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M a r c L a v o ie

LA ECONOMÍA
POSTKEYNESIANA
UN A N TID O TO
DEL PENSAMIENTO ÚNICO

Icaria § Antrazyt
E C O N O M ÍA
N o ia del tra d u c to r

Se han incorporado a la presente versión algunos leves retoques propuestos por el


propio autor, el cual ha resuelto asimismo con extrema corcesía unas pocas dudas
sobre ciertos Orminos. También quiero mencionar (y manifestarles desde aquí mi
agradecimiento) la buena disposición de mis colegas, los profesores Josep Altarriba y
Joscp González Calvet, que tuvieron la amabilidad de revisar el léxico especializado de
los capítulos sobre microeconomíay macroeconomía, respectivamente.

Por otra parte, con permiso del autor, se han incorporado al texto algunas indicacio­
nes escuetas a fin de ofrecer un plus de información sobre autores, términos o concep-
tos. Estos añadidos se presentan dencro de paréntesis angulados (< >).

En fin, en las referencias bibliográficas, cuando disponía de la información pertinen­


te, he reemplazado la mención a las versiones francesas por la ficha del original en
inglés. Y, cuando me ha sido posible, he dado razón de la existencia de versión caste­
llana de las obras, mediante título, lugar de publicación, empresa editora y año de
aparición.
Alfons Barceló

Título original: L ’économie postkeynJsienne, París, Editions La Découverte, 2004.


Traducción aJ castellano: Alfons Barceló

Diseño de la colección: Josep Bagá


Fotomontaje de la cubierta: Muntsa Busque»

© Marc l_avoie

© De esta edición
Icaria editorial, s.a.
Ausiás Marc, 16, 3o 2o I 08010 Barcelona
www.icariaeditorial.com

ISBN: 84-7426-785-4
Depósito legal: B-2 3.834-2005

Impreso en Romanyá/Vails, s.a.


Verdaguer, 1. Capellades (Barcelona)

Todos los libros de esta colección están impresos en papel reciclado-


Printed in Spain. Impreso en España. Prohibida la rcproducció total o parcial.
ÍN D IC E

In tr o d u c c ió n 7

I. La h e te ro d o x ia p o s tk e y n e sia n a L1

¿Q u ién e s son los postkeynesianos? 11

Las características de las escuelas heterodoxas 12

Los e lem entos postkeynesianos esenciales 22

■ Las diversas tendencias de la escuela postkeynesiana 28

II. U n a m ic r o e c o n o m ía heterodox a 35

La teoría de la elección del c o n s u m id o r 35

M ercados o lig op olistas y obje tivos de las empresas 45


La fo rm a de las curvas de costes 51

Los p ro c e d im ie n to s de fija c ió n de los precios 54

Los d e te rm in an te s del m argen d e beneficios 59

C o n se cue n cias para la teoría m a cro e c o n ó m ic a 63

III, U n a m a c r o e c o n o m ía del c irc u ito m o n e ta rio 65

Principales características del análisis m o n e ta rio


postkeynesiano 66

Las relaciones enrre el ba nc o central y la banca p riv ad a 70

Las relaciones entre los bancos y las empresas 75

U n a v isió n sistém ica de la e c o n o m ía m o n e ta ria 81


IV, El corto plazo: d e m a n d a efectiva y m ercado de trabajo 91

Los com ponentes de Ja d e m a n d a efectiva 92

El m odelo de los kaleckianos 94

Extensiones del m odelo kaleckiano 103

V. El largo plazo: viejos y nuevos m odelos


de crecim iento 111
Los viejos m odelos postkeynesianos 111

Los nuevos modelos kalecki a nos 116

Extensiones y objeciones al m o d elo kaleckiano 122

V I. C o n c lu s ió n general 131

Referencias bibliográficas 133


INTRODUCCIÓN

Desde hace algunos años es fácil encontrar en las librerías un a buena


cantidad de obras de econom ía que d e n un cian las consignas y recetas
del «pensam iento ún ico ». Sus autores condenan las políticas econó­
micas seguidas por los gobiernos, los bancos centrales y las grandes
instituciones económ icas internacionales c o m o el F o n do M onetario
Internacional (FM l) o el Banco M u n d ia l (B M ). Estas políticas — b a­
sadas en la austeridad, la liberalización y las privatizaciones— tienen
com o objetivo e lim in a r o contener la plaga de la in flac ión , preservar
el tipo de cam bio, increm entar la rasa de crecim iento de la p ro d u c ti­
vidad y crear puestos de trabajo estables.
N o hay m u cha controversia sobre estos fines, pero sí sobre los
medios idóneos para alcanzarlos. Los medios que hemos m enciona­
do se fu n d a n en la d octrina neoliberal y constituyen el d e n o m in ad o
«consenso de Washington»*. Se presentan c o m o las verdades indiscu­
tibles de nuestra época («conventional whdvm») que ya denunciaba
Jo h n Kennerh G a lb raith (1961). Los neoliberales preconizan unos
bancos centrales independientes, con unos tipos de interés elevados
(com o ocurre con el Banco C entral Europeo, BCE); unos sindicatos
débiles, una m ayor flexibilidad en el mercado de trabajo y una con­
gelación o reducción de los salarios; la reduccción de los servicios
públicos y de los im puestos; la cuasi desaparición de los déficit pú-
blicos y la fijación de lím ites en el peso relativo de la deu da pública,
según se estipuló en el Tratado de M aaStricht y en el Pacto de Estabi­
lidad que arroparon el n a c im ie nto de la nueva Europa y que todavía
hoy constriñen la hacienda pú b lic a de los países m iem bros; y, final'
m ente, la privatización de numerosas empresas públicas y el desmán-
telam iento de numerosas reglamentaciones que regulan los merca­
dos, a fin de devolver a éstos toda su flexibilidad. Para los defensores
de esta política, la apertura y la liberalización de los mercados son
medidas benéficas para la sociedad.
Los estropicios del «consenso de Washington)» han sido señala­
dos m uchas veces por sus adversarios. Sin embargo, los libros o artí­
culos aludidos a m enudo dejan insatisfechos al lector. Los críticos
brillan a la hora de examinar los mecanismos de Ja teoría neoclásica
con vistas a revelar sus insuficiencias; pero en general no ofrecen al
lector n in g ú n m odelo alternativo. Verdad es que ciertos economistas
neoclásicos, com o Joseph Stiglitz (2002, 2003), rechazan con v iru ­
lencia las políticas neoliberales que se han practicado en los años
ochenta y noventa, subrayan que éstas se apoyan sobre una teoría
neoclásica escandalosamente sim plificada y afirm an que unas versio­
nes más elaboradas ponen en cuestión estas políticas.

U n a n u e v a te o ría a lte rn a tiv a

Ahora bien, para criticar el pensam iento d o m in a n te es in ú til tom ar


el cam ino tortuoso que consiste en adoptar unos modelos neoclásicos
con fundam entos criticables y añadirles, pu n to seguido, algunos su­
puestos cargados de realismo. Eso nos llevaría a modelos de difícil
contrastadon, Este libro propone u n atajo. Nuestra meta es presen­
tar una alternativa a la econom ía dom in an te , u n a alternativa que
contradiga directamente los principales preceptos del neoliberalismo.
Esta alternativa es la economía postkeynesiana.
La econom ía postkeynesiana no goza de m u cha popularidad en
Europa y aun menos en España. Eventualmente, se hacen algunas
referencias a ella en tas cursos de historia del pensam iento e c o n ó m i­
co, o bien en los cursos sobre ciclos y fluctuaciones que dan cabida a
los modelos de crecimiento y distribución de C am bridge, elaborados
por R o binso n, Kaldor y Pasinetti, o cuando se exam ina la controver­
sia sobre el capital de los años sesenta. A veces, en este contexto, Ja
teoría postkeynesiana se v in c u la co n la teoría neorricardtana o
srafftana. Pero su contribución a la ciencia económ ica es a m e n u d o
presentada com o una aportación básicamente negativa, que ha m os­
trado Jas deficiencias y los lím ites de las parábolas derivadas de la
función de producción neoclásica.
En cam bio, los m odernos desarrollos del pensam iento posckey-
nesiano han ceñido m enor eco, a pesar de la publicación de numero-
sos libros y la creación de diversas revistas en el m u n d o anglosajón,
com o Cambridge Journal ofEconomics (1977) >Journal ofPost Keynesian
E conom ía (1978), o la Review o f Politícal Economy (1989). En cuan-
ro a Francia, vale la pena m encionar el libro de Barreré (1985) y la
señcM onnaie et Production {dirigida por el «circuitisra» A lain Parguez)
de la revista £conomies et Sociétés. El presente libro, la obra de Piegay
y R o cho n (2003) y la puesta en marcha de una Asociación de Estu­
dios Keynesianos (ADEK, adek@sciencespo.bordeaux.fr) bajo la di-
rección de E d w in Le H éron en colaboración con los Cahiers lillois
d ’économie et de sociologíe deberían servir para corregir esta situación
y ayudar a d ifu n d ir la parte positiva de los trabajos pos tkeyn es lanas,
<En España esta sensibilidad teórica y política no ha cristalizado en
un a entidad diferenciada, aunque dispone de un ám b ito hospitalario
m u y favorable en las Jornadas de Economía Crítica, que desde 1987
se celebran cada dos años en recorrido itinerante, y en la Revista de
Economía Crítica (2003).>

Un antidoto contra eí «pensamiento único»


La teoría posckeynesiana es un antíd oto contra el «pensam iento úni-
co», y ofrece un útil apoyo teórico a quienes desean cuestionar la
econom ía d o m in a n te y oponerse a ías políticas de austeridad.
La teoría postkeynesiana, al igual que la teoría neoclásica, posee
unos fundam entos m icroeconóm icos, pero estos fundam entos son
diferentes, más realistas. Las teorías macroeconóm icas que se derivan
de ellos se plasman en políticas económicas que difieren radicalm en­
te de aquellas políticas que se inspiran en los fundam entos microeco-
nóm icos neoclásicos.
E n los siguientes capítulos vamos a discutir num erosos m itos
derivados de la aplicación elemental de la teoría neoclásica. A m o d o
de ejemplo: un increm ento de la dem anda no produce necesariamente
un alza de precios; un increm ento del salario m ín im o o del salario
real no provoca un a um en to del paro; el m ism o a um en to del salario
real no acarrea fatalmente la dis m in u ció n del tipo de beneficio de las
empresas; la d is m in u c ió n de las tasas de ahorro no provoca una caída
de la inversión, ni Ja m oderación del crecim iento, n i la subida de los

9
tipos de interés; la flexibilidad de los precios no lleva necesariamente
a una economía hacia el equilibrio ó p tim o .
A m enudo se considera la econom ía tradicional com o una cien­
cia lúgubre («dism al Science»), dado que postula que una sociedad
debe sufrir, ser ausrera y librarse a un competencia desenfrenada para
alcanzar el superbíenestar. La teoría postkeynesiana ofrece un m en­
saje diferente, más cautivador: es la cooperación, y no la com peti­
ción o las relaciones conflictivas, lo que puede llevar a resultados
m ucho mejores; y la escasez es, en cierta m edida, una construcción
intelectual que puede ser sorteada y superada (VENTELOU, 2001).

Hacia una economía postautista


El año 2000, estudiantes franceses de escuelas normales superiores y
de varias universidades denunciaron la econom ía que se les enseña­
ba, lo que cuajó en un m ovim iento de protesta que se extendió a
otros países (ECONOCLASTES, 2003; FULLBROOK, 2003). E n Fran­
cia, estas quejas estudiantiles llegaron hasta el ministro de Educa­
ción e incluso incitaron a estudiar ciertas propuestas de reformas,
que sin embargo no llegaron a tom ar cuerpo.
Los estudiantes criticaban el dogm atism o de los planes de estu­
dio y se quejaban de la falta de pertinencia de unas formal i ¡tac iones
que con demasiada frecuencia retrataban m undos imaginarios, loque
según ellos correspondía a una «economía autista». Reclam aban una
enseñanza que les inform ara de los límites y las debilidades de la teo­
ría neoclásica; y reclamaban una enseñanza pluralista que integrara
las teorías heterodoxas y que estuviera más vinculada al m u n d o real.
El presente libro les está dedicado, pues tiene precisamente com o
objetivo contribuir a esta exigencia.

10
I. LA H E T E R O D O X IA P O S T K E Y N E S IA N A

¿Quiénes son los postkeynesianos?


La escuela postkeynesiana es un a de las numerosas escudas de pensa­
m iento heterodoxo que hay en econom ía. Entre los economistas
heterodoxos, que en su mayoría se oponen netamente a la economía
neoclásica d om in an te , se encuentran los economistas tnatristas, los
sraffíanos (o neorricardianos), los estructuralistas (del desarrollo), los
institucionalistas, los regulacionistas, los economistas humanistas o
sociales, los antiutilitaristas, los behavioristas, los economistas de los
acuerdos táñeos, los schumpeterianos (o evolucionistas), los econo­
mistas feministas y otros.
Las escuelas hecerodoxas padecen la presión de dos fuerzas opues­
tas. Por un lado están afectadas por la explosión de las ciencias en
general y de la ciencia económ ica en particular: cada escuela tiende a
especializarse en el estudio de un cam po propio y acotado, a la vez
que quiere distinguirse de las dem ás. De m o d o que las distintas
heterodoxias son rivales y, a la vez, complementarias a] analizar cada
una u n aspecto particular de la economía.
Pero existe igualmente una contratendencia, debida quizás a una
siruación de m inorías en riesgo de m arginación, que estimula a in ­
vestigadores de heterodoxias diferentes a promover aproximaciones e
interacciones. Esto es particularm ente evidente en el caso de los
postkeynesianos y neorradicales (marxistas) norteamericanos, en
macroeconomía y en econom ía monetaria. D e hecho, existe una or­
ganización que cobija a todas las heterodoxias y a sus organizaciones
y revistas, la «International C onfederation o f Associations for Plu-
ralism in Economtcs» (1CAPE). A sí que las fronteras de las diferentes
escuelas que hemos m encionado tienen, en parte, un com ponente
arbitrario.

11
C o m o indica su nombre, los postkeynesianos se inspiran en los
trabajos de John Maynard Keynes, el famoso economista de la un i­
versidad de Cambridge, en Inglaterra. Se dice a veces que su obra
más conocida, publicada en 1936, Teoría general de la ocupación, el
interés y el dinero, dio origen a la teoría macroeconómica, Pero este
libro tam bién ha suscitado diversas interpretaciones divergentes
(COMEEMALE, 2003). Los economistas postkeynesianos proponen
una interpretación diferente de la que plantearon los economistas de
la «síntesis neoclásica», como Paul Samuelson o Jam esT o bin , igual
que difiere también del punto de vista de los «nuevos keynesianos»
(neoclásicos) como Gregory M ankiw o Joseph Stiglitz.
Los postkeynesianos modernos se inspiran principalmente en los
trabajos y métodos desplegados por los economistas que se codeaban
con Keynes en la época en que estaba escribiendo su Teoría general en
la universidad de Cambridge, com o Roy Harrod o Joan Robinson, o
que han contribuido a la formación de lo que se llam ó la «escuela de
Cambridge» en los años cincuenta y sesenta, como Nicholas Kaldor,
M ichal Kalecki y Piero Sraffa. Los postkeynesianos, como los regula-
cionistas (cuyas fuentes son a la postre bastante cercanas [BOYER,
19871), también están estrechamente relacionados con los economistas
institucionalistas, en especial con los que se han inspirado en las ideas
deThorstein Veblen o de John Kenneth Galbraith. También conec­
tan con los estudios sobre el com portam iento empresarial dados a
conocer en 1936 por el «Oxford Economisis’ Research G roup». Pero
los economistas postkeynesianos, como Keynes, se interesan sobre
todo por los asuntos macroeconómicos.

Las características de las escuelas heterodoxas

Ames de examinar los rasgos específicos de la escuela pos t keynes ¡a-


na, señalemos en qué se diferencian las escuelas heterodoxas de la
teoría neoclásica. N o es tarea fácil definir la teoría neoclásica. ¿Cuál
es el poso com ún que caracteriza a los economistas que se ocupan de
la teoría del equilibrio general de matriz walrasiana, a los que utili­
zan la teoría de juegos, y tam bién a los keynesianos de la síntesis
neoclásica? Los neoclásicos subrayan a menudo el principio de la ma-
ximización con restricciones. Sin duda se trata de un elemento esen­
cial del método neoclásico. N o hace aún m ucho tiempo alguien podría

12
Gráfico 1. Filiación de las escuelas en macroeconomía

S8
r,g .-nj h-1
Walras
Marshall

13
LO S P O S I K E Y N E S IA N O S EN G R A N B R E T A Ñ A

La escuela de C am bridge
Harrod, Kalecki, Sraffa, Robinson, que se convirtió después en un es­
Kahn, Kaldor, Pasinetti: todos es­ trecho colaborador de Joan R o bin ­
tos economistas están asociados a son, Harrod había comentado cada
la escuela de Cambridge, aunque los capítulo de la General Thtory d u ­
dos primeros no hayan trabajado rante la redacción de esta obra por
nunca en la universidad de C a m ­ Keynes. Harrod se destacó por sus
bridge, sino en la universidad de trabajos innovadores, de 1939,
Oxford. Ames del hundim iento del sobre dinámica económica, en es­
Imperio Británico y de que las un i­ pecial, gracias a su principio de la
versidades estadounidenses im pu­ inestabilidad dinám ica y a su con­
sieran su hegemonía, esta escuela cepción del progreso técnico, no­
gozaba de una influencia muy con­ ciones que luego se encuentran en
siderable en todo el m undo y cons­ R o bin so n , Kaldor y Kalecki, así
tituía un enclave destacado de pen­ com o en los autores postkeyne-
samiento heterodoxo. Hoy en día, sianos en general. También partici­
solamente sus Escuelas («colleges») pó en los estudios de Oxford sobre
y el D epartam ento de economía el com portam iento de las empre­
aplicada conservan ciertas tradicio­ sas, estudios que llevaron a poner
nes críticas. El Departam ento de en cuestión la teoría microeconó-
economía de Cambridge es comple­ mica dominante.
tamente neoclásico, hasta tal pu n ­ Joan R o bin so n alcanzó fama,
to que los estudiantes de doctorado ante todo, por su trabajo de 1933
firmaron no hace mucho una peti­ sobre la competencia imperfecta,
ción similar a la de los estudiantes estudio elogiado por los economis­
franceses de las Escuelas normales tas neoclásicos, pero que ella ulte­
superiores, en la que reclamaban riormente desacreditó. Economis­
más pluralismo en Ja enseñanza de ta muy prolífica, tiene como obra
la economía (FULLBROOK, 2003, cumbre La acumulación de capital
36). (1956), en la que aborda, a la vez,
la elección de técnicas, problemas
Los fundadores: escueta m onetarios y cuestiones de dis­
presentación tribución, junto con los obstáculos
Roy Harrod fue el primer biógrafo para crecer a una tasa sostenida y
de Keynes. Igual que Richard Kahn, sin paro. Se trata de una obra clást-

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ca, igual que la Teoría general de pios neoclásicos. Kalecki era un eco-
Keynes, aunque a veces resulca de nómetra y en sus primeros trabajos
difícil lectura. Robinson, con Sraffa, se ocupó de los ciclos económicos,
dio la señal de partida de las «con­ de manera que los primeros mode­
troversias deCam bridge sobre el ca­ los econométricos keynesianos se
pital» al poner en cuestión la con­ inspiraron en gran medida en sus
cepción neoclásica del capital y de planteamientos.
la distribución. Piero Sraffa también inm igró a
Nicholas Kaldor ha sido, junco Inglaterra, en 1927, procedente de
con Robinson, el principal ariete de Italia. Sraffa se dio a conocer por su
la revolución cambridgiana. De ori­ crítica a la teoría marshalliana de la
gen húngaro, llegó a Inglaterra en oferta en situación de competencia
1927. Las ideas de Kaldor estaban pura. Poco amante de impartir cur­
en permanenteevolución. Ha hecho sos, Sraffa recibió el encargo de edi­
aportaciones novedosas en muchos tar las obras completas de David R i­
campos, examinando las teorías de cardo. Al m ism o tiempo, intentaba
la especulación, de los equilibrios resolver algunos problemas plantea­
múltiples y de los encadenamientos dos por Ricardo (lo que explica que
virtuosos, y elaborando una m u lti­ se hable de teoría sraffiana o neorri-
tud de modelos de crecimiento o cardiana), en particular el famoso
de desarrollo. Asimismo, ha reali­ problema de la medida invariable
zado numerosos trabajos en el te­ del vaJor, asunto vinculado a la de­
rreno monetario y fiscal. A unque terminación de los precios relativos
nunca intentó sintetizar sus escri­ en un m u n do en el que la produc­
tos, sus trabajos teóricos y empíri- ción de mercancías se lleva a cabo
eos hoy son fuente de inspiración mediante un proceso circular. Este
para muchos investigadores. proyecto se consumó en 1960, con
M ichal Kalccki era un econo­ la publicación del libro Producción
mista polaco. Vivió en Inglaterra de mercancías por medio de mercan­
entre 1936 y 1946, y allí entabló cías (1960), obra breve que Sraffa
una sólida amistad con Joan R o bin ­ caracterizó como el preludio a una
son, Muchos economistas le atri bu- crítica de la economía neoclásica.
yen la verdadera paternidad del Atraídos por su prestigio, muchos
principio de la demanda efectiva. economistas italianos iránaestudiar
Además, a diferencia de Keynes, los a Cambridge, siendo los más cono­
fundamentos microeconómicos de cidos PierangeloGaregnani (1990)
las teorías m acroeconóm icas de y Luigi Pasinetti (1993), cuyos res­
Kalecki estaban exentos de princi­ pectivos estudios sobre la teoría del

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capital y sobre el crecimiento sec­ ta nuestros días, y King (1995b)
torial con tasas desiguales han mar­ ofrece una bibliografía exhaustiva.
cado una nueva etapa, por lo que a Además de la guía de H olt y
veces se habla de la escuela italo- Pressman (2001) y de los dicciona­
cambridgiana. rios postkeynesianos de King (2003)
Para tener más información so­ y de Arestis y Sawyer (1994), existen
bre estos autores, o sobre los auto­ diferentes manuales de teoría posc-
res heterodoxos en general, véanse keynesiana, entre los que destacan
Arestis y Sawyer (2002) o Baslé et (en orden de dificultad creciente):
al. (1988). King (2002) expone la Reynolds (1987), Arestis (1992),
historia de los postkeynesianos has­ Lavoie (1992) y Eichner (1987).

haber señalado que el principio de los rendimientos decrecientes, tan


presente en las enseñanzas de la microeconomía tradicional, también
constituía un elemento inseparable de la teoría neoclásica, pero los
nuevos modelos de crecimiento de estirpe neoclásica (o «modelos de
crecimiento endógeno») desdeñan este principio.
Así que definir la heterodoxia en relación con la teoría neoclásica
dom inante requiere un enfoque más global. Es preciso mirar las co­
sas con a lg ú n d is ta n c ia m ie n to . Un fam oso econom isra, Axel
Leijonhufvud (1976), señaló a ese respecto la conveniencia de estu­
diar lo que él llamaba los presupuestos. Es decir, los conceptos esen­
ciales de una escuela de pensamiento, que no pueden ser formaliza­
dos y que son previos a la constitución de las hipótesis y de las teorías
que se elaboran dentro del marco determinado por ellas. Algunos
dicen que los presupuestos son las creencias metafísicas que regulan
un paradigma (o programa de investigación). Vamos a identificar
estos presupuestos.

Los cinco pares de presupuestos


La teoría neoclásica y las escuelas heterodoxas se distinguen por cua­
tro notas metodológicas esenciales, que pueden oponerse dos a dos, a
las que cabe añadir un rasgo político. Al programa neoclásico se le
puede asociar una epistemología instrumentalista, el individualismo
metodológico, una racionalidad ilimitada y una concepción de la eco­
nomía centrada en la escasez y los intercambios. El programa hetero­
doxo, en cambio, incorpora el realismo, el holismo (o globalismo),

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una racionalidad procedimcncal y una economía centrada en Ja pro­
ducción. Escás distinciones no son nada arbitrarias; han sido recalca­
das, de manera casi idéntica, por diversos autores heterodoxos (LAVOIE,
1992b). Más abajo abordaremos el rasgo político.

Tabla 1. Presupuestos de los programas de investigación


neoclásicos y heterodoxos

Paradigma
Presupuestos Escuelas heterodoxas Escuela neoclásica
Epistemología Realismo Instrumentalismo
Ontología Globalismo Individualismo
Racionalidad Racionalidad razonable Hiperracíonalidad
Núcleo analítico Producción, crecimiento Intercambio, escasez
Estrategia politica Intervención estatal Libre mercado

Realismo e ¡nstrum entalism o


La epistemología (o ciencia del conocim iento) dom inante en la eco­
nom ía neoclásica es el ¡nstrumentalismo. Para los instrumentalistas
una hipótesis es pertinente con tal que permita hacer predicciones o
calcular las coordenadas de un nuevo equilibrio. El realismo de los
postulados no tiene importancia. Las teorías no son más que una
herramienta, unos instrumentos; no pretenden revelar el verdadero
funcionam iento de las economías. Esta es la epistemología defendi­
da por M ilto n Friedman y avalada por la mayoría de los autores
neoclásicos.
La gran mayoría de los economistas heterodoxos, por el contra­
rio, atribuyen gran importancia al realismo de las hipótesis. El obje­
tivo de la economía, según los heterodoxos, es suministrar explica­
ciones, contar una historia que permita comprender lo que ocurre.
Para alcanzar esta meta hace falta partir de la realidad, con sus prin­
cipales hechos estilizados, y no de una situación hipotética idea!. Toda
teoría es una abstracción, y toda abstracción es imperfecta y simpli-
ficadora, pero esta simplificación tiene que describir algo, a pesar de
todo; tiene que representar el m u n do efectivo, y no un m u n d o im a­
ginario.
Se puede afirm ar sin tem or a equivocarse que el reproche que
con más frecuencia se im p u ta a la teoría neoclásica es no ser realista.
Verdad es que los econom istas neoclásicos incorporan hechos realis­
tas en sus teorías, pero se trata de hipótesis auxiliares que se superpo­
nen a unos fu n d a m e n to s basados en u n m u n d o ideal inexistente.
Según ios econom istas heterodoxos, el resultado son unas construc­
ciones engañosas que no p e rm iten representar adecuad am e n te el
m u n d o real, puesto que se apoyan sobre referentes quim éricos. En
fin de cuenta, los fun d am e n to s están en el aire.

H o iis m o e in d iv id u a lis m o m e to d o ló g ic o
E n el corazón de la teoría neoclásica se encuentra el in d iv id u o , el
agente e con óm ico. Eso ya era o bvio en la teoría walrasiana del e qui­
librio general, pero todavía es más p alm ario en la reconstrucción de
la nueva m acroeconom ía. Ésta requiere unas bases m icroeconóm icas
fundadas en u n agente representativo, a la vez c o n s u m id o r y p ro d u c ­
tor, que m ax im iza una d eterm in ad a fu n c ió n con determ inadas res­
tricciones. Las instituciones, com o los bancos o las empresas, n o ha­
cen sino enmascarar las preferencias de los in d iv id u o s, que son unos
seres atom izados, Eso dice, en sustancia, la tesis del in d iv id u a lis m o
m e todológico.
E n las teorías heterodoxas el in d iv id u o es u n ser social, podero­
samente in flu id o por el e n torno, las clases sociales y la cultura que le
ha im preg nado . Las decisiones m icroeconóm icas de los in d iv id u o s
pueden dar lugar a paradojas m acroeconóm icas, c o m o es el caso de
la famosa paradoja del ahorro. Las instituciones tienen vida propia,
n o son tan sólo la em a n a c ión de los deseos de los in d iv id uo s que las
fo rm an, sino que tienen sus propios objetivos. El todo no es ú n ic a ­
m e nte la sum a de las partes. El organicism o o el ho iism o , o al menos
u n a c o n c e p c ió n m o d e ra d a d e estos p r in c ip io s , rein a entre los
heterodoxos. Las nuevas m atem áticas de la d in á m ic a caótica, apoya­
das sobre n o linealidades y atractores extraños, h a n d ado un nuevo
im p u ls o a esta visión, puesto que im p o n e n u n acercam iento que sólo
puede llevarse a cabo en un plano global.
Las instituciones no son co ntem plad as c o m o im perfecciones,
sino m ás bien c o m o organizaciones qu e apo rtan un a fo rm a de esta­
b ilid a d al sistema e co n ó m ic o . Relaciones de poder, asimetrías y re­
laciones de fuerza son colocadas en p rim e r pian o. Eso pro m ue ve el

18
estudio de la d is trib u c ió n de la renca entre las diversas clases sociales
o entre las diversas entidades que gozan de posiciones privilegiadas
c o m o los bancos o las grandes empresas, así c o m o el análisis de las
conexiones entre sectores y de las constricciones mesoeconóm icas.

R a c io n a lid a d razonable y ab so luta


E n la teoría neoclásica la racionalidad es absoluta e irrazonable. Los
agentes d isp o n e n de una in fo rm a c ió n y unas capacidades de cálculo
que son casi ilim itadas. La in tro d u c c ió n de un a in fo rm a c ió n defi­
ciente en ciertos m odelos neoclásicos n o hace sino resaltar a u n más la
increíble capacidad de los agentes para m anejar y o p tim iza r esta in ­
fo rm ación. Se trata de una hiperracionalidad, com o es el caso con la
hipótesis de las expectativas racionales de los nuevos clásicos y los
nuevos keynesianos.
Entre los heterodoxos la racionalidad es «procedim ental», para
em plear el concepto y el té rm ino que a c u ñ ó Herberr S im ó n (1976).
Los agentes o las instituciones tienen capacidades lim itadas en lo que
atañe a conseguir y m anejar la in fo rm a c ió n . Esta incapacidad va más
allá de la n o c ió n de in fo rm a c ió n im perfecta que m anejan los econo­
mistas neoclásicos, en v irtu d de la cual los agentes evalúan el tiem po
de búsqueda necesario para conseguir la cantidad de in fo rm a c ió n
ó p tim a . Según los heterodoxos, la in fo rm a c ió n o btenida es a m e n u ­
d o insuficiente y obliga a postergar la to m a de decisiones. C ua n to
m ás d ependa u n a decisión de las anticipaciones del futuro, tanto más
d ifícil de tom ar será, y para co lm o este m ism o futuro podría ir cam ­
b ian d o c o m o consecuencia de las decisiones que fuera to m a n d o el
sujeto decisor.
En este marco, lo más frecuente es que el agente se conform e con
un a so lu ció n satisfactoria, dado que nadie conoce la solución ópti-
m a, si es que tal cosa existe. En u n m u n d o así, ía gente se fija unas
normas* unas convenciones, unas reglas de c o m p o rta m ie n to , unos
hábitos, o se fía de los actores d o m in a n te s de su en torn o, que supone
m ejor inform ados; o incluso crea instituciones que perm iten d om e ­
ñar m ejor las consecuencias de la in ce rtid um bre. Las reglas de c o m ­
po rta m ien to a las que se pliegan los consum idores y los empresarios
no son arbitrarias, sino que son u n a respuesta racional a un entorno
c o m p le jo e incierto.

19
Producción y escasez
La definición tradicional de lo económ ico, inspirada en Lionel
Robbins, describe la economía com o la ciencia de la asignación ó p ti­
ma de los recursos escasos. Esta definición no es aplicable más que a
la escuela neoclásica.
En la teoría neoclásica la escasez regula el com portam iento de la
economía. Todo lo que es importante es necesariamente escaso y tie­
ne un coste de oportunidad. Los precios son índices de escasez. La
teoría neoclásica está construida sobre la base de una economía de
intercambio. Las hipótesis auxiliares que se presencan en los modelos
de producción sofisticados no sirven más que para preservar las con­
diciones y los resultados del intercambio puro. Los productores ac­
túan en una economía de intercambio glorificada, y no están ahí más
que para llevar a cabo operaciones de arbitraje.
En el campo de los autores heterodoxos es la noción de repro-
ducción la idea dom inante, y no la noción de escasez. Lo que pre­
ocupa a los heterodoxos es cóm o crear recursos e incrementar la pro­
ducción y la riqueza, como ya planteaban los grandes economistas
clásicos, como A dam Smith o Karl Marx, Las cuestiones esenciales
tienen que ver con la génesis de un excedente y con las causas del
crecimiento de la ocupación, la producción y el progreso técnico que
dan como resultado el alza del nivel de vida, cuestiones a veces abor­
dadas por los teóricos neoclásicos del crecimiento endógeno. D ado
que no se postula el pleno empleo de los recursos, es obvio que resul­
ta secundario el tema de su asignación, así que prima la cuestión del
grado de utilización. Lo usual es que la economía se encuentre en el
interior de la frontera de las posibilidades de producción, y esta mis­
ma frontera puede ser desplazada. N o siempre es necesario realizar
elecciones dolorosas. Mas incluso si se alcanza el pleno empleo de los
recursos y de la mano de obra, los postkeynesianos sostienen que
habrá innovaciones que moverán esta barrera natural. El problema
económico no es asignar los recursos escasos, sino más bien superar
la escasez cuando existe.

El presupuesto político: actitudes frente a los mercados


La lista de presupuestos no serfa completa si no se mencionara la
actitud de los economistas neoclásicos y la de los heterodoxos frente
al sistema de mercado. Incluso si algunos economistas neoclásicos

20
construyen modelos que demuestran que las economías capitalistas
basadas en un sistema de precios pueden desembocar en inestabili­
dades o producir resultados subóptimos, hay que reconocer que la
mayoría de ellos tienen un prejuicio favorable con respecto a los
mecanismos del mercado, la libre empresa y el laissez-faire. Si fuera
verdaderamente posible eliminar las imperfecciones que entorpecen
la libre competencia o la circulación de una información perfecta, la
perfecta flexibilidad de los precios perm itida llegar al mejor de Jos
m undos. En el plano práctico, eso se traduce en la tesis según la cual
una intervención del Estado puede a veces ser necesaria a corto pla­
zo, pero a largo plazo el ideal sería un m ínim o de intervención o de
legislación reguladora. El Estado es percibido como una fuente de
ineficiencias.
A esta confianza de los neoclásicos en los mecanismos de merca­
do y de la mano invisible se contrapone la desconfianza de los eco­
nomistas heterodoxos. Éstos, con énfasis diversos, ponen en cues­
tión a la vez la eficacia y la equidad de los mecanismos de mercado,
cuando existen de verdad. La iniquidad de los mercados es subraya­
da sobre todo por los economistas sociales, hum anistas y a n ti­
utilitaristas. Por otra parte, los mercados no pueden ser abandona­
dos a su suerte, pues no pueden autorregularse, como se vio en 2002
en el caso de fraudes financieros colosales de grandes empresas como
Enron o W orídcom . El mercado, m uy en especial el sistema finan­
ciero, debe ser vigilado y regulado por el Estado, al igual que debe
ser protegida por el Estado la propiedad privada que está en la base
del sistema capitalista.
Según los economistas heterodoxos, la competencia pura, favo­
rable para todos, no es más que una situación transitoria. La compe­
tición exacerbada lleva rápidamente a la constitución de oligopolios
o monopolios. Los gobiernos tienen que intervenir o tomar posicio­
nes en la arena de la economía privada, pues en caso contrario la
economía se vería abocada a una inestabilidad demasiado grande y a
un enorme despilfarro de recursos. El Estado tiene que gestionar el
mercado, al igual que debe gestionar la demanda global.

21
Los elementos postkeynesianos esenciales
Las principales corrientes del pensam iento heterodoxo com parten los
presupuestos indicados más arriba. Ahora bien, ¿cuáles son los ras­
gos que d isting ue n la escuela postkeynesiana de otros enfoques
heterodoxos?
Siete son las características que parecen peculiares de la corrien­
te postkeynesiana, al menos si dam os crédito a las panorám icas de
esta escuela (ElCHN ER y KREGEL, 1975; AREST1S, 1996; PALLEY,
1996), Las dos primeras son tal vez las esenciales: a saber, el prin ci­
pio de la dem anda efectiva y la consideración del tiem po histórico.
Estos dos elementos están presentes en todas las variantes de la es­
cuela postkeynesiana. Las cinco restantes son rasgos auxiliares que
em anan de los dos elementos esenciales antedichos o de los presu­
puestos heterodoxos. N o todos los postkeynesianos atribuyen a esos
rasgos la m ism a im portancia, y otras escuelas los adoptan en todo o
en parte.

El prin c ip io de la dem and a efectiva


El principio de la dem anda efectiva plantea que la producción se ajusta
a la dem anda. La econom ía es dirigida por la dem anda, y no por las
restricciones que dependen de la oferta y de las dotaciones existentes.
Este prin cipio se halla presente de manera indiscutible en el núcleo
de todas las corrientes postkeynesianas.
Verdad es que m uchos economistas reconocen la validez de este
principio, pero tan sólo cuando se traca del corro plazo. E n este mar­
co tem poral, tan to los econom istas marxistas c o m o los nuevos
keynesianos, por ejem plo, adm iten que la d em anda global regula el
nivel de producción y la renta nacional. Así que a corto plazo la eco­
n om ía es dirigida por la dem anda. En cam bio, tanto los economistas
marxistas com o los neoclásicos c o n tin ú a n sosteniendo que, a largo
plazo, la econom ía es dirigida por restricciones vinculadas a la oferta.
En los modelos neoclásicos de oferta y dem and a globales eso se
traduce en el hecho de que la oferta a largo plazo es un recta vertical:
la e conom ía no puede producir más, sea cual fuere el nivel de pre­
cios. En el marco del m o d elo de la curva de P hillips, el pre do m in io
del lado de la oferta se expresa en la verticalidad de la curva de Phillips
de largo plazo, fijada al nivel de la tasa natural de paro (o de la tasa
de paro con inflación estacionaria), que tiene un valor ú n ic o a pesar

22
de las fluctuaciones de la casa de paro efectiva. En el m odelo decre­
cim ie n to de Solow el crecim iento a largo plazo está lim itado por la
tasa de crecim iento de la población activa y la tasa de progreso téc­
nico, que se postulan com o variables exógenas. E n los modelos de
crecim iento marxistas, la tasa de crecim iento de largo plazo está de­
term inada por la tasa de ahorro sobre los beneficios y por el tipo de
beneficio norm al, siendo una y otra variables fijadas por el lado de
la oferta.
Lo que caracteriza a los economisras postkeynesianos es el recha­
zo a creer que los factores del lado de la oferta puedan constituir una
restricción ni siquiera a largo plazo. Para los postkeynesianos el prin­
cipio de la dem anda efectiva se aplica en todas las escaías temporales»
dado que la inversión determina causalmente el ahorro. Así pues, exis­
ten infinid ad de equilibrios posibles de largo plazo, que dependen de
las restricciones impuestas por la dem anda y de las instituciones en
presencia. Al final, los factores del lado de la oferta van a ajustarse.

El tiem po histórico d in ám ic o
A m e n ud o, los postkeynesianos plantean la dico to m ía entre «tiem po
histórico» y «tiem po lógico»», una distinción que se remonta a tos
escritos de Joan R o binso n (1984). El tiem po lógico es el que subyace
en el estudio de los puntos de equilibrio, cuando u n o no se plantea
c óm o se alcanzan estas situaciones. Se m odifica un parámetro, se
desplaza una curva de oferta o de dem anda, se descubre una nueva
intersección, se la bautiza con la expresión de «nuevo equilibrio» y se
com paran sus propiedades con las de Ja intersección previa. Sin pro­
blemas se podría rehacer el cam ino al revés. F,¡ tiem po carece de espe-
sor. El cóm o del tránsito de un pu n to de intersección a otro se deja a
oscuras.
Pero si tratamos con el tiem po histórico resulta que el tiem po no
es reversible. Puede ser extremadamente costoso y difícil darle la vuelta
a un a decisión ya ejecutada. Este es el caso, sobre todo, de las inver­
siones en nuevos equipam ientos, que son costes fijos. La verdadera
escasez es la del tiem po.
Según los postkeynesianos, tiene una im portancia prim ordial la
ruta que se tom a después de cualquier cam bio, puesto que la tenden­
cia a largo plazo no es más que el resultado de u n a sucesión de perío­
dos cortos (KALECKI, 1971 ,1 65 ). C o m o han dicho H aievi y Kriesler

23
Tabla 2. Elementos postkeynesianos significativos,
a parte de los presupuestos heterodoxos

Elementos esenciales
El principio de la Los efectos de la demanda predominan sobre
demanda efectiva los de Ja oferta, tanto a corto como a largo
plazo: es la inversión lo que determina el
ahorro, y no al revés.
El tiempo histórico Es preciso analizar la transición de un punto a
y dinámico otro y reconocer que las condiciones de la
transición pueden afectar al equilibrio final.
Elementos auxiliares
Los efectos nefastos Debido a los efectos sobre los ingresos, la
de la flexibilidad flexibilidad de los precios puede empeorar la
de los precios situación que se supone tendría que corregir.
La economía Los modelos deben tener en cuenta el hecho
monetaria de la de que Eos contratos son pactados en unidades
producción monetarias, que las empresas tienen deudas y
que las familias poseen activos, todo lo cual
impone determinadas restricciones financieras.
La incertidumbre El futuro es necesariamente diferente del
fu nd amen cal pasado; el futuro es imprevisible, pues las
decisiones actuales van modificando su
configuración.
Una microeconomía Esta microeconomía se apoya sobre unas
moderna y pertinente elecciones de carácter lexicográfico y sobre
unas curvas de costes en forma de L invertida
(véase capiculo 11).
El pluralismo de las La realidad es multiforme, lo que justifica la
teorías y de los presencia de variados métodos y ia existencia de
métodos. una multitud de teorías aparentemente rivales.

(3 991, 86), el análisis de largo plazo con tiem po lógico no es perti­


nente «si no puede especificarse un proceso de ajuste dinám ico cohe­
rente, proceso que tiene que describir el paso de una posición de equi­
librio a otra» sin que el tránsito influya sobre la posición final de

24
equilibrio, esto es, sin que haya dependencia en relación con la ruta
seguida». Ahora bien, en general, según los postkeynesianos, no existen
equilibrios de largo plazo independientes de la trayectoria seguida
durante la transición.
Los postkeynesianos ponen en primer plano la necesidad de cons-
truir modelos dinámicos que tengan en cuenta la evolución en el
tiem po de Jos stocks de activos físicos o de riqueza financiera, y que
puedan explicar las recomposiciones de la estructura productiva. He
aquí el tiem po dinámico.
Keynes y buen núm ero de autores postkeynesianos, com o KaJdor
o Hym an Minsky, plantearon hace tiempo que el equilibrio que po ­
día alcanzarse no era independiente de La ruta tomada. Estas ideas,
antaño juzgadas poco idóneas para la formalización, se encuentran
ahora en el centro de los últimos desarrollos matemáticos no lineales
construidos en torno a las nociones de histéresis, de dependencia del
cam ino adoptado, de la irreversibilidad y de los efectos de «bloqueo»
(« iock-in »), com o es el caso de la adopción del teclado QWERTY. Es­
tos conceptos im plican m uy a m enudo la existencia de equilibrios
múltiples. Sin duda, los postkeynesianos no tienen la exclusiva de
estas nociones, pero conviene resaltar que se hallan intrínsecamente
ligadas a su visión de cóm o funciona la economía.

Los elementos postkeynesianos auxiliares


C uand o los postkeynesianos pretenden caracterizar su escuela de pen­
samiento suelen mencionar tam bién otros cinco rasgos: la percep­
ción de la flexibilidad de los precios como factor desestabilizador,
una economía monetaria de producción, la incertidumbre fundam en­
tal, una m icroeconom ía moderna y pertinente, y la pluralidad de
aproximaciones teóricas. En el próximo capítulo discutiremos los fun ­
damentos microeconómicos.
Los postkeynesianos im pu gn an el papel que en la teoría neo­
clásica se concede a los precios relativos. Ante todo restringen el
ám b ito del «efecto sustitución» (en virtud del cual las elecciones de
los consumidores y de Jos productores dependen de la evolución de
los precios relativos), y atribuyen mayor peso al «efecto renta» {la
evolución de los diversos agregados se explica en mayor m edida por
las fluctuaciones de los ingresos y los cambios técnicos). Creen que
la flexibilidad de los precios puede ser desestabilizadora. Mientras

25
que los autores neoclásicos afirm an que la caída de los salarios n o ­
minales y reales contribuye a enderezar la econom ía hacia el pleno
em pleo, los postkeynesianos piensan, por el contrario, que la flexi­
b ilid ad de los salarios nom inales y los salarios reales va a empeorar la
situación, dado que va a reducir la dem anda efectiva al d is m in u ir el
poder de com pra de los trabajadores y al aum entar la carga de las
deudas de los empresarios.
Dichas deudas constituyen una característica ineludible de las
economías monetarias de producción. Las economías modernas se
apoyan en la existencia de contratos estipulados en unidades m o ne­
tarias corrientes, com o dólares o euros, y no en unidades de produc­
to. Las familias no poseen directamente los activos físicos utilizados
por las empresas; conservan más bien activos financieros, y su mayor
o m enor disposición a renunciar a los activos menos líquidos puede
provocar crisis.
El m otor de la econom ía postkeynesiana es el gasto en inversión.
Este gasto es decidido por los empresarios, con independencia de las
decisiones de ahorro de las familias. El papel de los bancos es prim o r­
dial, pues son ellos quienes sum inistran los adelanros requeridos por
las empresas para llevar a cabo la producción. Los postkeynesianos
o pin an que el sistema bancario concede créditos a todos los empresa­
rios potenciales con solvencia. Esca reputación de solvencia depende
sobre todo del grado de endeudam iento de la empresa. Ése es el p rin ­
cipio del riesgo creciente de Kalecki, cuya incidencia es considerable.
La cuantía de los créditos y su coste en intereses variarán según la
economía se halle en expansión o en recesión. Eso se plasma en la
preferencia por la liquidez de los bancos.

La incertidum bre radical


La preferencia por la liquidez se asocia a m e n u d o con la incertidum-
bre radical, subrayada por Keynes y Franz Knighr. La in c e rtid um ­
bre radical es un género diferente del riesgo probabilizable de las
teorías neoclásicas. E n el caso de la incertidum bre radical no vale
aplicar el cálculo de probabilidades, pues no se conocen ni las pro­
babilidades que tendrían que asignarse, ni el c o n ju n to de estados
posibles del universo de referencia. El futuro distante es im previsi­
ble. Lo que cuenta entonces es la confianza del decisor, sus «espíri­
tus animales».

26
El concepto de incertidum bre radical se halla obviamente vin c u ­
lado a las nociones de tiem po histórico y de una racionalidad razona­
ble, ligada a u n conocim iento lim itado. En el tiem po histórico el
futuro no puede ser igual al presente o al pasado. En términos técni­
cos tom ados de la física, el m u n d o es no ergódico. lo que significa que
las medias y las fluctuaciones observadas en el pasado no se repetirán
de manera idéntica para cada lapso temporal (DAVIDSON, 1988).
Cada decisión crucial, según la definición forjada por G . L. S. Shackle,
destruye los procesos ergódicos que pudieran haber existido hasta el
m o m e n to en que se adoptó dicha decisión.
El rasgo de no ergodicidad relativiza las previsiones que pudieran
derivarse de los análisis estadísticos o de los estudios econométricos.
O sea, es poco verosímil que las regularidades observadas se repitan
en el futuro.
Los economistas postkeynesianos más fundamentaüstas, com o,
por ejem plo, Davidson y Minsky, opinan que la incertidum bre radi­
cal pone en cuestión toda la teoría neoclásica. En efecto, a pesar de
que la incertidum bre radical sea omnipresente, los autores neoclásicos
hacen co m o si no existiera y c o ntin úan echando m ano del cálculo de
probabilidades. Si no lo hicieran, com o ha planteado sin rodeos un
autor galardonado con el premio N obel, R o b e n Lucas, el razona­
m iento económ ico neoclásico n o tendría n in g ú n valor (citado en
ARENA y T o r r e , 1992, 15). Parece adecuada la réplica de Davidson
(1984, 572) de que ¡más vale estar aproximadam ente en lo cierro
que no incurrir en falsedad con precisión!
Algunos creen que la noción de incertidum bre roza el nihilism o,
si se afirma, por ejem plo, que, puesto que el futuro no puede ser
idéntico al pasado, es imposible saber si tal o cual política económica
tendrá los efectos previstos. U n p u n to de vista contrario estriba en
afirmar que, salvo en período de crisis, la incertidum bre crea ciertas
continuidades, puesto que los agentes o las instituciones van a m o d i­
ficar poco su com portam iento ante fluctuaciones de cualquier tipo,
precisamente a causa de sus titubeos al encarar una inform ación im ­
perfecta.

27
Las diversas te n de n cias de la escuela po stke yn e sian a

El pluralism o de las ideas y de los métodos


La realidad es m ultiform e. Esto explica que los economistas hetero­
doxos, que adoptan una epistemología realista, acepten gran varie­
dad de teorías y de enfoques. Según D ow (2001), ésa es en particular
la situación en el ám bito de la economía postkeynesiana. Bien es ver­
dad que la abundancia de teorías y enfoques representa una ventaja y
tam bién un inconveniente, dado que las numerosas tendencias teó­
ricas o incluso metodológicas crean a veces la impresión de falta de
coherencia, com o han reprochado a los postkeynesianos e, incluso,
algunos simpatizantes (WAl.TERS y YOUNG, 1999).
La últim a característica de la economía postkeynesiana es, pues,
su pluralismo, pluralismo de ideas y de enfoques. Los postkeynesianos
aceptan gustosamente las contribuciones procedentes de otras escue­
las, com o, por ejemplo, la de los economistas humanistas en el á m b i­
to de la teoría del consum idor o la de los economistas institucionalistas
en el ám bito de la teoría de la empresa.
U n poco al estilo de los «regulacionistas» franceses o los econo­
mistas de los acuerdos tácitos, los postkeynesianos se nutren en n u ­
merosas fuentes económicas (Marx. Keynes, Kalecki, Kaldor. Leontief,
Sraffa, Veblen, G a lb ra n h , Andrews, Georgescu-Roegen, Hicks,
Tobin), y se inspiran en numerosas disciplinas (sociología, historia,
economía política), dando por descontado que la verdad se encuen­
tra bajo formatos diversos. Todos los métodos, canco formales como
literarios, son aceptables.

Fundamentalistas, sraffianos y kaleckianos


La escuela postkeynesiana está lejos, pues, de formar un todo ho m o ­
géneo. En el seno de esta corriente de pensamiento se distinguen, a
veces, tres tendencias: los fundamentalistas, los kaleckianos y los
sraffianos (H/\MOUDA y H a RCOURT, 1988). Los fundamentalistas,
a cuya cabeza está el norteamericano Paul Davidson (1992). se inspi­
ran más directamente en Keynes. Ponen énfasis en la incertidumbre
radical, el dinero, la preferencia por la liquidez, la inestabilidad fi­
nanciera. así como sobre los aspectos metodológicos. Los fundam en­
talistas creen que la teoría postkeynesiana es más general que la teo­
ría neoclásica y, para demostrarlo, están dispuestos a aceptar incluso

28
¿UN P R E M IO N O B E L POST K EYN ESIA N O ?

Muchos economistas juzgan que Desde hacía más de una década,


Joan Robinson y Nicholas Kalcfor, Vickrey participaba en rodos los se­
fallecidos respectivamente en 1983 minarios de verano organizados por
y 1986, habrían merecido ser galar­ el más egregio representante de la
donados con el premio Nobel de corriente fundamentaltsta postkey-
economía. Pero otro economista nesiana, Paul Davidson.cofundador
postkeynesiano ha obtenido efecti­ (con Sidney Weintraub, su antiguo
vamente el premio Nobel: se trata profesor) delJournalofPost Keynestan
deW illiam Vkkrey. Este estadouni­ Economía. Vickrey (1997) sostenía
dense, nacido en Canadá, fue pre­ que las economías contemporáneas
miado en 1996 por sus trabajos an­ padecían una insuficiencia estructu­
teriores, de factura ortodoxa, sobre ral de la demanda global, y por tan­
el papel de la información, Murió to la plena ocupación requería sus­
tres días después de haberse anun­ tanciales déficits públicos. Vickrey
ciado su premio Nobel. Prcvisi- se oponía explícitamente a las res­
blemente, los miembros del jurado tricciones sobre los déficits presu­
hubieran quedado estupefactos al puestarios europeos impuestos por
escuchar su discurso de aceptación. el Tratado de Maastricht.

ciertas hipótesis dudosas de los neoclásicos, com o la hipótesis de los


rendimientos decrecientes.
Los srafFtanos se inspiran, como puede suponerse, en los trabajos
de Piero Sraffa, e indirectamente en Marx. Se interesan, sobre todo,
por los asuntos relacionados con Jos precios relativos, la elección de
técnicas y las interdependencias inherentes a la circularidad peculiar
de un sistema de producción multisectorial que genera un exceden­
te. Los trabajos de esta corriente tam bién se han ocupado de asuntos
intrincados com o la producción conjunta (por ejem plo, la carne y la
lana de los carneros), la m edición del capital fijo o la determinación
de un patrón invariable de valor. Estos asuntos, notablemente técni­
cos, suscitaron un gran interés en la década de los setenta por dos
motivos: por un lado, los trabajos sraffianos invalidaban la teoría
neoclásica de la distribución (BENETTI, 1976; PASINETTl, 1975);
por otro, ponían en cuarentena Ja versión esquemática estándar de la

29
teoría marxista del valor trabajo (STEEDMAN, 1977). C o n to d o y
con eso, el m o d elo de Pasinetri (1993) puede ser considerado c o m o
el arquetipo de u n a teoría sofisticada del valor trabajo.
Los restantes postkeynesianos pueden subsumirse bajo el título
de kaleckianos (entre ellos los más conocidos son sin d u d a M a lc o lm
S a w y e ry A m it B haduri). Se inspiran en Kalecki y, por tanto, in d ire c ­
tam ente en M arx (la parte de la obra de M arx referente al pro b le m a
de la realización de los beneficios), pero tam bién en K aldor y en los
¡nsmucionaliscas. Los kaleckianos son m u y eclécticos (KJNG, 2002,
219). Se ocupan tanto de los problem as m icroeconóm icos de fija­
ción de los precios com o de los grandes agregados m acroeconóm icos,
así c o m o de las re la c io n e s fin a n c ie r a s m e s o e c o n ó m ic a s . Los
kaleckianos no creen que sus teorías sean más generales que las teo­
rías neoclásicas; piensan sim plem ente que son más realistas y que se
aplican a un m ayor n úm e ro de industrias.
Sea co m o fuere, varios autores po d rían ubicarse en cualquiera de
los grupos, en especial los más eclécticos de todos, Alfred E ich n er
(1987) y Edw ard N ell (1998). Las divergencias más agudas se dan
entre fundam entalistas y sraffianos (ARENA, 1992). Estas divergen­
cias de o p in ió n atañen, sobre todo, a la crítica de la e c o n o m ía neo­
clásica. Los fundam entalistas o p in a n que la teoría neoclásica es falsa
porque o m ite la in ce rtid um bre radical, la inestabilidad de las a n tic i­
paciones y las parrícularidad de un a e con o m ía m onetaria de p r o d u c ­
ción m onetaria; los sraffianos, por su parte, creen que es la parte «real»
de la teoría neoclásica la que es errónea, puesto que sus m ecanism os
de ajuste se apoyan en la existencia de precios de los factores (salario
real, tipo de interés real) que reflejan la escasez, lo que n o es el caso
en general, según los sraffianos. S in em bargo, fund am e ntalistas y
kaleckianos, c o m o explicó R o b in so n (19 84), piensan que esta crítica
es esencialmente una crítica interna a la teoría neocJásica y tiene poco
interés desde u n p u n to de vista heterodoxo, dado que desdeña el tie m ­
po histórico.

¿Qué corrientes excluir o favorecer?


A lg un o s panoram as recientes de la teoría postkeynesiana excluyen a
los econom istas sraffianos ya que consideran que los temas y los m é ­
todos de este colectivo están dem asiado alejados de las otras varian ­
tes de la escuela postkeynesiana. S in dar realce a los temas específi-

30
cam ente abordados por los sraffianos, prefiero incluirles en m i lista­
do de postkeynesianos. En p rim er lugar a causa de los vínculos his­
tóricos y am istosos que existen entre los sraffianos y las otras co­
rrientes postkeynesianas, pero ta m b ié n por el hecho de que, cu a n d o
los sraffianos se o c upa n de asuntos m acroeconóm icos más concre­
tos, p ro p o n e n m odelos de parecido tenor a los propuestos por otros
postkeynesianos.
Y, c u a n d o se dejan a u n lado las aportaciones críticas y se exam i­
nan las contribuciones en positivo de las diferentes corrientes, es fácil
percibir que hay un notable consenso, sobre to d o en lo que concier­
ne al papel desem peñado por el p rin c ip io de la d e m a n d a efectiva
(K lN G , 1995, 244-245). Por e jem plo, el m o d e lo de ocupación del
sraffiano G a ry M o n g io v i (19 91), centrado en la d e m a n d a efectiva,
ofrece resultados similares a los del m o d elo kaleckiano (capítulo IV),
al igual que el m odelo de crecim iento del sraffiano H e in z K.urz(1994),
tam bién centrado en el p rin c ip io de la de m a n d a efectiva, es en reali­
dad una variante del m odelo de crecim iento kaleckiano (capítulo V).
Adviértase, por otra parte, que, en su estudio sobre las conexiones
existentes entre las tres corrientes, D u t t y A m ad e o (1990) hablan de
«neorricardianos keynesianos».
Las semejanzas son ta m b ié n llamativas en el caso de diversas con­
tribuciones que tratan de la form a de las curvas de costes de las e m ­
presas (com párense los trabajos sraffianos de R o n ca g lia [19951 y
S chefold [1997, cap. xvil] con el c o nte n id o del capítu lo II), o de
c ó m o fu n c io n a un a econom ía m onetaria. Los sraffianos co m o C ario
Pánico (19 88), al igual que los fundam entalistas o los kaleckianos,
juzgan que el dinero es e ndóg eno y que los bancos centrales no pue­
den controlar más que los tipos de interés a corto plazo (capítulo III).
M is aun, un sraffiano co m o R o n ca g lia (2003) ha propuesto u n aná­
lisis del precio de los recursos naturales que n o se apoya para nada en
la n o c ió n de escasez, sino que recurre a factores c o m o la incertidum -
bre radical y el ritm o de cam b io técnico, que son ideas típicam ente
postkeynesianas.
Los siguientes capítulos dan algo más de realce ai enfoque kaleckiano
que al enfoque fundam entalista por diversos motivos. En primer lu­
gar, el m o d elo kaleckiano ofrece una presentación clara, realista y co­
herente del principio de la dem and a efectiva. El grado de formalización
que requiere es el ideal para los lectores del presente libro, por lo que

31
constituye, de hecho, el antídoto buscado contra el -pensamiento ú n i­
co». Después, porque el m odelo kaleckiano es extremadamente flexi­
ble y además ya ha demostrado que era fecundo: constituye una refe­
rencia c o m ú n , a partir de la cual los economistas de diversas escuelas
(marxistas, sraffianos, estructuráis tas, regulacionistas) discuten y cons­
truyen variantes. Finalm ente, a pesar de estar particularmente bien
adaptada para las investigaciones empíricas, la corriente kaleckiana es
en Francia, en España y en la Am erica Latina la menos conocida de las
tres corrientes postkeynesianas. y merece mayor difusión, Pero siguiendo
el talante kaleckiano, intentaré ser ecléctico y me ocuparé en especial
de los temas que inquietan a las corrientes postkeynesianas en bloque.

¿ P O S T K E Y N E S IA N O S O N U E V O S K E Y N E S IA N O S ?

En l’I seno de la escuela neoclásica se que éstas son imperfecciones que


lia desarrollado una corriente un tan­ amplifican las fluctuaciones econó­
to contestataria, la corriente de los micas; la consecuencia que se deriva
«nuevos keynes ianos». ¿Qué relacio­ de esta concepción es que sus reco­
nes liay entre los nuevos keynesianos mendaciones de política económ i­
y los postkeynesianos? N o es fácil ca son parecidas a las de los nuevos
zanjar este asunto (véase Arena y clásicos. Los nuevos keynesianos del
Torre [1992] y Rotheim [ 1998]). En tipo dos, entre los que destaca Sti-
un primer estadio se puede afirmar gjitz, se proponen explicar las rigi­
que los nuevos keynesianos c o m ­ deces reales, usualmente a base de
parten la tradición neoclásica, pues postular la presencia de una infor­
emplean los mismos titiles que sus mación imperfecta y asimétrica. A
colegas, los nuevos clásicos. Pero la su juicio, la flexibilidad de los pre­
corriente de los nuevos keynesianos cios o de los salarios no ayuda para
no constituye de ningún modo una nada a corto plazo. Finalmente, los
escuela unificada, como tampoco es nuevos keynesianos del tipo tres
e! caso para la escuela posikcyne- construyen modelos con equilibrios
siana. múltiples o que se autorrea!izan, re­
Sepueden distinguirtres corrien­ lacionados con la existencia de pro­
tes principales. Los nuevos keyne­ blemas de coordinación. Eüesta ter­
sianos del tipo uno se proponen ex­ cera variante, aunque se inspire en la
plicarlas rigideces nominales y creen teoría del equilibrio general, la que

32
se halla más cerca de la teoría post- precisamente Steve Fazzari, al que
keynesiana, en la medida en que en algunos sitúan entre los nuevos key-
genera! pone en duda la existencia nesianos, cuando en realidad es un
de una tasa natural de paro o de una economista kaleckiano.
tasa de crecimiento narur.il y única De todos modos, los posrkey-
(V an E es y G a r r f t s f n , 1993). nesianos y los nuevos keynesianos
F.sta convergencia de visiones difieren netamente, si se analiza el
también se da en el ám bito de los diverso papel desempeñado por la
trabajos de economía aplicada, por restricción de la demanda efectiva
ejemplo, en los trabajos sobre la po­ en los modelos peculiares de cada
lítica monetaria y la función de in­ grupo. Para los postkeynesianos este
versión. Actualmente, las investiga­ papel es predominante y esencial,
ciones de este género suelen dejar como hemos señalado más arriba;
mucho protagonismo a las restric­ para los nuevos keynesianos la de­
ciones de liquidez, siguiendo la es­ manda global es en general exógena
tela marcada por Kalecki. Uno de y los racionamientos se producen
los especialistas de este campo es por el lado de la oferta.

33
II. UNA MICROECONOMLA HETERODOXA

La microeconomfa neoclásica se halla estrechamente ligada al margi-


nalismo y al principio de la utilidad marginal decreciente. Cuanta más
cantidad tengamos de un recurso cualquiera, tanta menor será la u ti­
lidad adicional que este recurso va a proporcionarnos. Mientras que la
im portancia que se atribuye a un bien se deriva de la utilidad total, en
cambio, el precio de cada dosis no depende más que de la utilidad
adicional que va a obtener el consum idor. Ése es el principio de la
utilidad marginal, y m arginalismo la doctrina que postula estas tesis.
Los primeros neoclásicos calcaron su teoría de la producción a
partir de la teoría del consum idor. El principio de los rendim ientos
decrecientes es un copia del prin cipio de la u tilid ad marginal decre­
ciente. Esos paralelismos que maravillan tanto a los estudiantes no
son leyes naturales; consrituyen tan sólo una creación intelectual de
los primeros neoclásicos* que andaban en pos de simetrías.
La teoría postkeynesiana rechaza canto las curvas de indiferencia
com o las isocuantas convexas neoclásicas, con sus famosas curvas de
costes en form a de U. Las motivaciones que explican el comporta-
mienco de los consumidores y de los empresarios son m uy diferences
a las postuladas por los autores neoclásicos.

La te o ría de la e le c c ión d el c o n s u m id o r

La teoría postkeynesiana del consum idor se alim enta de numerosas


fuentes, en especial de los trabajos de psicólogos, sociocconomistas,
institucionalistas, especialistas en marketing, y de ciertos economis­
tas que van por libre, com o N icholas Georgescu-Roegen (1970) o

35
Herbert S im ón y su escuela behaviorisia. De hecho, Drakopulos
(1992) ha mostrado que el mismo Keynes podría ser incluido entre
los adeptos a esra teoría alternativa del consumidor. Dicha teoría no
se apoya en un enfoque axiomático, sino en unos principios que dan
razón de los comportamientos observados.
Antes de enunciar los principios sotenidos por los postkeynesianos,
conviene recalcar la diferencia entre necesidades y deseos. Los autores
neoclásicos modernos suelen equiparar estas nociones, algo que no
hacían sus predecesores como Alfred Marshall o Karl Menger. Las
necesidades pueden ser objetivamente clasificadas y jerarquizadas,
mientras que los deseos se configuran a partir de las necesidades y se
concretan en «diferentes preferencias en el marco de una categoría
com ún o de determinado nivel de necesidad» (LUTZ y LUX, 1979,
21). Esa distinción puede ilustrarse así: la sed es una necesidad; la
elección entre una fanta y una cola es un deseo.

Tabla 3. Los siete principios de la teoría postkeynesiana


del consum idor

Racionalidad El consumidor se rige por hábitos, por


procedimemal (Simón) reglas de comportamiento no compensadoras,
por atajos.
Saciedad Más allá de un umbral finito, la necesidad
(Georgescu-Roegen) queda satisfecha, y consumir más unidades no
aporta ninguna satisfacción.
Separación (Lancastcr) El consumidor subdivtde sus elecciones o sus
necesidades en diversas categorías, débilmente
relacionadas unas con otras.
Subordinación Las necesidades son a menudo jerarquizadas,
(Georgescu-Roegen) y subordinadas unas a otras.
Crecimiento F.l tiempo y el aumento de los ingresos
(Georgescu-Roegen permiten pasar de una necesidad » otra de
y Pasinecci) forma escalonada.
Dependencia Las necesidades están influidas por la
(Galbraith) publicidad, las modas, los grandes personajes,
la cultura, la familia, los amigos...
Herencia Las elecciones de hoy están condicionadas por
(Georgescu-Roegen) las elecciones de ayer.

36
Siete principios que gobiernan la conducta del consum idor
C o n vistas a comprender el com portam iento de los consumidores,
pueden señalarse los siete principios que se resumen en la tabla an­
terior.
El primer principio, el de la racionalidad procedimemal, retoma
uno de los cuatro presupuestos de las teorías heterodoxas. Se ha com ­
probado que la gran mayoría de las decisiones de los consumidores
son espontáneas y se basan en rutinas o en elecciones que no atien­
den a más de uno o dos criterios. Por ejemplo, a la hora de elegir un
tresillo, poder escoger entre muchos colores no compensará, en ge­
neral, una calidad de la tapicería inferior a la apetecida por el com ­
prador. Los hogares no aquilatan todas las opciones posibles, salvo
para ciertas compras significativas. Eso permite, por otra parte, to­
mar las decisiones necesarias de forma rápida.
Además, los consumidores se fijan a menudo unos umbrales, lo
que puede condensarse en el principio de la saciedad de las necesida­
des. Más allá de este umbral, el bien no aporta ninguna satisfacción.
Este principio se parece al principio neoclásico de la utilidad margi­
nal decreciente, que afirma que las sucesivas dosis de un bien apor­
tan cada vez menos satisfacción. Pero, en contra de lo que dice el
principio neoclásico de no saturación, el principio postkeynesiano
de saciedad asevera que se alcanzará, para un precio positivo del bien
y una renta finita del consumidor, un umbral de saturación.

La separación de las necesidades. Los dos principios siguientes son los


más importantes, por sus considerables repercusiones. El principio
de la separación de las necesidades afirma que las necesidades o las
categorías de los gastos de consumo pueden ser claramente distin­
guidas unas de otras.
Si fuera obligatorio que el consum idor asignara sus ingresos te­
niendo en cuenta todos los precios y todos los bienes de consumo
posibles, se enfrentaría a una tarea colosal. Para paliar esta com pleji­
dad, los consumidores toman una serie de decisiones que simplifican
y fragmentan la tarea. Asignan diferentes presupuestos a las diversas
partidas de gasto (alimentación, vestido, vivienda, transportes, ser­
vicios, ocio) y, a continuación, dentro de cada partida (o en el ám b i­
to de cada necesidad) evalúan las diferentes subeategorías o sus de­
seos, con independencia de las demás partidas. De esta manera se

37
configura un haz de gastos* con diversas bifurcaciones en las que cada
ramal representa una partida o una subclase de gastos.
Las variaciones de precios relativos en el seno de los bienes de
una misma partida de gastos no tendrán, por tanto, ninguna influencia
sobre las decisiones que van a tomarse en lo que se refiere al gasto en
otras partidas. Estas variaciones de precios sólo tendrán im pacto so­
bre las subcacegorías de la partida de referencia. Así, un descenso en
el precio de las camisas tendrá quizás un im pacto sobre la dem ada de
pantalones, pero no tendrá nin g ún im pacto sobre la dem anda de ser­
vicios de odontología. Únicam ente la subida del coste global de los
componentes de una partida de gastos podría tener un im pacto sobre
la asignación arribuida a las otras grandes partidas. Por ejem plo, un
alza del coste global del vestido podría acarrear una d is m in u ció n de
los gastos en alim entación.
E n realidad, los estudios empíricos han demostrado claramente
que tas grandes partidas de gasto tienen unas elasticidades de precio
extremadamente débiles (entre -0,003 y -0,072, según un o de estos
trabajos) y unas elasticidades de precio cruzadas próximas a cero (in­
feriores a 0,02 en más de 30 casos registrados sobre 36) (ElCHNER,
1987, cap. Vil), D ic h o de otro modo* los efectos de sustitución entre
las grandes partidas de gasto son prácticam ente nulos. Los efectos de
sustitución, que desempeñan un papel tan im portante en la teoría
neoclásica, no son corroborados a efectos prácticos más que en el
caso de confrontación entre productos similares (por ejem plo, en el
caso de zumos de fruta frente a refrescos con gas).

La subordinación de las necesidades. Los efectos sustitución aún que­


dan más encogidos cuando se atiende al cuarto p rin c ip io , el de la
subordinación de las necesidades. Este p rin cipio se asocia a m enudo
a la pirám ide de las necesidades, o a la jerarquía de necesidades, de
A braham M aslow (según la gradación: necesidades fisiológicas, m a­
teriales, de lujo, sociales, morales). En este caso la distrib ución del
presupuesto se hace según una secuencia com pletam ente jerárqui­
ca: en prim er lugar se cubren las necesidades esenciales, hasta que se
hallan saturadas; después de eso se to m an en consideración las par­
tidas de gastos discrecionales, según un orden de prioridades bien
definido. En tal caso se dice que las elecciones siguen un «orden
lexicográfico».

38
Según este principio, ia utilidad no puede ser represen rada por una
m agnitud unidim ensional. Si la utilidad existej tiene que ser represen­
tada por un vector, cada uno de cuyos componentes está vinculado a
una necesidad. Se trata de lo que Georgescu-Roegen (1970} llam ó el
principio de irreductibilidad , que tam bién podría denominarse princi­
pio de inconmensurabilidad. Pues no hay ningún arbitraje posible en­
tre bienes situados en partida* principales distintas. N o es posible nin-

LOS P O S T K E Y N E S IA N O S Y EL O R D E N L E X IC O G R Á F IC O

A pesar de que los postkeynesianos los bienes por sí mismos. Cada bien
no han estudiado de manera siste­ posee un vector de características,
mática la teoría del consumidor, se de manera que el conjunto de bie­
pueden encontrar indicacionesy su­ nes puede modelizarse como una
gerencias en los autores más cono- matriz de consumo. Si la matriz es
cidosyprolíficoscomojoan Robin- descomponible, eso significa que a
son (1972), Luigi Pasinetti (1984), cada grupo de características te co­
Edward Nell (1992, cap. XVII). rresponde una necesidad. Es la ilus­
Alfred Eichner (1987. cap. IX) o tración del principio de separación
Philip Arestis (1992, cap. V), Los de las necesidades, aceptado tam­
trabajos más meritorios son los de bién por ciertos autores neoclá­
Peter Earl (1983). Se puede encon­ sicos.
trar una presentación de cinco de Para pasar al principio de subor­
tos siete principios en Lavoie (1992, dinación. es preciso introducir una
cap. I!) y una presentación formal elección de carácter lexicográfico»
del orden lexicográfico en Drako- que ordena los grupos de caracte­
poulos (1994). rísticas según un orden de priori­
Si fuera necesario formalizar los dades. El mismo Lancaster (1971,
principios de separación y desubor­ p. 154) propuso una combinación
dinación de las necesidades, buen de ese estilo, que llamó ^dominan­
número deeconomistas posrkeyne- cia», aunque casi no creía en ella;
sianos estarían dispuestos a utilizar en cam bio, Ironm onger (L972)
la noción de características pro­ propuso en consonancia con dicha
puesta porKelvin Lancaster(1971). hipótesis una combinación de ese
Según Lancaster, los consumi­ género. Todo eso ha sido examina­
dores están interesados en las ca­ do con rigor y detalle en la tesis doc­
racterísticas de los bienes y no en toral de Jean Arrous (1978).

39
guna sustitución entre estas diferentes partidas de gastos. Los axiomas
de Ajquímedes y de sustitución bruta, tan esenciales para la teoría
neoclásica, que postulan que «todo tiene un precio» y que todo bien
puede ser sustituido por otro, no se sostienen. Las únicas sustituciones
posibles operan en el seno de las grandes partidas de gastos.

Crecimiento, dependencia y herencia. Si admitim os que hay hay una


jerarquía de las necesidades, ¿cómo se ha constituido esta jerarquía y
cóm o se pasa de una necesidad a otra? Los principios de crecimiento,
dependencia y herencia ayudan a contestar a esta pregunta. El prin­
cipio de crecimiento plantea que los hogares van rrepando hacia la
cima de la pirámide de las necesidades a medida que crecen los ingre­
sos percibidos. El «efecto renta» es lo que explica la evolución en el
seno de esta pirámide. Se presume que en la cima de la pirámide se
encuentran las necesidades morales, uno de cuyos ejes son las consi­
deraciones medioambientales.
¿C óm o se realiza el aprendizaje de las necesidades? Las elecciones
y la evolución de las necesidades son influidas por la sociedad que
nos rodea y por las modas que alientan los creadores de imágenes y
los departamentos de márlceting. Se trata de lo q ue Galbraith (1961)
denom inó el «efecto de dependencia». Los consumidores observan a
los demás miembros de la sociedad, y procuran im itar a los persona­
jes más famosos o a aquellos que consideran com o referentes socia­
les. El principio de la dependencia de las necesidades se plasma tam­
bién en el consumo de ostentación, que está dirigido hacia los otros
y no hacia uno mismo, com o bien pusieron de manifiesto Veblen y
sus discípulos.
Existe asimismo otro efecto de dependencia, más peculiar del in ­
dividuo, que se vincula al principio de herencia. Se trata de un hecho
bien demostrado en el campo d é la psicología experimental. En con­
creto, las elecciones no son independientes de la secuencia en que se
han ido haciendo. Las elecciones regidas por la costumbre se sitúan en
el dom inio de la herencia, estudiado por Georgescu-Roegen. La satis­
facción que se deriva de una experiencia particular depende de las
relaciones habidas en el pasado, de la duración y la intensidad de estas
experiencias pasadas, y del lapso temporal que transcurrió desde en­
tonces. El principio de herencia es la aplicación de la noción de tiem­
po histórico a la economía del consumidor. Las elecciones pasadas

40
REMÉ ROY, EL P R IM E R T E Ó R IC O D EL E N F O Q U E
POS T K EYN ESIA N O D EL C O N S U M O

Rene Roy, profesor en la École des el conjunto de los bienes y servicios,


ponts etchaussées y colega de Maurice una clasificación en grupos, de ma­
Aliáis, publicó en 1943 un artículo nera que un consumidor no acceda
notable por su lucidez, «La hiérarchie a un grupo de un determinado or­
des besoins et la nocion de groupe en den más que después de haber alcan­
économie des choix», en la revista zado la saciedad de las necesidades
Econometrica, y que había propues­ referentes a los grupos de las catego­
to en 1940, En esce trabajo Roy de­ rías inferiores.
sarrollaba varios de los elementos (...) En lo que se refiere especial­
constituyentes de una teoría alterna­ mente a los fenómenos de consu­
tiva del consumo, sobre todo los tres mo. pensamos en ftn de cuenta que
principios de saciedad, separación y la noción de urgencia en la satisfac­
subordinación, como revela el si­ ción de las necesidades humanas
guiente pasaje. Sus «grupos» equiva­ tiende a crear una escala de los bie­
len a nuestras «panidas de gastos». nes de consumo que pueden ser así
«Los grupos de los que se trata se clasificados engrupos.mienrrasque
conciben (...) teniendo en cuenta el la noción de gusto se manifiesta en
hecho de que antes de pasar a consu­ et interior de cada grupo, al fijarse
mos de orden superior en la jerar­ la elección de cada consumidor so­
quía de las necesidades, cualquier bre los artículos que responden a sus
persona dedica su i ngreso, en primer preferencias personales.
lugar, a la adquisición de los bienes (...) Es tan sólo en el interior de
o servicios que le son indispensables cada grupo que los niveles respecti­
para subsistir en las condiciones im­ vos de los diversos precios, en com­
puestas por su naturaleza física, el binación con los gustos individua­
clima, las particularidades de su vi­ les, orientan las demandas hacia tal
vienda y las constricciones sociales. o cual artículo, por el mecanismo
De ahí que sea posible establecer, en de la sustitución.»

vana influir sobre las elecciones fururas. Es el fenómeno de la histéresis.


El equilibrio de hoy depende del sendero que se tom ó ayer. La elec­
ción inicial de una particular consola de juegos (Xbox, por ejemplo)
convertiría en inútil la ulterior adquisición de un lector DVD.

41
JEAN A N O U IL H , U N R E F IN A D O EX P E R T O
EN E L E C C IO N E S L E X IC O G R Á F IC A S

Jean A nouilh (1910-1987) es au­ Messerchmann: -Eso me parece


tor dramático con abundante pro­ salirse del precio... Me cae usted
ducción* al tiempo que un notable muy simpática y estoy dispuesto
analista del comportamiento huma­ a ser m uy generoso. ¿Cuánto
no. En el fragmento que se repro­ quiere usted?
duce a continuación, relata la con­ Isabel: -Nada, señor.
versación entre Messerchman, un Messerchmann: -Es demasiado
fabricante adinerado, e Isabel, una caro.
joven bailarina encantadora, pero {L’invitation au cháteau, 1951,
pobre, Messerchman está dispues­ acto [V)
to a pagar para que abandone el cas­
tillo, pues la presencia de Isabel El texto precedente ilustra una
eclipsa la de su hija, que está ena­ elección lexicográfica. C u a n d o
morada del señor del castillo. Messerchmann pregunta a Isabel
qué cantidad de dinero haría taita
Messerchmann: -¿Cuánto quie­ para convencerla de abandonar el
re usted para marchar y no verle castillo, ésta responde «Nada*. Se
otra vez? trata de una puja de protesta. Su par­
Isabel: -Nada, señor. No pensa­ tida no está en venta. Haría falta una
ba volverle a ver ... indemnización infinita. Las prefe­
Messerchmann: -No me siento rencias de Isabel son lexicográficas.
a gusto cuando las cosas son gra­ Messerchmann lo entiende dema­
tuitas, señorita. siado bien. Por eso replica con «Es
Isabel: -¿Eso le preocupa a us­ demasiado caro» cuando ella mani­
ted? fiesta su precio: cero, «Nada».

Im plicaciones para la teoría y la po lític a económ icas


A causa del principio de irreducibilidad, del engarce entre los princi­
pios de separación y de subordinación, no todos los bienes pueden
tratarse de manera idéntica. Existe una asimetría en los efectos sobre
las cantidades dem andadas derivados de cambios en los precios. Toda
variación de precios que afecte a bienes asociados a un a necesidad de
rango secundario (u n cachivache cualquiera) n o tendrá n in g ú n im-

42
LAS E L E C C IO N E S L E X IC O G R Á F IC A S
EN E C O N O M Í A A M B IE N T A L

Supongamos un individuo que tie­ con flechas. Cuanto más elevada es


ne que escoger entre diversas com ­ la horizontal* tanto mayor es la sa­
binaciones de entorno forestal (f) y tisfacción del individuo; peto, so­
de gastos privados de consumo {y). bre una misma horizontal, un des­
Vamos a postular que mientras sus p la za m ie n to hacia la derecha
ingresos netos sean inferiores a y*, produce más satisfacción.
este individuo preferirá la com bi­ En cambio, para un ingreso neto
nación con la renta neta más eleva­ superior o igual a y*, el elemento
da (su gasto de consumo máximo), primario de la elección es el tama­
sea cual fuere el tamaño del bosque. ño del bosque, mientras que su renta
Sin embargo, para iguales rentas neta se convierte en elemento se­
netas, este individuo preferirá la si­ cundario. Las curvas de cuasi-indi­
tuación con el bosque más extenso. ferencia son entonces verticales.
Diremos entonces que el consumo Cuanto más a la derecha está la ver­
privado es el primer elemento de tical, tanto más contento está el in­
elección, mientras que el bosque es dividuo, convertido ahora en un
el elemento secundario. Esto pue­ «verde» perfecto. Según la gráfica,
de ilustrarse mediante curvas de el individuo preferirá las siguiences
cuasi-indiferencia, horizontales y combinaciones; A >C>B>D >E>G.

43
Supongamos que nuestro indivi­ Así, en el caso de individuos para
duo esté en el punto A, rodeado de los cuales el bosque se ha converti-
un bosque deramanoy^ydísponien- doen un primercriterio deelección
do de una renta neta^. ¿Cuánto es­ lexicográfica, las evaluaciones de
taría dispuesto a pagar para impedir contingencia no reflejan adecuada­
una reducción del tamaño del bos­ mente un intercambio libremente
que? La cuantía será y- y* puesto aceptado, como debería ser el caso
que por debajo de y* el ingreso neto para todo mercado, incluso hipo­
se convertiría de nuevo en el primer tético. En el fondo, la transacción
criterio. Ahora bien, esta cuan ría imaginada es semejante al pago de
subestima considerablemente el va­ un rescate. Pues bien, en el caso de
lor que el indiviuo atribuye al bos­ un rescate, nunca puede uno ser in­
que, pues si se redujera el tamaño diferente entre la recompensa exi­
del bosque y el individuo se encon­ gida y el valor atribuido a la entU
trara en B, su satisfacción sería mu­ dad en peligro. Por consiguiente, la
cho menor que en el punto C. Por teoría neoclásica del bienestar que­
otro lado, ¿qué compensación sería da invalidada. Sea cual fuere la re­
necesaria para que aceptara una re­ ducción dd tamaño del bosque, el
ducción del bosque? La cuantía del individuo no puede contribuir más
pago sería indefinida o infinita. que con la cantidad y -y*-

pacto sobre las cantidades demandadas de bienes relacionados con


una necesidad esencial (pan); en cambio, toda variación de precios
de los bienes esenciales tendrá un efecto sobre las cantidades dem an­
dadas de bienes de lujo o de bienes menos esenciales.
El principio de irreduciblidad de Jas necesidades justifica ciertas
intervenciones públicas, sobre todo el control y las subvenciones a
ciertos productos de primera necesidad que cubren las necesidades
esenciales de la gente. Algo parecido podría decirse sobre el control de
los alquileres, o al menos en lo referido a las subvenciones a la vivien­
da social. Al dism inuir el coste de estos productos esenciales, más per­
sonas están en disposición de satisfacer sus necesidades prioritarias.

Implicaciones para los estudios ambientales


La teoría postkeynesiana del consumo ha conseguido explicar un fe­
nómeno recurrente en economía del medio ambiente. Los autores de
estudios de evaluación contingente, que intentan estimar los pagos

44
que los consumidores estarían dispuestos a abonar o a aceptar para
conseguir una mejora o soportar un deterioro de su entorno o de la
fauna, detectaron desde hace m ucho tiempo una enorme cantidad
de respuestas incongruentes con la teoría neoclásica y con sus curvas
de indiferencia habituales. Así, unos consumidores responden «cero»,
mientras que en otros pasos del cuestionario se declaran afectados
por las consideraciones medioambientales; otros dan por respuesta
cifras que parecen absurdamente elevadas.
Todas estas respuestas tienen sentido si, para dichos consum ido­
res, el entorno constituye una necesidad primordial, subordinada a
una restricción m ín im a de ingresos. N inguna cantidad será bastante
alta para compensar el deterioro de su entorno. Para expresar su dis­
posición, los consumidores oscilan, pues, entre unas pujas de protes­
ta iguales a cero y otras pujas de cuantía desmesurada (SPASH y
H a n l e y , 1995).

M ercados o lig o p o listas y objetivos de las em presas

Características de la empresa postkeynesiana


La teoría neoclásica de la empresa contempla, en esencia, la ficción
de una pequeña empresa sometida a rendimientos decrecientes, que
maximiza sus beneficios a c o no plazo en un mercado de competen­
cia perfecta, produciendo una cantidad de o utput tal que su coste
marginal es igual al precio de mercado. La empresa sobrevive m ien­
tras el precio supere los costes variables medios. Si la demanda au­
menta, los precios suben.
La empresa postkeynesiana es muy diferente. O pera en merca­
dos de competencia imperfecta, sobre todo en mercados oligopolistas
donde algunas empresas de grandes dimensiones, las megasociedades,
d o m in a n un surtido de pequeñas empresas. Las empresas son
inrerdependientes, pues las decisiones de unas tienen repercusiones
sobre otras. Las empresas tienen que estar atentas a sus rivales, in ­
cluidas las empresas rivales potenciales que podrían penetrar en su
mercado. La planificación desempeña un papel sustancial, y muchas
decisiones estratégicas se toman en función de un horizonte de largo
plazo, sobre todo las decisiones sobre precios.
En este marco, los precios no son fijados por el «mercado» o por
un subastador omnipotente. Son las empresas quienes fijan los pre-

45
cios, Aigunas pueden seguir las pisadas de las empresas dom inantes,
pero entonces son éstas las que deben fijar el precio líder, que consti­
tuirá la norm a de referencia para el mercado en cuestión. Los precios
no vacían en general los mercados: no tienen com o objetivo igualar
la oferta y la dem anda.
Algunos postkeynesianos com o G albraith (1968) plantean com o
una característica de la empresa postkeynesiana el divorcio entre ges­
tió n y propiedad. Nosotros diremos más bien, siguiendo a Robinson
(1972b, cap. VI!), que tanto los propietarios de las empresas com o
los ejecutivos están preocupados por la supervivencia a largo plazo de
la empresa. Van a desarrollar políticas y estrategias a fin de asegurar
la perennidad de su empresa (salvo anomalías, c o m o fue el caso d u ­
rante la locura bursátil de finales de los años noventa).
Las megasociedades tienen com o características disponer de va­
rias fábricas o partes de fábricas, así com o la de ofertar diferentes
productos y servicios. Sus costes variables medios son aproxim ada­
m ente constantes, com o veremos en detalle más adelante.

Tabla 4, Diferentes d enom inaciones de los mercados

Autor Teoría postkeynesiana Teoría neoclásica


Kalecki (1966) Precios determinados Precios determinados
por los costes por la demanda
G, Means Precios rígidos Precios flexibles
Precios administrados Precios que vacían ios
mercados
Precios dominados Precios dominados
por las instituciones por los mercados
Sawycr (1995) Precios fijados por Precios fijados por
las empresas los mercados
Precios estratégicos Precios de corro plato
de largo plazo
O kun (1981) Fijadores de precios Tomadores de precios
Precios etiquetados Precios de subasta
Hicks (1988) Mercados de precios Mercados de precios
ftjos flexibles

46
Poder y crecim iento
Numerosos estudios han revelado que los directivos de una empresa
tienen objetivos m últiples. Sin embargo, para sobrevivir, es conve­
niente que la empresa sea capaz de d om in ar su entorno, ejerciendo un
control sobre la entrada de empresas rivales, sobre las actividades pro­
pias de investigación y desarrollo, sobre sus proveedores, sobre sus
fuentes de crédito, sobre el futuro de la industria y, eventual menee,
sobre la legislación del gobierno. Para ejercer un control, hace falta
disponer de cierro poder. El poder es, pues, el medio para asegurar la
perennidad de la empresa, su escalafón en la jerarquía social y el res­
peto de sus iguales. D ado que «poder» es un concepto vago y m u lti­
forme, los estudios revelan una m u ltip lic id ad de objetivos explícitos.
¿ C ó m o se consigue el poder? U na empresa con un gran volum en
de negocios y una gran cuota de mercado tendrá más poder. El po­
der, por tanto, está vinculado al tam año de la empresa y a las cuotas
del mercado. Para aum entar su tam año y su parte de mercado es pre­
ciso crecer. Él crecim iento es, pues, el m edio para conseguir el poder.
Si hace falta explicítar que las empresas quieren m axim izar algo, d i­
ríamos que buscan m axim izar su crecimiento.
El crecimiento siempre ha desempeñado un papel esencial entre
los autores postkeynesianos. Según R o bin so n (1962, p. 38), «el me­
canism o central de la a cum ulación es el ardiente deseo de las empre­
sas de crecer y sobrevivir». Eso ha sido verdad en todas las épocas del
capitalism o, tanto hoy com o hace cien años, en tiem po de Veblen, o
hace cincuenta años en tiem po de G albraith.
Según los economistas postkeynesianos, no existen límites al ta­
m a ñ o ó p tim o de las empresas. N o existen deseconomías de escala.
Las empresas se hallan constreñidas en lo que atañe a su tasa de cre­
cim iento, no en cuanto a su tam año absoluto.

El prin c ip io del riesgo creciente de Kalecki


¿ Q u é pasa entonces con el beneficio? ¿Cuál es su com etido en el sis­
tema capitalista? El beneficio permite el crecimiento. El beneficio es
el talism án que permite a una empresa tom ar prestado en los merca­
dos financieros o pedir crédito a los bancos. Además, los beneficios
no distribuidos de las empresas perm iten a éstas financiar en gran
parte sus inversiones en m aquinaria, o en investigación y desarrollo
de carácter endógeno.

47
Para la teoría neoclásica, todo empresario puede obtener fondos.
Le basta demostrar la calidad y seriedad del proyecto. Los fondos son
suministrados en función de la cifra de negocios o de los beneficios
futuros anticipados. Ésa era la tesis de la «nueva economía» del creci-
miento rápido {«start-up»), que duró poco, al tener que confrontarse
con la realidad de las ilusiones perdidas.
En el m undo real las empresas se hallan bajo el yugo de las res­
tricciones financieras. La teoría postkeynesiana de la empresa sostie­
ne el principio del riesgo creciente, planteado por Kalecki (1966, cap.
VIH), Este principio está ligado ai asunto de la incertidumbre esen­
cial. La cuantía máxima que los mercados financieros o los bancos
van a prestarle depende del tam año de la empresa, y más precisamen­
te de sus fondos propios, pues el prestamista quiere acotar sus ries­
gos. La cuantía prestada va a ser un determinado m últiplo de este
capital. Además, los propios empresarios querrán lim itar los fondos
prestados, por miedo a encontrarse con falta de liquidez, o en una
situación de insolvencia que ponga en peligro la perennidad de la
empresa. Es el riesgo del prestatario.
El beneficio va a permitir a la empresa incrementar sus fondos
propios, asegurar su solidez financiera y tener acceso a| mercado de
obligaciones o a préstamos bancarios. El beneficio es la respuesta a
Jas necesidades financieras que constriñen el objetivo de maximizacíón
del crecimiento de la empresa.

La frontera de expansión
;Q u é conexión hay entre el tipo de beneficio y la rasa de crecimiento
a la que aspira una empresa? Los postkeynesianos piensan que las
empresas encaran dos constreñimientos esenciales (W oO D , 1975).
Por un Jado está la frontera financiera que, para cada tasa de creci­
miento decidida por la empresa, determina el tipo de beneficio m ín i­
mo necesario para financiar su expansión, según el principio del ries-
go creciente de Kalecki. Por otro lado está la frontera de ía expansión
que, para cada tasa de crecimienro, señala el tipo de beneficio máxi­
mo que la empresa es capaz de alcanzar. Estas fronteras han de ser
entendidas com o restricciones que operan a largo plazo.
La frontera de la expansión tiene forma de campana. Dicho de otra
manera, el crecimiento de una institución comporta efectos positivos y
negativos. Cabe suponer que Jos efectos positivos superan a los efectos

48
negativos cuando la tasa de acumulación es débil. Las empresas que
invierten mucho incorporan más fácilmente tos últimos desarrollos tec­
nológicos, reduciendo así sus costes de fabricación, con lo que aumen­
ta su tipo de beneficio. Sin embargo, un rápido crecimiento dificulta la
integración de los nuevos empleados, en el plano de los valores y los
métodos de gestión propios de la empresa. Esto es lo que se denomina
«efecto Penrose», en recuerdo de la persona que identificó estos hechos,
Edith Penrose (1959), una amiga de Joan Robinson. Por añadidura, el
crecimiento rápido implica a menudo la adopción de técnicas menos
conocidas, gastos importantes en marketing o disminución del mar­
gen de beneficio, todo lo cual reduce Ja tasa de beneficio máxima. Eso
explica la parte descendente de ia frontera de la expansión.

La frontera financiera
La frontera financiera tiene en cuenta las posibilidades de financia­
ción de la empresa, tanto interna como externa. La inversión de las
empresas puede realizarse a base de autofinanciadón, o puede ser
financiada mediante endeudamiento externo adicional (préstamos
bancarios, emisión de obligaciones y/o acciones), que supondremos
es un m últiplo p del beneficio obtenido. Así, suponiendo que las
empresas consigan unos beneficios P, y que la tasa media de remune­
ración en intereses y dividendos sobre el capital K sea i, la inversión
máxima que podrá llevarse a cabo será de:

/ « ( P - i K ) +p ( P - i K ) .

D ividiendo por K, tendremos que I / K es la tasa de crecimiento


del stock de capital y que P /K c s el tipo de beneficio sobre el capital. Y
reordenando esta nueva ecuación así obtenida, desembocamos en la
frontera financiera (M a RRIS, 1971; SYLOS LaBIM!, 1971, p. 252). Esta
frontera define la tasa de beneficio m ín im o rque una empresa debe
conseguir para poder crecer a la tasag, cuando los tipos de inrerésy las
restantes tasas financieras están próximas a i. Adviértase que estas tres
variables pueden ser expresadas todas ellas tanto en términos nom ina­
les, com o en términos reales, una vez han sido dcflactadas por la tasa
de inflación. La frontera financiera viene dada por la ecuación:

r - i + g / (1+ p )

49
La confrontación de las dos fronteras
Las dos fronteras se cortan en el p u n to G , que nos inform a de la tasa
de crecimiento m áxim a de la empresa en su contexto institucional.
Este p u n to es diferente del pu n to R, el cual correspondería a la em ­
presa neoclásica que quiere m axim izar su tipo de beneficio. Por lo
que se refiere a las empresas afectadas de ineficiencia-X, según la ter­
m inología de Harvey Leibenstein (1978), estarían simadas en algún
lugar entre las dos fronteras.

G ráfico 2 . Las fronteras financiera y de expansión


de una empresa in d iv id ual

Para crecer más rápidamente, para desplazar el pu n to G , existen


dos posibilidades, si nos referimos a empresas cuyo objetivo prim or­
dial es el crecim iento. Primera, cuando la empresa consigue despla­
zar hacia arriba su frontera de expansión, por ejem plo, reduciendo
sus costes en com paración con los de sus competidores, o bien quizá
desarrollando nuevos productos que le confieran un m o n op olio tem- *
poral. Segunda, cuando la frontera financiera se mueve hacia abajo,
gracias a una reducción de los tipos de interés y de los dividendos, o
bien gracias a un relajamiento de las normas de endeudam iento que
se juzgan admisibles.

50
La fo rm a de las curvas de costes
Los postkeynesianos postulan generalmente las llamadas «tecnolo­
gías de Leontief». Según este supuesto, los coeficientes de produc­
ción , esto es, la relación entre la cantidad de m áquinas utilizadas y el
núm ero de trabajadores, por una parte, y el producto de la empresa,
por otra, son coeficientes técnicos fijos, al menos en tanto que La
empresa produzca por debajo de su capacidad práctica (que d efini­
mos más abajo). Los postkeynesianos descalifican la función de pro­
ducción neoclásica tradicional (por ejemplo la función Cobb-Douglas)
con posible sustitución entre capital y trabajo.
C ada empresa dispone norm alm ente de varias factorías. Y cada
factoría se com pone de m últiples secciones, talleres o cadenas de
montaje. La capacidad práctica es la capacidad de producción de una
factoría o de una sección, tal com o es cuantificada por los ingenieros.
Cada sección está planeada para operar con un determ inado núm ero
de empleados durante un determ inado núm ero de horas. Por ejem­
plo, en general, ante una pantalla de ordenador trabaja un solo em ­
pleado. Incluso cuando es posible cierta flexibilidad, hay normas b u ­
rocráticas, com o las normas de un^convenio colectivo que fijan el
núm ero de empleados que deben operar en cada m áquina. En defi­
nitiva, unos coeficientes técnicos fijos constituyen la hipótesis más
verosímil en el corto plazo.

Hechos estilizados
A la postre, pues, tenemos los siguientes cuatro hechos estilizados
que configuran el núcleo de la teoría postkeynesiana de la empresa
(ElCHNER y KREGEL, 1975):

- el coste m edio de fabricación y los costes marginales de una fac­


toría son aproxim adam ente constantes, hasta el nivel de capaci­
dad práctica definido por los ingenieros;
- el coste de fabricación de un producto es en general decreciente,
hasta el nivel de capacidad práctica (véase el recuadro de la p. 5 3 );
- es posible producir más allá de la capacidad práctica, pero a cos­
tes marginales crecientes;
- la sum a de todas las capacidades prácticas constituye lo que se
d en o m in a plena capacidad de una empresa (9 ^); las empresas
operan habitualm ente por debajo de su plena capacidad y, por

51
tanto, operan. salvo casos excepcionales, en la zona en que los
costes medios de fabricación son constantes.

C uan d o se tiene en cuenta el tiempo histórico y el progreso téc­


nico, es inevitable que el coste medio de fabricación con un viejo
equipo sea en general superior al coste medio de un producto idénti­
co en una instalación nueva, de manera que no se puede afirmar que
el coste medio de fabricación de una empresa que disponga de varias
instalaciones fabriles sea totalmente constante. Sin embargo hare­
mos abstracción de esta complicación suponiendo que una empresa
reparte a m enudo su producción enere las diferentes plantas tenien­
do en cuenta los costes de fabricación, pero también en función de
los costes de transporte y entrega.

Las reservas de capacidad


Las empresas operan, en general, por debajo del umbral de plena capa­
cidad, representado por el punto q; ,en el siguiente gráfico. De hecho,
las empresas no utilizan habitualmente más que enrre el 70 y el 85%
de su capacidad. Fste dato procede de las encuestas que realizan con
regularidad los institutos de estadística o los servicios de estudios, y
está confirmado por los sondeos llevados a cabo por investigadores
que han descubierto que las empresas consideran que los niveles «nor­
males» o «estándar» de utilización de la capacidad se sitúan a menudo
en torno al 80% . ¿Por qué no se proponen las empresas niveles de
actividad del 100 % , con Ío cual se hallarían con costes unitarios más
bajos? ¿Por qué disponen normalmente de tales reservas de capacidad?
Además de una explicación basada en las indivisibilidades (una
fábrica de tamaño óptim o podría ser demasiado grande para el mer­
cado existente), la noción de incertidum bre radical, una vez más,
permite revelar la racionalidad de dicho comportamiento. Las em ­
presas no pueden prever con exactitud cuál será la demanda futura.
Al igual que los agentes poseen reservas monetarias o disponen de
líneas de crédito garantizadas que les permiten responder a cualquier
vicisitud en las transacciones, así también las empresas han de dispo­
ner de un colchón que les permita reaccionar ante las fluctuaciones
en el tamaño y la composición de la demanda. El hecho de disponer
de plantas y secciones temporalmente subempleadas les ayuda a ajustar
de manera más fácil ía oferta a la dem anda.

52
LA F O R M A D E LAS CURVAS D E C O S T E
D E LAS EMPRESAS POSTKEYN ES LANAS

Los autores británicos emplean a bricación los gastos generales me­


menudo el término unit direct cost dios. Tenemos así el unit overhead
o unirprime cosí («coste unitario di­ cosí o unit indirect cost de los an­
recto») que sim bolizam os por glosajones. Los gastos generales
CUD. Equivale a nuestro «coste incluyen los gastos de supervisión
medio de fabricación». Estos costes de la producción, así como la por­
directos incluyen los costes salaria­ ción de los gastos de administra­
les, las macerias primas y las pro­ ción y de otros gastos imputables
ductos intermedios directamente li­ al producto en cuestión, por ejem­
gados a la fabricación. En la medida plo los gastos de colocar el artículo
en que son constantes, costes uni­ en el mercado. El precio de coste
tarios directos y costes marginales es similar a! «coste total medio» de
( O h ) son iguales. Con pequeños la microeconomía tradicional (que
matices estos costes unitarios direc­ es la suma del coste variable medio
tos son similares a los costes varia* y del coste fijo medio), pero — a
bles medios de la microeconomía diferencia de éste— no compren­
tradicional. de el beneficio normal por unidad
Para calcular el precio de coste (que, se supone, ha de cubrir como
de un producto («rowr d t revienta, mínimo la amortización del capi­
CR) hay que añadir al coste de fa- tal fijo).

53
Esta flexibilidad se logra asim ism o gracias a los stocks, pero las
existencias en inventario no pueden servir más que una sola vez para
responder a u n a d e m a n d a inesperada. T am b ién añade cierta flexibi­
lidad el poder recurrirá horas extraordinarias, aunque tengan un coste
horario superior, o poder a ñ a d ir u n cuarto tu rn o laboral; o sea, pro-
d ucie n do por encim a de la capacidad práctica, hasta el nivel de la
capacidad teórica {cjA ). Pero entonces las m áq uinas son más p ro pe n ­
sas a averías, que pueden resultar costosas, perturbar la p ro d u c c ió n y
hacer perder clientela.
Si la dem a nd a es m ay or que la d e m a n d a n orm al prevista, si crece
m u y rápidam ente y de form a c o n tin u a , la empresa no p o d rá dar res­
puesta a la dem anda a m edio plazo. E n fecto, la construcción de nuevas
plantas requiere tiem po y m u y a m e n u d o las m áq u in a s requeridas se
fabrican por encargo. La ausencia de reservas de capacidad podría
a n im a r a empresas que operan en el extranjero o en mercados íimí-
crofes a lanzarse a la fabricación del pro ducto en cuestión. D ispo n e r
de reservas de capacidad es ta m bié n, pues, asunto de estrategias orien­
tadas a desalentar a los com petidores virtuales.
En sum a, las empresas dispo n en de un c o lc h ó n de capacidad
ociosa porque tem en n o poder responder a un increm ento súbito de
la d em and a para determ in ad o producto, y perder así la bue na consi­
deración de sus clientes. Las empresas saben que los clientes, en los
países capitalistas, pocas veces están dispuestos a esperar, y que si no
pueden co m pra r el pro ducto apetecido se plegarán a a d q u irir u n pro­
ducto sim ilar, fabricado por un com petidor. Pues bien, conservar su
cuota de mercaco es u n o de los objetivos prim ordiales de cualquier
empresa, si quiere sobrevivir. Esa es la razón por la cual las empresas
m a n tie ne n cierta capacidad ociosa, a u n q u e la existencia de estas re­
servas parezca ineficaz a prim era vista.

Los procedimientos de fijación de los precios


Todos los modelos postkeynesianos se basan en el p rin c ip io de que
los precios vienen determ inados por los costes ( cosr-pluspricing). El
d epartam ento de la empresa encargado de fijar los precios calcula u n
coste un ita rio y le añade u n margen de beneficio para establecer el
precio (BRUNNER, 1967). Este precio se fija siempre po r adelantado,
es un «precio ad m in istrad o», antes de que los artículos en venta lie-

54
¿ C Ó M O SE C A L C U L A EL G R A D O D E U T IL IZ A C IÓ N
D E LA C A P A C ID A D ?

En C anadá, Stacisrique C añada, funcionam iento obtiene una pro­


equivalente a! Instituto Nacional de ducción teórica (lo que nosotros he­
Estadística (INE) en España, realiza mos denominado la capacidad prác­
un sondeo entre unas 7.000 empre­ tica) de 1 50 unidades de producto
sas a fin de cuancificar el grado de al mes. El mes de referencia la pro­
utilización de las plantas fabriles. Se ducción real fue de 125 unidades.
hace la siguiente pregunta: «En En dicho período el grado de utiliza­
(2004), ¿en qué porcentaje de su ca­ ción de la capacidad para la fábrica A
pacidad ha operado la fábrica?». El será igual a ( 125 /150)* 100 = 83%.
cuestionario puntualiza que «la ca­ Supongamos ahora que la fábrica
pacidad de producción se define A monta un turno los sábados para
como la producción máxima de la responder a un incremento inespe­
fábrica en condiciones normales», rado de la demanda del producto.
habida cuenta de las vacaciones ha­ Habida cuenta del calendario nor­
bituales. Statistique Canadá pone mal de explotación de esta fábrica, la
dos ejemplos: producción teórica continúa siendo
de 150 unidades. La producción real
«La fábrica A tiene normalmente ha sido de 160 unidades, de manera
un puesto de trabajo por día, cinco que la utilización de la capacidad se­
días a la semana, y con esta pauta de ría de (160/150)* 100 - 107%.»

guen a los mercados. Por supuesto, existen interdependencias: una


empresa que sum inistra bienes interm edios a otro sector fija u n pre­
cio que se convierre en coste para este otro sector (este género de
interdependencias son esenciales en los modelos sraffianos).

El m é to d o del « m a rk -u p »
La más sencilla de las teorías postkeynesianas sobre fijación de pre­
cios es la teoría kaleckiana del «mark-up». Es el m é to d o de fijación de
precios con más solera, y m uchas pymes lo em plean todavía hoy, pues
es un m é to d o que requiere pocos recursos contables. D eb ido a su
sim p lic id a d es ta m b ié n el m étodo más a m e n u d o utilizad o en los
m odelos m acroeconóm icos postkeynesianos.

55
La teoría del mark-up supone que los precios dependen de los cos­
tes unitarios directos (o coste medio de fabricación). Se añade luego a
este coste unitario un margen de beneficio bruto (destinado a cubrir
todos los gastos comunes y otras retribuciones salariales, asi como la
ganancia anticipada), con vistas a fijar un precio final de referencia.
Puesto que los costes unitarios directos son aproximadamente
constantes, sea cual fuere el volum en de producción, al menos mien­
tras no se supere el nivel de plena capacidad, es obvio que la contabi­
lidad requerida por este método es la más sencilla.

El método del precio de coste norm al


El método que parece más realista y el más extendido es el de fijación
del precio según el coste normal (normalpricing o normal-costpricing).
Este método toma en cuenca aquellos avances contables que permi-
ren distribuir fácilmente y con rigor los gastos comunes entre los d i­
versos artículos que produce una fábrica. Según Frederic Lee (1998),
las grandes empresas utilizan el método del precio de coste normal,
más que el deí mark-up, desde 1920. También se conoce bajo el n om ­
bre de «método del coste total» [fuil-costpricing ), sistema puesto en
evidencia por H all y H itch (1939) en su innovador estudio de Oxford
sobre pautas de com portam iento de las empresas.
El procedim iento del precio de coste normal consiste en que las
empresas calculan un coste total unitario normal y le añaden a con­
tinuación un margen de beneficio neto que ha de cubrir la ganancia
normal. El coste unitario antedicho comprende todos los costes d i­
rectos e indirectos que pueden asociarse o atribuirse al producto en
cuestión, pero son estimados para un nivel de producción considera­
do normal o estándar. O sea: un nivel de producción convencional,
determinado según las reglas preestablecidas por la empresa y las nor­
mas de la industria o de una asociación de fabricantes, y no el nivel
de producción previsto para el período. Este nivel normal es habi-
tualmcntc el producto de la plena capacidad y del porcentaje normal
(o estándar) de utilización de dicha capacidad.
La ventaja de un procedimiento de este tipo es que las empresas
no tienen necesidad de conocer sus costes reales para un nivel de pro­
ducción cualquiera; les basta conocer los costes normales para el n i­
vel de producción normal. Eso es el precio de coste normal, que es,
por tanto, independiente de las fluctuaciones de la demanda.

56
F O R M A L IZ A C IÓ N D E LOS P R O C E D IM IE N T O S
PARA LA FIJA C IÓ N D E P R E C IO S

La Fijación de los precios normales

Los diferentes procedimientos de Procedimiento del tipo de


fijación de precios pueden formali­ rendimiento deseado
zarse del siguiente modo. La ecuación de precios es la misma
Procedimiento de mark-up que la del precio de coste normal,
pero el valor del margen de benefi­
/>=( 1 + 0 X 0 / 0 )
cio neto 0 está especificado y es
CUDc s el cosie unitario directo igual a
(el coste medio de fabricación o 0 = rvf(u-ry)
coste variable medio), mientras que
u cs el coeficiente de utilización
0 es el margen de beneficio bruto.
mencionado más arriba; r es el tipo
de rendimiento deseado; ves un in­
Procedimiento del precio de
dicador de cariz, tecnológico, defi­
coste normal
nido como el cociente entre el valor
/> - (!+ © ) (CK)
del capital de la empresa y el valor
0 es el margen de beneficio neto de su outpur q de plena capacidad.
mientras que CRwrepresenta el cos­
te normal («coúr de revtent normal», Precios de producción
o coste total medio), calculado para Los precios de producción sraffia­
un nivel de producción estándar q nos. cuando se excluyen las mercan­
= ufl ■, donde « representa el coefi­ cías intermediarias, vienen expre­
ciente de utilización estándar o nor­ sados por la siguiente ecuación que
mal de la plena capacidad q . indica que el valor de una mcrcan-

57
cía es la suma de sus costos en tér­ Estxsdos últimas ecuaciones son
minos de salarios y en términos de de hecho virtualm ente idénticas,
beneficios sobre el capital: puesto que los sraffianos postulan
p - wrt + rM p que el coeficiente de utilización
estándar de la capacidad producti­
p es un vector columna de pre­
va es igual a uno.
cios, w es el salario por unidad de
Falta por averiguar si, y de qué
trabajo, « y M son respectivamente
manera, llegará la economía a estos
un vectory una matrizde coeficien­
precios de producción (con o sin un
tes técnicos (el trabajo por unidad
tipo de beneficio único): es el tema
de output, y el número de m áqui­
de la «gravitación». Se confrontan a
nas de cierto tipo por unidad de
ese respecto dos posiciones desta­
oueput, y ^ es el tipo de beneficio
cadas. Una, que prioriza el papel de
uniforme.
los precios de mercado y su evolu­
Todo eso puede reescribirse bajo
ción en virtud de las divergencias
la forma:
manifestadas entre oferta y deman­
p = urn [ / - rM ]'! da: es la visión sostenida por algu­
Esta ecuación es muy parecida a nos sraffianos y marxistas como
la ecuación del tipo de rendimien­ D um én il y Lévy (1996). Otra, que
to deseado, puesto que si se incor­ parte del coste normal, y que su­
pora el valor de 0 en la ecuación de giere que las variaciones de costes
costes normales y si se supone que están en el origen de las variacio­
el precio de coste es el coste en sala­ nes de precios: es la tesis propuesta
rio por unidad de producción, se por otros sraffianos como Boggio
llega a: (1980), más próximo a la corrien­
p = U' wn(u -r v)'! te kaleckiana.

El m é to d o de la tasa de re n d im ie n to deseada
N um erosos estudios han c o nfirm a do que tanto las grandes empresas
com o buena cantidad de pymes ucilizan ahora el m étodo de la tasa
de ren d im ie n to deseada. Este m é to d o , exam inad o por L a n zillo ti
(1958) en sus trabajos para el Brookings Institure, es un caso parti­
cular del m étodo del precio de coste norm al. C o m o en el caso del
coste norm al, se añade al coste total un ita rio norm al un margen de
beneficio neto. Este margen corresponde a una situación en la que la
empresa obtiene una tasa de rendim iento deseada sobre su capitaJ,

58
dadas unas ventas que igualan exactamente a la producción que co­
rresponde al grado de utilización norm al de la capacidad. Este m éto ­
do es el más sofisticado, puesto que los contables tienen que dispo­
ner de u n a estim ación correcta del valor del capital utilizado por la
empresa.
El m é tod o de la tasa de rendim iento deseada está m u y cerca de la
teoría de los precios de p ro ducción propuesta por los economistas
sraffianos para los m odelos multisectoriales. La tasa de rendim iento
deseada d es e m p e ñ a d m ism o com etido que el tipo de beneficio ñor-
mal en los modelos de precios de p ro ducción. E n los modelos srafifia-
nos. el tipo de beneficio norm al es el m ism o en todas las industrias o
sectores, y lo m ism o ocurre con el salario de los trabajadores. E n el
caso de modelos basados en la tasa de rendim iento deseada, tanto
esta tasa co m o los salarios pueden ser diferentes en cada sector. Por
consiguiente, cabe presum ir que el m odelo de precios sraffiano es la
versión idealizada de u n m odelo m ultisectorial basado en el m étodo
de la tasa de rend im ie nto deseada.

Los determ inantes del m argen de beneficios


¿Son de veras realistas un o s precios basados en cálculos de
costes?
A veces se pone en d ud a la validez de las teorías del precio basadas en
cálculos sobre costes, pues parecen cuestionar un concepto esencial
del capitalism o, a saber, la com petencia entre las empresas. Es difícil
creer que todas las empresas tengan siempre capacidad para m o d ifi­
car sus precios en fu n c ió n de sus costes unitarios.
Evidentemente, no es así. A nte todo, hay que entender que los
precios son fu n c ió n del coste total unitario norm al. Este coste u n ita ­
rio, a pesar de hallarse vinculado a m edio plazo al coste unitario efec-
tivo, puede divergir de él considerablemente a corto plazo, sea cual
fuere la causa de las variaciones del coste unitario efectivo. C u a n d o los
costes cam bian, puede ocurrir que sea el margen de beneficios, más
que los precios, lo que va a cambiar. Todo depende de cuáles son las
estrategias perseguidas por cada empresa en cada m o m ento. D e he­
cho, los Trabajos de Coutrs, G odley y N ordhaus (1978) y los de Sylos
Labini (1971) revelan que las empresas no repercuten los incrementos
de costes unitarios que sufren, sino de manera gradual.

59
El mismo fenómeno se observa en el marco de los actuales mer­
cados globalizados. En las industrias en que la competencia es fuerte,
o en las industrias en las que los productos importados no constitu­
yen más que una pequeña proporción del mercado, las compañías
extranjeras fijan sus precios sobre la base de los precios interiores.
Estas compañías absorben las pérdidas o se embolsan los beneficios
casuales asociados a las alteraciones de los tipos de cambio. Ahora
bien» en las industrias dom inadas por empresas foráneas, éstas tienen
tendencia a «transferir» al extranjero las subidas de costes interiores
así como los efectos de las variaciones de los tipos de cam bio (BLOCH
y O l iv e . 1995).

Empresa líder y empresas seguidoras


Todo eso invita a resaltar una distinción m uy pertinente entre «empre­
sa líder» y «empresas seguidoras» (las que siguen las decisiones de la
empresa que opera como líder en cuanto a la fijación de precios). Las
teorías del cosí-plus explican que los precios dependen esencialmente
de la cuantía del coste unitario, que se supone invariante en el corto
plazo, sean cuales sean las fluctuaciones de la demanda. Pero, como ya
había advertido y formalizado Kalecki (1966, cap. i), las empresas fi­
jan sus precios en función de sus costes, pero también en función de
los precios fijados por sus competidoras. En realidad, tanto en un m undo
competitivo como en un m undo oligopolista, los precios de un pro­
ducto idéntico, en u n mercado dado, tienen tendencia a igualarse.
Tanto la teoría del mark-up com o la del precio normal explican
cóm o las empresas líder, las que dom inan su mercado o q u e sirven de
barómetro a su industria, fijan sus precios. Las demás empresas, las
empresas más pequeñas o seguidoras, pueden m uy bien utilizar los
mismos procedimientos, pero han de tener en cuenta los precios fija­
dos por las empresas dominantes. En este sentido, las empresas ex­
tranjeras transferirán o no a los mercados exteriores las subidas de
costes que hayan padecido, según sean dominantes o dominadas.
Las empresas menos eficaces, que soportan costes unitarios más
elevados, no serán capaces de aplicar márgenes de beneficio que les
reporten un tipo de rendimiento deseado normal. Tendrán que poner
unos precios competitivos, similares a los de las empresas rivales. A
corto plazo, estas empresas están en disposición de conservar su cuota
de mercado y de responder a cualquier aum ento de la demanda. Es a

60
medio y largo plazo que la disciplina impuesta por las fuerzas de la
competencia producirá sus efectos, a no ser que la empresa aborde la
renovación desús productos y la reducción de sus costes unitarios, a
fin de poder lograr unos márgenes de beneficio normales.
En caso contrario, la competencia empujará a las empresas inefi­
cientes a la impotencia financiera, lo que les im pedirá avanzar en sus
programas de inversión, sea en equipo productivo, sea en investiga­
ción y desarrollo (STEINDL, 1952; KAI.DOR, 1985, p. 47). La com-
binación de la frontera de expansión y de tas resrricciones financieras
va a presionar a estas empresas con costes elevados a crecer a ritm o
lento, lo que las condenará a una cuota de mercado en retroceso y tai
vez a su posterior desaparición.

Los determinantes del tipo de rendim iento deseado


¿Cuáles son los factores determinantes del margen de beneficio neto?
Estos determinantes han sido señalados en el recuadro dedicado a la
formalización de los procedimientos de fijación de los precios (p. 57):
el margen de beneficio es inversamente proporcional al grado de uti­
lización esrándar de la capacidad, y es proporcional a la tasa de rendi­
miento deseada y a la proporción capital/capacidad (o a la razón in ­
versión/capacidad adicional, si las empresas no quieren cubrir más
que las inversiones más recientes). Ahora bien, si suponemos que la
tasa de utilización estándar depende de convenciones y que la razón
capital/capacidad depende de consideraciones dadas por la técnica,
¿de qué depende la rasa de rendim iento deseada? C o n otras palabras,
¿de qué depende el tipo de beneficio normal?
D entro de la tradición marxista, la tasa de ganancia normal de­
pende de la lucha de clases, del poder negociador de los empresarios
en relación con el de los trabajadores (mientras que la legislación
regula el trabajo, la tasa de paro, etc.) Según la tradición kaleckiana,
la cuantía del margen de beneficio, y por tanto del tipo de beneficio
normal, va a depender no sólo de esta lucha de clases, sino también
del «grado de m onopolio» de la industria, sobre todo del grado de
concentración en la industria y de su capacidad para restringir la
entrada a nuevos competidores.
D entro de la tradición postkeynesiana, la de los antiguos mode­
los de crecimiento al estilo de Robinson y Kaldor, existe una relación
de proporcionalidad entre la tasa de crecimiento de la economía y el

61
cipo de beneficio macroeconóm ico. Lo m ism o sucede en los esque­
mas elaborados por Pasinetci (1993), basados en la noción de econo­
mía «natural*, que asignan a cada seccor vercicalmente integrado un
cipo de beneficio igual a la tasa de crecimiento del seccor.
Siguiendo la estela de los crabajos de Steindl ( 1952 , 5 1) y Lanzi-
llotri (1958), buen núm ero de postkeynesianos han señalado asimis­
m o una relación m icroeconóm ica positiva entre la tasa de crecim ien­
to tendencial de una empresa y el tipo de rendim iento apetecido o el
margen debeneficio neto de dicha empresa (ElCHNER, 1987; W O O D ,
1975).
Hace poco, los autores sraffianos han avanzado otra hipótesis, a
saber, que el tipo de beneficio norm al podría depender del tipo de
interés tendencial observado o anticipado (PfVETT], 1985; PANICO,
1988). D icho de otro m odo, en un régimen monetario con cipos de
interés reales elevados fijados por el banco central correspondería un
tipo de rendimienco apetecido real más elevado. H ay que señalar que
esca hipótesis ya había sido adm itida por ciertos autores posckeyne-
sianos com o Kaldor o Harrod. Para estos autores, el pago de intere­
ses es equiparable a los otros costes de las empresas, y éscas intentarán
traspasar dichas cargas financieras a sus clientes.

Tabla 5. D eterm inantes de la tasa de rendim iento apetecida


o del tipo de beneficio norm al

Tradición Determinante
Marxista La lucha de clases
Kaleckiana El grado de concentración y la capacidad de restringir
la entrada a los competidores
de Cambridge La tasa de crecimiento del capital
SrafFlana El tipo de interés fijado por el banco central

Unos determ inantes com patibles entre sí


¿Cuál de estas explicaciones sobre la rasa de rendim iento apetecida es
la buena hipótesis? C ada una de ellas tiene u n grano de verdad. To­
das tienen un sitio en la representación gráfica de las fronteras de
expansión y financiera. U n deterioro del grado de m o n o p o lio o del
poder de los empresarios en relación con los trabajadores podrá ser

62
representada por un desplazamiento hacia abajo de la frontera de
expansión, y en consecuencia por una reducción det tipo de benefi­
cio norm al, para una rasa de crecimiento dada.
En el caso de las empresas que internan maximizar su casa de
crecimiento, el tipo de rendim iento deseado que debería incorporar-
se a los precios es el que está determ inado por la intersección de la
frontera de expansión con la Ironrera financiera. Es el resultado de la
ecuación ya presentada:

r< = *, + s / ( 1+ p )
El tipo de rendim iento deseado r será tanro más alto cuanto más
elevados sean el tipo de interés tendencia! í y la rasa de crecimiento
tendencia] g de la empresa o de ía industria.
En definitiva, todas las explicaciones acerca de la tasa de rendi­
m iento deseado hallan una posible justificación en las fronceras de
expansión y financiera. Así, el alza de la dem anda cíclica podría oca­
sionar un alza de los márgenes de beneficio en caso de que se produz­
ca un aum ento de la tasa de rendim iento deseado: pero, de no ser así,
las fluctuaciones coyunrurales de la dem anda no deberían acarrear
modificaciones del margen de beneficio, co m o se ha com probado en
numerosos trabajos de investigación.

C onsecuencias para la teoría m aero económ ica


El análisis precedente tiene unas consecuencias obvias para la teoría
de la inflación. Mientras que para los autores neoclásicos la acelera­
ción de la dem anda ejerce necesariamente una presión al alza sobre
costes y precios, en virtud de la hipótesis de los rendimientos decre­
cientes, no ocurre lo m ism o para los autores postkeynesianos. Salvo
para algunos sectores productivos, en especial para algunos produc­
tos agrícolas y ciertas materias primas, un aum ento de la dem anda
no ocasiona una subida de los costes unitarios y, por ende, tam poco
incrementos de precios. Eso explica que los postkeynesianos aboguen
por el establecimiento de stocks de materias primeras para taponar
escaseces m om entáneas (KALDOR, 1987, cap. v), Gracias a ellos la
inflación dejaría de ser un fenóm eno «natural", y dependería de fac-
tores institucionales y sociológicos que podrían someterse a regula­
ciones políticas.

63
III. UNA MACROECONOMÍA DEL CIRCUITO
MONETARIO

La comprensión de los fenómenos monetarios y financieros es un


paso obligado en la ruta hacia la macroeconomía. La causalidad fun­
damental de la macroeconomía keynesiana y postkeynesiana, que va
de la inversión al ahorro, se explica ante todo por la macroeconomía
del circuito monetario. Por eso abordamos los asuntos monetarios
como preámbulo al estudio de las teorías macroeconómicas de la
ocupación y el crecimiento.
En algún sentido, la teoría monetaria postkeynesiana es bien
conocida en Francia. En efecto, desde hace tiempo se encuentra cier­
to número de sus tesis en los teóricos franceses del circuito y de la
circulación monetaria (DEL.EPLACE y NELL, 1996: ROCHON y ROSSI,
2003). Lo m ism o ocurre en numerosos manuales franceses sobre d i­
nero y crédito, al menos cuando sus autores no se someten en dem a­
sía a las modas derivadas de la adopción generalizada del monetarismo
en el últim o cuarto del siglo XX, intentando remedar los manuales
anglosajones. Por ironías de la historia, se observa ahora un m ovi­
miento pendular, al haberse incorporado varios principios de la teo­
ría monetaria poítkeynesiana a las más recientes teorías de los nue­
vos keynesianos estadounidenses, las agrupadas bajo la etiqueta del
«nuevo consenso monetario», según la terminología de sus adeptos.
La gran diferencia entre este "nuevo consenso» y la visión
postkeynesiana estriba en que los postkeynesianos rechazan la teoría
wickselliana de los fondos prestables, inspirada en los trabajos del
economista sueco Knut Wicksell, mientras que los nuevos keynesianos
y algunos autores franceses de manuales la acepran. Según la teoría

65
de los fondos prestables, en un m u n d o sin dinero, el tipo de interés
sería el precio que aseguraría el equilibrio entre los fondos prestables
y las inversiones reales, esto es, entre la tasa de preferencia temporal y
la productividad del capital. El papel del banco central sería entonces
asegurar que el tipo de interés del mercado m onetario se adecuara
bien a este tipo de interés real de un m u n d o ficticio sin dinero. Es lo
que se denom ina el «tipo de interés natural». C u a n d o los tipos efec­
tivos {en términos reales) son inferiores a dicho tipo natural, se dis­
para la inflación. Los postkeynesianos descartan la existencia de esc
tipo natural (SM1THIN, 2003).
Existe otra diferencia im portante. Mientras que la mayor parte
de los nuevos keynesianos creen que las políticas monetarias restric­
tivas, que tienen com o meta reducir las tasas de inflación a unos n i­
veles aceptables, no tienen n in g ún im pacto a largo plazo sobre las
tasas de crecimiento de la economía, los postkyenesianos afirman por
el contrario que estas políticas monetarias restrictivas van a tener un
im pacto negativo* tanto a corto com o a largo plazo.

Principales características del análisis m onetario


postkeynesiano
Las causalidades invertidas
S in d u d a la característica más c o no cid a del análisis m o netario
postkeynesiano es su tesis de que la oferta de dinero es endógena. N o
puede ser fijada de manera arbitraria por el banco central. Esta oferta
de dinero se halla determinada por la dem anda de créditos y las pre­
ferencias del público. Se condensa en el famoso aforismo «los crédi­
tos producen depósitos».
Así, según la teoría postkeynesiana, la causalidad está invertida.
Para que los bancos abran cuentas y concedan créditos, no hace falta
que primero tengan depósitos. La creación de créditos y de depósitos
bancarios (el dinero) se basa únicam ente en la credibilidad y en las
garantías ofrecidas por el prestatario (HE1NSOHN ySTElGER, 2000).
La creación de esta m oneda crediticia tam poco requiere que los
bancos privados tengan a su disposición reservas excedcntarias. Tam­
bién aquí la causalidad está invertida. Los bancos crean créditos y
depósitos, y a continuación se encargan de conseguir los billetes de
banco emitidos por el banco central y dem andados por sus dientes,

66
Tabla 6 . Características del dinero en econom ía postkeynesiana
y e n econom ía neoclásica

Característica Escuela postkyeiiesiana Escuela neoclásica


El dinero ha de tener una cae de un helicóptero
contrapartida
El dinero es un flujo y un srock un stock
percibido como
El dinero está en la producción en los intercambios
integrado
La oferta de dinero es endógena exógena
Causalidad los créditos las reservas
crean depósitos crean depósitos
Los tipos de interés son variables resultan de las leyes
distributivas del mercado
El tipo guia es fijado por el banco influido por los
central mercados
Una política tiene efectos negativos no tiene efecto negativo
monetaria restrictiva a corto y largo plazo nías que a corto plazo
El tipo de interés es múltiple o no existe es único
natural
Racionamiento del una falta de confianza la información
crédito debido a asimétrica

así com o de las reservas obligatorias exigidas por las leyes (MOORF.,
1988; ÜLGEN, 1995).
Por tanto, el dinero legal, al igual que el dinero bancario, es una
variable endógena, y no puede ser fijado de manera arbitraria por d
banco central. El volum en de dinero legal está relacionado con los
créditos realizados y con el dinero bancario a través de un divisor del
crédito. El dinero bancario no es un m ú ltip lo de la cantidad de d in e ­
ro de curso legal; por el contrario, el dinero de curso legal es un co­
ciente de la cantidad de dinero bancario.
Esta inversión de causalidad arriba sugerida permite justificar
otras dos causalidadades invertidas, particularmente importantes. E n

67
el modelo postkeynesiano es la inversión que deciden las empresas lo
que determina la cantidad de ahorro. Para invertir, no hace ninguna
falta ahorro previo o depósitos preexistentes. Mientras sólo se pre­
tendan movilizarlos recursos de una economía nacional, el financia-
miento de la actividad no depende más que de la credibilidad del
prestatario y de las normas financieras existentes. La escasez del finan-
ciamiento tiene naturaleza convencional.
Otra consecuencia de la endogeneidad de la moneda es que la
inflación no puede ser ocasionada por una excesiva tasa de crecimiento
del dinero. De hecho, la causalidad va en sentido opuesto: es la tasa
de crecimiento de los precios y de la producción lo que va a incidir
sobre la tasa de crecimiento del stock de dinero. Por lo tanto, las su­
bidas generalizadas de los precios tienen que explicarse con claves
distintas a las usuales.

Economías de endeudam iento y economías de activos


Las nociones de dinero endógeno y del divisor del crédito están bien
consideradas en Francia, dado que las teorías anglosajonas del dinero
exógeno y el m ultiplicador monetario no parecían encajar con las
instituciones monetarias de Europa continental. Los manuales fran­
ceses tienen tendencia a adoptar una distinción propuesta por Hicks
(1988), Se señalan, entonces, por un lado, las «economías de endeu­
damiento» (o «economías de descubierto»), en las que los bancos
privados se endeudan frente al banco central y el dinero es endógeno;
y de orro lado, las «economías de mercado» (o «economías de acti­
vos» o también «economías de fondos propios») en que la moneda es
exógena y está bajo el control del banco central.
Ahora bien, esta distinción, aunque refleja fielmente los diferen­
tes balances de los bancos centrales según los países, sólo tiene un
interés relativo. Según los postkeynesianos, rodos ¡os sistemas finan­
cieros modernos funcionan con una relación de causalidad invertida
y con dinero endógeno. En el caso de las economías de endeuda­
miento dicha caracterización resulta sencillamente más obvia,

Tipos de interés exógenos


En una economía moderna hay gran cantidad de activos, y por tan­
to existe un gran número de tasas de rendim iento sobre dichos ac­
tivos. Los postkeynesianos consideran que al menos una de estas

68
casas se halla por compicto bajo el control del banco cencral. Este
cipo base constituye el tipo de interés oficioso para el sistema fin a n ­
ciero. Los otros tipos, al menos los otros tipos a corto plazo, gravi­
tarán alrededor de esa norma, que constituye, de hecho, lo que los
bancos centrales d enom inan su «tipo director» o «tipo de interés de
referencia».
En otros tiempos, la casa de descuento, esto es, el tipo al cual el
banco central prestaba a los bancos privados, era el tipo oficial de
referencia. En los países en que las operaciones de mercado abierto
(uopen marketv) son importantes, el tipo de referencia se halla ahora
representado por el cipo de interés de los bonos del Tesoro a un o o
tres meses. En Europa, con el euro, el tipo d o m in a n te para la
rcfinanciación es el tipo de referencia que fija el Banco Central Euro­
peo. En Canadá y en otros países, el tipo de referencia es el tipo
interbancario del día a día, que es asumido por el banco central.
C on un sistema bien rodado, un banco central que fije u n tipo
de referencia del 3 ,0 0 % puede confiaren acertar por completo o lo­
grar tasas entre 2,99 y 3 ,0 1 % todos los días, salvo anomalías. C o n
unas reservas obligatorias que se mantienen a lo largo de varios días
o semanas, como ocurre en el sistema europeo o estadounidense, las
estrategias planeadas por los bancos a veces no dan en el blanco con
canta precisión (la desviación media entre la diana y el tipo efectivo
de los federal funds <«fondos de la Reserva Federal»» de Estados U n i­
dos es de siete puntos básicos <0,07%>).
El «tipo interbancario» es el tipo al que los bancos se prestan en­
ere sí dinero de curso legal (por un día, dos días, siete días). Eviden-
cemenie, este cipo escá m uy cerca de los tipos sobre ios « repos»
<«repurchase agreement»>, o sea, ventas de bonos con pacto de
recompra. Lo cual, a efectos prácticos, engloba asimismo los tipos
pactados por los bancos y otros incermediarios financieros, incluido
el banco cencral, para las operaciones de prestar y pedir prestados
bonos del Tesoro (a uno^ dos, siete días). En Estados U nidos el tipo
interbancario es el federal funds rate <tipo de los fondos federales:».
La Reserva Federal (la Fed) interviene en el mercado de *<repos» para
aumentar o dism inuir reservas, y así alcanzar mejor sus objetivos.
La mejor prueba de la exogeneidad del tipo de interés de refe­
rencia es que, cuando un banco central modifica su tipo de interés
oficioso, no cieñe ninguna necesidad de modificar las cantidades de

09
reservas disponibles. En seguida que se anuncia un nuevo tipo de
referencia, los tipos de interés a corto plazo se ajustan a él de forma
inm ediata.

Las relaciones entre el b a n c o c e n tra l y la b a n c a p riv a d a

Los economistas postkeynesianos, al menos los llamados horizon-


taiistas, como Kaldor (1985b) o Basil Moore (1988), opinan que el
dinero estatal siempre se suministra de un m odo toralmence endógeno.
Este dinero básico está form ado por los billetes de banco emitidos
por el banco central y por los depósitos que la banca privada tiene
consignados en el banco central, es decir, las reservas de los bancos
privados.
En el caso de los billetes de banco, es claro que su provisión no
puede llevarse a cabo más que por vía endógena. Cuesta im aginar que
los consumidores acudan a su cajero autom ático y no se les permita
obtener billetes de banco a cambio de una dism inución de sus depó­
sitos. Si eso ocurriera, estaríamos en presencia de una disfunción abe­
rrante, que nadie desea padecer, com o la que se vivió en Argentina en
2002. Así que la cuestión del carácter endógeno de la base monetaria
ha de resolverse analizando qué sucede en realidad con las reservas.

El caso de las econom ías de endeudam iento


En las economías de endeudam iento, el carácter endógeno del dine­
ro básico resulta patente, ya que los bancos privados son libres de
tom ar en préstamo del banco central los billetes de banco y las reser­
vas obligatorias que necesitan. Así sucedía en Francia, y así ocurre
todavía con el sistema euro.
La parte inferior del esquema contiguo ilustra bien este proceso.
El esquema representa los balances del banco central y de la banca
privada en su conjunto. Recordemos que todo balance ha de estar
equilibrado, de forma que todo aum ento de las reservas de los ban­
cos debe quedar compensada, bien por la dism in ución de otra parti­
da del activo de los bancos privados, bien por el aum ento de una
partida de su pasivo. De manera simétrica, el aum ento de los d ep ó­
sitos de los bancos (sus reservas) en el pasivo del banco cencral debe
compensarse ya sea por la dism in ución de otra partida del pasivo del
banco central, bien por el aum ento de una partida de su activo.

70
En el caso de las economías de endeudam iento, resulta factible
un aum ento de las reservas gracias al incremento de los préstamos
acordados por el banco central, y por tanto gracias al aum ento de
préstamos concedidos por éste a los bancos privados.

El caso de las econom ías de activos


Pero, ¿qué sucede en las economías de activos, en especial en los
países anglosajones? En estos países, los bancos privados no piden
préstamos al banco central, o casi nada, o al menos n o parece que
lo hagan. Q u e d a n pues dos cam inos, indicados en el esquema. La
o pción más conocida es la posibilidad para la banca privada de ven­
der una parte de los bonos del Tesoro que posee a fin de conseguir
sus reservas. Son las famosas operaciones de open markeí <mercado
abierto>.
H o y e n día, estas operaciones se practican sobre todo bajo la for-
ma de ventas de activos financieros con pacto de recompra o vicever­
sa. A sí que el banco central no compra de veras a la banca privada el
título; se lim ita a comprarlo con la promesa de revendérselo algunos
días o algunas semanas más tarde. Esta transacción, una vez se ha
ultim ado, resulta equiparable a los procesos examinados para las eco­
nomías de endeudam iento: ¡la banca privada presta bonos del Tesoro
al banco Central y, a cam bio, el banco central presta reservas a la ban­
ca privada!
La segunda vía seguida por los bancos centrales anglosajones, e
incluso en varias economías de endeudam iento, consiste en mover
los depósitos bancarios del gobierno. Si se desplazan estos depósitos
del banco central a un banco privado, el banco central lo anota com o
un crédito en la cuenta del banco privado, creando así reservas para
este banco privado.
Esta segunda alternativa es cada vez más utilizada, pues permite
compensar las fluctuaciones de las reservas producidas por el ritm o
dispar del gasto público y del recaudación de los impuestos. En efec­
to, cuando el Estado gasta y carga sobre su cuenta en el banco cen­
tral, está creando reservas, puesto que dinero de curso legal será en­
tonces transferido a una cuenta bancaria. Y a la inversa: cuando se
pagan impuestos m ediante cheque y se transfieren los fondos corres­
pondientes a la cuenta del gobierno en el banco central, las reservas
dism inuyen.

71
Gráfico 3. Los balances contables simplificados del banco central
y de la banca privada en su conjunto

Banco Bancos
Activo Pasivo
Depósitos del
Divisas Depósitos de]
Créditos gobierno
, gobierno
Bonos del Billetes Depósitos privados
Bonos del
Tesoro * % de banco Fondos propios
Tesoro
Préstamos
A
Préstamos del
a bancos Reservas *- - Reservas
banco central
----- 4—-----

El carácter endógeno de las reservas es particularmente evidente


en los países en que el coeficiente de reserva obligatoria es cero, como
en Canadá. En estos países el banco central controla que no exista ni
déficit ni excedente de reservas. En la cámara de compensación, el
saldo de los bancos con déficit resulta ser exactamente igual al saldo
de los bancos con excedente. Cualquier tipo de interés podría servir
para llevar a cabo la compensación final, pero, al fin, el tipo de refe­
rencia que se convierte en la norma sobre la que basculan las nego­
ciaciones entre los bancos es el tipo interbancario de referencia, una
vez asumido por el banco cencral.

El caso de las economías abiertas


Todavía no hemos comentado nada de la tercera partida del activo
del banco central, las divisas extranjeras. D e acuerdo con la concep­
ción tradicional de la síntesis neoclásica para una economía abierta,
esro es, el m odelo de M undell-Fleming con tipos de cam bio fijos, un
superávit en la balanza de pagos acarrea la creación de un volumen
equivalente de dinero de curso legal, dado que las divisas acum ula­
das por los bancos privados en nombre de sus clientes se canjearán
por reservas. Según los autores neoclásicos, estas reservas suplemen­
tarias han de permitir a los bancos acrecentar préstamos y masa m o­
netaria; concluyen, por tanto, que el dinero es endógeno en un régi­
men de tipos de cambio fijos. Sin embargo, esta endogeneídad no

72
viene marcada por la demanda de los agenres, sino que es algo com ­
pletamente ajeno a este factor,
Los economistas postkeynesianos rechazan este análisis, y le con­
traponen el fenómeno de la compensación (BERGER, 1972; L aVOIE,
2001). En una economía monetaria de producción, los bancos conce­
den todos los préstamos que estiman aceptables; no necesitan esperar a
que aparezcan unas reservas excedentarias para conceder un nuevo cré­
dito- En las economías de endeudamiento, la liquidez que los bancos
obtienen gracias a las divisas extranjeras va a permitirles reducir su en­
deudamiento frente al banco central. En el activo del balance del banco
central, el aumento de las divisas extranjeras (los préstamos al extranje­
ro) va a quedar perfectamente compensada por la reducción de los ade­
lantos a los bancos privados (los préstamos a la economía interna). No
se producirá ningún cambio en las reservas o en la masa monetaria.
En el caso de economías de activos, la compensación se llevará a
término por iniciativa del banco central. Se emplea habitualm ente el
término «esterilización». Pero esta esterilización es automática. Por
un lado, al banco central le apetece absorber las reservas excedentarias;
por otro, los bancos privados buscan librarse de ellas para com prar
activos más rentables. El banco central puede vender bonos del Teso­
ro a los bancos o proponerles una venta con pacto de recompra. Tam ­
bién puede recuperar una parte de los depósitos bancarios de la ha­
cienda pública. En ambos casos, las reservas excedentarias serán
absorbidas por completo en una misma jornada.

La función de reacción del banco central


El banco central suministra a los bancos privados todo el dinero de
curso legal que necesiten. El banco central no puede controlar directa­
mente ni la oferta de dinero ni la oferta de dinero central. Bien, como
en Canadá, el banco central dispone de los medios necesarios para cal­
cular, día tras día y de forma m uy precisa, la cantidad demandada de
reservas, en cuyo caso esta cantidad será suministrada de forma m uy
precisa y emergerá de manera exacta el tipo fijado como blanco u o b ­
jetivo; bien, como en Estados Unidos, el banco central tiene que con­
tentarse con estimar las reservas demandadas, y en tal caso los tipos
efectivos gravitarán en torno al cipo deseado — o tipo de referencia.
El tipo de referencia es un tipo determinado por el banco central.
Su valor se fija usualmente para un lapso temporal preciso, un mes

73
por ejem plo. Este cipo es, pues, exógeno para el período señalado, e
independiente de las fluctuaciones de la econom ía o de la masa m o ­
netaria. En esce sentido, la oferta de dinero de curso legal es una línea
horizontal con respecto al tipo de referencia.
El banco central va m odificando periódicamente el tipo de refe­
rencia según los imperativos de su política monetaria. En general, ele­
va los tipos cuando suben la actividad económica (grado de utiliza­
ción de la capacidad, inverso de la tasa de paro), las tasas de inflación
(ya sea efectiva o anticipada con relación a Ja rasa apetecida u objetivo)
y los stocks de activos financieros-, y reduce los tipos en caso contrario.
Eso es lo que se llam a la «función de reacción» del banco central, cuyo
ejemplo más conocido es la regla de Taylor. El tipo de referencia tam ­
bién podría modificarse en atención a cambios en los tipos de referen­
cia del extranjero. E n tal caso, los tipos de interés de referencia dejan
de ser exógenos, puesto que dependen de la evolución de otras varia­
bles del modelo. La oferta de dinero de curso legal se percibe entonces
com o una secuencia temporal de curvas horizontales, cuyos puntos
pertinentes formarían una curva de oferta de pendiente positiva.
C o n todo, para los postkeynesianos resulta preferible continuar
concibiendo el tipo de interés de referencia com o una variable exógena,
y visualizar la oferta de dinero de curso legal co m o perfectamente
elástica y además horizonral para d icha tasa, pues la decisión de
m odificar el tipo de referencia c o ntin úa siendo una decisión discre­
cional. El alza de los tipos cuando la actividad económ ica se halla en
expansión no es ineluctable.

G ráfico 4. La fun c ió n de reacción del banco central:


una sucesión de curvas horizontales
i
Tipo de referencia
H *

H>

ri 1
"r
/

-------- ►
Oferta de
dinero legal

74
Las relaciones e n tre los b a n c o s y las em presas

F in an ciam ie n to in icial y final


A unque las empresas poseen depósitos bancarios y activos financie­
ros, la relación entre bancos y empresas que suscita mayor interés es
la que se refiere a los préstamos que los bancos conceden a las empre­
sas no financieras.
La pro ducción, con la excepción de unos pocos servicios, no es
instantánea y requiere tiem po. Las empresas productoras de bienes y
servicios deberán pagar a sus empleados y proveedores antes de ven­
der sus productos terminados. Estas empresas, salvo si suponemos
que tienen unas reservas monetarias de las que echar m ano, están
obligadas a pedir prestado a los bancos las sumas que tendrán que
adelantar cuando se abra el circuito m onetario. Es el financiam iento
inicial. Eso es obligado, sea cual sea el tipo de producción, y tanto si
se trata de bienes de consum o com o de bienes de inversión fabrica­
dos sobre pedido; e incluso si la producción se m antiene en estado
estacionario. En efecto, tam bién en este caso los bancos deben acce-
der a renovar sus préstamos ciclo tras ciclo.
Los economistas postkeynesianos y los «circuitistas», c o m o A u­
gusto G raziani (1 985), proponen distinguir entre el financiam iento
inicial de la producción (que generalmente se lleva a cabo mediante
la o btención de u n préstamo bancario, com o hemos apuntado más
arriba) y el financiam iento final de la inversión (que se desarrolla
sobre los mercados financieros (construcnon finance y investm ent
funding, según la term inología de D avidson [19821).
Las empresas que adquieren bienes de inversión tienen que fi­
nanciar su com pra. D ich o de otro m o d o , estas empresas, además de
autofinanciación, deben captar el ahorro de las familias, directa o
indirectamente, por m edio de los bancos y otros intermediarios fi­
nancieros. Es el fin a n c ia c ia m ie n to fin a l, que cierra el circuito
(Combe- m a l e , 2003, pp. 89-94).

Las líneas de crédito


El buen fun cion am ien to de cualquier econom ía depende tanto de la
flexibilidad del financiam iento inicial com o de su accesibilidad. El
sistema de las «líneas de crédito» es el m ecanismo que garantiza tanto
la flexibilidad com o la accesibilidad. U n a línea de crédito es un co n­

75
trato entre un banco y una empresa (o u n particular). El conrrato
especifica la cantidad máxima que el banco se compromete a prestar
a la empresa si ésta necesita tomar prestado, las condiciones que debe
cum plir la empresa y a veces el tipo de interés que se aplicará a las
cuantías prestadas (en este caso se exigen unos gastos para garantizar
el ripo de interés). En caso contrario, el tipo será fijado discrecional­
mente por el banco, o bien el tipo de interés aplicado será el tipo de
referencia del mercado monetario (la tasa de rendim iento de los bo­
nos del Tesoro, por ejemplo) más un margen fijado de antemano,
destinado a cubrir riesgo más gastos bancarios. El tipo variará, pues,
en función de la evolución general de los tipos de interés CWOLFSON,
1996).
La gráfica contigua indica el ripo de interés que serla aplicado a
empresas con niveles de endeudam iento diferentes. Por otro lado, si
se mantiene igual todo lo demás, en especial para empresas del mis­
m o tamaño, cuanto mas elevado es este nivel de endeudamiento, tanto
mayor será la prim a de riesgo y por ello tanto más elevado será el tipo
de interés aplicado. Este gráfico es de aplicación tanto a las líneas de
crédito como a las emisiones de obligaciones de las empresas. El ren­
dim iento exigido a dichas obligaciones será tanto más elevado cuan­
to mayor sea el riesgo percibido, y cada prestatario será colocado en
un determinado grupo de riesgo. Este gráfico refleja de manera bien
clara el principio del riesgo creciente de Kalecki.

Gráfico 5. Ilustración del principio


del riesgo creciente de Kalecki

Tipo de ¡nlerés
de los préstamos

Pri ma de rie ig o d tl
,r prestatario preferente
Tipo de] mercado
monetario

Ratio de endeudamiento
del prestatario

76
El racionam iento del crédito
C o m o se ha indicado al principio de este capítulo, los postkeynesianos
afirman que la oferta de dinero es endógena. Esta afirmación recubre
tres facetas de la endogeneidad. Por un lado, com o hemos visto, las
reservas y los billetes de banco son suministrados por el banco cen­
tral de manera endógena. Por otro lado, cuando Jas familias desean
poseer una pane de su riqueza en forma de depósitos bancarios, este
dinero bancario es creado de manera autom ática. ¿Y qué ocurre con
los depósitos que los agentes — empresas o familias— desean m an­
tener un tiem po, pero con el objetivo de gastarlos? C o n otras pala­
bras, ¿que hay del dinero crediticio? ¿También es endógeno el crédi­
to bancario?
D e una parte, los postkeynesianos afirman que la oferta de crédi­
to bancario es endógena y que los bancos conceden préstamos res­
pondiendo pasivamente a la dem anda; de otra, reconocen, com o
Keynes, que siempre hay una franja de prestatarios insatisfechos, así
que existe cierto racionamiento del crédito. ¿Cóm o conciliar estas
dos afirmaciones, a primera vista contradictorias?
La respuesta es sencillamente que los bancos aceptan todas Jas
demandas de crédito que consideran solventes y racionan todas las
demás. Los bancos satisfarán todas las demandas de préstamos que
sean razonables, con tal que el prestatario sea de fiar. Los adelantos
que tos bancos están dispuestos a conceder no están lim itados más
que por la dem anda de los prestatarios juzgados solventes ( credit-
worthy).
¿C óm o reconocer si un prestatario es solvente? Por regla general
la banca clasifica al prestatario en un grupo de riesgo, según sus ante­
cedentes, la secuencia de relaciones que el banco ha m antenido con
él, la actividad que va a financiarse y diversas ratios de endeudam ien­
to, de liquidez o de cash flow, que se cotejan con los intereses que se
estima tendrá que devengar. Serán rechazadas Jas demandas de los
candidatos que no cum plan algunas de las exigencias, o que no acep­
ten plegarse a los requisitos de seguridad (las garantías). En cuanto a
los prestatarios juzgados aceptables, los bancos van a abrirles tas lí­
neas de crédito suficientes para que puedan proseguir norm alm ente
sus operaciones, dotando así a cualquier sistema monetario de pro­
ducción de la elasticidad apropiada.

77
EL R A C IO N A M IEN T O DEL C R É D IT O BANCA R IO

Tipo de interés solvente se distancia cada vez más


de la demanda nocional a medida
que aumentan los tipos de interés).
Los tipos de interés if sobre los
préstamos bancarios pueden con­
cebirse como formados por dos
componentes, el tipo de interés
de los mercados monetarios (sobre
los bonos del Tesoro) y la prima de
riesgo o. Así tendremos:

La demanda de préstamos por el La tasa de interés sobre los prés­


conjunto de prestatarios potencia­ tamos puede aumentar ya sea por­
les es la «demanda nocional». Los que los tipos de interés monetarios,
bancos no tienen en cuenta más que que se hallan vinculados al tipo de
a los demandantes que encajan den­ referencia del banco central, están
tro de sus criterios: es la «demanda subiendo, ya sea porque los ban­
solvente* (WOLFSON, 1996). Al cos deciden aumentar el intervalo
tipo de interés medio sobre los prés­ entre las tasas sobre préstamos y di­
tamos / f el racionamiento del cré­ chos tipos monetarios. La curva de
dito viene representado por la dis­ dem anda solvente (o efectiva)
tancia A B, En caso de que los tipos incorpora una prima estándar de
de interés sobre los préstamos ban- riesgo o. En general, cuando los
carios sean más elevados, i por bancosaumentan de manera inten­
ejemplo, menos empresas o menos cionada la prima de riesgo, también
consumidores querrán pedir pres­ refuerzan los criterios y las exigen­
tado (como indica la pendiente ne­ cias de los préstamos, de manera
gativa de la demanda nocional), que la curva de demanda solvente
pero a la vez sólo una proporción se desplaza hacia la izquierda, como
menor de ellos será solvente, de indica ta línea de trazos discon­
manera que una mayor proporción tinuos. A cada prima de riesgo le
de prestatarios potenciales se encon­ corresponde una nueva curva de
trará sin préstamos (!a demanda demanda solvente.

78
La preferencia por la liq uide z de los bancos
Los postkeynesianos creen que hay que generalizar el concepto de
preferencia por la liquidez (D O W Y D O W , 1989)- D e ordinario la
preferencia por la liquidez se restringe a las elecciones de cartera de
las familias* en especial a su elección entre la posesión de dinero y la
posesión de títulos. Esta noción puede generalizarse a las empresas,
que tam bién pueden escoger enrre poseer activos financieros o c o m ­
prar activos físicos. La preferencia por la liquidez puede asimismo
aplicarse ai com portam iento de los bancos, que conceden préstamos
con más o menos facilidad. Esta preferencia por la liquidez es pues
un indicador de la prudencia de los bancos y una m edida de su con­
fianza en el futuro.
¿C óm o se puede m edir la liquidez de los bancos? ¡Difícil proble­
ma! En las economías de activos, en las que los bancos poseen títulos
em itidos por el Esrado (bonos del Tesoro), la liquidez es a m enudo
cuanrificada por el cociente entre los títulos exentos de riesgo y los
préstamos concedidos. En las economías de endeudamiento, un mejor
indicador de la liquidez de la banca es el cociente entre fondos pro­
pios de la banca y préstamos concedidos. Esta razón o proporción,
llamada de solvencia, constituye por otra parte la m edida prudencial
que ha sido adoptada e impuesta por el Banco de Pagos Internacio­
nales <de Basílea>.
La preferencia por la liquidez propia de cada banco tam bién puede
medirse con otros indicadores. C u a n d o la preferencia por la liquidez
aum enta, o sea, cuando un banco asienta una visión más pesimista
del futuro, d icho banco va a cambiar los criterios de adm isión que
aplica a la hora de colocar a ciertos prestatarios en los grupos de menor
riesgo. Va a reducir la tasa de endeudam iento admisible, o va a subir
los niveles exigidos de cash flow. Asim ism o, va a ser más severo en
cuanto a las garantías exigidas. Y finalm ente va a subir la prim a de
riesgo aplicada a cada grupo de clientes, así com o su tipo de interés
preferente en relación con las tasas del mercado monetario.
El incremento de la preferencia por la liquidez de los bancos va a
tener, pues, dos efectos. Primero, va a ser más elevado el tipo de inte­
rés cargado a los prestatarios. En efecto, al esperar que suba el n ú m e ­
ro de fallidos, los bancos querrán proteger su tasa de rendim iento,
por lo que aum entarán el margerrde beneficio entre el tipo acreedor
y el tipo deudor. Segundo, ante unas condiciones más rigurosas, un

79
mayor porcentaje de prestatarios potenciales va a encontrarse en si­
tuación de racionamiento. Y van a ser los prestatarios menos cualifi­
cados o más recientes los que van a pagar la factura de esta prudencia
ampliada de la banca.
En los mercados de títulos pueden contemplarse reacciones si­
milares. C uando los mercados se ponen nerviosos, aumenta la dife­
rencia de interés entre los títulos de mala calidad y los rítulos del
Estado, y este diferencial es un excelente indicador para anticipar la
evolución de la economía.

La tesis de la fragilidad financiera y la paradoja de la


tranquilidad
Aunque los bancos utilicen criterios objetivos para evaluar el expe­
diente de un cliente, al fin y a la posrre las decisiones de conceder un
préstamo están afectadas por sentimientos de confianza. La obra de
H ym an M insky (1985), quien conocía bien el funcionam iento de
las instituciones financieras por haber trabajado como consultor de
bancos, puso de manifiesto que hay mucha arbitrariedad alrededor
del com portam iento de prestamistas y prestatarios, y que eso puede
ocasionar muchas inestabilidades.
La tesis de la fragilidad financiera de Minsky, popular entre los
postkeynesianos, afirma que los empresarios y los hogares, al igual
que sus banqueros, aceptarán asumir más riesgos en períodos de auge
económico o después de un largo período de crecimienro sostenido.
Los bancos van a reducir las primas de riesgo, a , y sus exigencias para
los préstamos. Ahora van a ser más aceptables unas tasas de endeuda­
miento más elevadas, simbolizadas por la variable p del capítulo II.
Bancos, empresas y familias se van a conformar con una menor pro­
porción de activos líquidos. Es la paradoja de la tranquilidad. Un
período feliz de actividad económica terminará por hacer más frági­
les los balances financieros (BROSSARD, 2001).
Esta fragilidad financiera irá acompañada de comportamientos
especulativos. Empresas y bancos van a competir entre sí apoyándose
sobre la palanca del endeudamiento, mientras que las familias van a
hacer algo parecido, provocando la inflación de los precios de las ac­
ciones bursátiles y del sector inm obiliario. Eso va a conducir even­
tualmente a una reacción del banco central, el cual o bien im pondrá
restriccciones de crédito, o bien, como es más probable hoy en día.

80
im pondrá subidas de los tipos de interés. Estas subidas harán más
frágil la situación financiera de todos los sectores, pues el peso del
endeudamiento se habrá incrementado. Es muy probable que en­
tonces los bancos den un giro de 180 grados a su pauta de com por­
tamiento, agravando las primas de riesgo y las condiciones de los
préstamos. Hay riesgo de que todo termine con un crac financiero, a
menos que el Estado acepte encarar un vasto déficit financiero a fin
de sostener la demanda global.
La tesis de la fragilidad financiera de M insky vincula as/ las fluc­
tuaciones económicas con unos hábitos financieros inestables, con las
conductas codiciosas de todos los agentes económicos y con la insufi­
ciencia de una legislación que pudiese regular estos com portam ien­
tos. Estos comportamientos engendran una serie cíclica de círculos
virtuosos y viciosos que no tienen necesariamente un origen real.

Una visión sistémica de la economía monetaria


H a llegado el m om ento de tratar el dinero y el circuito monetario
desde un ángulo sistémico. Los circuitistas keynesianos franceses han
preconizado siempre el estudio de las leyes estructurales, indepen­
dientes de los comportamientos de los agentes,„y situadas en un nivel
mesoeconómico. La «mesoeconomía» es el análisis que se sitúa a medio
cam ino entre el análisis agregado de la macroeconomía y el análisis
individualizado de la microeconomía. En lo que se refiere a las rela­
ciones técnicas y al análisis de los precios relativos, son las tablas de
entradas y salidas, en especial los modelos de Leonrief y de SraflFa,
que desempeñan este cometido de análisis mesoeconómico. En el
plano de las relaciones monetarias, la mesoeconomía está constituida
por el análisis, la modelización y la interacción de las cuentas de los
balances sectoriales y de las cuentas de flujos financieros sectoriales.
Este es el nivel idóneo para comprender el circuito monetario.

Los principios de un análisis monetario sistémico


Desde hace varios años, numerosos economistas heterodoxos, bajo
la influencia de los postkeynesianos W ynne Godley (1999) y Lance
Taylor (2004), adoptan un método matricial para presentar estas re­
laciones mesoeconómicas. Estos economistas creen que dicho marco
se configura como una restricción que todos los macroeconomistas

81
heterodoxos de la escuela que sea pueden consensuar, un marco que
reemplaza con ventaja la herramienta neoclásica típica de la maxiini-
zación con restricciones. Este artefacto m esoeconóm ico presenta
numerosos puntos en co m ú n con el enfoque analítico planteado por
James Tobin (1982), un economista de la síntesis neoclásica. E n su
discurso del N obel, Tobin explicó en qué se desmarcaba su enfoque
del de la econom ía neoclásica tradicional. Las diferencias se resumen
en cuatro características:

- los stocks y los flujos deben vertebrarse, y su contabilidad debe


ser articulada de form a plenamente coherente;
— todo m odelo debe contem plar una m u ltip licid ad de sectores y
una m ultip licid ad de activos, con sus particulares, y diferentes»
tasas de rendim iento;
— es preciso modelizar las operaciones monetarias y financieras, en
especial las dirigidas por el banco central, pero tam bién las pro­
pias y peculiares de los bancos;
- no puede haber n in g ú n «agujero negro». Todo flujo debe venir
de algún sitio e ir á algún sitio. Deben respetarse todas las restric'
ciones presupuestarias y las referentes a la agregación, tanto en el
plano de los resujtados com o en el de los com portam ientos.

A este enfoque codificado por T obin se le d eno m ina a veces com o


de la escuela de N ew Haven, por la ubicación de la universidad de
Yale donde enseñaba dicho autor. Este enfoque tam bién era preconi­
zado, sim ultánea e independientem ente, por G odley y sus colegas
del D epartam ento de Econom ía Aplicada de la universidad de C a m ­
bridge, por lo que a veces se habla del «m odelo de N ew Cam bridge».
Pues bien, mientras que los economistas neoclásicos se constriñen en
un irrealista agente representativo, a la vez consum idor y productor,
determinados postkeynesianos no han desechado el programa de in ­
vestigación propuesto por Tobin. A l contrario, han intentado desa­
rrollarlo en el marco de su visión de la econom ía monetaria de pro­
ducción, en la que la oferta de dinero es endógena.

Balances sectoriales y flujos financieros


La aproxim ación sistémica de Tobin y G odley com prende dos tipos
de matrices: la m atriz de los balances y la m atriz de los flujos de ope-

82
raciones. La matriz de los balances es una m atriz de stocks. Dichos
stocks pueden ser activos tangibles, com o la m aquinaria o los edifi­
cios que constituyen el capital fijo de las empresas, y también el stock
de viviendas y de bienes duraderos de los hogares, com o los a u to m ó ­
viles en circulación, T am bién hay los stocks de inventarios de las
empresas (5), es decir, los bienes fabricados pero todavía no vendi­
dos. Escos stocks tangibles no tienen contrapartida.
En cam bio, los otros activos, los activos financieros o créditos,
tienen necesariamente una contrapartida, que es una deuda. Estas
deudas aparecen en el pasivo del balance de otro agente o de otro
sector (hogares, empresas productoras, bancos privados, gobierno y
banco central).
¿D e d ónd e proceden los stocks de la m atriz de balances? V ie ­
nen de flujos que se añaden a los stocks existentes y tam bién de la
reevaluación de determ inados activos (que está excluida de la m a ­
triz de los flujos de operaciones). C ad a stock está asociado a los
flujos por m edio de una ecuación dinám ica que liga pasado con
presente. Por ejem plo, el valor E del stock de las acciones poseídas
por las familias a final de año, que es igual al producto del n úm e ro
de acciones e por su precio es la sum a de tres componentes: el
valor de las acciones poseídas a principios de año; el valor de las
nuevas acciones emitidas por las empresas y compradas por las fa­
milias al precio corrience; y finalm ente la ganancia de capital deri­
vada de las acciones poseídas a principios de año, merced al alza del
precio de estas acciones.

Integración de los flujos de la contabilidad nacional con los


flujos financieros
La matriz de los flujos de operaciones resulta particularmente intere­
sante, puesto que conecta los grandes agregados de la contabilidad
nacional (relacionados con el producto social y la distribución de la
renta) con los flujos financieros que m odifican los balances. Es el
equivalente de lo que en Francia es el TEE («Tablean économique
d'ensemble » <Cuadro económ ico global>). La tabla adjunta da una
idea del asunto; de ella se ha excluido, en pos de la sim plicidad, el
gobierno y el banco central. Es un m odelo wickselliano puro. Para
no com plicar las cosas, tam bién se supone que los bancos no obtie­
nen ganancias (los tipos de interés im} abonados sobre los depósitos,

83
Tabla 7. M atriz de los flujos de operaciones en una
economía cerrada sin seccor público

Familias Empresas Bancos I


Cuenta Corriente Capital Corriente Capital
Consumo ■C + c 0
Inversión +/ ■I 0
- Stocks
en inventario +A5 -A5 0
Salarios +w N -w N 0
Beneficio neto + Po - (Pnd +P n d 0
+Po)
Intereses de
los préstamos -itU-n +itU-\) 0
Intereses de
los depósitos '¿«A-u 0
A Préstamos +ALf -ALf 0
A Depósitos -ALX +AZ)„ 0
Emisión de •p,Ae +p,Ae
acciones
z 0 0 0 0 0 0

y if cargados sobre los préstamos, son iguales), que las familias no


piden prestado y que las empresas no manejan dinero efectivo.
La contabilidad matricial garantiza que nada se pasa por alto:
todo flujo viene de algún lugar y va a algún lugar. He aquí por qué
las casillas de la últim a fda y la ú ltim a colum na están todas ocupadas
por ceros.
Horizontalm ente, cada flujo tiene su o sus contrapartidas. Esta
igualdad se cumple por una de las tres razones siguientes: la oferta se
ajusta siempre a la demanda; la demanda es racionada (com o en el
caso del racionamiento del crédito): los precios de mercado ajustan
instantáneamente la oferta y la demanda (como en el caso del merca­
do bursátil). Eso explica por qué la economía descrita debe estar ce-

84
rrada. Para poder representar adecuadamente una econom ía abierta,
haría falta que la matriz diera cabida al resro del m undo.
Ver tica! mente, cada transacción debe ser financiada. La restric­
ción de los presupuestos sectoriales se plasma en el hecho de que la
colum na de cada sector debe sumar cero. Así, por ejemplo, los hoga­
res reciben unos intereses (+ inDc-i>), unos dividendos (Pp) y unos
salarios (w N ), que pueden destinar al consumo ( Q , a incrementar
sus depósitos bancarios (AD), o a comprar acciones nuevas (peAe).
Esa es la restricción presupuestaria de las familias.
El caso de las empresas es más complicado. Venden bienes de
consumo C, y se venden entre sí bienes de inversión I, y poseen los
productos fabricados pero todavía no vendidos a los clientes AS, El
moneo tota] de estas ventas, sean efectivas o virtuales, tiene que ser
igual a los salarios y a los intereses abonados más Jos beneficios netos
del sector empresas. Esta ganancia neta se reparte en dos c o m po nen­
tes: los dividendos abonados a las Familias y los beneficios no distri­
buidos Pnd, que sirven para financiar las inversiones fijas y los stocks
de inventario.

Recursos y empleos
Los elementos de la matriz de estos flujos de operaciones que tienen
signo positivo representan un «recurso». Así, los salarios ( w N , el pro­
ducto del salario prom edio por período w y el número de trabajado­
res N) representan una corriente de ingresos o fondos para las fami­
lias. En cambio, estos salarios representan para las empresas una carga
o «empleo», y en virtud de ello aparecen con signo negativo en la
columna Empresas. Las líneas inferiores de la matriz representan las
variaciones de créditos y deudas. Así, si las familias compran accio­
nes (una cantidad e al precio de pf por acción), o aumentan sus depó­
sitos bancarios (A D ), eso constituye un empleo y exige por tanto sig­
no negativo, Pero cuando las empresas consiguen un nuevo préstamo
AL de los bancos, este incremento del stock de empréstiros constitu­
ye un recurso para las empresas, por lo que se le asocia un signo po­
sitivo.
El uso de los términos «empleo» y «recurso» puede provocar cier­
ta confusión en el caso de los bancos. C uando un banco concede un
nuevo préstamo, este cam bio en el stock de préstamos viene afectado
por un signo negativo, mientras que llevan signo positivo los incre­

85
mentos de depósitos bancarios. Así pues, se dice que los depósitos
son un «recurso», mientras que los préstamos son un «empleo». Eso
da la falsa impresión de que los depósitos son un recurso necesario
para la concesión de préstamos. Sin embargo, son los préstamos quie­
nes crean los depósitos, com o vamos a ver. D ic h o de orro m o d o, aun
cuando la consecución de depósitos por parte de los bancos aparece
com o un «recurso» desde el pu n to de vista de las operaciones fin a n ­
cieras, son los préstamos concedidos por los bancos lo que constituye
el elemento causal de la actividad económica. Estos préstamos se crean
ex nihilo <de la nada>, a dem anda de aquellas empresas juzgadas com o
prestatarios solventes por parte de los bancos (LAVOJE, 2003).

La creación moneraria
¿C óm o se pone en marcha el circuito m onetario? En la tercera sec­
ción hemos distinguido entre financiam iento inicial y financiam iento
final. Gracias al uso de las matrices de los flujos de operaciones va­
mos a percibir mejor esta distinción esencial.
La financiación final queda ilustrada en la tabla vecina por la
co lu m n a de la cuenca de capital de los flujos de operación de las
empresas. A l final del período, al final del trimestre o del año, la acu­
m ulación de capital fijo y el aum ento de los stocks de inventario son
financiados por tres fuentes posibles, al menos en el m odelo s im p li­
ficado que estamos m anejando: em isión de nuevas acciones, más
préstamos bancarios e increm ento de beneficios no distribuidos P sd
(autofm anciación).
Las casillas sombreadas de la m atriz de los flujos de operación
ilustran el financiam iento inicial. C ua n d o nace el circuito m oneta­
rio, al comienzo del período de producción, las empresas deben pedir
prestado el m onto necesario para pagar a sus trabajadores, que han
producido los nuevos bienes d S. Así que la cantidad recibida en prés­
tam o para el período en curso es igual al m o n to de los salarios del
período en curso. Ésa es la primera etapa del circuito. Nótese que es
indiferente que las sumas tomadas en préstamo rengan com o fin la
producción de bienes de consum o o la de bienes de inversión.
E n suma, en el inicio de esta primera etapa del circuito, las em ­
presas adeudan un préstamo concedido por los bancos, mientras que
sim ultáneam ente anotan en su haber u n depósito bancario. En la
realidad esta primera etapa es infinitam ente breve, pues en general

86
las empresas no giran sobre su línea de crédito más que cuando efec­
tivamente han de proceder a un pago. Los fondos recibidos en prés­
tamo son, pues, inm ediatam ente transferidos a los hogares trabaja­
dores, ya sea m ediante la emisión de talones, ya sea por vía electrónica
com o es hoy práctica usual.
En el m ism o instante en que los salarios w N son abonados a los
trabajadores, éstos entran a formar parte de las rentas de los hogares.
Así pues, antes de que estas rentas se hayan gastado, constituyen inexo­
rablemente u n ahorro por parte de las familias, en form a de disponi­
bilidades monetarias adicionales A D m. Ésta es la etapa ilustrada por
las casillas sombreadas de la tabla.

Principios de c o nta bilid a d y escrirura cuádruple


El rigor que im p o n e la form a m atricial permite hacer resalrar algu­
nos principios de contabilidad, en especial por lo que atañe a las
empresas. Los bienes producidos pero todavía no vendidos consituyen
una acum ulación de existencias o stocks de inventario AS. Es un
principio contable prim ordial que los stoks de inventario deben ser
valorados a su coste de producción o a su coste de reposición (y no
a su precio de venta anricipado). En el presente caso, en el marco de
nuestra econom ía verticalmente integrada, el coste de producción
de los stocks es igual a los salarios pagados a las familias durante el
período. D e ello se sigue que el valor del increm ento de los stoks A S
es igual a los salarios w A/que han sido abonados a los hogares, com o
puede leerse en la cuenta corriente de las empresas, en la parte
sombreada.
La representación m atricial de los flujos de operaciones hace
resaltar asim ism o el prin cipio de la cuádruple escritura. Toda tran­
sacción necesita al menos cuatro registros, dado que cada línea y
cada c o lu m n a han de sumar cero. Por tanto, si los bancos conceden
un préstamo A L , necesariamente han de crear un depósito A D en
conrrapartida, a fin de que la sum a de las parridas de la co lum na
«cuenta de capital» del sector bancario c o ntin ú e siendo cero. El
préstamo, que es un crédito para el banco, debe aparecer en otro
lugar c o m o la deuda del prestatatario, a fin de que la sum a de las
partidas de la línea de préstamos tam bién c o ntin ú e siendo cero. Lo
m ism o ocurre con la línea de los depósitos. Así que c o m o m ín im o
hay cuatro registros.

87
El papel de la m atriz de los flujos de operación en la
m odelización
La matriz de los flujos de operaciones, combinada con la matriz de
los balances sectoriales, es el esqueleto de la modelización de las eco­
nomías monetarias de producción. A este esqueleto, y a las ecuaciones
dinámicas que vinculan los stocks y los flujos, habría que añadir las
ecuaciones de com portam iento de los diversos agentes sectoriales.
Cada modelo propuesto postula unos comportamientos diferentes
que van a asegurar el cierre ( closurr) del modelo y a determinar sus
resultados- A pesar de codo, los postkeynesianos com o G odley que
preconizan este m étodo creen que el esqueleto y las ecuaciones d in á­
micas proporcionan una estruccura que restringe el conjunto de re­
sultados posibles. Ciertas configuraciones son imposibles.
Según Godley, un modelo que describa adecuadamente una eco­
nom ía monetaria de producción va a dar unos resultados parecidos,
sea cual fuere el valor que tomen los parámetros, tanto en el medio
como en el largo plazo. Un m odelo de esa estirpe debe integrar de
manera coherente los stocks y los flujos, y debe garantizar que codos
los flujos de operación son tenidos en cuenca. Sus relaciones de com ­
portamiento deben tomar en consideración las rescricciones presu­
puestarias y las restricciones de una correcta agregación, en particu­
lar las que están vinculadas a la selección de cartera.
Además, los agentes irán en pos de coeficientes que aseguren una
buena articulación entre flujos y stocks, en especial una adecuada
proporción entre las ventas esperadas y los stocks de inventario ape­
tecidos por parce de las empresas. A veces eso se realizará sin que los
agentes se enteren o sean consciences de ello. Por ejemplo, cuando las
familias deciden consumir año tras año una fracción de sus ingresos
y una parte de su riqueza, su com portam iento supone la determina­
ción a largo plazo de una relación constante entre riqueza (el stock) y
renta disponible (el flujo).

Algunas lecciones derivadas del análisis sistémico


Los modelos postkeynesianos construidos según los principios pro­
puestos en la presente sección permiten verificar las características
planteadas en la sección primera. A pesar de que la oferta de dinero y
la dem anda de dinero parecen depender de factores independientes
(en cuanto a la oferta, las restricciones de balance del banco central o

88
de los bancos privados; en cuanto a la demanda, las elecciones de
cartera de las familias), la oferta y la dem anda de dinero son necesa­
riamente ¡guales en un modelo realizado adecuadamente. La igual­
dad de la oferta y la demanda de dinero se verifica siempre, incluso si
no hay ninguna ecuación explícita que im ponga dicha igualdad.
En este marco, un exceso de oferta de dinero, que para los auro­
res neoclásicos engendra inflación, es un sinsentido. La inflación no
puede ser causada por una oferta de dinero excesiva.
También puede comprobarse que el banco central y el Tesoro
público tienen la capacidad de m anipular los tipos de interés. Raras
veces se pone en duda que el banco central no pueda controlar los
tipos a corto plazo; sin embargo las instituciones monetarias tam ­
bién son capaces de controlar los tipos a largo plazo. Para ello hace
falta que estén dispuestas a aceptar fuertes variaciones en la com po­
sición de sus deudas, es decir, en las proporciones de las emisiones de
títulos a corro y largo plazo.
En caso contrario, los tipos a largo plazo van a fluctuar de mane­
ra bastante azarosa en relación con los tipos de interés a corto plazo,
incluso si, eventualmente, unos procesos de arbitraje que operen con
suavidad deben acercar los tipos de interés a largo plazo a los tipos de
interés a corto plazo anticipados para el futuro. Estos tipos anticipa­
dos serán los tipos a corto plazo observados en el reciente pasado,
gravitando alrededor de los cipos de referencia del banco central, con
tal que éste los im ponga con suficiente convicción y constancia.
El análisis sistémico de las economías abiertas permite asimismo
demostrar que los desequilibrios exteriores no ponen, de n inguna
manera, en cuestión la posibilidad de controlar los tipos de interés
por parte de los bancos centrales. La verdadera restricción, en régimen
de cambios fijos, es que los desequilibrios exteriores no se van a reab­
sorber por sí solos, de forma que la escasez; de reservas de divisas va a
forzar a los gobiernos a practicar unas políticas monetarias y fiscales
restrictivas. Existe, pues, un sesgo deflacionista en la economía m u n ­
dial, como volveremos a ver en el capítulo V, pues las economías con
superávit en la balanza de pagos no están de ningún m odo obligadas
a practicar una política expansionista que sirviera de contrapeso a las
políticas restrictivas de los países con déficit exterior.

89
IV, EL C O R T O PLA ZO : D E M A N D A EFECTIVA
Y M E R C A D O D E T R A B A JO

El objetivo del presente capitulo es examinar el papel de la demanda


efectiva y su impacto sobre la dem anda de trabajo. C o m o hemos
subrayado en el primer capiculo, para los economistas postkeynesianos,
el concepto de economía guiada por la demanda es un concepto esen­
cial. C o n el auxilio de la noción de dem anda efectiva vamos a de­
mostrar de manera sencilla que para aumentar la ocupación no hace
falta una reducción de los salarios reales. Al contrarío, el aum ento de
los salarios reales engendra un alza de la dem anda de productos y por
ranto, como veremos, un aumenco de la dem anda de trabajadores y
una reducción del paro. Así, la subida del salario m ín im o y el alza del
salario medio van a tener efecros positivos sobre la actividad econó-
mica y la ocupación, contrariamente a lo que afirman los adeptos del
«pensamiento único».
Esta demostración va a efecruarse en el marco del corto plazo. En
el próximo capiculo se examinará |o que acontece a largo plazo.

C orto plazo y largo plazo


Antes de nada es conveniente definir lo que entendemos por corto y
largo plazo. Se puede decir que exisren dos interpretaciones diferen­
tes de estos conceptos,
La primera distinción es la que se encuentra en los manuales
neoclásicos. En estas obras el largo plazo se concibe como una situa­
ción en la que las anticipaciones, sobre todo las previsiones relativas
a los niveles de precios (o a las tasas de inflación), se cum plen. En
contraste, las anticipaciones de precios no suelen cumplirse a corto
plazo, dado que los agentes no han corregido aún sus errores en las
estimaciones.

91
La segunda distinción es más propiamente temporal. El corto
plazo se aplica a una situación en la que el stock de capital se supone
constante; en el largo plazo el stock de capital es una variable que
crece con los flujos de inversión. El largo plazo describe: o bien una
economía estacionaria en la que la riqueza real de las familias es cons­
tante y en la que la inversión neta (o sea, la inversión bruta menos la
amortización de la maquinaria) es nula; o bien una economía en cre­
cimiento donde el stock de capital y la riqueza de las familias se ex­
panden en forma exponencial.
Forzosamente, el análisis de corto plazo descrito más arriba es de
carácter parcial. En efecto, como se ha mostrado en el capítulo prece­
dente, un análisis verdaderamente coherente debe vincular stocks a
sus correspondientes flujos. AJ postular que son datos tanto el stock
de capital de las empresas como la riqueza de los hogares, incluso si
las empresas invierten y las familias ahorran, se dejan en la oscuridad
las repercusiones de este ahorro y de aquellas inversiones. La situa­
ción descrita no puede ser más que una rebanada de tiempo, un es­
trato congelado de una secuencia de períodos conexos unos con otros.
C o m o explica Tobin (1983, cap. IV), el modelo IS/LM de la síntesis
neoclásica, que determina un ahorro y una inversión positivos, es un
ejemplo flagrante de esta dicotom ía artificial.
En el corto plazo, que es ahora el plano en el que nos situamos,
no se tendrán en cuenta los efectos de la inversión sobre el stock de
capital (la segunda definición). Postularemos asimismo que se verifi­
can las anticipaciones, al suponer que la oferta ha tenido tiempo de
ajustarse a la demanda de productos (la primera definición).

Los c o m p o n e n te s de la d e m a n d a efectiva

Com ponentes autónom os e inducidos


En los modelos neoclásicos la demanda global depende esencialmen­
te de dos parámetros, el gasto público y la oferta monetaria. Según
los postkeynesianos, puesto que la oferta monetaria es una variable
endógena que responde a la demanda de dinero, esta variable no puede
determinar la demanda global. Por otra parte, y siempre con ánim o
de simplificar, continuaremos en el marco de una economía cerrada
y sin gobierno. ¿Cuáles serían entonces los parámetros determinan­
tes de la demanda global?

92
En ía Gtnerat Theory < Teoría gtneral de la ocupación, el interés y el
dinero>, Keynes plantea la distinción entre las componentes autóno­
mas y las componentes inducidas de la demanda efectiva. Lo que se
entiende aquí por componente inducida es una componente de Ja
demanda global corriente que depende del nivel de output corriente
(por tanto, de la renta corriente). F.n cuanto a la componente autó­
noma, ésta no depende del nivel de output del período corriente. En
el marco de una economía cerrada sin sector público quedan única­
mente dos partidas más, la inversión y el consumo.
Keynes supone que la inversión es esencialmente una variable
autónom a que depende de las anticipaciones a largo plazo de los
empresarios, mientras que el consum o es una variable inducida, al
menos en parte. Esta representación de la realidad es bastante sim i­
lar a la adoptada por Kalecki en la mayoría de sus trabajos. La in ­
versión tam poco depende, para este autor, del nivel de o utp ut nor­
mal. En cuanto al consumo, Kalecki lo descompone en dos partidas,
el consumo sobre los salarios y el consum o sobre los beneficios. El
primero es inducido, en tanto que el segundo es autón o m o , pues
Kalecki supone que depende de los beneficios obtenidos en perío­
dos precedentes.

La determ inación macroeconómica de los beneficios


Kalecki estableció una relación que define los beneficios macroeco-
nómicos, a base de unas ecuaciones muy sencillas. Kalecki parte de la
contabilidad nacional, en concreto, de la columna correspondiente a
la cuenta corriente de las empresas, según nuestra matriz de flujos de
operaciones del capítulo precedente. D e este m odo el producto na­
cional puede ser contem plado desde dos ángulos diferentes, el de las
rentas y el de las ventas. El producto nacional nom inal Y (en euros o
en dólares) verifica que:

Y = Salarios + Beneficios = C onsum o + Inversión,

A! igual que los economistas clásicos, y sobre todo Marx. Kalecki


cree que los trabajadores gastan casi todo su salario. Si se postula que
los trabajadores consumen por completo sus salarios, tenemos:

C onsum o sobre salarios - Salarios.

93
Y, restando, llegamos en seguida a la siguiente ecuación, que es
la famosa ecuación de Kalecki:

Beneficios = C o n su m o sobre beneficios + inversión.

De m odo que en una economía cerrada sin sector público en la


que los trabajadores no ahorren, los beneficios macroeconómicos de
las empresas son exactamente iguales a la suma de la inversión y del
consum o de los capitalistas sobre sus beneficios.

La causalidad en la relación de Kalecki


Ahora bien, ¿cuál es el sentido de la causalidad en esta ecuación?
¿C óm o debe interpretarse? El m ism o Kalecki se plantea la pregunta
y propone una respuesta. He aquí su comentario: «¿Qué significa
esta ecuación? ¿Hay que interpretar que los beneficios durante un
período dado determinan el consum o y la inversión de los capitalis­
tas, o bien al revés? La respuesta a esta pregunta depende de cuáles de
estas magnitudes son objeto de decisión directa por parte de los capi­
talistas. Es obvio, a la postre, que los capitalistas pueden decidir con­
sum ir e invertir durante un período dado más que en el período pre­
cedente, pero no pueden decidir ganar más. Son, por consiguiente,
sus decisiones de inversión y de consum o lo que determina los bene­
ficios, y no al revés» (KALECKI, 19 6 6 , p. 32).
Entonces, com o dice Kaldor (1974, p. 105) mediante un aforis­
mo atribuido con frecuencia (equivocadamente) a Kalecki, «los capi­
talistas ganan lo que gastan, los trabajadores gastan lo que ganan».

El m odelo de los kaleckianos


¿Keynes o Kalecki?
En su Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, inspirada en
los escritos de Alfred Marshall, Keynes acepta sin reservas algunas
hipótesis habituales de la teoría neoclásica. En especial retoma la h i­
pótesis de la m axim ización de beneficios por parte de las empresas,
bajo la restricción de rendimientos decrecientes, hipótesis que he­
mos rechazado en el capítulo II.
Keynes quería convencer a sus contemporáneos de que su teoría
era más general que la teoría que él deseaba arrinconar, por lo cual

94
LA N E G A C IÓ N D EL EFEC T O D E S P IA Z A M IE N T O
( O « CROWDING-OUT»)

Los defensores del «pensamiento úni­ En primer lugar, los tipos de inte­
co» afirman con frecuencia que toda rés dependen básicamence del tipo
expansión del gasto público con ei fin de referencia fijado por el banco
de relanzar la demanda global está central. Además, la ecuación de
condenada ai fracaso, pues el déficit Kalecki muescra que los déficit p ú ­
presupuescario va a succionar los re­ blicos tienen un impacto favorable
cursos financieros que necesita el sec­ sobre los beneficios de las empre­
tor privado para financiar sus inver­ sas. El efecto de exclusión queda,
siones. Es lo que se llama «efecro por tanto, invercido. Así pues, en
crowdmg-out» — o el treasury view una economía cerrada con sector
<punto de visca del Tesoro reproba­ público, la ecuación de Kalecki
do por Keynes. El déficit público, al (1966, p. 35) se convierte en:
inducir un aumento de los tipos de
interés, reduciría la inversión privada Beneficios netos de impuestos =
y sería nocivo para el sector privado. Consumo sobre beneficios +
El punto de vista posckeyne- Inversión + Déficit presupuestario
siano es completamente diferente.

F O R M A L IZ A C ÍÓ N D E LA E C U A C IÓ N D E LOS B E N E F IC IO S

Para proseguir con nuescro estudio Los ingresos están representados


del principio de la demanda efecti­ por la masa salarial w N y los benefi­
va, es conveniente formalizar la cios totales P. que incluyen los pagos
ecuación de los beneficios de Ka­ de intereses. Ce / representan los gas­
lecki que acabamos de definir en tos nominales en consumo e inver­
términos verbales. Con la notación sión, Los símbolos a y a representan
adoptada en el anterior capitulo, las el consumo y la inversión, pero ex­
identidades de la contabilidad na­ presados en términos reales, en uni­
cional definen la renta nacional dades de outpuc, miencras que p es el
como igual a: precio de este output. Finalmente,
Y= w N + P = C + I aftya te presentan el consumo en tér­
minos reales de los capitalistas y de
con
los trabajadores respectivamente.
C - *pat =*pa<c+tpaew Suponiendo de nuevo que los
l = pa trabajadores gastan codo su salario,

95
llegamos a la ecuación que define ríodo considerado, tanto la inver­
los beneficios: sión como el consumo de los capi­
talistas son ambos, en términos rea­
P =p a ^ p a ¡
les, variables autónomas. De hecho,
Según Kalecki, los beneficios la determinación de los gastos de
macroeconómicos quedan prede­ inversión es un asunto tan contro­
terminados, pues las inversiones vertido en economía que también
rea]izadas duran te el pe ríodo depen­ es conveniente considerar la inver­
den en realidad de decisiones de sión como una variable exógena. Así
inversión tomadas con anteriori­ pues, los beneficios macroeconó­
dad; en cuanto a] consumo de los micos dependen del gasto reai au­
capitalistas, es en gran medida una tónomo a - a n \ de modo que se
función délos beneficios obtenidos puede escribir la ecuación prece­
durante los períodos precedentes (o dente como:
de las ganancias de capital en la bol­
sa). Desde el punto de vista del pe­ P - pa

LA E C U A C IÓ N D E LA D E M A N D A G L O B A L

La dem anda, en el plano mi- En términos reales, esto es, en


croeconómico, depende, en de­ términos dé la unidad de output que
finitiva, de dos componentes, a| resulra de dividir DG por el índice
menos en nuestro modelo de eco­ de precios p, la demanda global se
nomía cerrada sin sector público. reduce a:
Estos dos componentes son el con­
DGR =( w/p)N + a
sumo endógeno de los trabajado­
res, es decir, todos los salarios, y el Contrariamente al modelo neo­
componente de la demanda autó­ clásico, en el que la demanda glo­
noma, que comprende a su vez el bal depende de la oferta monetaria,
consumo de los capitalistas y sus la demanda global en los modelos
gastos en inversión. La demanda postkeynesianos depende de la
global DG verifica pues que: cuantía de los salarios devengados
y del gasto autónomo real (en con­
DG = w N +pa
sumo e inversión) decidido por los
capitalistas.

96
OTRA ECUACIÓN DE LOS BENEFICIOS

Los economistas postkeynesianos Esta es la versión a corto plazo


han modificado un poco la relación de la llamada ecuación de C am ­
que, según Kalecki, determina los bridge, que se encuentra por pri­
beneficios, haciendo abstracción de mera vez en Kaldor (1974, pp.
los tiempos y de los retardos que éste 103-105). Aludía este autor a la
había tomado en consideración. historia de la «vasija de la viuda»,
Según las relaciones planteadas por parábola bíblica utilizada por Key-
los postkeynesianos, el consumo de nes en su Treatisc on Money de
los capitalistas depende sencilla­ 1930. Aunque los beneficios se
mente de los beneficios logrados consuman, no se vacía el depósi­
durante el período corriente. Si los to, al igual que le sucedía a la vasija
capitalistas ahorran una proporción de aceite de un pasaje del Antiguo
s de sus beneficios corriences, esto Testamento <1Reyes, 17>.
comporta que el consumo de los ca­ Los beneficios macroeconó-
pitalistas sea igual a: micos, según los postkeynesianos,
son iguales a los gastos de inversión
p a K - (1 - s J P
divididos por la propensión de los
Entonces, la ecuación de los be­ capitalistas a ahorrar sobre sus bene­
neficios se puede transformar en la ficios. Esta ecuación, bajo su forma
siguiente expresión: dinámica, nos será útil en el próximo
capítulo. De momento, nos queda­
P = p (a.l s j = /A
mos con la fórmula kaleckiana.

quería, conservar el mayor núm ero posible de elementos familiares a


sus colegas. La estrategia adoptada por Keynes tiene repercusiones
todavía hoy, pues la mayoría de los postkeynesianos fundamentalistas,
como Davidson y W eintraub, siguen las huellas de Keynes en este
campo, y proponen una aproximación a la oferta global basada en la
hipótesis de los rendim ientos decrecientes. Lo m ism o hacen los
keynesianos del desequilibrio, com o M alinvaud y Bénassy.
Kalecki, por su parte, tuvo una form ación marxista. C uan d o
publica sus primeros artículos relativos al ciclo de la dem anda efecti­
va, no está ni pizca influido por las abstracciones de los economistas
neoclásicos. Kalecki supone, en particular, que la producción puede
hacerse con un coste unitario directo constante. Su form ulación del

97
principio de la dem anda efectiva es juzgada preferible a la de Keynes,
según opinan tanto Robinson (1984,9) com o Kaldor (1987, p. 141).
De hecho, ciertos analistas consideran que más bien se debería ha­
blar de e c o n o m ía kaleckiana que de e con o m ía postkeynesiana
(DOSTALER, 1988, p. 134).

La función de utilización
La representación kaleckiana de la oferta global se apoya en el análi­
sis postkeynesiano de la empresa moderna, presentado en el capítulo
11. El modelo kaleckiano se construye sobre la base de una función
de producción moderna, que los postkeynesianos llaman una f u n ­
ción de utilización (NELL, 1988, p. 106). La función de utilización
postula que no existen rendimientos decrecientes, al menos en tanto
que y mientras que el coeficiente de utilización de la capacidad sea
inferior a la unidad. Los rendimientos son constantes.
En los modelos kaleckianos se considera, por lo general, que exis-
ten dos tipos de m an o de obra, el trabajo variable (o directo) y el
trabajo fijo (indirecto) (ÁSIMAKOPULOS, 1975). El trabajo fijo no está
vinculado directamente a la producción. Corresponde en especial a la
actividad de los empleados, de los administrativos por ejemplo. El
trabajo variable está constituido por los trabajadores directamente li­
gados a la producción. Sus salarios forman parte de los costes directos
de las empresas. A pesar de que esta distinción sea claramente útil y de
que permita explicar determinadas fluctuaciones de la proporción de
los salarios sobre la renta nacional en el marco del ciclo económico,
aquí haremos abstracción de ella. Supondremos que todos los traba­
jadores están directamente implicados en la producción.
Incluso con esta hipótesis simplificadora, reencontraremos los
principales resultados derivados de los modelos kaleckianos, en espe­
cial la relación positiva (ya señalada al final de la sección precedente)
entre el nivel del salario real y el nivel de ocupación.

La paradoja kaleckiana de Los costes


La curva de dem anda de trabajo del m odelo kaleckiano, expuesta en
la página 101, muestra que, para un gasto autón o m o real dado a,
existe (en el plano macroeconómico) una relación positiva entre el
nivel del salario real y la dem anda de trabajo de las empresas. U n
aum ento del salario real w/p comporta un desplazamiento a lo largo

98
IA FORM A LJZACIÓN DEL M O D E LO KALECK1ANO

El modelo kaleckiano del mercado Sobre esta curva, el mercado de


de trabajo es muy sencillo. Se con­ productos está en equilibrio. Es pues
serva la ecuación de la demanda glo­ el lugar de todos los puntos para los
bal ya enunciada: cuales ahorro e inversión son igua­
les. Dicho de orro modo, para ro­
D CR = (w/p)N *■a
dos los pares salario real y empleo
En cuanto a la función de utili­ de esta curva, los bienes producidos
zación posrkeynesíana, que reem­ son todos vendidos al precio fijado
plaza a la función de producción por las empresas. Esta curva está re­
neoclásica, es directamente pro­ presentada en la gráfica de la página
porcional a la cantidad de trabajo. 101. Pordebajodelácurva hayofer-
El output viene dado por la ecua­ ta excedente de bienes; y por enci­
ción: ma de la curva la demanda de bie­
nes supera a la oferta. Siempre que
q = TN
las empresas respondan a una oferra
donde T es una constante que re­ (o demanda) excedentaria de bienes
presenta el output por trabajador, reduciendo (aumentando) la pro­
esto es, una medida de la producti­ ducción, la econom ía alcanzará gra-
vidad de los trabajadores ( T = Un, dualmente la curva de demanda
es el inverso del coeficiente técnico efectiva. En el resto del capítulo,
n, o cantidad de trabajo por unidad vamos a suponer que estos movi­
deoutput, concepto presentado en mientos transitorios han concluido
el capiculo II). Se trata pues de una y que la economía se encuentra en
medida global del grado de desa­ todo momento sobre la curva de
rrollo de la tecnología, lo que da demanda efectiva de trabajo.
razón del empleo del símbolo T para Nótese que la curva de deman-
medir esta productividad. daefectivade trabajo tiene pendien­
Igualando oferta y demanda real, te positiva en todos sus puntos, aj
o sea con q = DCR, se obtiene una contrario que la habitual curva de
u otra de las dos ecuaciones siguien­ demanda de trabajo neoclásica. Es
tes, que representan la curva de de­ asíntota a una recta horizontal que
manda efectiva del trabajo: represen ta la productividad por tra­
b M = a /[ T - (wíp)] bajador, T. Por tanto, el salario real
(wtpyfi= T - aN. no puede ser superior en ningún
caso a la productividad por trabaja­

99
dor, dado que entonces las empre­ searía vender y producir más, pues
sas sufrirían pérdidas, saben que un incremento de produc­
En una economía moderna y en ción no aumenta en modo alguno
el nivel macroeconómico, la restric­ los cosres unitarios, al menos hasta
ción de la demanda efectiva es la que se llega a la plena capacidad. Sin
única restricción a la que se enfren­ embargo, tas empresas están cons­
tan las empresas. Cada empresa de­ treñidas por su cuota de mercado.

de la curira de demanda efectiva de trabajo. La subida del salario real


acarrea por tanto un nivel de ocupación más elevado. Tenemos pues
una proposición exactamente contraria a los preceptos sostenidos por
los defensores del «pensamiento único».
Esta relación positiva es ante todo paradójica. Tal paradoja corri­
ge un error de composición. Lo que es cierto para una empresa, en el
nivel microeconómico, puede ser falso en el nivel macroeconómico,
si todas las empresas hacen lo mismo.
Cada empresa tomada individualm ente lograría más beneficios
si consiguiera bajar sus costes de producción unitarios, en especial
mediante una reducción de salarios; pero si todas las empresas consi­
guen rebajar los salarios, mientras aum entan su margen de benefi­
cios y conservan los precios a un nivel fijo, las empresas en su con­
ju n to venderán menos productos, y no por esto van a subir sus
beneficios. «Lo que es ventajoso para un empresario aislado no lo es
necesariamente para el conjunto de los empresarios considerados como
clase» (KALECKI, 1971, p. 26). Tenemos aquí lo que se puede deno­
minar la paradoja kaleckiana de los costes, totalmente equiparable a la
paradoja keynesiana del ahorro.
En el caso de la paradoja del ahorro, bien conocida por los estu­
diantes de macroeconomía, el aum ento de la propensión a ahorrar
por parte de las familias no lleva de n in g ú n m odo a un incremento
del ahorro y de la renta nacional. M u y al contrario, en la medida en
que el nivel de inversión está fijado, y por tanto suponemos que es
una variable autónom a, una subida de la propensión a ahorrar no
m odifica en m o d o alguno el ahorro global, sino que desemboca en
una reducción de la renta nacional, de las ventas y del empleo global.
En el marco de la paradoja de los costes aquí ilustrada, la d ism i­
nución del salario real, para un gasto autón o m o dado, lleva a una

100
Gráfico 6. El mercado de trabajo del m odelo kaleckiano

w/p

subida del margen de beneficios por unidad vendida (un aum ento
del parámetro 0 o © del capitulo II), pero la masa de los beneficios
totales macroeconómicos no cambia en m odo alguno, mientras que
la renta nacional, ventas y empleo global disminuyen.
La causa de esta reducción es la baja de la dem anda global que
acontece com o consecuencia del cambio en el reparto de los ingresos,
en detrim ento de los asalariados. Y éstos tienen una propensión a
consum ir superior a la de los receptores de beneficios.

El im pacto de la subida del gasto au tó n o m o real


Es claro que el aum ento de los salarios reales permite una expansión
de la dem anda real global y, por tanto, un crecimiento de la produc­
ción y del empleo. ¿Existe otra manera de aum entar la producción y
alcanzar el pleno empleo?
El análisis de Kalecki, com o el de Keynes, no nos deja m u cho
campo donde elegir. Sólo queda otra opción; aumentar la dem anda
autónom a a. C uan d o la dem anda autónom a real es más elevada, la
curva de dem anda efectiva de trabajo se desplaza hacia abajo. En
efecto, para conservar la misma dem anda global real, haría falta dis­
m in u ir el salario real. Si el salario real permanece al m ism o nivel,
para un mayor gasto autón o m o real, el empleo será más elevado. Esto
queda señalado en el gráfico de más arriba por la curva de puntos:
para un salario real (w/p)¡ fijo, el aum ento del gasto autón o m o de a¡
a a , permite al empleo pasar de N¡ a Np.

101
LA PA RA D O JA D EL A H O R R O
Y LA PA RA D O JA D E LOS CO ST ES
C O N LA E C U A C IÓ N DE C A M B R ID G E

En el modelo simple de la econo­ Esta ecuación ilustra a la vez la


mía keynesiana se postula que el paradoja del ahorro y la paradoja
ahorro es una proporción íde la ren­ de los costes. Para una inversión
ta, y por raneo que el consumo es real dada a„ una propensión a aho­
una proporción (1 - i) de la renta. rrar sobre los beneficios sr más ele­
Así, la condición de equilibrio del vada lleva a un output de equili­
mercado de los productos, esto es, brio más débil: de formasimétrica,
la igualdad entre el ahorro y la in­ una baja del salario real w/p, para
versión, implica la siguiente rela­ una productividad dada T, lleva
ción entre el output y las inversio­ también a un output de equilibrio
nes reales: más débil. Desde luego, cuando el
m ultiplicando aumenta, esto es,
q = ajs
cuando la inversión real a, es ma­
en la que el famoso multiplicador yor, el nivel de output es más ele­
keynesiano es Ih. vado.
En el marco de la ecuación de En cuando al multiplicador, su
Cambridge, en la que el ahorro so­ valor es ahora más complejo e igual
bre los salarios es nulo mientras que a (s,fl - (w/p)/TD ‘. El m u ltip li­
la propensión a ahorrar sobre los cador depende a la vez de la pro­
beneficios es ír, como se índica en pensión a ahorrar sobre los benefi­
el cuadro de la página 97, el lugar cios (jr) y de la distribución de la
de equilibrio entre ahorro e inver­ renta, simbolizada por la relación
sión está dado por la relación si­ entre el salario real y la productivi­
guiente: dad de los trabajadores.
a.T
S,(T - w/p)

¿Porqué razones aumentará el gasto autónom o? Recordemos que


este gasto autóno m o tiene dos componentes, los gastos de consum o
sobre los beneficios y los gastos de inversión. Keynes piensa que la
dism inución de los tipos de interés, espoleada por el banco centra],
podría teóricamente incrementar estos dos renglones, pero cree que

102
d cfccco sería m uy débil. Keyncs concluye que es el gasto público lo
que tiene que aum entar para eliminar un paro persistente.
Ciertos contem poráneos de Keynes, Pigou de forma destacada, y
numerosos economistas neoclásicos como D on Pacinkin, han soste­
nido, por el contrario, que la intervención estatal es in útil. Según
ellos, el paro de los trabajadores ha de ocasionar una baja del salario
nom inal y de los precios, si éstos son suficientemente flexibles. D i­
cha baja tendría entonces com o efecto el aum ento deseado del gasto
autóno m o , por la vía del incremento del poder de compra de los sal­
dos monetarios. Las fuerzas del mercado van a eliminar el paro. Es lo
que se denom ina efecto riqueza o efecto de saldos reales.
Los postkeynesianos no creen en el autom atism o de la recupera­
ción. En prim er lugar, este efecto no existe en una econom ía en la
que el dinero y la riqueza son variables endógenas, com o debe acon­
tecer según hemos visto en el capítulo III. En segundo lugar, como
tam bién ha recalcado fo b in (1983, cap. I) la caída de los precios
tendría efectos perversos sobre las empresas, al agravar el peso real de
sus deudas, provocando así quiebras y caos que no harían más que
empeorar el estancamiento o la recesión.

Extensiones del m odelo kaleclciano


Un caso de equilibrios múltiples
Hasta el m o m e n to no hemos planteado casi nada acerca de la forma
que debería tener plausiblemente la curva de oferta de trabajo, pues­
to que hemos postulado que era una sencilla recta vertical. Muchos
expertos en econom ía laboral opinan, sin embargo, que el gráfico de
la oferta de trabajo se curva sobre sí mismo. C o n salarios bajos, los
efectos sustitución prim an sobre los efectos renta, pues con salarios
más elevados se alienta a más gente a sumarse a la población activa,
de m odo que la curva de oferta de trabajo tiene pendiente positiva,
com o sería el caso en los países menos industrializados. Por el contra­
rio, cuando los salarios son relativamente elevados, los efectos renta
d om in an a los efectos sustitución, de m odo que la curva tiene pen­
diente negativa.
C uando la oferta de trabajo tiene pendiente positiva, o cuando se
dobla como en la gráfica adjunta, el modelo kaleckiano de corto plazo
presenta dos equilibrios posibles con pleno empleo (SECCARECCIA,

103
1991). Para el salario (tv/p)f, habría igualdad entre la dem anda y la
oferra de trabajo en el nivel N ftf. Se trataría de un primer equilibrio de
plena ocupación, una situación de pleno empleo con salario real débil
y PIB tam bién débil. Pero existe asimismo un segundo equilibrio de
pleno, en el nivel N que se alcanzaría cuando el salario real fuera
(w/p)/. Se trataría de una situación de pleno empleo con salario real
elevado y PIB tam bién elevado.
¿Cuál de los dos equilibrios con plena ocupación es más verosí-
mil que se produzca?, ¿el equilibrio bajo B o el equilibrio alto H?
Para averiguarlo, comemos al azar un salario real que se sicúe inicial-
mente en el nivel (w/p)o, a medio cam ino entre los dos salarios de
pleno empleo. Para este salario interm edio, la oferta de trabajo sería
¡Vo, mientras que la dem anda de trabajo, si suponemos que la eco­
nom ía se encuentra sobre la curva de dem anda efectiva de trabajo,
sería NoD.
Así pues, con un salario real (w/p)o, el mercado de bienes escará
en equilibrio, mientras que en el mercado de trabajo habrá paro, dado
que la oferta de trabajo es mayor que la dem anda de trabajo, ¿Puede
perdurar esta situación? Así puede ocurrir, según los economistas
posrkeynesianos. En virtud de su análisis, las anticipaciones de los
empresarios se confirm an, de m odo que estos agentes no cieñen in­
centivo o interés en modificar sus decisiones. En cuanto al salario
real, no experimenta ninguna tendencia a cambiar, por cuanto la tasa
de paro permanece aproximadam ente constante y existen suficientes
rigideces institucionales en la economía.
Sin embargo, en una economía en la que el mercado de trabajo
estuviera libre de convenios colectivos, de pautas consuetudinarias,
de leyes y normas institucionales, la existencia de paro provocaría
una tendencia a la baja del salario n om in al w. En una econom ía con
precios flexibles de esas características, los precios tendrían tendencia
a permanecer constantes en virtud de la igualdad enere la oferta y la
dem anda globales, si suponemos que la economía se encuentra efec­
tivamente sobre la curva de dem anda efectiva. Así, en una economía
de ese tenor, desprovista de rigideces, el salario real tendría tendencia
a descender, hasta alcanzar el nivel ( w/p)fr que corresponde a un equi­
librio bajo de pleno empleo.

104
Gráfico 7. Equilibrios múltiples en el modelo kaleckiano
con una función de oferta de trabajo inclinada hacia atrás
w/p

Los efectos perversos de las fuerzas del mercado


El análisis aquí presentado demuestra, pues, que las fuerzas del Uler­
eado, si son dejadas a su libre albedrío, tendrán tendencia a orientar
la econom ía hacia el equilibrio bajo de pleno empleo, representado
por el p u n to B, esto es, un equilibrio con débil salario real y con un
débil nivel de ocupación y de output. Para una población dada, eso
im plica que el nivel de vida alcanzado por esta población sería n oto ­
riamente inferior al nivel de vida que podría alcanzarse en el caso de
equilibrio alto, representado por el punto H , el correspondiente al
salario real (w/p)( y un nivel de ocupación
El problem a, en la terminología de los economistas, es que el
equilibrio alto de pleno em pleo es inestable, mienrras que et e q u ili­
brio bajo de pleno empleo es estable. En el caso de una econom ía
desprovista de rigideces, las fuerzas del mercado van a alejar la eco­
nom ía del equilibrio alto, y la van a empujar, por el contrario, hacia
el equilibrio bajo, como indican las flechas de la gráfica. Las fuerzas
del mercado van a dirigir a la economía hacia un equilibrio de pleno
empleo que es subóptim o.
Contrariam ente a lo que pretenden los defensores del «pensa­
m iento único», la acción com binada de la flexibilidad de precios y las

105
fuerzas del mercado no conduce necesariamente at mejor de los re­
sultados posibles. En nuestro caso, la presencia de sindicatos poten­
tes que, en presencia de paro, im piden la caída de los salarios reales,
va a tener efectos benéficos sobre el empleo, la producción y el nivel
de vida de los ciudadanos en su conjunto.
D ado que el equilibrio alto de pleno empleo es inestable, tan sólo
la intervención permanente del Estado podrá conseguir que la econo-
mía se mantenga cerca de este equilibrio alto. El Estado debe interve­
nir, para conservar unos salarios reales altos incluso en período de paro,
por ejemplo fijando por ley unos salarios m ínim os elevados (SM1Ü,
«salario m ín im o interprofesional garantizado 0 que presionen al alza
a todo el abanico salarial; im poniendo salarios elevados en el sector
público; adoptando leyes que favorezcan la constitución de sindicacos
fuertes, capaces de contrarrestar el poder de las empresas.
Este modelo muestra que las fuerzas del mercado pueden co nd u­
cir a la economía hacia un e quilibrio sub óptim o con débil ocupa-
ción y débil nivel de vida. U na economía idéntica, pero regida por
convenios y legislaciones adecuadas, podría alcanzar un nivel de vida
más elevado y un alto nivel de ocupación.

La cuestión del paro tecnológico


C onviene abordar ahora uno de los debates con más solera en la his­
toria del pensamiento económ ico, a saber, la cuestión del im pacto
del progreso técnico sobre la ocupación. Este asunto había turbado a
D avid Ricardo a raíz de la redacción de sus Principios en 1817. Tras
afirmar en un primer m om ento que el progreso técnico no podía
tener efectos desfavorables permanentes, Ricardo cam bió de o p in ió n
en la tercera edición de su obra, en el famoso capítulo XXXI, «Sobre la
m aquinaria».
Los autores neoclásicos opinan en general que el progreso técni­
co no puede tener más que efectos favorables, o bien que los efectos
desfavorables sólo son sectoriales. Se burlan de los economistas afi­
cionados que temen los peligros de la robotización y de la info rm áti­
ca así com o su im pacto negativo sobre la ocupación. Según estas
personas, el progreso técnico puede tener efectos desfavorables sobre
el empleo, no sólo en ám bitos sectoriales, sino tam bién en el plano
macroeconóm ico. Esta percepción es com partida por buen núm ero
de trabajadores y merece que nos detengamos en ella. ¿Puede el pro­

106
greso técnico provocar un subida de la rasa de paro? ¿Puede ser un
fenóm eno m acroeconóm ico el paro tecnológico?
El m odelo kaleckiano está singularmente bien docado para res­
ponder a esta pregunta, a causa de su sim plicidad gráfica y algebraica,
y tam bién porque tiene en cuenta los efectos de cualquier cambio
sobre la dem anda global.

El impacto de los incrementos de productividad sobre la demanda efec­


tiva de trabajo. ¿C ó m o se refleja en el m odelo kaleckiano una mayor
productividad? Para un salario real dado, un incremento de la pro­
ductividad de los trabajadores m odifica la distribución de la renta en
perjuicio de estos mismos irabajadores. U n incremento de producti­
vidad, sin incremento de los salarios reales, es equivalente a un incre­
m ento del margen de beneficios de las empresas, sim bolizado por 9 ó
0 en el capitulo II. Esta m odificación de la distribución de la renta
reduce la dem anda global, y por tanto hace dism inuir la dem anda de
trabajo. En suma, para un salario real dado, un incremento de pro­
ductividad desplaza la curva de dem anda efectiva de trabajo hacia la
izquierda, com o se ilustra en el gráfico siguiente por m edio de la
línea de trazos discontinuos.

G ráfico 8. Efecto de un increm ento de productividad


sobre la curva de dem anda efectiva de trabajo
El gráfico muestra una economía que en el m o m e n to inicial se
encuentra en situación de pleno empleo, A1^, con un gasto a u tó n o ­
m o real a, una productividad T , y un salario real (w!p)^i. A conti­
nuación suponemos que la productividad aum enta y pasa a 7¿, lo
que desplaza la curva de dem anda efectiva de trabajo hacia arriba. El
pleno empleo podrá preservarse si el salario real aum enta hasta el
nivel (w/p)f i2. Sí los salarios reales no se m odifican, sino que perma­
necen constantes en el nivel (wfp)f*j, entonces el empleo caerá hasta
n 2.
Así, según el modelo kaleckiano, cuando la productividad crece
es preciso que tam bién aum ente el salario real, por lo menos si el
nivel de gasto autón o m o real es fijo, como hemos supuesto al d ib u ­
jar este gráfico. En tal caso, para preservar el nivel de ocupación exis­
tente, es necesario que la distancia entre la productividad por traba­
jador y el salario real por trabajador permanezca constante Si no es
el caso, para mantener el nivel de ocupación haría falta, por añadidu­
ra, un aum ento del gasto real autóno m o . Do hecho, si se supone que
el salario real aum enta al m ism o ritm o que la productividad por tra­
bajador, lo que es sin duda el caso más probable, el m antenim iento
del empleo requiere asimismo un aum ento del gasto real autóno m o .
En definitiva, en el marco de un m odelo kaleckiano, el paro tec­
nológico es un acontecimiento perfectamente posible. Para evitar esta
eventualidad, todo incremento de productividad debe ir acom paña­
do norm alm ente, y a la vez, de una subida de los salarios reales y del
gasto a utón o m o real.

Ciclo económico y productividad. ¿Cuál de las dos situaciones es más


probable? ¿Que los salarios sigan la senda de los incrementos de pro­
ductividad, o que permanezcan insensibles ante el cambio técnico?
Señalemos las condiciones que son favorables a la ocupación cuan­
do una economía se beneficia de los incrementos de productividad. Si
se dan estos incrementos cuando la economía se halla en plena expan­
sión, con reducidas tasas de paro, es m uy probable que no se vean
acompañadas por efectos negativos. En efecto, al ser la situación favo­
rable a los trabajadores, éstos serán sin duda capaces de obtener unos
incrementos salariales considerables; más aun, la fuerte actividad eco­
nóm ica esrimulará a las empresas a aum entar sus inversiones, a la vez
que incitará a las familias a aum entar su gasto discrecional.

108
En cambio, cuando los incrementos de productividad son pro­
ducto de los esfuerzos de las empresas por recortar sus costes unitarios,
debido a que la economía está en recesión y a que las empresas estiman
que sus beneficios son insuficientes, es probable que los efectos de d i­
chos incrementos de productividad sobre el empleo sean desfavora­
bles. En efecto, los incrementos de productividad rienen entonces como
fin mejorar los márgenes de beneficio de las empresas, y es poco pro­
bable que éstas accedan a compartir las ganancias con los trabajadores.
Así que los salarios no tendrán tendencia a aumentar con la producti­
vidad, y las empresas serán poco proclives a aumentar sus inversiones.
Tenemos aquí u n ejemplo tanto de círculo virtuoso com o de cír­
culo vicioso. C ua n d o la econom ía funciona bien, los incrementos de
productividad estimulados por la escasez de los trabajadores dispo n i­
bles y por las economías de escala no van a tener efectos nocivos so­
bre la ocupación. Pero cuando la economía está estancada o en rece­
sión, los esfuerzos de las empresas para d ism inuir sus costes unitarios,
esfuerzos que están perfectamente justificados en el plano individual,
van a tener efectos perniciosos sobre el empleo m acroeconóm ico,
puesto que van a desembocar en una reducción de la ocupación. Este
círculo vicioso del paro tecnológico se parece un tanto a la situación
europea de los años 1980 y 1990. La persistencia del paro en Europa,
según los postkeynesianos, no se puede atribuir de n in g ú n m odo a la
supuesta rigidez a la baja de los salarios.

El asunto del reparto del trabajo


Las elevadas tasas de paro que han afectado en mayor o menor grado
a rodos los países europeos durante las dos últimas décadas del siglo XX
han llevado a numerosos economistas de izquierda y a los partidarios
de la economía solidarias proponer soluciones innovadoras para re­
ducir dicho paro. U na de las soluciones propuestas es el reparto del
trabajo, solución vislum brada con poco entusiasmo por el propio
Keynes (1965, cap. XXII, par. V).
El reparto del trabajo tiene com o objetivo reducir la tasa de paro
por medio de la reducción del núm ero de horas de trabajo de aque­
llos que ya tienen un empleo. Si se supone que las empresas rienen
necesidad de un determinado núm ero de horas de trabajo para llevar
a cabo su producción, eso im plica que las empresas se verían obliga­
das a contratar más trabajadores.

109
El reparto del trabajo tiene, sin embargo, cierras implicaciones en
lo que atañe a la productividad horaria del trabajador. Actualmente,
algunas empresas promueven la semana de cuatro días. En efecto, es­
tas empresas se han percatado de que la reducción de la semana de
trabajo, o sea la reducción del núm ero de horas de trabajo, lleva a
ganancias de productividad, esto es, a un aum ento de la productivi­
dad horaria. En el caso más favorable, los empleados consiguen sacar
en cuatro días la tarea que normaJmence realizarían en cinco.
Si así ocurre, y los empleados aceptan una reducción del 2 0 % de
su salario semanal o mensual, puesto que han reducido en una jor­
nada su semana de trabajo, los costes laborales unitarios de las em ­
presas se reducirían en un 2 0 % , lo que comportaría un incremento
de productividad horaria del 20 % . La reducción de !a semana de
trabajo, en el marco de un programa de reparto del trabajo, puede
llevar sin d ud a a unos resultados similares.
Ahora bien, el sistema de reparto del trabajo, o la semana de cuatro
días, no puede producir los efectos favorables sobre la ocupación que se
han apuntado más arriba a no ser que el salario horario w/p de los tra­
bajadores se incremente, por lo menos en proporción ai aum ento de la
productividad por hora de trabajo. D e otro modo, cuando el programa
de reparto del trabajo va acompañado de una reducción de la remune­
ración mensual del trabajador, a causa de la reducción de! núm ero ofi­
cial de horas trabajadas, tendrá unos efectos dim inutos y no desembo­
cará en un aumento de la demanda de trabajo por parte de las empresas.
Para que u n sistema de reparto del trabajo tenga éxito, esto es,
para que dé lugar efectivamente a la creación de nuevos empleos, hace
falta que vaya acom pañado por un incremento del salario horario de
los trabajadores, a fin de evitar la d ism inución de la dem anda efectiva
de trabajo que va a producirse com o consecuencia del alza de la pro­
ductividad horaria de los asalariados.
La mejor manera para conseguir esta subida del salario horario
es m anteniendo el salario semanal o mensual previamente percibido
por los ocupados, al margen de la reducción del núm ero oficial de
horas trabajadas. Los postkeynesianos no son partidarios de los pro­
gramas de reparto del trabajo más que si van acom pañados de un
aum ento de la retribución horaria, es decir, cuando el salario sema­
nal o mensual se mantiene al nivel precedente, a pesar de la reduc­
ción del núm ero de horas de trabajo a la semana.

110
V. EL L A R G O P L A Z O : V IE JO S Y N U E V O S
M O D E L O S D E C R E C IM IE N T O

Los viejos m odelos postkeynesianos


La ecuación de Cambridge
C o m o se ha indicado en el capítulo I, los postkeynesianos son cono­
cidos sobre todo por los modelos de crecimiento y de distribución
propuestos por los economistas de Cam bridge. Robinson y Kaldor,
en 1956. Estos modelos tenían com o objetivo prioritario explicar la
distribución de la renta, más exactamente el tipo de beneficio, supo­
niendo dada la tasa de crecimiento de la economía, y sin tener nece­
sidad de recurrir a la teoría neoclásica de la productividad marginal.
Para explicar el tipo de beneficio, los viejos modelos de creci­
m iento de tipo postkeynesiano parten de una variante de la ecuación
de beneficios de Kalecki, P = I/se, definida en el capítulo precedente.
Para dinam izar esta ecuación, se dividen sus dos términos por el va­
lor del stock de capital K, lo que nos permite expliciur el cipo de
beneficio (r = P/K) y la tasa de crecimiento (g = I/K). De m o d o que
a partir de la ecuación de los beneficios vamos a parar a la expresión
r = gJsn que se d eno m ina «ecuación de Cam bridge».
Así, para los postkeynesiasnos, el tipo de beneficio macroeconó-
mico es proporcional a la rasa de crecimiento de la econom ía e inver­
samente proporcional a la propensión al ahorro (sobre los beneficios,
puesto que, una vez más, se supone que los asalariados no ahorran).
Eso dice la bien conocida relación o ecuación de Cam bridge.
Por supuesto, tam bién se puede interpretar esta relación com o
una función de ahorro, y eso es lo que vamos a hacer a continuación.
El ahorro total es igual al volum en de los beneficios m ultiplicado por

111
la propensión al ahorro de los capitalistas. Así que la tasa de creci­
m iento del stock de capital, vista desde el lado del ahorro, es el pro­
ducto de la propensión a ahorrar sobre los beneficios y de la rasa de
beneficio. D án do le la vuelta a la relación de Cam bridge, podemos
pues escribir: g = s r.

La relación en forma de banana


U na vez sabemos lo que determina el tipo de beneficio, ¿cuál es el
determinante de la tasa de crecimiento de la economía? Robinson ha
dado una respuesta a esta pregunta mediante su famosa gráfica en
forma de banana, que reproducimos a continuación bajo una forma
levemente m odificada. Robinson supone que la tasa de acum ulación
de ¡a economía, la tasa de crecimiento del stock de capital decidida
por los empresarios, depende del tipo de beneficio anticipado o espe­
rado por dichos empresarios, que vamos a llamar f . Se trata de una
función de inversión, pero expresada bajo el formato de una tasa de
crecimiento. Si queremos representaría en forma lineal, tendremos:

g = A K /K = I / K = a

Robinson supone, sin embargo, que la relación que vincula la


rasa de acum ulación al tipo de beneficio anticipado es no lineal: a
m edida que la tasa de acum ulación aum enta, cada vez hacen falta
mayores incrementos del tipo de beneficio anticipado a fin de obte­
ner un aum ento dado de la tasa de acum ulación decidida por las
empresas (el parámetro (i se reduce}. Ésa es la relación en form a de
banana.
Si se com bina la función de inversión de los empresarios y la fu n ­
ción de ahorro de la economía se obtienen las dos curvas del gráfico
adjunto. A causa de la no linealidad de la función de inversión, hay
dos equilibrios posibles, es decir, dos posiciones para las cuales el tipo
de beneficio anticipado es el tipo realizado. Estas dos posiciones con­
forman los equilibrios de largo plazo. El equilibrio bajo, identificado
con la letra B, con un tipo de beneficio y una tasa de acum ulación
débiles, es de hecho inestable; mientras que el equilibrio alto, en H ,
con un tipo de beneficio y una tasa de acum ulación elevados, es un
equilibrio estable. Este equilibrio estable será alcanzado si se parte de
una posición arbitraria situada a la derecha deí punto B.

112
¿Por qué es un equilibrio estable la posición H? Im aginem os que
los empresarios anticipan un cipo de beneficio r1* situado a m edio
cam ino enere los dos equilibrios. Para esce cipo de beneficio anticipa­
do, habida cuenta de su función de inversión g1, los empresarios que­
rrán incrementar su stock, de capital hasta la tasado. D ic h a tasa de
acum ulación va a producir un tipo de beneficio realizado ^ (s e g ú n la
relación de Cam bridge). Este tipo realizado es superior al tipo de
beneficio anticipado r°, de manera que vale predecir que en el si­
guiente período los empresarios tendrán expectativas más o ptim is­
tas. Así, de form a gradual, el tipo de beneficio anticipado debería ir
subienda hasta que al fin tipo de beneficio anticipado y realizado
fueran iguales a n*, en el p u n to H . La tasa de acum ulación sería
entonces gh*.

G ráfico 9. El viejo m odelo de crecimiento postkeynesiano


y la paradoja del ahorro

Reencuentro con la paradoja del ahorro


U n o de los objetivos de los modelos de crecimiento postkeynesianos
era generalizar para el largo plazo (o en el plano dinám ico) los resul­
tados que Keynes había revelado para el corto plazo (o en el plano
estático). U n o de estos resultados era la paradoja del ahorro que he­
mos considerado en el capítulo precedente.

113
E n el m o d d o de crecimiento neoclásico de Solow, la d is m in u ­
ción de la propensión a ahorrar no com porta n inguna consecuencia
sobre la tasa de crecimienro de la economía; sin embargo, lleva a una
dism in ución del o utp ut per cápita. En los nuevos modelos de creci­
m ie n to neoclásicos (los m odelos d e n o m in ad o s «de crecim iento
endógeno»), la dism in ución de la propensión a ahorrar desemboca,
en general, en un recorte de la tasa de crecimiento. Estos modelos
son congruentes con la ideología de los defensores del «pensamiento
único»: es necesario sufrir y acomodarse a la abstinencia si se desea
gozar de beneficios a largo plazo.
¿Qué pasa con los modelos de crecimiento postkeynesianos? ¿Tiene
también aquí efectos nefastos una dism inución de la propensión a aho­
rrar? ¿O tal vez existe una forma dinámica de la paradoja del ahorro?
El gráfico anterior permite responder a esta pregunta. La para­
doja del ahorro co ntin úa siendo válida en el modelo de crecimiento
postkeynesiano. La d ism inución de la propensión a ahorrar (en í 2)
inclina hacia abajo la curva de ahorro representada en lo sucesivo
por !a recta de trazos discontinuos. C o n la tasa de crecimiento g h el
tipo de beneficio realizado va a superar ahora el tipo de beneficio
anticipado rh*f pues en virtud de las inferiores tasas de ahorro la de­
m anda global va a ser superior a lo iniciaJmente previsto. Así que los
empresarios van a incrementar gradualmente sus anticipaciones de
tipos de beneficio y van a aum entar las tasas de crecimiento efectivas.
El nuevo equilibrio estable está ahora fijado en el punto H\ que co­
rresponde a un cipo de beneficio más elevado y a una tasa de acum u­
lación tam bién más elevada. De este m odo, la dism inución de la pro­
pensión a ahorrar conduce, paradójicam ente, a un aum ento de la
casa de crecimiento de la economía.
Esta conclusión entra en conflicto con un precepto importante del
«pensamiento único», según el cual el crecimiento no es posible más
que si las casas de ahorro de las familias son elevadas. En el marco del
modelo postkeynesiano, la parsimonia desembocaría, por el contrario,
en una paralización del crecimiento y a tipos de beneficio más bajos.

La ley de bronce
Ahora bien, los viejos modelos de crecimiento postkeynesianos tienen
una característica que es cuestionada a la vez por los economistas
kaleckianos y los economistas sraffianos. En el marco de los modelo«

114
de crecimienro de Robinson y Kaldor, el aum ento del tipo de benefi­
cio que acom paña a unos tipos de crecimiento más elevados no es
posible más que gracias a la flexibilidad de los márgenes de beneficios.
Según los primeros postkeynesianos, el aum ento de los márge­
nes de beneficios 0 ó 0 se sigue de la acción de las fuerzas de la co m ­
petencia a largo plazo. Los postkeynesianos de los serenra, Eichner
(1987) o W ood (1975), justificaron este efecto argum entando que
las empresas líder, en un m u n d o de oligopolios, tom arían la decisión
de aum entar sus márgenes de beneficios, cuando detectaran Ea exis­
tencia de una tasa de crecimiento tendencia! más elevada.
Si suponemos que se producen estas reacciones, resulta que (para
un nivel de productividadfijo) a una casa de crecimiento más elevada

LA D E S C O M P O S IC IÓ N D E L T IP O D E B E N E F IC IO

La diferencia entre los viejos y los Suponiendo que el coeficiente v sea


nuevos modelos se transparenta invariable, la subida del tipo de be­
bien a partir de la ecuación que de­ neficio rserá debida pues o bien a
fine el cipo de beneficio. El tipo de la subida de la proporción délos be­
beneficio realizado r, que es el co­ neficios n, o bien a la subida del gra­
ciente entre los beneficios efecti­ do de utilización u de la capacidad.
vos y el valor del stock de capital, Los aucores de los viejos modelos
puede expresarse del siguiente de crecimiento postkeynesianos
modo: postulaban que el grado de utiliza-
ción permanecía conscante, al ni­
r =P/K=(P/Y)(Y/Y
vel estándar o normal (u = « ) que
El tipo de beneficio realizado es hemos definido en el capítulo II. Así
por tanto el producto de tres com ­ que el aumento del tipo de benefi­
ponentes: la proporción de los be­ cio rsólo era posible por el aumen­
neficios en la renta nacional {n - to de la proporción de los benefi­
P/Y)\ el coeficiente de utilización cios n, o sea, para decirlo de otro
de la capacidad (« = Y /Y J\ y el in ­ modo, gracias a la subida del mar­
verso del coeficiente técnico v, que gen de beneficios 0, y por tanto
es la relación entre el stock de ca­ (para una productividad T dada)
pital K y la renta de plena capaci­ gracias a la baja del salario real w/p,
dad Y . como hemos visto en el capiculo IV.

115
tiene que corres pon de ríe un salario real inferior para los trabajado­
res. Esta necesaria relación negativa entre salario real y tasa de creci­
miento es rechazada por los kaleckianos y sraffianos contemporáneos.
Fue Paul Davidson (1972, cap.*11) el primero que puso de relieve
lo que juzgaba que era una incongruencia en la generalización de la
Teoría general. En Keynes (y en Kalecki), un aum ento de la dem anda
acarrea a corto plazo una subida de las cantidades producidas y por
tanto una subida del grado de utilización de la capacidad. E n los
viejos modelos de crecimiento postkeynesianos del estilo de Kaidor y
Robinson se postula que, en el largo plazo, el grado de utilización de
la capacidad vuelve a su nivel norm al y el ajuste entre oferta y de­
m anda se lleva a cabo por m edio de los precios y de los márgenes de
beneficios.
D ado que este ajuste no se realiza vía cantidades, no es válido
afirmar que estos viejos modelos de crecimiento son una generaliza­
ción de la Teoría general o de los modelos de Kalecki. Esta crítica ha
llevado a la elaboración de nuevos modelos de crecim iento postkey­
nesianos, que a m e nud o se d e n o m in an «modelos de crecim iento
kaleckianos».

Los nuevos m odelos kaleckianos


Los nuevos modelos de crecimiento kaleckianos han sido desarrolla­
dos en C abm bridge por Robcrt Row thorn (1982) y en el M1T por
Am itava D u tt (1990) y LanceTaylor (1991), pero el primer m odelo
de ese género fue publicado en italiano por A. del M o n te (1975).
Todos estos modelos se inspiran en el libro dejoseph Steindl (1952),
que fue a lu m n o de Kalecki.
En el m odelo de crecimiento kaleckiano, contrariamente a lo que
sucede en el viejo m odelo postkeynesiano, el margen de beneficios
de las empresas es un dato; no es una variable endógena. Así, para
una tecnología determinada, el salario real es una constante que se
fija de manera exógena.
La lógica del m odelo está articulada por completo alrededor del
principio de la dem anda efectiva, con ajustes vía cantidades. S upo n ­
gamos, para un nivel de inversión dado, por tanto a corto plazo, que
se dé un aum ento de la dem anda global, provocado ya sea por una
dism inución de la propensión a ahorrar (o por un aum ento de los

í 16
gastos de consum o autónom os), ya sea por un aum ento de los sala­
rios reales. C o m o hemos visto en el capítulo anterior, este aum ento
de la dem anda global ocasionará un aum ento de la producción y, por
ende, un aum ento del nivel de utilización de la capacidad productiva
exiscente.
En el m odelo kaleckiano, el aum ento del grado de utilización de
la capacidad productiva incitará a las empresas a aum entar sus inver­
siones de capital: más exactamente, los coeficientes de utilización más
elevados van a em pujar al alza la tasa de acum ulación, esto es, la tasa
de crecimiento del capital de las empresas. En resolución, todo au­
mento de la dem anda efectiva conduce, a largo plazo, a una acelera-:
ción de la tasa de crecimiento de la economía. Tenemos aquí una
variante del efecto acelerador , efecto subrayado a m e n ud o por los
primeros keynesianos com o H ic k s o Samuelson.
En el m odelo kaleckiano, en contraste con el m odelo postkeyne­
siano, una tasa de acum ulación más elevada se asocia a largo plazo a
un nivel de utilización de la capacidad productiva asimismo supe­
rior. A pesar de que las empresas, por hipótesis, intentan todas ellas
preservar u n grado de utilización norm al de la capacidad (el coefi'
cíente u,), las fuerzas macroeconómicas van a producir efectos para­
dójicos que perpetuarán la sub o sobreutilización de las capacidades
productivas. En general, el grado de utilización efectivamente reali­
zado en el largo plazo es diferente del grado de utilización norm al, a
pesar de los esfuerzos de las empresas para reconducir los coeficientes
de utilización a sus niveles normales.

Esbozo del modelo kaleckiano


El nuevo m odelo de crecimiento postkeynesiano, igual que el viejo,
puede representarse mediante la com binación de una fun c ió n de in ­
versión y de una función de ahorro [g y g ). Siempre que el m odelo
sea estable, las fuerzas macroeconómicas van a dirigir la economía
hacia el p u n to de intersección lu 0*,g0") de las curvas que representan
estas dos funciones.
Supongam os que los trabajadores, mediante negociación colec­
tiva o por regulación estatal, consiguen obrener unos salarios reales
más elevados a pesar de que la productividad no haya experimentado
cambios. Eso im plica que los márgenes de beneficio de las empresa y,
por tanto, la proporción de los beneficios sobre la renta nacional, 7t,

117
se verán mermados. ¿Cuál será entonces el efecto sobre la tasa de
acum ulación y el cipo de beneficio a largo plazo?
Ya sabemos cuál es el efecco sobre la tasa de acum ulación: ten­
dencia a subir. Eso puede observarse en la parce superior de Ja gráfica
adjunta. La reducción de la proporción de beneficios sobre la renta
nacional reduce la propensión al ahorro global de la economía (j =
¡tú). La curva que representa la función de ahorro g va a a inclinarse
hacia abajo, como indica la línea de trazos. A corto plazo, para la tasa
de acum ulación in ic ia l^ * , las ventas derivadas de la nueva distribu­
ción de la renta y de la superior dem anda de bienes de consum o co­
rresponderían al nivel de utilización u *.
Este incremento de las ventas incitará a las empresas a anticipar
niveles de utilización de Ja capacidad más elevados. Así que las em ­
presas van a asum ir una tasa de acum ulación £ más veloz, y este pro­
ceso al alza va a prolongarse hasta que la economía llegue a la tasa de
c re c im ie n to ^ * , con un grado de utilización u * . En este p u n to Jas
ventas reaJizadas van a igualarse de nuevo con la producción, como
se había postulado antes de la subida de los salarios reales. Topamos
de nuevo con la paradoja del ahorro, puesto que la reducción de la
proporción de los beneficios, y por tanto la reducción de la propen­
sión global a ahorrar, conducen a una subida de la tasa de acum ula­
ción de la economía. A quí, por añadidura, el grado de utilización de
la capacidad es superior a largo plazo.

La paradoja de los costes


Existe, sin embargo, otro efecto aun más sorprendente, que es el equi­
valente din ám ico de la paradoja de los costes, ya examinada en el
capítulo IV. El asunto es que la subida de los salarios reales, o sea, una
subida de los costes, va a provocar a largo plazo una aumento del tipo
de beneficio de las empresas. Así que la reducción de los márgenes de
beneficio de cada empresa individual lleva a un incremento del pipo
de beneficio de las empresas en su conjunto.
La paradoja de los costes queda ilustrada en el gráfico siguiente.
La subida de los salarios reales y la baja de la proporción de Jos bene­
ficios K vienen representados por la rotación hacia abajo de la curva
PC , que representa el tipo de beneficio contable para cada nivel de
utilización de la capacidad. Si el grado de utilización quedara fijado
en u0*, el tipo de beneficio caería hasta rmí, arrastrando tam bién en

118
G ráfico 10. El m odelo de crecim iento kaleckiano
y la paradoja de los costes

esta caída al margen de beneficios; eso es lo que afirmaría un análisis


de equilibrio parcial m icroeconómico. Pero eso no vale en el plano
m acroeconóm ico. El grado de utilización equivalente a las ventas
realizadas pasa a u r de manera que, a corto plazo, el tipo de beneficio
permanece en r \
A largo plazo entran en liza los efectos del acelerador. El alza del
nivel de utilización de la capacidad incita a los empresarios a invertir
a ritm o más rápido, de manera que la subida de la tasa de acum ula­
ción lleva igualmente a una subida del tipo de beneficio. Este alcanza
el valor r¡ * cuando las curvas PC y ED se cortan, es decir, cuando se
igualan producción y ventas.
La p arado ja de los costes es evid e ntem en te de naturaleza
macroeconómica. Si una empresa en solitario aumenta los salarios
de sus trabajadores y reduce su margen de beneficio, entonces verá
menguadas sus ganancias y experimentará una dism in ución de su
tipo de beneficio (a menos que el incremento salarial provoque un
aum ento de la productividad de los empleados). En cam bio, si todas

119
EL M O D E L O K A L E C K IA N O EN F O R M A D E E C U A C IO N E S

Los modelos kaleckianos Kan sido lización de la capacidad es superior


examinados en la tesis de OÜvier al nivel normal, las empresas consi­
Bruno (1998). A quí presentamos deran que tienen unas reservas de
una versión más sencilla, la de capacidad insuficientes, y van a in­
Edward Amadeo (1986). El mode­ tentar situarse en un nivel de utili­
lo kaleckiano está formado por tres zación normal adoptando una casa
ingredientes. El primero es una fun­ de acumulación superior a la tasa
ción de inversión, similar a la ver­ de crecimiento tendencial de las
sión lineal de la función de inver­ ventas. Así, la función de inversión
sión de Robinson. Pero ahora esta refleja bien la hipótesis de que cada
función depende del grado de uti­ empresa individual aspira a situar-
lización, y no (solamente) del tipo se en un nivel de utilización nor­
de beneficio: mal.
Las otras dos ecuaciones del mo­
(1 ) ¿ = a +¡}(u -u .)
delo kaleckiano ya nos son conoci­
Se puede interpretar la constan­ das. Por un lado tenemos la función
te a como el valor de la tasa de cre­ de ahorro de Cambridge:
cimiento tendencial de las ventas
(2) ¿ - i r
anticipadas por las empresas. Cuan­
do el grado de utilización realizado También tenemos la relación
u corresponde exactamente al co­ que define el tipo de beneficio, to­
eficiente de utilización estándar o mado del recuadro precedente, y
considerado como normal u , las que corresponde al cipo de benefi­
empresas apuestan por incremen­ cio contable, visto desde el lado de
tar su capacidad productiva al mis­ los costes, y que por este motivo se
mo nivel que la tasa de crecimiento singulariza con el superíndice PC.
tendencial délas ventas^ = a). Pero Se representa como la curva PC en
cuando el grado de utilización es la gráfica precedente:
inferior al nivel normal (w - u,< 0),
(3) r1*- = nu/v
las empresas consideran que tienen
capacidad excedentaria y van a in­ En esca ecuación la proporción
tentar eliminarla dejando que su de los beneficios n es una variable
stock de capital se incremente aúna exógena, directamence proporcio­
tasa inferior a la tasa de crecimiento nal al margen de beneficios 0 ó 0
tendencia! de las ventas < a). Por de las ecuaciones postkeynesianas
el contrario, cuando d nivel de uti­ de precios del tipo coste total («cost-

120
plus»). En el modelo esquemático ecuación del ahorro en función del
aquí presentado, sin trabajo indi- coeficiente de utilización:
rectoycon una productividad cons­
(5) ¿ = s{ nu/v
tante, el salario real y la proporción
de los beneficios n varían siempre Ahora podemos cotejar la fun­
en sentido opuesto. ción de ahorro (5) con la función
Com binando las ecuaciones (1) de inversión en la parte superior de
y (2), se obtiene la restricción de la la gráfica precedente.
demanda efectiva, es decir, el lugar Como en el viejo modelo de cre­
de todos los puntos para los cuales cimiento posikeynesiano, eJ equili­
la inversión es igual al ahorro, esto brio es estable si la reacción del aho­
es, el lugar de todos los puntos para rro es mayor que la de la inversión
los cuales lo que se produce se ven­ frente a todo cambio en las variables
de. Tenemos así el tipo de beneficio endógenas (osea, aquí, el coeficiente
visto desde el ángulo de la restric­ de utilización u). En el presente caso
ción ocasionada por la demanda es, pues, necesario que se cumpla la
efectiva, r°s (representada por la siguiente condición: j ntJv > fi.
curva E D en el gráfico de la página Combinando las ecuaciones (I)
119). Tenemos pues: y (5) (o, in d is tin ta m e n te , las
ecuaciones (3) y (4)). queda deter-
(4) = [p u + (a - P u ) } / minadoel coeficiemede utilización
Por otra parte, si se combinan las de equilibrio:
ecuaciones (2) y (3), se obtiene la « * = ( a - $ u ) h eT t / v - Pv)

las empresas reducen sus márgenes de ganancia, entonces van a ele­


varse, para el co njunto de la economía, los niveles de utilización de la
capacidad, con lo que alcanzarán todas ellas unos tipos de beneficio
superiores.
Así pues, cada empresa, tom ada individualm ente, tiene interés
en mantener su margen de beneficio ye n reducir sus costes (en tanto
y en cuanto eso deje inalterada la productividad de sus empleados};
pero si todas las empresas aceptan reducir dichos márgenes de ga­
nancia, el cipo de beneficio macroeconóm ico subirá.
Así que, en el m odelo kaleckiano, la paradoja del ahorro y la
paradoja de los costes mancienen su validez. La d ism in uc ió n de la
propensión a ahorrar lleva a un incremento de la tasa de acumula-

121
ción, y la subida de los salarios reales lleva a una subida del tipo de
beneficio. Estos dos resultados son com pletam ente contrarios a las
«leyes» del «pensamiento único». Estas dos paradojas evidencian lo
que sucede cuando no se postula, desde el com ienzo, el pleno empleo
de los recursos. Estas paradojas ejem plifican la aplicación del princi­
pio de la dem anda efectiva y de los ajustes vía cantidades. D em ues­
tran asimismo que el estudio de los com portam ientos individuales es
insuficiente para realizar enjuiciam ientos de cariz macroeconóm ico,
y que los errores de com posición acechan a los economistas.

Ex tensiones y o b je cio n e s al m o d e lo k a le c k ia n o

Tasa de crecim iento natural y dem anda efectiva


El m odelo de crecimiento kaleckiano aquí presentado sólo depende de
consideraciones desde el lado de la demanda; no se deja espacio algu­
no para consideraciones desde el lado de la oferta. Sin embargo éstas
no carecen de im portancia, así que tam bién es necesario estudiarlas.
Empecemos por el asunto de la tasa de crecimienco natural. La
tasa de crecimiento natural es el resultado de la sum a de la tasa de
progreso técnico y de la tasa de crecimiento de la población activa.
Ahora bien, en términos del m odelo kaleckiano, por ejem plo, si la
tasa de crecimiento natural diverge de la tasa de crecimiento efectivo
de la economía, entonces las casas de paro estarán subiendo o bajan­
do co n tin u a m e n te . E n tal caso, el m odelo kaleckiano parecería
subdeterminado, dado que situaciones de desequilibrio de esta n atu­
raleza no pueden ocurrir sino durante lapsos temporales reducidos,
pues la tasa de paro pronto valdría cero o alcanzaría niveles excesivos.
Cabe dar dos respuestas a esta crítica. La primera consiste en
suponer que el poder de negociación de los trabajadores, y por con­
siguiente los márgenes de beneficio de las empresas, está condiciona­
do por el desfase enere la tasa de crecimiento de la economía y la tasa
de crecimiento nacural, y por tanto por la evolución de la tasa de
paro. Bajo determinadas condiciones, el carácter endógeno de los
márgenes de beneficio hará confluir la tasa de crecimiento de la eco­
n om ía hacia la tasa de crecimiento natural. D e todos modos, conti­
n úa operando una m odalidad del principio de la dem anda efectiva,
pues a una dem anda autón o m a más elevada va a corresponder una
tasa de paro de largo plazo más débil (STOCKHAMMER, 2004).

122
La segunda respuesta de los kaleckianos, más radica!, consiste en
afirmar que en realidad es la tasa de crecimiento natural la que se
ajusra a la tasa de crecimiento determinada por la dem anda efectiva.
Esta tesis ha sido sostenida particularm ente por León-Ledesma y
T hirlw all (2002). Para estos autores la tasa de crecimiento natural es
ella m ism a endógena, y se ajusta a la tasa de crecimiento realizada,
que es resultado de las fuerzas de la dem anda.
Diversos mecanismos explican este ajuste de la tasa natural hacia
las tasas efectivas. Por un lado, cuando la economía se halla en rápida
expansión, la oferta de trabajo tiende a desplegarse en varios frentes:
aum enta el núm ero de horas de trabajo por empleado, aum enran los
índices de participación de la población (sobre todo el porcentaje de
mujeres activas), aum én tala mano de obra extranjera. Por otro lado,
diversos mecanismos tienden a incrementar el ritm o de crecimiento
del progreso técnico: en un prim er m o m e n to la reorientación de la
m ano de obra hacia los sectores más productivos, a continuación las
economías de escala, y finalm ente los mecanismos dinám icos vincu-
lados en especial a los procesos de aprendizaje (leam ing by doing).
Todos estos mecanismos hacen que la tasa de crecimiento natural
pueda ser considerada com o endógena, y que pueda resultar deter­
m inada en últim a instancia por factores relacionados con la dem an­
da efectiva. Tendríamos, pues, aquí, unos efectos de histéresh, m o ti­
vados por la evolución de la dem anda global, que provocan la aparición
de una m ultip licid ad de tasas naturales de crecimiento.

La Ley de Verdoorn
La relación positiva entre la tasa de crecimiento y la tasa de progreso
técnico de una economía, presentada bajo el nom bre de función de
progreso técnico por Kaldor (1974b), ha sido verificada para m u ­
chas economías, y es conocida con el nombre de Ley de Verdoorn
( M c C o m b i e y T h ir l w a l l , 1994).
C u a n d o se acopla la Ley de Verdoorn al modelo de crecimiento
kaleckiano, se obtienen unos resultados particularmente significati­
vos. En efecto, im aginem os una d is m in u c ió n de los márgenes de
beneficio y por consiguiente, permaneciendo todo lo demás igual,
una subida de los salarios reales de los trabajadores. Sabemos que
eso, según el modelo kaleckiano, com porta una aceleración de la tasa
de crecimiento de la economía. Esta superior tasa de crecimiento

123
acarrea de rebote, en virtud de la Ley de Verdoorn, una subida de la
tasa de progreso técnico. Lo que significa una casa de crecim iento
más rápida del parámetro T (definido en el capítulo III), que repre­
senta la productividad por trabajador. Kiesto que los salarios reales,
para un margen de beneficio dado, dependen esencialemente de este
Índice de productividad, ello im plica una superior tasa de crecimien­
to de los salarios reales (LaVOIE, 1992, p. 327).
En suma, añadir la Ley de Verdoorn al modelo kaleckiano robus­
tece aun más la paradoja de los costes. La dism inución de los márge­
nes de beneficio y el aum ento relativo de los salarios tendrán entonces
efectos favorables no sólo sobre los tipos de beneficio de las empresas,
sino también sobre la tasa de progreso técnico y la tasa de crecimiento
de los salarios reales a largo plato, y por tanto sobre la tasa de creci­
m iento del poder de compra de la población. Una vez más encontra­
mos unos resultados que son completamente contrarios a las ideas
sostenidas por los defensores del «pensamiento único».

Variantes de la fu n c ió n de inversión y antagonism os sociales


La versión del m odelo de crecimiento kaleckiano que hemos presen­
tado tiene unas implicaciones socioeconómicas y políticas im po rta n ­
tes. Demuestra que el antagonism o entre clases sociales, en especial
entre los capitalistas y los trabajadores, no es algo inexorable. C o n ­
trariamente a las ideas de los defensores del «pensamiento único», y
tam bién en contradicción con las tesis propugnadas por los econo­
mistas clásicos y marxistas, no hay una relación inversa ineludible
entre tipo de beneficio y salario real. De hecho, los modelos kalcckia-
nos dan realce a los intereses com partidos por trabajadores y empre­
sarios. E n los modelos kaleckianos, en fin de cuentas, las reivindica­
ciones salariales de los sindicatos tienen unos efectos favorables sobre
la economía. La acum ulación es liderada por los salarios.
Sin embargo, m uchos economistas de fo rm ación marxista o
sraffiana ponen en cuestión los resultados del m odelo de crecimiento
kaleckiano presentado más arriba, y proponen unos planteamientos
ligeramente distintos. Estimamos co m o particularmente interesan­
tes las formulaciones alternativas presentadas por Bhaduri y M arglin
(1990) y Kurz (1990).
Dichos autores aceptan todas las hipótesis del modelo kaleckiano,
pero m odifican la función de inversión. Según ellos, la tasa de acu-

124
m utación g decidida por las empresas depende no sólo del nivel de
utilización de la capacidad, sino tam bién del tipo de beneficio nor­
mal r estimado por Jas empresas (KURZ) o acaso de la proporción de
los beneficiosa (BHADUR1 y MARGL1N). Esta modificación, que puede

EL PAPEL D E LOS M E R C A D O S F IN A N C IE R O S

Los modelos presentados hasta aquí cias de capital en la Bolsa) provo­


han pasado por alto el papel de los can un aumento del consumo de los
mercados financieros, en aras de la rentistas, de formaque el efecto glo­
simplificación. ¿Qué sucedería si se bal podría ser positivo, como han
integraran en los modelos postkey­ comprobado para ciertos países
nesianos los pagos de intereses y la Epstein (1994) y Hein y Ochsen
Bolsa? El análisis de la frontera de la (2003).
financiación de la empresa expues­ Los autores «regulacionistas»
to en el capítulo II suministra algu- (BOYER. 2000; PüHON, 2002) ana­
ñas pistas apropiadas. La subida de lizan cómo podrían aparecer otras
los tipos de interés reales (acom­ paradojas macroeconómicas, cuan­
pañada accesoriamente por un au­ do se tiene en cuenta el consumo
mento paralelo de los dividendos) sobre la riqueza bursátil y las pautas
fuerza a las empresasa elevarsus már­ accionarialesdel rendimiento que el
genes de beneficio o a aceptar una sector financiero desearía imponer
menor autofinanciación- En el mo­ alseccor productivo. El cuadro mo­
delo kaleckiano estándar, estos dos netario sistémico presentado al fi­
efectos tendrán un impacto negati­ nal del capítulo III resulta particu­
vo, puesto que el primero reduce el larmente idóneo para responder a
consumo de los asalariados m ien­ estas preguntas, puesto que permite
tras que el segundo reduce la inver­ to mar en consideración si m ul tánea-
sión. mente las posibilidades de endeu­
Sin embargo, las cosas pueden damiento de las empresas y la evo­
complicarse, sobre todo si se adop­ lución de las preferencias de las
ta una versión modificada de las familias con vistas a poseer mayor o
funciones de inversión de Bhaduri menor porcentaje de activos finan­
y Marglin o de Kurz, debido a que cieros de renta variable, esto es bási­
unos rendimientos elevados de los camente de acciones bursátiles
activos financieros (o unas ganan­ (LAVOIE y GODLEY, 2001-2002).

125
parecer trivial, tiene, con todo, efectos considerables sobre la parado­
ja de los costes, a un c u a n d o preserve la p arado ja del ahorro.
En efecto, una subida de los salarios reales im plica una d is m in u ­
ción de la proporción de beneficios y una d ism in ución de la tasa de
beneficio normal. Los efectos favorables de la subida de los salarios
reales sobre la com ponente «consumo» de la dem anda global se neu~
tralizan entonces, en parte o totalmente, con los efectos desfavora­
bles que el aum ento de los salarios reales ocasiona sobre la c o m p o ­
nente «inversión» de la demanda global. C uando predomina este efecto
negativo, el aum ento de los salarios reales lleva a una dism in ución de
la tasa de acum ulación, del tipo de beneficios y del grado de utiliza­
ción de la capacidad: tenemos así un régimen de acum ulación orien­
tado por el beneficio, régimen dom inante en el caso délas economías
movidas por normas de rendim iento típicas de los accionistas. La
paradoja de los costes deja de ser un vaticinio cierto, sólo es una po­
sibilidad.
El consenso entre autores postkeynesianos y marxistas sobre es-
ros asuntos parece ser ahora del siguiente tenor (BLECKER, 2002).
En la práctica, el efecto negativo derivado de la d ism in ución del tipo
de beneficio normal queda anulado por el efecro posirivo que un in ­
cremento de disponibilidades líquidas causa sobre la inversión. En
efecto, numerosos estudios empíricos han demostrado que las deci­
siones de inversión de las empresas eran m u y sensibles a la evolución
de su cash flow (FAZZARl rtal., 1 9 8 8 ). Pues bien, un nivel de utiliza­
ción superior com porta una subida de los cash floivs.
Q u ed a por señalar que tanto el ahorro sobre los salarios com o las
cargas impositivas con que están gravados pueden m uy bien elim i­
nar los efectos positivos sobre el crecimiento de una reducción de los
márgenes de beneficio. Además, en una economía abierta, una subi­
da de los salarios reales, que se llevara a cabo por la vía de una subida
de los salarios nom inales, podría reducir la com petitividad de las
empresas locales y reducir, por tanto, la dem anda procedente del ex­
terior.

La restricción de la balanza de pagos


Esto nos lleva a examinar una nueva restricción, que hasta ahora
hemos dejado a un lado, la de la balanza de pagos. Según algunos
postkeynesianos, que se inspiran en los trabajos de H arrod sobre la

126
teoría del m ultip licad or en economías abiertas y en los trabajos de
K aldor de los años setenta, muchas economías podrían crecer a un
ritm o más rápido, si no estuvieran constreñidas por sus balanzas de
pagos.
Según ciertos autores com o M c C o m b ie y Thirlwall (1994)* la
mayoría de los gobiernos im ponen restricciones al crecimiento con el
fin de evitar los desequilibrios exteriores motivados por un crecimiento
demasiado rápido de las importaciones. Estos países poseen recursos
para crecer rápidam ente y disponen de una dem anda global interior
suficiente para posibilitar una fuerte acum ulación de capital, pero se
enfrentan al peligro de un saldo comercial deficitario.
Desde luego, los déficit comerciales pueden ser compensados con
la entrada de capitales extranjeros; pero para codos los países, con la
excepción de Estados U nidos, cuya m oneda, el dólar, es la moneda
internacional, esta situación no puede ser más que Transitoria, en
especial debido a los intereses y dividendos que deben pagarse com o
contrapartida de la deuda acumulada y de [as inversiones proceden­
tes del exterior. En suma, a largo plazo, la balanza comercial debe
equilibrarse, de manera que las importaciones, a lo sumo, tienen que
ser de la m ism a cuantía que las exportaciones.
Si se supone que las exportaciones dependen de la tasa de creci­
m iento de la renta del resto del m u n do , mientras que las im portacio­
nes dependen de la renca interior y de la propensión a importar, los
postkeynesianos han establecido la denom inada «Ley de Thirlwall».
Según esta ley, la casa de crecimiento m áxim a de largo plazo en una
economía abierta (salvo para Estados Unidos) está regida por la si­
guiente ecuación: = ez/ t|.
La tasa de crecimiento m áxim a, atendiendo a la restricción de la
balanza de pagos de un país, esg af‘. Esta tasa es proporcional a la casa
decrecim iento del resto del m u n d o z y a la elasticidad E d é la dem an­
da m u n dial de los productos del país de referencia. La c a s a b e s ,
además, inversamente proporcional a la elasticidad r| de la dem anda
local para los productos im portados del resto del m u n d o (aquí se
define la elasticidad com o el cociente del porcentaje de aum ento de
la dem anda para un porcentaje dado de aum ento de los ingresos).
Numerosos estudios empíricos parecen confirm ar esta sencilla
fórm ula, tanto para los países semündusrrializados com o para los
países industrializados. Entre éstos, en el período 1960-1990, sólo
Estados U nidos y Jap ó n parecen haber escapado a la regla. Estados
U nidos presenta unas tasas de crecimiento netamente superiores a
las pronosticadas por la ecuación precedente, merced al inm enso dé­
ficit comercial que los demás países aceptan financiar gustosamente,
acopiando bonos del Tesoro estadounidense. Japón ha tenido tasas
de crecimiento inferiores a g Rr, merced a los enormes superávit co­
merciales que va acum u land o añ o tras año.
Esta restricción de la balanza de pagos tiene efectos no desdeñables,
pues obliga a los países con fuerte crecimiento a frenar la dem anda
interna, co m o recomiendan siempre los burócratas del Fondo M o ­
netario Internacional y del Banco M u n d ia l, d ep rim ien d o así la de­
m anda m u n d ia l global. Por el contrario, según D avidson (1985),
tendrían que implantarse mecanismos que obligaran a los países acree­
dores a realizar los ajustes pertinentes. D icho de otro m odo, el Fon­
do M onetario Internacional, u otro organism o bancario internacio­
nal, debería forzar a los países que tienen superávit comercial a
aum entar su dem anda global, lo que evitaría tener que im poner p o ­
líticas de restricciones monetarias o presupuestarias a los países con
fuerte crecim iento y saldos comerciales deficitarios.

El asunto de la inflación
Además del e quilibrio exterior, existe una segunda resrricción que
podría poner en peligro los resultados del m odelo de crecimiento
kaleckiano. Esta segunda restricción es la inflación. Los economistas
marxistas G érard D u m é n il y D o m in iq u e Lévy (1999) han elabora­
do una sugerente variante del m odelo kaleckiano, que pone en cues­
tión los principales resultados de largo plazo de los modelos de creci­
m iento postkeynesiano, en especial las paradojas del ahorro y de los
costes. Según D u m é n il y Lévy, cuando el grado de utilización de la
capacidad supera el nivel de utilización norm al, se activan determ i­
nadas fuerzas inflacionistas. Aparece entonces una inflación de de­
m anda. C u a n d o la d em anda es fuerte en relación con la oferta que se
produciría si el grado de utilización fuera el norm al, hay inflación.
En el m odelo de D u m é n il y Lévy, cuanto mayor sea la distancia entre
el nivel de utilización efectivo y el nivel norm al, más elevada será la
tasa de inflación.
D u m é n il y Lévy suponen tam bién que los bancos centrales im ­
ponen restricciones monetariass cada vez más severas mientras no

128
sea d om inada la inflación. Estas restricciones pueden manifestarse
bajo el aspecto de cipos de interés reales cada vez más elevados. Estos
tipos d ebilitan las anticipaciones de crecimiento tendencial imagina-
das por las empresas (a); tam bién pueden dificultar la o btención de
los créditos bancarios que éstas precisan, a consecuencia de la m uy
pesada carga financiera asociada con la subida de los cipos de interés.

¿Keynesiano a corto plazo, clásico a largo plazo?


Si eso es lo que pasa, entonces la política m onetaria constituye el
mecanismo discrecional que puede contrarrestar las fuerzas paradóji­
cas de la m acroeconom ía. La política monetaria de lucha contra la
inflación reconducirá los coeficientes de utilización de la capacidad
hacia sus niveles normales. Para la concepción kaleckiana, las conse­
cuencias que de ello se derivan son sustanciales. C o n esta política
m onetaria, subrayan D u m é n il y Lévy, se puede ser keynesiano o
kaleckiano en el estudio de las fluctuaciones de corto plazo, pero para
estudiar el crecimiento de largo plazo hay que regresar al m odelo clá­
sico, según el cual la d is m in u c ió n de la propensión a ahorrar y el
a um ento de los salarios reales llevan a una bajada de la tasa de acu­
m u lación y a una subida de los tipos de interés reales. C o m o pensa­
ban los clásicos, la acum ulación no puede llevarse a cabo más que
gracias a la abstinencia y la parsim onia. Regresamos así a las doctri­
nas de la «ciencia lúgubre».
Los economistas postkeynesianos o p in a n , por el contrario, que
unos niveles de utilización elevados no conducen necesariamente a
una subida de los costes unirarios. Esa conclusión se desprende del
análisis de las curvas de costes de Jas empresas que hemos presentado
en el capítulo II, que son horizontales en tanto y en cuanto los nive­
les de urilización estén bien por debajo de los niveles de plena capa­
cidad. Si un rápido crecimiento genera mejoras de productividad su­
ficientes para compensar la dem anda de incrementos salariales por
parce de los trabajadores, las fuerzas inflacionistas quedarán neutra­
lizadas. Es la situación que se ha dado en Estados U nidos a finales de
los años noventa, cuando boom económ ico y d is m in u c ió n de las ca­
sas de paro no llevaron consigo nin g un a presión inflacionista.
Según los postkeynesianos, la inflación es principalm ente el re­
sultado de conflictos distributivos entre clases sociales, esto es, entre
rentistas, em presarios y trabajadores (TAYLOR, 1991, cap. IV;

129
CASSETT!, 2 0 0 3 ) . Unos altos niveles de utilización llevan a unos al­
tos tipos de beneficio, que alientan a ios asalariados y a sus sindicatos
a ser más reivindicativos (K a LDOR, 1 9 8 5 , p. 3 9 ) . En particular, ése
es el caso cuando unos tipos altos van acom pañados de elevadas tasas
de crecimiento y de bajas tasas de paro. Pero con adecuados instru­
mentos de negociación colectiva, no hay necesariamente una rela­
ción positiva entre altas tasas de inflación y altas tasas de crecimien­
to. Además, el aum ento del precio m undial de las materias primas
puede ser bloqueado por la constitución de stocks estratégicos supra-
nacionales. A fin de cuentas: la inflación no es inevitable; es el resul­
tado de instituciones deficientes.

130
VI. CONCLUSION GENERAL

Los postkeynesianos, siguiendo el ejemplo de Keynes, conciben el


capitalismo com o un sistema económ ico eficaz, pero a co nd ición de
que esté acotado por un Estado y unas instituciones democráticas
que lim iten sus excesos y corrijan la distribución de la renta generada
por su funcionam iento incontrolado.
Un capitalismo dejado a su aire desemboca en una com petición
destructiva, que provoca despilfarro y una insuficiente inversión pro­
ductiva, y puede conducir al em pobrecim iento de los más desventu­
rados. Un capitalismo sin regulaciones provoca la aparición reiterada
de ciclos económicos y alim enta inestabilidades económicas varias.
De ninguna manera garantiza ni el pleno empleo de los recursos ni
una dem anda global suficiente.
En oposición al enfoque neoclásico, los economistas postkeyne­
sianos no creen que esta inestabilidad sea causada por la insuficien­
cia de los mecanismos competitivos y la falta de flexibilidad de los
precios: más bien piensan que las rigideces, los convenios y las regu­
laciones legales, ju n to con las restricciones a la líbre circulación de
los capitales, confieren a los sistemas económ icos una estabilidad de
la que no gozarían en caso contrario.
Según los postkeynesianos, las políticas de austeridad que res­
tringen la dem anda global a corto plazo (con vistas a reducir la infla­
ción o la deuda pública) tienen tam bién consecuencias nefastas a lar­
go plazo, dado que disminuyen la capacidad productiva. Es necesario,
por consiguiente, reconsiderar la pertinencia de estas políticas y tras­
tocar las prioridades de los gobiernos, colocando a la plena ocupa­
ción com o primer objetivo.

131
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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