Está en la página 1de 8

http://uvirtual.sld.cu/actualizacion/showarticle.php?

id=46

José Martí. De la cárcel a España, enfermedades y sufrimientos.

1 de Noviembre de 2004
Dr. Ricardo Hodelín Tablada
Especialista de 2do Grado en Neurocirugía. Profesor Instructor.
Hospital Provincial Clínico Quirúrgico “Saturnino Lora”.
Miembro de la Sociedad Cultural José Martí, de la Unión de Historiadores de Cuba
(UNHIC) y de la Sociedad Cubana de Historia de la Ciencia y la Tecnología.

I.INTRODUCCIÓN

A pesar de que nuestro Héroe Nacional vivió tan sólo 42 años, fueron muchas las
enfermedades que lo afectaron durante toda su vida. Entidades de diferentes tipos, algunas
de ellas incluso consideradas como graves, no lograron disminuirlo ni restarle fuerzas para
realizar la gran obra que nos dejó. No sería correcto escribir la verdadera historia del
Maestro sin referirse a estas enfermedades que lo acompañaron, que convivieron con él y
sobre las cuales supo poner toda la integridad de su fuerza moral para continuar adelante
con su gran sueño de luchar por una patria libre.

En este trabajo –que forma parte de una investigación mayor sobre las enfermedades del
apóstol- nos referimos solamente a las dolencias que sufrió desde la cárcel hasta su estancia
durante el primer destierro en España. Es nuestro objetivo aproximarnos al héroe enfermo,
al ser humano que enfrentó las agresiones de múltiples dolencias y sin embargo supo poner
siempre al frente, al hombre íntegro, al revolucionario capaz de enfrentar cualquier tarea.
Se trata pues de nuestro esfuerzo por aproximarnos a otra faceta de su amplia e interesante
vida.

II. DESARROLLO

En 1860 Martí comienza a estudiar en el colegio de San Anacleto dirigido por Rafael Sixto
Casado, destacado pedagogo cubano. En esta escuela conoce a Fermín Valdés Domínguez,
su compañero de aula, de donde nace una amistad que duraría para toda la vida. A los
nueve años viaja con el padre a Matanzas. Allí comienza su sufrimiento al conocer la
esclavitud. Sufre al ver a los trabajadores negros amontonados en barracones sucios; le
duelen sus miradas tristes y sus cantos como lamentos, y se horroriza al ver como un
mayoral de mal corazón castiga a latigazos a un negro esclavo, en un salvaje “bocabajo”(1).

En aquel momento en que no pudo defender al desdichado, se rebeló de indignación su


alma de niño y desde entonces nació en su corazón la piedad por lo que luego llamaría “mis
negros”. Tiempo después escribiría “Quien ha visto azotar a un negro ¿no se considera para
siempre su deudor?. Yo lo vi cuando era niño y todavía no se me ha apagado en las mejillas
la vergüenza... Yo lo vi y me juré desde entonces su defensa”(2).
Cuando el 10 de octubre de 1868 Carlos Manuel de Céspedes libera a sus esclavos, Martí
estudiaba en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Ya desde entonces se
destaca por su pensamiento político. Tenía 15 años y estaba claramente definida su posición
al lado de los pobres de la tierra. Sus escritos de la época dejan transparentar la semilla, de
lo que después germinaría como un gran hombre.

Publica en “La Patria Libre” su conocido “Abdala”, poema dramático encabezado por la
frase “escrito expresamente para la Patria”. En octubre de 1869 laboraba como dependiente
de diligencias, en la oficina del comerciante Felipe Gálvez Fatio. Por esos días le escribe a
su maestro Rafael María Mendive que se encontraba en París “Trabajo ahora de seis de la
mañana a 8 de la noche y gano 4 onzas y media que entrego a mi padre. Éste me hace sufrir
cada día más, y me ha llegado a lastimar tanto que confieso a Ud, con toda la franqueza
ruda que Ud me conoce que sólo la esperanza de volver a verle, me ha impedido matarme.
La carta de Ud de ayer me ha salvado. Algún día verá Ud mi diario y en él, que no era un
arrebato de chiquillos, sino una resolución pesada y medida”(3)

Vemos ya desde aquí como el joven Martí de sólo 16 años deja trascender una situación
psíquica que le preocupa y le estresa; “esto me hace sufrir cada día más” dice Martí. Si bien
sufre ahora por su padre, otros sufrimientos aparecerán después que lo llevan al
agotamiento mental y a la necesidad de que los médicos le orienten tomar un descanso en
su trabajo. Recordemos que el ser humano es un ser biopsicosocial y la salud representa un
equilibrio activo entre el hombre y su medio ambiente natural, familiar y social. No
podemos decir que estaba sano cuando en realidad sufría mentalmente.

El 4 de octubre de 1869 como era costumbre de la época, los españoles celebraron una
revista militar. Terminada ésta la escuadra de gastadores del primer batallón de voluntarios
irrumpe con música marcial por la esquina de Industria y San Miguel. Pasan ante la ventana
donde Martí, los hermanos Valdés Domínguez, Manuel Sellén, Santiago Galvín y el
profesor de francés Atanasio Portier conversan animadamente. Enfilan los soldados con
aire retador y por creerse burlados por los jóvenes, cuya simpatía por los insurrectos son
bien conocidas, arman gran escándalo. Vuelven al anochecer para arrestar a los hermanos
Fermín y Eusebio.

En el registro de la casa encuentran una carta dirigida a Carlos de Castro y de Castro quien
se había alistado como cadete en el Ejército Español. Era una verdadera condena contra el
cubano procolonialista. Gran preocupación tenía Martí, al ver a un cubano, alistarse en las
filas del enemigo. La carta expresaba “Compañero ¿Has soñado tú alguna vez con la gloria
de los apóstatas?.¿Sabes tú como se castigaba en la antigüedad a la apostasía? Esperamos
que un discípulo del Sr. Rafael María de Mendive no ha de dejar sin contestación esta carta.
José Martí, Fermín Valdés Domínguez”(4).

El día 9 fue arrestado el joven Martí. Lo condenaron a 6 años de prisión, aunque se ha


hablado también de un primer fallo de pena de muerte(5). Afirmación que consideramos
cierta basándonos en que años después escribiría en sus Versos Sencillos “Gocé una vez, de
tal suerte/ que gocé cual nunca:-cuando/ La sentencia de mi muerte/ Leyó el alcaide
llorando”(6). Efectivamente se trata de la sentencia cuando el juicio por la carta escrita al
apóstata, no conocemos de ningún otro juicio a que fuera sometido durante toda su vida.
A los otros se les pide condenas menores. De la cárcel le escribe a la madre el 10 de
noviembre de 1869: “Mucho siento estar metido entre rejas –pero de mucho me sirve mi
prisión- bastante lecciones me ha dado para mi vida, que auguro que ha de ser corta y no las
dejaré de aprovechar. Tengo 16 años y muchos viejos me han dicho que parezco un viejo.
Y en algo tienen razón; porque si tengo en toda su fuerza el atolondramiento y la
efervescencia de mis pocos años, tengo en cambio un corazón tan chico como herido. Es
verdad que ud padece mucho, pero también lo es que yo padezco más. ¡Dios quiera que en
medio de mi felicidad pueda yo algún día contarle los tropiezos de mi vida! ”(7).

El 4 de abril de 1870 es trasladado al Presidio, donde lo destinan a la Primera Brigada de


Blancos y le asignan el número 113. En la hoja histórico-penal aparece su filiación: estado
soltero; edad diecisiete años; estatura regular; color bueno; cara, boca y nariz regulares;
ojos pardos; pelo y cejas castaños; barba lampiña; como señas particulares se indican una
cicatriz en la barba y otra en el segundo dedo de la mano izquierda(8). Quizás la cicatriz de
la barba sea consecuencia de una herida durante la infancia, como puede verse en los niños
al caerse de sus pies.

Meses después, el 28 de agosto de 1870 le escribe a su madre, en el reverso de la conocida


fotografía con cadena y grillete, donde la consuela recordándole la utilidad de su sacrificio
“Mírame madre, y por tu amor no llores/ Si esclavo de mi edad y mis doctrinas/ Tu mártir
corazón llené de espinas/ Piensa que nacen entre espinas flores”(9). Sufre ahora por su
madre al estar preso y separado de ella. Pensemos en cuanto dolor espiritual ha tenido ya
que soportar con sólo 17 años, sufrimiento por los seres más queridos para un adolescente
de esa edad.

En la cárcel le habían cortado los cabellos y colocado grilletes que aunque se señala que fue
en la pierna derecha como se aprecia en la fotografía, parece ser que era en ambas piernas.
Así lo refiere el propio Martí: “mis grillos eran demasiado fuertes para que no fueran
lazos… con el grillo en los pies…para evitar el roce de los grillos”(10) y se confirma en el
examen del cadáver realizado por el Dr. Pedro María de Valencia Fort: “…presentaba en
las piernas señales de haber llevado grillos¨(11). Una gruesa cadena rodeaba su cintura.
Con toda esta indumentaria trabajaba doce horas bajo el sol en las Canteras de San Lázaro,
llamadas “La Criolla”, según lo había ordenado el Comandante del Presidio, Mariano G. de
Palacios(12). Allí tenía que excavar y desbaratar las piedras duras a golpe de pico y luego
llevarlas hasta los hornos de la cantera, en lo alto de una loma.

La gruesa cadena y los grilletes le provocaron lesiones importantes en los tobillos y la


cintura, a pesar de las almohadillas hechas por su madre Doña Leonor y que su padre Don
Mariano le había llevado, para disminuir el roce con la piel. El Dr. Ramón Infiesta referiría
después “partiendo piedras en una cantera, bajo un sol inclemente, su salud se resistió para
siempre y toda su vida lo atormentó una llaga que el hierro le ahondó al pie”(13).
Evidentemente le llama llaga, a la úlcera que provoca pérdida de tejidos y cursa con mucho
dolor. Otra úlcera le aparece también a nivel de la cadera. A pesar de los múltiples
tratamientos, estas lesiones no cicatrizaron correctamente.
Recordemos que años después el generalísimo Máximo Gómez diría de Martí, que era un
cubano a prueba de grillete, porque lo había sentido en su carne cuando apenas tenía
bigotes. En agosto Don Mariano hace gestiones ante José María Sardá y Gironella,
arrendatario de las canteras y amigo personal del Capitán General para que interceda ante
este y pida la disminución del rigor de la pena para su hijo. En ese mismo mes de agosto es
enviado a la cigarrería del penal y luego a La Cabaña, en atención a su estado de salud. Ya
para entonces a los sufrimientos de Martí se había añadido una afección grave de los ojos,
producida por la acción del sol y la cal de las canteras, según alguno de sus biógrafos(14).
El 5 de septiembre el Capitán General le conmuta la pena por la de ser relegado a Isla de
Pinos, donde llega el 13 de octubre en calidad de deportado. José María Sardá lo acogió en
su finca “El Abra”.

Doña Leonor preocupada por la salud de su hijo, le escribe una solicitud de indulto al
Capitán General(15) “Aquí teneis a las hermanitas, y triste madre de el desgraciado José
Martí joven que acaba de cumplir 17 años, y ha sido sentenciado a seis años de precidio por
tres palabras escritas…no teniendo en el mundo más amparo que éste único hijo, para que
con su trabajo me ayude a sostener a seis hermanos menores que él, y ser su padre un
anciano y enfermo y no pudiendo resistir tamaña desgracia…me atrevo a suplicar se sirva
indultar a mi desgraciado hijo de pena tan dura…”. Consigue la respuesta positiva y Martí
viaja para España. El 1ro de febrero de 1871 desembarca en Cádiz y el 16 ya está en
Madrid; tenía 18 años. Imaginemos cuanto habrá sufrido nuestro héroe con sólo 18 años
deportado en un país que no conoce, en una época de intenso frío.

Ese año escribe “El Presidio Político en Cuba” donde evoca sus impresiones de la cárcel y
se refiere al dolor físico, más lacerante acaso por la imposibilidad del preso 113 de
remediar en esos momentos los escarnios y las enfermedades de que allí fueron víctimas –
como él- el niño Lino Figueredo, el anciano Nicolás del Castillo o el negro anciano Juan de
Dios Socarrás. “Dolor infinito debía ser el único nombre de estas páginas”(16), así
comienza el texto; luego prosigue “dolor infinito, porque el dolor del presidio es el más
rudo, el más devastador de los dolores, el que mata la inteligencia y seca el alma, y deja
huellas que no se borrarán jamás”(17).

Huellas que lo acompañaron para toda su vida. Se refiere a las úlceras provocadas por los
grilletes, las cuales no sanaban completamente, recordemos que en esa época no existían
los antibióticos y eran úlceras infectadas por la cal, el sudor, la sangre. Con frecuencia
padecía de adenopatías inguinales, fiebre y dolores lo cual le impedía caminar. Las
adenopatías son induraciones dolorosas, producidas por infecciones. Así lo recuerda el
destacado investigador Alfonso Herrera Franjutty, de su etapa en México “… a principios
de mayo enferma nuevamente. Aquel mal que adquiriera en las Canteras de San Lázaro le
ocasionaba frecuentes infartos ganglionares de la ingle, y algunas fiebres…”(18). Fue tanto
el sufrimiento por las úlceras que cuando escribe “El Presidio Político en Cuba”, utiliza en
once oportunidades el término llaga, para referirse precisamente a las úlceras.

En Madrid se vincula a Carlos Sauvalle, al cual conocía desde La Habana y quien lo acoge
cariñosamente con afectos de hermano mayor(19). Carlos había sido estudiante de
Medicina y al verlo enfermo le insiste para visitar un médico, Martí inicialmente se niega,
después a fines de abril, en el tercer mes de su estancia española, al ver agravado su estado
de salud decide acompañarlo y luego de los estudios se diagnostica sarcoidosis(20-22). Se
trata de una enfermedad de etiología desconocida, caracterizada por tubérculos epiteliales
con necrosis que aparecen en cualquier órgano o tejido. Cursa con períodos de remisiones y
recidivas, es decir, mejora un tiempo y vuelven los síntomas, como le sucedía a Martí.
Entre sus manifestaciones clínicas se encuentran las afecciones respiratorias, de las cuales
sufrió nuestro héroe nacional.

Luis Rodríguez Émbil recuerda de aquella época “en el primer invierno madrileño de Martí,
invierno áspero y rudo, Sauvalle fue para aquel el compañero fraternal y fiel, la charla
deleitosa que ahuyentaba la soledad de los primeros meses, el cicerone, el lazo de unión
con los primeros conocidos. Y además era una evocación viviente de la Patria en común. Al
resentirse Martí, ya al llegar la primavera, de la lesión recibida en las canteras, fue
asimismo Sauvalle, el enfermero asiduo, el hermano solícito que allanó, como hermano, la
urgencia de los gastos necesarios. Pues hubo de ser operado Martí”(23).

Efectivamente su salud se fue agravando y son llevados junto a su lecho de enfermo, los
Doctores Hilario Candela y Gómez Pamo(22-24). Después de examinado el paciente,
ambos médicos realizan entre ellos una discusión clínica y determinan que necesita ser
operado por un tumor que se palpaba a nivel del testículo. Esta intervención quirúrgica se
realizó a fines de noviembre. En cama todavía convaleciente se encontraba Martí cuando
ocurre en La Habana el más triste de todos los crímenes de los voluntarios españoles, el
fusilamiento de los estudiantes de Medicina(25).

Al año siguiente su salud continúa debilitándose y es necesario realizarle otras dos


operaciones del testículo. El doloroso tumor resultó ser por los estudios
anatomopatológicos un sarcocele(26). Este es un tumor duro y crónico según se
consideraba en aquella época y no con características de malignidad como se acepta hoy en
día, fue producido por el roce constante de la cadena que llevaba en el presidio.
Recordemos la fotografía donde se aprecia la cadena muy cerca del testículo derecho.
Siendo así fue operado tres veces en Madrid. Planteamiento que defendemos apoyándonos
en el importante testimonio ofrecido por Fermín Valdés Domínguez, su hermano del alma,
que ya para entonces lo acompañaba en Madrid(27) “Martí estaba muy enfermo en julio de
1872. Dos veces los habían operado de un sarcocele…Los doctores Candela y Gómez
Pamo lo atendían. Acordaron operar de nuevo a Martí, y en aquella difícil intervención se
vieron los defectos, ya irremediables de las anteriores. No quedó curado Martí”.

Jorge Mañach, uno de sus biógrafos más importantes, así lo relata(28) “Pepe estaba
convaleciente de una tercera operación”. Afirmación que comparte Féliz Lizaso(29) “…
acuerdan operarlo de nuevo. Al hacerlo comprueban los defectos, ya irremediables de las
anteriores operaciones”. Carlos cuida de Martí durante varios meses. En el mes de agosto
de 1872 ya recuperado, solicita matrícula en la Facultad de Derecho de la Universidad
Central de Madrid. Guillermo de Zéndegui, describe en su texto “Ámbito de Martí”(30) y
referente a los días de Madrid “los que lo vieron en su modesto cuarto de la casa de
huéspedes de Doña Antonia, calle Desengaño, número diez; reclinado en el favor de un
amigo, que lo era de todos los patriotas, Carlos Sauvalle, cuentan que más que el dolor de la
lesión interna que le dejó el presidio, le atormentaba el recuero vivido en las canteras, la
idea de su soledad, al evocación nostálgica de su hogar y de su Patria”.

Valdés Domínguez señala(31) “estaba delgado, sombrío de semblante, era un condenado a


la muerte por la enfermedad”. Estas descripciones son reales testimonios del sufrimiento de
Martí, en aquellos días. Puede apreciarse que al sufrimiento por las lesiones físicas, se
sumaba el sufrimiento psíquico por la amarga temporada que había vivido en el presidio,
por la ausencia de sus padres y la lejanía de su Patria. Cual no sería su estado de salud,
cuando Valdés Domínguez recalca “era un condenado a la muerte por la enfermedad”.

Por esos días tiene un interesante encuentro con Manuel Fraga, otro cubano desterrado. Le
acompaña un joven al que no conocía y le fue presentado, Manuel Zeno Gandía,
sudamericano. Cuando el puertorriqueño le tendió la mano pronunció Martí las siguientes
palabras(32) “Un momento… como usted no me conoce es preciso que apenas sepa antes si
un hombre ultrajado que no ha tomado todavía la revancha de las injurias sufridas es digno
que se estreche su mano… quiero que el señor aprecie por si mismo las injurias, Martí se
quitó la camisa y según Gandía(33) “había en ella una terrible cicatriz que oblicuamente la
abarcaba toda, dejando ver la huella cárdena de un latigazo que debió al producirse, formar
una úlcera”.

En mayo de 1873, los médicos le aconsejan un cambio de clima por lo que se traslada junto
a Fermín Valdés Domínguez, para continuar estudios en la Universidad de Zaragoza,
capital de Aragón. Exactamente un año después, necesita regresar a Madrid “por causa de
enfermedad…el sarcocele del presidio volvía a darle quehacer”(34). Viaje al que también
hace alusión Rodríguez Émbil(35) “quebrantada su salud de nuevo, hace un corto viaje a
Madrid. No estaba allí su gran amigo, Sauvalle. Regresó para licenciarse a Zaragoza”.
Mayor confirmación al respecto la tenemos al leer el expediente personal de Martí.

Localizado en el Instituto de Zaragoza, por Roig de Leuchsenring, este importante


documento conserva una nota dirigida al Rector, con fecha 11 de junio de 1874, donde
Martí explica(36) “que ausente en Madrid por causa de enfermedad en los últimos días del
mes pasado y en los primeros de este mes no ha podido hasta hoy solicitar examen de las
asignaturas mencionadas”. Aceptada la solicitud, logró examinar las asignaturas pendientes
y el 30 de junio de 1874 obtuvo el grado de Licenciado en Derecho Civil y Canónico. Se
sentía mejor de salud, sobre todo en la esfera psíquica. Ya era un graduado universitario.
Un mes después solicita matricular en la Facultad de Filosofía y Letras de la misma
Universidad. Es interesante como no pierde tiempo en su preparación integral y a pesar de
su salud continúa los estudios.

III. CONSIDERACIONES FINALES

Es evidente que en los primeros años de vida del apóstol padeció varias enfermedades
físicas y psíquicas. Las úlceras provocadas por los grilletes se mantendrán durante toda su
vida. Asimismo sucede con la sarcoidosis que si bien en España se manifestó por
alteraciones respiratorias, luego aparecen otros síntomas y signos. Del tumor del testículo le
realizaron tres operaciones en Madrid y no fueron las únicas.

A lo anterior hay que añadir el sufrimiento mental, un joven que desde los 16 años se
encuentra preso alejado de sus padres y luego tiene que ir desterrado a España, donde otros
sufrimientos lo esperaban. El dolor infinito, el dolor del presidio, el más rudo, el que deja
huellas que no se borrarán jamás, no pudo disminuir la fortaleza del héroe. Y la fibra noble
del alma se contrajo enérgica para hacer que nuestro Martí, pusiera siempre frente a la
enfermedad, al hombre íntegro.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1.Almendros H. Nuestro Martí. Editorial Gente Nueva: La Habana, 1972:16.
2.Ibídem.
3.Martí J. Epistolario. Tomo 1 1862-1887. Compilación, ordenación cronológica y notas de
Luis García Pascual y Enrique H. Moreno Pla. Centro de Estudios Martianos. Editorial de
Ciencias Sociales: La Habana, 1993:13.
4.de Quesada y Miranda G. Martí, hombre. Dibujos simbólicos por Oscar Salas. S Scoane,
Fernández y Cía. Impresores Compostela 661: La Habana,1940:35-36
5.Toledo Sande L. Cesto de llamas. Biografía de José Martí. Editorial Ciencias Sociales: La
Habana, 2000:25.
6.Martí J. Poesía completa. Edición crítica. Tomo 1. Editorial Letras Cubanas: La Habana,
2001:236.
7.Martí J. Epistolario. Ob. cit., T1 p.15.
8.Hidalgo Paz I. José Martí 1853-1895. Cronología. Centro de Estudios Martianos: La
Habana, 2003:31.
9.Martí J. Poesía completa. Ob. cit., T2 p.15.
10.Martí J. El presidio político en Cuba. Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 1977:5-
30.
11.Roig de Leuchsenring E. Martí en España. Academia de la Historia de Cuba. Imprenta
El siglo XX: La Habana, 1938:76.
12.Roig de Leuchsenring E. Ob. cit., p.88.
13.Infiesta Bagés R. La experiencia de Martí. “Homenaje al apóstol José Martí en el
centenario de su natalicio”. Facultad de Ciencias Sociales y Derecho Público de la
Universidad de La Habana, 1953:1-6.
14.Roig de Leuchsenring E. Ob. cit., p.88.
15.Carricarte AR. Revista Martiana. La Habana, 1922:31.
16.Martí J. El presidio político en Cuba. Ob. cit., p.3.
17.Ibídem.
18.Herrera Franjutty A. Martí en México. Recuerdos de una época. Consejo Nacional para
la Cultura y las Artes: México, D.F, 1996:160.
19.García Pascual L. Entorno martiano. Casa Editora Abril: Ciudad de La Habana,
2003:236.
20.Herrera Franjutty A. Ob. Cit., p.160.
21.Toledo Sande L. Ob. Cit., p.34.
22.Hidalgo Paz I. José Martí 1853-1895. Cronología. Centro de Estudios Martianos: La
Habana, 2003:35.
23.Rodríguez Émbil L. José Martí, el santo de américa. Estudio Crítico-Biográfico. Primer
Premio en el Concurso Literario Inter-americano de la Comisión Central Pro-Monumento a
Martí, 1940. Imprenta P. Fernández y Cia: La Habana, 1941:41.
24.Rodríguez Expósito C. Médicos en la vida de Martí. Publicación del Ministerio de
Salubridad y Asistencia Social: La Habana, 1955:21.
25.Lizaso F. Martí, místico del deber. Editorial Losada, S.A: Buenos Aires, 1940:68.
26.Valdés Domínguez F. Ofrenda de hermano, reproducido en Martí edición Gonzalo de
Quesada y Aróstegui. Tomo XII. 1908:19.
27.Ibídem
28.Mañach J. Martí, el apóstol. Editorial de Ciencias Sociales: La Habana, 2001:37.
29.Lizaso F. Martí, místico del deber. Editorial Losada, S.A: Buenos Aires,
1940:72.
30.Zéndegui G. Ámbito de Martí. La Habana: Comisión Nacional Organizadora de los
Actos y Ediciones del Centenario y del Monumento de Martí, 1953:8.
31.Valdés Domínguez F. Ob. Cit., p.19.
32.Zeno Gandía M. Cómo conocí a un caudillo. En “Yo conocí a Martí”. Testimonio.
Selección y prólogo de Carmen Suárez León. Ediciones Capiro: Santa Clara, 1998:213-214.
Tomado de Revista Cubana Vol XXIX, julio 1951-diciembre 1952:325-326.
33.Ibídem.
34.Mañach J. Martí, el apóstol. Ob. Cit., p.50.
35.Rodríguez Émbil L. José Martí, el santo de américa. Ob. Cit., p.62.
36.Roig de Leuchsenring E. Ob. cit., p.103.

También podría gustarte