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Incredulidad y rechazo

Cuando hablamos de falta de fe generalmente nos referimos a una persona


que no cree en Dios o en un creyente que no confía en Dios. La falta de fe la
relacionamos con la duda y en muchas ocasiones la justificamos.
El evangelio de Marcos dice que cuando el Señor Jesús resucitó, apareció
primero a María Magdalena quien asimismo se lo contó a los discípulos
(Marcos 16:9-11). Luego a otros dos que iban por el campo (vs.12-13) que
también lo contaron los discípulos y en ambos casos ninguno de ellos les
creyeron.
¿No había anunciado Señor Jesús su resurrección una y otra vez a sus
discípulos? Por supuesto que sí: Mateo 16:21;20:18-19;26:32;Marcos
9:9;Lucas 18:33;Juan 2:19-21. ¿Entonces por qué no le creyeron? ¿Falta de
fe?
Jesús llama a esto incredulidad y dureza de corazón (Marcos 16:14).
Cuando finalmente se les apareció a los once apóstoles le reprocho
firmemente tal actitud.
Incredulidad no es solo no creer que Dios existe (la Biblia llama a esto
necedad: Salmo 14:1) sino también no creer a pesar de haber oído o visto.
Los apóstoles habían escuchado las palabras de Cristo, habían visto sus
milagros pero aun así permanecían incrédulos.
Existen muchos creyentes incrédulos, parece una contradicción pero la
actitud de los cristianos es tal que no muestran confianza en el Dios que
dicen creer. Y esto tiene que ver mucho con la vida espiritual porque si
realmente fuéramos crédulos, viviríamos una vida que agrada a Dios y nos
permitiría crecer y madurar en la fe (santidad, justicia, promesas,
recompensas, etc.).
Luego dice que le reprocho también por la dureza de sus corazones (v.14).
¿Qué quiere decir esto? Simplemente que no recibían la Palabra en sus
vidas. No dejaban que Dios moldee sus corazones o lo cambie por uno de
carne como dice Ezequiel 36:26.
También existen muchos creyentes duros, que no reciben la Palabra cuando
se habla de disciplina, responsabilidad, compromiso y dedicación.
Solamente escuchamos lo bien que queremos oír de nosotros, pero el resto
lo desechamos. Nos gusta leer las promesas de Dios pero dejamos de lado
las responsabilidades que debe cumplir todo creyente (lectura, estudio,
oración, etc.)
Creo que no hay otro reproche tan severo que podamos tener como este que
Jesús les dio a sus discípulos: no creer lo que profesamos y no recibir toda
su Palabra para nuestras vidas (Juan 13:17).

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