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SERIE: ENFOCADOS EN NUESTRA COMUNION CON CRISTO.

SERMON 03: LA IDENTIDAD DE LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA.


Introducción:
Vamos a estudiar ahora la identidad que encontramos para los miembros de la
iglesia en el Nuevo Testamento. Esta identidad la encontramos a través de los
Nombres, Nombres que sirven para para designar, al creyente, de forma que
por esos nombres pueden ser reconocidos por los de fuera. Formando una idea con
todos ellos de la voluntad divina para el miembro.
1. DISCÍPULOS DE JESUCRISTO.
Como vemos por Mateo 22:16, el discipulado era bien conocido de los judíos. Por
Juan 1:35 comenzamos a enterarnos de que Juan el Bautista tenía sus discípulos.
En Juan 2:2 se comienza a hablar de los discípulos de Jesús. Ser discípulo de Jesús
comportaba mucho más que ser alguien de entre las masas que le seguían para oír
Sus enseñanzas y presenciar Sus maravillas. Era «seguirle», lo que implicaba estar
con El cada día (Hechos 1:21-22).
A partir de Pentecostés este título cobra más amplitud, pues designa a todos los
que han sido ganados para Cristo por la predicación del mensaje y el poder del
Espíritu. Hechos 6:1 nos dice que había crecido mucho el número de los discípulos,
o sea, de los convertidos y bautizados.
Los verdaderos discípulos deben tener un conocimiento correcto del evangelio.
Hechos 19: 1-3, por ello los verdaderos discípulos se deben interesar en el
crecimiento espiritual, se deben interesar en las enseñanzas bíblicas. No hay tal
cosa como un discípulo que no tenga tiempo nunca para un seminario, para realizar
una escuela, para crecer en el conocimiento de Dios a través de la palabra. 1 Pedro
2:2.
2. LA HERMANDAD.
El primer uso de esta palabra en Hechos es para designar, con mentalidad hebrea,
a los copartícipes de las promesas de Dios, prescindiendo de su aceptación
personal de la fe cristiana (Hechos 1:16; 2:37; 13:15). A partir de Hechos 9:30 la
palabra «hermano» adquiere otra consonancia. En Hechos 9:30 se refiere todavía a
los fieles de Jerusalén. En 10:23 se aplica ya a los fieles de Jope. Después designa
con suma frecuencia a todos los cristianos de cualquier raza (Hechos 11:1, 29;
Romanos 14:10, 15).
Este nombre entonces comporta la idea de una común paternidad de Dios, ya que
mediante el nuevo nacimiento el creyente ha sido engendrado a una nueva vida,
adoptado por hijo y heredero e ingresado en la familia de Dios. Más aún, todo
creyente ha sido predestinado a ser conforme a la imagen del Primogénito, para
que Cristo sea el primero entre muchos hermanos. Cuando un cristiano da a otro el
nombre de «hermano», este epíteto tiene una resonancia particular que no puede
aplicarse a nadie que esté fuera de la iglesia de Cristo, puesto que espiritualmente
hermanos son sólo los que han nacido de nuevo del mismo Espíritu y tienen a Dios
por Padre, ya que sólo los que creen en Cristo y le han recibido en sus vidas «tienen
la potestad de ser hijos de Dios» (Juan 1:12). Los miembros de la Iglesia son
conocidos como los hermanos y no es despectivo, ni tampoco esta carente de
sostenimiento bíblico, aquello reunidos en un lugar por acusa de la fe y de las
promesas reciben el nombre de HERMANOS. De esta manera hablo Dios en el NT y
debemos saber que esto tiene un carácter eterno. Apocalipsis 6:9-11. Allí en cielo
estarán los HERMANOS.
3. SANTOS.
Este título, usado frecuentemente por Pablo como saludo en sus cartas (Romanos
1:7), implica primordialmente que el cristiano ha sido puesto aparte, separado del
mundo, como posesión exclusiva de Dios, a Quien ha consagrado toda su vida, y así
debe vivir para El. Romanos 6 nos explica que dicha posesión tiene como principal
título jurídico la redención, o sea, el rescate mediante compra. Esta nueva relación
que nos vincula al Dios Santo supone una Naturaleza, esta es la santidad ( 1 Pedro
1:2); se inaugura en la justificación, con el perdón de los pecados y la imputación
de la justicia de Cristo, y progresa en la santificación. El apóstol Pedro lo escribe
como un mandato, Mas bien sean ustedes Santos 1 Pedro 1:15-16. Efesios 5:3 Allí
nos habla de un pueblo santo. Eso son ustedes. Si usted le tiene miedo a la
santidad es porque tiene miedo de la nueva naturaleza, no ha dado usted pasos
para separase del mundo al recibir a Cristo.

4. HIJOS DE DIOS.
El apóstol Juan (1 Juan. 3:1) nos dice: “Mirad con cuanto amor nos ha dado el
Padre, para que seamos llamados hijos de Dios, y lo seamos”, resalta que el
creyente es engendrado de Por eso, somos nuevas creaturas. Todos los creyentes
podemos apuntar hacia atrás al recordar ese «ahora» de 1 juan. 3:2, como línea
divisoria entre un pasado de perdición y un gozoso presente de salvación
adquirida, llenos de una bendita esperanza hacia la eternidad. Esta regeneración
por la que somos hijos de Dios es simbolizada en el bautismo; no porque las aguas
del bautismo tengan virtud mágica para regenerarnos, sino porque expresan en un
símbolo apto nuestra sepultura y resurrección con Cristo mediante la fe. Por ser
hijos de Dios, los cristianos somos “miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:19).
La palabra griega «oikeioí» indica que somos a la vez hijos y servidores de Dios:
puestos bajo la autoridad del amo de la casa, que por otra parte es el Padre
(nuestro Padre) de familia.

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