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1.- Introducción
1
Clementi, Hebe. Las fiestas patrias. Buenos Aires, Editorial Leviatán, 1984. Pp. 8 – 9.
2
vida. Esa interpretación del pasado ha sido construida a través del tiempo y en las
siguientes páginas se intentará caracterizar muy sumariamente algunos de los
momentos clave para que dicha perspectiva quedara fijada y las dudas que se nos
presentan hoy acerca de la continuidad de estos rituales.
2
Cfr. Narvaja de Arnoux, Elvira. “Reformulación del modelo pedagógico en el ‘Compendio de la
historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata’ de Juana Manso” en Signo & Seña Nº1, 1992.
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Pp. 131 – 150.
4
Podríamos decir que esta visión del pasado fue especialmente exitosa y
que presenta a la vez una utilidad y un obstáculo para las conmemoraciones
actuales de la Independencia. Acerca de ellas, H. Clementi propone que el festejo
del 9 de Julio se aúne con la gesta emancipadora de San Martín y su significado
americanista: “Ambas cuestiones, la declaración de la independencia y la
actuación americana de San Martín, se enlazan estrechamente y son de particular
relevancia para comprender nuestra trayectoria histórica, y para asociar como
corresponde estos hechos a nuestro sentido de identidad nacional y americana.
Ambos son interdependientes y no pueden ni deben ser vistos separadamente.” 6
Siguiendo esta línea de pensamiento, aconseja también olvidar la vieja oposición
que desde Mitre se planteó entre los proyectos de San Martín y Bolívar y resaltar,
en cambio, la estrategia común de los dos próceres para terminar con el enemigo
que amenazaba al norte y al sur de Sudamérica con sofocar los movimientos de
emancipación, propiciando de esta manera en los niños un espíritu americanista.
Volviendo a la obra historiográfica de Mitre, a través de ella se transmitió a
la escuela la visión de los organizadores de la Argentina moderna; su concepto de
Nación quedó fijado en la enseñanza y se organizó el panteón de los héroes, que
tenía como figura máxima al Libertador General San Martín y como excluido, al
“tirano” Rosas.
Esto no quiere decir que la perspectiva mitrista se haya incorporado a las
aulas sin polemizar con otras visiones del pasado, especialmente con Vicente
Fidel López, quien fuera legislador y antes protagonista de la lucha contra Rosas,
aunque había militado en un bando enfrentado al del ex presidente. En 1886, Mitre
publicó la versión definitiva de su Historia de Belgrano y López los tomos iniciales
de su Historia de la República Argentina, obra que completó entre 1883 y 1893.
Ambos autores confrontaron públicamente sus perspectivas acerca de cómo debía
estudiarse el pasado: mientras el primero defendía una historia erudita basada en
el escrutinio riguroso de los documentos, el segundo argumentaba a favor de las
tradiciones orales y la conciente aplicación de recursos literarios para dar fuerza al
relato histórico. Esta querella alcanzó directamente al plano de la enseñanza,
6
Ibidem. P. 64.
6
cuando López publicó su Manual de Historia Argentina – que era una síntesis de
su obra mayor – y entró en disputa con Clemente Fregeiro, autor de Lecciones de
Historia Argentina, un texto dirigido a la enseñanza secundaria que contaba con el
aval mitrista.7
A pesar de estas polémicas, la preeminencia de Mitre se consolidó por
diversas vías. En primer lugar por el reconocimiento de ser el fundador local de la
Historia científica, basada en documentos – especialmente en fuentes públicas -
cuya argumentación se realizaba desde los hechos mismos. Junto a esto no fue
despreciable su influencia desde los organismos que contribuyera a crear como la
Junta de Historia y Numismática - que se instituyó en 1892 - o el diario La Nación,
el periódico que fundó en 1870 a poco de terminar su presidencia. Pero como
señala F. Devoto, otros dos elementos son todavía más poderosos para explicar
su hegemonía. El primero fue su estilo, que aunaba una redacción historiográfica
erudita con la creación de efectos dramáticos que facilitaban su utilización escolar.
De sus narraciones de los episodios de la Revolución surgieron algunos
personajes míticos que tuvieron un largo trayecto en la escuela, como el Negro
Falucho y el Tamborcito de Tacuarí 8. El segundo elemento fue que su visión de la
Historia argentina soldaba el presente con el pasado y el porvenir, en la creación
del mito de la irremediable grandeza futura de nuestro país.
7
Cfr. Maristany, J.; Saab, J.; Sánchez, L. y Suárez, C. “Argentina: los manuales que cuentan la
Historia”, en Guereña, J.L.; Ossenbach, G. y Pozo, M. del M. del. (dir.) Manuales escolares en
España, Portugal y América Latina (Siglos XIX y XX). Madrid, UNED, 2005.
8
Es curioso cómo esta mitología patriótica se repite en distintos países. Por ejemplo, Falucho - el
granadero negro que prefiere arrojarse al mar envuelto en la bandera antes que rendirse a las
fuerzas realistas que han tomado la fortaleza del Callao - presenta una curiosa similitud con los
Niños Héroes mexicanos, los cadetes militares que sitiados en el castillo de Chapultepec por las
tropas norteamericanas en tiempos de la guerra por Texas, prefieren arrojarse de la torre de la
fortaleza envueltos en la bandera a rendirse al invasor.
7
9
Ver Bertoni, Lilia Ana. “Acerca de Patriotas y Cosmopolitas en el Cambio de Siglo” en
Entrepasados Nº 15, Buenos Aires, 1998. Pp. 185 – 192.
10
Cfr. Quatrocci-Woisson, Diana. Los Males de la Memoria. Buenos Aires, Emecé, 1995.
9
13
Clementi, H. Op. cit. P. 107.
12
5.- La reforma de los 90: una nueva historia para una nueva escuela.
Como dijimos, desde fines del siglo XIX la enseñanza de la Historia siguió
prácticamente igual por más de cien años y sus contenidos no tenían a fines del
14
Ibidem. P. 108.
13
1930 para fundar Jujuy” o “Los inmigrantes llegaron cuando vino Colón”. 16 La
ignorancia del pasado trascendió las páginas de la revista que había realizado la
nota, tiñó de escándalo por algunos días a los distintos medios periodísticos y
puso en la picota lo que se enseñaba en la escuela.
Para el momento en que se sancionó la Ley Federal en 1993, todo estaba
preparado para aplicar una reforma profunda a la educación argentina. La
“transformación educativa” planteó que para alcanzar sus fines debían renovarse
los contenidos de todas las asignaturas. Así, luego de un período relativamente
prolongado en el que se sobrevaloró la importancia de las innovaciones en las
metodologías para mejorar la enseñanza (reducción del verbalismo, incremento de
la actividad en clase, etc.) y se le brindó una atención menor a los saberes
específicos de las asignaturas, los contenidos recuperaron el papel fundamental
que juegan en la educación y se intentó de acortar las distancias entre las distintas
ciencias y los saberes que se transmitían en las aulas.
En Historia se procuró presentar también una propuesta renovada. Esto, sin
embargo, presentaba varios obstáculos. Uno de los más importantes fue que la
Historia de los investigadores había cambiado mucho. A partir de mediados del
siglo XX tres perspectivas predominaron en los ambientes académicos: el modelo
económico marxista (que sostiene que la historia se mueve en un proceso
dialéctico de tesis y antítesis como consecuencia de conflictos de clases, las que
son producto de cambios obrados en la dominación de los medios de producción);
el modelo ecológico - demográfico francés (surgido del interés por la geografía
histórica, la demografía histórica y los métodos cuantitativos) y los métodos
cliométricos norteamericanos (que sólo consideran científico lo que se estudia
mediante su propia metodología cuantitativa). En estos tres grupos de
historiadores, como dice Lawrence Stone, existía la convicción de que había
respuestas para las grandes cuestiones de la historia – como, por ejemplo, las
revoluciones - y que la ciencia histórica acabaría por resolverlas. 17
16
Cfr. La Maga Año 4 Nº147, 1994. Pp. 44-45.
17
Un buen panorama de la historiografía en el siglo pasado puede encontrarse en: Iggers, Georg
G. La ciencia histórica en el siglo XX: Las tendencias actuales. Barcelona, Icea Books, 1998.
15
18
Dosse, François. La historia en migajas. De “Annales” a la “nueva historia”. Valencia, Editions
Alfons el Magnanim, 1988
19
Stone, Lawrence. “El resurgimiento de la narrativa: reflexiones acerca de una nueva y vieja
historia”, en Stone, L. El pasado y el presente. México, FCE, 1986.
20
Al lector interesado en un panorama detallado delos métodos de la “nueva historia”, le será de
utilidad: Burke, Peter (comp.). Formas de hacer Historia. Madrid, Alianza, 1993.
16
ella decía: "Todos nuestros pedagogos creen a pie juntillas que los hombres de
otras épocas dejaron gloriosos ejemplos que emular, que la recordación de su
buena conducta es el medio más poderoso para la reforma de las costumbres, que
como ciudadanos debemos nutrirnos de la sangre más noble de todos los tiempos
(...) En nuestros días (a esta historia) la recomiendan con igual entusiasmo los
profesionales del patriotismo y de las buenas costumbres en el primero, en el
segundo y en el tercer mundo. Es la historia preferida de los gobiernos." 21
Sin embargo, el rumor de que la lección que brinda la conducta de los
prohombres perdería importancia provocó una inquietud que se vio reflejada en los
medios de prensa. El Suplemento de Educación de Clarín del 4 de mayo de 1997
requirió la opinión sobre el tema de una gran cantidad de personalidades -
adscriptas, además, a un variado espectro ideológico - unas vinculadas a la
Historia desde lo académico (Luis Alberto Romero, Félix Luna, Aurora Ravina,
Rosendo Fraga); otras especializadas en educación (Emilio Tenti Fanfani, Adriana
Puiggrós) y algunos escritores que frecuentaron con éxito en sus ficciones la
temática histórica (Andrés Rivera, María Esther de Miguel). Con matices, la
mayoría de las opiniones fue favorable a la presencia de los héroes. Romero
declaró que "(...) si se enseña una historia sólo de procesos, se corre el riesgo de
que no cumpla su función de formar ciudadanos. Los héroes sirven para entender
la relación entre presente y pasado. Hay que sacarlos del bronce y restituirles su
faceta humana, entender los problemas que enfrentaron y las respuestas que
dieron". Por su parte, Adriana Puiggrós afirmó que "Hasta la época de Perón, todo
el mundo festejaba las fechas patrias. Para el 9 de julio se hacía chocolate en las
casas y las escuelas, y la fiesta era una fiesta de todos. Todo esto fue
perdiéndose, hasta que la (última) dictadura lo arrasó y lo puso en punto de
freezer..." Y concluyó: "Si la escuela no ayuda a que los chicos construyan héroes
positivos, figuras que les permitan identificarse con valores sociales, democráticos,
colectivos, solidarios, otros medios van a hacerlo."
Mario Carretero presentó una opinión que se apartaba de la mayoritaria
cuando dijo: "Pese a que los CBC apuntan a integrar la Historia con las Ciencias
21
.- González, Luis. "De la múltiple utilización de la Historia", en Peryra, Carlos y otros. Historia
¿Para Qué?. México, Siglo XXI, 1982. Pp. 66-67.
18
Sociales, hay una presencia muy fuerte de los héroes patrios. Es una visión que
se basa en el nacionalismo, donde los próceres son intocables y están presentes
mucho antes de que el alumno pueda entender de qué se trata la historia."
Cuando le preguntaron adónde habría que situar a los héroes, Carretero
respondió: "En Educación Cívica. No me parece pernicioso que existan próceres y
mitos, pero el conocimiento historiográfico es otra cosa. Esto de que San Martín es
el Libertador cumplía una función importante en la época de la formación de la
nacionalidad. Hoy hay otros desafíos."
Cuando la Academia Nacional de la Historia reclamó una mayor dosis de
historia patriótica, la polémica se revitalizó. Silvia Finocchio respondió a esa
pretensión diciendo: “Próceres intocables han nutrido el discurso histórico en las
escuelas durante décadas al calor de la necesidad de configurar una identidad
nacional. Hoy la imagen positiva de los héroes ha descendido. El contexto cultural,
así como las propias prácticas escolares dan cuenta del vacío de sentido de mitos
y ritos de tradición secular. Sostener hoy la presencia de los héroes implicaría
avalar esa situación.
“Desde nuestra perspectiva creemos que es plausible presentar modelos a
imitar. Sin embargo dudamos que ese sea el fin primordial de la historia así como
tampoco el medio más efectivo para la formación de valores.
“Nos preguntamos por qué no buscar modelos entre los maestros, los
profesores, los familiares, los políticos... Creemos, además, que la historia escolar
reducida a modelos individuales corre el peligro de caer en una enseñanza
empobrecida, debido a que su propósito fundamental es contribuir a la
comprensión y a la acción a través del análisis crítico de la realidad social así
como a la construcción de nuevos consensos, especialmente en términos de
fortalecimiento del espacio público.” 22
Años después un lapidario documento de la Academia sobre la
“transformación educativa” enviado al Ministerio de Educación volvíó a calificar
negativamente a la reforma, con un conjunto de argumentos que, entre muchas
otras objeciones, criticaba el escaso interés que se le brindaba a la primera mitad
22
Finocchio, Silvia. “La enseñanza de la historia en el tercer ciclo de la EGB: una aproximación a la
compleja relación entre la construcción del conocimiento y organización de los contenidos”, en
Entrepasados Nº 12, 1997. P. 145.
19
del siglo XIX e, implícitamente, al menor papel que cumplían los próceres en la
nueva historia enseñada. Su valoración de los cambios fue lapidaria:
“Sintomáticamente, los enunciados sumamente escuetos y deshilvanados relativos
al proceso histórico que integran los CBC de la Educación General Básica y sobre
todo de la Educación Polimodal, con su carga de ambigüedad e imprecisión, no
puede menos que contribuir apropiadamente al objetivo de diluir la identidad
nacional en aras del nuevo ídolo de la globalización.” 23
25
Cfr. “La escuela ideal según los chicos y los maestros”, en diario La Nación, 10/5/2007.
21
26
Obiols, Guillermo. La escuela necesaria. Bs. As., Editorial Kapelusz, 1997. Pp. 101-102.