasmas parentales; sín-


tomas reactivos; síntomas depresivos infantiles; juego simbólico.

Summary

Some comments and reflexions on the six-year old boy Luis are stated.

Parting from the clinical material it is pointed out the universe of the paren-
tal phantasies, together with a number of hypotheses regarding the features
of the child’s symptomatic expressions, and the kind of conflict showed in
the different stages of his subjective structuration.

Key words: comment on a clinical material; parental phantasies; reactive


symptoms; symbolic game; children’s depressive symptoms.

Résumé

On fait quelques réflexions et commentaires sur le cas Luis, un enfant de six


ans.

On soulignes depuis le matériel clinique, l’univers fantasmátique parental à


l’égal de certaines hypothèses en ce qui concerne les caractéristiques des
expressions symptomatiques de l’enfant et le type de conflit présenté à dif-
férents moments de sa structuration subjective.

Mots clés: commentaire de matériel clinique; fantasmes parentaux; symptô-


mes réactifs; symptômes dépressifs enfantins; jeu symbolique.

Gabriel Donzino
Sánchez de Bustamante 2010, 1° “C”
(1425) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 5787-8803
gabdonzi@ciudad.com.ar

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EXORCIZAR AL DESTINO. REFLEXIONES EN


TORNO AL CONCEPTO DE RESILIENCIA.
Alicia Gamondi *

Introducción

a clínica con sujetos que han atravesado situaciones de alto impacto o


que viven en contextos donde parece sobreabundar el dolor y escasear
el placer, nos estimulan a una búsqueda que -parafraseando a Mal-
raux- definiría como: “Busco la región crucial del alma donde la fraternidad
resiste al mal radical.”1

Me interesará, entonces, en estas páginas, no tanto ahondar en la proble-


mática de la experiencia extrema (y su efecto posible, el trauma) como en
el abordaje de los recursos, las potencialidades, con las que alguien, puede
resistirla y superarla.

Tomaré para ello, el concepto de RESILIENCIA como un “concepto venta-


na” para asomarme a cuestiones que han venido tratándose desde tiempos
antiquísimos, mucho antes incluso de que existiera este vocablo.
“Resilio” proviene del latín y significa “volver atrás, volver de un salto, re-
botar”. En Física el concepto se utiliza para dar cuenta de “la capacidad de
un material para recobrar su forma original después de ser sometido a una
presión deformadora”.

En Medicina, fundamentalmente en Epidemiología, se lo relaciona con la


capacidad de “inmunidad”.

El concepto como tal, ingresó al circuito de las Ciencias Sociales hace ya


treinta años y ha venido siendo trabajado de manera dispar en las distintas
épocas y según distintos contextos ideológicos y epistemológicos. Respec-
to de muchos de estos enfoques guardo una postura crítica.2

* Profesora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio


con APBA).
1 Malraux decía: “Busco la región crucial del alma donde el mal radical se opone a la fraternidad”.
2 Un comentario crítico a este concepto ha sido desarrollado por la Lic. Alicia Torres en
“Desde la Psicología de Frontera, cuestionamientos al concepto de Resiliencia”, Premio
Beatriz Perossio del X Congreso Argentino de Psicología. Rosario, 2001.

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En esta exposición tomaré aquellas cuestiones que, entiendo, pueden enri-


quecer nuestra producción teórico-clínica.

Más allá del Trauma

“Habilidad para surgir de la adversidad, adaptarse, recuperarse y acceder a


una vida significativa y productiva” (ICCB, 1994).

“Enfrentamiento efectivo ante eventos severamente estresantes y acumulati -


vo” (Lösel, Blieneser y Köfler en Brambing et al. , 1989).

“Resistencia a la destrucción y capacidad de construcción” (Vanistendael,


1994).

Del desglose de estas definiciones, se sigue que la otra cara de la Resilien-


cia es el trauma definido como el arrasamiento del Yo consecuente al im-
pacto de un estímulo improcesable.

Ahora bien, sabemos que tal característica letal del estímulo, deviene, en
última instancia, de la autoevaluación que el Yo hace de sus recursos con
relación a dicho estímulo, en el contexto de una realidad conjetural que se
mide por su eficacia.

Importa tener en cuenta, que si el Yo es una entre varias instancias psíqui-


cas, y el individuo es tal con relación a un cuerpo social, la evaluación del
efecto desbastador va a estar condicionada en un antes-durante y después
del impacto, por la determinación que estos conjuntos (el intrapsíquico y el
interpersonal) hagan, según un sistema representacional valorativo, de lo to-
lerable o intolerable en cada situación.

En este punto, me parece interesante la vinculación que Rutter hace entre


Resiliencia y Negociación, cuando define a la Resiliencia como “Negocia -
ción que las personas hacen frente a situaciones de riesgo” (Rutter, 1992).

Por mi parte agrego: negociación no coloquial; por el contrario, negocia-


ción radical, en extrema tensión. Negociación que convoca la Causa, Aitía,
esa instancia que se interroga sobre la diferencia de fuerzas entre los dioses
y los hombres. La pregunta que crece en el seno de la Tragedia.

Si, como decía Cesar Vallejos, “No poseo para expresar mi vida sino mi
muerte”, el modo en que una persona o grupo defina su posición ante cir-

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cunstancias extremas, ha de decir mucho respecto de su reconocimiento


identitario y su capacidad para construir y sostener su subjetividad.

Sobre la Experiencia Extrema

Lo propio de la Experiencia Extrema es que “da vuelta la realidad como un


guante”, en el sentido en que deja expuesto todo aquello que, habitualmen-
te, acordamos poner entre paréntesis para seguir viviendo con relativa tran-
quilidad. Lo más temido, lo más rechazado, lo “improbable” que elegimos
creer “imposible”.

Altera el sentido común entendido como el conjunto de recursos en los que


habitualmente nos sostenemos para llevar adelante nuestra vida y que no es
sino una de las complejizaciones de la confianza básica que sustenta nues-
tro Yo.3

El impacto de este fenómeno, amenazará directamente al Yo en su función


más esencial, la de “dar sentido”. En otras palabras, si la capacidad inter -
pretante del Yo se ve afectada, resultarán condicionadas también sus funcio-
nes de autoevaluación y reconocimiento de los recursos disponibles para
enfrentar con éxito la exigencia.

Así, la identidad, entendida aquí como la vivencia de unicidad resultante


del trabajo de percepción del Yo sobre la continuidad del Yo, dejará de ser
un refugio para constituirse en un terreno dramáticamente conflictivo.

La identidad, se sustenta en un ecosistema social (individual, colectivo, ins-


titucional) atravesado por un ethos epocal y que incluye las alternativas pro-
pias de los distintos momentos del desarrollo evolutivo, así como el sesgo
de género.

Esta referencia constante del Yo a los otros, también resultará afectada en es-
tas experiencias.

En el plano afectivo, amenazando la capacidad de empatía y la expectativa


de vínculos tiernos. En el plano lógico, dificultando los vínculos consensua-
les entendidos como la capacidad de adherir, acordar y discrepar.

3 Pienso el concepto de Confianza Básica en acuerdo con las teorizaciones de Goffman, Guid-
dens y Laing.

110 CUESTIONES DE INFANCIA


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De este somero paneo sobre algunas de las problemáticas implicadas en es-


te tipo de situaciones, se sigue la conclusión de que la RESILIENCIA (y en
esto hay total coincidencia entre todos los autores que tratan el tema desde
diversas vertientes) es la capacidad de llevar a cabo dos operaciones psíqui-
cas de igual importancia y que deben co-implicarse: “resistir” y “construir”.

De contextos

Es sabido que el análisis de la capacidad resiliente en un individuo o gru-


po, implica tener en cuenta la interacción de factores de riesgo (que poten -
cian los aspectos de fragilidad yoica), factores protectores (que fortalecen la
coraza antiestímulo) y mecanismos de respuesta (recursos disponibles) con
relación al suceso amenazante.

La ponderación de cada uno de estos ítems pondrá en juego la postura ideo-


lógica del investigador y la complejidad de su aparato teórico. No es lo mis-
mo afirmar que “la pobreza”(definida como carencia de recursos materia-
les) constituye un factor de riesgo predisponente, que pensarlo como factor
precipitante o directamente no incluirlo como elemento significativo en la
“columna riesgos” o, incluso pensar que algunos recursos simbólicos de los
grupos con carencia de recursos materiales pueden generar dispositivos de
protección.

No es lo mismo pensar al individuo o grupo con capacidades resilientes co-


mo un sujeto definido a priori como inmune, que pensar la consecución y
sostenimiento de la salud como la resultante de un interjuego constante en-
tre los individuos y los contextos no sólo micro sino macro social.

En la misma línea de reflexión, podemos decir que, si el horizonte contra el


que se recorta el concepto de Resiliencia es el de la respuesta saludable 4
importará sobremanera que definamos con la mayor precisión qué entende-
mos por tal.

Por mi parte, considero que, tanto los factores de riesgo y de protección, co-
mo los mecanismos de respuesta, deben interpretarse como contextuales y,
por lo tanto imposibles de codificar “a priori”. Por otra parte, esta misma ca-
racterística, determinará la variabilidad de la efectividad de respuesta en las

4 “Conjunto de procesos sociales e intrapsíquicos que posibilitan una vida sana en un medio
insano”. Rutter, M. ; 1997.

CUESTIONES DE INFANCIA 111


Pags. 108 a 118 3/21/06 2:46 PM Page 112 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:

distintas circunstancias de los distintos momentos de la vida del sujeto, con


lo que no deberemos considerarlos como una característica continua y mu-
cho menos adscribirla como rasgo, de algún modo, “estructural”.

Respuesta saludable

La evaluación de una conducta como “saludable” o “patológica” no puede,


a mi entender, cifrarse en el ámbito de lo meramente observable, sino que
requiere que se reconozcan, en el Sujeto o grupo, la eficacia o el fracaso,
de ciertas funciones que abonan la riqueza y complejidad del sistema más
allá de las apariencias.

Como guía para ahondar en este desglose, propongo algunos “indicado-


res de salud psíquica” que decantan tanto de la teorización metapsico-
lógica, como de las apreciaciones de distintos autores interesados en la
problemática de la salud psicosocial (Mitszerlich, Pichón Rivière, Kaës,
etc.) y que encontramos confirmados en la clínica y en las intervencio-
nes sociales.

• Confianza básica.
• Capacidad para dominar pulsiones y mantenerlas integradas.
• Control de la realidad. (Capacidad de reconocimiento y adaptación
creativa).
• Autodistanciamiento crítico.
• Autonomía. (Capacidad de tolerar situaciones de dependencia e inde-
pendencia)
• Sentido de intimidad. (Capacidad de reconocer los límites yo, no-yo y to-
lerarlos)
• Sentido de generatividad.
• Sabiduría. (Capacidad de historizar las experiencias vividas y compartir-
las)

Por supuesto, este punteo no pretende ser acabado, no excluye otros indi-
cadores que puedan puntualizarse, pero da una idea base para pesquisar la
complejidad de entramados implícitos en cada observable.

Esta observación cualificada, resulta de especial importancia a la ho-


ra de discriminar si una conducta da cuenta de “la capacidad para
construir en adversidad y ser transformado por ella” ( Va n i s t e n d a e l ,
1994), o si remite a una pseudoadaptación o al armado de un falso
self.

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Pensar, sentir y actuar

Decíamos en un apartado anterior, que la capacidad de respuesta a expe-


riencias extremas comprometerá episteme, sensibilidad y operacionalidad
en una trama donde siempre interjuega lo intra, lo inter y lo transubjetivo.

Anteriormente nos referimos a la función interpretante del Yo. Los teóricos


de la Resiliencia relacionan la capacidad de superación de las situaciones
extremas con la cualidad de la interpretación subjetiva que cada sujeto dé
a los acontecimientos de su vida (Kobasa, 1989).

La eficacia de tal interpretación dependerá de que guarde pertinencia ética


con el Yo.

En su sentido más existencial, la ética remite, como lo plantea Alicia Bru-


nero a ese momento en que “toda persona percibe que dentro de sí misma
tiene la posibilidad de hacer elecciones que alteren los resultados previsi -
bles” a partir de la percepción de que a los seres humanos “no todo nos da
igual” (Brunero, 2003).

Desde otro contexto, Steiner afirma que “toda civilización o individuo tie -
ne en su interior una respuesta a las insinuaciones de la sensación de inmi -
nente catástrofe” (Steiner, 1992).

Podemos inferir entonces que, en gran medida, la capacidad de resistencia


y superación de una experiencia extrema dependerá de que pueda ser pen-
sada adjudicándosele un sentido que ubique al Yo en una posición diferen-
te al estupor propio del sinsentido.

En esta dirección, planteamos que el mito (como producción del pensa-


miento que da cuenta de un sentido cifrado en los orígenes y que contiene
códigos preestablecidos que ordenan la supervivencia del cuerpo y del es-
píritu) y la utopía (como ese modo del pensar que organiza la tensión desi-
derativa como sostén de subjetividad) han de constituirse en verdaderos an-
clajes de racionalidad que organizan la relación del Yo consigo mismo y
con el mundo.

Ricoeur teoriza que la identidad se sostiene en un relato autobiográfico. Ese


relato, organizará tanto la imprescindible continuidad del Yo (mismidad),
como la posibilidad de futuras variaciones tolerables (ipseidad) en aras de
una promesa de desarrollo futuro (Ricoeur, 1974).

CUESTIONES DE INFANCIA 113


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Aún los niños más pequeños tienen la potencialidad de construir, a su ma-


nera, un relato autobiográfico que (al referirlos a un mito de origen y pro-
yectarlos a un futuro utópico) les permita sostenerse ante las amenazas de
la vida.

Ahora bien, de lo que venimos planteando, se sigue que el pensar no pue-


de sino estar profundamente entramado con el sentir.

La noción misma de relato autobiográfico lleva implícita la referencia a un


paradigma estético en el que el Yo reconocerá la exclusividad de sus trazos
y lo que éstos le sugieren como placentero o displacentero, oscuro o lumi-
noso, encierro o libertad.

Por otra parte, la transmisión de la experiencia, exigirá también respetar


pautas estéticas que la vuelvan tolerable para los receptores. En buena me-
dida, la eficacia de la comunicación requerirá de cierto distanciamiento
(más o menos conciente) del Yo de la vivencia.

Como muy bien lo explica Cyrulnik, en tanto la transmisión de la experien-


cia implica la necesidad de “metamorfosear el horror”, se acerca a la pro-
ducción artística y deberá pagar un cierto costo. “Se puede hablar de uno
mismo con la condición de no decir nunca Yo” (Cyrulnik, 2001).

Según sean las condiciones de este interjuego entre el Yo y los Otros, se se-
guirá la mayor o menor necesidad de distanciamiento entre la vivencia pro-
funda y su traducción, con relación a un abanico de posibilidades que pre-
sentan, en un extremo el riesgo de enquistamiento y en otro la plasticidad
superadora.

No se tratará, meramente, de que se trace la línea que une pasado y futuro.

Si el pasado resulta hipertrofiado (Cyrulnik hablará de “memoria abusiva”)


o el futuro unidireccional (“porvenir petrificado”) el Yo no podrá efectivizar
su liberación.

La capacidad de resistir y construir será directamente proporcional a la po-


sibilidad del Yo de preservar la plasticidad del sentimiento por sobre la fije-
za del “resentimiento”.

Por último, podemos agregar que una de las funciones de este relato ha de
ser la de orientar al Yo en su actuar.

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La movilidad yoica remite al sostenimiento de una praxis (definida como un


“ hacer con sentido”) que, no sólo de cuenta de sus potencialidades sino
que las realimente.

El triunfo ético del construir yoico, se evidenciará en que “pueda hacerse


responsable de sus objetos” aún de aquellos, que tras la experiencia, re-
quieran un esforzado trabajo de “restauración” durante el cual, el Yo, debe-
rá aprender a tolerar nostalgias e incertidumbres.5

Entramados

Para ir concluyendo estas acotadas reflexiones sobre tan compleja temática,


quiero detenerme en una definición de Cyrulnik que, considero, alude a
una cuestión medular: “La Resiliencia no es una substancia, es una obra de
punto” (Cyrulnik, 2001).

Aunque no lo tengamos presente al momento de valorar y disfrutar un teji-


do, esa obra que tenemos en un momento en nuestras manos, condensa la
vitalidad de muchos. Naturalezas diversas, en tiempos y espacios diversos,
han aportado lo suyo para hacerlo posible. Incluso, el devenir de la obra es-
tará signado por sucesivas multiplicidades de hacedores y beneficiarios, in-
fluencias de todo tipo que ratificarán o no su utilidad, o factores que pue-
dan alterarlo. Del mismo modo, la posibilidad de un sujeto de sostenerse y
desarrollarse vitalmente, dependerá de la cualidad del entramado que pue-
da tejer en el encuentro con otros (reales o imaginarios, presentes o ausen-
tes) en, por lo menos, dos sentidos fundamentales.

Por una parte, de lo que éstos le aporten como materiales y saberes, impres-
cindibles para llevar adelante la tarea. Por otra, y no menos importante, de
la valoración que hagan del resultado.

Tener siempre presente la naturaleza de esta dinámica, resultará de funda-


mental importancia en la ponderación de situaciones y en la estructuración
de las intervenciones que pudieran resultar necesarias.

Anteriormente, nos referimos al hecho de que la resistencia y superación de

5 El autor, elige el concepto de “restauración” como más rico que “reparación” en tanto per-
mite notar que “cuando un cuadro ha sido restaurado, asistimos a un embellecimiento, a ve-
ces una metamorfosis”, (op. cit. pág. 91).

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Pags. 108 a 118 3/21/06 2:46 PM Page 116 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:

situaciones extremas implica, para los afectados, una inevitable modificación


identitaria. Habremos de recordar, también, que para nosotros, como pro-
fesionales de la Salud (o como meros integrantes del Género Humano)
acompañar estos procesos exigirá que estemos dispuestos a aventurarnos
hacia zonas desconocidas de nosotros mismos, incluso, hasta resultar trans-
formados.

Así como Azar y Destino, nombran por igual la impotencia del Yo, su en -
mudecimiento. (ya sea que resulte abrumado por lo disruptivo, o que no
pueda vencer la inercia de un recorrido preanunciado), lo que llamamos
Resiliencia da cuenta de los esfuerzos del Yo por rescatar sus voces, aunque,
para ello, deba exorcizar fantasmas propios y ajenos.

Primera versión: 1/9/03


Aprobado: 3/1/04

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Resumen

El artículo plantea la problemática de la experiencia extrema ahondando en


el abordaje de los recursos y potencialidades con las que un individuo o
grupo social puede resistirla y superarla.

Plantea distintas cuestiones ligadas al concepto de Resiliencia al que toma


como “concepto ventana” para acceder a operadores conceptuales que per-
miten analizar la problemática del Yo en su encuentro con estímulos poten-
cialmente traumatizantes.

Resalta el hecho de que el análisis y ponderación de los indicadores de re-


siliencia pone en juego la postura ideológica del investigador y la comple-
jidad de su aparato teórico.

Desarrolla el concepto de identidad narrativa como construcción del Yo que


le permite articular pensamiento, sentimiento y acción en una interpreta-
ción del sentido de la situación y de su implicación en la misma de modo
tal de rescatarse del potencial arrasamiento.

Palabras claves: trauma; resiliencia; relato autobiográfico.

Summary

This paper examines the problem of extreme experiences, the resources and
potentialities with which individuals or social groups resist and overcome,
the above mentioned experiences.

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It raises questions related to the concept of Resilience, a “frame concept”


which is introductory to the researching of the problem of Ego when mee-
ting potentially traumatic stimulus. It is remarkable, that the analysis and
pondering of resilience rates, reveals the researcher’s ideology and the com-
plexity of his theoretical device.

The work also considers the concept of “narrative identity” as an Ego cons-
truction that allows it articulating, thought, feeling and action when inter-
preting the meaning of a situation, as well as the ego involvement, so saving
itself from being overwhelmed.

Key words: trauma; resilience; autobiographical story.

Résumé.

Cet article pose la problématique de l´expérience extrême approfondissant


dans l´abordage del ressources et des potentialités avec lesquelles l´indivi-
du ou le groupe social peut la résister et la supérer.

Il pose de différentes questions liées au concept de Résilience auquel il


prend comme “concept fenêtre” afin d´accéder aux opérateurs conceptuels
qui permettent d´analyser la problématique du moi lorsqu´il rencontre des
stimuli potentiellement traumatisants.

Il attire l´attention sur le fait que l´analyse et la pondération des indicateurs


de résilience met en rapport la position idéologique de l´investigateur et la
complexité de son appareil théorique.

Il développe le concept d´identité narrative comme construction du moi qui


lui permet d´articuler la pensée, le sentiment et – l´action dans une interpre-
tation du sens de la situation et – de son implication dans la même, de te-
lle manière de se racheter du potentiel ravagement.

Mots clés: expérience extrême; trauma; résilience; récit autobiographique.

Alicia Gamondi
Gascón 526, 6° “C”
(1181) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4865-9623
agamondi@netizen.com.ar

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LA DEPRIVACIÓN SIMBÓLICA
Juan José Calzetta *

l trabajo cotidiano en análisis con niños obliga a confirmar que la edad


de los pacientes no los hace inmunes a la crisis que forma parte de la
vida cotidiana. No existen aún, probablemente, investigaciones que
registren el fenómeno en términos cuantitativos, pero no puede dejar de ad-
vertirse, como cuestión general, la proliferación de nuevas formas del ma-
lestar en la población infantil: trastornos atípicos del estado de ánimo, de la
atención, de la alimentación, del control de los impulsos -en particular epi-
sodios de agresividad extrema-, crisis de angustia incontrolable, etc. No es,
por supuesto, que sean realmente nuevas en sí mismas; lo novedoso es, más
bien, la frecuencia con que se presentan. Hace falta profundizar la mirada
para discernir si se trata en verdad de una tendencia general, si tal efecto
responde a una mutación en las formas predominantes de organización
subjetiva, si es propio sólo de nuestra escena o se asemeja a lo que ocurre
en otros países o continentes, si es posible encontrar en la clínica los nexos
causales entre la situación de disgregación social y los padecimientos espe-
cíficos, y varias otras cuestiones igualmente fundamentales.

Pero resulta también pertinente desplazar el acento a otro aspecto del pro-
blema, tal vez menos ligado a la cotidianeidad de la práctica clínica –por
lo menos a la del consultorio-, y que, sin embargo, hace en forma directa a
la formación como psicoanalistas y como trabajadores de la salud. Se trata
del efecto más general de la crisis sobre quienes se encuentran en situación
de riesgo psicológico y social. O sea, para expresarlo de manera directa y
simple, los niños pobres, que son, en realidad, la mayoría de los niños ar-
gentinos. Tal vez, para muchos de los que habitan el país esta estadística es
en sí misma un verdadero hecho traumático; tanto, que se corre el riesgo
que la repetición de las imágenes y las palabras terminen tornando banal el
horror, como en una especie de desmentida colectiva.

La elección de este enfoque obliga a enfrentar cuestiones previas. En primer


lugar, el tema de la crisis en sí, lo cual naturalmente excede el campo del

* Profesor Titular de la Cátedra Psicología Evolutiva Niñez. Facultad de Psicología. UBA. Pro-
fesor invitado de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES.

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psicoanálisis. A modo de referencia superficial, se impone la convicción de


que, en su dimensión económica y en sus consecuencias sociales, dista de
ser de comienzo reciente. Los análisis de especialistas en el tema confirman
esta intuición y remiten sus inicios tal vez a varias décadas atrás, dicho sea
esto tan sólo como para plantear una idea aproximada del contexto en el
que se manifiestan los efectos a los que se refiere esta reflexión. Otro tema
relacionado con el primero: ¿Cuál es la participación que nos compete co-
mo psicoanalistas frente a esta realidad abrumadora? ¿Es compatible nues-
tra formación con el abordaje de la dimensión social del problema, o bien
deberíamos restringirnos prudentemente al caso aislado o, cuanto mucho,
al pequeño grupo?

Pistas para la respuesta pueden encontrarse ya en los comienzos del psicoa-


nálisis: en la obra de Freud es manifiesta la preocupación y el aporte sobre
temas de la actualidad colectiva. Numerosos escritos señalan la posibilidad
y la necesidad de la injerencia del psicoanálisis en temas que abarcan a la
sociedad en su conjunto, ya que esa manifestación de lo psíquico a nivel de
lo general constituye también, legítimamente, el campo de estudio especí-
fico de esta disciplina (ver, entre otros ejemplos, Freud, 1908, 1915, 1921,
1929, 1933). Los aportes de los últimos años confirman, por cierto, esa afir-
mación (Ver, por ejemplo, Castoriadis, 1997).

La pregunta a formular sería entonces sobre la peculiaridad del actual fun-


cionamiento social y la subjetividad que en su seno se produce; tal vez con
la ambición de agregar algún aporte sobre las nuevas formas del malestar
en la cultura. El tema es, por cierto, demasiado vasto; este artículo sólo tra-
tará de mostrar lo que constituye, probablemente, uno de los aspectos más
ominosos pero menos evidentes de la crisis; a saber, un efecto subjetivo per-
manente sobre buena parte de la población, generador en sí mismo de re-
sistencia al cambio y productor de un movimiento de profundización de la
desintegración de los vínculos sociales y del malestar colectivo.

Es un lugar común repetir que en esta crisis la niñez está en situación de


riesgo. Ahora bien: ¿no es acaso el riesgo inherente a la infancia misma?
¿Para qué harían falta, si no, tanta protección, tanto sostén, tanto homenaje
a los padres abnegados? El problema debe precisarse: ¿Qué ocurre cuando
un cataclismo arrasa todo sostén y la potencialidad del riesgo se hace agre-
sión desembozada?

Una agresión cuya manifestación primaria consiste en una sustracción de


puntos de apoyo para la constitución subjetiva. A partir de la teoría psicoa-

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nalítica se sabe, por ejemplo, que el aporte amoroso materno no es tan só-
lo un suministro conveniente; es más bien la sustancia básica desde la cual
se construye la esencia del sujeto psíquico, es decir, su dimensión desean-
te. La tarea constructora de la pulsión de vida se apoya en el cuidado ma-
terno y se realiza, en primer lugar, en el armazón del sistema representacio-
nal. La acción contraria, la de la pulsión de muerte, tiende a la desinvesti-
dura. Ésta debe concebirse como una pérdida en el órgano de cualificación
de las cantidades de excitación; tal es el efecto primigenio de la pulsión de
muerte en su labor intrapsíquica (Green, 1972).

Esto equivale a afirmar que, cuando el sostén y la protección faltan –y se


trata tanto del sostén materno como el de la familia que sostiene a la díada,
el de la comunidad que sostiene a la familia, y así en círculos concéntricos,
si se aborda el problema de la constitución subjetiva desde una perspectiva
ecológica- la armazón del aparato psíquico resultará perturbada. Ello se ob-
serva en la clínica, por ejemplo, en un aumento notable en la frecuencia de
mecanismos de defensa primitivos, como la disociación o la desmentida, en
lugar de la represión y el consiguiente retorno de lo reprimido, característi-
cos de las neurosis de transferencia. Se ve allí un efecto de la pulsión de
muerte que, desmezclada de Eros, ataca las condiciones mismas del funcio-
namiento psíquico.

Creo que debe centrarse el foco en los efectos que la carencia de holding
adecuado produce en los distintos momentos del desarrollo. En cada fase
de la estructuración psíquica se hace necesario un determinado suministro
provisto por el auxiliar –que no se trata tan sólo de un agente personal, si-
no más bien de una función cuyos límites se confunden con la acción del
entorno sociocultural-. Fue abordado por varios autores (Spitz, 1968; Win-
nicott, 1980, entre otros) el efecto contrario a la organización psíquica de
la falta de sostén materno en los momentos iniciales de la constitución psí-
quica. Puede prolongarse el sentido de esos descubrimientos, y sostener
que cada uno de los períodos ulteriores exige aportes específicos en la mis-
ma dirección. En otras palabras: durante todo el proceso de constitución de
las estructuras psíquicas es necesario para el sujeto contar con un siste-
ma de apuntalamiento en que el otro (o, mas bien, los otros) logre ejer-
cer cada una de las posiciones posibles: auxiliar, modelo, objeto y aún
rival. A partir de vivir esos modos de la experiencia podrá el sujeto en
constitución establecer y consolidar aspectos como el de la alteridad ra-
dical del otro, un logro sin el cual la vida en comunidad se haría impro-
bable. Es frecuente que ese camino, que apunta a la autonomía y tam-
bién, al respeto, no logre transitarse en su totalidad. La falta de esos pun-

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tales, o su claudicación prematura, influirá en el alcance de tal limitación.

El conflicto inevitable entre Eros y pulsión de muerte (Freud, 1920), perma-


nente a lo largo de la vida, admite dos direcciones posibles. O bien se
orienta hacia la consolidación de un sistema capaz de lograr una mayor
complejización, discriminación y organización psíquica (condiciones de la
creatividad, la posibilidad de demora, la aceptación de las diferencias), o
bien tiende a la simple eliminación de tensiones, a la búsqueda del cero, al
narcisismo de muerte (Green, 1972). En el primer caso, la tendencia disgre-
gadora encuentra su lugar dentro del proyecto vital; es destructividad al ser-
vicio de la vida. Son sus rendimientos, entre otros, el pensamiento basado
en el símbolo lógico de la negación y la posibilidad de tolerar, elaborar y
aún aprovechar los desprendimientos que sobrevienen en el curso de la vi-
da. Castoriadis enfatiza en este sentido el significado de la imaginación ra-
dical como propiedad inherente a la especie humana (Castoriadis 1998) En
el segundo caso, los apremios vitales, exigencias de trabajo para el aparato
psíquico, llevan al fracaso de los mecanismos cualificadores de mayor com-
plejidad. El psiquismo se verá obligado entonces a apelar a recursos elabo-
rativos más primitivos, más ligados a la destructividad. Dos conclusiones se
imponen de inmediato. La primera, que este último parece ser un camino
dolorosamente frecuente en la violenta actualidad de nuestra sociedad. La
segunda, que quedará ubicada en el centro del problema la calidad del sos-
tén, condición de la complejización psíquica, en el caso de los niños ca-
rentes de la presencia o la protección de adultos.

Es posible encontrar en la realidad mundial un contexto para lo antedicho,


en la desaparición de las seguridades que sostenían hasta hace algunas dé-
cadas la organización social. Se propone, para definir la característica de la
época, una crisis que lleva al derrumbe de la auto representación de la so-
ciedad, al punto de que ésta deja de representar algo para sí misma; es de-
cir para el conjunto de individuos que la sostienen en su comunidad ima-
ginaria (Castoriadis 1997). Nuestra realidad nacional, dramáticamente agra-
vada en los últimos tiempos, agrega su parte a la sinergia destructiva con-
traria a la contención y el sostén necesario para la organización psíquica.

Los así llamados “chicos de la calle” dan un testimonio extremo, compren-


sible en relación con el mencionado déficit de sostén. Se trata de niños
abandonados o carentes de la presencia o la protección de adultos, o con
padres ausentes o violentos, a menudo en la medida en que ellos mismos
fueron o son violentados. Son protagonistas de un movimiento adaptativo
extremo: deben aprender a vivir en un medio no protector, generando ellos

122 CUESTIONES DE INFANCIA


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mismos, con sus propios recursos, las condiciones de la supervivencia. El


ejemplo permite intentar una transposición, hacia un momento posterior de
la constitución subjetiva, de la fértil contribución de Winnicott sobe “El pa-
pel de espejo del rostro de la madre” (Winnicott, 1969) donde reflexiona so-
bre las consecuencias que para el psiquismo del niño tiene el que su madre
no funcione como espejo, devolviéndole su sentimiento de existencia, sino
como una realidad externa que debe ser prematuramente tomada en consi-
deración. Los chicos de la calle logran sobrevivir en sus propias circunstan-
cias porque organizan, también prematuramente, formas adaptativas que
salvan su vida pero limitan su desarrollo. Faltos del sostén de sus familias,
se juntan en las “ranchadas”, una forma espontánea de organización social
que los sostiene en su trama. Carentes de lugares y objetos en cuya pose-
sión logren apuntalarse, encuentran en el mapa impersonal y ajeno de la
ciudad los escondrijos secretos donde ocultan sus pocas pertenencias: una
foto vieja, un juguete, los restos de una carta.

Un efecto mayor -que no sólo se refiere a los chicos de la calle, que tal vez
constituyan un ejemplo extremo- es que se consolida una clase particular
de excluidos de la cultura, condenados a compararse, diariamente, con
quienes a metros de distancia gozan de sus bienes. Esta oposición tiende a
generar un crudo antagonismo, en tanto la afirmación de sí sólo puede pro-
venir, a menudo, de la negación de los otros. No puede dejar de advertirse
que esta polarización radical del lugar del otro es la primera consecuencia
de una considerable fragilidad psíquica como característica generalizada,
producto de las condiciones descriptas, en la que el peligro que amenaza
al Yo es el de la aniquilación. Es ciertamente, como se señaló, mucho más
que el fracaso de la represión y el retorno de lo reprimido, movimiento que
reconocemos sin dificultad en las manifestaciones de las neurosis de trans-
ferencia: se trata, en cambio, de la pérdida de investiduras, lo que equivale
a decir una pérdida en la misma esencia del Yo, en tanto órgano de cualifi-
cación, que obliga a la puesta en marcha de mecanismos defensivos extre-
mos. A partir de tal circunstancia, los sistemas de valores que se generan en
ámbitos más o menos determinados se organizan alrededor del ejercicio de
la violencia: se es en la medida en que se pueda eliminar físicamente al otro
diferente, o dañarlo de alguna manera. No parece un exceso pensar en la
génesis de un Ideal del Yo peculiar, antagónico con lo que el resto de la so-
ciedad concibe como valor.

La pérdida de la trama social –sostén de cada una de las subjetividades- es


una realidad que puede verse crecer día tras día. Pero esa pérdida no se sos-
tiene como mero vacío, sino que reclama de inmediato nuevas ligaduras.

CUESTIONES DE INFANCIA 123


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Cuando la realidad hace insostenible la complejidad, sello de Eros, las so-


luciones halladas deben derivar sin remedio hacia lo determinado más del
lado de la pulsión de muerte; es decir, de las investiduras que reclaman me-
nor complejización.

La búsqueda de límites para la inestabilidad y la tendencia a la desin-


vestidura pueden manifestarse, por ejemplo, en el desesperado aferra-
miento a objetos como las drogas que, aunque dañinos, garantizan al
menos su permanencia, además de proveer alguna forma de identidad
–como ilusión unificadora y sustancializante– en la pertenencia a gru-
pos marginales. En el extremo sádico se muestra la violencia en sus más
variadas y gratuitas formas.

Insisto con lo que señalé al comienzo: la consecuencia de los años de


marginación, de crisis económica, de destrucción del tejido social es
insidiosa. No se advierte con claridad en los indicadores económicos
pero está allí para quien quiera verlo. Se instala una ve r d a d e ra resis-
tencia al cambio propia de la marginalidad y la carencia, una fuerza
interna a la organización de la subjetividad que se construye en tales
condiciones, que se opone a los intentos de modificar la situación. Ca-
be introducir aquí el concepto de “deprivación simbólica”, cuyo s
efectos destructivos se agregan a los de la carencia alimenticia y a la
d e p r ivación afectiva y abarcan a franjas crecientes de la población. Ni
s i q u i e ra hace falta recurrir a los ejemplos impresionantes, como los de
los niños más pequeños, que viven drogados en brazos de quienes los
usan como señuelo para la limosna, o los de los otros que, apenas ma-
yores, procuran encontrar un rastro de comunidad en la ocupación
compartida de aspirar vapores de una bolsa con pegamento. Sin llegar
a esos extremos, un número creciente de niños es excluido, por ejem-
plo, de la posibilidad de la lectura y de la consiguiente reflexión ana-
lítica que ella facilita, o de la del jugar como actividad central de su
vida.

Entre las formas de abuso y maltrato –como la desnutrición, la depriva-


ción afectiva, el abandono, la violencia económica, las continuas mi-
graciones y desarraigos- la “deprivación simbólica”, más sutil, provoca
desvalimiento psíquico y el intento obligado, a posteriori, de estrate-
gias de elaboración que terminan dañando al sujeto mismo o al medio.
Se trata, en definitiva, de la exclusión de una franja de sujetos de los
bienes simbólicos propios de su cultura, huérfanos entonces en ese
sentido y obligados a inventarse una forma de autosostén que, a menu-

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do, no puede orientarse sino en el sentido de la destructividad.

En resumen: el recurso simbólico cuyo ejercicio queda sancionado por la


pertenencia sólida a un entramado social parece ser el único válido para la
tarea psíquica primordial de la elaboración de lo cuantitativo. Su falla tien-
de a conducir a la repetición de conductas que procuran ligar apelando al
masoquismo primario, al sadismo, a las formas más primitivas de dominio.
Es más fácil y de aprendizaje más temprano la destrucción que la construc-
ción. Si se carece de la posibilidad de apoderamiento simbólico, las formas
más primitivas de la tendencia al apoderamiento serán entonces las únicas
disponibles.

No hay un sencillo camino de salida. Pero en este terreno, el colmo de las


“actividades imposibles” a las que se refería Freud, espera al psicoanálisis
el desafío mayor de los próximos años.

Primera versión: 8/10/03


Aprobado: 12/11/03

Bibliografía

Castoriadis, C: El avance de la insignificancia. Eudeba, Buenos Aires.


1997.

Hecho y por hacer (Pensar la imaginación). Eudeba, Buenos Aires, 1998.

Freud, S.: (1908) “La moral sexual ‘cultural’ y la nerviosidad moderna”.


Obras Completas, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1992

(1915) “De guerra y muerte. Temas de actualidad”. Ob. Cit.

(1920) Más allá del principio del placer.

(1921) Psicología de las masas y análisis del Yo.

(1929) El malestar en la cultura.

(1933) “¿Por qué la guerra?”

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Pags. 119 a 127 3/21/06 2:47 PM Page 126 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:

Green, A.: (1972): De locuras privadas, Amorrortu Editores, Buenos Aires,


1990.

Spitz, R: De la naissance á la parole. P.U.F., Paris, 1968.

UNICEF: El interés superior del niño. Hacia una sintesis de los derechos del
niño y los valores culturales. Buenos Aires, 1997.

Estado Mundial de la Infancia 2001: Primera Infancia. Buenos Aires,


2001.

Winnicott, D: La familia y el desarrollo del individuo, Buenos Aires, Hormé,


1980.

Resumen

El trabajo relaciona ciertas formas del malestar infantil con circunstan-


cias que corresponden al ámbito social, en particular, la crisis que afli-
ge a la Argentina en los últimos años. Aborda la cuestión en relación
con los niños más pobres –y, por tanto, más expuestos- e introduce el
concepto de “deprivación simbólica” para dar cuenta de la particular
subjetividad que se produce en tales condiciones. Se intenta una apro-
ximación metapsicológica tomando en consideración el conflicto entre
Eros y Pulsión de Muerte.

Palabras claves: malestar; disgregación social; población en riesgo; exclu-


sión; producción de subjetividad; pulsión de muerte; falta de sostén; des-
tructividad.

Summary

This paper relates certain kinds of infantile uneasiness to matters arisen


from the social environment, particularly, the crisis which Argentina has
gone through within the past years. The subject is developed by focusing
on the poorer children –and therefore, the most exposed– introducing
the concept of “symbolic deprivation” to explain the particular kind of
subjectivity produced in such conditions. A metapsychological approxi-
mation is intended by considering the conflict between Eros and the
death instinct.

Key words: uneasiness; social dissociation; population at risk; exclusion;

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production of subjectivity; death instinct; absence of support; destructive-


ness.

Résumé

Le travail mis en rapport certaines formes du malaise chez l’infant avec des
circonstances qu’appartiennent à l’entourage social, en particulier la crise
qui frappe à l’Argentine dans les années dernières. Il aborde la question par
rapport aux enfants plus pauvres -et par conséquent plus exposés- et il in-
troduit à la fois la notion de “deprivation symbolique” pour rendre compte
de la particulière subjectivité que l’on produit dans telles conditions. On es-
saie une approche métapsychologie en prenant à considération le conflit
entre Eros et Pulsion de Mort.

Mots clés: malaise; désagrégation social; population à risque; exclusion;


production de subjectivité; pulsion de mort; manque de soutien; destructi-
vité.

Juan José Calzetta


Anchorena 1317, 4º “7”
(1425) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4822-3850
jcalzett@psi.uba.ar

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CON LA RESISTENCIA EN LA LENGUA 1

Diego Moreira*

penas oscurece y una multitud de niños y adolescentes, en carritos o


bicicletas, salen hacia diversas calles de la ciudad. Diluvio de niños
harapientos, enfermos y hasta desnutridos, pero todos sin excepción
revisan minuciosamente cada bolsa, cada tacho, cada esquina. De Once a
Retiro, de Constitución a Puente de la Noria, los pequeños diez o doce ho-
ras por día, entre risas y llantos, juegan su trabajo.

Me temo que no hemos prestado suficiente atención a este sordo crujido,


no teníamos allí nuestro oído, ni siquiera nuestra mirada. ¿Qué es lo que
suena? Perplejos nos frotamos las orejas ¿Qué ocurrió?

Nosotros, psicoanalistas, ¿nos violentamos a nosotros mismos, cuando no


escuchamos la voz de los márgenes? Recuerdo la advertencia dura y sere-
na de Michel Foucault: el psicoanálisis se pierde si no se realiza cerca de
los marginados.

¿Acaso nuestro singular oficio del psicoanálisis con niños, no se originó en


la periferia de un corredor del Hospicio de las Mercedes? ¡El psicoanálisis
con niños en Argentina y en su origen, no disponía, ni siquiera, de un con-
sultorio! Y esto no es contingente, puesto que nuestro oficio de conjeturas
y develamientos, sustentado en el amor a la verdad, sólo se puede consti-
tuir en los márgenes.

¡Todo indica que el psicoanálisis cerca del poder se corrompe y envilece!


Un poder que habitualmente se ha encontrado estrechamente ligado a un
discurso especulador y numérico, que ha confrontado con una lógica basa-
da en el trabajo y el amor.

Pero no sólo la pauperización de estos niños y sus familias impresiona, si-


no su capacidad de resistencia ante la autoridad sin límite y sin responsabi-

1 Texto redactado en el contexto de la crisis del año 2001.


* Profesor de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio
con APBA).

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lidad. Una resistencia vinculada a una marca original de cada destino, un


itinerario escrito en un lenguaje, que opera como un fundamento ético, a
cuyo desvío el sujeto responde con actos, síntomas, juegos, incluso con un
dejarse morir.

Borges (1974), quizás, se preguntaría: ¿este crujir de ruedas, no es símbolo


de un destino irresistible? ¿De una interminable repetición?

Un destino cuya descripción tan acertadamente efectuara Dolto (1993): “Es


como si hubiera una libertad de elección: ciertos seres humanos, niños, pre -
fieren acabar mudos, vivir con dificultades [...] para no volverse, si son sa -
nos, perversos delincuentes.”

¿Acaso, el acto de Sócrates de tomar la cicuta no se transformó, como re-


sultado del logos y de la fundamentación del Fedón de Platón, en recurso
de liberación y salvación? Así, quizás, también el niño elige enfermar inclu-
so morir para que otros vivan.

Pero esta forma de resistir ¿es una posición masoquista?

Considero que no, se trata más bien de una posición ética establecida por
un texto del deseo. Aquí, es necesario diferenciar ética de masoquismo, co-
mo lo propuso Freud. Recordemos que en el masoquismo la moral es rese-
xualizada.

Sin embargo, en ocasiones, algunos sujetos pueden ceder en su deseo, trai-


cionar su itinerario, su dirección, y atenuar su “manera” propia, para ade-
cuarse a la ajena, y quedar inmersos en un goce irrestricto vinculado al do-
lor. Son aquellos a los que es inútil interrogar, que ejercitan la incoherencia
y la especulación: denuncian la desnutrición, pero opinan que los recursos
deben cancelar deudas de organismos internacionales; veneran la educa-
ción, pero reprueban con énfasis todo presupuesto educativo; se dicen ar-
gentinos, pero vindican y proclaman la lengua y el pensamiento único.

Afortunadamente y aunque no lo saben, por este goce irrestricto, procuran


ser derrotados, y de un modo ciego y cotidiano trabajan por su inevitable
desaparición.

Ahora bien, este destino ético se refiere indudablemente a la propuesta freu-


diana del “Más allá...” y por la cual todo sujeto, alentado por el deseo, pro-
cura morir “a su manera”. El apartamiento de “esta manera” genera una in-

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tensa resistencia, es decir, un modo diferente en que la verdad expresa y de-


nuncia su imposibilidad.

La ética de la que hablamos esta encarnada en nuestra lengua: el “argenti-


no” que es diferente al español. Y por eso la lengua única perturba nuestros
fundamentos éticos.

Cuando hablamos de lengua, nos referimos fundamentalmente a la lengua


materna, a un sedimento histórico de equívocos, que invoca una melodía
imposible de olvidar y en la cual el sujeto se constituye y se siente amado.
En este sentido la lengua argentina, como lengua materna se estructura en
la nostalgia de un tiempo perdido. Ella está hecha sobre todo de operacio-
nes y olvido.

Así como Fernando Pessoa afirmó que su patria era la lengua portuguesa,
nuestra patria es la lengua argentina, ya que en ella, y sólo en ella nos cons-
tituimos como sujetos deseantes.

Una lengua que se constituyó de la azarosa conjunción de las lenguas au-


tóctonas, europeas y africanas, de la traducción, siempre inadecuada, de
unas en otras. Afín con las lenguas que se encuentran en su origen, pero di-
ferente.

Es por eso que un editor español, hace algunos años, rechazaba los textos
de Julio Cortázar porque escribía en “argentino”. El editor que lo censura-
ba no se resignaba a escuchar una voz, una entonación, y una sintaxis, que
no fuese la que se escuchaba en Madrid y sus cercanías. Cortázar no escri-
bía como era debido. Es decir, como lo exigían los custodios de la lengua
española, me refiero al “Prontuario de ortografía de la lengua castellana” de
la Real Academia Española, de 1844, y sus diversas actualizaciones. No ha-
bía lugar para una escritura propia y diferente, es decir, para un Borges,
Fuentes, Rulfo, García Márquez, Onetti, Monterroso o Cabrera Infante.

Y es precisamente en esta lengua y su música donde podemos resistir las


afrentas a nuestra subjetividad.

Pero entonces ¿Hay en esta resistencia de los niños y adolescentes, una éti-
ca que les impide estructurarse de acuerdo a las exigencias del lucro des-
mesurado?

Indudablemente, se trata de una ética que requiere de una praxis del suje-

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to, ligada “a su manera” de morir y desde luego, de vivir. Esta ética resiste
a un infanticidio deliberadamente planificado, que no comenzó con la histo-
ria de las ultimas décadas, sino que se enlaza a los orígenes de nuestro país,
a la época del virreinato y de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

Esa historia, y ya lo sabía Heidegger, no es otra cosa que el olvido del ser,
su enajenación, por lo que se requiere su develamiento, su primacía. El su-
jeto (niño o adolescente) actual sólo puede encontrar su consistencia si re-
cupera el momento inaugural de su pensamiento.

Este escrito ha tenido un afán similar, recuperando un sujeto y una ética que
se constituyó mucho antes de quienes ordenaron que en América Latina la
historia y el sujeto comenzara con ellos. De quienes hicieron de la conquis-
ta, y en palabras de Octavio Paz (1999), “una violación, no solamente en el
sentido histórico, sino en la carne misma de las indias”.

En este contexto, el término historia puede ser una angustiosa solicitud del
pasado. Hablar del niño y su historia es postular una angustiosa pesadilla,
es evocar el pequeño de los pueblos originarios, es recordar la hipótesis que
aventuró el imperio hispano: este niño (y adolescente) tenía alma, pero ca-
recía de razón, lo que habilitaba el trabajo de evangelización, por lo tanto
se lo podía someter a la encomienda.2 Y así estos niños eran destinados a
ciertos propietarios que debían promover su reconversión a la nueva lengua
y religión.

A Europa no le bastó con observar los efectos de sus ideas sobre el peque-
ño originario, sino que adelantó la hipótesis que el niño traído de Africa ca-
recía no sólo de razón como el originario sino también de alma, por lo cual
se lo sometió a la esclavitud durante tres siglos.

Ambos niños, el negro y el originario, sostuvieron con sus cuerpos el goce


de los acumuladores de capital. La razón de la que carecía el niño origina-
rio y el negro, a la que el imperio hispano supeditó su accionar, no era pre-
cisamente la llamada razón sino su religión e ideología o sea un conjunto
imaginario derivado de Platón y sus ideas.

Pero Europa no sospechó que tales hipótesis acumulaban retazos de la his-

2 En verdad, en los primeros cincuenta años de la conquista, el niño originario era conside-
rado sin alma y sin razón.

CUESTIONES DE INFANCIA 131


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toria de sus propios niños, que recorrieron desde el lugar de objeto de un


sacrificio ritual (Grecia y Roma), pasando por el infanticidio, el abandono y
desamparo real, el abandono mediante una nodriza, hasta la consideración
del niño como sujeto darwiniano y hoy, como un sujeto globalizado, no di-
ferenciado, o bien marginado y excluido.

Ya Séneca, filósofo español, en “Ensayo Moral”, explica lo inexplicable en


nombre de la razón: “A los perros locos les damos un golpe en la cabeza;
al buey fiero y salvaje lo sacrificamos; a la oveja enferma la degollamos pa-
ra que no contagie al rebaño; matamos a los engendros; ahogamos a los ni-
ños que nacen débiles y anormales. Pero no es la ira, sino la razón la que
separa lo malo de lo bueno”.

En estos diversos períodos, el maltrato y aprovechamiento sexual del niño,


fue una constante, por eso, esas hipótesis sólo eran la repetición de la his-
toria del pequeño europeo.

Ahora bien, quienes llegaron en el siglo XVI sólo venían a hacerse la Ar-
gentina, y si era posible “hacerse la América”, para luego partir. La ló-
gica extractiva y especuladora, persiste y se repite siglos después a cos-
ta de la indigencia y el horror de las carencias cotidianas de la comuni-
dad. Y en todos los casos esta lógica de un mundo darwiniano requiere
necesariamente de niños, mujeres y familias desnutridas, o adormecidas
por el alcohol y la droga. Nadie ignora que el alcohol, la droga y la des-
nutrición, ayer como hoy, colaboran y son instrumentos de una exclu-
sión, que ubica a muchos niños latinoamericanos en una situación aún
más precaria que los proletarios, los siervos de la gleba, incluso que los
niños esclavos.

Tampoco estos criterios especuladores son sólo locales, sino que se enlazan
íntimamente a la llamada globalización, al pensamiento único, a la lengua
única, es decir, a la utopía comunitaria de un mundo globalizado instituido
por el terror y cuyo único destino es el fracaso.

Las ilusiones de un mercado puro y perfecto no tienen término y se ba-


san, en el decir de Bordieu (1986) en una ficción matemática, que ubi-
ca entre paréntesis los requisitos y las estructuras económicas y socia-
les que constituyen la condición de su ejercicio. Así, el discurso neoli-
beral como teoría implica la desocialización y la deshistorización y co-
mo práctica destruye de manera sistemática los vínculos entre las per-
sonas.

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La globalización implica una revolución, y su culminación en el discurso


del Amo, o sea, el retorno al mismo lugar.

Por eso la Argentina no necesita una revolución como re-vuelta, sino un


cuestionamiento profundo del sujeto darwiniano, que posibilite una nueva
versión.

Primera versión: 4/10/03


Aprobado: 5/1/04

Bibliografía

Borges, J. L.; (1974) Obras completas, 1923-1972. Buenos Aires. Emecé editores.

Bourdieu, P. (1986) Razones prácticas: Sobre la teoría de la acción (1994),


Anagrama, Barcelona. 1997.

Dolto, F.; (1993) La causa de los niños, Ed. Paidós. 1993.

Freud, S. (1920g) Más allá del principio del placer, AE., Vol.18.

Paz, O. (1999) El laberinto de la Soledad. Emecé, pág. 94. 1999.

Séneca, Epístolas morales a Lucilio. 2 vol., Biblioteca Clásica Gredos, Ma-


drid, 1994.

Resumen

Ante la pauperización creciente de los niños argentinos y sus familias, im-


presiona su capacidad de resistencia ante la autoridad sin límite y sin res-
ponsabilidad. Una resistencia vinculada a una marca original de cada des-
tino, un itinerario escrito en un lenguaje, en una lengua: el argentino, que
opera como un fundamento ético, a cuyo desvío el sujeto responde, con ac-
tos, síntomas, juegos, incluso con un dejarse morir, que operan como recur-
so de liberación.

Palabras claves: resistencia; lenguaje; lengua.

Summary

In the face of the increasing poverty of Argentine children and their families,

CUESTIONES DE INFANCIA 133


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it strikes us, their capacity to resist authorities, which know no limit or res-
ponsibility.

Endurance linked to the original mark of each destiny, an itinerary written


in the language, in a tongue: the Argentine, which operates as ethical
ground. When this itinerary becomes altered the subject answers with acts,
symptom, playing or even allowing himself to die as a way to freedom.

Key words: resistance; language; tongue.

Résumé

Face à la paupérisation croissante des enfants argentins et de leurs familles,


on est impressionné par leur capacité de résistance à l’autorité sans limite
et sans responsabilité. Une résistance qui est liée à une marque originelle
de chaque destinée, un itinéraire écrit dans un langage, dans une langue:
l’argentin, qui opère comme un fondement éthique, à toute déviation du-
quel le sujet répond par des actes, des symptômes, des jeux, voire par l’at-
titude de se laisser mourir, qui opèrent comme ressources de délivrance.

Mots clés: résistance; langage; langue.

Diego Moreira
Acuña de Figueroa 710, 1° “1”
Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4865-5718
damoreira@yahoo.com

134 CUESTIONES DE INFANCIA


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LAS FAMILIAS Y LA CRISIS


Alicia Stolkiner *

Introducción

fin del año 2001 se evidenció, en su fase más aguda, la crisis econó-
mica social y política que se gestó durante más de una década. Esta
crisis encontró a las formas familiares en un proceso de cambio y
transformación producido en un ciclo más largo, profundamente imbricado
con las modificaciones generales de la sociedad occidental y con las parti-
cularidades del desarrollo de la Argentina. En el marco de este proceso de
transformación, casi la mitad de los hogares quedaron bajo la línea de po-
breza o indigencia produciendo modificaciones en su composición, víncu-
los y estrategias de vida.

Hace casi una década, en un trabajo sobre problemáticas del campo de la


salud mental, planteaba que era necesario reconocer, en nuestra época, una
doble tendencia en las instituciones en general y en la familia en particular:
por un lado la tendencia al cambio o transformación y por otro (o simultá-
neamente) la tendencia a la fragilización o precarización (Stolkiner, A.,
1994).

Desde ese tiempo hemos trabajado en investigación tratando de comprender


y analizar las modificaciones en las representaciones y prácticas de los usua-
rios pobres y los trabajadores del sector salud, en el contexto de la reforma
sectorial y en el macrocontexto de las transformaciones de la relación entre
estado, mercado y sociedad, sucedidas en el período. En este proceso de in-
vestigación delimitamos como unidad de análisis para la comprensión de las
estrategias de cuidado de la salud a las familias/ grupos domésticos1.

* Profesora Invitada de la Carera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES. Pro-


fesora de Sanitarismo de la Maestría en Patologías del Desvalimiento de UCES. Profesora de
Salud Pública/Salud Mental, Facultad de Psicología, UBA. Directora de Proyectos de Investiga-
ción de UBACyT.
1 Se trata de tres investigaciones financiadas por la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la
Universidad de Buenos Aires -UBACyT- en un período que va desde 1995 a 2003, con sede en
la Facultad de Psicología de la UBA y dos financiadas por el IDRC/CIID de Canadá.

CUESTIONES DE INFANCIA 135


Pags. 135 a 149 3/21/06 2:49 PM Page 136 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:

Este proceso nos llevó a indagar sobre los estudios de la familia en sus dis-
tintas dimensiones y a reflexionar sobre el modo en que su transformación
y/o fragilización revierte en el cuidado y crianza de los niños, especialmen-
te en lo relativo a salud.

El objetivo de este trabajo es exponer algunas reflexiones teóricas sobre la


transición en que se encuentran las formas familiares y formular algunos in-
terrogantes, basados en la experiencia en terreno, sobre la relación entre
ellas y la crisis. Más allá de sus transformaciones y diversidades algún ám-
bito familiar parece ser indispensable para el desarrollo de “la cría” huma-
na y por ende reflexionar sobre la familia es hacerlo sobre las condiciones
de la infancia.

El método de análisis de una problemática compleja, como la que se abor-


da, requiere necesariamente de una multireferencialidad teórica y vuelve
ineludible el enfoque interdisciplinario. En nuestro trabajo de investigación,
hemos mantenido una línea que intenta articular dimensiones macro, meso
y microsociales de análisis, tratando metódicamente de rastrear las tranfor-
maciones en lo económico, lo institucional y la vida cotidiana como vía de
comprensión de la producción subjetiva. Estas transformaciones son vistas
como simultáneas e interactuantes, renunciando a la idea de causalidad o
determinación unidireccional. Como muestra de que las estrategias familia-
res pueden, a su vez, marcar tendencias en fenómenos macrosociales, bas-
ta mencionar que en algunos países de América Latina (tal el caso de Ecua-
dor), las pequeñas remesas de dinero que los emigrados giran para mante-
ner a sus familias en su país, constituyen una de las fuentes más importan-
tes de ingresos de divisas, un factor no previsto por la macroeconomía y que
proviene de la dimensión colectiva de acciones “individuales” frente a la
crisis.

Algunas precisiones teóricas

El objetivo de este punto es señalar, someramente, algunas precisiones: la


heterogeneidad de las formas familiares, la articulación entre la familia y lo
social, y las diferencias entre el concepto de familia y el de unidad domés-
tica e incorporar el concepto de estrategias familiares de vida.

Preferimos hablar de formas familiares, porque el término “familia” coadyu-


va a velar la diversidad de modelos existentes. Tal diversidad ha sido larga-
mente invisibilizada por la prevalencia de un modelo de familia -nuclear,
conyugal, patriarcal- que se presentaba como “natural”. La misma defini-

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Pags. 135 a 149 3/21/06 2:49 PM Page 137 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:

ción de familia se complejiza pese a su aparente transparencia. Sólo un pro-


ceso extremo de “naturalización” puede llevar a homologar la familia hu-
mana a los lazos de consanguinidad biológica. Al respecto, Elizabeth Rou-
dinesco cita a Levy-Strauss: “[...] lo que diferencia realmente al hombre del
animal es que, en la humanidad, una familia no puede existir sin sociedad,
es decir, sin una pluralidad de familias dispuestas a reconocer las existen -
cia de otros vínculos al margen de los lazos de la consanguinidad, y que el
proceso natural de la filiación sólo puede proseguir a través del proceso so -
cial de la alianza” (Roudinesco, E., 2002, pág. 15).

Esta articulación entre la familia y “lo social” ha sido el eje de la indagación


de Jaques Donzelot, quien afirma: “veremos entonces como este primer ob -
jeto, la familia, se esfuma en provecho de otro, lo social, del que es a su vez
reina y prisionera. Ni destruida ni piadosamente conservada, la familia es
una instancia en la que la heterogeneidad de las fuerzas sociales puede ser
reducida o funcionalizada, estableciendo una práctica que ponga en flota -
ción las normas sociales y los valores familiares, y que cree al mismo tiem -
po una circularidad funcional entre los social y lo económico: Freud con
Keynes” (Donzelot, J.,1979, pág. 11).

Desde la lectura social y demográfica se introduce -y diferencia del de fa-


milia- el concepto de unidad doméstica o grupo doméstico. A diferencia de
la familia, la unidad doméstica se define por la convivencia -una familia no
necesariamente co-reside-. Esto permite analizar las múltiples actividades
compartidas que, en el análisis social, componen las estrategias familiares
de vida. Configura el ámbito doméstico que se delimita por el conjunto de
actividades comunes o compartidas ligadas al mantenimiento cotidiano de
un grupo social, que se conforman y cambian en su relación con las demás
instituciones y esferas de la sociedad. En esta relación, la organización do-
méstica no cumple solamente un papel adaptativo o “funcionalmente nece-
sario” para la reproducción social, sino que contiene en si un potencial de
innovación y politización que se extiende más allá de sus límites (Jelin, E.,
1984).

Analizar las unidades domésticas en su función en el proceso de produc-


ción y reproducción social no implica desconocer que son, simultáneamen-
te, ámbitos donde se configuran identidades, se establecen vínculos básica-
mente afectivos y se dirimen posiciones de poder. El mismo concepto de es-
trategias familiares no debe ser entendido como decisiones racionales y pla-
neadas o necesariamente logradas con la unanimidad de los miembros del
grupo. Son un conjunto de prácticas que constituyen la cotidianeidad y cu-

CUESTIONES DE INFANCIA 137


Pags. 135 a 149 3/21/06 2:49 PM Page 138 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:

ya lógica no necesariamente las precede, al modo de una decisión “con-


ciente”. La división del trabajo, la distribución del poder, la utilización y
priorización de los recursos, la recreación, el cuidado de los cuerpos y de
las “almas” son elementos de análisis de las estrategias familiares. Resulta
imposible comprenderlas sin cruzar estos observables con las categorías de
género, generación y clase social o estrato.

La crisis de la familia: transformaciones y posibilidades

Mencionaba en la introducción, que se trata de una institución en acelera-


do proceso de cambio en occidente. Este proceso parece tener una combi-
nación de factores relacionados con las transformaciones globales de la so-
ciedad. Un eje de transformación, de largo plazo y ligado a la modernidad,
es la declinación del patriarcado. Se trata de una reformulación global de
las relaciones de poder y “representatividad” del poder al interior de la fa-
milia, consonante con las transformaciones del estado y de las representa-
ciones y prácticas de género.

Un cambio significativo de la modernidad fue la relativa desvinculación del


matrimonio y la familia con respecto a los acuerdos económicos y de po-
der, pasando los afectos y “el amor” a ocupar un lugar fundamental como
motivo de unión conyugal. De hecho la institución del matrimonio se labi-
lizó notablemente en el siglo XX: lo que fuera un estado destinado a durar
toda la vida se transformó en una posible sucesión de procesos de disolu-
ción y configuración de nuevos vínculos conyugales. La nupcialidad decre-
ció a expensas de uniones consensuales y buena parte de los niños nacen
fuera de vínculos matrimoniales establecidos.

Tanto los divorcios como las uniones consensuales redundaron en un incre-


mento cuantitativo de los hogares monoparentales, en general encabezados
por una mujer. También dan lugar a las “familias ensambladas”, donde la
pareja conyugal tiene a cargo niños concebidos en uniones anteriores, que
guardan distinto tipo de vínculo con los progenitores originales. Por último,
cabe señalar, no por su frecuencia pero sí por el desafío que conlleva, la
aparición de familias fundadas en parejas del mismo sexo como un signo
de época.

Para complejizar aún más la situación, el desarrollo científico tecnológico


inaugura posibilidades antes impensables, de las cuales la más extrema es
la clonación: un niño que se origine biológicamente de un solo progenitor.
Más vigentes, son las variadas formas de fertilización asistida incluyendo la

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posibilidad del “alquiler” de úteros. En el mismo proceso en que se vuelve


posible que un niño sea genéticamente hijo de una persona distinta que la
que lo gesta durante el embarazo y de que sea concebido sin relación se-
xual, se logran formas de probar casi sin duda la paternidad biológica. Es
cierto que estas prácticas constituyen más una complejización simbólica
que concreta en sociedades -como la nuestra- donde buena parte de sus
miembros tienen difícil acceso a servicios de salud básicos, pero no dejan
de actuar en el escenario de las formas de representar la procreación y la fi-
liación.

Simultáneamente la prolongación de la esperanza de vida en las poblacio-


nes que tienen acceso a bienes y servicios prolonga la intergeneracionali-
dad de las formas familiares, por primera vez en la historia asistimos, de ma-
nera no demasiado infrecuente, a grupos familiares en los que interactúan
cuatro generaciones. A esto se suma que la acelerada transformación tecno-
lógica y su incorporación a la vida común, producen efectos en las relacio-
nes intergeneracionales: no siempre los padres “saben” más que los hijos y
muchas veces su experiencia no sirve para la resolución de cuestiones co-
tidianas en las que se es más experto cuanto más joven.

Al hacer esta somera enumeración he unido lo que, distintos autores, con-


sideran dos estadios de evolución de la familia en los países desarrollados
y que suelen denominar familia “moderna” y familia “contemporánea” o
“posmoderna”. La primera es una transición que se extiende desde finales
del siglo XVIII hasta la década del 60 del siglo XX. “Fundada en el amor ro -
mántico, sanciona a través del matrimonio la reciprocidad de sentimientos
y deseos carnales. Pero también valoriza la división del trabajo entre cón -
yuges, a la vez que hace del hijo un sujeto cuya educación está a cargo de
la nación. La atribución de la autoridad es entonces objeto de una división
incesante entre el Estado y los progenitores, por un lado, y entre los padres
y las madres, por otro” (Roudinesco, E., 2002, pág. 19). Este “pacto funcio-
nal” entre familia y estado, entroniza lo femenino al interior del hogar, co-
mo lo describe el trabajo de J. Donzelot (1979).

La articulación entre familia y estado adquirió nuevas formas a partir de la


aparición de los modelos de estado social o benefactor, que por la vía de
las políticas sociales universales inscribió a los asalariados en un orden de
derecho y reconoció la responsabilidad de la sociedad en su conjunto so-
bre el proceso de reproducción social. En este contexto, a mediados de los
60, una serie de factores sociales y culturales (incorporación creciente de la
mujer al trabajo extradoméstico, posibilidad de control de la fecundación

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por anticonceptivos, la expansión de la idea de derechos y la irrupción de


los jóvenes como actores sociales revulsivos, entre otros) delinearon un
nuevo escenario donde las aspiraciones individuales comenzaron a entrar
en contradicción con los mandatos reguladores del orden familiar moder-
no. El período de expansión más potente del capitalismo, el que va de las
postrimerías de la segunda guerra hasta la crisis de mediados de los 70 mar-
có el pico de una verdadera revolución de las relaciones entre géneros y ge-
neraciones, y por ello de las formas familiares. También, durante los sesenta
y los setenta, la familia fue una de las instituciones cuestionadas: frente a la
idea preexistente de ámbito de armonía y afecto se la señaló como espacio
de dominación y de reproducción de condiciones de sometimiento.

Sin embargo, en la sociedad que siguió a esa época, la de la caída de tra-


bajo asalariado y la sustitución del estado social por los modelos sometidos
a la lógica de mercado, las familias tuvieron una abrupta revalorización. Los
sujetos, frente a una sociedad donde se profundizaban las formas de desam-
paro y un estado que tendía a replegarse de su rol de redistribuidor y sopor-
te, reencontraron en ella una institución aún capaz de acogida y cuidado.
También la hegemónica corriente económica neoclásica la definió como la
unidad social que podía (y debía) hacerse cargo de las funciones que decli-
naba el estado, unidad de consumo de servicios en el mercado, levemente
apoyada por los programas focalizados, en los casos de extrema pobreza.
La así llamada familia contemporánea o posmoderna es el polifacético pro-
ducto de estos cambios.

A lo largo de este proceso de transformación, con no pocas incertidumbres


y padecimientos, algunas tendencias en el polo de la transformación permi-
ten visualizar potencialidades impensadas. Un proceso como éste debe ser
analizado con sumo cuidado evitando toda tendencia a prejuzgar en térmi-
nos de “bien” o “mal”. De esta crisis y transformación pueden aparecer for-
mas nuevas que necesariamente redundarán en nuevos modos de subjeti-
vación. Quisiera señalar un ejemplo: las nuevas formas de paternidad. Si
bien son incipientes y limitadas a determinados sectores, son notables. Con-
figuran lo que me parece correcto llamar “paternidad de vínculo primario”.
Estos varones que comparten el cuidado del bebe con las madres, que par-
ticipan de su nacimiento y que acceden a algo que les fue negado durante
siglos: el vínculo primario de cuidado de un lactante; incorporan la ternura
a la paternidad, uno de sus aspectos más negados. Ellos suelen sostener
consistentemente el vínculo con los hijos luego de la disolución de la pare-
ja, pugnando incluso por preservar espacios de convivencia cotidiana. Al
desaparecer del hogar la posibilidad del ejercicio atributivo de la autoridad,

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aparece el conflicto pero también la posibilidad de negociación y búsque-


da de consenso. De alguna manera puede decirse que se trata de una es-
tructura más frágil y, simultáneamente más flexible y democrática.

Dice Elizabeth Roudinesco: “el principio mismo de la autoridad -y del logos


separador- sobre el cual se fundó la familia está hoy en crisis en el seno de
la sociedad occidental. Por un lado, ese principio, por la afirmación majes -
tuosa de su soberanía caduca, se opone a la realidad de un mundo unifica -
do que borra las fronteras y condena al ser humano a la horizontalidad de
una economía de mercado cada vez más devastadora; pero, por otro, incita
de manera incesante a restaurar en la sociedad la figura perdida de Dios pa -
dre en la forma de una tiranía. Enfrentada a ese doble movimiento, la fami -
lia se muestra ante el sujeto como la única capaz de asumir ese conflicto y
favorecer el surgimiento de un nuevo orden simbólico... desde el fondo de
su desamparo la familia parece en condiciones de convertirse en un lugar de
resistencia a la tribalización orgánica de la sociedad mundializada. Y sin du -
da logrará serlo, con la condición de que sepa mantener como un principio
fundamental el equilibrio entre lo uno y lo múltiple que todo sujeto necesi -
ta para construir su identidad” (Roudinesco E, 2002, pág. 214).

Las mujeres entrevistadas en Eldorado2, de hogares pobres, reconocían


cambios negativos y positivos entre su familia de origen y la actual. Entre
los primeros señalaban que “hay menos respeto”, entre los segundos que
“ahora se habla más”, en general había consenso en que “a los hijos ahora
no se les ordena, ellos tienen que entender para hacer caso”, señalaban así
la modificación entre una autoridad atributiva y un ejercicio de la autoridad
basado en el reconocimiento.

Estas mismas mujeres centraban su felicidad en los vínculos familiares y


en la maternidad. Una lo sintetizaba de esta manera: “yo siempre digo
que aunque uno coma lo mismo todos los días, mientras no falte ese
plato... lo más importante son las relaciones... yo tengo buenas relacio-
nes con mi marido y con mis hijos... él es un buen hombre, trabajador...
no tendremos otra cosa... pero nos llevamos muy bien... somos feli-
ces”... Pero esta percepción de felicidad se derrumbaba en aquellos ca-
sos en que el hogar había quedado en le desamparo del desempleo (Bar-

2 Estas observaciones forman parte del trabajo en terreno de mi tesis de doctorado en la Facul-
tad de Psicología de la UBA: “Contexto y Vivencia: reforma sanitaria, grupos familiares y en El-
dorado, Misiones”, que se inscribe en la Investigación UBACyT que dirijo.

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cala A, y Stolkiner A. 2001).


Este ejemplo sirve para comenzar a abordar el otro polo, el de la implica-
ción entre las familias y la crisis económico social del último período en
nuestra realidad.

La familia en la crisis

Para comenzar este punto sirve el contraste entre las preguntas que se for-
mula Elizabeth Roudinesco, desde un país central donde el desmantela-
miento del estado social ha sido relativo, y las que finalizan el libro de Su-
sana Torrado sobre la historia de la familia moderna en Argentina. En Eliza-
beth Roudinesco el ocaso del patriarcado, las nuevas formas de procreación
y sus impactos simbólicos y subjetivos, y los nuevos modos de parentalidad
entre ellas la homoparentalidad, constituyen los ejes de su reflexión.

Susana Torrado marca una diferencia entre los estudios europeos y los de
países como la Argentina: refiriéndose al período económico social que se
inicia en el 76 y culmina en los 90, precipitándose a la crisis de principios
del siglo XXI, afirma: [...] “entre los excluidos, la pérdida de protecciones so -
ciales favorece diversas formas de fractura del tejido familiar que, perversa -
mente, refuerzan el proceso de pauperización de quienes ya eran vulnera -
bles antes de la ruptura... El resultado es que, entre nosotros, el interrogante
acerca del futuro de la familia asume una enunciación diferente a la de los
países avanzados. Se trata de inteligir, no ya si la organización familiar será
apta para producir la fuerza de trabajo que requiera la acumulación capita -
lista, sino más bien si esta última será capaz de compatibilizar algún meca -
nismo que vuelva a incluir a los vastos contingentes de población (es decir
de familias) que demandan (hoy, pacíficamente; quizás no así mañana) ser
aceptados en el ‘banquete de la vida’ ” (Torrado, S, 2003, pag 661).

Las políticas económicas y sociales desarrolladas en el período de apertura


de mercados devuelven a las unidades familiares responsabilidades com-
partidas previamente con el estado, es decir, reconocidas como responsabi-
lidad de la sociedad en su conjunto. No contemplan -salvo para proponer
apoyos focalizados que no revierten la situación de exclusión- que despro-
vistas de soporte, las familias se labilizan. El desarrollo de sus estrategias se
amolda a las circunstancias y su capacidad de contención a los miembros
más débiles (ancianos, niños, discapacitados, etc.) disminuye o se modifi-
ca. También se modifican las estrategias de vida a fines de contrapesar la
tendencia centrífuga excluyente del funcionamiento social.

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No es posible una generalización que refiera más que a tendencias. Las mo-
dificaciones de estrategias y prácticas, así como de funciones, varían según
los sectores sociales. No es lo mismo la situación de los sectores medios o
asalariados estables que caen por debajo de la línea de pobreza, que la si-
tuación de los pobres estructurales. Ni tampoco es similar la situación de
aquellos en los que el empobrecimiento es producto de la caída de capaci-
dad adquisitiva del salario que los que están en situación de desempleo.

Pero en todos los casos, se da la tendencia, prácticamente universal, a con-


trapesar la caída del ingreso con la participación de más miembros del ho-
gar en el mercado de trabajo, en el que simultáneamente decrece la oferta
de empleo y se informaliza. La ampliación del número de miembros que
entran -o intentan hacerlo- en el mercado laboral no se reduce a las muje-
res y los jóvenes.

Una investigación del 2003 sobre niños trabajadores callejeros de la zona


de Constitución, Buenos Aires (Cserniecki, S., 2003) mostró que el 84 % vi-
vía con su grupo familiar. En la mayoría de los casos se trataba de hogares
nucleares (82%) o extendidos (14,4%). Casi la mitad de ellos se encontra-
ban acompañados por la madre y/o el padre o hermanos. Es de señalar que
el 50% manifestó que todos los adultos de la familia estaban desempleados
y el 80% que había por lo menos un desempleado entre estos. Aún en es-
tos casos, en que la estrategia familiar parece haber incorporado directa-
mente el trabajo infantil como forma de sobrevivencia, la escolaridad se-
guía teniendo adhesión: el 68% de los niños entrevistados manifestó con-
currir a la escuela, aunque al relacionar la edad con el grado cursado se evi-
denciaba un alto índice de repitencia. La mayoría de estos niños reconocía
trabajar para contribuir al ingreso familiar.

Importa preguntarse sobre qué significación adquiere para los niños y los
adultos este temprano rol de proveedores. La crisis ha sido disruptiva en los
roles y las identidades familiares. Hay estudios sobre la transformación de
las representaciones y relaciones de género al ocupar la mujer el lugar de
sostén familiar, pero no hay mucho indagado acerca de qué sucede en las
relaciones intergeneracionales cuando el lugar de sostén económico lo ocu-
pan, precariamente, los niños. De hecho, implica una deconstrucción de
lugar de la infancia construido en la modernidad.

La necesidad de sobrevivir impulsa acciones disonantes con las representa-


ciones hegemónicas. Es distinto que un varón participe de las tareas domés-
ticas como parte de una transformación sobre sus roles de género, a que de-

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ba arribar a ellas como consecuencia ineludible de la situación de desem-


pleo. Lo mismo puede decirse de esta situación para la mujer. Antes de
cualquier generalización es necesario reconocer que las estrategias y las
prácticas son altamente heterogéneas aún dentro de grupos o estratos.

En un grupo focal realizado con mujeres pobres del Gran Buenos Aires3,
muchas de las cuales desarrollaban tareas con planes jefas de hogar, se re-
lataban situaciones distintas acerca del lugar de sus maridos en la actividad
doméstica y, particularmente en el cuidado de la salud de los niños. Una de
ellas había delegado en el marido el cuidado doméstico y, aunque mante-
nía un rol de supervisión, reconocía la habilidad de él para esa tarea -a la
que designaba como tarea “de mamá”-: ”Mi marido se queda en casa y es
la mamá de la casa, él cuida a los chicos cuando están enfermos, él cum -
ple el rol de mamá, yo puedo venir tranquila a trabajar porque él hace lo
que tiene que hacer... si alguno tiene fiebre él me llama”.

A diferencia de esta situación, otra de ellas vivía esta delegación co-


mo un mal inevitable y no pensaba que él estuviera capacitado para
reemplazarla en el hogar: ...“ Yo le dejo a mi marido anotado todo, y
él hace todo al revés. Cuando el menor estaba con tos lo nebulizó con
el antibiótico y le dio a tomar el líquido de la nebulización (se ríen to -
das). Yo t u ve que ir a tra b a j a r, yo siempre cuidé a los chicos, hace seis
meses que tra b a j o ” .

Otra, que reconoce haber trabajado siempre, asume que su marido cumple
funciones de contención emocional, clásicamente femeninas, y lo ejempli-
fica con una situación: ”si la nena se hace señorita se lo va a decir primero
al papá. Esa seguridad yo la tengo”.

En ese mismo grupo, otra mujer que “trabaja en un plan” y cuyo marido tie-
ne trabajo, afirmaba: “Los míos están mas acostumbrados a mí porque el
papá no está tanto en casa, soy yo la que está encima de ellos, el papá es -
tá mas que nada a la noche, con quien quedan es con la hermana”. En es-
ta resolución, clásica desde el punto de vista de género, la delegación de la
actividad doméstica y del cuidado se hace a la hija mayor.

3 Este grupo focal fue parte del trabajo en terreno de la Investigación “Equity and Decentrali-
zation: Accessibility of poor families from Buenos Aires province to health public services of
Buenos Aires City.” Realizada en 2001, financiada por el IDRC de Canadá.

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Una mujer sola a cargo de hogar y problemas de salud, manifestaba el ma-


yor desamparo: ”Yo soy sola con mi hijo, vivo sola y me arreglo sola, no
puedo traerlo a la escuela, tengo ataque de epilepsia y presión alta... me
arreglo como puedo porque no tengo quien me ayude”.

Interesa señalar, de estos ejemplos, la gran heterogeneidad de soluciones y


estrategias planteadas en un grupo homogéneo en cuanto a su nivel econó-
mico, educativo y lugar de residencia. Esta diversidad marca los límites de
cualquier generalización posible. No obstante, con relación a las estrategias
de cuidado de la salud hay tendencias comunes que observamos en las fa-
milias de Eldorado, de Ciudad de Buenos Aires y del Gran Buenos Aires, en
los distintos procesos de investigación.

Las mujeres entrevistadas en Eldorado pertenecían a hogares con Nece-


sidades Básicas Insatisfechas y con características de pobreza estructu-
ral (bajo nivel educativo, empleos de baja calificación y alta informali-
dad, etc.) y conservaban algunas prácticas de población rural o semiru-
ral, como el cultivo doméstico. Las entrevistadas en ciudad de Buenos
Aires tenían más alto nivel educativo y características propias de la po-
breza urbana. Las usuarias de servicios de la Ciudad de Buenos Aires
provenientes de la provincia de Buenos Aires provenían fundamental-
mente de hogares nucleares completos y tenían un nivel educativo com-
parativamente alto con relación a la media de los pobres del conurba-
no; no obstante que su nivel de ingresos los situaba por debajo de la lí-
nea de pobreza o indigencia. Estas últimas parecían pertenecer funda-
mentalmente a sectores trabajadores empobrecidos. Pese a estas dife-
rencias aparecían características y algunos emergentes comunes en las
estrategias de cuidado de la salud:

En todos las casos había una percepción de aumento de las barreras de


acceso a los servicios, en general producto de una combinatoria entre
la disminución de los ingresos y modificaciones en los servicios -en el
contexto de la reforma sanitaria- que les implicaban mayor gasto de bol-
sillo. Frente a estas barreras, una de las respuestas era mantener los cui-
dados médicos de los niños a expensas del de los adultos. Las mujeres
tienden a consultar sólo cuando los recursos para su atención no son in-
dispensables para otra necesidad del hogar. Los varones sólo lo hacen
cuando los síntomas son muy avanzados y, en general, promovidos por
las mujeres. ...”Los hombres son tercos para ir al médico, ellos son jefes
de hogar y tendrían que darnos todo y no dan porque no se puede, en -
tonces no van a gastar en ellos, el hombre está muy dolido por eso, pue -

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den estar muriéndose y no te dicen nada, no gastan en remedios, está la


situación tan fea que hay que preservar a la cría, a los chicos y uno bue -
no, ya existió, ya vivió, no nos queda otra o vos que opinás?” (entrevista-
da del Gran Buenos Aires).

En Eldorado, detectamos casos donde los adultos abandonaban tratamien-


tos que sabían necesarios, a conciencia de que significaba un riesgo seve-
ro (tal el caso de tratamientos de hipertensión). Este dato resultó concordan-
te con el aumento de consultas en guardia y por patologías más avanzadas
(Barcala y Stolkiner, 2000).

El esfuerzo centrado en el cuidado de los niños es concomitante a una


alta valoración de la maternidad y de los vínculos familiares: ”uno de
los lindos momentos que pasé fue cuando estaba en casa de mi mamá,
él tenía seis meses y estaba mamando y dejo un rato y dijo bien clarito
“mamá”, fue un momento tan lindo que lo recuerdo cada día cuando él
esta en el cole”... (entrevistada de Villa Zavaletta, Ciudad de Buenos Ai-
res, en Scavino, C., 2002), “el recuerdo más lindo que tengo son mis hi -
jos. Yo les digo a ellos, la cosa más linda que Dios me dio son ustedes”
(entrevistada de Eldorado).

La preocupación por los hijos es mayor cuando se trata de los adolescentes.


Estos son percibidos como en riesgo permanente por sus madres, por la po-
sibilidad de las drogas, el SIDA y la violencia.

Si bien los roles y representaciones de género muestran la gran variedad de


un momento de transición, es notable la fragilización de la imagen de los
varones en el discurso de las mujeres.

Las acciones sociales de ayuda producen diferentes efectos subjetivos. En el


caso de los comedores colectivos, las mujeres tendían a percibirlos cómo
una práctica inevitable que desmantelaba el control sobre la alimentación
e inclusive la cohesión familiar: ...“si no comemos juntos, qué familia so -
mos” (entrevistada de Eldorado); “Ahora cambió mucho, los chicos comen
en la escuela y en el comedor comunitario, son ya distintas manos, el ritual
de la alimentación ya fue, podemos ciudarlos que no se mojen los pies, que
no se mojen la cabeza pero el cuidado de la alimentación ya fue” (entrevis-
tada de Provincia de Buenos Aires).

Hay, todavía, en estas unidades familiares que investigamos, una fuerte po-
tencia de cuidado y preservación. Nos basta haber investigado el notable

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esfuerzo que hacen quienes vienen desde los cordones del Gran Buenos Ai-
res para buscar un servicio que suponen mejor en la Ciudad de Buenos Ai-
res. Esta vitalidad y potencia desplegada en la lucha por la sobrevivencia,
que constituye un capital social invaluable, se vulnera todos los días ante
las situaciones extremas de desamparo. Los profesionales de servicios de fa-
milia de Hospitales de la Ciudad de Buenos Aires, manifiestan percibir que
las familias que llegan a la consulta tienen problemas más complejos y gra-
ves. Una de ellas decía: “extrañamos la época en que venían porque un chi-
co tenía enuresis, casi nada de lo que llega ahora se pude resolver con un
solo tipo de intervención”. Los servicios de salud mental en este caso, reci-
ben a los que fracasan o se desmoronan en este proceso de sobrevivencia.
Entre el eje de transformación y potencia y el de precarización y disgrega-
ción, la línea divisoria es frágil y depende de la articulación con lo societal
en su sentido más amplio.

Primera versión: 11/10/03


Aprobado: 10/1/04

Bibliografía

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Cserniecki, Silvina (2003): “Prácticas de salud de los niños trabajadores ca-


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Scavino Carolina (2002): “Notas sobre trabajo en terreno” de la Beca de
maestría de UBACyT: Representaciones, prácticas de crianza e intervencio -
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ra: Alicia Stolkiner)

Stolkiner, Alicia (1994): “Tiempos “posmodernos”: ajuste y salud mental”,


en Políticas en Salud Mental. Comp. Osvaldo Saidón y Pablo Trianovski, Lu-
gar Editorial, Buenos Aires.

Torrado, Susana (2003): Historia de la Familia en la Argentina Moderna


(1870-2000), Ediciones La Flor, Buenos Aires.

Resumen

El objetivo de este trabajo es exponer algunas reflexiones teóricas sobre la


transición en que se encuentran las formas familiares y formular algunos in-
terrogantes, basados en la experiencia en terreno, sobre la relación entre
ellas y la crisis. Más allá de sus transformaciones y diversidades algún ám-
bito familiar parece ser indispensable para el desarrollo de “la cría” huma-
na y por ende reflexionar sobre la familia es hacerlo sobre las condiciones
de la infancia.”

Palabras claves: estrategias familiares; desamparo; sobrevivencia.

Summary

This paper endeavours to expose theoretical issues related to the transition


the family formations are going through. It also elaborates questions based
on both the field experience and the relation between the mentioned forma-
tions and the crisis. Beyond its transformations and variety, a family environ-
ment appears to be vital in order to assure the development of the human
“breed”. Thus, thinking of the family requires taking into consideration the
conditions of infancy.

Key words: family strategies; helplessness; survival.

Résumé

Le but du présent travail est d’exposer quelques réflexions théoriques sur la


transition où se trouvent les formes familiales et de poser quelques ques-

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tions, basées sur l’expérience du terrain, sur le rapport entre elles et la cri-
se. Au-delà de ses transformations et ses diversités, un certain milieu fami-
lial semble être indispensable pour le développement de “l’élevage” hu-
main. Et par conséquent, réfléchir sur la famille c’est réfléchir sur les condi-
tions de l’enfance”.

Mots-clés: stratégies familiales; abandon; survie.

Alicia Stolkiner
Conde 665
(1426) Ciudad de Buenos Aires
Tel. 4455-7365
stolkin@psi.uba.ar

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CREACIÓN DE UN ESPACIO PSÍQUICO


DURANTE EL EMBARAZO EN TIEMPOS DE CRISIS
Mabel Rodríguez Ponte*
Ana Lía Ruiz **

Introducción

n este trabajo1 vamos a exponer en parte los resultados de la investiga-


ción “Transformaciones en las representaciones paternas” centrándo-
nos en el relato de dos de los casos entrevistados que significaron una
modificación del encuadre de investigación en función de las necesidades
que surgían en un contexto de urgencia, relacionadas a la crisis social que
se vivía en esos momentos.

Fundamentación

La paternidad y maternidad se desenvuelven en una estructura cultural y fa-


miliar existente, que impone ciertas reglas que hacen al ejercicio de funcio-
nes y roles de padres, madres y recién nacido.

Ambos, padre y madre necesitan los nueves meses de gestación biológica


del hijo para su otra gestación, la psíquica que estará entretejida con sus
propias historias, movilizando deseos, fantasmas.

Lebovici (1973), habla de diferentes representaciones de hijo, construidas a


lo largo del embarazo del niño. Estas son el hijo real, el hijo imaginario, el
hijo fantasmático y el hijo mítico (1979).

B razelton y Cramer (1990) plantean que las etapas físicas del embara-
zo estarían ligadas a la preparación psicológica de ambos padres. De
tal manera que a los nueve meses tanto la madre como el padre tienen

* Profesora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en convenio


con APBA).
** Profesora de la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Niños de UCES (en conve-
nio con APBA).
1 Este trabajo ha sido realizado bajo la supervisión de la Lic. Gabriela Iglesias perteneciente al
Departamento de Investigaciones de la UCES a quien dirigimos nuestro agradecimiento.

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la sensación de estar completos y listos para recibir a su hijo.

Desde la clínica el conocer las representaciones gestadas por los padres a


lo largo del embarazo y primeros meses del bebé permiten una prevención
acerca de dificultades vinculares entre padres e hijo, y la inscripción de ex-
periencias temprana que pueden llevar a afectar los primeros inicios de la
constitución subjetiva del bebé.

En este trabajo presentaremos los relatos obtenidos de entrevistas semi-diri-


gidas llevadas a cabo en los consultorios externos de Obstetricia de un hos-
pital público del Gran Buenos Aires, las que permitieron escuchar a las mu-
jeres embarazadas, y el lugar que ocupaban los fantasmas y entretejidos
imaginarios en este período crucial del desarrollo del bebé en el cuerpo de
la madre, siendo estos importantes factores de influencia sobre el mundo re-
presentacional del niño. El contexto social en el que se desarrollaron nos
llevaron a enfrentarnos con cuestiones clínicas que hacen referencias a un
modelo económico neoliberal, con sus derivaciones en la exclusión, deso-
cupación, desamparo, pobreza, marginalidad. Así relataremos dos expe-
riencias que reflejan el peso de la situación social y que nos permitieron de-
velar la estructura en la que estaban insertas algunas pacientes. Como así
también la necesidad de crear un espacio en el que se puedan sostener co-
mo sujetos deseantes y no como víctimas que deben “arreglárselas como
puedan” con ese real. Se trataría entonces de “concebir” una escucha y no
caer en el desconocimiento de la incidencia de lo social o seguir una lógi-
ca segregativa.

Entrevistamos a cuarenta y una madres gestantes que concurrían a los con-


sultorios externos del servicio de Obstetricia de un hospital público del co-
no urbano para sus controles prenatales y un grupo de madres internadas
en la sala de Maternidad de dicho hospital que cursaban los últimos meses
de sus embarazos Las futuras madres eran invitadas a participar en el estu-
dio por las médicas obstetras y parteras finalizada la consulta clínica.

La edad promedio de las madres era de 27,04 años (± 5,44). En relación a


la escolaridad el 12% tenía primaria incompleta, el 66% secundaria incom-
pleta y el 22% secundaria completa. El 85% eran amas de casa. El 76% te-
nía una pareja estable y el 22% eran madres solteras y mantenían una rela-
ción estable sin convivir con el futuro padre. La edad paterna promedio era
de 29,25 años (± 0,56). Con relación a la ocupación paterna se analizaron
dos categorías 1): categoría ocupacional, el 51% eran trabajadores por
cuenta propia, el 37% asalariados y 2): condición de actividad, el 29% se

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encontraban desocupados. Con relación al tiempo de gestación el prome-


dio era de 7,07 meses (± 1,47), el 78% eran multíparas; el número de hijos
promedio era de 2 hijos (± 1,47).

Se debe señalar que las entrevistas fueron realizadas en los meses de no-
viembre- diciembre del 2001 y enero de este año, momentos en los que rei-
naba una profunda crisis política social en todo el país. De hecho algunas
madres fueron entrevistadas el 19 de diciembre del 2001.

Se realizó una entrevista semidirigida empleando el modelo de la entrevis-


ta “R” versión modificada F-3-95 (Stern, D.N., Robert-Tissot, C., Besson, G.,
Serpa, S., Muralt, M., Cramer, B., Palacio, F.); esta analiza las representacio-
nes (fantasías, miedos, distorsiones, percepciones, atribuciones) que tiene la
madre acerca de su hijo, de sí misma como madre y de su propia madre.
En este caso se utilizó una versión modificada y adaptada a las característi-
cas de esta población (Missio, M.; Ruiz, A.L., 1998). Por último se incluye-
ron una lista de life events o acontecimientos de vida con el fin de conocer
la presencia de situaciones de estrés que estuvieran cursando las futuras
madres durante el embarazo.

Análisis y discusión

La mayoría de las madres atribuyeron cualidades positivas a sus futu-


ros hijos, (alegre = 100%; lindo = 98%; sociable = 80 %; 78%= fuer-
te). Tres madres lo describieron como triste y a su vez seleccionaron
este vocablo para definir el estado emocional en el cuál se encontra-
ban. Lo cuál nos lleva a pensar en el lugar del hijo como fruto de las
identificaciones de la madre. La mayoría de las madres se mostró más
cómoda al poder ser orientadas con relación a la descripción de su fu-
turo hijo. Como respuesta espontánea la más frecuente se refirió al se-
xo y al ser “sanito”.

Gran parte eran multíparas y en ellas aparecían muy claramente las repre-
sentaciones de hijo muy ligadas a sus hijos anteriores. A la pregunta como
imaginaban el futuro bebé aparecían descripciones concretas de los hijos
anteriores con los cuales comparaban ya sea en más o en menos algunas
características. Esto nos daría un indicio del tipo de pensamiento presente
en estos casos, muy ligada a lo concreto y con pocas posibilidades de fan-
tasear, de imaginar algo diferente.

De treinta y cuatro madres consultadas sobre la planificación del embara-

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zo, 85% contestaron no haber planificado y deseado el futuro hijo.

Las descripciones espontáneas del futuro bebé se referían al sexo y al ser


“sanito” situación que podría estar dada por el contexto hospitalario donde
la mayor preocupación suele ser por la salud o siguiendo a Aulagnier
(1975), quien explica “el contrato narcisista”, lo que estas madres dicen es-
perar de su bebé, hace alusión a los atributos compartidos por el conjunto
social al que pertenecen. Al menos lo que expresan la mayoría seguramen-
te tiene que ver con enunciados que pertenecen a modelos idealizados pa-
ra el conjunto también ellos hacen referencia a la importancia de la refe-
rencia histórica y los relacionan al lugar que cada uno de los miembros
ocupa frente al grupo social al que pertenecen.

En lo que se refería a como se imaginaban ellas como futuras madres nue-


vamente contestaban “cómo eran” como madres actuales y a partir de ahí
en pocos casos diferenciaban alguna características. En esto vemos nueva-
mente que lo que aparece imposibilitado es lo que se refiere a imaginar a
futuro. Se privilegia más lo presente e inmediato.

El 68% de las madres expresó “estar preocupadas por su salud”, “ansiosas”


= 95%, “expectante” = 90%, “miedosa” = 71%. El 51% de las madres refi-
rieron imaginarse a su futuro hijo como “llorón” y así mismas “como mie-
dosas”. Surgen interrogantes acerca de los futuros vínculos madre-bebé y el
posicionar al bebé en determinados espacios, en este caso como “llorón” y
la posibilidad de modificación de estas representaciones frente a la presen-
cial real del niño. El 73% de las madres describieron a su futuro hijo como
“activo” basándose en los movimientos fetales y señalaron cierta capacidad
del bebé relacionada con fenómenos de autonomía y poder de éste. Estas
representaciones coinciden con lo planteado por Defey y Correas
(1993), con relación a que ciertos pensamientos y fantasías de la emba-
razada pautan el modo de representarse al feto y por lo tanto interactuar
con él. Las madres que expresaron satisfacción en relación a esta per-
cepción corporal del bebé en gestación como “activo” manifestarían
una representación de hijo ligada a una mutualidad y sincronía en la
que ambos transitan el mismo proceso psicológico y al mismo tiempo;
implica reencontrarse con otro que comparte todo, si la madre está con-
tenta, tranquila, sentirá que el feto lo está. En otros casos las madres re-
presentaron al bebé en gestación centralizado en la capacidad de con-
trol de éste, que nos remite a la idea de que éste todo lo sabe o lo per-
cibe, no hay posibilidad de huir o esconderse, transformándose en un
“perseguidor interno” (difícil = 24%; agresivo = 22%).

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Desde los procesos identificatorios el 73% describen a sus madres como


“cariñosas” y así mismas como tal, expresando el deseo de ser una madre
omnipotente como su propia madre, en un juego de “identificaciones en es-
pejo” como miradas narcisísticas en el que una hija mira a su madre que a
su vez mira a su madre en una línea transgeneracional. Con relación a las
representaciones de sí mismas como futuras madres el 90% se definió co-
mo madre “cariñosa”, 83% “paciente” y 76% como “protectora”. Estas
identificaciones e ideales maternos nos remitirían a las funciones maternas
definidas por Winnicott (1960), entre ellas la función de “holding” (sosteni-
miento). Este autor se refiere al mismo enunciando que el sostenimiento
protege contra la afrenta fisiológica; toma en cuenta diferentes sensibilida-
des como tacto, temperatura, presión, tono de voz, contacto visual, sensibi-
lidad a las caídas. Incluye los cuidados diarios brindados al bebé y subraya
que las madres por naturaleza son capaces de prestar un cuidado satisfac-
torio, y que son susceptibles de ejercer mejor sus funciones de sostenimien-
to si ellas son objetos también de cuidados. Y aclara que las madres que no
reúnan tal condición naturalmente no mejorarán a base de instrucción.

Esto nos lleva al análisis de factores de riesgo que pueden interferir en la


vulnerabilidad biopsíquica de la mujer embarazada. El 90% de las madres
expresó tener dificultades económicas graves y el 51% haber sufrido la pér-
dida laboral de su pareja, en otras aparecía la precariedad del mismo, re-
presentado en las expresiones por “changas” y “hay… no hay”. La mayoría
de las madres se definía como “ama de casa”, pero en muchos casos surgía
que habían dejado el trabajo o la búsqueda por el embarazo. A pesar de las
dificultades económicas señaladas no siempre se mostraban conectadas
afectivamente en relación a la precariedad de la situación que describían.
Si bien en otra parte de la entrevista señalaban “estar triste” (58%), en rela-
ción a la problemática económica y laboral manifestaban: “lo normal”,
“como siempre”. Podría pensarse en una negación al menos en este perío-
do del embarazo, parecían estar más fuertemente conectadas con su futuro
bebé y con ellas mismas más que con la realidad que las rodeaba. En este
sentido se podría pensar que el “ser madres” les permitía definirse en ese
lugar encontrando una identidad como “madres” dentro de su entorno fa-
miliar y social y así poder tolerar, tal vez “resistir” el lugar de “víctimas” que
son llevadas a ocupar por una sociedad que las excluye e impide su inser-
ción laboral. Estas experiencias de “expulsión” se ven reproducidas por las
prácticas hospitalarias como puede ser el lugar del padre o cuando algunos
profesionales intentan rechazar ciertas consultas que consideran no perti-
nentes a un servicio de psicopatología porque consideran “casos sociales”.
En esta población encontramos una sumatoria de factores de riesgo psico-

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social lo cual aumenta la “fragilidad o vulnerabilidad” materna con relación


a la gestación y futura crianza de un niño creando un estado de desvali-
miento psíquico por la alta toxicidad del medio en el cual están gestando.
Las prácticas hospitalarias muchas veces inciden en la posibilidad de trami-
tación psíquica del embarazo. De acuerdo a nuestras observaciones la ma-
yoría de los padres no ingresan a la consulta obstétrica y no participan en
la atención prenatal. Si tomamos lo planteado por Winnicott acerca de la
necesidad de la madre de ser contenida afectivamente y la presencia de un
porcentaje elevado de factores psicosociales, la participación del padre en
el cuidado del niño desde la gestación, podría ayudar a mejorar el estado
afectivo materno y superar sus estado de exclusión ligados a la gestación de
su futuro hijo y a factores que hacen a su inserción al mercado laboral.

De la investigación a la clínica

De acuerdo a lo desarrollado podemos decir que el embarazo presentifica


y pone en escena la vida previa a la concepción de cada mujer desde sus
vínculos primarios, experiencias, conflictos en la dinámica edípica, juegos
infantiles, etc. influyendo en su función materna y en el vínculo con su fu-
turo hijo.

Varios psicoanalistas se han ocupado de escuchar a las mujeres embaraza-


das, y el lugar que ocupaban los fantasmas y entretejidos imaginarios en es-
te período (Aberasturi, Langer, Videla, Stern).

Bibring (1959), señala la tendencia de las mujeres embarazadas a hablar li-


bremente de sus fantasías y de poder conectarse con su mundo interior. M.
Bydlowski (1991), describe este estado en términos de “transparencia psí-
quica” como un estado de susceptibilidad donde los fragmentos del incons-
ciente vienen a la conciencia y conducen a la movilización de recuerdos
que quizás habían permanecido ocultos durante mucho tiempo y F. Molè-
nat (1999), habla de la “fluidez” del inconsciente que es observado en en-
trevistas clínicas llevadas a cabo con embarazadas.

Leff (1993, citado por Gautier, 1998), describe un fenómeno semejante y


habla también de la “permeabilidad del inconsciente” y sugiere que uno
encontrará en los relatos de las madres embarazadas un material clínico
muy significativo.

Bydlowski (1989), plantea que las condiciones que rodean al trabajo en una
maternidad son excepcionales para el psicoanálisis. El ambiente médico ge-

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nera un estado en el cuál las pacientes (madres embarazadas) son cuidadas


y atendidas, estableciendo una confianza infantil que permite una alianza
terapéutica con el equipo de atención enfermeras, parteras, obstétricas. Al
ocuparse del cuerpo generan en transferencia una envoltura psíquica que
protege a la futura madre y a su bebé en gestación.

En el inicio de este trabajo habíamos relatado como eran invitadas las ma-
dres a participar en la investigación por parte de las médicas obstétricas,
quisiéramos transmitir dos experiencias que nos llevaron a interrogarnos
ciertas cuestiones ligadas al cuidado psíquico de la embarazada y a la crea-
ción de un espacio de escucha.

La mirada atenta del equipo de atención médica, sus preguntas, sus obser-
vaciones permiten una mejor comprensión de los estados de vulnerabilidad
psíquica de las futuras madres y el bebé en gestación. Fenómenos de des-
plazamiento, de confusión, permiten comprender lo emocional que circula
a partir de un evento orgánico (el descubrimiento de una patología de la
madre o del feto) o social como la decisión de una madre de separarse de
su bebé o no contar con ningún sostén familiar.

Relataremos dos situaciones que se presentaron a lo largo del trabajo de


campo:

-La mujer se sienta en la silla con dificultad para ser entrevistada, se obser -
va el estado avanzado del embarazo. No tiene en claro la fecha probable
de parto dice que supone estar casi de 9 meses de gestación. Comenta que
tienen dos hijos de 14 y 8 años.

Le pregunto cómo le gustaría que fuera el futuro bebé, cómo se lo imagina,


cómo será, no responde a las mismas y me pregunta sobre quién pregunto
si por ella o por el bebé, le contesto que por el bebé a lo que expresa no
poder imaginarlo y queda en silencio, baja la cabeza. Dejo de lado la en -
trevista “R” y le pregunto donde vive, qué hace.

Me cuenta que hace un mes vino de Paraguay donde vivía en el campo. Tu -


vo sus otros hijos de diferentes padres. “Todos cuando quedo embarazada
se van”, dice refiriéndose a sus parejas quienes la maltrataban. Cuando se
entera de este embarazo y queda sola decide venir a Buenos Aires con sus
hijos ya que no tenía trabajo. Aquí aún no buscó. Vive con su madre quién
hace muchos años que reside en Buenos Aires. Sus hijos están bien aquí.
Me dice que le gustaría que fuera una nena, el futuro bebé y a continuación

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comienza a hablar de la madrina que es una señora que la acompaña a los


controles prenatales, le ha comprado todo para el bebé.

Le pregunto por ella, cuántos hermanos tiene, qué hacía en el campo, etc.
y comenzamos a armar su propia historia.

Nos despedimos y le deseo suerte con el parto y futuro bebé. La médica


obstétrica que había atendido a la madre me dice que “ésta lo da en adop -
ción” y refiere que cuando hablan de “una señora muy buena que les com -
pra todo para el bebé y que será la madrina” ella ya sospecha de la adop -
ción. Además marca las diferencias entre las dos mujeres en relación a la
forma de vestirse, lo cual la lleva a reafirmar sus suposiciones.

Adquieren significado los silencios de esta madre y el no poder imaginar al


bebé. Una de nosotras se acerca a ésta en el momento en que estaban por
realizar un monitoreo fetal y se le explica en qué consiste el mismo. La ma -
dre parece asustada y expresa las diferencias con los otros dos partos que
había tenido en el campo. Ante esta actitud acompañamos a la madre du -
rante el estudio ayudándola a escuchar los latidos del corazón de su bebé.

A los 15 días vuelvo a encontrar a la madre con un bebé en brazos. Me di -


ce que ha nacido “Romilda Beatriz, mujer como yo quería” Viene a un con -
trol con la obstetra. Me relata que sus dos hijos “no la quieren dar” y “que
se queda con ellos”. Me habla del bebé que duerme mucho, igual que ella
y corre la manta para que la vea. Es una beba de tamaño mediano, rosada,
permanece dormida, sus manos están juntas en la línea media. Me dice que
a los días de la entrevista comenzó a sentirse mal, la internaron por que es -
taba hipertensa y comienza con contracciones y el equipo médico decide
que nazca el bebé; por suerte “fue por parto como yo quería”.

Vemos cómo la creación de un espacio de escucha para esta mamá posibili-


tó el armado de su propia historia y la historia de su futuro bebé, al sentirse
contenida desde lo orgánico y lo psíquico quizás posibilitó la emergencia de
su función materna, de sus deseos y la posibilidad de comenzar una nueva
historia juntas con su bebé. Se mencionó anteriormente la necesidad de crea-
ción de un espacio de escucha en los controles obstétricos por el momento
especial que vive la mujer embarazada y su necesidad de contención, por
otra parte se señaló las situaciones de exclusión social y como son reprodu-
cidas por los servicios hospitalarios, asaremos a relatar otra experiencia:

-Una paciente se acerca a una de nosotras pidiendo “ayuda” y pregunta si

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Pag. 150 a 163 3/21/06 2:50 PM Page 158 ramon OMEGA:z z z año 2004:marzo:Libros MARZO:CUEST. DE INFANCIA:L

soy psicóloga ya que vivía situaciones de violencia cotidiana con su pare -


ja, agudizadas a partir de su embarazo. Esto era tan complejo que en ese
mismo momento se había ido de su casa con sus dos hijos pequeños vivien -
do en la calle y no tenía a donde ir. A su vez este tipo de situación no le
ocurría por primera vez sino que ya se había repetido en embarazos ante -
riores. Se conversa con la obstetra que luego de atenderla llama al servicio
de psicopatología para derivarla y rechazan la derivación diciéndole que es
un “caso social”.

Podríamos preguntarnos qué se considera un caso social y porqué rechazar-


la antes de escuchar a la paciente que venía pidiendo ella misma por una
psicóloga. Si bien los servicios se encuentran probablemente desbordados
por cantidad de pacientes que llegan con este tipo de dificultades, creemos
que la crisis nos atraviesa a todos incluidos los profesionales y que la peor
respuesta ante este tipo de situaciones es la del acto expulsivo como en es-
te caso y que desgraciadamente esto parece ser frecuente en numerosas ins-
tituciones aunque no siempre de manera tan explícita. Esto es tanto más
grave cuando ocurre en los servicios de psicopatología, ya que sabemos
que la crisis social tiene su propia dinámica que lleva a situaciones traumá-
ticas y de exclusión como el desempleo y las dificultades económicas en
general.

Pero si a esto le agregamos que en algunos pacientes aparece con toda su


fuerza “la compulsión a la repetición” que nos hablaba Freud en las neuro-
sis de destino, tienden a reproducir situaciones violentas que el medio so-
cial les refuerza y cuando buscan salir de esto, los profesionales les respon-
den con más violencia quedando en una situación sin salida.

En nuestros casos era común la combinación de embarazos no planificados


en familias con serias dificultades económicas que a raíz del embarazo las
mujeres perdían su trabajo. Como decía una paciente internada: “me echa-
ron justo cuando más lo necesitaba”, u otra paciente que esperaba su no-
veno hijo estando su pareja y ella sin trabajo, frente a la pregunta de situa-
ciones de violencia contesta “no, lo normal”. ¿Podríamos preguntarnos si es
normal la violencia para estas mujeres? ¿Cómo responden las instituciones
a esto? Es verdad que no todos los profesionales reaccionan igual ante es-
tos casos y hasta las mismas internaciones obstétricas en algunos casos,
eran un intento de contención. De todas maneras los psicólogos debería-
mos estar especialmente atentos para no reproducir situaciones traumáticas
a los pacientes. De ahí la importancia de crear espacios de escucha que fa-
cilite la posibilidad de representar o fantasear lugares diferentes.

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Conclusión

Este trabajo fue realizado como parte de una investigación que como tal co-
bra sentido en la cadena de sucesivas investigaciones ya que una investiga-
ción por sí sola no debería llevarnos a extraer conclusiones generales o de-
finitivas si no incluir en un proyecto más amplio o abarcativo. Lo que sí ocu-
rrió en esta investigación es encontrarnos con casos donde la crisis social
se presentifica con toda crudeza y esto llevó a las investigadoras a tener que
intervenir en función de los hechos.

Si bien pensamos que en este tipo de investigaciones se suele modificar


aquello mismo que se investiga en nuestro caso se hizo evidente la necesi-
dad de contención y de escucha de algunas de las pacientes entrevistadas.
También llevó a que se replanteen algunas prácticas institucionales.

Uno de los aportes que encontramos en este trabajo es su vinculación con


la clínica, ya que nos acerca a las consecuencias de una realidad más com-
pleja que la que normalmente llega a los consultorios.

En el caso de esta población y con relación a la crisis social, las madres entre-
vistadas no parecían estar tan afectados por la crisis coyuntural que se vivían en
esos momentos en nuestro país y si en cambio sufrían los efectos de una crisis
(“lo normal”, “como siempre”) que como tal lleva un proceso de muchos años.

Primera versión: 9/11/03


Aprobado: 7/1/04

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ría de la relación paterno-filial”. Buenos Aires. Editorial LAIA.1975.

Resumen

El propósito de este trabajo es presentar algunos resultados de la investiga-


ción “Transformaciones en las representaciones paternas” que consistió en
un estudio exploratorio llevado a cabo con cuarenta y una madres que cur-
saban en promedio el séptimo mes de embarazo y concurrían a sus contro-
les prenatales en un hospital público del Gran Buenos Aires. Las mismas
fueron realizadas en los meses de noviembre-diciembre del año 2001, mo-
mentos en el que reinaba una profunda crisis político-social en nuestro país.
Las entrevistas llevadas a cabo, permitieron escuchar a las mujeres embara-
zadas, y el lugar que ocupaban los fantasmas y entretejidos imaginarios en
este período crucial del desarrollo del bebé en el cuerpo de la madre, sien-
do estos importantes factores de influencia sobre el mundo representacio-
nal del niño.

En esta población encontramos una sumatoria de factores de riesgo psico-


social que aumenta la “fragilidad o vulnerabilidad” materna con relación a
la gestación y futura crianza de un niño. Si pensamos que el embarazo de
por sí es un estado de vulnerabilidad este puede ser aumentado por la pre-
sencia de otros factores de índole psicosocial que inciden en la construc-
ción de las representaciones de hijo y de madre, creando un estado de des-
valimiento y riesgo biopsíquico. Por último se relatan dos experiencias que
significaron una modificación del encuadre de investigación en función de
las necesidades que surgían en un contexto de urgencia, relacionadas a la
crisis social que se vivía en esos momentos. Se subraya la necesidad de
crear un espacio de escucha y no caer en el desconocimiento de la inciden-
cia de lo social o seguir una lógica de segregación.

Palabras claves: embarazo; vulnerabilidad; crisis social; representaciones


paternas.

Summary

The purpose of this work is to introduce the results of an exploratory study


carried out with 41madres that studied in their seventh pregnancy month,
who attendant to their prenatal controls in an state hospital located in the
suburbs of Buenos Aires. The interviews where made on november-decem-
ber, 2001. During this period the country was going through a deep politi-

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cal and social crisis. Due to the interviews we were able to listen to the
pregnant women, and the place that occupied the ghosts and imaginary in-
terwoven that take place during this crucial period of the baby’s develop-
ment in the mother’s body. This are important factors that influence on the
child’s representational world.

In this population we found a sumatoria of psychological and social risks


factors that increase the maternal “fragility or vulnerability” connected to
the gestation and to child’s future upbringing. As the pregnancy is a vulne-
rable state by itself, it could be even increased by other psychosocial factors
that influence in the construction of child’s and mother’s representations
This produce a helplessness state and a biopsychological risk. At the end of
the work, two cases presented that forced us to introduce changes in inves-
tigation led to the requirements of an urgency context, related to the social
crisis of the moment. It’s important to focus on the creation of a space whe-
re the patients could be listening and not to forget the influence of social
factors neither making segregation.

Key words: pregnancy; vulnerability; social crisis; representational world.

Résumé

Le but du présent travail est de présenter quelques résultats de la recherche


“Transformations dans les représentations paternelles” qui a consisté en une
étude exploratoire réalisée avec quarante et une mères qui traversaient en
moyenne leur septième mois de grossesse et qui faisaient leurs contrôles
prénatals dans un hôpital de l’État de la banlieue de Buenos Aires. Ces con-
trôles ont été effectués en novembre-décembre 2001, moment où sévissait
une profonde crise politico-sociale dans notre pays. Les entretiens réalisés
ont permis d’écouter les femmes enceintes et d’appréhender la place qu’oc-
cupent les fantasmes et les entrelacements imaginaires dans cette période
cruciale du développement du bébé dans le corps de la mère, ceux-ci étant
d’importants facteurs d’influence sur le monde représentationnel de l’en-
fant.

Dans cette population nous avons trouvé un total de facteurs de risque psy-
chosocial qui accroît la « fragilité ou vulnérabilité » maternelle par rapport
à la gestation et au futur élevage d’un enfant. Si l’on pense que la grossesse
en elle-même est un état de vulnérabilité, celui-ci peut être augmenté par la
présence d’autres facteurs d’ordre psychosocial qui influencent la construc-
tion des représentations de l’enfant et de la mère, créant un état de délais-

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sement et de risque biopsychique. Pour terminer, sont relatées deux expé-


riences qui ont signifié une modification de l’approche de recherche en
fonction des besoins qui apparaissaient dans un contexte d’urgence, relati-
ves à la crise sociale vécue à ce moment-là. Les auteurs soulignent le be-
soin de créer un espace d’écoute et de ne pas tomber dans la méconnais-
sance de l’influence du social ou de poursuivre une logique de ségrégation.

Mots-clés:grossesse; vulnérabilité; crise sociale; representations paternelles.

Mabel Rodríguez Ponte


Gavilán 465, A
Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4632-3671
rplascano@uolsinectis.com.ar

Ana Lía Ruiz


Cortázar 3503
(1417) Ciudad de Buenos Aires
Tel.: 4502-0662
ruizana@ciudad.com.ar

CUESTIONES DE INFANCIA 163


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UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales)


APBA (Asociación de Psicólogos de Buenos Aires)

CARRERA DE ESPECIALIZACIÓN EN
PSICOANÁLISIS CON NIÑOS
Aprobada por el Ministerio de Educación. Resol. 684/99
Acreditada por resolución 341/00 de la Comisión Nacional de Evaluación
y Acreditación Universitaria Título de validez Nacional

Directora: Lic. Beatriz Janin

Comité Académico: Dra. Silvia Bleichmar, Dra. Emilse Dio Bleichmar, Lic.
Beatriz Janin, Dr. David Maldavsky, Lic. Nilda Neves, Dra. Marilú Pelento,
Lic. Mario Waserman.

Coordinadora Académica: Lic. Alicia Hasson


Coordinadora de Pasantías: Lic. Mabel Maffezzoli

Docentes: Juan José Calzetta, José Cernadas, Rubén Dimarco, Gabriel Don-
zino, Aurora Favre, Osvaldo Frizzera, Alicia Gamondi, Alicia Hasson, Ga-
briela Iglesias, Beatriz Janin, Elsa Kahansky, Ruth Kazez, Mabel Maffezzoli,
Diego Moreira, Silvia Morici, Nilda Neves, María Rita Pousa Camba, María
Cristina Rojas, Mabel Rodríguez Ponte, Ana Lía Ruiz, Rosa Silver, Mario
Waserman; Beatriz Zambianchi.

Docentes invitados: Ricardo Antar, Luis Hornstein, Isabel Lucioni, Aída


Saks, Alicia Stolkiner.

Fundamentos de la Especialización
El gran requerimiento de atención psicológica para niños, así como la im-
portancia de este campo de trabajo, hacen imprescindible formar especia-
listas que puedan dar una respuesta idónea a esta demanda.

La formación específica que los psicólogos y médicos deben tener para tra-
bajar con niños, emerge de la especificidad de los problemas y de las téc-
nicas necesarias para escucharlos y para incluir en el tratamiento a los que
los rodean.

Los ejes de la especialización comprenden la articulación teoría/clínica y la

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Psicopatología infantil desarrolladas a partir de los conceptos centrales del


psicoanálisis freudiano.

Plan de estudios
La carrera se dicta en tres años (seis cuatrimestres).

1er. Año
• Teoría y Clínica del Psicoanálisis con Niños.
• Psicopatología Infantil I.
• Seminario de Observación de Lactantes.
• Supervisiones.

2do. Año
• Psicopatología Infantil II.
• Psicoanálisis con Niños: Desarrollos Post-Freudianos I (los aportes de M.
Klein y Anna Freud).
• Problemas Centrales del Psicoanálisis con Niños I.
• Psicoanálisis con Niños: Desarrollos Post–Freudianos II (los aportes de J. Lacan).
• Supervisiones.

3er. Año
• Psicopatología Infantil III.
• Cuestiones Técnicas I.
• Problemas Centrales del Psicoanálisis con Niños II.
• Cuestiones Técnicas II.
• Supervisiones.
• Pasantías en hospitales durante 2do. y 3er. año.

Modalidad Mensual
Desde 1997 funciona la Carrera de Especialización en Psicoanálisis con Ni-
ños para profesionales residentes fuera de la Ciudad de Buenos Aires.

La misma se dicta en cursos intensivos de viernes a sábados, una vez por


mes durante nueve meses, requiriéndose práctica supervisada y trabajos es-
critos. Se refuerzan las horas presenciales con material escrito, cassettes, y
videos de conferencias y mesas redondas.

Informes e inscripción: UCES - Paraguay 1338, 6° piso.


Ciudad de Buenos Aires, de 10hs. a 20hs. Tel.: 4815–3290, internos 360 y 362.
E-mail: posgrados@uces.edu.ar ; www.uces.edu.ar
E-mail: apbaposgrado@infovia.com.ar / carrerapsini@yahoo.com

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