Piscinas para el ritual andino
Ecuador
Tulipe: el culto ancestral al agua
T ulipe se esconde en la atmósfera mágica de la selva
nubosa del noroeste ecuatoriano. Este poblado, a mitad de
camino entre la sierra y la costa –a sólo 70 km de Quito, por
carretera–, no está incluido en los circuitos turísticos, salvo
que se lo solicite. Asentado a 1500 metros sobre el mar,
curiosamente está en la misma ruta que el Parque Mitad del
Mundo y el increíble cráter habitado del volcán Pululahua.
Después de transitar por verdes valles cultivados, Tulipe
recibe en medio una vegetación exuberante. En los
senderos del parque se pueden descubrir orquídeas salva-
jes y aves exóticas. El Museo de sitio permite conocer mejor
al pueblo yumbo en su ambiente natural y su historia a
través de los siglos.
Los poblados de esta región estaban conectados eficiente-
mente por culuncos, caminos excavados a modo de
trincheras, de uso frecuente aún hoy. De su arquitectura per-
duran las tolas, túmulos piramidales con rampas, que servían
de plataformas para las casas y para usos ceremoniales.
Los yumbos grabaron petroglifos sobre rocas en el cauce de
los ríos, como parte de su culto al agua. Las formas que más
abundan son los círculos concéntricos y las espirales, inspi-
rados quizás en las ondas y remolinos del agua, como sím-
bolos de poder y vitalidad. Compartían con otras culturas de
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la Costa Pacífica la veneración de la concha de Spondylus,
molusco marino que con su aparición anunciaba los cambios
climáticos asociados con la corriente del Niño.
Un puente construido enteramente con gigantescas guaduas
(bambú sudamericano) permite cruzar el río Tulipe desde el
Museo hacia el conjunto de las “piscinas sagradas”: el centro
ceremonial que se halla en un pequeño valle. Una serie de ter-
razas lo rodea a modo de anfiteatro. Cuatro tolas “guardianas”
señalan con sus ejes mayores, desde los cuatro puntos cardi-
nales, hacia el centro del conjunto.
En el núcleo central vemos siete piscinas: dos rectangulares,
dos semicirculares, una poligonal, una cuadrada y el “baño
del inca”. Esta última estructura, de tipología incaica (con-
struida siglos después que las otras) era la primera en recibir
el agua del manantial, como lo exigía el ritual andino. El
piletón cuadrado aparentemente servía de tanque de
decantación para el agua que alimentaba a la piscina poligo-
nal, que consta de 20 lados y 20 ángulos rectos. Según el
arqueólogo Hólguer Jara Chávez, el diseño de las piscinas
surge de un trazado regulador basado en la geometría sagra-
da de la cuadratura del círculo y la cruz cuadrada.
Pese a estar a pocos metros del río, el agua era traída por
un canal desde un manantial o puquio en la montaña. Como
 Piscina circular
Orquídea Cerámica Yumbo
Museo
en otras culturas, el agua pura de manantial tenía importancia
espiritual en los rituales de purificación. El recorrido del agua
que alimentaba a las piscinas, en tramos rectilíneos y ángulos
rectos, evidencia un significado que hoy se nos escapa.
Las escalinatas de descenso a las piscinas (de siete peldaños)
quedan alternadamente opuestas a las bocas de descarga de
los acueductos, que debían actuar como cascadas artificiales.
Los arqueólogos creen que estas piscinas eran utilizadas
además como espejos astronómicos para calcular la posición
y trayectoria de los astros, reflejados en la superficie del agua.
A 500 m hacia el Norte se halla la gran piscina circular, de unos
25 metros de diámetro. Las cinco gradas que la componen
servirían de estrado para los asistentes al ritual de iniciación y
simbolizan supuestamente los anillos del conocimiento.
-Piscina rectangular
Petroglifos
No hay evidencia arqueológica de que los yumbo hayan sido
belicosos; al contrario, todo demuestra que se dedicaban al
intercambio de productos con los otros pueblos, tanto de la
costa como de la sierra. Hacia 1660 una erupción del volcán
Pichincha sepultó la zona bajo arena ardiente y cenizas vol-
cánicas y puso fin a su cultura, que había sobrevivido durante
casi mil años, incluso a incas y españoles, en armonía con
la naturaleza y sus vecinos.
Texto y fotos: Claudio Ardohain - Geobiólogo
CEIBA
Centro de Estudio e Investigación en BioArquitectura
Buenos Aires - Argentina
www.geoambientar.com.ar
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