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invitados.

lugar a dudas edita y distribuye un grupo, con

Poéticas del
espacio: Casa y
universo Gaston
Bachelard
medio. Periódicamente
e investigadores

La poética del espacio de Gastón Bachelard es


el parte-aguas con el que comienza la reflexión
como

en torno al proyecto Huésped. Su análisis


curadores
la fotocopia

utiliza esta palabra con el doble significado de


ser huésped, el cual puede ser tanto quien
artistas,

habita como quien hospeda. En este apartado,


utiliza
que por

casa y universo, se encuentra también la


y reseñados

dualidad entre lo propio y lo común, de forma


de circulación

poética Bachelard interpreta el nicho y el


hogar como un contenedor univer- sal, y
recomendados

viceversa, pensando en todos los espacios


a su vez un sistema

habitados como casa e interpretando el con-


cepto de casa como un cosmos antropológico.
y traducciones
fácil acceso.

Pasando de lo particular a lo general, del nicho


al cajón, del cajón a la habitación, de la habit-
Fotocopioteca es una colección de textos Es

ación al hogar, del hogar al universo, y de


N.38 vuelta del universo al hogar Bachelard
2 0 1 4 construye un recorrido de forma poética por
aquellos tipos de espacios que habitamos y
que nos habitan.
Gris García
(1986/ Monterrey, México)

Artista y comisaria independiente. Su trabajo está centrado en las prácticas


contemporáneas y en aquellas producciones híbridas que se generan a partir del diálogo y
las correspondencias con el otro.
Estudió Artes Visuales en la UANL (Monterrey, México). Ha expuesto en diferentes
ciudades de México, España, Rusia y Canadá. Cursó la maestría de Producción e
Investigación Artística en la Universidad de Barcelona, posteriormente realizó el
Programa de Estudios Independientes del MACBA “Estudios museísticos avanzados y
teoría crítica”.
Ha comisariado proyectos como Mientras quepa en la maleta, Arqueofonías, POGO, y
entre los más recientes Balmes 88 para a3bandas que impulsa el trabajo de comisarios
independientes en España.

Sobre el proyecto HUESPED:

La programación de Huésped esta conformada por artistas y productores culturales que a


través de talleres, charlas y muestras construyen, re-crean y juegan con la idea de espacios
políticos, funcionando a partir de cuatro ejes: espacio corporal, espacio abierto, espacio
institucional y espacio editorial.
11 . CASA Y UNIVERSO

Cuando tax eimm da nutatro Delo

INDlM BA Mos en el tap itulo anterior que las expre-


stones “leer una caaa”, “leer una ha bitacion”, tienen
sentido, pue to que habitacifin y casa son diagramas
de psicologla que gulan a los eacritore9 y a los
poetas en el aoéliais de la intimidod. Vamos s
leer leritamente algunas caaes y algunaa habita-
ciones “escritas” por grandes escritores.

Aunque e9, en el fondo de au ser, on habitante de las


ciudades, Baudelaire aie nte el aumento del valor de
intimidad cuando tins casa eS atacada por e1 invier-
no. En sua Par0(8o8 nrti/icicles describe la felicidad
de Thomas de Quincey, encerrado en el invierno,
inientras lee a Want, ayudado por e1 idealismo del
opio. La eseena »utede en un cottepe • del Pat»
de Galea. “¿ Una agradable habitaciñn no hace més
poético el invierno, y no aumenta el invierno 1s
poeala de la habitation? El blanco cottage estaba
edificedo en el fondo de un zalleci to rodeado de
to en falas de arbiiatos.” Hemos subrayado las
pala- bras de esta eorta fra8e, que corresponden a la
imaginacifin del reposo. ; Qué rnarco de tr anquilidad
para un fumador de opio que, leyendo a 1(ant, une
' Fee. -pale.hrs dulce o Ie mlrsdz, e6mo dezentons en -on text *
I i onoéa si ee p ronuiioia s le lngleeal
I.i soledad del sueiio y la soiedad del pensami etito
i'‹)demos ain dude leer la pégina de Baudelaire
ono ae lee tins pfigina f écil, demasiado fécil. Un
critico literario podria incluso sorprenderse de que
el gran poeta hay;i utilizado con tanta soltura )as
imâg •nea de la trivialidad. Pero si la leemos, esa
pagina demasiado aencilla, areptando los ensueños
ate reposo que gugiere, si hacemoa una pau8a en
las palabros subrayadas, penetraremoa en cuerpo
y a)ma en plena tranquilidad, nos sentimos situa-
tes en e! centro de proteccion de lv ca8a del valle,
“envueltos” nosotros también, entre los tejidos del
invierno.
Y tenemos calor, porpu8 hace trio fuera. Ex la
continuiicifin de ese “paraiso artificial” sumergido
en el invierno Baudelaire dice q ue el soñador pide
urr invierno duro. “Al pide anualmente al cielo tanta
nieve, granizo y heladflB cuantas puede cootener.
fi ecesita un invigrno canadiense, un invierno ruao
. . con e]lo en nido aero mas cdlido, més dulce,
rubs amado ... ” ° Como Edgar Allan Poe, gran so-
nador de cortinas, Baudelaire, para tapizar la
mora- a rodeada por el invierno, pide también
“pesadas Cortinas ondulando hasta el pi8o”. Trae
los corti-
>ajes aobrios parece que la nieve es mls blanca.
'l’odo se aetiva cuando se acum ulan las contra-
dict iones.
Baudelai re nos describe un cuadro centrado ; nos
z conducido hasta ct centro de un enc ueno que nodemoa
entoncea conf undir con nosotroa mismos. C! laj•
que le daremos rasgos peraonalea. En la
°*s ita de Thomaa de Quincey, evocoda por Bande-
d ire, colocaremos a los sere9 de nuestro pasado.
Recibirnos asi el beneficio de una evocaci6n que
D 0 se carga con exceso. Nuestros recuerdos més
Personales pueden habi tar aqui. Por ro sé qué aim-
P4tia, lv descripcion de B«udelai re ha perdido su
Yivialidad. Y siempre sucede a8I: Los centros de

” Fleor Boaco deseUhe bien e] tlyo de seme¿anfa eneuefiq en


f6y znula : “Ciui ndn et reI'ucio es seeuro Tg temoeatad es
72 6A6A Y UNIYERBO
ensueiios bien de lerininadoa son medios de comuni-
cacion entre los hombrea de enaueiio, con la misma
aegu ridad que Nos conceptos bien definidoa son men
dios de comunicacidn entre los hombrea de penaa-
miento.
kn U«ñcsidad«s estético«, Baudelaire habla tam-
bién de una pintura de Lavieille que repreaenta
“una cabaña en e1 linde de un bosque” en invierno,
“la estacion triste”. Y sin embargo: “Algunos de
los efectos que fLavieille) he expresado a menu do
me parecen —dice Ba udelair extractos de la
diclia invernal.” Eil invierno avocado es un refuerzo ,
‹ie la fciici dii d de habitar. En el reino de la ima-
ginncioii, el iiivierno evocado aurnenta el valor de
habitatiñn de lv casa.
ii se nos pitliera un estudio or irico sobre e1
cuttay de Thumag de D it incey revivi do por Baude-
laire, di riamos que conserve st o)or in9lpido del
opio, y una atmosf era de somnolenCi8. Nada nos
tlice al valor de lua muros, el coraje del tejado. La
caaa no lucha. Se diria que Baudelaire solo sabe
encerrarse entre cortinag.
Evo falta de lucha ed a meniido el cnso de las
casas en el invierno literario, La dialéctica de
la casa y del universo resulta demasiado sencilla.
Especialmente la nieve aniquila con demasiada Ceci-
l id:id el iriundo exterior. Universaliza el universo
en una soda tonalidad. Con un a palabra, la palabra
nieve, e1 universo queda exprlinido y suprimido
para eJ ser ref ugiadu. En L0r J8eiertoz del anior
e1 propio Rimbaud dice: “Eire como una noche de
invierno, con nieve para Rsfixiar decididamente
ii1 in undo.”
De todas manerag, mss ally de la casa habitad8,
e1 cosmoa de in vi erno es un cosmo9 simplifieado.
Es una no-ca8a, en el estilo en que e1 metafisico
habla de un no-yo. De la caaa a la no-caaa todas
las contradicci ones se ordecay fécilmente. in la
case todo se diferencia, se multiplica. La casa
rcC ibe dcl invierno reservas de intimidad, finiiras
tie intimi dad, E n e1 mundo I uera de la casa, la
nieve bol-ra loe pasos, confunde low casinos, ahoga
GA8k T UNIVERSO 73
os ruidos, oculta los colored. Se aiente actuar una
,icg ici on por la blancura universal. El soñador be
‹ ,nsas s•ibe todo esto, siente todo esto, y por la dis-
, :iiueioo del ser ilel mundo exterior, conoce un
,i uinento de intensidad de todo8 log valores intimos.

the todas laa estaeiones, el invierno es la més vieja.


l'one edad en los recuerdos. Noa devuelve a un
larao pasado. Bajo la nieve la casa es vieja. Parece
que la casa vive tnés atra8 en los siglos lejanoa.
ftse sentimiento eats bien evocado por Bachelin en
las pâginas en que el iovierno ti ene toda su hoa-
tilidad.° “Eran noches en que, en laa viejas casas
rodeadao de nieve y de cierzo, las grandes hiBtoriaB,
las belJas leyendaa que se trasmiten los hombres
a‹lquieren un sentido concreto y se hacen 8uscep-
tibles, para quien las ahonda, de uno aplicaci6n
im mediate, Y an tal vez uno de nuestros antepasa-
rms, e«pirando en ed año 1000, pudo creek en e1 fin
tel mundo. Porque las historian no aon aqui emeri-
tus de la velada, cuentoa de hadas relatadoa por
las abuelas ; son historian de hombres, hiatoria8 que
nieditan fueraa8 y Blgn oB.” “Err ceos inviernos
—dice en otro luBar Bachelin— parece que, bajo
l;i pq ana de la vasta chimeneg la8 viejau leyen-
rlas deblan ser eotonces mucho més viejaa que hoy.”
'1 enian precisamente esa antigiiedad del drama de
los cataclismos, de los cataclismo$ que Pueden anun-
ciar e1 Min del mundo.
Evocando eras veladas del invierno dramâtico en
.i casa paterBa, BacheJin escribe: “Cuando n uentroa
C0mpañeros de veladas partieron con los pies en la
Hi Oyg x la cabeza al viento, me parecia que se iban
muy lejos a parses deeconocidos, de lechuzas y
obos. be aentJa tentado de gr i ta rl ee eomo habia
1C{do en ruts rrimerog libros de hiatoria: i a la gra-
Cl q de Dio9 !”
i, No es notable que, en e1 alma de un niño, la
" Heur Bu&Win, flu eurvieNq p. t0Z.
74 B4r U NIY£1RSO
empaimagen de can fmti*i b*jo1
que ae amontona pueda inteprar im8gene« del
1000?

Tomeiios ahoFa un caso m6a comPle3o, un caao


puede Parecer paradéjico. Pertenece a una
de Rilke.*
Para él y al coIltr8rio de ln tesiB general
soatenemoa en el capitulo anterior, ea aobre
en las ciudadea donde la tormenta se vuelve
aiva, donde el cielo nos manifiesta an ira con
claridad. En el campo la tempestad se mueetra
nos hostil. Desde uuestro punto de vi8ta 9e
de una paradojg de cosrnicidad. Pero la Pâ8ina
kesoa es hermosa y nos interesa comentarla.
He aqui que Rilke eseribe a su arniga
"¿ isabes tu que en In ci udad me asuatan estos
cases zocturuos7 Diriase que en su
orgulo de meotos, ni aiouiera nos ven. Mientras
que una solitaria, en inedio del campo, la ven, la
toman sus br8z0B poderoaog y asI la endureeen, y
al11 siéramoa estnr iuera, en el Jardln que
muse, y lo menoa nos a8omamos a la veotana, y
los viejos 6rboles irac undos que se agitan como
cl espiritu de 10s prof etas estuviera en elJoa.”
La pagina de RiJke ae we antoja, en an
fotogrâfico, un “negativo” de In ca8a, una
siñn de la tune ñh de habitar. La tonnenta rupe
retiierce los ârbo1eg ; Rilke, refugiado en la
qui9iera estar /eera, no por necesidad de
del viento y de la lluvia, 9ino por on
de en ueño. Entonces Rilke participa, se aiente,
la contracñlera del iirbol atacado por la cñlera
viento. Pero no participa en la resi$teze i a de
caga. Pone su confianza en la prudencia del
en la clarivideocia del relfbnpago, en todos loa
mentor que, an au furia misma, ven la morada
hombre x se entienden para proteaerla.
Pero eate “negativo” de imaBen no es menoa
76
› , › .h«lor, Test iniumu uo dinamismo de lucha cos-
t . ltilke — ha dado m uchas pruebas de ello y
l , liemo s de citar con 2recuencia— conoce e1 dra-
,i ‹ie tae morales del hombre. Sea curl mere el
»!lo de la d ialéctica donde e1 sO ador se situa, bien
‹ ,i I a cas8 o el universo, la dialéctica e dinamiza.
1.... casa y e1 universo no son simplemen*e doc espa-
ios yuxtnpuestos. En v1 reino de la imaginacion
' an iman mutuamente en en9ueños cDTltrarios. Ya
ltilke concede que has pruebas “endurecen” la vieja
tsp. La caaa capitallza sus victprias contra el
li uracan. Y puesto que on un estudio sobre la ima-
m i oacion debemos rebasar eI reino de los hechos,
. demos bien que estamos mâs traoquilos, méa se-
r uFos en la eeilee donde zo habitamos mâe que

1 . u opusici in con e1 “iiegativo” que acabamo.• de


' xiii ninar, daremos el ejemplo de una po9itividad
I e :idhesi on total at drnma de ia casa atacada por
: tormenta.
I ,a casa de Malic roix * se llama Zn Redomee.
’Rsta construida en una isla de la Camargue, no
"Ins del rio que murmura. Es humilde. Parece
‹ hiL \’.amos a eomprnbar s i valor.
i'i1 eseritor prepare la tempestad « través de lar-
vas paginas. Una meteorologia poética va a laa
D entes rle donde nacerén el rnovimiento y el rui do.
’*) n qué arte eborda pri mero e1 egceitor lo absoluto
' e1 a ilencio, 1s inmensidad de los e pacioa del atten-
d o ! “Sada sugiere, comp el silencio, eI sentimiento
e los espacios ilimitados. Yo entraba en esos es-
' 'c ion. Los ruidos colorean la extension y ie dan
' ' ’i csrecie de cuerpo sonoro. Su ausencig la dejn
y es la sensaniDn de lo vasto, de lo pro-
to iJirnitado, que se apodera de nosotros
ct silencio. 3fe invadio y fui, durante unos mi-
!U tos, confundido con esta grandeza de la paz Noe-

l Ii n ri fl osco, to fi’czoiz, I› p. 106 ss.


Y6 CA9A Y UN1VER90
“$e inip‹›nia como un ser.
"La paz ten in un cuerpu, Preiidido en la no•
the, hecho de lu noche. Un cuerpo real, un cuerpo
inmovil.”
in ese vasto p‹iema cii prom vi enen entonces’
pâginas 9 tie t i enen el rn Lsmo progress de rumozea
y ternores que las estrof aa de los D}ttrns en Victor
Jlugo. PerD aqui, el escritor ee tome tiemPo ¥aza :
manifestar el eatrechamiento del espscio en el cen-
tro del cual vivira la casa como un coraz6u angua•
tiado. Una especie de angustiR CO8lRica preludia
la ternpestad. Deapuéa, today las gargantas del
vien- to se distienden. Y procto todos los animales del
hurac n emiten su vox. ; Qué bestiario del viento
podrlamos eatnblecer si dispusiéramog de espacio,
ro silo en las pâgioaa que invocamos 8ino en toda
la obra da Henri Bosco, anali zardo la dioamologla
de lac tempestades! El mc itor Gabe por in time
que todas las agresiones, vengan del hombre o
del mundo, son aniniale . Por muy sutil que sea
una agresion del hombre, por rnuy indirecta., camu-
tlada Y construida, revela ori8enes inexpiados. Un
pequeño filamento animal vive en e1 menor de foe
Odios, E1 poeta psic6logo —o gl psicblogo
pcet8, si es que exists no puede equivocarse
señalando con un grito animal los diferentea tipos
de aera- tion. Y uno- de loa Bignos terrible« del
hombre conBi8te en no comprena r intuitivaniente las
fuer- was del universo mls que por una p8itoIogfa
de
Y contra esta Jauria que se desencadena polo
a poco, la ce8a ae transf orma en ed verdadero aer
de hurnanidad pura, el ser que se deliende min tener
jamirs la responsabilidad de atacar, in Meduss
es la Resistencia del hombre. EB rCfOF hume
grandeza del hombre.
He aqul pa pagina central de la renistencia hu-
mana de la caaa en el centro de la tempestad
“La casa luchaba bravamente. Prirnero ae que33:
los peores vendavalea la atacaron por todas partea
s la vez, con u ii odio bien claro y tales rugidos
ile rabia que, pDr momentos, el mJedo ma daba
, ,;: lofrlos. Pero eloa se mant iivo. Desde el comien-
‹ie la tempestad unos vientos gruñones la to-
B‹ icon con el tejado. Trataron de arrancarlo, de
lomarlo, de hacerlo pedaso9, de aspirarlo, pero
:‹i ombo la espalda y se ndhirid a la vieja armazhn,
I',ntonces llegaron otroe vientoa y precipit&ndoae
: ras del auelo embisti eron las paredes. Todo se
, nnmovio bajo el irn petuoso choque, pero la casa
flexible, doblegandose, res istio a la bestia. Fstabn
io‹ludabIemente adherida a la tierra de la isla
for raice8 inquebrantables que daban a aue del-
gndag paredes de caña enlucida y tablaa una fuerza
cbrenatural. Por muclio que inaultaran las puertas
x las contraventanas, que se pronunciaran terribles
amenaZa8. trompeteando en la chimenes, el aer ye
humano, donde yo refugiaba mi cuerpo, no cedi6 ni
ti n Spice a la tempestad.
I.a caaa se estrech6 contra ml como una loba, y por
mementos sentla aa aroma descender maternalmente
liasta Eni coraz6n. Aquella noche fue verdaderamente
nq i madre.
“Snlo la tuve a ella para gua rdsrme y sostener-
tire. Estébamos solos.”
ltablendo de la msternidad de la cnsa en nueatro

ritadn estoe dos versos enormes de I\Iitosz en que 9e


met las imâgenes de la Medre y de la Casa:

fYo digo madra mla, y pienao en ti, I oh Ca4a!


osa de los bellos y o8curos eatfo B de mi infancia.)

A.1 ngradeciniiento conmovido del habi tsnte de Zn


liedo ze evoca una imaaen similar. Pero aqul la
iJ agen no procede de la nostalgia de una infancia.
e nos da en su actualidad protectors. Allende tarn-
li ién de una comunidad de la ternura, hay agm
**m unidad de fuerza, coneentracidn de do.s valores,
78 CA94 Y EN RPO
de do8 resistencia8. ; Qué irnagen de
ci 6n de ser la de e9ta casa que se “estrecha”
tra an habitante, que se transforfna en la
un cuerpo con su9 muros pr ñxi jTl0S. I]
ha contraido. ¥ siendo rnas protector be ha
extdrit›rmente znss fuerte. De refugi o ae Sta
verti do en fortaleza. pa choza ha paaado a
batuacte del va\oz pgyg e1 sollta rio que
aai a rencer el rniedo. Dicha morada es
Se leen laa pâginas de Boaco como un
las reeervas de f’uersas en los csstillos
del valor. Ex la casa, eouvertida pos la
en el centro mismo de un eiclon, hay que
has 8imp]ea imsresiones de coosuelo qua se
mentan en todo albergue. Es preciso participar
el drama cdsmico vivido per la casa que
Todo el drama de Malicroix es una prueba de
dad. El habitante de to fiedoua«z debe dominaz
soledad en la casa de una iala desierta. Debe
rir ally In dignidad soliteris conseguida por
antepasado al que un gran drama de la vida
solitario. Debe estar nolo, solo en ion cosmos
no es el de su infaneia. Debe, hombre de rasa
da y feJiz, elevar su valor, aprender eJ vslor
un cosmos rudo, pobre, trio. La casa aislada
a darle imageries fuertes, es decii•, consejos
resisteneia.
Ali, frente a la hostilidad, frente a has
animates de la tempestad v del huracan, los
de protection ;• de resistenei a de la casa se
nen en valores hurn ar os. L.a casa sdqui ere las ener-
pias fl8ieaa y mn rates de tin cuerpo humaoo. At›orn-
ha la espxlda bajo ct ch8 ñTFbn, endurece stir lornos.
Bajo las rifegas .se d ob1a euando hay nue doblnrse,
segura de enderetarse a tiempo nepando siempre las
derrotag passjeras. Una casa asl exige aI h ombre tin
herolamo c0smico. Fas on instrumentp para airontnr
el cosmos. loos rnetafisicas “fie1 h ornbre lanzado at
m tin do” podriar meditRt Pnncretaireote sobre la
‹.aea lanzada a través del h ii racén, if eea fiaudo las
i ras del ci etc. A la in versa y en r‹intra ‹te todo.
in casa nos ayuda a dee I r: serf tin he bitante del
gAs*Y UMurflSO 7J
t,i u ndo a peaar del mondo. El problema no eg S6IO
un Ofioblem a de ser, es un problems de energia y
r •iguiente de contraenerela.
fin esta comunidad dinémica del hombre y de la
r • a, en esta rivelidad dinémica de la casa y del
iii iverso, no estamos lemon de toda referencia a la.s
s inp1es formas geométricas. La caea vivida no es
trna taJa inerfe. El eepacio h*bit do trascieude e1
espacio Seornétrico.
F.sts trosposicif›o dcd ser de Ja sea en valores
hu man os. ¿puede con.• i derarse como uoa actividad
rJe metâforos ? ; No hay alli mls que un lenguaje de
1 maaenes ? Err en ciili dad de metéforns, un crftico
] i féFflVl O )** 3VCB>>! féi'ilmente excegiva s. Por otra
parte, un psicñlogo positivo rediie iria inmediata rne n.
te el lenguaje de imagines a la realidad p9icologica
tle no hombre omuralliido en su soledad, lejos de
todo socorro humano. Pero la fenomenolokla de In
imaginaciñn no puede contentarae con una reduc-
eron que hace de las im*genes medioa subalternos
be expresi6n : la fenornenologia de la imaginacjbn
pi‹le que se vlvan directarneote let irnâgenes, que
se tomen tae imégenes como acontecimi entoa afibj toe
he la vida. Cuando la irnagen ea nueva, el rnundo
c« n uevo.
Y en ln lectura aplicads a la vida, toda pasividad
iiesapa rece si tratfirnos de tomar conciencia ‹Ie toe
actos creadores de1 poeta que expresa el mundo,
un rn urdo que se abre a nue8tros ensueñoa. Em
ñfnficroiz, la novela de Henr1 Bosco, eI mundo in-
iluye en el hombre solitario mucho mhm de 1o que
Dueden influir los personajes. Gi se 8usrimieran
de la novela todos loa poemas en prosa que contiene,
*olo quedarfa unn cuestion de herencia, un duelo
entre notario y heredero, Pero qué ganaocia pars
tln psicdiogo de In imaginacibn, st a Ja “lecture”
ocial añnde la lectura “cosmica”. Se da b ien pr‹›n-
8 CU 8H ££t de que el coemoe Korma at hombre. trans-
*‹›rrna a tin hombre de las colinaa en un hombre
rle la isln y dcl rio. Comprende que la casa remo-
Fla a1 hombre.
80 CABA Y UNfYER80
Con ta cses vivida pot el poeta nos vemoe cci’ ’°
cidoB a un punto sensible de la autropocosmolog
Le casa es, pues, un instrurnento de tipoanâlia
Es un iostrurnento muy eficax porque es preci
mente de uu empleo diffcil. En resomen, la dJ80ll8l'
de nuestra tesia se situ8 8obre un terreno
deafavo ble. Err efecto, la casa ea primersmente
un obje de fuerte geotnetrla. Nos sentimos
tentados de an lizarlo racionalmente. Su realidad
pri mers es visib y tangible. E8td hecha de s6lido
bien talladoa,
onnasonea bien asociada8. Domina la linea rac

rle hierro del 9neño”.


Pero e1 compJe i i•ealidad x «ueño no se zesuelve
nunca defini tivarnerite. La propia casa, cuando aé
pone a vivir de un motto h urnsno, no pierde toda ”
.«u “objetividad”. Es preciso que examinernos mls:
be cerca cdmo se present an en gecmetrfe 6oñadora
IR8 caeas del pasado, ins casas docde volverno s a.
eneontrar en nue8tras ensoñaeiones la iutimidad del
Pa.dado. Debemos estudiai- contiouamente c6mo la
dulce rnateris de la inti midad voelva a encontrar;
por 1s casa. su Korma. la forma que tenia Cuando
encerraba un calor prirnero.°
GASA Y U N IYEBBO
,• s l« «nsn antiqu e / Siento su roja tibie2a / Viene
, , . , senti dos a1 e.•piritu.)

.o ici’amente podemos dibu jar esas casas anti-


tae, Star de ellas una represmtociñn que tiene
i‹›s los caracteres de una copia de la realidad.
e lib ujo objetivo, 8eparado de todo ensueño, es
bJ‹ umento duro y estable que señala una bio-
fia.
1. cro esta representacion exteriori.eta, aunque
ma- i 'ii esta sñlo un arte de diseño, un talento de
re- i res eiitaciñn, ahora se hace insistente, invitadora,
. ii rest ro criterio respecto a lo bien interpretado y
› 1›i en hecho se prolonga en enaueiio y en coiitem-
, L ‹' i on. E1 ensueño vuelve a habitar e1 dibu jo exae
. I.a representacion de una caaa no dela mucho
i .cnipn indi ferente at soiiador.
-\Iucho antes de dediearme a leer todos los dras
los poetas, me dije con frecuencia que me qua-
; i ja vivir en una casa como las que se ven en las
' I tmp as. La casa a grandes trazos, la casa de un
- i .'ba rlo en madera rue decla aun mucho mas. Me
I : rece que los grabados en madera exi gen mayor
i tnpllcidad. Gi•acias a ellos mi ensueño h abitabit
" r era I
Leos sueños candoroaos que yo ereia mbos, i qilé

-lnrlré Lafon hub la rscrito en lS13: ^

[ S ueño con on B casn baja, de ventanns altas, / Con


'es peldnnoe viejos, lisos y verdinosos / . . . / Mora-
dn secrets y pobre como una e5tampa antigua /
solo vive en or, y donde entro a veces f para o1
sentado el dia gris y lluvioso.]

Otros tantos poemas de André Lafon ea


critos bajo el signo de “la casa ochre”, . . La
en laa “estampas” literarias que él traza, aeon
lector como a un hu6Sped. Un Pocn mls do a
era y e1 lector cogeria el punzon para graba
lectura
De loB tipos de estampag ae paaa a concre
tipos de casaa. Aaf, Annie Duthil escribe: °
“Eatoy en una caaa de estampao japon
Col entra per todas partes, porque todo es tran
rente.”
Hay casaa claras donde habita en todas laa
ciones el verano. No tienen inéa que ventanas.
Y tarnbién es un habitante de estainpas el p
que nos dice:

[Quien no tiene en su coraz6n / Un aombrio cas


de El8ipor / ... / Como las gentes del pa8ado G
truyo en ml miamo, pied re pied
e8stillo con f8nta8mas.]

Y de esta manera me conforto con los dibuj


de mrs lectures. Voy a habitat las “estampaa lite-
rat:m"queme Ofrecenlospoetam CuantOm%g
gen- eilla es la casa grabada, mls haee trabajar mi
ima- ginaciñn d8 habitante. No ae queda en “reFreaen-
tacion”. Laa lineas son /uertes. Su albergue es
Jortalecedor. Hay que habitarlo cimplem ente, con
CA8A T U N IYER80 83

t; ¿t› sinceramente la imagen, siento la necesidad

.\ › eces la Ca9a crece, se exti ende. Para habitarla


se iiecesita una mayor elasticidad en el ensuenO,
es Spyridaki ,** ea diâfana, pero no de vidrio.
I.s mas bien de la misma naturaleza que eI vapor.
>us paredes se condensan y se relajan segân mi
deseD. A veces, law estreeho en torno mio, como
iiiia armadura aislante... Pero otra8, dejo que los
ili U ros de mi casa se expandan en su espaeio pro-
l *‹›. que es la extenaibilidad infinite.”
La casa de SPyridaki respira. Ea revestimiento
be armadura y también se extiende hasta Io infi-
iiito. Huelga decir que vivimoa en ella la seguridad
› la aventura por turnos. Es celda y ed mundo. La
<eometria ae trasciende.
i1u x irrealidad a una imagen adherida a una I uer-
te realidad noa sitiia en e1 ali ento mismo de la
Once in. Unos textoa de Bené Cazelles van a hablar-
nog de egta expao8ihn, at aceptamoa habitar las
imâgen es del poeta. Escribe desde el fondo de su
I' i'ovenza, e1 pats de contornos mâa rotundog: '°
¿ Cuândo del aré de busbar la casa inencontrable
l ti nde respira esa f]or de lava, donde nacen las
topnientas, la extenuante felicidad ?

D’estruida la simetria, servir de pasto a los


*’ eiitos.
' uisiera que mi casa fuera como la del vi ento
Marino, toda palpitante de gaviotag.”
’ ' G eorgea Spyridak i. ?ifozi I ii o ide, ed. Serbe re. p. 35.
84 'J St Y UNIYEA8o
Asl, en todo sueño de casa hay one
casa chsmica en potencia. De en centro irradian
vientos, y las gsviotas oalen de sus ventanas.
casa tan dinâmica permite at poeta habitar el
verao. O, dicho de otra mRnera, e1 universo viene
habftg r su casa.
A vece8 durante un deacango el poeta vuelve
centzo de en morzda:
. . . Z’out realize ‹I net‹'ceo
1o toppa eat bf‹z›mAe.

[ . . . Todo respira nuevamente / El innntel ed

El mantel, ese puñado de blaftcura, baato


anclar la caaa ex eu centro.
Las caaas literariaa de Georges SPyri daki y
René Cazel1eg aon moradas de inmensidad,
muros se han ido de racaciones. En tales casas
cura la clauatrofobia. Hay horaa en que
sumamente saludable habitarlas.
La imagen de esas ca aa que integran el
que aspiran a una levedad aérea, que llevan
ct ézbol de au cxetimiento iTiveroslmil un nido
puesto a volar, tal imasen puede aer rechazada
un esplritu positivo, realists. Pero para una
general sobre la ima8i»acién results precio9a
que se encuentra tocada, sin que lo sepa
mente el poeta, por e1 llamamiento de Nos
que dinamizan loa grandes arquetipoa. Erich N
mans, en un artleulo de la reviata Eratt o8,!! pa
nloatrado que todo aer iuertemente terreatre
la caaa es un ser fuertemente terrnstre
ba, sin embargo, las llamadas de un mundo
de usr mundo cele te. A la casa bien cimentada
gusta tener una rama Bengible at viento, un
con rumores de follaje. Penaando en ese deavân
poeta eseribi fi :

°* Ertcb Neumann. ”DC B*deutnne


Neu dt”, Emxe*, p. lD.
8b

[La escala de loa grboles / La eubimoe.]


Si de una casa se hace un poenia, no es raro que
las mps iotensas contradicciones vongan a desper-
tarnos, como dir(a el fil6aofo, de nuestros suction
coneeptu8le8, y a liberaruos de nuestras geome-
tries utilitarian. En la pfiglna de René Caselles,
es la golidez lo que aleanza la dialéctica imagina-
ria. Se respira e1 aroma tmpoaible de ia lava, Y el
granito ea alado. E inveroamente, el vianto s6bito
es rigido como una vi8a. La casn conquista BU parte
de cielo. Tienen todo e1 cielo Por terraza.
Pero nueatro comentario ae have demasiado pre-
Cl9o. Acoge I cilmenta dlaléeticas parciales aobre
los di?erentgB 08Paot8T8B de la casa. ProlOngândo-
lo, q uebrartamoa la unidad del arquetipo. fliempre
SHC ede aai. Es mejor dejar las ambivalencias de los
arquetipos envueltaa en su ra1or dominante. Por
eetp el poeta ners aiempra mân suaestivo que el
filosof o. Tiene precisamente derecho a Ber Bugeatl-
vo. Entonces, siguiendo e1 dinamiamo que cor -
Donde a la supesti6n, e1 lector puede ir mps lejo8,

dO e1
u.n conctea-
lo

" C'\aude TTertoiann. JVoatueesa, ed. la Gsltre.


86
parte, a otros ti empos, en planos dif erentes de
ños y recuerdos.
¿ Como no .iprorecharia cada lector la u
de tin poema comp éste ? :

Una casa erlgida en e1 torazñn / Mi catedral


silencio / Reanudadn cadB mnñana en Bueño B / Y
rice he abandonada / Una casa cubierta de alba /
ta al vientO de mi juventud.]
Esta “casa" es una especie de casa ligera
se desplaza, para mi, en Joe alientos del
Rsta verdaderRmente abierta at vendaval de
tiempo. Diriase que puede acogernos en todas
mañanas de nuestra vida para darnos la
de vivi r. Err mrs ensueños relsciono estoe
be Jean 1.ezoche con ln pagina donde René Char
sSiena “en la estancia aligerada que
poco a poco low grandes esp8ci09 Viajeroa”. Si
Ci•eador escuchara al poeta, crearia la tortuga
ladora que llevari» al cielo azul las grandes
r1dadee de 18 tierra.
¿ Es preciao otro ejemplo de estas câsag
En un poema que ae titula Conn de zientn,
Gis illaume sueña ast: "
CA8A Y UNIYER8O 87
.V aicon de vent demeure qu’un couJ Jle ef fagait.

[ ; Cuñnto tiempo llevo construyéndote, oh casa! /


t c«da recuerdo traneportaba piedras / De la ribera
.i In cima de tus mnrna / Y veia, bâlago incubado por
las estaciones / Tu tnjado cambiante como el mar /
llonzando sobre el ton do de 18» nube B / A las cuales
sq mezclaba el humo. / Casa de viento, morada que
un goplo de9vaneeia.j

Puede sorprender que aeumulemog tantos ejem-


plos. Un esplritu realists dice: “i Nada de e o se
tiene da pie! No es mfis que poesia vana e in-
POfl9istente, una poesla que ni siquiera se relaeionn
va con la realidad.” Para e1 hombre positivo, todo
lo irreal se aaemeja, ya que en la irrealidad las
formas estén aumergidas y añoradaa. Solo law ca9aa
reales podrlan tener una individualidad.
Pero un sodador de caaas, las ve por todos la-
doc. Todo Ie airve de germen para sus ensueños
de moradas. Jean Laroche dice también:
Cetfe pivoias eat vie maiaoo v•Bue

[Eista peonia eB una casa vaga / Donde cada uno


v iicive a encontrar la noche )

peonia en su noche roja un in-


lccto dormido?

(Todo céiiz ea morada. j

Otro poeta have de esta rnorada una permanen-


via de eterni dad:

Pivoinec ct pavote parade ta‹ntiirneu I

t l Peonias y adormiderap, paraiBos taciturnofi!)


Escribe
nito.*^ Jean Bourdeillette en un verso de inft
Cuando se ha aoñado tanto en el cdli z de u
Ilor, se recuerda de otzo modo la casa perdid
disuelta en las a8uas del pas 3»• 4 8 ui én leers si
entrar en un sueiio sin pin estos cuatro ver«oa ?

[La eatancia muere miel y tila / Donde loa c8joit%


se Rbrieron de luto La cess ee media a In muevto
/ Ein un espejo que se empaña.]

Si pasamos de e8as imégenes todas ful8ores, a


imageries que insisten, que nos obligan a recorder
mls «dentro en nuestro pasado, loa poetaa now do•
rninan. i €’on qué fuerza nos demuestran que las '
casas perdidxs para aiernpre viven en riosotros ! In-
sisten en nosot roa para revivi r, cozno «i eaperaran
que les prestaramos un supiemento de ser. i C >â> rnejor
hab itar jamos la casa ! i Cfimo adquieren sd- bl
tamente n neutron viejo recuerdog una viva po-
si bilidad de her! No8otros ju zpamop el pasado. Noa
emerge una especie de remordimiento de no haber
vivido con bastante profundidad en la vieja casa•
R ilke describe ese pesa r punzante en versos incl-
vidables, en versos que hacemoa dolorosatnente uues-
tros, n o tanto en au expresihn, como en un drama
del sentimi ento profuodo:*°

D our‹le ii lette,
GAMA Y UNIYERSO 89
i 'or qué nos saciamoa tan pronto de la dicha de
! i i t ‹ir aquella morada ? ¿ Por qué no hicimos du-
tys horas pasajeras? Le falto a la realidad algo
q ue la realidad misma. En la casa no helTio9
, a ‹io bastante. Y puesto que podemos vDlver a
ii t rar la por el ensueño, el enlace se efectña
Las hechos agobian nuestra memoria. Qui-
t i .imos revivir, allende los recuerdos reiterados,
!f s traa impresiones abolt day y lo9 sueños que noa
! i.« ian creer en la felicidad:
II’v vein at-j« perduo, mon lmageFe piétiné e?
l i fâondc os he perdido imégenes mia a pisoteadas?]

:ice el poeta.2°
f3 ntonces, 9i sosteoemoa el eosueiio en la memo-
s':.i, s i rebasamos la coleccion de los rec uei’dus con-
! to-, la vasa perdida en la noche del tiempo
i i g e de la sombre jiron tras jiron. h o hacernos ''ida
para reoi’ganizarla. Su ser ae re9tituye a par- '
de la intimidad, en 18 dulzui•a y la imprecision
la i ida interior. Parece que algo fluids reune
N CS t flue rec uerdos. Nos I undimos en ese fluido
let pasado, Rilke ha conoci do esta intimidad de In-
c *ii. Dice era I ubion del ser en la casa perd ida :
to he vuelto a ver nunca esta extraña morada .
' 1 ‹!omo la encuentro en mi recuerdo i nfaiitilmen- '°
mudificado no eB un edificio ; estâ tods ella
•*a x repartida en mi ; aqn i una pieza, alla una
i ieza i acé un extremo de pasi Jlo que no reune a
'Stqg d cs pi ezas, sin o que estâ conservado en cuan-
' '› qii e fragmento. Asl es como todo eaté desparra-
' to en mi ; las habitaciones, las eacalerag. que
ill *scenJian con lenti tud ceremoniosa, otras escal eras,
'‹ mas estrechas subiendo en espiral, en cuya ua- ri
dad se avanzaba homo la sangre en las venas.” °'
As i, los stieiios de8ciend en a veces tan profuiida-
nien te en un pR*ado in defini do, en un pasarlo I ibre
"" A n tire de Ri ehA u d, 'fee droit d'a ette, ed. Sethe re, p. PS.
' ' Ril ke, hoc c podr enoe d i'if«tt « f. « ti id• Bt-ippe, t rst]. de 1•’reri
"’"°o A xala, p. 34 .
90 CA8A Y UN I YER SO
de Iechas, que los recuerdos precisos de la caag''
natal parecen despreoderae de nosotros. Esos aue.
iios sorprenden nuestra enaoñaciñn. Llegamos g
dudar de haber vivido donde hemoa vivido. N ues•
tro pasado esté en otra parte y una irrealidad im-
pregna Io9 lugarea y 10s ti empos. Parece que aa
ha permaneci do en 1o9 limbos del ser. Y el poeta
y el soiiador se encuentran escribiendo pñginas
cuya meditacion aprovecharla a un metafisico del
ser. Me aqui, Por e jemplo, una pagina de meta•
flsica concreta que, c ubriendo de sueñoa el recuer-
do de una caaa natal, nos introduce en lot lugarea '
cal definidoa, mal situado8 del ser d0flde un asom-
bro de estar nos sobreeoge ; William Goyen escribe
en La cas a de eiianto: ›°
“Pensar que se pueda venir al mundo en un lugar
que en un principlo no sabriamos nombrar g iquie-
ra, que ae ve por primers vez y que, en estn lugar
anbnirno, de conoci do, be pueda crecer, circular
hasta que se couozca 8u nombre, se pronuncie
con atnor, se le llame hogar, ae hundan en él laa
raices, se a]berguen nuestros amores, hasta e1 pm- to
que, cada vez que hablamo de él, lo hagamna como
los amantes, encantos noetâlgicoa, y roemaa desbordante
de deseo.” El terreno donde el azar sembro
la planta humaua no era nada. Y aobre ese
fondo de la nada c recen too valorea humanoa. Al
coutrario, si mâs aIU de los recuerdos se llega al
fondo de los sueiios, en ese anteeedente de la memoria,
parece que la nada acaricia al zer, pe- netra el «er,
desata dulcemente los lazos del ser. Nos preguntamos :
¿ to que fue, ha aido ? ¿ Los hechos tuvieron el mfm
que les prenta la metnoria ? La memoria lejana
a6Io los recuerda dâodolea un valor, un a aureola de
felicI dad. Borrado rlicho valor, 1o8 hechos ra no ne
quieren. ¿ Es que has sido ? Uma i rrealidad se
filtrs en In realidad de los recuerdos que estân en pa
I rontera de n uestra history a per- sonal y de una
prehistori a iiidefinida en e1 ptioto precigamente en
que la casa natal, desptié de no.s-

cAL T UNIYER ii
otros, viene a nacer en nosotros. Porque antes de
nosotros Goyen nos lo hace comprender - era
b ien anonima. Era un lugar perdido en el rnundo.
.ist, en el umbral de nueatro esPacio antes de la
,i a de nueatro tiempo, reina un temblor de teman
de ser y de pérdidaa de ser. Y toda la realidsd del
i ‹ cuerdo se hace fantaamag6rica.
Pero edta irrealidad formulada en loa suction del
recuerdo, ¿no le llega al soñador antn las cosas
phs olid88, ante la caaa de piedra hacia la cual,
sofiando del mundo, el aoñador vuelve por la no- rhe
? William Goyen conoce edta irrealidad de lo real :
“Era as(, porque a menudo, cuando volviaa solo,
aiguiendo la Benda en un relo de lluvia, la casa
parecla elevarse sobre la m8a diâfana de tae
gasag, una gaaa tejida con un aliento eniitido por ti.
Y pensabas entoncea que la casa nacida del trabajo de
los carpinteros no existta tal vez, que quizâ no habta
existido nunca, quR no era mls que una
imaginaciñn creada por tu aliento r que ñ la hablas
ernitido, podlas, con un aliento seme- jante, reducirla
a la nada.” En una pâaiua como é ta, la
imaginaci6n, la rnemoria y la percepCifin tr necan
sua iunciones. La imagen se eatablece en unq
cooperaciñn de lo irreal y lo real, niediante ct concurso
de la funci6n de uno y de otro. Para es- t U(lfa r,
no eata alternative aino esta :funci6n de 'os
contrarios, loa inatrumentos de la dialéetiea lhgica
*erian in utiles. Harlan la anatomla de una cola
} ivq. Pero ai la casa ea un valor vivo, es preciso que
ntegre una irrealidad. Es necesario que todos los va-
Moree tiemblen. Un valor que no tiembla e» un va-
!or muerto.
Cuando dos imégenes singularea, obra de dos
Ooetas que sueñan por aeparado, llegan a encon-
arse, parece que Be refuerzan mutuamente. Edta
convergencia de dos imâgenes excepcionalea re-
pr esenta, en cierto modo, una comprobaciñn para
la encueata fenomenologica. La imagen pierde an
*précter gratuito. El fibre juego de la lmaginn-
Clijt ya no es una anarqu la. Aproximeinoa a la
magen de Lo rosa de nfiento de William Goyen,
otra i lTlRgen ya citada en n ueatro libro La Tie
p loc enauehoe de repose (p. 96 j , imagen qu
g upimoo relacionar.
Pierre Seghe rs esc ribe: °°

[ Una casa do»dc voy aolo llnninndo / Un noinbre


el silencio y los niuras me devuelven Una extra
cnsa que sc soBtiene cii mi vos / Y hnbitada po
viento. / Yo la invento, mrs manos dibu jan nu
Un barco de gran cielp ene imn de los bosques ,*
bruma que se disipa y desaparece / Como en el j
do lab imageries.]

Parc ed ficar mejor esta casa en ia bi ii ma,


el soplo, el poeta dice que se necesita i'ia :

, [, , una voz méq fuerte y el in‹!ienso / azlll del


razñn y de las palabra a.)

C’om o “la ‹:asa de aliento”, la casa del sop


de la vOz es un valo r que se estremcce en el 11
te de lo real y dR lft i rrealldad. Sin duda un
i•itti realista se queda r3 m uy nc* de eata re
de los temb1oi’e . Pci’O ei que Ice los poem:is
jubilo de I maginar, señalara con una piedra b
1 di e o doa re _ ’s
Picryo .Soqhcca, f•e foiiiniii'• »i hilts. 9. 70. Lie -anion
lnjrin lii eita quo ‹iiil›nnios en I!J-i S, pcrqtin nitestrn ininbin
be ienfur se sic timiilndn fit:i il›irlns d
O 8A W UNIYER8O 98
, ‹ us de la casa perdids. Para qnien nabe escuchar
la cssa del pasado, ¿no ea acaso una geometrfa de
As voces, la vnz del pasado, resuenan de
ctrl manera en la 8ran estancia y en el cqnrto
« iieño. Y de otro todo talnbién resuenan law 11a-
wades en la escalera. En el ordsn de los recuer
.1‹ s dif iciles, mucho mâs aI1ft las geometrlas

I a ‹'aha del recuerdo. ¿ EU @Oaible, rnas 811 d8-


! a, restituir go snlamente el timbre de las recea,
intlexi6n de laB voces queridas qua ae han allado,
sino también la resonancia de todos loa e i[artug
de la casa sonora? En eata extreme te-
iiiilad de ton recur os, sdlo oodemos pedir
[. r f Phs gcum 6'n tos de reJ'i tada psico1og\a.

1'“ rente

de propietario, la concsntracifin de
to que se ha estimado eñinodo, confort«b]e,

iiicoocillables. Gi esos sueiios deben renli-


obandonan eI tsrreno de nuestra encueata.
”• t run en eI dominio de la psiculogta de Ion pro-
*° * . pero ya hemoa zepeUdo bastante que el

mAa tarde, ssempre mAs tarde, tax


pre no tendremos de realzaro. Una
tiempo ae
Luc fuerp {Cmsf,
ximétrtg
Sd CA.8A Y IJ N IYERSO
preparnria pensamientos y no ya sueños, pensa-
mientos graves, pen aamientog tristes. Més vale
vivir en lo proc isicnal qtle en lo definitivo.
He aqui una anéedota de buen congejo.
La relata Campenun, que hablaba de poesia con
e1 pneta doers : “C uando liegamos a los poemillas
su fiuerto, a .so husqueciUo, a 8u bodepa ... no
nude menos de Observe r riendD que dent To de cien
años corrcria el riesgo de torturar el espiritu de
sus cnrnentaristag. We rié tnmblén y me contñ
como, habiendo deseado in iitilmente desdc su ju-
ventiid tener una casa de camps cun un jardinci-
I to, habin resuelto, a los setenta a ños, dérselos por
su propia au toridad de poeta y sin gastar un cén-
timo. Habia cmpezado por tener la casa y como s*
be aguzara el sTan de poseer, hablff Ftiiadido ct

Todo eso no existia més que en u imaginucion;


pero era lo s ufiriente para que esas pequeiias pro-
piedade6 quiméricas adquirieran reali dad a due oios-
Hablaba de ellas, las diefrutaba como 9i fueran
reales ; y su imagination ten la tal fuerza que no
me hubierQ sOrprendi do que d urante las heladas
de abril o mayo se le hubiera visto inquieto por
la stierte de su viñedn de Marly.
“Me contd a eee respecto que tin hum•a do y buck
provincinno, habiendo leido en ma periñdieos al-
punos de los poemas donde Santa sus pequeño*
dominion, Ie habia escrito ofreciéndnle stIs servl-
cios cnmo admilli 6trador, pl diéndole silo alojamien-
to y los honorarios que jnegara justos.”
Inslalado en Sodas partes, pero sin encerrazs9
en ningñn lado, tal es la divisa del soñadn de
moradns. En 1s casa final corno en mi casa ver-
tlsdera, e1 sueiio de h«bitar eels siiperado. Hat
que deja r siempre abi erto un ensueño dR Utra part e.
Entonces ; qué bello ejercicio dR la Surer dn e
hab itar Ia ca.sa aoñada puetle ser c1 i5aJ e en ferr*
carril ! D ich O Viaje d e*en1’O!1u toda iina pelicula d°
casas s0ñndas, aceptadas, rechazadas ... sin qu*
lftlTlâS, homo en autom Pvt1, g i ents un o la tentario0
CAISA Y UN IYERBO 2§
t. ilctenerse. Eatamos en pleno ensueño con In sa-
lii‹1:ib1e prohibiCi6n de compr* m. Como temo que
ate m ndo de viajar sea ânicamente una grata ma-
st.i personal, tranacribiré un texto.
”Ande todo laa casas eolitarias que encuentrn
cii e1 campo, me digo —eacribe Henry David Th0-
man—** que podeia, satisfecho, pasar en ella8 mi
Min, porque las veo perfectas, inconveniente8.
Nt› las he llenado todavla con tediosos penaa-
to icntoa y mia costumbres proaaicaa y as1 no he
stropeado el paiaaje.” Y méa lejos, Thoreau dice
con el pemsamiento a low dichosoa propietarios de
las casas vistas el paso: “ahlo pido ojos que veal
lq que vo»otros poseéis”.
George Sand dice que be puede clasificar a los
h qm hrea 8egun aspiren a vivir una chosa o en uu
I alacio. Pero la Question ea mâ8 compleja : El que
1 iene un castillD sueña con l£t choza, el que tiens
a choza sueña con el palacio. Mâ» a:in, tenemos
ca‹l‹v uno nuestras horas de ehoza y nuestras horas
de palacio. Descendemoa para habitar juiito a la

cueotosque
relacitinar para tener dos Bretafias, para du-
‹cai• el mundo. De uno a otro mundo, de una a ''t1’ ii
erada, van y vienen loa suefios. El primer "
enfo se titula : Adién a la choao,' el segundo: E!!

Ue ago i la Jlegada a la choza. Abre en aeBuida


b1 C O razoii y su alma: “Al arnanecer, tu aer fres-
"'›. pt ntai•rajeado de cal, se abre a nosotros: los
' 1 ‹›s creye¿on penetrar en e) seno de una palomn,
i’ nn seguida nos cncariñamos con la escalera de
** 'Lo. tu escalera.” Y en otras pâginas e1 poeta
’ f '* Alice como Ie choza i rradia h umani dad, frnter-
$fi CAi3A Y U NIYERBO
nidad campesina. Esta caaa-paloma e8 un aree
acogedora.
Pero un buen dia, Saint-Pol Roux abandona la
chnza por el “castillo”. “Antes dc partir liacia ct
lujo y cl orgullo —nos cuenta Théophile Briant,**
gemia en en alma franciacana reEag*ndoae uua
ver mls bnjo el umbral de Roscanvel” y Théophile
Briant eita al poeta:
Por ultime vez, cabaña, deja que bese los mod88-
toa muros y hastn tu aombra color de nii pena . .
La residencia de Camaret, donde va a vivir ” al
poeto, es sin duba, en la fuerzn del térmioo
obra de poe la, la realizaei fin del cantillo-Folio
un poeta. CnG1 c0RtF8 1AS Olas, en la cima del riaed
llnmado por loa habitantes de la Peninsula R retona
el Line du ?'ouftnpuet, Saint-Pot Rons compro lé
casa de tin pescador. COTI UTI MIDI @G, Oflcial de ar-.
tiller la, trazd los pianos de un ca8ti]1o con ocho
torreeillas cuyo centro serta lR fl8aa que acababa d6
compra r. Un arquitecto rnodelo los proyectos del'
poeta y quedG construi do el castillo con ou coraa6fi
de choza.
“Un dia —relata Théophile Briant—, para darmt.‘
la sintesis de la ‘Peninsulilla’ de Camaret, Saint-Pol
dibuj5 sobre una hoja suelta una pirémi dc de piedra,
los ]31Um Bzos ilel viento y has ondulaciones del mat
cnn esta formula : 'Camaret ed una piedra en e
viento, sobre una lira'.”
Hablñbamo en trnas p5ginas anteriores de los
poemas que cantan las casa B de los soplos del rien- to.
Pen8âbamoe que en esos poemas llegâbamos * extreme
de las metâforas. Y he aquf que el poeta sigue e1
disefio de e6as metâforas pars construiF
Uariamna todavTa un ensuefio semejante, ii fuéy8-
mos n soñnr bajo el corto cono del molino de viento.
Seiitirfarnog su carécter terreatre, la imaginarla
rn os como una eabaiia primitive modelada en barr •
bien plontada en tierra para resistir el viento.
despiiés, a Intelis inmenss, soñarlamos al mism<
^ Th6uja hi Ie flr i nnt , to in é-T•oi Amis, ed. fiegbe re. p. 4 2.
» po en ln Casa alada que pime a la rncnor brisa
› q ue siitili za las energies del viento. Ll rnuliiiero
},ifirñn de viento hack biiena hariiia con lo tern-
'i Cut all.
i.n el seq undo cuento que hemos citado, Sa int-
o ' I Roux nos dice cñmo, castellano de Gamaret,
ix’iñ alli una vide de chuza. Tal vez no se haya
I 11\ < rtido nunsa tan simple y fuertemente la die-
t ‹ t‹co de la choza y del castillo. “Eemachado —dice
-1 tioetn— al primer peldaiio de la escalinata con
!u is zuecos herradoa, vaeilo en brotar como asñor
ie mi criaalida de villano”.°° Y md lejos: “Mi
.:it raleza flexible ae Rcomoda a ese bienestar de
•u il a vill bie
iuidc la loca de la casa re tarda en conf err rme
u lia .Supremacia sobre los elsmen tos y sobre los
f-!’0fi Pl’ O f lt O, e fl la zado bt he Al ego is tn O, olvido, cam-
p os trio advenedizo, que la razhn initial del castillo
’ tie i evelarme por antitesis la ehoza.”
Polo la palabra cri alida es trna piedrn de toque
‹i lie n9 engaña. in ella se reiinen dos aueiius que
Pahl an del reposo del ser y de su impulso, la rria-
I I l I Z•acion de la noche y las mas que as abren nl
ia. 1.n el cuerpo dcl castillo alado que domino la
'II a y el oeéw o, lori hombre y tl universo, Isa
‹ i servado una cris5lida de choza para ncurrucarse
" 1 › en ella, en el m as Grande de los descansos.
D0firiéndonos o la obra Zn dioféctire do to dura-
'* del lil Deolo bra9ileño Lucie A!bertu Pinheiro
' ° S•i iitug, deciRmos ant.ano que exominando lns
' runs de la vida en su detalie, descendienrlu de
' ' b raNdes ritnius irnpiiestcs po r e1 uoiverso a lus
’ W US mñ.s Minon 9 u.• tañeu Jas sensihilidade extre-
'^• hl hombre, se podra et8blecer un
ritmO5ua- que tenderie a haeer feliceg y leves las a in-
aleocias que los psi coanalistas desciibren en los
trnstorn.a dos. Pero st se esc u chn al pne-
los ensueñuz alternos pierden au rivalidad. Laa
ealida deg extrei•tz de la choaa y del castillo
”" ° * *men, con Snint-Pot Roiix, nueztra necesi da ft
98

ficencia, Vivimos en ellns un ritrnosn3lisis


fiinciñn de habitar. Para dormir bien no hsce
durrnir .truer a .raba’a
no hace fnlta trabajar en tin reducto. Para
el poema y para escribi rlo se necesit a n ambas
mv da . Pues el Fitrnoan3)isis es fitil para los psig
rnos actuantee.
Aat, I casa aoñada deba tRnRrlo todo. Debe
por mu y vasto que sea an espacio, ura cabañ
cn erpo de paloma, un nido, una cri8alida.
La intimidad neceaita el common de un nido. E
mo, nDs dice au biografo, tardfi mucho ”en e
tram, rn su hermosa casa, un nido donde p
abrigar sit merpeeiffo. Acab6 por encerra r8e ei
cuarto s fin de resptrar ese eire r venidn q
er2 necesario”.”
Y muchos soñadores qtiieren encontrar en la c
en el cuarto, un vestfdo a an medida.
Fero una ves mâ8, nido, crisâlida y vestido,
forman sha que un momento d8 l8 morad8. Cu
sts condeosado es el reposo, cuanto mds hermé
ed la crisâlida, cuanto en mayor grado cl ser
sale de ella es el ser de otra parts, mls grande
su expanaidn. ¥ el Sector, a nuestro 3uicio, yen›
be un poeta a otro, ed dinamizado por la imagin
ci6n de lectura dualdo escuCha g un fi ripervielle
e1 rnomento en que hsce entrar el unix erGo en
casa por toda9 las puertas, por todas las ventan
abiertas de ""

[Todo to que haeeu los bosques, los rioa o eI aire


Cabe entre estos muroe que creen cerrar la eetannia
/ Aeudid, caballeros que atravesaia los mares, / 8b
tcngo un tocho de cielo, encotitraréis lugar.)
tea acogida de la casa es eutonees tan complete
to q ue se ve desde la ventana pertenece a la
tumb ién.

c.i cucrpo de la montaiia vacila en mi rentana:


' ‹?6ino poder entrar st se es la montaña, Si somoe
‹ n altura, con rocas, pedrezucl8s, / Un trod de la
’I’ierra, sedieoto d GS

Ciiando noB hanemos aensibles a un ritmoaaâli-


sis, yendo de la casa conceotrada a 1s casa expan-
si a, las oacilaciones se repercuten, se amplificnn.
l.us grandes soñadores profesan como Sopervielle,
la intimidad del mundo, pero han aprendi do dfcha
iLt imidad meaitando la casa.

La casa da 5upervieIle es una casa évida de ver.


'er es tenei•. Ve el rnundo, tierra cl mun-
Pero como un niño goloso, tiene los ojoa més
r° mcs que e1 est rnago. hos ha dado uno de ceos
‹xcesos de ima8en que un fil ñsof o de la ima-
ñ ^r eion debe anotar, sonriéndose de antemann
'*ate una crttica razonable.
Peru después de esas vaeaciones de la imseina-
preciso acerca e de nuevo a la realidad. oue
dear ensueño que aeompnñen lbs gestos
' tonn e ticos,
1.o que guarda activarnente la casa, to que use
"° ’nano, to que la rnantiene en la seguridad de
**r, es la accifin doméstica.
i. Pero homo dar a lo9 cuidadoa cBseros una acti-
1:.ii euanto se introduce un fulgor dR conciencia
*** Al gesto r aquillRl, en tiianto se hace fenorneno-
IDD DATA T U NIYERSO
logla lustrando un mueble viejo, se sienten na‹rsr,
bajo la dulce rutina doinéstica, im presion es nue-
vns. La concieiicia to rej uve»ece todo. Da a loa
actoa més lamiliares un valor de iniciaciñn. J3omi-
nn la memoria. ; Qué asombi D VOlver a ser real•
menta el autor del ncto rutiuario ! Asi, cuando un
poeta frota un mueble —aunque sea valiéiidoae
de tercera persona—, cuando pone con el trapo de
lan£f que calienta todo to que toca, un poco de cera,
fragante ep au mesa, crea un n uevo objeto, au-
menta la dignidad hurnana de un obJeto, in9cribe
dicho objeto en el eatado civil de la casa h umana,
Henri Bosco escribe: *° “La cera suave penetraba
en esa materia pulida, bajo la presion de las ma-
noa y del ñtil calor de la lane. Lentamente, la
bandeja adquirla un re plandor sordo. Parcels .
que subiera de la albumin centenntia, del corazñn
mismo del drbol muerto, eae reaplnndor atraido
por el roce mngnético, expnndi éndose poco a poco
en lu z aobre la bandeja. Loa viejos dedns ca rgado5’
de virtudes, to polma geuerosa, arrancaban da
bloque maci zo y de lv fi hraa inan imad as liin po•
tencias lntentes dc la vida. Era la creation ‹ie un
objeto, la obra misma de la fe ante nits rijos niara-
villadog.”
for Ohjetus asi mimnctos naccn ›’er dudcr nmente
de un R 1ti z lntima , ascienden a un nivel de reaIl-
dad rn*s elevndo que los objeto8 indilerentes, qa4
foe objetos definidos por la realidad geométrica.
Proparan nun nueva realidad de 6Br. Ocupsn n0
s6lo en luga r en un orden, sins que comulgnii c0n'
ehe orden. De un objeto a otro, en e1 cuarto, los
eui dndos caseros te3en lozos que unen un rasad*
muy antiguo con el dfa nuevo. FI ama de casa des-
pierta 108 muebles dormidos.
Si se llega al llmitn dunde el sirens se exngera,
se .siente como una conciencia de constru ir la ca8n
en low cut dados mi rnos con los que se Ie conserve
la vida, y se ie da toda claridad tle ser. P
que 1s casa l iiminos» de c uidados se »rece
reconstruy*
›‹le cl in te rior, se renueva por cl interior. En
1 ego i li brio in timu de lies muros y rle los m uebles,
, ii cute decir c que sc toma coneienciu de trna casa
›nsi rui da por la rn ujer. Los hDmbres sñlo saben
ii :i1›'o1utn la civilizacion de la cera.
;,’ F itué mejor manera de explicar la inte8racion
:‹ l ensiiei'io en eI trabajo, de los sueños mls grander
ii I os trabajos min humildeg qi18 la de 1-len
ri
>‹ n hablando de Sidonia, una sirvienta de “corn-
›’›ii g i-an‹te” °° “A sta rocacion de felieidad, lejos
! 1 i: pe rjudi enr su vidn prâetica, alimentaba sum
›:toe. Mientr•is lavaba unn a*bana o un rnantel,
i C II t rap liistraba cuiilad nsamente el tablero de
p:inaderia, o putt a tin candelabro de cobre, le
›: t a h air del fondo del alms esos pequeiios movi-
.e: ‹ ntos de alegria que anirnaban sus fati gas do-
('s I ieas. No esperaba hnber ter iinado su tarea
,' i i : v ›lver a adentrarse en at misma y contemplar
’11 I as ink agenes sobrenntu rules que la habita
ct. hfientra.s trabajaba en la lahor mas trivial
! :!s figures de ese pats 9e le uparecian familiar-
.‹'nt c. Sin que 1›areciera true soñaba, lavaba, flBCl2-
' I i: , ba rri›i, en eompañla de lns angeJes.”
lie leido en una novela italians la historic de
I›ii rrendero que mecla su escoba con el gesto
: .lcstiioso del cgador. in su ensueño, segaba
› re el asfiil LO UTi Prado imagi nario, la gran pra-
' era t1c In vcrdadera naturaleza donde volvta a
' 'i‹ ‹ ii t rar s u jiiventu d, el gran micro de aegador
! "r l del amaneeer.
Se precisan también “reactivos'' mls pu ros que
' r1el psicoanalisis para determinar la “compost-
' n " i!e rata i magen poétiea. Con las determina-
l* nes tan fin as que cxi g e la pottsi a, nos e flCoIl -
'o r› en pleiia microqulmica. Un reactivo
alterado
'r '1’ lp g interpi'etaciones ya preparada9 dcl ps ico-
' ' ali sta puede turbar el I Squirm. Ningun feno- ‘* ‘*1‹ilngp ,
i’eviviendo ln invitation qtie hace S uper-
*‘ 'c ii las montañas pars que entren por la
’° #*•: r4 Eosco, be joxdrW d’ffyecia1he. p, 1 â
ventana, rerâ en ellas una monstruoaidad sexual.
Nos encontramos rnâa bien ante el fenomenc poé•
tico de liberaci6n pura, de sublimaeidn absolute,
La imagen no est6 bajo RR dorninio de las cosaa,
ni tampoco bajo e1 empu je del subconsciente. Flota,
vuela, inmensa, en la atrnñsfera de libertad de
l2Ii gran poema. Por la ventana del poeta, la casa
inicia con el mundo un comereio de inmeneidad.
Por ella también, como Ie $usta. decir al meta(isico,
la casa de los hombres se abre al mundo.
Y de igual manera, el fenpmenologo que sigue
la construmidn de la casa de las mu jerea en la
renovaciñn cotidiana de la limited, debe auperar
las interpretaciones del psicoaiialista. Esas inter-
pretaciones nos habfan atraldo tsmbién en fibres
anteriorea.°* Pero creemos que se puede ir mâa a
fondo, que se puede sentir chmo un ser humano se
e›ttregz a laa cosaB, y sa apropie de las co9as perfec-
cinnando an belleza. Un poco mâs bella, OP 10
tanto otra cosa. Algo mâa hello, otra Rosa totalmen-
ts distinta. ’'
Tocamos aqoi la paradoja de una inicialidad do
tin acto habitual. Los cuidados caseros devuelven a
la casa no tanto su originalidad como su origen. i
Ah!, ; qué gran vida si en Ia casa, cada maCana,
todoe toe objetos pudteran ser rehechos por nue8- tras
manos ! “; Solid de nuestras manos!” Ep una
earta a au hermano Théo, Vincent van Gogh lo
dice “que ed preci8o conaervar algo del carâcter
original de un Rohineon Greece”. Hacez]o todo
rehncerlo todo, dar a cada objetn un “gestn sup18-
mentario”; una faceta mds al espejo de la cera,
otros tantos benelicios que nos brindx la imaginn-
ciñn haciéndonos aentir el crecimiento interno de
In casa. Para ser activo durante e1 dia, rue replto
“Cada mañsBa piensa en San Robinson.”
Cuando un «oñadur reconstruye el m undo par-
tlendo de un objeto al que heehiza con sae cu ida-
dna, nus conveneemos de qtie todo es *ermen en
la rid a de un poeta. He agm un« lsrgs pagina d8
CALA T UN1VPB90 103
RilkR que noa pone, psss a ciertos obat8eulos (puan-
tes y vestidos1, «n estado de aimplicidad,
En laa C!artae e Otto m area, Rilke ascribe a Ben-
venuta, que en ausenria de la criada ha luatrado los
mueblea: “Eataba, pues, mug nlticameut e solo .
cuando volvid a aaaltarme de imProviao «sta vis3a
paai6n. E« j3reclBo que lo sepag: fue sin duda la
mrs prande pasion de or infancia tambidn mi
primer contacto con la IO(tB1Ga ; porque nueatro
pianino lncumbla a ui juriadlctt n da sacudidor,
siendo uno de loa raros objetoa que se Prestaban a
dicha operaciñn y no manifestaban e1 menor enfado.
Al contrario, bajo el celo del trapo, ce ponta de
pronto a ronronear metfilic8mente. . , y su hermoso
color negro profundo se tornaba eada vez mâa bsllo.
i Qué delicia haber vivido esto! Presurniendo ya
con la indumentaria indi8penaabla: El gran delan-
tal y también loa pequeños puantes l«vables de piel
de ante para proteger las manoa delicadas, adoP-
taba una cDrtesle matizada de travesurn parn
con- testar a la amistad ds las cosa8, tan felices al
sen- tir6e bien tratadas, y caidadosamente colocadaB
de nuex’o. Incluao hoy, debo con:tesgztelo, mientraB
todo se aclaraba a mi alrededor y la inmen8a auperficie
negra de o›i zrtesa de trabajo, contemplada pos
*cdo lo que la rodea... adquirla, en cierto modo,
una nueva conciencia del volnmen de la eatancia,
reflBjâ ndola cads vea mejor: gris olaro, cast cubi-
c* . . , sI, we sentla conmovido como st alll nuce-
‹liera aI8o, no a61o superficial, aino algo grandioso
que se dirigla al altna: Un emperador larando los
vies de unos viejos o San Buenavsnturn fregando
a vaJilla de sa convento.”
Benvsnuta hace de estoa episodios un eomentsrio
que endurece el texto ’^ cuando dtce que Ta znadre
fly Rilke “lR hahla obligado desde aa mâa tierna
*n fancia a sacudir los mumbles y a hacer trabajos
°aseros”. ; Camo no sentir la nostnfpio del trnbe?o
que SR tPansparenta en la pâgin* ñlkeann ! ; C5mo
>d com render qua alli be acumulan dociimentos
psicol0giCos de distiiitag edades nientales, Puerto
que a la alert ia de ay nder a la madre se u ne la gIo-
ria de ser un graode de la Tierra que lava los pies
de los indigentes ! E1 texto es un compleJo de en-
timientos, asoeia la corteaia y la trave ura, la hu-
mildad y la acciñn. Y luego teneeios la gran frass
que abre la pagina: “i Estaba magnificamente Polo!”
Solo come en e1 urigen de toda accion verdadera, de
una aecidn que no estamoz “uliligadoa” a hacer.
Y la maravillo de los nctos iâciles es que de todas
maneraa noa si £u pn en el origen de la accion.
Desprendi da dR sU contexto, la 1arrz pagina que
aeabamos de citar nos parece una buena prueba del
interés de la lecture. Puede ser desdeñada. Puede
tino acornbra roe de que aJpuien se interese por edta.
Al contrario, p uede iiiteresar sin que se confi esR.
Y por ñltimo puede parecer viva, util, consolndora.
¿ No rics proporciona la mnnera de tomar conciencia
‹te nucstro cuarto sintetiEando J'uertemente todo lo
que give en él, todos los mucb1e,•. que nos ofyecen
in amistad
¿ Y no hay acaso en esttt p3gino el valor del es-
critor pai•a veneer la censura que prohlbe las con-
fidenciaa “insignificantea” ? Pero i qué alegrla nos
da la Lecture cuando se reconoce la iniportancia de
las cosas insignificante8! i C uaudo se completa con
ensueiio 8 F* sonales el reeuerdo “insignificants”
que e1 cscritor nos confla! Lo insignificante ae con-
vierte entonces en signo de uno cxtrema senai bili-
dad para st griificados irtimos que estabJecsn ma
comunidad de mrna entre el escritor y sus lectures.
; Y qué d iilzura en toe recuerdos euando podemos
decirnos que, Renos los quantas de piel de ante,
se han via ido horas rilkeanas !

T'oda gran irnugnR fiI Epic es reveladora de un es(ndo


tie almn. Ln casa es, maa aun que el paisaje, un
estado de alma. liicliiso reprodiici da en su aapecto
exterior, dice una intimitlafl. AlgunDs psi Cologoe,
em part'cular Francois Minkowska, y los trabaja-
lores que ella ha snbido adie trar, han estudiado
ins dibujoa de casas hechoa por los niñog. Se puede
.acer de ellos el motivo de una prueba. La prueba
(e la cAeo tjene incluso Js ventaja de éstaz ubiezta
1s espontaneidnd, porque rnuchos niños dibujan
,.spu›tâneamente, con el l8piz en In mono, una casa.
.\dcnds, dice Elsie Ba1i1: °3 “P e d ir al Il ifio que di-
EU r una Cnsa, es pedi r1e que revele e1 sueiio mâs
; ref undo donde quiere albRfB8F RU $£ llCidad ; gi ez
.1 ichoso, Cabra encontrar la caaa cerrada y prote-
' i da, la casa sñlida y profund ament e enraizada.’
i .sta dibujada en au forma, pero cast siempre hay
,ilyñn trazo que designs una fuersa tntima. En cier-
i‹›s dibujoa en evidente, dice Mme BaliJ, “que hace
:'l cr dentro, hay fuego, un Fuego tae vivo que se
ie v s0lir de la chimenea”. Cuando la casa es felts,
cl hurno juepn suaremente encima del tejndo.
Si c1 niño es desdichado, la caaa lleva la huella
.ie 1:i6 anpustias del dibuJante. Fran9oise Minkowska
tic e::puesto una colecci bn pszticNartnente conmo-
i erlora de dibu job de niñns polocos o judios que
!›‹irlecieron las aeviciaa do la ocupaeiñn alernana
1 in a rife la ñ)tirna giierra. El niño que ha vivido
cscoi:diéndose a la menor alerta, en un armariD,
'!'la Nja mucho, después de aquelles horas malditas,
' ': as estreehas, frins y cerradas, Y est Franpoise
.’.I I alto skn hr bla de “casas inmoviles”, cnsas inmo-
iliztt das en su rigidez: “Eaa rigidez y era inmovili-
‹ ’id re encuentran igualmente en el ?iumo y en las
'°nrtinas de las ventanas. Lee ârboJes que In rodean
‹›n rct /os, psrecen vigilnrln” op, cit., p. 55). Fran-
'.°ise Minkowska ssbe qua una casa vivo no es real-

IUcnndvce

solo detalle, la gran psichloga Frantoise


reconoca e mo miento dela cn8a En
”*'"lu dc ono uxpo fel6n dd Nueo Pedog6gicO (lO49), cem*«-
"* i› ur P. Minku waive, ert leulo de U m e. Bolif, p. 157.
10G
la casa dibujada por un ni iio de 8 anos, Franco
Minkowska observe que en la puerta hay “un ti
dor ; se entrn en ella, se habita”. No es sencil
mente una casa-construcci dn, “es una casa-habi
cion”. El tirador de la puerta designs evidenternen
una funcionalidad ; la cioestesia estfs senalada p
este signo, tan frecuentemente olvidado en los t
brine de low niños “rigidog”.
Obser›’emos bien que eT “tirador de la pue
no podrla de ninguna manera dibu3nrse a la ruts
escala que la caaa. Es su Duncton la que se supi
pone n tods preocupacion de talnaño. Ti- d uce u
funci6n de apertura. Solo un espiritu lñgico pue
objetar que sirve tanto pni•8 cerrar como para abr
Eo el raino de los i alores, la Slave cierra més
acre. El tirador abre rnas que cierra, Y e1
que cierra es siempre mls ro€undo, tubs Use
trims breve que el geato que obre. Midiendo es
malices 6e llega a ser, como Franpni se âfinkows
psic6l casa
III. EL CAJON, LOS GOFRES
Y LOS ARSE.TRIOS

1.kC1ro siempre un pequeño choque, un pequeño


dolor de Jengunje, cuando un grsn e critor emplea una
palabra en sentido peyorativo. Primeramente las
palabras, todas las palabras de8empenan honrada- incute
en o$icio en cl Penge a je de la rsda cotidiano. U
cspués, las palabras m3s habitua1eg, las palabras
zrtheridas a laa realidades may comunes no pierden
pur eso sus posibilidades poéticas. ; 8ué desdén cuan-
no £erxson habla de los cajones ! La palabra Hess
siempre como una metéfora polémica. Ordena y
juzga, juzga siemprs del mismo modo. Al filñsoio
ho le gustan los argumentos de cajon.
E1 ejemplo nos parecs bueno para mostrar£toB l8
tliferencia radical entre la imagen y la met8fora.
'amos n insistir un poco sobrs eata diferencia antes
ale volver a iiuestras eiicuestas sobre las image-
' es de iotimidad solidarias de los cajonea y de los
rofres, solidariaa de todos los escondites donde el
iic rnbre, gran soñador de cerrnduras, encierra o
r1i>ic uJa sus secretos.
fi ii Bergson, la8 metâforRs s0ll abundan tes y en
t'nmbio las imésenes e casean. Parece que para é1
lb imaginaciñn fuera toda metafhrica. Le metâfora
›'iene a dnr un euerpo concreto a una impresion
him l de expresar. Ln met8fora e8 relativa a un
' er pslquico difsrente de ella. La imagen, obra de
la imaginacion absoluta, recibs al contralto su aer
‹?e la imapinacidn. Exagerando Fuego n uestra com-
b" ai acion entre la metBfora y la imagen, compren-
*le remos que la metâfora no ee susceptible de un
*st 'i dio fenomenolñgico. Nor ale la pena. ñ'o tiene
’ 3!or fen ornenolñgico. Es todo lo mls, una imnpe»
lugar a dudas es posible gracias al apoyo de:

Arts Collaboratory es un programa de la Fundación Hivos y DOEN para iniciativas lideradas por artistas visuales en Asia, Africa y
América Latina, y para el intercambio con organizaciones de artes visuales en Holanda en cooperación con la Fundación

Mondriaan.
lugar a dudas / Calle 15nte # 8n - 41 / Tel: 668 2335 / lugaradudas@lugaradudas.org / www.lugaradudas.org / Cali - Colombia

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