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Cuando alguien te hace daño es como si te mordiera una serpiente.

Las hay que tienen la


boca grande y hacen heridas inmensas. Curar una mordedura así puede ser largo y difícil;
pero cualquier herida se cierra finalmente. Pero el problema es mucho peor si la serpiente
es venenosa y te deja un veneno dentro que impide que la herida se cierre. Los venenos más
comunes son el de la venganza, el del ojo por ojo, el de buscar justicia y reparación a
ultranza. El veneno puede estar actuando durante muchos años y la herida no se cierra, el
dolor no cesa durante todo ese tiempo y tu vida pierde alegría, fuerza y energía. Cada vez
que piensas en la venganza, o la injusticia que te han hecho, la herida se abre y duele,
porque recuerdas el daño que te han hecho y el recuerdo del sufrimiento te lleva a sentirlo
de nuevo. Sacar el veneno de tu cuerpo implica dejar de querer vengarse, en resumen dejar
de hacer conductas destructivas hacia quien te mordió. Como te decía solamente pensando
en la venganza el veneno se pone en marcha. Por eso, si quieres que la herida se cure, has
de dejar los pensamientos voluntarios de venganza hacia quien te hizo daño.
Indudablemente tendrás que procurar que la serpiente no te vuelva a morder; pero para eso
no tendrás que matarla, basta con evitarla o aprender a defenderte de ella o asegurarte de
que lo que ha ocurrido ha sido una acción excepcional que no se volverá a repetir.  En la
búsqueda de la justicia tienes que tener en cuenta que no se trata de dejar de defender tus
derechos, se trata de no buscar en ella un desahogo emocional.

El proceso de pedir perdón

El perdón es uno de los elementos fundamentales de muchas religiones y movimientos


espirituales (Zettle y Gird, 2008); por ejemplo, en el cristianismo. Para los cristianos, Cristo
vino al mundo a perdonar los pecados de todos los hombres. La petición de perdón la ha
articulado la religión católica en una serie de pasos dentro de la administración clásica del
sacramento de la penitencia: examen de conciencia, dolor de corazón, propósito de la
enmienda, decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia. Siguiendo esta pauta, el
proceso de pedir perdón comenzaría en la misma etapa de análisis de lo que ha pasado, de
las circunstancias, motivos y emociones que han concurrido en la infidelidad y de los
efectos que ha causado. Ese análisis ha de producir una conciencia del daño realizado, lo
que ha de llevar al arrepentimiento, Para pedir realmente perdón, auténticamente, tiene que
haber un arrepentimiento que incluye un dolor por el sufrimiento causado que no puede
quedar solamente en palabras, sino que ha de articularse en acciones comprendidas en un
plan concreto que permita que aquello no vuelva a ocurrir y que restituyan el mal realizado,
en el caso de la infidelidad, que reconstruyan la confianza destruida, tiene que haber una
petición explícita de perdón y se ha de cumplir lo prometido.

Profundizando en esta línea y dejando a un lado las connotaciones ideológicas y religiosas


del perdón, desde un punto de vista terapéutico la petición de perdón se puede hacer
siguiendo los siguientes pasos:

Reconocer que lo que hizo causó daño u ofendió al otro

 No es obvio que el infiel sea plenamente consciente del daño que ha hecho y del
sufrimiento que está teniendo su pareja (Case, 2005). El proceso de reconocerlo supone un
acercamiento profundo al otro, con comprensión y empatía y un establecimiento de una
comunicación que no se basará en disculparse o evitar las consecuencias o el castigo por lo
que ha hecho. Esto permite al otro expresar su sufrimiento de forma plena. Este proceso es
positivo cuando se hace mientras se va informando al otro de lo ocurrido.

Sentir de verdad el dolor del otro

Para pedir perdón es preciso ser consciente de que se ha hecho un daño importante al otro.
Ponerse en su lugar y acercarse a sus sentimientos puede llegar ha hacer sentir de verdad el
dolor del otro. Es preciso también trasmitírselo sabiendo que la infidelidad ha causado,
causa y causará, un gran sufrimiento. El terapeuta le puede ayudar en este paso haciéndole
saber cuáles son las consecuencias traumáticas de una traición y cómo se ha violado el
vínculo afectivo y las consecuencias emocionales que tiene para el otro.

Analizar su propia conducta

Para la persona que ha cometido la infidelidad, saber cómo y por qué hizo lo que hizo, es
interesante en sí mismo. Compartir ese conocimiento con la otra persona es un paso
necesario para avanzar en el proceso de pedir perdón y llegar a la reconciliación. Hay
montones de razones por las que alguien decide tener una relación con un tercero, ninguna
será aceptable para el traicionado. En consecuencia, no se trata de encontrar excusas a sus
actos, sino de establecer una base para poder realizar un plan que impida que vuelva a
ocurrir (Case, 2005).

Es preciso reconocer el papel que han jugado las circunstancias. Por ejemplo, el papel que
ha tenido la tercera persona a la hora de consumar la infidelidad, si se han propiciado las
ocasiones de tener contacto con personas atractivas, si se ha flirteado demasiado, si las
amistades han fomentado la infidelidad, etc.

Tiene que analizar también los posibles motivos para su infidelidad, que pueden estar
relacionados con debilidades en la pareja. Tiene que ser consciente de hasta qué punto se ha
involucrado emocionalmente o sexualmente.

Definir un plan de acción para que no vuelva a ocurrir

Definir un plan de acción concreto para que nunca vuelva a ocurrir y compartirlo con el
otro es el siguiente paso para la reconciliación. El plan tiene como objetivo la disminución
de la probabilidad de que se dé de nuevo la infidelidad. Puede suponer permitir un control
exhaustivo por parte del otro de sus acciones y relaciones, por ejemplo, dándole sus claves
de correo, acceso a su móvil, estando constantemente localizado, etc. Una cosa es que el
ofensor lo permita y otra diferente que el ofendido haga un uso exhaustivo y obsesivo para
controlarle y paliar así su sentimiento de inseguridad. Si el ofendido lo utilizase para
disminuir su sufrimiento, puede caer en una evitación experiencial (Hayes y otros, 1999),
que le puede conducir a problemas psicológicos; pero el infiel ha de estar dispuesto a dar
esa posibilidad.

El plan concreto puede incluir acciones dirigidas a mejorar las debilidades de la pareja que
se hayan detectado. Por ejemplo, la falta de satisfacción en las relaciones sexuales, que es
uno de los elementos que favorecen la infidelidad del hombre (Blow y Harnett, 2005). La
falta de atención y de comunicación es uno de los factores que influyen en la infidelidad de
la mujer. La existencia de oportunidades para tener contacto con personas atractivas
también es un factor favorecedor de la infidelidad, por tanto, si se ha detectado ese
problema, restringir tales oportunidades ha de ser contemplado en el plan.
Todo el plan ha de hacerse indicando los objetivos operativos y el tiempo y los medios que
se van a dedicar a conseguirlos.

Comprometerse con reconstruir la pareja.

En este paso se incluye la ruptura de la relación con el tercero. Es conveniente hacerla


demostrando a la pareja que la ruptura es real, por ejemplo, con una llamada o con una
carta de las que sea testigo la pareja. Glass (2002) propone la posibilidad de enviar una
carta al tercero explicándole que

Pedir perdón explícitamente al otro.

La petición de perdón ha de ser explícita, para que quede claro el propósito de seguir
adelante, de aceptar las responsabilidades y de comprometerse con la continuidad y
reconstrucción de la pareja. Ha de venir acompañada con el establecimiento conjunto del
plan de acción para que no sean palabras vanas.

Realizar un acto simbólico en el que se pida perdón al ofendido es importante para que el
perdón quede muy claro.

Restituir el daño causado.

El principal daño que se ha hecho ha sido la ruptura de la confianza y es en lo que más ha


de esforzarse en reconstruir. Hay otros elementos que se pueden haber visto afectados, por
ejemplo, el tiempo que se ha dedicado a la pareja, el dinero que se ha gastado en la
relación, la comunicación, la ternura, etc. todo esto puede ser restituido.

Los tres primeros pasos en el proceso de pedir perdón se dan en la fase de análisis de lo
ocurrido. Puede ser solamente un proceso de conocimiento de sí mismo y de lo que puede
ocurrir en las relaciones de pareja y no exigen obligatoriamente los siguientes pasos, que
solamente se dan si se quiere llegar a la reconciliación.

El proceso de perdonar
Hay varios modelos que muestran los procesos que construyen el perdón (Hargrave, 1994;
McCullough, y otros, 1997; Gordon y Baucom, 1999, 2004; Case, 2005), basándose en
ellos y en la propia experiencia clínica, en este artículo se propone el siguiente camino
hacia el perdón.

Primera etapa: análisis y reconocimiento del daño sufrido

El proceso comienza en la fase de análisis de lo ocurrido incluyendo en ella el


reconocimiento del daño que se ha recibido. Se hace de la forma más objetiva posible, lo
que va a permitir un distanciamiento emocional y los primeros pasos para entender las
motivaciones del infiel; lo que constituye un comienzo para construir una cierta empatía
hacia el otro que está en la base del perdón.

Dentro del análisis de lo que ha ocurrido es preciso dar importancia al papel que han jugado
las circunstancias en la infidelidad; porque, como se ha dicho, la atribución externa,
inestable y específica de la infidelidad contribuye al perdón (Hall y Fincham, 2006) frente a
la atribución interna, estable y global que lo dificulta.

Segunda etapa: elegir la opción de perdonar.

En cualquier caso, el perdón es una buena opción para el traicionado. La metáfora del
anzuelo, que sugiere Steven Hayes, indica de forma clara como el no perdonar a alguien
nos coloca en una situación permanente de sufrimiento y puede ayudar en este proceso:

Quien nos ha hecho daño nos ha clavado en un anzuelo que nos atraviesa las entrañas
haciéndonos sentir un gran dolor. Queremos darle lo que se merece, tenemos ganas de
hacerle sentir lo mismo y meterle a él en el mismo anzuelo, en un acto de justicia, de que
sufra lo mismo que nosotros. Si nos esforzamos en clavarle a él en el anzuelo, lo haremos
teniendo muy presente el daño que nos ha hecho y como duele estar en el anzuelo donde él
nos ha metido. Mientras lo metemos o lo intentamos, nos quedaremos dentro del anzuelo.
Si consiguiéramos meterle en el anzuelo, lo tendríamos entre nosotros y la punta, por lo que
para salir nosotros tendremos que sacarle a él antes.
Si salimos del anzuelo, tendremos cuidado de no estar muy cerca de él porque nos puede
volver a meter en el anzuelo y si alguna vez nos juntamos tiene que ser con la confianza de
que no nos va a volver a hacer daño.

Pero no es la opción de no sufrir lo que justifica la elección del perdón como opción. Elegir
siguiendo solo el criterio de evitar el sufrimiento llevaría a mayor sufrimiento (Hayes y
otros, 1999). Por eso hay otros factores que hay que considerar para decidirse por seguir el
camino del perdón. Entre estos factores están:

1. Los valores personales definidos como las consecuencias deseadas a largo plazo
(Hayes y otros, 1999). Esta definición incluye los valores éticos, morales o
religiosos, que valoran el perdón como un elemento esencial: pero también aquellos
valores elegidos por la persona, como el de construir una pareja estable.
2. La consideración de la inversión realizada en la pareja. El modelo de inversión
(Rusbult, 1980, 1983, Martínez Íñigo, 2000) considera que la inversión como
aquellos recursos que el individuo aporta a lo largo de las distintas fases de su
relación y que no puede recuperar si ésta termina. Este modelo distingue dos tipos
de inversión: la intrínseca que se refiere a la que hay que hacer obligatoriamente
para que la relación se dé, por ejemplo, la implicación emocional, la intimidad
conseguida, el tiempo dedicado, etc.; y la extrínseca que son los recursos que no son
necesarios para mantener la relación, pero que quedan ligados a la misma, por
ejemplo, la propiedad de una casa, los amigos comunes, etc. Cuando se considera la
posibilidad de la separación hay que tener en cuenta que la inversión que se ha
realizado en la pareja se va a perder si esta se rompe. Dicho de otra forma, los
factores emocionales, psicológicos y económicos juegan un papel importante en la
toma de la decisión de perdonar.
3. Un factor fundamental para decidirse por dar una oportunidad a la continuidad de la
pareja son los hijos. Es indudable que la ruptura de la pareja supone para los hijos
un riesgo de problemas psicológicos, académicos y sociales sobre todo en la etapa
inicial de la ruptura (Cantón, Cortés y Justicia, 2002), aunque a largo plazo las
diferencias con los hijos de aquellos que no se han separado se van diluyendo
(Morgado y González, 2001). Minimizar los problemas que pudieran llegar a tener
los hijos puede es una razón importante a tener en cuenta a la hora de decidir la
continuidad de la pareja.
4. El impacto que la ruptura tendrá en el entorno social como padres, la comunidad
que rodea a la persona, etc. es otro factor que a tener en cuenta en esta decisión.

Tercera etapa: aceptación del sufrimiento y de la rabia

El perdón no supone que sea necesario no tener sentimientos de rabia, de ira o deseos de
venganza, aunque a algunos pueda parecerles que el perdón lo implica (Wade y otros,
2008). El problema no está en tener esos sentimientos o pensamientos, sino en actuar
dejándose llevar por ellos en contra de los valores e intereses personales más importantes
en ese momento (Hayes y otros, 1999). La propuesta de la terapia de aceptación y
compromiso consiste en abrirse a sentir el sufrimiento, la rabia, la depresión y cualquier
pensamiento, sentimiento, sensación o emoción que surja asociado a la infidelidad, sin
ninguna defensa; mientras la acción que se realiza sigue el compromiso con los valores e
intereses que en ese momento sean personalmente más relevantes (Hayes y otros, 2004). Si
se ha elegido la opción del perdón, para llevarlo a cabo es preciso aceptar, en el sentido
expuesto los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones. La aceptación es un
proceso que finalmente lleva al cambio; pero hay que tener en cuenta que su objetivo no es
la extinción del sufrimiento, sino el compromiso con los valores y el fortalecimiento de la
acción comprometida con ellos (ver por ejemplo, García Higuera, 2007).

El proceso de aceptación implica ser capaz de vivir esos pensamientos, sentimientos,


sensaciones y emociones y expresarlos sin hacer daño al otro, es lo que Case (2005) incluye
como su cuarto y sexto pasos hacia el perdón. En esta etapa el traicionado ya ha aprendido
a expresarse asertivamente para conseguir los que quiere negociando, es decir, respetando
los intereses y deseos del otro, centrándose en sus conductas y no en la persona (García
Higuera, 2009).

Cuarta etapa: establecer estrategias para autoprotegerse

El perdón no implica la aceptación incondicional del peligro de que ocurra de nuevo otra
infidelidad. En el análisis de lo ocurrido hay que incluir también la consideración de cómo
los comportamientos del ofendido han podido permitir o favorecer la infidelidad (Case,
2005). Si en su comportamiento ha propiciado la existencia de una debilidad en la pareja
que ha favorecido o dado la oportunidad de que se haya dado la infidelidad, es el momento
de darse cuenta de ello y proponerse cambiar para el futuro. Por ejemplo, si ha permitido
determinadas libertades a su pareja por encima de lo que le gustaba, es hora de mostrarse
asertivo y acabar con ellas. Analizando lo que ha ocurrido, el traicionado se puede dar
cuenta de cuales eran los indicios que indicaban que algo estaba ocurriendo. Ese
aprendizaje le permitirá detectar en el futuro el peligro de posibles infidelidades antes de
que sea demasiado tarde. En esta etapa es importante no caer en el control excesivo y
obsesivo que dé lugar a un comportamiento celoso, que finalmente boicotee cualquier
relación que pueda llegar a mantener. Por ello, ha de aceptar el riesgo de que la infidelidad
vuelva a darse, aunque se prepare para minimizar la probabilidad de que ocurra.

Quinta etapa: una expresión explícita de perdón

La expresión explícita del perdón es un paso importante aunque algunos pacientes puedan
pensar que es solamente simbólico y vacío de contenido. Se pueden articular muchos ritos o
maneras hacerlo. Por ejemplo, diciendo a la pareja que le quiere, o que pese a lo ocurrido se
volvería a casar con ella, o reiniciando las relaciones sexuales interrumpidas después de la
infidelidad (Case, 2005). En el caso de que la relación se haya roto se puede enviar una
carta expresando claramente el perdón, aclarando que ese perdón es un regalo, que no se
pide nada a cambio y que no se quiere ni se desea reanudad la relación.

Esta acción explícita no es el final del proceso de perdón, primero es necesario volver a
repetir el proceso siempre que sea necesario, ya que el ofendido no está libre de que le
aparezcan de nuevo los pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones asociados a
la infidelidad. Cada vez que surjan de nuevo, se tienen que repetir los pasos del proceso de
perdonar que sean necesarios.

La reconciliación

Las parejas pueden reconciliarse y seguir juntas por muchas razones, pese a no haberse
dado un proceso de perdón pleno como el enunciado en este artículo. Los hijos, los
intereses económicos o sociales, etc. pueden volver a reunir a la pareja sin que se haya dado
un proceso de perdón auténtico. Ahora bien, una reconciliación plena está asociada a un
proceso de petición y concesión de perdón.

Como resultado del proceso de perdón propuesto, se van resolviendo los problemas que se
han detectado en la pareja y que pueden haber propiciado la infidelidad, con lo que la
relación saldrá fortalecida. Pero no se trata solamente de resolver los problemas que hay en
la relación, sino de mejorarla por entero y fortalecer también el amor. Los resultados
empíricos de Atkins y otros (2005) sugieren que el enfoque en la totalidad de la relación
tiene efectos muy positivos en la recuperación de la infidelidad.

La reconstrucción del amor:

En la búsqueda de la información de lo que ha pasado, para el traicionado es inevitable


establecer una comparación entre sí mismo y el tercero; porque la infidelidad ha puesto en
cuestión la imagen que le devuelve la pareja como la persona más deseable, cariñosa, etc.
del mundo. Puede ocurrir que el traicionado tenga una dependencia muy considerable del
concepto de la pareja para su propio concepto. El trabajo terapéutico del “yo como
contexto”  (Hayes y Strosahl, 2004) puede ayudar a debilitar esa dependencia y a
fortalecerle haciéndole más independiente de la imagen que le devuelve su pareja.

También la relación ha quedado dañada, porque si el infiel ha buscado algo, sexo, cariño,
ternura, intimidad, etc. podría ser lógico pensar que ha sido porque faltaba en la relación
actual. Sin embargo, como se ha dicho, la infidelidad puede surgir de problemas en la
relación o puede haber sido causada por otras causas, por ejemplo, por no saber decir no.
La reconstrucción de la relación no se puede hacer por comparación con cómo ha ido la
infidelidad. Si, por ejemplo, se decide que es preciso mejorar las relaciones sexuales, no se
puede hacer emulando las que se tenían con el tercero, porque eso haría aversivas, ya que
en medio de un acto de amor estaría, en cierta forma, presente el tercero.

La teoría triangular del amor (Sternberg, 1986) sugiere que este se basa en tres elementos,
el compromiso, la pasión y la intimidad. Para mejorar la pasión es necesario mejorar las
relaciones sexuales. En el propio proceso de perdón propuesto, se ha rehecho el
compromiso que es una de las partes más dañadas de la relación por la infidelidad, ya que
ambas partes están haciendo un importante esfuerzo para seguir juntos. La intimidad está
también dañada, porque el secreto aleja e impide la completa comunicación entre los dos.
La intimidad la definen Cordova y Scott (2001) como un proceso que se inicia con una
conducta de autorrevelación de elementos que nos muestran débiles y vulnerables y que
podrían ser usados en algunos contextos sociales para administrarnos un castigo y que; sin
embargo, la respuesta del otro es de aceptación, o al menos no hay castigo. La propuesta de
la terapia de pareja enfocada a la emoción de Johnson (2007) propone que se descubran y
compartan las emociones primarias que han surgido, antes, durante infidelidad y en la
reconciliación. Las emociones primarias como tristeza, dolor, vergüenza y soledad
muestran más debilidad y el hecho de que se compartan con el otro y sean aceptadas y
compartidas es un método perfecto para incrementar la intimidad en la pareja.

La reconstrucción de la confianza es un reto importante. Una propuesta para conseguirlo es


que el que ha traicionado permita un control absoluto de sus acciones para asegurar al otro
su fidelidad, mientras que el traicionado solamente ejerza el derecho que le han dado en
casos extremadamente claros. Una metáfora nos presenta la confianza como un rico jarrón
chino que cuando se cae queda dañado y es muy difícil restituirle a su forma original y, si
se consigue, es preciso tener muchísimo cuidado con él para que no vuelva a caerse.

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