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LECTURA CRÍTICA Y PRODUCCIÓN TEXTUAL

ACTIVIDAD EVALUATIVA

ESTUDIANTES:

MINOR FAMILIA

ACTIVIDAD 1
Lea el capítulo 2 del libro: Aprender a pensar leyendo bien de Yolanda Argudín y
María luna. En este texto encontrará la explicación de los aspectos que debe tener
en cuenta un lector crítico.
Observe las diapositivas que se llaman Aprender a pensar leyendo bien, éstas
pueden ayudarle en la comprensión del capítulo, toda vez que es la misma
información.

ACTIVIDAD 2
Responda las preguntas que se plantea un lector crítico, utilizando para este
ejercicio el texto: Se acabaron los momentos de reflexión que encuentra en la
parte inferior de este archivo.

1. ¿Cuál es la fuente? ¿Es confiable? ¿Está actualizada?


La fuente es Teddy Wayne, el artículo fue publicado en The New Times
no es confiable porque el autor no es un experto en el tema, se trata de
un escritor y novelista, la información es de 2016, no está actualizada
porque han pasado 4 años desde su publicación y en ese tiempo se han
generado más estudios referentes al tema.

2. ¿Cómo presenta el autor la información? (Hechos, inferencias u


opiniones)
El autor presenta la información con hechos, pruebas de varios estudios
realizados por varios pensadores y a su vez da su opinión sobre los
conceptos de ellos.

3. ¿Cuál es el propósito y objetivo del autor?


El propósito y el objetivo del autor es reflexionar si en realidad con tanta
tecnología, tenemos la misma concentración cuando desempeñamos las
actividades, igual rendimiento y si con el acceso a esta podemos seguir
contando con el mismo nivel de privacidad.

4. ¿Qué tono utiliza?


El autor utiliza un tono negativo, solemne, satírico y sarcástico.

5. ¿Qué lenguaje emplea?


El autor emplea un lenguaje lleno de connotaciones.
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6. ¿Cuál es el tema y la tesis que el autor plantea?


El tema que plantea el autor es la forma en que la tecnología impide
realizar actividades más eficaces, limitando nuestra privacidad y
pensamiento.
La tesis que el autor pretende hacer valer es que la tecnología limita
nuestra capacidad de pensamiento.

7. ¿Cómo se evidencia en el texto si es coherente y sólida la


argumentación?
Se puede evidenciar una buena argumentación porque realiza formas
textuales, tiene una buena organización de las ideas con las que
pretende convencer o persuadir de cierta forma al lector de una forma
más dinámica y eficaz. 

8. ¿Modificó el texto mi opinión? ¿Me hizo reflexionar?


No modificó en gran medida mi opinión, pero si me hizo reflexionar sobre
el uso que le doy a las herramientas externas al momento de construir
un pensamiento, muchas veces recurro a Google en busca de una
respuesta evitando pensar por mi cuenta una respuesta o posible
solución.

9. ¿Qué posición puedo tomar frente al texto?


Tiene una gran reflexión, el hecho de saber manejar nuestros
pensamientos, que sean de manera propia y que no vayan ligados a
herramientas externas, también a tratar de enfocarnos en una cosa a la
vez, ya que generalmente cuando se hacen dos al tiempo no se logra el
100% en ninguna.

PARA LA ENTREGA:
Responda las preguntas en un archivo Word y envíe al correo
mmariano1@unisimonbolivar.edu.co
Puede entregarse en parejas o individual
Fecha límite de envío: el 10 agosto de 2020

REPOSADO  |VIDA
¿Se acabaron los momentos de reflexión?
Por TEDDY WAYNE 19 de junio de 2016

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LECTURA CRÍTICA Y PRODUCCIÓN TEXTUAL

Hay muchos momentos a lo largo de un día cualquiera en los que, en


otra época, a falta de material de lectura impreso pensaba y miraba a mi
alrededor: lo hacía mientras caminaba o esperaba en algún lado, tomaba
el metro, me recostaba en la cama sin poder dormir o hacía acopio de
fuerzas para levantarme.

Ahora, en cambio, en estas situaciones a menudo tomo mi celular para


revisar una notificación, navegar y leer en internet, enviar un mensaje de
texto, utilizar una aplicación, escuchar un podcast o, en raras ocasiones,
hacer una llamada telefónica a la vieja usanza. El último lugar donde hoy
tengo garantía de estar a solas con mis pensamientos es la ducha.

“Encontrar momentos para dedicarse al pensamiento contemplativo


siempre ha sido un reto, ya que siempre hemos estamos sujetos a la
distracción”, afirma Nicholas Carr, autor de “The Shallows”. “Pero ahora
que llevamos con nosotros estos dispositivos multimedia todo el día,
esas oportunidades se vuelven aun menos frecuentes por la sencilla
razón de que tenemos esta capacidad de distraernos constantemente”.

La neuroplasticidad (o la capacidad que tiene el cerebro de cambiar)


resultante de la utilización de la tecnología es un tema candente.
Habitualmente, el tono es alarmista, aunque a veces también es
optimista.

Por ejemplo, los videojuegos: un estudio reveló mejoras en la memoria y


la concentración de personas de edad avanzada cuando juegan a las
carreras. En otro estudio se observó que jugar al Super Mario
64producía aumentos en la materia gris en regiones del cerebro
asociadas con la memoria, la planificación y la navegación espacial.

Sin embargo, estas habilidades cognitivas difieren de la reflexión. En un


mundo donde un teléfono o un ordenador casi nunca están fuera de
nuestro alcance, ¿estamos eliminando la introspección en momentos
que podrían haber estado dedicados a eso? ¿Acaso la profundidad de esa
reflexión está en peligro porque nos hemos acostumbrado a buscar la
gratificación inmediata de los estímulos externos?

Si los datos indican algo, la mayoría de nosotros utiliza los teléfonos más
de lo que creemos: los participantes en el estudio calcularon que
utilizaban los dispositivos 37 veces durante el día (incluidas todas las
ocasiones en que encendemos una pantalla, desde apagar el despertador
hasta hacer una llamada), pero el número real se acercó a 85. Algunas de
las veces tomó menos de 30 segundos. (Los participantes también
subestimaron el tiempo que pasan utilizando los dispositivos por cerca
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de una hora —el total real fue de 5,05 horas—, incluyendo llamadas
telefónicas y escuchar música con la pantalla apagada).

Si estás despierto durante 16 horas, encender o revisar tu celular 85


veces significa hacerlo aproximadamente una vez cada 11 minutos (eso
sin contar las veces que utilizamos internet en una computadora), y 5,05
horas son más del 30 por ciento del día. ¿Qué efecto podría tener este
comportamiento compulsivo en la reflexión?

En 2010, investigadores dirigidos por el médico Stephen Fleming, en el


Wellcome Trust Center for Neuroimaging del University College en
Londres, publicaron un artículo en la revista Science en el que
establecieron la correlación entre la habilidad introspectiva y la cantidad
de materia gris en la corteza prefrontal. (Para el estudio, la habilidad
introspectiva se definió como la precisión de medir nuestro propio
desempeño en una tarea de percepción visual, una señal de
metacognición o “pensar acerca de pensar”).

Utilizando esta información acerca de la corteza prefrontal, Brian


Maniscalco y Hawkwan Lau publicaron un artículo en Neuroscience of
Consciousness en 2015 que medía la habilidad introspectiva mientras los
sujetos del estudio podían concentrarse en una tarea o se distraían con
una segunda tarea difícil. Distraerse con la segunda tarea no afectó el
desempeño real de la primera tarea, pero sí impidió que los sujetos
tuvieran la habilidad de ser introspectivos (de nuevo, al informar ellos
mismos exactamente cómo les había ido). El hallazgo respalda estudios
anteriores que indican que hacer varias cosas al mismo tiempo
disminuye el desempeño cognitivo (pero otros estudios muestran
algunos efectos beneficiosos de la multitarea).

Por lo tanto, de acuerdo con el doctor Fleming, es una “conjetura


razonable” que si pensamos en que navegar el mundo es una primera
tarea (físicamente, como un vagabundo o, mentalmente, cuando
sopesamos algo) y revisar el teléfono es una segunda tarea, esta última
dificulta nuestra capacidad de reflexionar.

“La corteza prefrontal es buena para hacer una sola cosa a la vez”, dijo.
“Si sometes a las personas a un contexto donde hay dos tareas, parte de
la razón por la que las cosas se dificultan es que la tarea secundaria
interfiere con las funciones involucradas en la introspección”.

Parece contradictorio decir que estamos entrado a una fase cultural


irreflexiva, ya que nuestra época tiende a ser criticada por su
ensimismamiento. No obstante, con frecuencia expresamos nuestro
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solipsismo de manera externa en vez de explorarlo internamente, con


más énfasis en las imágenes que nunca antes. Cuando hay texto, los
nuevos medios como Instagram por lo general dejan de lado el papel del
lenguaje.

Las selfies son algo muy obvio en este caso particular, pero


consideremos un tuit. Su brevedad tiene la longitud perfecta para un
aforismo y poco más (a menos que alguien publique una secuencia).

Para cierto porcentaje de la población, los pensamientos que podrían


haberse guardado en una época previa a los teléfonos inteligentes —
dejando así que se marinaran y quizá se hicieran más profundos hasta
que ya no pudieran formularse en menos de 140 caracteres— ahora se
expresan en un foro público.

Además, internet suele recompensar la velocidad por encima de


cualquier otra cosa, una cualidad que contradice al pensamiento
deliberativo, además, nuestra hambre de velocidad va en aumento
conforme mejoran las tasas de transferencia de información. En 2006,
Forrester Research halló que los compradores en línea esperaban que las
páginas web se cargaran en cuatro segundos. Tres años más tarde, el
tiempo se redujo a dos segundos. Las páginas web más lentas hacían que
muchos compradores buscaran en otros sitios.

Para 2012, los ingenieros de Google habían descubierto que cuando los
resultados tomaban más de dos quintas partes de segundo en aparecer,
la gente buscaba menos, y retrasarse un cuarto de segundo en
comparación con un sitio rival puede alejar a los usuarios.

“Eso apunta a que, conforme nuestras tecnologías incrementan la


intensidad de la estimulación y el flujo de cosas nuevas, nos adaptamos a
ese ritmo”, dijo Carr. “Nos hacemos menos pacientes. Cuando surgen
momentos sin estimulación comenzamos a sentir pánico y no sabemos
qué hacer con ellos, porque nos hemos entrenado para esperar esa
estimulación: nuevas notificaciones, alertas, y similares”.

Esto a menudo se traduce en el discurso que define internet como una


demanda de “momentos estimulantes”, inmediatos y superficiales, en
vez de juicios sopesados con cuidado, ya sea sobre asuntos serios o
triviales.

Carr también señaló los argumentos contrarios: formular pensamientos


relativamente simples en internet puede producir otros más complejos
mediante intercambios en tiempo real con la gente, y puede que las
personas cuyo reflejo es publicar algo con prisa en vez de pensar en ello,
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tampoco habrían sido los pensadores más deliberativos en una época


anterior a los teléfonos inteligentes.

Aun así, Carr considera que nuestro rumbo actual indica “la pérdida de
la mente contemplativa”. “Hemos adoptado el ideal mental de Google,
que consiste en tener una pregunta que se puede responder
rápidamente: Preguntas finitas y bien definidas. Perdida en esa
concepción está la idea de que también hay una manera abierta de
pensar con la que no siempre estamos tratando de responder una
pregunta. Estás intentando ir al lugar al que ese pensamiento te lleve.
Como sociedad, estamos diciendo que la manera de pensar ya no es tan
importante. Se ve como algo ineficiente”.

Carr observó que, durante décadas, la escultura de Rodin “El pensador”


(1902) representaba la forma de contemplación más elevada: una figura
con un físico imponente que mira hacia abajo abstraídamente,
encorvado para bloquear las distracciones, congelado porque es una
estatua, desde luego, pero también porque los pensadores serios
necesitan tiempo y no se inquietan. Es difícil imaginar que una nueva
versión posmoderna llamada “El tuiteador” sea tan inspiradora.

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