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Excusas: simplemente no quiero

¡Quien no quiere ir a una fiesta! Todos o la gran mayoría espera con ansias un gran
acontecimiento: cumpleaños, bodas, aniversarios, etc. Unos van a compartir la alegría del
momento, otros aprovechan la oportunidad para estrenar su ropa, y algunos simplemente porque
quieren estar.
Sea por la razón que sea, a la gran mayoría le gustan las fiestas y no quieren faltar por nada.
Postergan reuniones, dejan los quehaceres, y algunos faltan al trabajo.
En cierta ocasión, Jesús estaba cenando (almorzando ¿?) en casa de un fariseo y mientras
enseñaba, el maestro de la ley expreso: “Dichoso el que participe del banquete en el reino de Dios”
(Lucas 14:15). Jesús aprovecho esto para dar otra gran enseñanza y una advertencia.
“Un hombre preparó un gran banquete y convidó a mucha gente” (v.16). Dios dispone todas las
cosas para nuestro bien. Y lo da de pura gracia, no por merito o esfuerzo propio. Y cuando habla
de banquete, habla de cosas buenas. Como dice Santiago “Toda buena dadiva y todo don perfecto
desciende de lo alto…” (1:17). Esta es la primera intención de Dios con cada uno de sus hijos
“Pero todos comenzaron a poner excusas” (v.18). ¿Por qué rechazaron la invitación con excusas?
¿Qué los hizo cambiar de opinión? Tal vez por dos razones: primero, despreciaron al comensal.
Porque uno de los significados de la palabra excusa en griego es desprecio. No apreciamos a Jesús
de tal forma que nos agrade su presencia y compañía (Mateo 13:54-58). Y en segundo lugar
porque evadieron el compromiso como invitados. De hecho, el otro significado de la palabra
excusa es evadir, desechar. Es fácil comprometerse con Dios con palabras, pero cuando se trata de
cumplir allí eludimos todo compromiso. Porque comprometerse es actuar (Mateo 21:28-31).
“He comprado un terreno, he adquirido ganado, me acabo de casar…” (v.18-20) A primera vista
las excusas pueden ser válidas y si son ciertas no hay nada de malo en ello. Pero todas significan
una sola cosa: “tengo otras cosas que atender más urgentes que una fiesta”. Si no fueran por esas
cosas irían, si no habría nada que impidiera ir a la fiesta, entonces asistirían. Hay cosas en esta vida
que nos impiden servir a Cristo y en muchas ocasiones esas cosas que nos estorban no son
externas sino que están en nuestro corazón (2º Timoteo 4:9-10). Los deseos de la carne, los
placeres de este mundo, la vanagloria de esta vida impiden tener comunión y servicio para con
Dios (1º Juan 2:19). Tentación, ambición y orgullo parecen ser la excusa perfecta para no ocuparse
en las cosas de Dios.
“No probaran ni una migaja” (v.24) Va a llegar el momento en que estos invitados dejen de
comprar terrenos, cuidar su ganado y estén felizmente casados. ¿Y después qué? Quizás sea
demasiado tarde. Esto es válido para aquellos que rechazan una y otra vez la invitación para seguir
a Cristo pero también es una advertencia para los creyentes tibios: “no descuides tu don,.. cumple
tu ministerio” (1º Timoteo 1:14; 2º Timoteo 4:5).
Si Dios nos llama a seguirle, no perdamos esa oportunidad, nuestro destino depende de ello. Y si
Dios nos llama a servirle, no pongamos excusas porque jamás hallaremos el gozo y satisfacción de
la tarea cumplida: “entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:23). En definitiva, las fiestas son para
disfrutarlas y el que pone excusas, simplemente es porque no quiere ir

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