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Los remolinos: En la primera parte de esta fase los movimientos son tan amplios que
parecen el vuelo de un pájaro que aún no llega al nido (1). En la hoja no queda plasmado
el comienzo y el fin; parte de estos trazos se dan en el aire, parte en la hoja y otra en
las paredes, mesas o sillas que sirven de apoyo, (2). Luego sus remolinos se concentran
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más en la hoja, son unos ovillos bastante enredados, en los que vemos toda la
intensidad del movimiento (movimiento de la actividad interna); surgen también las
oscilaciones, el movimiento de balanceo de un lado a otro. (3)
Hacia el final de esta fase el niño empieza a aflojar estas rotaciones, y a ponerles una
acentuación final; es como empezar a poner los pies en la tierra aunque aún todavía
muy lentamente (4).
Luego surgen las espirales, que muestran movimientos dirigidos hacia determinado
punto (5 y 6). Alrededor de los 3 años el niño puede cerrar la curva volviendo la línea
sobre si misma y formando un espacio cerrado (7). Todo esto requiere de un gran
esfuerzo de parte del niño y como suceso muy importante es en este momento que
puede llamarse como “YO” y surge la primera etapa de porfía. Todo este cambio de
conciencia va unido a la progresiva maduración del cerebro. Se producen importantes
ensambles óseos en el cráneo, las fontanelas que ya se han cerrado y ahora se
fusionan los huesos frontales de modo que existe uno solo que cierra completamente la
cabeza.
Movimiento oscilar: En las oscilaciones vemos que estas se superponen y poco a poco
se van concentrando formando así la cruz. Esto muestra el proceso de erguimiento y
cómo él ahora se siente ya en la vertical. En esta primera fase el color no juega o
cumple una función específica, como expresión anímica.
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Todo esto muestra la madurez de la región metabólica-motora que predomina en la
región troncal inferior.
Las extremidades incrementan su crecimiento; este empieza por las manos y pies y
luego los brazos y piernas; el tronco pierde su redondez y se estira; empiezan a
destacarse las articulaciones que antes eran más redondeadas; en su cara también hay
cambios notorios: la frente se aplana, se intensifica el crecimiento de la región bucal
para crear el espacio para la nueva dentadura.
Al final de esta fase cuando hay una mayor intensidad en la actividad interna
disminuye la producción gráfica, retrocede la espontaneidad; se ve cierta apatía, se
queja, pero esto es por la acelerada reconstrucción de su cuerpo que conlleva un gran
desgaste de energías que le sustraen la producción de la fantasía. Antes del cambio de
diente viene un período de inestabilidad, se reducen los juegos, se puede volver
enfermizo.
Esta pausa en lo artístico no es pausa en la madurez somática sino el trampolín que lo
lanza al segundo septenio en el cual nace la facultad para el aprendizaje y nuevos
elementos tanto artísticos como lúdicos.
Durante los años pre-escolares las energías de crecimiento y madurez somática se
usan en lo artístico y lúdico. Después se independizan del cuerpo y así trabaja jugando
y aprende trabajando.
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Como vimos la representación del esquema del hombre se da de arriba hacia abajo:
empieza en la cabeza y termina en los pies y esta es la misma secuencia que podemos
observar en la formación del cuerpo infantil desde la lactancia hasta el cambio para la
escolaridad: el niño toma posesión de su cuerpo poco a poco.
Cuando el niño dibuja el hombre árbol está en una fase evolutiva en la que su memoria
no tiene acceso; luego entra en un estado de ensueño y finalmente se vuelca
activamente hacia el mundo que lo rodea.